nombre y apellidos recientes... · 2013-08-19 · dios. “al que cree todo le es posible”...

Manual Revisado A fecha

12 de Mayo de 2009

Nombre y Apellidos ______________________________________ Fecha de inicio del curso ______________________________________

“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien,

la muerte y el mal... Os he puesto delante la vida y la muerte,

la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida,

para que vivas tú y tu descendencia; • amando al Señor tu Dios, • atendiendo a su voz, • y siguiéndole a él;

porque él es vida para ti, y prolongación de tus días;

Deuteronomio 30:15,19 Un discípulo es la persona nacida de nuevo que creada en Cristo Jesús y movida por su amor vive para Dios:

Amando a Dios

Buscando de Dios

Caminando con Dios.

ABC Iglesia Evangélica Betel en Aragón

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IGLESIA EVANGÉLICA BETEL EN ARAGÓN

ZARAGOZA C/ San Antonio Mª Claret, 8 Martes: 10 h Grupo de Oración 20 h Culto de Oración Miércoles: 10 h Grupo de Oración Jueves: 10 h Grupo de Oración 20 h Grupos Pastorales/ ABC Sábado: 11 h Exploradores de Aragón 19 h Reunión de jóvenes Domingos: 10 h Culto de Alabanza y Predicación 12 h Culto de Alabanza y Predicación 17 h Culto de Alabanza y Predicación 19 h Culto de Alabanza y Predicación ZARAGOZA C/Rio Duero, 27 (Almozara) Lunes: 10 h Grupo de Oración Miércoles: 20h Culto de Alabanza y Predicación Domingo: 11h Culto de Alabanza y Predicación

HUESCA C/ Las Huertas, 4 Miércoles: 20 h Grupos Pastorales/ABC Viernes: 20 h Culto de Oración Sábados: 19 h Reunión de jóvenes Domingos: 11 h Alabanza y Predicación ANDORRA TERUEL C/ Aragón, 20 Martes: 20 h Culto de Oración Jueves: 20 h Grupos Pastorales/ABC Domingos: 11 h Alabanza y Predicación

Domicilio Social: C/ S. Antonio Mª Claret 8 Secretaría: 976 28 02 58

Web: http://betelaragon.com E-mail: [email protected]


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Hoy es un día muy especial, puesto que se abren para tu vida las puertas de la Iglesia “Betel en Aragón”. Quiero que sepas que para mí como Pastor y sabiendo que interpreto el sentir de la totalidad de los hermanos, es un hermoso privilegio recibirte y hacerte parte de esta gran familia que es la Iglesia. Tanto si es la primera vez que vienes a la Iglesia Evangélica, como si ya tienes alguna experiencia anterior, quiero mostrarte una realidad que es importante que comprendas para poder desarrollar una vida plena de bendiciones.

El objetivo del ABC es enseñarte los principios fundamentales de la vida según la Biblia. Éstos, sin duda alguna, revolucionarán tu vida y te llevarán a vivir en triunfo constante mediante el poder de Dios. Si ya los conoces, el ABC te ayudará a reafirmar estas maravillosas verdades y a disfrutar entrando en la dimensión de fe y de vida con la que nos movemos en la Iglesia “Betel en Aragón”. Así podrás comprender mejor los acontecimientos que se desarrollan cada día. Por medio de los grupos pastorales serás pastoreado y ese es uno de los objetivos de nuestro ministerio: ¡Que todos sean pastoreados!

Hoy has comenzado el ABC, por lo tanto ya estás en un grupo pastoral, quizás el más grande de todos, y es mi sincero deseo que te integres y disfrutes de las más hermosas bendiciones en medio de tu iglesia. Hay por delante un maravilloso camino, una tierra de promesas divinas por conquistar. ¡Adelante, caminemos juntos!

Sólo me resta comentarte una de las pautas que consideramos de suma importancia para nuestro desarrollo en Cristo y en la familia que Dios nos ha dado: la sinceridad. No dejes entrar en tu corazón nada que te cause dolor, confusión, desánimo, o algo que te moleste. Si esto sucede debes comunicárselo a tu líder (ese hermano que está cerca de ti, parte del equipo del ABC, que te ayuda a orar o te despeja dudas en el tiempo que compartís juntos) lo más rápido posible, para poder encontrar la solución y vivir en la armonía que Dios diseñó para nuestras vidas.

Vivamos gozosos, crezcamos en el Señor y disfrutemos de todas sus bendiciones, las cuales Dios preparó de antemano para todos y cada uno de sus hijos. Con mucho amor, tu Pastor

José María Romo


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Índice

UNO No mirando atrás .................. Pág. 07

DOS Hablando con Dios .................... Pág. 13 TRES Rompiendo ataduras ................. Pág. 21 CUATRO Dios me habla .......................... Pág. 27 CINCO Amigos ................................... Pág. 35 SEIS Mi Amigo y Ayudador ............... Pág. 41 SIETE Compartiendo a Cristo con otros... Pág. 47 OCHO Viviendo día a día ..................... Pág. 55 NUEVE Dando y recibiendo ................... Pág. 63 DIEZ Nuestras metas ........................ Pág. 71 APÉNDICE Nuestro compromiso ................. Pág. 77


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NO MIRANDO ATRÁS

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

2 Corintios 5:17

I. SOY NUEVA CRIATURA.

Cuando la Biblia habla de los que están en Cristo, se refiere a aquellos que han tomado la decisión más importante de sus vidas: La de haber aceptado al Señor Jesucristo como Salvador personal. Ese es el momento a partir del cual Jesús comienza a transformar esa vida y a llenarla de su gloria. Una vez que El entra, ya nada es igual. Hay un antes y un después. Dios quiere que yo tenga una visión clara de mi vida (Efesios1.16-18). El me creó con un propósito y voy hacia una meta. Mi encuentro con Él es apenas el comienzo; Dios tiene algo mucho más grande preparado para mí. Es importante tener esto claro para poder avanzar. A. Nuestra posición en Cristo (Efesios 1.3-23).

¿De qué manera afecta esto a mi vida?

1. Soy bendecido por Dios en Cristo (v.3). Antes vivía en maldición, sin Dios y sin esperanza en el mundo (Efesios 2:12). El resultado: muerte. Ahora vivo en bendición (Romanos 6:23); Resultado: vida. Debo ser consciente de que estoy sentado en los lugares celestiales con Cristo. La maldición no tiene lugar en mi vida. Jesús vino para darme vida en abundancia (Juan 10.10). Cualquier otra posibilidad debo rechazarla; no es el plan de Dios para mí (Hechos 3.26).

2. Soy escogido por Dios en Cristo (v.4). No soy cualquier persona. Dios puso sus ojos en mí y me escogió (Juan15.16), así como soy. Me apartó del mundo para Él: soy santo (apartado para Dios, 1 Pedro 1.15). Estoy en el mundo y habrá situaciones que traerán aflicción a mi vida, pero yo no vivo como los demás (Juan 16.33). No debo compararme con otros. Ellos sufren porque no tienen a Dios. Yo no he sido llamado a sufrir, sino a vivir con paz y gozo (Romanos 14:17).

3. Soy hijo de Dios por medio de Jesucristo (v.5). Dios me acepta como hijo (Juan 1.12). Me ha adoptado (Romanos 8.16-17). No soy un mendigo, no soy un desconocido (Efesios 2.19-22). Tengo un lugar en el cielo ante mi Padre (Juan 14.2-3). Antes estaba solo ya no. Tengo quien me protege. Tengo a quien recurrir. Tengo un Padre bueno que me ama y se interesa por mí (Juan 16.27).


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4. Soy aceptado por Dios en el Amado (Cristo) (v.6). Antes vivía con rechazo. Él me aceptó, aún antes de haberle yo recibido en mi vida (Romanos 5.8). Mi vida vale mucho; soy importante para Dios:

-El dio su vida por mí; pagó un precio muy alto (1 Corintios 6.20), (1 Pedro 1:18-19). -El me ve con fe; ve la obra que va a hacer en y con mi vida. Debo de aprender a verme de la misma forma.

5. Soy perdonado por Dios en Cristo (v.7). Él me lavó con su sangre (Colosenses 1.14). No hay quien pueda condenarme (Romanos 8. 1, 33-37). Estoy reconciliado con Dios (Colosenses 5.18). Tengo paz con Él (Romanos 5.1). Dios ve mi vida sin mancha. No debo dejarme acusar por mi enemigo (el Acusador); debo echarlo fuera de mi vida (Apocalipsis 12.10). Nada puede impedir que Dios obre en mí. El diablo no puede poner trabas a mi bendición.

6. Soy heredero de Dios en Cristo (v.11). Tengo una herencia (Romanos 8.16-17; Gálatas 3.29). Él es el dueño de todo y tiene recursos en abundancia. No tengo que esperar a estar en el cielo para recibir esa herencia. La herencia comienza aquí, en la tierra, con cada milagro que El hace (Lucas 18. 29-30).

7. He sido sellado con el Espíritu Santo en Cristo (v. 13-14). No soy huérfano. Él no sólo está a mi lado cada día; su Espíritu está dentro de mí (Juan 14.16-18). Soy templo del Espíritu Santo (2 Colosenses 6.16). El me guía cada día y me lleva por un camino de bendición (Juan 16.13).

8. Vivo en esperanza. (v. 15-18). Esperanza es la suma de dos palabras: “esperar” + “confianza”. Es esperar cada día confiado en que mi vida está segura en las manos de Dios. Antes, sólo podía esperar dolor, inseguridad, temor (Efesios 2.12). El mundo siempre espera con desconfianza. Ahora he sido llamado a vivir en gloria (1 Pedro 5.10). Puedo esperar con confianza. Si tengo una necesidad, confío en un Dios que hace milagros. El me ama e interviene en mi vida con su amor. Me abrazo a la esperanza (Zacarías 9.12) ya que mi esperanza viene de Dios (Salmo 121. 1-2).

9. Vivo en su poder (v. 19-20). Me ha llenado con su poder. El mismo Espíritu que habitó en Cristo, habita ahora en mi vida (Efesios 3.16). El mismo que hizo milagros en su ministerio, el que lo resucitó, Él hará milagros cada día en mi vida. Si el diablo destruyó algo en mi vida, Dios lo restaurará. La clave está en lo que creemos. No sólo debo creer en Dios, sino que debo creer a Dios. “Al que cree todo le es posible” (Marcos 9.23).

10. Vivo en victoria permanente (v. 20-23). Mi vida está bajo su autoridad; la autoridad de Cristo está sobre mi vida (1 Juan 4.4). Soy parte de un cuerpo y mi enemigo está bajo mis pies. Antes hacía conmigo lo que quería; ahora no. Si intenta hacerlo, debo mantenerme firme y echarlo en el nombre de Jesús (1 Juan 5. 4,18).

B. Debo ocupar mi lugar cada día. Dios me ha hecho una nueva criatura. Soy una nueva persona y mi vida ocupa un lugar importante delante de Dios. Debo mantenerme en ese lugar cada día. Hay personas que han entregado su vida a Jesucristo, pero sin embargo siguen en derrota, porque se dejan avasallar por el enemigo. Vivir una nueva vida en Cristo, no es una decisión de un solo día, sino algo permanente. Debo confesarlo con mi boca (Romanos


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10. 8-10) (lo que significa que hay un lenguaje nuevo en mi vida, lleno de esperanza y lleno de fe) pero también con mi forma de vivir (Colosenses 2.6-7). Debo aceptarlo como:

1. Salvador (De mi presente). He pasado de muerte a vida (Juan 5.24), de oscuridad a luz (Efesios 5.8). Estoy bajo el Reino de los Cielos (Lucas 17.20-21). Su Reino es un reino de poder, donde los enfermos son sanados, los oprimidos son libertados, y los pobres reciben prosperidad (Mateo 6.33). Él es mi Sanador, mi Libertador, mi Proveedor. Hay una salvación eterna; estaré con Él en los cielos, pero Jesús también me salva de todo problema hoy.

2. Señor (De mi futuro). Él es mi Señor. Me bendice, me guarda (Filipenses 4.6-7). Mi futuro está seguro en sus manos. Él es Señor y Dueño y todas las áreas de mi vida están entregadas a Él. Hay un cambio de rumbo. Ya no es mi camino, sino el suyo (Isaías 55.8-9). Hay un camino preparado por Dios. Él me toma de su mano (Isaías 35.8), y me lleva hacia un futuro de gloria (Jeremías 31.16-17)

3. Redentor (De mi pasado). Redimir significa pagar, rescatar una deuda. En el Antiguo Testamento la persona que fuera a saldarla, debía cumplir tres requisitos (Levítico 25. 47-49): ser pariente del deudor, poseer los medios y querer pagar. Jesús se hizo pariente nuestro (Hebreos 2.16-18), no pecó (no se endeudó) (Hebreos 4.15), y quiso ir a la cruz por cada uno de nosotros (Juan 10.17-18). Yo estaba en deuda, pero Él pagó por mis pecados. Ya no hay más culpa. La sangre de Cristo me ha lavado. Nadie se puede meter con mis pecados (Miqueas 7.19). Tengo libre entrada a la presencia de Dios (al Trono de la Gracia). Él me escucha y responde con poder (Jeremías 33.3).Todo esto tiene más importancia de lo que parece (lea Marcos 2.1-12) ya que muchos no tienen fe porque cargan culpas. Piden siempre perdón por lo mismo, o no piden y se conforman con poco. Son hijos pero no viven como tales. Dios redime el pasado entrando en él y arrancando los pecados y toda maldición. Toma mi pasado y lo hace nuevo. Entra y transforma lo que se ha dañado. Debo permitir a Jesús entrar en mi pasado. El no fuerza nada. Debo saber que Jesús es el que entra, no un hombre. La verdadera sanidad interior la hace el Señor Jesucristo. Dios primero limpia la tierra, y luego, edifica. Cuando el pasado ha sido doloroso, a veces uno lo olvida como mecanismo de defensa, pero quedan heridas, dolores y problemas no resueltos. En ocasiones es necesario pedirle a Él, que me muestre qué hay que solucionar en mi pasado. Él lo traerá a la mente. Entonces, cuando Dios me hable, seré rápido en obedecerle: Seré libre del odio, la amargura, la ira y aceptaré su perdón perdonándome a mí mismo. Si quiero un buen presente y un buen futuro, tengo que empezar con un buen pasado. Dios me redime de todo pecado hecho por mí y de todo el daño hecho por otros.

II. “LAS COSAS VIEJAS PASARON”. A. El plan del enemigo.

En ocasiones, el diablo me traerá recuerdos de mi vieja vida. Algunas veces, me veré tentado a pensar que no he superado ciertas circunstancias del pasado, lo cual no es cierto. En otros casos, me hará creer que las antiguas vivencias fueron hermosas, obviando, lógicamente, todo dolor que a consecuencia de las mismas padecí. No debo escuchar nada de esto. Todo lo que he logrado es por el cambio que Jesús ha producido en mi vida. No le daré lugar al “engañador” que sólo quiere verme destruido (Juan 10.10). Dios quiere darme vida en abundancia.


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B. El Plan de Dios.

Debo dejar lo viejo atrás y no mirar la vieja vida y dar la espalda al pasado. Debo aceptar el perdón de Dios y no recordar viejos pecados. Lo que Dios tiene para mi vida está delante de mí. Si hay algo en mi pasado que puede afectar a mi vida, y es necesario solucionarlo, Dios me lo mostrará. Él es quien lo hace en el momento que Él considera oportuno. El Señor no quiere que vivas buscando errores que ya quedaron atrás. La meta está por delante (Filipenses 3.12-14) y los mejores años de mi vida, también. III. “TODAS SON HECHAS NUEVAS”. Dios tiene un futuro glorioso para mi vida; Jesús quiere hacer todo nuevo. La obra ya ha comenzado y Él no se detendrá hasta llegar a completarla (Filipenses 1.6). A. Debo anhelar crecer (2 Pedro 3.18). Épocas de la vida cristiana:

1. El primer amor. Es la etapa hermosa donde descubrimos cómo Dios tiene poder para intervenir en nuestras vidas. Él es todo, y todo es hermoso. El consejo de la Palabra de Dios es que nunca perdamos este estado conservándolo permanentemente a lo largo de nuestra vida cristiana y durante nuestro crecimiento.

2. Fracaso inicial (Lucas 15.11-32). Todo fracaso o duda de nuestra parte nos lleva a sentirnos inhabilitados para ser cristianos. Creemos que no podremos cumplir. Sólo mis experiencias personales con Dios me darán la seguridad de perdón, restauración y un estado de completa bendición (Josué 1. 7-9).

B. Debo tener mis ojos puestos en Jesús (Hebreos 12. 1-3).

Tengo una carrera por delante. Dios no quiere que mi avance sea lento y forzado. Él quiere que corra, que tenga un crecimiento rápido y fácil en Cristo. Para ello debo despojarme de todo peso del pasado. Las cosas viejas tienen que pasar para que Dios haga todo nuevo. Mis ojos deben estar fijos:

- En lo que Él es: su persona, su nombre, su ejemplo, su amor, su poder… - En lo que Él desea hacer en mí: su obra restauradora.


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UN TEXTO PARA RECORDAR: (Para escribir y memorizar)

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RESPUESTAS DE DIOS PARA MI VIDA. (Para leer con la Biblia y responder)

1. ¿Quiénes son realmente hijos de Dios? (Juan 1.12). ________________________________________________________________

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2. ¿Cuál es el verdadero propósito de Dios para mi vida? (Juan 10.10) (3 Juan 2-3). ________________________________________________________________

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3. ¿Cómo demuestra Dios que mi vida es tan valiosa para El? (1 Corintios 6.20) (1

Pedro 1:18-19) (Romanos 5:8) ________________________________________________________________

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4. ¿Qué debo hacer con mi pasado? (Filipenses 3.12-14).

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5. ¿Dónde encuentro respuesta a cada necesidad? (Salmo 121. 1-2).

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6. ¿Qué debo hacer si el diablo me recuerda pecados del pasado? (Romanos 8.1,

33-37). ________________________________________________________________

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7. ¿Cómo puedo crecer en Cristo? (Hebreos 12.1-3) (1 Pedro. 2:2).

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2 Corintios 5.17


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HABLANDO CON DIOS

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia

y hallar gracia para el oportuno socorro” Hebreos 4.16

1ª PARTE

I. ¿QUÉ ES LA ORACIÓN? (SALMO 27.4). La oración es comunión con Dios. Me comunica con Él, me hace conocerlo más, me ayuda a saber su voluntad cuando la practico diariamente. Es el corazón del hombre en comunión con el corazón de Dios. Es compartir mi vida con Él. Es charlar con mi mejor amigo y amado Padre. La oración es la fuente de poder del cristiano. “Mucha oración, mucho poder. Poca oración, poco poder”. La oración me enseña a esperar, aclara mi visión, tranquiliza mi corazón y activa mi fe. Me hace avanzar en el Reino de Dios sobre el reino de las tinieblas. Todo es diferente después de orar. A través de la oración preparo el camino por donde voy a andar. II. ¿CÓMO ORAR? (MATEO 6.9-13). No requiere educación, ni consiste en palabras especiales. Jesús advirtió acerca de evitar el formalismo (Mateo 6.5), ya que convierte la oración en algo mecánico y rutinario que no bendice mi vida. Oremos al Padre (Mateo 6.9), en el nombre de Jesús (Juan 16.23). Jesús es el mediador (1 Timoteo 2.5). Él es el único que dio su vida por mí (Hechos 4.12) y me lavó con su sangre (Efesios 1.7). A través de Él, tengo acceso directo a la presencia de Dios (Efesios 2.17-18). Si bien puede haber personas orando por mí, y es bueno pedir oración cuando lo necesitamos (Romanos 15.30-31), mi relación con Dios ha de ser, de Padre a hijo (1 Juan 3.1-2). Si necesito algo, debo acercarme a Dios con confianza (Hebreos 4.16), pedir (Santiago 4.2) y hacerlo en el nombre de Jesús (Juan 16.24), para que el Padre se glorifique en el Hijo (Juan 14.13). En su Palabra, el Señor Jesucristo nos enseña a orar (Mateo 6.9-13). A. Entrando a su presencia.

