reconstrucciÓn de la experiencia del espectador …

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1 Ilustración 1 Cartel Oficial del Film La vendedora de rosas (1998). RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR EN EL FILM LA VENDEDORA DE ROSAS UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Facultad de Ciencias Humanas. Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura-IECO Bogotá-Colombia. 2017 Eric Ricardo Sierra Hernández

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1

Ilustración 1 Cartel Oficial del Film La vendedora de rosas (1998).

RECONSTRUCCIÓN DE LA

EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR EN EL

FILM LA VENDEDORA DE ROSAS

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Facultad de Ciencias Humanas.

Instituto de Estudios en

Comunicación y Cultura-IECO

Bogotá-Colombia. 2017

Eric Ricardo Sierra Hernández

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2

RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA

DEL ESPECTADOR EN EL FILM LA VENDEDORA DE ROSAS

ERIC RICARDO SIERRA HERNÁNDEZ

Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas, Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura- IECO

Bogotá, Colombia 2017

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3

RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR EN EL FILM LA

VENDEDORA DE ROSAS

ERIC RICARDO SIERRA HERNÁNDEZ

Tesis presentada como requisito parcial para optar al título de:

Magíster en Comunicación y Medios

Director:

Ph.D., Julio César Goyes Narváez

Línea de investigación: Comunicación visual

Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas, Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura- IECO

Bogotá, Colombia 2017

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Dedico esta obra a mi hermosa familia,

pilares de mi existencia

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5

AGRADECIMIENTOS

Expreso sinceros agradecimientos a quienes, durante este proceso, me

acompañaron desinteresadamente dándome apoyo y orientación para clarificar mi

camino:

Agradezco desde más profundo de mi ser, a Julio César Goyes Narváez, Ph.D. Su

dirección y acompañamiento constante me ayudaron a construir las bases de esta

obra (y las que están por venir). Gracias a él aprendí a creer en otro tipo de

comunicación y a ver lo que no dejan ver las palabras. Su pedagogía potenció las

experiencias, emociones y obsesiones que se materializan en esta obra. Espero

que la amistad y diálogo fructífero que hemos sostenido hasta ahora, crezca y

fortalezca con el paso del tiempo.

A la Universidad Nacional de Colombia y al Instituto de Estudios en Comunicación

y Cultura IECO, a mis profesores, al equipo de administrativos y en general a todos

los amigos de la Maestría en Comunicación y Medios, gracias por acompañarme y

por inspirarme a ser mejor.

A los profesores Javier Olarte Triana y Lorenzo Torres Hortelano, jurados de esta

tesis, quienes merecen toda mi admiración les doy gracias por su valiosa mirada y

observaciones que cualifican esta investigación.

A la Asociación Cultural Trama y Fondo, gracias por acogerme tan generosamente

como socio, y por mostrarme el camino para interrogar a los textos como se expresa

en esta tesis, es decir, movilizando al lenguaje en todas sus dimensiones.

A Rose Marie de Crouzás (mi abuela) que siempre, con la mayor simplicidad me

enseña el amor por la vida y lo invaluable del tiempo.

A Nadia Hernández, Marcos Sierra y Zaura (Padres y hermana), quienes con su

sabiduría cotidiana y testimonial me han enseñado la valentía de transformar la

realidad para experimentarla con pasión. Sencillamente me dan la energía y el amor

necesario para levantarme cada día, a pesar de las caídas.

Page 6: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

6

RESUMEN

Esta tesis denominada “Reconstrucción de la experiencia del espectador del film La

vendedora de rosas” de Víctor Gaviria, explora a través de la Teoría del texto la

capacidad de la obra para procurar al espectador una experiencia (aquello que no

puede expresarse en un proceso comunicativo) sobre la infancia y la violencia que

viven los niños de las calles de Medellín y el estrecho vínculo que mantienen con

acontecimientos reales en función de la particular posición del sujeto frente al relato.

Tramas en dónde la infancia de los personajes ha sido atravesada por una falta de

valor y humanidad, pues han sido catalogados como “desechos” por una sociedad

que los aparta al considerarlos una causa perdida o un no futuro.

La introducción reflexiona sobre cómo el espectador cinematográfico se involucra

emocionalmente con el universo de la infancia, ámbito fundamental para el

desarrollo del sujeto. Procede con la pregunta problema, que interroga sobre cómo

la reconstrucción de la experiencia del espectador del film La vendedora de rosas,

es pertinente para analizar los problemas sociales, políticos y culturales de

Colombia, y culmina con los objetivos que orientan la investigación.

Para transitar por los objetivos, la tesis se estructura en tres capítulos: El capítulo 1,

da cuenta del marco teórico sobre La Teoría del Texto y hace énfasis en los

aspectos metodológicos y conceptuales a desarrollar. El capítulo 2, construye el

Estado del Arte que proyecta un recorrido crítico-analítico sobre los estudios

consultados que han realizado una reflexión en torno al análisis cinematográfico

(contextual) y fílmico (textual) de la Obra de Víctor Gaviria y específicamente de La

Vendedora de Rosas. Y el capítulo 3, desarrolla el método de análisis textual de las

secuencias principales del film La Vendedora de Rosas, para develar a través de la

subjetiva reconstrucción textual, la experiencia del espectador.

Finalmente, se proponen las conclusiones y hallazgos pertinentes en relación a los

objetivos planteados y se reflexiona sobre la relevancia de la Teoría del Texto como

una experiencia necesaria del sujeto para los estudios en comunicación y medios.

Page 7: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

7

Palabras clave: Infancia. Violencia. Experiencia Subjetiva. Análisis Textual. Lo

Real.

ABSTRACT

This thesis called as “reconstruction of the spectator's experience of the film La

vendedora de rosas” by Víctor Gaviria , through literary theory, explore the

capacity of the work to provide to viewer an experience (this cannot be expressed

in a communicative process), about the childhood and violence that children live in

Medellin streets and the close link with actual events in function the depending on

the particular position of the subject in front of the scenes of the story.Stories which

the childhood of de characters has been crossed by a lack of courage and humanity,

the Can be named as “waste “by a society that sets them apart, considerate them a

lost cause or a not future.

The introduction ponder on how the viewer emotionally involucrate on childhood’s

universe, fundamental for the development of the subject. Proceed with the problem

question, who wonders about the reconstruction of the spectator's experience of the

film, it is relevant to analyze the social, political and cultural problems of Colombia

and ends with the object who leads the investigation.

To travel through the objectives, these paper its structured on three chapters: one,

bears the theoretical framework on The Theory of Text and emphasizes the

methodological and conceptual aspects to be developed. Chapter two, constructs

the State of the Art, which projects a critical-analytical route on the studies consulted

that have realized a reflection on the cinematographic (contextual) and filmic

analysis (textual), of the work of Víctor Gaviria and specifically of La vendedora de

rosas. Finally, chapter three, develop the method of textual analysis of the main

scenes of the film, to evidence through the subjective textual reconstruction, the

spectator's experience

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8

Last, talks about the conclusions and relevant findings are proposed in relation to

the proposed objectives and reflect about the relevance of the Text Theory, as a

necessary experience of the subject for studies in communication and media.

Key words: infancy, violence, subjective experience, textual analysis, the real.

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9

TABLA DE CONTENIDO

Contenido RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR EN EL FILM LA VENDEDORA DE ROSAS 1

AGRADECIMIENTOS............................................................................................................................. 5

RESUMEN ......................................................................................................................................... 6

ABSTRACT ............................................................................................................................................ 7

TABLA DE CONTENIDO ........................................................................................................................ 9

TABLA DE IMÁGENES E ILUSTRACIONES ........................................................................................... 11

INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ LA VENDEDORA DE ROSAS? ............................................................... 14

1. CAPÍTULO 1. LA TEORÍA DEL TEXTO ......................................................................................... 19

1.1 La experiencia objetiva y subjetiva ......................................................................................... 22

1.2 El texto científico y el artístico ................................................................................................ 26

1.3 El sujeto de la enunciación ...................................................................................................... 29

1.4 La experiencia del espectador como sujeto del deseo ........................................................... 33

1.5 El relato clásico ........................................................................................................................ 34

1.5 El relato manierista ................................................................................................................. 35

1.6 El cine europeo ........................................................................................................................ 37

1.7 El relato posclásico .................................................................................................................. 40

1.8 El MÉTODO DE ANÁLISIS TEXTUAL .......................................................................................... 41

1.9 El deletreo ............................................................................................................................... 41

1.10 El punto de ignición y el sentido tutor .................................................................................. 42

1. 11 Lo semiótico ......................................................................................................................... 47

1.12 Lo imaginario ......................................................................................................................... 48

1.13 Lo real .................................................................................................................................... 49

2. CAPÍTULO 2. EL CINE DE VÍCTOR GAVIRIA ............................................................................... 51

2.1 RUFFINELLI: de los márgenes al centro ....................................................................................... 53

2.2 JULIÁN SALCEDO: “El intelectual contemporáneo” .................................................................... 63

2.3 C. JÁUREGUI Y J. SUÁREZ: profilaxis, traducción y ética ............................................................. 66

2.3.1 La humanidad desechable .................................................................................................... 67

2.3.2 Los actores naturales y la importancia del lenguaje ............................................................ 69

2.3.3 La cultura, un acto de responsabilidad ético ....................................................................... 72

2.4 CHRISTIAN LEÓN: “El cine de la marginalidad, realismo sucio y violencia urbana” .................... 77

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10

2.5 LIZARDO HERRERA: “crítica deseante de la cultura contemporánea” ........................................ 84

3. CAPÍTULO 3: ANÁLISIS TEXTUAL DE LA VENDEDORA DE ROSAS............................................. 90

3.1 La vendedora de rosas: sinopsis argumental .......................................................................... 91

3.2 LA ESCENA INICIAL ....................................................................................................................... 93

3.2.1 Las latas en el fondo del rio .................................................................................................. 93

3.2.2 La mirada-encuentro ............................................................................................................ 96

3.2.3 Lo real en la calle .................................................................................................................. 97

3.2.4 El puente y la virgen ............................................................................................................. 98

3.2.5 La infancia desafiante ......................................................................................................... 100

3.2.6 El sacol y el ámbito de los efectos ...................................................................................... 102

3.2.7 Mirar a los ojos ................................................................................................................... 103

3.2.8 El deseo y el delirio ............................................................................................................. 105

3.2.9 Cuando las imágenes tocan lo real ..................................................................................... 107

3.3 EL PUNTO DE IGNICIÓN: Para qué zapatos si no hay casa ........................................................ 109

3.3.1 Los pies descalzos ............................................................................................................... 114

3.3.2 El camino de los afectos ..................................................................................................... 115

3.3.3 El sacol, mi mejor amigo .................................................................................................... 116

3.3.4 Esto es lo que va a ser usted en la vida .............................................................................. 118

3.3.5 Carencia de lazos institucionales ....................................................................................... 121

3.3.6 El gale, un vicio triste que rescata el valor de la vida ......................................................... 123

3.4 OBJETOS, ACTANTES PARA LA FANTASÍA .................................................................................. 124

3.4.1 El sacol ................................................................................................................................ 127

3.4.2 El reloj ................................................................................................................................. 130

3.4.3 El tiempo de Mónica .......................................................................................................... 131

3.4.4 El tiempo de El Zarco .......................................................................................................... 133

3.4.5 La virgen - madre ................................................................................................................ 136

3.4.6 Iluminación profana ........................................................................................................... 138

3.4.7 El delirio religioso y la disilución ........................................................................................ 140

3.4.8 El baúl de los recuerdos ..................................................................................................... 143

3.5 ESCENA FINAL ............................................................................................................................ 147

3.5.1 La puerta cerrada ............................................................................................................... 147

3.5.2 Inhala y exhala: sube y baja emocional ............................................................................. 149

3.5.3 El zarco huye por su vida .................................................................................................... 149

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11

3.5.4 La ilusión que se enciende ................................................................................................. 150

3.5.5 El altar y la virgen recomponen el hogar ........................................................................... 152

3.5.6 El banquete navideño ........................................................................................................ 153

3.5.7 Lo real irrumpe la ensoñación ............................................................................................ 154

3.5.8 La puerta abierta ................................................................................................................ 155

3.5.9 El agua y el fuego se funden en la pantalla ........................................................................ 156

3.5.10 La muerte de Mónica ....................................................................................................... 157

3.5.11 La muerte de El Zarco ....................................................................................................... 158

3.5.12 El final feliz para la protagonista, pero triste para el espectador .................................... 159

3.5.13 La explosión de la infancia ............................................................................................... 160

3.5.14 La muerte, crudeza de lo real ........................................................................................... 161

4. CONCLUSIONES ....................................................................................................................... 164

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................. 170

FILMOGRAFÍA ................................................................................................................................. 173

TABLA DE IMÁGENES E ILUSTRACIONES

Ilustración 1 Cartel Oficial del Film La vendedora de rosas (1998). .................................................... 1

Ilustración 2 fotogramas de la animación Fantastic Fying books the Mr. Morris Lessmore, de

William Joyce y Brandon Oldenburg ................................................................................................. 44

Ilustración 3: lo semiótico ................................................................................................................. 47

Ilustración 4: Lo imaginario: mi amor por ti sube hasta las estrellas (Film La vendedora de rosas) 48

Ilustración 5 lo real, fotograma “La vendedora de rosas” ............................................................... 49

Ilustración 5 Retrato de Víctor Gaviria. ............................................................................................. 55

Ilustración 7 Humberto D (1952) Vittorio de Sica y Rodrigo D. No Futuro (1989) Víctor Gaviria ..... 59

Ilustración 6 Largometrajes de Víctor Gaviria: 1) Rodrigo D. No Futuro. 2) La vendedora de rosas 3)

Sumas y Restas. 4) La mujer del animal ............................................................................................ 63

Ilustración 9 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ......................................................... 93

Ilustración 10 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ....................................................... 96

Ilustración 11 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ....................................................... 97

Ilustración 11 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ....................................................... 98

Ilustración 12 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ..................................................... 100

Ilustración 13 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ..................................................... 102

Ilustración 14 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ..................................................... 104

Ilustración 16 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas ..................................................... 106

Ilustración 17 Cartel oficial del Film La vendedora de rosas ........................................................... 110

Page 12: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

12

Ilustración 18 Chinga: ¿para qué zapatos si no hay casa? .............................................................. 110

Ilustración 19 Chinga: ¿para qué zapatos si no hay casa? .............................................................. 113

Ilustración 20 Niño Sacolero, ¡yo soy El Diestro! ........................................................................... 117

Ilustración 21 Robín y Chocolatina venden droga en la calle 70, Film La vendedora de rosas ....... 119

Ilustración 22 La policía ignora la infancia marginal, Film La vendedora de rosas ......................... 120

Ilustración 23 Secuencia: esto es lo que va a ser usted en la vida, Film La vendedora de rosas .... 120

Ilustración 24 Esto es lo que usted va a ser en la vida, Film La vendedora de rosas ...................... 121

Ilustración 25 Los rostros de lo real, niños drogándose, Film La vendedora de rosas ................... 128

Ilustración 26 el tiempo de Mónica, Film La vendedora de rosas .................................................. 131

Ilustración 27 El tiempo de El Zarco, Film La vendedora de rosas .................................................. 133

Ilustración 28 El tiempo como actor principal, Film La vendedora de rosas .................................. 134

Ilustración 29 El puente, La virgen y la Madre, Film La vendedora de rosas .................................. 136

Ilustración 30 Mónica vuelve a su casa, El film La vendedora de rosas .......................................... 143

Ilustración 31 Mónica encuentra su Casa destruida, Film La vendedora de rosas ......................... 144

Ilustración 32 El baúl de los recuerdos, Film La vendedora de rosas ............................................. 145

Ilustración 33 Los zapatos, las fotografías y el sueño, Film La vendedora de rosas ....................... 146

Ilustración 34 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 148

Ilustración 35 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 149

Ilustración 36 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 150

Ilustración 37 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 151

Ilustración 38 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 153

Ilustración 39 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 153

Ilustración 40 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 155

Ilustración 41 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 155

Ilustración 42 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 157

Ilustración 43 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 158

Ilustración 44 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 158

Ilustración 45 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 159

Ilustración 45 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 160

Ilustración 46 Escena final, Film La vendedora de rosas ................................................................. 162

Page 13: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

13

“Le mystère nous fait peur et le visage de l'enfant provoque un désir

contradictoire”

André Bazin

¿Qu'est-ce que le cinéma?

“Cuando uno habla con personas que han vivido o viven las

mil guerras que se dan en este país, siempre se encuentra

con que la fatalidad y el absurdo son las únicas maneras de

representarse la experiencia de la violencia. La violencia

parece venida de otra parte, transferida al ahora y al aquí.

Es un monstruo informe regido por algo anterior a la razón;

está marcada por una incomprensibilidad que la define”.

Víctor Gaviria

JÁUREGUI CARLOS, 2003 “Entrevista con Víctor Gaviria, Violencia,

representación y voluntad realista” (p. 98)

Page 14: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

14

INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ LA VENDEDORA DE ROSAS?

Los motivos que justifican esta tesis son múltiples, variados y difíciles de sintetizar

en una sola problemática. Por un lado, parte de la necesidad de abordar seriamente

al director Víctor Gaviria y a su obra, La vendedora de rosas, como uno de los films

más importantes para Colombia y para la historia de la cinematografía internacional.

Por otro lado, es un intento de acercar al espectador a un análisis cinematográfico

distinto: más allá de conceptos y teoría, el análisis promete acercar al espectador a

la obra, y desde la materialidad de las propias imágenes, afectar su emocionalidad

y sensibilidad. También, de una manera más general, promete reflexionar sobre la

importancia que tiene el cine en la creación de imágenes y representaciones

sociales de gran interés para todo tipo de espectadores. De otro lado, problematiza

en aspectos que afectan a la sociedad y la cultura como la marginalidad, la violencia,

la drogadicción, y busca hacer énfasis en las problemáticas del universo infantil,

frente a las crisis sociales, particularmente al contexto latinoamericano y

colombiano.

La vendedora de rosas, hasta el día de hoy, ha logrado imponerse como ningún otro

film en Colombia. Es un largometraje que además de haber ganado premios a nivel

nacional e internacional1, también se ha posicionado con mucha fuerza en el

imaginario intelectual, popular, y hasta masivo, dejando muchos intertextos y

comentarios. Es un largometraje cuyas problemáticas y estéticas ha influido no solo

el plano cinematográfico, sino también el mundo televisivo, la prensa y hasta la

literatura. Por tales motivos, la representación fílmica y el universo infantil presentes

en La vendedora de rosas, serán valorados y estudiados como una obra de arte y

como un texto cultural con el potencial de influir en la percepción del mundo que

tienen niños y adultos; en contraste al cine que hoy estamos acostumbrados a

1 Entre los premios están Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana; el Festival Internacional de Bratislava; el Festival Hispano de Miami; el Festival de Cine de Bogotá y el de Viña del Mar; así como la nominación al Ariel de Plata de la Academia de México y a la Palma de Oro en el festival de Cannes, entre otros.

Page 15: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

15

encontrar. Lleno de personajes estereotipados y faltos de complejidad psicológica y

social. Nos referimos al cine espectáculo diseñado para entretener masas y no para

generar inquietudes y reflexiones.

En cambio, son pocos los directores que, como Víctor Gaviria, se han interesado en

imprimir una mirada crítica en el universo de la infancia, de una manera más realista

y menos idealizada. De ahí, parte el interés por analizar La vendedora de rosas, un

film con la capacidad de ahondar en los traumas de la infancia de la sociedad

colombiana, y de componer una narración con «voluntad realista» del universo

marginal de los niños de la calle. Investigar cómo se ven esos niños reflejados en

sus contextos cotidianos, es cómo hacer una radiografía visual de un momento

específico de la historia del país. La ficción cinematográfica, en ese sentido, ayuda

a comprender mejor los deseos y las inquietudes de esos niños actores presentes

en el film, pero también, a cuestionar muchos otros escenarios de nuestro país y del

mundo. En ese sentido, esta tesis pretende reivindicar el potencial estético del film

para reconstruir la experiencia del espectador.

Se interesa, por tanto, en demandar la importante función de la estética del film La

vendedora de rosas para construir experiencias de orden educativo y cultural, que

forman un lazo afectivo con el espectador. Y también para ahondar en la transmisión

de valores presentes en el texto, que requieren una toma de posición y de

responsabilidad ética, por parte del autor, pero también por parte de quién observa.

Se trata de hacer un análisis capaz de leer fielmente el texto, sin llegar a idealizarlo,

ni ideologizarlo. Pues si bien existen diversos trabajos relacionados con el objeto de

esta investigación, ninguno, hasta ahora, recorre a la experiencia del espectador

para abordar la complejidad de la subjetividad textual.

La representación de la infancia en relación con las minorías, lo marginal, el fracaso

del proyecto moderno y posmoderno a nivel económico, social y cultural. Son

ejemplos de los campos explorados por otros estudios reseñados en el Estado del

Arte. Sin embargo, el interés de analizar La vendedora de rosas desde la Teoría del

Análisis textual permanece postergado. Esta es otra de las razones que justifican

esta tesis.

Page 16: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

16

Por tanto, la argumentación teórico conceptual que se pretende desarrollar, supone

una oportunidad de sumergirse en las fantasías del universo infantil presente en La

vendedora de rosas. Un film, que definitivamente no deja indiferente a nadie. Pues

si bien corresponde al plano de la realidad social propiamente, también en muchas

ocasiones, supera la realidad con el lenguaje de los sueños y el inconsciente. En

este sentido, la tesis abre otras líneas de interrogación para futuros estudios sobre

la forma en que se representan a los niños en los textos fílmicos, pero sobre todo,

busca ampliar la reflexión sobre cómo los textos fílmicos involucran la figura del

espectador para que atestigüe y se sienta la experiencia cinematográfica.

Ahora bien, ¿Cómo entender la experiencia subjetiva en el ámbito de la infancia

presente en el film La vendedora de rosas? Para adentrarnos en esta pregunta, es

necesario trabajar con la experiencia del sujeto presente en el film La vendedora de

rosas; pues más allá del discurso, semióticas y derivas lógicas y estructurales. Es

en el contacto con las imágenes donde los sujetos verdaderamente se enfrentan

con su emocionalidad. No solo confluyen las dimensiones lógicas de la forma y el

significado del lenguaje, sino también interactúan otras dimensiones como lo

simbólico, el deseo y el inconsciente, es decir, también participa el cuerpo en sus

múltiples superficies de sensibilidad.

De este modo, cuando la cámara toma posesión de la altura de los ojos del niño y

pone en su lugar al espectador: en sus movimientos, dinamismo, libertad,

indisciplina; sorprenden al espectador adulto quien no puede sino interrogarse. En

este sentido, la mirada de la infancia que compone La vendedora de rosas, que será

desarrollada ampliamente en el capítulo 3, es poética y a la vez inocente, nos

interpela como adultos, en la medida que los niños son vistos como seres neutrales

y apolíticos, que con su propia temporalidad viven en un mundo que aún no ha sido

contaminado por la exigencia adulta, de una toma de partido (ideología). Su

gestualidad, su mutismo, su sola presencia nos plantea una experiencia dialógica

entre el deseo irresoluble que permanece en el interior del sujeto por vivir la infancia,

o por volver con pasión a ella. Así lo expresa Larrosa:

Page 17: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

17

“Tenemos pues los tiempos de la infancia, esos tiempos radicalmente otros

a los que ya no podemos, de ningún modo, acceder. Y tenemos también los

gestos de la infancia y el silencio de la infancia, esos gestos silenciosos que

no son otra cosa que ellos mismos, esos gestos que no dicen nada. Además,

todavía siguiendo a Bazin, el cine nos encara con el rostro enigmático de la

infancia. Un rostro que nos enfrenta, nos mira y nos escapa.” (Larrosa, Jorge

2007. p. 5).

En un país como Colombia cuyos últimos 60 años han estado precedidos por

procesos de violencia política y social que generan desarraigo, desplazamiento,

odio, pobreza, descomposición familiar, traumatización psicológica, física y

desadaptación social, entre otros… Es fundamental ahondar en la problemática de

la infancia, pues es uno de los temas más sensibles para la población. La palabra

infancia, etimológicamente deviene del latín “infans” que significa el que no habla;

en Colombia esa mudez es una realidad. Sin embargo, el film La vendedora de

rosas, tiene la capacidad de darles voz a un grupo de niñas, niños y jóvenes, en el

contexto de mayor violencia que ha sufrido el país. Es decir, el film de La vendedora

de rosas tiene la capacidad de ahondar uno de los más grandes traumas de la

sociedad colombiana: la pérdida de la esperanza en la infancia.

El problema de investigación consiste en acudir al universo de la infancia presente

en el film para interpelar al espectador desde sus lenguajes y poéticas particulares.

Presenta una infancia que nos mira, una gestualidad que nos interroga y un universo

desconocido que nos afecta. La tesis parte de la siguiente pregunta problema:

¿cómo la reconstrucción de la experiencia del espectador del texto fílmico La

vendedora de rosas, ayuda a la comprensión del universo infantil y de los principales

problemas sociales, culturales y políticos de la población marginal colombiana? Y

de la problemática general, se desprenden los siguientes interrogantes: ¿cómo

traducir en palabras lo que está escrito en imágenes? ¿Cómo explicar la naturaleza

del miedo, el goce, o el placer que se experimenta en el cine? ¿Quién es, y cómo

se conforma el sujeto que experimenta esa emoción? ¿Por qué es importante

Page 18: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

18

entender la conexión que relaciona a los espectadores y las películas, si es la

mirada de la infancia la que nos interlocuta?

A la luz de la Teoría del Texto y metodología de análisis textual, se intentarán

responder algunos de los interrogantes (que motivan la escritura de esta tesis), sin

embargo, tenemos en cuenta que la experiencia se define como algo no puede

expresarse dentro de un proceso comunicativo. Decir que las imágenes presentes

en el film La vendedora de rosas tocan lo real parece un sinsentido, sobre todo, si

se atiende al designio que el contacto con lo real, solo sucede en la experimentación

con objetos y no con imágenes. La fantasía, desde este punto de vista, queda

relegada a un mundo imaginario donde la realización parece cosa imposible pues

acontece en nuestra mente, y el contacto con lo real pareciera solo poder producirse

si se tiene contacto con lo exterior.

Esta tesis, promete transitar y discutir estos interrogantes, y a través de la Teoría y

método de análisis textual, dar cuenta, de cómo la reconstrucción de la experiencia

del espectador del film La vendedora de rosas puede ser abordada como una obra

de arte capaz de constituir un papel fundamental en nuestras vidas. La obra será

analizada precisamente por su capacidad de realización: por el efecto catártico y de

identificación que posee, pues como toda obra de arte, tiene el potencial de

afectarnos en nuestras experiencias, sean físicas o psicológicas, y como un germen,

configurar las ideas e interrogantes, que más adelante influenciarán nuestras

decisiones.

En virtud de lo anterior, esta tesis de Maestría en Comunicación y Medios se

propone como objetivo general, llevar a cabo un procedimiento de lectura

denominado análisis textual donde se puede determinar la dinámica de la

experiencia del sujeto analizando el texto fílmico “La vendedora de rosas” del

director colombiano Víctor Gaviria. Cuyo relato involucra la infancia marginal

configurando un ámbito de la experiencia subjetiva como efecto del conflicto social,

cultural y político de la historia de Colombia. En específico, se propone analizar la

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19

enunciación o escritura fílmica de los aspectos nucleares del film estableciendo

efectos de sentido a través de la relación entre historia del arte y la literatura; para

intentar explicar el modo del relato, la clase de héroe o protagonista y los

procedimientos de sentido de la imagen se derivan de la lectura del texto fílmico;

además de reconocer el punto de ignición o experiencia del inconsciente como

proceso de lectura.

1. CAPÍTULO 1. LA TEORÍA DEL TEXTO

El presente capítulo, introduce la Teoría del Texto y método de análisis textual, para

estudiar algunos de los principales aspectos conceptuales y metodológicos,

propuestos en la taxonomía establecida Jesús González Requena, su investigador

principal. El capítulo propone demostrar la pertinencia de los estudios

cinematográficos desde la Teoría del texto, para hacer un aporte cualitativo a los

estudios de Cine en Colombia. En especial a aquellos estudios que incluyen el

universo de la infancia, para cuestionar las metodologías de análisis cognitivistas y

puramente comunicativas del efecto y el significado fijados en los discursos. Se

espera, por tanto, presentar los referentes teóricos-conceptuales necesarios para

articularse con los objetivos de la tesis y describir el método para adentrarse en el

análisis sobre el relato de la infancia presente en el Film La vendedora de rosas, de

Víctor Gaviria.

Como se ha dicho, la preocupación desde la academia de la Teoría de análisis

textual parte de la iniciativa del Maestro Jesús González Requena- su investigador

principal. Él es catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad

Complutense de Madrid, coordinador del programa de doctorado: Teoría, análisis y

documentación cinematográfica y presidente de la asociación cultural TRAMA Y

FONDO. La teoría y metodología de análisis textual, ha dado frutos a través de un

poco más de 20 años donde se ha cristalizado en múltiples investigaciones, libros,

Page 20: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

20

páginas web2, seminarios, proyectos editoriales como la revista TRAMA Y FONDO;

además de congresos nacionales e internacionales de análisis textual, que se han

venido a llamar “Academia del Texto”. La teoría y método de análisis textual, es

utilizada en la actualidad, por un número creciente de profesores, analistas y críticos

principalmente de España, Francia, Reino Unido y en algunos países de

Latinoamérica como México, Brasil, Perú y Colombia. Entre los académicos más

conocidos de este grupo destacan: Luis Martín Arias, (vicepresidente de la

asociación cultural Trama y Fondo); Lorenzo Torres Hortelano; Amaya Ortiz de

Zarate; Basilio Casanova, Adolfo Berenstein, Edmond Cros, Santos Zunzunegui,

Vanessa Brasil Campos, Gonzalo Portocarrero, entre muchos otros, que se

expresan activamente a través de la revista TRAMA Y FONDO y también a través

de los congresos internacionales de análisis textual, que a la fecha celebra su

novena edición.

A propósito de los congresos internacionales, el Octavo Congreso, fue realizado en

noviembre de 2016 y se denominó: “Infancia y Violencia: escenas de un drama”.

Este fue organizado en Colombia por la Universidad Nacional, desde el IECO -

Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura (Maestría en Comunicación y

Medios). Como se lee en su título del congreso, la temática específica sobre la

infancia y la violencia refiere perfectamente a la misma problemática que atañe a

esta tesis3. El Maestro de la Universidad Nacional, Julio César Goyes Narváez, fue

el director del Octavo Congreso y destaca a nivel Latinoamericano como uno de los

principales vocales de la Teoría. Entre sus publicaciones referidas a la Teoría del

texto, se encuentran: “La escena secreta y el secreto de la escena, análisis textual

del film Cuenta Conmigo (Stand by me, 1986) de Rob Reiner” y “La mirada

espejeante, análisis textual del film, El espejo de Andréi Tarkovski”, entre otros

múltiples ensayos difundidos a través de revistas especializadas de análisis

cinematográfico.

2 http://gonzalezRequena.com/ ; http://www.tramayfondo.com/ 3 Las memorias del Octavo congreso se pueden consultar a través de las siguientes páginas Web: http://www.tramayfondo.com/8-congreso_tyf.html ; o a través de la revista número 42 http://www.tramayfondo.com/revista.html#revista42

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21

Referenciar teóricamente los aportes de todos estos distinguidos académicos, es

una tarea titánica, pues si bien sus contribuciones refieren a aspectos complejos de

la subjetividad humana, sus análisis recaen sobre textos concretos, con lecturas y

particularidades distintas para cada obra. La metodología de análisis textual,

además de referir a textos concretos, tiene un fuerte componente oral, por lo que

incorpora no solo las imágenes, sino el video como herramienta esencial. En las

llamadas “sesiones de análisis fílmico”, el propio Jesús González Requena, crea un

software llamado “Encuadres” para hacer el análisis videográfico en vivo, con la

ayuda de su ordenador. De esta forma, la crítica cinematográfica da un giro. Y la

transmisión oral supera la forma tradicional socrática, incorporando la tecnología de

imágenes y sonido para su transmisión, de ahí la importancia de la revista en línea

y la difusión de los congresos por la web.

Según esto, La Teoría del Texto, nace de la preocupación de pensar nuestro

presente a través de sus textos. Considera que la conciencia (textos racionales y

científicos) y la inconsciencia (los textos artísticos y pulsionales) de los hombres,

está cristalizada a través de los tejidos que constituyen la materialidad de lo que es

la cultura. La teoría aporta a los estudios en comunicación y medios, la posibilidad

de hacerle frente a los textos. A enfrentar la subjetividad textual, en una sociedad

en la que los niños y los jóvenes pasan más tiempo en contacto con pantallas (como

la televisión, los ordenadores, los celulares), que en la escuela o con sus familiares.

En este contexto, se hace urgente problematizar las cuestiones relativas a la

subjetividad humana desde una teoría que articule las relaciones entre sujeto, deseo

y lenguaje, y que pueda analizar la enunciación, es decir, aquello que los textos en

tanto escritura propiamente audiovisual están diciendo. Lejos de darle la espalada

al sujeto, está teoría se alimenta de sus pasiones e interrogaciones, en cuanto tales.

Se trata de usar un procedimiento de lectura, que dé cuenta del sujeto del

inconsciente audiovisual, propiamente fílmico, que es el mismo que moviliza la

subjetividad del espectador-investigador y por tanto moviliza la experiencia. En ese

sentido, el espectador al igual que la figura del investigador, están llamados a

involucrarse, a emocionarse, como trayecto de la experiencia del sujeto que lee.

Page 22: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

22

Para adentrarse en la teoría, el capítulo parte de una conceptualización teórica que

se divide en cuatro subtemas: “La experiencia objetiva y subjetiva”, “El texto

científico y el artístico”, “El sujeto de la enunciación” y “La experiencia del

espectador como sujeto del deseo”. Luego, para ejemplificar el método de análisis,

que expondrá los conceptos de deletreo, punto de ignición y sentido tutor, como

procedimientos de lectura necesarios para abordar las tres dimensiones del análisis

textual, denominadas por Jesús González Requena como: lo semiótico, lo

imaginario y lo real, que componen la dimensión simbólica de la experiencia

cinematográfica del saber del sujeto en el lenguaje.

1.1 La experiencia objetiva y subjetiva

Para ahondar en la experiencia subjetiva del texto fílmico, primero hay que partir de

la constatación de que los textos de la humanidad están clasificados en dos grandes

géneros: lo objetivo y lo subjetivo. Lo objetivo es el lenguaje de la ciencia, se

caracteriza por ser lógico, racional, coherente, previsible y de muchas maneras se

plantea desde un lenguaje abstracto que busca homogenizar las miradas o los

puntos de vista de las personas. Predomina un sentido semiótico que deconstruye

o decodifica los mensajes, bajo el principio de que todo el mundo puede entenderlos

y aplicarlos. Lo subjetivo, por el contrario, está catalogado como un conocimiento

de la diferencia, es decir, lo subjetivo es aquello que hace divergentes a los sujetos,

lo que los hace singulares. Ejemplos son la literatura, el dibujo o el cine, que más

que poner en común un lenguaje, o un código, busca acudir a la experiencia de las

personas para tocar sus sensibilidades. Lo objetivo, se caracteriza por poner en

común el sentido y el significado de las cosas para que todos podamos entender y

conocer el mundo; lo subjetivo de alguna manera es caótico, no se puede organizar

o atrapar dentro de una o varias estructuras, rompe los sistemas clasificatorios para

darle singularidad al sujeto. El relato se puede comprender y estudiar desde ambos

puntos de vista. Pero si mientras en lo objetivo priman las relaciones lógicas,

quedando reducido el lenguaje al problema de la significación (semiótica); en lo

subjetivo prima el deseo y las relaciones simbólicas.

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23

Según Jesús González Requena, la causalidad de un relato subjetivo, no puede

solamente ser descrita por las relaciones lógicas pues se estaría perdiendo

precisamente el lugar del sujeto en el texto. Lo subjetivo es radicalmente singular.

El sujeto se halla a sí mismo solo ante su duda, ante la necesidad existencial para

comprender, para experimentar, porque es precisamente en el ámbito de la

experiencia del lenguaje en la que el sujeto se conforma. El sujeto necesita afrontar

al sistema semiótico, necesita reafirmar su singularidad a través del cuerpo,

necesita anclarse en un tiempo y en un espacio para poder ser, es decir, para poder

desear. Y es precisamente esa singularidad radical, la que logra que haya un factor

común: la intersubjetividad.

Así lo expresa Jesús González Requena:

“Pues lo subjetivo es, precisamente, lo que diferencia a cada sujeto, lo que

le hace diferente de todos los otros sujetos. De modo que lo que no le

diferencia es entonces, precisamente, lo objetivo-intersubjetivo. Nada lo hace

más comprensible que prestar atención a la expresión misma de

intersubjetividad su más neta literalidad: lo intersubjetivo, literalmente, no es

algo propio de los sujetos, sino lo que está entre los sujetos.” (Jesús

González Requena, 2015, p 388-389)

La lectura y la escritura, como experiencias textuales, son de orden inter-subjetivo.

Dependen, en gran medida, del lugar de donde surgen (semiótico, simbólico, híbrido

o pura imagen), y se convierten en experiencias en la medida que se materializan a

través de distintos tipos de géneros que diferencian por el procesamiento que el

lector-espectador tiene que afrontar para decodificar, identificar o padecer los

contenidos que se le presentan. Bien lo escribe Julio César Goyes, cuando expresa:

“La semiótica es un campo importante en el análisis textual, en la medida en

que atiende los códigos del discurso, pero no cumbre todo el sentido que en

su textualidad circula. Las estructuras sintácticas y semánticas en las cuales

se producen los signos se empeñan en reconstruir la inteligibilidad de los

discursos, sus significados genéricos, abstractos, categoriales, por lo mismo,

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24

que excluyen lo singular, lo indecible, lo intransitivo, la experiencia”. (Julio

César Goyes, 2016 p. 46).

Por consiguiente, el método de análisis de la Teoría Textual, consiste en hacer una

lectura de los textos para revelar lo que ellos tienen que decir desde los significantes

que conforman los tejidos lógico – semióticos; y también, desde los deseos,

pulsiones y emociones que experimentan los sujetos cuando afrontan las

experiencias que se inscriben en los textos que los constituyen. Pues los textos

además de sus semiologías, son producto de emociones y sentimientos. Son

espacio de ese “otro saber”, que más allá de pretender configurarse como discurso,

(la dimensión la semiótica); se adentra en la emocionalidad de las imágenes como

ámbito textual, en donde silencio, afecto, cuerpo, mundo imaginario, dimensión

simbólica: se manifiestan y confrontan a los sujetos dándoles información, pero

también gozo, pasión o transformación.

