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100 REVISTA DE EDUCACIÓN Problemas actuales de la enseñanza española ANTONIO TOVAR LLORENTE I. PERFIL DEL SIGLO XX Día a día apunta una preocupación nueva: el au- mento de población de nuestro país. Este repercute en todo, y no en último lugar en la población escolar. En esta última el crecimiento está determinado no sólo por la progresión demográfica, sino también—y el hecho tiene sus matices positivos—por la mejora del nivel de vida en muchas capas sociales y por la cre- ciente dificultad de colocarse que las nuevas genera- dones hallan. Evidentemente, el número de alumnos que tenemos en la Universidad es una prueba de que el país en su conjunto ha subido de nivel económico. Ello cons- tituye un problema del que no podemos desentender- nos. No incurramos en la cobardía y la ceguera de ir a dar en un numerus clausus. Tampoco creamos que esta masa de estudiantes puede ser encauzada de modo útil en las carreras tradicionales y casi exclusivas de médico y abogado. Pensemos que nos hallamos en el siglo xx, y pasados sus mediados. En efecto, el siglo xx, que comenzó con cierta ti- midez, que sólo de una manera destructiva parecía oponerse al xix, y que ha vacilado en su faz hasta estos últimos tiempos, ha tomado ya su perfil de ma- nera terminante. Hace unos años todavía se presentaba a nosotros el siglo xix como el de las grandes conquistas técnicas, movidas por el vapor y la electricidad, y legándonos, casi a punto de utilización, el propio motor de ex- plosión, que parecía la característica de nuestro tiempo. Hace algún tiempo, me acuerdo, Pío Baroja reaccio- naba indignado contra la frase que calificaba al xix de "estúpido", y desafiaba a nuestro siglo para que opusiera sus conquistas a las del así calificado. * Aunque es criterio de nuestra REVISTA publicar solamente artículos de autor castellano rigurosamen- te inéditos, en la presente ocasión nos honramos en reunir en estas páginas los cuatro artículos que, bajo el título general de "Problemas de enseñanza", apa- recieron sucesivamente en el diario madrileño Arriba, debidos a la firma de nuestro colaborador don A:N-1.°- Kx) TOVAR. La personalidad docente e intelectual del rector magnífico de la Universidad de Salamanca y el extraordinario interés de los temas planteados en estos trabajos justifican la reproducción de estos tex- tos, publicados en los días 4, 5, 6 y 8 del pasado mes de enero. Pero hoy, otra nueva serie de insospechadas con- quistas técnicas está cambiando profundísimamente la vida de la humanidad, y los progresos de la física en el campo nuclear y en el de la energía cósmica; de la química en la producción de síntesis y en las conse- cuencias de la macromolécula; de la biología, sin re- cordar sino los aspectos más evidentes de la aplicación a la medicina, que han tenido por tangible consecuen- cia la prolongación considerable de la vida de los hu- manos, con enormes presiones demográficas, obligan r. un cambio en las estructuras sociales. El siglo xx ha tomado su faz definitiva, puede codearse en mate- ria de descubrimientos geniales con su antecesor, y justificadamente los técnicos y los sabios hablan de que estamos asistiendo a una segunda revolución in- dustrial. Si la primera revolución industrial, que comienza con las primeras máquinas de vapor en Inglaterra hacia fines del siglo XVIII, transforma completamente la estructura económica del mundo, justifica y explica las revoluciones políticas del siglo xix y da la razón de fenómenos como el cambio de densidad en la pobla- ción de Europa, evidentemente que esta segunda re- volución industrial a que estamos asistiendo ha de pro- ducir fenómenos formidables para los cuales tenemos que prepararnos. La manera primera de prepararnos es adaptar a las nuevas generaciones a esta nueva situación. Por consi- guiente, hemos de preocuparnos de la formación pro- fesional y de la educación técnica de los jóvenes. Entre paréntesis quede dicho que el progreso for- midable de la técnica, y su repercusión en la demo- grafía, impone corno característica de nuestro siglo una socialización, y socialización no ya a consecuen- cia de unos principios políticos de carácter más o me- nos utópico y que van acompañados de una mística y de una revolución sangrienta en su implantación, sino resultado de que la humanidad, acrecida en número v obligada a distribuir entre más los bienes económi cos, se encuentra obligada a organizarse de manera menos improvisada. Es curioso que los países tradicio- nalmente más individualistas, los anglosajones, precisa- mente a la cabeza de la primera y de la segunda re- volución industrial, sean países que a nosotros, los es- pañoles, que vivimos en una etapa económica más atrasada, nos parezcan, aun Norteamérica (por no ha- blar de Inglaterra, con su legislación laborista no de- rogada), países socialistas, organizados de una manera social.

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Page 1: Problemas actuales de la enseñanza española3914002d-1… · REVISTA DE EDUCACIÓN Problemas actuales de la enseñanza española ANTONIO TOVAR LLORENTE I. PERFIL DEL SIGLO XX Día

100 REVISTA DE EDUCACIÓN

Problemas actuales de la enseñanza española

ANTONIO TOVAR LLORENTE

I. PERFIL DEL SIGLO XX

Día a día apunta una preocupación nueva: el au-mento de población de nuestro país. Este repercuteen todo, y no en último lugar en la población escolar.En esta última el crecimiento está determinado nosólo por la progresión demográfica, sino también—yel hecho tiene sus matices positivos—por la mejora delnivel de vida en muchas capas sociales y por la cre-ciente dificultad de colocarse que las nuevas genera-dones hallan.

Evidentemente, el número de alumnos que tenemosen la Universidad es una prueba de que el país ensu conjunto ha subido de nivel económico. Ello cons-tituye un problema del que no podemos desentender-nos. No incurramos en la cobardía y la ceguera de ira dar en un numerus clausus. Tampoco creamos queesta masa de estudiantes puede ser encauzada de modoútil en las carreras tradicionales y casi exclusivas demédico y abogado. Pensemos que nos hallamos en elsiglo xx, y pasados sus mediados.

En efecto, el siglo xx, que comenzó con cierta ti-midez, que sólo de una manera destructiva parecíaoponerse al xix, y que ha vacilado en su faz hastaestos últimos tiempos, ha tomado ya su perfil de ma-nera terminante.

Hace unos años todavía se presentaba a nosotros elsiglo xix como el de las grandes conquistas técnicas,movidas por el vapor y la electricidad, y legándonos,casi a punto de utilización, el propio motor de ex-plosión, que parecía la característica de nuestro tiempo.Hace algún tiempo, me acuerdo, Pío Baroja reaccio-naba indignado contra la frase que calificaba al xixde "estúpido", y desafiaba a nuestro siglo para queopusiera sus conquistas a las del así calificado.