1. Confesión (Salmo 32:5 y 139:23-24) Para perdón de pecados. Es decirle a Él lo que he hecho mal y pedirle que me perdone y me ayude a no caer nunca más; es decir, debo confesar con verdadero arrepentimiento. Él ama a sus hijos, los perdona y restaura. Él es un Dios de misericordia; perdona mis pecados y hace todo nuevo (1 Juan 1.9; Proverbios 28.13). 2. Adoración (Juan 4.24). Es bendecir a Dios por lo que Él es

3. Alabanza (Salmo 150.1-2; Salmo 50.23; Salmo 145.1-7; Salmo 149.1). Es bendecir a Dios por lo que Él hace. Es recordar cada milagro que Él ha hecho, darle gracias y exaltar su nombre (Salmo103.1). En medio de la adoración y la


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alabanza Dios se mueve con poder rompiendo barreras y cadenas (Hechos 16.23-26). Muchas son las personas que reciben milagros en medio de la adoración, aún antes de haber hecho su petición delante de Dios. Es una de las oraciones más poderosas.

4. Cánticos (Salmo 150.3-6; Hechos 16.22-25; Efesios 5.19). A través de cánticos adoramos y alabamos a Dios, y creamos un ambiente especial que no sólo nos lleva a su presencia, sino que también hace huir al enemigo de nuestras almas.

B. Permaneciendo en su presencia.

1. Petición (Mateo 7.7-8; Filipenses 4.6). Es una sencilla petición con mis palabras. Esta debe incluir todas mis necesidades tanto espirituales (Santiago 1.5), como materiales (Mateo 6.11). No debo tener temor ni vergüenza. Él dice en su Palabra que si necesito algo, tengo que pedírselo (Filipenses 4.6). Cuando quieras que Él te dé algo, prueba a pedírselo. Es un Padre bueno y tu mejor amigo. Nunca te fallará. No importa si es algo grande o pequeño. Pruébalo y verás milagros grandes. Importante: es una de las formas de comunicarse con Dios, no la única. Debe ser una parte de mi oración, de lo contrario, no hay comunicación. 2. Intercesión (Colosenses 4.3-4). Es cuando no oramos por nosotros mismos, sino que ponemos como meta de nuestras oraciones la vida de otros. Ej.: nuestra familia, amigos, vecinos, nuestra ciudad, nuestra iglesia, por obreros para la obra de Dios (Mateo 9.37-38), por la predicación del evangelio (Efesios 6.18-19), etc. Dios nos llama a orar por todos los hombres, especialmente por las autoridades (1 Timoteo. 2.1-4). Él quiere que oremos aun por nuestros enemigos (Mateo 5.44). 3. Reprensión. Tomamos nuestra posición en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 1.16-23) y no nos bajamos (si lo hacemos, perdemos autoridad). El nos ha dado autoridad sobre todo poder del enemigo (Lucas 10.19). Lo reprendemos en el nombre de Jesús (Mateo 18.18) y deshacemos sus obras (1 Juan 3.8). 4. Aprendiendo a esperar y escuchar (Salmo 37:7a; Éxodo 33.11). Hay momentos de la oración en la cual Dios quiere traer una palabra a mi corazón. Quizás estoy necesitando que Él me hable. Él siempre escucha. Yo debo aprender a escucharle. 5. Orando en el Espíritu. Cuando ya no sabemos cómo orar, el Espíritu Santo intercede por nosotros (Romanos 8.26-27), y lo hace conforme a la voluntad de Dios. (Volveremos sobre este punto al hablar del Bautismo en el Espíritu Santo). 6. Acción de gracias. (Colosenses 4.2; 1 Tes. 5.18; Salmo 100.4). Así como entro en su presencia con adoración y alabanza, de la misma forma termino la oración. Le doy gracias porque sé que Él ha escuchado mi oración y trae respuesta para mi vida (Salmo 86.7)


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C. Continuando en su presencia durante todo el día. Aunque finalice nuestra conversación con Dios, la comunión con Él no debería interrumpirse y hemos de aspirar a sentir su presencia durante todo el día, porque Él está ahí, con nosotros. (Salmo 88:1; Salmo 44:8; Salmo 55:17; 1Tesalonicenses 5:17; Filipenses 4:4).

2ª PARTE

III. ALGUNOS ASPECTOS DE LA ORACIÓN.

A. Tiempo. La Biblia nos exhorta a orar “en todo tiempo” (Efesios 6.18). Siempre habrá cosas urgentes para hacer. Es una decisión personal de cada día (Salmo 116.2) dejar lo urgente para hacer lo importante (Marcos 1.35; Lucas 10.38-42). Mejor horario: el más adecuado para cada uno. Lo ideal: por la mañana (Salmo 5.3). Presento delante de Dios el día que está comenzando y El prepara mi camino. Puedo comenzar apartando 15 minutos diarios. Compartir todo lo que me ocurre en el día me ayudará a crecer en oración y en intimidad con Jesús. Con el crecimiento cristiano tendré más para decirle al Señor y querré pasar más tiempo con Él. (Puedes adquirir un pequeño manual “Cómo pasar tiempo a solas con Dios”, será bueno para ti; pregunta al hermano/a que está dando las clases del ABC).

B. Lugar. Debo buscar un lugar tranquilo. No importa donde sea. El único requisito es que pueda tener intimidad con Él. Debo compartir todo lo que me ocurre en el día con Jesús. No importa donde esté, El está conmigo.

C. Motivos de oración. Cuando le pido conforme a su voluntad, sé que hay respuesta segura de parte de Dios. Por eso es importante orar con la Palabra de Dios: estoy orando de acuerdo a su voluntad (1 Juan 5.14-15), (es lo que Él quiere para mi vida), y con su autoridad (Jeremías 23.29), (no es mi palabra ni mi deseo; es palabra de Dios. El la cumple (Isaías 55.10-11). Es muy útil tener una lista de oración en una libreta o agenda. Será un registro claro de mis metas a alcanzar, pero también de aquellas que ya he alcanzado por la mano de Dios.

D. Ayuno. En el ayuno aparto el tiempo que comúnmente uso para alimentar mi cuerpo, y lo dedico a buscar a Dios en oración. Es importante para encontrar la libertad que necesito. Me fortalece espiritualmente, rompe las ataduras y abre mis ojos y oídos a lo que Dios quiere para mi vida (Isaías 58.1-2)

E. Ataques. La oración es el área más atacada por el diablo. Porque sabe que si logra quitarla de mi vida, me hace vulnerable. Es como si me quitara el oxígeno. Algunos de los ataques más comunes: sueño, actividades (siempre hay algo urgente que hacer), pensamientos (mientras estoy orando las cosas más insospechadas vienen a mi mente), temor (“van a pensar que soy un fanático”), dudas, desánimo, etc.


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IV. LA ORACIÓN EFICAZ. Una oración eficaz es aquella que alcanza el objetivo que se ha propuesto. Es aquella que mueve la mano de Dios cambia vidas y trasforma realidades. Dios quiere que mi oración sea eficaz. En la Biblia encontramos algunos consejos para ello (Santiago 5.7-20):

A. Aprender a esperar (v.7-8). Hay situaciones en las cuales oramos a Dios por una necesidad y la respuesta llega de forma inmediata, pero hay otras en las cuales existe un tiempo (que puede variar según el caso), entre mi oración y la respuesta de Dios. Un tiempo en el cual Dios está preparando el milagro, tocando corazones, cambiando situaciones. El se está moviendo en el campo espiritual pero yo no veo cambios en el mundo material. El consejo de Dios para ese tiempo es:

1. Tener paciencia. La palabra “Paciencia” es el resultado de la suma de dos palabras: “Paz” más “Ciencia” (Conocimiento). Esto significa que tengo paz en mi corazón porque sé (“conozco”) que Dios está conmigo y va a intervenir en mi necesidad. Es importante entender que el milagro no comienza el día que lo recibo sino el día que comencé a orar por él. Vemos esto claramente en la vida del profeta Daniel (lea Daniel 10). Estuvo 3 semanas orando y no veía respuesta; la aflicción era grande, sin embargo desde el primer día Dios escuchó su oración y envió repuesta (Daniel 10.12). A veces esta última no llega en el momento que desearíamos, sino en el momento justo de parte de Dios (Eclesiastés 3.11). En este tiempo debo dejar que la paz de Dios gobierne mi corazón (Colosenses 3.15), sabiendo que El tiene cuidado de mi vida (1 Pedro 5.7). Los que están a mi favor son más que los que están con mi enemigo (2 R. 6.16-17). Nada me puede separar de la bendición de Dios (Romanos 8.31, 35,37).

2. Afirmar el corazón. En tiempos de espera de la respuesta de Dios, el enemigo intentará desanimarme. Tratará de crear situaciones o utilizar personas para hacerme sentir derrotado y dudar de la bendición haciéndome creer que Dios se ha olvidado de mí. ¡Nada más lejos de la realidad! Debo cerrar las puertas a todo lo que venga a traer desánimo sobre mi vida. Debo aferrarme a la palabra de Dios (Lucas 8.50), y no dar lugar a palabras extrañas. Debo poner mis ojos en Jesús (Hebreos 12.2). En su palabra. El es el “autor”, pero también el “consumador”. “El Señor está cerca” y el milagro viene con El.

B. Evitar la queja (v.9). Una de las estrategias del diablo para entorpecer tus oraciones es la de hacerme creer que a Dios no le interesa mi necesidad y que comience a lamentarte y quejarme por mi situación. Esto tiene un efecto totalmente destructivo. Vemos como ejemplo de esto al pueblo de Israel. Fue libertado de Egipto por la mano de Dios, fue testigo de milagros tremendos; sin embargo, cada vez que enfrentaba una situación en lugar de recurrir a Dios (que había hecho tantos milagros y señales), se quejaban contra Moisés y en definitiva contra Dios. Es curioso notar que cada vez que Moisés le pedía al Señor por su pueblo, El suplía cada necesidad. La respuesta no venía con la queja del pueblo, sino con la petición de Moisés. La queja nunca trae bendición. Debo aprender a ver las dificultades, no como situaciones que van a destruir mi vida, sino como la oportunidad de ejercer mi fe y ver milagros grandes. Si en algún momento me he quejado contra Dios, debo arrepentirme y pedirle que supla mi necesidad. Él es un Dios de milagros.


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C. Aprender de aquellos que son ejemplos de fe (v.10-11). En la Biblia encuentro ejemplos de mujeres y hombres de Dios que han crecido en la fe, porque permitieron que el Señor trabajara en sus vidas. Atravesaron situaciones difíciles y vencieron al poner sus vidas en las manos de Dios.

D. Sinceridad (v.12). Debo saber que Dios conoce mi necesidad antes de que yo se la pida (Mateo 6.33). El me conoce tal como soy, con mis virtudes y mis defectos, y me acepta. Tengo libertad para ir a su presencia y ser sincero con Él. Nada le es oculto a sus ojos El quiere que sea sincero, “transparente”, y me muestre tal como soy, confiando en que bendecirá mi vida con su poder. E. Mi actitud de corazón (v. 13).

1. Recurrir a Dios en todo momento de aflicción. Si tengo una necesidad debo recurrir a Jesús. Él es el que hace los milagros (Salmo 40.4). Puede usar otras personas para bendecirme, pero el que me bendice es Él; mi confianza debe estar puesta en Él. Las personas pueden fallar, los planes pueden fracasar, pero Dios nunca falla.

2. Adoración en todo tiempo. Debo aprender a gozarme y festejar, no sólo recordando cada milagro que Él ha hecho en mi vida, sino también dando gracias, aun por aquello que estoy esperando, pues sé que Él me lo dará.

F. Orar con fe (v.14-15). Fe significa creer sin ver, y aún creer a pesar de lo que veo (Hebreos 11.1). Es estar seguro de lo que Dios va a hacer a pesar de que la realidad diga todo lo contrario. Debo aprender a orar con fe, sabiendo que la Palabra de Dios siempre viene contra la realidad para transformarla, y siempre tiene poder para hacerlo. Debo proteger mi fe de todo aquello lo que quiera venir a afectarla o debilitarla, y fortalecerla con la Palabra de Dios (Romanos 10.17) (Efesios 6:10). G. Mantener un corazón limpio (v.16). Es muy importante ir delante de Dios cada día y pedirle a Él que limpie mi corazón (Salmo 51.10), no sólo por mis pecados que afectan directamente al Señor, sino también por situaciones que afecten mi relación con mis hermanos (Mateo 5.23-24; 1 Pedro 3.7). Él me ha lavado con su sangre y me ha hecho “justo”. Esto significa que no queda pecado en mi vida y nada puede ponerle trabas a la bendición. H. Orar con fervor (v.17-18). Elías oró fervientemente (1 Reyes 18.41-46). “Se arriesgó” por Dios delante del rey (v. 41). Oró y no hubo respuesta al principio (v.43), sin embargo, no se desanimó. Oró con mayor intensidad (v. 44-45), y vio la respuesta que estaba esperando (v. 45). Frente a la adversidad, debo aumentar la intensidad de mi oración. “Mayor oposición, mayor oración”. Dios está conmigo “Como Poderoso Gigante” (Jeremías 20.11), y responde a mi clamor (Jeremías 33.3) haciendo milagros potentes. I. Evangelizar (v. 19-20). Muchas personas viven pendientes de sus propios problemas y les cuesta recibir de parte de Dios. El diablo intenta llevar a la gente a “ensimismarse” en su necesidad. Cuando caigo en esto, vivo con los ojos puestos en mi problema, hasta tal punto que éste parece cada vez más grande e imposible de solucionar. La Biblia dice que debo


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tener mis ojos puestos en Jesús (Hebreos 12.2) (sabiendo que de Él viene la respuesta a mi necesidad) y en aquello que Él más ama: las almas. Son muchos los hermanos que reciben milagros después de “salir de sí mismos”. Hay personas que están a mí alrededor, que necesitan lo que Dios ha puesto en mí. Dios quiere que yo sea bendecido, pero también que sea de bendición a los demás. (Génesis 12.2). He de llevar el amor y la misericordia de Dios a todos aquéllos que no le conocen, así como su mensaje de Salvación, sanidad, liberación y prosperidad. Cuando mi corazón entra en sintonía con el corazón de Dios, mis oraciones son contestadas con poder.


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1. ¿Por qué debo orar en el Nombre de Jesús? (1 Timoteo 2.5). _____________________________________________________________

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2. ¿Qué importancia tienen la adoración y la alabanza en la oración? (Hechos 16.23-26). _____________________________________________________________

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3. ¿Cómo puedo acercarme a Dios después de haber pecado? (1 Juan 1.9)

(Proverbios 28:13).

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4. ¿Está bien que “moleste” a Dios si tengo una necesidad material? (Filipenses 4.6; Mateo 6.11) _____________________________________________________________

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5. ¿Qué significa orar con fe? (Hebreos 11.1). _____________________________________________________________

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6. ¿Por qué es importante orar con la Palabra de Dios? (Jeremías 23.29). _____________________________________________________________

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7. ¿Qué hacer si estoy orando por algo / alguien y la respuesta no llega? (1 Pedro 5.7; Lucas 8.50). _____________________________________________________________

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Jeremías 33.3


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ROMPIENDO ATADURAS

“...porque las armas de nuestra milicia no son carnales, Sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,

derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios,

y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” 2 Corintios 10:4-5

I. ¿QUÉ ES UNA FORTALEZA? Es un conjunto de seres demoníacos, controlados por espíritus territoriales, que se apropian de un lugar o espacio físico, escuela, barrio, etc., tomando las vidas de las personas para destruirlas. Producen como primera consecuencia la lejanía y dureza de la gente hacia Dios. En lo personal, son avanzadas del diablo sobre la vida de una persona que la llevan a derrota. II. ¿QUÉ ES UN ARGUMENTO? Son pensamientos y filosofías que rigen las vidas de las personas. Son mentiras del diablo para que la gente no se acerque confiadamente a Dios. III. ¿CÓMO OPERAN? En algunos lugares (barrios, edificios, familias, etc.), es común ver ciertas situaciones darse de manera repetitiva. Ej. Odios, separación, drogas, muerte, suicidios, prostitución, etc. Existen espíritus inmundos que se mueven en esos lugares y generan argumentos. Estos, por lo general, son distorsiones y falsos conceptos acerca de Dios y del pecado, que causan separación entre el hombre y Dios. Operan sobre la sociedad y, en particular, sobre ciertos corazones. A. Vendas y redes (Ezequiel 13.1-23). Si vamos a Ezequiel, capítulo 13, allí la Palabra de Dios nos muestra como operan estas fortalezas:

1. Engañan (v.10). Hacen parecer lo falso como cierto. Lo bueno parece malo, y lo malo, bueno (Isaías 5.20).

2. Mienten (v.19). Llevan a las personas por caminos que no son de Dios. Traen palabras que parecen de Dios, pero no lo son.

3. No dejan ver ni oír (v. 18. “velos mágicos para todas las cabezas”). La persona no acepta la Palabra de Dios. No se da cuenta de la situación ni de lo que ocurre a su alrededor. No cree, y por lo tanto, no recibe.


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4. No dejan pensar (v. 18). La persona no es libre para decidir. Es llevada de un lado a otro sin darse cuenta de que alguien le lleva, aún en contra de lo que realmente quiere hacer. No sabe qué le pasa, por qué vive así. Solo lo sufre. 5. No dejan moverse en libertad (v. 18 “vendas mágicas para las manos) La persona no puede salir de la situación, no tiene fuerzas (a menos que esos lazos se rompan).

6. Su fruto es muerte (v. 19). No sólo física, sino que incluye todo aspecto de la vida de la persona (familia, trabajo, anhelos, etc.)

B. Algunos ejemplos de argumentos. Algunos están allí desde que éramos niños (argumentos internos); son los más importantes y los más fuertes. Otros se mueven a nuestro alrededor (argumentos externos), queriendo tomar lugar en nuestras vidas. Llegan a ser tan sutiles y poderosos, que siguen operando sobre las vidas de las personas aún después de la conversión. Los ejemplos más comunes son argumentos que afectan a la bondad de Dios o que le acusan de castigarnos.

1. “Eres un inútil; no sirves para nada”. ¡Sí soy útil; sí sirvo! Soy una criatura de Dios (Efesios 2.10), por lo tanto, valiosa.

2. “Dios bendice a todos pero a mí no”. Dios no hace acepción de personas (Hechos 10.34-35). El quiere bendecir mi vida con su amor (1Juan 4.19)

3. “Dios me castigó”. La Biblia dice que Dios ama y perdona (Romanos 11.30-32). Jesús ocupó mi lugar, mi castigo fue sobre Él (Isaías 53.4-5). No tengo por qué sufrir.