De esta manera, Los mensajes artísticos y estéticos complementan a los sentidos

meramente comunicativos que requieren ser transmitidos e interpretados en su

contenido (mensaje), y abren un espacio donde la experiencia del sujeto necesita

ser transitada e interrogada (lo simbólico). La Teoría Textual, en este sentido,

plantea un andamiaje teórico y metodológico que combina los saberes de distintas

disciplinas como: la antropología, con la descripción y observación del

comportamiento humano; el psicoanálisis, con la dimensión simbólica y conceptos

como narcicismo, goce, teoría del espectador, imago primordial o configuración de

la teoría edípica, entre otros; la semiología del film, donde se desprende la teoría de

la narración y la distinción entre historia, relato y discurso; y la teoría literaria,

especialmente con lo referente a la experiencia estética y los procesos de re

significación de lectura y escritura con distintos medios.

En esencia, La Teoría del Texto intenta reconstruir al sujeto clásico cartesiano:

lógico, cognitivo, semiótico y estructuralista instaurado por modernidad, cuyos

operadores codifican y descodifican; retroalimentándolo desde los aportes de la

teoría del psicoanálisis donde el plano inconsciente tiene un rol protagónico y desde

donde se configura el ámbito de la experiencia humana, que no solo está regido por

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25

lo que es probable o lógico, sino por el lenguaje en todas sus funciones simbólicas.

Incluye tanto lo comunicable como lo incomunicable. Es en la enunciación donde se

produce el intercambio simbólico donde se inscribe la subjetividad.

A propósito, argumenta Julio César Goyes:

“De manera que la teoría general del texto sabe de la interlocución y de lo

que en ese acto de habla se conforma: el sujeto y la subjetividad. El problema

del sujeto es someterse al orden del lenguaje y de la ley, escribir vinculando

simbólicamente ese cronotopo llamado deseo. La teoría del deseo de la cual

la semiótica no da cuenta, hace parte, junto con la teoría del sujeto de la

teoría textual. Autores como Greimas y Barthes, una vez revisaron sus

discursos, formularon, el uno desde las pasiones y, el otro, desde el deseo,

avances significativos al respecto. Sin embargo, para el primero, el sujeto no

es sino “un operador de discernimiento”, no otra cosa que “un conjunto de

relaciones en el seno de una categoría – el cuadrado semiótico como objeto

cognoscitivo formal. Roland Barthes, por su parte, identificó al sujeto, la

enunciación y el deseo, observando que el lector tiene una relación fetichista

con el texto al entrar al orden en el suspenso, sorprendiéndose y

desfalleciendo en la imagen del puro goce, y estableciendo una “relación con

el acto escuchar la escena originaria” (Julio César Goyes, 2016, P.33)

Aquí el autor describe, cómo los procesos de lectura y escritura difícilmente se

pueden separar de la teoría general del lenguaje que comprende una parte

estructural y lógica (Greimas) y otra, (un poco relegada pero igual de importante

para los estudios en comunicación), ligada al deseo y al goce estético (Barthes).

Este segundo enfoque, es muy relevante para una sociedad como la actual, donde

lo imaginario se funde con las posibilidades consumistas y lo real enfrenta a los

sujetos frente a sus propios deseos.

La publicidad es el mejor ejemplo de ello, opera en términos de identificación

imaginaria y acude a la mezcla de géneros, la fragmentación y la seducción. El

espectador, ante la publicidad, está llamado a un reclamo constante de atención: se

recurre a la formula sencilla de recibir la mayor cantidad de imágenes seductoras

Page 26: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

26

en el menor tiempo posible; las imágenes, llenas de estereotipos, provocan que el

espectador se identifique. El espectador de imágenes publicitarias, no se interroga

o asume una posición crítica, sino que las consume en la medida que su goce es

estimulado. (Amaya Ortiz de Zárate, 1996. P. 92-110)

En resumen, más allá del texto publicitario, la lectura y la escritura, como ámbitos

textuales donde se conjuga la experiencia subjetiva, están fuertemente volcadas

hacia el deseo que se estructura como proceso, en la medida que perfila signos y

significados hacia las lógicas del saber científico; pero también desestabiliza al

sujeto ocultando marcas que permiten hacer interrogaciones, que a su vez, son

capaces de producir desgarros y huellas.

1.2 El texto científico y el artístico

El texto científico, es objetivo y quiere dar cuenta la realidad. El texto artístico, es

subjetivo y quiere dar cuenta de lo real. La realidad, no es igual a lo real.

La realidad es convenida, existen acuerdos. Lo real principalmente es caótico e

indefinible. Sin embargo, le ofrece una morada al ser para que sienta, para que

experimente, para que desee. Pero ese conocimiento es sentido, experienciado, le

pertenece solo al sujeto que lo experimenta y por eso mismo es tan difícil comunicar

o explicar de manera objetiva. Jesús González Requena define esta experiencia

como la materialización del lenguaje, es decir, cuando el lenguaje trabaja.

La academia en la actualidad y desde hace ya muchos años, de alguna manera ha

dejado de lado al relato subjetivo por el de la abstracción y la lógica. Le parece más

cómodo, puesto que es lógico, ordenado y racional. Sin embargo, los relatos

subjetivos construyen sus relaciones simbólicas (deseantes) con los sujetos y de

alguna manera escapan a los lenguajes de la estructura. Lo simbólico está allí:

entre los relatos subjetivos y la experiencia de los sujetos se escapan de las

formalidades del signo y de las probabilidades de su significancia. Llega el deseo,

llega lo pulsional, llega lo real. Porque lo que sucede en los relatos en su relación

con los sujetos, no solamente está determinado por las escalas de lo que es

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27

probable o lógico; sino sobre todo por la escala de lo que es más deseado. El mejor

ejemplo de esto, es la razón por la que las personas van al cine. Claramente no solo

van a aprender o a comunicarse. Van también para experimentar junto con los

personajes, esas catarsis que de alguna manera logran tocar y conocer el mundo

de lo real: el propio mundo subjetivo. Asisten a la sala de cine para sentir eso que

es incomprensible en palabras, van para reconocerse como sujetos a través de la

exploración de la singularidad de los otros que ven en la pantalla.

La textualidad que se experimenta en el cine, en su sentido más puro y material,

deja sus marcas y los configura a los sujetos frente a hechos culturales, pero

también frente a su propia identidad. Y en últimas esto es lo importante: escribir,

textualizar, experimentar los textos, para devenir personas. Los sujetos configuran

su identidad experimentando e interactuando con los textos. En este sentido, la

teoría del análisis textual formulada por Jesús Gonzales Requena es fundamental

para comprender “lo humano” desde un sentido complejo y profundo.

Como obra artística, es como pensamos que vale la pena estudiar al cine. Primero

por su capacidad de recrear y reconstruir nuestra vida personal y social. Y segundo,

por ser capaz de representar y transmitir con realismo esas turbaciones de nuestros

deseos, sentimientos y proyectos. Jesús González Requena acude a un

pensamiento interdisciplinario entre el análisis textual, la comunicación, la

antropología y el psicoanálisis, para estudiar y esclarecer, cómo los hechos del

lenguaje, forman parte del orden de lo simbólico. Y por tanto expresan el malestar

de la cultura actual, especialmente en los textos fílmicos postmodernos, donde la

eficacia del relato simbólico ha sido desarticulada por la estética del espectáculo y

los universos psicóticos, donde lo que predomina es la representación del sexo la

violencia y la muerte.

Por consiguiente, lo que verdaderamente hace que desborde la pasión de los

espectadores: son las huellas, las experiencias y las sensaciones que los filmes

logran evocar. Su memoria activa y su capacidad de recordación, están

directamente relacionadas con el grado de empatía o afectación. Mientras más se

goce un film, más se involucran los espectadores a su mundo. En este sentido, el

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28

cine como texto artístico funciona como una máquina de sueños: ubica al lector –

espectador frente a un mundo en el que transcurre una historia que puede ser real

o ficticia. Se compone de cualquier tipo de lenguaje o formato, y sus alcances para

describir, evocar, narrar, hacer sentir… Se abisman sin preocupación por los límites.

La creatividad se expande e influencia no solo al sujeto observador, sino que afecta

al tejido social en conjunto. El cine nos enseña a mirarlo: nos convierte en sujetos

susceptibles de cambiar nuestra forma de percibir el mundo en la medida que es un

arte de la expresión, nos abre perspectivas hacía otros mundos posibles. Combina

entonces, todo tipo lenguajes (orales, escritos, icónicos, musicales, numéricos,

gráficos, gestuales, visuales); y formatos (audiovisuales, digitales, multimedia,

plásticos, dinámicos), entre tantas otras virtudes que le son inherentes, por lo que

es difícil centrase en alguna cualidad que predomine sobre las otras. Por esto, al

cine, es imposible contenerlo en una definición precisa. Por un lado, el diccionario

nos dice que es el “arte de representar imágenes en movimiento en una pantalla

mediante la fotografía”. Pero esto solo es el comienzo de un sinfín de concepciones

como “artes rítmicas en movimiento rítmico” de Ricciotto Canudo o “una cinta de

sueños” de Orsen Welles, y la variedad de espectros y de modos de entender el

cine, son tan ricos como la cultura, el arte, el espectáculo o los medios de

comunicación: dimensiones capaces de problematizar los conflictos más íntimos de

los sujetos.

Por ejemplo, la mirada sobre la infancia a través del cine, hoy preocupa desde una

convergencia multidisciplinar a educadores, psicólogos, sociólogos, filósofos,

historiadores, entre otros, que la estudian como un fenómeno complejo que está en

constante transformación y actualización. Cuando se trata del cine, no podemos

alejarnos de la cultura, ella nos configura y nos relaciona con los textos que nos

ofrece el entorno y el contexto. Nuestra vida consiste en construir y reconstruir esa

textualidad, que está en constante reelaboración e interpretación. Está regida por

nuestros sentimientos, emociones y afectos, así como de los distintos elementos

simbólicos y de representación que el hombre ha construido para levantar acta de

los significados vitales y del orden de lo sagrado. El cine, como texto artístico, no

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29

solo entra por los ojos y oídos, sino que se acomoda sutilmente en la conciencia y

también en el inconsciente de las personas.

A la luz de la Teoría del texto, el lenguaje no es solo un instrumento comunicativo.

Se expresa más allá del análisis de la forma, el contenido, la estructura, el contexto

o las ideologías. Hay más en el lenguaje y la textualidad, ya que en ellos se configura

nuestro mundo, se hace entendible lo social y cultural, se configuran nuestros

deseos, nuestras pasiones y la forma en que gozamos y nos hacemos sujetos

sociales. Los textos entonces, son los elementos que conforman el mundo en el que

vivimos en tanto que ese mundo está construido por la forma en que subjetivamente

interactuamos con el lenguaje. Por esto, al pensar la sociedad se hace inevitable

tomar conciencia en que todo lo que entendemos, es un conjunto de hechos

textuales. Es decir, un edificio es un texto, una fábrica es un texto, una universidad

es un texto, y no solamente las novelas y las películas son los textos que le dan

forma a nuestra vida y nos permiten entenderla y vivirla. El análisis textual invita al

lector-espectador a distinguir tanto desde las abstracciones de la teoría, cómo

desde la propia textualidad de los films, el problema, o más exactamente, el lugar

del sujeto en los textos. Si es que es de un lugar y no de muchos de lo que se trata;

pues los textos casi siempre de formas apasionadas, a veces dramáticas o trágicas,

lo que cuentan son las polifonías o las múltiples voces que afanan a los sujetos. Por

tanto, la Teoría del Análisis Textual busca analizar nuestro mundo, tomarlo al pie de

la letra4, interrogarlo, pensar cómo funciona, qué tipos de sentidos produce, pensar

cómo modela o configura el mundo en el que vivimos, qué tipo de subjetividades

genera: porque a fin de cuentas los sujetos se sujetan a los textos para pensarse y

localizarse ante el mundo, para intentar modelar su experiencia.

1.3 El sujeto de la enunciación

4 La Teoría del texto González Requena (1996). “Se trata de realizar una lectura literal, al pie de la letra, el análisis no es más que un momento de lectura: el momento de la descomposición del texto, del trabajo cuidado, detectivesco, de encontrar en la superficie los elementos que nos conduzcan a su núcleo. Analizar es determinar las elecciones y establecer conexiones entre los elementos del texto, recorriendo su red y descubriendo sus nudos y lazos con otros textos ya conocidos y navegados con anterioridad.” Vanessa Brasil Campos Rodríguez. Una mirada al borde del precipicio. CUADERNO 56. Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Universidad de Palermo. Buenos Aires. P. 21

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A la hora de reflexionar sobre la problemática del lugar del sujeto en el texto, el

pensamiento de Jesús González Requena, retoma la herencia de Emile Benveniste

y su teoría de la enunciación, dejando claro, que la enunciación, supone

necesariamente un encuentro entre el cuerpo y el lenguaje, que se inscribe «como

acto de habla» en los tejidos discursivos de los sujetos. Por tanto, el problema de la

teoría de enunciación, lejos de preferenciar a las teorías semióticas (Peirce-1865,

Eco-1968 o Greimas-1979), o semiológicas (Ferdinand de Saussure), que centran

su atención en modelos lógico-cognitivos para explicar el funcionamiento de la

comunicación; se fundamenta en el ejercicio de la lengua (Benveniste),

reconociendo la importancia del sujeto que la enuncia, en la medida que toda

experiencia humana, en su corporeidad, está atravesada por el sistema del

lenguaje.

Por lo que, “que no hay lugar para un sujeto productor del discurso, que, bien por el

contrario, el sujeto nace en el discurso.” (González Requena, 1987: 9). Es decir, que

el sujeto no es productor de lenguaje, sino que nace en él, debe enfrentarse a él,

para justificar su experiencia. Ese encuentro entre sujeto con el discurso (que ya

existe), funciona tanto en sentidos lógico racionales, como inconscientes. Está

atravesado, en suma, tanto por las normas que rigen lo social y lo cultural, por el

cuerpo y el deseo de los sujetos cuando enuncian.

El sujeto de la enunciación, tal y como explica Jesús González Requena en el texto

“Enunciación punto de vista, sujeto” (1987) comprende lo comunicable y lo

incomunicable, da lugar al discurso y este al sujeto. En este sentido, el sujeto, es

producto y productor de lenguaje en tanto que su uso supone una materialización y

un trabajo, es decir, supone determinadas elecciones dentro de un sistema lengua

(de orden social), que aparecen como signos o semióticas de orden cognitivo-

racional; o huellas o rastros de su propia identidad que son de orden subjetivo.

Así lo expresa, González Requena:

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“Lo que pretendemos, después de todo, es evitar que la teoría de la

enunciación se convierta en una nueva coartada para ejercicios

hermenéuticos. Evitar, en suma, que la lectura de un texto se convierta en la

búsqueda de ese mítico sujeto que habla y que, al hacerlo, instituye el (su)

sentido.” (Jesús González Requena. 1987. P 106).

El sujeto de la enunciación, más allá del medir el “quién dice qué, para qué, en qué

canal y con qué efecto”5 donde se ejerce un control de los mensajes como si fueran

unidireccionales y no hubiese interacción entre el mensaje y el receptor (ente

pasivo); pretende analizar el hecho fílmico, como un producto que emerge como

propiedad fundamental los lenguajes que se determinan, tanto por un estatuto

lingüístico, como por la experiencia (que es indefinible en tanto que está regida por

el ámbito subjetivo). La enunciación, en ese sentido, no alude a un individuo en

particular. El sujeto está implícito en el enunciado, subyace como causa –efecto, y

es producto del habla que necesariamente es dialógica y subjetiva.

El habla, desde la infancia, se asume para dirigirse al otro, para interactuar con el

mundo. De este modo, enunciador y enunciatario se funden y se constituyen de

manera recíproca en el interior del enunciado. En este sentido, la experiencia

audiovisual presente en el film La vendedora de rosas, pone en juego un triángulo

donde la experiencia de realizadores, personajes y espectadores se entremezclan

en un solo acto, donde la mirada y la emoción tienen roles protagónicos. Nos

produce alegrías, temores, placeres; disminuye o multiplica nuestras emociones a

través de las miradas. En todo caso, la intención de la enunciación fílmica es

ponernos a sentir y a pensar. Moviliza el lenguaje en todas sus dimensiones: la

semiótica, la lengua, el habla, lo no verbal, lo imaginario, lo simbólico y hasta lo

incomunicable; y es ese contacto con el hecho fílmico, donde aflora el sujeto de la

enunciación. La reconstrucción de la experiencia del espectador de La vendedora

de rosas, nos permite mirar a la infancia, y más que darnos respuestas, funciona

5 Paradigma de Lasswell formulado en 1948 para estudiar los discursos en la comunicación de masas, la ciencia política y la propaganda.

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como un agujero negro en donde abisman nuestras palabras y precepciones de

adultos. La mirada infantil problematiza nuestra sensibilidad, y es precisamente en

ese cara a cara con la infancia, que se produce la interrogación, porque la mirada

de los niños exige, al menos, que el espectador encarne esa mirada, que se enfrente

a ella, pues no hay nada más enigmático que ponerse en el lugar de un niño. En la

infancia, el espectador, sin importar su edad, se identifica: es atraído desde la

experiencia que allí se pone en juego. La infancia, como uno de los motivos más

importantes de la historia del cine, sin duda alguna, es también la etapa de

desarrollo más importante en la vida para cualquier persona. Lo importante en su

representación no son los detalles de la ropa, el lugar, o las condiciones

atmosféricas; sino la emoción con que se viven los momentos. La fantasía, en este

sentido, ayuda a los sujetos a superar o recomponer los traumas para darle

equilibrio a la mente. Y es precisamente esa controversia, indefinición, magia,

contradicción, o esa mezcla de sentimientos, las que hacen que un recuerdo infantil

sea exactamente eso: un misterio, una interrogación. La enunciación del film de La

vendedora de rosas, tiene la capacidad de ahondar sobre esta interrogación.

Por tanto, la infancia, como instancia de enunciación donde se desarrollará en el

análisis del capítulo 3, es un espacio de desequilibrio, indefinición e interrogación,

donde lo paradójico e indefinible en términos lógico-racionales es una posibilidad de

construcción de sentido, con un peso y una materia, medibles en términos de

experiencia. Jesús González Requena, propone la definición de texto como “el

ámbito de la experiencia del lenguaje en la que el sujeto se conforma” (González

Requena, Jesús, 1996, p. 9).

Según esto, La vendedora de rosas, tiene el potencial de enfrentarnos a esa mirada

infantil, muy diferente a la mirada adulta, (cargada de ideología y necesariamente

atada a formular una opinión o una conclusión de cada cosa que percibe); y en

términos de enunciación, permite interrogarnos sobre la experiencia subjetiva que

está teniendo lugar en el texto. Así lo expresa Jorge Larrosa:

Page 33: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

33

“El niño es el portador de una mirada libre, indisciplinada, quizá inocente,

quizá salvaje, el portador de una forma de mirar que aún es capaz de

sorprender a los ojos. El adulto, por su parte, es el propietario de una mirada

no infantil, sino infantilizada, es decir, de una mirada disciplinada y

normalizada desde la que no hay nada que ver que no haya visto antes. Y es

el niño el que le enseña a mirar al adulto a mirar las cosas por primera vez,

sin los hábitos de la mirada constituida”. (Larrosa, Jorge. 2007, p. 6)

En concreto, la infancia, como lugar de enunciación, es la época de la vida dónde

se es más sensible frente a lo que pasa y a la vez se es más vulnerable. Cualquier

cosa puede convertirse en alegría o tragedia. Así mismo, trasgredir las leyes que

impone la sociedad (los padres, la escuela, el hogar…) como posibilidades de

escapar o de ser libre, son posibilidades reales, que permite la condición de la

infancia. Y al mismo tiempo, hay algo en la mirada infantil que es muy revelador de

la sociedad en la que vivimos.

1.4 La experiencia del espectador como sujeto del deseo

Jesús González Requena, define al relato, como la narración del trayecto del deseo.

Mientras el deseo exista, el conflicto narrativo se enriquece, de otro modo, no son

posibles ni el goce ni la experiencia. De acuerdo con este presupuesto, González

Requena propone una tipología de género para diferenciar tipos de relatos,

basándose en los tres grandes momentos de la historia del cine de Hollywood:

clásico, manierista y postclásico. Para diferenciar cada uno, propone una doble

articulación: por un lado, la estructura de donación y de carencia; y por el otro, una

caracterización de la figura de héroe y su relación con el deseo, de donde emergen

la verdad de sus actos y aparecen como los momentos nucleares en los cuales se

configura la estructura el relato.

A continuación, se van a ejemplificar los conceptos: clásico, manierista y posclásico,

por considerarlos fundamentales para ilustrar los alcances de la Teoría del Texto,

en relación con los estudios de comunicación visual y a las formas de

representación de la infancia. Más adelante, a manera de ejemplo, se hará un

Page 34: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

34

análisis que relacione explícitamente la representación de la infancia presente en el

Film “La vendedora de rosas”, enmarcándolo e la estética del relato posclásico.

1.5 El relato clásico

El relato clásico, se enmarca históricamente antes de la primera guerra mundial, y

tiene su punto más alto en los inicios del cine norteamericano. El mito sostiene la

narrativa. De su trama se desprende la estructura básica de donación y carencia,

donde el héroe cumple una tarea o ley simbólica, que el destinador (padre simbólico)

le designa para que se restablezca el orden, encuentre el amor o se sacrifique para

salvar el mundo. El goce del espectador, está centrado en la construcción del relato

canónico, en tanto que espera obtener la resolución de un conflicto. La infancia

para esta época, no era tan significativa como lo es ahora. Por lo que los relatos

eran motivados géneros, como el musical y el Western, que funcionaban como

dispositivos de identificación y entretención:

“El cine clásico norteamericano está esencialmente configurado en términos

de género, pues sus patrones de estilización permiten construir la vía idónea

para el despliegue de su lógica interna, exenta de toda exigencia realista y/o

psicologista”. (Jesús González Requena, 2006. P. 559).

De este modo, el cine clásico norteamericano en sus formas de representación, se

aleja de lo verosímil y realista, y adopta una fórmula de géneros donde el relato

simbólico está asociado al relato mítico. Por ello, sus héroes se afirman de manera

prometeica y axiomática siendo capaces de transformar el mundo a través de la

consecución de una tarea dada por un padre simbólico. Los héroes clásicos tienen

sus roles bien definidos: el protagonista, el antagonista, el personaje de interés

romántico, papeles de apoyo como los cómplices, el confidente, el catalizador, o el

de contraste. En este contexto, los niños aún no tienen el potencial para ser héroes.

Incluso, en algunos casos, sus roles son interpretados por adultos, por lo que sus

actuaciones carecen de sinceridad y no dan cuenta de un universo propio.

El prototipo de héroe que caracteriza el relato clásico, según Jesús González

Requena, es aquel que rescata el relato simbólico en una época, o escenario donde

Page 35: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

35

existe respeto por las reglas. El destinador, pone de manifiesto los mecanismos de

un relato simbólico donde le promete un sentido y un horizonte vital al héroe,

movilizando el deseo del espectador hacia la consecución de una tarea (objeto del

deseo). El espectador focaliza su deseo a través del deseo del héroe para

recomponer este panorama. Frente al relato clásico, añade González Requena, que

el relato simbólico evita que el niño sucumba en la pulsión narcisista e imaginaria

(Edípica) con su madre, debido a la prohibición que el acto de donación simbólica

inaugura en el sujeto: el objeto de deseo que está destinado a él, lo proyecta hacia

el futuro.

“Tal fue siempre, por lo demás, la lógica mítica: en ella, no era la realidad del

mundo la que debía volver justificable y aceptable el acto del héroe sino,

exactamente, al revés: el acto del héroe, en su dimensión prometeica – y por

eso en sí mismo inverosímil – era destinado a fundar el mundo introduciendo,

en el marasmo de lo real, una cadena de sentido fundadora”. (Jesús

González Requena: 2006)

Vemos aquí como el relato clásico descrito por González Requena, deja entrever

un enmascaramiento que es la base que justifica el relato simbólico: la contención

de lo real. Las tareas de los héroes, sus ilusiones, sus fascinaciones, la resolución

de sus deseos, permiten a los sujetos protegerse de saber insoportable de lo Real.

Los héroes clásicos camuflan el sexo, la violencia y la muerte, acudiendo a una

representación de la cámara en la distancia justa, en la posición del tercero, donde

el gesto, el acto o el suceso, alcanzan una densidad simbólica de sentido.

1.5 El relato manierista

Lo simbólico se desplaza tomando distancia en relación con lo clásico, en la medida

que el héroe manierista no recibe algo, sino que carece de ello. Este héroe está

marcado por algún fracaso, un miedo o sensaciones que lo sitúan al límite. Los

juegos de seducción, los múltiples focos y las ambivalencias permiten ahondar en

las crisis que desencadena la carencia, porque no hay un destinador claro y, al final,

no hay una consumación de su deseo, solo insinuaciones con las que no puede

Page 36: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

36

reconstruir el relato. El héroe de los relatos manieristas no tiene un deseo claro.

Siempre dudará sobre cómo alcanzar su tarea pues no sabe qué le depara el futuro.

La estructura del eje de la donación, la ley simbólica (o verdad mítica), no es una

influencia trascendental en su vida. Pues su moral es dudosa o justificable debido a

las circunstancias adversas que tiene que enfrentar. La dimensión heroica, que

antes era incuestionable, ahora admite la incertidumbre y la contracción.

El héroe pasa a ser el protagonista, precisamente por el debilitamiento o la ausencia

de la moral en sus actos. La ambigüedad y el engaño desplazan la estructuración

mítica del relato clásico y entra “la mirada seducida, atrapada en los pliegues de la

representación, en la que sentido del acto comienza a tornarse dudoso” (González

Requena, Jesús. 2012. P 568). Ya no son los actos sino las miradas las que dirigen

la experiencia, por lo que, en la configuración de los roles de los personajes no hay

un límite determinado para describirlos o matizarlos, nadie es realmente lo que

parece:

“Ambigüedad, debilitación del eje de la donación que tiene como correlato la

intensificación del eje de la carencia. Implícitamente vacío como sujeto de -y

a- la Ley -que ha comenzado a tornarse sospechosa-, el protagonista tiende

a dibujar su perfil tan solo como sujeto de la carencia. Como sujeto del deseo,

si se quiere, pero como sujeto de un deseo no mediado por la ley y, en esa

misma medida, carente de sujeción simbólica. Y, por eso mismo, sometido a

la fascinación del objeto de deseo seductor que, ya solo él, polarizará su

trayecto y que amenazará siempre con desvanecerse como un puro

espejismo -por eso, en el límite, tanto más se multiplican sus destellos

fascinantes, tanto más desaparece como cuerpo sexuado real. Hasta el

punto de que, en lo esencial, y a pesar de la intensificación de la temática

erótica en el cine de este periodo, desaparecerá toda construcción simbólica

del encuentro sexual -y de la diferencia que lo configura-: en ausencia de

héroe, y en ausencia, por tanto, del horizonte del acto necesario-, los juegos

de seducción proliferarán para ocupar -y hacer desvanecer- su lugar.”

(González Requena, Jesús, 2012; p 569).

Page 37: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

37

De esta forma, el cine manierista de Hollywood, según González Requena, se aleja

de la verdad simbólica del relato clásico y se impone con la ficción imaginaria. La

experiencia del espectador despliega una estrategia visual donde el sujeto ya no se

configura a partir de los designios de un relato simbólico, sino a partir de espejismos

que cifran los destellos del deseo y el goce.

1.6 El cine europeo

Es relevante destacar aquí, que hay una gran diferencia entre el contexto del cine

manierista norteamericano, que encuentra su apogeo entre los años 60 y 70

haciendo énfasis en la carencia del eje de donación y acentúa en los mecanismos

de suspense (González Requena, Jesús, 2012; p 569); respecto del cine europeo,

con una historia más amplia, y así mismo, más próxima a la crítica político-social y

al relato posclásico.

El cine europeo, a mediados de 1940 con la influencia de las vanguardias y

específicamente, a través de corriente estética Neorrealista, empieza a expresar

síntomas de querer retratar la realidad de manera más clara y directa. La debilidad

del héroe en los valores morales, encuentra su correlato con la incertidumbre que

afecta a lo social, (disolución del eje de la donación) y también dota de una

enunciación distinta: los humaniza, les da un contexto y un carácter crítico. “Frente

a ella, la frialdad del cine postclásico europeo será la de un deseo en continuo

desvanecimiento, pues siempre incapaz de cristalizar” (González Requena, Jesús.

2012 p. 584).

En Europa, a mediados de los años cuarenta y cincuenta, aparece otro tipo de cine:

sencillo, humano, cotidiano, que, con pocos recursos (montajes, luces, utilería) se

va a empezar a preocupar por la infancia de una manera mucho más humana. Si el

manierismo norteamericano antepone la forma de mostrar: trucos visuales, efectos

especiales, dilema real – irreal, y le da predominancia a los efectos de la escritura

visual haciendo la historia más confusa que nunca, el suspenso; el cine europeo,

por el contrario, se va a interesar por problemáticas críticas representando un

Page 38: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

38

sistema social decadente en la pobreza y la desigualdad. A pesar de las diferencias,

el heroísmo en ambos casos consiste en superar estas dificultades.

“Compartiendo una común posición deconstructora frente al universo

simbólico del relato clásico, el film postclásico europeo se conformará como

un cine del distanciamiento y la escritura, mientras que el americano, en

cambio, se configurará como un cine de la inmediatez y del espectáculo.

Pero, en cualquier caso, por una u otra vía, ambos se alejarán igualmente de

esa distancia justa —ni excesiva en la lejanía, ni excesiva en la proximidad—

que constituyera el rasgo mayor de la puesta en escena clásica”. (González

Requena, Jesús. 2012 p. 584)

El cine europeo, más que concentrarse en consolidación de una industria del

consumo y la taquilla del norteamericano, se percibe el deseo de adoptar una

perspectiva de orden teórico y artístico, para procurar reflexiones y experiencias en

el espectador. Desde estos escenarios y con grandes ideas teórico creativas, los

directores europeos asumen un compromiso con el arte impulsados por estrategias

como cine clubes (la cinemateque Francaise, "Objectif 49" (Bresson, Cocteau,

Alexandre Astruc, etc.) y el "Ciné-Club du Quartier Latin"); publicación en revistas

especializadas (Cahiers du cinema), y hasta movimientos artísticos y políticos

(Nouvelle Vague) donde se conceptualiza sobre las posibilidades creativas de la

cámara y sus recursos expresivos para desarrollar formulas narrativas que se

anticipan de muchas formas al cine espectáculo que funciona en la actualidad.

Tras acabar la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el cine europeo, de la mano

de corrientes artísticas de vanguardia como el Surrealismo, el Expresionismo y el

Cubismo, entre otras, asume la actitud crítica de retratar y recrear el panorama

desolador en el que quedaron las ciudades, y las mentalidades de la gente. Si en

Norteamérica el cine-industria entretenía a las masas y camuflaba la experiencia de

lo real a través de los espejismos de la fantasía y la ficción imaginaria de los géneros

entretenidos como western, el musical o el cine negro; en Europa, por el contrario,

el cine proponía pensar y asumir compromisos con la cultura, el arte y la política.

Los cineastas europeos, sin los filtros ideológicos de las grandes productoras, salen

Page 39: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

39

a la calle a filmar la realidad para discutir con los modelos de representación que

impuso el fascismo o la industria. Inicia una nueva era libre de la censura a la que

había estado sometido. Es un periodo donde se manifiesta la desconfianza al

sistema de valores que imperaban en los relatos clásicos y donde la estética

marginal, como uno de los principales motivos del Neorrealismo, cobra mucha

relevancia por su capacidad de construir historias cercanas a lo real y de dotar a los

héroes de una fuerza y pericia, donde el difícil contexto social forma el carácter de

los personajes.

El Neorrealismo italiano, fue el primer cine en llevar a la pantalla a actores naturales

y también en salir a la calle para comprender y compartir las miserias que había

dejado el contexto de posguerra de la segunda Guerra mundial. Su origen se

encuadra en Italia, en los años inmediatamente anteriores y posteriores al fin de la

guerra, (1939 – 1945). Durante la época fascista, al cine no le estaba permitido

mostrar la delincuencia, la pobreza ni tampoco la sátira. Básicamente el cine se

limitaba a construir una imagen de nación perfecta. Todas las producciones

pasaban por un filtro político, en el que el trasfondo social estaba muy limitado pues

era una herramienta ideológica del régimen. Con la derrota militar de la segunda

guerra y con plena guerra civil en curso, el cine Neorrealista logra hacer el giro para

escribir su propia crítica social. Por lo que muchos directores empiezan retratar con

transparencia una ciudad devastada por la guerra, triste, hambrienta y con muchos

matices grises. Aunque estas temáticas no fueron ninguna novedad para la historia

del cine, su gran aporte, refiere al estilo con que innova en las formas de narrar,

donde se privilegian los sentimientos sobre la estética. El guión, por ejemplo, más

que en aspectos visuales, tiene su expresión fundamental en los diálogos, como

forma más esencial y auténtica, de conectar la realidad que se percibe. La escritura

del guión, por tanto, ya no viene censurada con los rigores de la estructura y de la

forma. Aparecen también, personajes atípicos, que no habían existido hasta el

momento: los actores no profesionales. La improvisación, por tanto, se plantea

como técnica más natural de describir la realidad (como algo dinámico y cambiante)

y la posición moral, se relaciona mucho con el sentido de la protesta. Este cine, de

corte esencialmente político, fue impulsado con la pretensión de hacer reflexionar

Page 40: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

40

al espectador sobre sí mismo, cuestionando sus creencias, prejuicios, y para romper

las distancias que los separaba para enfrentar los contextos deprimidos y tristes por

los estragos de la guerra.

Sin embargo, los desastres que deja la guerra en los imaginarios de los

espectadores, más que enriquecer en experiencias, anula y enmudece a los sujetos

que la padecen. En aquellos que sufren estas experiencias, quedan solamente las

huellas en forma de cicatrices o heridas resultantes de ese odio y padecimiento. A

diferencia de la experiencia del cine norteamericano, que se enfocaba

particularmente en hacer un cine de calidad y espectacularmente vistoso en

términos escenográficos, montaje, utilería, y que contrataba las mejores estrellas

para que el gran público se identificara; el cine europeo, ha tenido la fortuna de

ocupar un lugar muy importante en la escena cultural, política y educativa. A sí

mismo, se ha ocupado del tema de la infancia y la educación, principalmente a

través de historias que exploran las tensiones entre adultos y niños al interior de la

sociedad, en los ámbitos familiares y escolares, fundamentalmente desde dos

perspectivas: mediante la presentación de instituciones represoras, o a través de la

indagación etnográfica que tiene lugar en el contexto infantil.

1.7 El relato posclásico

El film La vendedora de rosas, como decíamos más arriba, se enmarca dentro los

avatares del deseo del héroe posclásico. Sus personajes carecen de destinador,

por esto, no focalizan sus deseos y por eso creen, o necesitan creer, que pueden

destinarse a sí mismo una tarea, pero fracasan y reinciden en su caída. Este héroe,

también tiene otro tipo realización, que es la de aceptar a un “destinador siniestro”

que le designa una tarea maligna para defender sus propios intereses.

En la enunciación fílmica del relato posclásico leemos estos aspectos con el uso y

el abuso de la cámara subjetiva, en el que la pulsión escópica se convierte en

espectáculo. Este relato, encubre en sus figuras del mal, el debilitamiento, la

amenaza de sentido y la sensación de violencia que se respira en las sociedades

contemporáneas a través del debilitamiento moral de sus héroes –en muchas

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41

ocasiones psicópatas– dominados por sus pasiones, en un mundo, donde el cuerpo

lo invade todo: el sexo, la violencia y la muerte se funden como experiencias de lo

real. La configuración psicológica y actitudinal de los personajes posclásicos, sean

adultos, jóvenes o niños, está muy asociada a la experiencia del sinsentido. Ningún

personaje está exento de padecer la crueldad, ni de ejercerla. No existen los

personajes enteramente buenos del cine clásico, ni los que se pierden en los

pliegues la comunicación y los códigos Manieristas, (que son espejismos de sus

deseos). En el relato posclásico todos son marginales, víctimas del entorno en el

que viven y al mismo tiempo victimarios frente a sus semejantes.

1.8 El MÉTODO DE ANÁLISIS TEXTUAL

Para explicar el método de análisis de la Teoría textual, es fundamental adentrarse

en la definición de los conceptos de “deletreo”, “punto de ignición” y “sentido tutor”.

A continuación se ejemplificarán estos conceptos recurriendo al ensayo de Julio

César Goyes “La experiencia de leer el relato audiovisual” al considerarlo ideal por

el corte pedagógico con que analiza y explica los conceptos, en relación con texto

artístico de Fantastic Fying books the Mr. Morris Lessmore, de William Joyce y

Brandon Oldenburg.6

1.9 El deletreo

El deletreo, cómo se había referenciado anteriormente, se trata de realizar una

“lectura al pie de la letra” como momento dónde el investigador describe, como

método de análisis, la propia materialidad del texto siendo lo más fiel posible a sus

marcas para empezar a establecer las conexiones entre los elementos del texto que

le permitirán descubrir los nudos o puntos cardinales de su análisis.

Lo anterior, supone una estrategia por parte del investigador, donde el análisis

metodológico va en busca lector – espectador, para que se interrogue desde la

6 Ver la animación en: https://www.youtube.com/watch?v=Ad3CMri3hOs

Page 42: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

42

enunciación (la materialidad y la escritura textual). El análisis del fílmico recurre al

detalle del plano a plano, secuencia a secuencia, como un intento por encontrar las

relaciones existentes entre los elementos presentes y los ausentes; esto es,

deletrear, desenmascarar, desentrañar los procesos de significación presentes en

una obra, más allá de las palabras y de las imágenes (González Requena, 1996).

En consecuencia, para producir esta interrogación, es vital para el análisis trabajar

con los textos y desde los textos:

… “es necesario que la lectura se dé como un deletreo: secuencias, escenas,

planos, movimientos de cámara, imágenes, texturas cromáticas, elementos

escenográficos, música, inscripciones, diálogos, epígrafes, créditos,

etcétera. Entre más fino sea el deletreo mayor será la experiencia que

afrontará el sujeto al interior mismo de la escritura audiovisual, pues el relato

y las fisuras enunciativas saltarán a la vista encontrando su dimensión

simbólica” (Goyes, 2015, p. 256).

