l;t 25 - ovilopez.weebly.comovilopez.weebly.com/uploads/1/6/2/7/16270924/jos_donoso.pdf · en la...

6
alambrado, mirando el jardín. A veces divisaba a la niñita, lejos, casi_desnuda, siempre sola, flotandqen esa isla de luz vegetal. Pero otras vécet no lograba verla porque se dóñ?[ tan endeble-era su veiez baio el calor y el trabajo de ia iorna$a.l..>d¿lr¿l " Un día el hombre despertó sobresaltado bajo el sauce. Escudriñó la espesura deljardín sin ver a nadie. Pero de pronto, detrás del alambrado, donde la sombra de un arbusto pesaba más, vio dos ojos inmensos, @gL- Al anochecer se sentó a fumar junto a la puerta de la choza donde üví4 en el confin opuesto de la ciu- dad. Su Eg,er, en cucltttas a , soplaba sobre un brasero en el que iba a poner una qacerola en cuan- ro los carbones enrojecieran. El viejoiñTáEiffi- decírselo o no. En treinta o más años de casado, nunca llegó a.o-pr"rrd.r qu@ u.u m@tE@.., aunqG en realidad hacía largo tiempo que era indiferente a los enojos de su mujer. Entonces le dijo que había visto a una niñita muy chica, sola en un jarün muy grande r -¿Sola? -por un instante algunos surcos. - uta* suavizaron el rostro de la muje! ÑW -V Q[[email protected]:. -agregó el hombre en voz baja. tuvo que repetir la pregunta. Esta vez la niña respondió, Al oír el tono de su marido la darcza volvió a sonriéndole: )tnllnw.tu;14 , encelrar el rostro de la mujer, y sopló con fuerza -Ana María... Al *+P 't e,€ <s. ::.0^',:."11i1':1"^f:::*^if *:.:l *:l':f:: No pudiendo resistir, et arfiLo i,,*a,¡o.,,ffi,i¡,,'1,' estalló en la noche miserable. Después entró a buscar **o "ot " los alambres para3gg¡iciar el cabel[q_de lr'tut*',Ii, la cacerola, segura, ahora más que nunca, del despre- @da.Ella se pmo seriufiñiffiffi.- , i "-']']' cio del hombre. Ésta era, sin duda, la hora aguardada Dffiués, riendo, lo miró derecho a los ojos Aorronea-ft( *1i{- desde siempre, cuando el hombre, fatigado de odiar dos por el asombro y le mostró una bolsa que llevaba I if-- en silencio su fracaso como mujer, la llamaría colgada albrazo. Exclamó: § n <<mula»». «La Mula»», como le decían orgullosas las -¡cateda..., catedita! Áa hombre, avergonzado, como si hiciera algo malo al dormir bajo un sauce de propiedad ajena, comenzó a ponerse de pie para marcharse. Pero antes que lograra hacerlo, la niñita se había acercado al alambrado, exclamando: -iMi amó...! \ roiló?t a-'so-br\ue yacía inutili zado enel viejo, sonrió. ) f,'UC 44t Ct.4,<3 -¡Dindo...! /t --:'::? Los ojos de la niñita eran tan grandes y claros que parecían fosforecer en el pequeño rostro cercado por una chasquilla rubia. Ambos quedaron mirrándose inmóviles. Luego el hombre preguntó: -¿Cómo se llama, señorita? Ella no comprendió inmediatamente y el hombre comadres delili-o6bción, que agobiadas bajo la ¡ 0 -¡Qué linda la carterade la señorita! necesidad de alimentar innumerables hijos esquivaron Jqr"- -iDinda! ¡Dinda tu, mi amó! -exclamó Ana siempre todo trato con la mujer, po.regga .y. silen- ¿L$gt*"flÍana. ciosa. A lo lareo de los aióT§Fhabía ocultado enuni a.\c y, alejándose de los alambres, casi di:uelta por --- nubei de m?lhuqpr y deso!3c:ión :lgpera.-@! vtt{t&'tas sombras de las hojas, agitó una mano despidién- momento de retirarse para ceder su sitio a otra que lo" dose del viejo. Entonces se perüó entre los matorrales mereciera más. En un comienzo, cuando siquiera algo det jardín. de juventud les quedaba, el hombre le tuvo un poco «¡pobrecita!», se dijo el de lástima. Pero después ya era demasiado dificil lle- d-fsa noche le contó a su mujer qr}n niñita se gar a ella.[...] tlamaba Ana María. No le dijo nada más. Pero el cuer- Todos los días, a la hora del almuerzo, el hombre po de la mujer se encorvó splvaiglqente hunlillado . 1 setendíaenlaacerasombreadaoorelsauce'cercadelsobreelfuegodondeue.via@;. l;"t 25 u;;*l*,o''''tí{ffu,0.,,' dos, claros, minándolo

