menores expuestos a situaciones de violencia de género

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196 CAPíTULO 16. MENORES EXPUESTOS A SITUACIONES DE VIOLENCIA DE GÉNERO: EVALUACiÓN REFERENCIADA y AUTOINFORMADA Sandra Carracedo Cortiñas*, Ramón Arce Fernández** y Mercedes Novo Pérez*** *Universidad de Vigo **Departamento de Psicologia Social, Básica y Metodologia. Universidad de Santiago de Compostela. ***Departamento de Psicologia Social, Básica y Metodologia. Universidad de Santiago de Compostela. 1. Introducción Algunos estudios consideran que la mera exposición a situaciones de violencia en el ámbito doméstico supone un grave riesgo para el bienestar de los hijos (Ayllon, Orjuela y Román, 2011; Fariña, Arce, Seijo y Novo, 2010; Osofsky, 1995; Paterson, Carter, Gao, Cowley- Malcolm y lusitini, 2008; Patró y Limiñana, 2005; Rechea, 2008). La Academia Americana de Pediatria concluye que las consecuencias de la exposición a violencia doméstica en los menores son tan traumáticas como en el caso de ser victimas de maltrato infantil o de abusos sexuales (Aguilar, 2008; Kitzmann, Gaylord, Holt y Kenny~ 2003). Por esta razón, algunos estudios califican esta exposición en términos de maltrato psicológico (McGee y Wolfe, 2001; Peles y Davis, 1995; Somer y Braunstein, 1999). Asimismo, algunos autores afirman que existe una estrecha relación entre el hecho de atestiquar violencia doméstica y sufrir algún tipo abuso o negligencia (Edlenson 1999; Herrenkol, Sousa y Tajima, 2008). En esta dirección los datos determinan que un menor en este contexto tiene hasta 15 veces más posibilidades de ser abusado fisica o psicológicamente (Osofsky, 1999). A pesar de que este hecho parezca poco ajustado a nuestra realidad, UNICEF (2006) estima que en España existen 188.000 menores en esta situación de desprotección. Más extremos se manifiestan Save the Children y la Fundación de Reinserción Social-lreS quienes aumentan la cifra de menores testigos de violencia en el hogar en nuestro pais hasta 800.000 (Defensor del Menor de Castilla y León, 2010). Principalmente, la literatura ha venido recogiendo en los últimos años una serie de repercusiones en menores expuestos a violencia familiar (Asensi, 2007; Baker y Cunninham, 2004; Espinosa, 2006; Herrenkol et al., 2008; Kilzmann et al., 2003; Orjuela, Perdices, Plaza y Tovar, 2007; Paterson et al., 2008; Sani, 2007; Seijo, Fariña y Arce, 2009; Sepúlveda, 2006). De 197

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Page 1: Menores expuestos a situaciones de violencia de género

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CAPíTULO 16. MENORES EXPUESTOS A SITUACIONES DE VIOLENCIA DE

GÉNERO: EVALUACiÓN REFERENCIADA y AUTOINFORMADA

Sandra Carracedo Cortiñas*, Ramón Arce Fernández** y Mercedes Novo Pérez****Universidad de Vigo**Departamento de Psicologia Social, Básica y Metodologia. Universidad de Santiago deCompostela.***Departamento de Psicologia Social, Básica y Metodologia. Universidad de Santiago deCompostela.

1. Introducción

Algunos estudios consideran que la mera exposición a situaciones de violencia en el

ámbito doméstico supone un grave riesgo para el bienestar de los hijos (Ayllon, Orjuela y

Román, 2011; Fariña, Arce, Seijo y Novo, 2010; Osofsky, 1995; Paterson, Carter, Gao, Cowley-

Malcolm y lusitini, 2008; Patró y Limiñana, 2005; Rechea, 2008). La Academia Americana de

Pediatria concluye que las consecuencias de la exposición a violencia doméstica en los menores

son tan traumáticas como en el caso de ser victimas de maltrato infantil o de abusos sexuales

(Aguilar, 2008; Kitzmann, Gaylord, Holt y Kenny~ 2003). Por esta razón, algunos estudios

califican esta exposición en términos de maltrato psicológico (McGee y Wolfe, 2001; Peles y

