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el p si q uia tra,su loco y el psicoaná lisis maud 4 a ed ición

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el psiquiatra,suloco y elpsicoanálisismaud

4 a edición

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Traducción de:C a r l o s   Ed u a r d o   Sa l t z m a n

 Revisión técnica de: M i r i a m   C h o r n e

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El psiquiatra,su "loco"

y el psicoanálisis por 

Maud Mannoni

sigloventiunoeditores

MEXICOESPAÑAARGENTINACOLOMBIA

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>*asiglo veintiuno editores, saCERlflS DEL AGUA 248. MEXICO 20. D-F.

siglo veintiuno de españa editores, saC/PLA2A 5. MADRID 33. ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa 

siglo veintiuno de Colombia, ltdaAV . 3o. 17-73 PttIMER PISO. BOG OT A. D.E. CO LO MB IA

pr imera ed ic ión en españo l , 1976cuarta edic ión en español, 1981© s ig lo xx i ed i tores, s.a.ISBN 968-23-0612-4

primera edic ión en f rancés, 1970©édi t ions du seu i l , par í s

t ítulo original: le psychiatre, son ,lfou" et la psychanalyse

derechos reservados conforme a la leyimpreso y hecho en méxico/pr inted and made in mexico

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Agradecimientos 7

Prólogo 9

PRIMERA PARTE

L O C U R A E IN S T I T U C I Ó N P S IQ U IÁ T R IC A 15

1. L a segregación psiquiátrica 17

2. La locura com o status 35

3. Lo cu ra y psiquiatría 51

SEGUNDA PARTE

IN S T IT U C IÓ N P S IQ U IÁ T R IC A Y P S IC O A N Á L IS IS 67

4. Institu ción psicoanalítica e instituciónasilar 69I 69

I I El discurso paranoico 87

5. El esqu izofrén ico entre su fam ilia y el asilo 101

6. L a institución como refugio con tra laangustia 121I 121I I U n caso de anorexia mental 129

 TERCERA PARTE

P S IC O A N Á L IS IS Y A N T I P S IQ U IA T R lA 155

7. Ant ips iqu iatr ía y psicoanálisis 155

I Co nfronta ción teórica 155I I Con frontación clínica 174

8. El psicoanálisis didác tico y el psicoanálisis corno instituc ión 185I L o histórico 185

I I El proceso analítico 193I I í E l psicoanálisis, el análisisdidác tico y la institución 202I V Psicoanálisis, enseñanza yselección 204

Conclusión 211

Apéndice 2211 Car ta de una enfermera 221

II Escuela experimental deBonneuil-sur-Marne 222I I I U n congreso en M ilán 230

Ind ice ana lítico 235

Índice de nombres propios 243Índice de casos citados 245

Bibliografía 247

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A Jaeques Lacan 

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M P A D E CI M I E NT O S

I '■ debo mi agradecimiento a Héléne Chaigneau, médica-jefe deli : i Ks en el hospital psiquiátrico de Ville-Evrard. A l abrirme genero-i..miente las puertas de su servicio, Héléne Chaigneau me proporcionóel marco en el que pudo realizarse esta investigación.

Del mismo modo, tengo una deuda de reconocimiento con la clínica médica de Ville-dAvray.

A Ronald Laing, la expresión de mi gratitud¡ así como a los huéspedes del Kingsley Hall.

La Sociedad Británica de Psicoanálisis (y muy especialmente eldoctor Winnicott), la Sociedad Belga de Psicoanálisis y la EscuelaI'reudiana de Bélgica me han recibido en diversos momentos de miinvestigación; sus críticas fueron sumamente valiosas.

Algunos capítulos de este libro han sido expuestos en el Instituto

de Psiquiatría y en el Instituto de Sociología de la Universidad Libre

de Bruselas bajo los auspicios de los profesores P. Sivadon y S. De-coster. Algunas partes de esta obra provienen del informe introductorio presentado al Congreso Internacional de Milán (diciembrede 1969) organizado por un grupo de psicoanalistas italianos y quetenía por tema ‘ 'Psicoanálisis-Psiquiatría-Antipsiquiatría” .

Colette Audry ha tenido la amabilidad de revisar el manuscrito.Este libro debe su articulación teórica a las enseñanzas de Jaeques

Lacan, a quien rindo aquí homenaje.M i agradecimiento también a todos los que me han aportado su

ayuda (Congreso Internacional sobre las Psicosis, París, octubrede 1967, trabajos publicados en Enfance aliénée,  texto publicadoa su vez en Recherches,  septiembre de 1967; Enfance aliénée II,   en

Recherches,  diciembre de 1968). Todos estos trabajos permitieron que mi investigación se realizara.En cuanto a la apertura clínica de este trabajo, la debo a los

analizandos mismos.

Ville-Evrard, enero de 1968 - París, enero de 1970.

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PR Ó LO G O

El movimiento actual de antipsiquiatría   ataca nuestras posicionesideológicas tradicionales. A l cuestionar el status que la sociedad leha dado a la locura, impugna al mismo tiempo la concepción conservadora que se halla en la base de la creación de instituciones“ alienantes” , y conmueve así los fundamentos sobre los que reposan

la práctica psiquiátrica y el poder médico.La antipsíquiatría ha nacido, precisamente, de una protesta contra la medicalización de lo no-médico, como movimiento que seopone desde un primer momento y ante todo a cierta forma de mo- nopolio   del saber médico. (E l psiquiatra tradicional dispone de unsaber concebido de acuerdo con el modelo del saber médico: sabelo que es la “ enfermedad” de sus pacientes. Se considera, en cambio,que el paciente nada sabe de ello.)

Cuanto más se interesa el psiquiatra por e¡ aspecto reglamentario

 y administrativo de su función, en mayor medida se ve llevado adefender este monopolio de su saber. “ El psiquiatra de niños debeser capaz [. . .] de saber lo que puede movilizarse o no en las actitudes profundas de los progenitores [ . . .] no debería delegar este trabajo esencial en técnicos de otras disciplinas.” 1

Ahora bien, los estudios médicos, tal como la sociedad los organiza, ¿son aptos para conferirle un saber de este tipo al psiquiatratradicional? Las instituciones interesadas no se plantean este inte

rrogante. Hasta ahora, preguntas de esta clase sólo se han formulado y elaborado, desde el punto de vista de la teoría y de la práctica,fuera de las organizaciones oficiales (en las investigaciones de lospsicoanalistas, por ejemplo).

La actitud psicoanalítica no hace del saber un monopolio del analista. El analista, por el contrario, presta atención a la verdad quese desprende del discurso psicótico. La aplicación, en nombre de unsaber instituido, de medidas intempestivas de “ cura” no logra otracosa que aplastar aquello que demanda hablar   en el lenguaje de la

1 L ’exercise de la psychiatrie ¡n/antile et la ¡orm a tion des psychiatres  d’enfants,  Presse Medícale, suplemento 1969, nv  5, enero de 1969.

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locura, y al mismo tiempo lo fija en un delirio, con lo que alienaaun más al sujeto.

Los antipsiquiatras (sobre todos los ingleses, los estadounidenses

 y los italianos) han sido influidos por el psicoanálisis, pero no sonpsicoanalistas. Son psiquiatras reformadores que quieren modificarradicalmente la actitud de aquel a quien se llama médico ante aquellos a los que se llama enfermos mentales.

Del abandono de los prejuicios científicos esperan hacer surgir uncampo en el que será posible volver a interrogar al saber (abandonado) en un contexto diferente. La conmoción introducida por laantipsiquiatría en la institución que acoge al loco coloca a la locuraen situación de ser captada de modo diferente y lleva al psiquiatra

(anti-) a replantear su relación con el saber y la verdad.El movimiento de los jóvenes psiquiatras franceses (inspirado porel aporte del psicoanálisis y por el de las investigaciones institucionales) participa del mismo deseo de “ revolucionar” la psiquiatría,al menos en cuanto su práctica siga estando marcada por toda unatradición de cuidados “médicos” y por una vocación social cuyaperspectiva es la adaptación.

La provocación antipsiquiátrica suscita cierto escándalo. Peroparece bien que el movimiento trate de perpetuar el escándalo comotal, para que así no se deje conducir, como el psicoanálisis, al sistema normativo de los organismos que distribuyen la cura.

Lo que la antipsiquiatría (Laing) trata de preservar como en un  análisis,  pero sin formularlo tan claramente, es una forma de sabernunca dado que se revela en el lenguaje del “ paciente” al modo de unacontecimiento repetible que se devela en las fallas del discurso.

 Trata de crear condiciones que permitan que lo que tiene que decirla locura se enuncie sin constricciones. Entonces, desde el campodel deseo y del goce, habrán de surgir en el sujeto los obstáculos quese opondrán a la aparición del sinsentido que tiene sentido. (Aquello

a lo que el sujeto se encuentra enfrentado es la búsqueda de unsignificante perdido allá donde el deseo está en juego.)

Las experiencias aritipsiquiátricas extranjeras (en particular las deLaing y Cooper en Inglaterra) han mostrado su eficacia, a pesarde la resistencia inevitable de las tradiciones y las costumbres. Nosólo deben mucho a la “ experiencia analítica” , a la que imitan por sureserva ante toda tentación de intervención y la paciencia con queescuchan el discurso, sino que las novedades clínicas cuya apariciónpromueven encuentran su justificación teórica en la teoría psicoana

lítica misma. En todo caso, es posible el acuerdo y la cooperaciónentre las actitudes antipsiquiátricas y las investigaciones analíticas,

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mientras que ello es manifiestamente imposible entre los usos psiquiátricos tradicionales y la actitud analítica.

En Francia, durante estos últimos años, el grupo de Lacan haefectuado un esfuerzo muy marcado en el plano de la reorganización de las instituciones de cura, organismos a los que se ha queridosustraer no solamente de la esclerosis administrativa, sino inclusode los fundamentos no científicos del sistema que se halla en vigor ene l dispensario, en el e m p , en e l hospital.

Estudios aún no publicados2 tienen por objeto el análisis de loque se pone en juego cuando se pide una consulta y el modo en que

la respuesta inoportuna que se da dentro del sistema tradicionalpuede sofocar una verdad, alterar el sentido de esa demanda.

El establecimiento de “ legajos médicos” , si bien puede tener alguna utilidad administrativa, contribuye con frecuencia a falsearla aprehensión dinámica de una situación. La creencia del públicoen el “ texto” psicológico orienta la entrevista en el sentido del veredicto allí precisamente donde lo que hay que desenredar no se encuentra tanto en el supuesto paciente, sino más bien en su familia.

Los psiquiatras y los psicoanalistas franceses pueden, pues, hallarseinteresados por algunos de los aportes de la antipsiquiatría. No obstante, no se sienten “antipsiquiatristas” ni ,!antimédicos” . Si seoponen a cierto “ espíritu médico” , ello ocurre solamente en la medida en que se invoca ese espíritu para mantener la segregacióninstitucional. El médico que personifica aquí la razón   ante aquelque encarna tan bien la locura   que no resta otra cosa que expulsarlo de la sociedad, se sirve de su saber para prestar ayuda a esosenfermos, pero ese saber lo ayuda aun más a justificar esa actitudtradicional. En ello, además — y es sobre todo la nueva escuela italiana la que ha insistido en este punto— obedece quizás a necesidades sociales o administrativas, pero sobre todo conciba con lostemores y los prejuicios de la mayoría de la población.

* La administración fia puesto fin a ciertas investigaciones adoptando ''porrazones políticas) medidas de exclusión contra ciertos analistas cuyo valor

clínico era reconocido, por otra parte, en forma unánime. Los niños debieron

pagar entonces las consecuencias de la partida de equipos enteros de especialistas, como ocurrió en el caso de los consultorios externos médico-pedagógicos de Thiais, pero también en el Hópital des Enfants Malades, donde se

desmembró un equipo con absoluto desprecio de la investigación colectivaque se efectuaba. En otras partes, se trata de medidas individuales que seadoptan contra uno u otro analista de conocida reputación. Siempre se invocaun reglamento administrativo para ocultar lo arbitrario de la medida derepresión. De esta manera, en Francia, se está viendo cada vez más amenazadapor la censura cierta forma de investigación sobre el retardo mental y la psicosis.

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El motivo por e! cual las investigaciones y las innovaciones teóricas o clínicas son tan difíciles de promover se encuentra, en últimainstancia, en esos prejuicios existentes tanto a nivel policial comoadministrativo, e incluso político. N o es posible estimular oficial

mente esas investigaciones o innovaciones, porque implican cuestionar las realizaciones administrativas mismas. Desde el punto de vistaadministrativo, sólo los límites presupuestarios frenan la creación de

organismos institucionales, y sin estos límites se crearían infinitamente nuevos centros de cura, pero siempre según las mismas opcio- nes conservadoras.

El problema, sin embargo, no es específicamente político (la actitud frente a la “ enfermedad mental” participa del mismo conserva-dorismo en Cuba o en Pekín). Lo que se cuestiona es la mentalidad  

colectiva  ante la locura.El problema social — y político— del retardo mental y la psicosis

ha permitido la creación de toda una organización médica y administrativa cuyos esfuerzos y cuya devoción no pueden negarse. Pero elproblema de la investigación desinteresada se plantea de un modo

totalmente diferente. Quizá sea inevitable que la investigación teóricaentre en conflicto con la administración, pero si bien es natural queno se subvierta ni se desacredite lo ya existente ante cada progreso

que se alcanza en la comprensión teórica de lo que son el retardo y la psicosis, es n<¡fesario al mismo tiempo poder exigir que no seesterilice la investigación teórica sacrificándola en beneficio delperfeccionamiento de las estructuras sociales y administrativas. Lapreocupación por la “ rentabilidad” no debería imposibilitar la inves

tigación desinteresada.

En El niño retardado y su madre   denuncié la magnitud de unasegregación que golpea a un número cada vez mayor de niños (segúnel grado de industrialización del país). Cuanto más aumentan las

exigencias profesionales, menos lugar hay para el disminuido en nuestrasociedad, y cuando se le propone, es en el taller para disminuidos, contarifa regresiva en proporción al grado de disminución.3

La sociedad se remite con toda buena conciencia al médico paraque éste señale cuáles son los sujetos que deben excluirse por mediode un diagnóstico cuando no es posible integrarlos a cualquier precio

3 Tod o se combina en nuestra sociedad (e n form a notoria la enseñanza y la prensa) para que el problema del re ta rdo menta l (c om o hasta hace poco

el de la esquizofrenia) siga sustraído a todo cuestionamiento. Parecería que nose puede discutir la noción de debilidad auténtica sin amenazar con subvertir

el aparato médico-administrativo tradicional.

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a la “normalidad”, pero no se interroga antes sobre las significaciones

que tienen, esas locuras o esos retardos.

M i libro no propone ningún remedio. No obstante, los efectos de

una actitud teórica nueva no son despreciables: cuestiona el saberrecibido, plantea nuevos interrogantes sobre la verdad y puede, conel tiempo, contribuir a la modificación de las rutinas más consolidadas.

Una cierta forma de saber objetivado ha dejado en la sombra todolo que en el psiquiatra (y en el pedagogo) se sustrae a los efectos

producidos en él por la presencia de la locura.

Al entrar mi investigación en el estudio del retardo mental tal comoéste se presenta en la fantasía de la madre, no pretendía en modo

alguno hacer que la madre se sienta responsable de la disminución,

sino solamente iluminar los efectos que tiene, al nivel del niño, ciertomecanismo de ocultamiento que funciona en la madre. Intentabamostrar corno una enfermedad, así sea orgánica, puede cumplir enel otro (progenitor o terapeuta) una tu ición, otorgar un status, queprovoca una alienación suplementaria en el “ disminuido” . Se crea deesta manera una situación en la que los progenitores, los reeducadores

 y los médicos, lejos de intentar comprender al niño como sujeto movido

por el deseo, lo integran como objeto de cura en sistemas diversos

de recuperación, despojándolo de toda palabra personal.En este libro, trato en el fondo sobre el mismo problema, pero no

se trata ya solamente de la madre y del hijo. Se trata de la actitud

inconsciente colectiva de los “ bienpensantes” ante el “ anormal” .Muestro los efectos de esa actitud, sin tener “solución” que proponer.

No basta con cuestionar la actitud defensiva de una sociedad que

excluye con excesiva facilidad al niño o al adulto “ anormales” . Espreciso analizar también la actitud inversa, surgida del desconoci

miento de aquella defensa. En este segundo caso, el retardado o el locose convierte en objeto de un verdadero culto religioso. Se halla enpeligro de verse “ recuperado” por instituciones caritativas, compartidocomo objeto de ciencia y de cura por una multitud de especialistas,mientras que civilmente su suerte corre el riesgo de verse definitiva

mente sellada por la gracia de un certificado de invalidez.

El mito de la norma (nivel intelectual, etc.) y el peso de losprejuicios científicos desempeñan el papel de factores de alienaciónsocial, no sólo para el enfermo mental sino también para quienes

lo curan y para sus padres.Habría que volver a plantear, sobre bases teóricas diferentes de las

que por lo general se usan, la noción misma de institución (para re

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tardados o psicóticos). Y no es posible repensar la institución sincomenzar por cuestionar el origen mismo de su existencia.*

El “ paciente” sirve con frecuencia de pantalla para lo que el quecura no quiere ni saber ni oír, porque ello señala de inmediato

las motivaciones profundas de las relaciones jerárquicas instituidas,así como la función de un determinado orden vigente. La acción delterapeuta evidencia desde el primer momento y sobre todo su naturaleza defensiva. Al tocarla tropieza uno con los efectos de resistenciadel terapeuta, que en su relación con el paciente se esfuerza (inconscientemente) por sustraerse a todo riesgo de que surja una verdad.6De esta manera las reeducaciones, las orientaciones, las curas de todotipo, tienen por función contener ante todo la angustia del personal.

No negaremos por cierto que el nivel en que se hallan en la actua

lidad nuestros conocimientos teóricos y nuestros medios técnicos nonos permite considerar a estas cuestiones como definitivamente cerradas y resueltas.

* Véanse los trabajos de J. A ym r; H . Chaigneau, J. O ury y F. Tosquelles,El desarrollo de sus ideas se encuentra en diferentes textos individuales o

colectivos de Enfance aliénée , setiembre de 1967, Enfance aliénée 11, diciembrede 1968, en Recherches.  Véase también Bronislaw Malinowski, Une théorie  scientifique de la culture, p.  19, colección Points, cd. du Seuil, 1970. [Hayedición en español: Una teoría científica de la cultura,  Buenos Aires, Sudamericana, 1948]

6 Las consultas externas mé dico-pedagógicas asumen el lugar de las familiasde los psicóticos cuando establecen una organización de desconocimiento   de

los problemas institucionales o cuando le reprochan al analista no adaptaral niño a su inadaptación. (!).

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I I' IM I . l tA PARTE

I <>< l IRA E INSTITUCIÓN PSIQUIÁTRICA

¡Entonces porque uno es un internado se le  tocan timbres, se lo lleva de aquí para allá!  

Le cuento historias de locos. ¿Qué otra cosa  quiere usted que le cuente? 

L a u r e n t   (un internado)

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Cuando un paciente acude al médico, presenta una queja,  y ésta setransforma en demanda de curación. La demanda puede enmascararun deseo   de hacer fracasar al médico, o la aspiración de lograr que

él le confiera un status privilegiado, el de inválido, por ejemplo. Espropio de la función del médico establecer, después de examinar alpaciente, un diagnóstico,  un pronóstico y un tratamiento, que poneen juego una mirada clínica y un oído atento. La posición del médico

supone que el facultativo sabrá responder a la demanda del paciente,es decir, comprender los engaños y las trampas que aquella demandaoculta (esto vale tanto para la psiquiatría como para la medicina engeneral). Lo que se denomina medicina psicosomática no es otra cosaque el desciframiento de lo que el enfermo da a entender con susíntoma. Se trata de una palabra que remite a una mirada, a ciertas

voces: desde el lugar de ese cuerpo dolorido el sujeto interroga al

saber  médico, exige la revelación de la naturaleza de un mal escondido,enmascarado. Hay una distancia que es difícil definir entre el saberobjetivado de un mal objetivable, que la ciencia sabe cómo atacar,

 y lo que ese cuerpo sufriente (ese cuerpo que encuentra los límitesde su goce en el sufrimiento) puede darle a entender al médico yrevelarle al sujeto como verdad (verdad que huye). Al nivel deldolor  se sitúa en una forma de encuentro entre el médico y el enfermoque le otorga, más allá de lo que se acostumbra a describir en términos de relaciones interpersonales, un cierto privilegio a algo que es del

orden de la estructura   del sujeto que habla, es decir de ese sujetodeseante cuya verdad puede manifestarse en un lugar diferente deaquel donde la buscamos. Esta verdad, censurada por la conciencia,surge en el síntoma o en las distorsiones del discurso. El Otro se hallasiempre implicado en lo que el sujeto se esfuerza por formular a travésde su queja. Es que el sujeto que habla se ha constituido efectivamentecomo sujeto a partir del lugar del Otro,2 y su palabra es ante todo

1 El texto d e este capítu lo aparecerá en una obra co lectiva que pu blicaráPantheon Books, Nu eva York.

2 La can : “ T o d a palabra, en tanto que el sujeto está imp licado en ella, es

discurso del Otro, p arte del O tro” . “ L e D ésir et son Interprétation” , en Bulletin 

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palabra del Otro.3 He aquí por qué (en la orientación actual de lamedicina) el médico, a través de lo que se dice, trata de identificar,ante todo, las marcas que le permiten reconstruir una estructura y que

Se hallan ocultas en cada palabra perdida al nivel del cuerpo sufriente,como lo veremos en esta breve observación relatada por FrangoiseDolto:1

“— Me duele la cabeza — decía un hijo único de 3 años. (L o habíantraído porque era imposible seguir teniéndolo en la guardería infantil,donde no cesaba de quejarse de su dolor de cabeza; parecía enfermo,pasivo y dolorido. Por otra parte, sufría de insomnio, estado del cualsu médico no encontraba causa orgánica.) Conmigo repitió susoliloquio. Le pregunté:

 — ¿Quién lo dice?Y él continuó repitiendo con un tono quejumbroso: — M e duele

la cabeza. — ¿Dóndé? Muéstrame; ¿dónde te duele la cabeza?Pregunta que nunca se le había formulado.

 — Aquí (y se señaló el muslo cerca de la ingle).

 — Y ahí, ¿está la cabeza de quién? — De mamá” .

La queja somática del niño, nos remite aquí a otra queja, la de lamadre. Mediante sus jaquecas está mostrada la verdad de lo quese hallaba encubierto en las relaciones de la pareja progenitora. Elniño, sin saberlo, se hacía cargo del síntoma materno. Había logradoconvertirse así en el síntoma de su madre, ilustrando en el lugar mismode su dolor la frase materna: “ Mire usted lo que la vida ha hechode mí” . En este caso, la demanda de cura para el niño nos remitía,en realidad, a una demanda de cura para la madre, demanda que seapoyaba en un deseo inconsciente de hacer fracasar la medicina (para

conservar intacto el placer de mantener un deseo insatisfecho). A esteesquema (la queja que se lleva al médico) volvemos a encontrarlobajo una forma idéntica en psiquiatría con la diferencia de que la

de psychologie,  p u f  , 5 d e enero de 1958. [Hay edición en español: Las   fo rm aciones del in consciente ,  Buenos Aires, Nueva Visión, 1970]

3 La ca n: “ Descifrando esa palabra encontró Freud !a lengua primera de

los símbolos, viva en el sufrimiento del hombre de la civilización (jeroglíficosde la histeria, blasones de la fobia, et c .)” , “ L a Parole et le La nga ge” , en

£crits,  ed. du Seuil, 1967. [Hay edición en español: Escritos   /, México,Siglo X X I, 1971]

4 Frangoise Do lto, pre facio a Le premier rendezvous avec le psychanalyste ,Maud Mannoni, Gonthier, 1965. [Hay edición en español: La primera entre-  vista con el psicoanalista,  Buenos Aires, Granica, 1973.]

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solicitud de curación que plantean el paciente, quienes con él viven,o la sociedad, se halla siempre encubierta por imperativos ético-morales. La noción de “ enfermedad mental” , quiéralo o no el psiquiatra, remite a criterios de adaptación social: curarse significa

“ entrar de nuevo en las filas de los bienpensantes” . La sociedad exigeque el orden no sea perturbado: el acto psiquiátrico lo tiene en cuentacuando el médico redacta un certificado según el cual a un individuodebe considerárselo como “ peligroso para sí mismo y los demás” ,certificado que implicará el aislamiento del sujeto, su separación de lasociedad. Cuando a un individuo se lo “ reconoce como loco” , la sociedad, por intermedio del psiquiatra, lo ubica en la categoría de los“enfermos mentales” , para apartarlo. De esta manera, cierta tradiciónmédica ha hecho del psiquiatra un  personaje   que detenta una especie

de autoridad moral y policial. Administrativamente, tiene interesescompartidos con la policía, puede tener que rendirle cuentas, comoocurre en el caso de las internaciones de oficio (internaciones efectuadas por decisión de la justicia). Este rechazo que hace la sociedaddel “ enfermo mental” obligará a este último a integrarse a un nuevonivel o status. El hospital psiquiátrico 5contribuye a modelarlo, a fijarloen una especie de anonimato hecho de resignación.

 — Joven todavía — me decía un internado voluntario— , he apren

dido la vida del asilo, a soportar a los otros, puesto que aceptan

soportarme.El paciente vive a veces la hospitalización como una sanción

merecida, En el asilo, el adulto se identifica con ese niño o ese adolescente que fue, al que se amenaza con encerrar en el “ hogar” de niñosdesvalidos. En ese hogai-prisión ha terminado por aterrizar; lo haencontrado en el hospital psiquiátrico, en el cual el psiquiatra essu guardián.

La usurpación que el poder judicial hizo sobre el poder médico hacontribuido a falsear el abordaje científico del problema de la “ en

fermedad mental” . La ciencia médica, si ha llegado a establecer diagnósticos descriptivos, se ha visto, desde hace tiempo, reducida enpsiquiatría a utilizar estos diagnósticos de un modo meramente represivo en el plano de la práctica. El psiquiatra oscila entre un punto devista médico que no es nada fácil definir (a los casos psiquiátricos sólose los ha llamado enfermedades mentales metafóricamente) y un punto

5 "Hospital psiquiátrico” es la denominación mediante la cual se designaen nuestros días lo que antes se llamaba “ asilo” — pero, como me lo hacía

notar un internado (pa ra no ico ), “ eso da mejor conciencia, es más lindo[,,.] para nosotros, eso no cambia nada, la realidad   de nuestra condición siguesiendo la misma” .

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de vista educativo en el cual tampoco se siente cómodo. A l acto psiquiátrico se lo experimenta dolorosamente, a menudo como una formade coerción educativa, que recuerda las sanciones de la infancia. Así,las demandas del enfermo en el asilo se formulan en términos que

recuerdan extrañamente los de las prisiones. En las situaciones límiteel permiso de salida se asimila a una especie de levantamiento de lapena (o de eliminación del individuo de la nómina carcelaria); hastatal punto se halla presente en el enfermo el criterio de “ buenaconducta” .

De esta manera el personaje médico releva a la autoridad familiar y a la policial, lo que influirá en el estilo de las demandas quehacen los pacientes a los terapeutas. La hospitalización crea una situación particular, imprime a la enfermedad del asilado una figura

diferente de la que reviste la enfermedad mental fuera del asilo. Enel siglo xvm Dupont de Nemours había llamado ya la atención'sobre el hecho de que ninguna enfermedad hospitalaria podía per

manecer pura: “ Se requeriría -—decía— un médico de hospitalmuy hábil para que pudiese escapar al peligro de la experienciafalsa que parece resultar de las enfermedades artificiales a las quedebe proporcionar sus cuidados en los hospitales” . Esta observacióndel siglo xvni, que no es válida ya para el tratamiento de las enfer

medades somáticas, lo es todavía, en nuestros días, para las enferme

dades psiquiátricas. El medio cerrado del hospital psiquiátrico crea,es cosa sabida, una enfermedad “ institucional” que se agrega a laenfermedad inicial deformándola o fijándola de un modo anormal.El medio hospitalario se asemeja a las estructuras de una vida familiar coercitiva y favorece el desarrollo de una nueva enfermedad,específica de la institución misma. El elemento oculto (trasferencia)que el psicoanálisis ha descubierto en la relación médico-enfermo,existe también en la relación del enfermo con la institución. Lapalabra que le llega al médico sufre los efectos de otra palabra cuyo

vehículo es la institución. El “enfermo” se ve arrastrado por ciertolenguaje institucional, habla desde un lugar en el cual se desarrollan en grados diversos, conflictos persecutorios propios de la vida enun medio cerrado (conflictos entre los terapeutas, conflictos entrelos terapeutas y los pacientes, conflictos de los enfermos éntre ellos).Entre los diferentes personajes de la institución se opera todo un juego de identificación proyectiva, sin que el sujeto pueda, por logeneral, asumir en una palabra personal los efectos de esta situación.

11 D upo nt de Nem ours, Idees sur les secours   d donner   á París en 1786,  citado

p o r Michel Foucault, en Naissance de la clinique,  p u f  , 1963. [H ay ed. enespañol: El nacimiento de la clínica,  M éxico, Siglo X X I, 1966.]

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Las estructuras de la institución, en la medida en que no permiten

(|ue las emociones se traduzcan en una especie de reorganizacióndialéctica, fijan al sujeto en defensas de carácter estereotipado. Entonces se presenta con la vestidura de la locura que le ha propor

cionado la psiquiatría clásica. Incapaz de ubicarse en la angustiaque lo ahoga, el “ enfermo mental” busca las claves de su identidadrn los criterios de objetivación diagnóstica. De allí resulta entoncesrse “maníaco” , ese “ esquizofrénico” , pura verdad del saber psiquiátrico.

Es verdad, se dice entonres el psiquiatra, X es un maniaco. Olvidaque precisamente a partir de esa comprobación tacha a X comosujeto hablante y que, porque no se lo oye, X va a fijarse desde

entonces dentro de los límites nosográficos, límites que se convier-iivi en las fronteras de su identidad.

Bajo la forma de un acceso de angustia, Jean apareció un díaron una sintomatología variada, y a sus confesiones las puntuaba con''i);nos de interrogación:

 —Entonces, dígame, lo que digo, ¿es realmente esquizofrenia or» paranoia? — Después, en busca de otro estilo y de otras confesiones, agregó— : Hay quien afirma que hablo como la hipocon- dría   (sic).

[ean muestra, de este modo, cómo está dispuesto a oscilar entrerl status de sujeto hablante y el status científico de representantei Iií  una enfermedad objetivada.

“ ¿Cuándo se pondrán de acuerdo sobre mi enfermedad?” , es el j;i  ito que se le escapa.

I.a continuación de la entrevista nos permitió poner de relieve querate deseo de saber   lo remitía, también, al drama que oponía en suI ibellón, la palabra del enfermo a la del médico. Jean, presa de esta

I I incordia, buscaba reparar un daño imaginario, estaba dispuesto am invertirse en puro objeto para no escapar al deseo de dos antagonistas. Su angustia era la repetición de la que había vivido en excesodurante su infancia. N o contento con haber encontrado ya una solución en la locura, estaba dispuesto a hacer todavía más para nocorrer el riesgo del rechazo.

En la relación médico-enfermo (terapeuta-paciente) se supone• |iir el otro sabe lo que es la enfermedad.' El resultado de la “ enfermedad mental” depende de que se le dé o no al sujeto la posibi

1 "La función de la relación con el sujeto que se supone sabe, revela lo queI Un Hitid  os la «tra sfer encia». En la medida en que más que nunca la ciencialirur; la palabra, en mayor medida se mantiene ese mito del sujeto que se

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lidad de traducir en palabras su desorden (debiendo proporcionarel médico, a veces, con una palabra, el significante que le falta aldiscurso del enfermo). Si éste recibe como única respuesta a su angustia el silencio de un médico que sabe   lo que tiene   y no tienenecesidad de oír lo que el paciente le dice, a éste no le queda otrorecurso que desaparecer como sujeto hablante en el seno de una clasificación nosográfica. En esta relación médico-enfermo, enfermo-institución, se actualiza en el sujeto (pero también en el que cura)algo oscuro que tiene que ver con el deseo inconsciente. Con mayorfrecuencia de la que suele admitirse, ocurre que es el que cura, elmédico, quien bloquea inconscientemente el movimiento dialécticoque se insinúa en el paciente. El modo en que las cosas se fijan enel enfermo debería llevarnos a poner el signo de interrogación en elmédico (y en las diversas relaciones que existen en la institución

entre los que curan). Las relaciones del psicoanálisis con la medicina parecen complejas. En cierto sentido, el análisis es completamente extraño a la medicina; pero en otro, rescata un elementoesencial y con frecuencia oculto de la práctica médica, lo privilegia,lo purifica y lo explota con miras a la curación.

EL LLAMADO «ENFERMO MENTAL»

A la queja del pariente, la psiquiatría responde mediante un diagnóstico, pero, a diferencia de lo que ocurre en medicina, este diagnóstico no le abre ninguna perspectiva nueva al enfermo. Tan cierto esesto que el psiquiatra no juzga por lo general útil comunicárselo;en efecto, ¿qué haría el enfermo con un diagnóstico? El diagnósticoestá destinado a otros.  El hecho de formular un diagnóstico psiquiátrico desaloja entonces al enfermo de su posición de sujeto, lo sometea un sistema de leyes y de reglas que escapan a su comprensión einaugura así un proceso que desembocará lógicamente en medidas

de segregación. Puede decirse que en ese momento el psiquiatra se hahecho cargo de la queja del enfermo. Responde: — Sí, tiene ustedalgo de lo que tiene razón en quejarse, ratificando así la opiniónde los demás.

Las quejas de la sociedad o las de quienes están cerca del “enfermo” desencadenan, de hecho, un proceso análogo. Y no obstante,

supone sabe, y esto es lo que permite la existencia del fenómeno de la trasfe-

rencia en tanto que éste remite a lo más primitivo, a lo más arraigado deldeseo de saber.” En Lacan, Psychanalyse et Médecine.

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deberían ser tratadas de otro modo. Por lo general, una vez que el<>lro ha presentado una queja con respecto a una persona propuestat tniio paciente, el psiquiatra juzgará si esta queja traída por el Otrose halla o no bien fundada, mediante el procedimiento de un exa

men que se limita sólo a esa persona. Volvemos a encontrarnos aquícon un problema que ha sido ya planteado por el psicoanálisis deniños: a la queja la llevan los progenitores; pero a menudo el niño,lejos de estar “ enfermo” en sí mismo, es más bien el síntoma de¡iquel que ha presentado la queja... La psiquiatría clásica se prohibía plantearse este género de cuestiones, por el hecho de que definía médicamente  la locura como existente en el interior de la personaexaminada. Esta creencia en una locura alojada en el individuo escompartida por los enfermos y sus familias: -—La locura ha entradoen mi hijo — me dijo un padre— , él se descarga con su masturbación; a mi juicio sería necesario castrarlo, con eso se suprimiría lacausa y se haría salir la locura.

 — Guando se describe con precisión la demencia — observa Jacques— se pierde su apoyo, la demencia no está ya afuera, sino queella lo habita a uno, y esto contamina el pensamiento que se hacedemencial. Antes de la demencia hubo una razón para vivir; después, una violación de los sentidos interrumpió esa razón de vivir.

La vida se detuvo, se produjo el vacío, la oscuridad, y en esa oscuridad la visión lúcida del demente. El demente crea el mal y lamuerte, y es porque él los crea que la muerte se aleja de él. Enla creación demencial, se da este don único que no se asume másque en la locura.

 Jacques se ha entregado a la locura del mismo modo que algunosse consagran a la vida religiosa. No quiere que se cuestione suvocación, como, por otra parte, tampoco lo quiere Georges.

-— El único objetivo de los terapeutas es curar, pero si esto no lesconviene a los enfermos, sería por lo menos necesario tener en cuentasu punto de vista.

Georges no aprueba ni las curas con medicamentos ni los objetivos psicoterapéuticos. La locura ha entrado en él a la edad de 7años. Gracias a ella se vio promovido a un destino excepcional. Lasociedad, al exigirle su adaptación, es decir su mediocridad, ha venido a arruinar todo eso, Arthur no comprende tampoco más queGeorges las exigencias que le plantea la sociedad:

 — M i inadaptación se materializa por el hecho de que no puedopermanecer más de medio día en el mismo trabajo. Se me reprochami falta de productividad. El mal que está dentro de mí es la sexualidad. No tengo el gusto por la comunicación que se me exige. Por

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otra parte, es posible que cierta cultura literaria demasiado elevadapara mi nivel social me impida hablar con cualquiera.

 — Su enfermedad es de nacimiento — puntualiza la madre— , nohay nada que hacerle,, créame.

No obstante, cada paciente, en su locura, nos remite a una aberración que se sitúa en otra parte y no en ellos mismos. Un deseooscuro de expiar una falta, suya o de los suyos, lo lleva, a poco quelas circunstancias se presten para ello, a permanecer en el personajeque se ha construido, y es este personaje el que termina por poseerlo.En su papel de loco, los enfermos dan que hablar a los progenitores(que se quejan de ellos) y a los adultos que los toman a cargo.Cuanto más se sienten aplastados bajo el peso del desprecio de lossuyos, más se jactan, orgullosamente, de su locura. La “ enfermedad

mental” antes que la mediocridad y la estupidez, es la respuesta quedan cuando se les propone “ ese trabajito poco fatigoso” que podríapermitirles una “ reinsertación social” . En su negativa a plegarse alas normas adaptadoras, revelan al mismo tiempo el absurdo de lasituación que se les ha impuesto. La sociedad, si no ha creado su “ enfermedad mental” , ha actuado de modo que se “ conserve” en elhospital psiquiátrico. Aquí, ella se despliega como en el escenariode un teatro. En él se representan el miedo, la angustia, el rechazo.

Unos tiran los hilos del poder que buscan ejercer; a los terapeutasles asignan una locura permitida. Los otros se han convertido en elementos de un espectáculo (forman parte del mobiliario, dicen losenfermeros). Son   la miseria, el horror, la decadencia, son todo esoen su silencio o en sus gritos.

EL LLAMADO PSIQUIATRA

Los estudios de medicina le entregan al estudiante un saber psiquiá

trico sobre la “ enfermedad mental” . Este saber, tal como se lo trasmite en su forma tradicional, no deja casi lugar para que surja unaverdad. Se concibe la enseñanza de modo que coloque tanto alque enseña como al estudiante al abrigo de toda interpelación delinconsciente; el lenguaje común es un lenguaje que recibe el nombre de científico, es decir, un lenguaje que está a salvo de lo inesperado.

 — En un comienzo — me decía una estudiante— me producía

cierto efecto esa palabra loca que decía la verdad. Soñaba con ella.Ahora he progresado, ya no me hace nada. Cuando un alienadohabla, llego rápidamente a clasificarlo en alguna categoría nosográ-fica. El saber sobre la enfermedad es algo que lo protege a uno.

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Esta confesión (ingenua) de la confortación que había encontrado en su ser, respondía a la angustia manifestada por una de suscamaradas.

 — Es duro el hospital. M e pongo en el lugar de los que sufren.Veo todo lo que les falta. Si escucho y respondo a los llamados,termino por verme devorada por los enfermos. No tengo tiempo dehacer mi trabajo porque las enfermeras, en respuesta a mi actitud,se desentienden de sus funciones. Me encuentro así sola y desbordada. Será necesario que aprenda a ser como los compañeros, queaprenda a ensordecer, a circular como una autómata, sin mirar mucho, sin oír mucho, para evitarme problemas.

 — No estamos preparados para el hospital psiquiátrico — me dijootra— . Distribuyo los medicamentos, pero trato de no hablar muchocon los enfermos. Me pongo demasiado en su lugar, y entonces sientodeseos de huir.

Al comienzo de los estudios de medicina, el estudiante está abierto.1  todas las experiencias. Son sus maestros quienes les inculcan losprejuicios científicos.

 — Durante mi práctica en Perray Vaucluse, hablaba con niñasconsideradas ineducables. Me dijeron que perdía el tiempo, quehacía perder el tiempo a los demás, y que en última instancia per

turbaba el servicio.

■—El retardo, la psicosis, es lo mismo cuando una todavía no haaprendido lo que representan como incurabilidad. Cuando no se sabe,ür tiene siempre tendencia a hablar, a decirse que también los dese-■líos son seres vivos.

-L a formación médica •—me decía otro— es aprender a blindarsecontra toda sensibilidad inútil.

El conocimiento viene a ocupar aquí precisamente un puesto cuyali mción es la de impedir toda relación con la verdad como causa.K1 estudio del problema del retardo, como el de los problemas de lapjícosis, del hombre primitivo y del niño, sólo pueden emprenderse>11  los estigmas que se le atribuyen al otro son considerados antetudo como reflejos de una verdad que uno sitúa en sí mismo.8 Parailiandonar el terreno descriptivo que excluye al sujeto hablante, esm i osario acceder a un saber que incluya al otro como sujeto ha-hlnnte, y llegar para ello a reconocer el punto en el que se ha ope-rudo la división de este sujeto entre el saber y la verdad. El estudioi|iif se llevara a cabo sobre este punto de ruptura se abriría a res-

Hl acan señala que en la ciencia, el saber es el objeto de una comunicación.IW i.the que no ocurre lo mismo en un psicoanálisis.

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|.h. -.t,i■. •m<- c-.t.ín actualmente suspendidas, respuestas vinculadas al,> punible aparición de criterios científicos.9

El psiquiatra, como el etnógrafo, tiene que vérselas, en su campode estudio, con un orden significante, sea el del padre, el de la

muerte, el del trueno o el de los milagros; algo se ordena segúnrelaciones antinómicas que aparecen como otras tantas leyes del lenguaje. Lo que le importa al etnógrafo (y al psiquiatra) es poderdesentrañar lo que está actuando en la estructura lógica del mito(mito individual del neurótico o mito colectivo). En psicoanálisis (yesto vale para el psiquiatra), lo que nos importa es poder interrogarlos efectos de la demanda en un sujeto en su relación con el deseo.A las nociones de reeducación emocional del paciente (que está demoda en ciertos círculos psicoanalíticos) oponemos una lógica del

inconsciente y el estudio de lo que opera al nivel del deseo. De esteestudio depende que el sujeto llegue a una palabra personal. Estolleva al psiquiatra a situarse en otro polo que el de la identificacióncon el representante del orden moral, es decir, rechazar el papel quela sociedad le asigna. En el “mito de la enfermedad mental” , ThomasSzasz denuncia la situación imposible que se le ha creado a la psiqu iatría:10 “ En la actualidad — nos dice— la Iglesia ya no es laúnica proveedora de valores morales, también la psiquiatría cumple

esta función. El médico trata de promover la moralidad [ . . .]. La

noción de «enfermedad mental» ha persistido más allá de su funciónútil, como un mito. Constituye, en realidad, una herencia de losmitos religiosos en general y en particular de la creencia en la bru

 jería” . En cierta tradición psiquiátrica, nos encontramos ante unaforma de complicidad del psiquiatra, no ya con la razón sino con elmundo al que se llama “sano de espíritu” . Es esta complicidad la quelo lleva a cooperar con las fuerzas que tienden a expulsar al enfermo mental de ese mundo razonable. En esa forma de cooperación,se hace sordo a la queja del paciente, tan preocupado está por las

que le llegan del mundo en el cual dicho paciente se mueve.

LA LLAMADA LOCURA

A l fenómeno de la locura no puede separárselo del problema dellenguaje, de un lenguaje atravesado por los efectos de la verdad.

9 Lacan, “ La Science et la V ér ité” , en Écrits,  éd. du Seuil, 1966 [Hay ed.en esp,: Escritos , M éx ico , Siglo X X I , 2 vols.J: “ El sujeto del psicoanálisis

es el mismo que el sujeto de la cienc ia” .10 Thom as Szasz, en “ Th e myth o f mental illness” , en The American psycho  

logist,  vol. 15, n" 2, febrero de 1960. [Hay edición en español: El mito de la  enfermedad mental,  Buenos Aires, Amorrortu, 1973.]

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En lo que el loco nos dice da a conocer cosas de sí, sin llegar siempre a reconocer lo que de él habla en lo dicho. En el delirio deinfluencia, puede negarse a considerar lo que dice como cosa quele pertenece, con lo que este desconocimiento es también un modo

dr reconocer uno de los términos antinómicos negados. A las vocesque lo persiguen, a los gestos que lo amenazan, al sentimiento deirrealidad que lo rodea, a estos fenómenos que lo poseen y que tratade descifrar, los expresa incluso cuando, mudo, nos ofrece su interrogación y su pánico. Lo que intenta alcanzar a través de la muerte(la suya o la del otro) es su ser mismo. Si la locura nos interpela esporque evoca ese otro en nosotros, al cual nos vemos tentados aexiliar en el esquizofrénico, como quien se deshace de un objeto tabú.El problema de la locura es inseparable de la pregunta que el hom

bre formula sobre su identidad. Precisamente en lo que se dice quees, en lo que. privilegia como imagen ideal de sí mismo, allí esdonde el hombre se presenta ante nosotros como loco o como sano.

 — Siempre se me ha considerado Cristo. Juro que soy inocente. Nobusque las razones de mi internación. No busque en los legajos quiénsoy. Escúcheme, soy un huérfano rechazado por la sociedad. N o heconocido más que desgracias. He llevado una vida de niña, olvidando que era muchacho. Desde la edad de siete años he perdido

el goce. Algún otro, una niña, se apoderó del goce de mi sexo. Á lafelicidad no la he conocido nunca. Nací para la desgracia. Siemprehe sido atacado y juzgado. Los médicos no comprenden nada de micaso. M e ofrecen el asilo mientras que lo que yo pido es ser el astrodel flamenco. Encuéntrenme una sociedad en la que pueda cantar

 y tocar la guitarra. M i destino es excepcional. No puedo tolerarla mediocridad. Sé muy bien que dicen que soy loco cuando mesitúo como ser excepcional. Pero es mi verdad. No tienen derechoa pretender otra verdad. Esto sería como un crimen contra la

humanidad.Georges, a quien se !e ha robado su goce y su pensamiento, planteaen términos imposibles las condiciones de su salida del asilo.

Ostensiblemente, no quiere trabajar. Promovido a un destino excepcional, espera que las puertas del asilo, como las puertas de unaprisión, se abran y se le brinde una reparación.

 — El gobierno se dará cuenta de su error y me asignará una indemnización que me permitirá salir de Francia y volver a mi país. Allá,entre mis hermanos de color, bailaré flamenco.

Georges, dentro de su locura (paranoico), tiene un conocimientoagudo del absurdo de la situación que se le ha creado. Pone de manifiesto el ridículo de nuestros criterios adaptadores, la ineficacia de

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la “cura” del asilo y me brinda, finalmente, el apoyo de su experiencia :

 — Diez años de experiencia me permiten decirle que en el asilose tiene una actitud especial. El asilo tiene sus costumbres y su len

guaje. Es muy importante, porque aquí toda cabeza de pájaro estragada por una cabeza de buey.

Es en relación al hospital psiquiátrico que Georges se ha construido un personaje del cual no quiere separarse:

 — Lo que es terrible es que a Jos 18 años entre en el asilo un muchacho sano de espíritu. No es posible describir el horror de loque esto representa. Entre los gritos y la miseria, se termina porno oír nada. Algunos se hacen como paredes. Pierden la palabra.

 Todo el mundo está condenado aquí a perder la palabra.

No son ni el psiquiatra ni la sociedad los que crean la locura,pero son responsables del modo en que ella se fija en el asilo. Georgesha planteado un problema aún irresuelto: el de la creación de unestado ideal en el que estarían excluidos la enfermedad, el trabajo

 y la muerte. A este sueño ya lo había formulado Saint-Just en elsiglo xvn i: “ El hombre — decía— no está hecho ni para el trabajo,ni para el hospital, ni para el hospicio, todo eso es horroroso” .11

Iloy, como ayer, oscilamos entre las dos alternativas de esta elec

ción: o conservarlo en la familia o trasferirlo al asilo. No es preciso ya insistir en la nocividad del medio familiar, pero el asilo tampocoes una solución. ¿Qué hacer? ¿Cambiar la sociedad, soñar en construir otra, en la cual los locos encontrarían un lugar más justo?

El fin del siglo xvm (1786) dio nacimiento a dos sueños:12 el deuna medicina nacionalizada y organizada de acuerdo con el modelodel clero, y el de una sociedad sin enfermedades, sin violencias, sinconflictos. La misión del médico debía ser política, y su tarea consistía en liberar al hombre condenando a los malos gobiernos. El ob jetivo del médico era el de la felicidad: había que volver a llevaral corazón de los ciudadanos la paz, la salud del espíritu y del cuerpo. En un estado sano, ya no habría necesidad de hospitales. Laexperiencia nos ha mostrado que el problema de la desapariciónde la represión social no coincide necesariamente con el problema dela desaparición de las exigencias del superyó y de sus efectos devastadores. El cambio de las estructuras sociales no puede tener efectoradical sobre el problema de la represión tal como éste se nos plantea

11 Saint-Just en Buchez y Rou x, H re pa rlementa ire, t. X X X v, p . 296, citadopor Michel Foucault en Naissance de la clinique,  op. cit.

12 Desarrollado por Michel Foucault en Naissance de la clinique,  op. cit.

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en la dinámica del inconsciente. Se trata de dos hechos de naturalezadiferente, que es importante no confundir. “ La historia del hombre

-nos dice Freud— es la historia de su represión.” 13 Nos recuerdaque no sólo la felicidad no está incluida en los planes del Creador,

sino que además al hombre le es mucho más fácil experimentar elsufrimiento.

“ El sufrimiento — dice— nos viene de nuestro cuerpo, condenado.1  la disolución, del mundo exterior, que quiere enviarnos sus fuerzasdestructoras, y finalmente de nuestras relaciones con los hombres. Elsufrimiento proveniente de estos últimos es peor que los otros.” 14Freud nos muestra de qué modo el principio del placer nos impidesiempre llegar al goce;15 existe siempre una distancia entre el placer y la realidad, y el destino del hombre está ligado por ende a

cierta desgracia del ser (desgracia original cuya fuente puede encontrarse en la premaduración que caracteriza a la descendenciadel hombre). Esta desgracia, inherente al nacimiento, puede serradicalmente negada, y expresarse por último en la rebelión del loco

 y su delirio. El loco puede negarse a elegirse10 hombre en un mundo que rechaza; sabemos que cuando critica el desorden del mundoes a sí mismo a quien golpea y excluye.

Frank (8 años) sólo tiene a su disposición un discurso impersonal,el lenguaje de la prohibición de los padres, lenguaje que prohíbe

en el plano del hacer, del decir y del ser. Frank no tiene nada quedecirme, ya está hablado. En el juego testimonia su drama. Buscaun objeto minúsculo que sólo tiene por nombre su color. Después dehaber encontrado un rojo, un verde, un azul, él le da un calificativo: es “el más bello de los colores” . Regresa feliz a la pieza, y después, siguiendo un ceremonial siempre idéntico, deja el objeto quepierde para reclamarlo y no reencontrarlo. El objeto primero se tornade una misma crisis de angustia de fragmentación, me agrede y seinaccesible para siempre, perdido para siempre, y Frank, con sus

alaridos, hace saber que no lo admite. Todas las veces, en el cursoagrede al mismo tiempo: se ha perdido, perdido.  Entre dos accesosde llanto, dice enseguida: — Tú no quieres, madame Mannoni.

13 S. Freud, Civilization and its discontents,  Hogarth Press. [Hay ed. en

esp.: El malestar en la cultura,  Biblioteca Nueva.]14 Op. cit.18 Laca n: Seminario de marzo de 1960.

10 L a ca n : “ L a estructura fundamental de la locura está inscripta en lanaturaleza del hombre, en una discordancia primordial entre el yo y el ser

i|ne exige del hom bre que elija ser hombre” , en Psychogénése des névroses   ft psychoses,  Desclée de Brouwer, 1950.

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Esta frase puede decirla desde el momento en que no está completamente alienado en una identificación con ese objeto perdido, objeto al que no puede admitir como perdido. Repetitivamente■expresa que no lo cree. En su ira impotente, proclama la imposibi

lidad de referirse a un apoyo que podría proporcionarle un ordensimbólico (puesto que en tomo a este apoyo se establece toda larelación con el otro). Convertirse en deseante es para Frank verseconducido por un mandamiento hacia un deseo de muerte. En sucrisis, devela una situación imposible de la que nada quiere saber, y cuyo sentido, sobre todo, no quiere que se le revele. Lo que reclama es la huida, la huida de un lugar que se ha trasformado enmaldito,

 — Este niño no tendría que haber nacido — me dice la madre— ,porque en mi familia mueren todos.

Asfixiado al nacer, Frank ha tenido una primera infancia jalonada por hospitalizaciones. Aun hoy vive bajo el terror de unaseparación, separación que siente como mutilación corporal, estoes, como agresión mortal. El niño no puede simbolizar la ausenciade la madre; cuando juega a perderla, se pierde con ella. Franknunca pudo recibir de su madre las palabras que habrían podidocalmar su angustia.

 — Esas palabras no podía dárselas, puesto que tampoco las herecibido. El afecto, no sé lo que es. — Un chico pudre? le traga el dinero, no trae más que complica

ciones — agrega el padre.Un hijo, ¿qué es un hijo? Ésta era la pregunta que se les planteó

a los padres. — Es lo que no puede imaginarse   — responde la madre ( ! ) .Frank es, para ambos progenitores, lo impensable (de la escena

primaria). A partir de eso no hay para él ningún devenir dialecti-

zable al nivel simbólico. Fruto imaginario de un goce (edípico)culpable, aun antes de su venida al mundo Frank estaba condenadoa no ser.” En su locura, el niño pone de manifiesto el sinsentido

17 Lacan : “ El m ito de Edipo lo dice bien: el goce está corromp ido. El gocepleno , el del rey de Tebas , no tiene descendencia. No cubre más que la podredumbre que explota al final en la peste. Sí, el rey Edipo ha realizado el actosex ual. . . En fin, no es más que un m ito entre otros de la m itología griega.Pero si hay otros modos de realizar el acto sexual, encuentran en general susanción en el infierno. Todos, en efecto, implican que se alcanza un cierto saberque la verdad no puede tolerar. Cuando Edipto revela el enigma, laverdad se lanza al abismo. Puede decirse, entonces, que el goce es una cuestiónqiie se plantea en nombre de la verdad, y q\te se plantea, como toda cuestión,desde el lugar del Otro, es decir, en modo alguno desde lo incorpóreo donde

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rn el que está aprisionado. Él es la verdad que les falta a sus dosprogenitores, verdad de la que nada quieren saber.

Los médicos, ante este niño destructor, tendieron a identificarseron sus progenitores y a rechazar lo que resulta insoportable para

rl hospital. Drogado y aislado repetidas veces, a Frank se lo hadevuelto finalmente a su familia, acompañado del veredicto: inválido 100%.

•—Nos arrancará los ojos a todos — decían los enfermeros.Ninguno de los terapeutas se puso jamás en el lugar de este niño

presa del pánico, presa del pánico porque no ha podido jamás encontrar en su relación con el otro, un tercer término que pudieraservirle de referente. En su relación con la madre, es una boca queitli mentar, excremento que asquea, no puede encontrar lugar en la

dialéctica materna más que a nivel de objeto parcial. Es a ese nivelque se poseen mutuamente, hasta el punto de no ser más que uno:(mlamente la violencia puede venir a romper el círculo en el quenr ha encerrado su ser.

El diagnóstico de psicosis, si corresponde aplicarlo en este caso,marca al mismo tiempo los límites y la falsedad del saber psiquiátrico, Desde el instante en que se formula un diagnóstico, Frank sei nnvierte en la enfermedad,  y además, en la enfermedad de los   padres.  El niño tiene conciencia del pánico que engendra en el otro,

 jjoza por momentos de su poder. Por todos los lugares donde pasa<n un caso   que el adulto se dispone a recibir. Tiene suerte de haber«•capado a la segregación (frecuenta la escuela comunal del pueblo). Pero en la escuela, en la parroquia, funciona un sistema param ibir la enfermedad mental que tienen en su casa el señor y la  u r'iora X .  En ese sistema, Frank está atrapado; por poco que se déi imita de ello, ocupa en su pueblo un lugar, el que la imagineríaI ii >|miar reserva a la locura. Se sabe que está en tratamiento enl'iti i», se espera la curación .. . o el fracaso. Esta espera de los adul-

tnn pesa fuertemente sobre el médico o el analista que tiene a sui myn a un niño. Se le pide que cambie   a un niño, es decir queI" torne apto para entrar en un mundo que justamente ha abandonado por desesperación. La convicción profunda de este tipo denmos es que está amenazado de destrucción total, y en ella no hacein/n que unirse a la confesión inconsciente de sus progenitores: me-|oi no hubiera nacido.

Ii'i «milicos creían que se inscribía el discurso de la verdad, sino desde el cuerpo

limin verdadero lugar del Otr o” . École nórma le supérieure, en Lcttres de l’école  h n i t U * n n e ,  febrero de 1967.

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A la pregunta: ¿qué es la locura? Freud ha respondido demostrando que no es necesario oponer la locura  a la normalidad.  Lo quese descubre en la locura está ya en cierto modo en el inconsciente decada uno y los locos no han hecho más que fracasar en una lucha

que es la misma para todos y que todos debemos librar permanentemente. Esto explica la actitud de la sociedad y de los psiquiatrashacia los locos: esta actitud forma parte de la lucha contra la locuraque libra .sin cesar — con un éxito precario—- toda la humanidad.Pero la respuesta de Freud no hace más que revelar una ignoranciairreductible: ¿por qué algunos fracasan y otros no? Sabemos queFreud sólo ha podido contestar esta pregunta invocando los factorescuantitativos que actuarían, o inclusive el terreno constitucional. . . ,

es decir que reconocía no saber nada sobre este punto.Si la psiquiatría ha de tener alguna eficacia, ello será al precio

de una trasformación que va a exigirle, al menos por un tiempo,merecer el nombre de antipsiquiatría ,1S Si la crisis de locura es unalucha interior análoga a la que cada uno de nosotros entabla demodo más silencioso, sea cual fuere su naturaleza, nos es precisoaprender a considerar esa crisis, cuando se da en el exterior denuestra persona, como a la vez nuestra y no nuestra, y a interrogarnos no ya sobre las medidas que debemos adoptar con toda

premura para que nuestro   equilibrio mental (y el de la sociedad ala cual está ligado) no corra el peligro de perturbarse, sino sobreaquellas otras que siria necesario adoptar (o no adoptar) para queel sujeto de la crisis pueda, de algún modo, ganar esa lucha.

Debemos tomar conciencia de que la sociedad ha previsto siempre, de diversos modos, lugares   donde colocar a sus locos, de quesiempre les ha propuesto modelos   de locura con los que puedenidentificarse para satisfacerla, de que todo esto no es más que una

parte de las instituciones mediante las cuales esa sociedad se protegecontra su inconsciente. Es posible concebir otros métodos de protección menos crueles y menos ruinosos. Encontramos en la situacióndel asilo, como en la situación colonial,19 la nostalgia de una vidaen un mundo sin hombres, como si el hombre intentara realizar enella algún sueño perdido 20 de su infancia.

18 D av id Co ope r, Psychiatrie et Antipsychiatrie , éd. du Senil, 1970. [Hayedición en español; Psiquiatría y antipsiquiatría,  Buenos Aires, Paidós, 1974.]

19 O. M an no ni, Prospero and Caliban,  Praeger, Nueva York, 1956,20 T ex to de las serias reflexiones de D e F o e : “ H e o ído hablar de u*i hombre

que presa de un desagrado extraordinario por la conversación insoportable dealgunos de sus prójimos, cuya sociedad no podía evitar, decidió bruscamente

no hablar más. Durante varios aííos mantuvo su resolución de la manera má*

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El mundo de hoy admite mal a los soñadores y a los “artistas” improductivos. No tienen otra elección que la del asilo, único lugar enel que la locura es permitida (permitida en el seno de estructurasque la fijan, la locura se metamorfosea allí en monumento para elpsiquiatra).

Pero, ¿qué es lo que nos lleva a nosotros, ios que curamos, a reunimos con ellos dentro de esos muros? Solamente si respondemos aesta pregunta podremos plantearnos otra que Freud dejara sin respuesta: ¿qué es la locura?

rigurosa: ni las lágrimas ni los ruegos de sus amigos, n i aun de su m ujer y de■u hijos, pudieron inducirlo a romper su silencio. Según parece fue la mala

Minducta de éstos para con él lo que provo có aquel silencio, porque le hablaban

11 m lenguaje provocador, frecuentemente producían en su casa movimientospuro convenientes y lo obligaban a réplicas descorteses; y adoptó este medio

•> vrro de castigarse, por haberse dejad o provo car, y de castigarlos p or haberlo j'i m ocado. M as esta severidad era in justificab le, arruinó a su fam il ia y destruyó• <> hogar. Su m ujer no pudo soportarla, y después de haber ensayado todos los

Urdios de romper ese silencio rígido, comenzó ella por abandonarlo y terminó|Ntr perder la cabeza cayendo en la melancolía y resultándole imposible fijarÍ n a canción. Sus hijos pa rtieron cad a uno po r su lado, y no quedó más que unaVnU hija, que amaba a su padre por encima de todo. Ésta cuidó de él, le habló

itK'ilínnte signos y vivió con él, por así decir en el mutismo, durante cerca de10 iifíos. Hasta que, estando en .cierta ocasión muy enfermo y con intensa

lur, en su delirio o perdiendo la cabeza rompió su silencio sin saber cuándo\ h.tbló, aunque de manera incoherente en un comienzo. Más tarde se repuso

•I» mi  enfermedad y habló a menudo, pero poco con su hija y muy raramente• mu algún otro. N o obstante, la v ida inte rior de este hombre estaba lejos de•i i «llene¡osa. L e ía sin interrupción, y escribió muchas cosas excelen tes que

MH'in «TÍan ser conocidas p or el púb lico ; y  en su aislamiento, se lo oía claramente

if . » r a menudo” . D e esta “ locura” o de este sueño surgió Robinson Crusoe.

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Durante siglos, médicos y filósofos han reflexionado sobre el pro-IkWJH* ilc la “ locura” sin llegar a saber con exactitud qué cosa es.

liu supuesto que nadie escapaba a ella, se ha hablado de unaI....... i" necesaria, esto es, de la necesidad de cada uno de tener la

"lili m i" de todo el mundo.

I i li'oría psiquiátrica se ha esforzado en vano por desenredar esemuid i|iic constituye la psicosis. Los mitos y las creencias del pasadoy   ili l |insente han sumado al disfraz con que se malviste el “ loco”|hhii rugañarnos, la antigua vestimenta del “ loco” o su uniforme delMilu I I disfraz con que el “ loco” se protege no es ajeno a la natu-i«li .1  ile la “locura”, pero el vestido que nosotros le agregamos, el•lililí* t|ue le otorgamos, constituye una pantalla que nos impide>I ,11 <pmj al conocimiento sobre la naturaleza oculta de la “ locura” .

11, mle la infancia, el individuo se encuentra atrapado por una ciertamhImImíi relativa a la “ locura” . La referencia a la amenaza que elluí ti" rncarna está presente, no sólo en las historias que se cuentan

mui' también en los artículos de la prensa cotidiana que se refierenni .miliiente inmediato del niño.

I I vagabundo, asesino de Catherine (8 años), salió de un asilo|H!i|iiiá!rico.” 1

Eltu líneas, bajo formas diversas, alimentan nuestra lectura de la(trcniu. En las publicaciones infantiles, las revistas semanales ilustradasiíWMiiíten, a través de su cortejo de violencia, de luchas, de gritosI ilr llantos, sus tipos de héroes y sus imágenes de locos, de retardadost ili anormales. El “ loco” , en oposición al sabio, es el que “no sabeI" ijne hace” , muerde y desgarra “ cuando le fallan los nervios” .2•ni imagen, aun entre los no creyentes, se superpone a la del diablo,Vi tliablo del que los niños nos dicen “ que no viene de ninguna parte,i|i»- '.urge de todas, de sí mismo sobre todo” .8

1 l ianceSoir , 7 de mayo de 1968." I \térix,  éd. Dargaud.1 Ho l ló: “ L e Diable chez Penfant” , en Études carmelitaines , n e f , mayo

•lo 1945.

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El niño apela al diablo cuando no logra encontrar las palabras quele permitirían alcanzar al Otro, cuando fracasan sus intentos deexpresar la tensión en que se encuentra. Si los brujos forman partedel mundo social, el diablo representa el peligro de lo no   social, la

entrada en un universo sin leyes. A través de esa pesadilla terroríficaque lo habita, lo que el niño se siente en peligro de perder es su sermismo. La angustia que lo asalta amenaza destruir todo lo que vive.Este peligro mortífero surge en el momento en que, en una fantasíaomnipotente (y en respuesta al universo frustrante en que se halla), leparece poder por fin “poseer” el objeto idealmente bueno, durantetanto tiempo codiciado. Pero el objeto deja de ser ideal desde quese lo posee, y entonces estalla la crisis de angustia de fragmentación,particularmente aguda y “ pura” en el infante psicótico.

 Justo en el momento en que Frank trasgredía la prohibición materna( “ no hagas eso” ), para llegar a modelar, con grafísmos o con tierra,una obra maestra que él mismo definía como “la más bella de todaslas más bellas” , sucedía infamablemente un accidente (provocado porél mismo) que destruía o estropeaba la producción. Se lanzaba entonces aullando sobre mí, sobre su madre, arañando, mordiendo y gritando en su desesperación: "él ha destruido, él ha destruido” . A eseéi (que es el yo {Je)   del niño “ hablado” por la madre), Frank terminó

por dibujarlo con los rasgos de un diablo rojo, con boca enorme,rodeado de garabatps.

A este dibujo era necesario destruirlo, como para borrar toda huellade lo que había podido poseer al niño, desgarrarlo. En una crisis deasma terminaba momentáneamente su furor y se expresaba su derrota

 — derrota que era la representación, en una escena, de la trampaen que se hallaba.

Durante las sesiones, y sin constricciones, puesto que se trasformaba

en deseante, era detenido como por un manojo de palabras contradictorias: “ haz esto, no hagas aquello” , “ obras bien, pero obras mal” .Los efectos del mal   habían venido a inscribirse en su carne, entrecortándole su respiración y, cuando podía respirar, era en su ser quese sentía perdido, y lo que ofrecía era su “ locura” , es decir, la equivalencia de lo que expresaba en sus dibujos bajo los rasgos de un diablodañino.

El estado de “ locura” alternaba con un deseo de rescate: — Él no

es más malo, es bueno, no va a gritar nunca más, él se tranquiliza . . ,ah, mamá, no vas a dejarme . . ,

La estereotipia de la respuesta “ loca” del niño ante todo intentode separación, no puede dejar de llamar nuestra atención.

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La solución adoptada por Frank le permitía a la madre justificarsu empresa “sobreprotectora” ; — Vea usted — decía ella (a través delsíntoma de su hijo)-—, no puede pasarse sin mí, le llegará el malsi se lo aleja.

El deseo de fuga de Frank se veía contradicho cada vez por laangustia que experimentaba ante la posibilidad de que fuera a realizarse la aspiración inconsciente de la madre (que él muriera) o la suyapropia (que ella muriera). Incapaz de poder dialectizar su problema,no encontraba otra salida a su malestar que perpetuar a través de susíntoma una especie de perennidad de una “ simbiosis” madre-hijo,simbiosis que reposaba sobre la imagen órfica de la fragmentacióndel cuerpo.

Hemos visto en el primer capítulo el lugar que ocupaba la enfer- 

medad   de Frank en su pueblo. Sus crisis formaban parte integrantede lo que el profano espera de un “ loco” .

Cuando en el edificio en que vivo aparece en las escaleras algúnniño que grita, siempre hay un alma caritativa que se presta paraconducirlo a mi casa, como se llevaría un perro perdido a la SociedadProtectora de Animales.

A los niños gritones, a los pálidos, a los “raros” , a los “ nerviosos” ,se los reconoce de antemano, se los marca como los que deben ser“ clientes” de la señora Mannoni. Se espera lo peor * y por consiguiente

se recoge lo peor . . . basta en efecto una palabra. .. tiene por efectomágico darle al niño la idea de lo que podría hacer “ además” paradistinguirse.

El niño psicótico sabe representar su “locura” para llegar a los queama o a los que detesta. Su conducta es una réplica a la palabradel ambiente, ambiente al que se siente ligado pero del que quieredeshacerse: rechazado por él, se afirma como rechazante, manejalos hilos de un juego en el que como “ enfermo” va a dar pruebasde su poder.

LA LOCURA COMO DESTINO PERSONAL 

La etiqueta de “ loco” con que el niño psicótico se sabe disfrazado, leroba su identidad y le otorga cierto tipo de irresponsabilidad a sugesto y a su palabra. Como “ loco” , se sabe perdonado, pero también

* L o “p eo r” es la ejecución misma de las palabras adultas; así fue posible

interpretar los distintos accidentes: lanzarse bajo las ruedas de un automóvil,

defecar en las escaleras, orinar sobre la alfombra (ante los ojos del adulto

que lo acom paña) . . .

