panorama actual de la psicología científica

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PANOA ACTUAL DE PSICOLOGIA CIENTIFICA * JULIO SEOANE Y No quisiera empezar sin agradecer muy sinceramente a la Sociedad Astu- riana de Filosofía, a la Universidad y a las Insticiones que han apoyado este Congreso, la oportunidad que me han dado de participar en él, sin ser esicta- mente filósofo, ni físico que es lo que más predomina en las polémicas suscita- das hasta ahora. Como psicólogo, me están resultando muy útiles las contra- dicciones y polémicas que he observado. Aparte de este agradeciento, pido disculpas, de enada, por la torpeza filosófica que voy a manifestar. Me doy cuenta de que, a juzgar por el nivel de discusión que se mantiene, estoy ya out en filosofía, a pesar de que soy filósofo de origen y tuve magníficos maestros en filosoa, algunos de los cuales están aquí presentes. Pero yo como discípulo no fui muy bueno. Algo mejor fui en Psicología. Por último, también quisiera disculparme, porque es posible que algunas de las cosas que voy a decir tienen cierto caracter polémico o, al menos, con- trastán bastante con posiciones mtenidas en días anteriores. No es mi in- tención polemizar con nadie, contra-atacar posturas expuestas aquí, sino sencillamente manifestar lo que vemos los psicólogos con toda humildad y sin- ceridad, desde dentro del campo que trabajamos, y plantear unas posturas más o menos representativas del gremio en este país. Intentaré ser muy breve y dejar toda la carga para la discusión. Me pro- pongo dar un panorama de la «psicología científica actual», manteniéndome al nivel más descriptivo que yueda. Naturalmente, voy a introducir una serie de sesgos y matices -(pues toda descripción está cargada constantemente de ses- gos ideológicos o de interpretaciones teóricas)-, al darles la visión que yo ten- go, que es muy conflictiva, de lo que ocurre actualmente en psicología. tesis que quiero mantener es que la definición de la psicología como «ciencia de la conducta», tan común hace unos cuantos años en este país y fuera de él, está ya obsoleta, antiada y no puede defenderse, por lo menos a nivel teórico. En contra sostendré que la psicología es mn estudio del conoci- miento humano,, tanto científico como vulgar, así como de las repercusiones de este conocimiento en la conducta individual y en la social o colectiva, sin ol- vidar la fundamentación que pueda tener en la fisiología. Este cambio es rela- tivamente personal, aunque tiene os claros antecedentes en lo que se llama hoy día «psicología cognitiva», que quizá sea el marco teórico más fuerte den- tro del gremio de psicólogos profesionales en este momento tanto en este país, como en el extranjero. Una buena parte de las tesis que voy a mantener aquí han sido ya sustentadas en otros trabajos anteriores y, sobre todo, en la famo- sa -entre nosotros- polémica que Pinillos, Pelechano y yo mismo mantuvimos en un libro, que -no sé por qué- han llamado «el libro rojo de la psicología». Los puntos que voy a tocar son los siguientes: 1. La cuestión psicológica, o mejor, la posición que ocupa la psicología en la problemática de las ciencias actualmente. 2. El pandemonium de la psicología. 3. Una interpretación sobre el conductismo -más amplia que la que se ha manejado aquí en días anteriores- en contraposición con la psicología coiti- va. 4. Líneas generales de la psicología del conocimiento humano. 413 * Transcripción del original

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Page 1: Panorama actual de la Psicología Científica

PANORAMA ACTUAL

DE LA PSICOLOGIA CIENTIFICA *

JULIO SEOANE REY

No quisiera empezar sin agradecer muy sinceramente a la Sociedad Astu­riana de Filosofía, a la Universidad y a las Instituciones que han apoyado este Congreso, la oportunidad que me han dado de participar en él, sin ser estricta­mente filósofo, ni físico que es lo que más predomina en las polémicas suscita­das hasta ahora. Como psicólogo, me están resultando muy útiles las contra­dicciones y polémicas que he observado.

Aparte de este agradecimiento, pido disculpas, de entrada, por la torpeza filosófica que voy a manifestar. Me doy cuenta de que, a juzgar por el nivel de discusión que se mantiene, estoy ya out en filosofía, a pesar de que soy filósofo de origen y tuve magníficos maestros en filosofía, algunos de los cuales están aquí presentes. Pero yo como discípulo no fui muy bueno. Algo mejor fui en Psicología.

Por último, también quisiera disculparme, porque es posible que algunas de las cosas que voy a decir tienen cierto caracter polémico o, al menos, con­trastarán bastante con posiciones mantenidas en días anteriores. No es mi in­tención polemizar con nadie, ni contra-atacar posturas expuestas aquí, sino sencillamente manifestar lo que vemos los psicólogos con toda humildad y sin­ceridad, desde dentro del campo que trabajamos, y plantear unas posturas más o menos representativas del gremio en este país.

Intentaré ser muy breve y dejar toda la carga para la discusión. Me pro­pongo dar un panorama de la «psicología científica actual», manteniéndome al nivel más descriptivo que yueda. Naturalmente, voy a introducir una serie de sesgos y matices -(pues toda descripción está cargada constantemente de ses­gos ideológicos o de interpretaciones teóricas)-, al darles la visión que yo ten­go, que es muy conflictiva, de lo que ocurre actualmente en psicología.

La tesis que quiero mantener es que la definición de la psicología como «ciencia de la conducta», tan común hace unos cuantos años en este país y fuera de él, está ya obsoleta, anticuada y no puede defenderse, por lo menos a nivel teórico. En contra sostendré que la psicología es mn estudio del conoci­miento humano,., tanto científico como vulgar, así como de las repercusiones de este conocimiento en la conducta individual y en la social o colectiva, sin ol­vidar la fundamentación que pueda tener en la fisiología. Este cambio es rela­tivamente personal, aunque tiene unos claros antecedentes en lo que se llama hoy día «psicología cognitiva», que quizá sea el marco teórico más fuerte den­tro del gremio de psicólogos profesionales en este momento tanto en este país, como en el extranjero. Una buena parte de las tesis que voy a mantener aquí han sido ya sustentadas en otros trabajos anteriores y, sobre todo, en la famo­sa -entre nosotros- polémica que Pinillos, Pelechano y yo mismo mantuvimos en un libro, que -no sé por qué- han llamado «el libro rojo de la psicología».

Los puntos que voy a tocar son los siguientes: 1. La cuestión psicológica, o mejor, la posición que ocupa la psicología en

la problemática de las ciencias actualmente. 2. El pandemonium de la psicología. 3. Una interpretación sobre el conductismo -más amplia que la que se ha

manejado aquí en días anteriores- en contraposición con la psicología cogniti-va.

4. Líneas generales de la psicología del conocimiento humano. 413

* Transcripción del original

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1 -

Dentro de la problemática de las ciencias la psicología ocupa en estos mo­mentos un lugar privilegiado, quizá por la cantidad de criticas que recibe a causa de su postura desequilibrada y discutible. Parece que la psicología se está poniendo de moda cada vez más en las discusiones de la filosofía de la ciencia en conexión con cuestiones fundamentales de metodología científica. Creo que las razones son obvias. Basta recordar que en este mismo Congreso, cuando pensábamos que íbamos a tratar de ciencias naturales, apareció la psi­cología; y ahora que parece que hemos entrado en la problemática de las cien­cias sociales entra otra vez en escena la psicología con mi intervención. La psi­cología ha estado siempre a caballo, en una línea fronteriza más o menos dis­cutible, pues unos la interpretan como una ciencia natural -por regla general, quienes la entienden como una psicología individual, no social, y de base bio­lógica-, mientras otros la enfocan desde la perspectiva o el ángulo de las cien­cias sociales, marginada de los métodos naturalistas e inclinada, por tanto, ha­cia las llamadas «ciencias humanas». Este lugar fronteriw la convierte en blanco perfecto para los estudios que intentan deslindar ambos campos; o, por lo menos, es utilizada actualmente para establecer una serie de comparacio­nes entre ambos tipos de ciencia: natural y humana.

Pero, por otro lado, -y esto también es muy conocido-, cuando dentro de esa distinción tan discutible entre «contextos de descubrimiento» y «contextos de justificación,. hizo crisis la ideología de la justificación autoritaria, se utili­zó la psicología para poner más de manifiesto el contexto del descubrimiento. Ya Popper hace muchos años -casi el primer Popper- planteaba que la psico­logía debía ocuparse del contexto de descubrimiento. Lógicamente, cuando el contexto de la justificación o los procedimientos de prueba empezaron a con­siderarse problemáticos, el contexto de descubrimiento se puso más de mani­fiesto y la psicología intervino más. Más tarde, en toda la problemática post­popperiana,la psicología sigue ocupando un lugar de critica, un frente de cho­que para establecer nexos y diferenciaciones entre unos contextos y otros dentro de la ciencia.

Una tercera razón, clara también, del lugar privilegiado y discutible que ocupa la psicología es la pérdida de la supuesta neutralidad y objetividad de la ciencia. No hace falta argumentar mucho. Creo que la mayor parte de los cien­tíficos y filósofos de la ciencia no piensan ya que la ciencia pueda ser un ins­trumento neutral o un instrumento objetivo, al margen de una considerable carga de creencias, valores e ideologías. Es evidente que la psicología, desde siempre, se ha visto como una ciencia cargada de ideología, relacionada con los sistemas de valores de cada momento histórico, político, geográfico, social, etcétera, y, por tanto, es una de las ciencias más útiles para ver hasta qué pun­to las concepciones del mundo, las ideologías y los sistemas de valores in­fluyen sobre la práctica científica. Pienso, en principio, que todas las ciencias tienen una carga de valores, me da igual que sea la física o la sociología. Pero evidentemente, en la psicología es donde más de manifiesto se ha puesto que las cargas ideológicas, políticas o de valores intervienen de una manera direc­ta y lógica dentro de su actividad o práctica científica.

Por estas tres razones pienso que la psicología es, eh estos momentos, uno de los lugares de discusión que van a ser más frecuentes -aquí lo hemos visto- y pienso que en el futuro lo va a ser mucho más todavía.

- 2

¿Qué visión podemos dar de lo que ha ocurrido en psicología hasta aho­ra? ¿Cuál es la situación actual, vista desde este país y por el gremio de psicó-

414 logos que estamos en este país?

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Hasta ahora en los libros de texto y en la Academia se ha intentaao dar una visión angelical y beatífica de la psicología. Como todas las visiones ange­licales y beatíficas, la nuestra oculta una dictadura, en concreto la dictadura del «conductismo». Durante los últimos 40 ó 50 años -es muy difícil dar fechas exactas- el conductismo barrió por completo la problemática múltiple y rica de la psicología, estableció una auténtica dictadura científica y, por tanto, pro­mocionó la uniformidad dentro de los psicólogos. Los libros de texto podían perfectamente propagar una visión ordenada, beatífica, angelical de la psico-logía.

·

No es cierto que hayan existido muchas escuelas psicológícas. Con fre­cuencia se habla del psicoanálisis, de la Gestalt, de la escuela de Wutzburgo, etcétera. En realidad, no hubo una pluralidad de escuelas. Eso fue al principio de la psicología científica; pero después, el conductismo, por razones teóricas y por razones políticas -me refiero a la segunda guerra mundial- barrió por completo el panorama y todo ha sido, hasta hace muy poco, psicología conduc­tista. Cuando la psicología conductista hace crisis -veremos por qué y cuán­do-- se pone de moda entre los psicológos -hará de esto unos 10 años- hablar de las múltiples crisis de la psicología. Se dice que, al igual que otras ciencias, la psicología entra en crisis. Yo pienso que psicología estuvo en crisis desde el principio. Si tomamos los comienzos de la psicología en Wundt o a principios de este siglo, se puede advertir que las diversas posturas, las críticas y las cri­sis de la psicología siempre han sido múltiples, salvo en este período de con­ductismo. Ahora estamos retomando las posiciones conflictivas que desde un comienzo animaron a la psicología.