Davis, 1995; Somer y Braunstein, 1999). Asimismo, algunos autores afirman que existe una

estrecha relación entre el hecho de atestiquar violencia doméstica y sufrir algún tipo abuso o

negligencia (Edlenson 1999; Herrenkol, Sousa y Tajima, 2008). En esta dirección los datos

determinan que un menor en este contexto tiene hasta 15 veces más posibilidades de ser

abusado fisica o psicológicamente (Osofsky, 1999). A pesar de que este hecho parezca poco

ajustado a nuestra realidad, UNICEF (2006) estima que en España existen 188.000 menores en

esta situación de desprotección. Más extremos se manifiestan Save the Children y la Fundación

de Reinserción Social-lreS quienes aumentan la cifra de menores testigos de violencia en el

hogar en nuestro pais hasta 800.000 (Defensor del Menor de Castilla y León, 2010).

Principalmente, la literatura ha venido recogiendo en los últimos años una serie de

repercusiones en menores expuestos a violencia familiar (Asensi, 2007; Baker y Cunninham,

2004; Espinosa, 2006; Herrenkol et al., 2008; Kilzmann et al., 2003; Orjuela, Perdices, Plaza y

Tovar, 2007; Paterson et al., 2008; Sani, 2007; Seijo, Fariña y Arce, 2009; Sepúlveda, 2006). De

197

Page 2: Menores expuestos a situaciones de violencia de género

manera simplificada, podemos diferenciar repercusiones de carácter fisico, psicoemocional,

conductual y escolar. En relación a los efectos fisicos, destacan los trastornos somáticos (como

por ejemplo, dolor de cabeza, náuseas, presencia de asma, etc.), retraso en el crecimiento y en

el peso, alteraciones en el sueño y en la alimentación, además, de conductas regresivas en

cuanto a habilidades psicomotrices ya adquiridas (Aguilar, 2008; Asensi, 2007; Seijo et al.,

2009). Incluso, se ha observado que esta situación puede llegar a tener efectos fisicos a largo

plazo; es decir, puede relacionarse con ciertas patologias que podrian desarrollarse una vez que

el menor llegue a la edad adulta. Se trata de enfermedades que, a su vez, son responsables de

un elevado indice de mortalidad como por ejemplo ictus, cáncer y cardiopatias (American

Academy of Pediatrics, 2008).

Por otro lado, las consecuencias a nivel psicoemocional están relacionadas con la

situación de inseguridad, desequilibrio emocional y estilos parentales negligentes con los que

viven los menores que presencian acontecimientos violentos entre sus progenitores (Bogat,

DeJonghe, Levendosky, Davison y von Eye, 2006; Olaya Ezpeleta, Osa, Granero y Domenéch,

2010; Orjuela et al., 2007). De este modo, y como consecuencia de este sentimiento de

indefensión, se describen las siguientes repercusiones a este nivel: sintomas depresivos y

relacionados con el Sindrome de Estrés Postraumático (tales como insomnio, pesadillas, fobias,

ansiedad, trastornos disociativos,,,.), alteraciones emocionales que afectan al desarrollo afectivo

y social de los niños, e incluso, dificulta el control de las emociones y la adquisición de destrezas

propias de la inteligencia emocional, así como también, se ha observado un bajo autoconcepto,

sentimientos de culpabilidad e intolerancia a la frustración (Asensi, 2007; Bogat et al., 2006;

Espinosa, 2006; Seijo et al., 2009; Sepúlveda, 2006). Algunos autores (Sani ,2007; Kitzmann et

al., 2003) también señalan una relación inversamente proporcional entre la edad del menor y la

intensidad de tales efectos; es decir, cuanto menor sea la edad, mayores serán las

consecuencias a nivel psicoemocional.

En relación a las repercusiones conductuales de la exposición, Lawson (2001) parte de

la idea de que en un contexto en el que no existe una seguridad o protección dirigida al menor,

en el cual, además, confluyen una serie de efectos a nível psicológico se produce una

desregularización que dificulta el autocontrol en comportamiento de los niños. Es decir, en los

menores expuestos a violencia doméstica, se observa la tendencia a presentar problemas

comportamentales, insuficiente empatia, habilidades sociales escasamente adquírídas y

desconfianza permanente hacia los que le rodean (Seijo et al., 2009). Además, a esto se añaden

rabietas, crueldad hacia los animales, comportamientos inmaduros, absentismo escolar,

198

Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad y conductas antisociales (Asensi, 2007). En esta

dirección, algunas investigaciones (Lawson, 2001; Patró y Limiñana, 2005) han determinado que

los hijos expuestos a violencia en el ámbito familiar tienden a manifestar dos tipos de conductas

opuestas, bien de carácter agresivo o bien de inhibición. En la misma línea, Orjuela y cols.

