r a l e g r 1 · 2014-02-22 · ra serpiente de ora (1935), funda mentalmente poemática, exalta a...
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UNIVERSIDAD DE ME.xICO 19
nes, en en~revistas, o en sus propios tratados estrictamente filosóficos, como enel caso de Descartes y de Spinoza. Antetodo porque ese pensamiento existe, puesno nos las habemos con "sistemas imagin~rios",. con . biografías de un pensal111ento mconslstente, o que se ha perdido, o que nunca se formuló, o que es insignificante.
El biógrafo uato no repara quizá en elvalor del persona ie sino en el inte¡-és dela vida misma. P~ro en estos extremos labiografía vale exclusivamente por efectodel biógrafo. I\ecuerdo la biografía de unpillo londinense escrita por el doctorJ ohnson, o la de! soldado don Alonso deContreras tan loada por don José Ortegay Gasset. ¿ Qué importa en este caso 'laobra objetiva que no existe? Pero tratálLdose de filósofos la cosa cambia. Husserl
es ante todo las Investigaciones, las Ideastan reales como las crisis de su vida personal, pero como dice muy juiciosamenteHegel, con la ventaja de su eternidad ode su pervivencia, si es que no se quiereser tan solemne como el profesor de J ena.
En sus Vidas imagillar'ias, Manuel Schwob agudiza muy irónicamente la situación que aquí debatimos. "He rebuscado", viene a decirnos -cito de memoria-, "toda la filosofía de Aristótelesy no he podido da l' con la clave, o desentrañar su misterio." ¿ Del pensamientode Aristóteles, de la esencia de la metafísica?, nos preguntamos_ "¡ Oh, no !", contesta displicente Schwob. Lo que ningúnbigrafo, escol iasta, o intérprete de A ristóteles ha logrado aclararme es porquese hallaron en su cuarto, al morir, innumerables vasijas de aceite de Lesbos!"
e 1 R o A L E G R 1 A:
Por E. S. SPERATTI PIÑERO
DE LA SERPIENTE
A EL MUNDO ES ANCHO
Maree! Sehwob
aunque estos últimos los aventajen eneternidad."
En el filósofo de casta las ideas estáncargadas de vitalidad, de familiaridad, váen ellas. En la obra de Husserl abundanlas llamadas al yo, a la responsabilidadindividual. "De tua res agitur" , dice en e!apéndice a sus Ideas 1, apostrofando,amonestando, como si se tratara de unacurta' personal 'dirigida a un discípulo"existencial" al que instara a s'engagel'.Pero; debemos dar más que un valor retórico-a tales procedimientos? Basta abrirel Discurso del método de Descartes o laReforma del entendimiento de Spinozapara topar con semejantes giros persuasivos. ; Existencialistas avm¡t la lettre?En modo alguno. Simple y llanamente filósofos. grandes filósofos artistas que sehan percatado de la eficacia que entrañaestilizar autobio(lráficamente la filosofía"modularla con el sabor de una c'onfesión,de un testimonio personal, auxiliados poresa concreción que como dice HegeL-tienen las ideas en esos pensadores. N'adatan cercano a la ilusión de la vida. comola vida personal, nada que procure la sensación ele que no se vive entre abstracciones como personalizar las ideas, revestir_las de las formas de una vivencia personal. de una crisis individual, incanjeable,dramática, patética.
Porque por un momento "pongamosentre paréntesis" la personalidad de Husserl como pensador y enfrentémonos alas líneas de su diario como si se trataraexclusivamente del documento autobiog-ráfico de un hombre cualquiera. ¿Tienenalgún valor? Tal vez. 9uizá hallarían sulugar en libros como los ele la señoraCharlotte Bilhler, El Curso de la vida humana C01110 problema psicológico, o enotros semejantes. pf'ro no en la historiade la filosofía. N o serían estilizacionesautobiográficas de un pensamiento,' sinosimple y llanamente autobiografía, docu~
mento, encuesta, test, anónimo. para más.() firmado por un sujeto insignificante.En cambio sabiendo que se trata de unaslíneas de Husserl la cosa cambia. Su valor lo reciben de quien viene, e! pensamiento del filósofo es la mejor de las recomendaciones para todo lo que quieradecirnos bajo la forma de autobiografía,en cartas, en confesiones, en conversacio-
DE LA PRIMERA a la última de las novelas de Alegría, el tema centrales el hombre, indio o mestizo, del
Perú. Encaradas desde este punto de vista, pueden considerarse bajo el rótulogeneral de novelas indigenistas. Pero laforma de tratar el tema varía. lo mismoque el tono y la intención.
ra serpiente de ora (1935), fundamentalmente poemática, exalta a los balseros del Marañón, cuya vida y cuyamuerte depende por completo del ríobienhechor o despiadado, verdadero símbolo del destino. "¡ Nuevo Dios !". lo llama el cholo narrador. Y como a Dios sele dirigen los hombres que trabajan ensus orillas o en sus aguas:
Río Marai¡ón, déjall1e pasar;eres duro y fuerte,110 tienes perdón.Río ]\;[araiión, tengo que /Jasar:tú tienes tus aguas,yo mi corazón.
