reflexiones sobre el protocolo de actuacion para médicos del inss
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Reflexiones sobre el protocolo de actuación para médicos del INSS, en las enfermedades de SSC
Robert Cabré Guixé 21/10/2012
Reflexiones sobre el protocolo de actuación para médicos del INSS,
en las enfermedades de SSC
Las enfermedades de sensibilización central SSC, ya descritas por el Dr. M. B. Yunus, en 1980,
se han convertido en un nuevo paradigma que envuelve a diversos diagnósticos, compartiendo
características y mecanismos biofisiológicos similares, que se apartan de los modelos dualistas
de patología-psiquiatría de la medicina contemporánea.
Actualmente, pese a los resultados que nos aportan las evidencias científicas, sigue
perdurando de un modo mayoritario entre los profesionales de la salud, a nivel mayoritario, el
criterio de negación de dichas enfermedades de SSC como orgánicas e incluso como
inexistentes, pese que algunas estén ya reconocidas y con clasificación CIE por la OMS.
De las múltiples patologías que conforman la SSC, trece en total, las más conocidas son la
Fibromialgia FM, la Síndrome de Fatiga Crónica SFC y la Sensibilidad Química Múltiple SQM.
La patología conocida en la actualidad como Fibromialgia, se estableció como criterio
diagnóstico en 1904 con la denominación de “Fibrositis”, por Gowres. En 1943 Slocumb,
vinculo esta patología a la particularidad de la grasa, en las mujeres, que favorecían las
concentraciones residuales de líquidos y hormonas. Boland y Corr, en 1947, la consideraron
como una manifestación de un reumatismo psicógeno o tensional por el concepto que se
tenía, aún no del todo superado, sobre la mujer, sus enfermedades y su rol en la sociedad. No
fue hasta el año 1972 cuando el Dr. Smythe asentó las bases modernas de la enfermedad
describiendo el dolor generalizado y unos puntos de dolor. En 1976 Hench utiliza el término
de fibromialgia por primera vez, en 1990 El American College of Rheumatology establece los
actuales Criterios Diagnósticos. En 1992 La Organización Mundial de la Salud la reconoce como
una enfermedad dentro de los reumatismos no articulares con la clasificación estadística
internacional CIE 9 729.1, actualmente su clasificación es CIE-10 M79.7.
Sobre la Síndrome de Fatiga Crónica, ya en 1934, se produjo un brote en el hospital del
condado de los Ángeles, al que se le denominó “Poliomielitis atípica”, con unas
manifestaciones muy parecidas al síndrome de fatiga crónica SFC. En 1955 se produjo un brote
similar y masivo en el hospital Royal Free de Londres, reino Unido, al que se le denomino
“enfermedad de Royal Free” inicialmente entendida inicialmente como infecciosa y
posteriormente como una “histeria colectiva” de los profesionales de dicho centro. Al cabo de
los años, se replanteo la valoración diagnóstica como encefalomielitis míalgica EM, siendo
homologada a la SFC.
En 1990 se reunió un grupo multidisciplinario en Gran Bretaña a reflexionar sobre este cuadro,
que se había publicado con diferentes denominaciones. Sin pronunciarse si correspondía o no
a una sola entidad, recogieron grupos de pacientes con similar sintomatología y que se habían
dado a conocer bajo las denominaciones de:
1. Encefalomielitis miálgica.
2. Síndrome de fatiga crónica.
3. Síndrome de fatiga post viral.
4. Enfermedad de Royal Free.
5. Mononucleosis infecciosa crónica.
6. Neuromiastenia epidémica.
7. Fibrositis fibromialgia.
8. Síndrome de fatiga crónica idiopática y mialgia.
Como puede observarse el desconcierto, se reconocieron muchos nombres para un mismo
cuadro clínico, lo que muestra la dispersión de criterios.
El criterio psicológico sobre la Síndrome de Fatiga Crónica SFC, ya era sustentado por el CDC de
Atlanta por el director del departamento responsable de estas enfermedades el Dr. Reeves, el
cual en 1988 los calificaba como enfermos “llorones” y simuladores.
