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REVISTA EUROPEA NÚM. 299. 16 DE NOVIEMBRE DE 1879. AÑO V I . LOS NERVIOS Y LOS MÚSCULOS LOS FENÓMENOS ELÉCTRICOS, SEGÚN NI. ROSENTHAL I M. Rosentlial ha publicado un libro acerca de los fenómenos eléctricos de los nervios y de los músculos, y aunque el autor enseña fisiología en la Universidad de Erlanger, su obra parece más de un físico que de un bió- logo. Si existen én la economía dos tejidos on que las propiedades físico-químicas no ocu- pen el primer lugar, son seguramente el te- jido muscular y el nervioso, cuyo papel espe- cial en la economía reposa únicamente sobre las propiedades vitales que les son exclusi- vas, y que podríamos designar con los nom- bres de neurilidad y contractilidad. Parece que, hace algunos años, los biólo- gos, especialmente los alemanes, se han de- jado seducir por una especie de mecanismo exagerado. Por esto han querido ver en las paredes del intestino, en las de los linfáti- cos, etc., orificios para permitir el paso de sustancias líquidas ó emulsionadas, cuyo mo- vimiento molecular nutritivo bastaría por sí para explicar su paso á través de las partes vivientes. De la misma manera se ha preten- dido explicar, en la destrucción del rojo de la retina por la luz, el origen de las impresiones visuales, sin notar que de este modo, tan sólo se aplazaba la dificultad, puesto que nos es tan imposible comprender cómo un acto químico que pasa en el seno del elemen- to nervioso puede llegar á producir una sen- sación consciente, como comprender que ésta puede resultar de, una modificación calorífica causada en la sustancia de este elemento por las radiaciones del espectro de Newton. Esta tendencia á explicarlo todo en biología por las leyes conocidas de la física general, parece que domina también en el estudio de los nervios y de los músculos; se ha querido ver en las propiedades físico-químicas, y es- pecialmente en la fuerza electromotriz que reside en los tejidos nervioso y muscular, algo como la razón misma de sus propiedades TOMO XIV. vitales, y aún podemos declararnos satisfe- chos cuando no se confunden las unas con las otras. Esta lamentable disposición de espíritu de ciertos biólogos, depende de una falta de método: de que desconocen la subordinación tan importante de las diversas propiedades. do los cuerpos, poniendo á la misma altura las que son generales y se aplican á todos los cuerpos de la naturaleza, como las eléc- tricas, y las especiales que ni siquiera perte- necen á todos los cuerpos vivos, y no se dan más que en un pequeño número de elementos anatómicos ó de sustancias animadas, como las sustancias de los amibos, los epitelios vi- brátiles, ciertas células pigmentarias, y los elementos constitutivos de los nervios y de los músculos. Por haber descuidado este prin- cipio esencial de todo estudio positivo, es por lo que se ha errado tanto, pidiendo á las pro- piedades físico-químicas de los tejidos mus- cular y nervioso lo que no pueden dar: la clave del funcionamiento de los órganos que están por ellos constituidos. Por lo demás, no pre- tendemos que los actos vitales realizados por los músculos ó los nervios, la contracción de aquéllos, la trasmisión por éstos, sean inde- pendientes de los actos físico-químicos que se realizan al mismo tiempo en el seno de es- tos tejidos. Todo prueba, por el contraria, qu^la relación es aquí absolutamente íntima entre los actos vitales y las modificaciones físico-químicas convenientes, y que las unas no podrían en caso alguno existir ;sin las otras. Pero es necesario confesar también que el lazo entre los dos órdenes de fenóme- nos nos es desconocido, y que hasta ahora no podemos afirmar más que su concomitancia, que pudiéramos llamar necesaria. En cuanto al músculo, conocemos una parte délos cam- bios químicos que acompañan á la contrac- ción, y á nadie se le ha ocurrido jamas ver en la modificación de la relación de los dos diá- metros del músculo la expresión directa de las reacciones que se operan al mismo tiem- po; nadie confunde ni identifica una cosa con otra. También se operan en el músculo que se contrae modificaciones físicas, pero son tiió- nos conocidas y han excitado monos la aten. 75

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REVISTA EUROPEANÚM. 299. 16 DE NOVIEMBRE DE 1879. AÑO VI .

LOS NERVIOS Y LOS MÚSCULOS

LOS FENÓMENOS ELÉCTRICOS, SEGÚN NI. ROSENTHAL

I

M. Rosentlial ha publicado un libro acercade los fenómenos eléctricos de los nervios yde los músculos, y aunque el autor enseñafisiología en la Universidad de Erlanger, suobra parece más de un físico que de un bió-logo.

Si existen én la economía dos tejidos onque las propiedades físico-químicas no ocu-pen el primer lugar, son seguramente el te-jido muscular y el nervioso, cuyo papel espe-cial en la economía reposa únicamente sobrelas propiedades vitales que les son exclusi-vas, y que podríamos designar con los nom-bres de neurilidad y contractilidad.

Parece que, hace algunos años, los biólo-gos, especialmente los alemanes, se han de-jado seducir por una especie de mecanismoexagerado. Por esto han querido ver en lasparedes del intestino, en las de los linfáti-cos, etc., orificios para permitir el paso desustancias líquidas ó emulsionadas, cuyo mo-vimiento molecular nutritivo bastaría por sípara explicar su paso á través de las partesvivientes. De la misma manera se ha preten-dido explicar, en la destrucción del rojo de laretina por la luz, el origen de las impresionesvisuales, sin notar que de este modo, tansólo se aplazaba la dificultad, puesto quenos es tan imposible comprender cómo unacto químico que pasa en el seno del elemen-to nervioso puede llegar á producir una sen-sación consciente, como comprender que éstapuede resultar de, una modificación caloríficacausada en la sustancia de este elementopor las radiaciones del espectro de Newton.Esta tendencia á explicarlo todo en biologíapor las leyes conocidas de la física general,parece que domina también en el estudio delos nervios y de los músculos; se ha queridover en las propiedades físico-químicas, y es-pecialmente en la fuerza electromotriz quereside en los tejidos nervioso y muscular,algo como la razón misma de sus propiedades

TOMO XIV.

vitales, y aún podemos declararnos satisfe-chos cuando no se confunden las unas con lasotras.

Esta lamentable disposición de espíritude ciertos biólogos, depende de una falta demétodo: de que desconocen la subordinacióntan importante de las diversas propiedades.do los cuerpos, poniendo á la misma alturalas que son generales y se aplican á todoslos cuerpos de la naturaleza, como las eléc-tricas, y las especiales que ni siquiera perte-necen á todos los cuerpos vivos, y no se danmás que en un pequeño número de elementosanatómicos ó de sustancias animadas, comolas sustancias de los amibos, los epitelios vi-brátiles, ciertas células pigmentarias, y loselementos constitutivos de los nervios y delos músculos. Por haber descuidado este prin-cipio esencial de todo estudio positivo, es porlo que se ha errado tanto, pidiendo á las pro-piedades físico-químicas de los tejidos mus-cular y nervioso lo que no pueden dar: la clavedel funcionamiento de los órganos que estánpor ellos constituidos. Por lo demás, no pre-tendemos que los actos vitales realizados porlos músculos ó los nervios, la contracción deaquéllos, la trasmisión por éstos, sean inde-pendientes de los actos físico-químicos quese realizan al mismo tiempo en el seno de es-tos tejidos. Todo prueba, por el contraria,qu^la relación es aquí absolutamente íntimaentre los actos vitales y las modificacionesfísico-químicas convenientes, y que las unasno podrían en caso alguno existir ;sin lasotras. Pero es necesario confesar tambiénque el lazo entre los dos órdenes de fenóme-nos nos es desconocido, y que hasta ahora nopodemos afirmar más que su concomitancia,que pudiéramos llamar necesaria. En cuantoal músculo, conocemos una parte délos cam-bios químicos que acompañan á la contrac-ción, y á nadie se le ha ocurrido jamas ver enla modificación de la relación de los dos diá-metros del músculo la expresión directa delas reacciones que se operan al mismo tiem-po; nadie confunde ni identifica una cosa conotra.

También se operan en el músculo que secontrae modificaciones físicas, pero son tiió-nos conocidas y han excitado monos la aten.

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cion. En cuanto á los conductores nerviosos(pues en todo esto nos referimos sólo á losnervios y no á los centros nerviosos), sucedelo contrario: importantes modificaciones físi-cas se nos revelan cuando entran en activi-dad, mientras que hasta ahora no conocemoscambio químico alguno, sin duda á causa delo imperfecto de nuestros medios de obser-vación. Pero no por eso deja de ser del mis-mo orden la relación entre el acto vital pro-,pió del tejido y las modificaciones físicas deque es asiento durante este acto. No se debeincurrir en esta confusión, como no se debetampoco confundir la contracción del múscu-lo con la producción de ácido carbónico y deácido láctico en su tejido.

De todos modos, no parece que el mejormedio de resolver el grave problema de larelatividad de las propiedades vitales y de lasfísico-químicas sea buscar primeramente lasolución en los tejidos donde actos como lacontractilidad y la neurilidad resultantes depropiedades vitales particulares vienen ácoincidir con el acto fundamental caracterís-tico de la vida: la nutrición. Solamente cuan-do conozcamos algo las relaciones entre lanutrición de los elementos anatómicos y suspropiedades físico-químicas, será cuando po-damos vislumbrar los medios de abordar elestu,dio, seguramente mucho más complejo,de las relaciones entre las mismas propieda-des y la contracción muscular y la trasmi-sión nerviosa, sin hablar de los actos másoscuros que se realizan en los centros ner-viosos, y de los todavía más íntimos del cen-tro consciente.

II

Cuando nos proponemos medir la cifraexacta de nuestros conocimientos en lo rela-tivo á la electricidad animal, á la que M. Ro-senthal concede tanta importancia, se ve quees muy pequeña. Se podría decir que todo loque sabemos en ese punto cabe perfecta-mente en el centenar de páginas que le con-sagra el autor citado. Y, sin embargo, sehan escrito verdaderos volúmenes acercade este asunto, y llenado de Memorias origi-nales muchas revistas científicas.

Se sabe que las investigaciones de elec-tricidad animal son debidas á M. Dü Bois-Reymond, que ha consagrado á ellas su vida.En el prefacio de su Memoria st»bre la físicade los músculos y los nervios, nos dice que,colocado á la edad de veintidós años por

J. Müller en presencia del problema de la co-rriente de la rana, está ocupado todavía, des-pués de treinta y cuatro años, en encontrarla solución. Esta perseverancia sin ejemplohace el elogio del eminente fisiólogo; pero¿quién osaría decir que M. Du Bois-Rey-mond, ó sus discípulos, hayan llegado á losresultados que era lícito esperar de tan gran-des esfuerzos, cuando el maestro mismo pa-rece tan poco convencido de la solidez de suobra? Se necesita tarnéien que los fenómenosfundamentales sobre los que el profesor deBerlín ha levantado toda su teoría acerca dela electricidad animal sean reconocidos portodos los fisiólogos como dignos del papel quese les atribuye: sus adversarios no llegan, conM. Hermann, de Zurich, hasta considerarmuchos de los fenómenos en cuestión comoextrafisiológicos y dependientes tan sólo dela alteración de tejidos que acompaña á lamuerte.

Los hechos no estudiados que han dadoorigen á esta polémica, tienen en sí, desdeluego, una claridad que no deja nada que de-sear; los principales se designan con los nom-bres de corriente muscular y eleetrotonus delos nervios.

Recójase sobre un segmento de músculo óde nervio (este segmento debe tener dos mi-límetros de largo por medio" de grueso), ro-deándole de las precauciones convenientes,una corriente eléctrica extremadamente sen-sible, y que vaya de la periferia al extremodel órgano; es decir, que en el segmento con-siderado, esta corriente vaya del centro á laperiferia. Este hecho es bien positivo y nadiepuede negar la existencia de la corrientemuscular; perojse notará que, hecho el expe-rimento del modo que nosotros indicamos,—y no puede hacerse de otra manera,—suponeun traumatismo. Hé ahí el origen de* unagrave discusión: saber si estamos enfrentede un fenómeno normal, formando parte dela misma dinámica del órgano, y que la ex-periencia manifiesta, ó si esta corriente noaparece en el tejido más que como conse-cuencia de las maniobras verificadas para re-cogerla, así como lo habia sospechado yaBecquerel cuando M. Du Bois-Reymónd dioá conocer en Francia sus primeros trabajos.En otros términos, la fuerza eloctromotrizque se manifiesta en la experiencia clásicaque referimos, ¿es una verdadera propiedadde la sustancia viviente, no toma origenmás que por la descomposición de partesabandonadas, expuestas al aire, etc., no es,

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en una palabra, más que el primer efecto dela alteración cadavérica? Dos escuelas ente-ramente opuestas vense personificadas enM. Du Bois - Reymond y M. Hermann : laque sostiene la preexistencia de la corrienteen el órgano viviente, contra la que defiende«la teoría de la alteración», y que quiereque el traumatismo necesario para eviden-ciar las corrientes del tejido muscular ó ner-vioso, sea la razón determinante de lasmismas.

Ciertamente que la corriente de que es-tamos ocupándonos no se manifiesta con lamisma energía en ningún otro tejido, y ésaes, sin duda, una de las razones de la confu-sión que se hace de las propiedades eléctri-cas y de las propiedades vitales de los ner-vios y de los músculos. En todo tejido debenexistir evidentemente corrientes eléctricasmás ó menos intensas, lo mismo que en todasustancia viviente, por el mero hecho de queéste es el sitio donde há lugar un movimientoincesante de combinaciones químicas, deoxidaciones, de reducciones, etc. Pero en-tonces, ¿qué razón dar de la intensidad par-ticular de esta corriente en los nervios y enlos músculos?

Admitir que esta intensidad únicamentedepende del desprendimiento de elementosanatómicos en el tejido nervioso y en el mus-cular, no parece fuera de razón. Tienen, efec-tivamente, el carácter muy claro de ser ex-tremadamente largos con relación á su diá-metro trasversal, están colocados paralela-mente y, en fin, mantiénense perfectamenteaislados los unos de los otros por sustanciasinterpuestas que gozan de propiedades físico-químicas diferentes. En el nervio, el cilindro-eje está rodeado de una vaina de mielina(puede ser continua en el curso de la vida), yen todo caso, de una vaina de Schwann con-tinua. En el músculo, las fibrillas contráctilescolocadas en el seno de una sustancia amor-fa, están igualmente rodeadas como ésta deuna vaina muy delgada de rniolema. Tratan-do de hallar la relatividad de los fenómenoseléctricos de los músculos y nervios, se llegaá la consecuencia de que está en relacióncon los caracteres morfológicos del tejido.Desde luego que existen las mismas corrien-tes, pero se puede decir que ofrecen una in-tensidad especial en los tejidos, cuyos ele-mentos afectan á la vez una figura prolonga-da, una disposición paralela y un aislamien-to manifiesto. Se debe admitir que las ener-gías individuales que posee cada elemento,

siendo del mismo sentido, se suman en unadirección que es precisamente la de las fibrasdel tejido.

La objeción que se podria sacar de la au-sencia de una corriente semejante en el teji-do de los tendones, no parece decisiva. A laverdad, este tejido está formado de fibras pa-ralelas; pero ademas de que su composiciónquímica y la actividad poco intensa de sumovimiento nutritivo no son quizas favora-bles á la manifestación de una fuerza elec-tromotriz de consideración, se notará tam-bién que en el tejido tendinoso formado porhaces anastomosados entre sí, las fibras noofrecen las mismas condiciones de-aislamien-to. De la misma manera se explicaría, encaso de necesidad, la debilidad tan notablede la corriente muscular del tejido cardíaco,acerca de la cual ha llamado hace poco laatención M. Engelmann, quien la atribuyeá la insignificancia del elemento muscular,

' representado aquí por células que tienen undiámetro longitudinal apenas predominantey dispuestas en masa: desde luego los ele-mentos musculares interesados por la sec-ción serian siempre muy cortos, y se les com-prendería en la condición habitual de losotros tejidos. Sin dudar de esta disposiciónhistológica, parece que se puede explicarigualmente la débil intensidad de la corrien-te cardíaca por la ausencia de asimilaciónde miolema, y por consiguiente, de esta con-dición de aislamiento deque hemos hablado.Cualquiera que sea la explicación definitivade la debilidad de la corriente cardíaca, re-sultará siempre que la condición morfológicadel t»jido queda siendo un factor importantede esta fuerza electromotriz desarrollada enel tejido de los músculos y de los nervios.

III

Si se discute; todavía sobre el origen ver-dadero de estas corrientes, sobre su pre-existencia en el órgano intacto, ó sobresu aparición como consecuencia del trauma-tismo necesario para recogerlas, todo elmundo está de acuerdo acerca del segundofenómeno de que hemos hablado, fenómenotan precisq como inexplicado en el estadoactual de las ciencias, y que es conocido conel nombre de eleetrotonus ó estado electrotó-nico de los nervios. Cuando se pone un ner-vio en contacto con dos electrodos y se hacepasar por él una corriente, se observa bienpronto una modificación profunda en el poder

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conductor del nervio, que está disminuido óaumentado, según que se aproxima ó alejade uno délos electrodos. El experimento pue-de ser variado de mil maneras, y el resultadosiempre será el mismo. ¡ No puede negarseque el descubrimiento del eleetrotonus de losnervios tenga una gran importancia por susingularidad misma; pero el fenómeno queeste descubrimiento evidencia, ¿tiene hastahoy alguna influencia en los adelantos "de labiología? ¿nos demuestra algo sobre las fun-ciones de los conductores nerviosos? La es-terilidad de los esfuerzos hechos para ob-tener nociones positivas del modo de acti-vidad de los nervios, prueba que este fenó-meno es para nosotros, por hoy al menos,una curiosidad fisiológica, sin tener relaciónalguna con lo que sabemos del papel funcio-nal normal del sistema nervioso periférico.

Hablando del eleetrotonus, M. Rosenthalconfiesa, con una franqueza digna de todoencomio, que, en el estado actual de nues-tros conocimientos, no podemos comprendertodas las modificaciones que se producen enel nervio recorrido por una corriente eléc-trica: estaría más en lo cierto si dijera queno comprendíamos ninguna. Mas, por el con-trario, se nota muy bien la sensible influen.cia que han tenido los estudios á los cualesha dado lugar el eleetrotonus, sobre la fisio-logía del sistema nervioso. Se ha indagadola explicación del fenómeno extraño que setenía á la vista; y como esta explicación nocorrespondiese á nada conocido, se la haimaginado, y después se ha tomado esta ex-plicación imaginaria por la realidad.

Esta confusión de tomar lo imaginario porlo real, parece, no consecuencia de un errorverdadero, sino de un consentimiento tácito.Casi se ha concluido por mirar como una no-ción exacta sobre la constitución molecularde los conductores nerviosos lo que al prin-cipio no habia sido para M. Du Bois-Reymondmas que una hipótesis explicativa de los fe-1»nómenos que presentan; diríase que de todaspartes se fueron abandonando á este errorcon verdadera complacencia. Es exactísimoque se obtiene una relación suficiente de lasperturbaciones del nervio en estado electro-tónico, si se supone este nervio formado demoléculas que gocen de propiedades electro-motrices y polarizadas según su misma lon-gitud, como lo serian unas agujas imantadassuspendidas de extremidad á extremidad enel plano del meridiano magnético.

