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Seminario Teológico “Anna Sanders” Materia: Profetas de Israel y Judá. Profesor: José Luis Carmona Lozano. __________________________ Miqueas Los nombres de los reyes en Miqueas 1.1 nos dicen que el profeta predicó en la misma época que Isaías (Is 1.1). No es difícil imaginarse a estos dos hombres ministrando en Judá, animándose mutuamente y procurando difundir la Palabra de Dios. De los gobernantes, Jotam y Ezequías fueron buenos reyes que ayudaron a la nación, pero Acaz fue un hombre impío que vendió a la nación a la idolatría. Este pequeño libro se compone de tres «sermones» que Miqueas predicó al pueblo y cada mensaje empieza con la palabra «oíd». Analiza tres temas muy prácticos e importantes: I. El juicio viene (1–2) Miqueas no pierde tiempo para entrar en su mensaje. Dios le ha hablado y advertido que los pecados del pueblo eran tan grandes que debía enviar juicio. Nombra las ciudades capitales en el versículo 1: Jerusalén (capital de Judá, el reino del sur) y Samaria (capital de Israel, el reino del norte). Es más, en este primer mensaje Miqueas nombra a doce ciudades y destaca sus pecados. Los pecados de estas ciudades contaminaban la nación entera. Esto suena muy actual. ¿Cuáles era algunos de los pecados que Dios juzgaría? La idolatría («lugares altos», en 1.5) era el pecado principal. El pueblo insistía en adorar «las obras de sus manos» (5.13). Pero la gente también lo hace hoy. Quizás no tallemos estatuas y a lo mejor no nos inclinemos ante ellas, pero vivimos por las cosas que hemos fabricado: automóviles, vestidos, casas, dinero. Aquello a lo cual servimos y por lo cual nos sacrificamos es lo que adoramos. Miqueas advirtió que vendría el día cuando Dios destruiría los ídolos del pueblo y los convertiría en polvo (1.6–7). En 2.1 vemos el pecado de la codicia: el pueblo se desvelaba por la noche pensando en nuevas maneras de conseguir «cosas» y luego se levantaba temprano para realizar sus planes. De acuerdo a Colosenses 3.5 la codicia es idolatría. Muchos tienen hoy un apetito insaciable de conseguir más cosas. «Mirad, y guardaos de toda avaricia», previno Jesús, «porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lc 12.15). El pueblo no sólo era codicioso, sino que usaba medios ilegales para conseguir lo que quería: fraude, amenazas, violencia (2.2). El rico se aprovechaba del pobre y los gobernantes no obedecían la ley de Dios. ¿Cómo respondió Miqueas a este terrible mensaje de juicio? Lloró y lamentó (1.8–9). Entonces envió un mensaje personal a cada una de las perversas ciudades, advirtiéndoles que el día de la ira de Dios estaba a la vuelta de la esquina. Usa un poco de sarcasmo en 1.10–16, relacionando cada mensaje al nombre de la ciudad en particular a donde era enviado. Vemos Bet-le-afra, donde afra significa «polvo», y ellos se revolcarían en el polvo. Safir quiere decir «hermoso», pero la gente saldrá desnuda. Zaanán quiere decir «salir», pero los ciudadanos temerían demasiado para salir. ¿Cómo reaccionó la gente a la predicación de Miqueas? Trató de detenerlo. En 2.6 dice: «¡Deja de predicar cosas tan terribles! Tú sabes que eso no nos ocurrirá a nosotros. Somos el pueblo de Dios». Pero Miqueas dice: «Debo predicar, el Espíritu de Dios me compele». Miqueas sabía que el pueblo no quería predicación sincera; preferían a sus falsos profetas borrachos que vivían tan perversamente como el pueblo (2.10–11). 1

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Page 1: Materia: Profetas de Israel y Judá. Profesor: José Luis Carmona Lozano. Miqueascarmonalozano.com/assets/miqueas_intro.pdf · 2019-09-23 · Este pequeño libro se compone de tres

SeminarioTeológico“AnnaSanders”Materia:ProfetasdeIsraelyJudá.Profesor:JoséLuisCarmonaLozano.__________________________

Miqueas

Los nombres de los reyes en Miqueas 1.1 nos dicen que el profeta predicó en la misma época que Isaías (Is 1.1). No es difícil imaginarse a estos dos hombres ministrando en Judá, animándose mutuamente y procurando difundir la Palabra de Dios. De los gobernantes, Jotam y Ezequías fueron buenos reyes que ayudaron a la nación, pero Acaz fue un hombre impío que vendió a la nación a la idolatría.

