semillas de sabiduría

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1 Semillas de Sabiduría A ti Dios Padre, por mi padre. A propósito de este día, en el cual honramos de manera especial la paternidad, invito a todos los que hoy participan de este merecido homenaje, a que me acompañen con su mente atenta y su corazón abierto, a conversar unos minutos con el máximo padre: Papá Dios. Hagámoslo en presencia y compañía de ese papá, que cada cual lleva dentro de sí en la raíz de su corazón, como huésped silencioso, privilegiado y permanente; sin importar que esté vivo o no. En presencia y compañía de ese papá, a quien a veces odiamos al vestirse de egoísmo, a quien a veces ignoramos al vestirse de indiferencia, a quien a veces condenamos al vestirse de infidelidad, a quien a veces despreciamos al abandonarse a sí mismo y vestirse de confusión, de quien a veces huimos al vestirse de órdenes y prohibiciones, o a quien a veces le tememos al vestirse de misterio o de violencia. Pero a quien sobretodo y por encima de todo, definitivamente necesitamos, respetamos y amamos profundamente de una manera muy especial y particular. Puesto que él constituye para nosotros, entre tantas cosas lindas y significativas, sangre y principal testimonio de esa imagen o modelo de hombre que cada cual va construyendo para sí en su propia memoria y sobre el cual, basamos luego, en gran parte, la conducción de nuestra vida como seres adultos. Hasta el punto de que para bien o para mal, nuestra idea y percepción de Dios está siempre de alguna manera influenciada por ese modelo virtual. Con todo el respeto y la admiración que merece el genuino amor que hoy reúne a hijas, hijos y padres, en solidario tributo a esta paternidad nuestra y de todos los papás, compartamos pues esta modesta y sentida oración, ofrecida en respetuosa devoción a Papá Dios en este día, desde el regocijo de nuestro espíritu dispuesto y en comunión serena, con la entrega y el fervor que todos ellos manifiestan hoy en este día singular. Padre nuestro, Padre mío, que desde el infinito universo, vives en nuestro estrecho amor y frágil fe, te pido escuches en el silencio y desconcierto de quienes poco comprendemos y percibimos quien eres tú, nuestra legítima intención y necesidad de abrazar con mucho júbilo y alegría, hoy especialmente, a papá y a lo que él nos significa. De abrazarlo en ti y a través de ti, Dios Padre. Pues quien se acerca a su padre de sangre, se aproxima a ti, oh Padre de todo lo nuestro. Quien se da permiso para amarlo, puede entonces mejor conocer de ti y vencer cuanto más, el miedo a quererte, hasta amarte por siempre, mi Señor. Compartir, escuchar, y contarle a papá. Pelear y exigirle a papá. Copiar, superar, y contradecir a papá. Cuidar, consentir, y obedecer a papá... "Papá, háblame; cuéntame, de ti, de la vida. Papá, dame, llévame; confía en mi, déjame ser yo. Papá, escúchame, no te me pierdas; ayúdame, explícame. Papá, protégeme, defiéndeme; juega conmigo, dame un cariño"... "Papá, te amo, profundamente; te extraño mucho... a ti: mis lágrimas de alegría, consuelo y esperanza." Y así, mientras cada uno de nosotros hace su historia con estos y otros tantos hechos y propósitos, respalda con tu aliento de misericordia eterna, Padre mío, Padre de todos, estos verbos nuestros. Reconoce en nuestras intenciones de este día, Señor, la esperanza y la bondad que las alimenta, reafirmando y completando con tu bendición fortificante, esta voluntad hoy aquí compartida, de amar a nuestros padres más allá del miedo y la omisión, aprendiendo a amarte a ti en el camino, siempre hacia ti, Dios Padre nuestro. Te necesito en mi ignorancia y cobardía, Señor. Te necesito en mi liderazgo dentro de mi familia, Padre mío. Necesito mucho de tu claridad y de tu alerta, de tu fe y de tu energía, en cada paso de padre que doy, oh Dios mío. Pues si bien es preciso que crea en mí y persevere en darle a mi familia todo lo que soy, para que tu puedas intervenir a mi favor en este silencioso y difícil aprendizaje, Señor. A veces, sin embargo, como tu bien sabes, sigo encontrándome perdido en mi arraigado

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La Iglesia coloca a los pies de la Virgen María a todas las criaturas: para alabarla,\los campos no tienen bastantes flores, ni el cielo estrellas, ni las piedras preciosas brillo, ni las voces cánticos, ni poseen las almas suficiente pureza. El triunfo de María es excedido solamente por el de su Divino Hijo.

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Semillas de Sabiduría A ti Dios Padre, por mi padre. A propósito de este día, en el cual honramos de manera especial la paternidad, invito a todos los que hoy participan de este merecido homenaje, a que me acompañen con su mente atenta y su corazón abierto, a conversar unos minutos con el máximo padre: Papá Dios. Hagámoslo en presencia y compañía de ese papá, que cada cual lleva dentro de sí en la raíz de su corazón, como huésped silencioso, privilegiado y permanente; sin importar que esté vivo o no. En presencia y compañía de ese papá, a quien a veces odiamos al vestirse de egoísmo, a quien a veces ignoramos al vestirse de indiferencia, a quien a veces condenamos al vestirse de infidelidad, a quien a veces despreciamos al abandonarse a sí mismo y vestirse de confusión, de quien a veces huimos al vestirse de órdenes y prohibiciones, o a quien a veces le tememos al vestirse de misterio o de violencia. Pero a quien sobretodo y por encima de todo, definitivamente necesitamos, respetamos y amamos profundamente de una manera muy especial y particular. Puesto que él constituye para nosotros, entre tantas cosas lindas y significativas, sangre y principal testimonio de esa imagen o modelo de hombre que cada cual va construyendo para sí en su propia memoria y sobre el cual, basamos luego, en gran parte, la conducción de nuestra vida como seres adultos. Hasta el punto de que para bien o para mal, nuestra idea y percepción de Dios está siempre de alguna manera influenciada por ese modelo virtual. Con todo el respeto y la admiración que merece el genuino amor que hoy reúne a hijas, hijos y padres, en solidario tributo a esta paternidad nuestra y de todos los papás, compartamos pues esta modesta y sentida oración, ofrecida en respetuosa devoción a Papá Dios en este día, desde el regocijo de nuestro espíritu dispuesto y en comunión serena, con la entrega y el fervor que todos ellos manifiestan hoy en este día singular. Padre nuestro, Padre mío, que desde el infinito universo, vives en nuestro estrecho amor y frágil fe, te pido escuches en el silencio y desconcierto de quienes poco comprendemos y percibimos quien eres tú, nuestra legítima intención y necesidad de abrazar con mucho júbilo y alegría, hoy especialmente, a papá y a lo que él nos significa. De abrazarlo en ti y a través de ti, Dios Padre. Pues quien se acerca a su padre de sangre, se aproxima a ti, oh Padre de todo lo nuestro. Quien se da permiso para amarlo, puede entonces mejor conocer de ti y vencer cuanto más, el miedo a quererte, hasta amarte por siempre, mi Señor. Compartir, escuchar, y contarle a papá. Pelear y exigirle a papá. Copiar, superar, y contradecir a papá. Cuidar, consentir, y obedecer a papá... "Papá, háblame; cuéntame, de ti, de la vida. Papá, dame, llévame; confía en mi, déjame ser yo. Papá, escúchame, no te me pierdas; ayúdame, explícame. Papá, protégeme, defiéndeme; juega conmigo, dame un cariño"... "Papá, te amo, profundamente; te extraño mucho... a ti: mis lágrimas de alegría, consuelo y esperanza." Y así, mientras cada uno de nosotros hace su historia con estos y otros tantos hechos y propósitos, respalda con tu aliento de misericordia eterna, Padre mío, Padre de todos, estos verbos nuestros. Reconoce en nuestras intenciones de este día, Señor, la esperanza y la bondad que las alimenta, reafirmando y completando con tu bendición fortificante, esta voluntad hoy aquí compartida, de amar a nuestros padres más allá del miedo y la omisión, aprendiendo a amarte a ti en el camino, siempre hacia ti, Dios Padre nuestro. Te necesito en mi ignorancia y cobardía, Señor. Te necesito en mi liderazgo dentro de mi familia, Padre mío. Necesito mucho de tu claridad y de tu alerta, de tu fe y de tu energía, en cada paso de padre que doy, oh Dios mío. Pues si bien es preciso que crea en mí y persevere en darle a mi familia todo lo que soy, para que tu puedas intervenir a mi favor en este silencioso y difícil aprendizaje, Señor. A veces, sin embargo, como tu bien sabes, sigo encontrándome perdido en mi arraigado

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egoísmo e instintivo temor, en mi escurridiza ignorancia respecto a mi proceder hacia mis hijos, en mi recurrente angustia de haber dejado de hacer o de haberme equivocado algunas veces con ellos. Estremece mi alma en esos momentos, Dios mío, hasta que despierte de mi pecado de incompetencia, hasta que reavive mi sensibilidad hacia mis hijos queridos. Ampáranos a todos, oh Señor, de nuestras debilidades para con estos hijos nuestros. Préstanos un pedacito, un detalle de tu visión infinita, para reconocer en ellos sus verdaderas necesidades, en lugar de suponerlas de antemano; para percibir y estimular sus talentos, en bien del prójimo siempre; para vigilarlos desde nuestra intuición suspicaz, sin vulnerar la confianza entre padre e hijo; para ejercer nuestra autoridad, cuando se aparten de sí mismos, cuando se aparten de ti, Señor mío. Acompáñanos con tu bienaventurado sentido de Padre universal, a disolver cualquier distancia que nos separe, fortaleciendo con tu alegre y generosa bondad, el amor que nos une en familia. Reafírmanos Señor, Dios Padre, en nuestra voluntad de convertir estas peticiones nuestras, en compromisos que podamos realmente cumplir, en lo posible, con mística entrega, serena alegría y merecida satisfacción. Así, al recibir esta sencilla ofrenda de amor a nuestros padres y a ti, Dios Padre eterno, te ruego bendigas y santifiques a todos en su bondad y generosidad, en su dolor y en su temor, en su amor a sí mismos y hacia los demás; realimentando particularmente su fortaleza de espíritu, en inquebrantable tenacidad y fidelidad, en amorosa abnegación y paternalidad. Que así sea, según tu voluntad, Señor. ¿Absolvería usted a Pedro? Verdaderamente que la virtud del perdón no es fácil de ejercitarla. Ella constituye un meollo en la vida y un obstáculo en el ascenso espiritual. También juzgar a los demás es fácil, porque como lo dice Cristo en el Evangelio, (Lc. 6, 41) "porque te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?. Esto quiere decir que solemos emplear una medida grande para los demás, pero pequeña para nosotros mismos. Pues bien: quiero hoy plantear la situación de Pedro, ese Apóstol magnífico y extraordinario a quien Jesucristo constituyó piedra de la Iglesia. Analizándolo bien, la personalidad de Pedro destaca muchas deficiencias. Veamos: "Deslealtad" (Mateo 26,69) "Imprudencia" (Marcos 8,13) "Desdén" (Juan 21,21) "Egoísmo" (Lucas 9,33) "Discriminación" (Gálatas 2,11). He ahí el pobre curriculum vitae de Pedro. Ante esta hoja de vida podríamos decir que Dios no podía, lógicamente, levantar el inmenso edificio de su Iglesia en un cimiento tan maleable, pues estudiando detenidamente en Evangelio, encontramos otros Apóstoles con más méritos, como Natanael. Un verdadero israelita en quien no hay engaño.

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Juan: "Entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista". Esta elección que Jesucristo nos hace de Pedro como cabeza del cuerpo apostólico y primer Papa, nos lleva a reflexionar sobre los designios de Dios sobre las personas, tan distintos a la manera de nosotros ver las cosas. Ahí dejo esa incógnita: ¿Absolverá usted a Pedro?. Si no lo absuelve, convénzase que Dios escribe recto con líneas torcidas. ACEPTAR LA CRUZ DE CADA DÍA COMO ELEMENTO BÁSICO DE NUESTRA VIDA Una de las frases más conocidas de Jordán es: "Las obras de Dios solo prosperan a la sombra de la cruz". Con ella expresa ciertamente una vivencia básica que ha marcado y seguirá marcando su vida y su apostolado. Una reflexión muy buena que nos puede ayudar precisamente en este tiempo de cuaresma y de Semana Santa. Una vivencia que puede resumirse en lo siguiente: Dios le llama a él y a otras muchas personas para llevar a cabo grandes trabajos, grandes obras. Pero con ello el Señor no promete que todo va a resultar fácil. Más bien lo contrario: si hay una gran obra por hacer, es porque algo no se ha llevado todavía a cabo, o porque algo va mal entre las personas, o porque es necesario convertirse de diversas actitudes... En todo caso la persona llamada por Dios a promover ésta obra, normalmente se va a encontrar de frente con grandes oposiciones, como el mismo Jesús se encontró. A veces serán oposiciones y dificultades de la vida misma, pero a veces vienen de otras personas y puede incluso que de personalidades de la santa madre Iglesia (cuando esto último ocurre se convierte en uno de los cálices o cruces más amargos; el cuarto cáliz que llama Jordán). Solo personas verdaderamente santas, y con la ayuda de Dios, son capaces de beber éstos cálices. Por eso experimenta Jordán y nos recuerda que las obras de Dios solo salen adelante cargando con las cruces, y a veces las grandes cruces, de cada día. Como sabemos, al comenzar su vida religiosa, el que antes se llamaba Juan Bautista Jordán, se cambió el nombre y se puso: FRANCISCO, para imitar la pobreza y sencillez de san Francisco; MARIA, para imitar a María, DE LA CRUZ, por su vivencia profunda de la cruz: "La Cruz es tu vida, la Cruz es tu salvación, la Cruz es tu corona, la Cruz es tu gloria, la Cruz es tu esperanza, la Cruz es tu escudo, la Cruz es tu protección, la Cruz es tu porción, la Cruz es tu alegría", rubricó con su pluma y con su sangre. "Dios conduce por el camino de la cruz a quienes utiliza para salvar almas, como los apóstoles y los hombres apostólicos o como un S. Francisco Javier, un S. Ignacio, un S. Vicente Ferrer, un Sto. Domingo etc." "¿Por qué tienes miedo a llevar la cruz que te conduce al reino?" Jordán buscó solo en el Señor su ayuda y se mantuvo humildemente fuera de todo tipo de autodefensa ante las más diversas acusaciones. A los cohermanos que se levantaban en celo para defenderle, respondía gustosamente: "Todo pasará; tened confianza en el Señor". Ante la mucha crítica y difamación que se escribió contra él en unos periódicos alemanes de aquel tiempo, escribió a un religioso que le invitaba a defenderse y a usar armas parecidas a las de sus atacantes: "No te desanimes, el buen Dios protegerá a la Sociedad; busquemos solamente hacer su voluntad. Esta tormenta no ha hecho sino fortalecer a la Sociedad..." Por eso recomienda a todos sus seguidores con plena convicción: "¡No os asustéis ante la cruz! Pues es un signo de que Dios os ama. ¡No huyáis, pues, de la cruz y no perdáis el ánimo! No hay sencillamente otro camino para llegar a Dios que la cruz. Todas vuestras obras deben pasar por la

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cruz. Debemos seguir en pos de Cristo cargando con la cruz, pues por medio de la santa cruz es como El redimió al mundo." Y en otra ocasión: "Persevera en el sufrimiento y en la cruz, sí, aguanta firme y heroicamente. Animo, hijo mío, ¡Mírate en la cruz! ¡Aguanta, sí, aguanta con paciencia! ¡A braza la cruz y bésala, pronto llega la mañana de Pascua!" Es igualmente interesante, cómo el escudo de la Sociedad así como el de las Hermanas Salvatorianas, llevan al Salvador enseñante en diversa postura, pero siempre llevando como fondo la cruz. Jordán también explicó, que a menudo cuesta más esfuerzo el alejar una pequeñez, que el sobrellevar una gran cruz. Pero en las dos cosas se dibujó él como un maestro consumado. Pasó exámenes fáciles y difíciles con la misma entrega y paciencia. Para concluir podemos decir que: Ya que la cruz es la firma de la obra de Dios, podemos confirmar que Jordán fue ricamente agraciado con la misma, sin que por ésto haya aminorado su confianza en Dios o sus planes hayan venido a menos. Jordán fue una persona muy amada por Dios. Adolescente, cambios de la noche a la mañana Hay momentos en la vida en que se dan fuertes cambios y el más marcado se da precisamente durante la adolescencia, en los que los cambios que sufre el individuo, parecen darse de la noche a la mañana. Hablar de la adolescencia implica hablar de una época de cambios, por lo general bruscos y profundos. La adolescencia no es otra cosa más que el proceso de transformación del niño en adulto y los cambios se suceden tan rápidamente que parece que se dan todos al mismo tiempo: físicos, psicológicos y emocionales. Los cambios físicos que experimenta el adolescente, implican un crecimiento rápido y momentáneamente desproporcionado de su cuerpo: piernas y brazos repentinamente alargados, una imagen facial que presenta desproporciones y que para quien los vive también son causa de preocupaciones. Esos cambios físicos que son evidente, llegan acompañados de cambios psicológicos profundos. El adolescente se hace más reflexivo y comienza a descubrir su mundo interior, por lo cual en ocasiones se muestra pensativo e introvertido, se hace mucho más crítico, al grado de que llega a cuestionar todo y, obviamente, la autoridad que sus padres ejercen sobre él no queda exenta de un minucioso e hipercrítico examen de su parte. Lógicamente que ante esto, el primer desconcertado es el mismo adolescente, quien muchas veces llega a preguntarse: ¿pero, qué es lo que me está pasando? La oportuna intervención de padres y educadores en esta etapa puede ser de gran ayuda para que el adolescente aclare sus dudas, se adapte con rapidez a esos cambios y supere positivamente las dificultades a las que se enfrenta. ¿Qué pueden hacer los padres, especialmente al inicio de esta etapa de su vida? 1. Hablar con ellos oportunamente Es importante que los cambios que el adolescente va a experimentar no lo tomen por sorpresa. Por consiguiente, es necesario que (de preferencia) el padre hable con el hijo y la madre con la hija en

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relación a dichos cambios, antes de que éstos se presenten, para que de alguna forma estén preparados y no les provoquen angustia o excesiva preocupación. 2. Incrementar la disposición al diálogo Estar dispuestos a escucharlos, a considerar sus puntos de vista, a tomar en cuenta sus opiniones en vez de "dictar sermones". Es muy importante darles la oportunidad de que expresen sus puntos de vista, lo cual no necesariamente implica que se tenga que hacer lo que ellos dicen, sino evidenciar una actitud receptiva y de escucha activa por parte de sus padres. 3. Interesarse en lo que ellos hacen Cuando los adolescentes se dan cuenta dan que a sus padres realmente les interesa lo que hacen: sus aficiones, intereses deportivos, sus amigos y reuniones, llegan a sentir como algo natural el llegar a casa y comentar. Por el contrario, cuando perciben que lo que hacen no importa a sus padres, tienden a retraerse y encerrarse en sí mismos, dificultando la comunicación y el diálogo. 4. Demostrar empatía Por momentos se sienten "anormales". Se asombran de sus cambios de humor, se sienten "feos" y comienzan a preocuparse por su apariencia física. Los padres deben ayudarles a entender que los cambios que sufren son normales, sin duda eso los tranquilizará. Debido a su desarrollado sentido crítico y a su recién descubierto "sentido de la justicia", es importante que cuando se les pida hacer algo, o cuando se les niegue algún permiso, se les expongan argumentos y razones y no solamente se les impongan las cosas. Arrepentirse «Por todo esto les digo: Le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Pues aquel a quien poco se le perdona, poco ama» (San Lucas 7,47). Como vemos es cuestión de amor. Si queremos que Dios pe done nuestros pecados, debemos sentir un verdadero arrepentimiento fruto del amor a Dios. El cristiano sabe perfectamente que debe manifestar sus pecados al sacerdote en el sacramento de la Confesión. Pero no se trata simplemente de decir los peca dos, es necesario estar arrepentidos. Esto es esencial. Pero tampoco esto es suficiente. Es preciso someterse al sacramento de la Confesión. Jesús resucitado el mismo día de Pascua dio precisamente a los Apóstoles el poder de administrar el Sacramento de la Confesión o Penitencia: «Reciban al Espíritu Santo. A quienes ustedes les perdone los pecados, les quedan perdonados y a quienes ustedes no se los perdone no quedan perdonados» (San Juan 20,22-23). Entonces, ni el solo arrepentimiento, ni la sola manifestación de los pecados al sacerdote. Hay quienes dicen que ellos no se confiesan al sacerdote, porque el sacerdote es un ser humano como cualquier otro. Ciertamente que lo es. Pero el sacerdote ha recibido de Cristo el poder único de conceder el perdón de los pecados en nombre de Dios. Podemos hacer una comparación. También la firma de un notario es la firma de un hombre como cualquier otro. Pero tiene un poder por el cual sólo a él compete dar valor legal a un documento. Y esto de manifestar los pecados al sacerdote, no es una cosa secundaria, puramente legal, ya que esto es un acto del penitente por el cual manifiesta su arrepentimiento delante de la Comunidad cristiana, representada por el sacerdote. Recordemos que cualquier pecado, por oculto que sea, perjudica a toda la Comunidad Cristiana ya que todos formamos un cuerpo, el Cuerpo de Cristo. Es la Comunidad Cristiana la que queda herida y será en la Comunidad Cristiana en donde recibirá la reconciliación con Dios y con la misma Comunidad.

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Como vemos todo gira alrededor del arrepentimiento, del dolor de los pecados cometidos, ya que sin arrepentimiento nos hacemos incapaces de recibir el perdón, no por que Dios cierre el corazón, ya que Dios es Amor (1 Juan 4,8), sino porque nosotros rechazamos su amor cerrando nuestro corazón. Es cuestión de amor entonces. Todos podemos equivocarnos, todos podemos caer, aún en los pecados más bajos y horrorosos. Esto no debe ser causa de extrañeza, y no debemos escandalizarnos. Hasta Judas, discípulo amado escogido personalmente por Cristo, fue infiel y traidor. Y no pensemos que el pecado de Pedro haya sido menos grave. La deferencia entre uno y otro estuvo en que mientras el primero no quiso arrepentirse, el segundo lloró amargamente su pecado (San Mateo 26,75). El arrepentimiento es esencial, pero se hace concreto, real cuando hacemos el propósito de no volver a caer. Es lo que el Catecismo llama «propósito de enmienda». De lo contrario todo sería una burla. ¡Ayudemos a ayudar! "Señor, caminarán ala luz de tu rostro, y exultarán en tu nombre todo e1 día y en tu justicia serán exaltados. Porque tú eres la gloria del poder de ellos, y en tu beneplácito se exaltarán nuestro poderío". Salmo 88, 16-17. El pasado domingo 10 de diciembre, en uno de los sectores de la extensa parroquia de Caucagua (El Marqués, vía La Cotara) se inició el rescate de limpieza de la capilla, que también funciona como escuela, gracias a la labor misionera que están realizando la catequista Milagros Cartaya, el representante del Senatus de Venezuela José Florença y el párroco de Caucagua Padre Hernán Palacio. La Cotara es una zona nueva, donde residen una buena parte de los afectados por la tragedia de diciembre pasado y parte de invasores, que no contaban con vivienda propia. Los atentos vecinos de El Marqués, ven con esperanza esta siembra del Evangelio, a pesar de que en la zona nuestros hermanos separados y el enemigo están haciendo su agosto, como decimos en criollo. Esta siembra del Evangelio busca cambiar mentalidades en función de una conducta verdaderamente cristiana y que en un futuro no muy lejano, los vecinos de estas comunidades, nuestros hermanos en la fe, muchos de ellos todavía no cuentan (ojo, pelan, alerta) con el servicio de agua; se vean renovados mental y espiritualmente. Esta zona de Barlovento ciertamente necesita una gran acción social, como por ejemplo la eliminación del analfabetismo, no solo funcional sino también hacia la lectura, y tener conocimientos que los ayude en el crecimiento personal. ¡Da pena ver la pobreza, mala formación, malos hábitos, en que están sumergidos nuestros hermanos, sobretodo, los que proceden de Petare y zonas cercanas a Guarenas y que hoy residen en La Cotara!. ¿Los problemas de otras partes se trasladan a Barlovento? La cultura de la vida, hoy querido hermano, urgentemente, hay que fomentarla en esa región del estado Miranda. Tenemos como Iglesia que somos, el reto de educarlos, para que vivan con dignidad. Debemos revisarnos seriamente y ver qué acciones tomamos como Iglesia Católica, por el rescate de nuestros hermanos, muchos de ellos buscan salir de su situación irregular en la que viven...

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Recordemos que Dios está presente en el rostro de cada uno de ellos y esperan una respuesta oportuna, como comunidad. Claman el desarrollo a través de la educación y esperan la construcción de un liceo y que se concluyan las obras para 1a única escuela rural existente en la zona. Desean que los planes y proyectos de educación formal de los niños y jóvenes, formen los ciudadanos del futuro y que sean los verdaderos servidores del mañana... Reflexionemos y si está a nuestro alcance, lancemos una mano a nuestros hermanos de Barlovento. La tarea es ardua. Dios te llama. Anímate... Que Dios te bendiga y nuestra Madre la Virgen de Coromoto nos ayude en esta misión de educar, sembrar el Evangelio, los valores cristianos en nuestros hermanos de La Cotara y de El Marqués. Beato Manuel Domingo y Sol Probablemente, acostumbrados a escuchar el nombre de grandes santos pasemos por alto el de este modelo para los sacerdotes y los jóvenes. Su nombre es poco conocido entre nosotros y no es común escuchar alguna referencia de este personaje. Pero aunque esta sea la realidad, hoy, en el día de su fiesta, se los presento: Manuel Domingo y Sol, es su nombre. Al que también le decimos Mosén Sol o Don Manuel. Don Manuel fue uno de esos curas que "lo vio todo" porque así se lo manifestó Jesús con el que tenía una grandísima amistad. Don Manuel era uno de esos enamorados del Señor que no se detenía sino por aquello que valía la pena. Los contratiempos de su vida le impulsaban a ver más lejos y a relativizar las cosas menos importantes. Durante su vida Don Manuel hizo muchas cosas pero, sobre todo, se dejó llevar y hacer por la voluntad de Dios. Él dependía de lo que Dios le dijera y fue así como en una mañana del 29 de enero de 1883, después de celebrar la Eucaristía, en el Convento de Santa Clara de Tortosa, España, tuvo la inspiración de fundar la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Don Manuel había nacido en Tortosa el 1 de Abril de 1836 y desde temprana edad sintió inclinación por ser sacerdote. Desde su formación en el seminario a Manuel se le veía movido por ser -un sacerdote "diferente ". Él quería y así fue- ser un sacerdote que ambicionara "todos los campos de la gloria de Dios". Con los años de su vida ministerial fueron madurando las obras que Dios ponía en sus manos. Pero, de un modo muy especial a Don Manuel le urgía responder a la formación del clero. Poco a poco fue dando respuestas concretas con la creación de los Colegios San José (para la atención de seminaristas con bajos recursos) y, luego, con la aceptación de la dirección de los seminarios diocesanos. Aunque han pasado muchos años de aquella inspiración sobre la que Don Manuel había de fundar a la familia de sacerdotes que se dedicara a la formación del clero, hoy, más que nunca, sigue vigente esta necesidad en la Iglesia. Necesitamos en nuestra Iglesia venezolana "mucho clero y santo". —como decía Don Manuel— capaz de responder las preguntas de fe que todos nos hacemos, capaz de hacer presente a Dios en aquellos lugares y momentos de contradicción, de conficto, de necesidades... Los sacerdotes deben convertirse en signos de la presencia de Jesús entre nosotros.

