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MADRID MADRID 57 Abril 2018 Abril 2018 56 Vistas de la plaza Cibeles, la calle de Alcalá y el paseo del Prado desde el Palacio de Ci- beles, sede del Ayuntamiento de Madrid REDESCUBRIENDO Madrid Es bulliciosa y rápida, sí, pero esta vez vamos a redescubrirla sin prisa. Desayunaremos en sus cafés, pasearemos por sus jardines y compraremos en sus mercados, que son muchos y muy variopintos TEXTO Y FOTOS KRIS UBACH

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MADRID MADRID

57Abril 2018 Abril 201856

Vistas de la plaza Cibeles, la calle de Alcalá y el paseo del Prado desde el Palacio de Ci-beles, sede del Ayuntamiento de Madrid

R E D E S C U B R I E N D O

MadridEs bulliciosa y rápida, sí, pero esta vez vamos

a redescubrirla sin prisa. Desayunaremos en sus cafés, pasearemos por sus jardines y

compraremos en sus mercados, que son muchos y muy variopintosTEXTO Y FOTOS KRIS UBACH

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NOS SUELE pasar con todas las ciudades en las que vivimos o trabajamos, pero quizás con Madrid con más intensidad que con otras. No terminamos de percibirlas. De tanto transitarlas hemos

dejado de verlas. Hasta esa tarde en que la luz tiene un color especial y tiñe de ocres sus perfiles o esa mañana de domingo en que las redescubri-mos recién entrando en la primavera. Esos días extraños las miramos de verdad. Y nos sentimos culpables por tenerlas tan cerca y no prestarles más atención.

Vamos a suponer que dispusiéramos de toda una semana libre en Madrid, siete días enteros para patearla sin prisas y sin mapa. Si eso fuera posible –¿por qué no?–, nosotros dedicaríamos el lunes y el martes a recorrer Malasaña, Salesas y Chueca. La zona más atrevida de Madrid no solo vive de una marcha nocturna que en los últimos años ha ido trasladándose a otras zonas de la ciudad. Chueca y sus aledaños tienen ganas de reivindicar su vida diurna y convencional, de

ChuecaAntonio Burillo y Juan Carlos Fernández son el alma mater de The 2nd Skin & Co, una firma de moda especializada en vestidos de cóctel que presenta cinco colecciones al año. Se confiesan dos enamorados de Chueca, lugar en el que viven y en el que tienen su atelier. Nos recomiendan tres lugares en el barrio: la floristería Margarita Se Llama Mi Amor, la tienda de ropa Mestizo y La Duquesita, especialmente por sus napolitanas de chocolate.

acostarse más pronto y de hacer vida de barrio sencilla.

Nuestra mañana empezaría en La Duquesita, una pastelería de las de antes que conserva casi intacta su decoración de 1914. Oriol Balaguer se encarga de dar forma a los cruasanes de mantequilla ganadores de premio, las napolitanas y las palmeras que con un poco de suerte podremos tomar en alguna de las escasas mesas que tiene el salón (Fernando VI, 2). Mamá Framboise es otra opción para empezar la mañana con azúcar y cuenta con un par de locales en el barrio (en el 23 de Fernando VI y en el Mercado de San Antón); boulangerie francesa y pastelería fina quedan bien concebidas por el chef asturiano Alejandro Montes.

Luego nos iríamos de mercados, esos lugares comunes que en los últimos años son punto de referencia para vecinos y para foodies a partes iguales. Empezamos en el de Barceló, en Malasaña, un mercado que no gustó a todos cuando estrenó nueva piel en el 2014. El nuevo edificio es un poco marciano pero mucha clientela de toda la vida –que al principio tenía sus reparos– sigue viniendo para conversar con el charcutero y para llenar el cesto con berenjenas y cebollas. También los hípsters que abarrotan el barrio acuden con sus carros de diseño para comprar lechuga y de paso aprovechan para tomar algo en la muy moderna zona de restauración de la segunda planta.