La agencia se centro la investigación con importantes recursos económicos en los factores
psiquiátricos relacionados con el trauma y las asociaciones-el trastorno de la personalidad. Los
estudios de trauma fueron publicados, respectivamente, en las revistas Psicoterapia y
Psicosomática y Archives of General Psychiatry , favoreciendo el criterio de que el estrés
traumático hacía que las personas sean más vulnerables ante procesos de deterioro de salud.
Este hecho hizo que no se tomara enserio esta patología SFC, pese a las múltiples coincidencias
con manifestaciones infecciosas, en las que se asocian diferentes agentes infecciosos, entre
ellos enfermedad de Lyme, brucelosis, mononucleosis infecciosa, citomegalovirus, retrovirus
discutidos como el XMRV, toxoplasmosis, HHV-6A y HHV-7-B y Coxsackie, un enterovirusy
algunos mycoplasmas de origen de la industria militar como la brucela-cristalina.
El Dr. Reeves, psiquiatra de profesión, fue “ascendido” ocupando su cargo la Dra. Elizabeth
Unger, experta en virus del papiloma humano y que había trabajado con el Dr. Reeves durante
años. Fue nombrada para reemplazarlo como jefe de la Subdivisión de enfermedades virales
crónicas, que actualmente alberga el programa de síndrome de fatiga crónica. La causa de
dicho cambio, se debió a una serie de conflictos jurídicos con intercambios de denuncias entre
el CDC y el Dr. Reeves por causa diversos escándalos financieros, millonarios, encubiertos en
falsos programas de investigación sobre SFC ante el congreso de los EEUU. Programas que para
justificar los más de 100 millones de dólares se manipularon unos supuestos estudios para
demostrar patologías psicológicas que explicaran el síndrome de fatiga crónica, despidiendo a
quienes opinaban e investigaban las causas virales como hipótesis de dicha patología, como
ocurrió con la Dra. A. De Freitas a quien le destruyeron los trabajos que había realizado y
estaba en fase de publicación.
La Dr. N. Klimas, reconocida en el estudio y tratamiento del SIDA y del SFC, también miembro
del comité para la investigación del SFC en el CDC, trabajo en un estudio comparativo entre la
SFC y la enfermedad de la Guerra del Golfo, estudio que no se pudo concluir por cese de
aporte económico por parte de la agencia. Según el acta realizada, la Dr. N. Klimas argumenta
que el CDC ha hecho saber que la agencia creada en el año 2000 con un aporte millonario de
dplares para su estudio, no tiene la intención de buscar a los agentes infecciosos, a pesar de la
evidencia. Recomendando el tratamiento conductual y el ejercicio”
Actualmente, en los últimos años y ante los resultados obtenidos mediante investigaciones
particulares sobre la relación inmunología-SFC, son más los especialistas en enfermedades
infecciosas e inmunólogos los profesionales interesados en el tema. Los resultados obtenidos
de sus investigaciones son altamente alentadores ante un tema al que, anteriormente, no le
otorgaban interés, precisamente por la estimación mencionada de enfermedad psicológica.
Otro tanto ocurre con las enfermedades de sensibilidad química SQM, más relacionada con el
medio ambiente y los contaminantes industriales a los que nos vemos expuestos, al igual que
las enfermedades ocasionadas por los campos electromagnéticos de baja tensión, como la
Electrohipersensibilidad EHS, también altamente invalidantes y consideradas, por las mismas
razones, como enfermedades psicológicas sin recibir estas ninguna consideración por parte de
la Organización Mundial de la Salud OMS, pese a la existencia de un aumento progresivo de
afectados y reconocidos como “síndrome del edificio enfermo”. Muchas de estas patologías
acaban siendo reconocida su capacidad invalidante a través de procesos jurídicos,
entendiéndose como enfermedades por exposición profesional, hecho que resulta más
económico que extender la conflictividad de dicha contaminación a los hogares y al
medioambiente.
Las enfermedades de SSC recogen un total de trece patologías que contienen elementos
comunes de afectación del sistema nervioso central, las cuales pueden superponerse entre si
de un modo indistinto en múltiples combinaciones. Este hecho y su incomprensión generan
una multiplicidad de casos con manifestaciones comunes y a la vez con características
particulares, que hacen del correcto diagnóstico una dificultad real al margen de las
peculiaridades anteriormente descritas. El hecho de ser manifestaciones multifuncionales en la
que los medios diagnósticos existentes no se contemplan ni son utilizados en la amplitud y
dirección requerida, es otro elemento más a añadir a este conglomerado complejo
denominado SSC.
