parrini, rodrigo. introducción. panópticos y laberintos. subjetivación, deseo y corporalidad en...

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iA,~92/ . ,05 V i6L1--A-2 s - INTRODUCCIÓN Tras muchos cambios y variaciones llegué a un título que estimé defi- nitivo para este libro: Panópticos y laberintos: subjetivación, deseo y corporalidad en una cárcel de hombres. Esta última versión condensa los cambios que%l texto experimentó a lo largo de su proceso de escritura. Diría que el título llegó hasta mí, que de alguna manera se impuso y dejó atrás otros matices y ámbitos que me habían interesado desde el princi- pio. Privilegié en un primer momento el tema de la disciplina, pero se impusieron el deseo y la corporalidad. A ninguno de ellos lo había consi- derado desde el inicio. Llegaron por su propio peso, por la insistencia con que hablaban sobre su cuerpo y el de los otros los presos que entrevisté; sobre su deseo y el de los otros. Permaneció, eso sí, el concepto de subjetivación. Para mí, cuan- do comencé a escribir este libro, era una noción nueva que tomaba de las lecturas de Foucault: luego me pareció que podría ser un concepto central para los estudios sobre género y sexualidad, ámbito en el que participo. Central por dos razones: primero, porque permite entender que la subjetividad es una construcción enraizada en ciertas coorde- nadas histórico-políticas y en determinadas conformaciones simbóli- cas e imaginarias; además, si bien en los estudios de género se afirma de modo insistente que los sujetos son construidos, cuando se llega hasta ellos, se les pregunta. y se investigan sus vidas, sus deseos, sus prácticas y sus significados, se trabaja como si todo estuviera allí de modo consistente. Digámoslo: se trata a los sujetos como anteceden- tes y no como consecuentes. ¿Consecuentes de qué? De una historia o de muchas, de dispositivos ideológicos e institucionales, de tramas simbólicas, de arreglos políticos. Segundo, si se evita pensar en cons- trucciones imaginando esencias, se puede entender de modo más radi- cal el funcionamiento de los elementos señalados en la conformación histórica de los sujetos. Nuevos tipos de sujetos nacen de distintas tec- Jc-Lá d c / Y PdÁ--maL cb-al /-te: C7 . 1 ' aüLfie?( /)/1.-( / - 2 - 1207 - 15

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  • iA,~92/.,05 V i6L1--A-2 s-

    INTRODUCCIN

    Tras muchos cambios y variaciones llegu a un ttulo que estim defi-nitivo para este libro: Panpticos y laberintos: subjetivacin, deseo y corporalidad en una crcel de hombres. Esta ltima versin condensa los cambios que%l texto experiment a lo largo de su proceso de escritura. Dira que el ttulo lleg hasta m, que de alguna manera se impuso y dej atrs otros matices y mbitos que me haban interesado desde el princi-pio. Privilegi en un primer momento el tema de la disciplina, pero se impusieron el deseo y la corporalidad. A ninguno de ellos lo haba consi-derado desde el inicio. Llegaron por su propio peso, por la insistencia con que hablaban sobre su cuerpo y el de los otros los presos que entrevist; sobre su deseo y el de los otros.

    Permaneci, eso s, el concepto de subjetivacin. Para m, cuan-do comenc a escribir este libro, era una nocin nueva que tomaba de las lecturas de Foucault: luego me pareci que podra ser un concepto central para los estudios sobre gnero y sexualidad, mbito en el que participo. Central por dos razones: primero, porque permite entender que la subjetividad es una construccin enraizada en ciertas coorde-nadas histrico-polticas y en determinadas conformaciones simbli-cas e imaginarias; adems, si bien en los estudios de gnero se afirma de modo insistente que los sujetos son construidos, cuando se llega hasta ellos, se les pregunta. y se investigan sus vidas, sus deseos, sus prcticas y sus significados, se trabaja como si todo estuviera all de modo consistente. Digmoslo: se trata a los sujetos como anteceden-tes y no como consecuentes. Consecuentes de qu? De una historia o de muchas, de dispositivos ideolgicos e institucionales, de tramas simblicas, de arreglos polticos. Segundo, si se evita pensar en cons-trucciones imaginando esencias, se puede entender de modo ms radi-cal el funcionamiento de los elementos sealados en la conformacin histrica de los sujetos. Nuevos tipos de sujetos nacen de distintas tec-

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    nologas de poder dice Foucault. Lo que hicimos fue tornar esta afirmacin al pie de la letra.

    Nuestros sujetos fueron los hombres presos en una crcel del Distrito Federal, al norte de la ciudad. Diez mil individuos en una crcel construi-da para la mitad de ese nmero. Una ciudad tras las rejas. Hacinamiento, risas, comidas, trabajo, sexo. Emociones y silencio, violencia y ternura. El amor y la furia. Una ciudad. Un rumor incesante entraba por las ven-tanas del pequeo recinto donde convers con algunos de ellos, como si nunca se dejara de hablar, de decir algo; no una voz individual, sino una voz colectiva, soterrada y pulsante que me cobijaba. Alguna vez pens en uno de los cantos de la Antgona de Sfocles en que el coro se interroga sobre el misterio de la condicin humana y su destino aciago. Un miste-rio que llegaba en forma de rumor, un canto doloroso y vivo tras las rejas. Gente vestida de color beige, viejos y jvenes, algunos acicalados como mujeres, otros como raperos marginales. Algunos sucios, caminando sin rumbo; otros pulcros, desplazndose con certeza. Guardias vestidos de negro. Una paleta de colores que se mova ante mis ojos. Un mundo: sa sera la definicin ms indicada. Un mundo que trat de reconstruir en algunas de sus partes, pero que es infinitamente complejo y diverso. Mi trabajo es un trozo de ese mundo.

    Ya he esbozado varios panpticos y diversos laberintos. La nocin de panptico tambin es foucaultiana. Bentham rescatado de los archi-vos. Una forma en que el poder se materializa en dispositivos arquitec-tnicos, pero tambin en un rgimen de la mirada. Un proyecto de verlo y vigilarlo todo desde un solo punto. La crcel sera, en este sentido, la institucin panptica por excelencia. En determinado nmero de metros cuadrados se encierra durante cierta cantidad de tiempo a algunos indivi-duos para que sean vigilados y reformados y regresen un da postrero a la sociedad, dispuestos a hacer, por fin, el bien. Panptico no slo fsico, sino tambin moral. Empezamos buscando panpticos, pero encontramos laberintos. Como si entre los objetivos polvorientos de la institucin y su funcionamiento efectivo se interpusiera una gran cantidad de errores y de malos entendidos, de desidias y de acomodos. Tal vez la conclusin ms relevante de nuestro estudio sea sa: la institucin carcelaria en su funcionamiento efectivo es muy distinta de la descrita en sus archivos y documentos. La institucin es apropiada y recreada de mltiples maneras por los sujetos que le son destinados. Esto otorga un nuevo matiz al tema de la subjetivacin, pues no slo los sujetos resultan de una tecnologa

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    de poder e institucional que delimita las coordenadas de la subjetividad, sino que tambin reformulan esos mismos resultados, los desplazan y se los apropian. Entre una institucin y los sujetos institucionalizados existe una trama densa de resistencias y especificaciones que no forman parte de un proyecto global ni de un programa particular, sino de una dinmica cotidiana y permanente. Microfsica no slo del poder, sino tambin de sus reveses, de sus reacomodos y de las resistencias que se le oponen y lo desplazan.

    Panpticos y laberintos. Ambos conjugados y actuantes, ambos im-bricados. Panpticos y laberintos que se deslizan y se concretan en las subjetividades, en los deseos y en los cuerpos. Encontramos, de este modo, que cuatro partes del cuerpo condensaban el funcionamiento de cuatro regmehes diferenciados de poder y subjetivacin. El primero, situado en la boca, determinaba un rgimen de silencio y de habla, que castigaba duramente la delacin. Segundo rgimen, ubicado en los ojos: un rgimen ertico que organizaba el deseo y que estipulaba las for-mas de elusin y de acercamiento. Tercero: la cara, punto en el que la subjetivacin se expresa como mltiples identidades estableciendo un rgimen de vida y de muerte, y de pertenencia o extraeza. Leandro, uno de nuestros entrevistados, asegur que l tena dos caras: la de un hombre vivo y la de otro muerto. ltimo rgimen: uno de sexo/gnero, que se condensa en el culo. Tal vez la cita ms importante del libro hable de esto: Nico nos dijo que "la Paz es un cabrn" y que le dice a todos que -lo puto lo tiene en el culo", pero que "le puede dar unos madrazos" a quien se le cruce en el camino. La Paz es un travesti ya viejo que vive desde hace muchos aos en el Reclusorio. Nunca la entrevistamos, pero su voz lleg hasta nosotros para develar, tal vez, la clave del funciona-miento de los regmenes subjetivos y de poder en la crcel. Ella esboz el camino hasta los laberintos que los presos construan cotidianamente. Lleg como un rumor, como la voz de un coro de presos y sus vidas. Antgona del encierro.

    Por qu nos dio la clave? Porque nos describi cmo funcionaba el orden carcelario, al menos en el mbito del gnero y la sexualidad. Ella anunciaba un mapa de identidades y posiciones que nos fue muy difcil desentraar. No haba jerarquas estrictas ni posiciones fijas y estables. Las identidades se traslapaban y fluan. Cuando la Paz realiza esta ope-racin que mencionamos y dice que lo puto lo tiene en el culo, lo que refiere es un orden performativo de las identidades y de la subjetividad.

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    Ella misma pasa por su cuerpo de lo puto a lo cabrn. y por lo tanto que-da en una zona intermedia, en un entre permanente. No es slo puto ni slo cabrn. Es ambos a la vez, y consecutivamente. Entonces, si con-tinubamos adheridos a la polaridad femenino/masculino, hombre/mu-jer, creyendo que el gnero corresponde a la diferenciacin de unidades discretas, lo que ella nos deca no tena sentido alguno. Lo que hicimos fue ponernos entre, y entender al gnero como una lnea cuyos costados son trazados desde dentro: se est en este campo indeterminado, se est entre, y luego se dirime, por decirlo as, hombre y mujer, masculino y femenino. Antes, Boris nos haba relatado una escena en que un interno intentaba seducirlo... l le dijo que no iba por "ese lado". Lado, cmo reconoca un lado y lo diferenciaba del otro si no los conoca ambos(' Suceda lo mismo con el deseo y la seduccin: si los presos cotorreaban entre ellos, tocndose e insinundose unos a otros, entonces era un co-torreo sano que nada tena que ver con el sexo. Si alguien lo haca "en serio", entonces era seduccin y todos huan por los pasillos. La misma pregunta: cmo podan diferenciar un cotorreo del otro? Era necesario que estuvieran entre, que conocieran ambos, pero que eligieran uno de los lados. El correcto, por as decirlo.