El Mercado de San Antón es otro de los neomerca-dos que proliferan en Madrid, está en Chueca y es un lugar donde se demuestra que el arte contempo-ráneo y la música chill out no están reñidos con la venta de bacalao o alubias a granel. Eso sí, aquí no se pueden comprar tomates sin más. Para hablar con propiedad hay que pedir corazón de buey, morado, montserrat, kumato, raf, rosa o ibérico. Y lo mismo con las legumbres –a las que se distingue por su lugar de origen– y las semillas, esos superalimentos tan de moda que se venden a peso en forma de chía, quinua, espelta o lino.

En alguno de estos mercados podemos tomar el apetitivo o, si se da el caso, la comida. En el segundo piso del propio San Antón hay opciones de todo tipo, desde el pincho de tortilla hasta el plato de ramen. Si queremos sentarnos con vistas al barrio solo hay que subir a La Cocina de San Antón, ubicada en la azotea, y que nos cocinen al momento lo que acabamos de adquirir en los puestos de la planta baja.

Las tardes son para las compras, especialmente en este rincón del mapa donde siempre fueron un paso por delante en cuanto a tendencias. Hay muchas y muy interesantes, pero destacaremos dos lugares de culto a la “modernez” en Malasaña. El Paracaidista, una concept-store de varias plantas donde venden marcas gourmet y diseña-dores emergentes de ropa, joyería o interiorismo. ¿Qué tiene de especial? Aquí se compra vía app y, si quieres, te lo mandan a casa, así evitas cargar (De la Palma, 10). Otro lugar que nos demuestra que lo de toda la vida también puede ser cool es Carpintería 28, donde los “trofeos de caza” hechos

Aída Díez, de Fiu Fiuus, una de las diseñadoras emergentes con pres-encia en la ‘concept-store’ El Paracaidista. DERECHA Ramos de lavanda en la floristería Margarita Se Llama Mi Amor, en Chueca

La Sala de la Literatura y el Teatro en el Museo del Romanticismo IZQUIERDA Mercado de San Antón, en ChuecaAntonio Burillo

y Juan Carlos Fernández en el atelier de The 2nd Skin & Co

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de esparto por Javier Sánchez Medina cautivaron a la mismísima Sarah Jessica Parker (Escorial, 28).

Para alimentar nuestra sed de cultura nos acercaremos hasta el pequeño y desconocido Museo del Romanticismo, ubicado en el antiguo palacete neoclásico del Marqués de Matallana. Si pudiéramos mirar por un agujerito la vida de los burgueses madrileños del siglo XIX veríamos su mobiliario de alcoba, sus abanicos de plumas, sus cerámicas de Sagardelos y sus retratos al óleo. Pues eso mismo (San Mateo, 13). En cuanto a arquitectura puertas afuera, dos edificios singula-res muy instagrameables en Chueca son el casi orgánico Palacio de Longoria, uno de los pocos modernistas en la capital, y la Casa de las Siete Chimeneas, que tiene sendas salidas de humos muy pintorescas y un fantasma residente que no se deja fotografiar.

Vamos a dedicar los días medianeros de la sema-na a recorrer las inmediaciones del parque del Retiro. El miércoles y el jueves nos moveremos entre el barrio de Salamanca y Atocha. Bajaremos sin prisa por la espina dorsal que parte Madrid en dos, esa que inicia llamándose paseo de la Castellana, se convierte después en Recoletos y acaba siendo paseo del Prado a medida que avanzamos hacia el sur. Es la Madrid más aristo-crática y elegante. La de los grandes bulevares y

palacios, los escaparates de lujo, los vecinos de apellido ilustre y una oferta museística de la que pocas ciudades en el mundo pueden presumir.

