psico social morales 20

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CAPITULO 20 La influencia minoritaria Juan Antonio Pérez INTRODUCCIÓN. INFLUENCIA Y «ESTILOS» DE COMPORTAMIENTO. Teoría de la consistencia. La flexibilidad y la rigidez de la negociación. El efecto de «bola de nieve". La confianza. EL EFECTO DE CONVERSIÓN. El paradigma azul-verde. La influencia asociativa. Los efectos paradójicos de la denegación y de la censura. La influencia sobre el funcionamiento del pensamiento. LOS PROCESOS DE LA COMPLACENCIA Y DE LA CONVERSIÓN. Teorías de un solo proceso. Teorías de los dos procesos en la influencia mayoritaria y minoritaria. La validación: proceso de centración sobre el objeto. La validación: proceso de descentración sociocognitiva. LA PSICOLOGIZACIÓN. ¿POR QUÉ ESTUDIAMOS LOS GRUPOS MINORITARIOS? RESUMEN. LECTURAS COMPLEMENTARIAS.

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CAPITULO 20

La influencia minoritaria Juan Antonio Pérez

INTRODUCCIÓN.

INFLUENCIA Y «ESTILOS» DE COMPORTAMIENTO. Teoría de la consistencia. La flexibilidad y la rigidez de la negociación. El efecto de «bola de nieve". La confianza.

EL EFECTO DE CONVERSIÓN. El paradigma azul-verde. La influencia asociativa. Los efectos paradójicos de la denegación y de la censura. La influencia sobre el funcionamiento del pensamiento.

LOS PROCESOS DE LA COMPLACENCIA Y DE LA CONVERSIÓN. Teorías de un solo proceso. Teorías de los dos procesos en la influencia mayoritaria y minoritaria.

La validación: proceso de centración sobre el objeto. La validación: proceso de descentración sociocognitiva.

LA PSICOLOGIZACIÓN.

¿POR QUÉ ESTUDIAMOS LOS GRUPOS MINORITARIOS?

RESUMEN.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS.

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268 Psicología social

INTRODUCCIÓN

Hl énfasis de la Psicología social en el estudio del conformismo caracterizó un periodo importante del desarrollo de la disciplina, durante el cual se tendía a evaluar negativamente los comportamientos desviados de ¡a norma mayoritu­na y se buscaba la integración de los desviados en la mayoría. Autores como Moscovici produjeron un cambio en esta situación, al demostrar, con sus es­tudios, que en muchos casos los grupos minoritarios se convierten en el motor de la innovación y del cambio social y que la influencia no es patrimonio ex­clusivo de las personas con un status o un poder superior.

Este capítulo muestra cómo se pueden convertir en fuente de influencia personas que carecen de poder o ascendiente sobre el blanco de influencia (es decir, sobre la persona cuya conducta, actitud o creencia se intenta cambiar). En segundo lugar, que la influencia ejercida por un grupo mayoritario respon­de a urt proceso distinto al seguido por la de un grupo minoritario.

INFLUENCIA Y «ESTILOS» DE COMPORTAMIENTO

Cualquier interacción social se puede convertir en una situación de influencia. Ello ocurre cuando se genera un conflicto provocado por el enfrentamiento de puntos de vista diferentes. En la creación y mantenimiento del conflicto de­sempeña un papel decisivo el «.estilos de comportamiento (Moscovici, 1976).

Teoría de la consistencia

Pero; ¿qué es un «estilo» de comportamiento? Según Moscovici, la organiza­ción intencional de signos verbales y no verbales que pennitcn comunicar una información directa sobre el objeto de juicio así como la intención presente y futura de la persona que lo adopta. Sirva como ejemplo la consistencia. Un estilo de comportamiento consistente se caracteriza por la adhesión firme a un postulado o creencia, por la evitación de la contradicción o, incluso, por la ela­boración de una prueba lógica para demostrar la solidez de esa creencia a la que uno se adhiere. Otros estilos de comportamiento que se han descrito son la autonomía, la equidad y la rigidez.

Las teorías de la atribución se pueden utilizar para detenninar las inferen­cias de un blanco de influencia cuando observa que una fuente mantiene un jui­cio o un comportamiento de modo consistente (Moscovici y Nemeth, 1974). En efecto, la teoría de la covariación de Kelley (1967) postula que el individuo intentará deducir si un comportamiento concreto de una persona se debe a las características del objeto, a la forma de ser de esa persona o a la peculiaridad de la situación. Para ello, atenderá a la particularidad o dislintividad del com­portamiento, a si se repite o no a través del tiempo y de las situaciones y al nú­mero de personas que hacen lo mismo (consenso). El observador concluirá que

el comportamiento se debe a la propia persona cuando ésta reacciona siempre de la misma forma ante ese y otros objetos de la misma categoría (particulari­dad o dislintividad baja), su reacción ante ese objeto es la misma indepen­dientemente del momento y de la situación (alta consistencia) y es diferente a ¡a de las demás personas (bajo consenso). A la inversa, concluirá que la causa del comportamiento reside en alguna propiedad del objeto cuando se dé una alta dislintividad o particularidad, una alta consistencia y un consenso alto. Por último, se atribuirá la causa del comportamiento a la situación cuando se dé alta particularidad u distintividad, poca consistencia y un bajo consenso. Véa­se el Cuadro 20.1.

¿Qué utilidad lienc este modelo para explicar la influencia social y, más en concreto, la influencia de un individuo o grupo minoritario'? En primer lugar, si sólo es un individuo el que defiende un juicio nuevo con un estilo de compor­tamiento consistente, enfrentándose así a todo el grupo (bajo consenso), en­tonces el observador se inclinará a atribuir ese juicio a la idiosincrasia del in­dividuo. En este caso, es difícil que se produzca alguna influencia. Pero basta que a ese individuo se le asocie algún otro (formando un subgrupo minoritario) para que el observador no sólo atribuya la causa del comportamiento (insólito, nuevo) al individuo, sino también a las propiedades del objeto. De este modo, la consistencia intra-indi vidual (repetición por parte de una persona de una misma respuesta), conjugada con la inter-individual (repetición por parte de va­rias personas), pueden llevar al observador a realizar un examen más atento del objelo de junio.

Antes de pasar a dar una ilustración expenmental de este proceso, vale la pena señalar que la consistencia es tanto un instrumento de la influencia ma-yoritaría como de la minoritaria. En los estudios sobre el confonuismo de Asch (véase el capítulo anterior sobre la influencia) bastaba con que un miem­bro rompiera la unanimidad del grupo para que la tasa de influencia descen­diera casi a cero.

Ocurre lo mismo en una situación de influencia minoritaria. Moscovici y colaboradores (1969) formaron grupos de seis personas para participar en una tarea en la que tenían que determinar el color y la intensidad luminosa de una serie de diapositivas. En realidad éstas eran todas azules y sólo se diferencia-

Cuadro 20.1. Proceso inferencia) que realiza el blanco de influencia, según la teoría de la covariación.

Persona Estímulo Situación

Consenso Bajo Alto Bajo

Dislintividad Baja Alta Alta

Consistencia Alta Alta Baja

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ban entre ellas por su intensidad luminosa. Al comenzar, todos los sujetos se sometían a un test de daltonismo con el fin de que quedase claro para el resto de los sujetos que todos veían correctamente. Los grupos experimentales se componían de dos cómplices y de cuatro sujetos ingenuos. Durante la fase de influencia los sujetos tenían que decir en voz alta el color de la diapositiva. Las manipulaciones experimentales fueron las siguientes: en una condición (con­sistencia) los dos cómplices respondían el 100 por 100 de las veces que la dia­positiva era verde. Se trataba de averiguar si una minoría de dos era capaz de ejercer influencia sobre una mayoría de cuatro. En otra condición, los dos cómplices decían verde en algunos casos y azul en otros (inconsistencia dia-crónica), o uno decía verde y el otro azul (inconsistencia sincrónica o interin­dividual). Por último, en una condición control, el grupo se componía de seis sujetos ingenuos. Los resultados indicaban que cuando los dos cómplices se mostraban consistentes, lograban influir en el 8,42 por 100 de las respuestas de la mayoría. Este porcentaje difiere de modo significativo de la condición in­consistente donde sólo se observaha un 1.25 por 100 de respuestas «verde» y de la condición control donde descendía hasta un 0,2? por 100, Así pues, una minoría de dos, si se muestra consistente, puede lograr influir en una mayoría.

Ésa es la influencia sobre los juicios públicos, los emitidos en voz alta. En otra parte del experimento se presentó en privado a cada sujeto otras 16 dia­positivas para que dijera si eran «azules» o «verdes». Tres de entre ellas eran azules, otras tres verdes y las diez restantes verdi-azules. Lo que se observó es que, a diferencia de los sujetos del grupo control, los de las condiciones expe­rimentales juzgaban las diapositivas verdi-azules más verdes que azules. Ade­más, esta tendencia se acentuaba en los sujetos que no habían dado juicios «verde» en público, lo que indica que la complacencia pública no es una con­dición necesaria para obtener un cambio privado de los juicios.

La flexibilidad y la rigidez de la negociación

Mugny en un amplio programa de investigación ha puesto de manifiesto que, manteniendo constante la consistencia, pueden ser decisivos los estilos de ne­gociación (flexible o rígido) al que recurren las fuentes para obtener influencia. Por ejemplo, en un experimento (Mugny, 1981, experimento 3) presentó a los sujetos un mismo texto persuasivo compuesto de un conjunto de reivindica­ciones contra el problema de la contaminación. A la mitad de los sujetos la fuente les presentaba las reivindicaciones con un estilo flexible («hagamos esto...»), mientras que a la otra mitad se les hacían las mismas reivindicaciones con un estilo rígido («obliguemos a hacer esto...»). Midió el cambio de opinión producido por cada uno de esos estilos de mensaje tanto sobre las opiniones di­rectamente reflejadas en el mensaje como sobre otras indirectamente relacio­nadas con éste. Los resultados pueden verse en el Cuadro 20.2.