Es exactísimo que semejante sistema fun-

cionará, bajo el punto de vista de la electri-cidad, de un modo parecido al nervio funcio-nando bajo el punto de vista de la conductibi-lidad nerviosa; esto es incontestable, pero nopuede ser suficiente para asemejar fenóme-nos tan distintos. Los fisiólogos del últimosiglo creían por muchas razones en una asi-milación entre el llamado fluido eléctrico y elnervioso. Esta teoría venía á reemplazar á lade los espíritus de Descartes. Las palabrashan cambiado una vez más con el progresode nuestros conocimientos; el pretendido«fluido» ha dejado su lugar á las partículaselectromotrices; pero en el fondo la confusiónsigue, y la obra de los fisiólogos, que son lasvíctimas voluntarias de ella, será tan estérilpara los adelantos de la neurología como lade los contemporáneos de Haller.

IV

El menor resultado de esta fe singular enla importancia de la corriente eléctrica, ysobre todo del eleetrotonus, ha sido desviardemasiado la atención del tejido produc-tor de la electricidad por excelencia, que seencuentra en algunos peces, y desviarlaigualmente de un gran número de otras ma-nifestaciones eléctricas que nos ofrecen losanimales y las plantas, como si se hubieratemido encontrar en su estudio algún hechoen contradicción con las leyes ya estableci-das. Por esta razón se han abandonado de-masiado muchos fenómenos eléctricos debastante importancia que se han presentadoen las glándulas, las hojas de Dionosa, etc.Y en efecto, tan pronto como se quierenreunir todos estos diversos fenómenos eléc-tricos, las contradicciones abundan: así, eleleetrotonus no existe en los músculos. Elórgano eléctrico de los peces, que la anato-mía aproxima á los músculos, se vuelve eléc-tricamente activo cuando está excitado,mientras que el músculo en acción (si se ad-mite la doctrina de la preexistencia) pierdesu estado eléctrico, ofreciendo entonces loque se llama la variación negativa: ó bien esel nervio que, perdiendo su estado eléctricodurante la acción, actuaría, sin embargo,eléctricamente sobre el músculo para provo-car su contracción. jTal es el extraño caosen que se debate hoy el estudio de los fenó-menos eléctricos de los tejidos vivos! No so-lamente todos se escapan á un análisis exac-to por los procedimientos de que actualmen-te dispone la ciencia, sino que rti siquiera secoordinan entre sí.

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En su busca vamos guiados por la casua-lidad. [Dichosos cuando el deseo loable deunir nuestro nombre á cualquier descubri-miento pueda ser dirigido con la seguridadde obtenerle por los fenómenos que se presen-tan á nuestra vista!

Se limpia una rana, se desorganiza unpunto de su piel, sea mecánicamente, sea porel cloruro de zinc; se ponen con las precau-ciones de costumbre dos electrodos impola-rizables, el uno sobre el punto desorganiza-do, el otro sobre un punto próximo en la pielsana; se obtiene una corriente, se neutralizaésta por un artificio experimental cualquie-ra; entonces se provoca en el animal unasensación dqjorosa pinchándole la pata ó porotro medio cualquiera, y se obtiene una mo-dificación en la tensión eléctrica entre los dospuntos comparados. Este experimento tancurioso de Engelmann ofrece un interés con-siderable seguramente; pero ¿dónde está sulugar en las teorías en boga? Él mismo, des-pués de algunos años de intervalo, le hadado dos interpretaciones diferentes.

Todavía nos falta, para agrupar los fenó-menos eléctricos de los tejidos animales, enun conjunto sistemático satisfactorio, hallarla relación que los une entre sí. Este sistemabastaría para juzgar las hipótesis, por inge-niosas que sean, que no se aplican más queá un pequeño número de ellos.

Hé ahí lo que nosotros hubiéramos desea-do ver indicado claramente en la obra deM. Rosenthal. Sin dar monos desarrollo alestudio eléctrico de los nervios y de los mús-culos, podia pronunciarse más explícitamen-te contra esta extraña asimilación que pare-ce notarse en ciertos puntos de su libro, en-tre los fenómenos nerviosos y los eléctricosde los nervios.

La importancia del libro de M. Rosenthalno hace disminuir el Imérito de una obra quereúne preciosas cualidades. Todo lo que serefiere á las propiedades físicas (distintas delas eléctricas) de los nervios y de los múscu-los, está tratado con maravillosa claridad, lomismo que las cuestiones complejas de laelasticidad del tejido muscular y de su au-mento durante la contracción, la extensibili-dad suplementaria¡ etc.

VI*

La obra de M. Rosenthal, que tiene unanoción clarísima de la anatomía general, pre-

senta graves defectos que deben citarse conel objeto de que no se propaguen en un librode tanto mérito. Uno de ellos es el que co-mete el autor cuando, hablando de la sustan-cia contráctil que llama protoplasma, la des-cribe como gelatinosa y granulosa; éste esun importante error de observación muy di-vulgado; el protoplasma es, por el contrario,absolutamente vidrioso, absolutamente hia-lino; y este mismo carácter tiene en los ani-males la sustancia contráctil, única á quedebe aplicarse por analogía el nombre de pro-toplasma.

Pero donde es más defectuoso el trabajode M. Rosenthal, es en lo que toca á la estruc-tura de los conductos nerviosos y á sus rela-ciones con la sustancia muscular. En ningúncaso deben ser considerados- los cilindro-ejescomo conductores simples, porque si no te-nemos medios de determinar su naturalezacompleja, sabemos que no tienen en modoalguno el carácter de conductores homogé-neos.

Otro error es considerar la célula nervio-sa multipolar como la unidad activa de loscentros nerviosos, cuando hay que ver enella una parte anatómica de orden más ele-vado que el elemento propiamente dicho. Elverdadero elemento nervioso central no esotro, según todas las probabilidades, que lascélulas de cuerpo muy reducido, clasificadaspor Robin con el nombre de mieloeitos. Lasprolongaciones de estas células agrupadasforman las prolongaciones protoplásmicas dela célula nerviosa. Esta haría, pues, el papel"de verdadero órgano central, receptáculo deactividades múltiples que en ellas se combi-nan ó se descomponen, según los casos. Elcilindro-eje sería á su vez el conductor de es-tas acciones combinadas, de que sería fuen-te la célula nerviosa.

Sólo este modo de concebir las funcionesde la célula nerviosa puede hacernos com-prender la existencia de células unipolares,que de otro modo nos aparecerán como ver-daderos absurdos fisiológicos. Estos puntos,que, en todo caso, exigen nuevos estudios,deben ser indicados para significar cuan in-dispensable es, en una exposición de laspropiedades del sistema nervioso, tener encuenta rigorosamente los datos de la anato-mía general.

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ESTUDIOS SOBRE ECONOMÍA POLÍTICA

COLONIZACIÓN

DE LAS DIFERENTES MANERAS DE COLONIZAR

Este asunto, demasiado vasto para tra-tarlo en un artículo, demasiado importantepara que le pasemos sin dedicarle algunasreflexiones, no será de nuestra parte, comono lo fueron el impuesto, la caridad, el créditoy algunos otros, sino motivo de algunas ob-servaciones críticas, sobre los puntos funda-mentales que presenta al estudio; advirtien-do que nuestras observaciones se limitaránprincipalmente á aquellos que, á nuestro jui-cio, se hallan ocultos aún tras lamentablespreocupaciones. Hemos podido observar mu-chas colonias, y hablaremos como testigosque han procurado observar, y oir observar.

La colonización se intenta ó se verifica detres maneras generales, esencialmente dife-rentes: por individuos libres de todo compro-miso con emprendedores de este negocio, quese trasportan por su cuenta y riesgo, y quevan donde quieren en uso de su indisputablederecho; por emprendedores (individuos, com-pañías ó gobiernos) que recluían emigran-tes, haciéndoles adelantos, contratándolospor más ó menos tiempo, con más ó monosventajas ó engaños, mandándolos á un pun-to determinado, propiedad suya en absolutoó por concesión condicional, para que traba-jen allí, según la naturaleza del suelo, y elobjeto de la empresa; por expediciones mili-tares, y entonces la colonizacien tiene todoslos caracteres de una conquista. En todocaso, la colonización obedece siempre á cier-tas condiciones orgánicas, de un orden tanesencial, que la prosperidad y hasta la exis-tencia de los colonos dependen de ellas. Esascondiciones, pésimamente conocidas hastahoy, apesar de la experiencia que se ha de-bido recoger, no son, por desgracia, respeta-das siempre; y de ahí han procedido muchasveces grandes calamidades, que, después detodo, no han instruido á nadie.

Excusado nos parece decir que de las tresmaneras de colonizar, es la mejor sin contra-dicción la primera. Un emigrado libre de todocompromiso, se va donde cree que hace falta,y, siendo eso así, jamas sirve de embarazoá la sociedad que le acoge. Esta, si no es conmás, acoge con tanto gusto los servicios que

se le ofrecen, como el que tiene el que se losofrece; la colocación de éste en su patriaadoptiva se verifica, pues, en las mejorescondiciones posibles. Si se engaña en susprevisiones, lo cual sucede con frecuencia,nunca le falta medio de atender provisional-mente á su existencia en tanto que se le pro-porciona cambiar de dirección, ó volverse, ásu país. En todo caso, su error, aunque leocasione las más funestas consecuencias, nopuede dar lugar á ninguna calamidad públi-ca. La colonización libre individual puedecompararse á un aguacero regular que sedeja embeber lentamente por la tierra, sinllenar en demasía los canales por dondecorre, ni mucho menos hacerlos desbordar.

La segunda manera de colonizar es yacosa muy diversa: los emprendedores tienencomunmente en mira él llevar brazos adon-de faltan, y es de suponer que tienen razonessuficientes para creer que hacen falta, enefecto, allí donde quieren llevarlos. Sin em-bargo, es lo cierto que se engañan muchasveces; la trata de negros ha sido una de lasformas de esta clase de colonización, y la hadeshonrado; pero no por eso se puede afirmarque no sea hoy la dominante, aun en los paí-ses donde no existe el trabajo servil en prin-cipio; porque lo que se llama compromisos vo-luntarios de trabajadores para todos los paí-ses donde ha existido la esclavitud, no songeneralmente sino una trata más ó monosdisfrazada. Hay errores que, por haber pre-valecido durante mucho tiempo en la econo-mía de las sociedades, son como ciertas en-fermedades físicas, que no,se las puede hacerdesaparecer en un dia.

No hablaremos de la colonización por víade conquista; su carácter exclusivamentepolítico nos conduciría á consideraciones queno caben en nuestros estudios.

CONDICIONES NECESARIAS PARA QUE PROSPEREUNA COLONIA.

Para que una colonización prospere, sonnecesarias dos condiciones: que los colonosestén satisfechos, y que su existencia no seaonerosa al país colonizado. La colonizaciónpor emigración libre é individual lleva siem-pre esas dos condiciones, puesto que, en otrocaso, no tendría lugar; pero rio sucede lo mis-mo respecto á la colonización por empresa, ypor eso fracasa con [frecuencia.

Los colonos se muestran, ó deben mostrar-se satisfechos cuando, hallándose en mejo-

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situación que en su país, están convencidosde que su patria nueva no puede ofrecerlesmayores ventajas; su existencia, por otraparte, no es onerosa al país colonizado cuandolo que producen es, por lo menos, igual á loque consumen.

Difícil es que se cumpla la primera deesas dos condiciones, porque todo colono tie-ne necesariamente mucho de aventurero, yno es la constancia la cualidad que formala base de su carácter. Las ilusiones que seforja continuamente por ese mismo carácter,le hacen desear un cambio de situación, locual es naturalmente hostil á los interesesdel empresario, y éstos, á quienes no puedeocultarse tal estado relativo, están dispues-tos á su vez á oponerse por cuantos mediospuedan, por odiosos que sean. La esclavitudmoderna no reconoce otra causa racionalque el temor de los empresarios, ó propieta-rios, de sufrir la desaparición de sus opera-rios cuando mayor sea la necesidad de susservicios. Ante esta consideración (de un or-den secundario) las sociedades modernas hanhecho doblegarse el principio fundamental desu existencia, sobre el cual se apoya toda sueconomía y la justicia que es su alma—la li-bertad del trabajo. Así que, dígase cuanto sequiera, los países de esclavos son siemprepobres y miserables; y eso se comprende confacilidad, reflexionando que el trabajo serviles muy poco susceptible de perfección en suelemento esencial, el obrero. En tanto que latierra es el elemento que tiene más parte enla producción, puede ser posible el esclavo;pero es oneroso, é imposible por consiguien-te, cuando la industria ha adquirido ciertoprogreso, cuando sobre todo, á consecuenciade su desarrollo, cuesta caro el esclavo, almismo tiempo que produce mal. Persistiendoen conservar tan detestable régimen, no seconsigue otra cosa que dificultar los progre-sos de la sociedad que admite tal deshonra.Vemos, pues, que la esclavitud moderna yla protección reconocen un mismo origen—elegoísmo.

No es sólo la inconstancia la causa del des-contento de los colonos; la codicia de los em-prendedores entra por mucho en ese descon-tento. ¡Cuántas veces no se han determinadoá emigrar muchos trabajadores, haciendobrillar á sus ojos el cebo engañador de un sa-lario nominal muy superior al que ganabanen su paísl Y, aun cuando ese nuevo salariofuera realmente mayor, ¿era lo que corres-pondía á la justa remuneración de su trabajo?

No por cierto. La justa remuneración del tra-bajo la señalan los arreglos generales de lasociedad; y, apesar de no tener los colonosuna conciencia bastante clara de esos arre-glos , están profundamente convencidos deque se les engaña, esto es, que no se les pagacuanto esos arreglos señalan. Seles engaña,en efecto, y desde el momento que no puedendudarlo ya, rompen en su pensamiento elcompromiso que se les habia hecho suscribirabusivamente, pareciéndoles buenas todaslas ocasiones para efectuarlo, aun engañan-.do á su vez al emprendedor que les ha hechoadelantos.

La inconstancia de los colonos europeos ysus exigencias, hacen que se prefiera á losasiáticos, más dóciles, y sobre todo menosimbuidos del sentimiento de igualdad, delcual se quiere que carezcan las clases traba-jadoras donde la esclavitud ha predominado;pero no se tarda en comprender el error deesa preferencia, cuando al terminar esos lla-mados compromisos voluntarios, se encuen-tran en tales países con muchos extranjeroslibres, profundamente viciosos, apesar de sudocilidad pasiva, sin dignidad de espíritu, sineducación ni costumbres análogas^ los ha-bitantes naturales del país. Sin duda que porhoy no es posible que los colonos europeosreemplacen en todas partes los trabajadoresserviles; pero tampoco cabe duda que serianinfinitamente más útiles en general á la civi-lización en California, Perú, Colombia y otrospuntos, que los indios y los chinos.

La segunda condición indispensable á laproceridad de toda la colonia, no es másfácil de llenar que la primera, aun cuandofalten los brazos, como presupone el empren-dedor; cuando éstos son malescogidos, la em-presa fracásalo mismo que en el caso ante-rior. Los agentes encargados aquí ó allá deremitirlos ó engancharlos se preocupan másdel número, elemento del cálculo que fija sucomisión, que de sus aptitudes, elemento delbuen éxito de la colonia. Las principales con-diciones de todo colono son: la juventud, larobustez, y cierta energía moral para triun-far de la laxitud que acompaña de ordinarioá la expatriación, y estas cualidades son po-co comunes en emigrantes con semejantemotivo. El que se trasporta con su familia,experimenta quizas desde luego menos laxi-tud que otro que va solo; pero cuando es des-graciado sufre, por decirlo así, en cada unade las personas de toda su familia, y enton-ces desfallece más que el solitario.

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Sin embargo, la inconstancia de los colo-nos, y la incapacidad codiciosa de los em-prendedores, producen monos males, relati-vamente, que los errores del espíritu de sis-tema engendran en esta materia. Los colo-nos inconstantes ó engañados, pueden cam-biar de residencia, y ser mucho más útiles,como lo son comunmente, después de haberroto el compromiso que habian contraído in-conscientemente. Incapaces muchas vecespara desempeñar las funciones que les exigela empresa, dejan de serlo de ordinario paradesempeñar otra, elegida por ellos libremen-te; pero los errores sistemáticos no se reme-dian con facilidad jamas; y esto tanto me-nos, cuanto que los cometen, generalmente,gobiernos ó compañías poderosas, disponien-do de medios considerables que dan á losmales proporciones calamitosas. Procuráre-mos manifestar la causa de esos errores, ylas consecuencias á que conducen.

¿POR QUÉ LAS GRANDES EMPRESAS DE COLONIZA-CIÓN NO LOGRAN EN GENERAL SU OBJETO?

Es opinión muy general que basta unsuelo fértil para que pueda prosperar la colo-nia que lo ocupe; y si cuenta con agua abun-dante para riego, y confina con el mar, nohay maravilla que no pueda realizarse en él,según esa opinión. Sin embargo, ¡cuántastierras, colocadas en condiciones tan dignasde envidia, se hallan desiertas! La opiniónque juzga así, lo hace dominada por el espec-

* táeulo de los hechos puestos á su vista poruna civilización adelantada, sin tener encuenta las circunstancias que han precedidoy preparado nuestro estado social; circuns-tancias por las cuales debe pasar con mayoró menor rapidez toda sociedad.

Hemos oido deplorar muchas veces la so-ledad de las magníficas comarcas del interiorde la América, de la del Sud sobre todo. Allí,se dice, podrían vivir en la abundancia cien-tos de millones de habitantes; vivirán quizas,andando los siglos, no cientos, sino millonesde millones; no creemos que eso sea imposi-ble; pero hoy por hoy, morirían infaliblementealgunos cientos de desgraciados á quienesse obligara á establecerse allí antes que sedesarrollen las condiciones necesarias á suexistencia. Si la fertilidad del suelo bastasepor si sola para que prosperaran las colonias,¿por qué los pueblos que han colonizado elNuevo-Mundo, se han establecido y conser-vado obstinadamente alejados de las fértilí-

simas regiones bañadas por el Amazonas ysus millares de afluentes, regiones que no es-peran, se dice, sino la presencia del hombrepara colmarlo de abundancia? ¿Por qué en elPerú, por ejemplo, en donde ese rio recorremás de 500 leguas, se han fijado los españo-les preferentemente en sus costas desoladas,en las cuales el verdor es un lujo tal, que noes permitido gozarlo sino en alguna macetade arcilla, como las que se colocan en Europaen los corredores de las casas? ¿Qué demen-cia mayor en hombres que piensan y calcu-lan, que la de establecerse en una playa tro-pical, como Payta, Islay ó Iquique, y comootras muchas en las costas del Perú, de Bo-livia, y aun de Chile, cuando tenían á su dis-posición, y á pocas leguas en el interior, lascomarcas más fértiles y deliciosas de nues-tro planeta quizas? Esos hombres, sin em-bargo, ni tenían ni tienen nada de dementes;viven donde se les presentan las mejores con-diciones de existir en el país que habitan. Héahí todo el secreto de su economía.

