revista sin tinta

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1 Revista porque hacía falta un espacio dónde escribir Cartagena, Junio 2012, Primera Edicion Las máscaras del desplazamiento Calle de la Media Luna, la nueva zona rosa de la heroica Un recorrido por la historia dolorosa de María Monroi, una mujer que a pesar de enfrentarse a la crudeza del desplazamiento forzado, se atreve a seguir luchando, a hablar y a reflejar su dolor a través del arte

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La revista del programa de comunicación social de la Universidad de Cartagena narra temáticas locale sy nacionales. Como muestra de una labor periodística seria e independiente.

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Page 1: Revista Sin Tinta

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Sin tintaR e v i s t a

R e v i s t a p o r q u e h a c í a f a l t a u n e s p a c i o d ó n d e e s c r i b i r

Cartagena, Junio 2012, Primera Edicion

Las máscarasdel

desplazamiento

Calle de la Media Luna, la nueva zona rosa de la heroica

Un recorrido por la historia dolorosa de María Monroi, una mujer que a pesar de enfrentarse a la crudeza del desplazamiento forzado, se atreve a seguir luchando, a hablar y a reflejar su dolor a través del arte

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Sin tintaR e v i s t a

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Sin tintaR e v i s t a

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P o r q u e h a c i a f a l t a u n e s p a c i o d o n d e e s c r i b i r

Page 3: Revista Sin Tinta

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Sin tintaR e v i s t a

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Sin tintaR e v i s t a

R e v i s t a

sumario

Sin tintaR e v i s t a

R e v i s t a Director Jairo Andrés Cárdenas

Subdirector: Antonio Canchila García

Editora GeneralHilenis Salinas Gamarra

Periodistas

Iván Daniel Acosta VisbalLía Margarita Miranda BatistaAntonio José Canchila GarcíaEmperatriz Alquerque Suarez.

Maquetación y diseño

Iván Daniel Acosta VisbalCamilo Felizzola

Fotografía

Carlos H Salinas

SUMARIO4 EDITORIAL5 ROSTROS6 HISTORIA DEL PROGRAMA8 SEPIA10 MIRADAS13. FULL COLOR16. PUNTO CRÍTICO17. CRÍTICA DE CINE 20. 13

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Porque hacía falta un espacio donde escribir

Cada vez que empiezo un se-mestre académico, me siento frente a una montaña de hojas, que tengo guardadas en una carpeta. El objetivo: depurar por décima vez el paquete de trabajos que he almacenado durante mis años de estudiante universitaria. Los que salen de la carpeta directo a la basura son aquellos que, después de años de estar guardados, han perdido vigen-cia. Los otros se quedan unos semestres más, a esperar que algún amigo que pertenezca a un medio de comunicación lo publique. Es decir, salen de la carpeta el siguiente semestre.“No te cohíbas por el reducido o nulo espacio que tengas para publicar, ocúpate de escribir, que después la publicación será lo de menos”, respondió en una ocasión un profesor, ante la in-quietud de un estudiante que reclamaba por la poca libertad que un periodista tenía para rea-lizar sus publicaciones. Sin tinta sale de la academia, cargada de los textos e investi-gaciones que los cientos de es-tudiantes, pertenecientes al pro-grama de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena, han hecho durante su carrera, que no habían tenido espacio en ningún medio de la ciudad y que por su alto nivel investi-gativo y periodístico, merecen ser publicados y leídos por la comunidad cartagenera.

Reportajes sobre los nuevos movimientos sociales y cultu-rales que se están gestando en la ciudad, perfiles que reflejan al cartagenero real, columnas de opinión sobre la situación ac-tual de la ciudad y del país, entre otros textos, hechos por estu-diantes universitarios, es lo que hallarán en esta publicación. Marcados por el rigor perio-dístico que requiere un medio de comunicación serio, las pu-blicaciones que se realizan en Sin tinta, son aprobadas por un comité editorial idóneo, que trabaja arduamente para entre-garle a los cartageneros una re-vista objetiva, a través de la que puedan verse reflejados y des-cubrir, por qué no, a los nuevos periodistas que va arrojando la academia. Porque ya hacía falta un espacio donde escribir, Sin tinta es el nuevo medio de co-municación, en el que los estu-diantes podrán publicar el fruto de todo su trabajo académico, que no por ser en el marco de la universidad, deja de tener un contenido informativo.

Hilenis Marcela Salinas GamarraEditora general Sin tinta

EDITORIAL

Esperamos sus correos. Cuéntenos cómo les fue con con la leectura y las secciones de su interés

[email protected]

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ROSTROS

“No es preciso decirte de dónde vengo, simplemente la vida lo quiso así”

Con esta frase inicia la canción el Caminante de Joe Arroyo y al parecer es también el pensa-miento que ocupa los días de Gerardo Collazos, un vendedor de chitos que suele recorrer con frecuencia las calles del Centro Histórico de la ciudad.

Cuando quise preguntarle sobre su vida antes de dedicarse a la venta de pasabocas o aperiti-vos, él claramente responde que su vida empieza precisamente así, con la venta ambulante en la cual lleva más de 20 años.

Don Gerardo tiene 45 años de edad, pero su contextura delga-da, su andar pausado y su ros-tro desencajado lo hacen pare-cer aun mayor; una vez entras a dialogar con él y observas su forma de expresarse, de dirigir-se a sus clientes notas que en don Gerardo aflora una extraña juventud y digo extraña porque una vez se marcha, la persona con quien conversa, vuelve a su estado inicial: mirar cansado y cabeza inclinada.

El Caminante vive en el barrio Boston en una pequeña casa que pudo obtener gracias a un subsidio de vivienda que consi-guió en un Banco, incluyendo unos ahorros que tenía de su antiguo empleo.

Don Gerardo dice conocer el Centro Histórico como si fuera su propia casa y asegura que le gusta vender mejor por las calles o arriba de las mu-rallas, ya que suelen ser sitios seguros y acogedores para la gente y además le gusta mucho.

Si bien las cosas en la vida de Gerardo han sido difíciles, este luchador se pone en pie y cami-na. Camina cada rinconcito de la ciudad amurallada, esa que muchas veces lo ignora y margi-na. Esa que no se da cuenta aún que quizás con 500 pesos que cuesta el paquete de chitos cola-bora para que el Caminante lle-ve de comer a su casa. Él es un rostro de tenacidad y esperanza.

René Plátano

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Rene platan, como conocen po-pularmente a José Villalba, nació en Cartagena…hace 45 años, vive en el barrio Olaya Herrera y lleva 19 años de su vida dedi-cado a la venta de plátanos. Vive hace 35 años con Teresa, quien le ha dado 5 hijos: Etelvina, de 24 años, Rigoberto, de 22, Roqueli-na, de 18, Andrea, de 17 y Carlos de 14. Ellos se han convertido en la razón para que José, a pesar de lo duro que es trabajar en la ca-lle, salga e inicie todos los días la aventura.

