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LAS HIJAS DE TARA

LAURA GALLEGO GARCAAgradecimientos

Justo es decir que este libro nunca habra visto la luz sin la intervencin de una serie de personas que merecen, por supuesto, ocupar un hueco en esta pgina. En primer lugar, los tres autnticos "hijos de Tara": Fernando, que me pidi que escribiese esta historia; Andrs, que me ayud a escribirla, y Javier, que colabor en la conformacin de este mundo. Despus es necesario recordar a todos aquellos que en un momento dado aportaron crticas, ideas, sugerencias... que ayudaron a perfilar la historia: Sergio, Guillermo, Teresa, Fernando (padre)...

Tambin cabra citar a los "maestros" en los que se inspir este libro: Isaac Asimov, William Gibson y un largo etctera que incluye no solo a escritores, sino tambin a autores de pelculas, cmics... que cayeron en mis manos mientras trataba de ponerme al da en el mundo de la cienciaficcin para escribir esta historia.

A todos vosotros, mi ms sincera gratitud.

Para Andrs, mi "socio", en recuerdo de aquellos momentos en el "Barocco", de aquellos borradores, de tantas horas de reunin,y de muchas cosas ms.

Porque esta fue la primera historia que fabulamos juntos y, por supuesto, no ser la ltima.

El hombre olvida sus orgenes; la naturaleza, nunca.

Paulo Coelho, Brida.

ndice

Prlogo... 9

Captulo 1 Cielos de acero. 15

Captulo 2 Luz en las tinieblas.... 32

Captulo 3 Horizonte brumoso.... 45

Captulo 4 Tneles letales... 64

Captulo 5 Trampa flotante.. 83

Captulo 6 Fuente de vida. 100

Captulo 7 Ciudad salvaje. 119

Captulo 8 Paradoja artificial 135

Captulo 9 Hielo virtual... 151

Capitul 10 Bosque al acecho...,. 171

Prlogo

Kurt caminaba por un terreno yermo y baldo, envuelto en hmedas nieblas fantasmales que se cerraban sobre l y se adheran a su piel como si se tratase de manos espectrales que intentaran atraparlo con sus dedos ganchudos y pegajosos. Andaba encorvado, con dificultad, casi arrastrndose, con sus ltimas fuerzas. Su respiracin era pesada e irregular; tena los pulmones ardiendo despus de vagar durante tantos das por aquel erial envenenado. Sus ojos, cansados y hundidos, apenas vean ms all de lo que tena delante. Llevaba horas dando vueltas sin rumbo fijo, esperando, simplemente, que le llegara la muerte.

No se percat de que algo cambiaba en aquel horizonte gris. Ms all, las nieblas parecan aclararse y una difusa lnea verde comenzaba a distinguirse detrs.

Kurt no se dio cuenta de hacia dnde se diriga hasta que se detuvo un momento a recuperar aliento y alz la mirada.

Entonces los vio.

Sombras que se alzaban entre las nieblas. No seran ms de una docena, pero se erguan orgullosas y altivas, y parecan estar aguardndolo. Sombras humanas.

Kurt se estremeci y se mir las manos, unas manos llenas de bultos bajo una piel quemada por la radiacin. No dudaba de que el resto de su cuerpo presentaba el mismo aspecto, y tampoco dudaba que ningn ser humano podra vivir all sin acabar como l.

Se esforz por ver mejor entre la niebla. Aquellas personas no parecan enfermas. Estara llegando a alguna duma, como aquella de la que haba escapado?

Kurt estuvo a punto de dar media vuelta, pero las piernas le fallaron y cay al suelo, de rodillas. Con un poco de suerte morira antes de que lo llevasen a la duma. No, no quera regresar a la duma, a ninguna duma. Por eso haba huido, por eso haba vagado da y noche por los Pramos, aquel desierto envenenado por la contaminacin y la radiacin, enfrentndose a una muerte dolorosa y horrible. Cualquier cosa antes de tener que soportar aquel enloquecedor dolor de cabeza.

Cuando quiso darse cuenta, las siluetas que se recortaban entre las nieblas ya no eran simples sombras, sino hombres y mujeres de carne y hueso que lo rodeaban con gesto serio. Kurt hizo un esfuerzo y logr echarles un vistazo.

Vestidos con pieles de animales, tocados con plumas, provistos de armas tan primitivas y elementales como lanzas, espadas, arcos y flechas, aquellos hombres y mujeres lo miraban con el orgullo dibujado en sus rostros morenos y angulosos, y el desprecio reflejado en sus ojos de aguilucho. Tras ellos aguardaban sus monturas, unos extraos animales bpedos de pelaje rojizo. A Kurt se le hel la poca sangre que le quedaba en las venas.

Aquellas personas eran lo que los urbanitas, los habitantes de las dumas, llamaban "salvajes".

As pues, haba llegado a los lmites de Mannawinard.

No haba sido aquella su intencin al huir de la duma, loco de dolor. Entonces, hasta los emponzoados Pramos le habran parecido un destino mejor que el aterrador Mannawinard, la inmensa y despiadada selva donde solo haba dos opciones: aprender a vivir como animales, o morir.

Kurt mir a los salvajes con cansancio. Saba que, despus de tanto tiempo errando por los Pramos, comiendo los pequeos animales mutantes que cazaba y bebiendo las aguas de estanques contaminados, l mismo estaba tan enfermo que no le sera ya posible iniciar una nueva vida en ningn otro lugar. Haba perdido el cabello, estaba casi ciego y su cuerpo se encontraba lleno de bultos que no eran otra cosa que tumores provocados por la radiacin. Se le caa la piel a pedazos, tena la sangre envenenada, los pulmones abrasados y el sistema digestivo casi destrozado.

Matadme pidi a los salvajes, con el poco aliento que le restaba. Matadme, por favor.

Ellos no dieron muestras de haber entendido sus palabras. Mientras mantenan una rpida conversacin en un idioma que Kurt no entenda, el urbanita sinti que llegaba al lmite de sus fuerzas. Se le nubl la vista y, con un apagado jadeo, cay de bruces al suelo agrietado y polvoriento.

Cuando recobr la consciencia, el escenario haba cambiado notablemente. Se hallaba fuertemente amarrado a un poste, y haba algo fresco y suave a sus pies, algo inquietantemente vivo. La luz del sol se filtraba lentamente por una especie de tamiz que estaba justo sobre l, y se oan misteriosas melodas que Kurt no haba escuchado nunca. Lentamente, sus castigados ojos lograron ver algo de que lo que haba a su alrededor.

Estaba en un bosque, atado a un rbol, sentado sobre la hierba, escuchando los cantos de los pjaros.

Naturalmente, puesto que Kurt haba nacido en una duma, una de las enormes megaciudades que se alzaban ms all de los Pramos, nunca haba visto nada semejante. Pero haba odo hablar de ello, le haban explicado todo aquello en las clases de historia del colegio, desde que era un nio. Se llamaba Naturaleza. Y era enemiga del hombre y su tecnologa.

Kurt sinti que se le encoga el estmago de terror.

Estaba en Mannawinard. Por qu no lo haban matado los salvajes?

No tengas miedo dijo de pronto una voz justo a su lado, una voz femenina.

Kurt se volvi hacia all y, con dificultad, logr distinguir los rasgos de una muchacha. Era muy joven, pero, aun as, su largo cabello era del mismo color que sus ropas, blancas como la nieve.

Hablas mi idioma pudo decir. Eres urbanita?

La chica no contest. Le dio a beber algo y Kurt acept casi sin darse cuenta. Un lquido fresco, pero que no saba a nada.

Me llamo Hana dijo ella, y soy sacerdotisa de Tara.

Kurt logr esbozar una sonrisa con sus agrietados labios. Los salvajes eran tan primitivos que an crean en dioses. Cmo poda una parte de la humanidad haber dado un paso atrs tan gigantesco en su evolucin?

Matadme dijo Kurt, sin plantearse por qu la muchacha poda comunicarse con l con tanta facilidad. Estoy enfermo, y no quiero vivir como vosotros. Matadme.

Hana se sent junto a l, aparentemente sin dejarse impresionar por su aspecto, y le dirigi una mirada lmpida y profunda.

Los Ruadh estaban a punto de ejecutarte le inform. Pero yo he hablado con el jefe Conall y le he pedido tu vida.

Por qu has hecho eso? gru Kurt. Ya te he dicho que quiero morir. O es que puedes curarme con tus artes oscuras?

Hana sonri.

Yo no puedo curarte con mi magia dijo, aunque estoy segura de que en Mannawinard existen poderes que pueden lograr lo imposible. Pero, de todas formas, los Ruadh nunca te dejaran entrar en el bosque. No eres uno de nosotros.

No quiero ser uno de vosotros replic rpidamente Kurt.

No podras. El brujo ha descubierto que algo en tu cabeza no es natural.

Kurt tard un momento en entender lo que quera decir.

El urbanita perteneca a una buena familia; pero, por alguna razn, algo haba salido mal en las planificaciones de los genetistas, y haba nacido con un defecto congnito: le faltaba parte del crneo. Eso no haba supuesto ningn problema para l, puesto que la ciencia en las dumas poda hacer cosas tales como dotarlo de un crneo artificial mediante una sencilla operacin. Quiz la salvaje se refera a eso.

Matadme de una vez gru de nuevo Kurt.

Hace varios aos que no acude nadie a Mannawinard le explic ella, como si no le hubiera odo. T eres el primero. Por qu has venido?

Kurt gru otra vez, pero haca rato que sus dolores haban disminuido, y en el fondo echaba de menos la conversacin con otro ser humano, aunque fuera una salvaje. De modo que le habl de sus dolores de cabeza.

Haba pasado treinta aos viviendo con su crneo artificial sin tener un solo problema. Pero, transcurrido este tiempo, algo haba empezado a cambiar. Primero eran pequeos pinchazos en la sien, despus se convirtieron en jaquecas crnicas, luego en una migraa casi permanente. Lo haba probado todo, pero los mdicos no lograban remediar su mal. Le hicieron multitud de reconocimientos y todos concluyeron lo mismo: estaba sano, no haba ningn problema en su cabeza, su crneo no estaba deteriorado.

Los dolores se hicieron casi insoportables. Kurt dej su trabajo en la gran empresa Protogen, abandon a su familia, dej de ver a sus amigos. Descubri que los dolores se hacan ms intensos cuando pasaba cerca de la alta torre que haban construido en el centro de la ciudad; se quej al Consejo, pero le dijeron que era imposible que la actividad de la torre provocara sus migraas, porque en ningn caso afectaba a los seres humanos.

Sin embargo, Kurt saba que no era as. Se fue a vivir a otra duma, pero sus dolores no desaparecieron. Finalmente, loco de dolor, se atrevi a abandonar la ciudad y a internarse en los Pramos. Lejos de las dumas, las migraas cesaron, pero la contaminacin de aquel lugar maldito comenz a envenenar su cuerpo lentamente.

Hana escuch su historia con atencin. Despus habl con voz suave y serena:

Cuando comenz la guerra entre Mannawinard y los urbanitas de las dumas, muchos de estos huyeron para unirse a nosotros y regresar al seno de la Madre Tierra. Durante muchos siglos, sin embargo, los Pramos actuaron como una frontera infranqueable, porque nadie poda adentrarse en ellos sin morir instantneamente. Pero con el tiempo, el aire limpio de Mannawinard logr purificar en parte la atmsfera contaminada de los Pramos, y de nuevo volvimos a recibir a prfugos de las dumas. No eran muchos, eso es cierto, pero acudan a nosotros. Y de pronto, un da dejaron de venir. Por eso nos interesa mucho saber por qu, despus de tanto tiempo, has aparecido t aqu hoy.

