«romances» de góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · carreira del seminario...

13
CRITICÓN, 74,1998, pp. 167-179. Romances de Góngora: los trabajos de un editor Amelia de Paz De «materiales» para el estudio del romancero gongorino califica Antonio Carreira la magna edición a que ha dedicado cerca de dos décadas 1 . En la filología española, ramo donde casi cualquier cosa intenta pasar por edición crítica y donde no faltan los doctores con poco más de esa edad, tal mesura —que no es apocamiento ni falsa modestia, sino literalidad estricta— da que pensar, y nos advierte, desde el principio, de la singularidad de las casi dos mil quinientas páginas que le siguen. Estamos, en efecto, ante una obra rara y extemporánea en el panorama de los estudios hispanos, que hace vigente ese ir todo a contratiempo, característico de nuestra historia, de que han hablado José F. Montesinos y otros. Por asombroso que quizá resulte, no disponíamos de una edición crítica de los romances del máximo renovador del género —esos que, durante la época mejor de nuestra literatura, y aun después, estuvieron en boca de muchos. Como tampoco existe, dicho sea de paso, texto crítico de los considerados sus poemas mayores, el Polifemo y las Soledades, por referirnos solo a la parte más señalada de la poesía gongorina, aunque sendas ediciones comentadas de Dámaso Alonso (1960) y Robert Jammes (1994) han hecho más que legibles tales obras, que el propio Carreira editó pulcramente en su día 2 . Con todo, en materia ecdótica no es don Luis el ingenio español peor servido: varias son ya, como se sabe, las parcelas de su obra publicadas atendiendo a la tradición manuscrita, privilegio que fundó en 1963 la benemérita edición de las letrillas debida a Jammes. No vamos a inquirir ahora, por lo 1 Luis de Góngora: Romances. Edición crítica de Antonio Carreira. Barcelona, Quaderns Crema (Col. «La Nueva Caja Negra», n" 25), 1998, vol. I, pp. 15 y 48. La obra consta de 4 volúmenes de 622, 558, 624 y 660 pp. 2 Luis de Góngora: Antología poética (Polifemo, Soledad primera. Fábula de Píramo y Tisbe y otros poemas). Madrid, Castalia, 1986.

Upload: hakhue

Post on 01-Nov-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

CRITICÓN, 74,1998, pp. 167-179.

Romances de Góngora:los trabajos de un editor

Amelia de Paz

De «materiales» para el estudio del romancero gongorino califica Antonio Carreirala magna edición a que ha dedicado cerca de dos décadas1. En la filología española,ramo donde casi cualquier cosa intenta pasar por edición crítica y donde no faltan losdoctores con poco más de esa edad, tal mesura —que no es apocamiento ni falsamodestia, sino literalidad estricta— da que pensar, y nos advierte, desde el principio, dela singularidad de las casi dos mil quinientas páginas que le siguen. Estamos, en efecto,ante una obra rara y extemporánea en el panorama de los estudios hispanos, que hacevigente ese ir todo a contratiempo, característico de nuestra historia, de que hanhablado José F. Montesinos y otros. Por asombroso que quizá resulte, no disponíamosde una edición crítica de los romances del máximo renovador del género —esos que,durante la época mejor de nuestra literatura, y aun después, estuvieron en boca demuchos. Como tampoco existe, dicho sea de paso, texto crítico de los considerados suspoemas mayores, el Polifemo y las Soledades, por referirnos solo a la parte másseñalada de la poesía gongorina, aunque sendas ediciones comentadas de DámasoAlonso (1960) y Robert Jammes (1994) han hecho más que legibles tales obras, que elpropio Carreira editó pulcramente en su día2. Con todo, en materia ecdótica no es donLuis el ingenio español peor servido: varias son ya, como se sabe, las parcelas de suobra publicadas atendiendo a la tradición manuscrita, privilegio que fundó en 1963 labenemérita edición de las letrillas debida a Jammes. No vamos a inquirir ahora, por lo

1 Luis de Góngora: Romances. Edición crítica de Antonio Carreira. Barcelona, Quaderns Crema (Col.«La Nueva Caja Negra», n" 25), 1998, vol. I, pp. 15 y 48. La obra consta de 4 volúmenes de 622, 558, 624 y660 pp.

2 Luis de Góngora: Antología poética (Polifemo, Soledad primera. Fábula de Píramo y Tisbe y otrospoemas). Madrid, Castalia, 1986.

Page 2: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

1 6 8 A M E L I A D E P A Z Criticón, 74, 1998

que podamos encontrarnos, en qué clase de ediciones hemos de leer a otros muchosautores vernáculos, de primera fila o no.

No por casualidad hemos nombrado a otros dos distinguidos gongoristas en estareseña; con ambos comparte Carreira cualidades de honestidad intelectual, precisión,sensibilidad y oportuno hedonismo que pocas veces se conjugan en tan alto grado,aunque a menudo se las invoque. Dámaso Alonso, Robert Jammes y Antonio Carreirason el regalo de tres generaciones de gongorismo, disciplina donde no es fácil que elespecialista esté a la altura de su objeto, por más que la destreza con que los tres seconducen por los vericuetos gongorinos pudiera hacer pensar lo contrario. Pero taninsigne parentesco deja incompleta la filiación del editor de los Romances: porque, sicomo gongorista entronca con el linaje de los maestros —según habían acreditado yasus anteriores contribuciones en ese campo—, como estudioso del romancero procedeCarreira del Seminario Menéndez Pidal, que es cuanto cabe decir. Estas dos líneas—gongorismo y escuela romancística de primera magnitud— ilustran la inusitadacalidad de esta edición, solo gracias al aplomo con que su autor ha sabido sobreponerseal yermo académico en que, por lo demás, le tocó formarse y que tan visibles secuelasha dejado en algunos otros filólogos españoles de su generación.

