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La huella de Egipto estampada en la posteridad de Lehi puede distinguirse

con claridad en los nombres ostentados por ellos y sus descendientes. Los nombres hebreos y egipcios en conjunto destacan por su mayoría abrumadora y presencia en cantidades muy similares, lo cual es exactamente lo que uno podría esperar de la declaración de Mormón en el sentido de que ambos idiomas fueron empleados por su pueblo (lo que ciertamente no sería el caso si únicamente se hubiera usado el idioma hebreo), sin embargo, también están presentes elementos Jonios, Hititas y Arabes. Primeramente, examinemos algunos nombres egipcios, comparando los nombres anotados en el Libro de Mormón (LM) con sus contrapartes equivalentes del Mundo Antiguo (MA). Aha (LM), hijo de un comandante en jefe nefita. Aha (MA), nombre del primer faraón egipcio; significa “guerrero” y es un término común. Amínadab (LM), misionero nefita durante la época de los jueces. Amanatabí (MA), jefe de una ciudad cananita bajo el dominio egipcio. El nombre es egipcio “reformado”. Ammón (LM), el nombre que con mayor frecuencia aparece en el Libro de Mormón. Ammón (Amón, Amún), el nombre más común en el imperio egipcio: el gran Dios universal del imperio. Ammoní[ah] (LM), nombre de una ciudad nefita. Ammuni-ra (MA), príncipe de Beirut, ciudad sometida bajo el régimen de gobierno egipcio. La relación es similar a la que Camení[ah] (LM), un general nefita, tiene con Khamuni-ra (MA), nombre Amarna, quizá un símil de Ammuni-ra. Cezóram (LM), juez superior nefita. Chiziri (MA), gobernador egipcio de una ciudad de Siria. Giddona (BM), a) juez superior que juzgó a Korihor, y b) padre de Amulek. Dji-dw-na (MA), el nombre egipcio para referirse a Sidón.

NOMBRES EXTRAÑOS

Por Hugh Nibley

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Gidgiddoni y Gidgiddona (LM), generales nefitas. Djed-djhwt-iw-f y Djed-djhwti-iw-s agregando la terminación –ankh (MA), son nombres egipcios que significan “Dios ha determinado: que él viva,” y “Dios ha determinado: que ella viva,”, respectivamente. Tomando como patrón lo anterior, los dos nombres nefitas significan “Dios ha determinado: que yo viva,” y “Dios ha determinado: que nosotros vivamos,” respectivamente. Giddiani (LM), general y jefe de los ladrones de Gadiantón. Djhwti-anhki (MA), “Thoth es mi vida”; véase líneas arriba. Gimgim[no] (LM), ciudad de Gimgim, compárese con la expresión bíblica No-Amón, “ciudad de Amón.” Kenkeme (MA), ciudad egipcia, también Kipkip, un asentamiento en Nubia de la dinastía egipcia. Hem (LM), hermano del primer Ammón, un explorador nefita. Hem (MA), significa “siervo”, específicamente siervo de Amón, como en la frase Hem tp n‘Imn; siervo principal de Amón” usado por los sumos sacerdotes de Tebas. Helamán (LM), un gran profeta nefita. Her-amón (MA), “en la presencia de Amón”, muy similar a otro nombre egipcio Heri-i-her-imn. La letra “L” de las lenguas semíticas se escribe como “R” en el idioma egipcio, ya que este último carece de “L”. De manera inversa, la letra “R” en el idioma egipcio es considerada como una “L” en los lenguajes de origen semítico. Himni (LM); un hijo del rey Mosíah. Hmn (MA), nombre del Dios-Halcón egipcio, símbolo del emperador. Korihor (LM), un agitador político apresado por el pueblo de Ammón. Kherihor (en ocasiones escrito como Khuhor, etc.) (MA), el gran sumo sacerdote de Amón, quien ascendió al trono de Egipto en Tebas alrededor del año 1085 a.C. Mantí (LM), el nombre de un soldado nefita, una tierra, un cerro y una ciudad. Manti (MA) es una forma semítica de un nombre egipcio, por ejemplo, Manti-mankhi, príncipe del alto Egipto alrededor del año 650 a.C. Manti una derivación idiomática tardía de Month, dios de Hermontis. Matoni (LM), el discípulo nefita. Maitena, Mattenos, etc. (MA), dos jueces de la ciudad de Tiro, que en diferentes épocas llegaron a ser reyes, muy posiblemente bajo el auspicio y dirección egipcias.

