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    Plazas para los antepasados: Descentralizacin y podercorporativo en las formaciones polticas preincaicas

    de los Andes circumpuneos

    AXELE. NIELSEN1

    RESUMEN

    En este artculo sostenemos que entre las sociedadescircumpuneas del Perodo de Desarrollos Regionales Tar-do (1250-1430 DC) se encontraban ya presentes varias delas prcticas de gobierno descentralizado y apropiacincorporativa de recursos observadas en los Andes por losinvasores europeos en el siglo XVI. Para fundamentar esta

    propuesta, partimos considerando algunas prcticas pol-ticas vinculadas con la integracin segmentaria y el cultoa los antepasados documentadas etnohistricamente, po-niendo nfasis en las expresiones materiales asociadas.

    Luego se presentan los resultados de investigaciones ar-queolgicas realizadas en las plazas y estructuras asocia-das de dos grandes conglomerados circumpuneos del si-glo XIV Los Amarillos (quebrada de Humahuaca) y

    Laqaya (Norte de Lpez) demostrando la presencia deevidencias derivadas de aquellas prcticas.

    Palabras claves:Perodo de Desarrollos Regionales Humahuaca Lpez culto a los antepasados chullpas prcticas corporativas complejidad social.

    ABSTRACT

    We propose that several practices of decentralizedgovernment and corporate resource appropriationobserved in the Andes by the European conquerors in the16th century were already present among Circumpunasocieties during the Late Regional Developments Period(AD 1250-1430). To support this statement, we begin byconsidering some ethonhistorically documented political

    practices related to segmentary integration and ancestorveneration, putting emphasis on some of the materialcorrelates that could be associated with them. Then, we

    present the results of archaeological research conductedin the plazas and associated structures of two largeCircumpuna, nucleated settlements that were used duringthe 14thcentury Los Amarillos (quebrada de Humahuaca)and Laqaya (North Lpez) demonstrating the presenceof evidences derived from those practices.

    Key words: Regional Developments Period Humahuaca Lpez ancestor worship chullpas corporativepractices social complexity.

    Recibido: septiembre 2005. Aceptado: febrero 2006.

    Introduccin

    Pocos investigadores cuestionaran la idea de queel trnsito, durante los primeros siglos del segun-do milenio DC, entre el Perodo Medio o Forma-tivo Tardo y el Perodo Intermedio Tardo o deDesarrollos Regionales, implic cambios socialesprofundos en la mayora de los pueblos circum-puneos. Menos acuerdo existe, sin embargo, encuanto a la interpretacin de estos cambios.Especficamente, qu diferencias existen entre lasformaciones econmicas y polticas de fines delprimer milenio DC y las que caracterizaban a es-tos pueblos al momento de la expansin incaica?Se trata simplemente de cambios en la escala(demogrfica, territorial, productiva) de estas or-ganizaciones, o se trata de una transformacin msprofunda, del modo en que se relacionan las per-

    sonas y se constituyen las colectividades? Eviden-temente, estamos lejos an de contar con la evi-dencia necesaria para responder a estas pregun-tas, por lo que nuestro propsito aqu es slo con-tribuir a la reflexin sobre el tema a travs de ladiscusin de las prcticas desarrolladas en los es-pacios pblicos de algunos de los grandes con-glomerados habitacionales circumpuneos delPerodo de Desarrollos Regionales. Elegimos estaentrada al problema bajo la sencilla premisa deque lo que la gente hace en el espacio pblico

    guarda una estrecha relacin con las institucionesy representaciones que rigen la vida poltica de lacomunidad y estructuran el espacio social en suconjunto (sensu Bourdieu 1980).

    Como lo sealaron hace tiempo Madrazo yOttonello (1966), algunas de las manifestacionesarqueolgicas ms dramticas de las transforma-ciones sociopolticas aludidas al comienzo se en-cuentran en los asentamientos, que sobre todoen las regiones con economas agrcolas aumen-

    tan rpidamente su tamao y concentracinedilicia, adems de trasladarse a emplazamientosde valor defensivo. Otra novedad que muestran

    1 CONICET - Instituto Interdisciplinario Tilcara, Universi-dad de Buenos Aires, Tilcara. Casilla de Correo 14 (4624)Tilcara, ARGENTINA. Email: [email protected]

    Estudios Atacameos N 31, pp. 63-89 (2006)

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    los poblados de esta poca es la aparicin de es-pacios pblicos de reunin claramente definidos.A veces estas plazas2 aparecen como grandesreas despejadas que se recortan claramente con-tra la densa red de edificacin de los conglomera-

    dos (p.e., Tastil en el Toro, Juella en Humahuaca,Cruz Vinto en el Norte de Lpez), en otros casosse trata de recintos de forma irregular encerradospor muros, pero de excepcional tamao (LosAmarillos en Humahuaca, Laqaya en el Norte deLpez). Algunos se encuentran cerca del centrogeomtrico de los sitios, mientras que otros seubican hacia los bordes (Volcn en Humahuaca,Doncellas en la puna) o hasta segregados del n-cleo habitacional (Likn en el Loa Superior), apro-vechando elevaciones naturales del terreno. A

    menudo se asocian a los principales accesos o seconstituyen en nodos donde convergen las redesde circulacin interna de los poblados. Estas pro-piedades, como capacidad excepcional en relacinal contexto edilicio, alta visibilidad (tanto exposi-cin como dominio visual en relacin a las insta-laciones) y centralidad en las redes de circulacin,permiten afirmar que las plazas constituan ele-mentos destacados en la experiencia cotidiana delas comunidades de la poca.

    Los espacios pblicos no se presentan en todoslos conglomerados preincaicos, sino aparentemen-te slo en los de mayor tamao relativo para cadaregin. Ms an, algunos de los poblados de ma-yor envergadura (Tastil, Los Amarillos) parecencontar con varias plazas de distintos tamaos ycaractersticas, que suponemos afectas a diversas

    actividades. La distribucin diferencial de estosespacios y su aparente correlacin con el tamaode las comunidades asociadas nos llev hace tiem-po a ver en los espacios pblicos un principio dediferenciacin de los asentamientos y una expre-

    sin del surgimiento de estructuras polticasmulticomunitarias de una escala sin precedentese internamente jerarquizadas, al menos en trmi-nos del control diferencial que ejercan ciertossectores sobre prcticas y situaciones de impor-tancia pblica (Nielsen 1996b, 2002).

    En esta oportunidad queremos dar un paso ms,buscando precisar cules fueron algunas de estasprcticas polticas y lo que implican para enten-der la organizacin y dinmica de las formacio-

    nes sociales que se constituyeron en los Andescircumpuneos durante los primeros siglos delsegundo milenio de nuestra era. Con este objeti-vo, en las prximas pginas presentamos y discu-timos los resultados de investigaciones realizadasen dos espacios pblicos insertos en dos grandesconglomerados que parecen haber alcanzado sumximo tamao y complejidad en el siglo XIV,en vsperas de la conquista incaica: Los Amari-llos en la quebrada de Humahuaca y Laqaya en elNorte de Lpez.3

    El trabajo se desarrolla en seis secciones princi-pales. En la primera se resean algunas caracte-rsticas de las formaciones sociales de orientacincorporativa o comunal compleja. La segunda ytercera destacan datos proporcionados por laetnohistoria y la etnografa sobre la existencia deprcticas entre los pueblos surandinos que nosremiten a algunas de estas formas organizativas,generando a partir de ellas algunas expectativas

    2 Para simplificar la terminologa, nos referiremos a estasreas como espacios pblicos aunque entendemos queexisten otros tipos de espacios pblicos formal yfuncionalmente diferentes como, por ejemplo, las propiasvas de circulacin o sectores defensivos de los pucaras,por mencionar slo algunos o plazas, tomando en esteltimo caso como referencia la definicin formal que ofre-ce la Real Academia Espaola (2001: 1784): (Del lat. vulg.*platt_a). f. Lugar ancho y espacioso dentro de un poblado,al que suelen afluir varias calles, sin adoptar supuestos so-bre su funcin o significado. El uso del adjetivo pblicoslo se refiere a que, dada su gran capacidad y accesibilidad,es razonable inferir que fueron espacios diseados para serocupados por gran nmero de personas; no pretendemostransponer al pasado andino las connotaciones que la opo-sicin pblico-privado asume en nuestra propia cultura.En otros trabajos (Nielsen 1996a) hemos empleado en este

    sentido espacios de ocupacin comunitaria, expresin quepreferimos no utilizar ahora para no complicar innecesaria-mente el texto.

    3 Designamos Norte de Lpez a la regin arqueolgica co-rrespondiente al salar de Chiguana y la porcin sur de lacuenca de Uyuni, que como regin ecolgica se distinguedel resto del altiplano al sur del gran salar por ser la nicaque permite el desarrollo de una agricultura econmica-mente significativa (Nielsen 1997). Es preciso sealar, sinembargo, que en la literatura y documentacin histricas elnorte de Lpez abarca comunidades situadas al norte delSalar, como Llica y Tahua. Esta diferencia podra suscitarconfusiones, pero hay que tener en cuenta que antes denosotros Lecoq (1999) ya haba englobado las tierras alnorte del salar de Uyuni donde haba investigado en loque llam Regin Intersalar. Esta distincin tiene, ade-

    ms, relevancia arqueolgica, ya que existen diferenciasentre la cultura material de los sitios prehispnicos tardosde la margen norte y sur del salar de Uyuni.

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    respecto al uso de los espacios pblicos. La cuar-ta y quinta seccin presentan sintticamente losresultados de las investigaciones arqueolgicasrealizadas en los dos sitios mencionados. En elapartado final se discute el significado que po-

    dran tener los datos presentados a la luz de laspropuestas tericas y etnohistricas delineadas alcomienzo.

    Modos de integracin y unidades de

    apropiacin

    Hace tiempo ya, McGuire (1983) seal la im-portancia de tratar con independencia analticadistintos aspectos de la complejidad social, iden-tificando a la heterogeneidad y a la desigualdad

    como dos dimensiones fundamentales de este fe-nmeno. Durante la ltima dcada, la literaturasobre formaciones sociales de orientacin corpo-rativa (Blanton et al. 1996; Feinman 2000) o co-munal (McGuire y Saitta 1996) ha puesto de re-lieve dimensiones de variabilidad ms especficasignoradas por los modelos neoevolucionistas so-bre el surgimiento de las jefaturas (Earle 1997) yla desigualdad social (Hayden 2001), que han pri-vilegiado la consideracin de prcticas polticasde orientacin individualista y basadas en la ex-clusin social. Teniendo en cuenta que el pensa-miento neoevolucionista ha ejercido una verdade-ra hegemona heurstica en la arqueologasurandina desde la dcada de 1970, la reflexinterica sobre las formaciones corporativas cobraespecial importancia, ya que nos ofrece la posibi-lidad de pensar las sociedades prehispnicas delrea desde una ptica diferente.