Ya te lo he contado, ya te he dicho lo que s. Ahora, por favor,aydame a morir.

Y qu vas a hacer despus

Despus?

Cuando mueras, adonde irs?

Kurt dej escapar una amarga carcajada.

Nadie va a ninguna parte despus de muerto, nia.

Te equivocas. Todos vamos a donde queremos ir porque, tras la muerte del cuerpo, nuestro espritu, por fin, es capaz de volar libre. Si t crees que no irs a ninguna parte, puede que entonces tu espritu muera de verdad.

Con las escasas fuerzas que le quedaban, Kurt trat de deshacerse de las cuerdas que lo mantenan atado. No lo consigui.

Maldita sea, nia, cllate y djame morir de una vez!

Ella no se inmut. Se inclin junto a l.

Si pudieses elegir, adonde iras?

Kurt call un momento. Sus ojos se nublaron.

Ira a un lugar donde existiera la paz. Un lugar don de mi cabeza pudiera por fin quedar en silencio.

Entonces all es a donde irs, Kurt Kappler de Duma Kendas susurr la muchacha con dulzura.

Kurt no se pregunt por qu conoca ella su nombre. Cerr los ojos y una maravillosa sensacin de bienestar lo recorri de arriba abajo. Ser magia?, se dijo, absolutamente aterrado. Pero no tena fuerzas para resistirse.

El dolor ces, y una inmensa paz se apoder de l. Finalmente, con una serena sonrisa en los labios, Kurt expir.

Hana se qued un momento inmvil bajo la sombra de la ltima fila de rboles, contemplando el horizonte envuelto en niebla, meditando las palabras del urbanita. Tras ella, silenciosas, las mujeres de su grupo esperaban su seal.

Hana haba sido elegida por la diosa Tara para iniciar un acercamiento entre los urbanitas y los habitantes del bosque, la Sacerdotisa Kea se lo haba comunicado apenas unos meses antes. Ella y sus compaeras deban abandonar Mannawinard, quiz para siempre, e instalarse en aquel lugar desolado que haba destrozado con su veneno el cuerpo de Kurt Kappler. Su misin era fundar una comunidad que extendiese la voz de Tara ms all de los lindes de Mannawinard.

Pero Hana no tena miedo, aunque saba que echara de menos Mannawinard y su vida sirviendo a Tara, la Diosa Madre, la divinidad de la Tierra, que haba resucitado para volver a tomar el control del planeta.

Record la extraa historia de Kurt y frunci el ceo. Sospechaba que aquella informacin era importante, muy importante, pero no saba en qu sentido.

Algn da lo averiguaremos, se dijo a s misma, llena de fe. Y te prometo, Kurt, que nadie ms sufrir como t. Saba que, para cumplir su promesa, haran falta aos, quiz siglos; pero alguien deba dar el primer paso.

Hana se volvi hacia sus compaeras. Todas ellas estaban nerviosas, pero le devolvieron una mirada decidida.

Una suave brisa las envolvi, como un clido aliento de despedida, y jug con los cabellos blancos de Hana. Ella sonri. As hablaba con los suyos la Diosa Madre.

Pero Hana pudo percibir algo ms en aquella brisa, algo que ninguna de sus compaeras fue capaz de captar: el espritu de Kurt descansaba, por fin, en un lugar lleno de paz y silencio.

La muchacha sonri de nuevo. Carg con sus escasas pertenencias y dio un paso hacia delante, y despus otro, y otro, hasta que las nieblas de los Pramos se la tragaron.

Una tras otra, las mujeres elegidas la siguieron.

Captulo 1

Cielos de acero

Se enfund los guantes negros, pensativa, y mir hacia arriba, tan arriba como podan alcanzar sus ojos. El enorme edificio de la sucursal de Probellum se alzaba hasta el infinito y se perda en el cielo nocturno.

La muchacha suspir casi imperceptiblemente y flexion un brazo, sintiendo los msculos bajo la piel. Asinti, satisfecha, y procedi a doblar el otro brazo y a mover un poco las piernas, solo para asegurarse de que no estaba entumecida de tanto esperar. Necesitaba que todo su cuerpo estuviese en perfectas condiciones aquella noche.

Apoy la espalda en la pared y mir a su alrededor. Aquella amplia avenida del centro de Duma Findias estaba casi vaca. Apenas unas horas antes bulla de actividad, repleta de jvenes que estaban de juerga. Ahora, despus de que los robots vigilantes hubiesen dado el toque de queda, apenas s quedaba algn rezagado borracho, arrastrndose hacia la zona residencial.

Kim los haba observado gritar, rer, hacer ruido y divertirse entre las luces de nen. Saba que nunca sera como ellos, pero no los envidiaba. Llevaba aquella vida por eleccin propia. Una vez, tiempo atrs, ella tambin haba vivido en el Centro.

Una jaula de oro murmur para s misma.

De pronto se le puso la piel de gallina y sinti que alguien se deslizaba hacia ella, entre las sombras. Aguz el odo, un odo extraordinario, mejorado biotecnolgicamente para escuchar hasta el ms leve soplo de brisa, y percibi unos pasos que se acercaban.

Fue visto y no visto. Con un movimiento de pantera se separ de la pared, sac su arma y apunt a la oscuridad.

No des un paso ms advirti, con voz fra y acerada.

Kim, soy yo.

Kim no apart la pistola hasta que vio emerger de las sombras a un hombre fornido y musculoso, con el crneo rasurado, tambin vestido de negro.

TanSim vmurmur ella entonces, de mal humor. Se puede saber por qu llegas tan tarde?

Hay un cambio de planes.

Kim lo mir, intrigada y suspicaz. TanSim sonri.

Olvdate de Probellum, pequea. Esta noche va a caer un pez ms gordo.

Kim sinti inmediatamente en sus venas el veneno de la excitacin por el peligro, el riesgo y la aventura. Probellum era la megacorporacin ms avanzada en armamento y sistemas de defensa, y su sucursal de Duma Findias era un autntico fortn. La muchacha llevaba semanas preparando aquel asalto; pero, si TanSim tena razn y sus superiores les haban encargado algo ms difcil...

Lade la cabeza y mir a su compaero, exigiendo una explicacin.

Nemetech dijo l, con una amplia sonrisa.

Kim respir hondo. Nemetech tena su sede central en Duma Findias, y era prcticamente la duea y seora de la ciudad. Nemetech no tena un edificio de ciento cincuenta plantas, como Probellum. Nemetech iba mucho ms all: sus instalaciones de Duma Findias estaban constituidas por todo un complejo de edificios enormes y altsimos, una ciudad dentro de la ciudad.

Pese a ello, solo haba dos cosas interesantes que robar en Nemetech: prototipos e informacin.

Kim sonri. La mejor forma de robar informacin era contar con los servicios de un hacker; y la chica solo conoca a uno lo suficientemente bueno como para poder entrar en los archivos virtuales de Nemetech. Ese uno no perteneca a la Hermandad, y Kim saba positivamente que no se molestara en escuchar a alguien como TanSim.

Por tanto, solo quedaba una posibilidad: robar prototipos del LIBT, Laboratorio de Investigacin Biotecnolgica, de Nemetech.

Kim alz la cabeza para mirar a su compaero.

No voy a entrar ah contigo, TanSim le advirti.

El mercenario le dedic una amplia sonrisa.

Por qu no, pequea? Tienes miedo?

Soy prudente replic ella. No es que dude de tu talento, amigo mo, pero reconoce que el LIBT de Nemetech es algo que excede tus capacidades.

TanSim hizo una mueca de desprecio.

Todava te acuerdas de aquello, eh? Admtelo, pequea: Duncan el Segador est muerto, y no va a volver solo porque t lo eches de menos.

No lo echo de menos replic Kim secamente. Pero era el mejor mercenario de la Hermandad, mejor que t y que yo, y que Donna, lo sabes. Era el mejor y cay all dentro. Es como para pensrselo, no crees?

Depende de cunto paguen.

Kim no respondi. Saba que algn da hara una incursin en el LIBT de Nemetech, saba que saldra con vida. Pero todava no estaba preparada. En el fondo, pese a lo que quisiera hacer creer a sus compaeros, an senta una punzada de dolor al evocar a Duncan, el mejor mercenario de todas las dumas, su maestro, su amigo.

No sufras, pequea aadi TanSim. No vamos a entrar en el LIBT, o, al menos, no esta noche.

Kim lo mir, intrigada. TanSim sonri de nuevo.

El pequeo robot rastreador se detuvo junto al muro de seguridad. Una luz roja parpade en la parte superior de su armazn; bip-bip, hizo el robot suavemente. Sus sensores haban detectado algo extrao en un rincn en sombras, as que procedi a iniciar el activado del mecanismo que dara el aviso a los guardias de seguridad.

Nunca lleg a hacerlo. Un pequeo rayo lser sali de las sombras y fundi sus circuitos de orientacin en apenas unas centsimas de segundo.

El robot emiti un agudo pitido y sali rodando a toda velocidad, humeando, alejndose de all y perdindose en la oscuridad.

Sobrevino un silencio. Entonces, lentamente, una sombra se desliz junto a la pared, una sombra gil, rpida, silenciosa y letal.

El intruso mir a su alrededor. No se vea al robot rastreador por ningn lado, y los vigilantes, segn sus informes, no tenan que aparecer por aquel sector hasta dos minutos despus.

Dos minutos. Eso bastara.

Alz la cabeza para mirar a lo alto del enorme edificio que tena frente a s. Como la mayora de rascacielos del Centro, sus ltimos pisos rozaban las oscuras nubes, del color del acero, que siempre cubran Duma Findias. El incursor sonri para s mismo bajo el pasamontaas negro y activ con solo desearlo su mecanismo de visin nocturna. Apenas se oy un leve zumbido: bzzzzzzz, y alrededor de sus ojos azules aparecieron dos cercos metlicos que, a la manera de unos anteojos, crecieron directamente desde su piel para formar unos prismticos. Cuando la lente se cerr ante sus pupilas, el intruso volvi a mirar hacia arriba. Otro zumbido, bzzzzzz, y el zoom de los pequeos prismticos enfoc a una de las ventanas.

El intruso estudi la ventana con atencin, calibrando todas las posibilidades. Una voz metlica son desde el intercomunicador colocado cerca de su odo.

Lo tienes, Cua?

Lo tengo, Trueno respondi el intruso en un susurro; su voz qued ligeramente ahogada por la tela del pasamontaas. Piso cuarenta y ocho. Doble cristal de seguridad. Pan comido.

He desactivado la alarma, Cua. El resto es cosa tuya. Podrs alcanzarlo?

Es un juego de nios.

El incursor cort la comunicacin y mir a su alrededor. Se oan pasos un poco ms all, de modo que decidi apresurarse. Volvi a centrar su mirada en la ventana del piso cuarenta y ocho. Bzzzz, volvi a zumbar el aparato.

Objetivo centrado son una voz ciberntica, tan leve que solo el intruso pudo orla. Coordenadas fijadas.

Sistema de propulsin murmur l, en respuesta.

Sinti enseguida que las suelas de sus botas se recalentaban.

Sistema de propulsin activado replic la voz ciberntica.

El intruso hizo que sus pequeos prismticos volvieran a retraerse hasta quedar ocultos de nuevo bajo la piel, como si jams hubiesen estado all. Volvi la cabeza hacia una esquina y oy perfectamente cmo los pasos se acercaban....

Bien, all vamos murmur.