4. “Oración equivale a penitencia”. Por esto a muchos les cuesta orar. Creen que las oraciones son vana repetición, apurándose, deseando terminar. Orar no es ningún castigo; es disfrutar de la presencia de nuestro Padre (Salmo16.11)

5. “Ayuno para que Dios me escuche”. Entonces Dios es malo. Si no ayuno, no me escucha. Esto no tiene nada que ver con lo que dice su Palabra (Salmo 66.19; Salmo 34.4)

6. “Dios no existe”. Es pretender que el hombre todo lo puede solo; “el hombre es Dios”. Los hechos demuestran lo contrario (Salmo 14.1 Salmo 53.1).

IV. DESTRUYENDO FORTALEZAS Y DERRIBANDO ARGUMENTOS. Primero debo derribar las fortalezas. Una vez destruidas las fortalezas, los argumentos generados por ellas caen y las personas son libres. Se acercan a Jesús y reciben bendición. Debo comenzar haciéndolo en mi vida. ¿Cómo detecto una fortaleza?: Por la observación y por la revelación de Dios. Por eso es tan importante mantenerme en comunión con Él. Debo preguntarle: ¿qué me está dañando?, y esperar que Dios me lo muestre. Jesús enseñó en cuanto a este tema (Mateo 7.15-20) de manera muy simple y contundente: “Por sus frutos los conoceréis” (v.20). Si quiero saber si algo o alguien es de bendición o no para mi vida, no importa lo que parezca, o digan, o pueda llegar a sentir. Por sus frutos le voy a conocer. ¿Cómo destruyo una fortaleza?


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A. Entregándome a Cristo.

Me pongo bajo la autoridad de Dios. Le pido perdón y dejo que Él limpie mi corazón en esa área de mi vida. Ej.: gente que es libre de las drogas. El milagro es provocado por la actitud del corazón. Renuncio a vivir bajo esos argumentos y cambio de actitud. Proclamando que yo tengo la mente de Cristo, alimentando mi espíritu y mente con la Palabra de Dios. Si somos lo que pensamos (y es verdad), yo puedo cambiar mi destino, cambiando mis pensamientos (Romanos 12:2). Derribando los argumentos, las especulaciones, las imaginaciones que vienen del diablo. Poniendo los pensamientos que me atormentan bajo la sangre de Jesucristo y echándolos fuera.

B. Desafiando a las fortalezas.

1. Mi postura. Debo tomar una actitud de victoria “Poner mi rostro contra” (Ezequiel 13.17). Tenemos un buen ejemplo de esto en David contra Goliat (1 Samuel.17). Los hermanos de David ni siquiera pensaban en triunfar (v.24). Vivían en derrota, humillados, con resignación. En cambio, David no se resignó a la situación, sino que se indignó por ella (v. 26), y luchó contra el gigante. 2. Sus armas. David no fue solo a la batalla. No fue en sus fuerzas sino en el nombre del Señor (v. 34-37). Debo enfrentar toda fortaleza del diablo tomando de la mano a Jesús. Debo ir sabiendo que Dios me avala, pero usando sus armas. El me dio autoridad para usar su nombre. En su nombre hay autoridad. Si batallo carnalmente, nunca voy a vencer esa fortaleza; me voy a desilusionar (Hechos 19.13-16). Yo soy débil, pero Él es fuerte, y sus armas son poderosas para destruir toda fortaleza (2ª Corintios 10.4).

V. FORTALEZAS DE CRISTO EN NOSOTROS. El último lugar tomado por Israel fue Jebús (2 S. 5.6-10), una ciudad ubicada en medio de su territorio. Los jebuseos se burlaban de David (v.6), hasta que un día se cansó y tomó Jebús (v. 7). La destruyó y sobre ella edificó Jerusalén (v.9), su propia fortaleza. La nueva vida en Cristo y la comunión a través de la oración, me lleva a la victoria sobre todo poder que intente dañarme. Esta nueva forma de enfrentar los problemas me asegura la libertad que Jesús promete en su Palabra. Mantener la obediencia en amor y humildad, abrirá las puertas a la fortaleza del Espíritu Santo para triunfar en todas las áreas de la vida; no sólo en mi vida, sino también para que otros sean libres y caminen en victoria. No debo dejarme engañar por las fortalezas. Fui creado para vivir en salud, prosperidad, gozo y victoria. Así como David avanzó sobre Jebús, debo hacer lo mismo en lo personal. Lo que antes era mi debilidad, será una fortaleza de Dios en mi vida. Debo escucharlo sólo a El. Jesús me lleva de poder en poder. Él es mi fortaleza (Salmo18.1-2).


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1. ¿Cómo actúa una fortaleza? (2 Corintios 10.4-5).

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2. ¿Cómo saber si algo / alguien es de bendición para mi vida? (Mateo 7:15-20)

(Proverbios 10:22).

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3. (Siguiendo con la pregunta anterior) ¿Por qué no debo guiarme por las apariencias? (Isaías 5.20) (Romanos 12:2).

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4. ¿Cuál debe de ser mi actitud frente a una fortaleza? (Ezequiel 13.17)

(2ª Corintios. 10:5b). ___________________________________________________________________

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5. ¿Dónde encuentro fortaleza para mi vida? (Salmo 18.1-2) (Nehemías. 8:10b). ___________________________________________________________________

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Zacarías 4.6 b


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DIOS ME HABLA

“No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”

Mateo 4.4 I. ¿DE QUÉ FORMAS ME HABLA DIOS?.

Dios puede hablarme de diferentes formas:

A. La Biblia. Dios habla a través de su Palabra. Debo leerla sabiendo que Él, hablará a mi vida de manera personal.

B. La oración. Hay momentos de la oración para hablar y momentos para escuchar, para dejar que Dios abra mis ojos y hable a mi corazón.

C. Un culto. En cualquier momento Dios puede traer la palabra que estoy necesitando: la alabanza, una predicación, un testimonio. Por eso es importante estar atento durante toda la reunión. Es un tiempo en el que el Señor quiere manifestarse de diferentes formas; entre ellas, a través de su Palabra.

D. Un consejo pastoral (del pastor o líderes pastorales). Dios ha puesto en la Iglesia a personas con autoridad para bendecirme. Es fundamental que yo abra mi corazón y me disponga a recibir toda palabra que El quiera darme a través de sus vidas (Hebreos 13.7)

E. Mis experiencias. A veces son positivas y otras “aparentemente” negativas. En todas ellas hay algo que Dios quiere enseñarme.

Hay personas que sólo buscan respuesta en la Biblia y no escuchan el consejo de sus líderes. Olvidan que estas personas han sido puestas por Dios sobre sus vidas para hablarles a través de ellas. Otros buscan consejo en sus líderes pero nunca tienen tiempo para orar y leer la Palabra. De esta manera, se hacen dependientes de una persona y no toman en cuenta que Dios también quiere hablar con ellos personalmente. El Señor puede hablarme de distintas maneras. El secreto es que yo tenga mis ojos y oídos atentos, y mi corazón dispuesto a escuchar su voz. II. ¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE LA BIBLIA? (2 TIMOTEO 3.16-17).

A. Es inspirada por Dios. Es una carta personal de Dios para mí (2 Pedro 1.21). Fue escrita pensando en mí; conociendo mi necesidad (Romanos 15.4). El me creó y sabe de qué forma mi vida va a funcionar sin tropiezos (Salmo 119.165). Es mi manual de cada día. En ella encuentro todo lo que necesito para llevar una vida de bendición.


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B. Me enseña. No importa cuantos años tenga de creyente; Dios siempre tiene algo más para enseñarme (Deuteronomio 4.10; Deuteronomio 11. 18-21). Es importante estar dispuesto a aprender, querer que El Señor me enseñe (Isaías 2.3). La Palabra de Dios me hace libre de la ignorancia y de la mentira (Juan 8.31-32). Esa es la única manera de disfrutar lo que El me ha dado: descubrir cuán grandes bendiciones hay para mi vida en Cristo. C. Me redarguye. Me muestra cuándo me estoy saliendo del camino que Dios ha preparado para mí. Hay personas que rechazan la Palabra cuando ésta no les dice lo que quieren oír. Dios es bueno y quiere lo mejor para sus hijos Su perfecta voluntad es lo mejor para mi vida (Romanos 12.2). Cuando abro mi corazón para que el Señor me hable en situaciones en las que me estoy equivocando, puedo reconocer mi error; su Palabra me da seguridad y protege mi vida, ya que no permitirá que me separe de la mano de Dios. D. Me corrige. Dios no sólo me marca el error. El también me muestra cómo volver al buen camino. El diablo produce culpa. Confunde, miente y trata de demostrar que no hay salida para mi situación. Dios tiene misericordia. Él trae luz, claridad sobre lo que me ha dañado, y siempre me da una salida que vuelve a poner mi vida en bendición (Salmo 94.12). La Palabra ordena mis pasos y da dirección a mi vida (Salmo 119.133). E. Me instruye en justicia. Me muestra cómo llevar una vida consagrada a Dios. Me prepara para la gran obra que El ha depositado en mis manos:

1. Trabaja en mi carácter (edificación personal). Examina mi corazón (Hebreos 4.12), trae luz a mi alma (Salmo119.105, 130; Salmo1 9.8) y quiebra toda dureza (Jeremías 23.29). Me santifica (Salmo 119.9; Juan 15.3; Juan 17.17) y edifica con su amor (Hechos 20.32). Una vida edificada en la Palabra de Dios es una vida firme (Mateo 7.24-27)

2. Me instruye para usar lo que Dios me ha dado (edificación ministerial). Me da sabiduría de Dios (Salmo19. 7; Proverbios 12.1), me enseña a usar bien la Palabra (2 Timoteo 2.15) y me hace dar fruto (Marcos 4.20).

III. ¿QUÉ DEBO HACER CON LA PALABRA DE DIOS?.

A. Oírla (Romanos 10.17). B. Leerla (Deuteronomio 1719). C. Escudriñarla, examinarla (Juan 5.39). D. Estudiarla (Proverbios 2. 1-6). E. Memorizarla (Josué 23.6). F. Meditar en ella (Josué 1.8). G. Llevarla a la práctica (Santiago 1.22-25). H. Enseñarla (Deuteronomio 11.19). I. Predicarla (Hechos 5.20; 2Timoteo 4.1-2).


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IV. ¿CÓMO LEERLA?

A. Un encuentro personal con Dios.

Debo encontrar un lugar tranquilo y dedicar un tiempo determinado. Debo desear tener un encuentro con la Palabra de Dios cada día (1 Pedro 2.2). Lo ideal es poder leer la Biblia en mis tiempos de oración y dejar que El me hable. Comenzaré con textos de fácil comprensión, por ejemplo, los evangelios (especialmente el Evangelio según San Juan) y subrayaré en mi Biblia aquellos textos en los cuales Dios me ha hablado. Leeré cuidadosamente (sin prisas), sabiendo que el Señor me hablará en forma personal. Es particularmente útil tener una libreta a mano y anotar el texto:

1. ¿Qué significa? 2. ¿Cómo lo aplico a mi vida? 3. ¿Qué bendiciones recibiré al aplicarlo?

B. ¿Cómo encontrar una cita bíblica?

La Biblia está compuesta por 66 libros. De ellos 39 se encuentran en el Antiguo Testamento y los 27 restantes, en el Nuevo Testamento. Cada libro ha sido dividido en capítulos y versículos para facilitar su lectura y estudio. Cuando queremos identificar un texto de la Biblia lo hacemos indicando el libro, el capítulo y el versículo en que se encuentra. Por ejemplo:

Generalmente abreviamos los nombres de los libros. En las primeras páginas de la Biblia hay un índice de todos los libros con la abreviatura que corresponde a cada uno.

Por ejemplo: “Gn” significa “Génesis”; “Jn” se refiere al “Evangelio según San Juan”, etc. Los capítulos y versículos se indican por medio de números, separados unos de otros por puntos (Ej.: 3.16). En el ejemplo anterior, Jn 3.16 significa “Evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 16”. Cuando leemos decimos “Juan tres, dieciséis”. Cuando un texto abarca dos o tres versículos seguidos del mismo capítulo, solamente indicamos el primero y el último de los versículos de esa cita y los separamos con una coma o un guión. Por ejemplo, Mateo 28.19, 20 es “Evangelio según Mateo, capítulo veintiocho, versículos diecinueve y veinte”; Marcos 16.15, 18 es “Evangelio según Marcos, capítulo dieciséis, versículos del quince al dieciocho”. C. Los ataques de Satanás.

El diablo tratará de desvirtuar la autenticidad de la Palabra y su importancia para mí, así como las bendiciones para mi vida al aplicarla. Traerá excusas: “No tengo tiempo”, “Estoy muy cansado”, “No me acuerdo de lo que leo”, etc. Debo tomar control sobre mi vida cada día y resistir todo ataque del enemigo. El Espíritu Santo es mi Ayudador. Cuando aparto tiempo para estar en su presencia, Él renueva mis fuerzas (Isaías 40.29). Él abre mi entendimiento para comprender lo que dice la Palabra de Dios (Salmo119.18), y la traerá a mi mente en el momento que la necesite (Juan 14.26). V. LA PALABRA QUE DA FRUTO.

La Palabra de Dios no es como cualquier otra. Dios envía palabra sobre mi vida con el propósito de que dé fruto (Isaías 55.11), y ese fruto sea abundante. El es el que suelta la palabra y hace los milagros, pero mi actitud de corazón es la que decide si esa palabra será prosperada o no. Vemos esto claramente en una parábola que el Señor Jesucristo enseñó a sus discípulos: la parábola del sembrador (Lucas 8.4-15).

Juan 3.16


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A. El sembrador. Dios es el que siembra. El bendice mi vida con su palabra. Yo también puedo transformarme en un sembrador: cuando llevo la Palabra de Dios a otros. B. La semilla. La semilla es la Palabra de Dios (v.11). Esa semilla es:

1. Poderosa. La Palabra de Dios tiene poder para salvación (Romanos 1.16). No es palabra humana (Lucas 4.32). Tiene autoridad para bendecir (Marcos 2.9-12), y para ir contra todo poder del diablo. Es un arma espiritual (Efesios 6.17). Las estrategias para vencer al diablo están en la Palabra de Dios (Mateo 4.1-11).

2. Creativa. Dios hizo todo lo que existe a través de su Palabra. A partir de la nada, El hizo todo (Hebreos 11.3; 2 P.3.5). Soltó su Palabra y las cosas fueron hechas. Cuando yo creo su Palabra y la aplico sobre mi vida, sobre mi hogar, sobre mi trabajo, ella produce milagros. En medio de la muerte Dios trae vida (Ezequiel 37.7-10; Juan6.63), en medio de la enfermedad Dios trae sanidad (Salmo107.20; Mateo 8.8), en medio de la escasez Dios trae abundancia (2 Colosenses 9.8-11).

3. Segura. Hay situaciones en las cuales Dios habla y parece poco probable (y, a veces, hasta imposible), que esa palabra se cumpla. Vemos la realidad y la palabra parece estar tan distante... Cada vez que el Señor suelta su Palabra sobre una realidad, es para transformarla. Su Palabra tiene el poder para hacerlo. No importa lo que ven mis ojos, ni el tiempo que pase (Ezequiel 12.22-25; Isaías 40.8; Mateo 24.35). Dios es especialista en imposibles. Cuando El habla, su Palabra siempre se cumple (2 Pedro 1.19; Mateo 5.18).

C. La actitud de corazón. El corazón simboliza la tierra en la que cae la semilla. Dios es poderoso para hacer de cada corazón una buena tierra.

1. Sin fruto (v.12-14). a. Por incredulidad (v.12). No creen en la Palabra de Dios o piensan que es para otro. b. Por falta de fe (v.13). Se dejan llevar por la situación, por lo que sus ojos ven. Se apartan en medio de la prueba, cuando las cosas se ponen difíciles y parece que la palabra no se va a cumplir. c. Por no tener claros los valores (v.14). Ponen la Palabra de Dios en segundo lugar. En algunos casos, juzgan más importantes sus planes que los planes de Dios. En otros, el afán y la ansiedad los llevan a querer hacer ellos mismos lo que sólo el Señor puede hacer. En el fondo de su corazón dudan (por temor) de la Palabra de Dios o de su fidelidad.

2. Con fruto. a. Oyen y reciben. No sólo creen en Dios, sino que creen a Dios. No piensan que es para otro sino que reciben la “Palabra” para sus propias vidas (Santiago 1.21). Oyen con sus oídos, y también la reciben en su corazón (Deuteronomio 11.18). b. Retienen. Resisten todo intento del diablo de quitar la palabra de su corazón. No se miran a sí mismos ni a sus posibilidades. El milagro lo hace Jesucristo. En medio de la prueba se apoyan en Dios (Salmo119.28). Llenan sus corazones con la “Palabra” (Colosenses 3.16) y fortalecen su fe sólo por lo que Dios dice (lo que no se ve), porque saben que El lo va a hacer (2 Colosenses 4.18).


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c. Perseveran. Determinan: “¡La Palabra de Dios se cumple sobre mi vida!”. Permanecen firmes en su Palabra y el Señor prospera sus caminos (Josué 1.8). Saben que toda palabra tiene su tiempo (Eclesiastés 3.1), y aprenden a esperar descansando en la fidelidad de Dios (Habacuc 2.3).

D. El fruto.

1. Es abundante. Dios quiere que comience a creer en cosas grandes. Así como una semilla es pequeña pero de ella sale un árbol grande e innumerables frutos (Mateo 13.31-32), también una sola Palabra de Dios es capaz de cambiar una vida y hacerla pasar de la escasez a la abundancia. 2. Es progresivo. Dios quiere que ensanche mi corazón y pueda ver más allá de lo que se ve (Isaías 54.1-3). Debo ser consciente de que todo tiene su tiempo en las manos de Dios (Salmo 1.1-3). Su tiempo es perfecto. Quizá hay metas que todavía no se han cumplido. Debo permanecer firme con lo que Dios ha hecho en mi vida. No soy el mismo de ayer; no estoy igual que antes. He avanzado y lo seguiré haciendo. Me extiendo hacia mi próxima meta (Filipenses 3.13-14), sabiendo que El responderá al deseo de mi corazón y todo sueño será realizado (Salmo 20.1-4).


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1. ¿Qué debo hacer al recibir consejo de una autoridad de la iglesia? (Hebreos 13.7). _____________________________________________________________

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2. ¿Qué debo hacer para que la Palabra de Dios dé fruto en mi vida? (Lucas 8.15) (Santiago 1:22). _____________________________________________________________

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3. ¿Qué significa “oír” la Palabra? (Santiago 1.21).

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4. ¿Qué debo hacer para retener la Palabra de Dios? (Salmo 119.9-16).

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5. ¿Qué debo hacer mientras espero que se cumpla la Palabra de Dios? (Salmo

37:4-5; Colosenses 3:16). _____________________________________________________________

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6. ¿Cuál es el final de aquellos que perseveran en la Palabra? (Josué 1.8)

(Salmo 1:1-3). _____________________________________________________________

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7. ¿Cómo orar cuando lo que estoy pidiendo parece imposible? (Lucas 1:37)

(Filipenses 4:6) (Marcos 11:22-26). _____________________________________________________________

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Isaías 55.11


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AMIGOS

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”.

Proverbios 17.17 I. SOY PARTE DE UN CUERPO.