Por eso yo prefiero, como hizo Selfridge en el 59, hablando del reconoci­miento de formas y del análisis de caracteristicas, ver a los psicólogos dentro de un pandemonium, la capital del infierno, donde existe un gran griterio y re­suenan alaridos, donde cada psicólogo endemoniado aulla diciendo que ha re­conocido la psicología. Porque tampoco podemos hablar de psicología. Si nos introducimos dentro del marco psicológíco, hay una gran cantidad de discipli­nas psicológícas, que complican mucho la situación actual. Cuando hablamos de psicología, ¿nos referimos a psicometria? Los psicómetras tienen una vi­sión de la psicología muy parcial y sólo reconocen como tal aquello que puede ser matematizado y formalizado. ¿O hablamos de psicopatología? La psicolo­gía aparece entonces -a semejanza de la imagen social que tiene- como un es­tudio de las anormalidades o de las desviaciones sociales de la norma. ¿O es una psicología social? Y entonces el individuo existe solamente como algo abs­tracto y lo que existe realmente son una serie de interacciones sociales. Cada grupo de psicólogos, cada disciplina psicológíca reconoce solamente a la psi­cología desde su ángulo o punto de mira. El griterío, el alboroto, el caos es to­tal. Intentar establecer una visión abarcadora de lo que es la psicología, en cualquier momento, es una abstracción metodológíca o, sencillamente, algo equívoco y, hasta cierto punto, erróneo.

Sin embargo, no es suficiente decir que los psicólogos -supongo que como otros gremios- estamos continuamente en conflicto o en discusiones. Es posi­ble también intentar dar alguna línea directriz que confiera sentido a ese pan­demonium, a ese griterío. Para mí, una de las directrices más significativas de la psicología ha sido el papel que ha jugado dentro de las ciencias. Pienso que dentro de la ideología del justificacionismo, mencionada anteriormente, siem­pre se ha tenido un miedo muy fuerte a lo irracional. La ciencia, hasta los plan­teamientos actuales, ha tenido miedo fundamentalmente a que el elemento irracional -lo no--racional- se introdujera dentro de su dominio. En relación a este miedo de la ideología autoritaria de la justificación a lo irracional juega la psicología con frecuencia un papel en las ciencias. Cuando una ciencia deter­minada podía explicar dentro de su nivel los hechos específicos de su campo de estudio, todo iba perfectamente. Pero, cuando no podía explicarlos y se in- 415

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troducía algún elemento irracional, por regla general se recurría a la psicolo­gía. Merton: los hechos sociales hay que explicarlos mediante hechos sociales. Pero, cuando esto no funciona, psicopatología política. Si en una comunidad determinada, todo funciona correctamente dentro de esquemas sociales, no se recurre a la psicología. Pero, si aparece una figura que rompe la lógica de la sociología -la sociología de Merton, por ejemplo- se pide a la psicología que de una explicación de ese hecho irracional dentro de la investigación.

No sólo se recurre a la psicología a nivel social y político. Incluso, la ima­gen más popularizada y divulgada de la psicología tiene que ver con lo anor­mal, con la psicopatología. Cuando el comportamiento es normal y sigue las reglas del juego conocidas por todos, la psicología tiene poco que hacer. Ahora bien, cuando un sujeto se convierte aparentemente o según las normas socia­les en irracional, cuando aparece la locura o la desviación, entonces tiene que intervenir el psicólogo. ¿Para qué? Para racionalizar ese elemento irracional que acaba de aparecer en la sociedad. Es el papel de «apagafuegos» de la psico­logía, que entra así por la puerta trasera de las ciencias. En ferminos más co­rrectos, se trata de la utilización de la psicología como feed-back ideológico; es decir, como un feed-back para cubrir, para tapar, para poner parches en todos los elementos irracionales de la conducta de la ciencia, entendida como justi­ficación.

La tesis que intento mantener, entre otras, y que comparto con muchos psicólogos en la actualidad, es que hay que reivindicar una autonomía de las funciones de conocimiento. Nos negamos a ocuparnos exclusivamente de los elementos irracionales, que puedan aparecer en ciencia o en sociedad, y cree­mos que las funciones de conocimiento, tienen una autonomía y son específi­cas de estudio también -no exclusivamente, pero sí también- de la psicología. No queremos estudiar sólo casos anómalos, extraños, irracionales, sino he­chos de conocimiento normales, lógicos y racionales en cualquier ciencia y dentro de cualquier sociedad.

Bajo este punto de vista, la psicología ha intentado acercarse mucho a la ciencia natural. Esta es la segunda directriz, que yo vería dentro de este pan­demonium: el intento continuado de la psicología por convertirse en ciencia natural, homologando su imagen al modelo de la física. de su momento, por­que la física ha cambiado, ha tenido diversos modelos de ciencia natural. En todo caso, la psicología siempre ha intentado imitar, simular, identificarse con la física, porque de esta manera creía entrar en el seguro camino de la ciencia.

Creo que aquí ha habido defectos de comunicación. En primer lugar, por­que los psicólogos nunca han estado muy al día en ciencia natural, ni en física y, por regla general, imitaban una física que ya no correspondía al momento de la imitación. Cuando en determinados momentos históricos los psicólogos imitan la ciencia natural, esa ciencia natural ya no es exactamente tal como ellos piensan, sino que ha evolucionado. Algo parecido ha ocurrido con la filo­sofía, en particular con la filosofía de la ciencia. Cualquier libro de psicología, que cojan ustedes, ahora, aparece manchado con pequeñas aportaciones o ci­tas de aspectos de filosofía de la ciencia. Por regla general, están mal recogi­dos, porque los psicólogos, en general, no están al tanto de la problemática de filosofía de ciencia. Esto no es un acto de exculpación por parte mía, sino que ocurre también lo contrario. Cuando la filosofía de la ciencia ha recurrido a la psicología, por regla general, ha tenido una imagen de la psicología trasnocha­da. Cuando el neopositivismo recoge aspectos psicológicos, la psicología del momento no es ya la que el positivismo maneja.

Lo que si está claro es que muchos de nosotros nos empezamos a plantear si es tan forzoso que la psicología tenga que imitar o simular los modelos de la ciencia natural. Esto no quiere decir que haya que desperdiciarlos o apartarse de ellos. Quiere decir que la psicología, si es posible, se acerque a muchos mé-

416 todos, entre otros a los métodos de la física y de la ciencia natural, pero tam-

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bíén a otros específicos de ella. Dicho humorísticamente, si durante muchos años estuvimos hablando de «psicología científica», ahora lo que queremos muchos de nosotros actualmente es hacer una «psicología psicológíca». Y si de esta manera no entramos en el seguro camino de la ciencia, nos es, hasta cier­to punto, igual. La imagen que utilizamos es la de entrar «en el bosque anima­do», donde no hay un camino seguro de la ciencia, donde hay una gran canti­dad de senderos, voces, fantasmas, pero en el que tenemos que aprender a ma­nejamos.

- 3

Indudablemente, esto no fue así hasta hace poco tiempo, ni en en nuestro país, ni fuera. No fue así, porque el conductismo dio una visión muy distinta. Pero el conductismo ha sido interpretado también de maneras muy peculia­res. Me gustaría ahora dedicarle unos cuantos minutos a lo que ha pasado con el conductismo.

El conductismo fracasa -creo que muchos de nosotros hemos certificado ya su defunción- como empresa teórica. Pero, a pesar de ese certificado, es un muerto viviente. Sigue existiendo, porque el conductismo, como el psicoanáli­sis, ha tenido la gracia de responder a unas demandas sociales, a unas exigen­cias sociales. Como gran empresa teórica ha fracasado total y absolutamente; y, sin embargo, las técnicas de modificación de conducta de los psicólogos con­ductistas -aunque no se llamen así- siguen funcionando. ¿Por qué? Porque ha sido una psicología que ha tenido, por emplear una palabra típica de Bruns­wik, validez ecológíca, porque ha sabido dar interpretaciones teóricas a unos problemas que la sociedad del momento tenía. Bajo ese punto de vista se ha enraizado en sociedades, en gremios, en comunidades, aunque a nivel teórico, como interpretación general de la conducta, su fracaso ha sido total.

Es difícil precisar en qué consiste el conductismo. Se han consumido ki­los de papel en el intento. Más que por dar una serie de axiomas que caracteri­zarían al conductismo, yo me inclinaría por hablar de unas actitudes genera­les conductistas. Psicólogos, teorías, orientaciones, que no se autoconciben como conductistas, tienen, sin embargo, una auténtica sensibilidad conductis­ta. Creo que me entenderán perfectamente, si ustedes recuerdan que pasa lo mismo con el neopositivismo. Personas y orientaciones que, en absoluto, se consideran neopositivistas, tienen, sin embargo, una sensibilidad, unas actitu­des claramente neopositivistas. ¿Cuáles son las actitudes del conductismo?

En general, una sensibilidad muy especial hacia el conocimiento objetivo. Conocimiento objetivo significa para el conductismo -e incluyo aquí, por su­puesto, al neoconductismo y a todo tipo de familias conductistas- que la psico­logía tiene que ser una ciencia «sin sujeto». Al igual que se habla de un conoci­miento objetivo sin sujeto gnoseológíco, sin sujeto de conocimiento, el conduc­tismo supuso siempre un sujeto pasivo, un sujeto que recibe estímulos y que automáticamente, mediante una serie de automatismos, provoca respuestas. De este modo el sujeto desapareció por completo de la psicología conductista. No olvidemos que muchos conductistas, en un principio, no se consideraban psicólogos. Esto se olvida con frecuencia. La profesión de conductista era dis­tinta de la de psicólogo: unos estudiaban la conducta, los otros eso de la psi­qué, la mente, el alma o lo que fuera.

Este sujeto pasivo, que no contaba nada, sino que se limitaba a recibir tra­tamientos en el laboratorio o estímulos en su medio ambiente y que automáti­camente producía respuestas, hizo que se retiraran de la psicología conductis­ta la mayor parte de los términos y de los problemas específicamente psicoló­gícos. Me refiero a los términos de «mente», «conciencia», «pensamiento», «me­moria», etcétera, que evidentemente llevan detrás una problemática específi-ca de la psicología, enfocados bajo un punto de vista o de otro. Todos estos tér- 417

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minos desaparecen junto al sujeto de la psicología conductista, que identifica el conocimiento objetivo, de acuerdo con los cánones del neopositivismo, con el conocimiento de la ciencia natural. La explicación que utilizan es muy sen­cilla: el asociacionismo, no de ideas, pero si de estímulos y respuestas, es de­cir, el asociacionismo fisicalista, pues asocia hechos físicos, eventos, aconteci­mientos físicos. Este asociacionismo fracasa por muchas razones, pero les re­cordaré el artículo famoso de Bever y Falk en el68, en el que a nivel formal es­tablecen cómo ningún tipo de asociacionismo mecánico o lineal, puede expli­car la conducta recursiva. Aproximadamente es lo mismo que hizo Chomsky con las gramáticas de estado finito.

En cuanto al tema o temática tratada por el conductismo ha sido, casi con exclusividad, el aprendizaje entendido como adaptación al medio ambiente. Y la. justificación que utilizan para este tipo de explicaciones y temáticas ha sido la experimentación de laboratorio. Por regla general, experimentación ani­mal, pero también experimentación humana. Este tipo de justificación se ha

utilizado hasta que, hace poco, los experimentos de laboratorio en psicología se ven total y absolutamente criticados. Lo veremos después.

Por útimo, dentro de estas actitudes generales, el conductismo ha tenido unas relaciones extrañas, intermitentes, pero no desagradables, con la biolo­gía y con la fisiología. No quiero extenderme mucho en ello. Si les parece lo dejaremos para el coloquio. Siempre se ha dicho que el conductismo no quiere saber nada del organismo, que interpreta como la caja negra, la caja vacía, et­cétera. Esto no es del todo exacto, si recordamos el ámbito del conductismo.

En primer lugar, recuerden ustedes que el conductismo está totalmente fecundado por la biología darwinista, a través del pragmatismo americano, del impacto del darwinismo en James y en épocas posteriores, que permitió consi­derar la conducta humana como un tipo de adaptación al medio ambiente. Por tanto, el conductismo tuvo, desde el principio, unas raíces, una sensibilidad y unas actitudes muy próximas a la biología.

Pero, además de esto, creo que no es posible confundir conductismo con Skinner. Skinner es quizá el conductista cuyos escritos y libros están más di­vulgados actualmente, pero no es todo el conductismo. Es sólo un autor. Aún así, el propio Skinner en su tesis doctoral, creo que del 38, y en el primero de sus libros, La conducta de los organismos, no está lejos de los planteamientos biológicos y fisiológicos, aunque después se aleje de ellos fundamentando un organismo vacío, etcétera.

Recuerden ustedes también que el conductismo aparece relacionado con otro tipo de psicología, la «psicología objetiva» de Sechenov, Bechterev y Pav­lov, que es una psicología fisiológica. No quiero decir que sea importante el impacto de Pavlov en Watson, pero sí se conocían y tienen algunos elementos comunes. Piensen ustedes que esa «psicología objetiva» ha dl!dO lugar recien­temente a la patología córtíco-visceral, a los condicionamientos viscerales de Bykov, por ejemplo, que es también una reducción de la psicología a la fisiolo­gía.

