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revista peste

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  • os gustan los temas grandes e imposibles, pero no pretendemos solucionarlos, sino comunicar una mirada que los distintos colaboradores forman para el tema que se quiere tratar. Es un ejercicio de interpretacin, no de demostracin.

    El tema de vida nos sedujo desde el inicio, abordarlo desde sus posibilidades biolgicas, metafsicas; desde la catstrofe, la esperanza o el humor. Creemos que el resultado fue alentador, pero el lector juzgar.

    Por otro lado, nos emociona publicar a personalidades notables en este nmero. Su trabajo adems de admi-rarlo nos alienta e inspira en sus distintas disciplinas. Slo podemos agradecer la confianza que tienen en nuestro trabajo.

    DANIEL SNCHEZ POITEVIN

    N

  • LA PIEDRA DEL DIOSDaniel Snchez Poitevin

    JARDN DE LA NADAGabriel Rodrguez Liceaga

    THE ROBOTThomas Jackson

    DAO COLATERALEtgar Keret

    LA ESPERANZA Y EL MIEDOSara Herrera Peralta

    CAYO VALERIO CATULO (87 A.C. - ?)Elizabeth Beltrn

    CMICGervasio Troche

    PIROTECNIAMichelle Prez-Lobo

    ndice

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    3

    EDITOR Daniel Snchez [email protected]

    COOR DINA DOR Fernn A. Osorno [email protected]

    REDACCINHumberto Lpez Portillo [email protected]

    ARTE Y DISEOAdriana Bravo [email protected]

    EDICIN DE FOTORodrigo Snchez [email protected]

    COORDINACIN SECCIN POESAMichelle [email protected]

    Est permitido reproducir total o parcialmente el contenido tanto en texto como imagen de este nmero con el fin de lograr la circulacin libre de informa-cin. Siempre deber estar el nombre del autor en dicha reproduccin y esta misma leyenda. En caso de que el o la colaboradora no acepte estos trminos, se indicar en el texto o imagen que corresponde.

    La Peste es una publicacin bimestral. Editor responsable: Daniel Snchez Poitevin. Este nmero se termin de imprimir en mayo de 2013. Nmero de certificado de reserva del instituto de derecho de autor: 04-2011-081614485300-12. Certificado de licitud y contenido: en trmite. Impreso en Offset Rebosan, Av. Acueducto No.115, colonia Huipulco, Tlalpan, Mxico D.F., C.P. 14370. Los artculos fir-mados son responsabilidad de sus autores y no ref lejan necesariamente el punto de vista de La Peste.

    c o p y l e f t

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    biografa

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    poesa

    cmic

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    imagen

    GLOSARIO:

    CONTACTO

    PORTADA: STERLING HUNDLEYCONTRAPORTADA: SIMN PRADES

    Ilustracin (pgs. 4-5): W. Edel G. Maya

    [email protected]@lapeste.com.mx

    lapeste.com.mxT: @lapeste_

    FB: revista.lapeste

    Si aparece este smbolo, indica que la co-laboracin est sujeta a derechos de autor.

    PUBLICIDAD

    [email protected]

    b

  • Aunque no sabemos qu es la vida, la manipulamos como si fuese una solucin salina inorgnica.

    ERWIN CHARGAFF

  • 6Daniel Snchez Poitevin

    LA piedra DEL dios

    Ilustracin: Jon Jurez

    La vida dura lo mismo que nuestros estremecimientos. Sin ellos, es polvo vital.

    E. M. CIORAN

    En la sombra calma de la nada, en un rincn del universo donde no hay cosas girando se encuentra un dios,

    cansado de la sensatez, creando una piedra tan grande que ni l mismo pueda mover.