Quien, inducido por el sustantivo con que Antonio Carreira conceptúa su trabajo,espere encontrar alguna materia informe en este libro, posiblemente se sorprenderá:rara vez el negro y el rojo de cubierta y guardas, en los que acaso alguien presumaalgún simbolismo, habrán encubierto una obra más sistemática, de composición mástrabajada. Su introducción (vol. I, pp. 13-48), declaración de propósitos y principiosecdóticos, da cuenta además de las anteriores ediciones de los romances gongorinos,claramente circunscritas a dos etapas: evolución, y estancamiento o regresión. Enprimer lugar, las del xix, que, a partir de los conatos de Sedaño y Quintana,constituyen una meritoria progresión encaminada a acrecentar este corpus; especialrecuerdo merece en este sentido la labor del médico cordobés Ramírez y Las Casas-Deza, a quien se puede considerar el primer editor contemporáneo del romancerogongorino (1841). Pero en 1921 Foulché-Delbosc publica su transcripción delmanuscrito Chacón, idiógrafo de la obra de Góngora, orden de cosas que las ulterioresediciones de los romances se han limitado a reproducir de forma más o menosdesmañada, salvo la de los hermanos Millé (1932), quienes, modestamente, abordaroncon tino diversas cuestiones filológicas. Sigue una minuciosa descripción de las fuentesmanuscritas e impresas utilizadas en el establecimiento del texto crítico (I, pp. 49-115):un total de 197 manuscritos y 82 impresos, todos —salvo un par de excepcionesjustificadas— de los siglos xvi y xvn, pues no ha querido el editor engrosar el número,ya de por sí abultado, con fuentes posteriores, de dudoso provecho. Tal economía esjustamente, como se comprobará, norma en la edición de Carreira, lo que aquilata lasingentes cifras que pese a todo resultan. De los manuscritos, aproximadamente uncuarto contiene todos o buena parte de los romances auténticos; lo mismo sucede concuatro impresos postumos. Cierra estos preliminares una bibliografía (I, pp. 117-171)con 221 entradas gongorinas, de las que 146 corresponden a los romances —conexclusión de las obras ya mencionadas en la descripción de fuentes—, y 603 nogongorinas, cantidad también sucinta, puesto que, además de la excepción anterior,deja fuera muchos títulos citados en una sola ocasión, cuya referencia bibliográfica se

Page 3: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

LOS TRABAJOS DE UN EDITOR 169

da en el lugar donde se aducen. Y tras avezarse en el conspectus siglorum de rigor (I, p.175), el lector se adentra por fin en un corpus de 396 poemas, distribuidos en tresapartados, según la certidumbre de su filiación gongorina: primero, los 94 romances deautenticidad segura, avalados por la autoridad del ms. Chacón; luego, los 222atribuidos en otros testimonios, con dos grados de legitimidad: romances de atribuciónfundada (núms. 95-108), y menos fundada, entre los que a su vez se distinguen losdatables en vida de Góngora (núms. 109-246) de cuantos no lo son (núms. 247-315);por último, 5 romances apócrifos de autor desconocido, que fueron rechazados por elpropio poeta (núms. 316-320), y una lista comentada, con 75 más, de los cuales sedetermina el verdadero autor o al menos se desecha su atribución a Góngora (IV, pp.511-528). Concluyen la edición los índices topográficos, un cuadro sinóptico con laordenación y asignación genérica de los romances auténticos en todos los testimonosintegri, así como los índices onomástico, de ubicación de los manuscritos porbibliotecas, y general de primeros versos (IV, pp. 529-657), el último, además,desglosado en cada volumen. En este meditado tejido, cada célula —el microcosmos decada romance— se compone de un prefacio, que comienza siempre en página impar; eltexto, en cuerpo generoso, del poema; el aparato de variantes correspondiente, bajo eltexto, con el que constituye un todo orgánico, sin más solución de continuidad que unblanco; y las notas, separadas de versos y aparato por una pleca.

De los bastidores de tan acabada textura sólo podrá hacerse idea quien considere loque en el ingrato mester filológico cuestan logros insignificantes y hasta nulos. Todocuanto insistamos será poco. En esta coyuntura, doce han sido los trabajos de Carreira,sin contar los parerga o derivaciones de cada uno: 1) localización de códices quecontuvieran romances de Góngora o a él atribuidos; 2) cotejo de todas las copiashalladas; 3) jerarquización de los testimonios; 4) fijación del texto óptimo de cadapoema; 5) elaboración del aparato de variantes; 6) puntuación escrupulosa de lostextos; 7) anotación de lugares dificultosos y justificación de usos lingüísticospeculiares; 8) estudio de la difusión, total o parcial, de cada romance; 9) ordenacióncabal de los poemas; 10) redacción de prefacios individuales; 11) establecimiento delcorpus de atribuidos; 12) adjudicación de los apócrifos. Después de tales tareas, eltrabajo número trece, arropar el resultado con una depurada introducción general y loslaboriosos índices finales, hubo de ser ya pan comido.

1. Fontes criticae. Tanto como la cifra descomunal de fuentes allegadas, destacan lanovedad y calidad de muchas, cuando no la dificultad de su acceso. Un recorrido por elmedio centenar largo de bibliotecas europeas y americanas donde el editor ha idoexhumando romances gongorinos nos lleva de Pennsylvania a Pistoia, de Munich aÉvora, de Oxford a Antequera. Imposible cuantificar los repertorios bibliográficosespigados, las gestiones y dilaciones forzadas que habrá supuesto la consulta in situ, oen fotocopia, fotografía o microfilme, de cada testimonio, a veces para un único poema,y no siempre de atribución segura. En la British Library de Londres hay copiamanuscrita de un solo romance, «Frescos airecillos» (n° 31); en un códice de laÓsterreichische Nationalbibliothek de Viena, otra, también solitaria, de «Entre lossueltos caballos» (n° 16), una de las composiciones más divulgadas; otro romance delmismo ciclo, «Servía en Oran al rey» (n° 23), duerme desamparado en la turinesa