En realidad, lás relaciones entre psicología y fisiología son anteriores al conductismo. Siempre ha habido entre ellas intentos de reducción o, al menos, relaciones de coqueteo. Wundt mismo titula Psicología Fisiológica al primer tratado que escribe en psicología. Cierto que en sus primeros inicios de rela­ciones psico-físicas con Weber y Fechner, Wundt establece un dualismo: por un lado la vertiente fisiológica y, por otro, la específicamente psicológica. Pero, si Wundt en los últimos tiempos intentó hacer, aunque no desarrolló del todo, una «psicología de los pueblos», una psicología social, fue porque las orientaciones psicofísicas, los coqueteos con la fisiología hicieron agua al final de su vida. Pero recuerden V des. obras como la de Johannes Müller, con su ley de la energía específica de los nervios, que establece los fundamentos de

418 una psicología fisiológica. Recuerden que Clark Hull, uno de los conductistas

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más conocidos, más sistemáticos y más cercanos al neopositivismo (pues in­tenta hacer un sistema psicológico conductista axiomatizado mediante una se­rie de axiomas, postulados, teoremas, etc.), construye un conductismo biológi­co, porque interpreta el concepto fundamental de �refuerzo» en términos de «reducción de necesidades fisiológicas». Recuerden V des., por citar un par de nombres más, que la modificación de conducta, tan en boga, cuenta entre sus cultivadores vivos y en pleno funcionamiento a Wolpe, que·sin duda les sona­rá, y cuyas técnicas de desensibilización sistemática típicamente conductistas están fundamentadas en los principios psicofisiológicos de Sherrington de «in­hibición recíproca». Y que Miller, por ejemplo, hizo condicionamientos visce­rales mediante el sistema nervioso autónomo. Y que las teorías del biofeed­back, típicamente conductistas, son también biológicas, al igual que la «medici­na comportamental», también conductista y enraizada profundamente en la psicofisiologia. Quiero decir con todo esto que creo simplista interpretar a ni­vel d,e catecismo, a niveles teóricos esquemáticos, el conductismo como divor­ciado de la biología o de la fisiología. Ha tenido raíces bastante importantes y no han faltado intentos de reducción de la psicología o fisiología. Dejemos para el coloquio establecer cómo la fisiología ha servido también con frecuen­cia para justificar cierto tipo de ideologías.

¿Por qué fracaso el conductismo? Las razones de su fracaso teórico, a ni­vel teórico, no social, son múltiples.

Por un lado, a nivel interno, la multiplicidad de teorías contradictorias que proliferan en su seno, dio lugar a un caos teórico. La enorme cantidad de teorías del aprendizaje, cada una de ellas muy especificada y con una gran cantidad de escolástica, dio lugar a que en un momento determinado no hubie­ra ya posibilidades de diálogo. En 1954, Estes publica un famoso libro, Teorías modernas del aprendizaje, donde intenta poner orden a ese caos; y hace un

gran Congreso, al que acuden todos los grandes teóricos. La conclusión del Congreso es muy sencilla: que no hay posibilidades de acuerdo; que la situa­ción teórica existente es completamente caótica; y que incluso la experimen­tación de cada uno de los teóricos es contradictoria, pues cada investigador, trabajando con idénticos diseños experimentales, llega a conclusiones útiles para él, pero que desconfirman lo ya dado. Y, sin embargo, ¡los diseños experi­mentales son los mismos!

No sólo fracasa el conductismo biológico, sino también el conductismo verbal, es decir, los intentos de explicar el lenguaje mediante conductas. La cantidad de sílabas sin sentido que, siguiendo la antigua tradición de Ebbing­haus, hizo el conductismo verbal, (Miller, por ejemplo, o Skinner en su Verbal behavior), hacen que ya en el68, con un poco más de retraso que el conductis­mo biológico, se declare oficialmente que la explicación del lenguaje mediante la teoría asociativa de la interferencia (asociacionismo) es total y radicalmen­te imposible.

A nivel externo, ocurrió que la filosofía que sustentaba el conductismo -el neopositivismo- comenzó a ser criticado y, en consecuencia, el conductismo quedó privado de su soporte ideológico. Pero, además, fuera están aparecien­do una nueva concepción del mundo, un nuevo modelo económico y un nuevo modelo social, después de la segunda Guerra Mundial. A su vez, se originan una serie de modelos teóricos distintos, como la Cibernética, la Teoría de la Información, la nueva lingüística de Chomsky, la Inteligencia Artificial, etc. Todas estas ciencias, que tienen muchas cosas en común, pues obedecen a la ideología del momento y a una liquidación de cuentas tras la segunda Guerra Mundial, facilitan una nueva imagen del hombre que la psicología va a recoger con bastante sensibilidad. La psicología roba o importa la terminplogía de los computadores, de la Inteligencia Artificial, de Chomsky, etc., y hace una espe-cie de liquidación teórica del conductismo. De esta manera,. los mismos psico- 419

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lógos que antes eran conductistas, cambian y se dedican a otro tipo de psicolo­gía. Esa nueva orientación recibe el nombre de orientación cognitiva.

- 4 -

La orientación cognitiva tiene una serie de rasgos comunes con el conduc-­tismo anterior, en particular su obsesión por la experimentación, su énfasis en ella. Se trata de una experimentación distinta en algunos puntos, pero in­tenta también justificar sus teorías dentro del laboratorio y, por tanto, su vali­dez ecológica es discutible aún.

Pero lo más importante aquí es diferenciar dos orientaciones, muy simi­lares -por lo que se las confunde con frecuencia-, aunque muy distintas. Una cosa es hablar de «psicología del procesamiento de información» y otra cosa es hablar de «psicología cognitiva». Ambas tiene su raíz en la crisis o liquidación del modelo conductista y en la aparición de las nuevas teorías que acabo de mencionar. Sin embargo, la psicología del procesamiento de información está mucho más cercana a la Inteligencia Artificial y a los computadores e intenta verificar sus teorías mediante programas de computador. La «psicología cog­nitiva» maneja también terminología propia de la Inteligencia Artificial y los computadores, pero los psicólogos que se dedican a ella fundamentalmente establecen modelos teóricos, que intentan verificar en el laboratorio y con su­jetos humanos. La obra realizada por unos y otros es, por tanto muy distinta. Para dar ejemplos, Allen Newell o Herbert Simon -premio Nobel en el 78- tie­nen obras específicas de «psicología de procesamiento de información», mien­tras que Ulrick Neisser sería un autor representativo de «psicología cogniti­va». Se trata, pues, de dos orientaciones muy cercanas entre sí que, aunque se aportan cosas mutuamente y se pueden confundir, están perfectamente dife­renciadas. En lo que sigue, me refiero fundamentalmente a la psicología cogni­tiva.

Pues bien, el nuevo modelo del hombre que recoge la psicología cognitiva interpreta inicialmente al hombre como un canal de comunicación, recogien­do la idea de la teoría de la información, muy a tono con el espíritu de la época. Pero pronto rechaza la teoría de la información, porque la psicología cogniti­via actual -yo diría que desde el año 57- descarta por completo cualquier apli­cación de los modelos matemáticos de la comunicación a la psicología. No es posible interpretar al sujeto humano como un canal de comunicación por el que pasan una serie de bits y en el que existen unas determinadas fórmulas para calcular la cantidad de información que transcurre por él. Los psicólogos rechazan rápidamente esta concepción, aunque recogen, eso sí, algunos térmi­nos y conceptos de la teoría de la información: por ejemplo, el concepto de «ca­pacidad limitada», típico de las ciencias de la computación, pero fundamental­mente el concepto de «memoria» y de «estructuras de memoria». La psicología cognitiva se ocupará de establecer una serie de estructuras, cajas, elementos de almacenamiento de información y de recuperación de la información, has­ta el punto de que estas boxes convierten en un momento dado la psicología en una boxolog(a, porque no se hace otra cosa que establecer organigramas con cajas, que describen tipos de memoria («a corto plazo», «a largo plazo», «senso­rial», «a plazo intermedio», etc.) y diseñan cómo se almacena dentro de ellas y cómo-se recupera la información.

Pero lo más importante es que con la psicología cognitiva reaparecen una serie de términos que habían desaparecido con la psicología conductista. Al desaparecer su dictadura, vnelven a tener cabida una serie de términos pro­blemáticos, críticos, discutibles y presentes ya en los comienzos de la psicolo­gía. Reaparecen los términos de «mente», «conciencia», «memoria», pero no con el mismo significado que tuvieron en la época de Wundt, sino redefinidos

420 en el nuevo contexto de los nuevos tiempos, y, por supuesto, terriblemente

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discutidos. Los psicólogos actuales tienen que definirse, porque manejan el concepto de «conciencia» -no en el sentido de conciencia ética o moral, sino en el de «darse cuenta de»-, el concepto de «pensamiento», el de «significado» y, sobre todo, el concepto de «mente». Con ello reaparece el sujeto en psicología. Si antes la caja negra es una caja sin sujeto de conocimiento, ahora con la apa­rición de la psicología cognitiva el sujeto vuelve a ser activo; es decir, no es un sujeto que recibe información, sino un sujeto que elabora información; no es el sujeto al que le llegan en él laboratorio una serie de estimulaciones, sino un sujeto que busca información selectivamente. Reaparece, por tanto, el sujeto activo en psicología.

Pocos pretenden ya en la actualidad establecer comparaciones, ni siquie­ra analogías, entre el computador y el sujeto humano. Al principio se pensaba que se podría simular el comportamiento humano en la máquina; después se habló de analogías; más tarde, se habló de metáforas; supongo que en el futuro se hablará de la poesía de las comparaciones. No obstante, los computadores permitieron mostrar que los símbolos no eran entidades platónicas totalmen­te abstractas y sin sentido, como pretendió el conductismo, puesto que podían manipularse perfectamente en sistemas físicos. Esa fue la gran idea que apor­tó el mundo de los computadores a la psicología: que se pueden elaborar en un

sistema físico números, significados, etc., y que, por tanto, se puede hablar de sistemas abstractos y simbólicos sin ser acusados de platonismo o de dualis­mo. La mente, por lo tanto, -y cito ahora de memoria a Newell en el 73- «se in­terpreta por muchos de los psicólogos cognitivos como un sistema de procesa­miento de información realizado en un sistema físico y para el cual la fisiolo­gía es casi tan irrevelante como la ingeniería electrónica para los computado­res». A nivel personal, estaría de acuerdo con la definición, pero dudo que la mente humana sea solamente eso. Por ahí van las críticas actuales a la psicolo­gía cognitiva: que la mente sea un sistema de procesamiento de información, sí; que sea sólo eso, no. Porque el problema que tuvo la psicología cognitiva desde el principio, aunque sólo ahora nos estemos dando cuenta, es que las ciencias o modelos que le sirvieron de raíz son todos sistemas formales. La Ci­bernética promocionaba sistemas formales; la inteligencia artificial, mecanis­mos formales; Chomsky, estructuras sintácticas, etc ... Las raíces, los orígenes de la psicología cognitiva fueron excesivamente formales.

Ocurre además que la psicología cognitiva no tiene enganche social, no tiene validez ecológica, porque no ha sabido responder todavía a las demandas o exigencia sociales. Y, por si fuera poco, nos estamos dando cuenta de que también es incapaz de abordar los problemas, no de laboratorio, sino los au­ténticos problemas de la psicología. De otra manera, el término de «informa­ción» es un término neutro y lo que intento mantener aquí es que hay que re­traducirlo, hay que darle un nuevo sentido. Porque si información para el su­jeto humano no es conocimiento, yo no sé entonces qué es información. La

«psicología cognitiva» habría que traducirla actualmente por «psicología del conocimiento» -esta es mi propuesta-, entendiendo por conocimiento, no pro­cesamiento de información, sino procesamiento de contenidos elaborados so­cialmente, por supuesto, con mecanismos formales. Porque la mente puede ser un sistema de procesamiento de información, pero ¿qué tipo de informa­ción? Una información elaborada social, cultural e históricamente. El concep­to de «conciencia» ha sido elaborado históricamente, igual que el de «mente», igual que el de «minoría», igual que el de «estereotipos», igual que el de una se­rie de categorías sociales que hay que introducir dentro de ese sujeto humano.