El deletreo es una experiencia detectivesca que afianza el deseo y la imaginación

del investigador y dota de sentido a los textos por medio de la lectura y la escritura.

No solo se trata de repetir y describir los elementos, sino de crear e involucrarse en

sus tejidos. Por ello, leer y escribir recompone una experiencia fílmica nueva para

el sujeto lector. En suma, se trata de rastrear el objeto del deseo oculto en las tramas

y en los fondos del texto: el acto simbólico.

1.10 El punto de ignición y el sentido tutor

Jesús González Requena describe el punto de ignición como:

“Y bien, esa presencia de lo real, en el texto artístico, cobra la forma de un

punto de ignición: de una quemadura que focaliza nuestra mirada y carga de

intensidad eléctrica los significantes que la rodean “…” Pues, aunque

reconocemos los signos y sus significaciones, lo que nos importará realmente

será constatar cómo esos signos se manifiestan polarizados, y en ese mismo

sentido, ciñen, acotan, rodean y localizan ese punto de ignición que da su

Page 43: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

43

intensidad real a nuestra experiencia del texto”. (Jesús González Requena,

2015, p. 80)

El analista textual no solo focaliza su mirada (su deletreo) en lo que el texto está

diciendo; sino también y, sobre todo, en lo que NO dice, en los silencios que

movilizan la experiencia del deseo y del inconsciente del plano subjetivo. Es un

camino difícil por lo que el analista suele dejarse guiar por un sentido tutor de orden

objetivo e ideológico, donde el sentido está fijado, cristalizado, por la experiencia de

otro sujeto que expresa una opinión (o crítica), que limita y circunscribe la

experiencia del analista en su ejercicio lector. De igual manera, frente al sentido

tutor, la escritura anuncia la presencia de un guía ideológico con un punto de vista

sesgado. El espacio de escritura en el que se perfila este sujeto, no está dado para

que sufra una atadura, un desgarre o una interrogación frente al texto, sino para que

lo imite o reproduzca según una lectura ya fijada.

Lo real siempre deja una interrogación, se implica con la propia experiencia

subjetiva y es esa quemadura la que guía el análisis. La dimensión simbólica es

capaz de evitar el desgarro que el sujeto experimenta frente a lo real que pugna

siempre por distorsionar la realidad. En la enunciación y en la escritura el sujeto deja

sus huellas, sobre todo en el punto de ignición donde la interrogación quema.

Los signos circunscriben como operador logístico los significantes, las imagos

encienden el deseo y retraen al sujeto voyeur – fascinado y lo real quema

devolviéndole al cuerpo una experiencia. El analista, se enfrenta entonces a los

registros de lo semiótico, lo imaginario y lo real mediante la lectura-escritura de la

enunciación audiovisual, ámbitos donde el procesamiento le permite acceder a la

dimensión simbólica. Lo real localiza, ciñe y a la vez se desafía al texto a través de

la palabra.

Page 44: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

44

Ilustración 2 fotogramas de la animación Fantastic Fying books the Mr. Morris Lessmore, de William Joyce y Brandon

Oldenburg

…las preguntas pueblan la lectura: ¿qué interroga el signo?, ¿cuál es la razón

para que la escritura del libro que Morris estaba escribiendo haya

desaparecido sin que el libro se haya deshojado?, y sobre todo, ¿por qué el

libro, aunque vacío, lo persigue? (Goyes, 2015, p. 255).

En esta breve cita, el autor interroga el punto de ignición del texto. Lo real

resquebraja la realidad en ausencia de la dimensión simbólica. La pregunta para

acceder a la dimensión simbólica en este caso sería: ¿qué es lo real que nos atrapa

como espectadores escópicos7, pulsionales, y sedientos de experiencias? La

conexión entre el lector- espectador con los textos artísticos, más que puramente

lógico semiótica: es emotiva. Por ejemplo, en el texto audiovisual de Fantastic Fying

books the Mr. Morris Lessmore, (ilustración 2) Julio César Goyes parte de estos

interrogantes para descubrir lo que inscribe el texto artístico en la subjetividad. La

lectura y la escritura (el deletreo), hacen que la experiencia sea transitada, deseada,

imaginada. La lectura es el acto por el que se decodifica el lenguaje para

comprender un significado, es una llave que nos abre la puerta al mundo de la

información, del conocimiento y de la fantasía, nos sumerge en lugares imaginarios

o reales, nos presenta formas de ser, vivir, y pensar, donde potencialmente se

desarrollan nuestras capacidades creativas y emocionales.

7 El concepto de pulsión escópica permitió al psicoanálisis establecer una función de actividad para el ojo, no más como fuente de visión, sino como fuente de libido. Allí donde estaba la visión, Freud descubre la pulsión. Vanessa Brasil Campos Rodríguez. Una mirada al borde del precipicio. CUADERNO 56. Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Universidad de Palermo. Buenos Aires.p.26

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45

Con la escritura (el análisis) se produce la fijación del lenguaje en un soporte

material mediante signos, se crea la conexión necesaria con la enunciación, para

que se despliegue la interrogación. En la enunciación el sujeto deja sus huellas, sus

reiteraciones, sus tensiones, y es en esos puntos altos donde comienza la lectura

estética y en donde el analista debe demorar hasta hacer aflorar las resonancias

que constituyen las verdades subjetivas que cargan el texto.

Un texto fílmico, desde este punto de vista, es un texto artístico que puede ser

estudiado desde la Teoría del texto y el Análisis Textual partiendo del “punto de

ignición” o experiencia del espectador que moviliza su experiencia frente al relato.

El texto fílmico reclama lectura y escritura como andadura del sujeto, no tanto por

el discurso enunciado (lo que se dice), sino por la enunciación audiovisual (lo que

se está diciendo). El punto de ignición entonces, es la singularidad del relato

subjetivo, es ese algo que nos toca, que nos quema, que nos interesa y que nos

permite localizarnos como sujetos dentro del texto. Es ese punto que polariza la

pasión de los sujetos poniendo en juego su comprensión de lo real. Por eso quema,

arde, juega con los deseos pulsionales de los sujetos ante el relato y ante esa

necesidad de sentirse vivos.

La Teoría del Texto se propone comprender cómo sucede la experiencia fundadora

del lenguaje en los sujetos a partir de la configuración simbólica presente en los

textos más allá de la razón instrumental, científica o tecnológica de los discursos

sobre la eficacia y la verdad objetiva. En este sentido, los textos artísticos, como el

film La vendedora de rosas, superan la razón instrumental y objetivista pues no

pretende construir verdades conclusivas, sino que se enfrenta a la cultura mediante

la interrogación:

“Pues si lo real coexiste con los signos y con los imagos, si estos no pueden

reducirlo y hacerlo desvanecerse, la interrogación dramática sobre el ser del

sujeto frente a lo real emerge de manera inevitable. Esa es, precisamente la

dimensión de lo simbólico –vale decir, la dimensión misma de la subjetividad:

una suerte de cuarta dimensión que cristaliza por un determinado modo de

atravesamiento de las otras tres. Y esa es por cierto la dimensión del sujeto

Page 46: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

46

en el sentido más concreto y material. Pues un sujeto es un cuerpo real

conformado por ciertas identificaciones y articulado por ciertos conjuntos de

signos, - desde el vestido a la gestualidad”. (Jesús González Requena, 2011,

p. 15).

Un texto como el film La vendedora de rosas, más que llevar al extremo el dominio

de una dimensión, permite la interrogación. De modo que los signos, los imagos y

lo real se tensionan y su análisis se focaliza en las hendiduras que forman a los

sujetos, interrogándose sobre cómo se inscribe en la enunciación del relato y lo

afronta padeciendo en su corporeidad. La teoría del texto interroga a los sujetos que

habitan y construyen las experiencias de los textos. De modo que el énfasis de la

teoría, no está en el registro o en el funcionamiento de las imágenes, sino en pensar

cómo puede usarse por los sujetos para experimentar. ¿De qué quieren hablar los

sujetos cuando trabajan con imágenes? ¿Para qué le es útil al espectador

comprender la dimensión simbólica de lo textual?

De lo que se trata entonces, es de poblar de buenas experiencias textuales a los

sujetos a través del análisis de sus contenidos. Por consiguiente, a fin de hacer una

caracterización más detallada de los tres componentes textuales antes enunciados

como: lo semiótico, lo imaginario y lo real, se van a analizar y ejemplificar los

procedimientos de lectura desde su materialidad: los signos, las imagos, y las

huellas. La idea de este apartado es contextualizar al lector frente al capítulo tercero

de la tesis, donde se desarrollará un análisis textual más exhaustivo de La

vendedora de rosas acudiendo al método aquí presentado. El lector que afronte

estos tres registros como experiencia de lectura, se verá obligado a entrar en

contacto con las imágenes, y por lo tanto, al plano de lo simbólico que reside en su

interacción. La vendedora de rosas, es un texto fílmico con pretensiones artísticas,

es decir, más que la predominancia de uno orden representación con un único

sentido o interpretación, demanda la interrogación, por lo que, para su análisis, se

hace necesaria la contante presencia textual de imágenes a fin de mantener vivo su

poder de interrogación, leamos:

Page 47: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

47

1. 11 Lo semiótico

Ilustración 3: lo semiótico

El registro semiótico por sí solo no miente, es decir, no permite equívocos, ni

interpretaciones múltiples. Por esta razón, hasta una máquina es capaz de procesar

sus mensajes. En el primer motivo de la ilustración 3 (al lado izquierdo), como

proceso de lectura decodificamos un signo icónico, como lo describe Ferdinand de

Saussure, en su carácter es arbitrario y abstracto. Es indiscutible que codifica o

representa una estrella dorada. Es un conocimiento objetivo y consensuado, aquí

no se mezclan emociones, ni deseos, ni el lenguaje del inconsciente; el sujeto que

lee, queda reducido al estatuto de «operador racional y cognitivo» capaz de

decodificar el orden de significación de un discurso.

En cambio, el segundo motivo (al lado derecho) vemos un mensaje que en el que

interactúan los tres ámbitos de representación, lo semiótico, lo imaginario, y lo real,

es decir, los tres hacen parte de un proceso de enunciación. Porque la mirada del

espectador se carga de sentido emocional y deseante ante el discurso. Cuando los

signos son dichos (o vistos) por los sujetos, estos siempre se cargan de

significación, ideología e historia, en la medida de que cada sujeto le imprime su

contexto y su voz, las interpretaciones siempre son polifónicas y diversas. En el

caso de la ilustración 3, (lado derecho) se puede hablar de signos puros solamente

si se aíslan del contexto general de la imagen: por ejemplo, las estrellas doradas de

Page 48: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

48

cartón, la niña, los anillos, sus manos, la casa, o el adorno navideño en segundo

plano... Se pueden hacer inferencias, si el espectador le asigna un significado

explícito a cada cosa de la imagen. Esta lectura depende de la capacidad del

espectador para detectar elementos concretos, es decir, significados delimitados

por contextos y entidades formales en términos de la construcción global (la

semiótica). Pero si hablamos de la poética de la imagen en su conjunto, o de los

sentimientos que afloran en la protagonista como en el espectador cuando viven la

escena a través de la pantalla, hablamos de un significado implícito o referencial

que difícilmente se puede expresar en palabras. Por ejemplo, la emoción o la

gestualidad de la niña en ese momento. Es claro que, en el segundo motivo, más

que mostrar unas estrellas doradas de cartón, o una niña, apellando a la expresión

de un deseo: ¿Whan it? Ese deseo, no se puede circunscribir en códigos o en

signos.

1.12 Lo imaginario

Ilustración 4: Lo imaginario: mi amor por ti sube hasta las estrellas (Film La vendedora de rosas)

Según Jesús González Requena, en el plano de “lo imaginario” describe un sujeto

espectador que se reconoce o se identifica en un mensaje que lo fascina a través

de una belleza idealizada. Emerge en él una identificación y un juego de seducción

que estimulan los deseos y empatía. Por ejemplo, la ilustración 4 que contiene el

primer plano de una tarjeta con el mensaje: “MI AMOR POR TI SUBE HASTA LAS

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49

ESTRELLAS” decorada con un corazón rojo, un muñequito, y varias estrellas color

dorado en un fondo gris brillante. En el contexto que aparece en el film La vendedora

de rosas, es un objeto que mantiene una relación muy fuerte con el universo de la

fantasía, el amor y las pasiones.

El mensaje: “MI AMOR POR TI SUBE HASTA LAS ESTRELLAS” es una metáfora

que contiene un mensaje infantil, alegre y empático, que lejos de describir una

situación posible o real, se adentra una fantasía llena de optimismo. Si bien hay

significantes semióticos que permiten identificar claramente el mensaje escrito, las

estrellas, el corazón o el muñequito. Los signos se vuelcan sobre «la imago»

(imagen) con su poder de identificación y seducción. El sujeto de la enunciación

frente al ámbito de lo imaginario, tanto el lector como el escritor, presencia un

choque atravesado por el deseo; tanto de lo deseable, como lo indeseable. El

reconocimiento es a la vez la confrontación con el deseo. El sujeto se identifica a

través su mirada, y los imagos estimulan el inconsciente y la emoción; por esta razón

las imagos mienten mucho mejor que los signos con su poder de evocación y

seducción. En el caso de la ilustración 4, la función de la tarjeta camufla el deseo

de querer transformar o contener lo real.

1.13 Lo real

Ilustración 5 lo real, fotograma “La vendedora de rosas”

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50

En la ilustración 5 es también un fotograma de una de las escenas del Film La

vendedora de rosas, describe una estrella de fuego que arde en medio de la calle.

Pero más allá de la semiótica o el imaginario que transmite, su experiencia es

producto de un desgarro que difícilmente articulable en palabras, pues no se puede

comprender fuera del contexto global en la que la escena tiene lugar.

Es una huella, un rastro, una quemadura generada por un policía, cuando, en medio

del film, requisa a un niño de la calle para catearle drogas como mariguana, perico

o cocaína; al no encontrarle sino la botella de pegante con la que el niño se droga

para alucinar, el policía rompe la botella contra el piso, y luego le prende fuego y

sentencia: “¡eso es lo que va a ser usted en la vida!”. Esta escena en particular, será

ampliamente analizada en el cuerpo del capítulo tres develando el punto de ignición.

Aquí, solo conviene introducir que la policía dentro del film, lejos de connotar

protección y seguridad para los niños protagonistas del film, representa violencia,

represión o malas noticias, es decir, violencia y muerte.

La estrella de fuego de la ilustración 5, más que articular un mensaje lógico o

deseable, compone una forma de procesar lo real: el padecimiento. Este registro

más que decir, muestra, genera desgarros, molestias, quemaduras. Literalmente es

una estrella de fuego, pero no se puede leer como una figura aislada de contexto,

por esa razón, la imagen será analizada a profundidad más adelante a manera de

secuencia tratando de localizar el punto de ignición que produce huellas, marcas en

la sensibilidad de los cuerpos: lo real. Sus claves de representación son el sexo, la

violencia y la muerte. En este contexto, el sujeto se pierde en la contemplación del

horror. Lo real se resiste a la decodificación porque el sujeto a través de esa

experiencia padece: se construye como una mirada psicótica y maniática donde el

espectador – personaje se afirma gozando con la miseria del otro.

Esta es la mirada que predomina dentro del film La vendedora de rosas, por esto la

forma en que se representa en el relato aniquila los deseos de los niños

protagonistas por el espectáculo de lo escópico. Hay muy pocos símbolos o

espejismos, la experiencia del espectador compadece mayoritariamente como

huella de lo real sin mediaciones. Predominan, como veremos en el cuerpo del

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51

análisis en el capítulo 3, los empleos sistemáticos de cámaras subjetivas obligan al

espectador a apropiarse del trayecto visual de los personajes. Abundan los primeros

planos que alternan el rostro y la mirada de los personajes haciendo énfasis en sus

actos esquizoides, paranoicos y sinsentido. A estos textos, Jesús González

Requena los categoriza como Postclásicos.

La vendedora de rosas, por tanto, somete la experiencia del espectador a padecer

el desvanecimiento de la realidad con personajes psicóticos que se afirman a partir

de la desintegración del otro. Sus actos son pulsionales y cargados de una

experiencia violenta que los conduce a su propia aniquilación: es un acto siniestro

que se abisma en la contemplación de su propio goce. El espectador comparte lo

que hace y lo que ve el personaje, es decir, comparte su goce. Para concluir este

capítulo teórico, conviene aclarar que, frente a los tres registros de lo semiótico, lo

imaginario y lo real, cuando hay una dominancia o un grado de sometimiento de uno

u otros ámbitos, ninguno de esos textos invita al sujeto a desplazarse del lugar de

su yo. Por el contrario, lo convocan a una extrema afirmación yoica: sea la del yo

descodifico (semiótica), la del yo seduzco/soy seducido (imaginario), o la del yo

gozo de la miseria del otro (lo real). (Jesús González Requena, 2016).

2. CAPÍTULO 2. EL CINE DE VÍCTOR GAVIRIA

Como se anunciaba en la introducción, esta investigación inicia con la preocupación

de querer comprender ¿quién es Víctor Gaviria? ¿Quiénes han sido sus influencias

a nivel cinematográfico? ¿cuál es el valor de su cine para entender la cultura

contemporánea? y consecuentemente, ¿de qué formas se relaciona con los

espectadores? Así mismo se cuestiona: ¿Por qué los films de Gaviria generan

tantas emociones y despierta el interés de tantos espectadores? ¿qué tienen sus

films para que académicos, críticos y espectadores de todas las edades se

identifiquen, o por el contrario sientan repulsión? Y finalmente, para el caso

específico de del film de La vendedora de rosas, ¿Cómo entender el problema ético

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y cultural que plantea el uso de niños actores naturales en estado de drogadicción

para el registro fílmico?

Está claro que el cine de Gaviria no deja indiferente a nadie. Históricamente,

muchos críticos, académicos y espectadores, se han interrogado frente a estas

mismas preguntas, por lo que se hace necesario reconocer sus aportes en la

construcción de un Estado del Arte. A continuación, más que responder cada una

de estas preguntas, se pretende capturar su esencia, a través de un recorrido por

algunas de las principales publicaciones precedentes, para edificar las

contribuciones conceptuales y teóricas, referidas a la problemática de esta tesis

titulada: “Reconstrucción de la experiencia del espectador del film La vendedora de

rosas”.

Se proyecta, por tanto, hacer un recorrido crítico-analítico de los principales estudios

consultados que han realizado una reflexión en torno al análisis cinematográfico

(contextual) y fílmico (textual) de la Obra de Víctor Gaviria y específicamente de La

vendedora de rosas. Con el objetivo de reconocer las principales perspectivas

teóricas y metodologías utilizadas como referencias dentro de la tesis, tanto para

tomar distancia en el sentido que cristaliza y fija la mirada del investigador (el sentido

tutor); como para reconocer sus aportes a la hora de construir experiencias y

sentidos. El capítulo concluye reseñando en qué medida los textos consultados

permiten profundizar e identificar aspectos poco estudiados, o que han llamado en

menor medida el interés de investigadores, críticos y espectadores que han

estudiado el film de La vendedora de rosas, dando paso al capítulo analítico, en el

que se desarrollará el método análisis, basándose en la Teoría del Texto propuesta

por el investigador Jesús González Requena.

Para destacar la relevancia de la cinematografía de Víctor Gaviria como objeto de

estudio en comunicación y como objeto cultural, se hizo la revisión bibliográfica de

los siguientes documentos: el libro de Jorge Ruffinelli “Víctor Gaviria: de los

márgenes al centro” (2009); la tesis de Maestría de Julián Salcedo: “El otro, el cine

y el intelectual: Víctor Gaviria, el poder de la imagen cinematográfica” (2010); el

ensayo de Carlos A Jáuregui y Juana Suárez: “Profilaxis, traducción y ética: la

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humanidad “desechable” en Rodrigo D. No futuro, La vendedora de rosas y la Virgen

de los sicarios” (2002); la tesis de maestría de Christian León: “El cine de la

marginalidad, realismo sucio y violencia urbana” (2005); y la tesis doctoral de

Lizardo Herrera: “Ética, Utopía e Intoxicación En Rodrigo D. No Futuro Y La

vendedora de rosas” (2009), entre otros artículos, ensayos y entrevistas sobre Víctor

Gaviria, que se citaran a lo largo de la tesis, y que sirvieron como referentes para

adentrarse, desde el discurso y no desde no desde lo propiamente textual8; a los

principales conceptos y teorías que explican y justifican la perspectiva contextual la

cinematografía en Víctor Gaviria. A continuación, se acudirá constantemente a los

textos anteriormente citados, con la pretensión de hacer un recorrido para

comprender los interrogantes planteados al inicio, identificando la pertinencia de los

textos para la construcción del Estado del Arte.

2.1 RUFFINELLI: de los márgenes al centro

Para contextualizar la complejidad sociológica y cultural de la Medellín de los años

ochenta y noventa, como la vida y la obra de Víctor Gaviria, fue fundamental para

esta tesis, la argumentación llevada a cabo por académico Uruguayo Jorge

Ruffinelli, quien a través de su libro “Víctor Gaviria: de los márgenes al centro”

compone un panorama muy exhaustivo no solo sobre el cine de Gaviria, sino de

todo su universo artístico, que comprende también trabajos sobre narrativa, ensayo

y poesía. El libro de Ruffinelli, es un documento esencial para entender de primera

mano, (a través de su obra y el contexto social) las pasiones, las ansias y hasta las

frustraciones de Víctor Gaviria, a propósito, argumenta:

“Los problemas sociales y políticos de Colombia, y específicamente de

Antioquia, no nacieron en los ochenta, pero ésa fue una década, como el

propio cineasta escritor lo ha indicado varias veces, en que los valores

8 Es preciso hacer la distinción entre lo discursivo y lo propiamente textual. El análisis que se desarrollará en el Estado del Arte, será de corte discursivo, es decir, tendrá un carácter más histórico, contextual e ideológico en el sentido que marca un sentido tutor para adentrarse en el análisis; por el contrario, en el capítulo tercero, se hará énfasis en lo propiamente textual, es decir, en la materialidad de las imágenes, en la experiencia subjetiva y en la expresión de los deseos.

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tradicionales de la sociedad se trastocaron y las clases medias perdieron su

“inocencia”. Fue la época en que el gobierno de Belisario Betancur (1982-

1986) puso en la carpeta del día combatir a las guerrillas, hasta el momento,

bajo Virgilio Barco (1986-1990) en que el M-19 se desarmó y convirtió en

partido político, mientras las FARC y el ELN continuaron combatiendo. Fue

época de crecimiento y auge del cartel de Medellín, y su sangriento intento

de impedir la extradición a los Estados Unidos, incluyendo el asesinato del

candidato liberal a la presidencia en 1990, Luis Carlos Galán, como punto de

giro de la destrucción del propio cartel y su capo máximo, Pablo Escobar,

abatido tres años más tarde durante el gobierno de César Gaviria (1990-

1994).” (Jorge Ruffinelli, 2009. P. 13).

Como se lee en esta cita, a Víctor Manuel Gaviria, (Medellín, 1955) cineasta y

escritor colombiano le tocó vivir en una sociedad esencialmente violenta y brutal. Le

tocó crecer y educarse en tiempos revueltos donde difícilmente se podía tener una

infancia feliz sin verse afectado con la incomunicación que generan episodios

violentos como los problemas sociales, culturales y políticos que germinaron

precisamente cuando empezó a madurar como cineasta: en la Medellín de los años

ochenta. Fue una época negra para Colombia. Diariamente en la vida real y a través

de los medios masivos de comunicación, los colombianos nos veíamos enfrentados

a fenómenos tan brutales como la cultura del narcotráfico, las guerrillas, el

surgimiento de las fuerzas paramilitares, el secuestro, el sicariato (asesinato

selectivo), la drogadicción, entre otras tantas violencias que cambiaron

definitivamente la vida de la ciudad, el campo, la intimidad y en general, todos los

espacios y escenarios de la cotidianidad de los colombianos.

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Ilustración 6 Retrato de Víctor Gaviria.

En Medellín de esta época, especialmente en las comunas, o barrios pobres de

periferia, los “carteles de la droga” encontraron asilo. Desde allí ejercían la violencia9

y dejaban a su paso miseria, muerte y un hábito de venta y consumo en la población,

que encuentra en la droga una forma de evasión de la realidad. En las comunas se

observaban cotidianamente las secuelas de estos fenómenos y otras

consecuencias derivadas de los enfrentamientos entre el ejército, los grupos

armados ilegales o la formación de micro-carteles de narcotráfico. Los problemas

9 En Colombia, según GEOFFREY KANTARIS en el ensayo: EL CINE URBANO Y LA TERCERA VIOLENCIA COLOMBIANA Revista Iberoamericana, Vol. LXXIV, Núm. 223, Abril-Junio 2008, 455-470, se han desarrollado tres clases de Violencia a partir de diversos contextos históricos y desplazamientos políticos y geográficos. La llamada “Primera violencia” sucede en 1948, luego del magnicidio del jurista, escritor, político y candidato presidencial Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril, en el llamado Bogotazo. La segunda violencia, es de carácter rural y está asociada a la lucha bipartidista y al auge de las guerrillas campesinas y la guerra contra los paramilitares y el ejército nacional. Esta se desata con mayor fuerza en los años 60 y es responsable de muchos desplazamientos (migración campo-ciudad) que generan los problemas de los llamados barrios de invasión en la periferia de las grandes ciudades de Bogotá, Medellín, Cali. Y la tercera violencia, que es denominada también, la violencia urbana, que sucede en los años 80, y que se origina por la marginalidad y la pobreza vinculadas al auge de las mafias y carteles de droga, especialmente en Medellín y Cali, donde los carteles de droga se aprovechan de la población marginal y los contratan como mano de obra barata para cometer crímenes o comercializar droga dentro y fuera del país. En la llamada tercera violencia, se desarrolla La vendedora de rosas.

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sociales se hacen evidentes sobre todo en las familias pobres y numerosas que

terminan por desintegrase ocasionando muchas veces la evasión o la exclusión de

niños y adolescentes de sus hogares. Quienes en busca de mejores condiciones de

vida se atreven a buscar sus propios destinos. Sin embargo, la calle no tiene mucho

que ofrecerles y rápidamente se introducen en el mundo de las drogas o de la

violencia de los grupos criminales.

En este contexto, el acercamiento e interés a la poesía y al cine por parte del Víctor

Gaviria, más que desde un punto de vista académico o formal, es suscitado por el

deseo de querer entender las manifestaciones de la violencia de su época, que,

como un germen, estaba corrompiendo las experiencias y la sensibilidad de la

sociedad. Víctor Gaviria, a través de un trabajo etnográfico y de su escritura (poesía,

ensayo y cine) empieza a descubrir y a documentar otro tipo de violencia, una más

“invisible” y cotidiana. Literalmente, otra cultura, que devela adentrándose en los

barrios marginales10. Allí es donde los niños, los jóvenes y las personas del común,

le empiezan a mostrar (como si tuvieran altavoces), otro tipo de lógicas y

expresiones de la violencia. Gaviria decide entonces reflejar esas situaciones

sociales que desconoce el gran público (el espectador) y construye sus relatos

basándose en los testimonios de las personas que han vivido, en carne propia, esas

experiencias de violencia. Su cine se caracteriza por emplear a actores naturales

para que cuenten su propia historia.

Víctor Gaviria se forma en el cine de manera autodidacta participando activamente

en cineclubes en la ciudad de Medellín, donde progresa junto con un número

creciente de amigos y fundamentalmente bajo la dirección de Luis Alberto Álvarez11,

uno de los maestros y críticos de cine más grandes que ha tenido Colombia, quien

a finales de los años sesenta, llega de Europa con la intención de enseñar y difundir

el cine alemán, que Víctor Gaviria observa y aprende con fervor. Alentado por Luis

10 A propósito de las bandas juveniles y la cultura del sicariato se puede consultar el ensayo de Alonso Salazar J. No nacimos p’a semilla. La cultura de las bandas juveniles en Medellín Bogotá: Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), 5ª edición, 1991 11 En dialogo entre la literatura y el cine, Gaviria y Luis Alberto Álvarez escriben un ensayo que hoy es considerado un manifiesto del cine colombiano conocido como “Las Latas en el Fondo del Río”. (1982).

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Alberto Álvarez, Gaviria se comienza a motivar más y más por el audiovisual, y con

una cámara de formato súper – 8, que para esa época era el formato de producción

más adecuado por su portabilidad y bajo costo de producción, participa en una

corriente democratizadora de la producción cinematográfica en Medellín que

vinculaba la creación de talleres, con cineclubes y festivales de súper – 8. Desde

sus primeros trabajos, Gaviria muestra una sensibilidad importante frente al

universo de la infancia y también un compromiso con la sociedad donde cada

contexto es una oportunidad para conocer, llamar la atención y cuestionar sobre los

problemas sociales que se desarrollaban en la ciudad de Medellín. En la siguiente

cita, Ruffinelli hace un recorrido sobre los inicios en el trabajo Audiovisual por parte

de Víctor Gaviria:

“En los primeros tres años de actividad (1979-1981) Gaviria realizó cuatro

cortos en Súper-8, que emplearon ese formato como el más adecuado al

alcance. “Buscando Tréboles”, “Sueños sobre el mantel vacío” (1980), “El

Vagón Rojo” (1981), “La lupa del fin del mundo” (1981), y en 1983 con el

apoyo de la empresa estatal Focine, su primer cortometraje en 16 milímetros,

“Los Habitantes de la noche”. Este último fue un salto de calidad que le

permitió, con una historia desarrollada en diferentes medios (la calle, un

hospital, una radioemisora), demostrar una inusual habilidad narrativa y un

buen instinto de composición.” (Jorge Ruffinelli, 2009. P. 16).

Los primeros cortometrajes en la obra de Gaviria, incluyen el universo de la infancia

y el mundo marginal. “Buscando Tréboles”, registra la cotidianidad de un grupo de

niños invidentes llenos humanidad y dignidad. Son registrados como cualquier otro

grupo de niños con la capacidad de ver; “Sueños sobre el mantel vació” cuenta con

melancolía, la historia de una pintora adulta que fantasea con el pasado. A través

de la composición en sus cuadros, alude a una infancia perdida donde existía

abundancia y plenitud. Contrasta sus recuerdos, con la realidad de una casa

abandonada y vacía que metaforiza a una Medellín corroída por el paso del tiempo;

“El vagón rojo” compone una línea anecdótica de la infancia donde tres niños hablan

sobre cómo se está acabando la estación de trenes (signo inconfundible del

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progreso industrial y moderno). Son jóvenes rebeldes que se escapan del colegio

para conocer los vagones abandonados; “La lupa del fin del mundo”, como su

nombre lo indica, expresa el temor por el fin del mundo donde una vez más los

protagonistas son los niños. Gaviria, desde su propia adultez, reflexiona sobre el

universo de la infancia enfatizando en los motivos anímicos y emocionales de los

personajes infantiles.

“Curiosamente, la “crisis de los misiles” en Cuba es la marca histórica de ese

relato, que lo fija en el tiempo y le da un contexto. Pero tanto o más importante

que ello, es el punto de vista del relato: una narración que busca explorar los

“temores” de un universo – la infancia – al que los adultos no tenían

prácticamente acceso” (Jorge Ruffinelli, 2009. P. 112).

Analizar las temáticas de los primeros cortometrajes de Víctor Gaviria, es pertinente

para comprender cómo desde sus inicios y con más fuerza a través de sus

largometrajes, se interroga por el sentir de la mirada infantil. Por descubrir cómo

conviven, involucran, y se relacionan con un mundo que parece estar en contra

ellos. Gaviria asume una actitud crítica y a través del trabajo cooperativo con niños

y jóvenes actores naturales, explora sus formas de expresión, acude a sus

lenguajes, rebeldía y sueños para recrear historias. Experiencias que describen

escenarios en crisis, donde la infancia es explorada desde distintas regiones,

tiempos y emocionalidades. La infancia es retratada como algo en decadencia, pero

Víctor Gaviria no pretende estigmatizarla; sino recorrerla. Su mirada crítica intenta

recrear un universo, descubrir una voz, hacer visible la óptica de la infancia, que

históricamente ha sido poco trabajada desde la cinematografía colombiana.

El espectador, también desde el sentido crítico, está llamado a reaccionar, a

conocer, a sufrir con los personajes infantiles lo que es y lo que representa la cultura

la violencia. La escritura fílmica de Víctor Gaviria busca precisamente eso: imaginar

y hacer sentir una realidad, recrearla, volver a vivirla. “Para Gaviria la construcción

de una obra cinematográfica ha implicado su aprendizaje técnico, estético y

humano. Es un artista que creció junto con sus historias y sus personajes, y gracias

a ellos”. (Jorge Ruffinelli, 2009. P. 20).

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Enamorado de la escritura (la poesía, el ensayo y sus films), Gaviria primero

escucha, convive, y luego compone conjuntamente con los personajes sus relatos

como una forma de acompañarlos en sus dramas. Intenta darles voz, darles la

posibilidad de, a través de la escritura, reflexionar sobre sus propias vivencias y

comprender la realidad de otra manera. El texto de Ruffinelli ilustra y permite

comprender cómo el Neorrealismo, la Nouvelle Vague, el nuevo cine

latinoamericano y la teoría crítica posmoderna: influencian el cine de Víctor Gaviria,

y esencialmente sus dos primeros largometrajes Rodrigo D no Futuro y La

vendedora de rosas. Ambos cargados de referencias al cine europeo.

Rodrigo D, sin duda alguna, es una clara referencia a la película de Humberto D

(1952) de Vittorio De Sica, no solo por el título que le hace homenaje, sino por sus

contenidos que abordan temas sociales muy importantes como las relaciones de

poder, la marginalidad o la incomunicación durante la infancia y la adolescencia.

Ilustración 7 Humberto D (1952) Vittorio de Sica y Rodrigo D. No Futuro (1989) Víctor Gaviria

Del mismo modo, también bajo la estética Neorrealista, el director que sin duda más

influyó en tema de la marginalidad y la infancia para el contexto latinoamericano,

fue Luis Buñuel con Los Olvidados (1950). Buñuel explora prácticamente los

mismos temas que inspiran a Gaviria en Rodrigo D, no futuro, y en La vendedora

de rosas: la compasión y la violencia del mundo marginal de la infancia y la

adolescencia; las contradicciones económicas, sociales y políticas del contexto

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moderno; el abandono de los padres; la combinación genérica entre Neorrealismo

y surrealismo (para dar cuenta de la complejidad y completud de la realidad psíquica

de los personajes); y sobre todo, el carácter y el estilo metodológico de componer

un cine de gran tristeza poética a través de actores naturales y escenarios reales

que golpee directo al espectador mostrando sin mediaciones la realidad de un país.

“La gran diferencia, por ejemplo, entre esa gran película que es Los

Olvidados de Buñuel, y las de Gaviria, está en que Buñuel describe

magníficamente un mundo de violencia y pobreza desde afuera, en

cambio Gaviria convive con ese mundo al que no pertenece, e intenta

entender sus valores y códigos sin abrir juicio moral. Y le revela a

Medellín su otra cara, la otra ciudad. Cruza el puente y se comunica.

Por brutal y violento que sea ese otro mundo, las películas de Gaviria,

(su mirada) alcanzan a expresar un nivel de ternura, de compresión y

de amor como no se encuentra en otros ejemplos del cine

contemporáneo. Como no existió en el gran Buñuel”. (Jorge Ruffinelli,

2009. P. 28).

Aunque son técnicas algo distintas como lo expresa Ruffinelli, la clave de la lectura

y la escritura fílmica de ambos directores, se basa en el hecho de que existe un

paralelo entre la idea de desarrollo de las grandes ciudades, donde las zonas

marginales representan la noción del niño (fuertemente vinculadas con el un mundo

interior y el inconsciente) como aquellas zonas donde opera con mayor fuerza los

conflictos no resueltos del mundo adulto. Ambos directores se centran en traumas

de la infancia, en contraste con el abandono de las grandes ciudades en vía de

desarrollo (carencia de padre simbólico) que no pueden asumir los compromisos

básicos para brindar salud, alimentación o educación a la infancia. En ambos films,

la noción de infancia, como el niño inconsciente, se entiende como una instancia

que desafía permanentemente a la psiquis adulta. La reflexión no se detiene en la

presentación del entorno marginal perturbador, sino que se estiliza enfatizando en

los quiebres donde la ciudad moderna no tiene acceso: en el universo interior de la

infancia. Un estilo que Buñuel inicia para Latinoamérica combinando las

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metodologías de distintas corrientes artísticas, que desafía los cánones de

representación clásicos y manieristas, y que completa la complejidad de los

personajes en relación con las tensiones intrínsecas del universo infantil, que se

niega a ser catalogado o circunscrito.

Buñuel y Gaviria se preocupan por buscar a través del cine, un espectador en crisis

que sea capaz de ponerse en el lugar del otro, que pueda tener un juicio crítico y

estético sobre los contextos reales en que se desarrollan en las películas y que

distinga entre divertimento y consumo; reconociéndose en el mundo interior, es

decir en los sueños, temores, logros y fracasos que encarnan los personajes

naturales infantiles en contextos reales: no buscan que el espectador se evada de

la realidad sino uno que reflexione y se comprometa.

Aparte de Buñuel, son muchas las influencias de Gaviria en la forma en que

entiende y crea su cine, entre otros se destacan: el ruso Andrei Tarkowski con su

película Andrei Rublev, La Infancia de Ivan, El espejo, o directores alemanes como

Win Wenders, Fassbinder y Herzog, por sus correspondencias con lo documental,

es decir, planos realistas, caracterizados por muchos travellings y amplios espacios

en los que actores improvisan y ayudan en la construcción del relato.

Estas influencias, derivan en el deseo de componer una cinematografía donde se

hace evidente una deuda formal con el documental y especialmente con el

Neorrealismo italiano, la Nouvelle Vague francesa, el nuevo cine latinoamericano y

la crítica posmoderna12, que, como decíamos antes, influencian un cine con la

pretensión de representar en pantalla a actores naturales, en contextos sociales

complejos donde predominan escenarios reales como la vida cotidiana en el hogar

o en la calle. Este cine influencia decididamente a Víctor Gaviria, sobre todo en lo

referente a su mirada antropológica y de reconocimiento social. Nuevamente la

mirada de Ruffinelli, nos ayuda a comprender este contexto:

12 Cada una de estas corrientes, el Neorrealismo, la Nouvelle Vague, el nuevo cine latinoamericano o la teoría crítica posmoderna, desde su especificidad, buscan alejarse del modelo dominante de Hollywood que se caracteriza sobre todo por aspectos de tipo comercial, de entretenimiento y espectáculo; para promover un tipo de resistencia socio-política muy ligada al pensamiento de izquierda.

