los asalariados agropecuarios en la argentina - …€¦  · web viewlas relaciones laborales ......

34
Trabajos y trabajadores en el sector agropecuario de la Argentina Susana Aparicio 1. Introducción El agro argentino se expresa en el discurso público como el sector dinámico, con crecimiento sostenido y, tras la devaluación, aparece como un motor fundamental de la economía. Inclusive, se sostiene su importancia como generador de empleo. Sin embargo, el modelo bajo el cual se produjo y se sostiene su crecimiento no es compatible con una estimulación de la dinámica del mercado de trabajo, no sólo por la estructura agraria concentrada en que se asienta, sino también por las condiciones de estacionalidad en las que se demanda mano de obra o la intensividad de capital que implica una escasa demanda de trabajadores. Dicho de otro modo, la “pampeanización sojera” en gran parte del país, desplaza trabajadores de producciones tradicionales (no sólo campesinos) yszan ni constituyen mercados “estables” de trabajo. 2. Los mercados de trabajo agropecuarios y su conformación histórica Para la Argentina la incorporación a mercados mundiales de productos alimentarios no es un proceso novedoso. Tempranamente, hacia fines del siglo XIX se integra al mercado mundial de alimentos demandados por los países del norte, convirtiéndose en lo que algunos llamaron “el granero del mundo”. La expansión de la frontera agropecuaria sobre territorios escasamente poblados –o los ocupados militarmente, diezmando a la población nativa, dieron origen a un mercado de trabajo agrario que incluía inmigrantes provenientes de un campesinado europeo no absorbido por el crecimiento industrial. Italianos y españoles se desplazaban anualmente a través del océano, en búsqueda de trabajo en las cosechas y en las ciudades que iban creciendo alrededor de las áreas cerealeras pampeanas. 1

Upload: vuthuy

Post on 22-Sep-2018

213 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Trabajos y trabajadores en el sector agropecuario de la ArgentinaSusana Aparicio

1. Introducción

El agro argentino se expresa en el discurso público como el sector dinámico, con crecimiento sostenido y, tras la devaluación, aparece como un motor fundamental de la economía. Inclusive, se sostiene su importancia como generador de empleo. Sin embargo, el modelo bajo el cual se produjo y se sostiene su crecimiento no es compatible con una estimulación de la dinámica del mercado de trabajo, no sólo por la estructura agraria concentrada en que se asienta, sino también por las condiciones de estacionalidad en las que se demanda mano de obra o la intensividad de capital que implica una escasa demanda de trabajadores. Dicho de otro modo, la “pampeanización sojera” en gran parte del país, desplaza trabajadores de producciones tradicionales (no sólo campesinos) yszan ni constituyen mercados “estables” de trabajo.

2. Los mercados de trabajo agropecuarios y su conformación históricaPara la Argentina la incorporación a mercados mundiales de productos alimentarios no es un proceso novedoso. Tempranamente, hacia fines del siglo XIX se integra al mercado mundial de alimentos demandados por los países del norte, convirtiéndose en lo que algunos llamaron “el granero del mundo”. La expansión de la frontera agropecuaria sobre territorios escasamente poblados –o los ocupados militarmente, diezmando a la población nativa, dieron origen a un mercado de trabajo agrario que incluía inmigrantes provenientes de un campesinado europeo no absorbido por el crecimiento industrial. Italianos y españoles se desplazaban anualmente a través del océano, en búsqueda de trabajo en las cosechas y en las ciudades que iban creciendo alrededor de las áreas cerealeras pampeanas.

El resto del país, marginado de este crecimiento y con poblaciones de antigua data, se constituye en tributario del “granero mundial” a través del aprovisionamiento de productos madereros necesarios para la expansión ferroviaria y el alambrado de campos pampeanos. Subsidiariamente, y en función de acuerdos, que hoy llamaríamos de “gobernabilidad”, algunas regiones, como el noroeste, desarrollan producciones, como la cañera, en función de abastecer el mercado interno. Comienzan así a constituirse los mercados de trabajo regionales, que absorben la mano de obra local y desarrollan mecanismos de reclutamiento en base a sistemas de “enganche” a través de sistemas de endeudamiento que obligan a campesinos y sus familias a pagar las deudas contraídas durante el año, yendo a trabajar a las cosechas dominantes en la zona. El enganchador y el contratista para la tala de bosques, constituyen antecedentes de intermediaciones entre trabajadores y empleadores. También, como sostienen algunos autores (Salvatore, ), cumplieron el papel de “disciplinadores” de la mano de obra nativa.

1

Durante la etapa sustitutiva de importaciones, en base a políticas regulatorias que facilitaron el crecimiento de producciones orientadas a los mercados, los de trabajo de niveles regionales, adquieren relevancia en la generación de empleos transitorios para las principales cosechas a la vez que, el desarrollo de explotaciones familiares y campesinas fomentaba el autoempleo de la mano de obra doméstica. Paralelamente, el desarrollo industrial absorbía los excedentes poblacionales provenientes de las economías regionales.

Los movimientos migratorios internos hacia las áreas industriales y demandas de trabajadores agrícolas locales, de otras provincias y de países limítrofes, dominan la escena nacional hasta fines de la década de la década del setenta.

El algodón en Chaco, Corrientes y Santiago del Estero, el tabaco en Corrientes y en el NOA, la yerba mate en Misiones, la esquila lanera en la Patagonia, la vid en Cuyo, la caña de azúcar en Tucumán, Salta y Jujuy, las peras y manzanas en el Alto Valle, las naranjas en Corrientes, identificaban y organizaban los mercados de trabajo de las distintas regiones. Los bolivianos participaban en la cosecha de caña y en el cultivo de tabaco, los paraguayos en la cosecha de yerba y los chilenos cruzaban a la cosecha de peras y manzanas y a la zafra lanera.

Reboratti y Sabalain (1981) describen exhaustivamente estos mercados temporales, analizando las características de trabajadores y empleadores, trabajadores generalmente de origen campesino y empleadores con capacidad de negociación para “abrir”, inclusive legalmente, las fronteras limítrofes. Señalan y asocian trabajo temporario con la migración estacional. En su trabajo estiman un total de 224.000 trabajadores temporarios en los cultivos que ellos estudiaron: caña, vid, peras y manzanas, tabaco y vid. De este total, sólo el 35% era mano de obra local, el resto provenía de otras provincias y de países limítrofes. Con una metodología semejante, en el 2004, el diario La Nación, en base a estimaciones realizadas en áreas del gobierno, indicaba que en la yerba mate se ocupan 8.000 trabajadores, en lana 10.000, en algodón 73.000, en oleaginosas, 50.000 (diario La Nación, 2004)

Cuando se fijaban políticas de precios sostén o de control de oferta de los productos, se tendían a asegurar los ingresos de los productores familiares y campesinos. No obstante, los marcos regulatorios del trabajo agrario siempre tuvieron escaso cumplimiento, con una baja sindicalización y con conflictos por salarios (o para impedir el ingreso ilegal de migrantes) que en muchas ocasiones trascendieron la escena local.

A partir de la apertura de lo economía a mediados de los setenta y la fuerte reestructuración derivada de la legislación de desregulación, precios de los productos, salarios y seguridad social quedaron a merced del mercado libre. No sólo hubo efectos sobre los precios de la producción sino también sobre las políticas de seguridad social, como la derogación de los convenios de

2

corresponsabilidad (que aseguraban salario familiar y aportes jubilatorios en algunas producciones). En el marco de un proceso de desindustrialización y de creciente flexibilización de las normas regulatorias del trabajo, la reestructuración de la agricultura tuvo importantes efectos sobre los mercados de trabajo agrarios, las migraciones laborales, los requerimientos de calificación de los trabajadores, las formas de reclutamiento y la características de la conflictividad social. En este contexto, la ciudad, la industria ya no constituyen atractores del subempleo agropecuario y los paisajes urbanos y rurales han sufrido fuertes cambios respecto a las imágenes tradicionales.

