los extranos trabajos de paulino y eusebio (1)

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  • 1

  • Los extraostrabajos

    dePAULINO yEUSEBIO

    por Eloy B.D.

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  • NDICE

    1. LA BATERA...........................4

    2. EL BANCO............................22

    3. EN EL RESTAURANTE.......35

    4. EL CONCURSO....................49

    5. EL PLAN..................................63

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  • 1La batera

    Cmo os describira a Paulino Cachivache? S bien que,al verlo por primera vez, cualquiera podra llevarse laimpresin de que se trata de uno de esos jvenesdesocupados que piensan solo en divertirse, que sepreocupan demasiado por su aspecto fsico y su atuendo, ycreen que todas las personas mayores de veinte aos estnequivocadas. Pero yo lo conozco bien y puedo asegurarosque esa impresin es un ejemplo ms de que las aparienciasengaan.

    Yo dira que, para empezar a conocer cmo es en realidadPaulino Cachivache, hay que fijarse primero en su mejoramigo, Eusebio Quelonio. Sobre todo, me interesa quecomprendis lo fiel que es el bueno de Eusebio. Se arrojarade cabeza a un pozo si Paulino se tirara antes que l. Dehecho, y ahora que lo pienso, eso fue precisamente lo quePaulino hizo una vez; que s, como os lo cuento, se tir a unpozo y Eusebio lo sigui sin pensrselo dos veces. Cuandoambos lograron salir del fondo del pozo, chorreando yentumecidos, Eusebio le pregunt a Paulino por qu habacometido una locura semejante. Este le contest con totalnaturalidad que solo pretenda averiguar si poda o no contarcon un amigo que nunca lo abandonase.

    Ah, s, otra cosa que debo contaros es que por culpa deEusebio recibi Paulino lo que este ltimo denomin ungolpe del destino. Os explico el por qu. Eusebio se presenten casa de Paulino un viernes por la tarde con dos entradaspara asistir al concierto de Los Estmagos Revueltos, el

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  • grupo de rock ms caero y alucinante del mundo mundial,en palabras del propio Paulino. l y Eusebio presenciaronaquel concierto desde la primera fila, muy cerca de Dens laMorsa Martn, el virtuoso batera del grupo, quien parecatener motores injertados en sus dedos, as de rpidogolpeaba con sus baquetas los tambores, las cajas y losplatillos. En el momento culminante de la actuacin, elbatera golpe tan fuerte uno de los platillos que la baquetase le escap de las manos y sali volando por los aires endireccin al pblico, girando y girando como si fuera elclebre hueso de la pelcula 2001: Una odisea del espacio. Elcaprichoso palito fue a caer justo sobre la cabeza de Paulino.El pobre tuvo que conformarse con escuchar el final delconcierto desde la enfermera del auditorio, mientras lecerraban la herida con puntos y se la vendabanaparatosamente.

    Al da siguiente, mientras Eusebio le juraba una y otra vezque su cabeza haba sonado exactamente igual que untambor de hojalata, Paulino no dejaba de flipar con la firmaque Dens la Foca Martn haba estampado en su camiseta,despus de pedirle perdn por el lamentable accidente.

    Qu to ms enrollado!, no te parece?Supongo contest Eusebio con aire distrado,

    mientras escriba con un rotulador la palabra FRGILsobre la venda de su amigo.

    Lo que yo te diga, Eusebio continu Paulino. Nohay nada ms enrollado que ser baterista de un grupo derock. Esta tarde ir a comprarme una, y aprender a tocarlaen el garaje de mi casa. Esa baqueta no me golpe porcasualidad, te lo aseguro. Fue un golpe del destino (nota del

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  • escritor: lo mismo que os haba dicho ya antes).T? Ja, ya quisiera verlo se burl Eusebio, que ahora

    se mostraba un poco envidiosillo por no haber sido elelegido por la baqueta de la Morsa. Pero si eres incapaz deaplaudir dos veces seguidas sin perder el ritmo. Adems, ayermismo me decas que lo ms enrollado que hay es serjugador profesional de videojuegos.

    Paulino se tap los odos con los dedos y empez atararear su cancin favorita de Los Estmagos Revueltos. Esono impidi que Eusebio abriese la aplicacin de notas de sumvil para recordarle a Paulino sus propias palabras.

    La semana pasada dijiste, lo tengo registrado aqu, queser mascota de un equipo de la NBA era el trabajo msexcitante del mundo; y hace un mes me aseguraste quepagaras por trabajar en una fbrica rellenando cajas con tusbombones favoritos.

    Cuando vio que Eusebio dejaba de parlotear, Paulino sesac los dedos de los odos y le dijo:

    Deja de echarme en cara cosas que no le importan anadie y dale un uso ms provechoso a ese ladrillo que tienespor telfono. Busca en internet una tienda de instrumentosmusicales que nos pille cerca.

    La ms cercana result ser un establecimiento llamadoLa banda de Thorpe, propiedad del seor Olegario Thorpe.Cuando el dueo de la tienda musical vio entrar a los dosjvenes, supo al instante que su caja registradora no iba arecibir ninguna alegra. El seor Thorpe tena un ojo clnicopara distinguir a los clientes que criaban telaraas en susbolsillos. Por eso no se extra demasiado con la respuestaque le dio Paulino cuando le inform del precio de la batera

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  • molona expuesta en el escaparate de la tienda.Qu? En serio cuesta tanto? Entonces no tengo ni

    para pagar los platillos se quej en voz alta Paulino.Eusebio abri la aplicacin calculadora de su mvil.Con la paga semanal que te da tu padre, tendrs el

    dinero suficiente dentro de cinco aos certific con la fraseguridad de un contable eficiente.

    Al seor Thorpe se le encendi entonces una lucecita ensu cabeza con forma de cereza. Su mujer no dejaba derepetirle que deba contratar a vendedores jvenes queconectaran mejor que l con la clientela juvenil quefrecuentaba La banda de Thorpe. La seora Thorpe lesugiri la idea a su marido despus de verle activar la alarmaantirrobos cuando entraron en la tienda un grupo de jvenesmelenudos con chaquetas de cuero negras, botas militaresdel mismo color, muequeras con pinchos metlicos ycamisetas con dibujos satnicos. El seor Thorpe se llev untremendo chasco cuando se aclar que eran loscomponentes de un grupo de heavy metal, los cuales tenanla intencin (desechada lgicamente tras aqueldesagradable incidente) de gastarse mucho dinero en latienda renovando todos sus instrumentos musicales.Examinando de arriba abajo a Paulino y a Eusebio, el seorThorpe lleg a la conclusin de que parecan losuficientemente descerebrados para entenderse bien con lanueva fauna que entraba ltimamente en la tienda. Noobstante, cuando abri la boca para ofrecerles quetrabajasen en la tienda y pudiesen as reunir el dinero que lesfaltaba para pagar la batera, una vocecita en su interior ledijo que no era una decisin muy acertada.

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  • Tras un tira y afloja en las negociaciones, Paulino yEusebio acabaron aceptando todas y cada una de lascondiciones impuestas por el seor Thorpe. Era el primercontrato de trabajo que iban a firmar en su vida, pero sesentan como dos importantes hombres de negocios.

    Una semana despus de empezar a trabajar en la tienda,el seor Thorpe tuvo que salir un par de horas para resolverun papeleo que tena pendiente en el Ayuntamiento, y dej asus dos nuevos dependientes a cargo del negocio.

    Es muy probable que mientras yo est fuera se pase poraqu la seorita Cecilia Moraleja para recoger el clarinete quedej encargado hace un mes. Ella es clarinetista de laOrquesta Sinfnica Provincial. Ayer la llam para decirle queya haba llegado el instrumento. Lo he dejado en mi oficina,en la estantera que hay junto a mi mesa. Me estisescuchando?

    Somos todo odos le asegur Paulino conrotundidad, aunque lo cierto era que en esos momentos sucerebro estaba ocupado en imaginarse lo que hara con losmillones que iba a ganar cuando fuese tan famoso comoDens la Morsa Martin. Paulino era un poco como WalterMitty. Por su parte, Eusebio asinti con la cabeza, pero suatencin estaba ms pendiente del telfono que ocultabatras el mostrador que de otra cosa. Despus de mltiplesintentos, estaba a punto de pasar uno de los niveles msdifciles de su juego favorito.

    Ajeno a estas circunstancias, el propietario de la tiendacontinu dando instrucciones a sus peculiares empleados.

    Me alegro, porque lo que voy a deciros es muyimportante. En la estantera hay dos estuches, con un

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  • clarinete cada uno. El de la seorita Cecilia es el que est enel estuche de color verde. No se os ocurra darle el clarinetedel estuche amarillo. Entendido?

    Claro como el agua, seor Thorpe respondi Eusebiosin ningn remordimiento.

    Perfecto dijo Olegario Thorpe con seriedad,porque la seorita Cecilia es una concertista muy especial, yme ha costado mucho trabajo encontrar el nico clarineteque ella puede tocar. En fin, ahora que ya estis advertidosme largo.

    Que le vaya bien, seor Thorpe le desedistradamente Paulino.

    x Cecilia Moraleja entr en La banda de Thorpe

    preguntndose si no se habra equivocado deestablecimiento. La clarinetista estaba acostumbrada a quela tienda fuese un remanso de paz, con msica clsicasonando de fondo a un volumen agradable para el odo,mientras el tranquilo y educado propietario resolvacrucigramas tras el mostrador. Nada que ver con la escenaque estaba teniendo lugar en aquella ocasin. Un joven alque no haba visto nunca por la tienda tocaba la bateraestruendosamente y con una absoluta falta de sentido delritmo, al tiempo que mova todo su cuerpo como si estuvierasufriendo un ataque epilptico. Un segundo tipo, tanto oms desagradable que el anterior a ojos de Cecilia, cantabadesafinadamente una meloda chirriante y carente dearmona.

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  • Despus de esperar en vano que los dos alocadosdependientes se percatasen de su presencia, Cecilia reclamen voz alta:

    Disculpen! Podran dejar de armar escndalo por unmomento y atenderme, por favor?

    De nada le sirvi repetir su splica varias veces, elevandoel tono de voz hasta terminar desgaitndose. Aquellosindividuos eran realmente incompetentes e insoportables.Indignada, la clarinetista se acerc a Paulino y lo zarandeagarrndole por un hombro. Justo en ese instante, Paulinodaba por concluido su nmero con un redoble de tambor yuna sucesin de golpes de platillos capaces de aturdir a unsordo. Cinco minutos despus, an persista en los tmpanosde la seorita Cecilia un molesto y estridente pitido que leimpeda or bien. A gritos, le explic a Paulino quin era y loque quera.

    Eusebio, haz el favor de traer el clarinete de la seoritaCecilia. Yo buscar su factura mientras tanto.

    De qu clarinete hablas, si puede saberse? preguntEusebio, como si fuera la primera vez en su vida que oahablar del tema.

    Ser posible tanto despiste? se exasper Paulino.Cul clarinete va a ser? El que est en el estuche de coloramarillo, en la oficina del jefe. El seor Thorpe nos lo dejbien claro.