(2007) describen problemas relacionados con la socíalización y la integración escolar, así como

tambíén parentificación, aprendizaje de modelos de convivencia y de roles de género

inadecuados, e incluso, existe la posibilidad de normalizar este tipo de acontecimientos violentos.

En este sentido, otros estudios añaden que los menores expuestos a violencia doméstcica

tienden a desarrollar una actitud favorable hacia la violencia o, en el caso contrario, de cara a la

victimización en el grupo de iguales (Baker y Cuningham, 2004; Finkelhor, Turner, Ormrod,

Hamby y Kracke, 2009; Kítzmann et al., 2003; Olaya et al., 2010). Curiosamente, se ha

observado que los niños tienden a asumir el rol (de agresor o víctima) del progenitor de su

mismo sexo (Almeida, Abrunhosa y Sani, 2009; Milletich, Kelley, Doane y Pearson, 2010).

En consecuencia, los menores pueden mostrar desajustes a nivel conductual como

producto de la tolerancia asociada a la habitualidad de la violencia en el hogar (McDonald,

Jouriles, Tart y Minze, 2009), así como también en base a la interpretación del conflicto parental

en función de si este supone una amenaza para la estabilidad familiar y para el bienestar del

menor (McDonald et al., 2009). Del mismo modo, algunas investigaciones ponen de manifiesto

que la exposición de menores al ejercicio de la violerrcia en el ámbito doméstico es un factor que

puede llegar a predecir futuras conductas agresivas, antisociales y delictivas (Almeida et al.,

2009; Patró y Limiñana, 2005; Rodríguez, Gaxiola y Frías, 2003), incluso dirigidas a sus propios

padres durante la adolescencia (Cottrell y Monk, 2004; Rechea, 2006), o especialmente hacia su

madre (Patró y Limiñana, 2005).

En otro orden, las consecuencias a nivel escolar se hayan relacionadas con problemas

de integración en el aula (derivados de la escasez de habilidades sociales, conductas agresivas

o inhibidoras, etc.), además, de dificultades curriculares (tales como necesidades educatívas

especiales, dificultades para la concentración y atención); y finalmente, con el absentismo

escolar (Baker y Cunninham, 2004; Espinosa, 2006; Orjuela, 2007). En este sentido, Biederman

(2001) añade que los hijos de padres que sufren sintomatología depresiva, como puede suceder

en este caso, tienden a repetir curso académico.

Tras este planteamiento cabe pensar que no todos los niños presentan las mismas

dificultades como consecuencia de su exposición a víolencia interparental. Algunos estudios

199

Page 3: Menores expuestos a situaciones de violencia de género

describen una serie de factores mediadores y entre ellos destacan: la edad y el género del

menor, el nivel de estrés materno, el tipo de violencia y su habitualidad y las características

personales del niño (Bogat et al., 2006; Graham-Bermann et al, 2009; Kitzmann et al., 2003;

Seijo et al., 2009).

Por último, añadir que el estudio que hemos llevado a cabo trata de evaluar, en base a

las distintas aportaciones teóricas, el estado psicoemocional y cornportamental en aquellos

menores expuestos a situaciones de naturaleza violenta por parte de sus padres.

2. Método.

2.1. Partícipantes.

En este estudio participó una rnuestra de 19 menores expuestos violencia de género en

el ámbito familiar. Concretamente este grupo se compone de 7 niños y 12 niñas de edades

comprendidas entre los 3 y los 15 años.