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Moriantón (LM), el nombre de una cuidad nefita y el de su fundador, también la provincia nefita de Moriántum. Meriatón y Meriamón (MA), nombres de príncipes egipcios; “Elegido de Atón” y “Elegido de Amón”, respectivamente. Nefi (LM), fundador de la nación nefita. Nehi, Nehri (MA), destacados integrantes de la nobleza egipcia. El nombre de un capitán egipcio era Nfy. Ya que en el Libro de Mormón en inglés el nombre de Nefi aparece siempre escrito con “ph”(Nephi), esta forma en el idioma inglés es muy semejante a Nihp, el nombre original del dios Pa-nepi, el cual, en un principio bien pudo haber sido Nephi. Paanqui (LM), hijo de Pahorán y candidato al asiento judicial. Paanqui (MA), hijo de Kherihor, a) gran sumo sacerdote de Amón, b) gobernador de la tierra del sur, conquistador de Egipto y sumo sacerdote de Amón en Tebas. Pahorán (LM), a) gran juez superior, b) hijo de este mismo juez. Pa-her-an (MA), embajador de Egipto en Palestina, lugar en donde el nombre ha sido “reformado” como Pahura; el nombre Pa-her-y en egipcio significa “el Sirio” o nativo de Asia. Pacumeni (LM), hijo de Pahorán. Pakamen (MA), nombre egipcio cuyo significado es “ciego”; al igual que Pamenches (en griego, Pacomios), nombre de un comandante de la región sur y sumo sacerdote de Horus. Pacus (LM), líder revolucionario y usurpador del trono. Pa.ks y Pach-qs (MA), nombres egipcios. Compárense con Pa-ches-i, “el que clama.” Sam (LM), hermano de Nefi. Sam Tawi (MA), en egipcio “el que unifica a dos tierras,” es un título tomado por el hermano de Nehri tras alcanzar el trono. Cezór[am] y Zeezr[om] (LM), un juez inicuo y un abogado entre el pueblo, respectivamente. El nombre de este último mas tarde sería llevado por una ciudad nefita. Zoser, Zeser, etc. (MA), gobernante de la tercera dinastía y uno de los más grandes e importantes faraones egipcios. Zemna[ri][ah] (LM), un jefe de la banda de ladrones de Gadiantón.

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Zmn[ha][re] (MA), nombre egipcio: los mismos elementos lingüísticos del nombre anteriormente mencionado, solo que en diferente orden –una práctica egipcia común. Zeniff (LM), líder de una colonia nefita. Znb, Snb (MA), elementos frecuentemente empleados en los nombres egipcios, cf. Senep-ta. Zenoc (LM), de acuerdo con varios autores del registro nefita, fue un antiguo profeta en Israel. Zenekh (MA) nombre egipcio; en otro tiempo propiedad exclusiva de un dios-serpiente. Se habrá notado que los nombres comparados rara vez son exactamente iguales, exceptuando el caso de los monosílabos Sam y Hem. Extrañamente, tal circunstancia es una sólida confirmación de un origen común, debido a que los nombres fueron obligados to sufrir algún cambio con el tiempo y la distancia; por lo tanto, si el parecido fuera perfecto, nos veríamos forzados a atribuirlo, por mas descabellado que pudiera parecernos, a una simple coincidencia. Debe haber diferencias; y lo que es mas, tales diferencias no deberían ser incongruentes sino mostrar tendencias concretas. Esto nos conduce a la cualidad más impresionante de los nombres del Libro de Mormón. Tomemos como ejemplo el caso de Ammón. Siendo un nombre tan popular, se podría esperar que apareciera tanto en nombres compuestos como en solitario, y con toda seguridad, sería el elemento mas frecuentemente hallado en los nombres compuestos, tanto en occidente como en Egipto. Pero en nombres compuestos Amón o Amún sufre una metamorfósis, siempre de acuerdo con una regla general. En su tratado sobre Gramática Egipcia, Gardiner escribe: Entre los nombres compuestos existe una categoría sumamente importante conocida como teóforus, en la que uno de los elementos que integran la composición es el nombre de una deidad. En las trascripciones greco-romanas ahora se aplica como regla que cuando el nombre de la deidad se encuentre al inicio del nombre, este elemento se pronuncie con menor fuerza que cuando aparezca solo o al final. Acto seguido, el autor procede a demostrar que, en algunos casos, Amón o Amún frecuentemente se convierte en Amén, mientras que en otros su pronunciación desaparece por completo. Basta considerar los nombres Amínadab, Aminadí, Amnor, Amnihú, etc. del Libro de Mormón para ver cuán perfectamente dicha regla tiene su aplicación. Por otra parte, en el nombre Helamán permanece la pronunciación acentuada, debido a que “el nombre divino” no esta “situado al inicio” del nombre. En vista que la “L” semítica equivale a una “R” en lengua egipcia (la cual, no tiene letra L) Helamán necesariamente aparecería en el egipcio “sin reformar” como el típico nombre egipcio de Heramón.