    Para aquellos lectores que no tengan muy buenamemoria, les recordar que el clarinete para la seoritaCecilia Moraleja no estaba en el estuche amarillo, sino en elde color verde. Pero en fin, como dira el propio PaulinoCachivache semanas despus de estos acontecimientos, todo

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  • el mundo se equivoca y dentro de cien aos todos calvos.El caso es que la seorita Cecilia sali de la tienda con un

    pitido todava zumbndole en los odos, un dolor de cabezaque iba en aumento y el estuche equivocado debajo delbrazo.

    A su vuelta, don Olegario no tard en darse cuenta de lainjustificable metedura de pata cometida por aquellos dosincorregibles. Despus de castigarlos con una intilreprimenda, les orden que se dirigiesen urgentemente a lacasa de la seorita Cecilia con el clarinete del estuche verde,para hacer el cambio y pedirle las oportunas disculpas.

    Pero jefe empez Eusebio a discutirle su decisin,por qu no lo deja estar as? Yo creo que ella no va a darsecuenta del error. A m todos los clarinetes me pareceniguales.

    T seras capaz de confundir un clarinete con unpatinete, so mendrugo dijo el seor Thorpe. La cuestines que la seorita Cecilia sufre una grave y extraaenfermedad de tipo alrgico. Desde hace un par de aos,todos los clarinetes que toca le provocan espasmos,convulsiones, urticarias y todo un catlogo de efectossecundarios originales.

    Pobrecilla. Ya me dio la impresin que estaba un pocoplida cuando se march de la tiendacoment con sinceralstima Paulino.

    El clarinete que encargu para ella es nico en elmundo. Siguiendo las instrucciones de la doctora que la esttratando, ha sido fabricado con los materiales ms inocuosy antialrgicos del mercado. As que ahora mismo estiscogiendo el estuche verde, os vais en autobs al centro y le

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  • cambiis el clarinete a la seorita Cecilia. Yo la he llamado asu casa pero no contesta al telfono. Por vuestro bien, confoen que no le haya dado tiempo a estrenar su nuevoinstrumento.

    Djelo en nuestras manos, jefe declar animadoPaulino. Eusebio y yo nos plantamos en casa de la seoritaCecilia en menos que canta un gallo.

    Bueno, quiz habran llegado antes que cantase aquelgallo, de no ser porque tuvieron que volver a la tienda dosveces: una porque haban olvidado preguntarle al seorThorpe la direccin de la clarinetista; y la otra para recoger elestuche con el instrumento, que se haban dejado encimadel mostrador.

    Al fin, llegaron a la casa donde viva la seorita Cecilia.Eusebio llam al portero electrnico.

    Cunto tarda en contestar observ Paulino. Talvez ha salido. Insiste un par de veces ms y nos marchamos.

    Eusebio volvi a hundir su dedo regordete en el timbre.Estaban a punto de desistir cuando la seorita Ceciliacontest al telefonillo jadeando y gimoteando:

    Eres t, Amanda? Entra, tienes que ayudarme. Mepasa algo muy raro.

    Seorita Cecilia, somos nosotros, los dependientes dela tienda del seor Thorpe.

    Oh, no! Ustedes, precisamente en estos momentos.Vyanse.

    Pero seorita Cecilia replic Paulino, hemosvenido a traerle su clarinete. Le dimos por error uno que noera para usted. Adems, si est en apuros nosotrospodramos ayudarla. branos.

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  • Tras un minuto de silencio, se oy el chasquido de lapuerta al apretar Cecilia el botn para abrir. Paulino yEusebio entraron en la casa. Todo estaba en silencio, exceptopor un reloj de pndulo que marcaba con rigor los segundosen algn rincn.

    Dnde est, seorita Cecilia? pregunt en voz altaPaulino avanzando por el pasillo. Le pido disculpas pornuestro error, s que no le hemos causado una buenaimpresin Eusebio y yo, pero...

    Oh, cllese ya y entren. Llevo una hora aqu sin podermoverme.

    La voz proceda del fondo del pasillo, a travs de unapuerta entreabierta que dejaba escapar efluvios de lechehervida requemada. Paulino fue el primero en entrar en lacocina, pero se detuvo enseguida al dar una patada sinquerer a algo que haba en el suelo. Era el auricular delportero electrnico. A su lado reposaba una cabeza, unaenooooorme cabeza, de un tamao cuatro o cinco vecessuperior al de una cabeza normal. Vamos, todo un cabezn.Era la cabeza de la seorita Cecilia Moraleja. La sorpresa deEusebio y de Paulino al verla fue morrocotuda.

    Pero qu le ha pasado, seorita Cecilia? preguntaron al unsono los dos jvenes.

    Y todava lo preguntis, paramecios? Me veo en estasituacin tan humillante y ridcula por culpa de ustedes. Mehe pasado la maana ensayando con un clarinete nocivopara mi salud. El seor Thorpe prometi conseguirme uninstrumento que no me provocara alergias, y ustedes en sulugar me entregan un arma mortfera. Y para colmo, maanatengo un concierto importantsimo. Decidme, cmo voy a

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  • poder tocar con esta pinta?Bueno, yo creo que no es para tanto. Si le sostienen la

    cabeza con ayuda de un soporte resis..comenz aresponder Eusebio, hasta que un codazo en las costillaspropinado por su compaero le dej sin habla, y casi sinrespiracin.

    No se preocupe por eso ahora, seorita Cecilia tomla palabra Paulino. Lamentamos profundamente nuestroerror, pero djenos enmendarlo. La llevaremos al hospitalpara que la curen, y luego podr volver a practicar con elclarinete antialrgico que le hemos trado. Quin es elmdico que est tratando su dolencia? Lo llamaremos paraque vaya preparando una vacuna o algo as.

    La doctora Frugales es la nica que comprende misprocesos alrgicos. Trabaja en el Hospital Central. Encimadel televisor del saln me he dejado la agenda de telfonos;ah tengo anotado el nmero directo de su consulta en elhospital.

    Ya lo has odo, Eusebio. Muvete y llama a la doctora.Yo me quedar aqu atendiendo a la seorita Cecilia.

    Cuando Eusebio regres cinco minutos despus, tuvo lasensacin de que la cabeza de la seorita Cecilia habaaumentado de tamao, pero se abstuvo de hacer comentarioalguno, no fuera a ser que sus costillas recibieran otrocodazo de Paulino.

    Malas noticias anunci. La doctora Frugales noest en el hospital. Al parecer, se ha tomado una semana devacaciones.

    En el suelo de la cocina, la gigantesca cabeza de laclarinetista rod un poco hacia la derecha.

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  • Tenga cuidado con sus movimientos la previnoPaulino . Ha estado a punto de chocar contra la pata de lamesa.

    La doctora tiene una casa de campo. Seguro que se haretirado a descansar all dijo la seorita Cecilia sin atendera las palabras de Paulino. Pero no tengo su direccin, nimanera de localizarla.

    Dejadlo de mi cuenta afirm Eusebio echando manode su mvil. Navegar por las redes sociales; soy unverdadero Sherlock Holmes con este aparatito. La semanapasada localic a todas las amigas de la infancia de mi abuelaMaite. En realidad, no fue tan difcil. Eran muy pocas las quequedaban con vida.

    Sin entender qu haba hecho esta vez, Eusebio recibiuna colleja de Paulino

    No puede atenderla otro mdico en el hospital? interrog Paulino a la seorita Cecilia. A l tambin le dabala sensacin de que la cabeza de la mujer creca pormomentos.

    No, no gimi la seorita Cecilia. Ya os he dicho quesolo la doctora Frugales sabe controlar mis ataques. Adems,no quiero que nadie ms me vea as.

    Ya est. Lo tengo declar triunfador Eusebio.Siempre hay alguien que conoce a otro alguien, el mundo esun pauelo y bla, bla, bla. La doctora Frugales est pasandounos das en su casa de campo. Tengo la direccin. Propongoque nos plantemos all con la seorita Cecilia.

    Estupendo le felicit Paulino. Ponle un mensaje atu primo Vctor dicindole que necesitamos su furgoneta. Ydile que traiga tambin su carretilla. A estas horas habr

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  • terminado ya de repartir las sandas en el mercado.

    La tremenda cabeza de la seorita Cecilia apenas cabapor las puertas traseras de la furgoneta. El primo Vctor laspas canutas para acomodarla de manera que el peso de lacarga estuviese bien distribuido y no representase un peligropara la conduccin.

    Devolvedme la furgoneta sin un rasguo y antes de lasdiez de esta noche. Maana temprano tengo que recoger uncargamento de melones les advirti. Y usted, espero quese recupere pronto, seorita Cecilia. Ha sido un placer.

    Paulino conduca mientras Eusebio consultaba laaplicacin de mapas del mvil para guiarlo. Dejaron atrs laciudad y tomaron el desvo por una carretera secundaria queatravesaba campos cultivados de trigo y remolacha.

    Tu primo ha sido muy amable, Eusebio comentCecilia desde la parte trasera del vehculo. Se aburra porqueno poda girar su gigantesca cabeza para mirar por laventanilla. Y conoce bien su trabajo. Ha tratado mi cabezacon bastante delicadeza.

    Repmpanos! A la seorita Cecilia le guuuuuusta miprimo Vctor dijo Eusebio sin mala intencin, pero con unevidente tonillo jocoso.

    La seorita Cecilia sinti que su cabeza se hinchaba unpoco ms.

    Ustedes en cambio sois unos brutos redomados.Pero si yo no he dicho nada ahora. Por qu me mete en

    el mismo saco? protest Paulino herido en su corazoncito.No te distraigas, amigo. Cuidado con ese bache le

    avis a destiempo Eusebio. La furgoneta pas por encima del

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  • hoyo a mayor velocidad de la conveniente, y losdesprevenidos ocupantes botaron en sus asientos. La cabezade la seorita Cecilia golpe el techo y, a consecuencia delgolpe, su tamao aument un poco ms. Apenas caba ya enel habitculo.

    Paulino se dio cuenta porque ya no poda ver nada a travsdel espejo retrovisor. La seorita Cecilia obstaculizabacompletamente su visin. Tambin haba notado que lacabeza de la clarinetista creca cada vez que esta se enojaba,alteraba o enfureca por algo. En consecuencia, pens que sideca algo que la sosegara y la relajara, hacindola sentirbien, los efectos de aquel proceso alrgico tan virulento severan considerablemente mitigados.

    Y bien, seorita Cecilia empez a decirle con un tonode inocencia en su voz, intentando que no se notase quehaba algn propsito oculto en sus palabras, cuntenosalgo sobre el concierto de maana. Seguramente tendrmuchas ganas de que comience, no es as?

    La pregunta, sin embargo, produjo un efecto totalmentecontrario al deseado por Paulino. La extraa alergia de laseorita Cecilia se agrav de un modo fulminante: los globosoculares se le hincharon como pelotas de tenis; su frente seabomb de manera monstruosa y sus dientes empezaron arechinar tan fuerte que parecan unas castauelas. Lafurgoneta del primo Vctor senta tambin el aumento depeso correspondiente, hasta el punto que a Paulino lecostaba hacerse con el control del volante y mantener elvehculo dentro de la carretera.

    Ser mejor que llame al nmero de emergencias dijoEusebio un poco asustado.

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  • No, espera. Tengo una idea mejor repuso Paulino, altiempo que accionaba el intermitente para girar a la derecha. Haremos una parada para descansar en ese mirador quese ve desde aqu. El aire del campo le sentar bien.

    No s si ser una buena idea, Paulino replic concierto temor Eusebio. Las alergias no se llevan bien con lanaturaleza.

