raimundo gómez, caminante de los montes

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2 3 Palabras Previas Cuando pensamos nuestro pasado, pensamos ante todo en nuestros viejos y en nuestras viejas. Recordamos a aquellas personas que le han dado forma a esto que somos y a esto que seguimos haciendo para cambiar lo que somos. Así vamos llenando la Memoria de nombres, caras y sentidos; de identidad la llenamos. Recordar es volver a pasar por el corazón. A más de 20 años de existencia del MoCaSE sentimos que era necesario empezar un trabajo de reconstrucción escrita de eso que está presente en nuestros relatos, en nuestras charlas, en nuestros encuentros; las historias de esos viejos y viejas que son como padres y madres, que nos guían, que nos marcan rumbos. Algunos, como Don Raimundo, ya no están físicamente, pero sí sus palabras, sus enseñanzas. Este cuaderno, el primero de la serie de viejos sabios y viejas sabias del monte, ha sido pensado alrededor de los recuerdos y la figura, las palabras y los pensamientos de don Raimundo Gómez. Como nos dice Ángel, “la sabiduría es justamente elegir lo que está lejos de lo que ata al hombre de las posesiones, la sabiduría es liberación, la sabiduría es volar, la sabiduría es desprenderse siempre, la sabiduría es la alegría, la sabiduría es la poesía, los sueños, eso es ser un viejo sabio, un tipo o una tipa que de repente con su mirada, con sus ojos, con su forma de vivir, te dice que la alegría no está puesta en las cosas, ni cuánto tengo,

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Page 1: Raimundo Gómez, caminante de los montes

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Palabras Previas

Cuando pensamos nuestro pasado, pensamos ante todo en nuestros viejos y en nuestras viejas. Recordamos a aquellas personas que le han dado forma a esto que somos y a esto que seguimos haciendo para cambiar lo que somos. Así vamos llenando la Memoria de nombres, caras y sentidos; de identidad la llenamos. Recordar es volver a pasar por el corazón. A más de 20 años de existencia del MoCaSE sentimos que era necesario empezar un trabajo de reconstrucción escrita de eso que está presente en nuestros relatos, en nuestras charlas, en nuestros encuentros; las historias de esos viejos y viejas que son como padres y madres, que nos guían, que nos marcan rumbos. Algunos, como Don Raimundo, ya no están físicamente, pero sí sus palabras, sus enseñanzas.

Este cuaderno, el primero de la serie de viejos sabios y viejas sabias del monte, ha sido pensado alrededor de los recuerdos y la figura, las palabras y los pensamientos de don Raimundo Gómez. Como nos dice Ángel, “la sabiduría es justamente elegir lo que está lejos de lo que ata al hombre de las posesiones, la sabiduría es liberación, la sabiduría es volar, la sabiduría es desprenderse siempre, la sabiduría es la alegría, la sabiduría es la poesía, los sueños, eso es ser un viejo sabio, un tipo o una tipa que de repente con su mirada, con sus ojos, con su forma de vivir, te dice que la alegría no está puesta en las cosas, ni cuánto tengo,

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ni cuánta plata tengo ni cuánta riqueza tengo ni cuánto lujo tengo, la sabiduría está en que la vida pasa por otro lado.” Y entonces ahí vamos, a buscar la poesía y el vuelo y decidimos, desde el grupo de Memoria Histórica del MoCaSE VC, trabajar dos entrevistas con don Raimundo, la primera una que le hacen una chicas de ¿Buenos aires? y otra que le hicimos a mediados de 2007. Esas dos entrevistas las hemos fusionado y editado y dan como resultado las palabras del viejo que llevan como título Raimundo Gómez, caminante de los montes.

Como primera parte, compartimos una entrevista que hicimos con doña Mirta y Ángel, para que nos contaran sus impresiones y sus recuerdos, durante un plenario del MNCI en septiembre de 2011. Buscábamos contar lo que el viejo hacía acompañando sus palabras, relatado en otros y otras, en aquellos donde él vive hoy, desde aquellos desde donde ejerce su activa y profunda militancia.

Hemos pensado este cuaderno como un apéndice de las memorias colectivas de las comunidades del MoCaSE. No buscamos realzar figuras ni crear mitos, sino mostrar los caminos que algunos y algunas han tomado, no para copiarlos, sino para mirar cómo han sabido vivir y lo que han hecho por los demás. Conocer los pasos de estos sabios y sabias

nos ayuda a seguir construyendo la senda por la que las comunidades caminan y entender porque están de pié y hacia donde se dirigen. También nos ayuda a contar quiénes somos y de dónde venimos.

Son destinatarias de este cuaderno las personas jóvenes, las personas que luchan en cualquier parte y en todo momento, las que tienen voluntad de justicia y no se resignan a que este sea el único mundo posible, y día a día trabajan para construir uno nuevo y mejor.

Grupo de Memoria Histórica del MoCaSE V.C.,

octubre de 2011

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Como nos organizamos

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MoCaSE) es un Movimiento provincial que surge en agosto de 1990, a partir del trabajo conjunto de diferentes organizaciones. Su acta fundacional, redactada en Quimilí el 4 de agosto de 1990, plantea el objetivo de “buscar soluciones a problemas comunes, ser representantes de los campesinos ante las autoridades, apoyar las peticiones de cada una de las organizaciones que lo integran respetando su autonomía, promover la capacitación en cooperativismo y gremialismo, y mejorar la calidad de vida de los pequeños productores”.

En 1999 se realiza el Primer Congreso del MOCASE, donde se empiezan a manifestar ciertas diferencias de funcionamiento y en 2001 se produce una ruptura, con una Asamblea en la ciudad de Santiago que da lugar al nacimiento del Movimiento Campesino de Santiago del Estero – Vía Campesina (MoCaSE-VC), en el documento definido allí expresan: “Nosotros hemos decidido que queremos un MoCaSE horizontal, participativo, sin presidencialismo, que funcione con secretarías, que siga el mandato de las bases, no queremos un MOCASE de oficina, ni servil al gobierno, queremos una organización de lucha y resistencia, en la construcción de una sociedad justa. Queremos que en el MoCaSE se tomen las decisiones por consenso, con una dirección colectiva, donde

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todos seamos iguales, dirigentes, miembros de las bases, técnicos, que cada uno tenga su rol dentro de la organización. Queremos que se respeten las conclusiones del congreso del MoCaSE”.

El MoCaSE-VC nuclea a nueve centrales campesinas: Quimilí, Pinto, Copal, Las Lomitas, Fucau, Sol de Mayo, Tres Fronteras, La Simona, Unidos del Norte y Tintina. Cada una de ellas reúne, a su vez, un número variable de comunidades de base. Estas últimas se conforman como el nivel más básico de organización de las familias campesinas.

Las campesinas y campesinos participantes del MoCaSE-VC se han dado tres niveles de organización, con instancias propias de reunión, deliberación y acción: las comisiones de base, las centrales y los secretariados o asambleas. Además, existen secretarías que trabajan de manera trasversal sobre problemáticas puntuales y que se encuentran conformadas por miembros de cada central campesina: Salud, Formación, Territorio, Comunicación, Producción y Comercialización.

El MoCaSE-VC forma parte, a su vez, del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) y de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo - Vía Campesina (CLOC-VC), donde el MoCaSE actúa orgánicamente. Y también participa en otras instancias de articulación e incidencia pública de alcance provincial y nacional.

El Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) nace de la articulación política que se da en el marco de la Mesa Nacional de Organizaciones de la Agricultura Familiar en 1996. Y va tomando cuerpo orgánico y político a partir del año 2003, cuando varias organizaciones dan fuerza a la idea de construir un movimiento de carácter nacional y autónomo con desarrollo territorial. Así surge el MNCI, con la Soberanía Alimentaria y la Reforma Agraria Integral como horizontes en el

camino hacia una transformación social, donde no existan explotados ni explotadores. Actualmente, se sigue desarrollando y creciendo como movimiento nacional, con la participación activa de más de 20 mil familias campesinas indígenas y barriales, a través de organizaciones del campo y la ciudad, y una acción territorial que incide en más de 100.000 familias.

La Vía Campesina (VC) es un movimiento internacional que nació en 1993 y agrupa a millones de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, pescadores artesanales, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Defiende la agricultura sostenible a pequeña escala como un modo de promover la justicia social y la dignidad. Se opone firmemente a los agronegocios y las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la naturaleza. La Vía Campesina agrupa a unas 150 organizaciones locales y nacionales en 70 países de África, Asia, Europa y América. Es un movimiento autónomo, pluralista y multicultural, sin ninguna afiliación política, económica o de cualquier otro tipo. La Coordinadora Latinoamérica de Organizaciones del Campo (CLOC) se constituye formalmente en el congreso realizado en febrero de 1994, con la participación de unas 84 organizaciones procedentes de 18 países de América Latina y el Caribe.

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Antes, unas palabras sobre el Viejo

Mirta Coronel: El viejo Raimundo era mi suegro. Yo muy jovencita estuve, estoy con mi marido. Al poco tiempo que yo me casé con su hijo el Ñato, ya empezamos esto, con la comisión campesina. Primero era Ashpa Sumaj. Y él comenzó, comenzó a andar, conoció al Ángel. Pero él siempre, antes, buscaba para la comunidad, no para él. Le preocupaba muchísimo los problemas de la comunidad. Porque él ha pasado por un momento de su vida, de muy joven, de muy niño, los problemas que él tenía, que eran muy fuertes. Él nos contaba. Quedó huérfano, muy chiquito, de la mamá. Quedó con el papá y sus hermanos más chicos y tenía que trabajar a la par del padre para poder mantener a los más chiquitos.

Entonces, cuando tuvo 13 años, me contaba que él salió de la par de su padre, a trabajar, hizo su vida, una vida muy dura, porque se trabajaba en los obrajes, hachando. Después iba a cosechar en el Chaco, andaba 6, 7 meses, me contaba, fuera de su casa y cuando volvía, todo lo que había trabajado, todo lo que había hecho, traía para su papá, a compartir con él.

Después se casó, hizo su familia, trabajaba, pero siempre le ayudaba a su papá, nunca lo abandonó. Y tenía su familia ya. Tenía su casa, hizo su hogar, trabajaba bastante. El viejo era muy trabajador, muy trabajador. Se levantaba a las 5 de la mañana, a tomar unos mates y apenas quería

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aclarar, ya se iba, sea con el hacha, sea con la maleta, sea con la azada, sea con la pala, se iba a laburar. Cosechaba algodón.

Nunca faltó la comida en el rancho, él tenía una casa de madera, era un rancho de tierra. El Ángel lo conoció ahí.

Y le preocupaba muchísimo, porque en Saladillo no había escuela, y a él le preocupaba mucho, la educación de los niños, porque él no sabía leer. Bueno, sea que sabía algo, pero no sabía escribir, era una cosa… ¿cómo puede imaginarse? ¿cómo puede saber leer y no poder escribir? Porque él nunca había ido a la escuela. Él aprendió a leer porque se fue al Chaco y por unos amigos, unas amigas, ellos le enseñaron. Me contaba que eran unas chicas alemanas que trabajaban en la cosecha y ellas, dice, que le decían: “vos tenés que aprender siquiera a leer, a algo, porque no podes andar así sin saber.” Y los documentos él ha ido a sacarse a los 18 años recién. No tenía documentos y me contaba, él decía y a veces también hasta lloraba, lo que le preocupaba por los niños de Saladillo, porque ya éramos bastantes en Saladillo y era la escuelita a 10 kilómetros la más cerca y los niños no podían ir.

Entonces él se fue a Santiago, hizo un viaje a Santiago. Y como no teníamos conocimientos ese tiempo, ¿donde íbamos a ir a pedir la escuela? Se iba a casa de gobierno. Hizo dos viajes y ahí cuando estuvo en casa de gobierno, esperando una audiencia para hablar con el secretario, dice que llegó un obispo, ahí y le preguntó qué estaba haciendo, qué estaba esperando. Y él ahí le comentó. Como a él le gustaba hablar, con uno, con otro, entonces él le explicó. Y tenía un papel en la mano, era una nota que llevaba que él había hecho en el Saladillo, pidiendo la escuela.

Entonces dice que le dice, “pero mi hijo, aquí no tienes que venir a pedir la escuela, tienes que ir al ministerio de educación. Pero hablá con el secretario, y después dejá la nota y después vete ahí”. Y bueno, de ahí él preguntando, preguntando, llegó y ahí volvió a dejar la fotocopia de esa nota. Entonces mandaron a decir, que sí iban a aceptar de mandar un maestro, pero la escuela se tenía que hacer la población, una escuela rancho, porque no había plata para hacer la escuela, sino solamente un maestro. Entonces él aceptó ahí nomás, que sí, vino, hizo una reunión con todos nosotros, las familias y dijo, que bueno, que teníamos ese proyecto para hacer el rancho. Cada familia tenía que trabajar en eso. Entonces se hizo la escuela rancho, él fue otra vez, tramitó por maestro, vino una maestra y ahí lo conoció al Ángel, cuando el Ángel hizo un flete, para llevar unas chapas porque se ha volteado el rancho.