A las 4 de la mañana, luego de bañarse y tomar el café con su mujer, José toma un bus que lo conduce al Mercado de Bazurto, donde compra los plátanos, siem-pre tratando de conseguir el me-jor precio por unidad, sin dejar de lado el tamaño del plátano; por-que este termina siendo un factor determinante en la venta y el éxi-to de esta. Luego de comprar los plátanos, a eso de las 7:00, José se dirige a la calle El Paraíso, en

busca de su carreta para salir a vender, ubicándose a lo largo de la antigua avenida Cordialidad, donde circulan sus clientes fijos (caseros) y ocasionales (transeún-tes) La modernidad que Transcaribe promete para nativos y extranje-ros va en sentido contrario a los ingresos de José, pues sus ingre-sos han disminuido desde que empezaron los arreglos en la vía, hace 18 meses, no puede llevar los mismos $45.000 que llevaba antes a su hogar al final del día. José espera y se pregunta si cuan-do terminen los arreglos en las vías regresará la rentabilidad de su negocio, porque según él, “el espacio público sigue siendo pú-blico tanto para transitar como para vender. Los que se quejan ni siquiera son los mismos tran-seúntes que nos compran los productos que vendemos, sino el gobierno que no deja trabajar y hablan en nombre del espacio público cuando nosotros, que so-mos un grupo grande de trabaja-dores informales, también somos público.

La ciudad es más que lo que nos venden, más allá de las murallas, fuertes, plazas y parques, Cartagena encierra los rostros de personas que se convierten en parte del paisaje que se vende en el exterior y que la convierte en una ciudad de ensueño. Dentro y fuera del Centro Histó-rico, la imagen de estas personas se plasma en nuestra mente, por eso queremos conocer la historia que hay detrás de su rostro.

¡El caminante de la ciudad amurallada!

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Pescador de sueños

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La silueta de un hombre de tez bronceada y cabello gris llega a las playas de la Tenaza, sobre la Avenida Santander a las 4 de la mañana. Su nombre es Fermín Gómez Acevedo, y llega a dedi-carse a la pesca, oficio que con el paso de los años se convirtió en su mayor pasión.

Lo primero que hace, es com-partir junto a los otros pesca-dores las historias de la ciudad, tomar un café y preparar sus herramientas para embarcarse en su viaje diario hacia las pro-fundidades del Mar Caribe.

La vida de Fermín parece estar realizada, sabe que si atrapa cien pescados, de ellos sale la comida de su familia, porque cuando llega a su casa en Fre-donia, sector del barrio Olaya Herrera, “donde el agua llega con sed”, lo esperan sus dos hi-jos menores y sus siete nietos, con una sonrisa que lo alimenta para seguir adelante.

Cuando tiene listo su nylon y su anzuelo número 11 y una caba llena de carnada, para engañar a su presa, Fermín se persigna, para que Dios sea su compa-ñero de lancha, se deja llevar por la brisa y se adentra en la inmensidad de su maestro: el mar.Sí, el mar ha sido su única es-cuela y aunque en principio no era lo que quería para su vida, su padre le enseñó y transmitió el gusto por él.

Desde los 12 años, sus días transcurren entre la pesca y el comercio de especies marinas.Hoy, Fermín parece golpeado por los años, su piel muestra las primeras arrugas y el can-sancio de la extenuante rutina se hace evidente en su caminar, pero con el tiempo le ha toca-do aprender a amar la pesca y ejercer este oficio bíblico, lo ali-menta cada día más y le enseña a conocer todas sus particulari-dades. Para él, la pesca más que una forma de trabajo, es una ac-tividad que alimenta sus sueños y los de su familia.

1827

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UNIVERSIDAD DECARTAGENA

www.unicartagena.edu.co/

Siempre a la altura de los tiempos

ROSTROS

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Comunicación social Universidad de CartagenaEl programa de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena comienza a funcionar en el año 2004 bajo la aprobación de su registro calificado en el año 2003. Hoy día cuenta con 428 estudiantes, y junto a su última promoción, lleva 181 comu-nicadores sociales graduados. Sus estudiantes se han destacado en las Pruebas ECAES a nivel nacional, en la última convocatoria interna de investigación de la Universidad de Cartagena, el grupo de Comunicación, Educación y Cultura se ganó la financiación de un proyecto investi-gativo.

De pie: Bertha Arnedo, Dir.; y Winston Morales, Dir. Encargado.Sentados. Luxelvira Gamboa, Yina Hernández, Zayda Ardila, Ricardo Chica y Milton Cabrera.REDACCIÓN SIN TINTA

El programa de Comunica-ción Social de la Universi-dad de Cartagena comienza a funcionar en el año 2004 bajo la aprobación de su regis-tro calificado en el año 2003.

Hoy día cuenta con 428 es-tudiantes, y junto a su última promoción, lleva 181 comu-nicadores sociales graduados. Sus estudiantes se han desta-cado en las Pruebas ECAES a nivel nacional, en la última convocatoria interna de in-vestigación de la Universidad de Cartagena, el grupo de Co-municación, Educación y Cul-tura se ganó la financiación de un proyecto investigativo. Acorde a la labor planteada, el programa surge para formar profesionales integrales en com-petencias intelectuales, expre-sivas, técnicas e investigativas, que se comprometan con la rea-lidad nacional, la reconstrucción

del tejido social y el desarrollo regional del Caribe colombia-no; siendo capaces de compren-der la complejidad de la era de la información y del conocimien-to, así como la incidencia de la comunicación en los procesos sociales y contextos locales en el mundo globalizado y multi-cultural, para ofrecer soluciones a las necesidades y demandas de los mismos, personas que son formadas más con saberes de fondo, que con el imaginario mediático que le subyace a la comunicación social. Forman-do así más que profesionales, ciudadanos con la capacidad de repensar las contradicciones sociales y de buscarles solución.

Seres humanos que desarro-llen su naturaleza creativa con el fin de devolver los mensa-jes internalizados con origina-lidad y sentido estético para comunicarse con los demás.

Que utilicen los lenguajes ver-bal, escrito y audiovisual como formas de gestión cultural que incidan en las políticas y conduzcan la gestión de cam-bios cualitativos en el entorno.

El programa de Comunicación Social de la Universidad de Car-tagena pese a su relativa juven-tud, pretende ser reconocido en el término de la primera década del Siglo XXI entre la comuni-dad académica nacional e inter-nacional y los diversos sectores sociales, por su impacto en los medios de comunicación lo-cales y regionales, a través de la renovación de sus lenguajes y ofertas comunicativas, sus contribuciones innovadoras al fomento y generación de proce-sos de comunicación al interior de las comunidades, las organi-zaciones y las instituciones que conforman la sociedad y sus propuestas y aportes a la in-

vestigación en periodismo y las relaciones entre comunicación, educación, desarrollo y cultura.