Upload: doanhuong

Post on 01-Oct-2018

213 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

alambrado, mirando el jardín. A veces divisaba a laniñita, lejos, casi_desnuda, siempre sola, flotandqenesa isla de luz vegetal. Pero otras vécet no lograbaverla porque se dóñ?[ tan endeble-era su veiez baioel calor y el trabajo de ia iorna$a.l..>d¿lr¿l "

Un día el hombre despertó sobresaltado bajo elsauce. Escudriñó la espesura deljardín sin ver a nadie.Pero de pronto, detrás del alambrado, donde la sombrade un arbusto pesaba más, vio dos ojos inmensos, @gL-

Al anochecer se sentó a fumar junto a la puerta dela choza donde üví4 en el confin opuesto de la ciu-dad. Su Eg,er, en cucltttas a , soplaba sobreun brasero en el que iba a poner una qacerola en cuan-ro los carbones enrojecieran. El viejoiñTáEiffi-decírselo o no. En treinta o más años de casado, nuncallegó a.o-pr"rrd.r qu@ u.um@tE@.., aunqG en realidad hacía largotiempo que era indiferente a los enojos de su mujer.Entonces le dijo que había visto a una niñita muychica, sola en un jarün muy grande r

-¿Sola? -por un instante algunos surcos. - uta*

suavizaron el rostro de la muje! ÑW-V Q[[email protected]:. -agregó el hombre en voz baja. tuvo que repetir la pregunta. Esta vez la niña respondió,Al oír el tono de su marido la darcza volvió a sonriéndole: )tnllnw.tu;14 ,

encelrar el rostro de la mujer, y sopló con fuerza -Ana María... Al *+P 't e,€ <s.

::.0^',:."11i1':1"^f:::*^if *:.:l *:l':f:: No pudiendo resistir, et arfiLo i,,*a,¡o.,,ffi,i¡,,'1,'estalló en la noche miserable. Después entró a buscar **o

"ot " los alambres para3gg¡iciar el cabel[q_de lr'tut*',Ii,

la cacerola, segura, ahora más que nunca, del despre- @da.Ella se pmo seriufiñiffiffi.- , i "-']']'cio del hombre. Ésta era, sin duda, la hora aguardada Dffiués, riendo, lo miró derecho a los ojos Aorronea-ft( *1i{-desde siempre, cuando el hombre, fatigado de odiar dos por el asombro y le mostró una bolsa que llevaba I if--en silencio su fracaso como mujer, la llamaría colgada albrazo. Exclamó: § n<<mula»». «La Mula»», como le decían orgullosas las -¡cateda..., catedita! Áa

hombre, avergonzado, como si hiciera algo malo aldormir bajo un sauce de propiedad ajena, comenzó aponerse de pie para marcharse. Pero antes que lograrahacerlo, la niñita se había acercado al alambrado,exclamando:

-iMi amó...! \roiló?t a-'so-br\ue yacía inutili zado enel viejo,

sonrió. ) f,'UC 44t Ct.4,<3

-¡Dindo...! /t --:'::?

Los ojos de la niñita eran tan grandes y claros queparecían fosforecer en el pequeño rostro cercado poruna chasquilla rubia. Ambos quedaron mirrándoseinmóviles. Luego el hombre preguntó:

-¿Cómo se llama, señorita?Ella no comprendió inmediatamente y el hombre

comadres delili-o6bción, que agobiadas bajo la ¡ 0 -¡Qué linda la carterade la señorita!necesidad de alimentar innumerables hijos esquivaron Jqr"- -iDinda! ¡Dinda tu, mi amó! -exclamó Anasiempre todo trato con la mujer, po.regga .y. silen- ¿L$gt*"flÍana.ciosa. A lo lareo de los aióT§Fhabía ocultado enuni a.\c y, alejándose de los alambres, casi di:uelta por---nubei de m?lhuqpr y deso!3c:ión :lgpera.-@! vtt{t&'tas sombras de las hojas, agitó una mano despidién-momento de retirarse para ceder su sitio a otra que lo" dose del viejo. Entonces se perüó entre los matorralesmereciera más. En un comienzo, cuando siquiera algo det jardín.de juventud les quedaba, el hombre le tuvo un poco «¡pobrecita!», se dijo elde lástima. Pero después ya era demasiado dificil lle- d-fsa noche le contó a su mujer qr}n niñita segar a ella.[...] tlamaba Ana María. No le dijo nada más. Pero el cuer-

Todos los días, a la hora del almuerzo, el hombre po de la mujer se encorvó splvaiglqente hunlillado . 1setendíaenlaacerasombreadaoorelsauce'cercadelsobreelfuegodondeue.via@;.

l;"t 25 u;;*l*,o''''tí{ffu,0.,,'

dos, claros, minándolo

vh#^d'2 **b ,#r"pusoun *,,!,ffii*af#

§§§

\.i

§

\

§\

§

\

§

.u.Al.uWodeesamaña-{aiacuandovolvimosdelbiógrafoestabadespierta,sena v de la cena de la nocne antenor. nlzo con los hom- "ü estaba haciendo la dormida no mas, y eso que era

En la casa del fondo del jardín el padre y la / llos, y después de llamar a Ana María a gritos desde la

madre de Ana María se hallaban tendidos :urro jtnfo a)/ puerta de la casa, los tres se sentaron a la oeoueña

otro en el angosto lecho revuelto,[.r] mesa de la sala, donde generalmente comían.

El hombre se moiffiáffilPasó una mano Cuando Ana María vio los huevos, dijo:su pecho y su vientre para secar la transpiraciór(y al -No quielo.limpiarse la palma en la almohada sucia..hizo una Pero ellos no la escucharon, porque. se estaban

mueca de asco sin abrir loffi6-. Desp*É los entre- riendo de los chistes de una revista ilustiada. Másabrió lentamente, como si el sudor pesara demasiado tarde la mujer vio que Ana María no había comidosobre sus párpados, y se puso de costado, observando y que la estaba mirando fijo con sus enormes ojos

el cueqpo de su mujer. Era bello, bello y blanco.[...] claros, tan transparentes. Se sintió incómoda y leDispués dormitaron otro poco. Hasta que, abrien- dijo secamente: Vb )t 1ÍYH^;n

do los ojos completamente, el hombre exclamói t -¡Come...! At¡r*¡yl(rn Ñd*v--¡Son las dos de la tarde! ¡Tengo hambre!

^ rIlJ,¡,Ana María miró los huevos y dtjo otravez:

La mujer se estiró, murmurando en medio de NX N -No quielo...

un bostezo: A-,0 V f $ -Toma pan entonces, y ándate...

-Creo que no tengo nada que comer... nd;, A\) ,l' Ana María se fue.

Los dos bostezaron juntos. ^

* ([r]:,iÜ 'üf/" -¿Comió esta mañana? -preguntó el hombre.

-Vi huevos... tA' L(- ÑAt' -Sí, creo que sí. Yo estaba medio atontacla, así es

-Es que a la chiquilla{-a l1l-bggvos en {rI., que no me di cuenta...[...]la mañana. --:*- ' z[ fueron.[...] eetfu

-¡Bah! ¿Qué importa? -dijo el hombre, dándose l' ¡. -Oye. ¿Vamos al biógrafo esta noche?

una vuelta en la cama y durmiéndose con "" i¡"*p¡..p b -Bueno, pero tenemos que dejar a la chiquill u l' .l

pesada sobre el muslo de su mujer. , Uüfy'. dormida primero, y con llave. dOlo; , ht'Ella se liberó de ese peso, incorporándot"ÜiiOfr-,'¡" -Bueno..., cor-no siemprel- ¡%¡v-'t'*

r¡n poco. Dejó una mancha de transpiración en W -{Y -Sí. Pero está tan rafa,yo no sé qué le pasará.

la sábana.[...] íl or'' ¿No te has fijado? A veces la encuentro..., no sé..., es

En efecto, no había más que huevos en la helade- como si me diera, bueno..., miedo" Fíjate que. el otro

na y de la"d-ena dé_Iá ffir¡iro con los hom-.t'- estaba haciendo la dormida no más, y eso que era

bros un eesto de in¿ifeiencia , .*á piatos ii*rio. i¿6-L0 como la una de la mañana...para no iene ^\u/ -¿Y? ¿eué hay con esoPara n@Mrentras coclnaba Ü7puso la radio, un programa de bailables ruidosos.[...] /

-Ya me despertaste con tu música -gntó el hom-bre desde el dormitorio.

