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Las peregrinaciones en la Edad Media LUIS J. F. FRONTELA (Valladolid) La peregrinación, que suele identificarse como un movimiento devocional propio del mundo medieval, es una realidad anterior a los tiempos medievales, incluso anterior al mismo cristianismo. Si tomamos como referencia el mundo judío, antecedente religioso del cristianismo, debemos decir que está todo él impregnado del espíritu de la peregrinación. De hecho la conciencia de Israel como pueblo nace de la experiencia de una peregrinación, de Egipto, tierra de la esclavitud, a Palestina, tierra de libertad. A partir de esta imagen del éxodo judío, el cristianismo convierte el camino en un símbolo de la vida. Esto es lo que lleva a que un libro tan significativo, y que tanto papel juega en la estructuración de la peregrinación jacobea, como es el Codex Calixtinus, el Liber Sancti Jacobi, intente justifi- car la peregrinación en toda una larga tradición bíblica 1. Es cierto que en el primer cristianismo, sobre todo en el de origen pagano, las peregrinaciones fueron raras o nulas, ello fue debido a diversos factores. En primer lugar hay que señalar la ten- sión escatológica que viven los primeros cristianos, que les lleva a sentirse peregrinos en tierra extraña en busca de la ciudad futura y 1 «Cómo se deriva el camino de la peregrinación de los Padres antiguos y cómo debe andarse, vamos a exponerlo. Toma el principio de Adán; continua por Abraham, Jacob y los hijos de Israel hasta Cristo, y se completa en Cristo y en los apóstoles». Liber Sancti Jacobi, Libro Primero, Capítulo XVII, Ser- món del santo Papa Calixto en la solemnidad de la elección y de la traslación de Santiago Apóstol, que se celebra, el día 30 de diciembre, CSIC, Santiago de Compostela ,1951, pp. 207-209. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (58) (1999), 389-420

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Page 1: Las peregrinaciones en la Edad Media · 3 EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica, IV, 5, B.A.C., Madrid, 1973. 4 Por Eusebio de Cesarea sabemos que en el siglo II Melitón de

Las peregrinaciones en la Edad Media

LUIS J. F. FRONTELA

(Valladolid)

La peregrinación, que suele identificarse como un movimiento devocional propio del mundo medieval, es una realidad anterior a los tiempos medievales, incluso anterior al mismo cristianismo. Si tomamos como referencia el mundo judío, antecedente religioso del cristianismo, debemos decir que está todo él impregnado del espíritu de la peregrinación. De hecho la conciencia de Israel como pueblo nace de la experiencia de una peregrinación, de Egipto, tierra de la esclavitud, a Palestina, tierra de libertad. A partir de esta imagen del éxodo judío, el cristianismo convierte el camino en un símbolo de la vida. Esto es lo que lleva a que un libro tan significativo, y que tanto papel juega en la estructuración de la peregrinación jacobea, como es el Codex Calixtinus, el Liber Sancti Jacobi, intente justifi­car la peregrinación en toda una larga tradición bíblica 1.

Es cierto que en el primer cristianismo, sobre todo en el de origen pagano, las peregrinaciones fueron raras o nulas, ello fue debido a diversos factores. En primer lugar hay que señalar la ten­sión escatológica que viven los primeros cristianos, que les lleva a sentirse peregrinos en tierra extraña en busca de la ciudad futura y

1 «Cómo se deriva el camino de la peregrinación de los Padres antiguos y cómo debe andarse, vamos a exponerlo. Toma el principio de Adán; continua por Abraham, Jacob y los hijos de Israel hasta Cristo, y se completa en Cristo y en los apóstoles». Liber Sancti Jacobi, Libro Primero, Capítulo XVII, Ser­món del santo Papa Calixto en la solemnidad de la elección y de la traslación de Santiago Apóstol, que se celebra, el día 30 de diciembre, CSIC, Santiago de Compostela ,1951, pp. 207-209.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (58) (1999), 389-420

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a esperar más la Jerusalén celeste que a poner su atención en la Jerusalén terrena, a la que considera culpable del rechazo de Cristo. A esta tensión escatológica, hay que añadir la preocupación, en este cristianismo procedente de la gentilidad, por la defensa de un culto en espíritu y en verdad y la prevención frente a toda posible sacra­lización del espacio, común a toda la tradición religiosa, por medio de santuarios y lugares sagrados.

En segundo lugar debemos señalar la situación por la que pasa Palestina en los dos primeros siglos de la era cristiana, que debido a la primera revuelta judía, años 66-70, lleva a la destrucción del tem­plo de Jerusalén por Tito, y a la segunda revuelta judía, años 132-135, lo que provoca que el emperador Adriano prohíba a los judíos habitar en la región que rodea Jerusalén y convierta a ésta en una ciudad pagana, pues, perdiendo el tradicional nombre de Jerusalén, pasa a llamarse Aelia Capitolina, y sobre el lugar donde se había levantado el templo judío se construye un templo dedicado a Júpiter Capitolino y otro sobre el Gólgota dedicado a Venus Capitolina 2.

No obstante debemos decir que entre el cristianismo de corte judeocristiano -la comunidad cristiana de Jerusalén hasta la des­trucción de la ciudad en tiempos del emperador Adriano estuvo toda ella compuesta por Judíos- 3 se mantuvo la costumbre de peregrinar a los santos lugares, incluso algunos judeocristianos, que se habían exiliado en Pela, regresaron a Jerusalén, asentándose en el monte Sión en una de las casas que, habiéndose salvado de la destrucción, identificaron con el Cenáculo 4.

Habrá que esperar al siglo IV, cuando el cristianismo logre con el edicto de tolerancia, edicto de Milán del 313, la carta de ciuda­danía, para ver desarrollarse la peregrinación como una de las devo­ciones que marcará al cristianismo en los siguientes siglos.

2 KAREN ARMSTRONG, Jerusalén, una ciudad y tres religiones, Paidós, Bar­celona, 1997, pp. 195-217

3 EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica, IV, 5, B.A.C., Madrid, 1973. 4 Por Eusebio de Cesarea sabemos que en el siglo II Melitón de Sardes

viajó por Palestina, por interés histórico, para conocer los lugares donde acon­tecieron los sucesos que narran los libros bíblicos. Lo mismo hizo Alejandro de Capadocia, en el primer tercio del siglo ID, que «fue a Jerusalén por mo­tivos de oración y estudio de los lugares». Es uno de los primeros casos de peregrinación conocida. EUSEBIO DE CESAREA, O.c., IV, 26, 14. VI, 11,2.

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LA PEREGRINACIÓN A PALESTINA

Las peregrinaciones de esta época, siglo IV, se dirigen hacia el Oliente, concretamente a Palestina, a conocer los lugares ligados con la vida de Cristo, así como con los grandes personajes bíblicos 5.

Igualmente se buscaba en el viaje a Oriente conocer los principales centros monásticos de Egipto: la Tebaida, Nitria, Siria y Mesopota­mia. Y finalmente se procuraba visitar los sepulcros de determina­dos santos: en Alejandría el de San Marcos, en Edesa el de Santo Tomás, en Efeso el de San Juan evangelista 6, y en esta línea se incluye la visita a Constantinopla que se había constituido toda ella en un relicario, donde comienzan a ser famosas entre otras reliquias la de San Juan Bautista y las de los santos Cosme y Damián.

La peregrinación a Palestina convierte a Jerusalén en centro de mira de los peregrinos, fundamentalmente para visitar y venerar los lugares relacionados con la muerte y resurrección de Cristo. De hecho a finales del siglo IV, Rufino y Melania, viejos conocidos de San Jerónimo, y debido a la afluencia de peregrinos, fundan en el Monte de los Olivos, una casa de acogida para los peregrinos que iban a Jerusalén y para los que, una vez visitado los lugares santos, deseaban quedarse en la ciudad llevando vida de retiro y oración.

La peregrinación a Jerusalén va a estar promovida por el empe­rador Constantino y su más inmediato círculo familiar, fundamental­mente su madre Elena, quien peregrinó por Palestina en el año 326 y con el apoyo del obispo de Jerusalén, Macario, llevó a cabo un importante trabajo de recuperación de los lugares relacionados con la vida de Cristo. Es en este momento cuando, por medio de grandes obras de arqueología y de construcción de nuevos edificios religio­sos, patrocinados por los círculos imperiales, entre otros la basílica

5 Por la peregrina Egeria sabemos que aquellos viajeros que recorrían Pa­lestina solían acompañar la visita a un lugar con la lectura del pasaje corres­pondiente de la Escritura, con lo cual la Biblia se convierte en guía de los peregrinos por Palestina. Hablando de la visita al pozo de Jacob nos dice que fue leído el lexto mismo del Génesis. A. ARCE, Itinerario de la Virgen Egregia, B.A.e., Madrid, 1980, pp. 249

6 Al igual que en los lugares bíblicos cuando se llegaba al sepulcro de un santo, a la vez que se hacía un momento de oración, se leía algo acerca del santo que se visitaba. A. ARCE, o.c., P 235.

