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Reseñas CARL S CHMÍTT, Political Romanticism, Boston, MIT Press, colección "Studies in Contemporary German Social Thought" dirigida por Thomas McCar- thy, 1986, 177 pp. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Carl Schmitt había sido testigo presencial de la guerra de 1914-1918; la guerra civil de 1918 en Alema- nia, con la consecuente caída del Imperio Guillermino; el nacimiento, desa- rrollo y caída de la República de Weimar; las riesgosas aventuras de la vida pública en el Tercer Reich; los bombardeos de Berlín y el catastrófico final de la Segunda Guerra. Aunado a un agudo instinto de supervivencia, Schmitt había demostrado tener también una notable capacidad de acomodo a muy diversas situaciones, manteniendo en ellas diferentes posiciones teóricas de la política. En este sentido, Cari Schmitt (1888-1985) logró llegar a ser uno de los más importantes e influyentes teóricos de la política y del derecho en la Alemania del siglo xx. Sus discusiones críticas de los ideales e instituciones democrático-liberales continúan suscitando, hasta la fecha, acaloradas contro- versias, pero incluso sus oponentes más radicales tienden a reconocerle una especial percepción para los problemas básicos y fundamentales de la política moderna. El Romanticismo político, publicado originalmente en 1919 pero aumentado y corregido considerablemente en 1925, constituye un libro actualmente poco conocido y discutido de Schmitt pese a haber sido, en el momento de su publi- cación, una obra sumamente polémica, posiblemente por el vigoroso y acalora- do entusiasmo con el que Schmitt adoptó el papel de acusador y cuestionador de la tradición del romanticismo. La obra se inicia con un cuestionamiento de la teoría tradicional del romanticismo en la que el romántico es definido primordialmente en referencia a ciertos objetos de identificación emocional. Schmitt prefiere concentrarse en un ataque a los principios fundamentales del movimiento romántico tales como pueden ser su base metafísica y la estetifi- cación de todas las esferas de la política. De manera muy especial, Schmitt reserva sus baterías críticas para atacar demoledoramente al romanticismo concretamente político, con su consecuente "poetización" de todos los con- flictos políticos. En esta crítica se incluye un ataque más general a la burguesía europea como la clase social que abrazó al romanticismo y despolitizó, con ello, el or- den social liberal al transformar el debate político en una '' conversación inter- minable" en la que la frivolidad y autoindulgencia volvieron imposible el to- mar "decisiones políticas genuinas". Schmitt critica así al romanticismo político desde la idiosincrática perspectiva decisionista con la que atacaría, du- 738

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Reseñas

C A R L S C H M Í T T , Political Romanticism, Boston, MIT Press, colección "Studies in Contemporary Ge rman Social Though t" dir igida por Thomas M c C a r ­thy, 1986, 177 pp.

A l terminar la Segunda Gue r r a M u n d i a l , en 1945, C a r l Schmitt h a b í a sido testigo presencial de la guerra de 1914-1918; la guerra c iv i l de 1918 en A l e m a ­nia, con l a consecuente ca ída del Imperio Gu i l l e rmino ; el nacimiento, desa­rrollo y ca ída de la R e p ú b l i c a de We imar ; las riesgosas aventuras de la vida públ ica en el Tercer R e i c h ; los bombardeos de Ber l ín y el catastrófico final de la Segunda Guer ra . A u n a d o a un agudo instinto de supervivencia, Schmitt hab í a demostrado tener t a m b i é n una notable capacidad de acomodo a muy diversas situaciones, manteniendo en ellas diferentes posiciones teór icas de la polí t ica. E n este sentido, C a r i Schmitt (1888-1985) logró llegar a ser uno de los m á s importantes e influyentes teór icos de la pol í t ica y del derecho en la A l e m a n i a del siglo x x . Sus discusiones crí t icas de los ideales e instituciones democrá t ico- l ibera les c o n t i n ú a n suscitando, hasta la fecha, acaloradas contro­versias, pero incluso sus oponentes m á s radicales tienden a reconocerle una especial pe rcepc ión para los problemas básicos y fundamentales de la polí t ica moderna.

E l Romanticismo político, publicado originalmente en 1919 pero aumentado y corregido considerablemente en 1925, constituye u n l ibro actualmente poco conocido y discutido de Schmitt pese a haber sido, en el momento de su publ i ­cación, una obra sumamente polémica, posiblemente por el vigoroso y acalora­do entusiasmo con el que Schmitt a d o p t ó el papel de acusador y cuestionador de la t r ad i c ión del romanticismo. L a obra se in ic ia con u n cuestionamiento de la t eo r ía tradicional del romanticismo en la que el r o m á n t i c o es definido primordialmente en referencia a ciertos objetos de ident if icación emocional. Schmitt prefiere concentrarse en un ataque a los principios fundamentales del movimiento r o m á n t i c o tales como pueden ser su base metaf ís ica y la estetifi-cación de todas las esferas de la polí t ica. D e manera m u y especial, Schmitt reserva sus ba t e r í a s crí t icas para atacar demoledoramente al romanticismo concretamente pol í t ico, con su consecuente " p o e t i z a c i ó n " de todos los con­flictos pol í t icos .

E n esta cr í t ica se incluye un ataque m á s general a la b u r g u e s í a europea como la clase social que a b r a z ó al romanticismo y despol i t i zó , con ello, el or­den social l iberal al transformar el debate polí t ico en una ' ' conversac ión inter­minab l e " en l a que l a frivolidad y autoindulgencia volvieron imposible el to­mar "decisiones pol í t icas genuinas". Schmitt cri t ica as í al romanticismo polít ico desde la id ios incrá t ica perspectiva decisionista con l a que a t aca r í a , du-

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rante toda la R e p ú b l i c a de W e i m a r , a las instituciones democrá t i ca s parla­mentarias justamente por basarse en una d i scus ión sin fin, en lugar de tomar decisiones genuinas y fundamentales.

L o interesante de la obra de 1919 es que en ella Schmitt no se apoya en las obras de Hobbes , como h a r í a poco d e s p u é s , para fundamentar teór ica­mente su decisionismo sino que, abierta y exp l í c i t amen te , manifiesta su s i m p a t í a pol í t ica por E d m u n d Burke , Joseph de Mais t re y Louis Bonald , es decir , por l a filosofía polít ica del conservatismo de la r e s t au rac ión posnapo leó-n i ca y por e l catolicismo. C o m o enemigo a c é r r i m o del romanticismo, Schmitt presenta con esta in te rp re tac ión una provocadora refutación de la perspectiva que tradicionalmente h a b í a identificado i n t r í n s e c a m e n t e al romanticismo pol í t ico con el conservatismo, l a R e s t a u r a c i ó n y/o el catolicismo, consideran­do r o m á n t i c o s a Burke, Bona ld y D e Mais t re entre otros.