-¡Bah! ¡Ya has dormido bastante!

preguntó:

La mujer sirvió el plato de su marido y el de su

hija. Echó su propia ración en una tazaporque no pudo

encontrar otro plato li-pro v "o r" d""idió u lffi

-¿Y? ¿Qué hay con eso?

-No sé, es tan chica.

-No seas tonta. ¿Qué importa? Tiene todo el díapara dormir si quiere.

tomara o qué sé yo qué, pero sin decirme nada y sinacercarse mucho. Pero yo no tenía ganas de

nada, estaba como cansada, no sé... I

-Siempre ha sido-medio rara l{§ge$t"¿" p-gru

r la encuentro. Fíiate oue lo único ouele sustani-t"-ü* r"-i""""--é;^";;rhacer gimnasiu "J nuurur-tu.r'."."tr" ru?Fq-u -ii.iffig

frente a un espejo largo. Entre flexión y flexión, . t. :. para jugar es esa bolsa donde le guardo los zapatos...,preguntó: .0t fury- qué sé yo qué gracia le encontrará... Cateda,le dice.

&t_mtó: _ it.P\ qué sé yo qué gracia le encontrará... Cateda,le dice.

-Oye. ¿Y la chiquilla dónde andará? Ytp Y -YT : es rara..

*Por ahí... -respondió la mujer-. pf{"_ry.99#Í -Y hasta un poco pesada a veces cuando me miraes que subg_gue*p-Uede,5gdgsta¿ . fijo con esos ojos como de animal que tiene.[...]

-Es muy chica para saber que es domingo - -¡Bah! ¡Qué idiota eres! ¿Y eso, qqé tiene?

-Pero sabe que no puedq molestpr cuapdo fru ^', i3 -No sé, pero es raro. Y el otro día. Fíjate que me

estás aquí. nb l¡rffi pa dJJ" ü laW " había andado rondando toda la mañana pu* qri lu

t

26

. ctne

"-ffi

abtazarme y reírse y a hacerme tanto cariño, en unaforma tan empalagosa, que r-ne dio no §é...,'algo asícomo miedo o asco. Pero a veces también es una mo-nada, ah. Y me estaba diclendo «mi amó» y <<dinda»»,

tu sabes, las primeias cosas que aprefldió a decir, qüiénsabe dónde, porque tu nunca me las diees.... .

-¿Nunca? ¿Cómo?

-No. Nunca...

-Pero te digo cosas mejores.

-Bueno, pero no ésas. Bueno, estaba haciéndome

un dado, una caja de remedios, otra de fósforos, lacabezatrizada de una muñeca. Eso fue"1o último quesacó de la bolsa, como si no quisiera que su amigo laviera, como si ella misma no quisiera verla. Era unacabeza rubia, mofletuda, de rosto sensual y {mphcido.

-¿Y esto? ¿Qué es, señorita? /Los ojos de Ana María de pronto se/olmaron de

lágrimas, que quedaron suspendidas en e'llos sin caer,magnifi cándolos prodigiosamente.

-Mala... -murmuró la niña.

-¿Por qué?

ü-

cariño en lo mejor y yo de lo más asustada, cuarr{p*.},¿sabes lo que hizo? -": RG"-* Tffi

Entonces agitó con vehe^mencia el juguete roto,exclamando:

"{k- d/h >-rúc -a-Mala, mala, mala. .- Z"Y lo lanzó a la espesura del jardín. En ese

momento se desbordaion sus ojos y quedó inmóvil,mirando al viejo, las mejillas anegadas y las pestañashúmedas.

