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LA TIERRA OLVIDADA POR EL TIEMPO

La Tierra Olvidada Por El Tiempo

Edgar Rice Burroughs

Captulo I

Deban ser poco ms de las tres de la tarde cuando sucedi: la tarde del 3 de junio de 1916. Parece increble que todo por lo que he pasado, todas esas experiencias extraas y aterradoras, tuvieran lugar en un espacio de tiempo tan breve; tres meses. Ms parece que he experimentado un ciclo csmico, tantos cambios y evoluciones en las cosas que he visto con mis propios ojos durante este breve intervalo de tiempo, cosas que ningn otro ojo mortal haba visto antes, atisbos de un mundo pasado, un mundo muerto, un mundo desaparecido hace tanto tiempo que ni siquiera quedan restos en los ms bajos estratos cmbricos. Oculto en la derretida corteza interna, ha pasado siempre inadvertido para el hombre ms all de aquel perdido trozo de tierra donde el destino me ha trado y donde se ha sellado mi condena.

Estoy aqu y aqu debo permanecer.

Despus de leer esto, mi inters, que ya haba sido estimulado por el hallazgo del manuscrito, se acercaba al punto de ebullicin. Haba venido a Groenlandia a pasar el verano, siguiendo las indicaciones de mi mdico, y me estaba ya aburriendo de muerte, pues haba olvidado traer lectura suficiente. Como la pesca me resulta indiferente, mi entusiasmo por este tipo de deporte se desvaneci pronto; sin embargo, en ausencia de otras formas de recreacin estaba ahora arriesgando mi vida en un barquito absolutamente inadecuado a la altura de Cabo Farewell, en la zona ms septentrional de Groenlandia.

Groenlandia! Como apelacin descriptiva, es un pobre chiste, pero mi historia no tiene nada que ver con Groenlandia, nada que ver conmigo. As que terminar con una cosa y con otra lo ms rpidamente que pueda.

El inadecuado barquito finalmente toc tierra de manera precaria, los nativos, metidos en el agua hasta la cintura, me ayudaron. Me llevaron a la orilla, y mientras preparaban la cena, camin de un lado a otro por la costa rocosa y recortada. Fragmentos de playa salpicaban el gastado granito, o las rocas de las que pudiera estar compuesto Cabo Farewell, y mientras segua el flujo de la marea por una de estas suaves playas, lo vi. Si me hubiera encontrado con un tigre de Bengala en el barranco que hay detrs de los Baos de Bimini, no me habra sorprendido ms de lo que me sorprend al ver un termo flotando y girando en las aguas. Lo recog, pero me moj hasta las rodillas para hacerlo. Luego me sent en la arena y lo abr, y a la luz del crepsculo le el manuscrito, claramente escrito y perfectamente doblado, que formaba su contenido.

Ya han ledo el primer prrafo, y si son unos idiotas imaginativos como yo mismo, querrn leer el resto; as que lo reproducir aqu, omitiendo hacer ms comentarios, que son difciles de recordar. En dos minutos me habrn olvidado.

* * *

Mi casa est en Santa Mnica. Soy, o era, ayudante en la firma de mi padre. Somos armadores. En los ltimos aos nos hemos especializado en submarinos, que hemos construido para Alemania, Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Conozco un submarino como una madre conoce la cara de su beb, y he dirigido una docena de ellos en sus pruebas. Sin embargo, mis inclinaciones tienden hacia la aviacin.

Me gradu en Curtiss, y despus de un largo acoso mi padre me dio permiso para intentar enrolarme en la Escuadrilla Lafayette. Como paso previo consegu un puesto en el servicio americano de ambulancias e iba camino de Francia cuando tres agudos chirridos alteraron, en otros tantos segundos, todo el esquema de mi vida.

Yo estaba sentado en cubierta con algunos de los tipos que tambin iban al servicio de ambulancias, con mi terrier airedale, Prncipe Heredero Nobbler, dormido a mis pies, cuando la primera andanada del silbato rompi la paz y seguridad del barco. Desde que entramos en la zona de submarinos habamos estado ojo avizor ante la posible presencia de periscopios, y chiquillos como ramos, lamentbamos el triste destino que iba a llevarnos a salvo a Francia sin poder atisbar siquiera a los temibles incursores. ramos jvenes, ansibamos emociones, y Dios sabe que las obtuvimos aquel da; sin embargo, en comparacin con lo que he vivido desde entonces, fueron tan sosas como un espectculo de marionetas.

Nunca olvidar los rostros cenicientos de los pasajeros cuando corrieron hacia sus chalecos salvavidas, aunque no haba pnico. Nobs se levant con un gruido. Yo tambin me levant, y me acerqu al costado del barco y divis, a menos de doscientos metros de distancia, el periscopio de un submarino mientras la estela blanca de un torpedo era perfectamente visible. Viajbamos en un barco americano que, naturalmente, no iba armado. Estbamos completamente indefensos; sin embargo, sin advertencia, nos estaban torpedeando.

Me qued rgido, aturdido, viendo la estela blanca del torpedo. Golpe la banda de estribor, casi en el centro del barco, que se agit como si el mar hubiera sido desgarrado por un violento volcn. Camos a cubierta, magullados y aturdidos, y entonces una columna de agua se alz varios metros por encima del navo, llevando consigo fragmentos de metal y madera y cuerpos humanos desmembrados.

El silencio que sigui a la detonacin del torpedo fue casi igual de horrible. Dur posiblemente dos segundos, y fue seguido por los gritos y gemidos de los heridos, las imprecaciones de los hombres y las roncas rdenes de los oficiales de a bordo. Se portaron como unos valientes, ellos y la tripulacin.

Nunca me haba sentido ms orgulloso de mi nacionalidad como en ese momento. En medio de todo el caos que sigui al impacto del torpedo, ningn oficial o miembro de la tripulacin perdi la cabeza ni mostr el ms mnimo grado de pnico o miedo.

Mientras intentbamos arriar los botes, el submarino emergi y nos apunt con sus ametralladoras. El oficial al mando nos orden arriar nuestra bandera, pero el capitn del carguero se neg. El barco se inclinaba peligrosamente a estribor, inutilizando los botes de babor, y la mitad de los botes de estribor haban sido destruidos por la explosin. Mientras los pasajeros se apiaban en la amura de estribor y corran hacia los pocos botes que nos quedaban, el submarino empez a ametrallar el barco. Vi una granada alcanzar a un grupo de mujeres y nios, y entonces volv la cabeza y me cubr los ojos.

Cuando mir de nuevo al horror se uni el desencanto, pues cuando el submarino emergi reconoc que haba sido fabricado en nuestro propio astillero. Lo conoca al detalle. Haba supervisado su construccin. Me haba sentado en aquella misma torreta y haba dirigido los esfuerzos de la sudorosa cuadrilla cuando su proa hendi por primera vez las soleadas aguas veraniegas del Pacfico. Y ahora esta criatura, fruto de mi cerebro y mis manos se haba convertido en Frankenstein y pretenda mi muerte.

Una segunda bomba explot en cubierta. Uno de los botes salvavidas, lleno de gente, colg en peligroso ngulo de sus cabestrantes. Un fragmento de granada rompi la proa, y vi a las mujeres y los hombres y los nios precipitarse al mar, mientras el bote colgaba por la proa durante un instante, y por fin, con gran impulso, se zambulla en mitad de las vctimas en medio de las aguas.

Vi que los hombres corran a la amura y saltaban al ocano. La cubierta se inclinaba en un ngulo imposible. Nobs abri las patas intentando no resbalar y me mir con un gemido interrogador. Me inclin y le acarici la cabeza.

Vamos, chico! exclam, y tras correr al costado del barco, me lanc de cabeza.

Cuando emerg, lo primero que vi fue a Nobs nadando asombrado a unos pocos metros de m. Al verme las orejas se le aplanaron, y su boca se abri en una mueca caracterstica.

El submarino se retiraba hacia el norte, pero sin dejar de bombardear los botes que quedaban, tres de ellos, llenos de supervivientes. Por fortuna, los botes pequeos eran un blanco difcil, lo cual, combinado con la poca habilidad de los alemanes impidi que sus ocupantes sufrieran nuevos daos. Despus de unos pocos minutos, una mancha de humo apareci en el horizonte, al este, y el submarino se sumergi y desapareci.

Mientras tanto, los botes salvavidas se haban estado alejando del transporte hundido, y ahora, aunque grit con toda la fuerza de mis pulmones, no oyeron mi llamada o no se atrevieron a volver para rescatarme. Nobs y yo conseguimos distanciarnos un poco del barco cuando ste se volc por completo y se hundi. La succin nos atrap slo lo suficiente para arrastrarnos hacia atrs unos cuantos metros, pero ninguno de los dos lleg a hundirse bajo la superficie. Busqu rpidamente algo donde agarrarme. Mis ojos se dirigan hacia el punto donde el barco se haba hundido cuando desde las profundidades del ocano lleg la reverberacin ahogada de una explosin, y casi simultneamente un geiser de agua donde botes salvavidas destrozados, cuerpos humanos, vapor, carbn, aceite y los restos de la cubierta se alzaron sobre la superficie: una columna de agua que marc por un momento la tumba de otro barco en ste, el ms grande cementerio de los mares.

Cuando las turbulentas aguas cesaron un poco y el mar dej de escupir restos, me aventur a nadar en busca de algo donde apoyar mi peso y el de Nobs. Haba alcanzado la zona del naufragio cuando, a menos de media docena de metros, la proa de un bote salvavidas surgi del ocano para golpear la superficie con una poderosa sacudida. Deba de haber sido arrastrado hacia el fondo, sujeto a su nave madre por una sola cuerda que finalmente se rompi bajo la enorme tensin a la que haba sido sometida, de ningn otro modo puedo explicar que saliera del agua con tanta fuerza: una circunstancia beneficiosa incluso ante el hecho de que un destino ms terrible espera a los que escapamos ese da; pues a causa de esa circunstancia la encontr a ella, a quien de otro modo nunca debera de haber conocido; la he encontrado y la he amado. Al menos he tenido esa gran felicidad en la vida; ni siquiera Caspak puede, con todos sus horrores, borrar lo que ya ha sucedido.

As que por ensima vez di las gracias al extrao destino que expuls a aquel bote del pozo verde de destruccin al que haba sido arrastrado, lanzndolo muy por encima de la superficie, vacindolo de agua mientras se alzaba sobre las olas, y dejndolo caer sobre la superficie del mar, orgulloso y seguro.

No tard mucho en encaramarme a su costado y arrastrar a Nobs hasta aquel lugar comparativamente ms seguro; luego contempl la escena de muerte y destruccin que nos rodeaba. El mar estaba cubierto de restos entre los que flotaban las penosas formas de mujeres y nios, sostenidos por sus intiles chalecos salvavidas. Algunos estaban desfigurados y destrozados; otros se mecan suavemente con el movimiento del mar, su semblante tranquilo y pacfico; otros formaban horribles filas de agona o de horror. Cerca del costado del bote flotaba la figura de una muchacha. Tena el rostro vuelto hacia arriba, sujeto por encima del agua por el chaleco, enmarcado en una masa flotante de pelo oscuro y ondulante. Era muy hermosa. Nunca haba contemplado unos rasgos tan perfectos, un contorno tan divino y a la vez tan humano, intensamente humano. Era un rostro lleno de personalidad y fuerza y feminidad, el rostro de alguien creado para amar y ser amado. Las mejillas tenan el color arrebolado de la vida y la salud y la vitalidad, y sin embargo all yaca, sobre el fondo del mar, muerta. Sent que algo se alzaba en mi garganta al ver aquella radiante visin, y jur que vivira para vengar su asesinato.