    Tranquilo, Eusebio susurr Paulino para que no se leoyera desde la parte posterior de la furgoneta. Empiezo abarruntar que la alergia de la seorita Cecilia no tiene nadaque ver con lo que respira, ni con la clase de clarinete quetoca. Eso no son ms que chorradas.

    Paulino detuvo la furgoneta. Un hermoso paisaje decerros pardos y verdes se extenda frente a ellos como uncuadro impresionista. Los dos jvenes sacaron la carretillacon la seorita Cecilia y la colocaron de manera que pudieraadmirar a sus anchas el espectculo maravilloso que lanaturaleza les ofreca.

    Despus de un rato en completo silencio, Paulino observde soslayo que la cabeza de la seorita Cecilia habadisminuido de tamao considerablemente.

    Se siente usted mejor, seorita Cecilia? le preguntamablemente.

    Oh, s. La grandeza de este paisaje hace que una olvidesus pequeas tribulaciones. Ojal pudiera vivir en un sitiocomo este.

    Le preocupa mucho el concierto de maana? continu interrogndola Paulino.

    Eusebio, que se entretena sacando fotos del paisaje consu mvil, se dio cuenta que su amigo pretenda llegar a algn

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  • puerto con sus preguntas. l saba que Paulino poda sermuy persuasivo cuando se pona en ese plan. Bajo suapariencia despreocupada e irresponsable, a Paulino se ledaba bien ayudar a las personas con problemas.

    La seorita Cecilia haba comenzado a sollozar.Siempre me pongo as con los conciertos, no puedo

    evitarlo. Es demasiada presin. El director de la orquesta nosexige mucho, y a menudo sueo que voy a hacer el ridculocon mi actuacin el da del estreno.

    Despus de sincerarse de ese modo, la seorita Ceciliasinti un alivio instantneo, pues su cabeza, que poco antesdaba la impresin que iba a estallar como un globohinchado, haba recuperado su tamao normal. Losmsculos de su cara se haban relajado, y hasta su pelo negrohaba recobrado su brillo natural.

    Pero la msica es algo bonito y divertido. Tanto comopueda serlo este paisaje. En mi opinin coment Paulinosabiamente, no merece la pena tocar un instrumento siuno no se divierte al hacerlo. Mreme a m, cuando toco labatera se nota a una legua que estoy disfrutando con lamsica como si fuera un nio pequeo.

    Es muy generoso por tu parte llamar msica a lo quesale de una batera cuando la tocas, si me permites decirloopin la seorita Cecilia, sin tener en cuenta que suspalabras podan ser tomadas a mal por el destinatario de lasmismas. Pero tras unos segundos de tenso silencio, Paulinoestall en sonoras carcajadas.

    Ja, ja, ja. Esta s que es buena. La seorita Cecilia tienesentido del humor. Y sabe dar golpes bajos. Qu te parece,Eusebio?

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  • Ja, ja, ja. Y no se anda por las ramas. Atacadirectamente a la yugular.

    Contagiada por las carcajadas, tambin ella acabrindose de su propia impertinencia. Se dio cuenta que era laprimera vez que se rea en meses, y aquello hizo que pensaraseriamente en lo que Paulino acababa de decirle.

    Es verdad que llevo mucho tiempo sin disfrutar con lamsica medit en voz alta. La rigidez y la disciplina dela orquesta me asfixian. Me siento como un robotinterpretando una y otra vez lo mismo, de la misma manera,concierto tras concierto, ensayo tras ensayo.

    Le apuesto lo que quiera a que el clarinete antialrgicoque le ha conseguido el seor Thorpe no soluciona suproblema. En cuanto ensaye una vez con l, su cabezavolver a crecerle sin control dijo Paulino.

    Te creo asinti la seorita Cecilia. Ahora s lo quedebo hacer para curarme. Renunciar a mi puesto en laorquesta y tocar libremente mi clarinete en las plazas, en lacalle, tocar en los pasillos del metro la msica que meapetezca y cuando a m me apetezca.

    Si eso es lo que la hace feliz, adelante, seorita Ceciliala apoy en su decisin Eusebio.

    Eh, mirad esa nube indic Paulino. No osrecuerda la forma de un perro?

    A m me recuerda ms bien la silueta de un pez dijoEusebio.

    No seis bobos se sum a la discusin la seoritaCecilia. Es exactamente igual a la cabeza de unrinoceronte.

    Caray! Eso s que es echarle imaginacin al asunto,

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  • seorita Cecilia dijo rindose Paulino.Los tres estuvieron divirtindose ms de una hora

    buscando parecidos a las nubes que pasaban. Luego, se oyun ruido grave y prolongado, como si muy cerca hubiera unelefante barritando. La seorita Cecilia coment:

    Eso ha sido un trueno? No se ve una sola nube negraen el horizonte. Qu raro.

    No ha sido ningn trueno, ja, ja. Es mi barriga confes Eusebio. Tengo un hambre atroz.

    Ja, ja. Eres todo un caso dijo la seorita Cecilia.Venga, os invito a almorzar a los dos en la prxima venta quenos encontremos. Y despus regresaremos a la ciudad. Ya nonecesito ver a la doctora Frugales, me siento perfectamente.En cuanto llegue a mi casa empezar a planear mi primerconcierto callejero.

    As se habla, seorita Cecilia. Pero le advierto que lacomida le saldr por un ojo de la cara. Aqu el amigo Eusebiotiene un pozo sin fondo por estmago afirm Paulino.

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  • 2El banco

    Todo pareca haber acabado del mejor modo posible,aunque el seor Thorpe no comparta la misma opinin. Eldirector de la Orquesta Sinfnica Provincial le llam dosdas despus, manifiestamente enojado y crispado, paracontarle que la seorita Cecilia haba renunciado a su puestode clarinetista, dejando un hueco difcil de cubrir en laorquesta. El director exiga saber por qu la seorita Ceciliale haba confesado que los dos muchachos que trabajaban enLa banda de Thorpe haban abierto su mente, hacindolecomprender que deba cambiar radicalmente de vida paraser feliz. Aquello fue la gota que colm la paciencia del seorThorpe. Tras presentar sus disculpas al director de manerareiterada, colg el telfono y llam a sus jvenes empleadospara comunicarles que estaban despedidos.

    Pues vaya faena se lamentaba poco despus Paulino,con las manos en los bolsillos, mientras l y Eusebio sealejaban caminando de la tienda de instrumentos musicales. Dnde voy a practicar ahora con la batera? Adis a missueos de convertirme en una leyenda del rock.

    Y con lo que te ha pagado el seor Thorpe ya puedesdespedirte de comprarte una dijo Eusebio.

    Eso, t encima hurga en la herida se quej Paulino. Anda, entremos en ese parque de ah, a ver siencontramos a alguien vendiendo helados. El disgusto senos pasar ms rpidamente con la ayuda del chocolate.

    Se adentraron en el parque, que a aquella hora estaballeno de corredores y gente paseando a sus perros.

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  • Encaminaron sus pasos hacia una glorieta, en la que sehaban instalado unos cuantos kioscos de chucheras y algnque otro vendedor de globos.

    Compraremos tambin un peridico para echar unvistazo a los anuncios de empleo coment Paulino sindemasiado nimo.

    Uf, mi padre dice que eso del trabajo est fatal. Noencontraremos trabajo a menos que suceda un milagro.

    Psss... queris un trabajo? Yo os doy uno dijoentonces un anciano con apariencia de mendigo, que sehallaba sentado en un banco junto al que pasaban en esepreciso instante los dos amigos.

    Paulino se detuvo para observar al mendigo. Era unhombre de barba blanca, bastante poblada y descuidada,piel surcada de arrugas y un abrigo rado lleno de semillaspara dar de comer a las palomas. Eusebio tir de la manga desu amigo, instndole a continuar su camino sin hacer casodel viejo. Pero un brillo de splica en la mirada del mendigohizo que Paulino desoyera las indicaciones de su amigo ysintiese deseos de indagar en la extraa proposicin delviejo.

    Est bien, amigo. Somos todo odos. De qu trabajonos est hablando? No parece que usted est muy sobradopara ir por la vida ofreciendo empleos dijo Paulino sindarse cuenta que cometa una tremenda grosera al hacerlo.Pero el mendigo fingi no darse por aludido y continu consu proposicin.

    Os pagar cuarenta euros si consegus que nadie sesiente en este banco mientras yo voy al dentista. Solo tardarun par de horas.

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  • Hecho acept sin vacilar Eusebio. Cuarenta euros porpasarse dos horas sentado en un banco del parque le parecaun autntico chollo.

    Eh, pare el carro un momento. Paulino, al parecer, noestaba tan convencido con la idea. No querr que leguardemos ningn paquete ilegal ni nada por el estilo,verdad? Adems, de dnde va a sacar usted tanto dinero?No parece que est usted sobrado de eso, tampoco. Paulino se empeaba en comportarse groseramente con elanciano.

    Lo dices por esta bolsa? No, no. En esta bolsa tengotodas mis pertenencias; no os preocupis por ella, se vendrconmigo al dentista. Ustedes solo tendrn que cuidarme elbanco. Es muy importante que nadie me lo quite,entendis? Y os dar la mitad del dinero ahora, poradelantado. Qu decs, aceptis? Me harais un gran favor,os lo aseguro.

    La verdad es que el hombre pareca desesperado. APaulino y a Eusebio les pareca un disparate pagar tantodinero por guardar aquel banco un par de horas. A sualrededor haba varios desocupados, por qu entoncesaquel inters desmedido por un banco en particular? Lanica explicacin lgica, pensaron a la vez los dos amigos,era que al anciano le faltaban dos tornillos de la cabeza. Perocomo era una locura que no haca dao a nadie y era muchodinero para desperdiciar la ocasin, Paulino y Eusebioaceptaron quedarse en el banco hasta que el mendigovolviese de su visita al dentista.

    En fin, si es tan importante para usted... Leguardaremos el sitio un par de horas dijo Eusebio.

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  • Sois dos buenos chicos sonri el anciano aliviado.Tomad, aqu tenis el dinero. Yo me marcho, o no llegar atiempo a mi cita. Os veo en un par de horas.

    Cuando se hubo alejado lo suficiente, Eusebio se volvihacia Paulino para recriminarle por sus malos modales:

    Y a ti qu diablos te pasa? Por qu tuviste querefregarle por la cara eso de que no tena apariencia de que lesobrasen trabajo y dinero? Acaso nosotros no estamos en sumisma situacin? Que sea un vagabundo mal vestido y unpoco sucio no te da derecho a sentirte superior a l.

    Paulino escuch en silencio la justa reprimenda. Le habahecho recordar por qu consideraba a Eusebio el mejoramigo que uno pudiera tener. l no era uno de esos tontosque se ren con todas las gracias que hagan sus camaradas yque los defienden aunque por dentro piensen que estnmetiendo la pata hasta el fondo. No, Eusebio era una de esosamigos que te van convirtiendo en mejor persona de lo queeres, y que te dan un empujn si ven que te ests apartandodel buen camino.

    Vale, vale. He captado el mensaje. Me disculpar conese hombre cuando regrese. Por cierto, se nos ha olvidadopreguntarle cmo se llama. No me negars que es unmendigo un tanto extrao; De dnde saca la pasta parapagarnos tan alegremente y permitirse adems pedir cita enel dentista?

