la sabiduría recobrada. filosofía como terapia

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MÓNICA CAVALLÉ LA SABIDURÍA RECOBRADA FILOSOFÍA COMO TERAPIA Ménica Cavallé nos plantea en este libro una realidad olvidada: la filosofía no es el reducto de unos pocos. Tampoco es, como se ha pretendido durante siglos, un conocimiento que tenga una naturaleza oscura y deba ser expresado mediante una jerga incomprensible. Todo lo contrario. Con una claridad meridiana, rigor histórico y de un modo ameno, estas páginas nos acercan a un hecho incuestionable: la filosofía también ha sido, desde la antigüedad, un saber

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  • M N I C A C A V A L L

    L A S A B I D U R A

    R E C O B R A D A F I L O S O F A CO M O T E R A P I A

    Mnica Cavall nos plantea en este libro una realidad

    olvidada: la filosofa no es el reducto de unos pocos. Tampoco

    es, como se ha pretendido durante siglos, un conocimiento

    que tenga una naturaleza oscura y deba ser expresado

    mediante una jerga incomprensible. Todo lo contrario. Con

    una claridad meridiana, rigor histrico y de un modo ameno,

    estas pginas nos acercan a un hecho incuestionable: la

    filosofa tambin ha sido, desde la antigedad, un saber

  • relacionado con la vida cotidiana que a todos nos concierne. Y,

    lo ms importante, esta sabidura recobrada por la autora es

    accesible a todo aquel que se acerque a ella sin prejuicios y

    buscando la autenticidad.

    En unos tiempos crticos como los actuales, en que la mayora

    de las personas buscan desesperadamente un camino para

    sus vidas y caen, en ocasiones, en recetas banales para la

    felicidad, La sabidura recobrada, a partir del sentido comn y

    de una filosofa universal al alcance de todos, nos invita a

    actualizar nuestros potenciales ms profundos.

    El lector tiene en sus manos una obra que le permite

    reconciliarse con un conocimiento que crea perdido,

    inaccesible... o que, sencillamente, ignoraba.

  • Mnica Cavall (Las Palmas, 1967) es doctora en Filosofa

    por la Universidad Complutense de Madrid, primer premio

    nacional de Terminacin de Estudios Universitarios y

    mster universitario en Ciencias de las Religiones. Ha sido

    profesora ayudante universitaria de Filosofa Prctica y ha

    coordinado e impartido en la Universidad Complutense de

    Madrid, a lo largo de varios aos, seminarios de

    Introduccin filosfica al hinduismo y al budismo. Es,

    actualmente, presidenta de la Asociacin Espaola para la

    Prctica y el Asesoramiento Filosficos (ASEPRAF), filsofa

    asesora y escritora.

    Diseo de cubierta: departamento de diseo del Grupo Planeta

    Imagen de cubierta: a partir de fotografas de Getty

  • Ahora es el momento

    Contemplacin para el investigador espiritual

    Cameron Alborzian

    El I llo de Oro

    El Hilo de Oro

    Descubre el secreto para cambiar tu destino

    Benigno Morilla

    Otros libras de la coleccin

    AHORA ES EL

    MOMENTO

  • La sabidura recobrada

  • Mnica Cavall

    La sabidura recobrada

    Filosofa como terapia

  • mr ediciones

  • Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede

    ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn

    medio, ya sea electrnico, qumico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin

    permiso previo del editor. Todos los derechos reservados.

    2002, Mnica Cavall

    2006, Ediciones Martnez Roca, S.A.

    Paseo de Recoletos, 4. 28001 Madrid

    www.mrediciones.com

    Primera edicin: enero de 2006

    ISBN: 84-270-3224-2 . '

    Depsito legal: M. 49.142-2005

    Fotocomposicin: J.A. Diseo Editorial, S.L.

    Impresin: Lvel Industria Grfica, S.A.

  • Impreso en Espaa - Puntea in Spain

  • NDICE

    INTRODUCCIN ............................................................................. 13

    PRIMERA PARTE LA SABIDURA

    SILENCIADA

    I. ACERCA DE LA UTILIDAD DE LA FILOSOFA ......................... 25

    1.1. Es til la filosofa? ..................................................... 27

    Qu significa utilidad? .......................................... 28

    Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener

    un fin) ............................................................................ 29

    La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin) 29

    1.2. Lo que promete la filosofa .......................................... 32

    1.3. Las necesidades del ser y del estar ............................. 36

    1.4. Filosofas del ser y del estar ......................................... 41

    Cmo reconocer ambas filosofas? ........................... 43

    La filosofa como sabidura ......................................... 46

    II. LA FILOSOFA COMO TERAPIA ................................................ 47

    2.1 Explicacin: la filosofa explica ....................................... 47

    2.2. Descripcin: la ciencia describe ...................................... 48

  • La descripcin no es la explicacin ............................ 50

    ... pero toda descripcin supone una explicacin... 52

    2.3. Conocimiento y transformacin: la sabidura

    nos transforma ................................................................ 53

    Qu significa, en profundidad, comprender? .......... 56

    Toda explicacin es tan slo una seal indicadora. 60

    III. EL ECLIPSE DE LA SABIDURA EN OCCIDENTE......................... 63

    3.1. Dnde estn los sabios en nuestra cultura? .............. 63

    3.2. Por qu se produjo el divorcio entre filosofa

    y religin?........................................................................ 65

    3.3. La sabidura es la filosofa imperecedera ................... 69

    La historia de la sabidura no coincide con la

    historia de la filosofa .................................................... 74

    SEGUNDA PARTE LA FILOSOFA PERENNE

    CLAVES PARA LA TRANSFORMACIN

    I. EL TAO: LA FUENTE Y EL CURSO DE LA VIDA ....................... 79

    1.1. El Tao visible o el rostro del Tao ................................... 81

    Cuando el mundo ya no es el rostro del Tao sino

    su velo ............................................................................ 84

    1.2. El Tao oculto ................................................................... 89

    1.3. La Vida ............................................................................ 91

    La corriente nica de la Vida ....................................... 94

    Un ocano nico de Inteligencia .................................. 96

    Todo est vivo. Todo es Mente .................................... 100

    1.4. Qu significa vivir conforme a la Naturaleza ........ 102

    II. CONCETE A TI MISMO .......................................................... 109

    2.1. Quines somos? Quin soy yo? ................................ 112

    El yo superficial ............................................................. 114

    Retomo a la Fuente ........................................................ 117

    2.2. La elocuencia del Tao .................................................... 121

    2.3. La Fuente de la confianza ............................................. 122

  • Confiar en uno mismo .................................................. 124

    Hacer aquello en lo que creemos ntimamente ......... 127

    Ser auto-idnticos .......................................................... 132

    La trampa de la comparacin ...................................... 134

    Vivir en lo desconocido ............................................... 136

    Ser activos, no reactivos ................................................ 140

    Lo ms ntimo es lo ms universal .............................. 142

    Silencio ............................................................................ 144

    2.4. Obstculos para la auto-confianza ................................ 148

    III. FILOSOFA PARA DURMIENTES. FILOSOFA PARA EL DESPERTAR

    153

    3.1. Habitamos un mismo mundo, o hay un mundo

    para cada cual? .............................................................. 153

    Qu quiere decir la sabidura cuando afirma que

    habitualmente soamos ............................................ 158

    Cmo nuestras creencias crean nuestra realidad. 159

    3.2. Ms all del pensamiento condicionado: la visin .. 163

    Despertar o la decisin de ver ..................................... 166

    3.3. El Testigo ......................................................................... 170

    El Yo como Conciencia ................................................. 171

    Naturaleza de la atencin .............................................. 178

    Los frutos de la atencin ................................................ 180

    3.4. Veracidad ........................................................................ 184

    Vivir conscientemente .................................................. 186

    La dictadura de la inteligencia ................................ 188

    IV. RECOBRAR LA INOCENCIA ...................................................... 193

    4.1. El gozo de ser ................................................................. 195

    4.2. Ahora .............................................................................. 198

    La trampa del maana ................................................. 198

    La trampa del ayer ........................................................ 204

    4.3. Libertad .......................................................................... 206

    4.4. Aceptacin ..................................................................... 214

    4.5. El camello, el len y el nio: las tres transformaciones

    del espritu ..................................................................... 218

  • El camello ....................................................................... 219

    El len .............................................................................. 221

    El nio ............................................................................. 224

    V. LA ARMONA INVISIBLE ........................................................... 229

    5.1. El juego de los opuestos ................................................. 231

    Un universo sin reposo ................................................ 240

    Los opuestos son idnticos en naturaleza pero

    distintos en grado .......................................................... 244

    La dinmica de la alternancia ...................................... 248

    5.2. La mano que sostiene el pndulo ................................ 251

    La felicidad no-dual ...................................................... 255

    El bien no-dual ............................................................... 262

    5.3. Ser perfecto es ser completo ......................................... 270

    EPLOGO .......................................................................................... 277

    BIBLIOGRAFA ................................................................................ 281

  • A la memoria de dos entraables ejemplos de

    sabidura de vida: Blanca, mi abuela, y

    Alfonso, mi padre.

  • INTRODUCCIN

    En la vida humana, el tiempo no es ms que un instante. La sustancia del ser humano cambia sin cesar, sus sentidos se degradan, su carne est sujeta a la descomposicin, su alma es turbulenta, la suerte, difcil de prever y la fama, un signo de interrogacin. En breve, su cuerpo es un arroyo fugitivo, su alma, un sueo insustancial. La vida es una guerra y el individuo, un forastero en tierra extraa. Adems, a la fama sigue el olvido. Cmo puede hallar el ser humano una manera sensata de vivir? Hay una sola respuesta: en la filosofa. Mi filosofa consiste en preservar libre de dao y de degradacin la chispa vital que hay en nuestro interior, utilizndola para trascender el placer y el dolor, actuando siempre con un propsito, evitando las mentiras y la hipocresa, sin depender de las acciones o los desaciertos ajenos. Consiste en aceptar todo lo que venga, lo que nos den, como si proviniera de una misma fuente espiritual. (Marco Aurelio)'

    Parecen quedar lejos de nosotros aquellos tiempos en que la filo-

    sofa tena un profundo impacto en la vida de quienes la cultivaban,

    cuando era una prctica que conllevaba toda una ejercitacin

    cotidiana y un estilo de vida. La palabra filosofa ha llegado a ser

    sinnimo de especulacin divorciada de nuestra realidad concreta,

    de pura teora, de reflexin estril, y casi hemos olvidado que du-

    rante mucho tiempo fue considerada el camino por excelencia hacia

    la plenitud, y una fuente inagotable de inspiracin en el complejo

    camino del vivir.

