“nuestra labor tiene que seguir”

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Edith Silvia Ríos EP de Huánuco “NUESTRA LABOR TIENE QUE SEGUIR”

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Page 1: “NUESTRA LABOR TIENE QUE SEGUIR”

Edith Silvia RíosEP de Huánuco

“NUESTRA LABOR TIENE QUE SEGUIR”

Page 2: “NUESTRA LABOR TIENE QUE SEGUIR”

A inicios de la pandemia, mi labor en el Establecimiento Penitenciario de Huánuco como abogada de la unidad de Asistencia Legal continuó durante el estado de emergencia, asistía solo una vez por semana, a veces dos a tres días a la semana. Fue muy duro para los profesionales de tratamiento, pero era necesario nuestra presencia en el penal, como es de conocimiento de todos. El gobierno promulgó leyes para el deshacinamiento de los penales y se generó una gran demanda de los internos a esas normas.

Confieso que iba a laborar con el temor de contagiarme de la COVID-19, la necesidad de los internos era grande, los veía desesperados, llenos de angustia, con miedo, preocupados por su familia, hijos, padres y por ellos mismos, nuestra labor no podía parar. A veces me encontraba resolviendo, absolviendo consultas, organizando beneficios penitenciarios, y otras, elaborando documentos necesarios a favor de los internos, para lograr la posibilidad de que puedan egresar del penal. Realmente desesperante, con gran carga de trabajo y de emociones.

Desde que la COVID-19 apareció en nuestras vidas, el sistema de trabajo cambió por completo. Cuando se detectó el primer caso en el penal fue de un impacto impresionante. Me imaginaba que venía lo peor. Sin embargo, pese a ello nuestra labor continuaba y cada vez era más vital nuestra presencia profesional.

En uno de mis servicios se presentó un interno a quien lo noté desesperado y le pregunté cuál era su consulta, me contesto estoy enfermo y necesito saber sobre mi beneficio, le pregunté ¿qué tiene?, me contestó, tengo COVID. No sabía cómo reaccionar en ese momento, respiré hondo y continué con mi labor, pero no dejaba de pensar en lo que me podría pasar, el miedo me duro más de cuatro semanas, creía sentir los síntomas,

“NUESTRA LABOR TIENE QUE SEGUIR”

gracias a Dios no fue así.

Con la emergencia de la COVID-19 nos vimos en la necesidad de reorganizarnos, cambiaron nuestras rutinas en el establecimiento penitenciario con demasiada carga laboral, trabajando en los beneficios penitenciarios, remisión condicional de la pena, conversión automática de penas y conmutación de la pena e indulto. Fue un esfuerzo conjunto, muy importante en el momento en que la incertidumbre se instalaba no solo en nuestras vidas, sentíamos la satisfacción que egresaran una gran cantidad de internos e internas en esa difícil coyuntura, por la alta incidencia de contagio ocasionada por la pandemia.Como profesionales de tratamiento penitenciario la tarea de reinventarnos ha sido compleja, se inició con las videollamadas entre el interno/a y la familia, entrevistas virtuales, absolución de consultas vía telefónica, audiencias únicas vía virtual, intentado hacer el máximo esfuerzo, y se podría decir que lo hemos logrado. Fuimos pocos los que laboramos durante el confinamiento, teniendo como único propósito obtener la libertad del penado, aunque criticados por muchos y admirados por otros en esta vocación de servicio que nos hace diferentes a servidores de otras instituciones, como dice las letras de nuestro Himno del Instituto Nacional Penitenciario “… un sentimiento humanitario nos invade por aquel que las leyes quebrantó …”.

Y los cambios que se generaron en nuestras casas, por las mismas circunstancias, es otra historia…

SOBRE LA AUTORA

Edith Silvia Ríos Rojas, nació en Cerro de Pasco. Cuenta con 12 años de experiencia en el Instituto Nacional Penitenciario. Actualmente labora como Abogada en la Unidad de Asistencia Legal en el Establecimiento Penitenciario de Huánuco.

Page 3: “NUESTRA LABOR TIENE QUE SEGUIR”

A inicios de la pandemia, mi labor en el Establecimiento Penitenciario de Huánuco como abogada de la unidad de Asistencia Legal continuó durante el estado de emergencia, asistía solo una vez por semana, a veces dos a tres días a la semana. Fue muy duro para los profesionales de tratamiento, pero era necesario nuestra presencia en el penal, como es de conocimiento de todos. El gobierno promulgó leyes para el deshacinamiento de los penales y se generó una gran demanda de los internos a esas normas.

Confieso que iba a laborar con el temor de contagiarme de la COVID-19, la necesidad de los internos era grande, los veía desesperados, llenos de angustia, con miedo, preocupados por su familia, hijos, padres y por ellos mismos, nuestra labor no podía parar. A veces me encontraba resolviendo, absolviendo consultas, organizando beneficios penitenciarios, y otras, elaborando documentos necesarios a favor de los internos, para lograr la posibilidad de que puedan egresar del penal. Realmente desesperante, con gran carga de trabajo y de emociones.

Desde que la COVID-19 apareció en nuestras vidas, el sistema de trabajo cambió por completo. Cuando se detectó el primer caso en el penal fue de un impacto impresionante. Me imaginaba que venía lo peor. Sin embargo, pese a ello nuestra labor continuaba y cada vez era más vital nuestra presencia profesional.

En uno de mis servicios se presentó un interno a quien lo noté desesperado y le pregunté cuál era su consulta, me contesto estoy enfermo y necesito saber sobre mi beneficio, le pregunté ¿qué tiene?, me contestó, tengo COVID. No sabía cómo reaccionar en ese momento, respiré hondo y continué con mi labor, pero no dejaba de pensar en lo que me podría pasar, el miedo me duro más de cuatro semanas, creía sentir los síntomas,

gracias a Dios no fue así.

Con la emergencia de la COVID-19 nos vimos en la necesidad de reorganizarnos, cambiaron nuestras rutinas en el establecimiento penitenciario con demasiada carga laboral, trabajando en los beneficios penitenciarios, remisión condicional de la pena, conversión automática de penas y conmutación de la pena e indulto. Fue un esfuerzo conjunto, muy importante en el momento en que la incertidumbre se instalaba no solo en nuestras vidas, sentíamos la satisfacción que egresaran una gran cantidad de internos e internas en esa difícil coyuntura, por la alta incidencia de contagio ocasionada por la pandemia.Como profesionales de tratamiento penitenciario la tarea de reinventarnos ha sido compleja, se inició con las videollamadas entre el interno/a y la familia, entrevistas virtuales, absolución de consultas vía telefónica, audiencias únicas vía virtual, intentado hacer el máximo esfuerzo, y se podría decir que lo hemos logrado. Fuimos pocos los que laboramos durante el confinamiento, teniendo como único propósito obtener la libertad del penado, aunque criticados por muchos y admirados por otros en esta vocación de servicio que nos hace diferentes a servidores de otras instituciones, como dice las letras de nuestro Himno del Instituto Nacional Penitenciario “… un sentimiento humanitario nos invade por aquel que las leyes quebrantó …”.

Y los cambios que se generaron en nuestras casas, por las mismas circunstancias, es otra historia…

SOBRE LA AUTORA

Edith Silvia Ríos Rojas, nació en Cerro de Pasco. Cuenta con 12 años de experiencia en el Instituto Nacional Penitenciario. Actualmente labora como Abogada en la Unidad de Asistencia Legal en el Establecimiento Penitenciario de Huánuco.