C o m o todas las grandes obras de Schmitt , el Romanticismo político es u n estudio b ien fundamentado h i s t ó r i c amen te que ofrece una crít ica polí t ica radi­cal, es decir , que va a las ra íces del f e n ó m e n o pol í t ico. Schmitt defiende u n concepto de acción polít ica basada en las nociones de bien y mal , just icia e injusticia, para fundamentar su ataque a l a pasividad polí t ica implicada en l a r o m a n t i z a c i ó n de la experiencia. Así , al demostrar que el movimiento ro­m á n t i c o en general representa una secular izac ión , subjet ivación y privatiza­c i ó n en el que Dios es sustituido por el indiv iduo emancipado y liberado del orden social b u r g u é s , Schmitt se encuentra fundamentado para atacar a la b u r g u e s í a europea como portadora h is tór ica del romanticismo específ icamen­te pol í t ico .

E n su defensa de la filosofía pol í t ica del conservatismo y del catolicismo, Schmit t busca, en consecuencia, e l iminar la asociac ión tradicional del roman­t icismo pol í t ico con esta filosofía que se caracteriza por una clara toma de pos ic ión pol í t i ca decisionista, a diferencia de la actitud r o m á n t i c a que no se compromete con posiciones polí t icas sino, a lo sumo, estét icas y por ello puede produc i r fác i lmente figuras tan d i s ímbolas como Danton y Federico el G r a n ­de. E n efecto, por paradój ico que pueda parecer, Schmitt encuentra que tanto los part idarios m á s entusiastas de la R e v o l u c i ó n Francesa como sus m á s enco­nados enemigos p o d r í a n contarse entre los r o m á n t i c o s pero, según Schmitt , el uso del m i smo t é r m i n o para designar posiciones polí t icas opuestas es menos p a r a d ó j i c o de lo que parece. Esta s i tuac ión resulta simplemente del ca rác te r ocasionalista del romanticismo pol í t ico: su cual idad caprichosa y su falta de compromiso con cualquier pos ic ión pol í t ica bás ica . A la luz de esta considera­c i ó n , es u n error suponer que hay algo distintivamente conservador, tradicio­n a l , legit imista o reaccionario en el romanticismo. L a re s t au rac ión no es i n ­t r í n s e c a m e n t e m á s o menos r o m á n t i c a que l a Revo luc ión .

Schmitt sostiene, en consecuencia, la tesis de que el romanticismo polí t ico no constituye una doctrina coherente basada en un centro consistente de ideas s ino que, a l contrario, el movimiento r o m á n t i c o fue po l í t i camente inconse­cuente e impotente. L a actividad pol í t ica de r o m á n t i c o s tempranos como Fr i ed r i ch Schlegel y A d a m M ü l l e r se ca rac t e r i zó por una vaci lación y una i n ­dec i s ión extremas, así como por l a ausencia de cualquier principio inequ ívoco

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de la pol í t ica y de cualquier compromiso definido, es decir, por una indiferen­cia frente a la sustancia real de las cuestiones polí t icas y una inc l inación a v iv i r m á s de l a polí t ica que para la polí t ica.

Pa ra Schmitt la variabi l idad y volubi l idad del contenido político del ro­manticismo, así como la notable plasticidad de los r o m á n t i c o s para acomodar­se fác i lmente a todo el espectro de las posiciones pol í t icas , son una consecuen­cia natural de la reducc ión r o m á n t i c a de la pol í t ica a la es té t ica . Puesto que el romanticismo polít ico poetiza a la polí t ica, los asuntos polí t icos se convier­ten ú n i c a m e n t e en una ocasión para ejercitar la i m a g i n a c i ó n estét ica. Los con­flictos polí t icos se traducen en contrastes estét icos suspendidos en una unidad superior alcanzada por el juego de la e m o c i ó n . Schmitt considera, en contras­te con esta actitud, que la polí t ica debe ocuparse en ú l t i m a instancia con la necesidad de decidir entre lo que está bien y lo que está ma l , entre lo que es justo y lo que es injusto y esto impl ica que l a pol í t ica depende de dos cosas: una dec is ión hecha en u n conflicto sobre lo que es tá bien y lo que es tá mal ; y lo que Schmitt l lama un concepto de lo que es tá bien, un principio o criterio de just ic ia al cual esté anclada la decis ión tomada.

E n l a ét ica r o m á n t i c a , por el contrario, una acción es buena o mala inde­pendientemente tanto de sus intenciones como de sus consecuencias prác t icas . Las cualidades morales de una acción dependen exclusivamente de si expre­san o evocan ciertos estados emocionales. Ps i co lóg icamen te , l a teor ía r o m á n t i c a de la acción se funda en una ét ica de la pasividad, del quietismo o de la indiferencia. Se a c t ú a tan sólo en función de estados emocionales y de lo que se siente, experimenta o sufre.

L a o c u p a c i ó n favorita del r o m á n t i c o polí t ico es la cr í t ica a todo. L a d iscus ión y l a conversac ión son los vehículos con los que el r o m á n t i c o "poet i ­z a " a la pol í t ica . Es el medio con el que la i m a g i n a c i ó n r o m á n t i c a juega con valores pol í t icos , sub l imándo los como puntos de vista o sentimiento para sus­pender la opos ic ión entre ellos en una síntesis interna satisfactoria y emocio­nal que trasciende el mundo del conflicto polí t ico real. C o m o resultado, los asuntos polí t icos se convierten en una ocas ión para algo que no es polí t ico: el juego creativo de las palabras, o WortspieL cuyo fin ú l t i m o es el placer en l a pa r t i c ipac ión del juego mismo. D e esta forma, el discurso polít ico se transfi­gura en una d iscus ión gobernada por consideraciones esté t icas y emotivas. L a pol í t ica se convierte en una conversac ión placentera y es t é t i camente satisfac­toria, en u n a fuente de escape, d ivers ión o incluso e levación emocional.