    En su artculo sobre teora procesual-dualBlanton y colaboradores (1996), retomando apor-tes de numerosos autores anteriores, caracterizan

    a las sociedades corporativas por oposicin a lassociedades de red (network). Estas dos estra-tegias o modos de accin poltica representa-ran extremos en un eje de variacin continua queintersectara perpendicularmente al de igualdad-jerarqua (Feinman 2000: 32), definiendo as unadimensin independiente para el anlisis de ladiversidad en formaciones sociales con distintogrado de complejidad. Una consideracin detalla-da de esta propuesta, pone en evidencia que elcontinuo de red-corporativo comprende en rea-

    lidad distintos aspectos que, a falta de argumen-tos que establezcan su relacin y posible interde-pendencia, convendra tratar como variables

    organizativas diferentes. Interesa aqu destacar dosde estas dimensiones, que podramos denominarel modo de integracin poltica (centralizado-des-centralizado) y las unidades sociales de apropia-cin de recursos (individuos-grupos). La conside-

    racin de estas y otras variables permite llevar lareflexin ms all del problema de decidir si unasociedad determinada es ms o menos desigual ocompleja hacia la investigacin de las mltiplesformas que puede asumir esa desigualdad o com-plejidad.

    Por modo de integracin poltica nos referimosa la distribucin de las capacidades de decisinsobre asuntos de inters colectivo entre los inte-grantes de una unidad poltica discreta. En un

    extremo, estas pueden concentrarse en un indivi-duo o grupo (centralizacin), mientras que en elotro se encontraran dispersas entre muchos o to-dos los miembros de la colectividad (descentrali-zacin), requirindose la concertacin de mlti-ples voluntades para la toma de decisiones de in-ters comn. El modo de integracin podra pen-sarse como un aspecto de la desigualdad que com-promete a la distribucin del poder poltico, peroteniendo en cuenta que la circulacin de esta for-ma de capital posee una dinmica distintiva(Bourdieu 1991) conviene analizarlo como uncampo de accin diferente a los que se constitu-yen en torno a la circulacin de capitales econ-micos o culturales. Como tal, interesa no slodescribir su forma en un caso determinado (p.e.,su grado de centralizacin relativa), sino las es-trategias o prcticas concretas a travs de las cua-les los actores negocian la distribucin de recur-sos en cuestin.

    Los arreglos institucionales como las prcticassocialmente reproducidas y cosmolgicamente

    legitimadas (Douglas 1986: 46) que permitiransostener un orden descentralizado, aun en el casode Estados y otras sociedades complejas, son muyvariados. Algunos ejemplos que han sido mencio-nados en la literatura sobre formaciones corpora-tivas incluyen: el gobierno mediante concertacinde todos los miembros de la colectividad (asam-bleas) o de representantes de todas las unidadessociales que la componen; el nfasis en el com-portamiento (moral o ritualmente) ejemplar comocondicin del gobernante y mecanismos de co-

    municacin reflexiva que sometan regularmentelas autoridades a evaluacin pblica; la retencinde facultades polticas (p.e., nombrar o fiscalizar

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    autoridades, ciertas decisiones) por parte de lasunidades sociales de orden inferior en la estructu-ra y la participacin activa de estas unidades enel ceremonial pblico y en el control de otros ri-tos de importancia para la reproduccin cultural

    del grupo. En ausencia de instituciones centralescon suficiente poder para prevenir coactivamentela fisin de las unidades constitutivas, las forma-ciones polticas descentralizadas se caracterizantambin por la vigencia de prcticas tendientes areforzar la identidad y cohesin del conjunto.Entre ellas se encuentra el nfasis en expresionesrituales y cdigos cognitivos ampliamente com-partidos, as como en el uso de materialidadescomunes (arquitectura, vestimenta, elementos deuso cotidiano) que refuerzan la experiencia de

    pertenecer a una misma comunidad (Blanton etal. 1996; Blanton 1998: 154-170; Feinman 2000).

    Si bien la descentralizacin ha sido reiteradamen-te sealada como un atributo de las sociedadescorporativas o comunales, estos ltimos con-ceptos no se refieren tanto a la distribucin delpoder poltico (o de otro tipo) en la sociedad ensu conjunto como al tipo de unidad social, donderesiden estas capacidades o en el control de losrecursos que las sustentan. Mientras que en lassociedades de red son los individuos quienes seapropian directamente los recursos (bienes sun-tuarios o de subsistencia, conocimiento, lealtades,prestigio) en las sociedades corporativas estos seencuentran en poder de grupos, pudiendo usufruc-tuarlos los individuos slo en virtud de su perte-nencia a determinadas colectividades. La dimen-sin individual-corporativa, como eje de tensino negociacin propia de toda organizacin polti-ca, se define por la confrontacin de dos tipos deestrategias: una de ellas articulada en torno a losintereses individuales de los actores, la otra a par-

    tir de intereses o proyectos compartidos por con-juntos de personas.

    Las prcticas que mantienen el control corporati-vo sobre distintos tipos de capital son tambindiversas, pero generalmente incluyen cierta repre-sin o enmascaramiento de la identidad y otrasexpresiones individuales a favor de los referentescolectivos, lo que resulta en cierto anonimato delpoder. Esto se refleja, por ejemplo, en la escasaimportancia que revisten en estas formaciones el

    consumo conspicuo y otras formas de glorifica-cin de los gobernantes o miembros de la lite(los indicadores arqueolgicos ms utilizados para

    argumentar sobre el surgimiento de sociedadescomplejas), que ceden paso a ceremonias pbli-cas centradas en principios cosmolgicosinclusivos, con nfasis en la redistribucin, en losemblemas de mando y en los cdigos cognitivos

    que sustentan el orden social. Si existen jerarquas,estas no privilegian a individuos, sino a grupos ocategoras de personas definidas por descenden-cia, ocupacin, etnicidad o algn otro criterio.

    Integracin segmentaria y apropiacincorporativa en los Andes

    Como es sabido, durante las ltimas dcadas laarqueologa andina ha hecho amplio uso de mo-delos etnohistricos y etnogrficos para interpre-

    tar la economa de las sociedades prehispnicas,pero salvo contadas excepciones (p.e., Aldunate yCastro 1981; Castro et al. 1984; Schiappacasse ycolaboradores 1989), apenas ha explorado lasposibilidades de estas fuentes de informacin paramodelar las estructuras y prcticas polticas pre-tritas. Recin durante la ltima dcada se advierteentre los arquelogos un inters por desarrollarms sistemticamente esta lnea de investigacin(p.e., Albarracn 1996; Isbell 1997). La conside-racin de las sociedades andinas histricas esimportante para nuestro argumento, ya que per-mite relacionar algunos de los arreglosinstitucionales recin delineados en forma gen-rica con prcticas especficas, comenzando as avisualizar las evidencias arqueolgicas que podranresultar de ellos. Como el tema ha sido reciente-mente tratado en la literatura, nos limitaremos aqua hacer una resea selectiva4 con el nico prop-sito de generar expectativas respecto al uso de losespacios pblicos que sirvan como marco de re-ferencia para la interpretacin de los datos arqueo-lgicos.

    4 Esta sntesis combina referencias a la organizacin de gru-pos quechua y aymara hablantes de diversas regiones, pa-sando por alto importantes diferencias entre ellos. As, porejemplo, el trmino ayllu posee connotaciones muy diver-sas segn el lugar, enfatizando en algunos casos los aspec-tos territoriales, en otros, el parentesco. Nuestro propsito,sin embargo, no es describir las prcticas polticas de ungrupo particular, sino extraer algunos principios organi-zativos generales vigentes en distintas partes de los Andesa la llegada de los europeos para utilizarlos como hiptesiscuya pertinencia para la interpretacin de casos particula-res ser evaluada arqueolgicamente.

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    La etnohistoria indica que muchos de los seo-ros tnicos encontrados por los europeos en losAndes en el siglo XVI respondan a una estructu-ra segmentaria5 en la que se reconocen algunasde las formas de gobierno descentralizado y de

    apropiacin corporativa mencionadas anteriormen-te. Las organizaciones segmentarias se caracteri-zan por la yuxtaposicin de unidades semejantesque retienen su identidad y autonoma relativa,aunque subordinndose a una estructura polticamayor. En el caso andino, esas unidades eran losayllus, que se agrupaban formando niveles degestin crecientemente inclusivos (ayllus meno-res, mayores, mitades, grupos tnicos, confedera-ciones) cada uno de ellos a cargo de autoridadeso curacas (jilaqatas, mallku, qhapaq mallku),

    acompaados a menudo por segundas personas,cuyas atribuciones abarcaban desde el cogobiernohasta el reemplazo o sucesin (Platt 1987: 73). Almenos en los niveles superiores de la estructura,estas autoridades eran provistas exclusivamentepor ciertos aylluo casas principales (Platt 1987;Izko 1992; Prssinen 1992). Como responsablesde las funciones de gobierno y el culto a lashuacas, los curacasperciban servicios, transfor-mando de este modo sus privilegios polticos enformas excepcionales de apropiacin del trabajocomunitario. A pesar de estas desigualdades es-tructurales, cada parcialidad retena el controlsobre los medios de produccin bsicos (la tierray la fuerza de trabajo), el derecho a nombrar ofiscalizar las autoridades locales y la devocin asus huacas. Se combinaban de este modo institu-ciones de gobierno centralizadas-jerrquicas conotras descentralizadas-heterrquicas en el seno delas mismas formaciones polticas.

    Como sucede en otras sociedades segmentarias(Kuper 1982), la identidad de los ayllus se fun-

    daba en dos lgicas indisolublemente unidas: unaterritorial, otra de parentesco. De acuerdo a laprimera de ellas, los miembros del ayllueran per-sonas que administraban corporativamente la tie-rra y otros recursos estratgicos asociados a ella,como el agua o las pasturas (Rasnake 1989: 54;Izko 1992: 47-48). Segn la lgica del parentes-co, eran descendientes de antepasados comunes,

    reales o mticos, que se consideraban propieta-rios ltimos de la tierra y fuentes de toda autori-dad. En este sentido, la memoria de los antepa-sados actuaba como sustento ideolgico de laidentidad, autonoma y autarqua relativas de cada

    aylludentro de la estructura poltica mayor. Estamisma lgica, sin embargo, operaba tambincomo justificacin de las jerarquas polticas. Elderecho de cada linaje o ayllua proveer las auto-ridades y a percibir los tributos correspondientesse relacionaba con la posicin que ocupaba suancestro fundador en una jerarqua que abarcabano slo a los antepasados, sino a otras huacasoentidades sobrenaturales, cuyas relaciones tam-bin se entendan de acuerdo a la lgica del pa-rentesco, como una cadena de descendencia en-

    tre deidades. Los informes de los extirpadores deidolatras, como el Padre Arriaga (1968 [1621]:22-32), por ejemplo, reconocen una jerarqua decuatro rangos:

    1. El sol (Punchao o Inti), la luna (Quilla), cier-tas estrellas (p.e., las Plyades u Oncoy), el rayo(Libiaco Illapa) y la tierra (Mamapacha).

