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PRESENTACIÓN: Las vertientes menos conocidas del desarrollo rural Los días de mis primeras visitas a Liébana ocupan un lugar des- tacado en mi memoria. La comarca era el fin de un largo y tortuoso viaje que, verano tras verano, me conducía hasta uno de los desti- nos míticos del alpinismo español: los Picos de Europa; y, más con- cretamente, la montaña más representativa de estos: el Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes. Esos días dejaron recuerdos imborrables: entre jirones de niebla aparecían las cumbres como torres inalcan- zables que, sólo tras fatigosas jornadas de aproximación, serían coronadas; vivencias de amistad, compañerismo, amor... pero tam- bién el tributo de dolor y muerte que en ocasiones se cobra la gran- deza de la montaña. Así la trágica desaparición de parte de mi círculo de amigos me enfrentaría, tal vez demasiado pronto, a preguntas ineludibles: ^,qué nos conducía a asumir el reto de las alturas? ^Por qué no conten- tarnos con la simple contemplación del turista? ^Qué cosa tan importante conseguíamos para estar dispuestos a pagar el más alto precio imaginable? ^Es que no era evidente que nuestra pasión no tenía sentido práctico alguno, hasta convertirse -como diría el alpi- nista y escritor Lionel Terray-, en la conquista de lo inútil? Sobre todo ello reflexionaba Whymper en 1865, al final de su primera escalada al Cervino: "Veo los grandes picos con sus cumbres nubladas, pareciendo levantarse hasta el infinito; oigo la música de los distantes rebaños... y de las solemnes campanas de iglesia; huelo el fragante aliento de los pinos; y cuando todo eso se desva- nece, otro cortejo de pensamientos se presenta: recuerdos de hom- bres que fueron rectos, valerosos y sinceros... Hay alegrías dema- siado grandes para ser descritas con palabras y hay dolores sobre los que no me atrevo a extenderme" z. Con todo, el mero intento de responder a estos interrogantes implica una forma de entender los z Cit. por E. MARTÍNEZ DE PISÓN "EI sentimiento de las montañas". Desnivel.com. 19

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PRESENTACIÓN: Las vertientesmenos conocidas del desarrollo rural

Los días de mis primeras visitas a Liébana ocupan un lugar des-tacado en mi memoria. La comarca era el fin de un largo y tortuosoviaje que, verano tras verano, me conducía hasta uno de los desti-nos míticos del alpinismo español: los Picos de Europa; y, más con-cretamente, la montaña más representativa de estos: el Picu Urrielluo Naranjo de Bulnes. Esos días dejaron recuerdos imborrables:entre jirones de niebla aparecían las cumbres como torres inalcan-zables que, sólo tras fatigosas jornadas de aproximación, seríancoronadas; vivencias de amistad, compañerismo, amor... pero tam-bién el tributo de dolor y muerte que en ocasiones se cobra la gran-deza de la montaña.

Así la trágica desaparición de parte de mi círculo de amigos meenfrentaría, tal vez demasiado pronto, a preguntas ineludibles: ^,quénos conducía a asumir el reto de las alturas? ^Por qué no conten-tarnos con la simple contemplación del turista? ^Qué cosa tanimportante conseguíamos para estar dispuestos a pagar el más altoprecio imaginable? ^Es que no era evidente que nuestra pasión notenía sentido práctico alguno, hasta convertirse -como diría el alpi-nista y escritor Lionel Terray-, en la conquista de lo inútil? Sobretodo ello reflexionaba Whymper en 1865, al final de su primeraescalada al Cervino: "Veo los grandes picos con sus cumbresnubladas, pareciendo levantarse hasta el infinito; oigo la música delos distantes rebaños... y de las solemnes campanas de iglesia;huelo el fragante aliento de los pinos; y cuando todo eso se desva-nece, otro cortejo de pensamientos se presenta: recuerdos de hom-bres que fueron rectos, valerosos y sinceros... Hay alegrías dema-siado grandes para ser descritas con palabras y hay dolores sobrelos que no me atrevo a extenderme" z. Con todo, el mero intento deresponder a estos interrogantes implica una forma de entender los

z Cit. por E. MARTÍNEZ DE PISÓN "EI sentimiento de las montañas". Desnivel.com.

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resortes de la acción humana que, por entonces, no estábamos encondiciones de explicitar.