* Aunque es criterio de nuestra REVISTA publicarsolamente artículos de autor castellano rigurosamen-te inéditos, en la presente ocasión nos honramos enreunir en estas páginas los cuatro artículos que, bajoel título general de "Problemas de enseñanza", apa-recieron sucesivamente en el diario madrileño Arriba,debidos a la firma de nuestro colaborador don A:N-1.°-

Kx) TOVAR. La personalidad docente e intelectual delrector magnífico de la Universidad de Salamanca yel extraordinario interés de los temas planteados enestos trabajos justifican la reproducción de estos tex-tos, publicados en los días 4, 5, 6 y 8 del pasado mesde enero.

Pero hoy, otra nueva serie de insospechadas con-quistas técnicas está cambiando profundísimamente lavida de la humanidad, y los progresos de la física enel campo nuclear y en el de la energía cósmica; de laquímica en la producción de síntesis y en las conse-cuencias de la macromolécula; de la biología, sin re-cordar sino los aspectos más evidentes de la aplicacióna la medicina, que han tenido por tangible consecuen-cia la prolongación considerable de la vida de los hu-manos, con enormes presiones demográficas, obliganr. un cambio en las estructuras sociales. El siglo xxha tomado su faz definitiva, puede codearse en mate-ria de descubrimientos geniales con su antecesor, yjustificadamente los técnicos y los sabios hablan deque estamos asistiendo a una segunda revolución in-dustrial.

Si la primera revolución industrial, que comienzacon las primeras máquinas de vapor en Inglaterrahacia fines del siglo XVIII, transforma completamentela estructura económica del mundo, justifica y explicalas revoluciones políticas del siglo xix y da la razón defenómenos como el cambio de densidad en la pobla-ción de Europa, evidentemente que esta segunda re-volución industrial a que estamos asistiendo ha de pro-ducir fenómenos formidables para los cuales tenemosque prepararnos.

La manera primera de prepararnos es adaptar a lasnuevas generaciones a esta nueva situación. Por consi-guiente, hemos de preocuparnos de la formación pro-fesional y de la educación técnica de los jóvenes.

Entre paréntesis quede dicho que el progreso for-midable de la técnica, y su repercusión en la demo-grafía, impone corno característica de nuestro siglouna socialización, y socialización no ya a consecuen-cia de unos principios políticos de carácter más o me-nos utópico y que van acompañados de una mística yde una revolución sangrienta en su implantación, sinoresultado de que la humanidad, acrecida en númerov obligada a distribuir entre más los bienes económicos, se encuentra obligada a organizarse de maneramenos improvisada. Es curioso que los países tradicio-nalmente más individualistas, los anglosajones, precisa-mente a la cabeza de la primera y de la segunda re-volución industrial, sean países que a nosotros, los es-pañoles, que vivimos en una etapa económica másatrasada, nos parezcan, aun Norteamérica (por no ha-blar de Inglaterra, con su legislación laborista no de-rogada), países socialistas, organizados de una manerasocial.

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PIOBLEMAS ACTUALES DE LA ENSEÑANZA ESPAÑOLA

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Podemos, pues, afirmar que en la segunda mitadde este siglo nos encontramos con que ha cambiadoprofundamente, por consecuencia de la técnica y de lademografía, la fisonomía de nuestro tiempo, aún va-cilante, insegura y contradictoria en la primera mitad.Con estos éxitos materiales, que debemos al progresocientífico, y que se manifiestan en las conquistas téc-nicas, se supera una situación que por reacción carac-terizó los primeros tiempos de este siglo, y tuvo susmanifestaciones visibles en las inquietudes religiosas yantiprogresistas de escritores y filósofos de aquellaépoca, como nuestro Unamuno o André Gide o Pa-

pini.La planificación, el optimismo, el progresismo, triun-

fan ahora de nuevo, y basadas en éxitos colosales,como triunfaron en el siglo xix. Nosotros estamos con-vencidos de que nuestros descendientes disfrutarán to-davía de más ventajas que nosotros, debidas al con-tinuo progreso técnico, e impuestas mediante una or-ganización planificada y optimista que cada vez re-solverá más problemas. Hasta el escalofrío periódicoque sentimos ante el peligro de las explosiones ató-micas y sus terribles consecuencias para la especiequeda compensado por el orgullo de medir la colosalpotencia humana.

Los organismos sociales que, de una manera román-tica, se consideraban como resultado de una evoluciónlarga e irracional, consecuencia de cambios que esca-pan a la dirección y control de la razón humana, hoyse presentan en gran parte como una creación sobrela cual puede actuar la planificación. Una sociedadsocializada, casi sin clases, es la característica no sólode Rusia (donde, además, hay clases, una clase obreraprivilegiada como respuesta tardía a situaciones ante-riores), sino de los países más adelantados industrial-mente. En éstos el nivel de vida de las clases antesdesposeídas ha sido elevado muchas veces, no ya aconsecuencia de la lucha de clases, sino consciente-mente por los mismos empresarios capitalistas, que hancomprendido que muchas veces necesitan aumentar elmercado interior convirtiendo al productor en un con-sumidor capaz.

El hecho, que se nos cita con demasiada frecuencia,de que el obrero en Norteamérica (o en Suecia o enla Alemania hitleriana) tenga su automóvil o su fri-gorífica, es consecuencia de la necesidad de produc-ción en masa, con lo que estos productos, que anteseran de lujo, han de ser puestos al alcance del grannúmero, y así se llega a una verdadera revolución so-cial, donde las diferencias de clase quedan atenuadas,de una manera evolutiva y como consecuencia de larealización de un programa técnico y de una plani-ficación del consumo.

Pues la posguerra de la segunda mundial ha ense-ñado a los hombres que cabe resolver, mediante elestudio, la planificación, la estadística, las máquinaselectrónicas, muchos problemas que no se supieron re-solver al día siguiente de la primera guerra mundial.Las formidables catástrofes, inflaciones e inseguridadeconómica que agravaron la situación en muchas par-tes de él después de la guerra de 1914, se ha evitado oatenuado en gran medida en la segunda posguerra(salvo donde fué impuesto corno represalia de modointencional); de modo semejante, los progresos de lasanidad han podido detener, al día siguiente de la

conclusión de la guerra, epidemias y desastres quetodavía en los años que siguieron a 1918 causaron másmortandad que la propia guerra.