Page 4: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

1 7 0 A M E L I A D E P A Z Criticón, 74, 1998

Biblioteca de Saboya —como también, entre otros lugares insospechados, en lasguardas de un impreso raro depositado en la Biblioteca de Badajoz, según descubrióRodríguez-Moñino—, y en Lisboa, en un manuscrito del Arquivo Nacional da Torre doTombo, aparece con el más famoso de cautivos, «Amarrado al duro banco» (n° 11), enmedio de mucha poesía portuguesa; a la Biblioteca Nacional de Florencia, como a laEstense de Módena, ha llegado el más temprano romance de don Luis, «La más bellaniña» (n° 1)... et sic de ceteris. Singulares como manuscritos son también varios de losimpresos cotejados; algunos, literalmente, pues de ellos se conoce un único ejemplar enel mundo: tal es el caso de la Sylva de varios romances... recopilados por luán deMendaño, solo conservada en la Hispanic Society de Nueva York3, y que en su segundaedición, aumentada (Cádiz, 1646), incluye «Murmuraban los rocines» (n° 39); el pliegosuelto compuesto por Martín González que contiene glosa de «Entre los sueltoscaballos» (Cuenca, 1638), hay que ir a buscarlo a su vez a Copenhague; del lardín deamadores (Zaragoza, 1611) no están localizados más que dos ejemplares, en la propiaHispanic Society y en la Biblioteca Nacional de París4; muchos más títulos carecen dereimpresión moderna. Y en cuanto a aquellos de los que se conservan varias tiradas, enalgún caso se ha visto más de un ejemplar, como sucede con la edición Hozes de 1633.Pero no son solo de detalle las contribuciones en materia de fuentes: de los manuscritosintegri, algunos apenas habían sido aprovechados, como el excelente ms. 22.585 BNM(H en la edición), o los que pertenecieron al marqués de Valdeterrazo, descubiertos porCarreira y descritos, con otros igualmente poco explorados, en 1992; uno de ellos, elque lleva la sigla W, resulta de inapreciable valor por su riqueza en atribuidos5. Tiempoy energía, pues, derrochados sin tasa, solo en esta primera etapa, abierta, para máscomplicación, durante todo el proceso editor, a ulteriores descubrimientos de códices,con el consiguiente trastorno cuando las siglas ya han sido asignadas y se hanestablecido los stemmata.

2. Collatio codicum. Con todo, más delicada es esta segunda fase: la lecturacomparativa de las muestras localizadas, unas cuatro mil doscientas cincuenta, de lasque más de tres mil trescientas corresponden a los romances auténticos. Inevitableresulta acudir una vez más a las cifras. Porqué alguno de los poemas cotejados, y no delos menos difundidos, tiene él solo más versos que el Polifemo: la Fábula de Ptratno yTisbe (n° 74), que figura en 44 testimonios, cuenta 508 versos; el atribuido «En buenora, o gran Filipe» (n° 215) alcanza los 460. El promedio de versos por romance es deunos 84 en los auténticos, 67 en los atribuidos, de manera que, en un cálculo estimado,la cantidad de versos leídos, aun consideradas las versiones incompletas, supera concreces los trescientos cuarenta mil —de ellos, más de doscientos setenta y siete mil, deautenticidad segura—, con letra que, si en general se presenta cuidada en losmanuscritos integri, oscila en el resto, donde no es infrecuente además que la lectura se

3 Cf. A. Rodríguez-Moñino: Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros (11), impresos durante elsiglo XVI {segunda parte). Madrid, Castalia, 1973, p. 31.

4 Cf. ARM: Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros (/), impresos durante el siglo XVII.Madrid, Castalia, 1977, p. 230.

5 A. Carreira: «Los poemas de Góngora y sus circunstancias: seis manuscritos recuperados», Criticón,56, 1992, pp. 7-20.

Page 5: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

L O S T R A B A J O S D E U N E D I T O R 1 7 1

vea entorpecida por una conservación defectuosa. Eso sin contar las ocasiones en queCarreira habrá vuelto sobre fuentes ya leídas, a lo mejor con años de intervalo, paracerciorarse de alguna variante puntual, comprobar en los principales manuscritospasajes de puntuación dudosa o, en los atribuidos, para repasar la tradición entera deun romance a la vista de alguna versión de mayor relevancia hallada con posterioridad,o bien para documentar la de otros cuya atribución pudo manifestarse tardíamente; noolvidemos que en un trabajo de esta naturaleza se hace camino al andar, y casi veinteaños dan lugar a deshacer muchos ya recorridos y emprender otros, todos inciertos,pues el editor es siempre Sísifo en la cuesta: cualquier hallazgo intempestivo o cambiomínimo de criterio obligan a empezar de nuevo. ¿A cuántos atribuidos, por ejemplo,habrá seguido Carreira la pista a lo largo de toda su transmisión textual, para luego, alencontrar el verdadero autor, tener que prescindir de ellos?

3. Recensio. El examen de las variantes no ha conducido a la configuración de unstemma completo, aparente anomalía que, lejos de restar valor científico a la edición,supone, a nuestro juicio, una prueba más de prudencia: doscientas setenta y nuevefuentes a buen seguro proporcionan un conocimiento harto certero de una tradicióntextual, como para que el editor se vea apremiado a esconder lagunas tras un bosque dearbolillos íachmannianos. Tampoco Góngora necesita las componendas de losfilólogos. La filiación de los testimonios ha mostrado que todas las ramas son bajas ylas contaminaciones entre ellas, tan frecuentes como difíciles de precisar en la mayoríade los casos, hasta el punto de que, en contra de otro axioma ecdótico, ni siquieraconvenía prescindir de los códices descripti. Como es notorio, los principios válidospara la filología clásica no lo son tanto en las modernas, fundamentalmente por elmenor lapso temporal que en estas existe entre los extremos de la tradición. La deGóngora, donde —como recuerda Carreira6— multitud de cancioneros se forman enunos pocos años, constituye un modelo de dificultad a la hora de establecerdependencias cronológicas entre manuscritos; si se añade su predicamento, que mueve ala proliferación de copias, a la comunicación de los poemas en estadios diversos yvariadas condiciones de recepción, se explican las interferencias entre familias —comotambién el respeto de Carreira hacia los testimonios eliminandi y recentiores, cuandouno de estos es nada menos que el propio Chacón.