En los años transcurridos hasta hoy, el montañismo fue pasandode actividad marginal a fenómeno de masas. El precario y exprimi-do equipo utilizado en aquellas primeras escaladas, hace ya casi dosdécadas, es fabricado hoy por las más grandes multinacionales.Algunas de las modalidades montañeras se irían progresivamenterealizando de manera comercial: excursiones y ascensiones guiadas,deportes de aventura, competiciones... El riesgo, la naturaleza sal-vaje, sirvieron de reclamo para una floreciente industria turística,fuertemente promocionada por las Administraciones. También losescasos bares y hoteles de antaño, salpicados por las faldas de losPicos de Europa, irían proliferado hasta la saturación. La acciónhumana se dejaba sentir incluso en el corazón de la montaña. Así,percibía como algunos lugares perdían buena parte de su esencia.

Todos esos procesos y fenómenos, observados en el entomo deestas queridas montañas cantábricas, provocarían que el joven queentonces se hacía aquellas preguntas existenciales se comenzase aplantear, desde la bisoñez de sus primeros pasos en la formaciónsociológica, lo que parecían muy distintos interrogantes, otro desa-fío. Lo que en los años lejanos entregados a la montaña aparecíacomo sustrato, como entorno carente de interés, pasó a cobrar pro-tagonismo. A1 igual que en el mito platónico, los valles pasaron aser el escenario de una nueva aventura, la estación término de unnuevo viaje, en el que se intentaban desentrañar las claves del deve-nir social y económico de aquellos lugares y sus gentes, aparente-mente quintaesencia de lo rural y de la rusticidad.

Precisamente afirmaba Jesús Ibáñez (1985) que "el motor delsaber no es la doxa (opinión común), sino la paradoja". La investi-gación, que daría lugar a mi tesis doctoral antes que a este libro, seinicia también ante los fenómenos que desafían la imagen idffica ya la vez decadente de la ruralidad lebaniega; que se plantan, tozu-dos, frente a lo que siempre se había creido; surge, por tanto, de larelativa "sorpresa" que supone la constatación de que antes que a suanunciada desaparición, se ha asistido a la puesta en valor de laruralidad y la naturaleza. O, dicho de otra manera más convencio-nal, porque lo rural es ahora concebible como escenario del desa-rrollo, y no sólo como espacio atrasado, marginal, en vías de desa-parición o sumisión a un homogeneizador modo de vida urbano.Todo ello aparece ligado a la difusión de una nueva estética -como

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componente fundamental de los estilos de vida contemporáneos-,centrada no ya en objetos, sino construida a través de los actos. Noya sentada sobre la base de la excepcionalidad, si no relativamentegeneralizada. La cual, a pesar de mis convicciones adolescentes,nos unía a los más recios alpinistas y al vulgar turista, forrnandoparte del mismo fenómeno sociocultural y económico.

Tales constataciones avalan la formulación de la tesis que aquíse defiende: la naturaleza social -manifestada a través de sus signi-ficados y contenidos cambiantes- de lo rural en cuanto objeto, asícomo de los procesos que lo ponen en valor, esto es, del desarrollorural. Desarrollo rural que responde al carácter representacional,como espacio para el ejercicio de modos alternativos de organiza-ción social, que distintos grupos, en las sociedades postindustriales,atribuyen a la ruralidad.

Se contradicen así las interpretaciones históricamente dominan-tes, para las cuales el rural es un "mundo" específico, cerrado yreplegado sobre sí inismo, genéticamente -naturalmente- generadorde formas sociales genuinas y trans-histórica y trans-territorialmen-te homogéneas.

Precisamente por ello, mi recorrido comienza por la constata-ción de hasta qué punto no sólo las ideas de sentido común, sinotambién las teorías de las Ciencias Sociales se hallan impregnadaspor estos planteamientos. Lo que, en una situación de cambios pro-fundos, ha llevado a cuestionar no sólo a las propias disciplinas queestudian lo rural ^specialmente la Sociología Rural-, sino tambiénla propia relevancia de la ruralidad como objeto sociológico. El aná-lisis realizado en el texto muestra cómo ese cuestionamiento se deri-va de la tendencia, por parte de los planteamientos sociológicos, aintentar modelar a lo rural de manera coherente con los atributosimplícitos en el programa de la Modemidad, concretado éste en elproceso de urbanización. De su inclinación a jugar, además, unimportante papel, -no siempre consciente, evidente o explícito, perono por ello menos efectivo-, como actor fundamental a la hora de"legitimar una definición social de lo rural", como diría Marc Mor-mont (1996). Definición de lo rural en términos puramente geográ-ficos y genéticos, unitarios y homogéneos, lo que implica su carác-ter de forma históricamente concreta, monolítica, atrasada endefinitiva, llamada por tanto a desaparecer ante unas cambiantescondiciones materiales globales.

