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1 UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA UNAD VICERRECTORÍA ACADÉMICA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS PROGRAMA PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA MATERIAL DIDÁCTICO DEL CURSO ACADÉMICO MODULO MARCELA GRANADA AVILES BOGOTÁ D.C. 2011

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UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA – UNAD VICERRECTORÍA ACADÉMICA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS PROGRAMA PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA

MATERIAL DIDÁCTICO DEL CURSO ACADÉMICO MODULO

MARCELA GRANADA AVILES

BOGOTÁ D.C. 2011

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UNIDAD DIDACTICA 1. EPISTEMOLOGIA DE LA PSICOLOGIA COMUNITARIA CAPITULO 1. ORÍGENES DE LA PSICOLOGIA COMUNITARIA

El origen y la posterior evolución de la Psicología Comunitaria hay que situarlos bajo un contexto histórico y social amplio. En él intervienen eventos políticos, movimientos sociales, cambios legislativos y el propio desarrollo de la concepción de la salud en general y de la salud mental en particular. 1.1.1 Acontecimientos Sociales

Durante la primera mitad del siglo XIX en la Psiquiatría americana tuvo una gran influencia el denominado “tratamiento moral”. El procedimiento básico consistía en incluir las condiciones ambientales más adecuadas para maximizar la conducta normal. El tratamiento se apoyaba en una forma de vida guiada por principios morales en la que se regularizaban ciertos hábitos como la limpieza personal, la terapia ocupacional, las prácticas religiosas, las actividades de entretenimiento y el deporte. Durante la segunda mitad del siglo XIX se produjeron en los Estados Unidos cambios económicos que evolucionaron desde una economía agrícola hacia una economía industrial, como consecuencia aumentó la inmigración y creció el número de personas en las ciudades. Los psiquiatras en este período consideraron a los emigrantes genéticamente inferiores y carentes de conducta moral. En tal situación el tratamiento moral fracasa. El número de pacientes que ingresan en los hospitales psiquiátricos aumenta de forma dramática, la convivencia y la integración social se hacen difíciles tanto en los hospitales cono en la comunidad. El incremento de población unido a la inmigración produce desorganización social y hacen crecer el antagonismo entre las clases sociales. En este contexto se popularizó el Darwinismo Social como teoría para explicar las relaciones sociales. Tras este período empieza a emerger lentamente a finales de 1880 y principios de 1890 la importancia del ambiente dentro de la Psiquiatría Americana. Comienza a desarrollarse una nueva era de reformas sociales, los abusos de la industrialización, la corrupción política, las pésimas condiciones de vida en los suburbios de las grandes ciudades, etc., se estaban haciendo patentes; nuevamente crece el interés por los determinantes ambientales sobre la conducta. Los sociólogos de la Escuela de Sociología Urbana de Chicago muestran interés especial por la vida en comunidad, ven en el regreso a los lazos y vínculos comunitarios la solución frente al fenómeno del crecimiento y concentración de la población. Dan un impulso definitivo a una perspectiva más ambientalista: la

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distribución ecológica de las conductas asociales y de la enfermedad mental son, en este contexto sus aproximaciones importantes. Sin embargo, este regreso a la comunidad se hacía difícil ya que los rápidos cambios económicos habían generado fuertes diferencias sociales. En 1889 algunos periodistas deciden infiltrarse y hacerse pasar por pacientes de hospitales psiquiátricos para luego publicar el terrible estado de los hospitales y la crueldad de las condiciones de vida observadas. La población se hace consciente del problema de la enfermedad mental y se desarrollan numerosos programas sociales. En el período de 1890 a 1914 se crean una gran cantidad de organizaciones de servicios humanos de los cuales muchos persisten hoy. En este momento surge un movimiento de gran interés social denominado “Settlement House”. El movimiento fue creado por mujeres de clase media y alta concienciadas por los problemas sociales existentes y principalmente por el problema de la inmigración. La labor realizada se caracterizó por la acción comunitaria, hicieron funciones de organización comunitaria y ayudaron a los inmigrantes a través de la creación de programas de autoayuda. Poco a poco el movimiento se fue consolidando y pasaron de realizar acciones concretas aisladas a organizarse en clubes y crear acciones a gran escala para producir cambios legislativos, mejorar el estado de algunas barriadas, abogar por los derechos de los pobres, etc. La repercusión social fue notable y se hicieron sentir en decisiones políticas y legislativas importantes, influyeron sobre los derechos de los niños, la restricción del horario de trabajo infantil, los Tribunales Tutelares, etc. Este movimiento continuó hasta la Primera Guerra Mundial cuando nuevamente la sociedad comienza a moverse hacia una dirección más conservadora. La crisis económica de los años veinte, el nacimiento de grupos realistas como el Ku Klux Klan, el resurgir de los valores del protestantismo, entre otros, constituyen algunos ejemplos del clima reinante. Los programas sociales se restringieron de forma drástica y el movimiento Settlement House fue sustituido por grupos de jóvenes más conservadores, aunque éste continuó creando centros recreativos y educativos en respuesta al clima social de conservadurismo. Las iniciativas en Servicios Sociales y Salud Mental fueron muy escasas en los años que comprende el período de 1930 a 1945. La Administración de Roosevelt se centró en la revitalización económica e imperó una política donde los problemas requerían una solución política más que psicológica o social. El interés por el ambiente se renueva tras la Segunda Guerra Mundial, un gran número de veteranos de guerra que regresaron a la vida civil se encontraron con numerosos problemas físicos y psicológicos. Este momento se considera la antesala del nacimiento de la Psicología Comunitaria. El período que transcurre desde 1945 a 1963 está cargado de acciones legislativas y cambios dentro de la

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propia psicología y de la concepción de la salud mental que dan lugar al nacimiento de la Psicología Comunitaria. 1.1.2. Acciones Legislativas La Psicología Comunitaria y la Salud Mental Comunitaria emergen a mediados de los 60 tras un período de gran efervescencia no sólo en el campo de la salud mental sino en toda la sociedad. La Psicología Comunitaria nace en un momento en el que se producen cambios importantes dentro de muchas instituciones de la sociedad. El 7 de Abril de 1948 queda constituida la Organización Mundial de la Salud desde donde se impulsa un modelo de Salud Pública con el que abordar los problemas de salud. Se plantea la importancia de la comunidad en relación con la salud y se funda el Comité Nacional de Higiene Mental para promover la salud y acercar la comunidad al hospital. El Movimiento de Derechos Civiles durante el período de los años 50 a 60 tuvo una intensa actividad e influyó en la sentencia antisegregacionista que emitió el Tribunal Supremo en 1954; este resultado sirvió de estímulo para que los grupos de personas comprometidas socialmente siguieran luchando por mejorar las condiciones de vida de los desempleados, pobres, delincuentes, enfermos mentales, etc. Tras la Segunda Guerra Mundial se desarrolla una tendencia económica liberal que equipara nivel económico con calidad de vida pero que pronto deja al descubierto fuertes desequilibrios sociales. Esto da lugar según Blanco (1987) citado por Hombrados1 “a una sociedad post-material en la que el bienestar individual empieza a desligarse de la mera acumulación de bienes y riquezas; se alza con fuerza la Política Social como alternativa a las teorías económicas tradicionales de corte liberal” (p.41). El movimiento de reforma social de los años 60 incrementó la conciencia de la sociedad acerca de una serie de problemas sociales tales como la pobreza y la discriminación social. En este momento se desarrollan los grandes programas sociales de la época como Head Start (programas de educación para los más desfavorecidos) o War on Poverty (Guerra a la Pobreza). Este último que comenzó a principios de los 60 se diseñó para mejorar los problemas de los problemas y necesidades. El objetivo de estos programas era tanto el cambio social como la ayuda directa.

1 HOMBRADOS M., María I. (1996) Introducción a la Psicología Comunitaria. Archidona, Málaga:

Ediciones Aljibe.

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El progreso de la Psiquiatría militar llegó a demostrar que el tratamiento temprano era bastante eficaz con los veteranos de guerra y por tanto crece la idea de que la ayuda y los cuidados de la comunidad deben prestarse lo antes posible. Para algunos autores (p.e. Mangellsdorg, 1985; Levine & Perkins, 1987; citados por Hombrados2) estas conclusiones son el origen del concepto de apoyo social. A mediados de los 50 la introducción de las drogas psicoactivas permiten ver de otra forma los hospitales psiquiátricos ya que hacen posible que los pacientes puedan permanecer fuera del hospital con tratamiento en sus hogares. Se produce un aumento del interés social y legislativo por los problemas de salud mental. En 1961 el Presidente Eisenhower funda La Comisión Conjunta sobre la Enfermedad y la Salud Mental (Joint Commission on Mental Illnes and Health). Esta comisión era un cuerpo interdisciplinario establecido por la Ley de Estudio de la Salud Mental de 1995 (Mental Health Study Act) y fue escogida por el Instituto Nacional de Salud Mental (National Institute of Mental Health) para evaluar las necesidades de la salud mental de la nación y para recomendar medidas para satisfacer tales necesidades. Las conclusiones de la Comisión estimularon al Presidente Kennedy a firmar en 1963 el Acta de Creación de los Centros de Salud Mental. En otros países como España fueron los Centros de Promoción de Salud Municipales y Los Centros de Salud creados en 1980 coincidiendo con un momento de reforma y cambios en el orden político y social importantes en nuestro país (Chacón, 1988; Martínez & Barrón, 1993; citados por Hombrados3). 1.1.3. Insuficiencias del Modelo Médico Tradicional Dentro de las insuficiencias del modelo médico tradicional que dieron lugar al desarrollo de la Psicología Comunitaria, en un intento de superarlas se pueden destacar el desarrollo de la psiquiatría militar tras la Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto la necesidad de replantearse la prestación de los servicios pues la intervención temprana aplicada tanto por profesionales de la salud (enfermeras, médicos, psicólogos, etc.) como por no profesionales estaba mostrando resultados importantes en la recuperación de muchas personas. Al mismo tiempo la introducción de las drogas psicotrópicas permitía a los sujetos seguir el tratamiento en su comunidad. A partir de aquí se entra en un período de crisis que afecta tanto a la Psiquiatría clásica como a los modelos terapéuticos. Respecto a la Psiquiatría clásica Blanco citado por Hombrados4 ha escrito: “En el ámbito de la salud mental, la Psiquiatría iba camino a convertirse en un mastodonte burocrático contra el que chocaba cualquier movimiento renovador

2 Ibíd. 1

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4 Ibíd. 1

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convirtiéndose así en una avanzadilla del inmovilismo y conservadurismo teórico, burocrático y de tratamiento” (p. 42). Las críticas al modelo médico no se hicieron esperar, entre ellas, hay que destacar: La posición central que ocupa en el modelo la relación diádica entre una autoridad pasivo-receptiva y un individuo enfermo. En esta relación el papel del enfermo sólo se considera activo en la medida en que este toma la iniciativa de buscar ayuda. La forma en que están organizados y administrados los servicios de salud mental fueron también objeto de críticas, se vio la necesidad de prestar ayuda a los sujetos en su propia comunidad y de distribuir los servicios de forma más equitativa, ya que algunos ejemplos muestran que los sujetos de clases sociales altas recibían principalmente psicoterapia analítica, los de clase socioeconómica baja recibían terapias de electroshock, lobotomía o psicoterapia directiva. El modelo de prestación de servicios era inadecuado, un modelo basado en la espera y en el tratamiento individualizado resultaba insuficiente para cubrir todas las demandas relacionadas con la salud mental. A esto había que sumar la escasez de recursos y lo desigualmente distribuidos que estaban, siendo las clases sociales bajas las que contaban con menos recursos. El abandono del hospital psiquiátrico hacia formas más comunitarias de intervención fue una reivindicación importante. Las primeras reformas en los hospitales psiquiátricos a comienzos del siglo XIX (Tuke en Inglaterra, Pinel en Francia, Rush en EEUU, etc.) conocidas como la Primera Revolución en Salud Mental muestran ya la necesidad de apertura de los hospitales a la comunidad. Pero es con el desarrollo de las drogas psicotrópicas donde la reivindicación toma más fuerza al permitir que el tratamiento se pueda realizar fuera del contexto hospitalario, haciendo participar a la familia y a la comunidad. Las críticas a la efectividad de la psicoterapia significó un cuestionamiento importante de los métodos de tratamiento. Se encontró que la eficacia de la psicoterapia tradicional no es superior a la remisión espontánea. Resultados tan alarmantes produjeron reacciones contrarias a tales afirmaciones. Sin embargo, independientemente de la posición que se adopte respecto la efectividad de la psicoterapia, lo que se está cuestionando realmente es la forma de enfrentarse a la gran cantidad de problemas de salud existentes en la sociedad. Por ello muchos profesionales abogan por otros métodos de prestación de los servicios: se prefieren métodos preventivos para abordar la solución de los problemas a gran escala en la comunidad, se hace necesario el uso de métodos indirectos de intervención y la formación de paraprofesionales. El énfasis en la prevención viene avalado por un reconocimiento cada vez mayor de la importancia de los factores sociales en la aparición de los problemas

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emocionales. En este sentido, Blanco citado por Hombrados5 ha señalado: “…nos encontramos en la época de la interconducta, en esa época en la que ya no es posible por más tiempo desconocer la presencia rotunda y directa del ambiente (sean las normas y convenciones sociales, el modelo de socialización política a que hemos estado sometidos o nuestra presencia o ausencia en la dinámica productiva, por mencionar tres simples ejemplos) en la posible explicación de la normalidad o anomalías del comportamiento individual” (p. 41). 1.1.4 Desarrollo Intradisciplinar

Dentro de la propia Psicología se dan cita una serie de acontecimientos y factores que contribuyen al nacimiento de la Psicología Comunitaria, entre los más destacados se encuentran:

1. El desarrollo de teorías de Psicología

El desarrollo de teorías psicológicas a finales de los años 50, que incorporan el ambiente como elemento fundamental para explicar el comportamiento humano es otro de los hechos que contribuyen al desarrollo de la Psicología Comunitaria. Siguiendo a Blanco citado por Hombrados6 las teorías del Lugar de Control y las teorías Sociales de la Personalidad incorporan factores económicos en la explicación psicológica del comportamiento; siendo los aspectos económicos y sociales de suma importancia dentro de la Psicología Comunitaria; la Psicología Ecológica introduce la importancia del ambiente físico con conceptos como el de escenario de conducta y refleja su influencia dentro de la Psicología Comunitaria con el desarrollo del Paradigma Ecológico (Rappaport, citado por Hombrados en el mismo texto); y por último las teorías del estrés cuyo concepto está incluido en numerosos estudios en Psicología Comunitaria y relacionado con otros conceptos tan importantes como el apoyo social.

2. La tradición grupal

Existen estudios en Psicología Social cuyas concepciones han ayudado al desarrollo de la Psicología Comunitaria, entre ellas se encuentra la tradición grupal. El grupo es un lugar de confluencia entre lo individual y lo social. Este es considerado el instrumento básico de socialización.

La Psicología Comunitaria hunde sus raíces en algunos de los principios que se derivan de las teorías de grupos, porque como ha señalado Blanco citado por

5 Ibíd. 1

6 Ibíd. 1

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Hombrados7 el psicólogo comunitario puede aprovechar la gran tradición psicosocial que se le brinda en los trabajos de Asch sobre los efectos de la presión grupal en los juicios individuales; los trabajos de Henri Tajfel sobre categorización, comparación, diferenciación e identidad social; y la concepción gestáltica de Kart Lewin, para quien el grupo al menos posee cuatro significados:

Es la base sobre la que se erige el individuo, por tanto las características del individuo dependen en gran parte de la solidez o debilidad de la base. El grupo es el medio del que nos servimos para alcanzar una serie de objetivos y metas. El individuo es una parte del grupo y cualquier cambio que se produzca en el grupo le afectará a él directamente. El grupo constituye la parte central del espacio vital de la persona. Más que las características intrapsíquicas o las diferencias personales, es sin duda el grupo el elemento más determinante del comportamiento humano.

3. La crisis de la Psicología Social

Durante la década de los años 60 se comienza a gestar dentro de la psicología social una gran preocupación por el carácter aplicado de la disciplina. La relevancia social de los trabajos se convierte en motivo de preocupación para muchos profesionales que se cuestionan hasta qué punto los psicólogos sociales han estado haciendo cosas relativamente triviales. Esta preocupación de la Psicología Social por lo aplicado favorece el desarrollo de áreas de conocimiento que parten de un interés por los problemas reales como ocurrió con la Psicología Ambiental y con la Psicología Comunitaria que nacen en un momento en el que la relevancia social de los estudios en psicología se convierte en un aspecto de sumo interés. Es habitual que se las trate como si fuesen simples aplicaciones de la Psicología Social y, aunque esto no es totalmente cierto, sí se puede situar sus orígenes en la época en que la Psicología Social se lanza a la búsqueda de lo aplicado. La Psicología Comunitaria constituye la superación de muchas de las dicotomías que aquejan a la Psicología Social y quizá la que más problemas ha caudado, lo individual versus lo social, pierde en Psicología Comunitaria su sentido.

4. La tradición lewiniana

7 Ibíd.

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La relevancia de los estudios se intenta garantizar a través de la unión de lo práctico y lo teórico. La obra de Kurt Lewin es fundamental para entender esta conexión entre teoría y praxis. Quizás el aspecto más relevante en Lewin sea precisamente la estrecha relación que mantienen lo básico y lo aplicado. Y se trata de una relación que constituye uno de los supuestos centrales de su epistemología comparada ya que para el autor el desarrollo de la estructura conceptual de las ciencias tiene su punto de partida en la vida práctica (Blanco citado por Hombrados8) Desde la perspectiva lewiniana “la teoría guía la investigación y la práctica y es recíprocamente informada por ellas. La investigación evalúa y redirige la teoría y la práctica. La práctica nos pone en contacto con la realidad social y conecta claramente la disciplina con la mejora del bienestar humano. Sin práctica, la teoría y la investigación se pueden convertir en sistemas mutuamente reforzantes, aislados y divorciados de los temas sustanciales” (Fisher citado por Hombrados9). La obra de Kurt Lewin es fundamental para la Psicología Comunitaria, ya que en la década de los 50 el autor realizó una serie de programas (más de 50) para intervenir en diversos problemas sociales (delincuencia juvenil, prejuicios raciales, etc.). La estrategia metodológica seguida por la Psicología Comunitaria es la investigación-acción orientada hacia el cambio social y con la participación de los sujetos en la propia acción investigadora; de esta manera garantiza la conexión entre lo básico y lo aplicado, la unión de ambas es indisoluble. Otra cuestión importante es que Lewin manifiesta un sesgo antihistórico, un enfoque fundamentalmente sincrónico como se deriva de los enunciados básicos de su teoría del campo: “a) la conducta debe derivarse de la totalidad de hechos coexistentes; b) que estos hechos coexistentes tengan el carácter de un campo dinámico en tanto que el estado de cualquier parte del campo dependa de todas sus otras partes” (Lewin, citado por Hombrados10) Las propiedades dinámicas y de interrelación que caracterizan la Psicología Comunitaria se encuentran especialmente reseñadas en la obra de Lewin. El autor define lo psicosocial desde la interdependencia y las transaccionalidad: “El hecho de que tal vez se produzca determinado tipo de conducta no depende de la presencia o ausencia de un hecho o de un número de hechos enfocados aisladamente, sino de la constelación (estructura de fuerzas) del campo específico

8 Ibíd. 1

9 Ibíd. 1

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como un todo…las diferentes partes del campo son mutuamente interdependientes” 1.1.5 La relevancia social de la Psicología La sensibilidad creada con la crisis no es exclusiva de la Psicología Social, también la psicología participa de tal preocupación. Así Miller citado por Hombrados11 en su alocución presidencial de la A.P.A. presentaba la psicología como una forma de promover el bienestar social. La principal preocupación de Miller fue la escasa contribución que los psicólogos habían hecho a la mejora del bienestar humano, incluso menos de lo que nuestro conocimiento sobre la conducta podría justificar. Para el autor las ciencias sociales han de perseguir el desafío social y han de proporcionar una guía en la búsqueda de nuevas soluciones personales y sociales. Los psicólogos además de extender y profundizar en el conocimiento de los fenómenos sociales, mentales o conductuales han de incorporar, de alguna forma, este conocimiento a los grandes cambios sociales que se están viviendo. Es necesario estudiar mejor cómo enfrentarse a este desafío social. Concluye Miller su alocución con estas palabras: “Reconozco que muchos de nosotros considerarán a estas ambiciones como retórica vacía. Puede que piense que los psicólogos nunca estarán dispuestos para esto y que nosotros deberíamos quedarnos en nuestros laboratorios hacer nuestras cosas. El público resolverá sus propios problemas sin nosotros. Quizá semejante escepticismo esté justificado. Por otra parte, que esto sea difícil no es una excusa para rendirse. De alguna forma lo inalcanzable es el mejor objetivo a perseguir. Continuemos con nuestra lucha para que la psicología avance como un medio de promoción del bienestar humano, cada uno a su manera. Respecto a mí no puedo imaginarme que nosotros no podamos hacer algo más relevante para el bienestar humano, el descubrir la mejor forma de dar la Psicología a los demás es el mayor desafío que pueden encontrar la nueva generación de psicólogos”. El artículo de Miller supone una vuelta a esa vocación aplicada, al compromiso social, al bienestar, que ya se encuentran en los mismos orígenes de la ciencia social (Comte, Saint-Simon, Marx, etc.). La ciencia social como instrumento de cambio será el lema central de estos teóricos. La Psicología Comunitaria recoge las palabras de Miller y dirige su objetivo hacia la promoción de la calidad de vida y el desarrollo de estrategias para dar el conocimiento y hacer que este sea útil al “público”.

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Ibíd. 1

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CAPITULO 2. SOBRE EL CONCEPTO DE PSICOLOGIA COMUNITARIA 1.2.1. Definiciones de Psicología Comunitaria Algunos autores definen la psicología comunitaria como aquella que trata de la comunidad y que es realizada con la comunidad. De entrada esto muestra que una de sus características, la primera y primordial, tiene que ver con el rol activo de la comunidad, su participación. Sin embargo, debido a que en el siguiente apartado se tendrá la oportunidad de abordar las características, a continuación se revisarán algunas definiciones de la psicología comunitaria. Para Rappaport citado por Montero12 la define como la disciplina que “acentúa la importancia de la perspectiva ecológica de la interacción, sosteniendo la posibilidad de mejorar la adaptación entre las personas y su ambiente mediante la creación de nuevas posibilidades sociales y a través del desarrollo de recursos personales en vez de hacer hincapié exclusivamente en la supresión de las deficiencias de los individuos y de sus comunidades”. En la anterior definición, se muestra el énfasis en la relación individuo – medio ambiente (cultura, social, físico), coloca su objetivo en la producción de una mejor relación entre ambos y sitúa la posibilidad de lograrlo en ambos polos conjuntamente. Esto último ubica su definición en el campo psicosocial, colocando implícitamente a su objeto en la interfase entre lo individual y lo societal. Por su parte Montero13 también aporta su propia definición en la que considera la psicología comunitaria como la rama de la psicología cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer sobre su ambiente individual y social para solucionar problemas que los aquejan y lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social. La definición planteada por la autora tienen las siguientes implicaciones: Un rol diferente para los profesionales de la psicología: el de agentes de

transformación social, que comparten su conocimiento con otros actores sociales, provenientes de la comunidad, poseedores de un saber y orientados por los mismos objetivos con los cuales trabajan conjuntamente.

La ubicación de la subdisciplina como campo interdisciplinario, pues al plantear cambios sociales asume un objetivo igualmente planteado en otras ciencias sociales.

La detección de potencialidades psicosociales y el estímulo de las mismas.

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MONTERO, Maritza. (2004) Introducción a la Psicología Comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos. Buenos Aires, Argentina: Paidós. 13

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Un cambio en el modo de enfrentar la realidad, de interpretarla y de reaccionar ante ella.

Hacer psicología para la transformación positiva, social e individual. Cambios en el hábitat, en el individuo, en las relaciones individuo-grupo-

sociedad. Los cambios en el individuo llevan a cambios en los grupos a los cuales pertenece, entre ellos la comunidad, y viceversa, los cambios en esos grupos transforman a las personas. Se produce así una relación dialéctica de transformaciones mutuas.

Para Hombrados14 la psicología comunitaria parte de la psicología social pues de ella toma los principales presupuestos que sostienen a la disciplina y es su principal fuente de inspiración. La unidad de análisis se centra en el sistema social y la comunidad. La psicología comunitaria no es un nuevo paradigma, es tanto una disciplina formal como una forma de abordar los problemas que refleja ciertos valores, entre ellos y quizá el más importante hacer una psicología del interés público, que actúa en consonancia con las necesidades sociales y nunca de espaldas a la comunidad. Como alternativa para superar la crisis de relevancia de la psicología social, se plantea una unión indisoluble entre lo básico y lo aplicado, su objetivo es la promoción de la calidad de vida y hacer accesible el conocimiento psicológico. Finalmente, para Lara y Ocampo15 la psicología comunitaria es un campo aplicado de la psicología, que busca el bienestar de muchas comunidades diferentes que existen dentro del grupo social más amplio; está interesada en el derecho de todos a obtener recursos materiales, educativos y psicológicos disponibles en una sociedad. En este sentido, es una especie de movimiento de reforma dentro del campo de la psicología aplicada, en el que sus seguidores buscan una distribución más equitativa de los recursos existentes y el desarrollo de modelos de acompañamiento comunitario sobre sus problemas y necesidades locales. 1.2.2. Características de la Psicología Comunitaria La psicología social comunitaria se aleja de la psicología comunitaria de raíces clínicas, al centrarse fundamentalmente en un cambio estructural y aproximándose al modelo transaccional ecológico de la psicología comunitaria. Para Lara y Ocampo16 una de las principales tendencias actuales, es la adopción del punto de vista ecológico propuesto por Rappaport –arriba mencionado- , el cual plantea la interacción de las personas en su entorno centrándose en factores socio-ambientales y sistemas sociales, más que en las personas individuales. 14

Ibíd. 1 15

LARA DE PRADA, Luz M. & OCAMPO DE BONIVENTO, Luz E. (2002). Psicología Social y Comunitaria. Comunidad, Participación y Convivencia. Bogotá: Universidad Santo Tomás, Vicerrectoría General Universidad Abierta y a Distancia. 16

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De igual forma intenta ser útil en la solución de problemas sociales, ayudando a crear organizaciones efectivas que presten sus servicios acordes con las necesidades sociales y proporcionar las bases para el desarrollo comunitario. Así, la teoría, la investigación y la praxis buscan construir una psicología de la acción y el cambio social desde una perspectiva ecológica, sin perder de vista los calores que se van a fomentar en el contexto social en que nos movemos. Al respecto Rappaport citado por las autoras dice que, la solución de problemas debe tender a crear entornos que permitan a los sujetos, desarrollar aquellas habilidades que les hagan tomar el control de sus propios recursos. Promoviendo el relativismo cultural, la diversidad y la ecología se conseguirá el bienestar de la comunidad y sólo así se evitará dar una solución paternalista a los problemas. La creación de comunidades competentes, es otro de los elementos que caracterizan a la psicología comunitaria y es una respuesta de la teoría ante la desigualdad social, la alienación, la dependencia, la indefensión y la falta de participación. De hecho, se han identificado algunos factores que caracterizan a las comunidades competentes:

Pueden generar alternativas y oportunidades Conocen de dónde y cómo obtener recursos de todas clases Poseen una fuerte autoestima en el sentido de optimismo y motivación para

la acción En otro análisis realizado por Oxford, se plantean las siguientes características que definen la psicología comunitaria:

Sobre las causas de los problemas: Las sitúa en relación de interacción que se produce entre las personas, el entorno y los sistemas sociales, entrando a formar parte de este punto, la estructura de apoyo social y el poder social.

Sobre su nivel de análisis: La psicología comunitaria se interesa especialmente, por el nivel de la organización y la comunidad.

Sobre su práctica: Tan cerca como sea posible de lo relevante y del contexto social cotidiano.

Sobre la prestación de servicios: Sigue un modelo proactivo, de búsqueda, de evaluación de necesidades, en especial en las comunidades de riesgo.

Sobre el énfasis en la práctica: Se centra en la prevención, más que en el tratamiento.

Sobre sus métodos de investigación: Tiene preferencia por la investigación cuasi-experimental, cualitativa, la acción-investigación y el estudio de casos.

En España, muchos autores han abordado también el análisis de las características de la psicología comunitaria, algunos de ellos retomados por Lara y Ocampo son: Barriga (1987), Chacón (1988), Sánchez (1991), Hombrados y

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Gómez (1993), y siguiéndolos a ellos, algunas de sus proposiciones con relación a las características son:

Estudia al individuo en un contexto socio-cultural Los factores físicos y sociales, son más responsables de la conducta

humana, que los factores intrapsíquicos Adopta una perspectiva ecológica Es una psicología de la innovación y el cambio social Lo individual y lo comunitario deben estar unidos y complementarse Busca la solución de problemas sociales relevantes Utiliza variedades de procedimientos de investigación Tiene responsabilidad social Su punto de partida y retorno es la comunidad

Con el fin de que el estudiante tenga una visión completa de las características de la psicología comunitaria, las cuales pueda conectar con el rol que asume en ese campo de la psicología, a continuación se incluye una síntesis que al respecto aporta Montero17:

Se ocupa de fenómenos psicosociales producidos en relación con procesos de carácter comunitario, tomando en cuenta el contexto cultural y social en el cual surgen. Concibe a la comunidad como ente dinámico compuesto por agentes activos, actores sociales relacionados constructores de la realidad en que viven. Hace énfasis en las fortalezas y capacidades, no en las carencias y debilidades. Toma en cuenta la relatividad cultural. Incluye la diversidad. Asume las relaciones entre las personas y el medio ambiente en que viven. Tiene una orientación hacia el cambio social dirigido al desarrollo comunitario, a partir de una doble motivación: comunitaria y científica. Incluye una orientación hacia el cambio personal en la interrelación entre individuos y comunidad. Busca que la comunidad tenga el poder y el control sobre los procesos que la afectan. Tiene una condición política en tanto supone formación de ciudadanía y fortalecimiento de la sociedad civil. La acción comunitaria fomenta la participación y se da mediante ella. Es ciencia aplicada. Produce intervenciones sociales. Tiene un carácter predominantemente preventivo. A la vez, y por su carácter científico, produce reflexión, crítica y teoría.

Cuadro 1. Características de la Psicología Comunitaria.

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1.2.3. Rol del Psicólogo en el ámbito comunitario En este apartado se ha considerado importante no solo presentar los aspectos que caracterizan el rol del psicólogo comunitario sino conocer cómo a través de la historia se han dado una serie de situaciones y condiciones que han ido transformando y consolidando dicho rol. El autor que principalmente se ha retomado es Arango18 debido a su juicioso trabajo en la revisión de experiencias que han aportado al esfuerzo de la construcción social del rol del psicólogo comunitario. Situación histórica que contextúa la necesidad del nuevo rol El rol del psicólogo comunitario y su disciplina madre, la Psicología Comunitaria, aparecen por primera vez en el discurso profesional en la década de los sesenta. Esta fue una década de grandes movilizaciones sociales que dieron lugar a cambios en las políticas oficiales de los gobiernos, en las instituciones, en la mentalidad y la percepción de la subjetividad de los hombres y las mujeres. Algunos de los hechos históricos más representativos de la década del sesenta que permiten evidenciar la dimensión de los movimientos sociales fueron: En América Latina: La revolución Cubana en los años 60 El surgimiento de los movimientos guerrilleros en varios países de América Latina El programa de las OEA denominado “Alianza para el Progreso” para enfrentar los problemas del subdesarrollo Latinoamericano

En los Estados Unidos de América:

El movimiento por los derechos civiles de los negros con su brazo armado “Las Panteras Negras” a la cabeza

El movimiento de lucha contra la pobreza La guerra del Viet-Nam El movimiento Hippie de carácter pacifista contra la guerra del Viet-Nam y

los movimientos autogestionarios de los jóvenes que rechazaban el “American Way of Life” y experimentaban nuevas formas de relación y convivencia en “las comunas”

En Europa: La revolución de jóvenes e intelectuales del “Mayo del 68” en varios países La Primavera de Praga El surgimiento de los movimientos pacifistas, ecologistas, feministas y de

otras minorías

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ARANGO C., Carlos A. La Construcción Social del Rol del Psicólogo Comunitario. Cali, Colombia: Instituto de Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle.

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Cada uno de estos fenómenos sociales y culturales ha jugado un papel relativo en el surgimiento de un “movimiento comunitario”, una preocupación por la pérdida de estilos de vida comunitaria y por la creación de nuevas formas de convivencia, nuevas formas de desarrollo social y un nuevo papel social de las instituciones. La situación histórica que da origen al movimiento comunitario y a la necesidad del rol del psicólogo comunitario se caracteriza por el reconocimiento por parte de los políticos y científicos sociales de los procesos de desintegración social generados por el proceso de modernización y desarrollo de las tecnologías, que inducen los procesos de migración de los campos a las grandes ciudades, por el fenómeno de desorganización urbana, el rechazo de los modelos culturales y formas de relación autoritaria dentro de las instituciones, y el cuestionamiento de las políticas, programas y estrategias de abordaje de los problemas de salud mental, principalmente en Estados Unidos y Europa. En América Latina el movimiento comunitario se centra en los procesos de lucha contra el subdesarrollo y la dependencia económica. Esta serie de transformaciones sociales implicó no solamente un cambio en la subjetividad sino en la autopercepción de la sociedad. Se reconoce ésta como la “Sociedad Civil” que tiene la capacidad de enfrentarse a las estructuras autoritarias del “Estado” y se valora la capacidad de implicación y movilización de la Sociedad Civil como algo distinto a las prácticas rituales de la participación política en elecciones. 1.2.4 La Psicología Comunitaria en los Estados Unidos y Europa Institucionalmente el origen del movimiento comunitario en psicología data de febrero de 1963, cuando el presidente John F. Kennedy demanda ante el congreso norteamericano un “nuevo y atrevido enfoque” para resolver los problemas de salud mental instando a la aprobación de la legislación que creaba los “Centros de Salud Mental Comunitaria”. Esta demanda de un nuevo enfoque con su rol implícito, se cristaliza en la llamada “conferencia de Boston” en 1965 (Bennet, Anderson y otros 1966, citados por Arango)19. En esta conferencia nuevas concepciones sobre la naturaleza de la enfermedad mental, la influencia de factores ambientales sobre la conducta, y la importancia de involucrar a la comunidad en los programas de tratamiento fueron resaltadas por los participantes (Iscoe, Bloom y Spielberger, 1977, citados por Arango)20. La conferencia de Boston se constituyó en un ejercicio de imaginación sobre los posibles papeles que podría desempeñar el nuevo psicólogo y las estrategias académicas para crear ese rol. Se partía de la formación básica del psicólogo clínico y se buscaba ampliar sus horizontes para que se volviese generalista. Para

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Ibíd. 18. 20

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ello tendría que formarse en áreas tales como teoría del sistema social, la organización de la comunidad, la planeación de la ciudad, la bioestadística, los métodos de consulta, la ecología humana y la epidemiología, la investigación evaluativo, la intervención en crisis y la prevención. Con ello se suponía que el psicólogo comunitario estaría capacitado para verse envuelto en los procesos de la comunidad y a la vez conceptualizar sobre dichos procesos. De esta forma el nuevo rol del psicólogo el de un “conceptualizador participante” (Bennet, Anderson, Cooper, Hazlo, Klein y Rosenblum, 1966, citados por Arango)21. Igualmente se enfatizó la importancia de que el nuevo profesional llegase a trabajar conjuntamente con otros profesionales relacionados con la comunidad. Spielberger e Iscoe en 197022 citados por Arango, consideran que en un período relativamente corto han surgido multitud de nuevos papeles para los psicólogos de la comunidad, destacando tres de ellos: La consulta en salud mental, la conceptualización participante y el servir de agentes de cambio social. En el papel de consultor de la comunidad, el psicólogo es principalmente un medio para asistir a los “cuidadores” de la comunidad (Caplan, 1964 citado por Arango23), que son asimismo profesionales en posición de asistir a los miembros de la comunidad en la lidia con diversas situaciones tensas, pero que tienen poca preparación en salud mental. El papel de conceptualizador participante requiere del profesional de la salud mental que “ayude a los líderes de la comunidad a analizar y esclarecer los problemas de la salud mental en términos de las variables del sistema social. Una vez que el problema se ha definido, el psicólogo de la comunidad vuelve al papel de consultor de la salud mental y de esta manera ayuda a formular los programas para hacerle frente. El rol del psicólogo se hace doble, al ser calificado de “participante-conceptualizador” en tanto que pasa a ser un promotor de la acción social, a la vez que continúa siendo un profesional o un científico. El papel de agente de cambio social lo realiza el psicólogo de la comunidad cuando intenta modificar un sistema social, es decir cuanto toma medidas directas para resolver un problema que ha identificado. Dentro de los diferentes roles que podrían ser desempeñados por el psicólogo comunitario que se derivan de ese proceso de construcción norteamericano se encuentran: 1. Analista de sistemas sociales. Grupos, comunidades, organizaciones e

instituciones. Es el punto de partida para la solución de problemas. Un análisis

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apropiado de un sistema social debe dar a conocer: 1) El problema o necesidad, 2) los factores implicados en su generación y mantenimiento, 3) los procesos de mantenimiento y reproducción del sistema así como los de cambio y dinamización, y 4) los recursos del sistema. El analista social deberá ser capaz de ve los problemas desde el punto de vista de los afectados y tener capacidad de cuestionamiento cultural en cuanto a su análisis y generar soluciones innovadoras distintas a las establecidas o “institucionales” (Sánchez, 1991 citado por Arango24).

2. Evaluador de necesidades y programas. Es uno de los roles comunitarios mejor perfilados, reconocidos y propios de la tradición y formación del psicólogo frente a otros profesionales. La evaluación es prerrequisito básico para la intervención social planificada. Sobre ella descansa la legitimación de la teoría y praxis comunitaria, y la responsabilidad social de los interventores.

3. Diseñador de programas de intervención y cambio social. Este papel convierte al psicólogo en agente de cambio social al integrar la preparación recibida con los conocimientos producidos por la evaluación del problema para presentar a la comunidad un programa de acción al utilizar los recursos de la propia comunidad lleve al cambio social. El proceso en esta etapa se denominó como de “Amplificación cultural” (Rappaport, 1997 citado por Arango25). Según este autor esta característica le permite percibir la realidad más objetivamente y sentirse libre de las convenciones y expectativas sociales del grupo (Sánchez, 1991 citado por Arango26).

4. Consultor de salud mental y desarrollo organizacional. Es el rol más practicado en Salud Mental. La consulta es una relación triádica en que el consultor entra en contacto personal y limitado con una persona o sistema (consultante) para resolver los problemas de un tercero, sin asumir ninguna responsabilidad por la implementación del plan resultante. A partir de Caplan (1970) se admiten tres variantes según se centre en el cliente (tercero), consultante o programa. Como rol se diferencia del de terapeuta y de supervisor, con los que comparte rasgos comunes (Sánchez, 1991 citado por Arango27).

5. Negociación, Mediación y Relaciones Humanas. La función básica es mediar entre los intereses o partes de un sistema u organización o entre una comunidad y la administración pública o los detentadores de recursos y servicios. La condición para que esta función sea apropiada (y la estrategia que defina eficaz) es que el problema o conflicto (de poder, roles, estilos, valores, intereses, etc.) esté originado por deficiencias relacionales y de comunicación (a nivel de grupos o subsistemas sociales, no necesariamente individuos) pudiendo por tanto ser abordado y resuelto facilitando la relación y

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comunicación entre ellos, explicitando las asunciones implícitas o agendas subyacentes, etc. (Sánchez, 1991 citado por Arango28).

6. La organización y dinamización comunitaria. Implica innovación y experimentación social, catalización y facilitación del cambio social. El papel de activador o agente facilitado r del cambio y experimentación social, conjuntamente con el de analista social fue uno de los roles asignados al psicólogo comunitario por la conferencia fundacional de Boston (Bennet, 1965; Rappaport, 1977 citados por Arango29) señala al psicólogo comunitario como un agente de cambio social que se implica conjuntamente con los sujetos que solicitan la intervención, a la vez que da el protagonismo de la acción a los sujetos demandantes.

7. Desarrollo de recursos humanos. Este rol tiene un carácter más educativo-formativo que técnico. El concepto no ha sido apenas trabajado o desarrollado con excepción de los aportes de la Psicología Humanista (Maslow, Rogers, Allport) o la formulación sintética de salud mental positiva de Jahoda. Se propone el desarrollo de potencialidades o recursos existentes en personas y grupos. Desarrollo personal y poblacional a través de la terapia, educación, salud, apoyo y autoayuda, y grupos de crecimiento y sensibilización (Sánchez, 1991 citado por Arango30).

