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Realidadcontenidos531 535 547 Editorial

Revista de Ciencia s Sociales y HumanidadesOctubre-Diciembre 2010, N 126

La Historia y su uso pblico: reflexiones desde Guatemala

Jos Cal MontoyaEl Porvenir vs. El Catlico. Masonismo y ultramontanismo periodstico en confrontacin (1892)

Roberto Valds Valle583 Por una filosofa del hecho menudo: Ambrogi y la crnica modernista

Ricardo Roque Baldovinos613 Aliados y Enemigos. Misiones Protestantes, acogida liberal y reaccin catlica en El Salvador (1860-1899)

Luis Roberto Huezo Mixco647 La herida colonial y la cultura revolucionaria: leer a Roque Dalton

Roberto Herrera Ziga671 El intelectual pensante versus el intelectual operativo. El discurso antiintelectual en el proceso de Roque Dalton

Luis Alvarenga699 Comentario Aleluya a la mentira. Dalton, Retamar y la campaa meditica contra Cuba

Alpidio Alonso-Grau707 Habla su biblioteca

Katherine Miller

RealidadRevista de Ciencias Sociales y HumanidadesLas opiniones expresadas en esta revista son de exclusiva responsabilidad de los autores. Los trabajos de esta revista pueden ser utilizados siempre y cuando se cite la fuente.

Fundador

Francisco Ibisate, S. J. Director Sergio Bran

Alejandro Serrano Caldera Carmen Bohrquez Diseo de portada Agustn Alfredo Palacios Diseo de interiores Guadalupe Hernndez Distribuidor Distribuidora de Publicaciones Tel: (503) 2210-6650 Universidad Centroamericana Jos Simen Caas Apartado 01-575, San Salvador, El Salvador, C.A. ISSN: 1012-5515

Editor Luis Alvarenga

Consejo de redaccin

Lilian Vega Hctor Samour Ricardo Roque Baldovinos Aquiles Montoya Mauricio Gaborit, S. J. Carlos Molina Velsquez

Consejo internacional

Juan Antonio Nicols Pablo Guadarrama Ral Fornet-Betancourt Carlos Beorlegui

Para canjes, favor dirigir toda correspondencia a: Katherine Miller, directora de Asuntos Culturales de la Biblioteca P. Florentino Idoate, S. J. de la Universidad Centroamericana Jos Simen Caas, VIP-SAL 568 7801. North West 37th Street, Miami, Florida 33166-6559, Estados Unidos.

Suscripciones La suscripcin anual para El Salvador es de $16.00, si se hace por correo; y $12.00, si se recoge en la Distribuidora de Publicaciones.

Para Centroamrica y Panam: $35.00; Norte y Sudamrica: $65.00; Europa y otras regiones: $80.00.

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ditorial

El Salvador: conocer nuestro presente en nuestro pasadoEn El Salvador, nuestro lenguaje poltico contemporneo no se entendera sin conceptos como Repblica, Ciudadana, Democracia, Poder legislativo, judicial y ejecutivo, etc. Evidentemente, no se trata de simples palabras. Son ideas que nos remiten a los fundamentos polticos del Estado salvadoreo. Por otro lado, quienes disfrutamos del rico y diverso mundo de la academia, consideramos fundamental la libertad de pensamiento; el derecho a publicar y difundir nuestras ideas; el uso de la tolerancia para el dilogo abierto, crtico y bien fundamentado; etc. No obstante: Cul fue la trama histrica que hizo posible llevar a la prctica esos ideales? En qu momento de la historia nos constituimos en Repblica? Cul es la diferencia entre Repblica y Democracia, o es que acaso significan lo mismo? Formalmente nos seguimos llamando Repblica, pero hoy en da a nadie le interesa reivindicar ese ideal, como s se reivindica el valor de la Democracia. Esas y otras preguntas nos llevan, inexorablemente, al siglo XIX centroamericano y salvadoreo. As como ahora escuchamos decir que somos hijos de la Guerra Civil que

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dur 12 aos; tambin podemos afirmar, sin lugar a dudas, que seguimos siendo hijos, o nietos, del siglo XIX. Las bases que sostienen lo que hoy llamamos Estado salvadoreo se forjaron en aquella poca. En ese sentido, cualquier indagacin o reflexin sobre la gnesis histrica de las ideas arriba planteadas nos llevar, necesariamente, a los procesos sociales, polticos y culturales que se dieron cita en las Provincias de Centroamrica en los aos previos y posteriores a la independencia de Espaa. Este ao, 2009, se desat toda una polmica en torno al decreto sancionado por algunos diputados de la Asamblea Legislativa, el cual aprobaba la lectura de la Biblia en los centros de educacin pblica. Algunos medios de comunicacin salieron a las calles a recoger la opinin de la gente; muchos pastores evanglicos estaba felices se frotaban las manos con el decreto. Pero muchos quizs no saban que con dicho decreto El Salvador estaba retrocediendo en una conquista con ms de cien aos de existencia: la educacin laica. Desde 1880 el Estado inici una batalla por expulsar la enseanza del catecismo de la Iglesia Catlica de las escuelas pblicas; lucha que no consolid, al menos jurdicamente, hasta 1889, cuando se emiti un nuevo reglamento de educacin primaria que ya no contempl la enseanza de la doctrina cristiana. Algunos dirn que la lectura de la Biblia en ningn momento buscaba catequizar, sino formar en valores. En realidad, cualquier libro sagrado que ingrese a las aulas de las escuelas pblicas estara violando el carcter aconfesional del Estado y el libre ejercicio de todas las religiones, derecho sancionado por el artculo veinticinco de la Constitucin actual. Los defensores del decreto hablaban de la necesidad de educar en valores; de ah que, razonaban, la lectura de la Biblia en las escuelas proveera a los nios de buenos valores, y as tendramos personas ejemplares, dignas de imitar, en definitiva, buenos ciudadanos. Educar buenos ciudadanos. Tampoco es un tema nuevo. Ya en mayo de 1874 el presidente Santiago Gonzlez aprobaba la enseanza de la Cartilla del ciudadano escrita por el intelectual Francisco Esteban Galindo en las escuelas del pas; la medida buscaba formar a los ciudadanos que el Estado demandaba. Formar a aquellos que seran los hacedores de la patria, ya fuere legislando, enseando en las escuelas o gobernando. Educar al buen ciudadano signific para aquella poca educar en el respeto a las leyes y al bien pblico. La moral republicana insista en el respeto a las leyes y a la Constitucin, puesto que de eso dependa la buena marcha de la Repblica. Ser patriota en el sentido republicano de la poca significaba velar por el orden y el bien pblico, esto era lo fundamental.

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Hoy, en lugar de estar sugiriendo ms trabajo para los ya bien atareados profesores, habra que empezar a hacer ciertas cosas en apariencia triviales, pero tan importantes que hasta podramos salvar vidas: que el conductor respete la cebra del peatn, que no se cruce la calle cuando el semforo est en rojo; educar desde el seno familiar en el respeto y la igualdad entre gneros; que los funcionarios pblicos cumplan a cabalidad su trabajo; que los diputados verdaderamente trabajen por el bien pblico; aprender a no tirar la basura a la calle; que todos los empresarios por fin! paguen los impuestos; etc. Volviendo al principio: el presente no es sin un pasado que lo constituya. El presente es justamente porque el pasado fue; en el presente se hace presente el pasado y se proyecta el futuro. Y las ideas, como las sociedades humanas, conservan su propia historia; una historia que no acontece al margen de los procesos histricos, sociales y polticos. Las ideas se deben a un contexto histrico plagado de intereses, visiones y poderes, y muchas veces en abierta o solapada pugna. De ah que no encontraremos ideas puras; tocar estudiarlas siempre como seres manchados por los intereses, los sueos y las contradicciones de quienes hacen la historia. Y es en ese entramado histrico que rene ideas, intereses y poderes, a veces tan diversos y contradictorios; en sospechosas e impensables alianzas o en franca lucha fraticida en el que nos vamos constituyendo como individuos, como hombres y mujeres, y como ciudadanos. Estudiar nuestro pensamiento, nuestras ideas, significa remover las piezas, los fragmentos de nuestro pasado; significa irrumpir entre la historia ya contada y aquella que aguarda escondida o ensombrecida a la espera de ser reconstruida. El escritor argentino Ernesto Sabato deca que slo cuanto han alcanzado cierta madurez los pueblos se lanzan a la tarea de conocer su propia historia, sin miedos y sin prejuicios. Estudiar nuestro pasado significa asumir nuestros errores, no sentir vergenza ante los sueos inconclusos de aquellos hombres y mujeres que nos precedieron. Y, por supuesto, conocer toda nuestra historia. Pinsese, por ejemplo, si acaso hay salvadoreos estudiando la Guerra Civil que nos dej cerca de cien mil muertos y sin personas de la talla de Oscar Arnulfo Romero e Ignacio Ellacura. Conocer nuestra historia es conocernos a nosotros mismos. Slo mediante el desciframiento del pasado podremos comprender por qu hoy somos como somos y lo que somos.

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La Historia y su uso pblico: reexiones desde GuatemalaJos Edgardo Cal Montoya Universidad de San Carlos, Guatemala(...) los historiadores profesionales producimos la materia prima para que los no profesionales la usen bien o mal. Eric Hobsbawm1

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RESUMEN: En una sociedad que an tiene frescas las heridas de la guerra civil, como la guatemalteca, se dan dos posturas frente al pasado: aquellos que pretenden paralizar la memoria aduciendo que no hay que remover rencores para impulsar una nueva etapa de institucionalidad democrtica en el pas y los que luchan por la verdad y la justicia para evitar que a los guatemaltecos del futuro se les niegue el acceso al conocimiento y comprensin de la Historia inmediata. Es en ste escenario que se nos plantea socialmente el dilema de la memoria o el olvido. Ambas posturas son expresin de la fractura de la sociedad guatemalteca. ABSTRACT: In a society where civil war wounds are still fresh, as in Guatemala, there are two positions regarding the past: those who pretend to paralyze memory under the allegation that resentments must be put aside in order to build a new era of democratic institutions in the country and those who struggle for truth and justice in order to ensure that the Guatemalan citizens of the future have a direct access to the knowledge and comprehension of the immediate History. In this scenario the dilemma is between memory or oblivion, between official history. Both postures are the expression of the fracture inside Guatemalan society.