El viejo tomó a Ana María en.brazos, acunando lacabeza sobre su hombro, hasta que amainó el llantosilencioso. Le limpió las lágrimas con su propiopañuelo. Entonces la niña le dijo, acariciando con su

-No...-Me mordió la oreja.El hombre se rió.

-¿Te mordió la oreja? ¿Y cómo sabrá esta diablaque te gusta?

-No seas tonto, no así. No te rías, mira que no mela mordió nada de despacio. Me la mordió muy fuerte,como si quisiera rebanármela con esos dientes chiquiti-tos y filudos que tiene. Me dolió tanto que di un chilli-do y la solté. Y salió arrancando a toda carrera como sl

mano diminuta su rostro surcads v sin afeitar:

-Dindo..., dindo, -i umo..btzb- lrla<rc./-\-_,.r 1 LY después el hombre se marchó contento.[..."]

_-É

supiera que había hecho *" r",r.Ti':: ,'^ N_!4, Pasó un tiempo y la construcción donde el viejo

trabajaba quedó completa. Despacharon a los obreros,El viejo continuó yendo a almotzar todos los días que pronto encontraron nuevas ocupaciones, pero

bajo el sauce. Ya no era necesario escudriñar el jardín nadie quiso dar trabajo a un ser tan ertdeblg como el ,porque la niñita siempre 1o aguardaba junto a los alam- viejo. É1 comprendió sin zozobra.§lr situaciOn. En' a,,.bres. De alguna manera parecía adivinar la hora, y si el cambio lo inquietaba pensar eie"i-ilariq-ilguarae"-Vq¿)hombre venía atrasado. lo miraba con cierta dureza. dolo junto al alambrado en el extremo opuesto de la -1

Pero pronto te sonreía murmurando: ciudad, para hablar un rato con é1 y paraque le üera-Mi amó. Dindo... pan y cebolla.El viejo, esforzándose, levantaba a Ana María por La mujer era lq¡¡a4{eq¡r con eso se mantenían.

encima del cerco para sentarla a su lado. Le permitía El viejo.rt@ de que ella jamás le iba a echarencender el fuego para calentar el té. Entonces comía en cara r"1o-"rosl44b-L"sar de que su silencio llegó apafi, taravezrurn trozo de came, cebollas y tomates, adquirir una-E[,nsistenciáiñi

4-.>-

-, l

, L"bpY

compartiendo sus menesfiu, .oryllu, qug sie¡npre decía nada porque no tenía derecho a nada. SOfo io 4-,

parecíahambrienta.[...] - né !! Agyta6M/o _observabasentadoalapuertadelachoza,enla

La niña se había sentado junto a él en la sombra, --;;i^u,

al mediodí a, al atardecer, meditando.[...]abriendo de pronto su eterna bols.a, para mostrarl e un

^ *& n Sin embargo, dos o tres veces el hombre fue a ver

par de zapatos. faW loS ^^ú''' a la niñit¿. Le robaba un pedazo de pan a su mujer y,

-¡Tatos! ¿Dindo patita? <'7 murmurando enfre dientes que iba a buscar trabajo, sa-También traía dentro de la bolsa una cinta"chafa- lía muy de mañana. La mujer sabía que no era verdad.

da, pero reluciente. Con manos torpes el viejo la ató al El viejo caminaba lentamente, áescansando decabello rubio de la niña, y ella, ufana, palpó la rosa de vez en cuando al lado de algún fubol en un p¿rque,

', cinta celeste. La niña Ie mosffó tufiUien otras cosas, tomando del suelo alguna hoja de diario para leerla

iln^'* " rr' ^ r'"''1 ?A #Wtrffi

-

mañana siguiente. Se quedaron en silencio. Luego, alhombre le pareció que la mujer le preguntaba desde unrincón del cuarto:

construcción, donde la niñita vivía. Se instaló bajo-gt desearlo, larnuerte vendría.