Transcurrida la primera déca-da del presente siglo, la visión del programa de Comunica-ción Social de la Universidad de Cartagena, se encuentra en un proceso de revisión de su proyección hacia los próxi-mos años, con miras a se-guir desarrollando la mejor labor posible para el beneficio de sus estudiantes y su posterior impacto en el en-torno local, regional y nacional.

Énfasis de la Comunicación

El diseño curricular del Pro-grama de Comunicación So-cial visto hasta ahora, contiene dos énfasis de formación en los últimos cuatro semestres: el primero, en Comunicación, Educación y Desarrollo; y el se-gundo en Periodismo y Cultura. Estos Campos Profesionales o Áreas de Énfasis se identifican filosóficamente con visiones similares de otros programas académicos en el hecho de prio-rizar, más allá del perfil profe-sional o campo laboral en el que se desempeñen los egresados, el sentido de responsabilidad social del comunicador y de las escuelas de comunicación

HISTORIA DEL PROGRAMA

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Lis llegó a su casa. Saludó efusivamente a su mamá. Ella notó de inmediato que su hija había conseguido el trabajo. Lis, con aparente tranquilidad, le dijo: mami trabajaré en la Media Luna. Su mamá la miró fijamente y pronunció un rotundo No.Si pudiera revivir la Cartagena del siglo XIX para poder entender las dinámicas sociales que se tejían no solo en el barrio de Getse-maní sino también en una de sus calles principales, la Media Luna, probablemente estaría segura de que lo que ocurre hoy en día con ella es lo más conveniente para nativos y visitantes.

Si llegas a Getsemaní a eso de las seis o siete de la noche, y la ruta por donde accedes es la calle de la Media Luna, podrás notar que alrededor de ti se abre un lugar con aire bohemio y libertino don-de te ofrecen tantas opciones como situaciones posibles, la Media Luna te da paso a una dimensión desconocida que poco a poco te logra concentrar y atraer por sus múltiples atractivos visuales, sonoros y aquellos que guardan la esencia de su historia, algo así como su atractivo natural.La Media Luna era en años anteriores la ruta de acceso al comercio y al mercado principal de Getsemaní con la llegada de los árabes o “turcos”, quienes iniciaron en la zona las primeras y grandes em-presas de Calzado y Telas de la ciudad, para que luego comercian-tes y nativos instalaran todo tipo de ventas informales y abrieran

pequeños bares para deleitar a visitantes marinos y comerciantes, cuya estadía en Cartagena era regular o de forma permanente. Es así como la calle empieza una especie de época comercial y estra-tégica.

Años más tarde, la Media Luna cae en un detrimento social y eco-nómico pues una vez se instalan otro tipo de negocios informarles popularmente conocidos como residencias o cantinas, la calle es invadida por un gran número de meretrices que noche tras noche ofrecían sus servicios a residentes y extranjeros. La venta informal de drogas creció implacable y los bandidos estaban a la orden del día para amedrentar y robar a los residentes del barrio Getsemaní.

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Calle de la Media Luna

La nueva zona rosa de la Heroica LÍA MARGARITA MIRANDA BATISTA

SIN TINTA

SEPIA

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La Media Luna se populariza entonces como la calle de los ne-gocios sucios y la de los bares de mala muerte. Si alguna señorita decente se atreviera a pasar por allí de noche, el pleito que se le formaba en su casa era aterrador.

“Si yo quería ir al centro y tenía que pasar por la Media Luna prefería tomar la Calle Larga y seguir derecho por el Muelle de los Pegazos, antes la media Luna era tan peligrosa que tu sabias que no ibas a encontrarte nada bueno” manifiesta Kelly habitante del barrio Getsemaní.Hoy todo puede parecer bueno, el ambiente no se torna tenso pues la calle es hoy un sitio de espacios alternativos que te invitan a disfrutar de la rumba o la noche en Cartagena. Como me dijo mi abuela “ya ni se ven las putas” Ellas han tenido también que migrar. Los pocos bares de “mala muerte” que aún se conservan tienen por decirlo así su grupo permanente de mujeres.

La Media Luna cuenta con lugares totalmente renovados, inversión extranjera que decidió apostarle o invertir en una calle principal y que aporta mucho a la imagen de Getsemaní. Es la entrada de todo tipo de personas, en especial turistas, que buscan el paquete com-pleto: hostal, rumba y diversión a un precio accesible.

No podría decir que tampoco hayan desaparecido los jíbaros o aquellos que le apuestan al negocio de la droga, pero esta vez debi-do a la transformación del sitio, para “bien”, y suelen vender con cautela.

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Los primeros días de trabajo fue como estar en un sitio diferente a la ciudad, en la noche la calle de la Media Luna está repleta de tu-ristas y en las afueras de los bares o de los hostales puedes ver que el jíbaro que se acerca y les ofrece drogas o servicios de putas, lo hace con cautela”, así lo afirma lis después de una semana de estar trabajando como mesera en un restaurante de esta zona.

Las noches en la media Luna invitan a un encuentro cultural con fiestas organizadas por los propios hostales y bares al estilo de New York o Miami que atraen a muchos jóvenes cartageneros y turistas, que desean conocer personas raizales.

Todos los miércoles el hostal más popular de la Calle que también se llama así media luna realiza una fiesta para integrar a sus huéspe-des todos hombres y mujeres del extranjero para que bailen y go-cen de la rumba, contratan una agrupación musical de aquí y mu-chas niñas de Getsemaní y de otros barrios vienen y rumbean acá.

La entrada es gratis y se pasa bueno” señala Perla una joven de 21 años que vive en Torices.El sector estratégico y comercial de antaño hoy se vuelve zona rosa de la heroica y esta vez conecta con el centro amurallado no para la entrega de telas o pedidos de calzado sino para inversión extranjera, nuevas culturas y complacencia de sus habitantes.Ese día Lis terminó explicándole a su mamá que ella trabajaría en un bar-restaurante de italianos residentes en Cartagena y que sería mesera y que la Media Luna que referenciaba en su memoria estaba desapareciendo de a poco. Ella estaría bien y segura en ese sector.

SEPIA

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Soy lesbiana. Durante años me he preguntado qué habría pasado en mi familia si le hubiera salido con “una de esas” a mi papá. Le he escuchado quejarse de todos los movimientos que defienden y promueven la diversidad sexual.