    Te fuiste corriendo, ligera, como una idea, y vi que la tarde era roja, que se encenda como haban dicho millones de aos antes, que el mar era bravo y las olas gigantes, como esas que nos engullen en los sueos. Corras y yo iba tras de ti, los pelcanos y las gaviotas de-voraban la vida que quedaba en el mar; los peces brincaban y brillaban como ahora las estrellas, que se acercan tanto siempre, que ya no se pulverizan en la atmsfera, astros villanos que alcanzan uno que otro monte y lo agujeran como balas celestiales. Qu tiempos, cuando la Tierra era un lugar cal-mado y servicial! Hace unos minutos que dejamos la posada, que fue vctima de un pintor entristecido aos atrs. Hundi en la arena su atril y dibuj la cabaa, con su cielo sepia, y puso a una nia de sombrero vigilada por un anciano; as lo pint este hombre triste y tambin cada rama de la selva que creca junto a la playa. Dejamos la posada porque pensaste que era mejor correr, gastar la energa que queda, como

    f

    7

    que mir. Cmo te quera hace millones de aos; cuando te dio paludismo mat a to-dos los moscos que pude nada ms por celos.

    Los satlites se caen, puedo mirarlos como naves que se precipitan y dejan lneas de azul plido; pienso en la voz humana, en todo lo que dijo, en lo que quiso decir, en lo que na-die dijo, en lo que no se confes, mientras los satlites y las estaciones espaciales tambin caen y los jeroglf icos gritan sus misterios desde las profundidades de una caverna. Qu tarde es.

    Esta tierra aguarda quieta a que las cosas se acaben y tal vez vuelvan a iniciar. Pero no aqu, ni ahora. Con qu descaro uno puede asistir al fin de las cosas? Por eso no hay ms hombres y slo estoy yo, como la conciencia de Dios, que toma nota, como si mi presencia fuera la condicin para que suceda.

    Pero todos nos fuimos hace mucho tiempo, hace millones de aos que el ltimo hom-bre y la ltima mujer cayeron muertos y las arenas del desierto los engull. Y se qued dando vueltas un planeta desalmado. Todos pensamos en el fin de la vida, nos pregunta-mos qu infeliz generacin sera la ltima, y pensamos en un suicidio colectivo o en una fiesta infinita.

    lo hacen las gaviotas. Despus te detuviste, te vi a unos metros, como un zancudo parado. Mirabas a un Sol gigante, que se inf lamaba, como lo dijeron hace millones de aos, pero decan que faltaba mucho, millones de aos, pero ahora los mares ya se zarandean, como un nio pataleando en una tina; y se evaporan, los mares, como las leyes lo dicen, y los bosques se marchitan, tan llenos de vigor, los rboles, y ahora son melanclicos atlantes esperando que las leyes se cumplan, que una cosa venga y despus la otra. Esos rboles asistiendo a los amantes con su consoladora sombra, pero ahora tiemblan los titanes!

    Siento tu olor, te veo mirar al horizonte, tan incomprensible an. Son las ltimas horas de la vida y no sabemos nada todava, tene-mos unos minutos para buscar una certeza. Pongo mi barbilla en tu hombro, para mirar lo que miras, para preguntarme lo que te preguntas, para pensar lo que piensas; en los peces, en un pastor gallego, recargado en su bastn mirando quieto a las ovejas, en un nio que no puede dejar de rer porque mira entre las rendijas de unos guacales a un elefante persiguiendo a un puerco; o a una nia que se ha metido bajo su casa, donde descansan las gallinas del sol y come sus hue-vos hasta quedar dormida por el empacho. Un columpio que no termina de balancearse, mientras los nios corren a la casa a comer. Tu olor me interrumpe, miro el hueco de tu clavcula sigues mirando al horizonte; a lo lejos, un remolino donde se haca una poza de agua bendita cuando llova, miro el inicio de la redondez de tus pechos, que adems fue-ron los primeros que mir, que fue lo primero

    Cuando te dio paludismo mat a todos los moscos que pude

    nada ms por celos.

  • 8Sigo junto a ti, mirando cmo una ola ingente rompe contra una islita, con su playita, ahora un hecho sin sentido pero apenas hace millo-nes de aos navegara hacia ella un barquito repleto de personas con sombreros y trajes de bao, nios de rostros bronceados, todos iban a la playita, por unos pesos, a asolearse y construir castillos y tomarse fotografas en el atardecer. Hoy nada ms el mar y la brisa circundan ese pedazo de tierra, ese que fue un bastin de felicidad humana.