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Los operarios queremos hacer vivo el carisma de Mosén Sol con nuestra presencia en los seminarios, en las parroquias, en las casas de apostolado laical, en los centros juveniles e institutos de pastoral vocacional. El operario vive su sacerdocio inserto en la pastoral de una diócesis y ejerce su ministerio en equipo con otros sacerdotes. Ser sacerdote hoy es una exigencia para todos. Nadie se puede sentirse fuera de responsabilidad. Todos entramos en juego y cada uno con su propia vida. La Iglesia nos convoca a todos al testimonio de nuestras vidas, a ser coherentes y a convertirnos en "otros Cristo" hoy. La presencia de Don Manuel, entre nosotros, está viva, no sólo en el recuerdo sino en las actividades que los operarios llevamos entre manos. El es un ejemplo de esa "necesidad de ser Cristo". Queremos seguir respondiendo para seguir prolongando su Obra pera te necesitamos a ti con tus ilusiones, tus fuerzas y tus deseos de servir. Por eso te pregunto ¿quieres ser sacerdote?. Arriesga tu vida y conviértete en "un hombre de Dios". Bodas de Caná Es en Caná donde se realiza el primero de los siete signos de Jesús, que el Evangelio según San Juan nos describe. "Signo" es el término con el cual el cuarto evangelista define los milagros de Jesús: éstos son como un dedo que está señalando un significado mucho más profundo que la sola acción prodigiosa que cumple Jesús. En la narración del signo de Caná nos daremos cuenta de que el significado profundo es presentar a Jesús como Mesías. Esto es importante subrayarlo. Durante el banquete nupcial sucede algo inesperado. "La madre de Jesús le dice: "No les queda vino" y Jesús responde: "Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora". Su madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que El os diga". Detengámonos un poco en este diálogo entre Jesús y su madre, y en particular sobre aquella frase un tanto difícil; "Mujer, déjame". El título mujer no es algo negativo con respecto a María, sino un apelativo normal en los labios de Jesús durante su diálogo con las mujeres (así también la samaritana, María Magdalena) y será usado nuevamente en la escena final de la cruz: "Mujer, he ahí a tu hijo." Jesús parece no atender, en un primer momento, la petición de María, pero esto lo hace para indicar la condición indispensable de su intervención, es decir, es necesario que El haga algo para remediar la situación. ¿No estaríamos también nosotros hoy ante esa necesidad? Juan habla de la "hora" de Jesús, y bien sabemos que para el evangelista la "hora" por excelencia es el gran momento de la muerte y la glorificación de Cristo, fuente de salvación para la humanidad. Entonces, el gesto que hará Jesús, al convertir el agua en vino, debe ser visto precisamente como un "signo" de aquella "hora" en que entregará su vida por la salvación de la humanidad. Jesús es ese "vino nuevo" y mejor que los otros, es decir, es el camino que nos lleva a la salvación. La humanidad debe mirar a El si quiere encontrar los caminos que conduzcan a la paz. Jesús no quiere hacer prodigios espectaculares, ni siquiera para alegrar a su madre o para solucionar una dificultad del momento. El desea, a través de sus actos, ofrecer una revelación del misterio divino, es decir, quién es El para el mundo. María comprende el sentido verdadero de esa respuesta de Jesús, aparentemente negativa. Y dice a los siervos: "Haced lo que El os diga".

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Sucede entonces que ante la admiración de todos el "agua se convierte en vino": seis tinajas de piedra de unos cien litros cada una; es decir, la salvación de Jesús no solo es buena, sino abundante y viene ofrecida a todos. Pero es un vino nuevo: Cristo es la plenitud de esa salvación, que supera en mucho a los antiguos profetas, reyes, jueces y demás protagonistas del antiguo Israel. ¿Por qué unas bodas? Porque Cristo quiere unirse a su pueblo para siempre, como el esposo se une con su esposa. No olvidemos que el banquete nupcial en la Biblia era un gran símbolo mesiánico. El Mesías, a menudo es presentado como el esposo de su pueblo. Por eso, Dios mismo es presentado como un esposo: "Como un joven se casa con su novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo." (Is 62,4-5) Finalmente, es importante que tengamos claro lo que nos quiere comunicar ese signo de Caná: Cristo es el "vino bueno" y "último," es decir, el don perfecto que nos ha dado el Padre y la plenitud de la revelación. Y es precisamente María, la "mujer" perfecta, la nueva Eva que nos presenta a Cristo en su misión de salvador, en su hora solemne, fuente de gozo y liberación. Tomemos ese vino: a Cristo, que es nuestro camino de salvación. Camino largo y ancho En un momento de tantas crisis políticas económicas y sociales, lo mejor es no escribir sobre ni dentro de estos ámbitos. Es más sano y refrescante ir hacia otros intereses del ser humano. Aquellos donde los valores espirituales son aliento y vida. Gracias a Dios en todos los siglos ha habido hombres y mujeres cuya existencia ha sido de entrega a ideales por los cuales vivieron y murieron. Se dieron a los demás con un impresionante desprendimiento. Trazaron un camino para que otros, animados por su propios ejemplo, siguieran ensanchándolo y alargándolo. Gente que dejó huella, que hizo obras y consolidó instituciones. Son los héroes y los santos. Son los que han hechos este mundo habitable. Los que nos reconcilian con la humanidad. Los que permanecen en la memoria de los pueblos cuando son reconocidos. Porque hay quienes han luchado igualmente, pero por designios inescrutables de Dios, son anónimos, aunque tan héroes y tan santos como los primeros. Como fama merecida o sin ella, unos y otros son las savia de la verdad, el bien y el desarrollo espiritual del mundo. Sin ellos, estaríamos en el desierto de la desesperanza. Se me ha venido a la mente todo este preámbulo ante una fecha especial; el 14 de febrero. Tradicionalmente es el Día de San Valentín y de los Enamorados. No tengo claro porque de estos últimos. Alguna historia o leyenda habrá. Hasta este mismo santo patrón se ha convertido un poco en leyenda, puesto que ahora está fuera del calendario universal. Sin embargo, no es lo tradicional lo que hace para mi especial la fecha. Por el contrario, es lo imprevisto, lo que Dios dispone sin consulta ni aviso. Es decir, cuando su voluntad se impone, a pesar de los pesares, con intención de lograr un bien universal. Fue lo que le sucedió a Josemaría Escrivá de Balaguer el 14 de febrero de 1930. Pocos días antes había escrito más o menos esto: no habrá mujeres, ni de broma, en el Opus Dei. Esa fría mañana del 14 de febrero en Madrid, celebraba la Santa Misa en la casa de una señora desprendida de todo lo terreno, que vivía con lo estrictamente necesario, lo demás de sus bienes que no era poco, iba a socorrer la carencia de otros. En medio del Santo Sacrificio de repente Josemaría, joven sacerdote de 28 años vio a las mujeres dentro de su amada Obra. Esta había nacido, de igual manera sobrenatural, el 2 de octubre de 1928. En 1943, el mismo 14 de febrero, encontró la solución para incardinar a los sacerdotes en el Opus Dei: la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

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Desde aquel 2 de octubre y pasando por esas señaladas fechas subsiguientes, la vida de Josemaría Escrivá no tuvo otro camino que cuajar en esta tierra la Obra de Dios, tal como El se la había pedido. Sufrió muchas contradicciones y persecuciones, pero jamás decayó su entusiasmo ni perdió la alegría. Se fue sin ver aún la forma jurídica prevista y deseada del Opus Dei, por la cual oró y se sacrificó siempre e igualmente hicieron sus h das e hijos en la Obra. Esta surgió del Concilio Vaticano II y se concretó el 28 de noviembre de 1982, cuando Su Santidad Juan Pablo II erigió el Opus Dei en Prelatura Personal. Su primer Obispo Prelado fue Monseñor Alvaro del Portillo, sucesor inmediato del Fundador. Este habla fallecido el 26 de junio de 1975. Fue beatificado el 17 de mayo de 1992. El Beato Josemaría Escrivá nació el 9 de enero de 1902. Desde ahora y hasta esa misma fecha en el 2002, se estará conmemorando el año de su centenario. En el mundo entero, los fieles y amigos de la Prelatura están realizando variadísimas iniciativas para hacer de esta celebración un brazo más de apostolado. Así, el camino abierto por Escrivá de Balaguer con heroica entrega al Servicio de Dios, de la Iglesia y de las almas, se sigue alargando y ensanchando. Con libertad responsable La libertad es poder y fuerza, al servicio del bien de cada persona. Podemos utilizarla bien o mal, como todo poder. Y no hacen falta muchos argumentos para demostrar que somos libres: es un hecho universal que cada uno experimenta cuando lleva las riendas de su actuación. El problema, por tanto, no es el de ser libre (interior y personalmente), porque ya lo somos (y nadie nos puede despojar de esa libertad interior); sino el de usar bien de nuestra libertad. "Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito " (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1.732). Libertad y responsabilidad forman un binomio inseparable. La libertad no es neutra, como si fuera un juego de azar. No basta con que una acción humana sea libre: conviene que además sea buena La libertad no es sinónimo del instinto desbocado, del capricho frívolo, del voluntarismo ambicioso y prepotente. La libertad es siempre fuente de responsabilidades, ante Dios y ante los hombres: "Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, encogiéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, ante los aciertos o las aberraciones de los hombres o de los pueblos. La fe cristiana, al contrario, nos lleva a ver el mundo como creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen de Dios, y a admirar ese don especialísimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos y podemos -con la gracia del Cielo- construir nuestro destino eterno " (Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, n. 99). El miedo a la responsabilidad sería, por eso, en el fondo miedo a la libertad y a su dinamismo. "La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos " (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1.734). El Catecismo de la Iglesia Católica (n.1. 739) señala también cómo la libertad humana, que es un bien de máxima excelencia, puede dar lugar, si se usa mal, a graves daños: "La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó así mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad".

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He aquí un valiosísimo tema para la reflexión personal, que ayuda a asomarse a la profundidad del alma humana y de los insondables designios de Dios: "¿por qué me has dejado, Señor, este privilegio, con el que soy capaz de seguir tus pasos, pero también de ofenderte? Llegamos asía calibrar el recto uso de la libertad si se dispone hacia el bien; y su equivocada orientación, cuando con esa facultad el hombre se olvida, se aparta del Amor de los amores. La libertad personal -que defiendo y defenderé siempre con todas mis fuerzas- me llevará a demandar con convencida seguridad, consciente de mi propia flaqueza: ¿qué esperas de mí, Señor, para que yo voluntariamente lo cumpla? " (Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios, n. 26). Como se apuntaba más atrás, la libertad es una prodigiosa capacidad de la persona humana, pero no una fuerza ciega, sin rumbo. Hay un nexo constitutivo entre la libertad y la verdad: "La verdad os hará libres" (Juan 8, 32). Si no se busca y ama la verdad, la libertad se convierte en una fuerza errática, en un juego de azar. "La libertad adquiere su auténtico sentido cuando se ejercita ere servicio de la verdad que rescata, cuando se gasta en buscar el amor infinito de Dios, que nos desata de todas las servidumbres. ¡Cada día aumentan mis ansias de anunciar a grandes voces esta insondable riqueza del cristiano: la libertad de la gloria de los hijos de Dios! (Romanos 8, 21) " (Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios, n. 27). Somos libres para obrar el bien, pero podemos obrar el mal. A pesar del lastre del pecado original y de los pecados personales, cada hombre tiene luces suficientes para poder discernir. "En la profundidad de su conciencia descubre el hombre una ley que no se da él mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena con claridad a los oídos del corazón cuando conviene, invitándole siempre con voz apagada a amar y obrar el bien y evitar el mal: haz estoy evita lo otro " (Conc. Vaticano II. Const. Gaudium et spes, n. 16). Confesarse... ¿Para qué? El Papa Juan Pablo 11 es uno de los Pontífices que más ha insistido en la revalorización del sacramento de la penitencia o reconciliación. ¿Por qué? Pues hoy, con las corrientes modernas racionalistas se relega a un segundo plano la necesidad de la confesión. La confesión no es solamente para tranquilizar mi conciencia, librándome de un sentimiento de culpa. Tampoco decir mis pecados con una fórmula acostumbrada. Cumplir con una ley de la Iglesia, incómoda para mi. Obtener de Dios un beneficio, como: éxito en los exámenes, un viaje, salud, dinero, empleo, etc. Complacer a alguien, por ejemplo: al novio o novia, a los padres, a un h yo, a la esposa, a un santo, Con el pretexto de confesarse, hacerle al sacerdote algunas consultas sobre diversos temas. Recordemos que la confesión es esencialmente para ratificar ante la Iglesia mi voluntad de convertirme y mi decisión de cambiar de vida. Hacer vivible y apreciable por los sentidos, el hecho de que he pasado de la muerte a la vida; de que he resucitado con Cristo. Reconocer que he fracasado en el intento de ser feliz por mi cuenta; fuera del pan de Dios. Confesar mi fe en el amor de Dios, que perdona a quien se convierte de corazón.

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Expresar que tengo la actitud de cambio, y que quiero realizarlo seriamente. Aceptar el perdón de Dios, con su gracia y con su amistad. En fin, realizar con Hechos, mi compromiso vivo y personal con Cristo Resucitado. De todo esto colegimos que quien vale la pena confesarnos. Revaloricemos sin temor y con seriedad lo que significa para la vida del cristiano el Sacramento de la Penitencia. Consagración del matrimonio al Corazón Inmaculado de María Madre Adela Galindo (SCTJM) Oh, Corazón Inmaculado de Maria, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagramos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tú que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tú que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tú que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tú que eres Maestra de las almas enséñanos a ser dóciles como Tú, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tú que eres Mediadora de las gracias, sé el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tú que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tú que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de Maria con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén.

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Cristiano light Nuestro pastor diocesano José Sótero Valera Ruz, en un diagnóstico y análisis de la realidad pastoral de la diócesis de Guanare (01/11/2001), en las sombras de esa realidad menciona el poder de atracción, casi fantástico, que ejercen los llamados movimientos espirituales banales, con la Nueva Era (New Age) a la cabeza. Definiendo un «catolicismo light». ¿Y qué es un cristianismo «light»? 1. Quien dice ser católico, pero cree en la reencarnación y en la brujería, o quien consulta «adivinos» y el horóscopo. 2. Quien reduce su pertenencia a la Iglesia, a un seguro de vida, sin compromiso de esforzarse en vivir lo que se predica, y predicar lo que se vive. 3. Quien quiere «consumir de todo» los placeres de la vida. Sin pensar en las consecuencias y prueba de religión en religión. 4. Quien no alimenta su intelecto, no para apabullar con su «sabiduría», sino, para conocer mejor los criterios y gusto de Dios y hacerlos vida en su vida, y así «anémico de fe» es presa fácil de las sectas o lo peor, la indiferencia religiosa. 5. Quien reduce la fe, a lo que se permite y a lo que se prohíbe. O reduce la fe a lo emotivo y extraordinario. 6. Quien hizo, la primera comunión, y fue su última comunión. Pues careció de un grupo familiar que le acompañara en el crecimiento de la fe. Y por eso padece de «infantilismo religioso». Siendo grande, sigue con el «traje de primera comunión». 7. Quien busca un tranquilizador de conciencia, en una religión sin exigencias. Y continúa sumergido en una vida de pecado. Un estilo de vía individualista y egoísta. El obispo diocesano nos da el antídoto para este pernicioso «cristianismo light». En sintonía con el Papa Juan Pablo II, propone la nueva evangelización y el perfil del cristiano que necesita el tercer milenio. Nueva en ardor y métodos, y un cristiano protagonista, sensible a los problemas de la Iglesia y el mundo. Formado integralmente y santo (Amigo de Dios). Cualidades humanas Además de aquellas cualidades con las que nacemos, la mayor parte de ellas todavía latentes o potenciales, tienen importancia decisiva en la vida de una persona aquellas cualidades que desarrollamos. Las cualidades que nos corresponden como personas humanas que somos, han recibido desde antiguo el nombre de virtudes, terminología que no se refiere a nada ajeno a la condición humana, sino justamente a la excelencia de la persona, a sus cualidades como tal. Es la exhortación que hace San Pablo: Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta; (Filipenses 4, 8). Las virtudes son cualidades estables, no meros actos buenos esporádicos. Son como las huellas que va dejando en cada persona su buen obrar. La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca, y lo elige a través de acciones concretas (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1803).

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Estas virtudes humanas son perfecciones duraderas de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad para orientar nuestros actos, poner ordenen nuestras pasiones y guiarnos según las luces de la fe y de la razón. Cuando se posee una determinada virtud la vida moralmente buena se lleva a cabo con más facilidad, soltura y gozo. Permite un mayor autodominio de la persona en su libre prosecución del bien. La adquisición de las virtudes morales requiere del esfuerzo personal. La repetición de actos buenos va engendrando una disposición estable para obrar el bien, armonizando el obrar humano con el amor divino. Entre aquellas destacan cuatro: la templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza que, por su carácter fundamental, han sido llamadas cardinales, de tal manera que todas las demás virtudes se apoyan y agrupan en torno a ellas. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo (Catecismo..., n. 1806). Tal como escribió Santo Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, es la regla recta de la acción (Suma Teológica II-II, 47,2). No es, como a veces se piensa, ni encogimiento ni temor, tampoco falsedad o disimulo, sino una guía práctica del juicio de la conciencia para el bien obrar. La prudencia no retrae de la acción sino que estimula a tomar decisiones eficaces para alcanzar un fin bueno. La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido (Catecismo..., n. 1807). Aunque claro está que nunca llegamos a dar a Dios, con los actos de la religión, todo aquello que le corresponde. Con el prójimo nos impulsa a respetar sus derechos y a cumplir nuestros deberes hacia cada uno y hacia el bien común; y se complementa con la solidaridad, la amistad y la equidad. La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Re-afirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral (Catecismo..., n. 1808). Impulsa la audacia y reprime los excesivos temores. La limitada fortaleza humana debe buscar apoyarse en la ayuda de Dios: Mi fuerza y mi cántico es el Señor (Salmo 118,14). La fortaleza se manifiesta ante los grandes peligros, como la muerte, pero debe ejercitarse y robustecerse ante las dificultades cotidianas. La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en las límites dela honestidad (Catecismo..., n. 1809). La persona moderada no se deja arrastrar por sus gustos sensibles, sino que los orienta según el dictamen de la razón: sabe que no todo lo agradable es bueno, ni todo lo bueno es agradable. No confunde la felicidad con el momentáneo placer. Las virtudes o buenas cualidades humanas se adquieren mediante la educación y la realización perseverante de acciones buenas. La gracia divina las purifica y las eleva. Con esa ayuda de Dios se adquiere soltura en la práctica del bien, se va forjando el carácter y se va alcanzando progresivamente la verdadera felicidad. Para el hombre herido por el pecado no es fácil guardar el equilibrio moral. El don de la salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza, recurrir a los sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien y guardarse del mal (Catecismo..., n. 1811).

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Decálogo de espiritualidad para los laicos 1) Evitar como peligro mortal la tendencia a la clericalización, por no ocuparse del mundo en nombre del Evangelio y la fraternidad universal. 2) Asumir en nombre de Jesús la realidad del mundo, como morada espiritual viviendo de manera firme la dignidad religiosa, de la pareja de la familia, de la militancia política, de la participación social y cultural. 3) Considerarse amigos de Dios a través de la elección consciente de la seriedad profesional. 4) Estar consciente de las enormes cuestiones impuestas por la revolución telemática y entrar en esta problemática, aprendiendo, el abecedario de la moralidad y de la espiritualidad. 5) Llevar en la vida eclesial (lectura bíblica, manera de anuncio, de celebración y de testimonios caritativos, mensajes culturales contribución profética) la complejidad de la vida cotidiana en sus variados aspectos. 6) Estimular a los ministros religiosos a colocar al centro de la comunidad, de la oración y de la misión la cuestión -mundo- para que ellos sepan servir a una Iglesia toda laical dispuesta al culto y a ofrecer como sacrificio a Dios, agradecido en ser mundo según el proyecto de fraternidad, de ¡ajusticia internacional y de la solidaridad. 7) Entrar en relación con la palabra de la Biblia, leída, descifrada y celebrada a lo largo de la historia. 8) Educarse en la oración cotidiana (vigilar las varias formas de espiritualismo) y por el casado orar juntamente con su pareja. 9) Liberar en sí mismo la experiencia religiosa y orante de la vida concreta, de las pequeñas cosas, de los días feriados. 10) Encaminar las pastorales rectorales de las profesiones, con acuerdo para madurar el sentido, las implicaciones y las responsabilidades en el campo del propio compromiso de trabajo. El deseo de la contemplación de Dios "Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: 'Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.' Y ahora. Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte. Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?, ¿cómo me acercaré a ella? ¿Quién me conducirá hasta ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgo te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro. ¿Qué hará, altísimo Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor, y tan lejos de tu rostro? Anhela verte, y tu rostro está muy lejos de él. Desea acercarse a ti, y tu morada es inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte, e ignora dónde vives. No suspira más que por ti, y jamás ha visto tu rostro.

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Señor, tú eres mi Dios, mi dueño, y con todo, nunca te vi. Tú me has creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. Me creaste, en fin, para verte, y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado. Entonces, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo te olvidarás de nosotros, apartando de nosotros tu rostro? ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás? ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo volverás a nosotros? Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso todo será malo. Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada podemos. Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré." Anselmo, obispo de Canterbury, Proslogion, 1. Oración: Señor Dios, Tú que suscitaste en san Anselmo un deseo ardiente de encontrarte en la oración y la contemplación en medio del ajetreo de las ocupaciones cotidianas, ayúdanos a buscar tiempo en el ritmo frenético de nuestra época, entre las preocupaciones y trabajos de la vida moderna, para conversar contigo, que eres nuestra única esperanza y salvación. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. De Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum" "Se ha determinado que el divorcio es nocivo para la sociedad" Un estudio bien fundamentado de la "Heritage Foundation" de los Estados Unidos, sobre las consecuencias del divorcio y publicado recientemente constituye una verdadera advertencia para la salud de la sociedad. El trabajo presenta los efectos que tiene el divorcio en los hijos de los divorciados y en sus consecuencias para la familia y la sociedad en general. Los efectos del divorcio en la sociedad norteamericana se pueden apreciar en el aumento de la criminalidad en jóvenes provenientes de hogares divorciados en comparación con la de jóvenes provenientes de hogares bien constituidos. Se ha demostrado igualmente que el abuso de drogas y alcohol es mucho mayor en niños y jóvenes provenientes de familias desintegradas que en los que provienen de familias bien integradas. En el campo educativo las consecuencias del divorcio en los niños se manifiestan en una disminución significativa de su capacidad de aprendizaje. La inestabilidad y la correspondiente ansiedad que les produce la ruptura del hogar donde dieron sus primeros pasos afectan gravemente el proceso de aprendizaje y conocimiento de la realidad. Se debilita también la relación hogar-escuela, clave como sabemos para el buen desenvolvimiento del alumno, dejando un vacío frente a los nuevos actores en la vida afectiva e intelectual del niño. Un estudio realizado por Kent State University en Ohio sobre 699 alumnos de todo el país demostró- que los niños provenientes de hogares constituidos por personas divorciadas tenían un rendimiento inferior en lectura, comprensión, deletreo y matemática, y repetían un grado con más frecuencia que los niños provenientes de hogares constituidos que, mantienen una relación estable y permanente.

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Otros efectos que tiene el divorcio para la sociedad son el debilitamiento de las relaciones paterno-filiales, pérdida de la capacidad para enfrentar conflictos familiares, abandono temprano del hogar, aumento del número de madres solteras y mayor incidencias de abortos. El estudio demuestra que a una mayor rata de divorcios corresponde una mayor rata de suicidios infantiles. La característica más común de los adolescentes que se suicidan es la de provenir de hogares desintegrados. Estos jóvenes no encuentran sentido para su existencia. Otra consecuencia del divorcio que apareció en las cifras tiene que ver con el desarrollo de su personalidad de los niños. Los jóvenes provenientes de hogares constituidos por personas divorciadas están más inclinados a mentir, son más dados a la cleptomanía a dañar los bienes de la escuela, al uso de bebidas alcohólicas, a un aumento de la agresividad. La disminución en el sentido de la masculinidad y la feminidad en los niños y jóvenes provenientes de hogares divorciados lleva a un aumento de la homosexualidad, la cual se manifiesta también, según el estudio, con más frecuencia en los adultos divorciados y no vueltos a casar que se unen con personas de su mismo sexo para escapar a la soledad y enfrentar el trauma del abandono matrimonial. Estas consecuencias nos indican la importancia de una paternidad y de una maternidad responsables. La presencia del padre y de la madre son fundamentales para que la familia pueda crecer y desarrollarse. La ausencia de uno de ellos o su separación crea un vacío difícil de llenar por otras personas. El afecto, la estabilidad la protección y la autoridad que brinda la pareja padre y madre son fundamentales en el crecimiento de los hijos. Los gobiernos no podrán ignorar los hechos demostrados en este estudio y tendrán que concluir que la mejor política social está en el fortalecimiento de la familia como institución básica de la sociedad De nada sirven planes y proyectos que buscan disminuir la delincuencia y otros males sociales; si no se hace una prevención eficaz que es promover y proteger el matrimonio estable. Granito de Arena Don Bosco, Jefe de pandilla Pandillas de muchachos, de buenas y malas calañas, siempre las ha habido y las hay. A los jóvenes siempre les ha gustado juntarse, formar equipos, grupos, pandillas, es decir organizarse de mil maneras, de un modo espontáneo, natural, con reglas o sin reglas, para realizar empresas, trabajos, diversiones, a veces para servir a la comunidad, otras para causarle problemas. En estos grupos juveniles siempre aparece algún leader, algún jefe de un modo natural, que aglutina, entusiasma, dirige. Uno de estos ha sido Juanito Bosco, el futuro Padre y Maestro de la juventud. El también fundó una pandilla, más o menos organizada, formada por compañeros de trabajo y de estudio. No todos ellos eran harina para hacer hostias. Entre los compañeros de Juan había buenos y malos. "Hubo uno, nos dice Don Bosco, que me aconsejó robar a mi patrona un objeto de valor". Y observa: "Los compañeros que querrían arrastrarme al desorden eran los más descuidados en sus deberes". Pero la personalidad de Juanito, su honestidad y sus éxitos escolares fueron imponiendo respeto a los que lo trataban. Muchos acudían a él para que los ayudara en sus tareas escolares. Y él era todo para todos. Hasta exageró, pasando por debajo del banco tareas escolares completas. "Por este motivo, recuerda Don Bosco agradaba a todos y me ganaba el cariño de los compañeros ".

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Juan se sentía bien con ellos. Por eso decidió fundar una pandilla con los más adictos y la bautizó con el nombre de "Sociedad de la alegría", dándole un reglamento sencillo y práctico: 1. Ninguna acción, ninguna conversación que pueda avergonzar a un cristiano. 2. Cumplir con los propios deberes escolares y religiosos. 3. Estar siempre alegres. La alegría es un clavo que Don Bosco educador tiene bien metido en la cabeza. Domingo Savio, su alumno predilecto que llegó a ser Santo, llegará a decir: "Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres. Buscamos evitar el pecado porque nos roba la alegría del corazón ". Para Don Bosco la alegría es esa profunda satisfacción que nace del saberse en las manos de Dios y en paz con el prójimo. Hasta el final de su vida Don Bosco será un jefe de pandillas, de legiones de muchachos a quienes sabía robarles el corazón porque sabía hacérselos amigos. San Juan Bosco sabe que cuando entra el amor, el amor verdadero, el amor sacrificado y desinteresado, es siempre un amor ` pedagógico ". Por este motivo cuando un padre o madre de familia, cuando un educador se gana el corazón del joven, habrá puesto la base segura de la formación de la mente, del corazón y de la conciencia. De esta experiencia de "jefe de pandilla" nació su sistema educativo por él llamado "preventivo", que se basa totalmente en la razón, en la amabilidad y la religión, sabiendo que sin "razón " se cae en la imposición y en la manipulación del joven por falta de motivaciones profundas, sin "amabilidad" se lleva al joven a actuar por miedo que lo lleva a la rebeldía y sin "religión " se priva al joven de los valores humanos y cristianos que dan sentido y valor a la vida del joven. Por eso Don Bosco se mereció ser llamado "padre de los jóvenes". Don del consejo 1. Definición de don de consejo: El don del consejo es el que actúa en aquellas circunstancias que piden una respuesta precisa y acertada. El don de consejo se encarga en perfeccionar la virtud de la prudencia. Conceptualizando el don de consejo podemos afirmar la siguiente: "Es el hábito sobrenatural por el cual el alma en gracia, y bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente la opinión que exige alguna situación inesperada en la vida humana y espiritual de una persona". * En cuanto al hábito sobrenatural: Los dones no son mociones transeúntes o simples gracias actuales, sino hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en el alma juntamente con la gracia santificante. * Bajo la acción del Espíritu Santo: El Espíritu Santo actúa como causa motora, donde el alma en gracia es la receptora de la moción divina que se inspira. * Determina no sobre lo humano: Siempre la moción del Espíritu Santo en el don de consejo se acentúa en la aspiración de lo eterno. 1. Efectos del don de consejo en la vida del cristiano: * Preserva de una mala conciencia en el obrar humano Afirmaba san Agustín de Nipona: "Lo que queremos es bueno, y ?o que nos gusta es santo". Sólo desde la vivencia del donde consejo, el cual superando las luces de la razón natural (caprichos) dicta lo que hay que hacer con seguridad y fuerza incomparable en un momento inesperado. * Nos resuelve con seguridad y acierto en las situaciones difíciles

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Aquello que la razón no puede resolver y que de dicha solución depende la salvación o condenación de una persona (El caso de un sacerdote administrando la unción de los enfermos en una situación límite), se recibe siempre la inspiración del don de consejo, el cual resuelve las situaciones con una fuerza y seguridad incomparable. Ejemplos preclaros tenemos en la vida de algunos santos de la Iglesia, entre ellos podemos mencionar, el Santo cura de Ars (san Juan María Vianney) que a pesar de sus escasos conocimientos intelectuales dentro del saber teológico, supo resolver con admirable sabiduría diversas situaciones difíciles que se le presentaron en el ejercicio y administración del sacramento de la confesión. * Inspira los medios necesarios para gobernar santamente a los demás La autoridad moderada en la vida de la Iglesia proviene de Dios y no de los hombres. El mismo Dios ha querido que su Pueblo santo sea regido por hombres y no por ángeles; de tal forma el donde consejo ofrece la posibilidad de inspirar el gesto y la palabra oportuna a cada miembro de la iglesia que posee una responsabilidad encomendada dentro de ella. (Papa, obispo y sacerdotes, directores, espirituales, responsables de movimientos). * Aumenta la docilidad y sumisión a los legítimos superiores Quien posee el don de consejo siempre ejercita la vida de la prudencia, atreviéndose a consultar aquellas cosas que considera trascendentes para el compromiso cristiano y aumento de la vida de gracia. La docilidad que ofrece el ejercicio del don de consejo no significa anonadamiento o desprecio al criterio personal, sino capacidad de discernimiento entre lo que es la posible y vitalidad de lo real. Ejemplo de esta docilidad ante el consejo de sus confesores fue santa Teresa de Jesús, la cual reconoció siempre que es el mismo Dios quien inspira humildad, sumisión y obediencia a sus legítimos representantes en la tierra. 2. Frutos del don de consejo: * San Agustín relaciona el fruto del don de consejo con la quinta bienaventuranza (Mt 5, 7). Específicamente como don se relaciona con la segunda obra de misericordia espiritual. En la tipificación concreta del obrar humano los frutos son designados por la bondad y la benignidad. 3. Frutos opuestos al don de consejo: * La precipitación * Desconfianza * Autonomía super valorada 4. Actitudes que fomentan el don de consejo: Aparte de los medios generales que proporcionan el crecimiento de todo don (reconocimiento, vida de oración, discernimiento y fidelidad a la Gracia recibida): todo cristiano debe procurar en el buen ejercicio del don de consejo las siguientes disposiciones espirituales: * La profunda humildad: disposición que hace reconocer la ignorancia y pedirla claridad del Espíritu. Toda oración humilde y perseverante posee la fuerza irresistible ante la misericordia de Dios. Es necesario y sano pedir diariamente al Espíritu Santo la efusión del don de consejo. * La actuación con reflexión y sin prisa: Nos dispone actuar siempre con acertada reflexión y en paz interior. * El silencio interior * La obediencia y mansedumbre.