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“Eso tiene el cine de Víctor Gaviria: la habilidad para enfrentar al espectador

al espejo de sus propias miserias. Miserias que pueden ser de ricos, de

artistas, de intelectuales, no solamente de lúmpenes y marginales. Todos

somos culpables. Todos tenemos la capacidad de dejarnos fascinar por la

riqueza y caer en la corrupción. El suyo es un cine que, insólitamente, no

abre juicios específicos sobre un sector social, sobre un grupo delictivo (ni

siquiera sobre los traficantes), no intenta tranquilizar al espectador señalando

culpas y pecados en lugares lejanos, ajenos y precisos.” (Jorge Ruffinelli,

2009. P.35).

La mirada que todas estas influencias despiertan en Gaviria, no solo ocurre en su

imaginario o en su visión como director - en las partes técnicas y estéticas-; sino

que lo lleva literalmente a querer entrar, sentir, vivir, lo mismo que experimentan sus

los personajes en sus películas. Del mismo modo, la mirada documental, la estética

marginal neorrealista y en general las vanguardias europeas y latinoamericanas, lo

alientan para elaborar ficciones documentales que tienen todos los rasgos del

realismo (actores naturales, escenarios reales y co-participación de los actores en

la elaboración del guión); pero que incluyen dimensiones simbólicas e inconscientes

de la cultura, dejándole experimentar al espectador un contexto social más complejo

en términos de expresión y representación. La dimensión simbólica, será analizada

más adelante en el capítulo tres, haciendo énfasis en la mirada infantil.

Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas, pasaron a la historia del cine

Latinoamericano y colombiano, como dos de los más importantes. Fueron

nominados en Cannes, (Francia), a “la palma de oro”, uno de los premios más

representativos a nivel mundial y aunque no obtuvieron el galardón, si destacaron

por su originalidad, además de ganar en varios reconocimientos internacionales y

nacionales. Con la tercera película, Sumas y Restas, el director Gaviria, completa

lo que la crítica denominó la trilogía de la marginalidad y la violencia. Sus tópicos

abordan las problemáticas más sobresalientes de los años ochenta en la ciudad de

Page 63: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

63

Medellín como lo fueron la violencia, la cultura del sicariato, el traqueteo13, el

narcotráfico, la drogadicción, entre otros. Su última película, La Mujer del Animal,

es presentada como una radiografía de la violencia de género que se alimenta de

la complicidad, el silencio y la impotencia de las personas que funcionan como

“testigos” de este fenómeno.

Ilustración 8 Largometrajes de Víctor Gaviria: 1) Rodrigo D. No Futuro. 2) La vendedora de rosas 3) Sumas y Restas. 4) La mujer del animal

2.2 JULIÁN SALCEDO: “El intelectual contemporáneo”

Una de las contribuciones conceptuales más importantes que aborda Julián Salcedo

en su tesis de maestría “El otro, el cine y el intelectual: Víctor Gaviria, el poder de la

imagen cinematográfica” (2010) es la figura de “intelectual contemporáneo”.

Concepto fundamental para comprender la obra de Víctor Gaviria y para construir

un el Estado del Arte de esta tesis.

Salcedo redefine el concepto mismo de intelectual, no solamente como alguien que

se dedica a trabajar desde los lenguajes de la ciencia, las letras y la academia, sino

como alguien que también utiliza los medios de comunicación para buscar una

alternativa para hacer crítica social. La preocupación esencial en el trabajo de Julián

Salcedo, se centra en la propia definición de intelectual y a través de análisis de los

13 La palabra “traquetos” proviene del ruido que producen las ametralladoras al disparar”. En la cultura del narcotráfico, se llama así a aquéllos que trafican con cocaína y desparramaban millones de dólares sobre la ciudad para comprar todo lo que quisieran.

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64

dos primeros largometrajes de Víctor Gaviria como corpus de investigación. Rodrigo

D. No futuro (1989) y La vendedora de rosas (1998), funcionan como textos

culturales en donde reflexiona sobre el proceso creador del cineasta,

condensándolo en el concepto de “Voluntad Realista”, como una alternativa capaz

de redefinir los parámetros del intelectual contemporáneo que no puede desconocer

las nuevas formas de representación. Julián Salcedo, explica cómo la obra de

Gaviria dialoga con la realidad violenta de Medellín y demuestra mediante en un

rastreo conceptual, cómo la posición del intelectual tradicional da un giro, en tanto

la forma de representación letrada, hegemónica y tradicional, es superada un

sistema participativo, donde la audio-visualidad conecta con los actores naturales

desde un trabajo etnográfico y antropológico con voluntad realista.

Para contextualizar la definición tradicional de intelectual, Salcedo hace una revisión

teórica sobre los contrastes en las definiciones de “intelectual” presentes en los

trabajos de Ángel Rama, Antonio Gramsci, Edward Said y Jesús Martín-Barbero.

Finalmente compone su propia definición de intelectual, inspirado en la práctica

cinematográfica de Víctor Gaviria, a quien describe dentro de los parámetros de

“intelectual contemporáneo” al encontrar en su cine nuevas maneras de

representación que le sirven al intelectual para cumplir su papel en la sociedad.

Julián Salcedo parte de la teorización de Ángel Rama, en su texto: la ciudad letrada,

para describir como el concepto de Modernidad, estaba caracterizado por la

aceptación social de la letra por encima de la palabra, para erigir a las instituciones

como centros hegemónicos del saber. La iglesia, el ejército, y la administración,

simbolizaban la condición “Moderna”, (lo que significaba ser educado desde el rigor

de la academia). La educación institucionalizada, en ese sentido, es una palanca de

ascenso social, de respetabilidad pública y de agenciamiento del poder. En

contraste, recuperando los aportes de Barbero, Salcedo argumenta que las obras

de Gaviria logran entablar un diálogo sincero con la otredad marginal. Ya que envés

de alejarse de sus contextos, asumen un papel mediador.

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65

En la teoría de la Mediación, Jesús Martín Barbero propone que los antiguos

modelos de comunicación, de corte estructural – funcionalista, (lineales, directos y

centrados en los efectos de la comunicación), no son aptos para explicar qué hace

la población con los mensajes que recibe a través de los medios, ni cómo los usa,

o resignifica. Es decir, no explica lo que hay “entre” los medios y la gente. Bajo el

concepto de mediación, Barbero, reivindica “lo popular” y “lo masivo” como

categorías sociales que se funden, cada uno desde la creación de sus propios

contenidos, que median para crear nuevas formas de cultura, en sus procesos de

resistencia, cambio o adecuación. En ese sentido, Julián Salcedo enmarca la

posición de intelectual de Víctor Gaviria, pues más allá de la letra, incorpora la

etnografía visual para dar cuenta de la mediación que tiene lugar en el contexto

social que representan sus filmes. Desde esa óptica se asume a Gaviria como

intelectual que logra visibilizar y hacer escuchar las voces de lo marginal y la

subalternidad.

“La solución para Gaviria es crear un nuevo método para representar esta

realidad violenta en el cine, el cual llamará “Voluntad Realista.” El método de

“Voluntad Realista” consiste en: primero, trabajar con actores naturales,

testigos de su propia realidad que se representen a sí mismos y que

representen el entorno donde viven. Segundo, crear los guiones del

largometraje basándose en las entrevistas que se hacen con los actores

naturales y con aquellas personas que viven en el entorno que se quiere

representar. Tercero, respetar el lenguaje que hablan los “actores naturales”,

respetar el lenguaje que se habla en el entorno que se quiere representar.

En el caso de los largometrajes de Gaviria el lenguaje es “el parlache” que

no debe ser traducido porque es parte de la identidad de los personajes y del

lugar que se quiere representar. Por último, el intelectual debe trabajar de

una forma humilde, entendiendo su incapacidad de representar una realidad

que no conoce, una realidad que no entiende y donde el intelectual no cumple

el papel de salvador o juez”. (Julián Salcedo, 2010. P. 41-42)

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66

El concepto de Voluntad Realista, lo expone Julián Salcedo con la pretensión de

analizar cómo Víctor Gaviria a través de sus films sostiene una ética hacia la miseria,

la marginalidad y la violencia de Medellín; no estigmatizándola como estereotipo,

sino haciendo una construcción colectiva, donde el relato fílmico se alimenta de los

diálogos y el trabajo colaborativo de actores naturales que son a la vez testigos y

actores de la realidad que representan. La ética consiste en respetar al otro en sus

formas de comunicarse, en sus lenguajes; que envés de ser diferentes o

académicamente incorrectos, son otra forma de cultura. La concepción de este

método de “Voluntad Realista” que expone Julián Salcedo, redescubre a Víctor

Gaviria como un intelectual contemporáneo que tiene en cuenta que la realidad es

algo que no se deja manipular, es algo fragmentario e inabarcable, por lo que la

letra, (lo escrito), no alcanza para ser un medio eficaz para comunicarse con la

sociedad y mucho menos para hacer crítica. El cine, como nueva forma de

interacción y representación, surge como alternativa para hacer sinergias con las

nuevas generaciones ligadas a los lenguajes audiovisuales.

El trabajo de Julián Salcedo, permite comprender como la posición del intelectual

contemporáneo puede verse permeada desde la realización audiovisual construida

de manera conjunta con los verdaderos actores de la violencia o la marginalidad,

quienes con sus formas de ser y sus lenguajes, construyen, refieren y problematizan

distintos tipos identidades y formas de experimentar la posmodernidad en el

contexto actual Latinoamericano donde se enfrentan las contradicciones que genera

el capitalismo avanzado y transnacional, con las zonas de influencia marginal y

subalterna.

2.3 C. JÁUREGUI Y J. SUÁREZ: profilaxis, traducción y ética

Comprendiendo lo posmoderno en tanto crítica de lo moderno que da articulación a

lo marginal como categoría social, y situándose desde la teoría cultural

contemporánea, el ensayo de Carlos A. Jáuregui y Juana Suárez: “Profilaxis,

traducción y ética: la humanidad desechable en Rodrigo D. No futuro, La vendedora

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67

de rosas y La Virgen de los Sicarios” 14le da contexto importante a esta investigación

para comprender: 1) como “El consumismo anuncia … una catástrofe en las

renovadas periferias del sistema global: la catástrofe de la humanidad

“desechable”, residuo del mercado bajo la intensa lógica y la violencia del capital”

(Jáuregui, 2002 p. 367); 2) permite contextualizar y entender aspectos esenciales

en la obra de Gaviria, sobre cómo es el trabajo con los actores naturales y la

importancia de sus lenguajes para comprender nuevas identidades e imaginarios

culturales de la posmodernidad colombiana; y 3) el ensayo se preocupa por

evidenciar cómo los escenarios que retratan las películas de Gaviria, permiten

conocer la otra cara de una ciudad conocida por su desarrollo económico e

industrial, exponiendo escenarios que muestran la relación dinámica entre cultura

local de las comunas y la cultura global capitalista, donde el modelo moderno de

centro – periferia, exige una posición de responsabilidad ética.

A continuación, se ampliarán estas problemáticas, siguiendo el orden antes

resaltado.

2.3.1 La humanidad desechable

De acuerdo con Ruffinelli, Jáuregui y Suárez, describen la mirada crítica de Gaviria,

como un cine fuertemente influenciado el Neorrealismo, la Nouvelle Vague, el nuevo

cine latinoamericano y también por la crítica posmoderna. Por tanto, sus personajes

y escenarios no tienen nada de heroico, ni de bello: son delincuentes, ladrones,

asesinos, drogadictos, victimas y prostitutas, que actúan desde un contexto de

subalternidad y violencia. En palabras de Jáuregui y Suárez:

“En las últimas décadas del siglo XX, ese imaginario se renueva con las

constantes referencias a una ciudad sucia de humanidad, asediada e

infestada de “elementos indeseables”. Las metáforas deshumanizadoras se

14 El ensayo de Carlos Jáuregui y Juana Suárez, está publicado dentro de la revista Objeto visual bajo el título “Imagen y subalternidad: el cine de Víctor Gaviria” editada por Luis Duno-Gottberg. Los valiosos aportes de esta publicación no fueron tomados como referencia en esta tesis, pero vale la pena destacar el ensayo de Luis Duno Gottberg y Forrest Hylton llamado: Huellas de lo real. Testimonio y cine de la delincuencia en Venezuela y Colombia.

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multiplican como en el pasado: “ratas”, “peste”, “escoria”, “basura”,

“infección”. Finalmente, la lógica cultural del capitalismo tardío y de la

sociedad de consumo ha dado como tropo rotundo: “desechables”. La

ciudadanía es una condición política definida por sustracción, por la marca,

separación y disposición de la marginalidad social como desecho humano.”

(Jáuregui y Suárez, 2002 p. 368)

Para estos autores, los personajes y la ciudad representados en los filmes de

Gaviria, son como lugares contaminados por la polución industrial del proyecto

moderno. Por esta razón, su mirada teórica, está centrada en un interés

antropológico y sociológico sobre lo marginal que resignifica lo que habita en los

espacios urbanos. De esta manera, estudian los filmes de Rodrigo D. No futuro y La

vendedora de rosas, no desde los aspectos formales de los filmes, ni desde la

experiencia del espectador; sino desde las sinergias con que los filmes se

relacionan con la teoría cultural contemporánea:

“Quisiéramos plantear que el proyecto narrativo y fílmico “neorrealista” de

Gaviria representa una disidencia frente a la producción cultural sobre la

violencia. Mediante lo que Gaviria llama “construcción colectiva de relatos

fílmicos”, sus películas intentan resistir el simulacro y la cosificación

esteticista y erotizadora del “desecho humano”, y no caer en la explicación

sociológica. En otras palabras, esas producciones apuntan, si bien de

manera irregular, a una ética y no a una estética o a una antropología

políticamente correcta o testimonial.” (Jáuregui y Suárez, 2002 p. 376).

Según estos autores, las obras de Gaviria permiten ver la realidad del marginado a

través de un lenguaje intraducible que hace disidencia frente a la producción cultural

sobre la violencia (Jáuregui y Suárez, 2002 p. 376), por medio de lo que Gaviria

llama: una producción colectiva de relatos fílmicos. El trabajo de los actores

naturales en ese sentido, crea un método participativo donde dialogan otras formas

de comprender lo cultural.

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69

2.3.2 Los actores naturales y la importancia del lenguaje

Por las circunstancias sociales, culturales, económicas y políticas de los años 80 en

Medellín, la mayoría de las instituciones culturales se encontraban en un debate

ideológico derivado por la coyuntura posmoderna. Hablar de imperialismo cultural,

de antagonismos entre la burguesía y el proletariado, entre el opresor y el oprimido

y sobre todo entre el imperialismo norteamericano y la cultura nacional: era algo

común para esos días, por la clara influencia de la ideología política de izquierda.

Las artes en general, tenían la pretensión de cumplir funciones políticas, de

resistencia o de combate, ante el agreste contexto. Los actores de teatro, según

cuenta el mismo Gaviria, eran muy panfletarios, es decir, eran muy dados a

reaccionar según su propia ideología u opiniones políticas. Por lo que su manera de

actuar, estaba contaminada por el sentido tutor ideológico que desligaba al cine

como un arte de la sub-actuación, de la sugestión de lo tácito de lo no dicho como

un arte del gesto. Queriéndose alejar de este modo de representación, el cineasta

Víctor Gaviria, cree en un cine donde existe la oportunidad de desvelar un universo

desconocido, lejos de los estereotipos culturales. Consecuente con esta idea,

empieza una búsqueda insistente de actores naturales. Personas comunes que no

han recibido ninguna formación como actores, que por su personalidad y sobre todo

por sus experiencias de vida tienen mucho que contar. No de formas histriónicas,

sino de formas más sugestivas y difíciles de comunicar en palabras, por ejemplo:

en el cúmulo de pasiones no reguladas, las cicatrices en sus cuerpos, la forma en

cómo se expresan de manera inconsciente, sus pulsiones o en que comunican a

través de sus heridas. El actor natural no actúa la vida, sino vive la actuación. Así lo

describen Jáuregui y Suárez:

“Podría decirse que Rodrigo D y La vendedora propician actos de auto-

representación en algunos sentidos similares a los del testimonio: la película

es concebida como acto de enunciación participativo organizado por el

director y los procedimientos usados para la construcción del guión, así como

la producción de las películas recuerda a veces procedimientos similares a

los del testimonio. Por ejemplo, se graban narrativas marginales, se usa el

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70

skaz o simulacro de una narrativa oral que recoge las particularidades del

parlache15 y los sujetos “involucrados” contribuyen a la elaboración del guión

cinematográfico, como informantes o en calidad de actores naturales16. Este

paralelo no es, claro, del todo apropiado; la calificación de esas películas

como testimoniales es desafortunada. El guión de las películas es

expresamente presentado como una ficción17; estas no son ni se anuncian

como edición de narrativas verídicas sino como relatos fílmicos ficticios. Aquí

Gaviria ha diferenciado entre el argumento-guión de la película y los relatos,

colaboración y actuación de los actores naturales. Las películas de Gaviria

no pretenden narrar una historia verídica ni aspiran a ser relatos mismos

sobre los cuales se construyen o un simulacro de los mismos. Los

procedimientos son usados dentro de lo que Gaviria llama voluntad realista”

(Jáuregui y Suárez, 2002 p. 374)

Los argumentos de Jáuregui y Suárez, permiten comprender cómo en el cine de

Gaviria los personajes lejos de ser enteramente verídicos, encarnan las historias,

expresan la “cultura” presente en ellas, son los campeones del rebusque, los

habitantes de la noche, las víctimas de la guerra que han invadido las calles del

barrio y la intimidad del hogar. Más allá de representar las escenas sugeridas por

un guión, se actúan a sí mismos como si estuvieran improvisando una escena de

su propia cotidianidad. La violencia, el narcotráfico, la droga y los múltiples

problemas sociales los ha formado en sus formas de ser, de caminar, de sentir, de

rebuscar la vida. Por esto, Gaviria empieza a trabajar con los protagonistas de la

realidad que representa. Niños y niñas de la calle, jóvenes adictos y ladrones,

“pistolocos”, sicarios, antiguos miembros de carteles y bandas criminales… que no

tienen ningún reparo recrear el mundo que les ha tocado vivir. Gaviria nos muestra

su cultura, los valores que los rigen y la educación que reciben “in situ” con viviendo

15 Jerga de las comunas y niños de la calle de Medellín. Véase “VIOLENCIAS JUVENILES:

¿contraculturas o hegemonía de la cultura emergente?” de Alonso Salazar. 16 Un actor natural –por oposición a uno profesional o aficionado— es el actor que representa un

personaje acudiendo a la experiencia vital de su propia vida que guarda alguna similitud o cercanía

socio-cultural con la de los sujetos representados. 17 En el caso de La vendedora de rosas se trata de una adaptación del cuento infantil “La vendedora

de cerillas” de Hans Christian Andersen.

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71

con ellos. A través de diálogo, reconstruye experiencias que le sirven para construir

el guión. Son actores de la vida que transitan por lo social y con sus lenguajes dicen

lo que hay en sus memorias y en sus voces, reflejan la esencia de un país marginal

y violento.

El lugar del subalterno que habla, en los términos del propio Gaviria, es uno de los

elementos más problemáticos de sus filmes. Especialmente en relación con el

espectador, que puede llegar a sentirse agredido por el lenguaje soez con el que se

comunican los personajes. Sin embargo, al mismo tiempo, este lenguaje es lo que

hace más ético y original su trabajo. El lenguaje en los personajes adquiere

centralidad, precisamente porque no es algo manipulado ni gratuito, para Gaviria es

la expresión de dolor de muchas historias de vida acumuladas:

“En la simple expresión están las historias acumuladas de muchas

personas con sus dolores y esperanzas. No me refiero […] al

argumento, sino a la historia como memoria sinuosa, repetitiva,

violenta, poética e incomprensible. […] El lenguaje de los personajes

marca por supuesto una historia de frontera. A mí me parece

importante y hasta necesario enfrentarse a esa extrañeza y que de

alguna manera el espectador no entienda. El lenguaje, las palabras y

hasta los grandes silencios de los actores hablan de y desde la

experiencia, una experiencia que por definición se nos escapa, y que

nos parece una serie de distorsiones, entre las cuales la lingüística es

por irreductible ciertamente una muy agresiva. En otras palabras, lo

que violenta al espectador no es la monstruosidad abstracta del

lenguaje sino lo que esta significa como diferencia.” (Jáuregui, Carlos.

2003. P 99).

El diálogo y la convivencia entre los actores y el equipo técnico, compone y hace

posible retratar de manera creíble esta realidad. Tal es el cine retrata Gaviria: el de

una sociedad que está siendo desenmascarada por los mismos jóvenes que

sobreviven al margen del desconcierto político, la pérdida de valores y degeneración

de la escuela y la familia. Hace que sus personajes sean todos sobrevivientes, no

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72

hay héroes o vencedores, en sus historias todos son perdedores. Gaviria nos lanza,

sin miramientos a la constatación de nuestro fracaso como comunidad. Lo marginal

que incomoda, pero sobre todo interroga al espectador que descubre con estos

personajes un nuevo horizonte de sentido:

“La vendedora rechaza el tropo del “deshecho” y la “basura humana”; su

realismo (efecto del trabajo con actores naturales y de la enunciación

participativa) por el contrario, apunta a un encuentro inquietante – si bien

mediatizado – con el rostro del otro. La participación de los actores

naturales en la narración fílmica, la ininteligibilidad de la imagen y el

lenguaje, la constante resistencia a la traducción y la alusión a la alteridad

como externa al acto representación, reinstalan la asechanza ética de lo

“Real”. (Jáuregui y Suárez, 2002 p. 387)

Según Jáuregui y Suárez, Gaviria y su equipo de producción, crecen junto con los

actores naturales y sus historias, gracias al universo que comparten. Estas

relaciones, no son de tipo contestatarias, sino, como en el caso de la música o el

cine: colaborativas, recrean estrategias de interacción y de apropiación cultural.

2.3.3 La cultura, un acto de responsabilidad ético

Como explican Jáuregui y Sánchez, el cine de Gaviria construye una mirada

encuentro que no juzga al otro, sino que lo re-significa bajo un concepto ético. La

mediación de la que hablan, es precisamente el encuentro entre el espectador y el

rostro del otro, como un acto de responsabilidad ética sobre la cual es posible fundar

un proyecto de derechos humanos18. (Jáuregui y Suárez, 2002 p. 385) En suma,

el trabajo con los actores naturales hace que las relaciones vallan más allá de la

transacción monetaria. Gaviria se opone a que se denomine a los niños y jóvenes

18 Frente a la responsabilidad ética con el rostro del otro para fundar un proyecto de derechos humanos, el trabajo de Emmanuel Levinas es fundamental. Propone como punto de partida la diferencia, es decir, el rostro del otro personifica un sujeto de carencia, como la viuda, el huérfano y o extranjero. Que, desde su fragilidad, confrontan e interrogan, rompen con el narcicismo del ego. El rostro del otro, describe Levinas, mira al yo a través de, y antes de la muerte. Le pide que no lo abandone, ni que lo deje morir, pues la inmanencia de la muerte hace al yo, cómplice de la desgracia, y, por ende, este último debe responder por esa muerte.

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de la calle como “desechables”. Por eso en sus filmes la responsabilidad ética es

fundamental, pues se trata de mostrar cómo los niños y jóvenes, si bien marginales

o por fuera de la ley, crean sus propias formas de subsistencia, no mendigan,

participan de la productividad económica y cultural y no esperan nada del resto de

la sociedad.

En caso específico de La vendedora de rosas, la actuación de Leidy Tabares, como

la de los otros personajes de la película, podría llamarse como un acto de co-

creación. Pues, aunque Gaviria y los demás guionistas y asistentes de dirección son

quienes inventan la historia, (basándose en el cuento de Andersen y en el testimonio

de Mónica Rodríguez); es el trabajo con los actores naturales lo que permite

realmente, a todo el equipo, construir un film que relacione con los lenguajes, las

anécdotas, los entornos… Describiendo fielmente sus difíciles y traumáticas

experiencias. Gaviria no escribe el guión literario, técnico o storyboard, antes de

conocer a los actores. Él y los otros guionistas, solamente tienen la estructura, que

hace de columna vertebral del relato: el cuento de Andersen, el tema de la navidad,

y el protagonismo de las niñas de la calle. Con este sistema, Gaviria innova en

muchos patrones del cine colombiano, que tradicionalmente trabaja desde la

escritura del guión, antes que el proceso de Casting o los ensayos con los actores,

que usualmente son profesionales. El guión, Gaviria lo va trabajando de manera

transitoria, en la medida de que le aportan los actores con sus propias historias, sus

lenguajes, sus modos de ser y de actuar en contexto. El guión se produce casi

simultáneamente con toda la etapa de preproducción y la etapa de casting.

Lo excepcional de esta forma de trabajo, es que altera la dinámica de producción

del film permitiendo introducir la voz de los actores y convirtiéndolos también

narradores y coautores de la trama. Leidy Tabares, la protagonista del film La

vendedora de rosas, en la vida real vendía rosas, es decir, la película propicia actos

de auto-representación en sentidos muy similares a los del testimonio. De este

mismo modo, cada uno de los episodios de la película, fue construido con base en

anécdotas que los personajes le contaban al director, mediante entrevistas o

improvisando en los ensayos. Luego son transcritos e introducidos al guión.

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74

Los tres guionistas de “La vendedora de rosas”, Víctor Gaviria, Carlos Henáo y

Diana Ospina describen el método para la realización del film:

“Con Víctor, Carlos y Diana se logró, al menos, identificar tres fases en ese

proceso: una investigación de carácter, si se quiere, etnográfico que parte del

interés de Víctor por el Universo de los no incluidos – o los excluidos del

tiempo regulado de las costumbres y los hábitos, y el hecho simple y definitivo

de no tener un lugar de referencia en el mundo o por lo menos haberlo

perdido en algún momento -; los ensayos con los narradores convertidos en

actores que iban aportando episodios, modulando los tonos propios y

realistas de los diálogos y aclarando los conceptos guía que orientaban la

narración; y, por último, los espacios de discusión y de escritura donde se

tomaban decisiones que aterrizaban en el guión en forma de descripciones,

acciones y diálogos, de acuerdo con las necesidades de la historia.” (Víctor

Gaviria, Carlos Henáo y Diana Ospina, 2012, p. 29-30)

Sin embargo, Gaviria hace explícita la diferencia entre el “argumento – guión” del

film y los “relatos” que se desprenden de la colaboración y actuación de actores

naturales. La narración en este sentido no es testimonial ni documental; pero

construye un matiz de subjetividad en tanto la voluntad de realismo está delimitada

por las experiencias de lo vivencial, esos motivos de la cotidianidad de los actores

naturales que no son manipulables ni se pueden representar propiamente, pues

describir “lo real” es por definición es un despropósito que no tiene un significado

estable o abarcable en palabras. Es problemático entonces hablar de realismo ya

que como señalábamos anteriormente, el guión de sus películas se expresa como

una ficción, que como ha dicho Ruffinelli; “Eso tiene el cine de Víctor Gaviria: la

habilidad para enfrentar al espectador al espejo de sus propias miserias” (Jorge

Ruffinelli, 2009. P.35).

Por esto, en los filmes de Gaviria, se mezclan la amistad, los valores, los temores,

la ansiedad y hasta el amor. “…Gaviria declara que el proceso de “educación” es

un proceso mutuo – tanto para el grupo de jóvenes que participa en la película como

para él mismo y su equipo de trabajo – y que se da a partir de la amistad” (Jáuregui

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y Suárez, 2002 p. 385) Se enriquece la historia central, con historias laterales que

son las propias vivencias de los personajes. De tal manera que se intercambian las

expresiones y los diálogos, de modo que, un personaje puede intercambiar y

exponer atributos y acontecimientos de su propia vida o de niños y jóvenes como

él. Este es el ejemplo de la escritura de guión en Rodrigo D. No Futuro, y de La

vendedora de rosas, que si bien, desde el principio no había diálogos escritos.

Fueron apareciendo a través de entrevistas, grabaciones y de un trabajo

convivencia e investigación con los personajes donde se compartían las

experiencias que luego eran recreadas y transcritas. Esto, más que hacer el trabajo

fácil, lo dificultada, pues envés de tener una estructura ordenada en acciones. Los

tiempos de filmación se distorsionaban, dependiendo mucho de la improvisación y

del estado de ánimo de los personajes, que en ocasiones no distinguían entre su

vida real y la responsabilidad como artistas. O, de otro modo, no distinguían entre

su vida cotidiana y la realidad que recrean en el film. Se diluye la frontera entre la

realidad y la ficción, se confunden las emociones entre el sujeto y el personaje.

Con la pretensión de solventar este problema, en La vendedora de rosas, Erwin

Goggel, el productor de la película, le exigió a Gaviria terminar la escritura del Guión

antes de rodarla. Pero las dificultades con los actores naturales fueron tales, que el

director se vio obligado a contratar a Giovanny Patiño Tejada, (en el film aparece

como “Papá Giovanny”) como asistente de dirección, con el objetivo de coordinar

la convivencia con los actores, para que fueran capaces de seguir las instrucciones

del director. “Papá Giovanny”, tenía asignado un presupuesto para llevar a los niños

para que se divirtieran y literalmente se olvidaran de sus momentos de sacol y de

violencia.

“En La vendedora de rosas las dificultades de la preparación de actores

fueron tan naturales como los actores. En algún momento Gaviria señala que

estos nunca separaron la actuación de sus propias vidas. Aunque decían

todo aquello que el director les indicaba, lo hacían a su modo, y en vez de

actuarlo, lo vivían. Resultaba tan difícil como hacer actuar a los pájaros, pero

en vez de pájaros estos son niños de vidas lastimadas. Quien más falló en

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momentos claves de la actuación fue Elkin Vargas (Murdoc). Y la situación

se entiende cuando uno se entera de que pocas horas antes de filmarse una

escena fundamental, Elkin supo que un amigo suyo había sido asesinado. La

escena, en efecto, debió aplazarse; Elkin estaba demasiado apagado para

hacerla” (Jorge Ruffinelli, 2009. P. 23).

Se infiere de la cita anterior cómo los actores naturales no tienen ningún sentido por

los horarios, la disciplina o la puntualidad, son personajes con dificultades

enormes19 y muy dispersos, pues no pueden desligar la actuación, de sus

problemas reales. Sus actuaciones son un cúmulo de situaciones iguales o peor de

crueles de las que representan en la historia, de ahí la dificultad de dirigirlos y

capturarlos en escena. Los diálogos son traídos de la vida y no de la tradición

literaria, no están estructurados desde el inicio, sino que son improvisados,

ensayados y luego transcritos, es decir, la cámara en cierto sentido era la forma de

escribir en la medida que la metodología privilegiaba la experiencia de los niños,

para luego construir la parte técnica del Film.

En este sentido es que los autores Jáuregui y Suárez describen los filmes de Gaviria

como un texto que supera la crítica culturalista, evangelista, o mercantilista; y

enfatizan en los aspectos éticos y de humanidad. “En otras palabras, ponen en

peligro “el milagro de la indiferencia” (como lo llama el director) por medio del cual

puede hablarse de “desecho humano” y de “desechables”, y aceptarse que miles de

seres humanos puedan tener el mismo destino que la basura.” (Jáuregui y Suárez,

2002 p. 388).

En conclusión, el ensayo de Jáuregui y Suárez, permite analizar la importancia del

cine de Víctor Gaviria, en relación con la forma en que retrata la imagen de ciudad

y redefine aspectos culturales, espaciales y sociales. En ese sentido, sus filmes,

son documentos fundamentales para redescubrir las lógicas del capitalismo, sus

marcas hacia otras formas de consumo, la forma devoradora en que son

19 Muchos de los niños actores, en el film La vendedora de rosas, no sabían leer ni escribir. Entonces, cuando se iba a grabar las escenas, el equipo técnico se veía en la necesidad de leerles a los niños los diálogos, que los niños improvisaban, luego, estos diálogos eran adecuados y transcritos para volverse a ensayar.

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representados los sujetos como “deshechos humanos”; pero también como un

espacio donde se descubre la vida cotidiana de estos personajes. Quienes luchan

por la sobrevivencia. Su humanidad no se reduce a ser un objeto, por eso mismo

encarnan otras lógicas sociales y de solidaridad. “En Gaviria encontramos de

manera expresa una “ética de representación” que no cae en la denuncia, ni en un

Neorrealismo panfletario, sino que propone una suerte de pacto participativo de

representación”. (Jáuregui y Suárez, 2002 p. 389). Los sujetos, más allá de ser

simples personajes ficcionales, son analizados desde un verdadero trabajo de

investigación etnográfica, una lectura de la realidad que se realiza con el objetivo

de descubrir cómo se expresan los niños de la calle de Medellín, cuáles son sus

escenarios, cómo se relacionan entre ellos, para dignificarlos y mostrar de manera

realista la cruda realidad donde les toca crecer y desarrollarse.

2.4 CHRISTIAN LEÓN: “El cine de la marginalidad, realismo sucio y

violencia urbana”

En Latinoamérica, varios directores de diversos países incursionan en lo que

Christian León llama “el cine de la marginalidad”. Cine que se caracteriza por

demostrar un desencanto por el proyecto moderno de las grandes urbes y por

retratar la vida de personajes marginales en contextos reales de violencia. Muy en

la línea con los aportes de Jáuregui y Sánchez, Christian León, en este trabajo (que

es tesis de maestría para la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador), hace

un abordaje al cine latinoamericano contemporáneo partiendo de los conceptos de

marginalidad, realismo sucio y violencia urbana. El trabajo de Christian León,

permite a esta tesis, comprender la obra de Víctor Gaviria desde un corpus mucho

más amplio y con implicaciones sociales, culturales y cinematográficas. El corpus

comprende: Rodrigo D. no futuro (1990, Colombia), Pizza, birra y faso (1997,

Argentina), La vendedora de rosas (1998, Colombia), Ratas, ratones y rateros

(1999, Ecuador), Amores perros (2002, México), Un oso rojo (2002, Argentina);

Perfume de violetas (2000, México); Un día de suerte (2002, Argentina), B-Happy

(2004, Chile); María llena eres de gracia (2004, Colombia); entre otros, donde

examina la cultura visual presente en los filmes, con el objetivo de descubrir

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vinculaciones históricas, conflictos culturales y las relaciones de poder presentes en

el discurso y en el universo del espectador. Temas fundamentales para esta tesis,

pues hace sinergias con los interrogantes del inicio, y permite ampliar el espectro

de la problemática presentando un corpus de investigación más amplio.

Según el autor, el cine de la marginalidad se sustenta en la situación histórica que

retrata el paradigma del cine conocido como “el nuevo cine latinoamericano” surgido

a comienzos de 1960, y que plantea una combinación de procedimientos

documentales y de ficción, a través de la apropiación de modelos europeos no

canónicos, sino pensados desde la periferia:

“El concepto de marginalidad surge en América Latina al calor del debate

sobre la modernización a finales de los años sesenta. Desde una visión

estructural-funcionalista, de inspiración parsonsiana, se empieza a designar

con el nombre de “población marginal” a un sector tradicional, sin empleo

estable ni ingresos suficientes, necesitado de la gestión del Estado para

integrarse a la sociedad moderna. En los sesenta, desde un enfoque marxista

de cuño economista, surge el concepto de “masa marginal” para designar un

efecto estructural del capitalismo que genera un sobrante de fuerza de trabajo

respecto a las necesidades del capital. Estas dos vertientes inauguran una

visión esencialista y localizada de la marginalidad que es incapaz de dar

respuesta a la problemática de la diversidad cultural en la que se debate

Latinoamérica. La una en función del cambio, la otra en función de la

revolución, confinaron al sujeto marginal a la ignorancia. Al hacerlo

terminaron por afirmar la matriz de pensamiento colonialista que pretendieron

contestar”. (Christian León, 2005. P. 11).

Christian León sostiene que las visiones esencialistas y localizadas de lo marginal,

plantean una estructura de análisis binaria propia del pensamiento moderno:

“inclusión/exclusión, funcional/disfuncional, orgánico/inorgánico” (Christian León,

2005. P. 11), que ponen en una relación de dependencia de la cultura hegemónica

a los sujetos marginales. Con el objetivo de reformular este pensamiento, el teórico

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problematiza la marginalidad en el cine, a la luz de las teorías posestructuralistas,

psicoanalíticas y críticas poscoloniales que le permiten reflexionar las diferencias

culturales fuera de términos binarios.

Según Christian León, como constante histórica, el cine latinoamericano por medio

de imágenes y en las voces de personajes marginados, ha tratado dialogar con los

públicos sobre las condiciones de pobreza y exclusión que caracterizan a las

sociedades desde la época colonial. El cine latinoamericano, se ha propuesto

reconstruir el punto de vista del sujeto marginal, más allá de la redención o el

progreso de la cultura ilustrada. De ahí, que Christian León, sostenga la tesis que

este tipo de cine compone escenas realistas de la vida pública, que expresan la

subjetividad de lo marginal y también permite adentrarse en lo subalterno y excluido

por las instituciones sociales.

Pero la exposición de esta otra cultura, lejos de ser transparente y apacible, muestra

una experiencia intraducible que desafía el propio relato cinematográfico y deja ver

el límite de la racionalidad capitalista y la cultura letrada. Para comprender este

fenómeno, Christian León acude al contexto histórico y político que retratan filmes

como Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas (entre otros) que sitúan el

contexto de la Medellín entre los años 80’s y 90’s, como decíamos anteriormente:

una sociedad fragmentada, esquizofrénica, muda, pero tan rica en experiencias,

que pareciera que sobraran las razones de locura o sinsentido. En este contexto, a

León le afana problematizar lo marginal, lo invisible, lo ignorado, la sociedad

catalogada literalmente como desechable, presente en el corpus de films escogidos,

pero especialmente en la cinematografía de Gaviria, para justificar su crítica cultural:

“El relato de estos colectivos que existen por fuera del discurso de la polis y

la jurisdicción estatal ha sido reconstruido con una fuerza sin igual por el

colombiano Víctor Gaviria. En sus filmes La vendedora de rosas (1998),

Rodrigo D No futuro (1989) y Sumas y restas (2003) el realizador levanta un

poderoso testimonio de vida de los seres que moran en la miseria y el

desamparo. El realizador colombiano arma narraciones libres de todo modelo

preestablecido y comunica la singularidad de la experiencia marginal gracias

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al uso de técnicas del cine directo y a la partición de los habitantes de las

barriadas pobres de Medellín en calidad de actores naturales. Su crónica

cinematográfica dramatiza una serie de historias que sorprenden por su

vocación testimonial. A través del uso de procedimientos documentales, logra

registrar “la incertidumbre del movimiento” característica de estos seres

subalternos que es imperceptible para el cine tradicional. De esta forma, el

director se concentra en retratar, con la mayor veracidad posible, el lenguaje,

la gestualidad, la corporalidad, los deseos y el pensamiento de estos seres

excluidos de las instituciones sociales.” (Christian León, 2005. P. 36)

Al igual que los autores antes reseñados, (Ruffinelli, Salcedo, Jáuregui, Sánchez),

Christian León, describe el trabajo cinematográfico de Gaviria, como un trabajo de

co-creación con sus actores. Pues más que recibir dinero por la actuación, expresan

y acogen experiencias. El contexto cinematográfico los afecta a tal punto de

hacerlos reflexionar sobre sus propias capacidades y defectos. Sufren (igual que el

espectador) el dilema de reflexionar sobre lo que son ellos mismos, y lo representan

para la sociedad a través del cine. Los personajes de Gaviria son personas que, por

estar por fuera de la ley, están condenadas a vivir poco: su lenguaje y sus actos

reflejan precisamente ese acortamiento de sus vidas. Nuevamente, Gaviria busca

personajes reales sin experiencia teatral y televisiva, que vivan en el entorno social

donde se desarrollaban las historias. Su lenguaje, por tanto, refleja la violencia de

los actos cotidianos: las agresiones, la discriminación y la muerte rondan todas las

esquinas.