    Pero el rumbo discutible que con frecuencia ha seguido la filo-

    sofa en nuestra cultura no puede hacernos olvidar que sta naci,

    en torno al 600-400 a. C. en la antigua Grecia y paralelamente en

    otros lugares, como India o China, no slo como un saber acerca

    de los fundamentos de la realidad, sino tambin como un arte de

    vida, como un camino para vivir en armona y para lograr el pleno

    auto-desarrollo. La filosofa no era nicamente una actividad te-

    rica que poda tener ciertas aplicaciones prcticas; ms an, en ella,

    esta divisin entre teora y prctica, entre conocimiento y transfor-

    macin propia, careca de sentido. Los filsofos de la antigedad sa-

  • 1. Meditaciones, Libro II, 17.

    ban que una mente clara y lcida era en s misma fuente de libe-

    racin interior y de transformaciones profundas; y saban, a su vez,

    que esta mente lcida se alimentaba del compromiso cotidiano con

    el propio perfeccionamiento, es decir, de la integridad del filsofo.

    Esta conviccin de que sabidura y vida son indisociables haca

    de la filosofa el saber teraputico por excelencia. El trmino tera-

    pia alude aqu a su funcin liberadora y sanadora: era remedio

    para las dolencias del alma. Los primeros filsofos sostenan que el

    conocimiento profundo de la realidad y de nosotros mismos era el

    cauce por el que el ser humano poda llegar a ser plenamente hu-

    mano; que el sufrimiento, en todas sus formas, era, en ltimo tr-

    mino, el fruto de la ignorancia. Consideraban que la persona dotada

    de un conocimiento profundo de la realidad era, al mismo tiempo,

    la persona liberada, feliz, y el modelo de la plenitud del potencial

    humano: el sabio.

    Pero, como decamos, la filosofa fue progresivamente abando-

    nando su funcin teraputica. Poco a poco, fue dejando de ser arte

    de vida, para convertirse en una actividad estrictamente terica o es-

    peculativa. Hoy en da se entiende por filosofa, bsicamente, una

    disciplina acadmica y un tema de anlisis y reflexin; rara vez una

    prctica, un sistema global de vida. Parece que ya no es preciso

    ningn compromiso activo con la propia integridad para ser

    filsofo y que el conocimiento filosfico ya poco tiene que ver con

    una vida plena.

    Recuerdo, a este respecto, que el primer da de clase de mis es-

    tudios de filosofa un profesor nos dijo esbozando una media son-

    risa: El que haya venido aqu esperando que estos estudios le ayu-

    den a superar sus problemas o a mejorar su vida, ya puede ir aban-

    donando esa pretensin. Lo peor de todo es que tena razn: el

    panorama de los estudios filosficos, bsicamente abstracto, desco-

    nectado de nuestras cuestiones ms inmediatas y anhelos ms vita-

    les, y en el que las opiniones de los pensadores se sucedan como un

    inmenso y caprichoso collage en el que la disensin pareca ser la

  • ley, poco contribua a darnos algo de la luz y orientacin que

    nuestra supuesta candidez de nefitos reclamaba.

    Qu ha pasado para que la filosofa, que fue maestra de vida por

    antonomasia, a la que acudan aquellos que aspiraban a una vida

    plena y feliz, haya llegado en buena medida a ser un conocimiento

    inoperante, vitalmente estril, y, en ocasiones, mayor fuente de

    confusin interior que de claridad, serenidad lcida, alegra y equi-

    librio?

    La filosofa originaria, la que era sabidura de vida, ha sido en

    gran medida desplazada en nuestra cultura por una filosofa bien

    distinta: la filosofa especulativa que todos conocemos. Pero,

    aunque relegada y silenciada en nuestra cultura, dicha filosofa

    originaria no ha muerto; ha seguido activa en Occidente,

    generalmente al margen de los mbitos oficiales y acadmicos, y ha

    estado profundamente viva, y lo sigue estando, en gran parte de las

    culturas orientales.

    Una de las ideas que propone este libro es precisamente la de

    que hay, en realidad, dos filosofas cualitativamente diferenciadas,

    aunque este hecho haya pasado desapercibido por estar ambas

    unificadas, equvocamente, bajo una misma categora: la de la

    filosofa. No hablamos simplemente de dos sistemas diversos de

    pensamiento, sino de dos actividades distintas, con intenciones,

    metas y presupuestos diferentes.

    Una de ellas corresponde a lo que habitualmente entendemos

    por filosofa en nuestra cultura actual: la filosofa especulativa

    que se ensea en las aulas, la que predomina en los mbitos

    acadmicos y especializados.

    La otra filosofa tiene una naturaleza bien distinta y, por eso,

    aunque algunas de sus expresiones han formado parte de lo que en

    dichos mbitos especializados se conoce como historia de la filoso-

    fa, no tiene ah su verdadero elemento. Queda desvirtuada si se la

    conoce exclusivamente en el marco de una disciplina acadmica, o

    en el de un manual en el que, a modo de inventario, se alinean los

    sistemas de pensamiento de los distintos filsofos...

  • Por qu? Porque, como hemos sealado, esta segunda filosofa

    la que ha permanecido fiel a su sentido originario es, ante todo,

    una sabidura de vida: un conocimiento indisociable de la expe-

    riencia cotidiana y que la transforma de raz, un camino de libera-

    cin interior. Ms que una doctrina o una serie de doctrinas tericas

    autosuficientes, es un conjunto de indicaciones operativas, de

    instrucciones prcticas para adentrarnos en dicho camino. La filo-

    sofa as entendida se propone inspirar ms que explicar; no nos in-

    vita a poseer conocimientos, sino a acceder a la experiencia de un

    nuevo estado de saber y de ser, cuyos frutos son la paz y la libertad

    interior. El modelo de esta filosofa no es un sistema terico, ni un

    libro, sino la persona capaz de encarnarla: el sabio, el maestro de

    vida. Se trata de una sabidura que no es fruto del ingenio ni de las

    disquisiciones de nadie en particular, que no es propiedad de

    ningn pensador; de hecho, all donde ha estado presente, nadie se

    ha sentido su propietario.

    Esta ltima filosofa ha sido armnica y coherente en su esencia

    y en su espritu (no necesariamente en su forma) en los distintos

    lugares y tiempos. En contraste con el carcter cambiante de la

    historia de la filosofa especulativa, se trata de una filosofa impe-

    recedera, que no decae con las modas intelectuales, que no es des-

    bancada por otras. Por ello, numerosos pensadores del siglo veinte

    la han denominado filosofa perenne.

    Para evitar confusiones, en un momento dado de nuestra expo-

    sicin optaremos por denominar a esta ltima filosofa sabidura o

    filosofa sapiencial. La filosofa en su acepcin restringida no ha de

    ser confundida con la sabidura, ni el mero filsofo con el sabio. No

    llamaremos sabio slo a aquel que ha alcanzado las cumbres del

    conocimiento y de la virtud (rara avis) sino, ms genricamente, al

    que est comprometido con lo que hemos denominado la expe-

    riencia de un nuevo estado de saber y de ser, al que no confunde

    sus especulaciones subjetivas con la sabidura y la visin directa

    que slo esa experiencia proporciona. Los lmites entre la filosofa y

    la sabidura, as entendidas, no son rgidos. Estas categoras son

    slo orientadoras. As, ciertas doctrinas filosficas presentes en los

  • manuales de la historia de la filosofa son sabidura en el sentido

    sealado. El calificativo de sabidura busca hacer ver que, si bien

    estas doctrinas pueden ser objeto de la filosofa terica, no es sta la

    que puede revelarlas en su verdadera dimensin.

    La filosofa especulativa ha sido la exclusiva de un reducto de

    especialistas; los legos difcilmente han tenido acceso a ella. La sa-

    bidura, en cambio, ha sido accesible a todos. La medida del propi

    amor a la verdad, y no las dificultades formales, ha sido su nica

    criba. La filosofa especulativa parece haber monopolizado las

    cuestiones fundamentales adems de, con frecuencia, haberlas

    desvitalizado y fragmentado. Las tradiciones de sabidura, por el

    contrario, sostienen que el conocimiento de lo ms importante, de

    las verdades ms significativas, no es el privilegio de ningn ex-

    perto o entendido, sino que est al alcance de quienes lo anhelan

    con pureza, persistencia y radicalidad. A estos ltimos les es ajeno

    el espritu de propietario, caracterstico de aquellos que di-

    ficultan las incursiones "ajenas" en su parcela de saber / Si son po-

    cos los que se adentran en la sabidura, no es por su inaccesibilidad,

    sino porque es limitado el nmero de quienes la desean realmente,

    porque son pocos los veraces y puros de corazn.

    En las ltimas dcadas, la Psicologa ha sido la disciplina que ha

    decidido tomar el relevo de las cuestiones y tareas originariamente

    propias de la filosofa sapiencial pero relegadas por la filosofa

    especulativa, relativas a la consecucin de una vida plena y li-

    berada. Nos referimos, en concreto, a ciertos desarrollos recientes

    de esta disciplina que se han erigido en claras alternativas frente a

    la psicologa positivista clsica y al freudismo ortodoxo: la psicologa

    humanista tambin llamada tercera fuerza y la psicologa trans-

    personal. Estas nuevas vertientes de la psicologa tienen mucho de

    2. Parafraseamos unas palabras de Edgard Morin, quien afirma en su obra La

    mente bien ordenada: El espritu disciplinario va a convertirse en un espritu de

    propietario que prohibe cualquier incursin ajena en su parcela de saber. Se sabe

  • que en su origen la palabra "disciplina" designaba un pequeo ltigo que serva

    para autoflagelarse, permitiendo, pues, la autocrtica; en su sentido degradado, la

    disciplina se convierte en un medio de flagelar a aquel que se aventura en el

    dominio de las ideas que el especialista considera como propiedad suya, pp. 148

    y 149.