Para que el hombre pueda vivir, es detoda necesidad que se cumplan ciertas condi-ciones económicas. Si se contenta como lospájaros, de algunos granos para alimento, ycon un árbol para abrigo, podria vivir en elinterior de la América del Sud, de igual modoque los millones de aves que pueblan aque-llos bosques solitarios. Sí, como los salvajes,se contenta con ciertos frutos, insectos, pe-ces y caza, y con una gruta, también podríanvivir algunos, pero pocos. Pero si aspirase á

- más; si, sobre todo, quisiese vivir en socie-dad con muchos, de ningún modo 'podríanpermanecer allí, porque nada hallarían pre-parado para recibirlos, y se pasará todavíamucho tiempo, según se presentan las cosas,sin que nada se haya preparado, ni paraellos ni por ellos, para hacer aquello ha-bitable.

La América del Sud está habitada por in-dígenas extraordinariamenle sobrios, que noocupan, por cierto, las comarcas más férti"les, y por criollos, cuya existencia dependeesencialmente del comercio exterior. Loscriollos, con algunos europeos, en pequeñonúmero relativamente, se hallan agrupados.alrededor de las minas, cuyos productosson generalmente exportados, á cambiode otras mercancías; alrededor de algunosestablecimientos industriales, destinados deigual modo, en general, al consumo de losextranjeros; en fin, alrededor de depósitos demercancías , establecidos por extranjeros

NÜM. 299. B. ESCUDERO.—ESTUDIOS SOBRE ECONOMÍA POLÍTICA. 617

también. Esas agrupaciones no podrían viviren otras comarcas, sino como viven los in-dios y los salvajes; así que no manifiestan de-seos de cambiar de residencia, apesar de losencantos tan ponderados, y con razón, queles ofrece una naturaleza virgen; y de la in-agotable fecundidad de sus primeros amorescon el hombre laborioso.

Puede verse, pues, con claridad, por loque Vamos indicando, que para estableceruna sociedad nueva, es indipensable contar,ante todas cosas, con el constante auxilio deotra ú otras antiguas. De otro modo, no se-ría posible su desarrollo, á no volver á em-pezar de nuevo ese innenarrable génesis delos primeros hombres, cuyo solo pensamientocolmaría de espanto á todo corazón civili-zado ; de otro modo, vería agotadas bienpronto todas sus provisiones, vestidos y he-rramientas, sin poder renovar nada, y no po-dria continuar en manera alguna su obra co-menzada, ni podría esperar auxilio alguno.Llegado ese caso, la exuberante cuanto in-útil vegetación tropical, de la cual se habiaempezado á triunfar, recobra silenciosamen-te su dominio menospreciado, y hace que pe-rezca allí la naciente civilización con sus te-merarios hijos, bajo los irresistibles y apre-tados abrazos de una fecundidad^ tan extre-mada, que se convierte en gran calamidaden tales circunstancias.

Para que una colonia pueda renovar susprovisiones de toda especie, es necesario quesostenga incesantes relaciones con algunasociedad antigua cualquiera; es preciso que,en cambio de instrumentos de trabajo, devestidos, quincalla y mil otras cosas, en fin,que los colonos no pueden producir, y»de lascuales no se privarían, á no resignarse á vi-vir la vida del salvaje^ cedan á la sociedadque los provee otros artículos producidos porellos; pero para que estos artículos seanaceptados, es preciso que sean preferidos áotros de la misma naturaleza; es decir, quesean mejores ó más baratos proporcional-mente, porque la sociedad antigua que debeconsumirlos, no los ha estado esperandopara satisfacer sus necesidades; mas comoestos productos, de ordinario, si es que nonecesariamente agrícolas, son de trasporte'difícil y costoso, no deben recorrer grandesdistancias para poder hacer la concurrencia;y en todo caso, es preciso buenos caminospara trasportarlos.

¿Es, pues, de admirar que hayan aborta-do tantas empresas de esta clase, cuando

TOMO XIY.

es necesario para que prosperen qu© se ha-llen en tantas condiciones, y tan difíciles dereunir? A todo esto es preciso añadir quepara colonizar se han escogido generalmen-te tierras inapropiadas, olvidando que es unhecho bien establecido, y perfectamente com-prensible, que la apropiación del suelo seha extendido generalmente .en los países ci-vilizados más allá de los límites en que su.beneficio es ventajoso. Esta sola circunstan-cia hace casi imposible toda colonización delgénero de las que emprenden los gobiernos ylas grandes compañías.

Rara vez se ha logrado colonizar tierrasapropiadas incultas, por la sencilla razón deque no se les cultivaba porque no ofrecíaventajas su cultivo. Se. habla mucho en Eu-ropa, y con poco acierto, de la ignorancia éindolencia de los indígenas americanos; laverdad es que muchas empresas europeashan abortado donde subsisten y prosperanrelativamente esos perezosos indios tan ca-lumniados como desconocidos.

En resumen: son necesarias cuatro condi-ciones para que puedan prosperar, existir si-quiera, colonias del género que se proponen,en general, así los gobiernos como algunasgrandes y poderosas empresas: 1.a colonosjóvenes, robustos, pacientes, enérgicos, y encuanto posible sea, habituados á los trabajosagrícolas; 2.a un suelo, no sólo fértil, sino queno ofrezca ni grandes dificultades, ni muygrandes dispendios meterlo á cultivo; 3.a mer-cado ó mercados próximos, con buenos ca-minos desde ellos á la colonia; 4.a en fin, unaproducción monos costosa que la que proveeaquellos mercados. Cuando se llenen esascondiciones, es segura la prosperidad de lacolonia; en caso contrario, es seguro, es in-falible su fracaso.

Al paso por el Brasil, todo europeo de al-guna importancia, de alguna educación cien-tífica ó artística, visita alguna vez la coloniaalemana Petropolis. Jamas colonia ha reuní»-do, en apariencia, condiciones más felices:en un país donde las tierras bajas son muycalurosas é insanas, Petropolis se halla si-tuada en un terreno elevado y llano, y suclima es á la vez templado y favorable á laSalud; la tierra es generalmente fértil, bienregada, cubierta de bosques de toda clase deárboles, y abundante en canteras de granito,á la vez que se hallan en ella carreteras entodas direcciones, extendidas hacia el inte-rior, y Rio-Janeiro, que es la ciudad más flo-reciente de la América del Sud, á sólo doce

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leguas de distancia. Para ir á esta capital loscolonos de Petropolis, no tienen, por decirloasí, que hacer sino dejarse resbalar dulce-mente por la rampa regular de una carrete-ra monumental^ que se sube al galope en có-modos y elegantes carruajes; al pió de lamontaña (no hay para qué hablar del esplen-dor del paisaje que se tiene á la vista al des-cender) los espera un camino de hierro; y, aldesembarcar ríe él, en el puerto mismo, unvapor para conducirlos, al través de la in-comparable rada de Rio, hasta el centro dela ciudad.

Pues bien: apesar de todo, esa encantado-ra colonia está lejos, muy lejos de realizarlas esperanzas que se habían concebido. Unfastuoso capricho del emperador D. Pedro(y de ahí su nombre) la ha hecho levantar,un interés mal comprendido quizas, porqueestá situada en un dominio imperial; pero niel capricho ni la especulación le han podidocomunicar larga vida, y Petropolis se mue-re. ¡Cosa extrañal dicen la generalidad de losbrasileños con gran sencillez, orgullosos,como todos sus compatriotas, con la obra desu soberano. Todo iba á las mil maravillas enla colonia mientras las construcciones; pero,una vez concluidas, ha cesado la actividad ylos colonos se desbandan. Estos candidos in-térpretes de las preocupaciones generalesrespecto á colonización, no han comprendidoaún que una sociedad nueva, que no tiene ensí misma razón suficiente de ser, es decir,elementos de una industria verdaderamenteproductiva, debe morir en el momento quela fuerza extraña que la sostiene se retire.

Petropolis, que no tiene otro mercado queRio, no puede producir tan barato como susconcurrentes Praya-Grande, Botafogo yotros lugares vecinos de la capital brasileña.Sin embargo, esa deliciosa colonia no semuere como un campo abandonado; vive yvivirá, como residencia ordinaria del empe-rador y de las familias opulentas de Rio; vi-virá como han vivido muchos sitios realesen Europa, de la corte; pero como coloniaagrícola ha muerto, porque, como tal, nopuede alimentar á sus habitantes, á menosque consientan en vivir á lo indio ó á lo sal-vaje; y cierto que no han ido allí para eso losvigorosos trabajadores déla Germania, cuyarubia progenitura se ve reposar,quizas de aba-timiento de ánimo, á la sombra de cafeterosy plátanos, pensando en su patria querida.

En las provincias de la Plata (Buenos-Ai-res) ninguna colonia de ese género ha pros-

perado. Si algunas subsisten aún, se debe álos incesantes sacrificios de sus fundadores,apesar del gran número de emigrados quehan recibido y reciben sin cesar; pero hoyno van á apriscarse allí como piaras, lejosde los centros de población; por el contrario,van á confundirse en esos centros, cuya po-tencia económica aumentan, recibiendo encambio, si no la riqueza, los medios de sub-sistir. ¿Qué harían en otro caso en esa marde hierba de las pampas, apropiada ya másallá de los límites en que su beneficio es ven-tajoso, aun criando animales que sé traspor-tan por sus pies al mercado, y á poco costopor consiguiente? Ademas, allí estarían cons-tantemente expuestos á las destructoras in-cursiones de los indios salvajes.

Llamando á las pampas mar de hierbas óó mar herbosa, no cedemos al atractivo puroy simple de una metáfora. Racine, que llamóal mar plano líquido, las habría llamado porantítesis mar sólida. En efecto, tienen con lamar analogías que hieren con gran viveza laimaginación: el color sombrío, la inmensidad,el horizonte rectilíneo, la calma imponente,las borrascas espantosas, la soledad y laesterilidad; se recorre fácilmente como lamar, con tal que, como los marinos, se vayaprovisto de todo lo necesario, sin olvidar elagua potable, porque hasta eso tienen de co-mún con el plaine¡liquide, que no ofrecen á losviajeros sedientos sino un agua salobre, in-sana y repugnante. En fln, ya lo hemos in-dicado, como en la mar, hay piratas en laspampas.

La tierra no es fecunda en ninguna partesino regada por el sudor del hombre. Las ex-presiones población excesiva, población insufi-ciente, son esencialmente relativas; la pobla-ción puede ser excesiva y rara, como es mu-chas veces insuficiente y densa; todo dependede su economía. ¿Para qué colonizar paísesdonde, aunque rara, es suficiente, ó quizasexcesiva ya? Se puede colonizar, por el con-trario, ventajosamente donde sea densa ya,pero debiendo serlo más. Esto es lo que pasaá nuestra vista todos los ;dias, puesto queun aumento de población, en el término dediez años, de algunos miles de individuos enla comarca A ó B, debido á la emigración deotras en su mayor parte, ¿no es por venturauna buena colonización? La emigración delas poblaciones rurales á las ciudades, cuyanaturaleza y causas no se han estudiado su-ficientemente aún, ¿no constituye una verda-dera colonización?

NÚM. 299. J. LISKE. VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA T PORTUGAL. 619

En la mayor parte de las repúblicas de laAmérica española, la población, dígase cuan-to se quiera, es poco más ó menos la sufi-ciente; y la prueba es que no se multiplica deninguna manera. Lo que falta en aquellospaíses, apesar de la fertilidad natural de susuelo, es el poder productivo de sus habitan-tes. No examinaremos por ahora en qué con-siste esa insuficiencia; pero sí diremos que,mientras persista, los emigrados europeoshallarán allí con dificultad lo que van á bus-car, y los americanos, á su vez, tampoco ob-tendrán lo que se proponen.

Sólo un progreso rápido, como el de losEstados-Unidos ó Australia, puede dar oca-sión á la emigración en buenas condiciones;porque ese progreso produce una especie devacío que no puede llenar la población por sumultiplicación propia. Únicamente la impor-tación de emigrados ó colonos adultos, estoes, trabajadores formados ya, puede colmarese vacío; y he ahí por qué la emigraciónsin compromiso previo es preferible; se diri-ge naturalmente donde la reclama el vacío,como un líquido que busca su nivel; en otrocaso, perturba el equilibrio económico, pro-duciendo desarrollos anormales, á la maneraque las monstruosidades fisiológicas.

Si en los Estados-Unidos pueden los em-prendedores agrícolas establecerse lejos delos centros de población, consiste en que,extendiéndose más y más cada dia, bajo la

• acción del progreso, el dominio agrícola, notarda en comprender los nuevos estableci-mientos de aquellos empresarios, como éstoshabian previsto, siendo el resultado la re-compensa de sus esfuerzos y privaciones.En la América española moriría de enfado yde miseria quien se propusiera obtener se-mejantes resultados.

¿Queréis que la emigración europea os en-riquezca? diríamos nosotros á las repúblicashispano-americanas. Pues bien, progresad,es decir, dadnos á todos paz, libertad y segu-ridad. Lo demás os vendrá en mayor escalaaún de la que podéis prometeros hoy.

B. ESCUDERO.

EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGALEN LOS SIGLOS XV, XVI Y XVII

(Continuación.)

Año 1583.

El 22 de Enero dieron de baja en las diezbanderas á varios jefes superiores, y los sol-dados que quedaron en seis banderas (quepor este motivo se amotinaron y resistieronguardando su bandera dos dias y dos noches),fueron rechazados.

De los coroneles han sido despedidos:1. Señor conde Nicolás de Lodron.2. Sr. Carlos Wilhelm de Arzt.3. Sr. Engelhart Kurz.4. Sr. Antonio de Lodron.5. Sr. Priamo.El 15 de Febrero llegó el Rey á Setuval;

tomó su residencia en el gran palacio de laplaza de la ciudad, conflándonos, á nosotroslos alemanes de la bandera blanca, suguardia.

El dia 16 del mismo, el Rey pasó su tiem-po aquí y se fue á caballo á reconocer la nue-va plaza fuerte de San Felipe.

El 17 del mismo mes salió el Rey de aquíy se marchó á Castilla; al pasar defante denosotros á caballo fuera de la ciudad, dondeestuvimos formados en orden de batalla, enun momento de silencio, el señor Coronel, jun-to con los soldados, le entregó una súplica,habiándole al mismo tiempo verbalmente,sobre el medio regalo que después se quisodescontarnos del florín; los capitanes cesan-tes y alféreces le besaron la mano.

El 4 de Junio mandó cada bandera dos di-putados suyos á Lisboa para tratar la cues-tión del valor de los florines con el capitángeneral.

El 7 de Junio volvieron los diputados sinninguna resolución de la cuestión, la cual,antes de marcharse, confiaron en las manosdel señor Coronel que allí se encontró tam-bién. ,

El 18 de Junio por la tarde salieron paraSetuval las cuatro banderas, es decir, la delseñor Coronel, 2." del conde Nicolás, 3.°de Car-los de Arzt, y 4.° de Engelhart Kurz, mi ca -pitan; de las dos banderas restantes que allíquedaron, se juntaron 100 soldados de cada

620 REVISTA EUROPEA.—16 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÚM. 209.

una á los demás, y todos llegaron á Azeito-na (1), una milla y media de camino.

El 19 del mismo vinimos á Cona, una mi-lla y media distante, donde mandaron bende-cir la bandera; por la tarde, embarcados enuna galera que estaba cargando madera áuna media legua detras de Cona, nos fuimoshasta Lisboa, dos leguas distante. La nochehemos pasado en la galera.

El 20 de Junio nos embarcamos con nues-tra bandera en una nave veneciana, llamada,Pogga, y los 26 soldados ademas se coloca-ron en el barco del Sr. Arzt.

El 22 del mismo mes, el cardenal Albertode Austria se fue con dos galeras á Belén,luego á la armada que inspeccionó.

El 23 de Junio salió nuestra armada delpuerto de Lisboa, á cosa de las cuatro ó cin-co por la mañana, con un mal viento.

Un navio de Santa María del Soecorrollamado, en que se habia embarcado la ban-dera española de D. Miguel de Cardona, en-calló en Cachopos, y de allí necesitó volveratrás.

Sigue la lista de nombres de los primerospersonajes que tomaron parte en esta expe-dición:

«1. D. Alvaro de Bagan, Marques de SantaCruz, Gommendator Maggior de Lion, Capi-tán General dell'Armada e del Exercito.

2. Don Lope de Figueroa, Maestro de Cam-po General con su Tercio.

3. El Conde Hyronimo di Lodron, Coronelde los Alemanes con quatro compañías.

4. D. Francisco di Bouadilla con su Tercio.5. Don Juan de Sandoval, á cuyo cargo

está el Tercio de Portugal.6. Agustin Iñiguez con el Tercio que estu-

vo en S. Miguel.7. Dos compañías de Italianos á cargo de

los capitanes Lucio Pinatelo y fray Vicenzodel Aflito.

8. Una compañía de portugueses aventure-ros á cargo de D. Félix d'Aragon.

9. Don Pedro di Toledo, Marques de Villa-franca, Duque di Fernandina.

10. Don Pedro di Padilla.. 11. Don Jorge Manrique, Veedor general.

12. Don Cristoval d'Erasso.13. Mosquera de Figueroa, Auditor gene-

ral del Exercito y Armada.Alende d'estos venían muchos otros ca-

balleros principales hijos di Duques, Marque-ses y grandes de España.»

(1) Alenda, Tilla da Portugal.

Lista de navios, gente de guerra y marinerosque sirvieron en esta Armada.

En primer lugar dos galeras napolitanascon 496 esclavos, 188 marineros y 315 sol-dados.

Luego doce galeras españolas con 2.212 es-clavos y 706 soldados. En la popa de estasgaleras se pusieron mástiles para que pudie-sen pasar con más seguridad el Golfo deYeguas.

Más, tres galeones portugueses: 1.° SanMartin, que sirvió de Capitana; 2.° San Feli-pe, en que se sentó Don Lope; 3." San Fran-cisco. En estos tres galeones hubo 290 mari-neros y 524 soldados.

Más, dos galeones del Marqués, con 118marineros y 486 soldados.

Más, trece naves de Guipúscoa y Viscaya,con 871 marineros y 2.745 soldados.

Más, siete barcos de Ragusa con 474 ma-rineros y 2.454 soldados.

Más, cuatro naves venecianas con 229marineros y 1.258 soldados.

Más, una nave napolitana con 47 marine-ros y 274 soldados.

Más, dos navios genoveses con 87 mari-neros y 374 soldados.

Más, tres navios catalanes con 203 mari-neros y 911 soldados.

Más, una nave y ocho embarcaciones (pa-taches) de Viscaya con 237 soldados.

Más, cuatro embarcaciones (pataches) deGuipúscoa, con 110 marineros.

Más, quince velugas de Castro, con 311marineros.

Más, catorce carabelas portuguesas con148 marineros.

Más, siete barcos con 42 marineros parael desembarco de la tropa (1).

Lista de las provisiones que llevó consigo estaArmada.

Bizcochos. . 35.5OO0uintales.Harina 380 id.Vino 4.900 barriles.Vino agrio (acaso vinagre). 450 id.Tocino 3.520 quintales.Queso 1.530 id.Carne de vaca, salada. . . . 8.855 id.

(1) Conforme á esta relación, la armada d6l Rey DonFelipe II contra los portugueses se compuso de 98 gale-ras, naves, etc., con 16.110 marineros y soldados.

HÚit. 299. J. LISKE.—VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGAL. 621

Carne de atún 26.400 cubos.Sardinas saladas. 580.000 id.Arroz 1.550 quintales.Habas 1.500 sacos.Guisantes 1.050 id.Aceite 3.380 arrobas.Vinagre 280 barriles.Agua 4.600 id.Barriles para agua 7.000

El 25 de Junio por la tarde tomó el vientofuerza, y en 27 del mismo mes volvió al puer-to un navio geno ves, Santa María de Costallamado, porque se le salió el timón; la genteque tenía se trasladó en algunas carabelas yembarcaciones.

