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Los grandes problemas actuales de México Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante un nuevo sexenio, vale la pena recordar tanto como haga falta cuáles son los principales desafíos que enfrentamos como nación, y abordarlos desde distintas perspectivas. Una de estas perspectivas, sin duda esclarecedora, es la que propone nuestro autor. Introducción En un indirecto y muy modesto homenaje a don Andrés Molina Enríquez, autor de Los grandes problemas nacionales, libro de 1909, hace seis años intenté resumir en tres los problemas que a mi juicio eran los más importantes del país en ese momento electoral. El resultado fue un artículo que por muy diversas razones nunca se publicó. Al revisar el texto ahora veo que esos mismos tres problemas siguen siendo los que más afectan a nuestro país, simultáneamente, en los ámbitos político, económico y social. En efecto, de los últimos 18 años del siglo pasado a la primera docena del actual hemos vivido en México el surgimiento o agravamiento de un buen número de problemas económicos, políticos y sociales, que pueden parecer efecto de los cambios políticos y económicos que ha experimentado el país desde el inicio de los años ochenta: la reforma política iniciada en el gobierno del presidente José López Portillo (1976-1982) pero concretada hasta el de Ernesto Zedillo (1994-2000) y las reformas económicas iniciadas en el de Miguel de la Madrid (1982- 1988) y profundizadas en el de Carlos Salinas (1988-1994), nuestra perestroika y nuestro glasnost correspondientes. Después de un largo periodo de estabilidad política y crecimiento económico iniciado en los años cincuenta, que concluye a finales de los sesenta y principios de los setenta, México vive un corto periodo de auge –gracias a ingresos imprevistos de divisas por exportaciones petroleras– que vino a desembocar en una crisis económica y política, dando lugar a una serie de cambios durante los años ochenta y noventa que, lejos de resolver los problemas básicos de pobreza e inequidad, parece ser causa de su agravamiento y del surgimiento de nuevos conflictos.

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Los Grandes Problemas Actuales de Méx

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Los grandes problemas actuales de México

Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante un nuevo sexenio, vale la pena recordar tanto como haga falta cuáles son los principales desafíos que enfrentamos como nación, y abordarlos desde distintas perspectivas. Una de estas perspectivas, sin duda esclarecedora, es la que propone nuestro autor.

Introducción

En un indirecto y muy modesto homenaje a don Andrés Molina Enríquez, autor de Los grandes problemas nacionales, libro de 1909, hace seis años intenté resumir en tres los problemas que a mi juicio eran los más importantes del país en ese momento electoral. El resultado fue un artículo que por muy diversas razones nunca se publicó. Al revisar el texto ahora veo que esos mismos tres problemas siguen siendo los que más afectan a nuestro país, simultáneamente, en los ámbitos político, económico y social.

En efecto, de los últimos 18 años del siglo pasado a la primera docena del actual hemos vivido en México el surgimiento o agravamiento de un buen número de problemas económicos, políticos y sociales, que pueden parecer efecto de los cambios políticos y económicos que ha experimentado el país desde el inicio de los años ochenta: la reforma política iniciada en el gobierno del presidente José López Portillo (1976-1982) pero concretada hasta el de Ernesto Zedillo (1994-2000) y las reformas económicas iniciadas en el de Miguel de la Madrid (1982-1988) y profundizadas en el de Carlos Salinas (1988-1994), nuestra perestroika y nuestro glasnost correspondientes.

Después de un largo periodo de estabilidad política y crecimiento económico iniciado en los años cincuenta, que concluye a finales de los sesenta y principios de los setenta, México vive un corto periodo de auge –gracias a ingresos imprevistos de divisas por exportaciones petroleras– que vino a desembocar en una crisis económica y política, dando lugar a una serie de cambios durante los años ochenta y noventa que, lejos de resolver los problemas básicos de pobreza e inequidad, parece ser causa de su agravamiento y del surgimiento de nuevos conflictos.

Es una larga lista de problemas que incluye la pobreza, el desempleo, el comercio informal, diversas formas de delincuencia, el narcotráfico, el contrabando, la emigración de mexicanos a Estados Unidos, la fuga de capitales, la corrupción, la contaminación y destrucción del medio ambiente, la impunidad, los homicidios sin resolver, los levantamientos populares regionales y el caciquismo, entre los más destacados.

Si bien algunos de estos problemas son ya muy viejos, hay dos factores nuevos que acentúan la percepción de ellos por parte de la sociedad: la consolidación de los medios de información como un nuevo poder que, ya sin cortapisas, presenta y resalta –no sin prejuicios– dichos problemas, y el desencanto de la sociedad mexicana por el fracaso de los gobiernos del PAN –el primer partido de oposición que triunfó electoralmente en más de 70 años– para enfrentar y resolver, así fuera parcialmente, algunos de ellos.

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En contraste, desde hace 17 años México experimenta una gran estabilidad en materia de precios, salarios, tasas de interés y tipo de cambio, resultado de un férreo equilibrio fiscal y un superávit en divisas sin precedentes. A ello se ha llamado “estabilidad macroeconómica”, lograda por medio de la reducción sistemática del gasto público, el control del crédito hasta casi su desaparición, la contención salarial, la expansión de las exportaciones y el estancamiento del mercado interno.

Este panorama económico y social no es exclusivo de México, sin embargo. En otros países se presenta en forma más o menos similar, a pesar (o quizá por efecto) de la aplicación de políticas económicas comunes de corte neoliberal orientadas a modernizar las economías de la región en la nueva etapa de la globalización.

Entre los factores que determinan el conjunto de problemas contemporáneos más graves, hay tres que siendo de suyo conflictivos generan en combinación una dinámica social y económica perversa, un círculo vicioso que produce y amplifica otros problemas. Estos tres factores son: (1) el empobrecimiento de una parte importante de la sociedad como producto del desempleo y, en general, de la falta de oportunidades; (2) una tendencia por parte de los diversos grupos sociales a no cumplir la ley (en sentido amplio, es decir cualquier norma de carácter público) salvo en determinadas circunstancias, y (3) la total ausencia de una política industrial y comercial, por parte del Estado, orientada al estímulo de la inversión productiva. Estos tres factores son determinantes, en el caso de México, de buena parte de los demás problemas, pero no son exclusivos de nuestro país y es muy probable que se presenten también en otros países en desarrollo, aunque quizá con una intensidad y una dinámica distintas.

1. Desempleo y pobreza

La población económicamente activa asciende en México a unos 40 millones de personas. Esta población crece a una tasa anual aproximada de 3%, lo que significa una cifra de un millón 200 mil personas que cada año se incorporan al mercado laboral en busca de empleo. En años de crecimiento económico alto, el sector formal de la economía ha podido crear alrededor de 400 mil empleos por año. El resto de la nueva fuerza laboral, unas 800 mil personas, se ve obligado al empleo informal de diversos tipos (incluyendo actividades ilegales) o a emigrar a Estados Unidos. Sin embargo, la economía no ha estado creciendo a un ritmo alto y sostenido en todos estos años, lo que implica que el número de personas forzadas al empleo informal, la emigración o, de plano, la delincuencia, sea mayor y creciente, a causa de la falta de oportunidades de trabajo. Es decir, a la pobreza endémica del país se suma cada año un nuevo grupo de desempleados, lo que constituye sin duda un caldo de cultivo propicio para todo tipo de actividades ilegales. La causa directa de esta falta de oportunidades es la relativamente baja inversión en proyectos productivos generadores de empleos formales, lo que a su vez se debe en parte a la ausencia de un sistema financiero real y el abandono de la política industrial por parte del Estado en los últimos 30 años, temas que veremos más adelante.

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2. Falta de respeto a las leyes

La carencia de una cultura de respeto a la ley, entendida esta en un sentido amplio, no es algo nuevo en México: podríamos ubicar su origen en la época colonial. Tampoco es exclusiva de nuestro país. De hecho no hay país en el mundo en el que todas las leyes se cumplan y respeten siempre. Pero cualquiera que sea el indicador que se tome al respecto, México se cuenta actualmente entre los países en los que las leyes se respetan en menor grado. Es evidente que en nuestra sociedad las normas se cumplen solo cuando hay una amenaza clara de sanción y autoridades con capacidad para aplicarla.

Esta carencia de cultura de la legalidad obedece a varios factores de diversos tipos, de los que destaco solo dos. El primero es que una buena parte de las leyes no se puede cumplir, ya sea porque unas leyes contradicen a otras, porque son obsoletas o inadecuadas o porque simplemente no hay autoridades en cantidad y con capacidad suficientes para hacerlas cumplir. El segundo es la ignorancia y el temor, o el desprecio que sienten los diversos sectores sociales respecto a las leyes. En los sectores de menores recursos económicos se percibe a las leyes como impuestas, es decir decididas al margen de ellos y, en consecuencia, se ven como ajenas y, en general, hechas para perjudicarlos, no para protegerlos. En los grupos de recursos económicos altos la percepción es más o menos inversa, es decir, se percibe que las leyes están para favorecerlos, pero solo a ellos y cuando no es así, se busca cualquier resquicio técnico para evadirlas. El resultado en ambos casos es el mismo: las leyes no se perciben como propias, como un mecanismo que se da la sociedad para funcionar en sus diversos ámbitos, en sí mismo digno de respeto, justo y de aplicación general.

Las autoridades de diversos tipos, niveles y orígenes partidarios no han podido eliminar la percepción que se tiene, entre la sociedad, de que son ellos los primeros en violar la ley y esto aparece como un elemento adicional de justificación moral para el incumplimiento de las normas entre los ciudadanos. De ahí que se identifique a la corrupción como un obstáculo fundamental para el avance social. Pero la corrupción es solo una parte del problema más amplio y contextual que es el incumplimiento de las leyes en general. Este tiene implicaciones políticas, económicas y sociales de primera magnitud, sobre todo en un país que intenta adecuarse a la modernidad y a la globalidad.

Desde una perspectiva económica, la falta de cumplimiento de las leyes por los diversos grupos sociales complica y limita la política económica instrumentada por el Estado, por ejemplo en lo que se refiere a la recaudación fiscal, y hace prácticamente inútil cualquier reforma que al respecto se pueda llevar a cabo. En este contexto las recomendaciones de los economistas ortodoxos, consistentes en la reducción de la regulación, han empequeñecido todavía más los ingresos del Estado y, lejos de eliminar los problemas, en realidad han favorecido el contrabando y la piratería. En términos más generales, el comercio y otras actividades económicas informales son resultado de la incapacidad del Estado para hacer cumplir las leyes y del abandono de la regulación.

En su dimensión política, el no apego a la legalidad vigente por parte de algunos grupos o personas, unos con la justificación moral que da el ser sujetos de abandono y explotación por décadas, como los indígenas, otros sin ella, combinado con la falta de capacidad de las

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distintas autoridades, sea para negociar acuerdos en el marco de la ley con los primeros o para aplicar la ley de manera estricta con los segundos, lleva tarde o temprano a un camino de ingobernabilidad y desintegración social. En sustitución de las leyes de aplicación general, empiezan a prevalecer usos y costumbres locales. De ello son muestra el surgimiento en diferentes zonas del país de municipios autodeclarados autónomos y de linchamientos.

3. Falta de inversión, falta de crédito y falta de política económica

Como en el caso de otros países en desarrollo, México requiere de una tasa de inversión respecto a la producción nacional de cuando menos 25% anual en términos reales y de manera sostenida para alcanzar tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), a su vez, altas y sostenidas en el largo plazo, según estimaciones de organismos internacionales. Con ello, la economía podría aumentar significativamente la generación anual de empleos y, en consecuencia, la proporción de los salarios en el valor agregado, es decir, reducir la concentración del ingreso. En ninguno de los últimos 25 años la proporción de la inversión entendida como formación bruta de capital fijo ha alcanzado esa meta respecto al pib, aun considerando la inversión extranjera.

Desde la primera parte de los años ochenta, el Estado ha reducido de manera significativa su participación en la inversión total como resultado de la orientación ortodoxa de la política económica, que concibe la inversión pública como factor de desplazamiento de la inversión privada y que además considera a la burocracia paraestatal como esencialmente corrupta, ineficiente e incapaz de ser regulada. Por estas dos razones, se hacía indispensable –en esta lógica– la privatización de las empresas estatales rentables y la liquidación de las no rentables. La nueva inversión pública estaría limitada, además, por razones presupuestarias.

En estos casi 30 años de política ortodoxa, la inversión privada nacional no ha podido llenar el hueco de la inversión pública y el Estado ha tenido que revertir algunas de las privatizaciones debido a problemas de rentabilidad, derivados de una deficiente administración en manos privadas. Tales fueron los casos de la mayor parte de las carreteras nacionales de cuota, las líneas áreas nacionales y –un caso muy especial– los bancos.