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1. La reconstruccin de la memoria colectiva dentro de un autoritarismo socialmente constituido.2a Historia, como reflexin crtica y prospectiva del pasado, tiene en Guatemala connotaciones directamente relacionadas con la sentida necesidad de efectuar un autocercioramiento responsable de nuestra experiencia e identidad colectivas, distorsionadas y negadas de manera brutal por nuestro legado de violencia y exclusin social.3 De aqu que una de las funciones sociales fundamentales del saber histrico consista en disipar las ilusiones y remediar los olvidos que fomentan los usos que de la Historia hacen en cada momento el poder o las clases socialmente hegemnicas para refrendar un proyecto de Estado con una profunda crisis de legitimacin en todos los rdenes. En estos tiempos en los que es habitual la desconfianza en una coherencia global del pasado, asistimos en nuestro pas a diversidad de batallas por la memoria en defensa de construcciones memoriales de lo vivido mediadas por intereses negacionistas que propugnan la legitimacin de una amnesia pactada de lo que hemos sido como sociedad o de reparacin inmediata de los daos inflingidos a grupos histricamente marginados, sin dar extensin a un esfuerzo colectivo por reconstituir tica y jurdicamente nuestra comunidad poltica.4 De tal manera que el trabajo de la memoria para legitimar su uso poltico, tiene que trascenderse

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convalidndolo colectivamente con una interpretacin histrica general que se constituye en un esfuerzo de la sociedad en su conjunto por generar una condicin de posibilidad de abrir la Historia5 de manera responsable a la discusin de problemticas fundamentales que permitan la construccin de un Estado social de derecho. En este sentido, hablar de un uso pblico de la Historia en el pas es una prosecucin de esa responsabilidad que no es exclusiva de los historiadores, sino de toda una sociedad en la comprensin de cmo debe asimilarse por la conciencia pblica el perodo ms cruento de nuestra Historia reciente.6 Es un esfuerzo de responsabilidad ciudadana local y global por advertir pblicamente sobre aquellos usos que degradan a la reflexin histrica, que la transforman en un conocimiento meramente instrumental, sin ms razn que su utilidad para ser usada, impidiendo as una apropiacin genuinamente honesta y crtica de nuestra experiencia societaria en el tiempo. La Historia de Guatemala como reflexin colectiva, necesita dejar de transitar por esa construccin hegemnica del tiempo nacional que refrenda el fracaso de un Estado autoritario y excluyente e impide revitalizar sus nexos con una reflexin histrica que corte con ese tiempo construido desde el poder y desde aquellos -historia-

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dores o no- que legitiman y hasta impulsan en la esfera pblica la institucionalizacin del ocultamiento de aquellos hechos y efectos de una guerra civil que muestra lo que realmente hemos sido como sociedad. Esta voluntad de ocultacin e implantacin del olvido en nuestro imaginario social, se constituye en una negacin radical de nuestras posibilidades de reelaboracin moral y poltica del Estado como un genuino espacio ciudadano. As, lo que sucedi empieza a hacerse pasado, recuerdo, olvido. Cuando se ha impulsado en el espacio pblico la desvalorizacin de la utilidad y pertinencia social de una reflexin histrica global sobre nuestra memoria colectiva, los historiadores tenemos la responsabilidad de mantener despierta la conciencia ciudadana para que ese abismo que se pretende crear entre el acontecimiento real y el acontecimiento histrico, no llegue a ser infranqueable en la formulacin de una interpretacin de aquellas supervivencias histricas que nos impiden reconstituir un proyecto incluyente de sociedad.7 La memoria del pasado en nuestro pas, ha sido un ejercicio de pertenencia societaria que ha fragmentado a los guatemaltecos en segmentos que denotan sus diversos ligmenes con ese pasado y la reflexin histrica posterior sobre su significacin social. Un grupo, toma partido por la interpretacin del pasado como condicin de

olvido, otrora legitimada por las historias oficiales, que todava hoy se constituye en un discurso pblico que considera sesgada o subversiva a toda aquella reflexin histrica sobre nuestra memoria colectiva que abra una discusin sustancial sobre nuestras problemticas estructurales: una efectiva reforma del agro aunada a una diversificacin de la actividad econmica, la transformacin de los espacios de participacin poltica ciudadana y la inversin social en salud y educacin como bienes de acceso universal en el marco de un Estado social de derechos y garantas para los sectores ms excluidos de la sociedad. Esta postura, es todava evidencia de esa poltica del olvido que instal en el imaginario social una tergiversacin de la Historia nacional que legitim un orden autoritario como herencia inmediata de la dictadura militar. Otros conciudadanos, impulsan la recuperacin de una memoria que permita establecer la verdad de lo sucedido, condicin indispensable para que una sociedad pueda cerrar de manera definitiva esa cesura que por dcadas ha impedido la construccin de una reflexin histrica sobre nuestro pasado que supere esa denegacin total de nuestra memoria torturada por la etapa ms trgica y devastadora de nuestra Historia reciente. Este esfuerzo, deber extenderse a una comprensin ampliada de esta apropiacin de la memoria como una iniciativa colectiva por construir una reflexin histrica

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honesta con un autocercioramiento responsable de lo que hemos sido y podemos ser como sociedad.10 Ambas posturas frente a nuestro pasado, son expresin de la fractura de la sociedad guatemalteca: aquellos que pretenden paralizar la memoria con la falsedad de que no hay que remover rencores para impulsar una nueva etapa de institucionalidad democrtica en el pas y los que luchan por la verdad y la justicia para evitar que a los guatemaltecos del futuro se les niegue el acceso al conocimiento y comprensin de la Historia inmediata de manera difana y sin manipulaciones. Es en ste escenario que se nos plantea socialmente el dilema de la memoria o el olvido,

de la historia oficial o de la historia crticamente esclarecedora, de la versin falsificada de la Historia o la verdad de lo ocurrido. Dilema al que no se han hecho contribuciones de amplios alcances para su resolucin por el conjunto de la sociedad guatemalteca, sea por el espeso silencio imperante y las an escasas reacciones ante las conclusiones de los informes de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado ODHA- y de la Comisin de Esclarecimiento Histrico CEH-, como por los fuertes intereses que insisten desde sus intelectuales y operadores polticos en mantener cerrada la discusin sustantiva sobre la reformulacin de nuestro proyecto de Estado y de Nacin.

2. Las demarcaciones parciales de la memoria y la fragmentacin de la reexin histrica.El uso pblico de la Historia es inherente al marco de legitimacin de la violencia sobre la que se bas nuestra tradicin autoritaria. Este contexto, fue el que estableci demarcaciones parciales de la memoria, que slo contribuyeron a la fragmentacin de la reflexin histrica al depender su escritura y construccin pblicas del peso decisivo de los factores ideolgicos. Asistimos as a la construccin de una reflexin histrica de profunda raigambre anticomunista que descalific cualquier demanda social y a la elaboracin de otra reflexin histrica que si bien buscaba ser una historia antihegemnica, no consigui superar su preceptibilidad restringidamente poltica. El sufrimiento de la poblacin, el elevado nmero de vctimas civiles y la brutalidad de la represin estatal, exigen una reflexin histrica sobre la memoria colectiva que impida que todo este horror vuelva a suceder. El ejercicio de historiar esta dura etapa de nuestra biografa colectiva, no se puede ni debe quedar como un instrumental dirigido exclusivamente a desarrollar acciones legales en contra de los victimarios. Se trata de que cubra una comprensin del pasado que incluya a los actores y

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hechos que intervinieron en ese pasado con el fin de entender la continuidad histrica que de ello se deriva.9 Para el caso de nuestro pas, un Estado que bas su legitimidad y control social en la violencia, es un Estado con una legitimidad profundamente contestada, por lo que su recurso a la violencia indiscriminada busca superar esta situacin de cuestionamiento en funcin de reforzar sus poderes y asegurar su ascendiente sobre las poblaciones. Cuando esta poltica de represin se ana a los factores ideolgicos que se entrelazan con la cuestin nacional, se crea un componente ideolgico de normalizacin que en Guatemala se expres en el anticomunismo, con el que se defendi la idea de la actuacin violenta del Estado hasta las ltimas consecuencias en defensa de la democracia. As, el discurso sobre el enemigo se constituy en esa retrica que vio en el progreso y la democracia la amenaza contra la libertad y el rgimen de legalidad, ideas de las que se nutri la instruccin pblica prestando especial atencin a la enseanza de una Historia nacional referida a efemrides y caudillos y apartada deliberadamente de su funcin interpretativa. Desde las organizaciones que optaron por la lucha armada, se construy una Historia antihegemnica que recuper el elemento nacional popular en el cual expresar su proyecto poltico de asalto al poder para iniciar una transicin al socialismo: visin que nicamente refrend una reflexin

sobre el pasado en funcin de la consecucin de dicho proyecto, lo que no posibilit la apertura total de una Historia nacional de mayores alcances interpretativos para una transformacin profunda del orden econmico, social y poltico dominante. La comprensin societaria de nuestro pasado reciente es un ejercicio sobre la crisis del Estado y de la sociedad. La conciencia nacional guatemalteca pas por distintos quiebres que contribuyeron decisivamente a la fragmentacin de nuestra memoria colectiva: el conflicto ideolgico entre comunistas y anticomunistas por el modelo de Estado a asumir, la guerra civil entre guatemaltecos a causa de la defensa de la soberana y de la dimensin de la justicia social a raz de la intervencin norteamericana y del constitucionalismo de corte liberacionista y la constatacin de la imposibilidad del Estado guatemalteco para satisfacer las crecientes demandas del sector indgena y campesino. La reflexin sobre nuestro pasado a partir de sus apropiaciones colectivas expresadas en las variaciones de la memoria, se constituye en un esfuerzo que todos los sectores sociales debemos emprender en la reconstruccin de un imaginario social en el que todos los guatemaltecos estemos incluidos y que no puede hacerse realidad sin saber nuestra verdad de lo que somos por lo hemos sido. El seguir alentando pblicamente desde dis-