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El arte de educar Don Bosco, el santo educador de los jóvenes, cuyo mes estamos celebrando, solía decir que todo joven lleva escondida en el corazón una fibra positiva, buena, hermosa. Y que el arte de educar consiste en saber descubrirla y trabajar a partir de ella. Nosotros, educadores y educadoras que nos inspiramos en Don Bosco en nuestra acción educativa, lo hemos comprobado en nuestra propia experiencia con los jóvenes. En días pasados, aprovechando las fiestas de Navidad convocamos a adolescentes y jóvenes de los diferentes sectores y barrios de nuestra parroquia a un encuentro para descubrir entre todos el sentido cristiano de la Navidad. En realidad el grupo que respondió a la convocación era bastante heterogéneo. Estaban presentes jóvenes que ya venían haciendo un camino formativo gradual, mientras que otros apenas estaban acercándose a este tipo de encuentros y propuestas. Precisamente entre estos estaban algunos muchachos que en el trato ordinario se presentaban mas bien agresivos y desafiantes, aparentemente inabordables para cualquier propuesta pastoral, acostumbrados a respuestas violentas y amenazas. Y sin embargo, atraídos por el ambiente festivo, allí estaban, metiéndose en el proceso poco a poco, a su ritmo. Lo cumbre fue en el momento de la actividad en la que cada uno debía hacerle una tarjeta de Navidad a un amigo o amiga secreto(a). Nos quedamos realmente admirados cuando les vimos concentrados, en silencio, dedicados con esmero a preparar aquel detalle para el amigo o la amiga que les había tocado en suerte. "¿Quién lo diría? " fue nuestro comentario, incluso hasta uno de ellos nos pidió ayuda para que dibujásemos una rosa sobre su tarjeta. Para muchos de nosotros aquello era increíble. Pero allí estaba aconteciendo. En nuestros días mucha gente es de la opinión que gran número de jóvenes ya no tienen remedio; hablan de ellos(as) dando a entender que lo único que queda es eliminarlos, reprimirlos. Inclusive muchos educadores son de este parecer: la solución más fácil ha sido siempre expulsar al "muchacho problema", es decir, "sacudirse " del problema, transferirlo a otra parte, o a otros. Y sin embargo, hubo un hombre que contra viento y marea, puesto su corazón en Dios, apostó por el joven, por su capacidad de respuesta. Creyó en sus reservas ilimitadas de vida, su capacidad de responder al amor. Su nombre, Juan Bosco. Su credo: cada muchacho(a) tiene oculta en su corazón una fibra, una semilla de bien, de belleza, de bondad. El secreto del arte de educar consiste en tener paciencia, amor y esperanza para descubrirla. Y una vez descubierta seguir construyendo a partir de ella. ¡Éxtasis de Amor! “Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde de amé. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo: gusté de Ti y ahora siendo hambre y sed de Ti; me tocaste y desee con ansia la Paz que procede de Ti" Amén. (San Agustín) Querido lector te invito a pasar un día de Éxtasis de Amor Cuando San Pablo descubrió y reconoció a "Cristo" cayó derribado de su orgullo y exclamó espontáneamente: "Señor ¿Qué quieres que haga?". Esta ha de ser la pregunta que brote de todo corazón convertido al Señor "Señor ¿qué quieres que haga de ahora en adelante?

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Y Jesús nos dirá: "Quiero amor, quiero que tu te dediques a mí"; "Quiero que se amen mutuamente como yo los he amado". "Quiero se comprendan mutuamente y se perdonen mutuamente como yo los he perdonado". Jesús espera nuestra consagración personal y si es posible nuestra consagración familiar. ¿Qué quiere decir pues, consagrarnos? Entregarnos totalmente al Señor. Así lo hizo Él mismo para darnos el ejemplo cuando en la Última Cena le decía a su Padre Celestial: "Padre, por ellos me santifico yo, para que ellos, los Apóstoles, también se santifiquen a tu verdad" (Juan 17,19) Dice el Papa León XIII: "La consagración no es otra cosa que entregarse y obligarse para con Jesucristo". Y el Papa Pío XI enseñaba que la consagración nos lleva a ofrecernos a Dios con todo lo que somos y tenemos. Solo el Amor ha inducido a Nuestro Señor Jesús a darnos su corazón, sólo motivos de amor... no por otra cosa. Se hizo hombre, sufrió la Pasión y la Muerte por amor. Sólo por amor se quedó en la Eucaristía y de un adorable corazón las riquezas espirituales. ¿A quién amó? A mí, a ti, a criaturas ingratas, indignas de ocupar un pensamiento suyo. Nos vio como éramos, llenos de fallas y miserias y nos amó... a mí, a ti, a cada uno de nosotros personalmente, sabe nuestros nombres, nos acompaña, nos guía, nos ilumina, nos fortalece; piensa en nosotros, nos ama, nos perdona, nos espera quiere nuestra amistad. Pide sólo ser amado; no como Él merece sino como nosotros lo podamos amar, con nuestras limitaciones. Mucho más que un padre o una madre se contentan, se alegran con una caricia de sus hijos para darles toda la vida y mucho más; Él se contenta con mucho menos. Jesús clamó desde la cruz "Tengo sed" y ahora desde el Sagrario sigue clamando: "Tengo sed de almas, de amigos, de amistad, de amor" No nos hagamos sordos ante este clamor que debe llegar hasta nosotros como un reproche. Amarle es acompañarle, respetarle Amarle es cumplir sus mandamientos Amarle es simplemente, ser su amigo, su amigo sincero. Y un amigo le evita al otro, injurias, ofensas, deslealtades. Acerquémonos a Jesús este mes y digámosle como la Samaritana: "Danos de beber, danos tu Espíritu de Amor para que demos amor. Danos tu Espíritu de Libertad para que sepamos liberar y no oprimir, danos tu corazón para que con Él podamos darte a Ti mismo a los que te necesitan". Amén. (Juan 4; 1,16) Señor, ejemplo del más profundo amor, que yo tenga presente tus lecciones de amor. Nos enseñaste a amar, cuando perdonaste a la mujer adúltera... nos enseñaste a amar en la parábola del Hijo Pródigo... Nos enseñaste amar a los pobres, a los que nada tienen, a los que nada podían devolverte. Nos enseñaste amar hasta dar la vida.

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Señor que nadie hable de amor, si no te conoce a Ti, el verdadero y hermoso amor; el amor crucificado y fecundo. El amor hecho entrega y servicio. ¡Cuantas súplicas desatendidas porque no hemos puesto el verdadero amor! ¡Señor enséñanos a amar! Jesús nos dice amablemente: "Vengan a mí" y nos repite las palabras que dijo al paralítico: "Hijo mío tus pecados te son perdonados" y a la mujer enferma: "Confía hija mía, tu fe te ha salvado" y a los apóstoles: "Confíen, Yo Soy, no teman". Querido lector, digámosle a Jesús, acudimos a Ti con el corazón lleno de amor, confianza, para decirle sinceramente de lo más profundo y de lo más íntimo de mi alma "Corazón de Jesús en Ti confío y confiaré siempre". Las falacias del aborto Los pretextos para matar son hoy tantos, que verdaderamente asombran y demuestran hasta dónde llega la crueldad humana. Matar a un niño indefenso es algo tan repugnante que sólo puede ser admitido tras una narcótica argumentación. Los promotores de la industria del aborto lo saben y han invertido especialmente en una millonaria propaganda dirigida a moldear la opinión pública. Los equipos de prensa y publicidad pro-abortistas van tejiendo la verdad con la mentira, emociones y pragmatismo, odios junto a una falsa compasión; y han convertido este crimen en una necesidad y hasta en un derecho. Es muy manoseada la leyenda del aborto "terapéutico ". Este término es manejado en forma caprichosa. Terapéutico es lo que cura. Y el aborto no le cura nada a nadie. Al niño se le mata y a la mujer se le expone a riesgos innumerables. Hoy en día la ciencia médica garantiza que prácticamente no hay circunstancia en la cual se deba optar entre la vida de la madre o la del hijo. Este conflicto pertenece a la historia de la obstetricia. Es increíble que cuando la medicina perinatal ha disminuido tanto los riesgos maternos, surja el aborto terapéutico. En la ardiente polémica del aborto surge el drama del aborto sentimental o aborto por violación. En un estudio en Minneápolis -Saint Paul de 3.500 casos, no hubo ni un solo embarazo en un período de 10 años. Otros estudio de 2.190 solo registra el 0,63%. Lo cual hace evidente que se usa este caso para desensibilizar al público frente al aborto y sensibilizar sólo hacia la mujer. Pero aún en esas pocas excepciones, ¿el aborto es lo mejor que una sociedad puede ofrecerle a una mujer violada?. La falacia se encuentra en el diagnóstico. La mujer es víctima de violación y no de embarazo. El aborto no va a quitar ningún dolor físico o psicológico producto de una violación. Al contrario le va a agregar las complicaciones psíquicas que ya el aborto tiene de por sí. Además, se trata de un niño que no tuvo la culpa de ser engendrado así, él no es culpable de lo que pasó entre sus padres. Legalizar el aborto en cualquier país, por violación sería condenar a muerte a un inocente, es unir un acto de violencia contra la mujer a otro no menos terrible contra un niño. Desechemos todas la falacias que se tejen para favorecer el acto criminal del aborto. Felicidad plena y para siempre Todos los hombres aspiramos a la felicidad. Y si ésta es fácil de desear, para uno mismo y para los demás, en cambio no es tan fácil de alcanzar. Hay en el corazón humano un deseo profundo y natural

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de ser felices, pero los bienes limitados que hay a nuestro alcance no acaban de satisfacernos: nos ilusionan por un tiempo, pero después, cuando los hemos alcanzado, deseamos más y mejores bienes. Realmente, en esta vida no es posible alcanzar la plena y completa felicidad, por más que continuamente se busque. Incluso contando, no ya simplemente con las fuerzas humanas, que son escasas, sino con la ayuda generosa de Dios y de su gracia, tampoco podemos en esta vida pasajera ser completamente felices. Hay un permanente estímulo y nostalgia de una plenitud aún no lograda. Es sólo tras el umbral de la muerte que Dios nos ha prometido una felicidad sin resquicios, que se nos ofrece a la vez como un regalo y como una meta a conseguir. Es la eterna y perfecta felicidad del cielo. "Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual es» (1 Juan 3, 2), cara a cara (cf 1 Corintios 13, 12; Apocalipsis 22, 4)" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1023). Esta es la esperanza de los cristianos, basada en las promesas divinas. Prometer una felicidad terrena, por muy vivos colores con que se la describa, no deja de ser un mezquino engaño. "Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha. Vivir en el cielo es «estar con Cristo»

(cf Juan 14, 3; Filipenses 1, 23; 1 Tesalonicenses 4, 17). Las elegidos viven «en Él», aún más, tienen allí, o mejor encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf Apocalipsis 2, 17)" (Catecismo..., nn. 1024-1025). La felicidad eterna aparece así como un auténtico don o regalo. Nos exige, por eso, la acogida del don, salir de los límites estrechos del egocentrismo y abrimos a la inmensidad del amor divino. No en vano el resumen de los mandamientos de Dios, camino de auténtica realización humana, es el doble precepto del amor incondicionado a Dios y por Él a nuestro prójimo. "Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él" (Catecismo..., n. 1026). Cuando pensamos en el cielo, advertimos enseguida la enorme limitación de la imaginación y la inteligencia humanas: es mucho más fácil imaginarse el infierno que el cielo. Y es que éste último es la participación en la vida divina, que tiene una infinita perfección. "Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (1 Corintios 2, 9). A causa de su trascendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia «la visión beatifica»" (Catecismo..., nn. 1027-1028). Esta expresión teológica quiere decir visión que hace feliz, ya que el gozo principal del cielo consiste en ella, junto con el amor que llena a los bienaventurados. Lo cual no obsta para que se den en ellos todos los demás bienes sin mezcla de mal alguno. Es preciso levantar la mirada por encima de las vicisitudes de la vida en este mundo, todas ellas pasajeras, sean gratas o dolorosas. Y esperar con confianza alcanzar una meta que se halla enteramente por encima de nuestros sueños. "En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con Él «ellos reinarán por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 22, 5; cf Mateo 25, 21.23)" (Catecismo..., n. 1029).

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Francisco y Jacinta Marto. ¡Dos niños santos! Es especialmente significativo que la beatificación de Francisco y Jacinta Marto, dos de los tres pastorcitos que fueron testigos de las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima, Portugal, en 1917, tenga lugar en estos momentos, cuando, por un lado, un gran número de niños en el mundo parecieran no tener otros modelos a seguir que los que les brindan la televisión, el cine y los juegos virtuales, haciéndolos indiferentes a la realidad que los rodea; y, por otro lado, otro gran número de niños sufre las consecuencias de la guerra, el hambre, el abandono, la violación de sus derechos humanos, lo que los induce a abrigar en ellos sentimientos de desesperanza y, en no pocos casos, de venganza. Alrededor de los niños del siglo XXI hay un ruido estremecedor; pareciera que todo lo que pasa en su entorno está hecho para aturdirlos, inducirlos a la confrontación -a veces violenta-, para apartarlos, cada vez más, del amor hacia los demás, de la unidad familiar, de la vida de reflexión, piedad y oración, y para hacerlos, irremediablemente, más consumistas, caprichosos, egoístas e insensibles. Los niños de este comienzo de milenio están expuestos, por lo tanto, a un modelaje nefasto y cruel que les impide ver más allá de lo que sus tiernos ojos observan. Es justamente en estos tiempos, que la Iglesia, beatificando a Francisco y Jacinta Marto, señala una luz que es un foco de esperanza en estos atribulados tiempos: el hermoso testimonio de amor que estos niños supieron dar. ¡Qué lección le han dado al mundo de hoy! Y no sólo a los menores, sino a tantos adultos que ven en las normas de piedad, en el sacrificio y en la entrega a Dios un obstáculo para su propia realización. Francisco y Jacinta, ahora beatos, fueron siempre niños normales. Gustaban de jugar, divertirse y entretenerse. Pero en los pueblos de Portugal, en el año 1917, había un profundo sentimiento religioso que, a pesar del liberalismo y la enseñanza laica que trataban de imponerse, hacía que los niños tuvieran, desde muy corta edad, costumbres piadosas y que aprendieran a rezar. Los tres videntes de las apariciones más comentadas de estos últimos tiempos, Lucía, Francisco y Jacinta, mientras pastoreaban su rebaño de ovejas, no olvidaban sus rezos; aunque a veces, para tener más tiempo para jugar, acortaban las oraciones del rosario y así terminaban más pronto. Sin embargo, después de los acontecimientos de los que fueron testigos, su vida de piedad se transformó totalmente. Estos acontecimientos comenzaron en 1916 con la aparición de un ángel, que se identificó como el Ángel de la Paz y, posteriormente, como el Ángel de Portugal, quien los preparó para los futuros encuentros con la Santísima Virgen y les enseñó unas oraciones que después repetirían durante todo su vida. El ángel les dijo en una oportunidad: “Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.” Estas oraciones y sacrificios eran necesarios para atraer sobre su patria la paz. Los niños quedaban como embelesados aún después de desaparecer el ángel, y no podían salir fácilmente de este estado de sobrenaturalidad. La propia Lucía describe en sus memorias la experiencia producida en ellos por las palabras del ángel: “Eran estas palabras como una luz que nos hacía comprender quién era Dios, y cómo nos amaba y quería ser amado, el valor del sacrificio, y cómo, en atención a él, convertía a los pecadores...” Desde ese momento, ofrecían a Dios todo lo que los mortificaba, y pasaban horas enteras, postrados en tierra, repitiendo las oraciones del ángel. Al igual que durante las apariciones de la Virgen, Francisco no oía nada de lo que el ángel les comunicaba. Lucía y Jacinta se lo referían luego.

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Es muy importante señalar el efecto que produce lo verdaderamente sobrenatural en quienes son objeto de estas experiencias: Hay un “conocimiento” que les es infundido; es la Gracia de Dios obrando en ellos aquello que comunica. Después de las experiencias con el ángel, al año siguiente, 1917, teniendo Lucía diez años, Francisco casi nueve, y Jacinta siete, los pequeños pastores del pueblo de Aljustrel fueron testigos de seis apariciones de la Santísima Virgen María, ocurridas de mayo a octubre del mismo año, el día 13 de cada mes, con excepción de la del mes de agosto, que ocurrió el día 19. Las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima son, probablemente, las apariciones marianas que han tenido mayor resonancia y las que han producido mayor expectativa en un gran número de personas que han visto en el mensaje de Fátima la promesa de un mundo mejor, renovado y purificado. Este mensaje es claro: Oración y sacrificio son el remedio para que la avalancha de maldad que amenaza al mundo pueda detenerse y un tiempo de paz le sea concedido a la humanidad. Mucho se ha especulado sobre el contenido de la tercera parte del secreto que la Virgen reveló a los niños, del cual se han revelado ya sus dos primeras partes, y que reposa en el Vaticano en un sobre cerrado. Circulan rumores y cartas que supuestamente dan a conocer este secreto, pero todo se reduce a intentos sensacionalistas sin ningún fundamento cierto. Estas manifestaciones de la Virgen María, como tal, han sido objetos de numerosos comentarios, libros, películas, documentales, videos, conferencias, etc.; pero el efecto que ellas causaron en los jóvenes videntes, y cómo ellos condujeron su vida de ahí en adelante, es algo que escasamente se conoce. La gracia de Dios actuó de manera diferente en cada uno de ellos, y el fruto recogido fue la santidad de estos pequeños niños que entregaron sus vidas como una oblación de amor al Altísimo, por la salvación de las almas y en reparación a los Corazones de Jesús y de María. Con toda propiedad, hoy la Iglesia los honra elevándolos a los altares. Francisco y Jacinta, efectivamente, sufrieron una transformación que los llenó de un verdadero espíritu de oración, sacrificio y penitencia, vivido de una manera verdaderamente heroica, experimentando en ellos la condición de ser víctimas de reparación y de amor. Ofrecieron sed, hambre, dolores, impertinencias de los curiosos, todo el acoso de las autoridades, y preferían la soledad y el silencio para orar y meditar. Nunca olvidarían las palabras de la Santísima Virgen ese 13 de mayo de 1917, cuando la vieron por primera vez. Entre otras cosas, la Virgen les preguntó: “Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quiera mandaros en reparación de los pecados con que es ofendido y como súplica por la conversión de los pecadores y en desagravio de los ultrajes hechos al Inmaculado Corazón de María?” Lucía, en nombre de los tres, había respondido: “Sí, queremos.” Y la Virgen les dijo: “Tendréis que sufrir mucho, pero la Gracia de Dios os confortará.” Narra Lucía, en sus memorias, que al pronunciar las palabras “la Gracia de Dios”, la Virgen separó sus manos y de su pecho salió un río de claridad que, desbordándose hasta ellos, penetraba hasta lo más íntimo de sus almas: “...haciendo que nos miráramos en Dios, que es esa Luz, más claramente que en un espejo...” Francisco, por naturaleza callado y sensible, aunque no oía las palabras de la Virgen, quedó muy impresionado. Más tarde le comentaba a Lucía: “Gocé muchísimo al ver al Ángel, pero más aún me gustó Nuestra Señora; pero con lo que más gocé, fue ver a Nuestro Señor en aquella Luz que Nuestra Señora nos introdujo en el pecho.” Francisco había experimentado el gozo de los

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bienaventurados; pero al mismo tiempo la gracia de Dios le hizo patente el sufrimiento de Jesús por los pecados de los hombres: “...El está tan disgustado a causa de tantos pecados. Nunca debemos cometer ninguno.” Todo lo ofrecía para contentar a Jesús, por quien sentía un amor inmenso, y siempre quería darle alegría ofreciendo muchos sacrificios. Después de la segunda aparición, en la que la Virgen le había dicho a Lucía: “Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te llevará a Dios”, Francisco preguntó a Lucía: ¿Por qué, cuando Nuestra señora estaba con el Corazón en la mano, esparciendo por el mundo esa luz tan grande, que es Dios, tú estabas con Ella en la luz que descendía a la Tierra, y Jacinta estaba conmigo en la que subía para el Cielo?” La respuesta de Lucía confirmaba lo que la Virgen les había dicho: que Francisco y Jacinta irían pronto al Cielo, pero que Lucía permanecería en la Tierra junto al Corazón de María. ¿Qué les comunicó esa Luz que brotaba del Corazón de María? Lucía escribe: “Me parece que, a partir de ese día, este reflejo infundió principalmente en nosotros un conocimiento y amor especial para con el Corazón Inmaculado de María; así como en otras veces me parece que lo tuvo con relación a Dios y al misterio de la Santísima Trinidad.” Los niños callaban, fieles al secreto recibido de labios de la Virgen, lo que aquella luz les había revelado. Pero, entre ellos, no dejaban de admirarse después de hacer a las gentes algún comentario sobre las apariciones: “¡Qué sería si supieran lo que Ella nos mostró en Dios, en su Corazón Inmaculado, en esa luz tan grande! Pero eso es secreto, no lo podemos decir...” Jacinta tenía una personalidad muy definida; le gustaba el baile, cantar, y era extrovertida, pero, al mismo tiempo, era muy piadosa. En ella, las apariciones de la Virgen tuvieron un efecto singular. La visión del infierno, que la Virgen les mostró a los niños el 13 de julio, causó en ella un impacto tremendo. Desde el instante en que había aceptado ser alma víctima por la conversión de los pecadores, no dejaba de rezar por las pobres almas que irían a ese tenebroso sitio, pidiendo su conversión. También desarrolló un gran amor por el Santo Padre, de quien en alguna ocasión, ya gravemente enferma, tuvo visiones, y ofrecía sus sufrimientos así: “Quiero sufrir por Nuestro Señor, en reparación a las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María, por el Santo Padre y por la conversión de los pecadores.” Tal como la Virgen les había revelado, Francisco y Jacinta murieron muy pronto. Sus muertes fueron muy dolorosas, pero una gran paz inundaba sus almas. No desperdiciaron ni una sola ocasión para ofrecer a Jesús y María todo lo que les molestaba y el dolor que les causaba el sufrimiento de sus atribulados padres. Antes de morir, Francisco tuvo la gracia de confesarse y comulgar por primera vez, y decía ser muy feliz por tener a “Jesús escondido”, como llamaba al Santísimo Sacramento, en su corazón. Al día siguiente, voló al Cielo en brazos de la Madre Celestial. Era el 4 de abril de 1919. Su hermanita Jacinta hubo de sufrir operaciones dolorosas, traslados y los efectos de una terrible enfermedad pulmonar; pero sabía, porque la Virgen se lo había dicho, que moriría sola, lejos de sus padres y de Lucía. Y así fue. El día 20 de febrero de 1920, a las diez y media de la noche, tal como la Virgen se lo había revelado, entregaba su alma purísima de niña santa. Que estos testimonios sean, para la Iglesia de hoy, la fragante flor que el mundo del siglo XXI necesita, y, especialmente para los niños, un luminoso faro que les indique que la santidad, también para ellos, es posible.

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No tengo tiempo P.J. De Franceschi, Salesiano "¿Por qué Usted no va a Misa los domingos?" "Padre, porque no tengo tiempo". Esta es la respuesta que los sacerdotes recibimos con demasiada frecuencia de nuestros bautizados. Estos cristianos tienen mucho trabajo y por eso no tienen tiempo para ir a Misa, es decir no tienen tiempo para Dios. Naturalmente ellos son muy religiosos, así dicen, ellos creen mucho en Dios. Ellos rezan "siempre", más no tienen tiempo para dárselo exclusivamente a Dios. Entonces, ¿a quién entregan su tiempo? Pues al trabajo. Ellos trabajan mucho, de lunes a sábado (esperamos que así sea y no se roben el tiempo). Pero, ¿para quién? Pues para sí mismos. ¿Y el domingo, en que lo ocupan? Pues para descansar. ¿No les parece? Es decir, otra vez para sí mismos. Y a Dios, ¿qué es lo que dan? Pues, nada. Ya me parece oír voces que protestan contra esta respuesta. En efecto, ellos dicen que le dan su tiempo a Dios, ya que no creen que haga falta ir a Misa para ser buenos cristianos. En todas partes se puede rezarle a Dios, ya que Dios está en todas partes. Si es cierto, Dios está en todas partes y ojalá que lo hagamos siempre en todas partes. Pero es muy cómodo y burgués, si con esto queremos justificamos y eximimos de la responsabilidad de ir personalmente a la Misa los domingos, porque de este modo le estamos dando a Dios las migas que caen de la mesa de nuestro tiempo. Pero, aún así es dudoso que le estemos dando nuestro tiempo a Dios. ¿Qué les parece si un joven le dijera a su novia que la quiere muchísimo, que la piensa todos los días, que la sueña todas las noches, pero que no la puede visitar personalmente, porque tiene mucho trabajo y por lo tanto no tiene tiempo? Así mismo suenan las palabras de los que dicen que aman mucho a Dios, pero que no van a Misa, porque tienen mucho que hacer. Dios les suelta la misma carcajada, pero de tristeza y de dolor, que le suelta la novia a su "enamorado". Es para preguntarse: ¿Es posible que Dios valga tan poco, como para no darle ni siquiera una hora por semana para visitarlo personalmente en la Casa de Dios?. ¿Es que Dios no se merece ni siquiera eso? Y la comunidad cristiana, es decir, los hermanos en la fe, ¿no tienen el deber y el derecho de encontrarse por lo menos una vez por semana, de reunirse alrededor de Dios, nuestro Padre, juntamente con Cristo, nuestro hermano mayor, en el Espíritu Santo, que es el Amor difundido en nuestros corazones (Romanos 8,11)? Seamos sinceros, es cuestión de amor a Dios y a la comunidad cristiana (Iglesia). El que ama tiene tiempo para la persona amada. El tiempo lo hacemos nosotros y lo dedicamos a quienes nosotros amamos. Si amamos de veras a Dios encontraremos sin dificultad el tiempo para dárselo yendo a la Santa Misa los 52 domingos del año. Permanecerá hasta el fin de los tiempos... Inmediatamente después de la multiplicación de los panes y de los peces, y cuando la multitud se hubo saciado, Jesús mismo la despidió y ordenó a sus discípulos que embarcaran. La tarde estaba ya muy avanzada. Los apóstoles se dirigieron hacia la otra orilla, hacia Cafarnaúm. Y había oscurecido y Jesús no estaba con ellos. El mar estaba agitado por el fuerte viento que soplaba, y la barca estaba abatida fuertemente por las olas, por tener el viento en contra.