El movimiento de crítica institucional en Europa En el contexto europeo, contemporáneamente al surgimiento de la psicología de los Estados Unidos se dio un movimiento similar, con la diferencia que allí se consideró a los problemas como de orden político y ético que cuestionaron profundamente la sociedad del momento. Michael Foucault hace una revisión a las relaciones existentes entre el poder y el saber, y plantea el tema de la función política del intelectual, dentro de la cual se incluye al psicólogo. Es así como a partir del análisis que se hace sobre el poder que se distribuye por todo el tejido social, se cuestiona la concepción marxista de las superestructuras y las infraestructuras ideológicas y políticas y se replantea la función política del intelectual y el técnico en el manejo de la relación saber/poder. En el contexto del discurso de Foucault, al psicólogo le corresponde la categoría de “intelectual específico”, por oposición al “universal”, por desempeñarse en un sector determinado, en puestos precisos donde lo sitúan sus condiciones de trabajo. “El intelectual ocupa una posición específica, pero de una especificidad que está ligada a las funciones generales del dispositivo de la verdad en una sociedad como la nuestra. Funciona o lucha a nivel general de este régimen de la verdad tan esencial a las estructuras y el funcionamiento de nuestra sociedad”

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(Foucault citado por Arango31). El psicólogo como técnico o intelectual específico, ocupa un lugar de poder dentro de las instituciones y en su relación con las personas con quienes trabaja implementa un cierto régimen de producción de las verdades a partir de las cuales interviene como profesional, en el contexto de un cuerpo social donde el poder está diversamente distribuido. Se plantea así una nueva concepción del rol del profesional: Los actores principales del proceso de desinstitucionalización son ante todo los técnicos que trabajan en el interior de la institución, los cuales transforman la organización, las relaciones y las reglas del propio juego, ejercitando activamente su rol terapéutico como psiquiatras, enfermeros, psicólogos, etc. Sobre esta base también los pacientes se vuelven actores y la relación terapéutica se transforma en un recurso de poder que es utilizado también para reclamar su responsabilidad y poderes a otros actores institucionales cercanos y lejanos de los administradores locales responsables de la salud mental, los técnicos de las estructuras sanitarias, los políticos, etc. En otras palabras, los técnicos de la salud mental activan toda la red de relaciones que estructuran el sistema de acción institucional y dinamizan las competencias, los poderes, los intereses, las demandas sociales, etc. De esta manera se encuentran implicados y movilizados los sujetos sociales como actores del cambio: los pacientes, los sujetos políticos institucionales y no institucionales. Este modo de practicar la desinstitucionalización suscita y multiplica las relacione, o sea produce comunicación, solidaridad y conflictos, ya que el cambio de las estructuras y el cambio de los sujetos y de su cultura, no pueden sino advenir juntos (Rottelli y otros 1986, citados por Arango32). 1.2.5 La psicología comunitaria en América Latina Mientras que en los Estados Unidos y en Europa los desarrollos del rol del psicólogo comunitario se basaron principalmente en el cuestionamiento del modelo médico y clínico en salud mental y la búsqueda de estrategias de ampliación de la cobertura en servicios de salud mental o de desinstitucionalización psiquiátrica, en América Latina el desarrollo del rol del psicólogo comunitario si bien estuvo influido por los nuevos aportes ideológicos y teóricos de los países del primer mundo, su principal influencia ha sido la forma específica de expresión del movimiento social y comunitario propio de Latinoamérica. En las experiencias colombianas se identifican tres tipos de trabajos con comunidades que remiten a tres paradigmas de investigación: 1) El paradigma desarrollista integrado a los programas institucionales (De los Ríos, 1986, 1987, 1988; Granada, 1985, 1986 citado por Arango33). En estas investigaciones el rol del psicólogo ha sido el de evaluador de procesos preceptúales y valorativos de la

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comunidad para hacer recomendaciones a las instituciones en el diseño de campañas preventivas. 2) El paradigma de la Investigación Acción Participativa (IAP) (Ararat y Sarria, 1984; Arango, 1984, 1990; Amar, 1986, 1989; Aristizabal y otros, 1987; De Roux, 1990; González y otros, 1986; Solarte y otros, 1984; Strauss y otros, 1989 citados por Arango34) trabajando desde las bases de los sectores populares y 3) El paradigma del Comportamiento Participativo que articula a la metodología IAP una conceptualización psicológica sobre los procesos de participación (Arango, 1992, 1993; Arango y Varela, 1988; Ortega y Vergara, 1991; Perea, 1990; Varela, 1988, citados por Arango35). En las investigaciones basadas en la IAP el rol del psicólogo es el de catalizador o facilitador de procesos de participación, concientización y análisis crítico de la realidad (desalienación) en una perspectiva interdisciplinaria, con el fin de orientar la realización de acciones hacia la elaboración de proyectos comunitarios autogestionados36. Investigaciones sobre el rol del psicólogo comunitario A partir de las investigaciones realizadas por Arango, encontró tres tipos de interacción que producen tres formas de conceptualización diferentes: 1. El trabajo a nivel de base con las comunidades donde se da una interacción

directa entre el psicólogo y diversos sectores de la comunidad. Aquí el psicólogo recibe demandas directas de la comunidad y desarrolla un compromiso social frente a los problemas reales de la misma, adquiere una gran experiencia y sus conceptos se refieren al contexto de la cultura popular y sus representaciones de la realidad.

2. El trabajo a nivel institucional con comunidades implica interacciones con otros profesionales y colegas, por lo general sus interacciones con la comunidad están definidas y mediadas por políticas y programas oficiales. Aquí el nivel de conceptualización es más elaborado aunque haya poca aplicación de enfoques psicológicos en la interpretación de la realidad comunitaria. La conceptualización es empirista, desarrollista sobre la base de representaciones institucionales de la realidad.

3. El trabajo interdisciplinario con proyección sobre la comunidad implica interacciones entre diversos profesionales, estableciendo con las comunidades una relación indirecta y a distancia. Aquí el psicólogo trabaja en la elaboración de proyectos y programas comunitarios y de investigación. Se destaca el trabajo interinstitucional que a veces afecta el contexto nacional e internacional. Se da una estrecha relación con instituciones legitimadoras que

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Para una mayor ampliación sobre el rol del psicólogo comunitario en países como Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México, Puerto Rico y Venezuela, revisar el texto de Arango citado reiteradamente.

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permiten que se amplíen u compartan universos simbólicos a partir de la interacción con otros psicólogos lo que al parecer conlleva el fortalecimiento del ejercicio del rol profesional. Aquí se realiza una conceptualización desde teorías formales y abstractas sobre la realidad.

Sin embargo el autor plantea que los marcos conceptuales hacen desaparecer la especificidad de los problemas comunitarios al no tener en cuenta la dimensión cultural e histórica de los mismos, que es lo que les da su significado. A través de la identificación de diversos criterios comunes, Arango presenta los siguientes elementos que hacen posible la definición del rol del psicólogo comunitario: 1. El desempeño de un trabajo netamente grupal, que esté basado en procesos

activos de participación comunitaria y que permita superar la concepción y el modelo del trabajo clínico.

2. Observar la problemática del individuo y el grupo dentro del contexto real de su situación social, teniendo en cuenta la múltiple determinación de su problemática.

3. Ubicación del psicólogo como un agente de cambio social y como un facilitador de procesos que apoyen la autogestión de la comunidad en la solución de sus problemas.

4. El psicólogo comunitario debe ser un mediador entre las demandas de la institución y las necesidades y problemas reales de la comunidad. Debe promover la transformación institucional para que estas estén al servicio de la dinámica de la comunidad y evitar que la comunidad sea utilizada en función de la imposición de los intereses y políticas institucionales que no responden a sus necesidades, ni a sus valores culturales.

5. El psicólogo comunitario deber tener en cuenta los puntos de vista de otras disciplinas y trabajar conjuntamente con estas para así abarcar de una manera integral los aspectos relacionados con la problemática comunitaria.

6. El psicólogo comunitario debe asumir el nivel de investigación sobre la realidad comunitaria y colocar esta al servicio de los intereses de la comunidad.

7. El proceso de cambio social le está exigiendo al psicólogo una postura diferente respecto de su trabajo por lo que debe reconceptualizar su rol y sumergirse en el proceso histórico que está viviendo, promoviendo la realización efectiva de las políticas de participación social vigente en el momento. Es necesario ganar espacios de acción social en la medida que las condiciones históricas lo permitan.

Para finalizar, se presenta la breve síntesis que hace Lara y Ocampo37 frente al rol del psicólogo comunitario. Las autoras mencionan que debe convertirse en un agente de la comunidad local, esto requiere, que trabaje para proporcionar a las

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personas socialmente marginales los recursos, el poder y el control sobre sus propias vidas, ya que estos aspectos son necesarios para una sociedad de la diversidad y no de la conformidad. Cada comunidad tiene derecho a mantener sus propios valores, su propio estilo y a controlar sus propias instituciones; por consiguiente, se respetan diferencias individuales, y se considera que no existen personas de culturas inferiores y cada una de ellas tiene derecho a recibir una porción justa de los recursos de la sociedad. CAPITULO 3. LA COMUNIDAD COMO OBJETIVO Y SUJETO DE LA ACCION SOCIAL 1.3.1 El concepto de comunidad Desde 1887, por obra de F. Tönres citado por Lara y Ocampo38 quedó establecida la diferencia entre comunidad y sociedad, según el autor, la sociedad es lo público, es el mundo donde la vida está masificada y el individuo se halla despersonalizado, solo y desamparado. La comunidad en cambio, representa un círculo de reacciones recíprocas en que los individuos se sienten vinculados con lazos afectivos y de solidaridad, con relaciones de carácter localista mientras que en la sociedad son de tipo cosmopolita.

La comunidad es definida como una unidad social cuyos miembros participan de algún rasgo, intereses, elemento o función común, con conciencia de pertenencia y sentido de solidaridad y significación; situados en una determinada área geográfica en la cual la pluralidad de personas interacciona más intensamente entre sí, que en otros contextos.

Se identifican dos grandes vertientes que confluyen en el concepto de comunidad, una vertiente objetiva que el espacio geográfico, infraestructural e institucional (en este sentido el lenguaje común identifica la comunidad con las personas que conforman un barrio, localidad, entidad u organización), y una vertiente subjetiva que es el sentido de pertenencia a esa localidad o entidad y las relaciones que en ella o con ella se generan, es decir, la forma como las personas viven la comunidad y se insertan en ella con sus valores, intereses y experiencias. En su constitución semántica común-unidad nos introduce en una compleja red de relaciones, pero ¿entre qué o quienes?, es allí donde el término comunidad invita a pensar en su historia y es la historia de quienes hacen parte de ella. En la dinámica interna de una comunidad están presentes:

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Sus condiciones materiales de infraestructura física y de servicios y sus necesidades.

Sus habitantes con sus características, intereses y condiciones individuales y sociales.

Sus organizaciones e instituciones. Los agentes externos que interactúan con la población y/o con sus

organizaciones. Sus procesos de comunicación, coordinación, cooperación, cohesión, y

conflicto entre otros, y los efectos que ejercen sobre sus miembros. Su historia, valores, cultura y creencias. Su normatividad y su inserción en la dinámica socio-institucional, socio-

política y socio-económica del país. En cuanto a la vinculación del individuo con la comunidad, ésta se da cuando la más alta integración social cobra carácter comunitario. La relación individuo-comunidad no se puede identificar con la relación individuo-grupo porque esta última relación se puede basar perfectamente en la casualidad; en la medida que deja de ser casual y yo como persona me integro al grupo, empiezo a ser parte de una comunidad. Por tanto no todo grupo se puede tomar como comunidad, aunque cualquier grupo puede llegar a ser comunidad. El individuo puede pertenecer a numerosos grupos de acuerdo con sus intereses y objetivos, pero hay fines, intereses y actividades más importantes que otros. Esto da lugar a una jerarquización de grupos. Entre las comunidades no se da tal jerarquización, en el caso clásico, el hombre pertenece a una comunidad pero no a varias, aunque se dan casos de pertenencia comunitaria pluralista.

La comunidad es una unidad estructurada, organizada, de grupos, la cual dispone de una jerarquía homogénea de valores y a la cual pertenece necesariamente el individuo: esa necesidad se debe al haber nacido en esa comunidad, a ser proyectado, al nacer en ella, caso en el cual la comunidad promueve luego la formación de la individualidad; o la elección relativamente autónoma del individuo ya desarrollado39.

Ahora bien, desde los orígenes mismos de la humanidad se encuentran comunidades constituidas, pero la literatura al respecto ubica el tema específicamente en el siglo XX a partir de la intervención de agentes externos como los gobiernos, entidades gubernamentales, funcionarios, etc. Parece entonces, como si la existencia de comunidades sólo se reconociera desde el momento en que se decide intervenir en ellas.

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Heller en su libro Historia y Vida Cotidiana, citada por LARA DE PRADA, Luz M. & OCAMPO DE BONIVENTO, Luz E. (2002). Psicología Social y Comunitaria. Comunidad, Participación y Convivencia. Bogotá: Universidad Santo Tomás, Vicerrectoría General Universidad Abierta y a Distancia.

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Inicialmente surgen los términos desarrollo de la comunidad y organización de la comunidad con orígenes e historias muy diferentes, a los cuales con el tiempo se van reconociendo elementos comunes, hasta el punto de usarlos indistintamente. Posteriormente, estos términos son sustituidos por otros como participación comunitaria, educación comunitaria, participación popular, trabajo comunitario, y planificación popular, que de alguna manera hacen referencia a lo mismo. A continuación se abordarán algunos de ellos: Desarrollo de la comunidad Para este término las autoras toman los aportes dados por Castro40. Es así como se encuentra que el término aparece inicialmente en los trabajos de los ingleses en sus colonias de Asia y África pues a principios de 1900 se implementaban allí, programas laborales cuyo objetivo era legitimar la hegemonía cultural y política del imperio. Estos programas iniciales eran básicamente estrategias de dominación y de control estatal de contradicciones sociales, aunque implicaron a la vez mejoras y beneficios para los pobladores. En la fase de descolonización, el modelo de esos programas fue recuperado con nuevas propuestas técnicas más depuradas y de mayor extensión para ofrecer mejoras y favorecer el apoyo popular a los nuevos gobiernos surgidos en las ex -colonias. En la década del 30 involucran tanto a la administración británica como a los funcionarios y a los académicos, pero claramente, son consideraciones de orden político-prácticas y no académico-teóricas, las que a finales de la década del 30 y principios del 40 hacen que surja como tal el desarrollo de la comunidad, formalizado como término y como concepción. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de la comunidad adquiere un carácter modernizador, se complejiza y tecnifica dando lugar a los programas de los nuevos estudios independientes orientados a construir e integrar al país recién independizado. El término desarrollo de la comunidad se va refiriendo cada vez más al aprovechamiento de la comunidad para promover el desarrollo. En una de las definiciones difundidas se plantea como el movimiento para promover una vida mejor para toda la comunidad con su participación activa y, de ser posible, su iniciativa. Si la participación no se da por sí, debe estimularse con el fin de asegurar una respuesta activa y entusiasta.

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Castro, María C. en su libro Educación y Comunidad, citada por LARA DE PRADA, Luz M. & OCAMPO DE BONIVENTO, Luz E. (2002). Psicología Social y Comunitaria. Comunidad, Participación y Convivencia. Bogotá: Universidad Santo Tomás, Vicerrectoría General Universidad Abierta y a Distancia.

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Esta idea y el término mismo fueron adoptados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para proyectarlos a la parte más atrasada del mundo, elaborando la siguiente definición:

“Desarrollo de la comunidad son aquellos procesos en cuya virtud los esfuerzos de una población se suman a los de su gobierno para mejorar las condiciones económicas, sociales y culturales de las comunidades, integrar éstas en la vida del país y permitirles contribuir plenamente al progreso nacional”41

En síntesis, en el desarrollo de la comunidad inicialmente el énfasis se hace en la búsqueda de unión de esfuerzos del gobierno y de la población para posibilitar el progreso nacional. A partir de allí, se precisan algunos elementos esenciales tales como lo muestra la figura: Participación de

la población

Figura 1. Elementos esenciales para el desarrollo de la comunidad

Gracias a la crisis de los modelos de desarrollo y a las confrontaciones generadas por el surgimiento de procesos revolucionarios, se cambia la idea del desarrollo de la comunidad: De desarrollo económico y social, liderado externamente, pasa a concebirse como desarrollo integral y a involucrar activamente a los individuos, a los grupos y a las comunidades con sus formas y posibilidades organizativas. Bajo esta perspectiva surgen posiciones como la de Max Neef (1986) con sus planteamientos sobre el desarrollo humano, y G. Hoyos (1989) quien lo entiende como reproducción social, simbólica y cultural de la comunidad, e implica un fortalecimiento de las relaciones sociales y del mundo subjetivo, personal e íntimo de los miembros de la comunidad. En este orden de ideas, el desarrollo comunitario se orienta hacia la constitución de la comunidad mediante la promoción de procesos organizativos y educativos 41

ONU en su documento Desarrollo de la Comunidad y servicios conexos, citado por citada por LARA DE PRADA, Luz M. & OCAMPO DE BONIVENTO, Luz E. (2002). Psicología Social y Comunitaria. Comunidad, Participación y Convivencia. Bogotá: Universidad Santo Tomás, Vicerrectoría General Universidad Abierta y a Distancia.

Servicios de apoyo del gobierno

Enfoque Integral

Relación entre organismos oficiales y

privados

Necesidad de formación de

personal

DESARROLLO DE LA COMUNIDAD

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que posibilita formas activas y comprometidas de participación de las comunidades en una perspectiva de participación democrática y de autogestión. Organización de la comunidad Se refiere a la movilización de recursos para atender necesidades de creación de servicios sociales, de coordinación de esfuerzos para obras sociales y de elaboración de programas de bienestar. Este concepto surge en las primeras décadas del siglo XX debido a las condiciones político-sociales del momento: Flujo de migrantes, desigualdad social, racismo, tugurización, etc. Como reacción a esta situación surgen en 1920 los Consejos de Planeamiento de la Comunidad o Consejos Locales para el Bienestar de la Comunidad y tienen como fin coordinar los servicios asistenciales y promover servicios institucionales. En 1930, los asistentes sociales, tienen mayor injerencia en este campo y la organización de la comunidad es asumida por el Servicio Social, área profesional equivalente al Trabajo Social. En 1940, se destacan otros aspectos dentro de la organización de la comunidad como el desarrollo de los grupos, las relaciones intergrupos, la integración y el ajuste entre recursos y necesidades. En la década del 60 otros profesionales participan en este campo, desplazando a los trabajadores sociales. En países como Colombia esto no sucede tan temprano y durante mucho tiempo los trabajadores sociales fueron los únicos vinculados a esta labor.

En la organización de la comunidad, el énfasis es puesto en la coordinación para la prestación de servicios y para el desarrollo de programas, buscando un ajuste entre necesidades y recursos.

Trabajo comunitario Para atender a las necesidades masivas de los países subdesarrollados, la UNESCO promovió desde mediados del siglo XX, la metodología del desarrollo comunitario. Más recientemente, los países avanzados se preocuparon por esos mismos problemas de los grupos desfavorecidos que viven y sufren en los suburbios de las grandes ciudades, constituyendo lo que se ha llamado el Cuarto Mundo. Con el fin de atender las necesidades de este sector se creó el trabajo comentario que viene a ser una parte del trabajo social. Consiste en la gestión de los servicios sociales para mejorar la calidad de vida de las comunidades; sus campos de acción tienen que ver con la participación ciudadana, las campañas cívicas, la conservación del medio ambiente, el fomento del empleo, del trabajo juvenil, de la

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cultura popular, la promoción de asociaciones, del trabajo voluntario, del deporte popular, la continuidad de las tradiciones y la animación comunitaria, entre otros.

El trabajo comunitario es el conjunto de acciones orientadas a promover la participación y la comunicación, y a conseguir la actividad propia de la comunidad en la búsqueda y creación de recursos para transformar y mejorar la calidad de vida.

Educación comunitaria Se refiere a los aspectos educativos del trabajo comunitario, al quehacer “en, con, por y para la comunidad”. El educador comunitario es un educador social o pedagogo social, que debe formar parte de un equipo interdisciplinario junto con el sociólogo, el psicólogo, el asistente social, el jurista, el médico y otros profesionales interesados en prestar un servicio social a las comunidades.

La educación comunitaria, es la “educación de la comunidad para la comunidad”, es decir, cuando se educa a la comunidad para potenciar la vida comunitaria mediante una mayor integración, implicación y calidad de vida de sus miembros. Es un proceso pedagógico cultural, que promueve el mejoramiento de la calidad de vida de una comunidad y se fundamenta en la construcción colectiva del conocimiento a partir de nuevas interpretaciones de la realidad. Se articula con el desarrollo comunitario en la búsqueda de un crecimiento individual y colectivo en lo económico, social y lo político.

La comunidad como objetivo y sujeto de la acción social42 Todo trabajo comunitario contiene siempre una concepción de comunidad más o menos explícita, que rige las relaciones entre investigadores o interventores sociales, según el caso, y los miembros de la comunidad. Es decir, entre agentes externos y agentes internos. Por tal razón la definición del concepto puede no ser fácil debido a su carácter plurisémico. Sin embargo, la mayoría de las definiciones según Moreno, en parte o en su totalidad se relacionan con las siguientes características como tipificantes del concepto:

1. Relaciones sociales habituales, frecuentes, muchas veces cara a cara.

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Montero, Maritza citada por Martín González A. Psicología Comunitaria, Fundamentos y Aplicaciones. Editorial Síntesis.

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2. Compartir tanto ventajas y beneficios, cuanto intereses, objetivos, necesidades y problemas, por el hecho de que sus miembros están inmersos en particulares situaciones sociales, históricas, culturales y económicas.

3. Presencia de alguna forma de organización, en función de lo anterior, que conduce a modos de acción colectiva para alcanzar algunos fines.

4. Una identidad y un sentimiento de pertenencia en las personas que la integran y que contribuyen a desarrollar un sentido de comunidad.

5. Carácter histórico y dinámico. 6. Constituir un nivel de integración mucho más concreto que el de otras

formas colectivas tales como la clase social, la región, la denominación religiosa o la nación, y a la vez más amplia que un grupo primario.

7. Existencia de una cultura compartida, así como de habilidades y recursos, derivados a la vez que generadores de esa cultura.

En resumen, se trata de un grupo social dinámico, histórico y culturalmente constituido y desarrollado, preexistente a la presencia de los investigadores o de los interventores sociales, comparte intereses, objetivos, necesidades y problemas, en un espacio y un tiempo determinados y que genera colectivamente una identidad, así como formas organizativas, desarrollando y empleando recursos para lograr sus fines. García y Giuliani (1992) citados por Montero, consideran que las características del concepto de comunidad pueden ser categorizadas en: estructurales, que incluyen los aspectos relacionados con las personas que integran la comunidad y con el entorno en el cual ella existe, y funcionales, referidos a la interacción entre las personas que forman la comunidad, así como su ambiente, y las formas que esa interacción adopta. A estos dos grupos agregan un tercero: el de dirección de las características, determinado por los intereses y necesidades compartidos por los miembros de la comunidad que les otorga sentido. 1.3.2 El poder de la comunidad El poder según Montero,43 atraviesa todas las relaciones humanas. De uno u otro modo está siempre presente en ellas, bajo múltiples formas, a veces más sutiles, otras más explícitas. Como su uso abusivo suele tener efectos más dramáticos que su empleo con fines benéficos, es ese el rostro que con más frecuencia suele ser visto. Pero en el poder hay aspectos tanto positivos como negativos y ambos deben ser considerados cuando se trata de procesos comunitarios. Las expresiones asimétricas del uso del poder, aquellas en las cuales polo de la relación de poder concentra la mayoría o la totalidad de los recursos deseados, generan situaciones cuyo desequilibrio puede producir efectos patológicos sobre

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MONTERO, Maritza. (2003). Teoría y Práctica de la Psicología Comunitaria. La tensión entre comunidad y sociedad. Primera edición. Buenos Aires: Paidós (Tramas Sociales).

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las personas, las relaciones familiares e institucionales, afectando en general todas las expresiones de la intersubjetividad. Tanto el abuso cuanto la ausencia de poder, su exceso y su defecto, son causa de procesos psicológicos consecuencias en el campo psicosocial. En el campo de las expresiones comunitarias, que nos concierne aquí, se presenta una amplia gama de procesos en los cuales la acción negativa o positiva del uso del poder queda de manifiesto. Es evidente, en primer lugar, los desajustes que pueden afectar a las personas por la falta de poder, ya que además de ocasionar problemas individuales, debe señalarse que, para ser llevadas a cabo, las transformaciones sociales deseadas por grupos o comunidades necesitan cambio en las relaciones de poder. Esto significa que hay formas de ejercicio del poder que no se deben considerar como patológicas o socialmente dañinas. No toda forma de ejercicio del poder es opresora. Así, dentro de lo que solemos llamar cotidianidad, hay expresiones positivas en el sentido de que permiten la realización de los cambios reclamados por diversos actores sociales. El poder tiene muchos rostros. Continuamente estamos tratando de ejercer algún poder, así como sobre cada miembro de la sociedad, alguien también lo ejerce, día a día. Se convierte en problema cuando se lo ejerce abusivamente, en un marco dominante y opresor pero también cuando se ignora que se lo posee. Poder y control Uno de los principios básicos de la psicología comunitaria es que el control y el poder deben estar centrados en la comunidad. Como se observa muchas veces, los integrantes de una comunidad suelen considerar que la fuente de las decisiones reside en instituciones, grupos o personas ajenas a su entorno. Esto es algo que además suele ser estimulado desde los centros de poder estauidos socialmente. El objetivo de la psicología comunitaria es catalizar la organización y las acciones necesarias para que la comunidad use sus recursos, reconozca y emplee el poder que tiene, o bien busque otros recursos y desarrolle nuevas capacidades, generando así el proceso desde sí misma. Esto no quiere decir, por supuesto, que los psicólogos y las psicólogas sean seres todopoderosos, que manejen a su arbitrio poder y control y puedan instaurarlos por su obra y gracia en las comunidades. Se trata entonces de desplazar el centro de gravedad de las relaciones sociales desde el exterior de la comunidad hacia el interior, de manera que las comunidades organizadas ejerzan poder y desplieguen el control necesario para lograr las transformaciones deseadas en su entorno y en las relaciones internas y externas.

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Características de la noción de poder Montero cita varios autores que han caracterizado diferentes aspectos de la noción de poder. Ellos junto con sus aportes son:

“El poder es inherente a toda relación social” (Martín-Baró, 1984:110) Las relaciones de poder son multiformes (Foucault, 1992) No necesariamente quien es dominante en una relación lo será en toda otra

relación que pueda desarrollar (Matín-Baró, 1984) El poder es una relación y como tal constituye un proceso social “El poder se estructura con respecto a un fin” (Matín-Baró, 1995: 227) Poder y violencia no están necesariamente relacionados (Martín-Baró,

1989: 92) La base del poder es la distribución desigual de los recursos deseados por

diferentes actores sociales (Martín-Baró, 1984, 1989; Serrano-García y López-Sánchez, 1991, 1994)

Toda persona tiene recursos y puede ser capaz de usarlos en una relación de poder para transformarla

La toma de decisiones y el control son expresiones de poder El poder y la conciencia están relacionados (Serrano-García y López-

Sánchez, 1994) Formas de poder Una de las tipologías de poder en el campo psicosocial es la propuesta por French y Raven citados por Montero44 . En su clasificación presentan las siguientes categorías de poder: Recompensa, coercitivo, legítimo, referente, de experto e informativo. A continuación se hará una breve descripción de cada una. El poder de recompensa en el que permite premiar acciones o comportamientos. Es el poder que da aprobación social. El poder coercitivo es definido como la capacidad de obligar, de forzar a alguien a ejecutar ciertas acciones. Así, una persona consigue que otra ejecute una conducta bajo amenaza con las consecuencias negativas que puede sufrir si no obedece. El poder legítimo es aquel que deriva de una autoridad legítimamente constituida, es decir, de fuentes cuyos atributos suponen el derecho de exigir conductas y opciones. Este poder está investido de la autoridad que proviene de ejercer un cargo socialmente respetado. Más que un tipo de poder se considera que aquí se señala una fuente de poder, que en este caso proviene de una reglamentación aprobada por la sociedad.

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El poder referente reside en la identificación con alguna persona percibida como poderosa o como poseedora de una condición deseada o deseable. Esta categoría también ha sido llamada poder de atracción (De Crespigny, citado por Ibáñez, 1980, quien es retomado por Montero), cuando se logra la obediencia del otro debido a la atracción que se ejerce sobre él. Se obedece por el deseo de complacer a la persona hacia la cual se siente la atracción. La otra persona puede estar consciente del efecto que ejerce sobre los demás y usarlo en su beneficio, pero también esto puede ocurrir inconscientemente. El poder de experto proviene del saber y del respeto que ese conocimiento genera. El poder informativo es el que deriva de la capacidad de informar. 1.3.3 Comunidad y participación Siguiendo a Montero citada por Martín45, la acción colectiva precisa de co-presencia y de la conciencia de compartir aspectos comunes, para lo cual es necesaria la participación, que como dice Martín (1988:229), es “la que convierte en comunitaria la acción social”. Y es así porque ella supone no sólo actuar conjuntamente, organizadamente, sino también colaborar, en el sentido de aportar (ideas, recursos, materiales) y de comprometerse con el sentido, dirección y finalidad de la acción, a la vez que se obtienen beneficios a partir de los logros colectivos. La participación para la acción comunitaria no es de ninguna manera un fenómeno monolítico, de todo o nada, sino que por el contrario constituye un proceso lleno de matices y niveles, en el cual influyen tanto el grado de compromiso con la comunidad, cuanto las condiciones materiales de vida de cada persona, que sin embargo pueden ser superadas en lo que puedan tener de freno a la participación, en la medida en que ese compromiso sea mayor o menor. Es posible hablar entonces de niveles de participación y de compromiso que se estructuran y funcionan como círculos concéntricos, cuyo núcleo lo constituye el grupo de máximo compromiso, dedicación y participación; usualmente constituido por los dirigentes o líderes de los grupos organizados de la comunidad, que dedican mucho tiempo, energía y recursos al trabajo en pro de la colectividad. Son aquellas personas presentes y activas en las diversas tareas organizativas, ejecutivas y evaluativos que surgen en el trabajo comunitario, y quienes habitualmente “dan la cara” por la comunidad, la representan, a la vez que motivan, energizando las participación de los otros. A este primer círculo sigue otro, en el cual se hallan personas que colaboran frecuentemente en tareas puntuales y asisten a muchas de las reuniones y asambleas convocadas por los primeros. Un tercer círculo es el de aquellos miembros de la comunidad que sólo

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participan en tareas específicas, que realizan a cabalidad y con dedicación aunque no lideran, para luego retirarse hasta una próxima oportunidad. El siguiente círculo está integrado por quienes se hacen presentes a través de donaciones, aportes materiales, así como de su benevolencia explícita hacia las acciones emprendidas pro los grupos anteriores. Hay también quienes se conforman con simpatizar y aprobar el trabajo colectivo, pero que no harán otro aporte que el de su simpatía hacia quienes actúan y hacia la obra en realización. Y finalmente, se encuentran los espectadores curiosos, indiferentes a veces, pero no obstaculizadores. Todos son necesarios y todas esas formas de participación que se presentan acompañadas de gradaciones del compromiso que van del máximo posible al mínimo perceptible, son necesarias para consecución de los objetivos de la comunidad. Ninguna debe ser desdeñada, puesto que todas significan un aporte. De hecho, los límites entre esos niveles de participación no son impermeables. Continuamente se está dando el flujo de unos a otros, de tal manera que se puede decir que un trabajo comunitario exitoso debe lograr el ensanchamiento de los tres primeros niveles a costa de los tres últimos.

Figura 2. Niveles de participación y compromiso en el trabajo comunitario: 1) núcleo máximo de participación y compromiso; 2) participación frecuente, alto compromiso; 3) participación puntual, mediano compromiso; 4) participación esporádica e incipiente, bajo compromiso; 5) participación tangencial, meramente aprobatoria, compromiso indefinido; 6) curiosidad no obstaculizadora, no compromiso.

Es sobre esa participación, que va desde la dirección de la acción hasta la mirada benevolente, donde se apoya el trabajo psicológico comunitario, el cual no debe ser visto ni a través de la lente romántica que hace de los agentes externos misioneros, salvadores o líderes revolucionarios, cuyo mágico toque de ciencia y

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de buena voluntad transformará, de la noche a la mañana, a la situación y a las gentes rozados pro ellos; ni con el criterio tecnicista del experto que cree tener tanto las preguntas cuanto las respuestas y que va a la comunidad a imponer un punto de vista, un modo de acción y sus soluciones, con prescindencia de lo que puedan sentir, creer o desear quienes conforman la comunidad. Investigación e intervención comunitarias deberían ser parte de un mismo, único proceso, aspecto este en el cual concuerdan otros autores (Serrano-García, López y Rivera Medina, 1992; Santiago, Serrano-García y Perfecto, 1992; Martín, 1988), partiendo de la concepción de que la Psicología Comunitaria es una Psicología orientada al cambio social; de que en ella no se da una relación sujeto-objeto, en la cual el primero es quien investiga-interviene, y el segundo quien es investigado-intervenido, sino que, planteando un cambio en el rol de los profesionales de la Psicología, el psicólogo se halla comprometido en una relación sujeto-sujeto, ya que los miembros de la comunidad son investigadores internos que participan junto con los agentes investigadores externos como constructores y rectores de su propio destino, sobre la base del modelo metodológico de la investigación-acción participativa (IAP). Sin embargo, como bien lo han señalado Perdomo (1988) y Quintal de Freitas citadas por Montero46, no siempre ha sido ni es así. La primera de las autoras advierte acerca de los peligros de convertirse en una de estas figuras:

“Activista”, es decir, colaborador/a de la comunidad sin reflexión teórica no precisión metodológica, cuya labor está marcada por la inmediatez y la ausencia de planificación.

“Especialista” o experto, manteniendo una separación respecto de la comunidad, fundamentada en el hecho de considerarse el único poseedor del conocimiento y por tanto única persona capaz de decidir acerca de qué hacer y cómo hacerlo.

“Pueblo”, en el sentido de caer en la ilusión de que la única verdad reside en la gente de la comunidad, mientras que de hecho se impone una concepción teórica según la cual la comprensión de la realidad está determinada a priori y en función de ella se realiza toda interpretación y se formulan todas las respuestas.

“Concientizador/a”, que se arroga el papel de iluminador, salvador de gentes apáticas y alienadas, a las cuales aspira a movilizar, manteniendo al mismo tiempo el control externo de las mismas.

A su vez Quintal de Freitas describe in extenso diferentes tipos de prácticas psicológicas en relación con comunidades, entre las cuales se encuentra desde la Psicología tradicional, que simplemente cambia de ámbito trasladando el consultorio a la comunidad, sin modificar ni el rol, ni la relación, ni la práctica, lo

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cual configura una Psicología en a comunidad; a una Psicología de la comunidad, en la cual los psicólogos asumen una posición de activistas, olvidando o desechando los recursos de su profesión, para convertirse en otro trabajadores de la comunidad; así como una Psicología para la comunidad, en la cual se decide qué hacer y cómo hacerlo, con prescindencia tanto de los miembros de la comunidad, cuanto de una reflexión sobre la propia disciplina; hasta la concepción de una Psicología Comunitaria propiamente dicha, con identidad profesional compromiso social y transformación del rol profesional que se asume como el de agente de cambio social. Cambio ejecutado y dirigido por los miembros de la comunidad. Por lo tanto, es posible encontrar que no siempre quienes intervienen e investigan, ni quienes investigan catalizan cambios sociales. Serrano-García (1992:93) citado por Montero47, dice que si los agentes de cambio sólo quieren lograr “cambios en función”, pueden hacer terapia, asesoramiento, dirección de grupos, magisterio y también investigación. Pero si escogen “un nivel de intervención institucional-comunitario”, entonces les “es indispensable desarrollar también destrezas políticas, administrativas y de organización y movilización de comunidades”, pero sin olvidar, y esto es característico de esta línea teórica, que deben “enseñar y aprender”. Ahora bien, retomando a Montero48 quien cita a Fischer (1992), dentro de las bases psicosociales y psicocomunitarias del poder, que como se mencionó anteriormente, se encuentra presente en toda relación, está permeado por procesos como la identificación, que es el deseo suscitado en ciertas personas de tomar a alguien como modelo a seguir, debido a la atracción que se ejerce sobre ellas. La legitimidad consiste en “el hecho de fundamentar racionalmente el poder al suscitar, respecto a él, un acuerdo social tal que quien lo tiene dispone del derecho de dirigir a los demás en ciertas circunstancias”. La estructura socioafectiva se desprende del amor, donde, como lo manifiesta Enriques (1983) citado por la autora, “el poder es aprehendido como sagrado” y no admite grados, reflexión ni remordimiento, tal como suele manifestarse en los casos del poder carismático. Estas bases, por su condición psicosocial, estarían presentes en cualquier relación de poder. Sin embargo, en el caso de los procesos y las relaciones comunitarias es conveniente señalar algunas expresiones propias de ese contexto. Las relaciones comunitarias, al estructurarse a partir de relaciones dialógicas, suponen una peculiar dinámica entre participación y compromiso en la cual el elemento socioafectivo juega un papel fundamental, generando asimismo formas de identificación basadas más en el compromiso, que promueve la imitación de comportamientos de entrega, apego y profundos sentimientos de pertenencia.

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Participación comunitaria en América Latina Según Lara y Ocampo49, la participación ciudadana en procesos de gestión comunitaria surge en la década del 60 a raíz de la revolución cubana, la crisis de los modelos de desarrollo para el Tercer Mundo y la crisis de los modelos de investigación para nuestro continente. En este período, surge el desarrollo comunitario como una forma de educación que hace a la gente consciente de que su nivel de vida no depende únicamente de su capacidad de ganar dinero, sino de la calidad de los beneficios obtenidos a través de los recursos de la comunidad local. También en la década del 60, se impulsan programas asistencialistas y de ayuda como la Alianza para el Progreso. Para la década del 70, los programas gubernamentales de desarrollo en educación, salud, agricultura y pesca entran en quiebra, ante lo cual varias naciones de América Latina y otros países tercermundistas comienzan a construir nuevos modelos de desarrollo, que a pesar de ser diferentes entre sí poseen algunos rasgos comunes destacando como metas: La igualdad, la libertad, la independencia y el avance social. El desarrollo comienza a definir, como un proceso de cambio social cuya finalidad son los progresos de carácter social y material. Así, la participación comunitaria se populariza en América Latina y en los países más atrasados de Asia y África. Simultáneamente en el ámbito de la investigación social, se buscan alternativas gestándose la investigación – acción participativa y otras modalidades de investigación participante que propugnan por una ciencia que se comprometa con los intereses, saberes y reivindicaciones sentidas de los sectores populares. Sobresalen Orlando Fals Borda en Colombia, Juan Bosco Pinto en el Brasil y Rosa María Alfaro en el Perú. 1.3.4 Participación comunitaria en Colombia De acuerdo con María Elvia Domínguez ciada por Lara y Ocampo50, la participación de la comunidad en Colombia empieza a reconocerse como una acción social organizada al formalizarse las Juntas de Acción Comunal en 1957. A partir del Frente Nacional, cada período gubernamental fue incorporando el desarrollo de políticas sociales para integrar las organizaciones comunitarias y los sectores marginados o programas de desarrollo social.

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Desde la década de los 70, se crean políticas sociales estatales con el fin de superar la pobreza y la marginalidad:

Las Cuatro Estrategias de Misael Pastrana Borrero (1970-1974). Plan para Cerrar la Brecha de Alfonso López Michelsen (1974-1978). Plan de Integración Nacional de Julio César Turbay (1978-1982). Cambio con Equidad de Belisario Betancourt C. (1982-1986). Plan Nacional de Rehabilitación de Virgilio Barco V. (1986-1990).

Frente al auge de la crisis económica de la década del 80, la estrategia de la participación comunitaria cobra importancia como medio de auto-desarrollo para contrarrestar la pobreza de los sectores populares urbanos y rurales, a la vez que se busca canalizar la violencia social y las secuelas de la insurgencia guerrillera y del narcotráfico en la vida social del país. Según Boris Esguerra citado por Lara y Ocampo51, en las últimas décadas, el Estado se ha concientizado de la participación de la comunidad para el logro de los objetivos gubernamentales. Esta conciencia, se ha manifestado a través de los diferentes ministerios y organismos adscritos al Estado, que contemplan en sus actividades dicha participación. Algunos de estos organismos han sido:

La Secretaría de Integración Popular de la Presidencia de la República. El Servicio Nacional de Aprendizaje. Programas de la Presidencia de la República sobre los derechos humanos,

la mujer, la niñez, la juventud, etc. Siguiendo a María Elvia Domínguez citada por las autoras, se encuentran diferencias significativas en la comprensión del carácter de la participación comunitaria y la metodología para lograrla por parte de los Organismos Estatales. Para alguno es un componente estratégico de su quehacer organizacional; en otros, es un elemento táctico para implementar proyectos sociales, y para otros tiene un sentido de colaboración en proyectos institucionales. A continuación se hace una ampliación al respecto para facilitar su comprensión:

1. Participación comunitaria como elemento estratégico Prevé la participación de los beneficiarios en programas, planes de acción, prioridades de desarrollo social y diseño de proyectos. Con los grupos organizados de las comunidades se desarrollan todas o casi todas, las fases del diseño, implementación, seguimiento y evaluación de los proyectos sociales. Se destacan los Comités de Participación Comunitaria del Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), Programas de Capacitación para la Participación Comunitaria Urbana (CIPACU) y Capacitación para la Participación Comunitaria

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Campesina (CAPACA), el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y algunos programas de microempresa en el Desarrollo Rural Integral (DRI).