4. Texto. Emanado del cotejo, el texto crítico no procede sin embargo de unacontaminación selectiva de las distintas tradiciones, sino que el editor se ha ceñido en lamedida de lo posible a una única versión, la considerada en cada caso más fiel aloriginal. Lo contrario habría supuesto una adulteración poco respetuosa con lospostulados de objetividad y reserva crítica que rigen esta edición. Con tales premisas,una de las conclusiones más elocuentes es haber probado en la práctica la validez de unapriorismo heredado: que el ms. Chacón aporta, en efecto, el texto mejor la mayoría delas veces. La autoridad del codex optimus sale, pues, reforzada del examen, y —lo quees más saludable— libre de fetichismos, ya que también son numerosos los lugares paralos que se ha hallado alguna versión superior a la transmitida por Chacón: entre ellos,

é Romances, vol. I, p. 23 y ss.

Page 6: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

1 7 2 A M E L I A D E P A Z Criticón, 74, 1998

el principal romance de Góngora, «La ciudad de Babilonia» (n° 74), que presenta sufactura más genuina en el espléndido ms. B2362 de la Hispanic Society (ms. O), dondeasimismo aparecen, en exclusiva, el texto mejor de «Hanme dicho, hermanas» (n° 24),y, compartidas con el ms. Estrada (404 de la biblioteca Lázaro Galdiano), las versionesóptimas de «Temo tanto los serenos» (n° 43) y «En los pinares de Júcar» (n° 52). ConEstrada y varios manuscritos más, entre los que se cuentan tres de la misma familia(Iriarte, Rennert, y el 4269 BNM o L) se ha seguido a O también en «La desgracia delforzado» (n° 12) y en «Cuántos silbos, cuántas voces, / la nava» (n° 68). Estrada (£) yRennert (R) proporcionan a su vez la base de «Sin Leda y sin esperanza» (n° 41); y elpropio ms. Estrada, de modo privativo, el texto más limpio de «Ensíllenme el asnorucio» (n° 18). Lo mismo sucede con el ms. Bl (B. 3. 9 del Seminario de San Carlos deZaragoza) en «De Tisbe y Píramo quiero» (n° 55), con Mi (E 40-6791 del fondoRodríguez-Moñino de la Real Academia Española) para «Aunque entiendo pocogriego» (n° 63), y en la excelente reconstrucción que se consigue de «Por las faldas delAtlante» (n° 81) gracias al antes mencionado ms. H. El texto de este último códice seadopta además en «Diez años vivió Belerma» (n° 10), donde es idéntico a los del 147 dela biblioteca Universitaria de Barcelona (B), Iriarte y el 4130 BNM (K); B y K, con elcitado Bl y algún otro, constituyen por su parte las fuentes preferidas en «No vengo apedir silencio» (n° 67). Ocasionalmente, estas u otras tradiciones discrepantes hanservido para mejorar a Chacón, ope codicum, en algún pasaje puntual: n° 8,aglutinación de v. 27; n° 16, v. 70; n° 20, v. 39; n° 21, vv. 79, 130 y 230-232; n° 26,v. 123 (donde se prefiere la familia E, L, O, R, que presenta además otras adiáforasdignas de atención); n° 31, v. 50; n° 33, v. 98; n° 37, v. 94; n° 54, v. 107; n° 73, vv. 52y 104. O bien para cubrir lagunas, como esos seis versos que Chacón y otrostestimonios omiten en «A un tiempo dejaba el sol» (n° 56), restituidos gracias a los mss.L y O. Aunque por precaución no se haya adoptado como texto base, asimismo sedestaca, en el prefacio correspondiente, la versión que de «En dos lucientes estrellas»(n° 51) presenta el ms. 3890 BNM (sigla Oí), acaso más perfilada que la del propioChacón. Y tampoco se añaden al texto chaconiano, sino que solo se reseñan en aparatoy prefacio, cuatro versos, presumiblemente legítimos, que rematan «Dejad los librosahora» (n° 32) en el manuscrito Gabriel de Peralta (4072 BNM), o las buenas cuartetasque este mismo manuscrito introduce en «Si sus mercedes me escuchan» (n° 34). De laprobidad editora de Carreira lo dice todo, en suma, el que solo en un par de lugares delos romances auténticos haya recurrido a la emendatio por cuenta propia: uno de ellos,de hecho, ni siquiera constituye una conjetura ope ingénu, pues se inspira en la leccióntransmitida por un impreso («A vos digo, señor Tajo», n° 35, v. 10, el Christus porescrito); el otro tiene un incontestable fundamento histórico («Pensó rendir lamozuela», n° 27, v. 73, donde se rectifica el deturpado sitio de Chypre en sitio deYpres). La habilidad elucidatoria, sin embargo, no se ha escatimado donde sí venía acuento: en los atribuidos y apócrifos de autor desconocido, con los que, por su mayoresdeficiencias, el criterio de no mezclar tradiciones obviamente también hubo de relajarse;no obstante, la d'winatio se suele aventurar en nota, sin alterar el texto. En cuanto a laortografía, ha sido modernizada, con restricciones, en los romances auténticos, y entodos, la acentuación.