    El Sol se infla ms, el sistema se estremece, la fsica tena razn, as que tanto mirar al cielo tuvo un provecho y no era un acto meramente potico, con nuestra boca abierta buscando cometas. Qu conveniente saber que en mi-llones de aos el Sol se inflara hasta devorar a los primeros planetas y dejar helados (ms) a los dems! Qu importante anticipar el f in, aunque no exista una cifra oficial!

    Pero no iba a ser el cosmos, el espacio y sus amenazantes objetos quienes iban a terminar con nosotros. De ser as hubiramos tenido que esperar mucho tiempo, tal vez repetir algunas revoluciones, las que ms enorgu-llecen a la historia, y construir aldeas, para incendiarlas y luego otra vez a construirlas y disparar al aire para que los hombres y las

    mujeres huyan mientras las llamas serpen-tean en sus chozas.

    Te tomo de la mano, a estas alturas seguro es el ltimo acto humano. Me sorprende poder enredarme en tus dedos, y es que la piel nunca se comprendi, siempre fue un problema no resuelto y poco abordado. Se acaba el mun-do y la piel apenas iniciaba... Te tomo de la mano, miro tu pecho, exacto, como un planeta dividido Mercurio o Venus, dira el astr-nomo, por la temperatura y su brevedad, miro tu vientre, campo recin sesgado de maz, dira el campesino, por el ligero matiz ocre, tu vientre, donde se guarda la vida, la humana, donde se nutren amantes y asesinos, violinistas, bandidos y pescadores.

    Bueno, ahora ya nada me vigila, incluso ya no ests t a mi lado, me quedo solo, mirando esa gigante roja esfumando todo con esa ale-gra con la que el universo suele acabar con todo. Nadie mir el primer amanecer ni nadie mirar el ltimo, nos venimos perdiendo de lo importante, desde que se sugera nuestra existencia dentro de un aburrido pez hasta que fuimos muy inteligentes e hicimos naves espaciales relucientes, que no nos llevaron ms all de Marte. As que despus de esto slo quedar la estupidez del universo, ahora s estar todo vaco girando y no ser bello el f irmamento, las cosas ah f lotando como musaraas eternas, como seguro es la mente de un beb o un perro. Ya estoy solo.

    El Sol se expande, como si un dios estuvie-ra formando una roca que ni l mismo pudiera mover. Un brillo inmediato, lo primero que toc el fuego en la tierra fue el Olimpo y las barbas de sus dioses, luego todo lo dems.

    Te tomo de la mano, a estas alturas seguro es el ltimo acto humano. Me sorprende poder

    enredarme en tus dedos, y es que la piel nunca se comprendi.

  • 10

    A este sujeto se le comenzaron a aparecer los fantasmas de las flores muertas. Al principio no le dio tanta importancia

    pero conforme dicho fenmeno se haca ms y ms constante result imposible ignorarlo. Maosas, las apariciones aprovechaban las impares noches de soltero para asomar sus telricas cabecitas gachas. Si l se paraba de la cama con antojo de agua fra, en el pasillo se topaba con un enorme girasol cabizbajo y semitransparente, una magnolia f lotando en la pieza o una docena de claveles danzando. Salan temblorosamente de los parques y ven-tanas. Macetas en el camino chorreaban ca-dos tallos atorados en la eterna pausa de su deshojada desdicha. Polinizaban que daba miedo. Sigilosos acordeones de distintas f lo-res muertas le seguan a donde fuera. En ms de una cita amorosa, rosas con o sin espinas hacan acto de presencia jugando malas pasadas con la chica en turno. Tuvo que dejar la gustosa mana de pisar hojas secas de otoo no slo porque cuando se dispona a quebrar una resultaba que no estaba ah,

    sino porque sus espectros eran los peores y ms recalcitrantes, reproduciendo por horas el escndalo de su quebranto. Se ensaaron las f lores de ultratumba con el pobre sujeto que, espantado, dej de visitar la tumba de su hermano porque apenas entraba a un panten era atosigado por los incontables brotes de f lorecillas escupiendo ptalos en cada tumba. A veces el simple hecho de apagar la luz era rodearse de una lluvia irremediable de las delgadas letras ye que brotan al soplar un diente de len. En toda su vida, y dependiendo la poca del ao, no par de estar presente todo tipo de f lores sueltas y arreglos caros, amapolas, claveles, nochebuenas, ramos de boda, rosas que se llaman Labios de mujer; marchitas, con sed.