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La tradición ha visto en ésta barca la imagen de la Iglesia en medio del mundo, zarandeada a lo largo de los siglos por el oleaje de las persecuciones, de las herejías, de las infidelidades. Aquel viento es figura de las tentaciones y de las persecuciones que padecerá la Iglesia por falta de amor. Sin embargo, el viento, la tempestad, las olas y las tinieblas no conseguirán que la nave se aparte de su rumbo y quede destrozada. Desde los primeros momentos tuvo que afrontar contradicciones de dentro y de fuera. También en nuestros días sufre esos embates nuestra Madre la Iglesia, y con ella sus hijos. No es algo nuevo. Desde que Jesucristo nuestro señor fundó la Santa Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido una persecución constante. Quizá en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos casos, se trata de una persecución solapada. Hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia. Cuando oímos voces de herejía, cuando observamos que se ataca impunemente la santidad del matrimonio y la del sacerdocio; la concepción inmaculada de Nuestra Madre Santa María y su virginidad perpetua, con todos los demás privilegios y excelencias con que Dios la adornó el milagro perenne de la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, el primado de Pedro, la misma Resurrección de Nuestro Señor, ¿cómo no sentir toda el alma llena de tristeza? Pero tener confianza: La Santa Iglesia es incorruptible. Nos hacen sufrir los ataques a la Iglesia pero a la vez nos da una inmensa seguridad y una gran paz que Cristo mismo esté dentro de la barca; vive para siempre en la Iglesia, y por eso las puertas del infierno no prevalecerán contra ella; durará hasta el fin de los tiempos. Todo lo demás, todo lo humano pasa; pero la Iglesia permanece siempre tal como Cristo la quiso. El Señor está presente, y la barca no se hundirá, aunque a veces se vea zarandeada de un lado para otro. Esta asistencia divina fundamenta nuestra inquebrantable fe: la Iglesia, frente a todas las contingencias humanas, siempre permanecerá fiel a Cristo en medio de todas las tempestades, y será el sacramento universal de salvación. Su historia es un milagro moral permanente en el que podemos fortalecer siempre nuestra esperanza. Ya en tiempos de San Agustín los paganos afirmaban: la Iglesia va a perecer, los cristianos ya han terminado. A lo cual respondía el Santo Doctor: sin embargo, yo os veo morir cada día y la iglesia permanece siempre en pie, anunciando el poder de Dios a las sucesivas generaciones. ¡Que poca fe la nuestra si se insinúa la duda, porque ha arreciado la tempestad contra ella, contra sus instituciones o contra el Romano Pontífice y los obispos! Nonos dejemos impresionar por las circunstancias adversas, porque perderíamos la serenidad, la paz y la visión sobrenatural. Cristo está siempre muy cerca de nosotros y nos pide confianza. Esta junto a cada uno, y no debemos temer a nada. Hemos de rezar más por su Iglesia, ser más fieles a nuestra propia vocación, hacer más apostolado entre nuestros amigos, desagraviar más. La indefectibilidad de la Iglesia significa que ésta tiene carácter imperecedero, es decir, que durará hasta el fin del mundo, e igualmente que no sufrirá ningún cambio sustancial en su doctrina, en su constitución o en su culto. El Concilio Vaticano 1 dice de la Iglesia que posee una estabilidad invicta, y que, edificada sobre una roca, subsistirá firme hasta el fin de los tiempos. La razón de la permanencia de la Iglesia está en su íntima unión a Cristo, que es su Cabeza y Señor. Después de subir a los cielos envió a los suyos el Espíritu Santo para que les enseñase toda la verdad, y cuando les encargó predicar el Evangelio a todas las gentes, les aseguró que Él estaría siempre con ellos todos los días hasta el fin del mundo.

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La Iglesia da muestras de su fortaleza resistiendo, inconmovible, todos los embates de las persecuciones y de las herejías. El Señor mismo mira por ella, ya sea iluminando y fortificando a la jerarquía para que cumpla fiel y fructuosamente su cargo, ya sea en circunstancias muy graves sobre todo suscitando en el seno de la Madre Iglesia, hombres y mujeres insignes por su santidad, a fin de que sirvan de ejemplo a los demás cristianos para acrecentamiento de su Cuerpo Místico. Añádase a esto que Cristo desde el cielo mira siempre con particular afecto a su Esposa inmaculada, que sufre en el desierto de este mundo y cuando la ve en peligro, por si mismo o por sus ángeles o por aquella que invocamos como auxilio de los cristianos y por otros abogados celestiales, la libra de las oleadas de la tempestad y, una vez calmado y apaciguando el mar, la consuela corno aquella paz que sobrepuja todo entendimiento. La fe nos atestigua que esta firmeza en su constitución y en su doctrina durará siempre, hasta que Él venga. En ciertos ambientes, sobre todo en los de la esfera intelectual, se aprecia y se palpa como una consigna de sectas servida a veces hasta por católicos, que -con cínica perseverancia- mantiene y propaga la calumnia, para echar sombras sobre la Iglesia, o sobre personas y entidades, contra toda verdad y toda lógica. Los ataques a la Iglesia, los malos ejemplos, los escándalos nos llevarán a amarla más, a pedir por esas personas y a desagraviar. Permanezcamos siempre en comunión con Ella, fieles a su doctrina, unidos a sus sacramentos, dóciles a la jerarquía. Cuando ya los apóstoles habían remado unas tres millas, Jesús llega inesperadamente caminando sobre las aguas, para robustecer su fe débil y para darles ánimos en medio de la tempestad. Se acercó y les dijo: Soy yo, no temáis. Entonces ellos quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra, a donde iban. En nuestra vida personal quizá no falten tempestades momentos de oscuridad, de turbación interior, de incomprensiones...- y, con mas o menos frecuencia, situaciones en las que deberemos rectificar el rumbo, porque nos hayamos desviado. Entonces, procuremos ver al Señor que viene siempre entre la tormenta de los sufrimientos, sepamos aceptar las contrariedades con fe, como bendiciones del cielo, para purificarnos y acercarnos mas a Dios. Soy yo, no temáis. Quien reconoce la voz tranquilizadora de Cristo en medio de los sinsabores, del tipo que sean, encuentra enseguida la seguridad de llegar a tierra firme: ellos quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra, a donde iban, a donde quería el Señor que fueran. Basta estar en su compañía para sentirnos seguros siempre. La inseguridad nace cuando se debilita nuestra fe, cuando no acudimos al Señor porque parece que no nos oye o que se despreocupa de nosotros. Él sabe bien lo que nos pasa, y quiere que acudamos a Él, en demanda de ayuda. Nunca nos dejará en un apuro. Puede parecer, en algunos tiempos mas o menos largos, que Cristo no está, como si nos hubiera abandonado o no escuchara nuestra oración. Pero Él nunca abandona. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles. Si permanecemos cerca del Señor mediante la oración personal y los sacramentos, lo podremos todo. Con Él, las tempestades, interiores y de fuera, se tornan ocasiones de crecer en fe, en esperanza, en caridad, en fortaleza... Quizá con el paso del tiempo comprendamos el sentido de esas dificultades. De todas las pruebas, tentaciones y tribulaciones por las que hemos de pasar, si estamos junto a Cristo, saldremos con mas humildad, mas purificados, con mas amor a Dios. Y siempre contaremos con la ayuda de nuestra Madre del Cielo. No estas solo: María está junto a ti. Está en todo momento, pero particularmente cuando, por los motivos que sean lo pasamos mal. No dejemos de acudir a Ella. La ignorancia religiosa No hay cosa peor que un monstruo. Es algo repugnante porque no hay proporción, equilibrio. Mientras tiene unos órganos muy desarrollados, otros están atrofiados. Eso es lo que pasa con muchos cristianos. Mientras han crecido enormemente desde un punto de vista humano, social, cultural o profesional, se han quedado enanos desde un punto de vista deformación religiosa, cristiana.

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Hay cristianos que en la sociedad llevan adelante graves responsabilidades sociales, hay cristianos que son profesionales muy especializados, que tienen títulos universitarios, pero que se han quedado con el Catecismo de su Primera Comunión. Están creyendo que con este Catecismo se han "graduado" en "cristianismo" y que ya no hay nada más que aprender. Y, ¿qué ha pasado? Sencillamente que el Catecismo que han estudiado servía para la mente válido para entonces, pero no para un adulto, ya que no está a la altura del crecimiento humano y de la cultura y formación alcanzada. Y con eso, con el agua sucia tiraron también al niño, como dice el refrán. Fuera metáfora. El cristiano al quedarse con una fe y una formación religiosa infantil, siendo adulto, rechaza esa fe y esa formación infantil (como se rechazan los vestidos de niños), no porque no fuese válida, sino porque era simplemente inicial, elemental, que no puede dar respuestas a los problemas humanos y religiosos de un adulto. De este modo al rechazar esa fe inicial, se rechazan también todos aquellos elementos, contenidos y valores cristianos válidos para siempre. Es por eso que muchos cristianos adultos prescinden de la Palabra de Dios, no la profundiza, la considera como cosa de niños o la interpreta a su antojo. Por eso hay cristianos que rechazan a la Iglesia, Esposa de Cristo, Maestra en la fe, encargada por Cristo de transmitir la Palabra de Dios, de orientar a los cristianos y de darles los Sacramentos, que son los instrumentos establecidos por Dios para poder alcanzar la salvación. Como consecuencia de todo esto el cristiano asume una actitud de indiferencia religiosa, como si fuera una cosa sin relevancia, sin importancia, se va formando una religiosidad a su manera, según su criterio, a su propia medida, una medida muy cómoda, que lo deja tranquilo, que no lo molesta, que no le exige ningún esfuerzo o compromiso. Al fin y al cabo, piensa, todas las religiones son iguales. Y así la ignorancia religiosa se transforma en el mejor terreno para que las sectas y otros movimientos religiosos se adueñe de ese pobre cristiano. Es por este motivo que la Iglesia da tanta importancia a la Catequesis que debiera impartirse a todos los niveles de edad y de formación. Es con esta finalidad que el Episcopado Venezolano ha establecido la Semana de la Catequesis que este año se está celebrando del 23 al 30 de septiembre. Con esta semana se quiere sensibilizar a pastores, catequistas y feligreses a fin de que se haga de la Catequesis la actividad central de la acción pastoral de toda comunidad cristiana. Sólo así tendremos Comunidades Cristianas dinámicas, solidarias y misioneras, Comunidades que han entendido que la fe debe transformarse en vida que sabe transmitir la experiencia y la aventura de haberse encontrado con Dios. Las imágenes de los Santos P. J. De Franceschi, Salesiano Los católicos no adoramos ni los Santos ni las imágenes de los Santos, ni nunca lo hemos hecho. Es ésta una de las calumnias que nos han levantado algunos hermanos separados evangélicos. Los católicos sabemos mejor que nadie que sólo a Dios se le debe adorar. Adorar a Dios significa reconocer a Dios como nuestro único Creador; Señor y Salvador. No hay otro. Todos los demás seres son criaturas de Dios, incluidos los Santos y la misma María, Madre de Dios. Todos los Santos son criatura de Dios, todos han sido liberados de sus pecados por Cristo y salvados por El. Entonces adorar los Santos sería una ofensa gravísima contra Dios. En cambio otra cosa es "venerar" a los Santos y en primer lugar a la Virgen Santísima Venerar significa que nosotros podemos y debemos alabar a los Santos, ver en ellos "modelos " de vida cristiana y por lo tanto imitarlo en nuestra vida concreta, pedir en nuestras oraciones que intercedan o recen por nosotros pecadores y que intercedan delante de Dios a favor nuestro.

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Pero debe quedar clara una cosa. Cuando nosotros los Católicos decimos que veneramos a los Santos, queremos con esto decir que nuestra veneración se dirige no a la imagen, estatua o pintura que sea, sino que nuestra veneración está dirigida al Santo representado en la imagen. Lo mismo que el buen ciudadano deposita su corona de flores al pie de la estatua del Libertador con la intención de honrar a Simón Bolívar y no el bronce de la estatua. Así también el católico lo que quiere es honrar al Santo y no su representación. Naturalmente también la representación es digna de todo respeto no ya por ella misma, sino por la persona representada. Un hijo bien nacido guardará siempre con respeto y cariño la foto de su propia madre. Bien sabe él que la foto es su madre, pero esa fotografía es para él motivo de unión espiritual con su madre, estímulo de ser digno de quien le ha dado la vida. Para nosotros los católicos las imágenes de los Santos son un aliciente para seguir luchando en la vida como buenos discípulos del Señor, con la confianza de que así como Dios ha sido el apoyo y la fuerza de los Santos, lo sea también para nosotros. Por eso les pedimos a los hermanos separados, los evangélicos que conozcan sin prevenciones las enseñanzas de la Iglesia Católica, que nos critiquen si nos equivocamos, pero que su crítica sea objetiva, honesta, serena, fruto del amor sincero y no apoyada en el fanatismo, en fantasías, suposiciones o peor, en cosas falsas o calumnias. Durante las procesiones de la Imagen del Nazareno de San Pablo que henos realizado durante la Cuaresma pasada por la ciudad de Caracas, algunos hermanos evangélicos no han tenido una conducta correcta para con los católicos. Ciertamente debemos aceptar que hay que corregir algunas exageraciones de parte de algunos católicos en particular, pero también la actitud sectaria de algunos evangélicos. Jesús para mí en la Santa Misa diaria Una vez que uno se da cuenta del valor infinito de la Santa Misa, no se sorprende del ardor de los Santos y su cuidado de asistir a Misa a diario, y aun más a menudo de ser posible. San Agustín nos dejó esta alabanza de su madre Santa Mónica: "Ella no dejó pasar un día sin estar presente en el Divino Sacrificio ante Tu Altar, Oh Dios." San Francisco de Asís asistía usualmente a dos Misas cada día; y cuando estaba enfermo, le pedía a un fraile sacerdote que celebrara la Santa Misa para él, en su celda, a fin de no quedarse sin la Santa Misa. Cada mañana, después de celebrar la Santa Misa, Santo Tomás de Aquino ayudaba en otras como acción de gracias. El pastorcillo San Pascual Baylon, no podía ir a la Iglesia para asistir a todas las Misas que hubiera deseado, porque tenía que llevar a pastar a las ovejas. Así pues, cada vez que oía las campanas de la Iglesia dar la llamada a Misa, se arrodillaba en el pasto entre las ovejas, frente a una cruz de madera que él había hecho, y de esa manera podía aunque fuera de lejos, seguir al sacerdote en el ofrecimiento del Sacrificio Divino. Qué Santo tan amante, verdadero Serafín de amor hacia la Eucaristía. Sobre su lecho de muerte, oyó la campana para la Misa, y sacó fuerza para susurrar a sus hermanos: "Soy feliz al unir al Sacrificio de Jesús, el sacrificio de mi pobre vida". Y murió a la hora de la Consagración de la Santa Misa. Santa Margarita, Reina de Escocia y madre de ocho hijos, iba a Misa todos los días y llevaba con ella a sus hijos, y con maternal cariño les enseñaba a atesorar el misalito que había adornado con piedras preciosas.

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Procuremos atender a nuestros asuntos de tal manera que no nos falte tiempo para asistir a la Santa Misa. No digamos que estamos tan ocupados con nuestros quehaceres, de modo que Jesús nos pueda recordar: "Martha, Martha, tú te preocupas por muchas cosas, pero sólo una es necesaria". (Lc

10,41-42). Cuando uno realmente quiere, encuentra tiempo para asistir a Misa sin dejar de atender a sus obligaciones. San José de Cotolengo recomendaba la Misa diaria para todos ...para maestras, enfermeras, trabajadores, doctores, padres ...y a los que objetaban no tener tiempo, les replicaba firmemente: "¡Malos Manejos! ¡Mala economía de tiempo!" Y decía la verdad. Si tan sólo apreciáramos el valor infinito de la Santa Misa, estaríamos muy deseosos de asistir, y trataríamos por todos los medios de encontrar tiempo necesario. Cuando San Carlos de Sezze viajaba por Roma buscando ayuda para su comunidad, se tomaba el tiempo para hacer visitas a la Iglesia y asistir a Misas adicionales. Fue al momento de la elevación de la Hostia en una de estas Misas, que recibió en su corazón el dardo de amor. Todas las mañanas, San Francisco de Paula iba a la Iglesia y permanecía ahí para asistir a todas las Misas que se celebraban diario. San Juan Berchmans, San Alfonso Rodríguez y San Gerardo Majella, acostumbraban ayudar tantas Misas como podían. (Lo hacían con tanta devoción y edificación, que atraían a muchos fieles a la Iglesia). El venerable Francisco del Niño Jesús, un Carmelita, ayudaba diez Misas diarias. Cuando sucedía que había una menos que ayudar, decía: "Hoy no he tenido mi desayuno completo". ¿Y qué podemos decir del Padre Pío de Pietrelcina? ¡El Padre Pío asistía a muchas Misas diarias, y participaba en ellas recitando muchos Rosarios!. El Santo Cura de Ars no se equivocaba al decir: "La Misa es la devoción de los Santos". Lo mismo se puede decir del amor que los Santos Sacerdotes han sentido al celebrar la Misa. Era para ellos un sufrimiento terrible el no poder celebrar la Misa. "Cuando oigan que yo no puedo ya celebrar la Misa, cuéntenme como muerto," dijo San Francisco Javier Bianchi a sus hermanos religiosos. San Juan de la Cruz dijo bien claro que el sufrimiento más grande que tuvo durante su ordalía en la prisión, fue el no poder celebrar la Misa ni recibir la Santa Comunión por nueve meses consecutivos. Ni obstáculos ni dificultades contaban para los Santos al arreglar sus asuntos con el fin de no perderse un acto tan excelente. Por ejemplo, un día en las calles de Nápoles, San Alfonso de Ligorio experimentó unos dolores muy agudos en el abdomen. El religioso que le acompañaba, lo urgía a que se detuviera a tomar un sedante. Pero el Santo aún no celebraba Misa, y su respuesta inmediata fue: "Mi querido hermano, yo caminaría diez millas en esta condición con el fin de no perder el ofrecer la Santa Misa". Y su dolor no lo hacía romper el ayuno eucarístico, el cual en ese tiempo era obligatorio desde la media noche anterior. Esperó a que el dolor menguara un poco, y luego continuó su camino a la Iglesia. El Capuchín San Lorenzo de Brindisi, se encontraba en un pueblo de herejes. Puesto que este pueblo no contaba con una Iglesia Católica, caminó 40 millas para llegar a una Capilla a cargo de católicos en la cual pudo celebrar la Santa Misa. En una ocasión, San Francisco de Sales estaba en una ciudad Protestante, y para celebrar Misa tenía que ir todas las mañanas antes de despuntar el alba a una Iglesia Católica que estaba al otro

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lado de un río muy ancho. Durante las lluvias de verano, el río creció más de lo usual y se llevó el puentecito por sobre el cual el Santo cruzaba. Mas San Francisco no se descorazonó. Tiró un gran madero en el lugar donde el puente había estado, y así continuó cruzando el río. Sin embargo, debido a la nieve y al hielo durante el invierno, había el serio peligro de resbalarse y caer al agua. Entonces el Santo pensó en un procedimiento por el cual, poniéndose a horcadillas en el madero, y maniobrando a través de él a gatas, podía cruzar, con el fin de no perderse el celebrar la Santa Misa. No podremos lograr ponderar lo suficiente sobre ese Misterio sin descripción, La Santa Misa, la cual reproduce sobre nuestros altares el Sacrificio del Calvario. Tampoco podremos nunca sentir demasiada devoción por esta maravilla suprema del Amor Divino. "La Santa Misa -escribió San Buenaventura- es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido". Jesús predica la conversión La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta de que algo debe cambiar en su vida. La predicación pública de Nuestro Señor Jesucristo empezó con una llamada a la conversión: «se han cumplido los tiempos y se acerca el Reino de Dios; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc. 1,15). Más adelante irá explicando las características del Reino, pero desde un principio se advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder entender el mensaje de salvación. Pone a los niños como ejemplo de la meta a que hay que llegar. Hay que «hacerse como niños» o «nacer de nuevo», como dirá a Nicodemo (cfr. Jn. 3, 4). La conversación con la mujer samaritana es un ejemplo práctico de cómo se llama a una persona a la conversión. A Zaqueo también lo llama a cambiar de vida, a convertirse. Lo mismo hará con otros muchos. Sus parábolas sobre la misericordia divina son llamadas a la conversión contando con que nuestro Padre Dios está esperando la vuelta del pecador. Hasta en los últimos momentos de su vida, cuando le van a prender en el huerto, llama a Judas -amigo., ofreciéndole la oportunidad de la conversión. San Juan Bautista preparó la venida del Mesías Cuando los sacerdotes de Jerusalén enviaron a preguntar a Juan Bautista quién era, contestó: «Yo soy la voz que dama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías. (Jn. 1, 23) Con estas palabras indica que preparaba el camino del Mesías, que había de venir, predican do la conversión y la penitencia. Sus palabras eran claras y fuertes. San Lucas narra esta predicación y cómo animaba a compartir con los demás lo que se posee, a no exigir más de lo que marca la justicia en los negocios, a no ser violentos, ni denunciar falsamente a nadie (cfr. Lc. 3, 1-18). Para conseguir vivir sin pecado proponía el bautismo de agua y la penitencia. Sin embargo, siempre insistió en que estos medios eran insuficientes, pues él era sólo el precursor: «Yo os bautizo con agua para la penitencia; pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo. No soy digno de llevarle las sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era; reunirá su trigo en el granero, y la paja la quemará en un fuego inextinguible» (Mt. 3.11-12) Cuando Jesús fue a bautizarse al Jordán, le dijo: «Yo necesito ser bautizado por ti, y tú vienes a mí?»

(Mt. 3, 14) Más adelante dirá de Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo»

(Jn. 1, 29) San Juan Bautista no tenía el poder de perdonar los pecados, sino solamente predicaba la conversión y la penitencia preparando el camino del Señor. Como fruto de su labor serán muchos los que escucharán la doctrina de Cristo. Los dos primeros discípulos de Jesucristo serán dos discípulos

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de San Juan Bautista: Juan y Andrés. Además de estos discípulos primeros, muchos otros discípulos de Juan fue ron tras Jesús. Juan se llenó de alegría, añadiendo: «Con viene que El crezca y yo disminuya» (Jn. 3, 30) ¿Qué es la conversión? La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta de que algo debe cambiar en su vida, y se decide a cambiar. La conversión a Dios incluye apartar todo lo que aleje de Dios. La conversión exige que se dé primero un arrepentimiento del pecado: El pecado mortal hunde sus raíces en la mala disposición del amor y del corazón del hombre, se sitúa en una actitud de egoísmo y cerrazón, se proyecta en una vida construida al margen de los mandamientos de Dios. El pecado mortal supone un fallo en lo fundamental de la existencia cristiana y excluye del Reino de Dios. Este fallo puede expresarse en situaciones, en actitudes o en actos concretos. (C.v.e., p. 507) Se puede decir, resumiendo, que: Pecado es todo acto, dicho o deseo contra la ley de Dios. El siguiente paso será abrir el corazón a la luz nueva: «Dios es luz y no hay en El tiniebla alguna» (1 Jn. 1, 5) San Juan explica las posibles actitudes ante la conversión, diciendo: «Todo el que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, porque sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues están hechas en Dios» (Jn. 3, 20-21) Todos los hombres llevan en su interior la posibilidad de una oposición a Dios. Por el pecado original la naturaleza humana ha quedado debilita da y herida en sus fuerzas naturales. La inteligencia se mueve entre oscuridades y cae fácilmente en engaños. La voluntad se inclina maliciosamente hacia conductas pecaminosas. Las pasiones y los sentidos experimentan un desorden que les lleva a rebelarse al impulso de la razón. Esta inclinación al mal que todo hombre posee, se acentúa con los pecados personales y con la influencia de ambientes corrompidos. Convertirse es, en definitiva, cambiar de actitud, desandar el camino andado. Es una vuelta a Dios, del que el hombre se aparta por la mala conducta, por las malas obras, es decir, por el pecado. Esa vuelta a Dios, que es fruto del amor, incluirá también una nueva actitud hacia el prójimo, que también ha de ser amado. El reino de Dios empieza con la conversión personal Para entrar en el Reino de los Cielos es preciso renacer del agua y del Espíritu; de esta manera anuncié Jesús a Nicodemo el comienzo del Reino de Dios en el alma de cada hombre. Para esta nueva vida Dios envía su gracia. La conversión unas veces será de un modo fulgurante y rápido, casi repentina; otras, de una manera suave y gradual; incluso, en ocasiones, sólo llega en el último momento de la vida. En las parábolas del Reino de los Cielos es muy frecuente que el Señor lo compare a una pequeña semilla, que crece y da fruto o se malogra. Con estos ejemplos indica que el Reino de Dios debe empezar por la conversión personal. Cuando un hombre se convierte, y es fiel, va creciendo en esa

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nueva vida; después va influyendo en los que le rodean. Así se desarrolla el Reino de Dios en el mundo. El camino que eligió Jesucristo fue predicar a todos la conversión, denunciar todas las situaciones de peca do e ir formando a los que se iban convirtiendo a su palabra. La Familia P.J. De Franceschi, Salesiano Todos estamos conscientes de la importancia que tiene la institución familiar en la sociedad y en la Iglesia. Pero no todos trabajamos para defender y fortificar esta institución. La familia ha sido siempre materia de atención y de preocupación para la Iglesia. Pero hoy esta atención y preocupación ha aumentado debido al deterioro de la familia en el mundo y de un modo especial, lamentablemente, en nuestro país. Sabemos que la familia constituye la célula, fundamental en donde crece y se desarrolla un pueblo. La familia, esa institución natural y divina, es el fundamento indispensable que hace posible y grande una nación. Nuestras riquezas más preciadas no son el petróleo, el hierro y demás bienes naturales que con tanta abundancia Dios ha escondido en las entrañas de nuestra tierra. Nuestras riquezas las constituyen los valores humanos y cristianos que deberían encarnar nuestras familias y trasmitir a las generaciones siguientes. Cuando en las familias hay respeto sincero, amor profundo, unión inquebrantable, fidelidad a toda prueba, espíritu de trabajo y sacrificio cuando se vive una vida honesta y ordenada; cuando los intereses de los padres está centrado en el hogar, entonces tendremos un pueblo, una nación grande y noble. La grandeza y la nobleza de una nación no está en las cosas, sino en las personas, no está en lo que las personas tienen (dinero, poder económico o público), sino en lo que las personas son (lealtad, responsabilidad, honradez, etc.). Pero, para que todo esto se realice es necesario que la familia se fundamente en el matrimonio. Hay que acabar con la idea, tan nefasta como arraigada que el matrimonio acaba con la familia. El matrimonio no lo ha inventado nadie. El matrimonio nace de la misma naturaleza humana, creada así por Dios, y que ha sido confirmado por la Palabra de Jesús en el Evangelio. Es el matrimonio, fundado en el amor, en el respeto y en la fidelidad lo que le da a la familia cohesión seguridad y solidez. Una familia semejante fundada en el matrimonio, debería ser la aspiración y el deseo de todos. Pero entonces debemos pensar que todos somos responsables de la construcción de lo que queremos que sea nuestra Patria. Todos los padres de familia, por pobres y humildes que sean, pueden y deben contribuir en esta tarea tan esencial en la vida de una nación. De aquí que sea necesario recobrar el sentido de responsabilidad y honestidad en las relaciones conyugales y familiares, de la fidelidad a la palabra dada un día con tanto amar y emoción. Es necesario recuperar el sentido de seriedad en la formación de un hogar, asumiendo las consecuencias que de todo esto se derivan. Es necesario entonces acabar con la vida alegre, el libertinaje de los instintos, con el despilfarro, con el dinero fácil; en una palabra con el egoísmo y la lujuria que todo lo arruina. Hay que volver al sentido del hogar, que debe ser el centro de nuestros intereses, el refugio de nuestros afectos, el lugar del descanso y del encuentro con los seres más queridos. Es necesario volver a una vida más sencilla más hogareña. Todo esto la pareja y los hijos lo necesitan. Hay que acabar con las familias restaurante-dormitorio para construir familias-hogares. De lo contrario será la destrucción, el suicidio. Salvemos a la familia y habremos salvado a Venezuela.

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La Mano Se acercaba el día de Acción de Gracias y la maestra pidió a sus alumnos de primer grado que dibujaran algo por lo que estuvieran muy agradecidos. Pensó que esos niños, en su mayoría muy pobres, no tendrían muchas cosas que agradecer. Sabía que la mayoría de ellos pintarían pavos horneados, tortas, helados, tal vez la playa... La maestra se quedó helada con el dibujo que le entregó Douglas: una simple mano dibujada con dificultad, sin gracia... ¿Qué querría expresar con esa mano? ¿De quién sería esa mano? La clase quedó cautivada con el dibujo de Douglas. - Maestra, esa es la mano de Dios que nos da la comida - dijo un alumno. - Yo creo que es la mano del señor que vende los gallitos en el portón de la escuela-aventuró una niña. - Es la mano del panadero que hace el pan y las tortas expresó otra compañera. - Es la mano del médico que curó a Douglas cuando estuvo hospitalizado -gritó con entusiasmo un niño. Douglas permanecía en silencio negando con su cabeza. La maestra se acercó a él, se inclinó cariñosamente sobre su pupitre y le preguntó de quién era esa mano. - Es su mano, señorita - dijo ruborizado. Entonces recordó la maestra que muchas veces, a la hora del recreo, había llevado a Douglas, un niño muy débil y desamparado, de la mano. Y comprendió que ese gesto tan simple para ella era la experiencia más placentera en la vida de Douglas. Ser maestro es tenerla mano siempre abierta, dispuesta a ayudar al que lo necesite. Frente a una cultura que separa, excluye, rechaza o convierte la mano en puño que golpea, abramos manos y corazones, enseñemos con lapalabray el ejemplo, el calor de la aceptación que crea alegría y seguridad. "A nuestros alumnos les hace falta pan y rosas", escribió Celestin Freinet en su obra Parábolas para una pedagogía popular (Los dichos de Mateo) "El pan del cuerpo, que mantiene al individuo en buena salud fisiológica. El pan del espíritu, que llaman instrucción, conocimientos, conquistas técnicas, sin el cual corre el riesgo de no alcanzar la salud intelectual deseable. Pero las, rosas también. No por lujo, sino por necesidad vital. Los niños tienen necesidad de pan, del pan del cuerpo y del pan del espíritu, pero todavía tienen más necesidad de la mirada de su maestro, de su voz, de su mano, de su pensamiento y de su promesa. Les hace falta sentir que han encontrado en su maestro y en su escuela la resonancia que da un sentido y una finalidad a su vida. Tienen necesidad de hablar a alguien que les escuche, de escribir a alguien que les lea o les entienda, de producir algo útil y bonito que es la expresión de todo cuanto llevan en ellos de generoso y superior. La planta tiene necesidad de sol y de cielo azul; el animal no degenerado por la domano sabe vivir sin el aire vivo de la libertad. El niño necesita pan y rosas".