    Pero la Paz y estos internos nos llevaron a las dos conclusiones cen-trales de este texto. Si ella poda ser cabrn y puto de forma alternada, entonces la masculinidad, nuestro objeto de estudio, era una forma de di-rimir los lados y de posicionarse en ellos. La masculinidad, que cremos rebosante al principio de la investigacin, surgi como un espacio vaco, como un punto que condensaba significados, pero que no corresponda a ninguno en especial. La masculinidad era, ante todo, forma y no conteni- do. Diremos que funciona como punto nodal: fija significados y los vincu-la, pero slo como una operacin performativa, no como algo sustantivo que determinara contenidos con antelacin. Luego, esto exiga reflexionar sobre cmo perciba el gnero su propio funcionamiento. Consideramos que construye una escena de la identidad en que los contenidos corres- ponden con las formas, los significados con las prcticas y los sujetos con sus intenciones. De la mano de la Paz, siguiendo sus palabras que nos lle-garon como una voz colectiva, diremos que hay que pensar una escena de la seduccin en la que un orden no slo puede ser subvertido, sino rever-tido: la Paz es hombre y mujer, puto y cabrn, femenino y masculino; no porque los mezcle, sino porque alterna cada polaridad en su propio cuerpo y se sita en su flujo seductivo antes que en las unidades identita-

    rias. Pero no lo hace slo ella; todos lo hacen mediante un rgimen de desconocimiento, de saber y de poder microfsico y local.

    La masculinidad tiene dos caractersticas centrales en su funciona-miento, al menos en la crcel. Primero, siempre debe constituir una tota-lidad y nunca puede ser parcializada. Segundo, los hombres que la portan como una insignia siempre deben mantener un estatuto de sujetos y no pueden ser objetualizados. Son dos matices de una misma operacin: excluir a los hombres y a la masculinidad del flujo del deseo y situarlos en un lugar definitivo, sin origen, incuestionado. Pero ah van la Paz y su culo diciendo que ella tambin es cabrn y recordndoles que si per-manecen en un lado o en el otro es porque conocen ambos. Hablamos de silencio: la masculinidad tarftbin es un laberinto que permite que los significados vayan por un lado y las prcticas por otro para que nunca coincidan ni a nadie se le ocurra pedir coherencia. Se impone, entonces, un silencio riguroso bajo la gida de la violencia. No importa lo que se haga, lo que importa es lo que se diga. El poder acta microfsicamente sobre el habla y las palabras, para que nunca se junten con las cosas que enuncian. Nuevo laberinto, esta vez sustentado en el lenguaje. Panptico tambin de las palabras, oscuridad de las conductas. Terminamos como empezamos: panpticos y laberintos.

    CUL ALMA? QU CUERPO?

    Dice Foucault que el objetivo de sus ltimos veinte aos de trabajo fue crear una historia "de los diferentes modos de subjetivacin del ser hu-mano en nuestra cultura" (Foucault, 1988: 227). Esta historia permitira realizar una genealoga del alma moderna como "correlato actual de cier-ta tecnologa del poder sobre el cuerpo" que se ejerce "sobre aquellos a quienes se castiga, de una manera ms general sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige" (Foucault, 2003: 36; las cursivas son nues-tras). En un prrafo ya famoso agrega que esta alma, "real e incorprea", "no es en absoluto sustancia: es el elemento en el que se articulan los efectos de determinado tipo de poder y la referencia a un saber [...] El alma, efecto o instrumento de una anatoma poltica; el alma, prisin del cuerpo- (ideen).

    NOS hemos detenido en esta forma de comprender la subjetividad porque nos lleva a formular un problema: reconocer y sealar los me-

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    canismos especficos de produccin del sujeto, entendido como resul-tado de determinadas relaciones y de ciertas tecnologas sociales.' As. nos motiv una inquietud central: conocer las formas contemporneas de subjetivacin que suceden o son permitidas por ciertos contextos institu-cionales, y su vnculo con los modos de construccin de subjetividades generizadas.2

    Elegimos un espacio especfico, la crcel, y una subjeti-vidad particular, la masulina, para rastrear el nacimiento de "formas totalmente nuevas de sujetos", sustentadas en ciertas prcticas sociales y dominios de saber, segn una pieza literal del "programa" de Foucault. En este sentido nos preguntamos si existira una forma especfica de sub-jetivacin que sucediera en la crcel. Asimismo otra pregunta nos apre-miaba: Hemos tomado en serio, reconociendo todas sus consecuencias analticas y polticas, los planteamientos de Foucault acerca de la histori-cidad radical de cualquier de toda subjetividad?

    Si dicha historicidad es correcta, el alma que Foucault intercepta en formas de poder, en historias, en estrategias y saberes, esa alma derruida, pero operante no como ilusin sino como materialidad de una tecno-loga de produccin de subjetividad, no dejar de ser "incorprea", como el alma de la teologa, si no se la piensa sexuada y generizada. su vez el cuerpo, prisionero de dicha alma, su presa final y absoluta, ser suficientemente material slo si se lo entiende conformado por determi-nadas relaciones de gnero. Entonces debemos preguntar a Foucault, si-

    Segn Laclau y Mouffe, algunos de los debates contemporneos ms significativos estn marcados por una crtica del esencialismo filosfico, la asignacin de un papel nuevo para el lenguaje en la conformacin de las relaciones sociales y "la reconstruccin de la categora de 'sujeto

    (Laclau y Mouffe, 1987: vii). Los dos primeros temas de este debate han producido una crisis en la categora de sujeto, dicen los autores, "aquella unidad carte-siana que era atribuida por las ciencias humanas tradicionales a los agentes sociales" (ibid.: viii). Esta transformacin ha llevado a concebir al sujeto como 'descentrado', constituido "a travs de la unidad relativa y dbilmente integrada de una pluralidad de 'posiciones de sujeto

    (idem). Este 'descentramiento' del sujeto ha sido fundamental para una orientacin significativa de la teora feminista y los estudios de gnero, uno de cuyos gestos ha sido historizarlo y marcarlo sexualmente (Colaizzi, 1990). Se marca y se historiza al sujeto uni-tario y universal: el 'hombre' del humanismo; un movimiento ya iniciado por De Beauvoir y continuado, con diversos matices y orientaciones, por gran parte del feminismo.

    2 El trmino es un neologismo, pero no encontramos otro que pudiera significar la configuracin de la subjetividad en relacin con el gnero. Entendemos por subjetividades generizadas

    o podra decirse, genricamente constituidas aquellas formas y dimensio-nes de la subjetividad que estn marcadas y son conformadas por un orden sociocultural de sexo/gnero.

    guiendo su propio razonamiento, asaltndolo y agitndolo: cut( alma?, qu cuerpo?

    Los juristas del siglo XVIII encontraron un nuevo lugar para el castigo, una vez que abandonaron el cuerpo suplicial que haban elekdo los po-deres medievales y monrquicos. Es sobre el alma donde se espera que la pena surta efecto. No cualquier alma, por cierto: alma ubicua de la enseanza y la reforma, alma especfica del tratamiento y de la normali-zacin, alma tangible de la disciplina y los diagnsticos. En un prrafo de Vigilar y castigar, donde se anota este cambio de superficie para la apli-cacin del castigo suspensin de la tortura sobre el cuerpo e inicio de las incitaciones del alma para que modifique sus derroteros funestos, Foucault se interroga: "Qu sera un castigo no corporal?" Enuncia la pregunta, pero la deja sin respuesta. De algn modo no poda responder-la, porque se requera otro tipo de investigacin y un recorrido inverso al que l realiz: partir de los sujetos institucionalizados, de sus almas y de sus cuerpos, para estudiar los efectos de la institucin y para comprender la dimensin no corporal de un castigo.

    Si la "tecnologa de poder" que se ejerce sobre el cuerpo, correlato del "alma moderna", no slo despliega castigos y penurias, sino que inci-ta deseos y ordena proyectos de vida; y si el poder no est en ningn lugar especfico, si no lo ejerce "alguien" y no hay una pirmide que esgrima su diagrama y, ms bien, est en todas partes conformando una red, in-citando comportamientos y disposiciones. obturando cuerpos y almas, entonces, no hay que buscarlo slo en los archivos, en los libros, en los reglamentos; no slo en la produccin institucional de discursos, sino en las voces de aquellos a quienes las instituciones administran y corrigen (vigilan y castigan, debiramos decir). Buscarlo no slo en su efectividad y en su intencin, sino en su desvaro, en su irritacin y en sus deslices. Poder difuminado, pero tambin inoperante. Poder que transforma, pero al que tambin se resiste y se desplaza. Eso es lo que hemos intentado hacer: asumir el programa foucaultiano, pero aplicarlo invertido; partir de los sujetos institucionalizados para llegar a las instituciones en su fun-cionamiento actual la crcel, en este caso, y hacerlo en un mbito especfico: la configuracin de subjetividades signadas por el gnero.

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    JARDN DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN: LOS SIGNIFICADOS Y LAS PRCTICAS

    Este libro tiene su origen en una investigacin que llevamos a cabo du-rante el ao 2004 en el Reclusorio Varonil Norte del Distrito Federal. Fue un estudio cualitativo para el cual hicimos 15 entrevistas en profundidad (Alonso, 1995) a internos de dicho penal (vase el anexo 1). Los anlisis que realizamos se sustentan en estos materiales de manera exclusiva; fueron la base para desplegar una interpretacin de los discursos que dichos internos generan en tomo a la masculinidad, la sexualidad, el en-cierro, la disciplina y el poder.3

    La nocin de discurso intenta relevar la imbricacin entre los dispo-sitivos culturales de significacin, las prcticas sociales y la constitucin del sujeto (Ibez, 1992). Permite explorar, de modo ms especfico que el concepto de ideologa, los diversos contextos en que se construyen y se reproducen las relaciones de gnero, se conforman las subjetividades y se despliegan las prcticas sociales. Por lo tanto, el discurso favorecer el acceso tanto a la significacin cultural como a las prcticas que los sujetos o los colectivos sostienen. No obstante, como advierten Laclau y Mouffe (1987), no es pertinente realizar una distincin tajante entre el discurso y la prctica, como si el discurso slo fuera un habla sin efectos en la realidad social; ms bien, el vnculo entre ambas dimensiones supo-

    3 A la investigacin en crceles se opone una serie de problemas ticos que intenta-mos atender y subsanar durante la investigacin. Los internos estn en la crcel contra su voluntad, en estricto sentido. Se les ha suspendido temporalmente una serie de derechos mientras cumplen una condena o se les somete a proceso. La crcel es una institucin organizada en muchos sentidos segn un modelo militar. As, existe una trama de relacio-nes institucionales de poder que son insoslayables, tanto para acceder a los entrevistados como para analizar los materiales. Dado este contexto, evitamos cualquier tipo de gestin administrativa que supusiera coaccin sobre los internos que seran entrevistados. Cada cual particip de manera voluntaria en la entrevista y ley y firm un consentimiento in-formado para acceder a ella. Si alguien no quera ser entrevistado, se le dej en completa libertad para elegir. Asimismo, cuidamos de la confidencialidad mientras realizamos cada entrevista y de igual modo en los anlisis. Todas las citas que aqu reproducimos llevan un seudnimo y no el nombre real de la persona entrevistada. Por otra parte, cuando un interno acceda a ser entrevistado tena libertad para responder las preguntas que estimara conveniente y obviar las que no quisiera contestar. El entrevistador cuenta con entrena-miento como psiclogo y psicoterapeuta, lo que le permiti contener a los entrevistados cuando abordaban temas difciles, asf como evitar los daos emocionales que pudieran resultar de las entrevistas.