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tintos canales ese rechazo reactivo a la reflexin histrica, evidencia nicamente nuestro temor de vernos tal cual somos desde nuestro pasado reciente. Esta problemtica indica nuestra prevaleciente imposibilidad de superar las demarcaciones ideolgicas que han polarizado a la sociedad guatemalteca y que se siguen sosteniendo dentro de la opinin pblica, marginalizando deliberadamente a la reflexin histrica para fortalecer estas variaciones de memoria que refrendan intereses econmicos y polticos particulares y privan al conjunto de la sociedad guatemalteca de reflexionar colectivamente sobre su pasado reciente. Pese a las miles de pginas investigativas y ahora testimoniales que evidencian este esfuerzo por abrir las condiciones de una nueva reflexin histrica en el pas dentro del mbito pblico, el espeso silencio generado por la salida a la luz de todos estos esfuerzos no ha sido despejado en su totalidad. La divulgacin de estos informes y testimonios no ha sido suficiente para superar tanto las variaciones polarizadas de la memoria en la construccin de una reflexin histrica colectiva y para impulsar denodadamente polticas de memoria desde el Estado que impidan el ahora inminente fortalecimiento de las prcticas anteriores de desinformacin, ocultamiento

y tergiversacin de los hechos que forman parte de nuestra experiencia societaria en el tiempo. Es en este contexto, donde la empresa negacionista no slo llega a fortalecerse como institucionalizacin del olvido, sino peor an, como un obstculo que cierra deliberadamente a las actuales y futuras generaciones de guatemaltecos y guatemaltecas la posibilidad de reflexionar crtica y abiertamente sobre su pasado reciente como un bien pblico que contribuya a la reconstruccin de una Memoria e Historia colectivas genuinamente comunes. A este respecto, asistimos en los discursos polticos, acadmicos, periodsticos y de carcter oficial a un tmido o relativista reconocimiento de los alcances de genocidio de la guerra civil de 36 aos, a considerar las cifras y conclusiones de los informes de la ODHA y de la CEH como tendenciosos o con cifras sobredimensionadas y a sealar que hablar del pasado no contribuye a solucionar nuestros problemas. El saber histrico se constituye as en un lastre que no permite construir un nuevo pas, cuando es en realidad el punto de partida inexcusable para entender las repercusiones que nuestra Historia tiene en los terribles legados de violencia y exclusin social que impiden la construccin de un Estado genuinamente incluyente. 10

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3. Hacia dnde va nuestro pasado? La reexin histrica amenazada en la esfera pblicaLa negacin, ocultamiento y relativizacin acerca de la importancia de la reflexin histrica en la reconstitucin de nuestra memoria colectiva y de la posterior interpretacin de nuestro pasado, se constituyen en prcticas que deben impulsar un despertar de los acadmicos y activistas para sealar en el espacio pblico la necesidad de abrir un debate en igualdad de condiciones de interlocucin sobre el conocimiento y divulgacin de la Historia nacional que llegue a toda la poblacin. Esfuerzo, que desarrollado tanto por los que estamos en la academia como por los activistas, se debe dirigir a la construccin de un anlisis histrico que termine por superar esta dicotomizacin de la memoria fruto de nuestra polarizacin poltica y para reconocer la participacin de amplios sectores sociales dentro de todo el proceso para terminar de asumir esta tarea de enfrentar nuestro pasado reciente como una responsabilidad de la sociedad misma. Este intento se ve seriamente amenazado por la debilidad del Estado de Guatemala en la aplicacin de las polticas de la memoria despus del conflicto armado. Si bien desde el gobierno de lvaro Arz no se criticaron abiertamente desde el Estado las conclusiones de los informes de la ODHA y de la CEH, el restringido alcance de los cambios institucionales efectuados a partir de las recomendaciones de la CEH no han permitido fortalecer las labores de bsqueda de la verdad y aplicacin de la justicia emprendidas por diversidad de organizaciones de derechos humanos iniciadas en la estela misma del conflicto. Las polticas de memoria alentadas desde abajo, a pesar de sus logros en desafiar abiertamente la cultura del miedo imperante, no son esfuerzos suficientes en la responsabilidad que Estado y sociedad tenemos en la construccin de un proyecto de comunidad jurdica y poltica que rebase los lmites de la legalidad y refrende su accin de intermediacin de manera legtima entre todos los sectores del pas. Esta ausencia de legitimidad evidenciada en el abandono de una poltica social en la gestin gubernamental actual, agudiza la frustracin popular ante la accin de un Estado que no ha hecho suficientes reformas legales e institucionales que garanticen un ejercicio mnimo de libertades ciudadanas an restringidas por los resabios de una cultura de violencia. La marginalizacin de la discusin sobre nuestro pasado reciente como un esfuerzo colectivo, es una muestra de la inveterada resistencia de nuestras lites polticas y econmicas de someterse al estado de derecho y a ceder sus privilegios histricos. Nuestra realidad poltica sin duda va ms all de la Memoria y de la Historia, pero el escaso alcance que stas tienen dentro del

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debate nacional, son evidencia de cun incmodas son sus implicaciones para un debate referido a nuestras problemticas econmicas, sociales, polticas y culturales que no deben ser discutidas al implicar una profundizacin de la democracia y de la instauracin de un genuino Estado social de derecho. Las leyes promulgadas y las recomendaciones formuladas, no pueden resolver por s solas los problemas que aquejan al pas. La Historia ha demostrado que stas son el inicio de un amplio debate sobre el fracaso de nuestro modelo de Estado en el que tienen que resolverse problemticas de orden estructural. La Historia, como esfuerzo crtico de reflexin sobre nuestro pasado, abre indefectiblemente estas discusiones que no se desea, desde diversas instancias de influencia de la opinin pblica y acadmica, que sean apropiadas colectivamente por la poblacin.11 As, la reflexin histrica como esfuerzo colectivo de autoesclarecimiento, sigue amenazada por las que ya se crean superadas prcticas de negacin, ocultamiento y tergiversacin de aquellas reflexiones histricas que permitan comprender nuestras problemticas estructurales ms profundas que ayudan a explicar y subsanar nuestros dilemas actuales como pas. Esta marginalizacin de la reflexin histrica dentro del debate de los grandes problemas nacionales por su incontestable capacidad crtica y explicativa que evidencia

nuestras ms hondas inequidades econmicas y sociales, no slo afecta a la sociedad en su conjunto, sino al mismo Estado; ya que ste va perdiendo su capacidad de garantizar los derechos y deberes ciudadanos y las normas constitucionales que aseguren a nuestros conciudadanos una existencia digna. Solamente cuando el Estado acepte asumir la memoria histrica de todos los guatemaltecos y la apropiacin social de la reflexin histrica sobre su incidencia en nuestro imaginario social, ser posible el cambio poltico que necesitamos. Las lites econmicas y polticas junto a los medios de comunicacin, tienen la responsabilidad conjunta de abrir la Historia dentro del espacio pblico nacional como condicin inexcusable en la construccin del ideal que pblicamente han manifestado de construir una Guatemala distinta y digna para todos sus habitantes. El uso pblico de la Historia en el pas sometido a negacin, ocultamiento, manipulacin y marginalizacin dentro de los grandes debates nacionales, se constituye as en uno de los referentes inexcusables en la genuina democratizacin de la opinin pblica nacional, en la formacin profesional y cvica de los futuros ciudadanos y de la construccin de polticas pblicas referidas a las necesidades de las grandes mayoras excluidas de nuestra patria. Se vuelve as obligatoria para los historiadores y los investigadores sociales la recuperacin de

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la pertinencia histrica de nuestro desempeo profesional: mbito privilegiado de anlisis para develar esas pautaciones de las memorias colectivas que permitan articular una reflexin histrica que otorgue significacin a nuestro itinerario colectivo en el tiempo y confiera sentido al sufrimiento que nos ha fracturado como sociedad.12 Todas las amenazas que acechan en nuestro pas a la reflexin histrica, confluyen en diversidad de usos del olvido que pretenden consolidar en el espacio pblico la declinacin de una conciencia del pasado recurriendo a una supuesta bsqueda de la reconciliacin o a la legitimacin en nuestro pas de la privatizacin de la accin ciudadana. El historiador y la sociedad en general deben montar estrecha vigilancia dentro del debate nacional de esa violacin brutal de aquello que todava nuestra fracturada y dividida memoria puede preservar en contra de la reinvencin de un pasado recompuesto y mtico al servicio de los poderes de siempre. Contra los actuales militantes del olvido, los asesinos de la memoria y los revisionistas con supuestas pretensiones de objetividad complaciente con el orden establecido que tanto han proliferado en los ltimos aos dentro de nuestro debate pblico; los historiadores

debemos recuperar nuestra austera pasin por los hechos, por las pruebas, por los testimonios, que son los alimentos de nuestro oficio, para estar siempre atentos para alertar a la opinin pblica de las terribles consecuencias de desdibujar los trazos fundamentales de nuestra experiencia societaria.13 La debida inclusin de la reflexin histrica dentro del debate nacional no implica nicamente la discusin sobre objetivos y polticas a corto plazo, sino tambin sobre las formas de convivencia poltica que deseamos, as como sobre los valores que deben predominar en la comunidad poltica para as resignificar su legitimidad social. Se trata al mismo tiempo, de averiguar en qu sentido podemos y debemos respetarnos mutuamente como ciudadanos de esta Repblica y de cmo queremos ser reconocidos por los otros. Para ello, la Historia nacional constituye un trasfondo importante en la reconstruccin crtica de las denominadas tradiciones y mentalidades nacionales que en el caso de nuestro pas, requieren ms bien un esfuerzo colectivo de reformulacin. La conciencia histrica no es slo una demarcacin colectiva en el tiempo, es un ejercicio decisivo de autocomprensin poltica. 14

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4. La impostergable necesidad de generar una nueva cultura histrica en el pas.Las reflexiones planteadas anteriormente, nos sitan ante la necesidad de que la Historia haga una contribucin especfica y pertinente al debate de los grandes problemas nacionales en la esfera pblica. Necesidad que se acenta de manera creciente ante la banalizacin que la reflexin histrica ha sufrido en nuestro pas, tanto por los usos del olvido impuestos por medios violentos; como por la promocin que algunos acadmicos han efectuado de esquemas interpretativos asidos a los estudios culturales estadounidenses que redujeron la complejidad de nuestra violenta Historia reciente a una mera reflexin sobre discursos, sin reparar en la funcin de representacin de relaciones de poder y dominacin que stos ejercen dentro de la vida cotidiana y el imaginario colectivo.15 Si bien recientemente un rotativo seal la necesidad de revisitar la Historia nacional,16 no podemos emprender este esfuerzo si no se constituye en una responsabilidad de toda la sociedad por hacer una revisin honesta de esas demarcaciones parciales de la memoria histrica del pas que han sido perpetuadas por las esferas influyentes de la opinin pblica. A esta situacin, se suma la urgente necesidad de revitalizar la formacin de una cultura histrica en el pas que tenga como punto de partida la articulacin de polticas pblicas destinadas a otorgar a la reflexin y divulgacin histricas un papel central en la interpretacin de las problemticas implicadas en el proceso formativo del Estado de Guatemala. Abrir la Historia nacional no es nicamente un movimiento de revisionismo historiogrfico, es una tarea integrada entre los historiadores y la sociedad por legar a las futuras generaciones la recuperacin de un espritu pblico que impulse la construccin crticamente honesta de un tiempo nacional que reelabore un proyecto legtimo de Estado y sociedad basado en la inclusin de todos sus integrantes, especialmente de aquellos que siempre han sido excluidos de las posibilidades ms mnimas de tener una existencia digna. La generacin de una cultura histrica en el pas no es slo la articulacin de un gusto por las conmemoraciones, el coleccionismo y la ancdota, sino todo un proceso de formacin ciudadana en el que la Historia juega un papel reconstructivo de nuestra cohesin societaria sin las demarcaciones interesadas de la Memoria e Historia nacional formuladas desde intereses de dominio y perpetuacin de las inveteradas exclusiones econmicas, sociales y polticas profundizadas por nuestra brutal Historia reciente. La recuperacin de una cultura histrica en nuestro pas otorgando a la reflexin histrica su rol de centralidad en la interpretacin de los grandes problemas