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No olvldemos que LOS NIÑOS APRENDEN LO QUE VIVEN Si un niño vive criticado aprende a condenar Si un niño vive con hostilidad aprende a pelear. Si un niño vive avergonzado aprende a sentirse culpable. Si un niño vive con tolerancia aprende a ser tolerante Si un niño vive con estímulo aprende a confiar. Si un niño vive apreciado aprende a apreciar. Si un niño vive con equidad aprende a ser justo. Si un niño vive con seguridad aprende a tener fe Si un niño vive con aprobación aprende a quererse. Si un niño vive con aceptación y amistad aprende a hallar amor en el mundo. (Extracto de "Educar Valores y el Valor de Educar", Antonio Pérez Esclarín) La oración en familia Nosotros hemos conocido hace unos años un hogar donde la oración en familia era algo normal, con sus ritmos y sus momentos: antes y después de las comidas: el "Angelus", el Rosario al anochecer, las oraciones de la mañana y de la noche. Por lo general, era la madre la que se ocupaba de asegurar y guiar esta vivencia religiosa. El hogar ha cambiado profundamente; todo se ha hecho más difícil; y, poco apoco, hemos ido abandonando la oración familiar y la individual. Sencillamente, en muchas de nuestras familias ya no se reza. Hemos abandonado todo lo anterior y no lo hemos sustituido con nada. Y empiezan nuestras justificaciones: nos da pena proponerlo en la familia; la oración parece algo forzado, artificial, no nos sale de dentro; los hijos son demasiado pequeños o demasiado crecidos; no nos ponemos todos de acuerdo; es difícil encontrar el momento en que estemos todos. Sin embargo, la oración en familia es hoy posible. Hemos de encontrar nuevos modos y nuevo estilo para compartir la fe y hacer oración. La oración de la pareja El primer paso lo tiene que dar la pareja aprendiendo a orar ellos juntos. Una oración en pareja, sencilla, normal, sin demasiadas complicaciones, hace bien a la pareja creyente y es la base para asegurar la oración en los hijos. Esta oración consiste a veces en pedir perdón a Dios, y pedirse y darse mutuamente perdón por los errores y fallos de cada día. Otras veces, será acción de gracias por todo lo que reciben de Dios, por todo lo bueno que hay en la pareja y en los hijos. La oración será, con frecuencia, súplica y petición a Dios en medio de las dificultades y problemas de la vida. Es bueno que los padres sepan orar por los hijos y también en nombre de los "hijos", por los pequeños que todavía no saben orar y por los mayores que, tal vez, están en crisis y tampoco saben hacerlo. Con alguna oración vocal de petición o de acción de gracias, o de manera espontánea; recitando algún salmo escogido; leyendo despacio un pasaje del evangelio y haciendo una breve oración después de un silencio; rezando pausadamente el rosario o un misterio pidiendo por los hijos o por otras intenciones. Hay muchos materiales de apoyo para orar.

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Ambiente apropiado La oración en familia pide un cierto clima. No se trata de recuperar el aspecto sacro que ofrecían los hogares hace unos años (imagen del Sagrado Corazón, ultima Cena, Oración del huerto, Angel de la Guarda, crucifijos en cada habitación, aguabenditeras...), pero si de reaccionar ante el vacío provocado por la actual secularización. En primer lugar; se puede cuidar más lo que entra en el hogar (cierto tipo de revistas, vídeos, libros, cassettes, programas de TV). No es difícil hoy suscribirse a alguna revista cristiana, comprar libros sanos y educativos para los hijos, evangelios y Biblia para niños, música para relax e interiorización, cassettes con grabaciones para orar, grabación del Rosario. Se puede también introducir algún símbolo, imagen o signo religioso de buen gusto. Los lugares más apropiados son, sin duda, la sala de estar donde la familia se reúne para descansar, hablar o ver la tele, y las habitaciones de los hijos donde, entre otros póster y objetos variados, puede haber alguno de signo religioso, algún recuerdo de la primera comunión o de la confirmación, los evangelios, alguna imagen de Jesús. Se puede también cuidar mejor la ornamentación en tiempo de Navidad (el Belén, el árbol) y darle un tono festivo al domingo (música, comida, mantel, flores...). Algunas familias llegan a reservar en la casa un lugar o "rincón de oración" especialmente destinado para orar, como expresión de que se le deja a Dios un sitio en la casa. Es un rincón preparado con alguna Biblia, un cirio, alguna planta, que se puede adornar de manera apropiada en algunos tiempos litúrgicos. Enseñar A orar Para enseñar a orar, no basta decirle al hijo cada noche: "reza", o preguntarle por la mañana, "¿ya te has persignado?". Esto puede crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender en sus padres. Antes que nada, es necesario que el niño vea rezar a sus padres. Si ve a sus padres rezar sin prisas, quedarse en silencio, cerrar los ojos, ponerse de rodillas, desgranar las cuentas del rosario, poner el Evangelio en el centro de la mesa después de haberlo leído despacio, el niño capta intuitivamente la importancia de esos momentos, percibe la presencia de Dios en el hogar como algo bueno, aprende un lenguaje religioso, palabras y signos que quedan grabados en su experiencia, aprende unas actitudes y se va despertando en él la sensibilidad religiosa. Nada puede sustituir a esta experiencia. Pero, además, es necesario orar con los hijos. Los niños aprenden a orar rezando con sus padres. Hay que hacerles participar en la oración, que aprendan a hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún canto, a estar en silencio hablando a Dios. El niño ora como ve orar. La actitud, el tono, el modo pausado, el silencio, la confianza, la alegría, la importancia del evangelio, todo lo va aprendiendo orando junto a sus padres. Llegará un momento en que él mismo podrá bendecir la mesa, iniciar una oración o leer el evangelio con la mayor naturalidad. La oración queda grabada en su experiencia como algo bueno, que pertenece a la vida de la familia como el reunirse, el hablar, el reír, el discutir o el divertirse. ¿Cómo orar en familia? Sin duda, cada familia tiene SU estilo propio y ha de encontrar el modo concreto de integrar la oración en la vida del hogar. Pero se pueden ofrecer algunas pistas concretas: Cuando los hijos son pequeños (0-6 años), rezar con ellos teniéndolos sobre las rodillas o abrazados; enseñarles a recitar algunas fórmulas breves y sencillas; ayudarles a que hable con Dios o con Jesús de manera personal ("Señor, soy Ana"); enseñarle algunos gestos (la señal de la cruz); acompañarle al acostarse, ayudándole a hacer un breve recorrido del día dando gracias y pidiendo perdón; leerle

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pasajes sencillos del evangelio; llevarlo alguna vez a la iglesia y orar ante él y con él; aprovechar los momentos importantes para el niño: cuando ha habido una fiesta o una salida de casa y ha disfrutado; cuando ha recibido algún regalo; cuando han reñido entre hermanos; cuando se ha curado de alguna enfermedad... Cuando los hijos son ya mayores (adolescentes o jóvenes) se puede tener en cuenta otras pistas y sugerencias: orar en las comidas de forma variada; antes de retirarse a descansar rezar o cantar juntos el Padre Nuestro, tener un recuerdo para María; hacer alguna breve oración de acción de gracias; si hay clima y todos están de acuerdo, se puede pensar en algún momento fijo cada semana para leer el evangelio (el del siguiente domingo), hacer silencio, comentarlo brevemente y terminar con algunas peticiones. Pero con adolescentes y jóvenes puede ser, sobre todo, importante saber preparar una oración sencilla en momentos señalados: cumpleaños de algún miembro de la familia, aniversario de bodas de los padres, la confirmación de un hermano, antes de salir de vacaciones o al extranjero, al comenzar el curso, al terminar una carrera, cuando se espera un nuevo hermano, cuando la hija comienza a salir con un chico, cuando alguien está hospitalizado, el día de Navidad, cuando termina el año, etc. La oración es un don Hoy queremos hablar del gran regalo que Dios nos ha hecho con la oración. El poder hablar con Dios es una condescendencia divina que no la podemos comprender. Cuando oramos, cuando se abren nuestros labios para rezar, pensamos que somos nosotros los que hemos tenido la iniciativa. Y ha sido Dios quien nos ha buscado, quien ha elevado nuestro pensamiento, quien nos ha dictada las palabras, quien ha fomentado nuestros sentimientos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice claramente que la oración es primero una llamada de Dios, y después una respuesta nuestra. La oración es, por lo mismo y ante todo, una gracia de Dios. ¿Es posible que Dios tenga necesidad de nosotros?. ¿Es posible que sea Dios el que nos busque? ¿Es posible que sea Dios quien salga a nuestro encuentro?... Solamente el cristianismo sabe responder que sí. Porque solamente Jesús nos ha dicho que Dios es nuestro Padre, un Padre que nos ama. Y el padre que ama, no puede pasar sin hablar con el hijo querido. ¿Sabemos lo que nos pasa cuando queremos orar? Nos ocurre lo mismo que a la Samaritana junto a! pozo de Jacob, como nos cuenta Juan en su Evangelio. ¿A qué se redujo la petición de la Samaritana; aquella mujer de seis maridos y siempre insatisfecha? Pues, a reconocer que tenía sed. Y, por eso, pidió a Jesús: - ¡Dame, dame de esa agua tuya, para que no tenga más sed en adelante! La pobre no se daba cuenta de que había sido Jesús el primero que había pedido agua: - ¡Mujer, dame de beber!... Y ella le daba al fin el corazón, porque Jesús se había adelantado a pedírselo.

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La oración es una comunicación entre Dios y nosotros. Tenemos un corazón inmenso, con capacidad insondable de amar y de ser amados. Sólo Dios puede llenar esas ansias infinitas. Por eso nos atrae, nos llama, y, si le respondemos con la oración ansiosa, nos llena de su amor y de su gracia. Santa Teresa del Niño Jesús, tan querida de todos, lo expresó de una manera maravillosa con estas palabras, que nos trae el Catecismo de la Iglesia Católica: - Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría. La otra Teresa, Teresa de Jesús, había dicho lo mismo con otras palabras: - Oración, a mi parecer, no es otra cosa que tratar de amistad con Aquél que sabemos que nos ama. ¡Claro! Si Dios me ama, es un amante que no puede pasar sin mí, y por eso me busca. ¡Claro! Si yo amo a Dios, no me aguanto sin Él, y por eso lo busco. ¡Claro! Y, cuando nos encontramos, ¿qué hacemos? Como somos tan amigos, nos ponemos a hablar amistosamente, y no hay manera ni de que Dios deje de llamarme a la oración, ni de que yo deje de suspirar por pasar en oración todos los ratos posibles. La oración resulta ser entonces el termómetro que mide el calor del corazón. La oración resulta ser entonces el metro que precisa la distancia que hay entre Dios y yo. La oración resulta ser la balanza que calcula con exactitud el peso de mi amor. Porque todos valemos lo que vale nuestro amor. Y nuestro amor vale lo que vale nuestra oración. La oración no nace precisamente de nosotros, sino de Dios. Es Dios el primero en llamar. Es Dios el primero en darnos sed y ansia del mismo Dios. Es Dios el que impulsa nuestra oración, por el Espíritu Santo que mora en nosotros. Por lo cual, la oración es propiamente un don, un regalo de Dios. Y así, tiene pleno sentido eso de la que la oración no es una carga, sino un alivio; no una obligación pesada ni aburridora, sino una ocupación deliciosa, la más llevadera y la de mayor provecho durante toda la jornada... Al decirnos el Catecismo de la Iglesia Católica que Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración, hemos de decir que la oración es una verdadera vocación. ¡Dios que nos llama a estar con Él!... Así lo entienden tantos y tantos cristianos, cuya principal ocupación es gastar horas y más horas en la presencia de Dios. Como aquel buen campesino, que decía: - No sé cómo se puede rezar un Padrenuestro en menos de diez minutos. Y como lo dijo con esta naturalidad e ingenuidad, le preguntaron: - ¿Diez minutos le cuesta a usted rezar un Padrenuestro? En ese tiempo, y haciéndolo en particular, se puede rezar casi un Rosario. - Sí, es lo que hace mi mujer. Es muy devota, y reza mucho. Pero yo prefiero rezar menos y estar con mis ojos y mi corazón clavados en Dios.

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El buen hombre no se daba cuenta de lo que nos estaba confesando. Había llegado a lo que se llama la contemplación. Sin palabras, se pasaba las horas en la presencia de Dios, pues en eso consiste lo que llamamos vida de oración, o espíritu de oración, que es uno de los mayores regalos que Dios hace al alma, cuando ésta responde fiel a esa vocación de la oración. ¡Señor! Si Tú nos llamas, ¿por qué no te respondemos? ¡Qué felices que vamos a ser el día en que nuestra ocupación primera sea ésta: pasarnos buenos ratos hablando contigo! .... La vejez La palabra vejez, aparte de carecer de sentido, la mayoría de las veces presenta connotaciones negativas. En lugar de verla como una etapa del desarrollo humano, a menudo es considerada como una enfermedad de la cual son síntomas los mecedores, los cuerpos encorvados o dolientes, los bastones y sillas de ruedas, y las gentes que ya no pueden valerse por si mismas, además de que existe la convicción de que la etapa última de nuestra vida adulta es algo temible. Es interesante observar que de todas las facultades humanas, a menudo, permanece intacta la memoria antigua, en tanto que la memoria reciente falla con la edad. De ahí que consideramos los inapreciables tesoros conservados en las mentes de quienes han vivido mucho tiempo y tenemos tanto que transmitir a los demás. ¡Cómo cambian nuestras actitudes a medida que traspasamos la barrera de los setenta! y nos damos cuenta que ya estamos viejos. En esta etapa es que comprendemos finalmente que nuestra vida y felicidad no depende de cualquier situación o personas únicas. Descubrimos que no hemos de tenerlo todo, que no necesitamos que todos nos quieran, y que si se nos rechaza, el mundo no se acaba. Es un alivio verdadero saber finalmente eso. Después de los primeros rechazos y de la sensación de vacío y soledad que parecía envolvemos, aprendemos que la vida continúa y esa es sencillamente parte de ella y no su final. ¿Por qué no lo aprendimos antes?... ¡Por fin somos nosotros mismos!... Y van apareciendo otras necesidades y valores. Podemos volver la vista con afecto por lo que una vez fue, pero también con gratitud por habernos conducido a donde nos encontramos. Cuando las casas eran grandes, la vida tranquila y armoniosa, los viejos de la familia no estorbaban, eran dignos de respeto: ocupaban puestos de honor en las mesas y en las reuniones. Los niños, jóvenes y adultos se esmeraban en atenderlos. ¡Pero, cuánto tiempo ha pasado!... Por eso, lo que hemos tenido la suerte de vivir en esta hermosa residencia, no nos sentimos como estorbos, ni cargas pesadas, ni molestamos con nuestros achaques y majaderías...Pero también la convivencia de esta gran familia requiere de nuestra parte, no el gran esfuerzo como el que hicimos para formar nuestro antiguo hogar, sino otros más pequeños: saber tolerar, perdonar, callar a tiempo, ayudarnos mutuamente, suprimir rencillas, chismes, cosas muchas veces tontas, pero que llenan de amargura y resentimiento, esta etapa tan hermosa de nuestra vida. En esta linda Capilla que tenemos tan cerca, debemos pedir al Buen Jesús, la fuerza interior que necesitamos para enfrentar esta etapa final, transformando la tristeza en serenidad, la desesperación en alegría, la depresión en esperanza... Somos un pasado muy valioso y para poder convivir tenemos que salvar la brecha que tan a menudo se abre entre la gente como nosotros y para eso hay palabras mágicas y sencillas como son "lo siento", "te necesito", "te quiero", "te perdono", "¡Dios te bendiga!". Vivamos hoy, abandonando el apego al pasado y dejemos de usarlo como excusa para comprender nuestra situación actual. La tristeza y la autocompasión no borrarán la más mínima parte del pasado.

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Dejemos que este hermoso ambiente natural que nos rodea nos hable con su mensaje de paz, tranquilidad y sosiego. Abandonar la obsesión por los detalles y pequeñas mezquindades que aparecen, buscando por el contrario, la armonía en la naturaleza que tenemos tan cerca: ese hermoso jardín, amplios corredores, esos bellos atardeceres, el mar que vemos a lo lejos, el canto de las aves, la agradable tranquilidad que disfrutamos, las charlas amigables y tantas otras cosas que tenemos alrededor, mientras esta etapa de la vida, en este hermoso hogar, tan grande, pero donde el tiempo transcurre suavemente, olvidando un poco los años que nos van cayendo inexorablemente. "La naturaleza, con todos sus sonidos y visiones, es algo más que una terapia: es una conexión, un vinculo con tu alma y con la eterna energía creativa de Dios". La Viña Mateo 21, 33-43 = Isaías 25, 6-10 Con la muy conocida imagen de la "viña", el Evangelio resume la historia de la elección, infidelidad y restauración del Pueblo de Dios. Veamos el esquema de la Elección y de la Infidelidad del pueblo Israel. Dios se escogió una estirpe predilecta: en su lenguaje alegórico: "plantó la viña" más hermosa, selecta, bien protegida. Esperaba sus frutos con gran ilusión. Eran frutos que pertenecen a su Dueño. Entiéndase por frutos, una vida digna de quienes saben que son elegidos y pueblo de Dios, es decir, rectitud de vida según la conciencia y Palabra del Señor. Para ello envió sus servidores, los Profetas. Por toda respuesta, los responsables de la viña menospreciaron, maltrataron y hasta mataron a los enviados de Dios. Es la rebeldía violenta en la humanidad caída por el pecado. Podemos vislumbrar nuestra elección como incorporados a Cristo, por el bautismo; nuestro destino también es dar frutos de santidad, justicia y apostolado. No faltan enviados de Dios, que vienen a recordárnoslo. Misión, Muerte y Exaltación de Cristo. El definitivo gesto de amor y confianza: Dios envía a Israel a su propio Hijo. ¿Y cual es la respuesta? Estas líneas son el drama de Jesús. Más, precisamente en virtud de su sacrificio, el Padre lo ha constituido como la "piedra angular" del mundo. Esta parábola condena a los malos viñadores: aquellos dirigentes que, teniendo poder y responsabilidad, traicionan por intereses mezquinos y egoístas el destino del Pueblo a ellos encomendado. A los mismos oyentes que juzgan con mucha severidad, el Maestro rubrica y aplica la parábola. ¿A caso me reconozco como co-autor de la tragedia cada vez que rechazo a Cristo con mis rebeldías y pecados? "El Reino de Dios se dará a un Pueblo que produzca sus frutos". Al escribir estas palabras, san Mateo pensaba en la Iglesia, Pueblo de Dios, abierto a todo el mundo (1Pe 2, 9-10). El plan de Dios no puede frustrarse. María es el reflejo de esa restauración, pues en Ella la Iglesia ha llegado a su perfección. Su razón de ser está en dar frutos de bondad. El evangelio de Juan nos lleva a comprender que la condición de fecundidad está en la " perseverancia en la Palabra y el Amor de ^ Cristo. Para Juan "permanecer" es fidelidad y esta suele estar envuelta en dolor, como la Virgen dolorosa al pie de la cruz. Si nos negamos esta posibilidad de permanecer en Cristo con obras de amor, nos alcanzará también personalmente el juicio de reprobación de esta parábola.

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Para producir los frutos de vida que Dios espera de cada uno, necesitamos pedir insistentemente al Señor y fomentar un santo aborrecimiento a todas las faltas que ofendan a Dios, incluso las veniales. Los descuidos en la caridad, los juicios negativos sobre los demás, las impaciencias, los agravios guardados, la dispersión de los sentidos internos y externos, el trabajo mal hecho, todo eso hace mucho daño al alma. El alma que aborrece el pecado venial deliberado, poco a poco va ganando en delicadeza en el trato con Dios. La Santísima Virgen nos educa Dios se ha ocupado de la salvación de la humanidad desde todos los tiempos, su sistema ha sido el de un Padre bondadoso que nos busca y respeta, su método ha sido establecer una Alianza con el hombre, considerando su libertad y sus distintas situaciones históricas, preocupándose del hombre en todas las oportunidades en que éste se aparta de Él. Celebró la 1ª Alianza con Abraham, que reeditó con todos los Patriarcas, liberó a Israel de la esclavitud con Moisés y reeditó su Alianza en Sinaí. Posteriormente suscitó la aparición de profetas que llevaron la palabra de Dios a su pueblo. En la plenitud de los tiempos envió a la 2ª persona de la Santísima Trinidad, que es nuestro Señor Jesucristo, quien ofreció su vida en la cruz por la salvación de toda la humanidad y estableció una Nueva alianza basada en el Amor. Posteriormente el Plan de Dios ha continuado, cada vez que la salvación de la humanidad está en peligro, ha suscito la aparición de mártires y santos. Ahora, desde hace unos 150 años, Dios ha continuado su Plan de Salvación con la Stma. Virgen María, a quién cariñosamente la llamamos: Madre tres veces admirable (MTA), quien en todas sus apariciones o intervenciones nos ha traído el mensaje de Alianza del Señor. El Padre José Kentenich solía relatar: "Que el Rey Fernando II tenía un espejo. Era aun un niño pequeño y ya muy religioso. El mayordomo de palacio estaba a cargo de su educación y observó que el niño, estando solo, sacaba un espejo de su bolsillo. Sintió entonces, la preocupación que al niño cayera en la vanidad y en el orgullo. Quiso por eso, quitarle el espejo. En un primer momento el niño se negó a entregárselo pero finalmente se lo pasó. Y en el espejo aparecía la imagen de María. Ella es también espejo. En ese espejo debía y podía reflejarse. Por eso lo recibió de vuelta. "Speculum justitiae" (Espejo de justicia). "Nosotros queremos reflejamos en su imagen y volver a sellar nuestra Alianza de Amor". El Padre Kentenich continuó diciendo: "¿Qué hemos de reflejar en la imagen de María? Nuestras propias aflicciones humanas y nuestro sentir. ¿Y cómo vemos a María ante nosotros? Como la garante y representante de lo auténticamente humano". ¡Cuán genuinamente humana se nos presenta! En una reciente conferencia sobre la Sta. Virgen María, el conferencista, entre otras cosas, señalaba lo siguiente: "En la anunciación la MTA dijo: "¡Hágase tu voluntad Señor!". Y después de planteada la voluntad de Dios vino un Programa o Plan de Vida. Todos los cristianos debemos hacer un Programa de vida después de saber la voluntad de Dios. Los apóstoles conocieron la voluntad de Dios pero les faltó el Plan. Hoy podemos conocer algunas funciones de la Santísima Virgen: como educadora: si observamos lo que la MTA sabe cual es el consejo adecuado para nuestra santidad que nos conviene, ella sabe todo, si nos tomamos de su mano para que ella nos conduzca al Señor, no nos equivocaremos nunca, porque ella permanece en la presencia de Dios todo el tiempo, ¡hasta lograr su objetivo! Ella tiene Don de Fortaleza: Ella manda en el hogar, ¿por qué?, veamos qué pasa si un hombre se jubila, hay problemas en la casa, porque la mujer manda en el hogar. Cuando éramos niños y teníamos miedo, ¿dónde íbamos?: donde la mamá. En el Kinder pedían tareas, ¿Qué hacer?, nada, sólo que mamá era nuestra fortaleza y hoy en la persona de la MTA, también.

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¿Podemos tener tentaciones? Sí, somos humanos, pero: ¿Qué hacer? Contaremos el problema a la MTA, porque ella nos comprende y nos ayunará. Ella nos educa y da fortaleza, porque si alguna vez nos pasa algo, ahí esta ella. Un santo decía: "Ama con locura a la MTA, porque no es una devoción sino una necesidad". Y cuando el Señor habló de un mandamiento nuevo nos dijo: ¡A Ella hay que amarla! Hace unos días el Papa fue a Fátima, porque el año 1916 la MTA se le apareció a 3 pastorcillos que rezaban el Rosario y, OJO, después la guerra se acabó, en 1950 el Papa Pío XII le dedicó una Encíclica y le pidió tres cosas: las vocaciones, la conversión de los pecadores y la paz del mundo". El Papa dice que la conversión de corazón, el Jubileo que da la paz, etc. son temas que deben su abordados por nosotros y no son imposibles, hay que rezar por la conversión, pero que salga de nosotros mismos, no importan los pecados que hayamos cometidos, vayamos con ella, con la MTA que es la madre de la tierra, de Dios, del hombre: hay que pedir por la conversión de todo el mundo. En 1939, el Papa Pío XII estuvo en Berlín, Alemania, donde fue muy maltratado, posteriormente, escribió una Encíclica: él decía que el demonio estaba muy activo pero que: "No hay nada que sea peor para el demonio, que rezar tres avemarías", para nuestros objetivos, para un santo para conseguir la paz, para todo". Queridos amigos, para terminar, el padre J. K. decía "Ella asegura, por tanto, nuestro propio bien y salvación, allí donde se trata de la ejecución y cumplimiento de los planes divinos. Si estamos contaminados del mal, no comprenderemos esta forma simple de pensar, pero el pueblo latino tiene en este sentido un olfato certero. Para él es natural dirigirse en todo a la Santísima. Virgen María". Para meditar en Cuaresma: Las Bienaventuranzas Estamos en una época de penitencia, ayuno, silencio interior, de revisión y de cambios personales pero no siempre sucede que lo logramos o que nos disponemos a orar con más entrega en estos 40 días en que el Señor nos pide acercarnos más a su escucha y seguimiento porque muchos afanes, distracciones o vicisitudes nos agobian y aturden. A veces inclusive las Lustraciones nos desaniman... porque corno humanos que somos no comprendemos las situaciones difíciles, las pruebas, las purificaciones que tenemos que subir sin despegarnos del camino con Dios sin perder la te o las tuerzas, sin desanimarnos de la fidelidad que le debemos al Señor. Es en esos momentos y en estos días es cuando debemos meditar cl ,por qué de las Bienaventuranzas?, las cuales son un saludo que en persona Jesús hizo a su pueblo, a los que llama a conformar su Reino, a nosotros que somos su cuerpo hoy en día, a la gente humilde de todas las épocas y sufrida... para animarla, consolarla y si vivimos v vivenciamos las bienaventuranzas en profundidad lograremos el secreto a la felicidad. Sabernos que aún resolviendo, la gente nunca dice que es feliz totalmente, porque e1 hombre no encuentra la verdadera felicidad en este mundo hasta que no estemos en presencia (le lo que aquí nos falta... Dios, hasta que no nos reencontremos con Jesús, cuando nos veamos cara a cara con el Creador. Sabiéndolo, Jesús de Nazareth nos habló a todos en aquella época y nos dejó el "secreto de la felicidad anticipada" cuya solicitud se resume siendo: Justos y sinceros, pacientes y buenos,

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perdonando y compartiendo, haciendo el bien, siguiendo las enseñanzas de la Salvación, que Dios reveló a los pequeños y sencillos, a los que el mundo tiene por necios para que nadie se vanaglorie. ¿Cómo lo logramos'? Todas estas proposiciones las vamos logrando si nos aferramos al Reino de Dios, con fe, amando, sirviendo, perdonando... en pocas palabras... enterrando los odios, no anidando las envidias, no guardando rencores ni reconcomios con nadie, no creyéndonos más que los demás. Trabajando por sumar a otros al Reino al contarles nuestra verdad. Siendo desprendidos, dando a otros lo que necesitan, orando y rezando. Luchando por los despreciados, los que no son oídos, por los que no son respetados en sus derechos, por los humildes y extranjeros, por los presos y pecadores y por los pobres económica y espiritualmente. Recordemos que cuando nos acercamos mansos, humildes, con fe, cuando lo defendemos al defender a los necesitados o excluidos... cuando defendemos nuestra le, a la Virgen, a nuestros sacerdotes, a nuestra Iglesia, nuestra doctrina... el Señor nos llena, nos defiende, nos cura, nos libera, nos salva. Así que vayamos en esta Cuaresma y siempre, a los que tienen problemas, demos la mano a los desnutridos, a los enfermos, los pecadores, ayudemos con obras de amor como lo hizo Jesús, por que en ellos mora El Señor de los Señores y para que lo tengamos presente y hagamos "más obras de misericordia que sacrificios" nos dejó 8 Bienaventuranzas. Son 8 las Bienaventuranzas 1) Felices los de espíritu pobre: no los soberbios, ni engreídos, ni los aduladores, ni los hechones: sino los humildes, los que no se apegan a lo material. Son felices porque siempre están dispuestos a compartir a enseñar. Los pobres comparten más que los ricos. A ellos se le promete que: "De ellos es el Reino de Dios" 2) Felices los que lloran: Todos los que sufren, los pueblos y las personas humilladas. Nosotros debemos aliviar y no podemos hacer sufrir o hacer llorar... para ello existen las disculpas, la reconciliación. "Ellos recibirán consuelo" 3) Felices los pacientes: Los que le tienen paciencia a las personas, a los que no son duros de corazón y perdonan, a los mansos y humildes de corazón que se dejan guiar. Debemos ser como Jesús... buenos, enseñar a otros no despreciar a nadie, no poner a nadie por debajo de nosotros, no humillar. "Porque los pacientes recibirán la tierra en herencia" 4) Felices los que tienen hambre y sed de justicia: Somos felices cuando decimos la verdad, cuando somos justos y sinceros. A veces somos injustos en el juego y hacemos trampa o mentimos para quedar bien y hundimos a otros y no vemos el sufrimiento de los justos. Seamos justos en los exámenes, en el cumplimiento de los deberes, en el juego vemos injusticias en los hospitales en los pobres, en las cárceles y Ibera de ellas". "¡Ellos serán saciados!" Debemos buscar momentos de silencio y preguntarle a Dios si hemos sido injustos, si está bien o mal lo que hemos hecho hoy, El nos ayuda a entender y seguir el buen camino el de la verdad y justicia.