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La presencia constante del elemento Mor- en los nombres del Libro de Mormón concuerda sorprendentemente con el hecho de que en las listas de nombres egipcios compilados por Liblein y Ranke el elemento Mr junto con Nfr son, por mucho, los más comunes. En un artículo publicado en la revista Improvement Era en Abril de 1948, el autor dirigía su interés a la peculiar tendencia que tienen los nombres del Libro de Mormón de ser exclusivamente oriundos del Alto Egipto y del sur de Tebas; en esa ocasión no pudo hallar una explicación satisfactoria a tan extraño fenómeno, pero ahora la respuesta es muy clara. Tras la caída de Jerusalén, muchos de los contemporáneos de Lehi que lograron escapar huyeron a Egipto, en donde su principal asentamiento parece haber sido en Elefantina o Yeb, al sur de Tebas. De hecho, todo parece indicar que la colonización mas importante de Elefantina se efectuó en esa época y proveniente de Jerusalén. ¿Que podría ser entonces mas natural sino que los refugiados que escaparon de la Jerusalén de Lehi huyendo a Egipto tuvieran nombres similares a los del Libro de Mormón ya que los integrantes del grupo de Lehi los habían tomado de la misma fuente? Una seria objeción para utilizar los nombres del Libro de Mormón como evidencia filológica no debe quedar sin respuesta. Al tener ante sí tan extrañas palabras ¿cómo pudo un iletrado José Smith haber sabido como pronunciarlas? y al escucharlas ¿cómo pudo su escribiente haber sabido como escribirlas? Recordemos que estos nombres no son traducciones al inglés como el resto del libro, sino auténticas expresiones propias del idioma nefita. Entre ellas, las suposiciones del Profeta al pronunciarlos y las suposiciones de Oliverio Cowdery al escribirlos forzaría a realizar un arduo ejercicio de suposiciones mutuas para completar exitosamente el proceso. Solo que no había nada que suponer. De acuerdo con los testimonios de David Whitmer y de Emma Smith publicados en el diario "The Saints Herald" y facilitados al autor por Preston Nibley, José nunca pronunciaba los nombres registrados en las planchas; siempre los deletreaba. De modo que no hay duda que su significado es tan preciso y fidedigno como es posible interpretarlos mediante el uso de nuestro alfabeto. Sin embargo, Egipto no era lo único. Palestina siempre fue una olla en ebullición y más aún en la época de Lehi, cuando el Cercano Oriente por entero se encontraba intensamente involucrado en operaciones comerciales y de tipo bélico. Listas de nombres de obreros calificados que vivieron en Babilonia tras la caída de Jerusalén muestran una increíble variedad de tipos. Dado que José Smith disponía del Antiguo Testamento, no hay errores al listar los nombres en hebreo, pero sus variantes en el Libro de Mormón son sumamente significativas. La fuerte tendencia a terminar en –iah es particularmente notable, ya que la gran mayoría de nombres hebreos hallados en Laquish finalizan de la misma forma, lo cual indica que los nombres con el sufijo –iah fueron sumamente recurrentes en la época de Lehi. Los nombres hebreos grabados en antiguas jarras provenientes de algunas otras partes de Palestina guardan cierta familiaridad con los hallados en el Libro de Mormón: Serón, Memsat, Zif (L. de M., Zif), Méter, Efer, Jalón, Ezer, Méname, Lécah, Amnon (L. de M., Amnor), Zoet, etc. y nunca se sospecharía de ellos si fueran insertados en una lista de nombres del Libro de Mormón. El Libro de Mormón ofrece el tipo correcto para nombres hebreos.