    Pas mucho rato y el pobre hombre se dio cuenta de que no eran muy ruidosas aquellas apariciones encapulladas, hasta podan llegar a verse hermosas en grupos de varia ndole a esa hora en que el sol hace que las cosas parezcan pinturas. Como fieras o nubes o marcas de agua, los fantasmas adornaban todo abrir de ojos, rostro de poltico y boca de lobo. Viejo y abandonado, opt por asimilar aquello como una seal y encontr apremiante la labor de jardinero. Aprovech la proximidad de su jubilacin para hacerse de un jardn pluri-cultural de colores que no todo mundo sabe existen. A cada dulce explosin le dedic sus tardes ltimas y enteras. Amndolas, aten-dindolas, platicndoles sus impresiones de la vida, prometindoles un lugar y una corona en su corazn; consiguiendo as las visitas ulteriores de sus f lores predilectas, las ms guapas y que en su jardn lograban entender y perder la belleza.

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    Gabriel Rodrguez Liceaga

    JARDN DE LA nada

    Ilustracin: David Daniel lvarez

  • Thomas Jackson

    i

    THE Robot

  • 1514

  • 16 17

  • 18 19

  • 21

    Etgar Keret

    DAOcolateral

    Ilustracin: Simn PradesTraduccin del ingls: Israel Galina Vaca

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    En el sofocante cubo de la escalera, la linda joven no va a dejar de llorar. No quiero morir, murmura una y

    otra vez, como un mantra, no quiero morir. A la anciana que est junto a ella no parece importarle su propia muerte, y le preocupa-ra menos si a la chica a su lado la matara el impacto directo de un cohete. Entonces al menos habra cierta quietud aqu. El nmero tatuado en su brazo arrugado es como un recordatorio perpetuo de que esta seora ha visto un par de cosas en su vida que resultaron un poco ms amenazantes que una alarma antiarea en Tel Aviv. No te vas a morir,

  • 22

    le digo a la asustada muchacha. Nadie va a morir. Incluso si un cohete lograra llegar hasta ac, la Cpula de Hierro lo derribara. Confa en m, entiendo de estas cosas, soy ingeniero aeronutico.

    La chica sigue llorando, pero ha dejado de musitar. Su mano izquierda se aferra a mi brazo como si fuera una barandilla de seguridad. En realidad no soy ingeniero, soy escritor, pero durante las emergencias, suelo hacerme pasar por el tipo de especialista que infunda mejor un sentimiento de seguridad en la gente que me rodea. Esta tradicin comenz hace veintin aos, durante la primera Guerra del Golfo. Entonces, tambin, me especialic en tranquilizar jovencitas durante los ataques con misiles, pero yo mismo era muy joven, y soltero, mientras que ahora, durante todo el tiempo que hablo con ella, en lo nico que puedo pensar es en mi hijo de siete aos, de-seando en silencio que los nios mayores no le pisoteen de camino al refugio escolar.

    La explosin es fuerte, pero muy por enci-ma de nosotros. La Cpula de Hierro, le

    digo a la joven, y sonro, como si fuera mi invento, y quisiera estar seguro de que se me diera el crdito.

    Dios te envi con nosotras, dice ella, y se limpia la nariz con la manga de la blusa. Qu posibilidades hay de que, entre toda las personas en el mundo, la que iba a estar parada junto a m en el cubo de la escalera fuera un ingeniero aeronutico? La anciana no espera a que calculemos juntos la proba-bilidad, y regresa a su departamento en el piso de arriba. A juzgar por el acre olor que proviene del interior, dej algo cocinndose en la estufa de gas.

    Hace slo tres das estaba en los Estados Unidos en una gira de lectura para promo-ver mi nuevo libro. Me enter del primer misil que impact Tel Aviv por mi esposa. Trat de sonar calmada cuando me lo dijo, pero no lo logr del todo. Me tom un minuto decidir que detena la gira y volva a casa, y menos de dos horas llegar al aeropuerto Kennedy. En el mostrador de la aerolnea, pude ver a docenas de personas amontonadas alrededor de la indiferente y ronca encargada. Cualquiera que entrara caminando a la terminal, pro-bablemente pensara que Nueva York estaba siendo atacada por cohetes, y que toda esa gente estaba tratando de salir de la ciudad a un lugar pacfico, y no al revs.

