paul tournier el mito de una sociedad sin dios x eltropical

7/28/2019 Paul Tournier El Mito de Una Sociedad Sin Dios x Eltropical

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[ j ]El MITO DE UNA

SOCIEDAD SIN DIOS



e P A U L TOURNIERe

Colección: la persona y sus posibilidades

[1]EL MITO DE UNA

~ O C I E D A D ~ I N D I O ~

m1. Medicina de la persona

2. El personaje y la persona

3. Los fuertes y los débiles

4. Aprendiendo a envejecer

5. De la soledad a la comunidad

6. La aventura de la vida

7. El hombre y su lugar

8. Técnica psicoanalítica y fe religiosa

9. Biblia ymedicina

10. El mi to de una sociedad sin Dios

11. Violencia y poder

12. La fatiga en la sociedadmodernaPubllcacJones- - - - - - - ._- -

andamio---_.---



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08224TERRASSA (Barcelona)

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PublicacionesAndamio es la sección editorial

de los Grupos Bíblicos Universitarios de España (GBU)

ELMITO DE UNA SOCIEDAD SIN DIOS

© Editorial CLlE, Publicaciones Andamio, 1999

Estelibro esuna traducción de:Désharmonie delaviemoderne

Copyright© 1960by Editions Delachauxy Niestlé

Depósito legal: B.39.558-1999

ISBN:84-8267-103-0

Impreso en los talleresgráficos de la M.CE. Horeb,

E.R.n" 2.910SE - Polígono industrialCan Trias

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CT.C 01-05-450-19

Clasifíquese: 450CONSEJERíA PASTORAL:Tópicos

Itltroducciótl a la obra dePaul Tourtlier

Primera Parte: El cotlflicto itlterior del hombre modertlo

~ e g u t l d a parte: La jerarquía de la persa tia

Tercera parte: El cisma etltre lo espiritual y lo temporal

Cuarta parte: El mito del progreso

Quitlta parte: El mito del poder

~ e x t a parte: La cura

ítldice deobras citadas

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íNDICE

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11

39

65

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147

EX LIBRIS ELTROPICAL



I N r ~ O t l Q O O l ~ N ALA OBRÁ DE PAUL rOURNlm{

INTRODUCCIÓN ALA OBRA DE PAUl TOURNIER

aul Tournier es un gigante de la me-

dicina, la psicología y la fe cristiana

al mismo tiempo. Su figura, agrandada por el paso de los años, es hoy conocida

en todo el mundo. Sus énfasis cristianos en la práctica de las mencionadas disci

plinas han dejado una huella singular e indeleble en una sociedad creciente

mente tecnificada y materialista. Los que hemos tenido el privilegio de mante

ner algún tipo de contacto personal con él hemos experimentado su capacidad

inmensa para tratar a cada uno como un ser humano de gran valor, o -tal como

a él le gus taba decir- como una "persona entera". Tournier enriquece siempre

porque su obra es un tesoro inagotable.

Es po r esta razón que constituyepara mí un gran privilegioescribir el prólogo

a la'reedición de sus libros en español. Editorial Clie y PublicacionesAndamio

han hecho un gran bien a laobra envangélica de habla hispana al no cejar en sus

esfuerzos po r conseguir la reedición de la mayoría de sus libros.

¿Quién fue Paul Tournier? Hijo de un conocido pastor y predicador de Gine

bra, nació en 1898en esta ciudad suiza. Dos hechosclavemarcanprofundamen

te su infancia, y de alguna forma su vida: huérfano de padre a los pocos meses,

pierde también a su madre a los 6 años, s iendo adoptado por un tío materno.

Estas trágicas pérdidas también configuranun caráctertímido y muy sensible al

sufrimiento. A la edad de doce años ya había decidido estudiar medicina, pro

bablemente impulsado po r su deseode aliviar el sufrimiento de los demás. Termina su carrera a los veinticinco años y empieza a ejercer la medicina general

como médico de cabecera durante un período de unos diez años. Es digno de

resaltar que nunca llegó a especializarse en psiquiatría ni en psicología.

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o hace falta ser demasiado perspi-

caz para comprender que nuestro

mundo moderno no goza de buena salud. Sus males son innumerables, es

presa de convulsiones; es evidente que necesita un restablecimiento.