La nacionalización de la banca mexicana decretada en 1982 por el gobierno de López Portillo, como medida última para frenar la fuga de divisas, no ocasionó ninguna catástrofe financiera como auguraban sus críticos. En contraste, la reprivatización de la banca ocurrida años más tarde bajo el gobierno de Carlos Salinas puso al sistema bancario mexicano en manos inexpertas y lo volvió altamente vulnerable. Aunado a ello, la apertura financiera acelerada provocó el ingreso de grandes cantidades de capital especulativo externo. Además, la sobrevaluación de la moneda hizo aún más vulnerable al sistema financiero.

En esas condiciones, la primera crisis de divisas del gobierno de Zedillo, ocasionada por el mal manejo de una decisión cambiaria, implicó la quiebra real del sistema bancario mexicano y de sus deudores. El rescate bancario y la política astringente del crédito interno, seguidos desde entonces, han impedido que haya crédito barato y oportuno para financiar actividades productivas de todo tipo, especialmente en el campo. El sistema bancario, hoy en manos

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extranjeras, es esencialmente rentista y especulador.

Asimismo, tanto la crisis de 94-95 como la apertura financiera anterior a ella han provocado que haya permanentemente capital mexicano en el extranjero por una cantidad más o menos equivalente a la deuda pública externa, en tanto que el ingreso neto de divisas al país que registran las reservas internacionales se inmoviliza, para evitar la ampliación del circulante y crear un blindaje preventivo de otra crisis como las de 76, 81 y 94, todas por fugas masivas de capitales.

El elemento crucial que explica la baja inversión productiva no es, sin embargo, la falta de crédito, sino la ausencia de una política industrial y agropecuaria activa por parte del Estado. Esta ausencia obedece sin duda a una concepción neoliberal de la economía. Dicha concepción se concreta en la reducción indiscriminada del gasto público, tanto corriente como de inversión; en la total ausencia de políticas comerciales, y en la falta de definición y aplicación clara de reglas de la participación de la inversión extranjera con una orientación a la integración económica y el desarrollo. Ello es lo que en realidad provoca la falta de incentivos a la inversión privada nacional.

Situación general y perspectivas

En un contexto de poco respeto a la ley (que incluye a las propias autoridades), de desregulación de las actividades económicas, de bajo crecimiento económico y de desempleo real creciente, las actividades ilegales e ilícitas tienden a proliferar, lo mismo que la emigración. Este último fenómeno incluye ahora personas con mayor grado de escolaridad. Hay, además, fuga permanente de capitales que pese a todo encuentran más atractiva y segura su inversión fuera del país que dentro de él, y las empresas locales se vinculan o venden al capital extranjero. Las empresas de exportación sin control alguno son ya indistinguibles de la industria maquiladora, que opera sin control ni programa de integración. Los empresarios mexicanos pequeños y medianos que sobreviven, lo hacen sin crédito y sin apoyo y, lo que es peor, sin que se apliquen reglas de funcionamiento que los favorezcan, de modo que en cualquier momento un monopolista nacional o extranjero los desplaza.

La transición en México de una política de masas corporativizadas a una política de ciudadanos no pasó por la revisión, modificación y establecimiento de leyes y normas que puedan cumplirse, ni por un pacto que obligue a los actores económicos y políticos a cumplir y hacer cumplir las leyes; no pasó tampoco por la discusión y puesta en marcha de un programa claro de cambio político y sobre todo económico que tuviera como eje la atención de las necesidades básicas de la sociedad, destacadamente el empleo. Pasó solo por la venta mediática del carisma de actores políticos, construida como imágenes propagandísticas de un cambio que nadie supo, bien a bien, hacia dónde iba, ni para qué. En contraste, la estructura corporativa de control de las masas por el partido hegemónico hasta antes del “cambio” sigue intacta, los problemas sociales no solo siguen sin resolverse sino que se han agravado y el camino a la ingobernabilidad parece estar en marcha.

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En este contexto, la transición real en México implica que el gobierno entrante atienda primero que nada estos tres problemas básicos, y eso solo lo puede hacer mediante un nuevo pacto social en el que todos los sectores sociales y partidos participen, aunque ello pueda significar un cambio constitucional de gran magnitud. El Estado tiene que recuperar su papel de liderazgo económico y social, pero sin menoscabo de la democracia y actuando en el margen que le dejan el gobierno de Estados Unidos y sus organismos financieros. Es una difícil pero inevitable tarea. De no realizarse, regresaremos tarde o temprano al simulacro de democracia que fueron los gobiernos del pri, con movimientos casi pendulares en lo económico, unas veces a la derecha y otras al centro, unas veces liberales y otras no, eso sí siempre populistas en lo político.

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INDUSTRIALIZACIÓN, CONCENTRACIÓNECONÓMICA Y GEOGRAFÍA EN MÉXICO:PERSPECTIVA HISTÓRICA

Resumen

El presente ensayo se enmarca en el contexto de una investigación conun enfoque regional sobre el proceso de industrialización y laconfiguración urbana del país. El objetivo es ofrecer una reflexión críticaen dos sentidos: (1) tratar de discutir la concepción un tanto superficialde Krugman sobre la importancia de la historia en la explicacióneconómica, (2) a partir de ciertos elementos teóricos y recogiendo hechosfundamentales de la economía mexicana decir por qué la configuraciónurbana-industrial del país ha sido más o menos estable sobre tododespués de la segunda mitad del siglo XX.

INDUSTRIALIZACIÓN, CONCENTRACIÓN ECONÓMICA Y GEOGRAFÍA ENMÉXICO: PERSPECTIVA HISTÓRICAINTRODUCCIÓN

El presente ensayo se enmarca en el contexto de una investigación de carácter regionalsobre el proceso de industrialización y la configuración urbana del país. El objetivo esofrecer una reflexión crítica en dos sentidos: (1) tratar de discutir la concepción un tantosuperficial de Krugman sobre la importancia de la historia en el análisis económico, (2) apartir de ciertos elementos teóricos y recogiendo hechos fundamentales de la economíamexicana decir por qué la configuración urbana del país ha sido más o menos estable sobretodo después de la segunda mitad del siglo XX.La hipótesis que utilizamos para estudiar el fenómeno es que en cierta medida lamovilidad de capital, es una idea que contrasta con la dificultad de una expansión sencillade las relaciones sociales, puesto que los asentamientos urbanos no son asunto que sepueda gestar en periodos cortos de tiempo. Las decisiones políticas juegan un papeldeterminante en la configuración regional del país, es decir, la clase capitalista es la queasume la dirección sobre la configuración de la estructura urbano-industrial del país.El trabajo está dividido en cinco partes, en la primera se presenta una reflexión teóricasobre la importancia de la historia como mecanismo explicativo de las condiciones actualesde reproducción del sistema económico; en la segunda enfocamos nuestra atención aproporcionar una visión sobre los fundamentos de las concentraciones urbanas en México;la tercer parte aborda los aspectos fundamentales de la historia del desarrollo industrialdel país; en el cuarto apartado se toca el punto sobre la acumulación y el trabajo en cuantoa su distribución geográfica; en la quinta se ve el problema del desarrollo tecnológico,finalmente se ofrecen conclusiones.El modo en que se abordó el tema en general obedece a la intención de que este trabajopueda ser incorporado de manera más sencilla al trabajo global de investigación de mitesis de maestría, de hecho se trata de un marco teórico-histórico que pueda dar claridadsobre el problema de investigación.

I. LA HISTORIA IMPORTA

Una de las teorías más influyentes en los últimos años sobre el tema de la concentracióngeográfica de la producción, es la presentada por el economista norteamericano PaulKrugman, en su libro

Geografía y Comercio

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siembra las bases de lo que hoy esprácticamente el discurso dominante en cuanto a desarrollos teóricos y analíticos paraexplicar los asentamientos urbanos modernos, con especial referencia a la actividadindustrial.El mérito que se atribuye a Krugman y que fue la razón por la cual se hizo merecedordel premio nobel en 2008, es que pudo armar un instrumental matemático en el cual secombinaran las ideas de competencia imperfecta, rendimientos crecientes a escala, efectosde aglomeración y progreso técnico para lograr explicar cómo es que ciertas regionesofrecen mejores condiciones de producción y rentabilidad que otras.En el capítulo uno de la obra mencionada, Krugman hace referencia en varias ocasionesal papel que juega la historia en la conformación de centros de producción, eimplícitamente nos habla sobre las razones que explican la formación de las ciudades. Paradarnos cuenta de lo que el autor asume como importancia de la historia en el análisisec

onómico basta considerar lo siguiente: “

Lo esencial es, por tanto, el hecho de que losrendimientos crecientes a escala y los procesos acumulativos estén muy difundidos yotorguen un papel con frecuencia decisivo a los accidentes históricos

.” (Krugman, 1993, p.

30) [Itálicas añadidas]La percepción de Krugman al respecto del significado de la historia económica comofundamento explicativo de las heterogeneidades geográficas, en términos de losasentamientos productivos y en general de la actividad económica, creo que es errónea.Asumir como una norma aristotélica la explicación de un cúmulo de sucesos de granrelevancia implica no menos que hacer tabula rasa del pasado. Y esta es la reflexión de lacual queremos partir en este trabajo, demostrar con hechos y respaldándonos encuestiones objetivas-materiales que la existencia de regiones y los centros industriales sefundamentan en una cantidad de sucesos, decisiones y personajes, que no son de carácteraccidental, la transformación del espacio y la naturaleza al servicio del ser humano laentendemos aquí como un proceso socialmente intencionado irreductible a una ecuaciónsimple o una interpretación escueta.

II. CONCENTRACIONES URBANAS

Actualmente son plenamente identificables los centros productivos más importantes en elpaís, desde inicios del siglo XX e inclusive en etapas anteriores hay fuerte evidencia de quelas ciudades de Monterrey, Guadalajara y sobre todo el Distrito Federal son laslocalidades más importantes por lo que se refiere a lugares de decisión política, económicay en general se fueron consolidando como las directrices de una estructura socio-económica compleja a nivel nacional

.Van Young (2010), cuando habla sobre los aspectos físicos de la geografía del país, hacereferencia a una anécdota sobre cómo es que Fernando Cortés le explicaba el asunto al

emperador Carlos V, decía que es similar a tener: “

una hoja de pergamino, arrugado en lamano, y [después tirarlo] hacia abajo sobre una mesa, diciendo a su monarca de que elpaís parecía "un papel arrugado " (2010, p. 1). Tal descripción

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es más que idónea y noshace pensar en por qué es tan heterogéneo y discontinuo en el espacio el despliegue delpatrimonio productivo, pero en general de las relaciones sociales, si pensamos en laexplicación marxiana de la economía, para el caso mexicano.La idea es sencilla, si las barreras físicas en cuanto a la topografía impiden unaexpansión continua en el espacio del capital como relación social. He ahí la razón porexcelencia del surgimiento de las ciudades más importantes en México. Young (2010)argumenta que a través de los años, en México, se han suavizado las asperezas por eldesarrollo de tecnologías de transporte y comunicación, con ello ha habido unapenetración de asentamientos humanos prácticamente a toda la república.En la etapa previa al porfiriato, la producción del país era prácticamente de deautoconsumo, con serios problemas de transporte y un contacto comercial solo conEspaña, la exportación de metales en su mayoría y algunos productos agrícolas eran labase económica del país a decir de Rosenzweig (1992). Esto muestra cómo es que estando

“cercados” los espacios en los cuales florecían las actividades económica

s más importantesdebió generarse a partir de ellos un proceso de expansión económica de naturaleza

Aunque cabe hacer la acotación de que en la franja norte del país, en estados como Sonora, Chihuahua,Durango y Baja California Norte ha habido una creciente presencia de centros fabriles, estos no ocupan unlugar preponderante dado que las actividades que se desarrollan son fundamentalmente de maquila y noaportan en términos reales cantidades relevantes de valor agregado, es decir, la riqueza que generan es,relativamente, menor que los centros tradicionales.

concentradora, abrir caminos, construir vías férreas, y en general conexiones mercantilestenían que convertirse en una prioridad si lo que se buscaba era expandir la producción enel contexto de una transformación del modo de producción, en esta etapa no hay indiciosde que la sociedad mexicana tuviera las características del capitalismo, pero si, existenindicativos de el inicio de tal transformación.En aquella época, que consideraremos como previa al primer impulso industrial del paísla solución fue el desarrollo de vías férreas, dadas las condiciones geográficas del territorioy los avances tecnológicos en materia de transporte de grandes volúmenes de insumos ymercancías, era lo natural. Los trazos comprendían desde los puertos del Golfo de Méxicohacia la frontera nortelas rutas comerciales tradicionales hasta la fecha