El 6 de Julio, á cosa de las tres por la tar-de, llegamos á la isla de San Miguel, dandoallí vueltas. Las galeras vinieron allí cuatrodias antes que nosotros.

El 12 de Julio echamos ancla cerca de laciudad Punta delgada, mas, por causa deuna tempestad, no pudimos quedar allí: leva-mos, pues, el ancla, y nos dirigimos á Villa-franca (una grande y hermosa villa, donde seproduce mucho azúcar), en que junto conuna nave vizcaína, paramos otra vez. Esta-cionados allí, pedí permiso á mi capitán, y mefui al instante á la población, en que pasóla noche.

El 14 de Julio vino también la Capitanacon algunas naves y galeras á Villafranca,y echó sus anclas.

El 15 del mismo se dirigió el señor Marquéscon dos galeras á Punta delgada, y por lanoche volvió á la Capitana.

El 16 del mismo, por la mañana temprano,echó algunos tiros la Capitana contra Leva;mas, por causa del viento-poniente, no pudoacercarse á ella.

El 19 de Julio, muy temprano, volvió á ti-rar la Capitana otra vez contra Leva; por esosalimos de nuestro lugar á las cuatro ó cincode la mañana. Soplando, sin embargo, unviento poniente muy fuerte, nos contentamosde dar vueltas alrededor de esta isla.

El 21 del mismo, por la tarde, el viento secalmó, y por la noche dio más fuerte de «me-zo giorno».

El 22 de Julio, al anochecer, llegamos á laTercera (1).

El 23 de Julio dimos vueltas por la costade la isla, cuyos habitantes desde sus bastio-nes y fuertes lanzaron algunos cañonazos

(1) Isla.

contra nuestra armada. Por la tarde ancló laCapitana en la dirección de Praya, y masarriba de la villa de San Sebastian, adondemandó el marqués á un soldado con un trom-peta, intimando á los habitantes su sumisión,otorgándoles al mismo tiempo, y á nombredel ítey, un indulto general; no aceptaron,sin embargo, estas ofertas, y en lugar de de-jar bajar á tierra á los diputados, tiraron al-gunos tiros contra ellos, y los obligaron, sinconseguir nada, á volver á los suyos.

El contenido del Real indulto, es el si-guiente:

«Don Alvaro Bagan, Marques de SantaCruz, Comendador (1) mayor de León, capitándesta Armada y exército real por el Rey DonFelipe nuestro Señor; á todos los moradoresy estantes en" la Isla •Tercera y en las cir-cumvezinas, assí naturales como estrange-ros.

»Bien sabeys que S. M. siendo como essucesor legitimo de los Reynos de Portugal,Indias, Islas, y de las demás partes pertene-cientes á su corona y haviendo de ser obe-decido por Soberano Rey y Señor natural, al-gunos destas Islas desviándose de su conoci-miento y admitiendo en su compañía gentesdiversas en naturaleza y religión han cons-pirado contraía Maiestad Real, incurriendoen crimen leesee Majestatis divina y humanadigno de exemplo y castigo: con todo estoSu Magostad movido de zelo christianissirno,usando de su acostumbrada clemencia porservicio de Dios nuestro Señor, y por evitarefusión de sangre, considerando que cada diacrece la obstinación y deservicio que á Diosse haze y que es negocio que incumbe aliaRéífl conciencia la brevedad del remedio, porquitar delante de nuestros ojos un vivo exem-plo de desobediencia, aviendo procurado portodas las vias possibles el remedio, y agoraúltimamente usando de suma benignidad, SuMagestad concede y haze grazia á todos losvezinos y estantes en la dicha isla y lasdemás de perdón general otorgando junta-mente con las vidas seguridad de bienes, yassegurando de mas'desto que non serán da-dos á saco por ninguna manera, antes seránamparados en sus comercios y spssiego; contal que sin hazer resistencia alguna se quie-ran rendir y subietar á su obediencia como aSeñor y Rey natural, admitiendo y dexando

(1) Conservo la ortografía del original, con" enmien-dan de algunos vocablos trasformados, que «in c»rr«e-eion quedarían acaso¡inconiprensible»,

622 REVISTA EUROPEA. 16 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÚM. 209.

desembarcar en tierra toda la gente que vie-ne en esta real armada, y demás desto ennombre de Su Magostad offrezco, que á todoslos franceses y a los demás estrangeros quequisieren salir libremente con sus haziendas,armas y banderas, les daré desembarcaron,si de su voluntad quisieren entregar los fuer-tes que en su poder tuvieren, dexando llana-mente la dicha Isla. E yo el dicho Capitán Ge-neral en nombre deS. M., por su real palabraprometo cumplir y guardar este edicto públicoen todo y por todo, con protestación, que noncumpliendo y obedeciendo lo en el contenido,perseverando en su dura ostinacion, yo, porel poder que S. M. en este caso me concede,desde luego los declaro por enemigos rebel-des contra su Rey, y como traydores les pro-testo que los daños públicos, castigos, muer-tes y destrucciones que se hizieren sobre to-dos los que no acudieren á dar la obedienciaá S. M., non sera á cargo de la Magestadreal, ni á cargo mió, sino á culpa de los talesrebeldes, y para iustiflcation desto, y confu-sión de su maldad y perpetua deshonra, leshago este mandado. Hecho en el Galeón Ca-pitana desta Armada, á 23 de Julio 1583.»

El 24 de Julio hizo calma; no pudiendoechar ancla el dia anterior junto á la arma-da, tiramos dos cañonazos; á esta señal acu-dieron tres galeras, y nos llevaron á otra ar-mada. Lo mismo ocurrió con una nave queestuvo aún más lejos que nosotros, y que re-molcaron también otras tres galeras. En estafecha mandó el General dos portugueses á laciudad, con objeto de conferenciar con sus ha-bitantes: se fueron, pero no volviendo más,se mandaron algunas galeras detras de ellos,para recoger noticias; mas fuera porque elbarquillo en que se fueron los diputadosnaufragó en la costa de la isla, no se han po-dido conseguir otras noticias,

Al anochecer, la mayor parte de las na-ves hizo una salva de cañón, á la cual elenemigo desde sus reductos nos contestó, re-galándonos ademas algunos tiros, que inten-cionalmente dirigió contra nosotros.

El 25 de Julio se- trasladó la mayor partede la gente, y especialmente los cañones delos mayores^navios, á los barcos apropósitoy á las mayores embarcaciones y carabelas,que antes servían de puente sobre el Prova.De nuestra naVe pasó el furrier con cañonesy treinta soldados de doble sueldo (1), al na-vio del Teniente Coronel, donde recibieron

(1) Cada uno acompasado d* in criado.

las consiguientes órdenes, y la bandera conveintiún soldados, y entre, ellos mi sección,tomaron plaza en la carabela portuguesa, enque pasaron la noche. El resto de la gentequedó aquella noche en la nave.

El 26 de Julio, por la mañana, á cosa dedos ó tres horas antes de amanecer, mandóel General dos galeras á la villa de Praia (1)(un terreno bajo y apropósito para el desem-barque; y por lo mjsmo, muy bien guardado),para nacer allí alarma con cañonazos sin ce-sar, y convencer al enemigo de nuestra in-tención de entrar á fuerza por aquel punto.Mientras se estaba ejecutando esta disposi-ción, el General con otras galeras provistasperfectamente de sacos de lona, cuerdas ytablas, se dirigió por encima de la villa deSan Sebastian hacia el puerto de las Muelas(donde el terreno está algo bajo, sin bastio-nes, y sólo atrincherado), contra toda espe-ranza del enemigo, y empezó á bombardearel país desde todas sus galeras con vigor,durante una hora, desembarcando al mismotiempo en lanchas, de tres á cuatro mil hom-bres, que tenian que luchar con unos dos-cientos franceses que allí se encontraronatrincherados. Después de más de una horade obstinada lucha, los franceses fueron porfin rechazados hacia la montaña, en direcciónde la villa San Sebastian, donde en un pe-queño fuerte, reforzados de la parte de Praiay otras localidades, quedaron refugiados.

Los nuestros se apoderaron enseguida dedos montañas (una de ellas á la izquierda,muy alta, con una campana encima), entrelas cuales estaban las trincheras, y sitio queocupamos. Entretanto, desembarcó tambiénel resto de tropa, y formó dos campos de tro-pa en batalla. Los alemanes formamos la de-recha, y los españoles la izquierda; delantede estos campos, en los fosos y detras de lasmurallas que separan el campo uno de otro,se colocaron unos cuatro mil hombres, quesostenían durante todo el dia escaramuzassin cesar con el enemigo. Se nos trajerontambién cinco cañones á cámara, que se to-maron de las galeras, y que nos sirvieronpoco. El enemigo, que formó reductos alre-dedor de la montaña, y organizó un pequeñofuerte, nos enviaba balas de cuando en cuan-do, con los quince gruesos cañones que po-seia. Por la tarde se puso también en ordende batalla, y bajó algo de la altura de la mon-taña, llevando delante tres grupos de bue-

(1) Villa de la Playa.

NÚM. 299. J. LISKE.—VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGAL. 623

yes (parecían unas 1.000 cabezas). Compren-dimos al instante su intención (como lo ma-nifestó poco después), que fue echar contranosotros los animales, romper nuestrasfilas, y luego caer sobre nosotros. Previstoel caso, recibimos orden, alemanes y espa-ñoles, de abrir las filas, dar libre paso á losbueyes sin molestarlos, herir ó asustar, paraque corriesen unos tras otros, y luego volveral instante á nuestro orden, para recibir yresistir al enemigo.

Toda la noche hacían los españoles (pre-ocupados de los bueyes echados contra nos-otros, ó de una sorpresa y ataque por el ladodel mar) una alarma interminable, gritán-donos: «Guárdenlas vacas; pase la palabra».A medianoche , nuestro enemigo tiró trescañonazos, uno tras otro, con sus gruesaspiezas contra nosotros, sin ocasionarnos nin-gún daño. Sin embargo, otros tiros aumen-taron nuestra desconfianza, porque com-prendíamos que nuestro enemigo se propusodarnos á entender que se mantenía todavíaen su fuerte, para atacarnos de improvisopor otra parte. Supimos luego que la ma-yor parte de la gente, incluso los campesi-nos con sus bueyes y su haber, todos se se-pararon del campo; los franceses con sus dosbanderas se retiraron también á las monta-ñas; un dia antes se componían todavía deunos diez mil hombres. Por la mañana senos dio otra vez por santo «Santa María»,porque creíamos cierta una batalla inmi-nente.

El 27 de Julio al amanecer, los que no semarcharon, quedaron allí completamentequietos, y apostados detras de la elevación,y no se podían ver; por esto nos figurábamosque todos se fueron ó retiraron á otro lugar.Entretanto, los españoles, que un dia antesformaban un solo cuerpo, se dividieron entres; una división de ellos ocupó nuestra de-recha, y los dos restantes apoyaron nuestraizquierda. Recorriendo nuestros refuerzos es-pañoles que estaban en avanzada toda lamontaña para cerciorarse de su estado, elenemigo, ya de antemano preparadp y apos-tado, empezó con valor á disputar el paso álos nuestros, y entonces dimos un movimien-to general de avance, con intención de librar-le una batalla. Al ver nuestras fuerzas, nostiró un tremendo cañonazo y mató á un espa-ñol de Estado que se encontraba á la derechade la bandera, y cumplido esto, con prisa hu-yó; le seguimos en orden de batalla hasta lavilla de San Sebastian, donde (retirado á las

montañas) nosotros todos, y los de todas lasnaciones que estábamos allí, reposamos; por-que es un lugar de muy buenas y frescasaguas, y las mejores en toda aquella isla; masen la población no hemos encontrado ni unasola alma viviente. Luego, y en orden de mar-cha, nos fuimos hasta Angra (capital de la is-la), tres millas distante, con todas nuestrasfuerzas. Tuvimos presente que el enemigohubiera podido llegar allí el primero, ocuparel fuerte y reforzarse de nuevo. Durantenuestra marcha] hacía un calor terrible, quedebilitó á mucha gente de los nuestros, sofo-có á varios de sus armadores, y.entre ellos áun noble suabo, Hans Pirminius Stor, mi ín-timo amigo y hermano, que hemos enterradodespués en el convento de Franciscanos deAngra. Al entrar en la ciudad, no encontra-mos en las casas á nadie, ni á los naturalesni á los franceses; todos se refugiaron enparte á las montañas, y en parte á las igle-sias, llevándose consigo lo mejor que poseían.Una señora de alta clase, doña Violante deSelva, que prestó mucho auxilio á D. Anto-nio, se refugió en el convento de Santa Clara,en el que D. Pedro de Toledo la mandó vigilar.

El fuerte de San Sebastian, en la proxi-midad de la ciudad de Angra, hallamos tam-bién abierto y sin un solo hombre de sus de-fensores. La ciudad sufrió inmediatamentenuestro saqueo, y de las prisiones que abrí'mos consiguieron su libertad muchos presosespañoles y portugueses. Nuesta armada seapresuró á entrar también en el puerto, enque catorce carabelas y diez y seis naves algomayores, y entre ellas un galeón inglés, que-se encontraron allí, fueron saqueados; el ge-nerar nos permitió tres dias de saqueo y debotin. Guardando, sin embargo, nuestro ene-migo, otra vez reunido y reforzado, algunosfuertes en el interior, se ordenó después queá nadie sin autorización de la superioridad sepermitiese salir del campQ, construido en-tonces de siete banderas, cinco españolas: ydos alemanas, y de las cuales una constan-temente tenía la guardia del cuartel general..

En esta misma fecha cogieron presos áalgunos monjes por haber tomado parte enla lucha, unos á pié y otros á caballo, segúnun relato de un arcabucero, y los llevaron álas galeras; entre ellos hubo u» predicador,del que se dice lo siguiente:

«Que fue a Francia y pedia socorro á laReyna madre para esta Isla, y que ella pormedio del Duque di Xierto y del Abad de Ga-daria y otros que esfuerzan las cosas de Don

624 REVISTA EUROPEA. 16 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÍTM. 299.

Antonio, embio 1500 franceses con Monsiurde Xatre, caballero de la orden de San Juan,gobernador de Diepa primo hermano del Du-que de Xierto, cuñado del Rey de Francia,losquales llegaron á esta ysla á 22. de Juniodeste año de 1583, y que el intento dellosera, querer apoderarse destas yslas, y refor-zarlas con navios, para impedir el trato ycomercio de las Indias.

»Que assi mismo fue á Inglaterra, y conél Antonio de Vega vezino de Lisboa, y laReynanon quiso darles ninguna ayuda, (so-lamente consintió que pudiessen tomar na-vios, municiones y artillería por sus dine-ros:) aunque les ayudava el Conde d'Este, yel Secretario Zingló, y Ruy López medico ju-dio que fue de Portugal, y que haviendo co-rrido la costa d'Inglaterra hallaron muchosque tenían gana de se reduzir á la fé catho-lica.

»Que Don Antonio estaua en Diepa á los20 de Mayo, y que suele yr á Paris con dosotros criados disfrazado á posar en casadel Abad de Gadaria privado de la Reyna Ma-dre, y que para dar de comer á los que le se-guían, estaba empeñado en las Osterias, ydeuia muchos dineros a algunos mercadores.Y que al presente quedauan con Don Antoniohasta quinze portugueses cuyos nombresson los siguientes:

»1. Don Antonio de Meneses.—2. Juan Co-rrea de Sosa.—3. Tomás Concero de Lisboa.—4. Rodrigo de Santarein.—5. Baltasar Lim-po, Dean de Coymbra.—6. Constantino deBrito.—7. Diego Botello de Lisboa.—8. Ma-nuel Fernandez de Lisboa.—9. Scipion de Fi-gereido del Trancóse—10. Juan Rodríguez deBeja d'Evora.—11. Diego Rodríguez de Setu-val.—12. Gaspar Díaz, canónigo de Evora.—13. Manuel de Brito.—14. Hieronymo de Syl-va.—15. Antonio de Brito Pímentel.»

El 29 de Julio por la tarde, Don Pedro deToledo con 2.000 españoles y el Sr. Carlos deArzt con su bandera y 200 hombres adjun-tos de varias otras, se embarcaron en las ga-leras.

El 30 de Julio se dirigieron las galeras á laIsla Faial, donde entre los habitantes rebel-des habia aún seis banderas francesas.

Los nombres de los capitanes francesesque mandaban son:

• 1. Capitán Cario de Burdeos Gascón, cabode los otros.—2. Capitán Matelin Gascón.—3.Capitán Milet Gascón.—4. Capitán CognetFrancés.—5. Capitán Clos Francés.—6. Ca-pitán Sesefln Francés.

El mismo dia mandó publicar el marquésla orden para que los habitantes y ciudada-nos que huyeron volviesen á sus tareas yocupaciones de antes, y que los soldadosalojados en casas cedieran las habitacionesá todos los que volvieran á sus moradas yquisieran vivir junto con ellos; enseguida seproveyeron y distribuyeron los cuarteles yalojamientos. Luego prohibió la matanza delos animales para que quedaran al favor delos habitantes, y ordenó se pagara cada ca-beza á precio de cuatro ducados (1).

En la misma fecha, viendo los francesesque los portugueses los abandonaban y queno podían contar más con ellos, mandaron almarqués un diputado, Monsiur de León, conun trompeta para entrar en negociaciones,y desde entonces en adelante venían y salíandiariamente á caballo.

El 31 de Julio se publicó que quienquieraque fuese de los nuestros, si entregase áEmmanuel de Sylva, conde de Torres Vedras,teniente general y gobernador de D. Antonio,se le pagarían 5.000 reales y se le concederíaun hábito ó encomienda, sin consideración desu nacionalidad; si fuera un francés ú otroextranjero del partido del enemigo, se le ol-vidaría todo, y ademas recibiría del Rey mis-mo una remuneración y gracia especiales.

El 1.° de Agosto mandó el marqués publi-car un indulto general en el siguiente resu-men: Que todo natural ó habitante de la IslaTercera, sea donde quiera que se encuentre,vuelva á su haber y bienes; porque, si esverdad haber ofendido en varios momentosá S. M. y á su natural señor y sucesor, nosiendo ellos, solos los rebeldes, sino otrasnaciones también que se sublevaron contraél, S. M. tiene á bien, por su natural bondad,perdonar á todos; se comprenderá tambiénen este indulto á los franceses y extranjeroscómplices de los habitantes, si libremente yde buena voluntad abandonan y entregan elfuerte que aún tienen en su poder; se lesperdonará la vida y permitirá marcharse consu haber y bienes que tengan, y se les con-cederá embarcaciones hasta la Francia.

El mismo dia entró en el puerto una navede nuestra armada que quedó atrás.

El 2 de Agosto salió toda la tropa del cam-pamento y se puso en orden de batalla. Porla noche vino á nosotros el maestre de cam-po de los franceses con algunos otros compa-

(1) Se trata aquí, sobre todo, del ganado vacuno, se-gún 8* puede «ntonder «n el teste original.