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del Monte de los olivos y la de Belén, se intenta la cristianización de Jerusalén, tanto frente a la ciudad pagana, construida después de la destrucción de la ciudad por el emperador Adriano, como a la ciudad judía, así como del resto de Palestina. Esto dará lugar a que los judíos acusen a los cristianos de intentar apropiarse de la historia y de la geografía religiosa de Israe1 7

La recuperación de los lugares relacionados con la vida de Cristo y la noticia sobre la invención de la Vera Cruz, a medida que avanza el siglo IV, van a poner de moda la peregrinación no sólo a Jerusa­lén y sus alrededores, fundamentalmente Belén, popularizada por la presencia de San Jerónimo 8, sino a otros lugares de Palestina, dando lugar a un verdadero circuito, que desarrollándose a lo largo de los

7 En e! siglo V Palestina llegó a contar con más de mil lugares de culto cristiano, de los cuales unos 375 se encontraban en Jerusalén. El rechazo de la población judía a la cristianización de Palestina por medio de los edificios de culto cristianos nos explica que la población judía colabore con los persas de Cosroe, cuando éste conquiste Palestina en el 614, llevándose entre otros tro­feos la reliquia de la Vera Cruz. Esta conquista persa provocó la destrucción de más de 300 lugares de culto cristiano y provocó la muerte de varios miles de cristianos. HERBERT HAAC, El país de la Biblia. Geografía-Historia-Arqueo­logía, Herder, Barcelona, 1992, pp. 155-157. En este intento por cristianizar Jerusalén debemos señalar la labor de San Cirilo de Jerusalén, obispo de la ciudad en el 343, dejando a un lado la imagen de Jerusalén, ciudad culpable, para echar la culpa sobre los judíos, para él Jerusalén era la ciudad donde habían tenido lugar los principales acontecimientos de la salvación: «es en Jerusalén donde tiene su comienzo todos los bienes». Hablando de los muertos que resucitaron después de la resurrección de Jesús afirma que «entraron en la Ciudad Santa -claramente se trata de la ciudad en que estamos-o SAN CIRlLO DE JERUSALÉN, Catequesis, Desclée de Broouwer, Bilbao, 1991, Catequesis 3, 7. 14, 16,

8 En el 385 San Jerónimo llega a Jerusalén acompañado de su amiga Paula; durante un tiempo residió en la casa de acogida de su amigo Rufino. Al no convencerle el ambiente que reinaba en Jerusalén se traslada a Belén, este pue­blecillo de Cristo, donde hallamos toda la rusticidad del mundo y, fuera de los salmos, el silencio es entero, que para él es un lugar más apropiado para una vida de retiro y soledad que Jerusalén, a la que califica de ciudad populosa y mundana: «Si los lugares de la cruz y resurrección no se hallaren en una ciudad tan populosa, en que hay un pretorio, un cuartel, rameras, cómicos de la lengua y truhanes y demás que suele haber en otras ciudades; si Jerusalén fuera frecuen­tada sólo por monjes, vivienda pareja fuera digna de ser deseada por todos los monjes ... Aquí concurre gente de todo el orbe, la ciudad está llena de hombres de toda laya, y hay tal aglomeración de uno y otro sexo, que tendrían que aguan­tar aquí todo junto lo que en cualquier otro sitio podrías huir en parte». SAN JE­RÓNIMO, Cartas, Vol. 1, B.A.e., Madrid, 1962, Cta. 46,12; 58,4,

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siglos IV-VI, tenía distintas rutas que abarcaban toda la Palestina relacionada con la vida de Cristo y de los grandes personajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento:

* La ruta del este, fundamentalmente el camino de Jericó, en donde se visitaba el lugar en que se situaba la parábola del buen samaritano, el árbol sobre el que Zaqueo vio a Jesús, el vado del Jordán por el que entraron los hebreos en Palestina, la tumba de Moisés y los sitios de Sodoma y Gomorra.

* La ruta del sur, donde se visitaba una serie de lugares relacio­nados con personajes del Antiguo Testamento como Hebrón, la encina de Mambré, la tumba de los patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob, la fuente donde el diácono Felipe bautiza al eunuco de la reina de Cadaces. 46,12; 58, 4.

* La ruta del norte en donde se visitaba Samaría, fundamental­mente Siquén, donde se localiza el pozo de Jacob y se recuerda el encuentro de Cristo con la Samaritana, Sebaste, con la tumba de Juan el bautista; Galilea, que aparece como lugar de aparición en el siglo V, en donde se visita los alrededores del lago de Tiberiades, el Monte Tabor, en recuerdo de la Transfiguración, Naín, Nazaret, con la gruta de la anunciación y numerosas reliquias referentes a la in­fancia de Cristo, como el abecedario en donde el niño Jesús apren­dió a leer, Caná, en donde se enseñaban las tinajas de la conversión del agua en vino, y Cafarnaún, el lugar de la multiplicación de los panes y los peces.

* La ruta del Sinaí, toda ella relacionada con Moisés y la estan­cia de los judíos en el desierto al salir de Egipto: el lugar donde ardió la zarza, en donde en el siglo VI por orden del emperador Justiniano se levantó el monasterio de Santa Catalina, la fuente que hizo brotar Moisés, el emplazamiento del becerro del oro, la roca sobre la que partió Moisés las tablas de la Ley 9.

La peregrinación a Jerusalén y a Oriente Medio, que no sólo atraía la atención de los fieles de Oriente, sino de numerosos pere-

9 Ibíd, Cta. 46, 13. JEAN CHÉLINI, HENRY BRANTHOMME, Les chemins de Dieu, Histoire des pelerinages chrétiens, des origines a nos jours, Hachette, Pa­ris,1982, pp. 56-53.

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grinos procedentes del mundo occidental: Italia, las Galias, Hispa­nia, va a pasar a un segundo plano en los primeros tiempos de la Edad Media, ello fue debido a la conquista persa de Jerusalén, 614, y de Egipto, que aunque fueron recuperados por los bizantinos en el 629, pronto, toda esta zona del Oriente Medio va a ser ocupada de forma definitiva por los árabes, entre el 633 que ocupan Siria y el 642 que dominan Egipto. A estas alturas la ciudad de Roma se convierte en centro de atención de los peregrinos occidentales. Sólo a comienzos del segundo milenio, en la época de las cruzadas, Je­rusalén volverá a centrar el interés de los peregrinos, y nunca en ella fueron tan numerosos lo peregrinos procedentes de Occidente. Para éstos la Jerusalén terrena, la Ciudad Santa, a la que ellos se didgen, es imagen de la Jerusalén celeste, lugar en torno al que se debe lograr la unión de la Iglesia rota tras el cisma de 1054, y, llevados por ideas apocalípticas, es aquí donde hay que esperar la vuelta del Salvador. En esta época muchos, tanto peregrinos como cruzados, vivieron el camino a Jerusalén como el último éxodo, un camino de penitencia y de oración como preparación para el encuentro con el Salvador, y es que, para aquellas masas fanatizadas, sólo una tierra purificada de todos los enemigos puede recibir la Jerusalén celeste 10.

A finales del siglo XIII, con la caída de San Juan de Acre, 1291, último reducto cristiano en Palestina, la peregrinación a Jerusalén se va a hacer difícil para los occidentales, de hecho el mismo papado prohibió viajar a Jerusalén para privar al sultán de Egipto de los ingresos de los peregrinos. A mediados del siglo XIV, y bajo el estímulo de los franciscanos, se reemprende la peregrinación a Jeru­salén 11.

10 La primera avalancha de peregrinos occidentales en el siglo XI es la que ayuda a que por Occidente se extienda el entusiasmo por Tierra Santa y el culto al Santo Sepulcro; exponente de esto es el nacimiento y la difusión de la leyenda de Carlomagno peregrinando a Tierra Santa. Sobre el apocaliptismo de las masas de peregrinos a Tierra Santa, y su fanatismo contra judíos, árabes, clero mundanizado y todos los considerados incrédulos, pueden verse los ca­pítulos 3 y 4, El Mesianismo de los pobres desorientados, Los santos contra las huestes del Anticristo, de la obra de NORMAAN COHN, En pos del Milenio, Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media, Alian­za Editorial, Madrid, 1981, pp. 52-87.

II PAUL ZUMTHOR, La medida del mundo, representación del espacio en la Edad Media, Cátedra, Madrid, 1994, pp. 187-188.

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PEREGRINACIÓN A ROMA

En Occidente la peregrinación se va a caracterizar por dirigirse a los santuarios levantados sobre las tumbas de los mártires tal como se desprende de la lectura de la obra de Aurelio Prudencio; valga como muestra el Himno en honor a los santos mártires Emeterio y Celedo­¡ÚO, calagurritanos: «Ahora sus vecinos visitan suplicantes con pala­bras, votos y dádivas las arenas teñidas con la sangre sagrada. Tam­bién acuden aquí los habitantes de otras regiones, pues la fama pregonera ha recorrido ya toda la tierra diciendo que aquí están los protectores del mundo, a los que rodean peregrinos suplicantes» 12.

En Occidente el lugar por excelencia de peregrinación va a ser la ciudad de Roma. Aquí la atracción viene de la devoción de los fieles por los mártires, que son considerados como los atletas de la fe. La devoción a los mártires comenzó por la veneración de los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo. Ya en el siglo III esta devoción se extiende a los papas mártires, y como último eslabón a los mártires más célebres de las últimas persecuciones. De entre todos los mártires destaca la devoción de los fieles hacia San Sebas­tián, San Lorenzo, Santa Inés 13 y San Pancracio.

A los mártires, considerados como los miembros más ilustres de la comunidad, pronto se les tributó un culto sencillo, consistente en vigilias de oración y, sobre todo, en la celebración de la Eucaristía sobre su tumba en el aniversario de su natalicio, que no correspon­día al día de su nacimiento, sino al de su muerte 14. Este culto

12 AURELIO PRUDENCIO, Peristephano, en Obras completas, B.A.e., Madrid, 1950, p. 477. .

13 Valga como muestra de la costumbre de acudir ante la tumba de un mártir lo que Aurelio Prudencio nos dice sobre la peregrinación a la tumba de San Lorenzo: «Aquellos ciudadanos que habían acostumbrado a adorar el vaso de los sacrificios de Numa, viniendo en tropel a los atrios de Cristo, ensalzan al mártir con sus cantos ... Vemos a las casas más ilustres, tanto patricios como matronas, ir a ofrecer a San Lorenzo los preciosos vástagos de sus hijos». AURELIO PRUDENCIO, O.C., p. 517.

14 La devoción de los fieles a los mártires se exterioriza por una serie de manifestaciones como hacer arder lámparas de aceite ante la tumba, llevarse paños untados en el aceite de las lámparas o que habían estado en contacto con la tumbas del mártir, o hacerse enterrar lo más cerca del sepulcro del mártir, con lo cual se creía que participaba de los méritos del mártir. De hecho cuando

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sencillo, una vez que el cristianismo ha adquirido carta de ciuda­danía en el Imperio, va a llevar a construir basílicas sobre sus tumbas que se llenan de fieles el día de su aniversario 15. Lo que comenzó siendo un culto local, de los fieles de Roma, pronto pasa a ser un culto regional, incluso la devoción a los mártires romanos hace que a Roma lleguen fieles de los lugares más apartados del Imperio 16.

Unido al culto de los mártires y, sobre todo, por el contacto, cada vez más frecuente, de obispos de todas las partes con Roma se desarrolla el culto a San Pedro, que comienza a ser visto, no ya como el portero del cielo, imagen que perdurará en la mentalidad popular a lo largo de los siglos, sino como el guardián y el protector de la Iglesia. La principal fiesta que se celebraba era la del 29 de junio, en la que acudían peregrinos de todos los lugares, que no siempre observaban una conducta digna como nos transmite el tes­timonio de San Agustín, que habla de «embriagueces cotidianas en la basílica romana de San Pedro» 17. Otra fiesta ligada a la devoción de San Pedro es la de la Cátedra de San Pedro, la cual está bastante relacionada con el culto pagano de los muertos, tan arraigado en el mundo romano. Lo mismo que por el culto a los difuntos se recor­daba a los antepasados más ilustres, los cristianos de Roma con la

sobre las tumbas de los mártires se levanten las basílicas, los fieles van a buscar, a la hora de su muerte, ser enterrados en las basílicas, como forma de beneficiarse de la protección de sus titulares. ENGELBERTO KrRSCHBAUM, EDUARD JUNYE, JosÉ VIVES, La tumba de San Pedro, Madrid, 1954, pp.149-153.