2. Participación comunitaria como elemento táctico Prevé la participación comunitaria en algunas etapas del desarrollo específico de los proyectos: Diagnóstico participativo, seguimiento o evaluación periódica. Esta modalidad participativa ha generado espacios de interlocución entre las comunidades y el Estado. En algunos casos ha conducido a un mejoramiento de los programas en cuanto a recursos, capacitación, ampliación de cobertura e incluso cambios en el sentido de la participación política institucional. Algunos ejemplos son los programas de educación infantil de los Hogares del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), las Jornadas Escolares Alternas, los Jardines Comunitarios, programas de vivienda para auto-construcción y subsidio, programas de salud y mejoramiento ambiental, entre otros.

3. Participación comunitaria como colaboración En estos casos se prescribe la participación comunitaria en proyectos diseñados por agentes externos, partiendo de la consulta a algunos representantes de la comunidad o a Organismos no Gubernamentales para el desarrollo social (ONGS). Esta modalidad no incluye la discusión del diseño de los programas con los beneficiarios de la comunidad, como tampoco tiene en cuenta sus opiniones e intereses en las decisiones para la implementación de acciones. Define la participación activa de la comunidad en términos de aporte de la fuerza de trabajo, seguimiento y evaluación de los proyectos, respuestas a consultas de opinión, etc. Propicia lo que María Clemencia Castro ha catalogado como participación dirigida o abordaje externo en el trabajo comunitario. Las anteriores modalidades de participación social desde las instituciones gubernamentales han estado determinadas por el sentido de las estrategias de cada política social, las características de la institución, los recursos y el grado de autonomía que le permite a la entidad del Estado, reorientar sus lineamientos de acción de acuerdo con le proceso de participación de las comunidades. De esta manera, la participación comunitaria se ha convertido en un instrumento de intervención del Estado para vincular grupos sociales a la construcción de obras de servicios públicos y para estimular la organización comunal con el fin de que asuma los servicios sociales donde el Estado ha sido insuficiente en cobertura.

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Paralelamente a esta concepción, algunas organizaciones no gubernamentales le otorgan un sentido de mayor trascendencia a la apertura de espacios de participación popular frente a las iniciativas del Estado. La constitución política y la participación En la nueva Constitución la participación aparece como eje de rescate de la acción comunitaria. Desde su preámbulo muestra que el marco jurídico de la carta es democrático y participativo, al definir un nuevo carácter de democracia representativa del país, ubicando como el primero de los fines esenciales del Estado, el de servir a la comunidad. En el artículo 103 de la Constitución dice:

“Son mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su Soberanía: el voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato. La ley los reglamentará. El Estado contribuirá a la organización, promoción y capacitación de las asociaciones profesionales, cívicas, sindicales, comunitarias, juveniles, benéficas o de utilidad común no gubernamentales, sin detrimento de su autonomía con el objeto de que se constituyan mecanismos democráticos de representación en las diferentes instancias de participación, concertación, control y vigilancia de la gestión pública que establezcan”

52 La nueva carta se nueve entre la democracia, la participación y la comunidad como conceptos aprehendidos y vivenciados por los colombianos. En lo que se refiere a participación habla de colegialidad, comunicación y concertación. Se legitiman mayores espacios en la gestión zonal urbana y municipal en cuanto a la fiscalización comunitaria del manejo del erario público, la defensa permanente de los derechos humanos y la ampliación del ejercicio del sufragio, entre otros. El camino hacia la participación real, lleva a un replanteamiento de las relaciones entre comunidad y Estado, donde se propicien canales de comunicación y concertación entre los organismos estatales y los grupos comunitarios. Igualmente debe enmarcarse en referentes ético-sociales que promuevan una participación real y democrática. Basil Bernstein citado por Lara y Ocampo53, señala en su texto Poder, educación y conciencia tres derechos que deben ser satisfechos para una democracia efectiva:

El derecho al crecimiento (social, intelectual, personal) El derecho a la inclusión El derecho a la participación

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Constitución Política de Colombia 1991, Artículo 103. 53

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En este marco, la comunidad es un articulación de hombres concretos que se comportan como seres genéricos, donde hay que garantizar su crecimiento individual para propiciar el desarrollo social y esto implica su inclusión en la gestación y aplicación de los programas comunitarios. La inclusión comprende procesos de construcción de opinión, mecanismos de expresión, valoración del saber y experiencia de los demás. En cuanto al derecho a la participación, el poder debe ser compartido y requiere generar nuevas formas colectivas que garanticen la participación de la mayoría de los colombianos. Concepción ética hacia la participación y la democracia Domínguez citada por Lara y Ocampo54 considera que la participación social requiere además un ordenamiento jurídico, una coherencia cultural y moral que convierta en forma de vida la concepción participativa del poder. Así mismo, los colombianos debemos crecer hacia una cultura de la participación que promueva formas constructivas para dirimir los conflictos, sin vernos obligados a recurrir al terrorismo, la intimidación, los secuestros y la exclusión de personas. Por su parte Estanislao Zuleta citado por las autoras, presenta tres elementos que estructurarían una concepción ética hacia la participación y la democracia en el plano de lo individual y lo colectivo: La igualdad real, la creación de cultura y la racionalidad. LA IGUALDAD REAL es sinónimo de IGUALDAD ANTE LA VIDA, si no se resuelven los niveles básicos de supervivencia de los sectores populares, continúa persistiendo la falta de equidad social. La participación real y democrática también implica la posibilidad de la toma de decisiones en las instancias de planeación, ejecución, fiscalización y gestión. Necesita involucrar la intervención de las organizaciones populares en los niveles de decisión política y de GENERACIÓN DE CULTURA. LA RACIONALIDAD tiene que ver con la legitimación del poder mediante la argumentación y búsqueda del consenso social, propiciando la confrontación de condiciones que determinen su ordenamiento ético e incidencia social. Zuleta aporta tres principios de construcción social de una personalidad democrática, ellos son:

Ser capaz de pensar por sí mismo Ponerse en el lugar de los demás Ser consecuente

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La cultura de violencia que domina al país, diluye las posibilidades de una moral autónoma, se prefiere la seguridad de lo ajeno, lo externo, frente al desafío de pensar y obrar a partir de criterios propios. El clima de intolerancia que invade nuestra vida privada y pública, se refleja en la falta de convivencia y manejo de las diferencias con los demás. Las pautas de crianza de muchas familias no educan en la capacidad de ponernos en el lugar de los demás y promueven formas de agresión social. El ser consecuente implica la íntima relación entre lo que se piensa y como se actúa.

A manera de reflexión para finalizar este apartado se retoman las palabras de Domínguez citada por Lara y Ocampo55: REFLEXION “El camino hacia una participación real y democrática debe involucrar todas las esferas de la acción como ciudadanos y ciudadanas. En primer lugar se deben propiciar cambios sensibles en las formas como asumimos la participación en los diferentes espacios de socialización: La familia, la escuela, el trabajo, la comunidad, etc. Para ello, debemos contribuir a la gestión de relaciones sociales que promuevan el desarrollo de personalidades democráticas en las generaciones presentes y futuras. En segunda instancia, debemos asumir el carácter de ciudadanos y ciudadanas en las comunidades, comprometiéndonos en la dinámica de gestión estatal en los barrios, municipios y regiones para fomentar alternativas tendientes a democratizar el ejercicio del poder y la acción cívica. Y en tercer lugar, el Estado debe legitimar formas reales de participación ciudadana, propiciar la convivencia y la tolerancia para asumir constructivamente los desafíos del desarrollo social en las esferas de la producción. En suma, la participación real implica el ejercicio constructivo del poder en las instancias de implementación de acciones colectivas”.

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1.3.5 Principios que fundamentan la Psicología Comunitaria Toda acción humana, explícita o implícitamente, está orientada por una concepción del mundo, de los seres humanos y de las relaciones que se dan entre ellos. Esas concepciones orientan el comportamiento de las personas, imprimiéndole sentido y dirección. La ciencia, como tarea humana, no escapa al establecimiento de esas bases sobre las cuales se construye el objeto, el lenguaje y el método de cada disciplina. Ahora bien, como lo afirma Montero56 esas concepciones suponen no solamente una construcción de cómo es el mundo, cómo es el ser humano y cómo es la relación entre ambos y entre las personas, sino que además establece cánones de perfección, cánones del mundo ideal, del mundo hacia el cual se proyecta ir, y también de la persona ideal, del perfecto ser humano y de la mejor forma de relación. Esos cánones no son rígidos, no están dados de una vez para siempre. Van cambiando en la misma medida que la humanidad ha cambiado y, con ella, las sociedades en las que vive. Esos cánones responden a valores, es decir, a modos de ser considerados como los más perfectos, acabados y completos para una época y una sociedad dadas. Es así como los valores son los marcadores que guían la interacción en una sociedad, razón por la cual el reconocimiento de la existencia y la necesidad de valores rectores de la acción han acompañado a la psicología comunitaria desde sus inicios. El hecho mismo de que en su versión estadounidense la corriente dominante sea definida en todas sus expresiones específicas como ecológica indica que está orientada por la presencia de ciertos valores: La armonía entre las personas y su medio ambiente; la preservación tanto del bienestar individual como del colectivo que vive en un entorno determinado; la armonía, por ende, del mismo entorno, en tanto las relaciones entre los elementos que en él cohabitan y necesariamente lo configuran al ser parte de él sean armoniosas. Bienestar y armonía, a los que se podría agregar dentro de lo primero: Relaciones de respeto, de solidaridad, de unión, de trabajo, amistad, equidad, justicia, paz. Asimismo, en América Latina, donde las raíces de la psicología comunitaria se hunden en las de las ciencias sociales en su perspectiva crítica y transformadora, la preocupación por los valores y la explicitación de los mismos están presentes ya en las fuentes mismas donde buscó fundamentarse. Así, en la obra de Fals Borda, Acción comunal en una vereda colombiana (1959) citado por Montero57, están definidos cinco principios fundamentales, que se asientan en valores y que fueron adoptados por la psicología, pero de los que cabe decir que dos de ellos (el cuatro y el quinto) tienen un carácter psicosocial. Estos principios son:

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1. Catálisis social, que define el rol del agente externo que actúa con la comunidad en procura de su transformación. Ese rol es de catalizador de la acción transformadora, que busca una finalidad autónoma y liberadora para las personas participantes y para la comunidad en general a la cual pertenecen. Este principio se complementa con el siguiente. Los valores subyacentes son la libertad, el respeto y la autonomía.

2. Autonomía del grupo, de acuerdo con el cual toda acción debe ser decidida, organizada y realizada con una orientación democrática, por y con los grupos organizados de la comunidad y todos aquellos miembros de la misma que deseen participar, empleando sus capacidades, sus recursos materiales y espirituales y sus potencialidades, así como aquellos provenientes de fuera que puedan y deseen obtener. Los valores subyacentes son la democracia y la autonomía.

3. Prioridades, es decir, la jerarquización, por parte de las personas de la comunidad participantes, de las necesidades o acciones que se desea atender o cumplir. Este principio supone una organización interna que diseña una estrategia de acción. Los valores subyacentes son la organización y la autonomía.

4. Realizaciones, es decir, la necesidad de obtener logros, de producir resultados en el sentido de la transformación deseada. Tener productos concretos que muestren que la acción conjunta ha dado resultados, lo cual estimula la conciencia y la cooperación. Valores subyacentes: trabajo, cooperación, conciencia y logro.

5. Estímulos, un principio que al igual que el anterior, ha sido uno de los aportes más conocidos y sólidos del conductismo, una de las teorías psicológicas más importantes del siglo XX. Lo que este principio propone es la necesidad de que la comunidad en general y en particular aquellos integrantes que se organizan en grupos de trabajo construyan y definan como estímulos, tanto materiales como inmateriales, aspectos relacionados con sus logros. Éstos pueden ser formas de reconocimiento externo, la satisfacción por el éxito o la calidad de la tarea realizada o el propio cambio o transformación logrados.

A continuación se presenta un ejemplo planteado por la autora. En una barriada popular del este de la ciudad de Caracas, a mediados de los años sesenta, se construyó la biblioteca (“La Urbina”) mediante la contribución comunitaria y de una institución estatal, el Banco del Libro. La historia es un feliz ejemplo de logro y transformación. A partir de la actividad del sacerdote en el lugar, quien primero prestaba los pocos libros que poseía y después recibió en préstamo del Banco del Libro una caja “viajera”, una caja con unos cien libros, que nuevamente prestaba a los chicos interesados en la lectura, se llegó a generar un grupo de niños, adolescentes, jóvenes y adultos que junto con el sacerdote y la ayuda externa recibida recolectaron dinero, colaboraron en la construcción y edificaron una sede de la biblioteca. Esa sede luce como una casa más del barrio, pues sigue el mismo esquema de construcción… Desde entonces, la biblioteca ha

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prestado libros y juguetes (los días sábado); ha dado cursos de danza, música, canto, teatro, narración de cuentos y modelado en arcilla; alberga actualmente el proyecto “Constelación” (desarrollo de identidad social positiva a través de la expresión pictórica) y realiza un programa vacacional con visitas a parques, playas, teatros, cines y piscinas. Sus empleados son, en su mayor parte, reclutados en el propio barrio, muchos de ellos antiguos lectores usuarios de la biblioteca. Y el libro más leído (tanto que los ejemplares en uso tienen los bordes de las páginas y las tapas desgastados) es una historia de logros, editada por el Banco del Libro, cuyo protagonista es un grupo de niños que poco después de la construcción de la biblioteca realizó una actividad movilizadota de los adultos de la comunidad que culminó en la construcción de un parque infantil. La calle es libre, título del libro que relata esa acción comunitaria, lleva ocho ediciones y muchas más reimpresiones, ha ganado algún premio internacional y su distribución ha trascendido las fronteras del país. Pero donde siempre ha sido el best seller es en el barrio, donde es surtidor siempre vivo de satisfacción y orgullo para sus habitantes. Las heroínas y los héroes ya son madres y padres de familia, pero sus hijos citan ese ejemplo. Y la biblioteca es el santuario de la solidaridad, la seguridad, la amistad, el respeto y la paz, además del conocimiento, para todo el barrio. En el anterior resumido recuento es posible señalar los valores que motivaron la creación y el logro de la institución: Conocimiento, solidaridad, autonomía, trabajo y respeto; este último incorporado en las normas del reglamento interno de la biblioteca. En 1995 se hizo una evaluación en la cual 158 personas de la comunidad con edades comprendidas entre los nueve y los setenta años, seleccionadas en función de su conocimiento de la comunidad y su vinculación con diferentes actividades de alcance comunitario, dieron su juicio sobre la biblioteca y sobre la escuela del barrio. Sus respuestas señalan la presencia de los siguientes valores: La educación, el estudio, el amor, la amistad, la vida buena, la unión, la participación, la belleza en el entorno, la innovación, los valores nacionalistas, la reflexión. A los anteriores principios pronto la psicología comunitaria agregó otros derivados del contexto teórico de la disciplina y de su propia praxis (Montero citada por Martín58). Ellos son los siguientes:

6. Unión entre teoría y praxis. La psicología comunitaria nace con la firme convicción de que no es posible separar la teoría de la práctica; que la segunda somete a prueba la primera en el campo de los hechos, a la vez que es influida por sus postulados, es decir, que hay una relación dialéctica de mutua construcción y cambio, con revisión de conceptos y postulados a la luz de los hechos y aplicaciones cotidianas, con generación de nuevas hipótesis y explicaciones y creación de métodos y técnicas alternativas.

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7. El poder, así como el centro del control, deben estar ubicados en la comunidad, sopena de seguir reproduciendo las relaciones de poder asimétricas que llevan al surgimiento y mantenimiento de la pasividad y del paternalismo. Una psicología de la acción y el cambio social no puede mantener una relación desequilibrada sin caer no sólo en contradicción, sino además anulando sus propios objetivos.

8. Orientación hacia a transformación tanto social como individual, que incluya a los participantes tanto internos cuanto externos y a la comunidad misma como unidad. Nadie participa en la acción comunitaria sin ser transformado.

9. Socialización y resocialización, en el sentido de desarrollar nuevos hábitos, nuevas formas de acción y de cambiar otros, generando nuevas pautas de acción.

10. El principio que se ha llamado del mínimo necesario versus el máximo deseable. El trabajo comunitario puede producir o formar parte de un movimiento social, pero no significa esto que la movilización popular o grupal que se produzca será siempre y en cada caso multitudinaria, nutrida o aglutinante de la mayoría. Muchas veces el trabajo comunitario comienza a partir de un pequeño grupo que se hace vocero de las necesidades y deseos de un grupo mayor aún no organizado. Por lo tanto, si bien lo deseable seria, comenzar con la participación de un alto porcentaje o de la totalidad de las personas afectadas por un problema, ello casi nunca es posible. Demorar el inicio de las acciones porque no hay un grupo “grande” de personas puede y suele llevar al desánimo de aquellas inicialmente presentes, que sienten que pierden el tiempo, que no son tomadas en cuenta, o que sufren la descalificación implícita inherente a la consideración de que no se puede hacer nada porque hay pocos. “No vino casi nadie” es una expresión que desconoce la participación presente. Por lo tanto, debe trabajarse con “mínimo necesario”, si bien la orientación debe ser la de atraer el “máximo deseable”.

11. El principio de la reflexión. La psicología comunitaria no trata únicamente de la facilitación o catalización de acciones transformadoras. Ya se ha advertido de los peligros del mero activismo. Se dirige fundamentalmente al estudio de los procesos psicológicos implicados en el proceso de transformación social, que incluye a la acción, pero que supone no sólo un cambio en el ambiente, en la situación y condiciones de vida, sino también en las personas. La reflexión conduce a la acción y a la vez se genera en ella. Para ello es necesario llevar a cabo un análisis crítico que encuentre el significado de lo que ha sido naturalizado, que transforme la necesidad verbalizada en acción y que distinga entre necesidades inducidas y necesidades sentidas respondientes a situaciones límite (Freire, 1974 citado por Montero59); es decir, aquellas surgidas de carencias profundas e insoportables para le grupo.

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12. El principio de problematización de la realidad. La reflexión en el trabajo comunitario debe llevar igualmente a desechar aquellas explicaciones de la vida cotidiana que simplifican, reducen u ocultan sus orígenes, llevando a aceptar como inevitables, o como la “forma de ser de las cosas”, situaciones perjudiciales para una comunidad y sus miembros. Debe producirse entonces un proceso de concientización (Freire, 1974 citado por Montero60), movimiento para el cambio de la conciencia que permite el descubrimiento de las relaciones causa efecto entre hechos aparentemente inconexos, así como el descubrimiento o revaloración de potencialidades individuales y grupales. Unido a esa concientización debe darse un proceso de desideologización, definido como el desenmascaramiento de las formas alienantes que impiden el desarrollo de la democracia y que hacen natural y aceptable aquello que va en contra de los intereses de una comunidad.

13. Ambos procesos conducirán a otro principio: la desnaturalización, consistente en plantear en las discusiones y reflexión comunitarias, la perspectiva de lo no evidente; en tratar de acercarse a los problemas desde posiciones y puntos de vista diferentes a aquellos comúnmente adoptados. Asumir “el otro lado”, tratar de luchar contra ese campo habitual del conocimiento, en el cual se codifica y organiza la vida cotidiana de tal manera que las situaciones adversas devienen naturales, para lo cual es necesario formular preguntas que produzcan una indagación sobre aquellos aspectos de los cuales no se suele dudar, presentar los puntos de vista contrarios a los que aparecen como argumentos inmediatos. Preguntar por ejemplo, a quiénes o a qué grupos convienen las explicaciones predominantes y a cuáles los desfavorecen, a quiénes molestan tales explicaciones, a quiénes benefician, de dónde surgen y por qué se opina de una determinada manera. Por qué las cosas son de determinada manera y no pueden ser de otra. No basta la mera intención crítica para que se transforme la manera de ver e interpretar el mundo. Es necesario además este proceso de revisión de lo cotidiano, de cuestionamiento de lo obvio y lo aceptado.

14. Recuperación crítica y devolución sistemática. Por cuanto la psicología comunitaria se ubica en un paradigma científico orientado por las relaciones dialógicas y la participación de todos los sujetos involucrados (externos e internos a la comunidad), en la producción de conocimiento que tiene lugar durante la investigación-acción-participativa, asume una posición congruente con tal posición epistemológica y metodológica, desechando formas extractivas de elaboración del saber. Así, a la vez que la comunidad, en muchos casos, necesita recuperar su historia, reconstruir sus orígenes, analizando sus debilidades y sus potencialidades, para afirmar su identidad y extraer de ese conocimiento fuerzas y recursos para la acción transformadora.

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Ibíd. 42

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UNIDAD DIDACTICA 2. MODELOS TEÓRICOS EN PSICOLOGIA COMUNITARIA CAPITULO 1. MODELOS TEÓRICOS Según Chacón y García citados por Martín61 En la última década se ha incrementado notablemente el interés por los modelos y marcos teóricos en Psicología Comunitaria. Por ello se considera importante que el estudiante haga un recorrido por los principales modelos teóricos que podrán orientar su práctica en ésta área de la Psicología. 2.1.1 Psicología Clínica Comunitaria - Modelos centrados en la salud mental

Salud Mental Comunitaria En lo que respecta a la Salud Mental Comunitaria, se destaca el aporte que este modelo realizó al postular que la intervención va más allá de la intervención individual y que los factores sociales son un elemento esencial para el análisis de la psicopatología, aunque es pertinente recalcar que su limitación se centra en que no une los factores sociales y políticos y evade la resistencia al cambio de las instituciones sociales y organizacionales.

Por otro lado, y en esta misma línea se describe el marco conductual – comunitario, centrado en la síntesis de los problemas sociales, la ideología de la psicología social comunitaria y los aportes de los teóricos de la psicología del aprendizaje; dando especial relevancia a las variables ambientales, al análisis de los resultados y a la modificación de conductas; para ello, se valen de las estrategias que postulan las teorías del aprendizaje y de la cognición; aunque se ha encontrado que este modelo presenta limitaciones en lo que respecta a la intervención, debido a que no tiene en cuenta la potenciación de los recursos. 2.1.2 Modelo basado en el estrés psicosocial de Dohrenwend Se centra en la importancia del estrés psicosocial como generador de la psicopatología individual y social, sus lineamientos desconocen los factores estructurales de la sociedad que determinan los acontecimientos vitales, centrándose en la problemática individual aunque sus intervenciones se realizan a nivel grupal, el modelo desconoce la dinámica de las comunidades.

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CHACON FUERTES, Fernando y GARCIA GONZALEZ, María Jesús citados por MARTIN GONZALEZ, Antonio. Psicología Comunitaria. Fundamentos y Aplicaciones. Editorial Síntesis.

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Marco Organizacional Percibe a la comunidad como un conjunto de organizaciones regidas por unos principios encaminados a la consecución de sus metas, se centra en la motivación de los individuos por la autorrealización y el crecimiento personal; su ideología se basa en la teoría de grupos y cómo las problemáticas se dan por las relaciones humanas que en éstos se generan, siendo pertinente intervenir en el recurso humano ( a nivel grupal y organizacional), a fin de mejorar la comunicación de las personas y no en variables estructurales de la organización. Las disciplinas en que se fundamenta este modelo son las del Desarrollo organizacional, la consultoría organizacional, el aprendizaje y las encuestas de retroinformación; se basa en el método científico-empírico-tradicional para realizar investigaciones, centrándose en patrones de interacción, técnicas de observación y estudio de la eficiencia organizacional.

Sin embargo Riger (1993, citado por Martín) encontró que aunque la psicología comunitaria se ha beneficiado de las teorías y métodos de la psicología organizacional, los valores y perspectivas de esta última difieren de los de la psicología comunitaria (el bienestar de las personas), siendo adecuado adaptar estos procedimientos metodológicos a la aplicación en Comunitaria. Marco Ecológico En relación a este modelo, González destaca que autores como Heller, 1989 así como Levine y cols. 1990 (citados por González) afirman que éste es el más difundido en la Psicología Comunitaria, siendo para Serrano-García y Álvarez como el que mejor presenta la interdependencia persona-ambiente a todos los niveles, lo que lo convierte en el modelo más generalizable. En este modelo se enfatiza en la influencia de las variables ambientales físicas y sociales sobre el comportamiento de las personas, siendo persona y ambiente una unidad en continuo cambio; en este sentido, González destaca los aportes realizados por Nelly (1979, citado por González) así como los de Serrano-García y Álvarez (1992, citados por González) en lo que respecta a la intervención, basándose en principios ecológicos a saber: a) Interdependencia de los elementos del sistema, destacando su interacción dinámica en el tiempo, b) Adaptación, que para Serrano-García y Álvarez, congruencia entre las capacidades de las personas y las exigencias del medio, c) Sucesión o evolución (requiere de estudios longitudinales), d) Recursos cíclicos o de procesamiento de recursos (uso de acuerdo a las demandas). A pesar de lo anterior, los autores previamente citados, refieren que no existen un único modelo ecológico y que su desarrollo metodológico no ha seguido el mismo ritmo (González).

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Marco Conceptual Transaccional Su atención se centra en la interacción persona-ambiente dentro de una dimensión temporal, analizando los cambios que se generan en esa relación; d Sroufe y Router (1984, citados por González) enuncian los siguientes principios del modelo: a) Holismo, b) Directividad (sucesos determinados por características individuales y contextuales), c) Diferenciación de medios-fines, d) Movilidad de las funciones conductuales (estrategias para resolver demandas del contexto), e) Continuidad y cambio (desarrollo y evolución regulado por leyes). Marco de Acción o Cambio Social El principio básico de este modelo es su énfasis en la participación comunitaria para alcanzar una redistribución del poder en la comunidad; se sustenta en disciplinas como Antropología, Historia y Trabajo Social; en relación a la intervención, se vale de paraprofesionales, del desarrollo comunitario y de la Investigación-acción; se centra a nivel metodológico, en el proceso interventivo, evaluando necesidades de la comunidad para de esta forma, plantear los programas que se han de desarrollar (González). De acuerdo a la revisión realizada por este mismo autor, el modelo decayó al no poder demostrar sus actuaciones. 2.1.3 La teoría de la potenciación Rappaport (1977, citado por Hombrados62) destaca que en la disciplina de la Psicología Comunitaria, se exponen tres componentes primordiales que han de actuar de manera interrelacional para lograr un desarrollo adecuado de la misma, éstos son: a) Desarrollo de Recursos Humanos (procura el bienestar de las personas a fin de cubrir sus necesidades), b) La acción política (opera de forma preventiva garantizando una adecuada distribución de los recursos) y c) La ciencia social (estudio planificado de la realidad social). En lo que respecta al concepto de Potenciación, Rappaport (1987, citado por Hombrados). señala que éste es el fin último de la Psicología Comunitaria debido a que está encaminado a explicar, describir, predecir y comprender el fenómeno de interés, para de esta forma guiar el trabajo de un científico, siendo además el objetivo de intervención En este mismo sentido, Hombrados (1996) se refiere a la Potenciación como sentido psicológico de control personal así como a la provisión de derechos y opciones de los ciudadanos, constituyéndose como un proceso que permite a las personas y organizaciones tener un control sobre sus vidas.

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Ibíd.1

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Para Martín el concepto de Empowerment es concebido como el fenómeno central del estudio de la Psicología Comunitaria y hace referencia al ejercer del poder sobre uno mismo y su propio contexto. “La intervención centrada en la potenciación está más cercana al cambio social” (Hombrados, 1996). Para entender el significado de la potenciación, se requiere identificar la relación que tiene el individuo con el entorno, especificando que relaciones son las más adecuadas, para ello se requiere analizar los entornos que proporcionan dominio y poder a las personas e.g. familia, asociaciones (Berger y Neuhaus, 1977 citados por Hombrados), mientras que en los casos en que el proceso se obstaculiza, se sugiere que el investigador luego de un análisis de los factores que lo impiden, oriente al grupo en la comprensión y creación de condiciones encaminadas a un cambio que los conduzca a desarrollarla (Hombrados, 1996). “La potenciación no es sólo un constructo psicológico, hace referencia a aspectos organizacionales, políticos, sociológicos, económicos y espirituales” (Hombrados, 1996). Relación de la Potenciación con el Modelo Ecológico Para Hombrados (1996) la perspectiva ecológica conduce al fenómeno de interés de la Psicología Comunitaria y de acuerdo a Rappaport (1987, citado por Hombrados) debe seguir las siguientes proposiciones e hipótesis: 1) Potenciación como constructo multinivel (análisis individual, grupal, organizacional y comunitario), 2) Difusión del impacto de un nivel de análisis sobre los otros, 3) Los resultados de la investigación son determinados por el contexto histórico en que tienen lugar, fijando de esta forma los resultados de la intervención, 4) ha de contemplarse el contexto cultural, 5) lo más deseable es realizar una investigación continuada, 6) es auto-consciente de la visión del mundo, 7) las condiciones del entorno influyen positivamente en el desarrollo de la potenciación, 8) la ideología de la Potenciación desarrolla mejor los recursos de una organización, 9) los resultados que se obtienen a nivel local conllevan más a la potenciación, en lugar de las estrategias generales de acción, 10) tamaño de los entornos, 11) la potenciación se dirige al desarrollo de los recursos de las personas y de los entornos.

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2.1.4 Otros modelos Modelo Socio Comunitario La psicología Social Comunitaria pretende superar el nivel de análisis psicológico – individual, dirigiéndose al análisis de conductas sociales en interacción, centrándose en perspectivas ecológicas, así como de cambio social, prestando especial atención a la participación comunitaria y a servicios de ayuda no profesional (Hombrados, 1996). Las bases del modelo para la Psicología Social Comunitaria las sitúa Serrano – García et al (1987, citado por Hombrados), en el trabajo efectuado por Berger y Luckman (1967, citado por Hombrados), en lo concerniente la construcción social de la realidad; presentando utilidad para el análisis de las formas particulares de producción y de organización social (Hombrados, 1996). El Modelo Socio Comunitario procura comprender el fenómeno individual en el contexto del fenómeno colectivo (Hombrados, 1996), este mismo autor resalta los elementos implicados en este modelo: a) Base material (momento histórico y la percepción del mismo), b) Fenómeno de la ideología y comunicación (comprensión de la realidad y mediación de las relaciones en la sociedad), c) Concepto de conciencia (grado de concienciación en el individuo o en los grupos), d) Nivel de interacción social (análisis cultural), e) Desviación, control y cambio social. Además de lo anterior, se centra en un modelo de acción-investigación denominado intervención en la investigación, en donde el profesional es un generador de cambio social, procurando promover actitudes y opiniones, aportando el servicio que se requiere, explicando a los sujetos los objetivos y hallazgos de la misma (Hombrados, 1996). Para que se de un cambio social, es preciso que la comunidad sea quien autogestione, especificando las necesidades de la misma, así como los recursos que posee, para de esta forma plantear soluciones eficaces a los problemas que se les presenten (Hombrados, 1996). De acuerdo con Hombrados (1996), refiere que este modelo ha de seguir unos parámetros que dirigen la acción profesional y que a continuación se enuncian: a) democratización del acceso a la democratización y al consumo de la riqueza social de todos los sectores de la sociedad, b) es preciso que la comunidad esté informada y sea socialmente activa, c) el desarrollo de la investigación ha de ser dirigido al mejoramiento de la calidad de vida, d) desarrollar equipos de trabajo colectivo a fin de nivel intelectual, material y cultural de la comunidad, e) realizar un análisis crítico de las Instituciones para evaluar si cumplen con su función social, f) legitimación de la cultura y conciencia popular, y

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g) desarrollo de una conciencia social mediante un proceso educativo y cambio actitudinal. Las características de la investigación de acuerdo a este modelo deben partir de una implicación activa de los participantes; realizarse en condiciones naturales (reales); inscribirse en el marco teórico expresado; tiene en cuenta la visión histórica del fenómeno que se va a estudiar; manifiesta la complejidad del tema; ser socialmente útil es sus aplicaciones; y procurar brindar a los sujetos participantes la información de los resultados así como planteamientos útiles para ellos (Hombrados, 1996).

2.1.5 Teoría Del Sistema Social Humano El Sistema Social Humano aparece en el período post moderno y es desarrollado por Newbrough en 1991, dentro de los valores que caracterizan a este modelo se encuentran ecología, interdependencia y equilibrio, éstos fomentan el aprendizaje en los sujetos a fin de que aprovechen sus recursos y aporten al desarrollo de la comunidad; por lo tanto este modelo estimula la participación y procura que se generen grupos de apoyos y que cada individuo plantee soluciones a fin de que todos sean participativos (Hombrados, 1996). Newbrough (1991, citado por Hombrados) manifiesta que “el problema básico de una comunidad se encuentra en la relación que mantiene el sujeto con la comunidad o grupo social”. Para este mismo autor, en este modelo se requiere de una interdependencia entre la teoría de la potenciación y el modelo social-comunitario, enfatizando en la responsabilidad que tienen los sujetos en la solución de los problemas. De igual forma, destaca el rol del psicólogo comunitario, como un profesional encargado de conferir, facultar y proporcionar estrategias, respondiendo a los recursos locales y trabajando en y para el medio en que se encuentra inmerso. Por otro lado, de acuerdo a la revisión teórica realizada por Serrano y Álvarez (1992, citados por Martín) destacan los modelos teóricos que a continuación se describen: CAPITULO 2. PERSPECTIVAS METODOLOGICAS EN PSICOLOGIA COMUNITARIA A continuación se presentan aspectos relacionados tanto con la investigación cuantitativa como con la cualitativa para que el estudiante tenga la oportunidad de revisar el proceso a seguir desde cada una de las lógicas investigativas, que sin ser excluyentes, tiene unas características específicas que es necesario identificar.

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2.2.1 Investigación cuantitativa El Problema del Método “Todas las metodologías, desde la observacional hasta la formulativa de modelos lógico – deductivos, son causales por naturaleza” (Clemente, citado por Martín)63. La metodología experimental presenta una definición clara y precisa, procurando un control de la situación experimental, así como una adecuada manipulación de las variables (independientes) y registro de las variables dependientes; controlando los sesgos (perceptivo, cognitivo y atribucional) que generalmente se presentan en las investigaciones de Psicología. La metodología de tipo observacional incurre en los sesgos previamente descritos y carece de variables dependientes, mientras que en la de tipo correlacional hay ausencia de variables independientes; por lo anterior, es relevante aclarar que la ciencia parte de la observación y que sólo cuando se considera que algo puede explicarse, se investiga el fenómeno. La Validez McGrath y Brinberg (1984, citados por González) elaboraron un modelo que distinguen en tres fases a saber: a) Validez como valor: investigar algo que genere un impacto social y que pueda ser solucionado desde la psicología, b) Validez como validez interna: investigación ceñida a los parámetros de la metodología tradicional, c) Validez como validez externa: busca que los resultados no sean específicos de la muestra que se empleó para el estudio. Metodología Se utiliza el método hipotético – deductivo, buscando ser sistemáticos y metódicos, procurando unos contenidos válidos y útiles. Un Problema Conceptual Clemente asume como madre de la Psicología Comunitaria a la Psicología Social y es a partir de ésta que se analiza la relación que existe con las otras ramas de la psicología, para ello, presenta las siguientes dicotomías: Dimensión representacional versus relacional

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CLEMENTE, Miguel. citado por MARTIN GONZALEZ, Antonio. Psicología Comunitaria. Fundamentos y Aplicaciones. Editorial Síntesis.

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Las bases filosóficas en psicología social se dividen en dos estudios a saber: a) de las representaciones (enfatizando en que es una ciencia eminentemente cognitiva y que podría relacionarse con la psicología de la personalidad) y b) de las relaciones (el grupo es inseparable del individuo, por lo que la psicología comunitaria estaría más en esta perspectiva). Dimensión básica versus aplicada La teoría enmarca los temas a investigar y es la aplicación la que se encarga de buscarlos, por ello se concibe a la Psicología Comunitaria como aplicada por naturaleza. Dimensión integrada versus no integrada en las organizaciones sociales La psicología social es una psicología de los grupos que no se han generado de estructuras organizativas, mientras que la Psicología organizacional parte de los elementos de las organizaciones sociales; en lo que respecta a la psicología comunitaria, ésta no se ubica en ninguno de estos polos pues en algunas oportunidades aborda las organizaciones sociales, en otras se ocupa de los servicios sociales, así como de variables de cualquier organización. Dimensión descontextualizada versus involucrada en los problemas sociales La Psicología Comunitaria se encuadra dentro de las siguientes dimensiones: a) es fundamentalmente relacional, b) es claramente aplicada, c) se sitúa en un grado medio de integración entre las organizaciones sociales, y d) está totalmente involucrada en los problemas sociales. 2.2.2 Cómo plantear una investigación cuantitativa La Metodología De acuerdo con el autor, la metodología se define como el “conjunto de normas y pautas para convertir en científico el proceso investigador”, es preciso aclarar que los resultados han de ser fiables y válidos, así como que la investigación se pueda replicar. Para ello, se requiere plantear un problema (que sea claro, que presente relación entre variables y se formule con interrogación) así como las hipótesis planteadas como expectativas del investigador.

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Población y Muestra La Psicología pretende estudiar las variables específicas de los sujetos y lo que verdaderamente le importa son los procesos y estructuras más que los sujetos como tal; en los experimentos de laboratorio es imposible realizar estudios con muestras representativas, mientras que es imprescindible contar con muestras representativas cuando se trabaja con técnicas que recogen opiniones y actitudes (González). Las Variables Clemente las denomina relevantes, contaminadoras e irrelevantes; las primeras son las de tipo causativo (independientes) y son identificadas y estudiadas por el investigador, las segundas se generan de diversos factores sociales que no se pueden controlar en su totalidad y las terceras o irrelevantes (dependientes) son las que se registran y además son los efectos provocados por las variables independientes. La Instrumentación Se requiere en toda investigación, en algunas oportunidades manipula variables independientes, en otras variables contaminadoras, así como a veces se requiere para medir variables dependientes, analizar información o para crear una situación experimental. 2.2.3 El Diseño y el Procedimiento en investigación cuantitativa De acuerdo a la apreciación de Clemente, “el diseño es el plan de acción, estrategia que se va a seguir, la forma de hacer intervenir las variables independientes, de controlar las contaminadoras y de medir las dependientes”. Los tipos de diseño más habituales son: De dos grupos, multigrupo, factoriales, Solomon, de bloques y los de Intragrupo; para que una investigación sea replicable, es necesario que el diseño sea el mismo, no se puede utilizar uno cada vez; el procedimiento es la forma detallada que se utiliza en cada diseño para estudiar el tema en concreto. Técnicas de Recogida de Información Recogen la información de la realidad que inicialmente es cualitativa y la transforman en números, se dividen en Objetivas (observación sistemática no participante y psicofisiología social) y Subjetivas (análisis de documentos, observación participante, auto observación sistemática, entrevista, encuesta y cuestionario, escalas de medición de actitudes, pruebas psicológicas o test y test

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sociométrico) en Psicología Comunitaria casi todas las técnicas que se emplean son de tipo subjetivo. Técnicas de Análisis de la Información De acuerdo con Martín, la mejor forma de analizar la información es mediante técnicas estadísticas, partiendo de que la estadística se divide en: a) Descriptiva (sólo describe la muestra), b) Probabilidad (técnicas que enlazan la descriptiva con la inferencial) y c) Inferencial (a partir de una muestra, inferir resultados para la población; comparación de varias muestras; comparación de una muestra con un criterio) 2.2.4 Investigación cualitativa “La metodología cualitativa no puede practicarse sin entender los supuestos filosóficos que la sustentan y tampoco puede ser entendida por quienes no los asuma” (Ruiz citado por Martín64). Existe una dicotomía que se presenta como contraposición entre una perspectiva émica (fonémica) frente a otra ética (fonética), la dicotomía se refiere al reconocimiento que hacen las metodologías cualitativas a la perspectiva émica que describe modelos y patrones que se dan en una cultura en particular, contrario a la perspectiva ética que busca afirmaciones generalizadas de los datos, siendo un conocimiento transcultural. “Los métodos cualitativos son los que enfatizan el conocer la realidad desde una perspectiva de insider, de captar el significado particular que a cada hecho atribuye su propio protagonista y de contemplar estos elementos como piezas de un conjunto sistemático” (Ruiz). Ruiz refiere a que algunos autores asumen posturas más funcionales pragmáticamente hablando y las resume en dos postulados: a) la metodología cualitativa es tan válida como la cuantitativa y su diferencia estriba en la utilidad y capacidad heurística que posee, por lo que se sugiere los casos en los que se va a emplear cada una y b) las metodologías cualitativa y cuantitativa no son incompatibles, recomendando se combinen en casos que metodológicamente lo requieran. En relación a las técnicas cualitativas, éstas se conciben como el único instrumento para captar el significado auténtico de los fenómenos sociales (Van Haanen, 1983 citado por González). Las características de dichas técnicas son: a) Introducción analítica, b) Proximidad (observación de casos concretos), c)

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RUIZ OLABUÉNAGA, Ignacio citado por MARTIN GONZALEZ, Antonio. Psicología Comunitaria. Fundamentos y Aplicaciones. Editorial Síntesis.

