las grietas de jara

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Las grietas de Jara Claudia Piñeiro

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Las grietas de Jara

Claudia Piñeiro

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Las grietas de Jara

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Las grietas de Jara

Claudia Piñeiro

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Dedicado a mi hermana florencia

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Desde cuándo existe la “crisis de mediana edad”? Sabemos que no fue algo tan común a lo largo de la historia de la humanidad, donde quizás una persona de 45 años había llegado al máximo de la expectativa de vida que el resto consideraba normal. O inclusive, había pasado desde hace rato la brecha de la supervivencia. Partamos de una base: Pablo Simó tiene una crisis de mediana edad. El protagonista de la última novela de Claudia Piñeiro, Las grietas de Jara, tiene 45 años: alienado, alejado de cualquier expresión de sentimientos personales, viaja cotidianamente en subte (enterrado) desde su departamento hasta la oficina porque odia caminar, acomoda neuróticamente todos los días los mismos objetos personales de la misma manera. Lleguemos a la crueldad: Pablo Simó está muerto. El primer muerto de la novela, el muerto simbólico, el muerto de 45 años y con crisis de mediana edad. Habrá otro, real, el cadáver (enterrado) de Nelson Jara, pero es el menos importante de la novela: como mínimo, se mueve un poquito menos que el primero.¿Novela de muertos? Tal vez: Pablo Simó no puede llamar vida a eso que lleva. El protagonista no encuentra la vía de escape a ese estado comatoso –para ser un poco más gentiles– en el que se encuentra sumergida su existencia: en su casa, su esposa Laura entabla verdaderas batallas campales con su hija adolescente Francisca, la cual se encuentra en pleno despertar sexual, atizando el costado más conservador de su madre. Mientras, en su trabajo como arquitecto en el estudio Borla y asociados, tiene que lidiar con los fuertes cambios de humor de su compañera contratista, Marta Hovart, y con el hecho de que, en todo ese largo tiempo que lleva trabajando con Borla, nunca pasó de ser más que un empleado, alguien absolutamente reemplazable: un estudio compuesto por tres personas, y él es el único que agacha siempre la cabeza. A este clima estático que la autora, en breves líneas, nos pinta como condenado a una eterna repetición, surge lo inesperado: Leonor, una chica de veintitantos, casi al final de la jornada laboral de un día cualquiera, irrumpe en la oficina preguntando por el muerto real, Nelson Jara, y rompiendo

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el único que agacha siempre la cabeza. A este clima estático que la autora, en breves líneas, nos pinta como condenado a una eterna repetición, surge lo inesperado: Leonor, una chica de veintitantos, casi al final de la jornada laboral de un día cualquiera, irrumpe en la oficina preguntando por el muerto real, Nelson Jara, y rompiendo el silencio que los miembros del estudio habían construido con tanto esfuerzo en torno de una muerte sospechosa, ocurrida tres años atrás, y de la que nadie ha cometido el atrevimiento de averiguar nada hasta el día de hoy.Claudia Piñeiro ha sabido construirse un nombre en la literatura nacional a fuerza de una prosa fluida que adquiere una particular transparencia, generando esa sensación de estar viendo una película en lugar de estar leyendo un libro. En el texto se trabaja con el mismo tipo de procedimientos de Las viudas de los jueves, esto es, tomar a un individuo o una serie de individuos encerrados en una trama de suspenso, de sospechas y conjeturas, para plantear un conflicto social, un conflicto de clase, sólo con la diferencia que en Las grietas de Jara parecería tomar todo un tinte más esperanzador. El objeto de tantas sospechas, efectivamente, sirve para atraer al lector en los primeros capítulos, pero pronto se convierte en una anécdota cuando toma relevancia la crisis individual de Simó: en definitiva, el libro deja surgir la posibilidad de que el crimen es un hecho prescindible; la novela podría sostenerse con la misma o mayor contundencia sin él. En definitiva, el último trabajo de Piñeiro es claramente el retrato de la mediocre vida de un arquitecto frustrado que dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suerte de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.Piñeiro, en Las grietas de Jara, logra atrapar no tanto por la intriga policial, sino por los conflictos cuasi-existenciales que comienzan a cernirse sobre su protagonista: el suspenso que podría generar la intriga policíaca se traslada, por ejemplo, al “suspenso erótico” entre Pablo y todas las mujeres que componen su vida.¿Existe la “crisis de mediana edad”? No lo sabemos, pero lo que sí podemos decir es que la tal crisis es una forma sutil, contemporánea, de llamar a ese momento en que despertamos del letargo y empezamos a vivir, apenas un poco, muy lentamente, eso que amerita llamarse vida. trabajo de Piñeiro es claramente el retrato de la mediocre vida de un arquitecto frustrado que dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suertxe de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.cir es que la tal crisis es una forma sutil, contemporánea, de llamar a ese momento en que despertamos del letargo y empezamos a vivir, apenas un poco, muy lentamente, eso que amerita llamarse vida. trabajo de Piñeiro es claramente el retrato de la mediocre vida de un arquitecto frustrado que dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suertxe de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.s claramente el retrato de la mediocre vida de un arquitecto frustrado que dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que