15 A partir del siglo IV -los edificios de culto levantados sobre las tumbas de los mártires ayudan a crear la imagen de una Roma cristianizada. Posterior­mente, siglo VII, en el Pontificado de Teodoro I, 624-629, Y hasta el pontifi­cado de León IV, 847-855, se dará el fenómeno del traslado de los restos de los mártires desde su tradicional lugar de reposo al interior de la ciudad. Los únicos mártires que no fueron trasladados de sus tumbas fueron: San Pedro y San Pablo, Santa Inés, San Pancracio, San Lorenzo y San Sebastián. ENGELBER­TO KrRSCHBAUM, EDUARD JUNYE, JosÉ VIVES, o.C, pp.155-162

16 Exponente de un culto regional a los mártires es lo que Aurelio Pruden­cia, autor del siglo IV, nos dice acerca de la devoción a San Hipólito: «El amor de la religión junta en este subterráneo a los latinos en unión de todos los pueblos lejanos ... Todos los caminos por acá y por allá resuenan jubilosos; llegan romanos pie cenos y etruscos. Vienen también los fuertes sannitas; el ciudadano de la soberbia Capua y de Nola ... ». AURELIO PRUDENCIO, O.C., p. 703.

17 SAN AGUSTÍN, Obras de San Agustín, Tomo VIII, Cartas, B.A.C., Madrid, 1951. Cta. 29, 10.

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fiesta de la cátedra de San Pedro recordaban al difunto más ilustre de la comunidad, San Pedro. Este culto a San Pedro va a arraigar en los siglos altomedievales, fundamentalmente, entre los pueblos an­glos, sajones y escandinavos, ello se explica por la vinculación de los misioneros, desde la época de la misión de los monjes romanos en Inglaterra, con la Iglesia de Roma. Unido a esta devoción a San Pedro y a la peregrinación a Roma, en el ámbito anglosajón, nace el llamado óbolo de San Pedro, que no era sino una tasa anual que, a finales del siglo VII, el rey Ina de Wesses había establecido sobre todas las familias del reino para el sostenimiento de un albergue en la ciudad de Roma, donde se hospedaban los peregrinos de este reino que iban a Roma 18.

Avanzados los siglos medievales esta peregrinación a Roma, di­rigida a venerar las tumbas de los Santos Pedro y Pablo, aprovecha la ocasión para visitar las sietes basílicas más antiguas de la ciudad, así como el Coliseo; para ello se compondrán toda una serie de iti­nerarios, desde el elaborado bajo el pontificado de Honorio 1, 621-638, hasta la Topografía de Einsiedeln, de los siglos IX-X, en donde se recoge lo lugares a visitar en la ciudad de Roma y su localiza­ción 19.

La peregrinación a Roma decaerá con motivos de las cruzadas y será en parte desplazada por la peregrinación a Compostela, donde Santiago se muestra como un santo muy cercano a los fieles que le visitan por los muchos milagros que realiza en su tumba de Galicia y los que comienza a hacer en otros lugares por la fe de los fieles en él. Sólo a partir del año 1300, con la institución del jubileo por parte de Bonifacio VIII, Roma volverá á atraer la atención de los peregrinos, siendo en los siglos siguientes el principal foco de aten­ción de los fieles peregrinos.

18 Carlomagno introducirá el óbolo de San Pedro en Francia y Canuto el Grande en Dinamarca. En el siglo XI se extenderá a Bohemia, Croacia, Dal­macia y a los reinos de España; en el siglo XI se extiende por Noruega, Portugal, Ucrania, Polonia. El óbolo de San Pedro, a pesar de que Gregorio VII, 1073-1085, 10 pretendió, no era un signo de dependencia feudal frente a la Santa Sede, sino que había nacido de la devoción a San Pedro como forma de ayudar a los peregrinos que iban a Roma.

19 Algunos de los itinerarios para visitar la ciudad de Roma en ENGELBERTO KIRSCHABAUN, O.C., pp. 571-591.

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Los SANTOS PROTECTORES

Desde los últimos tiempos de la antigüedad cristiana comenzó a darse, primero en Oriente, más tarde en Occidente, la dispersión de las reliquias de los santos, lo cual va a traer consigo que muchas peregrinaciones decaigan debido a que era más fácil para los fieles venerar las reliquias de los santos en determinadas basílicas o mo­nasterios que acudir a su sepulcro. A la extensión del culto a las reliquias van a contribuir los monjes irlandeses anglosajones, si­glos VI-VIII, en sus correrías misionales por el continente y es en aquel entonces, en el contexto de una religiosidad utilitaria, se esta­ba convencido de que a través del culto al cuerpo y a las reliquias de los santos es a Dios a quien se adora, pues las oraciones dirigidas a dichos santos ayudan a los fieles a conseguir el cielo y a tener a Dios propicio con lo cual contar con su ayuda para las tareas de la vida cotidiana. No obstante se llamará la atención sobre el peligro que se corre con el culto a las reliquias, y un personaje tan influyen­te en el mundo carolingio como Alcuino de York, a finales del si­glo VIII, invitará más a imitar los ejemplos de los santos que a llevar los huesos colgados al cuello 21l.

Unido a la veneración de las reliquias, en este período de tránsito entre la antigüedad y la Edad Media, tanto en el Oriente como en el Occidente, se va a dar un fenómeno singular, el de la invención de cuerpos de santos en lugares donde no existía ninguna tradición sobre su presencia. Estas invenciones por lo general van acompaña­das siempre por toda una serie de fenómenos extraordinarios como son los sueños y las revelaciones sobrenaturales que indican el lugar donde descansa un determinado cuerpo, así como suaves olores que emanan de su tumba. Ante el cuerpo y el sepulcro del santo tiene lugar toda una serie de curaciones milagrosas que acreditan la san­tidad del supuesto cuerpo, y es que comienza a extenderse la idea de que el poder de Dios cura las enfermedades y ahuyenta a los demo­nios por la oración y la intercesión de los santos 21. Entre otras in-

20 lEAN CHELINE, HENRY BRANTHOMME, O.C., p. 122 21 Sobre los milagros obrados por los Santos, entre otros: Gervasio, Pro­

tasio, Los Veinte Mártires, San Esteban, puede verse SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XXII, 8, Madrid ,1964, p. 706.

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venciones de cuerpos cabe destacar las llevadas a cabo en Oriente y que hace referencia a Santos bíblicos: San Esteban 22, Job, los pro­fetas Abacuc, Zacarías y Miqueas, San Bernabé en Chipre, en el año 458. En Occidente fueron famosas las invenciones de los cuerpos de los mártires Gervasio y Protasio llevada a cabo por San Ambrosio en Milán en el año 386 23

, los mártires de Amagamia y los mártires de Lyon, 390.

PEREGRINACIÓN A TOURS

Poco a poco el culto a los santos y la veneración de las reli­quias va a primar sobre cualquier otra forma de devoción, esto hace que arraigue la idea del santo protector, y que se tuviera conciencia, en expresión de Paulino de Nola, de que la providencia había dado a cada provincia su patrón, lo cual lleva al nacimiento de deter­minados centros de peregrinación en torno al sepulcro de santos mártires o no. Al patrón se le exigía que fuese intercesor y abogado ante Dios y que diese protección con fuerza y con poder, manifes­tado a través de milagros al pueblo que le ha escogido como tal., el más famoso de los cuales en los primeros siglos medievales fue

22 San Esteban pasa por ser uno de los santos más famosos de los últimos tiempos de la antigüedad cristiana, su fama le viene tanto por los milagros que obra como por las curaciones. San Agustín, quien recoge los milagros obrados por San Esteban, llega a afirmar que curó a muchos enfermos de sus enferme­dades y que muchos sanaban por el simple hecho de colocar sobre sus cuerpos flores o manteles que habían estado colocados sobre el altar de San Esteban; igualmente atribuye a San Esteban el haber resucitado a seis muertos. Otro de los milagros que obró fue la conversión en masa de los judíos de Menorca, donde sus reliquias llegaron de manos de Orosio. SAN AGUSTÍN, La ciudad de Dios, Libro XXII, Madrid, 1964, pp.714-121.

23 Acerca de la invención de los cuerpos de los mártires Gervasio y Prota­sio, en el año 386, nos cuenta San Agustín que «el milagro se obró en Milán, estando yo allí. Un ciego recobró la vista. Y este llegó a conocimiento de muchos ... El milagro tuvo lugar en presencia de un inmenso gentío que con­curría a venerar los cuerpos de los mártires Gervasio y Protasio. Estos cuerpos, que estaban enterrados y eran casi desconocidos, fueron descubiertos en sueños al obispo Ambrosio. Allí, aquel ciego, disipadas las tinieblas de sus ojos, vio la luz». SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XXII, 8, B.A.C., Madrid, 1964, p. 706. El mismo hecho es narrado por San Agustín en Confesiones, IX, VIII, 16, B.A.C., Madrid, 1979, pp. 362-363.

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la tumba de San Martín en la ciudad de Tours, mimado por los reyes francos de la dinastía merovingia, lo que hace de él el centro de la peregrinación del mundo franco, sobre todo a partir del siglo vr 24

• Para la gente de los primeros tiempos medievales ningún otro santo tenía un poder similar a San Martín, que pasa por ser el amigo de Dios. San Martín a lo largo de la Edad Media, como lo recoge el Codex Calixtinus, en el siglo XII, tiene fama de resucitador, de curador de la lepra y de los energúmenos, lunáticos, endemo­niados 25.