Esta reestructuración de la agricultura se expresa en un nuevo tipo de integración al mercado mundial, a través de la exportación de soja, cereales y alimentos “frescos” destinados a mercados de consumo de altos ingresos, conocidos como “mercados exigentes”. Crece el producto bruto agropecuario, aumentan las exportaciones de los complejos agroalimentarios, pero los procesos internos que desatan provocan importantes modificaciones en el país.

En primer lugar una llamada “expansión de la frontera” que, en realidad constituye un avance de una agricultura ligada a un beneficio de corto plazo, donde se combina flexibilidad y ajuste rápido a precios con uso extensivo de mano de obra y desplazamiento de explotaciones familiares y de pequeños empresarios. La expansión de la soja transgénica, poroto de exportación y la forestación apoyada por regímenes de promoción constituyen los principales ejemplos de la “pampeanización” de las economías regionales (Aparicio, 1987).

Un segundo proceso de los denominados “dinámicos” es la nueva integración al mercado mundial a través de la provisión de alimentos frescos y “seguros”: frutas frescas y algunas hortalizas. El mismo fenómeno sucede con la economía vitivinícola y lácteos destinados a sectores de altos ingresos nacionales y a mercados externos exigentes. Sin embargo estos procesos han sido el resultado de una importante reestructuración de los complejos tradicionales. Nuevas variedades, productos y subproductos resultan de una fuerte concentración de las tierras y los capitales, en tal escenario los pequeños productores y empresarios nacionales no pudieron reconvertirse. El resultado neto en muchos casos ha sido una disminución de la superficie por productos así como la introducción de nuevas tecnologías y formas de trabajo, todo para pocas empresas integradas, ligadas a los sectores comercializadores internacionales. Posiblemente, sólo la producción de limón fresco para exportación constituye una excepción ya que no se asienta sobre un sistema preexistente, sino que constituye una expansión del cultivo en nuevas superficies o sobre antiguas fincas cañeras.

Un tercer proceso es la consolidación del reemplazo de cosecheros por maquinarias, cuyos casos más conocidos son la zafra cañera y la cosecha de algodón. Asimismo, productos destinados al mercado interno disminuyen sus extensiones, como el algodón o la lana, en función de la competencia con bienes agroindustriales importados al amparo de la convertibilidad de la moneda.

3

Por último, el proceso de trabajo en la explotación agropecuaria incluye menor número de etapas del ciclo productivo: las semillas se compran, no se reproducen; se vende la producción “a campo” y en tal situación las cosechas están a cargo del sector agroindustrializador.

La industrialización de la agricultura se profundiza y requiere menos labores. Estos procesos comparen ciertas características: utilizan tecnologías ahorradoras de mano de obra, “terciarizan” las distintas labores culturales, y las calificaciones requeridas son más homogéneas. Hoy, se produce con pocos asalariados permanentes y se “externalizan” las tareas de cosecha. En un mercado nacional con fuertes tasas de desempleo, los salarios no responden a cambios en la rentabilidad y productividad del trabajador. Las altas disponibilidades de mano de obra local aseguran la provisión de trabajadores estacionales sin importantes migraciones estacionales. Sólo la presencia de familias bolivianas en contratos de mediería en la horticultura muestra el ingreso de pobladores limítrofes, aunque sin las características de estacionalidad anterior a los procesos de liberalización de la economía.

3. Los trabajadores desde los datos

Los censos nacionales presentan diversas dificultades para conocer el volumen de trabajadores agrarios. El Censo de Población registra sólo las ocupaciones de la semana anterior al relevamiento, por lo tanto subestima el trabajo transitorio; es más, por la fecha en que se realiza, no incluye ninguna cosecha importante en requerimientos de trabajo estacional. El Censo Agropecuario, suele sobrestimar el trabajo del productor y sus familiares, considerando como “permanente” a todos los miembros que realizan alguna actividad en la explotación, aunque ésta pueda constituir su empleo secundario.

No obstante estas limitaciones, los datos que siguen son elocuentes en cuanto al impacto de la reestructuración de la agricultura argentina.

CUADRO I Participación de la población económica activa agropecuaria (en %) en la población ocupada. 1970 - 1980 –1991 y 2001

1970 1980 1991 2001Provincia PEA Agrop/ PEA Agrop/ PEA Agrop/ PEA Agrop/

PEA Total PEA Total PEA Total PEA TotalTotal Pais 14.7 12.0 11.0 8.2Capital Federal 0.6 0.8 0.7 0.4Conurbano 1.1 1.0 0.7 0.7Buenos Aires 18.6 15.3 5.4 9.3Catamarca 26.8 21.3 15.6 9.3Córdoba 16.8 13.6 12.2 9.2Corrientes 30.6 25.7 21.8 15.6Chaco 39.8 31.2 37.6 18.3Chubut 18.1 12.6 10.2 7.3Entre Ríos 26.8 20.8 19.0 14.3

4

Formosa 42.9 32.1 29.5 18.1Jujuy 19.1 21.7 18.0 14.7La Pampa 35.0 25.8 22.0 17.4La Rioja 27.6 20.5 12.1 7.0Mendoza 24.9 21.3 17.0 15.1Misiones 46.1 36.5 32.4 27.7Neuquén 17.1 12.5 8.7 6.5Río Negro 29.3 21.4 15.3 14.8Salta 26.6 22.6 20.1 13.9San Juan 29.3 24.6 16.0 16.4San Luis 23.9 16.9 11.8 10.9Santa Cruz 22.1 10.4 7.4 4.0Santa Fe 17.7 13.5 12.8 9.1Sgo. del Estero 35.1 27.0 30.4 18.3T. del Fuego 11.9 5.4 3.2 1.8Tucumán 24.0 20.8 14.2 8.2

Fuente: Censo Nacional de Población 1970, 1980, 1991 y 2001

A partir de las políticas de apertura de la economía en la segunda mitad de los setenta, el agro mostró un crecimiento sostenido. Primero fue la expansión de los híbridos, luego la soja y, especialmente, las transgénicas. Pero su esplendor no se expresa en la absorción de empleo en el sector primario. Su participación disminuye en valores absolutos y relativos respecto al resto de la economía. Sólo Misiones supera el 20% (es el 27,7) del total ocupados trabajando en el sector primario, mientras que Santiago del Estero y el Chaco disminuyen significativamente la proporción de población ocupada en el sector. En ambas se conjugaron la contracción de la producción de algodón sostenida por explotaciones familiares con la expansión de cereales y oleaginosas liderada por grupos económicos concentrados.

En términos absolutos, tanto el Censo de Población como el agropecuario muestran un descenso significativo de la población actualmente ocupada en relación a los setenta. El censo de población evidencia una pérdida del 31% respecto 1970 (Cuadro II) mientras que el agropecuario es aún más acelerado, se pierde el 57% de trabajadores permanente entre 1969 y el 2002 (Cuadro III). De acuerdo a estos datos, productores y familiares abandonan el trabajo a un ritmo superior al de los asalariados. Esta situación pone en evidencia un agro empresarial y la pérdida de la producción familiar que fue característica de una parte del país. También un agro más extensivo respecto a la relación trabajo y hectáreas ocupadas: en 1988 una persona se ocupaba de 171,5 has., hoy atiende 225, 5 has. La concentración de la tierra implantada y la extensividad de la mano de obra, reflejan el despoblamiento rural y los fuertes cambios estructurales de la década.