    lie que toda prctica social est inscrita en un lenguaje y que todo lengua-je es, en alguna medida, una prctica socia1.4 De este modo es posible, como indica Ort, "relacionar la orientacin ideolgica de los discursos con la gnesis y reproduccin de los procesos sociales" (Ort, 1994: 184). Esto apunta a la historicidad de los discursos, que son dispositivos situa-dos social y culturalmente en un tiempo histrico determinado, y que se reproducen a la vez que se transforman. El discurso, como nocin, per-mite evitar una concepcin ahistrica de las significaciones culturales y una comprensin estrictamente abstracta de ellas y posibilita su estudio especfico, contingente y particularizado (Belsey, 1980). Esta perspectiva no desconoce los mbitos extradiscursivos, tal como lo apunta Foucault (2002b), pero atiende a una dificultad metodolgica para estudiarlos, pues incluso cuando se da cuenta de ellos se les debe ceir a un lenguaje y a un discurso. Asimismo, rechaza la nocin que hace equivaler el dis-curso con una versin hablada de lo social; ms bien se entiende que el lenguaje es un plano constitutivo de las relaciones sociales y de la pro-duccin social en general, que articula en el discurso posiciones de poder, historia, significaciones, imaginarios e instituciones, entre otros aspectos de lo socia1.5

    De este modo, hemos considerado los contextos prcticos y de sig-nificacin que conforman la cotidianidad en la crcel. sta es, tambin,

    4 Estos autores exponen: "a) todo objeto se constituye como objeto de discurso, en la medida que ningn objeto se da al margen de toda superficie discursiva de emergencia; b) toda distincin entre los que usualmente se denominan aspectos lingsticos y prcticos (accin) de una prctica social, o bien son distinciones incorrectas, o bien deben tener lugar como diferenciaciones internas a la produccin social de sentido, que se estructura bajo la forma de totalidades discursivas" (Laclau y Mouffe, 1987: 119),

    5 En tal sentido Laclau y Mouffe (1987) indican que esto no resuelve ni niega la existencia de un exterior al pensamiento. Explican que un terremoto sucede de manera independiente del discurso, lo mismo que la cada de un ladrillo, pero su construccin en tanto "'fenmenos naturales' o como 'la expresin de la ira de Dios', depende de la estruc-turacin de un campo discursivo". "Lo que se niega argumentan no es la existencia, externa al pensamiento, de dichos objetos. sino la afirmacin de que ellos puedan consti-tuirse como objetos al margen de toda constitucin discursiva de emergencia" (p. 123). Una postura ms radical sobre esta dependencia del lenguaje, para que la realidad se constituya como un campo fenorminico diferenciado y especfico. es la de Humberto Maturana. quien plantea postura comn a lo que se denomina "biologa del conocimiento" que el len-guaje genera las distinciones mismas que permiten diferenciar la realidad de la subjetivi-dad. la mente del cuerpo. o el objeto del sujeto. Una piedra que est en medio del desierto, dice, no existe hasta que alguien tropieza con ella mientras camina. Vase Maturana y Varela. 1984: y Maturana, 1995.

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    una distincin formal, pero que estimamos pertinente, pues las prcticas que los internos sostienen y los contextos en que se pueden desplegar es-tn en alguna medida determinados por ciertas significaciones, referidas tanto a las relaciones sociales en general como a la crcel en particular. No obstante, unas y otros no necesariamente coinciden; la relacin no es de determinacin estricta, sino ms bien de configuracin: "un sistema de posiciones diferenciales". Lo que se hace no necesita sostenerse ni sus-tentarse de manera ineludible en lo que se cree, ni en la interpretacin que se realiza. Los valores que se enuncian no necesariamente orientan las conductas que se ejecutan. Lo que se esgrime argumentalmente o ideo-lgicamente se desdice en las prcticas; fcticamente, por as decirlo.

    Hemos intentado recuperar estas divergencias porque considera-mos que son cruciales para comprender mbitos como la sexualidad o la enunciacin de una identidad masculina. La coherencia que se esperara conceptualmente no tiene por qu existir empricamente en la vida coti-diana y en las relaciones reales y especficas de los sujetos entre ellos y consigo mismos. La incoherencia, la divergencia, el sinsentido y la con-tradiccin son factores que hemos tomado en cuenta y que destacaremos a lo largo de nuestros anlisis (Deleuze, 1970). De alguna forma un orden es siempre un contexto entrpico y sinrgico que dispone de fuerzas que lo mantienen y de otras que lo desmienten o lo horadan. No daremos al orden del encierro un plus de coherencia que no tiene, o que al menos no hemos encontrado empricamente.

    Los ARGUMENTOS, LOS TEXTOS Y LA PERPLEJIDAD: CMO PENSAR LA CRCEL Y EL GNERO?

    Nunca han sido un campo homogneo, ni siquiera consensual, pero en la ltima dcada los estudios de gnero y el feminismo han diversifica-do de manera intensa sus posiciones. Algunos todava operan con la ilu-sin de llegar a un consenso que permita una comprensin llana de lo que se dice. Por otra parte, el gnero como concepto ha experimentado una difusin creciente en distintos campos acadmicos, en la opinin pblica y en ciertas instituciones estatales e internacionales. Lo que implica una conquista poltica que remplaza el viejo lenguaje de las identidades de-signadas, de las quietas esencias y de los cuerpos calmos, tambin supo-ne un atolladero terico importante, al menos por dos razones. Primero,

    el trmino se integra a cierto sentido comn, especialmente de tipo pol-tico e institucional. El gnero se multiplica en las bocas de los tcnicos, los profesionales y los burcratas. De pronto donde siempre hubo sexo ahora encontramos gnero; pero no sabemos si slo se remplazaron los trmlios o se transformaron las lgicas. Luego, se arriba a determinado acuerdo: el gnero es la construccin cultural y social de la diferencia sexual. Tal acuerdo siempre estuvo apolillado y naci tuerto, pues cuan-do apenas se formulaba ya tena detractores, pero al menos permita la constitucin de cierto campo reflexivo y acadmico. No obstante, la de-finicin fue debatida y rebatida desde el inicio, y su consensualidad slo es una ilusin momentnea. Cuando se enuncian la construccin cultural y la diferencia sexual ya se han levantado voces diversas que las cuestio-nan, que desmienten sus certezas y que desarman sus supuestos.

    Mencionamos ambas dificultades para esbozar nuestros propios ar-gumentos. Creemos necesario profundizar la comprensin terica de la nocin de gnero y evitar la reproduccin de un sentido comn en sus terrenos. Al menos la academia tiene ese deber, que no se le puede exi-gir en primer lugar al Estado o a los activistas. Lo que est en juego es el potencial terico, heurstico y poltico de la categora. Por otro lado, la distincin tajante entre la empiria y la teora es cada vez ms dbil. Cmo se puede comprender y atender a cierta dimensin de lo social sin determinada mirada terica?; todo habla por s mismo o es inter-pretado?; la interpretacin debe permanecer muda en sus presupues-tos y en sus estrategias, o debe especificarlos?; qu es una descripcin, en sentido estricto? No intentaremos resolver tales puntos en este texto, pero s tomaremos cierta posicin. Hemos realizado dos trabajos que en algn sentido son distintos, pero que finalmente resultaron imbricados. Un trabajo terico sobre las preguntas que antes referimos, y uno empri-co sobre los materiales que arroj el trabajo de campo. Uno y otro estn relacionados, pues el anlisis parte de una discusin terica. Estudiamos subjetivacin, gnero, corporalidad, deseo y performatividad, entre otras nociones. Luego, tenamos un conjunto de discursos que sobre diversos temas pronunciaron hombres encarcelados. Dos lenguajes muy distintos. Procedimos engarzando unos con otros a partir de nuestras interrogantes. Engarzar no es traducir o remitir uno al otro, porque son y siguen siendo diferentes. Se trata de tramar con ellos una exposicin y una interpre-tacin posibles, que no pretenden objetividad. Nunca quisimos realizar una etnografa. pero tuvimos que describir ms de lo esperado para po-

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    der comprender el objeto de estudio que delimitamos. Para las ciencias sociales del pas las crceles son lugares secretos,6 y tuvimos que asumir esta ausencia de conocimiento como un desafo. As, intentamos recons-truir las coordenadas de la vida cotidiana en el penal estudiado y las re-laciones entre los internos, y luego abordamos los mbitos que ms nos interesaban. No obstante, este orden es una ilusin, porque unos y otros la distribucin del espacio y los enunciados sobre la masculinidad, por ejemplo eran mecanismos y modos de subjetivacin, implicaban de-seos e identidades, disponan relaciones de gnero y de poder, subyacan sexualidades. De este modo, si bien no tratamos de realizar una etnogra-fa, advertimos que el texto puede ser ledo como una descripcin y como una narracin en caso de que fueran trminos distintos: descripcin de un espacio social y sus participantes, y narracin de la construccin de ciertas categoras tericas y analticas. Y viceversa.

    Por otra parte, podra cuestionarse la nocin de sujeto y dejar intacta la de texto? La crtica del sujeto es extensiva a la crtica del texto, del significado y de la escritura. As tambin, la peticin de verdad que se le hace a un texto es consecutiva a la exigencia de verdad que se levanta sobre los sujetos. Ambos, atentos a lo que hemos dicho antes, son formas entrelazadas de disciplinar los saberes y los individuos. Formas, tambin, en las que se imbrican saber y poder. No se puede ser crtico en los su-puestos y conservador en los procedimientos. Por tanto, el camino que hemos elegido exige atencin a las formas en que en el mismo texto se despliegan estos acertijos: poder, verdad, sujeto, saber, significado, iden-tidad, subjetivacin. Estrictamente, un texto ste o cualquiera es un instrumento subjetivante, y la autora un modo de establecer verdad Los ndices y los captulos son estrategias para ordenar y constreir; las ci-tas, formas de asir la identidad. Pero stos son los lmites de cierta pro-duccin del conocimiento que tambin nos comprometen a nosotros. El horizonte de un texto son sus lecturas posibles, pero tambin est cons-tituido por las mltiples voces, los subtextos, las intrincadas formas que permiten la cristalizacin de una idea, de cierta reflexin o de una ima-gen. El sujeto que escribe no es ms ni menos slido que aquellos sobre quienes escribe. No suponemos integridad y esencialidad para nosotros y contingencia e historicidad para los otros. Muchas voces, muchas. De

    6 Con la notable excepcin del trabajo de Elena Azaola. Vase Azaola 1996, 1995 y 1990; Azaola y Jos, 1996.

    otros y de nosotros mismos, por eso casi siempre hablamos en plural, aunque la identidad civil del autor sea singular. Tal vez detrs del recla-mo foucaultiano de hacer desaparecer al autor, su exigencia de eludir la pregunta por la identidad, se abra el campo ms amplio de una pluralidad subjetiva, de una diversidad de citas y retrucanos. La escritura es, ante todo, un proceso que tiene un principio incierto y un fin imposible. En-tre un momento y el otro se cristaliza este texto, sus captulos, sus citas, sus tonos; pero tambin sus omisiones, sus arbitrariedades y sus olvidos. ste, como cualquier otro texto; no menos, tampoco ms. Slo que lo anunciamos, as como Baudelaire increpa a su lector, lo abraza y lo ex-pulsa al mismo tiempo. La diferencia entre la literatura y la ciencia es un supuesto de la misma imaginacin: si alguien escribiera de sujetos que se transforman en escarabajos hara literatura, pero si escribe sobre esca-rabajos que pululan en la tierra, entonces hace ciencia. Si adopta un tono elusivo y concomitante, entonces es literatura; pero si fuera imperativo o conclusivo, se llamara ciencia. Claro, la dura paradoja de las ciencias humanas y sociales es que tanto la transformacin como el pulular del escarabajo son reales, son relevantes y son posibles. Aceptamos este es-tatuto contradictorio porque nos permite referir los propios panpticos de los procedimientos y los mandatos, as como los laberintos, que a veces creamos o que slo constatamos. Como la dulce Penlope, hemos tejido y destejido, con premura y con atencin. Voces, citas, textos, verdades, simulacros, esbozos, dolores, voluntad. perplejidades. Nos sumamos a un coro, como el que mencionamos antes, que canta la condicin hu-mana ante el dolor especfico y singular de Antgona, desgarrada por la fidelidad y la ley.

