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Page 1: Maximiliano Orioli San La Muerte · La lista negra de San La Muerte. - 1a ed. - Remedios de Escalada : 1941, 2012. 170 p. ; 21x14,8 cm. ISBN 978-987-26523-3-3 1. Narrativa Argentina
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La lista negra de

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Orioli, Maximiliano La lista negra de San La Muerte. - 1a ed. - Remedios de Escalada : 1941, 2012. 170 p. ; 21x14,8 cm. ISBN 978-987-26523-3-3 1. Narrativa Argentina. 2. Novela Policial. I. Título CDD A863

Fecha de catalogación: 13/11/2012 Todos los derechos están reservados. Prohibida su reproducción total o parcial. Protegido por el Centro de Administración de Derechos Reprográficos de la Republica Argentina. (www.cadra.org.ar) Contacto con el autor: [email protected] www.maximilianoorioli.8m.com Diseño de tapa: 1941 Corrección: Diego Arbit ([email protected]) Diseño de interiores: 1941

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I

El dolor de Cristo

- ¿Te gustaría formar una familia de nuevo? - Le

preguntó él. - No veo por qué no – Contestó ella. - ¿Creés en Dios? - (Dudó un poco) Sí. - ¿Por qué dudaste? - No, no dudé. Me asombró la pregunta. - ¿Por qué? - Ya de por sí el cuestionario es algo poco común y las

preguntas fueron siendo más personales cada vez. - Puedo parar sí querés. - No, está bien, no es que me moleste; además, tenemos

que empezar a conocernos bien. - Sí, me gusta hacer eso con mis compañeros de trabajo

teniendo en cuenta que es un trabajo para realizar en equipo porque saca el sueño en ocasiones.

- Ya lo creo - Le respondió asintiendo. El que preguntaba era Alfredo Arauca Noriega, sección

homicidios. Puedo decir que reúne casi todos los requisitos

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que solicita la experiencia, más allá de que no es tan viejo, apenas está pasando los cuarenta.

La que respondía era Dolores Lariel, tiene algún que otro año menos que él y fue designada para ser su compañera en futuros delitos. Me han informado también de su experiencia de una forma en la que llego a creer que no tendrán dificultad alguna.

- ¿Y vos qué? - Le dijo - ¿creés en Dios? - Sí. No soy religioso en extremo pero... - ¿Vas a misa los domingos? - A veces, a veces uno va esperando un reconforte

espiritual y estando allá lo único que querés es que todo termine.

Ella dejó salir una estrecha y no tan estrepitosa carcajada, luego le dijo:

- Supongo que debe ser común. La siguiente jornada los encontró trabajando, buscando

en las computadoras de sus respectivas oficinas, historiales de casos y métodos de resolución aplicados por antecesores; es la función más recomendada por cualquier jefe de departamento. En este caso, el departamento se encontraba en Barrio Norte.

Finalmente, quien les narra es Analía Marianieri, también soy de la sección de homicidios y, con mi compañero Marcelo, suelo ser llamada para reemplazar algunas de las dos personas mencionadas anteriormente.

Personalmente considero que hemos sido bendecidos con este lugar de trabajo, un edificio de diecinueve pisos donde los últimos cada vez ocupan más lugar en centros de investigación; nuestro sitio es el piso catorce. Todas las oficinas tienen una enorme ventana que da al maravilloso panorama ofrecido por Barrio Norte desde una altura que engrandece aún más lo grande. En mi oficina, dicha ventana se halla atrás de mi silla que, por supuesto, es giratoria.

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Tras una larga lectura, que pareció ser corta pero que fue demasiado extensa por haber perdido la noción del tiempo (Cosa que sucede siempre con las lecturas) nuestro jefe de departamento, Nicolás Manera, les informó de un caso. Realmente había pasado algo de tiempo desde su última designación. Se reunieron en la oficina de éste y los puso al tanto del hecho ocurrido.

- Y... no lo vería esta noche si no estuviera interesada, supuestamente estoy concentrada en buscar trabajo - acotó Romina.

- Seguramente te puede ayudar en lo que necesitás. - ¿Por qué? - Por lo que comentaste recién, que te da opciones de

trabajo, esas cosas. - Ah seguro. No quiero tampoco que me las hagan "esas

cosas". - Lógico. - Quiero seguir como si no hubiera perdido tanto tiempo

con esta estupidez – Le explicó ella. - Supongo que con la voluntad que tenés lo vas a poder

hacer. - Sí. – Sonrió irónicamente Romina - Bueno te voy a ir

dejando. - Nos vemos. Se saludaron con un beso. - Alguna información... – Lanzó al aire Lucas. - No te garantizo nada – Le respondió ella mirando hacia

dentro del negocio comprobando si venía alguien – Chau bombón.

Romina se encontró esa noche de sábado con el joven de quien le había hablado a Lucas. Se dieron un beso en la boca y entraron en un bar para dialogar.

La búsqueda de trabajo se ubicaba en un puesto terciario respecto a la importancia sin que hubiera uno secundario.

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Aunque era obvio que esa relación normal no podía alejar otras discusiones, algo rondaba entre ellos dos. Romina Iriarte era una chica de diecinueve años que se encontraba en esos momentos, estudiando el CBC en la carrera de ciencias políticas.

La noche siguiente subió sorpresivamente a la iglesia que estaba cerca de su casa (la parroquia Nuestra Señora del Consuelo, en Devoto), por la puerta del costado alrededor de las once, momento en que el templo ya estaba cerrado hacía horas. Sin embargo, su novio había conseguido la llave de la puerta lateral por un amigo ayudante de allí. Un joven la vio yendo y viniendo dentro del templo en la misa del domingo por la tarde. Nunca se la había visto a Romina tan seguido en la iglesia; y esa misma noche, el joven que la había visto a la tarde, junto con otro, la vio salir sola por la puerta de al lado.

El miércoles a la mañana, la iglesia abrió sus puertas mediante el encargado de todos los días, quien notó, olvidándose de a poco su trabajo, algo raro en la imagen de Jesucristo, fue acercándose lentamente y se alejó más rápido y a los gritos por donde había venido, el pasillo central.

La figura de Cristo había sido cambiada y estaba el cuerpo de Romina clavado en la cruz con la vestimenta con la que se ve en ella a Cristo.

Tras expandir la cadena de información y el pedido de ayuda (sin que nadie se atreviese a tocar el cuerpo, aunque había excepciones), llegó la policía y, por fin, bajaron la cruz. Con la llegada de Dolores y Alfredo y posteriormente de la ambulancia, iban a proceder a llevarse el cuerpo cuando vieron un cartel tras la cruz que sobresalía. Éste decía:

ALGUN DÍA LA JUSTICIA DIVINA CAERÁ SOBRE

NOSOTROS

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Tras los obvios comentarios, realizaron los adecuados procedimientos.

Había sido el crimen más atroz que habían realizado y no con tanta desesperación, todavía, pero intentaron ponerle fin a todo esto.

La figura de Jesucristo fue encontrada por la comunidad parroquial, en la escalera que une el templo con su colegio.

La madre se puso en campaña para encarcelar a los culpables e hizo una cadena telefónica para dar la noticia y que acudieran al velorio. La noche del día que se hizo el entierro, la policía y la gente encargada del caso hablaron con los padres de la víctima, quienes, aunque sea por esos días, habían olvidado el divorcio. Les hablaron sobre la adquisición del conocimiento del autor intelectual de este atroz asesinato. Y esa noche, la madre intentó mantener la estructura de vida; estando en la cama se despertó alrededor de las cuatro de la mañana porque escuchaba ruidos extraños que provenían del baño, caminó cautelosamente hasta el mismo, estaba la puerta abierta, encendió la luz porque le había parecido ver alguien en la bañera; vio a su hija sentada de espaldas a ella tomándose las piernas encogidas, la mirada de asombro de la madre la mantenía sin habla y sin movimiento hasta que su hija giró la cabeza hacia ella con el ojo izquierdo destrozado, tal cual se la había encontrado, y le dijo enojada:

- Andate. Ahí fue cuando despertó y vio que era un sueño. Al despertar en la mañana mantuvo inconscientemente el

pensamiento de una responsabilidad insuficiente que no se quiere dejar, superando a que no se quiera hacer.

Eso es lo que hacemos, solía decir Dolores, nos aferramos a algo que brinda seguridad para pensar no querer caer nunca en el mundo que nos otorga la experiencia, más allá de que inconscientemente se vive y lo sobrellevamos como podemos.

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Últimamente se estaba hablando en las iglesias sobre un

grupo numeroso de jóvenes que intentaban formar un movimiento religioso llamado "El dolor de Cristo", y que no era aceptado. Sus jóvenes integrantes eran dementes que buscaban castigar en nombre de Cristo a todo aquel católico que se desviara del camino que otorga el topoderoso o a todo aquel que actuara de una manera que se alejara de la fe, con el objeto de que justamente sintieran el dolor de Cristo.

Hubo manifestaciones, robos y asesinatos, y gran parte del grupo ha ido a prisión. No solo los autores materiales de los crímenes, sino también los intelectuales, porque dentro de ellos se decidía la sentencia, o sea, el grado de sufrimiento en la muerte del pecador. Sin dejar de lado el relacionar el castigo con el delito para ya sea concretarla en el mismo lugar o establecer una especie de venganza divina.

No obstante se encontraban en la actualidad, integrantes de este reciente movimiento, en libertad.

La idea de este movimiento estaba hacía varios años y se convirtieron poco a poco en una especie de anarquistas por la indiferencia y por la discriminación para con ellos.

Un crimen de tal magnitud tenía que haber sido cometido por ellos; además, la inscripción encontrada los caracterizaba por hacerlo con todas sus víctimas. Sabíamos cómo habían asesinado a Romina y quiénes, necesitábamos saber la causa que fue tomada, por este grupo, como una ofensa a sus costumbres.

Solamente nos hizo falta entrevistar al novio de la víctima que nos confesó lo que estaban llevando a cabo, sin saber, según él, que este grupo existía y sin saber que eran observados.

Romina, muy interesada en su pareja, intentaba cumplir una fantasía: Hacer el amor dentro de una iglesia vacía delante de la imagen de Cristo y de la virgen María. El joven

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había estado de acuerdo en complacerla y ella preparaba todo para que el momento saliera a pedir de boca.

Después de esos días de investigación por parte de ella, arregló para encontrarse dentro del templo a las once y cuarto de la noche, estaría ella más temprano y él debería tocar el timbre del coro para que le abriera. Solamente que cuando ella entró a las diez y media, los dos integrantes del movimiento la siguieron quedándose afuera y llamando a tres más para comprobar qué estaba planeando, de una vez por todas.

Una actividad muy frecuente de ellos era merodear las iglesias de la zona antes que cerraran hasta altas horas de la noche, con la conciencia de no haber sorpresas y poder, si se puede, evitar cualquier tragedia.

Once y siete, llegó el joven y lo hicieron, pero uno de los tres integrantes que fueron llamados tenía un acceso, entraron y sin que se dieran cuenta vieron la parte final. Esta vez, un ataque planificado provendría de parte del movimiento. La pareja repitió el encuentro la siguiente noche, a la misma hora. Ella estaba desde las diez y media. Once y siete empezaron los cinco a golpear la puerta principal para entrar a la fuerza, Romina pensó y se dijo para ella al principio, que le había explicado que usara el timbre, y se disponía a decírselo cuando la puerta se abrió. La aparición de un desconocido para ella, la calló, y la de cinco, la asustó. El primero le dijo al resto:

- Ahí está. Inmediatamente entraron los cinco y ella con un grito se

largó a correr espantada. Poco. Fue poco lo que corrió porque enseguida la

atraparon rodeándola entre los cinco, empujándola al principio y luego con golpes de puño en la cara, que fueron dos, y uno en las costillas; al ver que sacaba fuerzas para resistirse, el líder la agarró de los pelos, la llevó contra la puerta del templo que tenía en el costado una ventana similar

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a un espejo, el cual rompieron al estrellarle allí la cara; quedó sangrando en gran cantidad y con el ojo izquierdo prácticamente tapado y destrozado por las lastimaduras que abarcaba y por la sangre. Como calculó el líder, con eso dejó de resistirse, estando de todos modos con vida y consciente; la llevaron otra vez al pasillo izquierdo donde tres, contando al líder, empezaron a desvestirla y los otros dos fueron hasta el altar.

Le sacaron violentamente toda la ropa y al quedar por completo desnuda, le pusieron un taparrabo marrón claro colgando de todo el diámetro de la cintura. De lejos se oía el timbre del coro sonar cada vez con más frecuencia.

Finalmente la arrastraron y la llevaron encima de ellos hasta el frente del templo donde los dos que no la habían desvestido acostaron la cruz, quitaron al Cristo y pusieron a Romina, clavándole las manos y los pies tal cual estaba Jesucristo. Ya hecho esto, subieron la cruz también tal cual estaba y quedaron mirándola.

Aparentemente, el líder les había autorizado a los dos que escondieron al Cristo a que decidieran la sentencia de la chica como reconocimiento de haberla descubierto, estos intentaron ambientar al pueblo judío en aquella época la cual consideraban el fruto de este movimiento.

El joven ya se había ido hacía rato y a las doce menos cuarto lo hicieron los cinco integrantes luego de meditar seriamente lo ocurrido y rezar por el alma de ella con la conciencia de la tarea cumplida.

Éste fue el testimonio de los integrantes del grupo que fueron encontrados. Su último intento de justicia se remontaba a la antigua formación del departamento de policía. El nuevo equipo terminó en su totalidad con ellos. Más allá de que defendían lo que hacían, al principio ocultaban bastante. Por parte de ellos no habrá crimen alguno durante un largo tiempo.

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La madre, que fue una ayuda en este caso, nos agradeció el cumplir su objetivo. Nosotros solo decimos:

“Eso es lo que hacemos, nos aferramos a algo que brinda seguridad para pensar no querer caer nunca en el mundo que nos otorga la experiencia, más allá de que inconscientemente se vive y lo sobrellevamos como podemos”.

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II Seguimiento

Nicolás Manera ingresó a la sala y nos llamó, fuimos a

la oficina de él y nos puso al tanto de que debían delegarnos un caso siendo ahora Dolores y yo la composición de pareja.

Habían encontrado en una casa del barrio de Saavedra a una mujer de sesenta y nueve años sin vida, atada y amordazada. Allí nos dirigimos. Entramos. La mujer tenía atados los brazos ubicados por atrás, las piernas algo encogidas también atadas y efectivamente una tira adhesiva le cubría la boca. Sus ojos abiertos de par en par.

La vecina, una mujer un poco más grande, fue la que estaba allí mientras sacábamos las conclusiones y fue quien nos facilitó información. Susana Fernández vivía sola, era viuda hacía algunos años, jubilada y el dato más relevante fue que guardaba parte de sus ahorros en la casa por problemas que había tenido en el banco. Había perdido bastante dinero con el “corralito”. Esta mujer que testificaba, era una amiga muy cercana a la difunta y afirmó saber que guardaba el dinero en un mueble de su habitación. Obviamente nos dirigimos hasta allí con la señora. Encontramos un desorden

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que podría llegar a pasar inadvertido de no ser por la información de que la víctima tenía siempre todo acomodado, especialmente su ropa en los cajones correspondientes; y en ese momento, muchas prendas se hallaban sobre la cama al igual que algunas monedas, algunas de las cuales llegaban a verse por el suelo. El asunto era que en ningún mueble de la habitación había dinero. Continuamos revisando en los muebles de la casa donde hallamos pocas cantidades en algunos cajones del comedor; bastante menos de la que supuestamente había (informada por esta amable mujer): ocho mil pesos.

Efectivamente, esto se había tratado de un robo. Pero un robo que no cayó al azar sino premeditado como un asunto completamente personal.

En cuanto al estado de la víctima, pudimos saber que no manifestaba en su cuerpo lesiones o heridas, ni de arma ni de golpes. Debíamos recurrir a la autopsia para conocer lo que le había causado la muerte.

En la sala de autopsias me puse a observar el trabajo con Dolores esperando las primeras noticias para completar mi informe. Susana había fallecido de un ataque al corazón. La noche en que encontramos su cuerpo llevaba más de seis horas sin vida.

Tuvimos una entrevista con el hijo de la víctima. Un hombre de cuarenta y cuatro años, casado y con tres hijos. Afirmó que su madre sintió mucha decepción cuando perdió parte de su dinero ahorrado, en el "corralito", y que le había prometido sacar la mayor parte que pudiera de a poco cuando volviera a estabilizarse el sistema bancario. Así lo hizo. Retiró, en tres o cuatro etapas, más del cincuenta por ciento de su cuenta bancaria, conseguido de la venta de su vivienda anterior, y la guardaba en su casa actual. Una parte en el segundo cajón del mueble para ropa de su habitación. La otra, en un espacio que generaba un desnivel amplio un módulo del comedor. De esto hacía más o menos ocho

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meses. Se estaba dando algunos lujos en ropa y decoración de su casa.

La gran intriga era cómo habían conseguido saber los supuestos ladrones en qué lugares estaba guardado el dinero. El hijo de la víctima aseguró que nadie fuera de la familia lo sabía, más que la vecina y por supuesto el banco.

De manera que todo esto generaba otra búsqueda de malvivientes en pleno apogeo de la inseguridad.

En cuanto a lo sucedido se estimaba que los asaltantes ingresaron a la casa, con el conocimiento de sus últimas transacciones bancarias, la ataron de pies y manos, la amordazaron y se dirigieron a los lugares que guardaban esta parte de ahorros. Debido a que no hubo ningún rasgo de violencia, se estima que mientras los malvivientes realizaban el robo, Susana sufrió el infarto que le causó la muerte. Al descubrir esto, tal vez debieron modificar lo que seguía del plan, más bien la parte final si involucraba hacer algo con ella.

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III Crimen en la avenida

Libertador

Llegamos Dolores y yo a la avenida Libertador, allí

vimos a esta joven, se creía entonces, de treinta años, yaciendo boca abajo en el asfalto, sin vida. El cabello largo rubio oscuro, suelto, ojos verdes, la piel blanca con algo de bronceado que aún se distinguía, llevaba un vestido muy elegante, la parte superior no estaba sobre sus hombros como debería, lo que puede indicar muchas cosas, no llevaba calzado alguno y tampoco se veía alrededor. La sangre cubría bastante una mitad de su rostro, además de estar por el asfalto rodeándola y hasta algunas otras manchas a bastantes metros de ella. Un par de metros más adelante, siguiendo el mismo sentido de todos los carriles, se veían las marcas de una fuerte frenada.

Estábamos presenciando el resultado de un terrible accidente o de un terrible asesinato. Aunque partiendo de la base que no se conoce el paradero del conductor, en caso de accidente podría considerarse también el asesinato.

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Dolores detectó en las plantas de sus pies, las marcas que le produjo haber caminado o corrido por el asfalto. Este hecho, sumado a que tampoco había cartera, bolso a la vista, nos derivaba a que tal vez la víctima escapaba de alguien y al cruzar la avenida otro alguien acabó con la persecución, también nos deriva a que no podíamos, debido a esto, chequear sus datos personales.

La avenida ya estaba cortada hacía rato, y la cantidad de gente impresionada no descendía, tampoco su voluntad de explicarnos lo que integraba su conocimiento en lo que a esto se refería. Estábamos, para ser exactos, enfrente del hotel Libertador. Tomé rastros de sangre, desde los que se hallaban cerca de ella hasta de los que no.

Dolores y yo participamos de la autopsia, donde confirmamos nuestra teoría.

Días después, acudimos al hotel Libertador cinco estrellas de Barrio Norte. Nos informaron en la recepción que el veintinueve de diciembre había sido el desfile anual manejado por los gerentes de la empresa de ropa Suvennil. La chica se llamaba Mariana Dogani, efectivamente era una modelo de la empresa y esa noche participaba en dicho desfile. Afirmó, además, que el accidente ocurrió aproximadamente a la una menos diez de la mañana, momento en que el desfile aún no había terminado. Lamentó no poder darnos más información, eso fue hasta que pedimos el movimiento comercial de la semana.

Gente no conocida, excepto en una habitación del segundo piso donde se hospedaba uno de los gerentes de Suvenill, al igual que una en el cuarto piso donde se hospedaba el otro. El hotel tenía en su parte de atrás, la sala de desfiles donde se mostraban las modelos, el cual estaba alquilado para esa fecha todos los años por estos dos gerentes quienes rentaban una habitación para quedarse durante la semana, y siempre se llevaban modelos a la misma para pasar la noche.

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Nuestra siguiente entrevista consistió en hablar con el primero de los dos gerentes. El del segundo piso.

- Una verdadera lástima. Una modelo muy demandada. - Sobretodo por usted - Intervine. - ¿Qué quiere decir? - Usted la llevó a la habitación que alquiló en el hotel

para pasar la noche como hace todo el tiempo con sus modelos.

- Mire, no sé quién le habrá dado la información. He llevado algunas de mis modelos a las habitaciones que alquilo para pasar la noche, nada más.

- ¿La llevó la noche del veintinueve de diciembre a Mariana Dogani?

- No. - No le recomiendo que nos mienta – Anticipó Dolores -

Mariana participó del desfile esa noche. Y en la madrugada apareció muerta en la calle atropellada por un auto, estaba sin calzado, se detectó que corrió por el asfalto, estaba con la parte superior del vestido salida y sin cartera ni documentos personales. Había salido corriendo, por lo que se ve desesperada, del hotel.

- ¿Y qué les hace pensar que el gerente de la empresa es el único que se lleva modelos a su habitación?

- Cualquiera la pudo llevar – Especificó sin perder la alteración, Dolores - Vamos a averiguarlo e insisto, le sugiero cooperar.

El hombre sonrió. - Ya que afirma no haber llevado a Mariana. ¿Llevó a

alguna otra chica? - Sí, llevé a otra chica y tuve que cortar todo por la mitad

cuando se escuchó el accidente. Todos estábamos muy shockeados, especialmente la chica que estaba conmigo que era amiga de Mariana. El desfile siguió, todavía no terminaba; Mariana, sin embargo, sí, había terminado todas sus presentaciones de esa noche.

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Con el gerente que rentó en el cuarto piso, esto se rescató:

- No, no la llevé. Llevé a otra chica, pasamos un buen rato juntos y se fue a su casa. Sé que mi socio también llevó una a su habitación, pero desconozco quién. Esto es una estupidez, ninguno de los dos asesinó a esta chica y ninguno de los dos la perseguía.

Finalmente, se presentó una joven casi de la misma edad de la víctima, para declarar. Nos informó que ella había alquilado una habitación en el segundo piso, estaba a unos metros de la del gerente. Iba a pasar la noche con su novio. Mariana fue a la habitación cuando terminó su trabajo para hablar con ella, hablaron de lo que había sido la noche y de lo bien que les estaba yendo. Lo sorprendente fue cuando nos dijo que Mariana sufría de frecuentes ataques de pánico los cuales le provocaban un profundo temor a la muerte, que la obligaba a salir corriendo de donde estaba, espantada, y que a causa de esto había empezado a tratar el tema con ayuda profesional. Los mismos se habían agravado últimamente junto con cierto resentimiento, desde la pelea con su novio. Esa noche, al estar las dos en la habitación, la actual testigo salió a buscar a otra modelo y ella se quedó sola; cuando regresó, no estaba y todos se dirigían abajo donde había ocurrido un accidente. Exonera de todo a los sospechosos planteando el hecho de que en ese momento le hubiera ocurrido esto, teniendo la desgracia de cruzarse con este accidente. El novio de la testigo afirmó haber vuelto a la habitación poco tiempo después de haber bajado para hablar con un conocido, y todo se vio cancelado por el reciente hecho. A todo esto, le fuimos a hacer algunas preguntas a aquella amiga de Mariana que estuvo con el gerente en la habitación del segundo piso, y de ahí sacamos un dato que fue decisivo; según ella, el novio de la anterior testigo, había salido en el pasado con Mariana Dogani. Ahora todo era cuestión de organizarse cronológicamente volviendo a la

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anterior pareja; la misma, que ya se había registrado en el hotel cuando Mariana la fue a visitar a ella en la habitación, llevaban poco tiempo de novios y ella afirmó desconocer que él había salido en el pasado con Mariana, y entre la gente que sí lo sabía, todo desconocen los términos en que esa relación quedó. Por suerte tuvimos la prueba que nos facilitó la segunda entrevista con el sospechoso, los forenses habían encontrado bajo la cama de la habitación, un pedazo muy pequeño de tela del vestido de Mariana.

- Sí, - Dijo - cuando volví a la habitación estaba ella y fue una sorpresa mutua. Habíamos salido un tiempo nada más, hace bastante; el tema es que todo terminó pésimamente, no me perdonó una aventura que tuve en ese momento, pero ahora yo estoy enamorado de mi novia y Mariana enseguida me amenazó con contarle la clase de tipo que era y lo que hacía con las mujeres. Me sentí totalmente acorralado y desesperado; en un momento de locura la ataqué, hubo un forcejeo pero ella se llegó a escapar, la empecé a perseguir hasta que ella llegó a salir del hotel.

Por el otro lado de la investigación, gente que vio el acontecimiento, daba su declaración resaltando que el conductor venía a gran velocidad y realizó un intento desesperado de freno, haciendo chillar las gomas, pero no sirvió, y enseguida volvió a arrancar arando; afirman que Mariana venía corriendo desde el hotel y cruzó. Que fue un Volkswagen Passat grisáceo el auto que la levantó y la hizo caer en el pavimento, boca abajo.

- Auch – Exclamé.

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IV Criminales

Tiempo de descanso. Se ha vivido un tiempo de

descanso en lo que hace a nuestra agrupación, y ahora hemos vuelto a la carga. Un nuevo caso nos había sido delegado a Dolores y a mí.

Debimos encaminar rumbo hacia el partido de San Isidro. Pero no algo como lo habitual. Este caso consistía en dos partes. Acudimos primero a la casa de Roberto Álvarez Nucre, un hombre de cincuenta y un años. Ingresamos al comedor donde dicha persona yacía sin vida. Un hombre con muy pocas canas a pesar de la edad. Tan solo aparecían alguna que otra en su cabello castaño oscuro. Tenía ojos color avellana. Vestía saco oscuro y corbata.

Tres tiros a primera vista, uno en el pecho, otro casi llegando al cuello y uno en la frente. Sin embargo, lo impresionante fue que en la pared, estaba escrito con aerosol "criminal".

La casa era definitivamente categórica. No dudábamos que estábamos en un caso de alta sociedad. La forense aún

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sacaba algunos datos y cada vez se comprobaba más la versión de un ataque a sangre fría.

Del caso se iban a encargar tres detectives, Alfredo había sido solicitado para ir con Dolores a la otra casa y ver la otra víctima, tan solo a algunos kilómetros de la anterior. Gonzalo Álvarez Nucre, hijo de Roberto. Un joven de veintitrés años, cabello corto castaño claro, de raya al costado, y ojos pardos, también vestía traje oscuro y corbata. A primera vista, dos tiros, uno llegando al cuello y otro en la mejilla izquierda. Y en la pared, escrito con aerosol "criminal". Aquí también la forense se había quedado buscando últimos datos comprobando lo mismo que en el crimen anterior, así como también la relación entre estos. Tras esto, dijo:

- Los asesinos trataron de hacernos ver que los dos fueron muertos por el mismo motivo.

- Los datos de nuestro informe dicen que manejaban una empresa constructora – Acotó Alfredo.

- Sí, entraron como intrusos, fueron hechos totalmente inesperados. El pobre mojó los pantalones.

- Bueno, si ese dato puede evitarse sería mejor. - ¿Por qué? - Saltó Dolores - ¿Estás eliminando

evidencia? - No, no la elimino, solamente digo que no se haga

público ese dato para proteger a la familia. Según los datos, Roberto era divorciado hacía siete años

y era el dueño de una empresa constructora junto con su único hijo, Gonzalo.

Solicitaron una entrevista con la ex mujer de Roberto y madre de Gonzalo. Les comentó que ella luchaba por hacerle entender a su esposo que permanentemente ponía en riesgo a la familia, los obreros venían a quejarse constantemente, que eran explotados, que hasta trabajaban en condiciones insalubres y que recortaba los suelos cada vez más. Afirmó ser ella consciente de que Roberto manejaba

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una mafia y no una empresa, enriqueciéndose a costa de los trabajadores. Afirmó no querer ser parte de esto y al no poder enderezar su vida, disolvió la pareja; sin embargo, no renunció a hacerle entender a Gonzalo hacia qué camino su padre lo estaba llevando, pero era inútil todo intento ya que él siempre estuvo del lado del padre y se había sumergido en la corrupción creyendo que se llevaba el mundo por delante.

Terminó diciendo con algunas lágrimas en los ojos: "No estoy diciendo que predecía esto, pero siempre maldije no haberme dado cuenta sobre qué base estaba construyendo mi familia".

Había sido algo muy shockeante el comentario de la interrogada, y a la vez, absolutista. En cierta forma parecía una manera sutil de informarles que los empleados de la constructora habían matado a su ex marido y a su hijo.

Nos dirigimos hasta allí, los tres, para una nueva entrevista, todo dentro del partido de San Isidro.

Los empleados habían tomado el mando de la constructora, y para ese momento manifestaban una protesta sobre el abuso y sobre el robo de los ex manejadores para con ellos. Algunos se nos acercaron y nos contestaron las preguntas, diciendo que habían tomado la empresa, que no querían más dueños que les robaran la plata. Según estas personas, la gota que rebalsó el vaso fue el último recorte de presupuesto y el despido a decenas de trabajadores. Que no sabían quiénes pudieron haber asesinado a Álvarez Nucre e hijo, pero que claramente se lo merecían, y que era obvio, además, que terminarían así, si no entraban en razón "por las buenas".

Terminaron diciéndonos que varios de los trabajadores despedidos habían vuelto a la empresa para ser parte de la toma de ésta. Era muy probable que estuviéramos en presencia de los asesinos.

Para entrar en algo más puntual a todo esto, los tres nos miramos cuando uno de los obreros grito: "criminales".

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Enseguida los que estaban a su lado, se sumaron y mencionaron también esta palabra. Les preguntamos a este particular grupo si entre ellos se hallaban obreros despedidos y nos contestaron que sí, por lo que agudizamos los sentidos. De poco trabajo fue esto último ya que en un momento, uno de este grupo sacó un frasco de aerosol y escribió sobre la pared: "la constructora Álvarez Nucre ya es de los obreros". Nos acercamos y contactamos en persona la urgente entrevista. Pusimos al tanto a estos cuatro hombres, pertenecientes al numeroso gentío (en una de las oficinas de la empresa), que el aerosol utilizado recientemente en la pared, tenía el mismo color que el utilizado en ambas escenas del crimen y que creíamos que se trataba de la misma letra. Por lo que nos llevamos el frasco y estos hombres fueron detenidos. El aerosol era el mismo. Fuimos a entrevistar a los obreros al penal, con el objetivo de que confesaran, planteándoles una supuesta seguridad de nuestra parte en cuanto al verdadero asesino, y funcionó. El hombre confesó haber aguardado en la puerta de la casa de Roberto a que el dueño llegara para plantearle la necesidad de una profunda charla con él. Roberto, en ese momento no se sintió cómodo con la propuesta pero accedió finalmente. Se sentaron en los sillones del living y luego de un poco de conversación simulada por parte del asesino, éste se levantó, sacó su arma haciendo levantar también a Roberto, evitó acordar con el intento de éste por entrar en razón, solo al principio; luego le contestó cómo podía decir eso habiéndolo llevado a tal situación; entre el intento de explicación de Roberto y las furiosas contradicciones del hombre, desataron una discusión de tonos altos que terminó con un disparo en el pecho y luego en el cuello; al caer al suelo, para asegurarse que había muerto, le disparó en la cabeza. Tomó de su saco la lata de aerosol y escribió en la pared del living “criminal”. Cuando salió de la casa, entabló rumbo a lo del hijo, donde también lo esperó teniendo la

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certeza que él llegaría más tarde, porque los viernes Gonzalo se quedaba realizando unos trabajos en la empresa; cuando le planteó lo mismo que al padre, Gonzalo no pudo evitar su incomodidad y algo de miedo, pero no le quedó otra que acceder. Finalmente el hombre se levantó y Gonzalo no pudo evitar asombrarse ante la situación, inmóvil pedía que no hiciera nada, lo cual siguió con un disparo en la cabeza, al estar en el suelo, también le dio otro tiro cerca del cuello. Con la misma lata de aerosol volvió a escribir “criminal” ahora en esa pared. En el instante que preguntamos por el arma, aseguró haber quemado ambas, lo cual nos despojó de la duda que nos produjo el hecho de que en las autopsias se extirparon del cuerpo de Roberto, balas de diferente calibre a las extirpadas del cuerpo de Gonzalo.

La razón que lo llevó a cometer este terrible acto, explicó, fue su reciente despido justo en el momento en que lo iban a desalojar de la casa que rentaba por haberse convertido en moroso. Que hacía poco habían hecho un recorte de sueldo, donde también se vio perjudicado, con el pretexto de querer evitar despidos, pero que eso no evitó que lo hicieran más adelante. Confesó haberlo hecho él solo y que lo hizo por seguridad. Tal vez lo hubiera pensado más veces de saber que sus compañeros organizarían una revolución.

Terminó diciendo: "Deberían tener en cuenta que el abuso me había producido caer en la desesperación y a la vez, dejar de lado toda lucidez mental".

Cuando parecía haber terminado el caso, habiendo liberado a los restantes tres obreros sospechosos, uno de ellos se presentó para confesar que acompañó al autor en el crimen, que estuvo de acuerdo con el plan y que lo había acompañado en ambos casos, siendo cómplice todo el tiempo.

El, ahora supuesto, autor material fue traído nuevamente para que aclarara por qué afirmó haber cometido los

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crímenes solo, y estableció tras esto, el poseer códigos que no le permitían “mandar al frente” a compañeros, que no le importaba que subieran la condena por falso testimonio porque eso le daba tranquilidad en su conciencia. Lo mismo provino del argumento de su colega. Esperó el resultado de la entrevista con el autor, para ver si existía alguna posibilidad de escaparle al castigo, pero conservaba en su mente el confesar si esto no sucedía, cosa que cumplió.

Según esta nueva explicación, Gonzalo no se quedaba hasta más tarde los viernes, y mientras su compañero asesinaba a Roberto, éste esperaba a Gonzalo para realizar lo mismo. El procedimiento fue similar al relatado anteriormente, a diferencia que el asesino de Roberto, fue también a la casa de Gonzalo al terminar, donde su compañero ya había cumplido la tarea, y fue el que escribió “criminal” también en la pared de Gonzalo.