5

CUADRO II Evolución de la Población económicamente activa agropecuaria

Año Total PEA Agropecuaria

1970=100

1970 1309157 1001980 1200992 921991 1364870 1042001 897507 69

Fuente: INDEC. Censos Nacionales de Población

6

CUADRO III Evolución de los trabajadores permanentes en las explotaciones agropecuarias

Tipo de trabajador 1969 1988 2002Productor 619265 377150 340731Asalariados 281101 348410 229690Trabajadores familiares 647195 308874 204455Total 1786975 1034434 7752961969= 100 100 58 43Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios

La integración temprana de la Argentina a la agricultura capitalista ya se reflejaba en 1914, en donde el 30.9% del trabajo empleado en el sector era asalariado (Cuadro IV). Desde 1960 ronda el 50%, sin embargo, el volumen de trabajadores crece lentamente hasta 1970 y disminuye, también lentamente hasta 1991. El 2001 en cambio refleja un descenso del 21.2% respecto a 10 años antes (Cuadro IV). Formosa y, nuevamente, Misiones muestran un perfil de trabajo familiar, sus asalariados no llegan al 30% del trabajo aplicado a la agricultura. En las restantes, la mitad o más, de la mano de obra es remunerada.

CUADRO IV Evolución de la PEA agropecuaria y de los asalariados del sector, según los Censos de Población.

AÑO PEA Agropecuaria %Asalariados/PEA Agropecuaria

1914 548597 30.91960 648736 49.01970 709563 54.21980 635325 52.91991 622381 45.62001 490561 55.0

Fuente: Censos Nacionales de Población 1914, 1960, 1970, 1980, 1991 y 2001

7

CUADRO V Porcentaje de asalariados respecto a la Población económicamente activa Agropecuaria, por provincia. Años 1991 y 2001

Provincia 1991 2001Total Pais 46 55Capital Federal 46 42Conurbano 50 55Buenos Aires 54 59Catamarca 36 53Córdoba 42 52Corrientes 38 55Chaco 45 42Chubut 48 56Entre Ríos 40 53Formosa 22 27Jujuy 58 68La Pampa 44 48La Rioja 38 60Mendoza 57 71Misiones 25 26Neuquén 44 51Río Negro 60 65Salta 54 63San Juan 57 78San Luis 40 64Santa Cruz 70 74Santa Fe 44 52Sgo. del Estero 37 50T. del Fuego 76 77Tucumán 56 72

Fuente: INDEC. Censo Nacional de Población

La asalarización de la mano de obra y concentrada en determinado tipo de explotación, caracterizan hoy al agro argentino, más del 40% de los trabajadores lo hacen en establecimientos que emplean más de 6 trabajadores, y esa proporción es mayor en el caso de las mujeres (Cuadro VI). Provincias como Catamarca, La Rioja, Corrientes, Mendoza, San Juan, Salta, Jujuy, Neuquén, Santiago del Estero y Tucumán muestran la existencia de explotaciones que concentran trabajo asalariado. En estas provincias se ve un promedio alto de trabajadores remunerados respecto al número de empleadores existentes: En todas las provincias mencionadas se superan los 10 trabajadores promedio por empleador, llegando a 19.8 asalariados por patrón en Catamarca, a 20.2 en Jujuy y a 24.2 en San Juan (Cuadro VII). En estas áreas predominaron la reestructuración y orientación hacia alimentos frescos o procesados para mercados exigentes. La etapa de empaques frutícolas –relevadas en la rama industrial- mostraría una concentración aún mayor. En los empaque la incorporación de mano de obra femenina agrega nuevas peculiaridades, ya que segmenta los mercados en función de habilidades “naturalizadas” por género. La destreza “no se aprende, se nace” señalan los empacadores, por lo tanto, esta

8

calificación no se retribuye en forma diferencial. Como consecuencia, no es esperable encontrar mejores condiciones de trabajo en las industrias derivadas de la fruticultura.

CUADRO VI Categoría ocupacional y tamaño del establecimiento (medido por cantidad de empleados), año 2001

Sexo y rama

Obreros y

patronesdel

sector privado

Categoría ocupacionalObrero o empleado del

sector privadoPatrón

total tamaño del establecimiento

total tamaño del establecimiento

hasta 5

6 a 39

40 y + hasta 5

6 a 39 40 y +

PEA Agrop

543302 100 57,4 31,6 10,9 100 88,5 10,5 1,0

Varones 499600 100 58,4 31,3 10,4 100 88,7 10,3 1,0 Mujeres 43702 100 46,8 35,9 17,3 100 85,1 13,6 1,3 Fuente: Censo Nacional de Población 2001

9

CUADRO VII Relación asalariado/empleador y familiar sin remuneración/ trabajador por cuenta propia en la rama agropecuaria

1970 1980 1991 2001Fliar. sin rem/ Asalar

iados/Fliar.

sin rem/Asalaria

dos/Fliar. sin

rem/Asalariad

os/Fliar. Sin

rem/Asalaria

dos/Fliar. Sin

rem/Cuenta propia Emple

adorCuenta propia

Empleador

Cuenta propia

Emplea-dor

Cuenta propia

Emplea-dor

Cuenta propia

Total País 5.8 0.5 7.7 0.5 4.8 0.7 6.1 0.2Cap. Federal 0.8 0.1 18.0 0.1 1.3 0.2 1.5 0.3Conurbano 5.4 0.3 6.3 0.2 3.4 0.3 5.8 0.2Buenos Aires 4.3 0.3 5.2 0.3 3.8 0.5 4.4 0.3Catamarca 28.8 0.5 16.2 0.5 13.0 0.5 19.8 0.4Córdoba 2.3 0.4 3.8 0.5 2.8 0.6 3.9 0.5Corrientes 18.4 0.6 12.0 0.7 8.0 0.7 12.1 0.6Chaco 8.6 0.6 8.0 0.7 6.2 1.3 4.1 0.6Chubut 5.1 0.5 6.4 0.7 4.8 0.6 6.2 0.6Entre Ríos 7.3 0.4 7.5 0.2 5.6 0.6 6.6 0.4Formosa 8.7 0.5 9.8 0.6 5.1 0.6 5.0 0.5Jujuy 18.1 0.5 25.4 0.8 12.6 0.7 20.2 0.8La Pampa 3.7 0.5 3.6 0.4 2.9 0.5 2.9 0.5La Rioja 15.5 0.3 22.8 0.5 12.0 0.5 16.3 0.3Mendoza 6.1 0.6 12.4 0.6 8.9 0.5 13.2 0.4Misiones 12.8 0.5 9.3 0.5 5.4 0.9 6.0 0.7Neuquén 7.2 0.4 10.1 0.5 8.3 0.6 11.1 0.6Río Negro 4.9 0.3 6.3 0.6 4.8 0.5 6.7 0.6Salta 18.0 0.4 15.4 0.4 11.3 0.6 17.4 0.6San Juan 12.6 0.4 12.1 0.5 7.6 0.5 24.2 0.2San Luis 10.4 0.3 10.0 0.4 5.5 0.5 9.2 0.3Santa Cruz 6.5 0.6 7.0 0.6 5.6 0.6 7.3 0.6Santa Fe 3.9 0.5 3.7 0.5 3.2 0.6 3.3 0.5Sgo. del Estero

18.5 0.5 16.8 0.8 11.8 0.7 18.9 0.4

T. del Fuego 23.0 0.2 27.1 0.3 9.3 0.5 13.8 0.4Tucumán 34.5 0.5 16.2 0.7 6.8 0.5 17.7 0.3

Fuente: Censos Nacionales de Población 1970; 1980, 1991 y 2001

Las relaciones laborales son reguladas por la Ley de Trabajo Agrícola de 1980, pero su cumplimiento es muy bajo. “La Sociedad Argentina de Derecho laboral estima que más de 800.000 rurales (no necesariamente agropecuarios) se encuentran bajo relaciones de trabajo informal….la situación del trabajador no registrado es de total desprotección: no está cubierto por la legislación laboral ni por la seguridad social y carece de cobertura médico asistencial para él y su familia, no tiene derecho al cobro de salario familiar, seguro de desempleo ni accidentes de trabajo” (Baudrón, S. y Gerardi, A. 2003: 12). Indicadores indirectos del bajo número de trabajadores registrados son brindados por el Censo Nacional de Población: en la rama agropecuaria sólo el 47.3% de los obreros o empleados que perciben un sueldo se les realiza el descuento para aportes jubilatorios. Este

10

porcentual es más bajo cuando los empleados son mujeres, llegando sólo al 34.3%. En cambio, en el total de la PEA está cubierto el 68.3% siendo también mayor el trabajo no registrado femenino.