E n l a conver sac ión sin fin del romanticismo pol í t ico, nunca se toma una decisión. N o se adquiere n i n g ú n compromiso, no se asume ninguna responsa­bi l idad y no se cambia nada en la realidad pol í t ica . C o m o la política se ha vuelto " l í r i c a " , nunca se hace nada. Se expresan puntos de vista, pero no con la i n t enc ión de seleccionar aquel que p o d r í a producir resultados práct icos . L a conve r sac ión es m á s bien el vehículo para l a satisfacción es té t ica del " ac to r " pol í t ico, concebido como u n narrador au toe ró t i co y masturbatorio, un adepto y dedicado conversador en charlas de "a l to n i v e l " que sirven como medio de g e n e r a c i ó n de los sentimientos adecuados. L a conve r sac ión del r o m á n t i c o polí t ico debe ser interminable, porque su fin o resolver ía el conflicto polí t ico,

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o fijaría las concepciones opuestas de lo bueno y lo malo en posiciones mutua­mente irreconciliables. L a resolución del conflicto impl ica u n principio sobre l a base del cual puede distinguirse lo bueno y lo malo. L a no-resolución del conflicto imp l i ca un principio sobre l a base del cual puede mostrarse lo impo­sible de l a reso luc ión . E n ambos casos, el r o m á n t i c o polí t ico se ver ía forzado a reconocer una norma independiente al juego de su imag inac ión , lo que sig­nif icaría que él dejar ía de ser. . . un r o m á n t i c o .

As í pues, ya que las decisiones polí t icas y morales aparecen como la i m ­posic ión de una t i r an ía a n t i r r o m á n t i c a , l a actitud r o m á n t i c a suspende los j u i ­cios p rác t i cos en el in terés de preservar la espontaneidad del sentimiento. Las facultades morales y polít icas de querer, elegir, decidir y actuar se "poe t i zan" en las facultades estéticas de sentir, emocionarse y fantasear. S i la conducta é t ica y la acc ión polí t ica se ocupan de decidir entre valores alternativos y hacer compromisos sobre la base de elecciones entre esos valores, entonces puede decirse que el romanticismo destruye la esfera de la elección ética y polí t ica, o bien l a subl ima en un interjuego de estados de á n i m o y sentimientos. Por ello Schmit t considera que, en el fondo, el romanticismo es incompatible con l a pol í t ica . D i c h o de otra manera, el romanticismo polí t ico es un concepto in ­coherente: l a actitud r o m á n t i c a hace imposible a la pol í t ica porque la poetiza­c ión de l a pol í t ica nulifica las condiciones sobre las que pueden hacerse las de­cisiones entre concepciones alternativas de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo tuyo y lo m í o .

A h o r a bien, de esta actitud no debe concluirse que el " r o m á n t i c o polít i­c o " es u n ser " a p o l í t i c o " , pues su pasividad e indecis ión pueden tener, de hecho, nefastas repercusiones en el á m b i t o de l a pol í t ica . Schmitt considera sumamente grave que el romanticismo haya sustituido a Dios —como pr inci ­pio ú l t i m o del ocasionalismo filosófico t radicional— por la conciencia estét ica i n d i v i d u a l , pues esto no tan sólo seculariza a l a metaf ís ica sino que t a m b i é n l a subjetiviza y privatiza. Puesto que esta e levación del individuo aislado y emancipado al rango de principio metaf ís ico ú l t i m o es posible ú n i c a m e n t e en el estado l iberal , las condiciones para una fascinación perenne con la propia subjetividad sólo pueden satisfacerse en el orden social b u r g u é s que garantiza u n a d i c o t o m í a absoluta entre las esferas púb l i ca y pr ivada. Esta d ico tomía es salvaguardada por leyes uniformes que definen el á m b i t o privado y lo prote­gen de cualquier interferencia. Estas condiciones formales y legales de la segu­r idad personal constituyen las "condiciones externas" para la real ización de l a ref lexión sobre estados de á n i m o privados carac ter í s t icos , según Schmitt , del romant ic ismo. E l santuario interior r o m á n t i c o de la experiencia puramen­te personal, no p o d r í a existir al margen del imperio del derecho liberal y su i n s t i t u c i ó n de una esfera pr ivada a u t ó n o m a . Pero esto significa que la pasivi­dad r o m á n t i c a no puede ser apol í t ica , pues depende para su subsistencia del l ibera l i smo, bête noire y pecado original de la pol í t ica moderna, según la con­cepc ión de C a r i Schmitt.

E n e l fondo, Schmitt llega a t r avés de una sofisticada y elegante presenta­c ión de l a historia del movimiento r o m á n t i c o , a las mismas conclusiones a las que l l ega r í a años después en La dictadura (1921) y L a situación histórico-espiritual

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del parlamentarismo contemporáneo (1923), donde se cr i t icar ía al pluralismo democrá t i co- l ibe ra l por obstaculizar, con su tendencia a l a "d i s cus ión inter­minab l e ' ' , l a posibilidad de tomar decisiones polí t icas efectivas para alcanzar los fines propuestos por una autoridad soberana. L a pol í t ica moderna, según Schmitt , es una polí t ica de masas que debe ser d i r ig ida de acuerdo con un cr i ­terio técnico de racionalidad instrumental y , para ello, la o rgan izac ión dicta­torial es mucho m á s a f í n y eficiente que el fastidioso eterno discutir del parla­mentarismo pluralista. N o importa que la pol í t ica moderna se base en una ' ' d ic tadura del proletariado" como en l a U n i ó n Soviét ica de 1923, pues por lo menos a h í se toman decisiones efectivas dentro de u n marco organizativo acorde con l a racionalidad instrumental de l a época c o n t e m p o r á n e a . L o i m ­portante, parece decirnos Schmitt , " n o es si l a o rgan izac ión polít ica moderna es una dictadura del proletariado o de a l g ú n otro agente, lo que a m í me i m ­porta es que sea una dictadura donde se tomen decisiones efectivas".