2.2. Instrumentos.

Se ha aplicado el Sistema de evaluación de conducta de niños y adolescentes/BASC

(Reynolds y Kamphaus, 1999). Este instrumento permite evaluar conductas adaptativas y

problemáticas en el ámbito familiar, escolar y sociocornunitario. Para su aplicación, se ha

contado con dos versiones del cuestionario, una para las madres y otra para los hijos;

obteniendo así, información referenciada y autoinformada. A su vez, dichas versiones se

desglosan en tres niveles según la edad de los menores; y para ello se ha utilizado un

cuestionario para madres y otro para niños en función de la etapa de desarrollo en la que se

encuentre el menor (es decir, primera infancia, infancia intermedia y adolescencia). Asimismo, el

cuestionario dirigido a los niños facilita la evaluación psicoemocional y conductual a través de las

siguientes escalas: desajuste escolar (actitud negativa hacia el colegio y los profesores);

desajuste clínico (ansiedad, locus de control, depresión, estrés social, etc.) y ajuste personal (en

cuanto a relaciones interpesonales y familiares, autoestima, etc.). Por su parte, la versión

aplicada a las madres informa principalrnente acerca de problemas internalizantes y

externalizantes; así como, en cuanto al nivel de adaptación del menor.

200

--

2.3. Procedimiento

Para el desarrollo de este estudio se ha contado con la colaboración de pediatras de

atención primaria y su labor consistió en la detección de aquellos menores cuyas rnadres se

encontraban en situación de ruptura familiar por razones de violencia de género. Detectados los

casos, se les explica a las madres el proyecto y, de estar interesadas en participar, firmaban un

consentimiento informado. Posteriorrnente, los casos eran derivados a los investigadores para

llevar a cabo las entrevistas y la aplicación de instrumentos de evaluación.

3. Resultados

En primer lugar, se observa que los datos provenientes de los rnenores de entre 6 y 12

años no evidencian diferencias significativas en relación al grupo normativo (ver tabla 1).

Tabla 1. Comparación grupo experimental vs. grupo normativo del BASC/2.

Variable Mge S,ge Mgn S,gn

Desajuste escolar 103,7 12,09 97,9 17,1 0,4

Actitud negativa hacia el.,..

0,41,8 1,3 1,1 1,9

colegio

Actitud negativa hacia los 0,11,4 1,1 1,2 1,6

profesores

Desajuste clínico '101,3 72,79 149,7 25,1 -0,9

ISE 311,1 44,6 298,9 45,6 0,27

Ansiedad 6,3 3,7 7,4 3,9 -0,3

Atipicidad 2,1 2,2 2,7 2,7 -0,2

Locus de control 3,3 3,7 4,0 3,1 -0,2

Estrés social 3,2 2,5 2,2 2,2 0,4

Depresión 1,9 1,8 1,7 2,6 0,4

Sentído de incapacidad 3,3 1,8 1,9 2,1 0,7

Ajuste personal 194,1 21,9 200,5 29,4 -0,25

Relaciones interpersonales 7,8 2,1 8,2 1,6 -0,2

201

Page 4: Menores expuestos a situaciones de violencia de género

-0,4

Relaciones con los padres 10,3 1,3 10,2 1,2 -0,08

5,2Autoestima 0,9 5,3 1,2 -0,6

Confianza en sí mismo 9,5 1,7 10.2 1,8

NOTA: Mge=Mediadel grupo experimental; Mgn=Mediadel grupo normativo

NOTA: Baremos aplicados S2 (General) (Reynolds y Kamphaus, 2004, p. 442 Y p. 450)

En cambio, las madres (tabla 2) advierten que sus hijos presentan sintomatología

relacionada con problemas de interiorización (Mge = 159, D= 1), seguidos de dificultades en

adaptabilidad (Mge= 7,4; D= -1,9) Y finalmente, un elevado indice de ansiedad (Mge= 8,7; D= 1).

Tabla 2. Comparación grupo experimental vs. grupo normativo del BASC/P2.

Variable Mge S,ge Mgn S,gn d

Escalas clínicas

Exteriorizar problemas 159,0 35,8 152,7 24,8 0,2

Interiorízar problemas 170,8 29,1 145,6 21,7 1

ISC 332,1 37,0 300,1 42,6 0,8

Agresividad 9,1 4,7 8,0 4,3 0,2

Hiperactividad 11,2 5,7 10,1 3 0,2

Problemas de conducta 4,0 4,8 3,4 2,6 0,1

Problemas de atención 10,7 4,3 7,1 3,8 0,8

Atipicidad 6,1 3,5 5,4 3,3 0,2

Depresión 8,4 4,2 5,4 3,5 0,8

Ansiedad 8,7 2,4 6,2 2,7 1

Retraimeinto 5,6 3,3 5,8 3,5 O

Somatización 15,4 3,1 5,0 3,4 3,2

Escalas adaptativas

Habilidades adaptativas 137,1 13,7 146,3 25,6 -0,4

Adaptabilidad 7,4 7,8 18,0 3,5 -1,9

Habilidades sociales 26,6 4,1 26,6 6,6 O

Liderazgo 15,5 3,1 16,6 5,0 -0,2-

NOTA: Mge=Medladel grupo experimental; Mgn-Medla del grupo normativo

202

NOTA: Baremos aplicados P2 (General) (Reynolds y Kamphaus, 2004, pp. 328-329 Y p. 346).