Page 7: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

L O S T R A B A J O S D E U N E D I T O R 1 7 3

5. Aparato. El acendramiento característico de esta obra alcanza su más logradaexpresión en el modo de encauzar todo ese material sobrante una vez fijado el texto,material no desechable, sino, por el contrario, constitutivo —no en vano de ese sustratoha brotado el texto mismo—, y fundamento de toda edición crítica: lecturasequipolentes y posibles variantes de autor, pero también errores de copista, omisionesde versos, alteraciones en su orden, interpolaciones y añadidos, correcciones de lamisma u otras manos, variantes gráficas o de puntuación, ocasionales escolios...amenazan con convertir los aparatos en verdaderos establos de Augías a poco que eleditor se descuide, sobre todo si pretende ser exhaustivo. Carreira lo es en laconsignación de variantes de naturaleza diversa, y tampoco separa del resto lospresuntos errores, concepto para él dudoso; pero al mismo tiempo ha depurado eseremanente hasta el extremo de hacer del aparato, no diremos que algo tan poéticocomo el poema mismo, pues tratándose de Góngora sería pecado, pero sí un cuerponeto y bello, con la hermosura de las matemáticas y la geometría. Todo favorece en él ala concisión: salvo en casos excepcionales, los testimonios que aportan la lecturaseleccionada en el texto no van explícitos, sino que se deducen cómodamenteeliminando del total aquellos que contienen variantes, únicos que aparecen enunciados;el mecanismo, sin embargo, se invierte cuando la cifra de estos últimos supera la de losque apoyan la lectura del texto. Esta, por su parte, se ha reducido a la mínimaexpresión, libre de aditamentos inútiles, y en consecuencia también sus variantes. Se daasí la paradoja de que un aparato que lo abarca todo es a la vez lacónico, discreto almáximo: está ahí sin acaparar protagonismo, a modo de sólido cimiento del texto, ysecretamente tiende, como la música de Webern, al silencio, un silencio denso, que, derealizarse, colmaría el ideal, en definitiva, de cualquier aparato crítico: no haberexistido nunca. Condensación, pero no hermetismo: la factura cartesiana del aparatoayuda a reconstruir sin tropiezos la lección de cada testimonio, que se presenta diáfana,a un golpe de vista. A ello contribuye en buena medida que no se haya empleado elusual sistema de siglas variables que en un corpus nutrido tanto marea al lector que seva familiarizando con una nomenclatura, pero, ante todo, el que Carreira haya eludidocualquier esoterismo, tapadera, a menudo, de la pedantería, cuando no de la pereza: laclaridad —parafraseando a Ortega— también es la cortesía del filólogo.

6. Puntuación. Sin duda una de las aportaciones más relevantes es el criterioadoptado por el editor a la hora de puntuar los textos, aspecto que se suele desatender,sobre todo en poesía. Carreira ha forjado un coherente sistema de hiperpuntuación convalor exegético, adecuado a la complejidad de la sintaxis gongorina, como antídotocontra la hidra de Lerna de los ocasionales sentidos improcedentes que pueden estorbarla recta comprensión de una poesía, como esta, de significación unívoca. Quizás sea, enlas letras españolas, la primera vez que de forma tan consciente, sistemática y expresase eleva la puntuación a categoría filológica: los signos de puntuación conforman uncódigo de circulación que ha de dirigir al lector, sin vacilaciones, hacia el único sentidoválido; de ahí la minuciosidad con que se ha procurado que no haya un signo ausente uocioso —lo que, por la carga semántica que en esta edición poseen, valdría tanto comodejar un verso cojo o hipermétrico—, especialmente en las encrucijadas de lasanfibologías, donde una señalización inequívoca se hace imprescindible. Sería de

Page 8: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

174 A M E L I A D E P A Z Criticón, 74, 1998

agradecer que, después del ejercicio de reflexión que habrá supuesto puntuar losromances de Góngora, Antonio Carreira se decidiera a componer un prontuario sobreusos y limitaciones del sistema de puntuación actual, para el que no le faltará materia.

7. Anotación. En ocasiones, las notas tienen como finalidad sostener la lecciónadoptada en el texto, especialmente si discrepa de Chacón, o destacar las adiáforas,posibles lecturas primitivas o intuiciones de copista; otras veces, allanar dificultadesextremas de construcción y sentido, así como el comentario de peculiaridadeslingüísticas, de autor o de época; en algún caso, se emplean para confesar ignorancia.Alguna constituye un pequeño tratado etimológico, como la aclaración del v. 94 de«Tendiendo sus blancos paños» (n° 37) —«y, terciando el de florete»—, o la del «naviofilipote» (v. 50 de «Despuntado he mil agujas», n° 42); otras, un compendio histórico,como la justificación de la lectura castigo en la loa a Granada («y a ver tu Albaicín,castigo / de rebeldes voluntades», vv. 145-146 de «Ilustre ciudad famosa», n° 21). Lasmás numerosas, sin embargo, recogen concomitancias de pasajes puntuales,ocasionalmente por poligénesis, pero sobre todo por influencia, en textos de laantigüedad clásica y un sinfín de los siglos xvi al xx, aparte de referencias a la propiaobra gongorina, cuando se trata de lugares recurrentes en don Luis. Solo por estas, laedición de Carreira merece los mayores elogios; pero a la altura del séptimo trabajopoco de lo que encontremos en este libro, por prodigioso que sea, puede yasorprendernos.

8. Difusión. Conocidos son los ensayos que en la última década Antonio Carreira havenido dedicando a la huella de Góngora en autores seiscentistas (Ovando y Santarén,Espinosa, Solís) y aun del xx, como Guillen o Domenchina; la edición de los Romancesdemuestra que ni con mucho agotaban tales trabajos los recursos comparatistas deCarreira, y que el plato fuerte aún estaba por llegar. En el más reciente de esos estudios,Carreira ha equiparado la repercusión de la obra de Góngora en la lírica española delXVII a la que para la religión judía tuvo el evangelio7. Eso, que así dicho puede sonar ahipérbole, no lo será para quien constate ahora la desorbitada difusión de los romances:el ingente acopio de citas, glosas, reminiscencias en autores de varia significación y entodos los géneros confirma el poder subyugador de esta poesía, dependencia querecuerda a la de los griegos rendidos a Hornero, quienes —por redondear el símilanterior— tuvieron su Biblia en la litada. Pero si no se quieren apurar lascomparaciones semiblasfemas, al menos habrá que convenir que los ingenios del xvnretenían y aducían a Góngora como un lugar de referencia obligado, casi como si de unnuevo refranero se tratase: que en la época, en suma, se piensa en clave gongorina, y nosolo al este del Atlántico. Porque abundantes son, en efecto, también los ecos en autoresnovohispanos, y doblemente valiosos los hallados en las letras portuguesas (¿paracuándo un estudio exhaustivo de la recepción de Góngora en la literatura del paísvecino y colonias?), que revelan a Antonio Carreira como lusista consumado y aGóngora como el poeta acaso más universal de su tiempo.

