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  • Novela-ro centrada en la historia de la pequea ciudad que en 1664 loscolonos holandeses fundaron con el nombre de Nueva msterdam y quecambi de nombre al pasar a dominio ingls. Abarca hasta el 11 deseptiembre de 2001, fecha clave en la historia de los Estados Unidos. Elargumento se apoya en las sucesivas generaciones de varias familias decolonos de distintos orgenes holands, alemn, ingls, irlands, etc. yprocedentes de sectores sociales y econmicos tambin diferentes, cuyosdestinos se entrecruzan para formar la trama humana de la ahoraemblemtica ciudad.El autor se muestra muy hbil en la caracterizacin de los personajes, cadauno de ellos reflejo de unos rasgos que harn de Nueva York un lugar adonde se llega para ser libre, movidos por deseos de prosperidad,econmica o intelectual. La extensin de la novela y el gran nmero depersonajes que incorpora exigen una lectura pausada y prolongada, pero losepisodios estn bien concebidos y se encadenan entre s de forma fluida yconsecuente.La amplia documentacin reunida permite que Rutherfurd, aun dentro delterreno de la ficcin, ofrezca una plausible y verosmil versin del procesohistrico que permiti y foment la creacin de la gran urbe. El estilo,correcto y ameno, y la lograda ambientacin logran una fcil y fluidacomunicacin entre el lector y el texto.

    Los 400 aos de Historia de la ciudad de Nueva York se conforman demiles de historias, escenarios y personajes extraordinarios. Partiendo de lavida de los indios que habitaban sus tierras vrgenes y los primeros colonosholandeses hasta llegar a la dramtica construccin del Empire StateBuilding o la creacin del edificio Dakota en el que viva John Lennon.Durante la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, Nueva Yorkfue territorio britnico; tiempo ms tarde, los neoyorquinos crearon canalesy vas ferroviarias que abrieron las puertas a la America del Oeste.La ciudad ha estado en el centro del huracn en buenos y malos momentos,como lo fueron el crack del 29 o el ataque del 11 de septiembre. Grandespersonajes han poblado su historia: Stuyvesant, el holands que defendiNuevo msterdam; Washington, cuya presidencia arranc en Nueva York;Ben Franklin, que abog por la Amrica britnica; Lincoln, que dio uno desus mejores discursos en la ciudad Pero, ante todo, para m, se trata dela historia de gente ordinaria: indios locales, pobladores holandeses,comerciantes ingleses, esclavos africanos, tenderos alemanes, trabajadores

  • irlandeses, judos e italianos llegados va Ellis Island, puertorriqueos,guatemaltecos y chinos, gente de bien y gngsteres, mujeres de la calle ydamas de alta alcurnia. A estos personajes, la mayora de ellos annimos,los descubr cuando me documentaba para el libro. Eran una milsima partede todos aquellos que llegaron a Nueva York, a Amrica, en busca de lalibertad algo que, la mayora acab encontrando.

    Edward Rutherfurd

  • Edward RutherfurdNueva York

  • Este libro est dedicado, con toda mi gratitud,a Eleanor Janet Wintle

  • MAPAS

  • Nueva York en sus inicios

  • Nueva York en los siglos XIX y XX

  • Regin de Nueva York

  • Prlogo

    Nueva York es antes que nada una novela. Todas las familias en cuy asperipecias se basa la narracin son ficticias, como lo es tambin su participacinen los acontecimientos histricos descritos. No obstante, al desgranar la historiade estas sagas imaginarias en el curso de los siglos, he intentado insertarlas entrelas personas y hechos que o bien existieron o bien pudieron haber existido.

    Los nombres de las principales familias protagonistas del libro han sidoelegidos para representar las tradiciones de sus lugares de origen. Van Dyck es unapellido holands corriente, fcil de recordar. Master es un apellido bastantehabitual en Inglaterra, aunque debo confesar que al plantearme el destino de estafamilia, como comerciantes y agentes de Wall Street, la expresin Master delUniverso surga de forma automtica en mi cabeza. White es otro apellidotpicamente ingls. Keller, que significa bodeguero , es el quincuagsimoapellido ms usado en Alemania. ODonnell es un apellido irlands muyconocido, Caruso es un famoso apellido originario del sur de Italia y Adler, quesignifica guila en alemn, es frecuente en toda Europa central. En el caso delos personajes que aparecen brevemente, la familia Rivers es inventada; lafamilia de Albion apareca en mi libro El bosque. Para la eleccin del nombre deJuan Campos, me inspir en el famoso compositor puertorriqueo Juan MorelCampos. El apellido Humblay no existe, que yo sepa, pero es una antiguavariante de humbly ( humildemente ) que consta en los libros de oraciones delsiglo XVI. En lo tocante a la procedencia de los nombres Vorpal y Bandersnatch,remito al lector al poema Jabberwocky , de Lewis Carroll.

    A lo largo de esta narracin apenas he tenido que inventar gran cosa en lorelativo a los acontecimientos histricos. De vez en cuando, a fin de mantener elhilo narrativo, he recurrido a algunas simplificaciones de una complejasecuencia o detalle histrico, pero sin llegar nunca a desvirtuar, o as lo espero, elmarco histrico global. Aun as, considero necesarias ciertas puntualizaciones queguen al lector en la interpretacin histrica.

    Las tribus indias americanas. He hecho alusin a determinadas tribus locales,como los tappan y los hackensack, cuyos nombres perduran an en la topografade la zona. No obstante, en la regin de Nueva York haba tal multiplicidad degrupos tribales que no he querido confundir al lector mencionando demasiados.En lugar de ello, a menudo he recurrido a una prctica habitual que consiste endesignar a dichas tribus con el nombre de su grupo lingstico comn, que era elalgonquino. De la misma manera, para referirme a las tribus del norte uso confrecuencia el trmino iroqus que era su lengua, aunque en ocasionestambin efecto distinciones entre tribus concretas, como la de los mohawks. Esposible que ms de un lector se sorprenda al ver que en la primera parte de lanovela no he utilizado el trmino lenape para aludir a los pueblos indgenas de la

  • zona de Manhattan. En realidad, esta denominacin se aplic a dichos grupos enun periodo histrico posterior y por ello he preferido no usarla en un marcohistrico en que no hubiera significado nada para las personas descritas.

    Algunos libros de historia, en particular The Island at the Center of the World,la admirable obra de Russell Shorto sobre Nueva msterdam, destacan latradicin de libertad personal y cvica que los holandeses legaron a Nueva York.Por mi parte, he tratado de reflejar el contenido de esta obra en mi relato,teniendo en cuenta tambin que los progresos en el terreno de la independenciacvica se haban iniciado ya en la Edad Media en Inglaterra y en buena parte deEuropa.

    La visin que reflejaba en mi primer borrador, segn la cual los ingleseshabran sido ms duros en el trato con los esclavos que los holandeses, se viomodificada a raz de las conversaciones mantenidas con el profesor GrahamHodges, que trata a fondo dicha cuestin en su libro Root & Branch.

    He escogido la opcin de creer que el gobernador ingls, lord Cornbury, eraefectivamente un travesti y varios prestigiosos historiadores han tenido laamabilidad de corroborar que es muy probable que as fuera.

    Mi opinin sobre las cambiantes relaciones mantenidas entre ingleses ynorteamericanos experiment una profunda evolucin en el curso de laelaboracin de esta novela gracias a las conversaciones que mantuve con elprofesor Edwin G. Burrows, el destacado coautor de Gotham, que public hacepoco un libro consagrado a esta cuestin titulado Forgotten Patriots.

    La ciudad de Nueva York, una de las ms complejas del mundo, ofrece unvastsimo tema. Cualquier novelista que trate su amplia historia tendr querealizar elecciones o descartes a cada paso. Mi nico deseo es que el lectorencuentre que este libro transmite, por lo menos, algo de la historia y el espritude este lugar, por el que yo siento tanto afecto.

  • Nueva msterdam

    1664

    De modo que aquello era la libertad.La canoa se deslizaba con la corriente del ro, afrontando con la proa el

    embate del agua. Al mirar a la nia, Dirk van Dyck se pregunt si aquel viaje nosera una terrible equivocacin.

    Un extenso ro lo atraa hacia el norte; un extenso cielo lo atraa hacia eloeste. Era aqulla una tierra de muchos ros, una tierra de muchas montaas, unatierra de muchos bosques. Hasta dnde llegara? Nadie lo saba; en todo caso, nocon certeza. Ms arriba de donde volaban las guilas, slo el sol alcanzara a ver,en su inmenso viaje hacia el oeste, toda su extensin.

    S, en aquellos territorios desiertos haba encontrado la libertad y el amor. VanDyck era un hombre corpulento; vesta pantalones anchos al estilo holands, botascon caa vuelta y jubn de piel. Como se aproximaban al puerto, se haba puestotambin un sombrero de ala ancha adornado con una pluma.

    Mir a la nia: era su hija. Una hija del pecado, por el cual, segn los dictadosde su religin, mereca castigo.

    Cuntos aos tena? Diez, once? Se haba puesto contentsima cuando lhaba aceptado llevarla ro abajo. Tena los ojos de su madre. Era una nia indiapreciosa: su pueblo la llamaba Pluma Plida. Slo la blancura de su piel dejabatraslucir la otra parte de su ascendencia.

    Pronto llegaremos.El holands habl en algonquino, la lengua de las tribus de la regin.Nueva msterdam era un emplazamiento comercial, constituido slo por un

  • fuerte y una pequea ciudad rodeados de una empalizada. De todos modos, erauna pieza importante en el amplio imperio comercial controlado por losholandeses.

    Van Dyck estaba orgulloso de ser holands. Pese a que su pas era pequeo,sus indmitos habitantes le haban plantado cara al poderoso imperio espaol yhaban logrado la independencia. Haban sido ellos quienes haban construido losgrandes diques que mantenan extensas franjas de tierra frtil al abrigo de laclera del mar. Eran los holandeses quienes, con su espritu marinero, habanpuesto en pie un imperio comercial que era la envidia de todas las naciones. Enaquella poca dorada que haba propiciado la existencia de Rembrandt yVermeer, sus ciudades msterdam, Delft, Amberes, con sus hileras de altasy picudas casas majestuosamente dispuestas a lo largo de los canales y ros, eranun refugio para artistas, eruditos y librepensadores llegados de toda Europa. S,estaba orgulloso de ser holands.

    En su curso bajo, el ro estaba sujeto al influjo de la marea, que aquellamaana discurra en direccin al ocano. Por la tarde, invertira la tendenciapara fluir hacia el norte.

    La nia miraba hacia delante, en el sentido de la corriente. Sentado frente aella, Van Dyck recostaba la espalda en el gran montn de pieles, en su may orade castor, dispuestas en el centro de la canoa. Se trataba de una embarcacinancha y espaciosa, resistente y ligera a la vez, construida con corteza de rbol yque impulsaban remando cuatro indios, dos en la proa y dos en la popa. Casipegada a ellos los segua otra embarcacin, tripulada por sus propios hombres.Haba tenido que llevar aquella canoa india para transportar todo el cargamentoque haba comprado. En aquel da de finales de primavera, dejaban atrs uncielo cargado de nubes de tormenta y, aunque viajaban inmersos en un ambientegris, el agua apareca luminosa ms adelante.