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excluido   y remitido a la más total de las soledades. La respuestapsicótica la ha elaborado con otro; después encontrará en el ambienteuna especie de aprobación en cuanto a la gravedad de su “ estado” ,

más tarde “ se ajustará” al personaje en el que ha elegido alienarse.Educado por las palabras de los adultos preocupados por el caso  singular de un niño que se ha convertido en su único tema de conversación, el “ enfermo” no tiene otra salida que la de borrarse totalmentecomo sujeto, para convertirse en la enfermedad 5 y su referencia esdesde entonces a la vez médica y moral; el paciente (niño o adulto) seha convertido en el producto que se ha desviado de una norma. Tiene,además, sobre su estado, la opinión de los terapeutas y de sus padres;son las palabras de los otros las que terminan por convertirse en su

única palabra: — Me veo obligado — me dice Arthur— a estar aquí, en el asilo.

Afuera es peor, debo trabajar por pequeños salarios puesto que hayun desacuerdo entre mis empleadores y yo. Afuera sería imposible, mevería insultado. Es mejor el asilo, aunque me obliguen a llevar eluniforme de prisionero. El mundo ha cambiado, estoy aterrorizadocon el progreso. El mundo, afuera, va a toda velocidad, todo galopa.Aquí está uno protegido, afuera es peligroso.

 — ¿La curación?, me parece difícil ante la estupidez del mundo.Ante los elementos y la realidad de la sociedad actual, más vale nohablar de curación. No es posible, piénselo usted, ¡ curarse cuando larabia está suelta afuera! No, no quiero curarme.

El "no quiero curarme” es un eco, no solamente de la palabramaterna “ no lo vuelvan a mandar” , “ no agreguen un drama a misdesgracias” , sino también de las palabras de sus camaradas de sala.

 — ¿Curar? — le repite su vecino de cama— , es reparar el error.Me ponen ante una elección: o ser soldado y hacerme matar, o per

manecer aquí y salvar la vida. Elijo la vida, aunque tampoco seala solución.

 Tanto en un caso como en otro, se ha infringido una regla, su“ mal” individual lo ha llevado a otra sociedad donde lo permitido ylo prohibido se rigen por otras reglas, de tal manera que no puede decirse si es más permitido o más autoritario que la sociedad “ razonable” .

Muy a menudo — aunque no siempre con éxito— , el tratamientode los “ locos” consiste en adaptarlos a esta nueva sociedad modificando

allí las reglas de lo permitido y de lo prohibido. Algunos, por otraparte, estarían dispuestos a pensar que esta solución sería satisfactoria

5 Véa se capítulo I .

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si las sociedades (de “ asilo” ) así constituidas fuesen más presentables,si los “ locos” fuesen allí felices.

La cosa no es tan rara: algunos encuentran, en efecto, en esoslugares, una especie de felicidad y no tienen otro temor que el da

fiíilir algún día,Otros han terminado por “ elegir” el hospital, cediendo así contrasil voluntad a la propuesta dada por un medio ambiente que los«consejaba “por su bien” .

 — Cuando un enfermo — me dice Georges— ha sido llevado salvajemente al hospital sin razón valedera, se encuentra perdido. La labor-Irrapia es una invención imbécil: si yo quisiera trabajar, estaría.ifuera. M i opción   es una vida de impedido, seguir mi vocación.( -orro el riesgo de terminar mi vida aquí, esto es una prisión y me

«irrito perseguido.A esta elección   de la locura como respuesta a todo un contextopagado y presente, el individuo puede recurrir, incluso en los momentos de tensión, cuando no ha logrado hacerse entender medianteId palabra.

Parece, pues, que la “ enfermedad mental” se utiliza como estrategia  *que permite obtener lo que de otra manera se niega, o para develarI" insostenible de una situación.

Esta idea de una respuesta “ loca” , que responde como un eco a una

pnlabra siempre “lateral” emitida por la familia o por los miembrosriel hospital, ha sido desarrollada por John Perceval en 1830 y porNI orag Coate 7en 1964.

En sus autobiografías, estos autores muestran el desgarramiento quei n rierto momento se ha introducido en relación con la realidad'■xtcrior, explican cómo lo fantástico ha venido a llenar el vacío dejado|inr esta pérdida de realidad.

I lacen de la situación institucional en la que se han visto apresadosun .inálisis despiadadamente lúcido, y describen la relación rnédico-

iiferino como una lucha en el curso de la cual uno u otro interlo-ulnr se encuentra siempre en situación de ser anulado. No hayniiH’una posibilidad de coexistencia, afirman los autores.

K| decir y el hacer que “ se desvían” de lo normal son castigadosun iliante los medicamentos o las duchas. Los que curan, al oponerseil proceso delirante, comprometen las posibilidades de remisión espon-lAnea, Los autores reclaman para los “pacientes” el respeto a su delirio.

* Thomas Scheff, Being menlally ilt,  Weidenfeld & Nicolson, 1966.1 C rego ry Bateson, Percccal’s narrative   (1830), Stanford Univ. Press, 1961;

Mmng Coate, Beyond all reason,  Constable, Londres, 1964.

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 — Lo que es preciso explicar — nos dice Perceval— es el fracaso delos que, habiendo partido para el “ viaje” (de la locu ra ), no retornan,¿Qué es lo que encuentran, en la familia o en la institución, comorespuesta inadecuada, que les impide ser salvados mediante una

experiencia alucinatoria organizada ? 8La experiencia de lo vivido , de lo que estos esquizofrénicos dan

cuenta en su autobiografía, aparece, en cierto momento, en la perspectiva de una experiencia mística salvadora, asimilada a una ceremonia de iniciación (el retorno a una vida normal se hará a travésde una forma de muerte y de renacimiento), De ello resultará, segúnlos autores, el beneficio de un conocimiento que no poseerán jamáslos que no han cumplido este “ viaje” .

El “ momento fecundo” del delirio se da a la manera de una reconstrucción, pero hay en ella algo que se nos escapa.

LA LOCURA COMO STATUS

En la relación de la enfermedad, hallamos dos tiempos: un tiempoprimero que se parece superficialmente a los mecanismos neuróticos, y otro tiempo que es la transgresión de un límite y la entrada en la

psicosis, reconocida como tal por los psiquiatras.El modo en que los terapeutas van a entrar en ese momento en el

mundo persecutorio o alucinado del paciente se da como un momentocapital que puede comprometer en lo sucesivo todo retorno a la“normalidad” . En ese momento el “ loco” va a recibir de los otrosun status, sin que tengamos, por lo demás, conocimiento de la naturaleza oculta de la locura. E¡ peligro reside en que el sujeto se borretotalmente detrás del uniforme del asilado, y se trasforme para el otroen una pura vestimenta de "loco” .

El drama de la psicosis se revela en el modo patético en que elsujeto se encuentra apresado por los efectos de una simbólica falseada.Muy a menudo la suerte está echada con anterioridad al nacimiento:dos generaciones antes se ha tejido ya la red en la que el niño pornacer va a encontrarse apresado y conducido hacia la psicosis.

El análisis nos enseña que si bien el “ mito familiar” del pacientees a menudo conocido por el sujeto, lo que permanece totalmenteinconsciente es la identificación narcisista debido a la cual se sitúa

en aquel mito. Esto es lo que se desprende del ejemplo siguiente,comunicado por O. Mannoni,

9 Gregory BaCeson, Pe rce va l1s narratwe,  Stanford Univ. Press, 1961,

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Se trata del análisis de un psicótico.

Este análisis se había desarrollado, al comienzo, sobre el tema:" f Cuál es mi enfermedad?”

El paciente, estudiante de medicina, exigía un diagnóstico.

Lo que buscaba, a todo precio, era que otro le dijese: "Pues sí,rl cierto, estás loco” .

’l'odo cambió el día en que trajo a !a entrevista lo siguiente:-Mi madre me decía: “ Voy a volverme loca” . Un día hice la

promesa de volverme loco en su lugar.Se presentó a la primera consulta como un caso de disociación

esquizofrénica. Podría habérsele dado una respuesta en el sentido deIn que realmente deseaba. Mas fue porque no se le respondió quepudo surgir detrás de la eventual “elección psicótica” del paciente,

r| peso que ejercía un cierto determinismo. Este determinismo estálil'.ido a lo que estaba en juego desde un comienzo en el complejo  littniliar,B ese conjunto de actitudes y de palabras que es propio demui familia determinada.

El “complejo” es una actitud que el sujeto va a repetir frente a' irrtas situaciones. De este modo, el individuo, con un margen deliln-rtad cada vez más reducido, va a “optar” (con respecto a unani nación en la que se lo ha colocado) entre la pregunta neuróticav la respuesta psicótica o perversa.

Al escribir “optar” , pongo aquí el acento en una forma de juegomil la locura (que no ha sido todavía estudiada), esto es, en un cierto jil.iier en pasar por loco frente al otro.

I .o que yo estudio ( para mantener una apertura, aunque sea en m£minina), es todo lo que deriva de la identificación con el modeloilH psicótico en el cuadro de la locura. La máscara de la locura' lit que me refiero es, en verdad, nuestra visión del loco. En suinlnción consigo mismo, el loco no lleva máscara alguna. Somos nos-•»• * <*s quienes le asignamos una vestimenta y es él quien se aparece»ntr la mirada del otro vestido de determinada manera.10

I’h. Lidz y sus colaboradores han subrayado que la esquizofrenia,I. "i de ser considerada como un proceso que priva de la razón a un' i n11viduo, debería ser entendida como un destino   con el que se veríai ilimitado el hombre en sus esfuerzos por buscar un modo de vidaiiilónomo (es posible, por cierto, encontrar esta vida “ autónoma” en11 ¡ihíIo . . . con la esperanza de escapar allí de otras formas de cons-

" Jucques Laca n, “ Complexes familiaux dans la formation de I’ind ividu ” eni Kn tyclopé die fran^aise sur la vie m entale,   t. vni.

111 Mdz y co laboradores, Schizophrenia and the family , Int. Univ. Press,N i in » York, 1965.

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tricción, con lo que se opta por un status en lugar de otro) .El status de “ loco” por el que se “opta” a fin de escapar de otro

status — el casamiento— , o de otros problemas, ha sido puesto derelieve con gran agudeza por Pirandello 11 en II berretto a sonagli.

La escena trascurre en Sicilia.Béatrice está “ loca de celos” , que no es lo mismo que estar loca. Ha

logrado provocar un escándalo, acusando a su marido de tenerrelaciones con la mujer de Ciampa.

Ciampa3 víctima inocente del escándalo, exige explicaciones: susituación se ha tornado imposible.

Se le pide que perdone. —-No es más que un error, una locura— , le dicen. — Sea, es una locura, pero entonces que a Béatrice la declaren

loca, que vaya a pasar tres meses al asilo. Es fácil hacerse la loca:no tiene más que decirles la verdad a todos en la cara. ¿Quiere tenersiempre razón ? No hay signo más grande de locura . . .

La solución de Ciampa es la única posible. Béatrice sedeja puesllevar al asilo, gritando como una loca. . .

El interés de la pieza reside en el hecho de que en ella se ve cómose tejen perfectamente las redes en las que se va a encontrar Béatricepresa y vencida, desvaneciéndose como sujeto, para sólo subsistir bajo

el  puro rótulo de la locura.  (Esta situación, en lo que tiene deejemplar, se vuelve a encontrar todos los días en cierto estilo de admisión al hospital psiquiátrico.)

En psiquiatría existe una tendencia demasiado grande a olvidarlos efectos que puede tener sobre un individuo un puñado de palabrasen la actualización, la precipitación o la resolución de una actuación.

Béatrice ™  Yo, en una casa de locos, ¿lo oyes, mamá?Assunta:  Pero es para arreglarlo todo, hija mía, ¿comprendes?Spano : Para arreglarlo todo. . . En efecto, es una solución exce

lente. Piense usted un poco en su marido, señora. ..Béatrice:  ¿Ustedes querrían que pasara por loca ante los ojos

de todos?Ciampa:  Exactamente, como ante los ojos de todos ha deshonrado

usted a tres personas, haciendo pasar a uno por adúltero, a la otrapor una ramera, y a mí por un cornudo. No basta con decir: “ Estabaloca” . Es necesario demostrarlo, demostrarlo dejándose encerrar.

Béatrice:  A ustedes es a quienes hay que encerrar.

11 Pirandello, II berretto a sonagli   (1917), Mondadorí, 1954.12 Lulgi Pirandello, Th éátre V II , Le Bonnet de fou,  trad. de M . A. Com-

nene y B. Grémieux, éd. Gallimard, 1956. (El texto que se lee en esta edición

castellana es tina versión de la traducción citada. [7\])

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Ciatnfia:  No, señora, a usted. Por su propio bien . . . por otra parte,,iqué se imagina usted? Hacerse el loco, pues es tan simple como decirImen día. Yo le enseñaré. No tiene usted más que gritar la verdad a»•’í es. Cuando se le dice a la gente la verdad en la cara, todos creen

tjtip se ha vuelto uno loco.Beatrice:  ¡A h !, ¿entonces usted sabe que tengo razón, que teníarircón al actuar como lo he hecho?

(hampa:  Volvamos esa hoja, señora. Está escrito que no existe enrl mundo peor loco que el que cree tener razón. Vamos, dése ustedNa satisfacción de estar loca durante tres meses. ¡A h !, ¡si yo pudiera,II yo pudiera! . . . ¡A h!, encajarse hasta las orejas un bonete de locov rnrrer por las calles y las casas lanzándoles al rostro a todos susvwdades . . . Usted, usted podrá hacerlo, ¡ qué oportunidad! 13

|Es como vivir cien años más! Comience en seguida, comience al'fltar.

lUatrice : ¿Que comience a gritar?(Hampa:  Sí, grítele sus verdades a su hermano. Grítele las suyas

al comisario. Y a mí también, a mí también. Yo no le autorizo másijm* a una loca a que me grite en la cara que soy un cornudo.

Iíéatrice:  Entonces, cornudo..* se lo grito en la cara: cornudo,mi nudo. .,

Spano:  Nos va usted a hacer creer que está verdaderamente loca.

Iíéatrice:  Pero sí, lo estoy. Es por eso que le grito a usted también"l omudo, cornudo” . Los dos, cornudos, un par de cornudos.

(Hampa:  Está totalmente loca. Está perfectamente probado. Esadmirable. No queda más que encerrarla.

Pirandello nos recuerda así que es perfectamente posible hacerse• I loco sin serlo (y encontrarse no obstante en el asilo).

La “ locura” puede adoptar el aspecto de un disfraz o de una«rlimaña. Lo que nos fascina, entonces, es la maestría con que se(Imrmpeña el papel. El equívoco se plantea en cuanto a la entrada" no en la “ enfermedad mental” . Sus perturbaciones tienen pormomentos un cierto aire de irrealidad que nos deja perplejos

Estas personas atraen por su modo de decir la verdad, la aspereza"Mi que condenan al mundo queriendo tener razón frente a todos

,s La traducción exacta sería: “Si pudiera hacerlo yo, me gustaría. Allí«llán todos los tragos amargos, las injusticias, las infamias, las violencias que

fina es preciso soportar y que nos descomponen el estómago porque no podemosMínimos de ellas, porque no podemos abrir las válvulas de la locura” .

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 y contra todos. En su indignación (y en el placer que experimentamosal oírlos) , hay una parte perdida de nosotros mismos que intentamosreencontrar.

Francine, de 11 años, ha sido llevada por la policía al hospitalpsiquiátrico de una pequeña ciudad de provincia. Habia lanzadolos muebles por la ventana, y después declarado con calma antesu madre: — Envenenaré a Glaudine (su hermana) y lo haré de talmanera que te condenarán a ti.

Rehusó después acostarse y sus alaridos provocaron un tumultoentre los vecinos. Un a coalición de adultos motivó su “ embarque”para el hospital.

Mantenida en observación durante ocho días, se convirtió en laadmiración de todos por su calma, su encanto y su alegría, hasta elpunto que el médico jefe hizo llamar a la madre para decirle (delantede la niña) que la loca   era la madre y no Francine, situación de laque Francirie podía dar pruebas fehacientemente.

En su conflicto con la madre, la niña se había servido de lasamenazas de su propio padre: ■—M e mataré y creerán que fuiste tú— ,amenazas que el padre puso en práctica (cuando la niña tenía tres

años). La madre había sido efectivamente arrestada y sólo logró ser

absuelta porque el suicidio del marido fracasó; una vez salido delcoma, había confesado la escena urdida (y su tentativa de trasformaren asesina a su esposa).

La niña, que presenció el drama, había pasado luego todo el períododel proceso con la familia del padre, muy adversa a la madre.

Francine había crecido identificada con el padre (paranoico)“ agresor” y desde entonces se había dejado amar como objeto odiado.

En momentos de tensión (provocados por una crisis de celos), re

encontraba la conducta del padre y salía de una situación en la quevolvía “ locos” a los otros, como víctima a la que se debía hacer justicia.

Francine, a pesar de que representaba su “locura” , tenía en otrosmomentos alucinaciones visuales que la poseían hasta el punto desumirla en episodios depresivos agudos. No es posible prever si acabará-— como su padre— por entrar en la “ enfermedad mental” . Mientrasespera, la locura la fascina y ella la representa en una identificacióninconsciente con el padre. Si uno le propone esta asociación, ellaresponde: “No tiene ninguna relación” .

 Joelle, de 20 años, hace un episodio confusional-depresivo confenómenos alucinatorios, que desemboca en una tentativa de suicidio.l

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En la clínica privada en la que se halla hospitalizada, se habla denasferirla al asilo.

Intervengo a pedido de su médico y se decide su envío al campo,¡i una clínica que podríamos denominar “antipsiquiátrica” . Allí pasa

i los meses con los caballos en la caballeriza, en un estado de suciedadmuy grande. N o ve al médico y rechaza toda ayuda “ curativa” .

Durante dos meses, Joelle se alimenta de leche, de frutas, se haceel caballo, duerme en la caballeriza. Cuando expira este período, pidevolver a París, regresa a su habitación y va a ver nuevamente a suanalista que sólo la acepta a regañadientes. Éste me llama por teléfonoI mra decirme que no aprecia en nada la “ cura” campestre que se hallevado a cabo. Joelle, según me dice, está totalmente desorientadani cuanto al tiempo y al espacio, y es indiferente a todo lo que guardarelación con su cuerpo.

Ese cuerpo, “ que no le pertenece” , según lo confiesa la mismaII ir lie, está sucio. La joven es impresentable en sociedad, totalmenteInepta para reasumir una actividad profesional. En efecto, Joellevil a pasar por un período de desorganización muy grande, en eli|iic va a incluirse también cierta forma de intemperancia sexual. Para«sombro de todos (y particularmente de su analista) se recupera muy

rápidamente y saldrá de su episodio psicótico para reasumir sus

(unciones de enfermera.¿Le habría permitido el asilo comportarse del mismo modo?

Esta joven, ¿no se habría visto fijada en una enfermedad mental|ierfectamente rotulable, y en cuanto tal no habría sido juzgada comoenferma grave por los psiquiatras?

La casi ausencia de cuidados ha sido indudablemente un elemento■le gran peso en el modo como ha podido, a través de una desorganización permitida, reencontrar la salud.

I ,a descompensación psicótica había sido la respuesta a un fracasosentimental: había entrado en una conducta de enceguecimiento,lureando evitar el sufrimiento mediante la “ locura” .

lista conducta era la reproducción inconsciente de lo que le habíaocurrido a su misma edad a su hermana mayor, quien, ella sí, logródesarrollar con éxito una carrera de esquizofrénica.

 Tanto Francine como Joelle encontraron a su disposición un modelo  ile la “ locura” , del que hicieron uso ante el primer golpe duro,lialiando en la expresión loca una solución para una desgracia vivida.I ie la expresión loca . . . a la “ enfermedad mental” , el paso se da conI ut ilidad, sobre todo si el ambiente hace su aporte.

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M e traen a Sidonie,14 de 17 años, anoréxica, después de dos añosde permanencia en un hospital psiquiátrico.

Bulímica a los 9 años, hizo a esa edad su primera cura de aislamiento para “ adelgazar” . Su madre estaba siempre en el origen de

todas las decisiones médicas, volviendo locos a los especialistas e induciendo las intervenciones.

 Tras una primera entrevista con Sidonie, su madre me llamó porteléfono para decirme “ que no podía vivir más así” : se reclamaba lahospitalización de su hija para salvaguardar los “nervios” de la madre.

 — Ya no soy más Sidonie, soy un caso — me dice la niña— . M imadre le habla del caso todo el tiempo a todo el mundo. Cuando yoera demasiado gorda, ella me decía: “ Comer es un crimen, te sobre

vendrá una desgracia” . Ahora tengo miedo de volver a tener ganas decomer demasiado. Tengo miedo de algún accidente mortal a travésdel alimento. Cuando era chica, ponían llave a las alacenas y medecían: “ te vamos a exhibir en la feria” . Me han dicho una y otra veztantas cosas malas. Ya lo ve, ahora no comer más es una venganza.He tenido que aguantarlos a todos. Quiero probar que puedo cumplir.Quiero que me dejen en libertad de hacer lo que quiero con micuerpo. Si para conseguirlo es preciso que me haga pasar por loca,tanto peor; ésa será, en todo caso, mi libertad.

Sidonie corre el riesgo de entrar en la “ enfermedad mental” y defijarse en ella si sp le quita toda posibilidad de hacer lo que ellaquiere de su cuerpo (es decir si se le quita toda posibilidad desimbolización).

Emmanuelle, de 16 años, se encontraba en una clínica de lujodesde hacía 6 meses. Fui llamada en consulta. Cuando la vi, sedeshizo en lágrimas y reclamó que se la dejara salir de allí.

La hospitalización la había fijado en una presentación de esquizofrenia. Yo era para ella Ja especialista que venía del exterior, noligada al establecimiento, y ése fue el motivo por el cual pudohablarme. La atmósfera afelpada de la clínica había hecho de ellauna muerta en vida, la sombra de sí misma.

El drama de Emmanuelle era el de haber venido al mundo comola reemplazante de un bebé muerto, y de haber ocupado así antela madre ven lugar que no le daba otra alternativa que la muerte real

o la muerte simbólica (del cuerpo), y desde entonces, la acechabael peligro de la psicosis.

14 Véase capítulo 6.

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 Todo ocurría como si no pudiese recibir otro mensaje de la palabramaterna: “ Estoy acabada y tú, hijita mía, eres como yo” . Precisamente, la entrada de Emmanuelle en el hospital en el curso de unepisodio de postración fue hecha repitiendo las palabras de la madre,asumidas por cuenta propia: “ Estoy acabada, mamá, estoy acabada” .

La prolongación de la permanencia en la clínica psiquiátrica nohabría podido hacer otra cosa que incitar a la muchacha a cumpliruna carrera de internada: habría satisfecho así el deseo inconscientede su madre, el de ser amada en tanto que muerta.

A lo largo de los siglos, se han dado las explicaciones más diversasen cuanto a la naturaleza de la locura. El disfraz de la locura participa estrechamente del status con el cual el loco se sabe ridiculamenterevestido y desempeña a veces el papel de una pantalla, que deja

escapar el conocimiento que podríamos alcanzar.A veces los psiquiatras le erigen un monumento, a veces llegan

a dudar de su existencia.Decir que la enfermedad mental no existe (que en un mundo

mejor no habría hospitales ni psiquiatras), es la formulación de unaaspiración ya planteada, según hemos visto, en el siglo xvm.

Esta aspiración está fundada en una creencia que haría de la

felicidad un fin en sí mismo (y el remedio de todos los males).

LOCURA Y "L IBERTAR"

Los mismos psicoanalistas no siempre han podido eludir esta creencia. Por eso las teorías de Abraham sobre el objeto ideal   hansido explotadas con excesiva frecuencia en el sentido de una relacióndel sujeto con su ambiente. Diversos autores han procedido de estemodo a una reducción   de la experiencia analítica, trasladada aconceptos de adaptación social,  con lo que el psicoanálisis se utiliza,según esa óptica, como medicación que es al mismo tiempo panaceasocial. El movimiento de antipsiquiatria ha tenido el mérito derebelarse contra esta manera de plantear el problema de la “ enfermedad mental” o de la neurosis. Se ha reivindicado — a menudo conrazón— el “ derecho a la locura” , tan esencial como el “ derecho a lasalud” . Se le ha reprochado a Freud no haber dejado en su doctrinalugar suficiente para la liberación.  “ Liberad el sexo, quitad el tabúdel incesto y liberaréis al hombre” , se ha proclamado con autoridad.Estas posiciones pertenecen, no obstante, a toda una ideología de lafelicidad que privilegia el orden de lo imaginario, ideología que no estáal abrigo de todas las formas de mistificación.

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El problema de la locura no puede ser resuelto por una reivindicación (generosa) de la libertad y de la no-constricción. El problemadel Edipo no puede tampoco, evidentemente, reducirse sólo a lacuestión de la tolerancia de un incesto real en una revolución de ias

costumbres también “ generosa” . La articulación significante del Edipodebe comprenderse del modo en que de hecho opera para el sujeto(organizado por el juego del significante) a propósito de la ley deprohibición del incesto que se encuentra en la base de la crisis formativade la castración.15 Rechazar esta noción significa arriesgarse a ya nopoder comprender nada del hecho psicótico mismo, como tendremosocasión de desarrollarlo enseguida.

Allí están los mitos para recordarnos10 que el orden del mundoreposa sobre un sacrificio inicial.

En la India, la repetición del sacrificio inicial garantiza el ordenuniversal; en La Biblia, Jehová descarta la reiteración del diluvio y mantiene la armonía de los ritmos cósmicos en respuesta al sacrificiode Noé.

Del mismo modo, a partir del simbolismo de la castración en elcomplejo de Edipo, el deseo se introduce en un orden humano. Dichomás precisamente, lo que se introduce es una estructura en la cual seabandona la situación dual ( imaginaria: una relación yo-tú no media

tizada) por una estructura ternaria (simbólica) que introduce unareferencia a un tercero, y con ello una referencia a un pasado contodo lo que implicáronlo tradición que se anula a través del pactosimbólico, la deuda y la falta.

Ése es el origen del cual surge el drama existencial del deseo, con losefectos que en él se anudan al nivel del lenguaje.1* La estructurasimbólica le permite a cada uno saber quién es, introduce un tema,

16 El problema de la castración   se clasifica (como nos lo muestra Lacan)en la categoría de la deuda simbólica. El objeto de la castración es un objetoimaginario. Importa distinguir la castración de la frustración (el objeto esrea l) y de la privación (e l objeto es sim bólico).

El psicótico saca la castración del dom inio simbólico, y ella reaparece (com olo mostramos en el capítulo 5) en lo real bajo la forma de la alucinación.

Aspirar, como lo proponen algunos, a una educación que haya eliminadoel problema de la castración, es emitir una aspiración que no tiene en cuentala exigencia estructural en la que se halla preso el individuo.

10 Ortigues, Le discours et le symbole>  Aubier, 1962.17 El esquizofrénico es alguien en cuyo proceso p rim ario rigen las palabras»

N o existe en este caso lo im aginario.En el paranoico existe lo imaginario, pero el sujeto no tiene lugar para

recibirlo porque está anulado (no hay otro escenario). Para el alucinado, losefectos imaginarios del lenguaje no se traducen en la imaginación, sino en la

alucinación.

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rl del contrato, la promesa o la alianza, que están en la base mismalie la fundación de toda sociedad.

En lo que se falsee a nivel simbólico reecontraremos todo el drama

(leí ser que habla, drama de un ser que no podrá asumir en su nombred decir y el obrar, sea porque se ha perdido totalmente como sujetoon la palabra del Otro, sea porque ha renunciado a una palabrapersonal al resultar vanos sus esfuerzos por modificar lo que lo rodeamediante su decir.

La gravedad de los desórdenes psicóticos del niño está ligada almodo cómo se haya visto enfrentado, demasiado temprano en su vida,con una palabra mortífera. En consecuencia, se habrá hecho sordo y ciego a lo que pasa en torno de él, y proyectado sobre el mundorxterior su propia rabia impotente.

No se puede comprender nada de la psicosis si no se ubica el modoru que el sujeto (desde antes de su nacimiento) se ha visto apresadopor cierto haz de palabras paternas. Son estas palabras las queimprimen su marca al nivel del cuerpo, de modo tal que a vecesii1hace imposible para siempre acceder a un cuerpo simbólico.

Si el niño expresa en su locura la verdad que le falta a uno de«us dos progenitores, también el adulto revela en las distorsionesili:I lenguaje aquello por lo cual ha sido alienado.

r.l. LUGAR ASIGNADO A LA LOCURA

I I hecho de situar el problema de la psicosis a su nivel estructural(apartándonos de toda fascinación imaginaria) no nos impide destacar.imultáneamente cierto juego con la locura que está estrechamentevinculado a la concepción del medio con respecto a la locura, a laimagen que ese medio se forja de ella.

La “ enfermedad mental” se halla sostenida por toda una imagineríapopular que la representa de variadas maneras, según las épocas y los

países, y que propone un modelo   de la “ enfermedad mental” . (LaImagen del “ loco” remite tanto al maníaco como al esquizofrénico, oal paranoico. M i estudio se dedica más especialmente a esa categoríamnl definida a la que se le aplica la etiqueta de “esquizofrenias” ) .18

La locura ha ocupado el lugar de la brujería. Veremos 10 que lasrxplicaciones populares sobre la locura nos remiten a ideas de tabúes

18 El hecho de que este trabajo se haya centrado principalm ente en la

«quizofrenia, indica sus limites   (como lo veremos en el capítulo 4, que tratai Ir un caso de p ar an oia ).

i» Véase capítulo 5.

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trasgredidos o de desórdenes sexuales. Revelan la idea de falta, decastigo, de sacrificios a cumplir.

El “ loco” tiene una función en la familia, como si eí sacrificio de

uno solo fuera a permitir el equilibrio de todos.La literatura y el teatro proponen papeles20 de locos, y allí se vecómo obtener los beneficios secundarios de la “ enfermedad” .

 Todo esto constituye el contexto   en el cual se halla presa la enfermedad mental y complica su abordaje, en especial si se encuentraubicada en un lugar privilegiado, considerado como espacio decuración, tierra de la verdad.21 Se desprende entonces de la locurauna especie de “ sujeto absoluto” al cual el psiquiatra le concede elstatus de objeto puro. Cuando se lo reconoce al hombre como loco,

simultáneamente se lo juzga irresponsable.“ El asilo — como lo recuerda Foucault— ha encadenado al hombre

 y su verdad al loco. Desde ese día, el hombre tiene acceso a sí mismocomo ser verdadero, pero ese ser verdadero no se le otorga más quebajo la forma de la alienación,” 22

Desde el día en que se le ha asignado un status a la locura, se le hapropuesto al hombre una elección y desde entonces se halla atrapadoen una alternativa (o la vida peligrosa de afuera, o la vida sin riesgo

del asilo}.La fascinación que ejerce la locura (y el papel del loco), lasidentificaciones inconscientes que impulsan al sujeto a evitar, comosu modelo, determinada dificultad buscando refugio en el asilo, todóesto no basta por sí mismo para crear la “ enfermedad mental” . Peroexiste todo un contexto social (fundado en una determinada representación de la locura) que favorece en las personas jóvenes la entradaen una carrera de “ enfermo mental” , desde el instante en que losapresa el circuito de la hospitalización.

Desde que se emite un diagnóstico de psicosis, la presión de lafamilia y de la sociedad impulsa al médico a adoptar ciertas medidas,en el punto preciso en que quizás el único acto médico válido seriaoponer un rechazo a la queja familiar y prestar oídos a lo que dice unpaciente que corre el peligro de desaparecer como sujeto bajo el ropajede la locura, para convertirse para siempre en el objeto del cual sehabla, del que se goza, y del que se dispone.

20 O. M annon i, “ L e T h éá tre et le folie” , en Médecine de France,  n9 149,

1964. [Hay edición en español: La otra escena,  Buenos Airea. Amorrortu,1972.]

21 Michol Foucault, Histoire de la folie,  Plon, 1961. [Hay edición en es-'pañol: Hisioria de la locura en la ¿poca clásica,  México, Fondo de Cultura.Económica, 1967.]

22 Ibid,

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I n época clásica (como nos lo ha mostrado Foucaultx) ha rechazado,Imjo el efecto del mismo miedo, a los enfermos mentales, a los aso-i mies, a los perversos, a los delincuentes y a los rebeldes. Las estruc-I uras de la internación se han desarrollado a partir de este “ gran111 icelo” . Los seres privados de razón han venido a ocupar el lugar queilrjaron vacío los leprosos, y su lugar en la sociedad ha cambiado a«ii vez en comparación con el que ocupaban en los tiempos másII ittiguos.

l'oucault muestra igualmente cómo la locura, después de haber sidorrrhazada de la sociedad razonable, ha sido recibida en el mundoi irntífico. El conocimiento de la locura que pudo adquirirse a partiri Irt este hecho ha conducido a denunciarla más bien que a reconocerla.

A partir de una crisis colectiva ( que podría analizarse como una

lupccie de retorno de lo reprimido ) surgieron no solamente lasmedidas administrativas de internación, sino también toda una

"i l.isificación natural” de las enfermedades mentales. A fines delnglo xvnr, antes del nacimiento de la psiquiatría, la población no•listinguía los efectos del pecado y del peligro real, confundiendo ambasi mus en una locura temida y rechazada. La población temía verse•initaminada por las emanaciones de la locura y del vicio, como siili-l otro lado de los muros del encierro la amenazara un oscurol'iiligro.

l'.ste pánico de mediados del siglo xvm les proporcionó más tardept los juristas y a los médicos un derecho de tutela sobre los asilos.Hl la sinrazón ha podido salir del aislamiento en que se intentó

muntenerla y volver a encontrar un lugar en la sociedad que la habíarxt luido, fue no obstante para verse presa, en ella, de un status queM manifiesta todavía en nuestros días por la internación de los"'■iilermos mentales” .

La palabra de la locura, cuando ha querido hacerse oír, ha trope-violentamente contra todos los cómplices de la represión, y todos

leu portavoces del buen sentido. Hoy, cuando la locura habla, sei nfrcnta con la institución  de la locura.

1 Michel Foucault , Histoire de ¡a jotie, of, cit.

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 — Usted es muy valiente puesto que viene a ver a los locos — m éldice Bernard— ; es peligroso. Lea mi legajo, va a encontrar allímaterial interesante para su tesis.

Y después, reasumiéndose, agrega:

 — Todos se pusieron de acuerdo para llevarme al hospital. Eso megolpeó, pero me las arreglé. Aquí, si me llega un golpe fuerte (esdecir, el delirio) no me importa. En casa, los molesto.

El asilo se ha convertido en el lugar en el que la locura se hace ver y oír; la vida concreta del loco (desde la asistencia médica hasta loscriterios de curación) se define allí por la idea imperante de lo quees el alienado. Esta idea le marca al médico su práctica, y al loco suconducta.

Las instituciones fijan, en efecto, el marco de la actividad médica:el peso del aparato administrativo anula prácticamente toda posibilidad de innovación. En la situación en que se le ha creado, el tera*:peuta se ve llevado a objetivar lo que oye y lo que ve en versionewa las que se les pone la etiqueta de científica. Juzga y aprecia lo quftflen el comportamiento de su semejante se aparta de una norma. Conjmucha frecuencia se evoca la “enfermedad mental” para justificanesta conducta. La ciencia psiquiátrica ha terminado, sin quererloverdaderamente, por hacer del “enfermo mental” un ciudadano sin¡|

derechos, librado al arbitrio del cuerpo médico. En el contexto socialactual, desde el momento en que a alguien se lo diagnostica comoenfermo men tal2 se lo priva de todo valor social y sólo se lo trata entérminos de poder (de violencia), No tiene, por así decirlo, base algunnen la cual apoyarse ante el poder casi absoluto del médico. Cuandoquiere oponerse al terapeuta, no puede hacerlo más que recurriemlia conductas anormales.

Mas el médico no está libre tampoco, es prisionero de la repri

sentación colectiva del loco, concebido como ser peligroso. En tanlque el psiquiatra se encarga sea de librar a una familia intoleranlde un pariente que le infunde temor, en ocasiones sin motivo, so*de colaborar con una policía que no puede soportar el desordejEntra al servicio de una sociedad que se ha defendido contra olenfermo mental y al que procura excluir. La relación establecida C0|la enfermedad mental es una relación que lleva a la objetivaciódel loco, objetivación en la cual se lo abandona. El problema no ntanto el de la enfermedad cuanto el de la relación establecida i iift

la enfermedad por el médico y la sociedad que juzga. No se traW

2 Franco Basaglia, L ’ ini t i lut ion en négation , éd. du Seui], 1970 [H ay ed¡L¡í|ien español: La institución negada,  Barcelona, Barra!, 1970,]

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ilo decir que la enfermedad mental no existe, sino que el modo comoella evoluciona guarda relación con el tipo de aproximación que sei",tablece para acceder a ella.

I I. SABER SOBRE LA LOCURA Y SU MARCO INS TIT UCIONA L 

M decir y el obrar de la locura han sido registrados por una cienciamedica que orienta su investigación en el sentido de un saber sobre latucura. Una tradición docente ha hecho del enfermo mental la reservanecesaria del saber psiquiátrico. Convertido en objeto de la ciencia, elluco ha perdido su decir de verdad. Y en la relación instituida con elI nicótico, el terapeuta, si abandona la posición que le ha reservado

In psiquiatría clásica, se ve llevado de nuevo a esa posición por elenfermo mismo,3 que sabrá mostrarle con pertinencia la vanidadde sus pretensiones humanitarias.

1.1 “ enfermo mental” , en el marco que se le ha creado, termina por"impartir los puntos de vista de cierto “ racismo psiquiátrico” : la" segregación” está lejos de ser, en efecto, herencia exclusiva delpllquiatra:

Las relaciones que aquí se hacen son malas — me dice Vincent— ,

mué ejemplares observé allí! Viejos, inocentes, tipos que deliran, un|iil><! de 18 años que anoche ha estado dando alaridos hasta las cincoilfl la mañana. La locura, cuando delira, no es linda de ver. DosHijos grandotes le arreglaron las cuentas al chiquito. Después>< durmió, apelilló como un ángel; había uno creído que no esperabamás que eso para sentirse bien , . . aquí, son todos degradados, excepto|iw alcohólicos . . .

I ,a locura rechazada denuncia no obstante el sistema en el que■i baila inserta:

A los médicos — me dice Gilíes— les cuesta mucho comprende! me . . . yo quiero salir de la etiqueta de “ loco” , y otros se aferran

ii l.i etiqueta. Ningún otro que no sea yo me puede ayudar,- el mejor|i neólogo” soy yo mismo. Sería necesario que tomara contacto con

tul inteligencia para comprender dónde está mi lugar y saber en quéHirco me encuentro.

I ,il el asilo, el decir del paciente es por lo general menos oído quellt ubrar. El medicamento viene siempre a proteger al terapeuta contra

II O. M annon i, "S chr ebe r ais Schreiber” , en CUfs pour ¡ ’ imaginaire,  éd.U Nniiil, 1969.

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lo que el enfermo puede trasmitir como angustia (de muerte) y deseo(sexual) de agresión.* El espectro de la represión se ve así, todavíaen nuestros días, mezclado en mayor o menor medida con la cura,todo ello dentro de la más pura tradición médica heredada de la época

clásica. Y no obstante, a partir de Freud se ha perfilado otro movimiento, abierto a la aparición de una cierta verdad. Pero en un lugaren el que se domina a la locura, ella no habla más y se reviste de unaspecto particular, característico de ese medio que la protege o encierra»

 — Si digo “ voy tirando” — me dice Robert— , dirán “ése va bien” y ya no podré circular más por el asilo. El enfermo tiene celos del otroenfermo, si otro mejora se siente mal. Es preciso ocultar que unomejora. . . ¿Y en qué se convertiría uno si no pudiera ya entretener

más a los médicos?La convicción de poder, gracias al delirio, alimentar las tesis mé

dicas, constituye de parte del “ enfermo” una confesión que no debemos,desdeñar. Al mito del poder médico que ejerce el terapeuta, se oponael mito de una “ enfermedad mental” “ excepcional” , capaz de sostenerel interés del médico. Sobre los conflictos que opondrán al “ enfermo”! y al médico van a jugar elementos de sobredeterminación. A l monopolio del poder médico, se opondrá el de la “ enfermedad” , la con-]ciencia en el sujeto de la fascinación que ejerce su “ enfermedad” . I

La alienación del “ enfermo” se ve así redoblada por los efectos de Ja institucionalizaron de la “ enfermedad” en un marco determinado,marco que (como lo hemos visto más arriba) deja muy poco juego¡a la expresión dinámica de los conflictos. Todos se ven llevados a unritual (admitido) de reclamaciones relativas a cierta realidad hospiJtalaría (la mala alimentación, las condiciones materiales precarias!o a un ritual delirante (de temas conocidos). La adaptación o noadaptación del “enfermo” tropieza con cierta forma de reglamentación

que prevé los efectos más diversos de la hospitalización. Tanto si el“ enfermo” se rebela, como si no lo hace, su comportamiento se piensaen términos psiquiátricos y encuentra su sanción en el marco de laatención psiquiátrica. Toda veleidad de rebelión se ve as! rápidamenteesterilizada y ninguna “ adaptación” — puesto que muy a menudo noes más que una adaptación a la patología del asilo— le da al “ enfermo!los medios de asumirse fuera de los muros. El universo claustral loquita sentido a toda búsqueda de autonomía, porque esa búsquedase ve siempre “ reinterpretada” en función de la patología del paciente.

El aislamiento en que el hospital se halla con respecto a los vivos, ere*

4 Sol Rab inov itch, Un écrit quotidien á Vhópital psychiatrique,  tesis d

m edicina, París, 1968. ™

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un espacio en el que todo se vive sólo en relación con la entrada y lasalida; el tiempo que separa a una de la otra es un tiempo vacío ymuerto que escande y orienta el estilo de vida monótono y nebulosolie cada uno de los pacientes del asilo.

De este modo el psiquiatra, en la escucha que puede prestarle a lalocura, depende directamente del sistema mismo de internación.El modo en que la locura se despliega es función del marco en que

su la recibe. Y como lo hemos subrayado ya, en el asilo más que enningún otro lugar, todo se halla concebido para que la locura deje«le hablar.

¿REFORMAR EL ASILO?

I itke y Pinel, si bien pusieron en evidencia el papel no médico delmédico, con el fin de poder así renunciar mejor a los métodos médicos( inoperantes) de su época, medicalizaron  no obstante lo “no médico”li iciendo del personaje del médico una figura mítica imponente, quedetenta el poder de dominar la locura. El médico que trabaja en elasilo, al otorgarse en un momento dado de la historia un poder médicoAdministrativo absoluto, se convirtió al mismo tiempo en sostén decit-rto orden burgués y de cierta ideología burguesa. Si en el mundointerior al loco se lo declara de buen grado irresponsable, en el interiorilrl recinto del asilo se le hace una especie de proceso moral. EstaBi litud subsiste todavía en nuestros días: quienes curan, aun cuandoI" nieguen, tienen tendencia a apreciar la mejoría de un paciente«•ii función de criterios esencialmente normativos. El auge que hav,'izado la laborterapia ha estado ligado, expresamente o no, al deseodel que cura de ver “ rehabilitarse” al paciente.

El discurso del psiquiatra sobre la Institución es un discurso que0Htde el comienzo admite al hospital psiquiátrico como tal. El esfuerzopsiquiátrico tiene por propósito, entonces, el de hacer que esa insti

tución sea visible, tratar de hacer de su funcionamiento el instrumento|principal de la curación.6 AI permitir que circule una palabra, lospsiquiatras esperan encontrar en los efectos institucionales 8 el equi-\alenté de un acto psicoanalítico, acto que permitiría que se operarani el paciente una estructuración a partir de malentendidos imaginarios. Se trata, para ello, de señalar al nivel de la institución misma

r' M. Chaigneau , J. Oury, F. Tosquelles, etcétera.0 Efectos sobre los pacientes de las reglas de la institución, así como de las

ii tivi iones .con el personal que cura, con los otros enfermos, etcétera.

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las repeticiones que escanden cierto discurso y de comprender cómolos acontecimientos de este discurso van a producir, de algún modo,una institucionalización, es decir a funcionar como marco dentro delcual podrán tener lugar ritos simbólicos.

Estos esfuerzos chocan no obstante con todo un contexto asilar(que este libro denuncia) que hace del psiquiatra, aunque nadie loquiera, el cómplice de una sociedad segregacionísta y policial. Elmédico se halla, por su función misma, en complicidad con el aparatoadministrativo y judicial. Es, en el mejor de los casos, un internadocomplaciente, un internado que se esfuerza por hacer soportable a losterapeutas y a los pacientes una vida de reclusos.

 Todo lo que se inscribe dentro del marco del asilo, permite lasupervivencia de éste, pero no su reforma. Todo cambio supondría

perturbar gravemente las estructuras tradicionales de los hospitalespsiquiátricos (los psiquiatras reclaman unidades de 25 camas implantadas en un medio social de vida normal, mientras que se amontonana los enfermos, lejos de todo tipo de vida normal, en cantidades quesuperan la centena). Esta perturbación de las estructuras del asiloexigiría cuestionar principios que se hallan sólidamente arraigados.

¿Por qué el asilo?, es la pregunta que uno se sentiría tentadode formular.

¿Y por qué los que curan favorecen su mantenimiento?El esfuerza teórico notable que ha cumplido en Francia un equipopsiquiátrico de vangiyirdia ha llegado no obstante (en sus aplicacionesprácticas en el asilo) a una especie de impasse.  Las innovacionc» |psiquiátricas ’   no introducen de hecho ninguna ruptura radical conuna tradición de internación. Al internado se le impone el requisitoprevio de aceptarse (o negarse) como “ enfermo” , de modo que Upartir de ello sus actividades, su decir y su obrar se reubican en ¡ Idiscurso de la institución. El que cura toma su lugar en este discurso

(sus racionalizaciones científicas pueden cubrir una necesidad da justificarse en su función de persona que cura), que se centuen el “ enfermo” y su “ enfermedad” , un “ enfermo” que termina.. 1como el psiquiatra, por adaptarse al asilo y a la imagen de Itfl“ enfermedad” tal como el otro la forja.

La realidad del hospital no tiene nada que envidiarle a ningúlBuniverso claustral. Hacer de esa realidad un instrumento terapéuticoconstituye un esfuerzo meritorio, pero es preciso no obstante nqminimizar todo lo que tiene de engañoso. Los “ cuidados" (la socio.

7 Crear mediante el recurso de los clubes, etcétera , posibilic' des técnicas d flsimbolización en el recinto mismo del asilo. Véase Enfance aliénée II   rfljRecherches , diciem bre de 1968. ®

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la laborterapia, las reuniones de clubes, etc.) se inscriben#ii un contexto hospitalario que se aproxima al de las prisiones. La•milM)'üedad cura-castigo es bien visible en este caso, y a ella volveréni i'i adelante. Lo que diferencia al psiquiatra actual del psiquiatrai|i I iÍ^Io xix es que el primero ya no se siente nada cómodo en el papel

iti utiardián en el que el aparato social trata de confinarlo: ha tomadomi" inicia de la contradicción que lo aprisiona.

I'.l mérito de los representantes de la psicoterapia institucional enI i iiin ia consiste en haber mostrado precisamente la distancia que

ip|i<li- entre una práctica carcelaria y el ideal hospitalario. Su pre-n|i.idón se reduce, no obstante, a poder crear en un sistema de asilo

denuncian, un “ colectivo de cuidados terapéuticos” con el fin-It ii informar el lugar carcelario en un lugar en el que se hable .. .*

i i', posiciones estadounidense (Bateson) e inglesa (Cooper) se

|H<>|i'nien demostrar la insuficiencia de una perspectiva que oponeIti "i iira” al régimen de internación. Denuncian que bajo la noción deB iin i" se ocultan prácticas punitivas. No descartan las posibilidades

» i nración” en el asilo, pero según ellos el problema no se sitúa allí.Bimintc en la instauración de una verdadera despsiquiatrización,ili «|iin[uiatrización que debe emprenderse a partir de una reinterro-■ti lón sobre el saber psiquiátrico. Muestran de qué modo el saber■lu í la enfermedad viene a ocultar toda una relación con la verdad,■Jando en la sombra lo que en el psiquiatra se sustrae a los efectos

■ li' i'ii él produce la locura. Tratan así de promover el estallido deKuliliiriones que durante la mayor parte del tiempo, a causa del• n l i vio en el que se encuentran ubicadas, desempeñan el papel

’ I i sfciorización   (proyecto psiquiátrico que se propone reemplazar el■ it ii ii i tradicional de la internación por un conjun to de medidas psicosociales)• « l i l i tener dos aspectos.

M uhorda la enfermedad mental teniendo en cuenta el medio del enfermo,A) i ii   l.imilia, de quienes lo rodean, de sus empleadores, avanza en el sentido■ lililí «prehensión más verdad era de la naturaleza del problem a, y puede enl i i n i unos desatar, fuera del hospital, situaciones patógenas.

H lV in >i lleva la interrogación psiquiátrica tradicional a un medio en el queI f |*ri turbaciones existentes se encuentran a menudo compensadas, amorti-■> "l > n simplemente toleradas por los demás, si en ese m edio surgen pre-Htlliririnnes de prevención y de descubrimiento, ellas no pueden tener sino J r lm  futlAgenos.  De todo ello no puede resultar otra cosa que la agravación

■ I * <11* i! o existente.

. l'iH nii ii parte, los pensionistas de los hosp itales psiquiátricos no se hallan|l ItMyiii parte de las veces en estado d e entrar en un sistema de sectorización.

I (Arrn Útil — que consistiría en mo dificar los preju icios y las ignorancias del■■•tli' mu ¡al, en hacerle reencon trar los medios de compensación y toleranciap* RM p iu lido— esta tarea la psiquiatría, tal com o existe, no puede en modo

.  * *' iili/arla.

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de pantalla y, en el mejor de los casos, dejan a los pacientes y a losterapeutas fijados en la comodidad de una comprensión mutua, es.decir separados por un malentendido fundamental.

LA IMPUGNACIÓN DEL SABER

Para los italianos (Franco Basaglia) el problema no reside en lahumanización de los hospitales, ni tampoco en el hecho de queel hospital liberalizado termine por crear una microsociedad que nologre comunicarse cor» el medio social (con lo que los “ enfermos”técnicamente curados se resignarán a la hospitalización y quedarán

exiliados en una carrera hospitalaria de !a que no podrán ya salir)..!Lo que cuestionan es el modo en que, en el contexto social de hoy, seconcibe y se trata la “ enfermedad mental” , y denuncian los compromisos ideológicos que se hallan en la base de todo proyecto psiquiátrico, directamente responsables de los criterios seudocientíficos sobrelos que se funda la psiquiatría. El “ yo no soy loco” constituye ciertamente una respuesta que todavía se adopta frente a la locura.

Si bien el psicoanálisis contribuye al esclarecimiento de la psiquiatría,

no la ha revolucionado, no obstante, tanto como se habría podidoesperar. El discurso de los psiquiatras es, con gran frecuencia y como ya se ha visto, sólo un discurso de rcinterpretación de los hechos quese sitúa en una perspectiva de autojustificación, más bien que en uncuestionamiento de la psiquiatría y del psiquiatra. Las estructuras que:se le proponen al alienado son estructuras de c u r a ,  no se le deja otraposibilidad que la de fijarse en cierta presentación: la historia de susdesgracias. Delirio que se “ conserva” intacto aun si se lo “ corta” ,delirio que se codifica detrás de una red singular de intercambiosconvencionales. El sistema de adaptaciones secundarias" que terminapor crearse a lo largo dé los años, se pone en evidencia en el modoen que el internado se adapta pasivamente a su posición de recluso, y hasta en el papel prestigioso que desempeña como antiguo (papelde “duro” por lo general, un “duro” que se ha modelado a partirde la imagen del “ ambiente” ). El lenguaje de los internados, suvestimenta, la solidaridad de los terapeutas, la complicidad que reina;a través de las disputas, todo esto forma, parte de un “ sistema” que

evoca cualquier otro sistema de concentración en el cual los individuos:se encuentran unidos por los vínculos de una servidumbre común.

3 E. Gofíman, Asiles,  éd. de Minuit, 1968. [Hay edición ;en españInternados , Buenos Aíres, Amorrortu, 1970,]

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 Todas estas prácticas y creencias que guardan relación con elhospital psiquiátrico giran en torno de la búsqu da de un a v a l   médico,m cuya situación el término “médico” recubre ni más ni menos queuna apelación al ejercicio de la fuerza. La quimioterapia que en estecontexto se emplea no carece de utilidad, pero su intención esdisciplinaria. . . No es raro, por otra parte, oír que el “enfermo”asimila la “ cura” con medicamentos por medios coercitivos, y si laidea de tener que entrar en el asilo para beneficiarse en él con losCuidados que proporcionan es una idea que les permite a algunosconservar ciertas ilusiones, otros perciben claramente el engaño,fistos asimilan la “ cura” al “ tratamiento” de un régimen penitenciario.La ambigüedad de la práctica psiquiátrica es un hecho histórico quemerece ser recordado. El status moderno de la locura, como lo haseñalado Foucault, no es el resultado de un progreso de los conoci

mientos, sino el resultado de una situación que el hombre común delines de la Edad Media creó para reconocer mejor al loco y separarsede él. A partir de las medidas que se han adoptado para separar alalienado de la población, se ha recuperado al loco como materiade estudio científico. De aquí proviene la marca de esa dualidadcura-castigo en la que se ha visto encerrado desde su origen elhospital psiquiátrico.

“No es por cierto con alegría en el corazón que se sueña con aislara un alienado — nos dice Casimir Pinel— , mas la necesidad es ley.

La calamidad se halla en la locura y no en la medida. Curar si esposible, prevenir desviaciones peligrosas, eso es el deber impuesto porlas leyes de la humanidad y de la preservación social.” 10

Puesta así la locura al abrigo de un mundo que no la quiere más,debe, para adaptarse al marco que se le ha hecho, callarse o expresarsecu el interior de ritos convencionales. El supuesto enfermo es el garantede la función del que cura, su razón de ser en el plano profesional.

La idea de una nosegregación   de los enfermos y los terapeutas11choca, aun en el seno de excelentes clínicas privadas, con la oposiciónde estos últimos. Que un enfermo pueda unirse al personal de la cocina

para efectuar allí (en lugar de una laborterapia ficticia) un trabajoreal, es una idea que crea un malestar innegable y termina a menudopor encontrar una forma más o menos velada de rechazo, rechazo que

70 Cas imir Pinel, “ D e l’isolement des aliénés” , en Journal de médecine  mentale,  t. r, 1861. p- 181, citado po r R ob er t Castel en su pr efa cio al libro deGoffman, Asiles,  éd. de Minuit, 1968.

31 La no-segregación de los enfermos y los que curan, no se ha realiza do en  Francia, por lo que yo sé, más que en un solo lugar: la clínica de L a Borde ení 'our Cheverny.

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se racionaliza recurriendo a principios educativos y morales. El argu-*!mentó clave es finalmente “ médico” : “ Somos — me dirán— unainstitución médica, lo normal en ella es no mezclar a los enfermos;

 y al personal de servicio” .

La segregación aparece de hecho como el reflejo de prejuicios,sociales. Si en el asilo los ritos y costumbres (a los que se atienen losenfermos) velan para que se mantenga la separación de los papelesde enfermo y de persona que cura, en la clínica privada lo que perpetúa una especie de barrera de casta o de clases es la adhesión atradiciones esclavistas. Proponer que un “ enfermo” ocupe un lugardiferente a aquel que se supone debe ocupar, es decir, el lugar decliente de hotel de lujo, es romper una regla de juego. Ocupar una

función de sirviente sólo es posible en el asilo donde el “ enfermo” estáasimilado al estado de indígena colonizado . . . he ahí por qué en eselugar los efectos de este trabajo de sirviente son nulos. .. porquese inscriben en un sistema colonial alienante. Si la ocupación de unpuesto de sirviente puede tener en clínicas privadas efectos benéficos,ello ocurre a causa del carácter subversivo que la demanda implica: esdecir, la denuncia de un orden alienante. Todo ocurre como si la función de un establecimiento de cura psiquiátrica fuese la de mantener

el desorden mental “ en reposo” en el seno de un orden de cura.  Heaquí por qué las recaídas al salir de la clínica son tan numerosas,debido a que el médico no ha sabido (o querido) cuestionar, parasacarlo de allí, el lugar que el sujeto ocupa en su síntoma.

Al considerar la “enfermedad mental” como una entidad específica 12 que debe descubrirse en los síntomas, se impone la necesidadde inventar mitos para explicar la “patología mental” . Freud nos ha

mostrado que la historia se hace en sentido inverso a la evolución, perono obstante se ha continuado Recurriendo a veces a la botánica  (clasificación nosográfica según postulados naturalistas), a veces a laevolución   (en esta perspectiva, se supone que el hombre sigue elcurso de un desarrollo, constituyendo sus regresiones la enfermedadcomo ta l).13 Para los primeros, la evolución es un proceso mudo en el

12 MicheJ Foucault, Maladie mental# et psychologie,  p u f  , 1954.

13 M ichel Foucault, ibid,  “ En el horizonte de todos estos análisis hay sin

duda temas explicativos que se sitúan por sí mismos en las fronteras del mito:el m ito, ante todo, de una cierta sustancia psicológica (lib ido en Freud, “ fuerzapsíquica” en Janet) que sería como el material bruto de la evolución y que, alprogresar en el curso del desarrollo individual y social, sufriría como unarecaída y retornaría, por el hecho de la enfermedad, a su estado anterior, y elmito también de una identidad entre el enfermo, el primitivo y el niño, mito

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>|Uc la medicina cree poder encontrar leyes. Para Freud, en una vuelta.1 la historia, se está a la escucha de lo que tiene sentido en un discurso.

I I. PUNTO DE VISTA ANALÍTICO

l.n Historiales clínicos,  vemos cómo Freud, lejos de tratar el pasadocomo un regreso a un lugar perdido, lo hace aparecer como un recurso  que permite una reaparición de lo simbólico mediante el juego desustituciones imaginarias.

Vemos cómo en el centro de esa irrupción imaginaria se alojan laangustia y las conductas de defensa que el sujeto erige. Estas conductas, expresadas o no mediante palabras, son conducidas por Freudn su valor de lenguaje, invitan a la lectura y al desciframiento dellenguaje del inconsciente. Se demuestra así que la teoría de la regresión(tan a menudo presente como mito en las explicaciones médicas) sólotiene interés si puede manifestarse su eficiencia, es decir mostrar dequé modo pone en funcionamiento alguna especie de articulaciónsignificativa a la que puede aferrarse el sujeto para no perderse en elvacío. En la práctica vemos can excesiva frecuencia cuáles son losfines a cuyo servicio están las ideas de regresión: permite asimilarel psicótico al niño, es decir formular un juicio segregativo que va apesar fuertemente sobre la orientación que se le dé al paciente. El

efecto de la nosografía sobre el psiquiatra lo lleva a éste a privilegiarla “ enfermedad” a expensas del “ enfermo” , de un “ enfermo” al queno se tiene ya necesidad de oír desde el momento en que ha sido correctamente clasificado. El efecto que tiene la nosografía sobre elpaciente no es tampoco desdeñable:

 — La vida — me dice Jean-Marie— es la enfermedad por una parte, y la salud por otra. No merezco eso. Habría sido feliz si hubiera sidomenos conocido en la psiquiatría.

Aunque agrega, con amargura:

 — Si salgo, estoy perdido. La psiquiatría me es necesaria.

Algunos hacen un uso de la psiquiatría que no deja de recordarla relación que mantienen los toxicómanos con la droga. Aun despuésde “ curado” , el enfermo trata de conservar alguna “ enfermedad” , parano correr el riesgo de que “la psiquiatría” lo abandone. Lo que apresaa estos sujetos es nuestra institución de la locura; tienen su modo de

por el cual se asegura la conciencia escandalizada frente a la enfermedad mental y se afirm a la conciencia encerrada en sus prejuicios cultu rales” .

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psiquiatrizar su problema y su “enfermedad psiquiátrica” permanecea partir de allí alienada en el marco de la internación misma.

Al estudiar la locura dentro del marco que le hemos dado, ponemosen crisis a la psiquiatría, a las ciencias a las que ella se remite y a lasociedad a la cual ella da un representante: el psiquiatra (como lomuestra Basaglia). En su estudio sobre la relación institucional,Basaglia ha mostrado cómo el “ enfermo” hospitalizado en un hospitalpsiquiátrico se convierte automáticamente en un ciudadano carentede derechos, sometido a las arbitrariedades de los médicos y losenfermeros que pueden hacer de él lo que quieran, sin posibilidadde apelación. En la dimensión institucional, la reciprocidad, dice, noexiste y su ausencia no se oculta en modo alguno. Allí es donde

se ve sin velos ni hipocresía a aquellos a quienes la ciencia psiquiátricaha querido “ tratar” , allí se pone en evidencia que lo que está en juegono es tanto la “ enfermedad” , sino la falta de valor contractual de un“enfermo” que no tiene otra alternativa para oponerse (como ya lohemos señalado) que la de entregarse a un comportamiento anormal.Estas cuestiones han sido estudiadas en Francia por Oury y Tosquelles,ambos deseosos de introducir una reforma en la base misma de lasestructuras tradicionales.

LA ANTIPSIQUIATRIA

La impasse   que acabamos de señalar ha suscitado en el extranjeroel desarrollo del movimiento de antipsiquiatría, que cuestiona el saberpsiquiátrico y la relación con el loco. Como se ha visto, los antipsiquiatras se esfuerzan por poner en suspenso el proyecto psiquiátricomismo, con el fin de repensar la organización de las instituciones a

partir de un triple esclarecimiento: económico, político y psicoanalí-tico. Lo que se cuestiona en los diferentes trabajos “psiquátricos” devanguardia aparecidos durante estos últimos diez años14 es el modoen que toda investigación se ve esterilizada por una conceptualizaciónformal y por supuestos metodológicos que desempeñan el papel deuna pantalla en el plano de la clínica: en nuestra relación conel psicótico tenemos un modo de sustraernos a la trasferencia que merecería alguna profundización, y cuyos efectos se traducen por el rechazode cierta verdad y por la objetivación de cierto saber. Estos efectosvienen a obstruir en nosotros lo que el psicótico querría mantenerabierto a nuestra escucha.

14 Véase el estudio de con junto de Pierre Fedida, en Crit ique , octubre de 1968.

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I \   «ELACIÓN CON LA LOCURA

'‘I pn la neurosis el sujeto escotomiza una parte de su realidad psíquica,pin la psicosis el sujeto introduce una ruptura con la realidad exterior 15;ilrsile el vacío en que se encuentra atrapado apela a lo fantásticohnra que éste venga a llenar el hueco que ha quedado abierto. Esofantástico es lo que nos fascina, despierta lo que está en juego ennuestras propias fantasías. Nuestras intervenciones apresuradas, nues-h.is interpretaciones prematuras, surgen de nuestra angustia frente|| malestar que en nosotros suscita el vacío en el que el otro se mueve.

I ?l relación del loco con el otro está marcada por una búsqueda deHlenificación erótica con la imagen del otro, 16  imagen que se captav hc   suspende en el reflejo de un juego infinito de espejos. Ello es lo

í|ue provoca las tensiones agresivas bajo la forma pasional de amor,i Ir odio y de exclusión, con sus efectos al nivel del que cura, que se hainrnado vulnerable por el carácter de inestabilidad que rige la relaciónpuramente imaginaria con el otro en la que se encuentra inmerso. Una‘..ila de terapia regida exclusivamente por las relaciones imaginariasque mantienen entre sí los miembros de esa unidad (sin recurso posibler\ un tercer elemento) corre el riesgo de reflejar en la realidad institu-<ional esa forma particular de vivencia psicótica, vivencia que estárscandida por las colisiones, las rupturas, el estallido de las situaciones,

abierta la disolución de las identidades y la superposición de lasimágenes. Es el orden simbólico el que, como lo hemos señalado yavarias veces, permite una nueva irrupción de lo imaginario: perorn el psicótico (lo hemos visto ya también) la deficiencia de lo simbólico crea un vacío, un hueco. El proceso que entonces se desencadena

35 Sigmund Freud.

18 Jacques Lacan , Seminario del 18 de enero de 1956: “ Así ocurre quern toda relación con el otro, existirá para el sujeto la ambigüedad de que se

trata de alguna manera de elegir, es él o yo [moi], de que en toda relación con elotro, incluso la relación erótica, habrá algún eco que se producirá de esa

relación de exclusión que se establece a partir del momento en que el ser humano es un sujeto que, en el plano imaginario, está constituido de un modo

tal que el otro está siempre listo para volver a asumir ese lugar de dominio en

relación con él, mientras que en él hay un yo [moi ]    que es siempre en parte algoque en cierta manera le es extraño, que es una especie de dominador, implantado en él por encima del conjunto de sus tendencias, de sus comportamientos,

de sus funciones . . . la síntesis del yo [m oi] no se hace nunca, se trata de a lgo quesería mejor llam ar función de dom inio, Y ese dom inador, ¿dónde está? ¿En

el interior? ¿E n el ex terior? Está siempre al mismo tiemp o en el interior y en elexterior, y por ello es que todo equilibrio puramente imaginario con el otrose ve siempre golpe ad o po r una especie de inestabilidad fundam ental” .

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es del orden de un “ cataclismo imaginario” 17  que lleva al sujeto aelaborar un delirio “que ama como a sí mismo” . 18  Lo que se da a oíren el discurso psicótico es una referencia brutal a la muerte, al sexo,

a la libertad, referencias que en nosotros existen, pero de un modo1encubierto, presentadas bajo la forma de enigmas por descifrar.

Si consideramos al lenguaje como solidario de la verdad, 19  no podemos dejar de planteamos la cuestión de lo que buscamos eliminaren nosotros cuando rechazamos el lenguaje del psicótico. Lo querechazamos es una verdad que nos importuna. Nuestro rechazo remiteal psicótico a un mundo privado, seccionado del nuestro. En nuestracultura los seres tienen dificultades cada vez mayores para hacerentrar lo verdadero en su decir y cuando se ponen a decir la verdadde nuestra sociedad y de nosotros mismos, todo ocurre como si en lasestructuras que nosotros les ofrecemos no hubiese para ellos otra cosaque la locura.

“ El mundo contemporáneo — nos dice Foucault— hace posible laesquizofrenia, no porque sus acontecimientos lo hagan inhumano y abstracto sino porque nuestra cultura ha hecho del mundo unalectura tal que el hombre mismo no puede reconocerse en él.” 20

Aunque estemos lejos de sostener la idea de que el malestar social

es la única causa de la “ enfermedad mental” , no podemos desconocerel modo en que este malestar obra como un elemento sobredetermi-nante, al mismo tieoapo en el proceso que conduce al hombre al asilo y en el proceso que a la salida del asilo lo mantiene en el estadode “ disminuido” o de inválido. El psicoanálisis no puede conciliarse ya con una psiquiatría que cada vez se organiza más con un sentido

17 Laca n, Seminario del 4 de junio de 1956: “ Lo que hay de tangible en

fenómeno mismo de todo lo que se desarrolla en la psicosis, es que se tratade que el sujeto aborda un significante como tal, se trata de la puesta en juego

de un proceso que desde entonces se estructura en relación con él, lo queconstituye ordinariamente las relaciones del sujeto humano en relación con elsignificante, la puesta en juego de un proceso que comprende ese algo, primeraetapa que hemos llamado cataclismo imaginario,  es decir, que no es posiblearrendar nada más de esa relación mortal que es, en sí misma, la relación conel otro, al otro pequeño imaginario que está en el sujeto mismo; después eldespliegue de una fuerza separada de la relación significada de la puesta en ju ego de todo el aparato significan te como ta l, es decir de estos fenómenos

de disociación, de despedazamiento, de la puesta en juego del significante entanto que palabra, que palabra jaculatoria, que pa labra insignificante, o palabrademasiado significante, cargada de insignificancia, desconocida, esa descomposición de l discurso inter ior que marca toda la estructura de la psicosis” .

:a Sigmund Freud.39 Lacan, Seminario de l 22 de febrero de 1957.20 Michel Foucault, Maladie mentale et psychologie,  puf, 1954.

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lid codificación administrativa. Se elaboran apresuradamente medidasilr “asistencia” a los alienados, medidas que, por más originales (ynecesarias} que sean, permanecen lejos de toda reforma de estructura• I' la psiquiatría, Y toda reforma verdadera debería pasar por un

i ucstionamiento fundamental de nuestra relación con el alienado.|-'n la actualidad, psiquiatras y psicoanalistas se hacen cómplices de lamentira de ciertas “ curas” en las que se encuentran apresados unnúmero cada vez más grande de seres. Se fabrican con premuran i ipeutas y psicólogos sin detenerse jamás en la verdad de que lapsicología no debe su nacimiento a otra cosa que a la segregación.21

i litando estalla la mentira de las “curas” , la locura adopta un aspectodiferente,22  no se ofrece ya como puro objeto de ciencia sino comoIrMimonio abierto de su propia contradicción. Si el psicótico no pueden'Ktaurar siempre el sentido de aquello que testimonia, su discursoproduce en nosotros “ efectos de verdad” , efectos que buscamosprecisamente sofocar mediante la introducción de medidas   (sociales,(idministrativas) o mediante la elaboración de un saber   en el queIntentamos centrar lo que es preciso mantener excluido de la estruc-Iura. tínicamente el trastrocamiento total de la enseñanza médica (yile las ciencias anexas) puede llevar al hombre a modificar su relacióni mi 1a locura. Mas cómo mantener la apertura necesaria para que' •■te trastrocamiento se produzca cuando conocemos no solamente elpeso que ejerce la herencia secular de prejuicios científicos que parece

■-tsi imposible desarraigar, sino también el deseo del hombre de tomarrl saber trasparente al discurso 23  a cualquier precio, para lo cual«illura los diversos niveles donde debería conservar una brecha paraque surja el saber dejando a! objeto de ese saber disponible a losi lectos de verdad que en él produce el discurso del otro, en nuestrouso el discurso del psicótico.