En el mismo sentido y desde las encuestas de hogares rurales realizadas por la Secretaría de Agricultura en Río Negro, Mendoza, Santa Fe, Misiones y Salta, se muestra que más de la mitad de los trabajadores agrarios carecen de cobertura de salud (tanto obligatoria como voluntaria): 59%; 68%; 54%; 61% y 59% respectivamente (Baudron, S. y Gerardi, A.; 2003: 21).

El incumplimiento de la legislación respecto a la percepción de aguinaldo es casi total en los trabajadores temporales y alcanza también a los asalariados permanentes, aunque se registran diferencias según las provincias. En la encuesta citada, se señala que en Río Negro y Salta, el 25% de los trabajadores permanentes no percibía el sueldo anual complementario, mientras que en Santa Fe, Mendoza y Misiones no lo recibía el 44%, 51% y 60% respectivamente (op.cit,: 26).

En cuanto a los ingresos que perciben los trabajadores no existen mucha información. En general, diversas investigaciones constatan que los asalariados permanentes perciben los salarios mínimos que establece la legislación; los transitorios suelen recibir los jornales estipulados por las normas vigentes, especialmente en los momentos pico de la cosecha. Sin embargo, al finalizar el mes su ingreso total es inferior ya que, al abonarse por producción realizada, los días perdidos por razones climáticas o por no estar en condiciones de levantarse el producto, no son retribuidos. Además, los asalariados transitorios tienen una jornada promedio de 9 ó 10 hs para lograr la producción que permite alcanzar el jornal establecido. Por otra parte, terminada la temporada de cosecha, mantienen largos períodos de desempleo con ocupaciones ocasionales o se ocupan en sus pequeñas parcelas con actividades de subsistencia o de bajos precios. Estos semiasalariados de origen campesino cada vez representan una proporción menor. En Salta, Misiones y Mendoza los asalariados agropecuarios pertenecen mayoritariamente a hogares que no tienen origen en productores primarios, mientras que en Santa Fe y Río Negro, la combinación de producción familiar con asalariados en el sector es del 31% y 36% respectivamente.

En síntesis, los trabajadores en el dinámico agro argentino perciben ingresos que están por debajo de la línea de pobreza y, en la mayoría de los casos, también por debajo de la de indigencia. No tienen cobertura de salud ni tienen asegurada la percepción de jubilación. Una parte del año no tienen trabajo ni ingresos. La precariedad, el subempleo por bajos ingresos, la carencia de seguridades básicas, contrastan con el “boom” del sector.

4. Transformaciones agrarias y mercados de trabajo.

11

Al comienzo de este artículo marcábamos tres procesos: la expansión de cereales y oleaginosas para el mercado externo; la de los alimentos frescos o procesados para mercados exigentes; la retracción de producciones para el mercado interno.

4.1 La llamada expansión de la frontera y el empleo

En diferentes trabajo de este libro se han mostrado los procesos de expansión sojera así como el desplazamiento de otras producciones (véase Teubal, Domínguez y Sabatino) y, en efecto, esta expansión se produjo desplazando, fuera del área pampeana, producciones tradicionales sostenidas por explotaciones familiares y campesinas. El maní en el sur de Córdoba, la ganadería vacuna y caprina en las provincias del norte, los sistemas silvo-pastoriles sustituidos por soja son ejemplos de “la expansión de la frontera”. El paquete tecnológico que acompaña a la producción sojera –al igual que algunos cereales-, disminuye los ya escasos requerimientos de mano de obra para estas producciones en las que sus cosechas fueron tempranamente mecanizadas. La siembra directa y agroquímicos, asociados a semillas transgénicas aumentaron significativamente la productividad por persona ocupada, a la vez que generalizaron un modelo de capital concentrado, con gran parte de las tareas necesarias para el ciclo productivo realizada por terceros y los requerimientos de trabajo fueron aún más heterogéneos.

Las calificaciones diferenciales utilizadas a través de sistemas de servicios, “externalización” de gran parte de las labores y el aumento del arriendo accidental (utilizando tierras de productores descapitalizados), llevan a una agricultura de características casi financieras. Estos aspectos, unidos a los bajos requerimientos de trabajo de estas producciones (menores a 2hs por ha. anuales), conducen a que no se constituyan mercados de trabajo organizados alrededor del eje productivo. Si disminuye la rentabilidad no sólo se contrae la producción sino que se deja de alquilar tierras y se ajustan los volúmenes producidos a las nuevas condiciones. El núcleo de productores de alta escala flexibiliza no sólo el trabajo sino también la tierra en producción. La agricultura flexible y accidental domina gran parte del espacio agrícola hacia el norte del país.

Un cálculo aproximado permitiría estimar que cereales y oleaginosas anuales pueden estar ocupando no más del 5% de la mano de obra ocupada en el sector agropecuario.

4.2 La reconversión de producciones tradicionales y los mercados regionales.

En este contexto de “pampeanización” del país y de internacionalización creciente de la agricultura, las producciones no pampeanas, organizadoras de los mercados de trabajo regionales, han experimentado sustantivas transformaciones.

La región del Noroeste argentino fue escenario de cambios significativos. Un mercado de trabajo tradicionalmente organizado a través de la producción

12

cañera, con presencia campesina e importantes contingentes de trabajadores hoy muestra un panorama muy diferente. Algunos trabajos de este libro analizan detenidamente estos cambios (ver Giarracca, N y Mariotti, D; Giarracca, N, Sabatino, P y Weinstock). Hoy han desaparecido muchos campesinos, el trabajo permanente ha descendido, el trabajo transitorio es remplazado por cosechadoras integrales, aparecen nuevas formas de intermediación entre trabajadores temporarios y empleadores y los circuitos migratorios de los zafreros incluyen algunas cosechas distantes. La zona ha pasado de ser atractora de población para la cosecha a enviar a sus desocupados y subocupados a otras regiones del país.

En el área tabacalera del Noroeste (Gras, C. 1998) se dieron las siguientes transformaciones: una creciente integración al mercado externo que localmente se expresó por la presencia de comercializadores internacionales (los denominados dealers); la continuidad de las empresas transnacionalizadas en los setenta; expansión de superficie que fue acompañada con innovaciones tecnológicas que indujeron a un producto más homogéneo (nuevas formas de secado, nuevas semillas, uso intensivo de agroquímicos, etc.).

Estos cambios fueron modificando tanto la composición del empleo como las formas de gestión empresaria. La antigua mediería con bolivianos, predominante en los setenta, fue remplazada por la administración directa de la explotación. Un gran empresario dispone de personal técnico, maquinarias, estufas,etc; diversifica su producción y contrata trabajadores y servicios agropecuarios. Se contratan menos trabajadores permanentes y, para las cosechas, se toman transitorios por corto plazo, uno o dos meses, provenientes de los pequeños poblados cercanos.