Las suelas de sus botas emitan un tenue resplandor azulado. Se oy un leve sonido, zziiiiipp, y, sbitamente, sali impulsado hacia arriba, como un cohete, pero sin hacer el menor ruido...

Se detuvo frente a la ventana que haba estado estudiando momentos antes. Se qued un momento as, flotando en el aire, mientras dos guardias de seguridad pasaban justo por el lugar donde haba estado, cuarenta y ocho pisos ms abajo. Coloc entonces las palmas de las manos contra el cristal, cubiertas por guantes negros, y qued inmediatamente fijado a l. El resplandor de las suelas de las botas desapareci. El desconocido adelant entonces los pies, y las puntas de sus botas se adhirieron tambin a la ventana. Se qued un instante inmvil, como una enorme araa negra, y entonces, lentamente, separ una de las manos y extendi el dedo ndice hacia el cristal.

Zzzzzz... inmediatamente, de la punta del dedo emergi un pequeo rayo lser de color rojo.

El intruso no tuvo que esperar mucho tiempo. Apenas unos minutos despus, el lser haba fundido parte del cristal, haciendo un agujero lo bastante grande como para que pudiera entrar por l.

As lo hizo. Su cuerpo era gil, esbelto y elstico. En cuanto puso los pies dentro del edificio se ocult en un rincn en sombras en la pared y escuch.

Nada. Ni un solo ruido.

Trueno, estoy dentro susurr por el intercomunicador. Esto parece estar desierto.

No deberas encontrar ningn problema le respondi la voz cerca de su odo. Es solo un edificio de almacenamiento. Lo que buscamos est un poco ms all, en el ala tres...

El intruso cort sbitamente la comunicacin al or un pequeo zumbido que vena del fondo del pasillo. Contuvo el aliento mientras un robot achatado y lleno de luces azules pasaba ante l moviendo en el aire un montn de pinzas. Se detuvo un momento en el pasillo, emiti un leve pitido, extendi un apndice hacia el rincn donde se ocultaba el extrao...

Se oy otro zumbido. El robot se limit a aspirar el polvo y sigui su camino.

Cua, qu pasa?

No es nada respondi el intruso por el intercomunicador. Los de la limpieza. Y ahora, qu?

El almacn est a tu derecha. La cuarta puerta despus de la segunda interseccin.

Odo, Trueno. Voy para all.

El intruso volvi a cerrar la comunicacin y se desliz, sigiloso como la noche, en la direccin indicada.

No tard mucho en llegar. Una gruesa puerta metlica le cerraba el paso, y se inclin para examinar el panel de control.

Trueno, ya tienes los cdigos? susurr por el intercomunicador.

Dame un minuto, quieres? Si solo...

El intruso se apart un poco y extendi el dedo hacia el panel con un suspiro exasperado. En apenas unas dcimas de segundo su rayo lser haba fundido los circuitos y la puerta se abra sin ruido ante l.

Eh! protest la voz del intercomunicador. Te dije que...

Aprende a ser ms rpido, pequeo replic el otro con sorna.

Entr en el almacn con precaucin, pero enseguida se dio cuenta de que no haba nadie all. Ni siquiera haba detectores de calor o sensores de movimiento, y daba por sentado que su compaero habra desactivado las cmaras de seguridad.

El intruso se quit el pasamontaas, dejando al descubierto una corta melena rubia y un rostro femenino y juvenil, pero duro como el acero.

Basura gru Kim, decepcionada. Qu es lo que buscamos aqu? No puede ser nada importante.

Te lo repito otra vez, Cua? la voz de TanSim sonaba burlona por el intercomunicador. Un biobot, pequea. Un simple y vulgar biobot.

Kim movi la cabeza con un suspiro.

Absurdo dijo. Bueno, veamos qu hay por aqu.

Encendi la linterna y pase la luz por el almacn.

Aquella visin la sobrecogi. Estantes y estantes recubran las paredes desde el suelo hasta el techo; en ellos se alineaban cientos y cientos de bustos con forma humana, todos iguales, todos fros, rgidos y sin vida.

Androides binicos.

Trueno, hay miles susurr Kim, irritada. No sirve uno cualquiera?

Ya sabes que no replic la voz de TanSim por el intercomunicador. El cliente manda. Y el cliente ha dicho: androide binico marca Nova, nmero de serie AD-23674-M. Y no otro.

Kim suspir de nuevo y se acerc a las estanteras, para ir revisando, uno por uno, el nmero de serie, sin terminar de comprender muy bien qu estaban haciendo all.

Como mercenaria de la Hermandad Ojo de la Noche, la asociacin de ladrones y asesinos ms poderosa de todas las dumas, Kim estaba considerada parte de la lite de aquel oficio. A sus diecisiete aos era una de los mejores, y lo saba. No en vano haba dedicado parte de su vida a entrenarse, a aprender a moverse por toda clase de ambientes, a colarse en cualquier lugar, por vigilado que estuviera. No en vano haba gastado tiempo y dinero mejorando su cuerpo con implantes subcutneos que la hacan ms rpida, ms gil y, sobre todo, ms fuerte. Aquello era una prctica habitual entre los mercenarios, y Kim poda enorgullecerse de tener un cuerpo casi de acero, altamente preparado para el combate. En el Ojo de la Noche eran perfectamente conscientes de sus capacidades y, por ello, solo le encargaban las misiones ms importantes o ms difciles.

Y aquella situacin no encajaba muy bien con el perfil de los trabajos a los que ella estaba acostumbrada.

Androides binicos. Biobots, como se los conoca familiarmente. La joya de Nemetech.

Mientras recorra el almacn en busca del androide AD-23674-M, Kim sigui pensando en Nemetech, una gigantesca empresa dedicada a la investigacin en las tecnologas ms avanzadas. Al principio se haba limitado a la fabricacin de robots, pero, como sola suceder en un mundo en que la poltica de empresa consista en crecer hasta aplastar a la corporacin de al lado, Nemetech pronto haba extendido sus tentculos hacia otros campos, y haba empezado a realizar experimentos genticos y biotecnolgicos en sus laboratorios secretos. Esto le haba permitido lanzar al mercado los biobots, los androides binicos, que al salir de la fbrica no eran ms que un busto humanoide, cabeza, cuello y hombros, pero que tenan la capacidad de asimilar y procesar materiales para construirse sus propios cuerpos adaptndose a las circunstancias. Los biobots fueron pronto muy populares, y Nemetech desbanc a casi toda la competencia en inteligencia artificial. Actualmente, Nemetech fabricaba la mayora de los modelos de las dumas, y sus biobots estaban por todas partes.

Por todas partes. En las calles, en las casas, en los establecimientos, incluso se haban hecho imprescindibles para las empresas de la competencia. Eran abundantes y baratos.

Por qu querra alguien robar uno del mismo almacn de Nemetech?

Kim se encogi de hombros y decidi no pensar ms en el asunto. Le pagaban para que realizara un trabajo, no para que hiciera preguntas.

Finalmente, encontr la estantera de las unidades de serie AD, y respir hondo, satisfecha. No terminaba de encontrarse cmoda en aquel lugar, con tantos biobots aguardando, silenciosos, en interminables filas contra la pared. Solo a Nemetech se le ocurra fabricar robots con forma humanoide. Kim, personalmente, lo encontraba de muy mal gusto.

Cua? La voz de TanSim por el transmisor casi logr sobresaltarla. Lo tienes ya?

Kim esboz una sonrisa. Tampoco a l pareca gustarle aquella misin tan extraa, y eso que no haba tenido que entrar en el edificio; su papel en la incursin se limitaba a desbaratar los circuitos de cmaras y alarmas desde fuera.

El haz de su linterna sigui recorriendo la fila de biobots nuevos, relucientes, con la memoria todava vaca de datos, con el aspecto de muecos fros y muertos. AD-23670-M, AD-23671-M, AD-23672-M, AD-23673-M...

Kim se detuvo. Enfoc a la unidad que tena ante ella y ley el nmero de serie grabado en el hombro de aquel biobot: AD-23674-M.

Te encontr, amiguito murmur.

Sbitamente, el biobot abri los ojos y la mir.

Kim se sobresalt, y casi dej caer la linterna. Con el corazn latindole con fuerza, furiosa ante aquel incidente, alarg la mano hacia el cable de alimentacin para desconectarlo. Tir del cable, que cedi sin necesidad de presin. Kim se qued con el enchufe en la mano, consternada, sin terminar de comprender qu estaba pasando all. El androide segua mirndola, y no haba estado conectado en ningn momento.

Cua, qu es lo que pasa? pregunt TanSim por el intercomunicador.

Kim no contest. Sus ojos estaban fijos en los ojos de aquel biobot, que se haban iluminado con un leve resplandor azulado que parpadeaba misteriosamente en la oscuridad.

De pronto apareci en su frente una marca luminosa muy extraa, un smbolo que Kim no haba visto nunca:

Qu demonios...? empez ella, sorprendida, pero no pudo continuar. Un haz de luz surgi de la marca de la frente del biobot hasta conectar con su propia frente. Por un breve instante, aquel extrao smbolo apareci tambin sobre la piel de Kim.

Y, de pronto, todo se desvaneci. La luz, la marca, el brillo de los ojos del androide.

Kim se palp la frente, desconcertada, sin entender qu era lo que estaba pasando.

Intrusa, tira las armas! Ests rodeada!

Kim se volvi de un salto. Se encendieron las luces del almacn y vio que, efectivamente, estaba rodeada. Un nutrido grupo de robots de seguridad de Nemetech le cerraba el paso, apuntndole con pequeas armas lser y mostrando un aspecto poco dispuesto a una conversacin amistosa. De dnde habrn salido tantos?, se pregunt la mercenaria, desconcertada.

No haba tiempo para preguntas. Kim agarr el busto del biobot sin contemplaciones.

Elevacin! grit.

Todo sucedi tan deprisa que los robots de seguridad apenas tuvieron tiempo de reaccionar. El sistema de propulsin de las botas de la muchacha se activ y ella sali impulsada hacia arriba... hacia el techo del almacn.

Los robots dispararon. Ella tambin dispar... pero hacia arriba. Un proyectil pequeo pero potente, que abri un agujero en el techo de forma casi instantnea.

En medio de una lluvia de disparos, Kim se col por el boquete del techo.

Aterriz suavemente en el suelo de un pasillo de la planta cuarenta y nueve, y mir a su alrededor. No haba nadie, por el momento. Al fondo haba una ventana.

Kim respir hondo. La misin se estaba complicando, y no acertaba a comprender por qu. Dejando de lado el hecho de que aquel biobot haca cosas muy raras, de dnde haban salido tantos robots de seguridad, y cmo diablos haban logrado llegar hasta all tan deprisa?

Rapidez, silencio y discrecin, record Kim. Aquellas haban sido las rdenes de sus superiores con respecto a aquella misin. Lo siento, Donna, se dijo. Tengo que salir de aqu como sea, y no me importa el ruido que haga.

Guard el busto del biobot, que emiti una especie de quejido, en una pequea mochila negra que llevaba a la espalda. Se incorpor, tens los msculos y ech a correr hacia la ventana. Su cuerpo se mova con la rapidez, la fuerza y la precisin de una mquina, pero tambin con la elegancia y la agilidad de una gacela.

Una voz proveniente de su espalda casi la sobresalt:

Eeeeehhhh! Qu pasa? Adonde me llevas tan deprisa?

Kim se relaj un tanto, pero no dej de correr. Ahora empezaba a comprender o, al menos, eso crea. Aquel biobot no acababa de salir de la fbrica. Seguramente llevaba un tiempo rodando por las dumas, lo habran robado y vendido a Nemetech. Y ahora su dueo trataba de recuperarlo. No haba otra explicacin.