Lo he visto, incluso, estar de acuerdo con el procurador Alejan-dro Ordóñez, cuando asegura que la familia está y debe estar con-formada por un hombre y una mujer, para que puedan darle una buena educación a los hijos y sustentar el bienestar de la sociedad, etcétera, etcétera, etcétera…

—Pero hay homosexuales que son mejor persona que muchos he-terosexuales— me atreví a decirle hace poco, cuando por fin sentí que tenía valor y argumentos para discutir sobre el tema.—Eso es una aberración. Y siempre lo será— se levantó de la silla y nos mandó a acostar a todos. Ahí terminó mi pelea.En otra ocasión, mientras conversaba con un amigo sobre el tema LGTBI, ante la hipotética posibilidad de que yo fuera lesbiana, este hizo un gesto de desagrado y empezó a hablar sobre las zonas ver-des del centro de Cartagena.

Si yo fuera lesbiana, pensé más tarde, ya hubiera creado un colecti-vo por la diversidad sexual (sí, uno más, porque mejor que sobren y no que falten) y les hubiera dicho a mis papás que me gustan las mujeres, aunque eso les significara un trauma cien veces más gran-de que el que le provoqué a mamá cuando, a los quince años, le pedí permiso para salir con un novio al que ella ni siquiera conocía.Y fui más allá, después de pensar en el infarto de mi papá, los in-sultos de mi mamá y otros pequeñísimos inconvenientes con mis grandes amigos, me hallé al lado de la mujer más comprensiva, maravillosa y encantadora del mundo. Me imaginé a alguien que comprendía mis cambios de ánimo, que me consentía cuando tenía cólicos, que sabía incluso la marca de toallas sanitarias que me son útiles.

A alguien que con mirarme ya sabía si me sentía mal o bien, que sa-bía cuándo darme un abrazo; que sabía cuándo dejarme sola. Y con cada pensamiento, la dama que era mi novia, se parecía más a mí.

Retomé la imagen de mi amada, y quise imaginarme las discusio-nes, los motivos que pudieran causarlas, las reconciliaciones… en fin. Las escenas de celos ocuparon mucho de mi tiempo, ¿Debía celarla con las amigas que se le acercaran demasiado? ¿Debía man-tener a raya a aquellas compañeras que me sonrieran mucho?

Pensé también en las relaciones sexuales con mi novia. Una mujer debería conocer mucho mejor los puntos sensibles de mi cuerpo, ¿Se imaginan todos los orgasmos que podría tener con alguien así?

—Tonta— me dije. Y abandoné la idea.Sí, fue tonto pensar que por tener novia en lugar de novio iba a dis-frutar más una relación amorosa. Imaginarme a una mujer que me comprendiera todo el tiempo y con quien pudiera ser yo al natural, era igual que soñar con el príncipe azul, que me llevara a su castillo y ser feliz con él para siempre.Imaginarme a esa mujer perfecta, que se parecía más a mi propio reflejo, no era más que ampliar ese estereotipo de “única persona que me puede hacer feliz en la vida” que alguna vez soñamos en-contrar.

Estar con una mujer tampoco sería garantía para disfrutar de hacer el amor… ¿Quién me dice que no hay relaciones sexuales lésbicas en las que una de las dos queda insatisfecha?En las mismas condiciones estamos —hombres que aman mujeres, mujeres que aman hombres, hombres que aman hombres, mujeres que aman mujeres, y hombres y mujeres que aman hombres y mu-jeres— cuando de amar a otra persona se trata. Tenemos el mismo riesgo de errar, el mismo miedo de hacer un nuevo intento, las mismas tontas ganas de hacerlos cambiar, los mismos celos cuando alguien se acerca más de la cuenta…Si yo fuera lesbiana, terminé diciéndome en el espejo, me pararía frente a mi papá y le diría que me gustan las mujeres, pero eso sería lo menos importante. Si fuera homosexual, igual que siendo heterosexual, lucharía por mis ideales, mis derechos y mi felicidad.

Si yo fuera homosexual, sería igual: una persona amando a otra persona, intentando ser feliz con ella a pesar de los problemas que pudieran aparecer, o que nosotras mismas pudiéramos crear.

Enamoradade una mujerHilenis Marcela Salinas GamarraREVISTA SIN TINTA

MIRADAS

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Cartagena, sin ánimo de ofenderte, mi ciudad natal, he de decirte que te estás quedando chiquita. Y no es que alguna vez te haya con-siderado grande. Hoy ya no me encuentro en tus calles, ni en tus playas, que según expertos de la Universidad Nacional, han perdi-do hasta cincuenta metros debido a la erosión en algunos sectores. Esto no me importa, muy poco voy a bañarme en tus aguas.

Pero te recuerdo que el mar es uno de tus principales atributos turísticos.

Oh Cartagena, si tú misma pudieras recorrerte por el Centro, pen-sarías en esquivar a aquellas personas que desconocen el “conserve su derecha”, y que por ignorantes caminan en la senda contraria. No es que sea una camisa de fuerza, pero si todos caminaran con-servando su derecha, tú llegarías al nivel de ciudades como Lon-dres o New York, donde en las grandes avenidas los transeúntes caminan sin contratiempo alguno. Tal vez sea yo el ignorante por pensar eso, pero hay que aceptar que desconocemos, en gran can-tidad, lo que es cultura ciudadana.

Vaya uno a saber, que nuestros personajes históricos no han muer-to. Se siguen moviendo, como lo hizo la traductora indígena entre los españoles y los nativos. Si hablaras Cartagena, dirías que los veinticinco millones de pesos utilizados para mover a la India Ca-talina el año pasado, no son más que excusas para reconstruir una zona deprimida.

Será esperar a que no se convierta en otro Parque del Manglar, que bastante que le invirtieron, y aún sigue deprimido. Y no podría de-jarte de hablar de tu hijo aún sin parir,el tan esperado Transcaribe. Prodigio a nacer en cuna de concreto de segunda mano.

Eres chiquita Cartagena. Pero una vez llegue tu hijo Trans, sabré rotundamente que me quedaré sin espacio. Sin espacio para correr cuando los hombres de la moto intenten atracarme. Sin donde re-fugiarme del sol, por la arborización precaria de los últimos cuatro años; tres escuetos almendros nunca serán suficientes. No tendré espacio para caminar agarrado de mano junto a alguien. Y en el fondo, Cartagena, sé que eso es lo que quieres.

Tus políticos necesitan más postes eléctricos. No tienes suficientes para estampar las caras de aquellos obesos, canosos, barbudos, cal-vos, gordas, monas, flacas, morenas; y demás espectros que siem-pre aspiran a un cargo público.

En otro punto de tu geografía, debes conocer la guerra que se libra. La guerra de los carteles, no de la droga ni del narcotráfico. No pre-cisamente. Llegando al mercado de Bazurto, encontrarás a la que yo mal llamo la guerra de los altos. Cartel tras cartel publicitario, se repiten hasta dos y cuatro veces de lado a lado en los locales co-merciales de este sector. Repiten y repiten. Quieren llegar al cielo. Luchan por ser los más coloridos.