Un problema surgía, estos hombres afirmaron no haber tenido más cómplices en los crímenes, cosa que ahora no es de creer, porque si los hay, no serán “mandados al frente”; pero a la vez, deberían aparecer por sus cuentas siguiendo el código.

La verdad es que nuestro código se basa en que la gente que se aprovecha de las situaciones está por todas partes. Por ahora no hay forma de probarlo, así que este caso está cerrado.

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V Introducción teatral

Nos ubicamos en el interior de una sala de teatro.

Varias personas, con edades que abarcaban desde los veintipico hasta los sesenta y pico de años, llevaban a cabo una reunión. Todos vestían informalmente y se hallaban sentados a pocos metros del escenario, tapado por el negro telón.

Los diálogos que se registraban tenían que ver con los últimos acontecimientos ocurridos en una asociación mutualista. En el momento en que una de las mujeres terminó de hacer un comentario referido al tema, se bajó de golpe la luz y se escuchó un ruido seco como un golpe, a la vez, como si ese golpe fuera con un micrófono encendido. Todos se sorprendieron, se miraron entre ellos y trataron de localizar el ruido. Fue ahí cuando una música imponente a un muy elevado volumen comenzó a sonar, distinguiéndose en el telón el movimiento de luz de unos reflectores. Esto alivió la tensión que el ruido y la baja de luz habían generado. Tras esto, la gente se miraba sonriendo ya que todo anunciaba el inicio de un gran espectáculo. Finalmente,

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el telón comenzó a abrirse lentamente, nadie podía dejar de mirar allí ni evitar la intriga. A medida que el telón se iba abriendo, se veía en medio la soga que lo abría y lo cerraba, que parecía arrastrar algo que estaba detrás de la cortina izquierda. Efectivamente, lo primero que se vio sobre el escenario fueron dos pies descalzos atados por esta soga. La gente solo sacaba la mirada de ahí para encontrarla con otra igual de sorprendida. A medida que seguía abriéndose el telón con la imponente presentación, la soga seguía arrastrando el cuerpo hasta el centro del escenario e iba apareciendo en su totalidad. Se trataba de una mujer de mediana edad, yaciendo boca arriba, con un vestido lujoso, azul oscuro, que le llegaba hasta las rodillas. Al quedar en el centro del escenario, el telón dejó de moverse, la luz de los reflectores desapareció y la música dejó de sonar. La gente no sabía de qué podía tratarse, pero con observaciones que hicieron, muchos empezaron a dar respingos del susto. Una mujer se paró y se acercó lentamente, observó mejor y estalló en un gritó de horror.

Poco tiempo después, entramos a la sala de teatro mi compañero Marcelo y yo. Raúl estaba en la escena del crimen, nos vio entrar y se acercó a nosotros para acelerar el encuentro.

- Los forenses ya están en camino. - ¿De quién estamos hablando? - Pregunté. - Verónica Negro, cincuenta y cinco años.

Vicepresidenta de la mutual Andalá. - Mm, me suena esa mutual. - Sí, es una de las primeras mutuales que hubo en el país.

Todos los que están ahora en el teatro son socios oficialistas y socios opositores.

- Todos sospechosos. ¿Qué estaban haciendo acá? - En diez minutos tenía que estar empezando el discurso

que la víctima hacía todos los meses, en este teatro, sobre el progreso de la mutual.

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Mucha de la gente que se encontraba en el teatro, estaba en un estado de shock, de manera que con mi compañero nos acercamos tranquilamente para sacar la información que pudiéramos sobre lo que había pasado. Estos fueron los comentarios que rescatamos:

Un hombre de treinta y un años: - Jamás escuché a alguien encubrir tan bien alguna cosa.

Ni a los políticos los escuché usando un discurso que mostrara el peor acto de corrupción como una obra de caridad. Sabía lo que hacía, ella y toda la comisión, sabían lo que hacían, por eso llevan tantos años ahí y no se los puede sacar por más que intentan, intentan, no se los puede sacar.

Una mujer de treinta y nueve años: - Destruyeron la mutual, hace quince años que la vienen

destruyendo de a poco y ya no queda nada. Si para el verdadero progreso de la mutual, usaran la misma energía y esmero que usan para hacer negocios a escondidas y quedarse con plata que no se sabe de dónde sale, ésta sería la mejor mutual de América.

Un hombre de cincuenta y nueve años: - Es una vergüenza lo que hicieron en la última reunión,

nosotros exigimos una asamblea para que se blanquera todo lo que no lo estaba. Todos los números que no cerraban. No le dieron ninguna chance de decir nada a los que integraban la oposición. Nada. Siempre se las arreglan para todo.

Una mujer de treinta y siete años: - Estas elecciones hubieran cambiado las cosas porque

veníamos hablando entre toda la oposición hace bastante. Ya la última vez casi no ganan, este año habíamos juntado firmas de montones de socios, cada uno fue a buscar a familiares que estuvieran asociados.

Un hombre de cuarenta y cuatro años: - La idea era que no se nos escapara nada, porque el

problema no era que ellos eran más que nosotros, el problema es que los socios que estaban con nosotros daban

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la firma apoyando la causa pero después no iban a votar ni el de diez por ciento de toda esa gente.

Una mujer de veintinueve años: - No la quería nadie, era la peor bruja que podía existir.

La cantidad de socios que se fueron... y ella era la que hacía todo, porque la presidenta es la que pone la cara, ella era la verdadera cabeza que hacía todo. La comisión cambió cien veces pero ella seguía y seguía, cagaba a la gente de su propia comisión. Y después se ponía a hacer un discurso sobre el progreso de la mutual, yo no lo podía creer.

Una mujer de treinta y seis años: - La cantidad de gente que estuvo con ella en la comisión

y se fue porque se terminaba peleando mal, era increíble. Venían a decir que era una víbora. Y lo peor es que había gente que no se animaba a hacer nada porque le tenían miedo. Hoy de hecho había un chico que siempre había sido oficialista y que ahora estaba con toda la bronca encima porque no sé qué le había hecho.

Tras escuchar todos estos comentarios, se tornaba difícil encontrar quién la había matado. Aunque resultaba que ese chico, del que habló una de las presentes, había desaparecido y no se encontraba en el lugar.

Acorde a todo esto, Dolores y Alfredo ya habían sido designados a un caso bajo el ciclo del nuevo director del departamento: Julio Darnasioff. La locación se trataba del hall de un edificio en el barrio de Palermo. Mucha gente ya estaba conmocionada en la calle, pero eso no les impidió el ingreso a nuestros detectives. La víctima era una mujer de poco más de treinta años, vestida con un sweater, pantalón y botas. Yacía sobre el suelo y no parecía haber heridas que se destacaran a simple vista. Sí había un sector del vidrio de la entrada astillado con algunas manchas de sangre, aproximadamente a la altura que tendría la víctima estando parada. En la escena también los recibió Raúl. Luego de saludarse, éste les informó:

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- Viviana Arcelli, treinta y cuatro años. - No sé por qué me resulta conocida - Dijo Dolores

observando bien a la víctima. - Era actriz, se la vio en varias series de televisión, en

papeles secundarios. - Mm, sí, la ubico. ¿Qué pasó? - Los vecinos escucharon una discusión fuerte entre ella

y un hombre. Los forenses encontraron la marca de un golpe de puño en un pómulo. En este edificio trabaja el marido, que es productor de televisión. Está arriba, si quieren hablar con él.

Dolores y Alfredo asintieron y subieron junto a Raúl por las escaleras. A la derecha del pasillo, se veía la puerta abierta de un departamento y varias personas hablando en su interior. Los tres se dirigieron hacia allí y se detuvieron en la entrada. Raúl fue a buscar al hombre en cuestión y regresó a los detectives con él, diciendo:

- Él es Alberto Maire, el esposo de la víctima. - Somos del departamento de policía, necesitamos que

nos diga lo que sabe - Explicó Dolores. - Sí, cómo no. Bueno, yo... tuve una discusión fuerte con

Viviana antes que muriera. Había un problema que veníamos arrastrando sobre un trabajo de ella y hoy explotó. Ella vino hará una hora y media, tocó el timbre del portero y dijo que quería hablar conmigo urgente, se la escuchaba muy enojada, estaba prácticamente fuera de sí. Bajé, le abrí la puerta y empezamos a hablar en el hall.

- ¿Por qué no la hizo subir? - Intervino Alfredo. - Porque yo la conocía. En el estado que estaba era capaz

de hacer un escándalo delante de todo el equipo de trabajo. - ¿En qué consistía el problema que tenían exactamente?

- Volvió a preguntar Dolores. - En una serie de ficción que se está por lanzar, yo le

había prometido uno de los papales protagónicos de la serie, pero después no pude llegar a un arreglo con los otros

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productores y solamente podía meterla en alguno secundario que no aparecía mucho. Ella venía presintiendo eso y discutíamos mucho por esa razón. Y hoy vino porque se había enterado por el representante que efectivamente se había resuelto así. Le pedía por favor que bajara la voz porque los gritos se debían estar escuchando arriba, pero cada vez gritaba más. Nos insultamos, nos dijimos de todo, la discusión nos había llevado a los dos a un estado de alteración muy fuerte, yo enseguida volví en sí y traté de calmar las cosas, pero ella ni me escuchó y se fue.

- Según los forenses, hay rastros de un golpe de puño en un pómulo - Aclaró Alfredo.

- No, en ningún momento le levanté la mano. - ¿Y después de eso qué hizo? - Preguntó nuevamente

Dolores. - Me quedé inmóvil en el hall pensando si la seguía o no,

pero hubiera sido inútil, jamás me hubiera escuchado, quise dejar que se enfriaran las cosas y volví a subir.

- De manera que ella salió del edificio y por algún motivo volvió. Pero nadie del departamento la atendió.

- No, no volvió a sonar el timbre. No sé cómo hizo para entrar. Algún propietario le tuvo que haber abierto.

- ¿Quién es el representante de ella? - Rubén Abada. Esperen que les traigo una tarjeta de él

para que lo puedan ubicar. El hombre ingresó a su oficina y volvió ofreciéndoles lo

mencionado. Dolores la tomó y la guardó mientras dijo: - Bueno, eso es todo, pero no se aleje mucho. Días después, a nosotros nos llegó información

proveniente de la comisión actual de la mutual, diciéndonos que el joven que se había ido antes de que la víctima apareciera, era el culpable y que lo conocían porque trabajaba en ese teatro haciendo arreglos técnicos, como ser en la previa de cada obra, la preparación de las luces, del sonido, y de la sincronización de estas cosas. Extrañamente,

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cuando fuimos a buscar a Leonardo (el joven en cuestión) no intentó negar todo aquello de lo que se le acusaba y fue esto lo que comenzó diciendo:

- Me prometió ponerme en la comisión si le daba la información de los socios oficialistas que se iban pasando a la oposición. Hacía años que yo venía pidiéndole estar en la comisión, que yo era socio de hacía mucho tiempo y que siempre había votado por ellos, que yo defendía la administración que ellos llevaban. Esta vez aprovechó eso y me usó para que la informara de esto porque era un tema que la venía preocupando, la última elección fue una sorpresa muy grande, ganaron por muy poco porque muchos socios que se creían oficialistas habían votado para que se fuera. Pero bueno..., yo como un boludo la informé de todo. Dos días antes del discurso, se presentó la comisión que iba a ir a la nueva elección y yo no estaba, la voy a ver y le pregunto qué había pasado, me dijo que yo había hecho cualquier cosa, que hubo dos socios de los que yo no avisé que se habían cambiado, que hubo otros que no se habían cambiado y yo había dicho que sí, que la comisión los fue a ver y que los había hecho quedar mal, que con lo que había hecho había dejado claro que no servía para hacer ningún trabajo de la comisión. Yo le traté de probar, con todo lo que tenía, que lo había hecho bien, pero no se podía hablar, cada vez gritaba más, le daba explicaciones coherentes pero me seguía interrumpiendo gritando y diciendo que ya se había cerrado todo. Les juro que la quería matar, los dos días siguientes fueron terribles, lo único en que pensaba era lo boludo que había sido por haber ayudado a esa vieja hija de puta. El día del discurso fui un rato antes para encontrarla y decirle de todo, pero bueno... cuando fui al lugar donde ella preparaba todas las cosas, vi que estaba la puerta entreabierta, la abrí y la encontré muerta. Estaba tirada en el suelo, había un zapato a un costado y cuando me acerqué vi que tenía la cabeza un poco levantada, cuando me fijé lo que

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tenía abajo, vi el otro zapato con la suela hacia arriba y con el taco clavado en la nuca. No esperaba encontrarme con eso,... pero me encontré... y ahí tomé la decisión de llevarla al escenario, para hacer que diera un espectáculo. Organicé todo, sincronicé todo y acomodé las sogas para que mientras yo fuera abriendo el telón, ella fuera apareciendo. Después de eso desaparecí. Pero no fui allá a matarla, lo juro, porque jamás me hubiera mostrado antes a todos los que estaban en el teatro.

Por su parte, Alfredo y Dolores partieron a la agencia Abada pero Rubén había tenido que salir de urgencia por una reunión y estaba volviendo en una hora. Sin embargo, Dolores decidió tratar de sacar algo de información por la secretaria que les informó esto:

- Sé que Rubén habló con ella hoy por teléfono. No se notó nada raro. Lo que sí les puedo informar es que tuvo una discusión muy fuerte con alguien hace dos días que la involucraba a ella.

- ¿Nos podría detallar eso? - Pidió Dolores. - Hace un tiempo Rubén tuvo una reunión acá con un

chico que venía de la Fundación Novurum, de cine independiente, le contó de un largometraje que estaban haciendo y que estaban interesados en trabajar con gente del staff. Este chico aparentemente ya la conocía a Viviana y había estado en contacto con ella en proyectos anteriores. Eso se lo comentó en la reunión. Rubén le pidió que le mandara el guión y un informe con los actores que pensaba que podían ir para cada papel. El chico se lo mandó por mail y figuraba Viviana junto a otra actriz para uno de los papeles secundarios. Al poco tiempo, tuvieron otra reunión acá y si no los separamos mi compañera y yo, se agarraban a trompadas.

- ¿Qué fue lo que pasó? - Lo que me acuerdo de la discusión es que este chico

estaba enojadísimo porque Rubén le había mandado el

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informe con los actores buscados a los actores. El chico le decía que solamente el guión había que mandarles a los actores y que el informe era solo para la agencia. Rubén le dijo que los actores tenían que saber con qué alternativas estaban..., discutieron un rato y el chico le terminó diciendo: “¿yo te lo mandé por mail el informe?, bueno ¿por qué no lo imprimís, lo hacés un rollo y te lo metés en el culo?”

Pasada un poco la hora, llegó Rubén y tuvieron la entrevista con él. Esto se rescató.

- Era una actriz que estábamos ayudando a crecer, se veía en ella un mejor trabajo últimamente.

- ¿Cómo fue que ella se enteró que no iba a tener el papel protagónico para la serie de ficción?

Rubén frunció los ojos mostrándose desentendido. - ¿Papel protagónico? Viviana no estaba preparada para

un papel protagónico. Había llegado a un arreglo para meterla en uno de los papeles secundarios.

- Aparentemente su marido, Alberto Maire, le había prometido el protagónico de esa serie - Explicó Alfredo.

- Jamás me dijo nada. Y el marido no es uno de los productores de esa serie, así que no sé cómo, salvo que fuera amigo de alguno.

- Aparentemente. - Acotó Dolores - ¿Usted habló con ella hoy?

- Hablé por teléfono, justamente para confirmarle el papel, se la escuchó lo más bien, no hubo ningún problema. Igual éste no era el único proyecto en el que ella estaba, hace un tiempo me vino a ver un chico, de parte de la Fundación Novurum, dedicada al cine independiente. Me planteó el proyecto de un largometraje que estaban haciendo y querían trabajar con gente de nuestro staff.

- Ahá. - Les digo esto porque aparentemente este chico ya

conocía a Viviana y había estado en contacto con ella en proyectos anteriores. Eso me lo comentó en la reunión y me

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dijo que también le había mandado el guión del largo a principio de año por su cuenta y ella no le había respondido. A principio de año Viviana estaba con otra aparición en otra serie de ficción. El tema es que le pedí un informe con los actores que quería para cada personaje y él me lo mandó por mail, Viviana figuraba junto a otra actriz para uno de los papeles secundarios. Yo le mandé ese informe y al poco tiempo lo tenía al chico acá enojado por eso, no quería que les mandara el informe a los actores. Discutimos y no lo vi más. En estos días le iba a preguntar a Viviana cómo había quedado con ese proyecto, quise esperar a que se resolviera el de televisión y al final...

Durante el viaje a la Fundación Novurum, Alfredo y Dolores trataron de encaminar el caso. Esto comenzó a decir el joven que había estado en la agencia:

- Estaba loca, me llamó... no, mejor dicho me mandó un mail diciéndome que había perdido mis teléfonos, y que quería que yo la llamara. Cuando la llamé, se mostró súper indignada porque había usado al representante como interceptor, que siempre nos habíamos manejado entre nosotros, que por qué está vez lo había llamado al representante. Yo le dije: “no es que esta vez quise hablar con tu representante, es que había varios actores del medio con los que queríamos trabajar en este proyecto y algunos de esos actores estaban también en el staff de Abada”, aproveché y la incluí en el informe que me pidieron en la agencia; después que le dije eso agarró por el lado de que no entendía por qué la había puesto como alternativa con Angélica Márquez para uno de los papeles, que ella ni la conocía a esa actriz, que no se qué..., bueh, le dije que si la ofendí le pedía disculpas, que iba a ver cómo se terminaba la pre producción del largo y que la iba a tener al tanto, después no la llamé más.

- ¿Ésa fue la última vez que hablaste con ella? - Preguntó Dolores.

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- Sí. El tema es que ella tenía razón, no se le puede mandar a un actor un informe en donde se lo pone como alternativa con otros actores. Yo jamás me imaginé que Abada iba a hacer eso. Lo lógico era que le mandara el guión a todos los actores que figuraban y el informe se lo quedara él. Con lo que hizo me quemó. Fui a hablar con él a la agencia y él tipo me decía lo que había hecho como algo normal, lo que hizo que termináramos discutiendo fuerte, y bueno... a él tampoco lo vi más después.

Fue poco tiempo después que los forenses descubrieron una pequeña marca en el pómulo donde Viviana había recibido el golpe de puño, era una marca muy similar a un trueno, algo del tamaño que se ve en los gráficos de algún anillo. Fue apenas tuvieron este dato que Dolores y Alfredo regresaron al departamento donde trabaja Alberto Maire para ver los anillos de todos. Tras una revisión completa, se vio que nadie tenía un anillo con ese grabado, pero iba a resultar que Alberto tenía más información para pasarle a los detectives que la que les había pasado durante él último interrogatorio. Esa información era la de que uno de los productores llamado Álvaro Señeira tenía un anillo con un grabado en forma de trueno y que justo estaba en su día de descanso. Luego confesó:

- Yo... no fui completamente sincero con ustedes. Hubo algo en que les mentí, la discusión no terminó cuando ella se fue del edificio, de hecho, yo no la vi irse del edificio; en el medio de la discusión, llegó Señeira a trabajar, entró al edificio, nos preguntó qué pasaba, que los gritos se escuchaban hasta la esquina, yo no quise discutir más y subí. El otro día les dije lo otro porque sabía que esta situación lo podía perjudicar, es que jamás pensaba que él podía ser capaz de matarla, pero ahora con lo que me dicen del anillo,... él subió después, me dijo que la había tranquilizado y que ya se había ido, a los pocos minutos, nos dieron la noticia.

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- ¿Y no pensaste que había sido él quien la mató? - Preguntó Alfredo.

- No podía imaginar que él la hubiera matado. - ¿Está en la casa él ahora? - Tiene que estar - Contestó Alberto. Y el destino final del recorrido de los detectives fue la

casa de Señeira, donde efectivamente tenía puesto el anillo, Dolores y Alfredo sabían que no podían darle tiempo a que la noticia de los forenses se hiciera pública. Esto confesó:

- Cuando Alberto subió intenté tranquilizarla, decirle que arriba es el lugar de trabajo de su marido y que no le hacía bien todo ese escándalo, me contestó mal me dijo que me callara, discutimos, y en un momento ella me dijo: “¿por qué no te vas a trabajar viejo de mierda?”, yo me alteré, me cegué y bueno, la golpeé,... la cabeza le dio contra el vidrio.

El caso estaba cerrado, concluyéndose con el arresto de Álvaro Señeira.

Cuando nosotros recibimos aquella información de la comisión actual, le hicimos saber la gente que estaba presente en el teatro, junto con el dato de que solo Leonardo se había ido entre todos los que fueron vistos. Alguien del resto había asesinado a Verónica, allá nos dijeron que Luciana (la mujer de veintinueve años, última en dar su testimonio) le había hecho una visita a la mutual, días atrás para pedirle que no dejara a Leonardo fuera de la nueva comisión. Con este dato, acudimos a una entrevista con ella y, por extraño que parezca, tampoco se ocupó de negar aquello de lo que se le acusaba. Esto dijo:

- Faltaban unos minutos todavía para que empezara el discurso, pero me imaginaba que ya había llegado, que ya estaba preparando todo en el salón ése donde va siempre a preparar todo. Cuando fui, la agarré justo entrando, le dije que quería hablar con ella y ya me contestó mal, que la reunión de donde venía se había prolongado y que no tenía tiempo. Se sentó en una silla y se sacó los zapatos,

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dejándolos ahí por el piso. Yo le insistí, dije que quería hablarle sobre lo que le había hecho a Leonardo. Ahí sonrío y me dijo que no iba a perder tiempo hablando de eso, que Leonardo no servía para nada y que no la molestara más porque tenía que prepararse para el discurso. Yo no lo podía creer, le dije que no podía manejar la mutual de esa manera, ella empezó a gritarme con que no iba a cambiar nada ni con Leonardo, ni conmigo, se levantó de la silla y me dijo que me quedara claro que no iba a cambiar nada. Bueno, yo le dije: “a mí me parece un acto de irresponsabilidad no cumplir con lo que se promete”, y ella me dijo: “a mí me parece un acto de irresponsabilidad lo que hacés como socia, por eso yo soy la vicepresidenta de la mutual y vos sos una pobre boluda que defendés a los boludos como vos”. Y bueno... yo, no sé qué me pasó en ese momento, la empujé instantáneamente con todas mis fuerzas, ella cayó al suelo y dio con la cabeza justo donde estaba uno de los zapatos que encima estaba con el taco hacia arriba… se quedó ahí, con los ojos abiertos, no se movía, no podía creer lo que había hecho, salí de ahí enseguida y la fui a llamar a María, una amiga que estaba en el teatro, para decirle que había hecho algo terrible, le conté y la llevé al salón, cuando entramos había desaparecido. No sé, asumimos que estaba viva y que se había ido, y volvimos a sentarnos en el teatro a ver qué pasaba. A los cinco minutos apareció en el escenario.

Nos fuimos con Marcelo habiendo terminado el caso, sabiendo que cuando la víctima fue llevada al escenario no estaba muerta y, de esa forma, analizando tranquilamente el último comentario de Luciana:

- Yo no fui allá a matarla, lo juro, porque fui a buscar a María para socorrerla y llamar una ambulancia, lo cual hubiéramos hecho sino hubiera desaparecido cuando volvimos.

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VI Ellos todos

Karina acudió a la oficina de Rodolfo a darle la noticia

de que estaba el vecino en la puerta y que éste quería hablar con alguien por el tema del abuelo, que estaba bastante enojado. Rodolfo acudió no muy contento a la puerta y con algo de nervios. Cuando llegó, abrió un poco la puerta entornada y saludó al hombre. Esto se desató:

- Hola, ¿vos pensás hacer algo con el tema del abuelo éste que se escapa? - Comenzó preguntando bastante alterado.

- No, no, yo estoy acá hace unos días haciendo unas tareas. Yo no...

- Porque otra vez se volvió a meter a mi casa, hace años que tengo este problema, con ustedes y con los otros dueños.

- Ah... - Si le pasa algo a este viejo, ¿quién tiene que pagar? Yo.

¿No piensan poner una división en la pared? - No, yo no sé nada.

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- Yo te digo que si no hacen algo con este tema, te hago una demanda eh, ya me tienen las pelotas por el piso, al final me están jodiendo. ¿Vos te vas a hacer cargo del geriátrico ahora?

- No, ni en pedo... - Bueno, entonces decile al dueño que haga algo eh,

porque le voy a romper la cabeza. Tras decir esto, el hombre se retiró, Rodolfo cerró la

puerta y se quedó pensativo varios segundos. Se dio vuelta y al ver a Mirta pasar, comenzó a caminar de vuelta a la oficina. Allá le contó a Mirta y a Karina una síntesis de lo que le había dicho, tratando de llevar la situación a un plano menos grave para que todos continuaran la jornada normalmente.

Para el mediodía del día siguiente, Rodolfo seguía sentado en el costado de su cama, pensativo de cómo podía resolver la situación, ya vestido para ir al geriátrico como en los días anteriores. Cada vez que algo aparecía por su mente, una respuesta aparecía para contrarrestar el lado positivo.

Tras varios minutos atravesando este proceso, tomó el teléfono y marcó el número del geriátrico.

Lo atendió una mujer, esto se registró de la charla. - Hola, ¿hablo con Magalla... con el geriátrico? - Sí. - Ah, yo soy Rodolfo, sos Karina ¿vos? - No, yo soy Mirta, una empleada. - Ah Mirta, yo soy Rodolfo. - Ah, no te entendía ¿cómo estás? - Bien, todo bien, te quería hacer una pregunta. Estoy

tratando de arreglar el tema del tipo este que vino ayer porque Roberto le salta a la casa para buscar cigarrillos. Necesitaba el teléfono del tipo para hacerle una pregunta. ¿Ustedes lo tendrán?

- Sí, el teléfono de Roberto tiene que estar acá. - No el de Roberto no, yo digo el del vecino.

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- Ah, y no, no lo tenemos nosotros. - Mm, porque le quería hacer una pregunta. - Esperá que le pregunto a Karina que por ahí lo tiene,

porque ella lo conoce mejor. - Listo. Rodolfo esperó unos segundos hasta que Karina lo

atendió. - Sí, ¿Karina? - Sí. - ¿Qué tal? Rodolfo soy. - ¿Cómo estás? - Todo bien, te quería preguntar por el teléfono del

vecino que vino ayer a quejarse por lo de Roberto, le tenía que hacer una pregunta, me dijo Mirta que por ahí vos lo tendrías el teléfono porque lo conocés mejor.

- ¿Qué? - Que me dijo Mirta que por ahí vos lo tenés porque lo

conocés mejor..., el teléfono. - No, es que esta gente no tiene teléfono, hasta donde yo

sabía. - Mm. ¿Qué es, una familia? - Son tres hermanos, dos hombres y una mujer. Lo que

pasa que están preocupados porque una vez el perro lo mordió a Roberto.

- ¿Tienen un perro? - Claro, tienen un ovejero alemán y una vez lo mordió, le

tuvieron que dar la antitetánica. - ¿Quién la tuvo que pagar? - Y los familiares o tu hermano creo, no me acuerdo

cómo fue. - Los familiares de Roberto decís vos ¿no?, no los

vecinos. - Sí, sí, los de Roberto. Y ellos tienen miedo de que le

pase algo a Roberto, la vez pasada me dijo el otro hermano

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que lo agarraron justo al perro porque lo podía llegar a matar ¿entendés? Entonces ellos tienen miedo de que le pase algo.

- Pero entonces puede llegar a pasar en cualquier momento. Roberto puede saltar la pared y pasar a la casa... al patio de ellos.

- Claro, Roberto lo que quiere es cigarrillos. Ahora María le fue a comprar un paquete. Cuando no tiene se escapa ¿viste cómo es la pared del patio?

- No... - ¿Ah no viste? ¿Y arriba conocés? - No, no. - Bueno, cuando venís la próxima te muestro. - OK, listo. A mí ahora se me complicó, pero voy a ver

si puedo pasar más tarde y de paso hablo con el tipo. - El que vino ayer se va al mediodía al trabajo y vuelve a

la noche. - ¿Ah se va? Mi hermano no está ahí ¿no? - No, no vino. - ¿No sabés si va a pasar? ¿Hablaste con él a la mañana? - Sí, hablé hace una hora, dijo que me iba a traer la

comida para hacer el almuerzo, pero todavía... - Bueno, listo, voy a tratar de pasar más tarde. Tras decir lo último, se despidieron, Rodolfo colgó el

teléfono y siguió pensativo de la misma forma que antes. Luego de varios otros minutos, levantó de nuevo el teléfono y solicitó un remise para ir a hasta el geriátrico. Se preparó y cuando el remise llegó partió hacia allí. Llegó a los pocos minutos, se bajó y esperó que el remise se fuera. Empezó a ver las casas que estaban junto al geriátrico. Vio que la de la derecha tenía la parte de atrás más en contacto y recordó que el hombre se fue hacia la derecha cuando terminó de hablar. Se dirigió hasta allí y tocó el timbre. Lo atendió una mujer de aproximadamente treinta años. Él le dijo:

- ¿Qué tal? Mi nombre es Rodolfo, soy el hermano del dueño del geriátrico de acá al lado.

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- Ah, ¿qué tal? - ¿Ustedes tienen el problema de Roberto que pasa al

patio de ustedes? - Sí, queremos arreglar el problema antes que de que le

pase algo al abuelo. - Sí, yo quería hablar ahora con el hombre que vino ayer

a decirme el problema, porque recién me enteré ayer de esto y le quería hacer una pregunta.

- Ah, no está él, está en el trabajo, vuelve a la noche. - Mm. - ¿Querés igual preguntarnos a nosotros? - Sí, les quería preguntar cuántas veces pasó esto más o

menos en el último año, que es desde que mi hermano es dueño de acá.

- Y bastantes. La mujer se dio vuelta y llamó al marido, éste se acercó

también a la puerta. La mujer lo puso al tanto diciéndole: - Él es el hermano del dueño del geriátrico, ¿vos tenés

idea cuántas veces saltó ya el abuelo en el último año? - Y como veinte veces. - Dijo el marido - El tema es que

tenemos un perro nosotros y tenemos miedo de que un día pase algo. Ya pasó una vez que lo mordió y una vez que lo agarramos a tiempo. Hace tiempo que le decimos a tu hermano que ponga una división en la pared.

- ¿Ustedes hicieron ya algunas demandas? - Le hicimos demandas a dueños anteriores. - Yo quería ver en lo posible el patio que está en

contacto con el geriátrico para ver el tema de la pared. - Sí, pasá por acá. La mujer y el marido guiaron a Rodolfo hasta el fondo

de la casa y ahí el vio la conexión con la empresa. La mujer le explicó:

- ¿Ves? Él pasa por ahí y sale a este patio, lo puede hacer en cualquier momento.

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- Sí, quería verlo porque ayer vino muy alterado el otro hombre que vive acá.

- Y sí, imaginate. - No, pero se pasó un poco de la raya, porque me vino a

patotear ahí a la empresa, y yo no la manejo, yo estoy haciendo unas tareas que me piden que haga.

- Sí, bueno, vos tenés que entender que esto ya viene de años.

- Yo entiendo, pero díganle que se tranquilice, porque se fue diciendo que le iba a romper la cabeza a mi hermano, díganle que si él le llega a romper la cabeza a mi hermano, yo se la voy a romper a él.

La mujer y el marido no contestaron por unos segundos aceptando su argumento. Y Rodolfo comenzó a caminar hacia la puerta, volviendo a la actitud cordial para retirarse, los dos fueron tras él, mientras él les dijo:

- Bueno, yo ahora que vi esto, voy a tratar de arreglarlo. - Bueno, bárbaro - Dijo la mujer. Finalmente se retiró. Tres días pasado esto, Dolores y Alfredo se dirigieron a

la localidad de Remedios de Escalada, donde estaba el geriátrico. Había conmoción afuera de éste; ambos detectives atravesaron el gentío y se encontraron con Raúl, el otro detective que les dijo:

- Rodolfo Dororie, veintitrés años, es el hermano del dueño del geriátrico. Ya se le avisó a la familia, el hermano vive en Lanús, los padres en Capital.

Junto a Raúl estaban las dos empleadas del turno mañana, Karina y Mirta. Sobre el suelo de la recepción que está primeramente al entrar al geriátrico, yacía sin vida Rodolfo, tenía un tiro en la sien izquierda. En el fondo, los internados estaban también conmocionados, siendo controlados por otras integrantes del personal que habían venido por la situación.

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- ¿Qué fue lo que pasó? - Comenzó preguntando Alfredo.

- Entraron a robar - Contestó Mirta - Llegaron dos tipos que querían averiguar por una internación, los hice pasar y ahí sacaron un arma cada uno, uno me dijo que tranquila los llevara por el geriátrico para que le fuéramos dando las cosas de cada uno. Los abuelos se volvieron locos, la verdad que fue terrible.

- ¿Y cómo lo mataron a él? - Bueno, nos pusieron a todos en el comedor, lo fueron

a buscar a él a la oficina, nos empezaron a sacar las cosas uno por uno. Cuando terminaron, uno de los dos dice: “bueno, lamento informarles que voy a tener que matar a uno de ustedes, no me pregunten por qué; como no los conocemos, vamos a elegir a la suerte”,... se nos ponen a mirar entre los dos, uno lo mira a Rodolfo y le dice: “a vos”. Lo fueron a agarrar, Rodolfo les decía por favor que no, pero se lo llevaron a la recepción y cerraron la puerta del comedor. Se escuchaban gritos por todos lados hasta que se oyó el tiro. Estábamos todos petrificados en el comedor, esperamos unos segundos a ver qué pasaba y como no se escuchaba nada, salimos de a poco, fuimos a la recepción, los tipos se habían ido a y Rodolfo lo encontramos así.

- ¿Y no les explicaron por qué tenían que matar a alguien?

- No, - Intervino Karina - De la nada salieron con eso. - ¿Rodolfo venía todos los días acá? - Preguntó ahora

Dolores. - No, hacía un mes que había empezado a venir a las

mañanas, de once a dos, por ahí, - Contestó Mirta - el dueño es el padre pero lo estaba manejando el hermano mayor de Rodolfo, que viene cada tanto, lo tiene tremendamente abandonado al lugar.

- Se está cayendo a pedazos esto. Nosotras le preguntábamos a Rodolfo cuándo iba a venir el hermano,

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cuándo iban a arreglar tal cosa, pero decía que no lo veía seguido y que él no podía hacer más que decirle.

- Rodolfo en el tiempo que estuvo viniendo se quejaba de eso, porque decía que venía a hacer algunas tareas nada más y era el que tenía que poner la cara con la gente que tenía quilombos con su hermano.