81 M ichel Foucau lt.

ía R. D. Laing, “ Metano ia, some experíences at Kings ley H a ll” , en

 fU ch erckes,  diciembre de 1968,

aa Yv es Bertherat, “ Freud avec Lac an ” , en Esprit,  diciembre de 1967.

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M i.l 'N D A P AR T E

Los que curan tienen miras muy cortas, no  

 piensan más que en curar. ¿ Y si eso no  le conviene a la persona? 

G e o r g e s   P a y o t   (un internado)

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|n«r Bleger 1  propone llamar situación psicoanalítica   a la totalidaddf los fenómenos que sobrevienen en el curso de la relación analítica■iilrc el psicoanalista y su paciente. Distingue en ella los fenómenos

MUr constituyen el  proceso , de los que constituyen el encuadre ,z es0|[ ir que este autor estudia el decir y el obrar del paciente en relacióni On variables y con constantes. Sitúa al proceso (variable) como lo quellene lugar en un encuadre (constante). A este encuadre, Bleger lo('*1 lidia como institución.  Muestra, mediante ejemplos clínicos, cómoIn institución familiar más primitiva del paciente (por consiguiente, laun lifrrenciación primitiva de las etapas más precoces de la persona

lidad) reaparece en el encuadre analítico. Este autor esclarece así laftunpulsión a la repetición que revela esa indiferenciación: el encuadre

mino institución  es así el depositario de la parte psicótica de la personalidad del sujeto, es decir, para Bleger, el campo en el que se proyectalu |iarte indiferenciada de los lazos simbióticos más primitivos.

I . Jaques,3  en el curso de un trabajo similar, ha mostrado el modo(nnio el sujeto utiliza el encuadre como defensa contra la ansiedad,f Mil sobreviene siempre donde hay movimiento   respecto de algo• instante.  A partir de la relativa inmovilidad   o permanencia delrm uadre se destaca un movimiento que, sobre un fondo de sobre-iti tunninación simbólica, se encuentra estrechamente ligado con el yo  

i m/JoraZ del paciente. En lenguaje lacaniano, diríamos que el espacio

1 José Bleger, “ Psycho-analysis o f the Psycho-analytical fram e” , en In ter   Itiuational Journal of Psychoanalysis , vo l. 48, n5 4, 1967. [H ay edic ión enM|)aAo1: Simbiosis y ambigüedad,  Buenos Aires, Paidós, 1967.]

1 El encuadre está constituido po r las reglas   que se establecen en el con-H«ln analítico {horas de sesión, pagos, etc.). Constituye la  perm anencia   queIm i!e quedar al abrigo de lo inesperado.

' E. Jaques, "Social systems as a defence against persecutory and depres-

•Ivn ¡mxiety” , en New direclions in psychoanalysis , Tavistock, 1955. [Hay"lliión en español: Nuevas direcciones en psicoanálisis , Buenos Aires, Pai-« i , 1972.]

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imaginario (que corresponde al yo [moi]   del sujeto) es así el lugar ritel que se desarrollan los síntomas, reactualizando la ¡mago que sigu^permaneciendo en el inconsciente del sujeto.4

EL ENCUADRE Y EL PROCESO EN LA SITUACION ANALÍTICA

En la situación psicoanalítica (como en una institución) se da, puewalgo que es propio de la estructura: se produce siempre una interacciónentre el individuo y la institución, interacción que lleva al individuomodelado por la institución a encontrarse luego convertido en t*lagente principal del mantenimiento conservador de la institución*SY esto es así, como lo destacan los analistas argentinos, porque lo quo

se encuentra fundamentalmente en juego en la institución, es algo,que está situado en el límite de la imagen del cuerpo. Toda ruptura,*]del encuadre (sea éste el de la institución psicoanalítica o el de lainstitución social que el sujeto integra) trae consigo una desgarraduraque se abre sobre una realidad que puede ser sentida como catastróficapor el sujeto. Y lo que en ese momento aparece, es el modo en que elpaciente (psicótico) superpone su propio encuadre (y su mundo defantasías) ante la institución psicoanalítica o social. Si el encuadre

de la institución se rompe, el paciente se encuentra solo con su mundo

de fantasías, se le quita el depositario del que tiene necesidad par®|poder proyectar en*él sus angustias. Precisamente cuando ese encuadreinstitucional llega a faltarle, siente que tenía, para él, cierta importancia.

LA FANTASÍA

Bleger funda su análisis sobre una teoría de la fantasía concebidacomo no verbal,  y de aquí proviene el acento que pone sobre unasuerte de simbiosis madre-hijo o psicoanalista-paciente, que le hacevalorizar los comportamientos, allí donde lo que para nosotros se hallaen cuestión es un decir o su puesta en acto en un obrar. La lingüísticanos confirma, en efecto, que si bien el bebe se encuentra durante un

4   Lacan, “ L ’agressivité en psychanalyse” , en  ficrits,  p. 10ÍJ.5 O tto Fenichel, T h e psychoanalytical theory of neurosis,  Nueva York,

Norton, 1945. [Hay edición en español; Teoría psicoavalítica de las neu- rosis,  Buenos Aires, Paidós, 1957.]ü Ruptura que puede sobrevenir en ocasión de las vacaciones o de una

enfermedad del analista.

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¡i. tt.|in sordo al sentido de las palabras, se halla no obstante desde|nliipa inás precoz abierto a la oposición de las sonoridades y a todo

W" h igo de oposición fonemática al que nosotros nos hemos vueltoverdad que percibió Freud (antes que los lingüistas) y cuya

Bii|i'tti:incia subrayó desde muy temprano. En sus cartas a Fliess(Bl •(>:)), habla particularmente de la combinación inconsciente de■ " .r . vividas y oídas cuyo sentido, nos dice, recién puede ser comprendido mucho más tarde. Freud hace con ello alusión al fragmento■floro incomprendido que alimenta la fantasía. Volveré más adelanteM ire la importancia de esta observación.

i o que les falta a los trabajos clásicos sobre la fantasía, trabajos

Bhrr los que se basa Bleger, es la referencia a la noción de un yo [ego]  ■l'irnilar. Si bien la categoría de lo imaginario se halla implícitamente

fílmente en los diferentes análisis de Bleger, es preciso reconocer quelni está verdaderamente articulada, y a ello se debe la apelaciónil|> ciertos autores a nociones vagas de atmósfera   para situar uno de|fll elementos constitutivos del pape! del psicoanalista.

I I análisis de lo que se halla en juego en la relación del proceso■"ii el epcuadre se aclara si se introduce en él la dimensión imaginaría,dimensión que se halla siempre presente sobre un fondo de sobre-

duerminación simbólica. La coexistencia de lo simbólico, lo imaginario

i ln real rige la relación del sujeto con su semejante; su desorganizaciónlili «luce los efectos más curiosos, como lo veremos en las curas deIDI psicóticos. 7

Uleger sugiere que la situación psicoanalítica con un paciente psi-* tilico se halla señalada por el encuentro de dos encuadres: uno dei líos — el propuesto por el analista— es aceptado conscientemente poril paciente; el otro —el del paciente— constituye el telón de fondo•tlrncioso de su mundo fantasmático. Es este último el que se presenta,ni estado puro, como la más perfecta compulsión a la repetición

Lo simbólico   representa para Lacan “ ese cam po en cuyo interior se in-

■i rhi toda comprensión y que e jerce esa influencia tan manifiestamente perturbadora sobre todo lo que sea relación humana” . (In flu en cia perturbadorami la medida en que la ausencia del plano simbólico provoca la puesta en

 JnPHo de fenómenos de disociación.)A lo imaginario   Lacan nos lo muestra tal como se encuentra reanimado

 Jmr este orden simbólico (la presencia de lo simbólico restablece el orden ).

Según nos dice, por la puerta de entrada de lo simbólico llegamos a pe-iirtrar esa relación del hombre con su cuerpo, que caracteriza el campo

inducido e irreductible de lo que en el hom bre se llama lo imaginario. Y esaI unción imagina ria se capta en la experiencia analítica siempre en e l lím ite■Ir alguna particip ación simbólica (Sem inario del 16 de nov iembre de 1955).

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(como lo hemos indicado más arriba). Para Rodrigué ,8  las reaccionespsicóticas durante la sesión analítica (o en la institución) son nosolamente imprevisibles, sino difíciles de comprender, hasta tal puntoestán ligadas en su forma a un fenómeno silencioso por excelencia,

La explosión de violencia de un paciente psicotico se produce por logeneral, nos dice, cuando se modifica algo relacionado con el encuadredel análista o de la institución. Todo encuadre, subrayan W. y M.Baranger, ’1 es, y no acepta ninguna ambigüedad. Lo que Melanie Kleinha descrito como trasferencia psicótica (estados de displacer de la faseesquizoparanoide, fantasías de reparación de la posición depresiva) seproyecta así en el encuadre porque la ambigüedad de la situaciónanalítica, nos lo recuerdan los distintos autores, sólo desempeña un

papel al nivel del proceso* JEsta tesis vuelve a encontrarse en los trabajos de Reider 10  (sobre¡

las instituciones, y en particular las instituciones psicoanalíticas) quemuestran cómo, en la situación psiconalítica, es el encuadre el quese encuentra cargado, y cómo la trasferencia relativa al encuadre-

remite a sentimientos de omnipotencia infantil, a la aspiración fantaseada de volver a encontrar esa omnipotencia perdida compartiendolos privilegios de una gran institución, con lo que se llega de ese modo

al desarrollo de una especie de hipertrofia del yo [moi]. Este desarrollodel yo, como lo subrayan los diferentes autores citados, sólo es posibleen una institución a condición de que el noyo  11  permanezca en

8 E. Rod rigu é y G.  T . Rodrigué, El contexto del proceso analítico,  Bueno

Aires, Paidós, 1966. ^ JM W. B aranger y M . Baranger, “ La situación analítica como campo diná

mico” , en Revista Uruguaya de Psicoanálisis , n° 4, 1961-1962; “ El insight  en la situación analítica” , en Revista Uruguaya de Psicoanálisis,  n* 6. Tam*

bién en Problemas del campo psicoanalítico , Buenos Aires, Ed. Kargie-man, 1969. . « . » ■ » #

10  N. Reide r, “ A type o f transference at institutions en Bulletm Menntng 

Cl inic   17, 1953. .11 Bleger , siguiendo a los analistas anglosajones, desarrolla la nocion de

un noyo [ego]   “enfermo” (el mundo de las fantasías) que opone al yo   [mol“ sano” . Define el encuadre   como un espacio corporal no diferenciado. En loslímites de ese encuadre,  surge lo que define como meta-comportamiento, que

equivale al no-yo [ego].  En otros momentos, introduce también la noción oscura

del meta-yo \ego\.  ,Esta formalización hace referencia, por una parte, a una teoría en la cua

se considera el lenguaje como elemento del comportamiento; por otra,

una teoría kleiniana de la fantasía.Estos autores confunden el problema de la erotización del objeto con el

de la primera aparición del objeto como objeto imaginario.Lo que ellos olvidan es todo lo que guarda relación con la nocion de

 fa lta de ob je to , central en la organización de la experienc ia ana lítica. Esta I

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.....  u.i medida inerte. Al no-yo se le describe como representante detyhit (¡estalt  única, situada en una zona de sombra. A partir de esa zona*1* fombra se construiría el yo, y existiría una escisión continua entreP liarte psicótica y la parte neurótica de la personalidad del sujeto.

llloger cita el caso de un paciente que adhiere al encuadre de la

411. Hn'ión analítica hasta el momento en que experimenta la necesidad■lt rn uperar su sueño de omnipotencia, “ su” encuadre. Explica cómo*1  contrato había sido respetado durante un primer período, hasta

din en que el paciente, hasta entonces tan puntual, comenzó a faltarÉ I r, sesiones y a deberle dinero a su analista. Esa deuda, y !a imposi-

 Jad de saldarla, lo humilló. La ruptura del contrato (encuadre)(kilo aparecer un vacío,  el del mundo de la omnipotencia infantil,Munido que se suponía que el analista le devolvería, del mismo modo• ni un había supuesto que le devolvería el mundo de objetos perdidos

tlf* »u primera infancia. Sólo a propósito de la ruptura del contrato(Mivuadre) pudo comprenderse hasta qué punto el encuadre (y elM pfto del contrato) habían sido los depositarios de un mundo mágicolid» Dependenc i a infantil; lo que estaba en juego en la trasferenciaMrótica sólo pudo comprenderse después,  gracias a una ruptura del»»*nnato. A partir de entonces apareció el “encuadre” del paciente,»n< nridre que se había mantenido oculto en las sombras y que surgióA)*k° ante la angustia de volverse loco si el análisis lo ponía eni4hi.ii ión de hablar de lo que hasta entonces no había podido jamás

Miliar en su decir (su discurso interior). Así, nos dice Bleger. todonnbio en la inercia del encuadre moviliza las defensas o hace surgirIn» Mementos psicóticos de la personalidad del paciente. En el casoflindo, la deuda  hizo aparecer el deseo agresivo de suprimir al analistam i ( uito que otro, condición necesaria para reencontrar cierta forma

I..... mi  ha sido desarrollada por Lacan en una teoría de la relación de objetofilMiTollada como una lógica del significante.

Si para Lacan el recién nacido está en un primer momento en una rela-t lmi con el m undo qu e no puede d istinguir de sí mismo, sale de esa relación

*1 iloscubrir la falta. A ll í es donde nace la identificac ión ligada a la dife -i»‘in ui que es también ausencia. L a relac ión entre fantasia, sign ificante yÉUfloncia, conduce a Lacan a hablar de una palabra vacía (discurso de loMiiiinitiario) opuesta a la palabra llena (articulada con lo simbólico).

Nt» hemos tratad o de discutir {pa ra refuta rlas) las nociones de no-yo [ego],

Íptu.yo [ego],  meta-comportamiento y meta-lenguaje, introducidas por Bleger.li mos retenido lo que dent ro de su teo ría es susceptible de ser retom ado en

•un» articulación del significante, todo lo que puede volver a interpretarsein imninos de imaginario, simbólico y real; de allí la atención que le pres-Viliion al estudio de Bleger sobre el encuadre y el proceso (estudio expuestomu referencia a lo que en Lacan se define en términos de simbólico e

lHt»|ilnario).

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de omnipotencia infantil, omnipotencia fundada en una suerte derivalidad especular, rivalidad que no deja lugar más que a uno u otromiembro de las partes de la relación psicoanalítica. Lo que estáen juego en las explosiones agresivas que sobrevienen durante las

sesiones de análisis o en ciertos momentos de la vida en una instituciónno es estudiado en profundidad en ningún momento por los distintosautores. Aunque registran con precisión y pertinencia el momento de suaparición, se justificaría que para explicarlas efectuaran un examenmás profundo. Si bien es cierto que la explosión agresiva está ligada!a la menor ruptura del encuadre (contrato propuesto por el analista;

 y esto es particularmente perceptible en el asilo, cuando se introduce!en él el psicoanálisis) esa explosión remite también a un modo suma*]mente particular que tiene el psicótico de establecer su relación con

el otro.12 El analista debe ser el apoyo posible de una agresión y evitar!convertirse en objeto de una intención agresiva. Dicho de otro modo,debe privilegiar la articulación simbólica y no dejarse enclaustrar conel paciente en e! campo de lo imaginario. Si bien los autores mencionados insisten con toda razón en la necesidad de que el análisis sebase en el encuadre (a fin de sacar a luz lo que hay de más arcaico,de más indiferenciado en lo que hace a la imagen del cuerpo delpaciente), también es cierto que convertir el análisis en una empresa

llamada de dessirnbiotizacióri   en la relación analista-paciente esfalsear y pervertir su perspectiva misma.

Si bien es ciefto que el paciente no sólo siente como persecutoriatoda interpretación de sus gestos y actitudes corporales, sino que alefectuarla incluso corre el riesgo de inducir a una forma de acting  out  13  psicótico, es sin embargo discutible decir que ello ocurre as!porque la interpretación habría apuntado “ no ya al yo   [ego] sino a sumetayo [ego]” . Esta explicación descriptiva no valora lo que se halla en

 juego en la situación, en el plano dinámico. Pero aquí volvemos a la

insuficiencia de las formulaciones teóricas clásicas sobre las fantasías,]fantasías descritas como no verbales.  Mas justamente porque la fantasía es una combinación inconsciente de cosas vividas y oídas, ocurreque toda interpretación debe necesariamente referirse a lo queel paciente aporta por sí mismo en su decir; en caso contrario, si

 Tod a id entif ic ació n erót ica, nos recuerda Lacan, se efectúa por la víade la relación narcisista. Se trata de una captación del otro por la imagen enuna relación de captura erótica. Este fenómeno se encuentra en la base de

toda tensión agresiva. L a síntesis del yo , nos dice La can además, no se hace

 jamás. Tod o equil ib rio puramente im aginario con el otro adolece de unainestabilidad fundamental (Seminario dei 18 de enero de 1956).

33  Acting out   — actuar en una fantasía.

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M|io rdcmos al descubrimiento salvaje de la fantasía, corremos el riesgo•li |u i-t ipitar un episodio delirante. Precisamente porque la fantasía•r iilirnenta de fragmentos sonoros no comprendidos, no debemos irfelál rápido de lo que el paciente está en condiciones de aceptar. Toda

IIiid pretación precipitada habrá de percibirse como una violación,•miim una intrusión, y se inscribirá por ende en un marco de relaciones(orisrcutorias o paranoicas.

DIMENSION IMAGINARIA

Mnn es difícil dar cuenta de todo esto si se omite, en la experiencia'••MÜtica, la dimensión de lo imaginario. Como lo hemos dicho•» menormente, este campo de lo imaginario, del mismo modo que

In irlerencia al yo especular, está ausente en las formulaciones clásicas,Aparte de algunas referencias generales a las fragmentaciones ansió-grihis de los estadios precoces y al modo en que el sujeto se esfuerzapw»r momentos por recobrar su integridad (y la del otro). Si bien po-•I' i nos suscribir las observaciones de Bleger y las de los analistasArgentinos sóbre la importancia que debe asignarse al análisis delenmadre del paciente (análisis que debe conducirse dentro del enmadre del análisis o de la institución, encuadre que no debería serni ambiguo, ni alterado, ni remplazado) así corno a la atención que

tlfbr concederse a lo que surge en toda brecha del encuadre porque•'*!■) concierne a todo lo relacionado con la dependencia más primitivaílrl paciente con respecto a otro, no podemos sin embargo hacer de laIlinación analítica (o institucional) la vivencia singular de una fusiónI n i11 kitiva con el cuerpo materno. Los analistas argentinos ponen elmcnto en el restablecimiento de esa simbiosis originaria con el fin«Ir cambiar algo en ella a través de un trabajo posterior de des-mi ubi otización.

lin esta perspectiva, los “cuidados” que se prestan en la institución

«r basan en el mito de una regresión necesaria para el “ bien” de unpnciente al que se lo trata como a un injans , mito que nos conduce•i udoptar medidas pedagógicas y nos aleja del análisis.

lis difícil dar cuenta de lo que ocurre en la institución psicoanalítica(o social) si, en lo concerniente a la fantasía, no podemos apelar como!>i liemos subrayado anteriormente al campo imaginario, campo que*r origina en las primeras experiencias de la alucinación primitiva .14

11 Las prim eras experiencias del bebé se sostienen en la necesidad irisa-iliíecha. De allí se origina el campo de lo imaginario que va a servir de

•poyo al sujeto. Este imaginario está estrechamente ligado al principio delplltcer. El deseo se presenta en esta etapa como fragmentado.

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En esta etapa, la indiferenciación primitiva abarca al sujeto y a|objeto. Toda investigación del objeto perdido se convierte, al mismltiempo, en una tentativa por recuperarse en tanto que sujeto. Pero Qesta etapa, sujeto y objeto están condenados a perderse para siempi

por la imago  1Bque queda marcada por el signo   de su paso. En torna esta pérdida primitiva van a ordenarse los primeros fenómefljpsíquicos y a trazarse el destino del hombre que, más allá de lo qupara él sigue perdido para siempre, va a comenzar una búsqueda sífin en persecución de signos que anuncien, enmascarándolo, lo que tidía le fue robado.

El “ había una vez” es el paraíso perdido de las alucinaciónnostálgicas, y es también la ¡alta   en torno a la cual va a ordenan

el deseo.Lo imaginario primitivo, pre-especular, 16 funciona como una huellaa través de estas huellas el sujeto llega a reconocerse. Entre las etapadel autoerotismo y del narcisismo se sitúa lo que Lacan ha descritbajo el nombre de fase del espejo . 17  En ella la descendencia tlrhombre experimenta una tensión, dividida como está entre la prem»duración orgánica y la imagen del cuerpo en su forma acabadi

LA ETAPA ESPECULAR

La captura especula? de su imagen, imagen con la cual se identifujva al mismo tiempo a arrebatarlo a su ser y a mantenerlo en \ 

Guando se produce la alucinación, está sólo en juego el proceso primarPara que la necesidad se satisfaga, es preciso que haya intervención de (proceso secundario sometido al principio de la realidad. Freud ha pue|el acento en el hecho de que la realidad se construye en el hombre siemjí

sobre el fondo de la alucinación.,s Lacan , “ L ’agressivité en psychanalyse” , en Écrits , p. 104.10 L o imag inario precoz, pre-especular, está ligado al pr incip io del plat

 y Freud ha mostrado (en la in te rpretación de los sueños) que la inscripcjde los deseos precoces se hace en la recarga de las primeras huellas p#ceptivas.

La alucinación es un regreso a estas primeras percepciones. Sólo despu

que se ha instalado el yo [ego]   especular se torna posible la carga erótica ydebilitan las cargas libidinales de la etapa precedente (el movimiento de ide

tificación del estadio del espejo debe ligarse al narcisismo secundario).17 L a reacción d el n iño frente a l espejo no se encuentra de modo idi

tico en el mundo animal. Sólo en los seres humanos se advierte este instalde intenso júbilo. Según Lacan, la ocurrencia de la imagen especular siglfica para el niño la recuperación de una imagen del cuerpo en su totalidiEn ese momento existe en el sujeto una tendencia a encerrarse en sí miaique facilita la intrusión de los otros. i

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*i(iiililirio de rechazo y de amor, equilibrio que está en el origen de laH o n d ó n fundamental del yo imaginario. Volvemos a encontrar

forma de oscilación en ciertas psicosis.¿   l lirnndo el sujeto, en la etapa de la imagen especular, va a ser lle-

,i identificarse con su otro imaginario, sólo podrá hacerlo al■ t rio de una reorganización estructural, reorganización que señalaH miimo tiempo el fin de una fase depresiva.

I n la etapa de la imagen especular, el sujeto, en su búsqueda delHi|rln, no encuentra ya la imagen del objeto sino “ sombras de objetos”

...........   su propia imagen. Estas sombras aparecen allí como una■mlnlla en la búsqueda del sujeto por el camino del deseo. LaHluutura imaginaria18  es la única que permite dar cuenta de las■huilones agresivas que rigen las relaciones del yo [mot\  con el otro (ten-tinmvi de las que he hablado a propósito de los incidentes que sobrevie-tii ii ,il producirse la ruptura del encuadre en la situación analítica),

i Ri ni, al mostrar cómo la ¡mago del semejante está ligada a la estruc-lili.i <leí cuerpo propio, muestra al mismo tiempo cómo la instauración

I otro se hace en tanto que depositario de representaciones de■lljrtos parciales. El camino del deseo pasará, durante esta etapa,|Kn i*l otro yo, y si el sujeto no permanece ya perdido en una poraf*l n ión de fascinación con otro (un otro que le hurtaría su imagen)

Hln n' debe a que de entrada funciona un tercer elemento, las marcasHumill antes de las oposiciones fonemáticas que, desde un comienzo,

■ im i presentes entre el niño y la madre, y que son las únicas que leR liu ilen al niño la “ buena” identificación especular. El júbilo que

•rlinlii (en el enfrentamiento con su imagen en el espejo) la victoriai|ü| niño sobre el riesgo de su desaparición (de ser tragado) comol l l j r t n , ese júbilo, no está causado por lo que ve en el espejo (suBlligcn) sino por el hecho de que lo ve su madre (a la que percibei mi ni i no peligrosa) y esto es lo que permite el nacimiento del yo [i'go]  ►*l>n ular. En un primer tiempo (y es éste el del drama pasional), hayImposibilidad de dominio imaginario. En un segundo tiempo, ese

dominio se instala como efecto del significante   (señales significantesBtiP provienen del otro, de un otro que proporciona la materia sonora).IiM representaciones, en esta etapa en la que funciona el procesoprimario, son imágenes fundamentales, y es con estas imagos que el•si ¡i to se ubica en la circulación significante.

1.1 material arcaico (del que hablan Bleger y los analistas argentino») que irrumpe en un momento dado de una cura y que, como

1.1 Lacan, “ Complexes fanúliaux dans la formation de l individu"’, en í ’Ln   

tytlopédie franQaise sur la vU menlale , t. vm .

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lo hemos visto, lo hace cuando se produce una ruptura en un encuadmhasta entonces inerte, este material arcaico es la trasferencia imaginan'de imagos al analista, trasferencia que, por un accidente de la reprc'

sión, ha excluido del control del yo [moi]  una determinada función,ha dado su forma a un cierto tipo de identificación. 19  Para Lacanla imago (como el encuadre para Bleger) subsiste como permanenteSe reactualiza en el análisis en un plano de sobredeterminaciónsimbólica.20

LA DIMENSIÓN SIMBOLICA

El sujeto recibe siempre sus señales significantes en tanto que sujeto fragmentado. El esquizofrénico, en su búsqueda de curación, se aferrüa veces desesperadamente a. vocablos que no están mediatizados popningún sentido, sino que aparecen como tentativas de recarga sonorade su mundo objetal. Se trata, en suma, de un intento por reencontrar,a la vez que una señal significante, el objeto perdido. Al esquizofrénico]le falta la dimensión imaginaria, no puede conducir del mismo modo

que el neurótico su búsqueda del objeto perdido; como no ha podidodominar la imagen especular (cosa que le habría permitido poseerla imagen del otro), busca reencontrarse al nivel de imágenes decuerpos despedazados y de sonoridades vocales que aparecen comoseñales significantes “ uñarías” 21  al nivel más elemental, pero que

19 Lacan, Écrits , p. 107.20 Lacan, op. cit., p. 108. Lacan cita el caso de una joven afectada de asta»!

sia-abasia. L a imagen subyacente era la de su padre, a cuyo respecto bastó quelel analista le hiciera observar que le hab ía faltado su apoyo , para que 3a jo ven se encontrara curada de su síntpma, sin que se vie ra afectada, no obs*|tante, la pasión mórbida vivida en la trasferencia.

21  La madre inscribe en un doble registro el llanto mediante el cual el

bebé pide que se lo alimente ;  responde a él mediante un objeto que lo satis-jface y mediante una escansión sonora. Las primeras jaculatorias del bebé]

responden como un eco a las oposiciones fonemáticas que constituyen para él

la respuesta al otro, lo que Lacan describe como identificación significantdlunaria. A ll í se elabora (e n torno a la escansión de una pé rd ida y de un

reencuentro), bajo una forma metafórica, un significante , todo rastro delobjeto se ha perdido en el significante. El objeto no puede ser ya recuperada

más que de un modo metonímico por la vía significante.Esta primera marca significante constituye para el sujeto un dominio do

la imagen que señala el nivel de una represión primitiva.Las identificaciones significantes tienen cierta relación con las trascripcio-l

nes sucesivas que menciona Freud en su carta a Fliess (52). Habla de unprimer registro de las percepciones incapaz de tornarse consciente^ de una

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n< ni que emita su palabra, no ya en nombre de su yo [ego]   especularfllin ru nombre de los otros. Todo análisis está marcado por el modo entfiir, ron una cierta repetición significante, el sujeto llegará a poder o

mwtenerse (más allá de la demanda) en el campo del deseo. Y sefepaíorma en deseante al precio de abolirse como sujeto, de ser “elp*ponente de una función, que lo sublima aun antes de que la

* t * r m ” 22I n verdad que Freud ha mostrado es precisamente el modo en

l|lir en un análisis el sujeto se ve llamado a renacer para saber lotitjr quiere sobre su deseo. El precio a pagar para su trasformación...... jeto, lo paga con una forma de castración, castración que desem-

na el papel de vector del deseo.I os analistas desconocen esta verdad en la medida en que tras-

fíiiman el fin del análisis en una especie de ortopedia del yo [ m o i ].   El

»*li|rlivo de la cura se centra para ellos en la necesidad de recuperar unn |m o i ]    fuerte “ adulto” . .. allí precisamente donde Freud ha centrado

•n ni desgarramiento en cuanto tal el sentido del drama analítico.

i i ENCUADRE Y E L PROCESO EN LA SITUA CIO N AS ILAR

Vmo  volvamos a nuestro estudio sobre la institución.I lemos aclarado ya los accidentes que sobrevienen cuando se

|»io<luce una ruptura del encuadre, y hemos visto de qué modo puedelllfgir, de estos accidentes mismos, una verdad.

I as rupturas que amenazan la estabilidad de la institución tienen|i"i base un material arcaico en el que se origina la naturaleza de la

*• gunda trasc ripción que es la del inconsciente, y d e una terce ra trascripción■■|'i ("sentada por el preconsciente.

Pura Lacan se trata, a este respecto, de tres tiempos:la identificación uñaría;las representaciones sustitutas, y

el semantema aceptado por el discurso común.

II re Lid utiliza las nociones de traducción   y de trascripción.   La trascripciónrum íem e a los registros de las percepc iones en las sucesivas etapas de lavIiIh. Y, nos dice Freud, la traducción   de los materiales psíquicos se sitúami c] límite de dos etapas. Freud vincula la particularidad de ciertas psico-imurosis con una ausencia de traducción, con lo que no puede producirseningún registro nuevo. Guando el material psíquico no puede traducirse ya

• ii un registro que corresponde a la etapa siguiente, se produce una repre •iiSu. Esta represión tiene lugar bajo el efecto del displacer.

ftsta noción de represión en tanto que ausencia de traducción tal comola elaboró Freud en 1896, debía llevarlo más tarde a la noción de repudio¡hítclusión]   (presente en las psicosis).

Lacan, “ Remarques sur le rapport de Daniel Lagache” , en Écrits , p. 683.

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agresividad en el hombre y la relación que mantiene con su yo y siobjetos. 23  “ En esta relación erótica en la que el individuo humano sfija a una imagen que lo aliena a si mismo se halla la energía yforma en la que se origina esta organización pasional que él deniminará su yo.” 24 De este modo, el yo está señalado, desde un comienzopor la tensión agresiva (tensión correlativa de la estructura narcisista,según Lacan), y constituye “ el centro de todas las resistencias a la cuide los síntomas” . 25

No obstante, los analistas clásicos se basan precisamente sobre es) yo para llevar al sujeto . . . a la curación. A l actuar de este modise alinean con la concepción utilitaria del mundo moderno en cuanlal empleo técnico de un yo al que se exacerba para poder emplearlo

cada vez mejor con fines de adaptación. Esto es olvidar con quídesgarramiento de su ser paga el hombre moderno el precio de laadaptación: la paga al precio de la locura y de la delincuencia .

Cuando hablamos de la institución psicoanalítica, no podemitomar en consideración únicamente el encuadre.  Frente al encuadi(como lo hemos visto al comienzo de este capítulo), en el encuad(inerte) tiene lugar el  proceso   que se caracteriza por ser ante todomovimiento. Son los acontecimientos que se repiten en el discurso (el

la sesión o fuera de ella) los que van a llevar a una especie de institu-cionalización.

El proceso analítico (que es también la introducción de una fantasíadesde el comienzo dé la cura) se desarrolla en el tiempo a través douna oscilación continua entre la recurrencia al pasado y la proyecciólal futuro.

“ El proceso 2“ tiene lugar en el encuadre de la sesión y en 1:rupturas que sobrevienen. La apertura del proceso está señalada poila introducción del contrato analítico al que Jas dos partes debe)someterse, El proceso analítico, con su contrato, su meta, su desarrollo

 y su cierre, Crea una institución.”Los autores kleiníanos ponen el acento sobre la importancia que

debe acordarse a la posición depresiva que se presenta como un trabajode duelo, duelo de la omipotencia mágica de la infancia. Los analisti(y muy especialmente Grinberg) estudian en diferentes trabajos el

23 Lacan, Écrits,  p. 113.

24 Lácan, Seminario 1955-1956,25 Lacan, Ecrits,  p. 118.

23 León Grinberg, M arie I-anger, Da vid Liberarían, E m ilio y Geneviévc

 T . Rodrig ué, “ Th e psychoanalytic process” , en International Journal of Psy- choanalysis,  vol, 48, n° 4. [Hay edición en español: El contexto del procese  

 psicoanalílico,  Buenos Aires, Paidós.]

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Minln 'Mi que el analista debe sufrir a veces la influencia parásita de

I" M-ntimientos del paciente, y cómo es él quien, en respuesta a este

■dianítismo, obstaculiza (en beneficio de su propio bienestar) el trabajo-

■i' •lucio.

Ivi mérito de Melanie Klein (y luego de Bion y de Melita Schmide-(*i|') haber insistido en el modo en que el sujeto utiliza la institución■Icoanalítica (y la institución social) como defensa contra el surgi-Mínto de la ansiedad paranoide y depresiva. Los individuos pueden|J» estii modo introducir sus objetos persecutorios internos en la vidaili' l¡i institución.27  Conocemos los efectos de fragmentación que de

* lio resultan posteriormente en el plano de la identificación. Jaques«ul ii uya que esto no significa, no obstante, que la institución se tras-limnr por ello mismo en psic.ótica. Sin embargo, podemos esperar

Q|i mitrar en ella todas las formas de manifestaciones de irrealidad, de'¡hlting , de sospecha y de hostilidad que son características de toda

‘ lilii en grupo, características utilizadas por los individuos para defendí1 me contra la ansiedad psicótica.

I ;is estructuras de las instituciones desarrollan sistemas de papeles y•I» posiciones a través de un conjunto de reglas, de convenciones

ili prohibiciones. Este sistema rige las relaciones de los individuos

mire sí.

lili una institución (como lo hemos visto más arriba) tiene lugar

mi discurso. A partir de malentendidos se estructura algo y a través

ili l nintoma llega a poder hablar una verdad. Esta verdad que surgei • i'l fruto de un encuentro decisivo.26  En el desarrollo del proceso

Hliditico asistimos a ritos simbólicos.

liemos visto que la institución psiconalítica y la institución social sefOimtruyen, en lineas generales, según un esquema que les es común.I Irntro del encuadre y en relación mu él (encuadre de la instituciónque enmascara el del paciente) tiene lugar un discurso. El movimiento

(Himno del proceso analítico está ligado a la inercia del encuadre. Estal(ii icia — parálisis— existe en toda institución. El sujeto, modelado|mi la institución en la que se halla inmerso, obra a su vez sobre ella{iiiiii acrecentar su parálisis. El sujeto se alimenta de esta parálisisI' ii ■i funcionar en otra parte,  al abrigo de la angustia que no dejaríafln suscitar en él todo movimiento del encuadre.

'' Jaques, “ Soc ial systems as a defen ce against persecutory and depres-.nixiety” , en New directions in psychoanalysis,  Tavistock, 1955.

" Nassif, Congreso de la escuela freudíana, Estrasburgo, octubre de 1968.

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UN A INSTITUCIÓN EN U NA INSTITUCION

El interrogante que trataré de abordar ahora es el siguiente: ¿ I

posible introducir la institución psieoanalítica en la institución asilar,)cuáles son los efectos de una sobre la otra?“Podemos — dice Ginette Raimbault— considerar que las instituí

ciones =s son organismos creados por las fuerzas normativas de I»sociedad contra el surgimiento de derivados del inconsciente r»pudíados,* a expensas de los cuales pudo ser preservada esa notmto  lidad.”   “ ¿Qué es, entonces — se interroga— lo que debemos hacer¿Crear instituciones específicas para los esquizofrénicos, porelaboradas que sean las concepciones estructurales y simbólicas de cs«|

instituciones, o debemos volver a cuestionar el conjunto de las estrulturas de la sociedad, de modo tal que se eliminen las fuerzas represivil y reaccionarias de la normalidad  en beneficio de las nuevas estructuflque tengan mayor apertura a la expansión incoercible del discutíhumano y a su articulación?”

La autora formula este interrogante como un eco de la observad®de Cooper,30  quien, comparando al hospital psiquiátrico con nicampo de concentración, comprueba: “ En el hospital psiquiátrin

se cuidan con diligencia los cuerpos, pero se asesina la personalidad Ilos individuos” . Observación a la cual Oury 31  se ha preocupéen responder mediante el siguiente análisis de la institución y <ln

terapeuta en ella; “ La institución es un sistema de defensa, cuflcaracterística es una tentación sádica de aprehensión de los otrlEstos intercambios esencialmente metonímicos obedecen a un regljmentó, pero son recortados de acuerdo con la dimensión metafórifldel contrato. Es allí donde reside la articulación con el Otro que p a l

en acción, por una parte, un masoquismo funcional y que por la ollilplantea el problema del origen de la institución’*. Más adelanta J. Oury continúa: “ Lo colectivo constituye un conjunto que sobnidetermina los acontecimientos que allí ocurren y presiona sobre ell®

20 G ine tte Raim ba ult, Congreso sobre las psicosis, octubre de 1967:psychanalyste et rinstitution'’, en Enfance aliénée II, Recherches,  dicivflbre de 1968.

* El término francés es rejeton,  cuya traducción es retoño. Derivado d

botánica, acentúa la idea de que el inconsciente presiona hacia la concieitflpor ]a imagen de algo que vuelve a brotar después de que buscó suprimirliEn francés /ordos   suele traducirse también como forcluido (N . del R . I  

50 D avid Coopcr, Congreso sobre las psicosis, París, octubre de 1967. 1

31 J. Oury, Congre so sobre la psicosis, París, octubre de 1967: «QuelqiffJproblémes théoriques de psychothérapie institutionnelle» en Enfance aliéntí  Recherches , septiembre de 1967. ™

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■fetn presión es una forma de alienación social.  Es preciso, pues, ana-B il í esta máquina   ( y su estrategia) para librarse de esta alienación,Pili filo, el análisis puro tiende a parecerse, en cuanto a su eficacia, aIm oraciones antibelicistas” . “En un colectivo — agrega luego Oury—

Ut irasferencias son múltiples. Al parecer existe una dialéctica entreIn ritructura del colectivo y el estilo de las demandas, de las pulsio-ii" que obra sobre los modos en que se manifiestan los sujetos y su•rllculación con el significante.”

I nsquelles, al estudiar la relación del análisis individual con elInstitucional, declara, por su parte: 32  “Apenas alcanzamos a en-iii ver los diversos conceptos de la interpretación en la trasferencia,fUatldo  ya el conjunto de la institución lee el discurso, al mismoBttnpo en palabras y en actos. No es posible negar ni facilitar la■Vnlución de la neurosis de trasferencia institucional mediante la so-

k u tíó n del deseo de los educadores.”"La esencia de la psicoterapia institucional — observa Ginette

HMlmbault— **   consiste en introducir mediaciones cuya función esnl'iii' la relación binaria estereotipada (de la que habla Cooper en«i libro Psiquiatría y antipsiquiatría ) 34  hacia algo diferente de laN|ireularidad imaginaria, es decir hacia la dimensión simbólica.”

I I interés de todos estos trabajos reside en la búsqueda de una

•Hiecie de estrategia de “cura” (mediante clubes, reuniones, etc.). Lafeffncupación que anima a los autores es la de llegar a introducir

|iMiil)ilidades técnicas para que el discurso que se da en la instituían no permanezca encerrado en una situación imaginaria sin salidal pura que pueda, en consecuencia, producir efectos significantes.Illlidian estos autores a la institución como un lenguaje que es prefiní descifrar, según las leyes de la lingüística. En esta cartografía«tfl inconsciente, representada por la institución (el significante delmli i tivo y el de cada uno de los sujetos), se encuentra algo que es

i ¡so saber utilizar para trasformar un universo represivo en unIhMiir en el que se hable y donde, debido a que circula una palabra,Muñían entreverse las perspectivas de la cura.

I i'nemos, no obstante, derecho a preguntarnos si tiene sentido elnwilisis de las relaciones inter-racionales, frente a la realidad peni-llttriaria del asilo.

1,1 médico que se halla colocado en una estructura asilar clásica•ni puede sino sentirse impotente en su papel de persona que cura.

| Tosquellcs, Congreso sobre las psicosis, París, octubre de 1967.•" (íinette Raimbault, loe. cit.' • David Coo per, Psychiatrie et Anlipsychiatrte,  éd. du Seuil, 1970, [Hay

►illt liin en español: op. cit.]

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 Toda persona, quienquiera que sea, que se introduce en el asilo Jsindicada por el paciente como cómplice de ¡as fuerzas de fepresióljsocial. El discurso que se produce es ante todo el producto de la alii-nación sufrida, se inscribe en una estrategia estereotipada, como ol

estereotipada la estrategia del médico que trata de codificar los sig>nificanteSj en un lugar que los usos administrativos han tornad'carcelario.

He intentado, en cuanto psicoanalista, introducirme en el asillí(pasando en él, es cierto, un período reducido de vacaciones). Nome extenderé sobre el problema, ya tratado en otra parte,3S referid"a la dificultad con que se tropieza cuando se pretende introducáuna institución psicoanalítica en una institución social. Esta supenj

posición de los dos encuadres sólo puede lograrse con buen éxito siencuadre de la institución psicoanalítica (necesariamente inertclpuede introducirse en un medio institucional lo suficientemente fiexible como para tolerar las brechas que el paciente se esforzará pmintroducir en el encuadre institucional. No se puede liberar una palii-bia en la institución psicoanalítica sin que ello produzca consecuencias en el exterior, es decir en la institución social en la que se halliencerrada la institución psicoanalítica misma.

El paciente psicótico¡ que en la situación analítica aporta de tnt

modo velado, enmascarado, su propio encuadre, no puede dejalde intentar el enfrentamiento entre el encuadre de la institución psicoanalítica y el de íá institución social. Para que este enfrentamieilljno sea riesgoso, es importante que el encuadre de la institución psicihanalítica y social se mantenga estable, al abrigo de efectos emocininales y de los diversos ataques persecutorios.

A partir de esa permanencia podrá instituirse (en la sesión y rn Ja institución) un movimiento dialéctico, y generarse un discurso coj

sus efectos de sentido no sólo con el analista, sino incluso con todíel personal de la institución, en la que cada uno es, a su modo, unípieza más de un vasto juego de ajedrez.

Pero las estructuras rígidas del asilo presentan un encuadre aunmás inerte que el propio encuadre analítico. Las trasgresiones dnlencuadre analítico (asimilado por el paciente al encuadre asilar^corren entonces el riesgo de producirse en el asilo, que se conviert#de este modo en el lugar del acting out.  El trabajo analítico se tornaentonces imposible en una situación en la cual la constante se revel^como una constante punitiva. N o existe ningún tipo de contrato!

35 M aiid Ma nno ni, L ’enfant, sa " maladie ” et les autres,  éd, du Seuil, 1967,

[Hay edición en español.]

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ht'U enfermo se presenta como el signo de un callejón sin salida cuyoHnlido ha de buscarse en otra parte, particularmente en la sociedad.I I analista hace muy pronto el papel del acusado — y, como se lomlmila a la condición de representante de una sociedad represiva,

■ encuentra de entrada condenado a la impotencia. No puede hacerni más ni menos que lo que los psiquiatras han hecho siempre. Simu  es psiquiatra, lo sindica como tal un paciente marcado por el uni-■i o segregado en el que se halla inmerso.I.a introducción de la institución psicoanalítica en el asilo es la

 Jflltoducción de una ambigüedad en cuanto al encuadre asilar, y esofl&ln logra exacerbar la desconfianza del paranoico. El médico jefe,lin médicos internos, las enfermeras, todos forman parte integrante■ti I sistema médico-administrativo tradicional. A l psicoanalista,  por  i minto proviene del exterior,  se lo percibe como a una interrogaciónQUP, mediante un juego de reflexión especular, introduce una miradat una escucha en el mundo de un paciente que está habituado aleferencias conocidas, referencias en cuyo seno despliega una estra-Ipfiia idéntica a la que utilizan en las prisiones los delincuentes. La«punción y la subsistencia del che vuoi?   no puede mantenerse■ I'iiinte largo tiempo como enigma (principalmente en el caso delim paranoicos).

I.a relación con el encuadre institucional   me pone a prueba, por-ijlie en función de ese encuadre se me pide que me defina. Se trata

•I" saber si puedo ser utilizada (contra los médicos, para una salida,■nutra fulano, etc.) y el paciente se interroga con toda conciencia«i <1ne el poder que ejerzo dentro de la institución. Por otra parte, loi|iie a partir de la aclaración de este punto me torna peligrosa es pre-i llámente el hecho de que no estoy investida de ningún poder:|inique si no tengo un poder visible, se me asigna un poder oculto, temible. El mundo fantástico del paciente no halla depositario frente• líl ambigüedad de mi status.

ijQué es lo que ofrezco?

¿La curación? El paciente no la pide.I .e ofrezco hab lar. . . y agrego, ingenuamente, que “eso le hará

olrn” , pero, ¡ es precisamente sobre ese bien que le deseo que comienzaD interrogarse y angustiarse!

I’or otra parte, en cuanto a hablar, ha desaprendido a hablar.

Algunos, es cierto, aguardan en la sala de espera, puntuales. Amenudo no tienen nada que decir, sólo la reedición de un relatoi'itcreotipado, esto es, la variación de un tema delirante: me lo ofre-•  i n porque su disposición hacia mí es positiva y desean ayudarme a

hacer este libro que han escuchado que quiero escribir.

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Están, pues, dispuestos a proporcionarme historias y también i'Mcritos codificados a! modo de legajas médicos.

En su mayoría, se niegan a un encuentro privilegiado; en últimíinstancia, e! ello   habla mejor en otras partes que en el gabinete dd

analista.Esperada por algunos, rechazada por otros, comprendo que lo qufl

Se dice está modelado por el asilo y por las estructuras en lasestoy, con ellos, apresada. No hay lugar para que surja una verdadLo imprevisto no aparece. Las reglas deben ser respetadas, y estatreglas hacen referencia al encuadre de cada paciente y al de la i: «•titución asilar. Cada falta que cometo a las costumbres establecidnfse ve sancionada mediante una agresión, agresión inducida por (fl

hecho de que me he puesto en función de agente provocador (existí!*ritos que deben respetarse: no se entra impunemente a mirar telavisión en la sala común de un pabellón en el que nadie nos conocí*nunca se hacen “ agresiones” , no importa dónde ni cómo, que no i <>*  rrespondan siempre a una falta cometida por el “ agredido” ).

La situación analítica es la introducción de una brecha en la rigí*dez del encuadre institucional. El paciente trata de hacer surgir nila situación analítica misma ese encuadre rígido (horas fijas, etc.)que constituye su protección, Pero un detalle mínimo que modifiqw»

este encuadre induce reacciones de violencia fuera de la sesión, en ¡ainstitución asilar. El encuadre que proporciona seguridad es el til»la institución asilar, tiunque se lo cuestione. Y modelado por la institución asilar, el paciente termina por tornarse hostil a todo cambiose hace conservador en los gustos y las costumbres del lugar en dcual se halla, quiéralo o no, insertado. Todo se encuentra debida»mente organizado para que se fijen para siempre las funciones djlverdugos y de víctimas.

Si el paciente asimila al “ sistema” asilar el personal que lo atieMde, a mí, en cuanto psicoanalista, me sindica como la experta   (pafJticularmente por parte de los paranoicos). A partir de ello, el discurstt1sólo podrá funcionar con una inercia dialéctica suplementaria.

- ¿Para qué sirve usted, si no está aquí ni para juzgar ni par#;obtener, mi salida?

 — Entonces está usted encargada de espiarme.No me es posible desempeñarme con libertad en un lugar en el qw

todo está reglamentado, determinado al minuto, previsto.

La ambigüedad de mi posición no puede provocar otra cosa qwrechazo.

 Toda irrupción de los terapeutas en el encuadre de vida propmdel paciente es vivida por éste de modo persecutorio. Las reunionci

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| *!’ toleran si pueden inscribirse en un ritual establecido (fechasH li) , rtc.j y se teme que haya arreglos de cuentas posteriores a la■Unión . ..

Lm cosas, ocurren de un modo radicalmente diferente si, en un■lili en el que los terapeutas están reunidos, irrumpen los pacien-

M lín este caso, debido a que son ellos los provocadores, la angustia

Emi'iuitoria es mucho menor. Si los terapeutas soportaran que sen interpelara, podría aparecer en el decir algo verdadero. Mas en

k|Hli|UÍer caso la ambigüedad de la situación no se soportaría muchol» >I>11  y pronto cada uno volvería a entrar en su universo propio,li rute modo la segregación actúa muy bien como antídoto de ¡a

KtKllItia.I i ansiedad psicótica, ya lo hemos visto, sobreviene donde se pro-

|(l<1  i’l movimiento, contra lo que es constante,

‘u bien la situación analítica se halla esterilizada (es decir, en losmli<is resulta una especie de pedagogía reaseguradora, alejada de

■lii perspectiva analítica auténtica), se la soporta no obstante, por-|tíí en la medida en que desempeña dicho papel, se halla inscritai mía estrategia,  conocida.I *i * otra manera, no hay lugar para la introducción de una insti-

ftlrlún psicoanalítica en una institución asilar.36  En un lugar deii|in carcelario, nada tiene que hacer una institución que se proponga

purtir una palabra.

I I I. D I S C U R S O P A R A N O I C O

^ l'linTOCOLO S DE SESIONES

H discurso del enfermo y el de su familia. Georges Payot, 30 años, lili1nado desde hace 10.

1*1 ¡turra sesión 

Irlllr a Francia a los 8  años. M i situación es peligrosa, siempre loni nulo. Huérfano desde la cuna, mi madre murió al nacer yo, y mii n lie un año después, de pena. Fui recogido por una tía que tenía>i(ii*i ilegítimos. Ella fue una falsa tutora. M i verdadera tutora erami  iibuela de Martinica.

Ifl Lo:; efectos de las reuniones de grupos m erecerían cier to análisis: no es

ni =|íle después de las sesiones se produzcan “ arreglos de cuentas” . Esto sitúa■-11 i * el encuadre en. el que está llama do a tener lugar un discurso “ libre” .

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La señora Loné era la hermana de mi madre, tuvo hijos con tilmecánico de automóviles, el señor Soutier. Se ha acostado con muchos individuos. Pero esto es algo accesorio, se pierde uno a vec^del tema, que es más fascinante y más interesante que todas es#

cosas.Veo en usted una persona agradable, calma, eso es delicado. Sien

pre me han tratado los médicos internos varones, nunca he teñidocasión de tener la presencia de una mujer.

M i tía me dijo: “ ¿Quieres venir a Francia?” . Le respondí: “ Sí11M e parece que estuve demasiado complaciente. Cuando abandom

a la abuela, continuaba llamándome. Murió a los 80 años.Por el lado de mi padre, tengo la familia Passabé, que no ha hecln

nada por mí. Esa tía tiene una panadería, siempre me ha desilusionado, hasta ahora no he tenido por ese lado más que mala suerli'M e he visto sorprendido por muchas pequeñas cosas que han sobnvenido, que entrarían en el dominio de lo religioso. Quiero comenzapor ser franco: todo empezó en 1957. Yo soy nativo de MartinicExistía entonces el problema argelino, eso me desorientó; los árabclal ver mi cerebro, establecieron un titular político. Se sirvieron (mí como si hubiera sido su cerebro, y esto me perjudicó.

A los 7 años, oía ya voces. Una voz me impulsaba a hacer el ma Tuve un placer sexual con una niña de allí. Perdí enseguida todsatisfacción. Después de eso llegué a París, al orfanato de Saifll'Gonzague.

Segunda sesión 

He estado complicado con usted la última vez. Si tenemos otras cornversaciones, podré establecerle las cosas de un modo más científicc

Siempre he estado solo, porque era hijo único. A mi tía la llamabmamá, y consideraba a mis primos como hermanos. Si hubiesen sidlmis hermanos habrían estado en el hospital conmigo. Si hubiese teñidun hermano, habría podido tomarlo por confidente. M i tía es unmujer quimérica, es autoritaria.

Caí enfermo con el problema argelino. Había hecho la misma tontería que ellos (placer sexual). M e adoptaron como hermano de razjM i sangre es mongol. Los argelinos me han perjudicado en todo li

que he querido realizar. He tenido ideas racistas. Corrieron rumorosobre mí en la región parisiense, cuando me sentí perseguido.

Estaba en mi trabajo y rodé por tierra orinándome en los calzo*cilios, esto le pareció extraño a los policías. M e dirigí a Ville-Evrarctenía un aspecto metafísico. No tenía libre el cerebro. No me sientn

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ftir|in ahora, nunca me sentí bien. Siempre tuve una infancia mártir,fcli (la me hacía sentir su desprecio. He llevado una vida de lobo;Mili uve mi certificado de estudios. Me llamo Payot. Desciendo de lailiiMstía de los Galos. Según este título, tengo sangre noble. Traté■I* lí'producir en la Martinica. En la Martinica fui recogido por losRlongoles y amamantado a pecho con leche comprada, eso me permitió vivir.

pUando vi que eso no caminaba, pedí interpretar un canto flamenco. Se me dijo: los artistas son mal vistos. No es posible seguirtyftn carrera de artista, y eso me desorientó. Después adquirí vicios,*•! virio de fumar. Aquí no hago más que fumar y dormir. Habría• |ii<rido vender mi certificado de estudios para tener una guitarra.Ptwwmos celadores que tocan instrumentos, pero jamás me he inte-trnido en eso, prefiero la soledad.

I ncera sesión 

(Intimidado, molesto, Georges, a través de todo un lenguaje corporal,lleude a mostrar que está emocionado.]

I o   que sería importante, para mí, es hacer el amor con una mujer.Nn sé si usted se da cuenta, pero nunca he podido alejar de mí last|(iiiHéras animales. Esta mañana pedí ver al jefe de pabellón, quería<|iir me diese mis ropas de civil. Quería embellecerme para usted.Nn tenía valor para hablarle hoy vestido con el traje con que me pre-• ■tilo a usted. Este traje de enfermo es envilecedor.

I Itimamente, le he enviado a mi tía una carta malísima. Era im*pintante esta carta, era una carta que hacía ruido, le confiaba mis(Di lctos, eso debió hacerla llorar. Le decía que era quimérica, tengoHitado de que me abandone. Ya he llorado aquí más de una vez,(li’iilpre he soñado con harenes de mujeres. Querría volver a mi paísi" ) razones de costumbre y de aclimatación. Un niño como yo nolimita aclimatarse a las cuatro estaciones. Allá no hay más que dos.

Mi- siento molesto delante de usted, no quiero hablar más.

Cuarta sesión 

Mi tía me escribe que usted va a verla. He insultado a mi tía enmui carta. Querría que se resolviera mi situación, después de dieziimu',  de esfuerzos no he obtenido ningún resultado. No veo por qué I I  gobierno querría agravar mi caso. Quiero salir de aquí y volver alili país. Aquí lo consideran a uno como un impedido.

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M e siento perseguido, no he hecho ningún mal, y no obstante Maquí que me envían un experto (el psicoanalista). Quiero mi liliw»tad. Con la revolución actual (acontecimientos de mayo) es preciBque los enfermos continúen. Tengo ganas de ir a holgazanear en nflpaís. Busco el placer. Soy débil en amor, tengo complejos que me tic1*favorecen, es preciso alejar las quimeras animales. No obstante, Cri»lt|ha dicho: “ Creced y multiplicáos” . No quiero provocarle desagradani molestarla, pero cuando se es nativo de un país como el mío, l|costumbre es la procreación. M i tío corría tras las mujeres. Murifarruinado con 40 hijos a su cargo. Tenemos, pues, un jefe carib®Si en mi rliesus  hay un origen árabe, no es vergüenza ser norafrican®

Quinta sesión: entrevista con la tía y su marido 

Entre nosotros — me dice la tía— la enfermedad psiquiátrica es considerada como una tara. Georges no ha podido adaptarse jamástrabajo. En otra época cantaba, pero pronto tuvo la impresión (|nque se le impedía seguir cantando. Había comenzado muy bien (■diseño industrial, pero cayó enfermo a los 19 años, en tercer año. H

La gente no se recupera más de su enfermedad. Era muy divecj

tido, un muchacho asombroso, querido por todos. Tuvo una crilflde reumatismo articular y lo trataron con cortisona. Desde ese día f lpuso más nervioso. Contrajo un soplo al corazón. Una tarde se pumja sudar, había sido atacado por los norafricanos. Unos días despuBtuvo una descompostura en su trabajo. Lo pusieron en el hospit®con los nerviosos. Allí comenzó el escándalo. No ha comprendidalo que le ocurrió. Quisimos sacarlo, pero nos metieron miedo dicióMdonos: “ ¿Quieren entonces que Ies estrangule a los hijos?” . Los medj

eos dijeron que se trataba de un shock   de la pubertad: podría salacuando se arreglara esc shock.  Pudo finalmente salir, pero se volvif Iraro, quería tener relaciones sexuales conmigo y con mi marido, 9modo que se le volvió a llevar entonces al hospital, y allí los médicMIdijeron que se trataba de esquizofrenia catatónica.

 Todos los hombres de la familia han muerto, son todos cardíaco!Yo me ocupé de Georges cuando nació, con mi madre. Ella hubiellquerido conservarlo consigo, pero su tío dijo; “ Es preciso que vay|a instruirse a Francia” , A los 7 años me embarqué, pues, con i;l Tenía él 14 años cuando yo me casé. Hasta los 14, todo el munllrtcomentaba su cortesía, una cortesía de niña, era verdaderamen®maravilloso. Es el mejor de todos mis niños. Su enfermedad nos dcjlestupefactos. Un enfermo del pabellón me ha dicho: “ Su enfermedaSes su temor a la homosexualidad, se ha sentido atraído por los honj|

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Ü, ) tk-spués se sintió perseguido” . Quizá tenga razón ese enfermo,M»mnente se halla en mejor situación que el médico para com-Huli i la enfermedad.

■11  - me guarda rencor por haber visto a su tía. Tiene dolor denáuseas y se niega a la entrevista.]

B l l l fi m sesión 

£>t tii Ui una semana cargada en este hospital de locos. Todo el mun-l lime miedo. En mi pabellón los hay que lloran, no tienen segu-

M«<l, oíros querrían casarse. M i caso es el de poder salir. No me♦«> nulo con el médico interno, me envía al aire libre en vez deBiiiiame. M i readaptación será difícil. Cuando oigo discutir a los

Bllll’i, me doy cuenta de que las cosas de familia me impiden vivir.I llii dice constantemente no. Iré a verla por sorpresa, romperé

lltlii, y después volveré. Estoy embromado y vivo en un mundo detoili’ agriada. No puedo tomarle el gusto a la readaptación. Sería■ n iiirio que me compraran una guitarra especial, porque soy zurdo.

Btiiui una mujer-empresario, que sería una madre para mí. M i■tlie era música, de ella lo heredo. Tengo un nombre, pero noBt»in Soy un enfermo mental. Es mi enfermedad ,  porque es la ver  )if i/e lo que siento.  Soy un epiléptico mental, con traumatismo

liliiMnn. Los locos son los seres más investigados del mundo.

■fiirn sesión 

p unió a un enfermo se lo ha puesto salvajemente en el hospitalM lm in valedera, se encuentra perdido. Me ofrecen la laborterapia,

■Indecente. Si yo quisiera trabajar, estaría afuera. Vivo como un»i|n dido.I'rir qué razón no volvería a rehacer mi vida? Ésa es la otra op-

l»n Si yo pudiera encontrar a alguien que me ayudara, podría ser.I ’ ltcd no puede comprenderme, porque usted es una mujer. El

■ f ío industrial ha sido un fracaso. Lo que me gustaba era cantar,m i' mi tía no quería un cantor. En el canto, soy perfecto. H e oídoIWii' mucho ya el lamento de los marinos. Me puse a llorar. Un hom-• ■ i|Ue llora a los 30 años, eso muestra que está tocado. Soy un mu-iltm lio difícil de comprender.

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Novena sesión 

Siempre me han considerado Cristo. _ Soy inocente. Se lo pido, no siga buscando las razones de mi ini™

nación. Soy inocente, se lo juro. ¿Por qué ha sido usted enviada dla policía de costumbres? ¿Qué he hecho, Dios mío, para atriiflsobre mí a una experta? Si es preciso que lo sigan a uno en M|actos, se suprime la vida individual. Entiéndame, señora, entienda ni amargura, entienda mi cólera. Soy un disminuido, un rechazado, ■huérfano. Siempre he llevado una vida de niña, olvidando que 09muchacho. Perdí la capacidad de gozar desde los 7 años, algún otif(la niña) se apoderó del gozo de mi sexo. Lo que yo habría querín

conocer es la felicidad. Dejemos aquí la sesión. Señora, soy inocentjse lo juro.

Décima sesión 

¿   No ha observado usted que en el asilo se tiene una actitud especijiordenada por el asilo? El asilo tiene su lenguaje, sus costumbres. Whistoria de los 7 años, eso no habría sido nada si no hubiese existitBmi tía. Al placer sexual con Annette Lictorius, lo tuve, después mi dse llevó mi capacidad de gozar. Tengo miedo de mi tía. Después (flgozo, perdí mi belleza, perdí mi nariz negroide. Regresé a la c «totalmente loco. En $  1 camino tenía miedo de que los negros me I flcharan. Al llegar a la casa convertido en un estúpido, encuentro Imis primos blancos. La idea de juego prohibido me atraviesa el esmritu, y me repito para calmarme: no te amo, no te amo. Eso ocu™una vez. Después no he conocido más que sufrimiento y una deuda pagar durante toda la vida. Dios mío, qué bella es usted, seño*

Llevo su sonrisa en mi corazón. Allí está usted, en la inocencia misttffdel peligro que la amenaza, ¡ Ah, Señora! Usted y yo, cómo podríainücomprendernos si tuviésemos la misma piel, si fuésemos uno. ¡ Al>señora!, ¡cuánto querría no perder su imagen! ¡A y ! Señora, tenamiedo, tengo mucho miedo de que roben su imagen. Usted y f lsomos tabúes; usted y yo somos el cebo, el alimento.

Undécima sesión 

Ya estoy cansado del locutorio. Soy un muchacho de color, no v»por qué no habría de tener derecho a mi parte. Se burlan de mi c ¡ «Francia tendría que ayudar a la Martinica. Los que curan tieiHjmiradas muy cortas, no piensan más que en curar. ¿Y si eso no kconviene a la persona?

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BN h  soy ni ladrón ni asesino. No tengo la marca de una mujer.I   .....i'l riesgo de terminar mi vida aquí. Una chica me ha deshon-Btlii y me ha abandonado. Todas mis desgracias provienen de ella,■h .i como un moribundo. Me han robado el goce. Soy un indesea-1 !• l'.l acto sexual me persigue. Un blanco me ha golpeado, tengo

■CMidad de decir que no. Señora, no quiero verla más, se lo digo■ i lamente, con calma, no me provoque. Sé que usted adivina mis|Hlinimientos. Este conocimiento me ha venido de golpe como unWAinpago. Señora, desaparezca.

Ulodécima sesión 

que hablarle con cortesía no sirve para nada. Usted me llama,Mii' persigue, me hostiga. ¿Con qué derecho? ¿Por qué somos todos

felii.i usted perros de policía? Éste no es un hospital. Es una prisión.Ittpcl aconseja a los que cura. Escuche entonces los consejos de losluí ion curados. Aquí hay cosas que tendrían que abolirse. Se está

flttrnnte treinta años en una habitación para diez. Nos imponen con-i ||i  Iones de vida envilecedoras. Nos ponen en peligro. Guando me(Unuñan, golpeo. Lo que pido es que me dejen tranquilo. No quieroWfU más.

fii'i irnotercera sesión 

II ID tenido actuaciones agresivas con enfermos del pabellón.]

M r hablan de la crueldad mental que acumulo. M i tía está celosai mi, contribuye a mis desgracias. El hombre es el testículo de lainnji't. Mi suerte estaba echada antes de mi nacimiento. Estoy de-1  mil- de usted con una ropa de prisionero, sin dinero, no puedo niili|MÍcra ofrecerle una rosa. Estoy desprovisto. No quiero su caridad.Hlulnmo que se me haga justicia. Reclamo que se me devuelva miliquidad. ¿Para qué sirve este locutorio, si no para su propio placer?I Ulrd me roba mi gozo y me rechaza como a un perro.

Ilh írnocuarta sesión 

II furioso y golpea los muebles.]

No quiero que usted me inventaríe más. Exijo que haga algo por mí.

|Un largo silencio.]

Hrñora, disculpe mi cólera. Usted es buena, bonita, frágil como unami i,  y yo, no soy nada, soy la basura, el huérfano pisoteado, escar-

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Decido, robado, asesinado. ¡A h, señora! Si usted supiera ... No milvuelva a ver.

Decimoquinta sesión 

He roto con mi tía. Tengo que excluirme de su amor. M i nombre nde origen corso. Su nombre es Mannoni, hemos sido hechos par»encontrarnos. Aunque hagan saltar mi nombre, corso seré, con >n\harén de mujeres. Que se determine mi nombre, que se lo determinÉjcientíficamente, y enseguida podré establecer un harén.

Decimosexta sesión 

Usted me hace cagar, me hace sudar, es una basura, una puerca, linperro de policía, usted es una puta, una ladrona puta, una ladronllputa de perro de policía, ¿Qué es lo que quiere que haga cuáffllnse me calienta la verga? Basura, tres veces basura, de su locutorioquiero saber más. ¿Lo que busca usted entonces es la masacre? Ni*puedo más, ¿me oye? ¿M e oye usted, pequeña gran boluda? ¿Qi'

se precisa entonces para que lo oigan a uno ?

B. COMENTARIO

Este texto es el testimonio que aportó Georges sobre su estadllGeorges encarna la verdad de un dolor, pero es impotente paflrestituirle el sentido, como si ese dolor no pudiese ser compartido cii#el discurso de los otros. Yo desearía mantener la apertura del relat^restituir la dinámica de una situación antes que correr el riesgo jflreducirla mediante el análisis a un discurso separado de su contexto

Mis entrevistas con Georges se escalonaron desde mayo de 196Hhasta octubre del mismo año. Se vieron interrumpidas por los “ acOJÉtecimientos de mayo” , acontecimientos en los que Georges no partí»cipó, Se sintió sensibilizado tan sólo por el aspecto negativo de ltsituación (huelgas del personal asistencial, represión gubernamentalcontra los extranjeros en junio). En esa época lo encontré erranllen el parque, demasiado preocupado por su tía para poder, me decl(|preocuparse por la revolución. Conservó con posterioridad únicameiwlos efectos del apartheid.  Estaba inquieto por la idea de convertilB

en víctima de una política racista. Inquieto ante la idea de que ■nombre pudiera ser entregado por el médico-jefe a la policía.

El punto de partida de nuestras entrevistas coincidió también cnluna perturbación en el encuadre institucional, perturbación i|"

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provocó estados de pánico en los pacientes. Como los últimos sóloparticipaban desde lejos en los movimientos de huelga de los terapeutas, la “ liberalización” de éstos produjo como corolario el agra-i uniento de los “ efectos de concentración” que perjudican a lospacientes hasta el punto de que uno de ellos me hizo un día estaInervación: “ Si los que curan se liberan, tanto mejor, pero ¿por qué

II olvidan de los pacientes?” Los pacientes percibieron el riesgo det[Ur la institución asilar estallara y lo hicieron con una angustia perse -mlnria en la que estaba presente el temor de abandono y de rechazo.

í'.l hecho de que Georges me hubiera caracterizado como experta  « n.ila el carácter de intrusión  que se confirió a mi intervención, interdi lición que participaba de los temores que él alimentaba entonces'"ii respecto a las persecuciones ejercidas por el gobierno contra|u> extranjeros.

] lesde el momento en que yo deseaba   ver a Georges, éste corría eli i i '»|.;o  —  según la lógica de su delirio interpretativo — de que yo lo sin-llli 11ra como indeseable.  AI solicitar ver a la tía de Georges (contraIm» deseos de este último), le agregué un hilo más a la trama persecu-i’irm que se tejía en tomo de él.