«Para calentar motores» o «para ir terminando ya», la primera tarea de una «psicología del conocimiento» sería quizá considerar la diferenciaciación entre descubrimiento y justificación como una concepción hemipléjica. Es de­cir, para la psicología cognitiva pensar que pueden realizarse por un lado des-cubrimientos científicos, productividad científica, creatividad científica, y, 421

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por otro lado, qu13 pueda con más o menos éxito intentarse una justificación de tales descubrimientos, es claramente una hemiplejia cerebral. Porque es im­posible que un sujeto humano .sea capaz de producir o descubrir algo, si al mismo tiempo no lo tiene garantizado por una serie de inferencias sociales -conocimiento almacenado socialmente-, por una serie de creencias, expecta­tivas y valores que el científico ha recogido ya de la sociedad. Quiero decir que para la psicología cognitiva cualquier tipo de descubrimiento está ya automá­ticamente justificado, porque si no, es imposible descubrirlo. No sé si me ex­preso correctamente: cualquier científico tiene en sus almacenes de memoria un sistema de valores, una ideología -e:qtendida como «concepción del mun­do»-, que justifica automáticamente los conocimientos que está produciendo. Por tanto, es imposible diferenciar entre «contextos de descubrimiento» y «contextos de justificación».

Lo que sí podría diferenciarse quizás es a los productores de conocimien­to de los usuarios del conocimiento. Porque ahí desaparece la concepción he­mipléjica. Una cosa es el descubrimiento garantizado socialmente que realiza un científico y otra cosa es la implantación de esos descubrimientos o de esas teorías en el contexto social: las técnicas de diseminación o de implantación de teorías o resultados científicos. En la actualidad existen amplias teorías, técnicas y métodos muy concretos -el profesor Pelechano nos ha dado hace muy poco una visión sobre el asunto- para implantar o diseminar socialmente determinadas teorías sociales, políticas, científicas. Existen técnicas muy con­cretas de persuasión, nacidas después de la segunda Guerra Mundial, que per­miten implantar una teoría científica, calculando dónde hay que promocionar­la, qué tipo de persuasión hay que utilizar para que tengan éxito social. Es un hecho que muchas teorías científicas, al menos en psicología, no han logrado éxito social. En cambio, los test psicométricos para medir la inteligencia, en función de una política escolar que se hizo en Francia en un momento deter­minado, han tenido un gran éxito. ¿Por qué? Porque se emplearon, más o me­nos intuitivamente, unas técnicas de implantación social muy concretas. Si esto es justificación, estamos de acuerdo en diferenciar descubrimiento y jus­tificación. Pero si por justificación se entiende que una cosa es la actividad creadora y otra las garantías sociales del conocimiento, entonces dentro de una psicología cognitiva no podemos hacer esa demarcación.

En virtud de ello, en este momento se intenta trabajar -algunos lo hacen ya- en la diferenciación entre unas «estructuras de conocimiento» y unos «heurísticos de conocimiento».

Existen muchas «estructuras del conocimiento», aunque el terreno es mny reciente y muy resbaladizo. Una de las diferenciaciones más característi­cas de estructuras del conocimiento la obtuvo Erwin Tulving, en el 72, cuando diferenció entre «memoria episódica» y «memoria semántica», o, si lo prefie­ren conocimiento episódico y conocimiento semántico. En pocas palabras, la memoria episódica estaría enraizada en coordenadas espacio-temporales y se­ría autobiográfica; mientras la memoria semántica no sería de tipo autobio­gráfico y, desde luego, no tendría referentes espacio-temporales. Dentro de la memoria episódica se producen olvidos frecuentes, porque la interferencia de materiales es más fácil, mientras en la memoria semántica el olvido práctica­mente no existe o seria un olvido activo, no pasivo, pues nada desaparece, sino q\le se transforma: determinados conocimientos se diluyen en otros conoci­mientos, se funden y se forman nuevas categorías y, por tanto, sólo desaparece una categoría en la medida en que es asumida por otras de alrededor; en todo caso, no se trataría de un olvido por interferencia de materiales. Tulving seña­la que en un siglo de experimentación sobre la memoria, desde las sílabas sin sentido de Ebbinghaus hasta el 72, los psicólogos se habían limitado a trabajar

422 con la memoria episódica. ·

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Un ejemplo: si se le dá a un sujeto en el laboratorio una lista de palabras -no sílabas sin sentido, sino palabras como «silla», «mesa», «lámpara»- y luego se le pide que las repita, se está trabajando dentro de la memoria episódica. Se puede olvidar de una palabra de la serie -«lámpara», por ejemplo--, pero si el sujeto conoce el concepto en cuestión,¿ qué ha olvidado? Ha olvidado «ese epi­sodio» dentro de la experimentación, pero no el concepto de «lámpara», pues lo sigue poseyendo. Ha olvidado que tenía que decirlo dentro de ese experi­mento en ese momento, biográficamente.

Pues bien, las estructuras de conocimiento semántico y episódico tienen la siguiente aplicación. Un investigador científico que llega a cualquier tipo de conocimiento o de información, almacena los datos o los «registros de obser­vación», que realiza en dos sitios: un aspecto de esos datos o registros de ob­servación van a la memoria episódica, mientras otra parte de esos datos van a caracterizar la estructura semántica y se incorporan a la concepción del mun­do que tiene ese investigador, a su conocimiento semántico. De esta forma, los datos o registros de observación por un lado quedan almacenados o registra­dos episódicamente y por otro modulan, caracterizan y son interpretados den­tro de la memoria semántica. Más adelante, cuando el científico intenta adap­tar la teoría a los datos, no tendrá dificultad porque ya están adaptados desde el momento mismo que ha llevado a cabo la serie de registros de observación. No sé si me explico. Si yo les pregunto: ¿qué hicieron ayer al mediodía? Este recuerdo pertenece a la memoria episódica. Pero lo que hicieron V des. ayer al mediodía -comer con alguien, charlar con alguien o lo que fuera- ha cambiado también su concepto de Congreso de Filosofía de la Ciencia. Y cuando V des. quieran hacer un acople entre lo que ha ocurrido en el Congreso y lo que debe ser un Congreso de Filosofía de la Ciencia, ya lo tienen hecho a priori, porque parte de lo que hicieron modificó su concepto de Congreso y otra parte les quedó como dato episódico. Cuando un científico intenta hacer un ajuste entre su teoría y los datos, ese ajuste, esa acomodación está hecho previamente ya, sencillamente por el tipo de almacenamientos que ha realizado con los regis­tros de observación.

Los heurísticos más trabajados en la actualidad son: uno el de disponibili­dad/accesibilidad del conocimiento. Es decir, tenemos una serie de conoci­mientos almacenados en la memoria -episódica o semántica, da igual- que, en principio, son accesibles; si están incorporados, son accesibles. Pero en un momento dado muchos de ellos pueden no estar disponibles. Si V des. hacen una pregunta X en el coloquio en un momento determinado, yo puedo tener in­corporado un conocimiento Y sobre ese tema; pero en el momento en que me preguntan yo tengo disponibles tres, cuatro o cinco conceptos. No todo lo que tengo incorporado está disponible. ¿Qué está disponible? Lo último que he aprendido, lo más sobresaliente, lo más simple ... Hay una serie de estudios de­dicados a determinar las características de lo más disponible. Cuando un cien­tífico hace una teoría o una interpretación de los datos tiene, en principio, un bagaje de conocimientos muy amplios, pero sólo va a utilizar lo que tiene más disponible. Se han hecho muchos y diversificados experimentos, más o menos teóricos, sobre este asunto.

Otro heurístico es el de representatividad. El heurístico de representati­vidad intenta ver cómo funcionan estas estructuras de conocimiento, sea cien­tífico o vulgar. El individuo que conoce recoge una serie de características, hace un muestreo de los atributos de los registros de observación, de los datos que le llegan de fuera y, en virtud de ello, considera lo que está observando como representativo de una categoría determinada. En virtud del muestreo que realiza -nunca se recoge toda la información relativa a un hecho, sino que se registran selectivamente algunos datos-, en virtud de esa selección, un científico va a considerar que ese acontecimiento es representativo de tal ca-tegoría. Por ejemplo, ¿cómo es posible que ante una misma teoría o ante un 423

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mismo autor, unos investigadores lo vean como dualista y otros como monis­ta? Unos ven una escuela dualista. donde otros no la ven, sencillamente por­que no todos recogemos los mismos datos de los mismos autores, sino que re­cogemos selectivamente algunos aspectos y, en consecuencia, consideramos al autor representativo de una categoría. De ahí surgen polémicas e interpre­taciones dispares dentro del conocimiento científico.

Por último, uno de los aspectos más nuevos y de mayor trabajo en la psi­cología del conocimiento es la teoría de la atribución causal. Consiste en estu­diar cómo los sujetos humanos atribuyen causas, nexos causales al comporta­miento propio, al comportamiento de los demás o al medio ambiente. Parece un área muy fértil y está siendo muy trabajada actualmente, sobre todo, a ni­vel sociaL Uno de los conceptos clave de la teoría de la atribución causal es el de «esquema», un concepto ya conocido, por supuesto en filosofía, y dentro de la psicología muy utilizado por Piaget y, antes que él, por Bartlett en Inglate­rra. Se trata de averiguar cómo se incorporan dentro del sujeto esos esquemas causales explicativos.

Se utiliza también el concepto descripto de guión. Es decir, cada uno de nosotros por adquisición social tiene incorporados unos guiones, que vienen a ser una especie de nexos causales esquemáticos de cómo tienen que transcu­rrir las cosas. Unos ejemplos muy simples: cuando yo cojo y empujo un pica­porte, espero que la puerta se abra; cuando yo digo «adiós, buenos días», espe­ro que me saluden por la calle. Existen todo tipo de scripts, desde los más vul­gares hasta nexos científicos complejos y sofisticados. Por ejemplo, existen nexos causales como: «Todo escándalo político conduce a elecciones genera­les». Se trata de un nexo que se ha estudiado mucho a nivel social y que impli­ca un guión determinado. Hay ahí una inferencia social que, a partir de una se­rie de axiomas presupuestos, permite establecer este tipo de unión causal. Es­tos esquemas o guiones son introducidos socialmente en la memoria de los su­jetos, de modo que cuando ven determinados acontecimientos o hechos, apli­can automáticamente a la realidad esta especie de comics, de estructuras o guiones de acción, que les permiten inferir conocimiento tanto vulgar como científico.

Además de esquemas y guiones, se habla de prototipos -la famosa prototi­picalidad-. Los prototipos se dan a nivel de percepción de sujetos humanos y a nivel de percepción de hechos sociales. Es decir, cuando conocemos una ca­racterística de un sujeto determinado, automáticamente le añadimos otra se­rie de características, porque constituyen un prototipo social. «Tengo un ami­go que es bajo, tímido y silencioso y, además, le gusta el kárate; ¿qué es, un psicólogo o un chino?>�. He ahí un típico ejemplo de laboratorio. Unos sujetos, al considerar estas características, construirán un prototipo y concluirán que es un chino. (Hay, sin embargo, quien dirá: «La posibilidad de que Seoane ten­ga un amigo chino, es pequeña. Lo más lógico es que sea un psicólogo>�). En vir­tud de una serie de prototipos se van luego adjudicando una serie de caracte­rísticas.

Finalmente, a nivel de hechos sociales están los estereotipos, trabajados hace muchos años ya por Allport y reivindicados en la actualidad como uno de los esquemas más importantes para la interpretación de los hechos sociales.

En suma, la teoría de la atribución causal es el estudio de las atribuciones de causas del comportamiento y de causas físicas que los sujetos humanos tie­ne incorporados socialmente.

En definitiva, me doy perfecta cuenta de que la problemática que acabo de desarrollar no encaja muy bien dentro del panorama de exposiciones que se han hecho en días anteriores. Pero he intentado no falsificarme y hacer un acople de la problemática que nosotros tenemos planteada a la suya, porque me parece, en principio, más rico. Creo que dar la visión real o auténtica que

424 tenemos nostros, puede aportar más a sus debates.

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Bajo este punto de vista, yo concluiría mi intervención, diciendo de una manera muy pragmática y, quizá, muy discutible lo siguiente:

En primer lugar que los empeños de que la psicología siga al pie de la le­tra los enunciados de la ciencia natural del momento, o de la ciencia natural de tiempos anteriores, no nos obsesiona. Esto no es un rechazo, ni un recurso al humanismo fácil, ni nada por el estilo. Es obvio que casi todos nosotros re­currimos en psicología a una serie de métodos propios y específicos de la cien­cia natural. Pero reivindicamos aspectos totalmente específicos de la psicolo­gía que otro tipo de ciencias o modelos científicos no pueden dar cuenta de ellos, por la sencilla razón de que son específicos de la psicología. Por lo tanto, nos estamos apartando de esa simbiosis exagerada con la física o la ciencia na­tural, aunque utilizando, por supuesto, de ella lo que nos parece bien.