    La enorme mquina de la educacin es rgida, endurecida, coricea,

    buro-cratizada. Muchos profesores estn instalados en sus costumbres y sus

    soberanas disciplinarias. stos, como deca Curien, son como los lobos que orinan

    para marcar su territorio y muerden a aquellos que penetran en l. Existe una

    resistencia obtusa, incluso entre espritus refinados. p. 130.

    filosofa de vida pues saben que las recetas y las tcnicas no

    funcionan a largo plazo y que slo el conocimiento profundo de

    uno mismo, arraigado en el conocimiento de nuestro lugar en el

    cosmos, puede ser fuente de plenitud y de verdadera y permanente

    transformacin. No piensan en trminos de salud y enfermedad

    psquica, sino de crisis, conflictos y reajustes dentro del movimiento

    global de la persona hacia su completa realizacin. Consideran que

    esta realizacin no es algo que competa al individuo aislado, ni si-

    quiera al individuo considerado en el marco de sus interacciones

    sociales, sino que requiere que ste se abra a la dimensin trascen-

    dente de s mismo que le pone en conexin con la totalidad de la

    vida. Saben que nada es realmente conocido si no se conoce en su

    contexto, y el del ser humano (el de su comportamiento, deseos,

    temores, bsquedas...) es la realidad en su integridad. Creen que

    una prctica psicoteraputica que no conlleve un incremento de

    nuestro nivel de comprensin, de conciencia, tiene un alcance muy

    limitado y es a la larga ineficaz; en otras palabras, saben que hay

    una relacin ntima entre el conocimiento profundo de la realidad y

    el despliegue de nuestras potencialidades. Pues bien, estas nuevas

    psicologas han hallado una importante fuente de inspiracin en la

    sabidura de todos los tiempos, en la filosofa perenne, como ellas

    mismas reconocen. Han sabido detectar y aprovechar su inmenso

    potencial para la transformacin.

    Resulta significativo que, mientras desde distintas disciplinas se

    est favoreciendo el renacer de la sabidura en Occidente, la filoso-

    fa acadmica parezca ser uno de los mbitos ms ajenos a este re-

  • surgir. Ahora bien, tambin en ella hay quienes comienzan a afir-

    mar que ya es hora de que la filosofa retome su funcin como maes-

    tra de vida. Que ya es hora de que admita que nuestra cultura est

    sedienta de dicha sabidura de vida, de un conocimiento que se

    mida por sus frutos, y cansada de la esterilidad, arbitrariedad y

    narcisismo de las teoras abstractas. Est tan cansada de estas

    ltimas como de la futilidad de las tcnicas que prometen un

    bienestar inmediato, pasando por alto el camino lento pero seguro

    del conocimiento. Como est cansada de la pretensin de ciertos

    grupos religiosos o ideolgicos de monopolizar todo lo relativo al

    conocimiento de los medios que posibilitan el logro de nuestra

    libertad interior, de su pretensin de erigirse en los intermediarios

    de nuestra realizacin.

    Este libro es una invitacin a conocer esa sabidura que en nues-

    tra cultura ha sido en gran medida relegada de los mbitos oficiales.

    Se dirige a quienes siempre han sospechado que la filosofa les sera

    til, si bien, cuando han acudido a lo que habitualmente se imparte

    como tal, se han sentido decepcionados o defraudados. A aquellos

    que creen que la filosofa debera ser algo mucho ms relevante y

    directamente concerniente a la propia vida, que lo que se ensea

    corrientemente como tal. A los que tienen demasiada sed de

    verdad, de realidad, de claridad en su mundo interno y en su vida,

    como para disfrutar de las acrobacias mentales de cierto filosofar

    de saln; en otras palabras, a quienes buscan verdades que sacien

    su sed, y no simplemente que satisfagan su curiosidad. Tambin a

    quienes no creen que el acceso a los conocimientos ms relevantes

    los concernientes a los secretos ltimos del ser humano y de la

    vida deba ser el privilegio de ciertos especialistas, ni el reducto de

    los conocedores de cierta jerga. A los que, por ello, desconfan de

    quienes ofrecen una filosofa que exige mentalidad y hbitos de tc-

    nicos, as como conocimientos alambicados o innecesariamente os-

    curecidos. A los que saben que la verdad se protege a s misma y

    que no necesita, por ello, de prembulos u oscurecimientos aadi-

    dos. Se dirige asimismo a quienes se han formado como especialis-

  • tas en un mbito particular y echan en falta un conocimiento ms

    global y esencial que les aporte el horizonte que su formacin no les

    ha aportado, pero temen el aura de complejidad y hermetismo que

    rodea a la filosofa. Tambin a los que, interesados en su propio

    auto-conocimiento y auto-mejoramiento, quieren conocer cmo la

    sabidura de todos los tiempos ha abordado y cimentado estas

    tareas.

    Hemos estructurado este libro en dos partes.

    En la primera, ahondaremos en algunas de las ideas apuntadas:

    Es til la filosofa? Debe serlo? En qu sentido lo es y en qu sen-

    tido no? Qu queremos decir cuando afirmamos que hay un co-

    nocimiento que transforma? Qu es la filosofa perenne? Por

    qu buena parte de la filosofa dej de ser sabidura? Ha

    asumido histricamente la religin la funcin liberadora y sanadora

    (la del cuidado de la salud del alma) que dej de tener la

    filosofa? Dnde estn los sabios en nuestra cultura? Etc.

    En la segunda parte, nos adentraremos en lo que hemos deno-

    minado filosofa perenne. Intentaremos hacer ver cmo ciertas ideas

    bsicas sostenidas por la sabidura de todos los tiempos pueden

    iluminar nuestra vida cotidiana y desvelar su hondura y sus posi-

    bilidades. Estas reflexiones, a la vez que servirn de introduccin a

    la sabidura imperecedera, irn dando respuesta a preguntas del

    tipo:

    Cmo desenvolvernos en medio de la complejidad creciente del

    mundo actual, sin desvincularnos de nuestro espacio interior y de

    sus exigencias? Cmo entrar en contacto de modo habitual con ese

    espacio, el nico que nos permite obrar con autenticidad, sim-

    plicidad y lucidez? Es posible hallar la propia voz cuando la satu-

    racin de informacin y de voces ajenas ha falseado nuestras nece-

    sidades reales? De qu manera conservar la inocencia, la puerta

    hacia la plenitud interior y hacia la sabidura, cuando parece que

    todo nos invita a la astucia y a la lucha descarnada? Cabe hacer de

    nuestra actividad habitual, cuando se imponen la celeridad o la

    rutina, un camino de crecimiento? Cmo ser eficientes siendo a la

  • vez creativos, es decir, sin que la bsqueda de resultados mediatice

    nuestra propia verdad y nuestra necesidad de expresin autntica?

    De qu modo habitar en la complejidad y en la incertidum-bre sin

    caer en la desorientacin o en la dispersin?...

    Nuestras reflexiones no se impondrn como explicaciones ce-

    rradas ni como recetas para la accin; buscarn slo sugerir, de

    modo que el lector pueda ir encontrando y despertando sus propias

    respuestas dentro de s.

    La segunda parte de este libro orbitar en torno a ciertas mxi-

    mas de la sabidura perenne y a las intuiciones centrales de algunos

    filsofos (de filsofos sabios que han compartido la sealada

    concepcin teraputica de la filosofa). Con ello buscaremos mostrar

    cmo obras y autores que quiz creamos distantes o inaccesibles

    pueden resultar cercanos y sugerentes; tal vez as, las barreras que

    alguien pensaba que existan entre l y buena parte de la sabidura

    de todos los tiempos puedan ser felizmente salvadas. Propiamente,

    no explicaremos el pensamiento de esos filsofos; sencillamente,

    sus palabras nos servirn de inspiracin para pensar por cuenta

    propia. Al hacerlo as somos fieles al espritu de la sabidura, que no

    es nunca filosofa forense: una invitacin a repetir lo que ya se

    dijo, un culto a la letra muerta y al pasado.3

    Nos encontraremos con referencias a la filosofa presocrtica,

    muy en particular a la figura de Herclito. Al estoicismo romano

    (Epic-teto, Marco Aurelio, etc.), los mejores herederos de lo que el

    pensamiento griego tuvo de filosofa de vida. Haremos alusin a

    pensadores que nos son ms cercanos en el tiempo y que, dentro de

    la historia de la filosofa, han sido, en mayor o menor grado, emer-

    gencias de la sabidura perenne, como Ralph W. Emerson, Soren

    Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Simone Weil, etc. A sabios con-

    temporneos que no han sido filsofos, como Jiddu Krishnamurti o

    Albert Einstein. A la denominada mstica especulativa occidental,

    representada en la figura del Maestro Eckhart. Al pensamiento

    taos-ta: Lao Tse y Chuang Tzu. Al hermetismo egipcio, en el que

    muchos filsofos griegos hallaron una importante fuente de

  • inspiracin. Al pensamiento ndico, en concreto, a las Upanishad, y a

    una de las tradiciones de sabidura en ellas inspirada: el vedanta

    advaita o vedan-ta de la no-dualidad (cuyo iniciador fue Shamkara, y

    cuyos principales representantes contemporneos han sido Ramana

    Maharshi y Nisar-gadatta Maharaj). Al budismo zen, muy en

    particular, a un breve texto, el Sin-sin-ming, que es una interesante

    confluencia del pensamiento budista con el no-dualismo ndico y

    con el taosmo. Etc.

    En todos estos pensadores y enseanzas, ms all de las dispa-

    ridades individuales, culturales, geogrficas y temporales, late un

    mismo espritu, un mismo tipo de vigor del que carecen las meras

    explicaciones tericas, que es propio de todo aquello que es un cau-

    ce de la fuerza transformadora y liberadora de la realidad, de la

    verdad viva. Todos ellos son una provocacin, un desafo: ejemplos

    privilegiados de la altura real que podemos alcanzar, de la riqueza

    habitualmente desconocida de nuestro potencial. Nos ensean

    que la lucidez, la plenitud y el gozo sereno, como estados estables,

    no son una ilusin, sino nuestra naturaleza profunda: nuestra he-

    rencia y nuestro destino.

    3. Como afirma R. W Emerson en su ensayo The American Scholar: Los

    jvenes dciles crecen en bibliotecas, creyendo que es su deber aceptar el pen-

    samiento de Cicern, Locke o Bacon, y olvidan que cuando Cicern, Locke y Bacon

    escribieron esos libros eran slo jvenes en bibliotecas. Essays and Lee-tures, p. 57.

  • PRIMERA PARTE LA SABIDURA

    SILENCIADA

    Hay cierta sabidura humana, que es comn a los hombres ms

    grandes y a los ms pequeos y que nuestra educacin corriente

    labora con frecuencia para silenciar y obstaculizar. (R. W. Emerson)*

    The Over-Soul, Essays and Lectures, p. 390.