    2. Pacarinas, lugares de origen de cada grupovenerados en forma de cerros destacados(Mallkus), lagos o grandes rocas.

    3. Malquiso huesos o momias de sus ancestrospaganos, que llaman los hijos de las huacas.

    4. Rocas de formas singulares o conopas, consi-derados dolos o deidades del mundo domstico.

    Tambin existan diferencias de rango entre lospropios antepasados. Las tradiciones orales expli-caban cmo estas asimetras derivaban de jerar-quas de origen, relaciones de parentesco entremalquiso haban surgido en el curso de aconteci-mientos blicos, cuando ciertas huacas haban es-tablecido su supremaca sobre otras o conquista-do nuevos territorios.6 Estas tradiciones incluantambin informacin sobre la distancia geneal-gica que presuntamente separaba a linajes y par-cialidades especficas de aquellas entidades ances-

    5 Ha sido mrito de Albarracn (1996, 1997) llamar la aten-

    cin sobre las posibilidades del modelo de organizacinsegmentaria para la interpretacin de las estructuras polti-cas prehispnicas en los Andes.

    6 Este punto establece una conexin directa, al menos a nivelde la memoria colectiva, entre las antiguas guerras y el

    surgimiento de asimetras polticas propias de las organiza-ciones segmentarias, como lo propone Platt 1987 (Nielsen1996b, 2002).

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    trales. Se completaba as una lgica que conjuga-ba argumentos histricos contingencias mticasy genealgicos para anclar las desigualdades so-ciales as como sus limitantes institucionales enun modelo cosmolgico ampliamente compartido.

    Es importante destacar que las jerarquas queapuntalaba esta ideologa estaban referidas a gru-pos antes que a individuos. A diferencia de lo quesucede con la veneracin a los antepasados ensociedades de red (p.e., entre los Mayas clsicos[McAnnany 1995]), en los Andes la memoria delos ancestros operaba como una forma dedespersonalizacin de la autoridad, cuyos po-deres no estaban necesariamente ligados a la per-sona del dirigente (sus mritos, sus contactos), sino

    que residan en la huaca o antepasado el refe-rente mtico del grupo que el individuo que ac-tuaba como curacaencarnaba contingentementea partir de las ceremonias de investidura y la po-sesin de los emblemas (J. L. Martnez 1995). Laapropiacin corporativa del poder se mantena,adems, a travs de arreglos institucionales queobligaban a los individuos que ejercan funcionespolticas a negociar constantemente con los de-ms miembros del linaje o ayllu(Platt 1987; Pease1992). Primero, porque la seleccin de los curacasno resultaba de la aplicacin automtica de unanorma (p.e., primogenitura), sino que dependa deun consejo de mayores que juzgaban las aptitu-des de diversos candidatos. Segundo, porque lasdecisiones y movilizacin de excedentes reque-ran del concurso tanto de las autoridades inferio-res y superiores de la estructura segmentaria comode sus pares (segundas personas, lderes de otrasmitades o ayllus).

    Prcticas segmentarias y corporativas en elespacio pblico

    Acabamos de argumentar que, en el siglo XVI, elculto a los antepasados proporcionaba la lgicacultural en que se fundaban (y negociaban) losaspectos tanto jerrquicos como descentralizadosy corporativos de las formaciones polticasandinas. Si esto es as, la investigacin de los or-genes y variaciones organizativas que experimen-taron estas prcticas ofrecera una importante vapara rastrear la historia de estas instituciones y sudiversidad regional. La arqueologa ofrece una va

    de acercamiento privilegiada a estos matices dela prctica, ya que sus evidencias son consecuen-cia directa de la accin pasada en toda su especi-

    ficidad. Puesto que las referencias etnohistricasy etnogrficas indican que la veneracin de losancestros comprometa con frecuencia al espaciopblico, las plazas se convierten en contextos pri-vilegiados para una exploracin de este tipo. En

    este caso tomaremos en cuenta tres lneas de evi-dencia que podran relacionar directamente lasactividades, estructura y contenido de las plazascon la veneracin a los antepasados y con las for-mas organizativas hasta aqu consideradas: lamaterialidad de los ancestros, la espacialidadsegmentaria manifiesta en el mbito pblico y laimportancia de las fiestas comunitarias en la re-produccin del grupo y su estructura (Saignes1993: 60).

    La piedra angular del culto a los antepasados re-side en una serie de prcticas que permiten a losdifuntos y otras entidades ancestrales interactuarcon los vivos. A travs de ellas, estas deidadescontribuyen a naturalizar la arbitrariedad de lasrelaciones de poder, no slo por referencia a unorden (ms o menos asimtrico) que existi en unpasado mtico, sino convirtiendo ese orden en unhecho actual, al incorporarse ellas mismas a laexperiencia cotidiana de las personas. Para ello,estos cultos involucran siempre metonimias omaterialidades duraderas (lugares, objetos) queactan como referentes empricos de los difuntoso se experimentan como animadas por su agen-cia (Meskell 2004; Nielsen 2006).

    En los Andes el principal referente del ancestroera el cuerpo del difunto o partes de l (la mo-mia, los huesos o fardos conteniendo restos decabellos o recortes de uas). El alma de los ante-pasados, sin embargo, tambin habitaba en otrasmaterialidades, incluyendo imgenes o figurinas(dolos), mscaras, ciertos textiles, monolitos,

    sepulcros, afloramientos rocosos de aparienciasingular y ciertas geoformas, como los cerros pro-minentes o las cuevas (Kaulicke 2001). Isbell(1997) ha argumentado que los sepulcros abier-tos (monumentos mortuorios que permitan a laspersonas acceder regularmente a su contenido)eran tan significativos como los propios malquisen la veneracin de los antepasados andinos. Estaidea se encontrara avalada por los testimoniosescritos de la Conquista, que abundan en referen-cias a la dedicacin puesta por los andinos en la

    confeccin y mantenimiento de los sepulcros desus antepasados (Cieza de Len 1996 [1553]: Cap.C). Puesto que estas estructuras se preservan me-

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    jor que los cuerpos y a menudo sobrevivieron laextirpacin de idolatras, Isbell concluye que lossepulcros abiertos constituyen el mejor indicadorarqueolgico del surgimiento de formas de orga-nizacin comparables al ayllu etnohistrico. Ba-

    sndose en una amplia revisin de casos, enu-mera una serie de atributos arquitectnicos queayudaran a reconocer los sepulcros abiertos,aunque en ausencia de restos humanos no con-sidera que ninguno de ellos sea condicin ne-cesaria o suficiente para atribuir esta funcin auna estructura. Entre ellos, nos interesa destacarla calidad de la construccin, su emplazamientosobre plataformas, la asociacin con plazas okayanas y la presencia de nichos u otros rasgosque permitan la colocacin de ofrendas y

    parafernalia ritual (Isbell 1997: 156).Cabe destacar que ninguno de estos detalles nosremite necesariamente a la presunta funcinmortuoria de los edificios a su interpretacincomo sepulcro sino que revelan su importanciapblica o se relacionan con las prcticas de vene-racin asociadas. Coincidimos con Isbell en laimportancia que atribuye a los sepulcros abiertoscomo metonimias del antepasado, pero conside-ramos innecesario limitar la discusin a estas es-tructuras o a otras con funcin mortuoria, ya queexcluye del argumento a otras expresiones monu-mentales del ancestro que desempearon un pa-pel semejante en la prctica social. Ejemplos bienconocidos son las grandes rocas o monolitos(huancas), hombres que fueron convertidos enpiedra, segn Arriaga (1968 [1621]: 24), consi-derados contrapartes ptreas de los malqui(Duviols 1979) o los propios cerros. Aunque al-bergar el cuerpo del difunto o parte de l fuerala principal va por la que el antepasado animabaciertas materialidades era slo una de las formas

    posibles. Otras probablemente incluan las propiasnarraciones mticas referidas a ciertos objetos ylugares, relaciones de mmesis (mediante pintu-ras, mscaras) o alineamiento (orientacin haciacerros opacarinas), ofrendas fundacionales, ritosdedicatorios, challas e invocaciones, como las quese realizan actualmente al iniciar ciertas ceremo-nias, cuando se convoca a los espritus de los ce-rros y otras huacaspor sus nombres.

    Estas alternativas plantean desafos a la inferen-

    cia arqueolgica que slo pueden ser resueltosmediante un anlisis contextual denso. Aqu slo

    queremos enfatizar que la vinculacin de distin-tos objetos, estructuras, lugares y actividades conla ancestralidad era fundamental para transponerla memoria del antepasado y las disposicionesasociadas fuera del contexto mortuorio a otros

    campos de la accin, incorporando as los antepa-sados y el orden por ellos fundado a la experien-cia cotidiana de la comunidad. Desde este puntode vista, la polifuncionalidadde estas representa-ciones era tan importante como su monumenta-lidad (visibilidad y duracin), punto sobre el quevolveremos en la discusin.

    Las grandes fiestas realizadas peridicamente enlas plazas, donde se reuna la mayor parte de lacomunidad, eran situaciones privilegiadas para el

    encuentro con los antepasados. As lo sugiere lasiguiente descripcin:

    Se agrupan en la plaza por clanes y parcialida-

    des y sacan los cuerpos momificados de sus

    ancestros, llamados munaos en las tierras bajasy malquisen la sierra, junto con los cuerpos ro-bados de la iglesia, y da la impresin de que los

    vivos y los muertos hubieran llegado al juicio.

    Tambin sacan sus huacas personales, y los sa-cerdotes ms destacados sacan las huacas queveneran en comn. Se les preparan ofrendas y se

    exhiben las vestimentas que se utilizan en las fies-

    tas y los plumajes con que se adornan, las vasijas,

    cntaros y vasos usados para hacer y tomar chi-

    cha que se ofrecen a las huacas, las trompetas, porlo general de cobre pero a veces de plata, y los

    grandes cuernos y otros instrumentos con los que

    convocan al festival (Arriaga (1968 [1621]: 19).

    Este pasaje revela cmo en las celebraciones p-blicas se pona en juego, a travs del ritual y lasmaterialidades asociadas, la tensin entre fisin e

    integracin propia de las formaciones descentra-lizadas. Por un lado, la segmentacin de la socie-dad se replica en la celebracin a travs de la pre-sencia en la plaza de los fundadores de cada ayllu(malquis) y quizs de unidades sociales an me-nores (las huacaspersonales). Esta fragmentacinsocio-ritual encuentra su contrapartida integradora,sin embargo, en las huacas veneradas por todos,asistidas por las autoridades principales de la co-munidad. La identidad de cada grupo de descen-dencia se expresa tambin en la espacialidad de

    la ceremonia, agrupndose las personas en la pla-za por clanes. La misma prctica ha sido obser-vada en las fiestas andinas actuales, en las que

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    los miembros de cada ayllu ocupan posicionesdiscretas y claramente pautadas durante el trans-curso de toda la celebracin (G. Martnez 1989;Rasnake 1989). Esta espacialidad segmentariase extiende al propio mbito pblico y a su con-

    tenido (objetos, rasgos, estructuras, entre otros),como lo ejemplifica el trabajo etnogrfico de G.Martnez (1989) en Isluga, donde cada mitad oayllues responsable del mantenimiento de ciertoscalvarios, imgenes o sectores de la iglesia cat-lica. Por ltimo, la descripcin muestra que la fies-ta se estructuraba en torno a grupos y sus referen-tes sobrenaturales (huacas) antes que a la perso-na de los gobernantes u otros individuos, lo queresulta consistente con la naturaleza corporativadel orden social.