t...1 A la mañana siguiente tomó elúltimo pedazo de

De pronto divisó a 1o lejos a la niñita cha4íoteando pan y caminó más lentamente que nunca hasta el jardínen la acequia, su cue¡po blanco herido por lg$ reflejos de Ana María. Era domingo.[...]del agua. Al descubrirla, en el corazór de la mujer se La niñit¿ 1o aguardaba como de costumbre juntoanudaron el asombro, la mudez, el odio. Se puso de pie al alambrado. Y tal como la primera vez, lo agobió eljunto a los alambres de púa para que, viéndola desde

lJejos, Ana María acudiera.' Pero Ana María no la miró. Sin embargo, sacó los

Jaurt¡u L¡uf 4r¡lsllLs, vun LtgtsLa, PoLo Ltata 9rr §l LUuu ru N u ¡ .rrrrPvique se atreviera a sentir. Pero antes de entregarse por Y'¡v Pero mañana, cuando su mujer ya no existiera,u " que se atrevlera a sentlr. .Pero antes oe entregarse por .ñ rero manana, cuanoo su muJer ya no ex§uera,

N completo a lo inevitable, algún rescoldo escondido dr \ iría a despedirse de la niñita. Después nada importaba.\) energía la impulsó a una determinación. .rM_Quiz¿ lo mejor fuera irse a algún sitio desierto, a un

\rira ra ulPur§u il u[a (ltrLsrnlrlr.lururr. ,\lUn brien día compró un cucurucho de iaramelos,

-))

-U" büe" día compró un cucurucho de iaramelo5, )fcerro, por ejLmplo, y esperar ia noche para morir.

§ y, tomando un autobús, se dirigió al iardín vecino a lal r - Estaba seguro de que con sólo encorvarse en el suelo y

asombro' de ver a una niñita tan chica, sola en un jardíntan grande., «¡Pobrecita!>>, se dijo, acerc¡furdose.

pies del a*a,y poco a poco, sin que la mujer supiera -¡Mi amó! -murmuró la niña al verlo.cómo, circundando matorrales y zatzas, se fue acercan-'t ro\i;, La levantó por encima de los alambres, y Ana

t--^ 'ltllznalo abrazí v Io besó riendodo al sauce. Pero se mantuvo emboscada acierta n*Ll¡_'María lo abrazó y lo besó riendo.distancia.

^'l§¿ Ye(Xto?n- -¡Mi señorita linda! --exclan/'l I

Entonces la mujer divisó los ojos honfor;§¿ Y¿'üfía. -¡Mi>s. az: l es. ó s

^bv ez. acait,ds6bvez, acariciándola con sus manos oscuras-. ¿Y sri car-

?i ¡Mi señorita linda! --exclamó el viejo una y rJtra

mirándola con dureza desde la sombñ,-ffiándola enfl'' terita? -murmuró unos momentos más tarde.su claridad hostil. [...] El rostro de Ana María se ensombreció repentina-

La mujer comenzó a flaquear. Todo había sido en mente. Levantó los hombros y dijo:vano. Todo, siempre, fue en vano. Como último recur- -No..., na...

so, le mostró los dulces, diciéndole: Permanecieron juntos largo rato e¿ la sombra del

-¿Se sirve un dulce, señorita? sauce, hasta que el viejo pensó que era el momentoLa niña movió la cabeza negativamente. La mujer de irse. La colocó al otro lado de la cerca. Y, acari-

ciándole la cabeza rubia por entre los alambres,..-.lnsistió: ci

-Eskán ricos... murmuró:

-No quielo... -respondió Ana María. -Adiós, señorita...' Finalmente, toda la máscara de desolación y del Ella lo miró sobresaltada, como si comprendiera

fracaso se desplomó sobre el rostro de la mujer. Se todo.disponía a partir. En ese momento la niñita atanzó -No, no, mi amó, no... -dijo con los ojos agranda-unos pasos: dos por las lágrimas.

' -¡Mala! ¡Mala! ¡Mala! -rxclamó, mirándola fijo. -Adiós... -repitió é1.

Y la mujer escapó derrotada. Ana María retuvo con fuerza la mano del üejo.Cuando llegó a su casa le dijo al viejo que una Pero de pronto, como si hubiera ideado un plan, son-

familia para la que lavaba le había pedido que se rió. Sus lágrimas se secaron y dijo:empleara con ellos puertas adentro, para que no le fal- -Esperra, esperra..., catedita...taran casa ni comida. Además, una vecina deseaba . ,e' El hombre vio perderse a su amiga entre la vege-a¡rendar la mejora en que Wlpn. Ella ibap partir a h I tación, como si fuera la última vez que viera a tra niñita

itld, t1¡,t raru{ftül?c W

, seguía caminando, lentamente, hasta atravesar la ciu-'dad entera y llegar al jardín donde Ana María lon aguardaba, alamisma hora de los antiguos almuerzos L 1¿Y tu, qué vas ahacer?