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Comportamiento ordinario, d) Estructura como requerimiento ritual (no se impone la estructura y se reconocen significados y contextos) y e) Focos descriptivos (fenómenos recurrentes en un tiempo y espacio concreto). En la investigación cualitativa, los objetos de investigación más importantes son el descubrimiento y la exposición y en concordancia a los métodos cualitativos han de darse alguna de las siguientes características: 1) el objeto de la investigación (captación y reconstrucción del significado), 2) utiliza el lenguaje de los conceptos y de las metáforas, 3) capta la información de forma flexible y desestructurada, 4) procedimiento inductivo y 5) es de orientación holística y concretizadora. 2.2.5 Cómo y cuándo investigar cualitativamente Definición del Problema El foco central de todo estudio cualitativo es la búsqueda del significado, no se enfoca en la definición conceptual, es de tipo situacional y se concibe como provisional, debido a que el objetivo del análisis cualitativo es averiguar si la definición está bien definida (Schutz, 1964 citado por Ruiz) Diseño del Trabajo El diseño es provisional y requiere ser sometido a frecuentes cambios, contiene los siguientes elementos: La estrategia Va orientada a captar y comprender una teoría, una explicación, un significado, impone un contexto de descubrimiento y de exploración. Diseño muestral Las modalidades principales de muestreo son: a) Muestreo opinático (se selecciona la muestra mediante un criterio estratégico personal) y b) Muestreo teórico (se emplea para generar teorías, para ello se seleccionan los datos y se perfeccionan); en la investigación cualitativa se requiere que el investigador se ubique en una situación que le permita obtener la información que requiere a fin de que se garantice la cantidad y calidad de la información recogida.

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Codificación del lenguaje Debido a que no todas las experiencias sociales se pueden sometes a análisis numéricos, en los estudios cualitativos se enfatiza en la profundidad interpretativa a fin de codificar los fenómenos sociales en narraciones, descripciones. Se pueden determinar los códigos de manera inductiva o deductiva, en lo que se refiere a inductiva, se emplea el de “zambullirse” en un documento para identificar la información más relevante (Abrahamsom, 1983 citado por Ruiz). Control de elementos espurios El diseño de la investigación ha de evaluarse mediante técnicas de veracidad, autenticidad, de empatía que conduzcan a un control de calidad (Lofland, 1984 citado por Ruiz). En síntesis el diseño es imprescindible y se debe dar previo a la investigación. Recogida de Datos Persigue la proyección en las observaciones y el lenguaje analógico en la realización de las entrevistas, dando lugar a seis técnicas a saber: 1) Contemplación, en ésta se recoge información mediante la observación puede ser participante o no;2) Proyección, el investigador observa las explicaciones que los actores de una situación dan de su comportamiento, también se conoce como etnometodología; 3) Conversación conceptual, se utiliza una conversación sistemática y a ésta, el investigador le aplica la técnica mayéutica para que de esta forma se le ayude a los actores a reproducir la realidad social tal como se ha generado; 4) Intercambio metafórico, se emplea cuando lo que se busca es enriquecer el concepto o alterar el significado original (Maasen, 1994, citado por Ruiz); 5) La lectura, recoge información de la realidad social entendida como texto contextualizado para presentar un análisis sistemático de su contenido; y 6) El palimpsesto, es un análisis de contenido proyectado fuera del propio texto, en éste los contenidos y significados han de ser analizados separadamente, debido a que no deben de acordar (Ruiz). Análisis de Datos Los métodos cualitativos analizan los datos mediante narraciones, relatos, denominada por Ryle (1968, citado por González) como “descripción densa” es decir, la interpretación que el investigador hace de las interpretación que hacen los actores que pertenecen a una acción social (Ruiz). “El análisis de los datos se lleva mediante una descripción densa que se caracteriza porque es interpretativa (los interpreta el flujo del discurso social) y esa

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interpretación busca rescatar lo dicho en ese discurso y lo fija en términos susceptibles de consulta”. La investigación cualitativa no sigue un esquema rígido, pero se vale de métodos de recogida de información como: modelo etnográfico, descripción densa, análisis matricial, biografía asistida, el método Delphi, el método de escenarios, el ordenamiento circular, el concepto circular, la ciencia de la acción y la investigación participativa. La Validez Brinberg y McGrath (1980, citados por González) presentan tres criterios de validez: a) validez como criterio de valor, se somete a juicio la selección de muestra de datos, conceptos y técnicas; b) validez como correspondencia, complementariedad de elementos ya sean conceptos, observaciones, constructor; y c) validez entendida como robustez, da lugar a la validez ecológica o explanatoria. CAPITULO 3. AUTOAYUDA Y APOYO PSICOSOCIAL 2.3.1 Las redes comunitarias Para el contenido del presente tema se ha retomado a Freitas y Montero citadas por Montero65. Las autoras analogan la idea de la sociedad como un tejido, como una urdimbre en la cual se entrelazan las vidas y las acciones de las personas que la conforman. Dicha metáfora que aparece desde la antigüedad hace referencia al tejido de relaciones humanas que hace una red. Cada hilo es discernible y a la vez es un conjunto que tiene su propia forma, donde todos contribuyen a la obra. En efecto, la red es no sólo un objeto que ha acompañado a la humanidad en el mar y en la tierra, sino también una forma de organización social en la cual se produce el intercambio continuo de ideas, servicios, objetos, modos de hacer. La red es sobre todo una estructura social que permite difundir y detener, actuar y paralizar, en la cual las personas y la sociedad encuentran apoyo y refugio además de recursos. Por estas y otras razones, Packman (1995:296) dice que “la red es una metáfora” a la cual aporta los atributos de contención, sostén, posibilidad de manipulación y de crecimiento, tejido, estructura, densidad, extensión, control, ambición de conquista, fortaleza.

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GONCALVES DE FREITAS, Maribel y MONTERO, Maritza citadas por MONTERO, Maritza. (2003). Teoría y Práctica de la Psicología Comunitaria. La tensión entre comunidad y sociedad. Primera edición. Buenos Aires: Paidós (Tramas Sociales).

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¿Qué es una red? Las ciencias sociales coinciden en que las redes responden a conexiones o articulaciones entre grupos y personas con un objetivo común que sirve de hilo conductor de tales relaciones, las cuales pueden ir desde relaciones familiares o de compadrazgo hasta movimientos sociales (Riechmann y Fernández Buey, 1994). Las redes son la expresión más evidente de las relaciones sociales que construimos y en las que somos. Así, no sólo son la fuente creativa de recursos, dinámica y flexible, sino también, como todo fenómeno humano, complejas. La definición de Morillo de Hidalgo (2000) ilustra bien este punto, a la vez que hace una descripción de cómo opera el carácter relacional de las redes. Esta autora las define como:

Sistemas de relaciones entre actores, sean instituciones o personas, que se abren a otras organizaciones o personas con las cuales les entran en comunicación con fines de utilidad en general, los cuales se traducen en producción de bienes y servicios teniendo como beneficiarios a poblaciones de escasos recursos o con necesidades básicas insatisfechas. Estos sistemas abiertos están en constante cambio y potencian sus integrantes y satisfacen sus necesidades y expectativas al reconocer y poner en acción los recursos y fortalezas que ellos poseen para el logro de una mejor calidad de vida (Morillo de Hidalgo, 2000: 10).

Estos aspectos deben complementarse con las condiciones que, según Itriago e Itriago (2000), son parte esencial de una red social los cuales se presentan a continuación. Condiciones de las redes sociales

Ser independientes de sectores gubernamentales, empresariales o que en general representen intereses ajenos a los de la comunidad en la cual surgen.

Ser representativas, en el sentido de responder a los intereses que pretenden apoyar, a la vez que sus dirigentes deben provenir de campos ligados a ellos.

Ser participativas. Todos sus miembros deben tener la posibilidad de intervenir en el logro de sus objetivos.

Tener una organización horizontal. Es decir, no suponen sistemas jerárquicos.

Promover y proteger valores, pero no imponerlos. Ser activas e interactivas. La red es una estructura dinámica en relación

con otras semejantes. Ser estables. Tienen una cierta permanencia.

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Ser “transparentes”, en el sentido de que sus actividades y motivaciones son conocidas y explícitas.

Ser flexibles, a fin de poder responder y adaptarse a las cambiantes circunstancias del entorno y a sus demandas.

No ser lucrativas. Sus objetivos son los de la comunidad, no los fines personales de sus miembros.

Estar en sintonía con la comunidad. Ésta es una característica fundamental en las redes comunitarias, que de otra manera no podrían considerarse como tales.

2.3.2 Las redes comunitarias dentro de la organización comunitaria A través de la experiencia, las autoras constatan la presencia de modos de relación en red que favorecen los procesos de organización y de los cuales muchas veces los propios miembros de la comunidad, y al igual que ellos los investigadores, no son conscientes, tan naturalizados están. El estudio de las redes comunitarias se presenta entonces como un modo distinto de ver la actividad de las comunidades, que supone un tipo de organización compleja tanto en el nivel social como en el local. Esto implica lo que Saidón (1995: 203) llama “pensar en red”, es decir, asumir “un pensamiento acerca de la complejidad, que tenga en cuenta la producción de subjetividad social en los más diversos acontecimientos” (1995: 205). Implica también, continuando con el mismo autor, una manera diferente de asumir la organización previendo una consistencia distinta de carácter “inventivo” y “nómade”. Al respecto las autoras comentan que los dos calificativos introducidos por Saidón parecen muy apropiados para describir la posibilidad creativa de las redes. Su peculiar estructura de extensión descentralizada permite incorporar en muy diversos papeles a muchas personas, razón por la cual se multiplica la posibilidad de obtener respuestas no sólo variadas y originales, sino incluso inesperadas, pudiendo presentarse en diferentes lugares de la red. La comprensión de las redes comunitarias hace preciso tener claro que los procesos organizativos en las comunidades involucran a todos sus miembros. Las comunidades suelen generar diversos grupos organizados, y cuentan también con personas que asumen la dirección de ciertas actividades o procesos, imprimiéndoles su estilo personal y a veces también sus sesgos individuales o sus motivaciones (religiosas, vecinales, académicas, idiosincrásicas, partidistas, entre otras), así como su estilo de liderazgo para abordar el trabajo comunitario (paternalista, participativo, autogestor). La organización comunitaria refiere al proceso que desarrolla un grupo de personas involucradas en el trabajo con una comunidad, para distribuirse las actividades, delegar las responsabilidades, comprometerse con las normas del grupo y sistematizar de alguna manera los datos y las informaciones producidos

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en la tarea, a fin de lograr metas de interés para la comunidad que conduzcan a una mejor calidad de vida (Goncalves de Freitas, 1995). Los mecanismos implícitos en la organización comunitaria, tanto de sistematización de acciones como de establecimiento y desarrollo de relaciones, son lo que una vez experimentados y probada su eficacia pueden dar lugar a la generación de redes comunitarias. Por último, es importante aclarar que las redes comunitarias no son en sí mismas un fin de la organización, sino un medio o una estrategia para lograr una mejor organización, ya que la existencia de redes no garantiza el desarrollo comunitario aun cuando siempre aporta beneficios para la comunidad. ¿Qué son las redes comunitarias? Volviendo a la metáfora de la red, una de las imágenes más frecuentemente suscitada al mencionar la palabra “red” es la atarraya, una red que usan los pescadores caribeños. La atarraya puede tener forma circular o rectangular y se de diferentes medidas, está hecha de hilos entrelazados y asegurados mediante nudos, posee plomos para dar peso y solidez al conjunto, a fin de que se mantenga en el agua en la posición adecuada, y tiene flotadores que le indican al pescador dónde se encuentra y que no permiten que se hunda en su totalidad. Las distancias entre los nudos son diferentes, de tal modo que los agujeros son más o menos grandes, permitiendo que sea usada para uno u otro tipo de especie marina y, finalmente, cuanto más grande es la red, más peces captura. Es decir, el logro es mayor. La comparación es útil porque muestra varias cualidades necesarias para una red comunitaria:

Mientas más amplia, más resultados producirá. Aunque tiene como fin la captación de recursos, incluye la posibilidad de

discriminar entre los recursos que puedan presentarse. Su forma puede variar. Su capacidad y solidez proviene de la interrelación de las partes. Tiene ciertos mecanismos que regulan su dirección. Tiene formas de advertir su posición.

Desde la perspectiva psicosocial comunitaria las redes de organización comunitaria se definen como un entramado de relaciones que mantiene un flujo y reflujo constante de informaciones y mediaciones organizadas y establecidas en pro de un fin común: El desarrollo, fortalecimiento y alcance de metas específicas de una comunidad en un contexto particular. Los aspectos clave en esta definición son la complejidad de las relaciones (entramado), dada la diversidad de actores implícitos (diversidad de edades, género, formación), la multiplicidad de estilos para establecer y mantener dichas relaciones y la movilidad de los elementos o aspectos de intercambio en pro del

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objetivo previsto, vinculado al desarrollo comunitario. De allí se desprende una serie de características que en conjunto permite identificar los procesos de redes comunitarias dentro de la organización. Características de las redes comunitarias

Pluralidad y diversidad de miembros: Admiten, y además no pueden excluir, la presencia de grupos, personas u organizaciones provenientes de diferentes sectores de la comunidad o de otras localidades, que actúen en áreas y desde perspectivas distintas (cultura, deporte, religión, economía, educación, vecinal), siendo esto lo que determina la complementariedad de estas dimensiones orientadas hacia un fin común.

Multimodalidad o multidimensionalidad de la intervención: De la característica anterior surge una intervención de las redes comunitarias que integra y articula dimensiones, estrategias y visiones diversas dirigidas hacia una meta común, lo cual potencia y enriquece el trabajo comunitario.

Interrelación de todos los miembros: La red supone que todos los miembros que la componen manejan la misma información a través del flujo constante y rápido de intercambio que se establece entre ellos; en consecuencia, los aspectos particulares se comportan como parte de un todo organizado.

Dinámica de las relaciones: Lo anterior implica que los diferentes puntos de las redes están constantemente activados en la interconexión de unos con otros, estableciéndose un proceso de retroalimentación en las relaciones más que un continuum de transferencia de información, donde los elementos manejados son reflexionados, transformados y llevados a la práctica dentro de esta dinámica relacional.

Construcción colectiva: Dado el proceso dinámico de esta red, los productos que dentro de ella se manejan son el resultado de una labor conjunta, que supone la transmisión e intercambio de experiencias y conocimientos entre quienes forman parte de la red.

Interdependencia: Cada uno de los integrantes de la red establece una relación con los otros, reconociendo que tanto la participación de éstos como la suya es importante para la acción y la toma de decisiones, mas no indispensable. Ninguna parte de la red es imprescindible para su funcionamiento, todas son necesarias. Entonces, no debe haber ni dependencia ni autosuficiencia excluyente en las relaciones en red, sino una franca interdependencia entre todos los actores.

Participación y compromiso: No es posible ser parte de la red sin involucrarse en el proceso de organización, cumpliendo con ciertas responsabilidades que permitan dar respuesta a los objetivos propuestos. No obstante, esta implicación puede darse de distintas maneras y con un mayor o menor compromiso según el momento y el objetivo de la red. Desde esta perspectiva, esta condición en vez de debilitar la estructura permite fortalecerla en la medida en que se aprovechan los diferentes recursos con los que cuenta la comunidad. Esto además trasciende el

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sistema del grupo de trabajo en el cual la distribución de la responsabilidad tiene carácter de equidad. La dinámica de la red permite entonces que los niveles de participación y de compromiso cobren importancia en su estructura, manteniendo la flexibilidad y movilidad de la participación. Esto es importante puesto que en algunas situaciones pueden concentrarse más responsabilidades en uno o varios puntos de la red, que constituyen los nodos de ésta y, paralelamente, en otras oportunidades pueden recaer sobre diferentes sectores de la red, sin que ello altere su proceso. Esto permite adecuar los ritmos personales, grupales y colectivos dentro de la vida cotidiana, ya que la red de algún modo es un reflejo de la dinámica cotidiana de la comunidad.

Diversidad y particularidad, divergencia y convergencia: Dentro de las redes conviven varios intereses particulares, personales, grupales, institucionales, dada la pluralidad de áreas y perspectivas que en ella confluyen, así como la heterogeneidad de grupos de edad que la componen. Así, confluyen objetivos, necesidades y modos de acción que pueden ser divergentes, y a la vez, converger en relación con una misma finalidad: El fortalecimiento y desarrollo de la comunidad. En este sentido, se hace necesario equilibrar estas fuerzas aprovechándolas como potencial tanto para los investigadores externos como para la comunidad.

Puntos de tensión y negociación: La variedad de motivaciones y estilos de los actores involucrados produce ciertos momentos de tensión interna en las relaciones de la red, los cuales pueden asumirse como modos de fortalecimiento, estableciendo mecanismos de negociación en los que todos sean beneficiados por la meta común. Este proceso de negociación permite organizar los intereses particulares y los colectivos, distribuyendo las responsabilidades de acuerdo con estos últimos. De esta manera se constituye en un canal efectivo para la optimización del trabajo comunitario. Cuanto más madura es la red comunitaria, con mayor facilidad establecerá los mecanismos de negociación.

Construcción y reconstrucción: La red no permanece siempre idéntica; constantemente pueden salir o entrar miembros a ella, a la vez que cambiar de posición en el proceso de relación y ejecución de las tareas. Igualmente, las relaciones pueden cambiar de estilo en un momento dado y modificar las estrategias de acción. Por ello, la red está en permanente transformación, incluso de su intensidad y periodicidad de activación.

Intercambio de experiencias, informaciones y servicios: La riqueza de la red está dada por la cantidad de recursos, informaciones y servicios con que se cuenta para el desarrollo de las acciones, lo cual se evalúa permanentemente en la medida en que los miembros pueden compartir sus logros y sus limitaciones en su desempeño particular.

Cogestión: La red supone que los diferentes entes involucrados mantienen una relación de colaboración y cooperación permanente para el desarrollo de las acciones conjuntas y particulares, que les permite reconocer su

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propio aporte y el de los demás para el logro efectivo y exitoso de las metas planteadas.

Democratización de conocimientos y poder compartido: Dentro de la red, los participantes ponen sus recursos internos al servicio propio y de los demás, a la vez que se enriquecen con los ofrecidos por los otros, siendo todos útiles para alcanzar los objetivos de la red. Para ello es necesario tener una visión diferente del poder, que implica asumirlo como capacidad para el desempeño de las tareas y responsabilidades en relación y no como un objeto o cosa que pertenece a alguien en particular. De este modo, los recursos compartidos en la red hacen que el poder se encuentre en todos y cada uno de sus puntos.

Afectividad, filiación y solidaridad: Toda red comunitaria supone la identificación de los miembros con sus acciones y objetivos, así como con los otros actores sociales que comparten el espacio y el sentido de la relación. En este sentido, la necesidad de socializar y compartir entre los involucrados se hace presente como característica del proceso de relación en red, a través del cual se auspicia la inclusión de nuevos miembros por vía de la afiliación con los ya pertenecientes a ella. En muchos momentos, los vínculos afectivos y de vecindad entre las personas de una comunidad dan inicio a los procesos de redes.

Flexibilidad: Sobre este aspecto las autoras citan a Itriago e Itriago (2000: 89), quienes consideran que la flexibilidad “es un factor de aglutinación, pues la rigidez de principios o de estructuras, en el fondo constituye una restricción o exclusión. Mientras más flexible sea una red, mayores serán sus posibilidades de crecimiento. No obstante, la flexibilidad no puede llegar al extremo de difuminar los objetivos de la red. La red tiene que tener un norte, claro y objetivo, que sea a su vez el polo de atracción y congregación”. Y esto es así puesto que, si la informalidad es una constante, la red podría transformarse en un conjunto de relaciones desarticuladas; pero si la informalidad es una constante, la red podría transformarse en un conjunto de relaciones desarticuladas; pero si se cristaliza como estructura, se convierte en una institución que puede romper con la dinámica cotidiana de las relaciones y producir desmotivación o temor al compromiso en muchos de sus miembros. A esto se suma, como lo reportan algunas experiencias comunitarias, la pérdida de objetivos emergentes en beneficio de la comunidad, pues comienzan a demandarse objetivos y metas propios para la red, así como una organización de cargos o comisiones para su funcionamiento permanente. Itriago e Itriago (2000: 89) al referirse a la flexibilidad de las redes plantean que “la rigidez en poco tiempo haría a la red apartarse o separarse de la realidad social y la condenaría al fracaso más absoluto […] tornándolas en estructuras obsoletas que en lugar de promover el desarrollo social se constituyen en lastres para el mismo”.

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Cada una de las características presentadas se da de manera particular en cada red comunitaria, ya que la estructura y funcionamiento de cada una de ellas es única y está determinada por la historia de la localidad y de los actores involucrados en ella. Funciones de las redes comunitarias

Permitir el desarrollo de las relaciones informales propicias para la integración social (Sluzki, 1996).

Aceptar “la diversidad y el respeto por el otro, a la vez que buscan el consenso sobre ciertos objetivos comunes”. Reconocimiento de la legitimidad del otro (Morillo de Hidalgo, 2000: 11).

Permitir, fomentar, fortalecer, canalizar la participación social. Aceptar y aprovechar el valor constructivo de los conflictos. Usar la

negociación como instrumento para lograr metas incorporando la diversidad.

Abrir espacios a la creatividad e innovaciones (Morillo de Hidalgo, 2000). Responder a necesidades con una orientación que busca solucionar

problemas y producir recursos o mejorar su utilización. Difundir la información y el conocimiento producido en la comunidad. Movilizar a la comunidad, incorporándola a la solución de conflictos. Generar procesos de problematización, desideologización,

desnaturalización y concientización al ser un espacio reflexivo. A través de las redes, cada cantidad que forma parte de ellas puede

“concentrarse en aquello que es su misión específica delegando en otra aquellas funciones que son parte esencial de su contenido institucional. De este modo aumentará su eficiencia y su eficacia en el logro de las metas y objetivos que se propone alcanzar” (Morillo de Hidalgo, 2000: 14).

Para comprender el funcionamiento de una red, esta no se debe asumir como un grupo u organización ni un conjunto de personas aisladas. Las características descritas anteriormente permiten reconocer que una red no es un área específica que une a los entes involucrados en ella, los cuales además no son homogéneos, como ocurre a veces en algunos grupos. Igualmente, la distribución de responsabilidades y roles está menos preestablecida en las redes que en los grupos y las instituciones. Finalmente, a diferencia sobre todo de las instituciones, la estructura de funcionamiento de las redes tiende hacia la horizontalidad, no a la verticalidad. Si bien habrá otras diferencias entre ese tipo de agrupaciones y las redes comunitarias, encontramos que los tiempos para activar las conexiones, la diversidad de los miembros y, en general, la flexibilidad de los diferentes aspectos que dentro de ella se generan, son los aspectos principales que distinguen a una red comunitaria de un grupo o institución.

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Preguntarse cómo se dan y cómo se consolidan las redes comunitarias es tarea difícil. No se sabe con precisión cuándo se crean ni quién las inicia, porque en el momento en que se detectan por lo general ya están funcionando. Esto ocurre porque las relaciones comunitarias suelen preexistir a la actividad de intervención o investigación e implican a personas, familias y grupos, quienes en su quehacer cotidiano pueden, de modo espontáneo, en algún momento, articular en una red sus relaciones en torno del trabajo comunitario. Al respecto, (Morillo de Hidalgo, 2000: 11) considera que “es evidente que las redes sociales preexisten en muchos casos a la intervención y lo que ésta hace es revelar, o mejor aún „develar‟ su existencia reconociéndolas y haciendo a sus integrantes conscientes de ellas y de sus potencialidades de acción”. En consecuencia, parte de la labor en el trabajo psicosocial comunitario es evidenciar la presencia y la estructura de estas redes para que sean potenciadas dentro del trabajo comunitario. Sería interesante, entonces, precisar en las comunidades qué tipo de actores son clave en la articulación de una red. En tal sentido, se adelanta como hipótesis la importancia que las mujeres, los niños y los adolescentes tienen en esa labor, dada su permanencia en la comunidad y su facilidad para establecer vínculos de vecindad, afecto y camaradería. Otro de los aspectos importantes en el funcionamiento de las redes comunitarias es considerar que ellas tienen un ritmo propio, que responde a las características de la comunidad, a la historia de los actores sociales, a las circunstancias del contexto y del momento y al estilo del trabajo comunitario que éstas tengan. Asimismo, será variable la intensidad y frecuencia de las relaciones entre los diferentes nodos de la red, es decir, los diferentes puntos en los cuales se ubican líderes o personas con capacidades específicas o que presentan dificultades peculiares. Esas relaciones pueden cambiar en todos los puntos o ser diferentes en algunos respecto de los otros. Es decir, algunos grupos dentro de la red pueden tener mayor identificación entre sí y por ello mantener relaciones más intensas y frecuentes sin que ello afecte la dinámica de la red. En este mismo orden de ideas, es común la presencia de varias redes menores dentro de una más amplia, ya que cada miembro de ésta puede pertenecer a otras redes que en un momento dado pueden vincularse con los objetivos, estrategias y metas de la red mayor. 2.3.3 Tipos de redes A continuación se presenta una clasificación de redes propuesta por las autoras, las cuales no son excluyentes entre sí, sino que se entrecruzan y combinan, complementándose:

1. Un primer criterio concierne a los actores involucrados en el proceso. De acuerdo con este, las redes pueden ser interpersonales, intergrupales, interinstitucionales y combinadas.

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Las redes interpersonales son aquellas que se establecen entre diferentes miembros de la comunidad no adscritos a ningún grupo organizado de ésta y con perspectivas y áreas diferentes para el abordaje del trabajo comunitario. Las redes intergrupales, por su parte, están constituidas por diferentes grupos organizados de la comunidad o externos a esta. Las redes interinstitucionales están conformadas por varias instituciones que se unen para trabajar en torno de un fin común en el campo comunitario. Finalmente, las combinadas incorporan actores sociales de cualquiera de las entidades antes mencionadas, lo cual es el estilo más frecuente en las redes comunitarias.

2. Según el ámbito que abarcan las redes, pueden ser intracomunitarias o intercomunitarias. Las redes intracomunitarias son las que se establecen internamente dentro de una comunidad. A su vez, las intercomunitarias se refieren a las conexiones entre entes pertenecientes a dos o más comunidades. Las primeras promueven la articulación local y las segundas van construyendo el tejido social para fortalecer la sociedad civil, por lo que son de mayor alcance. De esta manera, el trabajo comunitario trasciende el espacio de lo local para incorporarse al de la ciudadanía. Es entonces deseable para la organización comunitaria que este tipo de redes coexistan, por cuanto se fortalecen ellas y sus integrantes al producirse intercambios entre contextos similares que mantienen sus particularidades, a la vez que se van consolidando los espacios para el ejercicio de la ciudadanía.

3. De acuerdo con su funcionamiento, las redes pueden ser circunstanciales o estables. Las redes circunstanciales son aquellas que se activan en un momento particular para solventar una situación específica y que desaparecen una vez resuelta esa situación y habiendo cumplido su cometido. Tal es el caso de las redes solidarias para ayudar a algún vecino en una situación problemática (muerte o enfermedad de algún familiar, circunstancias de robo o asalto), o el caso de los problemas colectivos (suspensión de un servicio público), que llevan a los vecinos a establecer redes momentáneas para resolver las circunstancias adversas. Las redes estables, por su parte, son las que mantienen los mecanismos de relación e intercambio de manera permanente y que se activan con frecuencia, ya sea para situaciones emergentes o para ejecutar proyectos conjuntos que favorezcan el desarrollo comunitario.

4. De acuerdo con su reconocimiento, las redes pueden ser visibles o invisibles. Esta clasificación obedece al hecho de que las comunidades comúnmente funcionan en red sin tomar conciencia de ello, lo cual no les permite potenciar al máximo la multiplicidad de relaciones establecidas y los mecanismos y recursos para la solución de los problemas. En ese caso se trata de redes invisibles tanto para los miembros de la comunidad como

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para los agentes externos a ellas. Mientras que en otros casos existen redes comunitarias reconocidas por sus miembros, por el resto de la comunidad e identificables fácilmente por agentes externos a estas comunidades.

5. De acuerdo con su estructura, las redes pueden ser espontáneas o bien estructuradas o institucionalizadas. Las redes espontáneas son aquellas de carácter flexible e inductivo en las que las relaciones entre los actores se establecen de modo natural o inestructurado, en el espacio de la cotidianidad. Es decir, no necesariamente a través de las reuniones formales sino de intercambios en el quehacer de unos y otros. En la mayoría de los casos se activan cuando es necesario dar respuesta a una situación u organizar una actividad, aun cuando se mantienen en contacto permanente. La frecuencia de activación le otorga carácter de perdurabilidad a esta red. Las redes estructuradas o institucionalizadas son de carácter formal y deductivo, pues su estructura y organización están establecidas, ya sea previamente o luego de iniciado su funcionamiento. Estas redes precisan elementos tales como representantes de cada organización, roles de cada miembro, días de encuentro y periodicidad de las reuniones, entre otros.

Estos diferentes tipos de red no son excluyentes, aunque no necesariamente aparecen en conjunción sino que pueden encontrarse de modo separado. En los procesos de constitución de redes comunitarias, lo más frecuente y deseable es que se organicen redes que muestren características de uno y otro extremo, es decir, que se ubiquen hacia el centro de esas bipolaridades descritas, según las circunstancias. Procesos psicosociales que obstaculizan o desvirtúan el proceso de las redes comunitarias Si bien las redes tienen grandes virtudes para la organización comunitaria y para el sostenimiento de la tarama social, no están exentas de problemas que es bueno señalar:

Los líderes autosuficientes y egocéntricos, que asumen como una cuestión personal el imperativo de dar solución a los problemas comunitarios y establecen de modo unidireccional las relaciones con todos los puntos de la red, sin permitir intercambio fluido entre ellos. Aun cuando pueden ser individualmente efectivos, no facilitan la participación del resto de los actores sociales y terminan bloqueando esfuerzos y demorando las soluciones deseadas.

La desconfianza. Si se asume que la confianza es el deseo y la disposición para entablar y sostener una relación de intercambio recíproco entre dos personas en un plano de igualdad y sin mediación de segundas intenciones atribuidas por una parte de la relación a la otra, el que algunos miembros de

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la red desconfíen de la capacidad de los otros para responder adecuadamente a las demandas, sobrecarga algunos puntos de la red y debilita otros. Esto quiebra la posibilidad de intercambio y, en consecuencia, obstaculiza el proceso de red y el alcance de sus objetivos.

Las relaciones adversas entre vecinos o compañeros, en general miembros de la red, y las luchas de poder entre organizaciones y agrupaciones comunitarias imposibilitan los espacios de intercambio y fomentan, por el contrario, las críticas, el protagonismo y la desconfianza.

La desesperanza aprendida y los fracasos continuos hacen que los miembros de la comunidad estén convencidos de que no existen estrategias que permitan alcanzar logros en su comunidad.

La rigidez del pensamiento organizativo. Muchas comunidades han centrado durante años su trabajo comunitario en la presencia de líderes capaces de resolver las dificultades de la comunidad, con un mínimo de participación de los demás miembros de la comunidad. De esa manera han centrado la acción en los líderes y han naturalizado esa circunstancia. Esto produce aislamiento y separación, exactamente lo contrario de lo que se necesita para formar u mantener una red. Así se dificulta la asunción de nuevos modos de intercambio que favorezcan la optimización de los recursos, tal como lo hacen las redes comunitarias.

Procesos psicosociales que potencian las redes comunitarias o ventajas/beneficios de las redes comunitarias La psicología social comunitaria ha estudiado los procesos que permiten la formación exitosa de redes y que pueden fortalecer su actividad. Esos procesos son los siguientes:

1. Irradiación y extensión del trabajo comunitario con mayor efectividad hacia fuera y hacia adentro de la comunidad

2. Maximización de los procesos de socialización de la información (dabas, 1993).

3. Favorecimiento de la inclusión social, el respeto del otro y de otras maneras de pensar, así como la apertura hacia nuevas ideas y nuevas soluciones.

4. Disipación del temor al compromiso, porque es posible y útil participar de diferentes maneras y a través de diferentes puntos de conexión, y porque al introducir elementos de afectividad y contacto directo entre los miembros de la red se facilita el entusiasmo por la tarea y los fines a alcanzar.

5. Potenciación, fortalecimiento y aprovechamiento de recursos materiales y humanos.

6. Mejor distribución de responsabilidades, estrategias y tareas. 7. Unificación de objetivos e intercambio de vivencias comunes y no comunes

(cultura, espacio físico, problemas, condiciones de vida).

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8. No multiplicación de esfuerzos innecesarios al canalizar las ofertas de colaboración.

9. Refuerzo de la identidad individual, familiar, grupal, comunitaria y ciudadana, a partir del encuentro de intereses comunes, particulares y aun internamente divergentes.

10. Apertura de un espacio de evaluación intergrupal a partir de la retroalimentación de las experiencias.

11. Rescate de la cotidianidad como potencial para la acción comunitaria, en la medida en que se toman en cuenta los espacios y las relaciones cotidianos de las personas, las estrategias de vinculación y el desarrollo de alternativas de acciones a partir de las situaciones de la vida diaria.

12. Mayor convocatoria en la comunidad, a través de la diversidad de puntos de la red.

13. Impulso de la participación y el protagonismo de mayor número de actores o grupos sociales, descentralizado el poder.

14. “La red se convierte en una alternativa de desarrollo comunitario cuando en cada uno de los actores implicados se producen cambios en los niveles de las condiciones materiales de existencia y de la construcción subjetiva de la realidad” (Fernández, 1995:400)

15. Estímulo a la articulación social y la construcción de ciudadanía, al permitir la unificación de criterios y el intercambio de recursos de diferentes sectores y localidades de la sociedad con metas comunes. Posibilita la construcción y reconstrucción del entramado social (Morillo de Hidalgo, 2000).

16. En un plano extracomunitario, pero que a la vez se relaciona con los procesos comunitarios, las redes pueden atender necesidades claramente identificas no sólo por las comunidades sino por las ONG que prestan sus servicios en ese campo. En tal sentido, esto puede producir “una experiencia de democracia interna” (Orellana, 2000:19)

17. Procesos y ámbito de reflexión sobre lo grupal, lo comunitario, lo instituido, la estructura organizativa y lo social, lo cual nuevamente nos lleva al proceso de concientización.

2.3.4 El apoyo social en la intervención social y comunitaria Para abordar el apoyo social se han seleccionado los aportes de Gracia66, quien considera que una reacción humana natural ante situaciones de peligro, ante el temor, la ansiedad o el estrés es la búsqueda de la proximidad de otra persona, de sus palabras, de su contacto físico. Una tendencia que el ser humano comparte con otras especies y que, desde el punto de vista funcional, es de gran importancia para la salud, el ajuste y el bienestar. Esa tendencia de buscar la

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GRACIA FUSTER, Enrique. (1997). El apoyo social en la intervención comunitaria. España: Paidós.

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compañía de otras personas de buscar el apoyo de otras personas, en particular ante situaciones estresantes, acompaña al ser humano a lo largo de su ciclo vital. Decía Sydney Cobb (1976) que el apoyo social comienza en el útero. Su desarrollo se produce durante la infancia a través de las relaciones con los padres y continúa, a lo largo del ciclo vital, con la incorporación de otros familiares, amigos, miembros de la comunidad, compañeros de trabajo y, a veces, miembros de las profesionales de ayuda. Un hecho que Bowlby (1969) describía en los siguientes términos. “Que la conducta de apego en la vida adulta es la continuación directa de la conducta de apego durante la infancia se demuestra en las circunstancias que llevan a la pronta manifestación de la conducta de apego del adulto. En la enfermedad, ante la calamidad, el peligro súbito o el desastre, una persona buscará, con casi toda certeza, la proximidad de otra persona conocida y en la que se confía. En tales circunstancias, el incremento de la conducta de apego se considera por todos como natural….considerar esa conducta como regresiva es ciertamente ignorar el rol vital que desempeña en la vida de una persona desde la cuna hasta la tumba”. La psicología social proporciona un estudio clásica que ilustra no sólo esa tendencia de buscar la compañía de otras personas en situaciones de temor o ansiedad, sino también los efectos que esta compañía tiene en el ajuste a situaciones estresantes. Se trata de los estudios sobre la afiliación desarrollados por Schachter en 1959. A partir de estudios y experiencias que describian cómo después de períodos prolongados de aislamiento las personas experimentaban con frecuencia síntomas importantes de ansiedad y otras sintomatologías (por ejemplo, Byrd, 1938; Lilly, 1956), Schachter se proponía comprobar si lo contraio era cierto, esto es, que la compañía de otras personas reducía los niveles de ansiedad. (Baron y otros, 1992). En sus experimentos, hacía creer a un grupo de estudiantes que iban a recibir un shock eléctrico para después evaluar la medida en que se buscaba la compañía de otros estudiantes. A un grupo de estudiantes se les decía que el shock iba a ser doloroso (condición de elevada ansiedad) y a otros que no dolería en absoluto (condición de baja ansiedad). También se les daba la opción de esperar solo o en compañía de otras personas. Una vez realizada esta elección finalizaba el experimento. Tal y como había predicho Schachter, más del 60% de la personas en la condición de elevada ansiedad buscaron la compañía de otros durante la espera, mientras que en la condición de baja ansiedad este porcentaje se reducía en un 33%. Schachter también observó, en una variación del experimento en la que habían otros estudiantes en la sala de espera que no participaban en el estudio,, que los estudiantes a los que se les había dicho que iban a recibir un shock buscaban la compañía de otros que se encontraban en la misma situación. Schachter propuso que este deseo de buscar la compañía de otras personas en situaciones de temor o ansiedad era debido, al menos en parte, a la necesidad de establecer un proceso de comparación social (Festinger, 1954) a través del cual se puede obtener información acerca de la situación estresante (lo que permite reducir la incertidumbre) y validar las propias reacciones (comparando sentimiento y conductas). Esa busca de información, la

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necesidad de validar las propias experiencias y reacciones, y la necesidad de establecer un proceso de comparación social con las personas que comparten una misma situación o problemática son, por ejemplo, elementos característicos de los grupos de autoayuda. Cassel y Cobb propusieron que el apoyo social protege a las personas de las consecuencias negativas, físicas y psicológicas, de los sucesos vitales estresantes. Para Caplan un sistema de apoyo implicaba un patrón duradero de vínculos sociales continuos o intermitentes que desempeñan una parte significativa en el mantenimiento de la integridad física y psicológica de la persona al promover el dominio emocional, al proporcionar orientación cognitiva y consejo, al proveer ayuda y recursos materiales, y al proporcionar feedback acerca de la propia identidad y desempeño. Desde entonces, la influencia del apoyo social en la salud y el ajuste psicológico y social ha despertado el interés de disciplinas como la psicología, la epidemiología, el trabajo social, la sociología o la psiquiatría social, así como de profesionales y responsables de la salud pública y de la intervención social, produciéndose una convergencia de ideas, resultados de investigación y nuevas formas de entender la provisión de ayuda que son indicativas de la importancia que ha adquirido este constructor. La definición del apoyo social El estudio del constructor del apoyo social, es ampliamente aceptada la distinción entre una perspectiva cuantitativa o estructural y una perspectiva cualitativa o funcional, la diferenciación entre la percepción y recepción del apoyo social, y las distintas fuentes o contextos donde se produce o puede producirse el apoyo social. Desde una perspectiva estructural se enfatiza la importancia de las características de las redes sociales y de las condiciones objetivas que rodean al proceso de apoyo social. Desde el punto de visa, el interés se centra en los elementos más identificables y objetivos de la red de relaciones sociales de una persona. Es importante distinguir aquí entre los términos red social, apoyo social y red de apoyo. La red social hace referencia a las características estructurales de las relaciones sociales, mientras que el concepto de apoyo social hace referencia a las funciones que desempeña esa red y a sus posibles efectos en el bienestar individual. Por otra parte, mientras que el concepto de red social se refiere al conjunto de relaciones sociales, el concepto de red de apoyo, más restringido, hace referencia al subconjunto de esas relaciones que se desempeñan funciones de apoyo. Existe un amplio acuerdo entre los investigadores en distinguir al menos tres funciones fundamentales del apoyo social: el apoyo emocional, el apoyo

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instrumental y el apoyo informal. Otros autores incluyen, además, otras funciones como el apoyo de estima, apoyo de evaluación (afirmaron o feedback), compañía social o la oportunidad que nos ofrecen las relaciones sociales para ser capaces de proporcionar apoyo a otros (Weiss, 1974). No obstante, este conjunto de funciones puede agruparse en dos dimensiones propuestas por Lin (1986): funciones instrumentales y funciones expresivas del apoyo social. La dimensión instrumental se refiere a la medida en que las relaciones sociales son un medio para conseguir objetillos o metas. La dimensión expresiva hace referencia a las relaciones sociales tanto como un fin en sí mismas, como un medio pro las que el individuo satisface necesidades emocionales y afiliativas, tales como sentirse amado, compartir sentimientos o problemas emocionales, sentirse valorado y aceptado por los demás, o resolver frustraciones. Finalmente, diversos autores, aunque con diversas denominaciones, han coincidido en establecer tres fuentes o contextos principales donde tiene lugar el apoyo social. El más externo y general de ellos consiste en las relaciones que se establecen con la comunidad y reflejaría la integración en la estructura social más amplia. Constituyendo un indicador del sentido de pertenencia a una comunidad. El siguiente estrato, más cercano al individuo, consiste en las redes sociales a través de las cuales se accede directa e indirectamente a un número relativamente amplio de personas, proporcionan al individuo un sentimiento de vinculación, de significado o impacto. Finalmente, las relaciones íntimas y de confianza constituyen para el individuo el último y más central y significativo de los estratos o categorías de relaciones sociales propuestas. Esta clase de relaciones implican un sentimiento de compromiso. Efectos del apoyo social en la salud y el bienestar Los estudios que han relacionado la carencia del apoyo social y el aislamiento social con la mortalidad constituyen la evidencia más dramática acerca de la relación entre el apoyo social y la salud. Los estudios epidemiológicos prospectivos sobre la relación entre el aislamiento social y los índices de mortalidad que se iniciaron a mediados de los años 60 se encuentran entre los más conocidos y citados. Uno de estos estudios fue complementado por Berkman y Syme en Oakland, California. En este estudio más de 4000 personas fueron clasificadas de acuerdo con su nivel de apoyo social, evaluando en términos de su estatus marital, pertenencia a clubes y grupos religiosos y la cantidad de contactos con amigos y familiares. Además se controlaron variables tales como el estatus socioeconómico, la obesidad, ejercicio físico, tabaquismo, uso de alcohol, etc.