- Hace unos días vino a quejarse de vuelta el vecino de acá al lado porque uno de los abuelos le pasa al patio de la casa y sale a la calle para poder comprar cigarrillos. Están afuera ahora.

Raúl salió con Mirta para buscarlos, estaban la mujer y el marido, Mirta los señaló y Raúl se les acercó, ingresaron los cuatro. La mujer y el marido vieron el cuerpo de Rodolfo.

- ¿Ustedes son vecinos del geriátrico? - Les preguntó Dolores.

- Sí, vivimos también con el hermano de él que está en el trabajo ahora - Contestó la mujer.

- ¿Hace un tiempo tenían este problema del abuelo que se pasaba al patio de ustedes?

- Y sí, desde los dueños anteriores. - Estaba todo en tratativa - Intervino el marido - Mi

hermano ya había hecho algunas denuncias. Mientras tanto teníamos que estar atentos a cada vez que pudiera pasar.

En el departamento de policía, tanto Dolores como Alfredo se mostraban confusos por el hecho de que esa supuesta selección final no parecía ser en realidad una selección, sino un ajuste de cuentas con preparación previa, pero lo confuso era el por qué haberles robado a todos antes, arriesgando el trabajo. Sin embargo, ya que eran tantos los problemas que el geriátrico tenía, nuestros detectives decidieron averiguarlos uno por uno mediante entrevistas con el hermano mayor de la víctima y así encaminar la investigación hacia ese lado.

Efectivamente, los problemas eran bastantes, falta de pago de a proveedores, al personal, denuncias en contra por

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instalaciones que no estaban en regla y demás. Sin embargo, fue algunos días después, que Karina, una de las integrantes del personal de la mañana, se presentó al departamento de policía para declarar conocer a uno de los asaltantes de aquel día. Lo había visto residir en una villa ubicada junto al club Talleres de Remedios de Escalada, un lugar donde Rodolfo siempre evitaba pasar con el remise a la hora de ir a la empresa. En la reunión con el hermano mayor de la víctima, no se había conseguido el dato de si alguna de las partes en conflicto con la empresa residía en este lugar, así que era cuestión de averiguarlo.

En el departamento de policía, a Karina se le mostró una base de datos de gente con antecedentes, del partido de Lanús, más precisamente en las localidades de Lanús este y oeste y de Remedios de Escalada este y oeste, una de las personas fue exactamente reconocida por Karina como uno de los asaltantes que ella había afirmado conocer. Esta persona resultó ser parte de un grupo de personas que instalaban la televisión por cable ilegalmente. Fue la semana siguiente que lo descubrió un policía del departamento, instalándolo en una casa de la misma cuadra del geriátrico. Fue trasladado al departamento de policía y esto se registró:

- En ese geriátrico también están colgados, dos compañeros nuestros se dedican a la instalación que tienen ellos, pero el dueño de ahí no sé qué le pasa, nos debe meses y meses, estaba todo mal con ese lugar, y encima hace quince días fueron a intentar cobrar de vuelta y les dijeron que ya les habían pagado la mitad la vez pasada, que se la habían dado a otra persona que dijo que trabajaba con nosotros... una mentira así de grande, y se negó a pagarnos.

- ¿Qué hicieron ahí ustedes? - Preguntó Dolores. - Ese día sé que mis compañeros se fueron pero

volvieron días más tarde, bien, nada de hacer nada raro, queríamos hablar con el dueño para decirle que estaba equivocado, que no nos había pagado nada de lo que nos

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debía y bueh... no estaba nunca, siempre los atendía una de las empleadas y les decía que pasaran tal día, pasaban tal día y no estaba, que pasaran la otra semana, pasaban la otra semana y no estaba; las últimas veces que fueron, les dijeron que estaba el hermano, hablaron con él un par de veces pero lo único que les decía era que él no tenía nada que ver con el manejo del geriátrico, que él le iba a avisar al hermano, pero no pasaba nada. Y bueno... nos cansamos y dijimos: “si no nos van a pagar por las buenas, nos van a pagar por las malas”, nosotros dos nunca habíamos hecho instalaciones en el geriátrico, no nos conocían, así que los fuimos a asaltar nosotros.

- ¿Estaba en los planes matarlo a Rodolfo? - Sí, averiguamos cuándo iba y fuimos ese momento,

como castigo por todo lo que tuvimos que pasar por culpa de que nos faltó toda esa plata, nadie tiene idea de eso.

Tanto él como el resto del grupo, residentes en aquella villa junto al club Talleres, fueron finalmente arrestados.

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VII El asesinato de la presidenta

Nos ubicamos en el barrio de Liniers, eran las doce de

la noche pasadas, del quince de agosto. El cantante Luis Miguel acababa de terminar su presentación en el estadio de Vélez, y había ocurrido un asesinato a diez cuadras de allí. Marcelo y yo empezábamos a retrasarnos por la movilización que había generado el recital y que ahora estaba generando el crimen. Finalmente llegamos, Raúl nos recibió y nos guió hasta el lugar de los hechos, una calle que parecía ser tranquila pero saliendo a una avenida. Ya estaba ubicada la línea policial en forma de rectángulo, en el centro de éste yacía boca arriba la víctima, una mujer de treinta y pico de años, de pelo castaño y ondulado, no muy largo, y ojos marrones que tenía abiertos de par en par; estaba descalza y con un vestido color borravino que le llegaba más o menos a las rodillas. No se veía ningún tipo de herida. Del otro lado de la cinta, cubriendo los cuatro lados del rectángulo, estaba lleno de gente, algunos venían del recital, otros no. En el momento en que habíamos llegado, Raúl le pidió a la gente

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que abriera paso y así los tres atravesamos la cinta. Ahí Raúl nos dijo:

- Romina Gutiérrez, treinta y cinco años. Era la presidenta del fan club de Luis Miguel "Romance". Casada y con un hijo de seis años. Según los forenses lleva un par de horas muerta, así que no creo que haya presenciado el recital.

- No. - Dijo Marcelo - Pero vino a presenciarlo. - ¿Qué más dijeron los forenses? - Pregunté. - Violación seguida de muerte. Fue estrangulada Tras esto, los tres volvimos a pasar del otro lado de la

cinta y ahí le pregunté a Raúl: - ¿Hablaron con la gente que vino con ella al recital? - Sí, nadie sabe nada, ahora se las traigo. Raúl se acercó al rectángulo y llamó a tres mujeres de

aproximadamente la edad de la víctima, regresando con ellas. - Buenas noches, somos del departamento de policía de

Buenos Aires. - Dije presentándome - Necesitamos que nos digan qué fue lo que pasó.

- No la vimos en toda la noche. - Respondió una de las mujeres - Estuvimos toda la tarde arreglando el encuentro. Ella quedó con nosotras en que nos íbamos a ver en la esquina de la entrada del estadio a las ocho y media.

- Nosotras tres nos encontramos, - Intervino otra - ella no aparecía, la llamábamos al celular y no contestaba. A las nueve y media empezaba el recital y no había llegado, la seguimos llamando, la llamamos a la casa y el marido nos dijo que había salido hacía dos horas.

- Ahí supimos que algo le había pasado, nos quedamos afuera ahí esperándola y nunca apareció.

- A eso de las once hubo gente que empezó a decir que había pasado un asesinato a diez cuadras, habían matado a una mujer de treinta y pico de años y fuimos para allá enseguida. Ella se iba a tomar el colectivo que la dejaba a cinco cuadras.

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- Son medias jodidas esas cinco cuadras - Intervino ahora la tercera.

- ¿No se encontraron en el recital con otros miembros del fan club o con miembros de otro?

- Nos encontramos con otros miembros de "Romance" pero ellos entraban por su cuenta, los saludamos y les dijimos que estábamos esperando a Romina y ahí ellos entraron, ahora por acá no los vimos.

- Después nos encontramos con gente de otro club pero es un club con el que está todo mal.

- ¿Cuál club? - Preguntó Marcelo. - América. Hace unos días tuvimos un altercado con

ellos por el tema de las entradas. - ¿Qué tan grave el altercado? - Lo suficiente para llegar a las manos. - ¿Romina fue parte de la pelea? - Continué. - Y sí, es que querían entradas que no les correspondían,

se armó un lío bárbaro, tuvo que venir la policía, y terminamos todas en la comisaría.

- ¿Cómo se resolvió? - A favor nuestro, terminaron dándonos las entradas que

nos tenían que dar. - Ahora que me acuerdo, hoy vimos algo que nos pareció

muy raro. - Ah sí. - Hace un mes, Romina tuvo que echar a un miembro

del club porque estaba acechando a una de las chicas. Un tipo de veintipico, treinta años, la chica le había dicho que no, y al poco tiempo la empezó a seguir a la casa, la iba a buscar al laburo..., hoy vimos a ese tipo hablando con integrantes de "América".

- ¿Cuál es su nombre? - Roberto... creo que González, tiene un apellido

español, esos que terminan en ález. - Sí.

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- Bueno, les agradecemos. Durante la jornada siguiente se empezó a evaluar el tema

de hablar con la gente del fan club "América". La presidenta y la vicepresidenta fueron interrogadas en el departamento de policía.

- Tenemos entendido que tuvieron un altercado con el fan club "Romance".

- Sí, unos días antes del recital, nos hicieron un escándalo por entradas que no les correspondían, estábamos exigiendo los nuestro, sencillamente.

- ¿Igual pudieron ir al recital? - Preguntó tranquilamente Marcelo.

- Sí, no en los lugares que nos correspondían y no con la cantidad de gente que nos correspondían.

- Salieron ganando totalmente - Intervino la vicepresidenta.

- Pero no quisimos seguirla, la cortamos ahí, para la próxima íbamos a ver cómo organizábamos todo, cosa que no volviera a pasar.

- ¿Se contactaron con ellos en los días siguientes? - No, no hablamos más, vimos a varios integrantes de su

club en el recital pero no hubo ningún tipo de contacto. - ¿Ustedes tienen algún integrante de nombre Roberto

que haya entrado en su club no hace más de un mes? La presidenta pensó un rato la respuesta. - No. - OK. Lo que ahora tenemos que pedirles, si no es

mucha molestia, una lista con cada integrante de los miembros del club y sus datos.

- Sí, cómo no. La presidente buscó el archivo en la computadora e

imprimió la base de datos, entregándonosla en una carpeta. Cuando llegamos con ella al departamento de policía nos encontramos con una coincidencia que iba a resultar positiva para el caso, uno de los integrantes llamado Javier Usares,

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tenía varios antecedentes judiciales por violación. Había quedado en libertad hacía algunos años y no había vuelto a reincidir desde entonces. Figuraba desde hacía un año como miembro del fan club. En el momento en que íbamos a detener a Javier para las pruebas correspondientes, Roberto González apareció en el departamento confesando que él había violado y asesinado a Romina Gutiérrez.

- No soporté que la haya puesto en mi contra, porque ella fue la que le metió a Luisa cosas en la cabeza para que me dejara. Le importó tres carajos que yo la amaba.

- ¿Por qué creés que le metió eso en la cabeza? - Preguntó Marcelo.

- Porque nunca le caí bien a esa Romina, me iban a sacar del club en cualquier momento. No me llamaban para las reuniones, lo único que hacían era mandarme los mails. Yo después la empecé a seguir a Luisa pero para hacerla recapacitar, y Romina salió a decir que yo la estaba acechando, exageró todo a la décima quinta potencia y con eso tuvo la excusa perfecta que estaba esperando, así me pudo echar. Dejé pasar un mes para que se enfriaran las cosas, fui a buscar a Luisa de vuelta para ver si había entrado en razón pero... seguía igual, me dijo que si volvía a acecharla iba a dar parte a la policía. Ya no me quedaba nada y por eso tomé la decisión que tomé, y por eso confesé lo que hice, porque ya no me queda nada.

- ¿Qué pasó esa noche? - Pregunté. - Yo sabía el recorrido que hacía para ir a la cancha, de

años anteriores. La fui a esperar en un lugar vacío por donde ella tiene que caminar después que baja del bondi.

- Roberto, hubo integrantes de "Romance" que te vieron hablar con miembros de "América" esa noche, cerca de la cancha.

- Estaba hablando con mi prima, ella es miembro de "América", estaba con unas amigas, yo hacía mucho que no la veía y le estaba contando todo lo que me había pasado.

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Sin embargo, tras la entrevista se procedió a las pruebas correspondientes y los resultados indicaban que Roberto no había violado a Romina. Inmediatamente luego del resultado, reanudamos lo que se había truncado, procedimos a la detención de Javier Usares e hicimos las pruebas antes que nada, dando como resultado haber reincidido en sus delitos. Luego de eso, sí tuvimos la charla con él:

- Ellas se habían quedado muy enojadas con lo que había pasado. La última reunión antes del recital se habló prácticamente de eso todo el tiempo. En un momento la presidenta dijo que no podíamos dejar que se la llevaran de arriba, que si nosotros íbamos a ver el recital no como nos correspondía, que ellos no la tuvieran tan fácil tampoco.

- ¿Qué tenían en mente? - Pregunté. - Bueno, yo puedo parecer un chorro por mi apariencia,

me llamaron para que le diera un susto. Todos sabían que Romina se tomaba tal colectivo, desde la casa, que la dejaba a cinco cuadras. Es lo que había hecho años anteriores.

- ¿Cómo lo sabían? - Intervino Marcelo. - Hay muchas integrantes de "América" que eran amigas

de algunas de "Romance". - OK ¿pero la idea era dejarla ver el recital? - No, la idea era asustarla hasta que se fuera. - ¿Y en qué consistía el susto? - Pedí que nos explicara. - En hacerme pasar por un chorro que la iba asaltar. - ¿Eso era todo? - Sí, eso era todo. - Vamos, che, no boludees - Dijo amigablemente

Marcelo. El joven dudó unos segundos. - Tenía que hacerme pasar por un violador, pero

solamente para asustarla. Cuando se metía por una calle que no me acuerdo el nombre, ahí era el momento. Y bueno, lo hice, ella se asustó y salió corriendo. Vi que dobló en una esquina. Fui hasta esa esquina, doblé y estaba escondida en la

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entrada de un edificio, ella me vio y volvió a salir corriendo. Pero ahí la seguí, la seguí más o menos como tres cuadras y la perdí.

- ¿Eso no hubiera sido suficiente? El joven comenzó a respirar exaltadamente. Sus ojos

empezaron a rodearse de lágrimas. - Sí. - ¿Y qué hiciste cuando la perdiste? - ...La busqué. Estuve como diez minutos buscándola.

Fui por las cuadras por donde se había ido, pero nada, volví más para el lado de la cancha, pero nada. Después volví otra vez para donde la había corrido, seguí caminando y la encontré como cuatro cuadras más ahí. Cuando la vi, me decía a mi mismo: “ya está, el último susto y se va, él último susto y se terminó”, pero... volví a sentir ese deseo de vuelta, volví a sentirme en el pasado de vuelta, en todo lo que había dejado, en todo lo que había luchado tanto por dejar. Vi que ella seguía totalmente asustada, caminaba descalza rengueando un poco, iba para el lado de la cancha, buscando a alguien, como buscando desesperadamente encontrar a alguien, porque no había un alma en la calle. Yo la seguí a lo lejos, ya en un momento ella caminaba desganada a medida que avanzaba y no encontraba a nadie, caminaba, doblaba, agarraba distintas calles, era como que estaba totalmente perdida, no sabía qué camino agarrar. Después de un tiempo agarró la calle que la iba a llevar a una que salía a la avenida y ahí me fui acercando. Cuando llegó a esa calle, abrió los ojos, le brillaban, y sonreía con la fuerza que le quedaba, empezó a caminar para allá. Trataba de acelerar el paso, pero igual iba lento, entonces aproveché, corrí por la calle paralela y la fui a buscar de frente, pero para eso di la vuelta, ella había avanzado muy poco, entonces me escondí en la entrada de un edificio. Cuando ella estaba llegando donde estaba yo escondido, escuchó como un ruido que vino detrás de ella y como que se asustó, se dio vuelta a ver qué era, pero era un

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tacho de basura que se había caído, y antes que volviera la vista adelante yo ya estaba enfrente de ella. Cuando terminé de violarla, volví en sí, automáticamente se me fue ese deseo y no podía creer lo que había hecho, la sensación de haber vuelto a hacer eso me aterrorizó. Yo nunca había matado a nadie, pero esa sensación hizo que hiciera lo que fuera para que lo que había hecho quedara ahí.

Luego de ser arrestado, fuimos nuevamente a la sede del fan club "América", donde volvimos a hablar con la presidenta y la vicepresidenta y así darles la noticia de que el asesino ya había sido detenido. No parecieron mostrarse como si esperaran que el asesino resultara ser esa persona.

- Es imposible - Dijo la presidenta. - Lamento informarte que no - Respondí. - Lo llamamos para que le diera un susto, no para que la

violara y menos para que la matara. - Tal vez si conocieran más el perfil de sus socios... - ¿El perfil de los socios? ¿Por qué? - La situación a la que enviaron a Javier fue perfecta para

una regresión - Intervino Marcelo. - No sé de qué están hablando. - Javier estuvo varias veces preso. Las dos mujeres abrieron aún más los ojos. - ¿Qué? - Tiene varios antecedentes judiciales por violación. La presidenta se tomó la cabeza desentendida y sus ojos

se rodearon de lágrimas. - Con eso hubieran sabido algo más de Javier. - Solamente le queríamos dar un susto. - Por eso es importante el perfil.

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VIII Aber, el asesino

Era un día de bastante calor y el sol no parecía ceder su

lugar, mas allá de que la tarde no era tan joven. Con Marcelo notamos esto en el auto durante el viaje a una nueva escena de crimen, situada en Avellaneda. Se trataba de una casa donde ya había mucha gente del lado de afuera. Ingresamos y nos encontramos con Raúl, él nos guió hasta el lugar de los hechos: la cocina, pero fue antes de entrar a ésta, desde el pasillo, que vimos todo, y la sorpresa nos llegó a Marcelo y a mí de una manera más que brusca. Se veía el cuerpo de una mujer, prácticamente destrozado.

- ¿Qué fue lo que pasó? - Pregunté enseguida. - Fue destrozada por un perro. Ingresamos a la cocina, aunque era bastante amplia el

cuerpo estaba cerca de la entrada. La víctima parecía tener alrededor de treinta años. Lo único que tenía de ropa era una remera roja y unos pantalones tres cuartos azules, todo estaba destrozado, con partes arrancadas y ensangrentadas, al igual que el cuerpo. A un costado de éste había una bolsita

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de nailon que parecía tener carne picada adentro, la cual también había desparramada por el suelo.

- ¿Un perro? - Se cree que fue un dogo, pero no hay ninguno a la

vista. Según los vecinos ella no tenía perro. - Pero en este lugar todas las casas tienen un perro

gigante para protegerse. - Sí, pero los forenses van a poder sacar, por las

mordidas, de qué clase de perro se trata y los que tengan esa clase de perro van a ser los sospechosos - Aclaró mi compañero Marcelo.

- Mientras tanto creo que les va a interesar hablar con los vecinos. Tienen información que los puede ayudar bastante – Exclamó Raúl.

Y así fue, volvimos a la entrada de la casa y varios vecinos se nos acercaron, hablando todos al mismo tiempo. Intentamos tranquilizarlos y hacer que hablaran de a uno. Les pregunté quiénes eran los vecinos de las dos casas que estaban de cada lado junto a la de la víctima. Se acercaron un matrimonio de mediana edad y una mujer mayor, la cual estaba entre los vecinos que se nos habían abalanzado y de quien llegué a distinguir algo de que la víctima sentía miedo por un perro. Le pregunté:

- ¿Cómo se llevaba con la víctima? - Muy bien, era una chica encantadora Marcela. Éramos

muy amigas. - ¿Qué información nos puede dar de ella? - Y ella vivía desde hace diez años acá. Vivía sola. Había

estado en pareja mucho tiempo con un muchacho, pero se habían peleado hacía un tiempo.

- ¿Hace cuanto aproximadamente? - Y... hace varios meses, casi un año más o menos. Se la

vio salir con otros muchachos un par de veces pero no quedaron en nada.

- ¿A qué se dedicaba?

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- Era profesora de computación, trabajaba acá en el instituto que hay cerca de la estación, y alquilaba algunas de las habitaciones de la casa porque es enorme.

- ¿Hay inquilinos en este momento? - No, hace dos meses que se fue el último, y me acuerdo

que me comentó que estaba pensando si iba a seguir alquilando porque decía que todos los inquilinos que tuvo le dejaron la casa en un estado desastroso, tuvo que arreglar montones de veces las cañerías que se las rompían, decía que a la larga estaba perdiendo plata.

- ¿Ella permitía animales? - No. - Usted al principio dijo algo de que Marcela le tenía

miedo a un perro. - Sí, ella le tenía miedo a un perro que tiene un

matrimonio en la otra cuadra. - ¿Qué perro es? - Es un dogo. Siempre hablaba de la irresponsabilidad de

esa gente, porque a veces dejaban la reja abierta y el perro andaba suelto, entonces ella que tenía que pasar por ahí, decía que cruzaba la calle. Mucha gente tiene perros grandes acá y todos le ladran a la gente cuando pasa, pero el dogo que tiene esa gente se abalanza contra la reja, si no estuviera se tiraría encima de la gente. Marcela me contó que se llevaba el susto de su vida siempre cuando pasaba por ahí. Ahora hacía unos meses que dijo que había escuchado el rumor de que se iban a mudar. “Me salvé”, me acuerdo que me dijo. Yo no llegué a escuchar nada sobre que se mudaban pero parecía que sí.

Tras escuchar esto, nos dirigimos al matrimonio de mediana edad. Les pregunté:

- ¿Y ustedes qué tanto la conocían a la víctima? - También teníamos una relación bastante buena, -

Empezó explicando él - la verdad que nos agarró esto... nosotros también tenemos un perro, es un pastor alemán.

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Jamás tuvimos ninguna clase de problema con nadie, ni mucho menos con Marcela. Era una chica muy agradable.

- ¿Ustedes llegaron a saber algo de si aquel matrimonio se está por mudar?

- No, la verdad que no. Con el resto de los vecinos no sacamos ninguna

información nueva de lo que habíamos sacado con aquella mujer, de manera que tuvimos que esperar las pruebas de los forenses que finalmente nos confirmaron que se trataban de las mordidas de un dogo.

Luego de pasar todo esto, nos enteramos que Dolores y Alfredo tenían un caso en Merlo. Se trataba de una casa que también tenía bastante gente reunida del lado de afuera para el momento en que ellos llegaron. Tras ingresar a la misma, caminaron por el pasillo principal, allí se encontraron con oficiales del departamento y el cuerpo yaciendo boca arriba sin vida, se trataba de un hombre de unos cuarenta y pico de años. Tenía dos disparos en el pecho que se notaban desde bastante lejos. Estaba vestido con una chomba y un pantalón largo. Uno de los policías se les acercó a los detectives, los saludó y les dio el informe:

- Luis Alsivi, cuarenta y seis años, era empleado de comercio, estaba alquilando acá desde hacía cuatro meses. La mujer es la única presente.

- ¿Dónde está la mujer? - Preguntó Dolores. El oficial giró en la dirección de la persona buscada. - Dice que vio cuando lo mataban. Los detectives se acercaron a ella. Se presentaron y

Dolores preguntó: - ¿Usted presenció el momento en que mataron a su

esposo? - Sí, fue el dueño del departamento, el que nos lo está

alquilando. Estamos en pleno juicio con él y le estábamos ganando.

- ¿Por qué estaban en juicio? - Preguntó Alfredo.

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- Por un accidente que había tenido mi marido cuando se reventó un caño de agua, toda la pared del comedor quedó a la miseria, todavía está el agujero; y ahora, el tipo tocó timbre, mi marido le abrió, le dijo que quería hablar con él y por eso lo hizo pasar. En ese momento le dice que retire la denuncia, mi marido le dijo que no, entonces el tipo sacó el arma y le disparó. Enseguida salió corriendo. Fue tan rápido que todavía parece que no pasó.

Hubo un silencio de unos segundos. - Lo último que Luis me dijo era que iba a llamar al

hermano, bah... hermanastro, Juan José, que hacía mucho que no lo veía y no sabía qué era de la vida de él.

Había que buscar al dueño del departamento, los policías recibieron la orden, el hombre estaba desaparecido.

Por nuestra parte, vimos que eran muy pocas las personas que tenían esta clase de perro en varias cuadras a la redonda, tan solo se encontraron en tres casas, incluyendo la de este matrimonio mencionado por aquella vecina. Nuestro siguiente paso consistió en hacer las pruebas para detectar a cual de los tres dogos pertenecen las mordidas que estaban en la víctima. Por una cuestión de continuidad, decidimos visitar en primer lugar al matrimonio. Esto se registró:

- ¿Ustedes conocen a esta mujer? - Preguntó Marcelo sosteniendo una foto de Marcela.

Ambos observaron bien y la mujer contestó: - Sí, ¿no vive por acá? - Sí, acá en la otra cuadra. - Ah, sí, ya me parecía. De cara la conozco, nunca hablé

con ella. Sé que se asusta un poco porque nosotros tenemos un perro acá, un dogo, que está siempre en el jardín que da a la calle, hay veces que yo estoy cortando el pasto y veo que ella pasa, Aber le ladra y a ella como que le da un poco de miedo pasar.

- Bueno, esta mujer fue encontrada muerta hace tres días en su casa.

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Ambos abrieron aún más los ojos. - Destrozada por un perro, un dogo para ser más

específico. - ¿Qué? - Así es. - No estará pensando que nosotros tenemos algo que

ver. - No lo sabemos, así que para descartarlos como

sospechosos, necesitamos hacer las pruebas correspondientes para ver si la dentadura del perro es la que mordió a la víctima.

- Ustedes están por mudarse, ¿verdad? - Pregunté. - Sí, hace unos meses vendimos la casa y ya en un par de

semanas nos vamos. - De todo el barrio, solamente ustedes y dos familias más

tienen un dogo. Ustedes son los primeros que visitamos. - Entonces... eso explica... Nosotros contratamos un

paseador que sacaba a Aber todos los días, y hace tres días que no viene, y no lo podemos localizar por ningún lado.

Nos miramos con Marcelo luego de escuchar esto. - ¿Cuál es el nombre del paseador? - Gabriel. Sin perder más tiempo, realizamos las pruebas y se las

enviamos a los forenses, eso nos ahorró visitar a las otras dos casas, las marcas coincidían. Marcelo y yo nos debatíamos el tema en la oficina del departamento de policía. Por mi parte, expresé:

- Evidentemente, el paseador de perros usó todo esto para matar a Marcela.

- Sí, pero... en la casa de Marcela no había ninguna cerradura forzada, el paseador tuvo que tener acceso a la casa.

- En la escena del crimen había una bolsita de nailon junto al cuerpo, con carne picada adentro y había pedacitos de carne desparramados por el suelo. Marcela tuvo que

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haber ido a la cocina a guardar algo en la heladera, cuando se dio vuelta estaba el perro en la puerta, tal vez pensó que si le daba de comer algo de carne el perro la iba a comer, se acercó hasta él, pero el perro la atacó. El asesino la conocía muy bien, sabía que ese perro la asustaba.

- Y por lo que dijeron los vecinos, la única teoría que me viene a la cabeza es que haya sido algún inquilino de ella.

Se produjo un silencio de unos segundos. - Tenemos que ver los registros, aunque no creo que se

llame Gabriel. Efectivamente procedimos a eso. Un grupo de oficiales

buscó en la casa de la víctima, ésta tenía el registro de los inquilinos del último año, los cuales eran solamente tres. Al poco tiempo de tener los resultados, tuvimos la visita de Dolores y Alfredo, esto se debió a algo que no se da todos los días, a una coincidencia fortuita, uno de los inquilinos de Marcela, el penúltimo para ser exactos, figuraba con el nombre de Juan José Alsivi, tal cual se llamaba el hermanastro de Luis. Enseguida Dolores y Alfredo visitaron nuevamente la casa de la víctima y hablaron con la mujer, le solicitaron, si es que la tenía, una foto del hermanastro de Luis. Por fortuna, sí la tenía. Se trataba de un hombre de treinta años que según los registros estaba desempleado. En el departamento nos dieron la foto, y con ella, Marcelo y yo partimos a la casa del matrimonio dueño del dogo que mató a Marcela. Les mostramos la foto y le preguntamos si conocían al hombre, a lo que nos respondieron que sí, que era Gabriel, el paseador de perros.

Juan José fue llevado al departamento de policía y allí se procedió al interrogatorio.

- Bueno Juan José, - Comencé diciendo - somos todo oídos.

- ¿Qué quieren que les diga? - A ver... ¿qué te parece... si nos decís por qué mataste a

Marcela?

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- Fue un accidente, pasé por la casa de ella cuando lo estaba paseando a Aber y le toqué el timbre.

- Es imposible que ella te haya dejado pasar con Aber, Juan José. Buscá otra explicación.

- Les digo que sí, me dejó pasar y estando en la cocina, no sé... Aber se volvió loco, se me escapó y pasó lo que pasó.

- Juan José, los forenses encontraron en tu departamento una copia del juego de llaves de la casa de Marcela y no me digas que la hiciste como recuerdo de tu estadía.

- Juan José, te recomiendo que digas la verdad y la cosa va a ser más leve, tenemos todas las pruebas que necesitamos, si nos obligás a usarlas, la cosa no va a ser tan leve - Expresó Marcelo.

El interrogado nos miró unos segundos y dijo: - Ella me cagó la vida cuando me echó, yo necesitaba esa

casa, si no vivía ahí tenía que ir hasta la casa de un amigo un poco antes de donde vivía mi hermanastro, en Morón. Y yo necesitaba estar en Avellaneda por mi trabajo, tengo toda mi cartera de clientes en zona sur. Después que me echó fui perdiendo de a uno a todos, porque no me daban los tiempos.

- ¿Qué vendés? - Ropa deportiva. - ¿Por qué no hiciste una nueva cartera por Morón? -

Pregunté. - Porque en Morón ya había vendedores de hacía tiempo

que habían tomado eso y alrededores. En Avellaneda me iba de maravilla. El mes pasado le rogué, le rogué que me dejara por favor volver a alquilarle, y la hija de mil puta me dijo que no, que había sido el peor inquilino que había tenido y que no me iba dejar volver a alquilar nunca.

- ¿Por qué no alquilaste en otro lado? - Porque con nadie pude hacer el arreglo que tenía con

ella, solo así me alcanzaba, no me hacía pagar un montón de

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cosas. Al final terminé perdiendo toda la cartera y dije: “si tengo que estar en un laburo diferente... la vas a pagar”, pero no matándola, Aber no era un asesino, podía llegar a lastimarla, pero no a matarla.

- Bueno Juan José, antes de arrestarte necesitamos que nos digas si sabés quién pudo haber matado a tu hermanastro.

- No sé, hace meses que no lo veía. - La esposa dijo que el día que murió iba a llamarte, ¿no

lo hizo? - No sé, el día que murió yo estuve poco en mi casa. - Bueno. De esa forma nos retiramos del lugar. La búsqueda por encontrar al dueño del departamento

había concluido con un resultado exitoso, el hombre fue llevado al departamento de policía y fue interrogado por Dolores y Alfredo:

- Fue en defensa propia, les juro que fue en defensa propia.

- Vamos a necesitar que te explayes un poco más - Expresó Dolores.

- Yo siempre averiguo todo sobre los familiares de mis inquilinos, y sabía del hermanastro de él, sabía todo lo que hacía y qué era de su vida, hasta que había empezado a trabajar como paseador de perros. Podía probar tranquilamente que él había matado a esa mujer. Luis y yo estábamos peleados a muerte, no podía sacarlo del departamento porque estaba con una denuncia en contra mía y la estaba ganando, él había tenido un accidente por unas fallas del lugar, iba a sacar bastante plata. Cuando supe lo del hermano, lo fui a ver a la casa y le dije que podía probar lo que Juan José había hecho y él sabía que no le estaba mintiendo.

- ¿Por qué fuiste con un arma? - Preguntó Alfredo.

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- Porque había previsto que hiciera lo que efectivamente hizo. Me dijo que esperara y fue hasta una habitación, le dije que se quedara donde estaba pero siguió caminando, cuando volvió, volvió apuntándome, saqué mi arma y le disparé. Fue totalmente en defensa propia.

- Sabés que a Luis no se le encontró ningún arma encima, ¿no?

- Sí, pero eso es porque la mujer de él se la sacó y la debe haber hecho desaparecer.

- Eso no se puede probar - Aclaró Dolores. - Pero pregúntenles a todos los vecinos, todos sabían

que Luis portaba un arma. - Esto es muy sencillo, lo único que se sabe es que

mataste a una persona que estaba desarmada y en su casa. No hay nada más.

El hombre fue arrestado. Pocos días después finalizó la denuncia que había contra él, siéndole otorgadas las compensaciones de aquel accidente, a la mujer de Luis.

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IX La noche del excluido

Bien parecía trabajarse con el estilo Darnasioff. El

departamento de policía había ingresado en una disciplina de trabajo aún más productiva. Dolores y Alfredo dialogaban en la oficina luego de un productivo día de trabajo cuando fueron informados de una nueva noticia de homicidio. En ese momento tuvieron que partir hasta San Fernando, lugar del hecho. Llegaron allí alrededor de la una de la mañana. Más allá del horario, la gente estaba conmocionada afuera de la casa, una casa muy llamativa y grande, la casa donde se encontraba la escena del crimen, mejor dicho de los crímenes. Raúl hablaba con un oficial fuera de la casa, Dolores y Alfredo se les acercaron y Raúl les dijo:

- Homicidio múltiple, asesinaron a toda la familia. Dolores y Alfredo ingresaron y Raúl fue tras ellos. Lo

primero que había al entrar era el comedor, y allí vieron la primera escena. En un sofá largo estaban sentados el padre y la madre. Uno en cada punta, apoyados en el respaldo, con la cabeza hacia atrás y con los ojos abiertos. Ambos estaban amordazados, con las manos atadas atrás, y con los pies

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también atados, ambos tenían un disparo en la sien izquierda. Además los dos mostraban fuertes hematomas y heridas en el rostro. El padre estaba vestido formalmente, pero sin el saco y con la corbata aflojada, la madre estaba con un vestido color lila que le llegaba a la rodilla y sin zapatos.

Raúl fue tirando los datos de las víctimas mientras nuestros detectives analizaban la escena:

- Marcos Fernández. Cuarenta y dos años, gerente de marketing en una empresa de muebles. Y Patricia Loria, treinta y nueve años, dueña de un instituto de inglés acá en San Fernando.