  • 138 EANPTICOS Y LABERINTOS

    resultado desnudo, la mscara cada o imposible. Todos se esconden de-trs de todos para dejar slo al cuerpo ninguno en particular, todos en especfico, expuesto como la baza final del poder, como su presa y su garante. Dijimos que el cuerpo era una mscara, pero debiramos decir: la nica mscara que se muestra como tal, una mscara desnuda, por as decirlo. Si el mito tiene como funcin, en palabras de Barthes, eliminar lo real, en este caso, cuando hablamos de la crcel como un mito, tiene como funcin presentificar lo real, exponerlo y exponenciarlo mediante el cuerpo, pero no como naturaleza, sino como prenda, como vestigio.55 Un cuerpo muerto es, tal vez, el ms social de todos los cuerpos. Lo vi-mos antes. Luego, un cuerpo esclavizado, otro sometido, uno herido, otro ahorcado. Cuerpos que exponen sus dolores y el dolor generalizado que los circunda.

    65 El genealogista, dice Foucault, debe "mostrar al cuerpo impregnado de historia, y a la historia como destructora del cuerpo" (1987: 15). "Volumen en perpetuo derrumbamien-to", llama al cuerpo en ese mismo escrito. En otra parte advierte que "se trata de hacerlo aparecer [al cuerpo] en un anlisis donde lo biolgico y lo histrico no se sucederan [...] sino que se ligaran con arreglo a una complejidad creciente" para poder asirlos en lo que tienen "de ms material y viviente" (1989: 184).

    III. ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD

    Este captulo lo dedicamos al anlisis de lo que dijeron los internos de manera especfica y directa sobre la masculinidad en los tres mbitos so-bre los que preguntamos: 1) los significados de ser hombre, 2) los "efec-tos" que el encierro ha tenido sobre dichos significados y 3) las nociones de masculinidad propias de los internos, especficas del espacio y la so-ciabilidad cancelarios. Digamos que fuimos avanzando en crculos con-cntricos que paradjicamente se ordenan al revs, de modo tal que la primera referencia fue la personal, que result ser la ms lejana respecto a las construcciones de la masculinidad particulares de la crcel; luego, un punto intermedio que intercepta los significados enunciados y la expe-riencia en prisin; y en tercer lugar, la forma en que los otros conforman la masculinidad.

    De esta manera, la masculinidad se organizaba segn una gradiente de extraamiento que parte desde los sujetos, en su menor nivel de ex-traamiento, por as decirlo, hasta llegar a los otros, su mximo nivel si continuamos con esta figura. Un punto intermedio lo constituye la experiencia, que intercepta un mbito subjetivo con otro contextual, generando ese terreno difuso, pero denso, que es lo vivido. Se va de "dentro" hacia "afuera" a la vez que se parte desde lo que se considera vlido, y en lo que cada cual se reconoce, hasta lo que se verifica en los colectivos y en los otros sujetos con los que se convive, pero que se estima ajeno.

    La masculinidad responder, en este sentido, a un orden de lo propio y lo ajeno que estimamos central para comprender la subjetivacin en la crcel. El s mismo ser un punto de diferencia respecto a los otros en este contexto especfico, aunque responda, al menos en sus definiciones y en sus operaciones identitarias, a saberes y prcticas culturales ms amplios, y tal vez hegemnicos en el espacio exterior (por llamar as a lo que est fuera de la crcel). La diferencia que mencionamos es relevante porque

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  • 140 FAN:PTICOS Y LABERINTOS ALMAS DCILES. CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 141

    permite construir una distancia entre lo que se estima propio y lo que se juzga ajeno, as como entre lo que se considera permanente para s mis-mo y lo que es contingente. Entre estas distancias se inserta la experien-cia como un mbito que no puede ser resuelto con la aquiescencia ni con la resistencia en tanto supone mltiples relaciones, diversas exigencias y dinmicas intensamente contextuales y particulares que si bien no se pueden soslayar, tampoco ameritan generar "contenidos" nuevos. Los "contenidos" son los propios y permanentes en este juego de distancias que tratamos de dilucidar, y son el vector que permite leer la experien-cia y adaptarse a ella de modo tctico y estratgico; contenidos aglutina-dos y condensados en el s mismo punto en esta topografa.

    MNIMA MASCULINIDAD: SIGNIFICADOS DE SER HOMBRE

    Las respuestas a la pregunta sobre el significado de ser hombre fueron clsicas:66 ser trabajador, tener una familia, ser honesto y responsable, tener cierto poder. Un dechado de virtudes y una actitud correcta y pro-ductiva. Cuando les preguntamos por un significado, nos respondieron con atributos. La pregunta fue contestada con una descripcin de lo que ellos eran all fuera, de lo que haban sido alguna vez, o de lo que de-bieron o deberan ser; tambin, con las expectativas de lo que quisieran ser cuando salieran libres. Masculinidad desplazada, por definicin, del espacio y del contexto en el que se responde la pregunta. Especie de co-fre mgico en el que se guardan los contenidos valiosos, las aspiraciones sentidas, las esperanzas secretas, los buenos recuerdos, los afectos. La pregunta y sus respuestas son un agujero que atraviesa la institucin para declarar que nada de lo que ella concita y permite se considera valioso. Lo que se valora est fuera, supone libertad, reclama salir de la crcel. Masculinidad que opera, nuevamente, por extraamiento: masculinidad que no pertenece ni se identifica con el contexto y que reclama un afuera, una distancia. Tenemos ya dos puntos parecidos: el s mismo y la mascu-linidad. Luego veremos cmo se articulan.

    66 Entendemos por "clsicas" las respuestas que coinciden con las que arrojan otros estudios empricos sobre masculinidad en Mxico y Amrica Latina (Fachel Leal, 1998; Fuller, 1997 y 1998; Gutmann, 1997 y 1996; Olavarra, Benavente y Mellado, 1998; Valds y Olavarra, 1998; Viveros, 1998).

    Ser hombre'? Pus yo creo que ser hombre es ser responsable no? dedi-carse al cien por ciento a la familia, bueno cuando uno est casado, tratar a la mujer con respeto [...] o sea yo siento que orientando a mi familia es ser hombre. No andar golpeando, no andar matando, no andar haciendo nada, yo creo que se es mi concepto de ser hombre (Leandro, 30 aos).

    Pues, aqu uno no es hombre casi aqu, un hombre de estar all fuera y trabajar para vivir bien con la familia, hay que trabajar para comer con toda la familia, y pues sobrellevarla y respetar la mujer o los hijos y tie-ne que trabajar uno para sostener la mujer y los hijos [...] ora s que un trabajador, pus noms (Adrin, 62 aos).

    Eh, pus ser responsable no? en la vida, ser responsable en cuanto a la familia, en cuanto al trabajo, pus eso, ser responsable (Fulgencio, 35 aos).

    Para m qu significa ser hombre? Pues, para m qu significara ser hombre, pues una persona que pues s mantiene a su familia no?, una persona que s pues realmente, pues quiere estar bien no? una persona que se anda drogando y se anda destruyendo l solo es porque no se quiere, pero s, yo me imagino que para m una persona que s es hombre es alguien que s ve por su familia (Anibal, 25 aos).

    Definicin mnima de la masculinidad: algunos deberes, ciertas rela-ciones, determinadas virtudes; nada ms. Luego, un contraste: la respon-sabilidad ante la vagancia, el cuidado frente a los golpes, el amor por s mismo ante la autodestruccin. Se genera casi un orden de equivalencias: masculinidad igual a trabajo, a familia, a responsabilidad. Casi como si uno fuera lo otro. Tal vez debiramos decir que la masculinidad no sig-nifica nada independientemente de sus atributos y sus mandatos. No es un contenido, sino una forma que vincula diversas posiciones, conductas e intenciones.

    Ahora bien, en la dinmica que hemos mencionado, entre intimidad y extraamiento, el significado que interrogaba la intimidad qu sig-nifica para usted? fue construido como una exterioridad, como una forma de extraamiento. La pregunta misma poda producir cierto des-concierto. Boris se detiene y se sorprende. Dice que no sabe qu contes-tar. Repite la pregunta, se la formula a l mismo y esboza un esquema sobre la divisin sexual del trabajo, la igualdad y el poder. Hombres y mujeres son iguales, salvo que ellos tienen ms poder en algunas cosas.

  • 142 PANPTICOS Y LABERINTOS ALA IA S DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD

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    Hlale! [silencio] para m qu significa ser hombre? Hjole, hom-bre, hombre te lo juro, que nunca me haban preguntado eso! hjole! Cmo podra explicar para m qu significa ser hombre? No s, no s, no s cmo responderte, no s. O sea, ser hombre o mujeres o sea, yo soy hombre porque pus me toc ser hombre, y aparte pues cmo te dir? pues s me gusta ser hombre [...1 son casos distintos, pero a final de cuentas todos hacemos, el hombre o la mujer llega ser lo mismo no? o sea, por ejemplo un hombre trabaja, una mujer tambin trabaja, enton-ces, pues no s, la preferencia de ser hombre es de que, pus tienes, no s, tienes ms poder en algunas cosas (Boris, 28 aos).

    Para responder, Boris realiza una operacin que ser develadora, y que consideramos aclara lo escueto de las respuestas: debe posicionarse a s mismo como objeto de s, trazar una distancia en lo que estaba ple-gado y junto, atisbar un entre que no se consideraba. La pregunta genera una escisin donde no la haba y obliga a las palabras a coincidir con las cosas. 2dek asegura que esta operacin es un desatino "[al] sacar a la luz lo que debe permanecer tcito, para que conserve su consistencia la red intersubjetiva existente" (2003:25). De este modo, con la pregunta propiciamos una fisura que requiere del interpelado un fino corte sobre s para separarse y mirarse. Provocamos, tambin, la peor de las posicio-nes para la subjetividad masculina: transformarse en objeto, sea de los otros o de s mismo. La pregunta es una estrategia de objetualizacin que la masculinidad repele con ahnco. Digamos, la masculinidad oblitera la interpelacin de su campo, no responde al llamado cuando se le convoca a ella misma. Y nosotros, citando la escena althusseriana, la revertimos: ahora es el sujeto el que llama al polica (la masculinidad): eh, usted!

    Tambin por eso Esteban debe proceder por alejamiento. Responde sin contestar. No permite que lo interpelemos y nos contesta con una descripcin que no lo compromete: se objetualiza para finalizar como sujeto cabeza de su familia, el que lleva el dinero... . Habla de la raza humana y sus ramificaciones, una antropologa de los deberes y las tareas. Opera por desglose: primero la humanidad y sus particularidades; luego, las diferencias de la raza humana, despus, la sociedad y su lugar en ella; por ltimo, la familia y su posicin: la cabeza. Empieza por una referencia a la humanidad y termina con la delimitacin de sus deberes y su lugar. Como una mueca rusa, cada definicin contiene otra ms pequea, pero semejante.

    Tiene muchos sentidos. Nmero uno, para ser hombre, ser hombre es un ser humano ms, que es parte de la humanidad, que es uno de los sexos de la raza humana que es el que lleva a cabo algunas tareas, el que es parte de una familia y que dependiendo varias culturas se le da o tiene ciertas tareas, te estoy hablando muy general.