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Después de un seguimiento de nueve años los resultados obtenidos indicaban que los varones con niveles más bajos de apoyo social tenían una probabilidad de morir durante ese periodo 2,3 veces más elevada que otras personas con niveles mayores de apoyo social. Para las mujeres con carencias de apoyo social la desventaja era de 2,8. Pero además, lo que confiere una mayor solidez y credibilidad a este estudio, es el hecho de que sus resultados han sido en EUA sino también en otros países como Suecia o Finlandia (House y otros, 1998). Por ejemplo en Suecia los varones con niveles más bajos de apoyo social tenían tasas de mortalidad cuatro veces mayores a las de aquellos con niveles altos de apoyo (Baron y otros, 1992). El interés por el estudio del apoyo social se despierta fundamentalmente por la asociación positiva entré esta variable e índices de salud, asociación repetidamente observada y que se ha reflejado en un abundantísmo número de trabajos de investigación y revisiones que dejan pocas dudas con respecto a la importante asociación entre la percepción de apoyo social, la salud y el ajuste psicosocial. Como ha señalado Cameron (1990), aunque la mayoría de las investigaciones son de naturaleza correlacional y no pueden legítimamente utilizarse para establecer relaciones casuales, siguen constituyendo una excelente razón empírica para creer en la importancia de las relaciones sociales de apoyo. Así, por ejemplo, se han observado relaciones entre el apoyo social y variables en los siguientes ámbitos de salud y el ajuste psicosocial: 1. Se ha observado repetidamente que existe una relación positiva entre el apoyo social y la salud física (por ejemplo, menos incidencia de enfermedades coronarias, menores complicaciones en el embarazo, menor número de ataques de asma, etc.). 2. El acceso a relaciones íntimas o redes sociales positivas se ha asociado con el bienestar psicológico y la ausencia de depresión. 3. El apoyo social modera los efectos negativos del estrés laboral y el desempleo 4. El aislamiento social se ha identificado repetidamente como un correlato o factor de riesgo del maltrato infantil y de la retirada del menor del hogar 5. El acceso a una red social positiva ha demostrado ser un mejor preeditor del éxito en la integración comunitaria que otros tratamientos para pacientes mentales, menores en centros de tratamiento residenciales y para la vuelta del delincuente juvenil a la comunidad. 6. El entrenamiento en habilidades ha demostrado ser relativamente inefectivo para influir en conductas arraigadas en madres con pobres ingresos y pacientes

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mentales a menos que se utilice al mismo tiempo una estrategia interventiva que trate de vincular a esas personas en una red de contactos sociales positivos. 7. Es más improbable para las personas que han sido maltratadas en su infancia pero que poseen una red social fuerte y activa repetir los malos tratos con sus propios hijos. 8. La disponibilidad para una persona que ha perdido a su pareja de una red social compuesta por personas que han sido capaces de superar un mismo suceso vital proporciona tanto fortaleza como un modelo para afrontar la pérdida. 9. Las personas de la tercera edad que no están vinculadas a una red informal de apoyo, tienden a utilizar con mayor frecuencia los servicios formales, el bienestar personal tiende a reducirse y la probabilidad de ser institucionales se incrementa. Si se considera la creciente evidencia empírica acerca de la importancia del apoyo social como un recurso con un poderoso potencial para la prevención y mejora del bienestar físico y psicosocial, es comprensible que la atención de los investigadores se dirija cada vez más a las posibles aplicaciones prácticas de ese conocimiento. Los ejemplos anteriores no sólo subrayan la importancia que las relaciones sociales de apoyo y la integración social tiene en la salud física y mental y en el ajuste social, sino que sugieren una nueva forma de entender la intervención social en la que los recursos sociales del entorno natural pueden desempeñar un rol fundamental en el logro de los objetivos de la intervención. El redescubrimiento de la importancia de las redes informales de apoyo social Como se ha podido comprobar, con el ímpetu que adquiere la investigación en el ámbito del apoyo social desde los años 70 se produce un continuo redescubrimiento del valor de las redes informales de apoyo y de la integración social de la persona en su comunidad, desmitificando la creencia de que las grandes estructuras y organizaciones formales en la sociedad moderna han llevado al declive del rol que desempeñan los grupos primarios (familia, amigos, vecinos, comunidad, etc.). En este proceso de redescubrimiento de la importancia de las redes naturales de apoyo en la comunidad desempeñarán un papel especialmente relevante diversos trabajos de investigación que contribuirían a la consolidación del movimiento de la salud mental comunitaria (Gottlieb, 1981). Uno de los precedentes más relevantes fue una encuesta nacional llevada a cabo a fines de los años 50 en los Estados Unidos (Joint Comisión on Mental Illness and Health, 1961) con el objetivo de examinar las actitudes del público hacia la enfermedad mental y los pasos que las personas tomaban para resolver sus problemas. Los resultados de este estudio indicaron que sólo una pequeña proporción de los problemas psicológicos, tal y como eran definidos por las personas, llegaban a los profesionales de la salud

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mental. En su lugar las personas acudían en busca de ayuda a miembros de la familia, amistades, vecinos, iglesia, etc. (Gurin y otros, 1960). Los resultados de encuestas similares (Roberts y otros, 1966; Ryan, q969) y los trabajos de autores como Dunham (1959) quien destacaría la importancia de los recursos informales de apoyo en la comunidad y los grupos de autoayuda en la reintegración del paciente mental en la comunidad, Duhl (1963) quien destacaría el rol de los cuidadores informales en la resolución de los problemas emocionales y en la reducción del estrés, así como de la importancia de ayudar a las personas a ayudar a otras, o Nelly (1966) quien destacaría el papel de los agentes urbanos (peluqueros, porteros, comerciantes, etc.) en el bienestar de la comunidad, despertarían un gran interés por el papel que la fuentes informales de apoyo desempeñan en el proceso de ajuste de los miembros de la comunidad. Trabajos que estimularían el desarrollo de nuevas iniciativas de prevención e intervención con el objetivo de optimizar la calidad de los recursos informales de apoyo en la comunidad. El apoyo como estrategia de intervención Ciertamente, no es muy amplio el espacio que se requiere para justificar la inclusión de un tópico como el apoyo social en el contexto de la intervención social y comunitaria. Al pensar, por ejemplo, en la creciente importancia que tópicos como “red de relaciones sociales”, “redes formales e informales de apoyo social” o “sistemas de apoyo comunitario” han adquirido en la programación y diseño de estrategias de intervención comunitaria, tanto como elementos imprescindibles en el análisis de necesidades y de los factores estructurales y procesos que generan y mantienen los problemas sociales, como recursos o técnicas de intervención social y comunitaria, a través de su estimulación, organización y desarrollo, con un gran potencial para promover el cambio hacia un mayor bienestar psicológico y social (Gracia y otros, 1991). Como señala Sánchez (1988), una idea directriz de la psicología comunitaria es que la desorganización y desintegración social y la disolución de redes de apoyo y de grupos sociales primarios (especialmente la familia) presente en las sociedades industriales y urbanas modernas son factores clave en la génesis de los problemas psicosociales actuales (drogodependencias, delincuencia, marginación, problemática familiar…). En este sentido, el restablecimiento del sentido de pertenencia grupal y comunitaria es parte esencial de numerosas estrategias de intervención comunitaria (Sarason, 1974). Desde esta perspectiva, la programación de “sistemas de apoyo comunitario” y el desarrollo y potenciación de “redes informales de apoyo” pueden considerarse intervenciones proveedoras de apoyo social decisivas para el ajuste psicológico y social del individuo, especialmente e aquellos grupos y comunidades más desasistidos, más deprivados y más alejados de los servicios sociales y de salud (Blanco, 1988). Benjamín Gottlieb (1988b) ha propuesto la siguiente definición de las intervenciones que incorporan el apoyo social: Esfuerzos por optimizar los

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recursos psicosociales de los individuos que proveen o reciben en el contexto de las relaciones con el grupo primario. Para Gottlieb (1992), las intervenciones basadas en el apoyo social, independientemente de la estrategia que se adopte, difieren de otro tipo de intervenciones puesto que su objetivo fundamental es la creación de un proceso de interacción con el entorno social que sea capaz de satisfacer las necesidades psicosociales de las personas. Estas intervenciones se concentran en las interacciones ya existentes o con otras que se introducen desde el exterior y se convierten temporal o permanentemente en relaciones significativas. Estas interacciones pueden ocurrir en situaciones cotidianas o en situaciones estresantes. En cualquier caso, el propósito de la intervención es la creación de un proceso de interacción que optimice el ajuste entre las necesidades psicosociales de la persona y las provisiones sociales y emocionales que se reciben (Gottlieb, 1992). De acuerdo con el análisis de este autor, las intervenciones basadas en el apoyo social, al contrario que los acercamientos psicoterapéuticos tradicionales, no tienen lugar a través de la interacción directa con un profesional u otra figura formal de ayuda. Es decir, los efectos beneficiosos de la intervención no proceden de las instrucciones o educación que provee el profesional o de su habilidad para crear condiciones que promueven la comprensión psicológica a través del diálogo o modelado con el profesional. Las intervenciones basadas en el apoyo social generalmente implican la interacción directa con el entorno social de la persona y sus efectos positivos son resultado de los recursos que se intercambian durante esta interacción. Estos recursos incluyen la información acerca del self y del entorno, así como la ayuda tangible, el cuidado, la compañía y el apoyo emocional. El rol del profesional, es por tanto, indirecto e involucra esfuerzos para ajustar los recursos del entorno social. Para Gottlieb las anteriores iniciativas de intervención conllevan tres actividades fundamentales: a) La creación de las condiciones que conduzcan a la expresión del apoyo necesitado, b) determinar si ese apoyo tiene lugar y c) la evaluación de su impacto. Finalmente, estas intervenciones pueden complementar otras intervenciones profesionales, ser parte de un programa más amplio de intervención o ser el objetivo único del programa. Siguiendo al autor, él ha desarrollado una tipología de intervenciones cuya organización se articula alrededor de distintos niveles de intervención: Individual, diádico, grupal, social y comunitario. En general, el objetivo de estas intervenciones es optimizar los recursos psicosociales que las personas intercambian en el contexto de las relaciones con los miembros del grupo social primario. Las variaciones en las estrategias de intervención para lograr este objetivo dependen de un amplio número de factores, entre los que se incluyen las exigencias de las situaciones, la estructura y recursos de los vínculos sociales, obstáculos prácticos que limitan los cambios en el entorno social y, no menos importante, las preferencias de los responsables de la intervención.

Nivel de intervención Ejemplos

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Individual Promoción de creencias acerca de la legitimidad y eficacia del Proveedor del apoyo apoyo social informal Promoción de estilos de afrontamiento que faciliten la movilización del apoyo social Receptor del apoyo Control de los niveles de ansiedad en los intercambios de apoyo Diádico Apoyo de un miembro Apoyo durante el proceso de cambio de hábitos de salud clave de la red social Apoyo durante el parto Promoción de estilos de afrontamiento que faciliten la movilización del apoyo social Introducción de un nuevo Visitas al hogar vínculo social Apoyo a madres solteras Terapia de compañía Grupal Apoyo de miembros de Promoción de la red de apoyo informal la red social Terapia de red Evaluación y desarrollo de redes de apoyo Crear un grupo Creación de grupos de apoyo nuevos vínculos sociales Programas de apoyo de la familia Programas de rehabilitación psicosocial Sistema social Definiciones de rol Ampliación del rol desempeñado Cambios estructurales Introducción de nuevas normas y organizacionales Introducción de nuevas estrategias de desarrollo organizacional que enfaticen la colaboración y la ayuda mutua Comunidad Campañas de educación pública Tabla 1. Apoyo social: estrategias y niveles de intervención (Gottlieb, 1988)

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2.3.5 Grupos de Autoayuda Continuando con Gracia67 fue durante los años 30 cuando tuvo lugar en los Estados Unidos lo que se ha considerado el desarrollo más importante en el movimiento actual de los grupos de autoayuda, la formación de Alcohólicos Anónimos, el primer grupo de autoayuda tal y como se entienden actualmente y que todavía constituye una organización para la ayuda mutua paradigmática. Como señala Katz (1993), después del “abuelo” de las organizaciones de autoayuda, Alcohólicos Anónimos, comenzaron a surgir grupos para padres con hijos discapacitados, personas con problemas de salud mental y con condiciones crónicas, a estos grupos siguieron la mirada de grupos con propósitos específicos con una continua proliferación durante los años sesenta, que continuó durante los setenta y ochenta y que, actualmente, todavía no existen signos de este ímpetu haya disminuido. De acuerdo con Lieberman y Borman (1976), existen diversos modelos explicativos de este desarrollo y crecimiento de los grupos de autoayuda. Desde un marco de referencia funcionalista, el surgimiento de nuevas instituciones en la sociedad es debido a que existen necesidades significativas y reconocidas entre los miembros de esa sociedad que no son satisfechas por las instituciones existentes (por ejemplo, respuestas profesionales inadecuadas en el tratamiento del alcoholismo o en la rehabilitación de personas con condiciones crónicas). Otro modelo explicativo considera a los grupos de autoayuda como vía alternativa para obtener servicios que también se encuentran disponibles en los programas de otras instituciones de la sociedad. Aquí el énfasis se encontraría no tanto en las necesidades insatisfechas o en los servicios inadecuados, como en la forma en que se ofrecen esos servicios (por ejemplo, las organizaciones representarían valores como la igualdad, la autonomía, la solidaridad, que no se encuentran en otros servicios). Otros puntos de vista consideran que el crecimiento y desarrollo de los grupos de autoayuda puede explicarse a partir de las necesidades individuales de afiliación y de constituir una comunidad con otras personas que se encuentran en condiciones similares (por ejemplo, en respuesta a los sentimientos de alienación que muchos encuentran en la sociedad actual, donde los lazos afiliativos tradicionales que podían encontrarse en diversas organizaciones sociales tienden a desaparecer). Aquí el énfasis se situaría no tanto en los servicios que estos grupos pueden prestar, sino en los sentimientos de afiliación e identidad que promueven. Por su parte, Gartner y Riessman (1977) aportan las siguientes razones que pueden explicar el crecimiento y mayor aceptación de los grupos de autoayuda: a) Estos grupos proveen servicios necesarios más económicamente que los acercamientos institucionales y profesionales tradicionales, b) la existencia de una creciente tendencia antiburocrática en la sociedad, c) el rol de estos grupos en la

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reducción de los sentimientos de alienación y en el incremento de los sentimientos de poder personal, d) su atractivo para un amplio número de poblaciones, mujeres, jóvenes, personas ancianas, personas con handicaps, etc. e) su efectividad como un recurso para el cuidado de personas con enfermedades crónicas, y f) sus esfuerzos por mejorar los distintos servicios institucionales que se consideran en muchos casos incapaces e inadecuados para satisfacer las necesidades de sus usuarios. Definición Dentro de las diversas definiciones que aporta la literatura sobre grupos de autoayuda, se destaca la propuesta por Katz y Bender (1976) por su grado de amplitud, la cual ha sido adoptada por la Organización Mundial de la Salud: “Los grupos de autoayuda son grupos pequeños y voluntarios estructurados para la ayuda mutua y la consecución de un propósito específico. Estos grupos están integrados habitualmente por iguales que se reúnen para ayudarse mutuamente en la satisfacción de una necesidad común, para superar un hándicap común o problemas que trastornan la vida cotidiana, y conseguir cambios sociales/o personales deseados. Los iniciadores y miembros de estos grupos perciben que sus necesidades no son o no pueden ser satisfechas por las instituciones sociales existentes. Los grupos de ayuda mutua enfatizan la interacción social cara a cara y la responsabilidad personal de sus miembros. Con frecuencia proporcionan ayuda material así como apoyo emocional; están orientados a la causa del problema y promueven una ideología o conjunto de valores a través de los cuales los miembros del grupo pueden obtener e incrementar un sentido de identidad personal”. Otra definición propuesta es que los grupos de autoayuda son grupos autogobernados cuyos miembros comparten una preocupación común y se dan mutuamente apoyo emocional y ayuda material, son gratuitos o se solicita una pequeña cuota para ser miembros, y se valora especialmente el conocimiento experiencial con la creencia de éste proporciona una especial compresión de una situación. Además de proveer apoyo mutuo para sus miembros, estos grupos pueden también involucrarse en actividades de información, educación, ayuda material y de acción social en sus comunidades (U.S. Department of Health and Human Services, 1987). Características de los grupos de autoayuda Aunque existe una gran variedad entre los grupos de autoayuda con respecto a los problemas que tratan, su formato, estilo, tipo de liderazgo, ideología, características organizativas, etc., en general todos comparten ciertas características comunes. Estas características comunes, como ha señalado Silverman (1980), no son el producto de la teoría o ideología de un grupo particular, del tipo de problema o del estilo de liderazgo, sino que son condiciones

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intrínsecas de los grupos pequeños que adquieren un carácter más pronunciado en grupos cuyos miembros se encuentran afectados por estados de necesidad similares, desean compartir diversos aspectos personales y unir sus esfuerzos contra un mundo externo que, con frecuencia, se percibe como hostil. Marie Killilea (1976) citada por Gracia68, identificó las siguientes características de los grupos de autoayuda:

1. Experiencias comunes de sus miembros. El proveedor y el receptor de la ayuda comparten un mismo problema.

2. Ayuda mutua y apoyo. La persona es un miembro de un grupo que se reúne regularmente con el objetivo de proveer ayuda mutua.

3. La ayuda como terapia. En una situación en la que una persona ayuda a otras con un problema común, quien proporciona ayuda puede ser quien más se beneficie de ese intercambio.

4. Asociación diferencial. El refuerzo de la autopercepción de normalidad facilita el abandono de los miembros de los grupos de sus identidades desviantes previas.

5. Creencias y fuerza de voluntad colectivas. Se busca en otras personas del grupo la validación de los sentimientos y actitudes.

6. Intercambio de información. Se promueve una comprensión factual de los problemas, en lugar de la comprensión intrapsíquica.

7. Acción constructiva hacia metas compartidas. Los grupos están orientados hacia la acción, los miembros aprenden y cambian mediante la acción.

A continuación se analizan con mayor detenimiento las características más relevantes de los grupos de autoayuda. La experiencia común de los miembros del grupo La experiencia común es el concepto fundamental que distingue la experiencia de la ayuda mutua de otros intercambios de ayuda (Silverman, 1980). Un aspecto crítico de la ayuda mutua consiste en aprender cómo otra persona maneja un problema determinado, aprendizaje que es posible cuando la persona encuentra en le grupo de autoayuda a otra persona que comparte el mismo problema con la que el nuevo miembro puede identificarse y donde puede encontrar un modelo de rol (Silverman, 1992). Para Romeder (1990), una característica de los grupos de autoayuda relacionada con la experiencia común que los miembros tienen con respecto a un problema en particular es lo que este autor ha denominado “resonancia”. En estos grupos la ayuda mutua surge no sólo de la experiencia común de un mismo problema o sufrimiento, sino también de los sentimientos similares acerca de ese sufrimiento. La resonancia se refiere a esa experiencia común de sentimientos recíprocos. Esta homogeneidad tiene también una función

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psicológica relevante: La mejora de la empatía, un sentido de simetría y la voluntad de revelar sentimientos personales profundos (Jacobs y Goodman, 1989). Apoyo emocional Las personas con problemas tienden a sentirse aislada y confundidas y, en este sentido, puede servir de ayuda hablar acerca de esos problemas con otras personas que se encuentran en el mismo “barco”. El apoyo emocional que se encuentra en estos grupos puede ayudar a la persona bien a ajustarse a la situación o a cambiar esa situación (Richardson, 1983). La ayuda y apoyo emocional de otras personas con problemas similares es uno de los principales atractivos de los grupos de autoayuda. Los siguientes aspectos expresan apoyo emocional:

1. Refuerzo positivo: El grupo aplaude o recompensa las conductas deseables.

2. Se comparten las experiencias, pensamientos y sentimientos cotidianos con otros miembros del grupo.

3. Se ofrece feedback: Los miembros del grupo revelan sus sentimientos e impresiones acerca de otros miembros en interacciones cara a cara.

4. Los miembros se tranquilizan y se refuerzan mutuamente acerca de su capacidad para manejar sus problemas.

5. Se justifican los sentimientos o acciones en respuesta a situaciones determinadas.

6. Afirmación mutua: Los miembros se refuerzan mutuamente acerca de su valía personal.

7. Empatía: Cuando se expresan emociones los miembros hacen saber que entienden y comparten esos sentimientos.

8. Normalización: Cuando un miembro describe sus acciones o emociones como raras o anormales los otros miembros del grupo tratan de hacer ver que esa conducta es normal.

9. Se ofrece esperanza con respecto al éxito en la solución de los problemas. 10. Catarsis: El grupo facilita la descarga emocional.

Información, consejo y educación Para la mayoría de condiciones alrededor de las cuales se forman los grupos de autoayuda existe información que puede ayudar a las personas a mejorar su capacidad de afrontamiento. Los grupos de autoayuda proporcionan esa información y consejo. Dicha información que se disemina a través del grupo de autoayuda tiene su origen, en gran medida, en el conocimiento experiencial y en ese sentido, es difícil de obtener por otros medios como libros, profesionales y otras instituciones formales.

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Reestructuración cognitiva De acuerdo con Katz (1993), la reestructuración cognitiva se refiere al proceso de cambio de la percepción y comprensión de los problemas y de la medida en que esa reestructuración influye en la conducta. La forma en los grupos de autoayuda facilitan las nuevas percepciones cognitivas de sus miembros es:

1. Proporcionando a sus miembros una razón y una lógica a sus problemas 2. Proporcionando consejo e información normativa e instrumental 3. Ampliando el rango de percepciones alternativas de los problemas 4. Mejorando las capacidades discriminativas con respecto a los estímulos y

contingencias en las vidas de sus miembros 5. Apoyando el cambio de actitudes hacia sí mismo, la propia conducta y la

sociedad 6. Mediante la comparación social y la validación por consenso 7. Haciendo posible el desarrollo de una cultura y una estructura social

alternativa o sustitutoria dentro de la cual los miembros pueden desarrollar nuevas definiciones de su identidad personal y nuevas normas a partir de las cuales basar su autoestima

Socialización La función de los grupos de autoayuda para ayudar a sus miembros a superar los sentimientos de aislamiento social es particularmente importante. El retraimiento social es, una reacción de las personas que sufren un problema o condición estresante que se basa en el siguiente conjunto de creencias: a) Nadie más tiene este problema, b) no hay nadie que comprenda lo que significa tener ese problema, o c) no hay nadie que pueda ayudarme a superar este problema y, la socialización puede ayudar a la persona a romper ese aislamiento al proporcionar actividades sociales y recreativas. Acción conjunta En los grupos de autoayuda se espera de cada miembro que se involucre de forma activa y trabaje por el bienestar del grupo de acuerdo a su capacidad. La acción conjunta es para lograr diversas metas, es un importante antídoto de la ansiedad y los sentimientos de indefensión. Así los miembros de un grupo de autoayuda que se involucran en diversas actividades colectivas pueden encontrar una nueva fuente de satisfacción personal y feedback positivo, oportunidades para discutir informalmente los problemas, desarrollar nuevas amistades, y adquirir una nueva perspectiva que trasciende la preocupación obsesiva con sus problemas (Katz, 1993).

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Promoción de los sentimientos de control, autoconfianza y autoestima Los grupos de autoayuda tratan de fomentar las potencialidades y capacidad de influencia de sus miembros. Al asumir un mayor control y responsabilidad sobre áreas importantes de sus vidas y asumir un actitud más preactiva hacia su entorno, se promocionan nuevos sentimientos de poder y competencia que pueden contribuir de forma importante a la salud mental de sus miembros, y al manejo del estrés. Los grupos de autoayuda proporcionan, además, oportunidades para que sus miembros desempeñen nuevos roles, asuman nuevas responsabilidades, se conviertan en líderes y adopten nuevos estilos de vida, facilitando así el difícil proceso de construcción de una nueva identidad social. ¿Por qué funcionan los grupos de autoayuda? Como ha señalado Katz (1993), los grupos de autoayuda proporcionan “algo” beneficioso, recompensante y útil a sus fundadores y miembros, puesto que, de otra forma, estos grupos ni durarían. Los elementos que hacen posible su funcionamiento son:

1. Localización del poder. Esta subdimensión se centra en la localización del poder para la toma de decisiones con respecto a funciones clave del grupo tales como la iniciación y terminación del grupo, establecer criterios de afiliación y desarrollar los formatos para las reuniones de grupo. En un extremo del continuo de esta dimensión, los miembros como grupo son la única autoridad con respecto a estas funciones. En el siguiente nivel, son los líderes elegidos quienes toman las decisiones.

2. Fuentes de liderazgo. Este continuo comprende desde voluntarios no formados hasta profesionales. En la mayoría de grupos de autoayuda los líderes son personas que comparten el problema y que se encuentran dispuestas para asumir responsabilidades de liderazgo. En algunos grupos, los miembros son seleccionados para desempeñar tareas de liderazgo y en ocasiones se requiere un período de formación que tiene lugar en organizaciones externas. En otros grupos, aunque algunos de los miembros desempeñan responsabilidades de liderazgo, la autoridad final reside en un facilitador formado a tal efecto o en un profesional.

3. Rol interno de los profesionales. El continuo para esta dimensión comprende desde la falta de confianza y la exclusión de profesionales, el uso del profesional como un recurso, el profesional como miembro activo con el mismo estatus que otros miembros del grupo, el profesional como patrocinador u organizador del grupo y, finalmente, el profesional como la persona que directa o indirectamente dirige el grupo. El profesional se define, para los propósitos de esta tipología como una persona que ha sido formada en una disciplina relevante, que puede obtener beneficios

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económicos por su labor y que puede no haber enfrentado personalmente el problema.

4. Tipo de conocimiento utilizado. Esta subdimensión se refiere al tipo de conocimiento utilizado por el grupo tanto para definir como para resolver los problemas. En un extremo de este continuo se encuentra el conocimiento experiencial. De acuerdo con la definición de Borkman (1976), el conocimiento experiencial es el obtenido por la participación personal en un fenómeno. Este conocimiento tiende a ser concreto y basado en el sentido común puesto que se basa en la experiencia actual de un individuo, la cual es única, limitada, y más o menos representativa de la experiencia de otras personas que tienen el mismo problema. En el otro extremo de la dimensión, se encuentra el conocimiento profesional, basado en la investigación y el análisis, y compartido, a través de programas de formación, con futuros profesionales. Los grupos que se sitúan en el extremo experiencial comparten, en general, problemas, soluciones y progresos, con interacciones cara cara. De estos grupos pocos incluyen conferenciantes o presentaciones formales en sus actividades. Los grupos con un período largo de existencia a veces recopilan y publican el conocimiento experiencial para así ser compartido por otros miembros. Algunos grupos también publican y diseminan no sólo conocimiento experiencial, sino también información para los medios de comunicación y profesionales. Por otra parte, otros grupos confían en actividades educacionales y utilizan a los profesionales como recurso. Otros se organizan a partir de orientaciones y procedimientos desarrollados por los profesionales, combinando el conocimiento experiencial con le proporcionado por los profesionales. Finalmente, algunos grupos son establecidos y dirigidos por profesionales. Estos grupos generalmente utilizan el conocimiento profesional para los procedimientos organizativos y de liderazgo, aunque el conocimiento experiencial es todavía utilizado a través de las interacciones personales y discusiones en las reuniones.

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UNIDAD DIDACTICA 3. ÁREAS DE INTERVENCIÓN EN LA PSICOLOGIA COMUNITARIA CAPITULO 1. METODOLOGIA Y EVALUACIÓN Para abordar el tema que se presenta a continuación se ha retomado a Martín, Chacón y Martínez69. Los autores afirman que en la actualidad existe un gran despliegue de programas sociales o de intervención social que con distintos propósitos e intenciones, tienen una finalidad última: Producir un determinado cambio social en los sujetos hacia los que van dirigidos. Los procesos de creación de los diversos programas, es decir, su origen es muy diverso y obedece a criterios de muy variada cualidad. 3.1.1 Evaluación de programas En la fase de elaboración de un programa social, ha existido previamente a su puesta en marcha, un análisis del problema que se pretende solucionar, se ha escogido una estrategia de acción, se han formulado ciertos objetivos y metas concretas y se han identificado los medios para conseguirlos. Con todos estos antecedentes, se ha organizado la ejecución y se han puesto en práctica las acciones previstas. Sin embargo, en algún momento será necesario analizar cómo se está comportando el programa en su fase de ejecución o, dicho de otro modo, hasta qué punto se están alcanzando los objetivos y metas en cantidad y calidad deseadas para ese instante de desarrollo del programa. La definición de evaluación de programas varía según el autor que le manifieste aunque permanece la idea común. Para la definición de programa los autores comparten el criterio de colegas Craig y Metze (1982), que entienden por programa “una actividad o series de actividades encaminadas a cambiar el estado social, psicológico, económico o educacional de un individuo o grupo de individuos”. Cualquiera que sea la índole o la amplitud de un programa, su evaluación puede definirse de muy variadas formas. Para Riecken (1972), la evaluación de programas es la medición de las consecuencias deseables e indeseables de una acción ejecutada para facilitar la obtención de metas que estima el sujeto. Otro autor, Alkin (1972), designa la evaluación como el proceso de verificar las áreas de decisión, seleccionando para ello información apropiada y recopilándola y analizándola con objeto de comunicar un resumen de datos que ayude a los encargados de tomar decisiones a escoger entre las alternativas. También autores

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MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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como Perloff, Perloff y Susana (1976) consideran la evaluación de programas como la determinación de la medida en que un programa logró uno o más de sus objetivos, las razones por las cuales no los alcanzó y la relación que hay entre los efectos del programa y una diversidad de variables y características del mismo. Abundando en las distintas concepciones sobre evaluación resaltan consideraciones del Consejo de Europa, al dictaminar que “la evaluación consiste en determinar si las acciones realizadas llevan a la consecución de las metas fijadas y debe realizarse desde el comienzo y a través de todo el proceso, ya que de esta manera se pueden clarificar los objetivos, indicar los avances que experimente el programa durante la ejecución o establecer la necesidad de una reformulación de éste cuando se hayan provocado cambios en la situación”. La conclusión general es la misma cualquiera que sea la definición. La evaluación de programas es un proceso de enjuiciar si un programa de actividades consiguió las metas propuestas. Ahora bien, cualquiera que sea la índole del programa, la evaluación puede tener dos modalidades principales que siempre se deberían tener presentes:

La evaluación como última etapa o fase de la estructura básica del procedimiento de análisis.

Y la evaluación como proceso permanente de control operacional. 3.1. 2 Objetivos de la evaluación La evaluación está consagrada al principio de la utilidad. Según esto, no se evalúa por el ejercicio intelectual de descubrir una verdad oculta, sino que se hace porque de allí se derivará un mejoramiento en la marcha de un programa o su eliminación, si es que ésta aparece como la medida más razonable. Carol H. Weiss (1975), señala: “El objetivo de la evaluación es medir los efectos de un programa por comparación con las metas que se propuso alcanzar, a fin de contribuir a la toma de decisiones subsiguientes acerca del programa y para mejorar la programación futura”. De acuerdo con esta interpretación, de las conclusiones a que se llega mediante la evaluación, siempre debe desprenderse un conjunto de medidas que influyen en la marcha de un programa. La evaluación es parte, en consecuencia, del proceso racional de toma de decisiones. Siguiendo a Espinoza Vergara (1983), la evaluación tendría dos objetivos fundamentales:

1. Medir el grado de idoneidad, efectividad y de eficiencia de un programa: Idoneidad: Capacidad que tiene el programa para resolver el problema que lo originó.

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Efectividad: Capacidad que tienen las actividades y tareas del programa para alcanzar los objetivos y metas que el mismo define. Eficiencia: El índice de productividad del programa, o sea, la relación entre los bienes y servicios finales y los costos requeridos para su producción. 2. Facilitar el proceso de toma de decisiones: Pudiendo ser muy diversas

tales como: Continuar o interrumpir el programa que se está evaluando; Mejorar sus prácticas o procedimientos Añadir o desechar técnicas en relación con las que se estén empleando; Modificar la estrategia en desarrollo; Establecer programas semejantes en realidades similares; Asignar recursos escasos entre programas que compiten entre sí; Aceptar o rechazar un enfoque o teoría sobre el programa en ejecución.

Áreas de evaluación Si la evaluación es un quehacer permanente encaminado a mejorar eficacia y eficiencia en el sistema, es preciso que se contemple como parte constitutiva de cada una de las “fases” del proceso de planificación y ejecución. Por ello a la hora de elaborar dicho proceso es necesario tener en cuenta los principios, métodos y recursos para llevarla a cabo. De esta manera la evaluación debe estar presente en todos los niveles y no sólo al final del proceso como tradicionalmente se ha sostenido. La generalización de la evaluación a todas las fases que conforman la puesta en marcha de un programa conlleva necesariamente la complejización del diseño y el establecimiento de objetivos y métodos acordes con le nivel en el que se opera. Así, para que una evaluación sea operativa, hay que delimitar previamente los aspectos del programa que se han de evaluar. En la evaluación los diferentes aspectos en que se puede descomponer un programa se denominan áreas de evaluación. Y esta evaluación puede ser de carácter global o parcial, según se analicen todas o algunas áreas, y esto depende de la finalidad que persiga la evaluación. Aunque existe una amplia gama de modelos para la evaluación, los autores han adoptado el criterio metodológico que sigue Ezequiel Ander-Egg (1982), por su practicidad. El autor organiza las áreas en “área de coherencia interna” es decir, compuesta por las fases que tienen que ver con el proceso interno del programa, y de “coherencia externa” que serían las restantes fases relevantes del estudio.

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Área de coherencia interna

1. Evaluación de la fase de diagnóstico El diagnóstico de un programa es la fase con que se inicia su desarrollo y consiste en el reconocimiento de la realidad que se realiza en el espacio mismo donde se pretende ejecutar una acción determinada, es decir, el análisis de síntomas de una situación problemática. En esta fase se debe interrogar sobre una serie de aspectos tales como: El problema o problemática a tratar. Los instrumentos y procedimientos utilizados para detectar la problemática. La operatividad del diseño empleado. El análisis realizado. La interpretación que se hizo de los datos. Las consecuencias inferidas.

2. Evaluación de la fase de diseño Esta es la fase durante la cual se define el programa mediante los antecedentes que han sido recogidos y analizados en la fase de diagnóstico. El objetivo fundamental en esta fase será comprobar que el programa presenta una formulación adecuada que responda a la necesidad y a las circunstancias que lo originaron, que las acciones que se planificaron tenían posibilidades razonables de éxito y que los medios de que se disponían para ejecutar las acciones son las adecuadas. 3. La fase de la implantación La fase de implantación es el período durante el cual se realizan todas las gestiones pertinentes para poner en marcha el programa. Entre los elementos que conforman esta fase podemos destacar los siguientes: 3.1. Tareas de motivación Aunque resulte paradójico, gran parte del éxito de un programa social depende del impacto motivacional que procure en los agentes que componen el desarrollo del mismo. Es decir, todas aquellas personas y/o instituciones que participan en el mismo, desde el responsable político o patrocinador, hasta los ciudadanos, usuarios del programa y como no, los trabajadores que han de poner en práctica las directrices del programa. 3.2. La realización de las tareas y actividades organizativas dentro de los planes previstos. En definitiva, se trata de verificar la calendarización del programa. 3.3. La disponibilidad de recursos En todo programa social, los recursos con los que cuenta para llevarlo a cabo son un elemento primordial, razón por la cual, en la evaluación de este apartado, se debe hacer un análisis pormenorizado, con especificación

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concreta de las distintas variables. A continuación se presenta una porpuesta de clasificación: Recursos humanos

Personal técnico dedicado al programa Personal auxiliar Personal voluntario y colaborador Personal de apoyo logístico para el programa

Recursos materiales

Locales Mobiliario Herramientas, maquinaria, etc.

Recursos económicos

Presupuesto efectivo Disponibilidad económica real Otras fuentes de financiación Agilidad administrativa en la gestión económica

Recursos técnicos

Conocimiento de métodos y técnicas para el trabajo Utillaje profesional específico

3. Los preparativos para el establecimiento del programa en el terreno. El inicio de la fase de ejecución requiere una serie de preparativos como pueden ser aspectos de infraestructura, aspectos de organización previa de los usuarios, de coordinación con la comunidad, de coordinación con otros programas e instituciones. 4. Evaluación de la fase de ejecución Durante esta fase la evaluación debe referirse a cuatro aspectos fundamentales: Propiedad, idoneidad, efectividad y eficiencia. Propiedad del programa: Es la capacidad real que tiene un programa para modificar la situación problemática que lo originó. Para analizar esta capacidad es necesario llegar a determinar la forma en que los objetivos generales formulados en el diseño han incidido en la superación de la problemática. Se podrían realizar algunas preguntas como: ¿Los objetivos que orientan la ejecución del programa, tienen la relevancia que en el momento en que se formuló el programa?; ¿qué aspectos dan base suficiente para afirmar que el programa está apuntando a resolver las necesidades concretas que se consideraron en el diagnóstico y en el diseño del mismo?

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Idoneidad del programa: Entendida como la confiabilidad que existe de que las acciones se han programado van a lograr alcanzar los objetivos propuestos. Un aspecto importante para medir la idoneidad, sería determinar el grado de cumplimiento de los objetivos intermedios, y verificar si s mantiene la relación con los generales. Habría que responder a preguntas como las siguientes: ¿Eran las acciones desarrolladas las más adecuadas para lograr los objetivos definidos?; ¿de qué manera los objetivos intermedios alcanzados tienden a obtener los objetivos generales de que forman parte? Efectividad del programa: Desprendida de la medición del grado en que los objetivos y metas han sido alcanzados y de la medida en que ello se ha logrado como producto de las acciones emprendidas por el programa. La evaluación de las metas contiene diversos aspectos: Evaluación de la cantidad: Toda meta tiene un aspecto cuantitativo, esto es, un número de unidades que es preciso alcanzar. Se trata de verificar ¿cuánto se realizó? Evaluación de la calidad: Se trata de determinar el grado de obtención de las metas, es decir, ¿en qué forma se alcanzó? Evaluación de tiempo: Consiste en evaluar el tiempo invertido en la consecución de las metas en comparación con el tiempo previsto.

Eficiencia del programa: Comprendida como la relación que existe entre los costos utilizados y los productos que se están alcanzando o se alcanzaron finalmente con su ejecución. En otras palabras, es la cantidad de esfuerzos en términos económicos, materiales y humanos que se invierten en la producción de cada unidad que conforma las metas del programa.

5. Evaluación del perfil estructural y funcional de la Institución Todo programa se lleva a cabo desde una estructura administrativa: La que corresponde al organismo ejecutor del mismo. Ahora bien, esta estructura administrativa y su modo funcional puede afectar positiva o negativamente a la realización del programa. Por lo que se hace necesario que se someta a evaluación. Algunos aspectos a tener en cuenta son: Desde el punto de vista estructural: Organigrama, claves de la organización, nivel y relaciones de autoridad y manual de la organización Desde el punto de vista funcional: Mecanismos y procedimientos para la toma de decisiones, canales de comunicación, sistemas de control y costos de funcionamiento.

Área de coherencia interna

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1. Evaluación de resultados efectivos El programa se evalúa aquí desde el contexto en donde se realiza y desde su coherencia interna como hemos señalado anteriormente. Se trata de verificar si el programa responde o no a necesidades y problemáticas reales. Es decir, es posible que un programa correctamente formulado podría no resolver de manera significativa la situación que lo originó.

2. Evaluación del área de coordinación externa del programa En este aspecto es preciso tener en cuenta la interacción del programa con otros programas que puedan existir, y con los cuales se establezcan conexiones para operar respecto del problema en cuestión o en una zona determinada.

3. Evaluación de los efectos indirectos del programa Se trata de medir los efectos indirectos que tiene el programa en otras áreas que no estén directamente vinculadas a él. Es importante prever y medir los efectos ya sean negativos o positivos. Podría darse el caso de que el programa genere más problemas que los que intenta resolver y esto debido a la multitud de factores que es preciso que aparezcan en la evaluación.