A Tours la gente se pone en camino buscando la curación de todo tipo de enfermedades. De hecho en la devoción de los fieles San Martín pasa por ser un santo taumaturgo, especializado en curar enfermedades como la ceguera, la parálisis, la sordera, la fiebre, la peste, la mudez, por hacer que los cojos caminen derechos, y por librar a los posesos por el diablo, vence el veneno de las serpientes y a él obedecen los elementos de la naturaleza. La verdad que en buena parte la fama de San Martín se la debemos a sus buenos hagiógrafos, que de alguna manera son los que crean la leyenda martiniana: Sulpicio Severo, autor de la Vida de San Martín; Venan­cio Fortunato, Vida de San Martín; Postumiano, que escribe los Diálogos afirmando de San Martín que en él se reúnen las virtudes de todos los santos, pero todos ellos no tienen las virtudes de Mar­tín; y Gregorio de Tours, obispo de la ciudad de Tours, quien, bus­cando ensalzar a la sede de Tours, por medio de la obra Las virtudes de San Martín, va a propagar la devoción al santo de tal manera que llegará a afirmar que la afluencia de la muchedumbre a la tumba de

24 De hecho a lo largo de los siglos altomedievales la peregrinación a San Martín, conocida también como peregrinación de las Galias, era equiparada con la peregrinación a Roma y Jerusalén. Todavía en pleno siglo X, año 939 el papa León VIII declaraba que «ningún lugar, aparte de San Pedro de Roma, atrae a tantos fieles venidos de países tan diversos y tan lejanos, como la tumba de San Martín». RÉGlNE PERNOUD, San Martín de Tours, Ediciones Encuentro, Madrid, 1998, pp. 148-149. Exponente de la importancia que adquiere Tours como centro de peregrinación y la fama de San Martín como santo curandero es la embajada que en el año 550 envía a su tumba el rey suevo Cararico desde Galicia para pedir por la salud de su hijo y que su reino fuera liberado de la peste.

25 Liber Sancti Jacobi, Libro V, Cap. VIII, pp. 538-539.

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San Martín ha convertido a la basílica de Tours en el principal santuario de peregrinación de las Galias 26.

No debemos olvidar para comprender el arraigo de la devoción a San Martín, eslavo de nacimiento, en el mundo de las Galias, su labor misional. Según sus hagiógrafos Martín, que pasa por ser el evangelizador de las Galias y sobre todo del mundo rural, llenó las regiones de iglesias y monasterios. Como no podía ser menos su labor misionera consistía en destruir los ídolos y los templos donde se les adoraba buscando convencer a la gente de la superioridad de la fe cristiana y con ello su conversión. A San Martín, Sulpicio Severo, su primer biógrafo, le sitúa evangelizando en Berry, Le~ vroux, en el país de los eudos (Bribacte), en Tréves, París, Chartres, Sens y Viens. A Gregorio de Tours le parecían pocos los lugares que había evangelizado que todavía le atribuyen haber andado por Au­vernia, Saintogne, y la región de Burdeos.

En torno a Tours la peregrinación comienza a tener un sentido penitencial. Se va a la tumba de San Martín a cumplir una penitencia por medio de la cual obtener el perdón de los pecados. Como no podía ser menos, los fieles que van a la tumba de San Martín buscan llevarse de allí alguna reliquia por medio de las cuales conseguir la protección del santo para la casa, los campos y las personas, siendo estas reliquias uno de los cauces de extensión de su devoción por toda Europa 27.

PEREGRINACIÓN A COMPOSTELA

Compostela, que si bien en orden cronológico es el último de los grandes centros de peregrinación en surgir, a partir del siglo IX, se

26 RAYMOND OURSEL, Rutas de peregrinación, Vol. V, Europa románica, Madrid, 1983, 176-178.

27 Entre otros santos patronos de la Edad Medía, muchos de ellos con carác­ter militar a los que se invocó en la cristiandad medieval debemos destacar: San Miguel y San Mauricio en el Sacro Imperio Romano Germánico, San Mauricio, anteriormente había sido invocado como patrón en el reino de Borgoña, San Jorge en Inglaterra, San Dionisia en Francia, San Estanislao en Polonía, Santia­go en los reinos de Castilla y León, San Ladislao en Hungría. MANUEL GARCIA PELA YO, El Reino de Dios arquetipo político. Estudio sobre las formas políticas de la Alta Edad Media, Revista de Occidente, Madrid, 1959, pp. 132-135.

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va a convertir en uno de los centros de peregrinación más importante de la cristiandad medieval, a ella se iba a venerar la supuesta tumba del apóstol Santiago.

Sobre el culto a Santiago debemos señalar varias cuestiones. En primer lugar que tanto en la Iglesia hispanoromana 28, como en la hispanovisigoda y en las primeras comunidades mozárabes no se dio culto a Santiago apóstol, el cual sólo se desarrollará a partir de la difusión de la noticia de la invención de la tumba en el siglo IX. En segundo lugar que la tradición sobre la evangelización de Santiago en España, no es una tradición propia de la Iglesia española, sino que nace tardíamente, en los siglos VII-VIII, a medida que se va desarrollando el culto a los apóstoles 29. En tercer lugar debemos señalar que sólo en el siglo IX, y a raíz de la divulgación de la

28 CARMEN GARCÍA RODRÍGUEZ, El culto de los santos en la España Visigoda, CSIC, Madrid, 1966, pp. 160-162.

29 Entre los siglos V-IX se desauolla la veneración de los apóstoles, en los libros litúrgicos se recogen breves noticias acerca de su vida, nacimiento, predicación, muerte y lugar de sepultura. A Santiago por lo general le atribu­yen la predicación en Judea y Samaria, aunque no falta en otras fuentes de origen capto en que se le atribuye la predicación a los judíos de la diáspora. Otra literatura, desde el siglo IV, desauolla la idea de la predicación de los apóstoles por todo el mundo, el cual se lo reparten en suerte. Didimo el Ciego, siglo IV, en su obra Sobre la Trinidad, afirma que «Uno de los apóstoles recibió en reparto la India, otro España, e inclusive otro más una región hasta la extremidad de la tierra». En esta línea San Jerónimo, en sus comentarios a Isaías y a Ezequiel, esboza la idea de predicación apostólica en Occidente: hasta Iliria y las Españas. Será el llamado Breviario de los apóstoles, obra del siglo VII, el que por primera vez nos da la identidad del predicador en España, Santiago: «Santiago, cuyo nombre significa el que suplanta, hijo de Zebedeo, hennano de Juan, predica aquí en España y en el Occidente, bajo el reinado de Herodes fue ajusticiado con la espada y fue sepultado en Achaia marmorica, el ocho de las calendas de agosto». Igualmente la obra De Ortu et obitu Pa­trum, atribuida a San Isidoro, atribuye a Santiago la predicación en España: «Este Santiago predica el evangelio en España y en las regiones de Occidente, y es al poniente donde conduce la luz de la predicación. Esta idea será reto­mada por Beato de Liebana: Los apóstoles, aunque todos sean uno, sin embar­go cada uno de ellos recibió su propio destino para predicar en el mundo ... Santiago en España». BEATO DE LIEBANA, Comentario al Apocalipsis de San Juan, Libro n, en Obras completas, Madrid, 1995, p. 135; esta misma idea es recogida en el Himno O Dei Verbum, «Después, los grandes Hijos del Trueno/ resplandecen, habiendo alcanzado, a ruego de su ínclita madre,! ambos con todo derecho los honores supremos, gobernando sólo Juan el Asia, a la dere­cha, y su hennano habiendo conquistado España». Ibíd., p. 675.

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invención del sepulcro de Santiago, tenemos noticias de la presencia de las reliquias de Santiago en España y de su enterramiento en Finis Terrae. De hecho siguiendo el testimonio de los Hechos de los apóstoles sobre el martirio de Santiago en Jerusalén, algunos de los antiguos itinerarios o guías de peregrinos a Tierra Santa sitúan la tumba de Santiago en el Monte de los Olivos 30.

Lo que no cabe duda es que la peregrinación a Compostela va a estar motivada no porque Santiago viniese y predicase a España, sino por la difusión, por toda la cristiandad, de la noticia de la invención o hallazgo del supuesto sepulcro del apóstol Santiago, y es que Occidente, si exceptuamos Roma, no cuenta con ningún otro sepulcro apostólico; a ello pronto se añadirá lo que necesitaba todo lugar santo para hacerse popular, la fama que adquiere Santiago como santo taumaturgo. De hecho los relatos sobre los milagros que obra Santiago son una de las causas que provoca el que la gente se ponga en camino hacia la basílica de Compostela, pues en Galicia brilla el gran apóstol con milagros divinos 31.

El camino de Santiago, que como toda peregrinación buscaba que el fiel entrase en contacto con lo divino, que se manifestaba y actuaba allí donde reposaba un santo, por medio de la curación de un mal físico, termina integrando en su recorrido las rutas de pere­grinación a distintos santuarios locales y regionales. El Codex Ca­lixtinus, obra del siglo XII, señala las cuatro vías que atravesando Francia, y convertidas en una única vía en tierra hispanas, en Puente la Reina, se dirigen a Compostela y canalizando a los peregrinos que desde cualquier zona de Europa se dirigían por tierra hacia Compos­tela:

* Vía egidiana, conocida también como vía de Provenza, par­tiendo de la ciudad de ArIes y pasando por Saint Gille, Montpellier, Toulouse y los Puertos de Aspe, canalizaba a los peregrinos de Italia

30 «En aquel monte están sepultados Santiago, el Zebedeo, Cleofás y los cuerpos de Muchos Santos». Itinerario de Antonio Placentino, en Itinerarios y Guías primitivas a Tierra Santa, Sígueme, Salamanca, 1994, p. 127

31 Líber Sancti Jacobi, Libro l, Cap. XII pp. 202-203. Antes de tener lugar la invención de las reliquias de Santiago, Beato de

Liebana, en el himno O Dei Verbum, presenta a Santiago «evitando la peste ... , aleja la enfermedad, calamidad y crimem>. BEATO DE LlEBANA, a.c., p. 675.

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y de las regiones transalpinas por el valle del Ródano hacia los Pirineos que atravesaba por Somport. Esta vía en sentido contrario se convertía en la vía que canalizaba a los peregrinos que desde la Península Ibérica y el sur de Francia iban a Roma a través de la llamada vía romea, la cual desde Roma continuaba hacia el sur de Italia, Bari y Brindisi donde los peregrinos embarcaban hacia Tierra Santa.

* Vía podiensis, partiendo de Sainte Marie du Puy pasaba por Saint Foy de Conques y Saint Pierre de Moissac. Esta vía canalizaba a los peregrinos de Borgoña, zona del Rhin y del sur de Alemania.

* Vía lemosina, parte de Sainte Marie de Vézelay, Saint Léonard de Limousin y la ciudad de Perigeux.