N o hay espacio para replicar a q u í a la pos ic ión de Schmitt . Remi t imos a las defensas del pluralismo y del parlamentarismo hechas tanto por M a x Webe r como por Hans Kelsen , durante el mismo periodo en que Schmitt lan­zó su ataque contra las instituciones liberales. L o que nos interesa resaltar, en todo caso, es que cualquier defensa c o n t e m p o r á n e a del pluralismo y l a de­mocracia puede tener en l a propuesta radical de Schmitt un esp léndido adver­sario, para discutir con él , y tratar de construir el mejor y m á s sólido caso po­sible para los valores pluralistas y d e m o c r á t i c o s . D e hecho, Schmitt es u n interlocutor impl íc i to en muchas de las reflexiones polí t icas de J ü r g e n Haber-mas. L a T e o r í a de la Acc ión Comunica t iva constituye una defensa del plura­l ismo valorativo e institucional sobre l a base de una " in t e rminab le" d iscus ión comunicat iva , como mejor alternativa para e l iminar las tendencias autorita­rias o dictatoriales de un decisionismo fundamentado en el criterio manipula­dor de una racionalidad " e s t r a t é g i c a " e instrumentalista. E l hecho de que sea en la colección del MIT , d i r ig ida por Thomas M c C a r t h y —principal i n t é rp re ­te y seguidor de Habermas en los Estados U n i d o s — donde es tén apareciendo traducidas al inglés las obras m á s importantes de Schmitt , constituye u n claro ejemplo de c ó m o el autor de La dictadura y del Romanticismo político está siendo tomado en cuenta seriamente por algunas de las corrientes m á s progresistas e i luminadas de la filosofía pol í t ica c o n t e m p o r á n e a .

F R A N C I S C O G I L V I L L E G A S

L E S T E R D . L A N G L E Y , Central America. The Real Stakes, Chicago, Dorsey Press, 1988, 280 pp.

E l l ibro de Lester Langley, Central America. The Real Stakes, aparec ió por pr i ­mera vez en 1985 como respuesta al d i agnós t i co que, u n a ñ o antes, l a comi­sión Kiss inger hizo sobre l a s i tuac ión en C e n t r o a m é r i c a . Allí se dijo que, j u n ­to con el retroceso económico , la injusticia social y el atraso polít ico, l a i n t e r v e n c i ó n de C u b a y l a U n i ó n Soviét ica en l a reg ión estaba en el origen

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de los problemas de A m é r i c a Cent ra l . E l informe seña l aba que el in terés na­cional de Estados U n i d o s estaba en juego, que los estadunidenses d e b í a n ac­tuar pronto, y que la ayuda mil i tar a los países centroamericanos para comba­t ir la amenaza comunista era indispensable a fin de restablecer el orden de la r eg ión . U n a vez alcanzado este objetivo, dec ía el informe, Estados Un idos no p o d í a suspender su apoyo; al contrario, d e b í a convertirse en guía del desa­rrol lo e c o n ó m i c o de l a reg ión . E l informe configuraba, pues, el futuro de A m é r i c a C e n t r a l , imaginaba u n sistema polí t ico que garantizara las liberta­des, un sistema e c o n ó m i c o de libre empresa, y una sociedad justa. E n esencia, el informe Ki s s inge r p r o p o n í a una solución estadunidense a los problemas de C e n -t r o a m é r i c a .

E n su l i b r o , Langley crit ica esta noc ión desde sus fundamentos: no puede existir una so luc ión estadunidense porque A m é r i c a Cent ra l y Estados Unidos son dos entidades m u y distintas entre sí. S i b ien , opina el autor, los centro­americanos quieren para sí una sociedad m á s justa, m á s iguali taria y m á s l i ­bre, ciertamente no pueden alcanzar estos ideales con las instituciones y las prioridades de los estadunidenses.

E n su po l í t i ca exterior, indica Langley, Estados U n i d o s , como cualquier n a c i ó n , tiende a exteriorizar los valores fundamentales de su experiencia na­cional . A p o y a d o en su t r ad ic ión , defiende principios democrá t i cos : voto se­creto, pesos y contrapesos, separac ión de poderes, derechos inalienables de los ciudadanos, etc. S i n embargo, Langley es tá preocupado por demostrar que en C e n t r o a m é r i c a todos estos principios, si bien apreciados, caen en un terre­no completamente distinto al estadunidense. ¿ C ó m o aplicar al pie de la letra las grandes virtudes de la democracia en una r eg ión d iv id ida por profundos conflictos, con instituciones débi les y que p r á c t i c a m e n t e l ib ra distintas guerras? E l problema, opina Langley, no es tá en la bondad de tales pr inci­pios, sino en l a insistencia de Estados Un idos en convertirse en el guía . A v a l a ­da por su é x i t o , l a t r ad ic ión l iberal que conf iguró a Estados Unidos otorga a los estadunidenses una enorme confianza en l a democracia y la libre empresa. Pe ro la herencia pol í t ica en C e n t r o a m é r i c a es otra, su historia no ofrece esa m i s m a cer t idumbre; es una historia polí t ica de profunda inestabilidad, y una historia e c o n ó m i c a con graves problemas.

E n su l i b r o , Langley explica que los Estados U n i d o s , en vez de ser la solu­c i ó n , son parte del problema. Tradicionalmente, su pol í t ica exterior hacia el á r e a centroamericana ha mostrado un grave desconocimiento de los proble­mas de l a r e g i ó n , y en muchas ocasiones los ha agravado. Antes , esta carencia se sup l í a po r l a capacidad para manejar la pol í t ica centroamericana. U n cen­tenar de marines fue suficiente para mantener u n r é g i m e n leal en Nicaragua en los años veinte. Pero hoy, Estados Un idos ha perdido esa capacidad. L a n ­gley señala que ahora " l a cola mueve al pe r ro" . Esto se explica, a ñ a d e , por­que las sociedades centroamericanas se han hecho mucho m á s complejas, pero t a m b i é n por l a manera en que Estados Unidos ha planteado sus prioridades. Es cierto que e n l a preferencia estadunidense los gobiernos democ rá t i co s ocupan el p r imer luga r . Pero cuando es tá enjuego l a amenaza comunista, las dictadu­ras n o incomodan . Este tipo de doctrina formulada por Kennedy , y reafirma-

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da por Ki rkpa t r ick , ha sido una lección que los militares en C e n t r o a m é r i c a han aprendido a la perfección. Langley demuestra entonces que la pol í t ica es­tadunidense en A m é r i c a Cent ra l adolece de una grave con t rad icc ión . D e res­ponder conforme a lo que percibe como u n peligro a sus intereses es t ra tégicos — l a amenaza comunista— Estados U n i d o s tiene que actuar como una poten­cia que busca el status quo en C e n t r o a m é r i c a , grave conflicto con su profes ión de fe, porque la ayuda mil i tar , por ejemplo, no hace sino agravar la omnipre-sencia de los militares en A m é r i c a Cen t ra l , militares que no sólo son punta de lanza anticomunista, sino uno de los principales elementos retardatarios del progreso centroamericano.