En segundo lugar, que la psicología como «estudio de la mente o del cono­cimiento humano» se está poniendo cada día más fuertemente de moda, al margen de que a nivel de técnica social o de aplicación social, pueda seguir existiendo y existe, de hecho, el psicoanálisis, la técnica de modificación de conducta, y otras varias.

Y, por último, algo que quizá les interese a V des. Por esta manera de ver las cosas, por este sesgo profesional la división entre conocimiento científico y conocimiento vulgar se nos difumina un poco, no porque exista o deje de exis­tir, sino porque nos interesa mucho más estudiar el sujeto gnoseológico, epis­témico o sujeto de conocimiento. Nos interesa estudiar los mecanismos de co­nocimiento del sujeto humano y respecto a ellos decimos: (1) que no pueden ser solamente mecanismos formales; que tienen que tener un contenido y la información con contenido es conocimiento. (2) Que no se puede hablar de co­nocimiento desde el punto de vista individual, porque el conocimiento huma­no es radicalmente un conocimiento histórico, cultural y social. Por consi­guiente, tiene que haber un procesamiento de conocimiento social: hay cate­gorías sociales introducidas dentro de esos mecanismos formales, que hemos recogido de otras ciencias.

425

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COLOQUIO A LA CONFERENCIA DE

JULIOSEONE

«Panorama actual de la psicología científica»

MARIOBUNGE

La interesante visión panorámica que nos ha dado el profesor Seoane di­fiere, en efecto, como él se encargó de subrayar varias veces, de la que di yo el otro día. Esto se explica: él es un psicólogo, sabe de lo que habla, y yo no soy un psicólogo. Pero hay otra circunstancia que contribuye a explicar también esa diferencia y es que él proviene de las Humanidades y yo de las Ciencias. Entonces es más natural que yo me incline más por la psicología biológica que por la psicología que no tiene en cuenta el sistema nervioso.

Quisiera hacer dos observaciones: una respecto a mi caracterización del conductismo que criticó el profesor Seoane. Dijo que el conductismo no es Skinner. Yo no veo la diferencia entre Skinner y Watson. Ninguno de los dos se interesó por el sistema nervioso. Es verdad que ambos hablaban de la con­ducta como adaptación del animal al ambiente y, en este respecto, su punto de vista era biológico. Sí, pero muy restringido. Yo no dije que fuera anticientífi­co el conductismo, sino que era protocientífico porque tenía en cuenta sola­mente un aspecto muy reducido de la realidad. Es cierto que Hull vá más allá porque tiene en cuenta estados internos o variables intermediarias, pero tam­poco Hull se interesa por el sistema nervioso. Habla en forma general de esta­dos internos sin hacer el menor esfuerzo por identificarlos con estados del ce­rebro.

En cuanto a la teoría conductista del aprendizaje y sus aplicaciones a la psicología clínica, el profesor Seoane citó los trabajos de Wolpe. Podriamos agregar los de Bandura y también los de Miller, todos ellos admirables. Pero ninguno de ellos investiga el sistema nervioso. Contrástese este punto de vista globalista con los trabajos de la psicología fisiológica. Me limitaré a recordar algunos trabajos hechos en mi ciudad, Montreal, porque son los que conozco mejor. Uno de los más sensacionales fue el de Wilder Penfield, quien levantó la tapa de los sesos de pacientes epilépticos y aplicó electrodos a distintas zo­nas de la corteza cerebral. De esta manera logró evocar en ellos imágenes, me­lodías, olores, recuerdos enterrados hacía tiempo, etc. Otro trabajo célebre de la misma escuela fue el descubrimiento del centro del placer. Cuando Olds y Milner implantaron por casualidad un electrodo en cierta región del cerebro de una rata, advirtieron que el animal sentía placer, a punto de que él mismo manipulaba una palanquita que producía descargas eléctricas en dicha re­gión. De esta manera Olds y Milner identificaron el placer con la actividad es­pecífica de cierto sistema de neuronas. Otro ejemplo: cuando Scheibel y su es­cuela investigan las transformaciones que sufren las neuronas durante la se­nilidad hacen psicología fisiológica, no conductista, ya que están indentifican­do la decadencia de ciertas facultades mentales con la degeneración de las ra­mificaciones dendríticas y de los botones sinápticos. O, para tomar un ejemplo español, recuérdese el experimento sensacional de Rodríguez Delgado, quien para a un toro en plena embestida enviándole un mensaje de radio a un elec-

426 trodo implantado en el cerebro. Todo esto es psicología fisiológica. La psicolo-

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gía fisiológica quedó fuera del panorama que nos mostró el profesor Seoane, acaso porque aun no llegó a Valencia, si bien Ramón y Cajal (quien comenzó su carrera en Valencia) mostró algún interés por ella. Creo que es hora de que esa psicología, plenamente científica y auténticamente profunda, llegue a este país.

Mi crítica al cognitivismo, que yo llamé informativismo, subsiste. Es ver­dad que para el cognitivismo el sujeto no es pasivo sino un ente activo que bus­ca información. Pero es un sujeto inmaterial, mítico y no biológíco, porque el cognitivismo separa a la función del órgano. La situación se parece a la de la termodinámica antigua, según la cual su referente era el calórico, ente que po­día meterse en la materia y salir de ella pero no era material. Se parece tam­bién a la vieja electrodinámica con su éter mítico, también inmaterial. La men­te del cognitivismo se parece mucho al calórico y al éter, de modo que habrá que eliminarla o, mejor dicho, transformarla en un conjunto de funciones del sistema nervioso. Esta no es una mera cuestión técnica sino de gran interés fi­losófico. En efecto, la metafísica cognitivista es una variante de la platónica, ya que, según el informativismo, la mente es un conjunto de programas que pre­existen al cuerpo y que pueden ser realizados, sea por un ser humano, sea por una máquina, sea por un alma desencarnada. Según esa concepción el cerebro es accidental: lo esencial es la mente. De este modo el cognitivismo resucita al mentalismo clásico y se mantiene totalmente ajeno a la biología.

Finalmente, no una crítica, sino una información. Lo que dijo el profesor Seoane sobre las investigaciones actuales de la atribución causal es interesan­te y de actualidad, pero hay más. Mi colega Shultz se pregunta si los niños son humea nos, o sea, si identifican la causalidad con la sucesión regular o si identi­fican la causalidad como producción, es decir, como transferencia de energía. Su resultado es que los niños no son naturalmente humea nos: que este lavado filosófico de cerebro viene mucho después. Los niños entienden naturalmente por acción causal una acción física, una especie de transferencia de energía.

JULIO SEOANE

Muchas gracias al profesor Bunge por sus matizaciones siempre certeras y por los problemas que tan claramente me ha formulado. Creo que hay una disparidad en la interpretación, pero menor que en días anteriores, porque el profesor Bunge ha justificado mediante una serie de citas la diferencia entre psicología biológíca o psicobiología y psicología fisiológíca. En la medida en que matiza su pensamiento, nuestras posturas se acercan un poco.

No pretendí en ningún momento que el conductismo fuera psicofisiolo­gía. Lo que dije es que el conductismo ha tenido importantes relaciones con la biología y que no ha sido en absoluto hostil y contradictorio a los movimientos biológícos y ni siquiera a los fisiológícos. Pero evidentemente no es lo mismo conductismo que psicología fisiológíca. Esta tiene un campo específico de es­tudio y es una actividad científica distinta. Skinner y Watson, repito, tienen una actitud biológíca o psicobiológíca en el sentido más amplio de abarcar tan­to aspectos biológícos como fisiológícos.

En cuanto a Hull no es sólo que hable de variables intermedias, sino que hace continuas referencias psicofisiológícas, puesto que interpreta el concep­to básico de «refuerzo» como una «reducción de necesidades biológícas», de manera contraria a lo que hace Skinner. Por tanto se introduce plenamente en psicofisiología.

Por lo demás, yo no diría que una es la verdadera psicología «científica» y la otra no, porque me parece que todo son «psicologías» más o menos respeta­bles. No se puede decir que una esté en posesión de la verdad y la otra no. No hago ese tipo de diferencias, sobre todo, teniendo en cuenta que Lashley sí era conductista; o ¿no lo era? 427

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MARIO BUNGE

¡No!

JULIO SEOANE

Entonces el problema depende del heurístico de representatividad, es de­cir, depende de las características que recojamos de cada autor: unos lo pone­mos en una categoría y otros en otra. Dentro de los esquemas representativos que yo recojo -y no quiero contraatacar con argumentos de autoridad apelan­do a otras personas-, Lashley pertenece a la más neta y clara tradición con­ductista. Dentro de mi interpretación, que no digo que sea válida o única, es así; del mismo modo que yo no diría que Rodríguez Delgado, por ejemplo, cuyos experimentos fueron realizados antes en Italia, es conductista.

Además yo no intento dar un panorama de lo que pasa en este país sola­mente. Hablo evidentemente desde este país, en el que estoy inserto, pero me refiero más que nada al área anglosajona en general, que es mucho más varia­da y que tiene muchos matices, pero en la que pueden observarse grandes ten­dencias, por así decir. A España ha llegado la psicología fisiológica y hay mag­níficos representantes de la misma, así como traducciones de las obras más importantes en ese campo. Pero aquí no ocurrió como en Canadá, donde llegó Hebb y desde entonces casi todo es psicología fisiológica. Es decir, en cada país las distintas tradiciones configuran el marco teórico de referencia y el sesgo de interpretación de manera diferente.

En cuanto al sujeto inmaterial, platónico, etc., de la psicología cognitiva, es también un modo de verlo. No voy a aclarar nada en este sentido, sino vol­ver a lo mismo. Y o no creo que el sujeto por ser inmaterial, sea platónico, por­que entonces la economía -no el dinero- sería inmaterial, el significado de las palabras sería inmaterial y platónico también, etc. Creo que tanto en física como en psicología hay una serie de elementos o constructos que son inmate­riales. Pero estamos hablando a nivel epistemológico, no ontológico. Me pare­ce que esa es la confusión que subyace aquí. He intentado mantenerme a nivel de epistemología o gnoseología, a nivel de conocimiento y no a nivel de reali­dad. Y en ese nivel obviamente las relaciones sociales son cosas inmateriales, pero no por ello platónicas. Más platónico me parece distinguir un «conoci­miento científico verdadero» y un «conocimiento falso, confuso, de sombras», porque entonces sí que estamos dentro del mito platónico de la caverna. Eso no ocurre aquí. Simplemente acepto, en principio, que utilizamos constructos o conceptos inmateriales en psicología, como en las demás ciencias; pero no por ello estamos diciendo que esos conceptos son reales en el sentido ontoló­gico. Son constructos de procesos abstractos y, como todos los procesos abs­tractos son inmateriales, si no me equivoco, esa inmaterialidad se contagia a los conceptos. Por supuesto, en este terreno reconozco que resbalo más que el profesor Bunge.

BUNGE

Karl Lashely fue un psicólogo fisiológico, el más grande de su tiempo. Uno de sus experimentos clásicos consistió en ir quitando capa tras capa de materia gris al cerebro de las ratas y en estudiar los correspondientes déficits de comportamiento. Es así cómo estableció su «ley» (que resultó falsa) de la ac­ción de masas, según la cual las funciones no están localizadas sino que depen-

428 den exclusivamente de la cantidad de tejido nervioso.

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JULIO SEOANE

Repito que es un problema de interpretación, porque cualquier Manual o Historia de la Psicología que Vd. consulte, por ejemplo el Marx-Hillix o el Bo­ring, encontrará a Lashley dentro de la más neta tradición conductista.

MARIOBUNGE

Están equivocados. Vea los trabajos origínales de Lashley.

JULIO SEOANE

Perfectamente. Es un problema de interpretación.

GUSTAVO BUENO

El profesor Seoane ha expuesto una ponencia que me parece frívolo ana­lizar en el tiempo de que se dispone. Hay que hilar muy delgado. Y o tengo to­madas tres hojas de notas y en este momento me siento casi incapaz de saber por dónde he de empezar.