    Y personalmente? Ser hombre personalmente, ser hombre personalmente para m es

    ser un buen ser humano, tener mis responsabilidades, saber cules son mis responsabilidades, cumplir con mis obligaciones, llevar a cabo las metas, ser parte de una sociedad.

    Como qu puede ser? Como tener mi familia, ser la cabeza de la familia, llevar los ali-

    mentos y el dinero a una familia, tener mi trabajo, eso es lo que para m es ser hombre (Esteban, 28 aos).

    La definicin normativa indica que a un hombre lo acompaan su esposa y sus hijos; no est solo: tiene familia. Curioso contraste, porque en la crcel se nos ha dicho que cada cual hace su camino solo: la so-ledad y la individualidad ante las dificultades y la desgracia se reclaman como las posiciones subjetivas y ticas que un hombre debe sostener en la crcel. Si un hombre tiene compaa ser la de su familia, no la de otros hombres, ni la de sus pares. Con ellos est en competencia y ante ellos est solo y no dispone sino de s mismo. Por otra parte, la mascu-linidad se construye como una ilusin que se debe alcanzar: mujer her-mosa, hijos, buena posicin econmica. La masculinidad pertenece, pero tambin se obtiene; est ms all de uno mismo, clamando porque se la alcance. Es, adems, una posicin moral o una direccin en la conduc-ta: el hombre va siempre hacia delante, tanto para conquistar la ilusin que lo reclama, como para enfrentar los problemas que se le presentan "no se echa para atrs". Es un cuerpo slido en una trayectoria, una condensacin de virtudes en el marasmo, que atraviesa su propio destino con decisin y con valor. Vemos que la masculinidad se distancia de s misma como ilusin ante el futuro o como actitud frente al pre-sente. Se distancia de s para confirmarse, para restablecerse. Busca lo que ya es.

    Ser hombre? Pus para m ser hombre es, cmo le puedo decir?, pus el que manda ah en la casa no? el que tiene que dar este gasto, llevar, ahora s, el mando de la casa no? tener autoridad y ver de su esposa, de sus hijos, de ser un hombre, ser, como dicen, ser cumplido de sus cosas,

  • ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 145 144 PANPTICOS Y LABERINTOS

    de su esposa, de sus hijos y ensearle lo mejor a sus hijos no? Es ser hombre, no ser como uno fue no? ser hombre, bueno eso para m es ser hombre (Rolando, 36 aos).

    Una persona responsable, una persona que desde pequeo tienes la ilusin de ser pap. de tener una mujer hermosa, una mujer que te comprenda [...1 una compaera digna para toda tu vida, y lo que deca como hombre, es que todo lo que trates t de hacer te resulte bueno, y como hombre, la ilusin de todo hombre es tener posicin econmica buena, vivir pues tranquilo verdad? para dar tranquilidad a los que te rodean, eso es lo que significa para m ser hombre (Chino, 55 aos).

    Para m ser hombre? No, pus decir la verdad! O sea, honesto ms que nada no? ser honesto y sincero, ser hombre y no echarse pa' tras tam-bin no?

    No echarse pa' tras cundo? Cuando uno tiene problemas de que diga "chale ya la regu y ora

    qu voy hacer!" No? Sino al contrario, "no pus ya la regu le tengo que echar pa' delante, salir de ese problema" (Crisstomo, 22 aos).

    Nico dice que si l fuera un hombre... Es varn, s, pero no cumple con los requisitos para ser un hombre: estudiar, trabajar, estar lcido, ser responsable. El hombre, el que Nico refiere, es un ideal, y como ideal indica una distancia entre lo que se quisiera ser y lo que se es (Rolando ha dicho: "no ser como uno fue"). Venustiano anuncia que el ideal ha ca-do, al menos en su caso, y menciona una falla de su parte. Diferencia dos polos, uno en el que priman la animalidad y la irracionalidad, sostenidas en una definicin machista del ser hombre: tener muchas mujeres, gol-pear, beber; en el otro prevalecen la cordura, los valores, la responsabili-dad y la congruencia: un hombre es quien sabe ser siempre l mismo.

    Cmo le dir? Hombre para m, si yo fuera un hombre, un hombre, por-que, bueno soy varn, pero para m un hombre ser, pus cumplir con sus obligaciones no? cmo le dir ms, cumplir con sus obligaciones.

    Qu obligaciones? De uno mismo, de estudiar, trabajar, estar con sus padres, si tienes

    hijos con sus hijos, familiar, su trabajo, vivir la vida bien, estar conscien-te, no enviciarse, irse a pasear, estar con los nios, con los familiares, estar un rato bien divirtiendo, eso es ser una persona, un hombre que conviva bien (Nico, 32 aos).

    Por un camino o por el otro. la masculinidad es siempre un rgimen de recursividad se es machista en tanto hombre y se es hombre en tanto s mismo. Est al principio y al final y cubre todo el espacio de la subje-tividad y el devenir. Los entrevistados han dicho, a fin de cuentas, que un hombre es un hombre, as como la Ley de Herodes manifiesta que pagas o pagas. Pero, ya lo mencionamos, no contestaron a la pregunta con seas de identidad ni de intimidad; las respuestas remiten a una presentacin externa y relacional de la masculinidad. Como dijimos, preguntamos por significados y respondieron con atributos; pero esta respuesta se sustenta en la recursividad que mencionamos: la identidad est plegada sobre s y coincide con ella misma; el principio es el final. La masculinidad for-ma parte de lo obvio, de lo que no se pregunta ni se interroga, de lo que permanece igual a s mismo, porque tampoco se quita, como lo veremos. Demetrio lo establece: ser hombre es ser normal, nada ms.

    Estamos ante un procedimiento paradjico, porque as como las res-puestas remiten a una exterioridad de s, a un extraamiento en atributos, su posicin subjetiva corresponde a la intimidad ms intensa, aquella que ni siquiera puede ser develada ni mencionada. Identidad que, en tanto intimidad, est plegada sobre s, pero cuyos contenidos remiten todos a una exterioridad primera. Ambos, y tal vez esto aclare la paradoja, se fundamentan en la recursividad y circularidad de la masculinidad misma: es lo que es y lo que debe ser; se busca porque ya se encontr.

    Para m que significa ser hombre? Nunca me he hecho esa pregunta, para m sera ser hombre, ser alguien que tiene bien cimentados sus va-lores, sus principios y que sabe responder no? En mi caso pus estoy casado, pus ya orita se puede decir que le fall a mi esposa, estoy aqu [...] o sea, ya en este caso mi hija cuando naci y tengo que cumplir [...I sin llegar al machismo, a m los machismos son, o los que dicen ser muy hombres porque tienen muchas mujeres, toman, golpean, para m eso no es ser hombre, para m eso es ser un animal irracional. Para m hombre es eso, cumplir con sus obligaciones, tener unos valores, unos principios y siempre ir de acuerdo a tu forma de pensar, no desviarte por el qu dirn, siempre ser t mismo (Venustiano, 33 aos).

    Hombre? Pus, un ser normal no? un ser normal, que anda en la calle, que no tiene conflictos, que no anda en drogas, que no anda en malos pasos, eso es ser hombre (Demetrio, 18 aos).

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    Pero, si el ideal es un intervalo entre lo que se es y lo que se debe ser, tenemos dos distancias: sta y la que mencionamos entre el s mismo y la crcel. En este caso, la distancia se constituye con relacin al s mismo, dentro de los sujetos, por as decirlo. Por lo tanto, el extraamiento no es slo respecto a la realidad o al exterior, sino con relacin al interior y al yo. La posicin de doble extraamiento es la nica que permite la in-timidad, construida, lo hemos visto, como extraeza. Si definimos la sub-jetivacin como una vuelta sobre s del sujeto, que es fundante del sujeto mismo (Butler, 2001b) en la vuelta que da sobre s, entonces aqu tenemos una vuelta sobre la vuelta, doble salto mortal que nos pone a salvo del extraamiento radical que significa la crcel y que le permite a los internos sostener un s mismo, aunque todo lo desmienta o lo desbarate. Parapeto reflexivo, distancias tcticas que construyen un espesor defensi-vo sobre la subjetividad, que traza laberintos sobre s misma.

    Asimismo, las extraezas que hemos mencionado son ambas panp-ticas: muestran al sujeto como individuo en el sistema carcelario y al s mismo como contenido en la experiencia del encierro. Pero, a la vez, interponen un laberinto las distancias a que nos referimos que inte-rrumpe el panptico, como el silencio impuesto a las borregas. Cada cual extiende sobre s los velos del extraamiento para fundar una intimidad, que ser siempre extraamiento por eso mismo. Los velos suponen una mirada, y aunque la desvan, tambin la requieren. La mirada es constitu-tiva, fundante, por as llamarla. Por eso, tal vez, detrs de los contenidos enunciados no hay nada, un lugar vaco. 2iIek asegura que la verdad del sujeto es siempre "la verdad del 'gran Otro' simblico; no se produce en la intimidad de mi experiencia interior, sino que resulta del modo en que mi actividad se inscribe en el campo 'pblico' de las relaciones intersub-jetivas" (2003: 102; las cursivas son nuestras).

    Pero esta doble extraeza es, tambin, un doble fracaso. Porque cuando se instaura la distancia entre la crcel y el s mismo, lo que se espera es que el s mismo permanezca como un punto de intimidad y per-tenencia. No sucede as, la segunda extraeza desmiente ese punto y, entonces, el s mismo es extrao a s mismo en la distancia entre el ideal y el yo que se sita dentro del sujeto. Pero la masculinidad ser el princi-pal parapeto para desconocer tanto el doble extraamiento como el doble fracaso, porque los velar con atributos, se mantendr junto a s misma (separndose), aglutinar una posicin que desmienta su objetualidad. Pero para desconocer es necesario saber por anticipado (lo veremos lue-go en el tema de la seduccin).

    ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 147

    HOMBRE VIVO, HOMBRE MUERTO. MASCULINIDAD Y ENCIERRO

    Mencionamos antes que la masculinidad en su definicin se construye como un antagonismo con la crcel y, a veces, con la propia biografa. Luego de la pregunta sobre el significado, a partir de las respuestas de los mismos entrevistados interrogamos sobre el impacto de la prisin en la masculinidad. Una vez reconstruido el itinerario, constatamos que la construccin de la masculinidad que realizan los internos esboza, por un lado, un yo, que condensa los significados que expusimos en la seccin anterior y, por otro, un ellos, que analizaremos en la siguiente. La mas-culinidad correcta, virtuosa, cargada de futuro y de responsabilidades. familiar, laboral y normal, sa es la masculinidad del yo. La otra ser violenta, arbitraria, defectuosa y sangrante; y es la masculinidad de los otros, de los internos, la que impera en la crcel y que se presenta como el contra-ideal de la masculinidad que hemos analizado. Entre una y otra, en el trazo mismo de esta distancia que se explicita de manera clara e insistente, encontramos una torsin que, como lo vimos, es en s misma subjetivante: torsin entre el ideal que se formula y que en algn sentido orienta, y las posibilidades contextuales en que se puede desple-gar o alcanzar aqul. No obstante, mencionamos que el ideal, para ser tal, debe pertenecer a una esfera distinta a la del yo, debe representar un afuera subjetivo que amerite ser alcanzado, que cmo se construye como una distancia: eso es lo que debera ser, pero que no soy o que no puedo ser. De alguna forma, lo que se enuncia como masculinidad del yo, en contraste con la de los otros, es la masculinidad del ideal, nunca la actual distancia de la distancia, extraamiento del extraamiento. Ahora analizamos los vnculos entre ese ideal y la experiencia de la crcel.