La producción de yerba mate es otra actividad que ha sufrido importantes transformaciones (Rau, V., 2002), en algún sentido semejantes a las encontradas en la caña de azúcar. La desregulación económica que afectó a la actividad yerbatera en el año 1991 disolviendo la Comisión Reguladora de la producción y el comercio de la Yerba Mate (CRYM), produjo un sustancial impacto en el funcionamiento del sector, cuyas consecuencias todavía no se han agotado. Tradicionalmente La producción estaba organizada por cuotas (“cuotificada”) y la desregulación se produjo en una coyuntura de escasez y elevada cotización del producto. Esta situación dio lugar a la implantación generalizada (en su mayoría se trata de las nuevas plantaciones de “alta densidad”) por parte de agentes económicos que habían estado habituados al “precios sostén”. La consecuencia fue una sobreoferta de materia prima y la consiguiente crisis en el sector de pequeños y medianos productores. Para estos últimos la actividad ya no resulta rentable pero carecen de alternativas de diversificación. En gran medida, ello explica la fuerte migración del campo a los poblados y ciudades que se está registrando en la actualidad. Al mismo tiempo se profundiza la integración vertical de la producción, a la vez que la estructura agraria provincial –históricamente

13

caracterizada por el predominio de la pequeña explotación- muestra signos de una mayor concentración en la propiedad de la tierra. En forma conjunta y para la totalidad de la producción yerbatera, estos procesos suponen una disminución en el uso de trabajo familiar en el cultivo -uso generalizado entre los pequeños y medianos productores- en favor de la relación salarial mediante la cual la mano de obra realiza las labores en los yerbales de las grandes empresas.

Desde hace ya varias décadas la producción de yerba mate conoce la intermediación del vínculo laboral a través de empresas contratistas (Flood, C. et al, 1972)-, sin embargo, el auge que ha adquirido esta modalidad durante el último período no es comparable en magnitud con ninguna época anterior. En décadas anteriores los trabajadores habían sido reclutados en áreas rurales -donde tenían su propia explotación, y en muchos casos también provenían de provincias relativamente alejadas y de países limítrofes. En la actualidad, los “trabajadores golondrinas” prácticamente han desaparecido del cultivo de la yerba mate y, por otra parte, el reclutamiento de la mano de obra la llevan a cabo los contratistas, no ya en zonas rurales, sino en los márgenes de las ciudades y poblados rurales. Otra modalidad frecuente, tiempo atrás, fue que las empresas que poseían cuadrillas propias, ofrecían el servicio de la cosecha a terceros y los mismos propietarios de secaderos eran quienes recibían la producción primaria. Hoy, en cambio, se presentan nuevas articulaciones intersectoriales donde, por una parte, el viejo segmento de secaderos independientes se ha debilitado sensiblemente, integrándose en gran medida bajo la propiedad de los molineros, y por otra parte, apareció un sector terciario no integrado que se ocupa exclusivamente de la provisión de mano de obra para tareas agrícolas, ofreciendo su servicio tanto a productores independientes como a secaderos o a empresas que integran también la etapa de la molienda. La posición que ocupa la empresa contratista y las formas en que establece las relaciones con los trabajadores, presentan importantes heterogeneidades, variando de acuerdo a los factores demográficas, sociales, geográficas, culturales o de estructura productiva que influyen en el funcionamiento del sistema dentro de cada subregión.(Aparicio, S., Berenguer, P. y Rau, V. 2003).

La actividad algodonera, constituye el ejemplo más dramático de la reestructuración de la agricultura argentina. Era la actividad con mayor incidencia de explotaciones familiares, las que llegaron a proveer cerca del 40% de la producción. En la campaña 2002-03, la superficie total con algodón del país es la décima parte de la que se cultivaba hace 10 años. Subsistieron los productores que pudieron incorporar las nuevas variedades y la cosecha mecánica, Hoy día, en el nuevo contexto de precios, con potencialidades para la producción, se fomentan paquetes tecnológicos, como el algodón genéticamente modificado cuyos requerimientos de mano de obra son significativamente menores, y sin posibilidades de integrar a los productores expulsados del sistema.

En cuanto a la producción de lana en la Patagonia, el caso de Chubut, (Berenguer, P, 2004) muestra que está cambiando el perfil de los actores involucrados: hay un ingreso de nuevos contratistas y nuevos trabajadores a la

14

escena. Estos nuevos sujetos están vinculados a las acciones de capacitación de mano de obra iniciados desde organismos del Estado y a las relaciones del sector de la producción primaria con las empresas comercializadoras y la industria. En términos globales, para las provincias laneras se aprecia una tendencia hacia la expulsión de mano de obra del sector ganadero, con una menor cantidad de trabajadores permanentes en los establecimientos agropecuarios. La esquila es la actividad que demanda mayor número de mano de obra especializada. Trabajos anteriores de Salvia (1987) destacan el papel que desempeña el contratista de esquila en la realización de esta actividad y en la regulación del mercado laboral de trabajadores temporarios, no ya como mero prestador de servicios sino como empresario capitalista. Los productores de Chubut en su gran mayoría no poseen instalaciones fijas en funcionamiento y dependen del servicio de máquinas móviles. Los contratistas (dueños de las maquinarias), reúnen a los trabajadores y brindan los medios para el traslado de las máquinas y los bienes de consumo (en algunos casos). Dentro de los esquiladores aparecen diferenciaciones: un grupo de trabajadores de temporada, especializados, ofrece sus servicios de esquila exclusivamente en la temporada de la zafra lanera. Otra parte de la fuerza de trabajo se ocupa ocasionalmente en la esquila, son trabajadores eventuales que combinan con otras changas durantes el año, constituyendo el grupo más inestable y menos calificado entre los que participan de la zafra lanera. Las características de las migraciones estacionales fueron puntualizadas por Reboratti y Sabalain (1981), pero en estos años dichos recorridos se han modificado. Los requerimientos extraordinarios de mano de obra en época de esquila, aún hoy, a pesar de la declinación de la actividad y la tecnificación de la misma, siguen superando la capacidad local de cubrir esta demanda. Las comparsas de esquila no se establecen en un lugar por más de una semana, y los trabajadores están lejos de sus familias hasta la finalización de la temporada. El contratista es muchas veces el nexo que los vincula con su lugar de origen.

Por último, la ganadería vacuna. La actividad tiene un leve retroceso en sus stocks y un desplazamiento por el proceso de agriculturización. Sin embargo, en términos del trabajo requerido, es una de las pocas actividades que sigue requiriendo personal permanente. A los animales hay que controlarlos diariamente durante todo el año y las prácticas de intensificación de la producción (feed lot, por ejemplo) requieren tecnologías de “manejo” y gestión asentadas sobre personal permanente.

4.3 Los mercados exigentes y los mercados de trabajo local

En la década del noventa, el país profundiza una nueva integración al mercado mundial de alimentos frescos y seguros, produciéndose

15

reestructuraciones en especial en sus economías no pampeanas1. Productores, procesadores y agroindustrias regionales se integran a las cadenas de consumo de países centrales abasteciendo a sus supermercados y a poblaciones que enfatizan cada vez más la necesidad de “consumir sano”. Para estas poblaciones, la seguridad y condiciones sanitarias de los alimentos y la conservación de los recursos naturales han ido impulsando normas tendientes a garantizar y estabilizar los niveles y controles de calidad de los productos distribuidos en sus mercados de consumo.