  • 26

    ACERCA DE LA UTILIDAD DE LA FILOSOFA

    Qu hay, por los dioses inmortales!, ms deseable que la sabidura, ms trascendente, ms til y ms digno del hombre? Los que se entregan con ardor a su consecucin se llaman filsofos. (Cicern)1

    Hace un cierto tiempo tuvo lugar en Espaa una importante pol-

    mica desencadenada por las decisiones gubernamentales que busca-

    ban reducir al mnimo la asignatura de filosofa en los planes de es-

    tudio. Esta decisin no era ms que una entre las muchas que vean

    en las asignaturas de humanidades disciplinas prescindibles en una

    sociedad en la que crecientemente se requieren, se valoran y se re-

    muneran, por encima de todo, los conocimientos tcnicos especia-

    lizados. Puesto que pertenezco al gremio de los filsofos, tuve oca-

    sin de atestiguar el escndalo que entre mis compaeros produjo,

    con toda lgica, esa decisin. Pero hubo algo que me llam la aten-

    cin: el que pocos filsofos, adems de indignarse justamente por el

    despotismo creciente de los valores estrictamente pragmticos que

    est provocando la anemia espiritual de nuestra sociedad, se pre-

    guntaran en qu medida ha contribuido a este estado de cosas la

    misma filosofa. En otras palabras, pocos filsofos se preguntaban:

    Por qu la filosofa ha llegado a ser considerada por la mayora

    como algo abiertamente intil?

    Por qu ya no se acude a los filsofos ante los grandes retos y

    problemas de nuestro tiempo?

    1. Sobre los deberes, Libro II, 5, p. 143.

  • 27

    Por qu el estudiante de secundaria que aprende la asignatura

    suele afirmar que de poco le ha servido ese vertiginoso paseo por

    las reflexiones de los grandes filsofos (sistemas de pensamiento

    que se suceden e invalidan entre s y en los que tan slo con

    dificultad puede ver alguna conexin consigo mismo y con sus

    inquietudes ms ntimas)?

    Por qu tantas personas piensan que la filosofa es un reino in-

    accesible, lingsticamente hermtico e inabordable, del que sospe-

    chan que pocas cosas relevantes pueden obtener?...

    En esa decisin no slo se poda ver una seal de los tiempos y

    del pragmatismo asfixiante que los caracteriza; tambin un sntoma

    del estado de salud de la filosofa.

    La filosofa, entendida en sentido amplio, como aquella activi-

    dad por la que el hombre busca de forma lcida y reflexiva com-

    prender la realidad y orientarse en ella, ha formado parte de la raz

    de toda civilizacin. Todas las grandes civilizaciones se han asenta-

    do, entre otros, en unos cimientos de naturaleza filosfica. Estos

    proporcionaban una determinada forma de mirar la realidad y de

    estar en el mundo, y daban respuesta a las cuestiones ms bsicas y

    radicales, como las de quin es el ser humano y cul es su destino.

    Los dems saberes y las dems artes orbitaban en torno a esta

    sabidura, y era esta ltima la que defina el correcto lugar, el sen-

    tido ltimo y la funcin de dichos artes y saberes.

    Pero se considera actualmente a la filosofa como uno de los

    ejes de nuestra cultura contempornea? Parece que no, que hace

    tiempo que perdi, ante la conciencia de los occidentales, ese papel

    central. La filosofa ya no impregna la vida ni la sociedad, pues se

    ha relegado a los mbitos acadmicos y especializados. No estamos

    en los tiempos en que los reyes o los emperadores reclamaban a los

    filsofos y a los sabios para que fueran a la corte. Hoy los

    gobernantes demandan especialistas en estadstica y tecncratas, no

    pensadores. Pero tan grave como esto es que la misma filosofa

    cierre los ojos ante este hecho y no se d cuenta de lo poco que tiene

  • 28

    que decir; que no reflexione sobre por qu se ha llegado a

    considerar tan irrelevante su aportacin.

    La filosofa tuvo, en sus orgenes, un influjo directo en la vida

    individual, social y poltica. Con el tiempo, en la misma medida en

    que perda su eficiencia para la vida cotidiana, fue aislndose de la

    esfera pblica, hasta el punto de que hoy en da su capacidad de in-

    fluencia sobre esta ltima es prcticamente nula. Ahora bien, preci-

    samente porque la filosofa constituye siempre uno de los cimientos

    de toda civilizacin, no puede, sin ms, ser eliminada. Por eso,

    cuando esta filosofa ya no es ampliamente reconocida y explcita,

    como sucede en nuestra sociedad, lejos de desaparecer de la misma,

    sigue impregnndola, pero de forma larvada. De ser consciente,

    pasa a ser inconsciente. De reflexiva y critica, se convierte en

    irreflexiva y acr-tica. Nos pueden dar pistas sobre cul es la

    filosofa oculta de nuestro tiempo, las consignas que nuestra poca

    da por supuestas, los ideales que la animan y que son

    mayoritariamente asumidos, los valores individuales y colectivos

    predominantes que tan bien revelan la publicidad o los medios de

    comunicacin.

    La filosofa no se puede suprimir; constituye el entramado ms

    ntimo de la cultura. Pero cuando esto no se reconoce abiertamente,

    el pensamiento pasa a ser ideologa que nos penetra de modo indi-

    recto, sin darse a conocer como tal, eludiendo la crtica, es decir, de

    modo impositivo. Una sociedad en que la filosofa la reflexin cr-

    tica no tiene un lugar central y explcito, es siempre una sociedad

    adocenada, un caldo de cultivo de toda forma de manipulacin.

    1.1. Es til la filosofa?

    Por qu la filosofa ha llegado a parecemos accesoria? Si la filosofa

    ya no ocupa un lugar central en nuestra cultura es, en gran medida,

    porque ha perdido aquello que le confera un papel vital en el

    desarrollo del individuo y de la sociedad: su dimensin transfor-

    madora, teraputica; en otras palabras, porque ha dejado de ser

  • 29

    maestra de vida y el conocimiento filosfico ya no es aquel saber

    que era, al mismo tiempo, plenitud y libertad; porque la esterilidad

    de muchas de las especulaciones denominadas filosficas ha

    llegado a ser demasiado manifiesta.

    La supuesta esterilidad o inutilidad de la filosofa es el prin-

    cipal argumento que esgrimen sus detractores y lo que les ha

    llevado a considerarla un saber culturalmente prescindible. La

    mayora de los filsofos y de quienes piensan que es

    indispensable salvaguardar la cultura de las humanidades

    consideran, por el contrario, que el valor de la filosofa, lo que le

    otorga su especial dignidad, radica precisamente en que no es un

    saber directamente til, en que es una actividad libre que no

    precisa venderse a ningn resultado. El carcter irreconciliable de

    estas posturas como pasaremos a ver es slo aparente; de

    hecho, cada una de ellas otorga un sentido distinto al trmino

    utilidad. Ambas posiciones han advertido una dimensin real de

    la filosofa: que ha de ser til, por un lado, y que ha de ser libre,

    por el otro. Su error radica en considerar que ambas dimensiones

    son excluyentes.

    Ha de ser til la filosofa? O no radica su dignidad

    precisamente en su carcter libre, en que su valor es intrnseco y no

    se deriva de los resultados que posibilita? Este dilema es una

    falacia. Una falacia que ha favorecido, por una parte, que algunos

    piensen que una sociedad puede prescindir, sin ms, de la filosofa,

    olvidando que una cultura sin sabidura est abocada al

    gregarismo, a la destruccin y al caos. Y que ha favorecido, por otra

    parte, que otros cultiven una filosofa estril, una filosofa-florero,

    auto-referencial y hermtica, relegada a unos pocos especialistas,

    que ha ocultado su vacuidad y su infecundidad bajo el aura de una

    dignidad y libertad mal entendidas. Los primeros intuyen,

    acertadamente, que la filosofa ha muerto, pues ha perdido su

    eficiencia; pretenden simplemente quitar del medio un cadver que

    les estorba. Los segundos intuyen, tambin acertadamente, que la

    verdadera filosofa, como saber libre, no puede ni debe morir.

  • 30

    Qu significa utilidad?

    El trmino filosofa no suele sugerir la idea de utilidad. Ambas

    nociones, en principio, parecen dispares. Como veremos, esto no es

    ms que un sntoma del modo en que la filosofa ha perdido su

    norte y su funcin y, a su vez, de lo estrecha y banal que ha llegado

    a ser nuestra concepcin de la utilidad.

    El Diccionario de la lengua espaola nos dice que til es aquelio que

    puede servir o aprovechar en alguna lnea, lo que produce un

    resultado provechoso. Ahora bien, conviene distinguir entre dos

    tipos de utilidad que denominaremos, respectivamente, utilidad ins-

    trumental o extrnseca y utilidad no-instrumental o intrnseca.

    Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener un fin)

    Algo es til de manera instrumental cuando es slo un medio para

    lograr un fin, cuando no posee valor en s, sino en razn de los re-

    sultados prcticos que posibilita y a los que se subordina. Un mapa,

    por ejemplo, es til, pues nos puede ayudar a orientarnos en un te-

    rritorio que desconocemos. La utilidad del mapa no es intrnseca

    el objeto mapa no es til en s mismo sino extrnseca: es til

    exclusivamente en funcin de algo exterior y de los resultados

    utilitarios que proporciona, pues de poco sirve un mapa que no

    remite a algn lugar o que est tan mal elaborado que no nos

    permite ubicarnos en l. Una herramienta tambin es algo

    extrnsecamente til. Un martillo no es til en tanto que tal martillo,

    sino asociado a un contexto externo que lo dota de finalidad, por

    ejemplo: un cuadro que queremos colgar, unos clavos y una pared.

    A su vez, actividades como orientarnos consultando un mapa o

    martillear son instru-mentalmente tiles pues su sentido y finalidad

    no reside en ellas mismas sino en que nos permiten,

    respectivamente, llegar a un determinado lugar o que un bello

    cuadro cuelgue en nuestra habitacin.

  • 31

    Lo que es instrumentalmente til es prescindible, canjeable por

    algo que cumpla la misma funcin. Puedo prescindir del martillo y

    utilizar en su lugar una piedra. Puedo prescindir de un mapa y

    orientarme con una brjula o contemplando las estrellas y el curso

    del sol.

    Lo instrumentalmente til es lo utilitario.

    La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin)

    S que la poesa es indispensable, pero no sabra decir para qu. (Jean

    Cocteau)

    Ordinariamente, calificamos de til, sin mas, a lo

    instrumentalmente til. Pero hay otro tipo de utilidad, que

    denominaremos no instrumental o intrnseca. Esta ltima es

    propia de aquellas cosas, actividades o estados que son en s

    misinos tiles, es decir, que no obtienen su sentido, valor y utilidad

    del hecho de subordinarse a un fin distinto de dichas cosas,

    actividades o estados. En lo intrnsecamente til el medio es ya el

    fin y, por eso, lo que es til de este modo no es prescindible ni

    canjeable. Por ejemplo: jugar, conocer, comprender (no hablamos de

    adquirir conocimientos tcnicos o con miras exclusivamente

    utilitarias), amar, crear, contemplar la belleza del mundo... son

    actividades y estados que poseen esta forma superior de utilidad.