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Algo verdaderamente sorpresivo es que cierto número de nombres del Libro de Mormón posiblemente son de origen hitita y algunos de ellos indudablemente lo son. Así que, mientras Mantí sugiere las voces egipcias Mont, Manti, Menedi, etc. y el nombre de una ciudad hitita, Manda y un elemento característico de los nombres Hurrian (mucho de lo hitita es hurrian, como lo ha demostrado el Prof. Goetze) –anti, -andi, es igualmente común en el Libro de Mormón. De la misma manera lo son Cumeni, Cumen-oni, Kish-kumen (del hitita Kumani, una importante ciudad), Seántum (del hitita Sandon, Sandas), Akish (del hitita Achish, una denominación para Chipre), Gadiandi (de una ciudad hitita, Cadianda). Su variante egipcia indica que estos nombres llegaron a la gente de Lehi a través de otras rutas, no directamente; sin embargo, recientemente se ha demostrado que algunos contemporáneos de Lehi de cierto renombre eran hititas; los asentamientos y nombres hititas seguían sobreviviendo sobre la montañosa Judea de su época. La presencia de nombres tales como Timoteo y Laconeo en el Libro de Mormón es estrictamente correcto, sin embargo en primera instancia parecería ser contradictorio. Ya que al menos en el siglo XIV a.C. Siria y Palestina habían estado en permanente contacto con el mundo Egeo y que a mediados del siglo VII mercaderes y mercenarios griegos se encontraban fuertemente ligados a intereses egipcios (los mercenarios egipcios mas capaces siempre fueron griegos), diseminados por todo el Cercano Oriente. La gente de Lehi, muy aparte de sus actividades mercantiles, no habría podido evitar un considerable contacto con esta gente en Egipto y especialmente en Sidón, la cual hasta esos días era alabada por los poetas griegos como el más grande centro del comercio mundial. Es interesante anotar que Timoteo es un nombre Jonio, ya que los griegos de Palestina eran jonios (de ahí el apelativo de “hijos de Javanim”) y –debido a que Laconeo significa “un Laconiano”- que los mas antiguos mercaderes griegos eran Laconianos con colonias en Chipre (Akish en el Libro de Mormón) que por supuesto comerciaron con Palestina.17 El recopilador de estas investigaciones se mostró tremendamente sorprendido por la ausencia total de nombres Baal en el Libro de Mormón. ¿Qué desafortunada circunstancia habría intervenido para que los autores del Libro de Mormón olvidaran incluir por lo menos un nombre que contuviera el elemento Baal, tan común en los nombres del Antiguo Testamento? Habiendo descubierto, como pensábamos, que el libro estaba en un error, evitamos criticarlo al momento y de hecho su reticencia a presentar en sus páginas nombres de Baal --lo que ha sido asombrosamente justificado en años recientes-- sería una marca condenatoria contra el libro. Ahora sabemos que el obstinado prejuicio de nuestro texto mostrado hacia los nombres de Baal es en realidad la actitud correcta, y este descubrimiento, plantado frente a nuestras preconcepciones y cálculos, debería con toda justicia ser ponderado como una evidencia de peso a favor de la autenticidad del libro, dado el supuesto error histórico que sus páginas presentaban. Sucede que por una u otra razón los judíos a principios del siglo sexto a.C. no habrían tenido nada que ver con los nombres Baal. Una revisión a las listas de los nombres de Elefantina muestra que “el cambio de los nombres Baal, por sustitución, concuerda con la admonición de Oseas en el sentido de que no deberían ser usados mas por los Israelitas y consecuentemente resulta mas

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interesante averiguar la forma en que los últimos descubrimientos arqueológicos confirman al profeta, ya que de los mas de 400 nombres escritos en el papiro de Elefantina ninguno de ellos esta compuesto por la palabra Baal.” Debido a que Elefantina fue ocupada durante mucho tiempo por los Israelitas que escaparon de Jerusalén posteriormente a su destrucción, sus nombres deberían mostrar las mismas tendencias que los presentes en el Libro de Mormón. Sin embargo el traductor del libro quizá por el ejercicio de una astucia sobrehumana habría sido advertido por Oseas 2:17 a omitir los nombres Baal, ya que el significado de ese pasaje esta tan lejos de lo obvio que Albright, ya para 1942 encuentra como “muy significativo que los sellos e inscripciones de Judea…tan numerosas en los siglos séptimo y octavo parece que no contienen nombres Baal en absoluto.” Realmente muy significativo, pero difícilmente mas que la extraña perspicacia que el Libro de Mormón muestra sobre el particular. Con respecto a la presencia de algunos nombres de origen árabe en el Antiguo Testamento, Margoliouth hace notar que, “considerando… que los nombres registrados son una fracción infinitesimal de la población, tal evidencia resulta extraordinaria.” Esta consideración encuentra aplicación con mucha fuerza en el Libro de Mormón, en donde los nombres coincidentes con las diversas formas lingüísticas del Mundo Antiguo representan “solo una fracción infinitesimal” de la población nefita.