El progreso desde 1918 a 1945 ha sido en lo mate-rial tan grande, que podemos demostrarlo basadosen esas manifestaciones absolutamente tangibles. He-mos aprendido que la economía planificada, la econo-mía intervenida, comienza a no ser una utopía. Em-piezan a no ser necesarios medios primitivos para in-tervenir en la economía, como eran poner un guardiacivil o un inspector para cada camión de cereales ode aceite. Se aplican medios cada día más perfecciona-dos: la intervención en los mercados de modo indi-recto, la previsión basada en cálculos estadísticos, eldesarrollo rapidísimo de una verdadera ciencia eco-nómica. Así se llega por los Gobiernos a manejar laeconomía del país de una manera mucho más eficazque con el simple empleo de la fuerza. Esto signi-fica que los poderes públicos tienen en sus manos re-sortes sociales que no tenían hace sólo treinta o diezaños.

Por otra parte, este poder enorme en los órganos degobierno, que nunca había existido en la historia dela Humanidad, permite se desarrollen unas potenciaspolíticas colosales que alteran profundamente el con-cepto de Estado nacional, el concepto de independen-cia al modo nacionalista, y cristalizan las formidablesalianzas que capitanean Norteamérica y Rusia. Ellotambién es nuevo en la Historia universal.

Frente a este panorama de la realidad actual, te-nemos que reconocer, y nuestra obligación es afirmar-lo de la manera más terminante, que España está muyatrasada. No hay que ser optimistas en este respecto.Yo creo que si se hace un estudio de nuestra economíala encontraremos como la de los países de Europa oc-cidental hace medio o un siglo. Nuestra industria co-mienza a desarrollarse, se está creando un capitalismoque no existía antes, y que seguramente es anacró-nico en la evolución actual. Seguramente estamos pa-sando de modo necesario e inevitable por una etapaque no habíamos vivido, y sin la cual no podríamosdar un nuevo salto hacia adelante. Preocupasienescorno la realización de grandes obras públicas, así lospantanos, o el desarrollo de industria pesada vitalpara el país, son problemas que los países occidenta-les tienen resueltos desde hace mucho tiempo. Maspara nosotros son empresas absolutamente necesarias,que gravitan sobre nosotros, que tenemos que pagar,cuando debieran haberlas pagado nuestros padres yabuelos.

He aquí un aspecto de la situación atrasada, enque nos encontramos frente a nuestro siglo. Ante esasituación de atraso entran en crisis ciertas ideas y tó-picos que todavía le gusta a la gente discutir, comosi fueran temas académicos. Por ejemplo, si no esmejor la iniciativa privada que la estatal.

Evidentemente que donde funciona una iniciativaprivada activa, creadora, infatigable, ni se plantea lanecesidad de una iniciativa estatal. En los EstadosUnidos, por ejemplo, los aviones o los acorazados sonconstruidos por empresas particulares. Hay organiza-ciones capitalistas tan fuertes, que son capaces de estasrealizaciones gigantescas, y el Gobierno no tiene másque encargar a la fábrica la realización de tal unidadc tal tipo; ello no ocurre en Europa, ni aun en los

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países de más tradición individualista, como Ingla-terra.

Aquí, en nuestro país, la verdad es que nos hanfaltado las empresas capitalistas capaces de grandescreaciones, y ahí está nuestra pobre vida económicapara probarlo. Ante este hecho, seguramente con máscoste, puede que administrando peor, ausente toda otrainiciativa, llega la actividad del Estado. Cuando sehabla de iniciativa privada tenemos que recordar aque-lla contraposición que José Antonio Primo de Riverahizo entre el capitalismo creador y gigantesco quecapitaneó el desarrollo de Inglaterra, Alemania, Fran-cia, los Estados Unidos, a lo largo del siglo XIX, ynuestro pobre capitalismo, modesto capataz del capita-lismo extranjero, capaz de entregar las minas o los cen-tros vitales y resignado a cobrar su corretaje. Despuésde ello, es muy posible que tengamos que reconocerque, con todos sus inconvenientes, una gestión directadel Estado sea en muchos aspectos eficaz. Supliendo auna inexistente iniciativa privada, el Estado ha idocompensando muchos aspectos del atraso económicoque ahoga nuestra vida nacional, y ahí comienza lavía que puede llevarnos un día a compensar el atrasosocial en que vive nuestro país.

Mas nos nos alejemos de nuestra preocupación, yveamos cómo en el campo de la enseñanza se nosmuestra uno de los puntos más vulnerables del frentede atraso que nos preocupa cuando pensamos en elporvenir de la Patria.

II. ADAPTACION DEL PAIS A UNMUNDO NUEVO

Nuestro siglo está presenciando un cambio comple-to en la vida de la Humanidad, mientras en Españael atraso técnico mantiene unos tipos de vida relativa-mente arcaicos. En medio de ellos mucha gente seobstinará en negar que lo son, pero basta reflexionary sobreponerse a las impresiones cotidianas para darsecuenta de que la llamada segunda revolución indus-trial está en marcha.

Ella permite no sólo acercar unas a otras las viejasclases para repartir más las comodidades de la vida,sino incluso hacer desaparecer ese tipo humano llenode fuerza y virtudes, el campesino, que hasta ahoraha luchado más con los brazos y el saber tradicionalque con las máquinas y la previsión y la estadística.

La nueva etapa se ha manifestado, como suele ocu-rrir, en una guerra. Las guerras son un mal, y hastasi las consideramos como un elemento de progresohay que reconocer que cuestan cada día un preciomás caro; pero es innegable que sirven para acelerarmuchas conquistas de la humanidad. Durante la segun-da guerra mundial, uno de sus más agudos observa-dores, el escritor Curzio Malaparte, anotó, con mucharazón, que en el choque de alemanes y rusos en elfrente oriental se acusaba un trascendental cambio, queexplicaba la desaparición de la guerra de trincheras ySU sustitución por la de rápidos movimientos a basede tropas mecanizadas. Ello era porque, a diferenciade la guerra del 14, ya no se enfrentaban campesinoscon campesinos, sino obreros con obreros, tractoristascon metalúrgicos. Obreros mecánicos manejando ca-miones y tanques tenían que hacer una guerra de tipo

completamente distinto de la que hacían los labriegosde la primera guerra mundial. Se acusaba ya aquí untipo evolucionado de sociedades, y Curzio Malaparte lodescubría agudamente.