Si queremos empezar el día con clase, en el barrio de Salamanca hay varios hoteles de cinco estrellas, como el Villa Magna o el Ritz (que, por cierto, acaba de cerrar su puertas para someterse a una profunda reforma), donde podremos comer-nos un cruasán con cuchillo y tenedor sin que nadie nos mire mal. O pedirnos un cava a las 10 de la mañana. ¿Por qué no? Hay que coger fuerzas para después enfrentarnos a la difícil tesitura de decidir qué templo del arte escogemos para empezar la ruta. Antes de adentrarnos en las enciclopédicas colecciones de los más famosos Prado, Thyssen o Reina Sofía, indagaremos en las desconocidas salas del Museo Lázaro Galdiano, un rincón ajeno a muchos madrileños que cuenta con la friolera de 15.000 piezas de arte. Semejante repertorio –que cuenta con un Greco y con un Goya, por ejemplo– perteneció a un crítico de arte que donó su legado al Estado en 1947 (Serrano, 122). La tarde será para el parque del Retiro, pero antes nos acercaremos a picar algo a otro mercado, el Mercado de la Paz, una plaza de abastos histórica proyectada por Gustav Eiffel y levantada en hierro en 1882. Hay varios puestos con una oferta que abre el apetito, pero nosotros nos decantaremos

El escultor Jacinto Moros en su taller

DERECHA Libros de segunda mano en la

Cuesta de Moyano

ARRIBA Interior del emblemático Palacio de Cristal, en el parque del Retiro BAJO ESTAS LÍNEAS Obra del artista chileno Roberto Matta en el Museo Thyssen-Bornemisza

Salamanca y Retiro

Jacinto Moros es un reputado escultor aragonés afincado

en Madrid desde los años 80. Su obra se

vende en galerías de arte de Nueva York

y sus creaciones decoran espacios

públicos, vestíbulos y residencias

privadas en todo el mundo; una de ellas aquí en Madrid, en el

lobby del Hotel Único. Jacinto nos

recomienda el Museo Lázaro

Galdiano y el Café Gijón, mítico lugar de tertulia literaria

antaño frecuentado por Ramón y Cajal.

por la pasta fresca hecha cara al público por Matteo de Filippo. El que fuera chef de la embaja-da italiana tiene once mesas y sus ravioli fritti servidos con el bullicio de la oferta y la demanda son ya toda una institución.

Acerquémonos después a ese Retiro que lejos de ser patrimonio de los turistas es una escapada verde necesaria a la que los madrileños acuden cuando la jornada ofrece un rato libre y algunos rayos de sol. El Estanque de las Campanillas y el Estanque Grande son testigos de la actividad ciudadana de Madrid desde que el rey Carlos III permitió la entrada a los ciudadanos de a pie siempre y cuando respetaran las normas de vestimenta y decoro. Más allá de los 15.000 árboles que pueblan El Retiro, el jardín fue ganando numerosos elementos decorativos con los siglos. Y de todos ellos ninguno suscita tanta fascinación como el Palacio de Cristal, que se concibió como gigantesco invernadero para especies exóticas procedentes de Filipinas y que hoy alberga exposiciones temporales de arte contemporáneo. Después de descubrir unos cuantos rincones para la vida contemplativa terminaremos el día en la recién recuperada Florida Retiro, una mítica sala de fiestas cuyo edificio albergó un balneario para el solaz esparcimiento de los madrileños en el siglo XIX. La época dorada del Florida (por entonces Florida Park) empezó en los años cincuenta, cuando en su interior se dejaban fotografiar juntas Lola Flores y Ava Gadner o la elegante Lauren Bacall con Luís Miguel Dominguín, entre muchos otros trendset-ters de la época.

Si hemos trasnochado un poco, la mañana siguiente podemos dedicarla a la plácida pero apa-sionante búsqueda y captura de alguna pieza interesante en la cuesta de Moyano, “los libreros del Retiro”, como les llaman aquí. La respuesta madrileña a los buquinistas de París cuenta con treinta casetas de libros de segunda mano a lo largo de unos 200 metros. Una curiosidad sobre el lugar: aquí se ubicó el primer zoológico de Madrid en 1774. Los ingresos del recinto por aquel entonces eran tan escasos que para financiarse vendían los huevos de las aves residentes.