Dolores y Alfredo continuaron su camino hacia una habitación, al entrar vieron a un chico, poco más de diez años, tirado boca abajo en la cama con un tiro en la nuca. Tenía un pijama azulado, con forma de saco arriba y pantalón largo abajo. No había nada en la habitación desordenado, excepto una lámpara sobre la mesa de luz que estaba del lado de la puerta, la cual estaba caída. Tras salir de esa habitación entraron a la de al lado, allí vieron a otro chico, uno o dos años menor que el otro, también tirado boca abajo en la cama con un tiro en la nuca. Tenía un pijama similar del mismo modelo y el mismo color pero con distinto motivo. Esta habitación no tenía desorden alguno. Finalmente salieron y volvieron al comedor. Los chicos se llamaban Damián y Carlos. Doce y diez años.

- Las dos habitaciones estaban muy ordenadas, como si ahí no hubiera habido ninguna pelea, solamente la del chico de doce tenía la lámpara caída - Expresó Dolores.

- Sí, es como si después de encargarse de los padres hubieran ido a matar a los chicos, sin que se enteraran de nada.

- No sé, la lámpara caída me dice otra cosa, como si el más grande hubiera escuchado lo que pasaba en el comedor

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y hubiera ido, entonces volvió a su habitación y uno de los asesinos lo siguió.

- Sí, igual los chicos no tienen marcas de hematomas ni ninguna otra herida. - Explicó Raúl - A diferencia de los padres, no les hicieron nada antes de matarlos.

- ¿La cerradura estaba forzada? - Preguntó Alfredo. - No, ellos les tuvieron que haber abierto. Días después, en el departamento de policía se había

decidido ir a hablar con la gente que trabajaba en la empresa y en el instituto de inglés. Comenzando por la empresa, el gerente general les dijo lo siguiente:

- Era un trabajador estupendo, había subido varios cargos en los últimos años hasta tener la gerencia de marketing.

- Hubo gente que estaba capacitada para el cargo y no pudo tenerlo, me imagino - Dijo Dolores.

- Siempre hay eso, pero lo hubo en todo el tiempo que la empresa lleva funcionando, y jamás pasó algo así, no relaciono el hecho con eso para nada. Además Marcos era una persona que se llevaba bien con todo el mundo, incluso ni siquiera le puedo decir de algún problema con la gente que estaba a su cargo, con la gente que él manejaba. Era una persona que sabía crear armonía, que sabía tratar con la gente, cosa que no tuvieron gerentes de marketing anteriores y eso me lo dijo una de las personas a su cargo.

Dejaron en el freezer el tema de la empresa, para no empezar a indagar profundamente antes de conocer el instituto Non Stop de inglés. La recepcionista nos dijo:

- El instituto está hace seis años. El año pasado había sido el mejor que hubo desde que empezó. Subió dentro de lo que es San Fernando, tremendamente. Este año venía tranquilo, aprovechando lo que había sido el año pasado.

- ¿Ella cuándo pasaba por el instituto? - Preguntó Alfredo.

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- Pasaba por lo general lunes, miércoles y viernes, venía a eso de las cuatro y se iba a las ocho. Era difícil como jefa.

- ¿Por qué? - Preguntó ahora Dolores. - Y era muy exigente y quería que todo estuviera como

ella quería. Si no estaba así, era difícil estar acá, tuvo discusiones muy fuertes con algunas profesoras; la última fuerte, fuerte, que tuvo fue la semana pasada.

- ¿Por qué fue? - Y porque la profesora había usado un método para

enseñar un tema, un método que había usado antes y que ella le había dicho que no usara más.

Analizando todos estos datos en la oficina, se presentó en el departamento un hombre que afirmaba ser el padre de un chico que era compañero de curso de Carlos, el más chico de la familia asesinada. Venía a informar que le habían pinchado el teléfono, que había encontrado un micrófono, que no sabía hacía cuánto podía estar y no sabía quién se lo podía haber puesto. Nuestros detectives tomaron la entrevista con él.

- No puede ser, nadie que no fuera de confianza entró en nuestra casa para poder hacer eso.

- Entonces vamos a pedirle que nos diga las personas de confianza que entraron a su casa.

- Carlos vino muchas veces, un par de chicos más que también Claudio, mi hijo, trajo a casa.

- ¿Los padres de esos chicos? - Ninguno entró para quedarse en la casa, ninguno

tendría tiempo y comodidad para pincharme el teléfono. La única persona que viene y se queda un par de horas es el profesor particular de matemática de Claudio.

- Mm, ya veo. Cuéntenos de la relación que su hijo tenía con Carlos.

- Sí, ellos se llevaban muy bien, se ayudaban, se prestaban cosas. Lo último que Claudio le había prestado era un libro, un manual de biología para un trabajo práctico, y

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me acuerdo que Carlos se lo tenía que devolver el día posterior al que murió. Igual, el día que murió, la madre nos había llamado para decirnos que Carlos no iba a poder ir al otro día a la escuela porque tenía turno con el gastroenterólogo creo, pero dijo que a la tarde el padre iba pasar por acá y nos lo iba a traer, pero... bueno, esa noche pasó lo que pasó.

- ¿Supo de algún problema que la familia de Carlos haya tenido en el colegio?

Pensó unos segundos. - Que yo sepa, no. Pero éste fue el primer año de

Claudio en ese colegio, venía de otro. - Vamos a tener que pedirle el nombre del profesor

particular de su hijo. - Sí, cómo no, Mario Mazza se llama. Dolores y Alfredo enseguida solicitaron una búsqueda en

la casa de la familia asesinada, por un manual de biología de quinto grado. Nada se encontró. Para cuando esa noticia fue informada a los detectives, estos estaban en el colegio Nuestra señora de Alaides, recibiendo la siguiente información de la rectora:

- El año pasado un alumno de cuarto grado fue expulsado. Muchos padres de chicos que eran compañeros encabezaron una solicitud para que fuera expulsado. El chico se llamaba Nicolás Mazza.

- ¿Qué fue lo que pasó? - Preguntó Dolores. - Los padres se venían quejando porque a principios del

año pasado, el padre de Nicolás fue a prisión por el robo de un auto. Un montón de padres empezaron a pedir entrevistas conmigo, que no entendían cómo dejaban entrar gente así en este colegio. Yo decía que Nicolás era un buen estudiante y que no podía permitir que se le truncara la carrera por este hecho. Entonces me reprochaban los antecedentes judiciales que el padre tenía, lo cual era cierto. No se sentían seguros con que hubiera un chico con una

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familia que estuviera en estas cosas. Pero bueno, a disgusto de todos, yo dije que mientras esto no afectara el rendimiento de Nicolás, no iba a hacer nada. Además, del padre se estaba encargando la justicia. El problema fue que Nicolás tenía un hermano mayor que estaba en cuarto año del secundario en ese momento y a mediados de ese año, él fue detenido por el mismo delito que el padre unos meses atrás. El hermano tuvo que ser expulsado, pero bueno, imagínense los padres de los compañeros de Nicolás. Volvieron a la carga con todo para que también fuera expulsado él porque ahora ya venían por el lado de que era cosa de familia. Y bueno... decidí expulsarlo. Muchos padres ya habían amenazado sacar a sus hijos del colegio si esto no se hacía. La familia Fernández fue la líder de todo esto, Nicolás era compañero de Carlos, tanto en el robo del padre como en el del hermano, ellos fueron los organizadores de las protestas y de las solicitudes para recaudar firmas.

Reinó un silencio de unos segundos y reanudó: - Supe que le costó encontrar un colegio donde lo

tomaran, pero este año escuché que había arrancado en un colegio cuarto año de vuelta. Ya pasó más de un año de la expulsión. Se había olvidado todo hasta que pasó la tragedia donde estaba Nicolás.

- ¿Qué tragedia? - Preguntó Dolores sorprendida. - ¿Escucharon lo de la tragedia del Normal quince? - Sí. - Ése es el colegio donde reanudó este año Nicolás. Es

un colegio muy humilde, el techo de un aula se cayó y murieron tres chicos, uno de ellos Nicolás.

Tras esto fue localizado Mario Mazza, y tras los procedimientos formales, Dolores y Alfredo interrogaron al hombre. Esto se registró:

- Estuvo de acuerdo un viejo amigo de la familia en acompañarme. Aunque yo venía trabajando como profesor particular y fue casualidad estar dándole clases justo al mejor

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amigo de Carlos. Eso sí. En principio empezamos a hacerles un seguimiento, no me importaba cuánto tiempo podía llegar a tomar, tenía todo el tiempo del mundo. A ella le hicimos un seguimiento en el instituto de inglés que tiene, mi compañero se hizo pasar por alguien que quería empezar algún curso. Después nos hicimos pasar, en la empresa de muebles que maneja él, por gente que iba a dar el diseño de un placard... en fin, la oportunidad la tuvimos con el más chico. Llamamos por teléfono a la casa y esperamos que atendiera él, le preguntamos el nombre, nos dijo Carlos, yo me hice pasar por un amigo del padre, le pregunté si iba al colegio Nuestra Señora de Alaides, me dijo que sí y después haciéndome el boludo le dije que lo conocía, que lo había visto hacía unos años, que el otro día lo había visto de nuevo con el amigo con el que está siempre, le pregunté cómo se llamaba y me dijo Claudio. Ahí me enteré y fue cuando pinchamos el teléfono. Bueno, entonces empezamos a hacerle un seguimiento y de esa forma, pudimos entrar a la casa. Eso fue lo que nos dio el acceso.

- ¿Qué fue lo que hicieron? - Preguntó Alfredo. - Supimos que este chico Claudio le había prestado un

libro a Carlos para un trabajo práctico y que el miércoles, Carlos tenía que devolvérselo porque Claudio lo necesitaba para el jueves. Resultó que el miércoles Carlos no iba a poder ir porque no sé qué médico tenía que ir a ver y habían arreglado con que el padre de Carlos se lo iba a llevar ese día a la tarde a la casa de Claudio. Por eso pasamos el martes a la noche, a una hora en que Carlos ya estaba dormido porque él lo conocía al padre de Claudio, y de esa persona era de la que me iba a hacer pasar. Fuimos, nos atendió la madre y le dije: “qué tal, soy el padre de Claudio, yo sé que habíamos arreglado que mañana ustedes nos traían el libro pero como mañana a la tarde nos surgió algo, aproveché en pasar para llevármelo ahora”. Ella me atendió muy bien, me dijo que no tendría que haberme molestado, que si los llamaba, ellos lo

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hubieran llevado esa misma noche. Al principio no me hacía pasar, pero bueno, después cuando dijo que iba a buscar el libro me hizo pasar y ahí entró mi compañero, le dije que era un amigo con el que estaba, lo cual no le gustó mucho, pero bueno, fue a buscar el libro y cuando volvió, volvió con el marido, nos presentamos, nos dio el libro… pero ahí nomás sacamos un arma cada uno y pasó lo que pasó.

- ¿El plan era matarlos a los chicos también? - Sí, a los cuatro, solamente el más grande apareció

cuando ya estaban atados y amordazados, le dije que se quedara y ahí fue cuando les disparamos a los padres, antes nos aseguramos de hacerles saber quién era yo y qué había pasado con Nicolás. Después el chico volvió corriendo a la habitación, lo seguimos, lo pusimos boca abajo en la cama y ahí le disparamos. Salimos de ahí y fuimos a la del más chico, que no estaba dormido, parecía dormido, pero cuando entré se dio vuelta, me vio y volvió a ponerse como estaba. Recién en ese momento se había hecho justicia. Nunca antes con lo que ellos hicieron se había hecho. Con este sistema la justicia no existe. La justicia de verdad no existe, todos lo saben y ustedes lo saben, sino Nicolás hoy estaría acá con nosotros.

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X Un postigo abierto a la escena

del crimen

Lorena era una joven de veinticinco de años, de estatura

mediana y de contextura delgada, tenía el cabello castaño oscuro, lacio, casi llegando a sus hombros y ojos marrones que mostraban una gran seguridad en ella misma. Iba caminando, vestida informalmente, por una calle en la localidad de Quilmes. Se detuvo en una casa que tenía de entrada tres puertas de chapa con un postigo en cada una, tocó el portero eléctrico y esperó, una voz masculina preguntó quién era y ella respondió diciendo su nombre. Uno de los tres postigos estaba abierto y podía verse el garaje, vacío en ese momento, que daba a una escalera, la cual conducía a la casa. De esa escalera bajó Hugo, un hombre de poco más de treinta años, de estatura medianamente alta y de contextura física robusta, se veía que su cuerpo estaba trabajado en el gimnasio y tenía un tatuaje raro y diferente en cada brazo. De hecho parecía venir de allí ya que estaba con una remera manga corta ajustada y un

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pantalón cortito también ajustado. Tenía el pelo castaño oscuro, apenas largo no muy peinado y ojos café, bastante serio y de poca soltura. Al llegar al garaje vio por el postigo a Lorena, y fue a abrirle la puerta. Costó abrirla ya que la chapa parecía trabarse. Se saludaron y comenzaron a hablar allí mismo.

- Acabo de salir de un casting, hasta Quilmes me hicieron venir - Contó ella.

- ¿Cómo te fue? - Bien, hay que esperar. En principio pareció salir todo

bien. Quería aprovechar y pasar así te comento lo del lugar que vi. Es buenísimo para que vayamos este fin de semana.

- Sí, está bien ¿dónde es? - Es en Capital, en Palermo. Es un restaurante que

pusieron hace poco pero que les está yendo increíble, todas las noches está hasta el cuello. Me lo recomendaron unos conocidos. ¿Cómo te queda el sábado?

- Bien, no hay problema, puedo ir. - Listo, si surge algo avisame. - Sí, sí. - ¿Y venís del gimnasio ahora? - Sí, hace un rato. - ¿Ahora vas para el laburo? - Sí, ahora... no sé, como algo y ya me preparo. - OK, yo también me tengo que ir a preparar porque

tengo que teatro a la tarde. Pero quedamos así entonces... - Sí, sí. - OK, yo te llamo y te confirmo todo bien. ¿Sí? - Bárbaro. - Bueno. - Dijo Lorena dejando salir una pequeña risa -

Nos vemos, entonces. - Chau, nos vemos. Tras esto, volvieron a saludarse y ella se retiró, volviendo

él a subir la escalera. Lorena dio unos pasos, se detuvo

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pensativa y regresó, tocando nuevamente el timbre. Hugo atendió nuevamente el portero eléctrico y Lorena le dijo:

- Me estaba yendo pero no pude, me quedé con ganas de darte un beso.

A los pocos segundos, Hugo volvió a bajar por la escalera a un paso más acelerado que antes. Fue abrir la puerta, la cual parecía haberse trabado más que de costumbre. Esto no lo detuvo ya que seguía intentando, Lorena no podía evitar sonreír pícaramente. Finalmente Hugo abrió la puerta y Lorena se le acercó, le puso una mano en la nuca, la otra en la espalda, por encima el hombro, y lo besó suavemente. Tras esto, Lorena volvió a despedirse de Hugo y volvió a retirarse, a la vez que Hugo volvió a subir. Fue algunos días después que nos llamaron a Marcelo y a mí para el que iba a ser el primer caso del año ocurrido en Quilmes. Llegamos a la casa en cuestión, la cual tenía gran cantidad de gente afuera. Cuando la atravesamos, vimos por un postigo abierto a la víctima. Un policía nos abrió, lo cual le costó trabajo, e ingresamos. Se trataba del cuerpo de Hugo sin vida, estaba vestido con ropa de gimnasio, la remera manga corta ajustada, el pantalón cortito ajustado y ahora estaba con un par de zapatillas. Tenía un disparo en la boca y la salpicadura de sangre estaba en la pared, más o menos a la altura de él estando parado. Raúl ingresó al lugar y se acercó a nosotros diciendo:

- Lo vio un vecino que pasaba por el postigo abierto. - Mm, ¿tienen la identificación? - Pregunté. - Hugo Fernández, treinta y dos años, empleado en una

empresa. Le encontraron el carnet de un gimnasio que está acá a algunas cuadras, aparentemente iba para allá.

- Tuvo que haber bajado a atender al asesino antes porque no tiene bolso.

- Está el bolso preparado en la casa arriba. Nos dirigimos nosotros a aquel gimnasio, nos atendió la

recepcionista.

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- Sí, - Nos dijo - viene a hacer complemento todos los días, siempre a esta hora viene, es raro que no esté.

- Bueno, - Le dije - la razón por la que no está es porque fue asesinado hoy en su casa.

La recepcionista abrió sus ojos todo lo que pudo totalmente desentendida.

- ¿Fue asesinado? ¿Quién lo mató? - Eso es lo que queremos averiguar, somos del

departamento de policía de Buenos Aires. ¿Qué tanto lo conocías a Hugo?

- ...No mucho, hablaba con él a veces, no era de las personas con las que hablaba más, pero... sabía que trabajaba en una empresa y... nada más.

- ¿Acá en el gimnasio tuvo algún problema alguna vez? - Que yo sepa, no. Además siempre venía en mi horario

y nunca vi que tuviera ningún problema. Lo único que salió de lo usual fue hace un par de semanas. Me acuerdo que un amigo del dueño de acá, que es director de cine independiente, había arreglado con el dueño para filmar unas escenas de la película que estaban haciendo, en el piso de arriba donde está el salón de actividades.

- ¿Y él qué tuvo que ver con eso? - Que en un momento, vino el director y me dijo que

necesitaban un extra que apareciera en una toma de unos segundos, que si podían sacar a alguien de los que estaban haciendo complemento. Yo le dije que no había problema, había un chico en ese momento hablando conmigo, le dijeron a él, iba a ir pero al final dijo que no, porque no estaba vestido bien. Entonces el director empezó a preguntarle a algunos de los que estaban, un par dijeron que no, pero después le preguntó a Hugo y Hugo le dijo que sí. Subió y a los pocos minutos ya había vuelto.

- ¿Cuántos días rodaron acá? - Preguntó Marcelo. - Ese solo.

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- ¿A qué hora está llegando el dueño? Necesitaríamos hablar con él para contactar a este director.

- Y él en un par de horas pero lo llamo al celular a ver si puede venir antes.

- Por favor. La joven tomó su celular y se comunicó contándole al

dueño la situación. En media hora el dueño llegó. - Sí, no lo puedo creer, hace bastante que viene acá. - ¿Qué sabías de él? - Y sabía poco, el trabajo que tenía, que vivía por acá en

Quilmes, vivía solo... nada más. No era tampoco de hablar mucho.

- ¿Y del director de esa película que rodaron en parte acá?

- Fue compañero mío en el secundario para adultos hace algunos años. Me llamó un día, me dijo que estaba con una película y que necesitaba el salón de arriba para unas escenas, le dije que sí, que si venía en el horario que estaba vacío que no había problema.

- ¿Sabías eso de que había usado a Hugo como extra? - Pregunté.

- No, porque no estuve, me contó ella hace poco - Dijo mirando a la recepcionista.

- ¿Hablaste con el director después? - No, después no. - ¿No supiste por Hugo si ellos dos se siguieron

contactando? - No, la verdad que no. Ni idea. Para cuando contactamos al director, vimos que se

trataba de alguien con quien ya habían estado en contacto Dolores y Alfredo en un caso anterior, cuando mataron a una actriz, fue aquel que había discutido con el representante de ésta, Rubén Abada. Esta película era aquella para la cual se había contactado con él. Esto nos dijo:

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- El único contacto que tuve después de aquel día de rodaje fue por mensaje de texto para pasarle las agencias de extras que me había pedido después del trabajo de extra en mi película, solo que el que hizo para mí no era remunerado.

- ¿Qué tenía que hacer como extra? - Le pregunté. - Tenía que verse de espalda nada más, yéndose con la

protagonista, una mujer de poco más de cuarenta años. Él estaba representando al marido de ella, por eso lo tuvimos que poner de espaldas, - Dijo irónicamente - además de hacer un plano corto porque tenía un pantalón cortito que no daba para mostrar. Ah no, ahora me acordé de otra cosa, mi productor Carlos Abatti me pidió el teléfono de él poco después para llamarlo por un corto que él estaba haciendo. Me comuniqué una sola vez más con Carlos después del rodaje pero no hablamos de eso. El día de rodaje me había pedido el teléfono de Lorena, también para llamarla por el corto, me acuerdo que me preguntó de dónde la había conseguido porque era muy linda. Es la segunda vez que pasa eso, cuando hice mi tesis hace dos años, él fue mi productor también y el día de hoy está casado y tiene un hijo con la que fue protagonista.

No nos quedaba más que indagar en el tema del trabajo, en la empresa donde trabajaba. Allí nos dieron una información que nos llamó la atención, nos dijeron que Hugo fue visto un par de veces en los últimos diez días saliendo con una mujer de poco más de cuarenta años. Aquí analizamos con Marcelo el hecho de que la filmación había sido dos semanas antes de su muerte, y que probablemente esa mujer con la que Hugo fue visto era la protagonista de la película. En la empresa nos dijeron que podían reconocer a la mujer si la veían, por lo tanto fuimos a visitar nuevamente al director pidiéndole una copia del material, gentilmente nos la facilitó y la llevamos a la empresa. Efectivamente, esa mujer era la que había sido vista un par de veces con Hugo en los últimos diez días. Ahora nuestro rumbo era la

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entrevista con esa mujer. Se llamaba Lorena Terrenti y tenía veinticinco años años. Esto nos contó:

- Mi intención no era que las cosas terminaran así. El problema radicaba en que yo venía mal con mi novio, había confirmado hace poco que estaba viendo a otra chica. Ese día, cuando terminó el rodaje dije que a ese tipo podía usar para hacerle la misma jugada a mi novio. Solamente para que los conocidos de él me vieran saliendo con este tipo, nada más allá de eso. A los tres días volví al gimnasio ése a la misma hora y lo encontré. Salimos un par de veces. La última vez que lo vi fue cuando tuve un casting cerca de donde él vive y lo fui visitar a la casa cuando salí, para decirle de ir a un lugar que me gustaba y qué sé yo, en realidad era un lugar donde iban muchos conocidos de mi novio. Y ahí iba a darse lo que buscaba, ahí me iban a ver un montón de conocidos de él. Fue una buena oportunidad visitarlo a la casa para hacerle pensar en una relación más afianzada. Pero bueno... a los tres días apareció muerto.

- Entonces ni tu novio ni ningún conocido de él llegaron a verlo - Traté de confirmar.

- No ese día. Eso no quita que alguno nos haya visto en salidas anteriores sin que yo lo planeara.

Para cuando llegamos al departamento de policía, nos informaron que un testigo, vecino de Hugo, iba caminando por la cuadra de la casa y vio que precisamente un auto estacionado cerca de ahí salía en ese momento; segundos después cuando él pasó por la casa, vio que estaba el postigo abierto y por allí alcanzó a ver a Hugo en el suelo. Afirmó que le había tomado la chapa al auto y la llevó anotada al departamento de policía. Tras hacer la búsqueda, se supo que esa chapa pertenecía a un hombre de veintipico de años, más precisamente, según nuestros registros, al novio de Lorena. Tuvimos que hacerle una visita. Fuimos preparados para que diera toda la información que sabía. Éramos conscientes de que no cooperaría en absoluto. Sin embargo

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fue todo lo contrario. Lo primero que reconoció fue saber que su novia lo estaba engañando, que un conocido del trabajo la había visto y que se lo había ido a comentar. Reconoció hacerle un seguimiento a Hugo e ir a buscarlo a la casa para hablar con él, pero también afirmó que al llegar, vio por el postigo abierto que estaba tirado en el suelo, viendo también la mancha de sangre en la pared. Más allá de todo, hubo que detenerlo. Parecía que todo había terminado ahí y efectivamente cuando se piensa eso es porque hay algo más esperando el momento indicado para mostrarse. Fue al departamento de policía una mujer llamada Andrea a hacer la denuncia de que su marido había desaparecido hacía dos días, su marido se llamaba Carlos Abatti. El departamento comenzó una búsqueda rigurosa, y solo un día después dieron con él. Esto nos dijo:

- Perdí el arma, por eso escapé, no me acordaba si la había dejado en la casa del tipo o se me había caído por la calle. Lo que haya sido me produjo pánico y me fui.

- ¿Por qué lo mataste? - Pregunté. - Yo me seguí contactando con Lorena después de aquel

día de rodaje y ella me dijo que estaba saliendo con el tipo que habían usado para que hiciera del marido en la película. A mí me agarró una locura por esa mujer, no podía explicar, ni puedo explicar. Le fui a preguntar al director si él se había seguido contactando con ese tipo y me dijo que sí, por celular, para pasarle unas agencias de extras que le había pedido. Me hice el boludo y le dije que me pasara el teléfono que quería llamarlo para un corto que estaba haciendo. Fui a mi casa, lo llamé y le dije que dejara de salir con Lorena porque estaba conmigo y que iba a terminar mal, me dijo que no, estuvimos como media hora discutiendo mal y no me atendió más.

- ¿Cuándo fue esto? - Preguntó Marcelo.

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- El miércoles, dos días antes. Fui hasta el gimnasio el otro día y le hice un seguimiento, y el viernes fui directo a la casa.

- ¿Cómo hiciste para que te abriera? - Empecé a tirar humo por abajo la puerta hasta que el

garaje quedó todo contaminado, esperé hasta que bajó, vi desde afuera que no veía nada el tipo, entonces intentó abrir la puerta, cuando la abrió, me metí, le puse el arma en la boca y lo fui metiendo al garaje, por suerte era un lugar donde no pasaba casi nadie. Si no hubiera perdido esa puta arma, todo se me hubiera dado perfecto para que quedara pegado el novio de Lorena.

- Es verdad, - Dije - a veces nuestro estilo tiene sus fallas pero siempre hay algo que las hace desaparecer.

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XI El arco de la constelación de

Sagitario

La movilización ya no era tanta en aquella casa de venta

de antigüedades. Uno de los dos vendedores que quedaban, un joven de veintipico de años, terminaba un negocio con una cliente aproximadamente de su edad. Dialogaban en el salón de la entrada al lugar.

- Listo, una vez que llega el documento a los dueños, se prepara el flete y te lo llevan a tu casa - Explicó el vendedor.

- Bárbaro ¿cuántos días estimás que pueden tardar? - No, no más de dos, tres días. - Ah OK. - ¿Sos de comprar siempre este tipo de antigüedades? - Hubo una época en que sí, las compraba bastante

seguido, me encantaba tenerlas como adornos en mi casa. - ¿Y ahora hacía bastante que no? - Hacía bastante que había parado, pero bueno, siempre

que paso por acá me quedo a ver y ésta que compré, tenía ganas de tenerla hacía bastante.

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- Sí, es muy linda esa. Yo igual nunca te vi, ¿entraste alguna vez a preguntar por algo?

- Entré hace una semana a preguntar por ésta que compré, me atendió un hombre mayor.

- Ah sí. ¿Y acá es la primera que comprás? - Acá es la primera vez que compro, sí. - Me encantaría ver las demás antigüedades que tenés.

Debe parecer un museo tu casa. - Sí, - Dijo ella riéndose - más o menos. Por ahora puedo

decorarla a mi gusto. - ¿Vivís sola? - Sí, hace unos años. - Está bien, yo, si te gustan tanto las antigüedades, te

puedo tener al tanto de otras que van llegando... - Sí, dale, bárbaro. Igual no me quiero hacer adicta de

vuelta ahora que había parado un poco. Ambos se rieron del comentario. - No, no te preocupes, sé cómo manejar ese tema de

adicciones. - ¿Ah sí? - Yo voy a tener que ir el fin de semana al lugar de donde

traen acá algunas antigüedades. ¿Te gustaría venir? y después, no sé ¿salir a algún lado?

- Bueno, dale, me gustaría. - Bárbaro. - ¿Dejé, no, mi teléfono en los documentos? - Sí, sí, entonces te llamo y arreglamos. - OK, mirá que dijiste que sabías manejar el tema de las

adicciones. - No te preocupes, - Dijo riéndose - hay mucha gente

que se hace adicta a esto. No sé si llegan a tener la casa como un museo pero...

Ambos volvieron a reírse del comentario. En ese instante, un hombre de alrededor de treinta años, se les

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acercó rápidamente y, con un tono alto y bastante enojado, le dijo al vendedor:

- Che, flaco, ¿todavía no me resuelven el problema? Yo ya lo terminé el pago de la compra.

El vendedor trató de disimular la incomodidad diciendo: - Ah sí, ya hablé con el otro vendedor... - Yo también hablé con el otro vendedor y dijo que vos

te estás encargando - Interrumpió el hombre manteniendo el mismo tono de voz.

- A ver... vayamos adentro que vemos. (A la cliente) Bueno, nos vemos entonces - Le dijo dándose vuelta para entrar, simulando tranquilidad pero sin poder evitar tragar saliva.

- OK, nos vemos - Dijo ella yéndose para el otro lado. Pasados dos días de esto, Marcelo y yo recibimos un

nuevo trabajo encargado por nuestro departamento. Se trataba de un crimen ocurrido en el barrio porteño de Villa Urquiza. Se trataba de una especie de garaje abandonado. Raúl nos hizo pasar y nos guió a la escena del crimen. La víctima yacía boca abajo, con las manos atadas atrás y los pies también atados. Podía verse que estaba amordazado y tenía un disparo en la nuca.

- Darío Lusario, veinticinco años, trabajaba como vendedor en una tienda de antigüedades.

- Un asesinato bastante organizado - Acotó Marcelo. - Sí, por gente de un grupo organizado diría yo -

Agregué. - ¿Está por acá la casa de antigüedades? - No. - Respondió Raúl - Creo que está también por

Villa Urquiza pero no por acá. Con Marcelo, empezamos a analizar el lugar que era

bastante amplio. En la localidad de Morón, Dolores y Alfredo llegaban a

una casa de aspecto antiguo y maltratado. Había otras casas a sus costados pero ninguna en tal estado. Algo de gente ya

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estaba en las afueras de allí, junto a varios policías. Raúl les indicó a nuestros detectives el camino. Ya en la casa pudieron ver a la víctima del homicidio ocurrido. Se trataba de un hombre de veintipico de años que estaba atado a una silla, con las manos atadas atrás de ésta, las piernas atadas y con una mordaza en la boca. Estaba con una camisa blanca, pantalón largo y zapatos negros, claramente se le veía el orificio de bala en el medio de la frente.

- Agustín Albrese, veinticuatro años. Era recepcionista en una empresa - Irrumpió Raúl el silencioso análisis. Luego agregó: - Ésta es una casa abandonada.

- Sí, podría tratarse de un secuestro, pero no hay registro en nuestro departamento de eso en los últimos días - Supuso Alfredo.

- Sí, además no tiene la ropa muy maltratada - Agregó Dolores.

Sin embargo, dieron confirmación a sus dudas en base a los registros que adquirieron en el departamento de policía, ningún Agustín Albrese había sido secuestrado, pero fue poco después de conocer la información, que les fueron a avisar de una denuncia hecha por un hombre, un hombre que había sido enviado a prisión por ellos hacía algunos meses, un tal Jorge, por el asesinato de Luis Alsivi, aquel que afirmó haberlo asesinado en defensa propia pero en la casa de la víctima. Dijo que su hermanastro había desaparecido, y que su nombre era Agustín Albrese. Trató de afirmar también que no se trababa de un secuestro ya que lo había ido a visitar a la cárcel dos días atrás. Sin decirle la verdad, Dolores y Alfredo fueron a interrogarlo a la cárcel, obteniendo los datos siguientes:

- Él ya venía interesado, en las últimas visitas que me había hecho, en saber qué había pasado aquel día que fui a la casa de Luis, en saber lo que yo sabía de él y del hermanastro.

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- ¿Por qué pensás que quería saber todo eso de golpe? - Preguntó Alfredo.

- La verdad que no sé, pero me preocupa que metiéndose en esa investigación haya averiguado algo que no debía y alguien le haya hecho algo. Seguramente me quiso ayudar pero no me lo quiso decir por más que se lo pregunté.

- ¿Se puede decir que la relación con él es buena? - Preguntó ahora Dolores.

- Muy buena. Hay una relación de amistad, sin duda. En lo que hace al caso que Marcelo y yo manejábamos,

su ex lugar de trabajo fue lo primero en ser visitado. Allí dialogamos con otro joven de su edad.

- Hace una semana había concretado una venta muy buena. Había vendido una antigüedad que se la conoce como el arco de la constelación de Sagitario. Acá el proceso es que la persona hace el trato con todos los documentos correspondientes, abona el importe y, antes de que el cliente se lleve la antigüedad, todo eso tiene que ir a los dueños; una vez que chequean todo, se le manda con un flete la antigüedad. Esto se manejó así por años y nunca hubo ningún tipo de problema, pero con esta venta, el cliente dejó la documentación lista, Darío dejó el arco en el mueble de donde se lo llevan a los dueños y antes de que estos se la llevaran, el arco desapareció.

- ¿Qué hicieron? - Llamamos al hombre diciéndole que el traslado se iba a

postergar por un pequeño problema, que lo íbamos a tener al tanto, pero a los tres días el tipo se apareció y dijo que quería que le resolvieran el problema, yo... no me hice responsable, le dije que hablara con Darío, que él se lo había vendido. Lo fue a buscar a Darío, que creo que estaba afuera cerrando otra venta a una chica. El tipo entró de vuelta con él y se pusieron a hablar, pero no presté atención a lo que hablaban. El tipo se veía muy enojado.

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- ¿Qué pasó después? - El tipo se fue, al poco tiempo llegaron los dueños y

fueron a la oficina a hablar con Darío, ésa fue la última vez que lo vi.

- Vamos a necesitar el dato del hombre que compró el arco.

Mientras estábamos camino a ese lugar, sonó mi celular, atendí y recibí la noticia de que el arco había aparecido. Sin embargo, continuamos con nuestro rumbo, esto fue lo que se habló en la entrevista:

- ¿En serio? ¿Apareció? Bueno, se la iban a ver negra si no aparecía, con la plata que gasté por eso...

- Se la vieron negra - Dije. - ¿Por qué? - El que te vendió el arco apareció muerto. - ¿Cómo? - Dijo el hombre sorprendido - ¿Apareció

muerto? - Ahá. - Yo no tuve nada que ver con eso. - Por ahí algo sí, el otro vendedor dijo que cuando

empezó a demorar el traslado, les hiciste una visita bastante enojado.

- Claro que sí, había pagado mucho por ese arco, pero fue para apurarlos, para que no se la llevaran de arriba. Ahora mañana tenía pensado ir a hablar directamente con los dueños y empezar a amenazarlos con una denuncia. Pero nada más.

- Bueno... igual por ahora vas a tener que esperar para tener el arco, vamos a necesitarlo nosotros para la investigación del crimen.