    Como lo subrayamos anteriormente, sin embar-go, los ancestros no actuaban slo como referen-tes mticos de los poderes y autonomas corpora-tivas, sino tambin de sus jerarquas. La transmi-sin de agencia ancestral a ciertos objetos, es-tructuras y geoformas defina entonces a la mate-rialidad como una arena en la que se reproducany renegociaban estas relaciones a travs de undilogo silencioso de posiciones, formas y sus-tancias con implicancias valorativas. La calidadde los atuendos que vestan los malquis, por ejem-plo, dependa de su rango, reservndose los teji-dos cumbi y ciertos colores o diseos exclusiva-mente para individuos de gran importancia. Lomismo suceda con las ofrendas y la vajilla em-pleada en alimentarlos durante las fiestas, enlas que se empleaban metales para los principa-les, pero slo arcilla para los ms pobres (GuamnPoma 1980 [1615]: 231).

    Varios testigos (p.e., Guamn Poma 1980 [1615]:231; Arriaga 1968 [1621]) informan que durante

    las celebraciones pblicas los malquisy otros do-los se ubicaban en la plaza de acuerdo a su rango,lo que pone de relieve la capacidad del espaciopara establecer diferencias de poder entre las per-sonas. Las jerarquas espaciales obedecan a dife-rentes diseos (p.e., oposiciones arriba-abajo, se-cuencias de derecha a izquierda o centro-derecha-izquierda: triadismo lineal y concntrico, res-pectivamente, segn Prssinen 1992). Estos mo-delos jerrquico-espaciales tambin se plasmaranen la forma y disposicin de ciertos sepulcros y

    otras materialidades ancestrales, como lo sugiereel siguiente testimonio de una visita de idolatrasdel siglo XVII, donde se describen los hallazgos

    realizados en la plaza de un antiguo poblado ollacta:

    Descubrieron un gran simulacro y templo de lostiempos paganos que tena un pequea plaza y

    muchos cuartos pequeos a su alrededor, y en elmedio tres tumbas encerradas por muros de pie-

    dra, y abrieron y cavaron en la del medio y mos-

    tr el dolo llamado Auca Atama, que era un cuer-

    po de un individuo pagano que los indios de este

    aylluy los de Nanis adoraban, porque era su pri-mer progenitor y conquistador y fundador del

    pueblo, y abrieron y cavaron las dos tumbas que

    estaban a ambos lados y mostraron cuatro dolos

    malquisllamados Poron Tambo, Cunquis, Xulcasy Pariasca, quienes dijeron a travs de los dichos

    intrpretes que eran hijos del dicho malqui, lla-mado Auca Atama, y a los costados de los dichosmalquis, en unas pequeas ventanas como capi-llas, mostraron cuatro dolos conopa (cit. enIsbell 1997: 91-92; la traduccin es nuestra).

    El consumo comn de cantidades y calidades ex-traordinarias de comidas y bebidas era un aspectocentral de las celebraciones pblicas. Estas prc-ticas, acompaadas por danzas y cantares queconmemoraban las hazaas de los antepasadosen algunos casos especficamente de los guerre-ros preincas (Saignes 1993: 60) y la propia em-briaguez, permitan un contacto directo entre lacomunidad y sus antepasados, al tiempo que di-lua las fronteras entre el presente y el pasadomtico que dio origen al orden social.

    Las fuentes etnohistricas y etnogrficas coinci-den en que la organizacin de fiestas en honor alas huacasera una de las responsabilidades de lasautoridades que justificaba, en parte, la percep-cin del tributo y que en ellas participaba la to-

    talidad de la comunidad (Murra 1975; Rasnake1989; Pease 1992). La redistribucin de recur-sos y trabajo en las fiestas reproduca los aspec-tos jerrquicos, descentralizados e integrativos delas formaciones segmentarias. En primer lugar,porque la aceptacin de la hospitalidad del curacapor los miembros de la comunidad implicaba (re-cprocamente) una reafirmacin de las obligacio-nes tributarias, a la vez que acrecentaba el presti-gio (capital simblico) de las autoridades. Segun-do, la participacin activa de todos o la mayora

    de los grupos domsticos (sobre todo las muje-res) en la produccin del evento y de los recursosque demandaba (ver p.e., Moore 1989) replicaba

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    los aspectos descentralizados de la sociedad,permitiendo a las unidades sociales mnimas in-tervenir activamente en el ritual pblico que encar-naba el orden poltico, reconociendo all los frutosde su trabajo. Tercero, las celebraciones pblicas

    operaban como una fuerza integradora fundamen-tal para contrarrestar la tendencia a la disgregacinpropia de las formaciones segmentarias (Isbell1997: 95-97) no slo por tornar la colectividad enuna realidad tangible al congregar en un mismoespacio a los miembros de las distintas parciali-dades o comunidades subordinadas a la misma es-tructura poltica, sino tambin por algunas de lasconnotaciones simblicas de este tipo de prcticas.Dietler (2000: 69-70), por ejemplo, sostiene que elpoder integrador del comensalismo poltico de-

    riva de sus evidentes conexiones con la experien-cia diaria de compartir alimentos en el mbito do-mstico. A travs de esta evocacin, estos ritos es-tablecen un nexo prctico y experiencial entre lopblico y lo domstico, el ceremonial y la vidacotidiana, la comunidad y el individuo o su grupofamiliar. En suma, la fiesta comunal permita re-novar la trama total de relaciones que daba formaa la sociedad (Dietler 2000: 73).

    El comensalismo poltico cobra expresin arqueo-lgica en una serie de espacios (reas capaces dealbergar a gran cantidad de personas), rasgos (es-tructuras para procesamiento de comidas en gran-des cantidades o de dimensiones poco comunes opara la exhibicin de los recursos a consumir),artefactos (tamaos y cantidades de vasijas) ydesechos alimenticios de carcter excepcional(Hayden 2000: 40-41). Pero, como se indic an-teriormente, en las fiestas andinas los alimentos yel alcohol no slo circulaban entre los vivos, sinoque eran literalmente compartidos con los difun-tos, lo que requera de dispositivos especiales,

    como los observados por Pedro Pizarro:

    Y hacan fuegos frente a los difuntos con un pe-dazo de madera muy seca Habiendo prendido

    fuego a este pedazo de madera, quemaban aqu

    todo lo que haban puesto delante del difunto para

    que pudiera comer las cosas que ellos coman, y

    aqu en este fuego las consuman. Asimismo, de-

    lante de estos difuntos tenan unas vasijas gran-

    des, que llaman verquis, hechas de oro, plata obarro, cada uno de acuerdo a su deseo, y adentro

    vertan la chicha que le daban al hombre muertocon mucha ostentacin Cuando losverquises-taban llenos, los vaciaban en una piedra redonda

    en el medio de la plaza, y que decan que era un

    dolo, y estaba hecha alrededor de una pequea

    abertura por la que [la chicha] se escurra por

    unos caos que hacan bajo el suelo (Pizarro1571, cit. en Isbell 1997: 42-43).

    Acciones semejantes y algunos de los objetos queinvolucraban (como p.e., vasijas de boca ancha ovirquesde acuerdo a la denominacin actual) hansido tambin ilustradas por Guamn Poma (1980[1615]: 263, 269) como lo ejemplifica el dibujode un funeral en el Collasuyu reproducido en laFigura 1. Estos objetos permitiran en principiorastrear arqueolgicamente algunas de estas ac-ciones, como lo argumentaremos en la discusin.

    Sintetizando, si las prcticas hasta aqu conside-radas se encontraran ya vigentes entre los pue-blos preincaicos de los Andes circumpuneos,esperaramos encontrar en sus espacios pblicostestimonios de:

    1. Ceremonias focalizadas en representaciones delos antepasados como guardianes del orden cor-porativo.

    Figura 1.Entierro en el Kollasuyusegn Guamn Poma de Ayala

    (1980 [1615]: 268).

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    2. Referentes de identidades corporativas segmen-tadas (mltiples representaciones ancestrales) yjerarquizadas (mediante posiciones o formas) se-gn la magnitud de las asimetras existentes entrelos grupos constitutivos.

    3. Materialidades integradoras o abarcativas.

    4. Consumo colectivo de comidas y bebidas decarcter excepcional.

    El sector central de Los Amarillos

    Los Amarillos es uno de los asentamientos con-glomerados de mayores dimensiones que se co-nocen para la quebrada de Humahuaca (Figura 2).

    El sitio comienza a ser ocupado alrededor del 1000DC, alcanza su mxima extensin (ca. 10 ha den-samente edificadas) durante los siglos XIV y XV,al momento de la expansin incaica, es abando-nado en su mayor parte, aunque una parte del sec-

    tor central contina siendo habitada, posiblemen-te hasta los primeros momentos de la Colonia(Nielsen 2006). Esta trayectoria hace razonablesuponer que, a diferencia de lo que sucede en otrosconglomerados de la regin que alcanzaron suclmax en la era del Tawantinsuyu, los rasgos fun-damentales de la estructura interna de Los Ama-rillos corresponden a la organizacin del pobladoantes de la conquista incaica. Entre estos rasgos,nos interesa destacar la presencia de una jerar-qua de espacios pblicos, con un sector central

    Figura 2.Ubicacin de algunos sitios y regiones mencionados en el texto.

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    Figura 3. Planimetra del Sector Central de Los Amarillos indicando los sectores excavados.

    dotado de varias plazas donde convergen las prin-cipales vas de circulacin del sitio, y espaciospblicos simples distribuidos en los distintos sec-tores edificados. En otra oportunidad denomina-mos a esta estructura polinuclear compleja

    (Nielsen 1996a).

    Nuestras excavaciones se concentraron en lo quedenominamos Complejo A7 , una plataforma arti-

    7 Utilizamos flexiblemente el concepto de complejo arqui-tectnico para aludir a un conjunto de locales, espacios y

    estructuras que desde la observacin superficial parecenrelacionarse funcionalmente a juzgar por sus vnculos decontigidad y acceso.