Nos quedará una tarde completa para acercar-nos al Triángulo de los Museos donde cada uno deberá decidir por cuál de las inabarcables colecciones de arte se decanta (o por cuál empie-za). De las cientos de miles de obras maestras que hay a menos de un kilómetro de distancia entre sí, nosotros hemos escogido dos en cada museo, una imprescindible y otra menos mediática. Del Museo del Prado nos quedamos con el tríptico de El jardín de las delicias, de El Bosco, y con otra de un autor catalán, Desnudo en la playa, de Portici, que Marià Fortuny pintaría al final de sus días. En el Museo Thyssen escogemos al célebre Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, del siempre sorprendente Salvador Dalí, y la sublime por sencilla Habitación de hotel, de Edward Hopper. Ya en el Reina Sofía la estrella de la casa es

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Varios detalles en el centro de Madrid, DE IZQUIERDA A DERECHA DE ARRIBA ABAJO Bocata de cala-

mares en la plaza Mayor; cartel de la histórica gaseosa La Pitusa; antigua caja registradora en el Mercado de San Miguel; moto con sidecar en la calle de Atocha; típicos caramelos

de violeta de La Violeta; pelucas en un camerino del Teatro Real; detalle de la cúpula del Palacio de Cristal;

semáforo gay friendly en la Gran Vía

Vistas del Círculo de Bellas Artes y del

edifico Metrópolis desde la terraza The

Principal Madrid Hotel

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el Guernica, de Picasso, pero nosotros también nos quedamos con otra obra perturbadora: Lying Figure, de Francis Bacon. Y no nos hemos olvidado de comer en la zona: la noche puede terminar en el Séptima del Only You Atocha, un espacio de concepto innovador que suele tener numerosos eventos pop-up en su agenda. Las últimas propuestas han sido un restaurante efímero de cocina finlandesa y la experiencia Spoonik, que durante diez días sirvió gastronomía gestionada con inteligencia emocional. Hay que estar atento a lo que pasa y no perdérselo.

El viernes lo dedicaríamos a recorrer el turístico centro de la ciudad, la cuna del Madrid más castizo y tradicional, pero también repleto de propuestas altamente innovadoras que nos demuestran la inmensa capacidad de convivencia que tiene esta ciudad. Madrugaremos un poco para poder desayunar algo en la histórica Chocola-tería San Ginés antes de que el local se abarrote. Hay madrileños que la adoran y otros que la dan por perdida en manos de los turistas, pero sea como fuere, el antiguo local en el que ya desayu-naba Valle-Inclán sigue sirviendo unos 2.000 chocolates y aproximadamente 10.000 churros a diario. ¡Y abre 24 horas al día! Por cierto, el dramaturgo gallego mencionó este lugar –al que llamaba “la buñolería modernista”– en su obra Luces de bohemia (pasadizo San Ginés, 5).

Desde aquí nos dirigiremos hacia el monumen-tal barrio que los Habsburgo, primero, y los Borbones, después, diseñaron a su antojo para

disfrute propio y de las sucesivas generaciones regias. Frente a la plaza de Oriente y mirándose cara a cara con el Palacio Real se levanta el Teatro Real, donde a muy concretas horas del día se puede acceder a los camerinos, los talleres de vestuario, las utilerías y los espacios técnicos. La visita a las entrañas del teatro es, ciertamente, jugosa y sorprendente. A modo de spoiler daremos un dato increíble: existen catorce plantas por encima del escenario y ocho por debajo de él, es una caja escénica monumental en la que cabría entero el edificio de Telefónica de la Gran Vía.