    Dada nuestra tendencia a identificar lo til con lo utilitario,

    tendemos a pensar que el trmino til no es adecuado para cali-

    ficar este tipo de actividades. Pero merecen, acaso, ser calificadas

    de intiles?

    Pongamos un ejemplo de actividad intil. Nos cuenta la mito-

    loga griega que Ssifo, fundador de Corinto, recibi un terrible cas-

    tigo al descender al Hades tras su muerte. Fue condenado a arras-

    trar sin descanso una inmensa roca, empujndola con todo su cuer-

    po y con mprobo esfuerzo, hasta la cima de una montaa. Una vez

    all, la piedra escapara de sus manos y rodara al valle, y l tendra

    que descender de nuevo para recomenzar su terrible tarea; y as...

  • 32

    por toda la eternidad. Aunque el mito no comenta nada al respecto,

    seguramente Ssifo pregunt, tras escuchar su condena, acerca del

    propsito de todo aquello. Y probablemente slo obtuvo una res-

    puesta: deba hacerlo porque s. Lo terrible del castigo no

    radicaba en el tremendo esfuerzo que se exiga a Ssifo, sino en la

    arbitrariedad e inutilidad del mismo; fue esta inutilidad la que le

    sumi en la locura y en la desesperacin.

    Esta actividad abiertamente intil nada tiene que ver con las

    actividades que hemos caracterizado como intrnsecamente tiles.

    No cabe decir de todas ellas que son intiles, simplemente

    porque tienen en comn el carecer de una finalidad utilitaria. Si

    preguntamos al nio que en la playa construye y deshace castillos

    de arena, por qu lo hace, probablemente conteste porque s. Este

    porque s no es anlogo al del ejemplo anterior. El porque s del

    nio es la expresin de que su actividad no tiene ms meta que s

    misma; de que, en ella, el medio, el proceso, es ya el fin. Y all donde

    el medio y el fin se identifican tiene lugar la vivencia de una profunda

    sensacin de plenitud y de sentido. La actividad de Ssifo no tena una

    utilidad extrnseca, pero tampoco intrnseca, pues no pudo

    experimentar el proceso como algo valioso en s mismo; de aqu su

    sensacin de absurdo y futilidad.

    Es sabido que los nios que no dedican en su infancia mucho

    tiempo al juego no maduran adecuadamente. El juego les es tan til

    e imprescindible como el alimento. El nio al que se inculca una

    mentalidad instrumental impropia de su edad porque la pobreza

    del entorno le ha forzado al trabajo duro, porque unos padres am-

    biciosos pretenden hacer de l un superdotado y le someten a un

    aprendizaje estresante cuya meta es la obtencin de resultados en el

    futuro, o por contagio de un entorno excesivamente serio que no

    valora ni respeta su tendencia espontnea al juego no crece

    adecuadamente. El nio educado para ser un superdotado, si a lo

    largo de su desarrollo no tiene una sana reaccin de rebelda, pro-

    bablemente llegue a ser un mediocre instruido, rgido, de perso-

    2. Esta consideracin aporta nuevas luces sobre cul debera ser la naturaleza

    de la educacin y de la formacin: El hombre alimenta su inteligencia por medio

    de los rganos de los sentidos y aparentemente de ideas de otros hombres, y con

    estos elementos forma el contenido mental propio. Pero el hecho de que a pesar de

    exponer a algunos hombres ideas razonables, no se convenzan, quiere decir que,

    mientras no haya en aquel hombre las sensaciones fundamentales de la idea, sta

    no se dar a la conciencia. Es, pues, la sensacin lo primordial. La sensacin es el

    alimento intelectual, con el cual la mente forma

  • 33

    nalidad incolora, carente de genuina creatividad. El pequeo que

    juega no lo hace para crecer y madurar; juega porque s. Pero

    dicho juego, precisamente porque en l el medio y el fin son

    indi-sociables, es el espacio en el que tiene lugar su ptimo

    crecimiento y desarrollo. Ms an, tambin las actividades

    orientadas a su formacin y educacin slo pueden ser plenamente

    eficaces si son vivenciadas por l como un juego, como placenteras

    y llenas de sentido en s mismas, y no como algo arduo y aburrido

    que, segn oye, le ser de provecho en el futuro.2

    1.2. Lo que promete la filosofa

    La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior.

    (Epicteto)3

    Podramos decir, en una primera aproximacin, que filsofo es

    aquel que se consagra desinteresadamente a la verdad; quien investiga,

    a travs de una actitud interior de disponibilidad y atencin lcida,

    las claves de la existencia. La actividad filosfica es desinteresada

    pues quiere la verdad por ella misma, no por su posible provecho,

    por sus resultados o frutos. Quiz por ello la verdad se ha

    simbolizado tra-dicionalmente como una mujer desnuda, pues

    nada tiene que ofrecer ms que a s misma.

  • 34

    La indagacin de la verdad es un impulso acorde con nuestra

    naturaleza humana e indisociable de sta, un impulso que nos dis-

    tingue de otros seres animados y nos eleva sobre ellos. Todo hom-

    bre ansia profundamente ver, comprender, y experimenta como una

    degradacin la ignorancia y el engao. En otras palabras, todos sen-

    timos que el conocimiento de la verdad es tan valioso en si mismo,

    como indeseables son la ceguera y el error.

    La filosofa, entendida como aquella actividad que busca encau-

    zar este impulso humano hacia la verdad, no tiene, por lo tanto, una

    utilidad extrnseca. Ahora bien, est lejos de ser una actividad intil

    como tampoco lo son el juego, la contemplacin amorosa o

    esttica, la creacin en todas sus formas.... Hemos caracterizado a

    estas actividades como intrnsecamente tiles para poner de ma-

    nifiesto que poseen una forma superior de utilidad, pues slo ellas

    satisfacen lo que ms hondamente necesitamos: la experiencia de ser

    juicios e ideas merced al mecanismo de elaboracin del entendimiento. He aqu

    cmo se producen en los nios indigestiones e intoxicaciones mentales, al pre-

    tender darles ideas hechas en lugar de sensaciones. Esto es como si pretendi-

    semos alimentar nuestro organismo con carne humana, por aquello de que es el

    alimento ms parecido a aquello que hay que nutrir [...]. [Los nios adquieren las

    sensaciones bsicas que llegan a formar la idea que se trata de sugerirl con juegos,

    modelados, msica, danza, gimnasia, excursiones, etc. Todo esto forma con el

    tiempo las ms grandes y fundamentales ideas. Lo contrario es llenar a la mente

    de conocimientos sin asimilar (erudicin) (...]. Anlogamente, el espritu no se

    alimenta de "moral hecha" sino de "sensaciones que sugieren moral". El espritu se

    alimenta de cario, de fraternidad, de amistades, de la contemplacin de la

    naturaleza, de sensaciones musicales (que son vibraciones espirituales expresadas

    en el campo de los sonidos). Todo lo que no sea esto el nico camino para que la

    moral sea consciente es llegar a la intoxicacin de nuestra psiquis, ocasionada

    por el cmulo de preceptos morales, que, como ocurre con el estado artrtico en el

    plano fsico y con el estado erudito en el plano mental, constituye un estado

    patolgico que se llama "fanatismo", que supone la captacin de una moral

    expuesta por otro, pero no sentida por el sujeto. Eduardo Alfonso, La religin de

    la naturaleza, pp. 33-35. 3. Disertaciones por Amano, p. 103.

  • 35

    en plenitud, y la experiencia profunda del sentido de la vida, del valor

    intrnseco de todo lo que es.

    El ser humano slo experimenta una felicidad ntegra y realiza sa-

    tisfactoriamente sus posibilidades internas de ser, en las actividades o

    estados que no tienen ms meta que s mismos. Lo intrnsecamente til

    no equivale a lo intil ni a lo no-prctico. Nuestras necesidades ms

    profundas no las puede satisfacer nada que no se baste a s mismo,

    que no tenga una razn propia para ser apetecido. Y lo que nutre

    nuestro ser, puede considerarse intil?

    Lo utilitario se relaciona con el tener; lo intrnsecamente til,

    con el ser. As, las actividades utilitarias aumentan nuestro haber,

    nuestras tenencias: a travs de ellas adquirimos todo tipo de logros,

    de posesiones materiales o sutiles, y desarrollamos las habilidades

    fsicas y psquicas que nuestro ego tiende a considerar tambin

    como posesiones, como parte de su haber. Pero slo las actividades

    valiosas per se, que no se orientan exclusivamente hacia la

    obtencin futura de ciertos logros o resultados, permiten el

    crecimiento de nuestra esencia; slo estas ltimas satisfacen nuestra

    necesidad de ser en plenitud.

    El que ama no necesita que algo exterior justifique u otorgue

    sentido a su amor, pues ese estado interno es valioso en s mismo.

    El que se conmueve ante la contemplacin de algo profundamente

    bello, sabe que su contemplacin es un preciado tesoro; no necesita

    tasadores que le confirmen el valor o la utilidad de su experiencia.

    El saber (no el erudito ni el tcnico, sino el que se traduce en sa-

    bidura, en lucidez, en una visin penetrante y comprensiva de la

    realidad) se justifica en s mismo porque satisface un impulso

    radical del ser humano. Estas actividades y estados no son intiles,

    al contrario, son supremamente tiles, producen un resultado (y

    til, recordemos, es aquello que produce un resultado

    provechoso). Este resultado es nada menos que la realizacin humana.

    No es que dichas actividades o estados sean medios o peldaos

    para lograr esta realizacin o plenitud; son, sencillamente, la forma

    en que esta ltima se actualiza y se expresa.

  • 36

    Saber para poder, para estar al da, para dotarnos de un aura de

    intelectualidad, para tener algo de qu hablar, para lograr un pues-

    to de trabajo, para tener conocimientos que exhibir; amar para

    comprar el amor de otros; jugar para ostentar nuestra habilidad y

    nuestra superioridad; crear para demostrar algo a los dems o a

    nosotros mismos; trabajar exclusivamente para ganar dinero...;

    nada de esto es saber, amor, juego, creacin o trabajo genuinos. No

    negamos que algunas de estas metas sean, en ocasiones, legtimas

    el comercio es necesario, pero no pueden proporcionar al ser

    humano la plenitud que le es propia, y nadie debe sorprenderse de

    que conduzcan al hasto y a la mediocridad cuando se convierten

    en el tipo de metas predominantes. Nadie debe sorprenderse tam-

    poco de que la depresin sea uno de los padecimientos caracters-

    ticos de nuestra civilizacin, bsicamente mercantil, astuta, vida y

    utilitaria.