Pa ra Langley, los problemas centroamericanos es tán fuera de las manos estadunidenses. Son los centroamericanos quienes tienen el derecho, y l a obl i ­gac ión , de ver por sí mismos. Su l ibro es u n ensayo dirigido al públ ico estadu­nidense cuyo objetivo es divulgar en Estados Un idos algunos aspectos de la lucha emprendida por los centroamericanos para construir sociedades m á s justas, m á s igualitarias, m á s libres. Combinando la c rón ica con el anál is is h i s tór ico y polít ico habla de aquellos problemas permanentes de las sociedades centroamericanas que han modelado su conf igurac ión actual, problemas que no siempre es tán a la vista y escapan a los anál is is superficiales, que plantean dilemas distintos a los que han tenido que resolver los estadunidenses. Su pre­o c u p a c i ó n es, como la de todo historiador, d e s e n t r a ñ a r el pasado para darle una perspectiva al presente y demostrar que los problemas en A m é r i c a C e n ­tral no son sencillos y , por lo tanto,, no hay soluciones a u t o m á t i c a s .

C o n el relevo de a d m i n i s t r a c i ó n en Estados Un idos , el l ibro de Langley es una l lamada de a t enc ión . Par t ic ipa de las opiniones de una importante co­rriente l iberal en Estados U n i d o s que en los ú l t imos años ha criticado severa­mente la pol í t ica de la a d m i n i s t r a c i ó n Reagan . C o m o ellos, señala que, de se­guir igual , la polí t ica hacia el á r e a sólo a g r a v a r í a m á s el problema, que las decisiones deben caer en manos de los propios involucrados, cuyos intereses no entran necesariamente en conflicto con los de Estados Unidos . Pa ra L a n ­gley, el futuro p r ó x i m o de A m é r i c a Cen t ra l no promete ser fácil. Langley ve t o d a v í a enormes conflictos en l a lucha de los centroamericanos por crear una n a c i ó n —que el autor identifica como su objetivo h i s tó r i co—, pero opina que la mejor posic ión de Estados U n i d o s es estar fuera del conflicto; no puede ma­nipular el resultado, pero sí apoyarlo.

G U I L L E R M O O S O R N O

Ó S C A R J . M A R T Í N E Z , Troublesome Border, Tucson , The Univers i ty of A r i z o -na Press, 1988, 178 pp. (Profmex monograph series).

E n esta obra el autor describe los conflictos pasados y presentes en l a frontera entre M é x i c o y Estados U n i d o s . Seleccionó algunos casos con el p ropós i to de examinar l a historia desde varios enfoques y seña la r los problemas arrastrados hasta nuestros d í a s . E l l ibro es tá d iv id ido en seis capí tu los : " ¿ H a s t a d ó n d e

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la frontera?" es el t í tu lo del primero, y relata la historia agitada de esta l ínea d iv isor ia que, desde el siglo x v i hasta el nuestro, ha cambiado en múl t ip les ocasiones. E l autor se remonta a la época de vicisitudes de la Louis iana , ex­plorada por los españo les en el siglo x v i , colonizada por los franceses en el siglo x v n , cedida como consecuencia de la Guer ra de Siete A ñ o s a Inglaterra y a E s p a ñ a (1762-1763), y finalmente recuperada en parte en 1800 por Napo­león , quien l a v e n d i ó a Estados Unidos tres años de spués . A partir de ese mo­mento, los presidentes estadunidenses no descansa r í an hasta lograr que el país abarcara lo m á s posible hacia el sur. Var ios mapas ilustran el cap í tu lo , con los que el lector se da cuenta de la voracidad creciente de nuestros vecinos. L a G u e r r a del 47 fue otra etapa importante pero no decisiva, precisa el autor. E n efecto, e l pretexto que esgr imía Estados Unidos era demasiado bueno para no usarlo: el rescate de un pueblo en estado de " d e p r a v a c i ó n " y de notorio " re t raso" (p. 15). ( H o y se d i r í a co r rupc ión y subdesarrollo. . .)

Duran te a ñ o s no dejaron de codiciar Sonora y Ch ihuahua , a d e m á s de lo previamente adquir ido. Ó s c a r M a r t í n e z señala la G u e r r a de Secesión como punto final a l a a m b i c i ó n territorial estadunidense. Pero tampoco se detiene a q u í la ma la fortuna de los habitantes de la región fronteriza, quienes sufrían por los cambios incesantes. E l final del pr imer cap í tu lo describe los cambios naturales, a veces considerables, en el curso del r ío l ími te , es decir el R í o Grande . B a s t ó con las lluvias torrenciales de 1864, que se sumaron a inunda­ciones anteriores, para que M é x i c o perdiera una po rc ión importante de tierras, entre C i u d a d J u á r e z y E l Paso, en beneficio de Estados Un idos . Se trata de E l C h a m i z a l , que Estados Unidos no devolvió a M é x i c o hasta el a ñ o de 1968 (el tratado se h a b í a suscrito en 1963), cuando los dos países efectua­ron u n intercambio de tierras desplazadas del mismo modo. U n o s croquis (p. 28) s e ñ a l a n los giros caprichosos del r ío en varios a ñ o s y la resolución final de 1968. E l autor menciona t a m b i é n resoluciones sobre diversos conflictos, trata pr incipalmente la r epa r t i c ión del agua de los ríos l imítrofes y su calidad, ya que la sa l in idad del R í o Colorado ha causado d a ñ o s considerables a la agri­cul tura . E l c a p í t u l o concluye de manera un poco amarga: a pesar de que los conflictos fronterizos han encontrado soluciones cada vez m á s pacíficas, M é ­xico no puede o lv idar tantos a ñ o s difíciles que siguen influyendo hoy "sobre actitudes, percepciones y p o l í t i c a s " de M é x i c o hacia Estados Un idos (p. 31).