La Epístola a los Hebreos es uno de los libros del Nuevo Testamento. Si bien existen muchas controversias acerca del autor de la misma, sí existen algunos puntos claros en cuanto a sus destinatarios. Se trataba de hebreos (Hebreos 1.1), que se habían convertido al Señor (Hebreos 3.1), y que estaban en peligro de retroceder hacia el judaísmo (Hebreos 10.19-23). La intención de la carta es advertir acerca de los riesgos de volverse atrás, y animar y fortalecer a los creyentes para que se afirmen y avancen en su nueva vida en Cristo (Hebreos 10.23). Hay momentos como estos en el camino cristiano, en los cuales el diablo provoca situaciones con el objetivo de que el creyente se desanime, deje de confiar en la Palabra de Dios y la fidelidad del Señor, y se vuelva atrás. Entre los muchos consejos que aparecen en esta carta, uno de los más importantes se refiere a un punto fundamental en la vida del cristiano (Hebreos 10.23-25): congregarse. A. ¿Por qué debo congregarme?

1. ¿Qué es congregarse? Congregarse es mucho más que asistir a la iglesia. En lo devocional, es llegar a los cultos temprano, unirse en la alabanza, recibir la Palabra y la oración, y salir renovado. Es haber llegado desanimado a la casa de Dios y salir lleno de fe, lleno de gozo (Salmo 92.10; Isaías 40.29-31). Es llegar animado y fortalecido, y salir con un gozo y una fe mayores aún. En lo ministerial, es involucrarse en las actividades de la Iglesia y dar lo que he recibido. Dar mi tiempo, mis talentos, y los dones que Dios ha puesto en mí. Es saber, que el que da, recibe bendición (Lucas 6.38).

2. ¿Por qué congregarme? Ante todo, congregarse es obedecer un mandato del Señor (Deuteronomio 12.5; Deuteronomio 16.16-17). Es plantarse y echar raíces en la casa de Dios, para crecer y tener una vida vigorosa (Salmo 92. 12-14). La Iglesia es el lugar donde encuentro todo lo que necesito:

a. Buena comida: la Palabra de Dios (Mateo 4.4). b. Abundante líquido: el Espíritu Santo (Juan 7.37-39). c. Aire fresco: una atmósfera de adoración (Salmo 84.4) d. Adecuado ejercicio: el servicio para Dios (Hebreos 12.28)

En la iglesia recibo instrucción (Miqueas 4.2), refugio (Salmo 48.3), ánimo (Hebreos10.23-25), edificación (1 Colosenses 14.26), y preparación para el ministerio (Efesios 4.11-12). Dios habita en medio de su Iglesia (Mateo 18.20), y es allí donde El envía su bendición (Salmo 133.1-3).


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B. El Cuerpo de Cristo.

En Cristo no estoy solo. Tengo quien me cuida, quien camina conmigo. Dios me ha llamado a ser parte de una familia (Efesios 2.19), de un cuerpo (Romanos 12.4-5). ¿Cómo es ese cuerpo? (Efesios 4.11-16):

1. Un cuerpo donde sus miembros son edificados en unidad (v. 11-12) En Cristo somos un cuerpo (1 Colosenses 10.16-17), ligados unos con otros, alimentados y edificados unos por otros (atas 3.28; 1 Pedro 4.10). En ese cuerpo hay diferentes ministerios, puestos por Dios para edificar al cuerpo (Hechos 9.31).

2. Un cuerpo donde cada uno tiene la meta de llegar a ser como Jesús. Cada uno de nosotros va siendo perfeccionado día a día (Filipenses 1.6). No soy perfecto ya, pero mi vida va creciendo. Ese crecimiento tiene lugar dentro del Cuerpo de Cristo (Colosenses 2.19).

3. Un cuerpo donde la cabeza es Cristo. Cristo es la cabeza (Colosenses 1.18-20). El es la autoridad, pero también ha puesto hermanos y hermanas (Pastor, Ancianos, Líderes), con autoridad para pastorearme. Somos “ovejas” del Señor (Hebreos 13.20). Necesitamos ser pastoreados. Todos necesitamos a alguien que esté orando por nosotros, que nos proteja, que nos guíe y anime en momentos de dificultad (Juan21.16). Este es el plan de Dios para mí, y esto sólo se consigue entregando mi corazón para ser pastoreado, ya que soy yo mismo quien da autoridad a aquél que Dios puso sobre mi vida para hacerlo (Hebreos 13.17).

C. Restaurando al hermano. No hay perfección en la iglesia; hay gente que ama a Dios. El Cuerpo de Cristo está formado por hombres y mujeres. Son humanos y, por tanto, falibles (Eclesiastés 7.20). Es posible que al descubrir un fallo en el hermano, el diablo aproveche esta circunstancia para hacerte sentir mal, para que veas todo mal y sientas el deseo de abandonar el camino de Dios. No escuches las acusaciones del maligno, y ama a tus hermanos (Romanos 14.10-13). Debes recordar que de la misma manera que el Señor no mira tus pecados sino que los perdona, así también lo hace con tus hermanos (Efesios 4.32). ¿Cómo debo proceder si mi hermano cae en alguna falta? (Gálatas 6.1-5):

1. Mi actitud. a. Amor. La persona que ama se duele por el hermano, porque es parte del cuerpo, y cuando un miembro es afectado, todo el cuerpo lo siente (1 Corintios13.4-7). El amor busca que el hermano salga de ese problema y sea restaurado. b. Humildad. La persona humilde no se considera superior a nadie y, por lo tanto, no juzga al hermano (Filipenses 2.3-4). Se considera a sí mismo y pide a Dios que lo guarde de caer en esa situación. c. Mansedumbre. La persona mansa no cree que todo lo sabe, y está dispuesta a aprender (Santiago 1.21) aún del error del hermano, para no repetir

2. Mi conducta. Debo buscar la restauración de mi hermano:

a. Orando por él / ella. (Efesios 6.18) b. Recurriendo al líder/anciano/pastor. Aquél que le puede ministrar para que salga de ese problema.


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Muy importante: -Si veo el problema y cierro mi boca, el hermano no tiene quien le ministre y no puede ser restaurado.

-Si hablo con alguien que no ha sido dispuesto por Dios para ministrarle, estoy criticando, juzgando y exponiendo a mi hermano frente a otros. La Biblia llama a eso murmuración.

-Si hablo con la autoridad de la Iglesia, le doy al hermano la oportunidad de ser ministrado y salir del error. Su vida será restaurada y esto traerá gozo al corazón de Dios y a mi corazón.

Dios nos ama, nos perdona, y nos va perfeccionando con su poder. Unidos todos avanzamos siendo trasformados por su amor. II. ELIGIENDO MIS COMPAÑÍAS (SALMO 1.1-3).

Dios no me ha llamado a vivir solo. Las buenas compañías no sólo son deseables, sino necesarias (Génesis 2.18). La presencia de un hermano, no sólo me edifica por su ministerio, sino que la misma convivencia es usada por Dios para trabajar en mi vida (Proverbios 27.17). El Salmo 1 nos muestra en forma clara, de qué manera las personas que me rodean pueden llegar a afectar mi vida espiritual. A. Compañías que no me bendicen (v.1).

1. “Consejo de malos”. Rechazan la Palabra y hablan contra ella. Critican a las autoridades de la iglesia que traen la Palabra de Dios. Siguen su propio consejo y terminan siempre en derrota (Proverbios 4.19; Proverbios 11.5).

2. “Camino de pecadores”. Aunque algunos escuchan la Palabra, no hacen lo que ella dice. Viven de derrota en derrota y el desánimo abunda en sus corazones (Salmo 37.1-2).

3. “Silla de escarnecedores”. Viven de los errores de los demás. Critican al hermano, especialmente a aquel que sirve a Dios (algo que desagrada al Señor sobremanera) en lugar de imitar su fe. Son implacables y viven sembrando discordias (Proverbios 6.14-15).

La Biblia aconseja evitar este tipo de compañías (Proverbios 24.1; 2 Tesalonicenses 3.6, 14), ya que afectarán a mi vida negativamente (2 Juan 9-11). Traen vergüenza (Proverbios 28.7), corrompen la vida del cristiano (1 Corintios 15.33) y lo llevan a la destrucción (Números. 33.51-55).

B. Compañías que me bendicen (v.2). Aquellos que se deleitan en la Palabra de Dios. No son perfectos, pero viven agarrados a la Palabra de Dios. Dan gracias al Señor por aquellos que Él ha puesto para ministrarles y reciben su consejo con docilidad, son misericordiosos (están siempre dispuestos a aprender) y su conducta es ejemplo a imitar, porque demuestran su fe (Proverbios 12.26). Su boca está siempre lista para soltar la Palabra, declarando bendición y alentando al hermano en su debilidad. Son para Dios precioso tesoro (Malaquías 3.16-17); su misericordia está sobre ellos. Esta es la clase de compañías que Dios quiere para mi vida (Salmo119.63; Proverbios 13.20; Romanosanos12.16). Los verdaderos amigos me llevan a creer en la Palabra de Dios. Me levantan cuando caigo y me alientan a seguir adelante (Eclesiastés 4.9-10). Están a mi lado sirviendo al Señor (Lucas 10.1; Filipenses 1.27) y afirman mi vida en el camino de Dios (Proverbios 2.20).


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C. Resultados de una buena compañía (v.3). Aquel que rodea su vida con personas que le bendicen, es bendecido por Dios.

1. “está plantado junto a corrientes de aguas”. La bendición de Dios está sobre él. El Espíritu Santo se manifiesta en su vida cada día.

2. “su hoja no cae”. Siempre está recibiendo de parte de Dios. Su comunión con el Señor está cada día más fortalecida. Dios le alimenta y suple toda necesidad.

3. “todo lo que hace prosperará”. Vive de “victoria en victoria”. Todo lo que toca es prosperado. Anda cada día en bendición y cualquiera que se acerca a él, es bendecido por Dios.

D. ¿Cómo reconocer si una amistad es de bendición o no?

En la lección 3 hablamos acerca de las fortalezas del diablo y como éstas actúan dañando a las personas. También vimos cómo detectarlas y quitar toda influencia suya sobre nuestras vidas. Jesús enseñó en cuanto a esto: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7.15-20). Debo observar el fruto que traen sobre mi vida aquellos que me rodean. No importa lo que parezca, o digan, o pueda llegar a sentir. Las malas compañías son usadas por el diablo para traer derrota y destrucción. Cuando una persona es usada por Dios para bendecir mi vida, el fruto es victoria, crecimiento, gozo y una fuerte comunión con el Señor y con las autoridades que El ha puesto para bendecirme (Proverbios 2.20). III. MI RELACIÓN CON LOS “NO CRISTIANOS”.

Son muchos los textos de la Biblia que hablan acerca de la convivencia con los que no son cristianos. La Palabra me advierte que es imposible mantener comunión con alguien que no conoce a Dios (2 Corintios 6.14-15). Comunión significa “unión común”. Evidentemente, no será posible una unión completa con alguien, cuando el Señor Jesucristo no es el motivo que me une a él. Habrá situaciones que no entenderá, decisiones que no comprenderá (1 Pedro 4.4). Sin embargo, muchos interpretan erróneamente este concepto y se separan automáticamente de sus familiares y amigos cuando llegan al Señor. Muchos cometen el error de aislarse y a veces, llegan a juzgar a sus parientes y amigos que no conocen a Cristo por la vida que llevan. Debo recordar cuál es el sentir del corazón de Dios: que todos sean salvos (2 Pedro 3.9). El mismo sentir debe habitar en mi corazón. Mi convivencia con ellos, no sólo es inevitable, sino también deseable. Dios quiere que procure, de mi parte, la paz con todos (Romanos 12.18). Que en lo que de mí dependa, procure la paz con ellos, y ore, confiando en su salvación. Hay promesa de Dios para la familia (Hechos 16.31). Mi meta debe ser ganarlos para Cristo (Juan 1.43-46).


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1. ¿Por qué es tan importante congregarse? (Salmo 92.12-14; Hebreos 10.23-25). _____________________________________________________________

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2. ¿Cómo debe ser mi relación con mis líderes? (Hebreos 13.17). _____________________________________________________________

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3. ¿Cuál debe ser mi actitud si mi hermano cae en alguna falta? (Gálatas6.1-5). _____________________________________________________________

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4. ¿Qué tipo de compañías no son de bendición para mi vida? (Salmo 1.1). _____________________________________________________________

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5. ¿Qué tipo de amistades me bendicen? (Salmo 1.2). _____________________________________________________________

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6. ¿Cómo puedo reconocer si una persona trae bendición a mi vida o no? (Mateo 7.15-20). _____________________________________________________________

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7. ¿Cuál debe ser mi meta con mis familiares y amigos? (Juan 1. 43-46). _____________________________________________________________

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Salmo 65.4


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MI AMIGO Y AYUDADOR

“... pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén,

en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra...” Hechos 1.8

I. EL ESPÍRITU SANTO.

A. Una persona. El Espíritu Santo no es una fuerza ni un poder. Tiene los atributos de una persona: Intelecto (1 Corintios 2.10-13), sentimientos (Efesios 4.30) y voluntad (Hechos 16.6-10). Se goza, se entristece, habla, escucha, ayuda, consuela, liberta, imparte vida y salvación (Romanos 8.2). B. La Tercera Persona de la Trinidad. El Espíritu Santo es Dios tanto como el Padre y el Hijo. Es la tercera persona de la Trinidad (1 Juan 5.7), y por eso es eterno. Estuvo presente en la creación en un famoso pasaje “Hagamos al hombre ...” (Génesis 1.26). Por lógica consecuencia, siempre estuvo presente. La Biblia nos muestra períodos de tiempo en los cuales existe preponderancia del obrar de cierta persona de la divinidad. Esos períodos teológicamente se denominan dispensaciones. En el Antiguo Testamento, en forma general, la obra divina fue desempeñada por el Padre. En los Evangelios (los cuales son considerados por muchos como parte del Antiguo Testamento, dado que el acontecimiento que cambia la historia está en el final de ellos: la cruz), quien desarrolló la obra divina es el Hijo, Jesucristo. Desde el libro de los Hechos de los Apóstoles, que comienza con la llegada del Espíritu Santo, hasta el día futuro cuando la Iglesia sea arrebatada y llevada a la gloria por el Señor, vivimos en la dispensación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo entra en nosotros cuando nos entregamos a Cristo (Romanos 8.9; Gálatas 4.6; Juan 7:38-39) y está con nosotros para siempre (Juan 14.16-17). II. SU OBRA.

La obra del Espíritu Santo queda claramente delineada en los dichos de Jesús en Juan 16.7-15.

A. Consolador (v.7). Esta palabra viene del griego “Paracletos”, que significa “alguien que está a nuestro lado para ayudarnos y confortarnos”. En la antigüedad se llamaba “Paracleto” a alguien que cumpliendo el rol de abogado, representaba a una persona en las cortes. El es mi Consolador, Ayudador y Abogado.

B. Produce convicción de pecado, de justicia y de juicio (v. 8-11). Es difícil, sobre todo en los tiempos que vivimos, que alguien se sienta responsable de sus actos. Aquí es donde vemos la obra del Espíritu en aquellos que se convierten, mostrándoles claramente el estado de su vida y su pecaminosidad y por ello, su necesidad de recibir a Cristo.


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C. Guía a toda verdad (v. 12-13). El Señor les acaba de decir a sus discípulos que todavía no estaban en condiciones de recibir ciertas verdades. Sin embargo les dijo que cuando llegara el Espíritu Santo, no sólo les guiaría a toda la verdad, sino que además, los prepararía para recibir dicha verdad. Además de guía, es maestro. Él me enseña (Juan 14.26) y dirige (Romanos 8.14).

D. Profetiza (v.13). Él me muestra lo porvenir, y aun lo que ocurre en el seno del Padre.

E. Glorifica a Jesús (v. 14-15). Me da de aquello que es del Señor. III. BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO (HECHOS 1 Y 2).

Es una experiencia espiritual aparte de la conversión. En la Palabra encontramos ejemplos de creyentes que, aunque eran salvos, no habían recibido el “Bautismo en el Espíritu Santo” (Hechos 8.14-17; Hechos 19.1-6). Al entregarle mi vida a Cristo, el Espíritu Santo viene a vivir en mí (1 Corintios 3.16; 1 Corintios 6.19) y Dios entra en mi nueva vida. En el bautismo me reviste de su poder, dándome una capacidad especial para vivir y ministrar. “El Bautismo en el Espíritu” es un bautismo de poder; es estar revestido del Espíritu Santo, ser investido de poder sobrenatural para hacer las obras de Cristo; es poder para servir y especialmente, poder para testificar (Hechos 1.8).

A. La promesa (Lucas 24.49; Hechos 1.5-8). De la misma manera que durante todo el Antiguo Testamento, la venida del Señor Jesucristo fue prometida y profetizada, el mismo Señor Jesús durante su ministerio, prometió y profetizó la llegada del Espíritu Santo (Juan14.16-26), llegando a ordenar a sus discípulos que no se fueran de Jerusalén hasta haberlo recibido (Hechos 1.4-5).

B. La llegada (Hechos 2.1-13). Vemos en el Libro de Hechos, que después que el Señor Jesucristo ascendió a los cielos, sus discípulos estaban unánimes juntos (Hechos 2.1), buscando “ser investidos de poder desde lo alto”. Al llegar el tiempo de cumplirse la promesa, el lugar donde estaban fue conmovido (Hechos 2.2-8). Si comienzo a buscar con todo mi corazón lo que Dios tiene para mi vida y lo recibo, el Espíritu Santo viene para conmover mi vida y transformarme con su poder.

C. Los efectos de su llegada (Hechos 2. 14-42).

1. Poder de Dios. Es la característica más evidente de la irrupción del Espíritu Santo en la vida de una persona (Romanos 15.17-19).

a. Poder para mi vida personal. La idea de poder y autoridad se refleja sobre toda circunstancia de mi vida. No soy superior ni único por haberlo recibido. En realidad, Él me ayuda en mi debilidad (Romanos 8.26). Me capacita y prepara para desarrollar mi fe y avanzar sobre el terreno de lo invisible. La vida de Pedro es un ejemplo claro de esto. Pedro creía que nunca iba a llegar a ser alguien importante dado que era un pobre pescador (Mateo 4.18). Era un hombre impulsivo: primero hablaba o hacía y luego pensaba (Mateo 14.25-31). Negó al Señor, mostrando toda su cobardía y su temor ante una mujer de la servidumbre de la casa del Sumo Sacerdote Anás (Marcos 14.66-72). Ese mismo Pedro se levantó en medio de una multitud (Hechos 2.14), y hablando lleno del poder de Dios, los desafió enfrentándolos con el hecho de que ellos habían crucificado al Cristo (Hechos 2.36). En realidad no era el mismo Pedro, ya que había sido trasformado por el poder del Espíritu Santo.


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b. Poder para el ministerio. Ese mismo poder es el que se derrama sobre mi ministerio. Poder para hacer y potencia para lograr lo imposible. Si bien es tremenda la forma en que Pedro enfrentó a la multitud, no es menos sorprendente ver que, como resultado de ese discurso, 3.000 personas recibieran al Señor (y fueran bautizadas ese mismo día (Hechos 2.41)) y luego 5.000, a raíz de la sanidad de un cojo en la “Puerta de la Hermosa” (Hechos 3.1-26; Hechos 4.1-4). A partir de entonces comenzó un ministerio potente que ganaba almas y estaba lleno de manifestaciones del poder de Dios.

2. Autoridad de Dios. No sólo trae poder sobre mi vida, sino también autoridad. Él me da autoridad para ir contra todo poder del diablo (Mateo 12.28), pero también para llevar bendición a las vidas de las personas (Lucas 4.18-19).