    El ser humano tiene una profunda exigencia de sentido. El que

    enfrenta su vida y sus actividades como Ssifo afrontaba

    diariamente su infructuosa tarea, se sumerge en el ms profundo

    vaco. Pero las actividades estrictamente utilitarias terminan

    igualmente agostando el espritu humano. De hecho, quiz no sea

    casual que el mito describa a Ssifo como el ms astuto de los

    hombres, dado a toda clase de tretas, engaos y artificios, y que este

    hombre astuto fuera condenado al sinsentido, a la actividad ms

    absurda, enajenante e intil. Porque la astucia, la tendencia a

    convertir todo hasta lo ms digno de ser considerado como un fin

    en s mismo en algo de lo que esperamos obtener un beneficio

    interesado, es un camino directo al estancamiento de nuestra

    esencia, al vaco y a la enajenacin.

    La filosofa como actividad Ubre. La filosofa no es til en el sentido

    que ordinariamente damos a esta palabra, es decir, no es ins-

    trumentalmente til; como tampoco, por ejemplo, lo es el arte (el

    que se mantiene fiel a s mismo; no hablamos del mundo de los

    marchantes). En otras palabras, ambas son actividades libres, pues

    competen a la dimensin ms elevada del hombre: aquella que

    tambin es libre, y que le dota de cierto dominio sobre los aspectos

  • 37

    de s mismo y de la vida condicionados por la necesidad, por las

    urgencias utilitarias de la vida.

    La filosofa vendida a un fin, ya no es filosofa. Ni siquiera la fi-

    losofa vendida a unas ideas es ya verdadera filosofa. La filosofa

    esclava de la teologa (como se defina a s misma la filosofa

    escolstica medieval) no es filosofa, es teologa. Habitualmente,

    cuando los artistas se han subordinado a un fin ajeno al arte mismo,

    han hecho un mal arte. El arte ideolgico, puesto al servicio de la

    defensa de unas ideas, ha sido sistemticamente defraudante.

    Cuando omos que algn representante de una determinada iglesia,

    secta o ideologa va a dar una charla filosfica sobre alguna

    cuestin, todos sabemos que no va a decir nada nuevo; sus

    argumentos sern los mismos que los que repiten hasta la saciedad

    aquellos que pertenecen a su grupo; como mucho, habr ciertas

    variaciones formales; puede que incluso parezca elocuente y

    sugerente en un principio, pues en el planteamiento de la cuestin

    se permite cierta libertad; pero, finalmente, decepciona. Nos han

    dado gato por liebre. Todos sospechamos que all no hay

    pensamiento genuino, indagacin libre y desinteresada, sino slo

    apologa disfrazada de argumentacin. Porque el verdadero

    pensamiento siempre es libre. Y por eso, slo las personas

    interiormente libres que no hablan en nombre de nada ni de

    nadie, ni siquiera en nombre de su ego, de lo que en dichas

    personas es estrictamente particular son ge-nuinos pensadores.

    Como slo las personas interiormente libres son creadoras en

    cualquier mbito humano.

    La filosofa es una actividad libre. El arte tambin lo es. Pero que

    no se vendan a un resultado extrnseco no significa que no sean tiles.

    Todo lo contrario: poseen una forma superior de utilidad. Aqu pre-

    cisamente radica la falacia del dilema utilidad versus libertad que

    plantebamos al inicio de este captulo. Las ideologas que han visto

    en ciertas expresiones gratuitas de la individualidad creadora, no

    subordinadas a fines pragmticos, una manifestacin burguesa de

    irresponsabilidad y falta de compromiso social, tenan una triste y

    reducidsima imagen del hombre.

  • 38

    1.3. Las necesidades del ser y del estar

    La vida verdadera [...] no se halla tanto en las necesidades utilitarias de

    las que nadie puede escapar, como en el cumplimiento de uno mismo y en la

    calidad potica de la existencia. (Edgar Morin)'

    Aclararemos lo dicho hasta ahora introduciendo una nueva distin-

    cin. Diferenciaremos, en concreto, entre lo que denominaremos

    utilidad esencial y utilidad existencial.

    Es existencialmente til lo que necesitamos para nuestro existir o

    nuestro estar en el mundo: desde el alimento y el vestido, hasta una

    cierta cosmovisin que nos ayude a orientarnos en l. Las cosas que

    son tiles para nuestro estar en el mundo son cosas que tenemos.

    Tenemos alimento, dinero, ropa, casa, etc., de un modo anlogo a

    como tenemos ciertas habilidades o tenemos unas creencias y

    una ideologa.

    Pero hay otro tipo de necesidades que no son existenciales sino

    esenciales. Calificaremos de esencialmente til a todo aquello que ne-

    cesitamos para alcanzar un grado ptimo de ser: lo que nos remite a

    nuestra esencia ntima, fortalecindola, y nos permite llegar a ser

    plenamente lo que potencialmente somos.

    La satisfaccin de nuestras necesidades existenciales (de ali-

    mento, seguridad, pertenencia, afecto, instruccin, etc.), se acom-

    paa de lo que podramos denominar un contentamiento o alegra

    existencial. Al ser cubierta alguna necesidad fisiolgica, por ejemplo,

    se experimenta placer y sosiego. Quien, tras estar hambriento,

    ingiere los alimentos adecuados, recibe el visto bueno de su

    cuerpo a travs de una sensacin subjetiva de saciedad y bienestar.

    En general, todas nuestras funciones y facultades, fsicas y

    psicolgicas, tienen un correlato subjetivo de bienestar o de

    malestar que nos indica cul es su nivel de satisfaccin, actuali-

    zacin o desarrollo.

    4. La mente bien ordenada, p. 68.

  • 39

    Ahora bien, hay tambin una alegra esencial y un dolor esencial

    que nos dan la medida de cul es nuestro grado de cercana o de

    alejamiento con respecto a nuestro propio centro, a nuestra verdad

    ntima; que nos indican cundo estamos siendo, o no, un fiel reflejo

    de eso que somos en esencia y que pulsa por expresarse en

    nosotros. Del mismo modo en que hay un tipo de dolor que

    acompaa a la frustracin de nuestras necesidades fisiolgicas y

    psicolgicas, hay tambin un dolor que es el eco de la frustracin de

    nuestra necesidad de ser de forma autntica y plena.

    Los dolores y alegras existenciales y los dolores y alegras esen-

    ciales son cualitativamente diferentes. Hay quienes

    existencialmen-te parecen tenerlo todo y no pueden rehuir una

    profunda sensacin de vaco y de futilidad; algo en ellos exclama

    silenciosamente: Pero es esto todo?. Por el contrario, hay

    quienes, en medio de situaciones existencialmente limitadas o

    incluso dolorosas, mantienen una conexin con su ser ms ntimo

    que les proporciona una sensacin bsica de sentido, de serena

    plenitud.

    Que ambos tipos de dolor (y, paralelamente, de alegra) son cua-

    litativamente diferentes se evidencia, entre otras cosas, en que las

    dinmicas que permiten superar uno u otro son exactamente in-

    versas.

    As, el dolor existencial se solventa multiplicando nuestro haber:

    aumentando nuestras posesiones materiales, ejercitando nuestras

    facultades y habilidades, multiplicando nuestras tenencias

    intelectuales, recibiendo afecto del exterior, adquiriendo

    reconocimiento social, etc.

    El dolor esencial, por el contrario, no se solventa con nada que se

    pueda tener. En ocasiones, puesto que este dolor se traduce psi-

    colgicamente en una sensacin de vaco, lo malinterpretamos:

    creemos que se trata de un vaco relacionado con la necesidad de

    cosas, experiencias, logros, etc. Pero ninguna cosa, persona,

    situacin, experiencia o logro puede llenarlo, porque se trata de un

    vaco de nosotros mismos.

  • 40

    El vaco existencial se supera con un movimiento acumulativo o

    aditivo, teniendo ms, ya sean estas tenencias groseras o sutiles.

    El vaco esencial, por el contrario, slo se supera cuando aban-

    donamos el impulso por tener no necesariamente en lo relativo a

    la actividad exterior, pues necesitamos seguir cubriendo nuestras

    necesidades existenciales, pero s en nuestra actitud bsica ante la

    vida y dejamos a las cosas, a las personas y a las situaciones ser lo

    que son, sin esperar que sean de ningn modo particular, sin buscar

    en ellas ningn provecho o beneficio personal. Tambin cuando nos

    permitimos sencillamente ser y abandonamos nuestra ansiedad por

    lograr, por tener que llegar a ser esto o lo otro.

    Cuando relegamos el apremio por la supervivencia, por conse-

    guir, por el logro y la posesin; cuando nuestra mirada interior

    abandona toda perspectiva parcial e interesada y contemplamos las

    distintas realidades desligadas de su funcin utilitaria; cuando deja-

    mos activamente a las cosas ser lo que son y ser como son, slo

    entonces, en este espacio de libertad, todo nos revela su ser o na-

    turaleza original, su verdadero rostro.

    Cuando todas las cosas se contemplan con ecuanimidad, regresan a su

    naturaleza original. (Sin-sin-ming, 25)

    Es entonces, al recobrar esta mirada atenta y desinteresada,

    cuando sentimos que nosotros al unsono con toda la realidad

    tambin retornamos a nuestra genuina condicin. Nuestro ser ms

    ntimo encuentra por fin su espacio: florece y se expande, a la vez

    que se aquieta y ahonda en s mismo. La existencia deja de experi-

    mentarse como una lucha, una carga o una bsqueda enajenada

    volcada siempre en el futuro, en el lograr, en el tener, y

    experimentamos el verdadero sabor de la realidad, la alegra

    esencial, el simple gozo de ser. La falsa creencia de que no seremos

    plenamente hasta que no seamos, hagamos o tengamos esto o lo

    otro, se disipa. Descubrimos el engao. Advertimos que hemos

    vivido como el mendigo que diariamente peda limosna sentado a

  • 41

    la sombra de un rbol, exactamente sobre el trozo de tierra en el que

    estaba enterrado el ms esplndido tesoro.

    La verdad, la belleza y el bien. La contemplacin desinteresada nos

    sita en el nivel esencial de la realidad y de nosotros mismos. El tes-

    timonio de este contacto, del triunfo del ser sobre el tener, es siem-

    pre como pasaremos a ver la experiencia de la verdad, de la be-

    lleza y del bien.