En tal caso, por qu el robot segua teniendo solamente el cuerpo base? Por qu no haba desarrollado an ruedas, pinzas o algo que se le pareciese?

Eeeeeehhhhh! protest de nuevo el androide desde su mochila.

Cierra la boca! gru Kim.

Se detuvo bruscamente cuando algo le cerr el paso hacia la ventana. Una figura humana, alta, oscura, que se mova con movimientos giles, seguros y letales.

Kim supo inmediatamente qu era aquello.

Exactamente lo que pareca: una Sombra.

Dentro de la Seguridad de cada empresa, una especie de cuerpo de polica particular, exista un grupo de agentes especializados que se ocupaban del trabajo sucio, que generalmente tena que ver con rencillas entre diferentes corporaciones. Eran los mejores, y aunque su puesto supona estar dentro de la lite de Seguridad, eran un grupo secreto, y por eso los llamaban las Sombras. Eran sigilosos, hbiles y, sobre todo, discretos. A veces, sin embargo, necesitaban contratar los servicios de algn mercenario para no comprometer el "buen" nombre de la corporacin para la que trabajaban. Por eso en el Ojo de la Noche los conocan muy bien. A menudo trabajaban con ellos, pero tambin a menudo luchaban contra ellos, dependiendo de la misin, y del cliente que los hubiera contratado en aquel momento.

Kim adopt una posicin de combate y prepar sus armas, sin apartar la vista de aquel hombre que se interpona entre ella y la salida. Una Sombra, el peor obstculo con el que un mercenario poda topar a lo largo de una incursin en una corporacin como Nemetech.

No necesitaba volverse para saber que ya no poda escapar por donde acababa de entrar: los robots de seguridad comenzaban a entrar por el agujero abierto en el techo del almacn. Estaba atrapada.

La Sombra dispar. Kim sinti que su cuerpo, mejorado biotecnolgicamente, reaccionaba casi de forma automtica y se echaba hacia un lado. Inmediatamente, la chica contraatac.

La Sombra esquiv su disparo con facilidad. Kim baj la cabeza y, aprovechando el momento, arremeti contra l.

Apenas unos segundos ms tarde la Sombra yaca en el suelo, y Kim se esforzaba en fundir con su lser el cristal de seguridad de la ventana.

Qu pasa? Qu pasa? insista el robot desde la mochila.

Kim no se molest en contestar.

Salt por la ventana justo cuando la Sombra se levantaba de nuevo y los robots de seguridad se lanzaban hacia ella.

Kim sinti el viento sacudiendo su corta melena rubia y azotndole el rostro. Eran cuarenta y nueve pisos y estaba cayendo a toda velocidad, pero no se amilan.

Eeeeeehhhh! chillaba el biobot.

Kim, sin inmutarse, activ los propulsores de sus botas apenas unas dcimas de segundo antes de estrellarse contra el suelo. Aterriz suavemente, sin ruido, al pie del edificio de almacenamiento de Nemetech.

Mir hacia arriba. La Sombra tambin se arrojaba temerariamente al vaco, tras ella, y Kim supo que no era la nica que se haba provisto de calzado con sistema de propulsin.

No perdi tiempo. Se desliz hasta un rincn oscuro y activ el intercomunicador:

Trueno, tenemos problemas!

Esper, pero TanSim no contest.

De pronto, todo se ilumin, y el agudo pitido de una alarma reson por todas las instalaciones de Nemetech.

Mierda murmur la mercenaria.

La Sombra acababa de aterrizar en el suelo. La estaba buscando, y Kim saba que no tardara en encontrarla. Multitud de guardias humanos y de robots de seguridad estaban acudiendo al lugar de los hechos.

Trueno, maldita sea, contesta! insisti Kim, desesperada.

Silencio.

Tambin el androide estaba extraamente callado, pero Kim lo agradeci. Mir a su alrededor en busca de una va de escape... y la vio.

Motos flotantes que los guardias acababan de dejar, un poco ms all, para acudir a la llamada de la alarma.

Se desliz hacia all, pegada a la pared, sin hacer el menor ruido. Los robots rastreadores estaban cerca, y los guardias humanos los seguan. A la Sombra no se la vea por ninguna parte, y Kim saba que aquello no era buena seal.

Lentamente, poco a poco, fue acercndose hasta las motos... Dispar contra un guardia y mont en una de ellas.

Sbitamente la Sombra surgi ante ella, cortndole el paso, apuntndole con su arma. Kim se sobresalt, oprimi el botn de encendido casi con violencia...

Momentos ms tarde sala disparada de all.

El vehculo era de calidad, observ Kim, complacida. Flotaba en el aire sin hacer ruido y volaba a una velocidad de vrtigo. Los controles eran fciles de manejar y el ordenador pareca estar en buenas condiciones.

Kim por el momento no activ el piloto automtico. Mientras volaba a travs de las calles del complejo de Nemetech, flotando a un metro por encima del suelo, mir hacia atrs.

Vio que la perseguan. Guardias humanos, montados en motos como la suya. Robots sobre plataformas de deslizamiento. Y la Sombra, que se haba apropiado de un vehculo monoplaza.

Kim respir hondo. Iba a ser una persecucin bastante movida, sobre todo porque, sin la gua de TanSim, no tena muy claro por dnde se sala de all.

Estaba acostumbrada a situaciones como aquella, de modo que no se preocup demasiado. Era una excelente piloto. Poda esquivar perfectamente a los guardias de seguridad, e incluso a los robots. Pero la Sombra....

Se volvi para disparar a sus perseguidores. Acert a dos vehculos.

Inmediatamente una lluvia de disparos cay sobre ella, y la muchacha se apresur a girar bruscamente para adentrarse en un oscuro callejn. Al fondo vio el muro que separaba las instalaciones de Nemetech del resto de los edificios del Centro de Duma Findias.

Hoy es mi da de suerte -murmur.

Elev ms el vehculo y salt por encima de la pared.

Respir hondo. Estaba libre.

Volvi a intentar contactar con TanSim por el intercomunicador, pero, de nuevo, no hubo respuesta. Se pregunt si no lo habran capturado. Tal vez estuviese preso, o incluso muerto.

Oy entonces un zumbido tras ella, y se volvi para mirar.

Se le congel la sangre en las venas.

La Seguridad de Nemetech no haba cejado en su persecucin. Los androides, los guardias y la Sombra seguan all, tras ella; y Kim se alegr enseguida de no haber aminorado la velocidad al salir del complejo de Nemetech. Pis a fondo el acelerador y se pregunt, por ensima vez, por qu una megacorporacin que produca miles de biobots al ao conceda tanta importancia a la prdida de uno solo.

Tras un nuevo vistazo hacia atrs, Kim se dio cuenta de que no haba tiempo para preguntas. Tena que escapar, como fuera.

Atraves como un rayo las amplias y elegantes avenidas, bordeadas de rboles artificiales, del Centro de Duma Findias, el lugar donde vivan los ricos, es decir, los directivos de las megacorporaciones que decidan los destinos de las dumas. Zigzague con su vehculo para esquivar los disparos, se intern por calles laterales, pero pronto se dio cuenta de que tena que salir del Centro, o la alcanzaran: en aquellas grandes avenidas no haba lugares donde esconderse.

A toda velocidad alcanz el muro que separaba el Centro del Crculo Medio de Duma Findias y lo salt, como haba hecho con la pared exterior del complejo de Nemetech. Una rpida mirada atrs le inform de que no haba logrado despistar a sus perseguidores.

Se intern por las calles del llamado Crculo Medio, compuesto por bloques y bloques de viviendas familiares, todas iguales. All vivan los empleados de las corporaciones que todos los das entraban en el Centro para trabajar. Eran gente normal, de clase media, que, sin embargo, compartan el lema de las empresas para las que trabajaban: Llegar ms alto, llegar ms lejos, llegar antes.

A veces, aquel lema trataba de cumplirse a cualquier precio.

Kim saba que en el Crculo Medio haba mucha gente honrada, pero tambin saba que existan otros muchos cuyo nico sueo consista en ascender de categora, ascender y ascender, hasta poder vivir en el Centro, con la lite de la ciudad. Aquella filosofa de la competitividad terminaba alcanzando a todo aquel que trabajase en una gran empresa.

Desgraciadamente, no haba muchas alternativas. O trabajabas para una gran empresa, o estabas fuera de la sociedad.

Kim sonri amargamente, a su pesar, mientras su vehculo cruzaba el Crculo Medio a la velocidad del rayo. La Seguridad de Nemetech segua persiguindola, y la joven supo que solo tena una oportunidad: llegar hasta el Crculo Exterior.

Vir violentamente para desviarse por una de las calles laterales justo cuando dos plataformas deslizantes conducidas por androides de seguridad se le echaban encima. Volvi a girarse para disparar. Acert a uno de los robots, que cay del vehculo con un brusco chisporroteo.

La persecucin continu durante un buen rato, hasta que Kim mir al frente y sonri. Ante s tena el muro ms alto y grueso de la ciudad, aquel que separaba el Crculo Medio del Crculo Exterior.

No tard mucho en pasar por encima de l.

Sintindose como en casa, atraves velozmente aquel sector de la ciudad, compuesto por calles oscuras y sucias y casas semiderruidas. Se volvi para comprobar, satisfecha, que, como haba imaginado, ninguno de los guardias humanos se haba atrevido a seguirla hasta all.

El innombrable Crculo Exterior era un hervidero de gente marginal: ladrones, mercenarios, prostitutas y asesinos que convivan con la cara ms oscura de las dumas y su sociedad tecnolgica: criaturas extraas que tiempo atrs fueron humanas: afectados por la contaminacin, por la radiacin, cobayas annimos de complicados experimentos genticos... todos ellos agrupados bajo el nombre genrico de "mutantes".

Kim los haba visto, los vea todos los das en aquel lugar. Pero saba tambin que en las dumas solo se quedaban los ms fuertes, los que tenan valor para seguir mirando a la cara a los hombres que todava eran normales, y que se esforzaban en no mirar hacia cualquier otra parte cuando los vean. Los dems haban huido tiempo atrs.

El Crculo Exterior era la prueba del final que le aguardaba a la sociedad de las dumas. Los deformes aumentaban da tras da, y el Crculo Exterior se ampliaba... se ampliaba... Pese a que desde el Centro se haba tratado de hacer limpieza ms de una vez, y se haba expulsado a muchos mutantes a los Pramos, cada da eran ms... y causaban ms conflictos...

Kim lo saba, pero no le importaba. No era su problema.

Entre los cuchitriles que esta "gente" denominaba casas haba garitos, locales de ocio e impresionantes vertederos que acumulaban cientos de miles de toneladas de desperdicios que constituan una de las principales fuentes de suministros para las distintas sub-razas mutantes y extraas tribus que haban convertido la supervivencia diaria en su principal objetivo.

El Crculo Exterior era un mundo de violencia y pesadilla, donde solo sobrevivan los ms fuertes, los ms listos o los ms rpidos. Era la otra cara de una sociedad que segua ignorando el hecho de que los privilegiados eran cada vez menos, y los desesperados cada vez ms.

Y sobre aquel amasijo de brutalidad gobernaba con mano de hierro la Hermandad Ojo de la Noche. Eran mercenarios, s, y se movan por el Crculo Exterior con total libertad, pero eran la aristocracia de los ladrones. Algunos de ellos habran podido, por ingresos anuales, vivir cmodamente en el Centro, pero les atraa precisamente el peligro, la aventura y la ilegalidad...