–, “los ferrocarriles permitieron un creciente intercambio con el interior del país, y hacia el exterior, por medio de los puertos de mar y las ciudades de la frontera.” (Rosenzweig,

1992, p. 54).De esta manera se dio un crecimiento de las ciudades, vinculado con la especializaciónde funciones que planteaba esta fase de incipiente desarrollo económico. Aquí resultanecesario decir que los avances tecnológicos más relevantes se dieron sobre todo en laminería y la metalurgia y en industrias de transformación, además de haberse desarrolladoen los centros urbanos más importantes. La regla histórica entonces es: la tecnología sedesarrollará y aplicará en las actividades ubicadas precisamente en las localidades urbanas,pareciera tautológico el argumento, sin embargo, no es tan evidente porque conlleva unaserie larga de fenómenos que explican tal atomización de la actividad

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socioeconómica.Ahora, si pensamos en que la economía es más allá que solo la capacidad instalada enmáquinas y herramientas para la producción, sino que es como hemos insistido unarelación social, en la forma en que Marx la concebía, la urbanización depende en granmedida de aquella parte de la sociedad dedicada a la dirección de la producción. Así eranecesario que la mentalidad de los hacendados se transformara y pasaran de tener unapostura de despilfarro para convertirse en los propulsores de inversiones productivas, adecir de Rosenzweig, ello ocurrió porque:

[En la etapa porfiriana] Existían capitalistas con una mentalidad mucho más moderna:

no se limitaban a las operaciones ordinarias de comercio, “mercancías por dinero”, sino que

hacían anticipos a los productores, aceptándoles el pago en especie, tratándose de géneros

exportables o con firme demanda interna, como la plata en pasta, el algodón, el azúcar, elpalo de tinte, los cueros, las telas, la harina, el henequén y otros. (1992, p.67)

Así pensamos que fue consolidándose al paso del tiempo la mentalidad o más bien lasuperestructura que serviría como base al desarrollo industrial-regional del país.Pensemos que si las familias propietarias de las empresas dedicadas a las actividadesindustriales tenían ya una vida de tipo urbana, en el sentido de adoptar costumbres yactitudes definidas en un marco de modernidad ello sustenta nuestra argumentación sobrela posibilidad de existencia de núcleos muy definidos de la sociedad mexicana paradesenvolverse sobre una base cambiante del ambiente económico.Katz (2003) hace referencia al problema y coincide con que en México hubo un fomentoregional y expansivo del capitalismo. En un principio hubo un gran apogeo a incentivarlas industrias que producían localmente, el error que se puede identificar es que desde laépoca porfiriana y hasta la actualidad de manera directa o indirecta los sectores clave de laeconomía y las industrias más proliferas han tenido influencia de intereses extranjeros.Otro aspecto determinante que es explicación de la transformación del país y ademásfundamenta el contexto actual es la modificación de las formas de propiedad, Sergio de laPeña (2006) sostiene que las consecuencias económicas y sociales de la privatización de latierra fue diferenciado tanto espacial como cronológicamente, aunque en todos los casossignificó una reducción o la destrucción total de la autonomía de las comunidades, que sebasaba, precisamente en la posesión de la tierra. Obviamente como dijimos anteriormenteson los centros tradicionales el Distrito Federal, Monterrey y Guadalajara donde estamodificación se dio de manera más apresurada y con un mayor énfasis desde el punto devista de la política económica y en cuanto a reformas legales.Hasta aquí hemos conjuntado las razones suficientes que sustentan las formacionesurbanas, vimos cómo influyen aspectos sociales, económicos, políticos y hasta latransformación ideológica de ciertos núcleos sociales.Braudel (1976) tiene una explicación muy clara sobre las funciones urbanas de lasciudades, y que de llenos se adaptan a las características que tienen las ciudades mexicanasen la actualidad y que obedecen al proceso histórico que hemos revisado. La ciudad espues:

[El resultado] de un control del espacio que [se ejerce] por medio de las rutas que deella arrancan, del encuentro con otras rutas, de su constante adaptación a condicionesnuevas y de

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sus evoluciones lentas o bruscas. Son verdaderas colmenas, que enjambran yconstruyen hasta lejos, muy lejos

Si observamos la figura anterior, de alguna manera podemos dar sustento empírico a lasafirmaciones de Braudel aplicadas al caso de México. Qué más podría pensarse si no es queeste es un resultado histórico de la transformación del espacio y que a partir de ello sepueden identificar claramente las zonas del país que guardan mayor relevancia por lacantidad de infraestructura en comunicación que presentan en este caso ilustrada por ladensidad de carreteras. Mas que un accidente histórico, las comunidades urbanas sonexplicadas por un proceso largo de transformación de la geografía, llevada a cabo porprácticas de política económica, incentivos privados y la necesidad de desarrollar más elsistema económico, es decir, incluir los más recónditos lugares a la dinámica mercantil del capitalismo, porque “sin mercados y carreteras no podría haber ciudades: éstas se nutrendel movimiento.

(Braudel, 1976, p. 414).III. DESARROLLO INDUSTRIAL EN MÉXICOSergio Rey y Myrna Sastré (2010) ofrecen un brevísimo pero muy ilustrador panoramasobre el desarrollo regional en el país, apuntan que al comenzar el siglo XX en México lahistoria es un periodo convulsionado, la prosperidad durante el proceso deindustrialización en el periodo de la dictadura de Porfirio Díaz (1876-1911) no benefició atodos los sectores de la población, el periodo revolucionario (1910-1920) ha sidoconsiderado como un conjunto de reacciones a nivel regional dada una extremacentralización del régimen (Meyer, 1993) con una fuerte carga de descontento social acerca de la distribución del ingreso (Herzog, 1948, López y Condey, 2003). Ciertamentelas diferencias entre regiones como el norte, el bajío, el centro y el sur han sidosistematizadas en la historia de manera reciente, y obedecen más a la épocaposrevolucionaria (López-Alonso, 2007).Durante las décadas de 1930 y 1940 hay indicios de que en México existió uncompromiso para fomentar cambios de carácter estructural, que posteriormenteresultarían en el llamado milagro mexicano que se caracteriza por un crecimientoeconómico más o menos regular en las tres décadas posteriores. Los efectos de los quehablamos surtieron efecto hasta por lo menos la década de los 70, el modelo deindustrialización seguido se basó en la sustitución de importaciones, el cual hasta esemomento fue vigente y cayó en un colapso a razón del surgimiento de una crisis mundialdel sistema económico.ParaGracida (2004) “El periodo comprendido entre 1950 y 1982 es el tiempo cuando laindustrialización se erige en el objetivo económico fundamental de la sociedad mexicana.”

Y con ello la política económica estuvo dirigida al fomento de programas demodernización de las actividades industriales. Fujigaki (1997) cuando estudia elsurgimiento de ciertas ramas industriales, algunas importantes aún en nuestros días, hacela precisión de que en este periodo el Estado tuvo gran participación en el impulsomodernizador de la producción y al igual que Gracida asume que es el sector privado elque dirigía los cambios sustantivos en la reinvención industrial del país.

A pesar de las intenciones políticas en los hechos notamos cosas muy diferentes, entrelos años de 1940 a 1970, el crecimiento promedio del producto fue de 6% de maneraanualizada con una apuesta clara sobre la urbanización de la sociedad. El

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Milagro mexicano produjo sus propios desajustes

, tales como la desintegración de la producción agrícola,acentuadas diferencias en la distribución de la riqueza, industrialización con equiposobsoletos en comparación con los utilizados en los centros industriales del exterior, ladeuda exterior también creció, la esfera financiera de la economía estuvo avalada contratos preferenciales desde el punto de vista fiscal y un concomitante gasto público enascenso.Las cifras de gasto público como muestra, pasaron de una proporción del 21.1% del PIBen 1970 al 47.5% en el año 1982. Ello es muestra de que al menos la mitad de la dinámicaeconómica en términos de inversión e impulso dependía del Estado. Hacia el año de 1975,la economía entró en una crisis profunda con un crecimiento casi imperceptible de la rentaper cápita, los niveles salariales estaban en descenso, con estancamiento de la inversiónprivada, esto es signo de que el progreso técnico estaba también en pausa, si la sociedadcapitalista no acumula ello significa que la composición técnica y orgánica del capital sehalla colapsada, la rentabilidad surge entonces de una creciente explotación del trabajo.Durante la primera mitad de la década de los 70 la inversión privada disminuyó y unafuerte fuga de capital obligó, el 1 de septiembre de 1976, a la primera devaluación del pesoen 22 años. Las consecuencias críticas que experimentó el país se resumen en una actitudempresarial poco favorable:

a partir de ese momento, vuelve a someterse a la opinión de la cúpula de los inversionistasprivados la mayor parte de los proyectos del gobierno, con la consecuencia de que, en nopocas ocasiones, son desechados o modificados, al punto de perder sus objetivos básicos. Asíacontece en 1972, luego de que en prolongados encuentros, bajo la amenaza de sacar suscapitales del país, los empresarios consiguen contener el propósito público de suprimir elanonimato del impuesto global personal. Este hecho, además, asesta un fuerte golpe alprograma transformador al restringir la posibilidad de que el gobierno amplíe, por la víatributaria, su capacidad financiera para llevar adelante sus objetivos, en particular los denaturaleza distributiva. (Gracida, 2004, p.72-73).

La teoría de la crisis implícita en el análisis de Marx señala que las contradicciones del sistema capitalistaconducen a resultados desastrosos cuando las épocas de auge no están plenamente claras, sabemos que laeconomía mexicana al menos en la segunda mitad del siglo XX presentaba un crecimiento en su relación dedependencia sobre todo de la economía norteamericana y esto era y es un factor fundamental cuando se hacenefectivos los declives de esta, las afectaciones en la base productiva nacional son evidentes.

La postura de los empresarios es explicación suficiente para demostrar que en Méxicolejos de existir una condición histórica de conservación de la clase capitalista, está presenteun fenómeno de atrofia de la misión de esta parte de la sociedad, si las leyes del sistemaeconómico sugieren que para tener una expansión continua las ganancias deben seracumuladas con la compra de maquinaria y mano de obra, es preocupante darnos cuenta deque eso no ocurre desde esta época, en sentido estricto la acumulación de riqueza ha sidoconfundida con el atesoramiento y más aún con el gasto suntuario de los dueños de losmedios de producción.La historia reciente no es más alentadora, desde que hubo el agotamiento del modelo desustitución de importaciones y con la llegada de la década de los ochenta, específicamenteen el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) parece no haber

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mucho debate encuanto a que es el comienzo de una tremenda oleada de liberalización económica, en dondela participación del Estado en la economía se comienza a reducir. De hecho es en esteperiodo cuando empieza un proceso de desincorporación de empresas en poder del estadoy que pasaron a manos de particulares, y es creada la oficina de desincorporación estatal(Rogozinski, 1993).Las medidas de política económica en este contexto se supone van encaminadas aregular de manera mínima el mercado, con el fin de que se genere competencia y eldesarrollo de los sectores económicos y en particular las regiones. Pero ¿En realidad esoha ocurrido? A ciencia cierta, no se ha privilegiado el asunto de la acumulación y por endede modernización industrial del país (Valenzuela, 1999), al conceder mayor importancia ala apertura económica se ocasionó un desmantelamiento aún vigente de la base productivanacional, simplemente las empresas domésticas no pueden competir con la entrada debienes que se producen con mayores niveles de productividad laboral fuera del país.Siendo los hechos de esta manera podemos argumentar que el proceso detransformación tecnológica sustentado en una dinámica de acumulación creciente, no hasido efectiva en el país. A pesar de que las concentraciones urbanas guardan algún tipo decoherencia y estabilidad, en la práctica ha significado un estancamiento y unadesintegración de las actividades generadoras de riqueza, ha habido:

una masiva dislocación y desindustrialización caracterizada por tres procesos: 1)segmentación industrial, 2) reestructuración territorial del capital y el trabajo, y 3) despolitización de las relaciones obrero-patronales. Los otros dos aspectos, aquellos quetradicionalmente se identifican con la reconversión y la productividad (cambio tecnológico yreorganización del trabajo), sólo se han dado en el segmento transnacional de la industria yen algunas zonas de las empresas estatales estratégicas. (De la Garza, así citado en:Hernández, 1990, p.62).