    De la verdad, pues todo se nos revela en su ser propio, en su

    verdad ntima. Las cosas nos descubren sus secretos porque ya no

    las hacemos orbitar en torno a nosotros mismos, porque ya no las

    miramos a travs del filtro de nuestro particular inters: como fuen-

    tes de ayuda o solucin de las propias necesidades.

    De la belleza, pues descubrimos la gratuidad del mundo: que

    todo sencillamente es, es decir, que todo obtiene su sentido y ple-

    nitud precisamente porque no necesita ser para nada ni para nadie.

    La belleza es la nica finalidad de este mundo. Como muy bien dijo Kant,

    es una finalidad que no contiene ningn fin [extrnseco]. Una cosa bella no

    contiene ningn bien salvo ella misma, en su totalidad, tal como se nos

    muestra. Vamos a ella sin saber qu pedirle y ella nos ofrece su propia

    existencia. [...] Slo la belleza no es un medio para otra cosa. Slo la belleza es

    buena en s misma. (Simone Weil)'

    En la experiencia de la verdad y de la belleza, nuestro yo ms

    ntimo reconoce su hogar, por fin nuestra voluntad descansa, toda

    inquietud cesa; estamos en casa. En este momento, cuando con-

    templamos el mundo desde esta perspectiva, algo en nosotros ex-

    clama silenciosamente que todo est bien (como narra el Gnesis

    que exclam Yahv al finalizar su creacin: Y vio que todo ello era

    bueno)- Este asentimiento profundo que procede de saber que

    todo, en su ms radical intimidad, es lo que tiene que ser y est ya

    5. A la espera de Dios, p. 103.

  • 42

    donde tiene que estar, es la experiencia gozosa del bien.

    La verdad, la belleza y el bien des-velan la realidad. Son la realidad

    misma cuando sta revela su verdadero rostro, su rostro sagrado;

    cuando ya no est velada por nuestras necesidades existenciales ni

    condicionada por ellas (la excesiva preocupacin de vivir, que nos

    hace contemplar las cosas tan slo desde el punto de vista de su

    utilidad, es el velo que oculta la verdadera naturaleza de las cosas).

    Lo nico que puede satisfacer nuestras necesidades esenciales son la

    verdad, la belleza y el bien. En otras palabras, nuestro ser real se expresa

    colmadamente slo en la contemplacin desinteresada.

    [...] nunca he perseguido la comodidad o la felicidad como fines en s

    mismos [...]. Los ideales que han iluminado mi camino y me han

    proporcionado una y otra vez un nuevo valor para afrontar la vida ale-

    gremente, han sido la Belleza, la Bondad y la Verdad [...]. Los objetivos

    triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, xito pblico, lujo) me han

    parecido despreciables. (A. Einstein)*

    Una vida orientada prioritariamente hacia los bienes utilitarios,

    se asfixia esencialmente, aunque existencialmente parezca flore-

    ciente y envidiable. Por eso, all donde los valores pragmticos tie-

    nen una clara hegemona, han de estar presentes en igual medida

    los medios de distraccin, de entretenimiento, que se encargarn de

    ocultar y evadir el dolor esencial y el vaco interior a los que aboca

    necesariamente todo ese vrtigo orientado hacia el tener. Nuestra

    sociedad actual es un ejemplo ntido de esta dinmica.

    Nuestro yo central slo encuentra su alimento en aquello que es

    un fin en s mismo. En este sentido, la filosofa, entendida como

    contemplacin desinteresada consagrada a la verdad, es m-

    ximamente til. Es una de las actividades y de las actitudes que nos

    permiten ser en plenitud aquellas sin las cuales todos nuesiros

    logros son slo los vestidos con que cubrimos el espectro de

    nosotros mismos, los ornamentos con los que adornamos nuestro 6. Mis ideas y opiniones, p. 8.

  • 43

    vaco.

    1.4. Filosofas del ser y del estar

    La verdad, la belleza y el bien con frecuencia se confunden con sus

    respectivas caricaturas. Sucede as cuando ya no se perciben en el

    horizonte del ser, cuando ya no son el fruto de la contemplacin

    desinteresada, y se rebajan al mbito del tener. Cuando esto ocurre,

    se suele denominar amor a la verdad a lo que slo es bsqueda

    de seguridad mental; amor a la belleza, a lo que slo es deseo o

    vanidad (la belleza como algo que se quiere poseer o que se posee);

    y bien, al mero decoro moral o a la tenencia de supuesta virtud.

    Al igual que la verdad tiene su correspondiente caricatura, tam-

    bin la prctica de la filosofa puede tenerla. La filosofa se degrada

    siempre que se relega al plano del tener, y se subordina directa o

    exclusivamente a la satisfaccin de necesidades existenciales.

    As, por ejemplo, cierta filosofa considera que su funcin prio-

    ritaria es la de elaborar y proporcionar mapas tericos (una cierta

    cosmovisin) con los que poder desenvolvernos en el mundo. La

    filosofa as entendida es algo que tenemos y que satisface dos

    necesidades existenciales concretas: nuestra necesidad psicolgica

    de orientacin y nuestra necesidad psicolgica de seguridad. Ello se

    traduce en cierta tranquilidad emocional se alivia

    provisionalmente nuestra angustia vital y en cierto

    apaciguamiento y satisfaccin intelectuales.

    Este tipo de filosofa, insistimos, es algo que se tiene. No afecta ni

    modifica nuestro ser (aunque, eso s, puede facilitar temporalmente

    nuestro estar en el mundo). Por eso, cuando decimos haber

    accedido al conocimiento de este tipo de filosofa, seguimos siendo

    los mismos de siempre, slo que con un nuevo mapa en nuestras

    manos, y con la seguridad psicolgica que ste provisionalmente

    nos proporciona.

  • 44

    La filosofa estrictamente terica o especulativa, a pesar de su

    desinteresada apariencia, suele pertenecer a este tipo de filosofa,

    la que no rebasa el mbito del tener.

    Pero la filosofa, all donde es fiel a s misma y la bsqueda de

    verdad prima sobre la bsqueda de seguridad, tiene una mira ms

    profunda: no la de saciar nuestra mente con ideas, proporcionn-

    donos as mera seguridad psicolgica, sino la de alimentar nuestro

    ser con realidad, con la verdad viva. Hay mentes muy nutridas, in-

    cluso obesas, que recubren esencias esculidas. La sed de verdad no

    se solventa al lograrse la saciedad intelectual; slo al que tiene ms

    anhelo de seguridad que de verdad esta ltima saciedad le es

    suficiente.

    La filosofa genuina no se puede tener, sin ms, pues no podemos

    acceder a ella sin transformarnos profundamente, sin quedar

    modificados. Slo comprende las claves de la existencia quien ha

    accedido a cierto estado de ser, quien se desenvuelve en un

    determinado nivel de conciencia. Penetrar en los secretos de la

    realidad es nicamente posible para el que ha purificado su mirada

    y su personalidad, para el que ha abandonado todo inters propio,

    de tal modo que su visin es limpia y desinteresada, para quien

    tiene ms anhelo de verdad que de seguridad. Slo esta

    autenticidad y hondura de nuestro ser posibilita la profundidad de

    nuestra visin y nos abre a la experiencia de la verdad. Slo el que

    est en contacto habitual con su verdad ntima, puede acceder a la

    verdad ntima de las cosas, es decir, puede ser un filsofo. El que

    est situado en la periferia de s mismo, no puede traspasar la

    periferia de la realidad.

    La verdadera filosofa no se puede simplemente tener, porque

    es una funcin del ser:

    El conocimiento [genuino] es una funcin del ser: slo cuando hay un

    cambio en el ser del cognoscente, hay un cambio correspondiente en la

    naturaleza y cuanta del conocimiento. (Aldous Huxley)7

    7. La filosofa perenne, p. 7.

  • 45

    Denominaremos a la filosofa que concierne a nuestro ser, la ni-

    ca capaz de satisfacer nuestras necesidades esenciales (y que no ha

    de ser confundida con la filosofa que se tiene, la orientada directa

    y exclusivamente a la satisfaccin de ciertas necesidades exis-

    tenciales, aunque stas sean tan sutiles como nuestra necesidad psi-

    colgica de seguridad), filosofa esencial.

    La filosofa estrictamente especulativa nos proporciona

    seguridad psicolgica y cierta orientacin existencial, pero no nos

    modifica. En cambio, la filosofa esencial exige, y a la vez posibilita, la

    conversin de nuestra personalidad, la ampliacin de nuestro nivel

    de conciencia. Su finalidad es la de favorecer, en un nico

    movimiento, la capacidad de penetracin de nuestra mirada interior,

    nuestra transformacin profunda y nuestra realizacin; pues somos

    receptivos a la verdad slo en la medida en que somos

    verdaderos. Slo en la medida en que somos nosotros mismos en

    profundidad, podemos conocer las cosas tal y como son.

    Obviamente, la filosofa que nutre nuestro ser tambin tiene

    consecuencias existenciales, pues lo que transforma nuestra esencia

    transforma toda nuestra existencia de raz. Pero aqu precisamente

    est la diferencia: no la modifica en su periferia, sino desde su

    misma raz. La filosofa esencial tiene siempre un alcance exis-

    tencial, pero la filosofa especulativa no tiene siempre un alcance

    esencial.

    Cmo reconocer ambas filosofas?

    Que uno de los fines de la filosofa esencial sea nuestra transfor-

    macin profunda no significa que la filosofa sea un medio para lo-

    grarla. Si as fuera, la filosofa ya no sera libre, pues se habra sub-

    ordinado a un efecto. Lo que queremos decir es que la dedicacin

    efectiva a la verdad tiene en dicha transformacin su sntoma inequvoco.

    Ambas dimensiones son indisociables: a toda penetracin en el

    corazn de las cosas, a toda comprensin profunda, acompaa un

    ahondamiento en nosotros mismos que se traduce en una creciente

  • 46

    plenitud, libertad interior y serenidad, y en una ampliacin de

    nuestra conciencia. Lo segundo es el signo indiscutible de la pre-

    sencia de lo primero, y viceversa.

    De todo lo dicho cabe deducir que hay un criterio que nos indica

    cundo la filosofa se est orientando de forma efectiva hacia la

    verdad, cundo est logrando su objetivo. La seal es la siguiente: el

    cambio ascendente y permanente de nuestro nivel de conciencia; una

    transformacin que tiene, ms tarde o ms temprano, claros signos

    y frutos: la profundidad de nuestra mirada interior, la paz, la ale-

    gra esencial y la libertad. Si la actividad filosfica no va

    acompaada de estos frutos, es que ah no hubo filosofa esencial,

    sino un ejercicio ms o menos brillante de ajedrez intelectual.