Y entonces mis ojos se posaron una vez ms sobre la superficie del agua, y lo que vi casi me hizo caer de espaldas al mar, pues los ojos de aquel rostro muerto se haban abierto, igual que los labios, y una mano se alzaba hacia m en una muda llamada de socorro. Estaba viva! No estaba muerta! Me inclin sobre la borda del bote y la aup rpidamente a la salvacin relativa que Dios me haba concedido. Le quit el chaleco salvavidas y mi chaqueta empapada le hizo las veces de almohada. Le frot las manos y brazos y pies. La atend durante una hora, y por fin fui recompensado por un profundo suspiro, y de nuevo aquellos grandes ojos se abrieron y miraron a los mos.

Me sent cohibido. Nunca he sido un seductor; en Leland-Stanford era el hazmerrer de la clase por mi absoluta torpeza en presencia de una chica bonita; pero los hombres me apreciaban, al menos. Le estaba frotando una de las manos cuando abri los ojos, y la solt como si fuera un hierro al rojo vivo. Aquellos ojos me miraron lentamente de arriba a abajo; luego se dirigieron al horizonte marcado por el subir y bajar de la amura del bote. Miraron a Nobs y se suavizaron, y luego volvieron a m, llenos de duda.

Y-yo... tartamude, apartndome y retrocediendo hasta el siguiente banco. La visin sonri dbilmente.

Aye-aye, seor! replic en voz baja, y una vez ms sus labios se curvaron, y sus largas pestaas barrieron la firme y plida textura de su piel.

Espero que se encuentre mejor consegu decir.

Sabe? dijo ella tras otro momento de silencio. Hace un buen rato que estoy despierta! Pero no me atreva a abrir los ojos. Pens que deba estar muerta, no me atreva a mirar, por temor a no ver ms que oscuridad a mi alrededor. Me da miedo a morir! Dgame qu ha pasado despus de que se hundiera el barco. Recuerdo todo lo que sucedi antes... oh, deseara poder olvidarlo! un sollozo le quebr la voz. Bestias! continu despus de un momento. Y pensar que iba a casarme con uno de ellos... un teniente del ejrcito alemn!

Volvi al tema del naufragio como si no hubiera dejado de hablar.

Me hund ms y ms y ms. Pens que no iba a dejar de hundirme nunca. No sent ninguna desazn particular hasta que de repente empec a subir a velocidad cada vez mayor; entonces mis pulmones parecieron a punto de estallar, y deb de perder el conocimiento, porque no recuerdo ms hasta que abr los ojos despus de or un torrente de insultos contra Alemania y los alemanes. Dgame, por favor, qu pas despus de que el barco se hundiera.

Le cont entonces, lo mejor que pude, todo lo que haba visto: el submarino bombardeando los botes y todo lo dems. A ella le pareci maravilloso que nos hubiramos salvado de manera tan providencial, y yo tena un discurso preparado en la punta de la lengua, pero no tuve valor para contarle nuestra situacin. Nobs se haba acercado y pos su morro en su regazo, y ella acarici su fea cara, y por fin se inclin hacia adelante y apoy la mejilla contra su frente. Siempre he admirado a Nobs; pero sta fue la primera vez que se me ocurri poder desear ser Nobs. Me pregunt cmo lo aceptara l, pues est tan poco acostumbrado a las mujeres como yo. Pero para l fue pan comido. Mientras que yo no soy para nada un mujeriego, Nobs es sin duda un perro de damas. El viejo pcaro cerr los ojos y puso una de las expresiones ms dulces que he visto jams y se qued all, aceptando las caricias y pidiendo ms. Me hizo sentir celoso.

Parece que le gustan los perros dije yo.

Me gusta este perro respondi ella.

No supe si quera decir con eso algo personal; pero me lo tom como algo personal y eso me hizo sentirme estupendamente.

Mientras bamos a la deriva en aquella enorme extensin de soledad, no fue extrao que nos llevramos bien rpidamente. Escrutbamos constantemente el horizonte en busca de signos de humo, aventurando suposiciones sobre nuestras posibilidades de ser rescatados; pero lleg el atardecer, y la negra noche nos envolvi sin que hubiera una mota de luz sobre las aguas.

Estbamos sedientos, hambrientos, incmodos y helados. Nuestras ropas mojadas se haban secado un poco y yo saba que la muchacha poda correr el riesgo de pillar una pulmona con el fro de la noche al estar medio mojada en medio del mar en un bote despejado, sin ropa suficiente ni comida. Haba conseguido achicar el agua del bote con las manos, y acab por escurrirla con mi pauelo, una tarea lenta e incmoda; as consegu despejar un sitio relativamente seco para que la muchacha se tendiera en el fondo del bote, donde las amuras la protegeran del viento nocturno, y cuando por fin ella as lo hizo, casi abrumada por la debilidad y la fatiga, la cubr con mi chaqueta para protegerla del fro. Pero no sirvi de nada: mientras la observaba, la luz de la luna destacando las graciosas curvas de su esbelto cuerpo, la vi tiritar.

Hay algo que pueda hacer? pregunt. No puede quedarse de esa forma toda la noche. No se le ocurre nada?

Ella neg con la cabeza.

Tenemos que apretar los dientes y soportarlo replic despus de un momento.

Nobbler se acerc y se tumb en el banco a mi lado, la espalda contra mi pierna, y yo me qued contemplando tristemente a la muchacha, sabiendo en el fondo de mi corazn que poda morir antes de que llegara el amanecer, pues con la impresin y la intemperie, ya haba soportado lo suficiente para matar a cualquier mujer. Y mientras yo la contemplaba, tan pequea y delicada e indefensa, dentro de mi pecho fue naciendo lentamente una nueva emocin. Nunca haba estado all antes; ahora nunca dejar de estar all. Mi deseo por encontrar un modo de hacerla entrar en calor e insuflar vida en sus venas me puso casi frentico. Yo tambin senta fro, aunque casi lo haba olvidado hasta que Nobbler se movi y sent una nueva sensacin de frialdad en mi pierna, all donde l se haba apoyado, y de pronto me di cuenta de que en ese sitio haba sentido calor. La comprensin de cmo hacer entrar en calor a la muchacha se abri paso como una gran luz. Inmediatamente me arrodill junto a ella para poner mi plan en prctica, pero de pronto me abrum la vergenza. Lo permitira ella, aunque yo pudiera acumular el valor para sugerirlo? Entonces vi cmo se estremeca, tiritando, los msculos reaccionando a la rpida bajada de temperatura, y decid mandar la prudencia a paseo y me arroj junto a ella y la tom en brazos, apretujando su cuerpo contra el mo.

Ella se apart de repente, dando voz a un gritito de temor, y trat de librarse de m.

Perdneme consegu tartamudear. Es la nica forma. Se morir de fro si no entra en calor, y Nobs y yo somos lo nico que puede ofrecrselo.

Y la sujet con fuerza mientras llamaba a Nobs y le ordenaba que se tumbara a su espalda. La muchacha dej de resistirse cuando comprendi mi propsito; pero emiti dos o tres sollozos, y luego empez a llorar dbilmente, enterrando el rostro en mi brazo, y as se qued dormida.

Captulo II

Deb quedarme dormido a eso del amanecer, aunque en ese momento me pareci que haba permanecido despierto durante das, en vez de horas. Cuando por fin abr los ojos, era de da, y el pelo de la muchacha me cubra la cara, y ella respiraba con normalidad. Di gracias a Dios por eso. Ella haba vuelto la cabeza durante la noche, de modo que cuando abr los ojos vi su rostro a menos de una pulgada del mo, mis labios casi tocando los suyos.

Fue Nobs quien finalmente la despert. Se levant, se desperez, se gir unas cuantas veces y se tumb de nuevo, y la muchacha abri los ojos y mir a los mos. Se sorprendi al principio, y luego lentamente comprendi, y sonri.

Ha sido muy bueno conmigo dijo, mientras la ayudaba a levantarse, aunque a decir verdad yo necesitaba ms ayuda que ella; la circulacin en mi costado izquierdo pareca paralizada por completo. Ha sido muy bueno conmigo.

Y esa fue la nica mencin que hizo al respecto; sin embargo, s que estaba agradecida y que slo la natural reserva impidi que se refiriera a lo que, por decirlo brevemente, era una situacin embarazosa, aunque inevitable.

Poco despus vimos una columna de humo que al parecer se diriga hacia nosotros, y despus de un rato divisamos el contorno de un remolcador, uno de esos intrpidos exponentes de la supremaca martima inglesa que ayudan a los veleros a entrar en los puertos de Inglaterra y Francia. Me alc sobre un banco y agit mi empapada chaqueta por encima de mi cabeza. Nobs hizo lo propio en otro banco y ladr. La muchacha permaneci sentada a mis pies, escrutando con intensidad la cubierta del barco que se acercaba.

Nos han visto dijo por fin. Hay un hombre respondiendo a sus seales.

Tena razn. Un nudo se me form en la garganta: por su bien ms que por el mo. Estaba salvada, y justo a tiempo. No habra podido sobrevivir a otra noche en el Canal; tal vez no habra podido sobrevivir a este da.

El remolcador se acerc a nosotros, y un hombre en cubierta nos lanz un cabo. Unas manos dispuestas nos arrastraron hasta la cubierta, pero Nobs salt a bordo sin ayuda. Los rudos marineros se portaron con la muchacha con amabilidad propia de madres. Mientras nos asaltaban a preguntas nos condujeron al camarote del capitn y a m a la sala de calderas. Le dijeron a la muchacha que se quitara las ropas mojadas y las arrojara por la puerta para que pudieran secarlas, y que se acostara en el camastro del capitn y entrara en calor. No tuvieron que decirme que me desnudara despus de que yo notara el calor de la sala de calderas. En un dos por tres, mis ropas colgaron donde se secaran rpidamente, y yo mismo empec a absorber, a travs de cada poro, el agradable calor del sofocante compartimento. Me trajeron sopa caliente y caf, y los que no estaban de servicio se sentaron a mi alrededor y me ayudaron a maldecir al Kaiser y su ralea.

En cuanto nuestras ropas se secaron nos hicieron ponrnoslas, ya que era ms que posible que en aquellas aguas volviramos a toparnos con el enemigo, como yo bien saba. Con el calor y la sensacin de que la muchacha estaba a salvo, y el conocimiento de que un poco de descanso y comida eliminaran rpidamente los efectos de sus experiencias en las ltimas terribles horas, me sent ms contento de lo que me haba sentido desde que aquellos tres torpedos sacudieron la paz de mi mundo la tarde anterior.

Pero la paz en el Canal haba sido algo transitorio desde agosto de 1914. Eso qued claro aquella maana, pues apenas me haba puesto la ropa seca y llevado las de la muchacha al camarote del capitn cuando desde la sala de mquinas gritaron la orden de avanzar a toda mquina, y un instante despus o el sordo bramar de un caonazo. En un instante sub a cubierta y vi a un submarino enemigo a unos doscientos metros de nuestra proa. Nos haba hecho seales para que nos detuviramos, y nuestro capitn haba ignorado la orden; pero ahora nos apuntaba con sus caones, y la segunda andanada picote sobre el camarote, advirtiendo al beligerante capitn del remolcador de que era hora de obedecer. Una vez ms se lanz una orden a la sala de mquinas, y el remolcador redujo velocidad. El submarino dej de disparar y orden al remolcador que diera media vuelta y se acercara. Nuestro impulso nos haba llevado un poco ms all de la nave enemiga, pero trazamos un arco que nos llev a su lado. Mientras contemplaba la maniobra y me preguntaba qu iba a ser de nosotros, sent que algo me tocaba el codo y me volv para ver a la muchacha de pie a mi lado. Me mir a la cara con expresin entristecida.