Retrotrayéndome al marco de un Congreso de Metodología de la Ciencia, lo importante es escuchar al especialista, pues el material de la teoría de la ciencia lo dan los propios especialistas. No escuchar es una osadía gnoseológí­ca imperdonable. Pero, además, hay que analizar qué es eso que están hacien­do los psicólogos, según lo que el profesor Seoane nos dice. Decía Seoane que no encontraba engranaje con este Congreso; yo creo que es al revés: nos ha ofrecido un material vivo, fresco, en el cual está trabajando y, con ello, nos ha proporcionado el «cobaya». Lo que ocurre es que, al ofrecérnoslo, lo da ya re­vestido con ciertos conceptos gnoseológícos; y aquí hay que repetir aquello de Eddington: «¡Físico, líbrate de la Metafísica!,.. Por ejemplo, la exposición que ha hecho de la crisis del conductismo y la aparición de la psicología cognitiva, supone un análisis en términos de ruptura que plantea muchos interrogantes. Porque es casi imposible pensar que si una ciencia experimentó una crisis hace diez años, nada quede de la fase anterior. Si una disciplina es científica, esas rupturas no se pueden producir. Dicho de otro modo, ese conductismo sentenciado a muerte o diagnosticado como muerto por el profesor Seoane, ¿no tiene probabilidades de seguir funcionando? ¿No sigue funcionando a toda máquina cambiado de nombre? Esto se reconoció de pasada, pero enton­ces ¿qué sentido tiene hablar de crisis y de ruptura?

Una de las características distintivas del conductismo respecto a la psico­logía cognitiva parece ser la eliminación del sujeto, que según el conferencian­te reaparecería después como sujeto activo gnoseológíco. Creo que aquí hay un quid pro quo grandísimo y una confusión terrible. Se trata de una confu­sión objetiva, no de Seoane. Porque el sujeto eliminado del conductismo es el sujeto mentalista, pero no se elimina el sujeto gnoseológíco. No creo que sea lo mismo el sujeto gnoseológíco que el sujeto epistémico. Y con ésto entro en un criterio muy interesante que ha dado el profesor Seoane, cuando ha dicho que el psicólogo cognitivo no aprecia diferencias entre el conocimiento cientí­fico y el conocimiento ordinario, porque se interesa por los procesos genera­les de información o los mecanismos de procesamiento de información. Sin embargo, la diferencia es total, porque el sujeto gnoseológíco, al menos en el sentido en que yo hablé el otro día, no tiene que ver en principio, en cuanto a su concepto, con el sujeto psicológíco, ni con el sujeto epistémico en el sentido de Piaget. ¿Por qué? Porque el sujeto gnoseológíco está pensado desde la pro-pia ciencia, es decir, desde la ciencia como institución desde la que se regresa 429

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a conceptos como el de «operación,. o «autologismo», que constituyen interna­mente ese sujeto gnoseológico. La mejor prueba es el fracaso total del piagetis­mo. Intentar reconstruir todo a partir del método del sujeto epistémico -el niño primordial, diríamos-, intentar ofrecer las fases del desarrollo evolutivo, dar el salto mortal a la Historia de la Ciencia, ese es el fracaso de Piaget, que le lleva a situar, por ejemplo, a Aristóteles en el estadio 2 A, cuando Aristóteles había inventado todo un sistema de lógica de operaciones, que da cien vueltas al cuadrito famoso de transformaciones de Klein. La imposibilidad de sitllar dentro de la psicología evolutiva a sujetos, que tienen significación en la His­toria de la Ciencia, demuestra que hay dos escalas distintas e irreductibles, en que se mueve el sujeto. Yo reivindico que no puede reducirse el sujeto gnoseo­lógico al sujeto humano, porque el primero tiene que ver, sobre todo con la verdad -que no es un concepto «psicológico», sino «lógico»--, mientras el segun­do tiene que ver, diríamos recordando una célebre boutade de un psicólogo clásico, con el error.

Por último, voy a plantear la cuestión fundamental que un Congreso de Metodología debe plantearse por obligación. Supongamos que los informes que nos dan los especialistas sobre las corrientes más importantes de la psico­logía son reales; supongamos también que el gremio de científicos está de acuerdo en considerar que el trabajo científico consiste en hacer modelos de procesamiento de la información, distinguir tipos de almacenamiento, por ejemplo, la memoria episódica y la memoria semántica de Tulving -distinción que, dicho sea de paso, tiene antecedentes en el estoicismo-, etc.; suponga­mos, además, que se obtienen resultados admitidos por la comunidad de cien­tíficos. Supuesto todo esto, la pregunta es: ese trabajo realizado ¿es ciencia o no? Podría no ser ciencia. Por ejemplo, muchas de las cosas que hizo Fechner sobre la metempsicosis eran puro espiritismo. Lo que hace un científico pue­de ser un indicio importante para definir el campo, pero ¿es ciencia todo lo que se hace? Y, si es ciencia, ¿por qué? Alguien puede decir que le trae sin cui­dado si lo que hace se llama ciencia o no, con tal de que se venda. Pero para nosotros la cuestión es fundamental, porque no nos da igual.

Y paso ya a la pregunta principal. Si los modelos de procesamiento de in­formación están bien construidos y sirven, por ejemplo, para explicar por ana­logia con los computadores, cómo funcionan distintos tipos de memoria, cómo se procesa información o qué diferencias permiten clasificar memorias, ¿cuál es el contenido real de estos modelos? ¿Son ya científicos o necesitan de un desarrollo ulterior para ser llamados así? Porque podría ocurrir que todos es­tos modelos matemáticos fuesen correctos, pero estuviesen al mismo nivel que las descripciones de los astrónomos del siglo V o VII con la teoría de los epiciclos. Y si estos modelos son puras descripciones, aunque sean matemáti­camente correctas, ¿no están pidiendo para superar el nivel taxonómico los desarrollos de la fisiología? Tal vez sólo entonces alcancen el rango de auténti­cas construcciones científicas, que expliquen los mecanismos reales de su funcionamiento. Yo no digo que los modelos de procesamiento de información se puedan reducir a Fisiología; digo que, si se reducen, entonces la psicología es fisiología en estado embrionario, por sofisticados que sean los modelos que se construyan. Y entonces no es la psicología lo que estamos analizando aquí. Pero, si no se reducen a fisiología, ¿no será porque estamos en una escala dife­rente? ¿No será porque las «variables intermedias» sugeridas no están en el interior, por respecto a la periferia, sino que suponen una redefinición del su­jeto en una escala diferente? Yo introduciría otra vez la noción de relaciones «apotéticas» a distancia, por cuanto la percepción, si tiene algún sentido no fi-

430 siológico, es precisamente en este contexto de las relaciones «apotéticas».

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JULIO SEOANE

La cantidad y calidad de los comentarios del profesor Bueno exigirían otra conferencia y otro conferenciante, pues sus preguntas no son de informa­ción, sino auténticos planteamientos dentro de la psicología. Sólo de algunos puedo dar una opinión, pero no una contestación informativa, porque creo que no la hay.

Puedo dar una contestación a la cuestión del conductisrno muerto, aun­que siga funcionando. Creo que no hay contradicción si distinguirnos entre «modelos teóricos científicos•, que pueden ser válidos o haber sido invalida­dos ya, en el contexto del gremio o corno sea, y su «funcionamiento social» -la venta, a que aludió Vd.-. A nivel teórico y corno empresa teórica el conductis­rno está ya obsoleto dentro de la psicología, pero evidentemente dentro del ámbito de venta, a nivel pragmático .social el conductisrno sigue funcionando. Esto quiere decir que no todo es teoría, ni empresa teórica, sino que hay un juego más complejo entre lo social y otros factores.

Cuando yo me referí al conductisrno corno psicología sin sujeto, aludía a las autoconcepciones del conductisrno. En el fondo, manejan un tipo determi­nado de sujeto. Lo que quiero decir es que ese sujeto no jugaba ningún papel, era un «paciente» -en el sentido médico-, que recibe tratamientos en el labo­ratorio; es un sujeto que no aporta nada, que no tiene autonomía funcional, ni elaboración propia. Esto dió lugar a una crítica muy importante de la experi­mentación, que es seguramente el nexo de unión entre el conductisrno y la psi­cología cognitiva. En la situación experimental con sujetos humanos se esta­blecen una cantidad de relaciones sociales tan complicadas que los resultados son practicarnente inválidos. Hay una mezcla de papeles sociales que invali­dan casi por completo cualquier di visón de variables independientes y depen­dientes que se hagan en el laboratorio. En este sentido hay un cambio en la consideración del sujeto: al conductisrno no le importa la elaboración, mien­tras la psicología cognitiva hace más hincapié en las elaboraciones o procesa­mientos que ocurren entre la entrada y la salida de información. Reconozco, sin embargo, que el sujeto de la psicología cognitiva es también demasiado rnecanicista, porque, si apretarnos un poco las tuercas, tampoco se sabe muy bien por qué actúa el sujeto. En algún lugar he llamado a ésto «el conductisrno del sujeto• de la psicología cognitiva frente al «conductisrno de la conducta». Se habla de una serie de estructuras que tiene el sujeto activo que busca infor­mación y de una serie de flujos de conocimiento, pero, en definitiva, el enfo­que sigue siendo tan rnecanicista corno el modelo E-R. Pienso, no obstante, que no son variables intermediarias, porque los procesos complejos no son las asociaciones rnecanicistas de la psicología conductista. A pesar de que son procesos más complejos, la actividad específica del sujeto se escapa también; y en ésto estoy completamente de acuerdo. Es una de las críticas que se están empezando a hacer ahora.

¿Es ciencia o no es ciencia? No puedo contestar. No todos mis colegas es­tarán de acuerdo con lo que he dicho aquí esta mañana. «No todos» quiere de­cir «casi ninguno». Pero, polémicas aparte, lo que he dicho revela el índice y el tipo de problemas que estarnos manejando. No sé si es ciencia o no es ciencia, lo que sí puedo asegurar es que es psicología; y el problema de si la psicología es ciencia o no, desde el punto de vista de la psicología no puedo contestarlo. Ahora, desde mi propio punto de vista -estrictamente personal, por tanto, un lujo inútil- diría que la definición de ciencia viene dada desde una ideología social. En virtud de las concepciones que uno va adquiriendo a medida que realiza su trabajo, pienso que el concepto de ciencia ha variado históricamen­te y que seguirá cambiando, y pienso que en la clasificación social, de poder social o de venta, en el juego gremial actual la psicología ocupa un lugar cientí-fico. Otro problema es que deba ocuparlo o no, o que cumpla los criterios o no 431

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de algún modelo de lo que es ciencia. Para eso hay que tener un modelo de lo que es ciencia. Y para mí, aunque mi opinión resulte muy simplista, está claro que la delimitación de lo que es ciencia o no es algo completamente ideológico, en el mejor sentido de la palabra, en el sentido de la concepción del mundo que existe en un momento histórico, económico y social.

¿Es fisiología o no? ¿Hay que recurrir en última instancia a la fisiología? Creo que no. En la psicología del conocimiento estamos en otra escala distinta, es decir, lo que se pretende en ella es establecer unos niveles de explicación, que son específicos de la psicología y, por tanto, no reducibles, en principio, a ningún otro tipo de conocimiento.

GUSTAVO BUENO

¿Qué quiere decir explicación?

JULIO SEOANE

Entre otras cosas, sería en parte, no exclusivamente, predicción de com­portamientos o conductas y establecer un juego teórico, que dé coherencia a los datos que se están registrando. Más o menos es eso, y lo acabo de improvi­sar.

GUSTAVO BUENO

Pero la predicción no es explicación.

JULIO SEOANE

Sí. Además de predicción, sería establecer algún tipo de coherencia entre unos modelos teóricos y unos datos que se han registrado. Es ese quizá el con­cepto más amplio que yo podría manejar. Me doy cuenta -y termino con ello­de que el lenguaje de cajas y de niveles de procesamiento no es plenamente explicativo, entre otras razones porque es un lenguaje importado de otras ciencias. Pero tampoco me asusta que la psicología utilice en estos momentos bastantes términos importados de otras ciencias, porque eso ocurre siempre y es perfectamente lícito. Mide simplemente el grado de sensibilidad que tiene una ciencia respecto a otras. Además es significativo, del mismo modo que lo es que el lenguaje político emplee metáforas y términos de la mecánica clási­ca, por ejemplo, en este país: «tal sindicato es la polea de· transmisión de tal partido». No sé si los términos importados por la psicología de los computado­res, de la teoría de la información, de Chomsky, etc. sirven para explicar o son solamente descriptivos. En todo caso, agradezco al profesor Bueno sus obser­vaciones, porque ha tocado muy claramente dos o tres problemas que no desa­rrollé del todo en mi charla, cuando expuse las críticas actuales a la psicología cognitiva.

GONZALO BARREDA (Pravia)

Mi intervención tiene dos partes. La primera es una exposición de mis opiniones al respecto y no considero necesario me conteste. La segunda es una aclaración, que deseo me resuelva.