Lehi y los Arabes

Lehi era sumamente rico y era también un mercader; su riqueza se perfilaba bajo la forma de “toda clase de riquezas” (1 Ne. 3:16) traídas de diversos y exóticos lugares. Su mundo era un mundo de viajeros y comerciantes. Los príncipes del delta eran mercaderes, los príncipes de las ciudades sirias y palestinas eran además, como las tablas Amarna muestran, mercaderes; la historia de Wenamón nos relata que los príncipes de Fenicia y Filistea eran mercaderes; los príncipes árabes del desierto fueron mercaderes; y los mercaderes de Egipto y Babilonia se reunían en sus tiendas para realizar las transacciones comerciales; los dos hombres mas sabios de Grecia y contemporáneos de Lehi, Solón y Tales de Mileto viajaron constantemente hacia el Este –por cuestión de negocios. Resulta significativo el hecho incidental de que Lehi tuviera una visión en un lugar desierto “mientras iba por su camino” (1 Ne. 1:5), para orar, se nos dice, y al hacerlo tuvo una visión. El efecto producido por la visión lo hizo regresar apresuradamente “a su casa en Jerusalén” (1 Ne. 1:7), en donde fue testigo de manifestaciones aún mas gloriosas, mostrándosele con ello que no era necesario “ir por el camino” para orar o recibir visiones; no iba por el camino esperando una visión –porque cuando la hubo recibido inmediatamente regreso a casa– sino que la recibió en el transcurso de un viaje rutinario de negocios que lo obligó a cambiar de planes. El oro y los objetos preciosos que Lehi poseía eran el resultado del intercambio efectuado como pago por su vino, aceite, higos y miel (productos para los cuales parecía ser un hábil comerciante), riquezas que no solamente habían sido transportadas por mar (de ahí la importancia de Sidón), sino necesaria y

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especialmente en caravanas. “Israel”, dice Montgomery, “volvió la vista hacia el desierto. Ahí era comercialmente posible obtener beneficios a través de las grandes rutas comerciales… a Siria… a Egipto y el Mediterráneo, o… hacia el Eúfrates y el Golfo Pérsico. Al Oeste el mercado estaba saturado con Egipcios, Filisteos, Fenicios y Sirios, todos ellos comerciantes mas hábiles y sagaces que los Hebreos.” Ya que Egipto controlaba el comercio occidental, es fácil ver como Lehi podría sacar el mayor provecho de su bagaje cultural egipcio. Sin embargo estos contactos occidentales estaban abiertos en la época de Lehi debido a una política de estrecha cooperación con los poderes del occidente en contra de Babilonia; la regla siempre había sido que el comercio del desierto, específicamente el del desierto del sur era la única fuente confiable de riqueza para los hombres de Jerusalén. Existe amplia evidencia en el Libro de Mormón, como era de esperarse, que Lehi fue un experto sobre viajes en caravana. Considérense algunas generalidades. Al recibir una advertencia a través de un sueño, Lehi esta aparentemente preparado y listo al momento de recibir la orden de tomar a su “familia, provisiones y tiendas” y dirigirse al desierto (1 Ne. 2:4). A pesar de no llevar absolutamente mas que las provisiones necesarias (1 Ne. 2:4), sabía exactamente que tipo de provisiones debía llevar, y cuando se le ordenó regresar a la cuidad para atender ciertos requerimientos inesperados, envió por los registros de Labán, no por cosas necesarias para el viaje. Todo ello denota en el hombre un alto grado de preparación y conocimientos, así como la magistral forma de establecer un campamento-base a fin de reunir fuerzas para la gran jornada a la usanza de los modernos exploradores de Arabia. Hasta el momento de abandonar el campamento-base, es decir, hasta el día en que recibe la Liahona da la impresión que sabe exactamente lo que esta haciendo y hacia dónde se dirige: no parece estar siendo “guiado por el espíritu, sin saber de antemano” como sucediera con Nefi en las obscuras calles de Jerusalén (1 Ne. 4:6) Su familia lo acusa de demente por salir de Jerusalén y no consideran sus sentimientos al mofarse de sus visiones y sueños, aunque nunca cuestionan su habilidad para guiarlos. Se quejan, como todos los árabes, de los terribles y peligrosos desiertos por los que viajan, pero no incluyen el desconocimiento del desierto entre los peligros inherentes; sin embargo sería la primera y última objeción a su descabellado proyecto, ya que la gran ciudad de Jerusalén representaba, desde la perspectiva de Lehi, un desafío mayor que el agreste y peligroso mundo de los lugares desolados. Lehi mismo jamás menciona a la inexperiencia como uno de los obstáculos a vencer. Algunos miembros de la familia ríen maliciosamente cuando Nefi propone construir un barco (1 Ne. 17:17-20), y probablemente recordaron el viejo y conocido refrán, “no le muestres a un árabe el mar o a un sidonio el desierto, por que su trabajo es diferente.” Pero a pesar de que decían que “le faltaba juicio” (1 Ne. 17:19) para construir un barco, nunca se burlaron de sus habilidades como cazador o lo trataron como a alguien que no esta acostumbrado a las rudas condiciones en el yermo. El hecho de que trajera su arco de fino acero y que supiera como manejar bien tan difícil instrumento muestra que Nefi había cazado bastante durante su corta existencia.