L bajo el sauce.[...] rtú(fYr+,-No sé -respondió él en voz alta.

^V La mujer no pudo soportar la situación más tiem-.v.qfJf Y la mujer lo miró extrañada.

) po. Lo poco que le quedaba de un mundo que nunca ,y^d' Hacía un mes que el hombre no veía a la niñita.

!r ^n.

uU*¿u"tá y qr. .oo los años habiaÁeáado más IEstaba jgr vieio. más fatigpdg c?da hora, que caminarY v más. terminó oor dem¡mbarse. Pasaba los días traba- hasta el-extremo oouesto de la ciudad le resultaba casi

tan chica, sola' huYendo entre los

'*u'xHffffil";rió la puerta de su casa v entró a ta sala'

*"%f#..., cateda"' -buscando por la cocina' en el cuarto' en

la alacena.Pero no la encontró'

ff.§iffi;'"*i """n" de sus Padres :1Ti:"-Tl:ffi:i;

**" Hr'i,t',n:ffi ili" ü É: :T,:* l"*ffil*llllffi :3IT3ffi :"#;ffi;;::ll;:.i"","j:,|llfilJ:fi :TJ;pareja de¡hi'" :1L'üT;"';ffi;;;';la sábana. Los ojos de 1a

dos y furiosos, se cuD.. r - --^4ñ

-"iát clavaron a'su fiil t: ll ll:tr clavaron a su mJa -ffü;*orporándose a medias'["']-¡Chiquilla "tt,ipiel r t -,-- -. -^r:Á ..,rriendo sin mirar ¡

il'fttlH#il0'o' ñ$u Y'ul':,::*":*:'Tl#T';LamnaseaPuu;r;;ild"Jenetlecho'aliviados'perosus padres, que volvit

Il"ffiliffi":ffi#"i*'i'"¿" ra nina le dijo: ¡MW,-Upa' upa"' - .- ^^t+A^A^la 4 s, lado. Temblaba un ñriíffi'ü Lvantó, depositándo1T.:*1"-rceder. v no sabír

,".""'ü?: jlii,lÍl'ii*?-9.

":l:^lo"',suceder' v no sabía

iantas cosas' *" *"'i" l; Jt';6 :""1 suelo i;"'"u:

t,i^:)?oj"Hi"lTli;Tji#iüá-"iio*r.", 4W'*'*li*r. pon patitas... - H e

;iTi':""::ffililparacatzart'::i-TT"'^:"?::"*"ffi;

incó*oilaría corrió a travé¡ {er lar{rn, :l"j,*:s:t $*

n*

encima de la acequi"' *'""tá"¿"sá a los medallones de luz

notantequecaían"oliJ'"üF':t,**m*"1"Y¡1T3*

EI vtelo so &rruuuru r/o¡e vw----.- rcorvado y oscuro junto

o.rrián áá pie bajo el sauce' el anciano. e¡

a la niñita con la o"t' "ii'L"' li r" miro como si esperara algo'

Entonces Ana Marla;;;*ó;"*" en tos mejores tiempos' desde

il;;J; á. ,"' ojos fosforecentes Y azules:

i{:ffi;':,ui'ü" de la mano 1" hi?: caminar tuera de la

sornbra del sauce, "r

á'"r"tiñt"iJ"t me¿io¿ia del verano' Lo iba

e*ut¿* llevandoselolit d;;;; , §'rftn Í" ffi/,ft[itffi?-:"#

(chileno)

j#i€+€

:E

ffi

B

)osó CDor,oso,',,,

(1924) ' ,',, ',

Nacido en Santiago de Ghile; José\ Donoso es uno de los nanadorés más,,

§ destacados de lo que se conoce como elX "boom" de la literatura hispanoamericana.

\ Además, en su Histona personal del boom,

Ñ se convierte, también, en historiador de§ \ este fenómeno, que se caracterizó por el

t auge -sin precedentes- de la calidad, la

S cantidad y el reconocimiento internacional

\ de la nariativa hispanoamericana.

