para una psicología social crítica no construccionista

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| Universitas Psychologica | Colombia | V. 17 | No. 1 | 2018 | ISSN 1657-9267 | a Autor de correspondencia. Correo electrónico: [email protected] Para citar este artículo: Blanco, A., Corte, L. de la, & Sabucedo, J. M. (2018). Para una psicología social crítica no construccionista: reflexiones a partir del realismo crítico de Ignacio Martín-Baró. Universitas Psychologica, 17(1), 1-25. https://doi.org/10.11144/Ja veriana.upsy17-1.pscc DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy17-1.pscc Para una psicología social crítica no construccionista: reflexiones a partir del realismo crítico de Ignacio Martín-Baró* For a Critic Social Psychology Non-Constructionist: Reflexions from the Critic Realism of Ignacio Martín-Baró Fecha de recepción: 22 Julio 2017 | Fecha de aprobación: 24 Enero 2018 Amalio Blanco Universidad Autónoma de Madrid, España ORCID: http://orcid.org/0000-0001-9395-2315 a Luis de la Corte Universidad Autónoma de Madrid, España José Manuel Sabucedo Universidad de Santiago de Compostela, España RESUMEN La naturaleza sociohistóricamente construida y compartida del conocimiento y de la subjetividad que el construccionismo social parece haberse arrogado en propiedad, forma parte de la historia de la ciencia social. Por otra parte, la crítica al modelo causal-mecanicista como única fuente de conocimiento, que el movimiento construccionista considera una de sus principales aportaciones epistemológicas, se remonta nada menos que a Kant. La verdadera aportación del construccionismo social ha consistido en suprimir la experiencia como fuente del conocimiento y de la subjetividad, negar la existencia de una realidad externa al sujeto, mantenerse ontológicamente mudo frente a ella y desconfiar de la posibilidad de cambiarla. Parece evidente que sobre estos cimientos no es posible, tal y como se ha pretendido, construir una psicología social crítica. Frente a ella, y en sus antípodas, el realismo crítico de Martín-Baró parte de la existencia de una realidad objetiva cuyas injusticias y miserias denunció de manera insistente, se vale de métodos cuantitativos para analizarla; la estructura social es su marco de referencia preferido a la hora de estudiar las diversas modalidades y manifestaciones del comportamiento humano, no renuncia a la existencia de verdades parciales y sociohistóricamente situadas y define como objetivo de su quehacer teórico, el cambio social. Palabras clave construccionismo social; realismo crítico; psicología social crítica; teoría critica. ABSTRACT The sociohistorically built and created nature of knowledge and subjectivity that social constructionism seems to have arrogated is part of the history of social science. Moreover, criticism to the casual mechanistic model as the only source of knowledge ─that the constructionist movement considers as one of its main epistemological contributions─ goes back to none other than Kant. The real contribution of social constructionism has consisted in deleting experience as a resource for knowledge and subjectivity, denying the existence of an external reality

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| Universitas Psychologica | Colombia | V. 17 | No. 1 | 2018 | ISSN 1657-9267 |

a  Autor de correspondencia. Correo electrónico:[email protected]

Para citar este artículo: Blanco, A., Corte, L. de la, & Sabucedo, J. M. (2018). Para una psicología social crítica no construccionista: reflexiones a partir del realismo crítico de Ignacio Martín-Baró. Universitas Psychologica, 17(1), 1-25. https://doi.org/10.11144/Ja veriana.upsy17-1.pscc

DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy17-1.pscc

Para una psicología social crítica noconstruccionista: reflexiones a partir delrealismo crítico de Ignacio Martín-Baró*

For a Critic Social Psychology Non-Constructionist: Reflexions fromthe Critic Realism of Ignacio Martín-Baró

Fecha de recepción: 22 Julio 2017 | Fecha de aprobación: 24 Enero 2018

Amalio BlancoUniversidad Autónoma de Madrid, España

ORCID: http://orcid.org/0000-0001-9395-2315

a

Luis de la CorteUniversidad Autónoma de Madrid, España

José Manuel SabucedoUniversidad de Santiago de Compostela, España

RESUMENLa naturaleza sociohistóricamente construida y compartida delconocimiento y de la subjetividad que el construccionismo social parecehaberse arrogado en propiedad, forma parte de la historia de la cienciasocial. Por otra parte, la crítica al modelo causal-mecanicista como únicafuente de conocimiento, que el movimiento construccionista considerauna de sus principales aportaciones epistemológicas, se remonta nadamenos que a Kant. La verdadera aportación del construccionismo socialha consistido en suprimir la experiencia como fuente del conocimientoy de la subjetividad, negar la existencia de una realidad externa alsujeto, mantenerse ontológicamente mudo frente a ella y desconfiar dela posibilidad de cambiarla. Parece evidente que sobre estos cimientosno es posible, tal y como se ha pretendido, construir una psicologíasocial crítica. Frente a ella, y en sus antípodas, el realismo críticode Martín-Baró parte de la existencia de una realidad objetiva cuyasinjusticias y miserias denunció de manera insistente, se vale de métodoscuantitativos para analizarla; la estructura social es su marco de referenciapreferido a la hora de estudiar las diversas modalidades y manifestacionesdel comportamiento humano, no renuncia a la existencia de verdadesparciales y sociohistóricamente situadas y define como objetivo de suquehacer teórico, el cambio social.Palabras claveconstruccionismo social; realismo crítico; psicología social crítica; teoría critica.

ABSTRACTThe sociohistorically built and created nature of knowledge andsubjectivity that social constructionism seems to have arrogated is part ofthe history of social science. Moreover, criticism to the casual mechanisticmodel as the only source of knowledge ─that the constructionistmovement considers as one of its main epistemological contributions─goes back to none other than Kant. The real contribution of socialconstructionism has consisted in deleting experience as a resource forknowledge and subjectivity, denying the existence of an external reality

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to the subject, keeping ontologically quiet towards it,and distrusting the possibility of changing it. It seemsevident that building a critical social psychology uponthese foundations is not possible. Opposing this, Martin-Baró’s critical realism is based on the existence of anobjective reality of which injustices and wretchedness heinsistently denounced. This critical realism makes use ofquantitative methods to analyze this objective reality, itholds social structure as its preferred framework whenstudying the different modalities and manifestations ofhuman behavior, it does not deny the existent of partialand sociohistorically situated truths, and it identifies socialchange as the objective of its theoretical work.Keywordssocial constructionism; critical realism; critical social psychology;critical theory.

A estas alturas del desarrollo de las cienciassociales, caben pocas dudas de que lostérminos en los que venimos a conocerel mundo que nos rodea no son productode la naturaleza, sino construcciones sociales(“social artifacts”) resultado de relaciones deintercambio activo y cooperativo entre laspersonas, como reza el segundo de los principiosdel construccionismo social (Gergen, 1985, p.267; Gergen, 1996, p. 73; Gergen, 2015, p.9). Pero al mismo tiempo, recordando conello el principio de irreductibilidad del Lewinmás gestáltico, convendremos también queestas construcciones pertenecen a “un nivelonto-epistémico irreductible a lo interpersonal,y, por supuesto, a lo individual” (JiménezBurillo, 2005, p. 6). Ese nivel de realidadestá acompañado además de otros tres: elfisicoquímico, el más elemental; el biológico y elcultural. Entre ellos no hay “ruptura ontológica”,sino continuidad, intercambio, interdependenciay mutua influencia, procesos todos ellos queconforman el núcleo duro de la perspectivapsicosocial. Esta se ubica de manera preferente enel tercero de los niveles (vida inteligente, nivelmental, nivel social, son las denominacionespropuestas), pero su razón de ser no solo noexcluye, sino que requiere y necesita la presenciade los niveles previos alejándose así de viejosdualismos respecto a los que el mismísimo Kantdictó sentencia en la obra cumbre de la filosofíamoderna, la Crítica de la razón pura. Siendo,

pues, el nivel social en sus conexiones conlos procesos mentales (la subjetividad) nuestraprincipal preocupación, no parece sensato pasarpor alto los términos en los que este se materializaen la cultura y en el orden y la estructuramacro y microsocial en la que se desenvuelvela vida de las personas con las consecuenciasque de ello pueden derivarse a través de valoresy creencias culturales, pautas de socializacióndiferencial, modelos de relación interpersonale intergrupal, etc. Estos son los términos enlos que pretendemos desarrollar este artículo:la necesaria interdependencia entre los nivelesobjetivos y subjetivos de realidad; la necesidadde tomar en consideración las consecuencias quede ellos se derivan y de tomar partido respectoa su permanencia o su cambio. En todos estosámbitos, la posición epistemológica de IgnacioMartín-Baró será obligado punto de referencia.

La necesaria interlocución entresensibilidad y entendimiento

En un corto ensayo sobre la teoría delconocimiento del materialismo dialéctico escritoen 1963, Martín-Baró deja planteadas dospropuestas que volveremos a encontrar, máselaboradas, en sus formulaciones teóricas demadurez. En la primera de ellas, y enabierta contraposición con la principal tesis delmaterialismo, afirma la existencia de “seres realesque no son materia” (Martín-Baró, 2016, p. 85).El psicólogo social que devendrá después losagrupará alrededor de la ideología y sorprenderá apropios y extraños con esa heterodoxa definiciónde la psicología social como “el estudio científicode la acción en cuanto ideológica” (Martín-Baró, 1983, p. 17). Al defender la existencia realde entes que carecen de un sustrato material,el estudiante de filosofía cree haber quedadoinmunizado contra el idealismo: “estamos lejosde toda sombra de idealismo”, afirma rotundo(Martín-Baró, 2016, p. 86).

Siguiendo la huella de Santo Tomás (todo seres “inteligible en potencia”), en la segunda de laspropuestas sostiene que la naturaleza cognosciblede todo ser no implica que su existencia quede

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encapsulada en el hecho de su cognoscibilidad,sino que “su realidad, su existir es indiferente aque lo conozcamos o no” (Martín-Baró, 2016,p. 88). La existencia de una realidad que pasadesapercibida a nuestra conciencia haciéndosevisible por sus consecuencias en los distintosniveles del comportamiento interpersonal eintergrupal constituye hoy el eje de una largay sostenida tradición investigadora en el campodel procesamiento automático e inconsciente dela información (Dijksterhuis, 2010), que poneseriamente en aprietos la (peregrina) idea de quecuando no hay lenguaje y conversación, la acciónentre los interlocutores carece de significado(Gergen, 2011 entrevistado en Aceros, 2011, p.1007) y, por tanto, de consecuencias.

Nos encontramos ante dos argumentos delargo alcance, que sitúan a su autor muy lejos delconstruccionismo social 1 y acaban poniendode manifiesto una clara falta de entusiasmode aquel estudiante de apenas 21 años porlos dualismos excluyentes a los que acabaronsucumbiendo naturalismo e idealismo, para dejarinsinuada su apuesta por un flujo continuoentre subjetividad y objetividad en una suertede síntesis dialéctica cuyo principal postuladoserá el principio de interacción mutuamenteconstitutiva entre el ser humano (subjetividad)y la sociedad (Martín-Baró, 2016, p. 191). Losprimeros pasos, algo tímidos, los dará en “Sufriry ser”, otro ensayo de juventud (Martín-Baró,2016). Su desarrollo más sistemático y con mayorconocimiento de causa llegará años después, enplena madurez, siguiendo un sencillo argumento:no se pueden obviar los condicionamientosobjetivos de la subjetividad, porque, a pesar deque “no sea visible y con frecuencia resulte dedifícil o cuestionable medición, no quita paraque constituya una realidad objetiva, conocida ono” (Martín-Baró, 2016, p. 206).