    De momento, preocupmonos por hacer bien nuestrotrabajo. Sintate antes que alguien ocupe este bancolepidi Eusebio. Quiero inmortalizar este momentosacndote una foto con el mvil. Algn da querremos tenerun recuerdo del trabajo ms estrambtico de nuestras vidas.

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  • Ya te digo accedi Paulino sentndose en el centrodel banco con las piernas y los brazos cruzados. Pondrcara de estar tomndome muy en serio el trabajo, ja.

    Despus de sacar la foto, los dos amigos se quedaronsentados en el banco, contemplando en silencio los rboles,las estatuas y la gente que paseaba por el parque. Cincominutos despus, se moran de aburrimiento.

    Ohhh, no me lo puedo creer protest Paulino conamargura. Cmo vamos a aguantar dos horas aqusentados? Y para colmo, nos olvidamos de ir a comprar esoshelados por los que vinimos.

    Deja de quejarte, amargado dijo Eusebio. Yo irpor los helados. Cul quieres t?

    Treme uno que me dure dos horas. Y compra tambinuna bolsa de gusanitos. A ver si desde aqu sentadosalcanzamos a llegar al estanque. Esos patitos parecenhambrientos.

    Eusebio calcul a ojo que habra unos diez metros desdeel banco hasta el estanque.

    Comprar tambin un saco con bolas de plomos dijoal tiempo que se levantaba. Como no las ates a losgusanitos, no llegar ni uno al estanque.

    Ja, ja, me muero de la risa. Bueno, compra solo loshelados. Pero date prisa o me encontrars dormido cuandoregreses.

    Eusebio se alej meneando la cabeza, murmurando algosobre que toda la culpa era de aquella estpida batera.

    Paulino lo vio llegar al puesto de helados y esperar suturno para comprar detrs de una pareja de enamorados.Despus desvi su atencin al estanque, donde una mam

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  • pato nadaba toda orgullosa guiando a sus polluelos. Paulinose puso a pensar en el mendigo que les haba contratado.Qu inters poda tener en no perder el sitio en aquel bancotan corriente? Acaso haba enterrado una fortuna debajodel asiento? El tono de recibir mensajes de su mvilinterrumpi sus pensamientos. Se sac el telfono delbolsillo del pantaln y abri el mensaje. Era de Eusebio.

    # acabo de recordar que no me he trado la cartera. T tienesdinero?#

    Resoplando, Paulino escribi una respuesta y la envi.# claro, so bobo. Tengo el anticipo que nos ha dado el

    mendigo. Ven por l.#La pareja que preceda a Eusebio ya se haba marchado, y

    el heladero esperaba con cara de impaciencia a que Eusebiole pagara para darle los helados que le haba pedido. Msimpacientes an se mostraban un grupo de chiquillos, unaclase entera con su maestra, que acababan de llegar al puestoy atosigaban a Eusebio para que se diese prisa en pagar.Paulino recibi otro mensaje. # ests loco? Si me muevo de aqu tendr que guardar cola

    otra vez detrs de estos enanos malcriados. Tremelo t, porfa; el banco quedar libre solo unos segundos.#

    Paulino volvi a resoplar. Aquel trabajo comenzaba aprovocarle dolores de cabeza. Mir a su alrededor y no vio anadie interesado en sentarse en su banco, as que de malagana se levant. Guardndose el telfono en el bolsillo, sesac el billete de veinte euros que le haba dado el mendigo yse dirigi con lentitud hacia el puesto de los helados. Querahacer sufrir a Eusebio por obligarle a levantarse. Cuandolleg al puesto tuvo que abrirse paso entre los nios parapoder llegar al mostrador. Fue tan duro como cruzar una

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  • tormenta de arena.En lugar de tiernos infantes parecen perros salvajes

    murmur entre dientes Paulino cuando logr llegar al ladode Eusebio.

    Ya te digo asinti este. Anda, pgale a este hombrey recemos para salir de este infierno con nuestros heladosintactos.

    Tuvieron que hacerlo levantando los cucuruchos dehelado hacia el cielo, como si fueran dos estatuas de lalibertad cruzando un ocano lleno de tiburones. Paulino secompadeci de la profesora que estaba a cargo de aquellosmonstruitos, pues al mirarla de cerca se fij en que semorda las uas y tena unas arrugas en la frente muymarcadas. De repente, su trabajo de guardar el banco un parde horas le parecieron unas vacaciones en el Caribe.

    Pero aquella sensacin se desvaneci enseguida, justo enel momento que Eusebio le toc en el hombro dicindole:

    Se estn llevando nuestro banco!En efecto, as era. Una camioneta haba estacionado justo

    al lado del banco que ellos deban estar custodiando. Dosoperarios con monos de trabajo blancos se haban bajado delvehculo y haban descargado herramientas para arrancar elbanco de sus soportes. Se daban buena prisa en realizar sutarea y eran muy eficientes. En un abrir y cerrar de ojoshaban cargado el banco en la parte posterior de lacamioneta.

    Paulino tir el helado al suelo y sali corriendo hacia losoperarios.

    Disculpen, disculpen! Qu estn haciendo? lesgrit Por qu se llevan nuestro banco?

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  • Uno de los hombres continu con su trabajo sininmutarse, asegurando con cuerdas el banco para que no semoviese durante el traslado. El otro, con cara de desgana,esper a que Paulino llegase junto a l para contestarle.

    Tranquilzate, muchacho. Te va a dar un ataque. Ququieres decir con eso de nuestro banco? El mobiliario delparque pertenece al ayuntamiento, as que no te hagas ellistillo con nosotros, quieres?

    Paulino jade unos instantes y luego levant una mano amodo de disculpa.

    Lo s, lo s. Lo que quera decir es que nosotrosestbamos sentados aqu...

    T viste sentado a alguien en el banco cuando loquitamos, Javi? pregunt al otro hombre el que estabahablando con Paulino. Aquel mene la cabeza y continu alo suyo. Mira, muchacho, estamos cambiando los bancospor otros nuevos y este era el ltimo que nos quedaba porllevarnos. Maana empezaremos a instalar los nuevos;entonces podrs venir y pasar todo el da sentado en l siquieres. Conforme?

    Pero usted no lo entiende intervino Eusebio. Ibana pagarnos por cuidar del banco y que nadie se sentara en l.Y ahora, cuando vuelva nuestro jefe y encuentre que se lohan llevado, no va a querer pagarnos.

    El operario mir fijamente a Eusebio, tratando de adivinarsi este trataba de gastarle una broma o si directamente leestaba tomando el pelo. Finalmente, decidi que la cosahaba llegado ya demasiado lejos. Se dio media vuelta y sedirigi hacia la puerta de la camioneta.

    Nos vamos, Javi dijo a su compaero. Ya hemos

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  • perdido aqu demasiado tiempo. Volvamos al curro.Cuando se hubieron marchado, Paulino se volvi hacia

    Eusebio enfadado.Desde luego, menudo piquito de oro tienes. S, claro se defendi Eusebio. T estabas a punto

    de convencerlos para que descargaran el banco y volvieran aponerlo en su sitio, no te fastidia. Al menos yo heconservado intacto mi helado.

    Aggg... quin me mandara a m aceptar este trabajotan cutre? se lament Paulino.

    Ya deja de quejarte, no hay nada que hacer. Toma,compartir mi helado contigo mientras esperamos quevuelva el anciano. Le explicaremos lo que ha pasado y loentender. No pasa nada.

    Paulino le dio un lametn al helado de chocolate y secalm.

    Eusebio era genial para tomarse las cosas en su justamedida. Sin embargo, se equivoc al pensar que el mendigolo entendera. Cuando regres del dentista y se encontr conun hoyo en el lugar donde haba dejado su banco un par dehoras antes, se ech a llorar como un nio pequeo, sinhallar consuelo alguno en las justificaciones que le dabanEusebio y Paulino.

    Usted tampoco podra haber evitado que se llevaran elbanco le deca el primero. Eran dos tipos musculosos dedos metros de alto y con unas espaldas inmensas. Secargaron el banco al hombro y se lo llevaron como si fuerauna sillita de playa.

    Dijeron que maana iban a traer uno nuevo, jefe aadi Paulino. No debe ponerse as, seguro que traen un

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  • banco ms bonito y cmodo que el antiguo. Estaba todorooso y herrumbroso. Pareca que era ms viejo que elpropio parque.

    Pero las palabras de Paulino no hicieron ms queaumentar la congoja del viejo por el banco perdido.

    Ustedes no lo entendis logr decir el mendigodespus de controlar su llanto. De nada me servir unbanco nuevo. Ella no lo reconocer, solo conoce el bancoviejo.

    Escuche, seor. Cmo se llama? le pregunt Paulinocon voz dulce y amistosa.

    Teodoro. Teodoro Rayuela respondi el hombre,mirando a Paulino con ojos tristes.

    Vale. Mire, yo soy Paulino Cachivache y mi amigo sellama Eusebio Quelonio. Por qu no nos cuenta quin esesa mujer de la que habla y por qu era tan importante elbanco que se han llevado? Tal vez no sea tan grave el asuntoy podamos ayudarle. Lo haramos encantados, verdad,Eusebio?

    Por supuesto, ya hemos ayudado antes. Se nos da biendijo Eusebio con la mejor intencin del mundo.

    El seor Rayuela les dirigi una mirada agradecida,aunque la tristeza no desapareci de su rostro.

    Solo un milagro podra ayudarme, muchachos. Y llevoveinte aos esperando que ese milagro se produzca. El bancoera el clavo ardiendo al que me aferraba desesperadamente,aguardando que mi nieta pasara por aqu y lo recordase. Dem ya no se acordara, porque he envejecido mucho; pero elbanco, aunque rooso y herrumbroso como bien habisdicho, segua siendo el mismo que ella vio el da que

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  • desapareci.Su nieta? pregunt Paulino, que comenzaba a

    entender vagamente.Mi nieta ngela. As se llama. Tena siete aos el da

    que la traje al parque para que diera de comer a los patitosdel estanque. Yo estaba cansado de caminar, as que mesent un rato en el banco y ella camin hasta el estanque, ahmismo dijo Teodoro sealando el estanque cercano. Loltimo que le dije fue: ngela, fjate bien en el banco dndeestoy y no me pierdas de vista. Cuando te canses de jugar vena sentarte conmigo. Ella me respondi: Vale, abuelito. Note preocupes, me s de memoria este parque y podra dibujareste banco con los ojos cerrados. No me perder. Pero yoestaba ms cansado de lo que supona y me qued dormidomientras la vigilaba para que no le pasara nada. Jams me loperdonar. Fueron solo unos minutos, pero cuando despertmi querida nieta ya no estaba junto al estanque. Recorrtodo el parque sin encontrarla y luego avis a la polica. Ellostampoco lograron dar con su paradero. Se haba evaporadosin ms. Desde entonces vengo todos los das al parque,soando con que ngela pase por casualidad delante delbanco que lleva grabado en su memoria, y reconozca a suviejo abuelo sentado en l.

    El seor Rayuela no pudo contenerse por ms tiempo y seech a llorar desconsoladamente. Conmovidos por la tristehistoria, Paulino y Eusebio sentan un nudo en susgargantas. De repente, comprendieron la importancia quehaba tenido aquel viejo banco del parque para aquellapersona, y empezaron a devanarse los sesos ideando unmodo de poder ayudarle.