Actuaba en complicidad con la autoridad policial y también con laliiinilia. Yo trataba, a sus ojos, de penetrar en el secreto de su deten-

.... i (es decir, las amenazas de agresión sexual de que fueron objeto< t lío y la tía ).

t i pareja del tío y la tía remitían a Georges, en una visión especular,* lula situación de escena primaria, situación fantástica en la quelleorges permanecía como suspendido y fascinado, para sustrarse a ella• 11  ivés de la violencia que nacía de una angustia superyoica terro-nllca.

Sil relación conmigo, como su relación con la pareja de sus progeni-Iwd, estaba marcada por la aparición de esa  fantasía originaria,  fan-|Ulu que signaba su imposible identificación primaria (identificaciónlllt|>OBÍble a causa de su repudio inicial del significante de! padre). Los

pi lomajes edípicos ocupan su lugar, pero en el juego de permutacionesi|iir se efectúa, aparece una especie de lugar vacío.37  Este lugar

r"linanece enigmático, abierto a la angustia que el deseo suscita,ii (¡tie aparece como rechazado es todo lo que guarda relación con

•I lulo y con el padre. Este vacío que va acompañado de una insatis-tm i ión sexual, adquiere en ciertos momentos el relieve de un llamado,

H No hay eje en torno a] cual ordenar los significantes. H ay angustia desde4" iiirgc una posibilidad de simbolización. I.as palabras principales circulan■mti rsfuerzo de suplencia de significaciones perdidas. Del vacío en el cual|| Halla atrapado el sujeto, surge el delirio inte rpre tativo al cu al puede aferrarse.

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llamado que se hace pedazos en una escena ( “ su” escena) de destrucción.

En su búsqueda en torno al vacío del padre,  Georges oscila entrela identificación narcisista y las imágenes de la escena primaria.Vincula la situación traumática con su estado de huérfano. (A partirdel vacío del padre, a partir de un nombre que según espera “ seadeterminado científicamente” , crea en el plano imaginario una relación delirante. Lo que busca es el acceso, que se le ha tornado imposible, una verdad simbólica.)

En la tercera sesión Georges introduce el encuadre en el que habránde fijarse nuestras relaciones. Introduce una imagen idealmente bella,imagen cautivante a la que se lanza pero en la que se pierde como

sujeto, encontrándose desde ese momento excluido, rechazado de su ser.Se instala así la trama de una tensión agresiva, que lo deja a Georgescondenado a oscilar sin cesar entre dos exclusiones, la suya o la mía,No hay ya ningún tercero que funcione entre él y yo. No es posibleintroducir ningún orden, la única ley es la de una amenaza dedevoración antropomórfíca. Somos, uno respecto del otro, ese restode alimento que debe ser ingerido.

Cada vez que Georges intenta captarse como deseante, se ve remitido a una forma de disolución de identidades. Él es otro, cautivado

por una imagen materna (narcisista y rival) y su masculinklad nopuede sostenerse más que de ese modo.

El encuadre de nuestras conversaciones se situaba en un ritual  de llamado. Si los otros enfermos venían a la entrevista fijada, Georges,por su parte, me ponía en situación de llamarlo a su pabellón. Allí,mi demanda le era trasmitida por intermedio del médico interno o delenfermero, y ¡a respuesta favorable de Georges dependía en granparte de la cortesía con la que el enfermero le trasmitía el mensaje.

Se establecía así todo un juego telefónico, en cuyo trascurso Georgestrasformaba mi demanda en un llamado desesperado ; esto le permitíasuperar su agresividad y acudir a mí “ que tenía hasta tal puntonecesidad de él” . La relación que así se estableció era una relaciónerótica. La cosa se deterioró el día en que tuve que ver a otro enfermode su pabellón. A partir de entonces Georges “ eligió” los pacientes queme remitía en su lu gar. .. Todo esto no aparece para nada en eldiscurso pronunciado en el gabinete por el analista, pero constituye noobstante el telón de fondo de ese discurso. Otro punto que me pareceimportante es mi propia trasferencia materna hacia Georges. Yo losoportaba demasiado bien cuando era insoportable (violento). Masel ritual del asilo exige que el que cura tenga-miedo de las amenazasque profieren los enfermos (la única jugada que les queda es la de

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|'i«ler manejar los múltiples terrores e imponer mediante ese procedimiento una forma de respeto). En pocas palabras, era mi llamado  <1 que lo ponía a Georges en peligro (había ocurrido lo mismo ante-liormente, cuando uno u otro enfermero o médico interno se habíainteresado por é l ) .

Georges no puede responder a ese llamado • en ese momento algoni produce al nivel del otro imaginario: surge, para llenar el vacíorn el que corre el riesgo de quedar atrapado, una especie de inflaciónImaginaria.

Georges ha organizado su vida en torno a un daño sufrido en elplano imaginario. Su reivindicación constituye en cuanto tal un núcleode inercia dialéctica.

He aquí el encuadre en el que se sitúa Georges:1. Es un enfermo impedido.2. Su tía es una tutora falsa.3. Georges no habla jamás de su tío que es blanco   ni de los hijos

Illancos que su tía tuvo con él cuando Georgestenia 14años.Este tema (el de un daño sufrido) reaparece enel sistema delirante

ruando Georges evoca una situación de escena primaria:  después(le las relaciones sexuales, pierde su goce, su nariz negroide. Amenazado por los negros, vuelve a encontrar a sus primos blancos y se dice'*no te quiero” (e l gran ausente es aquí el tío). “ Esa cosa — agrega—ocurrió una vez (como la escena primaria de la que había nacido);

después, he tenido una deuda que debía pagar durante toda mi vida.”(El problema de la muerte real del padre no ha sido eatectizado porGeorges a nivel simbólico, no vive el problema de la deuda a esenivel.)

4. En la situación trasferencial asumo (como lo hemos visto másarriba) el papel de reemplazante de la tía (imagen cautivante de lafantasía). El tema no te quiero   (dirigido a un hombre) vuelve aaparecer bajo la forma de queja persecutoria ( “ un blanco me hagolpeado” ) .

5. Hemos visto por otra parte el pedido de Georges de que le seaimpuesto un nombre, y a otro nivel su identificación con Cristo.

De un modo bastante ejemplar, hemos planteado aquí el modo enque Georges “nada quiere saber de la amenaza de castración, en el sentido de lo reprimido” .38 Georges ha excluido del orden simbólico todolo que guarda relación con la castración, que reaparece en lo real (bajola forma de la pérdida de su nariz negroide, etc. ) .39 Lo que él rechazareaparece en lo real bajo forma alucinatoria.

36 Sigmtmd Freud, El Hombre de los Lobos.39  Ibíd.

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La búsqueda de fusión amorosa de Georges se ordena en torno delvacío simbólico. En esta búsqueda lo que quiere encontrar es un objeto!idéntico a él mismo ( “ sería preciso que fuéramos de la misma piel” ,!dice). Al rechazarla homosexualidad, se encuentra, en relación conel sexo, en una posición de contradicción radical.

Permanece atrapado en una posición imaginaria en la que lo cautivala imago materna; a partir de esta posición se sitúa en el triángula!edípico, lo que implica un proceso de identificación imposible, puesto!que supone siempre, bajo el modo de una pura dialéctica imaginariala destrucción de uno u otro miembro de la pareja (con lo cual soencuentra suspendido en el espejo).

A los 14 años (a raíz del casamiento de la tía con un blanco) su

plantea por primera vez para Georges la pregunta que hasta entonce»!no había tenido respuesta: ¿qué cosa es ser padre? (Lo que ha cobradoimportancia para Georges son los hijos blancos de esta unión; los hijo)negros de la unión precedente no han significado nada para él.) Y enese momento se hace la conexión entre la idea de paternidad y la ideade duda (los 14 años marcan la fecha en que termina su conducta!ejemplar y donde aparecen por primera vez los reproches de malaconducta formulados en relación con la tía).

No fueron evidentemente ni el matrimonio de la tía ni su embara/olo que tuvo alguna relación con el desencadenamiento ulterior de I j psicosis; la entrada de Georges en la psicosis sólo puede comprender.wia través del estudio'de su encuentro con el significante como tal.'0';

La referencia al padre es lo que en Georges debe quedar como cilun vacío, y coloca en su lugar la idea de procreación, su identificacióncon Cristo, pero le está prohibido llegar a la asunción del deseo situát»dose en el interior de un significante (padre, fa lo ). Entonces pone en

 juego lo que Lacan ha descrito con el nombre de “ cataclismo imaglilnavio” y aparecen también aquí sus reivindicaciones, su violencia o sutentativa de reconstruir otro mundo.

El problema que subsiste por entero es el de las interferencias mí»dicas y del asilo en el estado de Georges. Su “ enfermedad” no fuojdespués de todo, en su comienzo, más que un simple desmayo que locondujo al hospital general. Allí tuvo la desgracia de perder el control

 y se encontró después entre los nerviosos, sin que nadie pudiese decir;exactamente por qué. Allí comenzó la psiquiatrización de su caso. Se I»

colocó la etiqueta de esquizofrénico catatónico; su discurso, despuélde 10  años de internación, se asemeja extrañamente al del paranoicos

40 Jacques Lacan, Sem inario del 4 de julio de 1956: “ L a entrada enpsicosis es el encuentro del sujeto en condiciones electivas con el significantjfl

como ta l” .

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1  ,i Inadaptado al trabajo? Sí, lo es, y no tiene problema en recono-m i Io , pero también ésa es su verdad, la verdad de lo que siente,V rso es lo que los psiquiatras llaman con el nombre de “ enfermedadiiipiital".

Georges formula claramente la pregunta de saber si su estado justi-liru la prisión perpetua. Hacemos nuestra esta pregunta.La realidad del asilo no facilita en modo alguno el establecimiento

>|nrelaciones “normales” . Desde el instante en que Georges me sindicarumo mujer, recibe a cambio la claridad de su pobreza, su decadencia,» ii  miseria moral  y material, su negritud. Ha tenido la impresión(In que se le iba a despojar de lo que le quedaba como defensa y hapiulido que se le hiciera justicia.

( ¡eorges me ha significado que la ambigüedad de mi status lo poníani peligro y revelaba lo que él mismo definía como de naturaleza

persecutoria. Su condición de colonizado, excluía toda posibilidad deiuntrato, y por ende toda posibilidad de ingreso en la institución|micoanalítica. Lo que reivindicó Georges fue el derecho a la rebelión,i al hacerlo deja escapar un decir de verdad 11  remitiéndonos con elloi Un problema ético así como a los efectos que sobre la alienaciónninital produce la alienación social. No es por cierto casual que esteproblema se haya planteado a propósito de un negro.

41 E l ps icótico, at descartar las opiniones convenidas, plantea el problema

il* la verdad para todos, que nos asusta como el riesgo que siempre hemosIlutado de ocultarnos.

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I ulro a   la herrería y observo cómo Joe se ocupa de su máquina. Se|ii opone perforar cuatro agujeros, en algo que no sirve para nada, algo■(i H’ está hecho para no servir. Nadie más que él es capaz de realizarM» obra de arte. Joe toma por testigo a un enfermo  y lo convierten <su ayudante, un ayudante que no debe tocar nada. Le muestra lafinalidad de la máquina, que amenaza con partirse en dos. No es mu-

t'liu lo que se precisa para eso, una falla en el mecanismo  y toda laHuma corre el riesgo de desmoronarse, arrastrando al hombre bajo<il peso. Para hacer los agujeros es preciso aceitar la mecha, alimen-IHi la. En este encuentro entre la mecha y la materia no pasa nada,l-.hn materia es bella, frágil, no hay que maltratarla. Es como unan(ivración, todo debe desarrollarse minuciosamente, en el momentoprevisto, sin gestos bruscos. Con pasión, Joe crea el objeto idealmenteInicuo (en una perspectiva de omnipotencia: yo, yo puedo, yo lo

liiiní). Esto le permite luchar contra la autodestrucción, que está

muy próxima, inducida por la exigencia de un superyó intratable (nolugas, tú no puedes). Joe no ve ni oye lo que ocurre a su alrededor,rnt.i volcado por entero en su asunto. Aparece Doudou, un poco celosolid ceremonia] establecido, ceremonial que convierte a Joe en el

verdadero dueño del lugar. Ya hay mucha gente alrededor de estaiii.ii|uina y se aproxima Rudolf, el celador. Doudou está allí como unpMorbo y por lo tanto va a enviarlo de nuevo a sus propios asuntos.

-No haces nada aquí, Doudou; ve a trabajar . . .

Esta es la chispa que enciende la hoguera.

Doudou, irritado en su orgullo de varón, interpela al celador en'il virilidad y toma por testigo a la tierra entera de que siempre(•i lia reducido a él, a Doudou, al estado de víctima. Es como si fuerapreciso vengar el honor frente a la mujer que soy yo. Me toma enton-i mi por testigo de lo que hace el hospital, personificado en el celador.Iuniste en que se sepa que es abominable. En efecto, siempre hay algunoabominable, pero no es el caso de ese celador. Yo, confusa, no sé muylilfin dónde meterme y no entro verdaderamente en el juego. Le digo

.i I loudou que desarrollar todo eso le permite no trabajar. Agrego queM enardeció en el instante preciso en que el celador le hacía

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una observación. Joe interviene, con el ojo puesto en su máquin.i,

 y dice:

 — Vamos, Doudou. no te calientes así, estás muy excitado, DoudouNadie quiere molestarte, vamos, cálmate.

Palabras probablemente más justas que las mías, ron las que Doudou*vuelve a su máquina. Pero yo permanezco allí, testigo de lo que le hunlhecho, y esto le pesa todavía. A esta señora que está de visita i-«preciso darle una función. Doudou prosigue con sus invectivas. Otmenfermo que no se ocupa de nada ya no soporta visiblemente la tensión, y se retira. A su regreso me eclipso, consciente del espectáculo quitdurante un instante se ha creado para rni mirada y mis oídos. Recorrolos otros talleres. Nada muy especial; me detengo en el taller de car*

pintiría y me intereso por el trabajo de uno de los enfermos. Son la|1.1 y 30, la hora de la sopa. Llega el supervisor y me señala:

 — Ya ve, bonito trabajo nos da usted, todo está revolucionado; ybueno, así tiene que ser.

El celador Rudolf, con un aire un tanto decaído, desaminado, sraproxima y  dice que no puede más. Los enfermos de hoy no son comolos de antes, el ambiente no es el mismo, ya no se lo trata con cortesía,

Comienzo a explicar el incidente del taller, su origen, esa observación

hecha ante un tercero. — Pero no — responde el supervisor— todas las veces que hay alguien

de visita pasa lo mismo.

¿Se trata de una invitación para que no vuelva a poner los pie»en el taller? Esa es la pregunta que me hago. En ese preciso momentojllega Doudou, muy calmo ya y al parecer muy al corriente de lo quese estaba tratando:

 — La culpa no es de la señora, no, no; y además el señor Rudolf,no hay mejor celador que él . . . Y tiene un aire como si además nosdijera: “ Vamos, vamos, no tienen por qué discutir.” Exit   Doudou. I

M e retiro caminando junto con el señor Rudolf; — No es vida, ochohoras por día con obreros que no hacen nada. Mi mejor obrero nofabrica nada. ¿Para qué me pagan? No hay rendimiento y se precisarendimiento porque nos hemos convertido en una sociedad.

Le hago notar que el rendimiento es precisamente lo que no lepiden los médicos. Llevo ¡a conversación en el sentido del interés“ terapéutico” que tiene para Joe hacer lo que hace y en cuanto a

Doudou, por Dios, no es malo, es un delirante. En todo lo que dicer.o hay ninguna intención de herir realmente a nadie .,.

 — La nueva psiquiatría no es como la antigua —-dice Rudolf— ¡Ien la nueva uno tiene que pagar con su propio persona.

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I ,i- faltan referencias para comprender su función, su función en■Iti circo al que lo lleva el enfermo. Se discute, el ambiente no es bueno.

V íi! final, para qué sirve pensar, pensar demasiado trae problemas.Mire, tenga el caso de Roger. Ése es feliz: un pedazo de pan, sol,

■ Ntá contento.Sí, pero Roger está internado; en cualquier caso es una felicidadilimitada.

Eso es cierto — coincide el celador.Kn esa vida con el enfermo, el adulto está expuesto en el plano de la

Identificación. El señor Rudolf no desea convertirse en delirante, pero11 esquizofrénico feliz, ¿quién sabe, no será ése un estado que lo tienta?I.« cierto, él es celador, pero, ¿qué quiere decir eso? En cuanto a lademanda o queja que me formulara, ¿no se trata acaso de un modo

80 tratar de ocupar también él ese lugar privilegiado que es el delenfermo (lugar que se ve así cuando no está uno en él)?I'n efecto, “ todo es para los enfermos” ; ellos, los celadores, ¿en qué

«c irasforman en esta situación?1 ¿Cómo vivir en el sistema hospitalario sin dejar en él la propia(ilcl? Esta es la pregunta directa que me formula.

Y esa pregunta, ¿ no es acaso el problema de cada uno de nosotros,■ liando nos arriesgamos a dejarnos interpelar por la locura?

I'.dmond, de 29 años, está en Ville-Evrard desde hace siete. TrasIngresar en pleno rapto esquizofrénico, se “ estabilizó” (es un “hebe-Imiico estructurado” ). Alto, delgado, con la mirada triste, me explicanuc cuando se entra en el hospital psiquiátrico, allí se queda uno." l .os que salen” son “ falsos enfermos” (los alcohólicos), el resto sonIncurables y enfermos de nacimiento. Están también los “impotentes” ., Kn qué categoría clasificarlo? Esa es la pregunta que en realidad«i1  plantea. Y por otra parte, ¿pará que serviría? El mal está hecho.

¿Qué mal?

El de haberse dejado vivir en el hospital durante siete años. Uno noii' repone nunca de haberse adaptado a la resignación. La “ curación”musiste en eso, Pero el trabajo supone que uno se   desea trabajando."Trabajar sin trabajar, desear sin desear, he aquí mi problema” , me•lite. No puede ir más lejos. Es preciso sobre todo que no se pongan pensar, porque no ve solución alguna.

Si la cabeza y las manos se ponen en acción, las partes sexualescorren el riesgo de fatigarse. Por otra parte, ¿dónde están sus manos,*iis pies? Siente que vacilan, que corren el peligro de desprenderse.

Su médula espinal es totalmente fláccida. No tiene reflejos. Es uncuerpo disociado el que ofrece a mi mirada, y me muestra con ello el

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desorden que nace de su encuentro con un cuerpo que vive comodividido. Desorden, si ese cuerpo debiera captarse como deseo. Por lotanto, Edmond elegirá permanecer fuera del tiempo, fuera de todacaptación del espacio; allí se encuentra al abrigo de las palabras, la)

suyas y las de los demás. Lo que le ocurre, le había sido predicho desdesiempre.

"Eres fuerte y tonto, serás peón” , le repetía su padre. — N i siquiera peón, no puedo — me dice Edmond.Mediante la enfermedad, cree poder escapar al oráculo paterno,]

El asilo se convierte en refugio, lugar al que se quiere ir y que se desea

abandonar al mismo tiempo. — La enfermedad remite, hay que esperar un tiempo suficiente .. .1

Dice estas palabras sin ^ran convicción, como si se le escaparan. Unúnico refrán vuelve a su cabeza: “ trabajar sin trabajar, desear sindesear” . V' después, bruscamente, se pone a correr para escapar a unaorden. Una voz le dice: “ Enderézate, rápido, más rápido” . Esta voz esla de su padre, son estas mismas órdenes las que en el regimiento!lo fijaron en una estatua de piedra.

 — Me dieron entonces de baja, por depresión sexual — me dice

Edmond con aire soñador.“ Atornillado e insultado” , en estos términos puede resumirse su

educación. La familia lo rechaza: es necesario preservar a la hermana,menor de su influencia morbosa. Edmond es “ el” enfermo de la familia! y, como tal, debe irían tenérselo excluido.

Resignado, Edmond deambula como un autómata. El único pedido]

de ayuda se lee en la tristeza de su mirada. Con las palabras no quieresaber nada. Edmond no tiene palabras a su disposición, por lo I l len o s!  

las que le permitirían decir lo q u e siente. No es más que un títeredesarticulado, que obedece mecánicamnte las órdenes que se hanconvertido en las únicas leyes de su palabra.

Frente a un mundo que sentía como hostil, Edmond comenzó aabandonar la lucha mucho antes de su internación, retirándose comonsujeto   de su palabra. Las palabras de las que se sirve son las palabrasde los otros, que expresan las ideas de los otros, de las que no se sien taipara nada propietario. En sus quejas y en su resignación deja ver sulocura, la da a conocer, pero sin llegar no obstante a reconocer lo quede él habla en ella. Una verdad lo atraviesa, pero Eúnond permaneceextraño a ella. Si nos conmueven su soledad y su tristeza es sobre todolporque se trata de las nuestras.

Desde el lugar de tu exilio, ¿no es acaso el testigo de nuestro fracasoen hacernos oír? Y toda palabra, ¿no remite acaso siempre a esa otrapalabra que nos callamos, constitutiva de nuestro aislamiento?

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Martin, de 27 años ( “ hebefrénico” , convertido en “ catatónico”tlrsde su internación a los 16 años;, es el eco en estado puro. Dibuja»in cesar cabezas de mujer con dientes enormes. Y la madre lo devoracon los ojos.

 — Pertenece a su madre — me dice el padre. — Nunca ha sido como los otros — agrega la madre. — Nunca se lo ha dejado ser como los otros — corrige el padre.

A los 14 años su madre lo acompañaba a la escuela, a pesar de sui'posición, para protegerlo de la gente mala. Martín se sentía ridículo,protestaba, pero ella r.o oía nunca lo que él decía.

 — Hablaba poco — dice la madre.

 — No le quedaba lugar para hablar •—replica el padre— , tú hablastodo el tiempo.

Indiferente, soberbia, la madre domina al marido, quien, aplastado,aparece como en retirada. Las palabras de los demás no la afectan,lilla sigue con su idea.

•—Es normal acompañarlo a la escuela a los 14 años cumplidos.Y reinícia sus quejas: su Martín hablaba poco, tenía necesidad de

su protección.

Un día, sin embargo, cansado de no poder hacerse oír, Martínr.omenzó a romper platos y a amenazar a su madre. El consabido

llamado a la policía le significó el asilo a los 16 años. Martín renunciadefinitivamente a toda palabra, puesto que su esfuerzo para modificarsu entorno con palabras ha resultado vano.

Se retira también de su cuerpo. “ Se hace encima” , murmura lamadre. Acurrucado, casi en posición fetal, Martín dibuja bocas demujer. . .

Martín se ha instalado en la negación de toda agresividad interior,negando todo lo que de él podría existir como pavor y como odio.

 También rechaza el mundo exterior. Martín tiene por momentos la

apariencia de uno de esos grandes angelotes de las fuentes, pero conlas tiñas desmesuradamente largas y negras, con los dedos amarillosde tanto fumar. Con la mirada maliciosa, espera que el tiempo pase,indiferente a todo, Si la madre aparece, trata de mezclar sus piernascon las de ella, acurrucado sobre su falda, le ofrece su cuerpo paraque goce. “Te comería, cuánto te quiero, mi chiquito [...]■” A Martínse lo invita, en la realidad, a llenar el vacío imaginario de la madre. Enla situación que así se ha creado, no puede ser un sujeto que habla.Martín ha sido golpeado, desde muy joven, en su derecho a estar allí

(como sujeto autónomo). Su cuerpo, escindido en partes “ que no sereconocían” vino precozmente a testimoniar lo extraño de su ser.“Martín es un niño grande” , es la frase que surge espontáneamente.

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Evitemos situar los problemas en el marco al que suele denominarsede la regresión. Aquí está en juego una cosa muy distinta. Martín, en'el curso de su historia, fue construyéndose progresivamente un universo'de invulnerabilidad 1 que afectó gravemente a la madre. La explosiónde violencia del hijo y su intervención le permitieron invertir la sitúa*ción: la madre se aseguró de allí en adelante para siempre la sumisiónde su niño.

Los poderes públicos y la policía, sin saberlo, y como debía esperarse, le hicieron el juego a la familia, y la “ cura” vino a ocupar sulugar en una perspectiva represiva {para el hijo), sancionando larebelión de Martín. Esta rebelión, recordémoslo, sobrevino en el acméde una crisis en la que, mediante la palabra, el adolescente no había

logrado hacerse oír. Sólo quedaba la violencia. ¿ Era preciso interpretarcomo un acto homicida y suicida esa violencia, o bien era un intentode hacerse reconocer como separado del otro? Martín no tenía otraalternativa que elegir entre una dependencia total (y el abandono detoda libertad) y la explosión de violencia que lo condujo a su“ rechazo” de la fam ilia y a su “ recuperación digestiva” por parte delhospital. Ha ido a ocupar en él un lugar, precisamente aquel que habíaquerido evitar en el momento de su rebelión.2

El hospital no ofrece ninguna otra elección que la de incrustarseen él como enfermo crónico, al abrigo del mundo exterior, O volver

1 Véase B. Bettelheirn , La forteresse vide,  Gallimard, 1969. [Hay ediciónen español: La fortaleza nacía,  Barcelona, La ia, 1973.] D. W . "Winnicott,Congreso sobre la psicosis. París, 21 de octubre de 1967, número especial

de Recherches,  diciembre de 1968.2 D avid Coope r, en su libro Psychiatvie et Antipsychiatrie,  éd. du Seui¡|

1970 [hay edición en español, op. cit .], hace las observaciones siguientes a

propósito de casos análogos: “ Podemos form ular esto en los términos sugeridos

por Claude Lévi-Strauss en Tristes Trapiques,  1955 [hay edición en español:Tristes Trópicos, Buenos Aires , Eudeba, 1970]. «H a y sociedades que se tragan alas personas, es decir sociedades de antropófagos, y sociedades que vomitan a laspersonas — sociedades antrop oém icas». Se ve, pues, una transición, po r una

parte, entre la manera en que en la Edad Media la persona del niño eratragada por la comunidad, un modo de aceptación asimilante que se asemejabaal canibalismo ritual que practican las sociedades primitivas, en el cual elritual le perm ite a las personas aceptar lo inaceptable — en pa rticular lamuerte— una transición que por la otra parte tiene la sociedad moderna antro-poémica que rechaza de sí a todos aquellos a quienes no puede obligar a

aceptar las reglas ingeniosamente inventadas por su juego. Sobre esta base,esta sociedad excluye los hechos, las teorías, las actitudes y las personas — -personas de la clase que no conviene, de la raza que no conviene, de la

escuela que no conviene, de la familia que no conviene, de la sexualidad queno conviene, de la mentalidad que no conviene. En el hospital psiquiátricotradicional de hoy, a pesar de que se proclame el progreso, a pesar del pro-

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M< In nada familiar, infierno del cual el paciente ha intentado precisa-wrritc huir, señalando con su rebelión el desorden de! que era víctima|»ide su primera infancia o desde su adolescencia.

La “normalidad” de ciertas anamnesis corresponde a un período de

Satisfacción para la familia: el enfermo obraba y se expresaba en unapnfpectiva que era la de sus progenitores. Mas en el momento en j[Uc buscó abandonar el lugar de objeto pensado por la familia, en esemomento ésta se queja de la existencia de problemas,3  de la maldadtli I sujeto. Lo que se denomina “ comienzo de la enfermedad” carac-Iniza en realidad la tentativa de autonomía del sujeto¡ esto es, suBúsqueda desesperada para adquirir una identidad propia.

I’or haber “perdido su identidad” en el momento en que intentaba

. "¡locería , Laurent (42 años), se vio llevado a la edad de 24 al hospitalpsiquiátrico por la policía. Una tarde se puso a apilar los mueblesilr la casa, y escribió en un cartel estas palabras: Busco mi identidad.

escena tuvo por primer efecto enloquecer a progenitores yIm'dicos. “ Está loco” , le dijeron a la madre, “ va a matarla. Déjelomío en la casa, la ambulancia vendrá a buscarlo mañana por lamañana” .

El desorden del mobiliario fue lo que Laurent tuso necesidad de

hueer ver. Una vez  solo, ordenó los muebles y se ac ostó. No obstante,

w encontró a la mañana siguiente en Sainte-Anne. A partir de aquelilla pasó varias veres a las vías de hecho, con su madre, durante lospn misos. Laurent se ha convertido en un enfermo crónico de los hospitales psiquiátricos.

¿Esquizofrénico o histérico? Esta es la pregunta que se ha planteado•Irsde hace tiempo. Los años pasados en el asilo han hecho de LaurentUn “hebefrénico catatónico” . Sus episodios delirantes buscan controlarflf un modo mágico las diferentes partes de su cuerpo, dice que vela■un su asistente, el doctor X, para percibir los efectos de la trasfor-

lii.n ión de sus órganos. Si controla los efectos, puede encontrarse al«l>i igo de un perseguidor. Cuando sus mecanismos de defensa frar.iFnntr encuentra en peligro de ser aniquilado, a merced de sus funciones

Itrso del que se jacta, la sociedad gana por ambos lados y en los dos mundos.A la persona a la que «vom ita » su fam ilia y   la sociedad, la «tragas el hospitalr tmtonces se la digiere y   se la meiaboliza hasta que se le quita su existenciailr persona identíficable. Esto, según pienso, debe ser considerado comoviolencia".

' Véase Laing y Esterson. Sanily, madness and the family.  Tavistock. [Hay

i lición en español: Cordura, locura y familia,   México, Fondo de CulturaEconómica, 1967.]

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‘ 1*1 mismo sexo, terror que lo conduce a una posición paranoide o alin episodio persecutorio; por cuyo hecho le resultará prohibida todaelección heterosexual. Sólo se perturba el sistema de defensa tras el■uní se protegen estos sujetos cuando se llega a tocar la angustia

l'i’rsecutoria que los liga al progenitor patógeno, así como a la severidad superyoica. Si Laurent ha pasado sin transición del estadio dehiño sobreprotegido «1  de obrero en rebelión, puede decirse que sóloMimo individuo peligroso ha encontrado finalmente un lugar deelección en el deseo de una madre a la que todos los hombresl'ifraudan. ¿Qué sería más normal sino que su hijo se convirtieseen homicida, en cuanto a su destino con respecto a ella? “ Morirétm día por su mano” , le repite ella a quien quiera oírla.

 — Que me den miedo, éste es el sentido de más de una de susnociones. Se trama un juego en el que su interrogación sobre la hora de■n propia muerte está permanentemente en suspenso. Ella la hacemásente, de continuo: “Sobre todo no vuelvan a enviarlo con permiso.I  tos doctores no se dan cuenta. Es aquí (en el asilo) donde está bien,II it-‘ se quede aquí.” Esta frase puede perfectamente querer también

uncir: “Deseo recibir a mi hijo, pero observen lo que va a hacerme” .! i única salida que este hijo tiene es, finalmente, la de hacerse elmuerto, ya que estar vivo equivaldría a m ata r.. .

Marcel, de 19 años, está hospitalizado por cuarta vez. El punto departida de su enfermedad fue un fracaso escolar en el secundario.!'rimero de su clase hasta esa fecha, fracasó en el examen de ingresoit la Escuela Normal de Maestros, cumpliendo con ello una predicciónpaterna: “ Este hijo de alcohólica [la madre lo es] no llegará a nada” .Marcel, niño retraído y dulce, comienza a agredir a su padre, se tornaprovocador. No obstante, se siente mal y pide consultar a un psico-imalista por “ su timidez . . Se lo niegan. Tres meses después a Marcelli> salvan cuando está a punto de ahogarse.

 — Es pura comedia — dice el padre.

Los padres lo soportan cada vez menos; Marcel termina por dormiren el palier, hasta el día en que padre e hijo se pelean. La madre temei|ue el padre mate al hijo y es éste quien es enviado a Sainte-Anne.Allí se encierra en una actitud pasivamente hostil. — No ha pasado nada en absoluto — dice— me han obligado a venir.Cuando lo veo, algunos años más tarde, está en vísperas de salir de

una nueva hospitalización. Se lo considera “estabilizado” . Marcel noliene nada que decirme. Aspira a “ reincorporarse” a su medio. Todova bien. Nunca se ha sentido deprimido. Su familia es comprensiva.

Que sobre todo no le exijan que piense. Durante su enfermedad ha

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■tenido ideas extrañas, pero no vale la pena hablar de ello. Más val)no recordar nada. Sonriente, cortés, Maree! me hace comprender qii»'es mejor detenerse allí.

Lo que no puede entrar en el decir de este joven es el odio familia*en el cual se halla inmerso. No hay palabras para describir el horrotjdel infierno por el cual pasó. Padre acusador y rígido, madre “ abatí*dónica” que busca refugio en la bebida. Esta mujer se ha visiumarcada por cuatro embarazos en menos de cuatro años y por tbduelo no hecho de sus familiares (una hermana muerta en un Iav;t.dero, la madre muerta de amargura y después, muerte del hermano y del padre).

 — Necesito que se me trate con amabilidad — dice.

Pero cuando la domina la bebida, emite palabras dementes, amcJnaza amputarle el sexo a su marido, “ palabras que matan” , dice ést»<

 — Eah. palabras — replica la madre— . Tú algún día te matarás dtverdad. ¿Quién matará al otro? ¿El padre o el hijo?

Estos seres cargados de culpa, se enfrentan en el odio. — Un hombre no encuentra lugar sobre la tierra — dice el padr{® — No me kan ayudado a ser madre — replica la mujer.Marcel ha buscado refugio en defensas autistas. La crisis ha sobre*,

venido en un momento en que el fracaso le había hecho perder todareferencia sobre lo que era. Esta búsqueda de una imagen de sí mismose veía acompañada de un desmoronamiento de los valores éticos. Alamenazar al padre, se golpeaba a sí mismo.

En el momento de separamos, el padre me hace esta confesión: — Nuestro hijo va mejor, está resignado, totalmente resignado; asi

va por buen camino, es realmente fantástico.Esta forma de resignación hecha de desesperanza es, por cierto, lo

que como analistas soportamos peor. En el delirio, el enfermo hace o!falgo de su ser, aunque al debatirse en el fondo de esa rebelión no s#reconozca en ella. En el estada en que se llama “ resignación” (léasí“ curación” ), se ha retirado del mundo de los vivos: — M i vida —mídecía uno de ellos— ha pasado.  Ahora ya no hay nada. Ahora estoycurado, pero mi vida era antes. Ya no tengo necesidad de sufrir. Htsido. Ahora la cosa ha terminado, y está bien así.

El “ resignado-curado” ya no es más un asistente. Es un condenad^a vivir, ha fijado su libertad de una vez por todas, en los límite!!mismos del asilo. No tiene más deseos. Busca el estado de no-deseo!Más allá de su discurso chato, frío, vacío, es la muerte (la nuestra) loque el psicótico nos hace presente. La locura, bajo su máscara málimpenetrable, nos remite, entonces, a lo que en nosotros es alienable,pero también a lo que en nosotros subsiste como nudo “ in-analizable’a

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■ rite nudo el que nos preocupa, cuando nuestra interrogación seilu í|je al otro.

I h locura nos interpela en aquello que en nuestro ser se nos escapa.I i.i mirada que se nos ofrece es también el reflejo de lo que en aquel*ri mantenemos en suspenso, miseria que captamos, mirada que nosllm 6  ver, y allí está el otro que huye, se vacía o se rebela ante lo■Ur siente como un goce del cual se halla excluido. En ese vacíoili’ palabras, bajo la mirada que lo envuelve, se siente objeto mani-|iul.ido. Nosotros le “ robamos” su ser, y denuncia la violación que lotrecha. “Le he consentido una entrevista y me ha proporcionadol'lm i'r, pero como con el alcohol, es preciso no abusar. Una segunda•Hl revista sería la violación del sexo, de los ojos, de la boca, de las"li jas. Es preciso que no se me fastidie más.” Desde el lugar de un

"iilicio Rene clama una verdad de la que se siente desposeído como■nji to en el momento mismo en que la dice. “ El drama con la palabra(Mide en que la palabra se queda en la boca. Cuando se habla, sei|urda allí, no pasa.” A los 5 años, Rene visitó con su padre a su madreinti rnada, y habría querido decir: “No la dejes allí, es demasiadoIn i roroso” . Las palabras que le salieron fueron otras, y la madre murió*111, loca. “La enfermedad la fue apresando” , poco a poco. René, antesili* los 12  años, desarrolla un delirio místico idéntico al de su madre.M.ís tarde, a su vez, va a fijarse en el asilo.

-Es preciso — me dice— hallar el placer como se puede. En Ville-I vrard no le fastidia a uno la preocupación por vivir.

René se siente libre en el delirio o la pasión, pero el enfrentarse con>I litro lo remite siempre a un lugar de puro objeto. Cuando se instaurami diálogo, introduce de modo repetitivo la exclusión. Cuando niño, lo• ii lidió más la internación de su madre que la locura de ésta; a la

’ iliiil de 7 años había captado ya todo el horror de lo que más tardeHumaría el lado “ destructivo de la bondad que cura” .

Ahora ha renunciado al deseo de ser, no quiere arriesgarse más a ser

alienable: alienado ya es. Su vida ha sido. Ahora se aísla más en ell irio de un pedazo de sí mismo (ojo, voz, excremento). Desde esteluí;.ir se hace apoyo del otro, separado, en cuanto sujeto, de toda pa-I ilira personal y de todo deseo.

I icques, de 39 años, está también en el asilo desde la edad de 18.

-No estoy hecho para afuera. En el hospital estoy bien. Vivo una'lila de pequeño artista.

¿Su enfermedad?

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 — No es enfermedad, son tonteras de chico que salieron mal. Ahoraestá calmo, hasta está bien. No hay nada ya.

La madre, está de acuerdo. En Ville-Evrard está bien. Es la familiala que lo trastornó, reconoce. Por otra parte, su marido está enfermOiY a no se sabe quién, si el hijo o el padre, comenzó a delirar primero.Lo que es seguro, es que el hijo se hizo cargo del delirio de filiacióndel padre. La madre me habla de su hijo en términos de posesión

-—M i madre se apropió de mi hijo. Había querido un hijo. Yose lo di.

Ahogado por la papilla, atosigado por distintos cuidados, Jacqueireivindicó muy pronto la nada.  Más allá de la satisfacción de su«necesidades, apuntaba, por encima del otro, al campo de la ausencia.

De este campo había podido surgir el deseo. Mas todo deseo se vioaplastado bajo el efecto de una solicitud cuyo eje se hallaba única»mente en la necesidad. En la adolescencia, Jacques se esforzó porseguir los consejos de un profesor en lo concerniente a su orientaciónprofesional. Esto desagradó a la familia y, según parece, allí se sitúanlas primeras cóleras del padre. A los 16 años, Jacques es  el padre loco

 y permanece repartido entre la aspiración de salvar el mundo y la deser envenenado. Su desgracia consistió en que se lo sindicara como

loco. Desde entonces oscilará entre períodos de delirio (interrumpidospor el tratamiento) y períodos de remisión.La enfermedad del hijo había sido prevista por la bisabuela materna,

aun antes de su llegada al mundo. De este modo, al nacer, Jacqueílvino a ocupar un lugar que le estaba reservado en el mito familiafflSegún las mujeres, la línea de los varones está podrida. Está bien que

 Jacques no tenga descendencia. Los momentos delirantes del padrecoinciden a menudo con la “ remisión” del hijo. No es nada fácil encontrarlos “bien” al mismo tiempo.

 — Tengo hermanos desparejos que vienen de óvulos en cortocircuitode mi madre — me explica el padre (en libertad).

 — Yo era muy joven cuando me di cuenta del estado de mi padro — comenta Jacques (internado).

En cuanto a la madre, aspira a que el hijo repose de por vida. Sóloalgunas rebeliones vienen a entrecortar el estado de no-deseo en qusse ha instalado. Y en el momento de la rebelión, reclama la muerte.

 — Cuando estoy excitado preciso 300 gotas de Largactyl por la

mañana, al mediodía y la tarde, y a medianoche el caldo de cicutai — No habría tenido que nacer — me dice la madre— ; la deseen*

dencia está podrida.Marcada por la internación de su propio padre (afectado de pará

lisis general), la soledad de su madre y el odio de la abuela hacia loi

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Imiribres de la familia, la madre de Jaeques está firmemente persua-iliiln de que el destino no podía reservarle otra cosa que un maridolllfcrmo. No había previsto descendencia, la abuela no la quería. Sorprendida por su embarazo, no sitúa al hijo en una prolongación de sí

minina, sino que lo ofrece como objeto de reparación y consuelo a susi« i endientes. Jaeques, al nacer, no tenía futuro propio, su funciónfue la de venir a expiar la falta de los hombres de la familia y al mismollrinpo encarnar su fin; se trataba de poner término a todo lo queIMidiera crearse como cosa viva.

Pura la madre de Charles (31 años), internado desde los 20, la suerte■«tuba echada aun antes de su llegada al mundo. Hijos no quería, “ noulaba previsto en el programa” . Había tomado  un marido para tener  mi comercio, “ un retardado de 10 0   años que chicaneaba ya en el

vientre de su madre” . Guando Charles tenía 3 años, se enteró de quetu esposo sufría de una antigua sífilis. Cortó toda relación sexual eItlxo de Charles su objeto de amor exclusivo. Ya que está condenado,i   lia va a consagrarle su vida (por más que los médicos le digan queir' equivoca, sólo ella conoce la verdad). El hijo, educado en el desprecio al padre, se torna fóbico, y a los 20   años comienza su carreratln internado de los hospitales psiquiátricos. ¿Esquizofrenia o neurosisluitérica? Esta es la pregunta que se plantea. A los 31 años, Charlesmanifiesta un contenido psicótico: palabras que ha recogido en todos

In» rincones del asilo. Los locos más diversos hablan por su boca. Dalii impresión de construir historias para permitirse el goce de una crisisilil angustia. Se ofrece, todo traspirado, a la mirada del otro, y los ojos■Iiik irbitados, los pómulos salientes, la boca desdentada, son los ele-mrntos del espectáculo que nos ofrece.

Detrás de esta máscara trágica, Charles nos permite ver y oír cosasnuestras más que suyas: aquí son posibles todas las proyecciones.

La delgadez de Charles es inquietante, se alimenta proco y se acusa.I iene la apariencia de hallarse en duelo por un objeto perdido y dehitber perdido al mismo tiempo todo amor por sí mismo. Para la minuta del otro se quiere objeto de horror, sus autoacusaciones son en" ¿ilidad acusaciones dirigidas contra su padre. No puede asumir el|«'Ko de los reproches (que, en realidad, son los de la madre). En I I   plano de la identificación, Charles ha tenido dificultades. La precinta sobre quién es (pregunta histérica) ha sido respondida, desgra-i indamente, dentro del recinto del hospital psiquiátrico. “ Soy elnquizofrénico del hospital” , me dijo. Para aplacar su angustia, se leilice que se toma por el loco que no es. No asume, en cualquier caso,ninguna palabra personal. Se “pega” al rol que ha elegido. Está

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dispuesto a morir del goce que le ofrece el otro a través de su ideulilh [cación con una infinidad de cuerpos fragmentados . . .

Algo similar le ocurre a Laurent (cuyo caso hemos evocado antrl), I También él ha recibido en el asilo la respuesta a la pregunta sobre midentidad. Me ofrece “ un contenido psicótico” . Cuando le digo:

 — Son las palabras de otros, juega usted a ser el loco que no w |M e da esta respuesta:

 — Pero si usted viene para eso, para gozar con lo que uno suelta f¿Qué quiere usted que yo le diga? Hablarle de mi abuelo, ¿es que y( Ile pido noticias sobre el suyo y sobre cómo hace usted el amor con MI Imarido? Entonces porque uno es un internado, le tocan timbres,

llevan de un lado al otro. Le cuento historias de locos. ¿Qué otretcosas quiere usted que le cuente? No le gusta a usted que le diga que n ipeligroso, que soy Hitler, Tarzán. No, ustedes quieren oír otra músiiw ILo que quieren es “ lo íntimo” . Pero dígame, ¿con qué derecho? ¿Nies asqueante esto, este doble régimen, uno para los enfermos, el otftpara los médicos? Esa escribe, ésa escribe, ésa se hace la difícil. A mlipalabras de loco, la señorita no las quiere. Ella quiere cosas verdadera!Muy bien, un consejo: no vuelva a verme,

Laurent (cf. pp.107-109) accesible a un psicoanálisis a los 20 añ(l ya no lo es ciertamente a los 42- Su dignidad de hombré   la ha ífllfequistado  en el hospital psiquiátrico, rechazando el status  de colonizaraLa consideración que reclama es el respeto a su “ locura” .

“ Las personas de bien han forjado el mito del mal” , nos dice Saitflen San Genet, comediante o mártir,  “ de este modo, negativo j«vesencia, el malo es un poseído cuyo destino, sea cual fuere, sed

siempre el de dañar, tiene la libertad de hacer mal; para él, lo peor (J

siempre seguro” .En la historia de la psiquiatría, no se ha reconocido a la locura mil

que para desconocerla mejor. Fue necesario esperar hasta Freud par*que se planteara la pregunta (siempre abierta): ¿cómo, en medi"de una situación determinada, tornar desalienante la alienación? Enla pareja médico-enfermo, la pregunta sobre el sujeto de la alienad®se plantea en el médico, y en la relación que se instituye van a amidarse y desanudarse todas las alienaciones.4 De este modo, en la pe ti-pectiva freudiana, al delirio se lo considera como un proceso restanrador de curación. El médico no se preocupa tanto por “ cortat*prematuramente una evolución delirante, sino más bien por con!»

4   M iche l Foucault, Histoire de la folie , Plon, 1961.

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hlliti! en su apoyo. 5  Al curar “psiquiátricamente” un delirio a los 18¿no se corre el riesgo de fijar al enfermo en una carrera de

nt'fmo mental? Esta es la pregunta que a veces se siente uno tentado•l« plantear.8

I I resignado-curado, fijado detrás de una máscara de indiferencia,CUrcc, efectivamente, interrogar al psiquiatra sobre lo que la medicina

i Itecho de su ser. ¿Este estado de no-deseo que caracteriza a ciertabilma de “ remisión” , no es, acaso, una respuesta que se da, en la formaM i absurda, a nuestra angustia? A l sustraer a este resignado-curadoiln loda perspectiva conflictiva, ¿no le quitamos al mismo tiempoimlii posibilidad de ser para otro? Y su “ bienestar” , ¿no aparece entumes hecho a la medida de nuestro rechazo de la verdad?

El loco “ curado” que hace carrera en el asilo se asemeja mucho

i  üll prisionero que hubiera renunciado a la fuga, pero que reclamaraNI) centinela para poder vivir y morir como pura negación.

|(l su estudio sobre las relaciones existentes entre el sueño y lasMilnmedades mentales, 7 Freud hace suyas las posiciones de Radestock,i|iiirn describía la locura como la exageración de un fenómeno normalv periódico: el sueño. Y agrega: “ La disociación de la personalidadiiiie sueña, en la que nuestro propio saber se reparte entre dos sujetos

lie los cuales uno, el extraño,  se supone que corregirá al verdadero yoH 0t], equivale enteramente a la división de la personalidad que

hallamos en la paranoia alucinatoria” .Más adelante, al citar una vez más a Radestock, Freud llama la

•(«•lición del lector sobre dos puntos:a)   “ El fondo de los delirios es muy a menudo esa posesión preten

dían de bienes y la realización imaginaria de deseos, y su no realizaciónwmtituye una de las causas psíquicas de la locura.”

b)   “ Existe una nocturnal insanity.  los sujetos son normales durante(| ilia, pero por la noche presentan alucinaciones, accesos de furor.”

A lo largo de toda su obra, Freud muestra la posición conflictivatío! hombre en su relación con el deseo, así como el lugar que ocupa►I poce en la organización de las neurosis y las psicosis. Nos recuerda jiie existe, en el fondo de nosotros mismos, una división fundamental>ii torno a la cual se estructura toda nuestra orientación en relaciónfin el mundo del deseo.8

II Véanse los trabajos de Ronald D. L ain g y Da vid C ooper, Tavisto ck, 1964." Véanse los trabajos de la Philadelphia Association, Londres.' Sigmu nd Freu d, La interpretación de los sueños.11 listo es lo que Laca n retoma cuando estudia “ el objeto   tal como lo estruc-

ii'a la relación narcisista y das Ding   en tanto que solamente lo rodea la red

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II y

:o*

Más allá del deseo (sometido al principio de repetición) aparece hcosa, de la que sólo podemos tener conocimiento por medio de la ley,Esta cosa es el objeto bueno kleiniano, que en la fantasía puede muybien aparecer también como fundamentalmente malo. Y el sujeti

desarrolla sus síntomas porque no puede situarse en relación con ellos.En la relación madre-hijo, 8  todo lo que guarda relación con las Jlfciones de dependencia y frustración, sólo es, en realidad, la manifestación de la relación fundamental del sujeto con la cosa, y Freud no»muestra que lo que para el principio del placer constituye el soberanobien, el único, esto es, la madre, es igualmente un bien  prohibida ,Recuerda cómo el incesto (madre-hijo) desempeña, en cuanto prohibición, un papel central en las neurosis y en las psicosis. E¡ incestestá vinculado a un orden, el que va a permitir la aparición de la

cultura (y por ende del lenguaje). Freud, al insistir sobre el Edipinos muestra que no puede articularse nada sobre la sexualidad enhombre, si ésta no pasa por una ley de simbolización. Si, en el neultico, el conflicto de orden produce la represión y el compromiso, enpsicótico lo que se establece es un repudio (V erwerfung).  Lo querepudia de lo simbólico, reaparece en el mundo exterior (lo real) bajoforma de alucinación. De ello se deriva una especie de disgregaciónen cadena denominada delirio.

Pero es en El malestar en la cultura  donde desarrolla Freud la ideade que aquel que se lanza en el camino de un goce sin límites o sinfreno encuentra obrtáculos para su realización, como si en la base, 4Bla organización social, estuviese establecido que el goce es un Mal.T 

El discurso de Sade nos muestra cómo una vez franqueados cierto!límites en la relación con el otro, el cuerpo del prójimo se fragmenta

"de las pulsiones” . Das Ding    es el objeto perdido.  Lacan señala la importanciade las ideas klcinianas “ según las cuales la sublimación es una solución imagl*

naria de una necesidad de reparación simbólica relativa al cuerpo de la madlf(siendo el cuerpo místico de la madre lo que esta doctrina pone en lugar de Uco sa )” . Sem inario 1959-1960.

9 Lacan * Sem inario 1959-1960.10 La ca n: “ El goce es un mal. Es un mal porque im plica el mal del prójimo*

L o qu e se plantea c om o el verdadero problem a de m i amor, es la presencia djfc

esta maldad profunda que habita en nupstro prójimo pero que, por otia parir,también habita en mí. Porque, ¿hay algo que me es más próximo que Isrcorazón mío que es el de mi goce* al que no me atrevo a acercarme? Porquldesde que me acerco surge esa insondable agresividad ante la cual retrocedo,

esa agresividad que vuelvo contra m í mismo y que va a e jerce r su peso jMpJlugar de la propia ley desaparecida, impidiéndome franquear cierta fronteften el límite de la cosa.” Seminario 1959-1960.

11 Lacan, Seminario 1959-1960. Estos temas han sido desarrollados porLacan en su Seminario, consagrado al problema de la ética en el psicoanálisfl

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présteme usted la parte de su cuerpo que puede satisfacerme por unlistante y goce, si así le place, de la parte del mío que pueda serle<i|ii adablc” . Es la articulación misma de lo que volvemos a hallar en11 lantasía bajo la noción de objeto parcial. Sade nos muestra después

i|lir la víctima sobrevive siempre a todos los malos tratos que se leInfligen, ya que la relación con el otro exige, para mantenerse,i l carácter indestructible del otro. Lo que aparece es la armadura dedefensas del sujeto que se inhibe de llegar al goce.

I'jn el dominio del Bien, lo que surge es que el bien se determina sólo

■ n función de poder privar de él al otro. En esta situación, el privadoriiparece en una función imaginaria como el otro imaginario que volvemos a encontrar en la etapa de la imagen especular.

Lo que se llama 12 defender su Bien, consiste en defendemos a nos-

ntros mismos de gozar de él. La dimensión del bien es, por consiguiente,l'i que se levanta como defensa en el camino del deseo.

,¡Qué es, entonces, el deseo?

La demanda, debido a que se articula con el significante, es siempreileraanda de otra cosa, y el deseo aparece como soporte de lo quei|iiiere decir la demanda más allá de lo que formula.

I.a realización del deseo   no se entrevé más que en una perspectivatle juicio final, 13 como lo muestran la experiencia analítica y el límite

ton que tropieza en el punto en que se plantea la problemática del

deseo.El drama humano (del deseo vinculado a la ley y a la castración),

i uando 110 puede representarse a nivel simbólico, se produce en lo real■il nivel de las amenazas o de las órdenes de muerte o de asesinato.Ksto es lo que aparece abierto   en el discurso psicótico.

En la psicosis, la posición conflictiva del hombre en relación con eideseo se traduce en los efectos de horror y prohibición con queie enfrenta el paciente si asume el riesgo de ser deseante. El incesto

 y los “ desbordes sexuales” forman parte integrante del cortejo mítico

que traen los pacientes. Dicen haber roto una prohibición o haber sidoobligados a violarla, y al horror que viven lo traducen en un espectáculo cuyo objetivo es afectarnos. Su angustia se evidencia en supostura, en las palabras que trasmiten, palabras desprovistas de todaemoción y que no se inscriben en ningún movimiento de significación.

La posición del psicótico frente al deseo guarda cierta relación conel modo en que es llamado a ocupar una función en la constelaciónfamiliar, y ya hemos demostrado el papel que desempeña en la diná

12 Lacan, Seminario 1959-1960.>3 Ibtd.

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mica familiar esa ocupación de un lugar: “basta con un loco” queexpíe para preservar el equilibrio del conjunto de los hermanos y delos progenitores. En los casos que aquí se examinan, vemos que si bienes el enfermo quien se instala en el no-deseo, ello corrsponde en

realidad a la aspiración profunda de su familia.Si Jacques (internado) tiene un padre delirante (en libertad),

Laurent conquista en el asilo su libertad de hombre; tiene (al igualque los otros) una /unción   en el mito familiar. Las familias (por logeneral los progenitores de los catatónicos) vienen al asilo para llorara sus “muertos en vida” y declamar su pena, o bien expresan (losprogenitores de los paranoides), en su negativa a venir, que han hecho]el duelo de su hijo vivo. En todos los casos, tener uno   en el asilo va apermitirle vivir al resto de la familia. El diagnóstico médico es lo que

le da al sujeto su consagración de enfermo mental (cada pacienteconoce el diagnóstico que se 1c ha adjudicado), su calidad   de serpeligroso, impuro y prohibido. (¿No sería posible extirparle los testículos?, pregunta una madre; la línea de ios varones está podrida,dice otra.) Se “ tiene” la herencia o “ no se la tiene” . La falta está enel ascendiente (cuya tara se expía) o en el sujeto (que expía susvicios). El hospital y el aparato médico en su conjunto son utilizados'por la familia en una perspectiva “ mágica” ; es un maleficio que va

a conjurarse. En realidad, al paciente se lo somete a ceremoniasde purificación con el fin de apartar de él toda violencia futuraj(Así ha ocurrido qiié Laurent fuera llevado al asilo a pesar de que lacrisis había pasado.) Se construye una teoría para “ preservar” a unode los miembros de la familia (Edmond) o a uno de los progenitores(Marcel) de la muerte o del peligro del contagio.

Freud ha abordado estos temas en Tótem   y tabú,  donde esclarecela correlación existente entre los ceremoniales primitivos y las enfer- Imedades mentales. En ambos casos se instaura un sistema, cuyo objeto

es alejar venganzas y castigos. Freud destaca a este respecto que si elsalvaje mata al rey cuando la naturaleza lo decepciona, es el mismomecanismo el que reproduce el paranoico cuando hace responsablea su perseguidor (promovido a la jerarquía de un padre) de lasdesgracias imaginarias que le acontecen.

Con referencia a estas posiciones, los psiquiatras ingleses Laing yCooper han propuesto un sistema muy particular de “ cura” de lospsicóticos: en oposición a la psiquiatría clásica reclaman lugares en losque podría permitirse al enfermo llevar a buen término su delirio con

la ayuda del médico como apoyo y “guía” de su locura; y esto suponeque el médico pueda aceptar en sí mismo los movimientos de tipotabú, cargados de horror y de angustia, expresados en el delirante, y

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I mt'da ocupar un lugar en el proceso (ocupar un lugar significa aquíi[ cptar que el delirio del otro desempeña para él, el médico, el pape!ili revelador de lo que rechaza en sí mismo). Si en las tribus primitivasri el chamán quien le proporciona al paciente el mito, otorgándole

iiii el sistema de referencia que ha perdido, en el psicoanálisis es elAnalizando quien lo elabora progresivamente. Tanto si al mito>'• lo recibe como si se lo produce, a través de él el paciente debemanejarse con una estructura y con los efectos que en él produce todai .irencia de significante. El que cura (chamán o médico) forma parteintegrante de la escena, interviene en el drama que se representa.II rente a los tenias delirantes que propone el paciente, el médico puedencupar un lugar en el delirio (al aceptar convertirse en su apoyolince posible una “ desalienación” ) o bien, como el chamán, puede

proponer otro mito; mas para que el mito tenga valor curativo espreciso que haya participación en el universo psicótico. En la relacióncon el psicótico, “ el que cura” se sustrae por lo general a la trasferencia(es decir, a todo lo que el paciente trasmite y que tiene que ver con lamuerte, con el sexo y con el cuerpo). El medicamento está allí paraproteger al médico, es la respuesta que ofrece al síntoma; así puedeignorar lo que en el otro trata de hablar (y que 110  es otra cosa queel retorno de lo reprimido   en nosotros).

En el asilo todos los terapeutas, quiéranlo o no, forman parte inte

grante de un sistema que ha aislado al loco   (como en el medioevo setrataba de aislar la lepra o el vicio). El enfermo mental que reposa“bajo el techo que la familia le ha elegido” reproduce allí su drama, esdecir su modo de situarse con respecto a los objetos ‘buenos” y“ malos” ,su modo de vivir su división, su fragmentación, su exclusión, con laspersonas que lo rodean. La sociedad paga para mantener alejadode los suyos al “ enfermo mental” ; éste crea como respuesta un universode exclusión en el que dice hallarse bien. All í vive “ la felicidad de unfugaz instante” , felicidad que para nosotros sabe a muerte.

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Volvamos una vez más al estudio de los problemas que quedaron eniiinpenso en el capítulo 4, problemas que se refieren a la relaciónl mtástica que mantiene el “ paciente” con la institución psicoanalíticao n:n la institución social, e intentemos aprehender lo que subsiste"uno un interrogante en el corazón mismo de la fantasía, interrogante

ipii- sufre los efectos de las inversiones dialécticas producidas en elfurso de una cura, y que se tornan posibles cuando se insiste no tantol>Uel objeto (imaginario) del deseo, sino en el significante del deseo(en sus avatares).

Abordaré después el relato de una “ cura” (de una anoréxica),"i ura” que en ciertos aspectos se asemeja extrañamente a una experiencia que podría denominarse antipsiquiátrica.

I

A, INSTITUCIONES Y ANSIEDADES PSICOTICAS

t lliott Jaques 1 ha mostrado, a través del análisis de materiales clínicos,ilno las instituciones son utilizadas, por todos los que en ellas parti-

■ i|ian, como defensa contra el surgimiento de ansiedades paranoides

v depresivas (descritas, por otra parte, por Melanie Klein). Las mani-11*litaciones de irrealidad, de splitting, de hostilidad, de suspicacia, sonili'splazadas o proyectadas por cada individuo en diferentes engranajesd(l la organización institucional. La institución no se toma por esto,|iiicótica, pero se crea en ella un campo patológico, reflejo de la personalidad de los individuos que la componen, del mismo modo que losindividuos son el reflejo o el producto del sistema alienante en el queir hallan aprisionados.

1 E11:o t Jaques, “ Soc ial systrms as a de fence against persecu tor/ and depres-llvtf íinxiety*’ , en Ne w ciited ion s in psychoanalysis ¡  Tavistock, 1955.

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Según José Bleger,2 el individuo integra en su inconsciente la injffltución como un esquema corporal, busca en la institución un soporli,un apoyo, una inserción social, es decir una clave de su identidad, um

respuesta a la pregunta sobre lo que es. Cuanto más inmadura es l.ipersonalidad, más se incorpora a la institución, a la que vive comoparte de sí misma. El hecho de que la institución tenga su vida propiano impide que los individuos proyecten en ella su propia realidad (■través del marco de su fantasía) y que cristalicen así en ella mecíWnismos de defensa contra las ansiedades psicóticas, actuando procesu»

de reparación.

No siempre resulta fácil discriminar entre lo que corresponde a .  

un sistema social alienante y lo que, en esa alienación, busca dindividuo como protección contra la angustia. Bleger insiste sobreel modo en que los individuos alienados, sometidos a institucioni >alienadas, refuerzan, en un circuito de resistencia al cambio, la patología del campo institucional en el que se hallan inmersos. La indtitución coercitiva y represiva sería así concebida a imagen de lutfuerzas represivas que están presentes en cada uno de nosotros: ■este nive!, la institución se emparenta con el grupo primario , en o]que predominan las identificaciones proyectivas masivas, y su fun

cionamiento es el de la institución familiar.La institución parece ofrecerle de este modo al hombre las posi

bilidades o bien de *in enriquecimiento personal, o bien del empobrecimiento más radical.

Lo que se denomina adaptación,  subraya también Bleger, eshecho de someterse a una estereotipia institucional.3  Esta estereoti*pia, que constituye la marca   de la mayoría de las instituciones, f llo que torna posible una estructura altamente jerarquizada, en la quti

van disminuyendo las relaciones interpersonales hasta que se llega Idiversas formas de hospitalismo en las que el individuo pierde tod»palabra personal (ya que a la palabra, por un acuerdo tácito, se l.iconcibe como un privilegio jerárquico y por ende la instituciónse la niega de entrada al enfermo).

2 José Bleger, Psicohigiene y psicología institucional,  Buenos Aires, PaidóC

1967.3 Bleger opone lo que denomina grupo primario   (en el que existe una am

bigüedad de roles y de status)   ai grupo estereotipado   (en el que se instalicomo formación reactiva un formulismo que conduce a una falta de catmunicación).

Las instituciones, según Bleger, tienden a modelar a sus miembros en Ulláespecie de estereotipia contagiosa, lo que lleva a un empobrecimiento de l;urelaciones interpersonales.

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Imprimirle movilidad a la organización de una institución es pro-| " .1 ■' la liberación de las angustias psicóticas que se encuentran enplln Bleger ilustra esta observación señalando cómo el paciente mues-li i una resistencia al cambio, como si buscara fronteras rígidas parafMitroiar mejor lo que en él pone en peligro el dinamismo y el molimiento de un mundo que cambia.

De este modo., el asilo refleja en su organización la alienación deHmpacientes; pacientes a los que por otra parte cabe considerar (juntamente con los delincuentes) como los síntomas de una sociedad|ipi turbada. Entonces aparecen las instituciones, tan pronto como•Irpositarias de las proyecciones y angustias psicóticas de sus miem-FIDS, tan pronto como los instrumentos represivos de una sociedadWH regadora.

, Pertenece el hombre a la institución o la institución al hombre?

I «le es el problema que plantea Bleger, quien denuncia a la vezMI1' mito psicológico (sostén de la psiquiatría) que hace del hombremi ser aislado   desde su nacimiento, llamado a conquistar gradualmente su relación con el mundo exterior, siendo entonces consideradali integración en una institución social como el paso logrado del ser■mlvaje” al ser “ social" (paso que se supondría que el alienado no

lili dado, por cuyo motivo se elige una institución que lo “ reeduque” ) .

II, EL ESTADIO DEL ESPEJ O 4

I Aran abordó este mismo tipo de problemas desde 1930 proponiendoun estudio estructural (con el que se situaría el problema a un nivelMalmente distinto de aquel en que lo encierra la sociología), Plan-Ifft como   un hecho de estructura la entrada de la criatura humana■Éde su nacimiento en un sistema simbólico, el del lenguaje. Elniño, entonces, se ve influido por los efectos de este lenguaje queIn rodea (a veces desde antes de su nacimiento, sin que por ello sea"irnos decisivo para su destino, como lo ha mostrado Freud en El  

lumbre de las ratas).  La cuestión, aquí, no es tanto el paso de unaiinpa individual a una etapa a la que se denomina social, sino elpncuentro del sujeto con un orden simbólico.

Recordemos que Lacan vincula el primer momento de la instau-■ ición de una estructura con la  fase d e l e s p e jo ; 5   por lo tanto, nos

* Lacan, en Écrits.  [Hay edic. en esp,: Escritos , México, Siglo xxi, 2 vols.I ' l?l  y 197(> respec tiva men te.]

8 Lacan muestra cómo en la etapa del estadio del espejo, se produce untutlieniTO   del cuerpo del niño y del cuerpo del otro (la madre que lo m ira ).I i imagen dé! otro va. a garantizarle la realidad de su cuerpo entero e inde

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encontramos aquí aproximadamente con el final de la etapa flindiferenciación primitiva de Bleger: en este punto es donde punlicaptarse la separación que se produce entre lo imaginario   y lo w'fflbólico.

Retomando las observaciones de YVallon sobre la conducta de lltniños de 4 a 5 meses cuando se encuentran en presencia de unespejo (el niño cree encontrarse al mismo tiempo donde se sicnlestar y donde se ve en el espejo), Lacan muestra cómo el júbilo iWniño ante la aparición de su imagen está ligada a una identificaciótiies decir, marca una “ transformación producida en el sujeto cuan®asume una imagen” . Esta identificación es alienación   en la medidlen que la captación en la imagen no corresponde todavía al ser n'íl

del niño, que sigue condenado a la dependencia con respecto tiadulto y a la impotencia motriz.

En este momento hace surgir Lacan de la instancia im agina»del yo [moi], un yo [Je],  y estudia la relación que mantiene este y»[Je]   con una imagen exterior a él. Las identificaciones imaginar^pertenecen al yo [moi].  El yo [Je]   se constituye en relación con utverdad de orden simbólico; y Lacan muestra cómo la identificad®especular misma (ausente en la psicosis) sólo tiene lugar si Ullí

 palabra   le ha posibilitado al sujeto el reconocimiento de su imageflAsí, pues, se requiere un trasfondo simbólico, sin el cual el orilnimaginario, debido a la irrupción de una imagen de sí, introdu#una apertura. A l otro (al tercero semejante) que entra así en el jucji*.el sujeto lo reconoce al mismo tiempo que a sí mismo, y este reconqfflmiento imposible es el que signa el hecho psicótico en el que el sujeli-no puede hacer otra cosa que permanecer en la alternativa: o   I»presencia o   la desaparición de una u   otra; es decir o   la vida Ila muerte.

Al término de la identificación imaginaria encontramos, pues, Mi yo [moi]   alienado en la imagen de otro y (distinto del sujeto) pin

pend iente. L o que le pe rm ite al n iño este recon ocim iento de su cuerpo distifll#del cuerpo del otro “es ese movimiento en que el niño se vuelve hacia quiri

lo sostiene para buscar su asentimiento” (Sem ina rio del 28 de noviem bre d*1962). El niño va, pues, a reconocer en el yo [ego]   especular (ca rgad o por I*libido materna) su yo [mo i ]    ideal (objeto del narcisismo primario).

En el psicótico, la situación es totalmente dife ren te: “ L o que el esprfi1le devuelve indefinidamente, es él en cuanto que «lugar de la castración», y#

esta imagen no puede hacer otra cosa que huirle de modo también indefinidoL o que se refle ja en el espejo en cuanto que ego especular (convirtiéndose IIotro en agente de castración) le cierra para siempre al psicótico toda posilulidad y toda vía de identificación ( . . . ). T od a relación imaginaria con (Iotro , po r más que se apoye en el ego especular, se torna imp osible.” (Pien

Aulagnier, La psychanalyse, ii9   8 ) ,

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■ l INSTITUCIÓN COMO REFUGIO CONTRA LA ANGUSTIA   ¡2 5

iinli i del objeto parcial (de este último nos ocuparemos en el aná-■tilt I , La función simbólica es la que va a crear las condiciones■nlanias de una posibilidad de palabra y de acceso del sujeto al yo ■ />'] de una verdad.I Lii instauración de estas nociones separa el hecho sociológico de la

B«|)tación estructural del problema; y en una institución son hechosM í rstructura los que encontramos, ya que los individuos se encuen-I |i in continuamente atrapados por vínculos imaginarios que condu-

41 n ya sea a la violencia o a la parálisis del campo patológico en elR||iii< tienen lugar las tensiones.