Quiero comenzar felicitándole, porque su conferencia no es sólo un pano­rama de la psicología científica, sino que es teoría de la ciencia y, además, con un referente en la realidad, que quizá ha estado ausente de este Congreso. En

432 este sentido me gustaría resaltar la parcialidad con que ha sido enfocada su in-

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tervención por parte del profesor Bunge, cuando le ha confinado al campo de las humanidades, e incluso, por parte del profesor Bueno, cuando le ha califi­cado de especialista. Porque para mí la información que Vd. expuso, no es de especialista, sino de teoría de la ciencia. En primer lugar, porque la síntesis fi-· nal de la psicología cognitiva, sobre todo la distinción entre memoria episódi­ca y memoria semántica, ofrece un puntal teórico para entender la informa­ción recibida de la realidad y estructurada mentalmente. En segundo lugar, porque el nivel de representación aludido remite al problema de la ontología del sistema, que se remonta a tiempos inmemoriales. Así, cuando el sofista Protágoras en el Teeteto explica que sólo la sensación es ciencia, añade -y ésto lo olvidan frecuentemente los intérpretes- que no hay ciencia, sino de aquello que está por debajo, la realidad. Cuando Vd. decía que las diferentes interpre­taciones y enfoques de la realidad se corresponden con niveles cognitivos que seleccionan entre una serie de posibilidades ofrecidas por la realidad unas y no otras, encuentro que se admite una ontología de la referencia, de la reali­dad, que es distinta de la capacidad selectiva. Por último, yo no interpretaría las conexiones causales en el sentido fenomenista de Hume, sino probabilista­mente como expectativas respecto a la realidad. Para mí se trata de probabili­dades, que encajan perfectamente con las dimensiones psicométricas y esta­dísticas de la psicología, y no de conexiones inmateriales al estilo de Hume. Por tanto, la psicología ¿es ciencia o no? Para mí, por supuesto, la psicología es ciencia, pero lo que Vd. ha dicho es teoría de la ciencia; en eso coincido con el profesor Bueno. Pero estoy de acuerdo con que la psicología cognitiva ofre­ce un enfoque integrador ideal de las diferentes disciplinas que constituyen la psicología. Y eso está de acuerdo con las expectativas del Congreso, porque el enfoque gnoseológíco, el enfoque cognitivo es certero.

La aclaración que le pido es esta: Vd. dijo que cuando se pedía a un sujeto reproducir una serie de palabras actuaba la memoria episódica, pero no la se­mántica. Yo pregunto si en esas pruebas o test obtienen mejor puntuación quienes recuerdan más; porque muchas veces recuerdan más quienes inte­gran mejor las palabras recibidas, quienes son capaces de integrarlas o agru­parlas en esquemas y estructuras superiores; ¿podría interpretarse eso como memoria episódica?

JULIO SEOANE

Muchas gracias, sobre todo, por la primera parte, pues me agrada mucho saber que los criterios que seguí y el tipo de exposición resultante encaja den­tro de la problemática.

En cuanto a la segunda pregunta, hay una interrelación, que no expresé con mucha claridad entre memoria episódica y memoria semántica. Si a un su­jeto le doy veinte palabras conocidas por él para que las recuerde y me las re­pita, no inmediatamente, sino mañana o pasado mañana, sigue siendo memo­ria episódica. Lo que ocurre es que la memoria semántica -o la concepción del mundo, o la ideología del sujeto o como quieran plantearlo- es la que sustenta esas palabras. De modo que si yo le doy veinte palabras de un idioma que des­conoce, la memoria semántica poco puede soportar a la memoria episódica; mientras que si le doy veinte palabras de su idioma, muy familiares a su profe­sión, muy cálidas afectivamente o muy significativas para el sujeto, entonces la memoria semántica soportará la memoria episódica. Hay una interacción entre memoria episódica y memoria semántica. Precisamente lo que yo inten­té fue señalar que toda información o todo conocimiento que llega a un sujeto tiene dos aspectos: una parte es biográfica, autoreferente y va directamente a la memoria episódica; otra parte es proposicional, general, no referida al suje-to ni al momento, y va al conocimiento semántico o concepción del mundo del 433

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sujeto. El acople, el ajuste entre la concepción del mundo (la memoria semán­tica) y los datos que tiene la memoria episódica, es lo que constituye para no­sotros la verificación científica.

ALBERTODOU

Quiero felicitar al profesor Seoane; realmente me ha gustado mucho y efectivamente esperaba esto y he quedado satisfecho de lo que ha dicho.

Mi intervención iría a ver si se puede verificar la distinción entre mente y cerebro. Es un tema que tiene mucha relación con lo que ha dicho desde el punto de vista de la Psicología Cognitiva y su relación con la informática. Evi­dentemente son dos cosas conceptualmente distintas. Me ha llamado la aten­ción que definiese la mente como sistema de tratamiento de información; yo diría que típicamente lo que es el sistema de tratamiento de información es el cerebro, no la mente. La mente es algo mucho más complicado, que no sabe­mos si físicamente es lo mismo que el cerebro o es distinto, pero desde luego es algo mucho más complicado. En cambio el cerebro tiene un hardware que es el sistema nervioso, un software que son los impulsos eléctricos que pasan por él, de una manera muy parecida a como sucede en un computador electró­nico. Naturalmente pensamos inmediatamente en una teoría de identidad, pues no hay ningún proceso mental o de conciencia, como la percepción de los colores o la comprensión de un teorema que no repercuta en algún proceso neuronal. El problema es si esto agota la mente. Me cuesta imagínar que la ac­tividad mental se agote en la actividad neural.

Para clarificar esta situación, deseo decir que no creo que se haya defini­do, reivindicado o señalado ningún proceso lógíco elemental, ningún tipo de razonamiento matemático deductivo que lo haya realizado el hombre y que no pueda hacerlo también un computador.

Los dos procesos más típicos que se pueden señalar que hace el hombre y no hace la máquina podrían ser, por ejemplo, primero, la intuición, en el senti­do sintético a priori de Kant y siguiendo a Poincaré del principio matemático de inducción completa. El segundo tipo podría ser el razonamiento creativo; pero éste tiene poco de elemental y por consiguiente sirve poco para el proble­ma en cuestión.

Me parece que la distinción entre el sistema neural y la mente es análoga a la que haya entre un computador electrónico muy sofisticado y un ser huma­no, aunque sin duda la primera es mucho más sutíl, pues el sistema neural su­pone no ya un único computador, sino numerosas familias complejamente in­terconectadas de computadores. A pesar de ello, me parece que la distinción decisiva está en el diverso nivel de los contenidos informativos; aunque al es­tablecer seriamente la comparación entre hombre y máquina temo que estoy rozando la ciencia ficción. El ser humano supone no sólo una evolución bioló­gíca y una filogénesis, sino una historia cultural que no puede ser sobreesti­mada. Sólo ha llegado a tener lenguaje y conciencia de sí mismo a través de una asimilación del lenguaje y conciencia de los demás, de manera que el ser humano, y en concreto su mente, sólo ha podido emerger mediante un ejerci­cio continuado de solidaridad durante largos años. Me siento solidario con otro ser humano, pero no me puedo sentir solidario con una máquina. Estas consi­deraciones son previas e independientes de que se crea o no en algo extrasen­sible o en un dualismo más o menos explícito.

JULIO SEOANE

Muchas gracias, profesor Dou. Ha sido tan amable que me ha dado ya la salida a los problemas que plantea. En líneas generales estoy de acuerdo con

434 usted. Un problema crítico, grave, es evidentemente el problema mente-

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cerebro. Cuando yo dije que la mente es un sistema de procesamiento de in­formación, me refería no a la realidad física del sistema, al hardware, sino al software. Lo que sí añadí -quizá no lo resalté suficientemente- es que yo no pensaba que fuera solamente eso, sino que era un sistema de procesamiento de información con contenido eminentemente social, sin el cual no puede dar­se el concepto de mente. Estoy de acuerdo en que una -no la única- de las ca­racterísticas generales del concepto de mente es el concepto de conciencia. Pero pienso que la conciencia es un concepto que se ha adquirido histórica, cultural y socialmente. Por tanto, estoy de acuerdo en que si los psicológos queremos establecer una psicología del conocimiento, tendremos que hacerlo en base al conocimiento social que existe. En estos términos estoy de acuerdo con usted.

Bn cuanto al problema de la creatividad, es también un problema social. Usted seguramente sabe que el concepto de creatividad surgió por un proble­ma político. Cuando Rusia lanzó el primer Sputnik, en el 57, los Estados Uni­dos comenzaron a preocuparse porque carecían de creatividad y dedicaron millones de dólares a producir campañas y programas para producir creativi­dad en las escuelas y Universidades. Exagero un poco, pero quiero decir que la expansión del concepto de creatividad tiene unos orígenes políticos.

Es cierto que cuando se intenta identificar el computador con la mente humana o con el cerebro, falta un elemento importante, que es el contenido social de la información. Cuando se intentaron hacer programas para traduc­ción automática de idiomas, se fracasó estrepitosamente por una razón muy sencilla: se pueden introducir en un computador reglas sintácticas, reglas se­mánticas y diccionarios completos, pero en las traducciones hay un conoci­miento que avala una interpretación determinada del lenguaje, que si no se in­troduce en el computador, no puede darse la traducción automática. Para in­troducir ese conocimiento hay que incardinar al computador en un contexto social, cultural e histórico. Mientras eso no se haga -y no sé si es posible o no; ahí no me meto--, el computador no puede funcionar igual que el hombre.

niAN FUENTES (Madrid).

Quería hacer una observación crítica al profesor Seoane y, aunque lo que voy a decir se parece a lo que ha dicho el profesor Bunge y a lo señalado por el profesor Bueno, voy a intervenir porque voy a polemizar con Bunge, con Bue­no y con Seoane, a la vez, para fomentar la comunicación entre la epistemolo­gía o gnoseología y la psicología, aunque sólo sea porque llevo cuatro años in­tentando aplicar la teoría del «cierre categorial» a un análisis crítico del con­ductismo skinneriano.

El profesor Seoane ha dicho que es una concepción simplista considerar que el conductismo no tiene conexiones con la biología y la fisiología; creo que lo simple es creerse la ilusión de que el conductismo tiene que ver con la bio­logía, porque el conductismo desencarna por completo la conducta respecto al cuerpo. El conductismo parte de una obsesión metodológica, como Vd. ha di­cho, la objetividad, y se fija sólo en lo directamente observable. A partir de ahí entiende la conducta como una categoría que abarca lo que el organismo hace, tal como se ve desde fuera. Esto es Watson. Y Watson concibe el sistema ner­vioso como algo completamente pasivo, pues no integra nada, ni actúa, de ma­nera que la propia estructura del cuerpo tampoco hace nada, sino reacciona. Si de Watson pasamos al neoconductismo, aunque Hull habla de variables in­termedias o constructos hipotéticos con base biológica -que yo llamaría, si­guiendo a Gustavo Bueno, «fisiología ficción»- vemos que el organismo sigue reaccionando sin intervenir y que el sistema nervioso sigue siendo una espe­cie de sede pasiva de reacciones y nunca un lugar de acciones. Y, si después pasamos al neo-neoconductismo, encontramos variables intermedias, como 435

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constructos hipotéticos, en el sentido de Miller, pero con fundamento in re; sólo que ese fundamento in re sigue siendo fundamento «ficción», porque lo único que hace es complicar la escalera de estímulos-respuestas. Ahora, en vez de un input y un output, hay por el medio todo un conjunto de estímulos y respuestas, pero tales que las respuestas siguen reiterando el mismo modelo de respuestas externas y pasivas. Pero, más aún, el propio Skinner -y ahora polemizo con el profesor Bueno- es también un «reaccionista» y no debemos dejarnos llevar por la ilusión de que, al hablar de conducta «operante», está te­niendo en cuenta «operaciones». La gran «virtud» de Skinner es justamente que trabaja con las operaciones que hace la rata en la palanca, pero tal con­cepto de «operante» es también «reactivo», pues sólo constata lo que cualquier parte de la musculatura estriada hace, esto es, reacciona ante un estímulo ex­terno. Y todavía más, cuando el profesor Seoane cita las técnicas de de sensibi­lización sistemática de Wolpe, basadas, en efecto, en la idea de inhibición recí­proca de Sherrington, sigue siendo «biología ficción», porque la idea muy preci­sa de inhibición recíproca está ligada a un segmento del sistema nervioso y, sin embargo, lo que hace Wolpe <>S extrapolarla de una manera totalmente abstracta y pretende curar fobias y tratar respuestas complejas con una «idea» tomada de la biología. En resumidas cuentas, el conductismo tiene en cuenta una respuesta que no se parece en nada a la respuesta de un sistema nervioso activo integrador, esto es, desconecta las respuestas del sistema nervioso. Di­ríamos que cuando el conductismo pretende agujerear la caja negra, encuen­tra otra caja, igual de negra, tomada sobre el modelo de la anterior. Pareciera como si en lo que consiste el cuerpo humano fuera un juego de muñecas rusas que, cuando sacamos una, nos encontramos con otra idéntica. En este sentido el conductismo es totalmente desencarnado, está desneurocizado, no es bioló­gíco. Tiene en cuenta la idea de adaptación biológíca, pero de un modo total­mente abstracto. No tiene en cuenta la fisiología, ni la acción del sistema ner­vioso.