Parece que su destino es destruirnos dijo. Creo que es el mismo submarino que nos hundi ayer.

Lo es contest. Lo conozco bien. Ayud a disearlo y lo capitane en su botadura.

La muchacha se apart con una pequea exclamacin de sorpresa y decepcin.

Crea que era usted americano dijo. No tena ni idea de que fuera un... un...

No lo soy repliqu. Los americanos llevamos muchos aos construyendo submarinos para todas las naciones. Ojal hubiramos cado en la bancarrota, mi padre y yo, antes de haber creado ese monstruo de Frankenstein.

Nos acercbamos al submarino a media velocidad, y casi pude distinguir los rasgos de los hombres en cubierta. Un marinero se me acerc y desliz algo duro y fro en mi mano. No tuve que mirar para saber que era una pesada pistola.

Cjala y sela fue todo lo que dijo.

Nuestra proa apuntaba directamente hacia el submarino cuando o dar la orden a la sala de mquinas de pasar a avante toda. Al instante me agarr con fuerza a la barandilla de bronce del grueso remolcador ingls: bamos a embestir las quinientas toneladas del submarino. Apenas pude reprimir un viva. Al principio los boches no parecieron comprender cul era nuestra intencin. Evidentemente pensaron que estaban siendo testigos de una exhibicin de escasa marinera, y gritaron sus advertencias para que el submarino redujera velocidad y lanzara el ancla a babor.

Estbamos a treinta metros de ellos cuando comprendieron la amenaza que implicaba nuestra maniobra. Los artilleros estaban desprevenidos, pero saltaron a sus armas y enviaron un intil proyectil sobre nuestras cabezas. Nobs dio un salto y ladr furiosamente.

A por ellos! orden el capitn del remolcador, y al instante los revlveres y rifles descargaron una lluvia de balas sobre la cubierta del sumergible. Dos de los artilleros cayeron; los otros apuntaron a la lnea de flotacin del remolcador. Los que estaban en cubierta replicaron al fuego de nuestras pequeas armas, dirigiendo sus esfuerzos contra el hombre al timn.

Empuj rpidamente a la muchacha hacia el pasillo que conduca a la sala de mquinas, y luego alc mi pistola y dispar por primera vez a un boche. Lo que ocurri en los siguientes segundos sucedi tan rpidamente que los detalles se nublan en mi memoria. Vi al timonel abalanzarse sobre la rueda, y hacerla girar para que el remolcador virara rpidamente de rumbo, y recuerdo que advert que todos nuestros esfuerzos iban a ser en vano, porque de todos los hombres a bordo, el destino haba decretado que ste fuera el primero en caer bajo una bala enemiga. Vi cmo la menguada tripulacin del submarino disparaba su pieza y sent la sacudida del impacto y o la fuerte explosin cuando el proyectil estall en nuestra proa.

Advert todas estas cosas mientras saltaba a la cabina del piloto y agarraba la rueda del timn, a horcajadas sobre el cadver del timonel. Con todas mi fuerzas hice girar el timn a estribor, pero fue demasiado tarde para desviar el propsito de nuestro capitn. Lo mejor que hice fue rozar contra el costado del submarino. O a alguien gritar una orden en la sala de mquinas; el barco se estremeci de pronto y tembl ante el sbito cambio de los motores, y nuestra velocidad se redujo rpidamente. Entonces vi lo que aquel loco capitn haba planeado desde que su primer intento saliera mal.

Con un alarido, salt a la resbaladiza cubierta del submarino, y tras l lo hizo su encallecida tripulacin. Sal corriendo de la cabina del piloto y los segu, para no quedarme atrs cuando hubiera que enfrentarse a los boches. Desde la sala de mquinas llegaron el jefe de mquinas y los maquinistas, y juntos saltamos tras el resto de la tripulacin y nos enzarzamos en una pelea cuerpo a cuerpo que cubri la cubierta mojada de roja sangre. Nobs me sigui, silencioso ahora, y sombro.

Los alemanes salan por la escotilla abierta para tomar parte en la batalla. Al principio las pistolas dispararon entre las maldiciones de los hombres y las fuertes rdenes del comandante y sus oficiales; pero poco despus estbamos demasiado revueltos para que fuera seguro usar armas de fuego, y la batalla se convirti en una lucha cuerpo a cuerpo por dominar la cubierta.

El nico objetivo de cada uno de nosotros era lanzar al agua al enemigo. Nunca olvidar la horrible expresin del rostro del gran prusiano con quien me enfrent el destino. Baj la cabeza y embisti contra m, mugiendo como un toro. Con un rpido paso lateral y agachndome bajo sus brazos extendidos, lo elud; y cuando se volvi para atacarme de nuevo, le descargu un golpe en la barbilla que le hizo retroceder hasta el borde de la cubierta. Vi sus salvajes intentos por recuperar el equilibrio; lo vi girar como un borracho durante un instante y luego, con un fuerte grito, caer al mar. En el mismo momento un par de brazos gigantescos me rodearon por detrs y me alzaron en vilo. Patale y me rebull como pude, pero no poda volverme contra mi antagonista ni liberarme de su tenaz presa. Implacablemente, me arrastraba hacia el costado del barco y la muerte. No haba nada para enfrentarse a l, pues cada uno de mis compaeros estaba ms que ocupado enfrentndose a uno o hasta a tres enemigos. Durante un instante tem por mi vida, y entonces vi algo que me llen de un terror an ms grande.

Mi boche me arrastraba hacia el costado del submarino contra el que todava golpeteaba el remolcador. El hecho de que fuera a ser aplastado entre los dos fue insignificante cuando vi a la muchacha sola en la cubierta del remolcador, como vi la popa en el aire y la proa preparndose para la ltima zambullida, como vi la muerte de la que no podra salvarla tirando de las faldas de la mujer que, bien lo supe ahora, amaba.

Me quedaba tal vez una fraccin de segundo de vida cuando o un furioso gruido tras nosotros, mezclado con el grito de dolor y furia del gigante que me sujetaba. Al instante cay a la cubierta, y al hacerlo extendi los brazos para salvarse, liberndome. Ca pesadamente sobre l, pero me puse de pie al instante. Al levantarme, dirig una rpida mirada a mi oponente. Nunca ms me amenazara, ni a nadie, pues las grandes mandbulas de Nobs se haban cerrado sobre su garganta. Entonces salt hacia el borde de la cubierta ms cercana a la muchacha.

Salte! grit. Salte!

Y le extend los brazos. Al instante, como confiando implcitamente en mi habilidad para salvarla, salt por la borda del remolcador al inclinado y resbaladizo costado del submarino. Me dispuse a agarrarla. En ese mismo instante el remolcador apunt su popa hacia el cielo y se perdi de vista. Mi mano perdi la de la muchacha por una fraccin de pulgada y la vi caer al mar; pero apenas haba tocado el agua cuando me lanc tras ella.

El remolcador hundido nos arrastr bajo la superficie, pero yo la haba agarrado en el momento en que golpe el agua, y por eso nos hundimos juntos, y juntos subimos... a unos pocos metros del submarino. Lo primero que o fue a Nobs ladrando furiosamente; era evidente que me haba perdido de vista y me estaba buscando. Una sola mirada a la cubierta del navo me asegur que la batalla haba terminado y que habamos vencido, pues vi a nuestros supervivientes manteniendo encaonados a un puado de enemigos mientras uno de los tripulantes sala del interior del sumergible y se alineaba en cubierta con los otros prisioneros.

Mientras nadaba con la muchacha hacia el submarino, los insistentes ladridos de Nobs llamaron la atencin de algunos miembros de la tripulacin del remolcador, as que en cuanto llegamos al costado haba manos de sobra para ayudarnos a subir. Le pregunt a la muchacha si estaba herida, pero ella me asegur que esta segunda inmersin no haba sido peor que la primera; tampoco pareca sufrir ningn shock. Pronto iba yo a aprender que esta criatura esbelta y aparentemente delicada posea el corazn y el valor de un guerrero.

Cuando nos reunimos con nuestro grupo, encontr al contramaestre del remolcador comprobando a los supervivientes. Quedbamos diez, sin incluir a la muchacha. Nuestro valiente capitn haba cado, igual que otros ocho hombres ms. ramos diecinueve y habamos despachado de un modo u otro a diecisis alemanes y habamos hecho nueve prisioneros, incluyendo al comandante. Su lugarteniente haba muerto.

No ha sido un mal trabajo dijo Bradley, el contramaestre, cuando complet su conteo. Perder al capitn es lo peor aadi. Era un buen hombre, un buen hombre.

Olson (quien a pesar de su nombre era irlands, y a pesar de que no era escocs era el jefe de mquinas del remolcador), se nos acerc a Bradley y a m.

S reconoci. No ha estado mal, pero qu vamos a hacer ahora?

Llevaremos al submarino al puerto ingls ms cercano contest Bradley, y luego iremos a tierra y nos tomaremos unas cervezas concluy, riendo.

Cmo vamos a dirigirlo? pregunt Olson. No podemos fiarnos de estos alemanes.

Bradley se rasc la cabeza.

Supongo que tienes razn admiti. Y no s nada de nada sobre submarinos.

Yo s le asegur. S ms sobre este submarino en concreto de lo que saba el oficial que lo capitaneaba.

Ambos hombres me miraron sorprendidos, y entonces tuve que explicarles otra vez lo que le haba explicado ya a la muchacha. Bradley y Olson se quedaron encantados. Inmediatamente me pusieron al mando, y lo primero que hice fue bajar con Olson e inspeccionar la nave a conciencia en busca de boches escondidos y maquinaria daada. No haba ningn alemn bajo cubierta, y todo estaba intacto y en perfecto estado. Entonces orden que todo el mundo bajara excepto un hombre que actuara como viga. Tras interrogar a los alemanes, descubr que todos excepto el comandante estaban dispuestos a reemprender sus tareas y ayudarnos a llevar al navo a un puerto ingls. Creo que se sintieron aliviados ante la perspectiva de ser retenidos en un cmodo campo de prisioneros ingls durante lo que quedara de guerra en vez de enfrentarse a los peligros y privaciones que haban sufrido. El oficial, sin embargo, me asegur que nunca colaborara en la captura de su barco.

No hubo, por tanto, otra cosa que hacer sino cargar al hombre de cadenas. Mientras nos preparbamos para aplicar esta decisin por la fuerza, la muchacha baj desde cubierta. Era la primera vez que ella o el oficial alemn se vean desde que abordamos el submarino. Yo estaba ayudndola a bajar la escalerilla y todava la sostena por el brazo (posiblemente despus de que tal apoyo fuera necesario), cuando ella se dio la vuelta y mir directamente al rostro del alemn. Cada uno de ellos dej escapar una sbita exclamacin de sorpresa y desazn.

Lys! exclam l, y dio un paso hacia ella.

Los ojos de la muchacha se abrieron como platos, y lentamente se llenaron de horror, mientras retroceda. Entonces su esbelta figura se enderez como un soldado, y con la barbilla al aire y sin decir palabra le dio la espalda al oficial.