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el único que agacha siempre la cabeza. A este clima estático que la autora, en breves líneas, nos pinta como condenado a una eterna repetición, surge lo inesperado: Leonor, una chica de veintitantos, casi al final de la jornada laboral de un día cualquiera, irrumpe en la oficina preguntando por el muerto real, Nelson Jara, y rompiendo el silencio que los miembros del estudio habían construido con tanto esfuerzo en torno de una muerte sospechosa, ocurrida tres años atrás, y de la que nadie ha cometido el atrevimiento de averiguar nada hasta el día de hoy.Claudia Piñeiro ha sabido construirse un nombre en la literatura nacional a fuerza de una prosa fluida que adquiere una particular transparencia, generando esa sensación de estar viendo una película en lugar de estar leyendo un libro. En el texto se trabaja con el mismo tipo de procedimientos de Las viudas de los jueves, esto es, tomar a un individuo o una serie de individuos encerrados en una trama de suspenso, de sospechas y conjeturas, para plantear un conflicto social, un conflicto de clase, sólo con la diferencia que en Las grietas de Jara parecería tomar todo un tinte más esperanzador. El objeto de tantas sospechas, efectivamente, sirve para atraer al lector en los primeros capítulos, pero pronto se convierte en una anécdota cuando toma relevancia la crisis individual de Simó: en definitiva, el libro deja surgir la posibilidad de que el crimen es un hecho prescindible; la novela podría sostenerse con la misma o mayor contundencia sin él. En definitiva, el último trabajo de Piñeiro es claramente el retrato de la mediocre vida de un arquitecto frustrado que dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suerte de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.Piñeiro, en Las grietas de Jara, logra atrapar no tanto por la intriga policial, sino por los conflictos cuasi-existenciales que comienzan a cernirse sobre su protagonista: el suspenso que podría generar la intriga policíaca se traslada, por ejemplo, al “suspenso erótico” entre Pablo y todas las mujeres que componen su vida.¿Existe la “crisis de mediana edad”? No lo sabemos, pero lo que sí podemos decir es que la tal crisis es una forma sutil, contemporánea, de llamar a ese momento en que despertamos del letargo y empezamos a vivir, apenas un poco, muy lentamente, eso que amerita llamarse vida. trabajo de Piñeiro es claramente el retrato de la mediocre vida de un arquitecto frustrado que dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suertxe de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.cir es que la tal crisis es una forma sutil, contemporánea, de llamar a ese momento en que despertamos del letargo y empezamos a vivir, apenas un poco, muy lentamente, eso que amerita llamarse vida. trabajo de Piñeiro es dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suertxe de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.. dibuja siempre que puede una torre de once pisos, atravesado por diferentes potenciales o reales amantes, que debe enfrentarse a un oscuro hecho del pasado, una suertxe de espejo del cual emana un reflejo poco deseado.

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¿Qué precio hay que pagar para dar una vuelta de timón y decidirse a vivir los propios sueños?Aunque Pablo Simó quiere construir la torre de sus sueños, se limita a dibujarla: hace veinte años que trabaja en un estudio de arquitectura que no puede o no quiere dejar. Veinte años son también los que lleva casado con Laura, a quien sólo lo unen la costumbre y una hija típicamente adolescente.Cuando una joven llegue inesperadamente al estudio buscando a Nelson Jara, comenzará a revelarse la trama del secreto en la que Simó está implicado junto a su jefe y una compañera de trabajo. La aparición de la muchacha y las derivaciones de ese hecho del pasado abrirán una grieta en la precaria estabilidad del arquitecto, que verá derrumbarse una a una las certezas que lo sostuvieron hasta el momento.