    Tal vez sea Leandro quien mejor entienda de subjetivacin; sin duda ms que nosotros y nuestros autores. Habla de varias personas que l mismo representa segn las circunstancias, lados de su subjetividad a los que re-curre para sobrevivir. Menciona rostros vivos y muertos que se alternan, caras que se traslapan entre la vida y la muerte. "Mi cara por enfrente es una persona viva y atrs es una persona muerta", dice. Dos caras para un mismo rostro, una persona mltiple para una sola vida. Su brazo derecho es un roble porque est plantado: principio de la realidad corporal, espe-cie de conexin obligada con lo real y con el contexto aqu uno est

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    PANPTICOS Y LABERINTOS ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 149

    plantado, dice (en este huerto amargo que es la crcel), y as tengo que bajar, agrega, a recibir a mi familia durante las visitas. Un rbol acia-go que camina por la prisin, plantado sobre s mismo en su desventura. Un brazo izquierdo que es una golondrina, que desea volar. Principio del placer, voltil y ansioso. Dice que se siente una persona muerta que no puede hacer lo que le gustara ni estar con quien desea. Esto no es vida, asegura. Se puede estar muerto estando vivo? S, al menos en la crcel. Tenemos un duelo permanente, una institucin mortuoria y sus restos. Las partes que hemos mencionado antes, de manera insistente, explotan dentro del sujeto mismo: un laberinto en penumbras, trozos de lo que se deseara ser y de lo que se es, fragmentos de la realidad y del deseo. Un brazo y otro; una y otra caras. Un rostro sombro por la muerte, un saber tcito sobre la vida. Bajar, subir, esperar.

    Yo o en un libro que deca: "Mi brazo derecho es un roble, mi brazo izquierdo es una golondrina. Mi cara por enfrente es una persona viva y por atrs es una persona muerta". Yo creo que es as no? un roble, por-que aqu uno est plantado y no se puede... porque yo quisiera volar y no puedo, si estoy aqu y soy una persona viva por enfrente.

    Por qu?

    Porque tengo que poner ese tipo de cara enfrente de mi familia, tengo que bajar as, tengo que bajar bien y por atrs soy una persona muerta, porque pues me siento as no? porque no puedo hacer nada de lo que quisiera hacer, entonces yo me siento as como ese pensamiento que yo le en un libro que dice as.

    Y cmo es que se siente como una persona muerta? Porque esto no es vida o sea el simple hecho de estar encerrado

    aqu no es vida no? a sabiendas de que yo pudiera, como quien dice, hacer algo, o sea all afuera, estar trabajando y sacar adelante a mi fa-milia y aqu no [...] entonces yo me siento as como una persona muerta (Leandro, 30 aos).

    Leandro ubic esta disyuncin entre muerte y vida en s mismo. Una persona muerta tras una persona viva. Fulgencio, monstruo en su celda e indgena en la crcel, habla del infierno, de este lugar de muerte en vida. An ms, dice el infierno del purgatorio. La muerte no es, entonces, una frontera, sino que delimita el espacio en el que se habita: el infierno. En la cara de Leandro se esbozan dos lados para la subjetividad, que la frag-mentan y la suspenden, en algn sentido; Fulgencio los transforma en

    lugares colectivos que renen a multitudes de individuos. "Pus yo digo que si ste es el mismo infierno del purgatorio o sea, este s es un infierno en vida" (Fulgencio, 35 aos).

    Esboza una topografa de las relaciones humanas y de los espacios sociales y refiere un adentro infernal, que es consecutivo al traslape de la muerte en la propia subjetividad de Leandro. Sus dos personas, la viva y la muerta, son flancos de estos lados sociales que delimita el infierno. En ambos el gesto es semejante: situar la muerte como una experiencia de la vida misma y durante la vida misma; no como un ms all, sino como un aqu y un ahora. sta es una tercera forma de muerte, que se agrega a las dos que mencionamos antes: muerte suspendida y que se administra sobre s mismo en vida no es un suicidio. Forma de borronear todos los lmites y cualquier orden, borrndose a s mismo en la operacin. Indefinicin radical de la subjetividad. Diremos que sta es una muerte subjetiva.

    Lo veremos luego con mayor detalle, pero consideramos que Lean-dro se seduce a s mismo entre estas dos personas que menciona la viva y la muerta. Para hacerlo, realiza la operacin que Boris y Este-ban negaban o rechazaban: se fragmenta a s mismo y se duplica dos caras, dos personas, dos miradas. Un juego de alternancias: baja la persona viva y sube la muerta. Dos brazos: un rbol y una golondrina. La realidad y el deseo. Y l mismo se revierte a s mismo, viviendo y muriendo a la vez, volando y plantndose en un mismo gesto, sobre un mismo cuerpo.67

    Esta conformacin de los lados en uno mismo y sobre uno mismopuede suceder de modos diversos. Venustiano dice que l se ha adaptado al sistema y acta como ste exige que se acte. Dice que se adapt a la forma de ser, aunque no la comparte ni es la suya. Adaptacin tctica, que es subjetivante en s misma. Antes, dice, era muy pacfico, ahora si me gritan respondo. Venustiano puede leer esta disyuncin a partir de un punto de permanencia y de aglutinacin, por as llamarlo, que correspon-de a sus principios y la valoracin de s mismo; as como para Leandro lo era una nostalgia de la vida anterior que esperaba recobrar. La crcel es un intertanto y la adaptacin es una estrategia que aplica sobre s, trans-formando su modo de ser para sobrevivir en ella. A su modo, Venustiano

    67 Pero quizs estemos ante mltiples cuerpos y no uno, como damos por descontado. Lo veremos tambin en el caso de la Paz, que analizaremos ms adelante.

  • ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 151 150 PANPTICOS Y LABERINTOS

    tambin es dos personas al mismo tiempo: una adaptada que grita, la otra pacfica y suspendida por ahora.

    Y el llegar a la crcel afect esa definicin para ti?

    Pues yo aqu me he llegado a adaptar, yo me adapt a lo que es el sistema penitenciario.

    En qu sentido te adaptaste?

    En tener que hablar como hablan aqu, aqu no es de hola amigo! No, nada, aqu te dicen "carnal, vale qu onda? guarro" o sea, muchos seudnimos. Me tuve que adaptar, me adapt a la forma de ser o sea, te digo, yo soy una persona muy pacfica y aqu me tuve que adaptar a que si te gritan, t tambin tienes que gritar ms fuerte s? eso sera en lo nico en lo que me han cambiado [...] Porque yo sigo guardando mis mismos principios, para m uno de mis principios es valorarme a m mismo, yo me valoro aqu aunque est donde estoy, para m yo valgo mucho, para m! (Venustiano, 33 aos).

    Mencionamos antes que una polaridad sobre la que se construa la masculinidad dispona de razn e irracionalidad. Chino relata que los cambios que han acaecido en su carcter lo han vuelto agresivo, pese a que antes era una persona razonable y con criterio. Los lados se cons-truyen, en este caso, sobre el tiempo y la biografa. Si Leandro est vivo y muerto en el presente, Chino es agresivo ahora, as como antes fue razonable. La torsin sucede en un intervalo de vida, transformacin me-diante, y se sedimenta en un carcter (otra forma de aglutinar la subjeti-vidad). La masculinidad para Chino se extiende en un tiempo de fracaso vinculado estrechamente con la edad y con la condena. Dice que el tiem-po ha pasado sobre su vida como un tropel, como un flujo que no se controla, pero que se padece. La memoria opera aqu como dispositivo de subjetivacin, en tanto habla de dos personas: la que se fue y que se puede recordar y la que se es y que se padece. Chino emite un jui-cio sobre s, y as como Leandro, se escinde en dos personas. Al parecer, la subjetividad requiere siempre de, al menos, dos para expresarse.

    S, s, me ha afectado bastante porque mi carcter ha cambiado.

    En qu sentido ha cambiado su carcter?

    En que mi carcter, era una persona razonable, una persona con un criterio, si no amplio, al menos con un buen criterio de los dems hacia el modo de vivir, el modo de ser y ahora yo juzgo y creo que he sido y soy tan agresivo para juzgar que no admito un error y se me ha

    llevado a un camino donde posiblemente pienso que la vida ya tiene muy pocas oportunidades a la edad o al tiempo que ha pasado sobre mi vida (Chino, 55 aos).

    Adrin indica que en la crcel no se es hombre porque no se puede trabajar. Contraideal masculino, cotidiano y permanente. Asegura que aqu, en la crcel, se est de huevn, sin hacer nada. La crcel opera un olvido, dice, una vez que transcurre el tiempo: hasta de trabajar uno se olvida, afirma. Si el gesto de Chino es uno de memoria, que lo lleva a condensarse a s mismo en un recuerdo especfico acerca de quien fue, para Adrin el presente se traga la memoria, la colapsa, en su repeticin permanente. Esta vez la circularidad paseas para all y para ac es un modo de suspensin de la subjetividad. La repeticin imposibilita las distinciones temporales y subjetivas que el trabajo propicia; distincio-nes vinculadas, profundamente, con la masculinidad y su conformacin. Atendamos a que el trabajo permite que la masculinidad se aglutine, porque dispone tanto de sus atributos como de un tempo subjetivo y so-cial, que adems otorga justificacin y sentido. En la triada familia/tra-bajo/poder que se ha enunciado antes, el trabajo es el vector que permite vincular a la familia con el poder, posibilitando una posicin subjetiva masculina. Si se le quita, dice Adrin, no se es nada y slo cabe el olvido.

    Y por qu dice que ac en la crcel casi no se es hombre? No aqu, pero aqu qu hombre se siente uno aqu! Aqu en la

    crcel, yo digo que aqu no es hombre uno, porque no hace uno nada aqu [...] aqu en unos dos o tres aos hasta el trabajo lo olvidas y te vuelves gevn aqu.

    Por qu? Porque nunca hace uno, ya no trabaja como trabajaba uno all

    afuera, aqu noms te paseas pa'lla y te paseas para ac y noms anda uno de gevn, porque aqu no hace uno nada (Adrin, 62 aos).

    En cierto sentido tambin lo dice Esteban: la crcel somete la volun-tad, por lo tanto colapsa la disposicin subjetiva que se esgrime como central para la masculinidad: ser responsable, proveer, mandar, producir. Masculinidad cada, diremos; Esteban refiere que muchas cosas se caen en la crcel (Venustiano tambin habl de cada). Habla de una men-te dbil: podra estar en otra parte la masculinidad si no en la mente misma? No, por eso se quebranta la voluntad en la crcel, mediante el

  • 152 PANPTICOS Y LABERINTOS

    carcelazo del que nos habl Nico al comienzo de estos anlisis. Caree-

    lazo, quebranto: perder la mente, nos dijeron. Perder la mente: perder la masculinidad. Estos entrevistados nos dicen que lo hombre lo tienen en su mente y que lo pierden en su cuerpo, quebranto mediante. Olvido. No se es hombre en la crcel, asegur Adrin. Pero no se es hombre en su de-finicin ideal y pragmtica: lo que se debe ser y lo que se debe hacer. El mismo Nico dice que sigue siendo varn (como lo veremos, si le dijeran lo contrario no tardara en reaccionar), pero que no es hombre. Debira-mos escribirlo con mayscula: no es Hombre, no satisface el ideal que ordena la identidad.