Pero el hombre. que conoce por experiencia el poder del río, que lo respetay lo teme, sabe decir también. como lomuestra la segunda parte de la copla, suvoluntad inquebrantable.
Su vida es de lucha, pues. Lucha constante con la corriente que ahoga y destruye. "Pero los cholos" son "de la corriente más que de la tierra" y, según laafirmación de uno de ellos, "no le juimas porque semos hombres y tenemosque vivir COl11ues l~ vid.a". Y s,i se muere."~qué más da?" I'.ataJ¡~mo, S1l1 d~lda, alcual un héroe senctllo, I11genuo e 111consciente de su propia grandeza trasn~uta enacción y en trabajo. en generoSIdad yen amor. Porque en esos "valles... lavida es realmente tal".
J unto al río, hasta los señores parecenamansados. Así don Juan Plaza, hacendado de Marcapata, hospitalario e hidalgo quien tiene "para los forasteros tinacordi~lidad ancha y firme" y por el cual
DE OROY AJENO
la mi rada de sus criados destella de fidelidad "atenta, solicita, inclinada y rendida". Junto al río, los forasteros que llegan de T.Íma con ambiciones de dominioe ideas de superioridad, como do'n Osvaldo, suelen perder algo de su carácter.El río de 01'0 puede también frenarlosdefinitivamente en su ímpetu conquistador encarnándose en la amarilla intiwara,cuya mordedura quita en segundos lavida orgullo v ambiciones. El río, símbolo' ahOl-a de" la antigna deidad serpentina elel Jncario. mata a quien quieredomeñarlo y quiere domeñar también asus hombres por a fán de codicia.
Otros peligros hay por las cercaníasdel Marañón. Peligros apenas señalados,
Cementerio del Cuzco
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Jndígena tocando la quena
es verdad, pero no por eso menos reales.Estún en los guardias civiles que vigilanlas fiestas con aires de matones y se enca rnizan con las presas fáciles que lesofrecen los ,:bolos v los indios. El armaque esgril1~en c{)ntr~ e'los es ,,1 pedido deb libreta cívica, "el meior medio de pe1'd~r a un c1wcre;-o·'. El incumplimiento dela conscrip~'ión m:litar, el simple olvido(le b libreta, l'ncierran siempre, la alllena7.a de una posible y larga captura quealeia ;d I:Olllbre del trabajo v la familia.v t~'I'mina Fur perderlo 'en 'las lej;:níainhóspitas de la ciudad indi ferente o dela costa malsana. La prepotencia de lospnnlias, en Le serpicntc de oro, es Ve:l
c'da por el coraje y la decisión de loscholos. por la solidaridad del pueblo yde su teniente-gobernador. que desvíana los perseguidores. Hay días de zozobra, sin embargo, porque 'los guardias sontenace:;. Pe"o aun esa zozobra acaba sinmavores d;r:-:os al cambiar el retén, aunqu~ el pel igro queda ahinG:do en el cuerpo de la novc!a.
Hay también la víctima que 110 soslayóla amenaza y quedó eternamente bajo su!farra. Tal es el caso del "corrido", elfu~itivo que cometió un crimen, quizáacciclental, y vive luego acosado sin tregua, culpado hasta de los que ,jamás reaIizó: " ... y es un cristiano como todos:como usted, como yo. Sólo que es un corrido. La justicia lo persigue y él dejaría¡,rimero escapar, gota a gota, toda suqngre antes que dejarse atrapar v conducir a los pueblos, donde 10 deiarían cnn'oheccr 'conJo a un trasto inút=1 en elrincDn de cualquier cárcel en tanto 'JUl'.
sohre una mesa, se amontona ría el papelsellado. Cuando el rimero de folios fuera,juzgado suficiente. él marcharía entonces a la capital del departamento y de :tllía Lima, a esa me:1tada ciuelad que nosotros conocemos por dos cosas: allí camhian los gobiernos v allí hay una inmensadrce1. A ella se ~'ntt'a Fe'ro muy pOGIS
"eces se sale: ) Veinte () 111;"S :lÍios sin lihertad 110 son' aGlSO también la :11uerte?Así se CU:ll!)la la condena, el110111bre quedar;'t prisionero lnra s:elllPre pues tendrá los oius tatuados de rejas encerrandoS~l alnrl.· v ¡1,acerada la ~arne, v rotoslos nen'ios. v oxidados los hueso~s."