Esos condicionamientos nos remiten al“carácter estructural e histórico de las realidadesy los actos humanos [y] nos alejan de todotipo de reflexión ética idealista que no tomeese carácter en cuenta en una forma directa einmediata”, escribiría en otro ensayo de juventud(Martín-Baró, 2016, p. 198). Junto a lo histórico,que el construccionismo social prioriza y que

hace más de cien años nadie pone en tela dejuicio, lo estructural, que es donde lo socialencuentra regularidad y constancia, algo que elconstruccionismo rechaza por principio. Desdesu punto de vista, y por dejarlo resumidocon una gruesa pincelada, las cosas irían,alternativa e indistintamente, del cielo (prioridadepistemológica de los productos de la razón: loprimario es el espíritu; la realidad queda reducidaa la idea) a la tierra (lo primario es la materia,los hechos susceptibles de observación a travésde los órganos de los sentidos), y de la tierra(explicaciones basadas en hechos empíricamentecomprobados que dan lugar a leyes universales)al cielo (descripciones basadas en percepcionese interpretaciones subjetivas de la realidadapoyadas en convenciones lingüísticas), porrecordar la conocida metáfora de Marx y Engelsen Feuerbach. Oposición entre las concepcionesmaterialista e idealista.

En el marco epistemológico de la psicologíasocial, esta postura no reviste novedad alguna.Ese fue el trayecto que siguieron, por ejemplo,Kurt Lewin en su Epistemología Comparada(Lewin, 1991), Lev Vygotski en su “síntesisdialéctica” (Vygotski, 1931/1995) y George H.Mead en sus sucesivas y nunca bien ponderadasaproximaciones al estudio de la conciencia delsignificado, y del principal de todos ellos, el“self” (Mead, 1964, 1972). No son los únicos queapostaron de manera decidida por la superaciónde esa epistemología de dirección única ala que acabaron sucumbiendo el materialismoempirista y el racionalismo idealista, y a laque ahora rinde culto el construccionismosocial. Max Horkheimer también lo hizo. Nosinteresa de manera especial su postura no soloporque es una de las figuras más señeras delpensamiento filosófico del pasado siglo, sinopor ser el más cualificado representante dela teoría crítica: en realidad, el naturalismono está radicalmente equivocado, porque “elespíritu está indisolublemente unido con suobjeto, la naturaleza” (no hay ruptura ontológicaentre los niveles de realidad), de suerte quetodo proceso psíquico (“acto espiritual” es laexpresión que utiliza) “implica algún tipo demateria o naturaleza”. Presentado como un

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absoluto, el espíritu y sus productos (las ideas,los significados, los relatos, el lenguaje, losrepertorios interpretativos) devienen en puromito, escribía en La crítica de la razón instrumental(1947), una las obras más emblemáticas delpasado siglo (Horkheimer, 2002, p. 176).Recordemos que ese fue precisamente elargumento de Marx contra la “mistificación” quesufre la dialéctica en manos de Hegel: la ideaconvertida en demiurgo de lo real.

Todo esto es cierto, pero sería injusto norecordar, y reconocer, que, en su origen, larelación de interdependencia y mutua influenciaentre el yo y el mundo, la naturaleza y la historia,la biología y la cultura, etc., tiene como referenteindiscutible la síntesis entre racionalismo yempirismo con la que, de manera lapidaria, dacomienzo la Crítica de la razón pura cuya primeraedición data de 1781. En ella, Kant intentacongraciar las dos tendencias aparentementeantagónicas entre las que se había debatidohasta ese momento la teoría del conocimiento:el racionalismo metafísico de Descartes y elrealismo de los empiristas ingleses, con Bacon ala cabeza: “no se puede dudar que todos nuestrosconocimientos comienzan con la experiencia”,con la activación de nuestros sentidos ante laestimulación de un determinado objeto; pero notodos ellos proceden de dicha experiencia, “puesbien podría suceder que nuestro conocimientoempírico fuera una composición de lo querecibimos por las impresiones y de lo que aplicamospor nuestra propia facultad de conocer” (Kant,1994, p. 98. Las cursivas son nuestras), de lo queel sujeto propiamente dicho pone de sí mismo (sumanera de percibir e interpretar la realidad).

El conocimiento es al mismo tiempo frutode la experiencia (hechos, datos e impresionessensibles que surgen al contacto con los objetosde la realidad: pensamiento empírico) y delos pensamientos e ideas que, al margen deella, pone de su parte (“aplica”) el sujeto:hay conocimientos a priori (conocimiento puro)que son “absolutamente” independientes de laexperiencia. Junto al conocimiento “regladopor los objetos”, Kant admite la posibilidadde que sea la experiencia la que puedaregularse por los conceptos (posibilidad de un

conocimiento a priori al margen de los objetos).Ambas, sensibilidad (capacidad de recibirrepresentaciones de los objetos) y entendimiento(capacidad de producir representaciones, depensar sobre los objetos) resultan imprescindiblesen la tarea del conocimiento: “el entendimientono puede percibir y los sentidos no pueden pensarcosa alguna. Solamente cuando se unen resulta elconocimiento”, de suerte que “pensamientos sincontenido, son vacíos; intuiciones sin conceptos,son ciegas”, dirá en la Introducción al capítulodedicado a la lógica trascendental (Kant, 1994, p.132). Aplicado a la psicología, ya en la décadade los 30 del pasado siglo, el mismísimo Vygotski(1995) había postulado algo muy parecido: noes posible una psicología sometida a la tiraníade la razón, que se permita el lujo de prescindirde la mente, de la conciencia, del significado, niuna psicología tiranizada por la subjetividad, quedefienda la existencia de una psique (conciencia)en estado puro, ingrávido, ajena a cuanto sucedea su alrededor. Se hace necesaria una síntesisdialéctica.

Cabría decir, pues, que Kant fue el primercrítico del modelo causal-mecanicista delconocimiento humano; fue realmente quienpuso contra las cuerdas las bases objetivasdel conocimiento convencional (el realismobaconiano), y no el movimiento construccionistacomo afirma Gergen (1985, p. 267). La cuestiónque se dilucida, según consta en el Prefacio a laprimera edición de la Crítica de la razón pura, esnada menos que la existencia de conocimiento“sin valerse de la experiencia”; la posibilidadde una “razón extraempírica”, de suerte quecuando Kenneth Gergen afirma en el primerode los supuestos del construccionismo social, queno es la experiencia la que define los términosde nuestra comprensión del mundo (Gergen,1985, p. 266), volvemos literalmente a Kant.A pesar del escaso protagonismo que Gergen leconcede, el verdadero adalid de la crítica a laantinomia entre las perspectivas “exogénicas” yendogénicas” es el filósofo de Könignsberg. Sinembargo, contrariamente a lo que el propio autorsostiene (Gergen, 1985, p. 271), en el transcursode su desarrollo, el construccionismo no hatrascendido esa antinomia, sino que ha ahondado

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insistentemente en ella posicionándose al ladode la perspectiva endogénica y ha acabadopor abrir una brecha prácticamente insalvableentre ambas posiciones. Primero, reduciendo larealidad a la cognoscibilidad y encapsulándola enconvenciones lingüísticas y poniendo en cuestióndespués la experiencia sensible (Gergen, 1985, p.272).

El giro epistemológico

La naturaleza socio-históricamente construida ycompartida del conocimiento y de la subjetividadhumana ha contado con valedores de postín almenos desde La pobreza de la filosofía de Marx,escrita en 1846, la Introducción a la dialéctica dela naturaleza de Engels, que data de 1875 y, sobretodo, desde que en 1883 Dilthey publicara laIntroducción a las ciencias del espíritu. Si a Kantle correspondió dar un vuelco a la teoría delconocimiento, Dilthey será el encargado de darleun giro epistemológico, abriendo el camino a ladiferenciación entre las ciencias naturales y lasciencias sociales (una aberración en toda reglapara Kant) y de concederle carta de naturaleza(estatus epistemológico) a la autonomía de estasúltimas (“las ciencias del espíritu forman unsistema autónomo en sí mismo”, escribe en elPrólogo al primer volumen de la Introducción alas ciencias del espíritu). Las denominadas cienciasdel espíritu no se sitúan “frente” sino “al ladode las ciencias de la naturaleza”, y lo hacen enuna clave que bien merece la pena recoger ensu integridad: “el material de estas ciencias estáconstituido por la realidad histórico-social en lamedida en que se ha conservado como noticiahistórica en la conciencia de la humanidad yen la medida en que se ha hecho accesible a laciencia como noticia acerca del estado actual dela sociedad” (Dilthey, 1985, p. 57).

Se trata de una clave que hoy en día damospor sólidamente asentada en el campo de lasciencias sociales como reacción al reduccionismobiologicista y mecanicista en las explicacionesde la vida social, del comportamiento y dela psique (subjetividad) humana. Aunque elreceptáculo de esa huella no puede ser más

que la conciencia individual, no por eso dejade ser al mismo tiempo, debido precisamentea sus raíces histórico-sociales, una huella queafecta a las personas en una de sus dimensionespsicosocialmente más relevantes: su pertenenciagrupal (en términos macro o microsociales) ycategorial; una huella compartida cuya marcaperdura gracias a la (relativa) constancia yregularidad (estabilidad) del orden y la estructuraque caracteriza a cualquier entidad supra-individual en forma de normas, preceptos, leyes,valores, costumbres, tradiciones, creencias, etc.Superadas ya las viejas hipótesis de un “Volkgeist”al estilo germano del Wundt de la Psicología de lospueblos o de una “group mind” al estilo de WilliamMcDougall o Charles Ellwood, en la psicologíasocial actual tenemos sobradas noticias de esahuella a través de los contenidos de la cogniciónsocialmente situada (Semin & Smith, 2013)y socialmente compartida (Thomson & Fine,1999), ejemplos de conocimiento apriorístico yde razón extraempírica en el sentido kantiano,que dan cobertura a problemas de tantarelevancia social como el racismo, la xenofobia,el antisemitismo, la homofobia, el machismo y unlargo y preocupante etcétera.

Este hecho tan elemental e incontrovertibleconvierte una parte de la realidad subjetivaen una realidad parcialmente objetiva, queciertamente plantea serios problemas al métodousado por las ciencias naturales 2 . A Ortegay Gasset, por ejemplo, le parecieron tan gravesque los llega a identificar con la crisis de lamodernidad de la que ya empezaba a hablarseen su tiempo. Perdida la fe en la razón ilustrada,queda abierto el camino para la potenciaciónde una racionalidad histórica: “ha llegado elmomento de que la razón que era solo físicase libere de esta limitación y de que el hombrecrea en la razón histórica” (Ortega y Gasset,1983, p. 329). Ese mismo modelo de razón esel que aparece como argumento nuclear en laSociología del conocimiento de Karl Mannheim,primero, y posteriormente de Robert Merton.Su tesis principal, formulada en otra de lasobras emblemáticas del pensamiento social delpasado siglo, Ideología y utopía, tiene un airemuy psicosocial: las formas y los productos

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del conocimiento “no se pueden comprenderdebidamente mientras permanezcan oscuros susorígenes sociales” (Mannheim, 2004, p. 34).Formulada en estos términos tan diáfanos, estatesis, tan amigable al construccionismo social,se despliega en no menos de tres poderosossupuestos que, sin embargo, acaban por alejarsede sus principales argumentos.