Este pequeño libro se compone de tres «sermones» que Miqueas predicó al pueblo y cada mensaje empieza con la palabra «oíd». Analiza tres temas muy prácticos e importantes:

I. El juicio viene (1–2)

Miqueas no pierde tiempo para entrar en su mensaje. Dios le ha hablado y advertido que los pecadosdel pueblo eran tan grandes que debía enviar juicio. Nombra las ciudades capitales en el versículo 1: Jerusalén (capital de Judá, el reino del sur) y Samaria (capital de Israel, el reino del norte). Es más, en este primer mensaje Miqueas nombra a doce ciudades y destaca sus pecados. Los pecados de estas ciudades contaminaban la nación entera. Esto suena muy actual.

¿Cuáles era algunos de los pecados que Dios juzgaría? La idolatría («lugares altos», en 1.5) era el pecado principal. El pueblo insistía en adorar «las obras de sus manos» (5.13). Pero la gente también lo hace hoy. Quizás no tallemos estatuas y a lo mejor no nos inclinemos ante ellas, pero vivimos por las cosas que hemos fabricado: automóviles, vestidos, casas, dinero. Aquello a lo cual servimos y por lo cual nos sacrificamos es lo que adoramos. Miqueas advirtió que vendría el día cuando Dios destruiría los ídolos del pueblo y los convertiría en polvo (1.6–7).

En 2.1 vemos el pecado de la codicia: el pueblo se desvelaba por la noche pensando en nuevas maneras de conseguir «cosas» y luego se levantaba temprano para realizar sus planes. De acuerdo a Colosenses 3.5 la codicia es idolatría. Muchos tienen hoy un apetito insaciable de conseguir más cosas. «Mirad, y guardaos de toda avaricia», previno Jesús, «porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lc 12.15). El pueblo no sólo era codicioso, sino que usaba medios ilegales para conseguir lo que quería: fraude, amenazas, violencia (2.2). El rico se aprovechaba del pobre y los gobernantes no obedecían la ley de Dios.

¿Cómo respondió Miqueas a este terrible mensaje de juicio? Lloró y lamentó (1.8–9). Entonces envió un mensaje personal a cada una de las perversas ciudades, advirtiéndoles que el día de la ira de Dios estaba a la vuelta de la esquina. Usa un poco de sarcasmo en 1.10–16, relacionando cada mensaje al nombre de la ciudad en particular a donde era enviado. Vemos Bet-le-afra, donde afra significa «polvo», y ellos se revolcarían en el polvo. Safir quiere decir «hermoso», pero la gente saldrá desnuda. Zaanán quiere decir «salir», pero los ciudadanos temerían demasiado para salir.

¿Cómo reaccionó la gente a la predicación de Miqueas? Trató de detenerlo. En 2.6 dice: «¡Deja de predicar cosas tan terribles! Tú sabes que eso no nos ocurrirá a nosotros. Somos el pueblo de Dios». Pero Miqueas dice: «Debo predicar, el Espíritu de Dios me compele». Miqueas sabía que el pueblo no quería predicación sincera; preferían a sus falsos profetas borrachos que vivían tan perversamente como el pueblo (2.10–11).

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II. El Libertador viene (3–5)

Sin desanimarse por sus calumnias, Miqueas avanza ahora a su segundo mensaje, uno de esperanza. Primero condena a los líderes perversos de la tierra: los gobernantes, los falsos profetas y los sacerdotes (3.1–7). Devoraban al pueblo en lugar de ayudarlo, y rehusaban servir a menos que se les pagara. Era el pecado de la codicia de nuevo. Los profetas predicaban lo que la gente quería oír: «Todo está bien; nada malo nos sucederá». Pero Miqueas sabía que Israel caería ante Asiria (esto ocurrió en el 721) y que los babilonios llevarían a Judá cautiva (esto ocurrió en 606–586).