( I.A INDIFERE NCIACIÓN PRIM ITIVA DE BLEGER,0 LO IMAGINARIO Y

1.0 SIMBÓLICO

•(domemos nuestro tema a partir de las referencias que acabamos(!'■ exponer. El estudio del campo patológico (en la institución psi-m.inalítica o social) ha llevado a Bleger a describir bajo el nombrelli' relación simbiótica   lo que, según él, se establece a partir de lasformas de identificación más primitivas. Cuando Bleger evoca esterilado de indiferenciación primitiva, presente a veces en cierto tipo•I'1  trasferencia, pone el acento sobre lo que Lacan describe comoperteneciente de modo específico a la pura dimensión imaginaria.

lin realidad, la indiferenciación en la que el sujeto se encuentralinilamente con su objeto significa — según Lacan— para el sujeto:intento de reconquistarse a través de la representación del objetoimdido.7  Porque, después de la pérdida del objeto, lo que io susti-Miye es una imagen. En el curso de su vida, el individuo tiene quevérselas con sustitutos de imágenes. En consecuencia, el sujeto estáun relación no tanto con un objeto sino con el signo de su pérdida,tic su huella. Lu que se recarga (nos lo recuerda Freud en La inler   pretmión de tos sueños),  no son más que huellas: en estas huellas

vírne a alojarse el deseo, en ellas imprime su marca.Lo que Blejer ha descrito como mecanismos de defensa (y proyec

ción) que aparecen en la trasferencia llamada simbiótica, se halla' ii estrecha relación Con el modo en que el sujeto (en la etapa del

i'l'o   especular) trata de aclarar su deseo. En la medida en que el yo[ego] especular vacila, busca en su semejante una imagen de suplenciaIdeal, con todo lo que esto significa de respuesta agresiva cuando la

tí Bleger, Simbiosis y ambigüedad , Buenos Aires, Paidós, 1967.

7 Véase el capitulo 4 de este libro.

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relación con el otro se sitúa solamente en la estructura imaginar¡(|Los fenómenos de defensa que así se producen forman el cuadro qnfva de la histeria a! autismo, pasando por la obsesión, la hipocon*dría, etc. Lo que fracasa a! nivel del deseo es el acceso a toda forni»

de simbolización.En esta relación simbiótica se halla en juego algo que pertenecí

al orden del proceso primario y que indica la presencia del dése»,La situación de ambigüedad  que se instala es una situación de par.isitismo que lleva, a dos personas a ya no poder dejarse pero a la Vffa no entenderse. Si se separan están perdidas; una tiene necesidadde la otra y no le perdona el sentir esa necesidad.

D . LA GRATIFICACIÓN OCEANICA Y EL SIGNIFICANTE

Si bien es cierto que los analistas deben su interés por el estudio tlnlos casos graves de psicosis a las investigaciones de Melanie Kleinsobre las etapas más precoces del desarrollo infantil, es cierto también que los problemas técnicos planteados por la cura han aparecidode modo diferente en los casos en que ésta es ambulatoria y en Ioncasos de hospitalización.

Searles8 expone de qué manera, en una institución, el terapeutapuede verse llevado a participar en el universo psicótico del enfermo, a tal punto de Mentirse amenazado en su propia identidad. Aconseja ofrecer al “ enfermo” una gratificación oceánica,  a la que otroihan llamado (en son de crítica) el gran baño ferencziano.9 Se tratude compartir, en la angustia, la soledad subjetiva del paciente, hastael punto de regresar con él a una dependencia mutua a la que srdenomina simbiótica, dependencia que según se plantea no ha podido

desarrollarse hasta su desenlace en las relaciones arcaicas con unamadre amada-odiada, a la que se vivía como peligrosa.Esta posición de Searles, si bien tiene el mérito de sustraer al ana

lista de la actitud psiquiátrica (oposición entre un terapeuta “ sano" y un paciente “ enfermo” ), adolece no obstante de una falta derigor en su articulación teórica. Una cosa es ser interpelado por la“ locura” del otro, y otra diferente hacer de la “ locura” del otrola única guía en una situación necesariamente dual, sin posibilidad de apertura hacia una articulación simbólica, precisamente cuan-

s Harold F. Searles, The nonhuman environment , Int. Univ. Press, 1960 ¡Collected papers on schizophrenia and related subjeets,  Int. Univ. Press, 1965,[Hay edición en español: Conflicto psicótico y realidad , Buenos Aires, Proteo.]

9 Edith Jacobson, Psychótic conflicts and reality,  Int. Univ. Press, 1967,

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H ii sólo ésta podría llevar al enfermo a   salir del atolladero en que■juntamente con el otro) se halla atrapado.

Ks importante precisar estas nociones, tanto si sé trata de orientarl 'llliii cura individual, como de establecer una organización institu-

ilonal (cuando lo que se busca es circunscribir sus efectos alienantes,I* decir al efecto alienante de una pura situación imaginaria).

Searles intenta restablecer de modo correctivo, en la institución,mil especie de “ buenas” relaciones entre padres e hijos, sin preocu-

 jlni'ae por lo que se halla en juego en un deseo psicótico que, bajoI ¡u forma más destructiva, llega, en lo que Freud ha definido como

regresión tópica, a la alucinación.

Kl estudio más profundo de la fantasía (según los criterios laca-11i.inos} nos muestra que la aparición de ésta exige en realidad dos  

niveles   de funcionamiento del deseo. Es útil precisar estas nociones(ii'tque guardan una estrecha relación con el escucha que e s  precisointroducir frente a la demanda formulada por el paciente.

Si se responde a la demanda   al nivel más ingenuo, se corre elili’sgo de desconocer lo que, en el orden del deseo, se empeña porli,icerse reconocer, y se reproduce así el tipo de respuesta maternal|Ue ha sido responsable de lo que en el sujeto imposibilita todoReceso al deseo. No es posible confundir impunemente, es decir sin

producir efectos lamentables, los significantes   de la demanda y   el

tfijeto hacia el que la demanda parece orientarse. Porque el lugarile este objeto en la fantasía funciona (ya lo veremos) como señuelo,al nivel del deseo secundario. Lo que es preciso sacar a luz en unanálisis es una pregunta que está presente en la fantasía pero que,para precisarse, requiere que se mantenga cierta apertura. Una respuesta demasiado rápida a la demanda ahoga lo que hay de deseoni ella.

E,LA DEMANDA, EL DESEO Y EL OBJETO EN LA FANTASÍA

I )e este modo, la instauración de la fantasía exige dos niveles defuncionamiento del deseo.

En la primera etapa, la del llamado , el sujeto se eclipsa detrásele la representación del objeto: es allí donde se sitúan las articulaciones primeras de la demanda, ligadas a las heridas recibidas porel narcisismo primario.

Pero el sujeto se encuentra ya allí en si camino de las huellas primitivas, buscando desesperadamente un objeto que nunca logra

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alcanzar porque de lo que se trata es del momento originario co»mtal, momento que apunta a la fusión del ser y de la cosa.

A partir de la represión primitiva   del deseo, el objeto se fija crtuna fantasía: el sujeto se encuentra en ese momento frente a un

objeto sustituto involucrado en el significante de las primeras demandas. Lo que surge entonces es la instauración de deseos secundarios,el sujeto, creyendo realizar su deseo, se encuentra atrapado por un»imagen ilusoria, porque aquello con lo que trata no es más que unatrasmutación significante en la búsqueda del objeto perdido. Y esoes lo que lleva al neurótico a confundir incesantemente los signij i-cantes   de la demanda con el objeto al que esa demanda  paree»  apuntar.

En el funcionamiento imaginario, el objeto sustituto indica en realidad una falta, la falta primaria del deseo primario. En cuantotal, es doblemente deseado.

El lugar del objeto en la fantasía funciona como señuelo,  al niveldel deseo secundario. De este modo, el deseo es llamado a fraccio*.narse sin cesar, y cuando el objeto de la demanda se satisface, seopera una detención en el movimiento del sujeto; la fantasía surgeen el instante en que desaparece el deseo, para volver a poner alsujeto en el camino del deseo del objeto sustituto.

El sujeto marcado por el significante   se encuentra al mismo tiemposeparado y encadenado al objeto de la fantasía; en su búsquedaengañosa se ve llevdtlo a poner en el otro el objeto de la fantasía,haciendo del otro el sostén y el apoyo de una carencia fundamental.

Es en el lugar del otro que el sujeto en análisis articula el “ ¿Quées lo que quieres de mí?” , que se trasforma en un “ ¿Qué es lo quequiero?” . Estas preguntas del inconsciente son precisamente las querecubren los significantes primeros del deseo. Esto es lo que un análisis debe llegar a develar y sólo .puede llegar a hacerlo a través de|

ese largo camino del discurso insensato.

F. CURA DE LOS PSICÓTICOS Y REFERENCIAS ESTRUCTURALES

Como ya hemos visto, el problema, para el psicótico, se sitúa en elacceso imposible al deseo. La respuesta del Otro lo ha remitido a nopoderse sostener más que a nivel de la demanda. Es ésta la que, en lacura, se plantea con insistencia repetitiva desde el comienzo. La elección que se le ofrece al analista es la de, por una parte, desempeñarel papel de la “madre buena” sofocando mediante criterios normativos o caritativos todo lo que en el otro ha quedado fijado en una

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Impasse   (a menos que nunca haya podido distinguir lo que, en suHumado, pertenecía al registro de la demanda, de la necesidad o del

( l»MO) .

ha otra elección que se le ofrece al analista es la de sustraerse aU fascinación imaginaria que ejerce en él la locura del otro, y llegar

 Jmr medio de la palabra (situándose en un cierto lugar del discursosintomático) a lo que los efectos de sentido puedan representar comonunca significante, en un recuestionamiento de la posición del sujeto.

Pero es en el encuadre de la institución   (psicoanalítica o social)■lotide va a ejecutarse la compulsión de repetición perfecta10 que11<me de manifiesto lo que Bleger llama la indiferenciación primitivaitn las etapas más precoces de la organización de la personalidad.

El encuadre, depositario del mundo fantástico del paciente, debeinnvertirse, pues, en objeto de análisis, para permitir que se desaten

I"» vínculos “ psicóticos" establecidos por el paciente con la institución psicoanalítica o social. El análisis del encuadre consiste en■("velar lo que, en la imagen del cuerpo del paciente, ha permane-i ido fragmentado. Esta operación de develarniento, cargada de angustia, sólo es posible en una situación en la que el encuadre de lainstitución psicoanalítica (o social) conserva su carácter permanente,nn ambiguo. La inercia del encuadre institucional interviene entonces como protección contra la angustia.

II, U N C A S O D E A N O R E X I A M E N T A L  

A. EL RELATO

Me propongo estudiar aquí un episodio de la cura analítica de unaadolescente de 17 años que sufría desde hacía dos años de una añore-xia grave, rebelde a todas las tentativas psiquiátricas llevadas a cabo

rti ocasión de sus cinco hospitalizaciones sucesivas.Una y otra vez, aislada y alimentada por la fuerza, Sidonie vuelve

siempre a casa de sus padres en buen estado físico, pero rebelde yrcivindicativa. Apenas instalada en el medio familiar, recomienzasu huelga de hambre, o intenta destruirse físicamente mediante unaingestión desmesurada de vinagre, aspirinas y limones. Afectados susriñones, emprende el camino al hospital general, que la envía al hos

10 José Bleger, “ Psychoanalysis o f the psychoanalytic frame” , en Interna-  

tional Journal of Psychoanalysis , vo l. 48, 4, 1967.

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pital psiquiátrico, y vuelve a comenzar de este modo el círculo infer>nal. Dulzura, persuasión, severidad, “ todo se ha intentado” , me diccnJConsiderada una vez tras otra como histérica y psicótica, Sidonie hilogrado agotar la paciencia de los adultos {y del cuerpo médico)

Se le mantiene reservado un lugar en el hospital psiquiátrico. Y a nftse espera que sane: se la considera como una enferma crónica, futui.idelirante.

Perdido por perdido, le dicen a la familia, vayan ustedes a ver sun psicoanalista.

I. La primera entrevista 

Recibo a una pareja bastante joven (madre ansiosa, padre intensado, apasionado por la investigación médica: su hija constituye “ uncaso” con el que la medicina fracasa, de lo cual se siente manifiestamente satisfecho). Sidonie, pequeña y frágil, tiene el aspecto tic*una muñeca de porcelana de Sajonia. Largos cabellos rubios le caenhasta la cintura, pero su rostro demacrado es el de una mujer anciana. Unicamente sus ojos tienen vida. Con la postura de una jorobada, vacilante, Sidonie parece estar a punto de quebrarse, tiene el

aspecto patético de alguien que ha escapado de uno de esos camposde concentración qug eran antesala de la muerte. La adolescente erracomo un fantasma entre sus progenitores, prestos a sostenerla anteel menor desfallecimiento.

 — Está a punto de desvanecerse — me dice la madre. — Casi no se la traemos — me dice el padre. — Y tú, ¿cómo te sientes? — le digo a Sidonie.La respuesta es un gemido, eco del discurso de los progenitores.

-—Eso es como te sienten tus padres, pero tú, tu tienes sin dudauna idea. Tu cuerpo es tuyo. Eres tú la que sabe si se siente bieno no se siente bien.

 — ¿Yo? Yo estoy muy bien. El espectáculo lo hacen ellos. — Y tú, ¿qué es lo que quieres de mí? — Yo quiero venir a verla.

 — ¿Para hacer qué? — Para hablar. ■

La madre:  ¿Pero nos dirá usted loque esprecisohacer? — ¿Lo que es preciso hacer?

La madre:  Si se queda en casa,yo no podré vivirasí.  Es preciso hacer algo, Siento que voy a caer en una depresión.

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( I N S T I T U C I Ó N C O M O R E F U G I O C O N T R A L A A N G U S T I A    J3J

Yo   (a Sidonie): ¿Qué se puede hacer? ¿Eres tú la que está

I enferma o es tu madre?

[ El padre:  M i mujer ya no da más. Temo que la hospitalicen.

Yo   (a Sidonie) : Es cierto que esto es un espectáculo, todos están

dentro. ¿Qué propones tú?Los padres   (a coro): Corre el peligro de caerse desmayada en

U calle. No se la puede dejar sin vigilancia en la casa. Querríamos

iftlir de vacaciones, pero... está Sidonie, no hay solución.

Yo   (a Sidonie): Bien, ¿tienes algo que decir?

Sidonie:  Una chica me ha dicho que lo único que puede ayudarme es el psicoanálisis. Yo quiero quedarme sola en el departamento.

Me arreglaré perfectamente.

La madre:  El doctor X ha dicho que no hay ninguna esperanza

con esta enfermedad. Histérica, psicótica y perversa. Todo eso junto,eí incurable.

El padre:  Si ella quiere ver a la psicoanalista, podríamos inten

tarlo. (Volviéndose hacia mí) : ¿Asume usted la responsabilidad de

que Sidonie no se caerá desmayada en la calle?

Yo:  Yo no asumo la responsabilidad de nada en absoluto, salvo

la de comportarme como analista. El doctor Y ha decidido que Si

tióme podía permanecer dos meses alimentándose tal como lo hace

ahora. Él decidirá de aquí a dos meses si se la hospitaliza o no. Mien

tras tanto, es Sidonie la que debe decir si se hace cargo de su cuerpo, y asume la responsabilidad de traer su cuerpo hasta mi casa en las

lloras y los días que fijemos.

Sidonie:  Yo deseo tener paz, estar sola. Prometo cumplir puntualmente con las entrevistas, no provocar un incendio, no suicidarme,

no producir ningún escándalo entre los vecinos.

El padre   (llevándome aparte): Vea usted, no se ve, pero Sidonienunca ha sido como los demás. Es retardada, es una niña, es preciso

resignarse a esa idea, seguirá siendo una niña.Sidonie   (agresiva): ¿Qué es lo que están complotando?

Yo:  Tu padre me ha hecho conocer una etiqueta más sobre ti:eres retardada, no eres como los demás, y se pregunta si es posible

dejarte sola sin que hagas saltar todo por los aires.El padre   (asustado): Pero no había por qué decirle ese secreto

«obre su retardo, esto le va a provocar otro complejo.Yo:  Sidonie sabe que se dice que es loca, retardada, histérica, per

versa e incurable. No veo por qué, de golpe, hay que hacer tanto

misterio.

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Lo que no sabe es que está gobernada por todos esos veredictos ilílas personas mayores, que en ellos cree sin creer, y que esto la perjudica

La madre:  ¿Cree usted que podemos salir de vacaciones? Quiulípodríamos pedirle a un primo lejano que se alojara en casa. EsU

riamos más tranquilos, es un hombre de edad con quien Sidonie ulleva bien.

Yo   (a Sidonie): ¿Qué piensas tú?Sidonie:  Estoy de acuerdo.

Se decide, en consecuencia, una prueba de cura analítica de spíisemanas, Sidonie, libre de toda constricción, vivirá como le parezcasegún su propio ritmo. Lo que permanece fijo son los días y las lloras de las entrevistas que tendrá conmigo. ■

Convenimos en que el primo irá a pasar la noche a la casa. Urupersona de servicio se hará presente, por otra parte, durante seínhoras diarias. Los progenitores pueden telefonearme todos los día»,si así lo desean.

Les pido que le entreguen a Sidonie el dinero que servirá para lalcompras domésticas y para el análisis.

La pareja se va muy conmovida. Sidonie, por el contrario, parecebrillar de satisfacción. Ha obtenido lo que venía implícitamente ;ipedir, es decir, el develarniento de una situación: la locura son lo»

otros, y no ella.

¿Basta con esto? Y ella, Sidonie, ¿qué es lo que quiere?

I I . La cura ambulatoria 

Este período de seis semanas corresponde a las vacaciones de losprogenitores. Sidonie se levanta hacia las 2 de la tarde, se alimenta

con un litro de leche por día, prepara la cena de su primo. Tresveces por semana viene a verme, puntual, a la hora de las entrevistas.

Al comienzo, Sidonie está muy cómoda. Jovial, me explica los fracasos médicos (no han sabido qué hacer, yo era la más fuerte). Enlos mismos términos reconocerá más tarde:

 — En la familia, es mamá la que tira de los hilos y la que manda 'a mi padre.

De sus hospitalizaciones, Sidonie guarda el recuerdo de un combate contra el cuerpo profesional. Relata el ritual   del hospital y elmodo como ella nunca cesó de enfrentarlo.

Sidonie se pone en situación de víctima;

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I - de su madre que, en un período en que ella era bulímica, leflu ía: "serás desgraciada toda tu vida, caerás en la desgracia” ;

■ - del sistema escolar, en el que se aburre;k ■ del cuerpo médico, que obedece las órdenes de su madre. El

ilm tor me ha dicho: “ Dentro de seis semanas volveremos a encongamos. Tu cama está reservada en el hospital psiquiátrico” .

Si no existiera más que papá — agrega Sidonie— todo sería per-liK'lo. Él me comprende. Me da lástima que tenga una mala mujer,

M1deja manejar, peor para él.

I íi instalación del primo se realiza con un cierto ceremonial. Sido-nir se preocupa por prepararle pequeños platos especiales y por batirle compañía. Ella es exigente en cuanto al respeto de las horas<le comida, y no le gusta que no coma alguno de los platos.

I *—Una diría que es su madre — me dice la mucama toda enternecida (esta mujer es traída por Sidonie para que me hable de ella).( Mena como si no hubiera hecho más que eso durante toda su vida.V después los gastos, anota todo, no es gastadora; es desconfiada contus comerciantes; en resumen, una verdadera ama de casa.

¿Qué piensan de ella los demás?, es la pregunta que subyace enl.ií sesiones.

Sidonie, muy dueña de sí, me expone al comenzar lo que se dice  

ile ella: — M i primo trata de no molestarme, está tenso. El tío X haría

i iialquier cosa por curarme. Mi primo habla de mí en la oficina, conlos amigos. A la hora de la cena me dice: “ Hemos hablado de turaso” , No aprueba el psicoanálisis y le parece que usted está locapor dejarme tanta libertad. Siempre han decidido por mí. A lo largo¡leí día le hablan a todos de mí; por cualquier lado que vaya, mimfermedad me sigue. El doctor X les ha dicho a mis padres: “ No«i" curará nunca, pasará su vida entre el hospital y la casa. Le reser

varemos una cama vitalicia” . El doctor X no me entendía. Tenía supropia idea sobre la enfermedad. Yo era un caso. Yo no me considero enferma. Tengo los pies bien en la tierra. M i primo está cadavrz peor. No puede verme más así como estoy, Ha hablado(le mí por teléfono y ha dicho que yo no puedo salir. M e considerannnormal. Bajo esa etiqueta me siento tranquila, pero en otro sentidono estoy tranquila, la cosa oscila y yo en el medio.

A medida que la finalización de las vacaciones anuncia el regresode sus progenitores, Sidonie pierde su aíre jovial y retoma la máscara

(le una mujer vieja.

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En la casa, Ies hace pasar al primo y a la mucama una vidanal. l.s   la madre demoníaca que persigue a unos, que acusa a M u »

Se torna avara y le niega alimento al primo.

Me hago semejante a mi madre, no puedo comprar ya nada Wes su!¡cíente con que le compre pan. Lo que quiero hacer, niiiiífllpuedo hacerlo. Todo placer me está prohibido.

^Sidonie deja de alimentarse y no duerme más. Trata de robar muii níferos. El fin de las vacaciones de sus progenitores es también ||L

fecha prevista por el psiquiatra para el regreso de Sidonie al hospiliiL|

A l hacérselo notar, tropiezo con una indiferencia cortés: — No tiene nada que ver —-dice.

Sidonie parece dominada cada vez más por un destino. Lo qiivha de llegar, llegará; nadie puede hacer nada. La libertad que se lt[dejó le ha provocado culpa: reclama una hospitalización. A esta lirtaapitalización me resigno (a fin de evitarle el hospital psiquiátrico, qu»la acecha).

Les sugiero a los progenitores (a través del pediatra, a quien]Sidonie ha ido a ver) una clínica privada en la que podría continua!el análisis en un encuadre de despsiquiatrización indispensable p.<i«

que pueda continuarse la cura. El propósito que persigo es el Jliobtener de la clínica una no-intervención total en el plano del síntoma®que Sidonie pued^ tener la libertad de rechazar el alimento. Mipreocupación es la de arrancar a esta adolescente de los veredictdjde condenación que Ja llevan a ocupar, en intervalos regulares,lugar que la familia 1c ha asignado en el hospital psiquiátrico, i

Le comunico a Sidonie las condiciones en las que se hará su entradaen la clínica.

 — Tendrás que tomar a Cargo tu cuerpo. Buscas, por todos lo*medios, que vuelvan a meterte adentro. Después dices: él es el maloes horroroso. Son siempre los demás ¡os que obran mal. Tú, tú nuncl¡|tienes nada que ver con todo lo que pasa contigo. Estás allí comí)en el cine: vean ustedes, senoras y señores, lo que han hecho de mi.

- En cuanto a los alimentos — me responde Sidonie—» es precisque yo no sepa lo que son, me clan remordimientos. Una fuerza medice: No debes comer, te sobrevendrá una desgracia” . La obesidades un crimen que para mí es mortal.  Mi madre decía: “ No drbrt|

comer, se tocas alguna cosa serás desgraciada toda tu vida. Te exhibíbirán en la feria. I engo voces que me habitan, quiero probarles almundo que puedo soportar hasta el límite extremo del comiendo,de la muerte. Es preciso que me deje llegar hasta allí, hacer lo qua)'0  quiero. Nunca me han dejado hacer esta experiencia y siempro

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W i' volver a comenzar. Tengo que desenredar esta cuestión de misEs la primera vez que le hablo a alguien de mi secreto.

1 Ul se termina la primera parte de la cura.Hlclonie, en la libertad que se le ha dejado, ha tejido ella misma la

l> I '|UC la aprisiona. A la animación del comienzo le ha seguido un• "I ) en el que se encontraba como poseída por un destino inexorablel (¡iir rio podía escapar. Si por mi parte he actuado de modo tal quenlunic no ingresara al hospital psiquiátrico, ella, en cambio, se haMittl.ido al cumplimiento de las predicciones del psiquiatra. Su meta-fcrfosis en asilada, en el corto espacio de cuatro días, resultó espec-Bjtlnr.

Sidonie, identificada con un psiquiatra, comenzó a exigir un régimen

t

» (Iló g ic o severo. Atacó, por otra parte, el encuadre de la situación

liliIítica (olvido de dinero, pedido de cambio de horario, que lei** lineé).I V después, está la confesión de un nudo delirante: pende sobre ellalltiii condena a la muerte de su ser. Su aspiración es la de morir en suHn'fpo para que su ser escape a la muerte.

Sidonie advierte que no comparto el veredicto de condenaciónllununciado por los médicos y la familia — pero teme que yo no sigaiicndo la más fuerte— y esto será lo que constantemente va a poner' lueba. (L o que se pone a prueba es la omnipotencia mágica, la mía

f tu suya, al nivel más primitivo. Al nivel simbólico, nada de lo quei' (tcnece al registro de la castración es articulable. La castración sóloilude ser vivida al nivel de lo real; bajo la forma de muerte.)

III. La hospitalización 

1 ] l’críodo hipomaníaco

lirsde el regreso de sus progenitores, Sidonie ha reunido todos loslementos de un “ legajo” que debería llevar al pediatra a aconsejar

U n a hospitalización. Es ciertamente Sidonie quien provoca la complicidad del médico con la familia. Al obtener de los progenitoresv del pediatra una libertad total de maniobra (es decir, la elección deIn clínica y en esa clínica la elección de orientar el estilo de vidani que deberá atenerse), conservaba yo la entera responsabilidad de laMira (con lo que hacía fracasar la aspiración inconsciente de Sidonie:

l.i de obedecer las órdenes que exigían su retorno al asilo). Peromtlíá también yo de mi estricto rol de analista, manifestando mi deseo.

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A este deseo, lo había incluso formulado claramente; yo recha/aSHel sistema psiquiátrico clásico que en este caso no habría ll<-vnMa otra cosa que al fracaso. Sidonie deseaba llegar hasta el ’uüilii ■mismo de la muerte (del cuerpo), pues entonces que llegase a él, I

Al entrar en la clínica, Sidonie lleva su encuadre, un encuadra ill‘‘cura” muy particular, en el cual se inscriben los ritos que debrrflconjurar las amenazas de muerte.

Ella entra en la clínica  para expiar.El encuadre   de la clínica ofrece un mínimo de exigencia: horn <l»

levantarse, trabajo en el taller, horas de presencia en el comedor {Hel que ella seguía en libertad de no comer),

Se establece un trabajo en equipo entre el personal respontuilil»

de atenderla, el médico y yo misma. Se especifican claramente liiiresponsabilidades de cada uno.

En un comienzo me he preocupado porque se respetara una línMde conducta, pero enseguida me puse al servicio del equipo, que es «I

único que adopta todas las decisiones sobre la vida en la institución. 8

M e preocupo por permanecer en la función de analista, conscienlide haber usurpado ya bastantes papeles y entrado más de lo iphubiera querido en el juego de Sidonie.

Y lo que Sidonie trata de verificar es ciertamente algo vinculad#con mi omnipotencia mágica .11  En cierto modo, tiene la impresiAll

de que yo dirijo a «todos, a sus progenitores, la clínica, los médico*.En pocas palabras, es preciso que yo sea más diabólica (y fálica) c¡iifsu madre. Si yo soy “ mágica” , entonces Sidonie también lo es.

Pero, ¿quién predominará? ¿Yo o el destino?La cura de Sidonie se emprende exactamente sobre esta base. 1M e traslado a la clínica tres veces por semana, pero Sidonil

mantiene el juego trasferencial con toda la institución.

Sidonie trata de establecer referencias seguras. — ¿Quién manda en la clínica?Después de todo un juego entre el personal médico y yo mismi,

Sidonie adquiere la convicción de que en ese lugar el que manda <■>el doctor Z. Después de haberlo tratado en un comienzo como a unlacayo, lo convierte en el testigo médico de sus síntomas.

11 Nota del doctor J . P , Bouhour:  Su deseo de verificar si poseía efectivwmente usted esa omnipotencia mágica, en realidad si adoptaba usted e] lugaf

de su madre negando toda castración, se manifestó un día en que no hábilvenido usted, y en el que ella evocó una decisión urgente que, a su juicio,exigía su intervención. Nos colocó en la situación de llamarla o de decidirnosotros mismos, pero con lo que esto suponía de afectar nuestro status fan*tástico. La elección de la segunda solución fue muy positiva.

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[ I'n una primera etapa, trata a las enfermeras con el mismo desprecio.Htvuclta en su orgullo Sidonie se construye un lugar, propio de unaplr)'i. Su situación es verdaderamente excepcional. Ha obtenido el

HÉplazamiento de su analista, una no intervención médica y una

llplrrnncia con respecto a su anorexia, como no había encontradoIprnils todavía en ninguna parte.r * - Pero esto — le dice una pensionista— no se ha visto jamás aquí.

La libertad de que goza no le basta. Precisa siempre más. Sidonie|P niega a ir a los talleres, pide que se le deje salir a la ciudad, distribuye el alimento que le está destinado. Hace de su síntoma una apuestafíultra los demás y seduce al grupo de jóvenes del establecimiento.

Kn ocho días, Sidonie, la1típica enferma del asilo, se ha transformadojm adolescente jovial y en promotora de actividades y diversiones, tanto

111.15 jovial cuanto percibe muy bien la “ rabia” del personal que soportadifícilmente la falta de “ cuidados” . Mediante su enfermedad, Sidonien’.iliza su aspiración de ser la más fuerte.12

f Este período de euforia no sobrevino desde el primer momento y esInteresante recordar cómo hizo Sidonie la entrada en la clínica.

r   Acompañada por su padre fue, con la ecónoma, objeto de unirgateo:

 — Rebaje usted el precio — pidió el padre— puesto que no come.

■—De ningún modo — respondió la ecónoma— pagará el precio^

ilc todo el mundo, por el régimen de todo el mundo.

12 Nota del doctor J.P. Bouhour:  Desde el momento en que se hizo carga•Ir su reinado, vivió de agua gaseosa cortada con agua natural “ para que seainás liviana” , de una decena de limones y de ponches elaborados con vinagre y mostaza. La libertad de vivir en ese régimen muestra que la clínica (teniendorn cuenta las reacciones inconscientes del equipo) intentó dejarla representarmi comedia, convirtiéndonos todos en los testigos que la veíamos pero que norespondíamos a su provocación y nos negábamos a ser actores tal como lohabían sido los integrantes de su medio familiar. Ella me contaba sus hazañas:lodo iba mejor, quería trabajar, pronto saldría, se sentía perfectamente bien;provocaciones que, en este estadio, eran cebos para que yo formulara eldiagnóstico de locura a partir de la discordancia del cuerpo que veía y lasrosas que ella decía. De este modo, creo que pudo experimentarse como !■ garde surgimiento de los roles persecutorios, en el sentido kleiniano, que habríaquerido hacernos representar. Se le permitió representar. Se le permitió reprc-tentar su locura para que pudiese reconocer que ella era el teatro de la misma.Mama usted a este período “ hipomaníaco” . Este período, en efecto eufórico,se caracterizó por lina especie de enloquecimiento de los mecanismos proyec-tivos que, al no encontrar más apoyo para enviar hacia afuera la persecución, sevaciaron por completo, en cierta forma, y le permitieron intentar realizar yvivir algunos de sus “deseos delirantes” : “ se vive sin comer, se trabaja y todova bien” , de las que hacía la condición suficiente de su salud. En todo esto

olvida solamente la existencia de su cuerpo que muere literalmente y desconocela alienación de sus deseos.

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Veremos posteriormente el destino que les reservará Sidonie ¡t LuJpalabras del padre: “ Esto cuesta demasiado caro” .

A la mañana siguiente, la encuentro extendida en el suelo, coainconsciente. Le digo:

 — T e acepto tanto muerta como viva. También a estas palabras Sidonie les reservará un destino (cornil

después veremos). Pero por el momento, como si fuera un muñen!de resorte que sale de su caja, de un salto se acuesta en la cama: I

 — Yo no quiero morir. ,Por la tarde tiene un sueño: sus padres se divorcian y ella va a vivíi

sola con su padre.A la mañana siguiente Sidonie se instala en su papel de vedette, en

en el cual hostiga al personal médico y seduce a los jóvenes. Así, en elcomedor, pide una comida y la ofrece a un invitado ocasional. Despué»de unos quince días de sobrellevar este régimen, el personal comienza!a sentirse un poco desbordado. Sidonie hace todo lo que le viene a l.icabeza.

La directora interviene un día para prohibirle  que otra persona coma

en su lugar. Sidonie  pierde su regla de juego   a la que se atiene porencima de todo. Puesto que no puede ya desempeñar de modo eróticosu síntoma, va a retirarse y a recluirse de toda posibilidad de inter

cambio.De aquí en adelante intentará erotizar sus perturbaciones de otro

modo.

b] Período depresivo

Desde el instante en que se pone en práctica la regla de la institución

que restringe su libertad, Sidonie-trama su fuga (fuga de la clínica,fuga del análisis) y busca aliados en sus progenitores (¿no había dichoel padre que eso costaba demasiado caro?), \para volver al hospital  

 psiquiátrico ! La clínica, inicialmente idealizada   (idealizada hasta elpunto que el padre me dice: ' ‘No es preciso tampoco que se creade vacaciones” ), se transforma en el  perseguidor   del que es precisosalvarse.

Pero su juego con el alimento (hacerle pagar caro al padre platosque ofrecía a otros) se basaba en una proyección de pulsiones destructivas. Esto es lo que la prohibición vino a cortar y de allí enadelante Sidonie ejecutará contra sí misma  su empresa de demolición.

Reclama alimentación intensiva y por perfusión, las voces le dicen“ te están asesinando” , otras la amenazan: “ te arrepentirás” .

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B ro ta d a , perdida, Sidonie reclama la tortura, un hospital dondeB n »ca malo con ella. Reivindica “ cuidados psiquiátricos” .I l'l alimento le produce miedo, quiere salvarse del alimento, pero loHiu (rata de obtener es su salida de la institución.

1)1 discurso contra la clínica lo mantiene con su padre.  Desde uniJHimcnzo ella ha sentido su oposición “ porque eso costaba caro” . Elhlflu'i' que obtenía con ello (hacerle pagar) trata de hacérselo ahoraIb l donar regresando al hospital psiquiátrico.

»- Todo placer -—me dice— se paga con la muerte.I Sidonie se encuentra en la antecámara de la locura. Lo que se está•Minando es, me dice, un asesinato del alma   (¡no puede sospecharse

rqtir haya leído a Schreber!).r ,'Qué es lo que ha pasado?

In un primer tiempo, Sidonie lia integrado la institución hasta el

I Mirto de hacerla una sola cosa con ella. Se sintió mágicamente todopoderosa (como lo era su analista) y más fuerte que sus progenitores.Al encuadre de la institución, ella lo ignoraba. Únicamente el suyoimitaba. La simple observación de la direc tora le produjo una ruptura•>h su enruadre que no fue ya apto para seguir siendo el depositarioilr su mundo fantástico.

No quiso reconocer otra regla de juego que la suya. Someterse a la

R g la de la institución es ser testigo de la destrucción de su omnipo-|lumia mágica (y de la mía).

-—Usted me abandona — me dice en ese mismo momento.I Sidonie está buscando referencias, ya no sabe quién es, y sesientehabitada por las amenazas maternas.

A la institución que ha agredido de todos los modos posibles, la«¡ente bruscamente como peligrosa (del mismo modo que al alimento)

 y Sidonie reclama entonces la fuga. (La fuga al hospital psiquiátrico,donde de acuerdo con su familia se le reserva una cama).

La culpabilidad de Sidonie habría sido menor si hubiese podidoencontrar exigencias de trabajo en la Institución. Como el encuadre

institucional no era lo suficientemente represivo, Sidonie va a ejercercontra sí misma su propia represión.Se presenta una ocasión: la muerte de un primo lejano. Sidonie

pide que se le deje participar en el entierro. Es la ocasión que aprovecha el padre para retirarla de la clínica colocando al médico anteun hecho consumado.

El sepelio es una fiesta familiar. En ella vuelve a encontrar Sidonieun lugar de reina. Los progenitores me la traen ocho días después; handecidido que el análisis siga efectuándose fuera de la clínica (con laaspiración, en realidad, de verla reintegrarse al hospital psiquiátrico).

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M e encuentro ante una pareja cerrada y ante una niña que c»l(visiblemente, al final del camino. El trio está decidido. No se sabe mubien quién ha manejado los hilos. La dirección de la cura porten»!

siempre a la familia. Se le ponen condiciones al analista. No li«Jninguna esperanza de hacerse oír. Lo que tengo delante de mí ea in  

trío alienado.

Doy mi opinión sobre los siguentes hechos:

1. Que la familia ha roto un contrato y que es preciso volver íl Ifclínica inmediatamente. Seguiré a Sidonie allí y no a otra parte.

2. Que todos actúan bajo el imperio de un veredicto de incui*bilidad y que yo me rehúso a hacerme cómplice de ese veredicto, i

Soy breve y pongo en la puerta a todos. Tras una noche de reflexión, el padre decide volver a llevar a su lni ■a la clínica. En ese momento, ella tiene cinco de presión. Duraflcuarenta y ocho horas, todos se preguntaron si moriría o no.

c] La muerte y el renacimiento

La misma Sidonie calificó después su regreso a la clínica en csl#forma: es una derrota. Por primera vez la familia cedió ante irnpenu

tivos que no eran los suyos. Podrían haber consultado en algún olílugar, pero no lo hicieron.

Lo que pudo aclararse es el modo en que el padre de Sidonie, idrntiflcado con su hija, no pudo funcionar nunca como padre.

La partida se jugaba entre la madre y la hija. Mediante el recunKdel síntoma, la hija dominaba a la madre. La cuestión consistía tj(saber quién impondría la ley, si la madre o la hija. No había lugwpara un tercer elemento.

A su regreso a la clínica, Sidonie es tratada mediante perfusióiLa veo todos los días durante un mes.

No siente su cuerpo. L o abandona al médico.15 Habla con añoranzadel entierro: — Era tan bello, como si hubiese sido mi fiesta. Hubieiquerido que me hubiesen dejado llegar hasta la muerte, pero silmorir no obstante.

13 No ta del doctor J . P. Bouh our:   Volvió a entrar en la clínica en peligrade muerte por inanición y colapso; no era ya posible, biológicamente, dejarlacontinuar con su comedia. La reanimación era necesaria, pero se planteaba ricondiciones psicológicas muy diferentes de la primera vez, puesto que ya Habíasido representado el primer acto. Ahora los roles estaban bien definidos: pouna parte el analista, por otra el médico y la institución, estos dos últimos en

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■ l i>: Eso es lo que se hizo. El doctor Z dice que no habría podido irHk* lejos sin que hubieses muerto de verdad. Esa es la razón por la cual

bajo perfusión. Es la razón por la cual te ha pedido que te

mientes.L Sidonie:  ¿Cómo ha podido saber él que yo iba a morir?

Kf>; Y tú} ¿cómo es que no sientes lo que reclama tu cuerpo?I Sidonie:  Creía que podría detener la muerte a tiempo. Lo que unoMtea y lo quiere el cuerpo, no es lo mismo.

lo; Y tú, ¿qué es lo que tú quieres?

K Sidonie:  Yo quiero morir para saber quién soy.

Se inventa entonces un mito, mito que va a ocuparla durante más•l*i un mes, y que va a desempeñar el papel, no de regresión sino de

 fti urso  para reencontrar las fronteras de su identidad.

r El mito es un via je a la muerte. La-falsa-Sidonie-en-su-cuerpo-de-

Nrjn-que-da-miedo desciende al infierno. En ese mismo instante, naceiltfo, no todavía algo vivo, pero sí algo que va a convertirse en vivo, en¡iipipo de bebé, de niña, de mujer, Se trama un juego complicadoputre la hechicera y el recién nacido: el derecho a la vida le había sidoo «lindo por un juicio anterior a su nacimiento.

K ¿Quién soy? ¿Dónde estoy?

L Preguntas que surgen, aunque hay voces que amenazan a Sidonie

•lt muerte porque se alimenta.

Infectivamente, Sidonie se deja alimentar por las enfermeras. Laslineo comidas (papilla de bebé) se inscriben en un ritual de expiación

piperas de convertirse en partes activas. Y o diría que se trataba de una si'tua-iiHn psícodramática en la que las intervenciones del paciente, del mismo modontit1 las del equipo que curaba, debían convertirse en objetos de análisis,finalmente, se vio a las puertas de la muerte, de lo que surgió una fantasíatln renacimiento.

Ibamos a representar con Sidonie esta fantasía durante todo el tiempo de su(«rmanencia, mientras que usted recuperaba el lugar de la analista permanc-

||nndo neutral. Le hablábamos de su cuerpo tal como lo veíamos, a la vezguíñente y renaciendo al salir de la muerte; co„a que equivalía, tanto segúnÍUOPtras palabras como según nuestros cuidados, a lo siguiente: “ Este cuerpo,hftfa vivir, precisa alimentarse como un bebé: he aquí, pues, cinco comidas por•llii, papillas, alimentos en muy pequeños trozos” . Muy débil y apenas consiente, nos respondió preguntándonos lo que se hacía con sus pañales. Todopto habría sido una grotesca comedia si hubiésemos creído que era realmente••HA recién nacida, pero se la representaba en torno a sus fantasías de muerte,|| concretaba en palabras y en conductas en esa metamorfosis psicodramáticar lólo tenía interés porque estaba usted allí como analista para descifrarla. En*tlr sentido, la colaboración “ institución-analista” es fecunda, no pudiendolindie actuar y permanecer en su rol sin que el otro desempeñe el suyo.

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(plegarias, genuflexiones, encantamientos, para conjurar las amenaü^Bde muerte que se hacen cada vez más precisas a medida que ella vi 'tornándose deseante).

Ha)' allí una paradoja: lo que formula conscientemente, bajo II I

forma de diversas exigencias, es una demanda de muerte que subynQI Ia un nivel inconsciente. Esa demanda de muerte gira en torno a Idaspiración de que desaparezca su cuerpo, para que el deseo, como luí Isubsista.

En otros momentos, intervienen mecanismos de anulación qUIcondenan a la demanda a no ser ya lo que entonces se encuenffl Ianulado, esto es, los significantes de la demanda:  lo que S i don"conserva son las órdenes que la destruyen.

De este modo, se siente presa de una oscilación sin término, corflipartida entre el deseo de destruir al otro y el de conservarlo. Esto v* |acompañado de un intenso sentimiento de culpabilidad, que la llevia destruirse para que pueda subsistir el deseo.

Al aprobar al comienzo de su estadía su aspiración a la destrucción Ide su cuerpo, ( “Te acepto tanto muerta como viva” ), priv ilegié# !conservación del deseo, deseo prohibido por un superyó matern»arcaico. Pero dejé intacta la fascinación que ejercía sobre Sidonn

cierto juego ron la muerte (la suya y la de otro) ; y ha sido necesajjjque ella experimentara el efecto que sobre los otros tenía su muertapara medir allí el deseo de los demás de verla viva.

 — ¿En qué consiste estar vivo?

Sidonie formula esta pregunta en un momento en que en la cliniase había planteado claramente el riesgo de su muerte real. Con f lcuerpo que se le escapa, Sidonie fantasea la entrada en otra vida, unvida en ia que no habría cuerpo.

 — Ese es mi problema — me dice— , no quiero ni engordar ni adfllgazar, ni ser varón ni mujer, ni tener más menstruaciones.

 — ¿Qué dirán mis padres si entro en un cuerpo de muchacha? jQIla pregunta que formula de inmediato.

Sidonie entrevé bien que en tanto que muchacha deseante pucillnacer de esa muerte que ha rozado; pero el obstáculo con que tropifll Ientonces, es lo que en la madre no ha podido asumirse como ■ [sexuado, lo que en el padre no admite que se trasforme en ser sexuadopara otro. Esta pregunta tan simple: “ ¿En qué consiste estar vivo?",es la interrogación del deseo como tal, en un caso en el que la palabrtno tiene nada que hacer. Sidonie se siente implicada allí (al nivel A llo que allí aparece como represión primitiva) no como sujeto, sin#como significante (y lo que es preciso anular son, precisamente, cierto»

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I í! «n ificantes). Su desarrollo tiene la dimensión de un drama. El rnal-f entendido en su relación con el otro es radical.

I — Todo el mundo está contento porque me he curado —-me diceun día llorando— . No se dan cuenta de que eso no es lo importante.

■ No comprenden que lo que cuenta son mis ganas. Y son mis ganas|uque las voces matan. Espian para matarlas. ¿De qué sirve que viva,ti estoy condenada a la muerte de mis ganas? M i enfermedad no es|l alimento, es que voy en camino de volverme loca.

K ¿Cómo situar mejor el malentendido radical que reside en larela-I rlón del anoréxico con su madre? La madre no le da al niño lo que

desea, pero lo atiborra de lo que precisa. Lo que de esto resulta es latunsformación del deseo del niño, para quien el único medio de subsistir como deseante es negarse a comer,

i La anorexia, en este contexto, no es una “enfermedad” , sino el

imico modo que tiene el individuo de llegar a nacer como sujetodeseante fuera del deseo de la madre.

El “ yo no quiero comer” sobrentiende el “ yo quiero” del deseo quetinta de surgir.

Como consecuencia de un accidente, desaparezco durante varios días.Hidonie sabe que me he accidentado y lo siente como un abandono.

I Recurre a sus síntomas y rechaza todo alimento. El médico, muy

terca todavía de la prueba que para él ha constituido el riesgo real«Ir la muerte de Siclonie, ordena que se la alimente mediante sonda

| Irosa que sólo se hace una vez). Se da cuenta, por otra parte, de que| te ha dejado “ tragar” por la adolescente.141 Se ha erigido todo un escenario para Sidonie, ella es quien distribuye|o> papeles de víctima y de verdugo.

11 Nota del doctor J. P. Bouhour : El episodio de la sonda me deja todavía||nrplejo. Tengo la impresión de haber sido manipulado porque yo no queríai rrrrio obligado a actuar con ella sádicamente, aun cuando me lo pidiese,i ilirdecía a un imperativo vital, era preciso alimentarla; y a impresiones entretai cuales se contaba el sentimiento de que, habiendo decidido tornarle perfectible el vínculo entre su cuerpo y su existencia fantástica de alimentación, yoRo podía fingir nuevamente que ignoraba su cuerpo, como lo habíamos hechou primera vez. En fin, elegí la sonda en lugar de las perfusiones, como ellatupedía para que se alimentara con la boca y no con la piel. Esto lo hice para(iiTmanecer, de alguna manera, en la dimensión del psicodrama. Sé que usteditn ha aprobado esta maniobra. Debo decir que ante la urgencia de la decisiónpie fue difícil reflexionar largamente en todas las significaciones posibles, yiripondí a la situación de “acción” que imperaba en el momento. La colocaciónilr la sonda, que efectuó una enfermera, se llevó a cabo con la mayor calma,lili ninguna oposición de parte de Sidonie, y sin violencia por la nuestra. En*Kiiida, lloró prolongada y silenciosamente y después declaró bruscamente que

¡ludíamos quitársela y   que iba a comer, cosa que hizo.

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La intervención con la sonda (objetable) se sitúa en un momentten el que el médico ha sido positivamente cargado, por haber sidaquien la deseó viviente ( diagnosticando a tiempo que ella se moría)*Sidonie ha establecido ahora algo que pertenece al orden de la prova»

cación, y en donde puede verse una compulsión de repetición, bajoel signo del principio del placer (la agresión oral venía a repetir l»«*efectos de una supuesta violación a los 7 años). Sidonie buscó U  agresión médica y el dolor erotizado.

En el instante en que pierdo mi poder mágico por un accidenlr,Sidonie hace surgir el del médico.

De esa intervención no me hablará nunca, salvo en una trasposicióndelirante:

 — Durante su ausencia, me aplicaron el “ shock” . Ese me traslaítja otra piel. Las ondas eléctricas continuaron paseándose por todfl

mi cuerpo.

En realidad, Sidonie ha “elegido” el tratamiento que el médic#administra a otros pacientes de su piso (electroshocks). Desde 0|Hentonces, oscila entre dos identificaciones: con los enfermos del pino,por los que se interesa (para suprimirlos), y con las enfermeras (pitlwayudarles),

En las representaciones que efectúa es la más loca o la más cuerda(es preciso que se distinga corno un ser excepcional en un sentido 0en el otro).

Las enfermeras tenían que alimentarla observando un ceremonial obsesivade anulación muy complicado: era preciso anunciarle su comida cinco minutlWantes, y ella se acostaba en la semioscuridad en actitud yacente. A l llegar Uenfermera, se levantaba para orinar y había que esperar todavía cinco minuto»Después volvía a ponerse horizontal, cérraba los ojos y tragaba pasivamente pol

bocaditos pequeños; los alimentos tenían que estar mezclados y resultar irrett»nocibles. Poco a poco, el alimento fue perdiendo su carga y las relaciones*organizaron en dos direcciones principales. En la primera, apareció uníbúsqueda de identificación con las enfermeras: deseo de ocuparse de otro*enfermos, pedidos de hacer las tareas de limpieza, de lavar las jeringas, valorf»zación de la profesión. El equipo favoreció esta identificación confiándole uncierto número de tareas. La segunda dirección se manifestó por una oposiciAna mí, que encarnaba el personaje autoritario de la institución. Asumí de irnifbuen grado este rol que se traducía en exigencias de horarios precisos, (tiltrabajo en el taller, que no le agradaba, en la limitación de las visitas.

Ella respondió presentándome con una agresividad meliflua todo un cuaderwde quejas y de requerimientos que discutimos punto por punto durante taiili)tiempo como fue preciso. Ella no tenía ninguna otra posibilidad más que ,1#de pasar por mi ley, pero a través de un diálogo. Creo que durante este pfrríodo, admitió que yo era el amo en la clínica y que usted era la analista, y quininguna relación de dependencia me ligaba a usted.

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* De este modo se manifiesta un contenido delirante,  que no tocaréjmiiás, para privilegiar solamente lo que, en orden del deseo, trata

Do precisarse.Se le proponen a Sidonie dos tipos de actividades:11) el trabajo obligatorio en el taller con horario fi jo ;h)   el trabajo “ libre” (y en realidad excepcional) de ayuda al perso

nal que cura.

l odo el problema del conflicto anoréxico va a trasponerse al trabajo«lilígatorio. A l médico le plantea Sidonie sus reivindicaciones, suslUi'jas. Prepara para él un cuaderno de quejas, como lo hiciera antes|nejemplo de su madre) para sus síntomas somáticos.

En el trabajo “ libre” , Sidonie se muestra eficaz y responsable.B —Si pierdo mi enfermedad — me confiesa Sidonie— no sé en verdad

gano al final. Estoy en un atolladero, porque no sé con qué voy aReentrarme. M e parece que será preciso que conserve una   enfermedad, una que no me produzca demasiadas molestias.

Algunos días después (cinco semanas después del día en que sul«dre la trajo de regreso a la clínica, moribunda) Sidonie me declara: —Me he acordado de lo que me había dicho usted hace dos meses:

podría salir de esta clínica de locos para irme a un lugar en el

i|iie habría caballos, a partir del momento en que me asumiera a mímisma yo sola. Pues bien, lo haremos dentro de ocho días. No quiero|Nwmr Navidad aquí.

Había sido también un día de Navidad aquel en que Sidonie decidió•’lcrificar su cuerpo. Y un día de Pascua, había renunciado a Dios.

No me sentí con derecho a negarle esa partida, que todos juzgaronprematura.

Quince días antes, Sidonie daba todavía la impresión de ser una«liui delirante (delirante con algunos, elegía su tema según su inter-Kirutor) y no se alimentaba más que con papillas.

I’.l día en que decide partir, abandona sus síntomas, se mezcla con

 jóvenes, come con ellos. Ya no se queja. Sidonie es “ normal” , o

i||){iimos más bien que representa serlo,15

1,1 Nota del doctor J. P, Bouhour:  A m i juicio, comenzó un tercer períodod día en que e lla le re cordó a usted su promesa de hacerle aband onar la

illiiica a partir del momento en que se asumiera enteramente sola. Recuerdofie a posteriori lam entó usted esta promesa. A pa rtir de ese instante, ella seMlam orfoseó hasta el punto de que una mañana no la recon ocí: estaba

inmblc; me puse contentísimo, y cuando pienso en ello tengo todavía la'Htnresión de haber sido engañado. La promesa que usted le hizo le dio la posibilidad de retomar el timón, de asegurarse que usted nuevamente era quientolda la ley (co m o su m a d re ); no había entonces ningún riesgo en comportarse

♦loablemente conmigo, puesto que yo ya no constituía para ella peligro alguno ;

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En el plano del análisis, está todo por hacerse (pero Sidonie h|integrado la prosecución del análisis en su plan de evasión, s¡ku# viniendo a verme).

Bajo la apariencia de la histeria, Sidonie realiza en realidad 1|£destino que oscila entre el mandato velado del obsesivo y el mandutMmanifiesto 16 del psicótico.

“ El asesinato de almas” del que se queja, sitúa “ la antecámara di*la locura” en la que por momentos se encuentra. Un veredicto impljttcable le ha marcado los límites dentro de los cuales puede desarrolláissu vida: una cama en el hospital psiquiátrico, una vida entre la caM

 y el hospital, según la predicción médica; una condena a muerte d»toda demanda, según la resolución materna.

Sidonie, cuando dirige su interrogación al deseo del Otro, recibe bu retribución una respuesta que la aliena. Cuando trata de captan*en la imagen que la mirada del Otro le devuelve, sólo puede subsistí!al puro nivel o de la imagen del objeto o de su representación signilicante (de allí esa relación tan particular con un cuerpo que sigtylsiendo para ella absolutamente extraño).

B, COMENTARIO

El drama de Sidonie es el drama de su reencuentro con el deseo. E)Udebe enfrentarse con el deseo del  padre   (deseo que se sustraiga al de*seo sexual de otro hombre, al precio de permanecer “ retardada") y con el deseo de la madre   (que sólo puede aceptar perderla —entanto que sujeto a un querer— al precio de recuperarla como objetode cuidados). Cuando Sidonie plantea en el lugar del Otro la in térragación sobre lo que quiere, recibe en cambio un mensaje que la en

cierra y la sustrae al deseo. A partir de entonces, Sidonie se afirma) .*

sus dolencias agresivas no tenían tampoco ya ningún interés, ya que yo mismftno lo tenía. El síntoma v olv ió a recaer sobre el alimento, pero esta vez i*nsentido inverso, porque en unos pocos días su alimentación llegó a ser normal y decid ió alimentarse sola, cosa que estaba muy lejos de lograrse unos dímantes. Comer era el medio de afirmar su potencia, saliendo en la fecha previsupor una palabra anterior al momento en que comenzó a existir la ley de Inclínica. R ecu erdo mu y bien haber experimentad o la impresión de que se rué

escapaba. V i a llí el aspecto negativo de su partida. Por otra parte, e(|imposible faltar a la palabra empeñada y el hecho de que fuese a C . . . en»estimulante. Pero en cu anto a ella, en aque l momento, este nuevo via je Irparecía tan idílico como el que había efectuado a la casa de su primo despuítde su primera salida de la clínica.

16 J. Lacan, Seminario 1967-1968 (Boletín de Psicología), p u f  .

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f mino deseante mediante el rechazo , y  es allí donde realiza su encuentroIon la muerte (la suya o la muerte deseada de una madre amada-lull.ida). El eje en torno al cual ha girado la cura es el problema deilliu muerte que se podría recibir de otro.

Un el reencuentro de Sidonie con su semejante, lo que privilegia esIn muerte, más allá de ese semejante: con este significante fataln( opera algo que pertenece al orden de la identificación. El día eni|U(‘ no es ya posible la exhibición con la muerte,Sidonie tratailp presentarse bajo ía máscara de la locura.

Desde la primera entrevista, Sidonie se ofrece como testigo: testigo■le la verdad de la pareja. No tiene otras referencias que las de unanilinipotencia que la mantiene excluida del orden simbólico. SidonieH el fruto de una unión sexual en la que se ha negado el aporte del

padre romo ser sexuado, cosa que ha puesto a la hija en situaciónde no poder encontrar, a su vez, un lugar como ser sexuado. “En casa,In» hombres no cuentan, por otra parte están siempre ausentes.”('liando Sidonie trata de contar para sí misma, hace surgir delregistro imaginario el deseo de muerte; y cuando intenta nombrarse,desaparece como sujeto. Por la vía dei duelo (de una relación narci-

tista con un cuerpo que abandona) trata de restituirse lo perdidoile ella que va a poder nacer en el estado de deseante, es decir en el

estado de sujeto capaz de luchar para vivir.

En el origen de este mito de la muerte, se plantea algo que perteneceni orden de la escena primaria; y allí se trama para Sidonie un vínculopiltre lo que ella quiere y la muerte, la del otro y la suya propia. Perot’l problema de la muerte del otro (de la madre), si bien aparecedevelado en el sueño, por otra parte aparece solamente bajo formallegada. Y la posición de Sidonie frente al significante falo es idéntica¡1  su posición frente al significante mortal, hay algo allí que se en-ruentra repudiado ( jardos) o  negado. Sidonie trata de captarse como«t-r asexuado a fin de escapar al deseo del padre y al espanto que para

(illa constituía el reconocimiento de la castración de la madre (de unamadre cargada de omnipotencia mágica).

El síntoma, la annrexia, es vivido, por consiguiente, en primer términocomo mandato mudo.  Sidonie no sabe que las voces le ordenan nocomer. El develarniento de esle no-sabido se hace en el curso de !a relación analítica. Reaparece en el lenguaje lo que hasta entonces permanecía negado por el sujeto y sustraído a toda articulación simbólica."Una fuerza me dice: no debes comer, te ocurrirá un accidente. Tearriesgas a la desgracia. La bulimia, la obesidad, son un crimen que

para mí es mortal.” En otros momentos, las voces se tornan insistentesy   dicen “ te asesinan, te arrepentirás” .

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De este modo se halla planteado a dos niveles lo que en la demandl

del sujeto buscaba hacerse reconocer.

Por una parte, lo que Lacan denomina “ la antecámara de la lo

cura” ,17 es decir esa floración imaginaria que surge en el punlude ruptura con la realidad exterior: las palabras de mandato, de mortificación en las que Sidonie nos sumerge. En la relación analítica, 01

eso mismo lo que me he esforzado por mantener entre paréntesis, pain

privilegiar solamente lo que, más allá, trataba de hacerse reconoceren una articulación simbólica.

Por otra parte, encontramos un juego con la muerte planteado comomito,  es decir como recurso,  para que reaparezcan en el presente ¡ni

significantes de las demandas antiguas: de allí las identificaciones cariel terapeuta que han surgido en forma alternada con las idealdelirantes.

Si yo no iiubiese permanecido sólo a la escucha de la floración de lofantástico, habría “ psiquiatrizado” , es decir, fijado un delirio que *toda costa era preciso dejar correr y tratar como a un  procesó  restitutivo de curación.

En realidad., las palabras de mandato que sin que ella lo sepagobiernan a Sidonie nos remiten a los oráculos, a los juramentos, a luí

votos, en resumen, a todo un aparato del destino.18 Sabemos (por elmito de Edipo) que el oráculo es precisamente eso de lo que el sujetobusca escapar, y es tratando de alejarse que el sujeto lo realiza en ¡nihechos, como lo vemos en la neurosis obsesiva; en la psicosis y, comaconsecuencia de una identificación inconsciente, el sujeto se niega atener en cuenta el oráculo: pero es evidente que el inconsciente sí ¡otiene en cuenta.

El mito familiar es por lo general algo que el sujeto conoce: ¡0inconsciente es la identificación narcisista.

Sidonie, a lo largo de su cura, testimonia con el discurso de lojotros 1,1 el modo en que se la conduce, ignorando al mismo tiempo loque la dirige (ignorándolo de cierto modo, ya que ve que obedece fllas órdenes, pero dice que es por azar. A la orden no la conocícomo orden),

17 J. Lacan, Seminario del 16 de noviembre de 1955. a28 O. Mannoni, Le mythe famil ial  , cartelera de la escuela freudiana, di

ciembre de 1964.

19 J. La can , Sem inario del B de febrero de 1956: “ El psicótico es un tcstigqabierto; mas precisamente en este sentido es que parece fijado, inmovilizado cuuna posición que lo imposibilita de restaurar auténticamente el sentido de loque testimonia, y de compartir lo que testimonia con el discurso de los otros".

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I Dos discursos la han marcado:

a) las predicciones de ¡a madre: te condenarán;I b)   las predicciones médicas; pasará su vida entre la familia yrl asilo.

[ Atrapada en el discurso colectivo que la aprisiona, Sidonie establecei'in su medio vínculos simbióticos. No puede abandonar a los que enfmilidad detesta. Y asistimos a una labilidad muy grande del juegoidmtificatorio. Sidonie se presenta con manifestaciones que cambiantina y otra vez: histérica, obsesiva, delirante o perversa.

 Trata de fijar el deseo, pero en otro movimiento, y llega a noli'tierlo más: reaparece entonces lo que en las palabras maternas vino

.1  matar hasta las demandas maternas. De este modo se plantea

|cira Sidonie la dialéctica insoluble del deseo, que se expresa bajo laforma de un rechazo de sí misma como ser sexuado (rechazo señalado

por esta pregunta: “ ¿Qué dirán mis padres si entro en un cuerpo de

muchacha?” ) ; se capta aquí la relación entre el deseo   y la marca  ilc la castración que surgió ante todo en el lugar del Otro. Hemos vistoi timo, a lo largo de la cura, Sidonie ha establecido lo que se decía  ile ella,  apareciendo como testigo y víctima al mismo tiempo de undrama que la desbordaba, A la muerte la planteaba como un signifi

cante a interrogar “ para saber quién soy” , con !o que indicaba con

claridad que no se debía confundir, en los “cuidados” que se le prodi

gaban, lo que pertenecía al orden de la necesidad y lo que correspondíadeseo.

Al dejarse guiar por ella, permanecía uno, hasta cierto punto, en elregistro más seguro, al menos en la medida en que la relaciónde Sidonie con su cuerpo era hasta tal punto inexistente que se habríadejado morir sin desearlo para nada. Aquí se situaba el límite (y eltérmino) de una experiencia de libertad que no podía ser llevadamás lejos sin implicar la privación de la libertad   por la muerte real,muerte deseada al nivel imaginario, pero que en una articulación

simbólica era demanda de nacimiento a partir de la introducciónde un significante.

El hecho de haberle permitido al sujeto llegar hasta el límite

extremo de la resistencia física, constituyó, sin duda, un factor deter

minante de su “ curación” , curación hasta ahora muy relativa, porquesi bien se trata de la desaparición del síntoma, permanece todavía

intacta la manera en que Sidonie realiza, sin saberlo, el lugar que leestá reservado por los oráculos que constituyen el aparato de su destino.

“ Si pierdo mi enfermedad, no sé qué gano” , reconoce entonces

Sidonie, quien en otro momento agrega: “ preciso una enfermedad” .

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Lo que ella no pudo reconocer es la función de la enfermedad colínsignificante del deseo. La enfermedad cumple una función de ocultamiento en la relación de Sidonie con el significante falo, por una partí y con el problema del incesto, tal como se plantea en el padre, puf

la otra.Lo que debe permanecer, al fin de cuentas, repudiado, es el probleftfl

de la castración corno tai (de allí la negación que hace Sidonie de n||cuerpo sexuado).

En el interior del juego trasferencial, hemos visto cómo ella ni*1había situado en el registro de la omnipotencia mágica. A partir Clflallí reaparecieron los significantes de las demandas más antiguastambién a partir de allí se articula lo que puede llamarse con el nom»

bre de identificación primaria). Allí debe situarse lo que no habí.'podido simbolizarse de la castración, reaparecido en lo real bajo Uforma de una demanda real de muerte (demanda en la que se repelael vínculo más primitivo con la madre, el de la etapa especular en I*que — como consecuencia de un accidente en la relación madre-h ijoJel cuerpo del niño bajo la mirada del otro puede, en el plano fantáitico, aprehenderse como lugar de castración en medio del terralmás to tal) .20

En el juego trasferencial de Sidonie durante su estada en la clínic®tal como se desarrollaría después, lo que se proyectó en el encuadifinstitucional fue la im agen del cuerpo fragmentado. La adolesceiltBhacía de la rutina y de la regla de la institución a la vez, un elementóde permanencia reaseguradora y un elemento del caos más total. 1

Le fue preciso, en primer lugar, trastrocar todos los ritmos pai.tentrar luego en una especie de proceso de reparación (a través de laruptura, el rechazo y la agresión). Sólo en un segundo tiempo la insfltucíón se convirtió en instrumento de protección (contra lapsicótica). El tipo de relación que se estableció con elpersoncuraba fue del orden de una ‘Velación simbiótica” . Sidonie sólo evitóel peligro de entrar en un estereotipo institucional porque se le diola oportunidad de un cambio de papel, con la posibilidad de pasar delestado de paciente al de persona que cura.

Allí situamos lo que en la institución puede actuar al nivel máf radical como factor desalienante. Esto tiene máxima importancia enciertos tipos de estados apremiantes, en los que el sujeto se deja llevar

a todas las formas de abandono.

2(1 Piera Au lagn ier, “ Rem arqu es sur la structure psychotique” , en La psychn *nalyse,  vol. 8, p u f  .

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f Si la institución le permitió a Sidonie efectuar en un encuadre deBguridad una de las “ regresiones” más masivas, también le permitió

>|in a partir de esa regresión 21 cumplida en la permanencia del en-f'ii.ulre se efectuara también un control de las angustias psicóticas.

l»o que se planteó como proceso de repetición desde la entrada deBitlonie en la institución, fue la búsqueda de que se actuaran las

illuputas de los adultos a su respecto.Nidonie se había introducido en el deseo del Otro como sujeto arnado-

i hI i .ido. A quien ella buscaba darle también un objeto que odiar. En latwsferencia le fue preciso, por ende, destruir lo personal de las de- mandas  al nivel de la necesidad (en un contexto de sin sentido radical)liara que poco a poco surgiera algo que se pareciese al deseo. Para lo■nal Sidonie interrogaba a la muerte bajo la máscara de loca, plan-ii'iindo allí claramente su pregunta sobre la verdad y el saber; “ testigo.ibierto” de su propia contradicción, incapaz de restituir el sentido delilratna en el que, con otro, se había perdido.

Regresión que, repitámoslo, no es un regreso hacia atrás   sino un recvrso  |mra que reaparezcan los significantes de las demandas que se ha llan proscriptas.

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i I',ROERA PARTE

Es preciso cambiar el juego  y no las piezas del juego. “La Cié des champs” ,

A n d r é   B r e t ó n

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Abordaré ahora los problemas que intenta responder la antipsiquiatríai 11modo como el psicoanálisis puede, por su parte, responder a la¿tilstna interpelación.

I C O N F R O N T A C I Ó N T E O R I C A

|CIHr k b e r

Kl 14 de julio de 1902,' Daniel Paul Schreber, doctor en leyes, ex¡¡residente de la Suprema Corte del reino de Sajonia, apeló la sentencia• |iie, en mérito a su cond:ción de alienado, lo había puesto bajo tutelafn marzo de 1900.

El juez, influido por el informe del experto, el doctor Weber, había■ ¡timado, en ese momento, que la enfermedad mental del pacientelo volvía inepto para dirigir sus asuntos. La corte había compartidopsta opinión: a su juicio, un delirante que padecía alucinaciones, estlecir, que estaba “ sometido a influencias externas no controlables” ,no estaba en condiciones de ocuparse con idoneidad de la administración de sus bienes.

Daniel Schreber, ayudado por su abogado, recusó estos argumentos.No veía por qué una paranoia diagnosticada por los psiquiatras leimpediría asumir con responsabilidad la dirección de sus asuntos.El delirio (problema médico) es una cosa, y la capacidad civil (problema jurídico), es otra.

De esta manera, se demandó la anulación de la sentencia que disponía la tutela; la demanda se apoyaba en documentos redactadospor el mismo Schreber y publicados después con el título de Memorias  de mi enfermedad nerviosa. El demandante discutía en ellos no solamente las decisiones administrativas que se habían adoptado contra éliino también las conclusiones del experto médico.

1 Da niel Pau l Schreber, Memoirs o¡ my nervous illness,  por Ida Macalpine,3a\vson y Sons Ltd ,, Londres , 1955.

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1. Daniel Paul Schreber rechazaba la idea de haber estado o de i-sltf

mentalmente enfermo. Podía reconocer que en rigor su sistema nervÍM [había sufrido un estado mórbido; pero este estado le había permiliil»acceder al conocimiento de Dios, de un Dios que continuaba m»nl»i|testándosele permanentemente por medio de sus milagros y por lililenguaje.

2. Si psiquiátricamente se lo consideraba como enfermo, había q l f lprobar jurídicamente que esa enfermedad era incompatible con tiejercicio de sus derechos y funciones civiles.

A lo largo de su alegato, Daniel Schreber se esforzó por demostMfl.que sus facultades intelectuales habian permanecido intactas, que ttlconducta seguía siendo razonable a pesar de ciertas excentricidad!1!Hizo notar que su gusto por los adornos femeninos nunca hablodemandado gastos que pudiesen llevarlo a la ruina. Se trataba, cuant#más, de un rasgo de comportamiento que los demás podían considetO“ extravagante” .

El deseo de publicar sus memorias implicaba, por otra parte, u flriesgo financiero limitado, y sus escritos no ofendían a nadie.

La corte estudió, en apelación, estos diferentes argumentos. Estimlque el demandante estaba lo co . . . , pero que esto no bastaba par*ponerlo bajo tutela.

Los considerandos de esta sentencia constituyen un verdadero docu*mentó. En ellos estáti planteadas (a lo largo de casi 100 páginas) l.nbases jurídicas de la relación de la enfermedad mental con el statlísocial. A llí se describe a la “ enfermedad mental” como a un estalaque no necesariamente exige una medida de internación o de tutel.i“ Las vociferaciones compulsivas que sobrevienen contra la volunta}tdel paciente no son motivo suficiente como para disponer la tutel.'Puede exigir la intervención de la policía en el caso de que se venperturbada la paz del vecindario; pero esto no puede justificar I»disposición de la tutela, ya que ésta no tendrá efecto sobre es¡il.vociferaciones.”