“Los espacios marginales retratados por el realismo sucio son el escenario

de la crisis del personaje individual. En ausencia de las significaciones

socialmente construidas, el individuo se presenta desprovisto de finalidad.

Como se puede apreciar en Rodrigo D No futuro, La vendedora de rosas,

Pizza, birra y faso y en Un oso rojo, la vida de los personajes marginales se

configura como una errancia sin destino. Las acciones de los personajes de

estas películas parecen agotarse en sí mismas sin buscar un objetivo a largo

plazo”. (Christian León, 2005. P. 49)

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En este contexto, a través de su análisis, León, al igual que los anteriores autores

reseñados, hace notar la necesidad de Gaviria por querer escuchar a estos niños y

jóvenes que están atrapados en una sociedad que está siendo transformada por la

violencia, el narcotráfico, el sicariato y la droga, y dónde los medios masivos de

comunicación, los presentaban como agentes del desorden y la inseguridad. La vida

de estos niños y jóvenes, como argumenta la cita, está destinada a la fugacidad y

el sinsentido que se relaciona con las pulsiones y neurosis particulares de la vida

criminal. Los niños y jóvenes sufren el dilema de convertirse en las personas que

representan y al mismo tiempo reflexionan sobre lo que son en la vida real. Tópicos

claves que afectan a Gaviria como director, a los actores naturales y a todos los

implicados en la realización del film, incluyendo por supuesto, la figura del

espectador.

Gaviria, en suma, según la argumentación de León, se involucra como testigo, actor

y director, desarrollando una metodología con la capacidad de escuchar a lo otro

marginal, a otras formas de cultura, como una forma de dialogar con ella, de

respetarla y de mostrarla “sin tapujos”. Trabajar con actores naturales, en este

contexto, además de ser una forma de investigar su mundo (por medio de

entrevistas y el trabajo de co-creación del guión), implicó para Víctor Gaviria y su

equipo, descubrir otra cultura, en el sentido que los niños de la calle tienen sus

propias formas de sentir y de habitar el mundo. Su lenguaje, por tanto, mantiene su

jerga natural, y sus films lo representan con violencia tal como se habla en los bajos

fondos de Medellín.

Palabras como Gonorrea (insulto), pirobo (insulto) abrirse (irse, esconderse),

cabriado (enfadado, alerta) Calentar (correr pelígro), farriar (ir de fiesta), gale

(pegante alucinógeno), engalochado (trabado con gale), Goliar (robar), cucha

(madre), en la trampa (estar atento), enfierrado (tener un arma), encaletar

(esconder), pachar (reunirse entre amigos) … Entre otras, son un lenguaje propio

de los actores naturales: es el lenguaje de la calle, otra cultura.

Comprender su importancia, es comprender su riqueza, respetar su lenguaje, es

respetar su cultura; pues de lo contrario se les estaría negando parte de su

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identidad. Los filmes de Víctor Gaviria, por tanto, van más allá de mostrar anécdotas

o irritar, tienen la intención de conectar la emoción del personaje, el relato y la

experiencia del espectador. En este sentido, el trabajo de León, se acerca mucho al

análisis desarrollado por la teoría textual de Jesús González Requena, pues se

adentra con fuerza a tratar de analizar cómo la experiencia del espectador se ve

afectada por la forma corrosiva con que el lenguaje visual confronta el deseo

presente en otros lenguajes además del semiótico discursivo.

“La intensidad visual de filmes como Rodirgo D No futuro y La vendedora de

rosas se alimenta de aquellos elementos que nos ponen frente a una imagen

inhabitual que interpela violentamente al espectador e impacta su

sensibilidad. Las imágenes de jóvenes y niñas que nos presentan estos

filmes producen un cortocircuito en el pacto ficcional que funda la narrativa

cinematográfica.” (Christian León, 2005. P. 64).

La imagen-testimonio, según León, le da un carácter real, y una voz a un personaje

marginal que usualmente no la hubiera tenido. Sin embargo, esa experiencia es

chocante en la medida que la violencia representada acude a sensaciones de lo real

social. En Rodrigo D y en La vendedora de rosas, muchos de los actores mueren a

causa de la violencia que representan en la pantalla. La ficción y la realidad se

cruzan y el espectador, al saber que se trata de personas reales en contextos de

violencia real, no puede contener su expectativa solamente en la construcción

simbólica del lenguaje cinematográfico.

“En respuesta, sostenemos que el efecto inquietante de la cámara de Gaviria

demuestra un deseo insaciable de representar la realidad vinculado con ese

encuentro traumático con lo real del que habló Jacques Lacan. Para Lacan

lo real es una instancia que resiste a la simbolización, escapa al dominio

imaginario del sujeto y se muestra en forma de representaciones traumáticas.

De ahí que lo real es el encuentro accidental y azaroso que revela todo

aquello que es inadmisible en la realidad social y subjetiva” (Christian León,

2005. P. 64)

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En este punto, Christian León acude a la teoría psicoanalítica de Lacan, por

encontrar inadmisibles solamente los códigos semióticos, discursivos o culturales

para explicar la experiencia de aquella realidad que está por debajo la

representación.

“Para Lacan, “la definición de la mancha es justamente lo que, en el campo,

se define como agujero, como ausencia” (1999) De ahí que el cine de Gaviria

al intentar representar la realidad en grado superlativo libera aquello que

horada, mancha y deforma la imagen cinematográfica, aquello que rasga la

pantalla significante de la imagen para conseguir el encuentro con lo real”

(Christian León, 2005. P. 65)

En esta cita, el autor intenta explicar con Lacan, cómo la mirada del espectador se

escapa o se resiste a ser cabalmente interpelada o interpretada. El espectador es

convocado para sentir de primera mano, la situación en la que viven los niños y los

jóvenes de calle. Es probable que sienta cansancio e indignación por escuchar gran

parte del film las groserías: “gonorrea, hijueputa, faltón y malparido”; pero la

intención no es la reiterar el lenguaje soez, sino retratar fielmente el contexto de

estos niños y jóvenes a través del lenguaje de la calle20. Gaviria obliga al espectador

para viva y reflexione sobre esta experiencia.21

Así lo expresa Carlos Henáo, Guionista en La vendedora de rosas:

“Uno como guionista escribe acciones y en alguna medida un personaje es

una acción, pero lo complejo de esa acción es que no tiene su significado por

sí misma, sino que esa acción está ligada a lo que significa para el personaje.

20 A propósito del léxico en La vendedora de rosas, se puede consultar la tesis doctoral de Judith Carrera Fernández: denominada: “Estudio del léxico marcado lectalmente en La vendedora de rosas: Una aproximación a la traducción interlectal”. La autora se propone responder las siguientes preguntas de investigación: ¿Cómo se puede traducir una película que diverge tanto del español estándar que cuesta entenderla incluso para un hispanohablante? ¿De qué herramientas disponemos hoy día para realizar esta tarea? El objetivo de este trabajo, que es plantear una hipótesis de traducción. Consultar en: https://uvadoc.uva.es/bitstream/10324/2526/1/2008%20TIT%20ejemplar%20cultura.pdf 21 El capítulo 3, a través del método de análisis textual, propondrá una lectura a través del punto de ignición del film La vendedora de rosas, para que el espectador (lector) de esta tesis, literalmente viva y reflexione sobre las experiencias de deseo y tensión que se reseñan en este apartado.

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Entonces a veces el problema es que la gente se queda en la superficie de

las acciones, pero creo que hay momentos en que el espectador también va

encontrando su significado. El hecho de que la película resuene en el

espectador tiene que más que ver con que este pueda conectarse con la

emoción que suscita la película; en el fondo el espectador se relaciona más

desde la emoción, más que desde la razón alrededor de lo que está mirando.”

El lenguaje, como parte esencial de la integridad de los personajes, amplia la noción

de su “universo” como instrumento de conocimiento de la realidad. Por esta razón,

la reflexión de Christian León deriva en cómo lo real de las imágenes, “disuelve la

“ilusión de realidad” que sostiene a la ficción cinematográfica” (Christian León, 2005.

P. 66), pues va en contra de los cánones de representación cinematográfica, de los

axiomas propuestos por el cine de autor (cinema verité), o las convenciones

establecidas por Noël Burch en lo que denomina el Modelo de Representación

Institucional MRI22; en la medida que deconstruye las certezas y la dudosa

transparencia de los lenguajes icónicos, semióticos y racionales a través de la

contaminación que sugieren las manchas, o las huellas de lo real.

2.5 LIZARDO HERRERA: “crítica deseante de la cultura

contemporánea”

Sin duda alguna, el texto de referencia que más influenció la escritura de esta tesis

para comprender el film de La vendedora de rosas como “una crítica deseante de

la cultura contemporánea”, fue la tesis doctoral de Lizardo Herrera denominada:

“Ética, Utopía e Intoxicación en Rodrigo D. No Futuro Y La vendedora de rosas”.

Lizardo Herrera hace una lectura minuciosa de los dos filmes de Gaviria, y al igual

que los anteriores autores reseñados, les da un estatuto epistemológico, no como

22 Los Modos de representación institucional (MRI) o también llamados Modos de representación del cine clásico (MRC) tiene su máximo logro en el cine clásico de Hollywood, es un concepto acuñado a Noël Burch, realizador, crítico e historiador de cine que en el año 1968 en su libro “Praxis du cinéma”. Refieren a convenciones o normas estandarizadas que adoptan el lenguaje cinematográfico con el fin de que el mundo ficcional propuesto ofrezca coherencia interna, causalidad lineal, realismo psicológico y continuidad espacial y temporal.

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textos de pensamiento eminentemente conceptuales o científicos; sino como textos

culturales que se ven atravesados por emociones, lenguajes, corporalidades y

experiencias inconscientes “cuyos marcos conceptuales nos ayudan a comprender

mejor el mundo en que vivimos”, (Lizardo Herrera, 2009. P. 7).

Con este objetivo, Herrera construye un marco teórico con autores como Duchesne-

Winter, Gilles Deleuze y Felix Guattari, entre otros, quienes definen a los sujetos

como “máquinas deseantes”, concepto que le es acuñado a Deleuze y describe

como el deseo hace parte de nuestro devenir vital, en la medida que moviliza al

cuerpo en términos de potencia e impotencia. Según esto, todo lo que vemos y

hacemos, tiene relación con un gran flujo del deseo administrado por la sociedad.

Que según Deleuze, tiene la función de dar forma, de particularizar y organizar los

flujos del deseo. Así, las formas de producción y organización, refieren a lograr que

los sujetos actúen como “maquinas deseantes” según lo que sea más conveniente

al sistema. Existen también, lo que Deleuze llama “rizomas” o “líneas de fuga”, que

son salidas que no siguen líneas de representación subordinadas al sistema, sino

que abren nuevas perspectivas que se resisten y ramifican, en nuevos sistemas de

pensamiento y acción. Lo importante aquí, no es entender al deseo como algo que

señala o representa “objetos de conocimiento”; sino como algo que produce

“objetos de deseo” en tanto que estos son extensivos y refieren a experiencias de

los sujetos. (Lizardo Herrera, 2009. P. 8). El ejemplo más claro para comprender

esto, es la forma en que Herrera analiza los episodios en los niños deliran o el por

qué se drogan. En la línea de Deleuze, el delirio, no es una simple patología o una

forma de representación, sino que refiere a la teoría del deseo, en tanto que

compone una experiencia colectiva que funciona de acuerdo con multiplicidades, o

rizomas, es decir, formas caóticas, poco estructuradas, líneas de fuga, que escapan

a esquemas y formulas, siendo a la vez formas de resistencia y de producción-

transformación de la realidad:

“Rodrigo D y La vendedora son un pensamiento crítico delirante, primero

porque llevan las categorías conceptuales hasta sus propios límites

descubriendo las contradicciones que las constituyen. Segundo, debido a

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que abordan directamente los problemas más apremiantes del mundo

contemporáneo como son la vulnerabilidad corporal: la pobreza y la

exclusión social; la violencia; la relación entre lo local-nacional y lo global; el

testimonio; la representación y la experiencia; la ética; la utopía y los efectos;

la dignidad de la vida y la muerte; la importancia de la ficción, las relaciones

de género, y muchos temas más. Tercero, su pensamiento no se encierra

exclusivamente en el contenido, sino que abre a la forma proponiéndonos un

nuevo tipo de narración: la actuación de la vida cotidiana, como una

alternativa para abordar e imaginar los problemas de la sociedad

contemporánea no desde la dureza de la razón o la ciudadanía, sino desde

la fragilidad del delirio”. (Lizardo Herrera, 2009. P. 8).

Esta cita describe la complejidad de la crítica cultural que hace Herrera, pues pone

en tensión múltiples propuestas teóricas para entender como la experiencia del

espectador presente en los films de Gaviria, permite recrear el mundo a partir de

una experiencia alucinada que tiene fundamento en problemas graves de orden

económicos, sociales, culturales y políticos del mundo contemporáneo. La droga y

las experiencias alucinadas, en ese sentido, invitan según la argumentación

Herrera, a que los espectadores se desterritorializen: es decir, sientan, padezcan,

alucinen también esos otros escenarios ocultos en los que viven y se intoxican los

personajes marginales (actores naturales). “Las películas nos intoxican a los

espectadores para que conectemos nuestra experiencia con la de los personajes y,

por medio de ellos, con las demás personas que viven en la marginalidad” (Lizardo

Herrera, 2009. P. 11). La crítica delirante, en ese sentido, permite intercambiar

experiencias sacando al espectador de su estado de confort y lo vincula a la vida

de los personajes marginales a través de sus deseos y formas de experimentar lo

cultural. La droga funciona en el cine de Gaviria, como una forma de reconstruir la

diversidad puesto que se trata de encontrarse con personas diferentes, que viven

en condiciones y contextos muy distintos.

La forma en que Lizardo Herrera analiza los dos largometrajes de Gaviria,

reconoce, al igual que los autores antes reseñados, la metodología con “voluntad

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realista” de Gaviria. Donde se reúnen las historias de muchísimas personas y

también se conjugan las experiencias que son resultado del trabajo cooperativo y

coautorías. Los filmes de Gaviria son el resultado de un intercambio permanente

entre los actores y los productores: “no se limitan a representar el universo de la

marginalidad, niño ante todo interactúan y se comprometen con él” (Lizardo

Herrera, 2009. P. 11).

En relación con este compromiso ético, Herrera, al igual que los demás autores

reseñados, llama la atención frente a la radicalidad del proyecto ético-político

presente en el trabajo de Gaviria: “El uso de actores naturales, de este modo, no

responde propiamente a un efecto de realidad ni remite solo a vivencias

individuales, sino que involucra también la ajena haciendo que esta última se

transforme en una experiencia propia” (Lizardo Herrera, 2009. P. 12). Por ende,

Herrera estudia el trabajo fílmico de Gaviria, interesado en no restringir el ámbito

de la política del poder a un análisis formal de partidos políticos, ni tampoco

entendiendo a la ética como una alternativa de lo político; sino que se interesa,

sobre todo, por la intención de Gaviria en lograr una mayor justicia social en

sociedades marginales, donde la asimetría es la norma. En ese sentido, Herrera

profundiza en el punto, donde la ética y la política, son entendidos como una

interacción con la vida cotidiana para pensar las diferencias y las desigualdades

sociales que imponen los proyectos modernos. Rescata cómo Gaviria se aleja de

las pretensiones de representar al Estado o a las instituciones, (que brillan por su

ausencia), y plantea cómo los filmes de Gaviria apuestan por una política con un

claro compromiso por la alteridad, para darle voz a quienes se están en las

posiciones más vulnerables. Los niños y jóvenes de la calle, que remiten a una

memoria colectiva, de la que todos hacemos parte.

La teoría deseante, tal como la plantea Herrera, se asemeja mucho a la Teoría del

Texto por su carácter interdisciplinar, ya que no solamente se preocupa por

racionalizar los problemas sociales, políticos, económicos y culturales presentes en

los films de Gaviria, sino que invita a conversar, a entrar en los textos para sentir

en carne propia los absurdos y sinsentidos que plantean:

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“La teoría delirante de Rodrigo D y La vendedora nos pone ante la crudeza

de la violencia, no para permanecer en ella, sino para imaginar o producir

otro tipo de realidad que no soporta ver ni vivir la burbuja del instante

absoluto o la clausura del mañana por medio de la exclusión social (Lizardo

Herrera, 2009. P. 14).

Es claro que la conversación que planean los filmes de Gaviria, para Herrera, no es

ingenua, ni propone alternativas idílicas, sino todo lo contrario: es dolorosa, violenta

y desgarradora, pone en crisis al espectador para que se sienta interpelado desde

la violencia.23 El análisis que propone Lizardo Herrera, al igual que se propone en

el capítulo 3 de esta tesis, pretende dar cuenta de la vulnerabilidad, las huellas, las

marcas en los cuerpos de los protagonistas. Por eso el análisis sobre los efectos

de la droga es tan fundamental en su lectura.

“Los delirios muestran el desencuentro entre la realidad –el mundo de la

calle- y la fantasía –el recuerdo de un hogar. La experiencia intoxicada, de

este modo, nos introduce en una dialéctica entre la ruptura brutal de lo real

y el éxtasis de la intoxicación: el delirio interrumpe la dureza de lo real por un

instante para luego regresar a la vida sobria tan llena de hostilidad”. (Lizardo

Herrera, 2009. P. 252).

La droga, según Herrera, en los filmes de Gaviria, es una manera de abandonar las

lógicas racionalistas e individuales que le permite a los personajes (actores

naturales) caer en esa especie de “caos” o sinsentido, pero con la pretensión de

involucrar la experiencia del espectador. Es decir, como una experiencia

compartida y comprometida, capaz de poner a discusión la marginalidad y la

exclusión social. El análisis llevado a cabo por Herrera, le permite entender a esta

tesis, cómo la escritura fílmica presente en la obra de Gaviria, entabla una

experiencia compartida y compartible en dos sentidos de mediación: el primero

entre director, equipo técnico y actores naturales, en el que se comparten y

23 Como veremos en el capítulo 3, el espectador de La vendedora de rosas, muchas veces es llamado a tomar posición y a identificarse con los personajes y el relato, desde la violencia, que se utiliza para poder agredir la posición centrada del espectador y plantearle un diálogo o afectación honesto.

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generan experiencias (luego de un largo periodo de difícil convivencia); y el otro,

entre el texto (las imágenes) y el espectador, encuentro, que según Herrera,

literalmente intoxica al espectador en su sensibilidad para que experimente al igual

que los personajes, el sinsentido del no futuro en su propia carne.

Concluyendo el Estado del Arte, fue fundamental adentrarse en las contribuciones

conceptuales y teóricas de los autores reseñados, para reconstruir a nivel

contextual, histórico y discursivo la complejidad de la obra de Gaviria, y más

específicamente, del film La vendedora de rosas. La relevancia de los aportes

revela cómo la operación artística en el cine de Víctor Gaviria, ha implicado un

ejercicio crítico con implicaciones sociales, culturales y cinematográficas, sin

precedentes a nivel Latinoamericano, a pesar de las difíciles condiciones de

elaboración técnica. De este modo, el Estado del Arte, logra adentrarse en el

universo que gira alrededor de la vida y obra del director Víctor Gaviria, y evidencia,

a través de la reconstrucción de los conceptos cardinales de su obra, cómo sus

filmes trascienden la simple puesta en escena de unos actores naturales en

contexto, para poner en diálogo experiencias de que reconfiguran las lógicas de lo

cultural y lo político, y más profundamente, de orden corporal, afectivo y hasta

inconsciente. Escenas que conllevan una responsabilidad ética y un compromiso

con la diferencia. La pobreza, la marginación social, la desintegración familiar, el

abandono, la búsqueda de afecto y la autodestrucción de la infancia, según todos

los autores reseñados, son temas que trascienden la simple representación de

imágenes y palabras, pues no se pueden traducir. Corresponden al ámbito de la

experiencia humana, que desafía las lógicas del relato cinematográfico, y dejan ver

el límite de los discursos, las ideologías, las lógicas de realidad del sistema

capitalista y la cultura letrada, son insuficientes para describir lo real, las huellas

que marcan a los sujetos en sus propios contextos de enunciación.

En este sentido, la composición de este Estado del Arte, ha ayudado a comprender

las dinámicas particulares del trabajo de Víctor Gaviria, pero no recorre su

textualidad, es decir, no lee y escribe desde la enunciación subjetiva: desde las

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marcas en los cuerpos y desde las huellas de los deseos. El análisis que se llevará

a cabo a continuación, a diferencia con los autores reseñados, trabajará un análisis

y una crítica, partiendo desde la materialidad del texto, es decir, hará una lectura al

pie de la letra de las imágenes, para dar cuenta de los deseos y la experiencia

subjetiva que padecen el director, los actores y la figura del espectador al

enfrentarse al film. El cuerpo de cada uno de ellos, será el escenario de múltiples

voces, y el análisis que se llevará a cabo, intentará dar cuenta del plano simbólico

de esa experiencia que los autores reseñados en este Estado del Arte, calificaron

como “intraducible”.

3. CAPÍTULO 3: ANÁLISIS TEXTUAL DE LA VENDEDORA DE ROSAS

En este capítulo se procederá a hacer la lectura al pie de la letra de las escenas

principales del film La vendedora de rosas, y a través del Análisis Textual buscará

reconstruir la experiencia del espectador frente al relato fílmico. La figura de

espectador aquí no será alguien ajeno al film, como alguien pasivo que simplemente

observa o decodifica un mensaje en una sala de cine, sino que participará en la

construcción del relato entrando en las imágenes, como testigo, pero también como

alguien que ayuda a componer las referencias, las experiencias y en general las

reflexiones que se generen.

De ser una presencia física o un simple dato de investigación, el espectador será

incluido en los resultados de la experiencia de lo textual, en la medida que, a partir

de sus propias necesidades y disponibilidad afectiva, rescate la aparente frialdad

con que se presentan las imágenes. El film y su espectador, desde este punto de

vista, estarán fuertemente atados por los “medios mentales” con el que el primero

captura al segundo; y también sobre la forma en que el segundo reconstruye el

trayecto que debe realizar el primero para hallar sentido. El espectador, por tanto,

es quien puede atribuir a las imágenes su estatuto de realidad, o por el contrario,

llevarlas a la ficción. Tiene la función de tejer esos encuadres y convertirlos en

escenas, debe, por tanto, leer para escribir.

Page 91: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

91

Reconstruir la experiencia del espectador, significa responder de qué manera el film

se interesa o busca a un interlocutor y a un cómplice, es decir, a un ser capaz de

anticipar y reescribir los significados o juegos del lenguaje. No solamente alguien

que permanece en una sala con su mirada atenta y fija; sino alguien con la

capacidad propositiva para animar las imágenes y los sonidos como réplica suya,

donde se identifica o se contrasta como una prolongación de su sensibilidad.

El espectador aquí está dispuesto a colaborar con la construcción textual de sentido,

por lo que el análisis que se pretende realizar, constituye a la figura de espectador

como alguien capaz de tejer sobre la trama y el fondo de los contenidos. No como

una “tabula rasa” puesta allí para que el espectador conteste mecánicamente

preguntas; sino para que goce como interlocutor y trate de comprender cómo este

lo construye para que se reconozca como un destinatario efectivo.

En consecuencia, la figura de espectador será estudiada para analizarse en el acto

de ver(se), a través de disposiciones geográficas, contextuales, y afectivas en

relación con cómo el film construye el relato, fijando un lugar, y obligando al

espectador a seguir un trayecto como cómplice del film. El texto comparte

experiencias con el potencial de ser disfrutadas o padecidas por el espectador, se

trata de pensar cómo el film fundamenta su presencia, cómo organiza su acción, de

qué manera lo sugestiona para que se interrogue.

A continuación, inicia el análisis al pie de la letra de las principales escenas del film

La vendedora de rosas. El capítulo se subdivide en cuatro momentos cardinales que

son: la escena inicial, el punto de ignición, los objetos: actantes para la fantasía y la

escena final. Cada uno de estos momentos pretende reconstruir la experiencia del

espectador, con el objetivo de pensar cómo el film La vendedora de rosas involucra

la infancia y se configura un ámbito de la experiencia subjetiva como efecto del

conflicto social, cultural y político de la historia de Colombia.

3.1 La vendedora de rosas: sinopsis argumental

Page 92: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

92

El film “La vendedora de rosas” es una doble adaptación de dos tipos de textos muy

distintos. El primero, es un cuento infantil del autor Danés, Hans Christian

Andersen, llamado “La vendedora de Cerillas”. Un cuento que narra la historia de

una niña vendedora de cerillas abandonada en la calle por su familia en la noche

de navidad, donde muere de hambre y frío al ser doblemente ignorada por su familia

y por la gente del pueblo. En su agonía, delira ver a abuelita muerta mientras intenta

encender unos cerillos para calentarse en medio de la desolación. El segundo

texto, está basado en el testimonio autobiográfico de “Mónica Rodríguez”24, una

niña adicta a las drogas de las calles de Medellín, que se dedica a robar y a vender

rosas para subsistir, y que junto con el director Víctor Gaviria planea el guión y sirve

como asistente de dirección para ayudar en el Casting y acercarse al universo de

los niños de la calle, actores naturales y también niños adictos a las drogas, que

dan testimonio de la cruda realidad en la que viven.

Ambos textos, independientemente de sus contextos de origen, buscan generar

compasión en el lector-espectador y dar cuenta de realidades, donde se muestra

crudamente la miseria, el hambre y el dolor infantil, enfrentados a los embates de

una sociedad distraída que se olvida de su auxilio y los deja morir entre la miseria.

El film de “La vendedora de rosas” relata los tres últimos días en la vida de Mónica,

(personaje interpretado por Leidy Tabares), una niña de trece años que se revela

contra todo lo que representa su mundo familiar y crea su propio mundo en una

calle llena de delitos, droga y prostitución; donde vivir es una lucha del día a día,

viéndose obligada a defender con coraje lo poco que tiene: sus amigas, su novio,

pero sobre todo su orgullo. Sin duda el cuento de Andersen y el tiempo ritual de la

navidad son los ejes que le dan estructura e intensidad al relato, pero también es

muy relevante el hecho de que los actores no sean profesionales, sino naturales,

es decir, el film representa el universo de niños que de verdad viven en la calle,

roban, usan drogas, y venden diversos artículos para conseguir su sustento.

24 Mónica Rodríguez fue asesora y asistente de dirección en el film “La vendedora de rosas” hasta el día de su muerte a sus 16 años, la asesinaron tres meses antes de comenzar el rodaje.

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93

El relato tiene una duración de 36 horas, inicia la noche del 23 y termina en la

madrugada del 25 de diciembre. Narra cómo Mónica y sus amigas salen a vender

rosas para ganarse la vida y para comprar el sueño de una noche especial; pero la

vida les depara una nueva cita con la soledad, la droga y la muerte, revelando la

cara de una ciudad cruel e intensa como la Medellín de los años ochenta y los

rostros de todos los niños de la calle del mundo que no tienen un lugar en la

sociedad.

3.2 LA ESCENA INICIAL

3.2.1 Las latas en el fondo del rio

La experiencia del espectador del film La vendedora de rosas, inicia con la siguiente

secuencia de fotogramas:

Ilustración 9 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

“Uno que sabía de qué se trataba llegó a tiempo para evitar que las latas

oxidadas y polvorientas terminaran en el fondo del río Medellín. La movida

se había vendido por veinticinco pesos, pero los montones de celuloide

grisáceo se habían vuelto un estorbo intolerable para el ejecutor del tribunal.

El hombre que arribó a tiempo comprendió que lo que allí estaba dejando de

Page 94: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

94

existir era importante. Sabía que salvado las latas rescataría el espíritu que

en ellas habitaba. Al llevárselas a su casa no las abrió, para que el genio no

se fuera a escapar. Más bien les destinó para reposo un espacio sacado del

suyo propio. Copiones, negativos de imagen, negativos de sonido,

fragmentos de hechos, noticias, publicidades, trozos de historias, pedazos de

películas olvidadas o nunca concluidas, rostros de personas: unos que todos

recuerdan y otros que casi todos han olvidado. Registro de un pasado fijado

por alguien que tuvo una vez la pretensión de “ser” en el cine colombiano”.

(Alberto Álvarez, Luis y Gaviria, Víctor, 1982, p. 1)

Como en el epígrafe del ensayo “Las latas en el fondo del río”, el inicio del film se

sitúa dentro del rio Medellín. En la lectura al pie de la letra nos encontramos con el

título del film en el centro de un encuadre: “La vendedora de rosas”, a continuación

se inicia con la secuencia de la ficha técnica (dirección general, guión, dirección de

arte, dirección de fotografía, composición y dirección de música, edición y asistencia

de dirección); mientras que la cámara en traveling a mano alzada nos permite

reconocer primero de derecha a izquierda (pasado) y luego de izquierda a derecha,

(futuro) el flujo del agua turbia de un río de aguas negras. Las técnicas elegidas

para filmar este espacio: la cámara en mano, los movimientos como el travelling, la

panorámica o el plano secuencia, advierten la intención del director por mantener

una unidad y una continuidad en la escena dándole realismo y evitando la

fragmentación.

Es evidente como el caño está contaminado por la suciedad humana, la firma del

director, que se aprecia en el segundo fotograma, centra un encuadre donde

solamente se pueden apreciar objetos olvidados y sin ningún valor para las

personas que los arrojaron al río por considerarlos basura. La cámara parece

buscar entre el agua y la basura, pero ¿qué busca? basura, dice el epígrafe: “Uno

que sabía de qué se trataba llegó a tiempo para evitar que las latas oxidadas y

polvorientas terminaran en el fondo del río Medellín” El registro evoca, no muestra:

contiene. De la misma forma, las latas, como productos representativos del avance

Page 95: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

95

de la industrialización tienen la función de contener y conservar. La mirada del

espectador, por tanto, queda con la sensación de buscar algo que se sugiere: queda

contenida, por ahora, en el imaginario del cineasta.

Como lo advierte el epígrafe el director tiene la intención de salvar este registro de

un sector de la ciudad que está desapareciendo, como una mirada que desafía a la

indiferencia. En la secuencia se percibe como la basura dificulta el flujo del agua

construyendo una imagen poética sobre la pobreza y la suciedad humana. Al fondo,

ahora de izquierda a derecha, la cámara se alza en la panorámica de un atardecer

azulado y oscuro de la ciudad de Medellín, dónde el río divide las casas del barrio

marginal con el centro de la ciudad.

Indudablemente, hay una relación directa del inicio film y el epígrafe de ensayo que

es considerado como un manifiesto teórico del cine colombiano denominado “Las

latas al fondo del río”. Aquí sus autores Luis Alberto Álvarez y Víctor Gaviria

defienden su propósito de hacer un cine de “provincia” a pesar de que los equipos

de producción y los laboratorios de revelado se encontraban casi exclusivamente

en Bogotá; la necesidad de emplear actores naturales antes que profesionales; la

necesidad de mantener y defender el habla regional y coloquial; y la necesidad de

usar el espacio natural sin que este se convirtiese necesariamente en hermosos

panoramas paisajísticos, entre otros.

El iniciar entonces con el primer plano del río Medellín cargado de basura, desde

esta lectura no parece un hecho fortuito: se ven las latas representadas por las

imágenes en celuloide que el espectador percibe como basura en la superficie del

río. Sobre todo, se hace explícita la necesidad de cruzar las fronteras internas de la

cuidad, que contrapone escenarios idílicos para ciudadanos que gozan de derechos

plenos; y el habitante de calle o de espacios urbanos del desecho, como el río y las

comunas, que de alguna manera han prosperado entre los escombros y la basura.

Frente a la función narrativa de la cámara en esta secuencia, que es la de un

narrador omnisciente, y por la escogencia de motivos visuales como la suciedad y

la pobreza, el espectador queda advertido desde el inicio que se va a enfrentar a

un relato que propone un montaje realista del estilo etnográfico documental. De

Page 96: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

96

inmediato se establece un vínculo directo con el “Neorrealismo” y el “cinema vérité”,

ya que centra su atención en las acciones de un barrio pobre de Medellín y

específicamente en las aventuras de un grupo de niñas y jóvenes de la calle; temas

con una gran carga emotiva que incitan al espectador a la toma de posición.

3.2.2 La mirada-encuentro

Ilustración 10 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

El plano general evidencia los desniveles físicos urbanísticos de las casas que

rebosan de luminiscencia por la decoración navideña. La música suave, como de

iglesia, transmite una sensación de estética religiosa que contrasta con los ruidos y

las explosiones de fuegos artificiales. Se reduce la distancia, la cámara entra en del

barrio: el cineasta deja clara su pretensión de liberar al cine colombiano de los

juicios, de los amarres formales o de las imposiciones ideológicas que sugieren que

la producción del cine esté en la capital y no en la provincia; lleva al espectador a

una mirada-encuentro con el desecho humano que ha sido borrado del imaginario

de ciudad y muchas veces de la vida cotidiana de las personas. “El ejecutor del

Tribunal” en este caso no solo es la ideología, la sociedad o la cultura que invisibiliza

estos escenarios; sino también el espectador de este film, que está siendo llamado

a involucrarse emocionalmente, como dice el epígrafe: siendo “un estorbo

intolerable”.

Sobre el callejón, la cámara desciende hacia la voz histérica de una madre

(Magnolia) que grita y pelea con su hija (Andrea), a quien culpa de haberle dañado

una grabadora. Por el alto volumen de los insultos de parte y parte, el espectador

Page 97: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

97

imagina una escena fuera de campo en extremo violenta que incluye golpes de

madre a hija. De entrada, la violencia hacia la infancia queda marcada por un

sentido referencial –no explícito – pero en extremo violento que referencia la

relación del cineasta con el espectador: la oscuridad, la basura en el río y la oralidad

soez lo interpelan e incorporan desde los bajos fondos. Impresiona ver como la

niñez, que es el mundo del amor original de la familia donde todos recibimos las

fuerzas germinales para vivir y ser felices, es revelado desde su complejidad más

profunda: a través de una niña que prefiere enfrentarse a lo real de la vida en la

calle que compartir el hogar con su madre en las vísperas de la navidad.

3.2.3 Lo real en la calle

Ilustración 11 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

Conocemos ahora a Andrea, una niña de nueve años que se escapa afanosamente

por la ventana de su casa a la calle para huir de los golpes de su mamá. Está vestida

con dos pequeñas prendas que apenas logran cubrirla. Su trayecto es pulsional y

cargado de energía, ella llora y voltea continuamente por el temor estar siendo

perseguida. La cámara primera la capta de lejos acentuando su pequeñez frente a

la proporción del plano general de una calle principal del barrio. Se le ve acercarse

hacia a la cámara cojeando afligida por el dolor en su pierna. Pasa luego frente al

Page 98: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

98

eje de la cámara entre mujeres que venden productos típicos de la temporada

navideña como buñuelos, natilla y licor. A su alrededor los adultos se emborrachan

y fuman; y los niños echan pólvora o juegan montando patines o bicicleta. Se

escucha una música alegre propia de las festividades de la temporada, pero es muy

difícil seguirle el ritmo por estimulación visual de elementos decorativos que

presenta la escena.

El fuego de los volcanes y las chispitas de pólvora llaman la atención y llenan de

una emotividad ígnea el transcurrir de la protagonista. Se ve primero explotar un

volcán de frente a Andrea y al cambiar el eje nuevamente otro volcán se atraviesa

en su camino de Espaldas.

3.2.4 El puente y la virgen

Ilustración 12 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

Un primer plano enfatiza un gesto de miedo sobre el rostro de Andrea, atrás suyo,

la pólvora en forma espiral acentúa la emocionalidad ardiente de su deseo y sentir

interior. En este pequeño trayecto el espectador puede llegar a identificarse con el

afán y el temor del personaje. Andrea sale a la última calle del barrio y entra a un

puente oscuro, donde divisa un grupo de cuatro hombres que vienen en sentido

contrario, uno de ellos se adelanta como percibiendo su miedo y la agrede con una

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99

patada que ella apenas logra esquivar. No hay ningún motivo para tal agresión, la

violencia es algo habitual, no se necesitan motivos para ejercerla, por eso el

espectador tampoco necesita una explicación puntual, sobre los motivos de los

personajes. El relato corresponde con el ambiente y el universo narrados.

Son una pandilla de ladrones y sicarios al mando de “Don Héctor”, el lisiado en silla

de ruedas. Él conversa sobre un chivo que tiene para sacrificar en la cena del 24

de diciembre.25 Este grupo de personajes son presentados como una pandilla de

delincuentes de barrio conformada por El Zarco, Giovanni y un niño pequeño,

además de Don Héctor, que es adulto que va en silla de ruedas. Este grupo

ejemplifica la cultura del robo y el sicariato; pero más allá de representar los

estereotipos en su forma de hablar y de actuar, en ellos se perciben las huellas de

la realidad que los rodea: la violencia, la droga y la muerte.

Sobre el puente, llama la atención la Virgen María. Un signo recurrente de gran

carga simbólica durante todo el film que representa para la cultura popular, “el amor

y la protección del hogar”. En esta ocasión referencia el eje de la secuencia y la

ilumina desde el centro, está focalizada desde un ángulo ligeramente contrapicado,

un sentido canónico de enaltecimiento y poder.