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Lehi tenía fuertes lazos con el desierto entre sus antecedentes familiares. Doscientos sesenta años antes los Judíos se sintieron mucho mas afines con la gente del desierto que en épocas subsecuentes. “Llegamos a darnos cuenta,” dice Montgomery, “que Israel tenía su rostro dirigido hacia aquellas regiones que llaman el desierto; su vecino mas cercano.” Los Judíos mismos originalmente fueron gente del desierto y jamás lo olvidaron: “Este constante ir y venir de vagabundos del desierto aún continua… No existen barreras de raza, lengua, casta o religión” entre ellos y sus primos del desierto. Frecuentemente se nos ha informado que los antiguos patriarcas fueron Beduinos errantes, sin embargo lo anterior no es indicativo de que vivieran en la barbarie; su lenguaje era el propio de la gente del desierto, del que muchas palabras hasta el día de hoy se asemejan mas al hebreo que al árabe moderno. En fechas tan recientes como el año 2000 a.C. el árabe y el hebreo aún no habían surgido de lo que “sustancialmente era un lenguaje común entendido desde el Océano Indico hasta Taurus y desde Zagros hasta las fronteras de Egipto. Este lenguaje común (excluyendo el acadiano…) probablemente era casi tan homogéneo como lo era el árabe hace mil años.” Una curiosa y persistente homogeneidad cultural y lingüística ha caracterizado a la gente del Cercano Oriente en cada época histórica, de tal manera que Margoliouth puede afirmar que “un sabaeano (Arabe del Sur) bien podría haber encajado en el primer versículo del Génesis.” “Los Hebreos continuaron siendo árabes” es el veredicto de un erudito moderno; “su literatura…en sus formas registradas, es del tipo y estructura árabe.” No es sorpresa que el Prof. Margoliouth sostenga que los Arabes parecen tener “la clave para cada enigma” en el estudio del Antiguo Testamento. En años recientes la tendencia de equiparar al hebreo con el árabe ha sido cada vez mayor, y Guillaume concluye el mas reciente estudio sobre el tema dictaminando que ambos apelativos son en realidad variantes de un origen común, en referencia a “los hijos de Heber”.” El calificativo ‘Arabe’ no es empleado para referirse a alguna nación, tribu o raza en particular y “no existía distinción alguna entre Hebreos, Armenios y Arabes en la época de los patriarcas,” según Albright; sin embargo, el término simplemente define un estilo de vida y los Judíos continuaron aplicándolo a sus parientes que habrían permanecido en el desierto una vez que ellos mismos se habían asentado en las ciudades del país. Una relación interesante entre Israel y los Arabes no debe dejarse pasar por alto ya que tiene una aplicación directa con el Libro de Mormón. Nos referimos a cierta genealogía hebrea cuya nomenclatura es no-hebraica, es decir, con peculiares formas antiguas de terminación –an, -on, y en ciertos casos de un origen árabe en particular.” “La pérdida de la terminación es completamente común en los nombres de sitios palestinos,” de acuerdo con Albright en referencia a lugares mencionados en documentos egipcios. Uno puede recordar cualquier cantidad de lugares mencionados en el Libro de Mormón –Emrón, Heslón, Jasón, Morón, etc., que han preservado esta arcaica terminación –on, indicativo, en lo general, de un pintoresco tradicionalismo entre la gente de Lehi, y en particular, de lazos con la gente del desierto. Ahora bien, de todas las tribus de Israel, Manasés fue la única que vivió en las regiones mas apartadas del desierto entrando en contacto frecuente con los árabes, a menudo casándose entre ellos y al mismo tiempo sosteniendo la tradicional estrecha relación con Egipto. Y Lehi pertenecía a la tribu de Manasés (Al. 10:3). La preeminencia del nombre de Ammón en el Libro de Mormón quizá