Pero ahora solo van ganando Drogas la Rebaja, el Gigante del Ho-gar y Distribiuidora Nacional. Los locales no quieren tener un avi-so normal, sino que sobresalga en la espesura de varillas de hierro, por la necesidad de mostrarse, y no tener espacio de ser vistos. Todo en conjunto se resume a contaminación visual. Y tan bien regularon los avisos publicitarios en el Centro histórico, pero en este sector “tu Distrito” no ha sido capaz de hacer lo mismo.

A miCartagenaIván Daniel Acosta VisbalREVISTA SIN TINTA

MIRADAS

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Escobar, el patrón del mal es la más reciente narcoproducción que ha realizado nuestra televi-sión.

JAIRO ANDRÉS CÁRDENAS ALMEIDASIN TINTA

Querido lector, aún está a tiempo de correr a la sala y se-parar a su hijo del televisor. Sea un héroe nacional y evítele al país un futuro sicario, narco-traficante, prostituta o, en el peor de los casos, un político. Corra, salve a su semilla, no va-cile en dejar tirada esta revista.

¿Ya lo hizo? Perfecto, le acaba de dar una nueva oportunidad de vida a ese niño que de pronto sueña con ser médico, ingenie-ro, periodista, trabajador social; si quiere ser jugador de fútbol de Millonarios o Nacional, siéntelo otra vez en el televisor.

Usted se preguntará el porqué de mi solicitud y yo gustoso le daré mis razones. (Pausa dramática) La televisión mo-derna y en especial la colom-biana está llena de basura, de porquería visual, de desechos humanos transmitidos vía satélite. Programas que per-foran la inocencia y la moral de los más pequeños y que crean en la mente de los jóve-nes un laberinto entre lo que está bien y lo que está mal.No sé usted querido lector, pero a mí las productoras de los canales privados me tienen aburrido con tanta narco-no-vela. La última década ha sido una seguidilla de produccio-nes que parecieran reafirmar el imaginario que existe hacia los colombianos, un país “del Putas”. Y con esta expresión no aludo la popular frase que evoca magnificencia, al con-trario, me refiero a un país lle-no de sangre, drogas y putas.

¿Le parece que soy exagera-do? pues le numeraré algunas producciones que segura-mente usted vio y que tienen como eje temático el sexo y la violencia sin ningún tipo de censura o moderación.

La virgen de los sicarios, La vendedora de rosas, María lle-na eres de gracia, Sin tetas no hay paraíso, El cartel de los sa-pos, Soñar no cuesta nada, Los protegidos, La viuda de la ma-fia, Pandillas, guerra Y paz, El capo, Las muñecas de la mafia, La bruja, Correo de inocentes, Tres milagros, La mariposa, Rosario Tijeras y la más recien-te, Escobar, el patrón del mal.La televisión colombiana se convirtió en una universidad de maleantes a distancia. En este

tipo de series y novelas los ma-los son los buenos y los buenos son los malos. Se humaniza al delincuente de tal manera que

se convierte en un modelo a seguir. Solo hay que pensar en la reacción de algunos niños al ver este tipo de produccio-nes, “cuando grande quiero ser como el capo”, “ojalá ese policía no atrape a Rosario”, “péguele un tiro en la cabeza”.

¡Qué clase de ciudadanos está formando la televisión! Perso-nas que encuentran en el dinero fácil y mal habido la oportuni-dad de salir adelante. En verdad están representando la realidad colombiana o están sembrando en los televidentes persona-jes que después inspiren nue-vos guiones de narco-novelas.Por eso mi querido lector, lo invito a que haga una obser-vación crítica de la parrilla de programación. Los colombia-nos no necesitamos que noche tras noche nos abofeteen con las páginas negras de una his-toria que llevamos más de cin-cuenta años intentando superar.

Escuela de Capos en Casa

MIRADAS

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“A mí no me dio tiempo de recoger nada, yo cogí unos dos mulangos y salí en-seguida con mis pelaos”.Es lo primero que cuenta Ma-ría Monroi, una mujer de tez negra, de uno sesenta de esta-tura, que rememora con tris-teza, los momentos en que fue sacada de su tierra por los grupos paramilitares que operan en la región caribe.Su hogar marchaba bien, y con los trabajos en el campo su esposo mantenía todo en la casa, los niños, el colegio, la alimentación. En medio de la pobreza y la humildad, la ri-queza de estar todos juntos en familia, donde lo tenían todo, los hacía sentirse cómodos.“Corre Mayo se metieron los paras, ve a revisar la lista que pusieron en la plaza. Dicen que tú y tu marido son los prime-ros”, estas palabras aun retum-ban en sus oídos como lo peor que ha oído en toda su vida.María Monroi vivía en San Diego, Cesar. Su esposo y ella figuraban en una de las lis-tas que algunos grupos al mar

gen de la ley publican en las plazas de los pueblos, para ad-vertir a sus futuras víctimas, dándoles la oportunidad de “salvarse” de la muerte, para enfrentarse a un flagelo des-garrador: el desplazamiento.“En esas zonas uno no sabe qué hacer, si les dice algo a unos lo matan los otros, y si les dice algo a los otros, lo matan los unos”, comenta María y confiesa que algo debía saber su esposo so-bre un familiar que estaba in-volucrado con uno de los dos grupos “en esos pueblos las pa-redes tiene oídos”, puntualiza.El arma de ambos grupos (pa-ramilitares y guerrilla) es letal, al punto de que en sus lugares de influencia, al primer aviso la gente sale en busca de un lugar donde se sientan me-nos cerca de la muerte. Tal es el caso de María y su familia, quienes lo dejaron todo para proteger su vida en un lugar que nada les deparaba pero que les garantizaba sobre vi-vir a las garras de los paras.

“Apenas nos dijeron eso, sali-mos de allá. Es que estábamos en las listas con el nombre com-pleto”, recuerda María con el rostro lleno de angustia, como si recordar fuera vivir nueva-mente el momento en que sus vecinos le dieron la noticia.Tal vez peor que si le avisaran la muerte de un ser querido, para María salir así de su tie-rra es como estar muerto en vida, “el que está muerto no siente, pero uno siente mucho eso de salir así de lo que es suyo es como si lo fueran tor-turando poco a poco”, dice, con los ojos llenos de lágrimas.