    LOSAMARILLOS

    Detalle de los espaciospblicos investigados

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    ficial construida contra un afloramiento natural dearenisca en el extremo sur de la principal plazadel sector central, y secundariamente en el Com-plejo B, un conjunto de estructuras que desde elpunto de vista de la circulacin se interponen

    entre la plataforma y la plaza (Figura 3). La plazamisma (Recinto 32), situada entre 4 y 6 m pordebajo del nivel del Complejo A, fue objeto deun sondeo que puso al descubierto una superficiebien consolidada, aparentemente bien mantenidaa juzgar por la escasez de desechos asociados,entre los que slo merecen destacarse dos cuen-tas de bivalvos marinos (Semele o Mesodesma).Cabe notar que, a pesar de su contigidad, estaestructura y el Complejo A tienen accesos sepa-rados y no estn comunicados directamente, sino

    slo a travs del Complejo B. Sobre el talud quebordea la plataforma, hay por lo menos una esca-linata con diminutos peldaos; antes que un acce-so funcional, este rasgo se presenta como un dis-positivo escenogrfico que, junto con los murosde contencin escalonados, destacan visualmente

    la plataforma desde la perspectiva del observadorubicado ms abajo, en la plaza (Nielsen 1995).Identificamos tres componentes estratigrficosprincipales que son particularmente claros en elComplejo A:

    1. El primero consiste en una serie de superficiesde ocupacin previa a la construccin de la plata-forma, correspondiente al Perodo de DesarrollosRegionales Temprano (900-1250 DC).

    2. A fines del siglo XIII se construye la platafor-ma mediante la acumulacin rpida de un rellenoartificial (cascajo y basura) sostenido con murosde contencin. Sobre ella se erigieron varios edi-ficios (Figura 4). Estas estructuras, que fueron

    utilizadas durante el Perodo de Desarrollos Re-gionales Tardo (1250-1430 DC), mantienen unaevidente relacin con la plaza, lo que nos permitetratarlas como parte del espacio pblico. Al fi-nal de este perodo, todo el Complejo A y al me-nos parte del B fueron quemados y destruidos.

    Figura 4. Planimetra de la plataforma del Complejo A, de alrededor del siglo XIV, de Los Amarillos.

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    3. Sobre las ruinas del Complejo A se levantaron,inmediatamente despus, nuevas estructuras de usodomstico cuyos desechos incluyen una conside-rable cantidad de artefactos de filiacin incaica.

    Estas estructuras se distribuyen en torno a un pa-tio interno, dando la espalda a la plaza, lo quenos lleva a concluir que durante esta poca la pla-taforma perdi su carcter pblico.

    En este trabajo centraremos la atencin en el se-gundo componente (PDRII), correspondiente aluso pblico para el que fue originalmente cons-truida la plataforma, que de acuerdo a los datosradiocarbnicos calibrados datan del siglo XIV yprincipios del XV (Tabla 1). Para esta poca, re-

    conocemos la existencia de un mnimo de tres sec-tores diferenciados en la plataforma, divisin quedebe ser tomada con cautela, teniendo en cuentaque slo se excav un 30 40% de la misma. Elprimero est formado por una gran superficie ni-velada de poco ms de 300 m2abierta a modo deescenario hacia la plaza. Aunque haba muypocos desechos en este sector, se encontraron,adems de algunos fogones en cubeta hacia elngulo sureste, tres rasgos singulares que mere-cen ser destacados: 1) un pozo poco profundo

    donde haban sido inhumados huesos (exclusiva-mente partes de torsos y extremidades superio-res) correspondientes a dos individuos adultos muyincompletos (uno de ellos una mujer); 2) una granestructura de combustin de planta rectangular(2 x 0.8 x 0.4 m), limitada en partes con murosde tierra y algunos ladrillos de arcilla gris (refrac-tario?), rellena con una espesa capa de ceniza, y3) una caja cuadrada con sus lados revestidosen piedra, situada hacia el centro geomtrico delescenario, sin desechos ni otros rastros visibles

    en su interior, pero con restos de una gran fuentea su lado.

    El segundo sector comprende un recinto rectan-gular (Recinto 9) y tres sepulcros de planta cua-drangular-irregular (Recintos 5, 15 y 16) erigidossobre la plataforma que parecen haber estado pro-

    tegidos hacia el norte por una especie de coberti-zo (Recintos 3 y 17) a juzgar por la presencia delo que parecen bases de columnas (de madera otierra) confeccionadas en piedra. El Recinto 9, queestuvo originalmente techado, contena muy po-cos artefactos, desechos o rasgos que permitieranestablecer su funcionalidad, fuera de un poyo oplataforma rectangular de tierra construida en unaesquina.

    De los sepulcros slo se conservan las bases de

    los muros, ya que fueron parcialmente demolidostras el incendio del Complejo, como lo atestiguael hallazgo de partes de los muros de fachadacados directamente sobre el piso del cobertizofrente a ellos. Mientras que su pared sur es doble,de piedra con mortero de barro (como la mayorparte de la arquitectura del sitio), los dems mu-ros han sido confeccionados con ladrillos de ado-be asentados sobre cimientos de piedra. Las tresestructuras varan en tamao y en la forma de suplanta; slo el central cuenta con una puerta re-

    conocible, los otros debieron tener alguna abertu-ra situada ms arriba en el muro. En su interiorhaba restos de torta, madera de cardn y pajaquemada que pudieron ser partes del techo. Estossepulcros sobreelevados son los nicos conocidospara la quebrada, donde la prctica habitual es elentierro directo o en cistas dentro del espaciodomstico.

    Procedencia Cdigo C14AP Cal AD 2 Evento asociado - Observaciones

    Los Amarillos R 12 LP-659 92050 1030-1270 Ocupacin previa a plataforma

    Los Amarillos R 16 AA-16239 62049 1290-1440 Contenido sepulcros sobreelevados

    Los Amarillos R 1B AA-12135 59055 1300-1450 Uso de la plataforma previo al Inca

    Los Amarillos R 14 A-9600 50550 1390-1620 Incendio del Complejo ALos Amarillos R 1 AA-12136 45050 1410-1630 Incendio del Complejo A

    Laqaya R 300 A-10945 60090 1270-1500 Uso recintos asociados a la plaza

    Laqaya R 300 A-10944 57555 1300-1460 Uso recintos asociados a la plaza

    Tabla 1. Fechas radiocarbnicas asociadas a las plazas investigadas.8

    8 Calibraciones realizadas con el programa OxCal 3.10 (Bronk

    Ramsey 2005), utilizando datos atmosfricos para el he-misferio sur de McCormac y colaboradores (2004), redon-deadas por dcada.

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    En el rea ocupada por el posible cobertizo,adosados a la fachada de cada sepulcro haba tresrasgos con forma de cajas; la del centro (frenteal Recinto 16) estaba formada por dos lajas dis-puesta verticalmente y se encontr rellena con

    cenizas, aunque sin rastros de combustin in situ;las otras dos, completamente vacas, estaban for-madas por un muro bajo de tierra en forma deU. Aqu encontramos tambin un artefacto se-mejante a un mortero profundo confeccionado enroca caliza, con un orificio en su base. Estabaapoyado sobre el piso, boca abajo.

    El contenido de los tres sepulcros era similar yevidentemente fue depositado (o redepositado) enun mismo evento. Consista en una capa de unos

    40 cm de espesor conteniendo abundante carbny numerosos objetos fragmentados, muchos deellos parcialmente quemados. Se establecieronmltiples remontajes entre los objetos recupera-dos en los tres sepulcros y en el cobertizo frente

    a ellos, pudiendo reconstruir tanto vasijas cer-micas, como artefactos de hueso y madera (Figu-ra 5a); en varios casos los remontajes unen frag-mentos quemados y sin quemar del mismo obje-to. A partir de los indicios presentados hasta aqu,

    podemos reconstruir los siguientes pasos en laformacin de los depsitos de este sector: a) seextrajo el contenido de los sepulcros (restos hu-manos y objetos de acompaamiento); b) se colo-c un sahumador en el piso de cada sepulcro y untumide bronce en el umbral del Recinto 9; c) losmateriales extrados fueron fragmentados y luegod) quemados, un incendio que comprometi a todao la mayor parte de la plataforma; e) se demolie-ron los sepulcros, cayendo partes de sus murosde adobe sobre el material an incandescente; f)

    se volvi a depositar el contenido (antes de con-cluir su combustin) dentro de lo que qued enpie de las estructuras, terminando partes de losmismos objetos depositados en distintos lugareso abandonados en el rea del cobertizo. Poco des-

    Figura 5. a) Algunos objetos vinculados a la inhalacin de alucingenos recuperados en los sepulcros; b) Una de las escudillas con asa

    lateral o sahumadores con residuos carbonizados en su interior recuperadas en los sepulcros sobreelevados del Complejo A; c) Ejemplos

    de vasijas con formas y diseos pintados caractersticos del Perodo de Desarrollos Regionales Tardo en la Quebrada de Humahuaca.

    De izquierda a derecha; adelante: escudilla y fuente; atrs: dos yuros antropomorfos, un cntaro y una vasija de boca ancha o virque.

    d) Uno de los grandes molinos visibles en las inmediaciones del Complejo A.

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    pus se edificaron las estructuras domsticas so-bre el escenario, cubriendo las ruinas de lossepulcros con un basurero (Nielsen y Walker1999).

    La Tabla 2 detalla los elementos recuperados den-tro de los sepulcros, que probablemente slo re-presenten una fraccin de su contenido original,ya que es evidente que algunos temes fuerondefinitivamente extrados durante la destruccin

    o redepositados en otras reas. Estos datos mues-tran, en primer lugar, una correspondencia entrela presencia de tres sepulcros y tres individuosadultos; el perinato pudo ingresar junto con elcuerpo de la mujer. Las inclusiones funerarias

    comprenden objetos habitualmente interpretadoscomo bienes de prestigio en la literatura regio-nal (p.e., equipos de inhalar alucingenos [Figura5a], collares de cuentas de concha y minerales decobre o vestimentas ornamentadas con cuentas y

    Huesos humanos 352 fragmentos (88% quemados)MNI = 4 (1 adulto femenino, 2 adultos masculinos, 1 perinato)

    Madera 2 tabletas de inhalar, una subcircular (sebil) y fragmentos de una subrectangular2 tubos de inhalar (mnimo), uno con talla zoomorfa (sebil) y otro en fragmentos2 estuches (mnimo), uno prismtico (cedro) y uno cilndrico

    2 fragmentos de mangos de cucharas (?) grabados (quebracho blanco)1 tortero circular (queoa)1 objeto alargado pulido: huso? (aromo)2 agujas de espina de cardnmaderas planas trabajadas (cardn, churqui y otras)fragmentos de astiles (churqui, aromo y otros)

    Artefactos de hueso 1 tubo de inhalar (hueso largo de flamenco)1 machacador plano1 boquilla de trompeta decorada

    Metal 1 espiral de oro (probablemente revesta un tubo inhalador)2 lminas rectangulares de aleacin oro-plata, originalmente cosidas a tejidos3 fragmentos de objetos de cobre no identificados

    Cuentas 3 cuentas en placa de gualacate (Euphractus sexcinctus)3980 cuentas de concha (los ejemplares identificados corresponden a bivalvos marinos: PectinidaeySemeleo Mesodesma)3840 cuentas de minerales de cobre2 cuentas de alabastro2 cuentas decoradas de hueso

    Ltico 13 puntas de proyectil (10 de slice gris, 3 de obsidiana)1 tortero circular de piedra pulida1 placa con residuos de pigmento rojo y resina1 sobadordesechos de talla en obsidiana (34, fuente Laguna Blanca) y slice gris (12)

    Cermica 813 fragmentos (ver detalle en Tabla 3)

    Restos seos animales NR: (52% quemados)Taxn NISP MNICamelidae 160 3 (una vicua)Artiodactyla 182 - (probablemente corresponden a camlido)Avis 72 2 (un Pcitacidae)Cervidae 1 1Euphractus 52 1 (placas de caparazn de quirquincho exclusivamente)Canidae 2 1Total NISP 469 -

    Restos macrobotnicos Maz (1 fragmento de marlo quemado y granos), aj (1 fruto), man (3 fragmentos de cscara), achira(1 semilla), chaar (2 carozos), calabaza (6 fragmentos), Cucurbita ficifolia o cayote (58 semillas yfragmentos), cortadera (tallos)

    Otros Cestera, cordeles, fragmentos de textiles quemados (prendas y una bolsa)

    Tabla 2.Materiales recuperados dentro de los sepulcros sobreelevados del Complejo A de Los Amarillos (Recintos 5, 15 y 16).