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Ante tal panorama, se ha estimado necesaria la búsqueda deargumentos teóricos entre las aportaciones que apuestan por un sen-tido, aún hoy, para la Sociología Rural. Las cuales parten de la cons-tatación de que sólo a través de un ejercicio reflexivo, que se pre-gunte sobre las consecuencias sociales de los discursos académicosy, a su vez, sobre las consecuencias para el discurso académico delas construcciones ideológicas, se puede comenzar a generar unanueva mirada científica sobre la ruralidad que emerge en la socie-dad postindustrial.

El siguiente paso me acercaría a las igualmente peliagudas cues-tiones que rodean al concepto de desan•ollo. En este sentido, se hacomenzado por argumentar la pertinencia de la reflexión sociológi-ca sobre el desarrollo, entendiendo que éste no se fundamentaexclusivamente en el despliegue del principio universal de raciona-lidad económica, concretado en la institución del mercado ni en sunaturaleza material, mecánica, evolutiva, instrumental.... Tambiénse ha planteado como la clásica oposición entre un marco global yunos escenarios locales, cuyas peculiaridades actúan de freno alprogreso, no resulta más que de la propia consideración simplista,unilineal y evolucionista del desarrollo -en términos únicamentehomogeneizantes y globalizadores, que suponen necesariamente ladesaparición de las diferencias territoriales- y de sus evidentes con-notaciones morales, ideológicas y voluntaristas.

Para tomar en consideración la categoría específica del desarro-llo rural, siempre desde una actitud interpretativa, no intervencio-nista, se ha propuesto un enfoque teórico integrador y relativamen-te novedoso. A través del cual he buscado acercarme a lamultidimensionalidad del desarrollo, concretada en la interacciónentre aspectos económicos, políticos, sociales, culturales y cogni-tivos. Para tal fin, se ha comenzado planteado una teoría general deeste objeto coherente con el estudio de los fenómenos macro o glo-bales. En ese sentido se ha encontrado el firme apoyo, dentro de laSociología Rural, de teorías como la de la Reestructuración, la cualtiene la virtud de situar las problemáticas de las sociedades ruralesen el interior de los procesos globales de transformación socioeco-nómica o, como afirman Marsden y otros, permite vincular "elcambio en lo local con el que se produce a nivel macro", lo queademás facilita "la aplicación de las corrientes principales de laSociología para investigar en la esfera rural" (1990: 11). Permi-tiendo, por tanto, una doble inserción -lógica y epistemológica-

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frente a la marginalización y especificidad derivada de otro tipo deenfoques. Pero una realidad compleja impone asimismo la consi-deración de los aspectos micro e intersubjetivos, lo que, tras la revi-sión de argumentos teóricos y conceptos claves en campos comocultura y conocimiento, ha conducido a su visualización desde unaperspectiva constructivista, con la cual se alinean las orientacionessocioculturales de la propia Sociología Rural: "el espacio es pro-ducido, reproducido y transformado por la sociedad" afirma Halfa-cree (1993: 27). Algo que sin lugar a dudas suscribiría Marc Mor-mont, quien llega a afirmar: "el estudio de qué representacionesconcurrentes se construyen a través de la ruralidad es quizás uno delos problemas centrales de la sociología rural actual, porque estasrepresentaciones determinarán el futuro de las regiones rurales"(1987: 19).

Subyacentes a los planteamientos teóricos de la Primera Partede este texto, a través de los cuales se ha buscado una toma deposición clarificadora, aunque sensible a la complejidad, de losconceptos de desarrollo y ruralidad, se hallan las principales cues-tiones a las que he pretendido responder en el resto del libro, conel respaldo del trabajo empírico en Liébana. Trabajo por tantomonográfico, pero alentado por la máxima sociológica de "ver logeneral en lo particular". Pasaré a considerar tales interrogantes,los cuales constituyen el reverso de las ideas de sentido común queimpregnan parte de los análisis de las ciencias sociales respecto aldesarrollo y a la ruralidad.