    Cuando finalmente consigo un pase de abor-daje, una de las personas frustradas que no fue tan afortunada, me pregunta dnde vivo. Tel Aviv, le digo.

    Nadie va a morir. Incluso si un cohete lograra llegar hasta ac, la Cpula

    de Hierro lo derribara. Confa en m, entiendo

    de estas cosas.

    23

    No, niega con la cabeza, porque yo los voy a matar primero, yo y el hermano mayor de mi amigo Michael. Vamos a construir una bomba, y a ir a su casa a volarlos.

    Es un poquito ms complicado que eso, digo, tomando la mochila de su mano y co-locndomela en la espalda. Esas personas son vctimas, igual que nosotros.

    S, concuerda Lev, y habr mil veces ms vctimas cuando el hermano de Michael y yo los volemos con nuestra bomba.

    Tomo una honda bocanada de aire fresco co-mo preparacin para la larga conversacin que estamos a punto de tener. Una conversa-cin padre-hijo, nuestra primera conversacin de guerra. Mi padre tuvo una de sas conmi-go en 1973. Y mientras miro alrededor en bus-ca de una banca pblica desocupada, me lleno de nostalgia nuevamente por la Guerra del Golfo, por los das en que mi pelo era todava espeso y negro, y todo lo que tena que hacer era tranquilizar a la gente durante las sirenas antiareas una labor mil veces ms sencilla que persuadir a un nio asustado de no odiar.

    p

    Vivo en el sur, dice con el tono condescen-diente que un partidario de la comida cruda reserva para las discusiones ideolgicas con vegetarianos. A qu le teme exactamente ah? A que un misil pueda volcar su taza de latte?

    En el asqueroso restaurante de la terminal, todos los israeles estn parados alrededor de la televisin, que est en silencio. Las imge-nes son de casas destruidas y heridos, algunos en las ciudades del sur de Israel, algunos en Gaza. Si no ests leyendo los ttulos, es difcil decir cul es la diferencia: todos tienen la piel oscura, todos lloran, todos miran a su hogar, que acaba de ser demolido. Las estadsticas aseguran que es mucho ms seguro vivir en Israel que en Gaza, pero a la mujer israel que grita de dolor en la pantalla, eso no le importa nada. Est 100% lastimada.

    Y ahora, unos das despus y a un ocano de distancia, la sirena se desvanece y por fin puedo ir a recoger a mi hijo a la escuela. Sabes que me dispararon un misil hoy?, dice en cuanto empezamos a caminar rumbo a casa, convirtiendo la ltima sirena en un asunto personal.

    Quieres un helado?, pregunto, tratando de eliminar el tema. El pequeo Lev niega con la cabeza, con aire ofendido. Quieren matarme, dice con voz segura, pero no van a poder hacerlo, sabes por qu?

    Porque eres escurridizo y rpido como el rayo, propongo.

    Las imgenes son de casas destruidas y heridos, algunos en las ciudades del

    sur de Israel, algunos en Gaza.

  • 25

    Sara Herrera Peralta

    LA esperanzaY EL miedo

    Ilustracin: Sergio Navajas

    Hay que ser muy valiente para vivir con miedo.

    NGEL GONZLEZ

    p

    Me miras y preguntassi cabe la esperanza en este cuerpodbil y f laco, barriga gorda.

    La esperanza cabe siempreen nuestros cuerpos, hijo,es el hombre quien no la tienecuando ya no tiene nada.

    Me miras y preguntassi este mundo tiene el mal de la asechanza, lo dolorosoy triste de la muerte.

    Ante la muerte no podemoshacer nada, eso es cierto,slo tener miedo.

    Pero hay hombres que no tienenmiedo ni esperanza, hijo,tmeles a ellos, y gurdate,porque al final, algn da,alguien llegar y no te har preguntas.