Su próximo destino

Con solo la ropa que lleva-ban puesta, y con la esperan-za de sobreponerse a la an-gustia de estar tan cerca de la muerte, llegaron a Cartagena. Su esposo viajó primero, para tener claro adonde debían lle-gar ella y sus tres hijos, que ahora tendrían que enfrentarse a una nueva vida, en algún ba-rrio de esta ciudad excluyente.Donde vivían no les hacía falta nada, en Cartagena se exponen a todo lo que se vive en la ciudad marginada, en la ciudad olvida-da, donde es difícil conseguir a alguien que pueda ser ejem-plo a seguir y mucho menos puede ser un espacio propicio para que una familia con niños pequeños crezca en armonía

“Eso fue lo peor y para mi es-poso fue más difícil, no había forma de trabajar, lo de él era el campo y acá le tocaban tra-bajos de albañilería”, comenta.Se mueve de un lado a otro y titubea para decir que su des-plazamiento la destruyó por completo, pues si bien se salvó de perder a un familiar, perdió

la estabilidad de su hogar y su esposo no soportó la realidad del desplazamiento, un día salió a trabajar y no regresó.“Para él fue complicado, tanto que no pudo soportarlo, una mañana salió, se despidió con mucha tristeza de los niños, y es como si se lo hubiera traga-do la tierra, hasta el sol de hoy no lo he visto más”, recuerda.Hoy María hace las veces de padre y madre de tres hijos, viven en el barrio Olaya He-rrera y cada día trata de hacer su mayor esfuerzo por conse-guir el sustento y salir adelante.

“A veces me desanimo, pero otras veces veo que hay gente a la que le pasa cosas peores, en-tonces me digo que yo también puedo”, afirma emocionada.“Es lo mismo o peor que en-frentarse a la violencia en su pueblo, la mayoría de los des-plazados llegamos a barrios marginados, donde se vive la guerra entre pandillas, un fe-nómeno al que la gente parece acostumbrarse pero yo no pue-do, me hace falta todo: el aire libre, conversar con mis veci-nas y tener un espacio amplio donde desenvolvernos”, me susurra al oído, no sabiendo que es un secreto a voces que la marginalidad de esta ciudad obliga a vivir en medio de las incomodidades, a la orilla de los caños y en medio de pandillas.

Las máscaras del desplazamientoSUMARIO: María Monroi vive en Olaya Herrera y hace tres años se enfrenta a las atrocidades del desplaza-miento forzado.

ANTONIO JOSÉ CANCHILA GARCÍASIN TINTA

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AFRODES

Como María son muchas las madres cabeza de familia que quedan desamparadas en la ciudad. Pero no todo es tan incierto para los desplazados que llegan a Cartagena.En la actualidad, un movimiento que busca ayudar a las mujeres, que llegan de todos los rincones del país y que buscan una forma de mejorar su condiciones de vida trabaja para formar a los des-plazados, en especial las mujeres y a asesorarlas para que puedan conocer sus mecanismos de defensa, los derechos que les corres-ponden en su condición de desplazados y las actividades que pue-den realizar para hacer valer su derechos.“La de nosotros es una labor de formación en derecho para que los desplazados conozcan sus derechos y tengan claridad sobre las prioridades que tienen en su condición de desplazados” afirma Ru-biela Valderrama, quien trabaja con las comunidades desplazadas en Cartagena.

María Monrroi conoció a una compañera desplazada que le in-formó sobre este tipo de organizaciones, hoy es una de las re-presentantes de AFRODES (Asociación de Afrocolombianos Desplazados), organización que brinda orientación, apoyo, acom-pañamiento, asesoría, capacitación e interlocución en defensa de los derechos e identidad cultural de la población Afrocolombiana en situación de desplazamiento.“En AFRODES, pude conocer algunas de las leyes que protegen los derechos de los desplazados y ahora lo que hacemos es segui-miento de las políticas públicas, en especial del auto 092, aprobado por la corte”, explica María Monrroi.Más de cien mujeres afrodecendientes, hacen parte de AFRODES, y juntas buscan que el Estado. les reconozcan sus derechos. y que se hagan valer.

“Somos todas afrodesendientes, algunas de Chocó, María la Baja, y algunos municipios del cesar”, sostiene María, quien lidera a un grupo de estas mujeres.En Cartagena existen alrededor de doce organizaciones que como AFRODES se encargan de la labor de formación en derecho para las personas que llegan desplazadas, y agremiadas han conseguido que las políticas públicas que protegen a los desplazados de forma general de llevaran a diferenciar.“Las políticas públicas, para los desplazados eran muy generales, lo que hemos conseguido es que se puedan diferenciar, unas políticas propias para las mujeres, otras para los indígenas, es decir que cada comunidad sea tratada de acuerdo a su condición”, explica Rubiela Valderrama.

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Lo novedoso de este acto hace que muchas mujeres desplazadas que llegan a la ciudad sean violentadas en sus derechos. En esto trabajan las organizaciones que reúnen a mujeres desplazadas en Cartagena y así mismo lo deben hacer en el resto del país, no solo para asesorar y formar, sino para prevenir que casos como el de María Monrroi se sigan repitiendo.

Ahora esta cesarence víctima del desplazamiento forzado, señala las obras de sus compañeras, todas elaboradas con dedicación por mujeres que, como ella, tuvieron que enfrentarse a la dura realidad de este fenómeno que vive el país.

Son máscaras y cuadros de pintura que se exponen en algunos cen-tros culturales de la ciudad, bajo el nombre de “Agonía: un tránsito hacia la construcción de la paz” que compila las memorias de mu-jeres víctimas del desplazamiento forzado.La de María, más que una obra de arte es un espejo de su alma, de lo que ella siente cada vez que recuerda la forma en que tuvo que salir de su casa dejando todo lo que con esfuerzo lograron su esposo y ella.Sus hijos no tienen padre y aunque ella lucha, por superarse, le es difícil hacerlo en medio de la violencia que se viven en la invasión del barrio Olaya Herrera a la que se mudaron.

“Me toca dejar a los niños solos, porque llegamos primero donde una familiar, pero después de un tiempo ya vienen las incomodida-des, y uno se da cuenta de que está sola en medio de una realidad a la que no puede escapar y no hay de otra, sino ponerle la cara”, dice María.Por eso las máscaras se convierten en una forma de retratar lo que han sufrido y lo que tienen que sufrir al enfrentarse a las incomodi-dades de vivir en lo extraño, en la nada.

Haciendo uso del arte, las mujeres autoras de las máscaras descu-brieron los colores de sus miedos y tristezas pero, también de sus esperanzas y alegrías.“Es una forma de descargar un poco las tristezas por la pérdida de seres queridos o por la falta que nos hace nuestra tierra, lugar don-de nacimos crecimos y del que nos tocó salir como si los vándalos fuéramos nosotros”, explica.

La muestra Agonía, es un recorrido por historias dolorosas, entre ellas la de María Monroi que a pesar de sus vicisitudes y de afrontar sola el desplazamiento forzado, ve esta actividad como un experi-mento de paz, que le ayuda a enfrentar su cruda realidad.