• En primer lugar, se ha cuestionado el propio carácter de lorural, explorando su definición en términos complejos y cam-biantes.

• Se ha procedido, asimismo, a considerar la relevancia de losaspectos sociales, culturales y políticos ^specialmente en suvertiente informal- en la comprensión del desarrollo rural,más allá de las connotaciones materialistas e institucionalistasque este término suele tener.

• Por último, se ha planteado el papel de lo rural no sólo comoobjeto de las políticas o las acciones institucionales, sinocomo escenario concebible del desarrollo, como espacioselectivamente emergente, lo que implica buscar las raíces detal puesta en valor.

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Responder a estas cuestiones exige mantener la vigilancia en losdistintos pasos del estudio. En este trabajo se afinna que la propiamirada de la Sociología Rural habría ayudado a distorsionaz, imagi-nar y, en último término, configurar o construir su objeto. Esto es,se le reconoce una importante capacidad prescriptiva 3. Del mismomodo que otras disciplinas, principalmente la economía convencio-nal, han construido un mito ^on efectos reales- en torno a la sepa-ración, autonomía y autorregulación de los fenómenos económicos.En ese contexto, el carácter de la apuesta metodológica, o más con-cretamente, de la estrategia de investigación, tiene una importanciadecisiva en la visibilidad o invisibilidad de determinadas dimensio-nes del objeto. Los aspectos de carácter micro, informal e inmate-rial de la vida socioeconómica, invocados en este marco hipotético,han resultado ignorados por los enfoques clásicos, especialmentesensibles a las cuestiones macro, formales y materiales. De ahí ladecisión de acercarse a los procesos de desarrollo en Liébana a tra-vés de técnicas de carácter cualitativo y, especialmente, a través dela observación participante. Con todo, la utilización complementa-ria de diversas fuentes cuantitativas ha perseguido conjurar el peli-gro de un excesivo énfasis culturalista o fenomenológico.

Creo oportuno detenerse un poco más, dentro de esta presenta-ción, en las peculiaridades del desarrollo de la investigación cuyosresultados este libro recoge. Reconociendo que, quizás, debanmucho a mi juvenil consideración de la Sociología como aventura.Así, con la misma ansiedad y angustia que, pese a la planificacióny la intensa preparación, uno siente bajo una vertical pared en losmomentos previos a la ascensión, comencé mi estancia de investi-gación en la comazca, ubicado en una remota cabaña de uno de susvalles periféricos. Aún no había tenninado el invierno. Ese periodo,en el que se conseguiría el mayor grado de "extrañamiento" porparte de la colectividad local, fue concebido para desarrollar loscontactos más formales, realizando así la mayor parte de las entre-vistas en profundidad y alguno de los grupos de discusión. Pero,como se había previsto de antemano, el tiempo y el roce van gene-rando solidaridades, incluso entre un sociólogo y gentes tan pecu-liares como las lebaniegas. Del carácter formalizado, y en buena

3 Por carácter prescriptivo de las Ciencias Sociales eMiendo su capacidad de modelar larealidad a través de sus interpretaciones de esta, independientemente del carácter "correcto" o"incorrecto" de tales interpretaciones.

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medida concreto de esa primera información, se iría pasando a uncaudal mucho más abundante en los meses sucesivos. En ellos con-seguiría, gracias a mis habilidades "extrasociológicas", familiari-zanme sucesivamente con las principales actividades desarrolladasen la zona: participando en labores agrarias y ganaderas; descu-briendo que además de pastores de vacas y ovejas existen "pastoresde bacterias", esto es, colaborando en la elaboración de quesos,durante varias semanas, en una industria artesanal; y, lo que a lapostre sería mi actividad principal, actuando, en una empresa turís-tica de la zona, como guía de los denominados "deportes de aven-tura". Todo ello ayudaría a percibir las problemáticas menos evi-dentes de las actividades económicas, a descubrir "desde abajo" loque, con ciertas resonancias abstractas, denominamos construcciónsocial del desarrollo rural: que junto a los aspectos técnicos y mer-cantiles existen cuestiones éticas, de identidad, de imagen, de senti-mientos...