* Vía Turonensis, partía de Saint Martin de Tours y pasaba por Saint Hilari de Poitiers, Saint Jean de Angély, Saint Eutrope de Saintes y la ciudad de Burdeos. Esta vía recogía los peregrinos de Flandes, norte de Alemania y norte de Francia, Normandía y Breta­ña. A la inversa esta vía era el camino por el cual, desde siglos antes se peregrinaba desde la Península Ibérica, fundamentalmente las re­giones del Oeste, hacia San Martín de Tours 32.

Esta integración de las distintas rutas de peregrinación en el camino que conduce a Compostela, nos ayuda a comprender que peregrinar a Santiago se convierta en una especie de viaje por los más famosos santuarios de occidente que tiene por meta la visita del sepulcro de Santiago 33, el cual supera a todo los demás por sus propiedades taumatúrgicas, pues Santiago, como varios siglos antes San Martín, lo cura todo, incluso llega a superar a San Gil que tenía fama, después de los profetas y los apóstoles, de ser el más santo, más glorioso, y más rápido en auxiliar a los que acuden a él en demanda de ayuda, pues Santiago es el que «devuelve la vista a los

32 RENÉ DE LA COSTE-MESSELrERE, La Francia de los caminos de Santiago, en Santiago la Europa de la peregrinación, Lunwer, Barcelona, 1993, pp. 257-297. LUIS VÁZQUEZ DE PARGA, JOSÉ MARÍA LACARRA, JUAN URIA Rru, Las pere­grinaciones a Santiago de Compostela, Vol. n, Madrid, 1949, pp. 43-65.

33 Sobre los santuarios que eran aconsejados visitar por los peregrinos que iban a Compostela puede verse el capítulo VIII, del Libro V del Codex Calix­tinus, Liber sancti Jacobi, pp. 524-549.

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ciegos, el oído a los sordos, la voz a los mudos, la vida a los muertos y cura a las gentes de todas las enfermedades para gloria y alabanza de Cristo» 34.

Esa integración de las distintas rutas de peregrinación en ellla­mado camino de Santiago hará que éste ayude a crear entre los que lo transitan la conciencia de pertenencia a una misma comunidad religiosa, política y cultural, la Cristiandad, que se caracteriza por tener una misma fe, una misma liturgia como forma de expresar esa fe, unos parecidos instrumentos jurídicos, un mismo arte, el romá­nico y el gótico, que la diferencian del mundo bizantino e islámico. A ello no fue ajeno el movimiento cluniacense, verdadero impulsor de la unidad de la cristiandad occidental en torno a Roma, que hará del camino de Santiago uno de los instrumentos propulsores de esa unidad 35. Por ello el camino de Santiago, sin dejar de ser una ruta sagrada, trasciende el hecho devocional al apóstol, para convertirse en lazo de unión de los distintos pueblos que formaban la cristian­dad medieval, entendida como unidad de fe y de cultura. Así tene­mos que desde mediados del siglo X, 950, que tiene lugar la primera peregrinación no hispana a Compostela, la del obispo Gotesca1co de Puy, la peregrinación va en auge. Ya en el siglo XI es frecuente la presencia de peregrinos de Francia, en la segunda mitad de este mismo siglo se constata la presencia habitual de peregrinos valones, alemanes y flamencos, a finales de este siglo se encuentran entre los peregrinos gentes de Italia e Inglaterra; en el siglo XII es habitual la llegada de peregrinos escandinavos; en el siglo XIII, la época dorada de la peregrinación a Compostela, nos encontramos en ella gente de todos los lugares; en el siglo XIV y XV es frecuente la presencia de peregrinos procedentes de los países bálticos.

34 La mejor colección de milagros atribuida a Santiago se recoge en el segundo libro del Codex Calixtinus, Liber Sancti Jacobi, Santiago de Compos­tela, 1951. Pp. 335-381. Igualmente puede verse Los milagros de Santiago, estudio y edición de JANNE E. CONNOLLY, Universidad de Salamanca, Salaman­ca, 1991. Sobre la fama de San Gil, Líber Sancti Jacobi, Libro V. Cap. VII, pp. 526-527.

35 RAYMOND OURSEL, Cluny y el Camino, en Santiago la Europa del Pere­grinaje, Lunwerg editores, Barcelona, 1993, pp. 115-149.

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OTROS CENTROS DE PEREGRINACIÓN

Al margen de las que se denominan grandes peregrinaciones se desarrollan otros centros de peregrinación, entre los que debemos destacar los que hacen referencia a la devoción al Arcángel San Miguel. El culto de San Miguel, procedente del oriente cristiano, se extiende por occidente en los primeros siglos medievales 36. Debido a la influencia de los monjes basilios el culto a San Miguel llega a Italia, en donde la tradición sitúa la aparición de San Miguel en una caverna del Monte Gargano el 8 de mayo del 492, desde aquí, y a lo largo del siglo X, se extiende el culto a San Miguel por toda Italia, en donde se le dedican numerosas iglesias: Espoleto, Rávena, Perugia, Piacenza, Génova, Milán, Roma. En el 709 se funda el santuario de San Miguel de Normandía para conmemorar la apari­ción del arcángel sobre el monte Tumba, que terminará siendo co­nocido como Mont Saint Michel. A partir del siglo VIII se desarrolla la peregrinación a dicho monte, para lo cual se establece una amplia red integrada de caminos que desde distintos puntos de Francia convergen en el monasterio de San Migue1 37

A partir de finales del siglo XII, y debido a la influencia de la obra de un monje cisterciense inglés, El purgatorio de San Patricio,

36 A pesar de que San Miguel era el jefe de la milicia celestial, que había luchado contra Satanás, la devoción a San Miguel, en el oriente cristiano, no veía en él tanto al patrón de los guerreros, cuanto a un santo curandero de todo tipo de enfennedades humanas. Esta era una creencia nacida en el oriente cristiano, en donde en el siglo IV, concretamente en Frigia, junto a la ciudad de Kone, había un santuario que contenía un manantial, que según la tradición había sido abierto por San Miguel y cuyas aguas tenían la propiedad de curar todo tipo de enfennedades. También de los tiempos del emperador Constantino es el santuario de Sosthenion, junto a Bizancio, dedicado a San Miguel. So­ZOMENE, Histoire Ecclésiastique, Livres I-/l, Les Éditions du Cerf, Paris, 1983, Livre n, 3, 8-11.

En Occidente, a 10 largo de los siglos medievales, la devoción popular, ratificada por la liturgia, atribuye a San Miguel una doble función: ser guía del alma al cielo. Para San Gregorio de Tours San Miguel era el psiconauta más importante, el que había presentado a Dios las almas de Adán, Eva, San José y la Virgen María. Esto es 10 que hace por ser el guardián del paraíso y el intercesor del hombre ante Dios en el juicio final. Sólo en segundo lugar es el defensor del pueblo cristiano.

37 JEAN CHÉLINE, HENRY BRANTHOMME, a.c., p. 171. GEORGE MINOIS, Historia de los Infiernos, Paidós, Barcelona, 1994, pp. 208-210.

T

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se hace común la peregrinación a la isla Station en el lago Derg, en el norte de Irlanda, donde se sitúa la entrada al llamado Purgatorio de San Patricio. Esta peregrinación tenía un fuerte sentido peniten­cial, se decía que quien pasaba veinticuatro horas dentro de la cueva, en donde pasando una serie de suplicios, lograba el perdón de los pecados y en el momento de la muerte ir directamente al paraíso. Esta peregrinación que, canalizó peregrinos de todas las partes de la cristiandad occidental, arraigó fuertemente entre los fieles franceses, ingleses y húngaros 3H.

No podemos dejar de mencionar las peregrinaciones marianas, entre las cuales vamos a destacar tres santuarios que quedarán inte­grados en las rutas Jacobeas y que atraen a peregrinos de muy dis­tinta procedencia. La que se dirige a Chartres, que se constituye en el centro de la devoción mariana del mundo Francés, donde la gente de todas las condiciones va a venerar la imagen de la Virgen que en el siglo IX regaló el rey Carlos el Gordo, y más que la Imagen, la Santa Túnica, que según la tradición era la que llevaba la Virgen en el momento de la Anunciación. Chartre quedará integrada en uno de los ramales que desde el norte del Rhin canaliza a los peregrinos de Alemania y los Países bajos hacia Santiago a través de la llamada vía turoniense.

En segundo lugar cabe destacar la llevada a cabo al santuario de Nuestra Señora de Rocamadour, en Quercy, Francia, en donde la peregrinación se desarrolla a partir de finales del siglo XI, siendo a mediados del siglo XII cuando alcanza su pleno apogeo y cuando esta devoción a través de los caminos de peregrinación jacobea se extiende a otros lugares, a Sangüesa, Navarra, en donde es venerada ya a comienzos del siglo XIII, y desde aquí, en tiempos de Alfonso I el Batallador, los navarros introducen la devoción a Nuestra Seño­ra de Rocamador en Salamanca, donde fundan una iglesia y una cofradía en honor de Nuestra Señora de Rocamador 39

• A partir del

38 MARAAGARET W ADE LABARGE, Viajeros medievales, los ricos y los insa­ti5fechos, Nerea, Madrid, 1992, pp. 145-147.

39 María en los pueblos de España, Vol. 3, Guía para visitar los santuarios marianos de Navarra, Ediciones Encuentro, Madrid, 1989, pp. 100-101. Sobre la devoción de Nuestra Señora de Rocamador en Salamanca puede verse, ENRIQUE LLAMAS, Las ermitas de Salamanca.' Historia, arte y religiosidad

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siglo XIV, Y por influencia de la peregrinación a Compostela se extiende hacia los países bálticos, en concreto a Letonia, la devoción a Nuestra Señora de Rocamadour 4o

,

Igualmente debemos mencionar la peregrinación a Notre Dame de Le Puy, que atrae a peregrinos de Auvernia, Alemania, Suiza, Saboya, y cuya devoción se extiende por el camino de Santiago, no en vano uno de los ramales del llamado camino francés, la llamada Vía podiensis, partía de Sainte Marie du Puy 41, Esta advocación mariana arraigará en algunos lugares del Camino de Santiago, en concreto en Estella, Navarra, por la confluencia de los peregrinos y de la población franca de la región de Vezlay traída por Sancho Ramírez de Navarra para la fundación de la ciudad en el 1090 42

,

Debemos señalar la interrelación Rocamadour y Le Puy; de hecho el camino que unía a los dos santuarios marianos, una desviación de la Vía podiensis, era conocido como vía mariana y en él la mayor parte de las iglesias estaban dedicadas a Nuestra Señora.