E l segundo cap í tu lo describe una red de actividades de conspiradores y filibusteros durante el siglo x i x , con el p ropós i to de fomentar movimientos separatistas y proclamar repúb l i cas independientes. E l autor describe no me­nos de diez intentos entre principios del siglo x i x y principios del x x , todos fallidos. Los implicados eran estadunidenses y mexicanos (Ricardo Flores M a g ó n fue u n o de los m á s célebres) . Incluso los ú l t imos filibusteros franceses en l a r eg ión d e s e m p e ñ a r o n u n papel clave en expediciones destinadas a inde­pendizar una parte del norte de M é x i c o ; de spués de fracasos sucesivos, el jefe de estas expediciones, G a s t ó n Raousset de Bou lbon , fue fusilado. Tantas i n ­surrecciones y rebeliones, tanta in sumis ión y resistencia acabaron por con­vencer al gobierno central mexicano de que algo t en í a que hacerse. M a r t í n e z enumera los pasos tomados en Baja Cal i forn ia por L á z a r o C á r d e n a s durante

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su mandato presidencial, pasos que condujeron a un mejor control de l a leja­na provincia (p. 50). L a conclus ión de este capí tu lo muestra u n poco m á s de optimismo que la del anterior: una mejor in tegrac ión de la frontera hacia los años cuarenta marca el pr incipio de un nuevo c l ima de respeto mutuo y de cooperac ión entre los dos vecinos. Po r fin parece que M é x i c o empieza a olvi ­darse de este viejo temor a los ataques contra su integridad terri torial .

E l tercer capí tu lo se refiere a las tribus de indios que recibieron, m á s que nadie, el impacto de los desplazamientos sucesivos de la frontera; describe la violencia con la que se les t r a t ó , sus luchas feroces en respuesta a su incorpora­ción forzada a una zona o a otra y el desenlace poco honroso para el hombre blanco: la ex t e rminac ión de la mayor parte de los indios y la conf inación en reservaciones de los sobrevivientes. A l principio del cap í tu lo un mapa permite ubicar a cada grupo. E l autor precisa que los m á s tranquilos se adaptaron a la v ida de las misiones españo las de Cal i forn ia , pero los grupos agresivos cau­saron problemas de modo continuo por su rechazo y su incapacidad para aceptar otro tipo de vida . Su hostil idad llegaba a grandes excesos y, como los esfuerzos mexicanos para vencerlos resultaban inút i les , el presidente estadu­nidense James Polk se aferró a este pretexto para anexar la zona de las tribus junto con las otras regiones codiciadas. Méx ico tuvo que acceder, pero se in­cluyó en el Tratado de Guadalupe Hida lgo una c láusula estipulando que los estadunidenses se c o m p r o m e t í a n a d e s e m p e ñ a r una labor de pro tecc ión cons­tante de los mexicanos. Esta c láusu la , agrega M a r t í n e z , no se r e spe tó : los es­tadunidenses mostraron poca capacidad o poca buena voluntad, sobre todo en los años siguientes a la guerra.

Se logró la solución gradual del problema gracias a una mejor coopera­ción entre ambos pa íses , al crear comisiones y acuerdos recíprocos para dejar a las tropas de cada país cruzar la frontera con el p ropós i to de perseguir a los indios, a los que aniqui laban las m á s de las veces. S i agregamos a esto las en­fermedades que los diezmaban y la pol í t ica caót ica de Estados U n i d o s decidi­da a acabar con ellos por cualquier medio, el cuadro que pinta M a r t í n e z es realmente d r a m á t i c o . L a c reac ión de reservaciones cons t i tuyó una solución pacífica pero no ideal.

E l autor se detiene sobre el problema de dos tribus en particular, los kic-kapoos y los yaquis, que sufrieron tribulaciones muy peculiares. E n t r a en los detalles de las revueltas yaquis durante el mandato de Porfir io D í a z , quien acabó por enviar parte de esa pob lac ión a realizar trabajos forzados en Y u c a ­t án . Finalmente, con L á z a r o C á r d e n a s , los yaquis encontraron un apoyo eco­n ó m i c o para el desarrollo de su agricultura. E n cuanto a los kickapoos, tribus emigradas a Texas desde las regiones de los grandes lagos, tuvieron que inter­narse en M é x i c o debido a las fricciones constantes con los texanos. Durante la R e v o l u c i ó n , se agregaron m á s de una vez a las filas mexicanas, hecho que les ag radec ió el gobierno. Actualmente, parte de ellos vive en el pueblo de Re­nacimiento, Coahu i l a ; en la es tac ión de pizca pasan del lado estadunidense. E l autor seña la u n detalle m u y interesante: son los ún icos que hasta la fecha pueden pasar la frontera sin otro t r á m i t e que el de identificarse con el nombre de su t r ibu. Tan to los yaquis como los kickapoos se reparten en los dos países

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y siguen migrando e s p o r á d i c a m e n t e para volver a encontrar las ra íces de su cultura a la que no quieren renunciar. U n cuadro, basado en datos del censo de pob lac ión del US Bureau of the Census, presenta estadís t icas de la pob lac ión ind ia en 1980, del lado estadunidense. E l autor cierra el cap í tu lo con una bre­ve expos ic ión de las condiciones de los indios en la actualidad, en ambos lados de l a frontera, condiciones deplorables en muchos casos, sobre todo las de los tarahumaras en M é x i c o .

Los indios no fueron los ún icos que sufrieron esta i nco rpo rac ión forzada y los cambios sucesivos de opresores, de nacionalidad, de reglamentos. Los mexicano-americanos o chicanos residentes en Texas, Nuevo Méx ico , Ar i zona y Ca l i fo rn ia se encontraron del otro lado de la frontera después del Tratado de l a M e s i l l a ; en el cap í tu lo cuatro, el autor muestra el cambio de actitud de los anglos hacia ellos a medida que nuevas olas de inmigrantes estadunidenses llegaban a poblar los nuevos estados fronterizos y poco a poco i m p o n í a n nue­vos sistemas de v ida . T u v i e r o n lugar conflictos armados casi sin i n t e r rupc ión desde la tercera d é c a d a del siglo x i x , cuando se dec la ró la " R e p ú b l i c a de Te ­x a s " , hasta l a masacre de Santa Ysabe l en 1916. U n cuadro s inópt ico presen­ta en orden c r o n o l ó g i c o acontecimientos y lugares.

E l origen de los conflictos era múl t ip le , prosigue el autor: unos, sin duda, eran actos de d e s e s p e r a c i ó n de hombres que se sen t ían extranjeros en su pro­pio pa í s ; otros resultaban de las actividades de bandolerismo —como el hurto de ganado— y t a m b i é n de brotes de racismo. Ó s c a r M a r t í n e z presenta cortas biograf ías de algunos l íderes mexicano-americanos leales al gobierno de la R e p ú b l i c a : L o r e n z o de Zavala , J u a n Seguín , J u a n C o r t i n a , cuyos esfuerzos traducen el anhelo desesperado de regresar a la madre patria. S i bien no lo lograron completamente, no se p e r d i ó todo; desde el punto de vista polí t ico los mexicano-americanos pertenecen a Estados Un idos , hecho que tuvieron que aceptar; pero en el plano cul tural , la identif icación con M é x i c o no se ha roto del todo. M u c h o s chicanos siguen cons ide rándose parte de su país de or i ­gen y conservan fielmente su id ioma y sus tradiciones, haciendo a u n lado el racismo que hasta la fecha los persigue, aunque q u i z á con menos virulencia.