Era muy fuerte, es muy fuerte, la historia del viejo Raimundo. Por eso lo que nos dejó, lo que me dejó a mí, al Ñato y a mis hijos: no podemos abandonar esto. A veces Ñato me dice: “eh, ya estoy…, no se…”-dice, me decía él 15 o 20 días antes cuando tenía que participar de las reuniones “bueno…, qué se yo”. “Pero Ñato -le digo- lo que nos dejó el viejo, no podemos dejar”, el dejó su vida en el MoCaSE, en la organización. No buscaba para él, lo que él conseguía era para todos. Y cuando había un problema, cuando iban con la camioneta, que a veces

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no había nafta, no teníamos a veces para tomar mate cuando se empezó la comisión, pero él no se hacía problema. Si tenía que ir caminando desde Saladillo, a hacer dedo para llegar a Quimilí, se

lo iba, hacía calor, frío, llovía, él estaba en la reunión. Para volver lo mismo, a veces conseguían un poco de nafta y Ángel lo traía, a veces llovía y se quedaban en el camino, y él era todo joda, risa, o por ahí venía alguien y decía “pero viejo, como vas a andar así, esa organización no te va a servir” y él, no tenía problema. Seguía, seguía. Y nos decía a nosotros, “si ustedes dejan la organización, vayan sabiendo que van a terminar en una villa miseria. No van a tener nada para sus hijos. Ustedes tienen que buscar para ustedes, no tienen que ser peones de nadie”. Se peleaba con la comisión en el Saladillo, me acuerdo, con Mundito, que después seguían ellos, con el Ñato, con el Rito. Después se hizo una carpintería en Saladillo y él intervenía a veces. Él no tenía nada ahí, vamos a decir, no participaba en una comisión que habían hecho para trabajar, pero él iba y les decía a ellos, “ustedes no tienen que trabajar así muchachos, esto es así, así”. A veces se disgustaban, se peleaban y él les decía “no van a ir lejos con eso, así tienen que hacer”. Él no sabía, el número uno lo conocía, ha visto, pero no sabía más de eso, pero él les decía como eran las cosas. Y él se peleaba ahí, se disgustaba, pero cuando salía de ahí, eran sus hijos, sus compañeros, su hermano.

Con la Julia, la mujer, la señora, la esposa, ella era una buena compañera de él. Ellos nunca, de lo que yo me casé, ella estaba trabajando en Buenos Aires, ellos siempre han estado aparte. No porque se peleaban, no porque eran separados, nada. Pero ellos sí trabajaban. Él me decía, “ella quiere ir, hacer su vida… yo la dejo, cuando quiera volver va a volver a la casa.” Pero siempre estaban comunicados. Después ella ha vuelto y él andaba en esta comisión. Ella a veces, hasta 10, 15 días se quedaba sola, con nosotros. Se criaba gallinas, se criaba chanchos, atendíamos el

sembrado, a veces les tocaba ir a los dos, con el Ñato, a las reuniones. Nos quedábamos nosotros con ella, a cuidar las cosas. A veces ellos llegaban a las 3, 4 de la mañana, tenía que levantarse, hacerles el mate o hacerles algo de comer y para ella era una alegría que ellos vengan. O gente que venían, venían a la casa de él y él era un personaje. Él preguntaba todo, quería enterarse de todo y opinaba y eso nos dejó a nosotros como historia. Nos enseñó que cosita que consigamos, tenemos que compartir, como comunidad, como compañeros. Si vos tienes un problema, estoy en mi casa, te tengo que ir a ayudar, él era así, no se quedaba sentado, diciendo “no, el problema es de aquel y yo no estoy”, no, él iba, aunque no fuera nada de él, pero si iba y por eso le gustaba esto… una vez iba a hablarlo, dos iba, a veces tres veces, hasta que lo hacía que escuche. por que la sacarias? Y a él le preocupaba mucho los jóvenes, los niños y me decía, “ustedes tienen que buscar para sus hijos, para el futuro que viene, porque van a venir muchas cosas más fuerte, más adelante”. Aquella vez cuando él vivía en Pozo del Toba, a él lo desalojaron, lo sacaron y el decía “ya yo me saqué las vendas de mis ojos, me puse en mi cabeza que no, que tenemos que unirse para poder pelear aquí en el Saladillo y quedarse, porque sino vamos a terminar en una villa miseria”.

Así era el viejo. Y hasta el último día. Estaba en el hospital, yo lo había llevado para hacerlo ver de los pulmones, porque tenía tos. Estábamos los

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dos nomás, Ñato andaba con la Julia porque tenía que cambiar el marcapasos. Estábamos dos en la sala, vino la enfermera, puso el suero, yo le avise todos los medicamentos que tomaba, todo

¿ha visto? Y cuando a él le estaban poniendo el suero me dice, “arrimate y sentate”. Yo me senté al lado de él. Me dice “mi hija, te encargo de la Julia y del Brian”. “¿Por qué hablas así viejo? -le digo-, te van a poner para que te compongas y ya después vamos”. Y me quedó mirando y me dice “lo único que te encargo es que sigas en la organización. Que hagas por tus hijos, por tus nietos y por el Brian” Y bueno, vino la enfermera, salió ella y él se fue. Me dio esas palabras. Nunca lo voy a olvidar, del viejo… me duele a veces, recordarlo, porque lo vi y se terminó en mis brazos, voy a decir.

Él de allá quizá me estará mirando, me estará guiando, nos estará guiando, a todos los que lo hemos querido, a todos los que lo recordamos. A veces cuando me dicen “tienes que ir a tal lado”, yo esa noche lo sueño, aunque no lo crean, las veces que le conté a mis hijos, cuando me levanto les digo “soñé al abuelo” y el que sigue la historia de mi viejo, voy a decir, es el chico mayor, Lucas -Macho, que le decimos- él siempre se acuerda del abuelo. Cuando yo le digo que lo sueño, se hace una escapada y se viene a donde él está sepultado a prenderle una vela. “Mami -dice- yo me voy a ir a prenderle la vela al abuelo, vos lo has soñado por algo.” O si no puede venir, en la casa.

Cuando me avisaron que teníamos que venir, a hablar sobre Raimundo, le digo al Ñato. “Vamos los dos”, me dice. Él no vino porque no es que no quiso venir, había problema con el agua, había problema con los animales, entonces se quedó. “Vete -me dice-, si vos sabes la historia de él, lo conoces desde que ha empezado”. Y él a veces me hacía reír, porque decía, “todos los de aquí son machistas”, “¿por qué dices así

viejo?”, le decía yo, “si -decía- no ves que son una manga de carneros. Pero son machistas, es así”. Yo lo recuerdo. Y eso nos hacía reír. En las reuniones, en plena reunión, él les decía, porque a veces venían el Mundo, el Rito, venían sin las esposas, ¿ha visto? y las dejaban en la casa. Venía don Serrano, que también participaba y venían ellos, no venían las mujeres. Y él les decía “¿por qué no traen a las mujeres?, machistas, carneros” eso era, ¿ha visto?

Él siempre era de parte de las mujeres, defendía a las mujeres. Él me decía: “yo nací de una mujer y tuve la desgracia de quedarme, 8 años, ya sin mamá y a mi me duele -decía- cuando le rigorean a la mujer, o cuando dicen que la mujer no sirve, cuando la mujer dicen que no sabe nada, a mi me duele eso”. Y siempre le decía a las chicas “no tienen que ser manejadas por nadies, ustedes tienen que opinar”. A doña Alicia me acuerdo que le decía, “déjelo siquiera una vez, al carnero que quede en la casa, como va a venir él a la reunión si él también tiene que aprender algo quedándose en la casa”.

Era muy duro, él si te tenía que decir algo te lo iba a decir, no te iba a andar con vueltas. Siempre nos decía: “si ustedes tienen algo que decirse, alguna cosa esta mal o tu compañero está haciendo mal, tienen que hacer la reunión y decirse ahí las cosas, aclarar todas las cosas y no andar escondiendo, porque eso de esconder le va a servir para peor a ustedes después.”

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Todo eso nos enseñaba, esa disciplina que hoy día, a veces le digo al Ñato, no la estamos cumpliendo. “Reuniones ustedes no tienen que dejarse pasar, uno siquiera tiene que ir a participar,

porque ahí se informan todo lo que está pasando.” En las enseñanzas el viejo ha sido, no sé, de las mejores, nos ha dejado una formación. “Si hay un problema en la comunidad, si viene alguien, la quieren desalojar o entran en su territorio, ustedes como comunidad tienen que resolver ese problema. Ustedes tienen que enfrentarlo, no esperar que venga no se quién, a resolver sus problemas de ustedes. No, ustedes como comunidad, compañeros, tienen que encarar ese problema. Para eso están organizados, para eso están unidos.” Y esto explicaba… se pasaba horas en la reunión explicando las cosas. Y nosotros nos tomamos eso. Nosotros tenemos problemas en la comunidad, que entra alguien, o que viene alguien, nosotros somos los que vamos adelante. No vamos a la Central, por más que sea que estén ahí adentro. Dos veces los sacamos, nosotros nomás. Ellos han sabido, pero después que ya los habíamos sacado a los tipos. Ahora, si vemos que es grave, sí. Él todas esas enseñanzas nos ha dejado. Todo eso.

Y bueno, espero que no solamente al Saladillo, sino a las comunidades del Lote 4, todas las que están rodeadas en Quimilí, el viejo ha andado con ellos, con Pablo Aranda, con el Beco, con la mamá del Beco, todos ellos conocen el viejo lo que era. Han luchado juntos. Yo creo que al viejo no lo han conocido muchos, como ahora se conocemos de varias provincias. De varios países no lo han conocido mucho al viejo, pero sí los que estamos de esa época, sabemos lo que era, lo que nos ha dejado. Por eso lo valoramos, todas las enseñanzas que nos ha dejado.

Con el Ángel han sido, no sé, mejor que un hermano. Ellos se sabían todo lo que estaba pasando. Se puteaban, se peleaban, pasaban noches hablando, con la Flaca… una historia muy fuerte para nosotros. Esto lo estoy haciendo por él, porque dentro de mí yo siento que todo lo que él ha dejado, lo tenemos que hacer nosotros cumplir, ese compromiso. Quizás personalmente no esté aquí, pero si espiritualmente, yo por lo menos siento que él está con nosotros.

Hasta después, se peleaba con la hija que no está en la Comisión, desgraciadamente y el me decía, “la organización es más que mis hijos”. Él tiene hijos en Buenos Aires, el único que estaba con él era el Ñato. “Para mí –dice-, la organización es más que mis hijos que tengo allá lejos. El único que está conmigo es el Ñato y él lo va a seguir” Y a Macho, mi hijo, él le decía, “compañero, usted tiene que seguir esta lucha, no tiene que abandonar esto porque tiene que ser para usted, va a ser su hogar, aquí en el Saladillo hay lugar de sobra para todas las generaciones que vengan, vivan aquí, pero si ustedes no abandonan esto”. Macho esto se acuerda, porque él ya era mozo ¿ha visto? y él le decía “tienes que tener documento para que puedas viajar, porque la organización, a vos, cuando vos sigas en esto, vas a participar en otros lugares y vas a necesitar eso, vaya a hacer su documento” cuando ya tenía 16 años. “Tiene que conocer, amigo -le decía-, usted tiene que trabajar, y sea hombre, no tiene que esperar de su papá, conocer otra gente, para que sepa lo que es la vida”.

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Todos esos recuerdos, nosotros no los tenemos que perder. Todos esos compromisos que él ha tenido con los viejos luchadores que algunos todavía viven, los tenemos que recordar, la historia del Movimiento, la historia de MoCaSE, la historia de la organización, de la comisión campesina Ashpa Sumaj. A veces uno cuando vuelve a la historia, recuerda muchísimas cosas y valora lo que hay, porque si vos no sabes como han venido esas cosas, como ha venido lo que hoy hay aquí, no lo valoras, porque no sabes la lucha. Yo siempre de Saladillo les peleo, les digo, “ustedes no saben valorar lo que tienen, no van a las reuniones porque no valoran lo que hay”. Porque a veces en la comunidad nosotros nos peleamos también, pero después estamos de vuelta juntos. Peleamos, decimos, porque se decimos las cosas que tenemos que hacer y yo siempre les digo a ellos, a mis hijos, lo que sea, tienen que ir a participar, tienen que cuidar esas cosas, porque eso no ha venido porque el gobernador nos ha regalado… no, eso ha venido porque ha habido compañeros, ha habido viejos que han luchado, sin comer, a veces con sed, cuando hacía calor, 30 kilómetros, 60 kilómetros hacer sin tener un agua fresca para poder tomar, pero ellos lo hacían. Andar mendigando, pidiendo nafta, ¿que necesidad tenían ellos de andar pidiendo nafta, pechando la camioneta, haciendo cosas? No tenían. Pero sí, tenían, para que nosotros tengamos hoy, como dice el santiagueño, a donde caer muerto. Hoy tenemos todo. Todo, digo, porque tenemos para comer, tenemos donde, cuando vamos a una reunión, tener un colchón y acostarnos, taparnos, dormir tranquilos, poder tomar un mate, poder comer un pedazo de pan, hoy tienen todo los jóvenes, pero a veces, cuando uno no sabe de dónde viene, de qué lucha viene, no lo valoramos. Por eso es muy lindo la historia de nuestros viejos, de nuestros viejos que ya no están, alguien que ha quedado con esa historia en su cabeza que lo diga, esa historia tiene que volver, repetirse, para

que los jóvenes sepan como se ha hecho esto.

El viejo nos ha dejado mucho, mucho aprendizaje y mucho por aprender. Con varios compañeros más que han luchado también a la par de él, pasaban noches, como te digo sin dormir, hablando, porque eran los cuantitos que estaban en la comisión. Entonces tenían que pensar todo ellos, sin tener a veces un papel donde escribir. Y él no escribía porque no sabía escribir, lo llevaba todo en su cabeza y él todo se acordaba, lo que había pasado en la reunión, todo lo volcaba en la comunidad. ¿Cómo hacía para acordarse todo lo que había hablado aquí? Pero él lo sabía. Y si pasaba algo, él estaba sabiendo que pasaba, a veces se levantaba, cuando yo estaba viviendo con ellos -me había casado recién, vivíamos con él- se levantaba a veces a las 3 de la mañana, a hacer fuego. Yo le decía “Ñato, pero para que hace fuego tu papá”. “No sé”. Al rato se sentía la camioneta que ahí venía. No había teléfono, no había nada, pero él sabía que iba a venir, o cualquier cosa, él estaba sabiendo. ¿Cómo hacía para saber? ¿cómo hacía?