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nacionales, se constituye en toda una responsabilidad ciudadana por posibilitar un debate abierto y sin condicionamientos de lo que hemos sido para saber cmo queremos ser como sociedad. La reflexin histrica es una bsqueda apasionada y permanente de esa verdad que siempre ofrece matices interpretaNotas

tivos nuevos. Y a pesar de que esta verdad es un plato que no siempre gusta a los poderosos, estamos ante el ingente compromiso tico de procurarla para que todas aquellas experiencias que contribuyeron a la casi total destruccin de la sociedad guatemalteca jams, jams vuelvan a repetirse.17nicos. (No. 19, ao 13) Guatemala, Instituto de Estudios Intertnicos Universidad de San Carlos de Guatemala, 2005. pp. 9-254

Una versin de este estudio se public en: Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala. (No. 9) Julio-Septiembre de 2008, pp. 35-44. La que se propone para la presente publicacin, se incluye con todo su aparato crtico. Cf. Eric Hobsbawm: La Historia de la identidad no es suficiente. En: La memoria entre Historia y Poltica. II. Polticas de la memoria. Guatemala, Instituto Centroamericano de Prospectiva e Investigacin (ICAPI), 2005. p. 103 Cf. Rachel Sieder: Polticas de guerra, paz y memoria en Amrica Central. En: Alexandra Barahona de Brito, et. al. Las polticas hacia el pasado. Juicios, depuraciones, perdn y olvido en las nuevas democracias. Madrid, Ediciones Istmo, 2002. p. 271 Cf. Jos Cal: Hacia la construccin de un estado presuntamente homogneo. Breves notas desde la Teora Crtica. En: Revista Estudios Intert-

1

Cf. Juan Jos Carreras Ares y Carlos Forcadell lvarez: Historia y poltica: los usos. En: (eds.) Usos pblicos de la Historia. Madrid, Editorial Marcial Pons Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003. pp. 11-45 Cf. Sergio Tischler Visquerra: Abrir la Historia. Constelaciones y luchas en la elaboracin del tiempo nacional. En: Memoria, Tiempo y Sujeto. Guatemala, F&G Editores Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, 2005. pp. 1-51 Cf. Jrgen Habermas: Sobre el uso pblico de la Historia. En: La constelacin posnacional. Ensayos polticos. Barcelona, Ediciones Paids, 2000. pp. 43-55 Cf. Edelberto Torres Rivas: La metfora de una sociedad que se castiga a s misma. Acerca del conflicto armado y sus consecuencias. En:

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Comisin para el esclarecimiento histrico: Guatemala: causas y orgenes del enfrentamiento armado interno. Guatemala, F&G Editores, 2000. pp. xv-xxxii8

Prospectiva e Investigacin ICAPI-, 2005. pp. 59-60.14

Op. Cit. Habermas. Cf. Jos Cal: Los estudios histricos recientes sobre la Reforma Liberal de 1871 en Guatemala. Sevilla, Universidad Pablo de Olavide, Departamento de Geografa, Filosofa e Historia, 2003. Cf. Lorena Seijo: Una Historia a medias. Prensa Libre, 30 de julio de 2006. pp. 16-17. La larga tragedia de la Patria, secularmente subyugada por los tenebrosos poderes econmico y militar, burlada por los demagogos y oportunistas de siempre y afrentada por haber sufrido en su gente y en su suelo hechos criminales de tal magnitud que avergenzan la conciencia humana, merece que rompamos esa absoluta indiferencia que predomina en las diferentes capas de nuestra sociedad. Op. Cit. Balsells Tojo. p. 211

15

Cf. Alfredo Balsells Tojo: La verdad y la memoria histrica. En: Olvido o Memoria. El dilema de la sociedad guatemalteca. Guatemala, F&G Editores, 2001. pp. 11-18 Cf. Arturo Taracena Arriola: Historia, Memoria, Olvido. El caso del conflicto armado en Guatemala. En: Seminario Internacional sobre Memoria e Historia. Guatemala, AVANCSO, 2005 [En prensa]. Op. Cit. Torres Rivas. Op. Cit. Sieder. p. 271-284. Op. Cit. Taracena. Cf. Yosef Hayan Yerushalmi: Reflexiones sobre el olvido. En: La memoria entre Historia y Poltica. II. Polticas de la memoria. Guatemala, Instituto Centroamericano de16

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El Porvenir vs. El Catlico Masonismo y ultramontanismo periodstico en confrontacin (1892)Roberto Armando Valds Valle. Departamento de Filosofal primero de junio de 1892 se public en San Salvador el primer nmero del peridico quincenal El Porvenir, cuya lnea editorial podra considerarse al menos promasnica y anticlerical; sin embargo, para los catlicos militantes del pas se trataba del mismsimo rgano de expresin de la masonera salvadorea, o al menos de la Logia Excelsior n 17, taller masnico instalado en San Salvador el 25 de Abril de 1882.1 Hay que aclarar que El Porvenir no es mencionado por talo Lpez Vallecillos en su obra, El Periodismo en El Salvador,2 y no debe confundirse con el tambin quincenal, El Porvenir de Centro Amrica, publicado por primera vez el sbado 15 de diciembre de 1895.3 En realidad, es mi impresin hasta el momento, El Porvenir tuvo una vida efmera, pero muy intensa, pues ya para el mes de Diciembre de 1892 no se encuentran referencias a l; sin embargo,

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los 7 u 8 nmeros que al parecer se llegaron publicar, dado el carcter promasnico de algunos de sus artculos, los ataques que despleg tanto en contra de la jerarqua catlica salvadorea como del cuerpo doctrinario-teolgico de la religin catlica, fueron lo suficientemente agresivos como para generar una fuerte reaccin antimasnica entre algunos catlicos, quienes llegaron a demandar a su editor ante algunos de los tribunales de justicia del pas por difamacin y falsificacin de firmas, logrando que se decretara la captura de su Redactor en Jefe; otros fieles, mucho menos flemticos, llegaron a plantear pblicamente que si se daban las condiciones, estaran dispuestos a llegar a un enfrentamiento a golpes o a balazos con los editores del peridico pro-masnico. Sin duda un grave prenuncio de lo que se convertir

una constante en el debate poltico de El Salvador del siglo XX, que con argumentos similares a los expuestos en contra de la masonera y los masones, iniciar una campaa de literal exterminio en contra del comunismo y los comunistas. En el presente trabajo, pretendo reconstruir el conflicto que gener la aparicin y el contenido de algunos de los artculos o comentarios publicados en este medio impreso tan controversial. Para hacer esta reconstruccin, se har uso del semanario ultramontano, El Catlico que se encarg de denunciar y al mismo tiempo preservar para nosotros los detalles de este interesante conflicto entre pro-catlicos y pro-masones, que, de otra manera se hubiera desvanecido en el tiempo, dado que no se han conservado copias de El Porvenir.

1. Primeras referencias a El Porvenir. Ataques a Rafael Reyes y a las ideas teolgicas defendidas por ste y por el nuevo medio impresoLa primera noticia sobre la aparicin de El Porvenir se encuentra en un comentario publicado en la edicin de El Catlico del domingo 12 de junio de 1892. En l se denuncia sin tapujos su carcter masnico y trata de identificar al editor en jefe del mismo.4 La nota inicia de la siguiente manera: El Porvenir es el ttulo de un nuevo peridico quincenal, impreso en la tipografa de El Cometa, cuyo primer nmero circul el primero del corriente, es decir, el 1 de junio; y a continuacin, El Catlico se siente en la obligacin de revelar el carcter ltimo y los propsitos del mismo, que a juicio de El Catlico, se queran mantener en secreto:

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Su programa y sus tendencias [de El Porvenir], su carcter y su estilo estn bien marcados, y son por consiguiente bien conocidos ya de cuantos hayan ledo su primera plana. Lo que no est bien marcado, lo que parece ocultarse cuidadosamente, es la procedencia y el principal soberano director de El Porvenir. Y como la opinin pblica necesita saberlo para apreciar en su justo valor al nuevo husped, repetiremos lo que personas fidedignas aseguran acerca de esto. El Porvenir es el rgano de la masonera salvadorea, Logia Exclsior, que, lo mismo que la masonera universal, lo mismo que todas las logias del mundo, tiene el fin principal de combatir el catolicismo por todos los medios posibles. El Porvenir tiene por soberano director al S.: G.: I.: Rafael Reyes n.: 33, y Profesor de Derecho Natural en la Universidad Nacional. Siendo dicho quincenal rgano de la masonera, nadie extraa que todo l se ocupe de combatir y de calumniar, de insultar y de ridiculizar la religin catlica por todos los medios propios de la masonera.5 La insistencia de El Catlico en mostrar la vinculacin de El Porvenir con la masonera salvadorea, y en particular con Rafael Reyes, es significativa, pues aunque ciertamente Reyes era masn,6 no hay indicios de que el peridico se identificara a s mismo como el rgano de la masonera y menos que se sealara a Rafael Reyes como su redactor. De hecho, la estrategia desarrollada por este primer comentario era aportar evidencia indirecta que convenciera al lector del involucramiento de Reyes en la elaboracin de El Porvenir, es decir, realizando un somero anlisis y comparacin con los artculos ya publicados y firmados por l, en los que abundaban los temas anticatlicos. Sin embargo, cuando el Juzgado Segundo de Primera Instancia de San Salvador llam en Septiembre a declarar al Editor responsable de El Porvenir, nunca se mencion el nombre de Rafael Reyes y mucho menos compareci ante el tribunal, sino Silverio Angulo Guridi7, alias Lewis8 o tambin conocido como Silverio Angulo Lewis,9 de quien al momento no existe evidencia de que haya sido masn. En posteriores comentarios, y a medida que las causas judiciales en contra de El Porvenir iban avanzando, El Catlico tuvo que cambiar su discurso, pero siempre insistir en mostrar las vinculaciones del peridico con la masonera salvadorea, especialmente con la Logia Exclsior n 17 y con Reyes. El motivo de esta nueva vinculacin con Reyes fue la reproduccin que hizo el peridico guatemalteco Las Noticias de algunas de las denuncias

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hechas por El Porvenir.10 Es relevante destacar que El Catlico no duda en calificar a Las Noticias de ser un

peridico masnico, y reprodujo parte de los elogios que supuestamente hizo Las Noticias a Reyes:

Atribuimos [afirm Las Noticias] la rectitud de miras y las buenas intenciones que abundan en las columnas del simptico colega (El Porvenir), las inspiraciones de un viejo incansable maestro de la juventud salvadorea, al quien felicitamos por su entereza y valenta en sustentar los buenos principios donde quiera que estn amenazados.11 Estas lneas le servirn a El Catlico para afirmar que no es, pues, solo la opinin pblica, no es solo El Catlico, sino el diario Las Noticias, que en materias masnicas merece plena fe, quien atribuye [a Reyes] la rectitud de miras... de El Porvenir; y aade: Es l [Reyes] quien la masonera de Guatemala felicita, ms que los mismos Redactores de El Porvenir, por su entereza y valenta en sostener los buenos principios.12 Pero ante la falta de pruebas contundentes de la participacin directa de Reyes, El Catlico, sin dejar de reconocer su influencia o ascendencia sobre los verdaderos Redactores, tuvo que admitir la existencia de algunas diferencias fundamentales entre el estilo de redaccin de Reyes y el desarrollado en El Porvenir:

Sin embargo, creemos que el maestro ni escribe ni est en perfecto acuerdo con El Porvenir, en cuanto la forma y materia de sus artculos. No escribe, porque el estilo dominante de El Porvenir es recto hiriente, el del maestro es oblcuo, curso, suave... Tampoco en el fondo; por que El Porvenir prefiere los hechos los principios, lo personal lo doctrinario; el maestro al contrario, prefiere los principios los hechos, lo doctrinario lo personal. Ha sucedido con El Porvernir lo que ordinariamente sucede; que los discpulos salen ms aventajados que el maestro; que los conductores no siempre pueden contener los conducidos en el punto que quieren.13 Con todo, las afirmaciones de El Catlico en contra de Reyes y sus escritos constituyen un excelente resumen de las crticas teolgicas que los liberales secularizantes y masones del siglo XIX lanzaban en contra de la religin y la teologa catlica. Ntese, sin embargo en el texto siguiente, la contundencia con que en estas lneas publicadas en Junio- El Catlico sostiene la similitud entre lo escrito por Reyes y por El Porvenir:14

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Siendo el Doctor Reyes, quien inspira, ordena y dirige dicho quincenal, nadie extraa encontrar reproducidos en sus columnas los mismos, mismsimos sofismas publicados por l en mil ocasiones, y las mismas, mismsimas defensas y propias alabanzas, salidas otras veces de su propia pluma. Por eso campean en el primer nmero de El Porvenir el absurdo de uno igual tres, como el Dr. Reyes ha llamado al misterio catlico de la Trinidad; el de la Virgen madre de un hijo, como ha llamado al misterio de la divina maternidad; el absurdo de que el hombre se coma Dios, como el Dr. Reyes ha dicho de la sagrada Escritura; la idolatra de adorar los palos, como ha dicho de la veneracin de las imgenes; la leyenda Bblica; la fbula de la divinidad de Jesucristo, etc., etc., etc.15 Para El Catlico, el objetivo ltimo de denunciar las actuaciones de Reyes se deba a que estaba utilizando su ctedra de Derecho Natural impartida en la Universidad de El Salvador para atacar a la religin y la teologa catlica. En otras palabras, el semanario ultramontano respetaba que el Doctor Reyes utilizara las pginas de El Porvenir para exhibirse pblicamente como libre-pensador y para atacar al catolicismo, en virtud del derecho a la libertad de expresin de ideas que le garantizaba la Constitucin de 1886; y lo mismo poda decirse de las enseanzas masnicas que imparta en la Logia, en su calidad de maestro masn y en virtud del derecho de libre enseanza tambin garantido en la Constitucin; pero lo que no se poda tolerar, a juicio de El Catlico, era que Reyes utilizara su ctedra universitaria, una ctedra pagada por un Estado oficialmente laico, para atacar una religin concreta:

Decimos que es ilegal [los ataques de Reyes a la religin], porque el Profesor oficial que ataca las creencias de la religin en su ctedra, viola la ley de instruccin pblica. En efecto, dicha ley prescinde solamente en sus programas de la enseanza religiosa; esto es, se limita al silencio acerca de las creencias. Pero de ninguna manera permite, ni mucho menos manda, que se impugnen y ataquen los misterios de la religin. Prescindir de la religin en las clases oficiales, es acto puramente negativo; es una omisin que deja los alumnos conservar las creencias aprendidas en el hogar de su familia; pero impugnar la religin desde la ctedra oficial, es un acto positivo, una accin eficaz, que arranca de la juventud la f aprendida por sus padres. Por

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consiguiente, el profesor aludido [Reyes] se excede, hace lo que la ley prohbe, atacando aquello de que debe prescindir, y enseando positivamente otra religin contraria aquella cuyos dogmas impugna.16 Pero que el Profesor de Derecho Natural de la Universidad pretenda hacer lo mismo en las aulas nacionales, es un atentado y no puede hacerlo; porque all es un empleado pblico, un funcionario oficial, pagado por el Gobierno no para ejercer derechos, sino para cumplir obligaciones... Pero que el Doctor Reyes pretenda explotar el Tesoro pblico, parapetarse con la Universidad Nacional, autorizarse con el nombramiento del Gobierno, abusar de la enseanza oficial para insultar la religin profesada por la casi totalidad del pueblo salvadoreo, es pretender humillar y poner bajo sus pies las ms nobles instituciones de la Repblica...17 De hecho, antes de que apareciera El Porvenir, El Catlico ya vena quejndose de que Reyes estaba utilizando sus clases para atacar al catolicismo. As, en la edicin del 8 de Mayo, denunci que era pblico que Reyes dedicaba su ctedra para difundir entre la juventud los errores ms contrarios la Iglesia catlica,18 e incluso se detalla que en uno de los das pasados, emple casi toda la hora de clase, en exponer la fbula o leyenda de la Divinidad de Jesucristo.19 En respuesta a este comentario, se publicaron en los peridicos El Correo Nacional y El Pas20 dos Remitidos firmados por alumnos de Reyes a los que no se ha tenido acceso- en los que se le defenda de los ataques de El Catlico. El remitido en El Pas, firmado por Unos Estudiantes, reconoca que aunque Reyes sea contrario en convicciones respecto este asunto (la Divinidad de Jesucristo) como en realidad lo es, sabe respetar como todo liberal, las doctrinas de sus contrarios.21 Es ms, calific a Reyes como un digno representante del racionalismo, y aade que las opiniones emitidas por un profesor racionalista no pueden contribuir en manera alguna, en desmoralizar la juventud salvo que no se entiende lo que es el racionalismo.22 El Catlico, por su parte, public un Remitido escrito por otro de los estudiantes que asistan a la Ctedra de Derecho Natural que imparta Reyes, y pone en entredicho los contenidos de los dos ya mencionados que buscaban vindicar la conducta que el Dr. Reyes observa en las clases que tiene su cargo.23 Este documento est firmado por Arturo, quien se identifica a as mismo como Estudiante de

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Jurisprudencia, y destaca con extraeza que el Remitido publicado en El Correo Nacional solo haya sido firmado por nueve estudiantes, cuando los que asistan a las clases de Reyes eran ms de treinta. Y por si fuera poco, Arturo denuncia que fue el mismo Reyes quien promovi entre los estudiantes la elaboracin del Remitido publicado en El Correo Nacional: los jvenes firmantes se vieron en el compromiso de dar sus firmas, porque el Dr. se las pidi en los momentos de clase y no tuvieron la firmeza de carcter suficiente para negrsela, como lo hicieron sus otros compaeros; y aclara que de los nueve que lo firmaron, uno se la dio porque el Sr. Reyes le ofreci que no se publicara el remitido.24 Pero la controversia levantada por las opiniones de Rafael Reyes respecto de la divinidad de Jesucristo no termin aqu, pues en ocasin de las Fiestas Patronales de San Salvador, el 6 de Agosto, cuando se celebra la Transfiguracin de Jess en el Monte Tabor, el Obispo de San Salvador, Adolfo Antonio Prez y Aguilar, public una Carta Pastoral en la que abord precisamente el tema de la divinidad de Jess, y no desaprovech la oportunidad para condenar al Libre-pensamiento, al Racionalismo, al Naturalismo, al Materialismo y al Atesmo (y por supuesto a los seguidores de todas estas corrientes de pensamiento),

a los que calific de sistemas de invencin humana, ineptos y viciosos y como los principales y ms funestos errores del da, producto de la rebelin sistemtica contra las doctrinas del Evangelio y divina autoridad de Jesucristo.25 En consecuencia, pidi a sus feligreses que se guardaran de su malfica influencia que pervertira fcilmente la sencillez y pureza de vuestras creencias; y adems sugiri a los fieles poner a cubierto vuestras familias de la activa propaganda que de ellos se hace por medio de libros, folletos y peridicos, sin otro fin que el muy pernicioso de desarraigar las creencias catlicas del corazn de los pueblos, y poner en sus manos como nico recurso para su mejora y moralizacin, el espritu de resistencia toda ley y sus naturales tendencias la corrupcin y al vicio.26 Esta Carta Pastoral desencaden un nuevo intercambio de artculos entre ambos peridicos. Segn detall El Catlico, El Porvenir tuvo la feliz ocurrencia de refutar la hermosa pastoral sobre la divinidad y magisterio de Jesucristo, que el Ilustrsimo seor Obispo public principios de este mes con ocasin de la fiesta del Divino Salvador;27 y aclar por qu a su juicio se trataba de una feliz ocurrencia, lo que lo llev a dar algunos detalles sobre este nuevo escrito anticatlico.