E l autor destaca la evoluc ión favorable de la op in ión púb l i ca hacia los his­panos, pero s e ñ a l a la falta de cohes ión que existe entre ellos ya que algunos propugnan con m á s entusiasmo la as imi lac ión total a la sociedad estaduniden­se. S e ñ a l a t a m b i é n intentos de acercamiento polí t ico entre la comunidad chi-cana y el gobierno mexicano, cuyo iniciador fue L u i s E c h e v e r r í a en 1971. L a idea se acep tó con entusiasmo desde el pr incipio, pero con el transcurso de los a ñ o s , se h a n perfilado tantas dificultades —de índole d i p l o má t i ca , sobre todo— que, en el plano gubernamental, en M é x i c o , se j u z g ó m á s razonable l imi ta r la r e l a c i ó n al á m b i t o cultural (p. 103).

D e s p u é s de l a ces ión de las provincias mexicanas a Estados U n i d o s , los nuevos estados de l a frontera quedaron como "guardianes de los l ímites terri­toriales de M é x i c o " . E n el quinto cap í tu lo , el autor describe las carac ter í s t icas de la r eg ión y de sus habitantes: los n o r t e ñ o s —habitantes de las provincias septentrionales— y los fronterizos —habitantes cercanos a l a l ínea divisor ia ; recuerda los movimientos separatistas del siglo x i x y su presencia cada vez

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m á s fuerte, durante el siglo x x , en el PAN . Los brotes de violencia en perio­dos electorales recientes y el colapso de la e c o n o m í a posterior a l a crisis nacio­nal de 1982, mantienen u n c l ima de descontento continuo entre estos no r t eños dedicados sobre todo a la agricultura, la g a n a d e r í a y las minas.

M a r t í n e z se extiende sobre varias medidas del gobierno mexicano —crea­ción de una zona l ibre, p r o m o c i ó n de productos internacionales— para sacar a los fronterizos tanto de su aislamiento como de su dependencia económica , pero el éxi to es m u y l imitado. E n cuanto al turismo, sus beneficios fueron se­riamente contrarrestados por la mala fama de las "ciudades del v i c i o " . H o y d ía las ciudades de l a frontera se caracterizan m á s bien por su t r áns i to de in­migrantes en busca de trabajo del otro lado: trabajadores con permiso vital i­cio que atraviesan l a frontera diariamente y trabajadores de temporada con o sin permiso, por u n periodo determinado. L a dependencia económica de los fronterizos a u m e n t ó con la c reac ión de maquiladoras; el autor proporciona es­tadís t icas sobre las plantas y el n ú m e r o de empleados en las principales ciuda­des. E l cap í tu lo concluye con la p r eocupac ión del gobierno para detener l a " d e s m e x i c a n i z a c i ó n " del Norte con programas económicos y culturales desti­nados a evitar la des in teg rac ión y a min imiza r el aislamiento de sus habitantes y sus deseos de independencia.

E n el sexto y ú l t i m o cap í tu lo , observamos c ó m o actualmente sigue ha­biendo problemas en l a frontera, aunque son diferentes de los de a n t a ñ o . E l contexto es nuevo a causa de algunos cambios drás t icos que han tenido lugar como el crecimiento enorme de la pob lac ión a ra íz del desarrollo del " c in tu -rón del s o l " , de la c reac ión de multinacionales y de maquiladoras; el creci­miento e c o n ó m i c o , en ambos lados de l a frontera, es indudable. U n a sección de este ú l t i m o cap í tu lo aborda el tema de la ecología tan vulnerable, sobre todo cuando de recursos h idráu l icos y de problemas de c o n t a m i n a c i ó n a tmosfér ica se trata. E l autor se extiende luego sobre una de las causas pr inci­pales de l a t ens ión constante en las relaciones entre los dos países: l a migra­ción internacional.

D e s p u é s de ofrecer una breve historia de la m i g r a c i ó n mexicana a Estados Unidos y de los programas sucesivos al respecto, el autor recuerda las medidas vejatorias que contra los inmigrantes se dan en forma casi continua. F ina l ­mente, en l a ú l t i m a parte de este cap í tu lo nos damos cuenta de la magnitud de algunos otros conflictos que parecen inherentes a l a frontera: r ival idad eco­n ó m i c a , guerra de transportes, narco t rá f ico , conflictos que provocan el chan­taje de Estados U n i d o s contra M é x i c o cuando, por ejemplo, presiona a nues­tro país para que modifique su conducta polí t ica en A m é r i c a Centra l (p. 139). Por otra parte, agrega M a r t í n e z , el impacto de estos conflictos resulta desas­troso para el turismo. U n a nota optimista concluye el cap í tu lo : si b ien es cier­to que las relaciones entre los dos países tienen en conjunto un aspecto poco alentador, sin embargo en el plano local muchas iniciativas tomadas en forma concertada —por ejemplo en "ciudades gemelas"— traen resultados positivos.

E l ep í logo sugiere paralelismo entre los conflictos de nuestra frontera y los de fronteras en otras regiones del globo, en M e d i o Oriente , en África, en Europa; observamos, de esta manera, c ó m o otros pa íses tratan de solucionar

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sus conflictos. E n sus recomendaciones finales, el autor aconseja que no se vea la frontera como u n a l í nea divisoria sino como una reg ión en donde dos comu­nidades coexisten y tienen en c o m ú n un patrimonio económico , social y cultu­ra l , lo que debe incitarlos a crear organismos comunes para solucionar sus problemas comunes, evitando conductas unilaterales como la que se es tá lle­vando a cabo desde hace a ñ o s en lo que concierne a la m i g r a c i ó n . C o n el mis­mo desencanto que encontramos al final de su primer cap í tu lo , Ó s c a r M a r t í ­nez concluye su obra aseverando que el ún ico progreso logrado desde el siglo x i x es haber pasado de u n estado de violencia a uno de no violencia; pero como nadie tiene derecho de estancarse en esta etapa, las dos regiones deben procurar m á s acercamientos para lograr u n progreso tangible y provechoso.