7 Cf. A. Carreira: «Antonio de Solís o la poesía como divertimcnto», Actas del IV Congreso de la AISO,ed. de iVT C. García de Enterría y A. Cordón iMesa (Univ. de Alcalá de Henares, 1998), tomo I, p. 371.

Page 9: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

LOS TRABAJOS DE UN EDITOR 175

9. Ordenación. Entre los varios criterios posibles, Carreira ha optado por unaclasificación cronológica de los romances, y dentro de un misma fecha, temática, ordenque tiene la ventaja de resaltar la evolución, y revoluciones, de este metro en manos dedon Luis: aunque la edición está concebida para facilitar la lectura individualizada delos poemas, quien los lea de corrido notará cómo va subiendo esta poesía, y que en unmomento dado —que, a despecho de ser injustos con muchos romances mástempranos, situaríamos hacia 1602—, lo bueno empieza a convertirse en óptimo, hastaculminar, sin apenas altibajos, en la Fábula de Víramo y Tisbe, de 1618. Ascensosostenido que además no va seguido de caídas ostensibles. La ordenación cronológicaha sido posible gracias al ms. Chacón, datado con minuciosidad por el poeta hacia elfinal de su vida: hasta en esto constituye una excepción esta poesía. Se ha rectificado,no obstante, con mayor o menor grado de certeza, la fecha de algunos romancesauténticos: «Criábase el Albanés» (n° 17), «Levantando blanca espuma» (n° 20),«Ahora que estoy de espacio» (n° 25), «De la semilla, caída» (n° 72), «Al pie de unálamo negro» (n° 73), «Las tres auroras que el Tajo» (n° 88). En cuanto a losatribuidos y apócrifos rechazados por Góngora, la ausencia de un canon impedía afinartanto, por lo que, en general, se establecen términos aproximativos de composición,basados en argumentos internos.

10. Prefacios. Cada romance va precedido de un prólogo donde, condicionamientosespecíficos aparte, la disposición es estable: en el encabezamiento figuran número deorden, íncipit y fecha. Siguen, la fuente o fuentes tomadas como base, la clasificacióngenérica según los principales testimonios —asunto espinoso al que Carreira hadedicado ya al menos un artículo8—, algún epígrafe alusivo al contenido, y la noticia desu descendencia global (continuaciones apócrifas, glosas, imitaciones, recreaciones,vueltas a lo divino), además del tratamiento de problemas particulares cuando los hay(posibles redacciones primitivas, algún caso de supuesta doble redacción —como el de«Ojos eran, fugitivos», n° 75—, interpolaciones, referencias históricas o legendarias,cuestiones textuales o de datación). Particular es por ejemplo la edición, con aparatoincluido, de la letrilla «Hiedra vividora» en la presentación del romance «Al tronco deun verde mirto» (n° 80), al que sigue en todos los testimonios, excepto Chacón.También cuando una versión discrepante, primitiva o no, está documentada en más deun testimonio, se ofrece en la introducción su aparato de variantes, segregado delglobal: es el caso, por su deturpación, de «En el baile del ejido» (n° 61), así como, pordistinto motivo, el de «Servía en Oran al rey» (n° 23) y «Entre los sueltos caballos» (n°16), romances cuya enorme popularidad, ya señalada, da lugar además a alguno de losprefacios más ilustrados. Como docta es la pesquisa que Carreira efectúa, en sendosprólogos, del Albanés mencionado en el íncipit del siguiente, «Criábase el Albanés» (n°17), y de las tres auroras del n° 88. Varios prefacios constituyen por sí solos unopúsculo («En un pastoral albergue», n° 50; «Esperando están la rosa», nü 60; «Laciudad de Babilonia», n° 74); inolvidable es asimismo la ambientación que Carreiraconsigue del romance «De la semilla, caída» (n° 72), gracias al extracto de una relación

8 «Los romances de Góngora: transmisión y recepción», Edad de Oro, XII, 1993, pp. 33-40.

Page 10: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

1 7 6 A M E L I A D E P A Z Criticón, 74, 1998

coetánea de las fiestas celebradas en Córdoba en octubre de 1614 con motivo de labeatificación de santa Teresa. En los atribuidos y apócrifos editados, el prologuillo sesuele reducir a una nota a pie de romance con indicación de la fuente seguida, epígrafesy acaso algún comentario sobre su transmisión; solo cuando la información es máscopiosa se recurre al sistema empleado en los romances auténticos.