En el caso de Dolores y Alfredo, la situación comenzaba a dejar nuevas dudas en cada paso que daba, y eso fue lo que los detuvo de contarle a Jorge la verdad sobre su hermanastro. A la vez, decidieron hacer lo siguiente: crearon un convenio con la prisión donde estaba y pincharon todas

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las comunicaciones telefónicas que él hacía desde allá. Obviamente no hubo que esperar mucho para que se comunicara con conocidos de él y de eso se sacara algo decisivo. Esto se registró de aquella charla:

- Boludo, ese tipo, el que decía llamarse Carlos Luna, no era ser quién decía ser.

- Bueno, averigüen quién era en verdad y por qué sabía todo lo que sabía - Respondió Jorge.

- Ya lo averiguamos. La gente del departamento de policía le dijo al casero del lugar la identidad, y no era ese su nombre.

- ¿Qué? - Estaba usando otro nombre. - Bueno, ¿pero tienen la identidad? - Sí, eso es lo peor. - ¿Por qué lo peor? El hombre no se animaba a continuar hablando. Jorge lo

apuró gritándole: - Hablá, boludo, ¿tienen la identidad? - El tipo era Agustín. A partir de aquí hubo un silencio prolongado de varios

segundos, interrumpido cuando Jorge preguntó: - ¿Qué? - Era Agustín. - ¿Cómo que era Agustín? - Era Agustín. - ¿Mataste a mi hermano, idiota? - No sabía que era tu hermano. Jorge empezó a dar gritos de desesperación, negando lo

que había escuchado y tratando de convencerse mientras golpeaba el tubo contra el cuerpo del teléfono y el hombre dejaba salir el llanto. Después de unos segundos, Jorge logró respirar hondo y calmarse.

- Por eso cada vez que me visitaba me preguntaba sobre lo que había pasado ese día.

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- Lo que nosotros te informamos por teléfono fue lo que pasó, él vino acá como un conocido tuyo que sabía lo que te había pasado y que quería ayudarte. Pero nosotros nunca le dijimos absolutamente nada y él sabía un montón de cosas, sabía que en verdad lo habías ido a matar al tipo este Luis, nos preguntó si los documentos que tenías podían probar realmente lo que el hermanastro del tipo había hecho y después nos dijo que había estado en el juzgado. ¿Cómo carajo lo había averiguado?

- ¿Qué sé yo? Idiota, no tengo la menor idea. - Volvió a gritar - ¿Él no les dijo quién era cuando lo iban a matar?

- No, cuando te fuimos a llamar a vos le habíamos amordazado la boca. Este boludo le amordazó la boca, yo no. Estaba desesperado por hablar, pero nunca lo dejamos.

- Los voy a denunciar a todos, son unos asesinos de mierda.

- ¿Qué asesinos, hijo de puta? Vos diste la orden de que lo matáramos.

Luego de esto, Jorge continuó golpeando el tubo contra el cuerpo del teléfono. El hombre, volviendo a dejar salir el llanto, cortó y se le quedó mirando al otro hombre que estaba con él en la casa, quien tenía una expresión de total desentendimiento. Éste lo miró unos segundos y se retiró de la casa. Ya afuera, sacó su celular y marcó un número, cuando lo atendieron, dijo:

- ¿Juan José? Acaban de avisarle. El trabajo está completo.

De la casa del cliente sospechoso, nosotros volvimos a dirigirnos a la casa de antigüedades para ver el arco. Allí estaba un tercer vendedor, un par de años más grande que el anterior, y con él había dos chicas de aproximadamente dieciocho años. El vendedor nos recibió, nos mostró el arco y, sentados los cinco, una de las dos chicas nos empezó a contar:

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- El sábado pasado nos reunimos con las chicas para ir a bailar, casi siempre vamos a Ramos Mejía. Pero con ella (señalando a la amiga) nos reunimos primero porque las dos vivimos por acá. Ese día cuando pasamos por acá, vimos que estaban trasladando a un camión unas cosas, estaba la puerta abierta y... quisimos meternos cuando no estaban viendo.

- ¿Por qué? - Pregunté. - Fue un impulso. - Dijo la otra - Queríamos ver esas

antigüedades, las queríamos tocar y ver de qué estaban hechas y todo eso.

- Fue increíble, pero dentro de un mueble con una puerta de vidrio cerca de la entrada, vimos un arco que era hermoso, la puerta estaba sin trabar y lo agarramos.

- Se lo queríamos mostrar a las otras chicas, porque era algo re bien hecho.

- Sí, y estábamos cerca de la entrada, los tipos no venían y yo dije que nos lo lleváramos, pero que el lunes lo traíamos de vuelta.

- Así que salimos corriendo, yo corrí como no había corrido nunca - Dijo riéndose.

- Sí, y era pesado el arco, ella me gritaba, me decía: “dale, dale” - Dijo mirando a su amiga y riéndose con ella.

- Chicas. - Dije - Estamos por arrestarlas por haber robado una de las pertenencias de esta casa.

Las dos chicas dejaron de reírse. - Dígannos por qué no trajeron el arco el lunes. - No pudimos, nos surgió un problema, me lo quedé yo

en mi casa y tuve que hacer un viaje con mi familia a Lobos para ver a mi abuela y nos quedamos hasta el martes a la noche.

- Yo creía que ya lo había entregado. - El miércoles lo dejamos enseguida. Yo fui a hacer una

pregunta, me atendió él, - Dijo señalando al vendedor - y mientras, ella lo dejó por ahí.

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- Vamos a tener que llevarnos el arco para ver algunas cosas. - Dijo Marcelo - Espero que no les moleste.

- Para nada - Aclaró el vendedor. Los forenses examinaron el arco, tomaron sus huellas y

por accidente descubrieron que una de las puntas del arco tenía un pequeño orificio casi microscópico. Al intentar ver su interior, vieron que no había ningún tipo de contenido. En el departamento se decidió devolverlo para que sea entregado a su nuevo dueño y también se decidió dejar las cosas así. Agradecimos a la casa y dimos por concluidas las entrevistas con gente de allí. Algunas semanas fueron las que se dejaron transcurrir para luego aclarar que el crimen de Darío se había resuelto. Dos días después, fuimos a entrevistar a los dueños de la casa, fue la forma elegida para manejar casos de este tipo. ¿Por qué digo casos de este tipo? Bueno, con nosotros fue un equipo antidroga que examinó el resto de las antigüedades encontrando lo que efectivamente esperábamos encontrar. En la entrevista, esto fue lo que explicaron los dueños:

- La casa se cuidó toda la vida de que haya extravíos como el que hubo, y nunca hubo ninguno. Pero en los últimos meses se venía notando un trabajo no muy cuidadoso de los vendedores. Si bien ellos no saben nada de esto, tenían que tener mucho cuidado por una cuestión de que son irremplazables, y una vez que el cliente hizo el pago por adelantado, todos nos metemos en un terreno un poco complicado.

- Pero era más complicado para ustedes - Insinué. - Sí, especialmente porque cuando el arco desapareció

todavía no se le había sacado el contenido. Por eso lo fui a buscar a Darío que fue el que lo que había vendido y tuve que hacerlo salir a buscarlo como sea. Porque aparte, más allá de todo el riesgo, si salíamos ilesos había que provocar una forma de que esto no volviera a pasar nunca más.

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- ¿Cuánto tiempo para encontrarlo le diste, con la advertencia de que si no lo encontraba lo matabas? - Preguntó Marcelo.

- Hasta el miércoles, dos días en realidad, porque esto se lo dije recién cuando vino el cliente a quejarse en persona.

- Bueno, probablemente los vendedores hayan escarmentado. - Dije - El problema es que ya no va a haber más negocio.

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XII Perseguidor y perseguido

Marcelo y yo íbamos en camino al barrio de caballito. A

un lugar muchas veces escuchado. Un colegio privado que predominaba en el lugar. La cantidad de gente alborotada iba subiendo a medida que nos acercábamos. Finalmente, en la puerta principal del instituto vimos que costaría mucho atravesar todo lo que había que atravesar y llegar a la escena del crimen. Bajamos del auto e hicimos el esfuerzo, les mostramos nuestras placas a los policías uniformados y estos levantaron la cinta policial. Llegando a recepción la gente alborotada continuaba, solo que ahora se trataba de gente perteneciente al colegio, autoridades y profesores en particular. Una mujer de aproximadamente cincuenta años nos vio y vino automáticamente hacia nosotros, le mostramos nuestra placa, a lo que ella no prestó mucha atención, comenzando enseguida a guiarnos hacia el lugar del hecho. Fuimos tras ella por unas escaleras que nos hacían bajar y luego por un largo y ancho pasillo, llegando a un pequeño salón con una puerta transparente que mostraba un fragmento de lo que parecía ser un amplio patio. Junto a esa

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puerta estaba nuestro amigo Raúl hablando con otro policía uniformado y dos personas vestidas formalmente, que también parecían ser autoridades. Raúl les dijo que lo disculparan un momento y se acercó a nosotros. La mujer que nos guió se acercó a hablar con los dos hombres. Raúl mientras nos dijo:

- Damián Elleci, trece años, se cayó desde la ventana de su aula.

Tras escuchar esto, ingresamos al patio. Efectivamente el patio era inmenso y estaba vacío a excepción de un lugar, a la derecha de la entrada y cerca de la pared alta, con ventanas abiertas y cerradas, una arriba de la otra. La víctima estaba boca abajo, tenía puesto la que era la ropa de verano de gimnasia, remera blanca manga corta y pantalón blanco corto, sin embargo estaba descalzo. Algo de sangre a su alrededor podía verse, más específicamente alrededor de su cabeza. Tenía el pelo un poco largo y despeinado, castaño claro, y se podía ver solo un ojo color marrón que estaba totalmente abierto; además, podía verse en el borde de algunas uñas de una mano, algo verdoso. Miramos hacía las ventanas y en ese momento entró Raúl diciéndonos:

- Es la de más arriba, el aula de segundo año de bachiller, ésa era su aula y se cree que de ahí cayó ya que nadie lo vio.

- ¿Nadie lo vio? - Pregunté sorprendida. - Asombrosamente no. - ¿Cuánto tiempo lleva sin vida? - Todavía no llegaron los forenses, pero se estima que no

más de una hora. - Era horario de clases - Intentó afirmar Marcelo. - Todavía lo es, según dijeron. Son... (dijo mirando su

reloj pulsera) la una y cinco, faltarían quince minutos para que termine.

- ¿Se sabe por qué está descalzo? - Hasta ahora no, están viendo si encuentran el calzado.

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- Esto es muy raro. - Dije - Vamos a hablar con los compañeros uno por uno y con el profesor o profesora que estaba hace una hora. Cuando los forenses hagan el informe exacto que nos avisen.

- Bárbaro. Salimos del lugar y fuimos a hablar con los dos hombres

del pequeño salón y la mujer que nos guió. - Necesitamos hablar con ustedes - Dije. - Perfecto, pasemos a la oficina de estudios - Dijo uno de

los hombres. Para esos días, Dolores y Alfredo habían sido llamados

para un caso algo similar, en el barrio de Villa del Parque. Un joven de veintidós años yacía boca abajo en la vereda, y se iba juntando cada vez más la gente del otro lado de la cinta policial. Dolores y Alfredo fueron reconocidos, por lo que el oficial uniformado levantó la cinta para dejarlos pasar. La víctima, de pelo castaño, tenía sangre alrededor suya y en especial en la zona que rodeaba la cabeza. También solo se veía un ojo marrón abierto en su totalidad. Vestía informalmente. Dolores y Alfredo volvieron a pasar del otro lado y ella le preguntó a uno de los policías uniformados.

- ¿Se sabe qué fue lo que pasó? - Hay algunos testigos que lo vieron caer desde la

ventana de ese gimnasio - Dijo el oficial señalando lo mencionado.

La ventana era amplia y estaba ubicada en el segundo piso de un gimnasio.

- ¿Están acá las autoridades del gimnasio? - Sí, vengan conmigo. El oficial los guió hasta las personas solicitadas

tratándose de una chica de veintipico de años y un hombre de alrededor de treinta. Dolores y Alfredo se presentaron y ella hizo la primera pregunta:

- ¿Ustedes conocían a la víctima?

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- No, - Dijo el hombre - la verdad que no. Yo vengo solamente a la noche, después de las siete, y conozco solamente a las personas de ese horario que hacen complemento,... y a algunas personas que hacen algún tipo de aeróbicos. Pero ella (señalando a la chica) está desde que abrimos hasta las siete,... y después de esa hora conmigo viene otro chico, ellos están en la recepción y conocen a todos, yo les pregunté pero...

- ¿Dónde está el otro chico ahora? - Ya hablé con él, viene para acá. - No, pero este chico no era del gimnasio, - Intervino la

chica - no lo conocíamos, no hacía ni complemento ni ningún aeróbico.

- ¿Y qué hacía en el gimnasio? - Preguntó Alfredo. - No sabemos. Venía todo normal hasta que nos

enteramos que abajo había un chico muerto. Bajamos y nos enteramos que había caído desde la ventana del salón de aeróbicos que está en el segundo piso. Ni siquiera lo vimos entrar.

- ¿A esta hora el gimnasio de aeróbicos siempre está vacío?

- Sí, ahí las actividades empiezan a las siete. Pero aparte para subir ahí tiene que pasar por la recepción que está en el primer piso donde se hace complemento, yo estuve ahí y no lo vi subir.

- ¿No tuviste que ir a algún lado en algún momento? - Preguntó ahora Dolores.

La chica intentó recordar y luego dijo: - Sí, a veces voy a llevar unas fichas al casillero, o llevo

algunas colchonetas pero vuelvo al rato, si llega alguien para hacer una consulta no me tiene que esperar mucho. Si este tipo subió cuando yo no estaba tuvo que ir directamente al segundo piso, es algo raro.

- A lo mejor hasta pudo estar esperando que ella saliera - Agregó el hombre.

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Tras esto, los detectives les agradecieron a los dos e intentaron armar lo conseguido.

- Es evidente que esto se trató de una persecución. No creo que alguien se haya querido suicidar de esa manera - Planteó Dolores.

- No, pero en ese caso el perseguidor tuvo que volver a bajar. La ventana da a mitad de cuadra, mientras que la entrada al gimnasio está en la esquina. Ésa fue la ventaja que tuvo para poder salir.

- Eso te dice que es probable que el perseguidor no lo quería matar, sino no lo hubiera seguido después que entró a un gimnasio lleno de gente.

En lo que hace a nuestro caso, estábamos en la oficina, los cinco sentados, esto se rescató:

- ¿El cuerpo fue encontrado después de haberse caído o había alguien en el patio en el momento en que pasó? - Preguntó Marcelo.

- No había nadie en el patio, según las autoridades del sector de pre - escolar. Ese patio pertenece a ellos, dos maestras que estaban en uno de los pasillos del sector que daba al patio vieron que había alguien tirado. Esto fue alrededor de las doce menos diez, doce menos cuarto.

- ¿Nadie escuchó ni el impacto ni el grito? - Pregunté irónicamente.

- Nadie. - ¿Y del sector de secundaria? - Mire... hoy tuvieron cuatro materias, geografía, lengua,

matemática y gimnasia. Geografía, de ocho a nueve y veinte; lengua, de nueve y cuarenta a once; matemática, de once y veinte a doce y cuarenta; y gimnasia, de doce y cuarenta a una y veinte.

- Bueno, recién ahora es la una y veinte, y aparentemente hace alrededor de una hora y media que lleva sin vida. Esto tuvo que haber pasado en la primera hora de matemática. Le agradeceríamos que llamara al profesor o a la profesora.

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El otro de los hombres se levantó y salió de la oficina, regresando al poco tiempo con una mujer de aproximadamente cuarenta y pico de años. Esto fue lo que nos dijo:

- Yo llegué un poco más tarde, se me retrasaron algunas cosas, habré llegado once y media pasadas. Había varios chicos en el pasillo que entraron conmigo, el aula estaba vacía, de a poco fueron llegando otros y empezamos, habremos empezado doce menos veinte. Y no pasó nada, fue una clase totalmente normal hasta que a eso de las doce menos cinco vinieron a decir que habían encontrado a un chico muerto en el patio de pre - escolar. Ahí todos supimos que se trataba de él.

- Bueno. - Dije - Vamos a tener que hablar con la gente del curso y ver qué información sacamos de ahí.

En ese momento, ingresó una de las preceptoras diciendo:

- Perdón, informaron de cuarto año que encontraron en el baño de arriba un par de zapatillas y un par de medias.

Paso siguiente, los alumnos fueron entrando a la oficina, estos fueron algunos comentarios rescatados:

Uno de los chicos dijo lo siguiente: “Había un grupo que lo había tomado de punto, uno de los grupos que se sienta en el costado, son cuatro o cinco que en lo que va del año le hicieron montones de cosas”.

Una de las chicas: “Se la habían agarrado con él bastante, le escondían las cosas, muchas veces llegaba al aula y estaba la mochila de él colgada sobre una columna que había al costado, para sacarla tenían que pararse en un banco, o había veces que desaparecía y se demoraba en empezar la clase porque tenía que aparecer la mochila, estaba abajo de otro banco o a veces en el tacho de basura”.

Otro de los chicos: “Pero la banda de los chicos más quilomberos nunca jodía mucho, se jodían entre ellos haciéndose chistes o eran los que hacían bromas en clase

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pero para molestar a los profesores. Hay otro grupo de chicos que son bastante tranquilos en las clases pero afuera son jodidos y eran los que se metían con Damián todo el tiempo”.

Otra de las chicas: “Sí, es verdad que ese grupo lo buscaba con palabras más que nada, si decía algo en clase y se equivocaba, lo jodían con eso, le decían que era un boludo, cada tanto él les contestaba y algunas veces había algún roce físico. Ya en las últimas clases cada vez que hablaba se escuchaban voces que lo imitaban y todos nos reíamos, cada vez levantaba la mano menos en clase. Hoy fue tremendo cuando hizo un comentario en la clase de geografía, y a la hora de lengua cuando llegó al aula, le habían puesto de vuelta la mochila arriba una columna re alta que hay en la pared”.

Uno de los chicos del grupo mencionado: “Nosotros no le hacíamos nada, cada tanto le hacíamos alguna joda como nos jodemos entre todos, a veces él se calentaba, ésa era la cosa”.

Otro de los chicos del grupo mencionado: “Él insultaba siempre, había veces que hacíamos una joda y contestaba mal, en vez de contestar con una joda igual, por ahí se pasaba”.

Tras escuchar estos comentarios, se reunieron a los treinta y nueve alumnos que había presentes, en el aula, y frente a ellos estuvieron las autoridades que obligaron a todos a confesar quién había llevado las zapatillas y las medias de Damián al baño. Después de un rato largo, confesaron haberlo hecho tres chicos, efectivamente del grupo mencionado por los compañeros. El primero de ellos que había hablado dijo: “quisimos hacerle una joda nada más, nosotros habíamos subido más temprano cuando terminó el recreo, cuando él subió lo empezamos a joder con que hacía comentarios boludos en clase…”.

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Pero después de eso no pudo hablar más, se notaba al grupo algo quebrado por la situación.

- Cuando salieron del aula, ¿ya había gente de la clase afuera en el pasillo? - Pregunté.

- Sí, - Respondió - después que volvimos del baño nos quedamos con ese grupo y entramos cuando llegó la profesora, y no lo vimos en el aula,... después vinieron a decir lo que había pasado.

- ¿Quiénes eran los que estaban en el pasillo cuando ellos tres salieron del aula?

Alrededor de quince personas levantaron la mano. - ¿Y alguien vio salir del aula a Damián después? Algunos dijeron que no, otros negaron con la cabeza,

otros parecían no recordar. Automáticamente nos miramos con Marcelo. Nos

dirigimos a la ventana y miramos hacia abajo, la ventana tenía como dos puertas que se abrían hacia afuera y un desnivel justo debajo de su base que sobresalía de la pared, las puertas eran verdes y podían verse del lado de afuera unos pequeños rasguños.

Había que dar la noticia, a la familia y al colegio que iba a verse bastante perjudicado en los medios, un caso que tenían que resolver para poder mantener el buen nombre.

En cuanto al caso de Dolores y Alfredo, volvió a acercarse el policía uniformado con un joven de veintipico de años y les dijo:

- Disculpen, él dice que conoció a la víctima antes de morir.

Dolores y Alfredo miraron al joven intrigados, automáticamente éste comenzó a explicar:

- A mí me pararon acá a la vuelta unos policías vestidos de civil, porque habían detenido un camión que tenía no sé qué contrabando, y me pararon para hacerme una declaración como testigo. Pero necesitaban dos para hacerla

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y... cuando pasó este chabón... (en ese momento comenzó a resultarle difícil seguir explicando).

- ¿Qué pasó? - Yo quería irme ya porque estaba apurado y los tipos

estaban anotando unas cosas, esperando a que pasara otro testigo. Pero no estaban prestando atención, entonces, cuando pasó este chabón, yo me hice el boludo y me crucé viendo para otro lado, para chocarlo y que los policías lo vieran, así nos tomaban la declaración. Ahí el chabón siguió caminando y los tipos se habían dado vuelta con el choque, entonces cuando pasó por al lado de ellos lo pararon, le mostraron la placa igual que a mí y se veía re asustado. En un momento retrocedió y parecía que iba a empezar a correr por donde venía, el policía le mostraba la placa y le decía que era policía, entonces se paró. El policía le iba a empezar a explicar, fue a abrir la puerta del camión, sacó una lapicera creo y volvió hasta él, ahí el chabón volvió a retroceder y salió corriendo para el otro lado, para acá, y el otro policía lo siguió.... eso fue todo lo que vi.

- OK. - Dijo Dolores comprensivamente - Vamos a necesitar que nos describas a los dos policías.

El joven describió a los policías con características nada fuera de lo común. Pero si estos policías no aparecían, la búsqueda iba a comenzar por las comisarías más cercanas como ser la de Villa del Parque. Mientras tanto, en el departamento de policía se buscaron antecedentes legales de Juan Pablo Safiri (la víctima) y nada fue encontrado. Como los policías no aparecieron, la búsqueda siguió adelante y concluyó efectivamente con dos oficiales de la comisaría de Villa del Parque. Con ellos se realizó en el departamento de policía la entrevista correspondiente, cuya primera mitad de la versión de los entrevistados coincidía enteramente con la del joven. De esta forma, el que fue el perseguidor continuó:

- Cuando dobló en la esquina entró en el gimnasio, ahí lo iba a poder parar sin problema. Entro yo también, subo la

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escalera y llego a un piso donde había como una especie de recepción, donde no había nadie, y al costado tenía una puerta de vidrio en medio de la pared, por ahí se podía ver gente haciendo pesas. Me quedo mirando por ahí sin entrar y no lo veo, entonces decidí seguir subiendo la escalera, llego a un segundo piso donde hay un salón amplio vacío con colchonetas, con banquitos para hacer aeróbicos, entro despacio, no veo a nadie... y el salón, en la pared opuesta a la entrada donde están las ventanas, tenía como un pasillo, pero desde donde yo estaba no llegaba a verse qué había, me voy acercando y cuando estoy llegando sale este chico de golpe corriendo, lo trato de agarrar, llego a agarrarlo pero se me escapaba y en un momento se me escapó, enseguida le quise agarrar el brazo, ahí quiso esquivarme y dio con el borde de la ventana, con la base, y se cayó.

- ¿Qué hiciste en ese momento? - Preguntó Dolores. - Volví a bajar despacio, vi que la recepción del piso de

abajo seguía vacía y ahí me apuré. Volví con él (dijo señalando a su compañero), e incluso no le dije nada porque estaba el otro chico todavía, les dije que le había explicado lo que queríamos y que después lo había dejado ir... y terminamos el trámite.

- No supieron que ese chico iba a ir para allá y nos iba a venir a dar la noticia, como nosotros vamos a tener que dar esta noticia al departamento de policía.

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XIII El laberinto del encapuchado

Nos ubicamos en el interior de un establecimiento

geriátrico, más precisamente en el comedor. Allí, Cristina, una mujer de unos treinta y cinco años, se encontraba sentada en una de las sillas viendo la televisión, ubicada a un costado de la arcada que llevaba a la cocina. Estaba con una remera, un pantalón corto y descalza, con las sandalias cerca de la entrada. En un momento de la noche sumamente silencioso, la puerta del geriátrico se abrió. Alguien entró e ingresó a la recepción, separada del comedor por otro más amplio, una oficina y el extenso pasillo lleno de habitaciones a los costados. La puerta fue cerrada con el mismo cuidado con el que había sido abierta. Segundos después, mientras Cristina continuaba viendo la televisión, esa persona entró al comedor, estaba vestida de forma oscura, con guantes y una capucha con la que solo se le podían ver los ojos. Cristina se dio vuelta, y al verlo se levantó instantáneamente dando un respingo del susto. Enseguida trató de disimular el miedo, pero se le hacía imposible, por lo que atinó a decir:

- ¿Cómo entró?

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El hombre se sacó rápidamente los guantes y los tiró al suelo. Cristina, entonces preguntó:

- ¿Qué querés? El hombre se le acercó y Cristina retrocedió un poco. Marcelo iba a tener la noticia de que iba a estar en un

caso haciendo dupla con el otro integrante de la dupla titular. Había ocurrido un asesinato en un geriátrico de Barracas y hacia allí partió con Alfredo. Eran cerca de las nueve de la mañana, el lugar estaba metiéndose por calles más tranquilas. Los policías que estaban con la gente fuera de la empresa, levantaron la cinta para dejar pasar a los recién llegados y uno de ellos los guió a la escena del crimen, la cual era en el comedor, ubicado al fondo. Allí se encontraba Cristina, la víctima, estaba sentada con la espalda apoyada sobre el otro costado de la arcada, con una pierna estirada y la otra apenas flexionada, con hematomas y sangre por toda la cara, y los ojos abiertos. Alfredo le preguntó al policía:

- ¿El dueño del geriátrico está? - Sí - Respondió el policía haciéndole al hombre

solicitado una seña. Éste apareció, un hombre de unos cincuenta años, que

tras los saludos formales, invitó a los detectives a su oficina, donde comenzó el interrogatorio. Esto se registró:

- Ella es una integrante del personal, no está hace mucho, hará dos meses que viene solamente los sábados y los domingos a la tarde. No es necesario que le explique la situación, más que haber recibido el llamado de la empleada que ingresa a las ocho contándome que Cristina no le abría, que hacía media hora que estaba en la puerta tocándole timbre. Tuve que venir para acá a abrirle yo y ver qué pasaba.

- ¿Quién más está ahora en el geriátrico además de ustedes dos y de los internados? - Preguntó Alfredo.

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- Nadie más. Cuando llegué y vi la escena entré en un estado de shock, porque no tenía sentido lo que había pasado.

- ¿Hay alguien que usted conozca que quisiera matarla? - No a ella, de última a la hermana, que también trabaja

acá, viene los sábados a la noche. Ella sí tiene problemas con las empleadas que hay en la semana, ellas dicen que se van el viernes y cuando vuelven el lunes está todo dado vuelta y es por culpa de ella, y ella dice que las empleadas de la semana no hacen lo que tienen que hacer. Yo les hice hablar del problema y parecía que todo estaba resuelto así que tampoco lo vería por ese lado. Y otro caso no me viene a la mente ahora, no que yo conozca.

- ¿Cuál es el nombre de la víctima? - Ella es Cristina y la hermana es Elena. Alfredo y Marcelo estuvieron allí nuevamente algunos

días después, puntuales como siempre suelen serlo. Habían contactado la entrevista con el personal que trabajaba durante la semana. Las dos mujeres estaban sentadas frente a ellos, en la oficina del dueño, una de nombre Lorena y otra de nombre Mercedes que dijo lo siguiente:

- Yo llego a las ocho de la mañana acá y me voy a las ocho de la noche, estoy de lunes a viernes. Cuando llego, ella (señalando a su compañera) me ayuda a levantar a las abuelas y después de eso ya se va.

- O sea que son solo dos turnos por día - Intervino Marcelo.

- Sí, los fines de semana también, pero los fines de semana no hay una estabilidad como de lunes a viernes, ella y yo estamos hace años acá, los fines de semana van cambiando cada tanto porque ninguna resulta ser buena. Ahora hace dos meses que están estas hermanas. Cristina está a la noche los sábados y los domingos, y Elena el sábado a la tarde, y yo ya venía hablando con el dueño hace rato de ellas. Dejan todo dado vuelta.

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- ¿Por qué sería eso? - Preguntó Alfredo. - Y... no dan los medicamentos que tienen que dar, no

sacan los pañales de las bolsas que corresponden, yo se los dejo listos para que los usen y no los usan. Hacen que se gaste la mercadería cada vez más rápido, se hace un pedido para tantos días y se gasta más rápido porque usan el doble de carne o de fideos de lo que tienen que usar, y todo esto sin mencionar que Cristina a veces viene también un rato los sábados a la tarde y no hacen nada, se sientan a charlar las dos, a tomar mate y a comerse la mercadería.

- ¿Ustedes cómo se enteran de esto? - Las abuelas nos lo dicen, de lo otro lo vemos cuando

volvemos a trabajar el lunes. Mientras Mercedes decía esta última línea, ingresó a la

oficina un joven de aproximadamente veinte años con expresión de enojo y desconfianza. Mercedes al verlo le dijo:

- Ah, hola hijo. Es mi hijo, Matías - Agregó dirigiéndose ahora a los detectives.

El joven se sentó junto a su madre manteniendo la expresión y sin dejar de mirar a los detectives. Luego Mercedes continuó:

- La última noticia que nos dieron las abuelas es que les estuvieron diciendo que ellas conocen otro geriátrico por la zona, que cobra mucho más barato, que tiene muchos más baños, que atienden mucho mejor y que no les conviene quedarse acá.

Al término de esto, el joven intervino diciendo: - Mi vieja es la única que trabaja acá. Hace todo, por eso

no consiguen a nadie los fines de semana, porque nadie puede hacer todas esas cosas, ella sola las hace, por mí y por mis hermanos, y ahora sale la mina esta, no se sabe de donde, que encima que no sabe laburar le quiere cagar el trabajo. Eso no puede ser, no se puede permitir.

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- No quieren trabajar, - Agregó Mercedes - por eso quieren venir a la noche nada más, porque no hay casi nada para hacer, no quieren trabajar.

Más tarde, Elena, la hermana de la víctima, debió realizar el mismo procedimiento. Esto es algo de lo que dijo:

- A las que están en la semana hay que enseñarles un montón de cosas. Mi hermana y yo siempre le íbamos a tomar la presión a las abuelas y las que toman medicamentos para la presión son las que más alta la tenían, ¿por qué?, porque no les dan los medicamentos como corresponde. Hace poco internaron a una y la trajeron de vuelta, ellas decían que no tenían idea por qué le habían dado de alta si seguía igual, no quería comer, no se movía, no hablaba, fui yo a hablar con ella, le insistí y enseguida empezó a comer de nuevo, hasta me pidió de tomar mate. Yo no sé, pero ellas no hacen nada para mantener bien a las abuelas.

Elena suspiró y luego continuó: - Estoy segura que ellas la mandaron a matar, porque yo

sabía cosas que ellas hacían a escondidas del dueño. - Ellas también nos dijeron de cosas que hacían ustedes a

escondidas del dueño - Exclamó Marcelo. - ¿Como qué? - Promocionar otro geriátrico. - Eso es una mentira más grande que una casa. Es otra

de las cosas que inventaban. Yo no inventaba nada, les dije que iba a probar lo que ellas hacían. Ella les hacía usar menos pañales a las abuelas para después venderlos en ferias. Ese es un negocio que siguen haciendo todavía. Las amenacé con eso porque no paraban de inventar cosas sobre nosotras. Y puedo probarlo, yo conozco al hijo de una de las abuelas, un día lo llevé a esa feria y le mostré cómo estaban vendiendo la misma bolsa de pañales que él había traído.

El asunto estaba complicado. Días después en el geriátrico, llegaba la respuesta del personal de la semana. Mercedes explicó:

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- Es mentira eso, nosotras hicimos sacar una vez a una chica que robaba pañales y los vendía en la feria. Claudia se llamaba, una chica de veintiocho años, creo, al principio los pañales estaban en las habitaciones de las abuelas. Cuando llegó esta chica, al poco tiempo, el stock que hacía el dueño no se mantenía como debía, entonces nos hizo llevar todas las bolsas de pañales a su oficina para que cuando tuviéramos que sacar sacáramos de ahí, de las bolsas que corresponden, porque todas tenían nombre. Después de un tiempo, el stock se seguía sin mantener como debía.

- ¿Cuándo fue esto? - Preguntó Marcelo. - Fue por... octubre del año pasado. Y un día que estaba

la mujer del dueño en el geriátrico, fue a ver la habitación del fondo, no sé para qué cosa, y encontró en uno de los muebles, un montón de bolsas de pañales que los familiares de algunas abuelas habían traído y no se habían anotado. Nosotras qué hicimos, no se lo dijimos a Claudia. La mujer del dueño nos vino a preguntar por esto y le dijimos la verdad, y nos hizo llevar las bolsas a la oficina con el resto. Al otro día vino Claudia y nos preguntó dónde estaban las bolsas del mueble, yo le dije que nos habíamos equivocado y que las habíamos llevado a la oficina del dueño, ella no vio que el dueño había llegado y le dijimos: “Apurate, andá a sacarlas que el dueño está por llegar, apurate y andá a sacarlas”, y ella puso una cara de querer apurarse mal y salió corriendo para la oficina, así como estaba, en patas. No vimos qué pasó cuando llegó a la oficina, pero al rato se escuchaban algunos gritos del dueño que decía: “No haces otra cosa que estar sentada y tomar mate, no hacés un carajo”. Después se escuchaba que decía: “Acá ladronas no queremos, te vas”. Nosotras escuchábamos desde la cocina, al rato la vimos pasar de vuelta a preparar sus cosas y se tuvo que ir en ese momento.

Eran bastante los cabos sueltos que Alfredo y Marcelo debían analizar.

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Algunos días después, el geriátrico ya estaba en otra noche tranquila de sábado, con cierta calma de haber vuelto un poco a la normalidad y al mismo tiempo había tensión en el aire. Elena continuaba haciendo su trabajo que había empezado hacía poco menos de una hora. Se dirigió a la habitación del fondo, que estaba libre, para terminar algunas cosas, allí estuvo suficiente tiempo antes de voltear hacia la puerta abierta y ver bajo el marco a un hombre vestido de forma oscura y con una capucha que solo dejaba ver sus ojos. Elena gritó del susto y fue en ese preciso momento que detrás de él aparecieron apuntando sus armas Alfredo y Marcelo. El primero dijo de manera imperativa:

- Levantá las manos, ahora. El hombre se quedó unos segundos y obedeció. Los

detectives procedieron a arrestarlo sacándole la capucha y notando que se trataba del hijo de Mercedes.