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Por ello debemos confesarnos con frecuencia, ya que los que hacen daño o son injustos serán castigados, pero a los que hacen daño o son injustos serán castigados, pero los dañados se les prometió que "serán saciados". 5) Felices los compasivos: Los que perdonan, los que no guardan rencor, los que son de buen corazón y animan a los otros, a los que no toman venganza, a los que ayudan a los demás y evitan los problemas. "Porque ellos tendrán Misericordia" Decimos en el Padre Nuestro: "Perdónanos, como perdonamos a los que nos ofenden" y en el Yo Pecador rezamos "Por eso ruego a... que interceda por mí ante Dios Padre". Así es que si pedimos misericordia para nosotros, no podemos vengarnos de nadie porque de ellos se ocupará Dios en su debido momento. A nosotros que nos trataron injustamente Él nos ofrece el olvidarlo sino recaemos, Él nos dará Misericordia cuando la necesitemos". 6) Felices los de corazón limpio: A los sencillos, o sea a los que no son soberbios, a los que piensan en las necesidades de los demás, a los que no piensan mal de los demás o no admiten chismes de alguien sin confirmarlos, los que no multiplican los errores de los demás, los que no juzgan a los demás, los que no desprecian, no hacen exclusiones o no envidian los triunfos y alegrías de los otros. -Hagamos silencio y pidamos un corazón puro, sin malos pensamientos sin engreimientos sin creernos más que nadie, que no tengamos malos deseos... pidámoslo todas las noches. Porque ellos verán a Dios 7) Los que trabajan por la paz: en la casa, evitando peleas con los hermanos, evitando rabiar a la madre. En la calle con los compañeros y vecinos no causando problemas con otros niños que no nos caen bien o desesperando a la vecindad. No respondiendo mal, eso ocasiona batallas. No chismeando eso ocasiona líos, a menos que sea para denunciar. Los soberbios, los sabelotodos, los egoístas quitan la paz a los demás, los que enredan a otros y mienten para ganar o exageran hacen que se pierda la paz y a esos que sufren por esa causa Jesús les prometió. Que serán reconocidos como hijos de Dios 8) Felices los que son perseguidos por causa de Dios. Por causa del bien, cuando se defiende a los suyos o a las cosas que Dios enseñó, los que reciben criticas por ser como Él lo pidió. Jesús pasó haciendo el bien y lo crucificaron, lo calumniaron, lo difamaron y hoy en día no siguen su ejemplo de bondad. Los profetas, ayer y hoy, fueron perseguidos por advertir o denunciar incorrecciones e injusticias. Martin Luther King fue asesinado por hacer de los negros seres humanos respetables. A Monseñor Romero, Arzobispo del Salvador lo mandaron a matar por pedir la paz para su nación. Madre Teresa de Calcuta tuvo que limosnear para ayudar al buen morir de los enfermos. Sta. Teresa de Jesús tuvo que huir de su congregación para reformar El Carmelo por denunciar incorrecciones y fallas con Dios entre las religiosas. Ser feliz para Jesús, para ese corazón grandote de ese amigo bueno que es el Señor Jesús, no es tener muchas riquezas o poder, muchas cosas que nos agradan o pasarla bien, no es que se nos complazcan caprichos, eso satisface sólo el ego humano en parte.

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Ser feliz para Jesucristo es: - saber ver a Cristo en el corazón de los otros. - saber perdonar y pedir perdón de corazón y de convicción. - ser humildes y compartir. - es decir la verdad y ser sincero. - es ser justo y bueno. - es trabajar por la paz, la justicia y la unión. Esa felicidad vive en el corazón, no en el bolsillo o detrás del renombre o del poder de mando y liderazgo. La felicidad de Dios nunca termina como los bienes humanos que son pasajeros, con estas Bienaventuranzas nos enseña Jesús, como vivir de verdad para encontrar la felicidad que no muere y es posible... porque, Dios nos da fuerza para vivir así, al que de veras lo desea y hace un propósito serio por lograrlo. Recordemos que el amor, el servicio y el perdón son esenciales. Las tentaciones de Jesús P. J. De Franceschi, Salesiano Jesús el inocente, el sin pecado, quiso hacerse bautizar por Juan el Bautista para manifestar al mundo que vino para liberar a los hombres del pecado y para ayudarlos a superar todas las tentaciones que nos inducen al pecado. Por este motivo Jesús, que se hizo hombre iguala nosotros en todo, menos en el pecado, quiso someterse él también a las tentaciones que producen el amor a las riquezas, la arrogancia para alcanzar el éxito y la voluntad de dominio sobre los demás (S. Mateo 4,1-

11). Jesús rechaza decididamente la tentación a obtener el dinero fácil, con engaños, con vivezas. Jesús dice un ---no- seco a dejarse dominar por las cosas materiales, recordando que hay que buscar primero el Reino de Dios y su justicia. Jesús dice que no a la ambigua popularidad alcanzada por medio de los milagros, ya que no se debe utilizar el poder de Dios para sus fines personales. Jesús dice que no a la ambición, es decir al deseo desordenado de gloria y de poder, ya que la verdadera gloria y poder del hombre nace sólo del corazón sencillo y bueno. El hecho que Jesús sea el Hijo de Dios no nace de la exhibición de poder y dominio, sino del servicio humilde, de la entrega de sí mismo, del sacrificio de sí en la cruz. Se trata de una conducta de vida diversa de la gente de mundo. Las tentaciones de Jesús han sido reales ya que ha sido "tentado en todo, a semejanza de nosotros, menos en el pecado" (Hebreos 4,15). Y estas tentaciones volverán otra vez en la vida de Jesús, principalmente en la hora de la dolorosa pasión. En ese momento Jesús se sentirá asaltado por la angustia frente a la muerte, propio del hombre débil y solo (S. Marcos 15,29-32). ¿Cómo venció Jesús la tentación? En el momento de la prueba Jesús se pone con toda confianza en las manos de Dios, él se entrega a la amorosa fidelidad de Dios su Padre, acepta decididamente la voluntad de Dios. Jesús entonces vence al demonio con la fuerza del Espíritu Santo. Todo esto nos ayuda a entender al menos dos cosas. Primero, que las tentaciones en sí no son pecado. Las tentaciones son consecuencias naturales de la debilidad humana. Pero también son las

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buenas ocasiones para manifestar nuestra "calidad cristiana", es decir nuestro amor y nuestra fidelidad a Dios. Segundo, que las tentaciones se pueden vencer. Las tentaciones son como una batalla, que podemos ganar o perder. Esta batalla la perdemos cuando nos dejamos llevar por la tentación, la aceptamos concientemente y hacemos aquello que la conciencia cristiana, en un momento de silencio interior, no reprocha (remordimiento de conciencia). En cambio ganamos la batalla cuando rechazamos la tentación por medio de la oración, de los sacramentos, de la mortificación. En este caso la tentación ha sido la "buena ocasión" para manifestar nuestro amor a Dios practicando la virtud. No olvidemos que la santidad (que eso es la vida cristiana) no consiste en hacer milagros o cosas extraordinarias, sino en luchar contra las tentaciones, amar a Dios y al prójimo. Los 10 Mandamientos Es muy importante para nosotros, los creyentes, entender en su verdadero sentido el espíritu de los diez mandamientos. Indudablemente se trata de una opción por la vida, pues nacen de la amarga experiencia de Israel, que quiere, desde su experiencia de un Dios salvador, hacer una especie de constitución nacional, que presente un tipo de sociedad nueva, diferente a lo que había vivido durante su dura estadía en Egipto. Por eso el Decálogo fomenta y privilegia la vida, promoviéndola como un valor insustituible. Al preservar y promover la vida, Israel está siendo fiel al Dios de la Alianza que lo liberó de la esclavitud y opresión en Egipto. El primer mandamiento prohíbe la idolatría: "No tendrás otros dioses fuera de mí, No te harás ídolos... no los servirás, pues yo soy el Señor tu Dios". Israel no podía fabricarse representaciones del Dios que promueve la vida, pues una vez representado por una imagen, ésta sería pronto manipulada por personas inescrupulosas. Si Israel quiere acercarse al Dios de la vida, debe buscarlo en el hermano, hecho a "imagen y semejanza de Dios"( Gn 1,27 ), y no en los ídolos que no promueven ni preservan la vida de las personas. El segundo mandamiento prohíbe pronunciar el nombre de Dios en vano, porque el Dios de la vida no puede ser utilizado para cubrir la muerte, para justificar la esclavitud, ni para tapar en su Nombre mentiras, engaños o falsas promesas que nos darían hasta el "azul del cielo". El tercer mandamiento es con respecto al sábado. En Egipto no había ningún respeto por las personas, pues lo que se hacía era un trabajo forzado de esclavos. La prohibición del trabajo el día sábado era un freno a la ganancia y a la explotación sin medida de una persona sobre otra. El descanso del sábado permite que la persona se sienta viva y tome conciencia de todos los aspectos que envuelven su vida, abriéndole nuevos horizontes. El cuarto mandamiento pide honrar a padre y madre, que son la fuente de la vida. En Egipto la honra y la vida pertenecían sólo al Faraón y sus divinidades. Israel tiene los pies en el suelo. El Dios que preserva la vida, manda honrar a los padres, pues es a partir de ellos que la vida de cada persona comienza a existir y debe ser preservada, cuidada con esmero. El quinto mandamiento "no matarás" es para muchos estudiosos el eje del Decálogo. Este se opone totalmente al sistema social que regía en Egipto, lugar de esclavitud. Allí fue decretada ya la extinción del pueblo de Dios. Israel, para ser fiel al Dios que promueve la vida, deberá optar por la vida como un valor absoluto. El sexto mandamiento se concentra en la promoción de la vida en familia: "No cometerás adulterio". El adulterio destruye la relación familiar. La infidelidad dificulta o imposibilita la adecuada educación de la prole. En este ámbito familiar habrá tensiones, acusaciones, ira, distanciamiento, menosprecio, desdén y otros muchos males, que deben sufrir y soportar hasta los niños más pequeños.

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El séptimo mandamiento ordena: "No robarás" No se trata de quitar algo a otra persona. Es mucho más profundo y pide explícitamente no esclavizar a las personas como sucedía en Egipto. Todos tienen derecho a una vida digna, colaborando todos nosotros seriamente según nuestros talentos. El octavo mandamiento pide que la vida sea preservada y promovida a través de juicios y sentencias justas: " No levantarás falsos testimonios contra el prójimo". Si los pobres y los débiles no encuentran quién les haga justicia, la sociedad se convertirá rápidamente en un nuevo Egipto, lleno de clamores y opresiones, pues la impunidad de los delitos es la gran escuela para una sociedad viciada. Lo fácil y prohibido suelen atraer a muchos, sin mirar la justicia para con los demás. El "YO" predomina, ocupando todo el pensamiento y cada acción, dañando así al otro. Los dos últimos mandamientos prohíben la codicia, fuente y origen de tanta injusticia social, pues el deseo de acumular es el padre de todos los males. Eso sucedía en Egipto, donde el faraón concentraba todo en sus manos: poder, esplendor, tierras, riquezas, eslavos y esclavas, mujeres ajenas, vida y muerte. Para construir una sociedad alternativa, Israel necesita aprender a compartir y ser bondadoso. Todas estas reglas son válidas en cada tiempo y para cada persona en uso de razón. La religión debe, sobretodo, buscar la promoción del hombre, llevarlo hasta Dios; no debe en cambio, utilizarse para oprimir a las personas, ni para explotarlas, como es el caso de los vendedores del templo que son expulsados por Jesús. De igual manera los mandamientos son una opción para defender la vida y nunca un medio para ejercer un dominio moral sobre la conciencia de nuestra gente. Pidamos al Dios santo que lleve nuestra mente y nuestro corazón al entendimiento de sus mandamientos, nos dé la sabiduría necesaria para su aplicación en nuestra vida y abra nuestro intelecto para que podamos recibir los dones de su Espíritu Paráclito y así convertirnos en Templo santo para su gloria. Los difuntos P.J. De Franceschi, Salesiano El mes de noviembre es el mes de los difuntos. Rezar por los difuntos es una piadosa tradición cristiana, aprobada por la Iglesia de Cristo, con la cual manifestamos nuestro amor y nuestro agradecimiento por aquellas personas que hemos amado y han pasado a la eternidad. Rezar por los difuntos es un acto de fe y de confianza en Dios y en Cristo que ha dado su vida en la cruz por la salvación de todos los hombres. Sabemos que con la muerte no se acaba todo. La muerte no es el fin de todo. La muerte no es el punto final de la existencia de una persona. ¿Qué sucede con la muerte? Con la muerte el cuerpo desciende a la tumba en espera de la resurrección. Porque los muertos sí resucitan. En una oportunidad Cristo nos dijo: "Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí aunque hubiese muerto, vivirá " (Juan 11,25). El cuerpo, compañero en esta vida, lo será también en la otra. Naturalmente esta resurrección no será ni dentro de un año, ni de cien, sino "el último día ", como dice el Evangelio (Juan 11,24), es decir al final de mundo, cuando la historia humana se concluya y Cristo vuelva sobre esta tierra como Rey y Juez para juzgar a toda la humanidad. ¿Y el alma? ¿Qué sucede con el alma en el momento de la muerte? El alma vuelve a Dios que la ha creado para darle cuenta a Dios de su vida. En ese juicio no será posible el engaño o el soborno. Toda la vida de uno se presentará con una claridad única, como sobre una pantalla luminosa.

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En ese momento cada uno verá con una lucidez nunca imaginada que lo único que importa es haber sido un honesto ciudadano y un buen cristiano, haber y practicado los mandamientos del Señor, el Evangelio de Cristo, el haber amado a Dios y al prójimo. En ese momento se verá la vaciedad de tantas preocupaciones mundanas, la inconsistencia de tantas cosas que hemos deseado, el daño y el mal que nos han causado tantas cosas y personas que nos han hecho olvidar de Dios. En ese momento el dinero; los bienes materiales, la posición política o social no tendrán absolutamente ningún peso ni valor. En ese momento no habrá "palancas ", "padrinos" para nadie. Que uno haya sido una persona de dinero, un hombre de poder, un "gran cacao", como decimos en criollo, no tiene la menor importancia. Lo único que importará en ese momento es él haber sido un buen hijo de Dios. La memoria de nuestros difuntos nos debe ayudar a enseriar la vida, a dar importancia a las cosas que de verdad la tienen, a pensar que las cosas materiales, útiles y buenas, no son todo, ni lo más importante. Lo único definitivo es Dios y el Amor. Los inocentes de ayer y de hoy Todos nosotros conocemos desde niños la conmovedora historia de la matanza de los inocentes que relata el evangelista. Mirando en la historia del mundo podemos decir que muchos inocentes fueron matados a lo largo de los siglos y esta matanza continúa también hoy en el siglo del progreso y de las maravillas Bastaría recordar para probar esta afirmación, en primer lugar los abortos en el mundo de hoy tal vez es mejor no citar números para no quedar impresionados de las estadísticas de los que comenten este «abominable» crimen como la llama el Vaticano II y lo peores la justificación que se le da de estos delitos que manchan una persona humana para toda la vida. Hay después otra categoría de inocentes los niños y niñas soldados en las guerras de ayer y más todavía de hoy no se trata de uno sino de miles y miles. Los testimonios son abundantes sobre los que mueren y los que levan las heridas de la guerra por toda la vida sin brazos, piernas, ciegos, cojos, etc. Y la destrucción moral de estas almas inocentes, ¿quién las puede medir? Añádanse los esclavos de ayer y de hoy. Parecen cosas increíbles sin embargo hay también hoy y no solamente en el mundo musulmán. Además hay otros inocentes que son los niños que desaparecen ¿a dónde van?, para la esclavitud, para la prostitución, para la mutilación de órganos a veces vitales unos pierden la vida y otros quedan enfermos o inválidos toda la vida. Hay muchos niños también entre nosotros que sufren abusos físicos, violaciones, maltratos en la casa, por los mismos padres y familiares y fuera de casa por otra personas. Hay niños condenados a trabajos no aptos para su edad, esto pasa en varias naciones y también entre nosotros. Hay leyes pero quedan inoperantes y en unos países no hay tampoco las leyes. Y qué decir de las violencias sexuales para con los niños desde la más tierna edad hasta el comienzo de la adolescencia o más tarde también. Esto pasa muchas veces en la familia en la escuela, en la sociedad; además de los escándalos y malos ejemplos que reciben de los adultos, de malas juntas, de la televisión o de la prensa pornográfica que circula también en las escuelas. Otro grave delito es de condenar a niños y niñas vendidos a veces por sus mismos padres a la prostitución masculina o femenina. Son famosos a este propósito unos países donde este comercio infame es fuente de ganancias para traficantes del vicio y para los países o autoridades que hacen de la vista gorda frente a este triste fenómeno.

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¿Cómo será el futuro de estos niños? ciertamente quedarán marcados por estas manchas que serán muy difíciles de borrar a pesar de los esfuerzos de educadores, en la familia, en la escuela y en la sociedad. Ya los antiguos afirmaban «máxima debetur puero reverencia» (al niño se le debe el respeto más grande) y también es útil recordar la palabra del Señor: «Hay de quien escandaliza a uno de estos pequeños, más les valdría no haber nacido nunca, que se cuelgue al cuello una piedra de molino y se le eche en lo profundo del mar». Son cosas que hacen reflexionar. ¿Cuál es? Madre Teresa de Calcuta ¿El día mas bello? Hoy. ¿La cosa más fácil? Equivocarse. ¿El obstáculo más grande? El miedo. ¿El mayor error? Abandonarse. ¿La raíz de todos los males? El egoísmo. ¿La distracción más bella? El trabajo. ¿La peor derrota? El desaliento. ¿La primera necesidad? Comunicarse. ¿Lo que hace más feliz? Ser útil a los demás. ¿El misterio más grande? La muerte. ¿El pero defecto? El mal humor. ¿La persona más peligrosa? La envidiosa. ¿El pensamiento más ruin? El rencor. ¿El regalo más bello? El perdón. ¿Lo más imprescindible? El hogar. ¿La ruta más rápida? El camino correcto. ¿La sensación más grata? La sonrisa. ¿El mejor remedio? El optimismo. ¿La mayor satisfacción? El deber cumplido. ¿La fuerza más potente del mundo? La fe. ¿La cosa más bella de todas? El amor. Mateo XXV 14-30 ¿Qué has hecho con tus talentos? Siempre me ha inquietado esta parábola. Poco se piensa en ella y, sin embargo, qué grave es su contenido. En general, se habla de evitar el pecado y practicar la virtud, pero poco del aspecto pasivo: dejar de hacer, no trabajar en la multiplicación de los dones recibidos de Dios. En este aspecto es donde tendríamos que basar nuestra revisión de vida: ¿qué he hecho yo con mis talentos? ¿Qué has hecho tu con ellos?. La parábola dice que el Señor repartió a sus criaos los talentos, a cada uno según su capacidad y luego les reclamó igualmente según lo que les dio. La recompensa, a unos, aumentarles los talentos, al otro, quitarle el que tenía.

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Si reflexionas acerca de los talentos que Dios te dio y cómo los has aprovechado, lo primero que encuentras es la inteligencia y quizás digas a ti mismo: "Si, yo he desarrollado mi inteligencia, soy un profesional destacado 0 una profesional, médico ingeniero, abogado, economista, etc. O, "no puede estudiar, pero soy brillante en los negocios" o, "soy una excelente ejecutiva"; o, tantas cosas que puedes decir. Pero ese es un talento y son más, menciono cinco. Dios te dio otro talento, tu familia, ¿Qué tal está éste? Eres padre, madre, esposo, esposa, hijo, hija, hermano, hermana... ¿Le has dado a los otros miembros de la familia el amor, la ternura, la ayuda, la comprensión, el tiempo que necesitan? ¿Eres para ellos fuente de paz, de alegría, de unidad?. Hay otro talento que tienes que trabajar por el hecho de ser cristiano: el apostolado. El cristianismo es difusivo y para ser un buen cristiano no basta con que digas que vas a Misa, que recibes los sacramentos y cumples con los mandamientos. Tienes que ser apóstol. Una palabra, una sonrisa, una ayuda material o espiritual, un escrito, una charla, una conducta, una vida toda que predique el Evangelio. El cuarto talento es algo que el mundo de hoy necesita con urgencia: el amor, amor a Dios y amor a los hombres allí está resumida la enseñanza de Cristo. Es la señal de sus discípulos, "en esto reconocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros" (Juan XIII, 35) es el legado que nos deja antes de irse. El mundo está lleno de odios, de rencores, de deseos de venganza, de injusticia: hacen falta muchos discípulos de Cristo que llenen al mundo de amor. El quinto talento es la gracia. La recibiste en el bautismo, aumentó con la confirmación, aumenta con los sacramentos, la oración, las buenas obras. Ella es el motor que nos impulsa hacia Dios y hacia el prójimo. Sin ella nada podemos hacer agradable a Dios, ¿Qué has hecho con ella? ¿La cuidas como el tesoro más preciado? ¿La aumentas constantemente? o, por el contrario ¿está débil? ¿La enterraste para no perderla? o ¿La perdiste en una vuelta del camino?. Estos cinco talentos no agotan todos los posibles dones que Dios te ha hecho, pero, sirven para que revises cómo estas trabajando tus talentos. Recuerda que el Señor te exige el ciento por ciento. Si los estás desarrollando al máximo, sigue así para que merezcas lo que el siervo bueno: que el Señor te de más aún. El te irá señalando otros talentos para que los trabajes también. Si estas flojo, que esta revisión te sirva para aumentar el esfuerzo y merecer la recompensa. Si los perdiste, nunca es tarde para empezar. Recuerda la parábola del padre de familia que contrató obreros para su vida y le pagó a los que llegaron a última hora, igual que a los que empezaron en la mañana. La generosidad del Señor no tiene límites, sólo ve la buena voluntad y el empeño que pongas en multiplicar tus talentos.

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Mentalidad supersticiosa P. J. De Franceschi, Salesiano Nuestro pueblo es en general sencillo y bueno. Una manifestación de esta sencillez y bondad es su religiosidad. La religiosidad, popular es uno de los valores humanos y cristianos que hay que conservar. Los Obispos latinoamericanos reunidos en Puebla (México) tienen un concepto luminoso y estimulante de la religiosidad popular reconociendo en ella "una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza a sí mismo" (Nl 450). Con todo Puebla no desconoce los elementos negativos que existen también en la religiosidad popular. Uno de estos elemento es precisamente la posibilidad de confundir a Dios con sus representaciones, confundir a los santos con sus imágenes. Ciertamente también nuestra gente sencilla del campo, de la periferia de la ciudad, de los barrios marginados saben que la estatua de un santo ese un pedazo de madera, es una simple representación, como lo es, por ejemplo, una estatua del Libertador. Pero también puede estar tentada de olvidar todo esto y de identificar a Dios con su presentación, estatua o imagen. Por eso existe el peligro de identificar y unir de una manera automática, inconsciente la persona y el poder de Dios con objetos materiales, como por ejemplo, el agua o la palma bendita, un cuadro o estatua de un santo, que se transformarían en milagrosos o por lo menos con poderes extraordinarios. Los cristianos sabemos que el amor, la misericordia y el poder de Dios no están de ninguna manera a las cosas, a los objetos, cualesquiera que sean; sino que Dios ejerce su poder, su misericordia y su amor en proporción de nuestra fe que sólo debe apoyarse en la Palabra y en la Persona de Cristo. Así, por ejemplo, todas esas "cadenas" de San Judas Tadeo, que tendrían poderes extraordinarios, con tal que se hagan exactamente, que de lo contrario le caerían a uno quién sabe cuáles desgracias son sinceramente ridículas y ofensivas para Dios. Por eso el cristiano verdadero, el católico coherente con su fe debe evitar de formarse mentalidad supersticiosa atribuyendo a las cosas, aunque sean benditas, poderes que no tienen. Ciertamente también las cosas, como el agua bendita o una imagen de un santo son buenas y pueden ser útiles para nuestra fe, porque nos pueden ayudar a pensar en Dios, en su amor, en su misericordia y en su acción a favor de los hombres, así como una fotografía de un ser querido nos trae a la memoria la persona amada. Pero debe ser claro que las imágenes son buenas y útiles en la medida en que nos llevan a Dios y dejan de serlo cuando nos hacen olvidar al Dios invisible, que no está encerrado en las imágenes. De todo esto se deduce la importancia de la formación religiosa a través del estudio, hecho con fe y amor, de la Palabra de Dios, de la práctica de la vida cristiana que comprende la participación en las celebraciones litúrgicas (s. Misa, confesión etc.) y de una vida de solidaridad hacia el prójimo. Sólo así abandonaremos las prácticas supersticiosas y podremos experimentar la dulzura del amor de Dios.

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Metafísica P.J. De Franceschi, Salesiano Con cierta frecuencia encontramos a lo largo de las calles de nuestras C ciudades invitaciones a participar en conferencias sobre metafísica trascendental. Debe ser claro antes que nada que no se trata de ninguna metafísica, esa ciencia ontológica del ser y de la existencia que se estudia en las universidades civiles o eclesiásticas. Se trata más bien de una mezcla de ideas y fantasías pseudo filosóficas y pseudo religiosas, para no decir supersticiosas y ocultas enseñadas por Emmet Fox y, sobre todo por su discípulo Conny Méndez. Lo más peligroso de esta metafísica es que utiliza en forma arbitraria y superficial la Biblia y de un modo particular el Nuevo Testamento. Pero veamos cuáles son las ideas fundamentales de esta falsamente llamada metafísica. La primera: no existe un Dios personal. Es decir no existe un Dios único en tres personas. Padre. Hijo, Espíritu Santo. Es decir no existe un Dios Amor que en la persona de su Hijo Jesús nos ha salvado y redimido de nuestro pecados. La segunda: Se niega absolutamente la divinidad de Jesús. Jesús no es ni más ni menos que un ser humano, como cualquier otro, seguramente una gran personalidad. pero al fin y al cabo un ser humano. Esta metafísica habla mucho de Jesús o Cristo, cita mucho el Nuevo Testamento. Pero para los autores de esta enseñanza no se trata ni de Dios, ni de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Para ellos este Cristo del Evangelio somos cada uno de nosotros, soy yo mismo. Cada uno de los seres humanos es el Cristo para sí mismo. La tercera: no existe el pecado, según el sentido cristiano es decir como algo que ofende a Dios y al prójimo como acción de rebeldía contra Dios, como desprecio de los mandamientos del Señor, como algo que rebaja la dignidad del ser humano y el orden establecido por el Dios Creador. Para esta doctrina el pecado es sencillamente una torpeza, una fealdad estética. De manera que una guerra étnica, el terrorismo, el hambre de tantos seres humanos, son simplemente fealdad estéticas. La cuarta: El hombre no necesita del perdón de nadie y menos de la redención de Cristo. Es uno mismo el que se perdona, es uno mismo el que se redime, cada uno es su propio salvador. Entonces el dios que existe es una mismo, cada uno es el Cristo de sí mismo. De esta manera el ser humano queda divinizado, quedando en lugar de Dios. Todo esto es posible, según esta metafísica, porque no existe el mal en sentido teológico moral, sino sólo en sentido psíquico natural, que se supera con el esfuerzo personal, con la educación, con el crecimiento natural. Estas enseñanzas, que tienen consecuencias fatales en nuestra sociedad y en especial entre los jóvenes deseosos de novedades. de nuevas experiencias, de libertad y creatividad sólo se combaten con la meditación de fe del Santo Evangelio, de la palabra de Dios. Naturaleza y misión de los laicos Karol Wojtyla en el año 1964 escribió: "Cuando alguien me pregunta qué papel deben desempeñar los cristianos en el mundo, le respondo: cumplir la obra de Cristo, del Hijo de Dios, y esta función se realiza con medios del mundo" (Lud Bozy, en Przewodnik Katolicki, 1964, p. 65). Y añadió: "Los laicos, según su índole específica, forman la Iglesia. La forman, o sea, la hacen. También ellos son creativos mediante su vida y mediante su trabajo. sus alegrías, su descanso y su dolor. La fuente de este capacidad es el Evangelio" (Ib.)