Kim contempl, una vez ms, su desolado mundo. Odiaba las megacorporaciones, y para alguien que no quisiera trabajar para Nemetech, Protegen, Probellum o alguna de las grandes, el Crculo Exterior era la nica alternativa posible. A pesar de ello, tena que admitir que la mayora de las veces los clientes de la Hermandad no eran otros que las propias megacorporaciones, que los contrataban para atacar a otras megacorporaciones, en un ciclo sin fin.

Como miembro del Ojo de la Noche, Kim viva de una forma desahogada, casi lujosa, pese al lugar donde haba fijado su residencia. Dud un momento antes de dirigir la moto volante hacia su casa, y volvi a mirar hacia atrs.

Vio entonces un destello metlico entre los ruinosos edificios, y comprendi enseguida que alguien la segua todava.

Se sinti desconcertada pero, sobre todo, bastante furiosa. Aquel era su mundo, era su hogar, y los de las corporaciones no tenan ningn derecho a seguirla hasta all por un maldito robot.

Pis el acelerador a fondo otra vez y se intern en el laberntico trazado de las calles del Crculo Exterior, que conoca como la palma de su mano. Torci a derecha e izquierda, escogi las rutas ms oscuras, los callejones ms estrechos, los pasajes ms desconocidos. Cuando estaba segura de que haba despistado a su perseguidor, detuvo el vehculo y mir hacia atrs. No pareca que hubiera nadie. Suspir, cansada, y se frot la sien derecha. Llevaba un rato dolindole la cabeza.

Dnde estamos? pregunt una voz chillona desde su mochila.

Kim se sobresalt ligeramente. Haba olvidado al dichoso biobot. Acarici por un momento la tentadora idea de dejarlo abandonado en un vertedero, para que los mendigos lo destrozaran y vendieran sus piezas a los traficantes de suministros electrnicos, pero luego record que TanSim haba dicho que el cliente pagara una sustanciosa suma por l. Aquel montn de cables vala una fortuna, y ya haba tenido bastantes problemas por su culpa como para quedarse sin recompensa.

Hermana susurr una voz desde las sombras.

Kim se volvi, desconfiada. Una criatura que se tapaba con una manta harapienta extenda hacia ella una mano escamosa. Sus ojos rojizos brillaban en la semioscuridad.

Qu es lo que quieres?

Un tipo anda buscndote, y te encontrar si no te marchas de aqu dijo el mutante.

Cmo lo sabes?

Lo hemos visto en el garito del Rojo. Preguntaba por ti. Era una Sombra de Nemetech.

Kim se qued helada. La Sombra la haba seguido hasta all! Sin una palabra, lanz un montn de crditos hacia la criatura, que los cogi anhelante. La mayora de los desesperados del Crculo Exterior estaban deseosos de congraciarse con los miembros de la Hermandad Ojo de la Noche, pero a Kim le gustaba agradecer los servicios y, adems, era lo suficientemente buena en su trabajo como para no tener que preocuparse demasiado por el dinero. Se despidi del mutante con un gesto y volvi a poner en marcha su vehculo.

Si una Sombra la andaba buscando, era de esperar que tarde o temprano la encontrara.

Cuando una misin sala mal, o no del todo bien, los mercenarios tenan orden de ir a informar en persona a Donna, la lder de la Hermandad. Pero en aquellos momentos, Donna se encontraba en la sede central del Ojo de la Noche, en Duma Errans. Kim suspir. No le quedaba ms remedio que acudir all para exigir explicaciones, ayuda y, por supuesto, la recompensa. Y, teniendo en cuenta la situacin en la que se encontraba, no poda esperar a que la ciudad-caravana pasase de nuevo por Duma Findias: deba salir a su encuentro. Aquella era una decisin arriesgada, pero Kim estaba convencida de que, dadas las circunstancias, era mucho ms arriesgado quedarse donde estaba.

Volvi a pisar el acelerador y dirigi el vehculo hacia el Muro Exterior que separaba Duma Findias de los Pramos.

En cuanto sali a una calle ms amplia sinti otra vez un zumbido tras ella. Se gir de nuevo y vio que volva a tener a la Sombra pegada a sus talones, siguindola, ocultndose tras las esquinas y los contenedores de desperdicios.

Se le hel la sangre en las venas. El garito del Rojo estaba al otro lado del Crculo Exterior. Cmo haba llegado la Sombra hasta all tan rpidamente?

Qu pasa? Qu pasa? pregunt el biobot, frustrado, desde el interior de la mochila.

Por primera vez, Kim despeg los labios para contestarle.

Pasa que nos han tendido una trampa, amiguito murmur, sin apartar la mirada del lugar desde donde la espiaba la Sombra. Agrrate!

Pis el acelerador a fondo. El vehculo flotante emiti un potente zumbido y sali disparado.

Eeeeeeehhhhhh!!!!! chill el biobot.

Kim sinti algo parecido a un jbilo salvaje cuando el viento volvi a sacudirle el pelo rubio y a azotarle la cara. Supo, sin necesidad de darse la vuelta, que el agente de Nemetech haba salido de su escondite y la persegua. Oy los disparos tratando de alcanzarla, e intent acelerar la mquina.

Casi lo consigui. De pronto, la voz ciberntica del ordenador del vehculo le dijo amablemente:

Se le informa de que est llegando al Muro Exterior. El vehculo va a dar media vuelta.

Qu? solt Kim, estupefacta.

El vehculo va a dar media vuelta repiti la voz, y la moto redujo la velocidad.

Ni se te ocurra! Kim esquiv un disparo y comenz a teclear desesperadamente sobre la consola de control, preguntndose cundo demonios haba puesto ella el piloto automtico. Cambio a manual!

El vehculo segua aminorando la velocidad, y Kim empez a pensar que tena problemas. La Sombra estaba a punto de darle alcance, segua disparndole, y al ordenador de la moto parecan habrsele fundido un par de circuitos. Encima, el dolor de cabeza persista y, por su fuera poco, el biobot segua chillando desde la mochila:

Qu pasa? Qu pasa? Qu pasa?

Lo cual no contribua precisamente a mejorar el estado de nimo de Kim. Por fin logr desactivar el piloto automtico y volvi a pisar el acelerador a fondo. Se volvi un momento y vio que la Sombra tambin forzaba su vehculo al mximo.

Mir de nuevo hacia el frente, justo a tiempo para darse cuenta de que estaba a punto de estrellarse contra el Muro Exterior. Maniobr desesperadamente y, en el ltimo momento, consigui que la moto se elevase en vertical.

Salt el muro a una velocidad endiablada. Oy una explosin, y supo que la Sombra no haba logrado desviarse a tiempo. Sin embargo, conoca suficientemente bien a aquellos agentes como para saber que eran los mejores; muchos de ellos tambin estaban mejorados con implantes subcutneos que los hacan ms giles y fuertes. Seguramente, la Sombra haba logrado saltar de la moto a tiempo.

Kim respir hondo. Mir hacia atrs y vio Duma Findias, la enorme ciudad cuyos edificios ms altos rozaban las nubes, un bastin solitario en medio de una tierra de nadie. Por encima de los rascacielos del Centro destacaba una construccin alta y esbelta que, debido a su forma, era popularmente conocida como la Aguja.

La muchacha alz la cabeza. Frente a ella se extendan los amplios, sombros y nebulosos Pramos, zonas casi deshabitadas, zonas incluso ms desoladoras que el Crculo Exterior.

Kim suspir. Iba a ser un largo, largo viaje hasta Duma Errans.

Captulo 2

Luz en las tinieblas

Lejos de Mannawinard, lejos de las dumas, en un lugar que pareca ninguna parte, entre altsimas y escarpadas montaas, una chica de quince aos luchaba contra los elementos.

Se haba situado en el centro de un crculo de entrenamiento y, ataviada simplemente con una tnica de color blanco, golpeaba con pies y manos, tratando de alcanzar algo que estaba ah, pero que no poda ver ni or, solo sentir. Sus movimientos eran rpidos, giles y seguros; la tcnica de lucha que empleaba era antigua y casi olvidada en un mundo en guerra donde las armas lo eran todo; pero ella llevaba tiempo entrenndose en artes marciales porque, aos atrs, haba jurado que jams tocara un arma de fuego.

La tormenta de nieve segua fustigando aquel lugar entre montaas, pero ella no pareca notarlo; corra descalza sobre la nieve, resista al viento, sin escuchar el rugido ensordecedor que amenazaba con derribarla.

Solo estaba aquel momento.

Se volvi rpidamente y dispar una patada lateral. Por una vez not que tocaba algo, y se sinti llena de orgullo, pero no le dur mucho. Una fuerza invisible emergi de la oscuridad y la golpe antes de que ella pudiera sentirlo. La muchacha cay al suelo, pero se levant rpidamente, luchando contra el aturdimiento. Por un momento haba permitido que su sexto sentido se cerrase al mundo, y el espritu haba podido alcanzarla. Deba concentrarse.

Respir hondo y se dio la vuelta, rpida como un rayo. Asest un puetazo al aire. Esta vez casi lo haba rozado...

Sinti algo tras ella y lanz un nuevo golpe con el canto de la mano.

Se detuvo bruscamente, con la mano a escasos centmetros de un rostro joven y asustado. La chica grit, pero, de hecho, la guerrera no la haba tocado.

Qu haces aqu? pregunt ella, contrariada. Poda haberte hecho dao. He dicho muchas veces que...

Que no te gusta que te interrumpan cuando entrenas, s, ya lo s, Keyko. Pero es importante.

Keyko la mir intrigada. La muchacha tiritaba, a pesar de estar envuelta en una gruesa capa que se haba echado sobre la tnica.

La Madre Blanca ha dicho que quiere hablar contigo, Keyko concluy la chica. Cuanto antes.

Keyko lade la cabeza, sorprendida.

Qu raro, no he odo su llamada...

Eso es porque se encuentra muy dbil. Ha tenido una visin la muchacha trag saliva. Tara le ha hablado en sueos.

Keyko sinti que se le secaba la boca. Una visin! Haca muchos aos que la Diosa Madre no hablaba con su superiora, ni siquiera en sueos. Muchas decan que se deba a que las Hijas de Tara llevaban tanto tiempo lejos de Mannawinard que el vnculo empezaba a desaparecer.

Y ha dicho... que quiere verme.

Eso es, Keyko asinti la chica; temblaba visiblemente, y Keyko se dio cuenta de que la pobre estaba muerta de fro. Por favor, date prisa.

Adelntate t. Yo he de despedirme de los espritus.

La muchacha no necesit que se lo dijeran dos veces. Asinti y se alej rpidamente hacia el templo, perdindose en la oscuridad.

La tormenta segua azotando las montaas sin piedad. Keyko se qued un momento quieta, en silencio. Despus, lentamente, se arrodill sobre la nieve y agradeci mentalmente a los espritus de las montaas su ayuda en aquel entrenamiento. Alz su rostro de rasgos orientales, ojos almendrados y expresin segura y enrgica hacia las cumbres nevadas, y el viento sacudi su pelo liso y negro como el azabache.

Se levant y abandon el crculo de entrenamiento para dirigirse al templo.

Atraves el estrecho desfiladero que una la zona de entrenamiento con la morada de las Hijas de Tara, preocupada y pensativa. Para qu querra hablar con ella la Madre Blanca? Tendra que ver con su visin?

Keyko sinti que le lata el corazn ms deprisa. Tal vez por fin, despus de tanto tiempo, la Madre Blanca la necesitaba, e iba a darle la oportunidad de poner en prctica todo lo que haba aprendido!