Este l ib ro es u n auxi l iar de pr imer orden para los estudiosos de la mate­r ia . P r imero , porque Ó s c a r M a r t í n e z sabe de q u é habla. Profesor de historia en l a Un ive r s idad de Texas en E l Paso, fue director del Center for Interameri-can and Border Studies de esta ins t i tuc ión y presidente de l a Associat ion of Border land Scholars. N o nos e x t r a ñ a , pues, lo minucioso de su trabajo en cuanto a his tor ia y geograf ía se refiere. A d e m á s es autor de varios libros y es­tudios, la mayor parte sobre la historia de C i u d a d J u á r e z . Po r otra parte, la u t i l idad , el provecho que puede uno sacar de Troublesome Border radica en la p r e o c u p a c i ó n p r á c t i c a del l ib ro . N o encierra grandes teor ías sino datos, es tadís t icas , mapas, croquis, r ica in formación organizada de la que se des­prenden conclusiones lógicas . Este trabajo tan bien estructurado resulta útil para investigaciones posteriores.

U n o de los cap í tu los m á s originales desde m i punto de vista es el tercero, sobre los indios; l a l i teratura escrita sobre ellos no es realmente abundante, y los lectores que se h a b í a n quedado en la etapa de Fenimore Cooper con El último de los Mohicanos, se ponen al d ía en un momento con l a lectura de estas cuantas p á g i n a s , densas en in fo rmac ión . E n el cap í tu lo sobre los chicanos, el autor hubiera podido darnos una vers ión personal m á s detallada del origen del t é r m i n o " c h i c a n o " , ya que son muchas las explicaciones que se propor­c ionan al respecto. Se conforma con poner entre corchetes [un derivado de " m e x i c a n o " ] y nos quedamos con nuestra curiosidad; o por lo menos, hubie­ra podido referirnos al a r t í cu lo tan interesante "Sobre el t é r m i n o ch icano" que pub l i có T i n o V i l l a n u e v a en forma de ensayo en Cuadernos hispanoamerica­nos ( n ú m . 336, j u n i o de 1978) y que sirvió de pró logo a su Antología histórica y literaria (FCE , 1980). S i n embargo, M a r t í n e z subraya l a importancia del tér­m ino y a part ir de q u é é p o c a algunos grupos de mexicano-americanos empie­zan a usarlo c o m o instrumento de identidad. T a m b i é n hubiera podido exten­derse más sobre las manifestaciones culturales realizadas en M é x i c o , en part icular en el marco de la U N A M y en las casas de cultura de provincia . E n l a capital por ejemplo, el arte chicano tiene gran acep tac ión ; esta cultura, re­lativamente reciente, no deja de enriquecer a ambos países y de hablar en fa­vor de sus iniciadores.

L a objetividad de M a r t í n e z destaca en cada cap í tu lo de su obra y en los renglones m á s importantes. A l hablar de los efectos de l a m i g r a c i ó n hispana en Estados U n i d o s , no vaci la , al igual que otros a c a d é m i c o s , en defender opi-

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niones contrarias a las de los medios oficiales estadunidenses que l a juzgan da­ñ i n a para su e c o n o m í a (p. 135). E n otro momento de su inves t igación, al ha­blar de los n o r t e ñ o s , el autor subraya lo siguiente: no es que los n o r t e ñ o s se dejen influir por la idiosincrasia estadunidense, no es que se quieran "amer i ­canizar ' ' a la fuerza. Según M a r t í n e z , éstos son estereotipos y la verdad es otra: los no r t eños es tán descontentos con el r é g i m e n mexicano tan ineficaz y cuyas polí t icas e s t án d a ñ a n d o la e c o n o m í a de la reg ión (p. 144). Pero el autor olvida puntos importantes (¿de d ó n d e salieron los subsidios a la agricultura n o r t e ñ a , por ejemplo?) y por sus afirmaciones drás t i cas se arriesga a que sus lectores consideren a los n o r t e ñ o s como unos ingratos.

O t r a aseverac ión del autor me parece exagerada, cuando afirma que el pasado — e n t i é n d a s e los acontecimientos de 1846-1848 y 1 8 5 3— influye mu­cho t o d a v í a sobre " las actitudes, las percepciones y las pol í t icas adoptadas por M é x i c o hacia Estados Un idos , durante generaciones y todav ía hoy en d í a " (p. 31). Q u e el episodio de la " C o r t i n a de la T o r t i l l a " forme parte todavía del rencor mexicano, lo creo fáci lmente , pero una guerra que tuvo lugar hace 140 a ñ o s , ya n i los bisabuelos viven para con tá r se lo a los nietos y mantener vivo en ellos el odio al usurpador (aunque h a r í a falta una encuesta para com­probar m i aseverac ión) . Encuentro dos explicaciones a esta af i rmación de Ó s ­car M a r t í n e z : él es chicano y el sentimiento de f rus t rac ión sí queda vivo entre los chicanos, por t r ad ic ión , p o d r í a m o s decir. Los chicanos prefieren pensar que el gobierno mexicano deja que el viejo rencor siga impregnando todav ía sus decisiones, sus actitudes. L a otra expl icac ión que me a t rever ía a dar, sería que el gobierno mexicano manipula este sentimiento en el discurso polít ico con el p ropós i to de fomentar el nacionalismo.

Sea lo que sea, la obra me convenc ió de que esta l ínea divisoria del Norte, no se p o d r í a nunca calificar de imaginar ia ( ¿ q u i é n se a t rever ía a hacerlo?) como l a del Ecuador , por tantos trastornos tangibles que origina. Desde el pr incipio de su obra, el autor nos ayuda a entenderlo. Su abundante informa­ción apoyada por mapas, croquis y es tad ís t icas , los r e s ú m e n e s y conclusiones de cada cap í tu lo , nos l levaron paso a paso a t r avés de esta odisea y aprendi­mos así que la frontera M é x i c o - E s t a d o s U n i d o s tampoco es una l ínea divisoria entre dos lados indiferentes uno respecto al otro, sino una " r e g i ó n " en donde dos pa íses tienen que darse l a mano para resolver sus problemas comunes. Esta nota final ayuda a borrar el elemento de amargura que se percibe a lo largo de los diversos capí tu los .

M A R I E - C L A I R E FISCHER DE FIGUEROA