En todo este tiempo mi integración en la sociedad local se incre-mentaría notablemente.Ya no era un distante universitario, sino unomás en la extraña fauna de nuevos residentes que se hallan en lazona. Paza los turistas, uno más a secas. La concreción del progra-ma de investigación en cada uno de estos cambiantes roles persona-les permitiría el acceso a diferentes perspectivas, a distintos y plu-rales niveles de información. Finalmente, tras contemplaz el ritmode las estaciones sucediéndose en las laderas de los Picos, llegó elmomento de decir adiós y entregarse de lleno a las obligaciones aca-démicas.

Con todo, el propio análisis de la rica información recogida, asícomo el paso del tiempo, descubría ciertos aspectos que debían seriluminados con más detalle o, sobre todo, fenómenos que merecíanser contemplados en su evolución. Fue por ello que en la primaveradel 1998 acudiría de nuevo a Liébana para, esta vez con un plan detrabajo más reducido, añadir perspectiva a lo estudiado en la faseprincipal del trabajo de campo.

El resultado de este peregrinaje lo tiene el lector ante sí. Peroantes de entraz en su desarrollo pormenorizado, me detendré sobreel mensaje que las restantes paztes del libro pretenden transmitir.Así, la segunda parte comienza exponiendo los rasgos estructuralesmás evidentes y los principales atributos de la imagen de la comar-ca en la que se centra el estudio. Unos y otros configuran un espa-cio mítico y único. Es el caso de las propias cazacterísticas geográ-

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ficas, donde unos valles relativamente fértiles y especialmente cáli-dos paza su entomo geográfico se sitúan en el corazón de las mayo-res alturas de la Cordillera Cantábrica. En el texto se ha comparadocon el cinematográfico "Shangri La" o"Shamba La", el país de laeterna primavera perdido en el corazón de los himalayas, para recal-car esa construcción mitológica. Ciertamente, aún salvando las dis-tancias, he tenido la oportunidad de experimentar como el reen-cuentro con la vida que supone pasaz de las montañas himaláyicasa los fértiles valles nepalíes, evocaba en mi mente un caudal de sen-saciones tantas veces percibidas cuando, durante el invierno, aban-donaba las alturas de los Picos de Europa y me internaba en los bos-ques hasta llegar a los pueblos del llano. Quizás esas formas depercepción del espacio fueran creando unos relatos históricos-superpuestos a la historia real y concreta-, también de cazáctermítico, donde Liébana aparece como uno de los puntos clave en laépica fundacional hispana: así, cuenta la tradición que en sus vallessucumbirían más musulmanes que en Covadonga, siendo en estecaso la naturaleza ^omo actor de la voluntad divina- la encargadade borraz, mediante una impresionante avalancha de piedras provi-niente de la Peña Subiedes, a los ejércitos infieles. Pero más que enla batalla de las armas destaca Liébana en la batalla de las ideas, enla defensa doctrinal del cristianismo, o lo que es lo mismo, en ladefensa política de la monarquía asturiana. Y es aquí donde el nom-bre de Beato de Liébana debe ser recordado. También es notable elhalo de tradicionalismo que se vincula a la sociedad lebaniega -sinduda producto de la fuerte influencia que la casa ducal del Infanta-do ejerce, durante siglos, en la comarca- el cual se manifiesta a tra-vés de lo que numerosos historiadores denominan como su "lazgaedad media". Si a tan ricas resonancias mitológicas le unimos en laactualidad una serie de rasgos estructurales, como el profundo enve-jecimiento de la población comazcal, la masculinización de deter-minados grupos de edad o la fuerte impronta que en la estructurademográfica han dejado las migraciones de décadas pasadas, com-prenderemos por qué Liébana encarna, idealmente, el azquetipo deltópico rural.