Esta noción nos sirve de colofón en este apartado, si hacemos una síntesis extrema delos acontecimientos referidos al respecto de la industrialización en general del país y enespecífico de sus regiones, hemos visto que lejos de que se cumpla la historia krugmanianade aglomeraciones con rendimientos crecientes a escala,

en los hechos hay una disociación deesta teoría, por lo demás el aspecto de la incorporación de tecnología nueva yreorganización del trabajo que depende de una actitud revolucionaria de los capitalistasparece ser un asunto olvidado, la desintegración del patrimonio productivo y su puesta enmanos de interesas ajenos a las clases domésticas ha sido un hecho crucial en este proceso.IV. URBANIZACIÓN, ACUMULACIÓN Y TRABAJOEstamos de acuerdo con Ruiz (1999) en que se pueden observar tres grandes periodos dela historia moderna de la urbanización en México, durante la etapa de llamado desarrolloestabilizador hubo un ritmo intenso de la concentración de la población en la ZonaMetropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), esto está comprendido entre los años de1940 a 1970, luego, a partir de 1970 y hasta 1982 hay indicios aunque no muy fuertes deun comienzo de descentralización de la población y ello se ha tomado como un periodo de

transición urbana,

finalmente, desde la segunda mitad de la década de los años de 1980 ypor lo menos hasta la mitad de los 1990, es mucho más notorio el movimiento de lapoblación que da pie a incipientes

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zonas urbanas fuera del centro tradicional.Salvo lo que dicen los trabajos más especializados en cuestión del tema de laurbanización, como en la propuesta de Geyer y Kontuly (1993) sobre que en un punto deltiempo después de haber existido concentraciones importantes de población y actividadeconómica en espacios específicos esto debe implicar necesariamente la ocurrencia de unproceso de contra-urbanización, que permita el crecimiento de ciudades alternas y con ellola confluencia de la actividad económica hacia ellas.Idealmente debe ocurrir que la descongestión de las ciudades genere prosperidad enlocalidades nuevas. En México, salvo que existen indicios de desconcentración poblacional,desde el punto de vista puramente económico parece ocurrir lo contrario. Las modificaciones en las formas de propiedad promovidas por los gobiernos neoliberales

hanservido sólo para generar algunos espacios de mercado nuevos, pero no de gran impactoen lo referente a una transformación radical en la estructura

geográfico-espacial de laproducción, Harvey anota que:

Durante las últimas tres décadas se ha acelerado el desplazamiento de las poblacionescampesinas y la formación de un proletariado sin tierra en países como México y la India;muchos recursos que antes eran de propiedad comunal, como el agua, están siendoprivatizadas (con frecuencia bajo la presión del Banco Mundial) y sometidos a la lógica de laacumulación capitalista; desaparecen formas de producción y consumo alternativas(indígenas o incluso de pequeña producción, como en el caso de Estados Unidos), seprivatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se ven desplazadas por lasgrandes empresas agrícolas; y la esclavitud no ha desaparecido. (2003, p. 117)

En la figura dos

se aprecia con cierto nivel de detalle que la disposición de medios deproducción de la sociedad mexicana sigue, a pesar de todo, concentrada en la zona centraldel país, ocupando el primer lugar a nivel nacional, tan solo en Distrito Federal equivale al14% del total de los activos fijos, la franja del bajío es también relativamente importante, ypor supuesto Nuevo León que concentra el 9%, mientras que en la franja norte, al ser unazona de predominio maquilador no ha habido un crecimiento importante.

En la figura tres se muestra el porcentaje de población ocupada industrial a nivelestatal. Lo cual confirma que salvo los resultados obtenidos en los trabajos de losdemógrafos comentados anteriormente, si ocupamos criterios económicos para verificarlas concentraciones urbanas, en estricto sentido las localizaciones industriales,

Para la construcción de las figuras 2,3 y 4, asumimos que los sectores productivos de la economía sonMinería, Construcción, Electricidad Gas y Agua, Industrias Manufactureras y Transporte, ello con base enShaikh (1984).

demostramos quehistóricamente hay una determinación clara a la permanencia espacial de la producción.

Puede existir el fenómeno de una desconcentración relativa de los centrostradicionales, pero vistos los resultados actuales, y atendiendo a lo expuesto en losapartados anteriores, sobre las

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medidas de política, las condiciones naturales del país, losintereses de grupos también ubicados regionalmente, no es difícil pensar en que elestancamiento o el bajo desempeño dinámico de la economía en las últimas décadastambién se halla expresado en las pautas y ritmos de transformación espacial del ambiente,cosa que al parecer ha sido de muy baja escala en México.V. PROGRESO TÉCNICO O DESARROLLO TECNOLÓGICOEl asunto del cambio técnico puede relacionarse directamente con la inversión nueva quese realiza con la finalidad de acrecentar la producción y así ciertos sectores o empresasdominantes mediante la competencia puedan apropiarse de cuotas de mercado másamplias, ello sin duda es un fenómeno que se presenta de manera más álgida y evidentedentro de las estructuras urbanas que hemos estudiado.A decir de Van Young (2010) desde la visión marxista contemporánea hay unatendencia a pensar que el regionalismo y la atomización de las actividades impiden dealgún modo el progreso de la historia, dado que hay un conflicto entre la cuestión de lamovilidad del capital y la naturaleza inmóvil de la reproducción social, esta conclusión daluz sobre lo visto en el apartado anterior, la permanencia en el tiempo de una estructuraurbana en México, significa de alguna manera un anclaje constituido por viejas tradicionespolíticas, relaciones de intereses, cargas ideológicas, y sobre todo una lógica imperante derentabilidad, las relaciones sociales en este sentido parece que han permanecido estáticasen el espacio, mientras que sólo en el paso del tiempo se nota una transformaciónsignificativa.Desde el punto de vista de Shaikh (1990

) “para Marx, […] la inherente tendencia hacia la automatización proviene de las mismas relaciones sociales de producción, de lasrelaciones de capital a trabajo en el proceso de producción y no de la relación de capital a capital en la competencia”. Este argumento asumido como una pauta determinada históricamente se convierte en una razón fundamental de la reproducción y devenir de las relaciones sociales, y pone sobre la mesa la siguiente cuestión: el bajo dinamismo urbano apegado a un criterio de localización industrial en México, se debe a que las relacionessociales se hallan enclavadas,

Krugman argumentaría que se debe a que en México existenindicios de economías de aglomeración donde los rendimientos son crecientes y que porello no ha habido una transformación súbita en cuanto a una nueva forma de organizacióngeográfica. Críticamente, la explicación consiste en decir que la atomización de la mayorparte de la industria del país se debe una cadena histórica de sucesos, la construcción devías de comunicación, sistemas de transporte masivo, equipamiento urbano, la educación generación de infraestructura social, son tareas que no cubre la iniciativa privada,entonces es el Estado a partir del ejercicio del gasto público el que facilita esas condicionespara la valorización del capital. En México, los intereses de ciertos grupos de poder,empresas, organizaciones, etc. Es también explicación sobre la configuración actual de lageografía industrial del país y de una expresión de estancamiento relativo en el tiempo.

Leer la figura cuatro implica tener en cuenta una hipótesis consistente en decir: laformación bruta de capital fijo es indicio claro del grado en el cual las relaciones socialesde producción se mantienen o transforman a través del tiempo. La idea es simple a la vezque fuerte, no habría razón para pensar que los capitalistas harán desembolsos en laadquisición de nuevos equipos y herramientas para producir si no fuera conveniente paraellos atendiendo a una lógica de

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obtención de plusvalía y con ello la concomitanteexpansión o mantenimiento de las relaciones sociales de explotación.Visto lo cual, es natural pensar en que si el 20% de la formación bruta de capital fijo seefectúa en el Distrito Federal, es por definición la zona con mayores cualidades las cualesfacilitan la reproducción del capital y por tanto modificaciones en los procesos productivosy de reorganización del trabajo. No es posible reducir entonces los hechos contundentes aun asunto de casualidades accidentales, la evidencia demuestra que la historia vista comoel estudio de las bases materiales de una sociedad juega un papel crucial en la comprensióndel capitalismo contemporáneo y de sus problemas recurrentes.CONCLUSIONESDesde una perspectiva histórica se demuestra que en capitalismo en México se halla másacentuado en determinadas regiones, lejos de haber ocurrido una expansión de lasrelaciones sociales de producción, en la práctica la estructura territorial, los intereses declase, las decisiones políticas ceñidas a estos, y un conjunto más amplio de factores hacenuna explicación idónea sobre la relativa permanencia de los centros industrialestradicionales.El éxito de las empresas locales sobre todo en el centro, el bajío y Monterrey no escasualidad, los proyectos de los grupos empresariales políticamente dominantes seconvierten en los favoritos del Estado que puede complementar sus inversiones con lageneración de la infraestructura que facilite el discurrir de los procesos de producción. Eltransporte, el acceso a materiales primarios, a mano de obra de distintos niveles decalificación, son los elementos más importantes característicos del proceso. Concluimosque la historia importa, simplemente porque la economía no es un asunto de equilibrio enun modelo como en la visión de Krugman sino una intrincada y compleja red derelaciones sociales en donde están mezclados intereses económicos y políticos.

La historia económica de México (un resumen bajo la óptica sobre riesgo)

Autor: L.E. Juan Pablo Zorrilla Salgador. GLOBALIZACIÓN, INTEGRACIÓN INTERNACIONAL Y APERTURA ECONÓMICA 05 / 2004

Inicios de la exportación en México La historia sobre la exportación en México tiene sus comienzos durante el porfiriato (fines del siglo XIX y principios del XX), se empezaron a desarrollar ciertas ramas de la agricultura que su producción se destinaba a la exportación, como el henequén, caña, tabaco y caucho.

El desarrollo industrial del país llegó con la producción minera y a la vez se desarrolló la metalurgia con la fundición de la plata, cobre y plomo.

La industria de transformación estaba representada por las empresas textiles.

“A comienzos de 1910 en México había 150 fabricas textiles”. (Rodríguez Valencia, 2001).

La crisis de 1929

Un hecho muy importante de la historia económica mundial y que afecto a las exportaciones de América Latina fue la crisis económica de 1929.

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Producida por el proteccionismo comercial que dificultó las exportaciones y con un fuerte aumento de la producción de bienes de consumo, automóviles y construcciones.

“El mercado se satura y se produce la caída de las ventas, el endeudamiento bancario, la disminución y la parálisis de las actividades industriales, el desempleo, la disminución de las compras y la saturación casi completa del mercado, en una espiral de recesión”. (Almanaque Anual, 2001).

El 24 de octubre de 1929 cae la Bolsa de Nueva York, que produce una:

“Parálisis de las exportaciones al resto de América Latina y la caída de los precios de las materias primas de carácter mundial a la crisis. Para frenar el desplome de los precios, miles de toneladas de productos agrícolas son destruidos en Estados Unidos, Europa y América Latina”. (Op. Cit.).

Periodo Cardenista

Al finalizar la Gran Depresión, en México se empiezan a dar cambios de relevancia, durante la administración del Presidente Lázaro Cárdenas se inició la Reforma Agraria (1935), se nacionalizó la industria del petróleo y de los ferrocarriles.

Se desarrolló un proyecto de desarrollo nacionalista con autonomía del exterior.

Este cambio estructural conduce a la participación del gobierno como agente activo promotor del cambio y del desarrollo.

Inicios del Modelo de Industrialización Sustitutiva (1940-1955)

Durante el sexenio de Ávila Camacho (1940-1946). Se crearon las bases para un proceso de industrialización en México, mejor conocido como el “Modelo de Industrialización Sustitutiva” o “Modelo de Sustitución de Importaciones”.

Con la finalidad de impulsar la industrialización en México se crearon algunos organismos como: Sosa Texcoco, S.A. (1940); el IMSS (1942);

Altos Hornos de México, S.A. (1942); Cobre de México, S.A. (1943); Guanos y Fertilizantes de México, S.A. (1943); y también se reorganizo NAFIN (Nacional Financiera), con el fin de apoyar al proceso de industrialización y revitalizar el aparato productivo del Estado, con el fin de beneficiar a la iniciativa privada del país.

En el periodo de 1946-1952, que fue gobernado por Miguel Alemán Valdés se siguió impulsando a las empresas privadas, nacionales como extranjeras, en este sexenio se incrementaron las obras de infraestructura en nuestro país, sobre todo caminos y puentes.

Por parte del Estado se utilizaron mecanismos para impulsar la inversión privada como (Méndez, 1997):

Exenciones y disminuciones de impuestos.

Aumento y facilidades al crédito privado.

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Promoción de actividades industriales.

Apoyo a la inversión privada en el campo.

Incremento de los créditos públicos.

Promulgación de la Ley de fomento de industrias de la transformación.

Aumento de aranceles y otorgamiento de subsidios.

Control de organizaciones obreras y campesinas.

Control de salarios.

Reformas al Artículo 27 Constitucional con la finalidad de aumentar los límites de la pequeña propiedad privada, incrementar las tierras inafectables y conceder amparos agrarios, todo esto para promover las explotaciones agrícolas capitalistas, es decir, los neolatifundios.