3. Lenguas. Es la manifestación externa del “Bautismo” y la obra del Espíritu Santo en mi vida (Hechos 2.4, 8). Es la manifestación Pentecostal por excelencia y en todos los textos en que se habla del “Bautismo en el Espíritu”, siempre se menciona el hablar en nuevas lenguas (Hechos 10.44-46; Hechos 19.6).

IV. EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO HOY.

A. Es para todos los creyentes.

Hay quienes dicen que el “Bautismo en el Espíritu” terminó cuando el último de los apóstoles murió, y que, por lo tanto no es algo para nuestros días. Sin embargo, cuando vamos a la “Palabra” encontramos que Dios dijo que derramaría de su Espíritu “sobre toda carne” (Joel. 2.28; Hechos 2.17-18), y que es una promesa que abarca a “todos aquellos que el Señor llamare” (Hechos 2.38-39).

B. Su importancia.

Después de recibir a Cristo, ser bautizado en el Espíritu Santo es lo más importante en mi vida. Así lo señaló el Señor cuando partió, insistiendo a sus discípulos para que esperaran en Jerusalén hasta recibir “la promesa” (Hechos 1.4). En cada mención previa que realizó prometiendo su llegada, mostró su importancia, al punto de decir: “Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16.7). Es fundamental para mi vida y esencial para mi ministerio (Zacarías. 4.6). Sólo el servicio en el poder del Espíritu Santo agrada a Dios.

1. El ejemplo de Jesús. Jesús mismo lo necesitó cuando estuvo aquí en la tierra y lo recibió el día de su bautismo en aguas (Mateo 3.16; Marcos 1.9-10). Antes no había realizado ningún milagro, pero luego de ser revestido de poder comenzó un ministerio poderoso (Mateo 4.17, 23-25).

2. El ejemplo de los Apóstoles. Antes de comenzar sus ministerios, su única tarea fue estar unánimes en oración buscando la promesa que habían recibido del Señor Jesucristo (Hechos 2.1). No encontramos en la Palabra ninguna referencia a milagros o conversiones antes de que esto ocurriera. Sin embargo, después de haber sido bautizados en “el Espíritu”, vemos multitudes conmovidas por el poder de Dios y entregadas a los pies de Cristo. Es el Espíritu Santo obrando constantemente en las vidas de las personas (Hechos 5.12-16). Es por esta razón que muchos piensan que el Libro de los Hechos de los Apóstoles debiera llamarse, en realidad, “Hechos del Espíritu Santo”.


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C. Su búsqueda.

Debo buscar el Bautismo en el Espíritu Santo con todo mi ser. Esta fue la misión de los discípulos desde el día 40 después de la Pascua, hasta el día 50, Pentecostés, en el que fueron bautizados (Hechos 1.12-14). Jesús me enseña como buscarlo (Juan 7.37-39).

1. “Tener sed” (v.37). Debo ser consciente de lo necesario que es para mi vida y tener un fuerte deseo de recibirlo (Salmo 42.1-2).

2. “Ir a El”. Cristo es el que bautiza (Mateo 3.11). Debo de ir a Él:

a. Limpiando mi corazón (Hechos 2.38) b. Sometiéndome a Él (obediencia) (Hechos 5.32) c. Consagrándome (Romanos 12.1)

Debo pedir el “bautismo” en oración: a. Creyendo (Marcos 11.24; Lucas 11.9-13) b. Perseverando en ello hasta recibirlo (Hechos 1.14)

Cuando oramos y entramos en alabanza, es la situación ideal para que el Espíritu Santo se manifieste en nuestras vidas.

3. “Beber” (v. 37). Debo recibirlo por fe (si bien puede ser una experiencia muy emotiva, no es algo puramente emocional) (Hechos 11.15-17; Gálatas 3.14). Es su voluntad bautizarme porque es una promesa suya. Él mismo, lo ordena en su Palabra (Efesios 5.18).

4. “Soltar las lenguas” (v. 38-39). Después de recibirlo, vendrán palabras extrañas a mi boca (Hechos 10.44-46). En algunas ocasiones, hay personas que reprimen estas palabras por temor o por creer que están imitando a otros que hablan en nuevas lenguas. Cuando nos soltamos y somos espontáneos dejando obrar al Espíritu Santo en libertad, las lenguas fluyen como “ríos”.

D. Su renovación (Tito 3.4-7). “El Bautismo en el Espíritu Santo” es sólo el comienzo de lo que Dios quiere hacer en mi vida. Él no sólo quiere transformarme y levantarme con gloria; también quiere usarme para bendecir otras vidas con su amor. Cuando alguien se entrega a Cristo y rendido a Él, busca ser lleno de su poder, su presencia se manifiesta produciendo milagros grandes. Dios ha puesto una obra grandiosa en mis manos. He sido llamado a dar aquello que he recibido (Mateo 10.8); sólo puedo hacerlo a través de su poder (Juan 15.5). Debo buscar al Señor Jesucristo y pedirle que renueve lo que su Espíritu ha puesto en mí. Más allá de los milagros que haya visto, el quiere usarme para hacer aún cosas mayores (Juan 14.12-14). Cuando dejo que el poder de Dios obre a través de mi vida, mi esfuerzo trae fruto de bendición sobre las personas y ese fruto permanece (Juan 15.16).


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UN TEXTO PARA RECORDAR: (Para escribir y memorizar) “______________________________________________

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1. Si el Espíritu Santo es una persona, ¿cómo debe ser mi relación con El? (Romanos 8.14; Efesios 4.30). ________________________________________________________________

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2. ¿Qué es el “Bautismo en el Espíritu Santo”? (Hechos 1.8) (Hechos 2:1-4). ________________________________________________________________

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3. ¿Puede una persona ser creyente y no estar bautizada en el “Espíritu”? (Hechos 19.1-6). ________________________________________________________________

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4. ¿Por qué es tan importante para mi vida? (Juan 15.5; Zacarías 4.6) (Hechos 10:38). ________________________________________________________________

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5. ¿Quiere realmente Dios bautizarme con su poder? (Hechos 2.39) (Mateo 3:11). ________________________________________________________________

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6. ¿Qué debo hacer para recibirlo? (Juan 7.37-39). ________________________________________________________________

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7. ¿Qué es lo que diferencia una obra hecha humanamente de otra realizada con el poder de Dios? (Juan 15.16; Hechos 5.38-39). ________________________________________________________________

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Hechos 1.8


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COMPARTIENDO A CRISTO CON OTROS

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Mateo 28.19-20. I. ¿QUÉ ES EL EVANGELISMO? A. Apreciaciones generales. Evangelismo es la gran meta de Dios para la Iglesia. El deseo de Jesús es que su pueblo ame y sienta pasión por las vidas de aquellos que no le conocen, y realice todos los esfuerzos necesarios para alcanzarlos (Romanos 10.12-15). Evangelismo es la obra que la Iglesia realiza para ganar a hombres y mujeres, a fin de que reciban a Jesús en sus corazones y alcancen la salvación. Evangelismo es el centro del corazón de Dios. B. Etimología. Evangelismo proviene de la palabra griega Evaggelidzo, que significa “Traigo Buenas Noticias”. Por tanto, evangelismo es dar a la gente las Buenas Nuevas del Evangelio:

1. El Reino de Dios se ha acercado (Mateo 10.7). 2. Dios ha visto su aflicción (Éxodo 3.7-8). 3. Dios quiere cambiar su vida (Juan 10.10).

Evangelismo es dar a conocer el amor de Dios (Juan 3.16). II. ¿POR QUÉ DEBO EVANGELIZAR?

A. El amor de Cristo me lleva a evangelizar (2 Corintios 5.14-15). B. Los hombres están perdidos sin Jesús (Juan 14.16). C. Es un mandato de Dios para mi vida (Juan 15.16). D. Es un ministerio que Dios me ha dado (2 Corintios 5.18-20). E. Es alimento que trae crecimiento a mi vida espiritual (Juan 4.34). F. Es amar lo que Dios ama: las almas. Es dar todo por ellas como El lo hizo (Juan 10.11, 17,18).

III. ¿CÓMO PUEDO EVANGELIZAR? Básicamente existen dos formas de evangelizar:

-En los lugares que Dios me ha puesto. Esto incluye a mi familia, mi trabajo, mis amigos, mi barrio, etc. -En los lugares que Dios ha enviado a la Iglesia. Esto es, involucrándome en alguno de los ministerios evangelísticos de la Iglesia (parques, hospitales, cárceles, grupos de oración en las casas, etc.) Así como el Señor Jesucristo envió a los setenta a toda ciudad y lugar donde Él había de ir (Lucas 10.1-20), de la misma forma, me ha llamado y quiere enviarme a mí.


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IV. ¿CÓMO DEBO RESPONDER A ESE LLAMADO?

A. Preparando mi corazón (Lucas 10.2).

1. El corazón de Dios.

a. Su sentir. El evangelismo comienza con Dios porque es un plan suyo. Dios ve la necesidad de cada uno de los que no le conocen. Ve sus vidas sumergidas en las tinieblas, y su corazón arde por el deseo de verlas entregarse a Él y comenzar una vida de bendición. Está en su corazón el deseo de que todos sean salvos (2 Pedro 3.9). b. Su plan. En su infinito amor Dios creó al hombre en perfecta libertad, sabiendo los riesgos que esto implicaba. El pecado separó al hombre de Dios, haciéndole imposible disfrutar una vida feliz y eterna, la cual era el deseo de Dios al consumar la creación (Isaías 59.2). En su amor y misericordia proveyó al hombre la salida, la salvación. Ésta no podía venir sino por medio de un ser inocente que tomara el lugar del hombre pecador, provocando la misericordia del Padre (Isaías 53.1-12). Jesucristo, el Hijo de Dios, tomó forma humana, venció toda tentación y como acto culminante de amor y poder, destruyó el poder del pecado y de la muerte en la cruz del Calvario, rompiendo para siempre los lazos de toda maldición del diablo y del pecado (Colosenses 2.13-15). Esta obra se hace realidad cuando el hombre le acepta como su Salvador y deja que el Espíritu Santo viva en él para darle una nueva naturaleza.

2. Mi corazón. Tengo en mis manos el anuncio de perdón para los que están en las cárceles de pecado (Lucas 4.18-19). Debo conducir a los perdidos a Jesús, quien es el camino, la verdad y la vida. Mi vínculo con ellos debe ser el amor y la compasión, recordando siempre que también soy fruto de misericordia y que, por amor, también fui lavado por la sangre de Jesucristo (Isaías 6.8). Debo preparar mi vida:

- En comunión con Dios (Juan 15.27). - Consagrándome a Dios (Romanos 12.1). - Aceptando el llamado de Dios (Mateo 4.19). - Entendiendo su propósito de usar mi vida (Hechos 22.14-15). - Viendo la necesidad de quienes no conocen a Dios (Juan 4.35-38). - Llenándome de su amor, poder, fe y compasión (Mateo 9.35-38). - Orando por: *la dirección del Espíritu Santo (Hechos 1.8). *denuedo para testificar (Hechos 4.29). - Esperando resultados (Isaías 55.10-11).

B. Aceptando el llamado (Lucas 10.1).

Así como el Señor Jesucristo designó a los setenta para llevar el Evangelio, también escogió mi vida para dar lo que he recibido (Mateo10.8). Él me escogió para dar fruto en abundancia, no sólo en mi vida personal, sino también en las almas que alcancen la salvación a través de mí (Juan 15.16).

1. El llamado de Dios. - Un llamado urgente (Hechos 16.9-10). - Un llamado de responsabilidad (Ezequiel 3.18.19). - Un llamado que no puedo eludir (Hechos 4.20). - Un llamado que nos incluye a todos (1 Pedro 2.9-10). - Un llamado a reconciliar al mundo con Dios (2 Corintios 5.18.20) - Un llamado de alcance universal (1 Timoteo 2.1-4).


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2. ¿A quiénes debo evangelizar? - A los que me rodean (Marcos 5.19). - A los habitantes de mi ciudad (Hechos 18.9-10). - A todo el mundo (Hechos 1.8).

D. La Gran Comisión: “Id” (Lucas 10.3-8).

En varias ocasiones Jesús dio claras instrucciones a sus discípulos. La “Gran Comisión” la encontramos en:

- Mateo 28.18-20. - Marcos 16.15-16. - Hechos 1.8.

En cada pasaje nos muestra un aspecto diferente (ver punto D-3). En el ministerio existen dos partes muy importantes: la Obra de Dios y la mía (1 Corintios 3.9). Esta verdad podríamos extenderla a todos los órdenes de nuestra vida, pues siempre nos encontramos que ante toda circunstancia, yo debo hacer algo que provocará que la mano de Dios se extienda y haga su parte: ¡¡¡Milagros!!! Aarón soltó la vara y Dios la transformó en culebra (Éxodo 7.8, 13). Yo hago mi parte y Dios hace la suya. Debo aprender a descansar en Él. Yo plantaré y regaré, pero el crecimiento lo dará Dios (1 Corintios 3.7-8). D. Ejecutando la obra (Lucas 10.9, 17-19): Oración, Milagros y Palabra de Dios.

1. Oración (Ezequiel 22.30). a. Delante de Dios.

- Apelando al amor y la misericordia de Dios. - Presentando las personas delante de Dios (hacer una lista). - Pidiendo perdón por sus pecados. - Pidiendo que el Espíritu Santo toque su vida. - Pidiendo que Dios abra las puertas para testificarles. - Declarándolas salvas y agradeciendo a Dios por su salvación.

b. Contra todo poder del diablo. - Destruyendo fortalezas y derribando argumentos. - Quitando toda influencia del diablo para que la persona tenga libertad para recibir y decidirse por Cristo.

2. Milagros.

a. El ejemplo de Jesús. Nuestros métodos deben estar en total concordancia con el poder de Dios. No podemos eliminarlo del evangelismo como muchos pretenden, pues en el diseño de la estrategia el Señor incluyó su poder como factor importante de penetración en el corazón del hombre (Marcos 6.56). Basta con observar el ministerio de Jesús, la importancia que le asignaba a los milagros, y a las demostraciones de su poder como un instrumento valioso para llamar a los hombres a un encuentro con Él (Mateo 4.23; Mateo 12.15). En la mayor parte de los casos, Jesús primero hacía los milagros y luego predicaba el Evangelio a las personas. b. Los milagros hoy. La Palabra me habla claramente del poder de Dios y la necesidad de recibirlo en el evangelismo como comprobación de su amor (1 Tesalonicenses 1.5). Evangelizar es dar a conocer su poder (Mateo 10.1). Jesucristo salva, sana, liberta, provee y rompe las ataduras que nos llevan a vivir en maldición. Es el Espíritu Santo el que quebranta las cadenas del pecado y transforma a los pecadores en hijos de Dios. Sin su presencia y su poder, mis esfuerzos serían infructuosos y mis palabras serían inútiles.


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Importante: En muchos lugares, podemos ver iglesias luchando y testificando del Reino de Dios con tesón, pero sin ver milagros. Son comunes las quejas de los creyentes que afirman: “¡Este pueblo es tan duro!”. La verdad es que no existe un pueblo duro. La Biblia nos enseña que las fortalezas del diablo están operando en todo el mundo y sus argumentos tienen cegadas a las personas (2 Corintios 4.3-4). El problema es que queremos enfrentar la batalla a nuestra manera. Primero queremos derribar los argumentos, convencer a la gente de la verdad que predicamos y finalmente atacar las fortalezas. Sin embargo, esa no es la fórmula bíblica. La Palabra de Dios es muy clara. Si atacamos la fortaleza, ésta cae o se retrae, y los argumentos que operan en la mente de la gente comienzan a ceder (2 Corintios. 10.3-5). Entonces desaparecen la altivez, el orgullo, la religiosidad, el humanismo y la incredulidad. Lo que queda es un campo propicio para el poder de Dios y las personas vendrán al conocimiento de nuestro Señor en todo su poder.

Muchos condicionan el milagro a la decisión de fe de una persona a favor de Jesús. Si la persona no escucha, entiende y acepta la Palabra haciendo una oración de entrega personal, no es digna o merecedora de un milagro. De esta manera, el milagro es considerado un premio para aquel que se convierte. ¡Qué terrible error! Los milagros son armas, herramientas que Dios nos dio para abrir los corazones a fin de que los hombres conozcan al Salvador. Deben ser usados previamente, antes de darles la Palabra. De esta forma, no queda lugar para discusiones, y el testimonio cristiano se torna más efectivo y poderoso.

3. La Palabra de Dios.

a. ¿Cómo puedo compartir la Palabra? En las palabras de Jesús encontramos 3 métodos básicos:

i. Predicación (Marcos 16.15-16). Anunciamos el Evangelio dejando que la Palabra cumpla su propósito y produzca fruto. ii. Enseñanza (Mateo 28.19-20). Explicamos las verdades del Evangelio y su práctica, dando a conocer su doctrina. iii. Testimonio (Hechos 1.8). Le decimos a la gente lo que Cristo ha hecho por, con y en nosotros.

- Lo que Dios ha hecho en mi vida (Lucas 8.39). - Las bendiciones que he recibido (Isaías 63.7). - Mi propia vida es un testimonio (2 Corintios 3.2, 3). - Lo que Dios ha hecho en otros (Hechos 22.15).

b. ¿Cómo llevar a la persona a decidirse por Cristo? - Escuchando a la persona: sus problemas y necesidades. - Haciéndole ver el amor de Dios por su vida. - Explicándole que Dios tiene un propósito de gloria para él / ella. - Dando el mensaje:

Voy a la necesidad, al corazón. Animo con testimonios. Oro de una forma simple pero con autoridad. Le inspiro confianza. Le llevo a una relación personal con Cristo.

- Invitando a la persona a orar: Que vea lo simple que es. Que entienda lo importante que es (Romanos 10.9-10).

- Elementos de la oración de entrega a Cristo: Arrepentimiento. Confesión.


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Perdón. Aceptando a Cristo como Salvador. Aceptando a Cristo como Señor. Aceptando a Cristo como Rey. Pidiendo ser lleno del Espíritu Santo. Agradeciendo a Dios. - Orar por sus necesidades específicas.

- Clave: No discutir por ninguna cuestión.

V. LA META DEL EVANGELISMO.

A. Una meta clara. El objetivo fundamental es alcanzar las almas con la Palabra, el amor y el poder de Jesucristo. La tarea no finaliza hasta que la persona alcanzada está unida a la Iglesia, iniciando su crecimiento en la fe. La meta es “hacer discípulos”.

- Entregados a Cristo. - Arraigados en la Iglesia (allí encontrará lo que necesita para crecer).

B. Llegando a la meta. 1. Apelando a la misericordia de Dios. 2. Batallando contra las fortalezas. 3. Soltando el poder de Dios. 4. Compartiendo la Palabra. 5. Discipulando. Invitando y animando a: -Hablar con Dios.

-Leer la Biblia. -Congregarse. -Compartir a Cristo con otros.

El hijo de Dios que no se involucra en Evangelizar, está desobedeciendo a su Padre y, por lo tanto, se verá afectada su relación con Él. El que se involucra, podrá tener luchas y problemas, pero verá la mano de Dios, obrar sobre las vidas de las personas y esto generará satisfacción en su alma (Lucas 10.23-24). Además tendrá sobre su vida una gracia especial, por estar sirviendo a su Señor en aquello que es lo más valioso para Dios (2 Crónicas 15.7). Por esto, el Padre le mimará dándole respuesta en forma especial a sus pedidos y oraciones (Mateo 6.33).

¡¡Entra en su cosecha con alegría, Dios te bendecirá!! (Salmo 126.5-6).