Se observa que una minoría flexible obtiene tanto una influencia sobre las opiniones directamente reflejadas en el mensaje como sobre las reflejadas

La influencia minoritaria 269

Cuadro 20.2. Cambio medio de opinión.

Tipo de minoría Influencia directa Influencia indirecta

Flexible +0,44 +0,43

Rígida -0,11 +0,76

(+) indica influencia positiva del mensaje persuasivo (n = 25). (Tomado de Mugny, 1981. p. So.)

sólo de modo indirecto. Con el estilo rígido desaparece el impacto directo, aun­que ello no impide que aparezca la influencia indirecta. Se vuelve a observar así que se puede obtener una influencia indirecta sin haberla obtenido antes de forma directa. Es interesante también en este estudio que la consistencia atri­buida por los sujetos a la fuente haya sido en todas las condiciones la misma, es decir, se le atribuía a la fuente independientemente de su estilo de negocia­ción, flexible o rígido.

El efecto de «bola de nieve»

En lo que podríamos llamar un paradigma para estudiar los efectos de la disi­dencia, Kiesler y Pallak (1975) han tratado de estudiar la incidencia de los cambios de respuesta de la mayoría y de la minoría sobre las reacciones de un individuo miembro de la mayoría. Se hacía creer a los sujetos que formaban parte de un grupo de ocho personas. Después de una distribución de las opi­niones iniciales del grupo, los sujetos podían contemplar una división en dos partes: una mayoría de seis miembros contra una minoría de dos. Siempre se hacía creer a los sujetos que ellos formaban parte del subgrupo mayoritario. El juicio de la minoría distaba del juicio de la mayoría en 5 puntos sobre una es­cala de 11 puntos. Se hacía creer a los sujetos que durante la interacción del grupo algunos miembros modificaban su opinión. Se creaban de este modo seis condiciones experimentales. Véase la Figura 20.1, donde están representadas gráficamente la primera condición y la cuarta.

La primera recibía el nombre de condición «sin cambio»: todos los miem­bros del grupo mantenían su opinión inicial a lo largo de toda la interacción. Ésta es la condición control. La segunda, o «compromiso de la minoría», se ca­racterizaba porque los dos miembros de la minoría modificaban su opinión en dirección de la mayoría en dos puntos. En la tercera, o «reaccionaria», un miembro de la mayoría se desviaba de la minoría en dos unidades más. En la cuarta, o «mixta», un miembro de la mayoría se desviaba aún más de la mi­noría y, al mismo tiempo, otro miembro de la minoría se acercaba en un pun­to a la mayoría. La quinta, o «compromiso de la mayoría», se caracterizaba porque un miembro de la mayoría modificaba su opinión en dos puntos en di-

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270 Psicología social

1.a

Sin cambio H

C G

F E D B A

1 2 3 4 5 6 7 8 g 1 0

11

4.a

Mixta C H G

F E D A B

1 2 3 4 5 6 7 8 9 1 0

11

Figura 20.1. Dos ejemplos de distribución final de las opiniones comunica­das al sujeto en la primera y la cuarta condición {*).

(*) D: sujeto blanco de influencia. H y C : miembros que componen la minoría en todas las condi­ciones. B: miembro de la mayoría que cambia, en aquellas condiciones en que se produce dicho cam­bio. (Tomado de Kiesler y Fallak. 1975.)

rección de la minoría. En la sexta, «defección de la mayoría», un miembro de la mayoría adoptaba la posición de la minoría.

Los resultados ponen de manifiesto el llamado efecto de «bola de nieve». La mayor influencia de la minoría aparece en las condiciones en las que un miembro de la mayoría deserta de ésta y se inclina por la minoría en un punto o cuando cambia totalmente hacia la minoría.

Un programa de investigación llevado a cabo por Levine y sus colabora­dores (Levine y Ranelli, 1978: Levine, Saxe y Harris, 1976; Levine, Sroka y Snyder, 1977) confirma de igual modo que el mostrarse primero de acuerdo con la mayoría y después desviarse de esta, produce más influencia sobre el su­jeto-blanco de influencia (que se considera a sí mismo parte de la mayoría), que el hecho de mostrarse en desacuerdo con la mayoría consistentemente des­de el principio de la interacción.

La confianza

Nemeth, Wachtler y Endicott (1977) expusieron un conjunto de grupos de seis personas a la influencia de una minoría compuesta por una, dos, tres o cuatro personas. Los resultados pusieron de manifiesto que. a medida que aumentaba el tamaño de la minoría, aumentaba la competencia, pero decrecía la con­fianza que se le atribuía. Una combinación de los dos factores hacía que la mi­

noría de tres personas fuera la más inlluyente, dado que lo que perdía en con­fianza quedaba compensado por la competencia.

Enfoques muy diferentes entre sí como la teoría del impacto social de Latané y Wolf (1981), el modelo de la influencia social de Tanford y Penrod (1984), el modelo de la autoconcicncia objetiva de Duval y Wicklund (1972), la aplicación de la categorizaeión al tamaño del grupo y la independencia percibida entre los miembros de éste hecha por Wilder (1981), e incluso la re­ciente conceptuaüzación del modelo de la influencia normativa e informativa realizada por Campbell y Fairey (1989), coinciden en señalar este mismo he­cho: los primeros individuos (generalmente hasta los tres primeros, véase también el capítulo anterior sobre lá influencia) tienen más impacto relativo que los que se van añadiendo posteriormente al grupo. Seguramente debido a que la fuente a medida que va creciendo va perdiendo la imagen de confian­za e integridad que da.

En resumen, poco a poco estas investigaciones sobre la influencia minori­taria (Moscovici, 1976; Moscovici, Mugny y Van Avcrmaet, 1985; Moscovi­ci y Mugny, 1987; Mugny, 1981; Pérez y Mugny. 1988) iban dejando esta­blecido que grupos que no disponen de un poder normativo notable, ni de una credibilidad, pueden, pese a ello, llegar a producir alguna influencia. La reite­ración y difusión de este descubrimiento sirvió para dejar bien sentado que las minorías pueden obtener una influencia.

EL EFECTO DE CONVERSIÓN

Tras comprobar este efecto, se trataba de comprender la naturaleza y alcance de dicha influencia y, más en concreto, la cuestión de hasta qué punto la in­fluencia obtenida por las fuentes minoritarias tiene la misma naturaleza que la de las fuentes mayoritarias. Ya desde los primeros estudios (véase Moscovici y cois., 1969) se había observado que a las fuentes mayoritarias, con alto poder o credibilidad, les era más fácil obtener una influencia pública sin modificar las respuestas privadas (es decir, el patrón de la complacencia) y que, por el con­trario, las fuentes minoritarias se enfrentaban con intensas resistencias a la hora de lograr una influencia pública y manifiesta, obteniéndola más bien latente y/o diferida, es decir, fuera del control consciente del sujeto. A raíz de un texto de Moscovici de 1980 este tipo de influencia de las fuentes minoritarias se cono­ce como efecto de conversión.

El paradigma azul-verde

Así, por ejemplo, Moscovici y Lage (1976) observaron en uno de sus estudios, realizado con el llamado «paradigma azul-verde», que la mayoría obtenía más influencia manifiesta (los sujetos decían verde), mientras que la influencia de la minoría era superior en un test consecutivo de discriminación de colores donde

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se observaba que para determinados colores ambiguos entre el azul y el verde, los sujetos de la condición de influencia minoritaria decían ver más verde que los de la condición mayoritaria. Se comenzó así a sospechar que «una minoría, sin obtener una aceptación sustancial de su punto de vista en el plano manifies­to, puede influir en los sujetos de manera que éstos revisen las bases profundas de sus juicios; mientras que una mayoría puede hacer que se acepte su punto de vista, si es unánime, sin afectar el sistema cognitivo-perceptivo subyacente. En otras palabras, la influencia mayoritaria opera en la superficie, mientras que la minoritaría tiene efectos profundos» (Moscovici y Lage, 1976, p. 163).

El problema era mostrar si realmente se producía un cambio del código perceptivo o si sólo se trataba de un cambio de la respuesta perceptiva. Un avance importante en esta dirección lo lograron Moscovici y Personnaz (1980) al tratar de medir la influencia latente basándose en el fenómeno del color com­plementario de la imagen consecutiva. La lógica de este fenómeno es la si­guiente: si nos fijamos durante algunos segundos en un color determinado, al desaparecer ese color y dejar la vista fija en una pantalla en blanco, se percibe una imagen durante un instante muy breve. Esta imagen recibe el nombre de «la imagen consecutiva» y su color se denomina «el color complementario». Por ejemplo, el color complementario que produce el a/ul es el amarillo-na­ranja (y viceversa), el color complementario del verde es el rojo-púrpura. El ra­zonamiento de Moscovici y Personnaz es: supongamos que se presenta una dia­positiva de color azul. Imaginemos ahora que una fuente dice (erróneamente) que es verde. Supongamos que medimos también el color complementario percibido por el sujeto. Pues bien, si éste nos dice que la imagen consecutiva tiene un color amarillo-naranja, entonces está percibiendo el color comple­mentario del azul (el que vio en la diapositiva), por lo que se concluiría que no íue influido por la respuesta verde de la fuente. Pero si el sujeto percibiera la imagen consecutiva de color rojo-púrpura, es decir, del color complementario del verde, entonces concluiríamos que la fuente logró influir en la percepción latente del sujeto. Una de las características más interesantes de este procedi­miento es que prácticamente ningún sujeto conoce al entrar en el laboratorio el fenómeno del color complementario y por tanto difícilmente puede mantener un control sobre sus respuestas y adaptarlas a las demandas de la situación.