El primero de ellos alude a la naturalezacolectiva en la génesis de las ideas, de los juiciossintéticos a priori, si seguimos el camino trazadopor Kant: es un error creer que los pensamientosy emociones que mueven a la acción tienen suorigen en el individuo y “que pueden explicarseadecuadamente a base solo de la experiencia desu propia vida”. Esta hipótesis se apoya en la débil“ficción del individuo aislado y capaz de bastarsea sí mismo”, en palabras de Max Horkheimer;tiene como protagonista a un ser humano incapazde ser concebido “dentro de una esfera deinterioridad estática”, en emblemática expresiónde Berger y Luckman, y contraviene la absolutezdel yo como sujeto soberano de conocimientoen la que se ha instalado el construccionismosocial, que acabará por empequeñecerse en laabsolutez del lenguaje como única fuente deconocimiento, como única realidad y como únicalínea de acción.

En realidad, quienes piensan no son individuossolitarios, sino que, según Mannheim (2004,p. 35), son personas “que pertenecen a ciertosgrupos y que han desarrollado un estiloparticular de pensamiento en una interminableserie de respuestas a ciertas situaciones típicasque caracterizan su posición común”, queno se reduce a compartir meras “reglasde interpretación” (Gergen, 1996, p. 316),sino que se traduce en reglas que definensentimientos y acciones (las normas y emocionesintergrupales, sin ir más lejos) que dejan unahuella perfectamente objetivable en la vidade las personas (basta para ello pensar en elrastro que ha dejado la violencia colectiva enAmérica Latina). Esta posición es irreductiblea la postura que puedan adoptar a títuloindividual las personas pertenecientes a esosgrupos, siguiendo uno de los principios máselementales de la teoría de la Gestalt, que tanta

influencia tuvo en la teoría lewiniana a la queel propio Gergen (1985, p. 269) le concede unpapel protagónico en la implantación de unaperspectiva “endogénica”, a través del énfasis quealgunos de sus discípulos (Festinger y Schachter)hicieron en la importancia de la cognición, peroparece hacerlo sin prestar la debida atención a lasconsecuencias, visibles, medibles y cuantificablesde la cognición socialmente compartida (elejemplo de la violencia colectiva sigue siendoválido).

Todos los contenidos y formas que adquierenuestro conocimiento tienen, en segundolugar, un referente histórico; se sitúan demanera inevitable “dentro del marco de unasituación histórico-social de la cual emergepoco a poco el pensamiento individualmentediferenciado” (Mannheim, 2004, p. 35), dandocuenta fehaciente del “arraigo del conocimientoen la textura social” o, lo que es lo mismo,de la prevalencia del ser sobre el pensar,que será una de las líneas maestras de lateoría crítica (Horkheimer, 1974) y de lasineludibles relaciones entre el conocimiento ysus factores existenciales (fundantes) a los queRobert Merton, con Marx al fondo, prestaráuna especial atención. La base existencial delas producciones mentales tiene su origen endimensiones sociales (la estructura: posiciónsocial, clase, generación, rol ocupacional, modode producción, estructuras grupales, situaciónhistórica, estructura de poder, etc.) y culturales(valores, ethos, clima de opinión, tipo de cultura,visión del mundo, etc.) (Merton, 1977, p. 52). Deentre ellas, “los estudiosos de la vida intelectualhan destacado la influencia corruptora delas lealtades grupales” (Merton, 1977, p.184), presente siempre en la construcción delconocimiento y de la acción humana de las queel construccionismo no es una excepción.

En tercer lugar, y como consecuencia (ocomo fundamento) inevitable de todo ello, haceacto de presencia la naturaleza construida delorden social (Berger & Luckman, 1968) odel desorden ordenado (Martín-Baró, 1989a,pp. 13-90). Aunque sobradamente conocida yreiteradamente comentada, conviene volver arecordar los términos de la argumentación de

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Berger y Luckman: a) el orden social no se dani se deriva de datos biológicos ni de leyes de lanaturaleza; solo existe como fruto de la actividadhumana. Al mismo tiempo, y debido a la relaciónde interdependencia y mutua influencia entrelos distintos niveles de realidad, “la necesidaddel orden social en cuanto tal surge del equipobiológico del hombre”. En su historia psicosocialde la violencia, el propio Martín-Baró (1983),poco sospechoso de veleidades biologicistas,alude al ser humano como “un ser abierto ala violencia y a la agresión como posibilidadescomportamentales que tienen su base en laconfiguración del propio organismo” (p. 405); b)los fenómenos típicamente humanos no tienenlugar en la interioridad estática del sujeto,sino en el dominio de lo social: “el homosapiens es siempre, y en la misma medida, unhomo socius”; c) el desarrollo individual (lasubjetividad) está precedido por un orden social;cuando este se institucionaliza, se experimentacomo algo que existe “por encima y más alláde los individuos a quienes acaece” encarnar lasinstituciones en los distintos momentos de lahistoria (Berger & Luckman, 1968, pp. 72-80).El intercambio activo y cooperativo que da lugara las ideas y teorías con cuya ayuda conocemose interpretamos la realidad (Gergen, 1985) sonfruto de una “tipificación recíproca de acciones”,cuyas características más sobresalientes son lahabituación, la regularidad, la estabilidad; enuna palabra, la institucionalización (Berger &Luckman, 1968, p. 76).

Cuando desde la ciencia social hablamos dela génesis colectiva de las ideas, del marcohistórico-social de los contenidos y formas delconocimiento (Mannheim) y de la conciencia(Dilthey), de la naturaleza “creada” del ordensocial y de su base ideológica (la cultura), emergede manera inevitable la genial figura de LevVygotski. La razón histórica o, si se prefiere, larazón histórico-social o histórico-cultural, quepara el caso vienen a ser lo mismo, que tieneen la falacia del individuo aislado, solitario yautosuficiente (en la absolutez del yo propiadel construccionismo social) de Horkheimer,Mannheim, Elias, Berger y Luckman, etc., sumás acabado ejemplo, encuentra en Lev Vygotski

un sólido apoyo epistemológico y un originalrespaldo en el campo de la investigación,ahora ya en el seno de la propia psicología.Dicho apoyo se muestra especialmente críticocon el biologicismo mecanicista incapaz, a suentender, de considerar el desarrollo de lasfunciones psíquicas superiores “como hechosdel desarrollo histórico” al concebirlos “comoprocesos y formaciones naturales, confundiendolo natural y lo cultural, lo natural y lo histórico,lo biológico y lo social en el desarrollo psíquicodel niño”; confusiones todas ellas que abonanel camino para “una comprensión radicalmenteerrónea de la naturaleza de los fenómenosque estudia” (Vygotski, 1995, p. 12). Lasolución no pasa precisamente por la psicologíacomprensiva, representada en la actualidadpor el construccionismo, porque sustituye lasleyes universales de la naturaleza por las leyesuniversales del espíritu, ignora las diferenciasentre lo natural y lo cultural y es asocial: hablamucho de historia, pero “se niega a reconocerla simple verdad de que el desarrollo históricoes el desarrollo de la sociedad humana y nodel puro espíritu humano, que el espíritu se hadesarrollado a la par que se ha desarrollado lasociedad”. En una palabra, más que enmarcaren un contexto histórico el desarrollo psíquicode la persona, la psicología idealista “lo quehace es declarar que la historia es el reino delespíritu” (Vygotski, 1995, p. 27).

El “postulado acerca del desarrollo sin cambiosen el tipo biológico”, y la “ley genética deldesarrollo cultural”, que preparan el camino ala tesis por excelencia de la teoría sociocultural(la “sociogénesis de la formas superiores deconducta”), son epistemológicamente deudorasde la razón histórica: el mecanismo que subyacea las funciones psíquicas superiores es unacopia de lo social (Vygtoski, 1995, p. 151), esdecir, del desarrollo histórico, porque es en lahistoria como praxis donde tiene su origen eldesarrollo de la sociedad humana. Por variasrazones: primero, porque, contrariamente a loque ocurre con las funciones psíquicas superiores,las funciones psicofisiológicas elementales apenassi se modifican en el transcurso del devenirhistórico (Vygotski, 1995, p. 27); después, porque

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cuando hablamos del desarrollo cultural de lapersona aludimos al desarrollo psíquico que seproduce a lo largo de un determinado momentodel desarrollo histórico (Vygotski, 1995, p.35), y, finalmente, porque en su ontogenia,las funciones psíquicas (la subjetividad) nosremiten en un primer momento al plano delo social y solo después se consolidan comocategoría intrapsíquica propiamente dicha, segúnreza la sobradamente conocida ley genética deldesarrollo cultural, vale decir, del desarrollopsíquico: “toda función en el desarrollo culturaldel niño aparece en escena dos veces, en dosplanos; primero, en el plano social, y después en elpsicológico, al principio entre los hombres comocategoría interpsíquica y luego en el interior delniño como categoría intrapsíquica” (Vygotski,1995, p. 150).

Realmente, sin pretenderlo de maneraexplícita, además de una severa críticaa las posiciones idealistas, Vygotski nosha proporcionado algunos argumentos paraestablecer una correspondencia entre elmecanicismo positivista y el idealismoconstruccionista: ambos parten de posturasexclusivas y excluyentes manteniendo, así,una “ruptura ontológica” entre los distintosniveles de realidad y prescindiendo de procesostan psicosociales como la interacción, lainterdependencia y la mutua influencia entreellos. Ambos apelan de manera permanente acategorías universales. De algún modo, la razónnatural del positivismo y la subjetivización dela razón que propicia el construccionismo es lamisma razón universal, necesaria y sustancialista.Donde el positivista ve exclusivamente hechosy cosas, el construccionista solo ve significadosy, a la postre, en ambos casos el accesoa la realidad queda limitado y parcialmenteoscurecido. El dato (positivismo) y el significado(construccionismo) se convierten en fetiche.Si el respeto a lo dado es la religiónfetichista del positivismo, el respeto reverenciala lo pensado en la interioridad del sujetocognoscente se convierte en el nuevo fetiche delconstructivismo.

Ambos desatienden la influencia de laestructura social y de sus efectos sobre la vida

y la experiencia de las personas. En amboscasos, con especial énfasis en el construccionismosocial, se produce una escisión injustificadaentre lo histórico-cultural y lo estructural. Desdeambas posiciones, la persona se convierte enla única unidad de análisis contraviniendo, así,uno de los principios rectores de la perspectivapsicosocial: la importancia del contexto y de lasituación. Así, el individualismo psicologicistaque las define refuerza las estructuras socialescon independencia de lo injustas, violentas,deshumanizantes u opresivas que sean. Cuandose reduce a la individualidad lo que solo aconteceen la dialéctica de las relaciones interpersonales,“el individualismo termina reforzando lasestructuras existentes al ignorar la realidad delas estructuras sociales y reducir los problemasestructurales a problemas personales” (Martín-Baró, 1998, p. 291). Además, el positivismopone el conocimiento al servicio del cálculo,la utilidad, el resultado (la razón instrumental);el construccionismo lo pone al servicio decualquier empeño particular. La razón subjetivaacaba convertida en una razón instrumentalpuesta al servicio de intereses personales,una suerte de pragmatismo individualista: “larazón subjetiva se acomoda a todo. Ofrecesus servicios tanto a los adversarios de losvalores humanitarios tradicionales como a susdefensores” (Horkheimer, 2002, p. 62). El interésegoísta se convierte, pues, en una seña deidentidad común y la utilidad o la satisfaccióndel sujeto se erigen en el criterio de verdad(Horkheimer, 2002, p. 83).