Su investigación, diagnóstico y tratamiento se hace muy difícil al no valorarlo como un “todo”.
La medicina actual tiene la dificultad de ser esclava del paradigma de la hiperespecialización,
“aquello que no es cuantificable es psicológico”. Hecho que pese a que haya aportado en
determinados casos muchos avances, lleva la contradicción de que sus protocolos de actuación
sean cerrados y rígidos ante nuevas situaciones de difícil comprensión.
Curiosamente y a modo de ejemplo, podemos valorar que a finales del siglo XIX, se iniciaron
las síntesis de insecticidas clorados, por ejemplo el DDT cuya molécula se sintetizo en 1873
pese a que en 1940 Paul Hermann Müller descubriera los efectos tóxicos como insecticida y
posteriormente sus derivados.
Estos agentes mayoritariamente son disolubles en grasas, no en agua, por lo que los efectos de
retención en los tejidos grasos es indiscutible y es la causa del porque aparezcan altísimas
concentraciones de dicho pesticida en los peces que en la propia agua donde habitan.
Este pesticida, podría ser un claro ejemplo de que un producto altamente contaminante, de
uso tanto industrial como doméstico contra insectos, de toxicidad acumulativa y perpetuada
por más de cuarenta años en la tierra y diez años en medio acuático puede ser causa de daños
irreparables, los cuales a bajas dosis no se han descrito.
Pese a ser prohibida su producción y huso en los años 70, en 1973 se prohibió su total
utilización en los EEUU de América, pese a ello se siguen utilizando por los países del tercer
mundo para el control de la malaria, entre otros hechos.
Se calcula que solo entre México y Brasil, en 1992 se consumieron más de 1.000 toneladas en
cada país. En España se produjeron altas contaminaciones en los ríos, en 1987 se encontraron
altas concentraciones de DDT en el sedimento de los ríos de la confederación hidrográfica del
Ebro, unas 3.000 veces superior a lo tolerado, atribuibles a Montecinca S.A. España era la única
potencia europea que fabricaba un derivado de DDT, el Dicofol, hasta el 11 de abril de 2008. El
convenio de Rotterdam firmado el 1 de noviembre de 1997 por 100 estados entre ellos la
Unión Europea, acordó la prohibición de vender, comercializar, almacenar o usar dicha
substancia.
Por lo normal el DDT actúa combinado con otros compuestos orgánicos persistentes como
pueden ser los PCB o las Dioxinas. Se han descrito las manifestaciones de las intoxicaciones
graves, y aunque las intoxicaciones leves pueden ocasionar entre otras, lesiones en la mucosa
intestinal, alteraciones en la membrana celular, afectaciones medulares, músculo cardiaco,
afectaciones del SNC, alteraciones de la conciencia, etc. no son muy estudiadas ni extendidas.
Hace de mal pensar que se pretendan centrar tantos millones de personas afectadas de
enfermedades de sensibilización central, como personas con afectaciones psicopatológicas,
como Personalidad tipo A, con Agarofóbia o con trastornos Somatomorfos entre otros, tal y
como describí en el artículo “Un mal diagnóstico de los trastornos somatomorfos lleva a la
confusión de los profesionales”, sin entrar a considerar otros parámetros más coherentes y
determinantes para su ocultación, como pueden ser las afectaciones medioambientales de los
productos químicos, bioquímicos y bacteriológicos de la industria militar y civil, al
menospreciar los organismos oficiales sus consecuencias, por presuntos intereses políticos y
economicistas, reconociendo como inocuas las dosis mínimas de exposición las propuestas
por los estudios financiados por las propias industrias, de un modo indiscriminado sin apreciar
la salud de los habitantes y del propio planeta.
La progresión de las enfermedades de SSC es espectacular, sin que se tenga en cuenta.
En el año 2012, se calcula que solo de Fibromiálgia en Europa hay más de 14 millones de
personas afectadas, mayoritariamente mujeres. En España se postula una prevalencia de 1-3%
(superior a la de la artritis reumatoide) en población mayor de 18 años. Dicha prevalencia
aumenta con la edad: 3,9% entre 20 y 40 años, 5,8% entre 40 y 60 y 7% en mayores de 60
años. En EEUU de América se estima que en el año 2007 habían 4 millones de afectados, diez
veces más que los estimados por el CDC en 2003.