Así lo expresa Pedro Días Camacho:

“Desde el principio de la historia religiosa y Cristiana, la figura de María ha

sido uno de los signos configurativos, representativos e identificadores de

mayor relieve en el campo de lo espiritual tanto en el caso del pueblo

colombiano como, por supuesto, del latinoamericano. El catolicismo popular

colombiano es mariano en sus más profundas raíces y la devoción de la

Virgen es uno de sus rasgos más característicos. La identidad religiosa del

pueblo casi se confunde con la piedad mariana: Colombia es, en lo religioso,

un país mariano, se ha dicho con sobrada razón.” (Díaz, 2012, p 94)

25 El sacrificio del chivo simbólicamente refiere a un ritual satánico, pero dentro de la cultura popular colombiano, es un acto de festivo en el que se comparte la comida.

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Vemos a Andrea darse la bendición, como pidiéndole que le dé fuerzas para

soportar la desolación y la desesperanza que comienzan a perseguirla. La Virgen

atiende una pulsión básica en Andrea, amor y protección; justamente lo que le niega

su madre de carne y hueso.

3.2.5 La infancia desafiante

Ilustración 13 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

En esta breve secuencia vemos la entrada de la protagonista del film, Mónica, pero

antes que ver su rostro, vemos sus zapatos dorados y las rosas que lleva en su

mano, vale la pena reparar en estos dos elementos: simbolizan al mismo tiempo la

fragilidad y la sexualidad femeninas. Las mujeres usan tacones principalmente para

sentirse bellas y deseadas. En el caso de Mónica, que es apenas una niña, los

tacones describen más el desafío por asumir una sexualidad para la que no tiene la

madurez; las rosas, por otro lado, son la mercancía –frágil y bella– que le ayudan

también a desafiar el mundo de la infancia, al permitirle conseguir dinero para su

propio sustento.

El énfasis en sus zapatos, desde el inicio ilustra desde un sentido metafórico, el

caminar maltrecho de la infancia, un cuerpo vulnerable y sin hogar que, al igual

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que Andrea, cojean al ser agredidos por el contexto donde viven y por no tener a

nadie que se preocupe por ellos. El caminar maltrecho de la infancia será

recurrente durante todo el film y la escena de los zapatos, será reiterativa para

varios personajes y situaciones.

La vemos trepar un escalón, dejar aparte las rosas y luego agacharse a buscar

una botella de sacol26 para drogarse. A su alrededor, se escucha música de

distintos ritmos populares, permitiéndole deducir al espectador que está rodeada

de establecimientos de rumba donde hay personas festejando. Cuando la vemos

de cuerpo entero, descubrimos que Mónica es una niña delgada de unos doce o

trece años que luce unos zapatos de señorita, un vestido elegante color verde, un

saco que con seguridad no es de ella por el diseño y el tamaño de género

masculino. Su vestido parece nuevo y se nota que se ha arreglado por ser una

fecha especial. Al no encontrar la botella, mira a su alrededor, y ve a otro niño

(Miltón) acostado entre matorrales ya drogado sin facultades motrices y con la

mirada perdida por estar aspirado el pegante.

El espectador solo puede preguntarse qué tipo de vida tienen estos niños para

recurrir a la botella de sacol. ¿Qué tipo de lucha tienen que dar en su vida

cotidiana? ¿por qué están solos, dónde están sus padres o su familia? Esta

imagen tan contundente de la degeneración de Milton, es una especie de

dispositivo de regresión al estadio del espejo en la medida que el espectador

necesariamente se tiene que identificar como alguien que se sabe “otro” de quien

actúa y vive la escena, por lo se obliga a reconocer que se trata de una ficción que

nunca podría llegar a amenazar su cuerpo o su seguridad personal. Sin embargo,

26 El sacol o gale es un pegante sintético, viscoso, amarillo y altamente inflamable. Es una mezcla de

componentes químicos disueltos con toluol, un narcótico que produce alucinaciones. Los niños “sacoleros” lo

envasan en botellas o dentro de bolsas plásticas y aspiran por la boca gases penetrantes que se impregnan en

la lengua, los dientes y la garganta. Afectan su sistema nervioso y los transportan a un mundo irreal y fantasioso

donde no sufran el hambre, ni la dura realidad del entorno.

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estas imágenes, empiezan a herir sus sentimientos y a crear fuertes vínculos con

su imaginación, en la medida de que desea ver la solución o la forma en que

termina el film, sustrayendo su subjetividad en la medida que participa de la

tensión y la angustia.

3.2.6 El sacol y el ámbito de los efectos

Ilustración 14 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

Iniciamos con un primer plano de Mónica aspirando sacol, una cámara subjetiva de

su visión de los fuegos artificiales, luego un “zoom in” sobre la mirada perdida de

Milton que parece elevarse maravillado por el cielo encendido. Después un

primerísimo primer plano (PPP) de la retina encendida de Mónica y finalmente, de

nuevo el cielo que explota en colores y formas.

En esta secuencia no hay diálogos, a nivel de encuadre la prioridad son los rostros

(close-ups o planos cortos), desde ahí se muestra lo que sucede en el entorno: el

espectador queda suspendido entre la pulsión escópica27 del encuentro con la

mirada del rostro del otro y la función hipnótica con la que quedan pregnados los

personajes delirantes, al ver ascender los juegos artificiales hacia el cielo.

27 El concepto de pulsión escópica permitió al psicoanálisis establecer una función de actividad para el ojo, no más como

fuente de visión, sino como fuente de libido. Allí donde estaba la visión, Freud descubre la pulsión. Ibíd. P. 26

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La intoxicación de ambos suspende la desolación en que viven, les da placer, pero

sobre todo les da equilibrio a sus vidas al no soportar el choque de sus cuerpos con

lo real; más que un acto de rebeldía, la droga es un refugio para su imaginación que

busca el afecto que la realidad les niega. La vida para ellos es una pesadilla de la

que desean despertar. Por esto, los delirios y alucinaciones, más que nada tratan

de rehacer o de transformar la violencia que los persigue. Más que un acto de

rebeldía parece un refugio para su imaginación.

En esta secuencia, como en la mayoría de las escenas del film, el director busca

claramente un tipo de identificación por medio de acto voyerista de los primeros

planos y las cámaras subjetivas. El espectador al igual que los personajes, queda

suspendido en el delirio, como si la misma película fuera una droga para su

necesidad escópica. Posiblemente no quiere ver a un par de niños drogarse, sin

embargo, no puede contener la pulsión de mirarlos en detalle a los ojos. Al entrar

en contacto con estas imágenes, el espectador las transforma en acciones en la

medida que se sumerge en ellas como si no existiera ninguna mediación, como si

el film mismo fuese una droga.

El espectador se siente sujeto de la enunciación, ya que ve y oye en calidad de

sujeto, exactamente lo mismo que experimentan los personajes. Si bien en la

escena anterior Andrea corría y el espectador se identificaba en tercera persona al

sentirse como un “otro”; aquí la identificación es más deseante en la medida que es

reconocimiento del rostro del otro lo que dirige su experiencia. Y aunque se

encuentre inmovilizado en su confortable silla, su imaginación ya está en

movimiento, dado que el mundo que se presenta a frente a él, si bien está marcado

por la diferencia y la dispersión, se unifica y se centraliza frente a la figura

fundacional, es decir, frente a su propia imaginación que lo agrede y lo interpela

con la ensoñación y el sufrimiento del otro.

3.2.7 Mirar a los ojos

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Ilustración 15 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

La secuencia es introducida por unas campanas y una música que sugiere una

atmósfera de revelación espiritual propias del ritual navideño. El espectador, en

cámara subjetiva, siente las inhalaciones de sacol de Mónica y sigue su mirada

descender del cielo, atraída por la imagen terrenal de una señora que parece la

Virgen María acompañada de brazos por dos niños, que se aleja en sentido opuesto

a ella. Mónica mira a cámara e interpela al espectador con desesperación, lo llama

como si fuera su abuela, lo llama desde la pantalla para que intervenga y la

reconozca como su interlocutor; sin embargo, el espectador no puede hacer más

que alejarse, tal cual como lo hace la imagen de la abuela. Mientras, Mónica aspira

el sacol tratando de retener las imágenes que acaba de ver.

Según Francisco Cassetti, la mirada a cámara invade el espacio del espectador, es

una infracción incandescente al orden canónico de representación que genera una

ruptura que hay que guardar intacta:

“… cualesquiera que sean los motivos que las determinan, las miradas y las

palabras hacia cámara poseen el poder de “encender” las estructuras

basilares de un film: ya sea porque llegan a indicar lo que por costumbre se

esconde, la cámara y el trabajo que está cumple; ya sea porque llegan a

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imponer la apertura al único espacio irremediablemente diferente, al único

fuera de campo que no puede transformarse en campo, es decir, a la sala

que está frente a la pantalla; ya sea, en fin, porque llegan a efectuar un

desgarro en el tejido de la ficción, gracias al surgir de una consciencia

metalingüística –“estamos en el cine”– que desvelando el juego lo destruye.”

(F. Cassetti, 1986, p. 39; 40)

En esta escena el espectador establece ese vínculo con Mónica: es un destinatario

que no puede interpelar lo que está viendo y oyendo, “se enfrenta al espejo de sus

propias miserias.” (Jorge Ruffinelli, 2009. P.35).

3.2.8 El deseo y el delirio

“Yudi: ¡Mónica! Mónica, ¡Mónica! ¿Usted se está sacoliando mija? ¿No disque

íbamos pues a vender las rosas?

Mónica: Yudi, yo vi a mí mamita…

Yudi: ¿Sí? ¿A dónde?

Mónica: Por ahí pasó… Yudi: ¿Su mamita no disque está muerta pues? Mónica: ¿No me cree? Yo la Vi… con unos niños pasó por ahí… Yudi: ¡Venga! ¡Vámonos a vender rosas! ¿Si? No chupe sacol que eso le hace daño, ¿sí? Mónica: Yo no chupo sacol si se queda conmigo toda la noche.

Yudi: Listo.

Mónica: Vamos pues.”

(Víctor Gaviria, Carlos Henáo y Diana Ospina; p. 29-30)

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Ilustración 16 Escena Inicial del film de La vendedora de rosas

Mónica no logra comunicarle lo que siente a Yudi, claramente porque en la

secuencia no solo está la sensación de haber “visto” a su abuelita muerta, sino que

expresa su deseo más profundo para la noche de navidad:

“Ese deseo fue lo más importante en la película, pues ahí descubrimos una

cosa compleja de narrar, porque como era un deseo inconsciente de ella

como personaje, que afloraba a través del sacol ¿cómo explorar ese deseo?

Lo que ella más quería era estar con su abuela y de hecho muchas cosas

que ella hace cuando va a la casa es como buscando el recuerdo de su

abuela…” (Víctor Gaviria, Carlos Henáo y Diana Ospina, 2012, p. 201).

Es la imagen de un deseo que Mónica no logra materializar, es lo real que la agrede

hasta el punto del delirio. Una imagen alucinada que logra conectar su experiencia

–su vivencia y emoción– con su memoria. Es una imagen que fugazmente le brinda

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107

felicidad y al mismo tiempo la agrede pues viene acompañada de la depresión de

encontrarse frente a la dureza del abandono: lo real. Enfrentar lo real para Mónica

es una experiencia en extremo delirante y violenta, es una imagen ígnea, un punto

de ignición, por eso apela a construir una poética capaz de incluir su propia

sintomatología en la dimensión simbólica. La experiencia de alucinar de Mónica, en

este sentido, parece no poder describir el contacto entre la imagen y lo real sin incluir

una especie de incendio.

3.2.9 Cuando las imágenes tocan lo real

“¿qué es entonces lo real? Una definición precisa es imposible, entre otras

razones porque lo real se escabulle y se resiste a ser nombrado, a ser algo

inteligible. Es una instancia muy difícil de traducir, justamente porque está

adherida al cuerpo en lo básico del sexo, la violencia y la muerte. ¿cómo

nombrar con palabras estas experiencias si no es estando allí? Sin embargo,

cuando se está allí las palabras sobran. No hay palabras para lo real aun

cuando, como huella, impregna el lenguaje como dimensión simbólica, y lo

hace –claro está– a través de imágenes: de allí que estas sean de cuidado,

porque, siendo huellas de lo real, pueden quedarse en esa constatación

brutal y primaria o pueden acceder a un ámbito simbólico que alumbra ese

agujero entre el lenguaje y lo real” (Goyes Narváez, Julio César, 2011, p. 55-

56).

Mónica aspira el sacol tratando de retener las imágenes que acaba de ver, su drama

consiste en aferrarse a esa ilusión, está convencida, e intenta inútilmente de

persuadir a Yudi de que eso que acaba de experimentar fue contacto real. Ahora

bien, ¿qué sucede en ese contacto? Si arde, es que es verdadero. Según la teoría

de análisis textual desarrollada por Jesús González Requena, el punto de ignición

describe en la experiencia cinematográfica la singularidad del relato subjetivo: es

ese algo que nos quema, que nos interesa y que nos permite localizarnos como

sujetos dentro del texto poniendo en juego nuestra comprensión de lo real. Por eso

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108

quema, arde, juega con nuestras pulsiones ante el relato y ante nuestra necesidad

de sentirnos vivos. Porque lo que las personas aprecian de los relatos siempre es

lo inusual, ya sea heroico, perverso o sublime… Cualquiera que sea la opción,

siempre será preferible a lo “normal”, a lo previsible, a lo cotidiano. Sus efectos, por

tanto, se pueden detectar como tensiones y afecciones dentro de la imaginación y

en los deseos, es decir, sobre el plano del inconsciente donde se manifiesta la

“textura” y “el peso”, de esas experiencias.

En este sentido, la función (el trabajo) de la cámara, o de la sala, no es suficiente

para comprender cuánto y por qué Mónica llama a la intervención del espectador.

Las imágenes que produce Mónica bajo los efectos del sacol, nacen de lo corpóreo,

son una experiencia que se esfuerza por encontrar refugio en la imagen de “su

mamita” (el espectador), para así aliviar su dolor. Al no encontrar respuesta, el sacol

adquiere un carácter fundamental: amor y protección. Es una imagen corporal y

afectiva que no tiene cabida en el lenguaje racional y por eso sufre por no poderle

explicar a Yudi su experiencia. La imagen arde por el deseo que anima, por la

urgencia que manifiesta y por la destrucción y el dolor que causa. Incendia como

fuella de lo real al contar la experiencia de la que proviene, y al mismo tiempo es

capaz de procurar dolor a todo aquel que se tome el tiempo para que le importe. El

espectador que se atreva a vivir esta experiencia, debe literalmente acercar su

rostro a este incendio.

Según González Requena, no existe lógica, acuerdos o convenciones para describir

lo real. Sin embargo, le ofrece una morada al ser para que sienta, para que

experimente, para que desee… Le pertenece solo al sujeto que lo experiencia y por

eso mismo es tan difícil comunicar o explicar de manera objetiva. Los relatos

artísticos, es decir, subjetivos, construyen este tipo de relaciones simbólicas

(deseantes), justamente allí: en el punto de ignición donde las imágenes tocan lo

real a través del deseo.

Page 109: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

109

En este inicio, el cineasta Víctor Gaviria logra enfrentarnos como espectadores al

fuego en las retinas de los protagonistas: un espejo de miradas ígneas que forman

parte de su imaginario como director, pero que también hacen parte de la fugaz

infancia de sus protagonistas y desde luego del angustioso vínculo que se empieza

a construir con un espectador capaz de registrar sus temblores, de deseo o de

temor, y de verlos consumarse como huellas de lo real.

3.3 EL PUNTO DE IGNICIÓN: Para qué zapatos si no hay casa

En la escena inicial, a través de los ojos de Mónica, Andrea y Milton, hemos

delimitado el punto de ignición en relación con la experiencia del espectador como

aquella interrogación que nos llama a intervenir a través de los dolores, las

pulsiones, las imágenes corpóreas y afectivas de los personajes infantiles. Estas

experiencias no tienen una explicación racional, pero transmiten sus afanes,

miedos, deseos y tensiones. Nos sitúa como espectadores en una historia real de

las comunas de Medellín y nos presenta a actores naturales que han experimentado

por sí mismos la violencia que se vive en la calle y todo lo que esto implica:

desintegración familiar, búsqueda y frustración por vínculos afectivos, el inicio

temprano al consumo de drogas, entre otros.

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110

Ilustración 17 Cartel oficial del Film La vendedora de rosas

No obstante, en el film hay un punto que condensa de manera magistral la difícil

situación en la que viven los niños de las calles de Medellín y de cierta manera

justifica el consumo de la droga. Este punto se erige desde un principio como

enunciado desde lo alto del cartel promocional (ilustración 16) y se refuerza en la

escena que Chinga pronuncia la famosa frase: “¡Pa qué zapatos si no hay casa! ¡pa

que hijueputas!”

Leamos:

Ilustración 18 Chinga: ¿para qué zapatos si no hay casa?

Antes de esta secuencia, Mónica y Andrea han estado en Miramar, el barrio donde

residen las familias que las han abandonado. Allí, para mala fortuna de ambas, son

Page 111: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

111

víctimas de agresiones e insultos por parte de los habitantes del barrio, pero sobre

todo de sus familiares. Ambas se ven obligadas a escapar y así celebrar de manera

digna la noche de navidad con sus amigas en la calle. En su casa, Mónica ha

logrado recuperar los zapatos de su abuela, que parecen tener el poder de

devolverle la alegría y la dignidad. Por esta razón, en el primer fotograma de esta

secuencia, vemos a Mónica y Andrea desplazándose con alegría por Niquitao. Un

barrio del centro de Medellín, que irónicamente es conocido por ser uno de los más

peligrosos y violentos. La música alegre que introduce esta escena, es como si

tratara reconstruir la realidad tan brutal que hay alrededor28. La música ayuda al

espectador a entender que se trata de un film a través la evocación de los

sentimientos de los personajes que tratan de alguna manera de transformar la dura

realidad que se presenta en la pantalla.

Las calles de Niquitao son inmensas y la orientación fácilmente se pierde pues está

repleto de callejones, comercio informal, inquilinatos y plazas donde reinan los

expendedores de drogas y la prostitución. El sector en algunas partes lo amenaza

la ruina (casas destruidas) y en otras albergan talleres de mecánica y negocios de

pintura, como se ven en el segundo plano del primer fotograma. Las personas que

residen en ese sector, son en realidad una población flotante (que va de paso), pues

la mayoría circulan por inquilinatos y en vez de pagar el mes, pagan la noche,

síntoma inequívoco de su transitoriedad.

Para no verse en la penosa necesidad de dormir en la calle, Mónica y sus amigas

trabajan vendiendo rosas y cometiendo pequeños crímenes para poder pagar el día-

día en uno de esos inquilinatos, que en su mayoría presenta condiciones de

hacinamiento.

En el segundo fotograma, vemos cómo Mónica y Andrea casi que se funden entre

la gran cantidad de gente. La calle es un territorio hostil donde ellas desaparecen

como individuos para convertirse en masa, se hacen invisibles en medio de tanto

28 El soundtrack del film, está compuesto por 43 canciones de música popular como el vallenato, la cumbia, la salsa y la balada romántica, géneros que ayudan a ambientar el film y a situarlo en el contexto de finales de la década de los años noventa.

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ruido, el anonimato y a la vez impunidad criminal. En su transitar, los adultos no las

observan ni si preocupan por ellas, son literalmente un adulto más, pues en este

barrio la mayoría de los niños trabaja, pide limosna o se dedica al robo o a la

prostitución.

En su tránsito hacia el inquilinato, Mónica repara en su amigo Chinga quien está

almorzando con sus amigos, una banda de niños de la calle, todos con una botella

de pegante (gale) en sus manos. En esta secuencia tiene lugar el siguiente dialogo:

“M: Quiubo Chinga que más… ¿Cómo le ha ido?

Ch: Ah, bien

M: ¿Qué va a hacer hoy 24?

Ch: Pues yo paso 24 en la calle, porque yo estoy en la calle muy feliz

M: Venga Chinga ¿y los zapatos que yo le di?

Ch: ¡Pa’ que zapatos si no hay casa!, ¡pa’ que hijueputas!

M: Vea le presento una compañera que se voló de la casa y viene a vivir con

nosotras

Ch: Hola niña ¿bien?

A: Mucho gusto Andrea

AC: De una vez le digo, así como usted se voló de la casa no vaya a coger nunca

vicios en la calle y manéjese bien

Ch: Déjela que tire lo que se le dé la gana, ella puede coger lo que le dé la gana

(…) vean la sobremesa muchachos

(Mónica, Chinga, Andrea y Amigo de Chinga)”

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113

Ilustración 19 Chinga: ¿para qué zapatos si no hay casa?

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3.3.1 Los pies descalzos

Como decíamos, las respuestas de Chinga en este episodio condensan y sintetizan

en un sentido simbólico el punto de ignición, que empieza a resonar con fuerza

frente a la experiencia del espectador que no tiene más remedio que involucrarse

con las historias de vida de los personajes que siendo actores naturales, incluyen

como si fuera una unidad los elementos propios de su historia vida: lenguajes,

contextos, espacios, a través de lo son y lo que hacen. Por un lado, tenemos a

Mónica que va hasta la que era su casa en Miramar a recuperar los zapatos de su

abuela, y por el otro, tenemos a Chinga, descalzo, totalmente desprotegido en

medio de sus amigos.

Víctor Gaviria, en una entrevista se refiere a este episodio de este modo:

“Ah, bueno, algo también muy importante es cuando Papá Giovanni lleva a

los niños de barrio triste y empezamos a improvisar con un niño maravilloso

que se llama Chinga, y en una de esas improvisaciones nos dice “para que

zapatos si no hay casa”. Cuando nosotros escuchamos eso, y como ya

estábamos en el camino de los afectos, nos dimos cuenta de que el niño

estaba queriendo decir: “Es que nosotros no necesitamos que nos ayuden,

nosotros necesitamos es volver a la casa” “Para qué zapatos si no hay casa”

fue como un amarre en la unidad de la historia.” (Víctor Gaviria, Carlos Henáo

y Diana Ospina. 2012, p. 214).

De la cita anterior, se puede leer cómo los pies desprotegidos de Chinga

representan la imagen de su vida, pero también la de todos los niños que como él

están descalzos en la calle. Sus pies desnudos sufren lo mismo que el resto de su

cuerpo y de su mente: extremadamente vulnerables, pues su vida está en riesgo

permanente. Mónica, Andrea, y el resto de niños que participan en el film son unos

pies descalzos. Están en la calle solos e indefensos, y por eso mismo buscan la

protección y el afecto. Tejen redes de solidaridad entre amigos, donde el trabajo y

las experiencias no se miden en años, sino por los recorridos de las calles donde

han tenido que jugarse la vida. La experiencia de estos niños es una historia del

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115

caminar a la intemperie; los zapatos ausentes son como la protección del hogar que

no tienen. En ese sentido, Chinga no actúa como niño, ya es adulto, no actúa, él

encarna la tristeza, soledad y desamparo. Se representa a sí mismo siendo lo que

es, viviendo lo que le toca vivir. Porque son sus sinceras vivencias lo que enriquecen

y convierten en algo más transparente y cercano la realidad que representa. La frase

para qué zapatos sino hay casa, como lo revela el mismo Gaviria, es la que le da

un amarre y unidad a la historia. Porque actuar para estos niños, implica ponerse

en sus mismos pies descalzos, Chinga se pone en el papel de él mismo, por eso su

actuación es más documental que ficción. La única diferencia, es que para efectos

del film de La vendedora de rosas lo hace delante de una cámara.

Así los planos subjetivos acceden a la visión del mundo de los niños, a sus temores,

a sus deseos, establece un espacio para que el observador se identifique y pueda

eliminar las distancias con “lo otro” y acceder a su subjetividad. El guión se adapta

al personaje y no al revés. Sus experiencias son testimonio de una manera de

entender la relación del cine con la vida, que les da la posibilidad de hacerse visibles

a unos seres que han vivido en la oscuridad del abandono, para que brillen a través

de la luz de la cámara. El cine escribe su dolor, las huellas en sus cuerpos y su falta

de afecto. También les da el propósito de sentirse útiles y productivos así sea solo

por el momento que el film entra en sus vidas.

3.3.2 El camino de los afectos

Cuando Mónica, le pregunta a Chinga que va a hacer en navidad, la coyuntura del

ritual navideño no puede ser más simbólica y pertinente para comprender el porqué

de las búsquedas afectivas de los personajes son facilitadas y filtradas por el

consumo de drogas. La navidad en sus vidas alude directamente a la fractura

familiar y es el momento propicio para mostrar cómo a través del sacol afloran las

consecuencias psicosociales y afectivas que enfrentan los niños al carecer de

hogar. Precisamente, en la esfera social, el hecho de que consuman drogas hace

que sus familias los rechacen, estigmatice y juzgue como niños perdidos y sin futuro.

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116

Sin embargo, la respuesta de Chinga: ¡Pa’ que zapatos si no hay casa!, ¡pa’ que

hijueputas! Es una interpelación llena de matices y de humanidad, su voz, como

sujeto de la enunciación, redescubre a la Medellín marginal a través de la mirada

infantil que recompone el espacio urbano, convirtiéndolo en algo íntimo, matizado

por las tramas de la vida cotidiana. No es que ellos sean unos salvajes por vivir un

presente como si cada día fuera último día; sino que les ha tocado vivir una violencia

histórica por la cual han sido marcados.

Para analizar y subrayar la idea del camino de los afectos, recuperamos esta cita

donde Víctor Gaviria refiere sobre cómo a través de la investigación de campo del

film La vendedora de rosas, descubrió la relación que hacían los niños adictos entre

la droga y recuerdo:

“Un día fuimos a hablar con los niños de la calle, con los últimos, los que

estaban más debajo de todos, ellos no dieron la idea real de que cuando

consumían droga “recordaban” … En sano juicio no recordaban ni les

interesaba recordar, ni volver a la casa, no recordaban donde quedaba las

casas, ni cómo se llamaban los hermanos, ni la mamá incluso… Cuando se

drogaban tenían una especie de sueño donde se acercaban a esos

recuerdos.” (Víctor Gaviria, Carlos Henáo y Diana Ospina. 2012, p. 206).

Ningún espectador, puede ignorar las condiciones de precariedad extrema con que

vive Chinga y sus amigos en la calle. El sacol como elemento simbólico, acude a la

experiencia de lo real para condensar todas esas violencias y carencias afectivas.

¡Pa’ que zapatos si no hay casa!, ¡pa’ que hijueputas! Es la respuesta de Chinga

para quienes se atrevan a juzgarlo. Los actos violentos de estos niños se

constituyen en una afectividad marginal, frente a una sociedad que los maltrata

mucho antes de nacer y que parece decidida a eliminarlos. La vendedora de rosas

es la historia de unos padres que abandonan a sus hijos que no debieron nacer,

pues están destinados a convertirse en antisociales.

3.3.3 El sacol, mi mejor amigo

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117

El consumo de sacol, más que un acto de rebeldía de los niños, es una apuesta

para no resignarse estoicamente a vivir en tiempos orfandad y guerra, donde el

único refugio posible ante la crudeza de la calle, parece ser la amistad que ofrece

la botella de sacol. Los niños se reconocen como seres inexistentes para la

sociedad y saben que la calle y la noche los hace existir de manera violenta y

transitoria. Por eso se inclinan a experimentar con la fantasía y la irrealidad, llevando

su vida cada vez más límite, pues intentan evitar lo real, desde otra perspectiva les

que les da esperanza. De encontrar alternativas en su destino marcado por la

crueldad y la violencia.

Ilustración 20 Niño Sacolero, ¡yo soy El Diestro!

Cuando Mónica le presenta a Andrea a Chinga, uno de sus amigos interviene y le

dice: De una vez le digo, así como usted se voló de la casa no vaya a coger nunca

vicios en la calle y manéjese bien. Chinga lo interrumpe y con autoridad corrige:

“Déjela que tire lo que se le dé la gana, ella puede coger lo que le dé la gana”. Y

luego les presenta a su mejor amigo, que totalmente intoxicado eleva una de sus

manos al cielo y grita como dirigiéndose a Dios: “¡yo soy el Diestro!” ¡yo soy el

Diestro!” En la otra mano, sostiene la botella que aparece justo en medio a la altura

de su pecho, por lo que se puede fácilmente asociar al niño con la botella de sacol.

Aunque el espectador sea capaz de emitir un juicio moral de esta escena, jamás

podrá comprender por qué la droga atrae tanto a este grupo de niños hasta el punto

de convertirla en su mejor amigo. El sacol, para ellos, no funciona solamente como

herramienta para matar el hambre o la sed, sino como alguien o algo (en un sentido

simbólico) con el que los niños pueden conversar y recibir el afecto que buscan. El

pegante es un síntoma de los problemas sociales profundos que el espectador debe

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118

cuestionar antes de juzgar el comportamiento de los niños. De igual manera,

tampoco es adecuado pensar que los niños sacoleros son un ejemplo de la

degradación social, pues de ser así, nadie estaría exento.

El enojo de Chinga, al considerar hipócrita el consejo de su amigo a Andrea, “para

que no consuma drogas y se maneje bien”, es justificable siendo que, desde su

posición, su amigo es un vicioso como él, por ende, carece de autoridad para

aconsejar a Andrea, pues no es capaz de reparar en sus propios defectos. En un

nivel más profundo, esta misma situación interpela al espectador: ¿qué consejo

darle a una niña que se acaba de escapar de la casa y que se encuentra

desprotegida en una calle donde impera la droga y la violencia?

El espectador tal vez de una manera hipócrita, como el amigo de Chinga, se sienta

con la superioridad moral para aconsejar a Andrea para que se “maneje bien”. Sin

embargo, Chinga, quien encarna la experiencia del niño “pies descalzos” es quien

cuestiona al espectador, dejando claro el problema de fondo aquí no es la droga,

sino las condiciones en las que viven estos niños. Primero por las condiciones

absolutamente precarias a nivel material; y segundo, a nivel psicológico y afectivo,

por las experiencias traumáticas que día a día tienen que enfrentar para sobrevivir.

Por esto, no es errado decir con Chinga, que mientras estas condiciones continúen,

los niños seguirán usando drogas para alivianar su dolor. Pues ellos no consideran

que la droga los destruya, sino al contrario, les da un motivo para continuar, para

luchar contra otra enfermedad mucho más terrible que es que sus familias y la

sociedad los ignore. En la medida que no tienen hogar, ni futuro, tienen poco que

perder; la droga envés de traerles más desgracias, viene a recomponer el desorden

que los rodea.

3.3.4 Esto es lo que va a ser usted en la vida

A propósito del expendio y consumo de droga por parte de los niños y jóvenes del

film, hay un segundo episodio, que hace sinergia con el anterior, y que desde la

experiencia del espectador, condensa el sentido para generar una potente

interrogación. Es la escena donde la policía realiza una batida sorpresa en la calle

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7029 con la supuesta intensión de combatir el tráfico de drogas y la delincuencia. Se

retrata una noche de violencia callejera donde se construye una mirada social a

través del dolor de la infancia:

Ilustración 21 Robín y Chocolatina venden droga en la calle 70, Film La vendedora de rosas

En esta escena, Robín, Chocolatina, Anderson y Mónica, están trabajando en la

calle 70 vendiendo droga, cuando un auto llega, da un pito de aviso y se detiene

frente a un puesto de comercio informal. Robín y Chocolatina corren a su encuentro:

Mientras Chocolatina distrae al conductor, irónicamente un profesor de universidad;

Robín aborda el carro por el lado del copiloto, e inmediatamente empieza a esculcar

algo qué robar. Están en eso, cuando llega otro joven y les da aviso de que viene la

29 La calle 70 en Medellín es un lugar comercial con muchos bares y estaderos donde la gente iba a enfiestarse y a conseguir drogas como alcohol, mariguana, perico o cocaína.

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policía. En cosa de dos segundos el carro arranca y Chocolatina alcanza a saltar

por la ventana de la parte de atrás del carro logrando introducirse en el escape.

Ilustración 22 La policía ignora la infancia marginal, Film La vendedora de rosas

Continúa la secuencia, la cámara desenfoca el carro que sale de encuadre y capta

ahora en la distancia una moto con dos policías acercándose. La moto pasa por

delante de un niño sentado en la acera. El niño está desahuciado y desprotegido

pues apenas y trae puesta una camiseta con la que se cubre todo el cuerpo. Los

policías, indolentes, lo ignoran totalmente y van directo donde Anderson para

hacerle una requisa.

Ilustración 23 Secuencia: esto es lo que va a ser usted en la vida, Film La vendedora de rosas

El policía que maneja la moto requisa a Anderson bruscamente mientras, el otro,

que está armado con un arma de alto calibre, parece cubrir la retaguardia mirando

alrededor. Llama mucho la atención aquí, que varias señoras adultas en segundo

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plano se detienen simplemente a observar la agresión que está teniendo lugar, no

intervienen, no dicen nada, no se afectan emocionalmente; al contrario, parecen

indignadas con los niños y apoyar la agresión de los policías.

Ilustración 24 Esto es lo que usted va a ser en la vida, Film La vendedora de rosas

El policía le encuentra la botella de sacol a Anderson y dice: “¡Eso si no me aguanto

yo, valla fúmese la mariguana que quiera, pero nada de esto!” estrella la botella al

piso y en tono amenazante le grita: ah! ¿Usted qué es lo que piensa de la vida?

Saca un briquet de su bolsillo y se dispone a quemar la sustancia mientras

señalando el piso sentencia: “Eso es lo que va usted a ser en la vida”, le prende

fuego y un primer plano de cámara enfatiza como arde el pegante en forma de

estrella.

3.3.5 Padres ausentes y carencia de lazos institucionales

La policía representa en el ideal del espectador, una visión paternalista en la medida

que tiene la misión de velar por el bien común y la seguridad de las personas. Sin

embargo, en este film, la mayoría de los padres, la policía y el Estado: son figuras

ausentes.

Desde el primer momento que aparecen los policías en escena, se hace evidente el

desprecio que tienen hacia los niños sacoleros. Los consideran inferiores y

enmascaran sus sentimientos de odio en un discurso hipócrita de preocupación por

la salud pública. Si realmente los policías estuvieran preocupados por la salud de

los niños, ¿Por qué actúan indiferentes ante la falta de alimento, de hogar, de

afecto? El desprecio parece originado por causas externas como la religión, la

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política, la cultura o las diferencias de clase. Pero no desde un punto de vista

paternal o de salud pública, sino desde la emocionalidad. De ante mano los policías

juzgan a los muchachos catalogándolos como estigmas sociales que están

destinados a ser un fuego que se consume a si mismo con violencia. Ellos mismos

lo dicen, pero lo que llama la atención aquí, es que parecen disfrutarlo. Parecen

animados con el abuso de su autoridad. Simplemente, llegan, destruyen y se van.

Su función en este episodio es dejar la huella de su goce, encenderla, e irse, sin

intervenir mayormente en la construcción general del relato.

Decíamos con Chinga que el consumo de drogas en niños y los jóvenes es

proporcional al grado de desprotección por parte de la familia y el Estado. El policía

le dice a Anderson: “fúmese toda la mariguana que quiera (que es una droga ilegal)

pero esto si no me lo aguanto” (se refiere al sacol que su venta para los niños de la

calle es legal). Aquí se hace evidente que no está preocupado por la rehabilitación,

ni por la salud de Anderson; sino que lo tiene estigmatizado como alguien sin futuro.

Los policías ignoran la importancia que tiene para los niños el pegante frente a la

emocionalidad y el contexto en que lo consumen. No tienen un juicio basado en un

criterio objetivo o técnico; sino que simplemente descargan con furia su autoridad

como si fueran superiores a los muchachos.

El espectador que asuma que el policía hace lo correcto, pensará también que tiene

una posición moral superior a la de los niños, perdiendo de vista sus propios

“defectos”, tal y como lo hace el amigo de Chiga cuando le aconseja a Andrea que

“no adquiera vicios en la calle y que se maneje bien”. El hecho más indignante para

el espectador en esta secuencia, es cuando el policía rompe la botella de gale contra

el piso y la enciende amenazando: “Esto es lo que usted va a ser en la vida”.

Literalmente lo que nos dice la imagen del fuego, con su poder mortífero y

destructor, refiere al presente de los niños como algo efímero y errante: a un No

futuro.

La lección que supuestamente le da el policía, cuestiona al espectador en la medida

que plantea la pregunta por el valor de la vida de los niños en relación con la propia.

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Pero Anderson y Mónica, como los demás actores naturales del film, ya tienen claro

que su vida es algo efímero, por eso la llevan al límite con el consumo las drogas.

3.3.6 El gale, un vicio triste que rescata el valor de la vida

El gale, aunque dañe los cuerpos y haga más corta la existencia de los niños de la

calle; también tiene el potencial de recomponer su mundo ayudándoles a encontrar

el camino de los afectos. ¿Para qué van a cuidarse si tienen claro que la muerte los

persigue día a día? El gale, aunque los hace vulnerables, al mismo tiempo les da la

vitalidad para sobrevivir lo efímero. Gaviria comenta lo siguiente en relación con el

consumo de drogas en el film La vendedora de rosas:

“Lo que me gustaba a mí era que íbamos a hacer una película de droga, pero

no prejuiciados contra la droga, ni diabolizándola ni diciendo que es mala sino

al contrario – o no al contrario sino como quien dice, mostrar lo que los niños

de la calle tienen en el fondo – y eso hacía que la película no fuera solo “el

caso de los niños de la calle” sino también una metáfora generalizante, y que

el espectador también se sienta incluido dentro de esa metáfora

generalizante. En este país todos estamos un poco huérfanos, la guerra

social ha hecho explotar muchas instituciones fundamentales como la familia,

el colegio, totas esas instituciones donde estábamos nosotros como en

nuestra casa, y ahora todos estamos un poco en la calle en este país. Hay

una sensación de indigencia total.” (Ruffinelli; 2009, p.83).

Los niños pies descalzos como Chinga develan esos gestos y esos rostros que a

punta de golpes han perdido la inocencia ante una injusticia social tan grande que

los ahoga y les impide realizarse como niños. Queda claro en esta cita, cómo la

lucha contra la droga no es algo exclusivo del director, ni de los personajes o el

espectador, sino que trasciende a toda la sociedad. La droga está en el epicentro

del problema en la medida que reconfigura el mundo de la calle a través de la mirada

infantil, que altera esa lucha a través de vivencias, expectativas y experiencias.

Los niños usan la droga para vivir alucinaciones que no solamente están en el plano

de la fantasía, sino que acuden a lo real a través de las huellas en sus cuerpos. Más

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124

allá del alivio que les pueda ocasionar el estado de evasión, lo interesante del punto

de ignición es que pulsa desde el carácter intraducible de la experiencia y de la

pobreza de las palabras: la imagen del fuego ardiendo, al lado del enunciado “Eso

es lo que usted va a ser en la vida” parece contener todos los sueños acumulados

de los años perdidos de la infancia.