Todo esto propicio una industrialización de manera firme y continua durante la década de los 50´s, donde surgió una fuerte actividad industrial de pequeñas y medianas empresas.

“En 1955 se promulgó la Ley para el Fomento de las Industrias Nuevas y Necesarias, cuyo ordenamiento permitió que se estableciera un importante número de empresas industriales y fundamentalmente medianas y pequeñas, y que un gran número de talleres y artesanías se transformaran en pequeñas empresas”. (Rodríguez, 2001).

Para esto el Estado instituyó mecanismos de carácter financiero para poder responder a la demanda de créditos de las pequeñas y medianas empresas de tipo industrial, creando un rápido proceso de expansión y diversificación de la rama industrial en nuestro país.

Lo antes mencionado constituye la primera etapa del Modelo de Industrialización Sustitutiva (1940-1955).

Que se tradujo en una política económica orientada a promover la expansión y desarrollo industrial en México.

Dejando fuertes efectos negativos en la economía mexicana, como: fluctuaciones en el tipo de cambio, inflación, y déficit en las finanzas públicas como en la cuenta corriente, creando desequilibrios internos y externos.

Segunda Fase del MIS (1955-1970)

La segunda fase del modelo se desarrolló en el periodo 1955-1970. Periodo caracterizado por un endeudamiento con el exterior para poder financiar al gasto público, pero, no todo fue tan negativo ya que; el desarrollo de la política económica del sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964), “permitió el crecimiento sostenido, con una inflación inferior a 5% y una estabilidad cambiaria…” (Méndez, 1997), por eso se dice que este periodo se le conoce como “periodo de desarrollo estabilizador”.

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Con Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), sé continuo con este periodo de crecimiento sostenido sin inflación y con estabilidad cambiaria, siguiendo la misma política económica de sexenios anteriores: “protección arancelaria, subsidios, exenciones de impuestos, control oficial de las organizaciones obreras, control salarial, liberalización de precios, etc.”. (Ibíd.).

Crisis del MIS

Durante el periodo de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), la crisis se dejó sentir, debido a todas las irregularidades económicas que se venían arrastrando de sexenios anteriores, como el fuerte gasto público, financiado por una excesiva oferta monetaria, endeudamiento externo, y un fuerte déficit en la balanza de pagos, creando una situación adversa para la economía, caracterizada por un crecimiento notable en la inflación, se devaluó el peso, aumentaron las importaciones de alimentos, creció la deuda externa y la fuga de capitales.

Para el periodo 1977-1982 gobernado por José López Portillo, se da un auge petrolero que beneficia las expectativas de nuestro país, y esto constituye la base del resurgimiento de México a la recuperación económica, con esta confianza adquirida por las exportaciones del petróleo, se agudiza las políticas de expansión fiscal y monetaria (mayor gasto público y mayor creación de dinero), creando un nivel de inflación con tendencias alcistas, produciendo una perdida de competitividad con el exterior.

Que trae consigo un estancamiento en las exportaciones y aunado a una recesión mundial, donde los países del resto del mundo adoptan políticas restrictivas, y este tipo de políticas proteccionistas producen un aumento en el déficit de la balanza comercial.

El Modelo Neoliberal en México (1982-actual)

Para el periodo de 1982-1988, sexenio gobernado por Miguel De La Madrid Hurtado, se comienza con una economía orientada al mercado internacional, ya que se ve como única salida a la recesión y estancamiento de la actividad productiva de nuestro país, etapa caracterizada por hiperinflación (niveles hasta de 3 dígitos), y considerada como una década perdida, producida por una crisis de la deuda externa y del petróleo.

Se inicia una etapa de privatización de las empresas paraestatales, y una política económica que se apega al modelo Neoliberal basado en el libre mercado interno y externo, donde se redujo los aranceles a las importaciones y se eliminaron las barreras arancelarias, México se adhiere al GATT en 1986 (Acuerdo General Sobre Aranceles Y Comercio).

Esto no resolvió ningún problema en México, ya que por el excesivo proteccionismo que se dio en nuestro país, se crearon fuertes monopolios, que no eran ni competitivos, ni productivos y menos eficientes ante el comercio exterior, es decir, no contaban con una oferta suficiente para exportar, contaban también con una planta productiva obsoleta, y la competitividad estaba basada en las modificaciones que se dieran en el tipo de cambio.

En la década de los 90´s se firma el TLC (Tratado de Libre Comercio), con Estados Unidos y Canadá, en donde se invita a la inversión extranjera, a invertir en nuestro país, para usarlo como plataforma de exportación hacia nuestros vecinos del norte.

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Profundizando aún más en este punto; en febrero de 1991, los presidentes George Bush, Carlos Salinas de Gortari y Brian Mulroney (de EE.UU., México y Canadá respectivamente) anunciaron formalmente que sus gobiernos se preparaban para negociar un histórico acuerdo comercial de libre comercio, que sería un catalizador del crecimiento económico del hemisferio, promovido por el aumento en la inversión, el comercio y el empleo.

Las negociaciones concluyeron formalmente el 11 de agosto de 1992 con la elaboración del documento final (el TLCAN) y este fue suscrito el 17 de diciembre de 1992 por los 3 lideres antes mencionados, entrando en operación el primero de enero de 1994, teniendo como objetivos generales:

“La eliminación de las barreras al comercio.

Fomento a la inversión.

La promoción de la competencia.

La protección de la propiedad intelectual.

Y se pretende aprovechar las potencialidades que brinda la complementariedad económica entre los países miembros para lograr una mayor competitividad internacional, sobre todo ante la Unión Europea y Japón”.

(Ceballos, 1997).

En este mismo sexenio se inicia la creación del Mercado de Derivados, denominado MexDer, que es una bolsa de opciones y futuros dentro de la BMV, y este Mercado de Derivados “constituye uno de los avances más significativos en el proceso de desarrollo e internacionalización del Sistema Financiero Mexicano”

(www.mexder.com.mx). Pero esto no es nada nuevo, ya que

“en 1865 se negociaron los primeros contratos de futuros sobre productos agrícolas y en los siguientes años se desarrollaron contratos de futuros sobre metales y otros productos.

Los contratos de futuros y opciones de carácter financiero como divisas, instrumentos de deuda e índices accionarios aparecieron en la década de los setenta y ochenta”. (Op. Cit.).

México intento varias veces establecer un mecanismo de mercado sobre instrumentos derivados.

“A partir de 1978 se comenzaron a cotizar contratos a futuro sobre el tipo de cambio peso / dólar, que se suspendieron a raíz del control de cambios decretado en 1982. En 1983 la BMV listó futuros sobre acciones individuales y petrobonos, los cuales registraron operaciones hasta 1986. Fue en 1987 que se suspendió esta negociación debido a problemas de índole prudencial”. (Ibíd.).

Pero, el MexDer se pudo constituir el 24 de agosto de 1998 y Asigna (cámara de compensación de derivados) el 11 de diciembre de 1998. Iniciando operaciones al 15 de

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diciembre de 1998, con la participación de cuatro socios liquidadores (Banamex, Bancomer, BBV, Inverlat), e iniciando operación electrónica el día lunes 8 de mayo de 2000, con SENTRA DERIVADOS (sistema desarrollado específicamente para la ejecución de operaciones de futuros).

Se hace esta pauta intermedia, ya que el MexDer, tiene cabida entre los periodos de Salinas y el de Zedillo. Y es de vital importancia para el desarrollo histórico de este tema.

Con la entrada del TLC en vigor, se une, la aparición del EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional), que es un grupo armado de campesinos de cuatro municipios del Estado de Chiapas, liderado por el Subcomandante Marcos dando a conocer los cambios sociales y económicos que piden para la región, el ejercito mexicano interviene en la zona el 3 de enero y se ha mantenido ahí hasta la fecha actual.

Cabe mencionar algunos de los aspectos políticos posteriores al TLC, que fueron factores determinantes, para crear una atmósfera de inestabilidad político-económico en el país, dejando como respuesta la peor crisis económica que haya vivido México:

“En marzo de 1994 es asesinado en Tijuana el candidato del PRI a la presidencia, Luis Donaldo Colosio. En septiembre, matan a José Fco. Ruiz Massieu, secretario general de ese partido. Ernesto Zedillo – el nuevo candidato de ese partido – es elegido presidente el 21 de agosto del mismo año”. (Almanaque Anual, 2001).

La suma de todos estos sucesos políticos, aunado a un alto déficit en cuenta corriente y una baja capacidad para hacer frente a los compromisos de la deuda, junto con aumentos sucesivos a las tasas de interés estadounidenses obligaron a México a devaluar hasta un 40%, creando una reacción en cadena en América Latina caracterizada por la fuga de capitales y que ha sido conocida como efecto “Tequila”.

En 1996, México da señales de recuperación económica, y logrando una estabilización económica en 1997, que hasta hoy en día se ha mantenido.

El presidente actual Vicente Fox, da continuidad y refuerza al mismo tiempo, a la iniciativa privada, como un motor de desarrollo y crecimiento económico, promoviendo las exportaciones, la competitividad, la productividad, y la eficiencia en la industria nacional.

Aunado a la continuidad de una política restrictiva y de control a la inflación.

Conclusiones:

Esas elecciones del 2 de julio del año 2000, representaron un sueño para la población mexicana bajo las tantas promesas del presidente Fox.

La realidad que vivimos hoy en día los mexicanos, sólo se ha traducido en un descontento político, ya que, no existen apoyos reales para las pequeñas y medianas empresas, altas tasas de desempleo real, cierre de más dependencias que antes trataban de fomentar algo, o simplemente, representaban fuentes de trabajo, el Gobiernos Federal argumenta una crisis

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financiera en el IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social) y lo desean privatizar, escándalos de corrupción, rompimiento diplomático con Cuba y, podría seguir con la lista.

La democracia no es mala, al contrario es positiva para cualquier país, lo que se vive en México, es la presencia de un líder con falta de conocimiento sobre como se debería manejar un país realmente, no existen acuerdos entre nuestros partidos y de paso, se llevan al país con reformas o misceláneas totalmente ineficientes o incoherentes para la realidad económica de nuestro país.

Aunado a los problemas internos, se siente también claramente las influencias de inestabilidad del exterior, como la desaceleración económica de los Estados Unidos de Norte América, así como, los problemas colaterales de la invasión de Irak y su relación con el Terrorismo.

Las crisis económicas de México en 1976 y 1982 y su relación con la criminalidad

Martín Jiménez Alatorre

Universidad de Guadalajara

En los años previos y posteriores a la crisis de 1976 el empleo, el valor de la moneda, la migración del campo a las ciudades y a los Estados Unidos de Norteamérica, el monto del salario y el costo de la canasta básica, presentaron variaciones que van en perjuicio de la clase trabajadora. Con la crisis económica de los años ochentas la situación social fue más preocupante, pues aún la sociedad no se recuperaba de la crisis anterior, por lo que se originó una pauperización de de los grupos más marginados al mismo tiempo que la riqueza se concentra en pocas manos. Esta situación desencadenó un aumento en los índices delictivos, por lo que a partir de este momento, las autoridades comienzan a plantear a las crisis económicas como un factor criminógeno.

En la crisis económica de los años ochentas, la situación social fue diferente los mismos factores continúan teniendo variaciones en perjuicio de la clase media y trabajadora, generándose una pauperización de los grupos más marginados y la riqueza se concentra en pocas manos, la sociedad en este periodo sí reciente de sobremanera la mala administración de los recursos públicos, sus ingresos se ven disminuidos considerablemente por los bajos salarios y los costos elevados de los productos de primera necesidad, el desempleo aumenta a cifras nunca vistas, el dólar alcanza la cotización más alta de los tiempos, se generó más migración hacia Norte América, cada año aumentaba la deuda externa tanto como la interna, por lo que podemos determinar el inicio de una crisis permanente en México de la que aun no salimos y no se le ve salida.

1. La economía mexicana en los 70´s

Es a mediados de la década de los 70´s cuando México experimenta una crisis provocada por el deterioro del modelo de sustitución de importaciones, que llegó a ser limitado para responder a las circunstancias económicas internacionales.

Para afrontar esta situación, el presidente Luis Echeverría, aplicó reformas para afrontar los estragos de la crisis. Con ellas se pretendió "la disminución del endeudamiento externo y la

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promoción de las exportaciones, principalmente manufactureras" (Guillén, 2000 p. 40). Sin embargo estas iniciativas no menguaron el disgusto de los empresarios que ejercieron mayor presión sobre el gobierno a medida que pasaba el tiempo, de esta manera comenzaron a sacar sus capitales del país, generando con ello, que la intervención estatal se intensificará sobre la base de préstamos obtenidos en el extranjero iniciando un gran endeudamiento con el exterior.