Los diferentes estudios han permitido un cambio radical en la comprensión y definición del
proceso, que no se pueden ni deben ignorar.
El criterio diagnóstico vigente hasta ahora es válido en esencia, si bien el Colegio Americano de
Reumatología CAR ha hecho públicos nuevos criterios diagnósticos en mayo de 2010, en los
que cobra protagonismo tanto la amplificación de las zonas dolorosas (ya no se habla de
puntos sensibles) como la importancia de los síntomas cognitivos y las enfermedades
asociadas.
Afloran las teorías que relacionan la enfermedad con la presencia de anticuerpos, asociándose
a una enfermedad autoinmune, que alteren el procesamiento del dolor a nivel central, con
inhibición y/o disminución de determinados neurotransmisores dopaminérgicos y
noradrenérgicos, con un aumento de aminas del grupo glutanato y de la sustancia P, hecho
que se hace evidente en estudios de la corteza cerebral.
Por este motivo puede diagnosticarse en muchos casos mediante SPECT cerebral y con
resonancia magnética funcional, como muestra el trabajo
publicado el Dr. Torres Villamor “Fibromialgia (I): conceptos
previos, epidemiología, etiopatogenia, fisiopatología, clínica
y diagnóstico” en el que muestra que los afectados de FM
tienen una diferencia de comportamiento ante estímulos al
calor o a la presión, como se muestra en la figura 1,
mediante los Cortes axiales de resonancia magnética
funcional.
En la porción superior de la figura se muestran los resultados de la activación funcional
cerebral de un voluntario sano en respuesta a 4 kg de peso. Se pueden observar cambios
significativos únicamente en el área sensitivo-motora contralateral al dedo pulgar estimulado.
En la porción inferior de la figura se muestran los resultados de la activación funcional cerebral
de un paciente con diagnóstico clínico de fibromialgia. Se observa un patrón de activación de
las regiones cerebrales involucradas, normalmente, en la respuesta al dolor. Los cambios
fueron significativos en distintas áreas del lóbulo parietal (corteza somatosensorial primaria y
corteza somatosensorial secundaria) y del lóbulo frontal, en la ínsula, en los opérculos y en la
región de la corteza cingulada anterior. Así como la diferencia de respuesta a un estímulo de
4g/cm2 medida mediante resonancia magnética fig2a paciente normal, fig 2b paciente
afectado de FM
Actualmente, ya no se sostiene el hecho de que no se puedan realizar exploraciones para
valorar el dolor a nivel neuronal, pues el estudio de las áreas afectadas nos permite valorar
Fig. 1
Fig2 a paciente
normal
Fig2 b paciente con
FM
áreas de activación ante un estímulo, pese a que si se persiste en la línea psicosomática,
siempre se encontrarán justificaciones en la línea que hablen de somatizaciones, Kinesiofóbia,
catastrofismo etc.
No obstante existen más signos somáticos y síntomas a determinar y valorar.
El hecho de centrarse con los criterios de Fukuda de 1990 y aceptados en su día por el CDC,
hoy ya es desfasado, pese a que perdure el criterio en diversos colegios profesionales de
reumatólogos.
El “American College of Rheumatology” creó en mayo de 2010 unos nuevos criterios en los
que la palpación de los puntos sensibles deja de tener relevancia y se tienen en cuenta una
serie de síntomas que hasta ahora no han sido tenidos en cuenta, permitiendo una
cuantificación mediante escalas como son el índice de dolor generalizado (WPI), índices de
gravamen de síntomas (SS Score). Así como acepto una disminución del rendimiento
intelectual, sobre todo en el campo de la memoria, concentración, comunicación verbal etc.
acompañando de múltiples síntomas acompañantes como el síndrome de Raynaud, Síntomas
vegetativos, etc., etc.