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  • Entonces Eusebio se sac el telfono del bolsillo y sepuso a apretar los botones muy rpidamente.

    Crees que es momento para ponerte a jugar? lesusurr Paulino disimuladamente.

    No estoy jugando repuso Eusebio molesto. Estoybuscando la foto que te hice sentado en el banco de marrashace un rato. La recuerdas?

    Claro, no estoy senil. Y?Pues que voy a mandrsela a mi hermano Ral para que

    la retoque digitalmente. Le dir que te elimine de la escena yrellene el hueco artsticamente; as tendremos una imagenaislada del antiguo banco.

    Y cul es el propsito de todo eso? anhel saber elseor Rayuela, sbitamente interesado.

    Compartiremos la foto del banco por internet, Teodorole explic Eusebio su plan. La difundiremos a travs detodas las redes sociales, incluyendo una leyenda debajo quediga algo as como Recuerdas este banco, ngela?. Encualquier parte del mundo que ella se encuentre, puede quevea en algn momento la foto y en su memoria salte algnresorte que la haga recordar. Incluiremos tambin los datosde contacto para que ngela pueda localizarnos. No tieneusted ningn domicilio fijo, Teodoro?

    No, pero mi hija siempre me ha rogado que vuelva avivir con ella. A menudo viene al parque para tratar deconvencerme.

    Con la idea que ha tenido Eusebio no tiene ustednecesidad de quedarse a vivir en el parque intervinoPaulino. Sera mejor que estuviese en casa de su hija, porsi ngela ve la foto del banco en internet y se le ocurre

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  • llamar por telfono.Creis que eso es posible? Sera tan feliz si ngela me

    llamara por telfono...Claro, seor Rayuela. Su nieta aparecer, ya lo ver

    afirm convencido Paulino.Oh, son ustedes dos muchachos estupendos. Tomad el

    resto del dinero, os lo habis ganado con creces dijoTeodoro Rayuela, entregando a Paulino un billete de veinteeuros.

    Despus de pagarles, el anciano se march hablando envoz alta consigo mismo, emocionado y feliz por haberrecuperado la ilusin perdida.

    Crees que hemos obrado mal, dndole falsasesperanzas? le pregunt Eusebio a Paulino.

    Las esperanzas nunca son falsas sentenci Paulino. Mrame a m si no. Desde que me levanto con laesperanza de conseguir esa batera me siento mucho msvivo que nunca.

    Pues si quieres mantener viva esa esperanza, ser mejorque movamos el trasero y nos busquemos otro curro.

    Y diciendo esto Eusebio, son el telfono de Paulino.Hombre, es mi to Nicols. Hace tiempo que no s de

    l.El que tiene el restaurante en el centro? pregunt

    Eusebio.El mismo dijo Paulino al tiempo que responda a la

    llamada. Hola, tito! Cunto tiempo! Cmo ests?...Deveras? Cuenta con nosotros. Eusebio y yo salimos para allenseguida.

    Paulino colg el telfono y dijo:

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  • Ves cmo no hay que perder nunca la esperanza? Mito Nicols necesita urgentemente dos camareros para estanoche. Me ha pedido que le hagamos el favor de sustituir ados empleados suyos que han enfermado al mismo tiempo.

    3En el restaurante

    Pareces un pingino con ese traje negro y esa minsculacorbata se burl Paulino del aspecto serio y formal quepresentaba Eusebio con el uniforme de camarero que lehaba prestado el to Nicols.

    Pues anda que t se defendi Eusebio, mirando consorna el atuendo de su amigo. Vas a la pera o algo as?

    Paulino procur aparentar que le resbalaban loscomentarios de su amigo, pero una ligera sonrisa le delat.Lo que haba dicho Eusebio era bastante gracioso. Y cierto.El to Nicols aspiraba a conseguir que su establecimientofuese un restaurante de lujo con una clientela muydistinguida. Por eso se esmeraba en todos los detalles.Recurrir a Eusebio y a Paulino haba sido su ltima opcin,lo cual explicaba por qu se mostraba tan nervioso, yendocontinuamente de la cocina al comedor y viceversa. Y esoque era el da ms flojo de la semana. A las nueve y mediasolo haba dos mesas ocupadas. En una de ellas haba unapareja de enamorados que no paraban de cuchichearse cosasel uno al otro. La otra mesa estaba ocupada por dos hombrescalvos y rechonchos, que parecan estar celebrando una

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  • reunin de negocios.Eusebio se hizo cargo de la mesa de los enamorados.

    Mientras les descorchaba una botella de vino que habanpedido, se fij en la cara del hombre. Le resultaba bastantefamiliar. Sin duda era alguien a quien conoca, pero al quehaca mucho tiempo que no vea. Eusebio estaba convencidode eso. Pero, quin diantres era aquel tipo? Estaba tratandode recordarlo cuando a la mujer le son su telfono mvil,que llevaba guardado en un bolso de cuero rojo. En lugar deabrirlo y contestar la llamada, la joven agarr el bolso y selevant.

    Disclpame, querido dijo a su pareja con voz melosa. Contestar desde el bao. Probablemente sea mi madre,ya sabes cmo es.

    No tardes, cario respondi el hombre, queaparentaba estar nervioso y angustiado. Pobre tipo, pensEusebio, unos segundos separado de su amor y ya se sienteperdido. Termin de descorchar la botella y le sirvi unacopa. Eusebio iba a retirarse cuando el hombre le pregunt:

    Tendras la amabilidad de traerme un peridico?Quisiera comprobar los nmeros del sorteo de la lotera deayer.

    Al decir esto, una lucecita se encendi en la cabeza deEusebio. Sbitamente acababa de recordar quin era aquellapersona que le resultaba tan familiar. Meses atrs habasalido a menudo en los medios de comunicacin, los cualesle consideraban el hombre ms afortunado del mundo. Entres ocasiones consecutivas haba sido agraciado con elprimer premio de la lotera de Navidad. Tambin erainfalible en las apuestas deportivas y, por si fuera poco, haba

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  • hecho saltar la banca del Gran Casino de Montecarlo un parde veces antes de que le prohibieran entrar ms. S, aqueltipo que estaba sentado en el restaurante del to Nicols eratoda una celebridad, pens Eusebio. Se llamaba LeonardoArribas Gonzlez, aunque para la prensa era simplementeLeo Con Suerte. Se haba teido el pelo y usaba gafas sincristales para no ser reconocido, pues todo el mundo se leacercaba para pasarle billetes de lotera por la espalda ytonteras de esa calaa.

    Le prestar mi telfono para que pueda consultar losnmeros de la lotera por internet, seor. Es ms rpido leofreci Eusebio, pensando en la suculenta propina quepodra recibir al final del almuerzo si trataba con exquisiteza aquel acaudalado cliente.

    Oh, gracias. Eres muy amable, me he dejado el mo encasa dijo Leo Con Suerte. Podra abusar de tuamabilidad pidindote un favor ms?

    Estar encantado de servirle si est en mi mano, seorrespondi solcito Eusebio. Qu ms necesita?

    Podras conseguir que sonara en tu mvil la cancinWhat a wonderful world de Louis Armstrong?

    Sin lugar a dudas se apresur a contestar Eusebio, aquien le encantaba demostrar el provecho que poda sacarlea su telfono.

    Perfecto. El asunto es este comenz a explicarse contimidez Leo Con Suerte: hoy quiero pedirle a Natalia quese case conmigo. Haba pensado que sera un buen momentohacerlo a los postres. S que ella pedir un trozo de tarta deframbuesa con nata, su favorita. La cancin de LouisArmstrong es nuestra cancin, y si t pudieras traer en una

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  • bandeja el trozo de tarta, el anillo de compromiso que hecomprado y tu telfono sonando con nuestra melodafavorita, conseguiramos una atmsfera perfecta yromntica. No crees?

    Eusebio se dio cuenta por el brillo en sus ojos queLeonardo Arribas estaba sinceramente. Cmo negarse acumplir los deseos de alguien as?

    Djelo de mi cuenta, seor. Todo saldr a pedir de boca.El enamorado iba a darle una vez ms las gracias a

    Eusebio, cuando advirti que Natalia sala del bao demujeres y se diriga hacia ellos.

    Rpido susurr a Eusebio metindose la mano en elbolsillo. Aqu tienes el anillo. Y llvate el mvil tambin;estoy tan nervioso que ya no puedo concentrarme en losnmeros de la lotera.

    Eusebio se retir a la cocina pasando por detrs dePaulino, quien atenda a los comensales de la otra mesaocupada del restaurante. Los dos hombres hablaban entre scomo si el camarero fuera invisible. Paulino, harto deesperar a que eligiesen sus platos, carraspeaba aburrido.

    Te digo, Rubn, que se trata de un magnfico negocio. Siinviertes tu dinero en l no te arrepentirs. Los beneficiosestn asegurados.

    No s, Gonzalo. Los nmeros no estn muy claros...Cundo te he engaado, yo? No hay riesgo alguno en

    la operacin. No puedes dejar escapar esta oportunidad.El hombre llamado Rubn titube. Paulino segua

    carraspeando sin que lo tuvieran en cuenta.Est bien, Gonzalo. Invertir en ese negocio que me

    propones. Pero pidamos de comer ya, si te parece bien; tengo

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  • muchsima hambre. Despus firmaremos los papeles.As se habla, amigo mo dijo eufrico Gonzalo,

    agachando la vista para que nadie pudiese ver el brillo decodicia que reflejaban sus ojos. Djame que invite yo aeste almuerzo en seal de agradecimiento.

    Paulino anot el pedido, el cual inclua una botella dechampn para festejar el cierre del lucrativo negocio. Luego,se march a la cocina pensando que aquel Gonzalo no tenapinta de dejar buenas propinas.

    En la cocina se encontr con Eusebio. Y el coronel Lee? le pregunt extraado. El coronel

    Lee era el cocinero del restaurante. Un hombre asitico deaspecto bondadoso y terriblemente viejo. Paulino y Eusebiole llamaban coronel porque siempre estaba contandobatallitas de sus aos mozos, y porque montaba en clerarpidamente si sus ayudantes no cumplan sus rdenes deinmediato.

    Ha ido un momento al bao contest Eusebio. Novas a creerte quin est sentado en la mesa que me hatocado, Paulino. Ni ms ni menos que Leo Con Suerte. Teacuerdas de l?

    Anda, ya lo creo. Qu suerte, te vas a sacar una pastagansa con la propina.

    Adems aadi Eusebio, le va a pedir matrimonioa su prometida a los postres y me ha pedido que le lleve yo elanillo en una bandeja. Estar de muy buen humor cuando lepasemos la cuenta.

    Genial. Paulino ya se vea ms cerca de podercomprarle la batera al seor Thorpe.

    La puerta de la cocina se abri entonces, y por ella entr

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  • la figura menuda pero fuerte del coronel Lee.Ella no sel mujel de fial, no seol coment

    distradamente mientras se colocaba un delantal negro y susombrero de cocinero. Nada de fial, no seol.

    De qu mujer est hablando, seor Lee? le preguntPaulino con curiosidad.

    De la mujel del bao. Mujel del bao no sel tligolimpio, yo la escucho hablal pol su telfono a tlavs de lapaled. Ella deca a alguien que su novio iba a pedil enmatlimonio dulante la cena. Deca tambin que iba aconveltilse en una mujel lica y millonalia. Luego deca que sunovio era un poble tonto y que ella lo tena completamenteen sus manos.