De este sombrío destino huve el corrido, quien. cuanclo encuentra' un l'efug-io cordi:d. vuelve a huir desde el aman('cer, con~o si para 'él nunca llegara elclía y viviera en co~tinua noche de an!rustia, aunque "noche sin muros y sinh,ierros: noche con libertad: noche dt'estrellas" .
Salvo ('stas S01l1 bras. el libro respi ra('n general una alegría íntima. Los homhres traba jan en paz, gozan ele sus fiest:IS y ele las pequeñas ,justicias que pue,len tomarse pOI' Sl1 mano -COlt1O la persecución al CU1'a bellaco y la paliza alsacrist;Ín cómplice-, viven baio el amparo directo de las <lutoridacleslugareñastan in~enuas como ellos v más perspicacesv eiectivas que las ~n"iad;ls desde la ciudad. iluminan sus horas libres con relatos intel'cionados v sl'ntenciosos. creenen leyenelas y en v(rtudes sohrenaturales.í"cn de sus temores pretéritos -especialmente si nacen de la imaginación, com() ('n el caso del mágico puma azul- volvidan fácilmente los terrores que lanaturaleza puso ante ellos. Toda esa alegría ~ital colma de colorido las imágenesdel libro, cuyo autor se ha limitado a
ofrecernos un canto optimista en formaele novela.
Cuatro años después, Ciro Alegría escribió otra obra más breve, pero ya intensamente dramática: Los perros hamb,'ien:os (1939). Estos animales comparten "la vida del cordillerano de modo fraterno": su raza está "'tan mezclada comola elel homhre peruano"; son "frugalescomo sus mismos dueños"; guardan fielmente la casa "donde no hay hombre";en el peligro, forman con los amos "unaentidad anudada por cruentos lazos", losestrecha "la voz el" la l11uerte ... en unaso'a angustia y un solo afún de elefenderse para sobrevivir"; comparten el hambre hasta donde es posible, aglutinándose"en la desgracia".
Hombre v perro, pues, se uui fican enconst;¡nte p;t ralelo. La vida del segundoes reflejo de la "ida del primero; una"id;¡ en tono menor. porque él no eshombre. aunque muchas veces se:l múshumano: porque él. entre otras COS~IS, nopuede cunsolar,e contando o escuchandohistor: as, Y en :1m bos puede renacer elimpulso s~~lvaie cuanc!o el alimento disminuye o desaparece a caltsa ck la ser'uía. En ambos surge el desafío a ladivinidad o a sn intermediario: sea el delperro hacia el hombre que da de comer:sea el del hombre hacia el santo que prott~ge los campos nutricios. El 1nralelo seacentúa al hablarse de los ani'nales quesaci'm su hambre con el ganado apac~n
tado hasta entonces y del homhre queroha ,kl altar las 6pigas ofrecidas ,1
Séln r,orenzo. 1':1 desamparo es ya terrible para la Destia y para el cristiano. Yen medio ele! dolor, el desamparo lluerleagudizarse todavía. El mestizo SimónRohles arrojará de su casa al perro que,habiendo sido guardián, se convierte enladrón: el hombre blanco, cercado por lanecesidad de sus colonos, los arrojaráa balazos cuando intentan quebranta¡: laspuertas del granero y no escuchará la súplica ('ue uno de ellos le dirige v que fun_(le el cL'stino de los perros y de les labradores cOD"izos: "No nos deie botaos como meros perros hambrientos. patrón".La lluvia, al regresar, suaviza las aspere_zas donde todos Se han desgarrado. Simón Robles, prototipo del colóÍ1o sufrido y laborioso, vuelve a sentir "comopropios los padecimientos de, su pobreanimal abandonado" y lo recibe 11ueva-
nH:nte en su casa. N ada se nos dice, encambio, de la actitud que adoptará el patrón con sus hombres.
El libro es, pues, 'una historia de perros con la que se cuentan las pasionesy, angustias de sus amos y que nos acerca intensamente a su vivir, sea el de losca¡"pesinos independientes, el de los coJonos o el de los comuneros; sea tambiénel de los cuatreros y bandidos a quienesena iniustici:l lanzó al bandoleraie. Peroeste libro también nos acerca a si.t morir.Si los Celedon:os caen envenenados porla policía, qt'e no puede atraparlos deotra maner;~. los perros que merodean lacas] del patrón mueren atosi.~ados porla carne emponzoii.ada que aquél ha distribuido generosamente en las cercanías:y si los perros que asaltan el maizal sonbalaceados por un capataz, no lo son menos, como hemos visto, los colonos queacuden a la casa patronal el busca eleapoyo y de alivio.
Ulúlos en la vida y en la muerte, parece decirnos Alegría, están estos seresele la cordiHera peruana. Son uno enellas, aunque el racional, justamente porserlo, padezca con más hondura el rigorde su destino.