El capítulo 4, sin embargo, toma un nuevo tema maravilloso: un día habrá paz en la tierra y la justicia reinará. El monte de Sion será la capital del mundo; todos los ejércitos serán desmantelados y las armas destruidas. ¿Cómo ocurrirá? Por medio de la promesa dada en el capítulo 5: El Libertador vendrá. Miqueas mencionó doce ciudades; pero ahora menciona una más: Belén, el lugar de nacimiento de Jesús (5.2–3; Mt 2.6). Es esta profecía la que guió a los sabios a Jesús. Por supuesto, los judíos rechazaron a su Príncipe de paz, de modo que no ha habido paz en el mundo. Pero cuando Cristo vuelva a la tierra, establecerá su reino de paz y no habrá más guerra.

Entretanto los hombres y mujeres pueden tener paz en sus corazones confiando en Cristo como Salvador (Ro 5.1). Y este es el tema del mensaje final de Miqueas, porque llama al pueblo a tomar la decisión de confiar en Dios y obedecerle.

III. Confíen en el Señor ahora (6–7)

La escena aquí es una corte judicial y Dios ha llamado a su pueblo para juicio. «Declara tu caso contra mí», dice Él. «Tengo una queja contra ti», anuncia el Señor, «porque he hecho todo lo que podía y sin embargo me has rechazado. Te saqué de Egipto; te conduje por el desierto; te protegí de tus enemigos. ¿Qué más podía haber hecho?»

En 6.6–8 el pueblo responde: «Sí; hemos pecado. ¿Cómo podemos reparar todo lo que hemos hecho? Podríamos traer sacrificios, pero estos nunca lavarían nuestros pecados. Jamás nos podrá salvar toda nuestra religión. Incluso si sacrificáramos a nuestros hijos, eso no nos limpiaría. Sabemos lo que Dios quiere que hagamos; actuar con justicia, amar misericordia y andar humildemente delante de nuestro Dios». ¡Cuán cierto! Dios no quiere regalos y sacrificios extravagantes; quiere nuestros corazones (Sal 51.16–17; 1 S 15.22; Is 1.10–18).

Dios habla de nuevo en 6.9–16. «Debes arrepentirte y obedecer, porque el juicio se acerca. Entonces descubrirás cuán terribles han sido tus pecados, engaños y mentiras. Trataréis de satisfaceros vosotros mismos, pero no dará resultados. Comeréis, pero seguiréis con hambre; ahorraréis dinero, pero se desvanecerá; sembraréis, pero nunca cosecharéis». Qué cuadro más trágico. Imagínese ver que todo lo que usted hace no logra nada porque está fuera de la voluntad de Dios.

Miqueas el profeta habla en 7.1–10. Lamenta que la nación es tan perversa que no puede hallar un hombre honrado. La coima, la injusticia, la falta de honradez y la codicia rigen la tierra. Pero Miqueas tiene fe en Dios (7.7–10). Si Él va a castigar, todo lo que Miqueas puede hacer es esperar con paciencia a que Él obre. Si el Señor castiga a su pueblo por sus pecados, sin duda también castigará al enemigo por los suyos.

En 7.11–17 Dios le promete al pueblo que le restaurará en el futuro. Las ciudades perversas serán restauradas y limpiadas, y la nación será establecida en gloria. Pero antes los judíos deben atravesar un

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tiempo de tribulación. Durante siglos han sufrido, por supuesto, pero habrá un tiempo especial de prueba después de que Cristo lleve a la Iglesia al cielo. Esta es la tribulación o el tiempo de aflicción de Jacob.

Los versículos finales (7.18–20) son una maravillosa confesión de fe, el propósito total del mensaje de Miqueas. Quiere traer al pueblo a la fe en el Señor. Dios en el Único que puede perdonar pecados (Mc 2.7; Sal 32.5). Sólo Él mostrará misericordia y amor a los pecadores; arrojará los pecados a lo profundo del mar. Es por esto que Cristo murió, para que los pecadores puedan ser perdonados. ¿Ha confiado en Él y le ha pedido que perdone sus pecados? Este es el tema final del mensaje de Miqueas: «¡Confíe en el Señor hoy!» 1

Warren W. Wiersbe, Bosquejos expositivos de la Biblia: Antiguo y Nuevo Testamento, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 1995), Mi.1

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