    Mrame,guarda el miedo y la esperanza,acaso pronto no nos quede nada ms.

  • 27

    Catulo convirti la poesa ligera aris-tcrata en un recurso vital, escritura que se vinculaba directamente a la

    vida. Fue uno de los autores ms controver-tidos de la poca clsica.

    Verso a verso el autor nos cuenta su vida en cada metro que cre. En su obra se puede leer la historia de un hombre, que sorprende al interrumpir el rumbo de la literatura latina e iniciar el gnero autobiogrfico.

    Poeta atpico, as es como se podra definir a Catulo, quien con sus palabras logr amar y odiar a una mujer; convertir dientes, encas, mulas y coos en un retrato plstico que de-nunciaba la corrupcin social. Bastaban unas cuantas iracundas letras para hablar de la impotencia y el dolor. Su vida fue contada a travs de una pluma que se mova al comps de la mtrica.

    Perteneciente a la corriente de los poetas novi y menospreciado por Cicern, Catulo reinvent la forma de escribir siguiendo los pasos de la vieja escuela alejandrina, que rechazaba por sobre todas las cosas las normas tradiciona-listas sociales y literarias de la poca. Coloc en alto el nombre de Calmaco y de todos los epigramatistas de la antigua Grecia, al reto-mar el estilo y los temas que los llevaron a la posteridad, ya que stos fueron la inspiracin para que nuestro poeta se revelara como un verdadero maestro de la expresin, un revo-lucionario de la palabra a merced, acaso su motor, de los placeres sensuales. Calmaco, fundador de la biblioteca alejandrina, gran

    Elizabeth Beltrn

    CAYO Valerio Catulo (87 a.C. - ?)

    Ilustracin: Juan Medina

    b

  • 28

    Menor, lejos de Catulo, tragedia que le afect de manera trascendental tanto personalmente como en su carrera potica, pues l, al no encontrar consuelo alguno, ni siquiera en los versos, encamin sus letras a la traduc-cin. Aunque no abandon los versos, con el tiempo su poesa tom semblantes de un lirismo fnebre.

    y aqu llego, hermano,

    ante esta infortunada tumba tuya [...]

    [...] ya que el destino te apart de m,

    mi pobre hermano, ay, injustamente

    perdido

    A la muerte de su hermano se suma la frustra-cin ms amada de Catulo, Lesbia. Bajo ese nombre se esconda una de las damas ms conocidas en Roma, Clodia, clebre por su aficin literaria, su suntuosidad y sus vicios. Clodia, mujer autntica y hermosa, era perfecta al punto de no poder pertenecer a un hombre.

    Lesbia es hermosa; no porque sea toda lindsima,

    sino porque arrebat las bellezas de todas.

    Cautivado por la belleza e inteligencia de Clodia, l acept aquel romance marginal, pues su amada amante ya haba sido despo-sada por otro hombre. Esto no le import, tal vez por eso decidi ocultarla bajo el nombre de otra mujer, Lesbia, sucedneo con el que poda amarla libremente en sus poemas.

    Lesbia inspir los versos ms hermosos que escribi nuestro poeta, incluso lo traicio-n muchas veces para saciar sus apetitos.

    f igura de la epopeya griega, y sobre todo, el mayor exponente antiaristotlico, hered a Catulo la visin de la responsabilidad del poeta, responsabilidad que le obligaba a es-tar por encima de los gneros y las tcnicas conservadoras de la poesa didctica, y so-bre todo a lograr autoconciencia a travs de la enunciacin. Tales rasgos expresaban su modernidad y posteriormente se ref lejaran en la poesa latina.

    Su renovacin no slo se dio en la forma estilstica de la creacin de versos que le apart para siempre de la corriente didc-tica de los dems poetas; Catulo retom los temas ms preciados de la lrica griega, como el amor, el arrojo y la pasin, y es que para nuestro poeta el amor y la mujer amada fueron los ms altos valores de su vida y el decisivo centro de su genial poesa.

    Ninguna mujer puede decir que la han amado

    tan verdaderamente como t, Lesbia ma,

    como t has sido amada por m nunca ninguna

    Su originalidad tambin alcanz a la vida co-tidiana, vida que retrataba en pequeas com-posiciones con un nuevo valor esttico, para l y para sus amigos una mejor forma de apro-vechar el otium. Las composiciones de Catulo nos muestran que lo ms importante de crear versos es provocar un estremecimiento de las emociones o pensamientos.