A diferencia de Mónica y Chinga que se drogan para buscar el camino de los afectos

y evadir lo real (el retorno al hogar); el fuego, como elemento simbólico devorador

arde mucho más intensamente para Chocolatina y Robín, que al ser mayores y

haber vivido mayor número de experiencias traumáticas, literalmente se drogan

para sobrevivir a lo real. Se drogan para cobrar aliento, para atreverse a hacer

cantidad de cosas que en “sano juicio” no se atreverían a hacer. Se drogan para

jugar a no existir, a perder la conciencia, a vivir la noche como una aventura donde

reina el inconsciente. Usan la droga para ser violentos, dominar la calle y matar.

Para estos jóvenes la muerte es un negocio, un trabajo, una forma de vida que los

vincula a expresiones tan dicientes como “No nacimos pa semilla” o “Jóvenes No

futuro”.

3.4 OBJETOS, ACTANTES PARA LA FANTASÍA

El film La vendedora de rosas está concentrado en una narrativa donde todos los

acontecimientos suceden en tan solo 36 horas. En este sentido, es difícil hablar de

una verdadera transformación de los personajes, pues el énfasis narrativo, está

dictaminado por la intensidad con que los personajes expresan las emociones y

actúan de su cotidianidad. La cámara construye un espacio escénico en el que el

espectador realiza una construcción mental de eventos reales y formales. La

cámara esculpe en esos espacios y los transforma en espacios emocionales y

dramáticos mediante el movimiento, la composición, y el montaje. De ahí que la

coyuntura navideña se plantee como uno de los temas principales gracias a su gran

capacidad para agenciar las fantasías de los actores y también por su carácter

simbólico que refleja la idiosincrasia y la cultura de la población. El film, por tanto,

es un espacio construido donde interactúan el montaje con el espacio real, para

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125

conformar el escenario a través del cual el espectador construye el espacio integral

de la representación.

La navidad es una fecha es fundamental para los niños y para las familias de todo

el mundo, se celebra el nacimiento de Jesús, pero lo verdaderamente importante es

la tradición que viene acompañada de la ilusión compartir con las personas amadas.

Compartir la cena, pedir deseos en familia, recibir y dar regalos a los seres queridos.

En el caso de Mónica es cómo si todas sus acciones estuvieran motivadas por

reconstruir el tejido afectivo al que no tiene derecho por vivir en la calle. A su vez,

todas las demás niñas, tienen una motivación clara por el contexto de la navidad:

se proponen festejar, conseguir objetos como ropa, dinero, pólvora e incluso droga

para recomponer sus mundos. En consecuencia, casi todos objetos que consiguen

de alguna manera están ligados a la fragilidad de sus emociones, a la falta de afecto,

o a la vulnerabilidad en que resuelven el día a día, para sobrevivir en la calle.

Además, en su lucha por sobrevivir en condiciones tan precarias, la necesidad de

conseguir objetos es primordial ya que les da una sensación de estatus en relación

con la cultura popular del narcotráfico, la globalización, las políticas neoliberales

donde consumir y tener son esenciales. Conseguir objetos de moda como ropa,

electrodomésticos, música, etc., se convierten en una obsesión constante en la

medida de que son objetos idealizados por la cultura popular.

A los personajes, pero sobre todo a la protagonista, les cuesta trabajo adecuarse a

la realidad en la que viven pues han sido abandonados a su suerte. No tienen quien

les ofrezca un regalo o el calor de un hogar y por esa razón se ven en la necesidad

de encontrar ellos mismos esa satisfacción. Si no lo encuentran a través de los

objetos, la encuentran a través de la droga. No en vano el título del Film, “La

vendedora de rosas”, reconoce como elemento central al comercio para el

sostenimiento, rebusque y la sobrevivencia de los jóvenes. En consecuencia, los

protagonistas están atados al comercio para sobrevivir, pero la mayoría de

transacciones comerciales que suceden en el film, están relacionadas con el

consumo de vicios, es decir, están vinculadas con la angustia de no tener hogar.

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126

Por esta razón relacionarse con los objetos es de suma importancia, pues de alguna

manera les ayuda a recomponer su mundo interior a través de la fantasía. En ese

sentido, las luces de navidad, los decorados de las calles, los fuegos artificiales, las

credenciales, la ropa, y cualquier objeto que encuentran o se roban, juega un papel

muy importante en sus vidas en la medida que los devuelve a la infancia.

Los jóvenes literalmente resultan encantados por los objetos porque asocian al

recuerdo de la unión familiar que añoran, ya sea porque la extrañan o porque nunca

la han tenido. Consumir droga (fantasía), como decíamos, los acerca a su búsqueda

de la felicidad, pero a la vez los carga con un real que les cobra a paso lento pero

seguro el precio de la violencia y la muerte. Por esto, las características narrativas

el film La vendedora de rosas en la mayoría de escenas muestra de forma explícita

la violencia, la marginalidad, la drogadicción, y la ausencia de la familia y el Estado,

entre otros. Su función como texto fílmico en gran parte es agredir al espectador

para hacer denuncia y generar una reflexión crítica: mostrar lo real.

Porque el mundo para los niños y jóvenes que actúan en este film, es una verdadera

catástrofe: más que un camino de superación personal, es un escenario de

decadencia que los conduce a la muerte. Sus historias, no son una cadena

ordenada de eventos, son la puesta en escena de traumas o momentos felices, pero

destinados hacia un final trágico. El film expresa desde la subjetividad de los

personajes donde habita lo real y desde allí procura reflejar en la mirada del

espectador una angustiante identificación de dependencia y participación, frente a

la crudeza con que se refleja la violencia, el sexo y la muerte.

En el caso de La vendedora de rosas, Lo real se manifiesta con más fuerza en

relación con la fantasía. Problemática que ayuda a la comprensión del drama que

padecen los niños, niñas y adolescentes de la ciudad de Medellín. Sin embargo,

además de “lo explícito”, el film también compone otras formas de narrar de un corte

mucho más poético y metafórico, por ejemplo, las funciones narrativas que tienen

los objetos.

A continuación, leeremos algunos ejemplos: el sacol, el reloj, la estatua de la virgen

y el baúl de los recuerdos.

Page 127: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

127

3.4.1 El sacol

El sacol se transforma en actante a través de la mirada de los personajes en la

medida que condensa sus miedos, frustraciones y deseos. Cumple múltiples

funciones narrativas para cada uno de los personajes. Les da calor, quita el hambre,

devuelve recuerdos, lleva de viaje, da coraje o les ofrece una conversación. Como

índice recurrente personifica a un amigo, o un medio de resistencia y evasión. Y lo

interesante de los efectos del sacol, es que más allá de los alivios que les brinda,

se materializa en “sueños” o “alucinaciones” dándole voz al inconsciente de las que

los niños prefieren no hablar, tal vez por el carácter intraducible de sus experiencias

y la pobreza de las palabras para describirlas.

En ese sentido, el trabajo documental y la ficción hacen un rodeo a través de la

imaginación de todos los implicados y trata de llegar a una verdad que por definición

es inaprensible, imposible de capturar en el lenguaje, elusiva en sus significados;

pero al mismo tiempo nos muestra su cara a través de lo cotidiano. Verdades

acalladas, verdades escondidas, verdades que mutan, se sustituyen y a la vez dan

cuenta de nuestra condición como sujetos.

Gaviria, en primeros planos, o en escenas de gran intimidad, nos obliga como

espectadores a involucrarnos con los rostros de estas experiencias:

Page 128: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

128

Ilustración 25 Los rostros de lo real, niños drogándose, Film La vendedora de rosas

Por medio de estas imágenes, el film La vendedora de rosas busca agredir al

espectador, pues no hay nada más violento que ver a niños consumiendo drogas,

sin futuro, enfrentados a una sociedad que los olvida. Como se percibe en esta

secuencia de fotogramas, (ilustración 25) la droga permanece en el centro del

encuadre, siendo un actante fundamental, pues conecta el dolor, la necesidad de

evasión y la falta de afecto, de cada uno de estos personajes, que aprisionan sus

botellas o porros de mariguana como si fueran el biberón que le fueron negados de

niños. El sacol produce efectos y también acciones. Sus rostros, parecen tener

acumulados todos los años de la infancia a través de las innumerables huellas de

dolor que expresan sus gestos y sus cuerpos.

Page 129: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

129

El análisis semiótico aplicado a estos fotogramas, permite hablar de lo visual y lo no

visual. Si bien en la película se ve a la botella de sacol reiterativamente ocupando

el espacio cotidiano de los personajes y cumpliendo un rol fundamental en la

configuración de su identidad, nunca se le puede dar un vistazo a una institución

escolar de carácter formal, por ejemplo, una escuela: lugar en el que deberían estar

recibiendo educación los niños.

Por el contrario, la educación se expresa a partir de necesidades y experiencias, los

sujetos se forman en estas circunstancias que la mayoría de las veces son de

carácter traumático. El miedo a la soledad, la muerte y a la violencia, motivan la

mayoría de sus actos, la educación es igual a la cantidad de experiencias en la calle,

que los prepara para sobrevivir. En el fondo, sus actos que produce el sacol,

expresan el deseo por abandonar el mundo, este hecho explica su necesidad de

evasión, se trata de querer perder el sentido frente a la realidad que los rodea.

Sin embargo, el sacol, en el film es una enfermedad que trata de restaurar la

infancia. Representa un puente entre la calle y el hogar, es el acceso a la infancia

perdida cuando todavía no sea degenerado la inocencia con que se hace visible el

mundo. Tal vez por eso, los niños describen reiterativamente su mundo a través de

las groserías “gonorrea” e “hijueputa”, que además de perturbar al espectador, lo

someten a vivir lo real de la calle tal cual como los niños lo padecen. Gaviria no da

concesiones a través del habla, no acude a un discurso ideológico y social, no

pretende convencernos de nada. Simplemente, nos muestra la vida de sus

personajes sin mediación: drogadictos, ladrones, prostitutas, asesinos. Y todo esto

ocurre con naturalidad pues hace parte su día a día, de su singularidad, de lo que

piensan y hacen los personajes mientras están en escena, o viven la vida.

En ese sentido, los espectadores no podemos distanciarnos demasiado de los

personajes, el logro más significativo del film La vendedora de rosas, es afianzar

esta identificación irreductible entre personajes y espectadores, pues lo que está en

juego no es solo una ficción, sino una infancia fracturada, la urgencia de hacer algo

por unas vidas que corren peligro y que piden a gritos ser reconocidas. El espacio,

más que un espacio virtual, es el de la experiencia colectiva, que como

Page 130: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

130

reconstrucción intoxica a los espectadores con sus imágenes para que vivan y

sientan el dolor, los deseos y las frustraciones de estos personajes infantiles que no

tienen futuro. El film nos plantea literalmente entrar en esas imágenes con el

propósito que revaluemos nuestra experiencia involucrándonos de lleno en esa otra

cultura: la de los niños y jóvenes de la calle.

3.4.2 El reloj

La dimensión temporal que propone el Film La vendedora de rosas, advierte dos

tipos de temporalidades muy ligadas al sentir interno de sus protagonistas Mónica

y El Zarco. Uno de carácter cronológico que comprende el tiempo normal del

calendario, y otro de duración subjetivada que depende en gran medida de los

sueños o alucinaciones de cada quién.

El primero se caracteriza por la linealidad, va desde la tarde del 23 hasta la

madrugada del 25 de diciembre, y ubica la narración en el contexto de la temporada

navideña con todos sus signos de celebración: fuegos artificiales, pesebres,

adornos, luces, cenas, fiestas. El tiempo nocturno (83 secuencias), predomina sobre

el diurno (30 secuencias). En el primero sobresale la iluminación llamativa como el

fuego o los juegos artificiales que dinamizan el entorno y le transmiten dinamismo

al rostro de los personajes. Y en el tiempo diurno, por el contrario, la luz refleja

situaciones de miseria, siendo árida y privilegiando espacios hacinados como el

interior de las casas.

Además, está el tiempo donde ubica la historia del país. Se infiere a partir de algunos

indicios como el discurso de la pandilla de Don Héctor hacia el final del film, donde

un personaje finge un discurso de los “extraditables del sector de Miramar”,

aludiendo a la muerte de Pablo Escobar Gaviria, figura emblemática del narcotráfico

a nivel mundial en los años 80 y 90. Escobar fue asesinado en el año 1993 dejando

en el contexto de las comunas de Medellín una estela de crímenes y de mitos sobre

su apoyo económico a los pobres. Este episodio funciona como intertexto cultural y

ubica a la historia después de la muerte de Escobar, es decir a mediados de los

años noventa.

Page 131: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

131

En cambio, la segunda temporalidad es indefinible, en la medida que está

connotada por las emociones de los personajes. Es una especie de estancamiento

entre pasado, presente y futuro, donde la sucesión temporal se yuxtapone sin seguir

un orden preciso. Se dilata o se extiende según el uso de tomas largas (plano-

secuencias) en los que los espectadores leen sin apresurarse; o con escenas que

rompen la continuidad espacial como las alucinaciones de Mónica. Estos recursos

favorecen la percepción de un tiempo previo y también posterior al de la narración,

comunican a un nivel más profundo la experiencia subjetiva de los protagonistas.

3.4.3 El tiempo de Mónica

Ilustración 26 el tiempo de Mónica, Film La vendedora de rosas

El reloj de Mónica funciona como actante, en la medida que produce emociones y

sentimientos en varios personajes, y también los hace hacer cosas. Mónica lo

obtiene como un regalo de un borracho en la calle por adivinar la hora. A manera

de espejo, en la ilustración 26 el diseño del reloj muestra una niña feliz donde envés

de números hay dibujitos y el temporizador lo marca el desplazamiento de una

bicicleta. Al recibirlo, Mónica se alegra y le asigna un valor especial, creyendo que

es un regalo que le envía su mamita desde el cielo. La relación entre los fotogramas

no puede ser más explícita: dos niñas alegres con sus bicicletas. En el segundo

fotograma conviene resaltar que Mónica está cantando un vallenato que versa:

“Yo no comprendo por qué razón

te viven diciendo que pierdes tu tiempo

Page 132: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

132

conmigo mi amor”30

La letra de la canción ironiza la condición de Mónica, a quien la familia y el estado

han abandonado. A pesar de la desolación que persigue, el drama del tiempo de

Mónica consiste en descubrir el por qué vale la pena vivir. Por eso le canta a la vida,

de ahí su necesidad por fantasear para sobrellevar la crudeza y violencia de la

noche. Ella no se resigna, lucha por encontrar la felicidad y el afecto. El reloj la

fascina, precisamente porque transmite un sentimiento de alegría. Así mismo,

parece tener el potencial de enamorar a todos aquellos que lo ven: sus amigas,

Anderson, su primo y el mismo Zarco, quien no resiste la tentación de robarlo, y

hasta asesina por él. Mónica, en cambio, como muestra de amor a su novio

Anderson, elije ofrecérselo como regalo de navidad, su relación conpenas lleva

quince días, pero ella se siente orgullosa de celebrarlo.

En el reloj de Mónica, llama la atención que ningún personaje le asigna un valor

monetario o utilitario, lo aprecian por su simplicidad, el vínculo con la infancia y la

alegría y juego que trasmite. Es un objeto que vincula su mundo con la fantasía, en

la medida que genera un apego infantil que enmascara o envuelve lo real. En ese

sentido, el tiempo de Mónica es una constante búsqueda que combina el presente,

el pasado y el futuro, con el objetivo de encontrar el amor perdido, o reconstruirlo, a

través de sus alucinaciones. El deseo de encontrar a su abuela muerta se manifiesta

en 4 ocasiones en los cuales se desarrolla una especie de narración paralela a la

cronología lineal.

La primera, es una alucinación que se ubica en la escena inicial. Mónica drogada

ve a su abuela muerta alejándose cogida de la mano con dos niños de la calle. La

segunda sucede en el puente de la Virgen María, aquí, también bajo los efectos del

sacol, Mónica confunde a la Virgen con su abuela y le pide que la lleve con ella sin

que le responda31. La tercera es un sueño en la casa de su tía, en la que Mónica

reconstruye la habitación en la que vivía con su abuela y fantasea una escena

30 Canción: Yo no comprendo, autor: Diomedes Díaz. 31 Esta escena será analizada a profundidad en el subcapítulo siguiente.

Page 133: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

133

hogareña llena de luz y alegría. Aquí no hay diálogos, son los manejos técnicos de

luz y encuadre los que logran transmitir una sensación de paz y tranquilidad. El

sueño se interrumpe con el intento de violación por parte de su tío (esposo de

Bibiana); Y en la cuarta ocasión, al final del film, Mónica alucina primero encontrar

a su abuela en medio del banquete navideño, (el cual es interrumpido por el Zarco

quien la asesina con un cuchillo) y luego en un delirio final, ella se ve a sí misma

reencontrándose con su abuela y al mismo tiempo muere como metáfora de

liberación y felicidad.

El tiempo onírico es una experiencia que está fundamentalmente ligada al

sentimiento amoroso y al mismo tiempo de pérdida, que implica el recuerdo de su

abuela muerta. En este sentido, cualquier objeto, sin importar su valor económico o

su antigüedad, en la experiencia de Mónica, puede llenar de alegría y de luz o de

sombras y oscuridad su vida. El reloj lo recibe precisamente por ser consciente del

tiempo y es la metáfora perfecta que marca su destino, expresando su subjetividad.

3.4.4 El tiempo de El Zarco

Ilustración 27 El tiempo de El Zarco, Film La vendedora de rosas

A su vez, el Zarco, claro antagonista del film, obtiene su reloj a través de un

asesinato. En contraste con la experiencia de Mónica, todos los personajes que

tienen contacto con ese reloj lo rechazan y lo describen como “el reloj de un muerto”.

La analogía también es explícita: el Zarco mata al joven del fotograma de la

izquierda y le roba el reloj. La forma violenta como lo obtiene, se identifica totalmente

con la calavera de muerte que simbólicamente porta en su pecho. El Zarco es un

sádico, los demás personajes le temen pues pareciera comportar una energía capaz

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134

de movilizar la pasión por la destrucción. Su tiempo está detenido en un presente

eterno e infernal, donde cada instante está determinado por la fugacidad del goce

por la violencia. El Zarco maneja un tiempo pulsional donde drogarse, lo alienta para

agredir, robar, matar. En ese sentido, su tiempo no tiene sentido ni valor, expone su

vida al límite a cada momento. El Zarco vive un tiempo nihilista y se apasiona por la

destrucción, es un ser autodestructivo que lucha contra el tiempo, como si fuera la

propia muerte.

La siguiente secuencia expone al reloj como actor principal y resume de forma

metafórica la estructura del film:

Ilustración 28 El tiempo como actor principal, Film La vendedora de rosas

En el primer fotograma vemos a un muerto tirado en el piso y en primer plano: su

reloj. El Zarco mata al joven para obtenerlo, la escena literalmente describe el

tiempo signado por la muerte. El segundo fotograma Mónica les enseña a sus

amigas el reloj que acaba de recibir, según ella, como regalo enviado del cielo por

su mamita. Todas las niñas lo observan maravilladas, mientras la cámara hace un

acercamiento donde se alinean metafóricamente el porro de mariguana y el tiempo.

La relación entre tiempo, droga y fantasía es la fórmula que Mónica y los demás

Page 135: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

135

niños de la calle tienen para contener lo real y para encontrar el amor perdido. En

el tercer fotograma, para desgracia de Mónica, se encuentran los relojes de ambos

personajes y al mismo tiempo se cruzan sus destinos. El Zarco maravillado por los

muñequitos y la alegría del reloj de Mónica, se lo quita arbitrariamente, y por petición

de uno de los miembros su pandilla, el primo de Mónica, le da a cambio “el reloj del

muerto”. Mónica se retira sintiéndose robada. En el cuarto fotograma, en el brazo

de El Zarco, se percibe cómo la figura de la niña jugando con la bicicleta es echada

a perder, siendo contaminada por una fuerza devoradora del agua. Metafóricamente

la imagen de la niña ahogada, signa la muerte en el brazo de El Zarco, devorando

el tiempo de la fantasía y el amor de Mónica.

Según Víctor Gaviria, la muerte de Mónica es el resultado del encadenamiento de

situaciones azarosas, Mónica muere por el azar que desencadena el borracho que

le regala el reloj, sin embargo, el relato se desprende de una experiencia real que

le sucedió a dos amigos, según cuenta el propio Gaviria:

“El origen está en un relato que me contaron para un documental que hice:

dos muchachos muy jóvenes y amigos habían, cada uno, robado un reloj.

Uno había robado uno muy vistoso y bonito como para niña que el otro quería

para su novia; así que los intercambiaron. Pero el muchacho que se quedó

con el reloj de hombre trató de deshacer el negocio al poco tiempo; mientras

se bañaba se le había dañado. Su amigo no le dijo que ya se lo había

regalado a su novia y que le era imposible devolvérselo. La cosa terminó con

que el dueño del reloj dañado mató de un tiro a su amigo. El lugar de la

comunicación o del diálogo estaba ocupado por dos relojes que no valen la

vida de nadie pero que valen su muerte” (“Violencia, representación y

voluntad realista”). (Carlos a. Jáuregui y Juana Suárez, 2002, p 388).

El azar en esta película, como vemos, está fuertemente referenciado por las

acciones de la vida cotidiana, sus límites, en relación con los objetos, si bien está

marcada por un vínculo emocional ligado a la fantasía que olvida el valor comercial

y utilitario; también está marcado por terrible violencia a la que se someten los

personajes en la cotidianidad. Quienes prácticamente se juegan la vida a cada

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136

instante porque la violencia que sufren y ejercen es su forma de sobrevivir. Sus

excesos entonces, de fantasía o de muerte, son también una paradoja: por un lado,

como una especie resistencia a lo real (Mónica); y por el otro, la entrega de su vida

al sinsentido (Zarco). El hecho de que dos niños se maten por un reloj, no es ninguna

metáfora.

3.4.5 La virgen - madre

Ilustración 29 El puente, La virgen y la Madre, Film La vendedora de rosas

La oposición entre el barrio semi-rural y la zona marginal suburbana de Medellín,

aparece simbolizada por el puente y la figura iluminada de la virgen-madre en el

centro. El puente comunica y al mismo tiempo separa los dos espacios. En la escena

que describe la ilustración 29, vemos a Mónica y Andrea cruzando el puente que

conecta los dos mundos que describe el film: el barrio y la ciudad, ambos igual de

mortíferos y peligrosos.

Antes de llegar al puente, ambas niñas habían vivido momentos traumáticos:

Mónica había peleado con su novio Anderson, quien descaradamente había

coqueteado con Marcela en frente de ella. Llena de ira los enfrenta y se pelea hasta

con su amiga Yudi que era cómplice de la traición, por haberle entregado a Marcela

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137

la credencial que generó el conflicto. Andrea, por su parte, enfrentándose a lo real

de la calle, ha conocido todo tipo de violencias: es acosada sexualmente, un

vagabundo casi la viola, participa en robos, consume droga; pero también conoce

la solidaridad de sus amigas, quienes se convierten en una versión de su madre al

acompañarla a soportar el dolor que comporta la decisión de haberse escapado de

su casa. Esta situación la alienta a volver a su casa por sus pertenencias y hasta

robarle los patines a su hermanita.

En este punto, ambas niñas están desesperadas anímicamente. Especialmente

Mónica que ahoga sus penas en el Sacol. Se dirigen a Miramar, su barrio, pero se

detienen en medio del puente donde está ubicada la estatua de la virgen. Tiene

lugar una interesante composición simbólica que vincula el espacio con los

personajes. La estatua de la virgen está situada justo en el medio del puente que

se eleva sobre el agua putrefacta del rio Medellín. A nivel de puesta en escena, la

centralidad otorgada a la virgen se hace evidente debido a la asociación con

momentos de gran carga dramática. El punto de vista que crea en relación con la

cámara siempre signa momentos importantes usando panorámicas (horizontales o

verticales) que establecen relaciones espaciales con todos los personajes

principales. El puente, a su vez, pone en evidencia una de las oposiciones

principales del film, por un lado, el barrio semi-rural Miramar de donde los niños se

escapan de sus hogares para buscar sus propias oportunidades; y por el otro, el

centro de la ciudad, zona marginal, donde los niños buscan su independencia a

través del comercio y el delito. El puente comunica y a la vez separa estos dos

espacios.

Esta secuencia (ilustración 29) inicia con un barrido en grúa donde la cámara parte

desde abajo (tierra-agua-miseria) mostrando la oscuridad del río, hacia lo alto (cielo-

fuego-Dios) y luego muestra un plano general del puente donde Mónica y Andrea

cruzan el puente de derecha a izquierda, (hacia el pasado); en sentido contrario

(hacia el futuro) cruza una carreta jalada por un burro. Se establece un significativo

contraste visual: la carreta como signo pre-moderno, se opone al regreso de las dos

niñas, de alguna manera derrotadas por moderna ciudad, que vuelven a su origen

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138

rural. En el centro de la escena, resguarda el espacio la estatua de la virgen. Está

allí para colonizar simbólicamente el territorio, representa el ideal de la madre que

ama a todos sus hijos por igual y se le considera la protectora de la humanidad con

capacidad de interceder por sus hijos ante Dios. Como analizábamos en la escena

inicial, la Virgen María, es un signo recurrente de gran carga simbólica. Representa

en la historia de la religión católica “la protección y el amor del hogar” y para el

contexto latinoamericano es uno de los elementos identificatorios de mayor

relevancia a nivel espiritual. El imaginario popular que compone el film, su función

simbólica parece ser la de bendecir el tránsito del barrio a la ciudad, o viceversa. La

virgen cumple la función de resguardar ese tránsito. Recordamos aquí, la escena

inicial donde Andrea se persigna ante la virgen como símbolo de protección antes

de dejar el barrio. Además, la elección de la época navideña como fondo de la

historia, supone ya un juego de contrastes entre la historia de desarraigo, la

drogadicción, la orfandad versus la noción de conmemoración y unión familiar que

suponen estas fechas. En ese sentido, la dimensión central de la religiosidad

plantea como recurso fundamental para dar sentido y justificación a los actos de

soledad, pobreza y desamparo al que sobreviven los personales.

3.4.6 Iluminación profana

Los efectos del sacol en Mónica, le provocan la alucinación de confundir la estatua

de la virgen con su abuela muerta. En la ilustración 29 Mónica llama a su abuela,

pero ella permanece muda y con los brazos extendidos como incitándola a saltar al

agua. Con impotencia, Mónica le grita que “la lleve, que no la deje, le pregunta ¿por

qué no se la llevó?” La imagen de su abuela se acerca hacia ella, pero al final se

retrae y se difumina. Al final de la escena, Andrea quien se ha mantenido al margen

mientras sucede todo esto, repara en el desespero de Mónica, interviene, la abraza

y le dice: “Lo que usted ve son disilusiones”.

Llama la atención aquí, que cuando Mónica ve la escultura la primera vez, está no

le despierta mayor emoción, pero en el momento en que la estatua adquiere el rostro

de la abuela, Mónica entra un estado de euforia y al mismo tiempo, como si fuera

un milagro, surge la luz del nuevo amanecer. La asimetría es relevante en la medida

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139

que la estatua solo adquiere un carácter divino cuando encarna la imagen de la

abuela-Virgen. En el momento en que pierde esta condición, la estatua deja de ser

importante para Mónica y también para el espectador, pues no dice nada, ni

despierta mayor emoción. Lizardo Herrera, a propósito de esta escena, describe la

alucinación de Mónica como una “iluminación profana”, es decir, un conocimiento

que nace desde lo corpóreo y afectivo (que supera las especulaciones lógico

racionales) para abrirse a otras formas de conocimiento entre la que concibe la

experiencia intoxicada de Mónica:

“Si regresamos a La vendedora, reconocemos que cuando Mónica imagina

a su mamita no lo hace a partir de la racionalización de la precariedad de su

vida, sino desde lo más hondo de su vivencia personal. Se trata de una

afectividad marginal que descentra el discurso hegemónico de la droga y bajo

ningún aspecto consiste en la adquisición de una nueva conciencia desde la

cual la muchacha comprende el significado de su vida. En la medida en que

su historia se condensa en la imagen de los “pies descalzos” del personaje

de Chinga, quien deambula por las calles y anda a la intemperie, es clara la

relación que existe entre cuerpo e imagen en estos delirios. La imagen

alucinada es una experiencia concreta que brota de esos “pies descalzos”, o

sea, de un cuerpo vulnerable. La imagen de su mamita, por tanto, se

constituye en una compleja interacción entre desilusiones y esperanzas que

deja ver en toda la magnitud el sufrimiento de aquellos niños que no cuentan

con la protección de un hogar y cuyo futuro absurdamente se encuentra

clausurado.” (Lizardo Herrera, 2011, p 871)

En la reflexión de Herrera se concibe la transformación de la virgen en la imagen

corpórea de una madre, como una “la iluminación profana” en la medida de que la

alucinación no es “teoría” sino un “acto” producto de la experiencia traumática de

Mónica, que, en el contexto de la película, hace que las imágenes sean también una

forma de intoxicar al espectador, ya que en el delirio de Mónica, “lo divino” es la

imagen corpórea de su abuela muerta, mientras que “lo mundano”, está

representado en la estatua:

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“La vivencia religiosa de Mónica es profana, primero porque hace de lo

sagrado algo cotidiano asociándolo con su abuela; segundo, porque la

imagen alucinada de la abuela no viene del exterior, más bien nace de lo

corporal, de una experiencia que se esfuerza por encontrar refugio para así

aliviar su dolor.” (Lizardo Herrera, 2011, p 870).

La imagen de la abuela-virgen profana y a la vez condensa el sufrimiento de

aquellos niños “pies descalzos” que no tienen protección y que su futuro está

absurdamente negado por la indiferencia de la sociedad.

3.4.7 El delirio religioso y la disilución

“Lo religioso permanece con una fuerza extraordinaria. Solo que en esta

religión Dios ha sido destronado. La Virgen le ha dado golpe de estado.

"Nosotros le rezamos a Chuchito y a la Virgen, pero sobre todo a la Virgen

porque ella es la Madre de Dios, y la madre es la madre, aquí y en cualquier

parte". (Alonso Salazar. 1991. P.54)

La virgen como símbolo religioso, específicamente para la familia de tradición paisa,

lo encarna la Madre. Como se lee en el epígrafe Alonso Salazar, es un símbolo

fuerte que ha destronado a Dios: pues si Dios es el rey del cielo, la virgen-madre lo

derrocado incorporándose en el hogar, en la realidad más próxima y cotidiana donde

las personas necesitan protección. La Madre (de carne y hueso) es lo más sagrado

pues solo hay una, el padre puede ser cualquiera. De esta forma, niños,

comerciantes, ladrones, asesinos, no importa quién ni cómo, ponen su confianza en

ella para que los proteja y los favorezca en sus acciones. Es un apego existencial

en la medida que la Madre es la figura protectora. Pero si la Madre es una figura

ausente: una “disilusión” es la que gobierna el mundo.

Esta es la respuesta de Andrea, “disiluciones” ante el desespero de Mónica. Una

equivocación tierna, pero cargada de sentido pues combina la desilusión, con la

alucinación. Exactamente el sentimiento que embarga a Mónica en sus delirios,

pues en el fondo sabe que el único lugar donde va a encontrar a su abuela, es

encontrando la muerte, o a través de las alucinaciones que apuestan a intentar

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recomponer la ciudad, su casa, las ruinas que han perdido su fantasía, pero su

empeño falla: son disilusiones. La calle le sigue dando golpes, su familia todavía la

rechaza, sus anhelos se siguen materializando en frustraciones del eterno retorno

de la violencia y la muerte.

Este, precisamente, es el contexto marginal y desestructurado que denuncia el film

de La vendedora de rosas: el de los padres ausentes. Y su ausencia, no es solo

física, sino sobre todo afectiva y espiritual, (como lo demuestra la alucinación de

Mónica). Esta problemática, de entrada, genera una fractura en el buen desarrollo

de la infancia de los personajes.

El buen desarrollo de la infancia, implica necesariamente la presencia de un tercero,

un padre, una madre, o alguien quien encarne la “ley” y “la prohibición”; ante esta

doble ausencia es comprensible el por qué en el film los niños y los jóvenes buscan

desesperadamente ocupar su lugar – ocupar la ley-, obtener la independencia

económica y moral. Tal vez por esta razón, la mayoría de personajes padecen

traumas psicológicos y son rebeldes. Así lo expresa Víctor Gaviria en una entrevista

refiriéndose a la rebeldía de Yudi, que en la vida real tiene el nombre de Marta

Cecilia Correa:

“Creo que nunca he observado una rebeldía tan soberana y tan rabiosa como

la que impulsa, a manera de un motor insaciable que no da tregua, a esta

niña de catorce años, Marta Cecilia, que será nuestra actriz, un tanto

incontrolable. Esta fuerza tira para todos los lados y traza todas las

direcciones porque es ciega y su enemigo es todo lo que hay alrededor. Para

quien la padece es un poco como estar abandonado al azar de un “carrito

chocón”, como se dice en la jerga callejera, ser un carroloco que tarde o

temprano se “estrellará”.

Bernardita Correa, la mamá de Marta, pertenece a una familia campesina de

Yarumal, que emigró a Medellín hace veintiocho años, después de la muerte

de su padre, Pascual Correa. Ha levantado sola, en Santo Domingo Savio, a

sus tres hijos, que conocen a su papá solo de oídas. Y para “levantarlos” ha

hecho honor a su apellido, educándolos como a ella la educaron, es decir,

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castigándolos a punta de correa y palo corrido”. (Víctor Gaviria, Carlos Henáo

y Diana Ospina. 2012, p.239)

La falta del padre (de ley), sumado a la ausencia de afecto de la madre, más el

olvido de la sociedad, son un caldo de cultivo perfecto para justificar la rebeldía y la

falta de propósito en la vida Yudy - y los demás niños de la calle -, que literalmente

son niños de la calle, o “pies descalzos”, pues la calle es su hogar. La figura paterna

se percibe devaluada y ausente pues son los mismos personajes quienes la

encarnan, casi todos con conducta negativa, con la sola excepción del padre de la

Cachetona quien la rescata de la pensión para ofrecerle un mejor futuro.

El film compone la metáfora de la calle-casa, como otra cultura, como una cuestión

de supervivencia donde se vive la vida al extremo. Refiere, sobre todo, a la falta de

certeza individual y colectiva por el futuro de la infancia, a la falta de protección, a

la falta de afecto, al hecho de tener que dejar el destino al azar donde la muerte

acecha a cada paso, y la violencia parece frustrar todo proyecto de futuro. El tiempo

para estos niños es una cosa fugaz, es un reloj que pasa de mano en mano o de

muerte en muerte. Es la incertidumbre de existir por la pura voluntad de hacerlo al

margen de toda protección social, religiosa, o discursiva. Es un acto que se define

cada día y hace que cualquier momento puede ser el último. Por eso nace la

necesidad de violentar la ley, para aprovechar cada acto, para transformar la

realidad del mundo donde la violencia se ha transformado en un ejercicio cotidiano.

La estatua de la virgen, provoca una interrogación como elemento simbólico del film

pues más allá de representarse como un discurso, una ideología o una figura en

yeso inanimada; se nos presenta como un personaje de carne y hueso pero que

está muerto, es más como síntoma: un golpe producto de la desesperación de

Mónica con la función de despertar al espectador habituado a las formas de

representación “realista” o “discursiva”. Convoca por tanto la interpelación que llama

desde la “disilucion” de ver convertida la Virgen María, en una madre ausente y

muda que se difumina como espejismo, o como una madre de carne y hueso que

saca provecho de la condición sexual o económica de los niños, provoca la huida a

la calle, o su entrada a la delincuencia. Es la imagen de una virgen-madre, que pulsa

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143

hacia lo real, nos muestra a manera de trauma, en la mentalidad y en las heridas de

los niños, como se resiste la narrativa a imponer una lógica racional, quemándonos

con síntomas y huellas que dejan la experiencia marcada en el cuerpo.

3.4.8 El baúl de los recuerdos

La relación con los objetos por parte de Mónica y los demás niños de calle

representados en el film, como hemos analizado a través de las funciones del sacol,

el reloj y la estatua de la virgen, además de simples objetos funcionan como

actantes en la medida que reemplazan a los personajes en las funciones narrativas.

Los objetos, si bien están relacionados con un punto de vista comercial para la

supervivencia, típico de la cultura paisa donde “todo es un posible negocio”; también

evidencian la necesidad de vincular las funciones de los objetos con la memoria y

esencialmente con la fantasía de reencontrar el amor familiar perdido.

El baúl de los recuerdos, es un objeto que metafóricamente condensa cómo la

función de los objetos aparentemente insignificantes y viejos, son capaces de

devolverle la felicidad a Mónica a través de la fantasía:

Ilustración 30 Mónica vuelve a su casa, El film La vendedora de rosas

En esta secuencia, Mónica vuelve a la casa de su Tía Ligia con el objetivo de

recoger los zapatos que pertenecían a su abuela. En la entrada, a través de la

ventana, su prima Bibiana la interpela con agresividad y no oculta el desagrado por

el aspecto físico de Mónica, quien, a su vez, tampoco esconde la incomodidad que

siente. Ambas discuten y se insultan a través de la ventana. Bibiana le impide el

paso a la casa hasta que Mónica le entregue la botella de sacol. Se observa en

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144

primer plano cómo sucede el traspaso de la botella por la reja de la ventana. Apenas

Mónica cruza el umbral de la puerta, es acusada de ladrona por su primo que está

de salida y por su tío que fuera de campo grita a Bibiana que la vigile. Mónica, si

bien está rodeada de familiares, se le percibe amenazada y sola, la única que se

interesa medianamente por ella, es Bibiana, pero la trata con desprecio, como si

fuera adulta, sin comprometerse con su difícil situación.

Ilustración 31 Mónica encuentra su Casa destruida, Film La vendedora de rosas

Mónica se dirige a la habitación de su abuela, pero encuentra con que esta ya no

existe: solo hay un montón de ruinas. La habitación demolida traduce su propia

condición: una especie de limbo entre un estar y no estar en su propia casa. Mónica

retorna a su hogar, pero al llegar se da cuenta que la habitación de su abuela donde

tenía techo, cocina y cama, ahora hace parte de la calle tal y como ella. El

espectador, siempre como observador a cierta distancia ve a Mónica vagar entre

las ruinas, está pensativa como buscando un vestigio, algo que le permita recordar.

Se detiene en la esquina donde todavía permanecen las marcas del altar donde su

abuela tenía ubicada la estatua de la virgen y otras figuras religiosas y toca la pared

como padeciendo su ausencia.