    Es importante comprender esto. Porque la filosofa, con fre-

    cuencia, ha identificado su carcter libre, su no estar subordinada a

    nada ni a nadie, con el hecho de carecer de toda medida valora-tiva

    o criterio correctivo. Si no hay ningn criterio de verdad, todo vale.

    Por qu lo que una persona piensa y sostiene va a ser menos

    vlido que lo que piensa otra? En estos tiempos estamos habituados

    a or hasta la saciedad expresiones del tipo: Yo lo veo as, para

    m es as, etc. Todos sospechamos que esas voces no irradian la

    misma autoridad, pero no nos atrevemos a afirmarlo abiertamente;

    parece que no seramos tolerantes si as lo hiciramos. Algo

    anlogo sucede en el mundo del arte. Los criterios, cuando los hay,

    son aleatorios. Se identifica el carcter libre del arte, equvocamente,

    con su carencia de todo criterio valorativo estable. Pero la filosofa

    tiene un criterio de autenticidad, y el arte tambin. No se trata de

    criterios externos puesto que son actividades libres sino

    internos:

    Una obra de arte que no logre que el contemplador maduro, sen-

    sible y receptivo, abandone, por un momento, sus actitudes utilita-

    rias, y se eleve a una esfera de atencin pura y desinteresada; que

    no favorezca la ampliacin de su conciencia; que no le conmueva en

    lo ms profundo con un movimiento no estrictamente sentimental,

    sino con una emocin que va acompaada de conocimiento (de

    cierta iluminacin o revelacin de algn aspecto de la realidad); que

  • 47

    no le haga salir de s mismo, de la angostura de su ego, y le permita

    superar la vivencia ordinaria del tiempo, etc.; una obra de arte que

    no suscite todo esto en el contemplador sensible decimos no es

    genuina. Las supuestas obras de arte que necesitan ir acompaadas

    de un discurso intelectual para ser valoradas, que nos sorprenden,

    pero no nos conmueven, que son apreciadas slo por una miona

    ideolgica... no son autnticas obras de arte.

    A su vez, una filosofa que no tenga un potencial transformador y li-

    berador, no es una buena filosofa. Es slo apariencia de conocimiento,

    pero no conocimiento real. Una filosofa que sea una fbrica de

    mediocres ilustrados, y no de mejores seres humanos; de pedantes,

    y no de personas veraces; de intelectuales, y no de sabios; de mala-

    baristas de las palabras y de las ideas, pero no de personas capacita-

    das para el silencio interior y para la visin que slo ste proporcio-

    na, no es filosofa esencial. Aqu vale la expresin evanglica: Por

    sus frutos los conoceris.8

    Como ejemplifica con agudeza Epicteto, si queremos ver los pro-

    gresos de un gimnasta, no le preguntamos por sus pesas sino por el

    estado de sus msculos. Del mismo modo, si queremos saber si

    alguien es un verdadero filsofo, no nos vale que nos muestre lo

    que ha aprendido, su arsenal de erudicin, su tener o haber

    intelectual, sino lo que ha visto por s mismo y lo que irradia su pro-

    pio ser:

    T, ven aqu! Mustrame tus progresos! Como si hablramos de un

    atleta y al decirle: Mustrame tus hombros!, me contestara: Mira mis

    pesas!. All os las compongis las piedras y t! Yo quiero ver los resultados

    de las pesas. Coge el tratado sobre el impulso y mira cmo me lo he ledo!

    Esclavo! No busco eso, sino cules son tus impulsos y tus repulsiones, tus

    deseos y tus rechazos, cmo te aplicas a los asuntos y cmo te los propones y

    cmo te preparas, si de acuerdo o en desacuerdo con la naturaleza. Y si es de

    acuerdo con la naturaleza, mus-tramelo y te dir que progresas; pero si es en

    desacuerdo, vete y no te limites a explicar los libros: escribe t otros similares.

    (Epicteto)'

    8. Evangelio de Mateo 7,16-20.

    9. Op. cit., p. 68.

  • 48

    La filosofa como sabidura

    Lo que solemos denominar filosofa en nuestra cultura se ha

    apartado tanto de aquel saber transformador y liberador,

    mximamente til, que originariamente llev ese nombre que, de

    cara a apuntar a este ltimo quiz convenga como sealamos en

    la introduccin acudir a nuevas expresiones. Una de stas bien

    puede ser la de sabidura, pues todo el mundo asocia este

    trmino tanto al conocimiento profundo de la realidad como a la

    evolucin hacia una vida autntica. En lo que entendemos

    ordinariamente por sabidura estas dos dimensiones se

    encuentran ntimamente unidas.

    La disociacin entre filosofa y transformacin ha llegado a ser

    tan aguda en nuestra cultura, que en lo que entendemos

    habitual-mente por filosofa poco queda de sabidura, de filosofa

    esencial. La crisis actual de la filosofa est causada en gran medida

    por la prdida de su virtualidad transformadora; porque ha

    pretendido seguir teniendo validez como camino hacia la verdad

    tras desligarse de lo que constituye su sello de autenticidad y la raz

    de su utilidad superior: su capacidad para posibilitar nuestro

    crecimiento esencial y nuestra liberacin interior.

    Lo honesto [lo ntegro o veraz] es til, y no hay nada til que

    no sea honesto [...] Mas lo que propia y verdaderamente se

    llama honesto se encuentra solamente en los sabios. (Cicern)10

    10. Op. ext., Libro 111, 11, 13, pp. 198 y 199.

  • 49

    LA FILOSOFA COMO TERAPIA

    La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior; si no, estaa aceptando algo extrao a su propia materia. Al igual que la materia del arquitecto es la madera y la del escultor el bronce, asi la propia vida de cada uno es la materia del arte de la vida. (Epicteto)1

    La filosofa se concibi a s misma originariamente sealbamos

    en la introduccin, no como un mero saber abstracto y especu-

    lativo en torno a la realidad sino, ante todo, como un saber tera-

    putico. La filosofa era terapia en la misma medida en que en ella

    eran indisociables el conocimiento y la transformacin propia.

    Explicaremos con ms detenimiento qu entendemos, en este

    contexto, por conocimiento y por transformacin. Antes, introduci-

    remos y dilucidaremos otras dos nociones: explicacin y descripcin.2

    2.1. Explicacin: la filosofa explica

    Denominaremos explicacin al intento de responder, de forma ar-

    gumentada o razonada, a la pregunta por qu?, siempre que esta

    pregunta se oriente hacia los ltimos porqus, los que tienen cier-

    ta radicalidad. Es explicacin, igualmente, el intento de responder a

    la pregunta qu es (esto)?, siempre que esta pregunta no se con-

    1. Disertaciones por Arriano, p. 103.

    2. Damos a estos tres trminos un sentido exclusivo en este contexto diverso

    del que tienen en otros mbitos y del que le puedan otorgar otros autores.

  • I I

    tente con respuestas funcionales, descriptivas, etc., sino que busque

    acceder al conocimiento de la naturaleza intrnseca de algo.

    En otras palabras, la explicacin pretende dar respuesta a las pre-

    guntas ltimas, las concernientes al sentido de la existencia. Nos des-

    envolvemos en el dominio de la explicacin cuando planteamos o in-

    tentamos responder preguntas del tipo: Por qu hay seres y no

    ms bien nada? Por qu vivimos? Por qu morimos? Cul es el

    sentido del sufrimiento? Es esta existencia una historia absurda

    contada por un idiota, o hay algn orden implcito en todo

    acontecer? Cul es la naturaleza intrnseca de lo que existe? Qu

    significa que todo es? Qu significa ser? Qu es el tiempo?

    Qu es conocer?...

    Podemos adivinar que la explicacin tiene una ntima relacin

    con la filosofa. La bsqueda de explicaciones es connatural al ser

    humano, y la filosofa es la actividad que, sustentada en dicho

    impulso, busca acceder a un saber profundo y ltimo acerca de la

    realidad.

    [...] la filosofa es una ciencia de los fundamentos. Donde las otras

    ciencias se paran, donde ellas no preguntan y dan mil cosas por supuestas, all

    empieza a preguntar el filsofo. Las ciencias conocen; l pregunta qu es

    conocer. Los otros sientan leyes; l se pregunta qu es la ley. El hombre

    ordinario habla de sentido y finalidad. El filsofo estudia qu hay que

    entender por sentido y finalidad. (J. M. Bochenski)3

    La explicacin tiene una estrecha conexin con la filosofa. Ahora

    bien, como veremos, mientras que la filosofa especulativa se con-

    tenta con buscar y elaborar explicaciones, la filosofa esencial

    intenta ser mucho ms que una actividad meramente explicativa.

    2.2. Descripcin: la ciencia describe

    De cara a comprender la naturaleza de lo que hemos denominado

    explicacin, la distinguiremos de lo que denominaremos descripcin.

    3. Introduccin al pensamiento filosfico, p. 29.

  • 51

    Lo propio de la descripcin es traducir a un lenguaje tcnico especfico

    la estructura de un determinado objeto o proceso. Si la explicacin es

    especficamente filosfica, la descripcin es la actividad caracterstica

    de lo que ordinariamente denominamos ciencias. Todas las ciencias

    empricas son descriptivas.

    La ciencia fsica, por ejemplo, describe el funcionamiento de los

    procesos energtico-materiales del mundo fsico; para ello, traduce

    la estructura de dichos procesos a un determinado lenguaje: un

    cierto lenguaje matemtico. La ciencia mdica, a su vez, describe el

    funcionamiento de los procesos orgnicos y bioqumicos, tradu-

    ciendo la estructura de dichos procesos a una jerga tcnica espec-

    fica.

    Es importante advertir que la descripcin cientfica est siempre

    condicionada. En primer lugar, cada ciencia est condicionada por su

    modo especfico de aproximacin a la realidad, por su particular

    perspectiva. Siguiendo con los ejemplos anteriores, la ciencia fsica

    slo tiene en cuenta aquellas dimensiones de la realidad

    susceptibles de ser medidas y cuantificadas con sus instrumentos;

    slo considera los aspectos del mundo fsico que pueden ser

    sometidos a cierto tipo de medicin. La medicina hace otro tanto.

    All donde el enamorado percibe una elocuente sonrisa que

    conmueve todo su ser, la perspectiva mdica, y, ms concretamente,

    la anatmica, nos hablara de una contraccin de los msculos

    maxilofaciales. Pretender que esta segunda perspectiva es ms

    objetiva que la primera es una falacia, pues ello supondra

    absolutizar un modo de aproximacin parcial a la realidad que slo

    alumbra una dimensin