11. Atribuidos. Ya hemos ido viendo el diferente criterio con que en varios aspectos(grafías, datación, constitutio textus, anotación...) ha sido tratado este corpus, por suspeculiares características. Por las mismas razones, el lector habrá de abordarlo tambiéncon distintas expectativas: no es ningún secreto que, si todo en una edición críticaresulta, casi por definición, vulnerable, la poesía atribuida constituye el talón deAquiles. No solo porque su calidad estética quede en este caso muy por debajo del resto—la solicitud del filólogo puede sanear deficiencias de transmisión, pero no arreglar unmal poema, y menos pretender que no desmerezca junto a uno de Góngora—, sinotambién por su propia condición abierta, expuesta como lo que más a prontasadiciones, sustracciones y mejoras. El papel de los atribuidos es, en cierto modo, similaral de los aparatos: servir de apoyo a los textos auténticos desde postulados, como enaquellos, de exhaustividad, pero siempre en precario. Aunque su cifra nada tenga dedeleznable: como ya se indicó, hasta 222 romances (220, más dos continuaciones de unmismo íncipit, «O, tú, que pendiente al hombro», núms. 105a y 105b) vienen hoy acompletar los Nuevos poemas atribuidos a Góngora, reunidos por Carreira hace variosaños en un libro que supuso un hito en materia de atribuciones gongorinas, y gracias alcual, por cierto, ya nos era conocido también el buen hacer de Jaume Vallcorba,responsable de la editorial donde salieron aquellos y salen ahora los Romances9.Cantidad acorde con la vasta difusión del romancero auténtico, que como un bumerangimantado retorna a su dueño, atrayendo cuanto se deja asimilar, en temas otratamientos. A partir de la naturaleza de estos, se podría recomponer la imagen que deGóngora se trazaron sus contemporáneos: notable es, por ejemplo, la frecuencia demotivos escabrosos entre los atribuidos. Más aventurado resultaría pronunciarse sobrecuántos pertenecerán realmente a Góngora; acaso los más fragmentarios son loscandidatos más firmes. Sea como fuere, Antonio Carreira no se deja atrapar, tampoco aeste propósito, por el cómodo impresionismo, ateniéndose, como en todo lo demás, alos hechos: a la cronología, que le permite delimitar los poemas no fechables en vida deGóngora; a la procedencia de la atribución, en virtud de la cual establece jerarquías deprobabilidad.

12. Apócrifos. En una revisión del corpus poético de Quevedo publicada a finales delos ochenta, además de allegar nuevas atribuciones, Carreira determinó el verdaderoautor de una larga lista de poemas asignados sin razón al madrileño, iniciando unatarea que continuó durante los años siguientes en dos trabajos de mayores miras

° A. Carreira: Nuevos poemas atribuidos a Góngora (letrillas, sonetos, décimas y poemas vanos).Barcelona, Quaderns Crema, 1994, 456 pp. Una primera entrega de atribuciones desconocidas de sonetos sehabía anticipado diez años antes en su artículo-reseña a la edición de B. Ciplijauskaité (A. Carreira: «Lossonetos de Góngora a través de sus variantes: notas de crítica textual a propósito de la nueva edición», ElCrofíi/ón, I, 1984, pp. 1007-1052).

Page 11: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

L O S T R A B A J O S D E U N E D I T O R 1 7 7

también presididos por el lema suum cuique, así como en la rehabilitación de UlloaPereira, ingenio a quien había sido expropiado su Cancionero amoroso10. En lo queconcierne a Góngora más directamente, esta labor justiciera tuvo sus prolongaciones endiversos pasajes de los citados Nuevos poemas, y en tiempos más recientes ha conocidoaún mayor sutileza en la formulación de una plausible hipótesis acerca de la autoría delEscrutinio'11. Hoy se completa con la devolución de varias docenas de apócrifos a susdueños, que constituyen otras tantas contribuciones a restablecer el peculio poético deautores como don Antonio de Paredes y José Pérez de Ribas, paisanos de Góngora,Gabriel Lobo Lasso de la Vega, Ledesma, Salas Barbadillo, Antonio de Mendoza,Paravicino, López de Zarate, Liñán, ambos Salinas, Méndez de Loyola, Villamediana, eincluso Lope de Vega y el propio Quevedo, entre otros; ingenios de mérito y talantediversos, todos ellos menoscabados en sus creaciones más o menos felices por lapreeminencia del poeta más famoso. En los demás íncipits, hasta alcanzar con losanteriores, según se dijo al comienzo, un total de setenta y cinco, la paternidadgongorina se desestima únicamente argumentando la inconsistencia de la atribución, enespecial si esta es solo moderna. Todavía otros cinco apócrifos en busca de autor—entre los que se encuentra el celebrado «Al corral salió Luzía» (n° 317)—, a pesar dehaber sido desconocidos por Góngora en Chacón son publicados, con criterios afines alresto de atribuidos, por carecer de edición moderna.

Todo, en fin, admirable. Porque, afortunadamente, ni siquiera los aspectos formalesdesdicen del resto, sino que, al igual que lo demás, se hallan al servicio del lector —deahí el esmero con que han sido vigilados. Estamos ante una de esas obras que facilitanlo difícil, como lo es entender la poesía gongorina, pero también lo fácil —como puedeser la orientación en la propia obra—, que en no pocas ocasiones suele convertir endifícil la inadvertencia de los editores: ya hemos destacado la estructura del libro, perodesde las útiles cabeceras variables empleadas y las referencias internas, hasta lasilustraciones, la generosidad de los cuerpos y blancos, la belleza tipográfica o ladepuración de las erratas, imperdonables en una edición crítica, nada ha sidodesatendido. Carreira ha llevado a cabo, en suma, la mejor reivindicación de Góngora:editarlo como merece. Solo queda desear que tal profusión de buen gusto e inteligenciano caiga en saco roto; la fama de poeta huraño y abstruso que ha padecido don Luis acausa de su asendereada transmisión tiene, desde luego, cada vez menos razón de ser. Elunamuniano «me quedo, pues, sin Góngora» de 1903, de seguir sosteniéndose a finalesde siglo, habrá que achacarlo ya a otras causas12: desde hoy, quien se quede sin los

1 0 A. Carreira: «La poesía de Quevedo: textos interpolados, atribuidos y apócrifos», ap. Homenaje alprofesor Antonio Vilanova, I, Barcelona, Universidad, 1989, pp. 121-135; «Nuevos textos y viejasatribuciones en la lírica áurea», Voz y Letra, I / 2, 1990, pp. 15-142, y «Algo más sobre textos y atribucionesen la lírica áurea», ibidem, 1] / 2, 1991, pp. 21-58; «El verdadero autor del Cancionero amoroso atribuido aPedro de Soria», Manuscrt. CAO, III, 1990, pp. 17-20.

11 A. Carreira: «La recepción de Góngora en el siglo xvn: un candidato a la autoría del Escrutinio», ap.AAVV, Estudios sobre Góngora (Córdoba, Ayuntamiento y Real Academia de Góngora, 1996), pp. 29-42.