El progreso industrial significa una etapa de cam-bios profundísimos. Se prevé, por ejemplo, la posi-bilidad de reducir la jornada de trabajo a cuarenta,a treinta y seis, a treinta y dos horas semanales. Elloocurre porque las máquinas hacen cada vez más cosasque hacían los hombres, y el hombre corre peligrode ser desplazado, si no lo preparamos para hacer má-quinas y para manejarlas.

Surge un real peligro de paro en inmensas propor-ciones allí donde la industria no pueda absorber unexcedente de brazos. Un profesor de Harvard, Nor-bert Wiener, ha escrito un libro sobre cibernética jus-tamente celebrado y famoso, donde, bajo el título deEl uso humano del ser humano, se trata del problemade la distribución de esfuerzos entre el hombre y lamáquina. Quiero recordar de este libro unas palabrasque deben preocuparnos a los españoles, y que dicenasí: "Muy pronto, el que no tenga para ofrecer másque sus brazos, nada tendrá que ofrecer." Esto quie-re decir que el trabajo del peón, del obrero no espe-cializado, vale ya poquísimo, y cada día valdrá menos.

Han comenzado a llegar máquinas que en ciertasobras, como la construcción de aeródromos o de auto-pistas, o en la misma agricultura, hacen ellas solas,comodísimamente y manejadas por un par de mecá-nicos, el trabajo de medio centellar de peones: trasla-dan tierras de una parte a otra, excavan con rapidezincreíble y hacen trabajo que sería obstinación y atra-so pretender que se siguiera rindiendo con pico y palay espuertas. Está bien que el peón quede libre de estetrabajo rudo, como estuvo bien que el molino, queantes se movía con fuerza animal o con brazos huma-nos, en los albores de la Edad Media se transformaraen máquina movida por agua. Pero ello plantea elproblema de que el país deficientemente industriali-zado quede casi completamente en paro, sostenido porun tipo de trabajo que forzosamente tiene que pagarsemal, porque vale poco.

Lo mismo que se abandonó el molino de mano,habrá que abandonar muchos de estos trabajos durosy aun crueles para el trabajador, y habrá que confiár-selos a la máquina. Pero entonces habremos de tras-ladar a esos hombres, materialmente pasarlos de unlugar a otro, y habremos de preocuparnos de que sepreparen para ser útiles de otra manera, precisamen-te mediante una adecuada instrucción técnica, median-te una formación profesional. No acometer ésta equi-vale a dejar en paro a estos miles y millones de hom-bres. He aquí un problema nacional de primer orden.

Quizá el más grave problema en nuestra educación,en cuanto se traspasa el umbral de la escuela prima-ria. Nos faltan posibilidades de educación técnica enlas clases sociales inferiores, porque también esas po-sibilidades son estrechas en las clases superiores.

Tradicionalmente, por lo menos desde el siglo xvihasta ahora, los españoles hemos sido bastante ciegospara la Naturaleza. El memorismo, la escolástica, laabogacía, las oposiciones, han cegado la mirada delespañol. El caso de Cajal no es más que la excepción.Los españoles somos más hombres de libros que hom-

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PROBLEMAS ACTUALES DE LA ENSEÑANZA ESPAÑOLA 103

bres de realidad. Hemos brillado en la creación artís-tica, en la literatura, en el Derecho y en la Teología;pero si repasamos nuestra historia cultural encontra-mos que los dominadores de la Naturaleza, los obser-vadores, los técnicos, son bastante raros.

Un colega de mi Facultad, interesado en la vidapopular, en lo que hoy son antiguallas tradicionales, yantaño fueron los albores de la técnica moderna, mecontaba que en la Biblioteca de la Universidad deSalamanca, tan rica en obras de Teología o de Dere-cho, no existe ninguna obra de técnica de las impre-sas en el siglo xvi. Nada se halla sobre los molinos,los batanes, las norias y castillos de agua; nada, en fin,sobre las máquinas de entonces.

Esto corresponde muy bien al hecho de que cuandoCarlos V o Felipe II tenían que resolver algún pro-blema técnico, como subir el agua a Toledo, o cons-truir las fortalezas costeras de España o sus Indias,se veían obligados a acudir a italianos, por ejemplo,como Juanelo o Torriani. También eran muchas ve-ces extranjeros los que actuaban como ingenieros enlas filas de los tercios que luchaban en Flandes.

Si ello es un mal congénito, poco podemos hacer.Pero yo pienso que hay, sobre todo, un prolongadodefecto en nuestra educación, porque recordemos queunos pocos años antes de que Carlos V o Felipe IItuvieran que traer esos técnicos de fuera, el GranCapitán inventaba la ingeniería militar. Y en las ás-peras soledades de América, los españoles se enfren-taban con la Naturaleza y descubrían técnicas de mi-nería o aprendían a observar las virtudes de hierbasy piedras.

Nuestro problema es hoy mucho más grave, puesla educación técnica ha de extenderse numéricamentea la mayoría de los trabajadores del país, y el númerode especialistas superiores que tenemos en las distin-tas ramas es absolutamente insuficiente. Ahora el pro-blema está ya en la calle, y el progreso que la segundaguerra mundial ha acelerado acusa gravemente nues-tro déficit de técnicos.

El avance de nuestra industrialización ha sido im-puesto por las mismas circunstancias. El aislamiento,tan duro en unos aspectos, nos fué beneficioso enotros, a lo largo de los años de nuestra posguerra.Hoy tenemos una industria química de cierta impor-tancia, y se fabrican, además, artefactos que antes denuestra guerra civil no se fabricaban, y ello hace re-saltar más el déficit de educación técnica en todos losgrados.

No se trata de entrar ahora en una polémica quejustificadamente está viva, y que es vidriosa en losaspectos en que roza intereses profesionales. En lapolémica se han dado cifras que al observador des-apasionado lo inclinan a reconocer que en el personaltécnico en sus diferentes grados no se ha desarrolladonuestro país de acuerdo con las necesidades y deacuerdo con el incremento de población. Empequeñe-ceríamos el problema si lo redujéramos a una simpleagresión contra grupos sociales, como queda empe-queñecido también si se enfoca desde el punto de vistade la defensa de intereses profesionales.

El planteamiento del problema, por lo demás, esgrave, ya que responde a una idiosincrasia nuestraarraigada en hábitos administrativos por lo menos

desde el siglo xvi o el xvn. Los españoles tendemosa evitar en el campo profesional la competencia ylucha, y ello hay que reconocer que no es sólo priva-tivo de los ingenieros o arquitectos (aunque ello a me-diados del siglo xx sea de especial e intolerable agu-dización), sino que se extiende a todas las profesionesen mayor o menor grado. Las profesiones, cuanto me-jor remuneradas y más prestigiosas, se rodean de terri-bles procedimientos selectivos: puertas estrechas, exá-menes de ingreso, oposiciones, que una vez superadospermitan al feliz ciudadano que ha pasado la barreradedicarse muy tranquilamente, y a la sombra de todaamenaza, al tranquilo disfrute de su sinecura.