Siguiente objección: El cognitivismo, ¿hace algo para superar esta dificul­tad? En absoluto. El cognitivismo también desencarna por completo la activi­dad subjetiva del sistema nervioso -dice Bunge-; es formalista -diría, creo, Gustavo Bueno-. Está desencarnado y es formalista, las dos cosas a la vez. En­tonces yo me atrevo a sugerir polémicamente a los profesores Bunge, Bueno y Seoane lo siguiente: ¿No habría que tener en cuenta, antes que nada, que el plano, la escala o la categoría de la psicología está recortado justamente en el nivel de la actividad del sistema nervioso? Ahora bien, decía Gustavo Bueno, entonces la psicología se reduce a fisiología. Y cuando queremos pasar de la fi­siología a otra cosa, pasamos de una protociencia (el conductismo) a una espe­cie de ciencia metafórica (el cognitivismo). Pero si queremos mantenernos en la escala de la actividad nerviosa, se me ocurre lo siguiente, que me gustaría me dijeran si es una tontería. Si entendemos que una función fisiológica es una actividad de un tejido nervioso, que cumple a su vez un p ap el, actividad y papel, en realidad las funciones fisiológicas no son las funciones psicológicas; sin embargo, las funciones fisiológicas producen, a su vez, un segundo tipo de funciones, que serian funciones de funciones. Por ejemplo, una actividad ner­viosa es simplemente una sinapsis, una descarga bioeléctrica o una descarga de ciertas substancias químicas; esto no es una actividad psicológica, sino fi­siológica. Pero un conjunto de actividades o funciones fisiológicas producen un segundo tipo de funciones -(función de función)- que es ya una actividad psicológica y también comportamental. El objeto de la psicología es entonces el plano de la conducta, pero definiendo la conducta como el conjunto de ope­raciones o de comportamientos de esas actividades fisiológicas. Creo que esta es una manera de recortar el campo categorial de la psicología, de forma que

436 ésta quedaría como ciencia de la conducta entendida como función de función.

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Por aquí podría orientarse una psicología de tipo científico, no conductista y no cognitivista.

Por último, indicar que el conductismo trabaja, a mi juicio, con una meto­dología de tipo a 1 operatoria, en la terminología de Gustavo Bueno. ¿Por qué? Sencillamente porque desaparece por completo del campo la actividad del sujeto de la psicología, desaparecen las operaciones, sólo quedan reaccio­nes. En este sentido la reflexología soviética no es el mejor ejemplo de meto­dologías a 1 operatorias, como propone Gustavo Bueno, sino el conductismo. Y esto, porque la reflexología de Pavlov, aunque esté cortada sobre el modelo de los reflejos condicionados, es una teoría integrada de actividades de estrato superior, más o menos obsoleta, pero que hace de la respuesta meramente re­fleja de una glándula salí bar un concepto más activo que el concepto «operan­te» de Skinner. Por eso el conductismo sería un metodología a 1 típica, mien­tras la reflexología sería una metodología de tipo a 2, donde las operaciones aparecen como tales operaciones. Porque ciertamente la rata en la caja de Skinner podrá hacer bastantes operaciones, pero el concepto que tiene Skin­ner de lo que hace es a 1 e, incluso, la construcción material de la caja de Skin­ner se somete a la conducta de los organismos, que en el fondo casi no operan. Entonces yo propondría para la psicología -y estoy dando normativa- una me­todología de tipo a2, en donde se tendrían en cuenta las acciones u operacio­nes comportamentales, antes que nada físicas (plano fisicalista), pero de un sujeto que consiste en las actividades cerebrales, es decir, funciones de fun­ciones del sistema nervioso; y una de estas funciones son las psicológicas, que se pueden interrelacionar con las funciones comportamentales en leyes que habría que investigar.

No se si habré abreviado mucho, pero más o menos creo que esto coimpli­ca efectivamente gnoseología y psicología, disciplinas a las que me dedico. Gracias.

JULIO SEOANE

Gracias a usted. Recogemos con mucho gusto las múltiples sugerencias que acaba de hacer, pero no voy a contestar a todo, porque usted es una espe­cie de misil de cabeza múltiple que, cuando está en el aire, se multiplica; y en­tonces tendría que contestar el profesor Bueno, el profesor Bunge, que creo que no está, y yo.

Por mí parte únicamente añadiría esto: que lamento haber planteado esta polémica entre lo biológico y el conductismo, porque creo que estamos de acuerdo todos, quizá más usted y yo que con el profesor Bunge. Que la inter­pretación fisiológica o biológica que hace el conductismo es parcial, de acuer­do. Ust�d dice que tiene que haber una interpretación del sistema nervioso que lo considere más activo, más integrador, que el conductismo no tiene, de acuerdo. Lo que yo intentaba decir es que sí hay contactos entre biología o psi­coñsiología y conductismo, aunque sean parciales e interesados. Por supuesto que no encajaría en el conductismo una psicofisiología específica con un siste­ma nervioso integrado, con unas funciones más activas, etcétera; ni siquiera encajaría la psicofisiología de Pavlov. Pero no es cierto que haya habido un di­vorcio total y absoluto, como se pone en los manuales y se planteó aquí, entre conducta y organismo biológico.

Me parece bien la función de funciones que propone, si como usted dice da lugar a una serie de características que son específicas de la psicología. Ahí tiene dos problemas: (1) No se si esa función de funciones se parece al «psi­eón», y entonces el profesor Bunge estaría más de acuerdo con usted que yo; y (2) si con esa función de funciones se crean características nuevas, nos mete­mos en el problema de la emergencia y el emergentismo, que ha salido aquí con frecuencia. Sobre ese particular tengo una opinión tranquilizadora para 437

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mí, que supongo es demasiado pedreste y paleolítica, pero que me libra de los fantasmas que me suscita ese «algo más» del célebre dicho: «El todo es la suma de las partes, más algo más». Creo que ese «algo más>> es lo que aporta el sujeto de conocimiento. Por ejemplo, un sujeto delante de las formas características de la gestalt percibe los elementos formales y «algo más»; ¿qué es ese «algo más»?: la estructura que coloca el sujeto de conocimiento o el sujeto psicológi­co, para no complicarnos la vida con distinciones. Pienso que la emergencia que se ve en los saltos de niveles epistemológicos, esas características emer­gentes, son características que vienen dadas por las operaciones que un sujeto de conocimiento pone ante esos elementos. Esa es mi explicación.

GUSTAVO BUENO

A las propuestas de Fuentes, que yo desconocía, no puedo responder por­que he de analizarlas previamente. En líneas generales me ha parecido ex­traordinariamente fina la corrección que hace a los ejemplos que he puesto de operaciones a . Es el especialista el que tiene que afinar. En caso contrario, estaríamos en la situación de normatividad, de la que hablabamos el otro día. Me ha parecido muy fino el análisis de la caja de Skinner. El segundo punto era buscar un nivel psicológico tal que no se reduzca al de las funciones fisio­lógicas. Si no he entendido mal, se trata de construir una especie de clase que lógicamente aparezca a un nivel distinto. Me parece que lógicamente es un proyecto correcto, pero quizá sea sólo formal. Habría que dotarlo de conteni­do y tendría que ser verificado psicológicamente. Esas funciones debieran te­ner una característica. Y esa característica tendría que estar psicológicamente verificada o realizada. Sugiero, si el lugar donde las características de estas funciones podrían encontrarse no sería precisamente el de las relaciones «apotéticas».

RAFAEL PLA (Valencia)

Coincido con el profesor Seoane en que el punto de vista de la psicología no es un punto de vista energético, sino informacional, y en que, no por ello, deja de ser material. Pero pJiede continuar siendo un punto de vista material, siempre que ese concepto de información sea la información de la que habla la teoría de la información: la información relacionada con la neguentropía. Está claro que un enfoque meramente cuantitativo de la información es completa­mente insuficiente para la psicología -yo diría que para todo, excepto acaso para la telegrafía-; pero una cosa es que se coftsidere insuficiente y otra cues­tión es si se recoge efectivamente el concepto básico de la información como imposición de restricciones, 11n concepto que permite una interacción recí­proca no sólo del objeto sobre el sujeto, sino también del sujeto que imponga restricciones sobre el objeto. Y hablo aquí del objeto realmente existente, no ya del objeto meramente representado. Porque, si se restringe la información al conocimiento, la pregunta que me hago y hago al conferenciante también es ¿dónde queda la acción?, ¿dónde queda la práctica?; también la práctica pro­piamente dicha, no meramente la reelaboración de las informaciones recibi­das. ¿No es una versión demasiado estrecha de la psicología?

JULIO SEOANE

Intentaré ser muy esquemático y muy rápido. El profesor Plá recogió per­fectamente el sentido de mí afirmación sobre el poco juego que daba la teoría de la información en psicología. La teoría de la información fracasó estrepitó-

438 samente en psicología al intentar cuantificar los bits de información que pa-

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san por el sujeto humano. Georges Miller, cuando intentó cuantificar la canti­dad de información que cabe en la memoria a corto plazo, se dio cuenta de que los bits no funcionaban como unidad y comenzó a hablar de chunks o bloques en un famoso artículo del 56 sobre «el mágico número siete, más o menos dos». Es decir, la capacidad de almacenamiento de la memoria inmediata era de sie­te letras (bits), pero también de siete sílabas, de siete frases, fragmentos o uni­dades significativas más amplias (no bits, sino chunks). Desde este punto de vista la teoría de la información fracasa desde su iniciación, salvo en algún concepto. En cuanto a si se recoge la imposición de restricciones de la teoría de la información en psicología, la respuesta es positiva si se refiere usted al concepto de incertidumbre. Pero el concepto de incertidumbre no llega a la psicología actual solamente por la teoría de la información, sino que entra por muchas otras puertas, como la teoría de juegos, que mencionaba el otro día el profesor Bueno.

lOSE TREVIÑO (Cádiz)

Tengo que agradecer al profesor Seoane lo que ha dicho y, después de oír­le, creo que es capaz de decir aún más. En principio, quizá interpelando al pro­fesor Bueno con respecto a lo que ha dicho sobre la cientificidad de la psicolo­gía, quiero decir que cuando hacemos psicología, sociología o cualquier otra ciencia humana, sí estamos haciendo ciencia. No en un sentido formal, sino en un sentido inductivo, diacrónico. La situación puede parangonarse a la de un arquitecto que está construyendo un puente que todavía no tiene acabado. No estamos haciendo ciencia acabada, pero sí ciencia inductiva y diacrónica.

Por otra parte, quisiera preguntar al profesor Seoane lo siguiente: Las

ciencias físicas y matemáticas saben, por ejemplo, qué es un fotón o un elec­trón o un cuanto, pero la psicología no es una ciencia de ese estilo y tiene que trabajar con la desventaja de que todavía no sabemos exactamente qué es la materia viva. Al no saber qué es la materia viva, creo que encaja muy bien aquí y es muy exacto el término de «emergencia» del profesor Bunge. Del mis­mo modo que el agua es un emergente de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, podemos entender que la materia viva con la que trabaja la psicología es un emergente de estructuras enzi máticas, endocrinas, sociales, políticas, económicas, etcétera. Creo que la psicología es un emergente o, si se quiere, una sublimación de la materia, no en el sentido platónico, sino en tanto que concepto abstracto y emergente de esa materia que realmente todavía no sa­bemos lo que es.

JULIO SEOANE

Poco puedo añadir a los conceptos que usted ha dado, porque también ha planteado las respuestas. Lo que más me ha quedado, al final de su interven­ción, es que los psicólogos somos una especie de producto de la sublimación. Creo que en parte así es. Se ha dicho que los psicólogos tienen muy exacerba­da la libido de poder, en tanto que imperialistas de la mente, y puede que ten­gan razón. Bajo ese punto de vista, la psicología puede ser la sublimación de una serie de ciencias sociológicas y políticas. Por lo demás, el problema creo que es cómo estructurar las relaciones entre los distintos campos epistemoló­gicos, que usted ha mencionado: fisiología, física, sociología, etcétera. El pro­blema creo que consiste en estructurar el papel de cada una de esas aportacio­nes científicas dentro de la psicología. Pero, en definitiva, estoy de acuerdo.

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