Algunas conclusiones espurias de lapsicología social como empresa histórica

Es en este marco en el que cabe incluirla propuesta que Kenneth Gergen hiciera acomienzos de la década de los setenta al definir lapsicología social como una forma de historia. Fuerealmente una apuesta valiente, pero tuvo pocode original, porque su principal argumento, el deque la psicología social es un quehacer históricodebido a la naturaleza abierta e inestable de loshechos de los que se ocupa y a su fluctuación

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y cambio en el transcurso del devenir histórico(Gergen, 1973, p. 310), nos remite, comoacabamos de ver, al núcleo duro del materialismodialéctico, a la filosofía comprensiva de Dilthey,a la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt,a la sociología del conocimiento y a la teoríasociocultural.

Todas estas propuestas, cada una a su manera,ponen en tela de juicio la posibilidad de elaborarleyes de validez transhistórica y universal, a lahora de abordar asuntos relacionados con lavida social o con el comportamiento humano;todas se distancian de la acumulabilidad delconocimiento en el sentido de que a esteprincipio se le ha dado en la ciencia naturaly aceptan el supuesto de que la cienciaes algo más que la mera acumulación dedatos; se muestran igualmente críticas con elmodelo de sujeto individualista, hedonista y a-histórico que ha (des)dibujado el positivismoy admiten la naturaleza construida de larealidad social como resultado de prácticas ytransacciones humanas históricamente situadas;todas convendrían igualmente en la naturalezatransitiva de los hechos de los que se ocupala ciencia social, es decir de su dependenciadel significado que las personas le atribuyeny de la posibilidad de modificarlos comoconsecuencia del cambio en los significadosatribuidos; todas abren también la puertaa métodos alternativos de investigación, porentender que los métodos experimentales y delaboratorio pretenden “cerrar” artificialmenteuna realidad que es “abierta” por naturaleza;en todas ellas, de manera implícita o explícita,hay una crítica a la posibilidad de unaciencia libre de valores; además, no dudan queel conocimiento científico genera perspectivasteóricas de validez solo parcial debido alas limitaciones cognitivas de nuestra mente,que hacen imposible aprehender en un solointento (ni en un número finito de ellos)todas las variables causales que contribuyena la producción de los fenómenos que tratande explicar. Finalmente, es importante señalarque todas ellas, distanciándose claramente delconstruccionismo, dan por supuesta la utilidaddel conocimiento, una suerte de racionalidad

científica, que acude en nuestra ayuda a la horade dar respuesta a problemas sociales.

El problema que plantea la postura delconstruccionismo social no lo constituyen losargumentos (nada novedosos, insistimos) de losque se sirve, sino la naturaleza apodíctica desu formulación: los hechos de los que se ocupala psicología social carecen de regularidad; losconceptos y teorías que manejamos tienen uncarácter prescriptivo (sesgo valorativo): indican,de manera políticamente interesada, lo que espreferible y/o socialmente deseable; las teoríaspsicosociales son herramientas para el ejerciciodel poder y del control social; la conductahumana no es previsible, y cuando se pretendehacerla, coloca a las personas en una situación deespecial vulnerabilidad; la subjetividad humanaes la única fuente fiable de conocimiento; nohay posibilidad de elaborar leyes generales sobrela conducta social; la observación empíricano genera una comprensión teórica de losfenómenos psicosociales; la psicología actualno tendrá ningún valor en el futuro; losacadémicos tienen un acendrado prejuicio contrala aplicación; la única limitación de la teoríaes la que fija las convenciones del lenguaje;la psicología y la psicología social no puedenser ciencias positivas; la experiencia y los datosprocedentes de los órganos de los sentidos noforman parte del contenido de la subjetividad; losestudios experimentales son socialmente vacíosy tan solo han servido para dar alas al poderopresor, y así sucesivamente.

Puesto que la experiencia no es la única fuentede conocimiento, esta queda reducida a merasconvenciones lingüísticas; como la realidad senos presenta de manera engañosa, la realidadno existe más allá de las ideas que tengamossobre ella; puesto que no existe una verdaduniversal, la verdad no existe. La supuestamudez ontológica (la razón depurada hasta elextremo de “renunciar incluso a la tarea deenjuiciar acciones y modos de vida de losseres humanos”, en palabras de Horkheimer,2002, p. 50) y la renuncia a todo criterio deverdad, dos de los supuestos más sobresalientesdel constructivismo, no salen precisamente muyreforzados a partir de estos enunciados enfáticos

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con vocación de eternidad: “la verdad no existe;he ahí la verdad”. No es nuestra intención entraren el debate de cada uno de estos temas, peroalgunos de ellos merecen una especial atención.

La naturaleza políticamente perversa queacompaña al sesgo valorativo, por ejemplo,empieza a diluirse cuando, en vez de ponerel foco de atención en la conformidad o enel autoritarismo, hablamos de discriminación,racismo, violencia, exclusión, etc. Entonces,las prescripciones pierden el carácter indómitoque Gergen les atribuye para convertirseen instrumentos de intervención capaces deresponder a esa noble tarea que George Millerle atribuía a la psicología: ser un instrumentoal servicio del bienestar humano (Miller,1969). Martín-Baró se sumaría a esta posiciónen unos términos que ofrecen pocas dudasrespecto a su postura abiertamente distantedel construccionismo social: la psicología seinteresa y se introduce en los campos de lafamilia, las relaciones laborales, la educación,etc., “como un intento expreso de humanización,de crecimiento humano y cultural: se trata decomprender mejor a las personas, de entendermás a fondo aquellos aspectos que permiten alos seres humanos lograr una vida mejor, deprofundizar en el planteamiento más adecuadode aquellos problemas que enfrentan a losindividuos y los grupos y les impiden su desarrolloy plenitud” (Martín-Baró, 2016, p. 181).

Claro es que, al mismo tiempo, la psicologíapuede servir, y ha servido de hecho, paratodo lo contrario: para aplicar con éxitola tortura; para controlar y castigar a losdisidentes; para justificar la guerra, el machismo,la xonofobia, el racismo y largo etcétera (lapsicología al servicio del poder: véase Teo,2015, pp. 246-247) contraviniendo así su propiaracionalidad científica y su propia racionalidadética. Solomon Asch, por recordar una delas investigaciones paradigmáticas, nos enseñóque el conocimiento psicológico procedente deestudios experimentales puede servir tanto parafomentar la sumisión y el control social como laautonomía, y en las conclusiones de sus estudioshace una crítica severa a los modelos de grupoy sociedad basados en la conformidad (Asch,

1964, pp. 492-498). Stanley Milgram llevó a cabosus 18 experimentos sobre la obediencia a laautoridad estremecido por el torrente de muertey destrucción producido por el antisemitismonazi y espoleado por las declaraciones de AdolphEichman declarándose como un simple servidordel Estado.

En los estudios de Milgram, podemosencontrar argumentos para la obediencia y parala rebelión (véase, por ejemplo, el experimento17: Milgram, 1980, pp. 113-118). El famosoestudio de la prisión de Stanford estuvo presididopor una severa crítica al sistema penitenciarionorteamericano: a su ineficacia, al maltrato aque estaban sometidos los presos en muchasde ellas, a su incapacidad para cumplir elobjetivo, probablemente iluso, de rehabilitación,a su incapacidad para afrontar con garantías elproblema de la criminalidad en Estados Unidos(Haney & Zimbardo, 1998). Los experimentossobre la impasibilidad del espectador (Latané& Darley, 1971) parten de la preocupación delos autores por la inhibición de los residentesde un bloque de apartamentos ante la peticiónde ayuda de una vecina atacada (y finalmenteasesinada) por un individuo. La intención de Josty Banaji (1994; Jost, Banaji, & Nosek, 2004) noes fomentar la explotación, la desigualdad y lainjusticia social, sino todo lo contrario: desvelarlos mecanismos que sirven para la justificación ymantenimiento de un statu quo y del orden socialque las favorece y las alienta 3 .

El objetivo de Lippitt y White (1973)tampoco fue ensalzar los estilos autoritarios deliderazgo, sino mostrar las ventajas del liderazgodemocrático; y las investigaciones de SusanFiske están claramente dirigidas a denunciarel sexismo ambivalente (Glick & Fiske, 1996).Otro tanto podríamos decir de los estudiosprocedentes de la rica tradición empírica en tornoal prejuicio (Allport, 1962), al prejuicio sutil(véase al respecto la interesante reflexión teóricade Dovidio, 2001) o a la infrahumanización(véase la revisión de Rodríguez, Rodríguez, &Leyens, 2003): su intención no es fomentaresas conductas, sino denunciarlas. Por no hablarde las propuestas de Moscovici (1976) sobrela capacidad de innovación de las minorías

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activas, o las de Sherif y Sherif (1953) paraofrecer soluciones al conflicto intergrupal. Unejemplo especialmente significativo nos lo ofreceMorton Deutsch, uno de los discípulos másentusiastas de Lewin, en el corto pero suculentorepaso de su vida académica. Sus estudios sobrelas relaciones cooperativas y competitivas, lareducción del prejuicio o la justicia distributivason excelentes ejemplos del compromiso social dela investigación experimental (Deutsch, 1999).

En pocas palabras, la psicología crítica norenuncia al potencial transformador de lainvestigación empírica, con Kurt Lewin y Martín-Baró como ejemplos (Teo, 2015, p. 248). Porestas y otras muchas razones (ejemplos delíneas de investigación) que se podrían haberaducido, decir que la psicología social tradicional“forma parte de un todo un andamiaje culturaldirigido a ocultar las contradicciones e injusticiassociales” (Ovejero & Ramos, 2011, p. 22) noparece que responda de manera fidedigna alo que ha sido el desarrollo de una partemuy significativa de esta disciplina. Claro esque ni a Deutsch ni a nadie mínimamenteavezado en los contenidos de la psicologíasocial se le puede ocultar que hay estudiosexperimentales carentes de interés teórico yalejados de cualquier asomo de compromisosocial (Deutsch pone como ejemplo sus propiosestudios siguiendo el paradigma del Dilema delPrisionero), pero ello no convierte a los autoresde los estudios experimentales y a los defensoresde la metodología cuantitativa en esbirros delpoder explotador y opresor.

Huelga decir que todos los procesos implicadosen estos estudios tienen un funcionamientoacorde con el tipo de sociedad, grupo y situaciónen las que se hacen presentes, pero ello nopuede servir de excusa para desconocerlos ominusvalorarlos. No es desechable todo esteconocimiento; tiene mucho de bueno, decíaMartín-Baró en el Prólogo a Sistema, grupoy poder, aunque su pretensión de crear unconocimiento de validez universal pueda sertildado de provinciano (Martín-Baró, 1989a, p.5). Por otra parte, pretender que la conductahumana no es, en alguna medida, predecible, escondenarla al arbitrio, a la suerte, al destino o a

la voluntad de cualquier instancia sobrenatural,y condenar al sujeto a la resignación y a lapasividad; es decir, encadenarlo al fatalismo.