¿Qué lo aqueja?

Este es el problema que se plantea todos los días a un médico frente a un

enfermo. Enumerar los síntomas,discernir los mecanismos por los cuales

surgen estos síntomas y examinar de cerca las lesiones de los órganos más

afectados, no significa todavía hacer un diagnóstico.

Muchos hombres lúcidos tratan en la actualidad de formular este diag-

nóstico. La mayoría lo hace con prudencia, sin disimular la dificultad que

revisten sus ensayos. Sus diagnósticos suelen ser, por otra parte, contradic-

torios, lo cual contribuye a aumentar nuestra perplejidad. Pero sus esfuer-

zos no son vanos: buscan; nada se encuentra si no se busca. Y es en ese

sentido queme uno a ellos, no como alguien que creyera haber encontrado.

Junto con ellos, yo también busco.

Cuando nos encontramos con un "caso difícil», llamamos a varios médi-

cos. Lo examinamos en conjunto para hacer un diagnóstico preciso. Cada

uno formula su hipótesis particular. Después volvemos a examinar al pa-

ciente y vemos si la hipótesis se corresponde con los síntomas observados.

Así es como escribo este libro; vaya someter a juicio del lector la hipó-

tesis que me surge cuando trato de comprender la enfermedad del mundomoderno.

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Cuarta parte: EL MITO DEL P R O G R ~ ~ O

Invi to al lector a no tomar en serio todas las palabras de esta parte. Es

bueno sonreír un poco en medio de los graves problemas que nos ocupan.Para no tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio, conviene sonreír

benévolamente ante los arrebatos ingenuos que pueden posesionarse de los

espíritus más serios. La extraordinaria epopeya del mito del progreso cons

tituye para nosotros una saludable lección de humildad. Enefecto, nos mues

tra cómo a pesar de todos sus descubrimientos e invenciones, el hombre

sigue siendo pequeño ante el misterio del mundo. Estas invenciones plan

tean muchos más problemas de los que resuelven. Y los hombres tienen tal

necesidad de creer en cualquier cosa que, llevados po r el entusiasmo, olvi

dan rápidamente la famosa duda científica y el célebre buen sentido sobre

los cuales creían haber fundado su nueva civilización.

La fe en el progreso es la idea latente de nuestro mundo moderno. Se ha

difundido universalmente a tal extremo, justo cuando se pretendía hacer

proceso a la fe religiosa en nombre de la razón, que hasta hace poco nadie

pensaba en cuestionarla.

ElEvangelio había traído a la humanidad la gran esperanza de una Salvación proveniente del cielo, de una intervención de Dios en la historia, que

cambia el corazón de los hombres y es más apta para salvarlos de sus des

gracias que todos sus cálculos, y la del retorno triunfal del Cristo, quien

había dado durante su ministerio histórico la prueba evidente de su poder

y su amor divinos, con su muerte y su resurrección.

El rechazo del cristianismo, a que me he referido, podría haber llegado a

hundir a esta humanidad en la desesperación si no la hubiera sostenidouna

fe nueva: la de una salvación proveniente de la Tierra. Fe engañosa, claro

está, pero que sin embargo suscitó la consagración maravillosa de innume-

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Quinta e a r t e , : ~ R M!.!,O DR PODI:R

La teoría del mundo que heredamos de Darwin es así más una linda no

vela que una obra científica, pero modela nuestra mentalidad contemporá

nea. No sólo nos inculca la idea de progreso; nos dio un ideal dinámico,

como lo manifiesta incluso la difusión de este último término en nuestros

días. Aquí en la Tierra todo es combate, nos dijeron, lucha ciega de unas

especie con otras, lucha entre los individuos dentro de la especie, lucha por

la vida, lucha de competencia, lucha de clases y de naciones, triunfo univer

sal del más fuerte sobre elmás débil. Probablemente sirva de consuelo pen

sar que esta batalla general dará como resultado un progreso, pero ante

todo nos muestra que lo más importante en el mundo es ser fuerte.Vale la pena examinar atentamente esta idea, ya que ha ejercido una con

siderable influencia en la evolución de nuestra sociedad. Elprogreso podría

ser un fin desinteresado y abstracto, pero si se piensa un poco se verá que

funciona como una racionalización con la cual el hombre justifica su com

portamiento instintivo y egoísta: si trata de ser o de parecer fuerte más bien

es, sencillamente, por temor a ser arrollado en la vida.