Con Ángel a veces charlaban, pasaban ratos hablando, pero nunca lo he visto enojado. Siempre hablándonos, dándonos consejo. Después cuando mis hijos ya eran más grandecitos me decía “vos tienes que participar de las reuniones, dejálo al carnero con los hijos” pero jodiendo ¿ha visto?, haciéndonos reír, “que no sea machista, porque si vos te quedas en la casa, él es machista.”

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El viejo era un personaje. Hasta última hora, él vivía enfermo, vivía como vivía pero para él era todo fiesta, todo charla, cuando lo veía a Ángel, lo cargaba jodiendo, le decía carnero, no se,

cosas así ¿ha visto…? Pero estuvo 20 días en la Central de Quimilí, cuando se fue de la casa de la hija, me pidió que lo lleváramos ahí, a los 20 días, él se fue. Y me había sabido decir, una vez, estábamos los dos con el Ñato y el viejo tomando mate, “algún día cuando yo me muera, me voy a morir en la Central”, “Qué vas a morir viejo vos -le decía yo-, vos tenés vida para 100 años”. Me dice “pero voy a morir ahí, porque esa es mi casa”. Y así ha sido, 20 días estuvo ahí, con la Julia y se fue. Quizás habrá que cumplir su deseo, no sé, pero cuando uno recuerda esa historia, es una cosa así como una emoción que a mi me agarra, porque ha sido un hombre tan luchador, que no quería para él, sólo buscaba para que estemos mejor nosotros.

Muy emocionante, quizás, no sé como podemos decirlo, para no olvidarse nunca, del viejo y de los viejos que han luchado a la par de él. La otra señora ha sido la doña Simonita, la mamá de Beco ha sido también y sigue en esto. Han sido compañeros de lucha. Después la mamá de Gaby… Rosendo Sequeira también ha sido otro compañero de él que siempre él se acordaba mucho. Cuando ya no andaba en las reuniones, porque andaba enfermo, él siempre decía, “mis compañeros son… tienen que ir a verlo cuando estén enfermos”, nos decía a nosotros, “hemos pasado cosas con ellos”, el Hugo Ramírez, que no está viejo pero sí, “no olvidarse -decía- de los viejos que han luchado junto con nosotros.”

Y no sé, para mi ha sido un padre, un hermano, un compañero. Más que mi padre capaz. Porque ni mi padre me daba esos consejos. Mi padre que me ha criado, nunca me ha hablado de que yo iba a hacer mi vida o que yo iba a hacer mi hogar o que yo tenía que luchar para tener lo mío. Nunca me ha dicho nada de eso. Pero él sí. Él me enseñaba, me enseñaba a criar mis hijos, me

ha enseñado que yo tengo que compartir con mis compañeras, con mis compañeros, que tengo que participar en esto, que el compromiso que hacemos lo tenemos que cumplir, acuerdos, todas esas enseñanzas me ha dejado. Nos ha dejado a la familia.

Nos ha servido para muchas cosas y él ha seguido y varios hemos confiado y seguimos con él. Yo a veces le digo, cuando estaba en alguna reunión, no podemos a veces salir de un problema tan fácil, pero a veces llega él y es como que ya todo se arregló, con dos o tres palabras que él ha dicho. Yo le digo al Ñato, “porqué nosotros no podemos solucionar eso, quiere decir -le digo-, cuando no lo tengamos al Ángel, lo vamos a resolver ese problema, ¿no?, lo tenemos que resolver nosotros.” Porque así nos decía el viejo Raimundo: “ustedes, si yo no estoy, tienen que hacer la reunión igual, si yo no estoy, tienen que decidir las cosas, no tienen que estar esperando que yo venga a decidir, no, para eso están organizados y unidos. Tienen que participar todos en las reuniones, no solamente vos. Las reuniones para la organización no tiene que haber presidente, no tienen que tener secretario, no tienen que tener eso, tienen que consensuar todos los acuerdos”. Todas esas enseñanzas nos hablaba.

Hoy, no decimos que tenemos todas las cosas, pero sí estamos un poco mejor que antes. Antes ha sido una lucha muy dura, no solamente en lo económico, no solamente en que no teníamos adonde quedarse a dormir, sino también con los políticos, con los gobiernos que tenemos, había

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que enfrentar todo eso, había que cuidarse de todo eso, peligrando todo eso. Aunque todavía seguimos peligrando por los terratenientes que nos vienen a desalojar, nos buscan, pero antes ha

sido la lucha contra este gobierno juarista, que era bastante dura y ellos han tenido ese coraje de organizar y hacer esta comisión, enfrentar todo eso.

Toda esa historia tenemos que recordar, quizás un pedacito en cada encuentro que hacemos, aunque sea un pedacito de esa historia, para que nuestros jóvenes sepan. Porque a veces tenemos temas en los eventos y a veces no lo ponemos, lo histórico, porque no tenemos tiempo, porque hay poco tiempo para discutirlo, pero no es como para discutirlo, es para que nuestros jóvenes sepan la historia, para que conozcan la historia del movimiento. Entonces ahí se van dando cuenta que no ha sido fácil esto para armar y van a poder valorizar lo que hay.

Yo creo que para Ángel, la única pregunta que le voy a hacer, ¿qué ha sido, quizás más que un hermano o ha sido el papá?, porque para mí no ha sido mi suegro, era mi hermano, mi amigo, o mi papá, yo no lo sentía como mi suegro. Lo que el viejo compartía con el Ángel yo lo sabía porque a mí me lo contaba. Al Ñato casi nunca le contaba lo que pasaba, pero cuando nosotros andábamos juntos, como te digo, íbamos a cosechar, a carpir, a andar en el monte, todo me contaba…

Ángel Strapazzón: Mirá, se encontraron una vez mi viejo y él. Raimundo le dijo… No, mi viejo le dijo: “¿Usted ha sido el padre de Ángel, ¿no?” “No, usted ha sido el padre de Ángel.” “No, usted ha sido el padre de Ángel” y estuvieron así un rato, fue impresionante… “Bueno, bueno, gracias” le dice Raimundo, “yo se lo voy a tratar de cuidar”. No me acordaba de eso. Bueno, hay un padre biológico que era un gran viejo, mi viejo era un gran viejo realmente, supongo que porque él fue un gran viejo, la vida me llevó a otro lado.

Eso, que mis viejos se dijeron, ambos, estaba muy bien, no se tenían celos y ahí aprendí que la vida es gratitud, no es celos, ni envidia. Y a veces no entiendo en la política o en los movimientos sociales, por qué tiene que haber celos y envidia, cuando veo a mis dos padres y recuerdo esa conversación que tuvieron, que cada uno se endilgaba “no, pero vos sos el padre, no pero vos sos el…” y no sentían envidia.

Ese día que muere yo había llegado a una plenaria en San Esteban, del Movimiento Nacional Campesino Indígena, y a la media hora estaban personas significativas, muchas personas significativas y me llamaron y todo el mundo hizo silencio. Fue homenaje a un inmenso hombre y fue Tato Iglesias, nada más ni nada menos el que habían decidido que me dijera, con la Flaca, que Raimundo acababa de morir. Y nadie se sorprendió cuando dije “¿quién me acompaña tengo que ir, tengo que darle unas cosas que me pidió que le diera, que le pusiera en el cajón?”. Y estábamos a 600 kilómetros y me vine, me fui a Quimilí, de San Esteban, Córdoba, a Quimilí, no porque me pareciera que yo era importante en su entierro o en su velorio, porque no se si un hombre inmenso e infinito como él, eterno, se enterró alguna vez, o se le hizo velorio alguna vez. Quizás esa parte de ese cuerpo, sí, pero a él… y bueno fui a un cajón que tenía en casa, que él vió que yo guardé una pipa, tabaco, yerba que él me dio, un papel de cigarrillos y le puse eso en el cajón. Parece pequeñas cosas, pequeñeces, pero son símbolos de la inmensidad del vínculos entre las personas, de los compromisos que ella

Antes, unas palabras sobre el Viejo

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ha hablado.

Hice lo que tenía que hacer. Hablé con el Ñato, con vos Mirta, y les dije, “yo creo que si a Raimundo le pregunto lo que tenía que hacer me hubiera dicho ´no te quedes a enterrarme, andá a cumplir tus misiones.́” Y me volví, otros lo enterraron. Yo no lo pude enterrar, nunca lo podré enterrar. No creo, ni quiero enterrarlo, porque mirá si no vive en la Mirta por ejemplo.

Lo inmenso de él estaba en su voz profunda, grave, esperanzada. En la mano de él, me acuerdo de su mano y sus uñas largas. Nunca señaló con un dedo, siempre señalaba con todos, parecía que necesitaba todos los dedos para decir por donde van los caminos, los rumbos, las convicciones, ¿no?

Y sus ojos. Eran terribles esos ojos. O son, no sé.

Y bueno, para mí habría que rescatar mucho. Tenía la cuestión popular de un adolescente, de romper la dirección de la camioneta, la blanca, la camioneta que teníamos tantos años, quedarnos tirados dos, tres días y reírse, arriba de una bolsa de algodón, cuando pasaba una mujer y decir “la mejor manera de superar la tristeza es hacer el amor”. Como un chico, como un adolescente, tenía esa capacidad de levantar el ánimo con eso, o la gravedad de ponerse frente al gobernador Iturre, te acordás de aquel tiempo, y decirle “usted no sabe lo que está haciendo con los pequeños productores, minidifundistas” decía el. Se reía del término del INTA, “minifundistas”, “si ninguno somos pequeños, ni minifundistas, ¿quién dice qué es pequeño, qué es grande?”. O hacerle ir por un camino al tipo que cobraba los créditos del algodón, pero después se lo robaba, sabía él que iba a caer en una grieta. Tenía unas convicciones, una manera de ir delante de los hechos que seducía,

animaba. Yo miraba ayer y decía “ojalá tuviera la capacidad de seducir que tenía Raimundo con nosotros”. De seducir no solamente en el sentido amoroso, sino de seducir sueños, horizontes, política, mundos nuevos ¿no?

Tantas veces que nos esperaba, parecía que adivinaba cuando llegabas, porque él sabía, “vos nunca me digas la hora, yo sé cuando vas a llegar.” Y sabía, nos esperaba, media hora, estaba el huevo frito, si tenía, o la tortilla o el mate caliente o café. Siempre tenía varias cosas en el fogón, preparadas. No esperaba, ni nunca le decía a la Julia “prepará vos”. Yo nunca lo ví machista. Lo cargábamos cuando decía “Julia traé tal cosa”. Pero no era porque no lo pudiera hacer él, era porque no le alcanzaban las manos para hacer todo lo que el quería hacer con alguien que entra a su rancho.

En ese fogón nos dijo una vez, “anoche soñé y vi un horizonte allá lejos, y caminaba hacia el horizonte y cuando lo estaba alcanzando, el horizonte se me volvía a alejar y me dí cuenta que éramos todos nosotros, que íbamos a llegar a horizonte y cada vez el horizonte va a ir más lejos y vamos a ir más lejos...”.

Él fue el que decidió que nos fuéramos a Europa, ¿te acordás? No teníamos más que 3000… 3000 algo, no se qué eran, y dijo: “no, vamos a gastar, tenés que ir.” Y yo quería que vaya él y dijo “no, no, tenés que

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ir vos, los que se quedan son los más fuertes, los que se van son los más débiles,” dijo para convencerme: “yo me quedo a cuidar y vos andá por ahí”.

Y la otra es cuando empezamos la lucha contra los agrotóxicos, ahora que ya tenemos los afiches, ojalá hubiéramos tenido en ese tiempo… Y bueno, nos sacaron una tapa y contratapa en el diario de Santiago del Estero -ni vale la pena nombrarlo- y entonces caen un Jueves Santo de 1997, unas camionetas a amenazar a mi casa ¿te acordás? Y al día siguiente fuimos a tu rancho, ¿te acordás? Y él dijo, “yo anoche, estuve echando unas sombras negras que había en tu casa,” y eran unas camionetas negras, de los empresarios que tiraban veneno con los aviones. Y ahí me dí cuenta de que esas historias de los hombres de Latinoamérica en el desierto, que se trasladan con su espíritu, que saben viajar sin necesidad de salir del fogón, están sentados, eran creíbles. Estábamos con gente, me acuerdo que estaba Xavier, una mexicana. La mexicana, lo invitaba a ir y él decía “no se preocupe, que vamos a ir, con don Tito Ravello, vamos a ir a visitarla”. Yo creo que fueron alguna vez, porque una vez nos dijo la mexicana, nos mandó un mail y dijo “¿cómo hicieron? me parece que estuvieron acá don Tito y Raimundo?”, “ah, no sé” le digo. Eso, hasta la cosa cotidiana, llegar de viaje y decir, está el mate y está la tortilla, es decir, era pura energía. Yo a veces me preguntaba, cuando lo veía así concentrado, hablando, enseñando, porque él enseñaba, era un inventor de pedagogías. “¿De donde habrá venido este hombre?”, decía yo, no es de acá, es de otro planeta, en serio eh, este tipo algún meteorito o alguna estrella lo trajo, o no, no es porque quiera hacer una leyenda o un mito, pero era… Nunca perdió la línea, me imagino que ese día que murió tampoco perdió la línea, murió en un suspiro y chau. No se si murió, solamente partió, viajó.

Mirta: Y me dijo él, como había dicho, me senté en la cama y me dijo: “a veces yo lo quiero matar al Brian, porque me duele.” Yo me recuerdo, viéndolo a él, al nieto, ahora tiene 19 años y es un

salvaje, y me da pena porque siento esas palabras del viejo que me ha dicho “cuidálo y no dejes esta organización, cuidá”. Tal vez eso a uno le duele.