La muchacha respir hondo y se oblig a s misma a tranquilizarse y a pensar con calma. No quera hacerse ilusiones. Despus de todo, poda no ser nada importante. Y, al fin y al cabo, estaba a punto de enterarse. Todo tiene su tiempo, se record a s misma. Domina tu impaciencia; te hace perder la perspectiva del presente.

Keyko sonri para s. Su impaciencia y su fuerte carcter le haban trado problemas ms de una vez. Si no pudiese entrenar con los espritus de las montaas, hace tiempo que habra tenido que abandonar el Templo, pens. Si no fuese una Hermana Guerrera, no habra encontrado mi lugar entre las Hijas de Tara.

Sonri de nuevo. Para las hermanas ms inquietas la Madre Blanca haba ideado el cargo de Hermana Guerrera; pero, para evitar problemas, estas Hermanas Guerreras eran entrenadas en la paciencia, la templanza, la calma y la sabidura. Y los espritus de las montaas, resucitados gracias a la magia de la Piedra Rnica Sowilo, se encargaban de este adiestramiento. Generalmente se trataba de un entrenamiento muy duro que, desde luego, templaba enseguida los nimos de las rebeldes y aventureras, por lo que muy pronto casi todas las aspirantes a Hermana Guerrera volvan rpidamente a la tranquila vida contemplativa.

Pero Keyko era diferente.

Record los primeros das, lo duro que haba sido aguantar las luchas sobre la nieve, lo difcil que haba resultado escuchar en su corazn las voces de los espritus.

Pero lo haba logrado. Haba llegado hasta el final y, ahora, era la nica Hermana Guerrera de la Orden.

Una chica de quince aos.

Saba que las dems la admiraban y la respetaban por ello, pero tambin saba que la vean diferente, y que no terminaban de comprender por qu empleaba tantas horas en aprender a luchar, algo que, en principio, pareca tan contrario a los ideales de la Orden. Incluso entre su gente, a veces Keyko se senta sola.

Pero esto en el fondo no le importaba. La Madre Blanca le haba dicho tiempo atrs que la lucha limpia y leal formaba parte de la vida de Mannawinard y, aunque Keyko nunca haba estado all, saba que era el lugar de origen de las Hijas de Tara; esperaba llegar a visitar aquella tierra algn da, porque, en el fondo de su corazn, ya la consideraba su mundo adoptivo.

Keyko se detuvo un momento cuando las sombras del Templo se alzaron ante ella en medio de la furiosa tormenta de nieve. Desde fuera, la casa madre de las Hijas de Tara no era nada espectacular. Su entrada estaba ubicada en una enorme cueva abierta en la montaa. A un lado se alzaban los restos de una gran estatua, una reliquia de tiempos pasados, que representaba a alguien a quien los antiguos llamaban Buda. Keyko saba aquello por la Madre Blanca, que an conservaba retazos de la memoria del mundo que haba existido antes de Mannawinard.

La chica suspir mientras se internaba en la cueva. Nadie recordaba nada de las religiones antiguas, y mucho menos en los Pramos o en las dumas. Aquella poca haba acabado siglos atrs, y sus recuerdos haban muerto con ella.

Recorri los pasillos del templo excavado en la roca, pensativa, tratando de dominar sus nervios. Se cruz con varias hermanas, que se limitaron a saludarla con un gesto. Keyko no necesitaba ms. Las Hijas de Tara solo hablaban lo imprescindible, porque el silencio ayudaba a mantener abiertos los sentidos para escuchar la voz de la Diosa Madre.

Keyko reprimi una sonrisa. Tambin aquella condicin le resultaba difcil de cumplir. Ella era, en palabras de la Madre Blanca, un puro nervio.

Por fin lleg a la cmara de la Madre Blanca, y se detuvo un momento en la puerta, dudando. Pero sinti de pronto la voz de ella en su mente y su corazn (Entra, Keyko, hija, no te quedes ah fuera), y Keyko abri la puerta y entr.

Lo que vio la sobrecogi. La Madre Blanca era muy anciana, todas lo saban, y en los ltimos tiempos la haban visto cansada y dbil. Pero en aquel mismo momento Keyko la vio peor que nunca, y supo que se estaba muriendo.

La superiora de la Orden de las Hijas de Tara era una mujer pequea y arrugada, de largos cabellos blancos y ojos verdes y brillantes como esmeraldas. Estaba sentada sobre una estera, al fondo de la habitacin, envuelta en una gruesa manta que cubra su frgil cuerpo, y miraba a Keyko con una serena sonrisa en los labios.

Junto a ella se hallaba una de las hermanas de la orden. La Madre Blanca le dirigi una breve mirada y la mujer inclin la cabeza y sali sin ruido de la habitacin, dejndolas solas.

Keyko trag saliva. No sola acudir a la cmara de la Madre Blanca, una habitacin pequea y austera, cuyo nico adorno consista en un lienzo que colgaba en la pared del fondo; pintado en el antiguo estilo oriental, representaba algo que la Madre Blanca haba perdido mucho tiempo atrs, y que las hermanas de la orden solo conocan por antiguas leyendas: el Templo Primero de Mannawinard, la tierra siempre verde de la diosa Tara.

Sintate, Keyko dijo la Madre Blanca, y su voz no fue ms que un dbil jadeo.

La joven obedeci, sobrecogida, y se sent en el suelo, frente a ella.

La Madre Blanca tard un poco en hablar de nuevo. Cuando lo hizo no le comunic que acababa de tener una visin, ni le dijo por qu la haba llamado. Sus palabras, en cambio, evocaron recuerdos de das pasados:

Todava guardo en la memoria la imagen del da en que te recogimos en los Pramos, pequea Keyko.

Ella no dijo nada, pero le dirigi una mirada interrogante. La Madre Blanca sonri, y prosigui:

Eras apenas una nia cuando perdiste a tu familia en un ataque de un grupo de mutantes. Tan pequea que no puedes recordarlo. Te criaste aqu, con nosotras, pero nunca te obligamos a adoptar nuestro credo y nuestra forma de vida. Los elegiste t, libre y voluntariamente.

Y, sin embargo, siempre has tenido problemas para adaptarte.

Pero... empez Keyko. La Madre Blanca la hizo callar con un gesto y continu:

Tu fe en Tara es fuerte, pero tu sed de aventuras tambin lo es. Por eso eres nuestra Hermana Guerrera, Keyko. Por eso te aceptaron los espritus de las montaas como alumna. Y, por lo que me dicen, has aprendido bien.

La anciana hizo una pausa para recobrar el aliento. Entonces prosigui:

Vivimos en una tierra hostil, pero t has contribuido a que el camino hasta nuestro templo contine oculto para las criaturas que no son amigas de Tara. Has ayudado a tus hermanas a sobrevivir lejos de su hogar. Has explorado los Pramos y te has enfrentado a sus habitantes con las manos desnudas. Pero leo en tus ojos que no tienes bastante.

Madre Blanca, yo... protest Keyko.

No tienes que justificarte, hija dijo ella con dulzura. Tu hora ha llegado.

Keyko no se movi, pero su corazn lata alocadamente. S! Por fin una misin. Haba entrenado muy duro para luchar por Tara y, aunque saba que su labor en el templo era importante, la Madre Blanca tena razn: quera hacer algo ms, mucho ms.

Las siguientes palabras de la anciana, sin embargo, la sorprendieron.

Recita el Canto de Mannawinard, hija.

Keyko respir hondo un momento, mientras trataba de recordar los primeros versos del Canto de Mannawinard, que todas las Hijas de Tara conocan, y en el cual crean con fe inquebrantable. Las palabras brotaron de sus labios y del fondo de su corazn:

Fue en los das antiguos,

antes de Mannawinard,

cuando el hombre, soberbio,

destrua la tierra,

envenenaba el aire,

contaminaba el mar,

creyndose seor y dueo

de aquello que deba cuidar.

Y la diosa Tara lloraba, lloraba,

pero los hombres eran sordos

a su voz de madre.

Y la diosa Tara desat su furia,

y fue Mannawinard.

Y las plantas brotaron del suelo de asfalto,

y los pjaros llenaron el aire,

las bestias llenaron la selva,

y los peces, llenaron el mar.

Y la tierra volvi a pertenecer

A Tara, la Diosa Madre...

Keyko sigui recitando cmo aquella inmensa selva que era Mannawinard haba brotado en el mundo de la noche a la maana para cubrir casi toda la superficie de la Tierra, cmo haba destruido ciudades, pueblos y carreteras, cmo en apenas unos das el mundo creado por el hombre haba desaparecido bajo una espesa capa de vegetacin, y el planeta haba vuelto a adoptar el aspecto salvaje, primitivo y magnfico que deba de tener en el principio de los tiempos, cuando el ser humano an no caminaba erguido. La joven describi cmo aquella explosin de vida auspiciada por la diosa Tara haba multiplicado las especies animales y vegetales hasta extremos insospechados, cmo la naturaleza haba vuelto a tomar posesin del planeta, cmo haba demostrado con Mannawinard hasta dnde poda llegar su poder creador.

Con voz fra y desapasionada relat tambin la muerte de millones de personas en aquellos das, prcticamente atacados por un enorme bosque que creca, y creca, tragndose los restos de toda una civilizacin a nivel mundial...

El Canto de Mannawinard describa tambin cmo algunos de los supervivientes haban renunciado a los restos de su mundo tecnolgico y a su modo de vida artificial para volver a la selva y vivir en el seno de la Diosa Madre, en armona con la naturaleza, respetando el equilibrio de Mannawinard.

A aquellos primeros hijos prdigos que retornaron al bosque, Tara les ense el lenguaje de las runas.

El lenguaje de la magia.

Pero tambin, prosegua el Canto de Mannawinard, hubo muchos otros supervivientes que, incluso despus de lo que haba sucedido, se negaron a escuchar la voz de Tara; unieron sus fuerzas y se atrincheraron en ciudades-fortaleza, reunieron lo que quedaba de su tecnologa y se dedicaron a desarrollarla

Aquel haba sido el comienzo de una larga, larga guerra.

Desde aquellas nuevas ciudades, llamadas dumas, los urbanitas haban atacado con la esperanza de hacer retroceder aquella amenaza verde que avanzaba hacia ellos. Da tras da enviaron robots de combate, lanzaron bombas, envenenaron la tierra con todo tipo de sustancias txicas... igual que en los das antiguos.

Si, Mannawinard capitul y retrocedi un poco. Las plantas y los animales murieron cuando ya ni toda la energa vital de la Madre Tara poda mantenerlos con vida en aquel basurero de radiacin y contaminacin.

As haban nacido los Pramos, una gran frontera entre el mundo natural y el mundo artificial, que provocaron la Gran Tregua. Porque durante mucho tiempo, ni desde Mannawinard ni desde las dumas se atrevi nadie a internarse en aquel lugar desolado donde el aire era puro veneno.

De esta manera, continuaba el Canto de Mannawinard, las dumas y la tierra de la diosa Tara se haban mantenido separados por un inmenso paraje devastado y desierto, ignorndose en apariencia, pero odindose y temindose en el fondo...

La voz de Keyko se apag con los ltimos versos.

Esta es la historia de nuestro mundo asinti la Madre Blanca. El Canto de Mannawinard fue compuesto hace muchos, muchos aos, antes de que existisemos nosotras, las Hijas de Tara. Por entonces Mannawinard todava era nuevo e inexplorado; por entonces solo haban habitado en l tres o cuatro generaciones de seres humanos.

Fue entonces cuando o por primera vez la llamada de Tara.