Veamos el experimento de Personnaz (1981) que constituye una buena síntesis del llamado «paradigma azul-verde». En él todavía se perfeccionó más la metodología para eliminar posibles efectos de la escala utilizada sobre la respuesta. El procedimiento experimental comenzaba reuniendo en una sala a dos sujetos a la vez (un cómplice y un sujeto ingenuo), a quienes se les pre­sentaba una diapositiva de color azul y se les pedía que indicaran en privado y por escrito su color. Esta primera fase concluía tras cinco ensayos (diapositi­vas). A continuación se pasaba a la segunda fase. En ella los sujetos teman que responder en voz alta cuál era el color de las diapositivas que se le iban pro­yectando (todas eran de color a?ul). Durante los 15 ensayos de esta segunda lase el cómplice siempre respondía que la diapositiva era verde. El experi­mentador daba además los porcentajes de respuesta de las personas que pre-

La influencia minoritaria 271

viamente habían participado en el estudio. En la condición mayoritaria les decía que un 81,8 por 100 respondía verde. En la condición minoritaria les de­cía que un 18,2 por 100 respondía verde. Terminada esta fase de influencia, se iniciaba la tercera fase, idéntica en todo a la primera. A l llegar al quinto ensa­yo, con un pretexto dado, el cómplice abandonaba la sala y el sujeto (solo) te­nía que seguir evaluando 15 diapositivas más.

Se tomaron tres medidas dependientes: a) La respuesta manifiesta (azul o verde) dada por el sujeto, b) Mediante el espectómetro, se le pedía que ajusta­se la longitud de onda del color percibido en la diapositiva, c) Por último, se medía también el ajuste de la longitud de onda del color complementario de la imagen que aparecía, tras la proyección de la diapositiva azul, sobre una pan­talla en blanco. El índice de sumisión o de influencia manifiesta lo da el nú­mero de veces que los sujetos experimentales responden verde o ajustan la lon­gitud de onda por la zona del verde. La medida de la influencia latente o inconsciente queda indicada por el cambio del color de la imagen consecutiva, es decir, cuando ésta se percibe próxima al rojo-púrpura (color complementa­rio del verde). En los Cuadros 20.3 y 20.4 presentamos un resumen de los re­sultados más habituales que suelen producirse con este tipo de paradigma.

Cuadro 20.3. N ú m e r o de respuestas «verde» de los sujetos.

Fase TI Influencia

cómp. presente

Fase in Postinfluencia

cómp. presente

Fase IV Postinfluencia

cómp. ausente

Mayoría (n = 10) 19 4 2

Minoría (n - 10) 2 0 D6

Adaptado de Personnaz, 1981.

Cuadro 20.4. Percepción del color complementario.

Fasel Pretest cómp.

presente

Fase II Postest cómp.

presente

Fase til Postest cómp.

ausente

Mayoría 624,11 625,63 619,47

Minoría 622,12 633,00 635,10

Las inedias representan la longitud de onda fijada por el sujeto en el espectíi metro. Valores bajos in­dican tendencia a percibir el color complementario del azul y valores altos el complementario del ver­de {influencia latente). Adaptado de Personnaz, 1981.

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272 Psicología social

En general, los sujetos ceden muy poco en el plano manifiesto, lo que hace que se obtengan pocas diferencias estadísticamente significativas entre unas u otras fuentes. Recuérdese que en estos experimentos se enfrenta un sujeto con un sólo cómplice y que lo único que se varía de una a otra fuente de in­fluencia es un porcentaje de referencia que apoya un juicio perceptivo u otro. Por el contrario, en situaciones de conformismo (tipo paradigma Asch), los cómplices que presionan con su presencia al sujeto suelen ser varios. De cual­quier modo, cuando las diferencias llegan a ser significativas, suele aparecer que la fuente mayoritaria obtiene más influencia que la minoritaria.

¿Qué ocurre con la influencia latente, medida por los cambios del color de la imagen consecutiva? Tanto en comparación con la fuente mayoritaria (con este tipo de comparación sólo se habla de influencia sobre los juicios) como con los juicios del propio sujeto en el pretest (sólo con este tipo de compara­ción se puede hablar de cambio de los juicios en un sentido estricto), se ob­serva que los sujetos enfrentados a la fuente minoritaria tienden en mayor medida a elegir el color complementario del verde. Estos sujetos de la condi­ción fuente minoritaria parecen indicar así que están percibiendo verde lo que continúan denominando azul. Es decir, están adoptando el juicio de la minoría sin tener conciencia de ello. Se trata del efecto de conversión.

La influencia asociativa

Antes de pasar a presentar las explicaciones que suelen proponerse de estos re­sultados, veamos un nuevo estudio de Moscovici y Personnaz (1991) sobre lo que ellos llaman la influencia asociativa. Su punto de partida fue que los co­lores tienen una cualidad simbólica o prototípíca por asociación (por ejemplo, el verde simboliza la esperanza, el blanco la paz, el amarillo la fortuna, el rojo el peligro, etc.). Pues bien, su idea fue que, en lugar de tratar de influir direc­tamente sobre la percepción del color, se podría influir sobre lo simbolizado por éste y examinar en qué medida esta influencia sobre lo simbolizado podría llegar a generalizarse, por un lado, sobre el color del estímulo que lo simboli­za y, por otro lado, sobre el color de la imagen consecutiva correspondiente. Es decir, se trataba de ver si se podía producir una influencia asociativa. Una in­fluencia de este tipo tendría gran importancia para vencer determinadas resis­tencias que se oponen al cambio de actitudes: se podría imaginar que proce­diendo por fases que dan la impresión de estar desligadas del objetivo central del cambio, se terminaría no obstante por generar el cambio deseado. Imagí­nese, por ejemplo, que primero logramos que se desarrolle una actitud favo­rable al color turquesa y que asociamos después ese color a un objeto. Si se produce la influencia asociativa, entonces la actitud hacia el objeto será mo­dificada por la actitud hacia el color. Ahora bien, la idea nueva de los autores es que, sobre la base de estudios previos, predicen que esta influencia asocia­tiva la producirán más las fuentes minoritarias que las mayoritarias. Veamos el procedimiento experimental seguido.

Para empezar presentaron a dos sujetos (un cómplice y el sujeto experi­mental) una serie de 5 diapositivas en las cuales, sobre un fondo rojo tomate, figuraba en negro el retrato estilizado de Lenin. Se supuso que un rojo más in­tenso (tirando al rojo-púrpura) era más prototípico de Lenin que el rojo ana­ranjado. La tarea de los sujetos era simplemente indicar por escrito y en pri­vado a quién veían en ese retrato. Se les daba además una escala que iba de 100 por 100 rojo a 100 por 100 naranja y se les pedía que indicaran sobre ella la intensidad del rojo que veían. Por último, sobre una escala que iba de 100 por 100 verde a 100 por 100 azul, se les pedía que indicaran el color comple­mentario percibido (el verde es el complementario de! rojo-púrpura y el azul el del naranja). A continuación presentaron 3 5 veces la diapositiva del retrato es­tilizado de Lenin y los sujetos tenían que decir ahora en voz alta de quién se trataba. El primero en responder era siempre el cómplice y en todos los ítems decía que la figura representaba a Lenin. En la mitad de los casos el experi­mentador había anunciado que el 18,2 por 100 de las personas previamente en-cuestadas decía Lenin (por lo que el cómplice quedaba así categorizado como una fuente minoritaria): mientras que a la otra mitad les decía que una mayo­ría de la gente, el 82,8 por 100, decía Lenin (condición fuente mayoritaria). Durante una tercera fase se presentaba de nuevo cinco veces el retrato de Lenin y por escrito y en privado los sujetos tenían que responder nuevamente a las mismas preguntas: quién es (medida de la influencia manifiesta), color de la diapositiva (escala naranja/rojo, lo que corresponde a una medida de la in­fluencia asociativa) y, por último, el color de la imagen consecutiva (escala verde/azul, lo que corresponde a una medida de la influencia asociativa la­tente).

¿Qué se observó? En primer lugar una gran influencia manifiesta: el 60 por 100 de la condición minoritaria y el 73 por 100 de la condición mayoritaria di­jeron, como la fuente, que se trataba de Lenin, lo que trasluce la influencia del cómplice puesto que en una condición de control (en la que los sujetos no re­cibían ninguna información) sólo un 20 por 100 daban por sí solos la respues­ta Lenin. Lo más interesante es que fueron los sujetos de la condición minori­taria los que dijeron que el fondo de la diapositiva tenía un rojo más intenso. También la imagen complementaria fue vista en esta condición con un color más verde que en las otras (recuérdese que el verde es el complementario del rojo-púrpura). Un aspecto nuevo de este estudio con respecto al «paradigma azul-verde» es que aquí se muestra que las fuentes minoritarias, pese a obtener la misma influencia manifiesta que las fuentes mayoritarias (probablemente de­bido a que aquí la respuesta es menos contranormativa que en el paradigma azul-verde; la prueba es que un 20 por 100 de los sujetos adivinan que se trata de Lenin, mientras que en paradigma azul-verde prácticamente ningún sujeto duda que se trata de una diapositiva azul), logran, no obstante, producir efectos latentes, es decir, mayor influencia asociativa. En conclusión, tampoco aquí las mayorías y las minorías obtienen el mismo tipo influencia o por el mismo pro­ceso, y esto pese a que aquí ambas obtuvieron un mismo grado de influencia manifiesta.

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Los efectos paradójicos de la denegación y de la censura

BI efecto de conversión que producen las fuentes minoritarias también tía sido observado con la metodología que suele utilizarse más a menudo en los estudios de persuasión y cambio de actitudes. En estos casos se suele medir una primera vez las opiniones de los sujetos (pretesO, a continuación se les so­mete a un mensaje persuasivo (fase de influencia) y se vuelve a medir la opi­nión para evaluar el eventual impacto del mensaje sobre las opiniones (pos-test). A veces se continúa analizando el grado de consolidación del cambio, por lo que se repite la medida de la opinión algunas semanas después (postest di­ferido).