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    chapas de oro), junto con otros cuyo valor es msdifcil establecer (p.e., herramientas para hilar,trompeta, flechas, sahumadores [Figura 5b]), y una

    variedad de restos de plantas y animales (un cr-neo completo de vicua, el esqueleto de un loro).Muchos de estos elementos son, adems, alctonosprocedentes de las yungas, puna y Pacfico, comopor ejemplo, maderas (sebil, quebracho, cedro),semillas (achira, nogal) y fauna (loro, gualacate,vicua, flamenco), metales (oro) y rocas(obsidiana, slices).

    Del tercer sector del Complejo A, que denomina-mos oriental, slo se excavaron el Recinto 6 enforma total y los Recintos 18 y 19 en forma par-cial. En el Recinto 6 se identificaron unos sietefogones escasamente formatizados. Sobre el pisohaba desechos (cermica, huesos de animales) enun nivel de carbn y cenizas que continuaba en elRecinto 19. El Recinto 18 tena un fogn y abun-dantes residuos de factosobre el piso, incluyendomaz quemado, fragmentos de textiles muy dete-riorados (talvez bolsas conteniendo originalmen-te los granos) y varias vasijas pintadas en negro yrojo aplastadas por el derrumbe del techo. Entreellas haba varios cntaros de gran tamao (>100

    lt), cntaros pequeos (yuros) y fuentes con asasde hasta 50 cm de dimetro (los especmenes msgrandes de esta forma que conocemos para la re-gin) comparables a la ilustrada en la Figura 5c.Como lo demuestra la Tabla 3, hay considerablesdiferencias entre la cermica recuperada aqu y laobtenida dentro y alrededor de los sepulcros, loque pone de relieve las diferencias funcionalesentre ambos sectores.

    Las excavaciones en el Complejo B son an muy

    limitadas para poder avanzar interpretaciones so-bre las actividades all desarrolladas, aunque todoindica una estrecha vinculacin con el Complejo

    A, con el que se comunica directamente medianteuna rampa. Uno de los recintos all excavados(n 21), por ejemplo, tena como nico rasgo un

    pequeo pozo que se encontraba abierto al mo-mento del abandono de la habitacin contenien-do algunos huesos humanos correspondientes auna mujer adulta y un neonato; tambin haba sidoquemado y los desechos recuperados entre lascenizas sobre el piso incluan una lmina de orocon orificios para sujetarla a un tejido, dos casca-beles de nuez, una cuenta de hueso decorada idn-tica a las encontradas en uno de los sepulcrossobreelevados y fragmentos de un tubo de inhalarsemiquemado con decoraciones grabadas.

    No quisiera concluir la presentacin de este pri-mer caso sin mencionar que en y alrededor delComplejo A se ven grandes molinos confecciona-dos en granito o en caliza (como el ejemplar de laFigura 5d). Aunque los implementos de moliendason muy frecuentes en las reas domsticas delsitio, artefactos de este tamao no han sido hastaahora observados ni en superficie ni en excava-cin fuera del mbito pblico.

    La Plaza Central de Bajo Laqaya

    Laqaya es uno de los asentamientos de mayor ta-mao que conocemos en el Norte de Lpez. Constade tres sectores: un pucara con casi 100 recintosprotegido por dos murallas en la cima de un pro-montorio (Alto Laqaya), un rea con ms de300 torres de piedra tipo chullpa distribuidas alpie de la elevacin y un poblado sin defensas for-mado por algo ms de 200 viviendas simples (verplanimetra en Nielsen 2002: 190). Hasta dondesabemos, la ocupacin se inici en el poblado sin

    defensas (Bajo Laqaya) alrededor de 1200 DC,o quizs antes. A fines del siglo XIII, coincidien-do con la aparicin de la cermica pintada del

    Clases de vasijas Sepulcros Cobertizoa Recinto 9b Sector oriental

    (R5, 15 y 16) (R3 y 17) (R6, 18 y 19)

    Olla 5 2 1 4

    Cntaro-yuro 11 5 9 29

    Fuente 6 3 1 9

    Escudilla 7 4 6 1Sahumador 5 2 -

    Vasija boca ancha 1

    Vaso de hilar 1

    Tabla 3.Artefactos cermicos (MNI) recuperados en distintos sectores del Complejo A de Los Amarillos (componente PDRII). a Varios

    remontajes con tiestos al interior de los sepulcros; b en su mayora tiestos aislados.

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    9 Empleamos esta categora para referirnos a la forma arqui-tectnica prescindiendo por ahora de supuestos sobre losusos a que estuvo sujeta.

    Figura 6.Detalle de la planimetra de Bajo Laqaya mostrando la plaza central y las estructuras excavadas.

    grupo Mallku/Hedionda el estilo cermico con-siderado emblemtico de los Desarrollos Regio-nales en Lpez (Arellano y Berberin 1981) estepoblado se expande, se construye el pucara y co-mienzan a erigirse las torres del sector chullpas.

    A pesar de haberse encontrado algunos tiestosincas aislados en la superficie del Alto Laqaya,los materiales de excavacin y las fechasradiocarbnicas asociadas indican que el pucarano fue habitado luego del siglo XV. Durante elPerodo Inca y los comienzos del Hispano-ind-gena (hasta el siglo XVII por lo menos), la ocu-pacin continu en el poblado bajo, aunque pro-bablemente slo en su porcin norte.

    En Bajo Laqaya se advierten dos plazas, pero

    sospechamos que la ms pequea, ubicada haciael norte del poblado, corresponde exclusivamentea la poca Hispano-indgena o Inca a lo sumo.

    Las investigaciones que nos interesan discutir aqufueron realizadas en el espacio pblico principal,un rea nivelada y despejada de contorno irregu-lar, de unos 280 m2, ubicada cerca del centro delsitio y enmarcada por una densa red de edifica-

    cin (Figura 6). Sobre el flanco oriental de esteespacio se levantan tres torres chullpa9 de plantarectangular confeccionadas en piedra, mientras quesobre el lado occidental se encuentran tres gran-des recintos que originalmente estuvieron techa-dos a dos aguas. Uno de ellos (Recinto 300) fueexcavado en su totalidad. En el costado norte,adosado a uno de estos recintos se ve otra estruc-tura, de planta irregular, cuya funcin por ahora

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    desconocemos, pero que no parece haber estadotechada. Al centro de la plaza hay un rasgo queprobablemente fue una caja o pozo revestidoen piedra, pero cuya forma no pudimos determi-nar con certeza ya que se encontraba perturbado.

    Un sondeo de 2 x 1 m excavado en la plaza frentea la Chullpa 2 puso al descubierto tres nivelesestratigrficos diferenciados correspondientes aotros tantos componentes presentes en el espaciopblico:

    1. El primero, carente de alfarera pintada, corres-ponde a un depsito de basura previo a la cons-truccin de la chullpa y del muro perimetral de laplaza y, por lo tanto, anterior a la creacin del

    espacio pblico.2. El segundo componente, que se iniciara con laconstruccin de la chullpa y la propia plaza, com-prende desechos acumulados durante el uso delespacio pblico e incluye alfarera Mallku/Hedion-da. Dos fechas radiocarbnicas obtenidas sobremuestras procedentes del piso del Recinto 300permitiran situar este componente en el siglo XIVy primera mitad del XV, en absoluta contempora-neidad con el uso pblico del Complejo A de LosAmarillos.

    3. El tercer componente resultara de deposita-ciones posteriores al abandono de la plaza, comolo indica la inclusin de piedras del derrumbe dela chullpa. Esta capa podra ser relacionada alrelleno del Recinto 300, formado por una densaacumulacin de basura que revela la continuidadde ocupacin del sitio an despus del abandonode la plaza y las estructuras asociadas. La presen-cia de escasos fragmentos de filiacin inca en elrelleno del Recinto 300 y de la Chullpa2 ubica-

    ran la formacin de este componente en la pocadel Tawantinsuyu, continundose quizs duranteel perodo posterior a la conquista europea.

    Las chullpasslo se conservan a nivel de cimien-to (50 cm es la altura mxima de los muros ac-tualmente conservados), ya que este sector del si-tio fue sistemticamente minado hace algunasdcada para usar sus piedras en la construccinde caminos. Los vecinos de mayor edad, sin em-bargo, recuerdan que antes del desmantelamiento,

    estos edificios eran ms altos que una casa. Losmuros remanentes son anchos y estn cuidadosa-mente confeccionados con doble hilera de piedras

    asentadas con cascajo pequeo y uniones rellenascon barro. Las tres estructuras fueron investiga-das. De la mayor (Chullpa1) se excav un cuar-to, de la ms pequea (Chullpa3) la mitad, mien-tras que la mediana (Chullpa2) se excav en su

    totalidad (Figura 7).

    Las excavaciones mostraron que las tres torresposeen un piso interior de piedras planas ajusta-das con barro. En el caso de la Chullpa1, se cons-tat que existan por lo menos dos emplantilladossuperpuestos, quizs testigos de un acto de reno-vacin de la estructura.10 En los tres casos habauna capa superior formada por relleno elico pos-terior al abandono, que inclua piedras proceden-tes del derrumbe de los muros y algo de basura.