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tenga que ver con el hecho de que los Amonitas fueran los vecinos mas cercanos de Manasés y frecuentemente pelearan contra ellos en los desiertos al Este del Jordán; al mismo tiempo, una conexión prehistórica con el Ammón de Egipto no es algo que deba descartarse. La naturaleza cuasi-nómada de la tribu de Manasés quizás explicaría el porqué Lehi parece tan fuera de lugar con respecto a las cosas de Jerusalén. Por primera vez “descubrió” (1 Ne. 5:16) de los registros conservados en la casa de Labán que era descendiente directo de José. ¿Porque no lo sabía? Nefi siempre habla sobre “los judíos que estaban en Jerusalén” (1 Ne. 2:13) con cierto desapego curioso; 1er Nefi nunca se refiere a ellos como “la gente” o “nuestra gente” sino que siempre lo hace de manera totalmente impersonal como “los judíos.” En este sentido, es interesante que las cartas de Elefantina únicamente hablen sobre Judíos y Arameos, nunca sobre Israelitas. Nefi y Lehi no se encargan únicamente de mostrar una marcada frialdad sobre el asunto de la lealtad tribal, sino que agregan que la tribu no es un factor decisivo para alcanzar la salvación; que las mismas bendiciones están a disposición de todos los hombres en todas las épocas y en todas partes del mundo (1 Ne. 10:17-22); que “el Señor estima a toda carne igual” (1 Ne. 17:35); que no hay tal cosa como una “selección” arbitraria de las personas (1 Ne. 17:37-40). Este es un marcado contraste con el férreo tradicionalismo de los judíos de Jerusalén, así como del pronunciado carácter cosmopolita de Lehi en ciertos aspectos. Lehi, al igual que Moisés, y su propio antepasado José, era un hombre producto de tres culturas, educado no solamente en “la ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios” (1 Ne. 1:2), sino también en las cuestiones del desierto. “Existen un matiz y atmósfera peculiares en la vida bíblica”, dice el Prof. Montgomery, “que le otorgan su tono característico…y ello proviene del amplio y libre tránsito de los hombres en la región que conocemos como Arabia.” La dualidad cultural egipcio-israelí habría sido imposible de no existir el vínculo árabe que las uniera, de la misma forma en que el comercio entre ambas naciones hubiera sido impensable sin el Beduino que guiara las caravanas por el desierto. Sin la empática cooperación de los Arabes, cualquier intento de cruce a través de sus desiertos era un riesgo terrible, por decir lo menos, y un comerciante era el único que sabía como negociar con los Arabes –porque era uno de ellos. La carta de Laquish No.6 en la que se denuncia al profeta Jeremías como el responsable de esparcir el pesimismo, tanto en la ciudad como en las regiones circunvecinas, muestra que Lehi, un adherente del profeta, habría estado activo en esa misma región de “la tierra de Jerusalén” (1 Ne. 3:10). Incluso la declaración sobre que Lehi “había morado en Jerusalén toda su vida” (1 Ne. 1:4) no habría sido hecha por gente que no pensara vivir en otro lugar, y una morada “en Jerusalén” sería una ayuda mas que un obstáculo para el viajero frecuente, por que “el páramo de Judea al norte de Jerusalén es un refugio efectivo de los desiertos árabes.” El ilustre antecesor de los árabes es Ismael. Su nombre es uno de los pocos nombres del Antiguo Testamento propios de la antigua Arabia. Su lugar de residencia tradicional era el Tih, desierto situado entre Palestina y Egipto y su gente habitaba “los límites” entre el desierto y la ciudad; era reconocido como descendiente legítimo de Abraham y madre egipcia. Su nombre no fue de buen augurio, por que el ángel le advirtió a su madre, “será un hombre indómito; su mano se alzará contra la de todo hombre y la de todo hombre contra la suya,” de modo