Keyko se irgui un poco. La Madre Blanca casi nunca hablaba de su pasado, quiz porque echaba de menos Mannawinard y saba que ya nunca regresara.

Fue hace ms de doscientos aos prosigui la anciana. Yo era una simple discpula en el Templo de Tara, en Mannawinard.

Los ojos de Keyko se desviaron casi sin quererlo hacia el lienzo que colgaba de la pared. En l apareca dibujada una construccin que se alzaba en medio de una selva cuyos rboles rozaban las nubes: el Templo Primero, flanqueado por tres enormes cabezas talladas en la roca; cada una de ellas representaba a una raza legendaria, pero el dibujo no era lo bastante claro como para poder distinguir sus rasgos.

La Madre Blanca advirti la direccin de su mirada y sonri dbilmente.

Dicen que fue erigido con magia por los primeros moradores de Mannawinard relat. El Templo Primero no fue construido, sin embargo, para que nadie acudiese all a rezar ni a ofrecer sacrificios a Tara.

Keyko asinti. Ya lo saba. Tara no era una divinidad a la que hubiera que rezar. Tampoco exiga ningn tipo de culto. Bastaba creer en ella, respetar el equilibrio de Mannawinard, formar parte de la rueda de la vida.

El Templo fue construido prosigui la Madre Blanca para que algunas personas que escuchaban la voz de Tara con mayor claridad se reunieran y hablasen con ella de una manera ms directa y personal.

Yo eleg la vida del Templo por propia voluntad, igual que t. Pero un da Tara me llam y me pidi que escogiese a diez mujeres, que salisemos fuera de Mannawinard...

La Madre Blanca call. Keyko conoca la historia, porque se la haban contado mucho tiempo atrs: la Madre Blanca era apenas una muchacha de su edad cuando haba tenido que guiar a aquel grupo de mujeres a travs de los Pramos, para fundar la orden de las Hijas de Tara, un reducto de la vida de Mannawinard en medio de los Pramos...

Eso fue casi ciento cuarenta aos despus de la formacin de los Pramos rememor la Madre Blanca. Por entonces el aire de aquel lugar ya poda respirarse, gracias a la accin del enorme pulmn verde que era Mannawinard. Pero segua siendo un sitio en el que no se poda vivir. Hoy se pueden atravesar los Pramos sin grandes riesgos, pero, aun as, nada o casi nada puede crecer aqu...

Lo s asinti Keyko en voz baja.

Entonces sabrs lo que fue para nosotras tener que establecernos en este lugar, tan lejos de nuestro mundo natural, sin los rboles, los animales, la vida de Mannawinard.

Puedo imaginarlo murmur Keyko, aunque, en realidad, no poda; ella nunca haba estado en Mannawinard y no conoca otra cosa que aquellas montaas y los sombros y nebulosos Pramos que las rodeaban.

Fue duro, s prosigui la Madre Blanca, pero los espritus de las montaas, hijos de Tara, supervivientes de la destruccin urbanita, nos ayudaron, nos protegieron, nos guiaron... y la fuerza y la magia de Sowilo estaban con nosotras.

Keyko trag saliva al or aquella palabra. Sowilo era el nombre de una de las cinco Piedras Rnicas Elementales, la Runa de la Luz, uno de los mayores poderes de Mannawinard y la diosa Tara... la orden invocaba a menudo sus poderes y la tena por smbolo sagrado, pero, aunque se deca que la autntica Piedra Rnica Sowilo haba sido entregada a la Madre Blanca por la Sacerdotisa Kea el da de su partida, lo cierto era que ninguna de las hermanas la haba visto nunca.

Y as fundamos nuestra pequea orden; aunque no haba sido mi intencin redactar un cdigo ni unas normas de conducta, pronto comprend que, tan lejos de Mannawinard, resultaba difcil escuchar la voz de Tara si no se "afinaba el odo"...

Lo s, Madre Blanca.

La anciana call de pronto y se qued mirando a su joven discpula.

Me parece que te estoy aburriendo con historias pasadas, hija...

Oh, no, Madre Blanca...

Seguro que s. Ya habrs escuchado esto alguna otra vez...

Es nuestro pasado y no debemos olvidarlo replic Keyko; y, de hecho, as lo senta.

Las hermanas casi nunca salen de las montaas, Keyko, pero t has ido ms all. Sabes cmo estn las cosas ahora. Las dumas se han desarrollado tanto que han alcanzado una tecnologa muy superior a la que posea el ser humano antes de Mannawinard. De vez en cuando atacan Mannawinard; de vez en cuando el bosque ataca a las dumas, pero, en general, las fronteras se mantienen estables, y los Pramos siguen siendo, igual que hace trescientos aos, un abismo entre ambos mundos.

Algunos creen que es mejor as, Keyko. Otros piensan que Mannawinard debera acabar de una vez por todas con la amenaza que constituyen las dumas. Qu opinas t?

Keyko dio un ligero respingo, cogida por sorpresa. Mir a la Madre Blanca y vio sus ojos fijos en ella, y se pregunt si aquello sera una especie de prueba. Tartamudeando, logr decir:

Yo... no lo s. Nunca he estado en una duma. No s si es un lugar tan terrible como dicen; tampoco s si tienen poder suficiente como para destruir una selva que ocupa casi toda la superficie seca del planeta. Y a veces me pregunto si no merecen otra oportunidad, si no son simplemente sordos a la voz de Tara y... no s... si ellos supieran...

Las ltimas palabras de Keyko acabaron en un suspiro. La Madre Blanca segua mirndola.

Lo supieron tiempo atrs, Keyko. Y no quisieron aceptarlo.

La chica baj la cabeza, reprochndose a s misma el haber sido tan blanda.

Pero puede que la madre Tara est dispuesta a perdonar prosigui la anciana. Vers, Keyko, voy a contarte algo. Si la memoria no me falla, fue hace doscientos veinticuatro aos, cuando estaba a punto de abandonar Mannawinard para emprender mi gran viaje... cuando conoc a un hombre.

La Madre Blanca call, perdida en sus recuerdos.

Era un urbanita prosigui en voz baja, un urbanita que haba huido de las dumas.

Keyko la mir, sorprendida. Aquella historia era nueva para ella.

La contaminacin de los Pramos haba destrozado su cuerpo y envenenado su alma. No quiso unirse a nosotros, pero, a pesar de todo, yo saba que no era un hombre malvado, y le ayud a morir en paz. Fue entonces cuando comprend, Keyko, que, aunque hablemos de los urbanitas como enemigos, probablemente ellos no sean ms que unas vctimas...

La Madre Blanca relat a Keyko la historia de Kurt Kappler, tal y como ella la oyera de los labios del urbanita ms de dos siglos atrs, cuando era apenas una nia. La joven Hermana Guerrera escuch con los ojos muy abiertos, pero hubo cosas que no entendi, porque no las conoca.

Aquel era un hombre torturado concluy la Madre Blanca, uno de los pocos que huyeron de las dumas y llegaron a Mannawinard en aquellos das oscuros. Cuando di la espalda a mi hogar y me intern en los Pramos, hija, pens que guardara siempre en mi corazn el recuerdo de aquel hombre, y jur que hara lo posible por evitar que otros corrieran su misma suerte. Mi alma habl con Tara da y noche, y ella me dijo que la enfermedad de aquel urbanita era un sntoma de que algo terrible haba comenzado a pasar en las dumas.

Sabemos de los horrores de esas enormes ciudades, hija. Conocemos a las criaturas mutantes creadas artificialmente, queremos creer que por error; conocemos sus intentos por dotar de vida e inteligencia a seres hechos de metal; conocemos su forma de jugar con los secretos de la vida y de la muerte, con una tcnica que llaman "gentica"; y, sobre todo, conocemos los Pramos.

Pero esto de que te estoy hablando, Keyko, es peor, porque no lo conocemos, porque es invisible, y porque, mientras est ah, impedir que las cosas cambien.

Yo... pudo decir Keyko, no comprendo lo que quieres decirme, Madre Blanca.

La anciana sonri.

Es muy pronto para que lo comprendas. Sin embargo, has de saber que Tara busca desde hace tiempo una solucin, y creo que la ha encontrado.

He tenido una visin, hija.

Keyko record de golpe la razn por la que estaba all, y mir a la Madre Blanca, interrogante. Ella sostuvo su mirada, pensativa, y entonces alz una mano pequea y arrugada. Keyko vio que le mostraba algo parecido a un tubo sellado.

T sers mi mensajera en estos das inciertos, Keyko. Tu misin ser llevar esta misiva lejos de este templo, a travs de los Pramos...

Adonde? se atrevi a preguntar Keyko, cogiendo el tubo con el mensaje.

Al Templo Primero de Mannawinard, a la Sacerdotisa Kea en persona.

Mannawinard! exclam ella, sorprendida.

La Madre Blanca asinti.

S que es un viaje largo y peligroso; s que tendrs que atravesar los Pramos, que tal vez te tropieces con los urbanitas, que no aceptan la magia ni comprenden lo que somos y lo que representamos. S que eres una de las ms jvenes de la Orden... pero tambin s que no hay nadie tan preparada como t. Has sido entrenada en el arte del Bal-Son por los espritus de las montaas, y podrs sobrevivir ah fuera.

Keyko mir el tubo sin una palabra. Entonces pregunt.

Es importante el mensaje, Madre Blanca?:

Es vital para el futuro del mundo replic ella, con una serena sonrisa.

Keyko sinti que palideca. Aquello era ms de lo que haba esperado.

Espero estar a la altura de la importancia de la misin, Madre Blanca musit.

Estoy convencida de que lo estars, Keyko. Pero no te preocupes; no vas a partir sola.

Las pequeas manos arrugadas se alzaron de nuevo, y Keyko vio que esta vez sostenan un medalln redondo que tena grabada por la parte de delante una runa de proteccin.

Este amuleto te proteger en tu viaje, hija dijo la Madre Blanca, mientras se lo colgaba al cuello a su discpula. Recuerda que mientras lo lleves puesto yo estar contigo y Tara guiar tus pasos.

Keyko agradeci el presente besando las manos de la Madre Blanca. Sinti que temblaban, y la mir, alarmada.

Estoy bien, hija dijo la anciana con una cansada sonrisa. Tengo doscientos treinta y siete aos. Es normal que de vez en cuando me sienta dbil.

A pesar de sus palabras, Keyko se sinti inquieta, y se dio cuenta de que ni todos sus deseos de conocer mundo podran apagar la tristeza que sentira al separarse de la Madre Blanca.

Debes partir dijo ella, adivinando sus pensamientos. Estar bien; tus veintitrs hermanas de la orden cuidarn de m.

Keyko sonri dbilmente, e inclin la cabeza para recibir la bendicin de su superiora. La Madre Blanca dej caer una mano sobre el cabello de la chica y murmur unas palabras que solo ella y la diosa Tara pudieron or. Keyko alz la mirada hacia la anciana.

No te defraudar, Madre Blanca.

Parte sin miedo, hija. Tara estar siempre contigo, pero debes estar atenta y escuchar su voz en tu corazn. No desoigas el mensaje de Tara, Keyko, porque ella ver con claridad cuando tus sentidos estn perdidos en las tinieblas. Porque Tara, el mundo y t sois una sola cosa.

Keyko sali de la habitacin, muy confusa, oprimiendo en una mano el mensaje que deba llevarle a la Sacerdotisa, y en la otra el amuleto protector que le haba entregado la Madre Blanca.

Tard muy poco en empaquetar sus cuatro cosas y guardarlas en un morral. Busc su capa de viaje, la limpi y la prepar para el da siguiente. Repas su saquillo de piezas rnicas para cerciorarse de que estaban todas y se asegur de que la poca magia elemental que conoca funcionaba todava sin fisuras.