Aplicando la lógica de ios enfoques clásicos sobre el cambio de actitudes y la persuasión, y, más en concreto, los postulados de la llamada Escuela de Yale (Hovland, Lumsdaine y Sheffield, 1949; Hovland, Janis y Kelley, 1953), cabe esperar que el cambio de actitudes decrezca al decrecer la credibilidad de la fuente o del mensaje. De este modo, un mensaje persuasivo atribuido a una fuente minoritaria, por definición carente de competencia, no debería provocar un cambio de actitudes notable sobre las opiniones de la mayoría. Sin embargo, las investigaciones sobre la conversión nos hacen pensar de otro modo. No sólo que un mensaje desprovisto de credibilidad puede ejercer una influencia, sino que incluso ésta podría generarse por el hecho mismo de de­negar la credibilidad al mensaje,

Con este punto de partida se iniciaron los estudios sobre el fenómeno de la denegación (Moscovici. Mugny y Pérez, 1983-84; Pérez, Mugny y Moscovici, 1986; Pérez, Moscovici y Mugny, 1991). La denegación consiste en no con­ceder la mínima verosimilitud al punto de vista defendido por una minoría y afirmar así que las únicas ideas correctas son las de la mayoría. Para ello se re­curre a calificativos como «va contra el sentido común», «es absurdo», «utó­pico», «su argumentación es falsa», «el método utilizado no es adecuado». La finalidad de la denegación es contrarrestar la influencia de la minoría y seguir manteniendo a la mayoría como el marco de referencia por excelencia. De este modo una primera hipótesis es que la denegación frenará la influencia directa del mensaje atribuido a una minoría. De lo contrario no se recurriría a ella con lanta frecuencia.

Ahora bien, la denegación de la credibilidad de un mensaje a menudo provoca un conflicto psíquico intenso y exige además un trabajo mental más elaborado que la mera aprobación del mensaje. Diversos trabajos indican que ese conflicto y esc trabajo mental, indirectamente, pueden terminar por pro­ducir un cambio de la opinión. De este modo, la actividad crítica diseñada para resistir contra la minoría, a la larga, puede generar el cambio que se quería evi­tar. La denegación produciría así el efecto paradójico de impedirla influencia directa pero de facilitar la influencia indirecta o diferida, es decir, de producir el efecto de conversión. Veamos el primer experimento realizado por Mosco­vici, Mugny y Pérez (1983-84) en el que aparece este fenómeno.

La influencia minoritaria 273

Se comenzó midiendo las opiniones de un grupo de jóvenes sobre el abor­to. A continuación se les pidió que leyeran un texto a favor del aborto atribui­do a un grupo minoritario. En la condición de denegación, se pedía a los suje­tos que trataran de adivinar los cuatro argumentos del mensaje «que no son plausibles, ni razonables y que no merecen ser tenidos en consideración». En otra condición (llamada simplemente «texto») los sujetos tenían que leer el mismo texto atnbuido a un grupo minoritario pero no se les pedia que deter­minaran los argumentos que la mayoría estimaba inverosímiles. Inmediata­mente después de esto se midieron las opiniones sobre el aborto (dimensión di­recta de la influencia) y sobre los anticonceptivos (dimensión indirecta). Tres semanas más tarde se volvió a medir la influencia, por supuesto, sin volver a presentar el mensaje. Finalmente, se creó también una condición de control en la que los sujetos sólo respondían a estos cuestionarios, es decir, no leían el mensaje minoritario y por tanto tampoco tenían que juzgar el carácter verosí­mil o inverosímil de su contenido. Véase el Cuadro 20.5.

Los resultados indican que inmediatamente después de la lectura del men­saje, la mayor influencia se obtiene en el caso de la minoría cuyo mensaje no fue objeto de denegación, lo que confirma, pues, que la denegación inhibe la influencia inmediata del mensaje. Sin embargo, tres semanas más tarde, el úni­co mensaje que provoca un cambio de las opiniones es el que había sido de­negado, es decir, tachado de «inverosímil» y de «no razonable». Los sujetos muestran ahora opiniones más favorables al aborto y, sobre todo, a los anti­conceptivos. Como habíamos predicho, este mensaje provocó una influencia indirecta notable.

Hoy ya conocemos algunas características propias del fenómeno de la denegación. En primer lugar, sólo parece aumentar la influencia diferida de una minoría y no la de una mayoría (Pérez, Mugny y Moscovici, 1986). No obs­tante, un estudio de Mugny (1984) sugiere que tratándose de temas objetivos (percepción de longitudes de líneas), y no de opiniones como es el caso de es-

Cuadro 20.5. Opiniones sobre el aborto y los anticonceptivos.

Control (n=28)

Texto (n = 30)

Denegación (n = 32)

Postest

inmediato

aborto 4,25 4,81 4,52 Postest

inmediato anticonceptivos 5,27 5,45 4,88

Postest

diferido

aborto -0,04 -0,02 +0,11 Postest

diferido anticonceptivos -0,08 -0,18 +0,31

(1 = desacuerdo y 7 = de acuerdo). En el postest aplicado inmediatamente después de leer el mensaje persuasivo y en el postest aplicado tres semanas más tarde (un signo positivo indica un cambio di-Feridu de las opiniones en dirección del mensaje). Tomadu de Moscovici, Muguy y Pérez, 1983-84, p. 807.

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274 Psicología social

los estudios, el hecho de eliminar validez de las respuestas emitidas por una fuente mayoritaria aumenta la influencia indirecta de ésta, sucediendo lo con­trario cuando se trata de una fuente minoritaria. Un estudio reciente (Brandsttá-ter y cois.. 1991) que sintetiza esa interacción entre tipo de fuente y grado de exactitud de los juicios, así como una explicación de ese efecto, puede verse en el capítulo anterior sobre la influencia social.

Por otra parte, como veremos más adelante al presentar la psicologización, para que la denegación del mensaje minoritario produzca el efecto paradójico que hemos visto, la crítica debe estar centrada en el contenido de los argu­mentos del mensaje y no en la «psicología» de la fuente del mensaje (Pérez, Moscovici y Mugny. 1991).

En conclusión, las ideas que se juzgan inadmisibles pueden provocar más cambio que las que se tienen por plausibles (Wyer y Hartwick, 1980). Se sabe también que la censura aplicada a un mensaje en lugar de disminuir su impacto a veces lo incrementa. Por ejemplo, Ashmore, Ramchandra y Jones (1971) anunciaron a los estudiantes que se iba a dar una conferencia a favor (o en contra, dependiendo de la condición) de la presencia de la policía en el re­cinto de la universidad- A la mitad de ellos se les dijo que el decano prohibiría la conferencia. Los resultados pusieron de manifiesto que las actitudes cam­biaban y se defendía más la posición de la conferencia censurada. Worchel y Arnold (1973) variaron las características (positivas o negativas) del censor y también encontraron que la comunicación censurada creaba un cambio de ac­titudes en dirección de lo censurado, independientemente de la atracción inicial del censurado. En otro estudio, Worchel, Arnold y Backer (1975) mostraron el mismo efecto de la censura pese a que el censor era un experto. Broeder (1959, citado en Moscovici. 1991) observó efectos análogos con otra forma de censura. Hizo escuchar a treinta «jurados experimentales» unas cintas sobre un caso de una mujer herida en un accidente de coche. Cuando el conductor decía que tenía un seguro contra daños a terceros, los jurados daban una indemni­zación a la víctima más elevada (37.000 dólares) que cuando declaraba que no tenía seguro (33.000 dólares). Por otra parte, cuando los sujetos oían decir al conductor que tenía un seguro, en la mitad de las condiciones el juez les pedía que no tuvieran en cuenta ese dato. En estos grupos la indemnización se ele­vaba a una media de 46.000 dólares. Así, incluso cuando oficialmente se soli­citaba a los jurados que no utilizaran esa prueba, la utilizaban todavía más. Pa­rece observarse, pues, que la censura oficial, destinada a garantizar la imparcialidad del juicio, provoca un cambio no deseado y muy pronunciado.

En el mismo orden de ideas, se sabe que a menudo no basta con querer su­primir una imagen, una impresión o una información del pensamiento para lo­grarlo. Unos estudios realizados recientemente por Wegner, Schneider, Cárter y White (1987) merecen ser sintetizados por lo sencillos y sugerentes que re­sultan. A un grupo de 17 universitarios les pidieron que expresaran en voz alta ante un magnetófono todos los pensamientos que le vinieran a la mente durante cinco minutos. Les pusieron una excepción arbitraria: que intentaran no pensar en un oso blanco. Después de estos cinco minutos de supresión del oso blanco

del pensamiento, venían otros cinco donde teman que intentar pensar en todo lo que pudieran que incluyera el oso blanco. Para otros 17 sujetos el orden fue inverso: primero pensaban en el oso blanco y después teman que suprimirlo de su pensamiento. Tres resultados merecen apuntarse: a) Para ambos grupos la supresión del pensamiento se muestra difícil ya que en ambos aparece algo más de un pensamiento (oso blanco) por minuto, b) Cuando se les pide que in­tenten pensar lo que puedan en el oso blanco, los que primero habían pasado por su represión ahora lo hacen a un ritmo de más de 4 asociaciones por mi­nuto, lo que difiere de modo significativo de los que habían seguido el orden inverso los cuales lograron expresar unas tres por minuto, c) El grupo que co­menzó por la expresión, en los primeros minutos daba más asociaciones que en los últimos, explicable por un posible efecto de aburrimiento o de fatiga. Sin embargo, en el grupo con el orden «supresión-expresión», ocurría lo contrario: a medida que pasaban los minutos, más asociaciones le venían a su mente. Este resultado parece estar indicando que la preocupación por lo suprimido produ­cía sus efectos de modo inmediato y diferido. Los autores, tratan de explicar este resultado por un proceso de auto-distracción. Se supone que cuando se tie­ne que suprimir algo del pensamiento se recurre a una mayor diversidad de ob­jetos para distraerse. A continuación, cuando se pide al sujeto que produzca imágenes o pensamientos relacionados con lo suprimido, tendría a su disposi­ción esa variedad de distractores y por lo tanto le sería fácil formar un gran nú­mero de asociaciones. Se deduce de esta interpretación que si durante la fase de supresión del pensamiento se centrara la atención del sujeto en un sólo objeto distractor, entonces el aumento de asociaciones posteriores desaparecería. Esta idea ha sido confirmada por los autores en otros estudios.