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RESPUESTAS DE DIOS PARA MI VIDA. (Para leer con la Biblia y responder) 1. ¿Cuál es el deseo del corazón de Dios? (2 Pedro 3.9).

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2. ¿Por qué es tan necesario que prediquemos el evangelio? (Romanos 10.13-15). ________________________________________________________________

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3. ¿A quiénes debo compartir primero lo que he recibido? (Marcos 5.19). ________________________________________________________________

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4. ¿Debo orar por la salvación de personas que me han dañado? (1 Timoteo 2.1-4). ________________________________________________________________

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5. ¿Qué elemento fundamental debe acompañar mis palabras? (1 Tesalonicenses 1.5) (Romanos 1:16). ________________________________________________________________

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6. ¿Cuáles son las 3 formas básicas de dar la Palabra? (Mateo 28.18-20; Marcos 16.15-16; Hechos 1.8). ________________________________________________________________

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7. ¿Está lograda la meta con sólo compartir mi testimonio? (Mateo 28.19-20). ________________________________________________________________

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2 Pedro 3.9


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VIVIENDO DIA A DIA

“Someteos, pues, a Dios;

resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Santiago 4.7

I. ¿QUIÉN ES MI ENEMIGO?

La Biblia habla en muchos pasajes acerca de aquel que está sobre el mundo, el diablo, cuyos objetivos no son sino hurtar, matar y destruir (Juan 10.10). Es importante reconocer quien es nuestro enemigo y saber dónde se mueve. El Señor no quiere que ignore sus maquinaciones (2 Corintios 2.9-11), ya que estaría dándole ventaja a mi adversario. Dios quiere que pueda batallar contra él y alcanzar las bendiciones que están preparadas para mi vida.

A. Un enemigo que produce muerte. El sólo quiere hurtar (gozo, salud, paz, etc.), matar (muerte física, relaciones, etc.), y destruir (planes, proyectos, finanzas, afectos, etc.). No importa cuál sea su apariencia (2 Corintios 11.14), no debo darle lugar en mi vida, ya que el fruto de sus obras siempre produce muerte (Mateo 7.16).

B. Un enemigo que está vencido. Su autoridad está sobre el mundo. Ha sido vencido en forma definitiva y completa por el Señor Jesucristo en la cruz. A través de Él, todos aquellos que le hemos entregado nuestras vidas a Cristo, también le hemos vencido (Juan 16.33). Por la sangre que Jesús derramó en la cruz, tengo autoridad de parte de Dios sobre todo poder del diablo para vencerle (Apocalipsis 12.11; Colosenses 1.13-14).

C. Un enemigo que se mueve en la oscuridad. Generalmente trata de pasar inadvertido, ya que sabe que si un hijo de Dios lo detecta y toma autoridad en el nombre de Jesús, sus obras son destruidas y tiene que huir. Si bien, en ocasiones puede usar personas para tratar de dañarme, mi lucha es contra él, y no contra la gente. (Efesios 6.12). Si peleo contra las personas me debilitaré. Satanás tiene un ejército, sin embargo, hay millares de ángeles que están de mi lado. Los que están conmigo son más que los que están con mi enemigo (2 Reyes 6.15-17).

D. Un enemigo que retrocede día a día. Dios quiere que su amor, su gloria, su poder y su autoridad sean vistas a través de mi vida. Quizá durante mucho tiempo el diablo ha traído dolor y aflicción, pero desde que le entregué mi vida a Cristo, Él me da vida en abundancia (Juan 10.10). Jesús llegó a mi vida para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3.8). Satanás ha sido vencido en la cruz (Colosenses 2.15), y desde que recibí al Señor en mi vida, tengo autoridad para conquistar lo que Dios me ha dado (Juan 16.33; Apocalipsis 12.10-11). II. ¿CUÁLES SON MIS ARMAS?

Dios me ha dado armas para batallar contra todo poder del diablo y vencerlo, en el nombre de Jesús. Esas armas no son humanas, sino espirituales, y tienen poder para destruir toda fortaleza del enemigo (2 Corintios 10.4). Debo conocerlas y aprender a usarlas (Efesios 6.14-20).


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A. Un cinto que ciñe: la verdad. El cinto era aquella parte que mantenía unido el resto de las piezas de la armadura y permitía al soldado moverse con libertad. Si quiero vencer en la batalla, debo apoyarme en la verdad de Dios. Debo creer en su Palabra y aferrarme a ella. Sus promesas se cumplen.

B. Una coraza: la justicia. La coraza era aquella parte que protegía el pecho, el corazón. Él me lavó con su sangre y me ha hecho justo (Romanos 5.1). Esto significa que Dios ve mi vida sin mancha. No hay quien pueda condenarme (Romanos 8.33-34). No me debo dejar acusar por mi enemigo en medio de la batalla. Debo reprenderlo en el nombre de Jesús y mantenerme en obediencia a la voluntad de Dios para mi vida.

C. Un escudo: la fe. El escudo no sólo era una pieza de protección, sino también de ataque. La fe me protege de toda ofensiva del diablo (temor, duda, inseguridad, etc.), pero también me permite avanzar sobre el terreno del enemigo. Debo escuchar sólo al Señor y creerle sólo a Él.

D. Un yelmo: la salvación. El yelmo era la pieza de la armadura que protegía la cabeza, la mente. Ese es el lugar de nuestra voluntad y, por lo tanto, de nuestras decisiones. Debo renovar mi mente cada día (Efesios 4.23). Dice la Biblia que debo llegar a tener la mente de Cristo (1 Corintios 2.16): ver lo que Él ve y sentir lo que Él siente. Esto es fundamental para tomar las decisiones correctas en medio de la batalla.

E. Un calzado: el Evangelio de la paz. Este debe ser mi contacto con el mundo: la Palabra de salvación. Debo estar preparado cada día para llegar a aquellos que no conocen al Señor y ganarlos para Cristo.

F. Una espada: la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es un arma poderosa. El Señor la utilizó en el desierto para batallar contra el diablo (Mateo 4. 1.11). La Palabra es una espada de dos filos que deshace toda mentira del diablo (Hebreos 4.12). Cuando me mantengo en comunión con el Señor y suelto su Palabra, estoy permitiendo que se mueva su mano de manera gloriosa. III. ¿CÓMO PELEAR LA BATALLA? (1 PEDRO 5.6-10).

A. Humillado bajo la mano de Dios (v.6).

Cuando la Biblia habla de estar humillado delante de Dios, se refiere a una actitud de corazón, una forma de vida... Significa no sólo una actitud de respeto, sino también reconocer que soy débil y que necesito fortalecerme en Él (1 Samuel 30.6). Sin Él, nada soy. Todo lo que soy o tengo, se lo debo a Él. Es reconocer que si algo glorioso y maravilloso va a ocurrir en mi vida, es porque Dios lo va a hacer (Salmo 105. 1-5). Esto es algo fundamental en la vida del cristiano, ya que si algo va a hacer huir al diablo de mi vida, es la mano de Dios (Éxodo 14.8). El enemigo no me teme a mí; no teme a mi fuerza o mi inteligencia, pero sí teme a la mano de Dios, pues sabe que su mano es poderosa. Cuando yo me someto a Él, su mano se mueve con poder. ¿Cuál es la manera de humillarme?: Poniendo mi vida debajo de Él.

1. Bajo su voluntad. Buscando, conociendo y siguiendo la voluntad de Dios para mi vida. Consultándole antes de hacer algo, sabiendo que de esa forma Él me respaldará (Proverbios 3. 5-8). Al principio, es probable que necesite hablar con mis líderes con frecuencia, pero en la medida que mi relación con Dios vaya creciendo, iré conociendo su voluntad.


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No obstante, muchas veces necesitaré orar y pedirle que me guíe. Lo haré confiado; Él me hablará (Salmo143. 8-10). 2. Bajo su Palabra. Esto significa:

a. Recibirla. Pensar que es para otro o que no se cumplirá en mi vida es ponerme fuera de la bendición de Dios y salirme de su voluntad. Es importante que ponga sobre mi vida cada promesa de la Palabra de Dios (Marcos 11.24) sabiendo que Aquél que prometió es fiel para hacerla realidad (Hebreos 10.23). b. Andar en ella. Es edificar mi vida en la Palabra y hacer lo que ella me dice a pesar de las circunstancias. Es no guiarme por lo que me rodea, sino tomarme de la mano de Dios, sabiendo que su Palabra tiene poder para cambiar la realidad (2 Corintios 4-18).

3. Bajo autoridad espiritual. Dios ha puesto autoridades sobre mi vida (Romanos 13. 1). En el mundo es común el autoritarismo, un concepto en el cual la autoridad manda y los demás obedecen y si no, sufren las consecuencias. En Cristo, la autoridad es concebida con un claro sentido pastoral y paternal, y se desarrolla con amor, en tal manera que quien es ministrado, es bendecido, deseando estar bajo autoridad. La verdadera autoridad cuida, protege y bendice. La autoridad se preocupa de mí. Su atención está puesta sobre mi vida, buscando mi desarrollo en todo: en lo personal, en lo ministerial y en lo humano. Mi autoridad en el Señor me fortalece. Es compañerismo, seguridad, ayuda y protección. Estar bajo autoridad, me da autoridad. Por eso es tan importante congregarse, ser parte del cuerpo (Efesios 4.11-16), pues de esa manera me estoy poniendo bajo autoridad.

B. Echando toda tu ansiedad sobre Él (v.7). Un ejemplo de esto lo tenemos en el mismo Señor Jesucristo en el huerto de Getsemaní (Mateo 26.36-46). Estaba a punto de ser entregado para ser crucificado. Fue quizás el momento más duro de su ministerio, un momento de mucha angustia. Jesús decidió refugiarse en la presencia del Padre. Debo aprender a refugiarme en Él (Salmo18. 1-3).

1. Para entregar toda carga. Cuando voy a su presencia en medio de una batalla, Él se lleva toda carga de mis hombros, toda angustia de mi alma, y toda tristeza de mi corazón (Salmo 55.22).

2. Para recibir fortaleza. En su presencia soy fortalecido (Daniel 10.18). Allí es donde mi vida es renovada y se llena de gozo (Salmo 16.11) Allí es donde Dios mueve su mano para que, si lo necesito, sus ángeles sean enviados para pelear a mi favor (Salmo 91.11).

C. Siendo sobrio y velando (v.8).

Debo estar atento. El diablo intentará:

1. Sacarme de la mano de Dios. Querrá que piense que no importa lo que decida o haga, de todos modos Dios me va a respaldar. O quizás intente afectar mi relación con Dios (haciéndome pensar que Él se ha olvidado de mí) o con mis líderes (pensando que no me entienden). En ocasiones intentará que lo que mis ojos ven tenga más fuerza que lo que Dios me ha dicho. A veces ruge como un león, queriendo provocar temor o inseguridad. Debo recordar que ya no tiene autoridad sobre mi vida. La sangre de Cristo me protege y el maligno no me puede tocar (1 Juan 5.18). Debo rechazar todo lo que


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me aleje de Dios, de su Palabra o de mis líderes (Hechos 2.42), pues todo eso me debilita. Aferrarme más que nunca a la Palabra de Dios (Filipenses 2.16). Refugiarme en Él y apoyarme en quienes Él ha puesto a mi lado.

2. Atacarme en mis debilidades. Todos tenemos debilidades, y somos tentados (Romanos 7.22-25). Jesús también lo fue, pero no pecó (Hebreos 4.15). La tentación no es pecado, lo importante es cómo respondo a la tentación. Debo reconocer mis debilidades y evitar situaciones que le den ocasión a mi enemigo (2 Timoteo 2.2). Toda área de mi vida no entregada a Dios es un área de debilidad y, a través de ella, el enemigo buscará tomar lugar para dañarme. Debo renunciar a todo aquello que me ate al pasado, a todo lo que me aleje de Dios (idolatría, hechicería, odios, amarguras, etc.) y es necesario, buscar el auxilio de mis líderes para ser libre. Cuando recurro al Señor, Él me defiende (Lucas 22.31, 32) y me da la salida (1 Corintios 10.13). Lo que antes era una debilidad, en Cristo se convertirá en mi mayor fortaleza.

D. Resistiendo (v. 9).

Está claro que el Señor quiere bendecir mi vida, y que todo aquello que puede dañarme no proviene de Dios. Debo resistirlo y reprenderlo en el nombre de Jesús. La Biblia dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4.7). Dios me ha dado autoridad (Lucas 10.19), para defender lo que tengo y reclamar las bendiciones. Sin embargo, no se puede resistir al diablo sin antes someterse a Dios. Someterse significa “ponerse debajo”. Poco después de someterte a Dios (humillado bajo su mano poderosa) y resistir, el diablo huye. ¿Cómo debe ser mi resistencia?

1. Firme. Decimos que algo está firme cuando no se mueve de su lugar (Salmo 125.1-2). Mantenerme firme es no moverme (de la voluntad de Dios, de su Palabra y de mi lugar en la Iglesia), evitar la queja y confiar en lo que Dios ha hablado. Significa mantenerme en una actitud ofensiva para ganar terreno al diablo (Mateo 11.12). Debo fortalecerme en Él, llenándome de su Palabra, manteniendo un tiempo de oración, congregándome (dejándome pastorear), y compartiendo su Palabra a otros (evangelizar también me fortalece, ya que Dios me renueva y bendice). Si he recibido Palabra de Dios, debo atesorarla en mi corazón y no moverme de lo que Él me ha dicho. No importa lo que vean mis ojos “Si crees, verás la gloria de Dios” (Juan 11.40).

2. En la fe. Mi resistencia no se basa en las circunstancias, ni depende de que éstas hayan mejorado. Mi resistencia debe estar basada en lo que Dios me ha prometido, pues aunque la realidad sea otra, cuando yo me mantengo firme en su Palabra, el diablo huye y los milagros llegan. Debo aprender a hablar en fe (2 Corintios 4.13-14), y a bendecir lo que Dios me ha dado (1 Tesalonicenses 5.18). Es muy importante la palabra que sale de mi boca, ya que ella tiene autoridad para bendecir o maldecir. El diablo intentará mostrarme todo lo negativo, pero debo aprender a ver lo que Dios me quiere mostrar. Debo aprender a declarar la Palabra de Dios (Mateo 4.4). Cuando vivo por fe, y declaro Su Palabra, mi enemigo tiene que retroceder (1 Juan 5.4). Veré la realidad cambiada por la mano de Dios.

E. Tomando la victoria (v.10).

1. He sido llamado por un Dios de gracia. Si bien es cierto que en cada milagro, nosotros hacemos nuestra parte y Dios la suya, no es por mis méritos que Él me bendice (2 Timoteo 1.9). Su bendición es por


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gracia (“don inmerecido de Dios”). No soy yo, sino su Espíritu en mí (Zacarías 4.6). Yo soy débil, pero Él es fuerte en mí (2 Corintios 12. 9-10; Joel 3.10). Dios quiere que aprenda a vivir en su gracia y a descansar en ella. Lo que yo no pueda hacer, Dios lo hará. 2. He sido llamado a su gloria eterna. Muchos creyentes confunden las pruebas de Dios con los ataques del diablo.

a. Pruebas. Las pruebas son preparadas por Dios. En ellas, Él permite que pase por alguna situación para enseñarme algo. El objetivo es enseñarme. En medio de la prueba, Dios me sostiene y, en cuanto aprenda y tome las decisiones correctas, se acabó la prueba y llegó el milagro (Deuteronomio 8.2-10). Las pruebas no tienen una duración indefinida. La Biblia se refiere a ellas como “momentáneas” (2 Corintios 4.17). Lo único que puede alargar la prueba es la resistencia a pasarla y a aprender lo que Dios quiere enseñarme. b. Ataques. Los ataques son provocados por el diablo. No vienen para enseñar, sino para hurtar, matar, y destruir. El objetivo del ataque es destruir. Cuando el creyente acepta un ataque como si fuera una prueba, el resultado es nefasto, ya que se reciben como de parte de Dios cosas que no son de Él y que, por lo tanto, destruyen (1 Juan 4.1). Son las típicas “pruebas eternas”. Nunca terminan (a menos que se batalle contra ellas), y dejan una huella de destrucción. Dios me ha llamado a vivir en su gloria eterna, no en una batalla eterna. Debo aprender a rechazar y reprender todo ataque del diablo y aceptar la mano de Dios sobre mi vida. Cada prueba produce en mi vida un mayor peso de gloria (2 Corintios 4.17). Después de cada prueba saldré perfeccionado, afirmado, fortalecido y restablecido por Dios.

3. He sido llamado a vivir bendecido y en victoria. He sido llamado por un Dios de gracia. El me ha sacado del mundo, de la muerte, de la derrota, y me ha puesto en victoria (1 Corintios 15.57). De la manera que lo recibí, debo andar en El (Colosenses 2.6). En gracia, en gloria, y en victoria.

IV. ANDANDO EN VICTORIA (1 JUAN 4.4.).

La victoria de Cristo en la cruz ha sido definitiva y completa. Esa victoria está a disposición de cada creyente. Dios quiere que mi vida avance de triunfo en triunfo, de Gloria en Gloria, y de Poder en Poder (2 Corintios 2.14). Él es Señor de señores, y Rey de reyes (Apocalipsis 17.14). Cuando su Espíritu es el que me guía, sólo hay lugar para la victoria. Debo aprender a discernir aquello que viene de Dios, de aquello que no proviene de Él (1 Juan 4.1). “Por sus frutos los conoceréis”, dice el Señor (Mateo 7.16). Si la que está sobre mi vida es la mano de Dios, debo someterme y refugiarme en ella. Su mano me protege, me sostiene y me bendice. Si es la mano del diablo debo resistirla y reprenderla en el nombre de Jesús. Debo aprender a pelear desde una posición de victoria (1 Juan 5.4). El Rey de reyes y Señor de señores está a mi lado. Él está conmigo (Mateo 28.20). Soy más que vencedor (Romanos 8.35-39). El enemigo domina sobre el mundo, matando y destruyendo, pero yo lo he vencido, pues mayor es el que está en mi vida que el que está en el mundo (1 Juan 4.4).


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1. ¿Hasta dónde llega la autoridad que Dios me ha dado? (Lucas 10.19). ________________________________________________________________

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2. ¿Quién es mi verdadero enemigo en la batalla? (Efesios 6.12). ________________________________________________________________

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3. ¿Es importante la actitud de mi corazón para vencer? (1 Pedro 5.6) (Santiago 4:7). ________________________________________________________________

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4. ¿Por qué es importante que eche toda mi ansiedad sobre El? (Salmo 55.22;

Daniel 10.18).

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5. ¿Cómo debe ser mi relación con mis líderes? (Hebreos 13.17; Efesios 4.11-16). ________________________________________________________________

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6. ¿Qué significa resistir firme en la fe? (Salmo 125. 1-2; 2ª Corintios 4.16-18). ________________________________________________________________

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7. ¿Por qué en Cristo tengo victoria segura? (1 Juan 4.4) (Apocalipsis 12:11). ________________________________________________________________

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1 Juan 4.4


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DANDO Y RECIBIENDO

“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos;

y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán”.

Proverbios 3.9-10 I. EL PLAN DE DIOS (2 CORINTIOS 9.8-12).