Las relaciones entre conocimiento y poderson bien conocidas, pero es muy posibleque se hayan desorbitado en manos delconstruccionismo. Tomás Ibáñez, uno de sus másgenuinos representantes, presta una atenciónespecial a este aspecto: si no es posibleconstruir conocimiento sobre lo social sin quelo social quede afectado, “debemos admitir quecualquier científico social que sea realmenteeficaz en tanto que científico (…) está actuandoineludiblemente como agente político” capaz deincidir sobre la realidad social (Ibáñez, 1992, p.23). De nuevo una sentencia apodíctica que dejaun escaso margen para el acuerdo. La reducciónde la realidad social a la realidad política yaresulta, en sí misma, problemática, sobre todocuando esa realidad la definimos en términosmicrosociales, que son los más estrictamentepsicosociales.

El apoyo prestado por el conocimientocientífico social a distintas formas de dominaciónes un hecho difícilmente rebatible; también lo es,como acabamos de señalar, su contrario; pero almismo tiempo, cabría preguntarse por el sentidode un conocimiento sobre lo social si lo socialno quedara afectado (un conocimiento etéreo,vagando en el vacío), de la misma manera quecabría preguntarse por el sentido que tendríael conocimiento sobre determinados aspectos denuestra salud si esta no se viera positivamenteafectada, o todavía peor, si creyéramos, comoinsinúa el construccionismo al negar valideza la observación empírica, que no hay mayorveracidad en un diagnóstico médico que enel horóscopo. Actuar como un agente políticopuede ser un objetivo manifiesto del científicosocial, pero también una consecuencia inevitabledel resultado de sus teorías e investigacioneso del uso que se haga de ellas, el corolarioimprescindible de la imposibilidad de asepsia yde neutralidad intrínseca a la misma actividadcientífica (una postura moral), o una intenciónatribuida por parte de los actores políticos(politización del conocimiento social).

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La naturaleza política de las teoríaspsicosociales puede adquirir, pues, diversosrostros, todos igualmente legítimos, pero no todosigualmente susceptibles de ser considerados,definidos y agrupados bajo la etiqueta de “agentespolíticos”. En el caso de Martín-Baró, porejemplo, así como el de todos sus compañerosasesinados en 1989, fue una postura moraly, sobre todo, una interesada y manipuladaatribución por parte del poder político yeconómico salvadoreño. En la Introducción aAcción e ideología lo dejaba explicitado en untono casi profético: corre peligro la vida dequienes “pretenden iluminar los problemas queestán a la raíz del conflicto o contribuir a labúsqueda de su solución” (Martín-Baró, 1983).Por otra parte, como hemos señalado en algúnotro momento, “su noción de compromiso no fueservil a ninguna fuerza política”, ni se sostuvosobre el poder político; fue antes y mucho más uncompromiso moral que un compromiso político(De la Corte, 2001, p. 216), aunque eso no leimpediría pensar que la manera en la que veníadesarrollando su actividad teórica acercaba supsicología social (su psicología de la liberación) auna psicología de la acción cuyas consecuenciasse adentran, de manera inevitable, en el campode las decisiones políticas (Martín-Baró, 1989a,p. 7).

No obstante, la acción política, entendidacomo una acción que refuerza o desafía el ordenpolítico instituido, no es la única manera deincidir sobre la realidad social ni la estrategiaque ha utilizado la intervención a la hora dehacer productivo el conocimiento psicosocial.Ello supondría un empobrecimiento del propioconcepto de poder y una injustificada renunciaa una mirada psicosocial en los términospropuestos por Cartwright (1959), French yRaven (1974), Raven (1992) o Thibaut y Kelley(1959): el poder como influencia persuasiva y nocomo imposición en el sentido weberiano. Paraincidir sobre la realidad social, no es necesarioactuar como un agente político.

Si, a título de ejemplo, tomamos comomarco de referencia algunos de los manualessobre intervención psicosocial publicados enlos últimos años (Blanco & Rodríguez Marín,

2007; Fernández, Morales, & Molero, 2011;Hombrados, 2013; Maya, García, & Santolaya,2007) y revisamos las distintas intervencionesque en ellos se contienen, podemos observar:a) que el componente político se podríaintuir en casos como la intervención social ycomunitaria en el ámbito de la inmigración,la intervención psicosocial con menores ensituación de desprotección, la prevención delconsumo de drogas en la población juvenilo en los programas para mejorar el acceso alos servicios sociales de personas sin techo; b)que en casos como el proyecto de prevenciónde SIDA en trabajadores temporeros, atencióna niños con asma en Nueva York, unaintervención comunitaria para incrementar ladonación de sangre en un campus universitario,la implementación de un programa para demorarel inicio de la actividad sexual en adolescentes, eldesarrollo del sentido de comunidad, o internety cambio comunitario en un barrio empobrecidode Chicago, hay que hacer un ejercicio muyimaginativo para encontrarlo; c) que en ningunode los programas llevados a cabo, los agentes deintervención han actuado como agentes políticosni se han servido del poder político y d) queel poder puesto en práctica ha sido el poderde recompensa, el poder de experto o el poderde información, de acuerdo con la taxonomíapropuesta por French y Raven (1974).

No parece, pues, que todas estasintervenciones estén inspiradas por un agentepolítico, persigan el mantenimiento del statuquo, o estén al servicio de una minoríadominante interesada en seguir ahondando enla desigualdad, en la injusticia social o en laopresión política. Tampoco parece que hayasido ese el Leitmotiv de Lewin, Milgram, Asch,Tajfel, Sherif, Zimbardo, entre los clásicos, o deSusan Fiske, John Bargh, Richard Petty o JohnDovidio, entre los investigadores de referenciamás actuales. Eso sería como pensar que el uso dela metodología cuantitativa lleva impreso dentrode sí, como una necesidad intrínseca, ponerse alservicio del poder opresor para dar cobertura a susfechorías.

La monografía Psicología social crítica eintervención psicosocial. Reflexiones y experiencias

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de investigación (Moncayo & Díaz, 2015) no nosdesvela, pese al título, la contribución que hacela psicología social crítica de raíz construccionistaa la intervención. Entre los 14 capítulos quela conforman, se alude de manera general aalgunas intervenciones, pero no se describeninguna de ellas en los términos consensuadosal efecto: problema que se aborda, participantesen la intervención, actividades desarrolladas,resultados y evaluación de la intervenciónpropiamente dicha. Lo más cercano a esteesquema tan elemental es el capítulo de ClaudiaJurado en el que se describen algunas actividadesllevadas a cabo en organizaciones campesinaspaneleras, pero se hace como acompañamientosecundario a la historia de las organizacionescampesinas en Colombia, a las distintas visionesde la participación o al desarrollo teórico delos conceptos de cooperación y participación(Jurado, 2015).

Por lo que respecta a la investigación, tan soloel capítulo de Obando, Betancourt y Martínez(2015) sobre los imaginarios patriarcales en tornoal género femenino cabe ser considerado comouna “experiencia de investigación” propiamentedicha, con la salvedad de que las autorasse limitan a comentar los resultados de uninteresante estudio llevado a cabo por dos de ellasen 2010. El resto de la monografía está dedicadoa reflexiones y especulaciones teóricas sobrelo psicosocial (los cuatro primeros capítulos),la psicología social crítica, la diferencia entreatención psicosocial e intervención psicosocial,con una particularidad que llama poderosamentela atención: a lo largo de las numerosasreflexiones sobre lo psicosocial se prescindede referentes como George H. Mead, KurtLewin, Muzafer Sherif, Henri Tajfel, GordonAllport, Solomon Asch, Stanley Milgram, PhilipZimbardo, etc., por mencionar tan solo aalgunos de los más conocidos y reconocidos.Probablemente, se trate de uno de esos “falsosdilemas” que no ha sido capaz de superar unaparte de la psicología social de habla hispana:el que opone una psicología reaccionaria a unapsicología progresista.

Sirva a este respecto la advertencia que hicieraIgnacio Martín-Baró hace casi cuarenta años:

“lo que hace reaccionaria o progresista a unateoría no es tanto su lugar de origen cuanto sucapacidad para explicar u ocultar la realidad y,sobre todo, para reforzar o transformar el ordensocial” (Martín-Baró, 1998, p. 294). Tampocoes el método, cabría añadir, el que definecomo reaccionaria o progresista una manera deabordar los procesos psicosociales. En definitiva,la lectura de esta monografía no arroja luz sobrecuáles son las novedades que aporta la psicologíasocial crítica a la teoría tradicional en torno a lanaturaleza de lo psicosocial o a la intervenciónpsicosocial más allá de los manidos tópicos sobrela construcción social de la subjetividad y lacrítica a la metodología cuantitativa.

El mundo de lo real (La realidad) como“a priori” existencial

Si la huella de la realidad históricosocial es realy cómo podemos conocerla (qué es lo real ycómo podemos conocerlo) es la pregunta queBerger y Luckman se plantean en las primeraspáginas de La construcción social de la realidad.La respuesta que avanzan está en perfectasintonía con las posiciones epistemológicas quenos vienen acompañando desde el comienzode este artículo (la síntesis kantiana entreentendimiento –racionalismo– y sensibilidad –empirismo–, la síntesis dialéctica de Vygotski,la filosofía galileana de Lewin, la relación entreespíritu y naturaleza de Horkheimer, la definiciónde lo psíquico –la subjetividad– por parte deMead, y el realismo crítico de Martín-Baró). Esdecir, se trata de una respuesta que se aleja demanera decidida de los dualismos excluyentes alos que han acabado sucumbiendo las posturasidealistas (el constructivismo social entre ellas) ypositivistas desoyendo las recomendaciones de laprincipal figura de la filosofía moderna (Kant). Ylo hacen además apoyándose en dos referentes decontrastada y compartida autoridad, Durkheim yWeber, para darle la razón a ambos.

Los hechos sociales son cosas (Durkheim)y son significados (Weber). Se trata de dossupuestos que no se contradicen: la sociedad“posee facticidad objetiva” al tiempo que se

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asienta sobre un conjunto de actividades que“expresan un significado subjetivo”. Ambos eranconscientes del carácter dual de lo social. Elresultado no es el recogimiento de la realidadsocial en los reservados del sujeto ensimismado,sino la existencia visible de una realidad suigéneris (Berger & Luckman, 1968, p. 35)erigida (construida) sobre el significado quehemos convenido en darle a los elementosque la conforman. Esos significados adquierenfacticidad objetiva a través de la habituación,de la repetición de actos de acuerdo conel sentido otorgado a los componentes dela situación estimular y de la existencia depautas de comportamiento que se reproducende manera más o menos automática “coneconomía de esfuerzos” por parte del sujeto(Berger & Luckman, 1968, p. 74). La habituaciónproporciona, pues, un trasfondo estable a laactividad humana y constituye el antecedentenecesario de la institucionalización de las pautassocioculturales y de los marcos estructurales;de esa estructura que, al adquirir, como hechoinherente a ella, regularidad y estabilidad,perfecciona una cualidad que ya existía en sugermen: la objetividad de sus componentes, desuerte que pasan a experimentarse como algo queexiste “por encima y más allá de los individuos[…] y como si poseyeran una realidad propia, quese presenta al individuo como un hecho externoy coercitivo” (Berger & Luckman, 1968, p. 80).