Ello ocurre también en la Universidad. Los catedrá-ticos adquieren asimismo por la oposición una sagradae inviolable investidura, mediante la cual se llegan asentir no sólo catedráticos en propiedad, sino inclusopropietarios de la asignatura. No es raro el caso deque un catedrático se queje de cómo siendo él el titu-lar de tal o cual materia, se le ocurra a otro daruna conferencia o realizar una experiencia u operaciónentremetiéndose en lo que siente como un sagradodominio. El contraste es grande con lo que ocurre enotros países, donde en la Universidad pueden tenervoz, y la tienen de hecho, especialistas que si no sonaún el catedrático están en camino de serlo, y en estaestimulante competencia se preparan, y, a la vez, mo-vilizan al que se sienta inclinado a dormir en susillón titular e indiscutible. Puede ocurrir que la Uni-versidad abra sus puertas a un docente que sin retri-bución estatal, quizá percibiendo el importe de lasmatrículas de sus oyentes que la Universidad le con-cede, enseña, con la misma validez que el titular, estao la otra materia. La cátedra no autoriza para sentirsepropietario de una asignatura. Sentirlo así es incurriren el mismo defecto de las profesiones privilegiadas,cuya nivelación es urgente y necesaria en nuestropaís.

Pero tal mentalidad es la que explica la existenciade profesiones bien remuneradas y bien defendidaspor su barrera de oposiciones que se obstinan en noreconocer la realidad del incremento de población deEspaña y en no adaptarse a una nueva época.

El problema de que no tengamos suficientes trabaja-dores especialistas en cada uno de los grados es corre-lativo de la amenaza de paro que gravita sobre elsimple trabajador, que no tiene para ofrecer otra cosaque sus brazos.

Ill. LA JUVENTUD, ANTE PUERTASCERRADAS

Hemos comenzado una crítica de la mentalidaddefensiva y cerrada de ciertos cuerpos técnicos, situán-dola en el ambiente español, en el que otra serie deprofesiones (generalmente las mejor remuneradas) pro-curan también escudarse en semejantes barreras deoposiciones, pesadilla de nuestra juventud, que man-tienen celosamente unos números que eran los corres-pondientes a un país con ocho o diez millones dehabitantes menos. Abogados del Estado (sin incompa-tibilidad para ejercer privadamente), registradores dela Propiedad (no residentesl, notarios.., tienen en este

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REVISTA DE EDUCACIÓN

punto una mentalidad acorde con la de los ingenieros,y se me creerá honradamente si digo que no es porresentimiento personal ni manía contra tan honorablesprofesiones, por lo que me creo en el caso de hablaren defensa de los centenares de jóvenes españoles queesperan años y años en la descorazonadora antesalade los exámenes de ingreso o de las oposiciones, a queacuden en la proporción de ochenta o cien por plazaconvocada.

No se trata, pues, aquí de atacar a ninguna profe-sión, sino de ver en muchas de ellas esa idiosincrasianuestra o esa costumbre arraigada desde siglos, quelimita el número de los profesionales avaramente, odemarca las farmacias por metros o hace a los vete-rinarios dueños exclusivos de un partido.

En el ejercicio de la medicina ya estamos cerca deesto también. La intervención gubernamental en cual-quier profesión o función social, sea por razones deprogreso o por circunstancias de momento, nos llevaen España a considerar la clientela como una espe-cie de reparto que se le atribuye al profesional. Lacomparación de los vales de racionamiento usadosen Europa durante la guerra mundial, con los co-rrientes entre nosotros, nos enseña a descubrir quenuestro sistema repartía la clientela entre los comer-ciantes. Nuestro vale no era un cupón de 100 gramosde pan o de carne, sino que sólo los valía en deter-minada panadería o carnicería. Cambiar de proveedorrepresentaba pasos complicados y penosos en las ofi-cinas estatales. Quedaba así eliminada toda posibilidadde competencia, y prácticamente no podíamos defen-dernos del proveedor sin escrúpulos con la amenazade dejar de ser su cliente. Hasta hace bien poco, lainstalación de una nueva panadería en una aldea re-quería autorización de los ingenieros de la Jefaturade Industria, aunque el "industrial" aldeano fabricarapan por los mismos procedimientos que Noé.

Se refleja en todo ello esa mentalidad que todos te-nemos, tendente a sentir nuestra profesión como con-cedida por real patente, propiedad sagrada, dentrode la cual nos sentimos seguros y no toleramos lacompetencia.

Las consecuencias son malas, pues se anula todoestímulo. La frase de que después de ganadas unasoposiciones o hecho el examen de ingreso se puededescansar el resto de la vida no es, desgraciadamente,un mero chiste.

Instituciones semejantes al Seguro Médico existenhace tiempo en otros países. Obedecen a una tenden-cia incontrastable en nuestra época, que pretende ha-cer accesibles al mayor número posible de humanoslas conquistas de la civilización. No nos oponemosa esta corriente, y hasta somos partidarios entusiastasde ella. Pero comparemos nuestras organizaciones conlas de otros países. También aquí el espíritu cerradoy sin competencia, que aminoró o destruyó la eficaciade nuestro sistema de racionamiento, ha penetrado.El Seguro en otros países, se nos dice, significa queel Estado o las organizaciones sanitarias o sindicalesponen a disposición del asegurado tales o cuales ser-vicios médicos. Pero al cliente, semejante en esto alcliente libre, se le deja libertad para elegir sus mé-dicos, con lo cual el profesional que actúa dentro delos Seguros se mueve por acicates semejantes a los

que estimulan a todo titulado libre. El sistema de Se-guros proporciona unos vales teóricamente equivalen-tes a una cantidad de dinero, y no asigna al clientea una parroquia determinada. Aquí todo profesional,ingeniero o catedrático o médico, prefiere contar conuna asignatura propia o una clientela particular y pri-vativa, o un puesto estatal. Así evita toda renovación,todo remozamiento, toda competencia, y vive tran-quilo.

Pero la verdad es que en la Historia no se progresacon esa vida tranquila. La existencia es una luchaincómoda, y la vida profesional tiene esta incomodi-dad no sólo en el aspecto económico, sino en el delperfeccionamiento, el rendimiento y el estímulo. Pa-rece como si la organización secular de nuestro paísconspirara contra todo estímulo y reforzara las ten-dencias innatas a la siesta.