12 «No tengo razón alguna para suponer que Góngora no quiso decir allí algo [en las Soledades y elPolifemo]; pero yo no he acertado a dar con lo que quiso decir. La edición [Rivadeneyra] es, como ustedsabe, tipográficamente detestable; apenas se ven los puntos finales. Y no traigo esto a despropósito. Sino quecomo yo lo leí en voz alta, con la entonación y énfasis que pide, y apenas distinguía con la vista los puntos

Page 12: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

178 AMELIA DE PAZ Criticón, 74, 1998

romances, quien se los pierda, será porque quiera, no porque no le quede más remedio.Ahí están para siempre, al alcance de todos, abarcando todos los registros, la Tisbe,techo de la poesía; el romance de Angélica, que tanto gustaba a Quintana; losautorretratos burlescos, las cuitas de Rengifo, el vejamen al doctorando granadino, lasmudanzas de los gitanos, el humor del vicario de Trasierra, el epitafio a la «ninfabella», la monja doña Luisa de Cardona; el segundo romance de Hacen, favorito deGóngora; la timba de don Pedro Venegas, la loa al obispo Mardones... Habría, en fin,que citar casi todos, pues no hay ninguno, por insatisfactorio que pueda resultar —yprobablemente a ninguno cuadra por completo ese dictado— que no contengahallazgos, a veces increíbles. Y entre los atribuidos, un repertorio de inquietudes ygustos de la época nada desdeñable, incluso cuando a todas luces se resiente de nopertenecer a Góngora. ¿Cabe esperar que la_p0esía actual o futura se beneficie? Sinduda lo favorecerá el que antes o después Antonio Carreira publique una segundaentrega de su edición, aligerada de aparato científico.

Leyendo esta poesía alguien pensará tal vez que otro gallo nos cantara hoy sihubiese sido mejor conocida en nuestra época. Ese es el poso amargo que puede dejaresta amena lectura a quien le dé por comparar la alalia de que muchos se jactan en elpresente con las cotas a que Góngora elevó en su día el genio de la lengua española, ypor preguntarse a qué extraña perversión debemos el que nos haya sido negado durantetanto tiempo su disfrute. Porque el trabajo de Carreira es algo más que un despliegue defacultades eruditas y una lección de entusiasmo: tal vez sin pretenderlo pone demanifiesto, melancólicamente, esa anomalía de nuestra historia filológica a quealudíamos al comienzo, donde no todo sucedió cuando debía, donde la fijación textualde las obras viene —cuando viene— después de semióticas, deconstrucciones ypragmáticas, y donde empresas como esta han de lograrse en la más rigurosa soledad ycontra viento y marea. Acudíamos antes a una socorrida analogía heraclea, pero,siguiendo en clave helénica, no menos cabría apelar a otra aristocrática, de cuñohomérico, por cuanto atañe a la excelencia de este libro: el esfuerzo singular de Carreira—su aristeta o proeza, digna de un Agamenón o un Diomedes de la filología— hahecho de Góngora, Hornero español, el primer clásico de nuestra literatura que goza, enla parte más voluminosa y difundida de su obra, de un texto impecable, abonado por lacompetencia del filólogo y el cotejo de un número de testimonios útiles, como se havisto, superior en su conjunto al cuarto de millar. Caso único en nuestras letras —únicoincluso prescindiendo de la perfección incomparable de esta poesía, y ya es muchoprescindir—, e imposible, seguramente, de igualar, como no sea por el romanceroanónimo, porque ningún escritor español ha tenido tan amplia difusión manuscrita.Obra, pues, señera por la magnitud del poeta, de su editor, y hasta por la ausencia deorganismos nacionales, autonómicos o locales que otorgaran subvenir a su publicación,

tipográficos, me resultó que tampoco podía atinar por el contexto dónde acababa una oración y empezabaotra, y me hacía una madeja. A los cinco minutos estaba mareado. Aquellas violentas trasposiciones, aquelhipérbaton, con el cual no hay rima que se resista, aquellas alusiones mitológicas, todo aquello meimpacientaba, y acabé por cerrar el libro y renunciar a la empresa. [...] Poetas hay ya en nuestra lengua, ya enotras, que creo me darán más contento que Góngora y me costará menos leerlos. Me quedo, pues, sinGóngora» (Miguel de Unamuno: «Sobre Góngora», Helios, I, 4, julio 1903, pp. 475-477. Ap. Obrascompletas, ed. de M. García Blanco. Madrid, Ed. Afrodisio Aguado, 1958, vol. V, pp. 117-118.

Page 13: «Romances» de Góngora: los trabajos de un editor · 2006-08-07 · Carreira del Seminario Menéndez Pidal, ... un cuadro sinóptico con la ordenación y asignación genérica de

L O S T R A B A J O S D E U N E D I T O R 1 7 9

aunque unos y otros esgriman el nombre de Góngora cuando les interesa, especialmentelos últimos. Sin duda los prebostes cordobeses prefieren honrar la memoria del difuntocon misas que con ediciones, y dedicar sus pingües ingresos a fines más rentables. Laedición sin apenas precedentes de Carreira —obra de las que sientan, por sí sola, uno—ni ha entrado por los cauces institucionales al uso, ni tampoco tenía cabida en ningunade las colecciones filológicas existentes en España, lo que es, si cabe, todavía másinquietante. Aún no se ha hecho la filología hispánica acreedora de una Teubner. Sóloel buen sentido de Jaume Vallcorba ha ganado para su disidente Nueva Caja Negra—la colección cuyo número 25 exhibe envoltura cuasi anarquista— esta obra nadaacomodaticia, salvándola de tener que yacer o en el lecho de Procusto de algunaempresa editorial con cánones uniformadores o, por mucho tiempo, si no en un cajón,en el disco de un ordenador. Al cabo viene a resultar que, acaso sin advertirlo,Vallcorba ha dado la presencia más expresiva al libro subversivo y metódico deCarreira, cuyo rigor implacable rompe con la modorra seudocientífica que señorea elgremio filológico hispano.