revista veoveo 35

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¿Qué está haciendo el lobo?Poniéndose la camisa…

Soy Lalito, es decir Lauro, pero todos me conocían por Lalito. Mis hermanos y mis amigos solo tenían que gritar ¡¡Lalito ya es hora!! y yo dejaba todo lo que estaba haciendo y bajaba las escaleras de mi casa como un rayo para unirme a los juegos de las tardes.

Sí, recuerdo aquellas tardes en el hermoso patio de tierra de la casa, donde los árboles se mecían con el viento, los almendros se chocaban en lo alto con sus grandes hojas,

colores, la cananga como siempre rociando su perfume en el ambiente y los lazos de amor adornando cada ventana de la casa.

Estábamos en el centro de todo, jugábamos mientras el viento nos acariciaba con sus suaves ráfagas como diciendo ¡yo también quiero jugar! Y nosotros no podíamos negárselo, abríamos nuestros brazos y dábamos vueltas y vueltas como queriendo atraparlo; pero él, juguetón, no se dejaba.

Eran tardes únicas en que nos uníamos todos los niños del barrio para jugar en el patio de nuestra casa, que no tenía puertas sino dos troncos secos que en ocasiones servían de arcos. Algunos adultos nos acompañaban en nuestros juegos como añorando momentos de su niñez.

Jugábamos a cincuenta el palo, al gato y el ratón, al bate, a la cuerda, hacíamos bailar los trompos, y aquí sí que a mi primo Jorge nadie le ganaba, él era el campeón, porque lo lanzaba, lo elevaba, hacía piruetas con él y nosotros nos quedábamos con la boca abierta mirando y preguntándonos cómo hacía tanta magia. Luego continuábamos con las quemadas, las rondas, el pepo y trulo, el lobo y muchas rondas que aún suenan en mi cabeza.

Y es que todas las tardes eran mágicas porque jugábamos con alegría y nos divertíamos hasta que mirábamos al cielo y sentíamos cómo caía la noche; de pronto empezaba a aparecer la luna que nos guiñaba un ojo como diciéndonos ¡ya es hora de parar chicos, hay que descansar para tener fuerzas para el nuevo día! Nos resistíamos a separarnos y dejar de jugar pero las estrellas no dejaban de aparecer y el grito de mamá nos hacía volver a la realidad, ¡A merendaaar! –decía- y todos nos despedíamos prometiendo estar listos para jugar en una nueva y mágica tarde con el viento en la cara.

¿Qué está haciendo el lobo?¡El lobo ya está aquí!!!

Autoría: Rosa Elena Pogo Romero

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