Se acost temprano, con la cabeza llena de pensamientos contradictorios. Por un lado, la idea de abandonar el templo para ver mundo y correr aventuras, despus de catorce aos sin moverse de all, la seduca hasta el punto de que no haba deseado otra cosa desde que haba tenido uso de razn. Por otro lado, le dola dejar a la Madre Blanca y a las hermanas y, adems, la enorme responsabilidad que conllevaba aquel mensaje la haca dudar.

Y estaba el peligro, claro. Pero Keyko sonri al pensarlo. Sera un viaje largo y peligroso, haba dicho la Madre Blanca.

Justamente eso era lo nico que no le preocupaba.

Se despert antes de la salida del sol, desayun con sus compaeras y despus, sin una palabra, volvi a su habitacin para recoger sus cosas.

Nadie le pregunt nada, a pesar de que era evidente que se marchaba.

Tambin las hermanas haban escuchado la voz de Tara en sus corazones y, aunque no saban por qu Keyko tena que marcharse, entendan que deba ser as.

La chica abandon el templo-cueva cuando el sol empezaba a asomar por el nebuloso horizonte, detrs de un denso manto de nubes de color gris plomizo. Envuelta en su capa de viaje, con su morral colgado al hombro y un sencillo cayado en una mano, con el mensaje bien sujeto a los pliegues de su tnica y el medalln protector colgado al cuello, Keyko se alej por el desfiladero sin mirar atrs, con un extrao peso en el corazn.

Sinti que los espritus de las montaas la despedan con un mudo adis, y les agradeci de todo corazn lo que haban hecho por ella.

Caminaba a travs de las montaas con decisin; no necesitaba mapas ni guas; la voz de Tara le indicara hacia dnde tena que viajar, y la llevara directamente hasta Mannawinard, la tierra siempre verde de la Diosa Madre. Pero, por el momento, Keyko solo poda ver ante s, ms all de las montaas, una tierra neblinosa y desoladora, una tierra de donde todos los espritus de la naturaleza haban huido tiempo atrs para no volver, para nunca ms volver.

Captulo 3

Horizonte brumoso

La luz del amanecer trataba de abrirse paso entre las neblinas de los Pramos. Kim mir hacia atrs una vez ms. Duma Findias y su alta Aguja ya no eran ms que un montn de confusas sombras lejanas entre las brumas.

Kim suspir, y volvi a pisar el acelerador. Ningn urbanita se internaba solo en los Pramos, pero a ella no le haban dejado otra opcin.

Y todo esto por un maldito androide... murmur para s misma, moviendo la cabeza con incredulidad.

Maldito androide? repiti una voz chillona desde su espalda.

Nemetech produce miles como t todos los das, montn de cables replic ella, ligeramente irritada. Pero t deberas saberlo.

Negativo respondi el robot, Por qu debera saberlo? Acabo de salir de la fbrica. Solo tengo en mi memoria los programas bsicos de comportamiento, comunicacin, aprendizaje, locomocin y autodesarrollo.

Eso no te lo crees ni t solt Kim, estupefacta ante el descaro del androide. No pienso...

Fin de trayecto inform la voz ciberntica del ordenador del vehculo.

Cmo...? solt Kim, sorprendida, y dirigi la mirada hacia los indicadores de batera: estaban bien. Entonces...?

No tuvo tiempo de hacerse ms preguntas. La moto flotante fren repentinamente y Kim maniobr para controlarla, sin resultado. El vehculo vir con brusquedad y, antes de que se diera cuenta, Kim haba salido volando por los aires.

Aaaaahhhh! grit el biobot desde la mochila.

Ambos dieron con sus huesos y circuitos en el suelo. Kim se levant con cautela, esperando or alguna queja del biobot; pero la mquina no emiti ningn sonido, y la muchacha temi que el golpe la hubiera afectado. Se quit la mochila y la abri, ansiosa. Sac al biobot: cabeza, torso, hombros. Kim nunca haba tenido uno de aquellos, y se pregunt cunto tardara en desarrollar ruedas, o algo por el estilo, para que pudiese moverse solo.

El androide la mir con seriedad, y Kim reprimi un estremecimiento. Aquellos trastos parecan demasiado humanos.

Vas a usar esa moto?

La pregunta pill a Kim totalmente desprevenida.

Yo... eh... no estoy segura.

Pues, por favor, asegrate, porque si no te sirve puede que me sirva a m.

Kim suspir. Deposit al robot sobre el suelo y se acerc de nuevo a la moto, que haba aterrizado a varios metros de all. La puso de nuevo derecha sin esfuerzo y trat de encender el ordenador. No lo consigui. Supuso que tendra que recurrir a la batera de emergencia.

Kim suspir de nuevo y alz la mirada hacia el sol, que comenzaba a calentar demasiado, disipando las brumas. Se quit el mono de color negro con un gil movimiento. Debajo llevaba unas mallas negras por encima de la rodilla y una camiseta ceida, que dejaba su ombligo al descubierto. No era gran cosa; desde luego estaba acostumbrada a vestir mejor, pero no estaba dispuesta a pasar calor en aquel desierto donde no haba apenas nada que diera sombra. Examin el mono y descubri que estaba roto por varios sitios, a causa de los disparos que la haban rozado o que haban acertado sin llegar a daarla, gracias a la cobertura especial del traje. En cualquier caso, ahora estaba inservible, de modo que lo arroj lejos de s. Se estir como un gato y flexion los brazos. Sobre la piel de su antebrazo derecho destacaba un tatuaje de color negro que representaba un esquemtico rostro con un solo ojo llevndose un dedo a los labios, indicando silencio. Era la marca de la Hermandad Ojo de la Noche, que Kim llevaba con orgullo, ya que no todo el mundo mereca el honor de ostentar un tatuaje como aquel.

Entonces mir con aire crtico las suelas de sus botas; comprendi que en aquel lugar no tardara en estropearse el sistema propulsor, y suspir por tercera vez.

Bueno; espero poder comprarme otras de mejor calidad con lo que me den por ti, saco de cables gru.

El biobot no respondi. O no la haba odo, o no haba querido darse por enterado.

Kim le dio la espalda y se inclin junto a la moto, tratando de averiguar qu era lo que fallaba.

Al cabo de un par de horas se rindi. Haba repasado el sistema operativo del ordenador del vehculo y pareca que todo estaba en regla. Haba revisado los circuitos y no haba encontrado un solo cable fuera de sitio. Todo funcionaba correctamente, en principio. Solo que la moto no se pona en marcha.

Kim se separ del vehculo, frustrada. Se estaba acabando la batera de emergencia, y, adems, ella senta un hambre feroz. Se volvi y vio al biobot exactamente en el lugar donde lo haba dejado. No haba emitido un solo sonido durante toda la operacin, y Kim pens con amargura que al fin y al cabo mereca un premio. Por un lado, no le haca ninguna gracia atravesar los Pramos a pie; por otro lado, estaba claro que no iba a sacar nada de aquel vehculo, as que tal vez fuera mejor dejar que el androide lo destripara y pudiera desarrollar al menos un par de ruedas. As, por lo menos, no tendra que cargar con l durante todo el viaje.

Adelante, todo tuyo le dijo.

El biobot alz la cabeza hacia ella, y Kim no necesit que dijera nada para comprender lo que quera. Lo cogi y lo coloc cerca de la moto cada. Inmediatamente, en el pecho del androide se abri una pequea trampilla por la que sali una especie de pinza que desatornill rpidamente la tapa de los circuitos del vehculo. Kim observ con curiosidad cmo el biobot hurgaba en el interior de la moto.

Espero que no seas muy voraz coment, porque sospecho que esto es lo nico que encontrars en muchos kilmetros...

El biobot no respondi. Estaba muy ocupado eligiendo materiales. Algunos los desechaba directamente, pero otros desaparecan en el interior de su cuerpo a travs de la trampilla.

Kim se qued mirndolo un rato ms, preguntndose cmo era posible que un artefacto as pudiese contener una pequea fbrica en su interior. Misterios de la tecnologa, se dijo.

La tecnologa de Nemetech.

El nombre trajo a su memoria la experiencia que haba vivido la noche anterior en el almacn, y en su mente se desencaden un aluvin de preguntas. Se sent sobre un montculo pelado y se qued observando al robot, mientras reflexionaba sobre el tema. Qu haba pasado exactamente? Qu haba salido mal en aquella incursin? Por qu era tan importante aquel androide? Lo era, realmente? En tal caso, por qu estaba en el almacn, con todos los dems? Dnde estaba TanSim? Por qu nadie haba acudido a ayudarla cuando tena problemas? Por qu la haba seguido la Sombra hasta el mismsimo Crculo Exterior, si solo se haba llevado un simple biobot?

Un sonido interrumpi sus pensamientos. Su estmago reclamaba algo de comer. En su mochila guardaba un recipiente lleno de agua, que tendra que racionar severamente, pero no tena nada comestible. Se levant de un salto y se dirigi hacia la moto cada, cuyos circuitos estaban ahora desparramados en torno al biobot. Durante su inspeccin haba visto que estaba provista de un compartimento donde se guardaban diversos objetos. Quiz hubiera suerte y encontrase ah algo de comer; de lo contrario, las nicas opciones que le quedaban eran morirse de hambre o cazar alguno de los bichos extraos que pululaban por all, asarlo y arriesgarse a pillar cualquier enfermedad poco agradable. Los Pramos rezumaban radiacin y contaminacin por los cuatro costados; no eran precisamente el lugar ms apropiado para montar un picnic.

Rebusc en el compartimento. Extrajo una pequea pistola que desech enseguida (la suya era cien veces mejor) y que acab desapareciendo en el interior del biobot. Encontr tambin algunos objetos personales, ms bien pocos, y un pequeo paquete cuidadosamente envuelto. Examin la etiqueta: EQUIPAMIENTO DE COMESTIBLES PARA CAMPAA, MARCA TONG-PAOi

S!

Desenvolvi el paquete y descubri que se trataba de pequeas tabletas energticas. No le llenaran el estmago, pero al menos la mantendran con vida durante bastante tiempo, si las racionaba bien. Kim sonri mientras engulla la primera tableta. Nunca haba simpatizado con la Tong-Pao. Prcticamente todo lo que se coma en las dumas era fabricado y comercializado por ellos, y a la joven mercenaria le resultaba muy incmoda la idea de que una megacorporacin tuviese control sobre algo tan personal y vital como su estmago.

Pero en aquel preciso momento se sinti bastante agradecida.

Cuando termin de comer guard lo que le quedaba y se levant de un salto, sonriendo. Ahora se senta mucho mejor.

Has terminado ya, montn de circuitos? le pregunt al androide.

Mi nombre es AD-23674-M le inform el robot. Y, afirmativo, he terminado, por el momento, con la entrada de materiales. Pero tardar un poco en poder desarrollar...

Est bien, est bien Kim lo hizo callar con un gesto aburrido. Entonces tendrs que volver a la mochila hasta que seas capaz de moverte t solo.

El biobot emiti un sonido indefinido, pero no hizo ningn comentario. Kim recogi sus cosas, lo meti en la mochila y, dirigiendo una ltima mirada resignada a la moto destrozada, ech a andar.

Adonde vamos? pregunt el robot cuando los restos del vehculo ya quedaban muy atrs.

A Duma Errans respondi Kim.

Y eso, dnde est?

Kim no respondi enseguida, sorprendida de que el anterior dueo del biobot no le hubiese instalado programas de orientacin y localizacin.

Para serte sincero...