Llevoslo orden a los dos hombres que lo custodiaban, y cargadlo de cadenas.

Cuando el alemn se march, la muchacha me mir a los ojos.

Es el alemn del que le habl dijo. El barn von Schoenvorts.

Yo simplemente inclin la cabeza. Ella lo haba amado! Me pregunt si en el fondo de su corazn no lo amaba todava. De inmediato me volv insanamente celoso. Odi al barn Friedrich von Schoenvorts con tanta intensidad que la emocin me embarg con una especie de exaltacin.

Pero no tuve muchas oportunidades para regocijarme en mi odio entonces, pues casi inmediatamente el viga asom la cabeza por la escotilla y grit que haba humo en el horizonte, ante nosotros. Al punto sub a cubierta para investigar, y Bradley vino conmigo.

Si son amigos, hablaremos con ellos dijo. Si no, los hundiremos... eh, capitn?

S, teniente repliqu, y le toc a l el turno de sonrer.

Izamos la bandera inglesa y permanecimos en cubierta. Le ped a Bradley que bajara y asignara su funcin a cada miembro de la tripulacin, colocando a un ingls con pistola detrs de cada alemn.

Avante a media velocidad orden.

Ms rpidamente ahora, cubrimos la distancia que nos separaba del barco desconocido, hasta que pude ver claramente la insignia roja de la marina mercante britnica. Mi corazn se hinch de orgullo ante la idea de que los ingleses nos felicitaran por tan noble captura; y justo en ese momento el vapor mercante debi avistarnos, pues vir sbitamente hacia el norte, y un momento ms tarde densas columnas de humo surgieron de sus chimeneas. Entonces, tras marcar un rumbo en zigzag, huy de nosotros como si tuviramos la peste bubnica. Alter el curso del submarino y me dispuse a perseguirlos, pero el vapor era ms rpido que nosotros, y pronto nos dej dolorosamente atrs.

Con una sonrisa triste, orden que se reemprendiera nuestro curso original, y una vez ms nos dirigimos a la alegre Inglaterra. Eso fue hace tres meses, y no hemos llegado todava: ni es probable que lo hagamos nunca. El vapor que acabbamos de avistar debi telegrafiar una advertencia, pues no haba pasado ni media hora cuando vimos ms humo en el horizonte, y esta vez el barco llevaba la bandera blanca de la Royal Navy, e iba armado. No vir al norte ni a ninguna otra parte, sino que se dirigi hacia nosotros rpidamente. Estaba preparndome para hacerle seales cuando una llamarada brot en su proa, y un instante despus el agua ante nosotros se elev por la explosin de un proyectil.

Bradley haba subido a cubierta y estaba a mi lado.

Un disparo ms, y nos alcanzar dijo. No parece darle mucho crdito a nuestra bandera.

Un segundo proyectil pas sobre nosotros, y entonces di la orden de cambiar de direccin, indicando al mismo tiempo a Bradley que bajara y diera la orden de sumergirnos. Le entregu a Nobs y al seguirlo me encargu de cerrar y asegurar la escotilla. Me pareci que los tanques de inmersin nunca se haban llenado ms despacio. Omos una fuerte explosin sobre nosotros; el navo se estremeci por la onda expansiva que nos arroj a todos a cubierta. Esper sentir de un momento a otro el diluvio del agua inundndonos, pero no sucedi nada. En cambio, continuamos sumergindonos hasta que el manmetro registr cuarenta pies y entonces supe que estbamos a salvo. A salvo! Casi sonre. Haba relevado a Olson, que haba permanecido en la torreta siguiendo mis indicaciones, pues haba sido miembro de uno de los primeros submarinos ingleses, y por tanto saba algo del tema. Bradley estaba a mi lado. Me mir, intrigado.

Qu demonios vamos a hacer? pregunt. El barco mercante huye de nosotros; el de guerra nos destruir; ninguno de los dos creer nuestros colores y nos dar una oportunidad para explicarnos. Tendremos una recepcin an peor si nos asomamos a un puerto ingls: minas, redes y todo lo dems. No podemos hacerlo.

Intentmoslo de nuevo cuando ese barco haya perdido la pista inst. Tendr que haber algn barco que nos crea.

Y lo intentamos otra vez, pero estuvimos a punto de ser embestidos por un pesado carguero. Ms tarde nos dispar un destructor, y dos barcos mercantes se dieron la vuelta y huyeron al vernos aproximarnos. Durante dos das recorrimos el Canal de un lado a otro intentando decirle a alguien que quisiera escuchar que ramos amigos; pero nadie quera escucharnos. Despus de nuestro encuentro con el primer barco de guerra, di instrucciones para que enviaran un cable explicando nuestra situacin: pero para mi sorpresa descubr que el emisor y el receptor haban desaparecido.

Slo hay un lugar al que pueden ir me hizo saber von Schoenvorts, y es Kiel. No podr desembarcar en ningn lugar en estas aguas. Si lo desea, los llevar all, y puedo prometer que sern tratados bien.

Hay otro lugar al que podemos ir repliqu, y all iremos antes que a Alemania. Ese lugar es el infierno.

Captulo III

Aquellos fueron das ansiosos, donde apenas tuve oportunidad de relacionarme con Lys. Le haba asignado el camarote del capitn, Bradley y yo nos quedamos con el del oficial de cubierta, mientras que Olson y dos de nuestros mejores hombres ocuparon el cuarto que normalmente se dedicaba a los suboficiales. Hice que Nobs se alojara en la habitacin de Lys, pues saba que as ella se sentira menos sola.

No sucedi nada de importancia durante algn tiempo, mientras dejbamos atrs las aguas britnicas. Navegamos por la superficie, a buen ritmo. Los dos primeros barcos que avistamos escaparon tan rpido como pudieron, y el tercero, un carguero, nos dispar, obligndonos a sumergirnos. Despus de esto comenzaron nuestros problemas. Uno de los motores de gasoil se estrope por la maana, y mientras intentbamos repararlo el tanque de inmersin de la banda de babor a proa empez a llenarse.

Yo estaba en cubierta en ese momento y advert la inclinacin gradual. Comprend de inmediato lo que estaba ocurriendo, y salt a la escotilla y la cerr de golpe sobre mi cabeza y corr a la sala central. A estas alturas el navo se hunda por la proa con una desagradable inclinacin a babor, y no esper a transmitirle las rdenes a nadie ms, sino que corr hasta la vlvula que dejaba entrar el agua en el tanque. Estaba abierta de par en par. Cerrarla y conectar la bomba de succin que lo vaciara fue cosa de un minuto, pero estuvimos cerca.

Saba que esa vlvula nunca se habra abierto sola. Alguien lo haba hecho... alguien que estaba dispuesto a morir si con eso consegua la muerte de todos nosotros. Despus de eso, mantuve a un guardia alerta por todo el estrecho navo. Trabajamos en el motor todo ese da y esa noche y la mitad del da siguiente.

La mayor parte del tiempo flotamos a la deriva en la superficie, pero hacia medioda divisamos humo al oeste, y tras haber descubierto que slo tenamos enemigos en el mundo, orden que pusieran en marcha el otro motor para poder apartarnos del rumbo del vapor que se acercaba. Sin embargo, en el momento en que el motor empez a funcionar, hubo un rechinante sonido de acero torturado, y cuando ces, descubrimos que alguien haba colocado un cortafro en una de las marchas.

Pasaron otros dos das antes de que pudiramos continuar renqueando, a medio reparar. La noche antes de que las reparaciones estuvieran completas, el centinela vino a despertarme. Era un tipo inteligente de clase media, en el que tena mucha confianza.

Bien, Wilson pregunt. Qu pasa ahora? l se llev un dedo a los labios y se acerc a m. Creo que he descubierto quin est haciendo los sabotajes susurr, y seal con la cabeza en direccin al camarote de la muchacha. La he visto salir de la sala de la tripulacin ahora mismo continu. Ha estado dentro charlando con el capitn boche. Benson la vio all anoche tambin, pero no dijo nada hasta que me toc la guardia a m esta noche. Benson es un poco corto de entendederas, y nunca suma dos y dos hasta que alguien le ha dicho que son cuatro.

Si el hombre hubiera venido y me hubiera abofeteado en la cara, no me habra sentido ms sorprendido.

No le digas nada de esto a nadie orden. Mantn los ojos y los odos abiertos e infrmame de toda cosa sospechosa que veas u oigas.

El hombre salud y se march; pero durante una hora o ms me agit, inquieto, en mi duro jergn, lleno de celos y temor. Finalmente, me hund en un sueo preocupado. Era de da cuando despert. Navegbamos lentamente sobre la superficie, pues mis rdenes eran avanzar a velocidad media hasta que pudiramos hacer una medicin y determinar nuestra posicin. El cielo haba estado nublado todo el da y la noche anterior; pero cuando sal a la torreta esa maana, me complaci ver que el sol brillaba de nuevo. Los nimos de los hombres parecan haber mejorado; todo pareca propicio. Olvid de inmediato los crueles recelos de la noche pasada y me puse a trabajar para hacer mis mediciones.

Qu golpe me esperaba! El sextante y el cronmetro estaban destruidos sin posibilidad de ser reparados, y los haban roto esta misma noche. Los haban roto la noche que haban visto a Lys hablar con von Schoenvorts. Creo que fue este ltimo pensamiento lo que me hiri ms. Poda mirar el otro desastre a la cara con ecuanimidad: pero el hecho desnudo de que Lys pudiera ser una traidora me escandalizaba. Llam a Bradley y a Olson a cubierta y les cont lo que haba sucedido, pero por mi vida que no pude repetir lo que Wilson me haba informado la noche anterior. De hecho, como haba reflexionado sobre el tema, me pareca increble que la muchacha pudiera haber pasado a travs de mi habitacin, donde dormamos Bradley y yo, y luego hubiera entablado conversacin en la sala de la tripulacin, donde estaba retenido von Schoenvorts, sin que la hubiera visto ms que un solo hombre.

Bradley sacudi la cabeza.

No lo comprendo dijo. Uno de los boches debe ser muy listo para jugrnosla de esta manera; pero no nos han hecho tanto dao como creen: todava tenemos los instrumentos de repuesto.

Ahora me toc el turno a m de sacudir tristemente la cabeza.

No hay ningn instrumento de repuesto les dije. Tambin desaparecieron, con el telgrafo.

Ambos hombres me miraron sorprendidos.

Todava tenemos la brjula y el sol dijo Olson. Puede que intenten cargarse la brjula alguna noche, pero somos demasiados durante el da para que puedan eliminar el sol.

Fue entonces cuando uno de los hombres asom la cabeza por la escotilla, me vio y pidi permiso para subir a cubierta y aspirar una bocanada de aire fresco. Reconoc que era Benson, el hombre quien, segn haba dicho Wilson, inform de haber visto a Lys con von Schoenvorts dos noches antes. Le indiqu que subiera y luego lo llev a un lado, y le pregunt si haba visto algo extrao o fuera de lo comn durante su guardia la noche anterior. El hombre se rasc la cabeza.

No dijo, y entonces, como si se lo pensara mejor, me dijo que haba visto a la muchacha en la sala de la tripulacin a eso de media noche hablando con el comandante alemn, pero que no le haba parecido que hubiera nada malo en ello, y por eso no dijo nada al respecto. Tras decirle que no dejara de informarme si vea que pasaba cualquier cosa que se desviara lo ms mnimo de la rutina del barco, lo desped.