4. Opinión de los beneficiarios del programa Los valores y opiniones de los ciudadanos deberían desempeñar un papel esencial en la elaboración y en el desarrollo de los programas sociales, y, en consecuencia, en su evaluación. Es preciso tener en cuenta que las opiniones de los ciudadanos, usuarios de un servicio o de un programa, establecen unas condiciones aparentes, dentro de las cuales se hará funcionar un programa o no. Aunque el programa esté alcanzando sus metas y objetivos, esto no significa que necesariamente los objetivos hayan sido aceptados por la comunidad. Es verdad que la importancia de la opinión de los beneficiarios o destinatarios del programa depende de la importancia que se otorgue a la participación ciudadana desde la institución que establece el programa.

Instrumentos útiles para la evaluación Como la evaluación es una forma de investigación, las técnicas a utilizar no se alejan de las de la investigación social. Dentro de los instrumentos más utilizados en los procesos de evaluación de los programas sociales se encuentran: 1. Cuestionarios

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Los cuestionarios son instrumentos de recogida de datos estructurados con base a preguntas sistematizadas cuyas respuestas proporcionaran información sobre aspectos que interesan al evaluador. Los cuestionarios pueden ser “simples o complejos”, según la complicación con que estén formulados y si pueden ser contestados por los sujetos por sí solos o necesitan de la intervención del evaluador para establecer las preguntas y estructurar las respuestas. Pueden ser de preguntas dicotómicas, preguntas de múltiple elección y preguntas abiertas en las que el sujeto vierta su opinión. También será conveniente que el cuestionario contenga instrucciones claras y explicativas de manera que el encuestador y el sujeto encuestado no tengan dudas sobre su contenido y la forma de responder. 2. La entrevista La entrevista consiste –como instrumento- en una conversación entre dos personas por lo menos, en la cual uno es el entrevistado y otro u otros son los entrevistadores, estas personas dialogan con arreglo de ciertos esquemas o pautas acerca de un problema o cuestión determinada, teniendo un propósito evaluador. Como una técnica de recopilación, va desde la interrogación estandarizada hasta la conversación libre. En ambos casos se recurre a una “guía”, que puede ser un formulario o un esquema de cuestiones que han de orientar la conversación. La entrevista se puede utilizar según su complejidad desde tres puntos de vista, y dependiendo de los fines que se persigan: Entrevista estructurada, entrevista no estructurada y entrevista focalizada. 3. Observación La observación científicamente concebida, puede ser definida, siguiendo a Espinoza (1983), como una forma de conocer y experimentar una situación o ambiente con un objetivo científico, registrarla sistemáticamente y someterla a chequeos y controles que permitan el máximo de validez y confiabilidad a los hechos observados. La observación sirve para realizar exploraciones preliminares de una situación determinada que luego puede ser investigada con otros procedimientos. También puede ser utilizada como una forma de obtener información más completa sobre determinados aspectos dudosos obtenidos mediante cuestionarios. 4. Recopilación y análisis documental La recopilación y análisis documental constituyen uno de los más valiosos medios de apoyo a la labor de evaluación. En la recopilación y mediante una técnica de análisis de contenido se procedería a un estudio de todos los referentes documentales que obren en poder de la institución y que tengan que ver con el problema. Se trataría de codificar y clasificar el material referido a: Fuentes históricas, fuentes estadísticas, informes y estudios técnicos, memorias

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institucionales de carácter global o sectorizadas, actas de reuniones, archivos, diarios y documentos personales entre otros muchos tipos de documentos. Hay que significar que estos instrumentos no son los únicos y que se trata, en definitiva, de técnicas para recabar información, por lo que en este aspecto no deben haber límites, los únicos límites, como lo señala Espinoza serían el ingenio y la imaginación del investigador. 3.1.3 Evaluación de necesidades Continuando con la revisión de los aportes que han realizado Martín, Chacón y Martínez70 sobre el tema, los autores consideran importante primero abordar el concepto de necesidad para luego abordarlo desde la evaluación. Señalan cuatro aspectos relevantes del mismo:

1. Identificar una necesidad implica juicios de valor, personas con valores diferentes señalarán necesidades distintas 2. Una necesidad es percibida por un grupo particular en un cierto conjunto de circunstancias concretas, si varían estas condiciones puede modificarse la percepción de la misma. 3. Un problema es un resultado inadecuado, que no se ajusta a las expectativas. Existen múltiples de expectativas, que reflejan valores distintos. Por ejemplo el nivel de atención o lista de espera de un equipo de tratamiento de drogodependencia puede ser conceptualizado como problemático o no, dependiendo de las expectativas que se empleen para valorarlo; las de los profesionales, las de los políticos de los que depende el equipo, las de las asociaciones de padres, etc. 4. Reconocer una necesidad implica que se considera que existe una solución. Un mismo problema puede tener múltiples soluciones potenciales, que diferirán en sus posibilidades de resolver la situación problemática, y en los costos y factibilidad de la ejecución. Sin embargo, la mayoría de los estudios de análisis de necesidades se centran en el reconocimiento de los problemas, que en la identificación de las soluciones.

De acuerdo a lo anterior, la evaluación de necesidades es definida por Siegel, Attkisson y Cohn (1977), citados por Martín et al.71, como “un intento de describir y entender las necesidades de un área geográfica o social. Esto implica dos procesos distintos: Aplicar un instrumento o conjunto de instrumentos de medida a un área social definida, y la aplicación de juicios de valor para evaluar el significado de la información con el fin de determinar las prioridades para la planificación del programa o servicios”.

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Por su parte Bell et al. citado por Martín et al.72, señalan que siempre que se habla de la definición y propósito del análisis de necesidades es necesario tener en cuenta que:

Los programas de evaluación de necesidades tienen lugar a la vez en dos escenarios distintos: El/los servicio(s) objeto de evaluación y la comunidad donde se localizan dichos servicios.

El análisis de necesidades forma parte de un proyecto de investigación y planificación más comprensivo que incluye: Línea base, análisis de necesidades, implantación de intervenciones y programas, evaluación de resultados y estudios de impacto social.

Según Mckillip (1987) citado por Martín et al.73, un programa general de análisis de necesidades debe incluir cinco fases: 1. Identificación de usuarios y usos del análisis de necesidades. Como todo proceso de toma de decisiones, el primer paso consiste en identificar a los usuarios del análisis, así como sus posibles usos. Los usuarios de un análisis de necesidades son todas aquellas personas o instituciones que encargan el estudio y deberían actuar sobre la base del informe; aunque con frecuencia se suelen incluir también a aquellos grupos que pueden verse afectados por los resultados o por las acciones que de ellos se deriven. Es importante prestar atención a los destinatarios del estudio, olvidarlos es elaborar informes que no sólo no serán utilizados, sino ni tan siquiera leídos. 2. Descripción de la población objetivo y del servicio. La dispersión geográfica, las características demográficas y el inventario de recursos de la comunidad objeto de estudio; así como la capacidad del servicio, el análisis de sus beneficiarios o clientes, la comparación entre aquellos a los que van destinados los programas y tienen derecho a usarlos, y los que realmente los utilizan, la existencia de servicios o programas competitivos o duplicados, son elementos importantes que deben considerarse en esta segunda fase del análisis de necesidades. 3. Identificación de necesidades. En esta fase se describen los problemas de la población objetivo y posibles soluciones. Generalmente se emplea más de una fuente de información, y dicha información debe incluir las expectativas sobre los resultados, el costo y el impacto de las soluciones alternativas.

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4. Evaluación de necesidades Una vez identificados los problemas y sus posibles soluciones, se deben evaluar las necesidades: ¿Cuáles son las más importantes para la población objetivo? ¿Cuáles son las más relevantes teniendo en cuenta los objetivos y experiencias del servicio? ¿Cómo integrar los múltiples indicadores de necesidad? El análisis de necesidades sólo será útil para adoptar decisiones si las necesidades identificadas se evalúan conforme a criterios explícitos y apropiados. 5. Comunicación de resultados Por último, los resultados de la evaluación de necesidades deben transmitirse a los usuarios del análisis, a las personas que deben adoptar las decisiones pertinentes, y en su caso, a otros grupos interesados. En la práctica, el análisis de necesidades es una actividad interactiva; el ciclo de decisión, recogida de datos y análisis de los mismos se repite hasta que los evaluadores consideran que la información adicional que aportarían posteriores evaluaciones, no justificaría la inversión en tiempo y dinero realizada para obtenerla. 3.1.4 Modelos de evaluación de necesidades

1. Modelo de discrepancia

El modelo de discrepancia es el más utilizado (p.ej.: Kauffman y English, 1979) y ha sido descrito detalladamente por Witkin (1979). El modelo incide en las expectativas normativas y supone tres fases:

Establecimiento de fines y objetivos: Definir lo que debería ser. Evaluación del nivel de funcionamiento actual: Determinar lo que es. Identificación de las discrepancias, de las diferencias entre lo que es y lo

que debería ser. Durante la fase de establecimiento de fines y objetivos se hacen explícitas las expectativas sobre los resultados. Lo más usual es entrevistar a un grupo de expertos sobre las dimensiones que definen el funcionamiento adecuado dentro del área objetivo de análisis. Una vez definidas estas dimensiones, se consulta de nuevo a un grupo de expertos para que expresen sus expectativas del funcionamiento del servicio en cada una de las dimensiones. Estas expectativas son indicadores de lo que debería ser, el valor óptimo de una dimensión en un momento y circunstancia concreta. El segundo paso consiste en evaluar el rendimiento del servicio. El rendimiento actual del servicio en cada una de las dimensiones definidas previamente, lo que determina la población objetivo, habitualmente mediante una encuesta o a través

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de grupos estructurados, aunque se pueden utilizar cualquiera de las técnicas de identificación de necesidades. El tercer paso es la identificación de la discrepancia. La necesidad viene definida por aquella medida de ejecución que sea inferior a los niveles deseados determinados por los expertos. Es frecuente ordenar las necesidades de mayor a menor según la magnitud de la diferencia: Aunque esto supone valorar por igual toas las dimensiones. Una alternativa para soslayar esta dificultad consiste en consultar a un panel de expertos para que sean ellos los que determinen la importancia de las discrepancias encontradas. En este caso las puntuaciones otorgadas por el panel identificarían a las necesidades.

2. Modelo de marketing

Algunos autores como Marti-Costa y Serrano-García (1983) y Nickens et.al. (1980) citados por Gonzáles et al.74, definen la evaluación de necesidades como un proceso de feed-back, que las organizaciones emplean para aprender y adaptarse a las necesidades de la población objetivo. La evaluación de necesidades sería entonces, un medio de supervivencia y desarrollo organizacional. Kotler (1982), también citado por Martín et al.75, considera que esta perspectiva es una extensión de los principios del marketing del sector privado al público. El modelo de marketing permite planificar una organización en su conjunto, cubriendo temas que van más allá de la evaluación de necesidades. Según Kotler, la orientación marketing mantiene que, la principal tarea de una organización es determinar las necesidades y deseos del mercado y satisfacerlos mediante el diseño, comunicación y prestación de productos y servicios apropiados y competitivamente viables. El concepto central del modelo es el del intercambio. Las organizaciones obtienen los recursos que necesitan para mantenerse ofreciendo algo de valor a los poseedores de esos recursos. El análisis de necesidades sería el proceso mediante el cual se identifican y elige entre los servicios que las poblaciones objetivo están dispuestas a utilizar. El modelo de marketing concibe las necesidades como deseos. Una estrategia de marketing para el análisis de necesidades tiene tres componentes fundamentales.

Selección de la población objetivo, que real o potencialmente pueda elegir los servicios que sea capaz de realizar el intercambio.

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Selección de la posición competitiva: Distinguir los servicios propios de los ofrecidos por otras instituciones.

Desarrollo de una combinación de marketing efectiva, seleccionando el rango y la calidad de los servicios que maximizan su utilización por parte de la población objetivo.

Las decisiones estratégicas a adoptar pueden proceder o bien de un análisis de la cartera de productos (o programas) o bien de un análisis de la expansión producto/mercado.

3. Modelo de toma de decisiones

Este modelo es una adaptación del AMU, Análisis Multiatributivo de Utilidad (Kenney y Reiffa, 1976; Edwards y Newman, 1982; Pitz y McKillip, 1984). Este tipo de análisis se basa en tres supuestos, aunque apoyados en resultados empíricos:

Es más probable que se utilicen los resultados de una investigación aplicada si se atiende a los valores y a la información que necesitan los potenciales usuarios de la investigación (Weiss y Bucuvalas, 1980).

Las personas que deben adoptar decisiones muestran sesgos en sus juicios cuando se enfrentan con una información multidimensional compleja, como pueden ser la resultante de un análisis de necesidades (Kahneman, Slovic y Tversky, 1982). Estos sesgos intentan simplificar el problema de la decisión y son menos evidentes cuando los juicios son simples.

Ningún indicador ni criterio simple evalúa un constructo perfectamente. Los indicadores múltiples de necesidades son una medida más adecuada (Cook y Campbell, 1969).

El modelo de toma de decisiones se desarrolla a través de tres etapas: Modelado del problema, la cuantificación y la síntesis. Se diferencia de los demás porque hace explícitos los valores y el papel que juegan en el análisis de necesidades. Habitualmente se introducen en la evaluación los valores de los usuarios de la investigación, pero pueden recogerse también la de los investigadores o la de otros grupos afectados. El principal inconveniente de este modelo es su complejidad. 3.1.5 Introducción a la Epidemiología Social

El estudio de las condiciones sociales y de cómo éstas influyen y determinan la situación sanitaria de las poblaciones ha sido siempre un tema de interés y relevancia para la salud pública en general. En años recientes ha nacido un

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vínculo más fuerte entre la epidemiología y las ciencias sociales76, estimulado por la necesidad de reconocer y documentar el amplio espectro de los determinantes de la salud, desde el nivel micro en que operan los factores biológicos individuales hasta los niveles macro que expresan las condiciones sociales en que viven las poblaciones, dando nacimiento a la llamada "epidemiología social". La preocupación principal de la epidemiología social es el estudio de cómo la sociedad y las diferentes formas de organización social influencian la salud y el bienestar de los individuos y las poblaciones. En particular, estudia la frecuencia, la distribución y los determinantes sociales de los estados de salud en la población. De esta forma, la epidemiología social va más allá del análisis de factores de riesgo individuales e incluye el estudio del contexto social en el cual se produce el fenómeno salud-enfermedad77. Para explicar los caminos entre la exposición a características sociales del ambiente y sus efectos en la salud colectiva, la epidemiología social enriquece el enfoque epidemiológico tradicional con conceptos y técnicas provenientes de disciplinas sociales como la economía, la sociología, la demografía y aún la biología, lo que también implica un verdadero desafío metodológico. El uso creciente de métodos de análisis multinivel en diseños ecológicos, el control de la falacia ecológica y el empleo de nuevas aplicaciones de herramientas y técnicas conocidas son ejemplos de este desarrollo. Una preocupación constante y vigente en el paisaje sanitario mundial es la presencia de desigualdades -particularmente desigualdades sociales- en salud. La epidemiología social permite incorporar en el enfoque etiológico tradicional de la salud pública la experiencia social de las poblaciones y por lo tanto permite un mejor entendimiento de cómo, dónde y porqué las desigualdades afectan la salud. En tal sentido, la epidemiología social puede aportar significativamente al proceso de gestión sanitaria y la reducción de las inequidades en salud. Para que el estudiante se oriente y profundice en esta rama de la epidemiología, se invita a revisar el Boletín Epidemiológico un primer contacto con su vocabulario, aprovechando el Glosario de Epidemiología Social preparado por la Dra. Nancy Krieger de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, al igual que la presentación en formato power point sobre “El ser humano y su salud”, realizada por la Dra. Noemi Passarell de Olaya (2006), quien a propósito del tema incluye un ejemplo ilustrativo sobre el mismo. Este material se encuentra disponible como lectura complementaria.

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Krieger N. Epidemiology and Social Sciences”Towards a Critical Reengagement in the 21st Century. Epidemiol Rev 2000;22(1):155-163 citado en el Boletín Epidemiológico, Vol. 23 No. 2, junio 2002 77

Berkman L, Kawashi I. Social Epidemiology. Oxford, England: Oxford University Press, 2000 citado en el Boletín Epidemiológico, Vol. 23 No. 2, junio 2002

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CAPITULO 2. AMBITOS DE APLICACIÓN I 3.2.1 Intervención comunitaria: Introducción conceptual, proceso y panorámica A continuación se presenta el concepto de intervención social, sus características y la forma en que se realiza la intervención comunitaria, con lo cual el estudiante tendrá elementos básicos para planear y realizar una intervención en éste ámbito de la psicología. En este apartado se retoman los aportes de Sánchez 78 recogidos por Martín, Chacón y Martínez. Intervención Social (IS) Concepto Intervenir se refiere a la introducción, interposición o intermediación desde una postura de autoridad, de un elemento externo entre dos partes con la intención de modificar, o interferir con el funcionamiento de un proceso o sistema en una dirección dada. La intervención comporta un proceso de interferencia o influencia y persigue un cambio. Se pueden clasificar las intervenciones psicológicas o sociales según: 1) El tipo de cambio (objetivo o meta), 2) la unidad (nivel o destinatario) social a afectar y 3) el método usado (y el proceso o marco relacional implicado en la intervención). Si la unidad a afectar es social (una comunidad, racismo) y el cambio perseguido también (cambio de estructura de la comunidad) se tendría una IS; si se interviene sobre personas para producir cambios psicológicos (conductuales, emocionales, educativos, etc.), una intervención psicológica (IP). La psicología clínica –y otras formas establecidas de psicología aplicada se ocupan de la intervención psicológica o individual-; la psicología comunitaria se encarga de la intervención social. Más concretamente, la intervención comunitaria (IC) es una forma de IS que prima o acentúa como centrales aspectos del proceso u objetivos interventivos: 1) El desarrollo humano integral y la reducción (poblacional, no individual; preventiva más que restauradora) de los problemas psicosociales (drogas, trastorno mental, delincuencia, etc.) que lo impiden; 2) la promoción del sentido psicosocial de pertenencia y comunidad (Sarason) y 3) desde una perspectiva positiva de autodirección y fortalecimiento (empowerment) personal y meso – social.

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SANCHEZ VIDAL, Alipio (Departamento de Psicología Social, Universidad de Barcelona). citado por MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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Dentro de los autores citados por Sánchez, se encuentra Kelly y otros (1977) quienes definen la IS desde la psicología comunitaria como “influencias, planificadas o no, en la vida de un grupo pequeño, organización o comunidad (para)… prevenir o reducir la desorganización social y personal y promover el bienestar de la comunidad”. Para Caplan (1980) la acción social (equivalente grosso modo a la IS) está constituida por los “esfuerzos realizados para modificar los sistemas operativos sociales y políticos y la actividad legislativa y reglamentadora relativa a la salud, educación y bienestar y a los campos religiosos y correccionales, con el fin de mejorar a escala comunitaria la provisión de recursos físicos, psicosociales y socioculturales básicos, y la organización de los servicios para ayudar a los individuos a enfrentar sus crisis”. Los recursos físicos serían aquellos – como la alimentación, vivienda, estimulación sensorial y oportunidad para el ejercicio físico- necesarios para el crecimiento y desarrollo corporal y el mantenimiento de la salud y protección contra el daño físico. Los recursos psicosociales se refieren a la “influencia de los intercambios cara a cara entre cada individuo y las personas con que se compromete emocionalmente y con las que desarrolla relaciones continuas” satisfaciendo necesidades interpersonales de: 1) intercambio de amor y afecto; 2) limitación y control y 3) participación en la actividad colectiva. Incluirían “la estimulación y desarrollo intelectual y afectivo de la persona por medio de la acción interpersonal de miembros significativos de la familia y de los iguales, en la escuela, la iglesia y el trabajo”. Los recursos socio-culturales incluirían la influencia que sobre la persona ejercen las costumbres y valores de la cultura y estructura social como las expectativas de otros que fijan el lugar de un individuo en la estructura social y las reglas de su trayectoria vital permitiendo alcanzar recompensas y seguridad externas que –si son positivas- se añaden a los recursos personales –y si son negativas- detraen de estos perjudicando su desarrollo y salud mental. Características Para Sánchez, las diferencias entre intervención social e intervención psicológica (psicoterapia) se dan en nueve aspectos, los cuales se describen a continuación:

1. Objeto, destinatario o unidad sobre la que se interviene. En la IS son los sistemas (macro o meso) sociales (comunidades, organizaciones e instituciones) y procesos estructuralmente complejos y multidimensionales en interacción ecológica con el entorno y en evolución dinámica. En la IP se interviene sobre elementos más simples: Los individuos; si los sistemas sociales son considerados (familias, grupos) suele ser más como contexto social del individuo que como blanco directo de la intervención.

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2. Estado inicial. En la IS hay un “estado” inicial propio del sistema social del que partimos; en la IP se asume grosso modo que se parte de cero (o de un estado inicial “negativo”, pero conocido y clasificado: Patología, estado carencial predeterminado como “síntomas”, retraso del aprendizaje, etc.). La evaluación del estado inicial del sistema social a modificar es precisamente el primer paso del que parte toda IS, la intervención externa es sólo un input en esa evolución, no el único, ni necesariamente el más importante. 3. Tipo de cambio. El objetivo inmediato de toda intervención es producir un cambio o transformación. En la IS se busca el cambio social; en la IP el individual. El objetivo final de la IS es igualmente cambiar las vidas de los individuos, pero eso se hace a través del cambio de las estructuras y procesos sociales y no directamente como en la IP. El cambio social es considerablemente más complejo, multidimensionado, imprevisible y desconocido que el cambio individual (psicoterapia), más unidimensional, familiar y previsible para el psicólogo que ha centrado tradicionalmente en él su quehacer práctico e investigador. 4. Objetivos o metas. El cambio social e individual constituyen las metas más genéricas de IS e IP respectivamente. Los objetivos específicos se fijarán según la dirección que se desea dar a ese cambio o los efectos a lograr. También difieren IS e IP respecto de esos objetivos. En la intervención clínica están predeterminados: “Curar” al “paciente” (o sea revertir o disminuir la intensidad de sus síntomas y disfunciones comportamentales y paliar su sufrimiento subjetivo). En IS los objetivos están indeterminados; su determinación es el paso inicial de la intervención. 5. Ámbito de aplicación. La IP se suele centrar en la salud mental; la IS cubre un espectro mucho más amplio (salud mental, educación, drogas y alcohol; ocio y recreo; sistema penal, judicial y policial; sistemas religioso-parroquial, urbano marginal; adolescentes, menores y predelincuencia, etc.) ya que la vida social tiene inputs y determinantes complejos y multidimensionales sobre el desarrollo humano (o su coartación) y la IS (la comunitaria, sobre todo) se pretende integrar, no pudiendo por tanto centrarse en un solo aspecto con desconsideración del resto. 6. Técnicas usadas. En la IP las técnicas usadas son de carácter exclusivamente psicológico. En IS, en cambio, y en respuesta a la complejidad y multifacetismo de problemas y sistemas sociales, las técnicas concretas son mucho más variadas y no necesariamente de carácter psicológico sino también urbanísticas, psicosociales, de trabajo social, políticas, administrativo-organizativas, de salud pública, ecológico-ambientales, etc. 7. Duración. La IP es de duración relativamente corta (2 a 6 meses habitualmente y según los paquetes terapéuticos más modernos y realistas en términos temporales) comparada con la IS que suele comportar largos períodos (años) sobre todo si implica una planificación moderada y se han de efectuar cambios estructurales, reorganizaciones o dinamización y movilización de comunidades apáticas y faltas de estructura asociativo-organizativa, con conflictos grupales complejos; etc. Claro que la extensión poblacional y la

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profundidad de los efectos (personales e institucionales) son concomitantemente mucho mayores en la intervención comunitaria que en la individual. 8. Estilo o formato relacional. En la IP la relación entre cliente e interventor es subordinada y diádica dándose en el marco de un estilo de prestación de servicios en que el técnico espera, en su consulta o centro separado de la comunidad, a que lleguen los clientes que han definido su problema como psicológico y a él como experto idóneo para solucionar ese problema. En la IS en cambio, la relación es coordinada y simétrica y el formato de prestación de servicios es más similar al marketing que al del clínico distanciado basándose en una búsqueda activa de casos y personas en situaciones de riesgo en su propio entorno natural (para permitir la prevención) valiéndose de mediadores comunitarios y paraprofesionales como intermediarios en la prestación de servicios indirectos que alcancen a todos los que precisan asistencia. 9. Principios de organización de servicios y recursos. Inexistentes en la IP; imprescindibles en la IS para una atención: a) completa e integral (cubriendo diversos tipos de servicios como salud, sociales, educación, transición correccional, ocio, etc.) b) centrada en la persona y sus necesidades (y no al servicio o la técnica específica). Los principios organizativos derivados son: c) continuidad sin vacíos en la asistencia a lo largo de la red o circuito de servicios; d) coordinación (horizontal, espacial y temporal entre agencias prestadoras de servicios, servicios mismos y administración, de forma que no se produzcan duplicidades y geográfica para un funcionamiento eficaz y dirigido sinérgicamente hacia los mismos objetivos).

En síntesis, la intervención social se centra en problemas o cuestiones sociales que se dan en el seno de sistemas o procesos sociales complejos, multifacéticos y dinámicos partiendo de un estado inicial dado e intentando alcanzar un estado o estructura final definida por unos objetivos que incluyen la resolución de los problemas y/o el desarrollo del sistema social (y, a través de él, de los individuos que lo forman) aplicando integradamente estrategias y técnicas interventivas múltiples a varios niveles desde un estilo activo de prestación de servicios y con criterios organizativos centrados en la atención integral de la persona. El resultado inmediato de la IS es el cambio social; el mediato o último es cambio personal. En la psicoterapia o –en general- la “intervención” psicológica se actúa sobre un individuo con problemas psicológicos de salud mental para conseguir su “curación”, remisión sintomática y mejora del malestar subjetivo, a través de técnicas psicológicas que persiguen el cambio psicológico o individual. 3.2.2 Proceso de la intervención comunitaria No hay un proceso único y prescriptito para cualquier tipo de IS, dado que el curso y formato de la intervención depende considerablemente del ámbito y nivel de la

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intervención (educación, salud metal, urbanismo, etc.; barrio, región, centro u organización, etc.) así como las estrategias usadas y objetivos perseguidos (consulta, promoción y educación de la salud, acción psico-política y organizativa, promoción de la participación, etc.). Se puede proponer, sin embargo, un proceso genérico de cinco fases más o menos secuenciales como resumen y guía para la mayoría de las intervenciones habituales:

1. Evaluación inicial. En la IS se evalúan básicamente tres elementos: Necesidades (problemas), recursos y programas. La evaluación de programas es la última fase del proceso; la de recursos (implícita, en parte, en la fase 2) se centra en la contabilidad de recursos (asistenciales o de otro tipo) con que se puede contar para planificar e implantar una intervención. En la evaluación inicial se hace especial hincapié en la evaluación de necesidades y recursos. 2. Diseño/planificación y organización del programa interventivo. Esta fase se refiere a la creación y desarrollo sistemático de un conjunto de componentes o acciones integrados que nos permitan alcanzar los objetivos prefijados a partir de una teoría o modelo del cambio social, por un lado, y del problema concreto, por otro. Elementos básicos de esta etapa son: La determinación de los objetivos de la intervención, el establecimiento de los componentes, acciones o estrategias con sus correspondientes niveles geográfico-administrativos o sociales de aplicación y la obtención de recursos. 3. Implantación. Se trata de hacer realidad lo planificado a partir de la organización establecida y de modificarlo y corregir deficiencias a través del feedback evaluativo continuo de los usuarios o de la comunidad con los que se han asegurado canales de comunicación efectivos. 4. Evaluación de la intervención. Es importante como legitimación empírica d acción social y como exponente central de la responsabilidad social (accountability) del interventor, tanto por actuar sobre problemas sociales como por hacerlo con dinero público usualmente. 5. Diseminación de programas interventivos. Se refiere a la difusión efectiva de programas ya ejecutados (con resultados conocidos, por tanto) a otros entornos o sistemas clientes potenciales. Requiere de la evaluación sistemática y cuidadosa de los sistemas de poder y liderazgo, las actitudes hacia el cambio y la innovación y resistencias de un sistema social de cara a introducir “desde fuera” el programa a diseminar.

Aunque descrito secuencialmente, el proceso es en buena parte continuo o retroalimentado. Por ejemplo la evaluación se da al comienzo y al final pero también, como se ha indicado, en el curso del proceso para posibilitar modificaciones y ajustes retroalimentados.

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3.2.3. Servicios sociales Para este apartado se ha retomado a Rueda, Beltrí y Giménez citados por Martín, Chacón y Martínez79. Definición de servicios sociales “Son prestaciones que tienden a favorecer el pleno y libre desarrollo de la personalidad dentro de la sociedad, promover su participación en la vida ciudadana y conseguir la prevención o eliminación de las causas que conducen a su marginación”. Tanto la anterior como otras definiciones aparece el concepto de individuo en sociedad como idea general, abordando éste a partir de tres elementos principales:

Desarrollo: Como potencial de crecimiento individual, grupal y comunitario. Participación: Como capacidad de promover el protagonismo de las

personas en la vida ciudadana. Marginación: Como fenómeno a prevenir y tratar a partir de la eliminación

de sus causas. Modalidades de servicios sociales Aunque no existe una distinción unánime en cuanto a las modalidades de prestación de los Servicios Sociales, en su mayoría se tienden a agrupar en dos tipos:

1. Servicios Sociales Generales, Comunitarios o de Atención Primaria. 2. Servicios Sociales Especializados.

Áreas de Actuación de los Servicios Sociales Generales, Comunitarios o de Atención Primaria Las áreas de de actuación propias de los Servicios Sociales Generales o Comunitarios se pueden agrupar en: Información, valoración, orientación; Promoción y cooperación social; De ayuda a domicilio y De convivencia. 79

RUEDA, Joseph María, Ayuntamiento de San Adrián del Besós; BELTRÍ, Francesc, Ayuntamiento de Barcelona y GIMÉNEZ, José. Ayuntamiento de Barcelona citados por MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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Definición de contenidos 1. Información, valoración y orientación. Como áreas de actuación determinan como receptor de estos servicios al ciudadano en general, la familia o unidades alternativas de convivencia y las entidades públicas o privadas. Existe por tanto una concepción universalista de los servicios sociales no-especializados. La información y el asesoramiento versarán fundamentalmente sobre los derechos sociales que los ciudadanos tienen y los recursos que la administración pone a su disposición. Hay comunidades que incluyen dentro del apartado de información y asesoramiento el diagnóstico, admisión y derivación. Esto conlleva la creación de una estructura de carácter técnico que garantice la calidad del proceso: Equipos interdisciplinares de base con competencia en el diagnóstico de déficits sociales y psico-sociales. A estos servicios se les concede un carácter preventivo contra el riesgo de instauración de futuras conductas o actitudes marginales. 2. Promoción y cooperación social. Este apartado define conjunto de servicios y programas que se refiere a la promoción de la comunidad y fomento del voluntariado y asociacionismo. Se trataría de desarrollar aquellas potencialidades que la comunidad posee para tomar la iniciativa en la resolución de sus propios problemas. Todo lo que se conoce como desarrollo comunitario, organización y animación de comunidad se incluye en este apartado. 3. Ayuda a domicilio. Se beneficiarían de este servicio aquellos sujetos o familias que pasaran por un período de crisis o conflicto sea individual, psicosocial o de disfuncionalidades de los roles familiares. La ayuda a domicilio tiene una intención preventiva, por lo que se refiere a las crisis personales y familiares. El objetivo fundamental de esta área de actuación sería prevenir el desarraigo o el internamiento. Es decir, tratar de prevenir, paliar o solucionar el problema en el medio en el que el sujeto o familia están inmersos. Como actuaciones concretas se prevén desde la prestación de atenciones de carácter doméstico hasta el apoyo psicológico y rehabilitador a los individuos y familias que lo precisen. 4. Convivencia. En el supuesto de que los problemas individuales, familiares o sociales no puedan ser resueltos en el medio habitual de los sujetos o grupos, el Área de Convivencia prevé dotar a las comunidades de una serie de recursos residenciales que permitan ofrecer a los sujetos en crisis una alternativa de convivencia adecuada que les proporcione un marco de referencia normalizador. Esta alternativa se

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conjugará con la ayuda a domicilio con el objeto de paliar o solucionar la problemática de la familia para que ésta pueda hacerse cargo, en el menor espacio de tiempo posible, del familiar apartado de la misma. También estas actuaciones son preventivas de la inadaptación y marginación social. 3.2.4 Áreas de Actuación de los Servicios Sociales Especializados A diferencia de los Servicios Sociales Generales, cuando se habla de Servicios Sociales Especializados se hace referencia a poblaciones determinadas que se pueden caracterizar como afectadas por problemáticas de desigualdad, marginación y/o discriminación. Los objetivos de estos servicios son de atención, prevención, desarrollo, promoción e inserción social de los individuos. Los principales medios que les caracterizan son servicios y/o programas de diagnóstico, tratamiento, reinserción, apoyo al contexto social, sensibilización y desarrollo de pautas de solidaridad, centros de día, centros de acogida y centros sustitutivos de las funciones familiares. Programas de Servicios Sociales Especializados (S.S.E.) para Familias. Estos programas se definen como de atención, promoción del bienestar, protección y apoyo de la familia. Sus objetivos son prevenir la marginación, desarrollar la convivencia, y corregir los déficits de tipo social. Los medios que se proponen son creación de servicios con las funciones de asesoramiento, orientación, concientización, ayuda en casos de carencia, ayuda en caso de conflicto y terapias. Programas de S.S.E. para la Infancia y la Adolescencia. Estos programas se definen como de atención, promoción del bienestar del menor, desarrollo, protección de las unidades convivenciales y prevención de la marginación. Los objetivos que se proponen son:

Conseguir el desarrollo integral y armónico. Paliar y prevenir aspectos de la familia que pudieran afectarle: Marginación,

carencias, disfunciones o situaciones de alto riesgo. Detección precoz de disfunciones del medio o de la dirección del desarrollo

del niño. Detección de situaciones que perjudiquen al menor: Malos tratos, atención

indebida, explotación laboral, abusos, etc. Igualación de posibilidades mediante una acción especial en aquellos

medios más necesitados.

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Los medios con que se cuenta son: Programas de potenciación de sus capacidades físicas, psíquicas y

sociales. Programas donde se contemplen propuestas tendentes a paliar las

carencias familiares o a paliar las características individuales inadecuadas mediante servicios de reeducación.

Programas donde se contemplan servicios de prevención mediante organizaciones juveniles o posibilitando el ocio.

Programas de atención psico-social y sanitaria a las madres durante la gestación y el parto con especial énfasis a las madres de medios sociales más débiles.

Programas de apoyo psico-social y económico para evitar los internamientos.

Programas de adopción, familias sustitutas, centros educativos, para los niños que lo requieran.

Programas de apoyo familiar mediante la atención a la familia y creación de centros de acogida, centros de día y servicios de orientación.

Programas donde se contemplen centros y servicios de orientación laboral para adolescentes.

Programas de S.S.E. para la Juventud. Estos programas se definen como desarrollo y normalización de los jóvenes. Los objetivos que se proponen son:

Prevenir situaciones de marginación. Desarrollo integral. Normalizar a los jóvenes en situación de marginación. Normalizar las condiciones de vida para los jóvenes.

Los medios con que se cuenta son:

Programas conjuntos con otras organizaciones para el desarrollo de actividades de promoción personal, laboral, ocupación socio-cultural y recreativas.

Programas para potenciar y, si es preciso, gestionar establecimientos de alojamiento para jóvenes con problemas de convivencia, ya sea mediante centros de acogida, residencias, viviendas tuteladas, etc.

Programas de S.S.E. para ancianos. Estos programas se definen como de atención y de promoción del bienestar de la Tercera Edad. Los objetivos que se proponen son:

Favorecer el mantenimiento del anciano en su medio. Promover el desarrollo socio-cultural. Evitar la marginación. Promover su integración y participación en la sociedad.

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Favorecer las condiciones de vida que contribuyan al mantenimiento de us facultades físicas y psíquicas.

Entre los medios más utilizados son:

Servicios de prestaciones económicas. Desarrollar programas que permitan la permanencia de la persona en su

medio natural de vida, procurando crear conciencia social y apoyo efectivo, así como la participación del anciano.

Programas para promover actividades socio-culturales y recreativas. Programas de preparación para la jubilación. Programas de capacitación y desarrollo de habilidades para resolver

dificultades y conflictos propios de esta etapa. Programas de transformación y mejora de la calidad de la vivienda. Programas para facilitar a los ancianos más capacitados que puedan hacer

servicios útiles a la comunidad. Programas de prestación de ayuda a domicilio. Promover y gestionar establecimientos alternativos de convivencia para la

Tercera Edad. Centros de día. Centros de acogida para las situaciones de urgencia.

Programas de S.S.E. para la mujer. Estos programas se definen como de atención a la mujer. Los objetivos que se proponen son prevenir y eliminar la discriminación por razón de sexo, normalizar las condiciones de vida especialmente las que están insertas en medios de alto riesgo y conseguir la participación plena y efectiva de la misma en la sociedad. Entre los medios que se proponen están:

Estudio e investigaciones de las causas que originan la marginación. Campañas que favorezcan la solidaridad social. Facilitar medios a todas aquellas mujeres que tengan cargas familiares,

sufran malos tratos, situaciones de necesidad, para su superación. Creación de servicios de orientación y asesoramiento, así como centros de

acogida. Abordar el problema de la prostitución.

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Programas de S.S.E. para Homosexuales. Estos programas se definen como atención a los homosexuales. El objetivo de estos programas es prevenir la discriminación. Los medios con los que se pretende conseguir son:

Servicios de orientación. Campañas de sensibilización social. Programas con propuestas para evitar la marginación por razón de su

tendencia sexual. Programas de S.S.E. para Disminuidos y Minusválidos. Estos programas se definen como de atención y desarrollo de estas poblaciones. Los objetivos que se proponen son prevenir la disminución, conseguir la máxima integración, conseguir el máximo desarrollo de sus capacidades, la rehabilitación, reinserción e integración laboral, tratamiento integral y precoz y evitar el desarraigo. Entre los medios para conseguirlos:

Programas de estimulación precoz y terapéuticos. Programas de diagnóstico, orientación y valoración de minusválidos. Programas de atención, educación y aspectos ocupacionales. Programas de apoyo a las familias. Programas de apoyo a las iniciativas de integración escolar. Programas de atención domiciliaria y apoyo económico. Programas de supresión de barreras arquitectónicas, adaptación de

transportes públicos, etc. Creación de centros de día. Creación de centros ocupacionales de empleo protegido para todos los

minusválidos que no puedan acceder al mercado libre de empleo. Atención residencial a los minusválidos en edad laboral carentes de

cobertura familiar adecuada. Centros de acogida para aquellos minusválidos con problemas de rechazo,

carencia familiar, o gran afectación. Programas de S.S.E. para la Drogodependencia. Estos programas se definen como de colaboración con los servicios sanitarios en esta materia. Los objetivos de estos programas son de prevenir, rehabilitar y reinsertar. Entre los medios propuestos están:

Programas donde se contemplan servicios de orientación, apoyo y tratamiento familiar.

Programas donde se contemplan centros de día orientados a la reinserción social y en colaboración con los centros de deshabituación.

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Programas específicos de educación y animación comunitaria en aquellos núcleos de población considerados de alto riesgo.

Elaboración de campañas de prevención de la drogodependencia. Programas de S.S.E. para prevención de la Delincuencia. Estos programas se definen como de prevención de la conducta delincuencial, tratamiento social de la misma y reinserción del ex - recluso. Entre los objetivos que se proponen están: Prevenir la delincuencia y favorecer la reinserción social del ex – recluso. Entre los medios para conseguirlo están:

Campañas de sensibilización que desarrollen la solidaridad social. Programas donde se contemplan propuestas para modificar las situaciones

de alto riesgo o propiciatorias del fenómeno delincuencial. Servicios de orientación, centros de acogida y adaptación. Programas donde existan medios para que el ex – recluso y sus familiares

puedan evitar el aislamiento y desde donde se apoye su integración social. Programas de S.S.E. para minorías étnicas. Estos programas se definen como de integración y desarrollo. Entre los objetivos a destacar están: Prevenir e impedir la discriminación y promover su pleno desarrollo social y cultural, conservando sus valores y sistemas de vida específicos. Entre los medios están:

Desarrollo de campañas de sensibilización social para favorecer la integración de las minorías étnicas, respetando, recuperando y difundiendo sus valores.

Programas para facilitar la normalización de asentamientos adecuados a su cultura y que eviten el “guetto”.

Programas para potenciar la cualificación profesional, revitalizando sus ocupaciones tradicionales y el fomento de nuevas actividades laborales.

Programas de S.S.E. para colectivos con estilo de vida marginal. Estos programas se definen como de atención al marginado. Entre los objetivos propuestos están el de prevenir las causas de la marginación, así como, el atender y tratar al marginado. Entre los medios propuestos están:

Crear servicios y programas específicos para los diversos colectivos, mendigos, transeúntes, etc.

Programas de reinserción.