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Dicho artculo ocupa las dos terceras partes del peridico, esto es, ocho de sus largas columnas; casi triple extensin de la de la pastoral. As deba ser para que cupiesen tantos y tan repetidos apodos, insultos, burlas, injurias personales al Ilustrsimo seor Obispo, tantos y tan repetidos disparates y tonteras sobre la doctrina cristiana.28 Sin embargo, el texto no reproduce cules eran esos apodos, insultos, burlas e injurias personales en contra del Obispo, ni los repetidos disparates y tonteras sobre la doctrina cristiana y que cualquier nio en catequesis podra fcilmente refutar. En cambio, se limita a afirmar que:

Aunque la pastoral del Ilustrsimo Prelado no sea otra cosa que la fiel exposicin del Evangelio y el comentario exegtico de los textos de la Sagrada Escritura relativos la divinidad y enseanza del Divino Salvador, sin embargo, ese Evangelio y esos Libros Sagrados que todos acatan como inspirados por Dios, como la palabra divina, para los redactores de El Porvenir son mentiras, absurdos y errores. Los libre-pensadores son tan sabios y tan ilustrados, principalmente en religin, que siempre estn listos para discutir con todos juntos los prelados de la Iglesia, y hasta para refutar al mismo Jesucristo y al mismo Dios si se les pone enfrente.29 Para concluir esta parte, digamos que en el primer comentario y ataque a El Porvenir por parte de El Catlico, ste anunci que su conducta respecto del nuevo impreso sera el mismo que la prensa catlica espaola mostraba respecto de los peridicos masnicos y promasnicos, tales como Las dominicales del Libre Pensamiento o El Motn: jams los mienta, jams se ocupa de ellos; y aade:

El Porvenir servir a la opinin pblica, para que por el futuro conozca el rbol que lo produce; para que por las opiniones del discipulado, sepa apreciar las enseanzas del Maestro; o como dijo un estudiante, por la pluma se conoce el tordito.30

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2. Nuevos ataques de El Porvenir al catolicismo y acciones judiciales en su contra.No obstante la promesa solemne de parte de El Catlico de ignorar a El Porvenir, el propsito no se pudo mantener en el tiempo, aunque se debe reconocer que hizo todo lo posible por cumplir la palabra empeada durante los siguientes dos meses. Pero los ataques a la Iglesia salvadorea por parte de El Porvenir continuaron arreciando hasta que en la edicin del 7 de agosto, El Catlico public una nota de protesta firmada por los miembros del Cabildo Eclesistico por las calumnias publicadas en el peridico en contra del papado, del obispo salvadoreo, Adolfo Antonio Prez y Aguilar, y de algunos miembros del clero secular. La protesta del Cabildo estaba fechada el 3 de agosto, y en su parte medular se afirma lo siguiente:

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Considerando 1- Que el peridico titulado El Porvenir tiene por nico objeto combatir nuestra Santa Religin y deshonrar sus ministros por cuantos medios sugiera la pasin; Considerando 2- Que en el nmero 5 de dicho peridico, correspondiente al 31 de Julio, se calumnia la venerable memoria del Sumo Pontfice Inocencio III y la Santa Sede Apostlica, se injuria gravemente al Ilustrsimo seor Obispo de esta dicesis y se difama varios sacerdotes salvadoreos imputndoles delitos atroces... Acuerda: 1- Protestar, como en efecto protesta con toda la energa de su alma, contra los errores y ofensas inferidas por El Porvenir la Santa Iglesia Catlica y al Soberano Pontificado, contra sus injurias al dignsimo Prelado de esta dicesis y contra su difamacin de varios sacerdotes salvadoreos...31 Ntese que el Cabildo Eclesistico no hizo ninguna conexin entre el peridico y la masonera, tal y como lo vena haciendo de manera insistente El Catlico; y tampoco entr en detalles sobre el contenido de las supuestas difamaciones. En realidad, fue El Catlico quien fue ofreciendo aqu y all detalles de lo publicado y/o denunciado por El Porvenir. Algunas de ellas eran en verdad graves: a) que un sacerdote haba violado a una joven en el cementerio de San Salvador;32 b) que el Agente General de El Catlico, Federico Prado, habra reprendido y aun quiso golpear uno de los muchachos repartidores del peridico [de El Porvenir];33 c) se acus al Sacerdote de origen italiano, Miguel Vecchiotti, Vicario de la Dicesis y miembro del Cabildo Eclesistico, de haber casado en dos ocasiones a un compatriota suyo, promoviendo

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as y encubriendo al mismo tiempo, un acto de bigamia;34 y d) al Obispo de la dicesis, se le imputa el haber despojado un hermano del difunto Padre (Vicente) Marroqun del fruto de su trabajo de once aos en una finca del mencionado Padre, y el habrselo apropiado injusta incuamente;35 e) de acuerdo con El Catlico, El Porvenir tambin atac a las Hermanas de la Caridad que trabajaban en la ciudad de Santa Ana y a un Sacerdote que tambin resida en esa ciudad, sin embargo, no se dieron mayores detalles del contenido de estos ataques y lo nico que se puede colegir es que El Porvenir sostena que una de las Monjas haba mantenido relaciones sexuales con el Sacerdote;36 y f) tambin se atac a un Padre de apellido Funes, quien finalmente acudi a un Tribunal de Justicia y acus a El Porvenir por difamacin.37

En su edicin del 25 de septiembre, El Catlico comenta un artculo aparecido en La voz de Cuba en el que se analizaba por qu la prensa atacaba al clero de la todava entonces colonia espaola. La razn era clara: demoler las bases de la sociedad para procurar subrepticiamente el advenimiento del Socialismo: Sus detractores [del clero, afirmaba La voz de Cuba] no se proponen un fin generoso y noble; es un fin de bastarda poltica y de soz socialismo.38 A rengln seguido, El Catlico compar la actuacin de la prensa cubana con la llevada a cabo por El Porvenir en El Salvador, y al hacerlo hizo un resumen y balance de todos los ataques que El Porvenir haba lanzado en contra del clero y la Iglesia. Este resumen nos permite barruntar la magnitud de la crtica desplegada a lo largo de sus ediciones:

Ha difamado personalmente y en lo ms apreciado, al Ilustrsimo seor Obispo, al seor Vicario General, los Cannigos del Cabildo Eclesistico, ms de veinte sacerdotes que desempean la administracin parroquial otros cargos sagrados; hasta las mismas Hermanas de Caridad, respetadas entre la soldadesca y entre los brbaros. Y con qu medios los ha difamado? Con las calumnias ms negras, con las injurias ms soeces, con falsificaciones de firmas, con suplantaciones, con apodos de taberna, con las imputaciones ms ridculas.39 Voy a exponer por separado el contenido de algunas de estas acusaciones y la respuesta que dio a ellas El Catlico. Advierto nuevamente que dado que no disponemos de los ejemplares de El Porvenir, reconstruyo sus denuncias y crticas a partir de los datos que proporciona la versin interesada, como era de esperar- de una de las dos partes en contienda.

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a.

Violacin de una seorita en el Cementerio de San Salvador por parte de un sacerdote Porvenir, que le servir para mostrar la falsedad de la denuncia. As reza el texto de El Porvenir reproducido:

Respecto de la supuesta violacin de la muchacha por parte de un sacerdote, El Catlico reprodujo unas lneas de lo publicado por El

En Centro-Amrica, en el corazn del Nuevo Mundo, en la Repblica del Salvador, en la capital de la Nacin los trminos del siglo XIX y la luz del da, un sacerdote ha conducido una seorita al recinto del cementerio, y all, sobre el horror sagrado de los sepulcros, la ha deshonrado.40 A continuacin, El Catlico rechaz la acusacin de manera tajante y se esforz por mostrar que nunca se realiz la violacin y que el supuesto sacerdote en realidad no lo era, sino un seglar, aunque tuvo que admitir que efectivamente haba sido seminarista hasta haca un mes antes de ocurrir el incidente:

Tenemos a la vista la nota del seor Ministro de Gobernacin, dirigida al Ilustrsimo seor Obispo en los primeros momentos del suceso, y la contestacin del Ilustrsimo Prelado tan pronto como hizo las averiguaciones y tom los informes correspondientes del Custodio del Cementerio. Resulta que el supuesto sacerdote es un verdadero seglar; que no ha recibido ni siquiera la primera tonsura, que es la puerta para entrar al clero. Resulta que es un simple exseminarista, que sali del colegio hace un mes, habiendo recibido orden de dejar el uniforme, del que usaba indebidamente. Resulta adems, que es enteramente falsa la supuesta deshonra de la seorita sobre el horror sagrado de las tumbas y que, segn el testimonio del sepulturero, no hubo el ms pequeo acto que pudiera hacer sospechosa la moralidad de ambos; que la orden de captura contra ellos se motiv solamente en la razn de estar solos conversando en el Cementerio, lo que en realidad no constituye delito. Todo esto se esclareci en el acto y fueron puestos en libertad. He aqu todo el bombo y toda la farsa, con que se ha pretendido la afrenta del clero salvadoreo.41

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Aclarada la situacin respecto de la supuesta violacin, a continuacin, El Catlico no desaprovech la oportunidad para atacar una

vez ms a Rafael Reyes y de hacerlo responsable de haber difundido y magnificado injustificadamente la noticia:

Se dice que el primero que lleg a la casa de la apreciable familia de la referida seorita, para hablar con la madre y hermanas informarse de todo, fue el I.: H.: masn, que en el Salvador es reconocido como primer caudillo de los ataques contra la Iglesia. All di el psame la familia, lament el suceso, se condoli profundamente por lo ocurrido, dese que todo se terminase pronto &. &. &.&.42 A continuacin insiste en establecer nuevamente una conexin directa entre El Porvenir y Rafael Reyes: Sabido es tambin que el mismo Poderoso Hermano es el alma y la inspiracin, el oculto director y jefe de los escritores de El Porvenir; y aprovecha la ocasin para destacar el distanciamiento que exista entre Reyes y el Presidente de la Repblica, Carlos Ezeta,43 cuya condicin masnica tambin era pblica:44 Sabido es que ese Hermano Ilustre, aunque no tiene cabida oficialmente en el Gobierno ni privanza con el seor Presidente, s tiene poderosos amigos en el Gobierno donde por su medio hace llegar y conseguir lo que quiere.45 El Catlico nunca lleg a revelar el nombre del supuesto violador; sin embargo, El Porvenir todava a mediados del mes de Septiembre segua insistiendo en la veracidad del hecho y que el hechor no habra sido un ex-seminarista, sino el Sacerdote Miguel Echeverra.46 Sin duda la sensibilidad contempornea respecto de estos temas que han arrastrado a la Iglesia catlica a muchas denuncias por abusos sexuales ha evolucionado radicalmente, y en ese sentido no deja de llamar la atencin la postura pblica un tanto ambigua que mostr El Catlico respecto de la manera de tratar estos casos. Al inicio de todo este asunto, rechaz vigorosamente que el obispo hubiera ocultado las actuaciones de sacerdotes que incurrieron en ilcitos como los denunciados por El Porvenir:

Con los mismos medios y con mayor escndalo se difama varios sacerdotes salvadoreos, atribuyndoles delitos atroces en su vida privada y an prevaricaciones en el sagrado tribunal de la penitencia; se agrega que la Autoridad eclesistica ha dejado impunes esos delitos, y que an los ha recompensado, colocando los culpables en puestos

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honrosos. Jams la autoridad eclesistica se ha hecho cmplice por la impunidad recompensa de las faltas que los sacerdotes pueden cometer. Muy al contrario; ha sido siempre la primera en investigar, juzgar y penar, las sometidas su conocimiento, en las pocas veces que algn sacerdote ha sido vencido en juicio.47 Sin embargo, unas semanas ms tarde, El Catlico explica por qu consideraba como lo ms correcto ocultar del escrutinio pblico actos como los denunciados, aunque fueran verdaderos:

El Porvenir ha referido tales historias de dichos sacerdotes, que, aun suponindolas verdaderas y ciertas, deberan cubrirse y ocultarse, sin por consideracin al clero, al menos por respeto la sociedad y por el decoro propio de quien las refiere. Pero el peridico masnico no entiende nada de esto; al contrario, ha lanzado la publicidad sus asquerosas calumnias con detalles tan impdicos, con trminos tan deshonestos, en estilo tan escandaloso, con equvocos tan lbricos, que bien revela su desprecio por la sociedad, por la familia, por el decoro de las mujeres, por la inocencia de los nios quienes pueden llegar sus hojas envenenadas.48 Personalmente me llama la atencin la forma escandalizada en que El Catlico alude a la manera en que El Porvenir manejaba las noticias de este tipo; podramos aventurarnos a decir que El Porvenir lo haca buscando explotar cierto sensacionalismo o morbo, estrategia que muy probablemente buscaba atraer a un nmero mayor de lectores. Como ha sugerido Ricardo Roque-Baldovinos, este nuevo estilo de elaborar la noticia vena introducindose en El Salvador, desde finales de la dcada de los 80 del siglo XIX, y se ensay con bastante claridad en el peridico La Unin, dirigido por Rubn Daro, y que circul dos aos antes que El Porvenir:

El periodismo de El Salvador hacia 1889 tena una larga e importante trayectoria en la vida poltica nacional... Era, sin embargo, un periodismo muy distinto de los de hoy. Se haba incubado en las contiendas polticas y ms que entregar noticias entregaba ideas: alegatos en favor o en contra de cierto partido o personalidad poltica; o, en todo caso, transmita informacin muy bsica y prctica... En

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buena medida, La unin seguir todava el formato y los gneros discursivos del periodismo tradicional de ideas, pero dar vistosos y atrevidos saltos hacia lo nuevo. Las cuatro pginas de gran formato que este peridico debe llenar a diario demandan, sin embargo, ms informacin. Y aqu sus redactores comienzan a dar pruebas de gran inventiva. De manera progresiva, no slo reaccionan con opiniones meditadas al acontecer poltico como era la costumbre, sino que comienzan a dar noticias sobre el acontecer nacional y, van todava ms all al comenzar a crear sucesos mediticos, algunos de los cuales carecen de relevancia poltica pero buscan captar la atencin de los capitalinos, explotando el morbo en lo truculento y escabroso, con los tpicos propios del periodismo sensacional moderno.49 Es muy probable que el debate entre El Porvenir y El Catlico respecto de la manera sensacional de abordar ciertas noticias o de crear suceso mediticos nos refleja que este proceso de transformacin, del que habla Roque-Baldovinos, estaba extendindose en el periodismo salvadoreo, y que lo alejaba del tradicional periodismo de ideas o ms poltico e impersonal, ms propio de un liberalismo que juzgaba como regin sagrada o vedada al escrutinio pblico la vida privada de los ciudadanos, a un periodismo que explota el morbo en lo truculento y escabroso. Quizs por ello, El Catlico siempre insisti en que lo que El Porvenir buscaba era ms bien azuzar el sensacionalismo, que evitar que situaciones tan lamentables como las relatadas se volvieran a repetir:

Si los escritores de El Porvenir se propusieran otro fin diferente de la difamacin del clero salvadoreo, haran sus denuncias ante las autoridades, civiles o eclesisticas, llamadas juzgar imponer las penas las acciones privadas delitos. Pero escandalizar al pblico con relatos hechos ad hoc, revestirlos de circunstancias de sensacin, y sin pruebas ni testimonios entregar al escarnio y al desprecio de la sociedad las vctimas de su pasin, son medios y armas reprobados por la moral y por la conciencia.50 Con todo, en mi opinin, El Porvenir en el fondo segua desarrollando un periodismo poltico, es decir, concebido para atacar o denigrar al adversario poltico, que en este caso segua siendo la Iglesia catlica.

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b. Ataque a uno de los repartidores de El Porvenir por el Agente General de El Catlico Como ya adelantaba, a Federico Prado, Agente General de El Catlico desde su fundacin en 1881, El Porvenir le acus de haber reprendido y aun quiso golpear uno de los muchachos repartidores del peridico. El Catlico respondi afirmando que Prado haba negado la acusacin, y asegur que no ha visto ni hablado jams ningn repartidor de El Porvenir, y aclar que por motivos de salud haba estado ausente de la Capital durante el mes de Julio, es decir cuando comenz a circular el nuevo peridico. Sin embargo, El Catlico coment sobre los eptetos que El Porvenir haba utilizado para referirse al Agente General del semanario ultramontano, que de ser ciertos, reflejan la virulencia de los ataques de El Porvenir en contra de Prado:

Por lo que hace los insultos, ridculos y ofensas que dirige al seor Prado, como llamarle negociante de caridades que le dejan cuantiosas utilidades,... pseudo jesuita..., solpedo... &, &.; creemos que no llegan la altura, donde ese apreciable caballero ha puesto su nombre ante la sociedad. 51 c. Acto de bigamia consentida y ocultada por el Vicario de la Dicesis compatriota suyo. En otras palabras, lo acus de consentir un acto de bigamia. A continuacin la transcripcin que hizo El Catlico del texto de El Porvenir:

Al Sacerdote italiano Miguel Vecchiotti, Vicario de la Dicesis y miembro del Cabildo Eclesistico, El Provenir lo acus de haber casado por la Iglesia en dos ocasiones a un

Al pastor Vecchiotti preguntamos de pies cabeza, como se llama el Cannigo italiano que cas un paisano dos veces consecutivas sabiendas de la fechora, y, la segunda esposa del bgamo se neg darle, con la certificacin del primer matrimonio de ste el nico medio con que contaba la infeliz mujer, para perseguir ante los tribunales su criminal marido. Digan el Pater Vecchiotti y el pblico imparcial si el Cannigo italiano es hombre venerable. No es hombre venerable el que, adems de cometer esa accin infame, tiene el ridculo apodo de Fray Vejiga. 52

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En este caso, sin embargo, El Catlico no hizo ningn esfuerzo por aclarar el incidente, como lo haba hecho con las dos acusaciones ya mencionadas, y como lo har con toda su energa en el caso de la acusacin del Obispo. Simplemente se limit a destacar las grandes virtudes del sacerdote cuestionado, a hacer

un breve resumen de su carrera eclesistica en el pas, su gran compromiso con la causa catlica a pesar de la persecucin masnica y liberal, y en ese sentido se congratula de que Vecchiotti sea una vez ms atacado por los masones, pues prueba que su compromiso con la defensa de la fe no haba claudicado:

El Porvenir ha credo que con viles calumnias y con vulgares apodos, apagara la brillantez de esos mritos y rasgar los ttulos de ese benemrito sacerdote la gratitud del pueblo salvadoreo. Es el mochuelo que intenta apagar el sol. Decimos ms; El Porvenir con sus calumnias y apodos ha venido completar, sin quererlo, la verdadera gloria de la virtud en el seor Vecchiotti, que se compone del doble tributo que le rinden los hombres; esto es, las bendiciones y el amor de los buenos, la maldicin y el odio de los perversos. Felicitamos nuestro digno seor Provisor, Cannigo doctor Vecchiotti, al verlo colocado sobre el pedestal, que la masonera y el libre-pensamiento erigen con sus blasfemias los dogmas sacrosantos de nuestra f, a los ms ilustres Pontfices, los ms virtuosos Obispos y a los ms ameritados sacerdotes del catolicismo.53 d. Acusaciones en contra del Obispo salvadoreo Antonio Adolfo Prez y Aguilar y las consecuencias judiciales de este ataque Sin embargo, las acusaciones de El Porvenir que levantaron mayores protestas de parte de los catlicos ms militantes y que llegaron a los Tribunales de Justicia fueron las que se dirigieron en contra del Obispo, pues, segn lo formul El Catlico mismo, el objetivo de El Porvenir era, en ltima instancia, presentar al Obispo como ladrn, injusto, avaro incuo, ante sus diocesanos.54 Es la que voy a analizar con un poco de ms detalle, dada la gravedad del asunto y las implicaciones judiciales que tuvo. La acusacin en contra del Obispo se public en el nmero 5 de El Porvenir, correspondiente al 31 de Julio, segn indic la nota de Protesta del Cabildo Eclesistico, fechada el 3 de Agosto; sin embargo el Cabildo no dio detalles sobre la acusacin, sino que fue en nota adjunta de El Catlico que se hizo una primera aproximacin a la mis-

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ma. All se da cuenta de una Carta abierta dirigida al Obispo, publicada por El Porvenir, fechada en el Municipio de Jayaque y firmada por Miguel Quinez, abogado del ofendido, en el que acusa al Obispo de haber despojado a un hermano del difunto Padre Marroqun (Benito Marroqun), la herencia que legtimamente le habra legado si se le hubiera permitido a su hermano que se acercara a su lecho de muerte, cosa que segn la carta, el Obispo impidi.55 En este primer momento, El Catlico asume que la carta de Quinez era legtima cosa que se pondr en duda un poco ms adelante y por ello se pregunta: por qu Quinez, en lugar de acudir a El Porvenir, no acudi los tribunales comunes, ante los cuales el Ilustrsimo Seor Obispo, suprimido el fuero eclesistico entre nosotros, es igual todos los salvadoreos?, o si el difunto Vicente Marroqun, al hacer su testamento ante el cartulario Dr. don Balbino Rivas, no reconoci derecho alguno su hermano en la finca mencionada, por qu pretende que el Ilustrsimo Seor Obispo, fuer de Prelado, cambie el destino que la voluntad del testado dio sus bienes, y los entregue como pago su defendido o poderdante?56 En su edicin del domingo 21 de agosto, El Catlico obvi toda referencia a El Porvenir o a las acusaciones en contra del Obispo,

pero dos das despus, el martes 23 se public un Alcance a la edicin del pasado da 21, titulado Calumnia descubierta, que contena una carta importante firmada por Miguel Quinez, fechada en la poblacin de Tepecoyo no en Jayaque el 19 de agosto. Junto a la carta, El Catlico adjunt algunas reflexiones y consecuencias que se podan sacar de la misma.57 Este Alcance se reprodujo junto con las apreciaciones de El Catlico en su edicin del 28 de agosto, argumentando que se haba agotado la edicin del Alcance..., y para as poder enviarlo todos lo suscriptores y los peridicos que nos honran con su canje. Aade la breve nota, que el original de la carta de Quinez estaba en la Redaccin de El Catlico, para que puedan verla todos los que lo deseen.58 Pero yendo, en primer lugar, a la carta dada a conocer por El Catlico, en ella Quinez sostiene que jams escribi la misiva publicada en El Porvenir, y por ende acusa a los redactores de El Porvenir de haber falsificado mi firma, y en consecuencia, dado que se trataba de un documento de tanta gravedad, vista de los salvadoreos, lo denuncio formalmente ante el pblico y ante los tribunales de la Repblica, para que las autoridades respectivas, de oficio, hagan recaer el peso de la ley sobre semejantes criminales, por ser ellas el poderoso baluarte de las garantas del hombre honrado.59 A continuacin, Qui-