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La naturaleza y misión de los laicos se da en los dos ámbitos de la misión de la Iglesia: en el espiritual de llevaré¡ mensaje de Cristo y su gracia a los hombres, y en el temporal, de permear y perfeccionar el orden de las realidades seculares. La situación del laico en la Iglesia depende de su bautismo y de su inserción en el mundo. La Constitución conciliar sobre la Iglesia, después de hablar del misterio de la Iglesia, presenta, en el capitulo segundo, al pueblo de Dios en su totalidad, y luego trata de cada una de las categorías del pueblo, como la jerarquía, los laicos y los religiosos. También, el Código de Derecho Canónico indica cuáles son las tareas de los laicos. El canon 225 & 1 señala el deber de "trabajar o colaborar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo". El & 2 del mismo canon indica el deber especifico de los laicos de "impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo". Esta realidad temporal bien conocida abre a los laicos un horizonte amplísimo: comienza, por lo general, en las relaciones interpersonales, prosigue, especialmente, en el matrimonio y en la familia, en la profesión, en la sociedad, en el Estado. La doctrina social de la Iglesia indica la posibilidad de esta organización social en los ámbitos privado, estatal e internacional. Por ejemplo, el laico puede dar una contribución en el campo privado y público de la vida -algo que un sacerdote no podría hacer, y dar ejemplo de la unidad del apostolado cristiano y de la responsabilidad social. En la Exhort. apost. Christifideles laici se dice: "La unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad. así como también de servicio a los demás hombres, llevándoles a la comunión con Dios en Cristo" (n. 17). El Santo Padre relaciona tales exigencias con el grito apasionado que se ha hecho casi emblemático de su pontificado: "¡No tengáis miedo! Abrid, es más, abrid de par en par las puertas a Cristo" (Homilía al comienzo del pontificado, 22-X-1978). Es como decir: ya que los "estados, los sistemas económicos y los Políticos, los vastos campos de la cultura, de la civilización, del desarrollo" (lb.), se confían a la responsabilidad, aunque no exclusiva, de los laicos; a ellos compete el abrir "los confines" de todas estas realidades a la potestad salvadora de Cristo. Se observa en algunas naciones de antigua tradición cristiana, donde florece un indudable progreso científico y poseen abundancia de instrumentos para llevar a cabo cualquier empresa, un debilitamiento del estimulo y de la inspiración cristiana. Y hay quien pregunta cómo puede haberse producido este hecho. La causa de este fenómeno seguramente radica en la incoherencia entre la fe de aquellas personas y su conducta. Por eso es necesario que se restablezca la unidad del pensamiento y la voluntad, de tal forma que la acción de las personas quede animada al mismo tiempo por la luz de la fe y el impulso de la caridad. Todo esto habría que relacionarlo con el n. 17 de la Christifideles laici, titulado Santificarse en el mundo. En efecto, la búsqueda asidua de la identificación con el amor de Jesús no es otra cosa que la búsqueda de la santidad, de la plenitud de la vida cristiana. Se puede entonces decir que la unidad de vida de los fieles laicos hay que buscarla en el esfuerzo por vivir el cristianismo seriamente; de otro modo se quedará en una aspiración insatisfecha. El mundo contemporáneo plantea desafíos radicales a la misión de la Iglesia. Estas reflexiones pueden identificar esta urgencia de síntesis vital con la misión de los fieles laicos, llamados a iluminar a todos los hombres con el amor de Cristo, que sostiene la existencia diaria del cristiano en medio del mundo.

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Los niños de la hojalata Si lo pensamos bien, nos damos cuenta que en Venezuela se ha creado una nueva generación de niños marginados que pueden ser bautizados como los "Niños de la hojalata ". ¿ Por qué este nombre? Pues porque han entrado a formar parte de ese contingente de niños miserables, golpeados por una sociedad y unos gobiernos que nunca se interesaron y fueron indiferentes ante los derechos del niño. Entraron a formar parte en un momento histórico en el que Venezuela (como los demás países latinoamericanos) tienen que obedecer las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Ellos, desde el "Coloso del Norte "juegan con nuestro destino y con el destino de estos niños cuya subsistencia depende de las hojalatas que recogen en el camino. Da dolor ver a contingentes de niños descalzos, macilentos; sudorosos, caminando por las carreteras, con una mochila al hombro llenándola con las hojalatas que los viajeros van tirando a la vera del camino. Ahora, con el actual gobierno de la V República, se han trazado programas, activados por el propio Presidente de la República. ¿Qué ha pasado con todo lo que se ha dicho? Creo que en una mínima parte se ha hecho algo. Pero la mayoría está marginada. La infancia reclama una atención particular por cuanto se trata de una edad indefensa, de una edad en desarrollo. Los niños venezolanos, como todos los del mundo, necesitan con urgencia más preocupación por ellos y menos discursos y promesas de los líderes mundiales en la OEA, en la ONU, en la UNICEF. Los niños son el futuro de la Patria. ¿Se nos ha olvidado esto?. La sociedad toda está en el sagrado deber de hacer más por estos niños, los niños de la hojalata. Yo me pregunto: ¿Qué pensarán estos niños de pies descalzos, con la espalda quemada por el calor canicular del trópico, jadeantes de hambre y de sed con sus perolitas de hojalata a las espaldas, espaldas débiles que se doblegan con el poco peso de unos kilos de aluminio? ¿Qué rumiarán en sus conciencias infantiles? ¿Qué albergarán en sus corazones? Yo creo que rumiarán odio y deseos de venganza contra una sociedad que así los castiga. Contra una sociedad que despilfarra y derrocha y es ostentosa. Una sociedad que humilla a los de abajo. Mujer, ¿objeto o persona? P. J. De Franceschi, Salesiano Los seres humanos nos distinguimos profundamente de todos los demás seres materiales, vivientes o no. Estos últimos en el fondo, son todos objetos. Se entiende por objeto aquel ser que yo utilizo, del cual me sirvo mientras me sea útil, es aquello que quiero y que cuido, porque me sirve o sirve a los demás, pero que dejo, abandono o destruyo cuando deja de serme útil. Ciertamente todos estos seres materiales deben ser respetados, cuidados por motivo ecológico o simplemente porque me he encariñado con ellos. En todo caso, ellos están al servicio del ser humano. En cambio las personas, todas las personas, independientemente de su edad, raza, posición económica, social o política se distinguen totalmente de los objetos porque no son algo que se pueda utilizar, no son cosas de las cuales podemos servirnos, que podamos instrumentalizar o manipular para beneficio de uno o de cualquier otro, ni en caso de necesidad A la persona se le debe amar, no se le aprovecha, sino que se le sirve. Ningún ser humano puede ser jamás objeto, instrumento utilizable por otro. El ser humano no es un medio para nadie, sino que es sólo y siempre un fin, al que se le sirve.

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Pero nuestro machismo ha reducido, ha humillado, ha rebajado a la mujer a la categoría de objeto a utilizar, que se compra y que se vende. Hay toda una subcultura machista que ha transformado a la mujer en un instrumento de diversión, de placer para satisfacer los instintos más bajos del varón, para desahogar sus pasiones, poniéndose al mismo nivel de los seres irracionales. Y todo esto se ha querido justificar con la abusada palabra "amor". Realmente el ser humano que es la obra maestra de Dios Creador, es todo un genio para engañarse y engañar. Sinceramente este mundo tan materializado y hedonista no nos ha enseñado lo que es de verdad "amar" y "servir", sino utilizar, humillar y explotar. Todavía nos queda mucho camino por andar, para comprender la nobleza y la grandeza de la mujer, de ese ser que es el reflejo, aunque débil, de la nobleza y grandeza de Dios, a quien Dios ha hecho igual en dignidad al varón, para que le fuera de compañera y de ayuda en la vida, como esposa y madre. En la recuperación de la dignidad de la mujer puede y debe cooperar la misma mujer tomando conciencia de lo que ella es, sin dejarse llevar por lo que digan vecinos, amigos y los mismos familiares. Ciertamente la pobreza y, a veces la miseria le hacen hacer a la mujer cosas que ella misma rechaza. No hay duda que la mentalidad, el ambiente en que vivimos explican las situaciones delicadas que viven tantas mujeres. Pero esto no debe ser motivo de desaliento para dejar de luchar a todos los niveles empezando por la familia y la escuela, a fin de que se recuperen valores fundamentales para la vida ciudadana y religiosa, como son la dignidad de la mujer, el respeto por el prójimo, el sentido del verdadero amor y de la solidaridad y, finalmente, recuperar el valor de la institución del matrimonio tanto civil como religioso. Todo esto entra en el proyecto de Dios, que es amor, y que quiere que todos los hombres sean felices. ¡Orar es algo sencillo! Cuando hoy se nos recomienda tanto y tanto la oración, ¿en qué pensamos y cómo nos imaginamos que debemos orar? Eso de rezar, ¿es una ciencia esotérica, reservada para unos pocos? Por el contrario, ¿es una cosa fácil, que puede hacer cualquiera? ¿ Y cuál es la mejor manera de rezar? Si Jesús insiste tanto en el Evangelio sobre la oración, tenemos que decir que es una cosa demasiado importante. Y si es tan necesaria a todos, por fuerza Dios la ha hecho fácil y al alcance de cualquiera. Nosotros nos perdemos en nuestra relación con Dios porque complicamos las cosas. Y la oración, como nos dijo de una manera inolvidable Teresa de Jesús, no es más que tratar de amistad con Aquel que sabemos que nos ama. ¡De amistad! ¡Qué expresión tan bella! Tratar a Dios como un amigo, ya que Dios se ha hecho en Jesús esto: un amigo nuestro al hacerse como uno de nosotros. Entonces, para hablar a Jesús, y en Jesús a Dios, no hay como acudir al Evangelio para saber cómo hemos de hablar con Jesús. Con la misma naturalidad que todos usaban con Él y le exponían sus necesidades. Cualquier situación nuestra tiene su exponente en el Evangelio. ¡Señor, que vea!, le decía el ciego. - ¡Dame de esa tu agua, para no tener más sed!, le pedía la Samaritana.

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- ¡Señor, enséñanos a orar!, le decían los discípulos. - ¡Sálvanos, Señor!, que perecemos!, le gritaron los Apóstoles en la barca que se hundía. - ¡Señor, mándame ir a ti!, le pidió Pedro. - ¡Señor, ten compasión de mi, que soy un pecador!, murmuraba el publicano. - ¡Señor, si quieres puedes limpiarme!, le suplicaba humilde el leproso. - Mira que tu amigo, a quien tanto quieres, está enfermo, mandó a decirle Marta. - ¡Auméntanos la fe!, le pidieron los discípulos. - ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino!, le suplicó el ladrón. - ¡Señor, danos ese pan!, le pidieron los oyentes cuando prometió la Eucaristía. - ¡Señor, tú sabes que yo te quiero!, le protestaba Pedro. - ¡Mira, Jesús, que no tienen vino!, se limitó a decir María por los otros cuando los vio en apuros... Así, así le hablaban a Jesús. Imposible mayor sencillez. Y Jesús no dejó de atender ningún deseo. Si así son las cosas con Jesús, nos ponemos a pensar. ¿Nos damos cuenta de lo que ahora le deben gustar a Jesús estas mismas súplicas, cuando se las repetimos hoy nosotros? ¡Le traemos a su mente unos recuerdos tan queridos!... ¿Por qué no le hablamos con las mismas palabras que escuchó entonces y que le enternecían el corazón?... Sería la oración más fabulosa y segura salida de nuestros labios. Precisamente en el Evangelio aprendemos la insistencia con que Jesús nos recomendaba la oración. Podríamos decir que esa insistencia era hasta machacona. Cuando así lo hacía Jesús, quiere decir que la oración es lo más importante de nuestra jornada y de la vida entera. La Iglesia lo ha entendido siempre así, y en la oración oficial de la Iglesia -la que hacen obligatoriamente los sacerdotes en nombre y por todo el. Pueblo de Dios- tiene repartido de tal manera el día que en ninguna hora le falta a Dios la súplica de toda la Iglesia. Y para orar bien los sacerdotes como los fieles, no hay como acudir al Evangelio. Corre por ahí una poesía preciosa sobre la manera de orar, tal como se oraba a Jesús en el Evangelio, y que dice así: Rezar... la mar se pone fea; Rezar es departir con el Maestro, y es rezar -¡y qué rezar!- decir "te quiero", es echarse a sus plantas en la hierba, y lo es -¡no lo iba a ser!- decir "me pesa ", o entrar en la casita de Betania y el "quiero ver" del ciego, para escuchar las charlas de su cena; y el "límpiame" angustioso de la lepra, rezar es informarle de un fracaso, la lágrima de la viuda, decirle que nos duele la cabeza; y el "no hay vino" en Caná de Galilea; rezar es invitarle a nuestra barca y es oración, con la cabeza gacha, mientras la red lanzamos a la pesca, después de un desamor gemir "¡qué pena!"; y mullirle una almohada cualquier contarle a Dios nuestras tristezas, sobre un banquillo en popa a nuestra vera; cualquier poner en El nuestra confianza... y, si acaso se duerme, y esta vida está llena de "cualquieras"-, no aflojar el timón mientras El duerma; todo tierno decir a nuestro Padre, y es rezar despertarle, si, de pronto, todo es rezar..., ¡y hay gente que no reza!

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Esto es oración. Esta es la mejor oración. Este es el método más fácil de orar. Yes posible que sea también la manera de oración que más le gusta oír a Jesús. Aquí todo es amor, confianza, amistad. Todo es actualización del Evangelio. Le podemos pedir ahora de nuevo a Jesús: - ¡Señor, enséñanos a orar! Pero es casi seguro que El nos va a responder: - Ya os he enseñado. ¿Por qué no rezáis así? ... Preguntas frecuentes sobre la Cuaresma Las 29 preguntas más comunes con las respuestas que te harán comprender mejor el sentido de la Cuaresma ¿Qué es la Cuaresma? Llamamos Cuaresma al período de cuarenta días (cuadragésima) reservado a la preparación de la Pascua, y señalado por la última preparación de los catecúmenos que deberían recibir en ella el bautismo. ¿Desde cuándo se vive la Cuaresma'' Desde el siglo IV se manifiesta la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión. ¿Por qué la Cuaresma en la Iglesia Católica? "La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto" (n. 540). ¿Cuál es, por tanto, el espíritu de la Cuaresma? Debe ser como un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales, con la purificación del corazón, una práctica perfecta de la vida cristiana y una actitud penitencial. ¿Qué es la penitencia? La penitencia, traducción latina de la palabra griega metanoia que en la Biblia significa la conversión (literalmente el cambio de espíritu) del pecador, designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido, y el estado de cosas que resulta de ello para el pecador. Literalmente cambio de vida, se dice del acto del pecador que vuelve a Dios después de haber estado alejado de Él, o del incrédulo que alcanza la fe. ¿Qué manifestaciones tiene la penitencia? "La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el AYUNO, la oración, la limosna, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo, la intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubre multitud de pecados" (I Pedro, 4,8.). (Catecismo Iglesia Católica, n. 1434).

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¿Estamos obligados a hacer penitencia? "Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por la ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia." (Código de Derecho Canónico, canon 1249). ¿Cuáles son los días y tiempos penitenciales? "En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma." (Código de Derecho Canónico, canon 1250). ¿Qué debe hacerse todos los viernes del año? En recuerdo del día en que murió Jesucristo en la Santa Cruz, "todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo." (Código de Derecho Canónico, canon 1251). ¿Cuándo es Cuaresma? La Cuaresma comienza el Miércoles de ceniza y concluye inmediatamente antes de la Misa Vespertina in Coena Domini. (Jueves santo). Todo este período forma una unidad, pudiéndose distinguirlos siguientes elementos: 1) El Miércoles de Ceniza, 2) Los domingos, agrupados en el binomio, I-II; III, IV y V; y el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, 3) La Misa Crismal y 4) Las ferias. ¿Qué es el Miércoles de Ceniza? Es el principio de la Cuaresma; un día especialmente penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo personal de CONVERSIÓN a Dios. Al acercamos a los templos a que nos impongan la ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de corazón, que deseamos convertimos y creer de verdad en el Evangelio. ¿Cuándo tiene origen la práctica de la ceniza? El origen de la imposición de la ceniza pertenece a la estructura de la penitencia canónica. Empieza a ser obligatorio para toda la comunidad cristiana a partir del siglo X. La liturgia actual, conserva los elementos tradicionales: imposición de la ceniza y ayuno riguroso. ¿Cuándo se bendice e impone la ceniza? La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar dentro de la Misa, después de la homilía; aunque en circunstancias especiales, se puede hacer dentro de una celebración de la Palabra. Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura: Gn, 3, 19 y Mc 1, 15. ¿De dónde proviene la ceniza? La ceniza procede de los ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del Señor, del año anterior, siguiendo una costumbre que se remonta al siglo XII. La fórmula de bendición hace relación a la condición pecadora de quienes la recibirán.

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¿Cuál es el simbolismo de la ceniza? El simbolismo de la ceniza es el siguiente: a) Condición débil y caduca del hombre, que camina hacia la muerte; b) Situación pecadora del hombre; c) Oración y súplica ardiente para que el Señor acuda en su ayuda; d) Resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo. ¿A qué nos invita la Iglesia en la Cuaresma? La Iglesia persiste en invitarnos a hacer de este tiempo como un retiro espiritual en el que el esfuerzo de meditación y de oración debe estar sostenido por un esfuerzo de mortificación personal cuya medida, a partir de este mínimo, es dejada a la libertad generosidad de cada uno. ¿Qué debe seguirse de vivir la Cuaresma? Si se vive bien la Cuaresma, deberá lograrse una auténtica y profunda CONVERSIÓN personal, preparándonos, de este modo, para la fiesta más grande del año: el Domingo de la Resurrección del Señor. ¿Qué es la conversión? Convertirse es reconciliarse con Dios, apartarse del mal, para establecer la amistad con el Creador. Supone e incluye dejar el arrepentimiento y la Confesión (ver el impreso Guía de la Confesión) de todos y cada uno de nuestros pecados. Una vez en gracia (sin conciencia de pecado mortal), hemos de proponemos cambiar desde dentro (en actitudes) todo aquello que no agrada a Dios. ¿Por qué se dice que la Cuaresma es un "tiempo fuerte y un "tiempo penitencial? "Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de CUARESMA, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras)." (Catecismo Iglesia Católica, n. 1438) ¿Cómo concretar mi deseo de conversión? De diversas maneras, pero siempre realizando obras de conversión, como son, por ejemplo: 1. Acudir al Sacramento de la Reconciliación (Sacramento de la Penitencia o Confesión) y hacer una buena confesión: clara, concisa, concreta y completa 2. Superar las divisiones, perdonando y crecer en espíritu fraterno. 3. Practicando las Obras de Misericordia. ¿Cuáles son las obras de misericordia? Las Obras de Misericordia espirituales son: Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que yerra. Perdonar las injurias. Consolar al triste. Sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas del prójimo. Rogar a Dios por los vivos y los muertos

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Las Obras de Misericordia corporales son: Visitar al enfermo. Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Socorrer al cautivo. Vestir al desnudo. Dar posada al peregrino. Enterrar a los muertos. ¿Qué obligaciones tiene un católico en Cuaresma? Hay que cumplir con el precepto del ayuno y la abstinencia, así como con el de la confesión y comunión anual. ¿En qué consiste el ayuno? El AYUNO consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer algo menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. No se debe comer nada entre los alimentos principales, salvo caso de enfermedad. ¿A quién obliga el ayuno? Obliga vivir la ley del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que tengan cumplido cincuenta y nueve años. (cfr. CIC, c. 1252). ¿Qué es la abstinencia? Se llama abstinencia a privarse de comer carne (roja o blanca y sus derivados). ¿A quién obliga la abstinencia? La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años. (cfr. CIC, e.1252). ¿Puede cambiarse la práctica del ayuno y la abstinencia? "La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad." (Código de Derecho Canónico, canon 1253). ¿Qué es lo que importa de fondo del ayuno y la abstinencia? Debe cuidarse el no vivir el ayuno o la abstinencia como unos mínimos, sino como una manera concreta con la que nuestra Santa Madre Iglesia nos ayuda a crecer en el verdadero espíritu de penitencia. ¿Qué Aspectos pastorales que conviene resaltar en la Cuaresma? El tiempo de Cuaresma es un tiempo litúrgico fuerte, en el que toda la Iglesia se prepara para la celebración de las fiestas pascuales. La Pascua del Señor, el Bautismo y la invitación a la reconciliación, mediante el Sacramento de la Penitencia, son sus grandes coordenadas. 1) La catequesis del Misterio Pascual y de los sacramentos; 2) La exposición y celebración abundante de la Palabra de Dios, como lo aconseja vivamente el canon. 767, & 3, 3). 3) La participación, de ser posible diaria, en la liturgia cuaresmal, en las celebraciones penitenciales y, sobre todo, en la recepción del sacramento de la penitencia: "son momentos fuertes en la práctica penitencial de la Iglesia" (CEC, n. 1438), haciendo notar que "junto a las consecuencias sociales del pecado, detesta el mismo pecado en cuanto es ofensa a Dios"; y,

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4) El fomento de los ejercicios espirituales, las peregrinaciones, como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna y las obras caritativas y misionas. Participación activa y fructífera donde Jesús está para mí La grandeza infinita de la Santa Misa nos debería hacer capaces para entender la necesidad de tomar parte atenta y devotamente en el Sacrificio de Jesús. Adoración, amor y arrepentimiento, deberían ser nuestros sentimientos predominantes. En una reflexión muy conmovedora citada forzosamente por el Vaticano II, el Papa Pío XII presentó las disposiciones con las que uno debería participar en la Santa Misa; esto es, debería ser con las disposiciones que el Divino Redentor tuvo cuando se sacrificó a Sí mismo ... el mismo espíritu de sumisión humilde ... esto es, de adoración, amor, alabanza y acción de gracias a la gran majestad de Dios ..., de modo que reproduzcamos en nosotros mismos la condición de víctima, la autonegación que sigue a la enseñanza de el Evangelio, por la cual por nuestro propio acuerdo hacemos el voluntario sacrificio de penitencia, dolor y expiación por nuestros pecados. La verdadera participación activa en la Santa Misa, es lo que nos convierte en víctimas inmoladas como Jesús, y logra "reproducir en nosotros los rasgos marcados de dolor, el sufrir como Jesús" (Pío XII), permitiéndonos "el compartir en Sus sufrimientos" al hacemos "conformes a su muerte." (Fil. 3:10) Todo lo demás es únicamente ceremonia litúrgica, simplemente revestimiento. San Gregorio el Grande enseñaba: "El sacrificio del altar será a nuestro favor verdaderamente aceptable como nuestro sacrificio a Dios, cuando nos presentamos como victimas". Reflexionando en esta doctrina, en las primeras comunidades cristianas, los fieles acostumbraban marchar en garbo penitencial, cantando la letanía de los Santos, en procesión hacia el altar para la celebración de la Santa Misa, con el Papa presidiendo. Si nosotros vamos a Misa con este espíritu, deberíamos hacer nuestros los sentimientos que expresó el Apóstol Santo Tomás cuando dijo: "Vamos pues también nosotros, para morir con El." (Juan 11:16) Cuando Santa Margarita María Alacoque asistía a la Santa Misa, al voltear hacia el altar, nunca dejaba de mirar al Crucifijo y las velas encendidas. ¿Por qué? Lo hacia para imprimir en su mente y su corazón, dos cosas: El Crucifijo le recordaba lo que Jesús había hecho por ella; las velas encendidas le recordaban lo que ella debía hacer por Jesús, es decir, sacrificarse y consumirse por El y por las almas. El mejor ejemplo de participación en el Santo Sacrificio se nos da al pie de la Cruz por la Santísima Virgen María, San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, con las santas mujeres. (Juan 19:25) Asistir a Misa es muy parecido a estar en el Calvario. San Andrés Avellino solía conmoverse hasta las lágrimas al decir: "No podemos separar la Sagrada Eucaristía de la Pasión de Jesús". Un día, un hijo espiritual preguntó al Padre Pío de Pietrelcina: "¿Padre, como debemos participar en la Santa Misa?" El Padre Pío le replicó: "Igual que Nuestra Señora, San Juan y las mujeres piadosas lo hicieron en el Calvario, amándolo y compadeciéndose de Él". En el misal de uno de sus hijos espirituales, el Padre Pío escribió: "Al asistir a la Santa Misa, concéntrate intensamente en el tremendo misterio que se desarrolla frente a tus ojos, el cual es la Redención y la reconciliación de tu alma con Dios". En otra ocasión le preguntaron: "¿Padre, por qué llora tanto durante la Misa?" "¿Hija mía, -replicó el Padre Pío- qué son esas pocas lágrimas comparadas con lo que sucede en el altar? ¡Debería haber torrentes de lágrimas!" Y aún en otra ocasión alguien le dijo: "¡Padre, cuánto debe usted sufrir parado sobre sus pies sangrantes por las llagas, durante todo el tiempo de la Misa!" El Padre Pío replicó: "Durante la misa, yo no estoy parado, estoy colgando". ¡Qué respuesta! Las pocas

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palabras "estoy colgando", expresan con gran fuerza lo que es ser "crucificado con Cristo" de lo cual nos habla San Pablo (Gal. 2:19), y que distingue la verdadera y completa participación en la Misa, de la participación vana, académica, aún al punto de ser sólo una ruidosa, externa, participación verbal. Santa Bernardette Soubirous habló bien cuando dijo al sacerdote recién ordenado: "Recuerde que el sacerdote en el altar, es siempre Jesucristo sobre la Cruz." San Pedro de Alcántara se vestía para la Santa Misa como si estuviera a punto de subir al Calvario, porque todas las vestimentas sacerdotales hacen referencia a la Pasión y Muerte de Jesús; el Alba, recuerda la túnica blanca que Herodes hizo que Jesús usara a fin de burlarse de Él como de loco; el cíngulo, recuerda los latigazos que dieron a Jesús; la Estola, recuerda la soga con que ataron a Jesús; la "tonsura", recuerda la coronación de espinas; la Casulla con el emblema del signo de la Cruz, nos recuerda la Cruz sobre los hombros Jesús. Los que han asistido a una misa celebrada por el Padre Pío, recuerdan aquéllas lágrimas abrazadoras suyas; recuerdan su petición estricta de que los presentes participen en la Santa Misa de rodillas; recuerdan el sufrimiento estrujante que espontáneamente se mostraba en la cara del Padre Pío cuando pronunciaba con gran esfuerzo las palabras de la Consagración; recuerdan el fervor de la oración en silencio de los fieles que llenaban la Iglesia mientras que el Padre Pío, silenciosamente, rezaba varios Rosarios por más de una hora. Pero la participación sufriente del Padre Pío a la Santa Misa, es la misma de los Santos. Las lágrimas del Padre Pío, eran como aquellas de San Francisco de Asís, (las cuales en ocasiones se volvían sangrantes); como aquellas de San Vicente Ferrer, de San Ignacio, de San Felipe Neri, de San Lorenzo de Brindisi, (quien a veces empapaba con sus lágrimas hasta siete pañuelos); de Santa Verónica Juliani, de San José de Cupertino, de San Alfonso, de Santa Gemma Galgani... ¿Más, después de todo, cómo es posible permanecer indiferente ante la crucifixión y muerte de Jesús? ¡Ciertamente que nosotros no seremos como los Apóstoles que se durmieron en Getsemaní, y mucho menos seremos como los soldados, indiferentes de los espasmos atroces de Jesús, quien moría! (Y sin embargo esta es la impresión angustiosa que experimentamos cuando vemos la según llamada Misa en Rock, celebrada al ritmo de guitarras que tocan tonadas baratas y profanas, con mujeres vestidas indecentemente y jóvenes en los más extraños atavíos... ¡Señor, perdónalos!) Fijémonos en la Santísima Virgen y en los Santos. Imitémoslos. Únicamente emulándolos, iremos por el camino verdadero, el camino que ha "complacido a Dios" (1Cor. 1,21). Paz Perfecta Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio de del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido... la paz perfecta.