Así, cuando se dice, con razón, que hay formasde comprensión negociada de la realidad quetienen un significado crítico en la vida social en lamedida en que están conectadas con actividadesen las que están implicadas las personas (supuesto4 del construccionismo social: Gergen, 1985,p. 268), parece obvio que estamos hablandode significados subjetivos dotados de facticidadobjetiva debido a su tipificación recíproca, fuentey origen de su estabilidad y regularidad (de suinstitucionalización) y a sus consecuencias sobrelos interlocutores convirtiéndose, así, al mismotiempo, en resultado de la construcción humanay en condición preexistente al sujeto.

La relación dialéctica entre el hombre (elproductor) y el mundo social (el producto)también supone que “el producto vuelve

a actuar sobre el productor” (Berger &Luckman, 1968, p. 83), que las institucionestambién tienen la capacidad de controlar elcomportamiento humano “estableciendo pautasdefinidas de antemano, que lo canalizan enuna dirección determinada” (p. 76). Este hechoes el que permite hacer predicciones respectoal comportamiento y formular a partir deahí estrategias de intervención, tanto a nivelindividual como colectivo (comunitario). El serhumano piensa, construye y actúa sobre larealidad en la misma medida en que la realidadpiensa, interpreta y actúa respecto al ser humanoa través de los modelos de relación interpersonale intergrupal definidos y puestos en práctica porlos otros, por el homo socius que todos llevamosdentro.

Entra de nuevo en escena la existencia de una priori existencial que, dicho de la manera máscomedida, enmarca las formas y los contenidosdel conocimiento (del pensamiento) y de laacción humana haciéndolas a veces necesarias yobligatorias gracias a la constancia y regularidadcoercitiva de algunos de los componentes delorden y la estructura social. Martín-Baró loexpresaría de manera algo más terminante enuno de sus trabajos de juventud previamentemencionados: “podríamos decir que el hombre,por el hecho de serlo, se encuentra con unacircunstancia existencial a priori. Es decir, elhombre, sin que de su parte ponga o quite nada,se encuentra arrojado a un mundo. Existir es,ante todo, una referencia, al mundo” (Martín-Baró, 2016, p. 127) 4 , pero no a un mundo enabstracto, sino a unas condiciones de vida que elpropio autor concretó en los estudios llevados acabo en el Instituto Universitario de la OpiniónPública (IUDOP). En definitiva, “cada personaelabora su existencia a partir de un sistema socialque encuentra ya como dato previo […]. Así,cada sistema social es al mismo tiempo un datoprevio y un producto humano” (Martín-Baró,1989a, p. 49).

La naturaleza construida del orden y de laestructura social no impide, pues, que algunasde sus manifestaciones terminen adquiriendodimensiones reales sui géneris. Muchas de ellasse presentan a los órganos de los sentidos en

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unos términos muy cercanos a como lo hacen losobjetos del orden natural. Pongamos un ejemplopara entendernos. De acuerdo con los datosofrecidos por el Grupo de Memoria Histórica(GNMH), entre 1958 y 2012 el conflicto armadocolombiano causó la muerte de, al menos,220.000 personas (Centro Nacional de MemoriaHistórica [CNMH], 2013, p. 20). Sería un errorpensar que este es un hecho perteneciente almundo de la naturaleza. Será fácil convenirque se trata más bien de un dato incontestable(un hecho objetivo), que se sitúa, por derechopropio, en el espacio de la realidad social; de esarealidad empedrada de significados que poseenfacticidad objetiva (seres reales que no sonmateria, recordando de nuevo a Martín-Baró).

El discurso de los actores armados estáplagado de excusas y justificaciones; “paraellos, la población es señalada como unaprolongación del enemigo”; son sus “basessociales”, “colaboradores”, “traidores”, etc.(CNMH, 2013, p. 38). Significados convertidosen hechos, que han segado la vida de cientosde miles de personas en Argentina, El Salvador,Guatemala o Chile. El conocido teorema deWilliam Thomas nos desvela el secreto: “si losindividuos definen las situaciones como reales,éstas acaban siendo reales en sus consecuencias”.Robert Merton consagra este teorema comouno de los grandes hitos de la ciencia social,porque “es aplicable instructivamente a muchos,si es que no a la mayor parte, de losprocesos sociales” (Merton, 1964, p. 419). Lasinterpretaciones que las personas hacen de lassituaciones sociales y de sus protagonistas tienensu continuación en las acciones, interaccionesy relaciones mutuas que estas llevan a cabo.Tanto es así, que una definición originalmentefalsa (los estereotipos, sin ir más lejos) puedeacabar convirtiéndose en verdadera debido a lasconsecuencias comportamentales que ella mismagenera. Recuérdese a este respecto el ampliorango de fenómenos sociales asociados a lasllamadas profecías autocumplidas analizados porMerton.

Los objetos con mente que somos los humanosse caracterizan por su capacidad de crear,aprender, utilizar y transmitir significados, y para

atribuirles a los otros esas mismas cualidades.El desarrollo de la conciencia del significadoes la clave de la subjetividad, dirá GeorgeH. Mead. Pero ese desarrollo solo el posiblebajo una condición: los otros. Los socii, tantoa nivel personal como, sobre todo social (el“otro generalizado”: la comunidad o grupo socialorganizados), se convierten así en pre-condiciónde la conciencia, en condición necesaria paraincorporar a la conciencia el significado de lascosas, de suerte que “el proceso del cual surgela persona es un proceso social que involucrala interacción de los individuos del grupo einvolucra la pre-existencia del grupo” (Mead,1972, p. 193), y es ahí cuando, sin necesidad deperder su carácter subjetivo, el significado pasaconvertirse en un hecho social en los términosdel Durkheim de Las reglas del método sociológico:hechos que “no tienen al individuo por sustrato”,que “reproducen, en parte, un modelo colectivo”y se reconocen por el “poder de coerción externaque ejercen o son susceptibles de ejercer sobre losindividuos” (Durkheim, 1978, p. 36).

El otro generalizado dota al significadode objetividad; lo hace por la vía de lasconsecuencias que su puesta en práctica enlas relaciones interpersonales tiene para laspersonas. Así lo entiende Charles Morris en laintroducción a la publicación más conocida deMead (Espíritu, persona y sociedad), aunque no lamás significativa de su producción teórica:

[…] en el grado en que lo que el individuohace o dice es entendible, aceptable o ciertopara cualesquiera otros individuos involucradosen una actividad común (y sin actividad comúnno habría comunidad de significación), en esegrado lo que es hecho o dicho tiene un nuevotipo de universalidad; universalidad social. Taluniversalidad es, en un sentido del término, unsinónimo de objetividad. (Morris, 1972, p. 41)

Esa es la objetividad que ha convertido enhechos reales (empíricamente comprobables) elsignificado de “judío/a”, “yihadista” “subversivo/a”, “mujer”, “afroamericano/a”, “infiel”, “tutsi”,“inmigrante” y un innumerable etcétera. Comoacertadamente apuntan Gergen, Josselson yFreeman (2015), todos ellos son hechos

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del lenguaje, que han servido para oprimir,discriminar, dominar, etc., pero cuando lo hanhecho han dejado de ser una mera representaciónsimbólica subjetiva para convertirse en hechospertenecientes a una realidad social que, através de la habituación, la repetición y lainstitucionalización poseen, en parte, facticidadobjetiva en los términos de Berger y Luckman(1968).

El sentido, la dirección y la urgencia de lacrítica no ha de extrañar, pues, que la pasiónpor la realidad se convirtiera en uno de loshechos fundantes de la ciencia social (Nisbet,1969), que el ser humano haya sido definidocomo “un animal de realidades” (Zubiri), quela principal fuente de luz sea la realidad, yque esta se convierta en marco y condiciónde la verdad (Ellacuría), que sea la realidadla que tiene que buscar a los conceptosy no al revés (Martín-Baró), que el objetode la psicología social sea el estudio de “larealidad cotidiana tal y como es vivida porla mayoría de la población centroamericanay, más particularmente, salvadoreña” (Martín-Baró, 1983, p. 4). Cuando, siguiendo elargumento de Kenneth Gergen, sostiene quees necesario “situar y fechar el conocimientopsicosocial” a fin de “no pretender vender comouniversal lo que es local y parcial” (Martín-Baró, 1983), no está poniendo en tela de juiciola facticidad objetiva de los hechos sociales nimostrando su renuncia a la observación empíricaa favor del análisis del discurso.

Todo lo contrario: puesto que es “la historiasocial concreta la que da sentido a la actividadhumana en cuanto ideológica”, lo que estáproponiendo es definir, primero, los contornosdel mundo de lo real, desvelar posteriormenteel entramado de ideas que le sirven deapoyo y justificación (el fondo ideológico),para dar finalmente un paso hacia la práctica(intervención) liberadora, lo cual “no es lo mismoque afirmar que la psicología social es o debaser simplemente historia” (Martín-Baró, 1983,p. 25). Todo ello con el objetivo de hacer unapsicología social “científica” pero sin perder “lareferencia a un contexto y situación concretas”.

En el caso que nos ocupa, esa realidadestaba empedrada de situaciones de miseriaen las que “la mayor parte del pueblonunca ha tenido satisfechas sus necesidadesmás básicas de alimentación, vivienda, saludy educación” (Martín-Baró, 1998, p. 162);plagada “de negaciones, carencias, presionesincontroladas fuerzas incontrolables” (Martín-Baró, 1998, p. 131); atravesada por una violenciaque pasó a formar parte (y así sigue en laactualidad) “del funcionamiento normal de lasestructuras sociales” (Martín-Baró, 1983, p. 376)y definida por el “carácter explotador y opresivode las estructuras sociales”, que condenan alciudadano de a pie a una situación infrahumana(Martín-Baró, 1998, p. 208). Todas estas, yalgunas otras, son las vicisitudes del procesosocial que caracterizó a la sociedad salvadoreña.Pero contrariamente a lo que postula el tercerode los supuestos del movimiento construccionista(Gergen, 1985, p. 268), estas vicisitudes nose limitan a las reglas interpretativas de unacomunidad de lectores (Gergen, 1996, p.316), sino que han mostrado una demoledoravalidez empírica plagada de negatividad (pobreza,represión política, violencia, muerte).

Martín-Baró nunca desconfióepistemológicamente de la realidad, sino desu condición fatalista, injusta, opresora; esdecir, de su condición victimaria. La realidad(naturalmente construida) como principioepistemológico: esa es la clave del realismo críticoque posiciona a Martín-Baró en un escenarioepistemológico alejado del construccionismosocial. Recordémoslo una vez más para despejardudas:

Que no sean los conceptos los que convoquena la realidad, sino la realidad la que busque alos conceptos; que no sean las teorías las quedefinan los problemas de nuestra situación, sinoque sean esos problemas los que reclamen y, porasí decirlo, elijan su propia teorización. Se trata,en otras palabras, de cambiar nuestro tradicionalidealismo metodológico en un realismo crítico.A los psicólogos latinoamericanos nos hace faltaun buen baño de realidad, pero de esa mismarealidad que agobia y angustia a las mayoríaspopulares. (Martín-Baró, 1998, p. 314).