En resumen, la supresión de un objeto del pensamiento parece realizarse si­guiendo un pensamiento de tipo divergente. En cierto modo esta negación del objeto supone una actividad cognitiva de descentración, lo que parece re­querir más esfuerzo mental que la confirmación. Con la denegación el objeto parece cobrar más importancia en la mente de la persona. Como subraya Mos­covici (1991), en la mente de los jueces la evidencia inadmisible puede ser ile­gal, pero no necesariamente falsa. Cuando uno está en busca de la verdad toda información adquiere validez, independientemente de quién la emita.

La influencia sobre el funcionamiento del pensamiento

Percepciones, juicios y opiniones no son los únicos temas objeto de influencia. Charlan Nemeth y sus colaboradores (véase Nemeth, 1986) han logrado apor­tar pruebas de que una fuente puede influir directamente sobre el modo del pensamiento (convergente o divergente) con el que se aborda la solución de un problema dado, Han mostrado que las fuentes minoritarias, contrariamente a las mayoritarias, inducen a (os sujetos a generar por sí mismos nuevas res­puestas e incluso a elaborar estrategias cognitivas más diferenciadas. Vea­mos un ejemplo de esta actividad cognitiva divergente. Nemeth y Kwan (1987)

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pidieron a los sujetos que crearan palabras de tres letras de entre un total de cinco letras que le eran presentadas (por ejemplo: «tSOLu»). Después de al­gunos ensayos, se decía a los sujetos que tres sobre cuatro personas (condición mayoritaria), o bien una sobre cuatro (condición minoritaria), recurrían siste­máticamente a una estrategia de lectura en secuencia «inversa» (es decir, de de­recha a izquierda: «LOS»), mientras que el resto del grupo realizaba la lectura en sentida convencional («SOL»). Es decir, los sujetos en realidad disponían de la misma información (dos estrategias posibles) y lo único que cambiaba era el número de personas (la mayoría o la minoría) que eran partidarias de una u olía estrategia.

El resultado más importante fue que, cuando la lectura en sentido inverso sólo la hacía una minoría, ios sujetos recurrían en menor grado a realizar se­cuencias de tipo inverso que frente a la mayoría. Es decir, la influencia direc­ta de la miñona era menor, imperando un comportamiento de conformidad con lo que hizo o dijo la mayoría. Sin embargo, en la condición minoritaria los su­jetos descubrían más palabras correctas. En los grupos en los que el punto de vista contra-normativo (lectura de derecha a izquierda) se atribuía a una mi­noría, los sujetos recurrían a estrategias más diversificadas: procedían a reali­zar la lectura como se suele hacer habitual mente, también en sentido inverso e incluso combinando ambas estrategias. Frente a la minoría todas las estrategias y puntos de vista posibles eran tenidos en cuenta y utilizados, mientras que frente a la mayoría los sujetos se conformaban con imitarla. Estos efectos pa­recen indicar que la minoría induce un modo de funcionamiento cognitivo más bien de tipo divergente, mientras que la mayoría parece orientar hacia un fun­cionamiento de tipo convergente.

Otra sene de estudios indican que las fuentes minoritarias, comparadas con las fuentes mayoritarias, tienen varios efectos específicos: llevan al blanco de influencia a emitir un tipo de respuestas que son distintas tanto de las de la ma­yoría como de las de la misma minoría (Kímball y Hollander, 1974; Moscovici y Lage, 1978; Nemeth y Chiles, 1988); aumentan la creatividad (Nemeth y Kwan, 1987), el rendimiento en la resolución de problemas (Nemeth y Wach-iler, 1983), e incluso mejoran el aprendizaje y la memoria dado que inducen una mejor organización en la información objeto de aprendizaje (Nemeth y Mayseless, 1989).

LOS PROCESOS DE LA COMPLACENCIA Y DE LA CONVERSIÓN

I ,os dos hechos más importantes que hemos visto hasta aquí son que la mino­ría puede obtener una influencia mediante sus estilos de comportamiento y que su influencia suele tener una naturaleza distinta a la influencia de la mayoría. F.n efecto, la mayoría tiende a producir la complacencia, es decir, el individuo cede ante ella sin cambiar en privado su manera de juzgar, percibir o pensar en un objeto y prima un funcionamiento cognitivo de tipo convergente. Por el

La influencia minoritaria 275

contrario, la minoría tiende a producir el denominado efecto de conversión, es decir, una resistencia manifiesta que se acompaña, empero, de cambios laten­tes, indirectos, diferidos, que parecen asentarse en un funcionamiento cogniti­vo de tipo divergente. ¿Cómo se explica que las fuentes mayoritarias y las mi­noritarias no obtengan el mismo tipo de influencia? ¿La producen —al menos— por un mismo proceso?

Teorías de un solo proceso

Algunos autores piensan que las mayorías y las minorías obtienen la influencia siguiendo un mismo proceso^y que sólo es una cuestión de fracción numérica (Campbell y Fairey, 1989). Este es el caso, por ejemplo, de la teoría del im­pacto social propuesta por Latané en 1981. Se describe el impacto de las fuentes sobre el blanco como una función multiplicativa de tres factores: la fuerza o intensidad de la fuente {status, poder, habilidad, grado de conoci­miento f, el número de personas que la componen y Ja proximidad o inmedia­ción entre fuente y blanco. En caso de haber más de una persona entre los blan­cos de influencia, entonces el impacto se diversificará entre los blancos Es decir, la influencia depende de la fuerza, inmediación y número de personas de la fuente en relación con la fuerza, inmediación y número de personas en el grupo blanco de influencia.

Con pocas diferencias, el llamado modelo de la influencia social de Tan-ford y Penrod (1984) establece las mismas predicciones, excepto que para este último la influencia no aumenta ad infinitum, a medida que aumenta el la-maño de la fuente, sino que la tasa de influencia conoce un tope (alrededor del tercer miembro que se añade a la fuente de influencia), a partir del cual la tasa de influencia desciende a medida que se aumenta el tamaño de la fuente.

En la misma línea, Mullen (1983) ha aplicado el modelo de la auloatención de Duval y Wicklund (1972, véase el capítulo anterior sobre la influencia so­cial) a las situaciones de influencia social. Se establece en este modelo que los individuos centran más la atención sobre sí mismos a medida que decrece el ta­maño del grupo del que forman parte. La consecuencia es que c! incremento de la auto-atención se ve acompañada de una tendencia a adaptar el comporta­miento a las normas comportamentales que sobresalen en la situación, tal y como son percibidas por el individuo. La magnitud de la auto-atención y la consecuente adaptación a los estándares normativos viene dada por la razón «Otro/Total» (número total de personas que componen el otro grupo dividido por el número total de personas presentes en la situación). Apoyado en estos simples postulados. Mullen ha realizado una diversidad de meta-análisis don­de muestra que al incrementar la auto-atención (incremento del cociente Otro/Total) se incrementa el conformismo, se emite un mayor número de conductas prosociales y decrece el comportamiento antisocial y el llamado fe­nómeno de reducción social del esfuerzo. Pese a la curiosidad que suscita este modelo, un problema que a menudo se acusa es que deja sin especificar a

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276 Psicología social

priori cuáles son los estándares normativos que van a predominar en la situa­ción; por ejemplo, ¿por qué tiene que resaltar la norma mayoritaria (y el con­siguiente efecto de conformismo) y no la norma minoritaria (y por tanto el efecto de innovación)?

De cualquier modo, como uno de estos autores reconoce recientemente, es­tos modelos de un solo proceso «describen la influencia obtenida por la ma­yoría y por la minoría, pero ninguno de ellos intenta explicar los procesos por los cuales opera la influencia social» ("Wolf, 1987. p. 227). Además, sólo se centran en la influencia manifiesta fo formulan para la dimensión privada el mismo tipo de predicciones) y, sin embargo, un problema central hoy es ¿por qué los grupos mayoritarios tienden a obtener una influencia manifiesta y los grupos minoritarios una influencia latente?

Teorías de los dos procesos en ta influencia mayoritaria y minoritaria

La explicación más aceptada de los dos procesos en la influencia mayoritaria y minoritaria es la propuesta por Moscovici y Personnaz (1980). Explican la in­fluencia de los grupos mayoritarios por la dependencia normativa e informativa (véase también el capítulo anterior sobre la influencia social). Se piensa que los sujetos consideran la información aportada por la mayoría como «socialmen-te verdadera», por recibir el apoyo de la mayor parte de los individuos. Con este heurístico por delante, el sujeto trataría de comparar sus propias respues­tas con las de la mayoría, olvidándose, por así decirlo, de examinar el proble­ma objeto del juicio. A través de esta comparación, el sujeto advertiría que mantiene un punto de vista diferente, ante lo que se le plantean dos alternati­vas: acabar con el conflicto y la incertidumbre mostrándose sumiso con lo que dice la mayoría, o bien mantener su juicio independiente de la mayoría con lo cual evita la connotación negativa de la sumisión, pero se expone a ser recha­zado por el grupo. Con frecuencia se ha observado que el individuo prefiere alinearse con el error de la mayoría a mantener la verdad en solitario.