La corte de Dresde planteaba así un problema de orden administrativo y jurídico que, debido a su complejidad, no puede dejar dHsuscitar aún en nuestros días las más vivas discusiones.

Era el juez quien, en Alemania, decidía qué hacer con la locura,El psiquiatra daba un consejo; no tenía el poder de decidir con respecto a la segregación del paciente. Lo mismo ocurrió en Francia entendía constituir un régimen especial de “protección” para los enferme#mentales. De ese modo, el alienado se encontraba, al menos parcial*1804. La ley de 1838 introdujo un estatuto de la internación que pre-

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.....te, sustraído al poder judicial, remitiéndose su suerte a una decisiónMinlica adoptada bajo la autoridad del prefecto. Se tomaban así■In las medidas de salvaguardia que reemplazaban las decisiones■luí juez.

I .a “atención médica” del alienado había relevado así a la sanción Jurídica. Mas no por ello se solucionó el problema. Cabe inclusopeguntarse si Daniel Paul Schreber habría sido tratado, bajo elllamen francés y de parte de su administración, con la misma tole-Inncia de que dio prueba la Corte de Dresde respecto de la enfermedad mental.

El juez no puso en duda en ningún momento que el diagnósticoinr'dico estuviese bien fundado, pero considera que, en cierto sentido, laalienación formaba parte de los derechos del individuo. Estos eran losderechos que la Corte de Apelaciones trataba de proteger. Desde

' I momento en que la tutela no tenía efecto alguno sobre el curso de lanifermedad, la misma le parecía inútil (y con ella, la intervención).

En cuanto al problema moral planteado por la publicación de lasmemorias (que cuestionaban la honorabilidad de diferentes personalidades), la Corte estimó que se trataba de un falso problema. Nadiepudría, decía, sentirse ofendido por el lenguaje virulento del demandante,  puesto que este lenguaje no era el suyo:  “ No hace más que

Htpetir lo que le decían las voces de los espíritus durante los años ent|iie padecía graves alucinaciones” .

! Así estaba planteado el problema de la “ enfermedad mental” , esa provocación   intolerable a las personas que gozan de buena salud. Eraliieciso que se la permitieran, en la medida en que se trataba de pnI ibras y no de actos que ponían en peligro la vida de los demás. Lasvoces de los espíritus podían decir verdades que indispusieran al hornee común. No se podía, no obstante, obligar a hacerse “ curar” a aquelíjtic se había hecho eco de esas voces.

M OBLIGACIÓN DE LA ATE NC ION MEDICA

1.a antipsiquiatría objeta la obligación de la atención médica  y sostienei|ue la norma de adaptación que pesa actualmente sobre los enfermosmentales introduce en realidad el riesgo de encerrarlos en otra formade sistema represivo, quizás más arbitraria todavía que una decisiónile la justicia, a la que siempre es posible apelar.

La Corte de Dresde, al anular la tutela dispuesta con respecto aDaniel Paul Schreber, convenía no obstante en que estaba loco. A l

dejársele en libertad, Schreber había recibido el derecho de estar loco.

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El límite de esta libertad había sido trazado, no obstante, al proliiliiisele poner en peligro mediante sus actos la vida de los demás (o la sn> ipropia).

Probablemente le habría sido más difícil a un médico tomar la dlH

cisión que adoptaba la Corte, precisamente porque aquél se siiril*siempre inclinado a “ curar” lo que sin embargo a menudo sabe ipi*es incurable. Es un hecho que la sociedad coloca al psiquiatra íKiuna posición ambigua: está al servicio de un paciente cuyos derecliwdebe defender pero se encuentra dualmente colocado en la posiciAlHde auxiliar de la policía en un proceso de internación que constituyóun proceso de obligación de aceptar la cura. Henri Ey ha dado cuenl»de este malestar que padece la psiquiatría durante las jornadas )!■

vadas a cabo los días 5 y 6 de marzo de 1966 ! {la ley de 19<>Mintrodujo después modificaciones a la de 1 8 3 8 ) .

“ Los psiquiatras [ ...] si reclaman que no haya ley especial |., |demandan que los problemas prácticos y jurídicos planteados por i’!caso del sujeto [,,,] que a causa de sus reacciones puede hacer corjnun peligro  a sí mismo y a los demás, que estos problemas reales  — peí"relativamente raros, al menos bajo su forma irreductible— sean reglados, tanto en lo que concierne a su oposición como en lo que conciernea su «peligrosidad», con arreglo al derecho común y al código de Ii

salud, sin que un monumento jurídico aplaste directa o indireetamenttla la masa de los enfermos mentales con la amenaza que sólo pe*t«legítimamente» sobre una pequeña parte de ellos.”

Cuando aspiran a que se retorne a un procedimiento de derechocomún, ciertos psiquiatras esperan sustraer el “ poder médico” a la»presiones sociales abusivas que sobre él se ejercen.

Es imprescindible recordar aquí que el discuro sobre el saberpsiquiátrico no es un discurso científico; se trata de un conjunto

de hipótesis y de instrumentos de trabajo. Nada más peligroso, entonces, que asignarles a las conclusiones médicas el carácter inapelablede una sentencia. La palabra médica se encuentra por lo generalutilizada, deformada, trasformada, por las creencias míticas de cadauno. El médico mismo no se halla inmune a estas creencias comunes;es por ello que cae tan a menudo en la trampa que se le tiende bajoel pretexto de la “cura” , con lo que corre el riesgo de asumir, bajola cobertura médica, el papel “ policíaco" que la sociedad trata dohacerle desempeñar, para protegerse de su temor a la locura. Todoesto hace que el desorden de la palabra sea “ curado” con procedí»)

2 Cita do po r H . Beaudoitin y J.-L. Beandotim, en I.e maltide mental dant  la citét   1967.

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"'Mitos médicos, es decir que se reprime aquello que busca afirmarseni un decir provocador.

f Ahora bien, desde el momento en que se le da un aval médicol|i»li|UÍátrico) al malestar de vivir, se entra en un malentendido que

turre el riesgo de fijar la perturbación, sin haber desmontado los jMortes que la provocan. Cuando la medicina toma a su cargo siste-ni.il icamente a la población en reclamo de lo que se llama “ higienenih ,tal” se hace presente un peligro: el de aumentar la descolocaciónilrl “enfermo” y de su familia, el de pervertir el acto terapéutico mismo(i lesvirtuado en sus propósitos, desde el momento en que se someteii Imperativos sociales).

La dimensión política del problema de las perturbaciones mentalesle encuentra demasiado a menudo sofocada o negada por la intensifi-

i u ión de estos programas de “ atención médica” .

HACIA EL CUE STION AMIEN TO

l a antipsiquiatría, al inscribirse en un proyecto  po lítico,  apunta al'i desmistificación del papel que la sociedad le hace desempeñar

n la psiquiatría. Esta desmistificación puede afectar los fundamentosideológicos del saber psiquiátrico. Puede volver a plantear la cues-lión de si se halla bien fundada la “ vocación social” de la psiquiatríacontemporánea, vocación contra la cual los psicoanalistas mismosprevienen a veces.

La posición del psiquiatra ante el problema social se aborda, pues,de modo contradictorio en las diferentes tendencias del movimientopsiquiátrico actual. Mas desde ahora el estudio del problema de lalocura siempre se sitúa frente a la sociedad: en relación con ellao en oposición a ella.

La antipsiquiatría ha elegido defender al loco contra la sociedad.Se empeña en crear lugares de recepción de la locura, lugares concebidos a la vez como refugio contra una sociedad opresiva y comodesafío respecto de las estructuras médico-administrativas que desconocen la verdad y el poder de cuestionamiento que se desprendendel discurso de la locura. Al psiquiatra, cuando tiene por únicoobjetivo la curación de la locura, se le escapa una verdad alienada. La antipsiquiatría, cuando invita a cuestionar en forma radical todas

las instituciones psiquiátricas, quiere ser ante todo un lugar en elque sea posible volver a interrogar a la enfermedad mental, según

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criterios diferentes de los que se le han tomado en préstamo a ii>A 

ideología o a ciertas concepciones cientificistas.3“ En la medida en que la psiquiatría representa los intereses 0 f l

pretendidos intereses de los hombres sanos, nos es preciso adinl#

la evidencia de que en realidad la violencia en la psiquiatría es, <■rectamente, la violencia de la psiquiatría.” 4 Cooper sitúa est;i vlwlencia en el corazón mismo de toda red de atención médica:equipo que cura, al domesticar la locura obra ■—nos dice— roflflmistificación de la libertad ” .5

EL CUESTtONAMIENTO DE LA INSTITUCIÓN PSIQUIATRICA

¿De qué manera describe la antipsiquiatría, más allá del probicm»político, el funcionamiento de la institución? Cooper reprocha pflparticular a la estructura social de los hospitales psiquiátricos qii'reproduzcan la misma estructura de las familias de los psicóticos. ■

Debido a que se lleva a vivir juntos a pacientes a quienes se considera psicóticos, puede percibirse ya el surgimiento de una relaciónerótica y narcisista que va a convertirse en la base de todas las ten

siones agresivas.

Algunos, no obstante, se han esforzado por estudiar la estrategia*de esa “asunción” do la relación interpersonal por la “máquina"comunitaria, es decir lo que funciona como elemento de sobredetnminación en las relaciones de los terapeutas y los pacientes. J. Outyve en ello un sistema cerrado, algo similar a un lenguaje que serianecesario llegar a descifrar. De este desciframiento depende, segúnél, la condición misma de una desalienación, que se podrá instauraro no. Es preciso, dice, “ curar” a la colectividad antes de cualquier

intento de establecer “ una cura” individual.

s Pierre Fedida, Cri t ique,  octubre de 1968; " ¿ N o es entonces la antipsiquiatría el lugar de una interrogación por la cual se desarraigan hábitos depensar y de com pren der las «enferm edad es mentales », hábitos que son inhe

rentes a un status   de objetividad de la ciencia naturalista, a una concepción«rac ion al» (de Descartes a H eg el) de la subjetividad, o, finalmente (y de modo

com plem en tario), a una ideo logía burguesa de los otros y de la realidad ?"4 D avid Cooper, Psychiutrie et Antipsychiatrie,  éd. du Seuil, 1970. [Hay

edición en español.]5 Pierre Fed ida, loe. cit.

0  J, Oury , “ Quelqucs problémes théoriques de psych otérap ie institu tionnelle” ,Enfance al i inée,  en Recherches , setiembre de 1967. H. Chaigneau, "Prise encharge institutionnelle des snjets reputes schizophrénes” , en Confrontat ioni   

 psychia lr iq ues , nff 2,  diciembre de 1968.

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 J l'il funcionamiento de la institución no puede captarse más que^ P n r un fondo infinitamente complejo de sistemas que se inscribenH n i I conjunto de lo colectivo. . . No se trata de un simple sistema

red que forme la textura de la institución, sino, más bien, de unK)|}jimto de mecanismos estructurados que responden a leyes propiasP 4n un tipo de Gestalt   en movimiento.

"K1 sujeto que allí llega se encuentra frente a configuraciones que■ constituyen dialécticamente para él sin que tenga una conciencia

I l n.i de ello. No hay allí milagro, ni ilusión de una creatividad absoluta, sino simplemente obediencia a ciertas leyes que se emparentan

‘■ni las que rigen el dominio de la cibernética ... Se comprende,B lr » que, en estas condiciones, lo que allí actúa pueda leerse en una

tmxís institucional como sí tuviera necesariamente un efecto psico- _ Irapéutico.”

Rjte papel psicoterapéutico que la institución puede verse llevada* ‘ lesempeñar se halla en el centro de las reflexiones propuestas por

I m sostenedores de la  psicoterapia institucional, Tratan de elaborar  para el psicótico   — pero también para el tera-

I" uta— una especie de sociedad de prótesis, de sociedad que a laH r¿ esté incluida en el mundo llamado normal y separada de él por

mi efecto de segregación que es inherente a la estructura social mis-

fnn, La no segregación de los terapeutas y los pacientes — tal comoxíste en La Borde— 7 si bien resuelve el problema de la recepción

Hlr los pacientes llamados psicóticos, no toma una posición real con(Mpecto a las exigencias del mundo exterior. Se crea entonces unatoi ¡edad en la cual se vive bien y hacia la cual se querrá volverunte la primera dificultad con el mundo exterior.

Lo mismo ocurre en las comunidades inglesas auspiciadas por la J’liiladelphia Association8 en Londres: la vida en común, si bien

 T. El cast illo de L a Borde en Cour Chevern y (L o ir et C h er ) es una clínica|H¡quiátrka de psicoterapia institucional. Su director y fundador es el doctor

I, Oury. Esta clínica es un éxito del que se enorgullece la (nue va ) psiquiatríaIritncesa. Es también un lugar en el que pueden trabajar juntos el estudiante,r| enfermero, el psiqu iatra; encuentran allí la posibilidad de perm anecer po rliptíodos que van de tres días a varios meses.

I.a Borde es el centro de todo un movimiento francés de renovación-riWolución de la psiquiatría . A este equipo se le deben las pub licaciones deKtcherches,  la Revue dé Psychothérapie Institutionnelle , etcétera.

* Asociación fundada en Londres en 1965. 20, Fitzroy Square, Lon don W .I Agrupa a psiquiatras, universitarios, trabajadores sociales.

La asociación tiene por propósito promover la investigación de la enfermedadmental (y en particular la esquizofrenia) tanto en el plano cl ínico   (creaciónile lugares de recepción antipsiquiátricos) como en el plano teórico   (seminarios

 y cursos).

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es soportada adentro, ensancha el abismo que separa al paciente diuna sociedad que lo rechaza. La “ comunidad” transforma a un “enfermo” en un cuestionador permanente más bien que en un “ada¡i'tado” .

¿Está realmente allí la solución del problema de la alienación?Ésta es la pregunta que se plantea la antipsiquiatría. Les reprochaa los psiquiatras contemporáneos “ obrar” sobre el paciente, ya seapor la vía parcial de la quimioterapia (a menudo intensiva), yasea por la inclusión de las dinámicas grupales. En este contexiode cura obligatoria, el “poder” psiquiátrico-analítico participa, quiéralo o no, de la represión. La antipsiquiatría no cree en el “ fermeni"revolucionario” de las innovaciones psiquiátricas, incluso de las más

atrevidas. Estas innovaciones participan, según ella, de una filosof 1:1médica en la que continúa definiéndose al loco   con relación al Vf  loco,  V

He aquí por qué la antipsiquiatría rechaza toda idea de reformainstitucional: reivindica la necesidad de un cuestionamiento radicalde las estructuras económicas y políticas que han llevado al nacimiento de las instituciones alienantes.

LA SALUD MENTAL 

La antipsiquiatría cSnsidera que el problema planteado por la enfermedad mental en cuanto  provocación   intolerable al hombre común, constituye la base sobre la eual debe fundarse toda investigación relativa a la locura.

¡ Cabe preguntarse si las posiciones adoptadas por la Corte drDresde — que estimaba que si las voces de los espíritus decían verda

des perturbadoras, no había en ello razón suficiente para encerrar y “ curar” a aquel que se hacía eco de esas voces— no constituíanla mejor prefiguración del movimiento antipsiquiátrico actual!

Pues, efectivamente, la psiquiatría de nuestros días se halla todavía dividida en términos de esta opción: “ curación” o “ locura permitida” .

Lejos de dejar la palabra a la locura, otro movimiento psiquiátrico del que hemos hablado anteriormente Dy que se desarrolla e n

Su objetivo es el de llegar, con la ayuda de investigadores extranjeros, .1

promover un verdadero movimiento antipsiquiátrico (con la creación de ^ho

gares” ) en Europa y los Estados Unidos.

B Véase p . 57.

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francia, busca integrar la locura utilizando medios técnicos “mo-tlimos” , en lo que está llamado a convertirse en “ el conjunto institucional de sector” . Bajo la denominación de “ psiquiatría comunitaria”, estos especialistas (psiquiatras con formación analítica) aspiran(i instalar en la ciudad un equipo que haría del psiquiatra el “me-

iliador activo entre la sociedad y el individuo enfermo” ,10 produciéndose la intervención psiquiátrica tanto al nivel del medio familiar como al nivel de las estructuras socioculturales.

Este proyecto apunta a que todo un equipo médico-social tome a*u cargo la salud mental   de un sector de la población. Tras la de-isrción de las perturbaciones mentales que sería el resultado de unaencuesta psicosociológica sistemática, se llegaría, según lo deseanlllgunos, a fichar a todos los anormales, alcohólicos y locos suscep-libles de ser “ captados” por la red de cuidados prevista. Se trata,

pues, de implementar una verdadera  policía de adaptación.  En elmismo proyecto se reclaman la “psiquiatrización” de toda una serie(Ir problemas de la primera infancia, con la creación de un sectorpsiquiátrico autónomo.

Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo por el equipo delil señora Aubry en el Hópital des Enfants Malades han mostradoImsta qué punto la mera introducción de una forma de despsiquia-Irización (llevada a cabo gracias a una intervención psicoanalítica

BOrrecta) permite evitar un gran número de curas psiquiátrico-aná-

l!ticas.u Toda “ medicalizactón” de un malestar de vivir introduce el riesgo

de crear, lo hemos dicho ya, nuevas perturbaciones psiquiátricas,antes que eliminar las ya existentes. Y, cuando se trata de enfermedad mental, su “detección” es siempre patógena.

Ahora bien, el psicoanalista (como el antipsiquiatra) es consiente de la gravedad del problema que plantea la psiquiatrización,pero desde el momento en que se compromete con una acción en elurctor público, abdica su punto de vista de analista. Cuando hace

carrera en ese sector, se transforma en superpsiquiatra y reserva susrualidades de analista sólo para su práctica privada. Se hace res

10 D. J. Geah chan , “ Psychanalyse, psychotérapie, psychiatrie” , en L ' lncons -tíent,  n’ 7,  julio de 1968, p u f  . Véase P. G. Racamier, L e psychanalyste sans  iliran,  éd. Payot, 1970 [hay edic. en esp.]. Ocho psiquiatras exponen, en papel«Ir administradores, su concepción de una “ zon ificación” de la “ salud menta l1'

11 Es preciso que pueda m odificarse a lgo en la posición de los progenitoresfon respecto a la “ enfermedad ” de su hijo, antes de que el síntoma de éste,«I fijarse, ahogue definitivamente la pregunta abierta al nivel de los progenitores (pregunta que remite a todo lo que en la propia problemática edípica.

<le los progenitores ha permanecido en lo no simbolizable).

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ponsable en parte de la base no científica que se le ha dado ;i lainstauración de las estructuras médico-administrativas actuales. Itlaporte revolucionario de Freud, en lugar de esclarecer las reformllactuales, ha sido más bien “ recuperado” por toda una política dt

cura psiquiátrica que tiene bases esencialmente pedagogizantes.Hay derecho a preguntarse si lo que está en el origen del malr-n

tendido que en la actualidad plantea la psiquiatría no es preciw-mente la preocupación de curar   las “ enfermedades nerviosas” .,!1 I npsiquiatría se preocupa hoy ante todo por darle a la salud menlul  el status que se le otorga a la protección de la salud física.

Se trata de descubrir la anormalidad allí donde otrora se descu

bría la tuberculosis y las enfermedades venéreas.Pero al privilegiar lo médico, el terapeuta se ha pasado a las film

de las fuerzas represivas. La toma de posición social de los diferenlMmovimientos psiquiátricos modernos no hacen más que enmascararesta verdad.

La  psiquiatría comunitaria   deja intacta y abierta la cuestión dila “ cura” que se dispensa del mismo modo que en medicina (el “ cil>fermo” y su familia son sometidos a menudo a una plétora (leexámenes y cuidados que van desde la quimioterapia al psicoanáliltlpasando por lo socioturapia, las dinámicas de grupo, etc.). Un sabrt

tecnocrático de la “ enfermedad mental” 18 ha venido a sofocar loque, a través de la locura, trataba de hablar.

La  psiquiatría institucional   espera simplemente que la curaciónprovenga de las instituciones mismas; sueña con una ciudad idftildonde la locura podría tener su lugar (una “locura” médicamerit»curada).

12 O. Mannoni, Freud,  col. “ Ecrivains de toujours” , éd. du Seuil, 19RI1[Hay edición en español: Freud , el descubrimiento del inconsciente,  Buen'»'

Aires, Galerna , 1971.] “ El hecho de que el psicoanálisis haya ten ido su orinenoficial en la preocupación por «curar» ciertas enfermedades «nerviosas» cuhittodavía con su sombra todo lo que, desde entonces, ha revelado ser. Porqmeste hecho imp licaba qu e !a «salud m en tal» (fastidiosa alianza de palabrailse asemejaba a la salud física, que debía dársela por sentada y que el paplj

del psicoanalista era el de volver a llevar a ella a aquellos que por alfíiH*acc idente se hab ían perdido. V e r las cosas de este modo, es simplemente enroltlal analista entre las diversas potencias represivas. [...] el hombre está expuent*

a alienarse tanto en las barreras protectoras de la «s a lu d» com o en |fi»vagabundeos de la «locura»/’ 

13 Pie rre Fedida, Crit ique,  octubre de 1968. “ L a ilusión de cier to huroamntnípsiquiátrico contemporáneo consiste en sustituir, con el pretexto de un poshi

vismo «científico» renovado, la conciencia histórica y política de la loctint y de sus form as de represión por un saber id eoló gico y tecnocrático de ]«enfermedad mental, de la sociedad y de la cultura” .

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Para la antipsiquiatría , por el contrario, la curación es un procesonormal que no exige ninguna terapéutica. Basta con dejar que esteproceso se desarrolle en libertad. El verdadero límite pasa, pues, entrela psiquiatría y la antipsiquiatría.

La antipsiquiatría viene, por cuanto hemos dicho, a negar la no-■i Sn de “ enfermedad mental” . Dejaremos de lado un activismo puro■le] que no siempre está exenta y que transformaría a los psiquiatrasni superasistentes sociales: este aspecto carece de interés teórico portille es independiente de la concepción que este movimiento tiene(Ir la naturaleza de la locura.

t.OCURA Y SOCIEDAD

,iCómo entienden estos movimientos la naturaleza de la locura?

Para los institucionalistas,  existe un encuadre (las instituciones,( i decir el lenguaje, la ley, las relaciones interpersonales, la estruc-lura familiar) que es indispensable para la constitución de la per-innalidad. Sobre este encuadre, en el que el paciente se halla “ pre-« ' ”, es preciso obrar: de allí la importancia que se le otorga a laintroducción, en el interior del hospital, de toda una serie de reuniones (por medio de los clubes y de diversas asociaciones) ; de allí

también la atención que se les da a los terapeutas que serían losínstenos de la locura, la cual requiere, desde la entrada misma en lainstitución, condiciones precisas de recepción.

La antipsiquiatría   adopta una posición exactamente inversa. Mediante el procedimiento de despojar al sujeto de todo encuadre, lería la posibilidad de reencontrarse, mediante un proceso concebidoromo interior y espontáneo (en realidad, se trata de un grupo, ypor ende también ele un encuadre, etc.).

La pregunta que podría enunciarse bajo el encabezamiento dei.«cura   y Sociedad   recibe, pues, respuestas muy diversas: — para la  psiquiatría comunitaria,  la locura es antisocial, — para la  psiquiatría institucional,  la creación de una microso-

riedad tiene valor terapéutico; — para la antipsiquiatría   la locura es una protesta válida, aunque

frustrada, contra la sociedad.

La orientación revolucionaria de la antipsiquiatría participa, noalistante, de una utopia.1'1 Creer que con la libertad no habrá más

14 Q ue encon tramos ya en los escritos de Saint-Just.

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locura, es falso. Hay, pues, una cierta ingenuidad en pensar que l|revolución permitirá abrir los asilos al igual que Jas prisiones, j

 Todas las locuras no están vinculadas a las mismas estructuralde la sociedad. El problema puede ser social pero no político, en r|sentido de que el llamado a la revolución permitiría resolver Im  cuestiones planteadas por la locura.15 Los países revolucionarios luidadoptado a menudo con respecto a la “ enfermedad mental” una .’)(■titud por lo menos conservadora y segregadora, como si los homlitntuviesen necesidad de designar sus hechiceros y sus locos para |hinerse ellos mismos al abriga del peligro.

En Francia, el problema que plantean el retardo y la locura ostlvinculado a las estructuras de una sociedad mecanizada que esli

dispuesta a defenderse contra la asimilación de los que no satisfagansus criterios de rendimiento.18 Sería preciso dedicarse a desperfncionar la sociedad, es decir a reencontrar las formas arcaicas segl'lltlas cuales el retardado o loco tenía su lugar en la aldea.

 También es cuestionada, finalmente, la  familia moderna   y !.*■formas específicas de inseguridad que están ligadas a la reducción "de la institución familiar en nuestra sociedad destribalizada.

LA I.GCURA Y EL CAMPO DEL LENGUAJE

(i>Al.O ALTO, LACAÍj,)

Las cuestiones relativas a la naturaleza de la locura siguen sieadtoscuras y confusas. Cuando partiendo del problema de las psicotfl

15 La politización de l movim iento psiquiátrico y psicoan alítico tiene sentid

en la medida en que permite abrir los interrogantes que la ideología burguttú  ha tratado de repudiar ( forc lore) .

La obra política que deberían emprender psicoanalistas y psiquiatras consistiría en un trabajo de reflexión teórica (basada en una realidad clínica]Jque permita develar los elementos que en los prejuicios burgueses y buactitudes conservadoras mantienen una situación de hecho que no permito

salida alguna.La desaparición del medio artesanal torna cada vez más difícil coloco!

bajo la autoridad de un patrón a un disminuido poseedor de una inteligeimflque lo excluye de la escuela, pero habilidoso con sus manos. En lugar <!»introducirlo en el medio normal a los t4 años, la administración presiona paí't

mantenerlo en un medio especializado, en el que la form ación se orienta imenudo en el sentido de una pura adquisición de automatismos que parec&i

planificados para robots de fábrica.17 Los antropólogos han renunciado a considerar nuestra fam ilia conyug

com o un retorno a la fam ilia “ biológ ica” . Es una reducción   de la familll)com ple ja de la antigüedad y de las poblaciones “ pr im itivas ". Su naturaleíA,

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Mi el niño se trata de precisar la influencia que sobre él ejerce sufamilia, se advierte que no será ni defendiendo a los padres contraI r. extravagancias de un hijo (Lebov ici) ni normalizando la familia

hjtra que ejerza una buena influencia (Oury), ni eliminando todaInfluencia educativa (Laing), como se llegará a resolver o a comprender los problemas de la psicosis en el niño.

[ Para Lacan, el problema que tiene que abordar el niño, el provenía en que ha fracasado el psicótico, se plantea de cierta manera■I) la relación del niño con la  palabra   de sus progenitores.

El centro de la interrogación de Lacan son las relaciones del su-llíto con el lenguaje. Plantea que el lenguaje preexiste a la aparicióntlrl sujeto y, podríamos decirlo así, lo engendra. Por ejemplo, elniño ocupa un lugar en el discurso de sus progenitores antes de sufluci miento, tiene ya un nombre, se “hablará” de él del mismo modo•|ue se le prodigarán cuidados, y la carencia de cuidados a la quen veces se le ha asignado tanta importancia (las frustraciones) estáIrjos de tener tanto efecto como la naturaleza y los accidentes del•hscurso en el cual se halla inmerso. El medio propiamente humanono es biológico ni social, es lingüístico.

Esta atención puesta en la  palabra de los progenitores   ocupa unlugar central en los principales trabajos estadounidenses; pero debido

¡i la falta de conocimientos lingüísticos, las investigaciones se reabran en base a datos empíricos, cosa que limita ipso fado   su alcance.

Los trabajos del grupo de Palo A lto 18 han influido profundamente a una nueva generación de psiquiatras, psicólogos y sociólogos estadounidenses, cansados de una literatura analítica de inspi-ración biologizante o médica.

El psicoanálisis clásico, al confinarse en el estudio de la teoríade los procesos intrapsíquicos, se había esclerosado en cierta forma.Al centrar la atención en una “ enfermedad” situada “ dentro” delindividuo, se había llegado a desdeñar la dinámica de una situaciónIíiI  como podía aparecer en el discurso del “paciente” (y más alláile éste).

romo destaca Lacan (t. vir, Encyclopédie franqaise sur la uie mentale) , seeoinprende mejor p or su relación con las instituciones antiguas que por “ íahipótesis de una fam ilia elemental que no es posible encontrar en parte alguna” .

18 Paul W atzlaw ick, Janet Helm ick Beavin y Don D. Jaekson, Pragmatics of  human communication,  Nueva York, Norton, 1967. [Iíay ed. en esp.: Teor ía  ¡Ir la comunicación humana,  Buenos Aires, Tie m po Contem poráneo, 1974.]

Las investigaciones del grupo de Palo Alto han inspirado trabajos muypertinentes sobre la teoría de los juegos.  En ellas se analizan los efectos inter-

prrsonales y sociales de actitudes inconscientes que se remontan a la infancia.(Eric Berne, Gamespeople play,  Penguin Books, 1964.)

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El grupo de Palo A lto (que en esto coincide con Lacan) c,oni|*ldeia al paciente no como un ser aislado, sino como el lugar   detas relaciones, modificando las nociones, hasta entonces en uso, iffIlativas al entorno. Los autores que integran este grupo sustituyen li»criterios psicosociológicos tradicionales por criterios lógicos a poníde que recurren, en su método de trabajo, a la encuesta psicosoci#*lógica. Los investigadores de Palo Alto emplean modelos derivada!de la electrónica para explicar en términos espaciales los probHmas de la comunicación.

La noción de  fe e d b a c k , el estudio del sujeto como lugar de inpul  y o u t p u t    (concepto de b l a c k b o x )     y la teoría de Carnap sobre #1lenguaje han posibilitado el desarrollo de una investigación quelleva a los psiquiatras a interrogar desde una nueva perspectiva (ilas teorías científicas que habían proporcionado hasta entonces Ítí;apoyo al progreso clínico.

Anthony Wilden 19 ha creido ver en este movimiento anglosajónuna especie de convergencia con las posiciones de Lacan. Según n<i<dice, los teóricos de la comunicación deberían estar dispuestos & interpretar las cosas en la perspectiva lacaniana de las categoría»del significante, lo simbólico, lo imaginario y lo real.

En efecto, es precisamente en torno a este eje (y a su ausencia}jdonde se ordena lo ju e separa a la investigación estadounidense dflla investigación francesa. Porque la utilización de las mistnas reff■rendas logicomatemáticas {Frege, Boole, Godel, Russell, etc.) liadesembocado, en los Estados Unidos, en un proceso distinto delde los franceses. Valdría la pena profundizar en el sentido de estol

desarrollos respectivos.

Para los autores anglosajones, la lógica se sitúa al nivel de lapalabra dicha, y consideran al lenguaje, reducido a la comunica,ción, como una variedad de comportamiento. Esto los mantiene enuna perspectiva conductista. Postulan la existencia de un códigono formulado, que permitiría que la comunicación funcionara co-

18 An thon y W ilden , The language of the self,  Nueva York, John Hopkinf 

1968, Este libro sitúa la obra de Lacan en el movimiento del pensamientomoderno. Destinado a los lectores de habla inglesa, no tiene equivalente.

En Qu'estee que le slructuralisme   (éd. du Stuil, 19Gb), Francois Wahl yMustapha Safouan exponen cada uno de ellos un aspecto esencial de la teorUlacaniana. [Hay edición en español: Qué es el estructuralismo?,  Buenos Aireí,

Losada, 1971.)]En A. W ild en se encuentra más bien una explicación de textos que le resul

tará sumamente valiosa al lector de Lacan.

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tur ■un cálculo cuyas reglas serían observadas en toda comunicaciónlibrada, y transgredidas en toda comunicación perturbada.

Se postula, por consiguiente, que un orden análogo al nivel es-lilictural de la lógica domina la conciencia humana y determina

d conocimiento que el hombre adquiere de su universo. En estaperspectiva, conciben la neurosis y la psicosis como efectos deuna situación creada por una contradicción lógica del discursoVil el cual el sujeto se halla preso. Estudian la respuesta “ loca”nano reacción a un contexto   “ comunicacional” que el sujeto no jiucde soportar. El análisis de la situación consiste ante todo en unanálisis de un sistema   de paradojas. La terapia, concebida comontrategia, tiene por meta la creación de nuevas paradojas, por ejemplo “prescribir el síntoma” .

La debilidad de esta teoría (por otra parte plena de interés) sehalla en la concepción que los autores tienen del lenguaje.

Al privilegiar desde un comienzo el comportamiento, entendiendoque el lenguaje no sería más que uno de los aspectos del mismo,no encuentran lo que está en juego en el discurso. De allí que suinvestigación tenga por eje las reglas   de la comunicación (desdeun puntapié hasta el sonar de una campanilla) en un registro que nolicne en cuenta la función simbólica inherente a todo discurso.

El sistema lógico utilizado por el grupo de Palo Alto funciona alnivel de una realidad perceptiva (las palabras dichas) que no remite

■i nada no dicho; en ningún momento se interroga al discurso presente en el inconsciente. El método experimental utilizado desembocaen una simplificación (reducción) de los desarrollos teóricos, simplificación cuyos efectos no carecen de peligro.

Al colocar el acento sobre la paradoja manteniéndose exclusivamente en el nivel consciente, se corre el riesgo de desconocer la importancia de la brecha que separa al discurso consciente del discurso,inconsciente.

Lacan estudia, por el contrario, el lenguaje en la relación del

sujeto con el significante. Desarrolla una lógica del significante queBe articula en la teoría del deseo: al estudiar el discurso inconscienteque replica el discurso consciente, pone el acento en el papel quele corresponden a la alternancia de la presencia y de la ausencia en elmundo del niño. El objeto que el niño es llevado a descubrir es unobjeto fallante, un objeto ausente.

El discurso, en esta perspectiva, sólo puede articularse porqueexisten brechas que han de ser llenadas. Está ligado a una ausencia.

La teoría anglosajona, preocupada solamente por los datos de una

realidad experimental, oscila entre la referencia a criterios lógicos

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 y el recurso a la encuesta psicosociológica. El discurso de estos auln.res privilegia el orden al que llamamos imaginario, pero desconou'la verdad que se desprende de lo simbólico.

Examinemos ahora la influencia de los trabajos de Palo Alto ' II

los grupos psiquiátricos anglosajones más célebres:

El grupo de Gregory Bateson 20 (a quien los autores del grupo dnPalo Alto dedican su obra) se ha hecho célebre por su teoría <:rldouble bind. Los autores descubren en el discurso del paciente y de sufamilia el modo en que el “ futuro esquizofrénico” se ve aprisionadoen medio de órdenes contradictorias, colocado en una permanenti1situación conflictiva de trasgresión.

La noción de double bind   corresponde a condiciones en las que el

aprendizaje está ligado a un marco de aparente libertad, libertadmistificante que sólo existe para poner mejor de manifiesto la gra>vedad de la falta cometida por e! sujeto. A partir de ello, todoocurre como si la aspiración inconsciente de uno de sus dos progenitores fuera ver que él niño trasgrede la orden recibida, para qurel adulto pueda desenmascarar mejor su falta.

Sin embargo, los autores no se preocupan por profundizar laproblemática inconsciente de los progenitores. Se atienen sobre todci

a un material cuya fuente son encuestas y que ha sido seleccionadode acuerdo con los datos de la psicosociología. Este material sólo traíade aproximarnos a Ta experiencia vivida referida a lo que está en juego en la familia del esquizofrénico.21

Laing y Esterson 22 han retomado esta teoría de Bateson. Rechazanla idea de. una patología familiar que. pueda entenderse como entidadconceptual y la reemplazan por la noción de nexus familial:  una estructura en la que el Individuo debe captarse a sí mismo. Muestran

de qué manera, a partir del doble discurso del niño y de los progenitores, se desenvuelve una especie de juego dialéctico que cuestionala posición del sujeto.

Dominan el mundo anglosajón otras dos tesis relativas a la natura»leza de la locura: la de Théodore Lidz y la de Lymann Wynne.23

■■’   G. Bateson, D. Jackson, J. H aiey y J. Weak land, “ To w ard a the oiy oíSchizophrenia,’l en Behavioral Science,  I, 1956.

21 Pierre Fedida , “ Psychose et Parenté” , Cr i t ique  , octubre de 1968. Hemos

utilizado a menudo este estudio muy completo, el primero en lengua francesaconsagrado a la antipsiquiatría.

12 Laing y Esterson, Sanity, madness and the family , Tavistocfc, 1964.23 T . Lid z, S. Fleck y A . R . Cornelison, Schizophrertia and the family, Nueva

York, Int. Univ. Press, 1966.

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El grupo de Lid/. se remite a los trabajos de Talcott Parsons y utilizafnneeptos psicoanalíticos para interpretar lo que se ordena en laestructura familiar (aunque sin embargo se ignora todo lo que guardarelación con el Edipo y la castración). Lo que perciben adecuada

mente es lo referente a los deseos incestuosos y de muerte relativos a losprogenitores. Describen dos tipos de familias esquizógenas:f a) aquellas en las que domina una figura patológica central (elpadre o la madre) y

b) aquellas en las que el padre o la madre eligen a un hijo paraoponerlo al otro cónyuge.

Los autores ponen en evidencia el modo en que el niño, futuroesquizofrénico, resulta ser el soporte de lo que en los progenitoresha quedado en lo no simbolizable.

La dimensión histórica, por otra parte (como lo hace notarFedida),24 se halla ausente en estos trabajos esencialmente centradosen un esquema umficador de tipo psicosocial.

El grupo de Wynne estudia “ la familia como un sistema y el desarrollo de la esquizofrenia como la resultante necesaria de un modode organización dinámica de la constelación familiar” . Los autoresmuestran cómo el niño no tiene entonces otra elección que la deamoldarse al sistema familiar, puesto que toda apertura hacia el exte

rior choca contra la prohibición de sus progenitores. A este respecto

escribe Wynne: “ Las familias en las que un descendiente se convierteen esquizofrénico en un período tardío de su adolescencia o al comienzo de la madurez se han sentido por lo general gravementeamenazadas, a la vez individual y colectivamente, por ciertas experiencias humanas . , . que producen un impacto destructivo talescomo la separación, la soledad, el deseo sexual, la cólera, la ternura.Vseudomutuality   y  pseudohostility   son modos de sentirse en relación que logran lo que las defensas y otras funciones del ego nopudieron realizar jamás en una o varias de las personas implicadas:

protegen contra la intervención o el descubrimiento de una concienciay   de un reconocimiento de sí mismo” .25Los autores describen la  pseudomutuality   y la  pseudohostility  

como actitudes del tipo reactivo que le permiten al sujeto continuarviviendo con una persona amada-odiada en el seno de su familia.Cuando pierde el apoyo de la familia, el sujeto se encuentra indefenso,en peligro de “ descompensarse” rápidamente.

24   Fierre Fedida, loe. cit.

25 L. W ynne y M arg are t Singer, “ Th ink ing disorders and fam ily transac-tions” , en American psychiatric cusociaton,  mayo de 1964, citado por Fedida.

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Cabe reprochar a estos trabajos su carácter descriptivo. No s i r ip iesta claro cómo pueden utilizarse en la dinámica de una c u r t íelementos así obtenidos. La preocupación de la mayor parte dr , »9investigadores no está, por otra parte, relacionada con la cura aniillüfl

(que según ellos interpretan tiende solamente a la adaptación) n icon una profilaxis mental o un llamado a la revolución.2® ]

Estas orientaciones centran más la atención sobre los roles till» •adoptan en la realidad que sobre el modo en que el lenguaje ......

al sujeto. En la mayor parte de las investigaciones psicosociolói/líAla relación progenitores-hijos se interpreta en función de un decir n*no remite a ninguna lectura de algo no dicho, de un decir sepamilnde toda referencia a la estructura inconsciente de los progenitnnB

No se obtiene, pues, de estos aportes una estructura de la omití*zacion inconsciente de la psicosis: se da solamente una visión dialéctíA '

e o que ocurre en una familia de esquizofrénicos (particularnmil»en Jules Henry). 7 Y estos datos muy esclarecedores perm an «dalejados de lo que es puesto en juego, como hecho de estructm .en los desarrollos freudianos.

El mérito de todos estos trabajos reside en que liberan a la injtquiatria de una clasificación de tipo botánico, pero estos autor]corren el riesgo de reemplazarla por otra forma dq clasificad!o de ideología.

No se trata tanto^del comportamiento del psicótico (así como tnrn>del neurótico) como de su palabra. La Traumdeutung,  lo \u  

recordado Lacan, descifra el inconsciente como un lenguaje Y Frentlen. la época en que todavía reinaba la “ filología” , se anticipó, par»construir una teoría del inconsciente, a la lingüística de Saussure. 1

i' reud solo concibió por un momento el inconsciente como recen,taculo de pulsiones y de instintos con el propósito — que se reveló

después estéril— de convertirlo en vínculo de unión de ia biología y de la psicología. En realidad, el inconsciente es el sujeto   de Lipalabra. Si esto aparece encubierto en el neurótico o en el hom blnormal a causa del control del yo [moi], se evidencia en cambio, direoámente en el psicotico. El yo [moi],  como sabemos, tiene su fuente

en lo imaginario, lo que se advierte cuando se considera la faseael espejo.

Sobre estas bases teóricas — que no desarrollaremos aquí— , hemoi

demostrado que es imposible aislar el síntoma del niño enfermo no

luc¡ónLm u nd iá r ÍÓn “ * PSÍqUÍatrÍa> Se« ún CooPer> * « » P « « r P « la revo-

27 Jules Hen ry , Culture against man,  Tavistock, 1966. [Hay edición enespañol: La cultura contra el hombre,  M éxico, Siglo X X I, 19671, ||

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■ i » di- su propio discurso, sino tampoco del discurso que lo constituye,■ iirur, esencialmente, el discurso de sus progenitores. E l síntoma■ l uifio llena, en el discurso familiar, el vacío que crea en él una

l.id que no se dice. De este modo, el síntoma les es necesario^H|iiirnes han de protegerse contra el conocimiento de la verdad enHjlMtión. Cuando se quiere tratar el síntoma, se rechaza al niño.

■ l itas comprobaciones son válidas también para el análisis de los( blnltos y, en particular para el abordaje de la psicosis (donde son,L  11  embargo, sistemáticamente desconocidas).

lín la relación con el psicótico, se tiende a olvidar un punto^■ in iul: el sujeto, ante un llamado al que no puede ya responder,28lliiii o surgir una floración de modos de ser23 que constituye el soportel'l' cierto lenguaje en cuanto tal. Lo que se articula en el delirioI   ....stituye verdaderamente el eros del psicótico. Tiende tanto más[ * l,i forma de la palabra, al juego con los vocablos, en la medida[ tu que la palabra, de hecho, ha desaparecido. Esta floración imagi

naria, “ antecámara de la locura” , requiere que se la entienda: en-■ ubre lo que, en el sujeto, trata desesperadamente de hacerse reconocer

una articulación simbólica.

Al reprimir un delirio, se lo fija irremediablemente, o más bien seI» cierra al sujeto la vía por la cual sólo la no intervención (por cuantol'iinscrva intacta la posibilidad de un reconocimieno del sujeto en su

iiutenticidad simbólica) puede dejar libre el camino a un procesol' íti: utivo de curación.

Aquí radica el interés que presentan los lugares de curación quepermiten, sin agresión mediante medicamentos, el desarrollo de un•Irlirio (las investigaciones clínicas de Laing son, en este sentido,altamente interesantes).

“Cuando un tipo delira, el médico siente miedo; y sin embargo haytjue dejarlo delirar, ésta es la mejor cura.” Así se expresaba recientemente un internado en Ville-Evrard.

Aceptamos intelectualmente esta posición. En la práctica, aplicamosla quimioterapia obligadamente. El mérito de la experiencia inglesar,onsiste en haber tomado, en la realidad clínica, literalmente la fraseile Freud: “ El delirio es un proceso restitutivo de curación” .80

28 Tem as desarrollados po r Lac an en el Sem inario del 16 de noviembre

de 1955.20Ibíd.30 Sin embargo, el problema que plantea la parano ia no ha sido abordado

rn los trabajos antipsiquiátricos. Esta laguna tiene su importancia; señala los

limiten de la experiencia inglesa.

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Si bien la tentativa inglesa tropieza con sus propios límites y milposiciones teóricas son por otra parte discutibles, no por ello es mentavaliosa al nivel de una investigación clínica que vuelve a cuestión inla relación del hombre con la locura. Trataré ahora de examinAf

precisamente este problema.

n. C O N F R O N T A C IO N C L I N I C A

LAS COMUNIDADES INGLESAS DE ANTII'SIQUIATFUA

Ronald D. Laing (como lo hemos visto anteriormente) ha dedicad"

principalmente sus esfuerzos a la investigación clínica en materia df,psicosis (y en particular de lo que se denomina esquizofrenia).

Es miembro fundador de la Vhiladelphia Association, organismo qufha creado en Londres tres “ liomes”   (hogares), lugares a los que Sflconsidera antipsiquiátricos y cada uno de los cuales recoge a unadecena de “ enfermos mentales” (de edades comprendidas entre I"'17 y los 35 años) sin que se practique en ellos una vigilancia médic»particular.

Estas casas pretenden ser lugares de recepción de la locura.  M“ enfermo” entra en ellas para desarrollar una crisis   que no seriatolerada en ningún ¿>tro medio. En su búsqueda de un término adecuado para definir esa crisis por la que pasa el paciente,31 Laingpropone el de metano'ia   (en el sentido de conversión, de transfor»mación).

Considera al delirio (y a todas las manifestaciones que aparecenen la esquizofrenia aguda) como un viaje   (en esto asimila la crisiipsicótica a los efectos psicodélicos), viaje que puede revelarse conro

bueno o malo según sea el marco en el que se ve llevado a desarrúflliarse. Si al proceso se lo considera como patológico (y por ello ligadoa la necesidad de los “ cuidados” médicos), se corre el riesgo de quesu desenlace adopte un aspecto psicótico definitivo, y el proceso setransforme en crónico en el medio psiquiátrico. Según la experienciílde Laing, es necesario (y esto tiene importancia capital) esforzara#por seguir y asistir el movimiento de un episodio esquizofrénico agudo.'en lugar de detenerlo. No existe, agrega Laing, nada que sea más tabúen nuestra sociedad que ciertas demandas regresivas. Por lo general,

31 Enfance al iénée II , Recherches,  diciembre de 1968. R. D. Laing, Mí*tanoia, some experiences al. Kingsley H all.  Jacques Schotte, Présentation cíe  itravaux du Congrés.

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fítá prohibido todo cambio en la personalidad de un sujeto. En efecto,tiri cambio en la persona exige un cambio en la relación de estaI persona con los demás, de lo cual resulta que los demás practican aliispecto una estrategia de exclusión, destinada a prevenir todo riesgotle cambio.

La recepción, en estas comunidades inglesas, consiste (según lo que yo he podido percibir en el cuno de una estadía sumamente breve) enuna reconstrucción emparentada con el psicodrama.

El paciente se encuentra allí en el mito de la regresión   (mito lain-Ruiano que por lo general conoce el enfermo, que viene para “ re-Kresar” ) ; el paciente, en el curso de la actuación de “ su” escena, loutilizará como recurso   a través del despliegue de sus demandas (enlos cuales agotará sus iras).

El paciente precisa un público, como testigo y sostén de su delirio(tic sus alucinaciones, de sus síntomas). En este medio a la vezturrado y abierto a los visitantes se desarrollan a veces juegos y ritos■■xtraños, “ Dame tu angustia” es el tema que se sentiría uno tentadoii proponer para ilustrar uno de estos “ juegos de la verdad” que seimprovisan a veces, juegos en cuyo curso se trata, ante testigos, de"enloquecer” al compañero. Todo espectador se compromete a sufrirlanibién él la prueba que consiste en arrancarle al otro lo insoportableili' la angustia. En cierta forma, lo que se exige es el grito del otro,

m cuanto tal. Toda solución individual32 se encuentra orquestada permanente

mente por un público. El mensaje que trata de hacerse oír es el de unsujeto en su referencia al registro de la verdad. La mirada del otroConstituye la organización del mundo de cada uno. A partir de allítiene lugar una experiencia privilegiada; experiencia que tienelelación con la castración, con el objeto del deseo y con el espejismodel deseo.

Se pone constantemente en juego una dramatización de la angustiade castración, referida a un campo en el que la muerte y la vida sehallan estrechamente ligadas, y con esa dramatización se perfilanlimenazas que guardan relación con todo lo que permanece prisionerode lo prohibido.

La entrada de un nuevo “paciente” en Kingsley Hall exige el«cuerdo previo del grupo (de los pacientes) en su conjunto.

52 El mecanismo d e “ reden ción1’ , cuando se tradu ce en el curso de la resi

tencia en el hogar, no deja de guardar relación con una identificación idealton el objeto de desecho dejado por la venganza divina.

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Los miembros del grupo se pronuncian mediante el acuerdo i]ii*acabamos de indicar solare su tolerancia con respecto a una intrusión

en su juego. Lo que el paciente va a adquirir mediante el dominio (Ifllas sucesivas crisis, a través de las cuales termina por producirse un.“ conversión” o “ redención” , es un cierto saber, no solamente sobro lalocura, sino sobre el hombre.

Esto no deja de evocar ciertos ritos de posesión de las sociedad»africanas en los que, a través de un ritual de expiación, vemos prod.cirse el cambio que va a permitirle al individuo abandonar el status «I*1“ enfermo” para ocupar el de “ terapeuta” .

En un estudio sobre la posesión en los wolof y los lebu,3S Andl’ÜIZempleni relata la conversión de un enfermo en terapeuta. La historia,tal como se la ha encontrado reconstruida por la paciente (Khady)que se ha convertido en curandera, se ordena, en su origen, a partirde un mito   que va a gobernarla.31

En el interior de este mito, se esboza la evolución de una niiininsoportable, en rebeldía contra el padre, hasta el momento en que noinscribirá, en tanto que terapeuta, en la línea paterna de descendencia

En el caso de Khady, pero también en el de Mary que se veril

después, me ha parecido interesante el corte que parece instauran#en el caso del placer que produce la enfermedad al dominio adquiridosobre ésta.

En la monografía africana, la historia de la “conversión” se no»presenta según un desarrollo que sigue la biografía de la paciento y que se emparenta con el destino.  El mito se inscribe desde un CO»mienzo en el “ marco” de las estructuras sociales.

Mary, la enferma de Laing, muestra a través de la prueba de la

locura no solamente lo que busca “ re-encontrar” sino lo que está en juego en ese intento; también en este caso se plantea el mito en elorigen, pero el mito está inscripto en la institución.

Laing re lata3Gla historia de esta enfermera-jefe rígida, organizada,consagrada totalmente a su trabajo, que experimentó el sentimiento

33 András Zempleni, C olloqu e C N R S su r tes cuites de possession,  octubre

de 1968 (inédito).Le agradezco al autor que roe haya comunicado su estudio no publicado

sobre los cultos de posesión. A la lectura de este estudio debo el conocimiento

del caso de Khady.84 Se trata de un mito gemelo, característico de la religión de los rabf

Véase nota 37.35 R . D. Laing , “ M etanoía” , en Enfance aliénée II, Recherches,  diciembre

de 1968. (H a y ed. en esp .).

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I ile que un día se había  perdido   en cierta etapa de su vida. Le parecióBtiecesario volver allá donde se había perdido , con el fin de poderReencontrarse nuevamente, y llegar así a vivir de un modo que noI (líese falso. Pocos días después de su ingreso en Kingsley Hall, comenzó

I * “regresar” por la noche (se tornó incontinente y encoprética) , con-Birrvando no obstante su trabajo durante el día. Enseguida solicitó aI !»s autoridades una licencia por enfermedad, que le fue otorgada.I lírsde ese día, regresó en forma total y se hizo alimentar con biberón.B 'V cubrió de heces, adelgazó, dejó de hablar, pronto no le fue posible

mantenerse en pie. Se puso débil en extremo, tuvo una hemorragia| uterina y fue preciso trasladarla al hospital,

f Según sus propias manifestaciones ulteriores, regresó a una épocaI miterior a su nacimiento: quería regresar a un momento anterior

II Inclusive al de su encarnación. Abandonó su cuerpo al médico (doctorllcrke]. Y este cuerpo llegó hasta el límite de la muerte física,

( En la historia de Khady, las perturbaciones se dan en orden cronológico. Vemos a su padre ocuparse durante la primera infancia de la

I niña, en “ reparar” (mediante ofrendas a los dioses) los daños cau-I Indos por su hija a los vecinos, y en curarla de toda una serie de

malestares. El padre re-bautiza incluso a su hija, dándole el nombre

tic la vecina perjudicada, a fin de apaciguar al rab   de esta última.

Los rituales apuntan siempre a establecer una alianza con los espíritusancestrales (exteriores),

A los 16 años, Khady se casa y aumentan sus somatizaciones sin que(1 padre pueda hacer nada al respecto. El síntoma de la hija es, enmanto tal, el sacrificio que exigen los espíritus ancestrales (parálisis,mutismo, anorexia). La madre de Khady va a entregar a los espíritus«i vida para que su hija no muera, mas esto no los conforma, quierenmanifiestamente entenderse con Khady; es decir, en todo aquello quele refiere a su propia castración. El apogeo de las perturbaciones y el

delirio se presenta a ios 25 años: también entonces se produceel comienzo de la iniciación   a su estado de curandera.

En la paciente de Laing, ocurre igualmente que en el apogeo de susperturbaciones se esboza una posibilidad de entrar en otro status   (setransforma en una pintora de talento). Mediante una larga marcha¡i través de lo insensato, termina por reencontrar la “ causa” deun deseo.

La entrada en la locura se realiza, como ya vimos, a través de la;morexia, la encopresis y la incontinencia. Fue necesario que Mary

íe viera dominada por la máquina (del significante) como trozocarnal separada de su cuerpo. En el límite de la muerte física, hizo ver

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que su deseo era deseo del cuerpo del otro. Se dio un juego psicodM Imático salvaje entre ella y el médico; lo que ella requería era a la v4|la angustia del otro.

Dos intervenciones parecen haber tenido un efecto particulanno|l^|decisivo. En primer lugar la prohibición que un día se le comunicó tfedefecar en cualquier parte. Se le asignó (en beneficio de los denifc !pensionistas) un área olfativa. Dentro de esa área, se le dio plert»derecho a jugar con sus excrementos, a embadurnar con ellos luparedes.

La otra intervención (que tuvo sin duda relación con su vocación Ide pintora) fue tina simple observación de Laing. Ante el aspecto il*los muros manchados con excrementos, le dijo: “ Es bello, pero Oj

tiene color". Desde ese instante, la mujer recurrió a la pintura tejecutó hermosos murales. A partir de allí se elaboró en el sujeto un Ideseo de pintar.

No es exagerado decir que en un primer nivel, fue realmente pl ¡excremento en cuanto tal el que desempeñó el papel de causa dHdeseo 80 y esto en un momento crucial en el que lo que estaba n   I

 juego, para el sujeto, era el poder constituirse por primera vez en flsignificante.

El excremento desempeñó en la paciente un papel importante cu

una suerte de proceso de subjetivación. En relación con él aparecióen primer lugar la demanda más primitiva: que se vaya a buscaimanualmente ella sus excrementos (estando aquí estrechamente unicLila demanda al otro y la demanda del o tro ); y después, a través de unrechazo (primera intervención) que se le opuso, pero en otra paru  

 y no en el lugar donde se situó la segunda intervención (la de Laing),hubo creación y expresión en la pintura de aquello que, pertenecienteal registro de los deseos imposibles, trataba de entrar en el decir. Existe

un vínculo innegable entre la. relación establecida por la paciente conese objeto perdido excremencial y la producción artística.

En un primer tiempo, esta mujer joven había perdido su identidadconfundida con el abandono del objeto excremencial. A partir de esta

 pérdida   pudo nacer el deseo, para introducir enseguida cierta cohe*rencia al nivel de la constitución del sujeto.

La existencia de un hermano menor esquizofrénico no fue ajenaa la llegada de la enfermera a Kingsley Hall. Todo ocurrió como sihubiera querido iniciarse en la “enfermedad” como “enferma" paralograr así una posibilidad de salvar al hermano.

3S Lacan, “ El excrem ento no desempeña el papel de efecto de lo que slti

mos com o deseo anal, es su causa” . Sem inario de l 19 de ju lio de 1963.

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B l.as etapas de la “ curación” de la paciente, escandidas por un ritual||)r demandas regresivas autorizadas y por episodios delirantes, fueronI «tímidas por el grupo en su conjunto. El delirio de la joven fue endrrta medida cuidado tiernamente por todos como si fuese su bien

I fii.is preciado. Pudo así surgir de este viaje por lo insensato un actoMr creación.' Si la enferma de Laing alcanzó el límite de la muerte física, en el

de Khady la muerte está igualmente presente: le arrebata a sulimdre y sus hijos. En el apogeo de su delirio, vemos a Khady oscilarentre el rechazo y la obediencia a las órdenes de los espíritus ances

trales.

[ Accede al status de terapeuta en un movimiento en el que se esfuerzapor escapar a la magia. Accede a él a través de una serie de ritos« icrificiales, en cuyo curso paga el derecho a la herencia paterna ( serealiza así algo que pertenece al orden de una identificación signifi-i.inte, más allá de las luchas imaginarias).

En una época en que su ambivalencia con respecto al padre eratodavía manifiesta, un curandero le hizo esta observación: “ Lasmujeres no deben poseer conocimiento” .

“Yo heredé esc conocimiento de mis antepasados” , replicó Khady.Esta declaración tuvo por efecto convertirse en palabra de partici

pación, palabra que hizo que Khady pasara del estado de enferma>il de curandera. Recibió entonces, como parte de la herencia paterna,una piedra, una cabeza de buitre, instrumentos del culto (necesariospara su función) ; era preciso, no obstante, que ganara todavía unalucha y arrancara el “ cuerpo de Sajinne” , antes de llegar a conquistarun poder total.

Los huéspedes de Kingsley Hall adquieren el dominio de la locuraa través de todo un juego con la muerte y la angustia. Hay, no obstante, víctimas expiatorias: víctimas que se hacen echar del “ hogar”según el mismo proceso repetitivo que los llevó a excluirse de sus

familias. El que, por el contrario, tiene la gracia de salir del infiernode la locura lo hace de manera creadora, resultado que es difícilmenteposible en el hospital psiquiátrico.

Lo que me impresionó durante mi breve estada fue el modo en quelos “ enfermos” habían adquirido, a través de su experiencia personal,una verdadera competencia de terapeutas. El acceso al conocimientoa través del dominio del mal tiene sin duda, como trasfondo, ciertarelación con los ritos de posesión.

 También en la historia de Khady es la víctima de los males la que,

mediante una serie de regresiones, adquiere el dominio del mal.  Las

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“ iniciaciones” en el mundo de los “ tuur” y los “ rab” 37 están v in wladas a sanciones, a reparaciones exigidas por los espíritu ancestral'*Coinciden con reordenamientos en las estructuras familiares y tril);ilni

(y por consiguiente, en este país, religiosas).Una parte de la vida de la ex enferma se ordenó en torno ii l«búsqueda de una identidad, de la búsqueda de un lugar en las lín* •de descendencia a las que pertenecía, y ello a través de una oscilacióncontinua entre el rechazo de las tradiciones familiares y la sumístfifla los espíritus ancestrales. A través de una resistencia a la instan* I»paterna, llegó finalmente a hacerse cargo de su herencia de curandcM

Lo que se toma manifiesto a través de toda una sintomatolop.U

histérica (parálisis, mutismo, anorexia), es el modo como un peinamiento que por momentos podría llamarse delirante es apoyado |»mlas creencias del medio, que favorecen el delirio. El pensamiento it*la enferma encuentra su apoyo en las creencias del grupo (noteniQlque contrariamente a lo que ocurre en la tradición occidental, no ■busca aquí en ningún momento perseguir  al espíritu, causa del mal; ■trata siempre de esforzarse por establecer con él una alianza, y esto |través de un ritual del que participa todo el grupo). El sistema de I-enferma es así a la vez delirio individual y creencias comunes. Esta

mos de este modo en presencia de lo que sería una neurosis obsesivlque lograra buen éxito: una curación de la histeria a través de i|H

37 “ T u u r    y rab   son espíritus ancestrales. En el sentido primitivo, et Unir

un genio que domina las aguas y el suelo, que establece una alianza trasmisiM*de generación en generación con el antepasado fundador de una progenie, pof Iregla general uterina, la cual se convierte de este modo en el doble del Uitijfl

invisible que forman los descendientes del tuur.N o obstante, a los ojos de tos adeptos del culto, que lo consideran como JjAN

espíritu ancestral, identificado desde larga data, el tuur toma sus rasgos taulQde la imaginería de Jos genios como de las figuras ancestrales propiaméflB

dichas. Su nombre va precedido de la palabra maam   que s ignifica abuelo Aantepasado. Sus atributos son conocidos po r todo el sec tor social (línea ® ldescendencia, barrio o po blado ) al que está ligado y que le rinden culto regulíft

L a frontera que separa a los tuur de los rab (ra b : an im al) es móvil. I "tuur son rab y el hom enaje que se rinde asiduamente al rab identificado v i leleva al rango de tuur. La diferencia reside en el grado de antigüedad de ii)alianza con los hombres. Pero el rab no es solamente un espíritu ancestnlsimilar al tuur. Es también parte constituyente de la persona, el doble (genie]",

compañero) del nit visible,  A veces se actualiza, y   a veces permanece cor»&virtualidad de la persona. Si se actua liza (p o r la en ferm edad ) su nominación(med iante tos rituales denominados ndóp y samp) implica su integración en Muniverso de los espíritus reconocidos po r la co lec tividad . Este universo es In

duplicación de la sociedad oficial. Los rab y los tuur tienen pues un nombro,

un sexo, una etnia, una religión, una profesión , una personalidad . . (A . Zem

pleni, ibíd.)  

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Bel ¡rio admitido por los otros (delirio que en nuestros países la habríaenndenado al asilo).

I .o que cuenta, por otra parte, en esta experiencia es no tanto unahipotética curación como el acceso de Khady a una audiencia y a una.iber.

| El conocimiento ha surgido en el momento en que el deseo pudoti (limar la función del conocimiento, hasta entonces aprisionado enla fantasía.

La raíz de este conocimiento se encontraba sin duda en el cuerpomíriente; fue preciso que este cuerpo se introdujera en toda unadialéctica significante (se separara de los hijos nacidos muertos, sealienara en diferentes partes) antes de poder situarse en el campodel deseo. Y la noción de sacrificio, de mutilación, ha desempeñado¡illí el papel de vector, para asegurar la presencia del otro en la red

del deseo.38 (Volvemos a encontrar la presencia de estos mismos mecanismos en la enferma de Laing, que en una primera etapa debíadestruirse en su cuerpo.)

Khady nace a su función de curandera a través de una experienciarn la realización de su deseo. Guando ella pudo lanzarse lo suficientemente Jejos por esc camino, logró también reintegrar el deseo a sucausa. I 

Este via je por la “ enfermedad” , que tiene como apoyo la creenciadel grupo, no está tan lejos de lo que me parece ser uno de los resortes

esenciales puestos en movimiento en Kingsley Hall. El paciente, através de una serie de experiencias, alcanza no ya una salud, sino unsaber que le permite desempeñar en su momento el papel de guía deaquellos que se encuentran librados a “ la cólera de los espíritus” .

La locura, como lo hemos visto, no es un mal que haya que expulsar;se trata de concertar una alianza “ con los espíritus” , de llevarlos, sindespertar la angustia, a la trampa del deseo,

38 A . Zem pleni me hizo nota r que el corte   puesto en evidencia en estecapítulo (mu erte-enferm edad y renacimiento-acceso al pode r de curar) se

vuelve a encontrar en la biografía de todos los tipos de curanderos. En losmarabouts   (Senegal) este elemento está presente bajo la forma de retiros

ascéticos denom inados “ xalwa” , que consagran la carrera del curandero (enlagar de condicionarla desde el comienzo, como la enfermedad y el ritoterapéutico en el culto de los rab).

Las inversiones dialécticas que se operan son, según Zempleni, innegablesen todas las curas animistas. Estas curas se basan en técnicas de nominacióne integración, en oposición a las curas islámicas que se operan por purificación

 y expulsión.El enfermo (postulante al papel de curandero) recibe súbitamente en las

curas animistas, el poder de dom inar las fuerzas oscuras (n o nom inadas ) quelo atormentaban.

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Está lejos de mi intención, no obstante, la idea de reducir la psícoM»a algún viaje metafísico. Si he registrado las experiencias inglesaafricanas, lo he hecho para subrayar la originalidad de una busqueque le da a la locura la posibilidad de hablar.

RECIBIR LA PSICOSIS

Lo que así habla es una palabra que se le presenta como tal al sujéui,pero no es él. El paciente llega a perderse como sujeto al buscaj.iflcomo objeto en su relación con el otro.30 La palabra que entonce»surge no es ya la suya, es eí tú   (que habla en una situación en la quo

el otro como tal no puede ya ser reconocido por el paciente) .10En estas condiciones se produce la reducción de la situación a unii

pura relación imaginaria. En la relación afectiva que así se crea, etotro se trasforma en el ser de puro deseo, pero también en el serde destrucción: de allí el lugar que ocupa la aparición de la agresividad en el rampo en que se despliega la locura.

Lacan sitúa ia entrada en la psicosis aproximadamente en unmomento en que, desde el campo del otro, viene el llamado de un signi

ficante esencial que no se puede recibir.41 Surgen de lo imaginariopalabras que se imponen al sujeto, y a estas palabras se aferra; ellaslo vuelven a vincular^con una “humanización” que está perdiendo

En este registro pueden situarse las tentativas de “ redención” (quevemos en los casos de que informa Laing). Estas tentativas aparecenpara proteger al sujeto en su narcisismo amenazado.

Lo que se despliega en este momento en la escena, como absorción de imágenes aterrorizantes, es algo que en realidad sólo puedo

captarse en tanto que relación del sujeto con respecto al significante.Siempre en el momento en que la relación con el otro imaginario setrasforma en una relación mortal, el sujeto introduce una reconsti-Jtución de todo el sistema significante como tal, desprendida de larelación significada (y esto va acompañado por una descomposición

30 Lacan , Sem inario del 27 de junio de 1956: “ Sería necesario hacer con>

prender que en esta relación es él el objeto; al fin de cuentas, es por buscars#com o objeto, que se pierde como sujeto” .

40 Lacan , Seminario del 27 de junio de 1956: “ ¿P or qué ocurre que parae] propio sujeto ello habla, es decir que ello se presenta como una palabra, yque esa palabra es ello? ¿ello no es él? Hemos intentado centrar esta preguntaal nivel del tú, [ . . .] El tú es un significante, una puntuación, algo para lo cualel otro está fijado en un punto de la significación” .

41 Lacan, Seminario del 4 de ju lio de 1956.

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I ilcl discurso interior). Lo que el sujeto trata de reconstituir es lo queii<« pudo ser asimilado en el momento del choque con el significante.

Porque nunca lo repetiremos suficientemente: en el momento en que• I psicótico se ve llamado a tener que concordar con sus significantes,|n ese momento hace, en condiciones determinadas, un esfuerzo que

ilrsemboca en el desarrollo de una psicosis.42Esta psicosis no tiene tanta necesidad de ser “ curada” (en el sentido

•Ir una detención) como de ser recibida. L o que el paciente buscaí ' un testigo y un soporte de esa palabra ajena que se le impone.

42 La can , Sem inario del 4 de ju lio de 1956: “ [•..] todos ustedes están, y yocon ustedes, insertos en ese significante mayor que se llama Papá Noel [...]Papá Noel, eso siempre concuerda [...] y diría más, no solamente que siempreconcuerda sino que concuerda bien Y bien, el psicótico tiene sobre nos

otros la desventaja, pero también el privilegio, de hallarse en una relación que

le plantea de otro modo. No está totalmente adaptado, no ha surgido del•ignificante. Se encuentra colocado un poco de través; ha surgido a partir del

momento en que se lo conmina a ponerse de acuerdo con esos significantes,debe hacerse un esfuerzo de retrospección considerable que culmina en el desa

rrollo de una psicosis.”

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Veremos ahora, para terminar, de qué manera en el interior del análisis mismo se plantea, a través de los aspectos didácticos, el problemade la institución.

I. L O H I S T Ó R I C O

EL ANÁLISrS ORIGINARIO

Este es, nos ¡o recuerda O. Mannoni,2 “ el análisis de Freud anteFtiess, en el curso de los últimos años del siglo xix” . Describirlo llevaríaa distinguir dos tipos de saber, el adquirido por Freud con sus maestros(Charcot y Breuer) y fundado sobre la observación clínica; y esa otra

forma de saber, más difícilmente comunicable, lograda no tanto porel deseo consciente sino más bien por los avatares del deseo inconsciente. Mannoni ve aquí el doble origen del análisis, tanto en sutécnica como en sus ritos de iniciación.