    Eusebio se qued petrificado al or la confidencia delcoronel Lee.

    Ya lo dice el refrn coment Paulino como si lohubiera visto todo en la vida: afortunado en el juego,desgraciado en amores.

    Tenemos que avisar a Leo Con Suerte para que no sedeclare a esa estafadora dijo Eusebio indignado.

    No te servira de nada opin Paulino. El amor esciego. Leo Con Suerte no iba a creerte una cosa as. Seenfadar contigo, y tambin con mi to por haber contratadoa un camarero metomentodo y calumniador.

    Nos quedamos de brazos cruzados, entonces? Es posible que nosotlos podamos hacel algo pala ayudal

    a novio ciego intervino el cocinero. Yo conocel lecetapodelosa, muy podelosa.

    Leceta? Qu es una leceta? quiso saber Eusebio,despistado por la peculiar forma de hablar del coronel Lee.

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  • Una leceta de cocina respondi este, qu si no ibaa sel? Yo la plepalo en un peliquete.

    Y de qu manera iba a poder ayudarnos una simplereceta de cocina, seor Lee? pregunt Paulino conescepticismo.

    No es una simple y vulgal leceta, muchacho se enojel cocinero. Es la salsa de la veldal.

    Veldal? volvi a desconcertarse Eusebio.Quiere decir salsa de la verdad, Eusebio, a ver si

    espabilas se impacient Paulino.Quien plueba la salsa de la veldal no puede decil

    mentilas aunque quiela explic el seor Lee las bondadesde su receta. Tiene efecto muy lpido, aunque dula soloveinte minutos.

    Ya veo adnde quiere ir a parar, seor Lee dijoPaulino. Podemos echarle un poco de esa salsa suya a lacomida de esa farsante, y hacer que ella misma confiese susverdaderas intenciones delante de su novio.

    Chico listo. Yo ponelme manos a la obla enseguida.Salid de mi cocina ahola, no quielo que veis los ingledientesque utilizo. Es una leceta milenalia secleta.

    Eusebio y Paulino obedecieron sin rechistar. Al salir alcomedor se tropezaron con el to Nicols, que parecaenfadado.

    Qu hacais los dos en la cocina? Os he dicho quesiempre debe haber un camarero presente en el comedor,pendiente de los deseos de los clientes.

    Lo siento, to Nicols se disculp enseguida susobrino Paulino. Tenamos un pequeo problemilla, peroya se ha solucionado. Vuelve a la caja, nosotros nos

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  • ocupamos de los clientes. Estos ltimos comenzaban a impacientarse por la

    tardanza en el servicio, cuando el coronel Lee avis aPaulino y a Eusebio para que regresasen a la cocina. Elcoronel Lee haba preparado todos los platos colocndolosen dos bandejas. En la que iba destinada a Leonardo Arribasy su novia haba puesto un pequeo cuenco con una salsablanca y cremosa. El coronel Lee, sealndola con un dedo,le dijo a Eusebio:

    Esta sel la salsa de la veldad. Plocula que la mujel delbao se silva un pal de cuchaladas.

    Entendido, seor Lee dijo Eusebio, levantando labandeja sobre un hombro y empujando con el otro la puertabatiente que daba al comedor.

    Paulino cogi la suya y sali tambin de la cocina. Alllegar a la mesa, Eusebio le sirvi a la mujer el plato con elsalmn a la plancha que haba pedido, y puso frente a LeoCon Suerte un plato de raviolis rellenos de carne. Despus,cogi una cuchara de madera que llevaba en la bandeja y laintrodujo en el cuenco de la salsa.

    Seorita dijo a la hipcrita novia de Leo,permtame que le eche un poco de salsa sobre el pescado. Yaver cmo le da un toque exquisito.

    Umm.. huele deliciosa esa salsa coment Leonardorelamindose de gusto, puedes servirme un poco a mtambin?

    Noooo casi grita Eusebio, asustando a Leo. Luego,recuperando su tono de voz normal, se excus diciendo: Es un sacrilegio echarle esta salsa a los raviolis, seor. Perono se preocupe, yo le traer una salsa de tomate ideal para la

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  • pasta.Estupendo se conform Leo, aunque se le fueron los

    ojos detrs de las dos cucharadas colmadas que Eusebioverti sobre el plato de su novia.

    Enseguida vuelvo con su salsa dijo Eusebio,retirndose en direccin a la cocina.

    Paulino haba servido ya los platos de su mesa. Por unasimple coincidencia, Gonzalo, el cliente que haba propuestoa su compaero de mesa entrar a participar en un excelentenegocio, haba pedido el mismo plato que la novia de Leo.Desde su silla haba escuchado perfectamente las alabanzasque Eusebio haba hecho a la salsa para el salmn, demanera que, al pasar aquel por su lado, le agarr de la mangade un modo poco convencional, y le pidi que le sirvieratambin a l dos cucharadas de la salsa que llevaba en labandeja.

    Eusebio se qued petrificado sin saber qu hacer,buscando con la mirada a Paulino en busca de apoyo. Este,viendo el lo en que se haba metido su amigo, se encogi dehombros, como dicindole: Qu importa? chale salsa aeste incauto. Total, lo peor que puede pasar es que se pongaa decir verdades. Qu dao puede hacer eso?.

    Estaban tan compenetrados el uno con el otro, queEusebio comprendi al instante el significado de aquelencogimiento de hombros. Seguro de que haca lo correcto,derram dos cucharadas de salsa sobre el salmn delhambriento hombre de negocios. Despus, l y Paulino seretiraron para observar disimuladamente desde lejos lareaccin que provocaba la salsa de la verdad en loscomensales. Un rato ms tarde, sin embargo, no se apreciaba

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  • consecuencia alguna. Leo Con Suerte y su novia coman ensilencio, mientras que los dos empresarios charlabananimadamente sobre ftbol.

    Impacientes, Paulino y Eusebio fueron a preguntarle alcocinero si se haba equivocado a la hora de elaborar sureceta.

    Ustedes dos sel unos jvenes con poca fe. Mi leceta selpelfecta. Lo que sucede es que pala sacal la veldad a alguiendeben hacelse las pleguntas aplopiadas.

    En otras palabras dijo Paulino, Leo Con Suertetendra que preguntarle a su novia si ella lo ama paraaveriguar sus verdaderos sentimientos.

    Y antes que se pasen los efectos de la salsa de la veldad,dentlo de unos veinte minutos.

    Tendremos que ayudar un poco a Leo dijo Eusebio.Van a pedir los postres enseguida y entonces l le pedir aCatalina que se case con l. Se me ocurre que sera elmomento propicio para que la verdad salga a flote.

    Haz lo que debas, Eusebio le apoy Paulino. Yovuelvo a mi mesa; parece que esos dos tambin quierenpedir ya los postres.

    Tal como haba predicho Leo, su novia Catalina piditarta de frambuesa con nata como postre. Eusebio se dirigia la cocina, puso en una bandeja el platillo con el trozo detarta, y a su lado coloc el anillo que le haba entregado Leosobre una servilleta de tela bordada. Despus, busc lacancin de Louis Armstrong en su telfono y entr en elcomedor con aire solemne, dndole al botn de reproducir.Catalina fingi estar agradablemente sorprendida cuandoEusebio le puso por delante la bandeja con el postre y el

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  • anillo.Leo Con Suerte hizo una seal a Eusebio indicndole que

    ya poda marcharse; pero este se qued all plantado sindarse por aludido, mirando fijamente a Catalina. El novio semovi inquieto en su silla sin saber qu hacer, hasta que yano se aguant ms y pregunt a la mujer:

    No me tengas en ascuas, palomita ma. Quierescasarte conmigo?

    Catalina senta los ojos de Eusebio clavados en ella. Ququerr este camarero impertinente? An as, no poda dejarescapar aquella ocasin que estaba esperando desde hacatiempo, de manera que forz la mejor de sus sonrisas, pusocara de felicidad y respondi a la pregunta:

    Por supuesto que s, querido. Estar encantada de ser tuesposa.

    Eusebio se inclin entonces ligeramente hacia delante,apoyando las manos en la mesa, gesto que irritprofundamente a Leo Con Suerte. Su irritacin setransform en ira contenida cuando escuch a Eusebiodirigirse a su prometida:

    Debe amar mucho a este hombre para aceptar suproposicin, no es cierto?

    Catalina hubiera querido abofetear a Eusebio, ignorarlo omentirle afirmando que amaba a Leonardo Arribas con todosu corazn. Sin embargo, una sensacin extraa e irresistibleque provena de su estmago ascendi hasta su boca,obligndola a mover los labios en contra de su voluntad. Enel paladar notaba an el sabor de aquella salsa que habatomado con el salmn. Finalmente, no pudo evitarresponderle a Eusebio con la verdad que tan

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  • interesadamente ocultaba:Lo cierto es que me caso con Leo por su dinero, y solo

    por eso.Ni la explosin de una bomba nuclear en medio del

    comedor hubiese producido el mismo efecto que aquellafrase pronunciada por Catalina. Leo se qued mudo y surostro palideci. Con la barbilla temblorosa, mirabaalternativamente a Catalina y a Eusebio con ojos de corderodegollado. Eusebio sinti tanta lstima por l que casi searrepinti de haber vertido la salsa de la verdad sobre elplato de aquella embustera.

    Pasado un instante que pareci eterno, Leonardo Arribasreproch a su novia con voz cargada de angustia:

    Por qu has dicho una cosa tan horrible? Me partes elcorazn.

    Catalina estaba muy nerviosa. Era consciente de queestaba arruinando completamente su malvado plan, pero nopoda evitarlo. Su lengua pareca tener vida propia y noobedeca a las rdenes que su retorcido pensamiento ledictaba.

    He dicho que me caso contigo por tu dinero porque esla nica verdad, Leo respondi sin titubeos. Ese ha sidomi nico propsito desde que te conoc. Y voy ms all: a loque aspiro a medio plazo es a convertirme en una divorciadamillonaria. Y luego, ya encontrar a otro ricachndesprevenido a quien hacerle la misma jugarreta.

    Escuchndose a s misma, Catalina se sinti terriblementeavergonzada. Como si la hubieran pillado in fragantirobando ropa de marca en unos grandes almacenes y todo elmundo la estuviese mirando. Leo extendi su mano derecha

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  • y recogi el anillo de compromiso. Mejor me guardo esto. Ahora que s lo que piensas, no

    quiero que lo lleves.Catalina levant los ojos, pero no pudo sostener la mirada

    de reproche que le diriga el hombre a quien habapretendido engaar de una manera tan miserable. Cohibida,cogi su bolso y se levant de su asiento sin decir unapalabra. Se dirigi al guardarropa, retir su abrigo de pielsinttica y sali del restaurante con un sabor amargo en elpaladar. El efecto de la salsa empezaba a disiparse, pero esoya careca de importancia, porque la verdad, una vezdescubierta, no puede ser tapada ni con un milln dementiras.

    Vindolo tan abatido y desolado, como si hubieseenvejecido diez aos en un par de minutos, Eusebio pensabaque quizs nunca ms podran decir de Leonardo Arribasque era un tipo con suerte. Y era una lstima, porquetratndolo en persona se apreciaba que tena un corazn deoro.