Los peligros esbozados en La serpientcde oro ocupan ahora un lugar de mayorimportancia, sin alcanzar el primer planoabsoluto. La historia ele Mateo Tampunos enfrenta de lleno C0l1 el problema delindio a quien se arranca de su choza para cumplir un servicio militar inútil ydañoso, no sólo para sus intereses y silexistencia, sino aun para los de su familia y los de su tierra. N o es todo, sinembargo. Gra\'e es también la ostentación ele brutalidad con que los gendarmes-mestizos casi siell1pre- cllmplen la orden ele anesto. Su presencia equivale ala ruina de los campesinos, pues se COI11
placc'n. como en este caso, en lanzar loscaballos rara que hagan "cabriolas sobrelas tiertl;lS plantas", Cmndo por fin detieneil a Mateo el ctladro oe vuelve torvo:"La 1\1artina sc i:lCorporó y alcauzó al'U\l(Tle Stl poncho. pues, como -es natural.lampeaba en mangas de camisa. El Mateo echú a caminar con paso cansino, perotuvo que aligerarlo amcnazaclo por losgendarmes que le hadan silbar el látigode la rienda por las orejas. Se devorabanel camino. Hacia abajo, hacia: abajo. Unaloma y otra. La Martina subió a tina emi-
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nencia para verlo desaparecer tras el último recodo. El iba adelante, con su poncho morado y su grande sombrero dejunco, seguido al trote por los caballejosen los que se aupaban los captores conlos fusiles ... La soga iba desde las muñecas hasta el arzón de la montura, colgando como una dolorosa curva humilIante.
"A la Martina se le quedó el cuadro enlos ojos. Desde entonces veía siempre alMateo yéndose, amarrado y sin podervolver, con su poncho morado, seguido delos gendarmes de uniformes azules. Losveía voltear el recodo y desaparecer.Morado-azul. .. morado-azul ... , hastaquedar en nada. Hasta perderse en laincertidumbre como en la misma noche."
N aturalmente, el hogar queda sin amparo. Y, cuando la sequía agosta los campos, la familia se extingue por completo,empecinada en una espera sin esperanza.
Y el patrón ya no es el señor blandoy patriarcal de La serpiente de oro. Exigente y ofensivo se nos presenta ahoraen aquel cuya codicia y lengua suelta parael insulto lanza a J ulián Celedón por lapeligrosa cuesta del bandidaje: " ... Estuvo recordando su vida. Poco daba latierra aquélla, ciertamente, y el patrónexigía mucho trabajo. Y ese momento,neto, rojo, lIeno de furia y lumbre de cuchillo. He allí que el patrón dijo: "Chololadrón", y descargó el foete, y él, el Julián, sacó entonces el puñal y lo clavó.Blandamente se hundió hasta el mangoy el patrón cayó chorreando sangre. Él,lo juraría por la Virgen, no era ladróntodavía. Algunas veces se batió a cuchilloy corrió sangre ajena por su brazo, peroladrón no era. Después, con la persecución, tuvo que coger lo necesario paravivir. "
Protector y cruel, según los casos, esdon Cipriano, quien "pertenecía a esaclase. de señores feudales que superviveen la sierra del Perú y tiene para los siervos, según su propia expresión, «en unamano la miel y en otra la hiel», es decir,la comida y el látigo", aunque tiene también, en ciertos casos, una bala demasiadobien dirigida.
Ya no encontramos autoridades solidarias, sino presuntuosos ineptos que lacapital manda a la sierra para castigarlaaún más. Su actuación entusiasta se limi_ta a apresar mestizos "subversivos", cuyo único pecado ha sido apoyar a uncandidato opositor, y a despachar actas deadhesión al presidente de la República"firmadas por todo el pueblo so pena decárcel".
En este breve libro hallamos el núcleodel que le seguirá: el capítulo XI, que se
titula: "Un pequeño lugar en el mundo."AIIí se nos habla del despojo de las comunidades. Unos indios acuden a las tierras de don Cipriano, pidiendo ser admitidos como colonos: "Provenían de la extinguida comunidad de Huaira. Despuésele algunos años de trámites judiciales,don Juvencio Rosas, hacendado de Sunchu, había probado su inalienable derechode poseer las tierras de un ayllu cuyaterca existencia se prolongaba desde elincario, a través de la colonia y de la república, sufriendo todos los embates. Yel tal apareció un buen día por Huaira,acompañado de la fuerza pública y suspropios esbirros, a tomar posesión. Losindios, en último y desesperado esfuerzo,intentaron resistir. Cayeron algunos. Lacontundente voz ele los máuseres les hizocomprender bien pronto el poco valor delos machetes y las hondas. El viejo indioMashe, acompañado de los cincuenta queclamaban ante don Cipriano, huyó. Había sido uno de los sostenes de la obstinada y última resistencia y pensó, conrazón, que lo lIevarían preso. Y no anduvo equivocado, pues así pasó con muchosde los que quedaron y a quienes, además,en la capital del departamento, enjuiciaron por subversión. Los restantes de losque se sostuvieron en Huaira, sometidosa don Juvencio, pasaron a ser colonos."