    En la Chullpa 1, esta capa se asentaba directa-mente sobre el piso, indicando que la estructuraestaba vaca o fue vaciada al momento del aban-dono. En la Chullpa 3, en cambio, se interponaun espeso nivel de cenizas mezcladas con dese-chos (cermica, debitage, huesos de animales) ytrozos de barro quemado, probablemente corres-pondientes a la combustin del techo. Esta secuen-cia se repeta con mayor claridad en la Chullpa2,donde los restos del techo incinerado incluan frag-mentos de tirantes de madera de cardn, paja ytrozos de barro semicalcinado. Entre este nivel yel piso haba cermica fragmentada (alisada,Mallku), instrumentos y desechos lticos (princi-palmente azadas de andesita o chelas y lascas dereactivacin), as como trozos de bolsas tejidas ygran cantidad de granos de quinoa quemados.Evidentemente, estos materiales estaban dentro dela chullpacuando se incendi el techo. No habahuesos humanos.

    El Recinto 300 posee una planta ligeramentetrapezoidal, de unos 10 x 5 m aproximadamente

    (Figura 8). En su interior haba gran cantidad debasura, tanto en el relleno como en el piso, sin queexistieran diferencias apreciables en los materialescontenidos en estos dos depsitos (Tabla 4). Laalfarera recuperada que en el caso del piso po-dran relacionarse con las actividades realizadasdentro del edificio incluye, adems de una ma-yora de material alisado, una reducida propor-

    10 Los emplantillados no fueron desmantelados, ya que per-manecieron expuestos para ser vistos desde el senderointerpretativo que actualmente permite a los turistas reco-rrer las ruinas.

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    Figura 7.Detalles de las tres chullpasque flanquean la plaza central.

    Chullpa 3 Chullpa 2 Chullpa 1

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    Figura 8.Planta del Recinto 300 mostrando los rasgos y la distribucin general de desechos en el piso.

    Tipo de tem Piso Relleno

    Cermica Grupos(total fragmentos) Alisado 3815 22000

    Mallku 159 833Talapaca 66 811Otros 20 93Total 4060 23737

    MNI escudillas 96 (53.6%) 534 (55%)contenedores 83 (46.4%) 436 (45%)

    Otros artefactos cermicos 1 tortero, 2 fichas 1 tortero, 2 cucharas,1 escudilla miniatura

    Ltico Puntas de proyectila 8 61

    Azadasa 31 334Otros instrumentos 13 12Manos de moler (plana)a 1 11Molinos planosa 6Manos de moler (otras)a 6Yunques 1Desechosb 195 3055

    Cuentas 1 de concha 2 de concha4 de malaquita

    Otrosc Aguja de Cu, 8 gotas de Cu, mineralmineral de Cu de Cu, trozos de azufre

    Tabla 4. Desechos recuperados en el Recinto 300 de Bajo Laqaya. a Enteras o fragmentos; b Materias primas. Piso: 56% andesita

    (fabricacin y reactivacin de azadas), 36% slice gris, 4% slices de diversos colores, 3% obsidiana y 1% basalto; Relleno: 60%

    andesita, 33% slice gris, 4% slices de color, 2% obsidiana y 1% basalto; c Tambin se recuperaron abundantes huesos de animales

    cuyo anlisis se encuentra en proceso.

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    cin de cermica Mallku (4%) y Talapaca11

    (1.6%). Si se considera el nmero mnimo de va-sijas (de acuerdo a los bordes), sin embargo, seadvierte que las escudillas (en su mayora Mallku)superan el 50% de las piezas. Los nicos rasgos

    presentes son dos huellas de postes (probablemen-te soportes de la cumbrera para el techo a dosaguas) y un fogn compuesto protegido por undeflector de aire, muy similar en su forma y ubi-cacin a los encontrados en las viviendas (Nielsen2001b).

    Discusin

    La comparacin de las dos plazas investigadasrevela interesantes similitudes y diferencias. Las

    primeras abarcan las cuatro expectativas plantea-das anteriormente, avalando la conclusin de quealgunas de las instituciones descentralizadas ycorporativas vigentes al momento de la conquistaeuropea podran ya estar presentes en algunas re-giones circumpuneas antes de la expansin inca.Por cierto, algunos de estos elementos tienen unorigen mucho ms antiguo; por ejemplo, las prc-ticas vinculadas con el culto a los ancestros seremontan al Perodo Arcaico en el rea, como losostienen distintos autores (p.e., Rivera 1995;Aschero 2000: 56). En este caso, sin embargo, esla convergencia de las distintas lneas de eviden-cia en un mismo contexto lo que nos lleva a con-cluir no slo que el culto a los antepasados eraimportante en esta poca, sino que estas prcticasse insertaban en un orden poltico e institucionaldeterminado.

    De acuerdo con las expectativas planteadas, es-tructuras que podran interpretarse como monu-mentos a los antepasados ocupan un lugar desta-cado en ambos espacios pblicos. En el caso de

    Los Amarillos se trata de sepulcros sobreelevados,visibles desde gran parte de la plaza y del asenta-miento, con su rea de congregacin o kayana alfrente para escenificar las ceremonias correspon-dientes (Figura 4). Ignoramos si durante estoseventos los cuerpos o sus acompaamientos se

    extraan, pero suponemos que su contenido podaser visto desde corta distancia y probablementefuera renovado o enriquecido con nuevos elemen-tos, lo que justificara tratarlos como sepulcrosabiertos (sensu Isbell 1997). Segn Guamn

    Poma (1980 [1615]: 269), en el Collasuyu: no losacan afuera el defunto como Chinchay Suyo a laprocicin al dicho defunto, cino que le dexan es-tar metido en su bbeda, pucullo y le llaman elpueblo de los defuntos a donde acudan regular-mente sus descendientes a darles de comer y deueuer, como lo ilustra el dibujo que acompaaeste pasaje (Figura 1).

    Algunos de los rasgos asociados a los sepulcrosdel Complejo A daran testimonio de estas activi-

    dades de alimentar a los difuntos, como lasdescribi Pizarro en el fragmento citado in exten-so anteriormente. Evidentemente, la gran estruc-tura de combustin al borde de la plataforma noera un fogn de cocina, sino un contenedor paraincinerar cosas en su interior. El virque o vasijade boca ancha para dar chicha al malqui,que des-cribe Pizarro e ilustra Guamn Poma, es una for-ma caracterstica del repertorio cermico de laquebrada a partir de ca. 1250 DC (ver Figura 5c)y no est representada en el componente alfareroIsla-Alfarcito inmediatamente anterior.12 Hemosencontrado slo uno de estos ejemplares (ver Ta-bla 3) en el sector oriental de la plataforma, aun-que podra haber ms, ya que en la fragmenteraresulta difcil diferenciarlos de algunos cntaros.Tambin se encuentra el mortero con fondohoradado hallado en el cobertizo, que permitirasimultneamente verter y drenar lquidos. Final-mente, las cajas adosadas a la fachada de cadasepulcro ciertamente podran haber servido pararecibir alimentos y bebidas en la forma en que lorepresenta Guamn Poma. De hecho, la del me-

    dio, haba sido rellenada con cenizas procedentesde otro lugar, se acercaran los alimentos al

    pucullo una vez incinerados en la forma en quelo describe Pizarro? Este ltimo autor menciona-ba, adems, una piedra redonda en el medio dela plaza hecha alrededor de una pequea aber-

    12 No pretendemos afirmar que esta forma fue slo utilizadapara dar de beber a los difuntos. Actualmente las vasijas deboca ancha o virquesse emplean en varios pasos de la fa-

    bricacin de la chicha y son objeto de mltiples usos se-cundarios que requieren de los contenedores gran accesibi-lidad y capacidad (p.e., amasar pan, lavar ropa).

    11 El grupo Talapaca comprende vasijas tanto abiertas comocerradas de superficies pulidas, a menudo revestidas, dediversos colores (p.e., naranja, ante, amarillo-crema, rojo

    borravino). Esta alfarera aparece en Lpez con bajas fre-cuencias hacia el siglo XIV y cobra mayor popularidaddurante los Perodos Inka e Hispano-indgena.

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    tura donde vertan la chicha una vez que losvirquesestaban repletos, referencia que no pode-mos dejar de relacionar con las cajas empotradasal centro del escenario del Complejo A y de la pla-za de Bajo Laqaya. En suma, no tenemos certeza

    de que los rasgos en cuestin fueron usados de estemodo, pero s podemos afirmar que todos los refe-rentes arqueolgicos que se derivaran de las prc-ticas de veneracin a los antepasados que descri-ben las fuentes estn presentes en el Complejo A.

    Como lo sealamos, los sepulcros sobreelevadosde Los Amarillos contenan elementos habitual-mente tratados como bienes de prestigio. Si nues-tra reconstruccin es correcta, sera mejor inter-pretarlos como emblemas corporativos o refe-

    rentes de identidades colectivas y de los eventosmticos que les dieron origen, antes que relacio-narlos con la ostentacin del rango individual deldifunto o del oficiante, o con el establecimientode clausuras sociales en base a la manipulacinde riquezas (Nielsen 2006).

    Las chullpas de la plaza de Laqaya, en cambio,no sirvieron de sepulcros, sino que, a juzgar porlos hallazgos en la Chullpa 2, probablemente seutilizaron como depsitos para contener produc-tos agrcolas (quinoa) y otros elementos. Sin em-bargo, como lo argumentamos previamente, nocreemos que este usoest en contradiccin con elsignificado (o funcin social, si se quiere) de latorre como monumento al antepasado, sino quesera consistente con la transposicin de los con-ceptos asociados a la ancestralidad a otros cam-pos de la accin. Desde esta perspectiva, sera msacertado pensar en las chullpas comocorporalizacin del propio ancestro, como lo esla huanca (Duviols 1979). Esta forma de ver lascosas explica el empleo de la misma forma arqui-

    tectnica para mltiples actividades, un fenme-no que parece haber confundido a los observado-res desde la poca de la Conquista, generando elinterminable debate sobre la funcin de las to-rres (son sepulcros o son depsitos?). Si lachullpaes el ancestro, la torre hace (es usada para)lo que dentro de esta lgica cultural el ancestrohace, esto es, proteger los campos y las cosechasrodeando los cultivos y almacenando los produc-tos, defender la comunidad rodeando los pucaras(Nielsen 2002) o compartir la fiesta con sus des-

    cendientes, recibir sus ofrendas y gobernarlos, quees lo que pensamos que hacan estas tres torresen la plaza de Bajo Laqaya. De acuerdo a esta

    interpretacin, el uso de los ancestrosmonumentalizados como depsitos marcara di-ferencias con Los Amarillos en cuanto a ciertasacciones especficas realizadas en la plaza queen Laqaya podran incorporar referencias explci-

    tas a la produccin agrcola pero no necesaria-mente en la vinculacin, en los dos casos, delceremonial pblico con la veneracin a los ante-pasados y la reproduccin de identidades corpo-rativas.