    De improviso, entre las nubes surgi un potente rayo de sol. El ro produjo unruido seco al chocar contra el costado de la barca, como un tambor indio quetransmitiera un aviso. Sinti en la cara un hormigueo provocado por la brisa, tanligero como el burbujeo de un vino espumoso. Entonces volvi a hablar; aunqueno quera ofender a la nia, aquellas palabras eran necesarias.

    No debes decir que soy tu padre.La nia baj la mirada hacia el colgante de piedra que penda de su cuello.

    Era una diminuta cara esculpida, pintada de rojo y negro, que llevaba colgadaboca abajo segn la costumbre india. En realidad, tena su lgica: as, cuando unolo levantaba para mirarlo, quedaba perfectamente encarado hacia los ojos. Eraun amuleto de la suerte, que representaba al Enmascarado, Seor del Bosque, elque mantena el equilibrio de la naturaleza.

    Sin contestar nada, Pluma Plida sigui con la vista fija en la cara del diosindio. Qu estara pensando? Acaso lo entendera? Van Dyck no estaba seguro.

  • Desde detrs de los acantilados que se sucedan en la orilla occidental cualaltas empalizadas de roca reson entonces un lejano retumbar de truenos; la niasonri. A sus compatriotas, que eran gente marinera, no les gustaban los truenos,pens el holands. Para ellos representaban perjuicios y temores; en cambio, losindios eran ms sabios. Ellos conocan el significado de la voz del trueno: cuandohablaba, los dioses que moraban en el ms bajo de los doce cielos estabanprotegiendo al mundo del mal.

    El sonido se alej ro abajo hasta disolverse. Pluma Plida dej caer elcolgante con un leve y delicado gesto y despus levant la mirada.

    Conocer a tu esposa?Dirk van Dyck tuvo un breve sobresalto. Su esposa Margaretha no tena ni

    idea de que estaba tan cerca, porque no le haba avisado de su regreso. Cmopoda haber pensado que poda llevar a la nia en la barca y ocultarla ante sumujer? Haba sido una locura. Se revolvi y acab posando, turbado, la vista enel ro. Ya haban llegado a la punta septentrional del estrecho territorio llamadoManhattan y la corriente los impulsaba hacia abajo. Era demasiado tarde pararetroceder.

    Margaretha de Groot aspir entre sus sensuales labios una lenta calada de lapipa de arcilla y, observando con aire pensativo al hombre de la pata de palo, sepregunt cmo sera acostarse con l.

    Pese a su pelo cano y a su edad, ya madura, aquel individuo alto y erguido,de aspecto decidido, segua teniendo un aspecto indmito. La pata de palo, porotro lado, era un blasn, un recordatorio de sus batallas. Aquella herida habramatado a muchos hombres, pero no a Peter Stuy vesant. A pesar de la piernaortopdica caminaba por la calle a una velocidad sorprendente. Mirando la duramadera pulida, ella experiment un tenue escalofro del cual l no se percat.

    Qu pensara de ella? Le gustaba, estaba segura. Y por qu no, adems? Erauna hermosa mujer en la plenitud de la treintena, de cara ancha y con una largacabellera rubia. No haba engordado, como les ocurra a muchas holandesas,todava luca una buena silueta y posea una especie de voluptuosa aureola. Encuanto a su aficin a fumar en pipa, la may ora de los holandeses la tenan, tantohombres como mujeres.

    Al verla, l se detuvo y sonri.Buenos das, Greet. La haba llamado Greet, con familiaridad. Al igual

    que la mayora de las holandesas, a Margaretha van Dy ck se la conoca por sunombre de soltera, Margaretha de Groot, y as haba esperado que se dirigiera aella. Claro que la conoca desde que era una nia, pero aun as l era por logeneral una persona muy formal, pens, casi ruborizada. An est sola?

    Se encontraba delante de su hogar, una tpica casa urbana holandesa, una

  • sencilla vivienda rectangular de dos pisos con madera en los costados y unaestrecha y picuda punta en la fachada. La suy a luca una bonita combinacin deladrillos negros y amarillos y unos pocos escalones comunicaban la calle con lapuerta, que era amplia y estaba abrigada con un porche de estilo holands.Aunque las ventanas no eran amplias, el conjunto resultaba impresionantegracias a la escalonada punta por la que los holandeses mostraban predileccin;tras ella se alzaba una veleta, asentada sobre el caballete del tejado.

    An sigue vuestro marido en el norte? repiti Stuy vesant. Ella asinti.Cundo va a volver?

    Quin sabe? contest, encogindose de hombros.No poda quejarse de que su marido tuviera que desplazarse tan lejos para

    realizar negocios. El comercio de pieles, en especial de castor, haba alcanzadograndes dimensiones y los indios de la zona cazaban tantos animales que casi loshaban llevado a la extincin. Van Dy ck deba desplazarse a menudo al interior afin de aprovisionarse con los iroqueses. Haba que reconocer, adems, quesiempre consegua adquirir abundantes reservas de mercanca.

    No estaba segura, sin embargo, de que tuviera que permanecer ausente tantotiempo. En la primera poca de casados, sus viajes duraban slo un par desemanas, pero poco a poco stos se haban ido prolongando. Cuando estaba encasa era un buen marido, atento con ella y carioso con sus hijos. Aun as,experimentaba un sentimiento de abandono. Esa misma maana su hija menor lehaba preguntado cundo volvera su padre.

    En cuanto pueda le haba respondido a la pequea con una sonrisa. Deeso puedes estar segura.

    Pero no estara evitndola? Acaso haba otras mujeres en su vida? Lafidelidad era importante para Margaretha de Groot. No era pues de extraar que,al recelar que su marido pudiera engaarla, se dijera a s misma que estabaaquejado de debilidad moral y, mientras soaba hallar consuelo en otros brazosms justos, diera cabida en su pensamiento a una voz que le susurraba: Si almenos fuera un hombre como el gobernador Stuy vesant .

    Vivimos tiempos difciles, Greet. En la voz de Stuy vesant era perceptibleuna tristeza que no dejaba traslucir en su rostro. Ya sabis que tengo enemigos.

    Se sinti emocionada al darse cuenta de que le estaba haciendo unaconfidencia. Le dieron ganas de apoy arle la mano en el brazo, pero no se atrevi.

    Esos malditos inglesesLa mujer asinti.Si el imperio comercial de los holandeses se extenda desde el Oriente hasta

    las Amricas, el de los mercaderes ingleses no le iba a la zaga. En ocasiones losdos pases protestantes actuaban juntos frente a sus enemigos comunes, losimperios catlicos de Espaa y Portugal, pero por lo general eran rivales. Desdehaca quince aos, despus de que Oliver Cromwell derrocara con su ejrcito

  • puritano al rey Carlos de Inglaterra decapitndolo de paso, la rivalidad sehaba incrementado. Los holandeses realizaban un lucrativo trfico de esclavosentre frica y el Caribe. La intencin de Cromwell estaba muy clara: Inglaterradeba controlar el trfico de esclavos.

    Eran muchos los holandeses honrados que abrigaban dudas sobre lamoralidad de aquel brutal trfico de seres humanos; los buenos puritanos inglesesno tenan, en cambio, semejantes escrpulos. Cromwell no haba tardado enarrebatar Jamaica a los espaoles a fin de utilizarla como base para el comerciode esclavos, y tras su muerte, acaecida cuatro aos despus y a la que habaseguido la restauracin de otro rey Carlos en el trono britnico, Inglaterra habaproseguido con la misma poltica. Hasta Nueva msterdam haban llegadonoticias de que los ingleses haban atacado los puertos que los holandesesutilizaban para embarcar esclavos en la costa guineana de frica. A travs delocano se transmita tambin el rumor de que no slo queran quedarse con eltrfico de esclavos, sino tambin con el puerto de Nueva msterdam.

    sta no era una gran ciudad. Contaba con un fuerte, un par de molinos deviento, una iglesia con un afilado campanario, un pequeo canal que en realidadno pasaba de ser una zanja ancha, unas cuantas calles flanqueadas de casas yalgunos huertos y parcelas cercados por un muro que iba de este a oeste en lapunta meridional de Manhattan. Pese a su modesta condicin, tena y a unahistoria tras de s. Diez aos antes de que el Mayflower se hiciera siquiera a lamar, la Compaa Holandesa de las Indias Occidentales haba percibido elpotencial de aquel vasto fondeadero natural y haba establecido all una basecomercial. Ahora, despus de medio siglo de irregular desarrollo, se habaconvertido en un activo puerto con asentamientos perifricos diseminados en unradio de varias decenas de kilmetros que delimitaban a grandes trazos unterritorio al que los holandeses denominaban los Nuevos Pases Bajos.

    ste posea ya un carcter propio; a lo largo de dos generaciones, losholandeses y sus vecinos francfonos protestantes, los valones, haban luchadopor independizarse del dominio de la catlica Espaa, y al final haban logrado suobjetivo. Holandeses y valones se haban instalado juntos en la Nuevamsterdam. De hecho fue un valn, Pierre Minuit, quien se haba encargadocuarenta aos atrs de las negociaciones con los indios del lugar para comprar elderecho a asentarse en Manhattan. Desde su fundacin, aquellos comerciantesprotestantes infundieron a aquel sitio su espritu de tenacidad e independencia.

    La baza ms importante era, con todo, su situacin. Aun sin componer unaimponente silueta a ojos de un militar, el fuerte dominaba el extremo meridionalde la isla de Manhattan en la punta que destacaba entre las aguas de un magnficoy amplio puerto natural. El fortn dominaba adems la entrada del gran ro delNorte. Y Peter Stuyvesant era el gobernador de aquellos dominios.

    El enemigo ingls se encontraba ya cerca. Las gentes de Nueva Inglaterra

  • instaladas en Massachusetts y en especial en Connecticut, dirigidas por sumaquiavlico gobernador Winthrop, trataban constantemente de arrebatarterritorios a los asentamientos perifricos holandeses. Cuando Stuyvesant hizoerigir el slido muro y la empalizada en el lmite norte de la ciudad, a los inglesesse les dio una educada explicacin: Es para impedir que entren los indios . Sinembargo, nadie le crey : el muro era para mantener a raya a los ingleses.

    El gobernador segua observando a Margaretha.Ojal los ingleses fueran mis nicos enemigos.Ay, pobre hombre. Era demasiado bueno para ellos, los indignos habitantes de

    Nueva msterdam.La ciudad albergaba en torno a mil quinientas personas: unos seiscientos

    holandeses y valones, trescientos alemanes y casi la misma cantidad de ingleses,que haban elegido vivir bajo el dominio neerlands. El resto provena de todoslos pases del mundo, e incluso haba algunos judos. Sin embargo, ella no estabasegura de que hubiera muchas personas justas y honradas entre ellos.

    Margaretha no era una mujer religiosa. La Iglesia Reformada Holandesa erargida, de tendencia calvinista, y ella no siempre estaba de acuerdo con susdictados. Aun as, admiraba a los pocos hombres fuertes que se atenan a ellos,como Bogard, el viejo predicador dmine, y Stuy vesant. Ellos al menospreservaban el orden.

    Cuando Stuyvesant pona coto a los excesos de las borracheras en la ciudad,prohiba algunas de las festividades populares de tendencia marcadamentepagana o intentaba mantener al margen de la ciudad a los insensatos cuqueros oa los miserables anabaptistas, eran muy pocos los comerciantes que le prestabanapoy o. Ni siquiera poda contar con la Compaa de las Indias Occidentales, alservicio de la cual no obstante trabajaba. Cuando lleg un grupo de judossefardes procedentes de Brasil y Stuyvesant les dijo que se marcharan, lacompaa orden: Dejadlos entrar. Son buenos para los negocios .