NÚM. 299. A. RÍOS Y RÍOS.—EL POEMA DEL CID. 625

ñeros suyos; los condujeron luego unos es-pañoles á la ciudad, en que pasaron la nocheó hicieron con el marqués la siguiente capi-tulación:

«Yo (1) el Marques de Santa Cruz, Com-mendator Maior de León, Capitán Gene-ral-de las Galeras de España e desto feliceexercito e Armada di sua Mat, concede áMonsiur de Chatra, e a Monsiur de Scarabac,que en su nombre e déla su infantería fran-cesa a venido con dos Capitanes a trattaril mezo lo siguiente a la costumbre de laguerra antigua. Primero, que se dará bue-na embarcation á los presentes con el di-cho Monsiur de Chatra, con las sus ve-tualias por andar en Franza a la costa deponente, levando con esso ahora hasta lacosta d'España, con que hagano que dexenlas banderas, pífanos e tambores rendendo-les juntas con las armas, arcabuces, mos-quetes, picas, cosseletes, pistoletes, espadase quello que conviene al derecho de la gue-rra, e al general Monsiur de Chaíx-a, e alMaestro de Campo, e a los Capitanes, Mon-siures e otros gentilhombres e personas quesegnalare el dicho general, se darán libre-mente las espadas.

»Que se les dará quartel P. parte del exer-cito de sua Mat. e se pondrán dos corpos deguarda para cada qual para los assecurarin este medio que se embarcano, pues queha de ser tam luego. Avertiendo que de nin-guna manera non embarquen ningún portu-gués, e ningún castellano al embarcar contraje francés ni de otra manera non los hande cobrir ne recetar; pero declarándose queles sera permitido embarcation con los Italia-nos, Ingleses e estrangeros que han servidoen sus banderas que al presente están conel dicho Monsiur de Chatra.

«Estando esto assi, Yo el dicho Marquespromitto, e me obligo de guardar e de com-plirlo in todo y por todo como aquí se con-tiene. E les mando dar la presente fermatadi mia mano e sigilata con el sólito sigilo mió,refrendada del secreto jnfra scritto. E man-do, que las personas que en mi nombre lo handado capitulato, lo deven firmar de sus nom-bres.

»Hecha en la ciudad de Angra en la IslaTercera, á dos de Agosto Anno 1583.

«Don Alvaro di Bagan, Marques etc.—DonFrancisco de Bouadilla.—Hieronimo conde de

(1) Téngase presente el italianismo de este docu-mento.

TOMO XIV.

Lodron.—Don Pedro de Padilla.—Don Lopede Figueroa.—Don Cristóbal d'Erasso.—DonJorge Manriquez.—Bartolomeo d'Aguila.»

«Yo Monsiur de Scara,bac, maestro decampo de los Franceses e los capitanes ysoldados franceses en nombre de Monsiurde Chatra por la commission que del y de lossoldatos tenemos, dezimos que accetamos,y tenemos por bien todo lo capitulado, y nosobligamos de guardarlo e cumplirlo en todoy por todo por nosotros y por el dicho Mon-siur de Chatra y la demás Infantería, y de-zimos que tenemos por bien que de mañanamiércoles a tres d' Agosto, á las dos des-pués del medio dia vendremos á una legua,á costa del exercito, y Tenderemos las dichasvanderas, pífanos, y tambores, arcabuzes,mosquetes, cosseletes, picas, espadas, y otrocualquier genero de ar.nias como dicho es, yporque ansí cumpliremos y guardaremos fer-mamos la presente di nostros nombres. Laqual es hecha en la ciudad d' Angra á dos díasd' Agosto A.° 1583.»

J. LlSKE.Traducción de P. R.

(Continuará.)

EXACTITUD HISTÓRICA Y GEOGRÁFICA

DEL POEMA DEL CID.

(Conclusión.)

Déjase comprender mucho mejor que aundespués de la muerte del Cid se generaliza-se este nombre, inmortalizado en un Poema"vivq^retrato de su vida y época, y al que in-dudablemente alude el cronista de Don Alfon-so el Emperador. Nadie sabe de otro cantotan antiguo en que se use tal nombre. LaCrónica Rimada, que algunos han queridosuponer de igual ó mayor antigüedad, es defines del siglo XIH, y nunca dice Mió Cid, niaun cuando le rinde vasallaje un rey moro,diciendo: «A ti digo el mi Señor», etc. Porconsecuencia, está desvanecida perentoria-mente la teoría de los que suponen compues-to el Poema en 1155, para celebrar el matri-monio de Don Sancho el Deseado con DoñaBlanca, infanta de Navarra; mucho máscuando el único fundamento eí que se apo-yan, el verso que dice «-Hoy los Reyes de Es~paña sus parientes son», podia decirse igual-mente el dia en que se casaron las hijas del

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626 REVISTA EUROPEA.—16 DE NOVIEMBRE DE 1879. 299.

Cid con los infantes herederos de Aragón yNavarra, pues ya era él pariente por su mu-jer doña Ximena del Rey de León y Castilla,y aún no existia el reino de Portugal.

Más verosímil parece que el Poema, com-puesto principalmente a raíz de los sucesosque celebra, como todos los poemas seme-jantes, verdaderas nuevas ó noticias de he-chos heroicos (1), por no decir historias,fuera retocado para las fiestas de la corona-ción de Don Alfonso Vil como emperador,en 1135, honrando al mismo tiempo á un nie-to del Cid, al Rey de Navarra Don García Ra-mírez, que acababa de restaurar su trono enel año anterior, y concurrió á la coronacióncomo feudatario; porque hay otro verso,también muy notado, y evidentemente pega-dizo, que al mencionar los condes Don Enri-que y Don Ramón, dice del último: «.Aquestefue padre del buen Emperador».

Es de notar, ademas, que á Don Alfon-so VII se le llamaba Emperador, lo mismoque á su abuelo, sin haberse coronado comotal, y desde poco después que murió su ma-dre la Reina Doña Urraca, dándosele tal títu-lo hasta en documentos oficiales. (Véase laHistoria Compostelana.) Y repito que esteverso y otros retoques debieron hacerse paralas fiestas de la coronación, ó durante todo elaño antecedente, cuando el nieto del Cid res-tauraba el reino de Navarra, y las armas deDon Alfonso VII amparaban á Zaragoza ytodo Aragón, puesto á pique de perderse conla derrota y muerte de Don Alfonso el Bata-llador. Por lo demás, el fondo del Poema creoñrmemente que se iba componiendo según elCid iba obrando. Retocar la obra muchos añosdespués, ¿á quién no le sucede, entre cuantostenemos la desgracia de escribir para el pú-blico? Toda la nai-racion demuestra de milmaneras un testigo presencial, todavía con-movido de lo que viera y oyera. Por ejemplo-,acabando de referir el casamiento de los in-fantes de Carrion, dice:

«Plega á Santa María ó al Padre SantoQue's pague deste casamiento Mió Cid el que

(lo ovo en algo.»Otras veces se dirige á un auditorio, tam-

bién contemporáneo, diciendole, v. gr.:•

«Fuerzas de Marruecos Valencia vienen cer-car.

(1) «Da grandes nuevas Bon los infatíles de Carrion>,(y. 2082) «Poco precio las nuevas de los de Carrion»,(2684).

Cincuenta mil tiendas fincadas há de los cab-(dales,

Aqueste era el Rey Bucar, st l'ouistes contar.»Ó bien, refiriendo una batalla, en que sin

duda tomara buena parte, exclama:«Veriedes tantas lanzas premer ó alzarTanta adágara foradar ó pasar», etc.

' Pero ¿era costumbre, preguntará alguno,que los poetas fueran entonces guerreros, óanduvieran al menos en la guerra? Sobre estocitaré también testimonio contemporáneo, yfrancés con mezcla de inglés, para que secrea mejor:

«.Taille-fert, que moult bien ehantaitSur un eheval qui tot allaitDevan le Due allait ehantantDe Charle maigne et de RollandEt d'Olivier et des vasauxQui moururent á Roneevaux» (1).

Y este Taja-hierro, que tan bien combatíacomo cantaba delante del duque de Norman-dia Guillermo el Bastardo, cuando ganó enun solo dia la corona de Inglaterra (batallade Hastings, 1066), casi al mismo tiempo queel Cid ganaba á su señor Don Sancho las deGalicia y León, ¿qué cantaba? Las hazañasde Roncesvalles, las mismas que recordabael cantar latino de la conquista de Almería,comparándolas con las de Alvar Fañez:

aTempore Roldani, si tertius Alvarus essetPost Oliverum, fateor sine crimine rerumSubjuga Franeorurn fuerat gens AgarenorumNee soeií chari jaeuissent morte perempti.»

Por cierto que diciendo nosotros hoy mis-mo Roldan, como Roldani el que lo latinizóen el siglo xn, mientras el poeta anglo-nor-mando, Wase, dijo Rolland, según dicen tam-bién los franceses'hoy dia, se nos quiere ha-cer creer por ellos y por sus traductoresque antes cantó lo de Roncesvalles la musafrancesa que la española, antes los venci-dos que los vencedores. Y todo ¿por qué?Porque, corteses como el Cid y Alfonso elBravo, que á cualquiera decian era mejorque ellos, cantábamos las proezas de los quesucumbieron bajo los dardos vascones:

Que tanto el vencedor es más honrado,Cuanto el vencido más fuere alabado.

Verdad es que no tenemos cantos contem-poráneos de la de Roncesvalles, como de mu-

(1) «Román de Rou«, por Roberto Wase.

NÚM. 299. A. RÍOS Y RÍOS.—El, POEMA DEL CID. 627

chas batallas del Cid; pero los romances mo-dernizados' de éste, conformes en sustanciacon el Poema, demuestran que igualmentepudimos y debimos tener sobre la derrota deCarlo-Magno composiciones primitivas ycon-temporáneas, tipo de las que aún repiten lasmozas de algún rincón de la Montaña, dandovueltas al huso:

Mala la hubisteis, franceses,La entrada de Ronces-Valles, etc.

Y siendo ésta la costumbre anterior y coe-tánea del Cid; constando hasta por un autorárabe, su contemporáneo (1), que gustabade que se le leyeran las hazañas de los hé-roes moros, ¿puede dudarse que se le refe-rían y cantaban las de guerreros cristianos,y que donde quiera, á no ser delante de él, secelebraban las suyas?

Lo que me costará poco reconocer es que,entonces y siempre, los franceses han sabi-do muy bien decir lo que nosotros nos curá-bamos más de bien obrar. Y lo que mi since-ridad no puede ni omitir siquiera, al mis-mo tiempo que tomo lo que nos pertenece ydeseo ser convencido de lo contrario á loque afirmo, es que, según dijo Víctor Hugoá cierto literato español, si es nuestro elAquiles, el Hornero es francés. Víctor Hugolo decia por El Cid de Corneille, que al cabono hizo sino imitar ó mejorar las Mocedadesdel Cid, de Guillen de Castro. Mejor se pudie-ra decir por el Poema, del que no conocemostipo ni ensayo castellano anterior, y eviden-temente fue compuesto por un francés, aun-que naturalizado en Castilla, y probablemen-te de los que vinieran en la comitiva de DonRamón de Borgoña.

Infinitas son las pruebas, de lenguaje es-pecialmente, que no pueden atribuirse al soloroce de varias nacionalidades en la mesnadadel Cid, como los pocos vocablos árabes queen el Poema se notan (2). Sobre todo, el re-

(1) Ibn Bassam, citado por Dozy, «Recherches», etc.,pag. 554, 1.* edición.

(2) Repito que quisiera ser convencido de lo contra-rio y de que todo fue efecto de estar en vías de forma.-cion el idioma castellano, tomando más de Francia, comotomó entonces, la liturgia, la letra, los monjes de Qle-ny, ete. En tal caso, pudiera ser el autor del Poema aquelFetos Muñoz, sobrino del Cid, que no obstante se nom-bra modestamente el último en la enumeración de, susmás preciados compañeros, y que socorrió á sus prjimasen el robledal de Corpes, dándoles agua en su sombrero«nuevo y fresco que de Valencia le sacó». Así se expli-caría también la preferencia que en el Peema se notapor todo lo relativo & las hijas del Cid.

currir á la lengua ó pronunciación francesapara formar el asonante, cuando no 1© halla-ba fácilmente en castellano, y el calor de laidea ó sentimiento le arrastraban, sin per-mitirle detención ni ripio, muestra que el au-tor aprendió á hablar en aquel idioma. Porejemplo, los versos atrás empezados, en quese describe la batalla sobre Alcocer, acaso,la primera en que el poeta se halló, conti-núan así:«Tanta loriga falsa desmancharTantos pendones blancos salir bermejos en

(sangre (sang)Tantos buenos caballos sin sus dueños andarLos moros laman Mafomat, los cristianos

(Sanet Yague».

Repárense también estos otros modis-mos, que ni siquiera se pueden atribuir áerror de copia:

Una ninna de nue/annos á oio se paraba...Esta noche yagamos ó vaimosnos al matino...Con vuestro consejo bastir quiero dos arcas...

Quedas sed mesnadas, aqui en este logar«Non desranche (derange) ninguno fata que

(yo lo mande.udo epM«Aquel Pero Bermuez non lo pudo endurar...

«Varones de Santisteban a guisa de muy(pros (preux)...

«Por lo que yo oviere á/er por mi non man-(cqrá...

»Si yo non bujás (bougeasse) el moro te juga-(rá mal.

«Passé por ti, con el moro me off (nove) de(aiuntar

»De los primeros eolpes off le de arrancar.

El copiante Per Abbat dio la ortografíade Castilla y de su tiempo á otros muchosasonantes que solamente lo son en francés,ó con su pronunciación, como el de sangatrás "tStado. He aquí otros:

«Un suenno priso dulce, tan bien se adurmióEl Ángel Gabriel á el vino en suenno (songe)'En Valencie sedie Mió Cid con todos sus va-

sallos (vasaux)Con el amo sus yernos los infantes de Ca-

(rrion.»Sigue largamente este asonante, y como

en otras partes le hace con vasallos, claro esque usó el sinónimo francés como recursopoético.

«Aqui está con Mió Cid el Obispo D. Ihero-(nimo (Gerome)

El bueno de Alvar Fañez, el caballero lidia-(dor.»

En otros versos, y casi siempre que nom-bra al obispo D. Jerónimo, es con la pronun-ciación francesa Geróm,

628 REVISTA EUROPEA;—16 DE NOVIEMBRE DE 187&. NÚM. 299.

Pero diráse tal vez: ¿cómo siendo francésel autor, se muestra tan admirablementeexacto en la topografía y costumbres caste-llanas? Ese mismo es mi mayor argumentopara afirmar que iba cantando lo que veia,imitando y habiéndose adiestrado en otroscantos anteriores, comoTaja-hierro, el poetay compañero de Guillermo el Conquistador.

Aún se me ha figurado ver al cantor delCid en aquella comitiva que escogió éstecuando fue á reptar á los infantes de Ca-rrion, diciendo:«Conmigo irá MAL-ANDA, que es bien sabidor.»

Si el mote es apropiado, díganlo cuantospoetas anden bien, y callen los demás, queya sabemos cómo andan. En cuanto á sabi-dor, creo lo era, no sólo de la teología quedemuestra la oración de Doña Ximena, pro-pia de algún aprendiz de clérigo que ahorca-se los libros, sino hasta de un poco de toa-leta (como todos los franceses) para ayudaral Cid en la que tan minuciosa y exactamen-te describe, que me dan ganas de auxiliar-les, para que un pintor pueda hacer con todapropiedad el retrato del héroe.

«Calzas de buen paño en sus camas (jam-(bes) metió (1)

Sobrellas unos zapatos que .̂ grant huebra(son,

Vistió camisa de ranzal (2), tan blanca como(el sol,

Con oro ó con plata todas las presas son (3)Al puño bien están, cá él se lo mandó (4)Sobrella un brial primo de ciclaton (5);Obrado es con oro parecen puro sonSobresto una piel bermeia (6), las bandas d'

(oro son (7)Siempre la viste Mió Cid el Campeador.

Una cofia sobre los pelos, de un. escarinde pro,

Con oro es obrada, fecha por razón

(1) De lienzo laa gastaban no hace cien aBo3 lasmontañesas, y aún creo que las gastan las que van á es-padar lino de pueblo en pueblo, expuestas a tener tam-bién aventuras de vida andante,

(2) Lienzo fino, que por adornarse con randas, se de-ña < ranzal».

(8) Como los botones que usan todavía los charrosde tierra de Salamanca.

(4) Sin duda para poder jugarle libremente, si llega-ba el caso.

(5) Vestidura interior de punto, entretejido & vecesde oro y plata. Creo se nombraba solamente en plural,pronunciado «ciclatons».

(6) Morisca, probablemente, come se la pidió el judíoRaquel, es decir, de «tafilete» 6 «cordobán».

(*) Es decir, el cinturon abierto por delante, parallevar suelta 6 ceñida esta vestidura, como los gabanesque aún se usan en Valderredible.

Que no le contalasen los pelos al buen Cid elCampeador (1).

La barba habia luenga ó prísola con el cordónPor tal lo face esto que recabdar quiere todo

(lo (só) suyo» (2).De suso cubrió un manto, que es de gran

(valor,En él habrían que ver cuantos que y son.»

Si yo no estoy ciego, aquí se ve un testigopresencial, cuanto puede verse en un escrito •

Algo viejo sería cuando dio la última manoá su Poema, compuesto la mayor parte comoel de Ercilla: «La pluma ora en la mano, orala lanza». "Pero no más viejo que otros auto-res, pues suponiéndole de veinte á treintaaños en el de 1090, cuando se alistara en lamesnada del Cid tendría en 1135 de sesenta ásetenta; edad acaso la más apropósito paraescribir cosas pasadas, con todo el seso queda la experiencia de la vida, y sin perder elcalor de la j uventud; porque, como dice un au-tor tan sencillo y animado como el del Poema,bien que por otro estilo, más conocido del se-ñor Pidal:

«Aunque los vieios somos enfadosos,Si nos dejan falar, remozicamos.»

Dígalo si no Cervantes, que, con la Extre-ma-Uncion, todavía tenía humor para recor-dar coplas viejas. ¡Cuanto más un poeta comoel del Cid para revisar las suyasl

Ante estas evidencias morales, confirma-das por la posibilidad de lo que se ignora,poco valen argumentos tan fútiles como elque hace Dozy sobre los cascabeles que lle-vaban los caballos de Alvar Fañez, diciendo,con referencia á Wolf, que se gastaban en elsiglo xni. También se gastan ahora por loscaleseros, y tan difícil será probar que no segastaron ánte,s del siglo xni y aun antes deAlvar Fañez, como fácil juzga el Sr. Dozyprobar la afirmativa. Pero en fin, si estos ar-gumentos valen algo, y yo hallo otro datosemejante sobre lo que se tacha de monoshistórico en el Poema, y lo hallo en documen-to auténtico, enteramente coetáneo y aun po-cos años anterior, ¿qué se me dirá?

(1) Como la loriga, 6 camisón de malla, tenía unacapucha («almófar»), que se echaba sobre la cabeza yencima el «capiello» de hierro, al combatir, todo estoexigfia que la cabeza tuviese debajo alguna mullida y re-cogido el pelo, para que con los golpes no se descompu-siera y «contallase», 6 molestase, al combatiente.

(2;) Y podría estorbarle también la barba suelta, ti sellevase alguna cuestión al terreno de lo» hecho».

NÚM. 299. A. RÍOS V RÍOS.— EL POEMA DEL CID.

Pues bien: cuando el Rey Don Alfonsopide las hijas del Cid para los infantes deCarrion, empieza así:

«Oidme las eseuellas, Cuendes é infanzones.»