Mashe, alojado en casa de Simón Robles, le dice al terminar su historia: "-yes así como hemos llegao a mendigar unpequeño lugar, masque seya un sitio chico en la grande tierra ..." Robles confirma: "-Qué me dirá ande mí ... Güenas leguas tenía sobre yo cuando lleguépuacá ... y esto tamién nue,; mío, nuese nosotrus que lo sembramos ... Uno busca su pequeño sitio en el mundo y nuay,o se lo dan prestao ... y es solamente unpequeño, un pequeño lugar en el mundo ..." Ni un pequeño sitio, pues, en eseancho y largo mundo que el perrito Mañucontempla desde las espaldas de su nuevo amo, y en el cual ni él ni sus congéneres tendrán tampoco un lugar cuandola lluvia deje de caer sobre la tierra.
Recio y triste es el segundo libro deCiro Alegría, aunque de vez en cuandosalte la chispa de la ocurrencia chistosao el gracejo del relato tradicional. Recioy triste el mundo que nos muestra, acosado por el sol inclemente, por un cielo sinnubes de lluvia, por unos hombres que explotan despiadadamente a otros hombres.
y en 1941 aparece esa especie de sinfonia trágica -El mundo es ancho y ajeno-, donde los hombres no vivirán yaa través del símbolo ni padecerán poranalogía ni en paralelo con una fiel bestezuela doméstica. El dolor del hombre
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ocupará todo el cuadro, cuadro que, porotra parte, se extenderá también. Ya noserá un lugar junto al Marañón, tampoco un paraje en la serranía del Perú:será todo el país que no ha sabido incorporarse al hermano más débil y que, enyez de protegerlo, se ha empeñado endestruirlo.
La primera palabra nos sitúa en el ambiente del libro, unida a una supersticiónpopular:
"¡ Desgracia!"Una culebra ágil y oscura cruzó el
camino dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta levede su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por lafatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete.Cuando la hoja de acero fulguró en elaire, ya el largo y bruñido cuerpo de laserpiente ondulaba perdiéndose entre losarbustos de la vera.
"¡ Desgracia !"y Rosendo Maqui, el vIeJo alcalde de
la comunidad indígena de Rumi, apesadumbrado por el encuentro, se sienta ameditar en el presagio, que provoca unavisión retrospectiva. Gracias a este recurso, Ciro Alegría expone lenta, precisamente, las vicisitudes que han castigado al pueblo -y a los pueblos-: las pestes y las sequías que agostan las fuerzas,pero de las cuales es posible reponerse;los hacendados inicuos a quienes protegenleyes discriminatorias ("Cuando un hacendao habla de derecho es que algo anda torcido y si existe leyes sólo la quesirve pa fregarnos"); las guerras civílesentre cuyos bandos siempre queda cercado el indígena; los impuestos que sedescargan inflexiblemente sobre él hastahacerle exclamar: "¿ Qué culpa tiene unode ser indio? ¿Acaso no es hombre?";el impuesto aún más terrible del serviciomilitar, de tan injusta aplicación, pues"un batallón en marcha" es "un batallónde indios en marcha". Las leyes protectoras, en cambio, de nada sirven: "RosendoMaqui despreciaba la ley. ¿ Cuál era laque favorecía al indio? La de instrucciónprimaria obligatoria no se cumplía. ¿ Dónde estaba la escuela de la comunidad deRumi?
Rosendo no sólo evoca, sin embargo, unpasado de injusticia y de disgusto. Evocatambién los buenos momentos, nacidos casi todos del goce de la tierra labrada porel es fuerzo común; evoca con igual cariño a los hombres que integran el pueblecillo y a los animales que los ayudan ensus tareas. Y acaricia ideas que desea verrealizadas, como la de la escuela que sedarán para que los nuevos comuneros no
Balsas de totora en el lago Titicaca Indígenas del lago Titicaca
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Rebaño de llamas cargueras
vuelvan a sufrir engaños a causa de suignorancia.
Pero entre los buenos y los malos recuerdos, entre las insatisfacciones y lasesperanzas, está clavado el temor de unpeligro inmediato: un hacendado, cuyonomb¡:e sonoro y prepotente resume lajactancia y la ambición del conquistadorblanco y de su heredero criollo -DonAlvaro Amenábar y Roldán-, acecha aRumi, quiere apoderarse de ella par~ incOl'porarla a sus ya extensas posesIOnescon la intención de que los hombres, unavez despojados, tengan que servirle decolonos. Y Don Alvaro sabe, le consta,que los derechos de la comunidad a supedazo de tierra son innegables.