Si se nos abre el apetito, la tradición manda pasar por la histórica Casa Labra, cerca de Sol, para tomar una caña o un vermú. La taberna donde Pablo Iglesias fundaría el PSOE en 1879 se pone hasta la bandera los fines de semana, cuando una nutrida concurrencia hace cola en la puerta para pedir croquetas o tajadas de bacalao y comerlas, de pie, en la calle (Tetuán, 12). Desde aquí, y siguiendo ese ritual de la fritanga tan típico en estas latitudes, hay que acercarse a las inmedia-ciones de la plaza Mayor. Las colas de parroquia-nos y el humo de las freidoras indican los lugares en los que se sirven los muy típicos bocatas de calamares. El fast food madrileño por excelencia, los cefalópodos entre pan y pan a pesar de que estemos a 350 kilómetros del mar tienen, incluso, su día mundial: el 14 de abril. En los callejones que parten de la plaza Mayor hay tascas de pinchos y de tapas y hay toda una colección de tiendas históricas que no estaban allí en tiempos

CentroFrancisco Javier Campo es relojero por herencia familiar. Y no es un relojero cualquiera. Por sus manos pasan los relojes del Patrimonio Nacional ubicados en el Ayuntamien-to, en los palacios de Zurbano y de Parcén, en el Tribunal Supremo o en el Colegio de San Ildefonso, entre muchos otros. Nos recomienda visitar el Museo del Romanticismo, donde él mismo está reparando y poniendo en marcha algunas piezas de época.

Escultura de la ar-tista estadounidense Janet Echelman en la plaza Mayor IZQUIERDA Churrería histórica San Ginés

Vista del foso de orquesta, la platea

y los palcos desde el escenario del Teatro

Real DERECHA Puesto de ostras frescas en el

Mercado de San Miguel

Francisco Javier Campo en su taller y tienda El

Maestro Relojero

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de nuestras abuelas, sino mucho antes. Tenemos la Pastelería Plaza Mayor, que desde 1790 elabora unos mazapanes de Toledo que son objeto de peregrinación para muchos vecinos que todos los años hacen cola para comprar su repostería navideña (Zaragoza, 3). De dulces regionales también entienden en la vecina Mantequería Bermejo Hermanos, a la que acuden con nostalgia todos aquellos que llegaron a Madrid desde Valladolid, Palencia o Ciudad Real y que en este lugar compran a peso sus sabores de la infancia (Zaragoza, 2). Más dulces de tiempos pretéritos se venden no muy lejos de aquí, en La Violeta, fundada en 1915. Los caramelitos artesanos con sabor a esta flor que crece en la sierra de Madrid transportan a muchos madrileños a su niñez, pues en el pasado eran un clásico regalo de cumplea-ños. El mismísimo Alfonso XIII era un gran aficionado a estas golosinas y la leyenda asegura que el monarca las compraba para su esposa Victoria Eugenia. Y también para su amante Carmen Ruiz Moragas (plaza Canalejas, 6).

No nos olvidamos de que en el centro de Madrid hay también un mercado emblemático, el de San Miguel, que nació en 1916. Excepto por su extraordinario esqueleto de hierro original, poco conserva San Miguel de aquella plaza de abastos que un día fue. Se sigue vendiendo en puestos, claro que sí, hay fruta, hay quesos y hay carne con

La Latina y LavapiésMargo Fortuny es una bloguera, artista y DJ neoyorkina recién instalada en Madrid tras su paso por ciudades como Los Ángeles, Londres y Barcelona. A pesar de su corta estancia en la ciudad ya tiene sus favoritos: nos recomienda las sesiones de tarde en el Cine Doré, las infinitas posibilidades de compras en El Rastro y los clubes nocturnos Trashcan Music Club, La Vía Láctea y el rockero Wurlitzer.

denominación de origen, pero aquí más que a comprar se viene a comer, sobre todo si eres de fuera. Los autóctonos vienen poco, o mejor dicho, vienen cuando quieren enseñar Madrid a alguien. Porque el sitio lo merece. Pero suelen ser los extranjeros los clientes más habituales y quienes disfrutan de sus ostras con champagne, sus montaditos de mozzarella y sus banderillas de autor.