Por otra parte, los menores de 12 a 15 años informan de diferencias significativas con

respecto al grupo normativo (ver tabla 3). Asi, ,seobserva una actitud negativa hacia la escuela

(Mge= 5,5; D= 1,02); es decir, sentimientos de alineación, hostilidad, insatisfacción y desajuste

escolar significativo. Además, estos menores tienden a presentar una imagen negativa en

relación a las figuras parentales y a las dinámicas o relaciones familiares con las que conviven(Mge= 6; D= -1,05).

Tabla 3. Comparación grupo experimental vs. grupo normativo del BASC/3.Variable Mge S,ge Mgn Sxgn dDesajuste escolar

Actitud negativa hacia el 1,02colegio

5,5 4,6 1,9 2,4

Actitud negativa hacia los 0,9profesores

4,5 2,2 2,6 2,2

Búsqueda de sensaciones 4,2 3,4 4,7 3 -0,15

Desajuste clínico

Ansiedad 7,3 4,1 7,4 3,3 -0,02.....Atipicidad 4,7 3,7 3,7 3,2 0,3Locus de control 4,5 3,1 3,6 2,6 0,3Somatización 2,3 2,5 1,0 1,3 10,7Otros problemas

Estrés social 4,0 4,4 2,7 2,6 0,4Depresión 3,2 3,5 1,8 2,4 0,5Sentido de incapacidad 4,7 3,7 3,3 2,7 0,4Ajuste personal

Relaciones interpersonales 12,8 3,2 14,6 2,2 -0,7Relaciones con los padres 6,0 1,8 7,8 1,6 -1,05Autoestima 6,7 2,4 6,6 2,0 0,04Confianza en sí mismo 5,7 1,7 6,8 1,3 -0,7

NOTA. Mge-Medla del grupo experimental, Mgn-Medla del grupo normativo

NOTA: Baremos aplicados S3 (General) (Reynolds y Kamphaus, 2004, p. 452 Y p. 470)

203

Page 5: Menores expuestos a situaciones de violencia de género

Por su parte, las madres de estos adolescentes no han informado (tabla 4) en sus

resultados de diferencias entre los menores-objeto de estudio y el grupo normativo.

Tabla 4. Comparación grupo experimental vs. grupo normativo del BASC/P3.

Agresividad

Hiperactividad

Problemas de conducta

Retraimeinto

Somatización

Escalas adaptativas

321,3 40,1 299,1 42,4 0,5

7,8 6,2 6,3 3,9 0,3

7,1 2,8 7,6 4,2 -0,1

5,5 4,1 3,4 3 0,6

13,3 5,2 8,6 4,6 0,9

2,3 3,0 1,9 2,0 0,1

6,8 ,7 5,2 3,6

7,1 2,9

3,8 6,1

3,0 2,6

100 17,7

23,7 5,8

19,0 5,7

NOTA: Mge=Mediadel grupo experimental; Mgn=Mediadel grupo normativo

NOTA: Baremos aplicados P3 (General) (Reynolds y Kamphaus, 2004, pp. 352-353 Y p. 373).

4. Discusión

Antes de comenzar la discusión de los resultados creemos necesario valorar una serie

de limitaciones a nivel metodológico. En primer lugar, el número de participantes no permite

generalizar los resultados. En segundo lugar, no se han valorado variables como el tipo de

violencia al que se han visto sometidos estos niños; así como tampoco se han establecído

204

d

diferencias en función del género de los menores en relación a las repercusiones de la víolencia

familiar. En este sentido, las aportaciones de numerosos estudios afirman que las niñas tienden

a estar más expuestas a conflictos parentales (Olaya et al., 2010) incluso que tienen mayores

probabilidades de sufrir abuso físico y, por ello, de desarrollar futuras conductas agresivas

(Milletich, Kelly, Danoe, Pearson, 2010).