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XIV Debajo de la noche

Se había pasado la hora, una hora que es difícil de

calcular, no hay nada que se pueda hacer si las cosas surgen, surgen y no paran de surgir. Empiezo con esta idea el escrito porque el día en que su historia transcurre no es la excepción a ella. Dolores y Alfredo dialogaban con Julio Darnasioff en su oficina, ubicada casi a escondidas en el departamento de policía de Barrio Norte. Resultó, dentro de todo, ser como se planeó hace años, un lugar estratégico en el aspecto laboral, cuando la ciudad de Buenos Aires tuvo su propia policía. Sin embargo, Dolores y Alfredo han llegado a un nivel tan experimentado que colaboraron con la policía de la provincia de Buenos Aires en algunos casos ocurridos dentro del conurbano. Así también lo hizo la otra pareja consentida, integrada por Analía Marianieri y Marcelo Avaco.

Cuando Dolores y Alfredo salieron de la oficina de Julio Darnasioff, lo hicieron también del departamento y se subieron al auto del primero. El auto terminó su recorrido algunos minutos después en la zona del microcentro. Eran las tres de la mañana, por eso no era tanta la gente que

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presenciaba la escena del crimen. En ella, un joven, veintipico de años, yaciendo boca abajo y usando más nada que un boxer blanco. El joven tenía el cabello castaño, medianamente largo y alborotado, y en lo que se veía de su cara tenía marcas de hematomas y pequeños rastros de sangre. Raúl apareció y se les acercó a ellos diciendo:

- Buen horario para trabajar. Dolores y Alfredo sonrieron y luego la primera dijo: - ¿Se sabe qué pasó? - Nadie sabe nada. Y no sabemos de quién se trata. - Tiene marcas en las plantas de los pies así que es

probable que ya estuviera así cuando lo mataron. - ¿Pensás que fue un robo? - Mm, no sé si robo, no hay herida de ningún arma, lo

mataron a golpes, y por qué hacerlo una vez que ya le habían sacado todo, no pareció haberse resistido al asalto en absoluto.

- Estuvimos chequeando la zona, no hay sangre tampoco.

No había mucho más que hacer además de esperar a conocer la identidad de la víctima.

Exactamente cuatro días después de este hecho, Marcelo Avaco fue llamado para encargarse de un caso ocurrido en Almagro. Todavía no se sabía la identidad de la última víctima y por lo tanto Dolores lo acompañó. Esto también fue de noche, no tan tarde pero eran pasadas las doce.

Ambos detectives llegaron al lugar, se trataba de un lugar donde se compra sexo. Se veía bastante glamoroso por fuera, y estaba sobre una esquina. A un lado de ésta había una puerta que no hacía contraste con el lugar en absoluto, la puerta estaba abierta y en ella un policía uniformado que al ver los detectives les hizo la seña de que lo siguieran. Atravesaron un estrecho pasillo y llegaron a un lugar con varias camas de dos plazas en bastante mal estado, separadas por paredes. En una de ellas yacían dos víctimas, una mujer

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de aproximadamente cuarenta años y un joven de veintipico. La mujer vestía su ropa interior, un saquito puesto y unas botas. Tenía una pollera corta tirada de su lado del piso. El joven estaba con una remera y un pantalón. Tenía las zapatillas y las medias tiradas de su lado del piso. Ella tenía dos disparos en el pecho y él uno en el pecho y uno en la cabeza. El policía dijo:

- Hablamos con el dueño del lugar, ella es Martha, cuarenta años, trabajaba acá hace algunos meses, él, Christian, veintitrés años, primera vez que venía.

- Bueno, pasemos al lugar a hablar con él - Dijo Dolores. - Buena idea - Agregó Marcelo. El policía los guió, entraron al lugar más glamoroso y

comenzaron a hablar con el dueño. - No sabemos qué pasó, ella está acá desde fines del año

pasado. Nunca pasó nada. - ¿La puerta del otro lugar no la cierran con llave? -

Preguntó Dolores. - No lo estábamos haciendo últimamente, la verdad que

no nos esperábamos que pasara esto. - ¿Qué tanto conocían de la vida de Martha? - Conocíamos bastante, ella vive acá cerca en la villa que

está a unas cuadras. Es madre soltera, tiene tres hijos, dos chiquitos y uno de dieciocho creo.

- ¿Trabajaba acá solamente? - Volvió a intervenir Dolores.

- No, trabajaba en otro lugar más, creo que por Once. Acá venía lunes, hoy martes, jueves y sábados.

- ¿Te remonta pensar en alguien de su entorno lo que pasó?

- No, pero..., qué sé yo, ella contaba a veces de discusiones que tenía con vecinos en la villa, algunas veces, nada más grave que eso.

- ¿Discusiones por qué motivo? - Preguntó ahora Marcelo.

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- Por cosas que desaparecían, algunos electrodomésticos que se robaban entre ellos, cosas así, ropas que se robaban entre ellos.

Era necesario hacer algo difícil, ingresar a la villa y hablar con los hijos de Martha y con algunos vecinos, pero antes iba a llegar el resultado que se esperaba en el caso paralelo. Un hombre mayor se presentó en el departamento de policía llevando un documento que había encontrado, según la dirección dada, a tres cuadras de donde la víctima lo fue. El documento efectivamente era el buscado. La víctima se llamaba Daniel y tenía veinticinco años, vivía en la zona de Villa del Parque. Tras esto, Dolores le comentó a Alfredo lo siguiente:

- Hay una idea que anda por mi mente, creo que los dos casos en los que estoy tienen una relación. Pienso que la muerte de Daniel también está relacionada con algún prostíbulo de la zona de microcentro. Voy a pedir al departamento que me informen de los que se conocen por ahí, específicamente en donde fue encontrado el documento.

Una vez hecha la búsqueda, pudo saber que había un prostíbulo a media cuadra de donde fue encontrado el documento, y allí fue con Alfredo esperando a que fueran más de las doce de la noche.

Se trataba de una casa, de aspecto poco sofisticado. Los atendió una recepcionista. Dolores le mostró la foto carnet del documento y le preguntó:

- ¿Lo conoce a este chico? La recepcionista miró bien y luego dijo: - Sí, un pelotudito, que vino y se fue porque no le gustó

ninguna de las chicas. - ¿Se fue o lo echaron? - Preguntó Dolores. - Se fue. - ¿Se acuerdan qué día vino? - Preguntó Alfredo. - La semana pasada estuvo.

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- Le sugiero que diga toda la verdad, - Explicó Dolores - este chico, la semana pasada fue encontrado muerto a tres cuadras de acá usando solamente un boxer.

La mujer abrió aún más los ojos. - Nosotros no tenemos nada que ver, de acá salió vivo. - Pero no vestido. La mujer respiró hondo como recordando aquella

situación y, mostrándose no muy a gusto, explicó: - El chico vino y lo hicimos pasar a una habitación, le

dijimos que esperara ahí mientras le mostrábamos a las chicas. Había tres en ese momento. Cuando voy a la habitación a preguntarle con quién pasaba y qué turno iba a pasar, él ya se había sacado todo, ya estaba en calzoncillos, me dice: “¿ya está?”, “sí” le digo. Se queda pensando y me dice que se había olvidado la plata, que la tenía que ir a buscar. Nosotras estamos laburando acá, yo no sé por qué no se quedan en sus casas estos pendejos, se hacen una paja y listo. No se pueden levantar una chica en la calle y encima se vienen a hacer los exquisitos. Acá todas trabajamos y no podemos andar perdiendo el tiempo de esa manera. La verdad que nos hizo poner locas a todas.

Una vez pasado eso, Dolores y Alfredo decidieron esperar a que la policía hiciera un seguimiento de las personas que merodeaban esa zona durante la noche; mientras tanto, Dolores acompañó a Marcelo a la villa donde vivía Martha junto con una gran guardia policial. Allí la gente nos guió a su casa, ésta estaba vacía pero no la de sus vecinos. Hablaron primero con una mujer aproximadamente de la edad de ella.

- Sí, ella hacía la calle para mantener a los tres hijos, yo me llevaba bastante bien con ella, teníamos una buena relación, con los hijos también.

- Nos contaron de peleas en las que ella se vio involucrada por robos entre vecinos - Explicó Marcelo.

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- Sí, eso entre todos, a mí también me han robado cosas. Acá tenés que cuidar lo que tenés porque te lo sacan. No es como en otros lados que es distinta la cosa.

- ¿Alguna vez esas peleas terminaron en algo así? - Que yo sepa nunca, pero que yo sepa. Puede que haya

pasado. Lo que sí muchos de acá estuvieron presos, pero por andar robando en la calle, el hijo de Martha estuvo un tiempo hace unos años.

La vecina del otro lado de su casa, de algunos años más, nos dijo esto:

- No era de tener tantos problemas, tenía problemas con el hijo más grande ella, trataba de sacarlo de la droga, y de que no saliera a robar. El chico tiene un arma en la casa, eso lo sé. Y ella estaba tratando de sacarlo de todo eso y haciendo que los más chicos no caigan en lo mismo, creo que de los otros dos, ella tiene siete y él cuatro. Y a la vez él estaba tratando de sacar a la madre del trabajo que tenía. A veces se escuchaban algunas discusiones fuertes que tenían. Ella le decía que lo hacía por ellos y él le decía que no hiciera más eso, que prefería salir a robar antes que seguir soportando que ella hiciera eso.

- ¿En qué momento podemos encontrarlo en la casa a él? - Quiso saber Dolores.

- Y... no tiene horarios, generalmente se viene a la noche. La casa de la víctima fue allanada, y el arma encontrada

fue llevada a la parte forense del departamento para compararla con las balas que estaban en el cuerpo de Martha y de Christian. Efectivamente las balas extraídas pertenecían a esa arma. Parte de la guardia policial se quedó en la casa de Martha esperando el regreso de su hijo más grande.

Por su parte, otro grupo de oficiales uniformados se iba a encontrar con una pequeña sorpresa cerca del prostíbulo visitado en el microcentro, después de todo el seguimiento a las personas que por ahí merodeaban de noche, los cuales eran muchos cartoneros e indigentes. Uno de los cartoneros

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llevaba en su carrito algo de ropa vieja la cual tenía microscópicas manchas de sangre. Fue trasladado al departamento policial y en la parte forense se comprobó que era la sangre de Daniel. Lo único que dijo frente a los oficiales fue:

- Yo estaba durmiendo y él se acercó a quererme sacar la ropa del carrito. Me desperté justo y él salió corriendo con algo que me había llegado a sacar. Ya no se puede confiar en nadie, ya ni nosotros nos salvamos de que nos roben.

A la vez, el hijo de Martha apareció efectivamente como calculaban, a la noche, los detectives volvieron con el resto de la guardia. Esto se desató, estando él ansioso y en una situación de incomodidad, caminando de un lado al otro:

- Yo le decía a mi vieja que no laburara más en esa mierda. No me hacía caso, nunca me hacía caso.

- Ella también te pedía que no salieras más a robar - Explicó Dolores.

- Pero yo robaba para que ella no laburara más en eso. Yo prefería cagarme de hambre antes que ella hiciera eso. Durante el día se la pasaba cuidando a mis hermanos y a la noche nos daba de comer y se iba, cuando se iba me daba una bronca que no te puedo explicar lo que era. Yo quería seguirla, pensaba en seguirla y ver lo que hacía, porque era algo insoportable para mí. Y el otro día me decidí y la seguí.

- ¿Por qué llevaste el arma? - No quería matar a nadie, la llevé porque no sé…, no

quería matar a nadie. La seguí sin que me viera y cuando salió de ese lugar y se metió a la puerta de al lado, fue peor de lo que pensaba que iba a ser, no lo soporté, me agarró una desesperación tremenda. Y tuve que entrar, tuve que entrar…, ahí le dije que no podía creer lo que estaba haciendo, el otro me decía que me tranquilizara, cómo me iba a tranquilizar, no. Le dije: “vos, te estás cogiendo a mi vieja, sos un hijo de puta”. Se quería ir pero no lo dejaba porque no sabía qué hacer yo, estaba tan sacado que no sabía

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qué hacer. Mi vieja me decía también que me tranquilizara y quería explicar las mismas boludeces de siempre, de que lo hace por nosotros y toda esa mierda. Me quería ir pero no podía de la bronca que tenía de ver lo que veía. Y no lo pude evitar, la puta que los parió, no lo pude evitar.

El joven no resistió sacar el llanto y por fin pudo quedarse quieto en un lugar.

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XV El escudo de aerosol

Algunos días después, Alfredo iba a compartir

nuevamente otro caso con Dolores. Era la zona de Lanús, metiéndose algunas cuadras para dentro en referencia a la gran avenida Hipólito Yrigoyen, mejor conocida como Pavón. Eran casi las doce de la noche. Dolores y Alfredo llegaban al lugar, poca gente era la que había en la vía pública y supuesta escena del crimen. De la ventana de la casa sobresalían las dos piernas extendidas de un hombre que yacía boca abajo. Estaban con un bermudas y los pies descalzos. Cuando llegaron pudieron ver el resto del cuerpo del lado de adentro de la casa. Raúl se acercó y saludó a los detectives diciéndoles luego:

- Aparentemente quiso meterse en la casa y el dueño se defendió. Está allá con los policías. - Dijo señalando con la cabeza el costado opuesto a por el cual los detectives habían llegado - Todavía en estado de shock.

Dolores y Alfredo miraron al hombre en cuestión e ingresaron a la casa. Allí se ubicaron frente a la víctima. Desde afuera se vio que la expresión de Dolores se modificó

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por la sorpresa, abriendo más sus ojos, aunque manteniéndose firme. Alfredo, por su parte, giró la cabeza de la impresión, cerrando sus ojos. Acto seguido, salieron de la casa y Raúl los guió al hombre en cuestión. Tras la presentación de los detectives, éste dijo con un alto nivel de nerviosismo:

- Yo estaba en mi casa, estaba terminando algunas cosas de trabajo, porque a mí me gusta adelantar cosas a la noche. Me suelo acostar tarde. Igual, ya casi había terminado, quise entrar al comedor para tomar un poco de agua y escuché como unos gritos, y… no sé… antes de que pudiera ponerme a escuchar qué pasaba, de la nada apareció este tipo intentando meterse por la ventana. Así de la nada. Y… no sé, entré en pánico enseguida. No podía entender qué estaba pasando. Lo primero que atiné a hacer fue cerrar la ventana para que no pudiera pasar. Pero él seguía haciendo fuerza para entrar, estaba como desesperado. Fue todo muy rápido encima. Fue algo… Y por más que cerraba la ventana, lograba meterse cada vez un poco más. Me di cuenta que no iba a poder evitar que entrara. Entonces, fue en un segundo que vi eso… - Dijo señalando un martillo maza en el interior de su casa - y bueno… No pensé que podía haber otros tipos con él al principio, me quedé en estado de shock y después de unos minutos me di cuenta y salí pero no había nadie.

Los detectives le agradecieron al hombre y volvieron al encuentro con Raúl que les dijo:

- Hubo un vecino de la zona que llegó a reconocerlo por la ropa que tiene puesta, dijo que el tipo vive acá a una cuadra. En una casa que tiene una ventana como ésta junto a la puerta.

- OK, - Dijo Dolores - vayamos. Raúl le avisó a un oficial y los cuatro caminaron hasta el

lugar. Cuando llegaron, vieron que la casa estaba cerrada,

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aunque la ventana estaba abierta, y por allí pudieron ver el interior del lugar, que no era muy amplio.

- En principio vivía solo - Acotó Alfredo. - En principio, sí. - ¿La puerta está cerrada con llave? - Preguntó Dolores. Raúl intentó abrir y luego dijo: - Sí. Pero no se encontró un juego de llaves con la

víctima. - O sea que salió por la ventana. - Eso parece - Agregó Alfredo. Le pidieron al oficial si podía ingresar a la casa por la

ventana y buscar la llave para abrirles la puerta desde adentro. El oficial hizo lo propio. No tardó mucho en encontrarla, por lo que abrió la puerta y, a la vez, le dio a Raúl un documento. Éste lo abrió y dijo:

- Sebastián Amino, veintitrés años. Los detectives ingresaron y analizaron la casa de la

víctima, una casa de un ambiente. La habitación que tenía la ventana en cuestión tenía una computadora en la pared de la izquierda, siendo vista desde la pared que contenía la ventana y la puerta de entrada, además de tener un pequeño mueble con tazas, vasos y demás cosas y una pequeña mesa con una silla de cada lado. La computadora estaba encendida y en uso.

- Bueno, es obvio que la víctima estaba acá usando la computadora, el tema es qué fue lo que lo hizo salir así de su casa - Planteó Dolores.

- Qué lo hizo salir o qué lo sacó a la fuerza - Agregó Alfredo.

- En ese caso, hay que ver si lo sacó desde afuera o si entró y lo hizo salir desde adentro.

- Si el que lo sacó estuvo adentro, tuvo que haber cerrado con la llave de la víctima y de última no tendría que estar.

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- Si estaba en el piso, la pudo tirar desde afuera hacía adentro una vez que cerró para irse.

Tras decir esto, Dolores le preguntó al oficial: - ¿Dónde encontraste el juego de llaves? - En la mesa de luz, junto a la cama. - Entonces no estuvo dentro de la casa. Hay que ver de

qué forma hizo que la víctima se acercara a la ventana. Una vez que salieron, se pudo ver del lado de afuera, en

la pared debajo de la ventana, que había un pequeño dibujo hecho en aerosol. Se trataba de un cuadrado con medio círculo superponiéndosele, lo cual llamó la atención porque no se veían inscripciones en aerosol en ningún lado más, y no podía descartarse como una marca del que sacó a la víctima de su casa.

Para la semana siguiente, se había llegado a un hallazgo que había hecho un oficial uniformado de la zona, había encontrado a dos chicos aproximadamente de diez años escribiendo las paredes con aerosol. Cuando el oficial se acercó un poco, sin que ellos lo notaran, vio que el chico que usaba la lata estaba formando dos figuras geométricas, un círculo sobreponiéndose a la mitad de un cuadrado. Luego de notar esto, el oficial se hizo ver y, de manera muy tranquila, les dijo que no podían hacer eso, que iba a tener que pedirles la lata de aerosol; el chico, sin ningún tipo de reproches, se la entregó, y el oficial les dijo que se fueran a sus casas. Luego de tener la lata en su poder, el oficial también se retiró y, estando ya a casi una cuadra de distancia, dio vuelta la cabeza para ver si seguía viendo a los chicos, estos estaban en la esquina hablando con un joven de aproximadamente veinte, veintipico de años. El oficial llevó la lata de aerosol al departamento de policía para compararlo con el encontrado en la pared de la casa de la víctima, ya que además se trataba del mismo color, el verde; efectivamente era el mismo. Una vez que les comunicaron este resultado a Dolores y a Alfredo, estos quisieron ir a hablar con los dos

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chicos, pero debían esperar a que el oficial los encontrara de vuelta por la zona. Esto pasó solo unos días después, aunque no iban a ser los dos chicos, sino solo uno, el que no estaba usando la lata la vez que habían sido detectados. El oficial se acercó a él y le solicitó que lo llevara a su casa que quería hablar con él sobre algo. En la casa estaban los padres del chico y el oficial les explicó el por qué de lo que estaba haciendo y de lo que los detectives tenían que hablar con él. Los padres entendieron. Dolores y Alfredo fueron avisados y llegaron al poco tiempo. Ella comenzó hablándole al chico de esta manera:

- Queremos preguntarte por algo que vimos, por una especie de símbolo pintado con aerosol en distintas paredes. Eso es algo que vos estuviste haciendo con algún amigo tuyo, ¿no?

El chico se mostraba incómodo y miraba a sus padres, estos le asentían con la cabeza para que se animara a decir la verdad. De manera que el chico respondió:

- Sí, con un amigo del colegio, él tuvo la idea de hacer un escudo.

- ¿Un escudo de qué? - De nuestro equipo. Estamos formando un equipo de

fútbol y nuestro escudo tiene esa forma. El equipo rival nuestro había hecho el propio y con aerosol lo pintaban por las paredes. Entonces él tuvo la idea de hacer lo mismo.

- Ahora quiero que nos digas algo, ¿qué pasó esa noche cuando fueron a pintar el escudo a una casa de la calle Zuloaga y no pudieron terminarlo?

El chico volvió a mostrarse incómodo y volvió a mirar a sus padres. Estos volvieron a asentirle con la cabeza y el chico tragó saliva, luego respondió:

- Germán estaba pintando y en un momento se corrió el vidrio de la ventana y salió un tipo que vio lo que estaba haciendo, que le gritó enojado: “¿Qué hacés, pendejo?”, “Ah disculpá” le dijo Germán e hicimos que nos fuimos. El tipo

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se metió y volvió a cerrar el vidrio. Yo le dije que nos fuéramos, pero él dijo: “No, vamos a terminarlo, ya lo empezamos, lo tenemos que terminar”. Esperamos unos segundos y volvimos. Al rato, se volvió a abrir la ventana y volvió a salir al tipo más enojado que antes. Ahí le dijo: “¿Vos me estás jodiendo, pendejo?”, y Germán le contestó: “Bueno, estamos haciendo algo, loco; nosotros no te estamos jodiendo a vos”. “Sí, me estás jodiendo, estás pintando la pared de mi casa” le dijo el tipo. Y Germán le contestó: “Y bueno chabón, pero no te estamos haciendo nada a vos, no nos rompás las bolas”. Justo para ese momento, llegaba Armando, el hermano mayor de Germán, y el tipo después de que Germán le dijo esto, se re calentó, sacó la mano por la ventana y lo empujó a Germán por la cabeza, lo hizo caer al piso. Armando vio esto y se acercó, se le quedó viendo al tipo, lo agarró de la remera y lo sacó a la fuerza por la ventana. El tipo cayó al piso, Armando le empezó a pegar y empezaron a pelearse hasta que el tipo salió corriendo y Armando lo siguió. No supimos qué hacer, nos vimos con Germán, y justo antes de perderlos de vista los seguimos. De lejos llegamos a ver que el tipo se estaba metiendo a una casa por la ventana, movía las piernas y parecía que gritaba algo, pero enseguida se escuchó un ruido tremendo y las piernas quedaron quietas. Ahí, Armando también dejó de correr, se quedó mirando, se dio vuelta, nos hizo la seña y los tres salimos corriendo.

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XVI Recuperen la bandolera

Nos ubicamos en la localidad de Lanús, más

precisamente en la estación. Era una tarde terriblemente calurosa de marzo, donde el sol se mostraba en plenitud y ninguna nube parecía amenazar eso. Había gente que iba y venía sin parar, y había gente que descansaba sentada en los asientos de la plaza.

En una de las esquinas de la dársena, se encontraba un joven, de poco más de veinte años, marcando un número en su celular y esperando a ser atendido. Se llamaba Maximiliano. Vestía una remera de mangas cortas, jean, zapatillas y tenía colgada del hombro una bandolera negra. Era un joven medianamente alto y delgado, de cabello castaño claro, más o menos largo y no muy peinado, ojos verdes y un rostro de niño bueno. Una vez que fue atendido, dijo lo siguiente:

- Sí, ¿dónde estás?... Ah, OK, voy por allá. Luego de esto, cortó la comunicación, guardó su celular

en el bolsillo y comenzó a caminar hacia la fuente de agua que estaba en la plaza. Allí se encontró con otro joven, de más o menos su edad, con el que se saludó. Se llamaba

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Diego. Vestía una camisa, jean, zapatillas y también cargaba una bandolera de su hombro, solo que ésta era verdosa. Este joven era medianamente alto y delgado, de cabello castaño, no muy largo, ojos marrones y un rostro que mostraba más experiencia. Tras las preguntas cordiales del principio de todo encuentro, Diego sacó de su bandolera verdosa una pequeña bolsa y se la entregó a Maximiliano. Éste le dio un vistazo, abrió su bandolera negra y metió la bolsa dentro de otra que tenía ahí dentro, doblándola y acomodándola de manera obsesiva, luego cerró la bandolera para preguntar:

- Hay mucho sol, no le hace nada, ¿no? - No, no pasa nada. Luego de esto, vinieron las preguntas cordiales del final

de todo encuentro y finalmente se despidieron. Ambos fueron a tomar distintos colectivos.

Nos ubicamos en el límite que divide el barrio de La

Paternal y Villa del Parque, más precisamente debajo del puente de la avenida San Martín a un costado de la vía, donde hay instalada una pequeña villa. Era otra tarde calurosa y el lugar parecía seguir con su rutina normal. Dolores y Alfredo ingresaron junto a dos oficiales de la policía. Allí se encontraron con otro oficial que los llevó por un camino. Se detuvieron en una de las casas, una casa que parecía estar abandonada. A un lado de ésta estaba Raúl, los detectives se detuvieron a su lado saludándolo, éste los vio y les dijo:

- ¿Qué tal? Lo encontraron en esta casa abandonada. Maximiliano Loriadi, veintidós años. Vivía en Lanús.

Dolores y Alfredo continuaron caminando hasta la casa que tenía la puerta abierta e ingresaron. Allí vieron a la víctima. Estaba sentado en el suelo con las piernas estiradas y la espalda apoyada en la pared. Tenía un orificio de bala en el costado izquierdo de la frente. Sus ojos estaban abiertos de par en par, y también su boca aunque en menor medida.

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Estaba con una remera de mangas cortas, un pantalón tres cuartos y descalzo.

- ¿Pensás que se pudo haber tratado de un secuestro? - Preguntó Dolores.

- Sí, no se me ocurre otra forma de que haya terminado acá.

- Mm, además parecería haberse tratado de una ejecución. Algo que no duró mucho.

- No, habría que averiguarse más de él. - Sí, por el momento... Tras decir esto, ambos salieron de la casa y volvieron al

encuentro de Raúl que les informó lo siguiente: - Hay algunas personas que dicen haber visto a la víctima

hace unas horas por acá. - Bárbaro - Dijo Dolores. Raúl le mostró a una joven de veinte años que estaba

sentada y les dijo: - Ella es Ayelén. Dolores y Alfredo se acercaron a ella y la primera le dijo: - ¿Ayelén? - Sí. - Nos informaron que vos viste al chico que mataron,

unas horas antes por acá. - Sí, fue bastante raro. Yo iba para allá y él venía para

acá. Tenía los ojos abiertos mal. Estaba como re serio y con los ojos desorbitados totalmente, cuando nos cruzamos se me acerca y me pregunta si no había visto una bolsa con unos casetes. “No” le dije, y siguió caminando.

- ¿Tenía algo más con él que no tenía ahora cuando lo viste sin vida? - Preguntó Alfredo.

- No, nada. - ¿Ya lo habías visto antes por acá? - No, nunca. - OK, gracias.

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Dolores y Alfredo volvieron a acercarse a Raúl que les mostró a otra mujer de aproximadamente cuarenta años y les dijo:

- Ella es Amelia, es la otra que dijo haber visto a la víctima.

Ahora Dolores y Alfredo se acercaron a esta mujer realizando el mismo procedimiento que con Ayelén, ésta les dijo lo siguiente:

- A mí me llamaba mucho la atención, no era de acá el chico. Yo estaba en la puerta de mi casa y veía que él venía caminando descalzo y cada vez que pasaba por una casa trataba de ver para adentro a ver qué había. Yo decía: “¿y éste?”. Cuando pasó por mi casa miró también pero apenas.

- ¿Lo notó algo extraño? - Sí, estaba como muy concentrado. Capaz que estaba

drogado, si a esta villa se viene a vender droga como se quiere.

- ¿Se viene? - Preguntó Alfredo - ¿No son de acá los que las venden?

- No, siempre viene gente que no es de acá a hacer negocios.

Finalmente llegó el vehículo del que se bajaron dos hombres con la función de llevarse el cuerpo de la víctima a la morgue.

Ese mismo día, en la sala de autopsias, estaba el cuerpo sobre la mesa, y de un lado de ésta, una mujer de aproximadamente unos treinta y pico de años junto a Dolores. La primera decía lo siguiente:

- Sí, en algún momento pareció haber usado la fuerza para defenderse.

- ¿Hay rastros de violencia? - Tiene algunas lastimaduras, pero son bastante

anteriores al disparo. - OK. ¿Cómo salió el examen de toxicología? - Negativo, no estaba drogado, para nada.

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El próximo escenario al que nos lleva la historia es al departamento de los padres de la víctima, en Villa del Parque, a menos de diez cuadras de donde su hijo fue asesinado. Dolores y Alfredo les hicieron entender que debían iniciar por ahí la investigación para poder llegar a la verdad de todo el asunto. Los padres pusieron toda la ayuda que pudieron, esto fue lo que se registró:

- Nosotros vivimos siempre en La Paternal hasta hace poco más de un año, y siempre tuvimos la empresa allá en Lanús - Explicó el padre.

- ¿Por qué se fueron? - Preguntó Alfredo. - Porque al lado de la empresa hay un departamento de

un ambiente que es nuestro y Maxi quiso irse a vivir allá solo; como el hermano mayor ya se había mudado también hacía un tiempo, para nosotros dos era muy grande la casa, entonces decidimos vender y comprar algo más chiquito por acá, por Villa del Parque.

- ¿Él estuvo de visita acá el día que fue asesinado? - Preguntó ahora Dolores.

- De visita no, vino a hacer una parada. No era de visitarnos mucho porque ya nos veíamos en la semana cuando nosotros íbamos para allá a supervisar la empresa. Hizo una parada acá porque tenía que pasar por una isla de edición de acá cerca, me acuerdo que dijo, a editar el último trabajo que había filmado, él era director de cine, se había recibido hace poco.

- Le decía todo el tiempo que no cruzara el puente caminando. - Intervino de golpe la madre - Que se tomara un colectivo para pasar el puente y ahí tomara el que tenía que tomarse para ir. No, era cabeza dura, tenía que pasarlo caminando.

Se produjo un silencio, luego de estas palabras, que fue interrumpido por el timbre del portero eléctrico. El padre de la víctima fue a atender:

- Hola... sí,... sí... a ver un segundo por favor, ya bajo.

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Colgó, miró a los presentes y dijo: - Es un taxista que dice que encontró un bolso negro

con papales que tenían los datos de acá y lo vino a traer. Dolores y Alfredo bajaron con el padre. El taxista tenía

una bandolera negra que afirmó encontrar tirada en la calle a metros de la bajada del puente, que había un curriculum con los datos de un tal Maximiliano Loriadi donde figuraba tal dirección y quiso venir a traerlo. Los detectives no quisieron dar muchas explicaciones y terminaron rápido el encuentro. Luego de eso, vieron el interior de la bandolera y encontraron una bolsa que contenía otra con tres casetes mini DV. Luego vieron que los papeles se trataban de unos curriculum para productoras cinematográficas.

- ¿Por qué escribió la dirección y el teléfono de acá? - Le preguntó Dolores al padre de la víctima.

- Fue al poco tiempo de mudarnos, él quería entrar a unas productoras que estaban en Devoto y en Belgrano, y pedían que la persona viviera por la zona. Igual al final quedó en la nada.

- Si no le importa, queremos llevarnos el bolso con nosotros y ver algunas cosas que podrían ayudarnos con el caso.

- Sí, no hay ningún problema. En el departamento de policía, Dolores y Alfredo

introdujeron y fueron viendo uno por uno los mini DV, los tres se trataban del crudo de una misma película en donde se lo veía actuar a Maximiliano, más precisamente interpretar a un cantante y haciendo en ocasiones videoclips de los temas interpretados. En eso, Dolores dijo:

- ¿Me parece a mí o nosotros tuvimos un encuentro con este chico?

- Sí, es el chico que estaba haciendo una película independiente, fue en aquel caso de la actriz asesinada.

- Sí, exacto. Pero si no recuerdo mal, a ese chico, al poco tiempo, Analía y Marcelo también lo tuvieron que interrogar

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en un caso de ellos, de un hombre que había sido extra en esa película.

- Ah sí, tenés razón. - Y me imagino que la película es la que está en estos

casetes. Ahora, si lo vieron caminando después y preguntando por ellos, los que le robaron no lo mataron, alguien lo mató más tarde, probablemente por algo completamente distinto - Analizó Dolores.

- Sí, pero en esa villa nadie lo conocía - Continuó Alfredo el análisis.

- La única forma de saber quién lo asesinó es empezar a buscar a los que proveen la droga allá.

El departamento de policía comenzó el allanamiento del lugar y, como era esperado, incautaron grandes cantidades de droga. Muchos de los que la poseían, se manejaban con teléfonos celulares, lo cual sonaba muy extraño. Estos teléfonos fueron solicitados y en el departamento de policía fueron analizados los números de las llamadas recibidas y realizadas. El click se iba a producir cuando se detectó que una de las llamadas recibidas en un celular, provenía del número de un local de venta de antigüedades visitado por Analía y Marcelo hacía un tiempo, como consecuencia del homicidio de uno de los empleados de allí. Éste era un joven que se vio involucrado en lo que se conoció como el caso del arco de la constelación de Sagitario. Partiendo de dicha base, se intentó hacer un trato con esta gente, estaba relacionado a la condena que tendrían por la tenencia de drogas y con el dato de si este proveedor estaba relacionado al crimen de Maximiliano. Finalmente, en el departamento de policía, este proveedor iba a ser el nuevo interrogado.

- Estábamos en el medio de todo. Estaba la puerta abierta de la casa donde estábamos, y en eso se acerca y se pone en la puerta, estaba con los ojos abiertos de par en par el flaco, y me pregunta: “perdón ¿no vieron una bolsa con unos casetes?”. Yo no sabía quién era, nunca lo había visto

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por ahí. Lo agarramos y lo encerramos en la casa abandonada que estaba al lado. Les pregunté a los demás si alguno lo conocía, nadie, todos decían que no era de ahí. No podía arriesgarme.

- No te preocupes, - Dijo Dolores - no llegamos al núcleo de la organización antes, pero vamos a llegar ahora.

- Eso no va a pasar nunca. Hagan lo que tengan que hacer. Hay una sola cosa que les voy a decir, nunca van a llegar al núcleo, tómenlo como un hecho. Ustedes no tienen ni idea de con qué organización están lidiando. Es algo que escapa a lo que cualquiera de ustedes puede llegar a hacer o puede llegar a controlar. Ya perdieron el partido antes que empezara y ni ustedes, ni nadie va a poder evitar lo que está por venir.

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XVII Introducción periodística

Dolores, Alfredo y yo, íbamos a realizarles una visita a

unos viejos conocidos nuestros, dentro de un diario pequeño. La primera conocida nuestra que íbamos a ver fue a Lucrecia, una vieja amiga mía de la infancia, egresada de la carrera de periodismo y que había ingresado no hacía mucho a dicho diario. El encuentro había sido esperado por las dos, pero el día elegido resultó no ser el más conveniente. En principio se trató de un comienzo de semana totalmente normal y cotidiano. Esto fue solo hasta algunas horas después en que el jefe de redacción llegó al lugar y dio la noticia de una tragedia ocurrida en la ruta dos, en la que una combi que se dirigía a Mar del Plata había chocado con un camión y había dejado un saldo de dieciocho muertos.