Y cuando combaten los infantes con loscampeones de aquellas inocentes niñas mal-tratadas,

« Ferran Gozalez connugo á Tizón,Antes que el colpe esperase, dixo: venzudo só.

Assur González, ya herido por MunioGustioz, iba á ser rematado, cuando«Dixo Gonzalo Asurez: no l'ñrgades por Dios

Venzudo es el campo cuando esto se acabó.»

Puedo asegurar que no atinaba la signifi-cación de eseuellas, ni habia visto la palabravenzudo, hasta que encontró una y otra endocumento del mismo Rey Don Alfonso, delaño 1091, y precisamente relativo á combatesjudiciales semejantes, que es bien sabido seusaron en aquella época, hasta para decidirsi se habia de conservar la liturgia mozára-be ó introducir la romana. Dice así:

non ftrmet nullus judceus super nullumchristianurn, super nulla causa; sed si fueritexquisitum per certa exquisitione de illos tna-jores de illa térra aut de ipsis mellioribus deSCHOLA Regís, vel de Legionensi Episcopo, autde Astoricensi, sive de illo Abbati Sancti Fa-eundi, aut per bastonarios eguales.. si fueritsuus bastonarios de illo judceo VENZUTUS. .. SÍautem ipse christianus aut bastonarius illiusfuerit VENZUTUS... etc., etc. (Charta ínter chris-tianos etjudeos. ESPAÑA SAGRADA, XXXV, pá-gina 411.)

Adviértase que todos estos modismos sereflren á una misma tierra, esto es, la deLeón y Carrion; porque si de tierras máslejanas y diversas de España se tratase, ¿quévalor se podría dar á tales indicios, cuandohoy mismo usamos en la Montaña de Casti-lla el ¡ya! ó ¡ha! que tanto se usa en el Poe-ma, como exclamación pidiendo atención, yno lo han comprendido el poseedor ni el edi-tor del códice? (2). Poco caso haremos de cas-

(1) Este grito, arrancado del corazón de un padre dé-bil, muestra al que lo fue de Asur «Gonsaleí», como delos otros dos mimados infantes de Carrion,

(2) Esta interjección no viene del «jam» latino, sinodel «gá« («réspice») scandinavo; así como el <cá», queaún se usa generalmente. De aquella acepción usó toda-vía Cervantes cuando el señor <Monipodio» quiere hacerlas paces entre el «Repolido» y su jembra, interpelándo-la: «¡Ah! Juliana, ¡ah! Cariharta!», etc.

cábeles, ó lutos negros y blancos, sobre quediscurren largamente algunos críticos, cuan-do aun hoy, en Vizcaya, usan como signo de.autoridad algunos alcaldes un chuzo ó vena-blo semejante al que tiene por cetro DonSancho el Mayor en la miniatura del códiceAlbeldense ó Vigilano, donde se intentó re-tratarle por haberse concluido esta obra ensu reinado. Y en esta Montaña se usan toda-vía, no sólo lutos, sino lamentaciones fúne-bres á la manera griega, como las halló Stra-bon hace mil setecientos años.

Otro argumento hecho por envidiosos dela antigüedad del Poema, contra su exacti-tud histórica, es que da el nombre de Sanchoal abad de Cárdena, y dicen que lo era enton-ces San Sisebuto. Pero en Berganza, quetrató especialmente del monasterio de Cár-dena y de todos sus abades, se puede ver quesimultáneamente con San Sisebuto, antesabad único, hubo otro llamado Sebastian; ydespués volvió á quedar solo San Sisebuto,muriendo en 1086, cuando la salida del Cid re-ferida en el Poema es del año 1090. Por otraparte, según escrituras que publica Bergan-za mismo, sólo en este año hubo dos abades:uno el xvi de las kalendas de Marzo, llamadoPedro, y otro el v de las de Mayo, llamadoDiego. ¿Quién puede asegurar que no hubie-se otro llamado Sancho, por Julio? Berganzasólo en dichas escrituras se funda para creerqueá Pedro sucedió Diego; y por otra de1098, en que figura García, se persuadió queéste sucedió á Diego. Mas yo quiero suponerque, así en el nombre del abad como en el delas hijas del Cid, María y Cristina, ó Elvira»que necesitaba repetir muchas veces el poe-ta, ¡3$ permitió variarles de modo que vinie-sen mejor á los asonantes que más frecuen-temente usaba.

Fuera de estas licencias ó necesidadespoéticas de un idioma que estaba formándo-se, ¡cuan clara aparece la minuciosa exac-titud topográfica y de costumbres, la escenay los actores! Permítaseme en esto algunaextensión, porque nos parece caminar, ha-blar y combatir con ellos, á cuantos conoce-mos las localidades y la historia íntima deaquella tierra.

Salen de Vivar, y voló á la diestra unaave de las que todavía se ven á la entrada delos pueblos castellanos; augurio favorable ála expedición. Voló á la izquierda al entraren Burgos; presagio de mala estancia. Noera esto mera preocupación, cuando aun hoytenemos pastores y labradores que por el

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vuelo y canto d© las aves pronostican, el bue- jno y mal tiempo, con tanta seguridad comoel barómetro. Y siendo esto lo más impor-íante cuando se vivia principalmente de laganadería, trashumando mucha parte deella, según los temporales, aun dentro decada provincia ó comarca, nada más naturalque, de una experiencia positiva, deducirotras consecuencias análogas, y exagerarlasel interés ó el deseo. Como quiera que fuese,el hecho histórico, ya notado por autores ro-manos, es que los antiguos eran muy prácti-cos en augurios.

Entran en Burgos y no hallan quien les deposada, ni aun en la acostumbrada del Cid,porque el Rey lo habia prohibido, así comoel venderles las cosas más necesarias. Erala fórmula del destierro, según el FueroViejo de Castilla, vedar los mercados. Eratambién deber de los vasallos servir á suseñor á todo trance, y así le sirvió al CidMartin Antolinez, «el mió vasallo de pro», co-mo en el Poema le llama; no su sobrino, comosupusieron después comentadores interesa-dos por tales ó cuales familias.

Habia acampado el Cid en la glera (1) delArlanzon, es decir, en el pedregal ó cascajerade sus orillas, junto al mismo Burgos; no enArlanzon, pueblo tres leguas distante, comosupone el Sr. Janer en sus notas, sin repa-rar que así hubieran sido imposibles las idasy venidas de Antolinez y los judíos que des-pués se refieren con admirable exactitud dedetalles no estudiados. Por ejemplo: «Pasópor Burgos, al castillo entraba», porque efec-tivamente la Judería estaba al pió del castillo,y para ir á ella, desde la orilla del Arlanzon,habia que pasar por la ciudad. Y al volvercon los judíos, para entregarles las famosasarcas, entrada ya la noche, «Non viene á lapuent'eápor el agua há pasado.—Que ge lo nonventasen de Burgos, home nado.»

Aquí dio otro traspié la crítica del Sr. Ja-ner, suponiendo que Dentasen, como escribióel Sr. Sánchez, era ventanssen, así como ven-tanasen ó atisbaran desde las ventanas. Pocoantes, cuando se dice de las arcas que seriantentadas, si no se tomasen precauciones, diceque ventadas es lo mismo que vendidas. Maslos que aún usamos en la caza el verbo ven-tear, y decimos de un perro que tiene buenosvientos, como nuestros fueros antiguos llama

(1) Lera decimos aún en la Montaña estos pedregalesde la orilla de los ríos, y la voz primitiva debió ser•agualera», de donde «eglera» y «glera». que le hallanen diversos documentos.

ban ventores á los sabuesos , al momentocomprendemos la significación literal de olor,y la alegórica de sospeehar, el negocio quetan diestramente llevó á cabo Antolinez, va-liéndose de la misma codicia y precaucionescaracterísticas de los judíos.

Otra palabra se halla en el Poema por na-die explicada, y ciertamente dudosa. DiceMartin Antolinez sobre lo que habia hecho,apesar de la prohibición regia, que daria ins-trucciones á su mujer y familia, y

«Si el Rey me lo quiere tomar, á mi non(minehal;

Antes seré con vusco que el sol quiera rayar.»

También Pero Bermudez, cuando el Cid leencarga cuidar en una batalla de los infantesde Carrion, dice:

«Curíelos qui quier, cá dellos poco mincal,Yo con los mios ferir quiero delant.»

Solamente otro modismo, usual de estepaís nos servirá de guía para hallar la ex-plicación: «Ni me da calor ni frío», se dicede una persona ó acto indiferente; y así,m' ineál, sería entonces la modificación' ópronunciación castellana de me incalet.

Llegaron los expedicionarios á Cárdenaaquella misma noche, antes de amanecer, yotros comentadores han notado la naturali-dad y ternura de la entrevista ó despedidadel Cid, su mujer ó hijas; yo sólo notaré loque ayude á desvanecer las dudas sobre lacertidumbre de cuanto el Poema refiere:

«A las sus fijas en brazos las prendía,Lególas al corazón cá mucho las quería.»

¿Puede hacerse esto con muchachas casa-deras de allí á cuatro ó cinco años? No, cier-tamente. Pero sí con niñas de dos ó tres, quetendrían entonces. Y, por consecuencia, deocho á diez mandó se desposaran con los in-fantes de Carrion; poco más, cuando hicieronotro tanto con los infantes de Aragón y Na-varra, y apenas 17 ó 18 cuando la mayortuvo sucesión de su tercer matrimonio con elconde de Barcelona. La esperanza del mag-nífico dote de Valencia hacía todos estos mi-lagros; y acaso por este último matrimoniose creyó Don Jaime con derecho para recon-quistarla. Por lo menos el Cid ya tendría al-gunos datos sobre este punto, cuando al notkciarle el abandono y felonía de los infantes,dice:

NÚM. 299. A. RÍOS Y RÍOS.—EL POEMA DEL CID. «31

«Por aquesta barba, que nadi non mesó,Non la lograrán los infantes de Carrion,Que á mis fijas bien las casaré yo.»

El poeta que tan naturalmente describe loque vio y oyó, y sigue refiriendo la salida deCárdena y viaje del Cid, hasta dejar á Casti-lla, con la escrupulosa exactitud de un cro-nista de nuestra época, en los viajes regios;sin que, por casualidad siquiera, incurra enun error topográfico, según sería propio deuna obra escrita por otro que no fuera con-temporáneo y acompañante del protagonista.La primera noche fueron á dormir á Espinarde Can, donde se les juntaron muchas gen-tes. El dia siguiente continuó la marcha, y,como si lo viéramos, nos pinta el poeta todoel país que iba atravesando: á la izquierda,San Esteban de Gormaz, á la derecha Aillon,todavía dominada de moros, al frente Alcu-billa, límite de Castilla á la sazón. Atravesa-ron la calzada de Quinea, mal copiado pro-bablemente de Clunia, cuya vía militar áUxama y Augustóbriga debieron cruzar an-tes de pasar el Duero «sobre navas de palos»,es decir, al lado de arriba del moderno NavalPalos. ¿Por qué así, ó por qué nos lo dice elautor, importando poco al asunto que fuerapor arriba ó por abajo? Porque refiere conla naturalidad que las cosas pasaron, y pa-saron los emigrantes por más arriba de Na-va-Palos, porque, como ya he notado atrás,allí desemboca el Ucero, y no es tan fácilvadear el Duero después de la unión deambos.

Aquella noche soñó el Cid que todas lascosas le salían bien, probablemente porquebien las fuó rumiando por el dia, como lossucesos muestran. En efecto, el último diadel plazo para salir de Castilla dispuso atra-vesar de noche la Sierra de Miedes, fronteradel reino moro de Toledo, ya dependiente ótributario del rey Alfonso. Se mantuvo al diasiguiente en despoblado, y antes de anoche-cer volvió á cabalgar para ponerse en acechode Castejon de Henares. Así, al otro dia, nosólo pudo sorprender este castillo, sino talará mansalva todo el valle de Henares hastaAlcalá, porque ni atalaya, ni humareda, pudoavisar la entrada álos desprevenidos moros.

La minuciosidad con que en el Poema serefiere esta algarada, no obstante su pocaimportancia relativa, consiste, á mi enten-der, en que fue la primera donde se halla-ra el autor, y le dejó recuerdos indelebles.«iDios, que fermoso apuntaba!» dice de la

salida del sol: hermosa para todos, y máspara los que pasan la noche al sereno porprimera vez. Lo que habló el Cid, lo que pro-puso Alvar Fañez, lo que se hizo, lo que seganó, la manera de que fue partido «porcarta», es decir, por lista y tasando el valorde cada cosa, para sacar el quinto del jefey demás porciones, hasta la cuota que tocó ácada jinete y cada peón, todo se refiere y estáconforme á las costumbres de la época. El Cidno sabía qué hacer del quinto que le corres-pondía (y que aún pagaban al Rey cuatro-cientos años después los compañeros de Cor-tés y. Pizarro). Le cedió, pues, á los mismosmoros saqueados, por lo que quisieron daren dinero, y abandonó á Castejon; porque sibien era defendible («retenedor»), no habríaen él agua, y habría en. los alrededores mo-ros de paz con el Rey Don Alfonso, como es-taba escrito en carta (1); por lo que procura-ría defenderlos, y el Cid no quería lidiar consu señor. ¿Quién refirió al autor, si viviódos siglos después, como algunos quieren,ó por qué arte adivinó, en aquellos igno-rantes tiempos, cosas que sólo constaban enel fuero de los castellanos de Toledo y en lascapitulaciones de aquella ciudad, cuyos do-cumentos nadie nos dice haber visto origi-nales? ¿Quién le enteró de que Alfonso el Bra-vo fue tan fiel guardador de aquellas capitu-laciones, que aun la reina, su mujer, y el ar-zobispo hubieron de temer su enojo por ha-berlas quebrantado? La notoriedad de loshechos más célebres de la época en que elpoeta vivía, y la ciencia propia de aquellosen que él mismo tomaba parte.

No está menos detallado el sitio activo ypasito, así como la salida victoriosa del cas-tillo de Alcocer, que el buen Janer puso en laAlcarria, como ahora el Diccionario de Ma-doz, bien que clara y minuciosamente hagaver el Poema que pasó todo á orillas del Ja-Ion, bien que sea muy común la denominaciónárabe de Al-kazar, ó castillo, y no sea difícilfijar aproximadamente el sitio á los prácti-cos en la comarca, que estudien aquellos de-talles. Aun cualquiera comprenderá, sin es-tudiarlas mucho, las palabras y acciones delCid, del arriscado Pero Bermudez, del impla-cable Alvar Fañez, y del autor mismo que

(1) El fuero de Toledo, que todavía uno* treintaaños depues confirmaba Don Alfonso el Kmperador, ju-rándole y confirmándole, en caracteres arates, lo» prin-cipales moros de Madrid. Talavera y dtros ptUbld» priti-palea de aquel r«ino.

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nos hace sentir y palpitar con él. Por ejemplo:cuando Alvar Fañez queda á pió, y no obs-tante sigue combatiendo, el Cid derriba uncaudillo moro (Wazir), bien montado, y dice:«Cabalgad, Minaya, vos sodes el mió diestrobrazo». Y después de vencidos y ahuyentadoslos enemigos, ¡qué bien se nos pinta al Cidrecogiendo su gentel la cofia fruncida (de losgolpes que recibiera sobre el capiello de fie-rro), el almófar acuestas, es decir, caido so-bre los hombros el capuchón de la loriga, quepara combatir se ponia sobre la cabeza, y laespada todavía en la mano. ¡Dios como esbien barbado! exclama el poeta, cual si aún leviese, y para acabarnos de mostrar que lidióá su lado, concluye diciendo:

«Grado á Dios que está en lo alto,Cuando tal batalla habernos arrancado.»

Pues .sobre el repartimiento de los despo-jos, á nadie que no estuviera presente se leocurriría que el Cid entregase á Minaya unauesa, es decir, una bota ó polaina de piel cru-da, llena de oro y plata, para cumplir ante.todo la promesa de mil misas que habia he-cho a Santa María de Burgos (1), dando loque restase á Doña Ximena y sus hijas. Ade-mas, de los cien caballos que le tocaron en suquinto, envió al Rey treinta, yrepartió el res-to del despojo á los soldados, peones y jinetes,quedando todos contentos, y mucho máscuando después les repartió los tres mil mar-cos en que cedió el castillo de Alcocer. El poe-ta, como participante del gaudeamus, nuncalo acababa de celebrar:

A caballeros é peones fechos los há ricos,En todos los sos non fallariades un mes-

equino.iQui á buen Sennor sirve siempre vive en• (deliciol

Hé aquí la expresión de un corazón agra-decido, que explica de lo que fueron capacestales hombres, y tan bien acaudillados; asícomo las infinitas veces que se dirige á losoyentes ó lectores, diciendo veriedes (si estu-vierais allí como yo), demuestran que, comoya dijo el primer editor D. Tomás Sánchez,acaso sin dar á sus palabras el alcance que

(1) Si alguno dudase de tal hecho, que no era sinomuy acostumbrado, Florez en su «España Sagrada» noscita una escritura de veinte, 6 pocos mas anos después,donde ae dice de la misma iglesia: «quam omnes Can-tabri relut matrem honorare solent».—(Esra. de 1121,por la coudei» Don» Andsrquina.)

tienen,. «todo es histórico, todo sencillez y na-turalidad».

Abandonada la comarca de Alcocer, porestéril, sentó el Cid sus reales en el Poyo deMonreal (de Ariza), y no sólo se le describe ávista de pájaro, desde su gran altura, con laexactitud del marino que marcase las en-filaciones de un puerto entre Daroca y Moli-na, teniendo delante á Teruel y bajo la manoá Alcalá de la Selva, sino que juntando losrecuerdos personales y la celebridad que des-pués tuvo aquel sitio, dice el poeta:

«Mientra que sea el pueblo de moros ó de la(yente cristiana,

El Poyo de Mió Cid, así l'dirán por carta.»

Esto prueba, junto con la gran populari-dad del héroe y la del Poema, que el autor lasllegó á conocer ambas, porque ya he dichoque al Poema se refiere indudablemente elcantar latino de la conquista de Almería en1147, cuando asegura que á Rodrigo de Vivarse le llamaba siempre Mío Cid, y se contaba .que nunca fue vencido, precisamente lo mis-mo que dicen de el los escritos árabes con-temporáneos citados por Dozy. El que másdice en contra supone que reventó de coraje,por haber sido derrotado su alter ego Minaya.Reminiscencia ó revancha de lo que se dijerade Almanzor.