    Y estar en la crcel ha afectado eso? Me afect, porque algunas veces se siente uno traicionado, des-

    moralizado y que se caen muchas cosas. Yo en la calle deca: "en la cr-cel, va la gente mala, y la gente que necesita una readaptacin" [...I Hay muchos que yo he visto que tienen una mente dbil.

    Dbil en qu aspecto? En que sus voluntades se quebrantan, pues, ya estoy aqu en la

    crcel, pus ni modo que diga que nunca prob nada en la crcel, la vo-luntad se le quebranta (Esteban, 28 aos).

    Entonces, la misma masculinidad se escinde entre su definicin ideal y su concrecin real. Vemos que no es ms que este espacio entre ambos, entre sus insignias y aspiraciones y la experiencia cotidiana y biogrfi-ca. Pero esta operacin requiere que la masculinidad se objetualice: se le observa en su fracaso y en su cada. Ellos lo estn diciendo: slo una vez que hemos cado podemos observar y estimar lo que somos y lo que fuimos. Esto permite diferenciar entre la posicin de Boris y la de estos otros entrevistados: Boris estima que no hay traspi ni discontinuidad; est asido a su masculinidad porque no la considera cada. Los otros, ya cados, la observan mediante la memoria, el olvido, la escisin o la adaptacin, distantes de s mismos por esta imposibilidad del ideal que los constrie. De algn modo, vemoslo, la cada es siempre interior, es ntima: dirime entre quin se es y quin se fue, entre lo que se anhelaba y lo que efectivamente se hizo. Finalmente, entre la vida tal cual se puede juzgar y evaluar y los contenidos ideales que orientaban su decurso. Para Boris la masculinidad est en s mismo, adherida a s, por lo que no puede siquiera observarla ni mencionarla como tema; para ellos, en cambio, la masculinidad est en otra parte, lejos de s.

    ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 153

    Tenemos, al final del trayecto, dos personas reiteradas en las citas y dos s mismos, que se alternan. Pero unos y otros hablan de un mismo tiempo: el de la refiexividad de s mismos sobre s mismos, sea ahora o antes. Es el tiempo de una vuelta, en la que una persona se encontr con la otra, en la que ambas se "fundaron" para escindirse y bifurcarse. Pero es una separacin que evita que la masculinidad se convierta en objeto, porque, finalmente, las dos personas siempre reivindican un estatuto de sujeto. Duplicacin en algn sentido tctica para sostener dicho estatuto, elusin consistente de la objetualidad de lo masculino.

    LO MORADO SE QUITA... MASCULINIDAD EN LA CRCEL

    Qu significa ser hombre en la crcel? Aqu comenzamos a adentramos en la masculinidad de los otros, segn la topografa que expusimos an-tes. Sara nos dice que en la crcel opera un rgimen machista agresivo. Explica que dicho rgimen se fundamenta en un orden de exclusividad: en un reclusorio varonil hay puros varones, dice. Entonces, la masculi-nidad de la crcel, la que los internos dicen que los otros construyen en este espacio es, primero, un rgimen de recursividad como ya indicamos antes. En un reclusorio de varones slo hay varones. En la definicin se intercepta dicha recursividad con la circularidad del orden social que re-ferimos y se establece un rgimen que parte de s mismo para terminar en s mismo. El machismo, notmoslo, califica el vnculo entre hombres, y debe leerse como esta circularidad y recursividad autopoitica de lo mas-culino. "Es un rgimen machista, agresivo" "Por qu un rgimen ma-chista'." "Pues porque estamos en un reclusorio varonil, exclusivo para puros varones" (Sara, 35 aos).

    Si entre puros hombres se va, en s mismo, de lo hombre a lo hom-bre. entonces la crcel no te puede comer. Desde uno mismo, dice Ro-lando, en tanto hombre, se debe salir adelante, pero hasta lo hombre. La circularidad no nos abandona. Todo sucede sobre lo ya sucedido. Hay dos alternativas claras: o eres hombre o eres maricn, dice. Eres uno u otro. pero no ambos. Como las dos caras de Leandro, aqu tenemos los dos rostros masculinos, los nicos posibles: hombre o puto. Ante la so-ledad que algunos enfrentan, explica, comienzan a tristear. a cavilar, a sufrir; dice que se ponen la corbata, lo que en el argot carcelario signifi-ca que piensan en el suicidio (corbata como soga con la que alguien se

  • 154 PANCIPTICOS Y LABERINTOS ALMAS DCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 155

    podra ahorcar). Increpacin: si all afuera fuiste suficientemente hom-bre, debes serlo aqu dentro, tambin. Ya lo vimos, la masculinidad es un rgimen moral, sobre todo, repleto de atributos y mandatos. Es una direccin para la conducta y el destino: seala un adelante permanente y generalizado que se debe seguir ante cualquier circunstancia. Frente a la idea de la muerte corbatearse, en palabras de Rolando, la hombra es la decisin de vivir, de superar las adversidades y de continuar en la direccin mencionada.

    Pus ser hombre aqu, valerse por s mismo, salir adelante por uno mismo.

    Salir adelante en qu sentido? Que no te coma la crcel; muchas veces luego, aqu en la crcel,

    te llega una presin muy fuerte. Presin por qu? Luego ya te encuentras muy solo, la soledad, porque he visto

    muchas personas que vienen a verlo y de repente lo dejan de ver y se vienen abajo as, y pus ora s, sea hombre o no seas maricn Nada ms andan pensando, andan tristeando, se quedan pensando ms, en una for-ma, aqu como dicen "ya te ests corbateando", ya aqu le dicen "no te ests corbateando" no te quedes corbateando, mejor sea hombre, chale adelante (Rolando, 36 aos).

    O eres hombre o eres puto. No hay alternativa, pero la eleccin es permanente. Los internos dicen: lo morado se quita, lo puto no. Inscrip-cin corporal de la masculinidad, su ventura definitiva. Si lo morado se quita, entonces el cuerpo es el espacio de negociacin de la masculini-dad, el tablero sobre el que se trazan su consistencia o su difuminacin. Lo puto no se quita, pero se adquiere; por lo tanto, la masculinidad re-quiere su demostracin permanente, esa coloracin morada sobre la piel que da pruebas de la hombra defendida y conservada.

    Aqu en la crcel ay no! pues no es que aqu si no te avientas un tiro, eres puto eh? aqu tu palabra de que dicen "lo morado se quita, pero lo puto ya no!" y s es cierto, lo morado se quita, pero lo puto no, entonces por eso es que dicen no, pus un tiro y ac! no que no! No pus eres puto! (Anbal, 25 aos).

    Es cierto, dice Anbal, lo morado se quita; entonces no hay escape posible a esta agnica masculina, que juega con lo que se adquiere y con

    lo que permanece. Lo morado se quita porque se borra; con lo hombre y lo puto no sucede lo mismo. Pero si lo puto se puede adquirir al elegr-sele en vez de lo morado, entonces lo que se puede quitar es la hom-bra. Una piel o un deseo. Slo lo puto no se quita, el resto s; y tanto lo morado como la hombra se quitan: uno por valenta te avientas unos tiros, la otra por retraccin no, pus, eres puto!

    Tenemos un doble rgimen de inscripcin: inscripcin de la hom-bra en la carne como no extirpable, e inscripcin de lo puto en la misma carne como conseguible. Pero, consecutivamente, si lo puto se consigue, lo hombre se extirpa. Entonces lo nico definitivo sera lo puto, como lo que no se quita nunca. Pero la hombra se quita en s misma, no en el cuerpo, no en la anatoma, sino en la identidad, en sus atributos. Lo puto, que pareca lo nico no quitable, surge como un punto en estas vueltas: entre lo hombre y lo hombre, entre lo morado y lo quitable. Lo puto es un resto, lo cado por definicin, el afrera del ideal que hemos analiza-do. Estamos ante un razonamiento semejante al de pagas o pagas: o eres hombre o eres hombre. Otra vez los dobles. Masculinidad de la masculi-nidad, debiramos decir; la recursividad que hemos descrito ordena sus atributos.

    Porque, lo dice Rolando, si no te avientas, si te retractas o te retraes, entonces ni hombre eres. Dicen exactamente: "eres puto, hasta ni hombre eres cabrn". Lase: eres puto, no eres nada. Lo hombre es lo primero que hay que ser, pero tambin lo que se debe ser hasta el final. Despus de todo, lo peor es no ser ni hombre. No ser nada, insistimos. Si la mascu-linidad es un conjunto de atributos y, a la vez, una disposicin moral ante el destino, que orienta hacia adelante, entonces lo hombre es el primero y el ltimo de sus atributos y la condicin misma de su direccin. Nte-se que antes de que se impugne la hombra ha acaecido una retractacin no te avientas, no la haces, que se lee como un cambio en esa direc-cin: se va de lo hombre hacia lo hombre, hasta lo hombre, y siempre es un delante de s lo que hay que conquistar, tanto como mantener. Nueva paradoja: est adelante, pero ya es. No se llega, se permanece. Direccio-nalidad moral que se demuestra mediante la disposicin del cuerpo; a travs de un cuerpo a cuerpo de la masculinidad consigo misma.

    Porque muchas veces luego tienen sus broncas y muchos te dicen ";ya chale, pus vete!" Pero muchas veces no la haces, porque pa' no tener problemas es cuando dicen "eres puto, hasta ni hombre eres cabrn", por

  • ALMAS DOCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 157 156 PANPTICOS Y LABERINTOS

    eso muchas veces mejor aguantamos el coraje, es cuando dicen "qu, porque no eres hombre" (Rolando, 36 aos).

    Crisstomo dice que l no es un cabrn, pero s cabroncito. Es un cabrn en pequeo, porque no es del otro bando, pero no le gusta enfren-tarse cuando lo desafan. No elige lo morado ni lo puto, pero se diminu-tiza: cabroncito. Le da gracias a Dios por serlo: quin podra garantizar la hombra si no l? Y luego esboza una gradiente en el cuerpo para esta agnica de la masculinidad: primero, dice, est la boca, para hablar como la gente; luego los golpes, que son una forma de hablar, pero con otros rganos. Lo cabroncito es una cualidad demostrable, Crisstomo nos de-safa durante la entrevista. El relato no puede reproducir la escena, pero cuando le preguntamos "cmo sabes que eres cabrn?", l se levanta de su silla y hace un gesto como de bajarse los pantalones y mostrar los genitales; hace el gesto y luego se vuelve a sentar. sa es la demostracin final de la hombra, se pasa de las palabras al cuerpo, porque si pedirnos saber "cmo sabes que...?" se nos responde con el cuerpo mismo, con la inscripcin anatmica de cualquier saber y de toda identidad discernible. Como lo morado que se quita, Crisstomo acta la inscripcin corporal de la masculinidad, la devela y la muestra. l mismo est dispuesto a des-nudarse para demostrar que es un cabrn, para aplacar cualquier desafo y toda duda. Rompe el sintagma con su gesto. Nos dice que nos callemos, porque ante nosotros tenemos las pruebas, las evidencias de lo que dice. Evidencia carnal y discreta. Verdad reluciente. El sexo verdadero que an-tes mencionamos encuentra aqu otro gesto. Ya no de auscultacin, sino de develacin. En la anatoma encontraremos la verdad del sexo y la sea precisa de la identidad. Crisstomo no es muy distinto que Herculine. l sabe que su cuerpo contiene la verdad por la que se pregunta, sabe que mostrar es herir cualquier pregunta y una forma de suspender una inte-rrogacin de por s insoportable. Ante l nosotros exponemos la nada que hemos mencionado, ese espacio vaco y abyecto del que todos huyen (de diversas formas) y en el que no slo no se tiene identidad, sino tampoco cuerpo: "lo morado se quita...".