Estos sistemas normativos de “buenas prácticas agrícolas”2 se tornan obligatorios para productores y procesadores localizados en distintas áreas del mundo. Su incorporación ha tenido repercusiones sobre la gestión en las explotaciones y en los mercados de trabajo. Normas como “EUREP-GAP”3, “HACCP”4, “ISO5” o los más conocidos registros de “rastreabilidad”6, tienen como resultado la homogeneización de los productos. Simultáneamente, los consumidores han ido “prefiriendo” productos diferenciados. Los mercados de “especialities” valoran las marcas de origen: las publicidades, por ejemplo, señalan en los supermercados a los “limones o manzanas argentinas”, incluyendo la etiqueta de la empresa procesadora. También prefieren que estos productos especiales tengan un flujo continuo y características fijas, aseguradas por el cumplimiento de los protocolos de certificación de “buenas prácticas”

Estas nuevas demandas, a diferencia de la expansión sojera, suponen nuevas prácticas organizativas y de coordinación entre productores, trabajadores y agroindustrias. En general, tienden a reemplazar insumos por “manejo” lo cual implica mayores demandas de gestión y de trabajo humano. Suponen también la existencia de capacidades de adaptación en un complejo o cadena de producto, implican una creciente coordinación vertical entre los eslabones de la cadena, circulación de información; características que van a dar como resultado la necesidad de flexibilidad del sector (Galperin, C y Perez, G, 2003)

En la Argentina, durante los últimos diez años, la producción y exportación de frutas en contraestación ha crecido significativamente: el volumen exportado en el 2003, “supera en más del 70% al promedio registrado a mediados de los noventa, este comportamiento refleja un nivel de competitividad incrementado a

1 Ya hacia fines de los setenta, el área pampeana había comenzado una nueva etapa de integración al mercado mundial de alimentos-commodities, con fuertes reestructuraciones de sus sistemas productivos.2 “good agriculture practices” , cuya sigla “GAP” es cada vez más utilizada3 EUREP-GAP es el sistema de certificación de la calidad implementado para productos frescos, por una fuerte coalición de grupos europeos de distribuidores4 Hazard Analysis Critical Control Point, análisis de riesgos mediante puntos de control críticos5 certificación de cumplimiento de procesos de acuerdo a prácticas estandarizadas internacionalmente6 “trazabilidad”, registro de tratamientos, historia y gestión del lugar de producción, utilización de fertilizantes, calidad de los suelos, incluyendo también la gestión de la salud y el bienestar de los operarios. Generalmente visualizados a través de la utilización de códigos de barras que permiten la reconstrucción de las prácticas y de las personas que intervinieron en las mismas

16

partir de un cambio real más elevado y de mayores compromisos y desarrollos en materia de sanidad vegetal y calidad en procesos y productos” (Do Espirito Santo, R, 2004). En general, todas las especies aumentaron su exportación, destacándose especialmente los limones, siguiéndole en importancia, las peras, las uvas y las manzanas. De estas producciones, la que tiene una mayor dependencia del mercado interno es la naranja. Peras y manzanas (en fresco o industrializadas) tienen destinos externos diversificados (Unión Europea, Mercosur y EE.UU). En el caso del limón su destino principal es la exportación (sólo se destina al mercado interno fresco aproximadamente un 5%, e industrializado un 14%), y su principal destino es la Unión Europea.

Otra de las características compartidas por estas producciones es su importancia en los mercados de trabajo regionales. La naranja en el Noreste argentino, las peras y las manzanas en el Alto Valle, los limones en Tucumán o la vid en Mendoza, concentran importantes contingentes de trabajadores en los momentos de su recolección. Excepto el limón cuyo desarrollo es reciente, las restantes han tenido características tradicionales en cuanto a la organización de las cosechas: sistemas de enganche para el reclutamiento de trabajadores migrantes, empleos precarios, trabajadores no registrados, traslados de migrantes provenientes de países limítrofes o desde provincias distantes, lo que implicaba además, residir en fincas de productores o en campamentos, baja sindicalización (véase el artículo de Giarracca, Sabatino y Weinstock en este libro).

Sin embargo, en la última década ha habido importantes influencias de las nuevas características de los mercados demandantes, lo que ha implicado modificaciones en la organización del trabajo. Trabajos recientes sobre estas producciones muestran que persisten la mayoría de los rasgos que caracterizan como empleos precarios a los brindados por estas cadenas productivas: bajos ingresos, ciclos de desempleo prolongados, baja registración de los trabajadores, escasa sindicalización. Dos puntos importantes aparecen como novedosos: la creciente presencia de trabajadores locales, inclusive de residentes en áreas periurbanas y la aparición de procesos de externalización de las cosechas en manos de pseudo cooperativas de trabajo o en empresas de servicios, como es el caso del limón en donde ya desaparecieron dando paso a la aparición de contratistas (Tadeo, L, 2003, Bendini, M. 2001, Neiman, G. 2003).

La externalización de las cosechas a través de intermediarios muy diferentes a los antiguos enganchadores, es el proceso de mayor significación en los mercados de trabajo locales. Por ejemplo, en la cadena tucumana limonera, a mitad de los noventa, era frecuente la presencia de “cooperativas de trabajo” organizadas por un administrador. En ellas todos los trabajadores legalmente eran “socios’ de la cooperativa y, por lo tanto, responsables individuales del cumplimiento de los marcos regulatorios del trabajo: aportes al sistema impositivo, seguridad social, etc. Sin embargo, la mayoría de ellos desconocían estas obligaciones dado que, el administrador era quien negociaba los precios del servicio, analizaba los costos y realizaba las liquidaciones a los trabajadores de la misma forma que un empresario. El trabajo se remuneraba a través de pagos por

17

cantidad recogida. Los sistemas jerárquicos, capataces, supervisores también eran organizados por administradores sin participación de “socios”. Evidentemente, no se trataba de cooperativas de trabajo sino de “empresas” disfrazadas de cooperativas. En el caso tucumano, la agroindustria empacadora tuvo un papel preponderante en el cambio de estas figuras por sistemas de mayor formalidad. Posiblemente, dada su mayor integración a las cadenas europeas, la necesidad de cumplimiento de normas fitosanitarias conservacionistas de la salud de los consumidores y las inspecciones de los compradores haya estimulado el cambio de formas de organización formal de la cosecha. Hoy, los contratistas de limón son empresas, con distintos niveles de capital y de trabajadores contratados, en general ligados a alguna de las empresas agroindustriales con las cuales todos los años renuevan sus servicios.

Distintos son los procesos de “externalización” de cosechas en el resto de la fruticultura. Aún hoy están presentes “cooperativas de trabajo”. Sin embargo, esta modalidad es fuertemente cuestionada por la Unión Argentina de trabajadores rurales (UATRE), sindicato que representa al sector de asalariados agrarios. y, en algunos lugares, ha aparecido el Estado, a través de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), inspeccionando el cumplimiento del sistema impositivo. El gremio lleva adelante distintos juicios contra este tipo de asociaciones, logrando algunos fallos favorables (una cooperativa de peras y manzanas fue disuelta). En la cosecha de naranjas es quizás, donde se vio una mayor conflictividad en este aspecto. Desde fines del 2003 la acción gremial contra el sistema de cooperativas y, especialmente, las inspecciones de la AFIP, produjeron repercusiones que llegaron a dificultar la recolección de la fruta en el 2003 y 2004. Declaraciones de productores, del gremio y de organismos oficiales trascendieron el mercado local y fueron recogidas por distintos medios de prensa. En esos momentos, por ejemplo, la página web de la Asociación Tucumana de la Citricultura (ATC), diariamente editaba información acerca del conflicto existente. Sin embargo, en estas producciones estas pseudocooperativas tienen una importante presencia.