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que las posibilidades de que uno cuyo nombre fuera causa de desprecio tuviera buenas razones familiares para viajar serían mínimas; no obstante en Ismael, el amigo de Lehi, encontramos con toda seguridad a un hombre del desierto. Lehi, enfrentado con la posibilidad de realizar un largo viaje en el desierto, envió por Ismael, quien de inmediato lo siguió a la cabeza de un nutrido grupo; esto significa que debió haber aceptado el viaje mas fácilmente que el mismo Lehi. Lo interesante radica en que Nefi se lleva a Ismael (a diferencia de Zoram) por propia voluntad de este último, sin mayores explicaciones –el hecho de enviar por él parece ser la cosa mas natural del mundo, así como el matrimonio de sus hijas con los hijos de Lehi. Ya que siempre ha sido costumbre entre la gente del desierto tomar por esposa a la hija de su tío paterno (bint ‘amni); es difícil no tener la ligera sospecha de que Lehi e Ismael eran parientes. Hay una notable asociación entre los nombres de Lehi e Ismael con el desierto del sur, en donde se ubicaba el legendario lugar de nacimiento y santuario central de Ismael llamado Be’er Leía-ro’i. Wellhausen interpretaba el nombre como “quijada de buey salvaje,” sin embargo Paul Haupt ha demostrado que Lehi (así se lee el nombre) no significa “quijada” sino “mejilla,” lo que deja sin aclarar el extraño significado del nombre. No obstante una cosa es cierta: Lehi es un nombre. Hasta hace poco el nombre era prácticamente desconocido como nombre propio, salvo como nombre de un lugar, pero en Elat y en otro sitio al sur sus nombres han cambiado a una forma que ha sido identificada por Nelson Glueck con el nombre Lahai, “que frecuentemente aparece como parte de un nombre compuesto, o como nombre de una deidad o persona, particularmente en el Minaeano, el Tamúdico y otros textos árabes.” Existe un Beit Lahi, “casa de Lahi,” entre los antiguos nombres de lugares de las provincias árabes alrededor de Gaza, pero el significado del nombre se ha perdido. Si tuviera que hacerse un último apunte sobre el particular, el nombre Lehi es propio de la gente del desierto, y que nosotros sepamos, de nadie más. Lemuel no es un nombre hebreo convencional, pero aparece solo en un capítulo del Antiguo Testamento (Proverbios 31:1, 4), en donde se supone que no es mas que un misterioso sinónimo poético de Salomón. Sin embargo, al igual que Lehi, el nombre es propio del desierto del Sur, en donde un texto edomita sobre “un lugar ocupado por descendientes de Ismael” ostenta el nombre, “Las Palabras de Lemuel, Rey de Massa.” A pesar de ello, esta gente hablaba un lenguaje que no era árabe, sino que caía dentro de la esfera de influencia de la religión judía, ya que “no tenemos evidencia alguna para decir que los Edomitas emplearan algún otro nombre para nombrar a su deidad” diferente de “Yahwe, el Dios de los Hebreos.” El único ejemplo del nombre Lamán encontrado en cualquier otro lado hallado por el autor nos remite a un antiguo Mukam o lugar sagrado en Palestina. La mayoría de estos Mukams son desconocidos, y muchos de ellos datan de tiempos prehistóricos. En el antiguo Israel, solo la tribu de Manasés los construyó. Es una coincidencia sorprendente que Conder vea en el nombre Leimun, como él lo traduce, una posible corrupción del nombre Lemuel, brindando un origen común a estos dos nombres relacionados de manera tan cercana en el Libro de Mormón, en el que el nombre de Lamán aparece en primera instancia. Alma fue un nombre mucho mas popular entre los árabes de lo que lo fue entre los Nefitas; puede significar un joven, un bolso con correo, una montaña o un símbolo. En tanto que

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Sam es con toda certeza un nombre egipcio y también la típica forma árabe de Sem, el hijo de Noé.