    Nadie poda decir que hubiera sido un mal gobernador. Los dirigentes que lohaban precedido haban sido en su mayora bufones corruptos. Un idiota habaemprendido una innecesaria guerra con los indios que por poco haba llevado a lacolonia a la destruccin. Stuyvesant, por su parte, haba aprendido a gobernar contino: en el norte mantena a ray a a los ingleses; en el sur, cort por lo sano lanaciente colonia sueca del ro Schuy lkill cuando comenz a suponer una molestia.Haba fomentado el comercio de azcar y comenzado a traer ms esclavos.Todos los barcos llegados de Holanda transportaban, como lastre, los mejoresladrillos holandeses para poder construir las casas de la ciudad. Las calles estabanlimpias, disponan de un pequeo hospital y en la escuela se impartan clases delatn.

    Y la gente estaba agradecida por ello? Por supuesto que no. Les molestabaque los gobernara, e incluso pensaban que podan hacerlo ellos mismos, los muy

  • necios. Ella, por su parte, no los vea lo bastante capaces para tal cometido.El peor de ellos haba sido un abogado hipcrita, un tal Van der Donck. Lo

    llamaban el Jonker , el terrateniente. Se dedicaba a intrigar a espaldas delgobernador, dirigiendo cartas a la compaa de las Indias Occidentales ypublicando quejas con la intencin de destituir a Stuyvesant. Y para qu?

    El Jonker es un amante de la libertad sola decirle su marido.Sois todos unos necios protestaba ella. Slo se ama a s mismo. Ser l

    quien te gobierne en lugar de Stuyvesant si le dais la menor ocasin.Por suerte, el Jonker no haba logrado destruir a Stuyvesant, pero s se las

    haba arreglado para hacerse con una gran finca situada al norte de la ciudad.Incluso haba escrito un libro sobre los Nuevos Pases Bajos que, segn asegurabasu marido, era de calidad. El miserable ya estaba muerto ahora gracias aDios! Los habitantes de Nueva msterdam, sin embargo, an seguan llamandosu extensa propiedad La Finca del Terrateniente , como si el hombre siguieraall. Su ejemplo haba cundido tanto entre los comerciantes que, en su opinin, aStuyvesant no le convena confiar en ninguno de ellos.

    Puedo contar con vos, Greet? pregunt el gobernador, posando en ellasu acerada mirada.

    El corazn le dio un vuelco. No pudo evitarlo.Desde luego.l estaba casado y era feliz en su matrimonio; al menos eso supona

    Margaretha. Viva con Judith Bayard en su bouwerie, como los holandesesllamaban a sus granjas, y todo indicaba que estaba satisfecho. Judith era may orque Peter. Fue ella quien lo cuid hasta su restablecimiento despus de queperdiera la pierna, y despus se casaron. Hasta donde saba Margaretha, slohaba tenido otra relacin con una mujer, y eso fue cuando era joven, muchoantes de conocer a Judith. Aquello fue un pequeo escndalo, pero ella tena anmejor concepto de l a causa del incidente. De no haber sido por aquello, podrahaber llegado a ser ministro calvinista, en lugar de enrolarse en la Compaa delas Indias Occidentales para ir a buscar fortuna en lejanos mares.

    Y vuestro esposo? Puedo contar con l?Mi esposo?Su marido, dondequiera que estuviese, evitndola.En todo caso, aquello estaba a punto de cambiar. Durante su ausencia,

    Margaretha haba estado pensando en el asunto y haba ideado un plan para sufuturo que sera ms satisfactorio. Era una suerte que la tradicin holandesaproporcionara a las mujeres mucha ms libertad, y tambin poder, que a las deotros pases. Tambin haba que agradecer a Dios los acuerdos prematrimonialesholandeses. Cuando Dirk van Dy ck regresara a casa le expondra sus planes, queya tena bien perfilados.

    Oh, s repuso. Har lo que le pidis.

  • Me dirijo al fuerte dijo Stuyvesant. Querrais acompaarme?

    Aqul era un hermoso da de primavera en Londres. El ro Tmesis estabaabarrotado de barcos. Thomas Master observaba el navo, tratando de tomar unadecisin.

    En la mano tena la carta de su hermano Eliot, en la que ste le comunicabala muerte de su padre. Tom era demasiado sincero para fingir que lo senta. Tenaveintids aos, y ahora era libre. Por qu se decantara? Por Inglaterra o porAmrica?

    A su izquierda se alzaba la gran mole gris de la Torre de Londres, silenciosa,hermtica. A su espalda, el elevado tejado del Viejo Saint Paul le transmiti unsentimiento de reprobacin cuando se volvi a mirar. Pero qu censuraba? A lmismo, sin duda. Al fin y al cabo, lo haban mandado a Londres cubierto devergenza.

    Treinta aos atrs Adam Master, de la costa este de Inglaterra, y AbigailEliot, de West Country, se conocieron en Londres. Para aquellos dos jvenes yfervientes puritanos, la capital de Inglaterra resultaba un lugar escandaloso. Elrey Carlos I reinaba entonces; tena una esposa catlica francesa y trataba degobernar Inglaterra como un dspota. Su nuevo hombre de confianza, elarzobispo Laud, estaba decidido a imponer a todos los ingleses las grandilocuentesceremonias y la altanera autoridad de una iglesia anglicana que, al final, eraigual de papista que la catlica. Despus de casarse, Adam y Abigail se quedaronunos aos en Londres con la esperanza de que mejoraran las cosas. Para lospuritanos todo fue a peor, sin embargo, de modo que Adam y Abigail seincorporaron al gran flujo emigratorio con destino a Amrica.

    Los ingleses se haban instalado en Virginia desde haca dos generaciones. Porla poca en que el Globe Theatre representaba las obras de Shakespeare en laorilla sur del Tmesis, la mitad de la poblacin de Londres fumaba tabaco deVirginia en sus pipas de arcilla. No obstante, el nmero de personas que se habantrasladado all era an muy bajo. Unos cuantos aguerridos viajeros se habanaventurado a ir a Massachusetts y haban nacido, asimismo, otros asentamientos,pero apenas se poda hablar de una verdadera emigracin.

    En la segunda mitad del reinado del rey Carlos, la tendencia se invirti porcompleto, sin embargo. Los puritanos de Inglaterra comenzaron a irse. Venidosdel sur, del este o del oeste, reunidos en grupos o a veces en familias, o encomunidades enteras, se embarcaban para cruzar el Atlntico. Apenastranscurra semana en que no partiera un navo de un puerto u otro. A partir de1635, el rey Carlos de Inglaterra perdi en torno a una quinta parte de sussbditos de esta manera. Personas de fortuna como Winthrop, jvenes deposibles como Harvard, comerciantes y menestrales, labradores y predicadores

  • con sus esposas, hijos y criados todos embarcaron hacia Amrica para evitaral rey Carlos y a su arzobispo. Aquel flujo de personas, que se desarroll enmenos de una dcada, supuso la primera repoblacin real de las coloniasamericanas.

    Carlos I nunca manifest el menor pesar por aquella prdida. Para l suponams bien una ganancia. En lugar de granjearle conflictos en Inglaterra, dondetrataba de afianzar su autoritario gobierno, se haban ido a instalar por voluntadpropia en las enormes extensiones de ultramar de su reino. Dondequiera quefueran en aquel vasto e inexplorado continente haran que dicho territorio fueraInglaterra, puesto que an seguan siendo sbditos suyos, del primero al ltimo.En cuanto a la libertad de culto de que gozaban, quedaba a recaudo de la vista, yprobablemente se podra corregir ms adelante.

    Adam y Abigail Master fueron a Boston. Les haba gustado la lnea dedevocin dura y en ocasiones cruel de la congregacin all asentada. Al fin y alcabo, ellos no buscaban tolerancia; slo pretendan fundar el reino de Dios. Suhijo mayor Eliot haba seguido de cerca los pasos de sus padres. Concienzudo,prudente, decidido, era un hijo modlico segn los cnones de la comunidad deBoston. Tom era harina de otro costal.

    Tom Master era rubio, de ojos azules. Pese a la leve prominencia de sudentadura, las mujeres lo encontraban atractivo. De nio era delgado, movido,imaginativo. En la adolescencia, slo con su porte dejaba traslucir agudeza ysentido del humor. Rebosaba vigor. Su conducta y los amigos de que se rodeabadejaban, sin embargo, mucho que desear.

    Lo cierto era que ya por aquel entonces no eran pocos marinos ypescadores, comerciantes y granjeros, por no mencionar los representantes deoficios ms viles quienes demostraban ms inters por el dinero que se podaganar en Massachusetts que por la salvacin de sus almas. La congregacinimpona su voluntad hasta donde poda, pero haba muchos renegados.

    Y el joven Tom, muy a pesar de sus padres y de su hermano Eliot, parecadestinado a seguir la ruta del infierno. No renda en los estudios; aunque tenacapacidad, no se aplicaba. Se emborrachaba y frecuentaba malas compaas. Enuna ocasin, falt incluso al oficio del domingo. Su padre, que no habaescatimado correctivos con l, al final tuvo que reconocer que no era unacuestin de disciplina ni de preceptos. En el interior de Tom haba algo muyhondo que su padre no saba cmo modificar.

    Adam Master se haba labrado un slido porvenir practicando la abogaca.Haba comprado una granja y era propietario de un barco. Eliot haba estudiadoderecho, pero quera ser predicador. Tom haba trabajado de aprendiz con uncomerciante y mostraba aptitudes para los negocios. Eso era algo, al menos.

    Dos sucesos haban roto, no obstante, el corazn de su padre. El primero tuvolugar cuando Abigail se hallaba en el lecho de muerte. Mand llamar a su

  • segundo hijo y, en presencia de su padre, le rog que le jurase que nuncavolvera a tomar una gota de licor en su vida. De este modo esperaba que,realizando aquel primer paso, lograra volver sobre el buen camino. Y cul fuela respuesta de l?

    Por Dios, mam. Sabes que no te puedo prometer eso.Eso fue lo que le dijo a su madre moribunda. Adam nunca pudo

    perdonrselo. No se peleaba con Tom, pues saba que Abigail lo habra queridoas; era educado y haca cuanto se esperaba de un padre, pero saba que Tom noera bueno.

    Por ello cuando, a los diecinueve aos, Tom tuvo su primera relacinamorosa con la esposa de un virtuoso marino mientras ste se encontraba deviaje el propio capitn del barco del que era dueo Adam, su padre seesforz por mantener en secreto el asunto para no perjudicar a Eliot, pero ordenal joven Tom que abandonara Massachusetts de inmediato. Lo mand, provistode una seca carta de presentacin, a ver a un comerciante que conoca enLondres, con instrucciones de que no regresara jams.

    Tom haba partido exiliado al Viejo Mundo. No era digno del Nuevo.A Tom le gust Londres. El ambiente de la ciudad se adaptaba a su carcter.