Varios hombres ms pidieron permiso para subir a cubierta, y pronto todos menos los que tenan trabajo que hacer estaban arriba fumando y charlando, de buen humor. Me aprovech de la ausencia de los hombres y baj a tomar el desayuno, que el cocinero estaba preparando ya en el horno elctrico. Lys, seguida de Nobs, apareci cuando yo llegaba al puente.

Buenos das! dijo alegremente, y se reuni conmigo, pero me temo que yo le respond de manera bastante constreida y hosca.

Quiere desayunar conmigo? le pregunt de sopetn, decidido a comenzar una investigacin propia siguiendo las lneas que exiga el deber.

Ella asinti, aceptando dulcemente mi invitacin, y juntos nos sentamos ante la mesita del comedor de oficiales. Durmi bien anoche? le pregunt.

Toda la noche respondi ella. Tengo el sueo profundo. Sus modales eran tan directos y sinceros que no pude creer en su duplicidad. Sin embargo, creyendo que iba a sorprenderla para que traicionara su culpa, revel:

El cronmetro y el sextante fueron destruidos anoche. Hay un traidor entre nosotros.

Pero ella no movi ni un pelo que evidenciara un conocimiento culpable de la catstrofe.

Quin puede haber sido? exclam. Los alemanes estaran locos si lo hicieran, pues sus vidas correran tanto peligro como las nuestras.

Los hombres a menudo se alegran de morir por un ideal... un ideal patritico, tal vez respond. Y estn dispuestos a convertirse en mrtires, lo que incluye la disposicin a sacrificar a otros, incluso a aquellos que los aman. Las mujeres son igual, pero son capaces de ir ms all que los hombres... lo sacrifican todo por amor, incluso el honor.

La observ con atencin mientras hablaba, y me pareci detectar un leve sonrojo en su mejilla. Viendo una oportunidad y una ventaja, decid continuar.

Pongamos el caso de von Schoenvorts, por ejemplo dije. Sin duda se alegrara de morir y llevarnos a todos por delante si pudiera impedir que su barco cayera en manos enemigas. Sacrificara a cualquiera, incluso a usted. Y si usted lo ama todava, bien podra ser su herramienta. Me comprende?

Ella me mir con los ojos espantados y llenos de consternacin durante un momento, y luego se puso muy blanca y se levant de su asiento.

Le comprendo replic, y tras darme la espalda sali rpidamente de la sala. Me dispuse a seguirla, pues incluso creyendo lo que crea, lamentaba haberla herido.

Llegu a la puerta de la sala de la tripulacin justo a tiempo de ver a von Schoenvorts inclinarse hacia adelante y susurrarle algo mientras pasaba. Pero ella debi suponer que la estaban vigilando, porque sigui de largo.

Esa tarde el tiempo cambi: el viento se convirti en una galerna, y el mar se alz hasta que el navo empez a agitarse y mecerse de manera aterradora. Casi todo el mundo a bordo se mare; el aire estaba cargado y opresivo. Durante veinticuatro horas no dej mi puesto junto a la torreta, ya que tanto Olson como Bradley estaban enfermos. Finalmente descubr que deba descansar un poco, y busqu a alguien que me relevara. Benson se ofreci voluntario. No se haba mareado, y me asegur que haba servido en tiempos con la Royal Navy, y que haba servido en un submarino durante ms de dos aos. Me alegr de que fuera l, pues confiaba bastante en su lealtad, y por eso baj y me acost, sintindome seguro.

Dorm doce horas seguidas, y cuando despert y descubr lo que haba hecho, no perd tiempo y regres a la torre. All estaba Benson, sentado y despierto, y la brjula mostraba que nos habamos dirigido al oeste. La tormenta segua su curso: no aplac su furia hasta el cuarto da. Todos estbamos exhaustos y anhelbamos poder subir a cubierta y llenar nuestros pulmones de aire fresco.

Durante cuatro das no vi a la muchacha, ya que ella permaneci en su habitacin, y durante este tiempo no hubo ningn incidente extrao, un hecho que pareca reforzar la telaraa de pruebas circunstanciales en torno a ella.

Durante seis das despus de que la tormenta remitiera tuvimos un tiempo bastante desapacible: el sol no asom ni una sola vez. Para tratarse de mediados de junio, la tormenta no era normal, pero como soy del sur de California, estoy acostumbrado a los vaivenes del tiempo. De hecho, he descubierto que, en todo el mundo, el clima inestable prevalece en todas las pocas del ao.

Mantuvimos nuestro firme rumbo oeste, y puesto que el U-33 era uno de los sumergibles ms rpidos que habamos fabricado jams, supe que debamos estar bastante cerca de la costa norteamericana. Lo que ms me sorprenda fue el hecho de que durante seis das no hubiramos avistado a un solo barco. Pareca curioso que pudiramos cruzar el Atlntico casi de costa a costa sin avistar humo o una vela, y por fin llegu a la conclusin de que nos habamos desviado del rumbo, pero no pude determinar si hacia el norte o hacia el sur.

Al sptimo da el mar amaneci comparativamente calmo. Haba una leve neblina en el ocano que nos haba impedido divisar las estrellas, pero todas las condiciones apuntaban a una maana despejada, y yo estaba en cubierta esperando ansiosamente a que saliera el sol. Tena la mirada clavada en la impenetrable niebla a proa, pues al este debera ver el primer atisbo del sol al amanecer que pudiera indicarme que todava seguamos el rumbo adecuado. Gradualmente los cielos se aclararon; pero a proa no pude ver ningn brillo ms intenso que indicara la salida del sol detrs de la niebla.

Bradley estaba a mi lado. Me toc el brazo.

Mire, capitn dijo, y seal al sur.

Mir y me qued boquiabierto, pues directamente a babor vi el contorno rojizo del sol. Corr a la torre, mir la brjula. Mostraba que nos dirigamos firmemente hacia el oeste. O bien el sol sala por el sur, o haban manipulado la brjula. La conclusin era obvia.

Volv junto a Bradley y le dije lo que haba descubierto.

Y no podremos hacer otros quinientos nudos sin combustible conclu. Nuestras provisiones empiezan a escasear, igual que el agua. Slo Dios sabe hasta dnde hemos llegado.

No hay nada que hacer replic l, sino alterar nuestro curso una vez ms hacia el oeste. Debemos encontrar tierra pronto o estaremos perdidos.

Le dije que as lo hiciera, y luego me puse a trabajar improvisando un burdo sextante que al final nos indic nuestro paradero de manera burda e insatisfactoria, pues cuando termin el trabajo, no supimos cuan lejos de la verdad estaba el resultado. Nos mostr que estbamos 20 norte y 30 oeste... casi dos mil quinientas millas desviados de nuestro rumbo. En resumen, si nuestros clculos eran remotamente correctos, debamos de haber estado viajando hacia el sur durante seis das. Bradley no relev a Benson, pues haban dividido nuestros turnos de modo que ste ltimo y Olson ahora se encargaban de las noches, mientras que Bradley y yo alternbamos los das.

Interrogu a Olson y Benson sobre el asunto de la brjula. Pero cada uno de ellos mantuvo firmemente que nadie la haba tocado durante su turno de guardia. Benson me dirigi una mirada de inteligencia, como diciendo:

Bueno, usted y yo sabemos quin lo hizo.

Pero yo no poda creer que hubiera sido la muchacha.

Mantuvimos el rumbo durante varias horas, y entonces el grito del viga anunci una vela. Orden alterar el curso del U-33 y nos acercamos al barco desconocido, pues yo haba tomado una decisin fruto de la necesidad. No podamos quedarnos aqu en medio del Atlntico y morir de hambre si haba un medio de evitarlo. El velero nos vio cuando an estbamos lejos, como qued claro por sus intentos de escapar. Sin embargo, apenas haba viento, y su caso estaba perdido; as que cuando nos acercamos y le indicamos que parase, qued al pairo con las velas muertas. Nos acercamos. Era el Balmen de Halsmstad, Suecia, con un cargamento general de Brasil para Espaa.

Expliqu nuestras circunstancias a su capitn y ped comida, agua y combustible, pero cuando descubri que no ramos alemanes, se puso muy furioso y molesto y empez a retirarse. Yo no estaba de humor para este tipo de cosas. Volvindome hacia Bradley, que estaba en la torre, orden:

Artilleros a cubierta! A sus puestos!

No habamos tenido ninguna oportunidad para ensayar maniobras, pero cada hombre se situ en su puesto, y los miembros alemanes de la tripulacin comprendieron que para ellos era obediencia o muerte, ya que cada uno iba acompaado por un hombre con una pistola. La mayora de ellos, sin embargo, se alegraron de obedecerme.

Bradley transmiti la orden y un momento despus la tripulacin subi la estrecha escalerilla y apuntaron al lento velero sueco.

Disparad una andanada contra su proa instru al capitn artillero.

Cranme, el sueco no tard mucho en ver su error e izar el estandarte rojo y blanco que significa comprendo. Una vez ms las velas colgaron flcidas, y entonces le orden que arriara un bote y viniera a recogerme. Abord el barco con Olson y un par de ingleses, y seleccion de su cargamento lo que necesitbamos: combustible, provisiones y agua. Le di al capitn del Balmen una lista de lo que nos llevamos, junto con una declaracin firmada por Bradley, Olson y yo mismo, declarando brevemente cmo habamos tomado posesin del U-33 y la urgencia de nuestra necesidad por lo que nos llevbamos. Dirigimos ambas misivas a cualquier agente britnico con la peticin de que pagaran a los propietarios del Balmen, pero si lo han hecho o no, no lo s.

Con agua, comida y combustible, sentimos que habamos obtenido una nueva oportunidad en la vida. Ahora tambin sabamos definitivamente dnde estbamos, y decid dirigirnos a Georgetown, Guinea Britnica... pero estaba destinado a sufrir otra amarga decepcin.

Seis de los miembros de la tripulacin haban subido a cubierta para atender el can o abordar el velero suizo durante nuestro encuentro, y ahora, uno a uno, fuimos descendiendo la escalerilla. Fui el ltimo en bajar, y cuando llegu al pie, me encontr mirando la boca de una pistola que el barn Friedrich von Schoenvorts tena en la mano. Vi a todos mis hombres alineados a un lado, con los ocho alemanes restantes vigilndolos.

No pude imaginar cmo haba sucedido, pero as haba sido. Ms tarde me enterara de que haban asaltado a Benson, que dorma en su camastro, y le haban quitado la pistola, y luego encontraron la manera de desarmar al cocinero y a los otros dos ingleses restantes. Despus de eso, fue comparativamente sencillo esperar al pie de la escalera para ir deteniendo a cada individuo a medida que iban bajando.

Lo primero que hizo von Schoenvorts fue mandarme llamar y anunciar que como pirata sera fusilado a primera hora de la maana. Entonces explic que el U-33 surcara estas aguas durante algn tiempo, hundiendo barcos neutrales y enemigos indiscriminadamente, y buscando a uno de los incursores alemanes que supuestamente estaban en esta zona.

No me fusil a la maana siguiente como haba prometido, y nunca me qued demasiado claro por qu pospuso la ejecucin de mi sentencia. En cambio, me encaden como lo habamos encadenado a l, luego ech a Bradley de mi habitacin y la tom para s.