Tal situación motivó, entre otras cosas, que el salario no sufriera incrementos en los últimos meses, generando declaraciones de huelga en las que se exigía principalmente el incremento salarial. Frente a estos movimientos, la clase empresarial mexicana señalaba que la huelga, era factor que contraía la producción y que promovía la violencia "provocada por grupos sindicales que, llamándose independientes pretenden provocar un desquiciamiento económico general" (El informador, Sábado 14 de agosto 1976, año LIX, t. CCXXVIII, núm. 21,012 p. 1)

En el caso tapatío el incremento pedido por los trabajadores se debía, a que el salario mínimo no había aumentado durante los últimos doce meses por lo que en Jalisco, "la Comisión Regional para la Fijación de Salarios Mínimos acordó por unanimidad el incremento del veintidós por ciento" (Orozco, 1975 p. 11) es decir, el salario aumentó de 58.19 pesos a sólo 70.35 pesos, con los cuales se tenían que comprar productos como el frijol, que por kilo, costaba 5.90 pesos o de jitomate cuyo costo era de 6.95 pesos el kilo.

Pero lo peor no radicaba en el alza de los precios, sino en el creciente número de desempleados que la crisis traía consigo, pues éstos aumentaron el índice del subempleo que alcanzaría sus niveles más altos en la crisis de 1982.

En este caso se mencionarán factores como el desempleo debido a que es considerado un factor criminógeno el cual puede ser "un estímulo endógeno, exógeno, mixto que concurre a la formación del fenómeno criminal" (Rodríguez, 1982 p. 463). A este elemento se le suman los siguientes:

Factores criminógenos de orden social que son, en orden de importancia: a) la desorganización familiar; b) la falta de educación; c) el desempleo; d) el alcoholismo (que tiene íntima relación con los factores anteriores); e) la migración campesina a la ciudad (que provoca marginación y engrosamiento de los cinturones de miseria), y f) la desordenada urbanización de las grandes ciudades. (Rodríguez, p. 134)

A los elementos anteriores les añadiría el crecimiento demográfico que ante un desordenado crecimiento provoca situaciones como:

Marginación, contaminación, neurosis colectiva, frustración colectiva, desempleo, deficiencias en los servicios públicos, saturación de vehículos que produce un tránsito insufriblemente lento, falta de oportunidades en la educación superior, falta de opciones recreativas. Y delincuencia en aumento. (De la Barrera, 1986 p. 119)

Por las repercusiones que tiene un aumento de la población, el gobierno federal, a través del Consejo Nacional de Población, sugirió en esos años que se controle el crecimiento demográfico pues, "los problemas que actualmente enfrenta el país demanda de alimentos, escuelas, hospitales, servicios públicos – aumentarán alarmantemente" (El informador.

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Jueves12 de agosto de 1979, año LIX, t. CCXXVIII, núm 21,010. p.1). Cabe señalar que la población del país en ese momento era de 72 millones de mexicanos.

Por ello el gobernador de Jalisco, Alberto Orozco Romero señaló que ante el inminente crecimiento de la población jalisciense, la participación de la mujer en el ámbito laboral será primordial.

Las cifras tan preocupantes como las que ahora revelan que por cada persona activa dependen cuatro, plantean como una verdadera exigencia la mayor participación cultural y productiva de la mujer, que está destinada a ser uno de los factores importantes del desarrollo de nuestra Patria. Es el momento para la aplicación de programas que propicien la más efectiva participación de la mujer en todos los órdenes, puesto que habrá de ser el futuro un verdadero y seguro soporte de la vida económica y política de México. (Orozco, p. 74)

Aunque el reconocimiento de la problemática no frenó el crecimiento de la población, sí fue el momento donde se originan las campañas para la disminución de nacimientos, lo que años más tarde se nombraría con el eslogan de "la familia pequeña vive mejor".Cabe señalar que en el caso de la ciudad de Guadalajara el incremento comenzó después de los 40´s el cual no se debió del todo a un aumento en la tasa de natalidad, sino a la disminución de los índices de mortandad y también a la influencia que tuvo de manera importante la migración rural. La migración fue propiciada por la reducida participación del sector primario, "tanto en el empleo como en el valor de la producción, a favor del resto de los sectores" (Arroyo, 1991 p. 101), como el industrial.

La consecuencia inmediata de este arribo masivo de personas, fue el crecimiento de la ciudad que comenzó su expansión, durante la década de los 40´s, cuando "el modelo de desarrollo industrial seguido por el país, la lucha revolucionaria y la cristiada, junto con la concentración de poder en Guadalajara, hicieron que ésta empezara a centralizar como nunca el excedente económico de una amplia región". (Arroyo, p. 105)

Mientras el fenómeno demográfico estaba presente en el discurso estatal, la cuestión económica seguía agravándose, a la espera de que el nuevo mandatario mejorara la situación de las cosas. De esta manera en 1976 es electo Presidente de la República el Lic. José López Portillo, a quien le correspondería, gracias al descubrimiento de los yacimientos petroleros, mejorar la situación económica, aunque ese estado sólo durase poco tiempo.

2.- México ante la crisis económica de 1982

En 1977 López Portillo establece un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) comprometiéndose a "limitar el endeudamiento público, reducir el medio circulante, restringir el gasto público, fijar topes a los aumentos de salario, liberalizar el comercio exterior y limitar el crecimiento del sector paraestatal de la economía". (Guillén, p. 42-43)

Sólo durante un año el gobierno mexicano cumplió con lo pactado pues con el descubrimiento de los yacimientos petroleros, la política económica sufrió considerables modificaciones; por

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ejemplo en el rubro de las inversiones el Estado orientó sus esfuerzos en la construcción de una infraestructura petrolera.

Con la mina de oro que representó el petróleo para México, el gobierno creyó haber encontrado el fin de las penurias económicas, al menos así lo reflejó el intenso crecimiento económico que se experimentó a partir de 1978 y que duró hasta los inicios de la década de los 80´s. Esta mejoría fue lograda en gran medida a la exportación del petróleo en crudo, actividad que ocupó el lugar central de la economía mexicana a finales de los 70´s ya que atrajo más de la mitad de la inversión pública, secundándola el área de servicios turísticos y urbanización.

Cabe señalar que el capital invertido fue producto de préstamos externos, que al tener por aval al petróleo no dudaron en otorgarle créditos al Estado mexicano y al sector privado, mismo "que incrementó su deuda con el exterior de 6 800 millones de dólares en 1976 a 19 107 millones de pesos en 1982: casi el triple". (Gurría, 1993 p. 19) El entusiasmo que el petróleo trajo consigo se ve plasmado en el Tercer Informe de Gobierno del Presidente López Portillo:

El petróleo es nuestra potencialidad de autodeterminación, porque nos hará menos dependientes del financiamiento externo y mejorará nuestras relaciones económicas internacionales.

Por no sólo eso: las posibilidades de explotación, transformación, inducción y asociación que a partir del petróleo podemos lograr nos permiten trazar una sólida estrategia de energéticos, actuar con una demanda asegurada de bienes de capital y, por ende, facilitar la planeación de la industria y sus asociaciones con el transporte, los asentamientos humanos, la educación, la capacitación, el desarrollo social y principalmente la agricultura. (Diario de los debates del H. Congreso de la Unión, 1979: 6)

Pero a pesar de la recuperación el fenómeno no benefició directamente a la población, pues sus salarios se mantuvieron sin grandes modificaciones, peor aún, a éstos se les impusieron los llamados topes salariales, que según la versión oficial, no perjudicaban gravemente a los asalariados, pues se había incrementado la oferta de empleos.

La reacción natural a este hecho fue, entre otras, la migración hacia Estados Unidos lugar donde podrían obtener los recursos suficientes para allegarse de bienes materiales. El perfil de los inmigrantes era el de una mayoría masculina que tenían entre 16 y 30 años, cuyo estado civil era de soltero, es decir, el sector con mayor capacidad productiva que no encontraba en su país empleos bien remunerados, pues en México durante 1978, el salario mínimo se mantuvo en 107.11 pesos registrando un ascenso de 15.96 en 1979.

Salario mínimo en Guadalajara

1978

$ 107.11

1979

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$123.07

1980

$144.11

1981

$189.11

1982

$253.67

(INEGI)

Esta situación propició que en Guadalajara la Cámara de Comercio señalará que "un sin fin de puestos callejeros comerciales y vendimias de todas clases se han estado apoderando de todas las calles y avenidas" (El Informador, Martes 29 de agosto de 1978, año LXI, T.CCXXXVI, núm. 21755 p. 1)

Cabe señalar que un dólar ganado por esas personas en Estados Unidos, equivalía en 1982 a 57.18 pesos, cotización que durante el periodo de 1977-1981, se mantuvo estable después de un periodo en el cual la moneda estadounidense presentó incrementos significativos.

(INEGI)

Pero ¿por qué la población toleró estas condiciones? Primeramente habría que mencionar la pasividad sindical, que al servicio del estado no podía sino mantenerse al margen, tranquilizando a sus agremiados con discursos que ofrecían una pronta mejora de las condiciones laborales; por otro lado estaban frescos los sucesos del 68 y 71, de la represión a la que el gobierno fue capaz de llegar con tal de parar las manifestaciones; sumado a lo anterior, el subempleo permitía allegarse de más ingresos. Finalmente, la recepción de remesas enviadas desde el vecino país del norte y la solidaridad familiar también participó en el aguante de la sociedad. (Rey 1987, pássim)

Los legisladores por su parte opinaron al respecto señalando que la condonación del pago de impuestos a las clases más necesitadas, ayudaría a mejorar su situación, al menos así lo declaró el Senador Gracialiano Alpuche Pinzón, quien apoyándose en los resultados obtenidos en otros estados señaló que sería el medio para "frenar la inflación y evitar un aumento general de salarios" (El Informador, Martes 01 de agosto de 1978, año LXI, t. CCXXXVI, núm. 21727 p. 1). Sin embargo parecería que ninguna acción tomada parecía frenar el impacto de la crisis, pues observamos en los periódicos locales de 1978, que la venta de autos y casas aumentó de manera alarmante.

Respecto a la economía nacional, la exportación de petróleo había permitido mantener cierto equilibrio, pero la situación se agravó pues no sólo aumentó la captación de recursos ya que la deuda externa de "representar 37 mil millones de dólares en 1978, pasó a 71 mil millones de dólares en 1981". (Guillén, 1990 p. 58) Dicho incremento se presentó gracias al alza en los

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intereses, que tan sólo con el aumento de éstos del 1%, México tenía que pagar anualmente por concepto de intereses 323 millones de dólares. Cabe hacer la observación que el nivel de endeudamiento se elevó tanto por que se legó el plazo de los vencimientos de loa préstamos obtenidos a partir de la crisis de 1976.

Esta situación aunada a la disminución de cuatro dólares por barril, provocando que en 1982, México recurriera nuevamente al préstamo externo con el fin de "frenar la fuga de capitales y cubrir el servicio de la deuda externa" (Guillén, p. 47), sólo que ahora el vencimiento de los créditos eran a corto plazo. Entre las consecuencias que trajo consigo, encontramos que, el dólar duplicó su valor ante el peso y se nacionalizó la banca pues se le culpó de la fuga de capitales, provocando de esta manera una severa crisis económica.

Al respecto el gobierno mexicano activó mecanismos para renegociar la deuda externa, evitar paros laborales, la fuga de capitales y desempleo; con lo que respecta a la deuda, el Secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog, logró una prórroga en el pago que para entonces era calculada en 60 000 millones de dólares. (El Informador, Sábado 21 de agosto de 1982, año LXV, t. CCLII, núm. 23,204 p.1) En esa ocasión también se acordó la ampliación de exportación de petróleo tipo istmo hacia EU, con el cual se "cubriría el anticipo de 1,000 millones de dólares que entregó la secretaría de Hacienda de EU", (El Informador, miércoles 25 de agosto de 1982, año LXV, t. CCLII, núm. 23,208 p.1) este contrato se firmó como parte del programa que se elaboró para contar con recursos en dólares.

En este mismo sentido el Banco Internacional de Pagos, en Suiza, le otorgó a México un "total de 1,850 millones de dólares puestos a disposición del Banco de México para hacer frente a la grave crisis financiera". (El Informador, lunes 30 de agosto de 1982, año LXV, t. CCLII, núm., 23,213 p. 1)

Por otra parte el gobierno autorizó el incremento del salario aunque un sector considerable de la sociedad tenía que enfrentar el creciente desempleo producido por el cierre de diversas empresas, que tan sólo en el ramo de las maquiladoras fue de 1620. Para los empresarios el alza en el salario "contradecía la meta propuesta de mantener un tipo de cambio realista y precios estables, de modo que la fuga de capitales se aceleró ante lo que percibían los agentes económicos como un programa de ajuste contradictorio" (Lusting, 1994 p. 44), por lo que la fuga de capitales continuó su tendencia ascendente.