Otra vez, y ciento que se quisieran, volve-ré á notarla cualidad de itinerario exactísimoen el Poema cuando refiere las correrías quedieron lugar á la derrota y prisión del condede Barcelona, ápice y fin del primer canto.El Cid se habia mudado al puerto de Almant,es decir, al extremo Oeste de la sierra de Es-padan, por donde ahora pasa la carretera deTeruel á Valencia, puesto que desde allí sedice, al principio del segundo canto, que setornó hacia Oriente y el mar, conquistandoá Jórica, Onda, Almenara, Burriana y Mur-viedro. Pero la antedicha algarada, que llegóhasta los moros protegidos ó tributarios delconde de Barcelona, se dirigió hacia Huescay Montalban, durando diez dias. Junta elconde sus gentes cristianas y moras y correen pos del Cid, «tres dias y dos noches», queno monos era necesario para ir hasta el pi-nar de Tebar, en la provincia de Cuenca,donde le alcanzó y le envió un mensaje queel autor de la Crónica latina publica íntegro,con todas las señales de auténtico, así comola respuesta del Cid. Pero el autor del Poe-ma, tan minucioso en lo que decia ó hacía el

NÚM. 299. A. PALACIO VALDÉS.—POEtAS CONTEMPORÁNEOS. 633

Cid, cuando lo presenciaba, sólo refiere deestos mensajes lo que se dejaba correr entrela mesnada; y, sin embargo, confirma inci-dentalmente ser ya la segunda vez que secombatían, y hace conocer la vista de águilay sagaz estrategia de Rodrigo:

—«Dígades al conde, non lo tenga á mal»«De lo só non lievo nada: dexem'ir en paz»—Respuso el Conde:—«Eso non será verdad.Lo de antes é de agora todo m' lo pecharáSabrá el salido (1) á quien vino desondrar.»

Tornos' el mandadero cuanto pudo más,Essora lo conosce Mió Cid el -de VivarQue á menos de batalla no s' pueden d'end'

(quitar» (2)*.—¡Ya! caballeros: apart, faced la gananciaApriesa vos guarnid ó meted os en las armas.

«Ellos vienen cuesta yuso, é todos traen cal-(zas,

E las siellas cocerás, ó las cinchas amoiadas(3)

Nos cabalgaremos siellas gallegas, é huesas(sobre calzas;

Ciento caballeros debemos vencer aquellas(mesnadas;

Antes que ellos leguen al lanno (4) presente-írnosles las lanzas,

Por uno que firgades tres sillas irán vacías.»

Efectivamente: aunque la Crónica latinadice acometió con tal ímpetu el Cid que cayócon el caballo y se hirió, ya habia enseñadoel camino de la victoria; y aunque el Poemano diga como otras veces lo que su héroehizo, sino «maridóles ferir»:

«Ésto hacen los sos de voluntad, de grado,Los pendones ó las lanzas tan bien los van: ; (empleando,

(1) El emigrado, el exido de Castilla, como máa lati-namente se dice atrás. Aquí parece dársele el sentido in-jutioso de foragido, («fora-exido>) que más adelante lle-gó á ser sinónimo de bandolero.

(2) Hé aquí la pronunciación que demuestra cómoiban abreviando y simplificando los castellanos viejos laspalabrae latinas «non se poterunt deinde-, etc.

(8) Es decir, flojas, siendo de correa y habiéndosemojado con el sudor de los caballos; y las sillas echadasatrás, para cabalgar más cómodamente, yendo haciaabajo (ouesta-yuso). Son casi los mismos defectos que enel sabido romance reprende Arias Gonzalo á su hijo:

«El s«r flojo en el caballo.Que cuando héis de cabalgarCabalgáis trasero y largo>, etc.

(4) Y apretaran las einckas, poniéndose en orden.TOMO XIV.

A los unos flriendo, á los otros derrocando.Vencido há esta batalla el que en buen hora

(nasco;Al conde D. Remon á prisión le han tomado.»

Y tal coraje tomó de este segundo venci-miento, que primero quiso dejarse morir dehambre, y después, vencido también por lagenerosidad del Cid, marchó libre y sin res-cate a, su tierra, pasando muy pronto á laTierra Santa, donde no tardó en morir, talvez de vergüenza, tal vez de remordimientos.

En otro artículo, si el tiempo me fueremonos avaro, confirmaré el tema de estasintermitentes y precipitadas observaciones,ampliándolas á los otros dos cantos que elPoema del Cid comprende.

ÁNGEL DE LOS RÍOS Y RÍOS.

Caldas de Besaya, Agosto de 1879.

POETAS CONTEMPORÁNEOS

DON MANUEL DE LA REVILLA

¡Revillal—Hé aquí un nombre que hace so-ñar, como esas nubes rojas que se amonto-nan en el horizonte al declinar ia tarde, paraservir de lecho al sol en- su caida. Hay eneste nombre algo de vago y misterioso quefascina el espíritu y lo inclina á meditar.Cuandij lo escuchamos, sin saber por qué,viene a nuestra mente el recuerdo punzantede una flor que hemos deshojado, ó el de unavoz que nos cantaba al oido cuando niñospara dormirnos, ó el de unos labios ardoro-sos que rozaron nuestra mejilla en otro tiem-po, ó las notas suaves, tiernas, purísimas dela metafísica neo-kantiana. Si se me pregun-tara dónde está el secreto de tal fascina-ción, no podría contestar satisfactoriamente.Para mí no está en que el Sr. Revilla sea filó-foso, y sea poeta, y sea orador, y crítico, ycatedrático, y revistero de teatros. Cada unade estas cualidades de por sí, estoy segurode que no le haria el blanco de la admiraciónde sus contemporáneos. Mas ha de existirentre ellas una singular y extrañísima rela-ción, inextricable para el espíritu, mediantela que el fenómeno indicado se realiza. De talsuerte, que si el Sr. Revilla fuese orador ypoeta, y no fuese filósofo al mismo tiempo,

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perdería por eso sólo la inmortalidad; y sifuese orador, poeta, filósofo y catedrático, yno tuviesfeademas la cualidad precisa de re-vistero de teatros, es como si no fuese nadapara el efecto de la fascinación. El Sr. Revi-lla es, pues, el resultado feliz de una agrega-ción de elementos diversos, cuyo modo deenlazarse ó combinarse sólo Dios conoce. Lanaturaleza nos está ofreciendo á cada pasoejemplos admirables de estas dichosas com-binaciones. Suprimid á cierto paisaje el marque se divisa á lo lejos ó la montaña que selevanta imponente sobre él, y perderá su ca-rácter y no atraerá vuestra atención. El se-ñor Re villa es como un paisaje (en este res-pecto nada más): no es posible quitar ni po-ner en él cosa alguna, sin privarle de suefecto.

Desde muy temprano ha reconocido en símismo una vocación decidida á influir sobresu siglo, y siguiendo los nobles impulsos desu alma, no ha querido privarle de ningunode aquellos medios por los que un hombrepuede influir sobre un siglo. Bien sabido esde todos que el primero y más poderoso es lagravedad. Nada hay tan pernicioso, y porconsiguiente, nada tan aborrecible, en mi po-bre opinión, como las expansiones jocosas óburlescas en todos los puntos de vista que selas considere. Porque no sólo han sido y sonuna remora para el progreso moral y mate-rial de las naciones, sino, Ib que es aún peor,han servido ya en algunas ocasiones paraponer en duda el ingenio y la sabiduría delSr. Revilla. ¡Quó tiempos los nuestrosl Ya noexiste para este siglo menguado nada respe-table ni digno de ser mirado seriamente. Es-cribe, pongo por caso, el* Sr. Revilla uno desus artículos guarnecidos y bordados de pri-morosas metafísicas, y sin más ni más, saltaun cualquiera diciendo, con cierta vaya im-pertinente, que aquel artículo es una colec-ción de lugares comunes, un tejido de fraseshuecas arrancadas al tecnicismo filosóficopara imponer respeto á la gente ignorante,al modo que se fija en las huertas un muñecode paja para espantar á las aves inocentes.Por eso la gravedad del Sr. Revilla es undulce y apetecible oasis en este vasto arenalde liviandades.

Aunque ya he hablado de ella en otra oca-sión, sólo fuó por incidencia; asi que no meconsidero relevado de la obligación de consa-grarle algunas palabras. Y la primera cues-tión que se presenta, es la siguiente: ¿Lagravedad del Sr. Revilla es de nacimiento,

esto es, puede considerarse como una doteotorgada graciosamente por el cielo, ó es unacualidad adquirida en virtud de un largo y pe-noso aprendizaje, de prolijos afanes y desve-los? No es tan fácil como á primera vista pa-rece la resolución de este problema. Mirandoel asunto por encima, y teniendo presentenada más que lo rara que es hoy esta cuali-dad, aun entre los hombres más favorecidospor la Providencia, es fácil deducir que el se-ñor Revilla ha llegado á ella por el trabajo yel estudio. Esta facilidad arrastró á muchosal error. Cualquiera que se fije un poco, com-prenderá que la gravedad del Sr. Revilla tie-ne un no sé qué de agreste indómito y bra-vio que la distingue perfectamente de las de-mas gravedades imitadas ó contrahechas. Esuna de esas gravedades que aparecen muyde tarde en tarde en la historia humana, ypor lo tanto, considero un absurdo el suponerque esté en manos del hombre el adquirirla.Para encontrar algo parecido, es preciso re-montarse á los primeros tiempos de Roma.Aseveran los historiadores más fidedignosque Numa Pompilio no conoció la risa, aun-que sí añaden que, en sus conferencias con laninfa Egeria, acostumbraba sonreír una queotra vez, pero sólo' por complacencia. Mi pro-fesor de psicología, lógica y ética, tambiénposeía en cierto grado esta cualidad; por locual, hoy que la edad me ha enseñado á juz-gar mejor á los hombres, no puedo monos dereconocer que, aunque oscuro, era un hom-bre muy notable. No vaya á creerse, sin em-bargo, que intento comparar ?» gravedad delcatedrático de psicología, lógica y ética conla de Numa Pompilio y Revilla. [Oh, noíCuando el Sr. Revilla, después de tomar con-venientemente las medidas á una obra litera-ria, la califica de predominantemente subjetiva,y por ello la condena, como es justo, á unaeterna execración, es tan serena y tan au-gusta su frase, palpita tanto heroísmo den-tro de ella, que el espíritu se engrandece y seinflama, y es preciso acudir á los recuerdosde la Ilíada, á Héctor, á Diómedes, á Mene-lao, para observar algo semejante.

Y aunque muy fuera de sazón, no quieropasar más adelante sin formular una pre-gunta que constantemente se está presentan-do en mi espíritu. Es la siguiente: ¿Cómo elSr. Revilla, sin imaginación alguna, sin gus-to, sin ingenio, y con una ilustración tan su-perficial, juzga con tal grandeza las obras dearte que le ponen delante? Repito que mu-chas veces me hice esta pregunta, y siempre

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concluí pensando que en el Sr. Revilla existealgo extraordinario que, aun sin darse acasoél mismo razón de ello, le mueve a dictar susfallos; algo que, después de encenderle, comoá la pitonisa griega, le inspira y le sostienesobre el trípode, circundando su frente con laaureola del misterio. Este algo, digámoslo deuna vez, no puede ser otra cosa que el ge-nio (1). El genio, sólo el genio puede volar tanalto sin necesidad de los medios que los hu-manos juzgamos indispensables.

Decia que la pregunta estaba fuera de sa-zón, y como ustedes han podido ver, era muycierto. Sin embargo, ya se sabe que estas in-formalidades é impertinencias son en mí fre-cuentes, y no hay que asombrarse. Por algogozo fama entre mis enemigos (porque aquídonde ustedes me ven tan jovencito y tierno,ya me permito el lujo de tener enemigos) decrítico subjetivo entre los subjetivos. Soycomo si dijéramos un crítico lírico, pues lasubjetividad es lo que caracteriza al génerolírico, mientras el Sr. Revilla, á juzgar porsu inflexible talante y par la opaca sublimi-dad de sus formas, es un crítico épico. De lacombinación de lo lírico con lo épico, comohan demostrado hasta la saciedad Hegel y elseñor Revilla, ya saben ustedes que nace lodramático. Por consiguiente, vean ustedes loque son las cosas: el dia que al Sr. Re villa y ámí nos dé la gana de reunimos en la mesa deun café, pongo por caso, ya está formado uncrítico dramático, sin necesidad de más músi-cas. Concluimos de tomar café, nos damos lamano y nos separamos: cada cual torna áser lo que antes era, yo el crítico lírico y élel épico. ¡Es admirablel

Pero estos temas incidentales me estánapartando, á despecho mió, del propósito úni-co del presente artículo. Toquemos de unaVez en las entrañas del asunto, y hablemosdel Sr. Revilla como poeta, sin meternosen otras honduras.

Yo no he leído los versos del Sr. Revilla;lo declaro con la franqueza que me caracte-riza. Mas al mismo tiempo quiero hacer cons-tar que no fue por mi culpa. Hé aquí lo quesucedió. Habiendo pensado, como es natural,cuando empecé á escribir estas semblanzas,en incluir entre ellas la del Sr. Revilla,pedí' su tomo de poesías á un amigo (si uste-

(1) «Genio», en la accepcion que aquí le damos, es unneologismo que debe admitirse, pues en ocasiones comola presente, no hay vocablo castellano con que pueda s«r•mtitúido.

des quieren que diga quién es, lo diré), elcual, como lo tuviese ya leido, me lo prome-tió para el momento oportuno. En esta segu-ridad descansé confiadamente, sin preocu-parme más del asunto; cualquiera creo queharía lo mismo. Pues bien, hace cuatro dias,tropiezo con mi amigo, y le digo al pasar:«Necesito ese tomo de poesías; mañana man-daré por él». Mi amigo, entonces, arqueó unpoco las cejas, levantó un sí es no es los hom-bros, y por tres veces consecutivas sacudióla cabeza en distintas direcciones. No habiapara qué decir más: era cosa corriente. Man-do, pues, por él, y en vez de las poesías; veollegar al emisario con una esquela muy finaen que mi amigo me pide mil perdones, por-que, sin recordar su promesa, habia pres-tado el libro á un canónigo de Granada, elcual se habia marchado á su destino sin de-,volvérselo. Este golpe me hizo bastante im-presión. ¿Qué significaban entonces aquellasmaniobras de cabeza, hombros y cejas deldia anterior? Es lo que no pude averiguarhasta la hora en que escribo estas líneas. Deresultas de todo ello, me quedé sin leer laspoesías del Sr. Revilla. No obstante, miamigo dice en la esquela que escribe con lamisma fecha al canónigo de Granada, á. finde que remita el libro tan pronto como le seaposible. Lo espero con ansiedad, y excuso en-carecer á ustedes los nuevos y puros atrac-tivos que tendrá para.mí después de haberpasado por las manos de. un digno y respeta-ble capitular. •

Entretanto, para no defraudar completa-mente la atención del público, que pensaríahallaran estas líneas un examen más ó mo-nos sucinto de los talentos poéticos del señor:Revilla, voy á echar mano de alguno de losmateriales que hace tiempo estoy acumulan-,do para una obra más importante que la pre-sente. La obra se titulará Vida y opinionesde D. Manuel de la Recilla, y pienso dedicará ella todos los dias que de aquí adelante me'conceda Dios sobre la tierra, pues ya estoyrealmente cansado y arrepentido de ocuparmi espíritu tan sólo en asuntos frivolos é in-decorosos. Me ayudará en esta empresa, su-perior á mis fuerzas (no me forjo ilusiones),,un distinguido artista conocido y estimado yadel público, á cuyo cargo queda la formaciónde unos magníficos planos en qué podránverse, en todo su espesor, las opiniones delseñor Revilla desde su nacimiento hasta sudisolución, con exactitud y claridad. Seráuna obra primorosa y exquisita , que ha de

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facilitar extraordinariamente la inteligenciadel texto.

Entre estos revueltos materiales, voy áelegir una opinión grandiosa y peregrina,como todas las de nuestro poeta, que ha- dedar al traste, si no me equivoco, con lasideas más propagadas en asuntos de arte.Todo el mundo sabe que algunos poetas an-tiguos mas de una vez trataron de enseñardistintas ciencias ó artes, valiéndose paraello de las formas artísticas, y que los retó-ricos, apresurándose á dar un nombre á estecapricho, lo llamaron género didáctico ó di-daseálieo. Debemos confesar que el génerodiclascálico, apesar de sus esfuerzos, no lo-gró pelechar gran cosa. Pero no es eso lopeor, sino que en los últimos tiempos llegó átal punió su laceria, que algunos autoresdiéronlo por muerto, y, so pretexto de que elfin único y esencial del arte debe ser la mani-festación de la belleza, pretendieron hastaborrar su claro nombre. A tanta vergüenzahubiéramos llegado sin la dichosa apariciónen nuestro planeta de un hombre extraordi-nario que, fijando en la vasta esfera del artesu mirada de águila, halló medio de cortar átiempo la perniciosa comente. Este hombredijo: «El fin del arte no es, como se ha creídohasta ahora, la belleza, sino la ciencia; nohay arte donde no se enseñe algo útil y pro-vechoso; el artista y el maestro de escuelase confunden en una unidad superior; no haymasarte que el didascálico». El nombre noconvenia, sin embargo, por ser esdrújulo, ylo llamó arte docente ó trascendental.

Fue una verdadera revelación para los queyacíamos sumidos en los groseros errores dela antigüedad. Crear una belleza sólo porcrearla me pareció entonces cosa indigna deun hombre serio. La naturaleza empezó á ha-blarme con un lenguaje distinto del que an-tes usara. Antes, por ejemplo, al cruzar porun bosque, veia unos árboles cuyos troncosblancos y satinados parecían d e plata; megustaban muchísimo, los miraba, los remi-raba, pero no pasaba de ahí. Ahora sé queesos árboles se llaman abedules, que su ma-dera es excelente para hacer canastos, y quetambién se emplea para construir las cajasde las diligencias. Cuando los veo, echo inme-diatamente la cuenta del número de chaplo-nes que de sus troncos podrán sacarse, ¡yencuentro en ello un placer tan vivo y tanpuro! Antes, al ver amontonarse por el azuldel cielo ejércitos de nubes oscuras y medro-sas anunciando tempestad, me quedaba mi-

rando para ellas como un tonto, sin pensaren nada. A fuerza de mirar, llegaba á vep lasmás raras y monstruosas escenas que nadiepuede imaginarse; unas veces era una ara-ña inmensa que iba tejiendo su tela por elespacio; otras veces era un navio que mar-chaba con rapidez vertiginosa sacudido porla borrasca; otras, era un brazo colosal quesostenía una espada no menos disforme,cuya punta enrojecida se estaba templandoen el sol, quizá para atravesar después á latierra; otras, era la lucha tremenda de undemonio de grandes cuernos con un ángel;el ángel caia al fin vencido, y presa del dolor,sacudia sus monstruosas alas contra la fren •te de unas montañas lejanas. Todo esto erasencillamente un absurdo, porque en aque-llas nubes no había arañas, ni navios, ni án-geles, ni mucho monos demonios. Allí no ha-bia más que una serie de cumulus que á fuer-za de hincharse concluían por reunirse y cu-brir la tierra, formando después verdaderosy genuinos eumulo-stratus. Cualquiera com-prende que era una insensatez confundir un«umulo-stratus con un navio ó una araña.Hoy, gracias al Sr, Revilla, no se me ocurrentales disparates, porque veo las cosas en unpunto de vista docente. Antes un rio claro ylímpido era para mí un objeto que siempremiraba con deleite; pues hoy, créanme uste-des, por sereno y cristalino que sea un rio,como no tenga truchas, lo encuentro aborre-cible.

Tuve noticia de la teoría del arte docenteó trascendental en un verano, residiendo enel campo. La buena nueva llegó á mí por me-dio de un periódico que traia inserto uno deesos artículos que el Sr. Revilla viene escri'biendo constantemente desde que empezó áarder en su pecho el fuego sagrado de la crí-tica. Aquí debo advertir; qué con las críticasdel Sr. Re villa me sucede lo mismo que conciertas óperas de mi gusto;'esto es, que á finde que me impresionen más fuertemente^ $ólolas oigo ó las leo de raro en raro. Quiso la for-tuna que leyera este artículo, donde¿ con mo-tivo de no sé qué novela, desenvolvía nuestropoeta su grandiosa y atrevida concepción dela naturaleza y del arte. La luz s© hizo sú-bito en mi espíritu, y pude medir con la vistatodo el horror de una obra artística sintoas»cendencia.