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nez da su versin de los hechos y del papel que el Obispo verdaderamente jug en el asunto de la herencia del difunto Sacerdote. Es claro que su versin es totalmente

contraria a la expuesta por El Porvenir, y el Obispo sali bien librado de las acusaciones que se le imputaban, como lo destac El Catlico en sus comentarios adjuntos:

Que la Carta abierta, publicada en El Porvenir, dirigida al Ilustrsimo seor Obispo de esta Dicesis, injurindolo y calumnindole pblicamente y con el mayor cinismo, es obra propia de los redactores de El Porvenir, que sin respetarse as mismo y burlndose de la sociedad, usan de los medios ms viles contra sus adversarios.60 En otra parte de la Carta, Quinez comenta algunos detalles del incidente que servirn a El Catlico para involucrar no solamente a El Porvenir en todo el asunto, sino tambin a algunos masones salvadoreos. Trascribo a continuacin este fragmento de la Carta:

Har cerca de tres meses que fu esa capital (por negocios propios) y cierto sugeto quien no conozco, se me present dicindome; que el seor don Guillermo Dawson era propsito para desempear y poder reclamar los bienes y derechos de don Benito Marroqun; me hizo que compareciera ante el seor Dawson; y ste, habindome hecho algunas preguntas sobre el asunto de Marroqun, me dijo: que me llamara para tomarme una declaracin, cuya indicacin le contest: que yo declarara las justas observaciones que sobre este asunto nos hizo el Ilustrsimo seor Obispo.61 La referencia a Guillermo Dawson es crucial, pues aunque El Catlico no lo afirma, no cabe duda de la condicin masnica de Dawson, como se puede comprobar por la ficha que se conserva de l en Archivo Masnico del Supremo Consejo de Centro Amrica. De acuerdo con la ficha,62 la Logia Madre de Guillermo Dawson fue la Exclsior N 17 de San Salvador, donde recibi el Grado 1 el 26 de Agosto de 1887, el Grado 2 el 16 de Diciembre de ese mismo ao, y el Grado 3, el 4 de Abril de 1888. Adems, la condicin masnica de Dawson tambin era pblica, pues el peridico El dos de Abril haba puesto su nombre en la lista de masones que colaboraban en el gobierno de Menndez.63 Durante 1891, Dawson aparece desempeando funciones como tenedor de libros en la Direccin General de

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Rentas,64 como profesor de Ingls del Instituto Nacional de Secundaria,65 y de acuerdo con El Catlico tambin era propietario de un peridico denominado El Fiscal, al cual

no duda en calificarlo de obsceno.66 Pero veamos en qu trminos El Catlico asoci este pasaje de la Carta de Quinez con la supuesta actuacin de algunos masones:

Que en todas las mentiras y calumnias de El Porvenir la Iglesia y al Clero est siempre oculta, siempre traidora, la mano masnica del que maquina continuamente por destruir las creencias catlicas en el pueblo salvadoreo. Quin es, en efecto, ese personaje misterioso, tan acomedido, tan servicial, tan activo y tan conocedor del asunto del P. Marroqun y de las personas ms propsito para desempearlo?... El que aconseja, el que trama, el que dirige un delito es ms criminal que el que lo obedece y ejecuta!!!67 El Catlico termina sus reflexiones sobre el contenido de esta Carta con las siguientes afirmaciones: Estos son los hombres del libre pensamiento! Estos son los hombres de la masonera! Estos son los que se llaman redentores del pueblo, apstoles del progreso, maestros de la verdad moral y de la verdadera virtud!68 En la edicin del 4 de septiembre, El Catlico report que El Porvenir haba respondido con un Alcance su nmero 6, al propio de El Catlico. En l, El Porvenir revel la existencia de una segunda carta al Redactor de El Porvenir, firmada por Miguel Quinez, en la que descalifica como apcrifa la que apareci en el Alcance El Catlico. En esta nueva Carta, se hacan al Obispo nuevas y ms graves injurias.69 El Catlico reprodujo una breve porcin de la referida segunda carta de Quinez en la que se describe cmo el Obispo supuestamente haba amenazado a Quionez:

... declara su firma suplantada por la gente de Sotana y su persona en la villa de Tepocoyo; califica de falsario criminal al Redactor de El Catlico y dice: el Seor Obispo me ha ofrecido dinero para que me desdiga y lo he rechazado con el desprecio que merece, me atemoriz y amenaz con el infierno y me puse reir.70 Por su parte, El Catlico se declar incapaz de falsificar una firma y reiter que el original a la carta de Quinez se encontraba en su Redaccin, a disposicin de cuantos quieran examinar su

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autenticidad y la identidad de la firma; reafirm las grandes virtudes del Obispo y acus nuevamente a

la masonera salvadorea, como institucin, de estar detrs de estos ataques:

Las virtudes de nuestro Ilustrsimo Prelado y los actos de su administracin episcopal durante los cuatro aos de su pontificado, estn la vista de todos sus diocesanos; y el justo aprecio y el profundo respeto de la sociedad que le han atrado, estn muy por encima del valdn con que la masonera pretende desvanecerlos. Creemos, por tanto, ofender nuestro virtuoso Padre y ofender tambin sus diocesanos, si tratramos de contestar los calificativos injuriosos arrojados sobre su sagrado carcter por los rganos de la secta, cuyo ideal es la destruccin de la Iglesia y cuyas armas son la mentira aconsejada por Voltaire y la calumnia prescrita por las Tras logias.71 No obstante estas declaraciones, lo cierto es que El Catlico tena guardado en su manga un nuevo dato, que fue publicado en un nuevo Alcance. Se trataba de una Certificacin expedida por el Juez Primero de Primera Instancia del Departamento de Sonsonate, que declara que Miguel Quinez se present a ese juzgado el da 3 de septiembre, junto con cuatro testigos, para denunciar la manipulacin que estaba realizando El Porvenir de su firma. El documento judicial hace un resumen de todo lo acontecido:

Me present [dice el Juez] los Alcances a El Catlico nmero 532 y El Porvenir nmero 6, peridicos que se editan en la capital de la Repblica, y manifest: Que en ambos Alcances se encuentran dos cartas dirigidas respectivamente los Redactores de dichos peridicos, fechadas, la primera en el pueblo de su domicilio [Tepecoyo] y la segunda en Jayaque y firmada por el que suscribe: Que en tal virtud, viene ante esta autoridad protestar solemnemente, aclarando: Que solamente la carta publicada en el Alcance de El Catlico es dirigida y firmada por l y que de la del Alcance de El Porvenir no ha tenido ningn conocimiento, y por consiguiente est suplantada su firma; y as ruega al seor Juez, que dejando el original de esta diligencia, se le extiende certificacin para los usos que le convengan y poder evitar se siga abusando de su nombre y para que las autoridades puedan investigar quienes son los verdaderos autores del crimen.72

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El Catlico concluy sus comentarios a la publicacin de este nuevo documento judicial, lanzando a El Porvenir el reto de presentar otro documento pblico de igual naturaleza y con el testimonio de otros cuatro testi-

gos tan honorables y fidedignos, como los firmantes de la protesta y aclaracin, al tiempo que no desaprovech la oportunidad para volver atacar a los masones, y en este caso ms especficamente a la Logia Excelsior N 17:

El Catlico prescinde de ms comentarios, y somete esta cuestin al juicio y al fallo de la sociedad. El Porvenir y El Catlico, mejor dicho, el representante de los masones de la Logia Excelsior, y el representante de los catlicos de la Dicesis, estn frente frente ante la opinin pblica. Ella decidir quin procede con la razn y la justicia; quin, con la mentira y la calumnia; quin respeta la sociedad, y quin se burla de ella y la engaa.73 Sin embargo, al parecer El Porvenir no tena inters en demostrar judicialmente la autenticidad de la firma de Quinez que calzaba la carta que haba publicado, tal como lo exiga El Catlico, sino enviar por correo a otros medios la Carta para que fuera publicada. En el correo se adjuntaba la siguiente nota de Protesta, tambin supuestamente firmada por Quinez:

En nombre mo, de mi familia y de la rectitud de todas las conciencias honradas, protesto ante Centro-Amrica y ante el mundo entero, contra la suplantacin de mi nombre y la falsificacin de mi firma hechas en El Catlico, de San Salvador, con ofensa de mi dignidad, de mis conveniencias pecuniarias y de mis profundas convicciones. Ni amenazas ridculas, ni ofertas corruptoras quebrantarn jams la certeza de mi caracter.- Miguel Quiones.74 Por supuesto que la Carta y la Nota de Protesta no eran enviadas en nombre de El Porvenir, sino de Quinez, teniendo que recurrir para ello una vez ms a la falsificacin de su firma. Hasta donde he podido determinar, fue enviada al peridico semi-oficial, El Eco Nacional, de San Salvador, y La Amrica Central, que se publicaba en Santa Ana. Dada la intensa disputa que mantenan El Catlico y El Porvenir sobre el asunto, los redactores de El Eco Nacional decidiera no publicar la Nota y la Carta de Quinez hasta que no diera pruebas fidedignas de que se trataba de su firma;75 sin embargo, el diario de Santa Ana

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s lo hizo, segn aclar despus El Catlico.76 Esto llev a Federico Prado, Agente General de El Catlico, a enviar el 6 de Septiembre a la Redaccin de La Amrica Central una copia de la Certificacin del Juzgado de Sonsonate.77 Sin embargo, esto no quiere decir que El Eco Nacional se identificara totalmente con los

planteamientos de El Catlico, pero tampoco lo haca con la postura defendida por El Porvenir. De hecho public una breve nota en la que descalifica el conflicto periodstico que a estas alturas pareca nunca terminar, y a juicio de El Eco Nacional no haca ms desprestigiar la alta labor a que estaba llamada a desempear la prensa en el pas:

Est El por llegar encarnizado contra el colega catlico, lanzndose injurias diestra y siniestra, sin ton ni son. Lastimoso es creer que la prensa se rebaje y descienda hasta un terreno indigno de su misin. Las grandes cuestiones se resuelven por medio de grandes ideas y no por medio de insultos y chocarreras. No transijimos con el uso que se pretende hacer de la libertad de prensa.78 Por supuesto, El Catlico respondi ampliamente a este reclamo de El Eco