El papel de algunos contratistas también tiene un rol de abastecedor de trabajadores para empresas frutihortícolas de distintas provincias. Si bien predomina el cosechero local, muchas veces urbano o periurbano, las redes comerciales existentes en la agroindustria frutihorícola en ocasiones se expresan en movimientos migratorios estacionales. La principal agroindustria de limón, completa su canasta de exportación con otras frutas frescas que compra y empaca en sus zonas de origen pero embarca con su marca propia. Lo mismo ocurre con una de las principales agroindustrias de peras y manzanas que no produce limones pero los adquiere y procesa por terceros en Tucumán, con su propia marca. Esta integración horizontal tiene algún impacto en la organización de las cosechas de ambas producciones. Por ejemplo, un contratista limonero suele también trasladar sus trabajadores a la cosecha de peras y manzanas, facilitado por las fechas de recolección de ambas producciones. Mientras las peras y manzanas de exportación en fresco se recogen en el verano, la producción de limón fresco se concentra en invierno. No obstante la existencia de este circuito

18

migratorio, su peso relativo es aún bajo respecto al total de cosecheros de limón. En su mayoría, en el verano están desempleados. .

Otro aspecto que modifica los sistemas organizativos del trabajo en la producción frutihortícola de exportación es el cumplimiento de las normativas de buenas prácticas agrícolas impuestas por los compradores. Por ejemplo, el Eurep-Gap estipula limitaciones a las utilizaciones y dosis de ciertos agroquímicos, establece normas de higiene y seguridad en la manipulación, transporte y acondicionamiento de las frutas. Trabajadores de campo y, especialmente, de empaque deben adquirir rigurosas prácticas de control, higiene y prevención. La utilización de vestimenta adecuada, la organización e instalación de los servicios sanitarios, las desinfecciones que acompañan a las distintas tareas, los requisitos de presentación y embalaje, imponen rígidos ritmos de trabajo y rigurosas supervisiones.

Estos requerimientos tienen repercusiones sobre la organización del trabajo, sus ritmos, la generación de puestos de trabajo incrementales necesarios para la implementación de estos requisitos (administración, gestión, capacitación, etc.) y también tienen incidencia respecto a la preservación de la salud de los trabajadores y la prevención de accidentes. Un elemento adicional, de impacto indirecto, es que al poder reproducirse la cadena de producción, a través de los sistemas de “rastreabilidad” resultaría más difícil eludir registraciones de personal. No obstante –aunque resulta difícil obtener información confiable, distintas fuentes indican que el trabajo no registrado alcanza al 50% (UATRE).

Un último aspecto que debe destacarse es la persistencia del pago a destajo en las cosechas de frutas frescas para mercados exigentes. En estos momentos, donde prima la orientación hacia obtener calidad de empaque para exportación, el cosechero está sometido a recoger calidad óptima lo cual implica sacrificar la cantidad cosechada. Por ejemplo, en limón ha disminuído la cantidad de kilos recogidos por jornal (Aparicio, 2004). Al pagarse por cantidad, se refleja en el monto total del jornal. Es decir, que el cosechero logre aumentar sus ingresos es contradictorio con la forma de pago. Algunos cosecheros señalan la necesidad de pagos por día en lugar de los pagos por producción. En este marco, llama la atención que sean pocos los indicios respecto a cambiar las condiciones de contratación incorporando premios por calidad, evitando el trabajo a destajo. Lo que predomina es el “castigo”, es decir, los descuentos por falta de calidad, daño o marca. Seguramente, la existencia de un mercado de trabajo sobreofertado induce al fácil reemplazo de trabajadores, que aceptan estas condiciones laborales.

En cuanto al área cuyana, organizado su mercado de trabajo a través de la vid, trabajos recientes sobre el área (Allub, L.,1996; Miranda, O.,1998, Neiman, G. y Bocco, A. 2001) muestran cambios muy importantes en las formas de organizar la producción tanto de uvas para vino como de fruta de mesa. Se ha producido una importante reconversión de las variedades utilizadas, lo que ha significado grandes inversiones de capital en nuevos cultivos, desapareciendo la uva criolla o perdiendo posibilidades de venta. Las nuevas variedades se adaptan a las

19

demandas de los mercados mundiales, especialmente de vinos finos. Han sido implantadas por grandes productores o por agroindustrias de capitales internacionales y requieren tareas e insumos distintos, mayor complejidad de las labores, nuevas demandas de calificación para las tareas tanto del cultivo como de la cosecha. Esta profunda reconversión productiva ha sido también estimulada por ventajas impositivas (los denominados “diferimientos impositivos”, en el caso de San Juan), con empleo de profesionales para supervisar y organizar los planes de implante y cuidados de las nuevas plantaciones. Miranda describe exhaustivamente los procesos de cambio de demandas de trabajadores según calificación, ciclo de producción y requerimientos de jornales por hectárea., señalando una disminución de los requerimientos de mano de obra permanente (Allub, L., s/f) y una demanda insatisfecha con las disponibles localmente en época de cosecha. Diversas políticas de fomento del empleo que fueron llevadas a cabo por el Estado nacional no han logrado ‘relocalizaciones’ de trabajadores, ya que tuvieron impacto sólo mientras duró el apoyo externo. También se tendió a la mecanización de muchas tareas (siembra, riego), pero esta tecnificación es más limitada cuando se trata de uva de mesa, tanto la poda como la cosecha requieren habilidades manuales. Para esos momentos de alta demanda de mano de obra nuestras investigaciones en el área tucumana nos muestran traslados de trabajadores hacia San Juan, Mendoza y el Alto Valle, dato que coincide con lo señalado por Miranda, quien menciona una fuerte presencia de tucumanos en el área sanjuanina en épocas de cosecha, marcando también el pago de jornales superiores a los que se registraban en la cosecha de cítricos. Como resultado de estos procesos, se ha producido una importante concentración empresarial, con la desaparición de pequeños y medianos productores, a la vez que desapareció la figura del “contratista de viña”, trabajador a porcentaje que residía con su familia en la explotación de vid. Hoy las firmas productores tienen complejos sistemas de administración y de organización de la producción para asegurar las calidades homogéneas que requieren los mercados de altos ingresos nacionales y extranjeros.

Los procesos señalados anteriormente, en el área hortícola muestran una forma distinta de “terciarización” en la actividad. El área de producción hortícola en la Argentina (Benencia, R. y Quarante, G., 2003) en especial aquella que se dedica a las cultivos destinados al consumo fresco y que se desarrolla en los cinturones verdes de las grandes ciudades, ha sufrido en la última década un fuerte proceso de “modernización”, caracterizado por el uso de nuevas tecnologías y por las transformaciones sucedidas en la organización social de las explotaciones, que tienden a incrementar la productividad; procesos de “terciarización” de actividades que procuran aumentar la rentabilidad, bajando costos, e intentos de integración, tanto hacia delante como hacia atrás, por parte de productores grandes, en el primer caso, y de supermercados, en el segundo; buscando de este modo abarcar más eslabones dentro de la cadena. Tradicionalmente, predominaban los patrones quinteros y los trabajadores de la familia, auxiliados por la contratación de peones asalariados -generalmente, “tanteros” (reparto del excedente por tanto) - para determinados cultivos y momentos puntuales de la actividad. Esta forma organizacional se conserva aún en las áreas

20

menos avanzadas, tecnológica y productivamente, y entre los quinteros menos favorecidos de la estructura social. La incorporación del medianero, que en muchos casos se agrega a la organización anterior, logra que, a partir de ella, se comienza a definir con mayor nitidez actividades y responsabilidades en el interior de la explotación. El ingreso de población boliviana, de manera temporal, permitió la expansión de esta forma de organización del trabajo, que en la actualidad es la que más se ha difundido en los cinturones verdes, y entre los quinteros medios de la estructura. Hoy, la producción en invernáculo, que asegura provisión en fresco durante todo el año, requiere de importantes inversiones, incluye la realización de nuevas actividades y requerimientos diferenciales de calificación. Este nuevo tipo de organización de la producción hortícola se está instalando, con sus particularidades en la mayoría de los cinturones verdes del país. Esta heterogeneidad productiva tiene su correlato en lo ocupacional, y en la medida que la producción hortícola se ha vuelto más compleja e integrada, los requerimientos de trabajo, tanto cualitativos como cuantitativos exceden los aportes efectuados por la familia o por los mercados informales. Es decir, se incorpora personal técnico especializado en el manejo del invernáculo y de operarios más minuciosos, fragmentándose significativamente las demandas laborales.