Ángel: No, pero va a volver. Brian está haciendo un viaje, muy largo, pero creo que va a volver, muchas veces ha dicho él ¿no?: “no, dejalos, vayámonos, dejémoslos que ya van a volver solos”, ¿te acordás que muchas veces decía?

Mirta: Como en Lote 4.Ángel: ¡La sabiduría! Lote 4. Mirá ahora Paulo Aranda, qué cuadro, qué persona. Nunca nos recibían. Mirá que él era tío de varios de los changos de Lote 4.

Mirta: El papá del Paulo, ellos…

Ángel: …eran íntimos.

Mirta: Eran muy amigos ellos, eran más que amigos, hermanos, pero después, cuando él se organizó y empezó, iba a visitarlos a ellos para que se organicen, entonces era como que desconfiaban del viejo…que anduviera en cosas raras…

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Ángel: …que andaba en cosas raras…

Mirta: ¡Y eran amigos! ¡Qué andaban con cosas raras! A veces no lo recibían, ponían miles de trabas para que…

Ángel: ¿Y qué decía? ¿Él te contó que dijo “dejálo, ya va a venir, don Ipolo Aranda”? Y un día, fue en un velorio, ¿te acordás que íbamos en la camioneta con acoplado e íbamos a un velorio en el cementerio de Pozo del Toba? Y me dice “mirá que te dije”, habían pasado 5 años, “ahí viene”. Y vino don Ipolo y dijo “quiero pedirles disculpas, me equivoqué con ustedes” Murió al mes, ¿te acordás…? Era un sabio don Raimundo Gómez, de los tiempos, de las personas, de las tramas, de los hilos, adónde van y dónde vuelven ¿no? Y en el MoCaSE, Raimundo, dejó la mística. El MoCaSE enamora porque es una conjunción de amor sencillo, de pasión, de pasión serena, como es la de los santiagueños, de no renunciar a los sentimientos más primitivos del ser humano, que es emocionarse, que es festejar, que es reírse hasta de las desgracias propias. Que es minimizar, no dramatizar los problemas. Que es saber que siempre hay una salida, aunque sea larga, lejana. Que es confiar en nosotros mismos, que no esperamos de ningún gobierno, ni ningún poderoso, ni nadie, nadie nos va a solucionar el problema, nosotros vamos a solucionar el problema.

Raymundo fue un hombre que supo que la vida la hace uno mismo, no te la hacen los demás. No hay que culpar a nadie ni agradecer a nadie, la vida la hace uno mismo. Yo creo que eso es el MoCaSE. Es Raimundo Gómez más profundo, es la vida la hacemos, uno mismo, nosotros mismos. No te la hace nadie, ni te la regala, ni te la venden, ni te la compran, si no que la hacemos nosotros. No hay patrones, no hay jefes, pero tampoco hay quien te solucione los problemas. No

hay duda, eso es Raimundo, lo más profundo del MoCaSE. En el punto de vista, de decir Raimundo qué dejó, es eso. Y eso es saber que nunca hemos llegado, que siempre que hemos llegado a algo, está más lejos… ¿A quién se le va a ocurrir una universidad campesina más que a esos viejos? Y ya está empezando. No hemos terminado algunas cosas y ya estamos en otra y cuando esto esté terminándose sin terminar, ya no se dónde vamos a estar. Inventando un plato volador, no sé. Sí, es delirante, qué impresionante. El MoCaSE es igual a él. Siempre ha sido muy duro y cuando tenemos para hacer las cosas bien, nos arriesgamos más y entonces se nos empieza a complicar de nuevo. Siempre gastamos más de lo que tenemos, eso es Raimundo. Siempre gastamos más de lo que tenemos porque hay generosidad. Me parece que eso también tiene que ver con él, pensamos en todos, ¿no? Yo creo que pensamos que hay que ser cuidadosos, ser respetuosos, no dejar de arriesgar pero, como decía él, “no hay que cagar más alto que el culo”.

Mirta: Así decía.

Ángel: O sea arriesgar, sacrificarse, no significa cagar más alto que el culo. No sé, que cada uno interprete lo que quiera, lo que es “cagar más alto que el culo”, pero muchas veces lo decía.

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Y me dejó una responsabilidad. No me pesa, la verdad que no me pesa, porque veo que me aliviana. Me dejó un sentido de la vida inmenso. La vida tiene sentido pase lo que pase, la vida

vale la pena vivir. Qué no me dejó es la pregunta, no qué me dejó. Me dejó todo, es demasiado. Es lindo vivir, cuando hay alguien que vive como él. Y eso te deja la enseñanza de que no hay posibilidades de agrandarse, ni de vanidades. No es que sea superar, porque no hay que superarlo al viejo, hay que imitarlo, en que cada uno ha venido a cumplir una misión y hay que cumplirla, y que llega el tiempo que se terminó la misión y que hay que dejar que otros la hagan. Él supo, por ejemplo, los últimos dos años, estar al pedo. Y esa era su misión, estar al pedo y mostrar que se disfrutaba mirando como los otros hacían lo que él hacía.

Me parece que esa fue la máxima enseñanza de él. Ya no tener ningún sentimiento de “me necesitan”. Me parece que si alguien ha hecho las cosas correctamente disfruta de ver que dejó a otros y creo que eso es lo que uno debe aprender finalmente, cuando uno empieza a tener edad el decir “¡qué lindo disfrutar que ya estén otros aquí!” ¡Qué se yo! Ayer en Sumampa, sin que sean estrictamente nuestros, ¿no? esos chicos, esas chicas jóvenes que son además de una ciudad-pueblo. ¡No nos van a ganar! Cuando ví esos chicos y chicas ayer, creo que estoy convencido de que vamos a ganar, ¿no? vamos a ganar.

En los caminos me acuerdo de él, siempre. Los caminos son, cuál hago, aquel, aquel otro… ya me dijo una vez “si ahora tenemos tres, dentro de 10 años vamos a tener 20 caminos, y cuando ya no esté van a tener 100, va a ser más difícil”. Cuando uno tiene 3 tiene 3. Raimundo es camino. Raimundo no es un fin, es un camino. En los caminos me acuerdo de él, porque él es camino.

Mirta: Sí, uno cuando viaja, más cuando viaja solo, ahí te recuerdas muchas cosas. O cuando vas a

participar de alguna reunión recuerdas y es muy bueno recordar la historia, porque vos vas caminando por ese camino que has venido caminando y vas a seguir caminando, entonces él nos decía, también recuerdo ahora “este camino no es fácil, eh”, siempre en las reuniones, nos decía, en el Saladillo, “este camino no es fácil y no es un asfalto. Este camino tiene muchas grietas y tenemos que saber dar el salto para pasar las grietas, entonces, todo eso tienen que ir aprendiendo. Cuando van caminando se le va abrir un pozo, tienen que saber como van a pasar ese pozo, pero ustedes tienen que aprender, ustedes tienen que formarse, porque son jóvenes y sus hijos también tienen que aprender todo este camino que vamos a cruzar”. Y como dice, hoy es un camino, mañana es dos, de aquí a 10 años serán 20, de aquí en más serán, no sé, cuántos caminos que van a tener que recorrer para que sepamos llegar a ese horizonte que se va, se va y se va.

Ángel: Lo más impresionante que dijo una vez es “¿y qué buscaba yo, qué busqué, la felicidad, mía, una camioneta, una casa, un árbol? Yo buscaba la felicidad de mi pueblo, no la mía, de mi gente”. Que frase ¿no? Yo creo que era un ser tocado. No sólo estaba tocado, estaba invadido por miles y miles de espíritus y seres que estaban convencidos que este planeta nos lo han arrebatado los egoístas y tiene que volver a manos de los generosos, de los poetas, de los artistas, como son los santiagueños y las santiagueñas, de las madrazas, de las mujeres, de los amantes, de los traidores a las causas injustas, de los amantes, los amantes valen la pena.

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El planeta este tiene que volver a manos nuestras. Hay que volvérselo a arrebatar a los que nos lo arrebataron y Raimundo es un arrebatador del planeta de los que han pretendido quitarnos esto.

Es uno más de tantos de esos, no me cabe ninguna duda.

Raimundo tiene para contar, cada una de las historias, hasta las pequeñitas, “dejame en el Colorado.” “No, te voy a llevar a tu casa.” “No, dejame porque vos tenés esto, esto y esto.” Y caminaba sus 36 kilómetros y a veces se insolaba. El problema de sus derrames de ojo y sus cataratas era porque a veces se insolaba caminando en los 36 grados de temperatura, pero primero estaban los demás y después él.

Y tenía después la picardía, la inmensa picardía de cómo engañar al que trabajaba para esos para arrebatarnos el planeta que pertenece a los poetas, a los amantes, a los clandestinos, a los insurgentes, a los artistas, a los músicos, a las mujeres, a los irreverentes. Era un maestro, un maestro de picardías, de mañas, de cómo ganarle al poderoso, en la parada ¿no?

Nos peleábamos, porque yo usaba de mis lecturas ideológicas, teóricas y políticas y el usaba de sus experiencias y cada uno tenía su carácter, teníamos nuestro carácter. A mí me gustaba que, me parece que él dijo varias veces, “esto no es para débiles, ni para cagones, esto es para personas fuertes. Acá no caben los débiles”. No puede haber debilidad, yo creo que él me admiraba por eso, porque lo enfrentaba y le discutía a muerte, pero por supuesto le gustaba poner a prueba las hipótesis.

Mirta: A veces lo hacía a propósito.

Ángel: También, desafiaba, era provocador, se nos cagaba de risa, me decía, “si andás lejos de tu casa, mirá qué mujer linda que tenés vas a ser un carnero de mierda” pero yo creo que en el fondo era para probarme, si seguía perteneciendo a la clase de tipos que piensa que la familia es un formato burgués, o si creía en lo que estábamos haciendo.

Mirta: El tenía su picardía…

Ángel: …permanente…

Mirta: …y era un viejo muy…

Ángel: … ladino… Mirta: … tenía una estrategia, que te iba a discutir cosas que a veces no tenían sentido, para que vos, a ver si vos te enfrentabas…

Ángel:… y lo desafiabas…

Mirta: … y después como se quedaba calmo y… está bien.

Ángel: Yo me imagino que él se reiría después ¿no?

Mirta: Y sí, se reía.

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Ángel: Se cagaba de risa, se cagaba de risa para adentro, me acuerdo, ja, ja, ja (lo imita, con una risa grave) y lo dejaba a uno… siempre te dejaba preguntas ¿no? Muy impresionante, inmenso, infinito, interminable. Quizá nunca se va terminar uno de acordar, los pequeños gestos de Raimundo. No los grandes, los pequeños, porque ahí dejaba más enseñanzas que los grandes, eso que decís vos. Yo me iba a las 3 de la mañana, lo había dejado, él agarraba la bolsa, se preparaba, empezaba la cosecha, si era la cosecha, y si yo volvía a las 2 horas caminando de adonde se había quedado la camioneta, era el primero que juntaba a todos los hombres del paraje y allá a sacar la camioneta del barro. Y él explicaba, y él enseñaba y él ponía una palanca para sacar, “dame una palanca y moveré el mundo”, porque él sacaba la camioneta de donde fuera. No, para él no había… yo creo que ni la muerte era una traba para él. No sé, ni la muerte, no sé, vos lo viste morir. La muerte era otra cosa, otro paso más en la forma de vivir de él. No, indudable. Recuerdo que una vez vino un tipo que era marxista, dijo ¿qué es el marxismo? Y se quedó así, “esto… tesis, antítesis...”. “¿El marxismo es a veces decir si pero es no y a veces decir no pero es si y juntar esas cosas?” “Sí”, le dijo el tipo. “Bueno” dijo, “yo ya aprendí el marxismo” (ríe).

No le escapaba a nada. No le escapaba a nada, pero tampoco era un pedante, un arrogante, él si tenía que escuchar a alguien para aprender, escuchaba y si se daba cuenta que lo que decía alguien era valioso, sea quien sea, lo aprendía. No, es uno de esos seres que habían descubierto que había que saber vivir y sabía vivir. Sabía vivir. Y supo morir, porque sabía vivir. Y murió en el momento exacto, ni más tarde ni más temprano. No se por que sacarias esas frases, explicanos

Un sabio del monte. Yo creo que la sabiduría es la que envuelve al conocimiento y a la información.

Si la información y el conocimiento no están envueltos por la sabiduría, no valen la información y el conocimiento. La sabiduría es que la vida tiene que tener un sentido desde el principio, el camino y el final, y que la sabiduría no está emparentada con cuánta plata tengo y entonces soy mejor que otro, ni cuanta riqueza tengo, ni la propiedad privada. La sabiduría está lejos de eso. La sabiduría es justamente, elegir lo que está lejos, de lo que ata al hombre, de las posesiones. La sabiduría es liberación, la sabiduría es volar, la sabiduría es desprenderse siempre, la sabiduría es la alegría, la sabiduría es la poesía, los sueños. Eso es ser un viejo sabio, un tipo o una tipa que de repente con su mirada, con sus ojos, con su forma de vivir, te dice que la alegría no está puesta en las cosas, ni cuanto tengo, ni cuanta plata tengo, ni cuanta riqueza tengo, ni cuánto lujo tengo; la sabiduría está en que la vida pasa por otro lado. Esos son los viejos sabios del monte y estos hombres, yo creo que Tito Ravello, ahí la ves a la Negui, Raimundo Gómez, no me cabe ninguna duda, yo creo que todos ellos, porque tenían información, conocimientos, eran capos. Un patrón que conocía a don Tito Ravello o que conocía a Raimundo, los valoraba y los invitaba a ser capataz, Raimundo de hecho, muchas veces lo invitaron a ser capataz de una fábrica de pintura. Entonces ellos, por encima de eso, ellos sabían que eso no era el valor de ser persona. Ser un sabio es eso, es saber que no te va a seducir el prestigio, que te lo da alguien porque cree que tiene el poder de otorgártelo. La sabiduría es la libertad. La libertad de volar por donde

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uno quiera, pero no para uno mismo, sino para todos los demás. Mostrar que los hombres han nacido para volar. Y no para estar atrapados por el dinero, por el poder o el sexo. E inclusive eso,

que el sexo es una manera de volar, no de ser atrapado ¿no? Para mí eso es sabiduría, para mí estos eran viejos así, lo vivían, Si, saber vivir. Eso es ser un viejo sabio del monte.