El peligro borra de labios de Maqui lasonrisa que los ha iluminado un inst~nte.
Ese peligro, gracias a la prepotencIa, ala intriga, a la venalidad, a la bajeza, borrará luego la felicidad de Rumi y alpueblo entero. Mientras sólo es peligroagazapado, sin embargo, la vida del pueblecillo indígena sigue su curso inmutable de trabajo y de paz. Ciro Alegría sedemora intencionadamente en la pinturade esa pastoral sin convenciones literarias. Rumi lucha, es verdad, por seguirsu existencia; lucha por las buenas. Lucha también con armas milenarias, comocuando pide a la vieja hechicera N ashaSuro que destruya con su poder al hacendado. Alegría no cree, naturalmente,en tales cosas; pero aprovecha con artela ciencia ingenua y logra un momento deparca intensidad en su relato. N asha Suro se ha empeñado en cumplir el encargode la comunidad, sin embargo: "Una tarrle salió de su casa y todos vieron en sutalante más desvaído que de ordinario, yen su mirada perdida por la tierra, lasseñales dolorosas del abatimiento y de laderrota. Y ella dijo a Rosendo por tododecir:
"-No le puedo agarrar el ánima ..."Nada más certero que sus descorazona
das y descorazonadoras palabras. ¿ Qué alma podía arrebatar al desalmado Don Alvaro?
La tormenta se descarga, por fin, cuando la ley falla en favor del poderoso. Loscomuneros deciden entonces ~bandonar
sus casas y sus eras. El dolor recónditode los hombres es también el dolor de latierra laborable que se queda sin manosy sin espíritu: "Un día amaneció la novedad de que una mujer vieja había pasado por la Calle Real, a media noche,llorando. Su llanto era muy largo y muytriste, desolado, y se le oyó desapareceren la lejanía como un lamento... Latierra se volvió mujer para llorar, deplorando sin duda la suerte de sus hijos,de su comunidad inválida."
Todo Rumi se refugia en 11ll0S altosinhóspitos, "zona hostil" y "cargada deancestrales misterios". doncle tendrá quereconstrui r duramente lo que ha perdido;pero los comuneros son dueños todavía-o se creen dueños- de una independencia a la cual sacri fican sus otros hienes. El trabajo incansable vuelve a iniciarse: "Y el indio, con sencillez y tesón,domó de nuevo la resistencia c1e la materia, en la desolación de los pajonales ylas rocas, bajo el azote persistente delviento, brotaron las habitaciones, manteniendo sus paredes combas y su techofiludo con un gesto vigoroso y pugnaz.,
"Los comuneros comenzaran entoncesa barbechar las tierras mejores... en
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los SItIOS menos pedregosos. Con todo,los arados llegaban a hacer bulla al roturar la gleba cascajosa y las rejas ...pronto se quedaban romas..Pero ya n:ascallaría un papal y, en el tIempo debIdo,extendería su alegre manto de verdor enla ladera situada al pie de las casas ...Sería hermoso ver ondular el morado intenso del quinual. En fin, que. tambiénsembrarian cebada, ocas y hasta ollucos ymashuas. Todo lo que se diera en la jalca ... Se araba v se iba a sembrar. Lavida recomenzab; una vez más ..." ,
La vida puede recomenzar en cualquierparte; no retoña tan fácilmente el almadel hombre, si algún resorte íntimo seha quebrantado. Siendo externamente lamisma, la antigua comunidad de Rumicomprende que ya no lo es: "Toda, todala vida parecía torturáda por la asperezade las rocas, la niebla densa, el frío taladrante, el sol avaro de tibieza y el ventarrón sin tregua. El hombre, guarecidobajo su poncho, se acurrucaba a esperaralgo impreciso y distante. Raramente solían oirse la flauta de Demetrio Sumallacta y algunas antaras. Y una noche sonóuna quena. La nostalgia sollozó una música larga y desgarrada. En.tonces comprendieron de veras que había cambiadomucho la vida."
El nuevo paisaje, tan distinto de! delas tierras abandonadas, exige una transformación: " ... Las carnes morenas tomaban la frialdad indiferente de la piedra.Su alma se iba poniendo estática, también. Aun los que se quedaban en las casas, los mismos pequeños, sentábanse enactitud de rocas ante el paso del tiempo.Ese era un mundo de piedra que sólo permanecía a condición de ser piedra ... Había que ser piedra para sobrevivir."