Estos dos saberes se sostienen mutuamente, se completan, peropueden también, en ciertos momentos, entrar en conflicto recíproco.El saber adquirida sufre una modificación que guarda relación conel modo en que se sitúa como objeto en el campo del deseo.

“Algo proveniente de las profundidades abismales de mi propia

neurosis se ha propuesto a que avance aun más en la comprensiónde las neurosis y tú, ignoro por qué, te hallas implicado en esto.La imposibilidad de escribir que me afecta, parece tener por objetivoperturbar nuestras relaciones [...] ¿Te ha pasado algo análogo a ti?” *

1 Aparecido en el Bulletin ({ 'Information du syndicat des THPS , nv 4,

abril-mayo du 1969.

ñ O. Ma nnoni, " L ’analyse originelle” , en Cléfs pour l’imaginaire , éd. duSenil. I9t>9. [H ay ed ición en españo l: La otra escena. Claves para lo imaginario, Buenos Aires, Amorrortti, 1972.]

3 Freud, Carta 66.

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La amistad de Freud con Fliess perturba a los analistas, y   cuandohablan de ella, lo hacen siempre con cierta reticencia. La mayor parledel tiempo reducen a una graii dimensión imaginaria la ‘'transfe-,rencia” de Freud con Fliess.

Se ha dicho * que Freud, gracias a que descubrió a través de Fliessla universalidad del tema del “padre” , pudo abstenerse de desempeñarel papel del padre autócrata con sus enfermos, aplastados ya por laautocracia. Se sabe fehacientemente que Freud. en un sueño relatadoa Fliess, se dio cuenta de su aspiración irracional: la de culpar a todoslos padres por las neurosis de sus hijos.

No obstante, la cuestión no reside enteramente allí. Lo que importa

no es tanto que Fliess haya podido desempeñar con respecto a Freud

el papel de padre, de madre, de confidente sobrestimado, sino qunhaya sido, desde un comienzo y ante todo, como en un análisis, elapoyo de las dudas de Freud y también de su saber, el pivote en tornoal cual se ordenaron (a través del discurso sintomático que desde1894 desarrolló Freud ante Fliess) sus descubrimientos más grandes.

Freud llamaba a Fliess “mi otro yo” , le confiaba lo que todavíano estaba suficientemente maduro como para ser comunicado a losdemás. En el centra de todas sus creaciones se encontraban los efectos

de su relación irracional con Fliess.“ ¿Para quién habré de escribir ahora? Si desde el momento en que

una de mis interpreta ciones te desagrada estás dispuesto a declararque el que «lee los pensamientos» no percibe nada y no hace más queproyectar en el otro sus propios pensamientos. Dejarás de ser realmentemi público y, como los otros, considerarás al conjunto de mi técnicacomo carente de valor.”

Freud mantenía una relación imaginaria con Fliess, pero en ella

existía desde el comienzo el esbozo de otro movimiento, movimientopor el cual Freud había enviado un mensaje más allá de Fliess, paraque, más allá del otro imaginario, desde el campo en que se ha hechoposible una articulación simbólica (el campo que Lacan llama “ ellugar del Otro” ) , le fuera acordado un sentido.

Esta verdad que estalla entre Freud y Fliess marca los diferentesmomentos de sus descubrimientos. Freud descubre el peso de lasimagos de los progenitores, el papel desempeñado por el Edipo, la

importancia de la sexualidad en el niño, plantea el tema de la muertedel padre en el origen de la entrada en un orden simbólico, y sabemos

4 Erik H. Erikson, Iruight and Responsability , Norton, 19(i4.6 Freud, Carta 146.

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I <|Ue sólo después de haber terminado con la interpretación de loslui'ños, Freud pudo poner fin a su amistad con Fliess, y soportar finalmente el peso de la angustia y de la soledad,

| De lo que, en el corazón mismo de esa relación, pudo servir de

ftcceso al conocimiento humano (al precio de mil tormentos, de luchasVde sufrimientos somáticos), no sabemos gran cosa a no ser por estai'liservación de Freud: “ He tenido éxito allí donde el paranoicoIracasa” .' De hecho hay, al parecer, una relación entre el conocimiento|inranoico, el saber fundado en el deseo inconsciente, y la creación del■ibjeto (psicoanalítico) que es también plena conciencia del objetoperdido: siempre el descubrimiento surge en el momento en que lainvestigación se oculta. ¿Cómo se instaura entonces una relaciónanalítica ?

| Si Freud le pidió a Breuer que lo instruyera, a Fliess (como loH'ruerda O. Mannoni) le pidió un saber que éste no poseía. Al objeto'Ib su investigación (el psicoanálisis) Freud lo situó en una relaciónfantaseada con e) deseo del Otro; bajo esta forma le llegó al nivel delInconsciente algo del orden del conocimiento, y le llegó a través de lampiración a ser reconocido.

A partir de este deseo (la pasión de una investigación) Freudarticula lo que se transformará en la experiencia analítica. Lo plantea.il mismo tiempo como una interrogación y como llave para todo

(cceso al saber y a la verdad.Este modo de abordar la experiencia analítica, tan presente ya en

I is relaciones de Freud con Fliess, está muy alejado de toda reducciónII  lina realidad, reducción que conduciría al psicoanálisis a esa formatic separación médico-enfermo que prevalece en psiquiatría, y sobre lanial se funda toda la nosografía clásica. En esta perspectiva, el anadiando estaría sometido al juicio de su analista-psiquiatra, en unavinculación regida por una relación con la norma, allí donde Freudsubrayaba con mucha precisión que la experiencia moral no debe

ntar ligada al solo reconocimiento de la función del superyó, sino queIr resume ante todo en ese imperativo que se plantea en el origen  ild análisis: “ Wo es war solí ich vverden” . Ese Yo [7c] que debe advenir es también el Yo [Je]  que se interroga sobre lo que quiere.

En su fascinación por las formalidades institucionales, los analistaslian perdido de vista el origen de la experiencia freudiana, experiencian i   cuyo curso Freud hab ía ocupado en un principio y ante todo la

6 Jones, Freud, Ufe and u'ork , Londres 1953-1957, Hogarth Press. [Haytdición en español: Vida y Obra de Sigmund Freud,   Ed. Nova, Buenos Aires.]

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posición de “ enfermo” (repitámoslo: Freud mantuvo con Fliess mi

discurso sintomático, y el segundo ocupó en esa relación el lu|(#lde un médico idealizado. A través de esa relación y de la queja dr I»

trasferencia se tejió el saber de Freud sobre el psicoanálisis). Frctld

no ocupó la posición de “ enfermo” solamente con Fliess; antes d|conocerlo, se había identificado con los enfermos histéricos de Charcol(encontramos las huellas de este hecho en sus cartas a Martha). 1

Freud adquirió el conocimiento de la neurosis gracias a esa facultadque tenía de ponerse en el lugar del “ enfermo” : era el ignorante qiwesperaba del otro un determinado saber. En cierta forma, pucdt

decirse que su análisis se confundió con el de sus pacientes: “ Kmi paciente va descaradamente bien. A través de un rodeo sorprendente,

ha logrado demostrarme a mí mismo la realidad de mi doctrina, yproporcionándome la explicación, que hasta ahora se me había eso*pado, de mi propia fobia a los trenes” .

Freud, gracias a Fliess, y a través de sus pacientes, se analizó “ coitt#si hubiera sido otro” ; su saber se veía constantemente modificado |"

los efectos de la situación trasferencial. Sólo lo comprendió despní'una vez pasado el momento en que, según la predicción de FlicttFreud debía morir (1907) y (como lo recuerda O. Mannoni) li»

necesario esperar el fin del análisis del hombre de las ratas  para que «reuniesen los dos saberes, el que provenía de las concepcinuri

de Charcot y de Bfeuer y el que tenía su origen en la experienciade la trasferencia con Fliess.

De este modo, repitámoslo, el saber teórico freudiano sufrió un*mutación como consecuencia del encuentro con Fliess, y en 190?.después de la ruptura con Fliess, Freud pudo repetir para otros |J|situación que había vivido primeramente con respecto a sí nnsmth

Los analistas han perdido de vista toda esta verdad. La formaciónanalítica ha tenido como eje no tanto la identificación del candidatocon el “ paciente” / como los desempeños que debe realizar en relaciÍBcon el objetivo fantaseado del “ convertirse en psicoanalista” . 1íl||olvidado hasta qué punto es el analizando el que hace  su análisis: han

puesto el acento en la única vertiente del analista que se supone “haejun analista, en una tradición de tipo totalmente “ clerical” . Según .cuín

perspectiva, el analista ya no es el “ sujeto que se supone sabe” , siwfl

aquel que sabe para el “ bien” de su paciente, de un paciente quitiene el status de alumno.

7 Co n “ un enfermo” con o sin enfermedad, com o lo destaca O . Mannofll

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II. ANÁLISIS DIDÁCTICO EN EL MOVIMIENTO

"A decir verdad, no tengo nada que contarte y si escribo es porque[ tengo necesidad de compañía y de que me animes [ . . 8 Esta nece-

lidad de colocar en alguna parte un interlocutor a quien le entregal« más íntimo de su ser, es una exigencia que Freud va a mantenerikirante cerca de quince años. Fliess constituye la dirección de ciertoilíscurso, es el lugar a partir del cual se funda una respuesta; cuandol''reud coloca allí su pregunta, recibe de vuelta los efectos de sentidoi le su propio mensaje, y esto constituye la marca por la cual Freud seve llevado a hacer obra de creación.

I Freud ocupa los cinco años que siguen a la ruptura con Fliess enli,llalizar este período de su vida; pero ya no experimenta más la nece-

lidad de entregarse. De este segundo movimiento  en su propio análisis,lio conocemos nada, salvo la confidencia que le hace a Ferenczi: “ Noidamente ha señalado usted, sino que lo ha comprendido también,ijue ya no tengo ninguna necesidad de revelar completamente mipersonalidad y ha vinculado usted correctamente este hecho con supitusa traumática. Desde el asunto con Fliess, que me ha visto ustedrecientemente ocupado en superar, esta necesidad ha sido suprimida” ."

En esa época (después de la pérdida de Fliess) aborda Freud elproblema de la sublimación y se interesa, además, por lo que está

en juego en la psicosis paranoica. (Hemos recordado ya aquella otraconfidencia a Fercnczi: “ He tenido éxito allí donde el paranoicofracasa” .) La doctrina de Freud, su investigación, se confunde siempreestrechamente con su propio psicoanálisis.

Pero de aquí en adelante Freud va a expresarse únicamente en suobra; allí es donde continuará su análisis.

Ahora bien, desde 1902 Freud agrupa en torno de él a discípulosileseosos de iniciarse en sus descubrimientos. Muchos psiquiatras,influidos por el fracaso de otras formas de tratamiento de las enfermedades mentales, lo consideran como un jefe. La hostilidad delpúblico y la del cuerpo médico en su conjunto a las ideas de Freud,refuerzan la solidaridad de los alumnos para con un maestro indis-cutido, que ha de defenderse permanentemente de los ataques quele han de llegar desde el exterior.

“La iniciación al psicoanálisis” tiene lugar bajo la forma de intercambio “didáctico” : el momento de una comida, de un paseo con los

8Freud, Carla 74 .9 Jones, Freud, Lije and ivork , op. cit.

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huéspedes de paso, de reuniones de trabajo regular con los nuMuW y los estudiantes que residen en Viena.

Desde el comienzo, Freud subraya las dificultades del trabaja t|)

común, las tensiones que surgen, las luchas por el predominio. ÍWcrea todo un clima que él mismo juzga desfavorable y que lo 1Im *a menudo a mantenerse a distancia del grupo.10

Si bien Freud estima que la mejor preparación para el oficio il*analista consiste en entrar uno mismo en análisis, está lejos de eiÍRllen dogma esta verdad, y durante muchos años lo vemos iniciar |médicos en el análisis, al margen de toda formación analítica clásir*Los ritos de iniciación parecen haber estado marcados por la dolití

experiencia de Freud (el saber recibido de Charcot a través de miobjeto comt'in: el “ enfermo” , y el saber elaborado en el campo de |.itrasferencia). Freud se preocupa no tanto por institucionalizar «1psicoanálisis como por mantener la doctrina a salvo de toda explittación incorrecta.

Habría podido fundar un Grupo de Investigaciones  a imagen de imgrupo de matemáticos, pero prefirió crear con sus discípulos (y *través de rupturas sucesivas) una Sociedad   de psicoanálisis (1910)Desde ese día se institucionalizó el psicoanálisis: éste se convirtió fl»la condición de acceso a la institución (social) de los psicoanalista!

 y está estrechamente, ligado a ella. Las etapas de! análisis del candidatopronto fueron codificadas, y sus "progresos” marcaron su a va ni'en Ja institución social.

Freud, por otra parte, no esperaba mucho del análisis didáctica,Lo consideraba como un método de selección y   de enseñanza.11 Elanálisis era para é! un proceso ínrompleto, que exigía ser renovadoindefinidamente.

El reconocimiento que hace Freud en 1914 12 de que son las dificultades surgidas a propósito de la enseñanza clel psicoanálisis liliresponsables de las disenciones y de las decisiones, este reconocimientoconserva su validez aun si se lo aplica a nuestros días. En efecto, en

10 Freud, On tke hisiory aj the psychcanalylic movement, collecled papen  /, Hogarth Press.

M . Balint, “ On the psychoanalytic training system” , en Interna tiona l Journal  o¡ psychoanalysis,  vot, 29, 1948,

51 Luisa X . Alvare z de To led o, L. Grinberg, M ar ie L anger, contribución^!de Buenos Aires a Psychoanalysis in the Americas , Nueva York, Int. TJniv,

Press, 1966. [H ay edic. en esp. Psicoanálisis en las Américas.  Ed. Paidóst1968. Bs, As.]

13   Herbert S. Strean, “ Some psychological aspects o f psychoanalytical trai»rnng1’ . en The psychoanalyst review,  1965-1966, yol. 52, n* 4.

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torno a la formación de los analistas se cristalizan desde 1910 todaslas tensiones y los desacuerdos más graves. A partir de la impasse   deliinálisis didáctico   se creó la primera Institución de Psicoanálisis, conli) cuerpo de didactas. A propósito del análisis didáctico los analistas

Munidos en congreso en Amsterdam en 1965 reconocieron su fracaso,lin que, por otra parte, la institución psicoanalitica (como cuerpo(ricial) fuese cuestionada ni siquiera por un instante. Y sin embargono faltan los críticos del sistema. Bernfeld 13 escribía: “ Las escuelaslie psicoanálisis están fundadas en el siguiente principio: la existenciaile instrumentos de medición relativamente simples y objetivos que lespermitan evaluar si el candidato ha alcanzado de modo satisfactorioias condiciones requeridas. En ausencia de estos criterios objetivos, landmisión, la promoción y las designaciones estarán influidas porfactores irracionales. Los docentes se convierten entonces en personajesimportantes, la mayor parte de los estudiantes sienten la sensaciónlie ganarse sus favores, confirmándolos así en el ejercicio de su autoridad y de su poder. Si bien la formación analítica es larga, la Escuela,aun siendo una escuela para adultos, desarrolla en sus estudiantes, almenos temporariamente, rasgos infantiles y pueriles” .

La particularidad de las escuelas de psicoanálisis consiste en quepoco a poco han ido asemejándose a un modelo de enseñanza médica

universitaria. Sus miembros se sienten celosos de las prerrogativas quese adquieren en el interior del círculo de los iniciados. La notoriedad

adquirida afuera del círculo constituye a veces un obstáculo para eldesarrollo de la carrera en el seno del grupo. Las luchas de prestigioson aun más agudas en los países donde la Sociedad de Picoanálisisvive separada de toda relación exterior, de toda realización hospitalariasatisfactoria. Un juego complicado de intrigas constituye el telón defondo en el que se proyectan las querellas ideológicas, las dimensionesteóricas que constituyen a menucio el pretexto “ confesable” de arreglosde cuentas que lo son mucho menos.

El candidato a analista se halla así aprisionado en este nudo de

tensiones y rivalidades, y su análisis resulta marcado por los efectosde rebote de estas querellas de cofradía, sobre todo si su analista nosoporta que cuestione o que agreda el marco institucional al quepertenece. Si no se puede reasumir en su análisis los efectos de estastensiones, le resta la posibilidad de esperar, endureciéndose, el día quemarcará su propia entrada oficial en la comunidad. El análisis nopuede entonces dejar de deformarse por la preocupación del candidato

13 S. Bernfeld, “ On psychoan alytic educa tion” , en Psychoanalytic quarlerly, 

vol. 31, 1962.

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en asegurarse una carrera (carrera tanto más aleatoria en tanto sodesarrolla, en gran parte, en una situación de arbitrariedad).

Si bien la honestidad de Freud es la base sobre la que se funda su

relación con el psicoanálisis y con la investigación, esta preocupaciónpor la verdad y por la autenticidad no la encontramos siempre en el

seno de quienes lo rodeaban ni de sus sucesores. El “ sistema” institucional que atrapa al candidato lo lleva a realizar  performances  teórica»que a menudo están muy lejos de toda experiencia clínica. Y la experiencia clínica también se encuentra falseada por las condiciones de

formación impuestas a los candidatos.

El Instituto Psicoanalítico de Nueva York castiga al candidato que

ha sido “ abandonado” .. . por su paciente. El mito de la norma pesa

en los criterios de selección impuestos y arrastra consigo su cortejo dementiras, de mala fe. U n esquema de cura-tipo es el molde que se le

ofrece al estudiante. Se sospecha de toda originalidad, se llama‘‘adaptación’.’ a la sumisión a una estereotipia institucional. El candidato a analista es apresado en el cepo del formalismo. Bertram Lewin

 y Ilelen Ross u   han mostrado de qué manera los ideales burocrático»de las instituciones psicoanalíticas estadounidenses han puesto en peligro el análisis didático hasta el punto de tornarlo casi imposible. Lamisma Anna Freud 15 concluye su informe sobre la formación de los

analistas afirmando que ningún candidato puede tenerle verdaderamente confianza a su analista. Cuando se lee la üturatura analíticarelativa al problema del análisis didáctico, se percibe que el análisisse ha convertido, en última instancia, en un pretexto: se lo sacrificadeliberadamente en beneficio del didáctico, es decir, en beneficio de uncuerpo constituido de didactas. El objetivo de una formación ya notiene nada que ver con la investigación de una relación con la verdada través de un discurso sintomático con el analista. Para el candidato

que se preocupa por “ llegar” , el objetivo primero de la formación esentrar en la comunidad de los analistas. Sólo después de haber logradoesa entrada algunos candidatos se deciden a hacer, junto con otro, untramo de análisis, en el que podrán llegar a ocupar el lugar de enfermo. En el análisis didáctico el lugar que importa (realmente) ocupar es el

de alumno; alumno a menudo ya totalmente fascinado por la imagendel analista “ jefe” , que algún día será llamado a encarnar, cuandole llegue su turno.

M B. Lew in y H . Ross, “ Psychoanalytic education” , en The United States ,Nueva York, Norton y Go., 1960.

15 Anna Freud, “ Problems o f the training analysis” , en Max E i t ingon, in   

Aíemor iam,   Jerusalén, Israeli psychoanalytic socicty, 1950.

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Gitelson 18 señala la interferencia del “ sistema” de las institucionespsicoanalíticas con el análisis de los candidatos: observa la máscara queconstituyen los rasgos “normales” de un candidato, menos libre de loque suele creerse de desempeñar el papel de neurótico. Las estructuras

institucionales están hechas de tal manera que la “ anormalidad” espasible de una penalidad que amenaza ensombrecer el porvenirdel candidato.

En los hechos, el analista interviene de manera decisiva como juez endiferentes etapas del curso del candidato. Este no puede dejar de crearuna situación que de ningún modo favorece (es lo menos que puededecirse) la sinceridad. Lo que entonces domina es la competencia.

Los analistas se interrogan desde hace cincuenta años sobre la conveniencia del análisis “ didáctico” .17 ¿No hay posibilidad de volver en

algún momento a un análisis “personal” ? ¡ Algunos institutos comienzan por él, otros terminan en él! La perplejidad de los autoresque han abordado esta cuestión es total.

El psicoanálisis mismo, a través de todos estos problemas, corre elriesgo de desaparecer de la formación de los candidatos si es que hapodido alguna vez existir válidamente en el sistema educativo represivo de las instituciones y escuelas psicoanalíticas. Si el psicoanálisis

desaparece, el cuerpo de élite de los didactas entiende que, no obstante,puede perpetuar sus privilegios. Precisamente porque este cuerpo existe

es el primero en resistir todo cambio estructural de las instituciones.Las escisiones no han engendrado nunca nada nuevo en el plano delsistema institucional. Cada grupúsculo que se constituye se estructurade acuerdo con el mismo modelo de la sociedad de la que se haseparado.

II . E L P R O C E S O A N A L I T I C O

ORDEN AMIENTO DE ALGU NAS NOC IONES CJ-AVE: PSICOANÁLISIS

ESTADOUNIDENSE Y ENSEÑANZA L.ACANIANA

Freud, en 1913,18compara la situación analítica con el ajedrez: conesta comparación pone el acento en el encuadre   de un terreno en elque tiene lugar el juego y en un  p ro c e s o ,  es decir, en el movimiento(libre) que en este terreno se despliega.

16 M ax w ell G itelson, “ The rapcutic problems in the analysia o f the «n or m al»candidate” , en In ter n alio nal Jo urn al of Psychoanalysis , vol. 35, 1954.

17 Phyllis Greenacre, “ Problems of training analysis” , en The analytic  

quarterly,  vol. X X X V , n9   4, 1966.18 Freud, "O n begining the treatment” (1 9 1 3 ), “ Reco llection, repecition

and working ihroug h'’ ( 1914), en Colleeted papers , I I ,

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La libertad de movimiento del analizando es, en realidad, ilusorilg y Freud nos muestra de qué manera desde el comienzo del análm*el paciente muestra a través de sus primeros síntomas, de sus primero*actos, de sus primeras resistencias, las leyes que gobiernan su neuroai»

Se requieren ciertas condiciones para que lo que se despliega en rlcampo patológico, que es el del análisis, se torne operativo.

El paciente, desde el comienzo de la cura, va a reproducir en Milactos lo que ha tachado de su memoria. Freud coloca esta compulsión  a la repetición  en el origen de toda situación analítica.

A l hilo conductor de todo análisis lo resume, por otra parir,mediante esta fórmula: “ wo es  war, solí ich  werden” . Es decir, quoque está planteado en el comienzo del análisis, vuelve a encontramc

al final en la aparición de un yo []e\  El sujeto avanza llevado por unsolo interrogante: ¿qué es lo que ello quiere de mí? (de mi ello ). Allídonde ello residía, en un discurso mentiroso, debe promoverse el yo\]e]   de una verdad.

A l aludir al ajedrez, Freud deja entender que si bien es posib!*'aprender en los libros cómo desplazar las piezas al comienzo  y al finnldel juego, no hay instrucciones eficaces que permitan gobernar la etap»intermedia. Y deja entender también que la dirección de esa parí'

intermedia pertenece quizás tanto al analista como al analizando.Lo que sigue en el texto muestra que si bien Freud hace referenciaa una estrategia, éstaj-emite no a una lucha entre dos personas (el tera*peuta y el paciente), sino a una estructura que es la del inconsciemi'(de uno y o tro ). Las leyes a las que Freud se refiere son las leyes dellenguaje, que aprisiona al sujeto desde antes de su entrada en rlmundo (presiden su destino), esas leyes que lo rigen sin que él lo sepa y gobiernan su neurosis.

Freud está así a la escucha de un decir. Pero advierte que el paciento

puede curar de una fobla o   de una compulsión obsesiva sin haberencontrado no obstante las palabras  que han dejado su marca al niveldel cuerpo. Una vez que ha desaparecido el síntoma, la cura debe serdirigida, entonces, hacia la búsqueda de las palabras (significantes)que han gobernado su neurosis. Y esta búsqueda se efectúa a través dela resistencia. En este segundo movimiento eí sujeto aprende a reconocer lo que de él hablaba allá (a nivel del síntoma) ; esta segunda  operación   es la que merece el nombre de psicoanálisis y lo distingue

de la sugestión.El otro eje en torno al cual se ordena el texto de Freud es el de larelación con la realidad. En un ejemplo, muestra cómo una pacientecon tendencia a la fuga reproduce con el analista su síntoma antesde darle tiempo a establecer una interpretación. E l síntoma (en su

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insistencia repetitiva) era la realidad de la paciente, realidad sometida■i] principio del placer y no al principio de realidad. ¿ Qué quiere

I decir esto?

En la literatura analítica (ya lo veremos más adelante), la relación

I con la realidad aparece como algo muy simple, como si bastara conlocarla. Ahora bien, Freud nos muestra continuamente que toda relación con la realidad se construye sobre un fondo de alucinación

 y apunta a la representación de un objeto a r ecuperar (según el principio del placer). Sólo es posible poner en juego lo que es del resortedel proceso secundario {sometido al principio de la realidad) si aIravés de los significantes se toma el camino de la facilitación. En eltranscurso del análisis, a través de una insistencia repetitiva, se precisala siguiente: la realidad es lo que en la experiencia del hombre

vuelve siempre al mismo lugar (Lacan). Tal ocurre, por ejemplo, conel papel que desempeñan los astros en el sistema delirante de Schreber.Allí se vuelve a encontrar la articulación lógica al nivel inconsciente.Planteamos, así, en principio (siguiendo a Lacan), que la realidades lo que para el hombre sigue siendo precario en su acceso;lólo es percibida en forma tamizada. La fantasía es el marco de su  te.alidad.

El hombre, en virtud del principio de placer, está a la búsqueda designos, y la elección de la neurosis se hace alrededor de la organización

ile la búsqueda del objeto perdido, del objeto original.19 Todo psicoanálisis es, según la enseñanza lacaniana, la introducciónde una fantasía desde el comienzo mismo de la cura.

Hemos recordado estos principios para fijar ciertas referencias conrespecto a las cuales se establecen nuestras condiciones de escucha.Antes de abordar lo que está en juego en el análisis, recordaré brevemente los principios que sirven de apoyo al psicoanálisis estadounidense:20 esto nos permitirá situar mejor después el sistema dentro delcual se establece un psicoanálisis en uno y otro caso.

19 I.acan, Sem inario del 18 de noviem bre de 1959, “ L a exper iencia específica del histérico se organiza en tanto que el objeto primero es objeto de insatisfacción, mientras que, por tina distinción que Freud fue el primero en ver

 y que no hay m otivo para abandonar, en la neurosis obsesiva se trata de unobjeto que aporta literalmente demasiado placer. En cuanto al paranoico,

Freud nos dice que no cree en él. N o cree en ese prim er extraño al cual elsujeto debe remitirse ante todo. Podemos ver con qué facilidad se estableceaquí el vínculo con nuestra perspectiva, según la cual lo que constituye elresorte de la paranoia es esencialmente el rechazo de cierto apoyo en el ordensimbólico, de ese apoyo específico en torno al cual se produce la división endos vertientes de esa relación con el Nebenmensch”.

30 D avid Ra pp aport, “A historical survey of psychoanalytic ego  psychology”,en Psy cko logica l issues, vo l. X, 1959, Int . Univ. Press.

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En 1937, el principio de realidad de Freud, descrito por di ntérminos de proceso secundario fue trasformado por los anaJirl *•estadounidenses en el concepto de adaptación.  Elaboraron con rlOHpropósito una teoría que guardaba relación con e] yo [moi]  autónomo

1. Para Hartmann, Kris y Loewenstein, el yo [moi ] no se desarrollaa partir del ello sino a partir de una etapa indiferenciada (posnaial)

2. Este yo [moi]  autónomo que existiría ya en la etapa indiferencintUMse inclina, ante toda emergencia del conflicto, hacia la adaptación.

3. Kris introduce la noción de regresión al servicio del yo   [mnt]4. Hartmann, Kris y Loewenstein tratan de incluir en su teoría i Ir

la adaptación el papel que desempeñan las relaciones sociales, »lespíritu de una investigación psicosociológica.

Los partidarios de esta ego psychology  han reducido el  principio fifi   placer,  es decir el proceso primario, a un conjunto de fuerzas in'litv

tivas casi biológicas; y del  principio de realidad, han hecho el principiade la adaptación a la realidad, mientras que si se siguen los textos il.Freud, se descubre que es la imposibilidad de separarse de una realicl;nlgratificante lo que acompaña al principio del placer, y que el principiade realidad es la capacidad de soportar la frustración real, EslJi

capacidad se adquiere mediante la simbolización, como lo ha mostrad"Freud en Más allá del principio del placer.  De esta manera, los ana

listas estadounidenses han sustituido el principio de realidad frfeudiatiopor la adaptación cojno meta,  y han instalado como agente u órgaii"de esta adaptación a un yo [moi] autónomo   cuya noción puetlj

encontrarse en Freud, pero lo han hecho olvidando que para Freurlel yo [moi]   figura también en el orden imaginario, por ejemplo conmobjeto del narcisismo.

Las investigaciones relativas a la ego psychology   coinciden con <1nacimiento de una nueva generación de candidatos a psicoanalistas,de origen esencialmente médico (candidatos “normales” con neurosiüde carácter e “ inanalizables” ) . Se sacrifica entonces la noción freudia*na: “wo es  war, solí ich   werden” . Ya no se trata de promover el yo[Je]  de una palabra, sino de esforzarse por asegurar la instauración deun “ yo [moi]   autónomo” con buena salud. Se cambia el rótulo deneurótico  que lleva un sujeto “ enfermo” que se inicia en el psicoanálisismedíante una queja, por el rótulo de adaptado   que se le aplica :ilfuturo profesor de psicoanálisis.

¿Qué es lo que se espera que un sujeto lleve al análisis didáctico?

La historia de una biografía familiar, la versión de las etapas de unaenfermedad, elementos uno y otro de un legajo médico ( o del Institutode Psicoanálisis). ¿Con esta historia que llevo, habré de aprender conmi yo [moi] sano  a percibir sus accidentes neuróticos? ¿Transforman»

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'lome en mi propio psiquiatra durante mi propio psicoanálisis, hastai|»c’ alcance la “fase inedia” de la cura, fase en la que finalmenteh'tidré acceso no sólo a los seminarios del Instituto, sino también al

1trabajo clínico? ¿Acaso el análisis didáctico apunta a un conocimiento

“objetivo” de la transferencia? El análisis didáctico ¿será también laaplicación de un manual de psicoanálisis, bajo la forma de trabajosprácticos?

Freud, mediante su referencia a ia teoría del juego, hablaba de los

movimientos que corresponden al comienzo y al final, y agregaba quel.l variedad infinita de movimientos que se desenvuelven a partir de laapertura desafiaba toda descripción. El campo en el que situabarl juego era el de la  fantasía.

El campo de la ego psychology  es el de la realidad , el de una realidad

ingenua (la “ buena” realidad es exterior). Este psicoanálisis, lejos derastrear al sujeto allí donde no está, y de donde puede justamentesurgir una palabra verdadera, lo cerca al nivel que se presenta, es deciral nivel del puro registro imaginario. El sujeto, protegido tras lasdefensas de su "yo   [moi] fuerte” , aprende a desconocerse un poco más.El bienestar que adquiere en su ser es pagado al precio de una duplicación de su desconocimiento.

Para nosotros, la dirección de una cura se ordena no en torno aleje dpi yo [moi] autónomo   (es decir, en la dimensión única del señuelo

imaginario) sino en torno al status  de un sujeto dividido (división enla que Lacaii nos enseña a reconocer, en el análisis del discurso,la superposición de un sujeto de la enunciación y de un sujeto de loenunciado). En el fondo, el sujeto aparece como inasible; debido a queconstituye el soporte de un sistema significante, algo llega, por la víadel discurso, a abrirse paso y a hacerse reconocer en la conciencia, através de un proceso repetitivo debido a que la realidad, en la experiencia del hombre, aparece como lo que vuelve siempre al mismolugar.21

Existe una relación estrecha entre el fenómeno de repetición y elproblema de la estructura del deseo. Siguiendo los meandros de estarelación, asediando lo que en ella está en juego, se accederá a la formadel deseo del obsesiva (a sus mecanismos de anulación), a la forma deldeseo del histérico (a sus identificaciones imaginarias), a la formadel deseo del psicótico (a las órdenes que le llegan como leyes de lapalabra).

Una vez establecidos estos puntos de referencia, ellos nos remiten:por un lado, a un psicoanálisis que tiende a la adaptación, tratándose

21 Lácan, Seminario de! 18 de noviembre de 1959.

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entonces de una ideología ; por el otro, a un psicoanálisis que prelnid*!definirse con relación a criterios científicos,  y que para hacerloordena alrededor del estudio del discurso del inconsciente.

LO QUE SE ORDENA EN EL PROCESO ANALÍTICO

1. El sujeto entra en análisis mediante una demanda   (demanda tl«curación o demanda de cura “ para hacerse analista” ; veremos poslivnórmente la incidencia de estas dos posiciones respectivas) articuladaa través de una queja. Esta demanda vehiculiza la expresión de necc>sidades, pero deja entrever lo que puede hallarse allí, lo que en ella

puede haber quedado atrapado del sujeto de la palabra.El ego psychoanalysis  confunde el registro de la necesidad con el dddeseo, y como no tiene, a su disposición los registros de lo imaginariu

 y de lo simbólico, se equivoca sobre la realidad, a la que cosifica.

2. El analizando toma la forma22 de su demanda al lenguaje;necesita pasar por el código del Otro para darle sentido a lo que tienrque decir. Pero lo que dice como sujeto del inconsciente, no sabe, noienseña Freud, con qué lo dice: ello habla en él, a través de él, sin qun

sea por tanto el yo [je]   de una palabra o de un querer. Sólo poco Upoco, a través de la pregunta sobre lo que es, puede llegar a captarlo que ello quiere de el, y el yo [Je] quiero   es ciertamente aquello queen el curso del proceso analítico tiene que reencontrar a través de loque continuamente se ha perdido, tragado por el señuelo de la necesidad.

E¡ yo [Je] quiero   (que surge como efecto del significante) se oponaal yo  [:moi  J quiere   (que se aproxima a él quiere   de una identificación

imaginaria).

3. El deseo se sitúa en el intervalo que separa el lenguaje de lademanda del lenguaje articulado.

El deseo puede definirse como un regreso del sujeto sobre sí mismoen un punto en el que se fija frente a una fantasía. Lo que trata decentrar es un objeto. No obstante, no se trata tanto de una relaciónobjetal, ni de una necesidad, sino de algo que, en relación con el

objeto, va a situar al sujeto como tal, entre la pura significación y lo que es del orden significante,21 a situarlo como sujeto en tanto ser

22 Lacan , Sem inario de] 28 de enero de 19,r-9.

zs Lacan, Seminario del 14 de enero de 1959.

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imitado (marcado por la castración) ; el analizando debe situar el

ili sro en cierto punto del discurso del Otro. A través de todo un camino

que lo sustrae a la trampa de la pura relación imaginaria con el otro,

rl analizando llega a constituirse como sujeto hablante a partir de un

liifiar donde la articulación de la palabra se le ha hecho posible.Como no establece dos niveles en el discurso del sujeto, el psico

análisis estadounidense se desarrolla en una pura situación dual

¡forzosamente pedagogizante), de donde surge la creencia de que el

fin del análisis consiste, para el analizando, en el intercambio de su

 yo [moi]   con el del analista (es decir en una forma de alienación).

I Una de las últimas respuestas del analizando, al final ele su análisis,

va a articularse en la mujer en torno a la  penis neid [envidia del pene],  y en el hombre en torno a la castración, situadas entonces una y otra

ni una relación con la realidad en la que se marca el límite del serhumano y la zozobra que 1o espera en la encrucijada de ese mismofumino en el que, en la trasferencia, habrá agotado sus demandas y la

vanidad de sus dones. Esa zozobra que lo asalta al término del análisis«■ desemparenta con la soledad que espera al hombre frente a lamuerte. Está más acá de la angustia porque la angustia, cuando

«parece, viene romo defensa y protección a cerrar   lo que en el nivel

inconsciente trata de abrirse a una verdad y a un saber sobre loverdadero (saber que la neurosis tiene generalmente por funciónocultar). Lo que el sujeto conquista en la trasferencia, a través de larenuncia a los bienes, es la asunción del conocimiento por el desvíode la ambivalencia, la culpabilidad y lo prohibido. Lo que agota son

mis síntomas de defensa (los objetos kleinianos buenos y malos) ; y porello el sujeto surgido del análisis va a poder hacer acto de creación■i través de un proceso de sublimación (definido por Lacan comola solución imaginaria de una necesidad de reparación simbólica que

guarda relación con el cuerpo de la madre).El fin de un análisis se caracteriza, lo ha mostrado Freud, por !a

introducción de un “segundo” movimiento, movimiento en el cual

el analizando retoma lo que hasta entonces había aportado a! análisis.

Una frase clave resume a veces en su brevedad el drama de un destino,

drama revivido en la transferencia (entonces se desanuda lo que al

nivel inconsciente estaba aprisionado en un veredicto de condena a

muerte, una profecía de exclusión, una predicción de enfermedadmortal). El sujeto reestructurado por el lenguaje aprende a reconocer

 y a nombrar aquello en lo que se había perdido.

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CAMi’O PATOLÓGICO Y   TRANSFERENCIA

Los sostenedores de la ego psychology  ven en el análisis una situacióndual y la describen en términos de relaciones interpersonal es.

Para nosotros, el tercero presente-ausente está allí desde un comícit*zo, desde que el sujeto entra en análisis. Este tercero presente-ausenl*es lo que surge como verdad entre el analista y el analizando, ytambién la reproducción de una estructura^ la del triángulo edípicOi

El campo del análisis es, como ya hemos visto, un campo patológico*campo que sólo escapa a la parálisis en la medida en que las defensa*del paciente no se cristalicen en las resistencias del analista creando alrun bastión de protección mutua (este bastión existe en todos los aná

lisis que “ no caminan” ).La complicidad analista-paciente, en las situaciones de resistencia

 y de respuesta a la resistencia, ha sido particularmente estudiada porlos analistas argentinos, especialmente por Pichón Riviére que h.idefinido esta situación como parasitismo del paciente con respectoal analista, situación que condena a la impotencia a este último.

El analizando conduce entonces el juego vía  otras personas (perso*ñas que rodean al analista, familia, amigos, médicos) — y este juego

termina a veces en una demanda de internación efectuada por untrvrmo, demanda que el analista habría podido circunscribir si hubiesepodido comprender fnucho antes el modo en que participaba en unproceso de alienación. A su vez, el paciente puede sentirse parasitado M

24 Cuando el análisis didác tico no ha deja do lugar al análisis (es decir, acierta dramatización vivida en la transferencia) el analista efectuará su propioanálisis con su primer paciente. Este modo de llevar a cabo su propio análisi»a través del de su paciente, no pone al analista al abrigo de accidentes quese producen en lo real y que surgen en lugar de lo que habría debido serarticulado a un nivel simbólico en el análisis llamado didáctico. Ante la impa*

sibilidad de llegar a decir algo relacionado con una vivencia corporal, el analista interpelado por la pregunta planteada por sil paciente corre el riesgo Hrretomarla por cuenta propia respondiendo a ella mediante accidentes suicidas,

somatizadones y diversas actuaciones (pagando así a través del riesgo real di*muerte el derecho a la adquisición de cierta maestría). Los analistas de estftipo son por lo general sumamente dotados. En la mayoría de los casos, elanálisis didáctico sin análisis se abre sobre una salida menos optimista: lejos di»realizarse como analista, el candidato se consagra al circuito adminitrativo tíclpoder (calcado sobre el “poder” del patrón en medicina). Su competencia

escolar le sirve para que en su práctica analítica se encuentre generalmentedefendido contra todo riesgo de interpelación del inconsciente. La orientación

de su investigación seguirá, asimismo, el sentido de un trabajo puramenteacadémico. El candidato hará, no obstante, ima carrera brillante de super*

psiquiatra-analista.

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por el analista que pierde su carácter de ambigüedad,2S para convertirse en un perseguidor o en un héroe idealizado. Se crea así una•lituación (la que, según hemos visto, los argentinos califican comosimbiótica) que engendra un bastión muy resistente, bastión en el que

se produce el naufragio del análisis. Toda una parte de la vida del analizando se encuentra en esos

momentos como tragada por el análisis; el paciente (en situación deamor o de persecución) actúa como si fuera manipulado; puede así, enun estado casi alucinatorio, vivir fuera de la sesión lo que durante sutranscurso no pudo ser llevado al decir (entonces todo lo pertenecientea la fantasía fundamental del sujeto que no ha podido emerger enel decir, es actuado mediante una sucesión de acting outs). Este modot|ue tiene el paciente de llevar su análisis es algo que al analista le

resulta desagradable soportar; y cuánto, más culpa experimenta éste,más entra en estado de defensa.

La superación de la situación patógena sólo puede tener lugar através de la capacidad de dominar lo que los kleinianos llaman unsplitting   más allá de la posición depresiva.

Se inicia entonces un proceso de reparación, que tiene por funciónpermitir que se instaure nuevamente un movimiento dialéctico (con sucorolario; los trastrocamientos sucesivos de los elementos de unproceso).

El sujeto, inmerso desde un comienzo en una identificación agresivao fragmentadora, es conducido enseguida hacia otro objeto (de deseo) y sale de la alternativa en la que estaba atrapado mediante unamaestría que se instala como efecto de significante.  Allí se introduce,como en un relámpago, el deseo de conocimiento.

El término de un análisis es el límite con el que tropieza el paciente,límite que es el mismo en el que se sitúa la problemática del deseo.Así como tantos analistas consideran la finalización de un análisiscomo sinónimo de aptitud para la felicidad, nosotros veríamos que loque el sujeto debe promover es más bien la aceptación, a partir de unaexperiencia de desconcierto absoluto, de un destino en el cual seacepta como lugar de una falta. Allí es, y no en otra parte, dondese ve llevado a hacer la experiencia de su deseo.

Las dos doctrinas psicoanalistas (la ego psychology   de Hartmann y el psicoanálisis freudiano centrado en los efectos del significanteen la estructuración del deseo) se abren hacia una ética. En la primera,

25 M ad. y W üly Baranger (M on tev ide o ), "Insigh t in the psychoanalyticsituation” , en Psychoanalysis   i b the Americas,  Nu eva Y or k, 1966, Int. Un iv.Press.

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lo que prevalece es la relación con una norma moral, la nuestra, i|Uttratamos de imponer al candidato a psicoanalista; en la segunda, tuque está en juego es del orden de una reorganización del ser, se 11  i■■de la relación del sujeto con la verdad. Esta verdad, como ya lo hematvisto, está estrechamente ligada a la aparición de un yo [Je]  en cit'iUarticulación simbólica: articulación que es de un orden distinto al <li>

una pura y simple sumisión a un superyó. Toda la concepción del análisis se halla influida por la eleccií n

teórica de la que se parte. Tanto los criterios de selección, como «Iobjetivo mismo hacia el que apunta el análisis están en funciónde aquello que desde un comienzo se encuentra privilegiado en el deseo 

del analista.  La continuación del juego depende de lo que el anali

zando va a hacer de ese deseo.

I I I . E L P S IC O A N A L IS IS , E L A N A L I S IS D ID A C T I C O

Y L A I N S T I T U C I Ó N

Al final de un análisis, el sujeto es llevado a retomar los elementmque estuvieron en juego en las motivaciones presentadas al comienzo

de la cura. Pero los retoma a partir de una posición que ha cambiadoradicalmente.

 — ¿En qué me he convertido con todo esto? — ¿Dónde estaba, pues, ese yo [Je]   de la queja del comienzo? — ¿Quién estaba enfermo?La pregunta nos remite en todos los casos a otro, que era el sujeto

de un discurso del que el paciente, a través de su queja, se hacía eco.Lo que se ordena en el curso de un análisis es la ubicación de loa

diferentes actores del drama y también la ubicación de los elementosde un discurso que se le escapaba al sujeto. La condición para qun

la pregunta planteada al comienzo del análisis se mantenga comointerrogación última del final, es la de que el analista haya podidoaceptar ser el apoyo de una apertura necesaria (esto no excluye loscasos en los que el analizando, a pesar   del analista, lleva el análisishasta ese punto).

Responder al discurso sintomático con una promesa de curaciónsólo puede llevar a otro discurso sintomático. Si ahora, en lugar del

síntoma, el analizando aporta, como única motivación, su deseo deun análisis didáctico, ¿qué es lo que va a ocurrir, por poco que elanalista responda a ese deseo? Quedará la posibilidad de que por esamisma razón se establezca otro discurso sintomático . . . y en este caso,el analizando hará su análisis como un paciente que sufre.

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l’l sistema institucional en que se halla inmerso el candidato pue-U (como ya hemos visto) tornarlo desconfiado y quitarle (por las|in  esidades de su carrera) todo deseo de rivalizar con el neurótico.Mu identificación, al comienzo, se dirigirá hacia la imagen del Patrónijiji' se propone ser un día. Situación antianalítica que, para mantéame, exige la complicidad de un didacta apresado en su propiatrmoñación de omnipotencia, ensoñación en la que, al igual que la

Bwdre de un cura, él “hace” un analista.La bibliografía analítica es bastante abundante al respecto, de

Inodo que no nos extenderemos más en este tema.liemos visto anteriormente cómo habíamos llegado a una situación

■A la que subsisten el “ didáctico” y los didactas, aunque el psicoaná-Ihis hubiera desaparecido.

Debería hacerse un estudio sobre los candidatos rechazados por

Lis instituciones psicoanalíticas. La experiencia que de esto tengo (y■pie se asemeja a otras experiencias realizadas en el extranjero) me¡ "‘imite afirmar que se trata muy a menudo de sujetos bien dotados,linceros, que le han llevado su neurosis a la institución (cuerpo so-rial) sin que el analista haya comprendido nada de esta situación.Aprisionado el analista en el formalismo de un sistema, lamentaba elfracaso de un alumno, cuando la riqueza de la neurosis del paciente

li.íbría. podido llevar al didacta (si hubiera sabido apreciarlo) a ba~ícr recorrer al analizando el camino del análisis hasta su término, es

decir incluyendo en él el deseo del analizando de ser analista. A estedeseo algunos lo asumen, mas no a cualquier precio. Este “a cualquier precio” es para ellos el sistema de una sociedad de psicoanálisisn la que, ron o sin razón, se juzga absurda, y que rechazan delibe-mdamente, logrando realizar con éxito, fuera de los moldes tradk 'o-imlesj una carrera de analista, tanto más válida cuanto que espública y se desarrolla al margen de las intrigas de una sociedadcerrada como lo son las sociedades psicoanalíticas.

Guando se produjo una escisión en una de las sociedades de Pa

rís, le hice a un colega esta observación: — ¿No cree usted que deberíamos pensar en los efectos que tienen

(obre los candidatos nuestras querellas? Algunos de ellos están profundamente afectados.

 — No son por cierto mis alumnos ■—me respondió mi honorablecolega, que añadió— : Mis alumnos son psiquiatras, gente asentada,incapaces de una emotividad como ésa.

Así, pues, yo me había equivocado al suponer que el honorablecolega pudiese tener candidatos aunque sea un poco neuróticos. No,

los suyos eran normales, y psiquiatras, por añadidura. ..

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Debemos tener la honestidad de plantear así el problema del anjllisis didáctico. Si el ser didacta consiste en poner en acto de cidmodo la fantasía de honorabilidad o de potencia del didacta, ya til»hay lugar posible para el análisis.

IV . P S IC O A N A L IS I S , E N S E Ñ A N Z A Y S E L E C C IÓ N

Si bien la comprobación del fracaso de la formación didáctica fue encierta forma el tema en torno al cual giró el Congreso de Amsterda®(1965), en el precongreso de 1967 (Copenhague) se tuvo la preofilción de plantear exigencias de los analistas no sólo en el plano de I*selección (el criterio ideal del “ buen analista” ) sino también cun

respecto a una exigencia que pretende ser científica en cuanto a|objetivo mismo del análisis.

¿Qué es lo que ha de promoverse en un análisis?

Paula Heimann20 (Londres) señala como principales los dalcnsiguientes:

1. El candidato a analista debe ser capaz de “ empatia” . Esta aptitud consiste, nos dice, en que un sujeto pueda ponerse en el lugardel objeto, es decir que debe ser “ capaz de ponerse en los zapatos ¡lol

otro” , obteniendo así el máximo del conocimiento interno del objetnEsto supone una capacidad de identificación proyectiva.

2. A su vez el psicoanalista (didacta) debe ser capaz de efectuaren la sesión de análisis “el trabajo de una persona excepcional" . Parallegar a este fin, le es preciso llegar a un work ego.

3. Citando a Gitelson, Paula Heimann comprueba que los psico»analistas, en el mundo entero, atraviesan actualmente una crisis dridentidad (se hallan en plena crisis de adolescencia, con lo que elln

implica de peligro de retomo de lo reprimido). Los psicoanalista»practican el culto del héroe, encantamientos rituales, forman pandillas y se enfrentan.

4. Refiriéndose a ¡os trabajos de Freud sobre el narcisismo, estaautora distingue un narcisismo terciario,  el de la edad madura. Estonarcisismo es útil para el trabajo creador y debe ser estimulado. Notiene los inconvenientes del narcisismo secundario (con sus efectosagresivos inesperados) ni del narcisismo primario (narcisismo ingenuodel niño de pecho).

26 Paula Heimann, “ Th e evaluation of applicants fo r psyrhoanatytic trai»ning”, en Intern ation al J ou rna l o f Psychoanalysis , n® 49, par. 4.

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I 5. La autora, citando a Solías — quien dice: “ Lo que debemos es-Pperar de un candidato es que tenga buen corazón” — , termina su

informe con una doble aspiración en cuanto a las metas a que debeupuntar el analista:

a)   desarrollo psíquico (crecimiento psicológico del sujeto), yb ) adquisición de nuevos yo [ego]   que le permitan al analista

ponerse a la altura de los descubrimientos freudianos.

Este resumen, casi caricaturesco por su forma, es no obstante elreflejo de un trabajo importante, realizado con una bibliografía compuesta de cuarenta y tres obras y artículos sobre el análisis didáctico.

Gomo respuesta a la pregunta subyacente: ¿es una ciencia el psicoanálisis?, se nos presenta con seriedad (en los cinco puntos que acabamos de resumir), referencias que remiten a nociones tan vagascomo las de una norma de “empatia” y de “ buen corazón” , o bienreferencias anecdóticas relativas a las disputas de los analistas (supermanencia en la crisis de adolescencia), para terminar de un modoperentorio refiriéndose a las necesidades “ urgentes” del momento:

1. Revalorizar el narcisismo (a condición que sea terciario); y

2   Apelar a la norma: el analista debe ser adulto y estar a labúsqueda de nuevos ego.

El yo [moi ] del analista se transforma en la norma de una realidad

que el analizando debe alcanzar (e! analista se vive a sí mismo comoun personaje excepcional, aun cuando diga enseguida que no es nadade eso y que “ es como todo el mundo” ) .

En ningún momento se pone el acento en otra dimensión: ¡ la delanalizando! Todo ocurre como si el analizando no tuviese ningúncamino que recorrer en cierta dimensión del ser. El analizando es elobjeto fabricado con miras a un tener , tener que le permitirá funcionar de un modo “ autónomo” .

Al leer este texto uno se siente aprisionado en el universo morali-

zador del adiestramiento de la adquisición de automatismos. Porlo tanto, no sentimos ninguna sorpresa cuando algunas páginas másadelante, en la misma revista, nos enteramos de que los analistasutilizan actualmente la  psicotécnica   para la selección de candidatos:investigación psicotécnica para unos (Columbia University), selecciónpsicotécnica para otros (Topeka Institute).

A esto hemos llegado: en la época del “ auge” de! psicoanálisis, enlos hechos, los psicoanalistas tienden a defeccionar. El enorme aparatoburocrático de la internacional ha “ funcionalizado” el psicoanálisis

hasta el punto de tomarlo inodoro e incoloro. Los autores, aunquereivindiquen un psicoanálisis científico, son en realidad los primeros

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en frenar todo esfuerzo científico, que inmediatamente pravtHHsospechas.

La excelente comunicación de Brian Bird27 (Cleveland) (Irla-entrever la raíz del malestar que en el presente pesa sobre el psim-

análisis. Este malestar es esencialmente estadounidense, y la aplasnuiltsuperioridad numérica de los estadounidenses en el aparato internacional es una de las causas de esa especie de descomposición en cadcnnque sufre el psicoanálisis.

Los criterios científicos de la Internacional son, como se sabe, los ili>Chicago; no hay otros. Tal es el precio que debe pagarse por Ullletiqueta de “ reconocimiento” . Esta etiqueta es la que algunos sueñanhoy con imponer en Francia; se sueña con un mundo regido por lu

Seguridad Social, en el que “ el derecho al psicoanálisis para tod'nlos ciudadanos” se concedería contra reembolso... a través de !mInstitutos de Psicoanálisis cuya marca seria la de Chicago   (de lo qu»parece desprenderse que aparentemente los criterios científicos fnin*ceses no tienen derecho de ciudadanía en este dominio).

Este polémico llamado de atención es necesario para subrayar (jnesto aparece entre líneas a todo ¡o largo del notable texto de Brí;mBird) que en la actualidad lo que asume el lugar del criterio científicoson las implicaciones pasionales y las intrigas de todo tipo.

Se reivindica al psicoanálisis como ciencia. Pero en los hechos imhay lugar para la ciencia. La organización de las instituciones, de Uenseñanza, los criterios de selección y de formación, son puramentepolíticos. Ciertas normas (la necesidad de ser médico en el Institutode Nueva York) nada tienen que ver con las exigencias analíticas. Sólodeben su existencia al peso de ciertos intereses locales (por ejemploa la defensa de los privilegios de los médicos analistas estadounidense*en la época del éxodo a los Estados Unidos de los analistas judim

europeos).Brian Bird distingue con pertinencia dos etapas en el psicoanálisis:1. El período anterior a 1940 (particularmente el período do

1920-1930), donde no había problema de selección (sino la interrogación, en el análisis, de lo que en él ocurría con el deseo de seranalista).

Este período, nos dice el autor, produjo los mejores teóricos ■ fuerontambién los más neuróticos y los “niños terribles” de las sociedadespsicoanalíticas.

A esos años (en especial en los Estados Unidos) los analistas lospasaron en cierto aislamiento: tenían la preocupación por la investiga*

27 Brian Bird, “ On can didate selection and íts rc latio ii to analysis” , enIntern ation al J ournal o j Psychoanalysis , vol. 49, 1968, par. 4

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i ión y el deseo de contribuir al desarrollo del psicoanálisis comoíiencia.

2, Luego vino la guerra: los analistas estadounidenses descubrieronr| mundo. El ejército tenía necesidad de psicoanalistas para sus traumatizados de guerra. Atrapados por la acción, los analistas, de regreson sus casas, se sintieron cada vez más renuentes a ejercer puramenteuna práctica de consultorio privado. Se difundió la moda de la media jornada analítica, con la idea de que la otra mitad del tiempo librede dedicaría a todo, excepto al análisis. La vida del analista no tienern efecto nada de demasiado excitante, y el cúmulo de actividadesId  devuelve al análisis su sabor.

Muy curiosamente, el tipo de los candidatos a análisis   cambió enforma radical (y esto coincide con la obligación de ser médico impuestani candidato). A los analistas extravagantes de los años 1920, les

sucedieron candidatos “ normales” con neurosis de carácter; si bien sedeplora el surgimiento epidémico de esta “ normalidad” nada se hacepara detenerlo, sino al contrario. (Y no obstante, señala Bird, sereconoce que este tipo de candidatos es inanalizable.)   El psicoanálisisse ha transformado de científico en curativo : la mira del candidato esla de obtener mediante el análisis una promoción en su carrerade médico.

Una vez analizado, se trasformará en superpsiquiatra, con la ga

rantía de responsabilidades hospitalarias y de una cátedra en la fa

cultad de medicina. Bird vincula de un modo pertinente la eclosiónde la ego psychology   con el nacimiento de una generación médicade candidatos “normales” . Agrega que la “normalidad” si bien predispone al candidato para una brillante carrera académica, no lopredispone en absoluto (por el contrario) a trasformarse en mejorpsicoanalista. Inclusive estos candidatos están a menudo perdidosde antemano para toda investigación desinteresada.

Los psicoanalistas interesados por el psicoanálisis llamado científicoson cada vez más raros. No se ha tendido un puente, nos dice Brian

Bird, entre los psicoanalistas puros de antes y los hombres de acciónde hoy, preocupados más por la práctica médica que por la investigación analítica. Tal es, al menos, la situación en los Estados Unidos.

En cuanto a la selección (en adelante tan estrechamente ligada a lacarrera médica) el autor se muestra escéptico en cuanto a sus resultados.

Hágase lo que se hiciere, parece decir, se corre el riesgo de bordearpermanentemente el problema. No se presenta ningún criterio serioque pueda orientar a los analistas en una selección basada o bien en un

examen psiquiátrico clásico (en cuyo caso el analista quedaría desdi

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bujado detrás del psiquiatra) o bien en tests, o sea entrevistas individuales o colectivas, o en cartas de recomendación. Lo que predominaes la arbitrariedad.

Brian Bird no se deja engañar en ningún momento por el “ carácter

científico” de los criterios invocados por sus colegas. Subraya que l.imoda actual de la empatia  es en realidad un “like me criterium"   quelo hace tanto más cuestionable. En efecto, los analistas han llegad"a esto: a valorar en el candidato lo que en él los refleja en cuanloanalistas.

¿Es preciso que se introduzca una ruptura entre el psicoanálisis y la psiquiatría? En este texto la pregunta es planteada entre líneasEl autor, en la misma sobriedad de su exposición, nos aclara inequívocamente con respecto a los efectos (los daños) de la introducción

de la medicina y de la beneficencia social provocados por la evolucióndel pensamiento analítico.

En esta situación, el psicoanálisis como ciencia está llamado a desaparecer. Si sobrevive, ello sólo será al precio de no integrarse alaparato administrativo del Estado. Viviendo al margen de todo reco»nocimiento, en un lugar en que se lo considerará maldito como lapeste, llegará a recuperar el verdor de los comienzos de la era freudiana(y a escapar a la era menopáusica que hoy lo aqueja).

Hemos visto que el problema de la enseñanza del psicoanálisis (y desu trasmisión) es un problema que, desde la época de Freud, fue causa

de rupturas  y escisiones. Lo que está en juego en este problema es laexistencia misma del psicoanálisis: convertido en una educación delego  o bien restituido a su condición de ciencia por el estudio de su rela

ción con el lenguaje.El hecho de que las divergencias teóricas no hayan servido a menudo

más que para enmascarar conflictos de prestigio o de ambición, como

todo el mundo sabe, no impide que el único modo que concebimos

de salir de la impasse   sea acentuando la profundización teórica.Finalmente, el cuestionamiento de las estructuras de las sociedades

psicoanalíticas es inseparable del cuestionamiento del sistema  (político)en que estas sociedades (como toda institución) se hallan inmersas.La interrogación se traslada entonces al modo como la administraciónvigente ha podido “ recuperar” , “metabolizar” el psicoanálisis haciendocon ello el juego a una ideología dominante preocupada por mantenerun discurso académico que proteja el orden establecido.28

28 El discurso de Lacan se opone en Francia al discurso académ ico establecido. Se intenta entonces excluirlo de las sociedades psicoanalíticas o de launiversidad. La pasión que en ello se pone sólo se iguala a la que se ejercesobre cada uno de nosotros al nivel de la censura.

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Si le he concedido tanto espacio a la experiencia estadounidense ellose debe a que el psicoanálisis francés está actualmente en situaciónlie desarrollarse y al mismo tiempo de degradarse siguiendo el modeloestadounidense.

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CONCLUSIÓN

La verdad es una perra a la que se manda  a la perrera; es necesario que se la persiga a  golpes de látigo.  (El loco, en El Rey Lear) 

Sh a k e s pe a r e

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En este libro hemos seguido una doble marcha: por una parte, elestudio de la “ enfermedad” en si misma; por otra, el estudio de la relación que la sociedad establece con ella.

En esta última relación se halla implicado no sólo el “ enfermo”i on su “enfermedad” , sino también el médico y por ello mismo lasociedad que juzga y define la “ enfermedad” . El riesgo de objetivación 1 (es decir el riesgo de que el paciente sea tratado como objeto)

no está ligado a la condición  objetiva de “ enfermo” ; a la objetivaciónpuede considerársela como un  proceso   que se desarrolla en. el interiorde la relación entre “ enfermo” y terapeuta, y por ello, en el interior de la relación entre el “enfermo” y la sociedad que delega enel médico la cura y la tutela del “ enfermo” .

No es posible cuestionar el nivel de objetivación en el que ha sidoabandonado el “ enfermo” , sin cuestionar al mismo tiempo a la psi

quiatría, a las ciencias en las que se apoya, y a la sociedad en la personade su representante: el psiquiatra.

No se niega la realidad de la locura; lo que se cuestiona es su

asimilación a la categoría de una enfermedad (mental). Esta asimilación lleva al psiquiatra a situar en   la persona un desorden, que sinduda debe buscarse en otra parte,  especialmente, al nivel de los accidentes simbólicos que han marcado el discurso familiar que presideel nacimiento del sujeto.

Las consecuencias y manifestaciones del “ desorden” que la locuradevela deben considerarse no tanto como el resultado de la evolucióndirecta de una “ enfermedad” , sino como el efecto de la relaciónestablecida por el psiquiatra (y la sociedad) con el loco.

La locura, acogida en un contexto correcto, puede constituir una

experiencia positiva; pero no puede adquirir este carácter positivo enuna situación médica tradicional. Porque en la situación médicatradicional (como lo subraya la Philadelphia Association ) , cuando unindividuo viola las reglas no escritas de su medio familiar, se encuentraante la siguiente alternativa: o castigos o atención médica. Y la

1 Franco Basaglia, L ’institution en négaiion,  éd. du Seuil, 1970.

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“ atención médica” apunta a un regreso del sujeto al estado anteriora las violaciones del código de reglas familiares. La “ atención medie.i”enmascara de este modo la experienc ia positiva que puede constituir»en tanto que tal, la violación de la regla (y el episodio de descom

pensación psicótica que esta violación implica). En particular, todo“ apaciguamiento” intempestivo de una crisis corre el riesgo de aportara la objetivación del “ enfermo” (cuyo drama consiste precisamente*en haber sido tratado siempre como objeto).

Lo que he intentado cuestionar no es tanto la naturaleza de la locurao sus causas sino el modo en que se la aprehende en el contexto socialactual.

A veces debemos cuestionar la representación colectiva del loco,concebido como ser peligroso; a veces, las estructuras de la familia y de

la sociedad (y se trata entonces de un proceso que la psiquiatría hacea la sociedad . . .).

El psicoanálisis, en la relación que instituye con el loco, se enfrentacon problemas 2 que no son extraños a los que se le plantean a lapsiquiatría; se ve, por otra parte, cómo esos problemas se reflejan enel mundo universitario.

Si he abordado en este libro la cuestión de la formación de lotanalistas, ello ha sido porque se cometería un error en disociar del

malestar universitario la crisis que existe en el mundo psicoanalítico.Si el adulto sólo puede aceptar la universidad mientras ésta sigasiendo como un can*po vacío basado en un lenguaje asegurador, las

2 En una situación médica tradiciona l, cada “ terapeuta” se encuentraproteg ido por el puesto jerárq uico que ocupa. El “ paciente” sólo cumple lafunción de actuar corno garante del status del terapeuta.

AI visitar la escuela experimental de Bonncuil, lugar llamado de antipsi-quiatría, un director de prácticas encargado de la formación de psicólogos nosexpresó su pesar por no poder confiarnos sus psicólogos. “ No hay lugar para

un especialista entre ustedes!” En efecto, este universitario se sintió escandalizado po r una situación en la que psicólogos, internos, cocineros y “ locos” seocupaban en conjunto tanto de limpiar las verduras como de preparar unacomida.

¿P or qué escandalizarse? ¿ N o correspondería acaso hacerlo ante unaformación universitaria que obliga al psicólogo a dirigirse a su lugar de trabajosólo si está provisto de sus instrumentos de medición y de su hábito depsicólogo práctico diplomado? Psicólogo que se siente desamparado si se lopr iva de su ración de tests, psicólogo mudo si es “ no analizado” . Cuan to másprofu nda es la form ación universitaria, en mayor m edida instituye una jerarquíadel saber al servicio de un monopolio y de una ideología de casta. Para obtener

un título, el estudiante debe ocultar las verdades que el profesor no soporta.En algunos casos, los fracasos de los estudiantes en la “ dise rtación” en psicología son, ni más ni menos, sanciones por delitos de opinión. Todo estudianteantitest es sospechoso.

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estructuras de las sociedades psicoanalíticas participan de la mismadosis de conformismo. Los ritos que presiden la trasmisión del saberparecen apuntar, tanto en un caso como en el otro, solamente aJmantenimiento de los prejuicios establecidos. Estos prejuicios son losque, en la psiquiatría, orientan toda nuestra relación con la locura.

SÍ Freud inventó el psicoanálisis desarticulando la situación psiquiátrica, no constituye por cierto un progreso para el psicoanálisisaproximarse en nuestros días a aquella misma situación inicial (y asíocurre, por cierto, en el terreno de los servicios públicos).

Paradoja de nuestra época: en el momento en que el psicoanálisisestá en vías de perder su originalidad radical, a la que debe sueficacia, es puesto al servicio de todos. El psicoanálisis sufre en nuestrosdías una mutación tecnocrática que lo liga al poder que lo instaura.Diversos centros de “ atención médica” a la manera de ciertasfábricas forman en la actualidad su propio personal de analistas,analistas de “calificación limitada” para “uso exclusivo de los centrospúblicos ( . . . ) ” Esta formación de una categoría menor le asigna porfuerza al análisis el sentido de una pedagogía normativa.3

El proselitismo practicado con la detección de las perturbacionesdenominadas psicológicas constituye, en relación con nuestro tema,el principal peligro de nuestra época: este rastreo que en ciertas

escuelas se efectúa desde el jardín de infantes, culmina en consejosque recomiendan una reeducación, allí precisamente donde la educación brilla por su ausencia.

 Todo nuestro sistema médico-administrativo está basado en eldesconocimiento de criterios científicos; de manera tal que el psicoanálisis, como tiende a aplicarse en los servicios públicos, correel riesgo de no poder subsistir más que bajo la forma degradadade una psicotécnica. (Se desconoce entonces el peligro que le hacecorrer al niño cierta forma de monopolio de la “ atención médica”cuando se “ psiquiatriza” precozmente su “ caso” .)

3 En algunas facultades se forma actualmente una categoría de  psicote ra    peu tas de apoyo.  Se prepara en ellas — en forma similar a los psicólogos defábrica, a “ terapeutas de apoyo” . . . al poder establecido. De ese modo, seintenta form ar p rofesionales dóciles que no cuestionarán las estructuras actuales

de las instituciones para débiles o psicóticos.Los psicólogos tienen plena conciencia del condicionamiento de que son

objeto y del escándalo   que constituye el carácter perimido de su formaciónuniversitaria (formación partidista, preocupada por impedir el surgimiento detoda verdad perturbadora). Los muy escasos ayudantes que se distinguen poruna real capacidad {capacidad que supera amp liamente a la de profesores

afamados) son acusados de demagogia y corren el riesgo de verse bloqueadosen su carrera.

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 Todas estas cuestiones han sido abordadas espontáneamente por lo»estudiantes de medicina y de psicología en mayo de 1968 (estudíame*de primero y segundo año no influidos at'm por ios efectos de la formación universitaria). El problema de una renovación de la psiquiatTÍi

se halla vinculada para ellos, con el cuestionamiento de la íornmdel régimen.

La politización de la acción estudiantil permitió que se develara uilltverdad susceptible de prometer un progreso científico. El movimientode politización surgido a los quince días propuso reformas, con la espivranza de poner fin a la protesta. Ésta había permitido que se constitn

 yera un movimiento masivo de desmitificación del personaje médico' y de su poder. La despolitización les hizo el juego a los que imrenuncian a la conservación de los privilegios. La conservación de luíprivilegios implica en el médico una especie de creencia mística rnsu “ misión” , misión que haría de él, con pleno derecho, el herederode una función sagrada. La demanda social le crea un lugar il“ personaje” del “ jefe de camarilla” (patrón). En cuanto a la respuestadel médico — su aceptación o no de colocarse en ese lugar (aunqufrfuera en el plano imaginario)— dependerá del tipo de relaciónterapéutica que va a establecer con el “enfermo” , principalmente enel psicoanálisis. Antes aún de la iniciación de los estudios médicos, el

estudiante corre el riesgo de alienarse en la fascinación que ejercosobre él el status del jefe de camarilla (el peligro es idéntico en psico-]análisis), y esto puccíe pervertir toda su relación con el trabajo.

Sabemos por Freud que la única formación válida para un analistareposa en su propia capacidad de identificación con el “ enfermo” , yallí se sitúa el origen de una instauración no segregativa de las relaciones médico-enfermo. Pero los estudios médicos están concebidospara defender al estudiante contra este tipo de identificación. El hechode que todos estos problemas cruciales hayan sido planteados por losestudiantes en el curso de los acontecimientos de mayo muestra que sesintieron directamente implicados en estas cuestiones.