    Puedes llevarte los postres si quieres, amigo pidi aEusebio con desgana. Y treme la cuenta, por favor.Quiero marcharme.

    Como desee, seor. Se la traigo enseguida.

    ..A pocos pasos de ellos, la salsa de la verdad elaborada

    por el coronel Lee empezaba tambin a manifestar susprodigiosos efectos en la mesa atendida por Paulino. Cuando

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  • el hombre llamado Gonzalo estaba a punto de terminarse elsalmn, su amigo Rubn le formul una pregunta simple ydirecta:

    Entonces, Gonzalo, qu rdito crees que le sacar aldinero que voy a invertir en tu negocio?

    Gonzalo tena en su mente un montn de respuestasfalsas con las que salir airoso de esa pregunta. Era un pilloredomado, y no senta ningn remordimiento por engaar aun amigo; pero sus planes se fueron al traste cuando de suboca salieron las palabras que descubriran sus verdaderasintenciones:

    No vas a ganar nada, Rubn. En este negocio solo yo voya salir beneficiado, as que ve hacindote a la idea.

    Nada ms decirlo, Gonzalo se puso rojo como un tomate. Agradezco tu sinceridad, amigo mo dijo Rubn,

    perplejo por lo que acababa de escuchar. Y sobre todo teagradezco que lo hayas confesado antes que firmase elcontrato.

    Los dos hombres de negocio terminaron de comer ensilencio, pues todo estaba dicho. Pidieron la cuenta porseparado, y despus de pagar cada uno su parte salieron dellocal en direcciones opuestas y sin despedirse el uno delotro.

    Te lo puedes creer, Eusebio? No me han dejado ni unsolo euro de propina expres Paulino su desilusin.

    As es la vida, amigo filosof Eusebio. A mtampoco me han dejado nada.

    Dime, crees que nuestra amistad terminara tambinsi probramos la salsa del coronel Lee? pregunt Paulinocambiando de tema.

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  • Bromeas? dijo Eusebio Estoy apoyndote en esteasunto de la batera desde el principio, sabiendo que todo loque gane tendr que drtelo para que salgas del capricho.Eso debera bastar para que supieses que nuestra amistadest hecha a prueba de bombas.

    Tienes razn reconoci Paulino. Adems, yasuperaste la prueba del pozo. Venga, vamos a la cocina yaprovechemos los postres que han dejado sin probarLeonardo y su ex-novia. No creo que esta noche entre nadiems en el restaurante.

    4El concurso

    Despus de ejercer como camareros en el restaurante delto Nicols, los trabajos eventuales se sucedieron uno trasotro en la vida de Paulino y Eusebio. El gerente de unsupermercado los contrat como auxiliares de reposicin enla seccin de alimentacin, pero acab despidindoloscuando descubri que organizaban carreras de carritos desupermercados en el pasillo de los refrescos. Idnticodestino sufrieron en un tnel de lavado automtico devehculos, cuando el tipo que los contrat los vio meterseentre los cilindros limpiadores vestidos con monos y cascosde motoristas. Segn le confes Paulino a su jefe, aquello eraalgo con lo que l y Eusebio haban soado desde nios y nopodan dejar escapar una ocasin semejante. Pues yotampoco puedo dejar escapar la ocasin de despediros, fuela escueta respuesta del dueo del negocio.

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  • Una semana despus encontraron trabajo comorepartidores de folletos publicitarios de una cadena decomida rpida. Sin embargo, cuando Eusebio se dio cuentaque las hamburguesas que salan en la foto de los folletostenan un tamao doble al de las verdaderas que se vendanen los restaurantes de la cadena, decidi que no poda seguirechando los folletos en los buzones de las casas.

    Es una cuestin de principios, Paulino. Comprndelose justific Eusebio.

    Paulino trat de convencerlo para que continuara con elreparto, proponindole que escribiera por detrs de losfolletos la siguiente frase: El repartidor no se haceresponsable por la falta de veracidad del productopublicitado. La idea fue acogida con entusiasmo porEusebio, pero cuando uno de esos folletos autografiadospor Eusebio lleg a manos de un directivo de la cadena dehamburgueseras, se organiz un tremendo alboroto queconcluy una vez ms con el despido fulminante de los dosrepartidores.

    Siempre acaba pagando quien menos culpa tiene sequej Eusebio tras perder el empleo.

    En resumidas cuentas, que lleg el verano y Paulino anno haba logrado reunir ni la mitad de la mitad del dineroque costaba su cada vez ms lejano sueo de tener unabatera. Fue entonces cuando Eusebio encontr una noticiaen internet que pareca una posible solucin a susproblemas. Se trataba de una original competicin decortadores de csped que haban organizado los vecinos deun barrio residencial en Santander. Los participantes dedicho evento tenan que cortar el csped y podar los setos de

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  • todas las casas en la calle que les fuera asignada por losjueces. Los jardineros deban formar equipos de dospersonas para apuntarse: uno de ellos se encargara de cortarel csped de las casas, mientras que el otro se ocupara depodar setos y adecentar las plantas. La pareja queconsiguiese terminar su trabajo en menos tiempo seembolsara como premio una cuantiosa suma de dinero.

    Podramos apuntarnos a este concurso propusoEusebio, convencido de que se trataba de una idea excelente. Se celebra el prximo domingo, ves? Le pedimos a miprimo Vctor que nos deje la furgoneta. l no trabaja el finde semana. Cargamos en ella la mquina cortacsped de micasa, las tijeras de podar, bolsas de basura y dos pares deguantes de jardinero. No necesitamos ms. Y el prximodomingo estaremos de vuelta con un montn de pasta en elbolsillo. Qu me dices?

    Te digo que tu confianza es soberbia, pero me apunto aella.

    Excelente. Vamos a preparar el viaje. Tendremos quellevar un montn de bocadillos para ahorrar pasta.

    No hay problema dijo Paulino. Con queso ymortadela soy capaz de sobrevivir un mes entero, si espreciso.

    Aquel domingo, el barrio de Santander donde se habaorganizado el concurso estaba lleno de mquinascortacspedes y jardineros ilusionados por llevarse elpremio. Todos los concursantes, excepto Paulino y Eusebio,iban perfectamente pertrechados para la ocasin. A su lado,ellos dos parecan dos novatos con pinta de no haberse

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  • acercado en su vida a un jardn. Tal circunstancia no pasdesapercibida para el juez encargado de asignar una calle delbarrio a cada pareja inscrita. Casualmente, dicho juez tena ados hermanos jardineros que iban a participar en lacompeticin.

    A estos pardillos voy a darles la calle Colibr comentcon total desfachatez delante de otros dos jueces. Detodas maneras, no tienen ninguna posibilidad de ganar.

    La calle Colibr? No es ah dnde vive esa joven tanrara que no sale nunca? le pregunt uno de suscompaeros.

    Esa misma confirm el juez desvergonzado. Ahora entiendo tu jugarreta intervino el tercer juez

    . Eres un taimado.

    Ajenos a esta conversacin, Paulino y Eusebio recibieroncon entusiasmo la instruccin de colocarse al principio de lacalle Colibr. Tenan el nimo por las nubes y una fe ciega ensus posibilidades. Cuando el juez principal seal el iniciode la competicin agitando una bandera verde, los doscorrieron hasta la primera casa con sus utensilios dejardinera. Advertidos del evento, los dueos tenan laspuertas abiertas para que los concursantes no perdieran eltiempo. A pesar de su falta de experiencia y entrenamiento,los dos jvenes demostraron una gran concentracin ycompenetracin en el trabajo. Cuarenta minutos y cincuentasegundos despus, el jardn presentaba un aspectoimpecable. Incluso se permitieron el lujo de regar el cspedrecin cortado.

    Muy bien, muchachos. Ya podis pasar a la siguiente

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  • casa les comunic el juez encargado de supervisar sutrabajo. Ahora mismo vais clasificados en cuarto lugar.nimo.

    Toma. Eusebio. Cmete este bocadillo. Tenemos quehacerlo an ms rpido en la siguiente casa.

    Aqu tardaremos menos repuso Eusebio agarrando elbocadillo con ganas. La parte delantera est asfaltada. Ahno tendremos que pasar el cortacsped.

    No haba nadie en la puerta para recibirlos, pero la verjaque daba acceso a la parte posterior de la vivienda estabaabierta de par en par. Paulino empuj la mquinacortacsped por el camino empedrado y la atraves. Eusebiolo sigui, con sus tijeras al hombro y masticando otrobocadillo despreocupadamente. De repente, Paulino sedetuvo en seco y Eusebio casi tropieza con l.

    Qu haces? Por qu te paras? Paulino no respondi. Con la boca abierta se limit a

    sealar a su alrededor. Eusebio comprendi entonces lareaccin de su amigo. El jardn de aquella casa era unajungla. Literalmente. El csped llegaba a la altura de lasrodillas, y estaba invadido por multitud de matas de hierbasespinosas. Haba tambin enredaderas que, ascendiendoabrazadas a los troncos de varios rboles frondosos,formaban tneles sombros en los que seguramente nuncaentraba la luz del sol.

    En serio? Aqu hay trabajo para un mes, por lo menosprotest Eusebio casi lloriqueando.

    Alguien nos ha jugado una mala pasada, eso est clarointuy Paulino.

    Y qu hacemos? Nos retiramos del concurso?

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  • Presentamos una queja?Sera del todo, me temo. Pero tampoco pienso

    rendirme tan fcilmente. Empecemos por desbrozar todaesta maleza. Psame las tijeras, Eusebio.

    Arggh...Qu rabia! Quin ser el dueo de esta selva?Me gustara decirle cuatro palabras.

    Pues entra en la casa a ver si pueden prestarte msherramientas de jardinera y aprovecha para decrselas. Lasvamos a necesitar.

    Maldiciendo su mala suerte, Eusebio se dirigi hacia lapuerta trasera de la vivienda, casi oculta detrs de unasplantas de enredaderas. Despus de llamar repetidas vecessin obtener respuesta, la empuj con brusquedad y se abricon un chirrido desagradable. Ni corto ni perezoso, seadentr por un pasillo adornado con cuadros muy bonitos yuna alfombra amarilla perfectamente dispuesta sin una solaarruga. A Eusebio le choc que tampoco se apreciase unasola mota de polvo en los muebles que iba encontrndose asu paso. El orden y la limpieza reinaban en el interior deaquella casa. Por qu entonces sus dueos permitan que elcaos se apoderase de su jardn?

    Oiga, hay alguien aqu? Soy el jardinero del concurso...se present Eusebio con cierto recelo.

    Se escuch un golpe parecido al de un cucharngolpeando una olla, procedente de una de las habitaciones alfondo del pasillo. Alguien que se encontraba cocinando enesos momentos se haba sorprendido al darse cuenta de lapresencia de alguien extrao en la casa...