Mirta: También ser solidario ¿no? Porque el viejo era solidario, muy solidario con los demás.

Ángel: Vivía para los demás, vivía para pensar por los demás. “Cada día me levanto y empiezo a pensar, primero mi casa, pienso unos minutos, 10, 15 minutos, después, mi paraje, después, la central, después el MoCaSE y después pienso en todos los hombres del mundo, y pienso bien, y pienso qué puedo hacer por ellos. Cada día me levanto y pienso así, en lo cercano y en lo más lejano”. Es impresionante. Para él era orar, eso. Qué confesión. “Cada día pienso en cada hombre del mundo –dice- cada mujer, qué hará esa mujer que tiene hambre, allá del otro lado del mundo… Porque eso sí decía “con Ángel aprendí…” -yo una vez le pregunté “¿aprendiste algo conmigo?”- “Sí, que así como Santiago está África, está India…”

Mirta: Todo se ha dado, lo que él ha proyectado, todo se está cumpliendo y como él decía, “hemos plantado un árbol, pero lo vamos a regar hasta por ahí y después lo van a tener que regar ustedes para que el árbol se crezca y dé frutos. Y cuando tengan el fruto después van a tener que plantar un árbol más grande porque van a necesitar más frutos.” Y es así, todo esto es proyecto, es sueño de él, que se están cumpliendo.

Ángel: Yo creo que le deseo a todo ser humano y a toda mujer que lea esto que se va a relatar sobre Raimundo que le entusiasme, enamore, le atrape, le tiente, ser él mismo ¿no? Yo no creo que Raimundo quiera que lo copien a él. Raimundo quiere que cada uno venga a ser a este mundo, un

frontera, un distinto ¿no? A eso invitó Raimundo, don Tito, las viejas, los viejos sabios del monte, nos invitan a cada uno a ser lo que tenemos que ser, para algo caímos acá y creo que nuestra tarea es una primera etapa, hasta los 20, 25, 30, “¿para qué vine acá?” Y una vez que me dí cuenta para qué vine, hacerlo, sin miedo y nunca va a faltar nada, al menos lo elemental, que hace falta para cumplir lo que uno tiene que hacer y se acabó. Es más importante que el yo de uno mismo, no es el ego, es la misión del yo y ahí no hay problema de ser vanidoso, hay que cumplir la misión de cada uno. Y ahí uno se completa a sí mismo y completa a otros ¿no? Nada más. Estoy convencido que eso era Raimundo y fue, y seguirá siendo. No sé, Mirta, prefiero que vos termines porque te corresponde con mayor justeza, digamos. A mi lo de ser un frontera me encanta

Mirta: Si, yo creo como dice el Ángel que Raimundo ha sido un camino. Para nosotros que estamos hoy y para nuestras generaciones que vienen también, tendrá que ser un camino que los guíe, que los lleve, por ahí. Y esto que se va a relatar lo van a leer y se van a enamorar de la historia y van a conocer la historia, no solamente de Raimundo sino de la historia de cómo se ha formado lo que es el MoCaSE. El MoCaSE y el Movimiento Campesino, porque a través del MoCaSE, se ha ido trabajando en otras provincias y se ha ido organizando. Creo que va a servir de mucha experiencia, un camino que jamás lo podemos dejar, porque el viejo ha sido eso, ha sido un camino y una historia para nosotros y un formador de este Movimiento

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Y como hija, como nuera, como amiga, lo llevo en mi corazón, en mi cabeza, en mi pensamiento, donde estoy lo recuerdo, con todas las enseñanzas que me ha dejado. Y eso lo transmito en mi comunidad, con mis compañeras, que a veces me junto, les cuento también, porque uno necesita a veces sacarse esa historia de adentro para compartir con otras compañeras o compañeros, la historia de nuestros viejos.

Me acuerdo de una frase que él nos decía, lo decimos, porque eso queda en nuestra memoria. Así que sería muy lindo, volver a la historia de nuestros viejos, para que nuestro futuro que viene y nuestros jóvenes que están, lo sepan y puedan valorar y seguir con más fuerza y con más esperanza. Y saber que los sueños se cumplen, pero si uno se compromete.

Todos los acuerdos que se hace aquí como Movimiento, si los cumple, si se compromete y los cumple, es el compromiso que uno tiene. Eso, compromiso que él hacía, acuerdo, él lo cumplía aunque fuera yendo de cuatro piés o rodillas, eso nos enseñó, así que yo creo que es un mensaje más que nada para nuestros jóvenes que hoy están aquí en la organización, que eso lo tienen que cumplir, los acuerdos que uno hace. Eso y una emoción para mi recordarlo al viejo, para mi sigue siendo un compañero que anda junto conmigo.

Ángel: A mí solo me gustaría decirle a Raimundo, por eso que dice ella, que comparto, gracias por creer viejo, por creer en mí y en nosotros. Nada más.

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Raimundo Gómez

Un principio

Mi vida.Yo desde muy jovencito salí a rodar en esta tierra bendita. Me gustaba aprender, caminar y conocer, saber cuál es mi destino y cuál es mi camino. Cuando tenía 13 años salí del poder de mi papá, pero no por que me había peleado, todo lo contrario, mi papá fue un muy buen amigo, se acercaba a la noche y me hablaba. Me contaba la historia de cómo vivía, cómo se hizo, por dónde andaba, cómo vivía él.

Yo pensaba, cuando me acostaba, por dónde anduvo mi papá, cómo hizo para criarme. Entonces, ya cuando era un poquito más grande me dije: “yo voy a hacer lo mismo que él”. Voy a salir, voy a andar, voy a saber lo que es sufrir. Alguna vez que algo que tenga de él, voy a tener, pero porque a mí me cuesta. No porque me lo dio. Y eso fue que me llevó hasta que un buen día dije: ‘me voy, me voy a ir’. Y una noche conversando con mi padre le dije que me iba a ir. Me dijo: “Hace muy bien, amigo. Sabe a dónde es su casa, cuando ande mal o cuando ande bien, cuando guste, véngase.” Y me fui. Tenía 13 años.

El primer viaje que hice fue al Chaco, me fui a trabajar para ahí. Tenía

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aquellos años nada más que la partida de nacimiento, el único documento que me acompañaba. Bueno, cuando pasé para allá lo primero que me pidieron fueron los documentos, porque era

tan chico. Bueno, era lo que me acompañaba. Así anduve el primer año, el segundo año y así seguía aprendiendo muchas cosas. También nosotros, desde que éramos muy chiquitos, mi padre, mi mamá, todos nos hablaban la quichua. Ésta, mi nieta, recién está hablando. Entonces yo para decir que me traiga algo, que me alcance, por decir “llevar”, todo era la quichua. Nosotros así nos criamos.

Y me costó tanto, cuando yo salí, hablar el castellano. Cuando salí del poder de mi padre, cuando me fui a otros lugares, bueno, me encontré con correntinos, paraguayos, tucumanos, en fin, me costó mucho adaptarme al castellano.

Y cuando volví -volví a los 6 meses- ya hablaba el castellano, y algunas palabras en la quichua. Y mi papá me dijo que por qué no hablaba la quichua, entonces le dije: “no, papá porque yo no pienso quedarme todavía, yo me voy a volver y se me va a hacer difícil otra vez si yo empiezo a hablar la quichua, volver hablar castellano”. Bueno, y así fue.

Y así empecé a andar, a sufrir. Yo siempre tenía ideas, o sea, cómo, por qué éramos los provincianos tan mandados, arriados por los patrones. Y yo pensaba, “no habrá alguna forma para…”. Después de muchos años llegó.

Bueno, cuando tenía 24 años dije “voy a formar un hogar”. La conocí a la señora y formamos el hogar. Y bueno, así seguíamos andando, trabajando; y así ha sido mi vida.

En el año 60 yo no vivía aquí, vivía más para el fondo, en Pozo del Toro, ahí vivía yo. Bueno, ahí un día apareció el señor que decía que era el dueño del campo. Éramos 27 pobladores, todos igual que aquí. Ese momento ¿qué hacemos? Trajo unos papeles, nos mostró que él era el dueño, eran las escrituras, miles de cosas.

Entonces nadie sabía nada, nadie conocía nada, no sabían qué es un abogado, supóngale, nadie conocía, nadie sabía nada. El único que conocíamos era un agente, un comisario; ahora es un oficial, es jefe, qué se yo. Y antes no había un destacamento, había un comisario y un agente. Nada más. Eso era lo que conocíamos.

Bueno, ¿entonces qué hacemos? ¿qué hacemos? Y había un maestro ahí, un maestro de escuela. Y él dice: “¿Por qué no hacemos una comisión? Bue, vamos a reunirse todos y vamos a…, yo voy a ir a Santiago”. Se hizo así. Sabía haber que había una familia que participaba con nosotros, pero estaba en contra de nosotros. Entonces todo el movimiento, todo lo que se hablaba, todo lo que se decía, qué se iba a hacer, cómo se iba a hacer, el tipo a la noche ya sabía, ¿entiende? Aquel tiempo se reunía de tarde, entonces el tipo a la noche ya sabía. Y así fue, se hizo así.

La defensa de la tierra, antes

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Porque como yo estoy diciendo, nadie conocía nada, nadie sabía nada. Decían: “no, ¿qué podemos hacer contra este señor que tiene plata? Nosotros no tenemos...”

Y en la última reunión que se hizo decidieron irse, los compañeros, todos, salir, buscar a dónde ir. Qué iba hacer, yo también tenía que aceptar o me iba a quedar solo. Pero sí había un señor que quedó ahí. Ese peleó hasta el último momento. Y vivía ahí. Le alambraron el campo, él quedó adentro, no salía. Hasta cuando consiguió un terreno, de un campo que el gobernador dio a unos pobladores, entonces ahí le tocó a él y recién salió. Bueno, hubiéramos hecho lo mismo entonces, pero no sé.

Y bueno, yo en ese tiempo tenía 32 años. Me fui a Buenos Aires, estuve trece años, casi catorce allá. Trabajé y volví. A mí nunca me gustó la ciudad. Trabajé en la provincia de Salta, Santa Fe, Córdoba, pero en la Capital no conocí, yo siempre andaba trabajando por la provincia. Mi idea era siempre volver a mis pagos, a mi pago natal donde yo podía hacer algo. Siempre decía yo: “en cualquier momento voy a volver”. Y bueno, vino mi señora primero, después vine yo.

Trabajé en una fábrica de muebles, ahí en Buenos Aires. Doce años estuve, seis años como oficial pintor y encargado de una sección de pintura. Cuando me iba a retirar -porque no me echaron, me retiro voluntariamente- bueno, me pagó todo la empresa: aguinaldo, vacaciones, la quincena, en fin, todo lo que me correspondía y después, por los años de servicios, por comportamiento, digamos así, me dio la empresa plata. Y ahí compré algunas cosas. Compré animales, compré un arado, maquinas, cultivadora.

Pero siempre pensando en la lucha. ¿Cómo quebrar la potencia de los grandes empresarios o de los grandes terratenientes? Tenía siempre esa idea. Decía, “en cualquier momento tiene que haber una oportunidad o alguien que me acompañe”.

Yo trabaje siete años solo, pensando cómo hacer. Le invitaba a los compañeros, “vamos a hacer así, vamos hacer así. Vamos a hacer las ventas comunitarias, vamos a hacer las compras comunitarias”. Porque yo pensaba que si todos nos uníamos -póngale, ese tiempo se trabajaba mucho el algodón- para hacer una planchada, si todos ponemos algo y entonces vamos a sacar precio. Pero si no, el comprador viene y yo le digo “no, pero andaban pagando tanto, en tal parte.” “Sí -dice- pero aquí tendría que haber 500 kilos, mirá, tengo que mover el camión para allá, ahí tengo que mover para allá, todo el día el camión va a andar hasta que complete la carga.” En cambio, si peleamos todos entonces le podemos sacar precio. Eso era lo que yo siempre pensaba.

Y por el otro lado, era que para comprar que se haga cargo uno sólo; una lista y se va al pueblo. Cobra lo que se vendió, y después, cada uno sabe lo que es de él, cuánto es el importe, qué sé yo, y sabe lo que encargó. Entonces se podría ir al pueblo, en un negocio grande pedir precio, porque

La lucha

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son muchos los negocios y sí le hacen precio; “cuánto me hace esto, cuánto me hace lo otro,” sencillo. Póngale que va a sacar, aquí en este barrio, porque no se va a ir todos los días a comprar,

póngale 20 bolsas de harina, ¿no? Entonces, enseguida se hace precio. Y podés conseguir mucho más barato y ¡todo! “Bueno y sí -decían los compañeros -podía haber sido” pero no se llegaba a esto. Nunca llegábamos; siempre insistía yo.