Surge de inmediato un nuevo interrogante: ^que sentido tienehablaz, en ese contexto apazentemente petrificado y decadente, dedesarrollo rural? La respuesta a tal pregunta nos acerca a una seriede condiciones no evidentes a través de la construcción mítica de lacomazca, o de la lectura ingenua de sus rasgos más evidentes, que se

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convierten en síntomas que abren la puerta a la consideración de lapuesta en valor de la ruralidad, de su desarrollo. Comenzando poruna historia que no se agota en el sentido aparentemente predeter-minado y simple del relato mitológico, y que se ha reconocido diná-mica y multilineal. En unos movimientos migratorios que ya hacealgún tiempo han dejado de ser masivos, generalizados y unidirec-cionales -hacia el exterior de la comazca-, y que se vuelven máscomplejos, tanto en su variedad de ritmos y tiempos como en los flu-jos y reflujos, las idas, las llegadas, las vueltas... de una so ĉiedadmovilizada e itinerante. Y una esfera económica, escenario por anto-nomasia del desazrollo, cada vez más diversificada tanto desde elpunto de vista sectorial, de rentas, de la ocupación... La mayor partede estos aspectos se encuentran recogidos en la tercera parte deltexto, dónde se van dibujando los escenarios desde los que entenderel desarrollo local. De éstos se ha destilado la importancia simultá-nea de elementos de ámbito global y local; de naturaleza formal einformal. Unos y otros han sido evidenciados a través de la consta-tación de una serie procesos socioeconómicos, claves en la com-prensión del carácter emergente de la comarca. Citazé, en primerlugaz, la reestructuración económica, con sus efectos tanto a escalaglobal como en el sentido del reforzamiento de las interaccionesentre los grandes escenarios económicos y lo que ocurre en el ámbi-to local, en el que se asiste a una profunda reorganización económi-ca, especialmente evidente en la ganadería de vacuno de leche, aun-que también perceptible en el resto de sectores y actividades conpresencia en la comazca. Otros procesos se manifiestan a través de lacreciente intervención del Estado, tanto en su formulación más clá-sica paza con el espacio rural -modernizador y promotor de infraes-tructuras, como el teleférico de Fuente Dé-, bien como agente regu-lador de las actividades económicas o, en los últimos tiempos, comopropulsor de una política específica de desarrollo territorial, a ins-tancias de la Unión Europea, de la que el Programa PRODER es unade sus principales manifestaciones. También se ha destacado la pro-gresiva apuesta por una diferenciación territorial incorporada a losproductos locales ^uesos, legumbres, orujos...-, en el mazco de unaeconomía de signos, en la que, a su vez, se comprenden determina-das prácticas como el turismo. Cierra esta relación la creciente inter-dependencia de las distintas actividades -hecho este cada vez máspercibido por los agentes económicos: hosteleros, transformado-res...-, no sólo a través de los distintos mecanismos de interrelación

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y de la dépendencia respecto a la imagen territorial, sino a través del"redescubrimiento" de la importancia de la reciprocidad y, en últimotérmino, de distintas formas de integración que han llevado a replan-teaz prácticas de carácter asociativo.

Reestructuración, intervención estatal, diferenciación e interde-pendencia, se muestran por tanto como aspectos claves, desde laperspectiva socioeconómica, en la construcción de la puesta envalor de la ruralidad lebaniega. Pero este acercamiento, sensible yaa elementos de naturaleza diferente a la puramente mercantil o tec-nocrático, sigue siendo insuficiente. Frente a la idea de procesosorganizativos anónimos y mecánicos, resulta necesazio recuperar alos diferentes y plurales agentes que protagonizan esas transforma-ciones económicas. La cuarta parte del libro busca mostrar los inte-reses, las pugnas y alianzas, la transformación en proceso de estosagentes. En definitiva, recuperaz la idea del desarrollo no ya tan sólocomo proceso institucional o mercantil, ni siquiera únicamentesocioeconómico, sino, como se ha hecho evidente en el estudio,también de carácter sociopolítico. Todo ello se ha intentado ilustrara través del conocido y polémico proceso de ampliación del primi-tivo Pazque Nacional de la Montaña de Covadonga -primer espacioprotegido de estas características en España, indisolublemente vin-culado a la figura de Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa- y suconsiguiente transformación en Pazque Nacional Picos de Europa.Un acontecimiento en el que se dan cita una gran diversidad deagentes e intereses, -vinculados unas veces al ámbito local y otrasal exterior de la comarca-, que ha puesto en evidencia no sólo ladimensión sociopolítica del desarrollo, sino también aquí, la dispa-ridad de factores que a este nivel intervienen. Entre estos, he desta-cado la contigtiidad que se establece entre elementos de naturalezadiversa: puramente cognitivos, como cosmovisiones, representacio-nes y discursos; cognitivos aunque de fuerte orientación pragmáti-ca: como los modelos genéricos y patrones concretos -productivis-tas y postproductivistas- de gestión; y, por último, estrictamentepragmáticos, como los usos, y actividades de estos agentes. Sin quesea posible afirmaz, de manera general y categórica, la prevalenciade unos y otros en una dinámica continua de "interiorización de losuniversos exteriores", y"objetivación de los universos interiores",como resultado de las prácticas individuales y colectivas de los

• actores. Como según Philippe Corcuff (1998), argumentan los pos-tulados constructivistas.