    Tambin la muerte fue uno de los sellos ms importantes en nuestro poeta. Su querido hermano haba encontrado la muerte en Asia

    29

    Odio y amo. Quiz me preguntes por qu.

    No lo s, pero as lo siento. Y sufro.

    El amor, el sufrimiento y la muerte fueron parte de la vida del poeta, sentimientos que serviran posteriormente para reprochar a la sociedad la corrupcin del alma. Transformar la poesa amorosa en protesta, es otra de las aportaciones, de tono moderno, del genial lrico romano.

    He acabado pensado que en Emilio

    No se distingue (y vlganme los dioses)

    Ir a olerle la boca, de ir al culo [...]

    la verdad es que el culo est ms

    limpio y mejor[...]

    la ta que lo toque, si hay alguna,

    no vamos a pensar que tambin puede

    lamer el culo de un verdugo enfermo?

    La obscenidad de sus versos tambin nos permite conocer la crtica social, una cr-tica tanto personal como la exhibicin de la miseria humana. Para Valerio Catulo la imaginacin es la mejor aliada para trans-formar lo repugnante en arte.

    El poeta sustituye de nuevo la moral clasista, por una moral propia, una moral que irrum-pe los eslabones de las castas y distingue la cualidad humana para reivindicarla.

    Catulo tuvo una vida corta, a los 30 aos la muerte le llev al mundo de los inmortales. Rompi muchos paradigamas inamovibles para la poca, y guarda una notable vigencia ante al ojo agudo.

    Criticada por muchos y amada por otros, Lesbia fue una creacin literaria de Catulo, una figura protagnica en la literatura latina, pues era indiferente a los preceptos morales y sociales que las dems musas imponan a los otros poetas.

    A Catulo jams le importaron los rumores sobre su amada, para l los defectos de Lesbia la hacan cada vez ms genuina y alcanzable.

    El amor de Lesbia y Catulo estuvo lleno de intensidad y carente de compromiso, tal como la vida de nuestro poeta y su arreba-tada amante. Las traiciones, por supuesto, fueron parte importante de la relacin, pues mientras ella se diverta con otros amantes, el poeta escriba los juramentos de amor, las frustraciones y las desavenencias que viva a su lado; lleno de vicios, rupturas, y celos provocados por el ligero movimiento de sus ca-deras al caminar por la plaza. Fue uno de los amores ms comentados en la poca clsica.

    Dice mi novia que ella con ninguno

    (que no sea yo) aceptara acostarse, [...]

    Lo dice, pero todo lo que dice

    una mujer al hombre apasionado

    que la ama, mejor ser escribirlo

    en el viento, en el agua presurosa.

    Fue tanta la frustracin que Catulo sinti al no tener la atencin por completo de Lesbia, que termin por escribir uno de los poemas ms famosos de la historia antigua, poema que ref lej en sus versos la historia ertica de los amantes.

  • 30

    c

    Cmic: Gervasio Troche

    31

    COLABORADORES

    Etgar Keret Tel Aviv (1967). Sus escritos han sido publicados en The New York Times, Le Monde, The Guardian, The Paris Review, The New Yorker y Zoetrope. Su trabajo ha sido traducido en 31 lenguas y ha publicado en ms de 35 pases. Fue nom-brado Caballero por la Orden de las Artes y las Letras de Francia (2010). Actualmente, Keret da ctedra en la Universidad de Ben-Gurin del Nguev.