    Pese a que Cromwell y los puritanos haban gobernado Inglaterra durante unadcada, el gran experimento de dirigir un pas sin un rey haba degenerado alfinal en una confusin que conllev la imposicin de una ley marcial. A lallegada de Tom, los ingleses haban restaurado en el trono al hijo del difunto rey,Carlos II, que era un monarca alegre. Su hermano menor James, duque de York,era rgido y altanero, pero el rey era flexible y prudente; no tena deseos de serderrocado como su padre. Despus de aos de exilio, quera divertirse y vea conbuenos ojos que sus sbditos disfrutaran tambin. Era mujeriego y le encantabanlas carreras de caballos y asistir a las representaciones de teatro. Demostraba,asimismo, un genuino inters por la ciencia.

    El Londres que encontr Tom se hallaba en un momento de transicin entredos mundos: el medieval y el moderno. Gracias a la expansin de los dominiosbritnicos de ultramar, los mercaderes londinenses tenan muchas oportunidadesde hacer fortuna. Los ricos aristcratas y terratenientes daban el tono en lastendencias de moda. Haba toda clase de diversiones y espectculos, y Tom lopas muy bien durante un ao.

    Al cabo de un tiempo, no obstante, comenz a aorar Amrica. No echaba demenos Boston ni su puritana familia, sino otro tipo de cosas que le costaba definir,cierta sensacin de espacio, de contacto con nuevas fronteras, de la posibilidad derehacer el mundo. En ello haba un anhelo de libertad, la libertad de la naturalezavirgen, tal vez, aunque no alcanzaba a expresarlo en palabras.

    Ahora, con la muerte de su padre, no haba seguramente nada que leimpidiera volver.

  • Haba tambin otra cuestin que tener en cuenta. En Londres corra el rumorde que el rey Carlos II y su hermano James dedicaban un creciente inters a lascolonias americanas. De ser cierto, aquello podra ser un acicate para un jovenambicioso como l para volver a asentarse en Amrica.

    Qu deba hacer, pues? Quedarse y disfrutar de las diversiones de Londreso aventurarse a cruzar el ocano? Sera fcil explicar al comerciante para el quetrabajaba que, debido a la muerte de su padre, Eliot reclamaba su presencia encasa. En todo caso, con sus escasas pertenencias, no le llevara mucho tiempopreparar el equipaje. El barco que tena delante zarpaba al da siguiente haciaBoston y el capitn le reservaba una litera. Deba aprovecharla?

    Puso fin a las reflexiones y, con una carcajada, sac una moneda del bolsilloy la lanz al aire. Cara: Boston. Cruz: Londres.

    Ms arriba en el norte, el trueno dejaba or su voz, pero al frente, donde elgran ro se una a las aguas del vasto puerto, haba un lago de oro lquido.

    La noche anterior, Van Dy ck haba intentado hacer comprender a PlumaPlida el significado de aquel lugar usando un mapa que l mismo habadibujado.

    Esta lnea que corre recta de arriba abajo explic, sealando con la caade la pipa es el Ro del Norte. Si se viaja muchos das por su curso seencuentran grandes lagos y otros ros que llegan hasta las regiones de hielo. A laizquierda del ro movi la pipa sobre el papel se extiende todo el continentede Amrica. A la derecha apunt una inmensa cua de tierra de formatriangular, cuya ancha base baaba el Atlntico estn los territorios deConnecticut, Massachusetts y muchos otros lugares. Y aqu al lado est el granocano que atraves mi pueblo. Traslad la pipa al extremo meridional de lacua para destacar otro sitio donde una larga isla, de unos treinta kilmetros deancho y unos ciento cincuenta de largo, bordeaba en paralelo la cua en mediodel Atlntico, separada de ella por un largo y resguardado brazo de mar. Tupueblo vivi durante muchas generaciones en toda esta zona aadi, sealandola parte inferior de la cua y el cercano extremo de la isla. Y esto esManhattan especific, dando un golpecito a la punta del sur de la cua.

    Manna hata era un nombre indio que, por lo que l saba, significabasimplemente la isla . En realidad era una estrecha pennsula, pero en su lmitenorte un estrecho desfiladero permita el paso de un canal de agua que desde elRo del Norte se verta en el brazo de mar contiguo a la isla larga (Long Island),lo cual converta Manhattan, tcnicamente, en una isla. De no haber sido poraqulla, que la protega como un rompeolas por el lado del ocano, Manhattanhabra estado expuesta a los embates del Atlntico. No obstante, gracias a aquellafeliz circunstancia, al desembocar en la punta de Manhattan, el Ro del Norte

  • entraba en una esplndida y acogedora ensenada de unos seis kilmetros deancho y diez de largo, un espacioso fondeadero al que los marineros llamabanUpper Bay (la Baha de Arriba). Aquellas idneas condiciones se completabancon los dos bancos de arena que impedan por el sur el contacto directo con eloleaje del Atlntico formando la Lower Bay o Baha de Abajo, tan vasta que ensu interior podran haber atracado todos los barcos del mundo.

    sta es la puerta de entrada hacia el norte haba explicado.Pluma plida no comprendi, sin embargo. Y aunque sigui hablndole del

    comercio y el transporte, l advirti que no alcanzaba a captar el significado delmapa del hombre blanco.

    Desde los tiempos de Cristbal Coln hubo blancos que acudieron a aquellosterritorios. Al principio iban en busca de oro, o trataban de encontrar la ruta haciaOriente. De un tal Verrazano, que lleg en 1524, qued constancia de su nombre,pero otros muchos cayeron en el olvido. Y no siempre fueron blancos: el capitnportugus Gomez era negro. ste se detuvo all para apoderarse de unos sesentaindios de la zona con intencin de venderlos como esclavos, tras lo cual se alejde nuevo por el horizonte. Fue la llegada de otro blanco lo que entra un cambioradical para el pueblo del gran Ro del Norte y su baha.

    Henry Hudson era un ingls que contrat la potencia rival, Holanda, paradescubrir una ruta martima hacia China por el este. Despus de inspeccionar ellegendario paso del noreste por el lado de Rusia y llegar a la conclusin de queera inviable, busc una posible va por el noroeste. Fue Hudson quien se aventura entrar en la baha situada debajo de Manhattan y quien remont el gran rodurante das hasta dictaminar que por all no se llegaba a China.

    Aunque no conduzca a China inform a los holandeses a su regreso, elterritorio es magnfico, y hay muchsimos castores.

    Las gentes del norte de Europa sentan una codicia insaciable en lo que a loscastores se refera.

    El castor es una criatura muy til aleccionaba Van Dyck a sus hijos.Su aceite cura el reumatismo, el dolor de muelas y el malestar digestivo. El polvode sus testculos, disuelto en agua, puede devolver la cordura a los idiotas. Su pielcalienta mucho.

    En realidad, lo que realmente despertaba las ansias de los hombres era lasuave piel que tenan bajo la pelambre por un motivo concreto: porque podatransformarse en fieltro. Los sombreros se confeccionaban con fieltro y todo elmundo quera poseer uno, pese a que slo los ricos podan permitrselo. Lossombrereros que los hacan se volvan locos a veces, envenenados por elmercurio que se usaba para separar el fieltro de la piel. Van Dyck reconoca parasus adentros que tambin era una locura que tan slo por la moda de llevar ciertaclase de sombrero se llegara a fundar una colonia, un imperio tal vez, para locual los hombres arriesgaban la vida y mataban a otros. As eran las cosas, sin

  • embargo. Si la costa nororiental del Atlntico la haban colonizado a fin decomerciar con el pescado, la gran baha de Nueva msterdam y su gran Ro delNorte atraa a los colonos por el proceso de fabricacin del sombrero de fieltro.

    Como muestra de gratitud al intrpido explorador, al referirse al gran ro delnorte, Van Dyck y los comerciantes de pieles como l a menudo lo llamaban elro Hudson.

    Aqu la tienes. La Nueva msterdam.El holands sonri al ver que su hija se estremeca de alborozo. Ante ellos, la

    punta meridional de Manhattan surga entre la inmensidad de la baha. Lasgaviotas revoloteaban sobre las suaves olas del agua. El aire tena un vigorizanteolor salobre.

    Pluma Plida observ las grandes aspas del molino de viento y la compactamasa del fuerte que presida los muelles. Mientras bordeaban el extremo deManhattan, donde las casas de los comerciantes se concentraban formando unsimulacro de calles, Van Dy ck fue sealndole algunos lugares destacados.

    Ves esas casas que hay cerca del fuerte? Tu pueblo tena un campamentoall antes de que llegaran los blancos. Dejaron unos montones tan grandes deconchas de ostra que le pusimos el nombre de De Peral Straet, la calle de lasperlas. Esa casa de color claro es de Stuyvesant. La llaman la Mansin Blanca.

    Despus de doblar la punta meridional, se desviaron por el largo y anchocanal que ascenda por el lado oriental de Manhattan. Pese a que no se trataba deun ro, a aquel curso de agua lo denominaban el East River. Van Dy ck seal elterreno que se extenda en la otra orilla.

    Brookly n. Los holandeses le haban puesto el mismo nombre que unalocalidad prxima a msterdam.

    La tierra de mi pueblo dijo la nia.S, all era.El muelle lo haban construido en el lado oriental de la punta. La canoa se

    dirigi hacia l. No lejos, haba varios barcos fondeados en el East River. Un buennmero de miradas se posaron en ellos cuando atracaron.

    Enseguida llegaron a un acuerdo para trasladar las pieles a los espaciososalmacenes de la Compaa de las Indias Occidentales por medio de unas grandesplataformas de traccin manual. Van Dyck caminaba junto a stas en compaade Pluma Plida, saludando con sobrias inclinaciones de cabeza a los conocidoscon los que se cruzaba. En las proximidades del puerto haba gentes de todaespecie: marineros de camisas desabrochadas, comerciantes de pantalonesabombachados y hasta algn dmine tocado con su alto sombrero cnico de alaancha. Mientras se alejaban de los muelles, se encontraron con doscomerciantes, Springsteen y Steenburgen, acaudalados personajes que merecan

  • que efectuara un alto para intercambiar saludos.Vuestra esposa estaba conversando con Stuyvesant al lado del fuerte,

    meinheer Van Dyck le inform Springsteen.Podris verla en cuestin de un minuto aadi Steenburgen.Van Dyck lanz una maldicin para sus adentros. El da anterior haba

    concebido un sencillo plan que ahora se desbarataba: sus empleados descargaranla barca y la canoa india y los indios esperaran la marea alta para regresar; coneso tendra tiempo suficiente para mostrarle la ciudad a Pluma Plida y darleunas cuantas galletas holandesas a modo de agradable culminacin del escasotiempo que haban pasado juntos. Entonces los indios se la llevaran de nuevo roarriba y l se ira con su esposa y sus hijos.

    En principio, aun cuando Margaretha se enterase de que estaba en el muelle,deducira que tena que ocuparse de sus negocios y el almacenamiento de lamercanca y lo esperara en la casa. No haba previsto que se encontrara al ladodel mar, en el fuerte.

    Bueno, de todos modos mantendra la promesa que le haba hecho a su hija,pero tendra que proceder con cautela.

    Vamos, Pluma Plida dijo.No era fcil mantener la guardia alta por si apareca su esposa y ensearle a

    la vez las cosas a Pluma Plida. sta se mostraba, con todo, satisfecha, y l se diocuenta de que estaba orgulloso de la ciudad. No se poda negar que Stuyvesanthaba introducido mejoras. Se haba adoquinado la amplia y fangosa avenidacontigua al agua, e incluso en la zona de mayor actividad, prxima al mercado,las picudas casas disponan de espaciosos y cuidados jardines. Siguiendo hacia eleste, atravesaron el pequeo canal y llegaron al ayuntamiento, el Stadt Huys. Eraun edificio provisto de una puerta central, tres hileras de ventanas y otras dos msen la empinada mansarda, rematada con una plataforma rodeada de unabarandilla. Se elevaba entre medio de un grupo de otros edificios como una detantas sedes comerciales, contemplando imperturbable el East River. Delante delStadt Huys haba un par de picotas para castigar a los malhechores. Tuvo queexplicar a Pluma Plida cmo exponan en ellas a las personas a la humillacinpblica.