En una época como la nuestra, en que la necesidadde atenuar las diferencias de clase fuerza los resortesde la vida civilizada, y en que la técnica amenazacon reducir a un papel de colonizado al país que nose. industrialice con ritmo febril, nuestra misión esromper todas estas trabas tradicionales puestas al espí-ritu de iniciativa y a la vivificadora entrada en acciónde una juventud inquieta.

En este punto hay tanto de justicia realizable comode romántica utopía, y si la justicia se discutiera, ale

e-ouríamos todavía razones de conveniencia.

Una sociedad donde las diferencias de clase estánatenuadas es una sociedad más estable, en la que haymenos peligro de revolución que allí donde las dife-rencias son grandes, e irritantes en nuestro siglo.

Quizá la manera de compensar esas diferencias declase, de reducir y atenuar las contraposiciones vio-lentas, que hoy se toleran mal, es favorecer el pro-greso de la educación, y muy especialmente de laeducación técnica en todos los grados.

Con buenos técnicos seremos dueños de las má-quinas, y evitaremos que la mayoría de nuestra po-blación sea de peones, de obreros que, en su ignoran-cia, no pueden sino producir poco.

Esto no es una utopía, sino sacar en nuestro paíslas consecuencias de lo que es un desarrollo favorablede la civilización, que se impone en todo el mundo,y que no hay muralla china que pueda impedir nosalcance. Y con efectos perjudiciales si nos obstinamosen ser un país atrasado.

No seamos, en ningún estrato social, una sociedadcerrada. Que la educación profesional sirva para pasara implantar entre nosotros, de la más pacífica de lasmaneras, una verdadera sociedad abierta. Una socie-dad cerrada, en la que cada clase se defiende por unabarrera que sólo con tiempo y resistencia económicase puede salvar, es un tipo de sociedad anacrónico yatrasado, y, además, un tipo de sociedad caro y este-rilizador.

Pensemos que conviene que los elementos más ca-pacitados puedan pasar siempre a formar en la clasedirigente del país. Pensemos que mediante la educa-ción, la maldición bíblica del trabajo puede atenuarsey contar la sociedad con un elemento más de felici-dad: que el trabajo no sea duro ni corporal, que elhombre se redima mediante la máquina, que el tra-

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PROBLEMAS ACTUALES DE LA ENSEÑANZA ESPAÑOLA 105

bajo subalterno sirva para pasar a un trabajo conmayor libertad e iniciativa.

A mí me duele, por ejemplo, ver reflejado el atra-so y la pobreza de nuestro país en el hecho de quelos cargos de subalterno de las bibliotecas sean des-empeñados por personal condenado perpetuamente aeste trabajo duro y forzosamente mal pagado. Todoslos intentos de crear unos sueldos decorosos para estetipo de personal resultan inútiles, pues la verdad esque el rendimiento no es grande. Con qué envidia hevisto que en otros países, los Estados Unidos, porejemplo, muchos de estos cargos subalternos, comotambién el de camarero en los comedores universita-rios, son desempeñados por gente pobre, que así seayuda a costear sus estudios, y realizan tales laborescon la alegría de saber que no están condenados aellas de por vida. En el trabajo tienen la clave paraascender a una profesión superior, a un trabajo nosólo mejor remunerado, sino más libre y de mayorsatisfacción para el espíritu.

Tendamos a dar facilidades para que todo el mun-do ascienda. Recordemos que si Aristóteles dijo queel esclavo sería imprescindible hasta que la lanzaderamarchara sola, la creación de las máquinas libera alhombre cada vez más de los trabajos materiales, yaun en éstos permite, y hasta exige, que la jornada seabrevie.

Por ello no soy nada pesimista en cuanto al núme-ro creciente de estudiantes en las aulas universitarias.Mucha gente da la voz de alarma de que son muchosmiles, tal vez el doble que en 1935.

Se acude, en vista de ello, a los cursos selectivos.Ya tenemos uno funcionando para impedir que salgantantos médicos. Por ese mismo curso han de pasarlos aspirantes a farmacéuticos y a licenciados en Cien-cias. La Facultad de Derecho ha instaurado tambiénsu curso selectivo. Todo eso está bien; está bien en lamedida en que se les exige a los estudiantes que me-joren su nivel y su preparación para ulteriores es-tudios.

Pero debemos preguntarnos qué hacemos con tantosjóvenes a quienes se les cierran las puertas de lasFacultades universitarias. Muchos encontrarán en elejercicio de profesiones particulares, y que no exigentítulo, el modo de ganarse la vida; pero hemos dereflexionar también si las carreras que se le ofrecenal joven español, con la rigidez de sus planes, con laestereotipación de sus salidas, con la rutina de las en-señanzas, puede bastar para las necesidades continua-mente diversificadas de una sociedad moderna.

La carrera de Derecho que se estudia hoy es exac-tamente la misma que estudiaban nuestros abuelos.Si la Química va ocupando el rango que debe ennuestros estudios universitarios, hay que preguntar quéocurre todavía con la Física y las Ciencias Naturales.No hay manera de que en la Universidad se orienteal joven a quien su vida le va a imponer deberes deadministrador público o de gerente de una empresa.Los técnicos agronómicos, en un número insuficiente,están todos absorbidos por el Estado, y muchas vecesdesempeñan misiones inspectoras o fiscales, en lugarde aportar su técnica a la producción y al progreso.

Falta gente especializada para el desarrollo de nues-tra agricultura, como de nuestra industria, de nuestra

ganadería, de nuestro comercio y economía... Y sehabla de plétora en la Universidad. Realmente hayaquí una paradoja cuyo desentrañamiento nos llevaráa descubrir dónde está la clave de la mala distribuciónde nuestros estudiantes, y cómo es un viejo espírituel que intenta resistir a la revisión necesaria de todaslas barreras que se oponen a la pacífica y automáticaconquista que corresponde a las nuevas generaciones,sin que las que vamos siendo ya pasadas podamoshacer otra cosa que canalizar y orientar la irrupción.

La juventud se encuentra en cada campo profesio-nal con puertas cerradas que guardan el disfrute pa-cífico de las profesiones entendidas no como servicio,sino como sinecura. Quienes nos preocupamos por lasucesión pacífica de las generaciones, y alcanzamos apercibir en la juventud de ahora encubiertas actitudesde descontento y de inquietud, no hemos de conver-tirnos en defensores de situaciones de facto bastantediscutibles.

Veamos dónde está el campo en que los esfuerzosde una juventud inquieta y renovadora son másnecesarios y urgentes.