La validación: proceso de centración sobre el objeto

Cuando la fuente es minoritaria el sujeto no puede reducir el conflicto del mis­mo modo. Por una parte, la información aportada por una minoría es vista, de entrada, como errónea y poco digna de confianza. Además, la fuente minori­taria se percibe como desviada, por lo que el blanco de influencia tendrá que mantenerse alejado si no quiere ser identificado también como un desviado. Fruto de este conflicto de identificación es que la influencia directa suele ser nula o incluso negativa (Pérez y Mugny, 1988. cap. 2).

¿Qué sucede si ahora tenemos en cuenta que tanto una fuente mayoritaria como minoritaria reiteran sus comportamientos, es decir, que adoptan un esti­

lo de comportamiento consistente? En el caso de la mayoría se aumenta su pre­sión a! conformismo y el resultado que suele observarse es que cuanto más au­menta esta presión, más aumenta la sumisión (Riba y Mugny, 1981). Pero en el caso de la minoría, este estilo de comportamiento consistente aporta otros significados (Mugny y Papastamou, 1986>. Genera un conflicto y da pie a pen­sar que podría tener buenas razones para actuar como lo hace. A la larga el conflicto llevaría al sujeto a focalizar su atención sobre el objeto (Personnaz y Guillon, 1985), produciéndose una actividad de validación, que se define aquí como un examen más atento de la adecuación entre las respuestas de la mino­ría y el objeto de juicio. La importancia de este tipo de actividad queda refle­jada en algunos trabajos donde se muestra que el mero aumento de la atención sobre un objeto produce una polarización de la actitud sobre dicho objeto, es decir, se auto-genera el cambio (Tesser, 1978).

En resumen. Moscovici y Personnaz (1980) proponen que la mayoría ob­tiene su influencia a través de un proceso de comparación social y la minoría a través del proceso de validación. La primera se centra más en la fuente y la se­gunda en el objeto. Así pues, el hecho de que una información, incluso con­traria a la evidencia, sea tratada como «evidente» cuando emana de una ma­yoría, pero vista con recelo cuando proviene de una minoría, revela que las actividades cognitivas se diferencian en función de las fuentes y que existen distintos procesos de influencia.

La validación-, proceso de descentración sociocognitiva

Así pues, para que aparezca la influencia minoritaria, se tiene que dar un pro­ceso de validación. Este no sólo supone una centración en el objeto, sino tam­bién que el sujeto llegue a descentrarse del punto de anclaje normativo unívo­camente definido por la norma dominante de la mayoría (Pérez y Mugny, 1990). La validación implica así una actividad sociocognitiva por la que se cambia el modo de definir las entidades o grupos sociales, se dan otras inter­pretaciones a los comportamientos y se infieren nuevos significados de las re­laciones sociales. Es decir, no sólo cambiaría la visión del objeto, sino también los atributos asignados a los grupos sociales y en consecuencia las relaciones que se mantienen con éstos.

Más concretamente, en lo que respecta a las relaciones sociales, la acti­vidad de validación consiste en que el blanco de influencia pase de una imagen de la fuente basada en su pre-juicio según el cual «se aprueba lo ma-yoritario, se rechaza lo minoritario», a una interpretación del comporta­miento desde una dimensión de «sumisión-independencia». Al conjugarse es­tas dos dimensiones, la mayoría simbolizaría la aprobación pero al mismo tiempo la sumisión y la minoría, al mismo tiempo que simbolizaría el re­chazo, por su estilo de comportamiento también podría llegar a simbolizar la independencia. En la Figura 20.2 se ofrece una representación gráfica de este proceso.

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RELACIÓN EGO-ALTER

SUMISION

MAYORIA

APROBACIÓN RECHAZO

MINORIA

INDEPENDENCIA

RELACIÓN EGO-OBJETO

PENSAMIENTO CONVERGENTE

MAYORIA

ALTA CREDIBILIDAD

BAJA CREDIBILIDAD

MINORIA

PENSAMIENTO DIVERGENTE

Figura 20.2. Dimensiones psisosociales implicadas en la influencia de una fuente con status mayoritario o minoritario.

Y en lo que al objeto de juicio se refiere, la validación significa dejar de responder de modo «automático», siguiendo los heurísticos «fuenle de alta cre­dibilidad = juicio correcto; fuente de baja credibilidad = juicio falso», y pasar a emitir juicios más elaborados. Este «poner a funcionar el pensamiento» no significa que siempre se trate de un pensamiento de lipo divergente (crear nuevos juicios sobre un objeto dado), sino también puede ser de tipo «con­vergente» (articular todos los juicios alrededor del punto de vista dominante). Al conjugarse estas dos dimensiones, la alta credibilidad de la mayoría acti­varía un pensamiento convergente, mientras que la baja credibilidad de la mi­noría activaría un pensamiento divergente.

Cuando no se dan estas actividades de validación entendidas como pro­cesos de descentración sociocognitiva, decimos de la situación que es mayo-céntrica, es decir, que el punto de anclaje está exclusivamente centrado en la mayoría de modo que todo juicio que no tenga la credibilidad de la mayoría es rechazado. Decimos de una situación que también es minocéntrica cuando se desaprueba el punto de vista minoritario pero se le reconoce su indepen­dencia, cuando se le niega su credibilidad pero se inicia un pensamiento di­vergente mediante el que se intentan crear nuevos aspectos relacionados con el tema.

Las tres ideas fundamentales que derivan de este modelo son las siguien­tes: a) si se modifica el significado de los objetos, se modifica el tipo de pen-

La influencia minoritaria 277

Sarniento; b) si .̂e modifica el tipo de relación social, se modifica el tipo de pensamiento; c) si se varía la naturaleza del conflicto, se varía el tipo de pen­samiento. Analicemos cada una de estass ideas por separado.

Modificando el significado de los objetos se modifica el tipo de pensa­miento. Se supone que no se pueden generar cambios en los procesos de pen­samiento sin sustentarlos en cambios de los contenidos de esos pensamientos. Se tiene así la impresión de que los objetos marcan el tipo de funcionamiento de pensamiento (De Paolis y Mugny. 1988). Por ello el tipo de pensamiento cambiará al cambiar los significados de los objetos del pensamiento. En nues­tro caso, se supone que un contenido del que se dice que es minoritario, no sig­nifica lo mismo que cuando se dice que es mayoritario (Asch, 1948). Las mi­norías lo «marcan» para que se desarrolle un pensamiento divergente, las mayorías para que se desarrolle uno de tipo convergente.

Modificando el tipo de relación social, se modifica el tipo de pensamiento. Otra hipótesis central es que es el tipo de comparación social (Festinger, 1951) entre los grupos mayoritarios y los minoritarios, lo que determina el tipo de pensamiento que predomina: centrado en el propio grupo frente a descen­trado hacia el otro grupo. Concretamente, se supone (por ejemplo. Pérez y Mugny, 1990) que una comparación social de tipo interdependiente («lo que uno gana automáticamente lo pierde el otro») induce un pensamiento de tipo convergente (sólo centrado en el propio grupo o en el grupo dominante): mientras que la comparación social de tipo independiente (menos competitiva) puede dar lugar a la descentración sociocognitiva y al reconocimiento social re­cíproco (Rijsman, 1983).

Variando la naturaleza del conflicto se varía el tipo de pensamiento. Tan­to las fuentes mayoritarias como las minoritarias, cuando defienden una argu­mentación contraria a las actitudes del sujeto, crean en éste una tensión y una tendencia a eliminarla. Sin embargo, se supone que cuando la fuente tiene un status superior al sujeto esa tensión provoca una actitud defensiva, de modo que el sujeto trataría de protegerse evitando el examen de esos argumentos que amenazan su actitud. Sin embargo, ante las fuentes de status inferior ^ adop­taría una actitud de resistencia más bien asertiva, es decir, el blanco de in­fluencia se involucraría contra los argumentos de la fuente para denegarles toda verosimilitud, intentando que sea la fuente, y no él, quien cambie.

De este modo, cuanto más se centre el sujeto en los argumentos, más cambio se producirá con una fuenle minoritaria (por el efecto paradójico de la denegación que ya conocemos) y menos con una fuente mayoritaria (dado la amenaza percibida por el sujeto). O dicho de otro modo, si se libera esa tensión se aumentaría la influencia del experto, pero se disminuiría la de la minoría. De aquí la hipótesis muchas veces repetida de que el conflicto aumenta el proceso de interiorización tratándose de fuentes minoritarias, pero lo interfiere en el caso de las fuentes mayoritarias. Veamos una ilustración experimental re­ciente (Pérez, Falomir, Mugny, 1995).

Después de medir la intención de dejar de fumar de un grupo de 80 fuma­dores de unos 15 cigarillos diarios, se les dio a leer un mensaje contra el taba-

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278 Psicología social

co atribuido o a una fuente de expertos o a un grupo minoritario de menor cre­dibilidad. Concluida esta primera lectura del texto, se manipuló el grado de atención de los sujetos a los argumentos. Para ello se volvió a presentar oirá vez el mismo mensaje pero subrayados sus cuatro argumentos principales. Se pedía a todos los sujetos que intentaran memorizarlos y no olvidarlos hasta el momento de la prueba del recuerdo, A la mitad de los sujetos se les pennitió que escribieran los argumentos memorizados antes de contestar al postest {condición tarca acahada). A la otra mitad (condición tarea inacabada) se Ies mantenía pendientes de los argumentos ya que no podían escribirlos hasta el fi­nal, es decir, hasta después del postest. La idea de esta manipulación del grado de atención sobre los argumentos (mayor en la tarea inacabada que la acabada) está inspirada del clásico efecto Zeigamik (1927). según el cual las tareas no acabadas se recuerdan mejor que las acabadas, siempre y cuando el no haber acabado la tarea no se deba a un fracaso del sujeto. Su explicación se enmarca dentro del modelo de Lewin (1935) donde se supone que ocuparse de una tarea crea una tensión y una necesidad de completarla. Cuando se completa, la ten­sión se reduce; pero si se la interrumpe, el sistema permanece en tensión de modo que centra más la atención del sujeto sobre ella y hay un constante im­pulso hacia su reanudación.