    Ms all continu, sealando otro punto cercano a la orilla, tenemostambin un patbulo donde estrangulan hasta morir a los que han cometido delitosms graves.

    Mi pueblo no tiene esa costumbre coment la nia.Lo s repuso l con ternura, pero nosotros s.Se haban detenido delante de una taberna donde beban unos cuantos

    marineros cuando desde detrs de una esquina, vestida con un holgado vestido ycon una pipa en la mano, sali caminando tranquilamente Margaretha van Dyck.

  • Margaretha observ a su marido y a la nia. Haca tan slo unos minutos quela esposa de meinheer Steenburgen le haba informado de que Van Dyck estabaen la ciudad. Tal vez fueran imaginaciones suyas, pero cuando la mujer le dio lanoticia, Margaretha crey advertir en sus ojos un curioso brillo, la clase demirada que se dedica a la esposa cuyo marido ha sido visto con otra, y aquello lahaba puesto en guardia.

    Le hara algo as Dirk, en pblico? Pese al fro que de repente la invadi,logr dominarse y sonrer a la comadre como si hubiera estado esperando lallegada de su marido para ese mismo da.

    Y all estaba con una nia india. No con una amante, en cualquier caso, sinocon una nia que se vea de piel un poco demasiado clara para ser de pura razaindia, tal vez.

    Ya has vuelto dijo, antes de dispensarle un somero abrazo. Luegoretrocedi.

    S. Estamos descargando en el almacn.Estaba nervioso? Quiz.Ha sido fructfero el viaje?Mucho. He trado todas las pieles que necesitaba y tambin una canoa

    india, para que vuelvan en ella.Estupendo. Mir a Pluma Plida. Quin es esta nia?Dirk van Dyck lanz una ojeada a Pluma Plida y se pregunt si

    comprendera lo que deca. De repente se dio cuenta de que no tena modo desaberlo. Algunos indios hablaban holands, pero l siempre haba hablado con suhija en su lengua materna. Para sus adentros, se puso a rezar.

    Ha venido con los indios en la canoa respondi con frialdad. Es delclan de la Tortuga.

    Entre los indios de la zona, la pertenencia al clan, o la fratra, se transmita porlnea materna, de tal modo que uno perteneca al clan de la madre y no al delpadre.

    Yo soy amigo del clan de la Tortuga aadi Van Dyck.Margaretha observ a Pluma Plida con aire pensativo.Conoces a la madre?No. Est muerta.Esta nia parece mestiza. Lo habr adivinado? , pens con un arrebato de miedo que procur

    sofocar.A m tambin me lo parece.Y el padre?Quin sabe? contest, encogindose de hombros.Su esposa dio una chupada a la pipa.Estas indias son todas iguales.

  • Era curioso, medit Van Dyck. Pese a su religin calvinista, las mujeresholandesas solan tener amantes antes de casarse, y aquella prctica era tolerada.Sin embargo, debido a que algunas indias cuyo pueblo se haba vistodesposedo de todo por los blancos se haban visto obligadas a vender su cuerpoen las bases comerciales a cambio de unas reducidas sumas de dinero cuyo valorno comprendan, su esposa crea que todas las indias eran prostitutas.

    Eso tampoco es cierto se apresur a disentir Van Dyck.Es una preciosidad. Margaretha expuls el humo por la comisura de la

    boca. Lstima que luego se vuelvan feas de mayores.Tena razn? Se volvera fea su hija antes incluso de que l hubiera muerto?

    Advirti que Pluma Plida tenda la mirada al frente, como paralizada. Diossanto! Habra comprendido lo que decan? O lo habra acaso adivinado por eltono de las voces?

    Dirk van Dy ck amaba a su esposa. Quiz no la quera tanto como debera,pero reconoca que a su manera era una buena mujer, y tambin una buenamadre para sus hijos. Sospechaba que ningn matrimonio era perfecto y pese alos defectos que aquejaban el suyo, saba que en ese sentido era tan culpable lcomo ella. Le haba sido fiel siempre con una excepcin, la de la madre dePluma Plida, a la que consideraba como un caso especial.

    En cualquier caso, Margaretha no tena motivos para suponer que PlumaPlida era su hija. Eso descontando su intuicin femenina, desde luego.

    No la traigas a casa le dijo en voz baja Margaretha.Por supuesto que no respondi de manera mecnica.Lo haba adivinado; estaba casi seguro de ello. Lo iba a abrumar con

    acusaciones cuando llegara a casa? Le hara una escena? Era posible. En talcaso no tena ms que negarlo con aplomo, con lo cual ella quedara como unanecia. Margaretha era demasiado orgullosa para exponerse a eso.

    De todos modos, esperaba no haberla herido.Mndala a otro lado le indic con firmeza Margaretha. Tus hijos te

    estn esperando.Despus dio media vuelta para marcharse.No poda reprochrselo. En realidad, admiraba su actitud. Estaba

    reaccionando con dignidad, preservando la unin de su familia.Entonces mir a Pluma Plida. Aunque segua con la mirada tendida a lo

    lejos, la consternacin de su expresin era inconfundible: lo haba captado todo apartir del tono de las voces y las caras. El tiempo mgico que le haba prometidose estaba transformando en pena y dolor. Sin quererlo, la haba traicionado.Asaltado por una intensa oleada de remordimientos, sinti que no podaabandonarla de ese modo.

    Margaretha se alejaba. El dolor que pudiera haberle causado se lo habainfligido ya. Adems, ella era un mujer adulta y fuerte, mientras que la nia era

  • un ser inocente, arguy para s mientras trataba de idear una estrategia.Todava me quedan cosas por terminar, Greet, despus de que se vayan los

    indios le dijo, elevando la voz. Tengo que ir a la bouwerie de Smit; ya sabesque una cuarta parte de las pieles son para l. Era verdad que deba ir a ver algranjero, aunque en principio no tena intencin de hacerlo ese da. Diles a losnios que ir a casa maana.

    Y cundo tienes pensado volver a marcharte? plante ella, volvindose.Marcharme? Esboz una sonrisa. Dentro de unos meses.Margaretha asinti. La habra tranquilizado la respuesta?Hasta maana entonces dijo.Permanecieron callados un rato. Tena ganas de abrazar a Pluma Plida, de

    consolarla, pero no se atrevi. Caminaron pues en silencio por la calle, hasta quepor fin ella habl.

    Es tu esposa?S.Es una buena mujer?S, una buena mujer.Siguieron andando unos pasos.Me vas a enviar de vuelta ahora?No. Ven conmigo, hija ma le dijo, sonrindole.

    Tard menos de una hora en tenerlo todo listo. Mand a uno de sus empleadosa buscar su caballo. Tambin compr comida y dos mantas. Luego, despus deadministrar instrucciones a los indios, se puso en marcha en compaa de PlumaPlida.

    La va principal de salida de Nueva msterdam era una ancha carretera quetena su inicio en el mercado, delante del fuerte, y atravesaba la mitad occidentalde la ciudad hasta llegar a la empalizada.

    Van Dyck cabalgaba despacio. Pluma Plida caminaba satisfecha a su lado.Las casas holandesas pronto dieron paso a primorosos terrenos de cultivo yhuertas. Luego salieron de la ciudad por una puerta de la empalizada dotada deun baluarte de piedra. El amplio camino se prolongaba en lnea recta durante uncentenar de metros, dejando atrs un cementerio y un molino, y despus girabaa la derecha. En la orilla del East River pasaron junto a una pequea plantacinde tabaco y un pantano. Poco despus encontraron, a la izquierda, un granestanque. A partir de all, la carretera segua en direccin norte hasta el extremode la isla.

    La isla de Manhattan era un lugar extrao: slo tena un par de kilmetros deancho ms o menos, pero una longitud de cuarenta y cinco. En su estado original,compuesta de pantanos, prados y bosques salpicados de cerros y riscos, haba

  • sido un magnfico territorio de caza para los indios. De hecho, aquella misma rutapor la que transitaban haba sido ya un antiguo sendero indio.

    Los indios que haban ocupado la isla se llamaban manates. Eran tan slo unode los numerosos grupos de pueblos de lengua algonquina que tenanasentamientos en la zona. Al otro lado del East River, en Brooklyn, estaban losindios canarsi; en el otro margen de la baha, en la amplia franja de tierra a laque los holandeses denominaban Staten Island, vivan los raritan. Un poco ms alnorte, junto al gran ro, se encontraban los hackensack y los tappan. Haba unaveintena de grupos distintos. Desde el comienzo, los blancos haban advertido quetodas aquellas gentes eran bien parecidas: los hombres eran altos y airosos y lasmujeres tenan unas facciones delicadas. Al bajar la mirada hacia la nia quecaminaba a su lado, Van Dyck experiment un sentimiento de orgullo.

    Eran, no obstante, pocos los blancos que se dignaban observar a los indios. Talvez ni l mismo lo habra hecho, de no haber sido por la madre de la nia.

    Hasta el asentamiento de Manhattan haba nacido rodeado de confusin.Cuando los indios locales aceptaron un paquete de mercancas de manos dePierre Minuit, lo hicieron pensando que los blancos les ofrecan el regalo quehabitualmente se reciba por el derecho de compartir los terrenos de caza duranteuna temporada o dos. Segn la prctica de los europeos, aquello era comparablea un alquiler. Dado que los indios no posean individualmente la tierra, ni siquieraeran capaces de concebir la idea de que Minuit pretendiera comprarles elterritorio a perpetuidad. De todas maneras, tampoco a los buenos burgueses deNueva msterdam les habra importado mucho aquello si lo hubieran entendido,pens con irona Van Dyck. La nocin de derechos sobre tierras que tenan losholandeses era prctica y simple: quien se instalaba en ella, pasaba a ser supropietario.

    No era de extraar, pues, que se hubieran producido fricciones a lo largo delos aos. Agraviados, los indios haban atacado. Los asentamientos perifricos dela parte superior haban sido abandonados. Incluso all en Manhattan, la aldea deBloomingdale, situada unos kilmetros ms al norte en el lado occidental, y la deHarlem, en el norte, haban sufrido graves daos.

    Al final, sin embargo, siempre era el blanco el que acababa quedndose conms territorio. A los patronos holandeses se les concedan vastas extensiones detierra en la zona contigua al ro. Un dans llamado Bronck haba pagado a losindios para que desalojaran la enorme finca que posea justo al norte deManhattan. En los terrenos de Bronck y en las partes ms desiertas de Manhattantodava subsistan algunos reducidos grupos de indios. Eran los ltimos.

    Despus de recorrer unos siete kilmetros, al llegar a una zona boscosa delcentro de la isla Van Dyck decidi parar a comer. Por un estrecho sendero quesegua en direccin oeste, entre valles y riscos, llegaron a un claro donde lasfresas silvestres daban una nota de color a la hierba. Van Dyck desmont all y

  • at el caballo a un rbol. Despus extendi una manta en el suelo e invit aPluma Plida a sentarse.