Y lo que más me llamaba la atención a mí era ¿por qué no había escuela? Yo lo que pensaba era en la escuela, por los chicos. Porque yo no quería que a ellos les pasara lo que a mí me pasó. Porque si vos, mamita, no sabés leer, no sabés escribir. Porque hay tanta gente, nosotros somos tantos en el país y todos no somos iguales. A lo mejor tenés que ir a algún lado, te dan una dirección, como vos no sabés nada, andas teniendo el papel, pero qué pasa con el papel, lo tenés, pero no sabes leerlo... Por ahí tenés que preguntar. Y te dicen: “Nooo, ya pasaste, es para atrás.” Por ahí andas dando vueltas y dicen “nooo m´hijo, es más adelante, vos seguí para adelante.” Cuánto anduviste caminando ahí… porque hay tantos vivos.

Eso era lo que yo pensaba siempre, cómo se puede hacer para buscar una respuesta. Entonces, un día digo, de aquí hay una escuela que les queda a 15 km a los chicos. Hay otra para acá, en Pozo del Tigre que queda a 12 Km. ¿Cómo hacían los chicos para ir? Un día, con estas heladas duras, crudas, los chiquitos tienen tanto frío, pero se van porque es la obligación. Un día porque está nublado, porque está lloviznando, no hay; otro día porque se les fue el burrito, tampoco van. Entonces, en el año, no sé si van 3 o 4 meses a la escuela y después no van más. Eso era lo que yo pensaba. Y vivo peleando por una escuela.

Al final se hizo una escuela. Una escuela rancho me dieron. Pero la teníamos que hacer, nosotros, o sea, el barrio. Bueno, se hizo, se peleó, pero se hizo. Ahora hay una escuela, pero después había que seguir. Yo siempre peleo por los maestros. Porque si los maestros no enseñan, entonces ¿para qué tenemos la escuela? ¿nada más que por decir que tenemos escuela? No. Los maestros, me parece que tienen una obligación ¿no? Su trabajo, y tienen que ser responsables de su trabajo. Por eso yo siempre digo es que, peleando, digamos. Y de ahí en adelante.

Pero siempre pensaba yo “cómo hacer la comisión, agruparse.” Y nunca tenía la oportunidad.

La oportunidad

Un buen día que había ido a Vilela pedí en la Municipalidad chapas para el techo de la escuela. Y me dijeron: “tal día te lo voy a llevar”. Y vino ese día el Comisionado para acá. Ahí lo conocí a Ángel. Él tenía una camioneta y le hizo una gauchada de traer unas cosas que él no podía traer. Ahí lo conocí. Porque toda la gente estaba reunida hablando con él, con el Intendente. Y yo me paré y él estaba sentado así, Ángel. Y ahí empezamos a conversar. Y ahí lo conocí. Me invitó a una reunión en Quimilí. “Bueno –le digo- voy a hacer lo posible.” Y me fui. Allá éramos cinco, cinco personas había, eran dos matrimonios ellos, y yo. Estuvimos

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desde las 8 de la tarde a 12, 1 de la mañana en una charla. Llegamos a un acuerdo. Porque lo que yo tenía pensado, Ángel pensaba lo mismo. Y lo que él tenía pensado, a mí me caía tan

bien… Así que ahí vino el Ángel. Ángel. Hace unos trece o catorce años. Pero, como digo, era muy difícil.

Yo no tengo vergüenza de decir lo que hemos pasado. Digamos, momentos muuuy duros. A veces pasábamos el día sin comer. Pero, o sea que mi capricho era que alguna vez poder quebrar a los grandes empresarios, a los grandes terratenientes y que no nos arrastren. Porque yo pensaba que no solamente porque tengan plata van a hacer lo que quieren, que hay una ley, que también nos puede defender a nosotros. Porque todos somos de un país como provincianos, por supuesto, cada uno tenemos nuestra provincia. Y al señor Gobernador de la Provincia nosotros no le estamos pidiendo que nos dé nada, sino que estamos pidiendo lo que era realmente nuestro, lo que es realmente nuestro. No estamos pidiendo que vaya a comprar y nos traiga, no. Esta tierra, la tierra santiagueña, es de nosotros. Y los tucumanos tienen lo de ellos, los riojanos tienen lo de ellos, entonces nosotros, si nos unimos todos y peleamos todos juntos, eso lo tengo casi seguro, no vamos a perder. San Martín, el General San Martín, perdió muchas batallas, pero no la guerra.

Y yo tengo esa idea. Vamos a pelear, vamos a andar. Podemos perder, sí, algunas batallas, algunos campos nos pueden quitar, sacarlos, pero no todos. Alguna vez lo vamos a ganar. No van a hacer lo que ellos digan. Porque de alguna manera, MOCASE hoy está siendo más respetado de lo que era antes. MOCASE es una palabra, digamos, que ya está en un punto bastante arriba.

Entonces, yo decía, en cualquier momento se tiene que hacer respetar. Llegó la oportunidad, como digo, empezamos a trabajar. Pero cómo había que hacer para “conquistar”, digamos así, una

palabra, conquistar la gente, a los campesinos. Porque los campesinos, nosotros sabemos, demasiado castigados por los políticos están. Ellos decían “bueno, ¿qué les falta? Mirá, tu casa está mal, pero si vos me acompañas en las elecciones vas a tener una casa de material, ¿cómo vas a vivir aquí?” Todo era mentira. Hacían eso por los votos. Si ganaban, no te conocían Y si perdían, con más razón…

Todo era mentira.

El Movimiento

Pero lo que hacemos nosotros no es mentira. Lo que se consigue, y lo que se está consiguiendo es para los campesinos, no es para nosotros, no es para mí, no es para Ángel, no es para Jorge. Si esto se hace, es para ayudar a los pobres campesinos, y que no los quiten, que nadie juegue con ellos.Entonces, a veces pasábamos el día, como les decía, sin comer, andando por el campo, hablando con la gente. Y la gente sí hablaban. Algunos, otros no. Dudaban. Qué andábamos haciendo nosotros. Por qué visitábamos. Y a mí había mucha gente que me conocía. En el Lote 4 había una chica, que era señora ya, ella un día me dijo, me llamó, y dijo: “Mirá, yo te creo lo que andás haciendo y si andas teniendo esa gente, por algo andas teniendo. Pero hay gente aquí que no te cree nada, que lo que andas haciendo vos, todo es mentira.” Porque es así, porque la gente,

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como te digo, estaba muy castigada por los, digamos, por los políticos, no creían nada ya a la final y menos nos iban a creer a nosotros. Bue′, pero de alguna manera, hemos podido conquistar,

digamos así, un poco de gente para hacer, para formar ya la Comisión y darle un nombre. Entonces, con la poca gente que había, se hizo. Comisión Ashpa Sumaj. La cooperativa tiene otro nombre, pero la comisión es Ashpa Sumaj. O sea que en castellano quiere decir “Tierra Linda”. Bueno, entonces se hizo. De ahí seguimos, seguimos luchando, peleando.

Y se sigue.

Después era MOCASE. MOCASE andaba, caía por acá, de ahí se enterraba un poquito, caía para allá, así andaba. Porque en ningún lado podía, porque nosotros decimos, nace la comisión, nació la primera comisión de nosotros y MOCASE no podía nacer. Mal pasto, digamos así ¿no es cierto? Entonces tenía que ser en Añatuya, después no sé por dónde. Y ahí andaba. Y un buen día dijeron que iba a ser en Quimilí. Se trabajó ahí, pero ya de más antes veníamos trabajando en eso. Y yo estaba poco en eso porque más andaba con la gente.

¿Qué hacíamos? Hablarle a la gente, decirle qué es lo que queríamos hacer y para qué, ¿no? Compararle una cosa con la otra. Cómo estoy viviendo yo aquí y si alguien me dice “vos si cambiás, vas a vivir así.” Eso es lo que hacemos nosotros: cambiar la idea de ellos pero no cambiarles para mal, sino para un bien. Porque hay dos cosas muy distintas: si vos le vas a aconsejar una cosa que no sabes si va a andar bien o no, entonces no te metas, no digas, porque lo perjudicás. Entonces las cosas se hacen, pero viendo, analizando primero.

Nosotros íbamos dudando si vamos a llegar o no, pero bueno, se trabajó, como te digo, y

MOCASE nació en Quimilí. Ahí nació. Estuve yo esa noche, trabajamos toda la noche. Había otro muchacho que ya no está más en la Comisión. Estábamos toda la noche. Y él era el secretario de la Comisión. Al otro día a la mañana ya se juntaron mucha gente y bue, ahí nació el nombre de MOCASE y fue a Santiago. Ahí fue. Yo fui una vez o dos, más no fui. No fui porque yo trabajaba más afuera. Así que el movimiento del MOCASE, si ustedes me preguntan, lo sé muy poco y nada, porque yo casi ahí no iba, porque más me quedaba afuera, digamos, trabajaba en el campo. Más me iba a trabajar con la gente, hablarlos, que sé yo. Nos costó mucho primeramente y después ya no, porque la gente... O sea que costó mucho hasta que salió el primer proyecto. Cuando salió el primer proyecto, entonces sí, ya las cosas empezaron a andar mejor. Porque la gente han visto qué es lo que andábamos haciendo y para qué. Porque como te digo, es difícil ya a una gente grande que vos le tengas que cambiar la idea. Una, porque siempre están ellos con ese temor de “¿éste loco que anda haciendo? ¿me anda por joder, sacarme de aquí?” Porque ya pasaban casos de desalojos. Entonces la gente tenía miedo. Eso era lo que muchas veces nos parecía. O sea, era bastante duro para hacerlos que entiendan lo que queríamos hacer nosotros.

Pero de alguna manera se van haciendo las cosas, ¿no? No es mucho lo que se ha hecho, digo yo, pero siento que la gente está, hoy la gente está

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comprendiendo lo que es y cuál es el camino que tiene que seguir. Ahora cree la gente. No es como antes. Antes no. Antes la gente, como te digo, la gente estaba dudando “¿será o no será?

¿será o no será?” Pero ahora ya no, porque ahora la gente ve todo lo que esta pasando. Y bueno, están luchando.

Bueno, yo hace un par de tiempos que no estoy, digamos, todos los días para allá. Cuando la señora tenía problemas porque le pusieron marcapasos, y yo tengo también problemas de la vista, estoy en tratamiento. Entonces ya empecé a salir menos. Pero siempre ando, siempre voy, a veces me mandan a buscar por algo. Hasta ahora no me han echado a un lado ¿no?

Espero que más adelante me digan “bueno no vayas más, porque no haces falta”.

El andar

Como les digo, hemos pasado momentos muy difíciles. A veces salíamos los lunes de Quimilí, hacíamos el recorrido, volvíamos los viernes después de las 12 o el sábado a la tarde. La semana entera andábamos en el campo, hablando con la gente, haciéndoles comparaciones, buscando miles de cosas para poder hacerlos… hacer que se alleguen. Aquí en mi casa era como una visita, venía a veces un día o dos y me iba, estaba 8 o 10 días por ahí. Pero no importa. Yo hacía por mi pueblo, que es esto (siempre digo pueblo pero es un barrio), no para mí, yo nunca quise para mí. Yo lo que veo, o lo que hago, o lo que hice aquel tiempo, es para los chicos, para los futuros de ellos. Para que ellos conozcan y sepan qué es lo que les corresponde y cómo tienen que defenderse y cómo tienen que trabajar. Para que anden mejor. Que no sean peón de nadie, ellos que sean peón

y patrón, para que vivan mejor.

Y bueno, cuando yo dije que iba a entrar a la comisión, yo a veces salía, a veces con Ángel o con Jorge y a veces solo. Llegaba y decía esto es así, así así. Y había algunos que creían y otros no. Y sin ir más lejos, en Lote 4 a mí no me daban ni así entrada. (…) Había una señora, un día fuimos, como a las 12 del día, del bajo así, para allá, de a pié. Entonces vivía mi hermana, dejamos ahí la camioneta. Llegamos, hacía una calor mamita… llegamos, sale, nos recibe. “Pasá, pasá Mundo, ¿que andas haciendo con tanta calor?” Bueno, nos ha invitado unos cuantos mates y me dice, “Yo se por qué andas, vos andas por el mismo tema que siempre andas. Vos sós dueño, si querés venir, mi casa, en el momento que llegues está abierta. Pero no vengas más. Aquí nadie te cree, nadie. Todos dicen que sos mentiroso, que andas con esa gente para quitarnos lo que tenemos.” Bueno, salimos habíamos venido a la casa de mi hermana, hemos cocinado, comido ahí, con Ángel, entonces me dice Jorge, “¿Qué vamos a hacer con esto?” Le digo, “¿sabés lo que vamos a hacer Jorge? Muy sencillo, no volvamos más. Eso es lo que vamos a hacer. Y ellos, cuando se vean con los zapatos que los aprietan, ellos van a venir a buscar, porque saben donde estamos” ¿Como es de fácil, ha visto? Y Santa Rosa, otro punto así, también, fuimos haciendo dedo con Jorge y volvimos haciendo dedo, no nos daban ni así. En la ruta saliendo, estábamos sentados a la sombra, una calor… Y Jorge me dice, “Che, viejo, ¿cuando

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vamos a volver?” “No sé che, le digo, que te parece” “No sé…” “mirá, querés que te diga una cosa, yo no vuelvo más, y vos si querés volvé, con Angel, volvé si querés, yo no vuelvo más. El día

que ellos necesiten, cuando los necesiten a ustedes, ese día van a ir, justamente a pedir” y claro, uno muchas veces cree una cosa y sale por el otro lado. Una vez me dijeron que yo era uno de los tupamaros, guerrillero; un día anduve por Vilela y me atajó un muchacho, un señor ahí y me preguntó si andaba con Ángel. Yo le dije: “Sí”. Fuimos a su casa, somos amigos. Me dijo: “yo te voy a aconsejar, no te juntes con ese, porque ese es un guerrillero y vos también sos guerrillero. Apartate.” Le digo: “bueno, hermano, te agradezco lo que me has dicho, pero ahora no puedo, porque si es como vos dices, no me puedo volver atrás, porque si yo vuelvo atrás me van a matar. Entonces tengo que seguir.” Porque no era como ellos decían, porque ellos sabían, o sea, las empresas, sabían que esto no les iba a convenir nunca a ellos. Nunca les iba a convenir. Es como si yo les digo, ahora hay un supermercado en Quimilí, hay dos supermercados. Por ahora, ¡ojo! Es hasta que la cooperativa agarre cuerpo, empiece a trabajar y la cooperativa compre mercadería y les dé a los campesinos. Porque la cooperativa es de ellos, no es de nadie, no es de uno solo, es de todos.