Ya he dicho que era en un verano, y queestaba pasando una temporada en el campo.Por aquel entonces solia yo levantarme tem-

\ prano (¡qué tiempos aquéllos! (ya no voVse-

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rán!), y después de levantarme, acostumbra-ba á salir á respirar el aire puro de la maña-na sentado debajo de un magnífico y corpu-.lento roble. Era un roble que se moría de risacuando le hablaban de los árboles del Retiro.Sin poder decir fijamente si era simpatía per-sonal ú otra razón de más peso la que ende-rezaba su vuelo, lo cierto es que todos losdias, y á la hora en que yo me sentaba, veníaun pájaro á posarse sobre el roble. Yo no te-nía el honor de conocerle, pero no importabanada, porque él guardaba muy poca ceremo-nia en eso de no cantar delante de gente. Seconocía á la legua que era un pájaro despre-ocupado y un poco aturdido, gozoso de viviry viviendo mucho más en el mundo exteriorque en sí mismo. Era un pájaro predominan-temente objetivo, como diría el Sr. Revilla,con el estilo mágico que él sólo posee. Teníaparda la color, el pico amarillo, el mirar fir-me y osado, los modales francos y desen-vueltos, ofreciendo el conjunto de su personaun cierto aire de petulancia que no dejaba desentarle bien. Apenas se posaba en una rama,empezaba á columpiarse, y con la cabeza unpoco entornada y los ojos puestos en el espa-cio, entregábase á la voluptuosidad del mo-vimiento, sin que aparentase pensar absolu-tamente en nada. No tardaba, sin embargo,en proferir varias notas graves y llenas comolas de las flautas metálicas. Era su preludio.

Sin otra preparación, subíase repentina-mente al tono agudo y lanzaba al aire unaserie interminable de trinos penetrantes yacalorados, como quien quiere echar el almapor la boca. Ora atronaba el espacio con unacascada de notas fuertes y vibrantes que lle-gaban á producir mareo, ora desfallecía y sedejaba arrastrar al tono más suave y apaga-do. Tan pronto cambiaba á cada instante deinflexión y de ritmo, de modo que los trinossalían atropelladamente de su boca persi-guiéndose los unos á los otros, como insistíauna y otra vez, por un largo espacio, sobreuna misma frase; parecía que trataba de quela aprendiésemos de memoria. De todas suer-tes, siempre terminaba con un arrullo muytenue y moribundo, como si quisiera indicar-qué aún le quedaban muchas cosas por decir,aunque no esperásemos que salieran jamasde su boca.

En honor de la verdad, debo confesarque el canto de aquel pájaro me gustaba. Nosé por qué extraña asociación de ideas,cuando cantaba, me acudían á la memorialos instantes felices de mi existencia. Veía-

los pasar leves, dulces, luminosos como ellosfueron, sonriendo tristemente y diciendomeadiós para siempre. Aquí podría aprovecharla ocasión para contar á ustedes mis prime-ros amores, sin que ninguno tuviera dere-cho á quejarse; pero soy incapaz por natura-leza de jugar á nadie estas pasadas. Tansólo diré que el canto de aquel pájaro resuci-taba en mi espíritu sentimientos muy dulcesque hacía mucho tiempo habia dado pormuertos. Todo era una pura ilusión, sin em-bargo, y una flaqueza de mi alma, disculpa-ble únicamente por el estado de ignoranciaen que me hallaba respecto á los eternosprincipios del arte. Porque, es preciso decirloclaro, no podia darse nada más deplorableque el canto de aquel -pájaro en el punto devista docente; nada más desprovisto de tras-cendencia. Después de escucharlo me queda-ba tan sabio como antes, no puedo negarlo,pero ni la más leve partícula de ciencia veníaá acrecer el caudal de mi sabiduría. Así locomprendí con dolor al cabo, por lo que mepropuse no sufrir más tiempo las impertinen-cias de un descarado partidario del arte porel arte. Si entre tanto trino y gorjeo se hu-biese deslizado, siquiera fuese de un modosecundario, cualquier problemita insignifi-cante de historia ó de metafísica, crean us-tedes que nunca me resolvería á hacer lo quehice. ¡Pero decidirme á perder de un modonecio el tiempo! Francamente, que ya no saespere jamás eso de mí. Lo que hice, pues,fue aparejarme con una piedra bastante cre-cida al sentarme un dia, como de costumbre,debajo del roble, y así que columbró á mi pa-jar^ encajársela sin otras retóricas con todami fuerza. No le toqué; mas al sentir tancerca de sí la primer pedrada de la critica(crítica aunque severa muy justa}, desplegósus alas y no volvió á parecer por aquel si-tio. ¡Pobre diablol ¿Adonde habrá ido á parar?

En verdad que la grandiosa teoría del se-ñor Revilía está á punto de hacer cambiar ra-dicalmente la faz de todas las artes, arqui-tectura, escultura, pintura, música, poesía ybaile. Tengo algunos motivos para creerlo,Por lo pronto, me han informado de que elseñor Marqués, único maestro que en Espa-ña cultiva con buen éxito la expresión máspura y genuina de la música, esto as, la./sin-fonía, está escribiendo una en que probará,ó tratará de probar al menos, que el proble-ma amenazador de las subsistencias sólopuede resolverse rebajando las tarifas delarancel. Este precioso tema, que el oboe ae

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encargará de apuntar, nada más, en el an-dante, se irá repitiendo por el allegro, el alle-gro son motto y el sekerzzo entre mil combina-ciones armónicas, hasta quedar totalmentedilucidado. Por otra parte, un joven escultoramigo mió está á punto de terminar una pre-ciosa Venus en cuclillas, que llevará graba-da á cincel en la espalda la «teoría del valor»de Bastiat, que comienza como todos saben:«Disertación, fastidio; disertación sobre elvalor, fastidio sobre fastidio». De esta suer-te, el espectador podrá gozar con la bellezade la» estatua, y al mismo tiempo meditar so-bre el asunto más escabroso de la economíapolítica. Creo que el público ha de acoger conentusiasmo esta Venus trascendental, si nopor su mérito, al monos por ser la primeraque del género docente le presentan.

La teoría va, pues, abriéndose paso altravés de la frialdad de los unos y de la abierrta oposición de los otros. Su glorioso funda-dor puede estar seguro de que no tardarámucho en triunfar por completo. Y comonada es despreciable tratándose de contri-buir á una obra tan fecunda y generosa, yotambién quiero llevar un grano de arena aledificio, dedicando mi pluma (que no puedollamar mal cortada, porque es de acero) alcultivo del arte trascendental. Al efecto, ten-go intención de escribir una novela en laque, por medio de una acción no muy com-plicada, pero bastante dramática, trataré depresentar y aun resolver el siguiente

PROBLEMA.

<Un cosechero recoge de sus'fincas en los años ordi-narios doscientas cincuenta fanegas de trigo candeal, no-venta de centeno y treinta y siete de mijo. Ahora bien,suponiendo que durante un ano llueve una tercera partemenos que en'los ordinarios, ¿cuánto trigo, centeno ymijo recogerá?»

Dicho se está que trataré de desenvolvereste problema de tal modo que se deduzcadel contenido mismo de la fábula, y no seaun miembro agregado artificiosamente á lanovela. Para ello he de procurar que la ac-ción sea rápida, haciendo que dure solamen-te los tres meses de Otoño; la descripción dela sequía, que como es natural formará unaparte muy principal de la obra, será bastan-te sobria, sin perder de su verdad y energía;las escenas, sobre todo desde que el nuda seforma por entero, serán vivas y dramáticas;por último, vero de concentrar en cuanto seaposible un gran interés sobre el cosechero,

héroe de la acción, haciéndole morir trági-camente en el cadalso. Lo difícil en esta obra,como en todas las demás del arte docente,es presentar el problema aparentando encu-brirlo, como hacen los arroyos con las guijasque tienen en el fondo.

En este momento llega á mi noticia queel Sr. Revilla no es el inventor del arte do-cente. Aún más, que el Sr. Re villa lo ha com-batido personalmente con gran encarniza-miento hace muy pocos años. Cuando estofuese cierto, no es posible negar que el artedocente era muy digno de ser inventado porel Sr. Revilla. La conversión, según me ase-guran, se realizó al doblar nuestro poeta laesquina de la calle de la Montera á la del Ca-ballero de Gracia, donde creyó escuchar unavoz misteriosa saliendo del fondo de la tie-rra, que decia: «¡Emanuel! ¡Emanuel! ¿Curpersequeris me?» Instantáneamente el poetasintió iluminarse su alma con una luz viva ypurísima, y derramando abundantes lágri-mas, dio gracias al Todopoderoso por no ha-berle dejado eternamente en el abismo delarte por el arte. En el mismo punto levantóen su pecho un altar al culto del arte docen-te, y el sol de la verdad comenzó á teñir degrana y oro los bordes de sus revistas deteatros. Sin dar paz á la mano, el Sr. Revillaviene trabajando desde entonces tanto y tan-to en favor de esta nobilísima teoría, quebien puede perdonársele el no haberla inven-tado.

Mas el Sr. Revilla empieza ya á recorrerese doloroso Calvario que el mundo ofrecesiempre al genio. El público (|á reserva deglorificarlo después de muerto!), cuando nose rie de ellas, aparenta no comprender susintrincadas opiniones; en tanto que el Go-bierno, cuya obligación de alentar al geniodebiera ser una verdad, me aseguran queestá pensando seriamente en prohibir el usode los vocablos objetivo y subjetivo. Si por des-gracia este rumor tuviese fundamento, ¡tris-te es decirlol al Sr. Revilla no le queda otrorecurso que retirarse á la vida privada.

ARMANDO PALACIO VALDÉS.

NÓM. MISCELÁNEA.—TEATROS DE MADRID. 639

MISCELÁNEA

TEATROS DE MADRID

La ropa sucia debe lavarse en casa, ycomo dijo Sanchoj peor es meneallo. Mucharopa sucia debe haber actualmente en el regiocoliseo. Lávese, pues, en casa, y hágalo asíquien le corresponda hacerlo. No necesita-mos ser hoy más explícitos. Hora es ya deque la formalidad artística y la marcha re-gular del repertorio reemplacen á chismes devecindad, que hablan poco en favor de nues-tro primer teatro lírico:

Con este párrafo termina uno de los ar-tículos el distinguido crítico Sr. Peña y Goñi,en El Tiempo, y con el mismo empezamos es-tas líneas para indicar á nuestros lectoresque no queremos ocuparnos en detalle de loque sucede en el Teatro Real entre empresa-rio, maestros y directores, ni entre el prime-ro y otras personas que con más ó menosfundamento quieren intervenir, y veces á in-tervienen, en los asuntos del teatro. Espacioy humor nos faltan para hacer las considera-ciones festivas^ únicas á que se prestan esosacontecimientos interiores del teatro, queápesar de este carácter trascienden al públi-co á lo mejor en forma de mala organizaciónen los trabajos, peor dirección artística ypésimas direcciones especiales. Cuando lacabeza está desorganizada y á veces tiendeexpresamente á desorganizar algunas ele-mentos de los que tiene á su servicio, ¿quéha de resultarV Lo más sensible es que paganlos vidrios rotos el público y el arte, que notienen culpa de nada de lo que pasa. Decimosmal, el público tiene algo de culpa, porque seha apresurado á cubrir un abono enorme,según se ha pregonado en todos los tonos,sin experiencia de la empresa ni dato algunode que ésta sabría cumplir sus compromisosartísticos y su deber de dar buena organiza-ción al teatro. Ya casi estamos viendo lo queva á suceder cuando llegue el momento derenovar la mitad del abono. Que no se quejeentonces la empresa.

—Una representación de la Sonámbula quese ha dado en la semana pasada, ha enterra-do un nuevo tenor, y van tres. El tenor por-tugués Sr. Gazul, cuya contrata nadie sabía,ha llevado el mismo camino que los tenoresUgolini y Vicini, solamente que, como los

males van siempre en aumento cuando no soponen remedios verdaderos, el fracaso delSr. Gazul ha sido mayor que los anteriores,pues no posee ninguna de las condicionesartísticas que se requieren para pasar si-quiera en el Teatro Real de Madrid.

La pobre señora Varesi, que tiene excelen-te escuela de canto, aunque poquísimo volu-men de voz, y la maneja con gran agilidad ydelicadeza, parece destinada á no darse áconocer sino en las peores condiciones posi-bles y en óperas en que el público tiene quemanifestar su desaprobación por causa deotros artistas.

El bajo Sr. Meroles estuvo regular. Loscoros, mal. La orquesta, bien. La direcciónde escena, como siempre, deplorable.

—La primera representación en esta tem-porada de la gran ópera de Meyerbeer Ro-berto el Diablo no ha tenido en manera algu-na la interpretación que debia tener en elTeatro Real de Madrid. No ha sido cierta-mente un fracaso, como Sonnajnbula y Unbailo, pero ha distado bastante de ser unéxito mediano. Hay que advertir que la seño-rita De Resckó estuvo á la gran altura de su.reputación, á mayor altura indudablementeque en Los Hugonotes, y con esto creemos de-cir bastante; pero los demás artistas dejaronbastante que desear. La señorita Torresellano hizo nada de particular. El Sr. Maini noentiende ni por el forro, como suele decirse,el personaje diabólico de que estaba^ encara-gado, ó hizo un diablo marcial y hugonoteque no habia más que pedir. Se conoce queestá tan enamorado del Marcelo de Los Hugo-note, que todo quiere hacerlo lo mismo,, áu»á riesgo, como sucedió en la noche del sába-do, de quitar todo su carácter al importantepersonaje de Bertram, desnaturalizar la mú-sica de Meyerbeer y dar una pobre idea desus condiciones artísticas, cuando ni siquie-ra lee, y si lo lee no lo entiende, el papel quese le confia. El nuevo tenor Sr. Rescké, her-mano de la tiple, empezó con un tropiezo ma-yúsculo, no pudiendo entonar un la agudo,pero se corrigió después y cantó con bastanteacierto. Tiene una voz abaritonada muy inse-gura, pero se conoce que ha estudiado. Es unbuen tenor para los teatros de segundo ordende Italia, ó para Córdoba, Lérida ó Huelvaennuestro país. El Sr. Valero, tan desenvueltode maneras como siempre. En suma, ensa-yada la ópera muy precipitadamente, resin-tióse el conjunto de falta de seguridad y deunión, sobre todo en la orquesta, que aun

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cuando se hallaba bajo la dirección del maes-tro Faccio, á quien no hemos escaseado loselogios en otras ocasiones, tuvo momentosde una vacilación inconcebible, y hasta deta-lles de censurable descuido, sobre todo en lastrompas. La mise en seene descuidadísima,como es proverbial en este teíTtro,sobre todoen la escena ^del cementerio, donde sólo ha-bia un fuego fatuo, y éste tan grande, quemás bien parecía una hoguera. La decoraciónfinal de la iglesia, horrible. El nuevo órganono es órgano; cuando más, es un armoniflute,y bastante malo por cierto.

En el tercer acto ocurrió un incidente queno debe repetirse en el Teatro Real. Cuandoel público notó que se retiraban el tenor y elbajo sin cantar el dúo, que es uno de los tro-zos más hermosos de la ópera, protestó comoera natural, y pidió que se ejecutase, mani-festando su deseo con las más corteses for-mas. El dúo no secantaba, y la orquesta se-guía preludiando. Insistía el público, y lo hi-zo con tanta,razón, que al fin apareció en es-cena un señor que no debe hallarse muy im-puesto del respeto que merece el público, yanunció que en otra representación se can-tará el dúo. ¿Y por que no entonces? La em-presa debió haber anunciado, si se proponíasuprimirlo, que no se ejecutaría por esta ópor la otra razón; pero una vez que nada deesto se decía en los carteles, el público recla-maba con perfecto derecho, y prueba de ello,que implícitamente reconoció la empresa larazón que le asistía.

El señor gobernador de la provincia hizollamar al día siguiente al empresario, y leprevino que en adelante tendrá que anunciaren los carteles todas las supresiones ó varia-ciones que se hagan en las óperas, para evi-tar escenas tan justificadas como la de quedamos cuenta. Justificada y todo, "durmieronunos cuantos en la prevención, porque sí.

—La novedad que ha presentado el Teatrode la Zarzuela es el drama lírico Corona con-tra corona, letra de D. Calixto Navarro, mú-sica de Dr Tomás Bretón, que ha tenido unéxito mediano.

—Á lo tuyo tú, ¡Caballero!, Quien quiere...puede, Muy corto, y Caer en la red, son los tí-tulos de las obras nuevas representadas du-rante la semana que acaba de trascurrir, enla escena del Teatro de Apolo las dos prime-ras, en la de la Comedia la tercera, y las dosúltimas en la de Variedades.

Todas han sido importadas á nuestro tea-tro del francés, y excepción hecha del cuento

titulado ¡Caballero! referido en francés con elde Monsieur, y de Caer en la red, las demáshan sufrido la suerte que merecían, cayendopara siempre en el olvido.

El cuento anónimo ¡Caballero! está escri-to con corrección y gracia; pero sin la que po-ne por su parte al referirlo la inimitable Pepi-ta Hijosa, el éxito hubiera dejado mucho quedesear para el desconocido autor.

El éxito, pues, pertenece íntegro á la ac-triz, y así lo dieron á entender los especta-dores al llamarla á escena sin pedir á la vezel nombre del autor.

Quien quiere... puede, única obra nueva re-presentada en la Comedia, murió al nacer.El público demostró al autor del arreglo quequien quiere... puede hacer de un asunto agra-dable una comedia soporífera ó insoportable.

En este teatro se anuncia el estreno deotra comedia también en un acto, y tambiénarreglo del francés. El original lleva por titu-lo La peluca. Sentiremos tener que echar unaal traductor.

Muy corto, arreglo del Sr. Navarro (donCalixto), consiguió pasar en el Teatro deVariedades, merced á la esmerada interpre-tación que cupo á la obra, encomendada prin-cipalmente al Sr. Tamayo. El mérito de laobra es, como el título dice, muy corto. Mejoréxito, y con mejor justicia alcanzado, ha sidoel de Caer en la red, discreto arreglo hechopor el Sr. Lastra, apreciable actor de aquelteatro. La obra está correctamente escrita,abunda en situaciones cómicas y en chistesde buena ley. Los actores la interpretan congran acierto, distinguiéndose mucho el señorValles.

BIBLIOGRAFÍAGlorias militares y literarias del reinado

de Felipe II, poema histórico, por D. VicenteColorado, que obtuvo el primer premio, re-galo de S. M., en certamen literario de Valla-dolid. Un folleto de 40 páginas en 4.° Ma-drid, 1879. Librería de Donato Guio.

* *Estudios sobre las cuestiones cubanas. Un

folleto de 52 páginas en 8o francés. París,1879. Imprenta Hispano-americana, 15, ruéde Monsigny.

***El hombre terciario. Discurso leido en la

Juventud Católica de Madrid en la aperturadel curso de 1879-80 por su presidente donJuan Catalina García. Un folleto de 64 pági-nas en 4o mayor. Madrid, 1879. Imprenta deF. Maroto.