El diario mandó urgentemente un móvil al lugar de los hechos. (A partir de aquí comienza la narración de Lucrecia) Un lugar gris y lúgubre por donde se lo mirara, y una densidad en el aire que resultaba casi insoportable. Permanentes lamentos se hacían habituales en el sonido ambiente. La combi volcada y totalmente destruida era el

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triste símbolo que representaba todo. Las personas encargadas continuaban trabajando y retirando los cuerpos. Más alejados, y del otro lado de la línea policial, se había llenado cada vez más de gente que no cesaba de hacer sus desesperadas preguntas a los policías que custodiaban, pero nadie podía dar ningún tipo de información. Los fallecidos eran el conductor de la combi y los diecisiete pasajeros. No había habido sobrevivientes. El conductor del camión había sido llevado de urgencia al hospital donde según los datos se mantenía estable. Aparentemente el camión había ingresado a la ruta por un costado no viendo a la combi que venía por la poca visibilidad, misma razón por la que la combi tardó en verlo. Debido a la hora a la que había ocurrido todo, no había testigos.

Cuando finalmente acabaron de retirar el último cuerpo pudieron armar una lista de las personas fallecidas y una vez armada, se dispusieron a leerla. Fue la siguiente:

Norberto Siriosi / treinta y cuatro años (Conductor de la combi) Claudia Fernández / cuarenta y un años Marcelo Erane / treinta y nueve años Marta Labessi / cincuenta y cuatro años Sebastián Starini / veintiséis años Héctor Luponte / cuarenta y un años Jessica Tenetti / veintidós años Claudio Luriaga / treinta años Gastón Subercía / trece años Judith Cuzanni / sesenta y siete años Graciela Blasend / cuarenta años Alfonso Lucre / cincuenta y ocho años Gimena Suño / veintitrés años Judith Lenteman / cincuenta y ocho años Horario López / cuarenta y siete años Juan Elder / cincuenta y dos años

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Matías López / diecinueve años Paula Tobenini / veintinueve años

Durante la lectura, se intensificaron aquellos lamentos

que se habían vuelto habituales. Cuando se mencionó el nombre de Gastón Subercía, una de las mujeres presentes estalló en llanto, varias personas acudieron en su ayuda, se convirtió bruscamente en un llanto desesperado que llevó a un grito ahogado y terriblemente desgarrador.

En base a lo que se pudo hablar con la gente presente se pudo armar un informe de los vínculos que había entre las víctimas. Fue éste:

Claudio Luriaga y Paula Tobenini eran novios. Horacio López y Claudia Fernández eran esposos y estaban con su hijo Matías López. Jessica Tenetti y Gimena Suño eran compañeras de trabajo. Graciela Blasend estaba con su sobrino Gastón Subercía.

Un grupo reducido de la redacción, entre los que se

hallaba Lucrecia, se comprometió a hacer el seguimiento de esta tragedia y a brindarles a los lectores todas las novedades que fueran apareciendo sobre la misma.

El departamento de policía averiguó que la agencia que tuvo el accidente no estaba en blanco. Aparentemente era una agencia en crecimiento y que esperaba cambiar su situación en poco tiempo, pero que aún se mantenía en la clandestinidad. Esta información derivó en el hecho de que varios choferes de la agencia, incluido Norberto Siriosi, trabajaban más horas por día de lo habitual y en ocasiones debían trabajar más de un turno, lo que hacía que no dispusieran de las horas necesarias de descanso. Posteriormente, el departamento se encontró con la noticia de que la agencia se había disuelto. Por lo tanto, el paso siguiente fue iniciar la investigación de las personas que

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estaban a cargo. Mientras tanto el diario iba a encontrarse con dos casos que lo iban a tener metido hasta el fondo.

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XVIII Descampado de los

parapentistas

“CONTINÚA LA CONMOCIÓN POR LA DESAPARICIÓN DE YANINA”

“YANINA, LA NENA DE ONCE AÑOS, CONTINÚA

SIN APARECER”

“BÚSQUEDA DESESPERADA DE YANINA, LA NENA DESAPARECIDA”

Esos eran los encabezados utilizados por los diarios

más importantes. Todos podían poner un encabezado sensacionalista y dejar satisfechos a sus lectores, pero no todos podían tener un contacto que le hiciera dar un vuelco de ciento ochenta grados a la investigación. Un contacto que iba a hacer que todos estos diarios importantes se sacaran el sombrero antes nosotros. Ese día al encabezado lo anunciamos de esta forma:

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SIGUE LA INTENSA BÚSQUEDA DE YANINA, EL

CASO QUE TIENE EN VILO A TODO EL PAIS El pasado sábado, quince de octubre, desapareció

Yanina González de once años, en la localidad bonaerense de Escobar, cuando practicaba una de sus más grandes aficiones, el parapente, actividad que realiza todos los sábados en el descampado, bautizado hace años, “de los parapentistas”. Había acudido con su prima de veintitrés años con quien suele acudir la mayoría de las veces.

Cinco días después, y aún con los rastrillajes en la zona, una radio local de Escobar dio a conocer un video donde Lucía Lapenti, periodista de dicho medio, le realizó el once de octubre, cuatro días antes de su desaparición, una entrevista a Yanina González, acerca de su actividad y el enorme talento que demostraba tener a pesar de su corta edad.

Puedo decir off-record, que Lucía Lapenti es amiga mía

de años, y es conductora de un ciclo de entrevistas a jóvenes en la radio Escobar. Increíblemente le realizó la entrevista a esta nena debido a que empezaba a hablarse por la zona la sorpresa que causaba que una nena de once años tuviera tanta facilidad para una actividad tan riesgosa. Y nunca se imaginó que esto iba a cambiarle la vida y cómo esto iba a afectarme indirectamente, ya que a ambas nos convenía ayudarnos mutuamente. Cuando me pasó el video y pude verlo, me pareció impactante, dada la proximidad de tiempo. Estaban en lo que parecía ser el comedor de una casa. Lucía estaba sentada en un sillón y Yanina en otro frente a éste. Las dos vestían informalmente de verano y Yanina estaba descalza. Eso es algo de lo que hablaron:

- Contános cuánto hace que hacés esta actividad. - Y hace… dos años.

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- ¿Y cómo la descubriste? ¿Cómo fue que diste con ella? ¿Viste a alguien hacerla un día y…?

- Sí, fue así, cuando tenía ocho años mi papá me llevó al descampado de los parapentistas y vi por primera vez a gente que lo practicaba, y fue un momento hermoso, ver a esa gente haciendo eso me volvió loca, quería hacerlo yo también, era ver gente volar, y yo quería volar también. Además verlos me hacía sentir súper tranquila, no podía dejar de pensar que estar ahí debía ser la sensación más hermosa del mundo.

- Qué bárbaro. - Yo pensaba al principio que se me iba a pasar y que iba

a quedar como algo lindo para ver, y nada más, que esa curiosidad se me iba a ir yendo, pero no… cada vez se hacía más fuerte y sentía que tenía que ver lo que se sentía. Y un día le dije a mi papá y fui a tomar clases…

- ¿Y cuándo lo sentiste fue como te lo imaginabas? - Y ¿a vos qué te parece?... Si lo sigo haciendo hoy es

porque me tuvo que haber gustado… - Claro. - Y me gustó tanto que estaba dispuesta a hacer todo lo

que tuviera que hacer, porque cualquier actividad tiene sus cosas lindas y sus cosas feas…

- Y vos estabas entusiasmada… - No solo entusiasmada, estaba decidida. Y era verdad

que estaba decidida porque hoy mis compañeros me dicen todo el tiempo que soy la mejor, que es bárbaro lo que estoy haciendo y están como haciendo que se entere cada vez más gente.

Mientras decía esto último estiraba las piernas, juntaba sus pies y los levantaba a la altura de unas pequeñas banquetas que había en la sala, dejando al final un pie encima de una de ellas frente a donde estaba sentada y bajándolo luego.

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- ¿Y cuando empezaste con esta rutina regular de ir todos los sábados?

- De ir todos los sábados hará seis meses, a veces vuelvo a ir con mi papá, pero generalmente voy con Luly, mi prima que tiene veintitrés años. Siempre se enoja porque dice que me pierde de vista y a veces tarda en encontrarme, me pide siempre que no vaya por zonas donde no puede verme.

- Y claro… - Y bueno, pero para vos es fácil decirlo, yo cuando

estoy arriba no puedo evitar ir para donde voy porque empiezo a sentir esa sensación hermosa, el que no lo hace no la siente. Además sabe que si me pierde no pasa nada porque siempre hay algún compañero por ahí que me conoce.

- ¿Y qué querés ser cuando seas grande? - No sé, pero algo relacionado al parapente. No me

interesa otra cosa. - Yani, para terminar… ¿cómo te preparás para este

sábado? - Mejor que nunca… - Se está hablando mucho ya de vos… - Y es lo que te dije antes, mis compañeros hablan

mucho de mí e hicieron correr el rumor, siempre hay algunos que lo minimizan pero no me interesan, este sábado me voy a preparar y voy a destacarme como nunca.

- Te deseamos toda la suerte del mundo, Yani. - Bueno, muchas gracias. Un día después de que el video fuera mostrado en todos

los medios, se recibió la peor noticia.

“ENCONTRARON MUERTA A YANINA”

“EL PEOR FINAL: HALLARON SIN VIDA EL CUERPO DE YANINA”

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“CONMOCIÓN: APARECIÓ MUERTA YANINA EN UN DESCAMPADO DE ESCOBAR”

Los nuevos encabezados de los diarios más importantes

obviamente seguían la línea sensacionalista fieles a su estilo. Para esta instancia, ya no teníamos la ventaja sobre estos diarios, pero en todos ellos había quedado la marca de quien había dado la primicia del video con la entrevista, ya que el dato figuraba en todos los artículos. Sin embargo, nosotros volvimos a dar lo mejor de nosotros y publicamos lo siguiente:

ENCONTRARON A YANINA BRUTALMENTE

ASESINADA EN UN DESCAMPADO EN ESCOBAR En el día de la fecha, fue encontrado el cuerpo de

Yanina salvajemente asesinada, en un descampado de Escobar cerca de aquel donde acudía regularmente para realizar parapente. Según informes forenses, habría fallecido hace cinco días, pocas horas después de su desaparición. El cuerpo estaba en un estado alto de descomposición y con signos de violencia. Yanina estaba con la misma ropa con la que había ido a realizar parapente, en un estado harapiento y descalza. Se esperan los resultados de la autopsia para saber si la nena fue abusada sexualmente.

Días después, todos los periodistas que investigaban el

caso fueron a buscar los datos de la autopsia y las terribles noticias continuaron. Yanina había sido abusada sexualmente poco antes de morir, por cinco hombres distintos. La noticia nos sorprendió a todos los que estábamos ahí. Acto seguido habrían acabado con su vida violentamente.

Solamente la prima de Yanina apareció ante las cámaras luego de eso, llorando y asumiendo la culpa de haber perdido de vista a Yanina. Dio el dato de que habían llegado

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al descampado a las cuatro de la tarde como les era habitual y que había pasado solo media hora cuando Yanina desapareció. Posteriormente a esta reciente aparición, se presentó un grupo de gente, no muy numeroso, hombres y mujeres que rondaban entre los veinte y los cuarenta años. Quien parecía ser la representante, Noelia, una mujer de treinta años, salió a decir en los medios lo siguiente:

- Tienen que ir a buscar a un hombre aproximadamente de cuarenta años, de nombre Jorge Atil. También se dedica al parapente y con cierta frecuencia va los sábados al descampado de los parapentistas, al igual que muchos de nosotros. Queremos decirles a todos, que la tarde del día que Yani desapareció, nosotros la vimos hablar con este hombre. Por supuesto esto pasó desapercibido hasta enterarnos de la noticia de que Yani había desaparecido. Inmediatamente nos contactamos con este hombre para pedirle explicaciones y nos dijo que él no había hecho absolutamente nada, que había tenido una charla inocente con ella y que después cada uno había seguido con lo suyo. Hoy después de enterarnos de la muerte de Yani y de las condiciones en que murió creemos que este hombre tiene mucho que ver por lo que fuimos a su domicilio y comprobamos esto porque se desconoce su paradero.

Al poco tiempo de salir esta nota en televisión. Jorge Atil también se presentó, aunque no en los medios sino en la policía. Esto es algo de lo que dijo:

- Me la encontré en un momento en el descampado, se ve que estaba tomando un descanso, se había sacado las zapatillas y estaba recostada contra un árbol. Yo me acerqué para saludarla porque ya nos conocíamos. Nos pusimos a hablar sobre nuestras vidas y sobre lo que veníamos haciendo. Ella me contó cosas suyas como dos buenos amigos. Y después…

Acá el hombre pareció empezar a sentirse incómodo.

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- No sé qué le pasó, de un momento para el otro se puso rara, como que se enojó no sé por qué y se quiso ir. Así de la nada. Yo lo único que había hecho… fue decirle que la apreciaba mucho… y le hice una caricia en el brazo, que tenía algo especial con ella que no tenía con ningún otro compañero. Solamente le acaricié el brazo y la pierna, y ella como te digo, de un momento para el otro se puso rara, se enojó y se fue corriendo dejando ahí las zapatillas, no entendía por qué, no entendía qué había pasado. Y mientras se iba, yo me quedé sentado sorprendido viéndola. Ella cuando se alejó un poco se subió a una base y me gritó: “Usted es de los que minimiza lo que yo hago y no me interesa, ya va a ver, voy a lucirme hoy y ustedes no van a poder hacer nada”. En ese momento como que el viento la ayudó, hubo como una ráfaga de aire y pudo irse con el parapente. Se fue para el lado del descampado donde la encontraron. Y ahí no la vi más, les juro que ése fue el último contacto que tuve con ella.

Los policías encargados del caso estuvieron prácticamente todos de acuerdo en ir a un lugar, un lugar que está en medio de los dos descampados. Este lugar es una villa y, al igual que en muchas de las villas, la policía tiene entrada restringida. Sabían que debían buscar la forma para hablar con algunos vecinos. Finalmente pudieron lograrlo ya que muchos de estos tenían intención de ayudar. Los primeros consultados no podían asegurar haber visto a la nena, hasta que apareció un hombre de veintipico, treinta años comentando lo siguiente:

- Me acuerdo que ese día estaba viendo televisión y empecé a escuchar un ruido molesto que venía de afuera, pero como estaba concentrado con la televisión lo ignoré. Llegó un momento en que ya ese sonido era más fuerte y no lo pude ignorar más. Tuve que bajar el volumen de la televisión y ahí noté que había un griterío afuera, pero era un griterío de festejo, eran varios tipos riéndose y diciendo

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cosas como si estuvieran festejando algo. Entonces salgo, me acerco un poco por donde venía el griterío y ahí se empieza a escuchar también a lo lejos como el grito de una chica. Yo ya me empecé a imaginar lo que podía estar pasando. Seguí caminando y ahí veo todo, en uno de los baldíos había cinco tipos formando parados como una ronda en el suelo, matándose de risa y mirando para arriba. Y bien arriba se veía una nena de diez, once años cayendo muy lento sobre ese baldío sosteniéndose de un parapente. Estaba cayendo en línea recta como si hubiera llegado hasta ahí y el viento se hubiera parado por completo. Fue terrible ver eso, los negros se relamían como un perro viendo a su amo llenarle el plato de comida. La desesperación y los gritos de la nena eran terribles, porque caía a una velocidad extremadamente lenta y por más que hacía un esfuerzo enorme con los brazos y con las piernas, no podía modificar la dirección de la caída. Mi impotencia era doble, porque además de que no podía hacer nada para pararlo, tampoco podía llamar a la policía, porque ya hay una historia de este lugar con la policía y desde ese momento no volvieron a entrar nunca más. Tienen la entrada prohibida.

La policía nos iba pasando los datos a medida que iban apareciendo y de esa forma hicimos los seguimientos en nuestros respectivos medios. Ya no veíamos la importancia del video por haber tenido la primicia, sino veíamos su importancia como un humilde aporte que ayudara al esclarecimiento del caso.

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XIX Revolución

“DESAPARECIÓ UNA JOVEN DE 20 AÑOS EN MAR DEL PLATA”

“BUSCAN A PAULA, LA JOVEN DESAPARECIDA EN

MAR DEL PLATA”

“MISTERIO EN MAR DEL PLATA, JOVEN ESTÁ DESAPARECIDA DESDE EL JUEVES A LA NOCHE”

Esos eran los encabezados de los diarios más

importantes. Esta vez nosotros no teníamos algo que pudiera hacer la diferencia. No teníamos contactos que tuvieran algún video, pero nos manteníamos esperanzados. Mientras tanto publicamos nuestro encabezado, que fue el siguiente:

“DESAPARECE CHICA DE 20 AÑOS EN LA CIUDAD

DE MAR DEL PLATA”

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Nuestra esperanza se mantenía, en especial cuando supimos el dato de que la joven desaparecida se estaba haciendo bastante popular en Mar del Plata ya que era una aficionada al dance dance revolution. Éste fue el dato que nos instó a buscar algo que cambiara nuevamente el rumbo de las cosas. Fue una mañana en particular que nos despertamos con dos noticias, una buena y una mala: la buena era que efectivamente había un video en donde una periodista local le hacía una entrevista a Paula sobre su popularidad creciente. La mala noticia era que ese video ya lo había conseguido uno de esos tres diarios importantes. Esta vez debimos esperar para verlo a que fuera publicado por el correspondiente medio. Cuando salió, se mostró a una periodista de veintipico de años entrevistando a Paula en la casa de ésta. Ambas estaban sentadas frente a frente en cómodos sillones del ordenado, aunque no muy amplio, comedor. Esto es algo de la entrevista.

- Las ciudades del interior, en especial las de la costa, son las que conservan los locales de videojuegos con los arcades como había en la década del noventa.

- ¿Vos sos de Buenos Aires? - Sí, incluso en la década del noventa era más

complicado encontrar en Buenos Aires esos locales, yo cuando era chica conocía un par y me acuerdo que practicaba, pero la mayor frecuencia la tenía cuando me iba en el verano a la costa.

- ¿Y qué sentías cuando estabas bailando en la máquina? - Era una sensación fabulosa, es… una sensación

fabulosa, igual que cuando era chica. Bailar al ritmo de la música que te marca la máquina es algo increíble, además saber que todos te están mirando…

- Eso te iba a preguntar, qué sentías cuando veías que cada vez era más la gente que se acercaba a verte.

- Me encantaba…

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- Porque más allá de estar súper concentrada en eso me imagino que vas percibiendo que el lugar se va llenando de gente.

- Sí, obvio que lo percibís y es cuando más te gusta, más adrenalina sentís. Sabés que todos te están mirando y es cuando más lo disfrutas.

- ¿Es verdad que participaste en un torneo de dance dance revolution y ganaste?

- Sí, fue una competencia chiquita de cuatro participantes en Mar del Plata, que duró un día, en uno de los locales que está en la peatonal, se llenó ese día mal… fue una experiencia irrepetible.

- ¿Y qué te hizo sentir el hecho ya de estar compitiendo? - Nada, lo disfruté por igual, no cambió en nada eso. - Funcionás bajo presión. - Sí, totalmente… lo manejo bien. Y ahora ya me

llamaron para otro torneo que se va a hacer en quince días en Punta Mogotes.

- Ah mirá qué bien… - Sí… así que nos estamos preparando. - Y bueno, ¿y cómo vivís el hecho de que acá en Mar del

Plata esté creciendo tu popularidad? - Es genial, la verdad que es genial. El video era de diciembre, de cuando empezaba la

temporada, o sea que de hacía un mes y medio. Luego de verlo, decidimos viajar a Mar del Plata y saber qué había pasado con el torneo que mencionaba para poder sacar de ahí algún otro tipo de información. Viajé en auto con mi compañera, decididas a cubrir el caso según el estilo de nuestro diario y abarcando todos los aspectos que una investigación periodística pudiera abarcar. Llegamos un viernes a la noche, nos fuimos al hotel a dejar nuestras cosas y luego dimos un paseo por la playa para distraernos un poco. Y efectivamente íbamos a encontrar algo que nos

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distrajera, un pequeño evento en el que se estaba presentando un cantante que interpretaba música centroamericana, y detrás de él, una gran cantidad de mujeres que habían ido a presenciar el evento se habían puesto a bailar descalzas. A las dos nos gustaba esa música así que nos quedamos viendo un rato el espectáculo. Cuando terminó, finalmente fuimos a descansar y a la mañana siguiente fuimos con al auto hasta Punta Mogotes. El día estaba hermoso, no había ninguna nube en el cielo. Agarramos la avenida Peralta Ramos, podían verse las playas totalmente habitadas. Finalmente llegamos a los balnearios del Automóvil Club y dejamos el auto en el estacionamiento de la administración. Allí nos presentamos y solicitamos información sobre el reciente torneo de dance dance revolution, una mujer mayor nos atendió muy amablemente y nos guió hasta el balneario que tenía el local donde se había realizado el mismo. Allí pudimos hablar con el dueño y algunos clientes que frecuentaban el lugar. Estos nos pusieron al tanto de todo. Paula ganó el torneo de Punta Mogotes. Se había tratado también de una competencia para cuatro participantes a realizarse toda en un día. Les preguntamos si alguien podía describirnos con qué ropa estaba Paula ese día. Aparentemente mientras bailaba estaba con una musculosa, un pantalón cortito y descalza. También agregaron que estaba muy inspirada ese día y bailaba de una manera que remitía a que su descripción dada en la entrevista que nosotras vimos era la correcta, que el lugar estaba repleto y que todos los ojos estaban en ella. Luego el dueño nos pasó el dato de que la convocatoria había superado a la del último torneo al punto de llegar a describirlo como un día que alteró la movilización regular de Punta Mogotes.

Esa misma noche íbamos a tener otra noticia que no

habíamos querido pedir. Una noticia que además de impactarnos a todos nos confundió más de la cuenta. Se

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trataba de un hecho más que extraño, de esos que aparecen cuando se está con la guardia baja. En el edificio donde se estaba hospedando Paula en Mar del Plata habían encontrado el cuerpo de una joven electrocutada prácticamente irreconocible, pero lo más extraño de todo fue el lugar donde se lo había encontrado, lo cual justificaba de alguna manera el hecho de que pasaran algunos días. La joven estaba arriba del techo de uno de los ascensores. El encargado fue quien la había encontrado y nadie lo había notado ya que las puertas del mismo no eran aquellas en forma de tijera. Por su parte, el cuerpo fue directo a la morgue donde iban a tratar de saber de quién se trataba. Nosotras fuimos al hotel a pasar allí la noche aguardando noticias, para ser sinceras, no muy esperanzadas. La verdad es que no había teorías posibles que remitieran a nada bueno, ni siquiera el dato de los restos de ropa que parecían ser los descriptos en la gente del local. La mañana siguiente nos despertamos con la peor noticia. El cuerpo encontrado pertenecía a Paula. Según la autopsia, había fallecido de una manera espantosa, fue electrocutada cuando quedó en el medio de la unión del techo del ascensor y el techo del hueco, y el momento de su muerte fue la noche misma de su desaparición. Ahora empezaban las especulaciones, ¿qué estaba haciendo ahí Paula? Era el gran reto que teníamos como periodistas, un reto que nos parecía fascinante y no íbamos a descansar hasta lograrlo. El primer paso que quisimos dar fue hacer una visita al edificio, queríamos lograr el testimonio de algunos vecinos. No íbamos a poder sacar mucho ya que Paula estaba de vacaciones allí y era una inquilina, pero creíamos que en el corto tiempo que llevaba ahí, podía ya haber generado algunas opiniones. Todos los vecinos con los que hablamos nos dijeron que éste era el primer año que Paula había estado parando en ese edificio, ninguno la había visto el verano anterior, y todos coincidían también en que era una chica muy sociable y muy agradable.

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Pero esa luz de esperanza que teníamos estaba ahí por algo, nos llenaba de alguna manera de seguridad en que algo nos iba a hacer dar el gran paso. Una de las vecinas nos dijo lo siguiente:

- Miren, yo pienso igual que mis vecinos, Paula era una chica muy agradable, las veces que me la crucé hablamos de forma muy amena, pero hay un dato que no puedo dejar pasar, no sé si tendrá relación o es solo una locura mía, pero yo no lo puedo dejar pasar. Paula desapareció el jueves, ¿verdad? El jueves a la noche, yo salí del edificio para ir a una cena. En el hall, me encontré con un chico de algunos años más que ella, que estaba cerca de la puerta del lado de adentro, un joven que yo no conocía particularmente, y mirá que en el edificio nos conocemos todos, así como sabemos quiénes son los inquilinos cada verano. A este chico yo nunca lo había visto. Me acerco, estaba medio pálido y con una cara de enojado terrible, como desencajado, me acerco y le pregunto: “¿esperás a alguien?”, y me contesta: “No, me olvidé la llave, estaba esperando que alguien me abriera”. Le abro y se va caminando a paso acelerado. Yo pensaba que era alguien que venía a visitar a alguno de los propietarios o inquilinos que hay de su edad. Ahora, cuando me dijo eso me agarró la duda. Al otro día, cuando me entero de la desaparición de Paula, me vino a la cabeza este chico y lo quise hablar con mis vecinos más cercanos, todos saben muy bien quiénes son los propietarios o inquilinos de esa edad. Y nadie sabía de este chico con las descripciones físicas que yo les di. Yo te digo la verdad, me encantaría hablar con los propietarios o inquilinos de esa edad para ver si el jueves a la noche recibieron visitas.

- Pero más allá de eso, usted no lo vio más al chico, no hay manera de encontrarlo.

- Eso pensé al principio, pero yo soy muy observadora, el chico tenía un pin de la asociación de cineastas y eso solo lo lleva una persona que forma parte de ahí.

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La verdad es que esto no nos había parecido una locura de ella en absoluto y lo veíamos como algo de mucha relación. Por eso, con la señora decidimos dar parte de esto a la gente encargada del caso. Esta gente no dudó en visitar, en horario de la tarde, la sede marplatense de la asociación de cineastas, y la señora reconoció al joven. Se llamaba Bruno Binienni y fue sacado de allí por unos momentos para responderles algunas preguntas a los oficiales. Pero antes que estos pudieran hacer alguna, Bruno dijo:

- Yo no maté a nadie. - Tranquilo, ¿quién habló de haber matado a alguien? - ¿Y a qué vienen? - A que nos contestes una pregunta. Mirá… la noche que

murió Paula fuiste visto salir del edificio donde estaba parando, la persona que te vio afirma que no sos ni propietario ni inquilino de ahí, por lo tanto asumimos que fuiste a visitar a alguien, solamente queremos saber a quién.

El joven se quedó mirándolos al mismo tiempo que parecía estar pensando.

- Desde ya te informo que la respuesta que nos des, va a ser chequeada con la gente del edificio que nombres, y si lo que dijiste es mentira… podés tener problemas graves.

El joven cerró los ojos y volvió a abrirlos. - Yo no la maté. - Decínos qué pasó. Tras ver que no tenía opción, esperó unos segundos y

dijo: - Yo venía de tener un día muy complicado ayer, soy de

Buenos Aires, miembro de la asociación de cineastas de allá. Hace unos días que estoy en Mar del Plata para un cortometraje conjunto con la sede de acá. Y ayer no habían salido muchas cosas, ya desde la mañana temprano. Era un día que quise que se terminara desde el principio, y terminé saliendo como a las diez de la noche. Estaba estresado y con una bronca encima muy importante y eso… soy de los que

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no lo pueden disimular con la cara. Cuando voy por la avenida Colón, que había bastante gente, se me cruza en un momento esta pendeja que venía con una actitud de mucha soberbia y veo que me mira, al principio no quería saber nada, pero a medida que nos acercábamos veo que me sigue mirando, entonces yo la miro a ella,… y sí, me estaba mirando con los ojos abiertos como si estuviera viendo un monstruo. Enseguida mira para el costado, sigue con los ojos bien abiertos y sonríe con expresión de burla. Ése fue el momento en que nos cruzamos. Y… me cayó para la reverenda mierda. Tenía ganas de ir a decirle: “Flaca, disculpame, ¿me conocés de algún lado?” “¿hay algo que me quieras decir?”, era tanta la soberbia que ella tenía que no quería que se saliera con la suya, quise darle un susto, me di vuelta y la empecé a seguir.

Acá los policías se acomodaron en el asiento con expresión de no poder creerlo.

- Cuando va llegando a la esquina, yo ya me le estaba acercando, ella gira la cabeza y me ve, y ahí cambió la cara, ahí se asustó en serio. Eso era lo que quería hacerle ver: “¿Querés que sea un monstruo?, bueno… eso voy a ser”. Enseguida vuelve a mirar adelante y dobla en la esquina, yo pensaba que iba a seguir por la avenida que había más gente, pero no… dobla, y cuando llego yo a la esquina la veo caminar rápido.

- Ahí la podrías haber dejado. Ya le habías dado el susto que querías.

- Sí, pero no quise, no me sentía todavía con ganas de dejarla ir, quería asegurarme de hacerle vivir algo que hiciera que cada vez que sintiera ganas de burlarse de alguien, lo pensara dos veces. Entonces la empecé a seguir. Como por esa calle no había nadie, aceleré el paso, ella se volvió a dar vuelta y empezó a correr, yo ahí ya estaba con una compulsión encima que no podía dejar las cosas así y la empecé a correr también. A los pocos metros veo que ella se

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mete en un edificio, entonces acelero todavía más, cuando llego veo que la puerta es esa de las que se cierran lenta, y llego a pararla justo antes de que cierre. Ella estaba al fondo del hall esperado el ascensor y cuando me ve empieza a subir las escaleras. Yo… no sé, seguía con esa compulsión y… entré al edificio y la seguí corriendo. Cuando estoy llegando al segundo piso veo que estaban las ojotas que usaba tiradas en la escalera. Yo ya no escuchaba los pasos de ella, subí al tercero despacio, no había nadie, y subí cautelosamente al cuarto, tampoco había nadie, además no se escuchaba a nadie. Era un silencio absoluto. Ahí fue cuando me calmé. Respiré hondo y empecé a bajar, cuando llegué al hall de entrada recién me di cuenta que no iba a poder salir, recién ahí me pasó por primera vez por la cabeza. Me puse a esperar que alguien bajara. Estuve como diez minutos hasta que bajó una mujer y me abrió.

Se produjo un silencio de unos segundos. - Quise darle el susto de su vida… pero no matarla. Y

como ven cuando me fui de ahí ella estaba viva. Según lo que los policías hablaron posteriormente con

los medios, se sintieron confundidos luego de la entrevista. Solo se podía hacer una cosa para saber si el joven estaba diciendo la verdad. Volvieron al departamento para pedirle al encargado datos acerca del edificio y sobre el piso en que estaba alquilando Paula. Se trataba de un edificio de siete pisos con tres departamentos en cada uno. Paula estaba alquilando en el séptimo. Siguiendo la historia del joven entrevistado, Paula tuvo que haberse escondido arriba el techo del ascensor. ¿Pero cómo pudo abrir la puerta si el ascensor no estaba en el piso correspondiente? El encargado les contó que esto era posible, usando algún tipo de objeto metálico que bloqueara la corriente de los imanes. Ahora… si Paula murió aplastada contra el techo del hueco, tuvo que haber sido producto del uso de los dos propietarios restantes que habitan en el séptimo piso. Según la información del

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encargado, estos dos propietarios eran un hombre de cuarenta y pico de años y una mujer de cincuenta y pico. Tras ubicar a ambos, el hombre aseguró que el día que Paula murió no pasó la noche en su departamento sino que lo hizo en la casa de su pareja. Lo más escalofriante fue lo que dijo la mujer.

- Yo entré al edificio y el ascensor estaba en el sexto. Lo llamé y empecé a subir. No pasó nada fuera de lo común. Ahora cuando voy llegando al cuarto piso empecé a escuchar una chica gritando, y a medida que iba subiendo el grito se iba haciendo más fuerte. Pero no venía de arriba el ascensor, venía de otro lado, parecía que le estaban haciendo algo a una chica en los pisos más altos y me hacía la idea de que me lo iba a encontrar cuando abriera la puerta del ascensor. El ascensor subía y el grito se hacía más fuerte y más desesperado, no decía nada, solamente: “no, no, no”, era terrible…

Silencio de unos segundos. - Y cuando llega al séptimo se escucha como una

explosión y a partir de ahí un silencio absoluto. Los policías pudieron hacer un cierre con la teoría de

que si el joven la persiguió hasta el cuarto piso, ella tuvo que haberse metido en el hueco en ese piso o en el tercero. El movimiento que sufrió estando arriba del ascensor antes del que la mató fue alguien que se detuvo en el sexto, por alguna razón ella no llegó a salir antes que esta mujer llamara nuevamente el ascensor desde planta baja y tuvo que volver a prepararse para enfrentar la terrible y estresante situación de esperar ese hecho fortuito. Solo que en esa siguiente vez el hecho fortuito… no se concretó.

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XX La única testigo verdadera

Éste es otro de los casos de Dolores y Alfredo dentro

de la zona oeste, más precisamente en el partido de La matanza. (Aquí la narración ya no es de ninguno de los personajes). El caso en el que debían empezar a trabajar había ocurrido en una fábrica de hilos. Una fábrica que venía funcionando bastante bien y a la que se le conocía un buen rendimiento en los últimos años. Según el informe que les habían pasado, esta fábrica estaba manejada por dos socios, un hombre y una mujer, ambos de aproximadamente cincuenta años. Había ocurrido un trágico accidente en el que había muerto el hijo de uno de ellos. No les dieron más información y el resto debía saberse al llegar allá. Una fábrica bastante grande, aunque estaba ubicada en calles que normalmente suelen ser bastante desoladas, digo normalmente porque para el momento en que Dolores y Alfredo llegaron era bastante la gente que merodeaba el lugar debido al hecho. Luego de la identificación habitual, los oficiales que custodiaban dejaron entrar a los detectives, uno de ellos los acompañó. Atravesaron el pasillo principal hasta

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uno de los depósitos más grandes donde había un grupo de personas reunidas cerca de uno de los rincones. Al final del depósito había una arcada que daba a una pequeña sala y ésta contenía una salida a un patio. El patio tenía una escalera. Ambos la subieron e ingresaron a otra sala similar a la de abajo que daba a una terraza. Allí vieron todo, a un costado del fin del pasillo había un cuarto de no más de un metro cuadrado que tenía la puerta abierta, adentro estaban los restos del calefón y tirado boca abajo sin vida estaba el joven. Éste vestía una remera manga corta y bermudas, se había sacado las zapatillas y estaban a un costado de él. No podía verse el sector del cuerpo quemado ya que estaba boca abajo, aunque podía verse un costado de su cara el cual tenía prácticamente en ese estado. El oficial informó:

- Bruno Binienni, veinticinco años, hijo de Andrés Binienni, uno de los dos socios que manejaban la fábrica. Tenía un cargo administrativo.