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Programas de lucha contra la marginación social. Programas de S.S.E. para emergencias sociales. Estos programas se definen de ayuda a situaciones de emergencia. Los medios con que se cuenta son de apoyo económico, facilitar alojamiento, ayuda psicológica y social a los afectados. Como se puede observar los Servicios Sociales son un área de aplicación que ofrece múltiples posibilidades para la práctica profesional del psicólogo junto a otros profesionales como pueden ser los trabajadores sociales, los educadores, los pedagogos, etc. 3.2.5 Salud Otra área de aplicación de la psicología comunitaria en los niveles primarios y secundarios es la atención en salud. Para Martínez citado por Martín, Chacón y Duro80, “la Áreas de la Salud deberán desarrollar las siguientes actividades: En el ámbito de la atención primaria de salud, mediante fórmulas de trabajo en equipo, se atenderá al individuo, la familia y la comunidad, desarrollándose mediante programas, funciones de programación de salud, prevención, curación y rehabilitación, a través tanto de sus medios básicos como de los equipos de apoyo a la atención primaria”. Es así como se puede afirmar que la Psicología Comunitaria aplicada al ámbito de la salud será la aplicación de los conocimientos psicológicos que los profesionales de la Psicología, integrados en los equipos especializados de Planificación Familiar y de Salud Mental, aporten a la atención en salud, tanto en su nivel primario como secundario (especializado). Psicología Comunitaria en la Atención Primaria de Salud Es evidente que el cambio de la atención a la salud es inviable sin la inclusión de los aspectos psicológicos y psicosociales del proceso salud – enfermedad, así como de las metodologías y técnicas psicológicas que junto al nivel biológico den cuenta de la integralidad de la salud y de su carácter profundamente psicosocial y comunitario. Esta aportación propia de los profesionales de la psicología se tendrá que hacer fundamentalmente desde los equipos especializados de Planificación Familiar y de Salud Mental a través de sus programas de apoyo y coordinación a la atención primaria. En tanto no se incorporen los psicólogos como miembros de los Equipos de Atención Primaria, estos programas han de priorizarse desde los Equipos de Salud Mental.

80

DURO MARTÍNEZ, Juan Carlos, Psicólogo Coordinador de Programas de los Servicios de Salud Mental (Getafe – Madrid) citado por MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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A continuación se señalan algunas de las aportaciones de la Psicología Comunitaria al trabajo de los Equipos de Atención Primaria:

En la investigación epidemiológica y en el diagnóstico de salud de cada comunidad. Es imprescindible para conocer el estado de salud de una comunidad incluir variables psicológicas y psicosociales, cuyo estudio indique posibilidades de intervención a nivel preventivo, de educación para la salud, así como una organización de recursos asistenciales acordes con las necesidades de la población.

En la prevención, promoción y educación para la salud. La Psicología Comunitaria, recogiendo fundamentalmente aportaciones de la Psicología Social y Grupal, es necesaria en el diseño de programas preventivos así como en la inclusión de metodología y técnicas de intervención comunitaria a nivel grupal e institucional que permitan elevar el nivel de salud de una población. La transmisión de información, el cambio de ciertos comportamientos o la promoción de nuevos hábitos y estilos de vida, sólo tendrá éxito si se enmarca en una metodología que tenga en cuenta el nivel psicosocial e intersubjetivo, que producido por factores económicos y sociales, juega como resistencia al cambio en los niveles grupales, institucionales y comunitarios.

En la participación comunitaria. El lema lanzado por la Organización Mundial de la Salud para todos en el año 2.000 sólo podrá irse progresivamente consiguiendo si la comunidad, los usuarios de los servicios sanitarios van cobrando creciente protagonismo en el autocuidado de la salud, así como la gestión y evaluación social de los mismos (agentes de salud). La aportación de la Psicología Comunitaria en la participación de la población es fundamental no sólo por el cambio que supone para los usuarios de servicios sanitarios sino, porque ayuda a llevar adelante efectivamente este modelo de salud, para los propios profesionales sanitarios. La participación comunitaria implica un cambio de actitud y de desempeño del rol de los profesionales sanitarios en el doble sentido de:

Potenciar en todas y cada una de sus intervenciones (desde la consulta hasta las campañas educativas, pasando por la investigación), la autonomía y la participación activa de los usuarios – población lo que implica un cierto grado de destecnificación y de socialización de sus conocimientos con lo que de “crisis de identidad” puede conllevar.

Abandonar el exclusivo modelo de atender individualmente a las demandas asistenciales reparadoras para tomar una postura más activa saliendo a la comunidad y trabajando en equipo con otros profesionales.

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La Psicología Comunitaria ha de proporcionar conocimientos, instrumentos y técnicas tanto a la población como a los equipos de atención primaria para la consecución de estos objetivos.

En la asistencia primaria. Los profesionales sanitarios de atención primaria han de poder tener en cuenta el nivel psicológico individual y psicosocial (grupo familiar) de la persona que demanda asistencia (tanto a nivel de evaluación como de tratamiento y/o de derivación a los equipos especializados).

En el proceso de diagnóstico se amplía el reduccionista punto de vista médico-biológico para observar aspectos de su personalidad y sus contextos relacionales que influyen en la problemática por la que acude a ese dispositivo sanitario. Según el diagnóstico o evaluación integral se podrá intervenir terapéuticamente incluyendo la orientación psicológica y recomendaciones de carácter psicosocial. La derivación de equipos especializados, principalmente al de Salud Mental, en el caso de considerarse necesario, se hará, si se tiene en cuenta lo que se está señalando, como complemento a la atención primaria y las personas derivadas acudirán a los equipos especializados con la suficiente información y toma de conciencia que permita abordar al tratamiento especializado con más expectativas de éxito. Psicología Comunitaria en la Orientación Familiar Este apartado hace referencia a las prestaciones que los servicios de salud han de ofrecer a la población en materia de Planificación Familiar y de Salud Materno-Infantil, concretamente a lo que se refiere a la atención en el embarazo, preparación al parto y puerperio. Está por definir si estas prestaciones se ubican en el nivel especializado de atención o en el nivel primario, en cualquier situación tienen tal imbricación social que exigen un intenso trabajo comunitario en sus niveles preventivos (prevención de embarazos no deseados y en población de riesgo, de malformaciones congénitas, problemas psicológicos postparto y en la primera relación madre-hijo, etc.), de promoción de la salud (utilización de métodos anticonceptivos, seguimiento embarazo y del niño sano, etc.), y de educación para la salud (educación sexual, relaciones de pareja y familia, etc.). El trabajo psicológico en este programa ha de centrarse más en la promoción a la salud que en la atención a la enfermedad ya que se trata justamente de propiciar en las mujeres, parejas, grupos de población e instituciones comunitarias (educativas, de ocio y tiempo libre, socio – culturales, cívicas, etc.) una mayor calidad de vida en el terreno sexual y de relaciones interpersonales. Ni la orientación sobre los métodos anticonceptivos ni el proceso de embarazo constituyen situaciones de enfermedad aunque, evidentemente, puede generar problemas psicológicos de mayor o menor importancia sobre todo en grupos de

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riesgo (adolescentes, parejas con dificultad de relación y/o problemas sexuales, personas con problemas psicológicos previos, etc.). En este caso la intervención puramente asistencial conlleva más claramente que en otros un aspecto de promoción de salud, de prevención de posibles conflictos y de educación para la salud (psicoprofilaxis del embarazo, parto y puerperio). El psicólogo ha de asesorar y trabajar con los otros profesionales sanitarios (ginecólogos, auxiliares, etc.) para que la atención médica sea también integral y tenga en cuenta los aspectos psicológicos y psicosociales que en este terreno están íntimamente ligados a valores, normas y cultura de cada comunidad y cada grupo de pertenencia. El carácter psicosocial de la planificación familiar, la atención al embarazo y la preparación al parto y el puerperio hace imprescindible la potenciación del trabajo en la comunidad de distintos grupos de población (organizaciones de mujeres, centros cívicos, etc.) y con las instituciones educativas (Colegio de Enseñanza General Básica, Enseñanza Media, de formación Profesional, etc.) responsables en buena medida de la adquisición de los conocimientos, normas y valores que van a marcar los comportamientos de las personas. La organización de programas de promoción y educación para la salud sobre estos temas en las instituciones y organizaciones comunitarias han de incluir la participación comunitaria por lo que la metodología de intervención grupal e institucional es indispensable en este proceso del fomento de autocuidado y apropiación de la salud por parte de la comunidad. Junto con este aspecto de trabajo en y con la comunidad, las actividades más propiamente asistenciales psicológicas, como la evaluación y/o tratamiento de problemas sexuales, de parejas y/o familiares han de impregnarse del enfoque comunitario favoreciendo las técnicas de intervención que contribuyen a la toma de conciencia del carácter profundamente social y colectivo de buena parte de los problemas vividos exclusivamente como íntimos e individuales. La introducción de elementos informativos que eleven el nivel de conocimientos de las personas junto con la posibilidad de elaboración e incorporación de los mismos a su vida y contexto personal, contribuye al cambio de etapa introducido por la psicología comunitaria desde lo clínico individual a lo psicosocial – colectivo. Psicología Comunitaria en atención a la Salud Mental Anteriormente se señaló que en la organización sanitaria el lugar más claro, sin que eso quiera decir que está generalizado, de la ubicación del psicólogo es en los equipos especializados de salud mental. Es desde este nivel de atención secundaria desde donde se ha de intervenir en le nivel de atención primaria priorizando por lo tanto lo programas de Apoyo y Coordinación con la Atención

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Primaria en Salud, con Servicios Sociales y Comunitarios y con los Servicios de apoyo a la Escuela (Equipos Psicopedagógicos, Equipos Multiprofesionales, etc.) algunos enfoques y posibles actividades de estos Programas son: Programa de Coordinación y Apoyo a la Atención Primaria en Salud. A partir de las derivaciones efectuadas por los Equipos de Atención Primarios al Equipo de Salud Mental, se debe mantener periódicas y sistemáticas sesiones interconsulta en las que, sobre intervenciones concretas por parte de ambos equipos, se les asesore en la evaluación y orientación psicológica que los Equipos de Atención Primaria puedan hacer en la línea del cambio de concepción y relación profesional sanitario – usuario. Especial atención merece por su importancia preventiva y educativa el asesoramiento y formación de los profesionales sanitarios, especialmente pediatras, en todo lo concerniente a la psicología infantil y del grupo familiar tanto en su desarrollo evolutivo (seguimiento del niño sano) como en la detección y orientación y/o derivaciones de problemáticas psicológicas en niños, parejas y/o familias. La formación de los Equipos de Atención Primaria tanto en otros contenidos psicológicos de las demandas que se le presentan en la consulta (problemas de ansiedad, depresión, de relación, crisis psicóticas, etc.) como en la dinámica y funcionamiento de los grupos (familiares, de la comunidad, laborales, etc.) y de las instituciones (incluyendo la propia institución sanitaria), se constituye en eje central de este programa de coordinación y apoyo a la atención primaria en salud. Programa de Coordinación y Apoyo a Servicios Sociales y Comunitarios. Es en buena medida en le trabajo directo con la comunidad desde el marco de los Servicios Sociales y Comunitarios donde la Psicología Comunitaria encuentra su lugar más apropiado para la intervención psicosocial. Así, según el desarrollo e inclusión de la Psicología Comunitaria en este campo, será necesario enfatizar más o menos este programa desde el equipo especializado de salud mental. En cualquier caso, una actividad que requiere la estrecha colaboración entre ambos niveles es la de propiciar el mantenimiento y la reinserción social y comunitaria de personas con importantes problemas psiquiátrico-psicológicos y con dificultades en su integración social y comunicativa. El asesoramiento y la supervisión psicológica en la programación y seguimiento de actividades de integración social (pisos de transición y protegidos, integración en centros y actividades comunitarias, ayuda domiciliaria, etc.) junto con la formación específica en temas de salud mental para profesionales de los Servicios Sociales (Asistentes Sociales, monitores, educadores, psicólogos, etc.) es una actividad prioritaria para ir articulando redes sociales alternativas a la hospitalización psiquiátrica.

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Programa de Coordinación y Apoyo con los Servicios de Apoyo a la Escuela. Los Servicios de Apoyo a la Escuela (por ejemplo, de los Equipos Psicopedagógicos), conforman por sí solos un programa de coordinación y apoyo entendidos como un primer nivel de atención a los problemas psicológicos en el ámbito escolar. La inclusión de la Psicología Comunitaria en este primer nivel de atención suele ser cuestión indiscutible y sirve para poder desarrollar en contacto directo con la institución escolar (estudiantes, padres y profesores) actividades de tipo preventivo y asistencial alrededor de problemáticas tales como el fracaso escolar, comportamiento en el aula, dificultades en el desarrollo evolutivo, etc. El asesoramiento y el apoyo desde los equipos especializados de salud mental variará también dependiendo de los recursos y plan de actividades con que cuentan los Servicios de Apoyo a la Escuela, pero al menos, ha de contemplar el establecimiento coordinado de las distintas intervenciones psicológicas que se hayan de hacer en cada caso determinado desde cada nivel de intervención asistencial - terapéutica en le caso de salud mental, y psicopedagógica y escolar en el caso de los Servicios de Atención a la Escuela. La programación y participación conjunta en actividades de carácter institucional escolar y/o comunitarias (Escuelas de Padres, colectivos sociales determinados, etc.), pueden contribuir a dar globalidad y verdadera dimensión comunitaria a la salud de la población infantil en el marco escolar (ámbito educativo). Programa de Atención Ambulatoria (Infantil y Adultos). La atención psicológica a las personas derivadas por el nivel de atención primaria (de salud, educativa y social) es una de las prestaciones que ofrecen los equipos de salud mental comunitarias a la población de una comunidad determinada. Aun cuando la perspectiva clínico-terapéutica aparece como necesaria incluir en este programa de actuación, el carácter psicosocial que entendemos está en la génesis de los conflictos psicológicos y la necesidad de un progresivo fomento de los propios recursos personales en la vida de relación, hace enfatizar aún en las propias intervenciones asistenciales (evaluación y distintos tratamientos psicológicos), los métodos y técnicas de carácter grupal y/o comunitarios de duración limitada (entrevistas de grupo familiar, con vecinos y/o amigos, grupos terapéuticos, etc.) con el objetivo de potenciar la búsqueda de alternativas terapéuticas más en el apoyo y la interrelación con los iguales que en la dependencia, en muchos casos, iatrogénica, del técnico en salud mental. La intervención en situaciones de crisis en las que se ve involucrada directamente la comunidad (problemas de comportamiento con los vecinos, de familia o el barrio) hace imprescindible, si no se quiere psiquiatrizar aceptando la etiquetación de loco o enfermo mental, la implementación con carácter de urgencia en muchos casos de intervenciones psicológicas grupales en el seno de la comunidad en las que al tiempo que se interviene para entender y canalizar la situación de crisis se

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efectúa un necesario trabajo educativo para desmitificación y evitar exclusión de la diferencia (“locura”). Por último es importante hacer referencia al papel de la psicología en su enfoque comunitario en la formación de los propios profesionales de la salud, servicios sociales y educativos como ya se ha señalado y especialmente en la formación de psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales en período de residencia o prácticas en los Equipos de Salud de manera que pueda irse generalizando este enfoque de atención comunitaria en el campo de la salud. CAPITULO 3. AMBITOS DE APLICACIÓN II 3.3.1 Intervención educativa Para desarrollar los temas de la intervención en los ámbitos educativo y ambiental, Martín, Chacón y Martínez han tomado autores como Hombrados y Gómez81. El interés por los servicios preventivos de la psicología comunitaria y el cambio en la prestación de los mismos, desde un estilo de “espera” hacia un estilo de “búsqueda”, permite al profesional actuar sobre el marco social de manera anticipada. Esto convierte a la escuela en el medio más adecuado para aplicar programas de intervención que permitan lograr una mayor adaptación ecológica de los individuos y prepararlos para la vida adulta. Existen además una serie de hechos que dan la razón a la orientación comunitaria en la escuela:

Los modelos tradicionales de tratamiento no han proporcionado soluciones particularmente efectivas. Desde la perspectiva comunitaria el psicólogo debe intervenir como agente de cambio sobre una institución social como la escolar. Esto amplía el campo de actuación del psicólogo educativo en la comunidad, relegada hasta hace poco a la mera descripción y clasificación de alteraciones comportamentales.

Un creciente cuerpo de estudios indican la existencia de cierta tendencia al desajuste social cuando han surgido conflictos en el desarrollo temprano (Cowen et al., 1973).

Los programas educativos deben permitir la integración de niños con problemas y el tratamiento de los mismos dentro del entorno escolar.

Los costes económicos de la intervención preventiva en edades tempranas son menores que los de intervenciones en crisis.

Para desarrollar una cultura de salud y crear actitudes más positivas hacia el cuidado de la misma hay que incidir en el sistema educativo puesto que

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HOMBRADOS MENDIETA, Isabel y GÓMEZ JACINTO, Luís. (Universidad de Málaga) citados por MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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“el proceso de socialización es uno de los mecanismos más importantes para transmitir valores y normas” (O.M.S., 1983. En Costa y López, 1986).

Tradicionalmente la escuela se ha centrado principal o exclusivamente en la transmisión de contenidos instruccionales. Sin embargo, la escuela como agente primario de socialización debe ser empleada para promover el bienestar psicosocial, los comportamientos de salud (en el sentido integral del término), la preparación anticipada y el desarrollo de habilidades que permitan una mayor adaptación al medio. Se trataría de “hacer las escuelas más eficientes para proveer al niño de los recursos que le ayudarán a desarrollarse como un ser humano psicosocialmente adecuado”. (Zax y Specter, 1979).

Constituye un reto para la Psicología mejorar las condiciones de vida y asistir de manera más eficaz a la población; ello implica hacer especial hincapié en un plano más globalizador y trabajar en el ámbito ecológico donde se desarrolla la actividad escolar. La perspectiva comunitaria en la escuela integra una gran cantidad de aportaciones sobre los procesos de interacción y adaptación del niño en el marco escolar. Cuenta con la aplicación de numerosos programas que se diferencian principalmente por el concepto de intervención que en ellos subyace y por el conjunto de variables que entran a formar parte de este proceso. Esta disparidad de programas no le permite arrojar datos concluyentes sobre la mejor forma de intervenir en este campo. Sin embargo, la escuela como institución primaria de socialización permite un abordaje que va más allá del ámbito puramente académico; en este sentido el desarrollo de competencias sociales provee al niño de un buen instrumental para enfrentarse con situaciones conflictivas, lo que conduce a un mejor ajuste y equilibrio psicosocial, al tiempo que se convierte en el mejor medio para transmitir comportamientos de salud y, consecuentemente, prevenir problemas. El llevar este cambio adelante no depende exclusivamente el trabajo de los profesionales implicados: La formación de paraprofesionales, la aplicación de los programas, etc., precisa costes económicos, y lo que es más importante, una decisión política de llevarlo adelante. 3.3.2 Fundamentos de los Programas Comunitarios A continuación se revisarán los enfoques más importantes que han determinado gran parte de los programas de intervención y las características de éstos. La orientación comunitaria en la escuela ha trabajado con un cuerpo de investigación importante sobre el desarrollo del niño y la ecuación. No es sorprendente, por tanto, que los modelos de inteligencia, educación y aprendizaje predominantes en la psicología infantil hayan tenido una gran influencia sobre la intervención comunitaria en la escuela (Rappaport, 1977).

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El paradigma de experiencia ambiental temprana basado sobre el supuesto de que la inteligencia es función de las condiciones estimulares del desarrollo y sobre los hallazgos de los programas de educación compensatoria dirigió un gran número de los programas comunitarios, que posteriormente fueron cuestionados a favor de un modelo ecológico que destacara el papel del relativismo cultural. Los programas de intervención basados en la experiencia ambiental temprana se caracterizaron por su actuación preventiva (preferentemente en el ámbito preescolar) sobre comunidades desasistidas. Uno de los más populares es el programa nacional “Head Start”, aprobado a mediados de los sesenta por el gobierno federal de U.S.A. y aplicado sobre niños de zonas deprivadas económica y culturalmente. Estos programas incluían preparación escolar, apoyo y socialización además de atención médica. En general, los datos de la evaluación (Cicirelli et al, 1970; Campbell y Schiller, 1970; Smith et al., 1970) muestran una mejora del rendimiento al principio que nos se mantiene de forma estable, llegando a no haber diferencias entre los niños, que intervinieron en el programa y los que no lo hicieron en las medidas de rendimiento (lectura, escritura…) y conductuales (adaptación, autoconcepto…). Otro de los programas de educación preescolar bastante expandidos son los intervención programada (Bereiter y Englemann, 1966). Se definen por la utilización de un detallado contenido del currículum rígidamente estructurado. El procedimiento básico consiste en que el profesor trabaja con pequeños grupos de niños buscando y reforzando las respuestas más adecuadas para alcanzar el éxito escolar poniéndose el énfasis sobre el desarrollo de técnicas que favorezcan el trabajo académico. Los resultados derivados de los programas centrados en el paradigma de experiencia temprana (preparación para la escuela en niños con déficits estimulares) son insuficientes para dar respuesta a algunas cuestiones concernientes con la Psicología Comunitaria. Algunos autores (v.g. Weikart, 1972) explican que el fracaso de los programas preescolares, una vez los niños acceden a la escuela pública, guarda relación con las expectativas que los profesores tienen hacia esos niños y las inferencias que hacen acerca de su capacidad de adaptación y rendimiento escolar. Sin embargo, para otros (Rappaport, 1977; Laosa, 1979) el problema principalmente radica en la concepción del paradigma del que parten estos programas de intervención. El desarrollo de planes curriculares generales y de técnicas e instrumentos con idéntica base cultural no ha sido consistente con una sociedad pluralista. Bajo estas circunstancias el modelo ecológico es más receptivo a un relativismo cultural y permite el diseño y promoción de programas para una mayor diversidad de individuos. La intervención basada en la comunidad, en un punto de vista ecológico asume la existencia de una gran diversidad de creencias, actitudes y prácticas que afectan la socialización y educación (Laosa, en Kent y Rolf, 1979); los valores atribuidos a los tipos de conducta varían en cada cultura. Cada ambiente puede tener distintos tipos de característica que demandan diferentes funciones de adaptación. El grado en que los niños tienen éxito en el contexto escolar depende, en gran parte, de la competencia con que se enfrentan a dicho contexto.

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La idea de la socialización y el desarrollo de competencias en solución de problemas sociales para conseguir un mayor ajuste psicosocial del niño a través del marco escolar ha sido apuntado por numerosos autores y ha sido objeto del desarrollo de programas escolares. Reiff (1967) señala que hay que acercarse al estudio del entorno como sistema de socialización y los tres entornos que identifica son la familia, el pequeño grupo y el sistema educativo. Cole y Bruner (1971) otorgan a la escuela el papel de transmisora de habilidades y competencias. En la misma línea, Murell (1973) enfatiza la influencia que ejerce la red de sistemas sociales sobre el desarrollo infantil, subrayando la importante conexión que guardan el desarrollo de habilidades y estrategias para resolver problemas con las redes del sistema social (sistema escolar, familiar). Se trataría de llegar a alcanzar lo que denomina “grado de acuerdo psicosocial” para asegurar una adecuada adaptación del niño. Spivack y Shure (1974) postulan que la habilidad de los niños para resolver los problemas interpersonales influye positivamente en la calidad de su ajuste social; por ello el desarrollo de competencias en solución de problemas sociales sería crucial para el bienestar psicológico del niño. La escuela ha sido identificada por una gran cantidad de autores (Weikart, 1972; Glidewell et al., 1966; Morrison y Mc Intyre, 1971; Minuchin et al., 1969; Cowen, 1973) como la institución de socialización más apropiada para desarrollar estrategias efectivas en prevención primaria. De acuerdo con esta posición el diseño de estrategias en prevención primaria en la escuela está basado principalmente en el entrenamiento en solución de problemas sociales. La escuela es el lugar idóneo para la prevención en la infancia y como tal debe incorporar en el currículum programas que puedan maximizar el ajuste psicosocial del niño. A través de la prevención habría que introducir cambios en las instituciones de socialización (Allen et al., 1976) y promover e incrementar estrategias y competencias a través de respuesta saludables relacionadas con un buen ajuste (Gesten et al., 1979). Los programas de solución de problemas podrían resumirse en cognitivos (Shure y Spivack, 1975); de desarrollo (Jannotti, 1978; Marsh et al., 1980) y de tareas específicas (DZurilla y Goldfried, 1971). En términos globales el entrenamiento en solución de problemas sociales se realizaría a partir del desarrollo de una serie de pautas aplicadas por los profesores en clase y que constaría de: Definición del problema, proceso de reunión de información, clarificación y establecimiento de metas; generar alternativas, desarrollar habilidades para pensar en una amplia variedad de soluciones potenciales; considerar las consecuencias y anticipar los resultados; verificación del proceso de solución de problema. Además de estos aspectos, Rotter (1974) acentúa la importancia de las expectativas en la solución de problemas. Su teoría predice que los sujetos con altas expectativas sobre la solución de respuestas alternativas encuentran un mayor ajuste social.

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El establecimiento de estos programas en el currículum escolar amplía las oportunidades de los niños de participar activamente en el proceso de aprendizaje. Para ello se utilizan una gran variedad de técnicas como discusión en clase, modelado, juegos de cooperación y competición, trabajos en grupo de iguales, etc. 3.3.3 Intervención ambiental Uno de los principales problemas con los que se enfrenta la sociedad es la progresiva degradación del medio ambiente. El ímpetu desarrollista de las sociedades occidentales después de la última guerra mundial ha hecho que el ambiente se haya convertido en un recurso escaso, que hay que conservar y proteger. La contaminación aérea, acuática y acústica, la degradación del suelo, el deterioro urbano y una larga lista de problemas ambientales ya forman parte de las características que definen las sociedades modernas. Por otra parte, existe una cada vez mayor sensibilización social ante los tales problemas. Si nunca en la historia el ambiente ha sido víctima de tantas agresiones humanas, también es cierto que nunca el hombre ha puesto tanto énfasis en su protección. La traducción psicológica de esta preocupación es la Psicología Ambiental, joven disciplina que en poco más de 20 años ha desarrollado una gran actividad científica, convirtiéndose en una de las más prolíficas e interesantes dentro del actual panorama psicológico. La Psicología Ambiental, con un nacimiento y desarrollo interdisciplinar (Proshansky y Altman, 1979), tiene desde sus orígenes una orientación aplicada. El intento de solucionar la variada problemática ambiental no le ha hecho olvidar, sin embargo, la necesidad de la construcción teórica. Es quizás en la psicología ambiental donde mejor se operacionaliza el viejo sueño lewiniano y el de tantos otros psicólogos aplicados de unir indisolublemente teoría y práctica. De ahí que los psicólogos ambientales unan a sus deseos interventivos la necesidad de tener “algo tan práctico como una buena teoría”. Desde esta perspectiva la psicología ambiental ha intervenido, con mayor o menor intensidad, en los distintos problemas ambientales que aquejan a la sociedad. Con fines ilustrativos, los autores han organizado dos ejemplos: Intervención en el comportamiento e intervención en el medio ambiente; en el primero de los casos tomado el ambiente como variable dependiente y en el segundo, como variable independiente. Intervención en el comportamiento En este enfoque interventivo el ambiente está considerado como un variable dependiente y el individuo desempeña un papel muy importante en su modificación y, lo que es más grave, en su deterioro. Gran parte de la investigación desarrollada en este campo se agrupa en torno al área de las conductas ecológicas responsables. Asís y Aragonés (1986) definen una conducta ecológica responsable como “cualquier conducta que tenga como intención

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conservar el medio ambiente o evitar en la mayor medida posible su destrucción”. Las estrategias seguidas para implantar en los individuos este tipo de comportamientos se han basado en las técnicas de cambio de actitudes y en la modificación de conducta. La utilización del feedback ha sido también frecuente en el manejo de las conductas ecológicas responsables. Los programas de intervención ambiental para la implantación de conductas conservacionistas se valen de ambas estrategias y es frecuente que en uno se reúnan varias de las técnicas mencionadas. El repertorio de posibles intervenciones ambientales a este nivel es muy amplio y, en principio, cualquier conducta destructora o conservadora del medio ambiente puede ser objeto de cambio. Conservación de la energía La crisis del petróleo del año 1973 acaba con una época expansionista, de gran desarrollo económico y social; introduciendo a las sociedades occidentales en el túnel de la crisis energética. La conservación de la energía y de los recursos naturales se convierte en prioridad para los gobiernos de todo el mundo. La psicología no es ajena a esta problemática. Se le ofrece la oportunidad de desarrollar estrategias psicológicas para colaborar en la solución de tan grave problema social. El conocimiento sobre cambio de actitudes, modificación de conducta, evaluación de programas, es aplicado inmediatamente en este nuevo campo. La conservación de la energía en el hogar, en el transporte, y la reducción y reciclaje de residuos, son como lo señalan Blas y Aragonés (1987) tres áreas de intervención con importantes consecuencias para el ahorro energético. Y no olvidemos que éste tiene repercusiones importantes sobre la calidad ambiental; habrá menor contaminación si las centrales termoeléctricas y nucleares son menos necesarias, si se usan menos los automóviles, si las calefacciones domésticas se utilizan con mayor racionalidad. En la mencionada revisión de Asís y Aragonés se muestra una serie de intervenciones encaminadas a reducir el consumo de materias primas sin reducir el nivel de calidad de vida. Para ello se utilizan principalmente las estrategias consecuentes de la conducta (feedback, autocontrol, refuerzo positivo y negativo y el castigo). La educación ambiental, los estímulos instigadores y el modelado no han sido muy eficaces según estos autores, pero no habría que descartarlos totalmente y puede ser muy útil su aplicación en la educación ambiental de niños. Por lo que respecta al consumo energético en el hogar (Baum y Singer, 1981), los programas han ido encaminados a la redistribución del horario de consumo eléctrico, a su reducción paulatina y al uso racional de determinados electrodomésticos. Las intervenciones para reducir el consumo energético derivado del transporte (Altman et al., 1981) fomentan el que las personas compartan el coche para ir al trabajo, reduzcan los kilómetros recorridos y optimicen el consumo de gasolina. Otro apartado importante es la incentivación del uso del transporte público. Si bien el objetivo directo de estos programas es la contención del consumo de gasolina, qué duda cabe que tienen también una incidencia importante sobre la reducción de los accidentes de tráfico: Lo cual les

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convierte en doblemente recomendables. Y, por último, la reducción y reciclaje de residuos se ha intentado modificar desde grandes campañas orquestadas generalmente desde la administración pública y desde pequeños estudios de campo realizados normalmente en grandes almacenes. En ambos casos se ha tratado de incentivar el uso de materias retornables. Los programas de reciclaje se han circunscrito, casi exclusivamente, al reforzamiento positivo por la recogida y/o entrega de papel. Arrojar basuras La contaminación a través de residuos sólidos, basuras, es otro de los importantes problemas que aquejan las sociedades industrializadas. Aragonés (1985), en una revisión del tema, define la basura como “materias sin valor que se generan después de los procesos de producción o consumo”. La intervención psicológica, señala este autor, se ha dirigido mayormente a la limpieza y recogida de tales residuos. Sin embargo, un problema cada vez más acuciante para los municipios es el de la disposición de las basuras y su incidencia en el entorno. A otro nivel, deshacerse y almacenar residuos nucleares constituye un grave problema, de importantes repercusiones para la ecología de “tan calientes” cementerios y de efectos negativos sobre la salud de las personas. Poco, como puede suponerse, es lo que se ha pedido que diga la Psicología Ambiental en este asunto. Las intervenciones que pretenden potenciar las conductas de limpieza y recogida de basuras se basan en técnicas antecedentes y técnicas consecuentes positivas (Nietzel et al., 1977). Las primeras se centran en prevenir las conductas de arrojar desperdicios y muestran cómo el número y atractivo de los contenedores de basura, la limpieza de los lugares públicos y distribución de folletos de propaganda instigan comportamientos de limpieza. Las consecuentes utilizan principalmente la administración de refuerzos positivos por la recogida de basuras. El refuerzo puede ser económico o social; como señala Aragonés (1985) el coste del primer tipo es elevado y su retirada hace que los individuos vuelvan a los niveles previos. Los reforzadores sociales (cualquiera que otorgue aprobación y reconocimiento social al individuo) son más baratos y consiguen efectos similares a los económicos. Los programas de recogida de basuras están estrechamente ligados al reciclaje de las mismas, y la recogida de papel ha sido la conducta principalmente estudiada. El incentivo económico consiguió los efectos más importantes. Intervención en el ambiente Desde esta perspectiva el ambiente puede ser visto como una variable independiente, capaz de ejercer una poderosa influencia sobre el comportamiento. La psicología ambiental ha enfatizado, al menos en sus comienzos, este enfoque, y el porcentaje mayor de investigación lo ha dedicado al influjo del ambiente sobre la conducta.

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Wandersman y colaboradores (1983) han desarrollado un modelo que intenta conjugar los hallazgos de la psicología ambiental con los planteamientos preventivos de la psicología comunitaria. Es un modelo que relaciona las variables ambientales con sus efectos psicológicos. Muy similar al modelo de estrés ambiental de Bell, Fisher y Loomis que plantea que “las variables ambientales pueden ser fuente de estrés y que esté está asociado a intentos de afrontamiento, que pueden ser exitosos o fracasar y que de ello se derivan efectos positivos o negativos”. El modelo incorpora el planteamiento preventivo de Catalana y Dooley (1980). Un programa de intervención primaria preactiva debería prevenir la aparición de cualquier estresor ambiental. La construcción de un determinado ambiente deberá impedir el exceso (o el defecto, en su caso) de población, contemplar el correcto aislamiento acústico, impedir la contaminación aérea y acuática. Todo ello, como es de suponer, es difícil y escapa, en gran medida, a la intervención propiamente psicoambiental. La prevención primaria reactiva intentará reducir el estrés del individuo sometido a un estresor ambiental, mediante estrategias de doping (clínicas o informativas). La prevención secundaria y terciaria irá encaminada al cambio ambiental, utilizando los recursos sociales y comunitarios del entorno que se pretende mejorar. La remodelación del ambiente, la reorganización de vecindades, el establecimiento de nuevas redes sociales, pueden ser ejemplos de intervención secundaria y terciaria. Al psicólogo ambiental le ha preocupado el estudio de una gran cantidad de ambientes. Ha establecido numerosas taxonomías de los mismos (v.g. ambiente natural versus construido; físico y social; molar, molecular) y ha identificado aquellas variables que tienen una incidencia especialmente negativa sobre el individuo. Sus aportaciones al conocimiento y diseño ambiental cubren la mayor parte de los entornos humanos. El estudio del medio ambiente urbano y sus consecuencias, negativas en muchos casos, constituye uno de los núcleos más importantes de investigación ambiental (Corraliza, 1987b). Son numerosas las consecuencias que se pueden obtener del estudio de tan diversos ambientes. A continuación se hará referencia a algunos estresares que causan efectos sobre la salud, estos son: El hacinamiento, la contaminación del aire y el ruido. Gran cantidad e trabajos sobre hacinamiento han mostrado cómo éste induce estés en los individuos, entorpece las relaciones interpersonales, reduce la conducta de ayuda e incrementa la agresividad, produce pérdida del control y puede conducir a determinadas patologías. Los factores potenciales de tan nefastas consecuencias no se encuentran exclusivamente en las características ambientales; las variables personales, la capacidad de afrontamiento y adaptación modulan los efectos (Baum y Epstein, 1978; GurKaynak y LeCompte, 1979; Levi y Anderson, 1980). La incidencia del hacinamiento en salud de las personas viene mediada por el estrés. Los trabajos con animales y con humanos evidencian una

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gran actividad del sistema nervioso autónomo y la secreción de hormonas adrenocorticales (síntomas ambos de estrés) bajo condiciones de hacinamiento. El estrés como es sabido, está estrechamente ligado a la enfermedad. Aunque existen datos contradictorios, las situaciones de hacinamiento parecen tener una cierta influencia en el desarrollo de algunas patologías físicas y mentales. Terceras variables no controladas (estatus socioeconómico, recursos sociales y personales) pueden estar en el origen de tales hallazgos. La prevención del hacinamiento es una tarea difícil y casi siempre escapa a la intervención psicológica. Está íntimamente ligada al proceso de diseño, pero éste se suele circunscribir a lugares reducidos, tales como residencias estudiantiles y viviendas particulares. Algunos programas de regulación de la natalidad en el tercer mundo podrían incluirse en la prevención del hacinamiento. La contaminación atmosférica, con tener graves consecuencias para la salud, no ha despertado mucho interés en la psicología ambiental. Se define como la “presencia en el aire de una sustancia extraña o la variación importante en la proporción de sus constituyentes, susceptibles de provocar efectos perjudiciales o crear molestias teniendo en cuenta los conocimientos del momento” (Consejo de Europa, 1967). En relación al ruido, López Barrio (1986) lo define físicamente “como un conjunto anárquico de señales acústicas” y psicofisiológicamente como “todo sonido no deseado por el receptor, es decir una sensación auditiva perturbadora”. El ruido, según la OMS, es un sonido no deseado cuyas consecuencias son molestas para el público, con riesgo para la salud física y mental. Es considerado como un agente contaminante: Habitual en los grandes núcleos urbanos como consecuencia del tráfico de automóviles, aéreo y ferroviario, de la actividad industrial y, en general, de abundantes actividades diarias del hombre (López Barrio, 1987). El ruido es un estimulante del sistema nervioso central, provoca tensión que puede llevar a un incremento del estrés y éste a una gran cantidad de trastornos, principalmente cardiovasculares. También existe evidencia de su influjo en el desarrollo de patologías mentales. El ruido provoca sensación de molestia y desagrado y es capaz de interferir las actividades personales e interpersonales. Y, evidentemente, la exposición a grandes intensidades de ruido puede provocar lesiones auditivas importantes. Su prevención se contempla principalmente desde el control del mismo, eliminando la fuente que lo produce o reduciendo su capacidad emisora y protegiendo al individuo que lo padece. Ello se consigue mediante leyes restrictivas del nivel máximo de ruidos permitidos para un determinado ambiente, que obliga, en muchos casos, a su correcto aislamiento acústico. El individuo puede evitar la exposición al ruido mediante la protección personal y el aislamiento acústico de su ambiente habitual.

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3.3.4 Intervención política Para desarrollar el tema de la intervención en el ámbito político, Martín, Chacón y Martínez han recurrido a los aportes de Jiménez82 quien toma como punto de referencia sobre lo político de la psicología comunitaria.

1. Término polisémico. Cabría recuperar su primordial sentido: Hay cosas –impuestos, guerra, salud- que son constitutivamente políticas por su ineluctable referencia a la polis, a la comunidad política. 2. Históricamente, todos los sistemas sociales han arbitrado medidas a favor de los necesitados, pero sólo a partir del siglo XIX, y tras durísimas luchas sociales, comienzan a establecerse en Alemania e Inglaterra las bases de lo que ha venido a denominarse, con diversas expresiones, Estado de Bienestar. El cual, idealmente, no sólo ostenta el monopolio de la violencia, sino que redistribuye la riqueza y protege a los desvalidos, acompañando al ciudadano, según la expresión de sus arquitectos. Pero son conocidos los recurrentes ataques que ha venido soportando el Estado Benefactor, sobre todo por parte de los neoconservadores. Quienes piden la reducción del sector público y sus prestaciones sociales, privando así de cobertura económica a unos bienes tan básicos como escasamente rentables desde la lógica del capital. 3. La realidad económica, política y social en la que “interviene” el profesional “comunitario” escasamente se parece a lo que la filosofía social clásica denominó “comunidad”. Más bien se trata de una sociedad sumamente compleja, corporativa, etc., pero, sobre todo, con extremadas diferencias de clase. 4. El psicólogo comunitario se enfrenta con problemas sociales, asuntos en muchos casos así etiquetados: ¿Por quién?, ¿Para quién?. Hay ocasiones –interrupción del embarazo, determinados tipos de delito, el consumo de drogas- en que una decisión política puede ser condición necesaria de eliminación del problema. 5. Si como dijeran Marx y Skinner las condiciones de existencia de las personas determinan su conducta, es clara la relación entre factores políticos y satisfacción de necesidades. Existen ya plausibles argumentos que han mostrado la conexión entre esa satisfacción y niveles de desarrollo político, desde la anarquía primitiva hasta ese lejano estadio superior que podría ser la anarquía civilizada.