Navegamos durante mucho tiempo, hundiendo muchos barcos, todos menos uno por medio de torpedos, pero no nos encontramos con ningn incursor alemn. Me sorprendi advertir que von Schoenvorts permita a menudo a Benson que tomara el mando, pero comprend que Benson pareca saber ms del trabajo de un comandante de submarino que cualquiera de los estpidos alemanes.

Una o dos veces Lys pas por mi lado, pero en su mayor parte se mantuvo encerrada en su camarote. La primera vez vacil, como si quisiera hablar conmigo; pero yo no levant la cabeza, y al final pas de largo. Un da lleg la noticia de que bamos a rodear el cabo de Hornos y que a von Schoenvorts se le haba metido en la cabeza surcar la costa del Pacfico de Norteamrica y atacar a los barcos mercantes.

Les har sentir el temor de Dios y del Kaiser dijo.

El mismo da en que entramos en el Pacfico Sur tuvimos una aventura. Result ser la aventura ms excitante que he conocido jams. A unas ocho campanadas de la guardia de la tarde o un grito en cubierta, y poco despus los pasos de toda la tripulacin, por la cantidad de ruido que o en la escalerilla. Alguien le grit a los que todava no haban llegado a cubierta:

Es el incursor, el incursor alemn Geier!

Vi que habamos llegado al final del camino. Abajo todo era silencio: no quedaba nadie. Una puerta se abri al fondo del estrecho pasillo, y al momento Nobs vino trotando hacia m. Me lami la cara y se tumb de espaldas, buscndome con sus grandes y torpes patas. Entonces o otros pasos que se acercaban. Saba a quin pertenecan, y alc la cabeza. La muchacha vena casi a la carrera. Me alcanz inmediatamente.

Tome! exclam. Rpido!

Y me puso algo en la mano. Era una llave: la llave de mis cadenas. A mi lado tambin coloc una pistola, y luego corri a la central. Mientras pasaba junto a m, vi que tambin llevaba una pistola. No tard mucho en liberarme, y corr a su lado.

Cmo puedo agradecrselo? empec a decir, pero ella me hizo callar.

No me d las gracias dijo framente. No quiero or su agradecimiento ni nada ms de su parte. No se quede ah mirndome. Le he dado una oportunidad de hacer algo... ahora hgalo!

Lo ltimo fue una orden perentoria que me hizo dar un respingo. Al alzar la cabeza, vi que la torre estaba vaca, y no perd el tiempo y sub y mir a mi alrededor. A unos cien metros se encontraba un pequeo y rpido barco incursor, y en l ondeaba la bandera de guerra alemana. Acababan de arriar un bote, y pude ver que se diriga hacia nosotros lleno de oficiales y hombres.

El crucero estaba quieto.

Vaya pens, qu delicioso blanco...

Dej incluso de pensar, sorprendido y alarmado por la osada de la imagen. La chica estaba debajo de m. La mir con tristeza. Poda confiar en ella? Por qu me haba liberado en este momento? Debo hacerlo! Debo hacerlo! No haba otro modo. Volv abajo.

Pdale a Olson que baje aqu, por favor le dije, y no deje que la vea nadie.

Ella me mir con una expresin de aturdimiento en el rostro durante una brevsima fraccin de segundo, y entonces se volvi y subi la escalerilla. Un momento despus Olson regres, seguido por la muchacha.

Rpido! le susurr al grandulln irlands, y me dirig al compartimento de proa donde estaban los torpedos.

La muchacha nos acompa, y cuando vio lo que yo tena en mente, avanz y ech una mano para cargar el gran cilindro de muerte y destruccin en la boca de su tubo. Con grasa y fuerza bruta metimos el torpedo en su hueco y cerramos el tubo; entonces corr hacia la torre, rezando para que el U-33 no hubiera variado de posicin con respecto a la presa. No, gracias a Dios!

Nunca podra haber un blanco ms fcil. Seal a Olson:

Sultalo!

El U-33 tembl de proa a popa cuando el torpedo sali disparado de su tubo. Vi la estela blanca saltar de la proa hacia el crucero enemigo. Un coro de roncos gritos surgi de la cubierta de nuestro propio navo: Vi a los oficiales erguirse de pronto en el bote que se acercaba a nosotros, y o gritos y maldiciones en el otro barco. Entonces volv mi atencin a mis propios asuntos. La mayora de los hombres en la cubierta del submarino permanecan paralizados, contemplando fascinados el torpedo.

Bradley estaba mirando hacia la torre y me vio. Salt a cubierta y corr hacia l.

Rpido! susurr. Debemos vencerlos mientras estn aturdidos.

Cerca de Bradley haba un alemn, justo delante de l. El ingls golpe al tipo con fuerza en el cuello y al mismo tiempo le quit la pistola de la funda. Von Schoenvorts se haba recuperado rpidamente de la sorpresa inicial y se haba vuelto hacia la escotilla principal para investigar. Lo apunt con mi revolver, y en el mismo momento en que el torpedo alcanz al incursor, la terrible explosin ahog la orden que el alemn daba a sus hombres.

Bradley corra ahora de uno de nuestros hombres a otro, y aunque algunos de los alemanes lo vieron y oyeron, parecan demasiado aturdidos para reaccionar.

Olson estaba abajo, as que ramos nueve contra ocho alemanes, pues el hombre al que Bradley haba golpeado estaba todava en el suelo de cubierta. Slo dos de nosotros estbamos armados, pero los boches parecan haberse quedado sin nimos, y pusieron poca resistencia. Von Schoenvorts fue el peor: estaba frentico, lleno de furia y frustracin, y me atac como un toro salvaje, descargando mientras lo haca su pistola. Si se hubiera detenido a apuntar, me podra haber alcanzado; pero su frenes era tal que ni una sola bala me roz, y entonces nos enzarzamos en un cuerpo a cuerpo y camos a cubierta. Dos de mis hombres recogieron rpidamente las dos pistolas cadas. El barn no era rival para m en este encuentro, y pronto lo tuve desplomado en cubierta, casi sin vida.

Media hora ms tarde las cosas se haban apaciguado, y todo estaba casi igual que antes de que los prisioneros se hubieran rebelado, slo que ahora vigilbamos mucho ms de cerca a von Schoenvorts. El Geier se haba hundido mientras nosotros todava pelebamos en cubierta. Nos retiramos hacia el norte, dejando a los supervivientes a la atencin del bote que se acercaba a nosotros cuando Olson dispar el torpedo. Supongo que los pobres diablos nunca llegaron a tierra, y si lo hicieron, probablemente perecieron en aquella costa inhspita y fra, pero no poda hacerles sitio en el U-33. Tenamos todos los alemanes de los que podamos ocuparnos.

Lys apareci, envuelta su esbelta figura en una gruesa manta, y cuando me acerqu a ella, casi se dio la vuelta para ver quin era. Cuando me reconoci, se gir inmediatamente.

Quiero darle las gracias dije, por su valenta y su lealtad... Estuvo usted magnfica. Lamento que tuviera usted razones antes para pensar que dud de usted.

Dud usted de m repiti ella con voz tona. Prcticamente me acus de ayudar al barn von Schoenvorts. Nunca podr perdonrselo.

Haba una frialdad total en sus palabras y su tono.

No pude creerlo dije, pero dos de mis hombres informaron que la haban visto conversar con von Schoenvorts de noche, en dos ocasiones distintas... y despus de cada una de ellas encontramos actos de sabotaje. No quera dudar de usted, pero mi responsabilidad son las vidas de estos hombres, y la seguridad del barco, y su vida y la ma. Tuve que vigilarla, y ponerla en guardia contra cualquier repeticin de su locura.

Ella me mir con aquellos grandes ojos suyos, muy redondos y espantados.

Quin le dijo que habl con el barn von Schoenvorts, de noche o en cualquier otro momento? pregunt.

No puedo decrselo, Lys respond, pero me vino por dos fuentes distintas.

Entonces dos hombres han mentido asegur ella sin apasionamiento. No he hablado con el barn von Schoenvorts ms que en su presencia cuando subimos a bordo del U-33. Y por favor, cuando se dirija a m, acurdese que excepto para mis ntimos soy la seorita La Ru.

Les han golpeado alguna vez en la cara cuando menos se lo esperaban? No? Bueno, entonces no saben cmo me sent en ese momento. Pude sentir el rojo calor que ruborizaba mi cuello, mis mejillas, mis orejas, hasta el cuero cabelludo. Y eso me hizo amarla an ms, me hizo jurar por dentro un millar de solemnes promesas de que ganara su amor.

Captulo IV

Durante varios das seguimos el mismo rumbo. Cada maana, con mi burdo sextante, calculaba nuestra posicin, pero los resultados eran siempre muy insatisfactorios. Siempre mostraban un considerable desvo al oeste cuando yo saba que habamos estado navegando hacia el norte. Ech la culpa a mi burdo instrumento, y continu.

Una tarde, la muchacha se me acerc.

Perdneme dijo, pero si yo fuera usted, vigilara a ese tal Benson... sobre todo cuando est al cargo.

Le pregunt qu quera decir, pensando que poda ver la influencia de von Schoenvorts levantando sospechas contra uno de mis hombres de ms confianza.

Si anota el curso del barco media hora despus de que Benson entre de guardia dijo ella, sabr lo que quiero decir, y comprender por qu prefiere las guardias nocturnas. Posiblemente, tambin, comprender algunas otras cosas que han sucedido a bordo.

Entonces volvi a su camarote, dando fin a nuestra conversacin. Esper media hora despus de que Benson entrara de guardia, y luego sub a cubierta, pasando junto a la timonera blindada donde estaba Benson, y mir la brjula. Mostraba que nuestro rumbo era noroeste, es decir, un punto al oeste del norte, que era lo adecuado para nuestra posicin asumida. Me sent muy aliviado al descubrir que no suceda nada malo, pues las palabras de la muchacha me haban causado una considerable aprensin. Estaba a punto de regresar a mi camarote cuando se me ocurri una idea que de nuevo me hizo cambiar de opinin... y que, incidentalmente, casi se convirti en mi sentencia de muerte.

Cuando dej la timonera haca poco ms de media hora, el mar golpeaba a babor, y me pareci improbable que en tan corto espacio de tiempo la marea pudiera estar golpendonos desde el otro lado del barco. Los vientos pueden cambiar rpidamente, pero no la marejada. Slo haba una solucin: desde que dej la timonera, nuestro curso haba sido alterado unos ocho puntos. Tras volverme rpidamente, sub a la torre. Una sola mirada al cielo confirm mis sospechas: las constelaciones que deberan de haber estado delante estaban directamente a estribor. Navegbamos hacia el oeste.

Me qued all un instante ms para comprobar mis clculos. Quera estar seguro del todo antes de acusar a Benson de traicin, y lo nico que estuve a punto de conseguir fue la muerte. No comprendo cmo escap de ella. Estaba de pie en el filo de la timonera, cuando una pesada palma me golpe entre los hombros y me lanz al espacio. La cada a la cubierta triangular de la timonera podra haberme roto una pierna, o haber hecho que cayera al agua, pero el destino estaba de mi parte, y slo acab con leves magulladuras. Cuando me puse en pie, o cerrarse la compuerta. Hay una escalerilla que va de la cubierta a lo alto de la torreta. La sub lo ms rpido que pude, pero Benson la cerr antes de que llegara.

Me qued all un instante, lleno de aturdida consternacin. Qu pretenda aquel tipo? Qu estaba sucediendo abajo? Si Benson era un traidor, cmo poda yo saber que no haba otros traidores entre nosotros? Me maldije a m mismo por mi estupidez al subir a cubierta, y entonces esta idea sugiri otra, una idea horrible: quin era realmente responsable de que yo estuviera all?