Por último, el complejo lácteo, analizado por Quaranta (2001) experimentó una importante reestructuración: simultáneamente a la expansión productiva con concentración de la producción se produjeron cambios tecnológicos y diferenciación de productos orientados por las grandes empresas industriales y a mercados de ingresos altos. Una de las principales características de la producción tambera es que requiere trabajo continuo durante todo el año. Si bien existe estacionalidad en la producción de leche, las innovaciones tecnológicas tienden a amortiguar los diferenciales de productividad estacional. Este trabajo permanente es provisto, en la mayor parte de los tambos, por el “tambero mediero”, trabajador cuya remuneración se establece en base a un porcentaje de la producción. Este trabajador, además, en momentos de mayores requerimientos de trabajo, aporta parte de su mano de obra familiar, asegurando una producción continua. Coexiste con esta organización del trabajo, las unidades que emplean trabajo asalariado con presencia de encargados o supervisores. En el balance general de la actividad, la desaparición de las explotaciones familiares y la creciente concentración empresaria han disminuido el volumen total de trabajo requerido.

En síntesis, los mercados exigentes en calidad y presentación del producto, la diferenciación de productos y subproductos, han impactado significativamente sobre las demandas de trabajo: creciente especialización y segmentación, externalización y terciarización de las actividades temporales, desaparición de pequeños y medianos productores que no pudieron incorporarse a los procesos de cambio, fragmentación de los trabajadores, jerarquización en base a la organización técnica de la producción; todo lo cual lleva a una creciente heterogeneización de la oferta de trabajo.

Hacia dónde va el trabajo agropecuario?

21

La nueva integración del país al mercado mundial adquiere características de alto impacto sobre la fuerza de trabajo en la agricultura. Un producto que crece en base a un modelo concentrador en un sector que, tradicionalmente, ha sido desprotegido: el trabajador agrario.

Los datos expuestos muestran que persisten los bajos ingresos, la desprotección legal del trabajador, a pesar de que los sistemas de “rastreabilidad” pueden llegar a inducir la obligatoriedad del trabajo registrado.

Externalización de actividades, terciarización de las cosechas dominan en los sistemas otrora intensivos en requerimientos de trabajadores.

El agro argentino cada vez requiere menos trabajo permanente, constituyendo la ganadería y los productos lácteos los únicos que los cambios productivos tienden a estabilizar el trabajo anual.

La sustitución de producciones otrora intensivas en el uso de mano de obra por la expansión de producciones como la soja de escasos requerimientos de trabajo no permiten avizorar un agro que absorba la fuerza de trabajo disponible.

Los nuevos y complejos requerimientos de calificaciones fragmentan y obran como diferenciadores y estratificadores del sector trabajador.

La industrialización de la agricultura es acompañada por el desplazamiento de explotaciones familiares y de trabajadores. En un contexto de alto desempleo en todo el país, los cordones periurbanos de las ciudades capitales provinciales y los aglomerados pequeños se constituyen en el albergue de los desplazados y generan reivindicaciones y protestas territorialmente localizadas.

22

Bibliografía

- Allub, Leopoldo (1996) “Globalización y modenización agroindustrial en la provincia de San Juan (Argentina)” en Estudios Sociológicos. Vol IX. No 41

- Aparicio, Susana (1987) "Evidencias e interrogantes acerca de las transformaciones sociales en la zona extrapampeana". CEPA, Buenos Aires.

- Aparicio, Susana; Berenguer, Paula y Rau, Victor (2003) “Actualidad de la intermediación en mercados de trabajo rurales”. Ponencia. 6to Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo. Buenos Aires 13/16 de Agosto (Publicado en CD)

- Aparicio, Susana (2004) “Mercados, cadenas productivas y trabajadores rurales” Ponencia presentada al Coloquio Internacional: “Las integraciones regionales : ¿qué dinámicas transfronterizas y transnacionales? Las enseñanzas de la Cuenca del Plata en el Mercosur Red Cuenca del Plata/IPEALTUniv Toulouse Le Mirail, Maison de la Recherche, 1 al 3 de Julio (Publicado en CD).

- Baudrón, Silvia y Gerardi, Alejandro (2003). “Los asalariados agropecuarios en Argentina: aportes para el conocimiento de su problemática”. PROINDER-DDA. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos

- Bendini, Mónica y Radonich (1999), “De golondrinas y otros migrantes” Ed. La Colmena. Buenos Aires.

- Benencia, Roberto y Quaranta, Germán (2003). “Producción de frescos de exportación y desarrollo del capitalismo agrario en la Argentina” en AREAS-Revista de Ciencias Sociales No. 22, Universidad de Murcia. España.

- Berenguer, Paula (2004). “Los cambios tecnológicos en la esquila y su influencia en el mundo rural. El caso de la esquila de lanares en la provincia de Chubut, Argentina”. Tesis de Maestría. Escuela para Graduados. Facultad de Agronomía. UBA

- Do Espirito Santo, Benedito Rosa (2004). “Situación actual y perspectivas generales del sector agroalimentario argentino”. Outlook Agroalimentario. Secretaría de Estado de Agricultura, Ganadería y Pesca. (publicado en CD)

- -Flood, Carlos Alberto. (1972) “Estudio de la mano de obra transitoria en la Provincia de Misiones”. Buenos Aires, Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación.

- Galperin, Carlos y Perez, Guillermo (2003): “Los complejos de manzanas y peras de la Argentina y los requisitos fitosanitarios y ambientales: un análisis de fragilidad”. Ponencia presentada a la XXXIV Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Agraria. Río Cuarto. Argentina (Publicado en CD).

- Gras, Carla (1998) “Transformaciones de la agroindustria tabacalera argentina” en Comercio Exterior. Vol. 48 No. 9, México.

- Miranda, Omar (1999), “Estacionalidad del empleo en el sector de uva para mesa de la provincia de San Juan”, en Fruticultura Profesional, No. 105

- Neiman, Guillermo y Bocco, Adriana (2001) “Globalización, reestructuración emprearia y mercados de trajo en la vitiviniculura argentina” CEIL, mimeo. Buenos Aires.

23

- Quaranta, Germán, (2001) “Organización del trabajo y trabajadores en la producción lechera de la pampa húmeda bonaerense” en Neiman, G. (complador) Trabajo de campo. Producción, teconología y empleo en el medio rural. Ediciones CICCUS. Buenos Aires

- Rau, Víctor (2002) “Condiciones para la venta de capacidad laboral cosechera en el mercado de trabajo de la yerba mate”, en Revista Estudios del Trabajo, Nº 24, Buenos Aires, ASET, segundo semestre.

- Reboratti, Carlos. y Sabalain, Cristina (1981) “Migraciones estacionales en la Argentina”, CENEP, Buenos Aires.

- Salvatore. Ricardo. (1986) “Control del trabajo y discriminación: el sistema de contratistas en Mendoza, Argentina, 1880-1920”. En Desarrollo Económico Nro. 102 Vol 26. Buenos Aires

- Tadeo, Nidia y Palacios, Paula (2003) “El empleo agrícola: percepciones, valoraciones, motivaciones, desde la mirada del cosechero del citrus” Ponencia presentada al Congreso ASET. Buenos Aires. (publicado en CD).

24