Esa transformación no todos puedenresistirla. Unos mueren, como el harpistaAnselmo. Otros abandonan el lluevo pueblo en busca de una vida mejor, casisiempre engai:adora. Augusto Maqui \,aa las caucherías para quedar encerradoen la sombra de la selva y en la sombrade la ceguera, provocada por las salpicaduras de la goma ardiente. Amadeo Il1ascomienza a trabajar en una hacienda decoca, de esa coca que hasta entonces hab'Ía masticado "para solazarse y estarbien", de esa coca tan difícil de cultivar,sin embargo, y tan exigente con el hombre que la cultiva; trabaja en las zonaspalúdicas que la producen, infestadas de
reptiles venenosos y de deseos incontrolables, y se encadena al cocal como Augusto Maqui a las caucherías, sujetos ambos por deudas, que jamás disminuirán,a ese "pequeño pedazo de tierra" necesario "para la vida" y que tanto cuesta.Calixto Páucar dirige sus pasos al asientominero de N avilca y cae baj.o las balas delos gendarmes, héroe desconocido de unacausa que empezaba a ser la suya. JuanMedrana y su familia encuentran en unahacienda lejana un rincón de tierra queles recuerda la suya; allí el patrón proporciona los elementos y el labrador Sl1trabajo, cuyo producto ambos se repartirán. Juan Medrana cree en el supuestomilagro, pero el desencanto llega prontp:"Cuando e! maíz estuvo desgranado y eltrigo venteado, llegó a Salma el patrónRicardo para arreglar cuentas. Despuésde separar su mitad de la cosecha, reclamó casi otro tanto por las facilidades
- prestadas. El resultado fue que los nuevos colonos se quedaron con los granosnecesarios para e! sustento."
Aunque desengañado, Medrana se queda:
" ... Ya estaban cansados de trajinarsin sosiego. Cuando volvieron las lluvias,Juan Medrana unció la yunta, trazó lossurcos y arrojó la simiente. Quería a latierra y encontraba que, pese a todo, cultivarla era la mejor manera de ser hombre."
Otros comuneros, con más impulso deaventura o con más enconado rencor, seimen a los bandidos del Fiero Vázquez.
La comunidad se desintegra poco a poco y Se va perdiendo por los diversoscaminos que no llevan a sus hombres nia la felicidad perdida ni a la justicia total c!ue se buscan por su propia mano. Esamisma desintegración señala, recalca, conla experiencia de cada uno, que el mundo:!l1cho es siempre ajeno.
Mientras tanto el resto de la comunidad sigue sufriendo por causa del insaciable Don Alvaro. También quiere ahorael pedregal, aunque en el fondo no seaesto' lo que ansía, como no desea.ba porellas las tierras laborables convertIdas eneriales. Quiere a los hombres para someterlos a su férula de mandón y de ambicioso.
La persecución y los pleitos continúan.y una de las primeras víctimas es el sufrido y prudente alcalde Rosendo. Acu-
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GOITIA
Si el arte ha de ~er e~timado por sucalirlad y por su fuerza emotiva. la ohrade Francisco Goitia dehe ser consideré~d;len el primer plano, o en el más alto nivel,del arte de nuestro tiempo. l·o hay euella un solo momento en que la emocióndecaiga y siempre su personalida(l resaltainconfundible y. podría decirse, que essolemne y majestuosa. Junto a los quetratan al arte "como quincalla", a decirdel gran poeta López Velarde, Goitía e~
una amonestación por su sola presencia,por su honestidad. su sabiduría y su grancalidad de artista y de hombre.
Siempre nos quejaremos de que suproducción sea escasa. lo que es pruebade la estima en que se le tiene, mas nossentimos recompensados porque su cortaobra alcanza el limite de lo imponderable.F~s evidente que pa ra este artista pintarun cuadro no es ta;1 s(')lo expresar unaidea, sino entonar un canto doloroso parael que tiene que tocar las fibras más profundas y más sensibles de su alma: pero,además, i cuánta reflexión hay en susobras! 10 que no les resta ni espontaneidad, ni fuerza c1ramiltica, antes bien lograasí los efectos más emocionantes, ya sea
lo convertido en melodrama n<lrrado, Elmnndo es ancho y ajeno se impone Iiterari<lmente por su equilibrio interno, porla gradación del movimiento, moroso Ypausado al comienzo, con alternativas deintenso dramatismo y de quietud apacible en el desarrollo, con vertiginosidadtrágica en el desenlace. Y vale, sobre todo, por su realismo artístico, ese realismocuyo manejo muy pocos han comprendidocuánta maestría requiere.
PLASTICAS
Fr;\I1cisco Goitia. Tata Jesucristo, óleo,
FRANCISCO
ARTES
L AS NUMEROSAS obras que componenla Primera Bienal InterameriC:111ade Pintura y Grabado, organizarla
por el Instituto Nacional de Bellas A rtes. que se encuentran exhibidas en elPalacio de Bellas Artes, constituyen unasespléndidas colecciones que permiten formarse una idea, si bien parcialmente, delnivel en que se encuentran esas arteshoy dia en América.