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El conflicto en torno a la ampliación del Pazque Nacional es lamanifestación más evidente de un profundo cambio social, comocausa y consecuencia del proceso de desazrollo, que afecta e impli-ca al papel y a los rasgos de los distintos agentes sociales. Tanto res-pecto a los contenidos de los atributos de género y generación, sus-tancialmente modificados, como al cambiante protagonismo dedistintos grupos sociales entre las élites comazcales. Protagonismoestrechamente relacionado con coaliciones tanto a escala localcomo extralocal. En este sentido, si el cazácter comunitario era unode los rasgos más destacados paza los estudiosos de la organizaciónsocial lebaniega tradicional ^arácter comunitario que no ha deenmascazar un sistema de estratificación local, vinculado al domi-nio patrimonial de las "casas fuertes"-, el proceso de individuaciónconstatado supone la pérdida de relevancia del marco local respec-to a la dominación. Individuación manifestada en la creciente inde-pendencia económica, intergeneracional, de género, que no abre,con todo, las puertas a una sociedad igualitazia o meritocrática: sim-plemente hace que debamos referirnos a escalas más amplias a lahora de describir los sistemas de estratificación social y domina-ción. Como afirma Luis Camarero, para el caso de la ruralidad nava-rra -haciéndose eco de los planteamientos de Vicente-Mazariegos-,"dentro de la sociedad itinerante la red social es ubicua y supera concreces el marco local" (Camazero et al., 1998: 176).

Idas y vueltas, cambios y conflictos, nuevos o renovados acto-res: procesos todos ellos que pazecerían resultaz fatales para losreferentes colectivos. Sin embargo, se han recogido numerosos ele-mentos que muestran la reconstrucción del sentido y la identidadlocal. Para ello ha sido necesario definir el consenso no como mutuoajuste desinteresado, sino como la imposición -temporal y siempresujeto a revisión- de un orden normativo legitimado paza las colec-tividades locales. En la fabricación del consenso juegan tambiénelementos de muy diversa índole, como muestran a la postre losusos, modelos de gestión, atributos y representaciones del espacio,principal soporte de la identidad y, por tanto, del reconocimientoexterior. Una identidad que se configura así como la principal fuen-te de la condición de ruralidad.

Por este camino llegará el lector al apartado conclusivo del texto,dónde se expondrá el carácter social de la ruralidad, en cuanto espa-cio representacional vinculado a la reconstrucción identitaria de lassociedades postindustriales y postmodernas o, más concretamente,

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de los plurales grupos y referentes sociales que aspiran a ser domi-nantes en ese contexto. Carácter representacional que permite eldesarrollo -la puesta en valor- de lo rural en el marco de una eco-nomía ya no centrada en objetos materiales, sino una economía designos y espacios.

En el sentido de tales conclusiones se hallan implícitas las apor-taciones que este trabajo ha pretendido realizar al conocimiento desu objeto. La principal de éstas se podría resumir en una sola frase:proporcionar un enfoque realista para la consideración del desarro-llo rural. Pero un realismo ampliado, sensible por tanto a la com-plejidad, principal rasgo definitorio de lo social. Para ello se ha bus-cado proponer, desde una realidad concreta, argumentos paralegitimar la relevancia de elementos socioeconómicos, culturales ysociopolíticos en la puesta en valor de las economías rurales. Final-mente, a través de la clarificación de la naturaleza social de lo rural,se ha pretendido tomar postura a favor de un reforzamiento de laSociología Rural, frente a su pretendida irrelevancia epistemológi-ca. Ya que a través de su consideración de lo rural se nos muestra,cada vez con más nitidez, nuestra sociedad global.

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PARTE PRIMERA:

EL CARÁCTER COMPLEJO DELDESARROLLO RURAL

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