TIPOS DE PEREGRINACIONES

La peregrinación en principio tuvo un sentido devocional o de sana curiosidad, conocer y venerar los lugares santos, los sepulcros de los mártires, incluso, en el siglo IV, estimulado por la divulga­ción que hizo Atanasio de -Alejandría de la vida monástica a tra­vés de la vida de San Antonio, se puso de moda el viaje para conocer los lugares o monasterios en que vivían los numerosos monjes de Palestina, Siria y Egipto 43, Esta dimensión de la pere-

popular (1128-1861), Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1997, pp. 133-136.

40 CHRlSTIANS KRbTZL, Del mar Báltico a Santiago de Compostela, peregri­najes e influencias culturales, en Santiago, en la Europa del peregrinaje, Barcelona, 1993, pp. 1389.

41 La Vía podiensis, a la inversa, se convertía en camino de peregrinación mariana desde las tierras de España a los santuarios de Nuestra Señora de Puy y Rocamadour. René de la Coste-Messeliere, o.c., p. 262

42 María en los pueblos de Espaíía, Vol. 3, Guía para visitar los santuarios marianos de Navarra, Ediciones Encuentro, Madrid 1989, pp. 117-118.

40 En un principio los monjes, tanto en la opinión de los paganos, como en la de los mismos cristianos, no gozaron de buena opinión, se les acusó de negar

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grinación no se perderá. Con el paso de los siglos, en plena Edad Media, continúa perviviendo este sentido devocional, tal y como lo recogen las Partidas de Alfonso X: «Romeros e peleglinos son omes que fazen sus romerias e pelegrinajes por servir a Dios e honrar los Santos» 44.

En un segundo momento, a partir de los últimos tiempos de la antigüedad y a lo largo de toda la Edad Media, se va a desa­rrollar la pereglinación con un sentido utilitalio, buscar la curación de cualquier tipo de enfermedad o de mal. De hecho si tuviéra­mos que trazar una cartografía de la Europa cristiana de la Alta Edad Media nos encontraríamos que ésta quedaría marcada por los lugares, santualios o basílicas, donde se iba a buscar la inter­vención de los santos curanderos para ser librado del mal físico o espilitual 45.

En un tercer momento, sobre todo a partir del siglo XI, la pere­grinación adquiere un sentido penitencial, se lleva a cabo por impo­sición para purgar los pecados públicos menos escandalosos come­tidos por los laicos o por los pecados escandalosos cometidos por los cléligos mayores 46; de este modo la peregrinación termina con­virtiéndose en la forma no solemne de la penitencia pública. No

con su estilo de vida la vocación social y civilizada del hombre. No obstante en los sectores más populares pronto va a desarrollarse no sólo la admiración de los monjes, sino la veneración hacia los mismos y hacia sus reliquias y es que los monjes comenzaron a ser considerados como hombres de Dios, o los nuevos mártires de la sociedad cristiana nacida a raíz del edicto de Milán del año 313. GARCÍA M COLOMBAS, El Monacato primitivo, B.A.C., Madrid, 1998, pp. 342-341. IGNACIO PEÑA, La desconcertante vida de los monjes sirios, Siglos IV- VI, Sígueme, Salamanca, 1985, pp. 131.137.

44 Los Códigos españoles, concordaos y anotados. Tomo Segundo, Código de las Partidas, Tomo 1 que contiene la Primera y segunda Partida, Madrid, 1848, Part. 1, título XXIV, ley l.

45 Ibíd., Part. 1, título XXIV, ley I. En la ley tercera de este mismo título, De los romeros , e de los pelegrinos, distingue los tres tipos de peregrinación. la que se hace por propia voluntad, la que se lleva a cabo por un voto hecho a Dios, y la que se hace para cumplir por una penitencia impuesta.

46 En el desarrollo de este sentido penitencial de la peregrinación influyen vlllios factores: el Derecho romano que castiga determinados delitos con el destierro, la influencia de los monjes irlandeses que en su práctica penitencial tienen el destierro como pena por una falta grave cometida. El desarrollo de una creencia medieval, la eficacia de la intercesión de los santos para obtener el perdón de los pecados. LUIS V ÁZQUEZ DE PARGA, o.c., pp. 155-157.

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debemos olvidar que la peregrinación penitencial aparece en el mundo monástico irlandés de los siglos VI-VII, donde se impone al monje que ha infligido gravemente la regla la pena del exilio. Este peregrino penitente, que iba de santuario en santuario, era una per­sona angustiada por su conducta, que, en la mentalidad del momen­to, se creía era un pecado grave que ofendía a Dios al poner en entredicho la paz socia1 47

, por ello con su peregrinación lo que bus­caba el peregrino era aplacar la ira de un Dios ofendido y ser admi­tido nuevamente a la convivencia social que con su conducta había puesto en peligro 48. A partir mediados del siglo XI, y como gene­ralización del sistema de indulgencia, por el cual se logra la remi­sión de las penas siempre y cuando se cumpliesen ciertas condicio­nes, entre las que estaba la peregrinación, se generaliza el ganar dichas indulgencias visitando los más importantes santuarios de la cristiandad.

En este contexto de la peregrinación penitencial, en los últimos siglos medievales, se desarrolla la peregrinación judicial, que era impuesta por la autoridad civil para redimir una pena. En los últimos siglos medievales, siglos XIII-XIV, la Iglesia, debido a los excesos de muchos penitentes, comienza a no ver bien esta práctica peniten­cial. Igualmente hay que señalar que por influencia del derecho civil germánico en el sistema penitencial se va a desarrollar la peregrina­ción por poderes, lo que llevaba a que se pudiese redimir la peregri­nación, devocional o penitencial, mediante el pago a otro para que la lleve a cabo en nombre del que indemnizan, esta práctica fue utilizada por los ricos y poderosos que por medio del dinero com­praban los méritos espirituales inherentes a la peregrinación sin te­ner que sufrir los inconvenientes del camino 49.

47 Entre otros pecados que se penabau con la peregrinación penitencial, estaban el homicidio y el robo de bienes eclesiásticos.

48 Este sentido penitencial lo encontramos en el movimiento de las cruza­das, la participación en la misma suponía el ganar indulgencias y en caso de muerte la remisión de los pecados. Más tarde, a mediados del siglo XIII, pero sobre todo a partir de la Peste Negra, mediados del siglo XIV, con las proce­siones de flagelantes. CYRILE VOGEL, 11 pectore e la penitencia el medioevo, Torino, 1970, pp. 27-29.

49 MARGARET WADE LABARGE, a.c., pp. 112-116.

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¿QUÉ ES UN PEREGRINO?

La peregrinación crea un personaje, el peregrino, que más allá de la definición que de él nos da Dante 50, el que va a Compostela, en contraposición al romero y al palmero, que son los que se dirigen a Roma y a Jerusalén, es un término que procedente del derecho ro­mano Sl

, va a ser tomado por los primeros autores cristianos para designar al mismo cristiano al que se considera peregrino en tierra extraña. Pronto dejará de tener esa connotación escatológico-espiri­tual para pasar a designar a todo aquel fiel que se pone en camino para venerar bien los lugares santos de Jerusalén o la tumba de un mártir o de un santo. De aquí que la peregrinación no sea sólo el camino a un lugar geográfico concreto, sino una actitud religiosa.

Si la peregrinación no era un viaje más, tampoco el peregrino debe ser visto como un viajero más, se definía por haber realizado un voto concreto a Dios, realizar un viaje a un lugar santo: «Romero tanto quiere decir ome que se aparta de su tierra e va a Roma, para visitar los santos logares en que yazen los cuerpos de San Pedro e San Pablo, e de los otros Santos que tomaron martirio por Nuestro Señor. E pelegrino tanto quiere dezir como ome estraño , que va a visitar el Sepulcro Santo de Jerusalén, e los otros santos logares en que Nuestro Señor Jesucristo nacio, vivio e tomo muerte e pasión por los pecadores; o que anda en pelegrina e a Santiago oSan Salvador de Oviedo o a otros logares de luenga e estraña tierra» 52.

Poco a poco, a lo largo de la Alta Edad Media, se va a desarro­llar toda una normativa que nos ayuda a definir a los peregrinos. En primer lugar estaba la bendición. El peregrino, antes de partir, era bendecido por el sacerdote, por lo general en el marco de una misa

50 Dante en su obra La Vida Nueva, da dos sentidos a la palabra peregrino. En sentido amplio, peregrino es el que está fuera de su patria; en sentido estricto peregrino es el que va a la casa de Santiago o vuelve. DANTE ALlGHlERI, La Vida Nueva, en Obras Completas, B.A.C., Madrid, 1980, p. 563.

51 Peregrino, según el derecho romano, es el habitante del Imperio que siendo libre no goza del derecho de ciudadanía, igualmente con este término se expresa a aquel ciudadano de un país no perteneciente al Imperio que reside en éste. FRANCISCO HERNÁNDEz-TEJERO JORGE, Derecho Romano, Scelicer, Ma­drid, 1959, pp. 137-139.

52 Código de las Partidas, Par!. I, título XXIII, ley 1.

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de peregrinos, las cuales son conocidas desde principIOS del si­glo XI 53. Para recibir esta bendición era necesario que el peregrino confesase y en algunos casos hubiese hecho testamento, forma de expresar que rompía las ataduras con el mundo y se hacia pobre, ya que «el peregrino que muere con dinero en el camino de los santos se excluye del reino de los peregrinos verdaderos» 54. Con esta ben­dición se expresa que el peregrino era enviado por una comunidad cristiana, bien para agradecer algo a un santo, bien como penitente, y a la vez indicaba que el peregrino marchaba bajo la protección divina. La bendición legitimaba al peregrino, le garantizaba la pro­tección 55, tanto hacia su persona como hacia sus bienes, por parte de la Iglesia o de la autoridad civil: «Tovieron por bien los sabios antiguos que fizieron las leyes, e aun los que fablaron en derecho de la San Eglesia, que los bienes e las cosas de los romeros, ninguno les debe for~ar, nin entrar, ni sacar, nin toller de la tenencia de a los que tovieron lo suyo. E sin por ventura fuesen echados de la tenen­cia por fuerza o de otra manera que los parientes, o los amigos o los vecinos, o los siervos, o los labradores de los romeros puedan de­mandar e cobrar en juyzio la tyenencia que les for~aron, manguer no hayan carta de procuración de los romeros. Otrosi non deve ser

53 La bendición del peregrino consistía en entregarle, des pues de la comu­nión, el traje de peregrino, así como los otros instrumentos propios del camino de peregrinación, fundamentalmente el báculo y la alforja, <<los que vienen a visitar a los santos reciben en la Iglesia el báculo y el morral bendito». Liber Sallcti Jacobi, Libro I, Cap. XVIII, p. 204.