    Sterling HundleySu trabajo combina la experiencia personal con temas uni-versales como vas para la exploracin de la compasin y ambicin humana. Hundley es un artista aclamado que fusiona tcnicas de ilustracin, diseo y pintura para crear visuales llamativos acompaados de un contenido provoca-tivo. Aparte de artista, es profesor asociado de la Virgina Commonwealth University y director del departamento de arte en Richmond. sterlinghundley.com

    Thomas Jackson Providence, Rhode Island. Estudi historia en The College of Wooster y trabaj en Nueva York como editor y reseista de revistas. Comenz tomando fotografas al estilo de Garry Winogrand; actualmente hace fotomontaje. Su trabajo se ha mostrado en el Central Booking de Brooklyn, The Center for Book Arts de Nueva York, Governors Island Art Fair y Gallery at Eponymy. thomasjacksonphotography.com

    Sara Herrera Peralta Jerez de la Frontera (1980). Poeta espaola residente en Pars. Autora hasta la fecha de siete poemarios, los lti-mos: Sin cobertura (2010), Shock (2011), Mam era Ilsa Lund al principio de todo (2012) y Hay una araa en mi clavcula (2012). saraherreraperalta.com

    Gervasio TrocheEs uruguayo. En 2006 public una tira diaria en el diario La Repblica de Uruguay; en 2010 la revista Bravo de Brasil public un especial de sus trabajos. Realiz una muestra en el Festival Vietas Sueltas de Argentina en 2009 y en La Lupa Libros de Montevideo en 2012. Este ao acaba de publicar su libro Dibujos invisibles.

    Juan MedinaBogot, Colombia (1989). Diseador grfico e ilustrador de la Universidad de Bogot Jorge Tadeo Lozano. Apasionado de la fantasa, la ciencia ficcin y las buenas historias.

    Jon JurezPamplona (1983). Animador y escalador. Ilustra por ne-cesidad. Ha escrito un cuento infantil ilustrado por Leire Salaberria, tambin ha publicado alguna historieta y quiere abrir una editorial y una empresa de casas rbol. Pero en realidad, su sueo es tener un oficio, una auto-caravana y vacaciones. facebook.com/Harriorrihar

    Simn PradesIlustrador free lance que radica en Sarrebruck, Alemania. Imparte clases de ilustracin en la Universidad de Ciencias Aplicadas en Trveris. Durante los ltimos aos ha traba-jado para peridicos, revistas y compaas tales como The New York Times, New Statesmen, The New Republic, Katachimag, Nike, Serviceplan, Joyce, Flyemirate Magazine, entre otros. simonprades.com

    W. Edel G. MayaActualmente se dedica al grabado y colabora en El Trompo A.C. Ha colaborado en exposiciones para Casa de Cultura de Los Reyes la Paz y La Casa de la Cultura de Luis Spota (Paradigmas del paisaje), y en la intervencin colectiva urbana (Mural) Scimmia Morto.

    Israel Galina Vaca Mxico, D.F. (1968). Estudi letras hispnicas en la UNAM. Es socio fundador de dn3 comunicacin.

    Elizabeth Beltrn (@BelBethM )Mxico, D.F. (1987). Estudiante de licenciatura en letras clsicas en la UNAM. Mi trabajo no es como cualquiera: mi trabajo es levantarme, mi trabajo es poder dormir, y tanto trabajo para [email protected]

    David Daniel lvarezIlustrador. Ha recibido algunos reconocimientos en Argen- tina, Mxico, Portugal y Espaa. Est a punto de publicar Bandada, su primer libro-lbum ilustrado en coautora.

    Sergio NavajasArtista visual. facebook.com/pages/Sergio-Navajas/; behance.net/sergionavajas

    Gabriel Rodrguez LiceagaCiudad de Mxico (1980). Ha publicado las novelas Balas en los ojos y El siglo de las mujeres. Ganador del Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potos 2012.

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    Siempre hay luna. Slo yo me doy cuenta. Esas cuencas hmedas donde retozo ya no distinguen la luz de la sombra.

    Llevo varios meses trabajando en este cuerpo negro. Mi paga es jugosa: consiste en nutrientes y resplandores. Mi tarea es renovar lo ptrido para ofrecer a los sauces y a los mrmoles un espectculo pirotcnico.

    Lo inefable de la vida es evidente slo para los de mi raza: hay ms potencia de brillo en un cadver que en un humano que sonre. Los cables, al momento de ser desconecta-dos, vomitan millones de chispas. Entonces son bellos.

    As vivimos los electricistas del hambre in-saciable y gelatinosa: rompemos los tejidos de la muerte.

    Michelle Prez-Lobo

    PIROTECNIA

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