Entre las obras presentadas resaltanpor su calidad superior los dos cuadrosdel gran pintor mexicano FranciscoGoitia. No son pinturas recientes y ambas son bien conocidas: Tata Jesucristo(1926-27) y Paisaje de Santa Mónica(1945--1-6), pero son magníficas y su pre~encia en la Bienal dan realce al evento.El Jurado resoh'ió sin titubeos y porunanimidad. o mejor dicho. por ac1am;tciÓn. otorgarle el Gran Premio Internacional conferido por la Secretaría deEducación Pública. N o sólo se tuvo encuenta la aran categoría de esos dos cua-o .dros sino la obra del artista en conJuntoy ~u ~jgni ficación en la pintura del si-
glo xx.
Por ]usti1w FERNANDEZ
GRAN PREMIO DE LA BIENAL
cho y ajeno, sabemos que es cruel, sabemos que en él no hay lugar para nadie quen? ~ea ~stuto, venal o poderoso. N o queda111 slqll1era la esperanza de emprender unanueva vida, porque "el estampido de losmáuseres continúa sonando", porque lamuerte impulsada por el hombre en unacacería sin tregua ha aniquilado hast<l11aesperanza de la esperanza.
Descorazonador, amargo, colmado desituaciones cuya acumulación pudo haber-
sado de cuatrero por don Alvaro, va aparar a la cárcel, cuya lejana sombra asomaba en La serpinte de oro y en !a. cualse nos introduce ahora. Allí COl1\'IVlmOS,durante largas páginas, co~ lo~ e~-hotl1bres; allí palpamos la sucIa l111se:la. queengendra la protesta y el resentimIentode los más ilusos, como el generoso herrero que se prestó a d:c1ara; en fav?r ~;los derechos de Ruml y solo con.slgtl1~perder su libertad y su ~e en .Ia ~atna; allts~ntimos que la conVIvenCIa 1I1~leseabledesarrollará temibles lacras sOCIales. yallí muere Rosendo Maqui bajo los golpes de los guardias que vengan en él lafuga del Fiero Vázquez. .
Un momento de esperanza parece bnllar después para la comunidad desgrac~ada. Un momento que llega con Be11ltoCastro, el muchacho que huyó de la inju~:ticia humana, que la enfrentó y aprendlOalgunos medios para defenderse de ella.Pero no todos, sin embargo. Ese momento de esperanza llega también conun fallo de la Corte Superior, que protege temporariamente a los comuneros Y losmantiene en su nuevo pueblo. Durante dosaños esa esperanza es un aliento. La co- .munidad progresa, se abre a saludablesinflujos que comienzan a transformarla.Benito Castro, elegido alcalde, rompe tradicionales temores y aumenta con su decisión la superficie laborable.
Pero ha sido sólo un momento. La Suprema Corte da la razón a Don Alvaro.y éste Se apresta al despojo total. Los comuneros deciden resistir, deciden contagiar su descontento, deciden enfrentar consus pobres fuerzas las fuerzas unidas delhacendado y del gobierno. Luchan y luchan bien; nada pueden, como era de esperarse. Cercados, caen uno tras otro.y el cuadro final. anticipado en una delas tantas lecturas que Benito Castro oyóen sus andanzas por la costa y que ;la
rraban las tropelías sufridas por otras comunidades, deja un sabor de desolación)' de fracaso:
"En las últimas horas de la ta rde comienzan a llegar heridos. Algunos mueren calladamente. Otros dicen a sus familiares que se vayan, que los dejen solos.y cuentan que los indios caen abatidos, como los cóndores, sobre los picachos. Vetas, manchas, coágulos de sangre signanlas calles del caserío. ¿ Pero a dónde vana irse las familias? Todas las rutas se hallan ensangrentadas.
"De pronto llega el mismo Benito Castro con la cara, las ropas y las manosrojas. Se ha manchado atendiendo a suscompañeros y con el borbollón que manade su propia herida. Cae frente a su casallamando a su mujer con una voz ahogada. La masacre de L1aucán ha surgido.neta, en sus recuerdos. Marguicha acudecon su hijo en los brazos.
"-Váyanse, váyanse- alcanza a decirel hombre, rendido, ronco, frenético, demandando la vida de su mujer y su hijo.
"-¿ A dónde iremos? ¿ A dónde?implora Marguicha mirando con ojos locos al marido, al hijo, al mundo, a su so·ledad.
"Ella no lo sabe y Benito ha muerto ya."Más cerca, cada vez más cerca, el estampido de los máuseres continúa sonando."
Sí, ¿ a dónde irán los últim2.s restosde la antigua y pacífica comunidad deRumi? Sabemos ya que el mundo es an-