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Nos encontramos en las antípodas delos repertorios interpretativos subjetivos quepretenden reducir la realidad a juegos dellenguaje: índice de hacinamiento residencial endistintas colonias de San Salvador, personasasesinadas por motivos políticos a manos de lasFuerzas Armadas entre 1978 y 1979 (Martín-Baró, 2016, pp. 321-359), población civilasesinada por causas políticas entre 1980-1982(Martín-Baró, 1983, p. 361), nivel de desempleoentre la población salvadoreña (Martín-Baró,1998, pp. 305-308), situación de pobreza enCentroamérica (Martín-Baró, 1998, p. 324),índice de polarización política (Martín-Baró,2003, pp. 139-155), etc. Esas son algunas de lasdimensiones de la realidad que sirven de base yfundamento al realismo crítico; esa es la realidadque le impediría renunciar a la noción de verdad.Sus antecedentes no hay que buscarlos en elconstruccionismo, sino en la teoría marxista y,a su través, en la teoría crítica de la Escuela deFrankfurt, en la filosofía de la realidad históricade Ignacio Ellacuría y, por descontado, en laTeología de la Liberación.

La perspectiva crítica en la que se instalanestos autores tiene como punto de partida laexistencia de una facticidad objetiva (hechosprocedentes del orden y de la estructurasocial) y subjetiva (significados para mantenerlay reproducirla), que produce víctimas frentea cuya indefensión, desamparo y sufrimientopersonal y social no resulta posible la indiferencia(primacía del ser sobre el pensar), sino unintento de revertir la situación (los hechosy los significados) que los provoca (primacíade la praxis), rechazando así las dicotomíasexcluyentes (rechazo de los dualismos) ydibujando un modelo de sujeto socio-histórico,un sujeto que no vaga en el vacío pertrechado derepertorios interpretativos personales, sino que,al formar parte del orden y de la estructura macroy microsocial, comparte esos repertorios y, endeterminados momentos, llega a naturalizarlos.

Lejos de las especulaciones en el vacíosocial a que da lugar el reinado absoluto delyo sobre las condiciones sociales y materialesde su existencia, el pensamiento crítico deHorkheimer y Martín-Baró está definitivamente

marcado por el sufrimiento humano provocadoprecisamente por esas mismas condiciones. “Losverdaderos individuos de nuestro tiempo sonlos mártires que han atravesado infiernos desufrimiento y de degradación por su resistencia alsometimiento y a la opresión. […]. Los mártiresanónimos de los campos de concentraciónson los símbolos de una humanidad queaspira a nacer” (Horkheimer, 2002, p. 168).Las protagonistas del realismo crítico son lasvíctimas del desorden social, las víctimas de“la realidad cotidiana tal y como es vividapor la mayoría de la población centroamericanay, más particularmente, salvadoreña” (Martín-Baró, 1983, p. 4) en unos términos que fueronmeticulosamente analizados a través de la máselemental metodología cuantitativa (la encuestade opinión), sin que por esa anecdótica razónalguien se atreva a acusar a Martín-Baró dehaber servido a “la defensa de los intereses delos poderosos”, como alguna vez se ha insinuado,de manera más bien injustificada, respecto aquienes se sirven de métodos cuantitativos en susinvestigaciones (Ovejero & Júpiter, 2011, p. 15)5 .

Es más que dudoso, pues, que Martín-Barópudiera inspirar el movimiento cualitativo, comopretenden Gergen et al. (2015, p. 5). En primerlugar, porque en sus principales investigacionessiempre se valió de métodos cuantitativos y,en segundo lugar, porque su posición críticano pertenece a la tradición retórica de lasprácticas discursivas, sino a la tradición marxistaque tiene en la estructura social y en losmecanismos ideológicos que la sustentan suprincipal referente teórico. El objetivo de lacrítica es desvelar, desenmascarar el fondoideológico en el que encuentra apoyo, sustento yjustificación un orden social que lleva dentro desí la pobreza, la desigualdad social y numerosasformas de violencia. El intento de unir elmovimiento construccionista a la Psicología de laliberación de Martín-Baró (Gergen et al., 2015)carece, pues, de fundamento.

La metodología de encuesta fue la herramientade la que se sirvió el IUDOP, bajo la dirección delpropio Martín-Baró, para analizar las condicionesde vida (vivienda, escolaridad, empleo, ingresos

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familiares, etc.), situación económica, sistemaescolar, sistema de salud (problemas de salud,instituciones de salud, expectativas sobre elfuturo de la salud), guerra, opiniones políticas(preferencias partidistas, disposición al voto,opinión sobre los candidatos presidenciales),etc., de la población salvadoreña. Lo que allíqueda reflejado son, naturalmente, opinionespersonales (la percepción e interpretaciónsubjetiva). Ello no obstante, que el 55.2 % de loshabitantes de los sectores marginales vivieran enuna casa hecha de bahareque y que el 26.8 %careciera de agua y energía, no es una opinión,sino un hecho objetivo: “las condiciones de vidade las personas, escribía Martín-Baró en el primercapítulo de la segunda entrega del IUDOP, no sonen sí mismas cuestión de opinión, sino realidadesobjetivas, aunque pueden constituirse en objetode la opinión pública” (Martín-Baró, 1989b, p.9). Hechos de este tenor los tenemos a manocon el mínimo esfuerzo. “La justicia social es unacuestión de vida o muerte. Afecta al modo en quevive la gente, a la probabilidad de enfermar y alriesgo de morir de una muerte prematura […].La esperanza de vida de una niña que nazca hoypuede ser de 80 años, si nace en determinadospaíses, o de 45, si nace en otros” (OrganizaciónMundial de la Salud [OMS], 2008, p. 1).

El reciente informe “Estado Mundial de laInfancia 2016” de Unicef, por ejemplo, afirmaque “la desigualdad matará a 69 millones de niñosen 15 años” y que para 2030, 167 millones de ellosvivirán en la pobreza. Estos también son hechos.Circunscribir su existencia (la de la pobreza, elhambre, las condiciones infrahumanas de vida,la carencia de los más elementales recursosde salud, etc.) a la deconstrucción subjetivaque cada quien tenga a bien hacer de ello escomo ver la realidad desde la orilla, de maneraperezosa, sin querer saber lo que ocurre en elmar embravecido de su interior. Esa es, diceLucien Febvre, uno de los nombres propios dela historiografía moderna, la actitud adoptadapor algunos historiadores bajo la influencia dela epistemología posmoderna, y esa parece ser laactitud del construccionismo social. El extremorelativismo que las acompaña acaba convertidoen escepticismo, “y el escepticismo justificado

como objeción a toda teoría es una teoríasuicida” (Ortega y Gasset, 1983, p. 158).

No ha sido precisamente este el caso dequienes han defendido los acontecimientos yproductos de la historia como la principaldimensión del conocimiento social. No sería elcaso, desde luego, de Marx, pero tampoco lofue de Mannheim y, sobre todo, de Mertoncuyas bases existenciales del conocimiento solopueden ser comprendidas a la luz de los productoshistóricos por excelencia: la estructura social yla cultura (véanse, por ejemplo, los capítulos “Elestímulo puritano a la ciencia” o “La ciencia y elorden social”). Tampoco sería el caso de Vygotski,aunque es bien sabido el alto precio que tuvoque pagar por priorizar la cultura frente a laestructura. Tampoco lo sería de Martín-Baró. Lapresencia de la estructura social es una constantea lo largo de toda su trayectoria, desde comienzosde la década de los sesenta cuando en “Sufriry ser” invoca la naturaleza apriorística de lascircunstancias existenciales (Martín-Baró, 2016,pp. 105-163) hasta la década de los ochentacuando traza los lineamientos de su Psicología dela liberación y aborda las raíces estructurales de laguerra (la lucha de clases, la polarización social yla mentira institucionalizada) y sus consecuenciassobre la salud mental (el trauma psicosocial). Esascircunstancias existenciales le habían permitido,siendo un joven estudiante de Filosofía, rechazarde plano “todo apriorismo esencialista”: puestoque no “no hay una esencia que pueda abarcarni definir la existencia humana, llegamos ala conclusión de que cada existente es suexistencia; es decir, existiendo, el hombre llega aser” (Martín-Baró, 2016, p. 125).

La relación entre esencia y existencia nosremite a Marx, un autor sin el que resultaprácticamente imposible entender la propuestade Martín-Baró, Teo (2015) cita a Marxentre los antecedentes teóricos de la psicologíacrítica. Como era esperable, Gergen (1985)no lo tiene en cuenta a la hora de delinearlos fundamentos del construccionismo social.Esa relación nos remite, más en concreto, alPrólogo de la “Contribución a la Crítica de laEconomía Política”. Recordemos una vez másel tan reiteradamente citado supuesto: son las

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condiciones materiales (“el modo de producciónde la vida material”) las que condicionan la vidasocial y la subjetividad; “no es la conciencia delhombre la que determina su ser, sino, por elcontrario, el ser social es lo que determina suconciencia” (Marx, 1973, p. 518).

Martín-Baró retoma esta conocida cita enun epígrafe dedicado a la estructura socialperteneciente al capítulo en el que vadesentrañando las características del desordensocial al que se ve arrojada una parte importantede la población salvadoreña. Es en ese desorden,y debido precisamente a él, donde ahondansus raíces el carácter, el fatalismo, la violenciay la guerra, la polarización, la salud mental yel trauma psicosocial. Respecto a todas estassecuelas del (des)orden social, dice Ellacuría,no cabe la mudez ontológica, sino denuncia(tomar conciencia de la negatividad) y utopía(tomar conciencia de la posibilidad de superarla).La primera pone sobre el tapete un temaclásico en la ciencia social: su aspiración moral,que Nisbet (1969) observa nítidamente ensus padres fundadores: “los grandes sociólogosjamás dejaron de ser filósofos morales” (p.34). Si partimos de que “la Psicología es,tanto o más que otra ciencia, una tareafundamentalmente ética” (Martín-Baró, 2016,p. 185), tampoco los profesionales de estadisciplina, con independencia del método delque nos sirvamos en nuestras investigaciones,dejaremos de ser, modestamente, filósofosmorales. Y mientras no se demuestre lo contrario(y nadie lo ha hecho hasta el momento), nohay razón alguna para negarle ese compromiso aLewin, Asch, Allport, Milgram, Tajfel, Zimbardo,Moscovici, Sherif, Mead, Fiske, Jost y un largoetcétera.

El compromiso social, que es, a la postre,un compromiso moral, es tan evidente en elLewin que investiga los estilos de liderazgocomo en Susan Fiske, cuando estudia el sexismobenevolente. Tildar este elenco de estudios deuna “experimentación socialmente vacía” por elmero hecho de estar apoyada en datos empíricos(Ovejero & Ramos, 2011, p. 11) es una de lascómodas falacias en las que se ha instalado el

construccionismo social, muchas veces sin unreal conocimiento de causa.