A. Entendiendo sus propósitos.

Existe un pensamiento muy común en el mundo: “Aquél que es pobre está más cerca de Dios. Será más bendecido y Dios le tratará de una manera especial. Aquél que tiene dinero es mal visto por el Señor; Dios no le bendice”. Pero este pensamiento nada tiene que ver con Dios pues cuando vamos a Su Palabra encontramos una realidad muy diferente. La Biblia dice que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5.5). Este versículo nos enseña algo muy importante: Dios no mira nuestro dinero, sino nuestro corazón (1 Samuel 16.7). Se puede ser pobre y humilde, pero también pobre y soberbio. De la misma forma, se puede ser rico y humilde, pero también rico y soberbio. Nuestra actitud de corazón es la que determina si recibimos bendición de parte de Dios (Salmo 138.6). El Señor desea bendecirme en toda área de mi vida. En la medida que crezca mi vida espiritual, también creceré en lo material (3 Juan 2). B. Aceptando sus promesas.

La historia de Israel es una historia de prosperidad. Dios le prometió a Abraham que sería bendecido (Génesis 12.1-3) y eso implicó una gran prosperidad (Génesis 13.1-2; Génesis 24.34-35). Jacob recibió promesa de bendición de parte de Dios (Génesis 28. 13-15) y también fue prosperado económicamente (Génesis 30.35-43). Más tarde, Israel vivió en esclavitud cuatrocientos treinta años en Egipto, pero Dios los libertó de la opresión (Éxodo 12.41) y les prometió una tierra donde fluiría leche –abundancia de ganado-, y miel –abundancia de vegetación- (Éxodo 3.17). Era una tierra productiva y próspera. Años después, Israel entró en ella, comandado por Josué (Josué 11.23). Dios siempre prometió prosperidad. De las tres mil promesas que están en la Palabra de Dios, más de la mitad son económicas. Muchas personas se sienten culpables si desean prosperar. Sin embargo, el Señor Jesucristo nos enseña que debemos orar por “el pan nuestro de cada día” (Mateo 6.11). Evidentemente, Dios no pretende que vea panes que caen del cielo, sino que reciba su provisión económica para suplir mis necesidades. Él mismo mostró su interés en proveernos, al alimentar a cinco mil hombres (Lucas 9. 10-17). Es curioso que, mientras muchos se resisten a creer en un Dios que nos hace prosperar, el primer milagro del Señor Jesucristo fuera un milagro de prosperidad (Juan 2.1-11). C. Ordenando nuestras prioridades.

El Señor sabe que el dinero es importante para poder vivir, pero mucho más importante para Él es que tengamos claro que nuestro amor no debe fijarse en el dinero. El dinero no es malo, pero sí el amor a él. Los problemas aparecen cuando, en


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lugar de depender de Dios, pasamos a poner nuestra confianza y seguridad en nuestras riquezas (1 Timoteo 6.10). Si hacemos del dinero un ídolo, afectará a nuestra comunión con Dios (Mateo 6. 24). De esta manera, no sólo nos dañamos, sino que también resultan dañados los que están a nuestro alrededor. Dios quiere que el dinero sea un instrumento a mi servicio y no que yo termine andando detrás de él (Marcos 10.17-24). Mi confianza y esperanza deben estar puestas en Dios (Lucas 12. 15-21). El Señor quiere que pueda disfrutar lo que El me da, y pueda ser usado para hacer prosperar su obra (2 Corintios 9.10-11). II. PASOS HACIA LA PROSPERIDAD (2 CORINTIOS 9.6-7).

Es muy importante entender de dónde viene la prosperidad para mi vida. El mundo tiene muchas formas de hacer prosperar a la gente y constantemente ofrece prosperidad. Sin embargo, al final de ese camino, siempre hay frustración y dolor. En cambio, Dios quiere que mi vida sea bendecida y pueda disfrutar lo que Él me da. “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10.22). Debo saber que la bendición para mi vida no viene del mundo, sino del cielo. Dios es el que me prospera y me da el poder para hacer las riquezas (Deuteronomio 8.18). Cuando algo tan importante está claro en mi mente y en mi corazón, sus promesas se cumplen sobre mi vida. ¿Cuáles son los pasos para recibir prosperidad?

A. Primer paso: Creer.

Dice la Biblia que aquél que se acerca a Dios, debe creer que Él existe y es galardonador de los que le buscan (Hebreos 11.6), y fiel para cumplir cada una de sus promesas (Marcos 11.24). Mi Dios es un Dios que hace prosperar. Puede haber momentos de dificultad, pero éstos, no son sino oportunidades para que conozca al Dios que hace milagros y reciba de su amor. Debo creer en sus promesas en todo tiempo, especialmente en tiempos de necesidad (Salmo 37.19, 25,26). Debo recordar cada milagro que Él ha hecho en mi vida, sabiendo que aún hará cosas mayores (Salmo 103.1-5). En todo momento, Él ha estado conmigo. Debo darle gracias por su fidelidad. A mi alrededor puede haber gran necesidad, pero mi economía no depende de lo que pasa a mi alrededor, sino de mi Dios (Salmo 91.1-7). Él es quien me provee (Filipenses 4.19). Sobre mi vida está el Reino de los Cielos, y su Reino es Reino de abundancia (Salmo 34.9-10).

B. Segundo paso: Orar.

Dios responde a los que claman a Él (Jeremías 33.3). Hoy Dios hace milagros y tenemos innumerables testimonios que hablan de esto. Por eso, debo aprender a recurrir a Él en momentos de necesidad (Filipenses 4.6). También debo ponerme metas para mi vida en lo económico y llevarlas delante de Dios para que Él haga los milagros que me permitan alcanzarlas. En mi vida Dios quiere lo mejor. Él es quien promete. Dios es quien responde con poder y hace los milagros, pero yo debo aprender a ejercitar mi fe, creyendo a Dios y batallando contra todo poder del diablo que quiera dañar mi economía.

C. Tercer paso: Dar.

Nuestra fe no se expresa por lo que decimos, sino por lo que hacemos. La ley de la fe nos llama a hacer (2 Corintios 8.9-11; Santiago 1. 22-25). Cuando nosotros hacemos algo en obediencia a Dios en la tierra, hay cambios en los cielos, y la mano de Dios se mueve haciendo señales y prodigios (Marcos 16.17-18). El dar es un acto espiritual. Cuando damos de lo nuestro se genera en nuestras vidas un espacio vacío que Dios llena con multiplicación (Lucas 6.38). Aquel muchacho mencionado en la Palabra sólo tenía cinco panes y dos peces, sin embargo, los entregó al Señor. Su ofrenda fue una


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tremenda bendición para la obra de Dios, ya que con ella, Jesús alimentó a cinco mil hombres. Pero además, no perdió su ofrenda; a cambio, recibió doce cestas llenas (Juan 6.5-14). La ley de la fe nos llama a sembrar (La Ley de la Siembra y la Cosecha): “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Corintios 9.6) Si quiero cosechar, tengo que sembrar. Si mi siembra es abundante, mi cosecha también lo será.

1. ¿Cómo damos? El tamaño de la ofrenda no determina que el Señor la acepte o no. Dios aceptó la ofrenda de Abel, pero no vio con agrado la de Caín (Génesis 4.3-5). Es el espíritu de gratitud, la actitud de corazón y el amor que expresamos a través de lo que damos (2 Corintios 9.7). Volvemos a lo que decíamos al comienzo: Dios no mira nuestro dinero, sino nuestro corazón. Lo que damos revela mucho acerca de nuestra condición espiritual y nuestra relación con Dios.

a. Damos con abundancia. (2 Corintios 8.1-3; Proverbios 11.24-25). Dios no se fija en lo que damos, sino en lo que nos queda. No se trata de la suma que damos, sino de lo que representa para nosotros (Lucas 21.1-4). Dar lo que nos sobra, indica falta de fe, falta de estima, y no tener claros los valores. Así, no recibiremos nada de parte de Dios. Dar lo mejor (Proverbios 3.9-10), demuestra fe en su Palabra y que tenemos claro que todo lo que tenemos, lo hemos recibido de Él (1 Crónicas 29.14). Es dar de acuerdo con lo que hemos recibido de Dios (2 Corintios 8.12; Deuteronomio 16.17). Si lo hacemos así, estamos creyendo en milagros grandes, más allá de nuestras posibilidades, y eso se transforma en alabanza para la gloria de su nombre (2 Corintios 9.12-14). b. Damos con alegría. (2 Corintios 9.7).Damos sabiendo que Aquél que hizo milagros ayer, también los hará mañana. Así expresamos nuestra gratitud y confianza en Él (2 Samuel 24.24). Damos por amor. Lo contrario sería “negociar” con Dios. El no nos da pensando en lo que recibirá de nosotros. Lo hace por amor, y espera lo mismo de nuestra parte. No debo dar por necesidad, tratando de hacer cálculos de lo que recibiré. Si necesito algo sólo debo pedírselo a El (Mateo 7.7-8). c. Damos con fe. (2 Corintios 9.13). Damos más allá de nuestras fuerzas (2 Corintios 8.3), lo que constituye un desafío de fe. No espero que todo esté resuelto para empezar. Debo proponérmelo en mi corazón. Planifico, tomo la decisión y, ¡lo hago! La fe puesta en acción, mueve la mano de Dios. d. Damos regularmente. (1 Corintios 16.2). Debe llegar a ser un “hábito”, una forma de vida. Existe una tendencia humana a olvidarse de Dios cuando las cosas van bien (Jueces. 2.18.19). De esta forma, decidimos arreglarnos por nuestras propias fuerzas, lo cual siempre trae frustración y dolor. El enemigo me dará excusas para no dar. Me dará razones lógicas. No debo escucharlo porque “a su tiempo segaremos si no desmayamos” (Gálatas 6.9). No me desanimaré en los tiempos de prueba. Dios no se olvida de lo que damos. Perseveraré y veré que el Señor siempre bendice, y lo hace aquí, en la Tierra (Marcos 10.29-30). La Palabra dice que nuestros diezmos y ofrendas deben ser llevados al alfolí (Malaquías 3.10). Este era el lugar donde eran almacenados los granos. Hoy en día, el alfolí es el lugar de donde me alimento espiritualmente. Nuestros diezmos y ofrendas deben ser entregados a la iglesia. Cubren las necesidades de los obreros de tiempo completo y demás necesidades de la iglesia, y permiten extender la obra de Dios (1 Timoteo 5.17-18; 1 Corintios 9.9-14). Cuando no damos, lo que tenemos no alcanza y todo se disipa (Hageo 1.4-11). En cambio, cuando le damos a Dios, le estamos poniendo en primer lugar en nuestras vidas. Si buscamos primeramente su Reino y su Justicia, lo demás viene por añadidura


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(Mateo 6.25-33). El protege nuestras vidas (Malaquías 3.10-12). Poner primero a Dios siempre produce bendición (Lucas 5.1-11).

2. ¿Qué damos?

a. Diezmos. El diezmo es el 10% de nuestros ingresos. Su propósito: poner a Dios primero en nuestras vidas (Deuteronomio 14.22-23). El diezmo es de Dios (Levítico 27. 30, 32). Diezmo = obediencia. Es una forma de santificar nuestros bienes (también con las ofrendas y promesas). Hay quienes dicen: “Yo no doy el diezmo porque eso es parte de la Ley, y yo vivo en la gracia”. Sin embargo, el diezmo es anterior a la Ley. Abraham dio sus diezmos (Génesis 14:18-20) y Jacob también lo hizo (Génesis 28:22). Aún Jesús habló del diezmo en la gracia (Mateo 23:23). La verdad es que no dar el diezmo es una “desgracia”. Nueve décimos con la bendición de Dios, rinden más que diez sin ella (Malaquías 3:8-12). b. Ofrendas. Las ofrendas también son de Dios (Malaquías 3:8), pero no están por encima del diezmo. El diezmo es una ordenanza: “se paga”, la ofrenda es voluntaria: “se da” (Éxodo 25:2). Ofrenda = fidelidad. Es agradecimiento puro hacia Dios (Éxodo 35:22; 1 Crónicas 29:3.9). Cuando aumenta ésta, aumenta la bendición, pues Dios da también más allá de las bendiciones del diezmo. c. Promesas de fe. Las promesas de fe van más allá de nuestras posibilidades (2 Corintios 8:3). Es proponerse dar algo y esperar que Dios nos lo provea para poder darlo. Promesa = fe. Si he prometido algo al Señor, cuando lo reciba, debo dárselo. Serás usado por Dios como un canal de provisión sobrenatural para su obra. d. Primicias. En el Antiguo Testamento los israelitas consagraban a Dios los primeros frutos de la cosecha o las primeras crías de ganado (Deuteronomio 26:1-15). Una de las fiestas anuales celebradas por los israelitas era la Fiesta de Pentecostés. En ella se consagraban a Dios las primicias de la cosecha de trigo (el sustento del pueblo). Por un lado, se expresaba gratitud, ya que la cosecha recordaba el cumplimiento de las promesas de Dios de darle una tierra a su pueblo, pero también era reconocer que el sustento venía de Dios. Primicia = consagración. Hoy, nuestras primicias son los primeros frutos de un nuevo trabajo (primer sueldo), negocio, o alguna nueva inversión económica. Es consagrar a Dios el instrumento que Él usaría para proveernos. Cuando lo hacemos, Dios nos bendice con abundancia (Proverbios 3:9).

III. ALCANZANDO SUS PROMESAS.

El Reino de los Cielos está sobre mi vida. Es Reino de abundancia, en el cual Dios hace milagros y provee para toda necesidad. Las bendiciones de ese reino comienzo a vivirlas aquí, en la Tierra. Hace siglos, Dios llamó a Israel a salir de Egipto y a entrar en una tierra bendecida: “tierra que fluye leche y miel” (Éxodo 3:17). Una tierra con riquezas reales, pero también con gigantes a vencer. Al ver los obstáculos, muchos pensaron: “¡Es imposible!” (Números 13:31.33). Sin embargo, otros creyeron que el Dios que había prometido, estaría con ellos y los haría entrar y poseer la tierra prometida, a pesar de toda resistencia del enemigo (Números 14:6-9). Hoy, la promesa sigue siendo la misma y los gigantes también están. ¿A quién estoy dispuesto a creer? Dios me llama a salir de Egipto (la esclavitud, la pobreza, etc.), y recibir todo lo que Él ha preparado para mi vida. Él me da la victoria. La clave es creer, y desarrollar mi fe. Siempre, antes del milagro vienen situaciones negativas, pero Dios interviene con su poder. Él me ha dado autoridad y debo usarla contra toda pobreza, miseria, avaricia, etc., contra todo poder del enemigo que quiere llevarme a vivir en escasez Debo


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enfrentarlas con autoridad, esperando firme en la Palabra de Dios (2 Crónicas 20:20), dando y orando, pues así es como los cielos se abren y llega la bendición (Malaquías 3:10).

Debo cambiar la visión de mí mismo. No soy un “pobrecito”. Soy un hijo de bendición. Aún lo que el diablo me pueda haber robado, Dios lo restituirá (Joel 2:24-27). Todo lo que toque mi mano será prosperado (Josué 1:7). Entraré a lugares que están en ruina y por la bendición que hay sobre mi vida, esos lugares prosperarán.


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1. ¿Cuál es el plan de Dios para mis finanzas? (3 Juan 2). ________________________________________________________________

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2. ¿Cómo debe ser mi relación con el dinero? (Mateo 6.25-33; 1 Timoteo 6.10, 17). ________________________________________________________________

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3. ¿Por qué debo buscar la prosperidad que viene de Dios? (Proverbios 10.22). ________________________________________________________________

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4. ¿Qué debo recordar en tiempos de necesidad? (Salmo 91.1-7; Salmo103.1-5; Filipenses 4.19). ________________________________________________________________

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5. ¿Qué debo hacer para cosechar con abundancia? (2 Corintios 9.6). ________________________________________________________________

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6. ¿Qué es dar con abundancia? (Lucas 21.1-4). ________________________________________________________________

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7. ¿Qué significado tienen nuestros diezmos y ofrendas? (Deuteronomio 14.22-23; Éxodo35.22). ________________________________________________________________

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8. ¿Qué significado tienen nuestras promesas y primicias? (2 Corintios 8.3; Deuteronomio 26.1-4). ________________________________________________________________

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9. ¿Qué sucede cuando creemos a Dios y sembramos en El? (Malaquías 3.10). ________________________________________________________________

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2 Corintios 9.6


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NUESTRAS METAS

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,

y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”

Filipenses 3.13-14 I. OLVIDANDO LO QUE QUEDA ATRÁS.

Hemos visto al comienzo de este libro que Dios me creó con un propósito, y que mi encuentro con Él ha sido apenas el comienzo de todo lo que tiene preparado para mi vida. Es posible que haya llegado a Cristo en una situación urgente y Él haya movido su mano haciendo milagros y sacándome de la desesperación. Sin embargo, el Señor no quiere que viva de urgencia en urgencia. La vida del cristiano es una vida de crecimiento constante y Dios desea que crezca en cada área de mi vida (1 Pedro 2.2). Que pueda extenderme hacia adelante, llevando ante su presencia mis planes y proyectos, y reciba su bendición para alcanzarlos (o cambie mis planes por los suyos, sabiendo que lo que Dios tiene para mí es lo mejor). A través de dos premisas fundamentales lograré que esto sea una realidad en mi vida:

A. Dejando atrás el pasado. Muchas veces, el diablo trae recuerdos de nuestra vieja vida, recordándonos pecados y derrotas de nuestro tiempo sin Dios. En un intento por impedir o retrasar nuestro crecimiento, trata de desanimarnos con situaciones del pasado que han sido dolorosas. Quizá durante mucho tiempo el diablo me ha causado dolor y aflicción, pero desde que le entregué mi vida a Cristo, he comenzado a recibir vida en abundancia. El Señor llegó a mi vida para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3.8), y me ha dado autoridad para vencerlo (1 Juan 4.4). Debo dejar lo viejo atrás; no mirar la vieja vida y dar la espalda al pasado. Lo que Dios tiene para mi vida está delante de mí. Si hay algo de mi pasado que puede afectar mi presente o mi futuro, Dios me lo mostrará. Entonces, permitiré a Jesús entrar allí, pues Él arrancará toda maldición y hará todo nuevo (2 Corintios 5.17). Pero tengo una carrera por delante, y Dios no quiere que camine lenta y forzadamente, sino que corra, que tenga un crecimiento rápido y fácil en Cristo (Hebreos 12.1-2). Para ello debo despojarme de todo peso del pasado. Las cosas viejas tienen que quedar atrás para que Dios haga todo nuevo. B. Buscando lo nuevo de Dios cada día. No se puede vivir del pasado y el apóstol Pablo es el mejor ejemplo de ello. ¿Quién puede negar que los milagros que Pablo vio en su vida y su ministerio fueran tremendos? Sin embargo, él no se conformó con lo que había visto, pues sabía que Dios podía mostrarle mucho más. Pablo sabía que sus riquezas en gloria eran inagotables. Esta debe ser la actitud que guíe mi vida: saber agradecer al Señor por todo lo que Él me ha dado (Salmo 103.1-5), pero entender que cada milagro del pasado, es la plataforma desde la cual puedo proyectarme a un futuro aún más glorioso. Esto no significa olvidar y no valorar lo que Dios ha hecho. Muy por el contrario, es saber que para encarar mi futuro, puedo apoyarme en el lugar más firme: el amor y el poder de Dios. Y con cada milagro que he recibido, Dios mismo me recuerda que Él estará conmigo cada día de mi vida (Mateo 28.20), moviendo su mano


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con el mismo poder. Tendré presente que hasta aquí Él ha estado conmigo, pero no olvidaré que sus propósitos no terminan... II. EXTENDIÉNDOME A LO QUE ESTÁ ADELANTE.