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  • Mientras tanto, Paulino no perda el tiempo. Luchando abrazo partido con ramas retorcidas y gruesas lianas, se abrapaso a tijeretazo limpio dentro de una bveda verde, quealguna vez posiblemente haba dado sombra a una pequeaglorieta. Avanzaba lentamente cuando se top con una matapeluda y rojiza que sobresala del suelo como un pequeomontculo. Paulino se imagin que debajo de aquelpromontorio haba un hormiguero abandonado, o tal vezuna topera. Eso no impidi que pasara las tijeras por encimacon decisin. Con cinco cortes lo dej completamentepelado. Lo que sucedi a continuacin dej a Paulino sinhabla: aquel bulto se removi, se sacudi la tierra que tenaencima y se incorpor, llevndose dos manos pequeas yregordetas a la zona que Paulino acababa de trasquilar consus tijeras. Despus de examinarlo de arriba abajo variasveces, Paulino comprendi que haba rapado al cero lacabeza de un extrao y diminuto personajillo con aspecto degnomo malhumorado. Aquel ser le mir con ojos llenos desorpresa y rabia al mismo tiempo, sin dejar de frotarse conlas manos su cabeza pelada. Despus comenz a lloriquear,hablando de un modo grosero y zafio al culpable de su corteradical de pelo: T, asqueroso humano, cmo osas interrumpir midescanso? Sabes lo que me has hecho? Mi cabeza, mi pelo!No, no, no puede ser, te detesto, te odio!

    Bueno, bueno, no hace falta ponerse as, amigo dijoPaulino tratando de congraciarse con la repulsiva criatura.Cmo poda suponer que haba alguien durmiendoenterrado en el jardn? Adems, ya le crecer el pelo,hombre. Solo tiene que llevar sombrero unas semanas y

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  • listo.Los humanos sois todos unos estpidos ignorantes

    sigui insultando y vociferando el enano. Sin el pelo de micabeza, ese que me has arrebatado de un modo tanignominioso, no puedo continuar viviendo en esta casa. Sonlas reglas.

    Esas fueron las ltimas palabras que pronunci. Lacriatura se desvaneci delante de los incrdulos ojos dePaulino como el humo de un cigarrillo aspirado por unconducto de ventilacin.

    Diantres! exclam Paulino. Eusebio no se lo va acreer aunque se lo jure.

    Disclpeme, no pretenda asustarla. Me llamoEusebio; mi amigo y yo hemos venido a cortar el csped desu jardn. Ya sabe, por lo del concurso y todo eso.

    La mujer que haba salido de la cocina al escuchar vocesera joven y guapa. Llevaba un delantal lleno de harina, y ensu mano derecha un rodillo de amasar pan. Al verla, Eusebiotuvo la misma sensacin de familiaridad que aquella nocheen la que atendi a Leo Con Suerte en el restaurante del toVctor. Me recuerda a alguien, o se parece a alguien quconozco. O tal vez estoy equivocado..., tuvo tiempo depensar Eusebio.

    Ah, s, s, ya me avisaron que vendran respondi lamujer con voz triste y apagada. Su rostro dulce reflejaba ungran cansancio. Les dej la verja abierta, como me

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  • pidieron los jueces. Pero tengo tantas cosas que hacer queme haba olvidado ya del concurso.

    No se preocupe, seorita. No quiero distraerla de susocupaciones; puede decirme si guardan herramientas dejardinera en alguna parte? Yo mismo ir a cogerlas . AEusebio se le haban pasado las ganas de reclamar. Viendo locansada que pareca aquella mujer, entenda que el jardnestuviese tan abandonado. Probablemente ella sola se hacacargo de todas las tareas del hogar.

    En realidad, no hay una sola herramienta de jardn entoda la casa, me temo respondi la mujer con ciertodesasosiego. A ellos no les gusta nada que andenmerodeando en el jardn personas desconocidas. Perocuando vinieron los del concurso ellos no estaban, as quepens que era una buena oportunidad para adecentar eljardn. Me dijeron que no regresaran a casa hasta maanalunes, pero por lo que cuentas adelantaron su vuelta. Ellos seenfadarn y me reirn, pero estoy acostumbrada a lasreprimendas; una ms no me matar. Usted ya se habrdado cuenta que nuestro jardn parece una selva salvaje.

    Un poco s minti Eusebio por cortesa. Perodgame, quines son ellos? No hemos visto a nadie ahafuera.

    En ese preciso instante entr corriendo Paulino en la casa,sin llamar a la puerta y con cara de haber visto un fantasma.

    Vmonos de aqu, Eusebio. Te digo que este jardn essobrenatural. Pasan cosas rarsimas en l.

    Tranquilo, to. Esas no son formas de entrar en una casaextraa; vas a asustar a la seorita... dijo Eusebio.

    ngela, me llamo ngela. Dgame, seor, qu le ha

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  • pasado? se interes la mujer, gravemente preocupada.Me tomar por un loco contest Paulino, pero sin

    querer le he rapado el pelo de la cabeza a una criaturafesima que estaba enterrado bajo el csped. Al despertarsese ha puesto a insultarme como un loco, y despus se haevaporado ante mi vista en cuestin de segundos.

    Esa jungla debe estar plagada de plantas alucingenasque te han afectado el cerebro estim Eusebio sin darcrdito a lo que oa.

    La joven, sin embargo, crey a pies juntillas el relato dePaulino.

    Has tenido suerte, en cualquier caso. Tragaln es unmagoduende muy vengativo. Podra haber saltado a tucabeza para tratar de arrancarte los pelos a tirones.

    Tragaln? Quin es Tragaln? Y qu es unmagoduende, si puede saberse? pregunt Eusebio.

    Son unos seres mgicos ruines y despreciables, eso es loque son asegur ngela en voz baja. Tambin son vagos,holgazanes y sucios. Desde que me adoptaron siendo unania y me trajeron a esta casa no hago otra cosa quecocinarles, lavarles la ropa y limpiar sus inmundicias.

    A cuntos de esos magoduendes ests sirviendo aqu?pregunt Paulino.

    A tres. Bueno, ahora solo a dos, porque cuando unmagoduende se transforma en humo no puede regresar almundo de los humanos hasta pasados cien aos explicngela. He tenido tiempo de aprender un montn decosas sobre los magoduendes desde que estoy aqu. Lesencanta hablar de ellos mismos.

    Y por qu no te has marchado ya? No deberas

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  • aguantar que te traten como a una esclava opin Eusebioindignado.

    Si salgo de la casa me convertir al instante en unaestatua de piedra. Es un conjuro que lanzaron sobre m haceaos y es casi imposible de romper. Adems, no tengoadnde ir. Hasta donde alcanzan mis recuerdos, siempre hevivido aqu.

    Te equivocas, ngela. No siempre has vivido aqu dijoentonces Eusebio, el cual, desde el mismo momento que lamuchacha les haba revelado su nombre, lleg a unaconclusin acertada: la prisionera de aquellos malficosseres llamados magoduendes era la desaparecida nieta deTeodoro Rayuela, el anciano que les haba encargado quecuidasen de un banco en el parque un par de meses atrs.Mira estas fotos de mi telfono, por favor. Tal vez alguna deellas te traiga a la memoria algn recuerdo. ngela tom el telfono y contempl las fotos queEusebio haba hecho en el parque. En ellas apareca elestanque de los patos donde haba sido vista por ltima vez,la glorieta donde se ponan los vendedores de helados ygolosinas, y una panormica de la explanada donde los niosse entretenan dndole de comer a las palomas. ngelapasaba las fotos una a una sin aparente reaccin hasta que,de repente, observ la ltima con especial atencin. En lainstantnea sala el banco donde Teodoro haba estadoesperando a su nieta desde el mismo da de su desaparicin.La expresin de su rostro pas de la indiferencia a unaemocin apenas contenida. Un par de lgrimas resbalaronpor sus mejillas.

    Ahora lo recuerdo todo. Mi abuelo sola llevarme a

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  • pasear a un parque muy bonito. l se sentaba en un bancoexactamente igual a este mientras yo jugaba.

    Fjate bien ahora en el hombre de esta fotografa lepidi Eusebio con delicadeza.

    ngela fij su mirada en el anciano de mirada triste yvestuario andrajoso. Al principio no sucedi nada, perodespus su corazn le dio un vuelco. Acababa de reconocer asu querido abuelo.

    Cmo he podido olvidarlo a l y a mi familia todosestos aos? se pregunt.

    La joven rompi a llorar desconsoladamente. Eusebio larode con sus brazos tratando de calmarla.

    No te culpes, ngela. Est claro que todo ha sido culpadel conjuro que te lanzaron esas ruines criaturas conjeturPaulino. Si llego a saberlo antes le rapo algo ms que elpelo de su cabeza a ese tal Tragaln.

    Ven con nosotros, ngela dijo Eusebio. Tellevaremos de vuelta con tu familia. Y avisaremos a la policapara que se encargue de tus secuestradores. Vaya, al menosde los dos que siguen en la casa.

    No, no. Es imposible! exclam ngela condesesperacin. No os habis enterado de lo que os hedicho antes? Si pongo un pie fuera de esta casa me convertirirremediablemente en una estatua de piedra. Losmagoduendes me secuestraron para que fuese su sirvienta , yeso es lo que ser toda mi vida.

    Paparruchas dijo Paulino. Acabar con los otrosdos magoduendes del mismo modo que lo he hecho con esetal Tragaln.

    Claro, eso es apostill Eusebio. No entiendo de

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  • conjuros, pero seguro que librndonos de los tresmagoduendes desaparece el que te mantiene ligada a ellos.Les cortaremos el pelo a los dos que quedan y listo.

    Las enrgicas palabras de Paulino y Eusebio elevaron elnimo de ngela. Era la primera vez en muchsimos aosque alguien se ofreca para ayudarla, en vez de tratarla comoa una esclava. Estaba harta de verse obligada a cocinar, lavar,planchar y coser todo el da para los magoduendes. Y ahoraque haba recordado de repente que tena una familia propiano poda dejar de pensar en volver con sus seres queridos. Noobstante, su incipiente optimismo desapareci de unplumazo al considerar la dificultad que entraabadesembarazarse de los dos magoduendes que todavaresidan en la casa.

    De nada servira cortarle el pelo a Matarratas y aCazagatos arguy. Cada magoduende tiene su propiopunto dbil. T, Paulino, tuviste una inmensa suertedescubriendo sin saberlo el taln de aquiles de Tragaln.

    Hablas como si supieras cul es la forma de librarse delos otros dos magoduendes dijo Eusebio.

    Naturalmente que lo s. Siempre han sido unos bocazasy unos engredos. Cazagatos se jactaba de ser el mejorajedrecista del mundo. Suele decir que se marchara a sutierra si alguna vez perda una partida, pero que eso nuncapasara. Ya os digo que la confianza en su sabidura no tienelmites.

    Y qu pasa con Matarratas? Qu deberamos hacerpara fulminarlo? pregunt Paulino.

    Ese no soporta la msica refiri ngela. Bueno, siprocede de la radio an la tolera un poco; pero una vez pas

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  • por delante de la casa una banda de msica y casi se derrite.Se puso frentico. Despus escuch cmo le deca aCazagatos que haba tenido suerte, porque la banda no llega tocar la sucesin de notas musicales que hubiera acabadocon l. Dijo que eran quince notas tocadas en un ordendeterminado, pero no s cul es ese orden.

    Pues s que est complicada la situacin. Hay millonesde posibilidades valor Paulino.

    Y dnde se encuentran ahora mismo Cazagatos yMatarratas? Por qu no los hemos visto an? preguntEusebio a la nieta del seor Rayuela.

    Les gusta dormir hasta tarde enterrados en el jardn,igual que haca Tragaln cuando Paulino ha interrumpido susueo. No despertarn hasta que huelan el almuerzo que lesestoy preparando. Lo nico que les gusta ms que dormir esatiborrarse de comi