    La presencia de mltiples representaciones de losantepasados en ambas plazas es consistente conla expectativa de una espacialidad segmentada enla accin pblica, correlativa de las identidadescorporativas y poderes descentralizados en los

    distintos ayllus. La coincidencia de tres monumen-tos de este tipo en los dos sitios podra relacio-narse, a su vez, con la triparticin que algunasfuentes atribuyen a ciertas formaciones polticasandinas (Prssinen 1992), que se conceban comoproducto de la unin de tres parcialidades o ayllusQollana, Payany Kayawen quechua,Araj, Taypi

    y Manqhaen aymara que mantenan su autono-ma poltica relativa dentro de la federacin. EnLaqaya, esta divisin se replica en los tres edifi-cios que enfrentan a las chullpas desde el ladoopuesto de la plaza. Esto podra indicar que otrasactividades realizadas en el espacio pblico, ade-ms de aquellas directamente centradas en la re-presentacin del ancestro p.e., la produccin yconsumo colectivo de bebidas y alimentos tam-bin se estructuraban sobre la base de este esque-ma segmentario-tripartito.

    Como es sabido, la clasificacin Qollana-Payan-Kayawrevesta connotaciones jerrquicas, siendouna instancia particular de un esquema valorativotripartito que se aplicaba a mltiples dominios

    semnticos. En los espacios pblicos investigadosesta dimensin jerrquica se pone materialmenteen juego a travs del tamao y ordenamiento delos sepulcros y chullpas. En ambos casos, losmonumentos muestran una progresin de tama-o, ubicndose el mayor en el extremo derecho yel menor en el izquierdo, desde el punto de vistadel observador situado en la plaza. Esta distribu-cin de derecha a izquierda podra interpretarsecomo un ejemplo de triadismo lineal (Prssinen1992: 181) y muestra una notable homologa con

    el caso descrito por el visitador de idolatras cita-do en una seccin anterior. Como en aquel caso,si el tamao y posicin de los monumentos deno-

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    taban el rango de los malquis que contenan oencarnaban por lo tanto, del ayllu de sus des-cendientes en la estructura social es probable queesta jerarqua se encontrara reflejada tambin enlos emblemas que los acompaaban. Desgracia-

    damente, no podemos verificar esta hiptesis enLos Amarillos, debido a la redepositacin del con-tenido de los sepulcros durante la destruccin delComplejo A.

    Si todos estos elementos apuntaban a reproduciren la accin pblica la segmentacin y las jerar-quas corporativas, podemos reconocer elemen-tos que apunten a la integracin de las parcialida-des en una misma identidad compartida? La pla-za, como lugar de reunin de toda la comunidad

    y quizs de otras comunidades carentes de espa-cios pblicos semejantes constituira una prime-ra materialidad integrativa. En Laqaya la plazaanalizada sera la nica existente en el sitio en supoca y en Los Amarillos, aunque existen otrosespacios pblicos aparentemente contemporneos,ninguno de ellos posee la centralidad y configu-racin del investigado, por lo que es probable quehayan sido destinados a otro tipo de actividades,una hiptesis que deber ser evaluada mediantefuturos trabajos.

    Otro elemento que excede el mbito pblico, perotiende igualmente a la constitucin de una identi-dad nica para toda la comunidad y otras de laregin, es la casa, por lo menos, en el caso delNorte de Lpez. Como lo argumentamos oportu-namente (Nielsen 2001), las viviendas de estapoca en la regin mantienen una sorprendenteuniformidad en su forma, tecnologa y estructurainterna, como si negaran enfticamente las dife-rencias (de identidad o de rango) entre los gruposdomsticos que las habitaban.

    Una tercera materialidad integradora es la cer-mica, que se convertira en un diacrtico de lasgrandes colectividades regionales. Tanto enHumahuaca como en Lpez, el trnsito al Perodode Desarrollos Regionales Tardo a mediados delsiglo XIII va acompaado por la aparicin decomponentes alfareros que incluyen vasijas pin-tadas con diseos distintivos. En la quebrada, elcomponente Humahuaca, que reemplaza al Isla-Alfarcito del Perodo de Desarrollos Regionales

    Temprano (Nielsen 1996b), abarca grupos condiseos (reticulados, espirales, haces de lneas)pintados en negro sobre rojo, ocasionalmente tam-

    bin blanco. En Lpez el componente alfarero deesta poca incluye al estilo Mallku (Arellano yBerberin 1981), integrado fundamentalmente porescudillas bicolores y, con menor frecuencia, pe-queosyuros o jarritas. En ambos casos, los ma-

    teriales pintados estn ampliamente distribuidosen los sitios, lo que sugiere que se trata de ele-mentos de circulacin irrestricta, al menos dentrode los mbitos regionales.

    La consideracin de la funcin de las vasijas por-tadoras de estos estilos regionales y su presenciaen las plazas nos lleva a la cuarta expectativa,relativa al consumo pblico. Como lo revela laFigura 5c, las vasijas portadoras de los diseospintados de esta poca en Humahuaca podran

    estar afectadas especialmente a este tipo de prc-ticas: los virquesya mencionados, grandes cnta-ros para almacenaje de lquidos (maduracin dechicha?) yyuros para su distribucin, fuentes parala exhibicin y transporte de grandes raciones yescudillas para su consumo. Carecemos de datossuficientes para reconstruir los detalles de esteaspecto de las celebraciones pblicas en el casode Los Amarillos, tarea que deber aguardar lainvestigacin de los grandes basurales que rodeanlas plazas del sector central del sitio. La asocia-cin de este espacio con el comensalismo comu-nitario, sin embargo, est sugerida por los gran-des artefactos de molienda y, dentro del Comple-jo A, por los fogones mltiples y la abundanciade grandes cntaros y fuentes en el sector orien-tal de la plataforma.

    La presencia de los estilos pintados tanto en losespacios pblicos como domsticos, que podrarevelar, adems, la participacin de gran parte delas unidades domsticas en la produccin de losrecursos festivos, nos remite a los vnculos entre

    el consumo pblico-ceremonial y cotidiano queDietler (2000) destaca como aspecto central delcomensalismo poltico. En Laqaya este vnculoest dado tambin por la semejanza en la forma yestructura interna del Recinto 300 y las viviendasdel sitio. Al homologar la plaza con la casa, severifica la lgica cultural, segn la cual la fami-lia, la comunidad y el cosmos se organizan deacuerdo a un modelo comn basado en las rela-ciones de parentesco.

    Para concluir quisiera sealar algunas diferenciasentre las dos plazas estudiadas que podran estarrevelando, junto a un marco institucional compar-

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    tido, importantes variaciones en las prcticas po-lticas y la distribucin del poder entre las dosregiones. El sector central de Los Amarillos po-see un diseo espacial jerrquico, plasmado enrestricciones a la circulacin y asimetras visua-

    les que revelan una participacin diferencial delas personas en las prcticas all desarrolladas,especialmente las que implicaban el acceso direc-to a los monumentos funerarios o a su contenido(Nielsen 1995). En trminos de la reconstruccinque venimos realizando, si bien las (tres?) gran-des parcialidades de la comunidad estaran repre-sentadas en la plaza a travs de sus malquis, notodos los miembros (personas? linajes?) dentrode ellas accederan directamente a ellos.

    La plaza de Lakaya, en cambio, es un espacioaccesible, libre de restricciones y equilibrado ensus componentes, cuya utilizacin propiciara unainteraccin ms fluida y simtrica entre los acto-res. La Figura 9, que muestra la reactivacin es-pontnea de la plaza de Bajo Laqaya por las co-munidades vecinas con motivo de la declaracindel sitio como Monumento Histrico de Bolivia,ilustra claramente esta interaccin igualitaria que

    induce en los participantes el propio diseo deeste espacio pblico. Durante todo el evento, losmiembros de la comunidad se dispusieron en uncrculo alrededor de la plaza, sucedindose en elcentro (junto a la caja central) los eventos pro-

    gramados: sacrificio de llama, challas, discursos,danzas y ejecuciones musicales, culminando conel consumo colectivo de gran cantidad de comi-das y bebidas.

    El desafo por delante es establecer, a base de lalaboriosa consideracin de indicadores arqueol-gicos especficos (p.e., bioarqueolgicos, arqui-tectnicos, en los patrones de consumo de distin-tos tipos de bienes, en las evidencias de diversasactividades productivas, entre otros), hasta qu

    punto los contrastes de jerarquas relativas mani-fiestas en el ceremonial pblico de las dos comu-nidades o regiones se replican como desigualda-des efectivas en otros campos de accin.

    No quisiera concluir este trabajo sin mencionarque, en algn momento del siglo XVI, los tressepulcros sobreelevados de Los Amarillos y lastres chullpas de la plaza de Laqaya fueron vio-

    Figura 9.La plaza de Bajo Laqaya durante la celebracin de la declaratoria del sitio como Monumento Histrico de Bolivia.

  • 7/24/2019 Plazas.para.Los.antepasados. Axel nielsen

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    PLAZAS PARA LOS ANTEPASADOS: DESCENTRALIZACION

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    lentamente destruidos, eventos que parecen habercoincidido con el abandono de importantes secto-res de ambos sitios. Como lo hemos propuesto enotras oportunidades (Nielsen y Walker 1999), lacoincidencia temporal de estos eventos con la

    expansin incaica sugiere una estrecha relacinentre todos estos hechos. Si esta conclusin escorrecta, el establecimiento del Tawantinsuyunoslo pudo implicar cambios en la distribucin depoderes en los escenarios locales, sino, adems,una reformulacin de las memorias colectivas re-gionales y del propio rol de la ancestralidad y elparentesco como principios de legitimidad parael ejercicio del poder poltico. La awkaipataincapone en primer plano la institucionalidad del Es-tado, no los antepasados locales. El poder polti-

    co sigue recurriendo a discursos sobre laancestralidad, pero se trata de discursos panan-dinos, en los que el monarca, como descendientedirecto del sol por lo tanto, antepasado de losancestros locales ocupa una posicin superior enla jerarqua genealgico-poltica. Esto nos lleva a

    terminar planteando preguntas para la etnohistoria:Qu papel jugaban los antepasados locales en lasformaciones polticas circumpuneas del sigloXVI? Sobrevivieron fragmentos de aquella me-moria al olvido incaico?

    Agradecimientos Quiero agradecer a los especia-listas que tomaron a su cargo el anlisis de distin-tos materiales recuperados en Los Amarillos: JulioAvalos (ltico), Pablo Mercolli (fauna), VernicaSeldes (huesos humanos), Nelly Vargas Rodrguez(restos malacolgicos), Alejandra Wurschmidt (res-tos macrobotnicos) y Silvina Escalante (maderas).Agradezco tambin a Mara M. Vzquez por suasistencia en el anlisis (cuentas, artefactos de hue-so, cermica) y en la confeccin de las figuras.

    Finalmente, mi gratitud a las comunidades deYakoraite, Santiago K y Santiago Chuvica por suhospitalidad y sostenido apoyo a nuestras investi-gaciones. El trabajo se benefici mucho con unaatenta lectura de Jos Luis Martnez, quien eviden-temente no es responsable de mis errores.

    ALBARRACIN, J., 1996. Tiwanaku settlement system: Theintegration of nested hierarchies in the lower Tiwanakuvalley. Latin American Antiquity 7: 183-210.

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