Entonces, todo eso es lo que yo pensaba y se va consiguiendo de a poco, tampoco se hace rápido. Para que llegue todo esto hace como trece años que se va trabajando. Está la carpintería, bueno ahora está un poquito, digamos, caída, porque los muchachos no están trabajando. Porque… no porque vendieron mal, sino porque es duro. Había un señor que me preguntó si esto ya se había terminado, cuando pusieron la cooperativa, se hizo la carpintería, pusieron el aserradero allá en Quimilí. No está terminado, falta mucho, mucho que hacer. No sé, algunos harán, lo terminarán.

Pero desde mí, no se terminó. Hay tantas cosas que hacer todavía. Este camino es un camino largo.

Ya cuando se armó la Comisión, se eligió un dirigente y un delegado en cada comunidad y me eligieron a mí para acá, fuimos por votos y salí yo. Alguna vez les dije: “cuando tenga que irme, retirarme, yo me voy a retirar así como estoy. No quiero que me den nada, porque yo no hice para mí, o lo que voy a hacer no hago para mí, lo hago por mis compañeros, para los chicos que vayan aprendiendo que sepan lo que es.” Eso es lo único que puedo hacer, pero tampoco pido nada. Y no falta mucho. Voy a terminar mi trabajo y me voy a retirar. Pero con esto no les digo que jamás voy a volver para allá ¡No! Yo siempre voy a andar, cuando me necesiten por alguna cosa, siempre voy a estar, pero ya no voy a tener la misma obligación, ya demasiado he andado. Es bueno que los que están, que se hagan cargo de las cosas y que trabajen. Que ellos también pongan el lomo y sepan lo que es. Y que trabajen con cuidado. Hay que tener mucho cuidado en lo que uno hace, en lo que uno dice, en lo que habla, en lo que hace. Nunca hay que andar apurado, porque el que anda apurado hace los trancos largos y no sabe dónde pisa, porque hay grietas en los caminos y están tapadas, alisadas. Hay muchas grietas en los caminos. Y si llegamos a caer en eso vamos a caer todos. Entonces por eso hay que andar con mucho cuidado, hacer los trancos cortos, fijarse dónde pisa y qué es lo que estamos pisando. Hay que tener mucho cuidado.

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Lo que yo pienso es porque, porque es así. En la noche o donde ando, me acompaño, hablo sólo como -así le decimos- como el tonto que anda por el monte y conversa sólo. Entonces yo busco

cómo se pueden hacer las cosas, qué es lo que se puede hacer. No es que uno tenga una idea de que “bueno, yo ya sé tal cosa.” Hay que buscarle la vuelta de cómo vas a hacer, sino. Y más si no hay un medio cómo hacerlo, eso es lo más jodido. Es que, como les decía en un principio, el trabajo de nosotros era un trabajo muy duro. Teníamos una sola camioneta y había que salir a andar. Yo no quiero llevar laureles tampoco, ojalá que le den a otro, no a mí.

La defensa de la tierra, ahora

El caso de Guevara. Fue un desalojo bastante jodido, digamos así. Los sacaron de un momento a otro, les quemaron la casa. Todo les quemaron. Y el gobierno estaba conciente. Por qué no puso algo, o sea que él hubiera dicho algo. No, se calló la boca.

Pero los campesinos, como ya están en esto, están sabiendo lo que están haciendo. Fueron, apoyaron al compañero, estuvieron ahí peligrando la muerte. Esperando. No sabían si volvían a la casa o no volvían. Estaba yo viendo ahí. Había policías. Decían que el tipo había dicho que iba a traer muchos más policías. “Que traiga todos los que quiera, pero de aquí no salimos.” Porque primero el tipo les toma la posición. Él los saca y les toma la posición. Y mi hijo, ése se iba conmigo y de allá salió él como a las diez de la noche. Vino con un tractor y dos acoplados. Estaba medio lloviznando. Vino, tenía que estar allá antes que amanezca. Y bueno, a esa hora habían llegado. Y estaban los tipos ahí. Tenían una casita rodante, tenían un tractor, tenían de todo porque le habían tomado la posición. Entonces ellos llegan y los rodean. Y como había, creo que había un policía o dos, no sé si había otros más, los tipos disparan. Y ellos les toman la posición de vuelta. Les sacan

todas las cosas y les tiran a la calle.

Y ahora están los Guevara de vuelta, porque ellos son los dueños. Pero no ha quedado en eso, está en juicio. No, eso no queda en eso. Por eso digo yo que la gente muchas veces no sé para qué o por qué hacen. Este señor, Martínez Cardo, tiene treinta mil hectáreas en tierras, ¿para qué nos perjudica por un pedacito de tierra? Digamos. Porque para él eso sería una hectárea. Para qué quiere esas mil hectáreas. Nada más que para sacarlos, echarlos a la calle. Creo que les dio dos horas o algo así para que saquen todo. La hacienda, todo lo que tengan que saquen. ¿Cómo va a sacar en dos horas? Por eso digo yo que lo que yo había pensado muchos años atrás, algunas cosas se están dando ya. Porque antes, bueno, sí te sacaban, te decían “Salí” y tenías que salir. Y eran sólo ellos los únicos que mandaban, los grandes empresarios, terratenientes. Ellos decían una cosa y era eso. Pero ahora ya no. Ahora ya la gente, o sea, está entendiendo.

No sé si saben el caso de Pinto. Ahí también están peleando. También. ¿Cómo van a sacar y tirar a la gente? ¿Donde va a ir? Yo muchas veces digo, yo le preguntaría al gobernador por qué echa a la gente de la provincia. ¿Para que vayan a la Capital? Allá no hay trabajo. No es porque no quieren trabajar, sino porque no hay trabajo. No hay trabajo, ¿qué hacen? Roban, matan.

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El otro día, cuando estuve allá, había una señora que me dijo que es de Pampa de Los Guanacos. Ella decía que no sabía cómo hacer para volver al pago. Había ido no se en qué tiempo, se

casó allá y allá vivió. “Pero acá no podemos vivir más, no hay trabajo” dice. Y había otra chica de Mendoza, también me contaba lo mismo. No sabía como hacer para volver al pago: “Porque aquí, dice, no se puede trabajar. Y está uno, sale a la calle y no sabe si va a volver porque lo están esperando. Capaz que por un peso lo matan.” Aquí, de alguna manera, como yo le digo, se puede vivir en el campo. Porque puedes criar algunos animales, siembras. No vamos a vivir hecho un señor, pero vamos a vivir. Tenemos la tranquilidad. Yo creo que si sigue así, no sé. Eso es lo que yo veo de malo, que las autoridades no hacen justicia, injusticia sí. Justicia no hay. Hay unos compañeros del Lote 4 que, yo fui testigo de ahí, los tomaron presos y los llevaron acorralados por las manos, esposados los llevaron a Santiago. ¿Por qué? Porque viven ahí, son nacidos y criados ahí. Porque no quieren salir. Entonces me parece que no es una justicia, es injusticia, sí. Y el gobierno es conciente. Digo porqué. Está bien, no le vamos a decir que venga al gobernador y diga: “¿qué hace falta?” Pero hay tanta gente que está puesta por él. Hay delegados, hay intendentes, hay de todo. Pero claro, ellos están en la casa. Esperan que llegue el mes y cobren, nada más. Eso es lo que hacen. Entonces, me parece que no es la vida que podemos pasar tampoco. Cómo se los van a llevar acorralados, maneados hasta Santiago.

Entonces la cosa que se pensó aquel tiempo y lo que se empezó a hacer, se va dando y se va construyendo. Ahora los muchachos ya ganaron una parte. Ahora están peleando por otro lado porque quieren ganar la posesión. Pero ellos están pidiendo lo que les corresponde.

Es así. Este camino tiene tantas vueltas. Así que vamos a ver más adelante. Yo pienso que esto cada vez más va a seguir mejor. Va a seguir mejor porque hay mucha gente -ya se ha hecho el

censo de los campesinos que, digamos así, estamos afiliados. Aparte que al MOCASE nos han respetado. Se hizo una mesa nacional también. Y parece que todas las cosas están yendo muy bien. Ahora que otro de afuera lo vea que no está bien, es otra cosa.

Un intercambio

Yo les voy hacer las preguntas.

¿Nos hace usted la entrevista?

Vamos a conversar entre todos, no voy a hablar yo solo.

Ja ja , le gusta hablar ¿eh?

No.¿Cómo ven ustedes el movimiento campesino?

¿Este o...?

O sea, todo, digamos. Los que están nucleando al MOCASE. Hay bastantes provincias que están nucleadas allá. O sea que a lo mejor la pregunta mía no la pueden entender. O sea ¿Cómo ven ustedes por qué

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las provincias están allegándose al MOCASE? Esa es la pregunta digamos.

Bueno, yo lo que creo es que, es lo que usted decía, que a la gente le cuesta creer en los demás. Y en el MOCASE se puede creer. Y para mí ahí está lo importante.

¿Y por qué crees vos que solamente al MOCASE le pueden creer?

No, no solamente al MOCASE le pueden creer. Pero el MOCASE ya tiene una historia, y ya ha demostrado que lo que hace, lo hace por la gente.

Y cómo nace. Porque lo que usted nos contaba, esto de que nazca desde las comisiones primero, y que es la gente la que lo crea. Eso es muy importante, porque es distinto a lo que conoce todo el mundo. No es que vino alguien y lo creó, sino que la misma gente fue formando el lugar y la forma de discusión y participación.

¿Y a ustedes qué les parecen los encuentros que hacen los campesinos? ¿Para qué les puede servir esto a los campesinos, que tengan que estar la base, póngale, los jujeños o los cordobeses que tengan que venir a Santiago, o sea, a La Simona. Ahí que se ha hecho un encuentro de jóvenes, digamos ¿qué les parece a ustedes? ¿Por qué, para qué les puede servir eso?

Para mí porque hay mucho que aprender todavía. Y nosotros vinimos hasta acá para aprender de ustedes, los demás también, los demás vienen a aprender y ustedes aprenden de los demás.

Y es bueno que la gente de las diferentes provincias se vaya conociendo y vaya sabiendo que tienen los mismos problemas, o problemas parecidos. Es la misma gente la que los tiene que resolver y no esperar que venga alguien, un político o cualquier otra persona a solucionárselos, porque eso no va a pasar. Entonces el MOCASE es un ejemplo de que la unión y la unidad entre la gente, cuando uno está convencido de que se puede crecer y que creciendo se puede mejorar. Creo que el MOCASE es un ejemplo de eso, de la unión entre los campesinos.

¿Y a ustedes les pareció o les parece que, digamos, las comisiones -pónganle la de Quimilí, la más que tenemos aquí cerca- que todo lo que está haciendo está, digamos, beneficiando a mucha gente o no? Estamos hablando de los campesinos, ¿no es cierto? No vamos a enredar los tantos, estamos hablando de los campesinos.

Nos han dicho que son 6.800 familias en Santiago del Estero.

En toda la provincia

Bueno, algo así, yo no he visto el censo, como les decía hoy. ¿Y a ustedes les parece que la organización de Ashpa Sumaj, que es la “tierra linda”, está beneficiando demasiado -o sea, ¡no demasiado!- ¿está beneficiando

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a mucha gente o no?

Sí. Nosotros no fuimos por las comunidades, o sea, ésta es la primera que vamos. Digamos, la gente participa en la Central de Quimilí, pero no estuvimos en las reuniones tampoco de la Central de Quimilí. Sí estuvimos en la de Tintina una vez. Y lo que pudimos ver es que la gente, charlando, aprende a opinar y muchos campesinos nos dijeron que era algo que les costaba mucho, por la historia que tenían y que eso era muy importante, el aprender a decir lo que uno piensa. Eso creo que es muy bueno, que pase esto. En la producción también, o sea, en la cooperativa de Quimilí, por lo que pudimos saber, se logró esto que usted nos contaba de que la gente se juntara para poder vender el algodón. O la producción que hicieran, de acuerdo a lo que produjeran. O sea, vender la producción y bueno, todo lo que produce el campesino.

Claro, porque, digamos, no tiene que andar en “usted me compra esto o...” En fin. Los que se encargan ahora, sería una ventaja para ellos, para los campesinos que dicen “pero yo tengo tal cosa para vender” y el camión está ahí, viene a cargar el camión. El que lo produce sabe que lo va a cargar, ¿no? Entonces no va a ir Quimilí andar preguntando “señor ¿no necesita carbón? o ¿no querés comprar?” ¡Qué sé yo! Él hace y lo entrega, el que se encarga es la cooperativa. Ellos buscan a quien vender, y bueno, le venden. Pero de alguna manera, ellos, o sea, el campesino, siente -para mí, bueno, después les voy a preguntar- pero a mí me parece que el campesino se siente, en este momento, más cómodo en su casa, con su familia. Porque él trabaja, por supuesto que esta trabajando, pero él sabe que lo que produce, cuando ya está, él manda a avisar, o se va y lo que necesita vienen trayendo. Así que la familia tiene, digamos así, para comer no le va a faltar. Y ese señor dice: “tal día van a venir a cargar”. Como ahora, estaba diciendo, el camión esta ahí, dentro de un rato irá a cargar. Carga y se va.