Pensando en llamar la atencin a los que estaban dentro del submarino, baj de nuevo la escalerilla y llegu a la pequea cubierta slo para encontrar que las compuertas de la torre estaban cerradas, y entonces apoy la espalda contra la torre y me maldije por ser un idiota crdulo.

Mir hacia proa. El mar pareca estar encrespndose, pues cada ola ahora barra completamente la cubierta inferior. Las observ durante un instante, y entonces un sbito escalofro recorri todo mi ser. No era el fro de la ropa mojada, ni las gotas de agua que empapaban mi rostro: no, era el fro de la mano de la muerte sobre mi corazn. En un instante haba girado la ltima esquina de la carretera de la vida y estaba mirando a la cara a Dios Todopoderoso... el submarino se sumerga lentamente!

Sera difcil, incluso imposible, ser capaz de escribir mis sensaciones en ese momento. Todo lo que puedo recordar en concreto es que me ech a rer, ni por valenta ni por histeria. Y quise fumar. Dios, cmo quise fumar! Pero eso estaba fuera de toda cuestin.

Vi el agua subir hasta que la pequea cubierta en la que yo estaba qued barrida, y entonces me sub una vez ms a lo alto de la timonera. Por la lentitud del barco en sumergirse supe que Benson estaba realizando la maniobra solo: estaba permitiendo simplemente que los tanques de inmersin se llenaran y que los timones de inmersin no estuvieran en uso. El latido de las turbinas ces, y en su auxilio lleg la firme vibracin de los motores elctricos. El agua estaba a la mitad de la timonera! Podra estar quizs unos cinco minutos ms en la cubierta. Trat de decidir qu hacer despus de que el agua me barriera. Debera nadar hasta que el cansancio pudiera conmigo, o debera renunciar y terminar la agona con el primer asalto?

Desde abajo llegaron dos sonidos ahogados. Parecieron disparos. Se haba encontrado Benson con algn tipo de resistencia? Para m aquello significara muy poco, pues aunque mis hombres pudieran vencer al enemigo, ninguno sabra de mi situacin hasta que ya fuera demasiado tarde para rescatarme. La parte superior de la timonera estaba ya cubierta. Me agarr al mstil del telgrafo, mientras las grandes olas saltaban y a veces me cubran por completo.

Supe que el fin estaba cerca y, casi involuntariamente, hice lo que no haba hecho desde la infancia: rec. Despus de eso me sent mejor. Me agarr y esper, pero el agua no sigui subiendo.

En cambio, retrocedi. Ahora la parte superior de la torreta reciba solo las crestas de las olas ms altas; y la pequea cubierta triangular de abajo se hizo visible! Qu haba sucedido dentro? Crea Benson que ya me haba eliminado, y emerga por eso, o haba sido derrotado junto con sus aliados? El suspense fue ms agotador que lo que yo haba soportado mientras esperaba el desenlace. Al instante la cubierta principal qued a vista, y entonces la torreta se abri detrs de m, y me volv y vi el ansioso rostro de Bradley. Una expresin de alivio se dibuj en sus rasgos.

Gracias a Dios, hombre! fue todo lo que dijo, mientras extenda la mano y me arrastraba hasta la torre. Me senta helado y aturdido y agotado.

Unos pocos minutos ms y habra sido mi final, estoy seguro, pero el calor del interior del submarino ayud a revivirme, auxiliado e impulsado por el brandy que Bradley me hizo tragar y que casi me quema la garganta. Ese brandy habra revivido a un cadver.

Cuando baj al puente, vi a los alemanes en fila, encaonados por un par de mis hombres. Von Schoenvorts estaba entre ellos. En el suelo yaca Benson, gimiendo, y ms all se encontraba de pie la muchacha, con un revlver en la mano. Mir en derredor, atnito.

Qu ha pasado aqu abajo? pregunt. Dganmelo!

Ya ve el resultado, seor respondi Bradley. Podra haber sido muy distinto si no fuera por la seorita La Ru. Todos estbamos dormidos. Benson haba relevado la primera guardia de la noche, no haba nadie para vigilarlo... nadie ms que la seorita La Ru. Sinti que el barco se sumerga y sali de su camarote para investigar. Justo a tiempo para ver a Benson en los timones de inmersin. Cuando l la vio, alz su pistola y le dispar, pero fall y ella le dispar... y no fall. Los dos disparos despertaron a todo el mundo, y como nuestros hombres estaban armados, el resultado fue inevitable como puede ver; pero habra sido muy diferente de no ser por la seorita La Ru. Fue ella quien cerr los tanques y nos alert a Olson y a m, para que pusiramos en marcha las bombas para vaciarlos.

Y yo que haba llegado a pensar que con sus maquinaciones me haba atrado a cubierta y a la muerte! Me habra puesto de rodillas para pedirle perdn, o al menos lo habra hecho si no hubiera sido anglosajn. Slo pude quitarme la gorra empapada e inclinar la cabeza y murmurar mi agradecimiento. Ella no respondi: solamente se dio la vuelta y regres rpidamente a su camarote. Pude or bien? Fue realmente un sollozo lo que lleg flotando por el estrecho pasillo del U-33?

Benson muri esa noche. Permaneci desafiante casi hasta el final, pero justo antes de morir, me mand llamar, y me inclin junto a l para or sus dbiles susurros.

Lo hice solo dijo. Lo hice porque los odio... odio a todos los de su clase. Me expulsaron de su muelle en Santa Mnica. Me expulsaron de California. Soy sindicalista. Me convert en agente alemn... no porque me gustaran, pues tambin los odio, sino porque quera hacer dao a los americanos, a quienes odio an ms. Lanc el aparato transmisor por la borda. Destru el cronmetro y el sextante. Ide un plan para desviar la brjula a mi antojo. Le dije a Wilson que haba visto a la muchacha hablar con von Schoenvorts, e hice creer al pobre diablo que la haba visto haciendo lo mismo. Lo siento... siento que mis planes fracasaran. Los odio.

Sobrevivi media hora. No volvi a hablar en voz alta, pero unos pocos segundos antes de ir a reunirse con su Hacedor, sus labios se movieron en un dbil susurro. Y cuando me acerqu para captar sus palabras, qu creen que o?

Ahora... me... voy a... dormir.

Eso fue todo. Benson haba muerto. Lanzamos su cuerpo por la borda.

El viento de esa noche provoc un tiempo muy desapacible con un montn de nubes negras que duraron varios das. No sabamos qu rumbo habamos seguido, y no haba manera de averiguarlo, ya que no podamos seguir findonos de la brjula, pues no sabamos qu le haba hecho Benson. En resumen, navegamos sin rumbo hasta que volvi a salir el sol. Nunca olvidar ese da ni sus sorpresas. Dedujimos, o ms bien intuimos, que estbamos en algn lugar en aguas de Per. El viento, que haba estado soplando con fuerza desde levante, vir de pronto a sur, y poco despus sentimos fro.

Per! rezong Olson. Cundo ha habido icebergs cerca de Per?

Icebergs!

De icebergs nada! exclam uno de los ingleses. Venga ya, hombre, no los hay al norte del meridiano catorce en estas aguas.

Entonces replic Olson, estamos al sur del catorce.

Pensamos que estaba loco, pero no lo estaba, y esa tarde avistamos un gran iceberg al sur, y eso que nos habamos estado dirigiendo al norte durante das, segn creamos. Puedo decirles que nos sentimos muy desanimados, pero sentimos un leve destello de esperanza cuando a primeras horas de la maana siguiente el viga grit por la escotilla abierta:

Tierra! Tierra a oeste noroeste!

Creo que todos nos sentimos enfermos al avistar tierra. S que ese fue mi caso, pero mi inters se disip rpidamente por la sbita enfermedad de tres de los alemanes. Casi de manera simultnea comenzaron a vomitar. No pudieron sugerir ninguna explicacin. Les pregunt qu haban comido, y descubr que no haban comido ms que la comida que comamos todos.

Habis bebido algo? pregunt, pues saba que a bordo haba licor, y medicinas en el mismo armario.

Slo agua gimi uno de ellos. Todos bebimos agua juntos esta maana. Abrimos un tanque nuevo. Tal vez fue el agua.

Di comienzo a una investigacin que revel algo terrible: alguien, probablemente Benson, haba envenenado toda el agua potable del barco. Pero podra haber sido peor, si no hubiera habido tierra a la vista. La visin de tierra nos llen de renovadas esperanzas.

Nuestro rumbo haba sido alterado, y nos acercbamos rpidamente hacia lo que pareca ser un macizo rocoso donde unos acantilados se alzaban perpendicularmente del mar, hasta perderse en la bruma que nos rodeaba mientras nos acercbamos. La tierra que tenamos delante podra haber sido un continente, tan poderosa pareca la costa; sin embargo sabamos que debamos estar a miles de kilmetros de las tierras ms cercanas, Nueva Zelanda o Australia.

Calculamos nuestra situacin con nuestros burdos e inadecuados instrumentos; estudiamos los mapas, nos devanamos los sesos, y por fin fue Bradley quien sugiri una solucin. Estaba en la timonera observando la brjula, sobre la cual llam mi atencin. La aguja apuntaba directamente hacia tierra. Bradley gir el timn a estribor. Not que el U-33 responda, y sin embargo la flecha segua apuntando hacia los distantes arrecifes.

Qu conclusin sacas? le pregunt.

Ha odo hablar alguna vez de Caproni?

No fue un navegante italiano?

S, sigui a Cook hacia 1721. Apenas lo mencionan los historiadores contemporneos suyos: probablemente porque se meti en los a su regreso a Italia. Se puso de moda despreciar sus descubrimientos, pero recuerdo haber ledo una de sus obras, la nica creo, donde describe un nuevo continente en los mares del sur, un continente compuesto de un extrao metal que atraa la brjula; una costa rocosa, inhospitalaria, sin playa ni bahas, que se extenda durante cientos de millas. No pudo desembarcar, ni vio signos de vida en los das en que circunnaveg la costa. Llam al lugar Caprona y se march. Creo, seor, que lo que estamos contemplando es la costa de Caprona, inexplorada y olvidada durante doscientos aos.

Si tienes razn, eso podra explicar parte de la desviacin de la brjula durante los dos ltimos das suger. Caprona nos ha estado atrayendo a sus mortales rocas. Bien, aceptaremos su desafo. Desembarcaremos en Caprona. A lo largo de ese extenso frente debe de haber algn punto vulnerable. Lo encontraremos, Bradley, pues nos vemos obligados a ello. Tenemos que encontrar agua en Caprona, o moriremos.

* * *

Y as nos aproximamos a la costa en la que nunca se haba posado ningn ojo vivo. Los altos acantilados se alzaban de las profundidades del ocano, veteados de lquenes y mohos marrones y azules y verdes y el verdigrs del cobre, y por todas partes el ocre rojizo de las piritas de hierro. Las cimas de los acantilados, aunque entrecortadas, eran de una altura uniforme como para sugerir los lmites de una gran altiplanicie, y de vez en cuando veamos atisbos de verdor en lo alto del escarpado rocoso, como si arbustos o jungla hubieran sido empujados por una lujuriosa vegetacin de tierra adentro para indicar a un mundo invisible que Caprona viva y disfrutaba de la vida ms all de su austera y repelente costa.