El principio emancipación ha pasado a formarparte constitutiva de nuestro quehacer, tantoen términos de investigación como en el marcode la intervención. No es este el momentode describir con detalle los pormenores deldebate en torno a la ilusa libertad de valoresen el quehacer de la ciencia social, sino derecordar que la crítica al orden social existentey a sus más lacerantes consecuencias sobre lavida y la existencia de determinadas personasforma parte de la teoría crítica de Horkheimer(1974, 2002), del realismo crítico de Martín-Baró (1998) y de la psicología crítica (Teo, 2015)cuyo referente en este apartado (pp. 248-249)no es precisamente el construccionismo social,sino los dos autores recién mencionados (MaxHorkheimer y Martín-Baró): “los psicólogoscríticos no aceptan las estructuras actuales dela sociedad como realidades fijas” (p. 249)porque parten de supuestos claramente ajenosal construccionismo social: a) la existencia y lapreeminencia de la estructura social (el a prioriexistencial); b) la imposible neutralidad respectoa los temas de los que nos ocupamos en lainvestigación (la violencia de género, la exclusiónsocial, el racismo, la guerra, el terrorismo, lapobreza y un largo etcétera): “resulta absurdoy aun aberrante pedir imparcialidad a quienesestudian la drogadicción, el abuso infantil ola tortura” (Martín-Baró, 1998, p. 317), bienentendido que esta parcialidad moral no estáreñida con la objetividad que demanda cualquierproceso de investigación y c) la posibilidad ynecesidad de cambio.

La denuncia y la utopía son los dos pasosnecesarios y complementarios en la lucha porlos derechos humanos: “la denuncia sin utopíaes, hasta cierto punto, ciega, pero la utopía sindenuncia es prácticamente inoperante, más aún,eludidora del compromiso real” (Ellacuría, 1990,p. 592). Denuncia de lo que está haciéndose yesperanza y acción hacia lo que está por hacer(utopía), porque “la verdad de la realidad no es loya hecho; eso es solo una parte de la realidad. Sino nos volvemos a lo que está haciéndose y a loque está por hacer, se nos escapa la verdad de la

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realidad” (Ellacuría, 1990, p. 599). Martín-Baró,que bebió de las fuentes filosóficas y teológicasde Ellacuría, ahonda en esta distinción: junto alos “hechos”, los “por hacer”. La teoría críticatiene puesta su mirada en el futuro; no se limitaa reflejar la realidad tal y como es: “una cienciaque se quiera histórica debe mirar tanto al pasadocomo al futuro y, por tanto, no puede contentarsecon reconstruir más o menos fielmente lo que seda, sino que debe esforzarse por construir aquelloque no se da, pero debiera darse; no los hechos,sino los por hacer” (Martín-Baró, 1998, p. 333).

Los “hechos” (y los significados, cabría añadir)y los “por hacer” son el marco en el que seinscribe la psicología social crítica de Martín-Baró. Su interés se centra en el cambio y enla transformación social, en la promoción denuevas formas de vida social a resulta de lascuales emergerán nuevos modelos de relacióninterpersonal e intergrupal, en recuperar elprotagonismo de las condiciones de la existencia(el ser) frente al pensar, en defender la unidadde teoría y praxis y concederle a esta última unpapel preeminente. La psicología crítica pretendemejorar la vida humana no solo mediantela aplicación de las herramientas psicológicastradicionales, o a través de la reflexividad, sino“mejorando también las condiciones reales enlas que se desenvuelve la vida de las personassin descartar la lucha por la justicia social,económica y ambiental” (Teo, 2015, p. 250),en la convicción de que la psicología “sedefine a sí misma como un intento científicopor transformar los actos y comportamientospersonales y grupales, y en la tensión entre el sery el deber ser se asienta su ética” (Martín-Baró,2016, p. 187).

El pensamiento crítico no se conforma con unsimple papel de notario mudo de la realidad; nose limita a describir los hechos tal y como son,sino que tiene claro el objetivo de “cuestionarlosradicalmente” para transformarlos, porque “unaciencia que, en una independencia imaginaria,ve la formación de la praxis, a la cual sirvey es inherente, como algo que está más alláde ella, y que se satisface con la separacióndel pensar y el actuar, ya ha renunciado a lahumanidad” (Horkheimer, 1974, pp. 270-271).

Conclusiones

La principal hipótesis del construccionismosocial, a saber, que los términos en los quevenimos a conocer el mundo y a relacionarnoscon él son resultado de relaciones de intercambioactivo y cooperativo entre las personas (Gergen,1985), ha formado parte del pensamiento socialdesde, al menos, La pobreza de la filosofía deCarlos Marx, publicada en 1846. Como esobvio, esas relaciones se enmarcan siempredentro de un contexto sociohistórico que acabajugando un papel decisivo en el desarrollo de lasubjetividad. La relación de interdependencia ymutua influencia entre la realidad sociohistóricay el desarrollo y funcionamiento de lasfunciones psíquicas superiores y de las diversasmanifestaciones del comportamiento humano,que parece arrogarse el construccionismo social,forma parte de la más clásica y más sólidatradición psicosocial, la de, entre otros, Vygotski,Lewin, Mead, Milgram, Tajfel, Moscocivi, Asch,Zimbardo, Kelman y, por supuesto, Martín-Baró.

Todos ellos, desde tradiciones teóricas,posiciones epistemológicas y experienciassociohistóricas diferentes, coinciden en ladefensa de la interacción, intercambio,interdependencia y mutua influencia entre losdistintos niveles de realidad que conformanla existencia del sujeto, de manera especialentre la realidades diferenciales que nosdefinen y caracterizan como personas y losescenarios macro y microsociales en los que sedesenvuelve nuestra existencia, huyendo con ellode dualismos excluyentes en los que se habíadebatido la teoría del conocimiento hasta laCrítica de la razón pura, cuando Kant intentacongraciar la sensibilidad (la capacidad de recibirrepresentaciones de los objetos; vale decir, lapresencia y la influencia de una realidad externaal sujeto de la acción) y el entendimiento (lacapacidad de construir ideas y pensamientosal margen de la experiencia; vale decir, lainterpretación subjetiva de dicha realidad).

Cuando Gergen sostiene que no es laexperiencia la que define los términos de losque nos servimos para conocer el mundo, nohace otra cosa que volver a Kant, pero vuelve

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a medias: acepta la existencia de una “razónextraempírica”, pero niega la existencia de unconocimiento “reglado por los objetos” y conello acaba posicionándose de manera clara allado de la perspectiva endogénica. Es decir,vuelve a la filosofía prekantiana, y con ello ala absolutez de un sujeto cognoscente capaz debastarse a sí mismo, dando pie con ello al errorde pretender explicar la totalidad de los procesossociales refiriéndose únicamente a su génesisen la psique del individuo (Mannheim, 2004).La recuperación de la realidad sociohistórica enel desarrollo de la subjetividad por parte delconstruccionismo social se ha visto desprovistade dos de sus principales rasgos: el hecho deque dicha realidad es compartida, y que estáinevitable y necesariamente acompañada de unaestructura. Es precisamente ahí donde resideun principio de objetivación, donde Berger yLuckman encuentran la “facticidad objetiva” delos hechos sociales en unos términos que dejanpoco lugar a la especulación: cuando el ordensocial se institucionaliza, se experimenta comoalgo que preexiste al sujeto, como un hechoexterno con capacidad de coerción, siguiendocon ello la línea marcada por Durkheim en suclásica definición de los hechos sociales.

En esa misma dirección y en ese mismosentido, Martín-Baró invoca la existencia de un“a priori existencial” definido por las condicionesmateriales y sociales en las que se desenvuelvela vida de las personas, que lo sitúan lejos de lossupuestos del construccionismo social. Ese es elmarco que le sirve para desarrollar sus principalesaportaciones teóricas: la violencia, el fatalismo, lasalud mental y el trauma psicosocial. Todas ellastienen como marco de referencia la estructurasocial, un contexto macro y microsocial que lasposibilita, las refuerza, las envuelve en razonesjustificadoras y las transmite de generación engeneración como si se tratara de un hechoenraizado en la propia naturaleza del sujeto. Asíes como la guerra civil salvadoreña se entiendeen el marco de la lucha de clases, el fatalismocomo la interiorización de la dominación social,la salud mental como “la materialización en unapersona del carácter humanizador o alienante deun entramado de relaciones sociales” (Martín-

Baró, 2003, p. 338) y el trauma psicosocial comola “consecuencia normal de un sistema socialbasado en relaciones sociales de explotación yopresión deshumanizadoras [...], como parte deuna “normal anormalidad’ social” (Martín-Baró,2003, p. 295). Ese es el marco (el desorden)social que propicia la creación de víctimas,convirtiéndose así en objeto de denuncia y decambio.

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Notas

* Artículo de reflexión.1 En un apasionado artículo, Carl Ratner

sostiene la idea de que la “Nueva Psicologíade la Liberación” que interpreta a Martín-Baró desde el construccionismo social,contradice la Psicología de la liberaciónde este autor en los siguientes aspectos:a) articula conceptos que contradicenlas palabras de Martín-Baró; b) omiten(ignoran) conceptos importantes manejadospor el autor; c) tergiversan sus ideascitándolas erróneamente y presentándolasde forma incompleta y descontextualizaday d) convierten las cuestiones psicosociales

concretas en abstracciones indefinidas yanodinas (Ratner, 2015, p. 60).

2 El profesor Jiménez Burillo, conocedor comopocos de los secretos epistemológicos dela psicología social, lo resumía en unostérminos muy concisos: “lo que se ventilaba[¡ya a finales del siglo XIX!] era si losnuevos conocimientos sobre el individuoy la sociedad debían desarrollarse porel seguro camino de la Ciencia Naturalo, por el contrario, deberían más bienutilizar unas formas de conocimientodiferentes, más apropiadas para sus objetoshumanos” (Jiménez Burillo, 1997, p. 30).

3 Jost y Banaji (1994, pp. 1-2) ofrecen unlistado de líneas de investigación empíricaque han mostrado cómo las personas buscan(y normalmente encuentran) justificacionesde los acontecimientos sociales, de suspropias actitudes, sentimientos y acciones,algunas de ellas claramente dañinas paraotras personas, de la conducta agresiva ydiscriminatoria tanto hacia miembros delpropio grupo como, sobre todo, respecto apersonas pertenecientes a otros grupos, desu posición social así como de la posiciónsocial de los otros, y de las condiciones deventaja y prevalencia social. Véase tambiénel monográfico de Social Cognition, 2011,29(3) sobre la cognición social al servicio delstatu quo.

4 Con su original estilo, Pablo FernándezChristlieb, de quien no se conocendebilidades positivistas, se suma al a prioriexistencial, aunque sin aludir a su naturalezaobjetiva: “por fuerza, la situación debeaparecer primero que las personas y cosasque la ocupan, porque de otro modo notendrían dónde estar: todos tienen que estaren algún lado, así que el lado es el primero”.Y en un gesto poco condescendiente con elconstruccionismo social añade: “no son lasgentes las que constituyen a las situacionessino las situaciones las que constituyen a lasgentes” (Fernández Christlieb, 2011, p. 52).

5 Por cierto, conviene recordar a este respectotan anecdótico (el de la metodologíautilizada en la investigación), que Martín-Baró utilizó la técnica de medición mássofisticada de su época (el “path analysis”)en su tesis doctoral. En relación con lametodología, lo que hace la psicología críticaes elegir el método más pertinente para

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estudiar un determinado problema, y noelegir los problemas que mejor convienen auna determinada metodología (Teo, 2015, p.247).