Auto 092

En 2008 las agremiaciones de mujeres en condición de desplaza-miento, consiguieron uno de los logros que las hacen diferenciar del resto de desplazados: el auto 092, emitido por la Corte Cons-titucional.De acuerdo con lo establecido por la Corte, el auto092, tiene como objetivo principal “la protección de los derechos fundamentales de las mujeres víctimas del desplazamiento forzado por causa del conflicto armado, en el marco de la superación del estado de cosas inconstitucional declarado en la sentencia T-025 de 2004, después de la sesión pública de información técnica realizada el 10 de mayo de 2007 ante la Sala Segunda de Revisión”.Así este auto se convierte en uno de los principales mecanismos de defensa de las mujeres desplazadas que en el marco del conflicto armado que vive el país, enmarcado en una sociedad patriarcal, son obligadas a realizar labores domesticas consideradas femeninas o en el peor de los casos, se exponen a la violencia sexual, explota-ción sexual o abuso sexual.

Entre otros, esta acto, busca prevenir la violación en contra de la mujer, proteger a las mujeres desplazadas y ayudar a su recupera-ción en materia, moral, social y cultural, por ello exige al Estado, la ejecución de programas dirigidos a la protección de las mujeres desplazadas.“Esta es nuestra función, velar que se cumplan las leyes y como lideres que somos, debemos estar al tanto de la ejecución del pro-grama, básicamente es un seguimiento al cumplimiento del auto 092” comenta María.

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A la morgue de Neiva llega el cadáver de una joven, con un maletín que contiene 6 discos compactos de una banda de rock británica y una serie de cartas escritas, al parecer, por ella. El encargado de la morgue, que es el narrador de la historia, escucha una a una las canciones de los discos, mientras recuerda momentos tanto de su pasado inmediato, como del lejano, al tiempo que lee la correspon-dencia de la muerta.

Dios puso una sonrisa sobre su rostro es el nombre de la novela del escritor opita Winston Morales Chavarro, quien en esta obra combina el gusto por la música de Coldplay y la poesía de William Butler Yeats para narrar la vida de un personaje que, en medio de la violencia de principios del siglo XXI en Colombia, se distancia de ella para evocar otra realidad: la suya.Es una historia marcada por un ambiente frío, en la que el protago-nista recuerda con igual indiferencia, la desaparición de su padre, el abandono de su mujer o los asesinatos que él realizó sin justi-ficación aparente. En cada uno de estos fragmentos, el narrador manifiesta una búsqueda constante del placer, de la delectación que solo logra con la contemplación de una parte específica de los pies femeninos: el empeine.

Con la llegada de NN —nombre que el narrador le da a la joven muerta— la morgue se impregna de la música de Coldplay, y el pro-tagonista se llena de una fascinación por esta mujer, a quien, con solo verle los pies, describe como un ser hermoso e inmaculado, distante de las impurezas del mundo. Pareciera que NN le diera por fin esa delectación que buscó.La narración del encargado de la morgue —quien nunca menciona su nombre— es interrumpida al final de cada capítulo por alguna de las cartas escritas por NN a su padre, en las que cuenta su ex-periencia desde alguna de las provincias de Irlanda, país del poeta William Butler Yeats, de quien habla en sus cartas.

Esta interrupción puede provocar desconcierto en el lector, quien al principio de la lectura podría no comprender el sentido de di-chas cartas, pero en la medida que el narrador va involucrando a NN y a Coldplay en la historia, le dará mucha más profundidad al argumento.Sin construir una situación de conflicto clara, el autor le da fuerza al personaje principal poniéndolo a describir su “realidad objetiva” de manera escéptica, lo cual crea en el lector una especie de ansie-dad por comprenderlo mejor; y es esa ansiedad la que lo obliga a continuar leyendo la historia de un sujeto al que nada de su vida pareciera importarle.

Esa forma escéptica de mirar su realidad se sostiene en toda la narración pues, pudiendo contar detalles que ayuden a la ubicación espacial y temporal, el autor se arriesga a describir situaciones que, si no se les pone la suficiente atención, pueden distraer al lector del sentido de la historia.

Es así como, de narrar en tiempo presente su interacción con NN, el narrador pasa a contar -en pasado- el último atentado acaecido en Villa M., y del atentado salta a la infidelidad de su esposa en un pasado mucho más inmediato, obligando al lector a realizar una especie de collage mental que, al final quedará inconcluso por la omisión de situaciones que el narrador no vio necesarias contar.No es la narración cronológica de los hechos lo que se quiere evi-denciar en la novela, sino las actitudes del protagonista-

narrador, quien construye durante toda la obra su propio perfil, lanzando opiniones y caracterizaciones de sí mismo, que harán que el lector aprenda a amarlo o a aborrecerlo. Más que la narración de un conflicto, Dios Puso una sonrisa sobre su rostro es la descripción de recuerdos y situaciones significativos

que argumentan la visión existencialista del personaje principal de la obra, quien ve el mundo desde su concepción particular de la vida y de la muerte, con una forma de narrar que se asemeja al aire helado del interior de la morgue, lugar que resulta ser más cómodo para él, que cualquier otro sitio de la ciudad.

“Uno es solamente sus recuerdos”HILENIS MARCELA SALINAS GAMARRASIN TINTA

PUNTO CRÍTICO

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“THE AVENGERS”JAIRO ANDRÉS CÁRDENAS ALMEIDA

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País: USA Estreno: 04/2012 Productora: Marvel Enterprises Director: Joss Whedon Guion: Zak Penn, Joss Whedon Reparto: Chris Evans, Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Samuel L. Jack-son, Cobie Smulders, Don Cheadle, Clark Gregg, Lou Ferrigno, Tom Hiddleston.

En abril de 2005 Avi Arad, director ejecutivo de Marvel Studios, anunció por primera vez los planes para desarrollar una película de Los Vengadores. La gran duda de la productora sería cómo pre-sentar este grupo de súperhéroes. Dar por hecho que los especta-dores conocían a sus personajes por el cómic original y acudirían masivamente a las salas de cine era un riesgo que Marvel no estaría dispuesto a correr.Después de un año de propuestas, estudios, preproducción, borra-dores de guion y presión por parte de los fans del cómic; Marvel decide en 2006 que Los Vengadores sería el proyecto bandera de la casa productora, y como tal merecía una contextualización al público nunca antes vista. El plan consistió en producir películas individuales de los personajes principales, para establecer su iden-tidad y familiarizar al público con ellos, antes de fusionarlos juntos en una película.De esta forma los amantes del cine, la ciencia ficción y los super-héroes, degustamos gota a gota, abreboca a abreboca, cada uno de los cuatro filmes (El increíble Hulk, Iron Man, Capitán América y Thor) que desembocaron en lo que sería una de las mejores pelícu-las del 2012, rompiendo récords de taquilla en todo el mundo. Los Vengadores es la película más taquillera en el 2012, la más taquillera distribuida por Walt Disney Pictures y la sexta más taquillera de todos los tiempos. Finalmente Marvel studios había logrado la meta propuesta. Creó una campaña de expectativa con las entregas individuales y acopló la historia del grupo heroico de tal forma que cada película com-plementara a la otra. Si bien no es obligatorio ver cada una de las cintas antecesoras de Los Vengadores para disfrutarla, la construc-