Referente a desafortunada nomenclatura de Síndrome de Fatiga Crónica, otro tanto de lo
mismo, su criterio diagnóstico está desfasado en nuestro país, puesto que se basan en los
criterios del año 1988 de Holmes y col., que propusieron al CDC de Atlanta. En Catalunya en el
año 2002, se editó un documento de consenso “Documento de consenso sobre el diagnóstico
y tratamiento del síndrome de fatiga crónica en Catalunya”, el cual es superado por los
criterios Canadienses sobre la SFC del 2005 y recientemente por los criterios de consenso
internacional (ICC) elaborado en el año 2011, en el que el reconocimiento de la afectación
inmunológica alcanza un factor determinante para el diagnóstico, investigación y propuestas
de nueva forma de abordar a la enfermedad.
El mayor enfoque sobre el SFC durante el último par de años ha llamado la atención una
enfermedad mayor de un grupo mayor de científicos, incluyendo muchos expertos en
enfermedades infecciosas que no habían dado previamente mucho interés por el tema. No
obstante todo el avance realizado, es de un modo mayoritario financiado por afectados y
particulares mediante centros académicos privados como los de Stanford, Harvard, la
Universidad de Miami, Columbia y otras instituciones líderes en múltiples países.
Los expertos actualmente creen que uno o una combinación de varios agentes infecciosos
virales o de otro tipo, o tal vez otros agentes fisiológicos como las toxinas ambientales, puede
desencadenar una respuesta inmune que nunca se pare; la respuesta inmune, en sí, es
probable que la causa de muchos de los síntomas.
También se barajan causas genéticas como agentes predisponentes a respuestas de esta
índole a las exposiciones, en este sentido Dr. Derek Enlander y su equipo, reconocida y
respetada autoridad en la SFC, realiza estudios en este sentido y otros factores implicados en
el Hospital Monte Sinai, de Nueva York, EEUU, siempre bajo donaciones privadas, por el poco
interés que muestran los estados en el tema.
El caos generado por la confrontación de los propios profesionales acreditados como
autoridades en el tema de estas enfermedades por razones desconocidas, tal vez perversas, no
han coordinado su estudio, por lo que los diferentes grupos de investigación han utilizado
diferentes métodos de identificación de las personas con síndrome de fatiga crónica, hecho
que hace aún más difícil comparar los resultados entre los estudios obtenidos y que fomenta la
especulación de que las raíces de la enfermedad está en las mentes de los pacientes.
"Esta ambigüedad en las definiciones ha hecho que sea difícil para los investigadores
identificar una causa biológica", escribió Leonard Jason, un profesor de psicología de la
comunidad de la Universidad De Paul en Chicago y experto en el SFC. En un ensayo publicado
este año en The Wall Street Journal . "Cuando los investigadores comparan muestras muy
diferentes, es difícil, si no imposible, replicar los resultados de un laboratorio a otro. Este
hecho conlleva que, cuando aparecen hallazgos biológicos consistentes de las
investigaciones, los investigadores, de una forma inapropiada, podría concluir que el SFC es
sólo un problema psiquiátrico".
Existen suficientes argumentos para pensar que existe un desfase en los protocolos de
actuación para médicos del instituto nacional de la seguridad social INSS sobre estas
enfermedades.
El ejercicio, que es eficaz para tratar la depresión, se ha demostrado que en los afectados de
SFC, actúa de modo distinto, manifestando un síntoma reconocido denominado “malestar
post-esfuerzo”, siendo incluso esta nomenclatura inapropiada, puesto que el malestar que
percibes es a causa de un mal consumo de oxígeno en la producción de la energía muscular,
según determinó el estudio realizado en la Universidad de Utah y la Universidad del Pacífico en
Stockton, California.
El hecho de persistir en la valoración de la capacidad laboral, bajo un punto de vista tan
desactualizado, impide afrontar de un modo correcto no solo las patologías, si no resolver la
amplia conflictividad existente. No puede tratarse a la mayoría de los afectados como
presuntos simuladores y absentistas, haciendo de los profesionales del INSS de policías
sociales.
No existe una patología en la historia de la medicina que haya sufrido tal trato vejatorio tanto
académicamente, como a nivel de los afectados.
No se puede hablar de “timo social, colectivo a escala mundial”, solo podemos hablar del
despropósito político con voluntad de ocultamiento de pruebas, para supuestos beneficios
personales y/o políticos.