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JIMÉNEZ BURILLO, Florencio. (Departamento de Psicología Social, Universidad Complutense de Madrid) citado por MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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3.3.5 Intervención en ámbitos judiciales Finalizando con el tema de la intervención en el ámbito judicial, Martín, Chacón y Martínez han recurrido a los aportes de Díaz83 sobre el mismo. Se parte de entender la Psicología Jurídica como aquella que actúa sobre y se refiere a las instancias de control social generadas por un Estado (es decir, la policía, los tribunales de justicia, las instituciones de prevención y de tratamiento de la delincuencia de los menores de edad penal, y las instituciones penitenciarias), así como los trabajos e investigaciones que tratan de prevenir y modificar un hecho que es definido como tal por el Estado (y que se denomina delincuencia; véase, al respecto, Cea 1987; Taylor, Walton y Young (1975), la intervención que se ha realizado dentro y para la comunidad en este campo siempre ha sido de gran atención por parte de los psicólogos, como lo demuestran las obras de Nietzel (1979), Nietzel et al., (1977), Smykla (1981). Muchos han sido los problemas que han surgido y surgen para realizar esta labor (véase, por ejemplo, Clemente, 1986). Así, ocurre con la misma noción de prevención que para los juristas se puede clasificar en prevención general (que sería aquella que se dirige a la colectividad en general y que trata de impedir que surjan sujetos delincuentes en la sociedad, pudiendo equipararse, por lo tanto, a la prevención primaria) y prevención especial (que incide sobre quienes ya han cometido un delito, con el objeto de lograr que esas personas no vuelvan a delinquir, y coincidiendo, por tanto, con la prevención terciaria); por tanto, el esquema jurídico deja de lado por completo la prevención secundaria. Las intervenciones de carácter primario se han centrado sobre todo en el estudio de las características físicas y ambientales que producen delitos, y en cómo modificarlas para evitar ese problema social; así, la mayoría de los trabajos han avanzado en la línea del diseño urbano y arquitectónico, centrándose por lo tanto en la delincuencia urbana, y asumiendo el principio de que la gran ciudad genera la delincuencia. Esta perspectiva fue iniciada por Shaw y MacKay (1972), sociólogos de la Escuela de Chicago, encontrando en la actualidad su máximo exponente en Newman, arquitecto que, observando cómo existía una relación lineal entre la altura de una casa y el número de delitos que se cometían en la misma, atribuyó este hecho a la falta de semantización del espacio de los grandes edificios, de forma que cuanto más grande es un edificio, más de llegan a conceptualizar los espacios de carácter semiprivado (corredores, pasillos, ascensores, escaleras, etc.), como zonas públicas, ante la imposibilidad de detectar a un posible intruso. Propugna Newman la noción de espacio defendible, o semantización de los espacios de forma que den la sensación de ser zonas

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DÍAZ, Miguel Clemente. (Departamento de Psicología Social, Universidad Complutense de

Madrid) citado por MARTÍN GONZÁLEZ, Antonio, CHACÓN FUERTES, Fernando y MARTÍNEZ GARCÍA, Manuel. Psicología Comunitaria. Textos Visor.

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seguras, protegidas y de carácter privado; para conseguir tal fin, elabora un listado de condiciones a conseguir en la ordenación ambiental de los barrios (formas de construir los parques, los aparcamientos, las casas, las ventanas, etc.), que investigaciones posteriores han comprobado de gran eficacia. También desde el punto de vista de prevención primaria, han sido de gran importancia estudios sobre morfología urbana (Georges – Abeyie 1978, 1980). Esta orientación estudia la morfología de la ciudad, de forma que interpreta que diversas formas de ciudad (ciudades en forma de estrella, de círculos concéntricos, de sectores múltiples, etc.) generan diversas tasas de delincuencia, y sitúan las zonas de “vivienda” de los sujetos delincuentes (los denominados “semilleros” de la delincuencia) y de comisión de las actividades delictivas en diversas áreas, que son explicadas por la misma ciudad. También investiga este autor la morfología de los barrios bajos y de los “ghetos”, estableciendo cómo estos últimos poseen una capa externa que es móvil y que cambia de dimensiones en función de diversos criterios de carácter temporal. En general, la perspectiva preventiva primaria o mecánica ha supuesto una importante alternativa, ya que olvida por completo al denominado delincuente, para actuar sobre estructuras ambientales capaces de modificar los comportamientos delictivos. Bajo esta perspectiva nacen los estudios que propugnan la creación de Centros Sociales (Ander-Egg, 1980) que parten de la idea de que uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de la Comunidad es la ruptura cada vez mayor con los vínculos primarios, aspecto que se incrementa sobre todo en las grandes ciudades. Pero vale la pena analizar, en segundo lugar, los programas de prevención secundaria del delito. Dentro de ellos se encuentra el desarrollado por Cohen: P.I.C.A. (“Programming Interpersonal Curricula for Adolescents”) que se continuaría después en el P.R.E.P. (“Prepatarion Trough Responsive Educational Programs”), y que interpretando que el fracaso escolar conlleva en múltiples ocasiones la realización de actividades delictivas, trata de adiestrar adecuadamente en este campo a sujetos etiquetados como predelincuentes. En dichas intervenciones se han constatado resultados positivos, si bien supeditados al empleo por regla general de muestras pequeñas de sujetos. Finalmente, en relación con la prevención de carácter terciaria, se han realizado programas orientados hacia la rehabilitación y la reinserción. De la intervención comunitaria se destaca cómo es posible, mediante técnicas psicológicas conseguir una sociedad con menos problemas, con una mejor calidad de vida, y por lo tanto, con un menor índice en una serie de problemas sociales, entre ellos la delincuencia.

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LECTURAS COMPLEMENTARIAS

LOS MODELOS TEORICOS EN PSICOLOGIA COMUNITARIA

Lic. Yolanda Ramiro Sánchez Profesora de Psicología

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Facultad de Ciencias Médicas “Dr. Salvador Allende” Instituto Superior de Ciencias Médicas de la Habana

RESUMEN

Se hace un análisis de los modelos teóricos de la Psicología Comunitaria, su validez en cuanto teoría, su generalización y otras capacidades, así como los aportes que hacen al cuerpo teórico de esta rama de la Ciencia Psicológica

Palabras claves: Cambio social, competencia, apoyo social, escenario y modelos

Los distintos modelos

El carácter teórico de la Psicología Comunitaria ha suscitado opiniones diversas por que existen criterios – no solo de sus detractores – de verla como una rama predominantemente práctica.

Este criterio resulta contradictorio, por que existen multiplicidad de elaboraciones teóricas, a las cuales se le han llamado “modelos teóricos ”, entre los que podemos mencionar:

• Modelos del cambio social

• Modelos de suministros

• Modelos de orientación sistemática

• Modelos de apoyo social

• Modelos de objetivos

• Modelos ecológicos

• Modelos de actuación

Estas teorías representan el estudio desde posiciones muy amplias (como son los referidos al cambio social, que proponen como objeto de la Psicología Comunitaria la transformación macro social), los que se dedican a un aspecto específico (los modelos de objetivos) y hasta los que abordan método y se dirigen a la intervención comunitaria.

A tenor de las diferencias que presentan estos modelos, Sánchez Vidal (1991) considera que se pueden dividir en dos grandes grupos:

• Modelos analíticos: Que se dividen en Globales o sociales y psicosociales

• Modelos operativos

Los analíticos globales o sociales son aquellos que se centran en el marco global socio-cultural del desempeño comunitario, permitiendo relacionar los fenómenos psicosociales de interés directo con la Psicología Comunitaria, con sus determinantes y correlatos macro sociales. Los psicosociales se inscriben en el nivel mesosocial, ligando dos términos básicos; individuo y sistema social a varios niveles

En los modelos operativos se pueden distinguir; los más conceptuales y valorativos que defienden los objetivos o metas de actuación y los más formales, dinámicos y relacionales, que centrándose en la acción y sus efectos, guían y orientan la realización de la intervención comunitaria desde la Psicología.

Es verdaderamente difícil orientarse en el mare mágnum de modelos, aportes, criterios y teorías por un lado y por el otro lado propuestas de programas de intervención, que muestran las dimensiones del método científico comunitario y sus diversas aplicaciones en los distintos contextos en los cuales es difícil ver la correlación con su marco teórico contextual.

Creo que la elaboración de una teoría debe partir por definir la condición esencial del campo de estudio, para su posterior proyección. En este caso este criterio central es desarrollar en el individuo la capacidad de ser sujeto de salud, lo que deriva inmediatamente la necesidad de

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plantear los determinantes a través de los cuales se puede abordar esta construcción, que son cuatro:

• Lograr los cambios necesarios en las vidas y su entorno.

• Lograr que la comunidad posea su propio sentido y funcione como sistema de apoyo.

• Desarrollar las potencialidades en forma de recursos personológicos.

• Crear un espacio que sea un escenario común de actuación.

De hecho estos conceptos- indisolubles- son vistos de forma fraccionada en cada modelo y el cuarto no ha sido objeto de suficiente atención, lo cual limita la utilidad de los constructos teóricos, por ser el espacio la razón de la existencia grupal.

A mi juicio los modelos que más aportes hacen al cuerpo teórico de al Psicología Comunitaria son:

• Los Modelos del cambio social.

• Los Modelos de competencia.

• Los Modelos del apoyo social.

Cada uno de estos modelos estudian alguno de los elementos centrales de la teoría comunitaria para lograr el fin último de la actuación comunitaria o sea que las personas sean protagonistas de su propia salud.

A continuación voy a hacer un análisis escueto de cada modelo, para en publicaciones futuras dedicarme a profundizar en los mismos, por que ahora el propósito que persigo es valorar si en realidad estas teorías merecen ser consideradas como “modelos teóricos”.

Modelos del cambio social

En sentido general, promueven la transformación del entorno social parar reajustar sus funciones y dar un espacio a todos sus miembros en función de la integración. Estos cambios pueden derivar en una reorganización utilizable en otros aspectos de la actividad humana y social. Son considerados como cambios también la asunción de nuevos roles y mejoramiento de los ya asumidos y en general toda transformación psicológica que permita la búsqueda de la salud, en tanto equilibrio.

De esta manera creo que no son útiles aquellas posiciones que propugnan el cambio social radical que lleva a transformaciones sociales políticas y económicas por considerar utópico que la Psicología pueda lograr variaciones de magnitud macrosocial, lo cual se corrobora por que no existen evidencias que hayan ocurridos cambios a ese nivel.

Los propósitos del cambio social radical llevan a un énfasis desmedido en las aspectos sociales, que llevan a una disminución de la valoración psicológica, una sobredimensión del rol de psicólogo, viéndolo como una transformador de sistemas sociales lo que lleva a que sus principios teóricos tengan grandes dificultades aplicativas.

Modelos de competencia

Le dan sentido al carácter volitivo del proceso socializador, donde se van a desarrollar cualidades psicológicas con particularidad personológica para manifestar conductas competentes que le permitan vivir mejor, entendiendo dentro de esto y con carácter prioritario las conductas saludables. El desarrollo de potencialidades y la creación de esos recursos psicológicos durante el desarrollo ontogenético permite la autorrealización, elevación de la autoestima, la toma de decisiones y la conducta autónoma.

Considerar la competencia en el sentido del hombre competente, de la capacidad de un afrontamiento ante los conflictos, como en ausencia de ellos, hacen que estos modelos sean significativos, por cuanto:

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• Hacen énfasis en al relevancia psicológica, por considerar a todas las personas portadoras de recursos y potencialidades. No existe personas incapaces, todos poseemos potencialidades- pero diferentes- y algunos las descubren mas fácil que otros, debido a que las condiciones sociales han sido mas favorables para ello.

• Se enmarcan en el nivel mesosocial, donde se encuentra la comunidad y no pretende penetrar en los sistemas del nivel macrosocial, lo cual hace mas útiles sus constructos.

• Consideran como criterio básico la promoción de conductas sanas a partir del conocimiento científico compartido por profesionales y la comunidad para establecer una relación interactiva interesada en el desarrollo.

• Derivación hacia el campo de la salud, donde se pueden encontrar conocimientos y metodologías para lograr los propósitos de potenciación y autogestión.

Modelos de apoyo social

Manifiestan el significado de las relaciones interpersonales en forma de apoyo social, dándole importancia la calidad constructiva del intercambio, lo que deriva que el sistema tenga un sentido personal para cada individuo, permitiendo valorar los requerimientos sociales, ya sean cotidianos o en crisis y la factibilidad de un afrontamiento cualitativamente útil. El apoyo social fomenta la salud y el bienestar. Es un mecanismo para elevar la moral y los estados afectivos positivos, creando un aumento de la autoestima, estabilidad y sentido de pertenencia, lo que fortalece al individuo y al grupo.

De forma resumida se puede decir que un efectivo apoyo social posibilita:

• Desarrollo de cualidades con el consecuente fortalecimiento psicológico.

• Amplitud en la perspectiva de equilibrio físico y psicológico con los beneficios que de esto se deriva.

• Disminución del riesgo de enfermar (principalmente en las enfermedades crónicas y no transmisibles)

• Aumento en la capacidad de afrontamiento en los eventos de la vida.

• Disminución de la dependencia a los servicios de salud.

Lo que me interesa ahora es dirimir hasta que punto estas definiciones son teorías desarrolladas, es decir si en verdad funcionen como “modelos teóricos”. Para comenzar, es necesario hacer algunas reflexiones en torno a la teoría, sus funciones, utilidad y los criterios a tener en cuenta para evaluarla.

Así encontramos que la definición de Kerlinger (1975) sobre teoría nos da elementos esenciales que la caracterizan, cuando dice que es un conjunto de constructos (conceptos ), definiciones y proposiciones relacionadas entre sí que representan un punto de vista sistemático de fenómenos especificando relaciones entre variables, con el objeto de explicar y predecir los fenómenos. Otros autores como Black y Champion (1976), Blalock (1984) y Gibbs (1976) también hacen definiciones al respecto muy similares a la de Kerlinger.

Cuando se revisa la literatura se encuentran distintas formas de explicar y aplicar la teoría. Se suele identificar a la teoría con orientación teórica, marco teórico, esquema teórico o modelo (Sjoberg y Nett, 1980). Incluso hay quienes afirman que la teoría es un conjunto de ideas no comprobables o incomprensibles que están en la mente de los científicos (Black y Champion,1976), otros que la ven como algo desvinculado de la realidad y hasta quienes creen que las teoría son las ideas de los autores, igualándolas de esta manera con la historia de las ideas.

Es tan amplio el criterio sobre la teoría que tomaremos el de Kerlinger por su seriedad y lógica.

Toda teoría tiene utilidad, ya sea por que describe, explica y predice un fenómeno o hecho; por que organiza el conocimiento o por que orienta la investigación. No existen teorías malas o

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inadecuadas, lo que sucede es que a veces no se logra ver la utilidad de la teoría por que no se le ve su vínculo con la realidad. En otras ocasiones se le llama teoría a lo que en realidad es una creencia, un conjunto de suposiciones, una especulación o una ocurrencia. Cuando se aplica la teoría a una determinada realidad y no funciona, esto no la hace inútil, sino inoperante para un contexto específico.

Todas las teorías aportan conocimientos, aunque en ocasiones ven los fenómenos que se estudian desde ángulos diferentes y algunas se encuentran mas desarrolladas que otras y cumplen mejor sus funciones. Para decidir el valor de una teoría se cuenta con varios criterios:

• Su capacidad de descripción, explicación y predicción: Describir implica definir el fenómeno, sus características y componentes, las condiciones en que se presenta y las distintas maneras en que puede manifestarse.

Explicar tiene dos significados: Ferman y Levin, (1979) En primer término significa entender las causas del fenómeno y en segundo término se refiere a la “prueba empírica” de las proporciones de las teorías.

• Consistencia lógica: Las proposiciones que la integran deben estar interrelacionadas entre sí, no debe haber repeticiones, ni contradicciones internas o incoherencia (Black y Champion, 1976).

• Perspectiva: se refiere al nivel de generalidad (Ferman y Levin, 1979). Una teoría posee más perspectiva cuando mayor cantidad de fenómenos explique y mayor número de aplicaciones admita.

• Fructificación: La capacidad que tiene una teoría de generar nuevas interrogantes y descubrimientos.

• Parsimonia: Se entiende como la sencillez, la cual es una cualidad deseable, por que no signifi9ca superficialidad, sino que se pueden explicar mayor cantidad de fenómenos con menos proposiciones.

Los teóricos de la Psicología Comunitaria han llamado “modelo teórico” a toda elaboración, ya sea descriptiva, exploratoria o explicativa de las causas que dieron origen a esta tendencia, las condiciones históricas y sociales de su actuación, así como las metódicas utilizadas, donde subsisten diferentes criterios diferentes sobre su objeto de estudio

Si tomamos la definición de gran teoría y modelos teóricos asociados de Goetz y Lecompte (1988) – que son los autores que hacen referencia a este término- se considera a la gran teoría como sistemas fuertemente interrelacionadas de proposiciones y conceptos abstractos que describen, predicen o explican de forma exhaustiva grandes categorías de fenómenos . Los ejemplos más claros de grandes teorías son las de Newton y Einstein en torno a las relaciones entre materia, energía y movimiento.

Estos autores consideran que en el terreno de las ciencias sociales es difícil llegar a este nivel teórico, lo cual es achaca por parte de algunos a la falta de madurez de estas ciencias o bien a la complejidad del comportamiento humano como para que sea reducible a leyes universales. Pese a este criterio, creemos que si es posible ver grandes teorías en al Psicología, como lo es la del desarrollo histórico – cultural de los procesos psíquicos del hombre de Vigotski (1987).

Goetz y Lecompte creen además que a la gran teoría se le asocian los modelos teóricos, entendidos como “conjunto de supuestos, conceptos y proposiciones interrelacionadas de forma laxa que configuran una visión del mundo.

Es claramente entendible que para la formulación de un modelo teórico son necesarios:

• La existencia de una gran teoría a la cual tomar como marco teórico.

• Un nivel de generalización que permita su comprobación y uso en diversos contextos.

• Que se constituya en orientación metodológica y fuente de investigación en ese campo de estudio.

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Estos autores continúan diciendo que adeninas de la gran teoría y sus modelos teóricos asociados, también existan las teorías formales o de rango intermedio “que son conjuntos de proposiciones interrelacionadas, cuyo objeto es explicar una clase abstracta de comportamientos humanos”. Y por último hacen referencia a las teoría sustantivas” que son proposiciones o conceptos interrelacionados los cuales se centran en determinados aspectos de poblaciones, escenarios o tiempos”.

Se puede derivar la conclusión que no solo es el campo u objeto de estudio lo que define el nivel y complejidad de la teoría, sino también es importante la profundidad del estudio y los resultados obtenidos los que permitan ubicar la teoría en uno u otro nivel.

A nuestro juicio, al denominar “ modelos teóricos “ a todos estos estudios, a veces generales y otras veces muy particulares es sobredimensionarlos, por que no tienen la capacidad generalizadora que se espera de un modelo teórico, sino que deben ser ubicados dentro de las teorías sustantivas. Este análisis se fundamenta en:

• Operan a nivel de grupos y comportamientos humanos.

• Su capacidad de generalización, coherencia y predicción es limitada a determinados contextos.

• La ausencia de una gran teoría que les guiara y orientara para que tuvieran una interrelación encaminada hacia el mismo objetivo.

• No se logra conformar una visión del mundo, no por que el campo comunitario no lo permita, sino por su desarrollo limitado y fragmentación.

Estas teorías resultan de utilidad, pero resulta evidente la ausencia de un sentido de unidad, lo que impide la configuración de un cuerpo teórico que involucre la teoría y la praxis en estrecha relación e interdependencia.

En la vinculación necesaria de los principios de: cambio, apoyo social, desarrollo de recursos y escenarios resulta de urgencia este último y que las investigaciones se encaminen en este sentido.

BIBLIOGRAFÍA

• Vigotski, S. L. (1987) Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Edit. Científico Técnica, Habana.

• Kelinger, J. (1975) Investigación del comportamiento. Técnicas y metodología. México. Nueva Editorial Interamericana.

• Sánchez Vidal (1991) Psicología Comunitaria. Bases conceptuales y operativas: Métodos de intervención 2da edición PPU Barcelona

• Black, J y Champion, D. (1976) Methosds and issues in social research; Nueva York: John Wiley and sons

• Blalock, H. M. (1984) Construcción de teorías en Ciencias Sociales: de las formulaciones verbales a las matemáticas Edit. Trillas

• Ferman, G. S. y Levin, J. (1979) Investigación en Ciencias Sociales, México Edit. LIMUSA

• Gibbs, J. (1976) Sociological theory construction. Hinsdale III Dryden Press

• Sjoberg, G. y Nett, R. (1980) Metodología de la investigación social Edit Trillas

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CONSTRUYENDO JUNTOS UN NUEVO SIGNIFICADO DE PARTICIPACIÓN: UNA INICIATIVA PARA LA CREACIÓN Y EL CAMBIO SOCIAL DESDE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

COMUNITARIA

Analía del Valle Sánchez Universidad Nacional de Tucumán – Argentina

Resumen Este trabajo tiene por objetivo presentar una experiencia psicosocial comunitaria desarrollada en la provincia de Tucumán – Argentina. Experiencia que se da a través de la incorporación del Proyecto Internacional “Constelación” creado por la artista plástica francesa Sylvaine Remy, el cual tiene como propósito desarrollar la capacidad creativa y artística de niños y adolescentes de diferentes lugares del mundo y propiciar el intercambio de las producciones plásticas entre ellos. En Argentina se lleva a cabo en dos provincias: Salta y Tucumán. En esta última se conoce el proyecto a través de la experiencia que se realiza en Venezuela, bajo la dirección de la Dra. Maritza Montero. En Tucumán, comienza a funcionar desde 1999 continuando en la actualidad en la comunidad rural de Alpachiri. Allí un grupo de 50 niños y adolescentes autodenominados “Los Pequeños Pintores de Alpachiri”, asisten a este proyecto en el Centro Cultural “Posta el Paisanito”. Se trata de una alternativa educativa no formal e interdisciplinaria, en la que este grupo participa y se expresa libremente a través de actividades plásticas, teatrales, literarias. Se propicia desde el arte y la PSC el desarrollo del sentimiento de pertenencia comunitaria, responsabilidad por el medio ambiente, búsqueda de sus propias raíces culturales y reconocimiento de las mismas, valorización y confianza de su propio ser y del contexto que lo rodea, al trabajar con temas de su pueblo y cultura, y al recibir dibujos de otros niños del mundo. Así, los pequeños artistas se convierten en investigadores y transformadores de su propia realidad con acciones puntuales, logrando sentir a su comunidad como parte de ellos. La metodología utilizada es la IAP. Como resultados hasta ahora alcanzados se mencionan: La implementación y apropiación de un espacio alternativo de trabajo de y para los niños adolescentes, la constitución y consolidación de ellos como grupo, la participación de niños de otras comunidades vecinas, mayor capacidad expresiva en su proceso de socialización, desarrollo de la creación artística, reforzamiento de los procesos de toma de decisiones y derecho a la libre expresión y realización de pequeñas transformaciones en el pueblo como el mejoramiento de la plaza, creación de murales en la Posta, participación activa en la inauguración de la biblioteca comunitaria, entre otros. Palabras Clave: Participación, Creación, Sentido Psicológico de Comunidad, Cambio Social.

El arte hace tomar conciencia a los hombres de la grandeza

que tiene dentro de sí y que ignoran. Malraux

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Este trabajo tiene por objetivo presentar una experiencia psicosocial comunitaria desarrollado en la Provincia de Tucumán – República Argentina, en una comunidad llamada Alpachiri

84, situada al

sureste de la provincia. En este pueblo, de nivel socioeconómico pobre, humilde y con pocos recursos materiales, las condiciones de educación, trabajo, salud, vivienda, energía eléctrica y agua potable son escasas. Los niños asisten a la escuela solo hasta 7° grado, donde completan el nivel primario. Aquellos adolescentes que logran culminar el secundario son los que tienen la posibilidad de trasladarse a la ciudad más cercana. Cuando el niño y el adolescente termina su formación primaria tiene dos alternativas: Proseguir la educación secundaria o directamente pasar al mundo del trabajo: El trabajo en la tierra como modo de supervivencia, puesto que Alpachiri es zona agrícola. Se observa que el niño y el adolescente ingresan a la vida laboral tempranamente, convirtiéndose en un período de edad en el que asumen responsabilidades y obligaciones pertinentes a otro momento vital. Como consecuencia de este pasaje queda desdibujada una etapa evolutiva: La adolescencia. Por lo tanto se le es vedado lo que debería ser natural en un niño: La posibilidad de jugar, estudiar, alimentarse y expresarse libre y espontáneamente. De esta manera la puesta en marcha del Proyecto que a continuación se presentará, surge a partir de una detección de necesidades, donde en la fase de diagnóstico participativo se visualiza la carencia de espacios alternativos de participación diferentes a los que puede ofrecer la escuela y el trabajo. Se detecta por lo tanto, falta de lugares de desarrollo donde se facilitan otras actividades necesarias para los niños y adolescentes. Necesidad que no está atendida ni por la escuela ni por el mundo del trabajo. De ahí que, a través de una etapa de negociación de la implementación del proyecto, se proponga la apertura de un espacio de trabajo diferente que sea de y para los niños y adolescentes del pueblo. Es allí, donde se articula la puesta en marcha de esta experiencia psicosocial a través de la incorporación del Proyecto Internacional “Constelación” en Alpachiri, desde 1999 hasta la actualidad.

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ALPACHIRI; significa en lengua quechua Tierra Fría.

140

La experiencia psicosocial comunitaria Proyecto Constelación

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Constelación es un proyecto internacional cuya sede se encuentra en Francia (St Michael de Maurienne). Fue creado y fundado por la pintora y artista plástica Sylvaine Remy en 1996. El proyecto tiene como meta el desarrollo de la capacidad creativa y artística de niños y adolescentes de diferentes lugares del mundo, en particular de los más desfavorecidos. Se propone que, a través de la pintura y de otras expresiones artísticas los niños se conozcan entre ellos, al mismo tiempo que conozcan el contexto cultural al que pertenecen, estableciendo vínculos. Para lo cual propicia el intercambio de las producciones plásticas de los grupos que pertenecen a dicha organización. Estimula el desarrollo cultural e intercultural de los pequeños artistas. Se propone ayudar a los niños a saberse parte de una comunidad y a conocer otras culturas. Considera que la “irrigación cultural” (entendida como el intercambio y expansión del conocimiento entre culturas) es indispensable. El sacar del encerramiento a los niños, hacerles descubrir el mundo en toda su riqueza, al mismo tiempo que su propia identidad, puede hacerlos más abiertos, más creativos, más aptos para ser actores del mundo de mañana, siendo actores del mundo de hoy. Por lo tanto, el eje del proyecto es vincular entre si a niños de diferentes partes del mundo a través del intercambio de los trabajos. De esta manera, ven lo que los otros son y hacen como una forma diferente de aprender otras realidades, al mismo tiempo que aprenden a valorarse a sí mismos, a reconocerse como parte de una comunidad y a conocer a niños de otras culturas. Actualmente, el proyecto se desarrolla en 22 países de cuatro continentes: África (Angola, Benín, Burkina-Faso, Madagascar, Malí, Morocco, Nigeria, Rwanda); América (Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Guatemala, México, Perú, Venezuela); Asia (Filipinas, India, Nepal, Vietnam) y Europa (Francia). Proyecto Constelación en Alpachiri Inserción del Proyecto Constelación en Alpachiri En Tucumán se conoce este proyecto a través de la transferencia de la experiencia que tuvieron dos profesionales argentinas que formaron parte de un equipo de trabajo bajo la coordinación de la Dra. Maritza Montero, en la cátedra de Psicología Social Comunitaria de la Escuela de Psicología. Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. Este equipo puso en marcha el proyecto antes mencionado en el Barrio San José de la Urbina - Caracas (Venezuela) en el año 1997 y es a partir de 1999 que se replica en la comunidad de Alpachiri – Argentina. La Experiencia Psicosocial Comunitaria como Iniciativa para la Creación y el Cambio Social En Alpachiri, la implementación del Proyecto Constelación consistió en la apertura de un espacio diferente. Se torna diferente en tanto es un espacio que promueve una actividad alternativa de educación no formal e interdisciplinaria.

85

Mi especial agradecimiento a la Dra. Maritza Montero por posibilitarme conocer y llevar a cabo la puesta en marcha de este proyecto en Venezuela. A Sylvaine Remy por confiar la incorporación del Proyecto Constelación en Tucumán – Argentina, a través de mi coordinación.

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Por un lado, busca desarrollar la capacidad creativa y artística de los niños y adolescentes formando la creatividad y la sensibilidad humana mediante la enseñanza de técnicas pictóricas y plásticas a través de las cuales puedan expresar lo que piensan y sienten. Y por otro, busca favorecer el desarrollo integral de los mismos estimulando el conocimiento mutuo, la integración, la solidaridad y la cooperación a través de la expresión artística y la promoción de acciones participativas y transformadoras que tienden a un cambio social innovador. El proyecto consiste en la creación de un espacio de encuentro, expresión, participación, de reflexión y de recreación, donde la creatividad, la comunicación y la cooperación son estimuladas. Los niños y adolescentes participan y expresan libremente a través de actividades plásticas, teatrales, literarias, musicales. El intercambio de sus producciones artística con niños de otras partes del mundo es un eje importante del proyecto ya que se promueve el conocimiento entre ellos. La experiencia psicosocial se sostiene desde un enfoque interdisciplinario y desde allí intervienen disciplinas tales como la Psicología Social Comunitaria, Psicología Ambienta, Psicología del Arte, Pedagogía, Expresión Plástica, Teatro y Música. De esta manera se propicia, desde el Arte y la Psicología el desarrollo de la autoestima en los niños, la valorización y confianza de su propio ser y del contexto que los rodea, la conciencia del otro, del sentimiento de pertenencia comunitaria, la responsabilidad consigo mismo, con los demás y con su medio ambiente, la búsqueda de sus propias raíces culturales y reconocimiento de las mismas. Al trabajar con temas de su pueblo y cultura, y al recibir dibujos de otros niños del mundo, los sitúa ante nuevas posibilidades ampliando sus vínculos y horizonte geo-espacial. Los niños a través de sus producciones artísticas narran el pasado y el presente de sus culturas y países. Por lo tanto, definen su identidad a partir del conocimiento propio y el conocimiento de lo diferente. Así, pueden expresar quiénes son, su cultura y raíces; mientras las redescubren. En este sentido se valora la búsqueda en documentos, canciones, fotos, pinturas, narración oral de personas mayores, con el objetivo de indagar sus raíces y tradiciones. Se trabaja con temas de la vida diaria, de lo local: Como el pueblo, el trabajo, el sitio donde viven, las fiestas, etc., para que los niños expresen su cotidiano y en muchos casos los problemas sociales que observan. Se promueve en los niños la percepción de sus acciones como significativas, reconociéndose como actores y protagonistas de su entorno, logrando descubrir la capacidad que poseen para producir un cambio visible ante los otros. Es decir, un cambio social que eleve la calidad de vida de los sujetos implicados. Así, los pequeños artistas se convierten en investigadores y transformadores de su propia realidad con acciones puntuales, logrando sentir a su comunidad como parte de ellos. Fundamentación Cuando en un proceso psicosocial comunitario se facilita un espacio de trabajo vivenciado por el grupo en cuestión como un “espacio diferente”, entonces este se incorpora como un “espacio propio”, en tanto adquiere valor para le grupo ya que es construido socialmente. Al ser el grupo hacedor de ese espacio, los protagonistas del mismo aprenden a valorarlo y lo vivencian como una experiencia distinta que surge en su comunidad, ya que es una experiencia de participación y producción de algo que les pertenece y tiene valor, experiencia de intercambio y de creación de sentido. Sobre todo cuando en el contexto socio-cultural que les rodea prima la falta de sentido de comunidad, de organización, de apropiación de sus vidas, de “no poder hacer algo para no irse de su pueblo”

86.

86

El pueblo de Alpachiri tiene una economía de subsistencia, en general la actividad está basada en la agricultura. Cuando hay cosechas en ese lugar se convierten en “poblaciones golondrina”,

142

Por lo tanto, esto es lo que permite conectar que, a través de un espacio de creación y participación, se forje el sentido de comunidad y se vayan dando los primeros pasos hacia la construcción de un nuevo significado de participación. Al convertirse en un espacio, no solo de producción sino de participación, comienzan a conocer sus propias capacidades –antes no valoradas- y por lo tanto también la capacidad de controlar sus propias vidas, de producir para sostenerse en el futuro, de crear nuevo modos de existir en su entorno, de hacer algo de lo cual ellos son los dueños. Así, se visualiza la necesidad de tener y apoderarse del espacio y de la experiencia que lleva a construir nuevos significados. En esta construcción el Arte es un medio para encontrar su identidad o reencontrarla y para el reconocimiento de si mismo. El Arte, como espacio de creación simbólica, se combina con las estrategias de intervención de la Psicología Social Comunitaria y con las preguntas generadoras de sentido a través de la Investigación - Acción – Participativa. De esta manera, en la comunidad de Alpachiri al haber carencias de espacios alternativos de participación, el Arte se constituye en un espacio para la recuperación de la historia del pueblo, del forjamiento identidad comunitaria y del sentido psicológico de la comunidad.

que consiste en el desplazamiento de grupos de familias hacia otras provincias en época de cosechas, regresando luego a su lugar de origen.

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Método Dada la naturaleza de este Proyecto, y teniendo en cuenta la metodología de trabajo en la cual se sostiene, se considera que la participación de los actores implicados en el mismo es el aspecto fundamental y el núcleo nodal a partir del cual gira la puesta en marcha de la experiencia psicosocial y de los cambios esperados. Por lo tanto, se considera que el método que más se ajusta a estos propósitos es la Investigación - Acción – Participativa (I.A.P.). Estrategia que combina la investigación social, el trabajo educativo y la acción (Alforja, 1989, 1990; Ander – Egg, 1982; Astorga 1991; Freire, 1969). Es un tipo de investigación social, basándose en los eventos de la vida cotidiana y estableciendo una estrecha interacción dialéctica con ellos, despliega el doble trabajo de investigar e intervenir, involucrando a los investigadores y a los miembros de una comunidad en una acción participativa y cooperativa que las hace iguales y distintas a la vez. En esta concepción metodológica el problema de investigación se origina en la comunidad e involucra a sus miembros como sujetos activos de la misma. Se concibe a la I.A.P. como un proceso continuo a medida que se va produciendo y procesando conocimiento, se van dando acciones en la práctica que modifican ese conocimiento, modifican el problema inicial y plantean nuevos interrogantes. Se acompaña siempre de un proceso de reflexión buscando las explicaciones que clarifiquen las causas de los problemas planteados. La I.A.P. une el saber popular con el saber científico y permite que ambos se influyan, dando lugar a un saber integrado, distinto, más elaborado y relevante para unos y otros (agentes internos y externos). De allí que las características del proyecto constelación se relacionen con dicho abordaje metodológico, ya que se pretende fortalecer y potenciar la identidad de los niños, a través del conocimiento del contexto en el cual están inmersos, logrando así su apertura; expandir su creatividad para ser actores del mundo que los rodea; facilitar el reencuentro con ellos mismos, con su historia, raíces y tradiciones; compartir e intercambiar aquellos que descubren, con lo que descubren otros; propiciar la reflexión de que “el mundo puede ser de otra manera” y generar “acciones” que refuercen esta reflexión. Todo esto, teniendo como meta transformar la vida cotidiana y fortalecer esa entidad. Participantes La puesta en marcha de este proyecto se construye con el aporte y la participación de todos los actores que intervienen. Los protagonistas de esta experiencia son un grupo de alrededor de 50 niños y adolescentes del pueblo, autodenominados “Los Pequeños Pintores de Alpachiri”, cuyas edades oscilan entre 2 a 15 años. Los miembros del equipo de trabajo responsable de la puesta en marcha de este proceso sostienen la continuidad del proyecto a través del trabajo interdisciplinario. Dentro del equipo se consideró la incorporación de personas de zona rural para favorecer el funcionamiento continuo de la experiencia. El equipo responsable está constituido por psicólogas, artista plástico y poeta-escritor

87.

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Miembros del Equipo de Trabajo: Lic. Analía del Valle Sánchez (Psicóloga-Coordinadora General del Proyecto); Lic. Ana María Ortiz de Ferullo (Psicóloga-Supervisora del Proyecto), Prof. Dardo Altamirano (Artista Plástico); Sr. Daniel Mora (Poeta y Escritor)

144

A lo largo del proceso se contó con la colaboración tanto de agentes internos como externos que aportaron generosamente sus intervenciones al proyecto

88.

Cada taller tiene una temática que es sugerida y seleccionada por los niños y adolescentes bajo la consigna: ¿qué cosas de Alpachiri les gustaría mostrar a otros niños del mundo como pequeños investigadores de su propio pueblo?. Entre algunos de los temas propuestos por los niños se mencionan: el río Chirimoyo, la plaza del pueblo, la escuela, los animales, los paisajes, las plantas, los chicos de Alpachiri, entre otros. Además de los talleres semanales, se organizan exposiciones de los trabajos realizados durante el año y de las producciones de otros niños del mundo. Se realizan talleres con las madres y padres de los niños con el fin de trabajar conjuntamente con ellos los procesos psicosociales que emergen en el transcurso del proyecto. Se realizan días de paseo fuera de la Posta, por ejemplo a otros pueblos, al río, al arroyo, etc. Como así también un viaje a la ciudad de San Miguel de Tucumán (capital de la provincia). En el transcurso de los paseos se festejan los cumpleaños de los niños y del equipo de trabajo. Además, se celebran las fiestas que a nivel comunitario son importantes, como el día del niño, día de la madre, etc. En cada jornada de trabajo los niños cuentan con un momento de recreación en el que se incluye un pequeño desayuno o merienda. Se registran las actividades mediante fotos, videos, informes escritos, a fin de sistematizar el proceso transitado para devolver permanentemente lo trabajado a los niños y a la comunidad en general y como parte del intercambio internacional que constantemente se realiza. Como resultados hasta ahora alcanzados se mencionan:

La implementación y apropiación de un espacio alternativo de trabajo de y para los niños y adolescentes del pueblo. Es decir, un espacio que sienten que les pertenece y que lo construyeron juntos. Espacio que les ha permitido elaborar una nueva manera de aprender cosas y de ver la realidad que los rodea.

La constitución y consolidación de ellos como grupo, transitado por un rico proceso grupal, cohesionándose y consolidándose como tal; en este sentido, una de las manifestaciones más sólida fue nombrarse como grupo, autodenominándose Los Pequeños Pintores de Alpachiri. Al mismo tiempo la inclusión del nombre de su pueblo en el propio nombre del grupo (al que eligieron libre y democráticamente), da cuenta del desarrollo del proceso psicosocial.

Un espacio que permitió que los niños se involucraran más activamente en su comunidad, con un estilo de socialización de carácter más participativo y expresivo. A partir de la reflexión conjunta de lo que los pequeños investigadores indagaron y de los hallazgos de las similitudes y diferencias con otras culturas, se promueve el desarrollo y búsqueda de sus propias raíces culturales, conciencia de pertenencia comunitaria, recuperación crítica de su historia y problematización de su realidad; motivándolos permanentemente a tomar como referencia las fuentes vivas de información.

Se evidenció en los chicos una mayor consolidación de su identidad personal, social y cultural, así como también mayor conciencia de su realidad sociocultural y la existencia de otros paisajes y culturas en el mundo, a través del intercambio de las producciones.

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Se menciona el valioso aporte de los Practicantes Mayores de Psicología Comunitaria de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán, del Prof. Edgardo Mora (Teatro y Títeres), de la Prof. Graciela de Mora (Teatro), Sr. Alejandro Heredia (Folklorista), Srta. Adriana Díaz (Bibliotecaria del Centro Cultural) y la Sra. Teresa Haro de Sánchez (Donación de Desayuno y Merienda)

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El reforzamiento de las aptitudes para tomar decisiones y la libre expresión de las ideas. El desarrollo de la creación artística a través de la implementación de una actividad

plástica que es didáctica y que a su vez, enfatiza aspectos psicosociales del grupo. La participación de niños de otras comunidades vecinas. La reconfirmación de la importancia del trabajo interdisciplinario, constatado el valor de la

combinación de varios propósitos en una sola actividad. Los niños tuvieron la oportunidad de participar de una gama de propuestas como la poesía, la danza, la dramatización, los juegos, la música y el trabajo pictórico, resultándoles provechoso, convirtiéndose en una actividad gratificante y descubriendo el sentido del compartir y aprender.

La realización de pequeñas transformaciones en el pueblo como el mejoramiento de la plaza, creación de murales en la Posta El Paisanito, participación activa en la inauguración de la biblioteca comunitaria, entre otros.

Algunas consideraciones finales La puesta en marcha del proyecto Constelación generó un proceso psicosocial comunitario basado y sostenido desde una plataforma participativa. Este proceso posibilitó algunos cambios que fueron sentidos, explicitados y vivenciados por los propios agentes involucrados. Estos cambios se dieron en diferentes niveles. A nivel de conciencia, de comportamientos, de interrelaciones entre ellos y a su vez de su relación con su entorno físico y comunitario. Desde la PSC se introdujo, a través de una metodología (IAP), un modo de incidir y transformar la realidad a partir de nuevas experiencias participativas que llegan a elaborar socialmente nuevos significados. Los cambios mencionados anteriormente dieron lugar a pequeñas modificaciones, logros y transformaciones de la realidad conduciendo a un cambio social innovador. Este cambio, supuso un cambio de posición de los sujetos involucrados que implicó un viraje, un pasaje de sujeto con escasa participación o una participación esporádica o puntual, a un sujeto con un posicionamiento que implicó apropiarse, ser gestor, hacedor de su propio devenir, protagonista, actor y artífice de su accionar. Por ello, se puede decir que este grupo de niños y adolescentes identificados como los principales actores del cambio social, lograron apropiarse y sostener este espacio. Por último, cabe advertir que el cambio social mencionado y la puesta en marcha de este proceso psicosocial comunitario fue posible, para esta experiencia en particular, desde la promoción de acciones creativas y participativas. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Alforja (1989). Técnicas participativas para la educación popular. Tomo I Buenos Aires: Humanitas. Ander _ Egg, E (1987). Investigación y diagnóstico para el trabajo social. Buenos Aires: Humanitas. Ander _ Egg, E (198a). Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad. Buenos Aires:

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