El ideal de poder es común a todos los movimientos contemporáneos;

contamina todo, aun a la Iglesia cristiana. Se practica la lucha de clases tan

to si se está de acuerdo con su concepción como si se está en contra de ella.

Sea uno internacionalista o nacionalista, hace la guerra; se aplica una políti

ca de fuerza tan to si se preconiza el partido único o la competencia de di

versos partidos; se busca el poder económico tanto si se es partidario de la

economía liberal como de la economía dirigida.

La salvación está en el poder.

Preparé este libro en la misma región en que Nietzsche concibiósu doctrina del superhombre y de la voluntad de poder. «Recorría aquel día -escri-

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tar con Dios, de respetar a los otros, de ayudarlos a fortalecerse en lugar



de aprovecharse de su debilidad.

Lo más trágico del mito del poder es que desvía al hombre de la honesta

consciencia de su debilidad y lo lanza a una ilusoria confianza en sus fuer

zas; esta confianza en sí mismo lo priva de la fuerza de la fe, la única capaz

de romper el círculo vicioso en que lo ha encerrado su carrera por el poder.

Creo ver en los jóvenes de hoy signos precursores de una revolución más

profunda que las ya conocidas, que no hacían sino prolongar la dirección

que tomara nuestra sociedad hace tres siglos. Cansados de las peleas intelec

tuales, económicas, ideológicas, estos jóvenes atestiguan una nostalgia de

los valores eternos y universales, del arte, la poesía, del espíritu.Ojalá pueda esta generación persuadir al mundo de que la persecución

fantástica del poder era una utopía, y hacerlo volver a un ideal de armonía

y de jerarquía de los valores de acuerdo con el orden de la creación.

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~ e x t a parte: LA CURA

Tras el diagnóstico, la terapia.

A veces se da el caso de que los problemas del diagnóstico son tan intere

santes que tenemos la tentación de discutirlos por sí mismos. Pero un ver

dadero médico nunca pierde de vista su fin esencial; necesita un buen diag

nóstico para poder llevar a cabo un tratamiento eficaz. Nuestro objetivo al

examinar aquí las delicadas cuestiones que nos plantea la enfermedad del

mundo no es elmero gusto académicode la dialéctica. Laangustia del mundo

actual es tan apremiante, tantos los sufrimientos acumulados hasta hoy y

de tal gravedad las amenazas que se ciernen que debemos dejar que sólo el

corazón nos guíe. Queremos poner a su servicio nuestras facultades intelectuales de análisis.

Desde el comienzo me refería a las dificultades del diagnóstico; las del

tratamiento son aún mayores, por cierto. No creo que muchos de mis lecto

res quieran estar en el lugar de los hombres de Estado de hoy; [tampoco yo!

Sin embargo, la enfermedad del mundo no es solamente una enfermedad

del organismo en su conjunto; también alcanza a cada célula, a cada uno de

nosotros: la cura del mundo depende de nuestra cura personal.

De modo que quisiera ahora esbozar, con convicción y entusiasmo, las

líneas directrices para un verdadero tratamiento según mi punto de vista. A

menudo el médico, a falta de una terapéutica específica y causal, se ve redu

cidoa hacer un tratamiento sintomático de la enfermedad; este sería el caso

actual en el plano de la sociedad. Ante la urgencia de los males, los gobier

nos de todos los países se ven obligados a improvisar medidas para conte

ner lo peor. Estas medidas apresuradas pueden a veces dañar al enfermo;

entodo

caso no quitanque podamos buscar un

tratamiento causal.

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84. EDOUARD SCHWEIZER, "[ésus-Christ maitre de la maladie et de la

mort", Lesemeur, noviembre de 1946, p. 15.



85. Biblia, Apocalipsis de San Juan, 21:1.

86. G. DE REYNOLD, Conscience de la Suisse, Ed. de La Baconníere, Neu

chátel, 1939.

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