Resultado de ello fue que en agosto de 1982 el incremento de los precios en los productos básicos:

La Secretaría de Comercio anunció hoy nuevos incrementos de precios a la tortilla que pasará de 5.50 a 11 pesos; el bolillo y telera de 70 gr. de 0.50 a 1 peso; la gasolina nova de 6 a 10 pesos; el gas doméstico de 4.30 a 5.10 kilo, más un incremento mensual de 10 centavos por kilo durante doce meses. (El Informador. Lunes 02 de agosto de 1982, año LXV t. CCLII, núm. 23,185. p. 1)

El estancamiento de la economía mexicana durante estos años y la política económica que siguieron los presidentes Luis Echeverría y López Portillo, generaron una radicalización de la población que vieron disminuidos sus ingresos. Los elevados precios en alimentos y artículos

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vitales, la disminución de los apoyos al campo, el desempleo y los bajos salarios, fueron factores que repercutieron en las familias mexicanas e influyeron en la migración hacia el país vecino y en el crecimiento de las ciudades donde buscaban mejorar sus condiciones de vida.+

II. Crecimiento económico y regulación en México en 1934-1970

En la sección anterior se caracterizó brevemente a las dos fi del spm que cohesionaron a las fi de la esfera económica las que, a su vez, hicieron posible el desarrollo y la consolidación del patrón de acumulación por sustitución de importaciones que se desarrolló en el periodo 1934-1970. En esta sección analizaremos brevemente a estas últimas fi, destacando las especificidades que presenta la formación social mexicana.

Tanto el presidencialismo, como la coalición revolucionaria/partido de Estado ejercieron su influencia directa principalmente sobre tres de las fi de la esfera económica: i) la articulación de la agricultura mexicana con la industria; ii) la relación salarial, y iii) las relaciones fisco-financieras del Estado y las relaciones monetarias. En un segundo plano, pero no menos importante, la influencia mencionada se manifestó sobre las formas de iv) la competencia entre las empresas, y v) las relaciones internacionales.

La consolidación de las dos fi políticas mencionadas facilitó la articulación del sistema corporativo-clientelista, que hizo posible la movilización y el logro del consenso de los diversos actores económicos y sociales. La dinamización de la economía comenzó con la puesta en marcha de la reforma agraria en 1929 y su reforzamiento en 1934, que permitió el abasto de alimentos baratos a los centros urbanos y materias primas para la industria, así como un excedente exportable que proporcionó divisas para la importación de bienes de producción. Simultáneamente, el aumento del gasto y la inversión públicas tuvieron efectos multiplicadores que dinamizaron la inversión privada, y las empresas públicas reforzaron el nivel de empleo y proporcionaron bienes y servicios básicos subsidiados que favorecieron la acumulación del sector privado. El control corporativo de los trabajadores del campo y la ciudad entró en acción para garantizar el aprovisionamiento de mano de obra barata tanto para la agricultura capitalista como para la industria.

Analicemos brevemente algunas de las características importantes del nuevo patrón de acumulación de capital, sobre la base de la industrialización sustitutiva de importaciones centrada en el crecimiento del mercado interno, para después entrar en el análisis de las fi de la economía mexicana.

La acumulación de capital en la etapa 1934-1970 tuvo como eje principal la explotación de la clase trabajadora por medio de la apropiación del producto excedente del trabajo. Otro de los ejes que facilitó la acumulación fue la inversión pública y la política de subsidios al sector privado. Un tercer elemento importante para la expansión de la empresa capitalista en México fue el sistema bancario, que proporcionó créditos de manera acelerada al sector privado. La inversión extranjera directa (ied), que retomó su importancia a partir de los años del régimen cardenista, también contribuyó a la expansión industrial, aunque lo hizo en parte con maquinaria y equipo obsoletos y con poco capital fresco. Finalmente, un factor coadyuvante a

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la acumulación de capital en el periodo fue la tendencia a la concentración y centralización del capital, la cual fue promovida por el Estado, articulando la reproducción ampliada mediante la inversión pública y el fortalecimiento de los grupos monopólicos privados, por medio de una baja carga fiscal y precios subsidiados de insumos básicos.

El patrón de acumulación capitalista dominante en la formación social mexicana es de carácter intensivo, a juzgar por el tipo de procesos de trabajo tayloristas y fordistas, sobre todo en la gran industria.7 En los años de 1950 a 1970 se observa un crecimiento relativamente mayor de la producción de medios de producción (sector I, que fabrica maquinaria, equipo y materias primas, y realiza construcciones e instalaciones), que la producción de medios de consumo (sector II) (véase el cuadro 1). La producción bruta del sector I pasó de 46.8% en 1950 a 53.1% en 1970, mientras que la producción bruta del sector II declinó de 53.2% en 1950 a 46.9% en 1970. Si la comparación se efectúa en términos del pib, la producción del sector I pasa de 54.6% en 1950 a 58.7% en 1970. Esto indica que hubo cierta compaginación entre los dos sectores, aunque las industrias de bienes de capital y de bienes intermedios en el sector I todavía acusan una heterogeneidad estructural y una falta de integración entre sí y con las ramas del sector II.

El proceso de acumulación de capital significó también un cambio en la composición orgánica del capital. En México, de 1950 a 1970 se observó un incremento en la mayoría de las ramas de la economía. Para 1960 hubo un aumento de dicha composición en 12 de las 16 ramas en que se dividió la economía y para 1970 se observó un aumento en 13 de las 16 ramas. Las ramas que tuvieron una composición orgánica del capital elevada de 1950 a 1970 fueron las de productos alimentarios, la industria textil y otras industrias tradicionales. Las ramas dominadas por las empresas transnacionales –la industria química, la metálica, la de fabricación y reparación de aparatos eléctricos, la de equipo de transporte y vehículos, así como la industria manufacturera diversa– también poseían una alta composición orgánica del capital. La diferencia es que las ramas dominadas por empresas nacionales recibían valor de varias ramas, principalmente del sector primario, como la agricultura y la ganadería, lo cual aumentaba las de por sí altas tasas de plusvalía que obtenían. Esto es lo que en este periodo las convirtió en pivote de la acumulación capitalista en la economía mexicana. En cuanto a las ramas dominadas por las transnacionales, también poseían altas tasas de plusvalía y recibían plusvalía de otras ramas, pero su comportamiento era variable, ya que también enviaban plusvalía, aunque la tendencia a largo plazo era a recibir más que a enviar8 (Castaingts, 1980, pp. 5-38).

1. Las fi que articulan la economía campesina y la agricultura capitalista al crecimiento industrial

En México se ha conformado desde tiempos de la Colonia una articulación que ha perdurado hasta la fecha, aunque ahora con formas distintas de explotación de las comunidades agrarias. La reforma agraria, prevista en la Constitución de 1917, la empieza a instrumentar en 1929 el presidente Portes Gil y es reforzada en 1934 por Lázaro Cárdenas, mediante el reparto de tierras a pequeños propietarios y a ejidos, que junto con las diezmadas comunidades indígenas de la época colonial, vinieron a dinamizar el abasto de granos a las ciudades y proporcionaron mano de obra temporal a la agricultura capitalista.

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La reforma agraria tuvo repercusiones importantes tanto en el incremento de la producción agropecuaria, como en la migración de la población rural a las ciudades (lo cual transformó la estructura de la pea), e igualmente en la dinamización de la agricultura comercial. La producción agropecuaria creció entre 1940 y 1965 a una tasa de 4.5% anual, superior a la tasa de crecimiento de la población (3%). En el periodo también se observa una reducción en los precios relativos de los productos del campo, lo cual, junto con el aumento del salario real de los obreros, tuvo un efecto considerable en el consumo de productos industriales en el medio urbano. Los sectores agropecuarios desempeñaron un papel decisivo como fuente de acumulación para el sector industrial, ya que las exportaciones del agro fueron el componente más significativo para financiar la importación de medios de producción industriales. Las exportaciones agrícolas crecieron 12.3% anual entre 1940 y 1950 y 8.9% en la siguiente década (Aboites, 1989, p. 67). El superávit agropecuario sirvió para financiar la demanda de divisas en una tercera parte, y todavía en 1972 aportó el 20.2% de las divisas (Soria, 1983, p. 69).

La fuerza presidencial y el control corporativo fueron fundamentales para articular las comunidades campesinas a la agricultura capitalista. Por el lado de la economía esto se efectuó tanto por medio de los subsidios a los insumos, de la creación de infraestructura, como mediante la política de precios. La agricultura comercial no sólo posee las tierras más fértiles, sino que también ha sido favorecida por el crédito agropecuario,9 la irrigación, el abastecimiento de insumos, y la inversión para crear infraestructura, lo cual ha contribuido a incrementar la productividad y a disminuir los costos de producción. En cambio, las comunidades indígenas y las campesinas poseen las tierras de menor calidad y extensión, sin riego, con baja capacidad para absorber crédito e insumos modernos, insuficientes para su manutención, por lo que ha sido necesario vender su fuerza de trabajo a los empresarios agropecuarios.10 Es aquí donde incide principalmente la articulación de la economía indígena y campesina a la agricultura capitalista, ya que la reproducción de la fuerza de trabajo campesina corre mayormente a cargo de las comunidades, y la política estatal garantiza la provisión de mano de obra a precios menores de su valor.

La política de “precios de garantía” al maíz, frijol y trigo aplicada por el gobierno regula el nivel del costo de alimentos para los obreros urbanos y las materias primas para la industria, que se mantuvieron en niveles bajos, desembocando en la transferencia de valor a la industria y en perjuicio sobre todo de los campesinos. El precio de garantía del maíz, por ejemplo, permaneció constante (800 pesos por tonelada) entre 1960 y 1962, así como entre 1963 y 1973 (940 pesos por tonelada), mientras el índice de precios de otros productos agrícolas y manufacturados subió en esos periodos (Aboites, 1989, p. 82). Esta política no afecta igualmente a los empresarios agrícolas, ya que incorporan las ventajas arriba mencionadas para obtener costos menores, pero principalmente porque cultivan otros productos distintos de los granos básicos que van a la exportación, y también han introducido otros cultivos vinculados a la ganadería.

La crisis de la economía agrícola se inicia con la disminución de la inversión pública en obras de riego desde 1960, así como con la introducción de cultivos más valorizados, como han sido el sorgo y la soya, los cuales acaparan tierras antes destinadas al maíz, y con él millones de

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horas de trabajo antes ocupadas por la economía campesina. El incremento de la demanda urbana de carnes reforzó el incremento de los nuevos cultivos y liberó el ganado en pie para la exportación a Estados Unidos. Los precios de garantía del maíz no fueron compensados con mejores rendimientos físicos, además, el cultivo del ajonjolí y la producción de manteca, carne de cerdo, el pollo y el huevo, productos tradicionales de oferta campesina, no resistieron los incrementos de productividad de las empresas capitalistas, por lo que los campesinos se empobrecieron cada vez más (Díaz, 1984, pp. 176-177).

III. Explosiones de las crisis de 1976 y 1982 y cambio en el patrón de acumulación

1. Las crisis de 1976 y 1982

El modo de regulación burocrático-corporativo fue eficaz hasta finales de los años setenta, cuando el patrón de acumulación intensiva por sustitución de importaciones comenzó a agrietarse. La lógica de este régimen, basado en el dinamismo del mercado interno, se enfrentó al final con sus principales contradiciones internas. Por una parte, los factores interconstruidos en el sistema, que limitaron la ampliación de los mercados internos, y que pusieron fronteras difíciles de traspasar a la producción de bienes de consumo duradero, y por otra, a las contradicciones de la propia estructura productiva.

La crisis estructural del patrón de acumulación comienza en 1970 y tuvo una primera explosión en 1976, la cual empieza a incubarse con el debilitamiento de las fi de la articulación entre el sector agropecuario y el sector industrial, desde mediados de los años sesenta, lo cual fue agravando los desequilibrios sectoriales, presionó el aumento del trabajo improductivo en el sector de servicios y aumentó las dificultades de la financiación del crecimiento industrial. La crisis del sector agropecuario sumada a la crisis del spm en 1968, junto con los rezagos sociales, llevaron al gobierno de Luis Echeverría (1970-1976) a tomar dos orientaciones básicas para refuncionalizar el patrón de acumulación. Por una parte, trató de profundizar la sustitución de importaciones de bienes de capital e intermedios mediante la inversión estatal y, por la otra, propuso una serie de reformas (que finalmente no se llevaron a cabo) en los ámbitos de educación, atención de la salud y fiscal; sin embargo, estas propuestas entraron en pugna con el sector empresarial, por lo que éste redujo significativamente la inversión productiva, llevando al fracaso la revitalización del patrón de acumulación. Dicha pugna trajo como consecuencia la declinación de las fi del spm, sobre todo un debilitamiento del presidencialismo.