    Ahora veamos qu ha trado tu padre dijo, sonriendo.Haba sido bastante sencillo comprar gachas de maz, pasas, nueces

    americanas y unos pedazos de carne ahumada la combinacin que los indiosllamaban pimekan. Tambin haba adquirido ensalada de repollo holandesa y pande centeno. Adems, haba trado algunas golosinas holandesas, como chocolatey galletas, capaces de hacer las delicias de cualquier nio. Sentados uno junto alotro, padre e hija compartieron con alegra la comida. La pequea acababa decomer la primera galleta cuando se volvi hacia l para hacerle una pregunta.

    Crees que debera hacerme un tatuaje?Van Dyck call un momento, observndola con embeleso. Llevaba los

    piececillos calzados con mocasines y la larga cabellera negra atada con unacorrea. Al igual que la mayora de nias indias de su edad, durante los meses decalor slo se cubra la parte inferior del cuerpo con una falda de piel de ciervoque le llegaba a las rodillas. En el torso desnudo descansaba slo el pequeocolgante; an no haban comenzado a despuntarle los pechos. Su piel, queprotega del sol y de los mosquitos una fina capa de aceite de mapache, eraperfecta. Cuando fuera mayor, seguramente se aplicara un poco de pintura rojaen las mejillas y maquillaje oscuro en torno a los ojos. Hasta entonces, ldeseaba que siguiera siendo la misma nia encantadora de siempre. Tampocoera que las mujeres indias se adornaran con grandes tatuajes como los hombres,pero aun as

    Creo que deberas esperar a que te cases opin con tacto, para elegirentonces un tatuaje que sea del agrado de tu marido.

    La chiquilla asinti tras un instante de reflexin.Esperar.Luego permaneci en silencio, pero l tuvo la impresin de que estaba

    cavilando algo. Al cabo de un poco se decidi a hablar.Has matado alguna vez un oso?se era el rito inicitico. Entre su pueblo, para convertirse en un hombre todo

    el mundo deba haber matado un ciervo segn el debido procedimiento. As sedemostraba que se era capaz de alimentar a una familia, pero para demostrarque uno era realmente valiente, deba culminar una proeza ms difcil ypeligrosa: matar un oso. El hombre que lo lograba estaba considerado como unautntico guerrero.

    S respondi. Siete aos atrs, estando en territorio iroqus, los indios lehaban avisado de que varios hombres haban sido atacados haca poco en elsendero de montaa por el que iba a viajar. Los osos no solan atacar, perocuando lo hacan eran temibles. Se march pues preparado. Cuando la fieraapareci de repente y se abalanz a toda velocidad hacia l, tuvo suerte de

  • matarla de inmediato con un solo disparo de mosquete. Era un oso negro explic, fue en las montaas.

    Lo mataste solo?S.Aunque no efectu ningn comentario, l percibi que le complaca saber

    que su padre era un verdadero guerrero.Era poco despus de medioda. El sol entraba a raudales entre las hojas,

    desparramndose sobre la hierba salpicada de fresas. Con un sentimiento de paz,Van Dy ck recost la cabeza. El plan que haba elaborado de forma tan repentinaconsista en pasar todo el da con ella. A la maana siguiente, los indios sereuniran con ellos en la punta norte de la isla y se llevaran a Pluma Plida en lacanoa. Entonces l podra volver pasando por la bouwerie de Smit y estar deregreso en casa mucho antes del anochecer. Era un buen plan que lesproporcionaba tiempo de sobra. Cerr los ojos.

    Deba de llevar unos minutos dormitando cuando, al incorporarse, advirtique Pluma Plida haba desaparecido.

    Mir en derredor. No haba rastro de ella. Torci el gesto y, por un momento,sinti que le atenazaba el miedo. Y si le haba ocurrido algo? Estaba a punto dellamarla cuando percibi un leve movimiento. A unos cien metros de distancia,entre los rboles, un ciervo haba levantado la cabeza. Instintivamente, semantuvo quieto, sin hacer ruido. El animal mir hacia l, pero no lo vio. Luegoagach la cabeza.

    Entonces vio a Pluma Plida. Estaba a la derecha, junto a un rbol, a contraviento en relacin al ciervo. Se llev los dedos a los labios para reclamarlesilencio y despus sali de su escondite.

    Van Dyck haba presenciado muchas veces cmo se acechaba al ciervo, ytambin lo haba practicado l mismo, pero nunca haba visto nada igual aaquello. Deslizndose cautelosamente entre los rboles, ella pareca ms ligeraque una sombra. Aguz el odo para captar hasta el ms tenue roce de losmocasines en el musgo. Nada. A medida que se acercaba, se iba encogiendoigual que un gato en pos de una presa, cada vez ms abajo, caminando como ensuspenso, ligera como un cabello. Se encontraba ya detrs del ciervo, a tan sloquince metros luego diez cinco. El animal an no se haba percatado de supresencia. Van Dyck no se lo poda creer. La pequea estaba detrs de un rbol, atres pasos del ciervo, que pastaba como si nada. Ella esper. Luego el animallevant la cabeza y al cabo de un minuto la volvi a agachar. Entonces PlumaPlida dio un brinco y surc el aire como un relmpago. Sobresaltado, el ciervodio un salto y se alej corriendo entre los rboles antes, sin embargo, la nia lohaba tocado, lanzando un grito de jbilo.

    Despus, se fue riendo al encuentro de su padre, que la recibi con los brazosabiertos. El holands Dirk van Dy ck tom conciencia de que nunca haba

  • experimentado, ni experimentara, un orgullo ms profundo por cualquiera de sushijos del que senta en ese momento por aquella elegante hij ita india.

    Lo he tocado! grit con alborozo.S confirm, abrazndola.Era increble que l fuera el padre de una criatura que era perfecta, pens

    sacudiendo la cabeza con asombro.Permanecieron as sentados, juntos, un rato. A ella no pareca molestarle que

    no hablaran. l se planteaba si no deberan ponerse en marcha cuando la niainici una conversacin.

    Hblame de mi madre.Veamos dijo a modo de prembulo. Era hermosa. T eres como ella.Rememor su primer encuentro en el campamento del brazo de mar, donde

    su pueblo sola recoger moluscos en verano. En lugar de las alargadasconstrucciones comunitarias, su tribu eriga tipis cerca del agua. Despus desecar los crustceos, los raspaban para desprender las conchas, que enterraban, yguardaban las ostras, mejillones y almejas secos para utilizarlos posteriormentepara la preparacin de sopas. Por qu le llam tanto la atencin aquella mujeren concreto? Porque no tena pareja? Tal vez. Haba estado casada pero habaperdido a su marido y a su hijo. Aunque tambin podra haber sido por el brilloespecial de curiosidad que haba en sus ojos, desde luego. La atraccin fuemutua. Entonces tena, sin embargo, asuntos que atender y entre ellos slo mediuna conversacin antes de que volviera a ponerse en camino.

    Una semana despus, regres al campamento.Fue durante el tiempo que pas con ella cuando de veras lleg a conocer a los

    indios. Comprendi, asimismo, por qu algunos colonos holandeses, al no tenermujeres de su pas, se casaban con indias y despus se negaban a dejarlas pese ala presin de las autoridades religiosas. Ella era gil como un animal salvaje y,sin embargo, cuando estaba cansado o enojado, poda mostrarse ms tierna queuna paloma.

    La queras mucho?S, mucho. Era cierto.Y despus me tuvisteis a m.Segn los usos de su pueblo, en la gran familia compuesta por el clan de la

    madre siempre se haca un hueco para aquellos nios llegados de formairregular.

    Si no hubieras tenido una esposa en el puesto de comercio de los blancos, tehabras casado con mi madre verdad?

    Por supuesto. Era una mentira, pero la formul con buena intencin.Siempre volvas a verla.Hasta aquella terrible primavera de haca tres aos, cuando al llegar al pueblo

    se enter de que la madre de Pluma Plida estaba enferma.

  • Ay er estuvo en la choza para sudar le explicaron, pero no mejor.Ahora estn con ella los chamanes.

    Conoca sus costumbres. Incluso para una fiebre acusada, los indios seretiraban a una pequea cabaa que calentaban con piedras candentes hasta queadquira la temperatura de un horno. Despus de permanecer sentado allsudando por todos los poros, el enfermo sala y se sumerga en las fras aguas delro. Luego se envolva con una manta y se secaba junto al fuego. Aqueltratamiento a menudo daba resultado. En caso contrario estaban los chamanes,especialistas en curas a base de hierbas.

    Cuando se acercaba a la casa donde yaca, de ella sali un anciano.Slo los meteinu pueden ay udarla ahora le anunci con pesar.Los meteinu tenan poderes especiales, superiores a los de los chamanes

    normales. Ellos se comunicaban con el mundo del espritu y conocan el secretode los hechizos. Si slo podan ayudarla ellos, era que estaba en el umbral de lamuerte.

    Qu enfermedad padece? pregunt Van Dyck.Unas fiebres. El hombre esboz una mueca. La pielPareci que sealaba marcas de viruela, antes de alejarse.Marcas de viruela. El holands se estremeci de miedo. La peor maldicin

    que haba trado el hombre blanco a Amrica era la enfermedad. Gripe, paperas,varicela enfermedades frecuentes en el Viejo Mundo frente a las cuales losindios no tenan resistencia alguna. A causa de ellas haban perecido pueblosenteros. La mitad de la poblacin autctona de la regin probablemente habadesaparecido de ese modo. La malaria haba llegado con los barcos de losblancos, y tambin la sfilis, pero la dolencia de importacin ms temible fue laviruela. El ao anterior, sin ir ms lejos, aquel terrible azote haba exterminado auna tribu que viva al sur de los Nuevos Pases Bajos, y despus se habadeclarado incluso en Nueva msterdam. Sera viruela?

    Entonces hizo algo terrible. Poda aportar una explicacin para ello, desdeluego. Deba pensar en s mismo, en su esposa e hijos, en las buenas gentes deNueva msterdam. El dmine le habra dicho que optase por el bien mayor. Suactuacin estuvo justificada, s. Obr de manera correcta cuando tras unmomento de vacilacin, evitando incluso a Pluma Plida, se apresur a regresara su barca para alejarse ro abajo.

    No habra podido esperar, sin embargo, en lugar de huir como un cobarde?En el momento en que su familia se preparaba para estar a su lado, l habaabandonado a su mujer india. No podra al menos haber visto a la nia? El dolory el atroz sentimiento de vergenza lo seguan atormentando an. Varias veces alao se despertaba en plena noche, llorando horrorizado por lo que haba hecho.

    Un mes despus, a su regreso, encontr a Pluma Plida a buen recaudo en elseno de su amplia familia. Entonces supo que su madre muri un da despus de

  • que l huyera, no de viruela, sino de paperas.Intent compensar su error de cara a su hija. Cada ao, cuando su pueblo

    celebraba la festividad de los difuntos, acuda a su lado. Normalmente nadiehablaba de los muertos, pero en esas fechas del ao era correcto hacerlo y rezarpor sus almas. Eso era lo que haba estado haciendo los das previos, antes dellevar consigo a Pluma Plida en la canoa.

    Dime lo que recuerdas de m cuando era ms pequea le pidi la nia.Deberamos continuar dijo. Te lo contar de camino.Dejaron pues atrs el claro donde abundaban las fresas para retomar el

    antiguo sendero indio, y mientras seguan adelante, l hizo lo posible por evocartodas las pequeas ancdotas que recordaba de su niez, de los das que habapasado junto a ella y su madre. Aquello pareci complacer a Pluma Plida. Alcabo de un rato, aunque no estaba cansada, la subi al caballo delante de l.