ción de plenitud en el entendimiento y deguste de esta, sí podría ir ligada al nivel de información que tenga el espectador respecto a la saga. Por esta razón es aconsejable ver como mínimo las historias de Iron Man y Thor antes de sumergirse en el mundo heroico de Los Vengadores.El guion, escrito por el director Joss Whedon, más que acertado es una bocanada de aliento y tranquilidad para el espectador. Resalta la personalidad de cada uno de los vengadores y les da el mismo protagonismo en la historia. Lo más destacado y sorpresivo del guion de Whedon son los momentos de humor que rompen el silencio de la sala de cine en una fusión de carcajadas por parte de los espectadores. En mi caso particular, me doblaba de risa con cada intervención de Tonny Stark -Iron Man (Robert Downey, Jr.)

Los actores estuvieron a la altura de lo esperado. Robert Downey Jr., actor que le da vida a Tonny Stark, continúa con la línea narci-sista, excéntrica y prepotente que es mostró en las películas de Iron Man, Iron Man 2 y que seguramente veremos en Iron Man 3.

El australiano Chris Hemsworth se consolida como uno de los nuevos talentos de Hollywood al repetir el papel del Dios nórtico Thor. Chris Evans, recordado por haber encarnado al Hombre Lla-mas en “Los 4 Fantásticos” y al Capitán América en la película que cuenta su historia, también repite en Los Vengadores el mismo pa-pel aunque en ciertos pasajes ridiculizado por los otros personajes.

CRITICA DE CINE

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Scarlett Johansson y Jeremy Renner, La Viuda Negra y Ojo de Hal-cón, respectivamente, si bien anteriormente habían tenido apari-ciones relámpago en las películas de Thor y Iron Man 2, es hasta Los Vengadores donde tienen sus primeros protagónicos en la saga, con un desempeño más que sobresaliente.

Mark Ruffalo, el actor más resistido por parte de la crítica, les ca-lló la boca con la mejor interpretación vista hasta el momento de Hulk, el gigante verde. Ruffalo demostró estar a la par de sus com-pañeros y junto a Robert Downey, Jr y el villano Tom Hiddleston (Loki) obtuvo la mejor calificación por parte de la prensa.

En general la historia logra atrapar al espectador durante los 142 minutos de duración. Sin embargo todas las películas tienen un lunar y Los vengadores no podía ser la excepción, por más trabajo de producción que pueda tener. La película está en cartelera en dos formatos 35mm y 3D. Los asistentes que pagan un poco más para ver en tres dimensiones esta historia, pueden salir un poco más que decepcionados. Los efectos en 3D son pocos y nada significativos si ponemos como contrapeso el hecho de tener que ver una película de imagen borrosa que no compensa la compra de las gafas tridimensionales. Por otra parte es poco creíble ver a un dios nórtico como el villano de la película Loki, caer derrotado fácilmente en cada lucha, con-tra cada uno de los súperhéroes. Finalmente quedan dudas en las transformaciones de Hulk, que en una parte de la película es un monstruo que no razona y destruye todo; y en otra sonríe y recibe órdenes del capitán América.

Dejando pasar esos detalles, Los vengadores logró hacer una de las cosas más difíciles del mundo del cine: que los rostros del pú-blico al salir de la sala de cine sean de satisfacción y emoción. Que la gente hable de la película por semanas, que cada uno se haya identificado con alguno de los personajes, no entrar en conflicto con el cómic original (como acurre en algunas películas basadas en cómics) y que yo volviera a pagar la boleta para verla una vez más. Definitivamente una película que vale la pena ver, aconsejar y disfrutar.

Mi calificación: 4 estrellas y media

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Campo Elías Terán, lo que que-da de la expectativa.EMPERATRIZ ALQUERQUE SUAREZSIN TINTA

El 30 de octubre de 2011, el periodista y administra-dor en salud, Campo Elías Terán Dix, fue elegido por un gran número de cartageneros como el alcalde de la ciudad, va para el período 2012-2015.Seis meses después de haberse posesionado, los ha-bitantes de Cartagena dan un balance de las impre-siones que ha dejado su gestión.

¿Qué opina del gobierno de Campo Elías Te-rán?

Leyenda: imagen de la campaña de Campo Elías Terán Dix, el año pasado

cortesía

Aida Martínez, Vendedora, 40 años

“La gente pensaba que su administración iba a ser muy buena, ahora nosotros solo tenemos quejas y más quejas. Dice la gente que tiene que ver con que Campo es un títere”.

Amira Rincón, Cocinera, 40 años

“Hasta ahora no ha hecho nada, ya casi va a cumplir un año de las elecciones y aún no se ve nada. Quizá anda embolatado, hay que darle tiempo”.

Liliana Sierra, Estudiante, 22 años

“No estoy muy enterada de su labor. Lo que sé es que ha hablado bastante de lo que quiere hacer, pero solo promesas, hasta ahora no he visto nada”.

Jaime Gómez, Docente, 45 años

“Él es bien, tenemos que darle tiempo. Su gestión has-ta ahora ha estado bien, se está organizando”.

Marta Contreras, Ama de casa, 55 años

“Pésima administración, aunque yo creo que tiene que ver con las personas que decidió tener para su asesora-miento. Malos asesores”.

Freddy Dimas, Abogado, 34 años

“Yo creo que el alcalde está enredado y hasta ahora no ha hecho nada, y lo que lo tiene enredado es la clase política a la que le vendió su administración, los mis-mos que han gobernado Cartagena por mucho tiempo y no han hecho nada, los García”.

Rafael García, Trabajador independiente, 61 años

“Hasta ahora no he visto nada, no hay ningún logro que yo pueda señalar y decir que es gracias a su labor, no ha hecho nada”.

Adela de Vos, Ama de casa, 28 años

“Va a tener un año y nada que se manifiesta, le prome-tió tanto al pueblo, teníamos la esperanza en él, y nada, no ha hecho nada de nada.”

Ivonne Barreto, Docente, 60 años

“lo que más me preocupa en este momento es que no se han tomado las medidas pertinentes, para regular lo del mototaxismo. ¿Qué está haciendo el señor alcalde por eso? Absolutamente nada. Es preocupante” .

SEGÚN YO SEGÚN QUIÉN

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UNIVERSIDAD DECARTAGENA

www.unicartagena.edu.co/

Siempre a la altura de los tiempos

Sin tintaR e v i s t a

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