Las fi de la relación monetaria fueron incapaces de regular la estabilidad de precios y la tasa de interés, lo cual (junto con la crisis del sector agropecuario) llevó a un acelerado aumento de los costos de producción,19 a una baja de la tasa de ganancia, a deprimir aún más la renuente inversión privada y a una crisis de pago de créditos, que a su vez realimentó la baja de la inversión privada. Las altas tasas de interés propiciaron la especulación no tan sólo financiera, sino también con bienes básicos, tierras y bienes inmobiliarios, agudizando la lucha por el reparto de la plusvalía entre los sectores productivos e improductivos.

Las fi de la relación internacional, que de por sí son las más frágiles en vista de la debilidad congénita del sector I, que presiona a las importaciones de bienes de capital e intermedios, se

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vieron incapacitadas también para evitar el desbordamiento externo. La persistente sobrevaluación del peso frente al dólar desde 1955 se incrementó significativamente a partir de 1970 debido a la inflación, sumado a una crónica balanza comercial deficitaria de las et, a los términos de intercambio desfavorables y a la crisis del sector agropecuario que antes era el puntal exportador, así como al creciente servicio de la deuda exterior; todo esto llevó a una devaluación del peso en 1976 y a la crisis externa, y después a la generalización de la misma.

Las fi del Estado también se desgastaron en la primera mitad de los años setenta, en vista de la incapacidad política para llevar a cabo una reforma fiscal. El ingreso total del gobierno perdió 3% del pib desde finales de los sesenta a 1975, mientras que el déficit aumentó 7.3% del pib entre 1970 y 1975, el cual se explica mayormente por la formación de capital realizada por el sector público para mantener el nivel de acumulación global en vista de la declinación de la inversión privada. El financiamiento del déficit fiscal por el sistema bancario mexicano tendió a decrecer de 1973 a 1976, a pesar del incremento del encaje legal, debido a la desintermediación bancaria, por lo que el endeudamiento externo creció aceleradamente.

La crisis se generaliza en todos los órdenes con la devaluación de 1976, siendo la más grave desde 1930-1931. El costo de la crisis recayó principalmente en la clase trabajadora y las empresas pequeñas, siendo los salarios reales drásticamente reducidos, y desapareciendo cientos de empresas. En octubre de 1976 el Fondo Monetario Internacional (fmi) aprobó la solicitud de apoyo financiero hasta por 1 200 millones de dólares hecha por el gobierno mexicano. Mediante un diagnóstico simplista y erróneo, en el que se culpó de la devaluación al exceso de demanda y a los incrementos salariales, el fmi propinó un fuerte golpe a las fi de la relación salarial (con la implantación de topes salariales que continúan hasta hoy en día); a las formas de la fiscalidad (la contención del gasto y la inversión públicas, así como una estricta vigilancia de las empresas paraestatales y la reducción de la deuda pública); a las formas de la relación internacional (la reducción de las barreras arancelarias a las importaciones y mantener la libre convertibilidad de la moneda), y a las formas de la restricción monetaria (regular estrictamente la creación monetaria y establecer tasas de interés internas mayores que las externas).

Un segundo expediente para refuncionalizar el patrón de acumulación se efectuó durante los años 1976 a 1982, mediante la exportación petrolera, pero también fracasó, desembocando en una segunda explosión de la crisis, todavía más fuerte, en 1982. Esta última crisis agrieta definitivamente la regulación burocrático-corporativa, la cual, basada en un spm de carácter monopólico que se niega a transformarse, da paso a otro patrón de acumulación.

Los desequilibrios estructurales que contribuyeron a la crisis de 1976-1977, no pudieron corregirse a pesar de los ingresos proporcionados por el boom petrolero mexicano. Se profundizó la crisis agropecuaria tanto que el país tuvo que importar 8.8 millones de toneladas de granos en 1981; se observa una polarización entre los bienes de consumo durable que en 1978-1979 crecieron a tasas tres veces más grandes que los de consumo no duradero; la política de liberación de importaciones impulsada por el FMI aumentó en un 30% las importaciones entre 1977 y 1980; la deuda externa creció extraordinariamente, tanto que su servicio absorbió el 38.4% del total de divisas, mientras que el déficit externo de la industria absorbió el resto.

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La política monetaria se aplicó restrictivamente en los primeros años de recuperación económica de la administración de López Portillo, aflojándose en 1979 y 1980, para volver con fuerza a la restricción en 1981, año en el que se retiraron de la circulación importantes recursos financieros. Este año hubo también un recorte presupuestal de 4% por la caída de los precios petroleros. Las elevadas tasas de interés internas no tan sólo fueron inefectivas para promover la captación bancaria en pesos, ya que la dolarización interna siguió aumentando, sino que también presionaron los costos financieros de las empresas y el alza de los precios.

La hegemonía del dólar sobre el peso se tornó aplastante y la falta de confianza en el peso empuja hacia una creciente fuga de capitales. La devaluación del 17 de febrero de 1982 detona la crisis general, procediendo el gobierno a un drástico ajuste presupuestal; sin embargo, la especulación contra el peso y la fuga de capitales continuaron, situación que se vio agravada durante la campaña electoral para la presidencia de la República. Pasadas las elecciones, en las que triunfó el candidato del pri gracias a una abrumadora campaña publicitaria, la crisis siguió profundizándose, por lo que el primero de septiembre de 1982 se decretó la nacionalización de la banca, así como el control generalizado de cambios.20

2. Transformación estructural y emergencia de un nuevo patrón de acumulación

La administración de Miguel de la Madrid, quien llega al poder en lo más álgido de la crisis en 1982, fue presionada por los grandes empresarios mexicanos, los banqueros expropiados y el fmi, hacia una política de austeridad económica. A su vez, los acreedores externos y el gobierno estadunidense presionaron para que México no se declarara en moratoria voluntaria y siguiera con el pago del servicio de la deuda. En este contexto, la debilidad política y económica del gobierno mexicano y su proclividad al neoliberalismo, lo llevaron a iniciar el cambio del patrón de acumulación y de los términos de la distribución del ingreso entre el trabajo y el capital,21 mediante lo que se llamó en esa época el “cambio estructural”.22 Este último estuvo precedido de un drástico Programa Inmediato de Reordenación Económica (pire) por medio, principalmente, de recortes presupuestales del gasto público.23

La transformación estructural se basó principalmente en: a) la apertura comercial, b) en la búsqueda de la inversión extranjera, c) en la promoción de las exportaciones, d) en la reprivatización parcial de la banca nacionalizada y la creación de una banca privada paralela y especulativa, así como el comienzo de la reprivatización de las empresas paraestatales, e) el realineamiento de la estructura de precios relativos, así como en f ) una estricta política fiscal y monetaria de corte ortodoxo, más allá de las recomendaciones del fmi.

a) La apertura comercial obedeció al objetivo de insertar competitivamente a la economía mexicana en la economía internacional,24 para lo cual, entre 1984 y 1989, se realizaron varias reducciones sucesivas de las tarifas arancelarias y se eliminaron la mayoría de los permisos de importación.25 El resultado final fue que tan sólo el 3% de la tarifa de importaciones quedó sujeta a restricciones cuantitativas, mientras que el arancel promedio se redujo a menos de 10%. Este acelerado proceso llevó a la quiebra a miles de empresas pequeñas y medianas, a pesar de que la subvaluación del peso frente al dólar (hasta 1988) estableció cierta protección.

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b) A la vez, en el sexenio de Miguel de la Madrid se modificó el reglamento de inversiones extranjeras y se estableció una política de aceptación casi irrestricta de la inversión extranjera directa (ied) que se comprometiera a exportar bienes manufacturados.26 Así entre 1983 y 1987 el 60% del aumento en las exportaciones estuvo a cargo de empresas extranjeras. Quizá el auge de la inversión extranjera en esos años se explica por la concertación del gobierno mexicano con el capital transnacional para dar legitimidad y confianza a su propio proyecto interno, frente a la actitud de las diversas fracciones de la burguesía que se mostraban contrarias a la intervención del Estado (Gitli y Rocha, 1989, p. 442). La ied subió vertiginosamente entre 1980 y 1987, aumentando de 10 160 millones de dólares a 20 927, de acuerdo con las cifras de la Comisión Nacional de Inversiones Extranjeras.

c) La promoción de las exportaciones comenzó con la drástica devaluación que sufrió el peso frente al dólar en 1982, 1986 y 1987. La subvaluación del peso frente al dólar,27 la contracción del mercado interno y los acuerdos de exportación con empresas transnacionales propiciaron que las exportaciones aumentaran de 16 070 millones de dólares en 1980 a 24 185 millones de dólares en 1984. En cambio, las importaciones bajaron significativamente por la devaluación del peso, de 18 092 millones de dólares en 1980 a 11 288 millones de dólares en 1984. Sobre todo las exportaciones manufactureras tuvieron un auge sin precedente, triplicándose entre 1983 y 1987. De esta manera, la balanza comercial tuvo un superávit de 55 078 millones de dólares en los años de 1982 a 1987 (Estay y Rivera, 1989, p. 274), los cuales se utilizaron en parte para sostener el pago del servicio de la deuda externa. Sin embargo, las operaciones del conjunto de empresas exportadoras no se ha integrado aún al sistema productivo interno,28 y el esfuerzo exportador está sumamente centrado en las empresas transnacionales, las grandes empresas privadas mexicanas y las maquiladoras, además de que hasta 1990 sólo se habían beneficiado algunos sectores productivos.29

d) Una de las medidas iniciales que tomó Miguel de la Madrid fue la de reprivatizar un tercio de las acciones de las Sociedades Nacionalizadas de Crédito y la venta de los activos no crediticios, que formaban parte de la cartera de los bancos al momento de la nacionalización. Alejandro Dávila (1990, p. 111) apunta que “la decisión de poner a la venta los activos no crediticios de los bancos y la forma en que esto se hizo sentó las bases estructurales para la reprivatización de los circuitos financieros en México”. Se les dio preferencia a los tenedores de bonos de indemnización bancaria para adquirir tales activos, entre los que figuraban las instituciones de intermediación financiera no bancarias, por lo que permitió al sector privado ensanchar su participación en el sistema financiero mexicano. Además, la nueva legislación de la Bolsa de Valores permitió la estructura oligopólica de las Casas de Bolsa y el poder para realizar transacciones, en especial sobre los títulos de la deuda pública interna. El mayor hincapié de la bmv en el mercado de dinero le permitió invadir el campo de acción del sistema bancario, mermando sensiblemente su captación de ahorro, y la convirtió en una banca paralela.

Durante el sexenio de Miguel de la Madrid se reprivatizaron 743 empresas públicas, cuya importancia era menor comparada con las grandes empresas y los bancos comerciales vendidos al sector privado durante la administración de Carlos Salinas de Gortari.30 Junto con

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la reprivatización se estableció un programa de restructuración del sector de las empresas paraestatales que quedaron, cuyo objetivo fue la racionalización de su operación.

e) El realineamiento de los precios pasó por dos etapas: una de 1983 a 1987, en la que favorece al capital por medio de una política económica en la que se utilizó el dinero como instrumento punitivo en contra de los salarios, como una manera de apoyar al régimen de acumulación emergente (Soria, 1993a), y otra de 1988 hasta finales de 1994, en la que se logra estabilizar los precios por medio de los pactos, que resultan en la moderación de las ganancias empresarias y la disminución de la tasa de pérdida del poder adquisitivo de los salarios (Soria, 1994a). No obstante, el realineamiento de precios no desemboca en el favorecimiento de la competitividad externa, ya que la inversión no fue suficientemente grande para provocar un aumento de la productividad; los costos financieros del capital de trabajo de las empresas aumentaron debido a las elevadas tasas de interés y el bajo nivel de sueldos y salarios obstaculizó el nivel de la demanda interna.

f) El pago a ultranza del servicio de la deuda externa durante la administración de Miguel de la Madrid (1982-1988) condicionó a tal grado la política fiscal que necesitó de la generación de superávit primarios del presupuesto, y esto a su vez no sólo derivó en la canalización casi total del crédito al gobierno, sino de incrementar cada vez más la deuda interna por medio de una política monetaria de elevadas tasas de interés. La obtención de divisas para el pago externo llevó a generar superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos.31 El saneamiento de las finanzas públicas originó, además de recortes de empleo en el sector público y paraestatal, la contracción de la actividad económica del sector privado, mayor desempleo y menores ingresos disponibles para la clase trabajadora. A pesar de la política de austeridad presupuestal, la tasa de inflación nunca bajó a menos de 59% (en 1984), teniendo un pico de 159.2% en 1987.