Los resultados sobre el cambio de intención de dejar de fumar entre el pre-tesl y el postes! indicaron que la fuente más experta genera más cambio en la intención de dejar de fumar en la condición tarea acabada y la nünontaria en la condición tarca inacabada. Es decir, el procedimiento Zeigarnik se ha reve­lado eficaz: en condiciones de tarea inacabada se supone que los sujetos se centran más en los argumentos, lo que favorece la influencia de la minoría, mientras que la tarea acabada, es decir, el distanciarse de los argumentos, fa­cilita la influencia de la fuente experta.

Otra hipótesis era que la liberación de la tensión disminuiría la influencia minoritaria pero aumentaría la de la fuente experta. Para poner u prueba esto, durante el desarrollo del experimento a la mitad de los sujetos se les permitió fumar y a la otra mitad no. La idea fue que fumar al mismo tiempo que se lee un mensaje contra el tabaco, es una forma de rebelarse y liberar la tensión que crearía ese tipo de mensaje. De acuerdo con la hipótesis, ios resultados indi­caron que la fuente minoritaria obtiene menos cambio de actitudes si los suje­tos fuman durante el desarrollo del experimento, resultando lo contrario con la fuente experta.

En conclusión, una vez más las fuentes de status superior no parecen ob­tener su influencia por el mismo proceso que las de status inferior. La miñona parece obtener su influencia por la tensión/conflicto que crea en el sujeto el he­cho de centrarse en sus argumentos. El cambio es una vía de resolución de tal tensión. Si esta tensión se libera por otra vía. entonces desaparece tal cambio. Este efecto tiene propiedades semejantes a la catarsis: el sujeto-fumador, por el hecho de fumar, se libera en esta situación de la posible tensión que le genera el mensaje persuasivo anti-tabaco. De no hacerlo se termina produciendo en él un cambio profundo, es decir, la conversión.

En lo que respecta a la fuentes expertas, ocurre exactamente lo inverso: ob­tienen más influencia en la condición «tarea acabada» y cuando los sujetos se rebelaron (fumando) contra la proscripción que les dictaba el mensaje. ¿Por qué? Suponemos que el sujeto evitaría todo lo posible la argumentación ad­versa de las fuentes expertas, pero la afrontaría activamente proviniendo de fuentes minoritarias. Esto es lo que sugieren también los estudios sobre la ex­posición selectiva a la información. En efecto. Frey í 1986) presenta una serie de experimentos donde se ve que los sujetos prefieren exponerse a la infor­mación disonante (en lugar de la consonante) cuando tienen la impresión de que pueden refutarla con facilidad. Por el contrario, cuando tienen menos confianza en la propia posición o cuando la información adversa proviene de una fuente de alto status, entonces aparece una preferencia sólo por la infor­mación que es consonante y que refuerza su actitud.

Para que esta amenaza que generan las fuentes de alta credibilidad no di­sipe el cambio de actitudes, parece necesario que el sujeto recupere la reac­tancia que tales fuentes son propensas a generar. Sabemos al respecto que bas­ta con que los sujetos restauren indirectamente su libertad para que las consecuencias negativas de la coerción desparezcan en él (Worchel y Brehm. 1987). Se supone así que, al dar a los sujetos la oportunidad de fumar durante el experimento (es decir, expresar un comportamiento de «desobediencia» contra el mensaje anti-tabaco), se les dio la oportunidad de afianzar su libertad. Disminuida de este modo la reactancia, desaparecería también la actitud de­fensiva ante el mensaje amenazador del experto y se terminaría por dar un in­cremento de la influencia de éste.

LA PSICOLOGIZACIÓN

Suponemos que el lector estará convencido de que las fuentes minoritarias pue­den obtener una influencia. Pero quizá se haya producido también la impresión de que las minorías de una u otra forma siempre terminan por obtener una in­fluencia, por más que se les niegue cualidades como la credibilidad. Sin em­bargo, ello quizá fuera cierto sí no existiera una resistencia «eficaz» contra las minorías: la psicologización.

Si la denegación es una resistencia contra el contenido de los argumentos de la minoría, la psicologización es un «argumento ad hominem», consistente en minusvalorar a la propia minoría. Como escribe Moscovici (1991), «afirmar que un disidente es un «anormal», «loco» o «traidor», no es lo mismo que afir­mar que sus ideas son «falsas», «utópicas», «increíbles», etc. No debemos es­perarnos, pues, ni que se trate de los mismos procesos psíquicos, ni que pro­voque los mismos efectos.» Stamos Papastamou y Gabriel Mugny son los psicólogos sociales que más han estudiado este mecanismo de resistencia a las minorías. La psicologización consiste en explicar el origen del comporta­miento o del mensaje de una fuente mediante características psicológicas es­tables. Para activarla basta con pedir a los sujetos que mientras van leyendo el

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mensaje u observando el comportamiento de la fuente, traten de imaginar cuáles son sus características psicológicas. Con esta simple orientación de la actividad cognitiva se reduce la influencia de las fuentes minoritarias. Tratán­dose de fuentes mayoritarias, de determinados exogrupos o de ciertos líderes, la psicologización tiende, al contrario, a aumentar su impacto. A menudo Pa-pastamou (1986, 1988) recurre a este resultado para defender que la psicolo­gización no se limita a ser un mero sesgo de atribución interna.

Veamos sucintamente un experimento en el que la psicologización fue in­troducida a título de variable dependiente (Papastamou, Mugny y Pérez, 1991-1992), realizado recientemente en Atenas sobre el problema de la contamina­ción, cuestión que allí es objeto de un debate político y social agudo.

Primero se midieron las actitudes sobre la impulabilidad de responsabili­dades (individuales o colectivas) con respecto a la contaminación. Una sema­na después se pidió a los sujetos que leyeran un mensaje atribuido a una mi­noría o a una mayoría. A continuación, a la mitad de los sujetos se les decía que, mientras iban leyendo el mensaje, se fueran imaginando argumentos a fa­vor o (a otros sujetos) en contra de él. Después de esto se les presentaba una lista de 8 argumentos: cuatro que enfatizaban más bien aspectos psicológicos de la fuente (por ejemplo, personalidad equilibrada o desequilibrada) y otros cuatro más centrados en el contenido de sus argumentos (por ejemplo, realista o idealista). La tarea de los sujetos era simplemente señalar, sobre una escala de 7 puntos, en qué grado utilizarían cada uno de esos argumentos, bien para defender la posición del mensaje (condición defensa), bien para refutarlo (condición refutación). Por último, se volvía a medir la actitud de los sujetos con unos items relacionados directamente con el mensaje y también con otros items que mantenían con el mensaje una relación más bien indirecta. La cues­tión era: ¿se mostrarían los sujetos más propensos ante la minoría que ante la mayoría a utilizar las característica psicológicas para oponer una resistencia a la influencia?

Los resultados fueron los siguientes: cuando se trata de expresar un grado de acuerdo, los sujetos lo hacen con más intensidad ante las ideas y fuentes mayoritarias que ante las minoritarias; esa diferencia es significativa tanto sobre los calificativos «psicológicos» como sobre los del «contenido». Por el contrario, cuando se trata de expresar la intensidad del desacuerdo con la fuente y sus ideas, aparece un resultado de especial interés: contra la minoría los sujetos utilizan los calificativos psicológicos con más intensidad qué con­tra la mayoría; con los calificativos del contenido no aparece esa mayor in­tensidad de rechazo de la minoría que de la mayoría. En resumen, lo que más prefieren los sujetos es mostrar el acuerdo con la mayoría y el desacuerdo con la minoría. Esta diferencia en la manifestación del desacuerdo sólo es signifi­cativa sobre los atributos psicológicos, lo que indica, pues, que los sujetos uti­lizan la psicologización para resistir más ante la minoría que ante la mayoría.

Por lo que respecta al cambio de actitudes, esto se traduce en un efecto simple: la fuente mayoritaria obtiene más influencia que la fuente minoritaria, tanto sobre los items de actitudes directamente relacionados con el mensaje

La influencia minoritaria 279

como sobre los otros más indirectos. Este resultado confirma el valor de la psi­cologización para inhibir la influencia de la minoría.

Recapitulemos. Dos ideas están sirviendo de núcleo a todos los estudios re­lacionados con la influencia minoritaria: que las minorías suelen producir conversión (mayor influencia indirecta que directa) y que la denegación de la credibilidad de sus argumentos practicada de modo activo libera (paradójica­mente) el efecto de conversión. Con la estrategia de la psicologización (resis­tencia centrada sobre los atributos psicológicos de la fuente, y no sobre sus ar­gumentos) hemos visto que bloquea la aparición del efecto de conversión. Ello es debido probablemente a que se explica mediante atributos psicológicos de tipo reduccionista el valor alternativo que de otro modo tienen los argu­mentos vistos por sí mismos (Mugny y Papastamou, 1980; Papastamou, 1983).

Para examinar este aspecto, en el estudio que acabamos de presentar se for­maron dos grupos de sujetos: los que diferenciaban entre atributos psicológicos y contenido de los argumentos y los que establecían una equivalencia entre ellos. La psicologización bloqueaba el efecto de conversión de la fuente mi­noritaria sólo cuando los sujetos no establecían la diferenciación. En los que sí lo hacían, se observaba el efecto de conversión de la fuente minoritaria (ob­tiene más influencia indirecta que la fuente mayoritaria). Dicho de otro modo, si la resistencia a las minorías no consiste en establecer una equivalencia entre atributos psicológicos y de contenido sino que son utilizados de modo inde­pendiente, entonces esa resistencia aumenta la influencia minoritaria indirecta, lo que, como se recordará, corresponde al efecto paradójico de la denegación.