El egoismo

Antes no era así. Antes había que trabajar, pero no para nosotros, sino para otro. Otros obrajeros que venían, que sé yo. Para comer había que trabajar. Entonces uno siempre se veía un poco más apretado, porque le daban más caro la mercadería, por esto, por el otro, qué sé yo. O sea, eso es lo que digo yo, que hoy lo que está haciendo la cooperativa -ojalá que lo siga haciendo siempre- está dando la comodidad al campesino para que trabaje. Por supuesto que tiene que trabajar para comer. Nadie le da nada de balde. O sea, tengo que trabajar de alguna manera.

Hugo Ramírez es uno de los primeros compañeros que andaba. Primero, claro, andaba que “me voy, no me voy; me voy, no me voy.” Y hasta que con el tiempo se quedó. Se quedó y se quedó, y bueno, hasta ahora está en la Comisión, todavía. Claro que muchas veces, a veces, ese trabajo lo decae a uno. Porque ha habido casos que han pasado. Ahí, para Pozo del Toro, el Lote 32. Ahí había mucha gente. Yo la conocía a casi toda esa gente porque yo fui criado por ahí. Bueno, tenían problemas, había un abogado que trabajaba para la comisión. Entonces él agarró un caso y bueno, y ganó el caso. Entonces a cada uno les hizo, o sea, les hizo mensurar. Así consiguieron el campo. Y cuando pasa el tiempo, la base se retira de la Comisión. Entonces ahí el ánimo para nosotros nos cae, ¿no es

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cierto? Porque si vos estás trabajando, estás haciendo tanto esfuerzo y cuando hay un problema vos lo sacas de ese problema a esa base, y la base se retira, no te apoya más…

Porque cuando las bases se empiezan a retirar, ni la cooperativa, ni la organización se va adelante. Todo es en que todos apoyemos a la cooperativa, o en fin, a la organización. Porque sino, no va. ¿Cómo podés hacer un proyecto si vos no tenés gente? ¿Estás pidiendo para qué? Pedís para esto, para aquello, para que les compren chivo, para que les dé. Por supuesto que no les dan, sino para que se hagan de ahí. Hay que devolver. Pero si vos haces un proyecto y no hay gente que te apoye, que opine, que digas “bueno, tanta gente tengo nucleada, tantas familias.” Si se van retirando, entonces vos quedás sin saber si vas a seguir o te quedás ahí por dejar.

Ahí en el Lote 32, cuando consiguieron el campo, se borraron. Nunca más saben venir a la Comisión. Eso es lo que muchas veces a los que trabajan -a los que trabajamos en esto- nos cae tan mal. Porque te da pensar “¿los otros serán lo mismo? Cuando pasa un caso así ya es un poco más jodido, ¿que no ? Porque yo pienso -aunque nunca dije nada, porque no hay que decir- pienso: “voy a dejar, total para qué seguir jodiendo, si todos están yéndose”, “¿voy a estar yo solo después? Entonces no”. Pero uno tiene que ver y decir “no, total, esto salió malo, no importa dejalo. Vamos a seguir adelante. Por ahí vamos a encontrar algo mejor.”

Entonces no decir “bueno, hasta aquí nomás.” Yo pienso que por ahí, porque sino ya nadie trabajaría, ¿no? Póngale la comisión, o sea la organización, si todos van así, para qué vamos a seguir andando. Pero no, como se dijo, nunca hay que bajar los brazos, ni hacer un tranco para atrás. Sino con los brazos arriba y los trancos siempre para adelante. Porque el tranco para atrás no sirve. Por esto, uno muchas veces dice: “No, pero no sé, que esto, que lo otro”. Porque a veces

son esas cosas, que sería como un accidente, tanto pelear, tanto luchar, y cuando consiguen tus compañeros, se van. No aparecen más. Entonces qué te queda a vos. Qué podes pensar. Decís “bueno, está bien.” Como se dijo, ya uno ha hecho tanto sacrificio y pensar que las otras bases desean lo mismo… No, eso hay que olvidarse. Si esa base fue mala, mala suerte. Vamos a seguir luchando lo mismo. Porque sino, no vamos a trabajar. Uno que tiene que ir trabajar y bueno, porque a veces las cosas no se dan, mala suerte. Eso no tiene nada que ver, pero a uno, adentro, personalmente, le queda doliendo. Porque vos estás contando con los compañeros, estás haciendo tanto por ellos y cuando ellos consiguen se retiran de largo, te dejan abandonado. Cuando más tenían que estar a la par y luchar más juntos, porque saben que es cierto lo que están haciendo. Porque ellos han conseguido ya, y se busca para los otros compañeros también, no solamente para ellos. Pero hay gente que no lo hace. No lo hacen porque, bueno, o sea que yo siempre le saco el cuero -como decimos nosotros- a los santiagueños. Porque nosotros los santiagueños somos hereditarios de los antepasados. Una herencia muy mala, egoísta. Y el egoísmo no sirve.

El egoísmo es como una enfermedad. Es como el cáncer, que no se cura. Entonces, el egoísmo a veces te viene, como estaba hablando del Lote 32, o sea de este barrio. Como ellos consiguieron lo que querían, ¿no? Y saben, de fondo, que los otros también van a conseguir. Entonces lo que ellos han hecho era decir: “Bueno, nosotros hemos conseguido

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pero que ellos no consigan. Que ellos sean como antes”. Para que sean peones de ellos. ¿Sabés como es eso? ¿Por qué? Porque si vos conseguís, hacé para que tu compañero también consiga,

no solamente vos. Tampoco sos solo en la tierra. Son muchos. Entonces, siendo muchos vamos a conseguirla. Eso es lo que muchas veces existe, que el egoísmo no lo deja. No quiere que otro sea igual que vos. Que sea menos, sí; pero más, no. O igual, no, que sea menos. Para que vos lo puedas mandar a él. Y eso es lo que hacía la gente de allí. Porque cuando trabajábamos en los obrajes, en el monte, había un capataz. Y los compañeros, si vos andabas un poco lerdo de trabajo, digamos, sí trabajabas pero caminabas más lento, entonces otro compañero le decía al capataz: “Este tipo no trabaja”. Para que te echen. Y el capataz te decía: “Mirá hermano, buscá trabajo, no hay más trabajo para vos”. ¿¡Por qué tengo que hacerlo echar yo a mi compañero!? Sí está trabajando, bueno, es un poco más lento, pero trabaja igual. Ése es el egoísmo, ves. Solamente él quiere ser el único que trabaja. No, no es así. Está equivocado.

El discutir

Y lo que tiene también el santiagueño es…, en las reuniones está atendiendo, está hablando el dirigente o el técnico, y está escuchando. Y como yo siempre sé decir en las reuniones, cuando no hay discusiones, la reunión no sirve. Si ella está hablando, la estamos escuchando a ella, y a mí no me gusta lo que ella dijo, yo no digo nada, me callo. Ella también y vos también. Nos callamos. Pasó. Lo que dijo ella todo está bien. Pero si a mí no me gusta lo que ella dijo, yo voy a decir. Y cuando pasa la reunión, cuando salimos afuera, bueno, cada uno ahí se va a su casa. “Ché, pero lo que dijo la dirigenta o el dirigente a mi no me gustaba.”¿¡Para qué dice afuera ya!? No, hay que decirlo ahí, en el momento, para discutir. Vamos a discutir. “Yo creo que no, lo que vos estás

diciendo a mí no me gusta.” Y ahí pues salió otro más que dice “tampoco a mi me gusta.” Bueno, vamos a discutir. Porque el dirigente no es un fiscal, solamente es un vocero. Él lleva y trae. También tiene que trabajar. Con la cabeza, solo, porque a veces los técnicos también se equivocan. Hay cosas que dicen, se planifica, pero no es así. Entonces el dirigente tiene que cambiar, modificar lo que él dijo, y no caer y decir a la gente: “esto es así, esto es así, esto es así”. No. Él tiene que modificarlo. Ver cuál es lo correcto. Para que la gente no se equivoque. Aquí muchas veces ha pasado. Ha venido un dirigente, ha dicho una cosa y cuando van allá, o cuando vienen los técnicos hacen reuniones y lo que dijo él es al revés. No es como dijo. Entonces, por eso, el dirigente tiene que tener mucho cuidado en lo que están hablando allá, o sino ahí no más decirle: “No, esto no es así, para mí no es así”.

Para eso son las reuniones, para discutir. Porque sino, los técnicos o los dirigentes dicen: “bueno, así voy a hacer.” ¿Para qué llamar a reunión? ¿Nada más que por llamarlos? Las reuniones son para discutir. Cuando se discute, entonces sí se saca algo bueno. O puede ser peor. Pero peor no va a salir nunca porque somos muchos, hay muchas cabezas que están pensando. Y de ahí vamos a sacar algo bueno. En las reuniones, cuando no hay discusiones, la reunión no sirve. Porque todos dicen: “Bueno, así dijo,” y no es así. No, si no es así, diga: “No es así, para mí no es así”. Bueno, diga, qué es lo que vos proponés, cuáles son tus ideas.

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Todos para eso estamos, para pensar y decir. O sea que la palabra es libre. Las puertas están abiertas. Todos podemos opinar y decir. ¿Saben por qué les digo yo esto? Porque nosotros con

Ángel, a veces nos quedábamos hasta las dos, las tres de la mañana. A veces amanecíamos haciendo cosas, cuando recién se empezó. Y una noche estuvimos los dos nomás en Quimilí. Era una piecita alquilada. Estábamos ahí. Empezamos: “que esto es así,” y yo no estaba de acuerdo “no, no es así, Ángel.” “No, viejo, sí es así.” “No, no es así”. Y se seguía la discusión. Teníamos una pavita negrita que la metíamos en el fuego, qué sé yo, tomábamos mate a cada rato. Ya nos parábamos él de allá y yo de éste lado de la mesa. Estábamos parados y la pava estaba encima de la mesa, y la hicimos volar, fuera la pava, la tiramos. Discutimos pero malísimamente mal. Bueno, nos quedamos callados. “Viejo, vamos a tomar mate.” “Bueno vamos a tomar mate”. Había que ir a buscar la pava, si la pava estaba afuera, en la calle estaba la pava.

No es para pelear, pero hay que discutir. Entonces vamos a sacar algo bueno, sino no sirve. Por eso digo yo que en las reuniones tiene que haber una discusión. Por más que estés hablando bien. Alguien tiene que decir que no le gusta. Para que haya discusión. Así toda la gente se anima de hablar, pero sino están todos así, están como si les diera dolor de muela, ¿viste? nadie habla. R: … en una reunión, que no tenga discusión, no sirve. No tiene ningún valimiento. Porque eso puede ser una cosa, todos están de acuerdo. Yo también. Pero si ella ha dicho una cosa fea, que no sea, yo voy a decir que no, que no es así. Que no es así como dice. Ahí empiezan las discusiones. Si dijo bien todas las cosas, pero a mí no me gusta. Yo tengo que estar pensando cuando me apreta el zapato que voy a contestar, por qué, entonces tiene que haber un porqué. Y cuando hay un porqué se dice “Bueno, tiene razón”, o se cambia, o “puede cambiar”. Si estamos diciendo una cosa y esa cosa no va así a lo mejor sale otra y es mejor todavía. Pero si yo digo,

no, si es así, todos dicen “Está bien, es así”. “No porque Don Raimundo dijo” no, yo no soy nadie. Yo me puedo equivocar. El que tiene boca se equivoca. ¿No es así? Entonces yo me puedo equivocar, para eso están los compañeros, para decirme “No, me parece que así no es”. Eso es lo que pasa mi amigo. Hay veces que en la comisión es muy linda, se trata de muchas cosas y todo sale bien.

Entonces cuando hay discusiones, sí. Todos opinan, todos hablan. Y eso es lo importante. Y el santiagueño tiene eso, que no habla. Todo lo que quiere decir le queda ahí. ¿Por qué no habla? “No”, después dice. Y lo que él estaba diciendo, es una persona que tiene muy buenas ideas, pero no se anima de hablar. ¿Por qué no habla? Si todos están hablando. Cada uno estamos opinando. Hablá. No, nosotros tenemos esa maldita costumbre. Yo también por eso poco hablo.

La defensa de la Tierra, siempre

Por eso nosotros los santiagueños sabemos que la tierra es de nosotros. ¿Por qué quisieron matar los indios? ¿Por qué los mataron? Porque ellos querían defender la tierra, porque ellos eran nacidos también de aquí. Ellos habrán sido nativos y criados igual que nosotros. Pero ellos entregaron sus vidas por las tierras. Pasaba que contra el ejército era muy difícil vencerle. Entonces se hicieron dueños, empezaron a matar. ¿Cómo podían sacarlos? Solamente matando, otra forma no había. Así los

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sacaron. Los mataron y así se hicieron dueños. Los grandes terratenientes, no sé si han comprado o no la han comprado a la tierra. La tierra no se vende, dice la historia. Porque la tierra, digamos, es una herencia que nuestro señor Jesucristo dejó para nosotros. Para todo viviente, cristianos, animales y todo el que camina sobre la tierra.

La tierra nos cría y nos come. Nos criamos sobre la tierra andando, porque nos da mantención, la tierra. Sembramos y si la tierra no nos da nada, no vamos a tener nada. La tierra nos cría, y cuando morimos nos come. Entonces la tierra es de nosotros, la tierra no se vende. La tierra es de nosotros. Pero desgraciadamente, ellos, las grandes empresas o los grandes terratenientes, hacen lo que quieren. Estaban haciendo, ojo, hasta ahora. No sé si van a seguir. No creo que sigan. Por eso es que nosotros estamos peleando por la tierra. No le estamos pidiendo al gobierno que nos dé nada. No estamos pidiendo que compre y nos dé. No.Estamos pidiendo lo que es de nosotros.