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145

Ilustración 32 El baúl de los recuerdos, Film La vendedora de rosas

Deprimida, Mónica vuelve al lado de Bibiana y la interroga sobre las ruinas y los

demás objetos que pertenecían a su abuela. Bibiana le responde que hace poco

casi les tumban la casa y que los demás objetos están en el segundo piso. Ambas

se dirigen a la habitación, y Mónica encuentra el baúl (ilustración 32). Son los

objetos que le pertenecían a su abuela, en el baúl permanecían olvidados sin que a

ningún miembro de la familia le importasen. Al abril el baúl, Mónica encuentra los

zapatos que buscaba. Estos, de alguna manera, parecen devolverle la vitalidad,

pero sobre todo la dignidad, pues apenas se los coloca su rostro resplandece de

alegría. Dentro del baúl, Mónica también encuentra una biblia, en cuyo interior hay

una serie de fotografías de ella misma donde se ve totalmente feliz. La cámara capta

un plano detalle de una de las fotografías donde aparece su tía Ligia, su abuelita y

ella con un vestido blanco muy decorado y hermoso. Son las fotos de su primera

comunión. En aquel baúl, literalmente aparecen los recuerdos de una existencia que

no pudo ser.

Page 146: RECONSTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA DEL ESPECTADOR …

146

Ilustración 33 Los zapatos, las fotografías y el sueño, Film La vendedora de rosas

Por sugerencia de Bibiana, Mónica decide tomar un descanso, (ilustración 33). Se

acuesta con los zapatos de su abuela puestos y mientras observa las fotos de su

bautizo, estas la sumergen en un sueño que la devuelven en el tiempo a la

habitación que en el presente está en ruinas. En el sueño todo aparece en su lugar:

el techo, las paredes, los muebles el altar con la virgen. La cámara y el sonido de

un canto angelical describen una atmósfera llena de paz. En el centro del pequeño

apartamento que se compone de dos piezas vemos a la abuela trabajando con unos

papeles. Mónica se ve a sí misma radiante de alegría preparando un chocolate

caliente. Luego se desplaza para compartirlo con su abuela. El sueño es la

realización material de todo lo que Mónica ha perdido: el afecto y el hogar. Abrir el

baúl y ponerse en contacto con los objetos de la abuela, la remiten al paraíso

perdido. Sin embargo, la secuencia termina de la forma más violenta posible. Su tío,

el esposo de Bibiana, intenta violarla. Morbosamente se acerca a Mónica mientras

duerme a tocarle las piernas. Ella se despierta y asustada intenta enfrentarlo. El

hombre la soborna para que acceda a dejarse tocar, pero Mónica se defiende y

tiene lugar una discusión de la que logra escaparse. Esta descripción de los objetos

espacios y acciones al interior de los hogares, explican el por qué los niños escapan

de sus casas, lo vivido allí los menoscaba.

Como elemento simbólico, el baúl remite en muchos aspectos a la mitología griega

y específicamente con el mito de Pandora. En este mito, Zeus, le entrega como

regalo a Pandora un baúl que ella no debía abrir bajo ningún concepto, pues allí

estaban contenidos todos los males que destruyen a la raza humana: la

enfermedad, la venganza, la ira, la envidia…. Pandora, sin saberlo, movida por la

curiosidad abre la caja y en ese momento, todos los males se reparten por el mundo.

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147

Asustada, Pandora logra cerrar la tapa del baúl justo cuando el último elemento se

iba a escapar: la esperanza. El baúl de Mónica parece contener ese último elemento

que pandora no dejó escapar. En efecto el mundo para ella es la suma de los males,

pero cuando abre el baúl y se encuentra con los zapatos y los recuerdos de su

abuela, de alguna manera se recompone su mundo, al darle acceso a sus sueños.

Su infancia está cristalizada en esos recuerdos, el relato en un sentido narrativo y

existencial, trata de metaforizar el esfuerzo de Mónica por tratar de recomponer su

hogar devastado y olvidado por sus familiares más cercanos y por la sociedad que

ha decidido excluirla.

3.5 ESCENA FINAL

3.5.1 La puerta cerrada

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Ilustración 34 Escena final, Film La vendedora de rosas

En la escena final, movida por el delirio, Mónica vuelve a las ruinas de su hogar para

encontrar la puerta cerrada. La secuencia es introducida por un sonido lúgubre de

lamentos que dan la sensación al espectador de estar viendo un alma errante.

Mónica llega descalza a buscar refugio en las ruinas de la habitación de su abuela.

Se compone aquí una clara analogía de lo que es la familia para ella: un horizonte

devastado y un hogar sin techo, ni zapatos. El punto de ignición que interroga: “para

qué zapatos si no hay casa” se refuerza en esta escena final, pues Mónica llega

descalza a las ruinas de lo que era su hogar. Ella es una indigente, alguien sin casa;

pero lejos de ser presentada como alguien necesitado de rehabilitación o redención,

es abordada desde la complejidad de su subjetividad. Desde una lucha que

desborda la necesidad fantasear para la sobrevivir. Una experiencia, que amenaza

las formas en cómo el espectador entiende el orden social hegemónico. Que actúa

desde lo corporal y las huellas, y que abre perspectivas desde los márgenes. Al

mostrar lo que ve Mónica, desde su ángulo de visión, se dota el espacio de un

contenido emocional que el espectador percibe claramente dada la necesidad de

encuadrar el rostro de la protagonista. Una cámara subjetiva enfoca cómo Mónica

observa la puerta cerrada que da acceso a la parte interior de la casa que aún no

ha sido demolida. Allí, con seguridad, están celebrando sus parientes, pues una

tenue melodía indica ambiente fiestero. Sin embargo, Mónica prefiere quedarse al

margen, sabe que no será bien recibida. Se dirige hacia a la esquina justo debajo

del altar donde su abuelita tenía la estatua de la virgen, saca su botella de sacol y

lo vierte en una bolsa. Si bien, acerca la madrugada del 25 de diciembre, tiempo en

que se celebra la navidad, como espectadores, estamos presos en un tiempo

onírico, que es el universo de las alucinaciones de la protagonista. Los espectadores

atestiguamos el delirio y la cercanía de la muerte en relación con un espacio

devastado que impacta desde un contenido dramático y emocional.

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149

3.5.2 Inhala y exhala: sube y baja emocional

Ilustración 35 Escena final, Film La vendedora de rosas

Se repite el encuadre voyerista y cercano de la escena inicial. El espectador

experimenta en detalle cómo Mónica inhala y exhala con intensidad el pegante. El

sonido conecta al espectador al ritmo de la respiración enfermiza y el canto agónico.

Percibe su mirada perdida, su angustia, la desesperación con que observa al cielo

como buscando su destino. Aunque en esta ocasión Mónica no mira a cámara, el

juego-secuencia entre primeros planos de su rostro y su visión subjetiva, claramente

conectan al espectador con el universo del deseo y el temor, estableciendo un

espacio para el observador y otro para lo observado, lo cual implica eliminar

distancias con el “otro” y acceder a su subjetividad por medio de los contenidos

emocionales que el espectador comparte.

3.5.3 El zarco huye por su vida

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Ilustración 36 Escena final, Film La vendedora de rosas

Cambiamos de escenario y vemos al Zarco emerger de las sombras como un

demonio. Momentos antes, él y el primo de Mónica, “el Enano” han robado y matado

a un taxista, justo en frente de la estatua de la virgen que está ubicada en el puente

del rio Medellín. Nuevamente la virgen, marca simbólicamente el territorio donde se

desatan escenas de gran carga emocional. Las expectativas del Zarco en la noche

de navidad, como se muestra en esta secuencia, están puestas en la delincuencia.

Se dedica a robar, traficar y consumir droga como acto de evasión, en un medio

donde prevalece el sinsentido de la violencia. Luego de participar como cómplice en

el asesinato del taxista, el Enano se siente culpable y le reclama al Zarco por haberlo

matado. Inconforme con el reclamo el Zarco se le abalanza, y con el mismo cuchillo

con que mata al taxista, logra hacerle un corte en la mano. El Enano corre dominado

por la ira y sed de venganza a avisarle a los demás miembros de la pandilla. En esta

secuencia, que dura apenas unos pocos segundos, vemos al Zarco corriendo por

un callejón estrecho, cuando se detiene estupefacto a ver a sus compañeros de

pandilla que lo buscan para matarlo. El Zarco duda un segundo al vernos y esto

provoca que lo identifiquen, de inmediato sacan sus armas y lo comienzan a

perseguir. El Zarco corre despavorido en sentido contrario.

3.5.4 La ilusión que se enciende

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Ilustración 37 Escena final, Film La vendedora de rosas

En el plano de Mónica, la escena continúa adentrándose la experiencia de padecer

el consumo de droga hasta el límite. Con una mano respira “el sube y baja” de

pegante y con la otra, sostiene una estrella luminosa de la que emergen chispas sin

cesar. Sigue un plano subjetivo que muestra cómo la protagonista repara en la

puerta de la casa de su familia, continúa cerrada. Se aprecia en la imagen, cómo

las chispas y el sacol se empiezan a adueñar del encuadre y de la perspectiva del

espacio que tiene la protagonista. Mónica con desespero inhala el pegante mientras

se pone en pie.

Las chispas de pólvora, componen metafóricamente una relación directa con el

cuento de Hans Christian Andersen “La vendedora de cerillas”, que como

referenciábamos en la sinopsis argumental, es una influencia directa y consciente

por parte de Víctor Gaviria, para la estructuración argumental del film, pero más que

eso, en las palabras del propio Víctor Gaviria significó:

“De toda esa etapa de mi vida, el momento más importante fue cuando me

regalaron los libros de Andersen, porque en ese momento decidí escribir.

Parece una bobada, pero eso le cambia la vida a uno. Yo, que nunca había

escrito nada, dije: “Me voy a poner a escribir” Me situé en una pieza de la

casa, que era calorosita, mantenía las persianas cerradas, prendía una

lamparita y ahí estudiaba, leía y escribía. Entonces empecé a hacer

cuadernos, tenía un diccionario de sinónimos y me ponía a hacer

descripciones de las cosas y a darme cuenta, por ejemplo, de que no conocía

muchas palabras, que cómo se llama esto, que cómo se llama aquello, y me

las aprendía, pero después se me olvidaban. Todavía se me olvidan. Las

aprendo, las anoto y después de un tiempo se me olvidan. Yo decidí dizque

escribir, ¿cómo te parece? Y practicar y aprender. Leí muchas cosas en esa

época, pero no estaba preparado para escribir. Me tocó así, de un momento

a otro, pero yo qué iba a escribir, hermano. Obviamente hice muchos

intentos. Escribí muchos poemas y prosas, pero todos supermalos porque

ese es un aprendizaje muy largo y muy difícil. Pero yo estaba muy animado,

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152

claro, de haber encontrado algo que me gustaba.” (Entrevista de Fernando

Cortés a Gaviria, publicada en la revista Número Nº 17).

Andersen, como lo evidencia esta entrevista realizada por Fernando Cortés,

influencia y marca de manera definitiva la infancia del director, materializando en

actos, sus deseos de ser escritor. En esta escena, se juntan las noches San

Silvestre del invierno de la Europa del siglo XIX del cuento de Andersen y la noche

de navidad de una Medellín violenta y brutal que es la ciudad en la que habita Víctor

Gaviria. Y como si no existieran diferencias temporales, se funden en la mirada

infantil de ambos escritores, que reconstruyen la experiencia de vida dos niñas que

encienden chispas para acudir a la fantasía, tratando de calentarse, eludir la muerte

y encontrar el afecto de su ser más querido. Las noches de San Silvestre y la

navidad, convergen en la pasión infantil, como ámbito donde se inscribe el

paralelismo entre las características sociales que se preservan de una época a otra,

a través de la ironía en que la sociedad vive las celebraciones, sin pensar en las

condiciones de pobreza, miseria y desesperanza que padecen los niños marginales.

La escena final muestra como la sociedad le cierra la puerta al futuro de Mónica,

(que representa a la infancia marginal) y le abre los ojos al espectador mostrándole

en planos cercanos, e imágenes casi documentales, una niñez que carece de las

condiciones mínimas para celebrar la navidad en familia y bajo un techo. La textura

del cine agrede la retina del espectador mediando sus conocimientos emocionales

y llamando su atención para que incluya a la niñez marginal, como causa y efecto

del devenir de la sociedad.

3.5.5 El altar y la virgen recomponen el hogar

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Ilustración 38 Escena final, Film La vendedora de rosas

En cámara subjetiva, presa de su delirio, Mónica fija su atención en el altar, ahora

reconstruido e iluminado por velas, donde su abuela antiguamente tenía toda una

serie de figuras religiosas incluyendo la virgen María, que nuevo está en el centro

del encuadre. La cámara vuelve a su posición tercera, la del espectador y retoma el

contacto voyerista con la fantasía de Mónica, que ahora busca en el recuerdo de su

abuela muerta. La iluminación de las velas le dan un tono tenue y anaranjado al

ambiente, que contrastan con tonalidad oscura y fría que predominada antes: es

una atmósfera hogareña que sustituye al ambiente hostil de las ruinas.

3.5.6 El banquete navideño

Ilustración 39 Escena final, Film La vendedora de rosas

La pólvora y el sacol van más allá y como en el cuento de Andersen encienden lo

que no existe: una madre, el calor de un hogar, la comida en familia, en medio de

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un cuarto en ruinas transformado por el deseo. Sus familiares y amigos conversan,

bailan, comparten, e incluso hay niños jugando; uno entra a la casa por la ventana32.

La iluminación anaranjada se va condensando y vemos a la abuelita de Mónica

servir sobre la mesa un trozo de alimento en un plato. Ante la soledad de Mónica de

este momento, solo el espectador puede dar testimonio de lo que el sacol está

haciendo por ella: le devuelve su hogar perdido y le ofrece una sensación cálida.

Por lo mismo, el espectador ya no está sentado en un lugar de privilegio donde

tranquilamente puede evaluar o juzgar lo que sucede, sino que se encuentra

involucrado como testigo de esa infancia que no tiene un hogar. Evidencia que la

carencia del hogar de estos niños “pies descalzos”, que no sobreviven en la calle

como un acto de “libre elección”, o un castigo merecido por una “conducta

desviada”. Es testigo, y a la vez comparte la responsabilidad, pues la solución a este

drama no se encuentra en un juicio crítico o moral que juzgue códigos, discursos o

semióticas; sino que implica su sensibilidad y compromiso.

3.5.7 Lo real irrumpe la ensoñación

32 Esta imagen tiene su correlato, de forma circular y opuesta, con la escena inicial, donde vemos a Andrea escapando por la ventana de su casa, para evitar los golpes de su mamá.

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Ilustración 40 Escena final, Film La vendedora de rosas

En un ambiente mucho más hostil dado la iluminación rojo sangre, Mónica se

desplaza por la habitación para acercarse a su abuela, pero en su camino se

atraviesa una especie de masa viscosa que se asemeja al tentáculo de un pulpo.

Ella se detiene unos segundos a observarlo, pero el tentáculo se le lanza

agresivamente. De inmediato, la cámara vuelve al lugar frío y oscuro entre los

escombros. Vemos a Mónica que grita con desesperación pidiéndole a su abuela

(el espectador), que la ayude. Que le quite eso de encima, mientras se defiende con

la pólvora que quema el centro del encuadre. Pero las luces que sostiene en su

mano se extinguen, lo real de la violencia interrumpe la alucinación.

3.5.8 La puerta abierta

Ilustración 41 Escena final, Film La vendedora de rosas

En un intento desesperado, Mónica trata de recomponer el caos que la rodea

encendiendo otra chispita que es una descripción de sí misma en este momento:

una luz intensa que destinada a extinguirse. Por unos segundos, en plano detalle,

se enciende por completo todo el encuadre de la pantalla. La luz de la pólvora nos

conduce como espectadores a un nuevo delirio. Pero en esta ocasión las ruinas se

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mantienen en su atmosfera fría. Mónica ve a su abuela llamándola justo en el umbral

donde se encuentra la puerta abierta de la casa que aún no ha sido demolida. La

puerta abierta no es más que una ironía. Mónica le grita con desesperación a su

abuela “que la lleve!”, “que la espere!”, “que ella se va para dónde sea con ella!”.

Pero la cámara nuevamente revela la pólvora en P.P.P esta vez detallando como

se extingue su llama y así mismo el delirio. En el siguiente fotograma vemos un

acercamiento al rostro de Mónica totalmente demacrado, lleno de sudor y casi sin

vida, que continúa llamando a su abuelita desesperadamente. Mientras, el sonido

ambiente advierte por la frecuencia de incendios de pólvora que se escuchan

explotar, que se acercan las doce de la madrugada, hora en que se celebra el

nacimiento de cristo.

3.5.9 El agua y el fuego se funden en la pantalla

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Ilustración 42 Escena final, Film La vendedora de rosas

Pero lo que vamos a presenciar no es nacimiento de Cristo, sino la muerte de

Mónica y el Zarco. En el primer fotograma el Zarco irrumpe en escena y reconoce a

Mónica en su delirio. La aborda de forma violenta de inmediato la empieza a agredir

para que le devuelva el reloj. Mónica se defiende descoordinadamente mientras el

fuego que sostiene en su mano domina el encuadre y parece agredir la retina del

espectador quemando la pantalla. El zarco le da patadas sin compasión hasta que

la pólvora se le cae de las manos y vemos como se extingue el fuego en un charco

de agua. Es el encuentro fatal entre las dos dimensiones, el agua devoradora (El

Zarco) y el fuego delirante (Mónica). Este encuentro dirige la mirada del espectador

hacia dos callejones: la libertad del sueño de Mónica y la sed de venganza del Zarco;

ambos constatan que la realidad, en su miseria, promueve un desprecio por la vida

humana.

3.5.10 La muerte de Mónica

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Ilustración 43 Escena final, Film La vendedora de rosas

Mientras la última llama se extingue, otra se enciende en la fantasía de Mónica

donde se pone en pie y alegremente ve a su abuelita que por fin le extiende los

brazos para recibirla. Ella imagina abrazar a su abuela, siendo que, en realidad, está

tratando de aferrarse a la vida abrazando las piernas del zarco. Lo real interrumpe

nuevamente el delirio y suponemos fuera de campo como el Zarco la apuñala

dándole muerte. Un paralelismo contrasta nuevamente las formas de ser de Mónica

y Zarco. Si Mónica sostiene una chispita para adentrar en su imaginación; el Zarco

sostiene su cuchillo ensangrentado para dar muerte.

3.5.11 La muerte de El Zarco

Ilustración 44 Escena final, Film La vendedora de rosas

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Simultáneamente, al Zarco también lo alcanzan los miembros de su pandilla para

matarlo. “Don Héctor”, jefe de la pandilla, está llamado a mantener la armonía del

grupo, en la que su rol es mantener una relación entre paternal y Gansteril, en la

que intenta convivir los miembros y con los vecinos dando muestras de lealtad. Sin

embargo, es el dueño del revólver, cuando el Zarco se desvía de la norma atacando

a un miembro de su propio grupo, se convierte en objetivo. Resuena en la retina del

espectador el primer plano del niño más pequeño de la pandilla disparándole con

placer al Zarco. La escena refuerza la atmósfera escabrosa donde la infancia está

condenada al eterno retorno de la miseria y la muerte. Nuevamente, de forma

violenta, se refuerza la imagen de la perdida de la esperanza en el mundo de la

infancia.

3.5.12 El final feliz para la protagonista, pero triste para el espectador

Ilustración 45 Escena final, Film La vendedora de rosas

Al final, el deseo de Mónica de reencontrarse con su abuela la arrastra a la muerte,

justo en el clímax de la noche de navidad que no deja agredir al espectador con sus

múltiples estallidos de pólvora y música celestial “en crescendo” que anuncian que

son las 12 de la madrugada, hora convencional en la que se celebra el nacimiento

de Cristo. Pero, en este caso, la pólvora anuncia la muerte de la protagonista, y la

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música celestial, su simbólico ascenso al reino de los cielos. El mundo irreal de su

alucinación, promete más futuro que el que obliga el inevitable paso del tiempo para

los niños que como ella, no tienen futuro. La vemos dirigirse hacia su abuela, pero

primero, como en la escena inicial, la cámara enfoca sus “pies descalzos”, (símbolo

su vulnerabilidad que refuerzan el punto de ignición), luego el feliz abrazo y

finalmente la caída, enfocada desde lo alto, que difumina la frontera entre su

ensoñación y la realidad.

Es un final feliz para la protagonista y triste para el espectador, pues evidencia como

la noche más festiva para la sociedad en general, la navidad, deviene la noche de

la desesperanza y la indiferencia, que desafía la incapacidad de los adultos, por

mantener un sistema donde los niños mueren de tristeza. El valor de conceptos

como la amistad, el afecto, el amor por los seres queridos, al final persisten como

los motores de cambio, por esto Mónica muere feliz, pues encuentra el abrazo de

su abuela.

3.5.13 La explosión de la infancia

Ilustración 46 Escena final, Film La vendedora de rosas

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También en paralelismo con la escena inicial, Mónica ve como la pólvora asciende

al cielo. La cámara nos presenta una última visión subjetiva de Mónica: su mirada

aún arde sin que haya más pólvora que justifique la presencia del fuego, quema el

encuadre en primer plano. Mónica muere, lentamente cierra los ojos y, sin embargo,

el espectador asume su ángulo de visión y observa en segundo plano como la

pólvora asciende y finalmente explota en el cielo. Esa última explosión agrede al

espectador que se da cuenta que la muerte de Mónica no es ninguna ilusión: es una

muerte real que simboliza la muerte y el abandono social de todos los niños “pies

descalzos” en la calle. Es una luz que estalla en el cielo y truena en la retina del

espectador con su poética; porque esas explosiones no celebran la llegada de la

navidad, sino reflejan la fugacidad de la vida de Mónica y de los demás actores de

la película, que al igual que la pólvora, mueren cuando su brillo es más

incandescente, es decir, mueren cuando apenas están empezando a vivir. Se rompe

el esquema de representación estilo “cenicienta” donde la niña huérfana

experimenta un sinfín de dificultades antes de alcanzar la felicidad. Presenciamos

en cambio la caída del héroe del relato posmoderno, su inevitable muerte,

paradójicamente representa un espacio de liberación, de felicidad, de prolongación,

de resonancia, una experiencia, una huella de lo real.

3.5.14 La muerte, crudeza de lo real

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Ilustración 47 Escena final, Film La vendedora de rosas

La última secuencia concluye la experiencia cíclica que termina donde todo inicio:

con un plano general del río Medellín. Al inicio atardecía y terminar amanece. La

cámara sigue un desplazamiento en grúa desde el nivel del suelo hacia lo alto,

donde encuadra la figura de la virgen, en plano medio contrapicado. Luego, se

desplaza de derecha a izquierda, hacia el pasado, y como si fuese un personaje, la

cámara asume el punto de vista de la virgen, que observa una calle del barrio donde

unos niños juegan con un balón. La cámara sigue el movimiento del balón que uno

de los niños patea, y en travelling se desplaza hasta llegar al borde del río. Exhibe

con crudeza lo que las “latas” contenían al inicio: los niños que van detrás del balón

y descubren el cadáver del Zarco boca arriba y con los brazos en forma de cruz

invertida.

Sin embargo, los niños no parecen asustados por la presencia de la muerte, al

contrario, se acercan a detallar morbosamente el cadáver. Una vez satisfacen su

deseo, empiezan a gritar anunciando la muerte del Zarco. La cámara se desplaza y

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a pocos metros enfoca otro grupo de niños que juega entre las casas destruidas del

barrio, caminan y descubren el cuerpo sin vida de Mónica. La cámara enfoca

nuevamente la mirada voyerista de los niños, y luego en un travelling hacia abajo

empieza a buscar el detalle sobre el rostro de Mónica. El cadáver de El Zarco

emerge en la orilla cenagosa y llena de basura del río Medellín; mientras que cuerpo

de Mónica es hallado entre las ruinas de lo que era su hogar. Finalmente, en un

último fundido aparece la Luna como símbolo siniestro que rige la noche y se firma

con un último enunciado la influencia de Hans Christian Andersen para la

composición del film: Hace 150 años, Hans C. Andersen escribió sobre estas

mismas niñas en un cuento titulado “La vendedora de cerillas”

El final condensa a nivel simbólico la crudeza de lo real. La estatua de la virgen es

solo una figura inerte que observa desde lo alto los cuerpos muertos de ambos

protagonistas. Sus muertes son reveladas por las miradas infantiles ya

anestesiadas por la violencia. Sin embargo, hay una diferencia importante. Mientras

el cuerpo de Mónica es hallado en aparente paz, entre las ruinas de un hogar sin

techo, el cuerpo de Zarco es revelado en el río que abre el relato y que a lo largo de

la narración ha funcionado como elemento devorador y desencadenante de

suciedad y locura. La muerte de Zarco y Mónica, metafóricamente signan la perdida

de los valores trascendentales. El zarco, sucumbe en forma de una cruz invertida:

referencia evidente al anticristo. Su muerte no tiene nada de sagrado pues

literalmente es hallado entre la basura. El encuadre lo describe como un “desecho

humano”, al igual que miles de colombianos que fueron arrojados a los ríos, luego

de ser asesinados tras décadas de violencia. Por el otro lado, el cuerpo de Mónica,

hallado entre los vestigios de su hogar, representa la caída de la familia como

institución. Mónica perece en medio de su delirio, siempre ilusorio, pues no tiene

ningún equivalente con el mundo real. El cuerpo del Zarco a ras de tierra

(contrapicado: la pobreza, la basura, el agua del río); se opone a un plano desde lo

alto (en picado: ligado a lo divino) como se descubre el cuerpo de Mónica que figura

un ángulo óptico desde una perspectiva área de la realidad. Sin embargo, ambos

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cuerpos son revelados por mirada infantil que va al encuentro con la mirada del

espectador, para que ocupe momentáneamente el lugar de la miseria y la muerte.

4. CONCLUSIONES

Luego de focalizar la mirada en la “reconstrucción de la experiencia del espectador

del film La vendedora de rosas”, la tesis permitió constatar cómo la experiencia

subjetiva reflejada en la enunciación fílmica de los actores naturales (a través de la

crudeza de sus sueños, sus traumas y en definitiva a través de la pérdida de su

infancia), manifiesta de manera importante la necesidad de inscribir este tipo de

investigaciones dentro de los estudios de comunicación y medios para formular

desde allí, una metodología de análisis que encarne la comunicación visual. Es

decir, que involucre al cuerpo como experiencia necesaria del sujeto dentro de una

sociedad cada vez más estimulada por los lenguajes de la imagen. Se planteó un

análisis, que más allá de ver a las imágenes como instrumentos técnicos,

discursivos o pragmáticos; propone una lectura al pie de la letra que transita sobre

la materialidad textual en términos de expresión semiótica, pero también deseante

y pulsional, marcando la dimensión simbólica en contextos representativos y

connotados de experiencia, como lo revela el análisis desarrollado en el film La

vendedora de rosas.

La reconstrucción de la experiencia del espectador del film permitió adentrarse en

las imágenes e interrogarse sobre los “por qué” y los “cómo” de la enunciación

fílmica construyen un universo emocional, de niños y jóvenes marginales que están

condenados a morir desde muy pequeños en la cultura de la violencia. Son

personajes posclásicos, (según la conceptualización llevada a cabo por Jesús

González Requena), es decir, anti-héroes, que más allá de ser simples justicieros o

revolucionarios con metas concretas dadas por un padre simbólico; compadecen

como víctimas el sinsentido y la propia desazón de vivir y morir en un mundo que

ya no cree en los mitos fundantes, ni en la posibilidad del bien común. En su mayoría

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son personajes psicopáticos propios de la posmodernidad, que conciben al delirio

como una forma de evasión. En este sentido, El film, más que ofrecer alternativas o

vías de escape a nivel simbólico, alimenta al espectador con imágenes centradas

en la corrupción de pulsiones visuales como el sexo, la violencia y la muerte,

altamente convocantes para el espectador contemporáneo.

Como lo evidencia el análisis, los personajes del film son marginados, perdedores,

hijos de la calle, que se encuentran permanentemente dominados por el delirio, la

rabia y la frustración de no tener hogar. Buscan que alguien los escuche o responda

su necesidad de afecto. Van a la deriva replicando conductas violentas, erráticas y

a veces tragicómicas, donde se ven obligados a cometer crímenes para sobrevivir.

En ese sentido, el film sin duda alguna es chocante, violento y grosero. Está

pensado para herir susceptibilidades. Gaviria enfrenta al espectador para plantearle

otras nociones sobre lo que es la familia, la religión, la educación y el optimismo que

pueda tener frente a las instituciones del Estado, que el en contexto marginal que

representa el film es inexistente. La soledad y la tristeza de los personajes, tiene su

correlato en el abandono Estatal, social y familiar. Es una visión cruda y real de una

infancia que más allá de ser una representación de un fenómeno social, compone

un punto de vista subjetivo, un punto de ignición.

El film claramente logra entablar comunicación con el espectador recreando un

esquema literario (que hace parte un imaginario social, los cuentos infantiles, la

navidad); pero desde la mirada vulnerable de un grupo de niños que, como actores

naturales, realmente no tienen hogar. El espectador experimenta lo real de la

violencia, la falta de afecto, y el olvido. El film logra que el espectador sufra esa

interrogación y experimente la interpelación de esos niños a través de los avatares

de sus deseos.

En el cine de Gaviria, lo cotidiano es una forma emocional de contar esas

experiencias. Expresadas desde la materialidad particular de los lenguajes del

cuerpo, el espacio y los silencios, otras formas de comprender la cultura, la identidad

y el territorio. Acudiendo a la argumentación derivada de reflexión de Lizardo

Herrera (2009) sobre Deleuze, se crean “líneas de fuga” en el discurso hegemónico

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que ponen en evidencia las contracciones que compadecen conceptos como “la

modernidad” o “lo marginal”. De cierta forma, el cine de Gaviria, a través de la

identificación y el complejo método de voluntad realista, lo que busca es que el

espectador experimente las contradicciones o las asimetrías económicas y sociales

del mundo contemporáneo, no como categorías conceptuales, sino como vivencias

cotidianas. Los individuos del film experimentan “su” modernidad como una crisis

cotidiana, donde se mezclan el dolor personal y colectivo, la desintegración familiar,

el hambre, la frustración por el desempleo, la violencia en la calle, o la falta de hogar,

de toda una época.

La metodología de análisis textual permite revelar que Víctor Gaviria, a través del

film La vendedora de rosas, más que pretender explicar, denunciar o argumentar

las razones de estas crisis, compone una emocionalidad que ilustra para que el

espectador experimente y comprenda el modo en que se manifiestan “las huellas

de lo real” en los cuerpos infantiles y en el corazón de los seres invisibles de la

ciudad. De este modo, los filmes y específicamente La vendedora de rosas, más

que pretender ser un tipo de categoría social, cultural o estética, respecto de las

cuales se podría construir un discurso, busca ilustrar casos para que el espectador

los transite, palabras como marginalidad, delincuencia, pobreza… Adquieren

sentido dentro de la experiencia subjetiva.

De este modo, las vivencias del Mónica o el Zarco más que representar un concepto,

categoría teórica o sentido ideológico- político, convocan desde la emocionalidad

de sus experiencias. Ellos no convocan ninguna movilización de clase, (aunque

tengan plena conciencia de las asimetrías del sistema), no buscan ser redimidos, ni

salvados, solamente ser escuchados. Envés de servir para identificar tendencias,

sirven para movilizar experiencias y testimonios. No como grandes expresiones

universales, sino como experiencias particulares que se caracterizan por ser

diversas. Lo sentimental prima sobre lo ideológico, lo político o lo argumental. Las

vivencias y emociones de los sujetos marginales dotan de sentido la experiencia

subjetiva. En estos sentidos, el potencial de las imágenes como lugares donde

transita la emoción y el deseo, no puede quedar relegado.

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Como hemos dicho, la experiencia subjetiva es compartida en la medida que el

espectador de La vendedora de rosas, asume un compromiso o una posición crítica

frente la reflexión por un futuro de la infancia en Colombia. La postura del

espectador, depende del grado de identificación. Diferenciarse de un “nosotros” (los

espectadores) a un “otros” (los niños de la calle, los seres marginales), muestra las

distintas relaciones vivenciales y emotivas que construyen la experiencia de los

sujetos marginales representados. Identificarse con los “otros” es ponerse en el

lugar de la infancia huérfana, delincuente, drogadicta y sin hogar, que lucha y trabaja

diariamente para subsistir. Experimentar la dimensión subjetiva de estos personajes

y sus contextos, es abandonar la monotonía cotidiana, y adentrarse en imágenes

donde el licor, la mariguana y el sacol, ayudan a soportar el hambre y el sinsentido

de la violencia en la calle.

Tema fundamental para un país como Colombia, donde históricamente se han

corrompido las identidades de la población, a través de fenómenos como la

violencia, la pobreza, el atraso social, económico y cultural, entre otros. Contexto en

el que se enmarca el film La vendedora de rosas, y desde el cual, invita a la sociedad

a pensarse, reconstruirse y tomar posición. Sobre todo, en lo referente al universo

infantil, tópico que se erige como uno de los más estratégicos para reflexionar el

futuro. Como explicábamos en el capítulo 3, la trama del film, desarrolla episodios

irracionales y no lineales, dados en gran medida por el azar en la vida cotidiana,

donde la alucinación y los sueños, como expresiones de los deseos, son acciones

esenciales para recomponer el mundo y el hogar de los personajes. Mónica y los

demás niños que actúan y viven el film, no quieren experimentar lo real. Ellos se

sienten seres “desechables”, expulsados por la sociedad. Debido a esto, su táctica

es evadirse, postergar la fatalidad mediante la fantasía, es su respuesta escapar

para sobrevivir a lo real donde no encajan. Sus vidas, como poéticamente signa la

pólvora y el fuego, son fugases. En el caso de Mónica, ella busca evadirse con su

abuela fallecida, (que transfigura a la virgen María, madre y protectora de las

sociedades latinoamericanas); pero, sobre todo, en la mirada del espectador, que

es a quién está dirigido el film para que se identifique con la fragilidad e inseguridad

de sus marcas emocionales.

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Los “intelectuales contemporáneos”, como asevera Julián Salcedo para referirse a

Víctor Gaviria, son llamados a darles voz a los subalternos para que la sociedad

redescubra sus vínculos más allá de los estereotipos de la cultura letrada tradicional

(Julián Salcedo, 2010). ¿Es posible darles voz a quienes están condenados a la

posición marginal y subalterna? Los discursos científicos y racionales ayudan a la

comprensión. Sin embargo, reducen la complejidad de los fenómenos culturales y

sociales a perspectivas academicistas que solo individuos con formación

especializada son capaces de comprender.

El trabajo cinematográfico realizado por Víctor Gaviria, en cambio, tiene el potencial

de adentrarse en las dimensiones, sensoriales, afectivas y deseantes de sujetos

particulares. Su lenguaje, o mejor, “el parlache”, como lo definen Jáuregui y Suárez,

es la principal marca de identidad entre los actores naturales; pero también, la

principal distancia entre los ojos del espectador y las imágenes, pues acuden a

experiencias que son intraducibles. La responsabilidad ética, según Jáuregui y

Suárez (2002), es la apuesta de Gaviria para superar esa distancia. La

coparticipación de los actores en la narración fílmica, en ese sentido, es la búsqueda

por componer un proyecto común con el otro, más allá del paternalismo o la

predisposición jerárquica que implica la traducción. Según el propio Gaviria, el

respetar el lenguaje los niños de la calle, es respetar su mundo. Su cine, por tanto,

se trata un tipo de representación fundada en la ética y la observación mutua.

De este modo, el capítulo 3, se concentró en trabajar con las imágenes del film para

describir y caracterizar la relación sentimental que tienen los personajes con el

entorno y los medios que tiene la ciudad para reconstruir lo social, como experiencia

afectiva sobre cómo los sujetos experimentan las modernidades latinoamericanas.

La ciudad, Lejos de proyectar el poder del imperio, la efectividad de la tecnología y

la “razón letrada” como sinónimo de progreso; acude a la cotidianidad de los

personajes para trastocar lo público y lo privado a través de los sentimientos. Es la

ciudad de los niños “pies descalzos” que no tienen hogar. En la calle, se viven las

relaciones filiales, se reza y se recibe educación, pero todo a un ritmo frenético. El

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espectador que no experimente estas sensaciones, queda condenado a la

objetividad del discurso y al sentido tutor.

El método de análisis textual, en esta medida, permitió hacer un acercamiento al

lenguaje afectivo (corporal) e inconsciente (los deseos) de los personajes, que

permanecen anónimos ante los análisis discursivos o semióticos. La lectura al pie

de la letra y la identificación con el punto de ignición, permitieron darles voz y rostro

a los personajes, enfatizando cómo a través del film padecen sus sentimientos de

soledad, abandono y frustración. Más allá de las crisis económicas y sociales,

operan campos “epistemológicos, simbólicos y culturales” (León 2005. P. 39). Los

conflictos internos de los personajes, desde lo afectivo, permiten hacer la apertura

al mundo exterior. Primero, a través del realismo con que se representa la exclusión

y la marginación social, y segundo, a través de la construcción de una mirada

estética donde se asume un trasfondo político.

La mirada revelada a través del análisis textual, descubre al lenguaje poético del

film La vendedora de rosas, que busca alejarse de procedimientos retóricos y de

militancia política. No llama a la revolución, ni apuesta por una toma de posición

explícita desde el discurso a los conflictos de clase como categorías sociales; pero

si manifiesta un sustrato crítico que interroga al espectador por el compromiso ético

con esos seres humanos, los personajes del film, que viven y atestiguan las

experiencias de lo moderno, es decir, padecen de conflictos afectivos, como los

sujetos debilitados por el contexto social marginal. El método de análisis a través

del punto de ignición, no apela a la acción política para trasformar la realidad social

sino para poner en crisis al espectador para que sufra una transformación interior,

a través del viaje de los afectos y cómo crítica del presente. En La vendedora de

rosas, el punzante efecto de sentido que transmite la frase “Para qué zapatos si no

hay casa” tiene su origen en los recuerdos, ensoñaciones, o alucinaciones, que los

protagonistas padecen para reconstruir la memoria que alude a la añoranza de un

hogar, una familia, y una madre que los proteja. En suma, es resultado deseable,

que el espectador haya podido lograr su propia regresión infantil, involucrando su

vida adulta en el intento. En ese sentido, el film no ofrece ninguna promesa de

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trasformación, huida, o mejoramiento. Por el contrario, expone un presente

degradado por la droga, la violencia y la muerte, que obliga a la emocionalidad a

refugiarse y a abrirse paso por las difíciles experiencias de lo real, donde al final, la

única resolución es vivir la experiencia de la muerte.

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