En definitiva podemos decir que con la denegación aparece una influencia indirecta porque la crítica está centrada en el contenido y no en la psicología de la fuente. Por el contrario, el efecto de la psicologización opera como lo hace (probablemente) porque los atributos psicológicos de la fuente adquieren una amplitud tal que el valor alternativo de sus argumentos queda reducido o in-disociado de aquéllos (Mugny y Pérez. 1988). Es decir, lo único que entonces contaría es lo que uno es y no lo que uno hace. O dicho con la conocida ex­presión de Heider, aunque modificada: «lo psicológico absorbe el comporta­miento». Quizá resida aquí la asimetría entre ser minoritario o mayoritario y hacer cosas minoritarias o mayoritarias. Se puede tolerar el hacer cosas mino­ritarias, pero no el serlo. Uno sólo puede ceder y ser influido por una minoría si antes critica el punto de vista de ésta. No se deja influir por tal minoría cuan­do el proceso de resistencia desemboca en la construcción de dos universos psicológicos, es decir, de una entidad con la que el blanco de influencia no puede encontrar una identidad.

¿POR QUÉ ESTUDIAMOS LOS GRUPOS MINORITARIOS?

Hasta ahora hemos dejado de lado uno de los aspectos que primero suele atraer la atención de los críticos en este campo: ¿qué es una mayoría y qué es

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una minoría? Y lo hemos hecho así porque pensamos que. dado que predomi­na una variedad de formas de definir una mayoría y una minoría, lo mejor es verlas primero y luego tratar de comprender qué hay de común a todas ellas. Por ejemplo, se ha definido una minoría y una mayoría en función de fraccio­nes numéricas (2 contra 6), del porcentaje de referencia (el 12 por 100 frente al 88 por 100 de la población), del grado de competencia y credibilidad de la fuente (un mensaje atribuido a profesores de Economía política frente a mili­tantes de un grupo minoritario), en función del status del grupo (por ejemplo, autóctono frente a extranjero), en función del contenido contranormativo (por ejemplo, llamar verde a lo que es azul).

Todas estas definiciones parecen conllevar una representación que indica quién (fuente o blanco de influencia) tiene mayor legitimidad para ejercer una influencia y quién debe simplemente conformarse con ceder y ser influido. Por supuesto, son los que ocupan la posición ascendente en esa relación los que pueden influir. De entrada, pues, las minorías carecen de esa legitimidad para ejercer la influencia, y ante ellas el blanco de influencia se vería ante el «deber» de tratar de influirlas, o al menos resistir a su influencia. En definitiva, diremos, pues, que se trata de una situación de influencia minoritaria siempre que el blanco de influencia se vea a sí mismo en una posición superior a la fuente. Debemos añadir que esta representación depende del tipo de contexto y, lo que en una situación puede parecer minoritario, en otra puede ser mayo­ritario.

En toda relación del blanco con la fuente de influencia se da una asimetría. Ante las fuentes minoritarias el blanco de influencia ocupa, por definición, una posición mayoritaria y, viceversa, ante una fuente mayoritaria ocupa una po­sición minoritaria. Auto-percibirse en posición mayoritaria o minoritaria con­lleva una serie de acciones y reacciones, algunas de las cuales pueden estar de­terminando la naturaleza de la influencia, como ya hemos visto. Veamos algunas más para comprender la importancia de esto.

Ya hemos dicho que el blanco que se enfrenta a una mayoría se sentirá más presionado y amenazado en sus posiciones que el que se enfrenta a una minoría. Ahora bien, cuanto más se sienta la amenaza, más suele aumentar la cohesión con el propio grupo, se crea un mayor sentimiento de grupo y asi­mismo un mayor favoritismo del propio grupo. El experimento más citado para ilustrar este punto es el de Gerard y Hoyt (1974) donde, partiendo del para­digma mínimo de relaciones entre grupos de Tajfel y colaboradores (1971), se mostraba que cuantos menos miembros componían el intragrupo con respecto a los de un exogrupo, mayor era el sesgo de favoritismo del intragrupo. Estu­dios recientes (Brown y Simón, 1987, Simón y Mumemdey, 1990) muestran también que la homogeneidad intragrupal es mayor en los grupos minoritarios que en los mayoritarios. Se puede concluir así que el grupo minoritario tiene un mayor poder normativo sobre sus miembros y que se dará en él una mayor pre­sión hacia el consenso. Se sabe además (Gerard, 1985) que la tendencia a la in­fluencia es más intensa dentro de los grupos que se ven en posición minorita­ria que los que se ven en posición mayoritaria.

En segundo lugar, está suficientemente establecido que ocupar posiciones minoritarias implica más a los sujetos en sus opiniones y comportamientos que las mayoritarias. Cuanto más implicado se está en una opinión, mayor es también la confianza que se tiene en esa opinión y mayor el extremismo con el que se defiende (Suchman, 1950). Por ejemplo. Orive (1982) formó grupos de cuatro mujeres y un hombre o de una mujer y cuatro hombres. Pidió a conti­nuación a los sujetos que expresaran sus opiniones sobre temas típicamente masculinos, típicamente femeninos o más bien neutros. Los resultados mostra­ron que los sujetos en posición minoritaria expresaron opiniones más extremas que los que ocupaban posiciones mayoritarias. Esa polarización se produjo sobre todo en los items que connotaban aspectos del mismo sexo que el sujeto.

Un tercer mecanismo que se añade a la mayor cohesión y mayor implicación en los grupos minoritarios es, según Gerard y Orive (1987). que en los miembros de grupos minoritarios se da una mayor propensión a la proyección social. Este fue el concepto empleado por F.H. Allport (1924) para describir cómo se cons­truía el consenso, la certeza y, finalmente, la intensificación de las opiniones. Identificó cuatro fases: a) toma de conciencia por parte de la persona sobre cuál es su propia opinión; b) proyección de esa opinión sobre los otros, lo que crea el consenso; c) efecto recíproco del consenso como apoyo de la propia opinión; d) finalmente, efecto de intensificación de la opinión. Se sabe además que una condición necesaria para que se produzca la proyección social es la incettidum-bre acerca de una opinión. Dado que ocupar posiciones minoritarias puede ir acompañado de una mayor incertídumbre, se comprenderá, pues, que en los miembros de los grupos minoritarios se dé una mayor propensión a la proyección social. Se llega a la misma conclusión si se tiene presente que es necesario per­cibir una similitud con el otro para que se dé la proyección (de hecho, se sabe que si esto no se cumple no hay proyección), ya que hemos visto que los miembros de los grupos minoritarios perciben una mayor homogeneidad entre ellos.

Éste es el interrogante con el que queríamos cerrar este capítulo: pese a las dificultades que ha habido para aceptar que los grupos minoritarios puedan in­fluir en los grupos mayoritarios, lo difícil quizá sea lograr obtener una verda­dera influencia mayoritaria, ya que, como acabamos de sugerir, los individuos que se sienten en posición minoritaria manifiestan opiniones más firmes y re­sistentes a la influencia de las mayorías.

RESUMEN

Con el estudio dé la influencia de los grupos minoritarios se ha consoti-bado, eri primer lugar, la existencia de un nuevo fenómeno en la in-

' fluencia Social/* saber; que se puede estudiar de modo experimental la >• > irtflaeiicia no consciente. En efecixj, lo más particular de los grupos mi­noritarios es que no modifican un juicio, una respuesta o una actitud rir-

- eün^«íto,sir¿ sú.míffco dereferencia* Al cambiar este marco de refe^;

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rencia cambia, por implicación psicológica, el principio, organizador del juicio y de la actitud y por tanto el contenido de ía respuesta fPérez>yí

En segundo lugar, hemos visto que se puede estudiar de^modo ex­perimental la influencia sobre los procesos mentales superiores. L<l re­presentación de a quién corresponde influir y a quién la sumisión se asientan en dos lógicas del pensamiento: ia divergente y la convergente. La autoridad, el número y la atracción son imprescindibles pitra .someter. -pero no para convencer (Moscovici, 1985). Los grupos* minoritarios, a l no lograr imponer sus puntos de vista, atraen mas la atención sobre lot que dicen y estimulan la creatividad y la innovación íNemelh. <Í98<5)H. -

Por último, la Psicología social ha descubierto con eresfudío de los grupos minoritarios una lógica social implacable, a saber, que ac? reac­cionamos de igual modo ante un miembro que sabemos pertenece a un grupo minoritario o a uno mayoritario. Más aún,.tampoco nos compor- * tamos de igual modo cuando nos representamos como miembros des grupos minoritarios o de grupos mayoritarios. lo que recobra su impof- * tancia si se tiene en cuenta que a menudo nuestra posición minoritaria de . hoy es la mayoritaria de mañana. - "

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LECTURAS COMPLEMENTARIAS

P £ n i ¿ , J . A . y M U G N Y , G . ( 1 9 K 8 ) , Psicología de la influencia social, Valencia, Promo-libro.

Un análisis de las principales aportaciones de la Psicología social a[ estudio de la influencia, prestando una especial importancia al desarrollo de los enfoques sobre la in­fluencia minoritaria.

M C U N Y , G . y P É R E Z , i. A . ( 1 9 9 1 ) , «Influencia minoritaria y constructivismo en Psico­logía social», Anihropos, Suplemento núm. 27 , pp. 1 Ül -109.

P Ü R F - Z . J. A. y M U Ü N V . G . 11991 j , «Discriminación y conversión en la influencia mino­ritaria: el modelo de la disociación», Aiuhropos, Suplemento núm. 27. pp. 112 -120.