54 Líber Sancti Jacobi, Libro I, Cap. XVIII, p. 210. 55 A lo largo de la Edad Media, para que el peregrino pudiese llevar a cabo

su promesa de visitar un determinado lugar, y ya que por el mero hecho de ser peregrino no estaba amparado por las leyes de su lugar de origen, se va a desarrollar toda una normativa jurídica tendente a proteger al peregrino de agresiones o de explotación económica. El peregrino va a lograr quedar exento del pago de portazgo, peaje por atravesar un puente, se le va a proteger en la medida de lo posible de los abusos de los transportistas, de los mercaderes y hosteleros, de los cuales ya se quejaba el Codex Calixtinus: «En esta tierra, a saber, cerca de Port de Cize, en el pueblo, llamado Ostabat y en los de Saint­Jean y en los de Saint-Michel- Pied-de-Port se hallan unos malvados portaz­gueros, los cuales totalmente se condenan; pues saliendo al camino a los pe­regrinos con dos o tres dardos cobran por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles los dineros que le han pedido, le pegan con los dardos y le quitan el censo, insultándole y registrándole hasta las calzas» Liber Sallcti Jacobi, Libro V, Cap. VII, p. 516.

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aganada carta der Rey, nin del alcalde para sacarlos de la possessión, e de la tenencia de los bienes de los romeros, mientras andovieren en romeria» 56. Igualmente la bendición les garantizaba la hospitali­dad a lo largo del camino. El Codex Calixtinus, que refleja el am­biente de la peregrinación jacobea en el siglo XII, reconoce que todo peregrino, sea pobre o rico, debe ser caritativamente recibido o venerado por todas las gentes, tanto en el viaje de ida como en el de vuelta a Santiago. Este trato al peregrino quedaba justificado por razones espirituales, el peregrino es la imagen de Cristo: «Pues quienquiera que los recibe y diligentemente los hospeda, no sólo tendrá como huésped a Santiago, sino también al señor, según sus mismas palabras al decir en el evangelio: «El que a vosotros os recibe a mí me recibe» 57.

En segundo lugar estaba la carta de recomendación, una especie de salvoconducto, expedido por el párroco del lugar o del obispo, que justificaba la intención del peregrino. Este salvoconducto, al margen de proporcionarle ayuda en el camino, servía de control de los peregrinos, tanto en el viaje de ida como de vuelta, y de esta forma poder distingirlos de los aventureros, rufianes y falsos pere­grinos que abundaban en los caminos de peregrinación. De hecho ya en el siglo IX, un concilio de Chalon sur Saone, 813, ponía en guardia contra aquellos que, llevando una vida licenciosa, se pasa­ban la vida de santuario en santuario, creyendo que de esa forma lograban el perdón de sus pecados. La verdad que nunca faltaron en los caminos de peregrinación los rufianes, pícaros, impostores, esta­fadores, toda una multitud de gente que vivía de los peregrinos y de la buena voluntad de la gente 58.

En tercer lugar estaba la vestimenta como forma de identificar al peregrino. Aunque ésta variaba según la procedencia de los peregri­nos, no faltaban unos elementos distintivos: el capote, que le res-

56 Código de las Partidas, Parto l, título XXIV, ley 3. 57 Liber Sancti Jacobi, Lib. V. Cap. XI. 58 Sobre la picaresca en el camino de Santiago: PABLO ARRIBAS BRIONES,

Pícaros y picaresca en el Camino de Santiago, Burgos, 1993. ANA ARRANZ GUZMÁN, Pecados en torno al peregrino, en HORACIO SANTIAGO OTERO, El Camino de Santiago la hospitalidad monástica y las peregrinaciones, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1992, pp. 195-210.

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guarda del frío y del agua, el sombrero de alas anchas, la calabaza para llevar agua para el camino, la alforja o zunón y el báculo, que solía recibirlo con la bendición a la hora de partir; la caja donde llevaban la carta de recomendación y el salvoconducto para poder transitar por determinados paises, sobre todo en el camino hacia Jerusalén; a finales de la Edad Media se hizo habitual el rosario. Pronto, como podemos comprobar por el semón Veneranda die del Codex Calixtinus, a algunos de estos elementos se les da un sentido espiritual. Del monal se dice que es estrecho porque el peregrino debe poner su confianza en Dios y no en sus propios medios, es de piel de animal porque le recuerda al hombre que debe mortificar su carne y está abierto porque el peregrino debe repartir sus propieda­des con los pobres y estar dispuesto lo mismo a dar que a recibir. Del báculo o bastón, instrumento para defenderse de los lobos y penos, se dice que es el símbolo de la lucha contra las trampas del demonio: «el demonio ladra al hombre cuando provoca su mente a pecar con el ladrido de sus sugestiones; muerde como el lobo cuan­do impulsa sus miebros hacia el pecado» 59. Ya en el siglo XII era tradicional que los peregrinos en su viaje de vuelta trajesen algún objeto que caracterizaba al lugar donde habían peregrinado. En el Líber Sancti Jacobi se recuerda que así como los peregrinos que iban a Jerusalén traían de recuerdo las palmas, «monstrando que han mortificado sus vicios», los que caminaban a Santiago volvían con las conchas, las cuales eran tenidas como símbolo de las buenas obras, del cambio de vida que debía operar la peregrinación en aquellos que la llevaban a cabo 60.

Al peregrino se le exigía un determinado comportamiento, que no quiere decirse que siempre se cumpliese. De hecho antes de partir se pedía que perdonase a los que le habían injuriado, devolviese lo que había robado, dejase ordenados sus bienes. En el camino se esperaba de él que ayudase a los peregrinos más necesitados, trajese conversa-

59 Liber Sancti Jacobi, Lib. 1, Capt. XVII, pp. 204-205. 60 Liber Sancti Jacobi, Lib. 1, Capt. XVII, pp. 205. Los peregrinos que iban

a Roma solían traer limaduras de las cadenas de San Pedro, los que caminaban a Mont Saint Michel venían con frascos del llamado agua de San Miguel, lo mismo ocuróa con los que viajaban hasta Canterbury a venerar la tumba de Santo Tomás. Cf. JEAN CHÉLINI, HENRY BRANTHOMME, O.C., pp. 203-204.

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ciones piadosas, huyese de la embriguez y de la lujuría, y, como no podía ser menos, oyese misa por lo menos los domingos y días de fiesta, tuviese oración, y no dedicarse en el camino al comercio, sino a cosas devotas como es el visitar santuarios y tumbas de santos, a la penitencia y, frente a los favores recibidos, se pedía fuese agradeci­do, así lo recoge en la tradición hispana Alfonso X el Sabio cuando recuerda que «romeria e pelegrinaje deben facer los romeros con gran devoción, diziendo e faciendo bien, e guardándose de facer mal, non andando faciendo mercaderias ni arloterias por el camino; e debense llegar temprano a la posada, quanto pudieren, porque sean guardado de daño e fazar mejor su romeria» 61. A la vuelta se le exige perseve­rar en las buenas obras y apartarse de lo ilícito 62.

A lo largo de los siglos medievales se termina de definir quién puede ser peregrino: un hombre libre, mayor, que no tenga hecha la profesión monástica o recibido las órdenes mayores. En principio, de la peregrinación quedan excluidos los siervos, los monjes, los clérigos, las mujeres 63 , éstos sólo podían llevarla a cabo si contaban con la dispensa de su superior o de aquel a quien estuviesen enco­mendados; los casados necesitaban la autorización de su conyuge para llevar a cabo la peregrinación, exceptuando la peregrinación a Jerusalén 64. Si el peregrino debía contar con la autorización de su

61 Código de las Partidas, Par!. l, título XXIV, ley III El Codex Calixtinus recuerda que «el Camino de peregrinación es cosa

muy buena, pero es estrecho ... El camino de peregrinación es para los buenos carencia de vicios, mortificación del cuerpo, aumento de las virtudes, perdón de los pecados, penitencia de los penitentes, camino de los justos, amor de los santos ... Aleja de los suculentos manjares, ama la pobreza, odia el censo de aquel a quien domina la avaricia» Líber Sancti Jacobi, Libro l, Cap. XVII, p. 204.

62 [bid., Libro l, cap. XVII, pp. 21O-21l. 63 Es significativo esta restricción medieval de la mujer en la peregrinación,

lo cual contrasta con el hecho de que en los primeros tiempos de la peregri­nación, siglos IV-V, nos encontramos con numerosas mujeres haciendo la peregrinación. RAMÓN TEJA, Emperadores, obispos, monjes y mujeres, protago­nistas del cristianismo primitivo, Madrid, 1999, pp. 199-208.

64 «Romeria ninguna non puede prometer el marido sin otorgamiento de la muger, nin la muger sin otorgamiento del marido, fuerase en de yr a lerusalen. Ca esta puede prometer el marido sin otorgamiento de la mujer, porque es más alta romeria que todas, como quier que ella non la puede prometer sin mandato del marido. Código de las Partidas, Partida l, título VIII, Ley IX. Líber Sancti Jacobi, Lib. l, cap. XVII, p.21O.

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conyuge para partir en peregrinación hubo concilios, como el de Ruán de 1072 que amenazaron con la excomunión a las esposas que aprovechando la peregrinación de su marido contraían nuevo matri­monio.

ESPIRITUALIDAD DE LA PEREGRINACIÓN

La devoción que fomenta la peregrinación es una devoción vi­sual y táctil, que, buscando satisfacer la sana curiosidad de los fieles, encamina al fiel a ver y tocar los lugares santos donde se desarrolló la vida de Cristo o donde tuvieron lugar las principales escenas de la historia de la salvación, o al lugar donde reposa un santo, y es que el peregrino cree que es más fácil encontrarse con Dios en estos lugares que 'ser considerados', de ahí la insistencia en visitarlos 6\ y es que en expresión de San Cirilo de Jemsalén mientras «otros sólo oyen, nosotros vemos y tocamos» 66. Esta devoción táctil de la peregrinación la encontramos a lo largo de la Edad Media, es significativa la costumbre de la peregrinación ja­cobea de abrazar la imagen de Santiago diciéndole: Amigo, enco­miéndame a Dios 67.