\ .¿ Escribió cuentos, novelas corüs y

\ ( viletas, mientras se ganaba la vida como\\.+'' maestio y periodista. Su primer libro,Veraneo y otros cuentos, así como suprimera novela, CoronaciÓn, fueron pre-miados en Chile. Donoso fue galardonado,además, por su trabajo como periodista enla revista Ercilla. Luego, en la década delsesenta, aparecieron, sucesivamente,algunas de sus obras fundamentales: EIcharleston, libro de cuentos, y dos nove-las: EI /ugar sin límites y Este domingo.

La calidad de sus relatos le ganóamplio reconocimiento y difusión interna-cional. Obtuvo importantes premios; viajóextensamente, y ofreció talleres decreación literaria en varias universidadesndrtearher¡canas. Luego, se estableció enBarcelona, donde terminó su obra másambiciosa, El obsceno páiaro de la noche,la cual lo consagró como uno de losmejores novelistas hispanoamericanos. Suabundante producción continuó con lapublicación de otras novelas e¡mo: Casade campo, El iardln del lado y La deses-peranza. Su regreso a Chile, en 1982, lollevó a cobrar conciencia de la situación desu país, el cual se encontraba dominadopor un régimen militar. Sus relatos poste-riores manifestan una nueva preocupaciónpolítica y social.

La obra de Donoso se caracteriza porsu carácter innovador y experimental, porsus preocupaciones existenciales y por supenetración psicológica y su visión críticae irónica de la sociedad chilena, especial-mente de sus clases altas. Ana Maria esuno de sus cuentos iniciales. En éste,Donoso se concentra en los personaiesmarginados de la ciudad, y nos relata, através de la técnica del contrapunto, una

'tierna y peculiar historia de amor.

blanco. Más tarde el hombre limpió su tarrito.y después de pisotear

lo que quedaba de fuego, regresó al trabajo.[..\ "V

4na lrldn¡aI

«¡Qué raro que dejena una niñita tan chica sola

en un jardín tan grande!»,pensó. el viejo, enjugán-dose el sudor del rostro con

un pañuelo que después

repuso en el bolsillo de su

raída chaqueta.

La n!!a era, en reali-dad, pequeñísima, llegaríaapenas a los Ifggñgs, y era cory3-rylggula que flotara un

instante, desapareciendo luego, entre los troncos de los castaños ylos nogales, allá en el fondo de la perspectiva an¡l vertida por el fo-

llaje.[...] El hombre se inquietó un momento al no divisarla' Pronto,

sin embargo, sus ojos encontraron a la pequeña figura agazapada en

un charco de flores amarillas que en lo más espeso de las sombras

falsificaba un trozo de sol. Entonces el viejo suspiró con

alivio, murmurando:

-¡Pobrecita...!Se sentó bajo el sauce que desde una esquina de la propiedad

sombreaba la acera. Con ramas secas fue haciendo un fuego mi-núsculo, donde puso a calentar su té en un tarrito. Sacó un pedazo de

pan, tomates, una cebolla y comió, pensando que era raro no haber

visto antes a la niñita. Siempre había creído desierto ese predio cer-

cado por alambres de púas, armque a veces le pareciera descubrir

entre los árboles del fondo una casa construida como para mientras,

pequeña e indigna de su emplazamiento.[...]Todos los días acudía a almorzar bajo el sauce y a dormitar un

poco junto a esa isla de verdor, lo único vegetado del barrio. Y a las

dos de \atarde volvía a la constrqqció nde trabajaba, dos cuadras

más allá por la calle en que casi todos los sitios permanecían sin, :---

casas aun y seco§.

El hombre se tendió boca abajo junto al alambrado. Protegido

del calor @tqJle1-mediodía, escuchaba el correr de la acequia, yatento al levísimo agitarse de las hojas, vigilaba el jardín. A 1o lejos,

quizá brotaba espontáneamente como parte de la vegetación, vio a la

niña: diminuta y casi desnuda, se hallaba de pie cerca de un tronco

voluminoso que una enredadera de rosas rojas trepaba con una

urgencia casi animal. Estuvo observándola un rato: cómo en sus jue-

gos se escabullía entre los matorrales, cómo se alejaba de pronto,

cómo una sombra especialmente densa diluía el pequeño cuerpo

o canal

24

Trt'V