Llegamos al fin de semana. Y en muchas ciudades de Europa –Madrid no podía ser menos– los sábados y los domingos son sinónimo de mercados al aire libre. Para ello nos trasladaremos al entorno de La Latina, Lavapiés y Delicias. En este último lugar se celebra uno de los mercadillos más hípsters de la ciudad, el Mercado de Motores. Y decimos hípster para después matizarlo: las instalaciones de la antigua estación de Delicias, que albergan el Museo del Ferrocarril, se llenan de puestos de diseñadores, moda vintage, espacios gourmet, foodtrucks y música en directo los segundos fines de semana de cada mes. Si el Candem británico se mueve entre lo que fueran unas viejas caballerizas del Londres de principios del siglo XX, el de Motores se emplaza entre locomotoras de vapor y vagones centenarios. Y ahora viene el matiz: por Motores pasan muchos hípsters y posthípsters: muppies, yuccies... y todo el universos modernillo, tenga el apodo que tenga. Pero también pasean muchas familias con niños, jubilados (más interesa-dos en los trenes que en otra cosa) y, en definitiva, personas de todo tipo que saben que aquí se come bien, que hay una guardería para las mascotas y que probablemente tendrán la necesidad de comprar algo que no sabían ni que existía.

Desde Delicias podemos dirigirnos hacia el norte, hasta Lavapiés, la vieja judería del Madrid medie-val, que fue barrio castizo primero –con sus sainetes y zarzuelas– y multicultural después. Lavapiés conserva algunos de sus perfiles del pasado, como las Escuelas Pías de San Fernando, cuya moderna reconstrucción se adaptó a lo que los fuegos de la Guerra Civil quisieron dejar en pie. Es gloriosa su biblioteca encajada entre ruinas. Más allá, otro edificio de cultura, esta vez alternativa, que ocupa un espacio que antes fue otra cosa: la Tabacalera. La antigua sede de la empresa estatal de cigarrillos es hoy un local autogestionado de cultura libre con un programa de exposiciones y eventos muy suculento. ¡Ah! Y la decoración de sus paredes exteriores la firman algunos grandes nombres del arte urbano como Okuda, Julieta XLF o Lolo. Entre Lavapiés y ya entrando en La Latina, una última cita dominical la tenemos con el muy ecléctico mercado de El Rastro, que despliega sábanas y cachivaches en la Ribera de Curtidores y sus aledaños desde hace cinco siglos. Antigüedades sobre los adoquines y vendedores ofreciendo su mercancía a viva voz son su cara más conocida, igual que lo son sus bares con zarajos, caracoles y sardinas asadas en la carta. Pero el tradicional Rastro también evoluciona y a su alrededor empiezan a aflorar las concept stores y las cafeterías de diseño. Quien no encuentre aquí algo que le satisfaga es que no es de este mundo.

El Mercado de Motores ocupa las instalaciones

del Museo del Ferrocar-ril IZQUIERDA Guille

Marcos, de Bu Paper, en el mismo mercado

Arte mural en el barrio de Lavapiés ARRIBA E IZQUIERDA Piezas de segunda mano a la venta en El Rastro

La bloguera neoyorkina Margo Fortuny de com-pras por Chueca

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H A Z L O R E A L I D A D

M A D R I DESENCIAL

CÓMO LLEGAR El tren de alta velocidad AVE tiene hasta veintiocho trayectos diarios que unen Barcelona y Madrid en poco más de dos horas y media. El trayecto desde Sevilla tiene una duración similar y desde Córdoba o Valencia el viaje se acorta hasta 1 h 40 min. El AVE también llega a Madrid procedente de otras ciudades como Zaragoza, León, Málaga o Alicante (renfe.com).