Pero las metforas, por poticas que sean, nunca han saciado una garganta seca. Para disfrutar de las romnticas sugerencias de Caprona tenamos que tener agua, y por eso nos acercamos, sondeando siempre, y bordeamos la costa. Por cerca que nos atrevamos a navegar, encontramos profundidades insondables, y siempre la misma costa irregular de acantilados pelados. A medida que la oscuridad se fue volviendo ms amenazante, nos retiramos y anclamos mar adentro esa noche. Todava no habamos empezado a sufrir realmente por la falta de agua, pero yo saba bien que no pasara mucho tiempo hasta que lo hiciramos, y por eso con las primeras luces del alba me puse de nuevo en marcha y emprend una vez ms la desesperada exploracin de la impresionante costa.

Hacia medioda descubrimos una playa, la primera que veamos. Era una estrecha franja de arena en la base de una parte del acantilado que pareca ms bajo de los que habamos oteado con anterioridad. En su pie, medio enterrados en la arena, haba grandes peascos, muda evidencia de que en eras remotas alguna poderosa fuerza natural haba desmoronado la barrera de Caprona en este punto. Fue Bradley quien llam primero nuestra atencin hacia un extrao objeto que yaca entre los peascos sobre las olas.

Parece un hombre dijo, y me pas su catalejo.

Mir larga y cuidadosamente y podra haber jurado que la cosa que vea era la figura tendida de un hombre. La seorita La Ru estaba en cubierta con nosotros. Me di la vuelta y le ped que bajara. Sin decir una palabra, ella hizo lo que le ordenaba. Entonces me desnud, y al hacerlo Nobs me mir, intrigado. En casa estaba acostumbrado a nadar conmigo, y evidentemente no lo haba olvidado.

Qu va a hacer, seor? pregunt Olson.

Voy a ver qu es esa cosa de la orilla repliqu. Si es un hombre, eso significa que Caprona est habitado, o puede que slo signifique que otros pobres diablos naufragaron aqu. Por las ropas, podra decir que se acerca ms a la verdad.

Y los tiburones? pregunt Olson. Sin duda debera llevar un cuchillo.

Tome, seor exclam uno de los hombres.

Me ofreci una hoja larga y delgada, que podra llevar entre los dientes, y por eso la acept alegremente.

No se alejen le dije a Bradley, y entonces me zambull y nad hacia la estrecha orilla. Hubo otra salpicadura de agua justo detrs de m, y al volver la cabeza vi al fiel y viejo Nobs nadando valientemente tras mi estela.

El oleaje no era fuerte, y no haba corrientes subacuticas, as que llegamos a la orilla fcilmente, y arribamos sin ms problemas. La playa estaba compuesta sobre todo de pequeas piedras gastadas por la accin del agua. Haba poca arena, aunque desde la cubierta del U-33 la playa haba parecido ser toda de arena, y no vi ninguna evidencia de moluscos o crustceos como son comunes en todas las playas que he conocido. Lo atribuyo a la pequeez de la playa, a la enorme profundidad de las aguas que la rodean y la gran distancia a la que est Caprona de su vecino ms cercano.

Mientras Nobs y yo nos acercbamos a la figura tendida en la playa mi nariz me indic que aquella cosa haba sido en su momento algo orgnico y vivo, pero que llevaba bastante tiempo muerta. Nobs se detuvo, olisque y gru. Poco ms tarde se sent sobre sus cuartos traseros, alz el hocico al cielo y dej escapar un aullido lastimero. Yo le tir una piedrecita y le hice callar, su increble ruido me pona nervioso.

Cuando me acerqu lo suficiente a la cosa, no pude ver todava si haba sido hombre o bestia. El cadver estaba hinchado y descompuesto en parte. No haba rastro de ropas. Un pelo fino y marrn cubra el pecho y el abdomen, y la cara, las palmas de las manos, los pies, los hombros y la espalda eran prcticamente lampios. La criatura debi tener la altura de un hombre grande: sus rasgos eran bastantes similares a los de un hombre, pero haba sido un hombre?

No poda decirlo, pues se pareca ms a un mono de lo que se pareca a un hombre. Los grandes dedos de los pies asomaban lateralmente, como los de los pueblos semiarbreos de Borneo, las Filipinas y otras regiones remotas donde todava persisten tipos inferiores. El contorno podra haber sido un cruce entre pitecantropus, el hombre de Java y una hija de la raza Piltdown del Sussex prehistrico. Junto al cadver haba un garrote de madera.

Esto me hizo pensar. No haba madera de ningn tipo a la vista. No haba nada en la playa que sugiriera que se trataba de un nufrago. No haba nada en el cuerpo que sugiriera que podra haber conocido en vida alguna experiencia martima. Era el cuerpo de un tipo bajo de hombre o de un tipo elevado de bestia. En ningn caso habra sido una raza marinera. Por tanto deduje que se trataba de un nativo de Caprona, que viva tierra adentro, y que se haba cado o haba sido empujado desde lo alto de los acantilados. Si ese era el caso, Caprona era habitable por el hombre, aunque no estuviera habitada, pero cmo llegar al interior habitable? Esa era la cuestin. Una inspeccin ms cercana a los acantilados que desde la cubierta del U-33 slo confirm mi conviccin de que ningn hombre mortal podra escalar aquellas alturas perpendiculares; no haba ningn tipo de asidero en ellas.

Nobs y yo no encontramos ningn tiburn en nuestro viaje de regreso al submarino. Mi informe llen a todo el mundo de teoras y especulaciones, y de renovada esperanza y determinacin. Todos razonaron siguiendo los mismos parmetros que yo; las conclusiones eran obvias, pero segua faltndonos agua. Estbamos ms sedientos que nunca.

El resto del da lo pasamos realizando una concienzuda e infructuosa exploracin de la montona costa. No haba otra abertura en los acantilados, ni otra minscula playa de guijarros. Al anochecer, nuestros nimos se vinieron abajo. Yo haba intentado hablar de nuevo con la muchacha, pero ella no quiso hablar conmigo, y por eso no slo me senta sediento, sino tambin triste y abatido. Me alegr cuando el nuevo da rompi el horrible hechizo de una noche de insomnio.

La bsqueda de la maana no nos trajo ningn fragmento de esperanza. Caprona era inexpugnable, esa fue la decisin de todos. Sin embargo, continuamos. Deban faltar unas dos campanadas para la guardia de la tarde cuando Bradley llam mi atencin hacia la rama de un rbol que, con hojas y todo, flotaba en el mar.

Puede haber sido arrastrada hasta el ocano por algn ro sugiri l.

S respond, es posible. Puede haber cado tambin desde lo alto de uno de esos acantilados.

El rostro de Bradley se ensombreci.

Tambin lo he pensado replic, pero quera creer lo contrario.

Tienes razn! exclam. Debemos creerlo hasta que se demuestre que estamos equivocados. No podemos permitirnos renunciar ahora a la esperanza, cuando ms la necesitamos. La rama ha sido arrastrada por la corriente de un ro, y vamos a encontrarlo.

Cerr el puo, para recalcar una decisin que no estaba respaldada por la esperanza.

All! grit de pronto. Ves eso, Bradley?

Y seal un punto cercano a la orilla.

Mira eso, amigo!

Algunas flores y hierbas y otra rama llena de hojas flotaban hacia nosotros. Ambos escrutamos el agua y la lnea de la costa. Bradley evidentemente descubri algo, o al menos pens que lo haba hecho. Pidi un cubo y una cuerda, y cuando se los entregaron, baj el cubo al mar y lo llen de agua. La prob, y tras enderezarse, me mir a los ojos con expresin de jbilo, como diciendo Te lo dije!.

Este agua est caliente dijo y es potable!

Agarr el cubo y prob su contenido. El agua estaba muy caliente, y era potable, aunque tena un sabor desagradable.

Ha probado alguna vez un charco lleno de renacuajos? pregunt Bradley.

Eso es exclam, ese es justo el sabor, aunque no lo experimentaba desde la infancia. Pero cmo puede saber as el agua de un ro, y qu demonios hace que est tan caliente? Debe estar al menos a 70 u 80 grados Farenheit, si no ms.

S coincidi Bradley. Yo dira que ms, pero de dnde viene?

Eso es fcil de saber ahora que lo hemos encontrado respond. No puede venir del ocano, as que debe venir de tierra. Todo lo que tenemos que hacer es seguir la corriente, y tarde o temprano encontraremos su fuente.

Ya estbamos bastante cerca, pero orden volver la proa del U-33 hacia tierra y avanzamos lentamente, sondeando constantemente el agua y probndola para asegurarnos de que no nos salamos de la corriente de agua potable. Haba un ligersimo viento y apenas rompientes, de modo que continuamos acercndonos a la costa sin tocar fondo. Sin embargo, cuando ya estbamos muy cerca, no vimos ninguna indicacin de que hubiera ninguna irregularidad en la costa por la que pudiera manar ni siquiera un diminuto riachuelo, ni desde luego la desembocadura de un ro grande como deba ser necesariamente para marcarse en el ocano a doscientos metros de la orilla. La marea estaba cambiando, y esto, junto con el fuerte reflujo de la corriente de agua dulce, nos habra arrojado contra los acantilados si no hubiramos tenido los motores en marcha; de todas formas, tuvimos que luchar para mantener nuestra posicin. Llegamos a unos nueve metros de la impresionante pared que se alzaba sobre nosotros. No haba ninguna abertura en su imponente superficie.

Mientras observbamos las aguas y escrutbamos la cara del acantilado, Olson sugiri que el agua dulce poda proceder de un geiser submarino. Esto, dijo, explicara el calor, pero mientras hablaba, un matorral cubierto de hojas y flores, sali a la superficie y qued flotando a la deriva.

Los matorrales no viven en cavernas subterrneas donde hay geiser s le suger a Bradley.

Olson sacudi la cabeza.

No entiendo nada dijo.

Ya lo tengo! exclam de repente. Mirad aqu!

Y seal a la base del acantilado que tenamos delante, que la marea al bajar nos mostraba gradualmente. Todos miraron, y vieron lo que yo haba visto: la parte superior de una oscura abertura en la roca, por la que el agua manaba hasta el mar.

Es el canal subterrneo de un ro de la isla exclam. Fluye a travs de una tierra cubierta de vegetacin... y por tanto de una tierra donde brilla el sol. Ninguna caverna subterrnea produce ningn tipo de planta que se parezca remotamente a lo que hemos visto arrastrado por este ro. Ms all de estos acantilados hay tierras frtiles y agua potable... y quizs, caza!

S, seor, tras los acantilados! dijo Olson. Tiene usted razn, seor, tras los acantilados!

Bradley solt una carcajada, pero de tristeza.

Igual podra usted llamar nuestra atencin, seor, sobre el hecho de que la ciencia ha indicado que hay agua dulce y vegetacin en Marte.

En absoluto repliqu. Un submarino no est construido para navegar por el espacio, pero est diseado para viajar bajo la superficie del agua.

Estara dispuesto a meterse en ese negro agujero? pregunt Olson.

Lo estoy, Olson repliqu. No tendremos ninguna posibilidad de sobrevivir si no encontramos comida y agua en Caprona. Esta agua que sale del acantilado no es salada, pero tampoco es adecuada para beber, aunque cada uno de nosotros lo haya hecho. Es justo asumir que tierra adentro el ro se nutrir de arroyos puros, y que hay frutos y hierbas y caza. Nos vamos a quedar aqu tumbados muriendo de sed y hambre con una tierra rica en posibilidades tan slo a unos pocos cientos de metros de distancia? Tenemos los medi