    Llegaron a la punta de Manhattan mucho antes del anochecer y acamparonen un elevado terreno, encima de unas cuevas indias. Envueltos en las dosmantas, contemplaron el despejado cielo tachonado de estrellas.

    Sabes dnde est ahora mi madre? pregunt la pequea.S. Estaba al corriente de las creencias de los indios. Con el brazo seal

    la franja de la Va Lctea. Su espritu ha viajado por la senda de las estrellashasta el decimosegundo cielo. Est con el Creador de todas las cosas.

    La nia guard silencio, tanto que l pens que quiz se habra dormido, peroentonces volvi a hablar, con voz soolienta.

    Yo pienso a menudo en ti.Yo tambin pienso en ti.Aunque no me puedas ver, siempre me puedes or.Dime cmo.Cuando sopla una brisa suave, escucha la voz del viento que suspira en los

    pinos. Entonces me oirs.Escuchar le prometi.A la maana siguiente descendieron hasta la costa y encontraron a los dos

    indios con la gran canoa. All se despidieron y luego Dirk van Dy ck se fue a casa.

    Margaretha van Dy ck esper tres semanas. Era una tarde de domingo. Sumarido haba ledo un cuento a los nios, incluido Quash, el nio esclavo, en elsaln mientras ella escuchaba sentada en un silln. Aqullos eran los momentosen que ms le gustaba su marido. Su hijo Jan era un nio fuerte de trece aos,con una abundante mata de pelo castao, que admiraba a su padre y queraseguir sus pasos. Dirk lo llevaba al almacn de la compaa, le explicaba elfuncionamiento de los barcos, los puertos donde hacan escala y las rutascomerciales que deban seguir sus capitanes. A ella Jan le recordaba tambin a su

  • propio padre. Era de naturaleza menos rebelde que Dirk, ms aficionado al hogary a las cuentas. Seguramente le ira bien en la vida.

    Unos aos atrs haban perdido dos hijos a causa de unas fiebres. Haba sidoun golpe tremendo. La llegada de la pequea Clara haba supuesto, no obstante,una compensacin. A los cinco aos, con su cabello rubio y ojos azules, parecaun ngel. Era una nia dulce, magnfica. Su padre la adoraba.

    En lo tocante al nio esclavo, Quash, todo se desarrollaba bien. Tena ms omenos la misma edad que Jan, con quien le haban permitido jugar cuando erams pequeo. Tambin era muy bueno con Clara, aunque saba mantenerse en ellugar que le corresponda.

    Observando a su marido mientras lea con satisfaccin el cuento a la familia,Margaretha pens que quiz todava haba posibilidades de que su matrimoniofuera feliz, siempre y cuando introdujera ciertos cambios.

    Por ello cuando, una vez terminada la lectura, mientras los nios estaban encasa de un vecino, su marido le coment que pronto tendra que realizar otroviaje ro arriba, asinti tranquilamente. A continuacin, tendi la trampa.

    Estaba pensando, Dirk, que es hora de que te integres en un sindicato.No me lo puedo permitir.Aun as, ella advirti que haba prestado atencin.Dirk van Dyck era un lince para el negocio de las pieles. Un cuarto de siglo

    atrs, cuando la Compaa de las Indias Occidentales todava mantena elmonopolio del comercio del puerto, habra sido una figura ms destacada. Desdeentonces, no obstante, la economa de Nueva msterdam se haba diversificadoy prosperado de manera considerable; y era el selecto crculo de las familiasprincipales los Beekman, los Van Rensselaer, los Van Cortlandt y unos cuantosms quienes formaban los sindicatos que financiaban el transporte por barcodel tabaco, azcar, esclavos y otras mercancas. Aqul era un sector donde unopoda hacer fortuna, a condicin de pagar el precio inicial.

    Es posible que tengamos ms dinero del que piensas seal ella. Habaempleado el plural, que los englobaba como un equipo a ambos, marido y mujer.Lo haba dicho como si ambos compartieran el dinero, pese a que saban que noera as. A la muerte de su padre, acaecida seis meses atrs, Margaretha habarecibido su herencia y, segn los acuerdos prematrimoniales, su marido no tenaningn control sobre su fortuna. Tampoco ella le haba dejado entrever hastadnde alcanzaba su cuanta. Yo creo que podramos invertir un poco en unsindicato aadi.

    Entraa un riesgo advirti l.Ella lo saba. Algunos de los principales inversores de la colonia eran viudas y

    esposas ricas. Las haba consultado a todas.Desde luego. Pero y o tengo confianza en tu buen juicio.Observ cmo reflexionaba. Probablemente haba adivinado qu intenciones

  • la guiaban, pero de todas maneras su oferta era de las que no se rechazaban ascomo as. Al final, l sonri.

    Mi querida esposa repuso con afectuoso tono, me honra la confianzaque depositas en m y har todo lo que pueda por el bien de nuestra familia.

    Haba sido la mujer ms rica de la colonia, una viuda que acababa de casarsepor tercera vez con un hombre ms joven que ella, la que le haba dispensado until consejo.

    No intentes mandar a tu marido. Lo que hay que hacer es preparar lascondiciones en las que l toma sus decisiones.

    Margaretha calculaba que Van Dyck no tardara mucho en tomar el gusto alas transacciones financieras de may or cuanta y a la vida social que conllevaba.Pronto estara demasiado ocupado en Nueva msterdam para irse por aquellosmundos de Dios en busca de indias. Y una vez se hubiera acostumbrado a aquellanueva vida, tendra demasiado miedo de que ella lo dejara sin financiacin, auncuando estuviera tentado de descarriarse.

    De todas maneras tendr que ir al norte seal.Ah, s? inquiri, frunciendo el entrecejo.No puedo abandonar los negocios que tengo entre manos. Por lo menos, no

    todava. An necesitamos tener entradas de dinero no?La mujer vacil. En realidad, las ganancias que l lograba eran tiles, y a no

    ser que quisiera especificarle de cunto capital dispona exactamente, suargumento era sensato. De todas maneras, perciba sus intenciones. Pretendadesprenderse del anzuelo, el muy maldito. Tendra una mujer por aquellosparajes salvajes? O varias? Aquella nia india era hija suy a, estaba segura.Aquello poda acarrearle graves complicaciones. Movido por su pasin por elorden moral, Stuyvesant haba llegado a declarar ilegal el hecho de mantenerrelaciones sexuales con los indios. No obstante, pese a su mortificacin, tampocoresolvera nada haciendo comparecer a su marido ante el tribunal delgobernador. No, tena que mantener la calma. Que se debatiera tanto comoquisiera, porque al final ella lo ganara a base de astucia. Lo mantendra tanocupado que no tendra tiempo para irse largas temporadas a los territorios delnorte.

    Tienes razn concedi con dulzura, para que crey era que se sala con lasuy a.

    Las semanas siguientes fueron muy fructferas para Dirk van Dyck. Pronto seasoci con un grupo de mercaderes que mandaban tabaco a las grandes fbricasde la vieja msterdam, al otro lado del Atlntico, donde se mezclaba yaromatizaba. Junto con Margaretha, acudi a recepciones en las casas deimportantes comerciantes donde apenas haba puesto los pies con anterioridad. Se

  • compr un sombrero nuevo e incluso unas cuantas medias de seda fina. En sucasa decoraron la chimenea del saln con bonitos azulejos azules y blancos.Margaretha incluso tom a su cargo al chico esclavo Quash, que antes seocupaba de diversas tareas domsticas, lo visti con uniforme y le ense aservir la mesa. Cuando el anciano dmine les hizo el honor de acudir a sumorada, no escatim elogios alabando la elegancia del pequeo esclavo.

    Un da de junio, cuando Van Dyck dio por concluida una partida de bolos enuna taberna, un joven comerciante holands se dirigi a l dndole tratamientode Jefe. Cuando un holands lo llamaba a uno baas , significaba que era unhombre importante, digno de respeto. Aquello le insufl una nueva confianza. Sumujer, adems, pareca encantada con l.

    Por ello, cuando se declar la disputa, lo tom desprevenido.Fue una tarde de julio. A la maana siguiente tena que irse ro arriba.

    Margaretha lo saba desde haca tiempo. Por eso no le pareci muy razonable sucomentario.

    Creo que no deberas irte maana.Por qu no? Los preparativos y a estn hechos.Porque no deberas dejar a tu familia cuando hay tanto peligro.Qu peligro?Lo sabes muy bien. Los ingleses.Ah. Se encogi de hombros. Los ingleses.Tena su parte de razn, desde luego. El comerciante Springsteen, cuy a

    opinin tena por buena, se lo haba expuesto con claridad unos das atrs:Los ingleses quieren quedarse con nuestras pieles y nuestro trfico de

    esclavos, claro. El tabaco que se carga en este puerto les reportara diez mil librasal ao. Pero sobre todo, amigo mo, si se apoderan de Nueva msterdam,tendrn a su disposicin el ro y as podrn controlar todo el norte.

    Las agresiones de los ingleses eran cada vez ms frecuentes. All en la islalarga stos, que controlaban la punta ms alejada, siempre haban dejado a losholandeses el territorio prximo a Manhattan. El ao anterior, sin embargo, elgobernador Winthrop de Connecticut haba exigido impuestos a algunos de loscolonos holandeses, y no todos se haban atrevido a negarse.

    En los ltimos tiempos se haban suscitado temores por un peligro may or.Aunque el rey Carlos II de Inglaterra era un individuo simptico, su hermanomenor James, duque de York, era muy distinto. Eran pocas las personas quesentan simpata por l. En general se lo consideraba una persona orgullosa,inflexible y ambiciosa. Por eso la noticia caus consternacin: El rey ha cedidolas colonias americanas a su hermano, desde Massachusetts hasta casiMary land . Aquel territorio abarcaba los Nuevos Pases Bajos. Adems, elduque de York iba a enviar una flota a Amrica para imponer susreivindicaciones.

  • Stuy vesant haba reaccionado con extremo frenes, afianzando defensas ydestacando centinelas. Aunque no haba enviado ni tropas ni dinero, la Compaade las Indias Occidentales le haba ordenado defender la colonia. El gallardogobernador estaba decidido a conservar Nueva msterdam, cuando menos.

    Despus, de Holanda lleg otro mensaje de muy distinto signo. El gobiernoingls asegur a los holandeses, de forma clara y categrica, que no tenaambiciones sobre su colonia, y que la flota se diriga a Boston. Poco despusrecibieron tranquilizadoras noticias: la flota haba llegado a Boston y permanecaall. El conflicto haba terminado. Stuyvesant se haba ido ro arriba para resolverciertas diferencias con los indios mohawk que vivan ms all.

    Por eso, cuando Margaretha us el pretexto de la amenaza inglesa paradecirle que no se marchara, Van Dy ck vio claramente que aquello era unaestratagema. Ella pretenda controlarlo y l no estaba dispuesto a permitrselo.

