optimismo versus pesimismo

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ESCRITO ANIMADOR HECHO POR EL HERMANO CARLOS FARIÑAS SOBRE UNOS ESTUDIOS BÍBLICOS HECHOS EN SU ASAMBLEA EN EL ESTADO LARA, PUEDEN SER DE GRAN AYUDA PARA AQUELLOS QUE SE ENCUENTRAN DESANIMADOS.

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Page 1: OPTIMISMO VERSUS PESIMISMO

La mejor ayuda la

tenemos en Dios y

Su Santa Palabra.

¿Está medio vacío

o medio lleno?

OPTIMISMO

VERSUS

PESIMISMO Una herramienta para momentos de dificultad

“Delante de un vaso contenedor de agua hasta la mi-tad, el pesimista ve el vaso medio vacío, en tanto el optimista lo ve medio lleno” (Proverbio popular).

Aunque mucho se ha escrito sobre los tiempos de problemas, dolor y dificultades, con la intención de proveer de consejos y ayudas útiles “para sopor-tar” a quienes están en tales circunstancias, me he animado a poner un granito de arena, especialmen-te para la ayuda de cristianos genuinos que no en-cuentran explicación razonable para las tormentas que les azotan. Sin pretender desconocer el valor que la ayuda es-

pecializada de sicólogos y orientadores puedan pres-tar, me atrevo a afirmar que la mejor ayuda la tenemos en Dios y Su Santa Palabra. Tenemos en la Biblia, todo un caudal de experien- cias verí-dicas, de perso- nas que en algún momento de la vida pasaron tiempos de angustias, y otros que prácticamente pasa- ron toda

Page 2: OPTIMISMO VERSUS PESIMISMO

La actitud que tenemos

ante las dificultades

puede ser determinante

del desenlace de las

mismas.

su existencia navegando en las aguas turbulentas de las pruebas, que enfrentaron vientos borrascosos y contrarios, sin ver el sol, pero que no obstante salieron exitosamente de tales pruebas y arribaron seguros al puerto de destino. Es cierto que en el tiempo actual, no vemos al Señor Jesús caminar so-bre las aguas embravecidas del Mar de Galilea, como si lo hicieron los Apóstoles, no obstante el Espíritu Santo nos ha dejado escrito el acon-tecimiento, con tal lujo de detalles, que nos parece estar contemplando la escena con nuestros propios ojos. Esa experiencia tan real, debe ser-virnos –a los creyentes- como estímulo para no flaquear, para no per-mitir que el desaliento nos derrote y lleve a la desesperación. Hay centenares de historias tristes, de personas que vieron truncados sus planes y perdidas sus esperanzas, incluso que atentaron y/o acaba-ron con sus vidas, al no poder superar las pruebas. Sabemos que algu-nos de ellos, pese haber estado en tratamientos siquiátrico; eran vícti-mas de desequilibrios emocionales tan severos que no hubo forma de ayudarles de manera efectiva. La actitud que tomemos ante las dificultades, puede ser determinante del desenlace de las mismas. De allí que esté tratan-

do de optimismo y pesimismo. Por optimis-mo entende-mos, la pro-

pensión a juz-gar y ver las co-

sas en su aspecto favorable; y por pesi-más

mismo la actitud contraria, es decir, la propensión a juzgar y ver las cosas es su aspecto más desfavorable (Diccionario La-rousse). Podríamos afirmar, que desde la óptica Bíblica, y de manera racional, el optimismo y el pesimismo podrían encontrar paralelo en el vigor de la fe, es decir: el optimismo se correspondería con una fe vigorosa, cre-ciente; mientras que el pesimismo, en algunos casos, estaría asociado a una fe desfalleciente. Es claro que en ambos casos debe tenerse en

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cuenta cierto grado de racionalidad, pues la fe siempre está relacionada con la vida de justicia del que la profesa, y es confianza en Dios y Su poder sobrenatural para actuar a favor de quienes llevan una vida que se apega a los principios divinos (Hebreos 11: 1, 4). La idea de una fe que actúa a favor de una persona que vive de espaldas a Dios, sin im-portar las circunstancias, no es fe, es fantasía. A manera de ilustración consideremos el caso hipotético de una congregación donde se llevan a cabo una serie de reuniones del evangelio; al final de ellas varias per-sonas confiesan ser salvas por recibir el mensaje predicado. El optimis-ta, con alegría ve por adelantado a estos nuevos profesantes, como verdaderos creyentes bautizados y en plena actividad en la congrega-ción; el pesimista comentará: “veamos cuantos quedan de aquí a un tiempo….”. Creo que lo anterior sirve de ejemplo y explicación de la definición de optimismo y pesimismo aplicado a los miembros de una congregación. El cristiano verdadero es también susceptible de sufrir hondas penas, no lo discutimos. La misma condición de creyentes en el Señor Jesu-cristo, nos convierten en blanco de los dardos de fuego del enemigo (Efesios 6: 11-12, 16). Es innato e instintivo en el ser humano, que al sentirse amenazado, comience a desconfiar de todo y de todos los que le rodean, en una ac-titud de auto-protección y defensa. Esa desconfianza, por consiguiente, no es otra cosa que vacío de seguridad; la falta de convicción en una defensa y protección segura, y eso precisamente, es la falta de fe, de confianza en el Creador y Sustentador de todas las cosas. Pero los creyentes tenemos recursos en Cristo y herramientas para cru-zar el mar en tempestad y arribar sanos y salvos, y más, gozosos, al puerto. Oportuno es recordar las palabras del Señor: “en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16: 33)”. Es el