Atrapado en el proceso dialéctico del cuestionaniiento, el sujeto(como ocurre en el análisis) se encontró descentrado en relación contoda conciencia de sí. Habiendo entrado en otra estructura, su palabrapudo liberarse a partir de otro lugar. Y los estudiantes, en su impugnación de la psiquiatría, propusieron (sin conocerlos) los mismostemas que habían expuesto en octubre de 1967 en París *   Laing,

Cooper y el grupo de la Philadelphia Association: el efecto escanda

4 Enjance atienes  //, en Récherches , diciembre de 1968.

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loso había llevado entonces al pi'iblieo (o a las autoridades universitarias) a enmascarar una verdad   intolerable.5

La referencia sociológica, léase “humanitaria”, de ciertos antipsiquiatras estadounidenses, no podía ser más objetable; pero la cuestión

110 residía allí. Psiquiatras y psicoanalistas franceses se ocultaron detrásde objeciones teóricas justas para negarse a prestar oídos a un materialclínico raro (se trataba del reconocimiento, por parte de los antipsiquiatras estadotinidenses, del papel que desempeñaba la categoríadel goce en la relación con el “ enfermo mental” ) .

Nadie prestó atención entonces (excepto Lacan, en su discurso declausura) al aporte positivo constituido por un testimonio despojadode todo el aparato convencional que constituye nuestra protecciónfrente a la locura.

He aquí una cuestión importante: está relacionada con las cuestiones más actuales y más candentes que conciernen a la trasmisióndel saber (y al modo en que, en nuestro sistema, el saber debe permanecer vaciado de todo poder de trasformación real, cosa que no dejade tener influencia en la orientación académica que se le da a lainvestigación).

En su preocupación por cambiar el sistema médico que !a psiquiatría toma como punto de referencia, los estudiantes de mayo y losantipsiquiatras intentaron plantear su interrogante no tanto con

respecto al “ enfermo” sino ai discurso mutilante en el que aquél sehalla atrapado. De este modo, la cuestión que se planteó fue !a de losdererhos del individuo. ¿Es preciso continuar defendiendo a la sociedad contra la locura, o es la libertad del loco la que exige ser defendidacontra una sociedad que io tolera mal?

Este problema de la libertad ha sido, en el curso de la historia de lapsiquiatría, abordado políticamente en dos direcciones diferentes, yaún en nuestros días somos tributarios de estas opciones.

1. La sentencia producida por el tribunal de Dresde planteaba conrigor las relaciones que la soc iedad debía mantener con la locura. Eltribunal defendió aquí los derechos burgueses  de la persona (los de uneminente presidente del Senado) : el defendido no era derrochador yno hacia correr ningún peligro al patrimonio familiar, cosa que facilitóla tarea de los jueces.

Lo que hay de notable es la comprensión de que dio pruebas e!tribunal en el modo en que optó, al fin de cuentas, por lo antisocial.

r'   A través de reformas en el caso de los estudiantes o del rechazo glob al dela posición de la antipriquiatría en el Congreso. Véase también ftmile Cop-ferman, Problemes de la jeunesse,  París, ed. Maspero, 19ñ7.

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El tribunal decidió que el demandante estaba loco, pero que debí¿Hrespetarse su libertad de loco. Los gritos del demandante, si biendebían importunar al vecindario, se asemejaban al delito de alborotonocturno, pero no tenían por qué constituir un motivo de internación.

El juicio de Dresde (y el escrito de .Schreber) constituyen el modelode una reivindicación “ anarquizante” , y sin duda ésa es la orientaciónen la que se sitúa la antipsiquiatría (cuando no se deja recuperarpor una ideología caritativa).

2. La otra reivindicación de libertad es revolucionaria,  pero nc>puede serlo sin tener una preocupación social: la de reformar la  sociedad   en lugar de defender al individuo. En esta perspectiva sesituarían las investigaciones psiquiátricas francesas.

E¡ problema no es simple: ¿debemos dejarle a la locura la libertaddr hablar (corriendo entonces el riesgo de poner en peligro la sociedad)o debemos crear una sociedad menos alienante (sofocando entoncesen el individuo lo que busca expresarse como decir de verdad) ?

La alternativa está siempre en nosotros.  Nos sentimos tentados arechazar nuestra locura, y es esta represión la que nos interpela en eldecir de la locura del otro. Este es el motivo, por cierto, de quéel mecanismo de censura (y de exclusión) intervenga de un modotan brutal.

Estas cuestiones fundamentales, si bien es cierto que lograron serplanteadas en rnayo dt 1968 (como se plantearon en las revolucionesdel pasado), no tuvieron después ninguna continuidad. Las reformasintroducidas proceden de una preocupación por la reglamentación delos estudios y la reglamentación de la red de cuidados mediros, perono aportan ningún cambio verdadero al espíritu de la psiquiatría. ]

En lugar de vernos ante un examen de lo que es la actitud de lasociedad c.on respecto a la “ enfermedad mental” , iros encontramos ante

opciones administrativas que tienden a la defensa del monopolio delos cuidados médicos y que corren el riesgo de causar sobre todo unaagravación de la situación imperante en lo que concierne a la psiquia-trización de los problemas de la infancia. Entramos en la era de la“ atención psiquiátrica obligatoria” a un ritmo tal, que no sería extrañoque aparezca una “ enfermedad psiquiátrica” provocada por el abusode los diagnósticos v consultas de higiene mental, que se superpongaal malestar de vivir inicial del paciente.

La inadaptación puede, en ciertos rasos, ser un factor de salud. Elhecho de que el decir verdadero en nuestra sociedad sólo puede-expresarse en la delincuencia o en la locura, pone en evidencia lo quefunciona mal en nuestro sistema.

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Cítenlos, en particular, el caso de la formación de “ psicoanalistasde niños” , cada vez más ajenos a toda práctica del análisis de adultos,lo que orienta muy a mentido las curas en torno al síntoma “ niño” , sinque haya aclarado el lugar ocupado por el niño en la problemática

de la pareja de sus progenitores. El psicoanálisis y la reeducaciónvienen entonces a perpetuar una aberración que se sitúa en otra partey   no al nivel del niño. A l ocuparse únicamente del niño, se lo rechaza  corno sujeto.

 — Mi hijo — me dice una madre (habla de su hijo delincuente, de25 años)— me ha costado una fortuna. Materialmente hemos hechotodo lo que hemos podido por é l: psicoanálisis desde los 4 años, reeducaciones, escuelas especializadas, no le hemos escatimado nada.Si se lo hubiese puesto en medio de campesinos elementales y sin

instrucción, los resultados no habrían sido peores. Y, ¿quién sabe?,quizás habría escapado a la droga y a la influencia del medio.   De ese fracaso, toda responsabilidad es mía — continuó la

madre— . He utilizado el psicoanálisis para tenor la conciencia tranquila. He hecho trampa. Enviaba a curar a un niño que tenía todaslas razones para rebelarse contra el infierno que le estaba creando. M imarido ha sido un santo. Somos, ante los ojos de los demás, unapareja perfecta. Sin embargo, nadie ha sospechado jamás el infiernocotidiano que yo fabricaba . . .

 — ¿Lo que trata usted de subrayar es el fracaso del psicoanálisis? — No, el del sistema. Hemos tenido lodos (contra este chico) unacomplicidad de policías . ..

Estas cosas son las que debieran invitarnos a realizar un estudiosistemático de los fracasos de las curas que se llevan a cabo. Ünica-mente este trabajo podría aclarar lo que lia sido desconocido o falseadoen el curso del proceso analítico.

En este cuso ejemplar, no sólo se cuestiona a la familia, sino tambiéna la sociedad. Su sistema de “ cuidados” contribuyó a la fabricación

de un delincuente, puro producto de un universo kafkiano que jamásse cuestionó.

El trabajo clínico del psicoanalista puede inscribirse, en nuestrosdías, en un sistema médico-administrativo que participa de la alienación social. So “ psicoterapiza” en cadena a niños que no saben porqué se los lleva al dispensario. Los padres se hallan, por lo general,colocados fuera del juego. Los analistas, mujeres en su mayor parte,tienen la tendencia inconsciente a “ raptar” el hijo al padre “ malo”reemplazando a menudo al padre (a quien se juzga demasiado débil,

demasiado fuerte, demasiado ausente, en resumen, demasiado cual-quicr cosa - es un indiferente— ■). Sería preciso deslindar en su inicio

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toda indicación de psicoterapia de servicio público de la demaniUsocial en la que desde el comienzo se ve atrapada y pervertida Udemanda de consulta.

El encuadre en el que el psicoanálisis ha sido llevado a desplegar»»

compromete durante la mayor parte del tiempo las condiciones necMsarias para su existencia misma. Esto es más sensible aún en el dominiode las psicosis infantiles. Porque el niño es objeto de un monopolio do“ cuidados” que, en los hechos, excluye al psicoanálisis, porque cst<último sólo es tolerado si se lo somete a un sistema que lo aliena.

Guando una sociedad sueña con establecer una organización di’

“ cuidados” , funda esta organización en un sistema de protección qu#significa ante todo rechazo de la locura.

De un modo paradojal, “ el orden de los que curan” promueve an(la “ violencia” en nombre de la adaptación.

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I. C A R T A D E U N A E N F E R M E R A

Sé que es absolutamente inútil quejarse de las estructuras hospitalariaspuesto que he elegido participar en esa aberración.

En el servicio hay un enfermo que antes pintaba mucho y como es

un muchacho encerrado en sí mismo, el único medio de aproximación

eran sus dibujos. Un día me llamó para comunicarme que había iniciado una gestión para obtener el material necesario a fin de montar

un taller de pintura.

AI día siguiente hablé con el “ staff” . Se me dijo que esa solicitudno era válida puesto que se trata de una “relación dual . . Desdeentonces, todas las tardes este enfermo vuelve a acostarse totalmente

borracho y el médico interno no ha intentado hablar con él.

Hay un joven, a la vez débil mental y psicótico, que no emite más

que sonidos . . . Un verdadero animalito atemorizado. Muchos otrosalcohólicos, además del resto . . .

A veces me pregunto cuál es el objetivo que me llevó a trabajar

en psiquiatría., , ¿Por mí o por ellos? Creo realmente que era porellos, pero dado como ocurren las cosas, uno se cuestiona a sí mismo

porque es tan poco lo que verdaderamente se hace por ellos. Entonces,

¿es válido este juego? ¿Hacer como si no existieran? ¿Pasar al hospital general? ¿No sería acaso la misma comedia y en cierto sentidopeor? Sería incapaz de someterme al rendimiento automático y siento

horror por la jerarquía.Entonces, ¿por qué la elección de este oficio de enfermera, en primer

lugar? Elección muy egoísta porque quería hacer algo para los otrosa fin de encontrarme menos encerrada en mi silencio, Y en ese sueñode una noche en el que vuelvo a encontrar a un enfermo mental queemplea palabras para otros y que lame la sangre y el pus de un heridoque está acostado sobre una camilla no puedo dejar de relacionar lasnociones de reparación, de sacrificio, de chivo emisario. Lo que estádebajo del truco del sacrificio, de la cabeza de turco, es aquella

educación religiosa de la infancia.

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Aquí) lo que se vuelve a cuestionar es toda la sociedad . . . Y nuquiero más ser enfermera.

M e siento bruscamente perdida, ya no sé cómo ver las cosas.Evoluciono en el absurdo.

M a r ie - F r a n c i»

I I . E S CU E LA E X P E R IM E N T A L D E B O N N E U IL -S U R - M A R N E i

El 12 de setiembre de 1969 2fundamos, con la ayuda de amigos y en elmarco de la ley de 1901, un Centro de Estudios y de Investigación!"!Pedagógicas y Psicoanalíticas, que se dio como misión principal lucreación de una escuela experimental abierta a cierto tipo de niño»con dificultades, en una perspectiva de no segregación. Para realizarnuestra experiencia de vida comunitaria no quisimos que los niñosfueran más de quince.

El señor y la señora Guérin tomaron bajo su responsabilidad lacarga financiera qxie representaba la adquisición de una casa y suamoblamiento. Asumieron también el compromiso de los honorariosde la dirección de la Escuela, cuya creación hicieron posible.

El consejo de administración está compuesto por la familia Guérin

 y por el padre de un niño inscripto en la escuela. Los consejerostécnicos de la asociación son el doctor Lefort y yo misma. Desde el

#

1 Este lugar denunciado po r los italianos {Espresso   del 21-12-1969) comolugar aristocrático   es en realidad un Centro de Formación (de des-formación)que se inscribe en un movimiento popular de cuestionamiento de las instituciones, movimiento que inició en Francia en 1920 C, Freinet y en la U R S SMakarenko. La administración utilizó en aquella época todo su poder parabloquear   lo que intentaba abrirse a los efectos de la verdad. Freinet y Makarenko chocaron durante toda su vida con la incomprensión y la hostilidad de

los maestros establecidos. Sólo fueron reconocidos después de su muerte. Lareforma introducida en nuestros días por los analistas que cuestionan lasestructuras tradicionales de las instituciones es igualmente mal tolerada.

2 12 de septiembre de 1969. Declara ción en la prefectu ra de policía . Centrode Estudios y de Investigaciones Pedagógicas y Psicoanalíticas. Objetivos:

promover investigaciones pedagógicas y psicoanalíticas relacionadas con losprob lema planteados por el retard o y la psicosis en el n iño ; crear una escuelaexperimental para proporcionar una oportunidad de recepción a cierto tipo deniños con dificultad es; favo rece r los contactos con los niños “ normales” mediante actividades de esparcimiento en una perspectiva de no segregación;

completar la formación de los educadores, psicólogos e internos ofreciéndolesposibilidades de realizar permanencias en la institución; promover seminarios,conferencias y congresos, así como viajes de estudio e intercambio con loscolegas extranjeros (docentes y psiquiatras). Sede social: 63, Ru é Pasteur,Bonneuil-sur-Marne.

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comienzo colaboraron con nosotros el doctor J. Ayme y el señor PierreFedida. La doctora F. Dolto se ha unido a nosotros y podremos asíbeneficiarnos con su experiencia.

El equipo que trabaja en Bonneuil se compone de tres personas de

tiempo completo (de los cuales dos reciben un salario) y de trececolaboradores, en su mayoría psicólogos de La Sorbona.8

Los asistentes sólo son aceptados si aceptan a su vez abandonar susinstrumentos de medida para integrarse, exponiéndose con ello, a unestilo de vida. Trabajan como asistentes generales, o bien ocupan unafunción específica en actividades creadas por ellos: cerámica, pintura,teatro3títeres, expresión corporal, mímica, cuentos de hadas, cancionespopulares, música.4 El equipo se reúne todos los sábados para analizarel trabajo efectuado al nivel de la institución. En efecto, lo que debe

funcionar como instrumento terapéutico es la organización institucional.

EL ORIGEN DE LA INSTITUCION

Muchas personas conocieron el trabajo que algunos de nosotros lle

vamos a cabo en el consultorio externo médico-pedagógico de Thiais.La ruptura entre el equipo de analistas, médicos y educadores, poruna parte y la administración, por la otra, se produjo debido a dosmotivos precisos:

1. El problema de la reorganización institucional se planteó conagudeza el día que tomamos conciencia de que era inútil introduciren un establecimiento psicoterapias individuales, cuando el sistema

s Gatherine Bautruche, Jean-Jacques Bouqn ier, Aga the Biancherij Mich eline

Fodor, Fran^oise Fort, Annie Grossor, Boris Koltirine, Marie-Fran^oisc Lava!,

Annie Lohéac, Guy Sapriel, Ninette Succab, Florence Stevenin, GatherineWaysfeld.

4 Quizás haya alg o de provo cación en la solicitud que elevamos con el finde que la Educación . Nacion al reconozca a la escuela, puesto que planteamosdesde el comienzo fel principio de la ausencia de escolaridad, Lo que con elloqueremos cuestionar es el modo como se ha utilizado la escolaridad obligatoria

como domesticación para que los individuos no se pusiesen un día a pensarfuera de las normas admitidas.

Nuestra preocupación no consiste en enseñarles la gramática a los niños dela escuela experimental, sino en permitirles ante todo vivir, y después sercreadores, según su propio genio, Son siempre ellos los que en un momento dado

formulan la exigencia de una escolaridad. En este dominio es preciso volvera pensarlo todo en forma radical. La educación especializada, tal como se le

enseña, es un absurdo.

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represivo en el que se hallan atrapados adultos y niños provoca depresiones en los educadores y actuaciones agresivas en los niños. 1 i

 jerarquización del personal, el encasiliamiento de las actividades, la núinserción de los niños en una realidad cotidiana, provocaban un

bloqueo en el circuito de intercambios. Y allí estaban los trabajiude G. Lévi-Strauss para recordarnos que cuando se produce un bloqueoasi, el grupo degenera y en él los individuos se mueren literalmentepor no poder encontrarse en una situación que les permita srrcreadores.

La administración apeló a la Protección de la Infancia para impedirque se instalara en su establecimiento la subversión. El equipo renuncióen bloque, pero se hizo todo lo posible para silenciar el escándalo do

una reunión colectiva. Desde entonces se amplió el externado médico-pedagógico de Thiass, se lo dotó de nuevos locales, pero ya no sflaceptan psicóticos en él. Y allí precisamente se juega, en nuestrosdías, una carta fundamental: a los psicóticos o bien se los internn

 y entonces en el asilo se transforman en “ monumentos para psiquiatras” , o bien se trata de lograr que salgan de su estado; la empresaes larga, y no puede tener éxito más que a través de un radical cuestio -namiento de la institución.

2. El otro motivo a partir del cual se llevó a cabo nuestra rupturafue nuestra posición en cuanto a la orientación profesional. Estábamos

persuadidos de que el aprendizaje con un patrón valia, para todo tipode niños, mucho m áf  que un internado especializado, única soluciónque se ofrecía después de la edad fatídica de los 14 años. Los hechosnos dieron la razón. Pero la administración juzgó inadmisible estaposición no segregativa.

Este ejemplo de Thiais sólo merece ser citado porque puede multiplicarse por cien o por mil dado que con él se cuestiona lina concepción

conservadora de los problemas de la salud mental.Si hemos contribuido al surgimiento de Bonneuil fue para que

pudiera existir un lugar que podría denominarse antipsiquiátrico en elque los niños volvieron a aprender a vivir en lugar de verse destruidospor una demanda de adaptación (que muy a menudo no es otra cosaque adaptación a una estereotipia institucional).

Si bien asumimos una actitud antipsiquiátrica no hacemos nuestra,sin embargo, la teoría que la sustenta. Nuestras referencias teóricas

son referencias estructurales. El oí den humano, es decir un orden  simbólico,  se instala en tomo a ciertas leyes   (prohibición del parasitismo, prohibición del incesto), y también en torno a estas leyes el niñoaprisionado por esa máquina significante llega a reencontrar una

 palabra personal   y a situarse de modo diferente en relación con su

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deseo y el deseo del Otro. Retomaremos esto, enseguida, a travésde ejemplos vividos en la institución.

EL FUNCIONAMIENTO DE LA INSTITUCION

El nacimiento de una institución  5 ha significado para nosotroslo siguiente: el nacimiento de una cosa (de un trabajo) instituidapor los niños mismos, que se trasforman con los adultos en guardianesde las reglas   que se elaboran para que la vida en común sea posible.

La cosa instituida   es el Consejo de Cooperativa elegido por losniños, que aprenden a administrar un presupuesto (e l de la alimentación) que disponen del programa del día y eligen a los responsables

de las diferentes actividades (seguimos aquí a Freinet, pero tambiéna Makarenko).

La vida en Bonneuil, con niños llamados psicóticos, pero tambiéncon débiles mentales y ron anoréxicos escolares, se organiza en tomoa dos ejes: la cocina y las compras   (el establecimiento de un presupuesto y una contabilidad) y las relaciones con el exterior   (intercambio con otros niños, otras escuelas) a través de la pintura, un dia

rio que hay que imprimir (se sepa o no leer y escribir), y el registro demensajes (con el fin de que no se privilegie únicamente la escritura).

 Junto a estas actividades básicas, existen actividades anexas:1. Las charlas de la mañana, reuniones en las que los niños hablan

de su casa, de sus proyectos, de lo que no funciona bien.

2. Las reuniones del Consejo dos veces por semana (dos niñosasumen la presidencia y la vicepresidencia), reuniones en cuyo cursose reconsidera todo lo que se ha dicho y se ha hecho; tanto en losdiversas talleres, como en la calle cuando ha habido alguna intervención policial.8 Se reconsidera allí todo lo que puede haber afectadola reputación de Bonneuil, todo lo que se ha infringido y que guarda

relación con las reglas establecidas. Se trata, mediante estas reuniones,de hacer entrar en una articulación simbólica todo lo que se fijabacomo quejas y reivindicaciones propias del orden imaginario. En ellas

5 F, Tosquelles, J. Oury.

6 Hem os tratado de educar a esta policía, provocand o tina reunión con elcomisario que debía informar después a sus hombres del sentido de nuestra posición antisegregativa. La policía ha terminado por renunciar a buscar a losniños que se fugan a las casas vecinas. Propo rciona nuestro número d e teléfono

 y somos nosotros quienes nos esforzamos no tanto por recuperar al niño cuanto

po r “ educar” al vecino quejoso e introducirlo en las nociones “ antipsiquiátricas” .

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se analiza todo lo que obliga  7 (obligación de respetar el derecho a vivirdel vecino, obligación de dar y de recibir en el orden de los intercambios) . Se tropieza con el inconsciente del grupo, con el inconscienli’individual, con todo lo que ello supone a veces como presión de partn

de un superyó amenazante y vengativo. Esta ley inconsciente del grupoestructura lo que nosotros instituimos.

Del mismo modo como el niño debe poder reconocer en la madirla palabra del padre, asimismo, en una institución, lo que es precisoesclarecer es todo lo que irrumpe a través de conversaciones de tipodual 8   ( conversaciones en cuyo curso hay siempre uno que se hallaexcluido), Lo que se debe esclarecer es todo lo relacionado con Inley de existencia del grupo. Las reuniones sirven para poner en esce

na todo lo que se desprende como demandas formuladas en el grupo,Al velar por el intercambio de informaciones (informaciones que

se refieren tanto a los proyectos de construcción, como al problemade las fugas), la institución lucha contra la muerte. Se hace puescontinuamente referencia a lo que pasa en el exterior: el sistema decorresponsales, los intercambios de regalos, son elementos esencialelpara la vida del grupo.

3. Las otras actividades conciernen principalmente a la expresión

corporal, movilizan lo que se encuentra a veces bloqueado por unarelación del niño con una parte de su cuerpo a la que considera unobjeto extraño. Juegan con lo que puede decirse en el ritmo peroque no logra entrar en la palabra. Se tiene en cuenta también lo quepueden fabricar las manos, en la relación muy particular que el niñoestablece con la tierra. Se realizan tareas creativas solitarias y colectivamente. Y se crea con tanta más voluntad cuanto que se ha adquirido el derecho a negarse a hacerlo. Lo que no puede decirse conla tierra se dice a veces a través de la pintura. Lo que nos preocupa

es abrirles a los niños al máximo una gama extensa de posibilidades de creación artística.

La vida en los talleres incluye también el establecimiento de uncampo de lenguaje.3 Una palabra puede nacer de un campo de lenguaje pero nunca de una cacofonía.

7 G ine tte Michaud .

6 Gin ette M ichaud , “ Tr an sfe rí et échange en thérapeutique institutionnelle” ,en Rev ue de Psycholhérapie Ins t itut ionnelle , :r 1, Frangois Tosquelles, “ Intro-

duction au probléme du transferí en psychothérapie institutionnelle” , en Revue  de Psychothérapie I nstitutfonnnelle , n9 1.

9 F. Tosquelles, Structure et Rééducation thérapeutique , éd. Universitaires,París, 1967.

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En cada grupo hay un responsable de las reglas instituidas. Sepermiten todas las fugas individuales, siempre que se asegure la permanencia del trabajo colectivo. Lo único que está prohibido es impedir que el vecino trabaje o “ viva” . Los que huyen vuelven por sí

mismos o son traídos de vuelta por la policía. Muy pronto este síntoma, al igual que los otros, desaparece, porque el niño descubre quees una moneda sin valor en la institución.

 Todo niño que trabaja con sus manos es un niño que ha pasadopor períodos de rechazo y de evasión plenamente autorizados. Todasestas crisis se reconsideran siempre en el consejo y son comentadaspor lo niños, que son sucesivamente jueces y terapeutas:

 — ¡Ah ! — le decía Rémy a Charles— , si pudieras expresar tucólera con palabras, me fastidiarías menos y te fastidiarías menos

a ti mismo.De este modo, lo que se dice y lo que se crea en los talleres seconsidera siempre en los Consejos, para que la casa viva de los aportes de cada uno.

 Tenemos por una parte objetos   que intervienen como mediacionesen las relaciones de los individuos entre sí, y por otra parte el sujeto, sujeto que según la enseñanza de Lacan es un sujeto vacío, que sólose define como lugar de relaciones. No sabemos quién es el sujeto,as! como no sabemos lo que es un electrón, pero sabemos cómo se

comporta en medio de ciertas relaciones. Para que podamos captarlo que ocurre, nos es preciso delimitar un campo, y en este campohacer funcionar un dice que no   con sus efectos referenciales.

Ocurre que un niño le dice a un adulto: — No haces respetar la ley de la que eres guardián.Dice una verdad, porque con frecuencia es a partir de ese mo

mento que ya no hay palabra posible.Si el niño se vuelve atento a un cuerpo de reglas, ello ocurre por

que ese cuerpo de reglas constituye el mínimo sin el cual la relación

de los seres humanos entre sí está condenada a morir.Y ahora vamos a hablar de lo que se dice al nivel de los niñosen la institución establecida. A partir de ello se comprenderá loque se deriva de la experiencia, en tanto que ética.

LA VIVENCIA DE LA INSTITUCION

En un comienzo los niños nos preguntaban: — ¿Ésta es una escuela de locos?

Después de dos meses de funcionamiento, se les pudo devolver lapregunta bajo la siguiente forma:

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 — ¿Quién tiene aquí necesidad de un loco para sentirse bien?Observamos que todo escándalo (irrupción en las casas vecinni,

conflictos en el mercado, exhibiciones ante transeúntes) tenía conmsoporte a un niño que, mediante sus palabras, manejaba a otro par.i

hacerlo funcionar como loco. Esto fue tratado en el Consejo en muchas oportunidades.

 Tuvimos como huésped de tránsito a un niño muy afectado, ¡iquien sus camaradas designaban como “ la bestia humana” . Debimt>'¡separamos de él momentáneamente, por el bien de él y no de lo»otros. Su función en el grupo era la de permanecer, en cuanto desi’cho, como excluido, como paria. A partir de allí los otros niños pudieron efectuar progresos espectaculares, sobre todo en la adquisicióndel lenguaje.

Una niña alegre y jovial hasta entonces, se tornó depresiva, y después insoportable, el día en que se dio cuenta de que había perdidoa su “ loco” . Éste era un chico a quien ella vestía como a un domador de circo, obligándolo a actuar las fantasías de ella. El dia en quesu protegido la abandonó para convertirse en discípulo de un mucha*cho de mayor edad, hizo su aparición un mecanismo de duelo vividobajo formas agresivas. La niña trató de negar todo lo que podintener relación con una dimensión de falta de ser. Exhibió su desnudez en una especie de tentativa desesperada de afirmarse como la

más fálica del grupo. Al perder a su camarada, había perdido la función de ocultación qfte él cumplía junto a ella. La “ locura” del chicoservía para enmascarar la angustia de ella frente a su cuerpo di'niña. Dominar al niño, era asegurarse la posesión de su ser varón

 y afirmarse a partir de ello como sujeto invulnerable, no marcado

por la castración.La depresión, expresada en crisis de agresividad, tuvo su corolario

de estabilidad en el trabajo, particularmente en la imprenta.

Otro niño — llamémosle Jacques— le plantea al grupo dos tiposde preguntas:

 — No quiero tener hijos más tarde, porque es demasiado asquerosonacer así. No quiera el nombre de mi padre (firma sus obras con unnombre de terminación rusa que recuerda el nombre de su abuelomaterno) .

Este chico fuera del establecimiento tiene un amigo cuyo padreno le ha dado su nombre y el amigo le dice: ¿Cómo vivir con esospadres?

 Jacques responde inventando un dios que sitúa en la línea de descendencia materna de su amigo. Erige un altar a los espíritus ancestrales. Y de este modo nace en Bonneuil una nueva religión; a veces

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se celebra misa al aire libre. Todo visitante se ve obligado entoncesa someterse al rito que se ha establecido. Esto no significa que lepermitamos a este niño hacer la ley. Los límites impuestos son losque definimos al principio: el tabú antropofágico y el tabú del incesto.

Consideramos que en una institución debe reinar la prohibiciónsexual entre los muchachos y las chicas. Les decimos a los varones:

 — Pueden copular con todas las muchachas de París y de Bonneuil,pero éstas de aquí es como si fuesen sus hermanas.

Y les recordamos que el hombre recibe una mujer de otro hombre,a condición de que a cambio entregue a otro hombre la hija quetendrá con esa mujer. Este intercambio de mujeres es lo que le permite a la sociedad una continuidad en el tiempo, y se funda en laregla de la prohibición del incesto.

■— En una casa es el padre el que posee a la madre: tú debes buscar en otra parte. Es preciso poder perderla para ganar después unamuchacha.

 — Yo me quedo para copular con las chicas de aquí — nos responde jaeques— ; en otra parte la ley está mal hecha.

Y desaparece para ofrecer en el jardín sus quejas a su dios, un diosque porque se sitúa fuera de la ley puede satisfacer los deseos másperversos.

 — Si te vas lo vamos a sentir como una pérdida, porque te apre

ciamos mucho, pero no puedes quedarte al precio de dejar de someternos a la ley de los humanos.

 Jaeques renunció a las cópulas con que amenazaba. Después ocurrió otro hecho. La llegada de un nuevo interno, llamémosle Pierre.

El niño, considerado como peligroso, se halla en realidad acosadopor la angustia. El universo carcelario en el que ha vivido hasta entonces hacc que se sienta horrorizado cuando se le ofrece ía libertad.Pierre tiene necesidad de afecto; lo que aprecia en el otro, es que no

se le tenga miedo. No hay nada que le produzca más terror que laintención asesina que se le asigna. Cuando eso ocurre desaparece,huye buscando abrigo junto a un calefactor, en la escalera de unH.L.M. muy próximo.

 Jaeques le ha tomado odio a Pierre. Lo que le da rabia es elafecto que el otro necesita para vivir.

 — A un loco así se lo encierra, nada de piedad para loslocos. Porotra parte, hay que elegir entre él o yo.

 Jaeques nos pone nuevamente en la alternativa: o la vida o la

muerte de uno u otro. — No es posible — se le responde— comprar la vida al precio dela muerte de otro. Entre los humanos no puedes hacer esetrato.

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Y se le recuerda a Jacques que en esa casa, el señor Guérin es elguardián de las leyes; aceptamos que Jacques se convierta en el ayudante del señor Guérin, pero no que haga la ley en su lugar.

Los chicos asumen por turno la defensa de Fierre. — Los psiquíatras son unos boludos — observa Rene— ; ponen eti

quetas y después, ¡hop! estás listo para el furgón celular. Pero Jacques no quiere saber nada de eso, dice que todos los anormaleideben ser exterminados.

Explicamos que Bonneuil constituye para Fierre la última oportunidad, queremos evitarle el hospital psiquiátrico y le volvemos ;idecir a Jacques la pena que experimentamos ante la idea de tenerque separarnos de él. A l borde de las lágrimas, Jacques nos responde:

 — Son ustedes los que me mandan de regreso, yo querría quedarmeaqui.

Una vez más se ha sellado un pacto, y todo pacto pasa por lamediación de la palabra.

Hemos querido presentar aqu! el funcionamiento de una institución concebida para escapar a una duplicación de la alienación.

El mito de la norma, el peso de los prejuicios científicos funcionancomo otra forma de alienación social, no solamente para aquel aquien se llama “ enfermo” sino también para los terapeutas y para

los progenitores. Debemos preocuparnos por analizar las razones porlas cuales permanecemos a veces sordos al mensaje del otro, buscandoel modo de desembarazarnos de la verdad de ese mensaje mediante laexclusión del sujeto.

El problema de la segregación no es un problema puramente político. En el corazón de cada uno de nosotros hay lugar para el rechazode la locura, es decir para el rechazo de lo que nosotros reprimimos. J

Nadie más racista que los propios niños. Sólo un orden simbólico

permite evitar la constitución de una comunidad de justicieros y elenvío sacrificial de uno de los suyos al asilo.

5 de diciembre de 1969.(Extracto de un informe para los padres.) 

I I I . U N C O N G RE S O EN M I L A N

1314 de diciembre de 1969 

Invitada a Milán para inaugurar un congreso internacional que teníapor tema “ Psicoanálisis - Psiquiatría - Antipsiquiatría” , expuse en laoportunidad un cuestionamiento radical de las ideas admitidas enel psicoanálisis.

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Algunos estudiantes me reprocharon apoyarme en una psicologíaburguesa para hacer el proceso de la ideología que la sostiene.

Se ule opuso la  política   como medio de refutar todo lo que nopodía traducirse en lenguaje marxista revolucionario. Según los ora

dores, hubiera debido preocuparme más por el sujeto proletario  que, en la nueva sociedad, reemplazará al sujeto del inconsciente.Un psicoanalista llegó incluso a explicar cómo la revolución podía

constituir el antídoto de ¡a angustia de castración y de muerte. Enuna sociedad feliz en la que los individuos construyen el socialismo,no hay angustia. Ya no se hablará de adaptación,  sino de integración  a la colectividad. En la nueva sociedad, los “ enfermos mentales”serán invitados a trabajar media jornada en la fábrica, y el “ terapeuta” tendrá entonces por misión convercerlos del daño que su“enfermedad” le provoca a la comunidad.10 Los niños psicóticosdeberán sufrir un condicionamiento moral semejante para llegar agozar de los beneficios de una colectividad feliz.

Una sociedad revolucionaria proletaria deberá favorecer así lareconciliación del sujeto consigo mismo, así como la reconciliacióndel individuo en su relación con el grupo al que está ligado por unvínculo del que estaría excluido todo riesgo de identificación interagresiva de tipo amo-esclavo.

Lo que nos proponían de esta manera los estudiantes “ revolucionarios” es la fantasía del retorno a la Unidad.  Toda la relaciónsujeto-objeto se encontraba fijada para ellos en el orden imaginario y no tenía otra función que ¡a de enmascarar la verdad   de la pregunta sin respuesta de Freud: ¿Quién soy yo? 

Esta pregunta, se nos ha respondido, no es una pregunta que seplantee en la sociedad revolucionaria proletaria, porque la sociedadtiene por función en este caso aportar precisamente la respuesta protegiendo al sujeto de la angustia a la que lo expone la sociedad capitalista, pero también del psicoanálisis.

Ahora bien, todos los replanteos de la posición del sujeto (delinconsciente), y por lo tanto toda empresa auténticamente subversiva,parten de la articulación entre verdad y saber.

Los sostenedores del psicoanálisis revolucionario oponen a estatesis la del sujeto proletario, de ese sujeto no marcado por la castra

10 I.acan no utiliza la noción de traba jo com o premisa en la dialética analítica. Muestra cómo el obsesivo usa el trabajo para mantenerse en su condiciónde esclavo. Para el psicótico, su relación con el trabajo está ligada, al modo en

que carece de todo apoyo en el orden simbólico. La introducción del trabajopuede por consiguiente jugar como elemento de alienación o liberación segúnla función que ocupe en la dialéctica del deseo*

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ción, al abrigo de la angustia de muerte. En efecto, la abolición delindividualismo en una colectividad feliz debería culminar en la supre

sión de toda interrogación angustiante.Si bien en este libro he destacado el aporte positivo de la politiza

ción del movimiento estudiantil que permitió, en mayo de 1968/'el develarniento de una verdad, garantía del mantenimiento de posiciones científicas liberadas de todo prejuicio, temo que actualmente,con la ayuda de lós analistas   (los mismos que anteriormente fueronlos defensores del yo fuerte12), nos hallemos en vías de sofocar   laverdad insostenible que el análisis tiene por función mantener en estado de perpetuo develarniento.

Que los analistas puedan proponer lo  político,  en lugar de un cues-

tíonamiento de su insuficiencia en su disciplina, me parece una posición insostenible, puesto que tiene por corolario la renuncia delanalista a su oficio (oficio que no obstante continúa ejerciendo “paraganarse la vida” ). Si se plantea entonces una elección debe ser ladel compromiso inmediato en la acción revolucionaria, pero no uncompromiso que tenga por efecto producir una detención en todala investigación científica mediante la recuperación del discurso analítico en lo “ político” .

La función de lo político en estas Jornadas de Milán ha sido precisamente la de imposibilitar toda discusión al nivel de una praxis,

la de imposibilitar toda confrontación al nivel de cómo debe conducirse una cura, Lo? sostenedores del análisis del yo fuerte evitanel cuestionamiento de una teoría analítica decadente introduciendoen su lugar un discurso de políticos.13

Un discurso de carácter científico puede tener lugar bajo cualquier régimen. Si tiene efectos subversivos, puede ser o no aceptadodel mismo modo que puede ser recuperado por una ideología de

clase que intente tornar inofensivos sus efectos. El discurso lacan ianono tiene la pretensión de venir a ocupar el lugar de una acción revolucionaria, pero tiene, en el ámbito que le es propio, su propia coherencia. Revestir el discurso del analista con un discurso político, espervertirlo y tornarlo inoperante (mediante una operación cuyoobjetivo es encerrar lo que en el saber debe permanecer abierto alos efectos de la verdad).

11 Véase también Ma ud M ann oni, ‘U n e psych iatríe rénovéc” , en laQuinzaine l ittéraire,  nv 52, mayo de 1968. “ Un signe de santé” , en L e N o u v e l   Observateur,  en edición especial, nv 183 bis, 20 de mayo de 1968.

12 Invocando, en   otras circunstancias, abusivamente a Lñcan,13 Discurso estereotipado y   vacío, producto inofensivo   de un lenguaje

publicitario.

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Se me preguntó cuáles serían mis posiciones de analista en unasociedad revolucionaria proletaria.

No lo sé. Inventaré lo que corresponde hacer en ese momento.14M i combate seguirá siendo el mismo: un combate contra la manipu- 

lación   del individuo, manipulación que es violencia, sea cual fuerela ideología que la sustente.

Una posición analítica correcta abre el camino a efectos subversivos tanto más reales en la medida en que el paciente no ha sidomanipulado en un comienzo para que obre así. La historia del psicoanálisis está allí para mostrarnos el fracaso de toda empresa mora-lizadora que apuntando al yo [moi]   del sujeto, se oponga al surgimiento del yo [je]   de una palabra personal.15

El psicoanálisis, en tanto que discurso científico,  no está ligado a

condiciones  politicas.  Su papel no consiste en privilegiar a una clasesocial sino en permitir que el “paciente” se desprenda de los obstáculos interiores que encuentra en su acceso al deseo y a la verdad(obstáculos que se presentan bajo un aspecto diferente en la neurosisobsesiva, la histeria o la psicosis). La validez de las referencias científicas de que el psicoanalista dispone seguirá siendo siempre unacuestión abierta, que se planteará en los mismos términos en unasociedad proletaria o en una sociedad burguesa.

En cambio, el psicoanálisis como institución   está sujeto a sufrirserios trastrocamientos, tanto en la organización de las sociedadespsicoanalíticas como en su utilización por organismos de “ atenciónmédica” , demasiado a menudo organizados unos y otras como si sufin fuese el de ocultar lo que en ellos pudiese funcionar válidamente.

14 Coincidiendo así con la posición adoptada por Fachinelli en el curso desu excelente informe.

15 Esta forma de posición no tiende en modo alguno a] apolit icismo   delanalista. Apunta a marcar el campo restringido que le corresponde, campo queno debe ser reabierto por la acción política sino que tiene que permitir su

existencia.

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acción, 143, 207, 216, 232.acting out, 74, 84, 201.acto, 55.

actuaciones, 42, 93, 200, 224.adaptación, 14, 19, 23, 38, 47, 54, 56,

58-59, 80, 90, 99, 122, 162, 163,172, 192, 196, 224, 231.

normas adaptativas, 10, 23, 27, 157.

agresividad, agresión, hostilidad, etc.,29-30, 54, 63, 74, 77, 79-81, 84-87. 93, 96, 105, 108-109, 116,1" . 144, ICO, 171, 182, 228.

alienación, 38, 49-50, 54, 59, 62, 77,80, 83, 110-111, 114, 119, 122-124, 127, 137, 140, 146, 156-157,162, 164, 199, 200, 230.

mental, 30 99, 108, 114.

social, 13, 93, 99, 122, 219, 230.

alimento, véase también anorexia, 46,96, 132, 134, 138-139, 143-144,

146, 177. 225.alucinación, 44, 48, 76, 108, 115,

127, 157, 195.

ambigüedad, situación de, 85, 87, 99,Í22, 201.

ambivalencia, 179, 199.

amor, 77, 98, 113, 116, 126, 147, 151,171, 201.

analista, formación del, 189-193, 200-208, 214-216, 219.

analizando, 119, 187, 188, 194, 198-202, 205.

angustia, pánico, 14, 21-22, 24-25, 27,30-31, 36, 54, 61, 63, 70, 73, 81,

85-87, 95, 113-117, 121-122,126, 129, 175, 179, 199, 228-229, 231.

angustia depresiva, véase depresión,80, 121.

angustia persecutoria, véase persecución, 80, 86-87, 95.

anorexia mental, 46, 121, 139-151,177, 180.

anormal, véase también normalidad,163, 175, 193, 230.

ansiedad, crisis de ansiedad, véaseangustia.

antipsiquiatría, 9-11, 32, 45, 47, 62,121, 155, 157-159, 162-Í65, 214,217, 224, 230.

aprendizaje, 224.

asilo, 19, 27-28, 32-35, .9, 40-43,45, 50-52, 53-57, 59-60, 83-86,92, 98-101, 104, 105, 108-113,119, 123.

autismo, véase mutismo.

bulimia, 46, 133, 147.

campo patológico, véase tambiéntransferencia, 121, 125, 194, 200.

castración, 48, 79, 117, 124, 135,147-150, 171, 175, 177, 199,

228, 231-232.celos, 42, 44, 54, 101.ciencia, 13, 21, 25-26, 52-53, 58, 62,

65, 158, 164, 206, 208, 232-233.clasificación, 51, 65-66, 103, 172.colectivo (de “ cuidados” ), 57, 83,

161.comunidades antipsiquiátricas, 161-

162, 174.conductas, comportamientos, desórde

nes dn las, 37, 44, 52, 54, 61-62,70, 72, 98, 156,

conductas de defensa, véase defensa.

conflicto, 20, 44, 54, 115-117, 196.conocimiento, véase también saber,

25, 40, 47, 51, 169, 179-181,187, 201.

conocimiento paranoico, 187.contrato, 49, 69, 73-74, 80, 84, 99,

140, 230,cosa, (das dittg),  115-116, 128.creencias, 26, 35, 47, 59, 158, 180-

181, 216.

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crisis, de angustia, psicótica, etc., 30,32, 36-37, 44-, 48, 51, 90, 106-108, 110, 174.

cuerpo, 17-18, 29-30, 45, 46, 49, 71,74, 77, 105, 107, 119, 124, 129-130, 134-136, 137, 140-143, 146-

147, 150, 177-178, 194, 226.cuerpo fragmentado, 37, 64, 75,

78, 103-104, 114, 116, 129, 150.

imagen del cuerpo, 70, 74, 76, 129.cuerpo parcial, 108, 111. yo (m o i) corp oral, 69.cuerpo de la madre, 75, 116, 123,

199.

esquema corporal, 122.

estructura del cuerpo propio, 77.cuidados, atención médica, dualidadcuidados-castigo, 56-59, 157-158,213-214-.

culpabilidad, 142, 199, 201.cura, conducción y dirección de una,

79-80, 121, 127, 128-129, 140,147, 148, 172, 181, 194, 202,219, 232.

cura ambulatoria, 126, 132-135.curación, 17, 18, 23, 31, 38, 50, 57,

61, 78, 80, 85, 103, 110, 149,180.

curanderos, 176, 177, 179-181.

defensa, mecanismos de, 21, 69, 73,81-82, 99, 107-109, 117, 121-122,

125, 171, 197, 199, 200.defensas autistas, 110, 126.mecanismos obsesivos de anulación,

142, 144, 197.delincuente, 51, 80, 123, 219.

delirio, 10, 27, 29, 39, 52, 53-54, 58,64, 75, 85, 95-97, 102, 107, 110-112, 116, 135, 144-145, 148-149,155, 173-174, 180.

delirio, proceso restitutivo de cura

ción, .14, 148, 173.demanda, oral, etc., 20, 26, 79, 83,

96, 103, 117, 126-127, 142, 148-149, 174, 178, 198.

dependencia, 73-74, 106, 116, 124,

126

.depresión, véase también posición depresiva, 44, 104, 130, 138, 224,

2+ 1.descompensación psicótica, 40-45, 108,

171, 214.

deseo ( wunsch ), registro del, lugnrdel, etc., 10, 13, 17-18, 21-21,26, 48, 75-77, 79, 83, 95, 101,

111, 112, 115-117, 125-128, 137,142-143, 145-146, 149-150, 151,169, 175, 177-181, 197-199, 225,

deseo de muerte, 30, 142, 147, 171,

deseo sexual, 54, 147, 171.no deseo, 110, 112, 115, 118.

despsiquiatrización, 57, 134, 163, 218-

219.

destino, véase también oráculo, destino familiar, 23, 27, 29, 37, 41,76, 114, 123, 134-135, 136, 14ii,176, 201.

destrucción, 29, 33, 36, 98, 101, 108,111, 138, 142, 171, 182.

deuda, real y simbólica, 48, 73, 92,97.

diablo, 36.

diagnóstico, 12, 17, 19-22, 31, 41,50, 52, 98, 118, 155, 157, 22

dialéctica, 21-22, 30-31, 37, 83, 84,97-98, 121, 170, 172, 181, 201.

discurso, 9-10, 17, 22, 55-56, 58, 61,64-65, 81-82, 84, 87, 94, 96, 98,

110, 130, 148-149, 167-169, 173,197-199, 232-233.

discurso sintomático, 129, 186-188,192, 202.

doble vínculo ( double b ind)  , teoríadel, 170.

dolor, 17-18, 94.

dominio, de la angustia, de la locura,etc., 43, 54-55, 63, 77-78, 101, 133,

144, 155, 176, 179, 200-201.

drama, dramatización, etc., 21, 29,38, 40, 44, 46, 48, 77, 79, 11119, 141-143, 146, 149, 151, 199.

duelo, trabajo de duelo, duelo nohecho, etc., 80, 110, 113, 118,147, 228.

edipo, 30, 48, 95, 98, 116, 148, 163,171, 186, 200.

educación, 19-20, 48, 60, 83, 104,167, 208, 222-224.

ego-psychology, 196-193, 200, 201,

207-208.ello, 182, 196-198.encopresia, 177.encuadre, analítico, 69-75, 77, 79-81,

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85, 96-97, 129, 135-136, 139,150.

enfermedad, 9-13, 19-24, 28, 31, 37-38, 40, 50, 56, 60-61, 90-91, 98,107, 111-112, 130, 131, 133, 137,143, 145, 149, 163, 167, 178,

213,enfermedad mental, 12, 19, 21, 24-

26, 31, 39, 43,47, 50, 53-54, 57,60-61, 64, 90, 99, 115, 155-156,163-166, 213, 218.

enfermedad física, 18, 20, 164.enfermo, 10, 19-21, 22-23, 37-39, 56,

61, 72, 88, 103-104, 106-107,114, 118-119, 156, 158, 180, 230.

ennresis, 177-178.escena primaria, 30, 96, 97, 147.

espíritus ancestrales, 177-180, 228.esquizofrenia, 21, 27, 40, 41, 46, 48-

49, 64, 78, 82, 90, 98, 103, 107,113, 161, 170-171, 174, 178.

estadio del espejo, 63, 76-77, 123-124,150, 172.

estrategia, 39, 83-87, 160, 169, 175,194.

estructura, 17, 21, 48, 77, 169, 194,

197, 200, 224-226.excrementos, 31, 178.

fa lo , 95, 98, 147, 161.

falta, 73, 76, 128, 169, 201, 228.

familia, medio, discurso familiar,véase también institución fami

liar, 11, 20, 23, 28, 30, 40, 41,44, 50, 52, 57, 88, 90, 95, 101,104, 106-107, 109, 112-113, 117-119, 129, 132-134, 137, 159, 160,164, 166, 167, 170-171, 173, 180,219.

fantasía, 13, 36, 63, 70, 72, 74-75,80, 116-117, 121, 127-128, 141,142, 181, 195, 197, 228, 231.

fantasía originaria, 95, 201.

frustración, 36, 48, 116, 167, 196.

goce, 10, 17, 27, 29-30, 50, 88, 92,105, 111, 113-114, 115-117, 217.

histeria, 107, 113, 126, 130, 146,149, 180, 188, 197,

hospital psiquiátrico, 19, 24-25, 28,

39, 42, 44, 52, 56, 58-59, 82,

101-103, 106-107, 118, 130, 133-134, 138, 139, 146, 179.

hospitalización, véase también internación, 19-20, 30, 44, 46, 50, 54,90, 98, 109, 126, 129-131, 134,

135.huellas, 36, 76, 78, 125, 127.

identidad, disolución de identidad,21, 27, 37, 63, 96, 107-108, 114,122, 126, 141, 180.

identificación, conflicto identificato-rio, desconocimiento imaginariodel yo (m o i), etc,, 26, 32, 41, 44,63, 73-74, 76-78, 81, 95, 97, 103,113, 124, 144, 147-150, 179,197.

 ju ego id entificatorio , 41, 44-, 149.identificación narcisista, 40, 76, 96,

148.identificación con el objeto per

dido, 30.referencias identificatorias, 108,

110.ideologías, 9, 47, 55, 58, 159-160,

164-166, 172, 191, 198, 208,214, 218, 231, 232.

imagen especular, 77, 78, 117, 124.imaginario, que debe distinguirse de

lo real y de lo simbólico, 21, 47-49, 55, 61, 63-64, 71-78, 96-98,124-125, 127, 147, 168-170, 182,186, 197.

cataclismo imaginario, 64, 98.espacio imaginario, 69-70.sustituciones imaginarias, 61.

imago, 70, 76, 77-78,incesto, véase también deseo, 47, 116-

117, 150, 171, 224, 229.inconsciente, 13, 29, 32, 61, 79, 148,

169, 172, 198, 226,combinaciones inconscientes, 74,

indiferenciación primitiva, 69, 76,124-125, 129.

iniciación, ritos de, 40, 177, 180, 185.institución, 10, 13, 20, 22, 32, 40,

52-53, 55-57, 62, 63, 69-70, 72-75, 79-85, 121-123, 125, 126,138-139, 150, 161, 163, 165, 185,222-240.

institución asilar psiquiátrica, 15,62, 67, 69, 79, 82, 84-87, 95,99, 123, 160-161.

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institución social, 70, 75, 81, 84,121, 125, 129, 190.

institución psicoanalítica, 69-72., 75,80-82, 84, 86-87, 99, 121, 125,129.

 Juez, ju risdicción, 19, 51, 56, 61, 92,93, 99, 141, 155, 157, 217.

laborterapia, 39, 55-57, 59, 91, 108.lenguaje, 18, 26, 29, 48, 61, 64, 73,

83, 108, 116, 123, 147, 156, 165,167-169, 172-173, 194, 198, 226.

ley, 36, 96, 116-117, 140, 161, 224-

226, 227-229.libertad, liberación, 46-47, 64, 90, 95,106, 110, 118, 123, 134-135, 137,138, 149, 157-158, 160, 165, 170,

194, 217, 229.lingüística, lingüistas, 70, 83, 167,

172.locura, locos, 9-10, 13, 15, 19, 21-24,

26, 43, 45-47, 49-55, 57, 62-63,64-65, 80, 104, 107-111, 113-115, 118, 129, 131-132, 157-166,

174, 213-214, 217-218.llamado, 104, 127-129, 173, 182.

ritual de llamado, 96-97.9 

madre, véase también cuerpo de lamadre, 12, 30-31, 36-37, 46, 70,75, 77-78, 88, 96, 105-106, 108,109-113, 116, 126, 128, 130, 140,143, 146-147, 150.

magia, 37, 73, 107, 118, 136, 144,

179.maníaca, crisis, 21, 49.máscara, de la locura, 42-43, 47.metáfora paterna, véase nombre del

padre,

metanoia, 174, 176.

mirada, observación, 17, 102, 103-104, 108, 111, 113, 150.

mitos, 21, 26, 30, 35, 48, 54, 60, 75,114, 117, 119, 141, 147-148, 176.

mito familiar 40, 112, 118, 148.

muerte, 23, 26-27, 28, 40, 47, 54, 64,87, 90, 106, 109-111, 112, 118-119, 124, 130, 135-136, 139,140-142, 143, 146-148, 149-150,151, 175-182, 199, 200, 226,231-232.

muerte del padre, 87, 97, 110, 106,fascinación de la muerte, 109-110,deseo de muerte, 37, 106, 109, 135,

149, 171.mutismo, 27, 32-33, 176-177, 180.

nacimiento, renacimiento, 40, 79, 140,149, 177, 181.

narcisismo, véase también relaciónnarcisista, 76, 124, 127, 182,196, 204-205.

necesidad, que debe distinguirse dela demanda y del deseo, 75, 112,129, 149-151, 198.

neurosis, 41, 47, 63, 73, 78, 115,

128, 169, 172, 194-195, 196.nexo familiar, 170.nombre, nombre del padre, 94, 98,

167, 228.

normalidad, véase también anormal,13, 32, 39, 82, 99, 107, 133, 2

nosografía, clasificación, 21-22, 24,60, 187.

objeto, objeto parcial, 31, 36, 47, 72-73, 76-77, 78, 111, 117, 125.

ob jeto de des to, 113, 121, 175,201.

objeto ideal, 36, 47, 96, 101.objeto perdido, 30, 72-73, 76, 78,

113, 115-116, 125, 178, 187, 195.objeto, relación de, 72-73, 125.objetos buenos y malos, persecuto

rios, 81, 116, 119, 199.objeto en la fantasía, 116, 127-128,

195.objetos sustitutos, 128.

objetos mediadores, 226.obsesiones, síntomas obsesivos, neu

rosis obsesiva, 126, 146, 149,180, 195, 197.

odio, 63, 105, 110, 113, 126, 147,151, 171, 229.

omnipotencia, sentimiento de, 36, 72-74, 80, 101, 135, 139, 147, 203.

oráculo, aparato del destino, 148-149.órdenes, mandatos, velados del obse

sivo y manifiestos del psicótico,

30, 104, 117, 131, 134, 135, 142,146, 148, 179, 197.

otro, lugar del otro, lugar del código,17-18, 22, 30, 36, 49, 82, 106,123, 128, 142, 146-147, 148, 186,198-199.

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otro imaginario y otro real, 27, 30,63, 74, 76-77, 96-97, 117, 124-126, 151, 182, 187-188, 198,2 19.

deseo del otro, 146, 151, 182, 225.

padre, véase también nombre del

padre, 26, 44, 87-88, 95, 98,104-105, 108-113, 118, 130-131,

138, 140, 146-147, 150, 177, 179,' 36, 226, 228.

palabra, 13, 17-18, 20-22, 26, 28, 35-39, 41-42, 47, 49, 51, 55, 64,73, 79, 87, ¡04, 106-108, 110-

113, 122, 124, 129, 138, 141,142, 167, 168, 169, 172, 182,183, 196, 224, 226, 233.

palabra materna, 38, 47, 149, 226.

palabra, no lo dicho, lo que ha sidodicho o callado, 61, 133, 149.paranoia, paranoico, 21, 27, 44, 49,

75, 85, 86-99, 115, 118, 173,187, 189. 195.

pasión, 63, 77-78, 80, 101, 187, 208.pedagogía, 13, 75, 87, 164, 199, 215,

222-223.peligro, 36, 40, 51, 92-93, 118, 158,

166, 214, 215 , 218, 229.penis neid, envidia del pene, 199.

persecución, reacciones persecutorias,

objeto de persecución, véase también angustia persecutoria, 74,84, 87, 88, 95 , 97, 99, 107-108,118, 137-138, 201.

perverso, 41, 51, 149.

poder judicial, policial, médico, etc.,9, 37, 52, 54, 56, 85, 156, 158,200, 216.

política, 12, 28, 62, 159, 166, 208,217, 230-233.

posición paranoide esquizoide, 72,

107.posición depresiva, 72, 77, 80, 201.posición persecutoria, véase perse

cución.

predicciones, profecías, 104, 109, 112,133, 146, 149, 199.

proceso, 63-64, 193, 197.

prohibición, véase también tabú, 29,36, 38, 81, 92, 116-117, 138,142, 171, 175, 178, 199, 227,229.

provocación, 157, 159, 162.

proyección, imaginaria, agresiva, 49,72, 113, 121-122, 137, 150.

psicoanálisis, véase también formaciónpsicoanalítíca, 22-23, 26, 47, 58,64, 69, 70-72, 75, 109, 117, 129,131, 153, 163, 187-188, 202,204, 206-207, 219-220, 230-233.

psicología-sociología, 65, 123, 163,168, 170-172, 196, 205, 214-215,217, 222-223, 231.

psicosis-psicótico, véase también des

compensación psicótica, 11, 25,31, 35-37, 40-41, 45-50, 61, 62,64, 115, 118, 220.

psiquiatría-psiquiatra, 17, 19-21, 26,32, 42, 51, 55, 58, 61-65, 85,98, 102, 114, 156, 158, 159, 163,

213, 214-218.psiquiatría comunitaria, 162, 164.psiquiatría institucional, 57, 83,

161, 164-165.pulsiones ( t r i eb ) ,   83, 116, 172.

queja, 17-18, 22-23, 26, 50, 97, 103,107-108, 145, 225.

readaptarión, 91, 108.

real, registro de lo real que debe dis

tinguirse de lo imaginario y delo simbólico, 51, 71, 73, 97,116-117, 135, 168.

realidad, exclusión de, negación de,39, 63, 76, 194-197.

realidad psíquica, 63.rechazo ( r e j e t ) ,  21, 24, 29, 31, 37,

51, 53, 77, 92, 95, 104, 106,179, 220.

reeducación 14, 26, 123, 215, 219.reglas del juego, 60, 106, 138-139.regresión, 61, 75, 106, 126, 150,

174, 196.relación, dual, interpersonal, de deseo,

etc., 31, 63, 73-74, 116, 122,

150, 160, 171, 198, 226-227.relación erótica, 63, 80, 96, 160.relación sexual, 63, 80, 96, 160.

relación narcisista, 74, 80, 115, 147,160.

relación mortal, 64, 106, 182, 227.repetición, compulsión de, 56, 79,

111, 116, 128, 144, 151, 194-195,197.

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represión ( re¡oulement ) y retorno delo reprimido, 51, 78-79, 97, 116,119, 128, 142, 164, 218.

represión ( répression) ,  fuerzas represivas, 11, 19, 28, 54, 82, 83-85,

94, 106, 122, 139, 157-159, 193,224.

repudio forclusión ( ve rwer fung )  , 79,95, 116, 147, 150, 166.

resistencia, del paciente, del analista,14, 80, 194, 200.

retardo, debilidad, 11, 12, 25, 166,

222, 225.revolución, de mayo, rebelión, 10,

29, 51, 58, 99, 102, 103, 106,109, 111-112, 162, 164, 165,172, 216, 218, 230-233.

ritos, ritual, 56, 175, 177-179, 180,215.

ritual hospitalario, 54, 59-60, 96.ritos de posesión, 176, 179.

saber, y no saber, 9-11, 13, 21, 24-25,30-31, 35, 53, 57-58, «2, 65,147, 152, 158, 181, 185-190, 199,208, 215, 217, 231-232.

salud menta], 26, 28, 47, 61, 137,157, 162-163, 181, 218, 224.segregación, 17, 22, 31, 53, 59-60, 65,

85, 87, 156, 161, T66, 222-224.

selección, 190, 202, 204-207.ser, estar, y tener, etc., 29-3!, 36,

105, 110-111, 115, 173, 202, 205.sexo, 27, 45, 64, 93, 95, 104, 109-

111, 116, 119, 142, 147, 150,186, 229.

significante, 22, 64, 73, 77-78, 83,

95, 98, 119-121, 127-128, 141-143, 146-150, 169, 177-178, 182-183, 194, 198,

articulación significante, 41, 61, 73,117.

efecto del significante, 77, 83, 201.marcas significantes, 77-78, 128.

signos, 76, 125, 195.simbiosis, vínculos simbióticos, 37, 69,

74-75, 125-126, 149, 201.simbólico, dimensión de lo, función

de lo, simbolización, 30, 40, 46-49, 56, 61, 63, 69-74, 78, 81,83, 95-98, 116-117, 123, 126,135, 147-148, 149, 168-169, 173,

196, 225.

síntoma, sentido del, tratamiento del,disfraz sintomático, 17-18, 21,37, 60, 70, 78, 80-81, 116, 119,123, 137-138, 140, 143, 145, 147,149, 169, 172-173, 177, 180,

194, 202, 219, 227.situación y posición, véase también

angustia, persecución,

situación psicoanalítica, 69-70, 71-73, 74-75, 77, 83, 86, 97, 193-194.

sociedad, 19, 22, 27, 32, 38, 231.sociedad segregadora, 51-52, 56,

106, 119, 123, 218.sociedad psicoanalítica, 190-191,

203, 206, 208, 215.

sujeto, presa del deseo, lugar delsujeto, relación del sujeto con elotro, 10, 17, 20, 22, 32, 38, 40,42, 47-50, 61, 63-64, 70-71, 75-77, 81-83, 104, 108, 117, 124-128, 142-143, 147, 167-169, 172-173, 178, 182, 196-199, 227,231.

superyó, 109, 202, 226.

tabú, véase también prohibido, 47,49, 92, 119, 174, 229.

trabajo, 23, 27-28, 38-39, 59-60, 90-91, 99-102, 139, 225, 227.

transferencia, situación de la, etapasde la, 20-22, 62, 72-73, 78, 83,96-119, 125, 136, 150-151, 186-188, 197, 200, 226.

universidad, 208, 214, 216-217.

vacio, sentimiento de, 39, 61, 63, 95,97-98, 105, 110-111.

verdad, 9, 14, 17, 24-27, 30-31, 43,50, 53, 57, 62-65, 81, 86, 94,96, 99 , 104, 124, 147, 151, 15159, 162, 170, 175, 187, 194,202, 211, 217-218, 230-231.

viaje, asimilado a los efectos psico-délicos, 40, 141, 174, 179, 181.

violencia, 28, 31, 35, 52, 72, 86, 95-

96, 98, 106, 108, 118, 125, 160,220, 233.

vivencia psicótica, 40, 63.voz, 17, 27, 88, 104, 134, 141, 143,

147, 157, 162.

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 yo ( J e )    que debe distinguirse de] yo(m o i ),   36, 124-125, 187, 194, 196,

198, 202, 233. yo ( e g o )    especular, 71, 74, 76-77,79, 124-125.

 yo (m o i), 63, 70, 72-73, 77-78, 79,

115, 124, 172, 196, 198, 205,233.

 yo (m o i )    autónomo, 196-197. yo ( m o i )    ideal, 124. yo (m o i )    fuerte, 79, 197, 232.

 yo (m o i) sano, 72, 197.

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Abraham, K., 47.Alvarez de T oled o, L . C., 190.Aulagnier, P., 124, 150.Aubry, J., 163.Ayme, J., 14, 223.

Balint, M ., 190.Baranger, M . y W ., 72, 201.Basaglia, F., 52, 58, 62, 213.Bateson, G., 39-40, 57, 170.Bautruche, C., 223.Beaudoin, H. y J. L., 158.Berk, J., 177.Berne, É.s 167.Bernfcld, S., 191.

Bcrtherat, Y., 65.Bettelheim, B., 106.Biancheri, A., 223.Bion, W., 81.Bird, B., 206-208.Bleger, J., 69-75, 77, 122-123, 125,

129Boole, 168.Bouhour, J. P., 136-138, 140-141,

143-146.

Bouguier, J. J., 223.

Bretón, A., 153.Breuer, J., 185, 187.

Carnap, R., 168.Castel, R., 59.

Chaigneau, H., 14, 60, 160.Charcot, 185, 188, 190.Goat, M ., 39.

Cooper, D., 10, 57, 82-83, 106, 160,172.

Copferman, E., 217.

Cornelison, A . R., 170.

De Foe, 32.

Dolto, F., 18, 35, 223.

Dupont de Nemours, 20.

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Escuela experimental de Bonneuil-sur-

Marne, 222-230.Erikson, E. H ., 186.Esterson, 107.Ey, H., 170.

Fachinelli, E., 233.Fedida, P., 62, 160, 170-171, 223.Fenichel, O., 70.Ferenczi, S., 189.

Fleck, E., 170.Fliess, W ., 78, 185-189.Fedor, M w 223.Fort, F., 223.Foucault, M., 20, 28, 50-51, 60-61,

65, 114.

Frege, 168.Freinet, C., 222, 225.Freud, A., 192.Freud, S., 29-33, 60-61, 63-64, 71, 76,

78-79, 97, 114-1 16, 123, 127,172-173, 185-192, 193-197, 215-216, 231.

Geahchan, D. J., 163.Gitelson, M ., 193, 204.Godel 168

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Kingsley Hall, 65, 174-179, 181.K le in , M ., 72, 81, 116, 126, 201.Koltirine, B., 223.Kris, E.} 196.

La Borde, 59, 161.Lacan, J., 11, 29-31, 41, 63-64, 70-71,

73-74, 76-80, 98, 115-117, 123-125, 148, 166-169, 172-173, 178,182-183, 195, 197-198, 208, 217,

231-232.Laing, R . D., 10, 65, 107, 115, 118,

170, 173-179, 181-182, 216.

Laing y Cooper, 115, 118, 216.Laing y Esterson, 107, 170.Lang er, M ., 80, 190.La val, M . F., 223.Lebovici, S., 167.Lefort, R., 223.Lewin, B., 192.Liberman, D., 80.Loewenstein, R., 196.Lohéac, A., 223.Lévi-Strauss, C., 106, 224.

Lidz, Th., 41, 170.

Macalpine, I., 155.Malinowski, B., 14.Makarenko A., 222, 225.M ann oni, M ., 18, 84,*232.Mannoni, O., 32, 40, 50, 53, 148,

164, 185, 187-188.Michaud, G., 226.

Nassif, J., 81.Niños enfermos, Hospital de, 11, 163.

Ortigues, E., 48.Oury, J., 14, 55, 82-83, 160, 161,167, 225.

Rabinovitch, S., 54.Ra cam ier, P. C., 163.

Radestock, 115.Raimbault, G., 82-83.Rappaport, D., 195.

Reider, N., 72.Rodrigu é, C. y G. T ., 72, 80.Ross, H., 192.Russell, 168.

Sade, 116.Safouan, M ., 168*Saint-Just, A. de, 28, IC5.Sapriel, G., 223.Sartre , J. P., 114.Saussure, F. de, 172.Scheff, Th., 39.Schm ideberg, M ., 81.

Schotte, J., 174.Schreber , D . P., 155-157, 218.Searles, H ., 126-127.Shakespeare, 211.Singer, M ., 171.

Solms, W., 205.Stevenin, F., 223.

Strean, H., 190.

Succab, N., 223.Szasz, Th., 26.

 Tosquelles, F., 14, 55, 62, 83, 225-226.

 Tu ke, 55.

Villc-Evrard, 108, 111-112, 173.

Wahl, F., 168.

Wallon, II., 124.Watzlawick, P., 167.Waysfcld, C., 223.Weakland, J,, 170.Webcr, Dr., 155.Wildcn, A., 168.W innicott, D . W ., 106.Wynne, H., 170-171.

Palo Alto, 167.Parsons, T ., 171.

Perceval, J., 39.Pichon-Riviére, E., 200.

Pinel, C., 55, 59.

Pirandello, L., 42-43. Zempleni, A., 176-181.

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ÍN D IC E D E C AS O S C IT A D O S

( * casos seguidos po r la au tora)

* A rthur, 23, 38.Béatrice, 42-4-3.

* Bernard, 52.

* Charles, 113.* Charles (n iñ o ), 227.

Ciampa, 42-43.Doudou, 101-102.

* Edm ond, 103-104, 118.* E mmanuelle, 46-47.

* Frank, 29-31, 36-37.* Francine, 44-45.* Georges, 23, 27-28, 67, 87-99.* Gilíes, 53.

Hombre de las ratas, 123, 188.Hombre de los lobos, 97.

«Jacques, 23, 111-113, 118.

* Jacques (n iñ o ), 228-230.

* Joe, 101-102.*   Jean Marie, 61.

* Joelle, 44-45.Khady, 176-181.

*L au re n t, 107-109, 114, 118.*M a rc e l, 109-110, 118.* Ma rtin , 105-106.

Mary, 176-179.* Pie rre, 229-230.* Rémy, 227.* Ren e, 111.* Robert, 53.

Robinson, 32-33.*Rudolph, 101-102.

Schreber, 155-157, 195, 218.

* Sidonie , 46, 129-151.*V incent , 53 .

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