    Y mis negocios? pregunt.Pueden esperar.Yo no lo creo as. Abri una pausa mientras ella lo observaba. T y los

    nios no vais a correr ningn peligro aadi.Eso es lo que dices t.Porque es verdad.Significa eso que te niegas a quedarte aqu?Hasta el duque de Moscovy piensa que ahora estamos seguros seal.Los habitantes de Nueva msterdam, a menudo resentidos por los mtodos

    dictatoriales de Stuy vesant, lo llamaban muchas veces as a sus espaldas.No hay necesidad de referirse al gobernador con ese estpido mote

    espet ella con enojo.Como quieras contest con un encogimiento de hombros. Ser Pata de

    Palo si lo prefieres.Lo cierto era que Stuyvesant no despertaba muchas simpatas entre los

    mercaderes, ni siquiera entre los ricos amigos de su mujer, ni en el seno de laCompaa de las Indias Occidentales. Van Dy ck estaba convencido de que aalgunos no les importaba mucho qu nacin se fuera a quedar con la colonia, contal de que no los importunaran en sus actividades comerciales. Encontrabagracioso que los amigos de su esposa coincidieran ms con su punto de vista quecon el de ella.

    l vale diez veces ms que cualquiera de vosotros! grit, encolerizada.Vay a por Dios se mof. Cualquiera dira que ests enamorada de l.Se haba excedido. Ella estall.Es eso lo nico que se te ocurre pensar? Quiz valdra ms que juzgaras a

    los otros aplicando tu mismo patrn. En cuanto a esas visitas que dedicas a losindios Dej caer las palabras con amargo desdn, dejando que destilaran uninconfundible sentido. Ms vale que ests de vuelta antes de tres semanas, si

  • quieres seguir utilizando mi dinero.La ltima amenaza la expres a voces, mientras se pona en pie sacando

    chispas por los ojos.Volver cuando termine lo que debo hacer replic l con imperturbable

    frialdad.Ella ya haba abandonado, sin embargo, la habitacin con la furia de un

    vendaval.Al da siguiente Dirk van Dy ck se march al amanecer, sin haber vuelto a ver

    a Margaretha.

    En aquella esplndida maana de verano, la barca de tingladillo navegabarumbo norte impulsada por cuatro remeros. En lugar de remontar el gran roHudson, Van Dy ck haba iniciado esa vez su viaje por el otro lado de Manhattan,en el East River. En el centro de la embarcacin haba un gran montn de aquellagruesa y resistente tela fabricada en Holanda, la lona. Se trataba de uncargamento legal que sofocara cualquier posible sospecha.

    Con su pacfico aire, la barca borde una larga lengua de tierra que quedabaen el centro del cauce para luego doblar a la derecha, a unas ocho millas delmuelle de Nueva msterdam, y dirigirse a un pequeo espign donde losaguardaban unos hombres con un carro lleno de barriles. se era el verdaderocargamento.

    Tardaron un rato en cargar todos los barriles. Luego el responsable, uncorpulento granjero holands, pregunt si quera probar la mercanca.

    Es la misma que otras veces? pregunt Van Dyck.Exactamente la misma.Me fo de ti. Ya haban hecho negocios en mltiples ocasiones.Se trataba de aguardiente. A los indios les encantaba. En realidad, vender

    aguardiente a los indios era una actividad ilegal.Pero el delito es menos grave le haba informado con picarda a Van

    Dyck el genial capataz porque lo he aguado.Slo un poco total los indios no lo notaban, pero con ese poco

    aumentaban los beneficios de Van Dy ck. Una vez hubieron cargado todos losbarriles, la barca se alej por el ro.

    Aquella operacin conllevaba slo un problema: el cargamento debaefectuarse en la parte superior del East River. Si no quera rehacer todo el caminopasando por Nueva msterdam tena que continuar subiendo por la orilla orientalde Manhattan para salir al gran Ro del Norte, el Hudson, y ello entraaba ciertospeligros.

    Las aguas del East River se bifurcaban ms arriba. A la izquierda, un estrechocanal permita rodear la punta norte de Manhattan. A la derecha, otro canal ms

  • ancho conduca al inmenso brazo de mar cuy as plcidas aguas se extendan a lolargo de casi cien millas protegidas del ocano por la isla larga. El peligro sehallaba en la bifurcacin, sometida a una confluencia de mareas y corrientes queproducan una compleja agitacin hidrulica cuy a localizacin acababa decomplicar la presencia de diversos islotes. Incluso en los das de calma en que enla ensenada apenas se movan las caas, cualquier marino inexperto que llegaraa ese conflictivo punto se encontrara con que los remolinos aspiraban suembarcacin para proyectarla contra una pared de agua que pareca habersurgido de las profundidades a la manera de un colrico dios. Puerta delInfierno llamaban a ese lugar, que ms vala procurar evitar.

    Con lgica cautela, sin alejarse de la costa de Manhattan, entraron en elangosto canal de la izquierda, y aunque se vieron zarandeados, lograronatravesarlo sin percance.

    A su izquierda quedaba el pequeo asentamiento de Harlem. Pese a quecontaba con tan slo un kilmetro de ancho, aquella parte septentrional deManhattan tena unas impresionantes elevaciones de terreno. A la derecha seiniciaba la propiedad de Bronck. La angosta va navegable se prolongaba unascuantas millas hasta conducir, despus de unas antiguas cuevas y bases decampamentos indios, a un tortuoso desfiladero que desembocaba en el gran Rodel Norte. Tambin all haba otro peligroso paraje en que haba que sortear lascorrientes. Una vez se hall en el cauce del gran ro, Van Dyck exhal un suspirode alivio.

    A partir de all, la ruta era fcil. Cuando la marea del Atlntico entraba por labaha, invirtiendo con su suave impulso el flujo de las aguas del ro, la corrienteretroceda hacia arriba a lo largo de muchos kilmetros. Entonces la mareaobraba a su favor. Los remeros apenas tuvieron que esforzarse para que elcargado barco se desplazara a buen ritmo hacia el norte. A la derecha dejaronatrs la finca de Jonker; a la izquierda, las altas defensas de piedra de la orillaoccidental se prolongaban an hasta que al fin se interrumpieron junto a unaroma colina. Entonces, a la derecha, Van Dyck avist su punto de destino, elpoblado indio emplazado en la ladera de la orilla oriental.

    Descansaremos aqu hasta la maana indic a los remeros.

    La pequea estaba tan contenta de verle que lo llev a recorrer el pueblo paraque saludara a todas las familias. Las casas, construidas con dctiles troncos derboles jvenes, atados y cubiertos de corteza, estaban dispuestas en un salientede tierra, cerca del agua. El edificio de mayores dimensiones, una vivienda largay estrecha, acoga a cinco familias. Al lado de aquella casa crecan dos nogalesy en los arbustos de atrs trepaban las parras silvestres. Abajo, en la orilla, habaunas enormes redes de pesca dobladas sobre bastidores. Los cisnes y nades

  • reales coman al lado de los juncos. Aun siendo pobre pens van Dyck, mi hija no vive peor que y o .Despus de medioda comieron un delicioso pescado capturado en el ro. An

    quedaban bastantes horas de luz cuando Pluma Plida le pidi que dieran unpaseo por la ladera para subir a una pea que proporcionaba una magnfica vista.l advirti que llevaba un pequeo objeto envuelto en hojas. Cmodamentesentados, con el sol del atardecer contemplaron las guilas que volaban en lo alto.

    Tengo un regalo para ti le dijo, poco despus, la nia. Lo he hecho yo.Le entreg el paquetito. Al desenvolver las hojas, l sonri encantado.Wampum! exclam. Es precioso.Seguro que haba pasado un nmero incalculable de horas elaborndolo. El

    wampum era una obra artesanal realizada con cuentas procedentes de conchas demoluscos. Slo se aprovechaba la parte central de sta, que se recortaba y pulapara luego ensartarla en cordeles o tendones. Las cuentas blancas provenan delos bgaros y las prpuras y las negras de las almejas, que eran ms duras. Lassartas se entretej an para confeccionar cinturones, diademas y toda clase deadornos. Aparte, el wampum serva de moneda de cambio. Los indios lo usabancomo ofrendas para las bodas, peticiones de mano y pago de tributos. Dado queera un smbolo de riqueza, los caudillos de la tribu siempre procuraban que elwampum quedara distribuido de forma equitativa entre las diversas familias.

    Aquel artculo no slo serva de adorno y de moneda de cambio, sino quevehiculaba un sentido. El blanco significaba paz y vida; el negro significabaguerra y muerte. Al incorporarlos al atuendo era factible componer intrincadosdibujos y pequeos pictogramas geomtricos que se podan leer. Los enormes ylargusimos cinturones ceremoniales eran indicativos de importantesacontecimientos o tratados. Los chamanes llevaban wampum con smbolos decomplicada interpretacin.

    Los holandeses no haban tardado en descubrir que podan comprar pieles conwampum. Los puritanos ingleses instalados en Massachusetts haban ido, por suparte, ms lejos. Tradicionalmente, los indios recolectaban en verano las conchasen la arena y reservaban para el invierno el tedioso trabajo de perforarlas con unpunzn de piedra. Utilizando taladros de acero que permitan acelerar laproduccin, los ingleses haban comenzado a fabricar su propio wampum,eliminando la competencia de los indios de la regin. Lo peor era que, a medidaque aumentaban las existencias de ste y que se incrementaba a la vez lademanda de mercancas, se necesitaba ms wampum para adquirir los mismosartculos. Para los comerciantes holandeses e ingleses aquella inflacin era algonormal, pero los indios, acostumbrados a atribuir un valor intrnseco a la bellezadel wampum, tenan la impresin de que los blancos los estaban estafando.

    Lo que Van Dyck tena ahora en las manos era un cinturn. Tena varios

  • centmetros de ancho y ms de metro y medio de largo, por lo que tendra quedarle varias vueltas en torno a la cintura. Sobre el fondo de conchas blancasdestacaban unos pequeos motivos geomtricos de color prpura que la niaseal con ademn de orgullo.

    Sabes lo que dice? pregunt.No confes.Dice Padre de Pluma Plida explic, recorrindolo con los dedos. Lo

    vas a llevar? inquiri con una sonrisa.Siempre prometi.Qu bien.Lo mir con satisfaccin mientras se lo pona. Despus permanecieron

    sentados largo rato, contemplando el rojo sol que poco a poco se ocultaba tras losbosques del otro lado del ro.

    Antes de marcharse, a la maana siguiente, le prometi que pasara a verlaen el viaje de regreso.

    Dirk van Dyck disfrut de una placentera expedicin aquel verano. El tiempoera magnfico. En la orilla occidental se extendan las vastas regiones boscosasque todava controlaban las tribus de lengua algonquina, como la de su hija.Pasando junto a la confluencia de afluentes que conoca bien viaj, tal como leagradaba decir, como husped del ro. Aquel poderoso flujo de la marea llegadodel ocano dejaba sentir su impulso hasta trescientos kilmetros ms arriba por elcauce del ro Hudson, llegando hasta Fort Orange. En verano, incluso la saladaagua del mar remontaba hasta ms de cien kilmetros en el interior. Gracias aello, la may or parte del tiempo no tuvo ms que dejarse llevar tranquilamentepor la corriente hacia su punto de destino, en territorio mohawk.

    Mucha gente tema a los mohawk. Los indios que habitaban las zonas dealrededor de Manhattan hablaban todos algonquino, pero las poderosas tribus quecontrolaban las grandes extensiones de tierra ms al norte, como los mohawk,hablaban iroqus. Y stos no eran amigos de los algonquinos; haca cuarenta aosque haban comenzado a hostigarlos. Efectuaban incursiones contra sus pobladosy les exigan tributos. De todas