CÓMO MOVERSEPara moverse por la red de transportes públicos de Madrid sin límite de trayectos podemos adquirir el abono turístico de transporte que puede comprarse para uno o varios días (desde 8,40/día). Otra opción es hacerse con una de las tarjetas multi que tienen un coste reembolsable de 2,50 €. Se trata de un abono de transporte recargable y multipersonal en el que pueden cargarse hasta diez viajes (desde 1,50 €/viaje; metromadrid.es).

MÁS INFORMACIÓN esmadrid.com

PLANIFICA TU ITINERARIO1El TÓTEM es uno de esos hoteles donde

la sofisticación y el lujo no se hacen incó-modos. Todo está en su justa medida, desde el diseño minimalista sin excesos de sus ha-bitaciones hasta la cálida decoración de los espacios comunes. Nos encantó el desayuno en su fantástico Hermosos y Malditos (¡ex-quisita la tostada de aguacate!) un local que se transforma los domingos con el brunch del Café Óliver y sus huevos Benedict acom-pañados con Bloody Mary. El hotel TÓTEM pertenece al sello Small Luxury Hotels of the World (dobles desde 164 €. slh.com).

2 El Gordo de Velázquez es la constata-ción de que la cocina tradicional espa-

ñola se puede reinterpretar sin necesidad de grandes estridencias. A los fogones está Kike Bous que ha sabido añadir un toque de exo-tismo a platos como el pulpo a la brasa con alioli de pimentón o las costillas de ibérico de bellota con salsa Hoisin. Hay que dejar

espacio para los postres caseros; la tarta de queso con cuajo semifluido es, sencillamen-te, espectacular (elgordodevelazquez.com).

3 Es chic, es contemporáneo, sirve cocina orgánica y tiene un montón de rinco-

nes interesantes. El Only You Atocha, de Preferred Hotels, es uno de eso hoteles de elegancia desenfadada que tanto están triunfando en ciudades como Nueva York o Berlín. Nos encanta su lobby multifuncional con boulangerie francesa (Mama Framboi-se), barbería hípster (Malditos Bastardos) y rincón de lectura. Y tiene un primo her-mano no muy lejos de aquí, el Only You Boutique, en Chueca (onlyyouhotels.com. Desde 108 €).

4 Decía el premio nobel Jacinto Benavente que no es de fiar la gente a la que no le

gusta el dulce. Los madrileños son grandes golosos, lo certifican las numerosas confite-rías, chocolaterías, mantequerías y demás versiones del obrador pastelero que encon-tramos en la ciudad. Los pecados más típicos en la capital tienen nombres como torrijas, bartolillos, buñuelos, huesos de santo, bar-

quillos, rosquillas, mazapanes y, cómo no, los churros, porras y picatostes que se toman para desayunar. Y a ello hay que añadir la pastelería de nueva generación, que no es poca: cupcakes, macarons...

5 El Hotel Villa Magna, situado en ple-na Castellana, en el elegante barrio de

Salamanca, es uno de esos hoteles de cinco estrellas con un especial halo de divinidad ganado a pulso tras años de excelencia. A ello también han contribuido las muchas cele-bridades que han pasado por él. Lujo clásico, atención impecable y una gastronomía casti-za reinterpretada por el fabuloso chef Amalio Prados. El hotel pertenece a la prestigiosa colección de hoteles Mytha Hotel Antology con otras propiedades en Roma, Dubrovnik o Bodrum (desde 350 €. villamagna.es).

Only You Atocha

Hotel Villa Magna

Solomillo de atún en El Gordo de Velázquez

LEYENDA Mercado de San Antón Parque del Retiro Mercado de la Paz Museo del Prado

Museo Thyssen Museo Reina Sofía Mercado deSan Miguel

DORMIR TOTEM Only You Atocha Hotel Villa Magna

Panorámica del Palacio Real y

la plaza de Oriente