Este ver no es una simple curiosidad, sino que debe llevar a la contemplación de la realidad espiritualidad que evoca lo visto, es lo que San Jerónimo en el epitafio de su amiga Paula defiende: «Yo la oí jurar con los ojos de la fe, contemplaba al niño envuelto en pañales, que lloraba en el pesebre ... » 68. El Codex Calixtinus, expo­nente de la tradición jacobea reconoce que la fe tiene más mérito

65 Valga como muestra de lo dicho lo que San Jerónimo nos cuenta de la visita de Paula al Santo Sepulcro: «postemada ante la cruz, adoraba al Señor como si lo estuviera viendo colgado de ella. Entró en el sepulcro de la Anas­tasia y besaba la piedra que el ángel habia removido del mismo. El lugar mismo en que había yacido el Señor lo lamía, por su fe, con la boca, como un sediento que ha hallado las aguas deseadas», SAN JERÓNIMO, Cta, 108, 9.

66 Hablando de la muerte y de la crucifixión de Cristo, San Cirilo de Jerusalén, afinna que nunca se debe experimentar cansancio de oír los triunfos del Señor, sobre todo en este Gólgota, tres veces santo», SAN CIRILO DE JERU­SALÉN, o,c., Catequesis 3, 7.

67 Sobre el abrazo a Santiago: LUIS VAZQUEZ DE PARGA, O.C., p, 553-554. 68 SAN JERÓNIMO Cta. 108, 10,

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para que Dios obre milagros por medio de sus santos que ir ante la presencia del cuerpo de los mismos santos 69.

Con la peregrinación se trata de fomentar la oración y el senti­miento de adoración. Ya en los primeros momentos de la peregrina­ción a Jerusalén se reconoce que se va allí a adorar los lugares santos y la preciosa cruz. A lo largo de la Edad Media se recomien­da a los peregrinos que veneren las reliquias teniendo oraciones por el día y vigilias nocturnas, para lo cual muchos peregrinos pasaban noches enteras encerrados en las iglesias que guardaban las reli­quias. Es la oración, individual, pero sobre todo colectiva, a través de la novena de vigilias, que se hace común a partir del siglo XII, la práctica más habitual en los lugares de peregrinación. Aquella gente estaba convencida que con la oración se ayudaban a ganar el cielo. El Codex Calixtinus al hablar de la Iglesia de Santiago nos dice que ésta no resplandece sólo por los milagros, por otra parte tan demandados, que allí obra Santiago, sino «porque allí se atienden las preces de las gentes fieles» 70.

Al finalizar la vigilia solían confesar, comulgar y ofrecer su ofrenda en agradecimiento por la protección recibida o en previsión de que se le conceda lo que pide. No faltaba la promesa de consa­grarse al servicio del santo a través de la participación en cofradías y hermandades que tenían por objeto no sólo prestar servicios de carácter religioso, celebrando funerales y rezando por los miembros que fallecían, sino mantener viva la devoción, promover la peregri­nación y ayudar a los que se ponían en camino.

Al fomentar una devoción táctil, tangible a los sentidos, el pere­grino lo que quería, cuando llegaba al lugar de peregrinación, era estar lo más próximo posible a las reliquias, entrar en contacto material con ellas, y obtener, si es posible, todo tipo de reliquias para llevarlas a su lugares de origen, y es que se estaba convencido de que Dios se manifiesta en la tierra por los milagros que los santos realizan, por eso al ponerse en camino hacia su tumba y poder tener, si es posible, sus reliquias buscaba asegurarse la protección del santo para esta vida y su intercesión ante Dios para la otra.

69 Líber Sacti Jacobi, Libro 1, Capt. XVIII. p. 203. 70 Ibtd., Libro V, capítulo IX, p. 571.

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La peregrinación pretende fomentar la piedad, la devoción hacia el lugar al que se peregrina, que es considerado como un lugar santo, por eso desde los primeros tiempos de la peregrinación no sólo se informaba uno del mismo, sino que oraba en él. En el Itinermio de la Virgen Eteria se nos dice que cuando llegó ante el sepulcro de Santa Tecla en las cercanías de Corico hizo oración ante el sepulcro y leyó las actas de Santa Tecla, lo mismo nos dice que hizo en Constantinopla «en las iglesias o monumentos de los apóstoles y en todos los sepulcros, que allí son muchos» 71.

Se pretendía que la peregrinación fomentase el espíritu ascético, de pobreza, de desprendimiento y de ruptura, aunque fuera temporal, con el mundo, por eso la imagen que se desprende del peregrino es la de un hombre que hace el camino a pie, sin grandes medios, acogiéndose a la hospitalidad. La imagen de peregrino que se nos desprende de la lectura del Codex Calixtinus es la de aquel que busca imitar la vida apostólica, de caminantes pobres: «de ningún modo se les conceda a los peregrinos llevar dinero, a no ser para repartirlo entre los pobres». Y es que el peregrino tiene que ser un imitador de aquel a quien visita: «Si el señor no entró en Jerusalén en un caballo o mula, sino en un asno ¿qué será de aquellos que con caballos y mulas lucidísimas y con grandes monturas de comodida­des van allá? Si San Pedro fue a Roma descalzo y sin dinero y habiendo sido crucificado se llegó al Señor, ¿cómo muchos peregri­nos cabalgan con mucho dinero y dos vestidos, comiendo manjares deliciosos, bebiendo más vino de la cuenta y nada repartiendo entre sus hermanos se dirigen a El? Si Santiago sin dinero ni calzado, fue peregrino por el mundo y, finalmente degollado, subió al paraíso, ¿cómo los peregrinos repletos de diversos tesoros, sin dm" a los necesitados, se encaminan hacia él? ... » 72. Valga este texto, a la vez, como exponente de lo que se deseaba fuera la peregrinación y crítica del ideal no siempre conseguido.

71 Era costumbre de la peregrina Egeria, desde que inició su VIaje por Palestina, «según la costumbre y práctica que teníamos al llegar a cualquiera de los lugares santos ... se hizo oración, se leyó la lección y se dijo el salmo apropiado». A. ARCE, a.c., pp. 227, 191, 253, 255.

72 Liber Sancti Jacobi, Libro 1, capt. XVIII, pp. 209-210.

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CRÍTICA A LA PEREGRINACIÓN

A pesar del auge que expelimenta la pereglinación y de su acep­tación durante los siglos medievales, siempre se dio una cierta reti­cencia por parte de los espilituales, que llaman la atención sobre el falseamiento de la práctica devocional, ya que para ellos el verdade­ro culto que hay que tlibutar a Dios es el que se le da en espíritu y en verdad; y es que la peregrinación a veces da pie a una vida un tanto licenciosa: «No es de alabar el haber estado en Jerusalén, sino el haber vivido bien en Jerusalén ... No pienses falta nada a tu fe porque no hayas visto a Jerusalén, ni me tengas a mi por mejor porque gozo de la vivienda de este lugar» 73. En la misma línea se mueve San Agustín cuando, criticando la costumbre nada edificante de las borracheras de los peregrinos en la basílica de San Pedro, invita para honrar al apóstol «escuchar sus preceptos, examinar con la mayor devoción las epístolas en las que se manifiesta su voluntad, y no la basílica en la que tal voluntad no aparece» 74.

La peregrinación va a entrar en crisis, no quiere decir con esto que desaparezca, pues continuará, aunque mermada, y se verá re­vitalizada, con otras perspectivas que las que tuvo en los siglos medievales, en el siglo XIX. Esta clisis se debe a distintos factores. El desarrollo del tema de la peregrinación espiritual, que en la línea de lo que ha sido la Devoción Moderna hace de la vida cristiana una a~entura espiritual, la peregrinación es un ejercicio espiritual más que uno puede cumplir en su propia casa, sin dejar su tierra o su familia, lo que importa es buscar a Dios no en otros lugares, como hace el peregrino, sino en el interior de uno mismo. Se insiste en que el clistiano es un pereglino, no por que ande por los camino, sino por progresar cada día en el seguimiento de Clisto, libre de ritualis­mos, de ceremonias religiosas, no andando de pereglinación, camino de Jerusalén, Roma o Santiago, «donde no tienen nada que hacer, y, en cambio, dejan abandonados la mujer, la casa y los hijos» 75. En

73 SAN JERÓNIMO, Cta. 58, 2-4. 74 SAN AGUSTÍN, Cta. 29, 10. 75 ERASMO DE ROTTERDAN, Elogio de la Locura, Espasa-Ca1pe, Madrid, 1969,

p.92.

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esta línea, y al no poder ir a Tierra Santa se generaliza el llamado Vía Crucis, en donde los fieles devotos encuentran un sustituto de la peregrinación, pudiendo contemplar y recorrer en espíritu los lu­gares de la pasión y muerte de Cristo sin tener que abandonar la vida cotidiana.

La crítica que se hace en los movimientos espirituales, valden­ses, wic1erianos, husitas, al sistema de indulgencias y al culto a las reliquias, que está en la base de las peregrinaciones, que culminará en la crítica de los reformadores. Valga como exponente de la mis­ma lo que Lutero, en el Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana, afirma, la necesidad de suprimir todas las peregri­naciones ya que son el motivo de «innumerables ocasiones de pecar y de menospreciar los mandamientos de la ley de Dios» 76. Debemos tener presente que en el catolicismo postridentino, aunque se reafir­ma el valor de las indulgencias y la veneración de las reliquias de los Santos, la devoción individual triunfa sobre la fe colectiva, que había sido la que mantuvo vivo el espúitu de la peregrinación.

El hundimiento de la cristiandad, con el cisma de Occidente, siglos XIV -XV, la ruptura protestante del siglo XVI, la división religiosa y el establecimiento de nuevas fronteras en Europa y las guerras de religión, hicieron difíciles las peregrinaciones.

76 «¿Por qué dejar su parroquia, la palabra de dios, mujer e hijos, etc. que son necesarios y a los que estamos obligados, para correr tras esos fuegos fatuos, inútiles, inciertos, peligrosos del diablo? Ha sido el Demonio quien ha aconsejado al papa que confirme y dignifique esta práctica para desviar de esta suerte a la gente de Cristo y con el fin de que confien en sus obras propias y se tornen en idolatría; que esto es lo peor, además de tratarse de algo innece­sario, no preceptuado ni aconsejado e incluso peligroso». LUTERO, Los artículos de Schalkalda, en Obras, edición preparada por Teófanes Egida, Sígueme, Salamanca, 1977, p. 340.