La conflictividad de estas enfermedades, que acaban, injustamente, resolviéndose de un modo
mayoritario en los juzgados, no solo es inaudita y perversa. Refleja la inoperancia de un
sistema mal dirigido por los responsables del mismo y presuntamente atenta contra los
derechos constitucionales del afectado y de la sociedad. Es la única patología que se ha
politizado hasta niveles insospechados, pese a que causa un alto nivel de incapacidad y pérdida
de calidad de vida comparable a estados terminales de procesos oncológicos o infecciosos
como SIDA. La Dra. Nancy Klimas experta en el SIDA y en la SFC, argumenta que “Para la
mayoría de los pacientes, síndrome de fatiga crónica es un boleto de ida al infierno. La
aflicción es grave e incurable en su mayoría. Horriblemente, le quita incluso más pequeños
placeres de la vida”.
El hecho de no reconocer la evidencia de que son enfermedades biológicas, es el punto de
lanza que no solo impide un aporte económico para su investigación, si no la adecuación y
protección jurídica, como enfermos crónicos con incapacidades.
El reconocimiento de enfermos crónicos con incapacidades específicas, no implicaría que se
otorgara a los afectados, de por sí, una incapacitación parcial o total, para su puesto de
trabajo, si no que generaría el marco adecuado para que, al igual que otros enfermos con
minusvalías, se adecuaran los puestos de trabajo a su capacidad física y/o psíquica. También
exigiría una adecuación del real decreto RD 1971/99 en el que se regula el procedimiento para
el reconocimiento, declaración y calificación del grado de minusvalía.
No todos los afectados por SSC, tienen el mismo nivel de afectación e incapacidades. La causa
de que mayoritariamente, los afectados de SSC, se vean obligados a solicitar una incapacidad
laboral, es por el mal trato y desconsideración de su patología es debido al desconocimiento y
vacío jurídico de protección al mismo, hecho agravado actualmente con la última reforma
laboral. Socialmente, el hecho de estar cansado o sentir dolor, no se concibe como una
enfermedad crónica, pero si ser diabético o padecer un Cáncer, si se le añade las
complicaciones derivadas a los efectos de los contaminantes químicos-medioambientales.
No existen protocolos de atención y actuación en urgencias, quirófanos y centros asistenciales
para este colectivo de enfermos, es la prueba de la desidia y desinterés ante estas
enfermedades, promovido por unos “supuestos especialistas” anquilosados en conceptos
erróneos y desfasados que se mueven más por supuestos intereses personales que
profesionales.
Actualmente es imposible sostener criterios de desconocimiento e ignorancia, así como
también es ridículo sostener justificaciones de ser patologías mostradas por absentistas y
simuladores de puestos de trabajo marginal. Cada vez existen más afectados de grado medio y
superior, con niveles altos de estudios que profundizan en el tema y no son deslumbrados por
“cantos de sirenas” ni actitudes prepotentes. Este hecho es el que ha impulsado a un
movimiento asociacionista internacional de afectados, que no se sienten conformes a las
actuaciones sanitarias recibidas ni quieren ser manipulados por intereses político-sanitarios. Es
el colectivo que son denominados por los actuales “especialistas” como “enfermos
informados”, los cuales suelen ser molestos por el mero hecho de ser críticos en un modo de
afrontar y actuar desfasado ante dichas enfermedades, como se ha dicho anteriormente,.
Es imprescindible plantear el problema bajo una perspectiva distinta, partiendo de unos
equipos multidisciplinarios, al igual como ha ocurrido en otros campos novedosos de la
medicina y que han mostrado su efectividad.
Es este caso el equipo propuesto se aconseja, en vista a los resultados que la evidencia
científica aporta, que englobe a Inmunólogos, Toxicólogos, Especialistas en enfermedades
infecciosas, Biólogos, Químicos orgánicos, Internistas, Psicólogos y Enfermeras docentes, para
realizar un estudio adecuado del problema partiendo de la actualidad, desplazándose a otras
áreas de la salud a los actuales profesionales, por causa de su contaminación conceptual a
modelos desfasados y que han demostrado su incapacidad para afrontar y resolver el
problema.
Equipos que centralicen la información y elaboren nuevos protocolos de actuación más
actualizados a las evidencias científicas actuales y sean capaces de elaborar las bases
formativas para el colectivo sanitario, de divulgación social y desestigmación de la enfermedad
y de orientación político-jurídicas.