- ¿Quiénes eran los que estaban en el depósito? - El padre, la madre, la otra socia, la hija de la socia y los

dos empleados del turno pasado, testigos del accidente. - ¿La hija de la socia también trabaja acá? - No, trabaja en otra empresa. - ¿Y los empleados de este turno? - Están afuera. Dolores y Alfredo tomaron el mismo camino de regreso.

Ella le pidió al oficial que hiciera ir a los dos empleados testigos del accidente para ser interrogados. Efectivamente así se hizo. Se trataba de un hombre y una mujer de treinta y pico de años. Esto es algo de lo que dijo la mujer:

- El calefón empezó a andar mal hace meses y nunca hicieron nada. Hace una semana dejó de funcionar definitivamente. Y un día que estaba Bruno se lo comenté y él quiso ofrecerse a hacer algo.

- ¿Cuánto hacía que estaba trabajando Bruno en la fábrica?

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- No hacía mucho, cuatro meses…, él creo que tiene un negocio en otro lado, por eso no viene todos los días, pero me acuerdo que hace cuatro meses, quiso hacerse cargo él también de acá, me acuerdo que hubo algunos conflictos, porque al principio modificó algunas cosas que ya estaban establecidas y eso molestó me acuerdo a la socia del padre, pero después se habló y siguió todo bien.

- ¿Y qué pasó con lo del calefón? - Y con lo del calefón, yo le comenté y él dijo que quería

ayudar. Él no sabía dónde estaba ubicado y yo lo guié. Fuimos hasta la terraza, le mostré cuál era el problema. Se trataba de la manguera que estaba unida por una especie de tuerca, y a cada rato se salía, no sé si porque hacía presión o andá a saber por qué, y siempre aparecía todo un sector de la terraza mojado. Bueno… hace unos días lo que pasó fue que se jodió definitivamente porque quedaba en piloto y no se podía prender, por más que abrieras el agua caliente, salía fría y el calefón nunca salía del piloto.

- ¿Vos en ese momento dónde estabas? – Le preguntó Dolores al otro empleado.

- En el depósito, estaba guardando la mercadería que había llegado. Dejé todo cuando de golpe se escuchó la explosión.

- ¿Y qué fue entones lo que hizo bruno? – Volvió Dolores con la empleada.

- Me dijo que quería probar algo, que quería sacar la tuerca y ver si podía acomodar las mangueras, entonces me pidió que bajara y que abriera el agua caliente. Como estaba un poquito inundado el cuarto, se sacó las zapatillas y entró. Yo bajé y abrí el agua. Por lo visto la puerta se tuvo que haber cerrado y si se cerraba solamente se podía abrir de afuera. Y… no sé. (A partir de aquí empieza a notarse algo quebrada) Yo no sé qué habrá tocado que hizo que el calefón explotara.

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- ¿Cuánto tiempo pasó entre que abriste el agua y explotó el calefón?

- Dos, tres minutos. Había que esperar después de abrir el agua porque incluso con el calefón andando bien siempre tardaba unos minutos en calentarse. Y cuando escucho la explosión…, no lo podía creer.

Se pone la mano en la cara como aún no pudiendo entender la situación y se seca un poco los ojos.

- ¿Nunca escuchaste gritos de él previos a la explosión? - Desde donde yo estaba no se podía escuchar nada. Era

imposible. Dolores consoló un poco a la empleada y el policía la

guió a ella y a Alfredo a donde estaban los dos empleados del turno de ese momento. También se trataba de un hombre y una mujer de treinta y pico de años que hablaban con algunos vecinos de la zona. Luego de la presentación correspondiente, Dolores preguntó:

- ¿Ustedes supieron lo que le pasó a Bruno? - Le agarró un ataque de curiosidad – Respondió

irónicamente el hombre. La mujer no pudo evitar realizar una pequeña sonrisa, al

igual que los vecinos que escuchaban la conversación. - ¿Solían verlo en el horario de ustedes? - Muy poco, muy poco pero a veces venía a esta hora. - O a veces se quedaba hasta más tarde y lo

encontrábamos – Agregó la mujer. - Como hoy – Volvió a agregar irónicamente. - ¿Llegaron a verlo el cuerpo? - Sí, claro, todavía no sé para qué se había sacado las

zapatillas, quería chapotear en el agua un rato. Aquí la mujer y los vecinos no pudieron evitar reírse. En

ese momento, el oficial llegó con una mujer de aproximadamente cuarenta años, diciendo:

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- Ella es Olga. Vive en aquel edificio del otro lado de la fábrica, tiene la terraza donde fue el accidente muy cerca y escuchó gritos antes de la explosión.

Los cuatro se alejaron del tumulto y la mujer comentó: - Sí, yo estaba tranquila en mi casa y en un momento se

empiezan a escuchar muy a lo lejos… como que alguien gritaba. No parecía nada importante, pero no paraba, y quise salir al balcón para escuchar mejor, era la voz de un chico, y en el balcón entendí mejor lo que decía. Desesperado gritaba: “Giselle, vení, Giselle no puedo salir, por favor Giselle vení”, gritos terribles que habrán durado como dos minutos. Era terrible escuchar la desesperación y el terror con el que gritaba. Y apenas unos segundos antes de que se escuchara la explosión, gritó llamando a la madre.

Para el final de la jornada pudieron lograr una entrevista más y fue con la socia del padre de Bruno. Esto es algo de lo que dijo:

- Giselle siempre fue una de las mejores empleadas de la fábrica. Pero hace dos meses que vivió algo que la dejó muy mal, muy mal, que fue la muerte de su aijada. Una chica de veinte años que murió en un accidente absurdo en Mar del Plata. La verdad que fue una tragedia. No volvió a ser la misma desde ese momento. Paula se llamaba.

- ¿Cómo fue el accidente? – Preguntó Alfredo. - La encontraron electrocutada arriba el techo del

ascensor de donde estaba parando. Dolores y Alfredo se miraron. - Ella una vez me dijo que estaba convencida de que no

había sido un accidente y que había a encargarse de averiguar bien lo que realmente había pasado. Yo me siento culpable también porque Paula iba todos los años a la casa que tenemos con mi marido allá, nosotros se la ofrecíamos, y este año como parecía que iban a alquilar, no le dije nada. Pero hasta donde sé, Giselle viajó a Mar del Plata y estuvo

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averiguando, nunca supe en qué quedó porque nunca me contó nada.

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XXI Protocolo

Un joven de veinticuatro años yace boca arriba, sin

vida, sobre la mesa de autopsias en la morgue. La doctora forense, una mujer de treinta y pico de años, se prepara para empezar con su trabajo, comienza sacándole las zapatillas y dejándolas en la mesa de la vestimenta. En ese momento puede verse que ingresa Dolores sosteniendo una hoja de papel y diciendo:

- No fue homicidio. Encontraron esto en la casa, es la razón por la que apareció colgado. Igual hay que seguir con el protocolo.

Dolores le entrega la hoja a la forense y ésta comienza a leerla. Esto dice:

“Escribo esto con las últimas fuerzas que me quedan. Ya no

quiero vivir más. No tengo más razones para levantarme a la mañana, nada me produce motivación y ya nada en la vida tiene sentido.

No puedo soportar, después del año y medio que compartí con Lara, seguir mi vida sin ella. No puedo soportar pasar por

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todos los lugares a los que fui con ella y saber que nunca más va a estar ahí conmigo. No puedo soportar mirar por la ventana de mi casa y saber que ése va a ser mi lugar y no el ambiente en el que estaba con ella. No puedo soportar la idea de que ya no me va a abrazar, a besar y a mirarme de manera tan dulce y cálida para decirme que me ama. No puedo soportar la idea de tener que abandonar todos los sueños que construimos. Y no puedo perdonarme que la hiciera perder tanto tiempo para construirlos por miedos personales que ahora me resultan cosas insignificantes. Porque nunca nadie me había hecho sentir lo que me hizo sentir Lara, y nunca nadie me había dado el amor que me dio Lara.

Sentí mucho miedo y no supe cómo manejarlo. Era la primera vez que atravesaba por un montón de obstáculos, obstáculos que jamás había tenido que enfrentar. Lo único que atiné a hacer fue negarme a sentir el enorme temor que tenía de perderla y cada vez que sentía que ella se decepcionaba o se cansaba, yo convertía eso en bronca, una bronca que nos llevaba a terminar peleando. Ahora entiendo que la hice esperar por mis miedos y por no saber cómo manejarlos y me atormenta la idea de que ahora que los había dejado de lado y habíamos empezado a hablar ya era tarde, ella ya no sentía el mismo amor de antes, las peleas habían desgastado todo. Cuando me lo dijo me faltó el aire. Ella estaba distinta, había algo distinto en su mirada, era como si la relación no hubiera existido, y eso es algo que me destruye. No puedo soportar la idea de que haya hecho todo mal cuando lo único que quise fue hacerte feliz. No puedo soportar la idea de que ya no vamos a estar más en la cama, no me vas a acariciar más la cabeza y no me vas a sonreír. Simplemente no puedo. Siento que me falta el aire, que la angustia no se soporta en el cuerpo y me da una tristeza terrible pensar en tener que vivir con otra persona todo lo que viví con vos, me consuela más pensar en quedarme solo para siempre. Pero tampoco puedo, la vida me parece demasiado larga y a cualquier lugar que voy, cualquier cosa que hago no puedo más que sentir un dolor inmenso.

Sos lo más hermoso que me pasó en la vida, te amo con toda mi alma y te voy a amar siempre, y te voy a estar eternamente agradecido por los momentos que me hiciste vivir. Te deseo todo lo mejor porque nadie más que vos se lo merece. Te amo. Por eso

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tomo esta decisión. Ya no quiero sentir más, ya no quiero sufrir más”.

La forense suspira y dobla la hoja entregándosela

nuevamente a la Dolores. Luego le dice: - Sigamos con el protocolo. Dolores se retira y la forense continua con su trabajo,

comienza a sacarle las medias y las deja junto con las zapatillas.

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XXII El show del “guachi” Paredes

Lucrecia salió del baño y caminó nuevamente a la

habitación. Allí estaba aún durmiendo el joven con el que se había acostado. Éste vestía solamente un bóxer blanco y estaba tirado boca abajo sobre la cama de dos plazas ocupándola casi en su totalidad, con un brazo y una pierna estirada y con un brazo y una pierna flexionada. Lucrecia se detuvo al ver esto causándole gracia, miró el reloj de la mesa de luz, el cual marcaba las cinco y media de la mañana, y volvió a acostarse corriéndole al joven el brazo y la pierna estirada. Aproximadamente a las nueve de la mañana, Lucrecia volvió a despertarse debido a que el joven, ya con una remera y un pantalón largo, puso una bandeja de desayuno en la cama.

- Buen día – Dijo él. Lucrecia confundida intentó terminar de despertarse,

contestándole: - Buen día. - ¿Cómo dormiste? - Bien, ¿preparaste el desayuno? – Preguntó sorprendida.

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- Ahá. – Contestó él sentándose en la cama – Me parece que me estoy enamorando de vos.

Tras decir esto, el joven empezó a besarla en el cuello. Lucrecia abrió aún más los ojos mostrándose aún más sorprendida, por lo que tomó su celular de la mesa de luz y lo prendió. En ese momento recibió un mensaje de texto, lo leyó y le dijo:

- Uh, me llaman del diario. El joven dejó de besarla y le preguntó: - No me digas que tenés que ir hoy. - Y sí, parece que hay que cubrir un caso en Flores. Luego de decir esto, se levantó y empezó a prepararse. - ¿No desayunás? - Tengo que ir urgente. - ¿Cuándo nos vemos de nuevo? - Dejame ver cómo viene esto y yo te aviso. En serio, yo

te aviso. Terminó de cambiarse y salió del lugar. En el barrio de Flores. Habían trasladado de urgencia a

un joven de poco más de veinte años, de nombre Carlos Paredes, al hospital, como consecuencia de una terrible golpiza recibida de parte de una patota. El joven había llegado al mismo inconsciente, usando solo una remera de mangas cortas y bermudas. Tenía hematomas en varios lados, incluso en la cabeza.

Dolores y Alfredo hablaron con quien fue testigo del hecho. Un hombre de cuarenta y pico de años.

- Yo vivo en enfrente de esa casona. Ahí, todos los sábados se reúnen un montón de personas y hacen fiesta. Nadie sabe lo que hacen ahí dentro, pero bueno… nunca salió de ahí adentro así que nunca nadie les dijo nada. La cagada es que ponen una cumbia a todo lo que da y a veces la ponen hasta las cinco de la mañana. Hoy a la noche sí pasó algo, era temprano, cerca de las doce y todavía estaba afuera hablando con otro vecino. Él se vuelve para la casa y

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yo me quedo a terminar el cigarrillo, en ese momento veo que se abre la puerta de la casona y sale corriendo un pibe, un pibe de… veintipico de años, estaba descalzo, y sale corriendo, atrás de él salen como siete, ocho pibes más a correrlo. Había uno que iba delante de todos que se le venía acercando, cuando el pibe cruza la calle, se le acerca más, y cuando lo tiene ahí nomás le hace la zancadilla y lo hace caer al piso. Ahí lo agarra todo el bando y le entran a pegar patadas de todos lados, de todos lados. Terrible cómo le daban. En un momento, uno le mete una patada en la cabeza y ahí es cuando el pibe dejó de resistirse porque eso lo dejó como medio inconsciente. Bueno… le siguieron pegando, le seguían dando en la cabeza, y ahí al toque apareció un patrullero, donde salieron corriendo todos. A algunos agarraron. Después vieron que el pibe estaba inconsciente y llamaron una ambulancia, que llegó enseguida por suerte.

- ¿Conocía de otras veces a algunos? - Al que le estaban pegando me parece que lo había

visto, y a tres o cuatro del grupo sí, se los ve siempre. Posteriormente, hablaron con Enrique, el amigo de

Carlos. - No venimos todos los sábados a la casona ésta. Somos

más de ir a los boliches por acá por la zona. Pero a Carlos le había gustado más que a mí, y me insistió, me dice: “Dale, vayamos que hace mucho que no vamos ahí”. Y bueh… “vayamos” dije yo. Él tiene varios conocidos ahí que le dicen el “guachi”. Es de hacerse amigos fácil. Y bueno… parecía tranquila la cosa. Estábamos en una mesa charlando, después de un rato veo que empieza a mirarse con una mina de una mesa que estaba cerca nuestro. La mina lo miraba como llamándolo. Y en un momento me dice que lo banque, que tenía que hacer algo. Se levanta y se sienta en la mesa de la mina. No sé, habrán estado diez minutos cuando se levantaron y salieron, y Carlos me hizo la seña de que después me llamaba. Yo me fui al barcito a tomar algo y a

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los diez minutos escucho un griterío tremendo que viene de afuera, salgo y veo un patrullero y a Carlos tirado ahí en el medio de la calle, no lo podía creer. Me acerco y veo que está inconsciente. Enseguida le pregunto al policía qué había pasado, me dice que lo habían atacado y que estaban esperando una ambulancia.

A grandes rasgos podía llegar a describirse lo que había pasado. Sin embargo, el final de la trilogía de entrevistas se debía dar en la mismísima casona. Allí, el encargado los dejó entrar a la habitación donde había estado Carlos con la chica, todavía estaban sus zapatillas y su gorra. De allí fueron a las mesas donde había estado con su amigo Enrique, donde un policía les indicó a los cuatro integrantes de la banda que habían sido agarrados. Dolores y Alfredo se acercaron. Automáticamente uno de ellos dijo:

- Le estaba pegando a una chica. Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer. Él la estaba atacando y nosotros la salimos a defender.

- ¿Cómo se dio la situación? – Preguntó Dolores. - Nosotros estábamos en los pasillos hablando y vemos

que la puerta de una habitación se abre y sale ella asustada pidiendo que la ayuden. Salió así, en ropa interior y con botas. Dijo que la estaban atacando, ahí al toque salió el flaco, nos vio y salió corriendo, y bueno… nosotros lo seguimos.

- Era para mí – Saltó otro integrante del grupo algo perturbado.

Todos miraron hacia él, y continuó: - Esa chica, Mara, y yo estamos saliendo. Era para mí. - Contános. - Hoy a la tarde tuvimos una discusión porque no quería

salir, quería hablar algunas cosas de laburo con ellos. Ella hacía bastante que decía que el sábado quería que saliéramos y se enojó. Yo vine a la noche para acá y al rato, la vi entrar, me miró y siguió caminando para acá. Yo no le dije nada y

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seguí hablando con ellos. Pasó un rato más o menos cuando la veo venir con un flaco con el que entra a esa habitación. Pero ella no cierra la puerta del todo, la deja un poquito entreabierta. Me empecé a volver loco, le dije a ellos que me esperaran, que ahora volvía, y me acerqué a la puerta. Cuando veo, él se estaba sacando las zapatillas, ella se acercó y lo paró, diciéndole que se siente. Entonces, ella se saca la ropa y le empieza a hacer un baile erótico, pero un baile muy erótico al punto de pasarle la cola a centímetros de la cara. No pude seguir viendo y salí, volví con ellos, (Acá se lo empezó a notar todavía más perturbado) no quería saber más nada con ella. Ya estaba, no quería saber más nada.

Se produjo un silencio de unos segundos. - Estaba hablando con ellos de vuelta y a los cinco

minutos bueno… pasó lo que acaba de decir él. Dolores y Alfredo volvieron al departamento y allí se

encontraron con Lucrecia. Le comentaron sobre el reciente caso y cómo se había dado. Fue al poco tiempo que Dolores recibió una llamada a su celular, proveniente del hospital. Allí le dieron la noticia de que el internado no había podido soportar las heridas. Carlos había fallecido.

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XXIII

El día del juicio

“ATO LAZOS, TE TRAIGO A TU AMOR DE VUELTA, UN HECHIZO QUE EN SOLO HORAS LO HARÁ

TIRARSE A TUS PIES”

Ése era el cartel que estaba colgado, bajo el nombre de

“Mistical”, en la puerta de entrada, la cual estaba entornada. Dolores, junto a Alfredo, la abrió del todo e ingresaron a la oficina. Se trataba de un lugar amplio, con un piso de mármol, y en el centro del mismo, había varias velas puestas en el piso formando un amplio círculo. Más allá de que la luz estaba encendida, las velas también lo estaban. El cuerpo de la víctima estaba pasando este círculo, yaciendo boca arriba junto a una pequeña mesa con una silla a cada lado. La víctima era un joven de veintipico de años. Estaba con una remera de mangas cortas, un jogging y descalzo. De lejos podía verse que tenía algo en la boca, y al acercarse pudieron comprobar que se trataba de restos de vómito que llegaban a verse en su remera y en el piso a ambos costados. En ese momento, apareció, por la puerta ubicada enfrente a la

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entrada, una mujer de aproximadamente unos cincuenta años, de baja estatura y algo subida de peso, cabello apenas largo de color negro azabache y unas fuertes ojeras debajo de sus ojos que hacían juego con el cabello. Vestía una ropa cómoda, una especie de vestido suelto con unas cómodas chatitas. Se detuvo al ingresar y dijo:

- Buenas noches, ¿ustedes son del departamento de policía?

- Sí,… - Respondió Dolores - usted es… - Ofelia. Soy la dueña del lugar. - Ofelia, ¿podría decirnos lo que pasó? - Bueno… Gastón empezó a venir hace unas semanas

acá. Estaba mal, muy deprimido porque la novia lo había dejado y él la seguía queriendo. Dijo que estaba dispuesto a hacer el ritual necesario para hacer que volviera. Bueno… la cosa se estaba demorando más de lo habitual y pasó de improviso sin avisar para ver qué pasaba. Yo justo estaba por empezar a comer, había preparado unos ravioles con tuco, y le dije que ahora no podía hacer nada. Pero él insistió, insistió y bueno… acepté, hicimos algo del ritual y como tenía que contarme cosas le pregunté si quería acompañarme con la comida. Aceptó y empezamos a comer. Al poco tiempo que terminamos, se empieza sentir mal, se empieza a sentir mareado, se agarraba la panza y la cabeza, y a los pocos minutos vomitó todo. Yo no entendía nada hasta que me dijeron que se le había cortado la digestión por haber comido descalzo y apoyando los pies en el piso de mármol que estaba helado, porque para los rituales, el que viene tiene que estar descalzo. Empieza a vomitar, parecía que en un momento iba a parar, pero no paraba, empezó a hacer arcadas y empezó como a asfixiarse, le preguntaba qué le pasaba, pero no me contestaba, se empezó a poner morado y se desesperó hasta que cayó al piso totalmente seco. Lo primero que hice fue llamar una ambulancia. Llegaron

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enseguida pero dijeron que ya había fallecido, que se había tragado el vómito.

- ¿Por qué se estaba demorando más de lo habitual el caso de Gastón?

- Son cosas que suelen pasar, la otra persona no está dispuesta afectivamente y genera cierta resistencia al ritual, eso estaba pasando en el caso de Gastón.

Después de tener la charla con la dueña del lugar, Dolores y Alfredo se quedaron hablando algunas cosas en privado y acto seguido salieron de la oficina. Allí, él llegó a ver la puerta entornada de la oficina ubicada junto a la que acababan de abandonar, y junto a ésta llegó a ver a un joven, aproximadamente de la edad de la víctima, que parecía estar espiando y que cuando miró en su dirección, cerró la puerta inmediatamente.

Mientras tanto, en la redacción del diario se volvía a hablar de un caso que seguía sin resolverse. En aquella investigación paralela, supieron, debido a un curriculum recibido por una empresa de turismo, que un tal Ernesto Lorenzi, reciente egresado en la licenciatura de turismo, había trabajado en la administración de la agencia que tuvo el trágico accidente de la combi. Uno de los periodistas que había estado a cargo, Hugo, fue el que había traído la noticia al diario contándoselo a su compañera. Éste se sentía bastante bien por haber sido quien la trajo. Luego de contárselo a su compañera, se dio vuelta y vio a unos metros que estaba Lucrecia, por lo que se acercó a ella diciéndole:

- Escuchame, tengo noticias sobre el accidente de la combi.

- Ah, ¿qué pasó? ¿Encontraron a los que estaban a cargo? – Preguntó Lucrecia algo reacia.

- No exactamente. Por el curriculum que llegó a una agencia de turismo lo supieron, el que estaba buscando el trabajo, puso como referencia haber trabajado ahí.

- Ajá – Exclamó Lucrecia algo sorprendida.

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- Yo recién hablé con el departamento de policía, porque tengo mis contactos allá. Yo tengo suerte de que cuando aparece alguna información, hay personas ahí que tienen onda. Yo me hice amigos ahí justamente para estas cosas…

En ese momento, y mientras Hugo hablaba, Lucrecia se retiró de la sala. Hugo paró de hablar mirándola irse sin entender lo que ella estaba haciendo. La compañera vio esto, realizó una estrecha sonrisa y se acercó a Hugo poniéndole una mano en el hombro, diciéndole graciosamente:

- Le caes re bien. En el departamento recibieron la noticia y fue una gran

satisfacción saber quiénes eran los encargados de aquella agencia. A su vez esperaban la realización de la autopsia de Gastón, y efectivamente había ocurrido lo que Ofelia describió. La víctima se había tragado el vómito producto de una indigestión que le había generado el conducto del frío. Sin embargo, apareció un detalle que había sido omitido. Segundos antes de morir, Gastón eyaculó. Nadie entendía este hecho y les resultaba ilógica la inclusión del mismo en el contexto en que se vio envuelta su muerte.

En el primer paso de la investigación, el departamento le propuso a Analía y a Marcelo que le solicitaran a Ofelia, una lista de la gente que había estado ese día en el lugar. Ofelia no tuvo problema en facilitárselos. No se trataba de una lista sino de una sola persona que había estado algunas horas antes de Gastón. Se llamaba Arturo y tenía aproximadamente su misma edad. Paso siguiente se lo convocó al departamento y Marcelo le realizó la entrevista correspondiente.

- Lamento decepcionarte pero nunca estuve ahí. Conozco el edificio porque ahí trabajaba un amigo y lo iba a ver de vez en cuando. Es por eso que me vieron.

- ¿A Ofelia la conocés? - No, por ahí si la veo la conozco de vista pero no por

ser un cliente.

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- ¿Entonces cómo explicás que sepa tu nombre? - No sé, lo habrá averiguado para tener algún nombre

que pasar. - Bueno, nosotros siempre usamos la tecnología así

podemos cerrar los temas, por más que hay mucha gente que se queje la tecnología ayuda.

En ese momento, ingresó Analía al lugar. Marcelo continuó:

- Ya la cerramos la entrevista, pero tenemos que dejar la prueba de que lo que decís es cierto, y la tecnología es lo que nos ayuda para este tipo de casos. Te voy a pedir que te saques las zapatillas y las medias.

Arturo, sin decir nada, realizó lo que se le pidió. - Y te voy a pedir que apoyes los pies en esta máquina –

Dijo Marcelo señalando un pequeño aparato similar a una balanza de piso ubicada junto al escritorio.

Arturo volvió a realizar lo que se le pidió. Marcelo encendió el mismo y comenzó a pasar una especie de laser en la parte superior del mismo y debajo de las plantas de los pies de Arturo. Este proceso se repitió un par de veces hasta que Marcelo apagó el aparato.

- ¿Para qué es la prueba? - En ese lugar para hacer los rituales, los que van tienen

que estar descalzos, los forenses tomaron una muestra de las huellas del piso más recientes y para poder descartarte necesitamos probar que tus huellas no coincidan con las encontradas.

Arturo realizó un gesto que expresaba el sentirse acorralado.

- ¿Querés contarnos cómo llegaste ahí? – Solicitó Analía. Respiró hondo y dijo fastidiado: - Vi un cartel y fui. Y lo quería mantener en silencio. - Tenemos que hacerlo esto, estuviste ahí el mismo día

que alguien murió – Explicó Marcelo.

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- No me gustó estar ahí. Desde que llegué no me gustó, estuve todo el tiempo esperando a que terminara. No me gustó para nada, fue la primera y la última. Nunca creí en esas cosas.

- ¿Por qué fuiste? – Preguntó Analía. - Por curiosidad, ¿nunca tuviste curiosidad por algo?

Quería ver qué era lo que decían o hacían. - Ahá. - Siempre supe que es una mentira eso, pero tenía

curiosidad por la clase de rituales que hacían. Analía sonreía incrédula. - A ver… no es muy difícil. Juegan con la estadística de

que el cincuenta por ciento de las parejas que se separan se pueden llegar a volver a unir.

Analía y Marcelo se miraron como habiendo concluido el trabajo y preparándose para retirarse. Arturo continuó:

- Si es una pareja que puede volver a unirse, con lo que hacen se van a volver a reunir y si no te van a hacer creer que sos parte de un porcentaje pequeño porque supuestamente el sistema no es perfecto.

- OK – Agregó Analía empezando a retirarse junto con Marcelo.

- Es una cuestión de sentido común – Agregó en ese momento.

Tras escuchar eso, Analía se detuvo y se dio vuelta, volviendo a ingresar. Marcelo también se detuvo viéndola. Analía miró desafiante a Arturo y le preguntó:

- ¿Cómo? - Que es una cuestión de sentido común. En ese momento, Analía miró el bolso de Arturo que

estaba sobre la mesa del costado. - ¿Sabés qué? Ahora que lo pienso no revisé tus cosas. Arturo sonrió comprendiendo la situación y Analía

comenzó a revisar el bolso. A los pocos segundos extrajo unas estampitas pertenecientes a los rituales de Mistical. Les

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echó un vistazo y mostrándolas con una sonrisa desafiante le preguntó:

- ¿Qué es esto? Arturo la miraba ahora con una gran furia, sin

contestarle. - Llevar estas estampitas en el bolso te puede llegar a

ligar con la organización. Disculpame pero te tengo que dejar demorado.

Finalmente Analía y Marcelo se retiraron de la sala. Varios minutos después ingresó a la misma sala, un

joven de la edad del interrogado, con cierto cuidado, pareciendo querer evitar que lo vieran. Arturo no sabía de quién se trataba y al ver la discreción del joven comenzó a preocuparse. Éste al ver que no venía nadie empezó a mirar a Arturo seriamente. Mientras tanto, Dolores hablaba con Alfredo en la oficina, cuando en el momento menos esperado se empezaron a escuchar gritos provenientes de la oficina donde se estaba interrogando, eran dos hombres discutiendo intensamente. Los detectives se miraron, momento en que se escucharon dos disparos. Salieron corriendo hacia allí, y al ingresar se encontraron con Arturo sin vida y con dos tiros en la frente. Dolores y Alfredo no podían creer lo que veían y enseguida dieron parte al resto del departamento para que cerraran las puertas y no dejaran salir a nadie. Sin embargo, el asesino había sido más rápido de lo que habían sido en el departamento.

No habían pasado muchas horas del acontecimiento cuando se acercó al departamento aquel joven que Alfredo había visto en la oficina ubicada junto a la de Ofelia. Dolores y Alfredo dialogaron con él y esto fue lo que dijo:

- El día que ustedes estuvieron ahí no quise salir a decir nada, porque pensaba que se había tratado de una cagada de Ofelia, que en definitiva lo fue, pero cuando me enteré que mataron a aquel chico que entrevistaron el otro día, pensé enseguida que habían vuelto a aparecer los matones que la

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bancaban. Matones que andan atrás del negocio y que se encargan de que siga vigente. Yo no puedo decirles mucho de ellos pero sí que los he visto apretar gente en la calle que yo había visto en la oficina de Ofelia. Más que eso no les puedo decir. Estoy acá porque Ofelia se mandó una grosa, y no pienso pagar los platos rotos por ella. Yo la conozco de hace mucho tiempo, sé que es una mujer trabajadora, pero… en este último tiempo muchos clientes se fueron mal de ahí. Llegué a comentárselo porque sabía que en cualquier momento iba a pasar algo. Yo estuve ahí el día que Gastón murió. Escuché todo. Se escuchaba todo cuando alguien gritaba y si me acercaba más al fondo y había silencio podía llegar a escucharse aún cuando hablaban normalmente. Gastón llegó enojado, muy enojado, y le dijo: “Sos una mentirosa de mierda. Los rituales no sirven para nada. Hice todo lo que me dijiste y pasó todo lo contrario. Me robaste, te voy a denunciar, te juro que te voy a denunciar, te voy a hacer cerrar esta mierda y vas a terminar presa. Te lo juro”. Y Ofelia trataba de calmarlo, le decía: “Esperá, ¿me podés decir qué fue lo que pasó?, contame qué pasó”. Y Gastón le dijo: “Hice todo lo que había que hacer, todo. Y ella no hizo absolutamente nada de lo que dijiste que iba a hacer. Me dijo que la dejara de joder, que estaba organizando las vacaciones con su novio, que me fuera, que la terminara y que me comprara una vida”. Y Ofelia seguía tratando de calmarlo, y le decía: “No puede ser, faltó algo entonces. No puede ser, si te calmás lo analizamos, sentate que lo analizamos”. Y “no” le decía él, “te voy a denunciar, sos una estafadora, te juro que te voy a denunciar”. Después de tanto insistirle, lo terminó calmando. Para cuando se calmó la cosa, yo puse todo en silencio y me acerqué a la puerta a escuchar, y ella le dijo que estaba por comer, que si quería acompañarla con la comida mientras le contaba en detalle lo que había pasado para entender qué faltaba. Él ya más calmado aceptó.

- Eran pastas ¿no? – Preguntó Alfredo.

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- Sí, creo que ravioles. Yo ahí no estaba tan compenetrado porque comían y no hablaban mucho, él le contó la historia un poco más detallada. Empecé a concentrarme otra vez cuando se empezaron a escuchar algunos… eh… sonidos… provenientes de él pareciendo estar disfrutando algo. Y a los pocos minutos se escucha que vomitan.

- ¿Se escuchaba a Ofelia tratando de ayudarlo? – Preguntó Dolores.

- Eso es lo que me llamó la atención. Parecía tratarlo como un bebé, le decía: “Bueno, ya está, ya va a pasar, tranquilo”. Hasta en un momento él pareciera que eructa y ella como que se ríe y le dice: “Ay, qué chancho, no se hace eso”. Y siguió tratándolo así como un bebé. Hasta que un momento se calló todo, y hubo silencio absoluto, se acabaron las arcadas, los eructos y los vómitos.

Tras decir esto último, hubo un silencio de algunos segundos, y continuó diciendo:

- Lo siguiente que escuché… fue a Ofelia pidiendo una ambulancia.

Al final de la entrevista el joven agradeció a los detectives por haberlo escuchado y dejarlo dar su testimonio. Ellos solo dijeron:

“Eso es lo que hacemos, nos aferramos a algo que brinda seguridad para pensar no querer caer nunca en el mundo que nos otorga la experiencia, más allá de que inconscientemente se vive y lo sobrellevamos como podemos”.

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Sumario I. El dolor de Cristo 7 II. Seguimiento 17 III. Crimen en la avenida Libertador 11 IV. Criminales 27 V. Introducción teatral 33 VI. Ellos todos 47 VII. El asesinato de la presidenta 57 VIII. Aber, el asesino 65 IX. La noche del excluido 75 X. Un postigo abierto a la escena del crimen 83 XI. El arco de la constelación de Sagitario 93 XII. Perseguidor y perseguido 105 XIII. El laberinto del encapuchado 115 XIV. Debajo de la noche 123 XV. El escudo de aerosol 131 XVI. Recuperen la bandolera 137 XVII. Introducción periodística 145 XVIII. Descampado de los parapentistas 149 XIX. Revolución 157 XX. La única testigo verdadera 167 XXI. Protocolo 173 XXII. El show del “guachi” Paredes 177 XXIII. El día del juicio 183 Maximiliano Orioli (15 de septiembre de 1982, Buenos Aires) Escritor y dramaturgo. Fue el autor de numerosas crónicas, relatos, cuentos y guiones para cine. En los últimos años se publicaron las recopilaciones de sus obras. “Restos de dictadura” (guiones para cine), “El día que la vida me ponga de rodillas” (guiones para cine), “Inanedrama” (relatos y cuentos), y “Defiendan la ley de la dictadura como sea (y otros relatos)” (relatos y cuentos).

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Este libro se terminó de imprimir en enero de 2013,

en Buenos Aires, Argentina