IV. DEFICIT DE TECNICOS

Si la población del mundo aumenta y con ella elnúmero de estudiantes que acuden a los estudios su-periores, y si este aumento de población se traduceen la necesidad de tecnificar la producción, y en lade aplicar métodos científicos a la distribución de losbienes de consumo, es evidente que en nuestro paístenemos un número insuficiente de técnicos.

En todos los campos se hace urgente abrir el pasoa las nuevas promociones y no obstinarnos en cerrarlesel camino con inútiles pruebas, que no tienen otrafinalidad que salvar la tranquilidad de los que ya lassuperaron; pero en el de la técnica persistir así signi-fica un verdadero suicidio.

Urge una nueva distribución de las vocaciones, enla que se multiplique el número de técnicos. Habráque pensar en abrir varias escuelas técnicas más y enorientar de otra manera los estudios en la Universidad.

Tendemos ahora demasiado a estar orgullosos delcarácter arcaico de nuestro pueblo. Nuestra prensa in-

siste demasiado en la conservación, tantas veces arti-ficiosa y falsa, de las antiguas costumbres. O en que ellabriego se mantenga apegado al terruño como en elpasado y tal vez prefiera su rusticidad a la tecnifica-ción. Pero criterios esteticistas no deben encubrir que,en realidad, todo ello es atraso.

Y no olvidemos que una vida económicamente in-

ferior y atrasada, puesta en contacto con tipos de vidasuperior y más evolucionada, tiene forzosamente quesucumbir. Si persistiéramos en el arcaísmo acentuaría-mos cada vez más la posibilidad de no ser más queclientes y colonizados por grandes pueblos industria-lizados.

Para la necesaria conservación de nuestras virtudesnacionales, para salvar lo que corresponda de nuestroespíritu tradicional, para no ser en el fondo infielesa nuestras formas de vida ancestrales, hay que cam-biar profundamente.

Hay que perder el miedo, por ejemplo, a que los

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REVISTA DE EDUCACIÓN

campesinos emigren hacia la ciudad. Con máquinas,en el campo se necesita menos gente. El problemade la acomodación de la máquina, en nuestro agro estáapuntando, y son técnicos quienes han de acelerar lassoluciones. Por una parte, aumentando los regadíos,para que los brazos tengan ocupación; mas, por otra,preparando a los campesinos a que se transformen enobreros industriales, haciéndose dueños de las má-quinas.

Para ello son precisos muchos más técnicos, supe-riores y medios. Necesitamos un rápido progreso enla evolución técnica de nuestro pueblo. Y no hemosde dejarnos llevar por la literatura vaga que ensalzalas virtudes ancestrales, pero deja a nuestra gente encondiciones de inferioridad. No nos entusiasmemoscon nuestro atraso, ni en la fácil comparación conla vida doméstica de otros países creamos ventajosa lanuestra. La limitada ventaja de unos está compensada,en una sociedad en que las clases están más próxi-mas y menos separadas por barreras, por el hecho deque el trabajo de una persona puede bastar al soste-nimiento de una familia.

Tenemos que avanzar, de modo original, hacia lasolución de contraposiciones sociales en una época degraves problemas económicos. Ello no es posible sinel dominio de una serie de ciencias aplicadas pocodesarrolladas entre nosotros.

Ante el problema nacional más importante, másgrave que todos los problemas políticos, el de nuestroatraso técnico y, por consiguiente, económico y, porconsiguiente, social, tenemos que reaccionar con ur-gencia.

Una tragedia de nuestro pueblo es la de cargar todala responsabilidad de los problemas nacionales en lospolíticos. Los políticos toman una y otra vez el pesode las dificultades y fracasos de nuestra vida nacional,pero a través de los regímenes se mantienen los cua-dros de mando del país, gobernándolo en su beneficioy mirando, desde la altura de sus puestos, "ganadospor oposición" o tras "durísimos ejercicios de ingre-so", el fracaso de los políticos, culpables de todo.

No seamos injustos y midamos el poder limitadoque tiene casi siempre el político delante de los he-chos. Y más cuando los hechos son de naturalezacomplicada, pertenecientes al mundo de ciencias, comola economía, o las técnicas. El político se deja guiarde los expertos, y ahí está para cargar con los resul-tados de dictámenes erróneos o interesados.

El mito de que un puesto de responsabilidad téc-nica se adquiera para toda la vida mediante unaoposición o un examen de ingreso está en contrapo-sición con la realidad de que la verdadera oposición,el verdadero triunfo profesional, dura tanto como lavida y en cada misión que se nos encomienda hacemosuna continua reválida. A mí nada me descorazonatanto como el ver que los escalafones y la inamovili-dad acorazan al funcionario y al técnico frente a lafiebre—a lo mejor sólo momentánea—del político.Con tal protección, el país queda gobernado en mu-chos campos vitales por grupos fundamentalmente es-cépticos, protegidos contra unos jefes que están ahípara cargar con los errores, y que defienden, en primerlugar, lo que consideran vital: los sagrados intereses

del cuerpo a que pertenecen en lugar de pensar enlas necesidades del país.

Malo es que la amovilidad ponga al funcionarioa merced del mando político; pero si se quiere verlo que es el extremo contrario, examínese un pocola práctica de nuestra administración en muchas desus ramas.

Ello proviene de que la selección de los cargos sehace pronto y, como en matrimonio monógamo, paratoda !a vida. La simultaneidad de puestos y cargospermite la poligamia; pero eso sí, sin divorcio. Todoslos empleos para toda la vida es el lema de nuestraadministración.

Veamos cómo repercute en nuestra vida estudiantileste espíritu de selección temprana. Por de pronto,las posibilidades que se abren son limitadas: comocarreras posibles vienen, en primer lugar, las de mé-dico y abogado; después, si se cuenta con capital paraadquirir uno de esos dosificados establecimientos, Far-macia. Si el joven estudiante plantea el problema dehacer una carrera técnica, el desgraciado padre ya sabelo que le espera: si no es el progenitor de un PierinoGamba de los problemas, tiene que esperar, pagandocostosas academias privadas, cuatro, cinco, seis, siete,doce años. El abanico de carreras que se ofrece a unjoven español de clase media acomodada en 1956 separece bastante (salvo las dificultades resultantes deque la lucha es entre muchos más) al que se abría de-lante de un joven de 1856.