A. Alcanzando lo mejor. Alguien dijo que “el peor enemigo de lo mejor es lo bueno”, pues habiendo recibido algo bueno, muchas veces nos conformamos con ello y dejamos de buscar lo mejor. Debo renunciar al conformismo (Romanos 12.2), y buscar lo que Dios ha reservado para mi vida. Muchas veces el Señor permite ciertas situaciones que no comprendemos, para sacarnos de esa “comodidad”. Tenemos un ejemplo de esto en los primeros libros de la Biblia. Israel, llegó a Egipto en busca de alimento, y por medio de José pudo instalarse y crecer en ese lugar (Génesis 46.1-6). Durante cuatro siglos vivió allí y creció tremendamente, hasta que Faraón empezó a verlo como una amenaza (Éxodo 1.9-10). Los israelitas comenzaron a ser oprimidos, hasta tal punto que llegaron a matar a sus hijos Esto los llevó a clamar y Dios intervino con poder sacándolos de Egipto (Éxodo 3.9-10). Es interesante ver que esa no era la tierra que Dios les había prometido. Incluso el ambiente espiritual de Egipto no era el más aconsejable para ellos. Sin embargo, estaban “cómodos” en ese lugar, y no había preocupación por buscar la “Tierra Prometida” por el Señor. Dios tuvo que permitir ese tiempo de “incomodidad”, ya que era la única manera de que quisieran salir de allí. Quizá sea necesario consultar con mis líderes y ancianos, pero es posible que esa “incomodidad” que hoy estoy pasando, no sea sino un intento de Dios de mostrarme que Él tiene algo mejor para mi vida. Quizá sea el tiempo de entrar en una nueva etapa. Quizá sea el momento de comenzar a establecer nuevas metas por fe.

B. Estableciendo metas por fe.

1. ¿Qué es una meta? Una vida sin metas es como un barco sin timón. Esa persona vivirá a la deriva, y al final se encontrará estancada en la playa del desánimo y la frustración. Una meta es un blanco que sirve de timón. Jesús es un ejemplo para todos nosotros. Él sabía que su tiempo era limitado. Tenía claro lo que debía hacer y lo hizo (Juan 9.4; Juan 17.4). Por eso, es muy importante que comience a establecer metas claras para cada área mi vida:

- Espirituales (devocional, ministerial, etc.). - Familiares. - Físicas. - Económicas (deudas, proyectos, ofrendas, etc.). - Evangelísticas (amigos, vecinos, etc.).

Una buena meta se puede medir (puedo saber cuando la he alcanzado), es alcanzable (una meta lógica) y es práctica (llegar a esa meta producirá un cambio de crecimiento para mi vida). Escribiré mis metas. Alcanzaré cada una de ellas, a su tiempo, y esto me permitirá ver la fidelidad de Dios. 2. ¿Qué es la fe? Una meta es una expresión de fe. Fe significa creer sin ver, y aun creer a pesar de lo que mis ojos ven (Hebreos 11.1). Es estar seguro de lo que Dios va a hacer, a pesar de que la realidad diga todo lo contrario. A cada uno Dios ha dado una medida de fe (Romanos 12.3). Pero ha dejado en nuestras manos la responsabilidad de hacerla crecer. La fe no es algo estático, sino que crece (2 Tesalonicenses 1.3). Es como un músculo. Cuanto más la usamos, más crece y se desarrolla. Dios quiere que mi fe crezca, y que llegue a ser aún como la fe de los apóstoles (2 Pedro 1.1.). ¿Dónde se ejercita la fe? En medio de la necesidad. Es allí cuando debo enfrentar la


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realidad, creyendo a Dios, sabiendo que Él tiene poder para cambiarla y que su Palabra prevalece sobre cualquier realidad. Cuando establezco metas, estoy ejercitando mi fe. Cuando pongo mi fe en acción, estoy abriendo las puertas para que Dios haga los milagros que necesito (Hebreos 11.11, 30). Dios premia mi fe (Hebreos 11.6).

III. SIGUIENDO HACIA LA META.

A. Moviéndome en fe (2 Corintios 4). La fe no sólo se ejercita al establecer metas para nuestras vidas. A partir de allí, existe un mínimo de tiempo necesario para que el Señor se mueva en el campo espiritual. En este campo, Dios va a preparar los milagros que me permitirán llegar a esa meta, pero también va a trabajar en mi corazón preparando el momento de alcanzarla. Es un tiempo de fe, pero también de crecimiento (Santiago 1.1-4).

1. Viendo con fe. En ese tiempo, debo aprender a ver las cosas como Dios las ve: con fe (2 Corintios 4.18). Y aún debo aprender a ver mi propia vida de esa misma manera. Jesús vio a Pedro con fe. Él no se desanimó con cada reacción de sus discípulos, sino que siguió sembrando con fe, pues sabía que todo lo que había puesto en ellos iba a dar fruto a su tiempo. No vemos el Pedro de Los Evangelios en el Libro de los Hechos. Ese nuevo Pedro es el resultado del trabajo de Jesús, en fe. No me miro a mí mismo, ni a mis posibilidades. El milagro lo hace Jesucristo.

2. Oyendo con fe (Romanos 4:18-22). Debo aprender a oír con fe. En tiempos de espera el enemigo intentará desanimarme. Resistiré todo intento del diablo de quitar la Palabra de mi corazón. Mi resistencia no debe depender de las circunstancias, sino de lo que Dios me ha prometido. Apoyándome en Dios (Salmo119.28), llenaré mi corazón con su Palabra (Colosenses 3.16) y fortaleceré mi fe con ella (Romanos 10.17). Cuando mi fe es firme en su Palabra, el diablo huye y los milagros llegan.

3. Hablando con fe. Debo aprender a hablar en fe, bendiciendo lo que Dios me ha dado. Aplicaré la Palabra de Dios en cada circunstancia, sabiendo que ella tiene autoridad y vence sobre todo poder del diablo (2ª Corintios 4.13). Es muy importante la palabra que sale de mi boca. Ella tiene autoridad para bendecir o maldecir. Debo aprender a proclamar su Palabra. Ella cambia la realidad. Su Palabra siempre se cumple (2 Pedro 1.19; Mateo 5.18).

Moverse en fe es correr en dirección hacia la palabra que Dios ha dado. No me guío por lo que me rodea (2 ªCorintios 5.7). Tomo la mano de Dios, y haré lo que Él me dice. Veré su Palabra en mi vida.

B. Aprendiendo a esperar. El Salmo 37 nos da tres consejos en este tiempo de espera:

1. Confiar (v.3). Creer a Dios. Es saber que Él va a intervenir con su poder para que pueda alcanzar esa meta. Es tener claro que Dios puede usar personas o lugares pero la respuesta la espero de Él (Salmo 62. 5). Echaré toda mi ansiedad sobre Él, sabiendo que Dios cuida de mi vida (1 Pedro 5.7). Cuando aprendo a confiar, recibo paz en mi corazón, pues sé que Dios está conmigo.


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2. Deleitarse (v.4). Muchos comienzan a lamentarse y a quejarse cuando ven que las metas no se cumplen, o aparecen trabas que parecen imposibles de superar. Lo único que consiguen con esto, es retrasar la bendición. Dios quiere que aprenda a gozarme, no sólo por lo que he recibido, sino por lo que voy a recibir (Filipenses 4.4-6). Mis metas (y los obstáculos que debo vencer para alcanzarlas), son oportunidades para ejercitar mi fe y ver milagros de parte de Dios. 3. Encomendar todo a El (v.5).

Esto implica dos aspectos: - Encomendarme en oración (“Guíame, muéstrame...”): Allí entrego el problema (y entrego el control) - Hacer mi parte: Entro en un camino ya bendecido por Dios. Estoy trabajando la tierra que Él me ha dado (Proverbios 12.11)

Nunca invertiré el orden. Primero dejaré que Dios prepare mi camino. Luego, transitaré por él.

IV. ALCANZADO EL PREMIO DE DIOS. El Reino de los Cielos está sobre mi vida. Las bendiciones de ese reino comienzo a vivirlas aquí, en la Tierra. Debo aprender a gozarme por todo lo que Dios me da. Él quiere que aprenda a celebrar y publicar sus obras, y nunca olvide quien es el que me bendice (Salmo 103.1-5). Es muy importante que tenga claro de dónde viene la bendición para mi vida. El mundo también ofrece bendición. Lo hace constantemente. Sin embargo, al final de ese camino, siempre hay dolor. Dios quiere que mi vida sea bendecida, y pueda disfrutar lo que Él me da. “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10.22). Debo saber que la bendición para mi vida no viene del mundo, sino del cielo. Cuando la haya recibido, guardaré mi corazón de poner mi confianza y seguridad en las cosas del mundo. Mi confianza y mi esperanza deben estar puestas en Dios (Lucas 12.15-21). De esa manera, podré disfrutar lo que Él me da, y eso será usado para bendecir a muchos. Es importante que entienda que Dios quiere que su gloria sea vista en mi vida. La bendición no se detiene en mí, sino que bendice a otros. Esa es la clave para mi crecimiento: dar y recibir. Dios quiere que, de la misma manera que mi mano se abrió para recibir, también se abra para soltar lo que Él me ha dado. Sin embargo, más importante que cualquier bendición que haya recibido (o meta que haya alcanzado), es mi relación con Él. Permaneciendo en Él, en su Palabra, y dejando que Dios permanezca en mi vida, veré fruto con abundancia (Juan 15.1-10). Dios quiere que ensanche mi corazón y pueda mirar más allá de lo que se ve (Isaías 54. 1-3). Quizá haya metas que todavía no se han cumplido. Debo mantenerme firme en lo que Dios ha hecho en mi vida. No soy el mismo de ayer y no estoy igual que antes. Sometiéndome a Dios, a su Palabra, y a las autoridades que Él me ha dado, mi vida irá creciendo día a día. Me extenderé hacia mi próxima meta, sabiendo que Él responderá al deseo de mi corazón y todo sueño será realizado (Salmo 20.1-4).


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1. ¿Cuál es el deseo de Dios para mi vida en Cristo? (1 Pedro 2.2). ________________________________________________________________

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2. ¿Qué debo hacer con mi pasado para poder crecer? (2 Corintios 5.17) (Filipenses 3:13-14).

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3. ¿Cuál es una de las claves para crecer en Cristo? (Romanos 12.2) (Santiago.1:22).

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4. ¿Qué es la fe? (Hebreos 11.1, 6; 2 Corintios 4.18; 2 Corintios 5.7).

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5. ¿Hasta dónde debe crecer mi fe? (2 Pedro 1.1; Lucas17:5-6). ________________________________________________________________

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6. ¿Qué actitud debe ser permanente en mi corazón? (Filipenses 4.4). ________________________________________________________________

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7. ¿Qué es lo más importante para mi vida (por encima de cualquier bendición)? (Juan 15.1-10). ________________________________________________________________

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Romanos 12.2


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NUESTRO COMPROMISO

“Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el Bautismo, a fin de que

como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”

Romanos 6.4

I. BAUTISMO EN AGUAS: SU SIGNIFICADO.

A. Un mandato de Dios. El Bautismo en aguas es una de las ordenanzas que el Señor Jesucristo encomendó a la Iglesia (Mateo 28.19).

B. Un acto simbólico El Bautismo es símbolo de la experiencia espiritual del nuevo nacimiento que cada creyente ha tenido (Romanos 6.3-8). Esto quiere decir que representa exteriormente (simbólicamente) lo que el nuevo creyente experimentó interiormente al aceptar a Jesucristo como Salvador, Señor y Rey.

1. Una muerte. Ser sumergido en el agua representa la muerte con Cristo a la vieja vida; muerte al pecado (Romanos 6.3, 6).

2. Una sepultura. Estar bajo el agua representa que la vieja vida es sepultada con Cristo (Romanos 6.4).

3. Una resurrección. Salir del agua simboliza que el creyente ha resucitado con Cristo a una vida nueva (Romanos 6.8).

C. Una confesión. El Bautismo es un acto público las personas presentes actúan como testigos y en el confieso que:

1. He aceptado a Jesús como Salvador (Hechos 8.36-38). 2. He muerto a mi vieja vida (Colosenses 2.12). 3. He nacido a una nueva vida con Cristo (Efesios 2.4-6).

D. Un pacto de amor. A través del Bautismo me entrego a Aquél que ha dado todo por mí. Tomo un compromiso personal en agradecimiento por lo que Él ha hecho y aún hará en mi vida. Se establece un pacto de amor tan fuerte que nada ni nadie me podrá separar de Él (Romanos 8.38-39).


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II. SU MÉTODO.

A. Por inmersión El término Bautismo tiene su origen en la palabra griega “baptizein”, que significa “sumergir”. Cuando la Biblia nos habla de que subían del agua es porque la gente entraba y salía de ella (Marcos 1.9-10). Si pensamos en todo lo que está simbolizado en el Bautismo (lee el punto 1-B), entendemos con mayor facilidad la necesidad de que se realice por inmersión. B. Representa una decisión. Si bien la persona que es bautizada ya ha tomado la decisión de entregarle su vida a Cristo y comenzar una vida nueva, y esa decisión ha sido hecha en forma privada (personal), es deseo del Señor que la relación que nos une con Él sea hecha pública a través del Bautismo (Hechos 2.36-42).

1. En adultos. En el Bautismo esa relación de compromiso con Dios es declarada públicamente. No se trata de una simple ceremonia, sino que debe representar un compromiso tomado con el Señor. Por eso es muy importante que la persona que desea ser bautizada sea consciente del compromiso que está asumiendo delante de Dios, ya que la falta de ese compromiso quitaría todo sentido al Bautismo.

2. En niños. Por lo expuesto en el punto anterior, podemos ver muy claramente que el bautismo de bebés no tiene validez delante de Dios, ya que carece de la base que da sentido al mismo: decisión personal de arrepentirse y nacer a una nueva vida en Cristo. En la Biblia no se encuentran registrados bautismos de bebés. En cambio, la Palabra enseña que podemos entregar a nuestros niños al Señor para que en dicho acto reciban la bendición sacerdotal (Números 6.22.27).

III. ¿QUÉ SE NECESITA PARA SER BAUTIZADO? A. Creer. Todo lo que hacemos en la vida cristiana demanda fe. Un caso es el del Eunuco quien preguntó a Felipe: “¿Qué impide que yo sea bautizado? Y Él dijo: Si crees de todo tu corazón, bien puedes y respondiendo dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios y mandó parar el carro; descendieron al agua, Felipe y el Eunuco, y Felipe le bautizó.” (Hechos 8.37-38). La Biblia registra otros ejemplos de personas que después de creer en Jesús, su siguiente paso fue bautizarse de inmediato: los tres mil convertidos en Hechos 2.41; el carcelero de Filipos y su familia en Hechos 16.33; y Crispo, principal de la sinagoga de Corinto quien fue bautizado con todos los que creyeron en Hechos 18.8. Estos son casos donde el bautismo fue precedido por la fe en Cristo y se realizó enseguida. Todos estos casos tienen la fe como una característica básica. Son casos en donde el bautismo fue precedido por una fe sencilla, pero que refleja decisión y es la que necesitamos para dar este paso tan pronto como nos sea posible. B. Arrepentirse. El arrepentimiento debe preceder al bautismo. El arrepentimiento viene del griego “Metanoeo” y significa “cambiar la mente o propósito”. En el Nuevo Testamento involucra un cambio a mejor. El bautismo demanda arrepentimiento, morir a los deseos carnales, a los malos hábitos, a las cosas que a mi parecer están bien pero a los ojos de Dios está mal. Cuando Pedro predicó su primer sermón, la gente preguntó: ¿Qué haremos? (Hechos 2.38). “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados: y recibiréis el don del


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Espíritu Santo”. Su respuesta deja ver que si queremos ser bautizados es indispensable pasar primero por el arrepentimiento; es decir, un cambio de mente y de propósito que reflejen que Jesús es quien gobierna ahora nuestras vidas. IV. ¿POR QUÉ DEBO BAUTIZARME? A. Es un paso de obediencia. En el bautismo estoy respondiendo a algo que el Señor mismo ordenó. B. Es dar testimonio de mi fe. Dios quiere que mi relación con Él sea pública (Romanos 10.8-10). C. Es un acto de compromiso con Dios. Estoy asumiendo un compromiso con Dios, de vivir una vida apartada para Él. D. Es prepararme para el derramamiento del Espíritu Santo. Esta actitud de corazón crea en mi vida las condiciones ideales para que Dios me llene del poder de su Espíritu.

E. Es abrir las puertas a las promesas de Dios. Este paso tan importante me introduce plenamente en la voluntad de Dios y me encamina al cumplimiento de cada una de sus promesas. V. MI VIDA DESPUÉS DEL BAUTISMO. El Bautismo representa nuestro “Nuevo Nacimiento en Cristo”. A partir de este momento se abre una nueva realidad para mi vida. Esto es: A. Dejo atrás mi vieja vida. Esto significa dar la espalda a todo aquello que pueda afectar mi relación con Dios, todo lo que esté fuera de su voluntad. Significa también sepultar el pasado, con sus dolores y frustraciones (Colosenses 2.12). B. Comienzo una vida nueva. Es el mayor milagro hecho por Dios en mi vida. “Nuevo” es contrario a “viejo”. La vida que Dios me ha dado no tiene nada que ver con mi vieja vida de dolor, soledad y derrota (Colosenses 2.13). El Señor Jesucristo me ha llamado a:

1. Una vida en obediencia a la Palabra (Mateo 28.20). Tengo mi vida totalmente entregada en las manos de Dios. Mis ojos deben estar puestos en Él y en su Palabra. Debo comenzar a andar como Cristo anduvo. Tengo los privilegios y las responsabilidades de un hijo.

2. Una vida en relación intensa con Jesús (Salmo 63.1-8). Ahora estoy completamente unido a El. Su Espíritu Santo habita en mí. Él me ayuda en mis debilidades y me transforma con su poder. Cada día Jesús está conmigo. Cada día puedo experimentar su poder y su amor.

3. Una vida en victoria permanente (1 Juan 4.4). El diablo ya no tiene autoridad sobre mi vida. No hay lugar para la derrota. El pasado ha quedado atrás. Tengo un lugar en los cielos y la autoridad de Dios está sobre mi vida. Él es mi Sanador, mi Libertador y mi Proveedor. Él es el Dios de los milagros.


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RESPUESTAS DE DIOS PARA MI VIDA. (Para leer con la Biblia y responder) 1. ¿Quién ordenó que todo creyente fuera bautizado? (Mateo 28.19-20).

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2. ¿Qué simboliza el Bautismo en agua? (Romanos 6.3-8). ________________________________________________________________

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3. ¿Qué elemento esencial no debe faltar para que tenga validez? (Hechos 2.36-42). ________________________________________________________________

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4. ¿Qué sucede con mi pasado en el bautismo? (Colosenses 2.12). ________________________________________________________________

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5. ¿Cómo debe ser mi relación con Dios a partir de ahora? (Salmo 63.1-8). ________________________________________________________________

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6. ¿Qué lugar debe ocupar la Palabra de Dios en mi vida? (Mateo 28.20), (2 Timoteo 3:16-17). ________________________________________________________________

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7. ¿Qué sucede si cometo algún pecado después de haberme bautizado? (1 Juan1.9). ________________________________________________________________

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Hechos 2.38


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Mateo 28:19 “… bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”

Fecha de mi Bautismo:

Mis Compañeros son:

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nombre y apellidos recientes... · 2013-08-19 · dios. “al que cree todo le es posible”...

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