    Pus gracias a Dios, soy cabroncito no? Cmo cabroncito?

    O sea que, no soy del otro bando, o sea que qu onda y ac! No? [se re] por qu no, no, no.

    Y cmo sabes que eres cabrn?) [se re]

    O sea si quieres te lo demuestro! [se re]. 3d lo dices? ;Ah, no s! O sea, cabrn, cabrn, cabrn no soy, s o sea, que no

    me meto en problemas o sea que estoy "picudeando" al otro y "qu, qu te quieres aventar un tiro y t me caes gordo y ac!" No, no, no, o sea, gente pacfica y rela, cela, claro que si te buscan problemas y ac Vmo-nos recio! Claro, primero se habla como la gente no? por eso tenemos boca no? primero se habla (Crisstomo, 22 aos). Tenemos, entonces, un color para la masculinidad morado, una

    agnica te avientas y un saber te lo demuestro. Un rgimen de inscripcin y otro de mutacin. Inscripcin en la carne y en el cuerpo y mutacin de las identidades. Crisstomo le da gracias a Dios, eleva su suerte hasta el cielo para demostrar gratitud. Agradece que l no sea nada y que todo sea demostrable. Agradece, de algn modo, su cuerpo. Enton-ces, en este mantra soterrado que se extiende por la crcel, la hombra es tambin un atributo teolgico o escatolgico. De ah, desde ese lugar de "arriba" proviene la verdad sobre s mismo. Crisstomo mira al cielo y luego baja la mirada y pretende mostrar su carne. Luego de mirar a Dios, de invocarlo mediante sus gracias, l se mira a s mismo y se expone. Subjetivacin: vuelta sobre s. Relacin de sujecin. Crisstomo primero se sujeta a Dios, agradecindole, y luego se torna sobre s, exponindose. Es como si hubiera una conexin sagrada entre Dios, garanta final de la identidad, y la carne, blasn ltimo de la subjetividad. El gesto es seme-jante: agradecer y mostrar. Tornar la cabeza y saltar de la silla. Otra vez la agnica, esa lucha constante contra cualquier impugnacin o duda, esa lid con los desafos y con las pruebas. "Lo morado se quita pero lo puto ya no", ha dicho Anbal. Vemos que se despliega una delgada lnea ante nosotros, que vemos cruzar gramaticalmente a los entrevistados: ya no. Punto de no regreso y final del camino. De algn modo, el adelan-te del que hablaba Rolando tiene aqu su trmino. Delgada lnea que se traza sobre el cuerpo mismo, en sus gestos y en sus disposiciones. Ya no que tambin alude a la muerte. Como Leandro que est vivo y muerto, los hombres en la crcel experimentan una agona identitaria semejante: ahora s, pero luego ya no. Se alternan las posiciones ontolgicas: soy hombre , luego ya no soy puto. Esta agnica no es conceptual; se dirime en palabras, s, pero se despliega sobre el cuerpo. Si la verdad del sexo tiene su garanta ltima en la anatoma: dnde, si no en el cuer-

  • 158 PANPTICOS Y LABERINTOS

    po, podran suceder su pugna, su defensa y su comprobacin? No es una agnica conceptual, sino emocional: golpes, desafos, respuestas. Rolan-do, que prefiere a veces evitar los desafos, anuncia el coraje: "lo aguan-tamos", dice. Anuncia un aguante colectivo de la rabia, una suspensin de la respuesta, a la vez que el nacimiento de una emocin: el coraje.

    Porque tambin la hombra dirime casi toda la vivencia en el encierro. El coraje que se aguanta es consecuente con una serie de acontecimientos y desafos, fundamentalmente con el guardar un lugar en la trama de relaciones sociales, mantener una posicin, darse un respeto. Si no eres agresivo, dice Sara, te hacen de lo peor. Hay una transicin entre lo que se es para s mismo y lo que se es para los otros. Aqu estamos en este terreno demostrativo y locuaz. Chino sostiene que "ser hombre" es ser agresivo y hacerse respetar por medio de la violencia. Atendamos a que si no lo eres, entonces te denigras, dice Chino, pierdes los valores. La violencia inaugura y permite una tica: aqu estn los valores de la hom-bra en la crcel, su demostracin. Tenemos otro matiz en la agnica que analizamos: si es una batalla sobre el cuerpo, pero por la identidad, no obstante, en ltimo trmino sustenta ciertos valores. Los valores evitan la cada, la denigracin posible. Pero en este caso la tica y los golpes se interceptan. Cuando se deja de golpear se pierden los valores, cuando se responde se confirma una tica especfica. El resultado de esta inter-cepcin, de su colapso, es un paria. En este orden de castas, violento y

    agresivo, la parte superior la ocupan los cabrones y la inferior los putos

    y los parias; y su mapa se traspone y se construye en el cuerpo mismo, en tanto lo que determinar la posicin ser la capacidad para ejercer violencia y agredir. El que ms grita, el que ms pega, dice Venustiano. La boca otra vez; las manos.

    Y es importante ac adentro ser as agresivo? Pues yo pienso que para ellos s, porque ah supuestamente se

    guardan, se dan un respeto, se ganan su lugar, el ser machista. Y si no eres as qu pasa? Pues te pegan, te hacen de, te humillan, te hacen de lo peor aqu

    (Sara, 35 aos). Aqu dentro de la crcel se entiende por ser hombre una persona que se sabe defender, que es muy cabrn.

    ALMAS DOCILES: CONFIGURACIN DE LA MASCULINIDAD 159

    Qu es ser cabrn?

    Ser cabrn, en s muy cmo se dice?, muy fuerte, muy agresivo, que se hace respetar por medio de la violencia.

    Y alguien que no?

    Y alguien que no es un hombre aqu es una persona que se deni-gra perdiendo todos sus valores f...1 tiende a ser una, un paria (Chino, 55 aos).

    Para ellos el que sea ms fuerte es el ms hombre, entonces, para m no, para aqu en la crcel s, el que ms grita, el que ms pega (Venustiano, 33 aos).

    Tenemos una ortopedia masculina para establecer hombres totales: aqu te vas a ensear a ser hombrecito, dice Fulgencio, golpes y vio-lencia de por medio. Ortopedia que se aplica sobre s mismo te vas a ensear, pero conminado por los otros sus gritos, sus golpes. La operacin para establecer la masculinidad es metonmica (la parte por el todo), tal como lo veremos luego, cuando se conformen mujeres parciales en el caso de la prostitucin. Esteban refiere que los hombres en la crcel dicen: "lo que mis pantalones digan". Pantalones parlantes, que representan a la masculinidad toda en sus enunciados y que esta-blecen un rgimen performativo para la masculinidad: lo que el hombre dice es lo que se hace. Los pantalones que Crisstomo estuvo dispuesto a bajarse para demostrar que era un cabrn, aqu dan rdenes. Por eso decimos: los golpes son una forma especfica de habla sin palabras, slo con cosas, pero con resultados performativos, con la consecucin de un hacer.

    Ortopedia que se conforma en un gradiente. entre el ms que aglu-tina los gritos y los golpes, y el menos de quien los recibe. Este ordena-miento es correlativo al del espacio; tal vez le d un sentido ms acabado, pues arriba y abajo, que eran las formas de organizar fctica y simb-licamente los espacios, son consecutivas a ms y a menos en el orden social. Pero asimismo vimos que al organizar las posiciones dentro de las celdas y establecerse una divisin sexual del trabajo se constitua un menos paradjico. pues el mrito era no hacer nada. El que ms grita y el que ms pega, menos hace; y a la inversa: el que menos pega y menos gri-ta, ms hace. La ortopedia se entrecruza con una forma de acumulacin de prerrogativas, con una forma de organizar gradientes de poder vincu-lados directamente con el ejercicio de la violencia. En algn momento lo

  • 160 PANPTICOS Y LABERINTOS

    vimos cuando analizamos las formas en que se construye un monstruo: depende, en ltimo trmino, de la violencia que se ejerza o que se anun-cie como amenaza; pero dicha violencia se lea como una disposicin interior del monstruo para cumplir con las tareas que se le encargaban. Era una violencia a la vez que una ortopedia, pero se diferenciaban y se distinguan. Tenemos la misma operacin en este caso: se aprender a ser hombre mediante golpes y gritos, pero el aprendizaje se atribuir a una disposicin interior del aprendiz.

    Para ellos ser hombre es ser maldad ms que nada, ser duro con la gente y as te dicen: "aqu te vas ensear a ser hombrecito" quin sabe qu, te empiezan a golpear, cualquier interno (Fulgencio, 35 aos).

    Por ser hombre? Hay muchos que dicen ;yo soy el sexo fuerte! lo que mis pantalones digan.

    Cmo lo que mis pantalones digan? S, lo que el hombre dice es lo que se hace (Esteban, 28 aos).

    Venustiano nos ensea cmo se aprende y se ejerce esta ortopedia y cmo se consigue un lugar en el rgimen performativo. Dice que una vez le lleg el momento y se cans de aguantar los desafos de un com-paero, que lo incitaba a pelear y lo insultaba. Se cans y se trenz a golpes con l. Venustiano refiere que le deca cosas y cosas, y le tuvo que

    responder con golpes. Le lanzaba palabras como cosas que ameritaban

    ser contestadas con cosas como palabras. Lo que se deba enunciar era:

    soy cabrn. La escena que relata Venustiano es ante todo demostrativa; no se trataba de establecer quin poda golpear ms o menos "en los hechos habra perdido", dice, sino de manifestar que s poda pelear y que estaba dispuesto a defenderse. Se trataba de demostrar que era hom-bre. Para ocupar un lugar, Venustiano tena que desplegar una identidad gestual ante los otros; hacer cosas para conseguir una posicin en las

    palabras: eres hombre. Se establece una escena entre l y su contrin-cante: la pelea sucede delante de otros, ante sus ojos. Ambos ponan su masculinidad en escena, la exhiban. Venustiano dice que un clculo de su contrincante lo hizo suspender la pelea: "poda darle un golpe que lo noqueara y quedar mal ante los otros". Despus de la demostracin, Venustiano tiene un lugar entre las palabras: lo saluda su contendiente y algunos que antes no lo hacan. Recompensa. Consigui "un poco ms de respeto", asegura, porque demostr que era hombre. Hemos dicho que

    AL .l1.-15 DCILES: CONFIGURACIN DE LA NIASCULINIDAD 161

    la tica en la crcel empieza con la violencia, que el respeto se gana a golpes; he aqu la demostracin de lo dicho:

    Como te dije hace rato, a todos cuando llegue el momento todos vamos a caer. Ya me pas a m, por muy tranquilo que soy. ya me pas una vez, o sea, lleg el momento en que dije: "ok basta, quieres pleito! pus vamos a pelearnos!" Fue tanta la insistencia que me estaba buscando este tipo

    me deca de cosas y me deca de cosas y me deca de cosas y me de-ca de cosas, hasta que un da le digo: "bueno, qu traes!". "No es que me caes mal!" Le digo: "porque te caigo mal ests jode y jode qu es lo que realmente quieres?" Dice: "pues romperte la madre!", "Quieres romperte la madre conmigo? Pus vamos a romprnosla!". Pero as nos empezamos a trenzar a golpes. l es un poco ms alto que yo y ms largo y pues obviamente iba ganando, de hecho si nos vamos al box l hubiera ganado, la verdad l hubiera ganado, pero no s si con los golpes que me dio de