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KM.CERO KILOMETRO CERO.NOTICIAS DEL CENTRO HISTORICO DE LA CIUDAD DE MEXICO NOVIEMBRE 2014/NO. 76 El Centro Histórico es por sobre todo un territorio donde se manifiesta la vida, en toda su diversidad. Pero la muerte, su rostro múltiple —semilla de vida entre los mexicas, fin de la existencia terrenal y antesala del Juicio Final para los católicos, mestizaje —y luego forjó una nación con un fuerte carácter—, no podía ser solo el recuento de los muertos, sino una herencia fastuosa y, paradójicamente, viva. Ritos, creencias y prácticas funerarias; ideas y creación artística en torno a la muerte y los muertos; arquitectura y urbanismo funerario; artesanías, leyendas, alimentos y músicas… a nivel existencial”, de acuerdo con el antropólogo Claudio Lomnitz. En ese cuadro, el Centro Histórico ha sido uno de los puntos neurálgicos de las peculiares elaboraciones mexicanas acerca de la muerte. Para nuestra fortuna, la cara actual de la muerte en el Centro es la de “Caminamos sobre muertos”, escribe el cronista Héctor de Mauleón. Los de la muerte natural, y los de la muerte ritual mexica, los de las grandes epidemias (desde precolombinas hasta principios del siglo XX) y los desastres naturales (inundaciones y sismos), los de la Inquisición y las masacres (la Conquista, los motines, La Decena Trágica). LA MUERTE CDMX WWW.GUIA DELCENTROHISTORICO.MX

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KM.CEROKILOMETRO CERO.NOTICIAS DEL CENTRO HISTORICO DE LA CIUDAD DE MEXICO NOVIEMBRE 2014/NO. 76

El Centro

Histórico es por sobre todo un territorio donde se manifiesta la vida, en toda su diversidad. Pero la muerte, su rostro múltiple —semilla de vida entre los mexicas, fin de la existencia terrenal y antesala del Juicio Final para los católicos, acceso a la nada para los menos—, también ha acompañado la historia del Centro.

“Caminamos sobre muertos”, escribe el cronista Héctor de Mauleón. Los de la muerte natural, y los de la muerte ritual mexica, los de las grandes epidemias (desde precolombinas hasta principios del siglo XX) y los desastres naturales (inundaciones y sismos), los de la Inquisición y las masacres (la Conquista, los motines, La Decena Trágica).Pero la estela de la muerte, en una sociedad que experimentó un rico

mestizaje —y luego forjó una nación con un fuerte carácter—, no podía ser solo el recuento de los muertos, sino una herencia fastuosa y, paradójicamente, viva.Ritos, creencias y prácticas funerarias; ideas y creación artística en torno a la muerte y los muertos; arquitectura y urbanismo funerario; artesanías, leyendas, alimentos y músicas… Un patrimonio, además, de tal plasticidad, que hace de México un “país pujante

a nivel existencial”, de acuerdo con el antropólogo Claudio Lomnitz.En ese cuadro, el Centro Histórico ha sido uno de los puntos neurálgicos de las peculiares elaboraciones mexicanas acerca de la muerte. Para nuestra fortuna, la cara actual de la muerte en el Centro es la de una riquísima herencia cultural, la del Día de Muertos, el Panteón Museo de San Fernando y los muertos célebres enterrados en

LA MUERTE UNA HERENCIA VIVA

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