Estas cosas os he hablado para que

en mí tengáis paz. En el mundo

tendréis aflicción; pero confiad, yo

he vencido al mundo. (Juan 16:33)

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mismo Dios encarnado, quien reconociendo nuestras limitaciones y propensiones al desánimo, a la desconfianza y a desmayar en la carre-ra, nos advierte sobre la realidad de la aflicción, y podríamos añadir a la porción, en una sana interpretación, que SIEMPRE TENDREMOS

AFLICCIÓN; pero a la vez nos indica la base para una fe enérgica y creciente, triunfante: – ÉL – quien venció al mundo y asegura nos ayu-dará a vencerlo también: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:20)””no temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino (Lucas 12:32)”. Cuando los discípulos cruzaban el Mar de Galilea, una tempestad le-vantó grandes olas que hacían peligrar la pequeña embarcación, y aquellos avezados marineros, sintieron miedo, pero usaron de la más eficaz herramienta que podían tener para superar el terror y la adver-sidad; recurrieron al Señor, solicitaron su ayuda, y nos da cuenta el re-lato Bíblico, que el Señor respondió de manera inmediata y se hizo

gran bonanza (Mateo 8: 23-27). Hoy tenemos a nuestro alcance las mismas herramientas, el mismo recur-so, el mismo Salvador. Hombres y mujeres de cualquier edad y condición, pueden suplir la falta de seguridad y confianza, con una fe ab-soluta y sincera, aunque débil, en el bendito Salvador Jesucristo. Debemos despojarnos antes, de todo prejuicio, pues la fe precisamente es confiar con seguridad que Cristo hará lo que al común de los seres humanos, es senci-llamente imposible. Luego debemos elevar nuestra causa a Su trono, “para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16)”. Y finalmente, dejar todo en Sus sabias y poderosas manos y esperar que Él actúe en el tiempo de su sobe-

rana gracia. “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros (1 Pedro 5:7)”.

Echando

toda vuestra

ansiedad

sobre Él,

porque Él

tiene

cuidado de

nosotros.

(1 Pedro 5:7)

Page 5: OPTIMISMO VERSUS PESIMISMO

Pues en cuanto él

mismo padeció siendo

tentado, es poderoso

para socorrer a los que

son tentados.

(Hebreos 2:18).

Entonces, caro lector, el poderoso enemigo de Dios y de nuestras al-mas, no cejará en su empeño de desanimar a todo aquél que pasa por la aflicción, tratando de llevarlo a la desesperación y aún hacerlo per-der la salud mental y atentar contra su propia vida, pero recuerden, mucho más poderoso es el que lucha de nuestro lado. Hebreos 2:18 nos asegura que Él es poderoso para socorrer a los que son tentados. Es sano en el momento de las luchas, detenernos a pensar hasta que punto nuestros actos, han sido motivos para la situación que se expe-rimenta. En consecuencia, y confesando nuestras angustias y flaquezas al Señor, debemos –con su ayuda- procurar enmendar el error cometi-do, y dejar que Él actúe. En otros casos, no tenemos con-ciencia de

haber come-

tido faltas y entonces reconoz-

camos los ataques del enemigo, y de nuevo, hagamos frente a la situación, convencidos de la provisión del Señor. Cito solo a manera de ilustración, el caso del viaje del Apóstol Pablo a Roma en Hechos de los Apóstoles, capítulo 27. Analicemos de manera superficial el caso para sacar algún provecho: 1.- Consideremos la gravedad de la tormenta y las circunstancias de la navegación.

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2.- El viento huracanado, sin duda alguna, soplado por el diablo para ahogar en el mar, no solo a los tripulantes, sino a Pablo, y con él al tes-tigo y propósitos de Dios para Roma. 3.- El barco, que es figura de aquello que servía de seguridad y unión a todos los que viajaban a bordo. Cómo fue desarmándose hasta quedar encallado en un arrecife. 4.- La conducta errada de la tripulación. Primero desestimaron el con-sejo del Apóstol de invernar hasta que las condiciones del tiempo me-joraran; en segundo lugar, trataron de abandonar la nave en el esquife, cuando era inminente su pérdida. 5.- La actitud del hombre de Dios: Pablo. Su fe; su estado de ánimo; su liderazgo. Sabía que había que actuar, pero bajo la dirección del Señor, no había lugar para la desesperación sino para una actuación equili-brada. 6.- Finalmente podemos ver la segura guía y protección de Dios. Entonces, cuando pasemos por tribulación, digamos con el salmista David: “Más yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios. (Salmo 31:14)”.

Carlos Fariñas