A tenor de los resultados presentados se pueden observar ciertas contradicciones entre

los resultados obtenidos a partir del testimonio de las madres y la percepción de los propios

menores. Concretamente, una de las tendencias observadas es que a menor edad del niño,

mayor es la sensibilidad perceptiva de las madres en relación a conductas observables

(Paterson et al., 2008). Situación de la que ya informan Kiztmann et al. (2003) en su meta-

análisis; ya que observan que las madres tienden a ser una fuente de información relevante con

respecto a sus hijos. Sin embargo, estos autores atribuyen este efecto a dos posibles

circunstancias: en primer lugar, las madres pueden "inflar" estos resultados como consecuencia

de su situación personal; mientras que por otra parte, los menores pueden minimizar los efectos

de la exposición durante la evaluación, como si de un mecanismo de defensa se tratara.

Por otra parte, los sujetos de la muestra manifiestan de forma significativa un menor

grado de adaptabilidad y, a esto, se añaden problemas en el ámbito escolar y familiar durante la

adolescencia. Al respecto, estudios previos nos indican que los menores expuestos a violencia••

en el ámbito familiar muestran resultados similares a las víctimas de maltrato infantil (Kitzmann et

al., 2003). Asi pues, tienden a manifestar durante la infancia problemas de intemalización corno

por ejemplo: depresión, ansiedad y miedo (Patró y Limiñana, 2005; Sani, 2007; Seijo et al., 2009)

así como también problemas de ajuste o externalizantes en la etapa adolescente (Almeida et al.,

2009; Kitzmann et al., 2003; McDonald et al., 2009; Milletich et al., 2010; Patró y Limiñana, 2005)

que además, suelen repercutir negativamente en otros ámbitos como es el caso de la escuela

(Baker y Cunningham, 2004; Espinosa, 2006; Orjuela, 2007).

Sin embargo, las dificultades internas a nivel psicoemocional en los menores son

percibidas a través de las madres desde el punto de vista conductual, y no por los propios niños.

Es decir, aunque los precedentes señalan que los menores, durante la infancia intermedia,

tienden a informar acerca de sintomatología intemalizante, en este caso, sucede lo contrario.

Son otros sujetos (las madres) los que advierten de determinadas alteraciones a nivel

p icoemcional a partir de conductas observables de sus hijos. Aspecto, que alude de nuevo a las

nsibilidad que las mad res tienden a presentar con respecto a los problemas conductuales de

205

Page 6: Menores expuestos a situaciones de violencia de género

los menores (Paterson et al., 2008). Por lo tanto, podemos valorar que existe una intima relación

entre los problemas de comportamiento y las alteraciones psicoemocionales; hecho que nos

ayuda a partir de aquello concreto para llegar a lo más abstracto; o lo que es lo mismo,

determinar a través de la conducta cuales son las necesidades psicológicas, afectivas y

emocionales de los niños.

En conclusión, para llevar a cabo una intervención ajustada a las necesidades de los

menores, tal y como recomiendan recientemente Ayllon y otros (2011), la evaluación debe

manejar como fuente de información tanto a los niños como a sus madres. Asimismo, a esta

información también se pueden añadir los datos procedentes de otros profesionales (pediatras,

maestros, orientadores escolares, agentes sociales) relacionados con las víctimas, mujeres y sus

hijos. Sólo de ese modo, podremos hablar con conocímiento de causa de las verdaderas

repercusiones que sufren, a nivel físico, psicológico, emocional, conductual y escolar los

menores que son testigos de conductas violentas en el ámbito familiar (Fariña et al., 2010). En

estos términos se puede decir que la intervención profesional aún no existe, y por ello, es preciso

seguir investigando con el fin de construír un marco teórico que permita en un futuro próximo

ajustarla en la medida de lo posible a las circunstancias personales, familiares y sociales de cada

menor. En síntesis, aún nos queda mucho camino por hacer cuando hablamos de menores

expuestos a violencia familiar y su intervención. Así pues, el principio de este camino pasa por

tener en cuenta las características personales de los niños, así como también, a la especificidad

de las situaciones de violencia parental y de la exposición o el grado de participación de los

menores, y las necesidades del grupo familiar.

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