Ello es gravísimo e insostenible. Luchamos con losjóvenes para que no entren en la Universidad, leshacemos pasar cursos selectivos y creemos que hoy sepuede prescindir de amplias masas de estudiantes fra-casados, sin más que lanzarlos a luchar con los restosde conocimientos inútiles, que no les han valido parasuperar esos obstáculos. La agricultura, el comercio,la vida de empresa, hoy no se puede afrontar sinpreparación. Urge crear escuelas o Facultades dondese de preparación adecuada a todos los jóvenes quellegan a la Universidad, y donde se ofrezca a las voca-ciones una gama más rica, en lugar de la anquilosadade media docena de caminos trillados.

Algunos pasos se han dado, como el de la concesiónde pleno valor al título de químico industrial, o lacreación de licenciaturas en lenguas modernas. Peroreconozcamos que nuestra imaginación es tímida yque nos cuesta salir de los cuadros de la rutina. Laley de especialidades médicas, que se aprobó en elpasado año, puede ser un estimulante de las Fa-cultades universitarias, como también de otros centrossanitarios oficiales y privados. Se abre así una venta-na a la especialización de numerosos jóvenes médicos,harto preocupados en muchos casos con el problemade su colocación inmediata.

Pero el problema es mucho más amplio, y en élestá la clave de nuestra misma perduración como na-ción. Tenemos en España un grave problema econó-mico y social, un problema de atraso de siglos queen su integridad no se puede decir sea un problemade enseñanza. Pero sí corresponde a la enseñanza plan-tear el problema en sus términos y preparar a losespañoles para la solución.

En la Universidad y en las escuelas técnicas está esaclave. Con la ventaja, desde el punto de vista social,

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PREJUICIOS PEDAGÓGICOS 107

de que en la Universidad, a pesar de la barrera delBachillerato y de los cursos selectivos, no es tan difícilir superando las barreras entre los distintos grados, ycon su esfuerzo, un practicante puede llegar a médico,o un modesto secretario municipal de última catego-ría, mal que bien, a abogado.

Es evidente que ahí está un estímulo y un mediode nivelación social que no se halla en otros centrosde enseñanza superiores, y precisamente cuando enlos países que van a la cabeza del desarrollo industrial,el paso de obrero a ingeniero es frecuente y de ren-dimiento para la economía.

Vuelvo a tocar un problema vidrioso; pero es evi-dente que en el mundo moderno hay que abrir cami-nos que lleven a los grados superiores de la enseñan-za técnica y científica, a través del trabajo. Es absur-do que nos obstinemos en mantener como única puer-ta para las profesiones técnicas el Bachillerato, conlatín y todo. Para ser un buen técnico seguro que

conviene más saber manejar el martillo que los pro-blemas teóricos. Me parece que por ahí se resolveríael problema de modo más eficaz que con ostentososcentros ad hoc. Una adaptación de los caminos an-tiguos a las nuevas exigencias sociales es lo que pue-de resolver radicalmente el problema de la selecciónde las clases superiores por los méritos de la inteligen-cia y el tesón.

Naturalmente que en la serie de afirmaciones quellevo hechas habrá muchas discutibles, y no es ahorael momento de levantar polémica. Si he tocado aspec-tos en los que me reconozco sin autoridad de espe-cialista, lo he hecho con la honda preocupación dequien ve la vida nacional agobiada por nuestro atrasotécnico, económico y social. Como el aspecto técnicocondiciona el económico, y éste el social, la reformaprogresiva e incesante de nuestra enseñanza desharálas castas que empobrecen y sofocan nuestra vida ad-ministrativa y hacen desesperante nuestra existenciapolítica.

Prejuicios pedagógicos

MANUEL CARDENAL 1RACHETA

Creo que fué el español Séneca quien di j o aquellode: non scholae sed vitae docemus: nuestra enseñan-za no es para la escuela sino para la vida. La senten-cia, arrancada de su contexto, en el que tendría susentido exacto, y traída como suele ser a cuento, sinmás, no es clara. Por lo pronto, al convertirse en frasevulgar, al banalizarse, se ha vuelto imprecisa y oscura,habría que definir qué es eso de la escuela, y, además,qué se entiende por vida. El concepto de vida es tanamplio, que precisarlo requeriría complicadísimos aná-lisis.

Sin embargo, al tratar entre nosotros de cuestionespedagógicas será difícil que no se revele una ciertaactitud muy conforme con la sentencia senequista, unaactitud que se revelaría hostil a la escuela (1), confun-diéndola con la enseñanza teórica, como si ésta notuviera que ver, o tuviera poco que ver, con la vida.El español está lleno ahora de urgencias e impres-cindibilidades. Lo estuvo siempre. Ya Rey Pastor hahecho notar que en nuestro Siglo de Oro se escri-bieron muchas aritméticas para sastres y pocos librosde matemáticas puras. Ese paso atrás ante la perento-riedad de la vida, de donde nace la ciencia, requiereun genio especial.

Entre dos extremos se produce la cultura, y dentrode la cultura, específicamente, lo que llamamos saber

(I) Usamos la palabra escuela en su más amplio sentido,que abarca desde la tscuela primaria a las más altas institu-ciones docentes.

humano: entre el apego excesivo ante la incitaciónsensible y el alejamiento del místico. En el primer casoel hombre busca recetas de momento para salir delpaso; en el segundo, su éxtasis le sume en la mudezabsorta, en la total inexpresividad. No, la teoría noestá fuera de la vida, está en la escuela, que es partede la vida, y justamente es el sitio donde se cultivanlas teorías que no son sino flor de la vida culta.

Hay, naturalmente, una instancia inmediata de lavida que pide ser resuelta al momento. Y hay modosvulgares, cotidianos, de resolver esa instancia. El hom-bre de la calle—y el buen padre de familia que quiereque su hijo valga para la vida—piden una educaciónpráctica, enderezada a esas instancias. Lo práctico tie-ne un doble sentido: el sentido de lo útil y el sentidode lo hacedero. Lo útil es lo aplicable, lo instrumental,se refiere al éxito inmediato. Util es, por ejemplo,que una mujer sepa hacer un guiso o, también, quesepa componer un aparato de radio. Se entiende porhacedero aquello que puede hacerse con facilidad,aquello que se puede realizar, más que por conocer lasleyes que lo rigen, por tener a la mano los trucos quelo constituyen, como de hecho ocurre en los ejemplosaludidos. Saber, realmente saber qué ocurre cuandose hace un guiso, o cuando funciona un aparato deradio, es complicado, requiere "mucha teoría". Peroen un horizonte de inmediatez, las cosas parecenfáciles en cuanto no salimos del conocimiento vulgarV nos mantenemos en la susodicha actitud "práctica".