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¿Cuál crees que fue la pintura ganadora? El Rey escogió la segunda. ¿Sabes porqué? Porque -explicaba el Rey- "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz". Año Santo, año de Gracia... ¿Penitencia o reconciliación? "El tiempo Jubilar nos introduce en el recio lenguaje que la pedagogía divina de la salvación usa para impulsar al hombre a la conversión y a la penitencia, principio y camino de su rehabilitación y condición para recuperar lo que con sus solas fuerzas no podría alcanzar la amistad con Dios, su gracia y la vida sobrenatural, la única en la que pueden resolverse las aspiraciones más profundas del corazón humano" (El ministerio de la Encarnación, Juan Pablo II). Tales palabras de Su Santidad Juan Pablo II, nos sitúan ante la imperiosa necesidad que tiene el hombre de iniciar el proceso de su conversión, único camino posible para lograr el equilibrio que lo conduce a la paz interior: concordia de cuereo y alma, unidad del ser. Lo que la llamara a la penitencia y ala reconciliación tiene de específico, frente a otras llamadas o medios que pueden provenir del mismo menaje cristiano, es el llamado a procurar un cambio, una vuelta, una renuncia a posiciones estables, definitivas, inamovibles, que el hombre establece por razones de egoísmo, de comodidad o conveniencia, sin tener en cuenta a los demás, con sus necesidades y derechos, por ello prescindiendo de Dios, de su soberanía y voluntad, o adulterando la propia armonía de la naturaleza de la que el hombre es deudor. La llamada a la conversión es una llamada a salir, a distanciarse y despegarse del propio "yo", con sus intereses y pretensiones egoístas, para ponerse en un camino de acercamiento, en una actitud de diálogo, en una disposición de solidaridad hacia los demás; por ello, lo específico de la conversión es el bien que se busca desde la raíz misma del mal, que está en el corazón mismo del hombre, allí donde solamente puede entrar con libertad, con soberanía, cada uno dentro de sí mismo, allí donde se decide por tanto, el bien, asumiendo sinceramente las propias responsabilidades. Lo específico de la conversión es que se comienza por reconocer lo que hay de mal en la realidad y lo que uno tiene que ver con éste mal, ya que no se puede curar una enfermedad que no es reconocida. No se puede edificar sobre arena, es decir, no se puede nacer a una vida nueva, al hombre nuevo, sin morir al hombre viejo. ¿Cómo se puede hacer para que el hombre de hoy reconozca esta realidad y la acepte, ayudándolo a reconocerse pecador? La auténtica y profunda realidad del pecado se ha reconocido siempre desde la realidad del amor y de la misericordia divina. La conversión se produce cuando se descubre o se intuye que Dios viene a nuestro encuentro. La conversión es por lo tanto, un movimiento que no se inicia si no se ha sentido ya como llamada, acción de la gracia, que como una promesa, nos hace intuir la mano extendida del Dios de la misericordia y del perdón. La conversión cristiana, apunta y se dirige siempre a Jesucristo, nos lleva y nos conduce a Él. No es el pecado lo que mueve al hombre a cambiar, sino la esperanza de encontrar en Cristo la salvación, ya que el sentimiento aislado del propio pecado, sólo produce el desprecio de uno mismo y nos lleva a la desesperación. La conciencia cristiana del pecado depende por lo tanto,

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fundamentalmente de la fe en Jesucristo, ya que sentirse pecador en el contexto bíblico y cristiano significa humillarse y considerarse indigno ante la presencia de Jesús, ante la manifestación de su santidad y de su gracia: "Apártate de mí, que soy un pecador". Desde esta perspectiva, penitencia y reconciliación, puede decirse que se apoyan sobre el cauce de los siete sacramentos y por ellos discurre el proceso de la conversión que el cristiano está llamado a realizar en su vida, conducido por Jesús y por la Iglesia. Siguiendo este proceso el cristiano puede llevar a cabo su obra de conversión, en comunión sacramental con Cristo y con su Iglesia, edificándose y fortaleciéndose con la virtud de los signos sagrados. ¿Penitencia o reconciliación? Estos dos conceptos, que son claves para entender la realidad del sacramento de la penitencia, no deben ser contrapuestos, como si se tratara de poner fin al régimen de la "penitencia", para optar declaradamente por el de "reconciliación". Es cierto que la expresión "sacramento de la reconciliación" concuerda más con la sensibilidad del hombre contemporáneo, y que la de "sacramento de la penitencia" podría evocar imágenes de una etapa ya superada, más propia de una religiosidad oscurantista, rechazada hoy por un hombre de talante más abierto y secular; sin embargo, el hombre contemporáneo no es insensible a la idea de la recuperación del sentido de la vida, de la reconciliación consigo mismo o de cambio del proyecto vital. En el fondo de estas ideas está subyacente el sentido último de la verdadera penitencia, de la "metanoia" evangélica. En el sacramento de la penitencia no hay reconciliación sin penitencia, al menos entendida esta última como exigencia de una realización posterior a la previa recepción de la absolución sacramental. Los términos reconciliación y penitencia se implican y se explican mutuamente. El penitente que recibe el perdón sacramental debe estar dispuesto a objetivar no sólo en buenos deseos, sino además, en frutos u obras de penitencia el camino de su conversión personal; de hecho, la reconciliación sin la penitencia no se conjugaría adecuadamente con la libertad y la responsabilidad del hombre, pues el perdón sería acogido por un penitente, cuyo papel quedaría reducido al de un sujeto meramente pasivo. El perdón concedido por el rito sacramental no puede ser concebido como una simple amnistía. Cuando Santo Tomás de Aquino habla de los actos del penitente como materia del sacramento, está elevándole a la categoría del concelebrante: en él también la Iglesia hace penitencia y se actúa la redención del Señor. Los actos del penitente, siempre acompañados por la gracia sacramental, van regenerando evolutivamente al miembro doliente del Cuerpo del Señor, hasta integrarlo plenamente en el flujo vital de la caridad eclesial. No puede haber plena integración eclesial si no hay plena curación. Según lo expuesto, podemos decir, que el sacramento de la penitencia implica no sólo una reconciliación con Dios y una reconciliación con la Iglesia, es también una reconciliación con uno mismo. La estructura antropológica de la reconciliación del cristiano pecador se actúa en la penitencia mediante la parte que le toca al penitente como sujeto activo en la obra de su propia reconciliación, por lo que es necesario, volver a recuperar el valor de la satisfacción sacramental, las obras de penitencia propuestas por el ministro del sacramento, que en este caso no actúa sólo ni principalmente como juez, sino sobre todo como médico, maestro y pastor.

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El perdón de los pecados El Credo de los Apóstoles enuncia el perdón de los pecados a continuación de otros artículos deje: el Espíritu santo, la Iglesia y la comunión de los santos. Algunos preguntan: ¿quién ha dicho que la Iglesia tiene poder para perdonar los pecados? La respuesta nos la da el mismo Jesucristo, y en una fecha bien precisa: el mismo domingo de Resurrección, cuando se aparece a los Apóstoles reunidos a puerta cerrada en el Cenáculo, todavía temerosos e indecisos, les alegra con su presencia y les confiere el poder divino para perdonar los pecados poder divino porque, siendo el pecado una ofensa a Dios, sólo el mismo Dios puede perdonarlo. Es como un primer envío del Espíritu Santo, cincuenta días antes de Pentecostés: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Juan 20, 22-23). Es una potestad admirable, pues el pecado es la fuente más profunda de donde dimanan todos los males y alienaciones que afectan a cada hombre y a la entera humanidad. l perdón de los pecados requiere la conversión personal, la fe y la recepción del Bautismo. El mandato de Nuestro Señor es bien claro: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará " (Marcos 16,1516). "El Bautismo es el primero y principal Sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestro pecados y resucitado para nuestra justificación (cf Romanos 4,25), a fin de que "vivamos también una vida nueva "(Romanos 6, 4) " (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 977). El Catecismo Romano de San Pío V (1,11.3) explicaba muy bien sus efectos: "En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo Bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la falta original, sea de las faltas cometidas por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para expiarlas (..) Sin embargo, la gracia del Bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario, todavía nosotros tenemos que combatirlos movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al mal". Sin embargo no bastaría con esta primera purificación, teniendo en cuenta la debilidad humana. Y no sería una práctica aconsejable diferir el Bautismo hasta el momento de la muerte, ya que el no bautizado quedaría privado de muchas gracias a lo largo de la vida, y además tampoco tendría la seguridad de poder bautizarse a última hora "Si, pues, era necesario que la Iglesia tuviera el poder de perdonar los pecados, también hacia falta que el Bautismo no fuese para ella el único medio de servirse de las llaves del Reino de los cielos, que había recibió de Jesucristo, era necesario que fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta el último momento de su vida " (Catecismo Romano 1,11,4). Es por medio del Sacramento de la Penitencia como los bautizados pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia. Los Padres llaman a la Penitencia un bautismo laborioso, y el Concilio de Trento (DS 1672) afirma que para los que han caído después del Bautismo, es necesario la Penitencia como lo es el Bautismo para quienes aún no recibido la primera gracia de la regeneración. El mandato evangelizador de Cristo, después de su resurrección, es para predicar "en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones" (Lucas 24, 47). Es un verdadero "ministerio de la reconciliación " (2 Corintios 5,18), que no consiste solamente en el anuncio sino en la efectiva dispensación de los medios para el perdón, principalmente los Sacramentos. "La Iglesia ha recibido las llaves del Reino de los cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta iglesia es donde revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de vivir con Cristo, cuya gracia nos ha salvado" (San Agustín, serm. 214, 11).

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La Iglesia, por voluntad del mismo Jesucristo tienen este poder admirable de perdonar cualquier pecado, por grave que sea, con tal de que el penitente se acoja a la misericordia de Dios. "No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero " (Catecismo Romano 1, 11,5). Y cuando, haciendo las veces del mismo Cristo, los sacerdotes ejercen el ministerio de la reconciliación, ahí no cuentan sus defectos personales sino la eficacia de la gracia divina que se transmite a través de ellos. Decía San Juan Crisóstomo (Sca. 3, 5): "Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles ni a los arcángeles (..) Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan aquí abajo ".

Meditemos un poco en la Misericordia de Dios con Nosotros

Christiaan van der Ree

Cuando nos quejamos de: - que llueve mucho, - que me tengo que levantar temprano, - que no me alcanza el salario, - que tengo que estudiar mucho, - que estoy muy gordo(a) - que se me descompuso el carro, - que tengo que viajar en bus, - que no tengo que ponerme hoy, - que tengo mucho trabajo,

Foto de Kevin Carter, fotógrafo independiente, Premio Pulitzer 1994, publicada en The New York Times. La foto representa a una hambrienta niña sudanesa que se desplomó antes de llegar al centro de alimentación cercano.

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Pudor y recato... ¿Pasados de moda? El pudor y el recato, pueden sonar a los oídos, E como un llamado a la mojigatería de Beatos pasados de moda. Pero... ¿Qué será el pudor o el recato?. Pudor: Actitud, reacción de pena, vergüenza, honestidad, ante una situación que violente nuestra intimidad y principios. Generalmente lo relacionamos con la genitalidad (mostrar nuestras partes íntimas), pero abarca toda nuestra actividad en general. Recato: Actitud que va de la mano con el pudor, y que lo complementa. Es el deseo de hacer las cosas con medida (ser comedidos). Ya sea en el comer, hablar y en lo que más lo relacionamos: En el vestir. Dicho esto, y aclarando que no pretendo agotar la definición de lo que es el pudor y recato, quedando mucha tela que cortar en esta materia. Me voy a referir al panorama que tenemos por delante: Los Mass-Media se encargan día a día con sus programas y novelas, remacharnos hasta la saciedad, que el pudor y el recato no dan sintonía. Las novelas rosa donde la protagonista era fiel, recatada, virgen, y un poco tímida. Y donde el protagonista era honesto, caballero, auténtico, que respetaba a su novia; no están de moda (como dicen ahora los muchachos y no tan muchachos). Los que sí están en algo (según estos valores distorsionados), son la novelas que magnifican las escenas eróticas y las relaciones prematrimoniales de los protagonistas. Los besos, no son ya besos románticos como expresión hermosa de cariño, sino, con una intención abierta, de motivar los pensamientos más íntimos de las personas, para muy sutilmente, llevarlos al terreno que ellos quieren. Hacia un descontrol y debilitamiento de los frenos naturales que a duras penas se han mantenido a pesar de este bombardeo inclemente a que estamos sometidos. A pesar de todo; si queda algo de las enseñanzas y buenas costumbres de tantos hogares, de las catequesis de primera Comunión y Confirmación, impartidas en las parroquias, porque: lamentablemente hasta aquí llegan las asistencias de los jóvenes a las parroquias, salvo honrosas excepciones. Observando este panorama. ¿Quién puede negar la acción del Diablo, en las mentes de estos profesionales que mueven los hilos de los Mas-Medias? (Prensa, Radio, Televisión, etc.) Sin querer-queriendo... están siendo instrumentos muy eficaces del Demonio. Me pregunto: ¿Será por ignorancia? ¿Por avaricia? ¿indiferencia?. O será porque es más fácil publicitar con el desnudo y las malas intenciones, que poner a trabajar la inteligencia con ideas creativas, bien concebidas, atractivas, Que convenzan sin necesidad de ofender a Dios y al hombre?. Por esto el Evangelio siempre es actual: ¿Dónde quedan las enseñanzas de Jesús? Pongan atención: cuando se refiere a los que son motivo de escándalo, o propician los escándalos: (Mateo 18, 7.8.9) "Ay de la sociedad que lleva a la gente a cometer el pecado, fatalmente habrá quienes persuadan hacer el mal, pero ay del que hace caer a los demás (Mateo 18,6). Si alguien hace caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en Mí, mejor le sería que le amarrarán una piedra en el cuello y lo tirarán al mar. Pensemos en estas cosas muy seriamente, no sólo los Medios de Comunicación Social propician escándalos con sus programas y publicaciones. Cada quien tome lo que le corresponde y ponga correctivos. Las damas en su vestir, hablar, sentarse, caminar. Que no quede de su parte y responsabilidad, que un hombre cometa pecado en su mente. (Mateo 5, 27-28). Se dilo a los antepasados: Meditemos en este pasaje: No cometerás adulterio. Ahora yo les digo que quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su interior. Amigo pues, adelante, que no es imposible vivir estas exigencias de Jesús, si de corazón nos entregamos a su amor.

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Salir, ir, partir Un buen día la joven Teresa le abrió a su confesor lo más intimo de su corazón: una pregunta que no le dejaba tranquila. -Padre, ¿cómo puedo saber si Dios me llama y para qué me llama? El buen sacerdote le contestó: -Hija mía, dale tu felicidad. Si eres feliz pensando que Dios te llama para servirle y para servir al prójimo, entonces esta es la mejor prueba de tu vocación. El gozo profundo es como una brújula que te indica la dirección de la vida. Es necesario comportarse así también cuando el camino no sea tan claro y el camino se nos haga difícil. Salir-ir-partir. Tres palabras mágicas que encierran y entrañan el misterio de la felicidad y de la realización personal. Y en el caso de Madre Teresa son los puntos cardinales de su vocación y entrega amorosa. Salir como el sol cada mañana. Ir como el río al mar. Partir como el ave remonta el vuelo. Salir, ir, partir... Un 26 de septiembre SALIÓ de su casa, de su familia, de su parroquia, de su nación, de su patria. IR a seguir el llamado. IR a servir al Señor donde Él quiera. IR a ser jubiloso anuncio del Evangelio. PARTIR a las misiones, siguiendo la llamada íntima y persistente, a la cual no se puede oponer ni olvidar. PARTIR para conquistar la salvación de aquella gente que no conoce todavía, pero que lleva en el corazón. Dios la había llamado, poniendo en su alma ese deseo de hacer algo -lo que sea- por los demás. Y ante el susurro de la voz de Dios todas las certidumbres del mundo se desvanecen; pierden su peso. No existen. Es el primer riesgo, la primera prueba, el primer desafío de la vocación: el dejar el propio egoísmo. Despojarse de todos y de todo; el dejarse guiar por la voz de Dios. Delante de Dios hay que cerrar los ojos y abrir el corazón. A la invitación del Señor: "¡Sal de tu tierra..., y vete donde yo te mostraré!" (Génesis 12, 1), Madre Teresa contesta con su "Adiós". "Heme aquí, dejo la casa que alumbra el corazón, mi tierra, mi familia entera, es mi meta Bengala postrada en aflicción, tierra por mi amada, aunque sea tierra extranjera. Con gran tormento dejo a los amigos amados, tristes los parientes, desierto el hogar pero el corazón me llama tras los desheredados donde a Cristo me podré entregar. Te dejo mi saludo, madre amada, y también a vosotros, amigos queridos, adiós. Me dirijo hacia la India atormentada la fuerza con que me conduce Dios.

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La nave lenta navega sobre el mar, hende las olas que se alzan espumosas. Una última vez me vuelvo a mirar: dejo de Europa sus playas tumultuosas. Sobre la nave, firme y exultante, la virgen que a Dios ha sido consagrada, se va a un nuevo mundo, tierna esposa, amante, humilde mujer de gozo iluminada. Una cruz de hierro en la mano aprieta, resuena en ella la salvación anhelada y el espíritu con vivo contento acepta el cáliz en el cual ha sido sacrificada. Cuando te ofrezco acéptalo, oh mi Señor, como prenda del amor que te he jurado, ayuda a esta criatura tuya, Creador, yo haré que seas glorificado. Te ruego, en cambio, Señor Omnipotente, lleno de bondad, oh Padre nuestro, dame sólo un espíritu ardiente, el espíritu que Tú sabes, fuerza de adentro. Tan sólo como rocío matutino una lágrima brota desconsolada para rendirte más clara, oh mi divino, la promesa que ahora es consumada." Madre Teresa, entonces Sor Teresa, escribió esta bella poesía mientras viajaba hacia la India, el 9 de diciembre de 1928. Tú, ¿ya has salido? ¿Has ido? ¿Partirás? ¿Qué poema estás escribiendo? Semillas de sabiduría Mons. Edgar Roa Rosales Cuídate de las ideas fijas depresivas. Tienes derecho a sonreír En la mañana todos se iban al trabajo. Doña Antonia quedaba sola en casa, sin un plan de qué hacer, sin una lectura o una manualidad, sin una visita. Sola. Alguna vez la encontré tensa, llorando, repitiendo que ya no sirve para nada. La invité a orar, le conté historias. Volvió a sonreír. En repetidas ocasiones nos da por aceptar que somos y seremos unos eternos desdichados y sufridos a causa de cuanto nos ocurre. General-mente superamos aún las más dramáticas situaciones; sin embargo, que torturadoras las ideas depresivas. Uno debe hacer valer sus capacidades para afrontar y superar toda adversidad y tropiezo esto es lo que nos proporciona una creciente confianza en nosotros mismos, como para ocuparnos, de todo sin llegar a la desesperación. Una de dos, o nos entregamos a pensar de la peor manera acerca de lo que nos ocurre u ocupamos nuestra mente generando pensamientos e ideas constructivas, que nos abran camino en vez de cerrarlo. Qué importante las visitas. Qué importante la oración de las abuelas frente a la depresión. ¿Sabes, ahora, por qué rezan tanto las abuelas católicas? descubren la misión de intercesión y sonríen a la vida. Se refugian en Dios.

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Heredad: la mejor herencia un proceso humano responsable Decían mis padres: la mejor herencia que quiero dejarles a mis hijos es una buena educación. Me pusieron en la escuela pero no descuidaron el diálogo y la corrección de vez en cuando, una pela. Y siempre amor. La formación de mi personalidad dependió en mucho de mi proceso humano responsable. A lo que me da la naturaleza sumo lo que decido como persona. Paso a paso. De niño a joven y de joven a adulto en forma gradual y compartida con otros, y con una luz, la fe en Dios. Ese proceso busca canalizar mi ser humano, emotivo, reflexivo, electivo, decidido, activo y habido de felicidad h: humano, por ser sensible y responsable; e: emotivo, con emociones, expreso mi sentir; r: reflexivo, por la reflexión busco verdad y convicción; e: electivo, con mi libertad elijo lo que considero oportuno; d: decidido, con decisión mi voluntad opta por lo que considera el bien. a: activo, mi acción debe ser consciente y voluntaria para ser responsable d: disfrutable, Dios no nos hizo para sufrir sino para ser felices: El sufrimiento viene por ser criaturas limitadas o porque nos lo causamos nosotros, responsablemente: Cuida tu proceso humano. No te quedes en emociones, reflexiona, decide: Actúa y disfruta la vida compartiendo y agradeciendo a Dios lo que nos ha dado. ¡En la adversidad, no desesperes! Un arquitecto se graduó con excelentes notas. Buscaba trabajo y no encontraba. No tenía dinero ni apellido famoso pero tenía creatividad Llegaba diciembre. Encontró una cantidad de conchas de árbol y ni tonto ni perezoso ideó portales, casitas primorosas, centros de mesa y por la calidad y belleza, se lo quitaban de las manos. Hizo su dinero y ahora en otra etapa de su vida, tiene su taller. ¿Acaso vale la pena dedicarnos por un largo tiempo a pensar cuán mal nos va? ¿no sería mejor aprovechar ese tiempo en generar ideas provechosas y soluciones practicas, sin permitir que ningún asunto o problema acaben con nuestra tranquilidad?. Rendir nuestros pensamientos ante la adversidad nos lleva a estar expuestos a grandes tormentos. Uno debe pensar en los problemas que confronta especialmente tratando de encontrarle alguna solución, pero no es para dejarse emocionalmente llenar de pesimismo, buscando culpa en los otros. Cuando se te cierra una puerta se te abren mil, pero hay que salirle al sol. Como el joven arquitecto mira tus posibilidades y comienza por ejercitar lo que sabes y puedes. Unos tienen empleo y son del montón. ¡Tú tienes talentos y eres único!. Con voluntad construye victorias, no derrotas José Luis es un joven que sobrevivió milagrosamente de un terrible accidente automovilístico. Tuvo la constancia de hacer los ejercicios indicados por el terapista a los tres meses ya ha vuelto a caminar. Puso voluntad. Hizo lo que sintió y deseo como bien. Que hermosa facultad nos dio Dios, la voluntad. Junto a la inteligencia y la libertad nos diferencia del animal. La voluntad nos lleva a buscar el bien donde esté y a luchar por él. Ello nos hace felices. Uno es lo que uno construye sobre sí mismo. Cuando una persona piensa de sí misma que es débil, demasiado frágil y poco inteligente, bastará con esto para que su vida se caracterice por tantas desilusiones, frustraciones y fracasos. Uno mismo después de Dios, es quien puede ayudarse en e] fortalecimiento de su carácter, en el control de sus caprichos y soberbias, en aceptar las diferencias y opiniones de los otros con respeto. Únicamente uno es quien puede contribuir a su victoria o derrota ante la vida. La voluntad no expresa el coraje de una persona en situaciones determinadas sino más bien la totalidad de lo que somos, sentimos y deseamos. Voluntad no es capricho. Forma tu voluntad y construye victorias.

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No te rindas, ¿las presiones te hacen perder la esperanza? ¿Cuántos colegios llevas visitados buscando cupo para tus hijos?, ¿a cuántas oficinas has entregado el curriculum vitae buscando empleo?, ¿comenzaste un proyecto y luego unas circunstancias inesperadas te lo paralizaron?, las muchas presiones y preocupaciones de una persona pueden debilitar su capacidad de respuesta ante distintas situaciones. Todos estamos sometidos a presiones y preocupaciones, pero no por eso debemos ceder espacio en nuestras vidas al sentimiento de fracaso. Cuando esto sucede es debido a que el peso de la aflicción es mayor en nosotros en comparación con la fortaleza para resistir a las presiones. Nuestra capacidad de respuesta no depende de cuánto sabemos, de cuánto creemos merecer, sino de cuán seguros estamos de nosotros mismos y cuán confiados en poder manejar nuestros asuntos. ¿Y por qué no preguntarte frente a Dios que quiere decirte Él a través de lo que sucede?, en el Salmo 25, oramos: "Señor, muéstrame tus caminos y enséñame tus sendas. Guíame con tu verdad, todo el día, ando confiado esperando tu favor". Y con el salmo 26 digámosle: Revísame, Señor, y ponme aprueba, explora mi interior y mi conciencia. De tu amor hacia mí nunca me olvido y guía tu verdad mis pasos Amigo no te rindas. ¿Te mostrará Dios otros caminos?. Nada vence al hombre que tiene fe en Dios Visitaba el hospital y conversaba con un paciente. Recientemente había perdido trágicamente a sus padres, luego de cuatro años de casado su esposa fallecía de una terrible enfermedad y ahora a él le habían descubierto cáncer. Cuando lo escuchaba sentí compasión por él y pensé que mis luchas y problemas eran nada comparado con lo que aquel hombre estaba viviendo. El siguió conversando y notando que no estaba amargado o resentido contra nada ni nadie. Hablaba con interés por seguir haciendo cosas importantes y significativas, por él y en su comunidad. El testimonio de este hombre ha sido para mí una nueva lección. Nada vence al hombre hasta que él no se da por vencido. No te vencen los problemas, te dejas vencer por ellos, porque en tú corazón te entregas al temor y te acobardas. No hay adversidad o sufrimiento posible que pueda vencer al hombre que tiene fe. Escucha al apóstol Pablo que escribiendo a los efesios nos dice. "Fíjense como se comportan ustedes. No anden como tontos sino como hombres responsables. Sepan aprovechar el momento presente, porque estos tiempos son malos, Por eso, no se dejen estar, sino que traten de comprender cual es la voluntad del Señor ". (Ef 5,10). Todos nos llamamos cristianos... ¿y qué? Como cristianos debemos saber que es lo que pretendemos de cara a nosotros mismos, a los demás y al mundo. No basta con que creamos en Dios y sepamos oraciones, verdades de catecismo y citas bíblicas, y digamos pertenecer a la Iglesia. la teoría pide práctica, el mensaje pide hacerse vida, la verdad debe mover la acción, un programa es para realizarlo. Esto es: debo demostrar con unidad y coherencia lo que pensamos, oramos y hacemos de modo práctico. Si nos preguntamos: ¿qué es lo que pretendemos? ¿un marxista nos dirá: hacer la revolución. Crear una sociedad sin clases. El cristiano puede también responder de distintas maneras: justificación, salvarme, vivir el amor y hacer comunidad, construir el Reino de Dios, llevar vida en el Espíritu, cumplir la voluntad de Dios. pero aunque haya fórmulas diferentes, el mensaje, el programa, el objetivo, la realidad que aspiramos es ser de Jesucristo. Es decir, a la luz y por la fuerza de Jesús podemos vivir, obrar, sufrir, morir de un modo verdaderamente humano en el mundo de hoy, puesto que estamos absolutamente en las manos de Dios y a la vez comprometidos hasta el fin por el bien de los hombres. ¡que diferencia para el mundo el que además de creyentes, seamos testigos!

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La Iglesia de San Cristóbal, para servir mejor necesita una fuerza joven, ¡la tuya! Padre, yo soy muy católico, creo en Dios pero, yo no tengo tiempo para trabajar con la Iglesia. Eso es para desocupados! Cuantos se llaman católicos porque son meros creyentes o practicantes de devociones! Cuántos identifican Iglesia con templo o con curas! Cuántos miran el cristianismo como devoción. Jesús quiere discípulos que valgan la pena!! Pedro, Pablo, Juan y Tú. Porque no eres ni frío ni caliente estoy apunto de vomitarte Con el proyecto Pastoral Diocesano de San Cristóbal se está sentando las bases para la acción de la Iglesia en los próximos años, al comienzo del Tercer Milenio. La Parroquia, más que lugar de culto, ha de convertirse en un centro donde convergen y de donde salen las acciones orientadas a promover las diversas comunidades de barrio, urbanización o aldea que la conforman. Con los equipos pastorales, con funciones encargadas a laicos que se preparan, que llamamos ministros, se están abriendo las puertas de una participación más activa de los católicos para estar con Cristo, para catequizar en su nombre, para celebrar la fe, para organizar la caridad y promoción con los necesitados. Por eso Junto a los Párrocos ahora en las parroquias hay Consejos de apoyo para asesorar la planificación apostólica y la búsqueda de recursos. Tú tienes un puesto para pertenecer a la Iglesia, para impulsar iniciativas de acercamiento a la gente necesitada, lejana o cercana. Esta Iglesia, para mostrar que tiene vida, y servicios y que contagia fraternidad, justicia y solidaridad necesita una fuerza joven, la tuya. No tengas temor ni pongas condiciones. Encomiéndate a Dios y dile, Para qué soy bueno en mi Iglesia? Seamos testigos de la esperanza. También en la fe caminando se hace camino Admiro el esfuerzo, la disciplina y la acción de equipo que requiere el ciclismo. Una Vuelta al Táchira no se gana con individualidades aisladas y sin ponerle el pecho al viento y al sol. Así sucede con la fe y la evangelización en la Iglesia. Cumplimos ochenta años de Iglesia organizada en San Cristóbal Para poder ser signo de esperanza, la Iglesia tiene que estar en actitud de camino Esa Iglesia somos tú y yo, pastores y laicos. Cuando la Iglesia se instala y conga en sus seguridades terrenas, pierde la visión de su compromiso. Por eso, como Pueblo de Dios peregrina hacia la plenitud en la misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo y de edificar el Reino de Dios, vigilantes y atentos a los modos como Dios nos habla. Cuando la Iglesia- tú y yo - se acomoda y piensa en los privilegios mundanos, pierde su cercanía a los hombres a quienes debe escuchar, orientar y acompañar. Como los órganos en el Cuerpo, debemos fortalecer la comunión de los miembros del Cuerpo de Cristo. Hemos de ser signos de unidad. Esto nos exige diálogo con todos: personas, grupos de dentro e instituciones de la sociedad y el mundo. Hemos de hacer camino en el diálogo. Dios nos dio dos oídos y una boca; usamos mucho la boca y poco los dos oídos! En el diálogo, si es auténtico se manifiestan las esperanzas de uno y otro y se comparten ilusiones y diferencias, y todos caminamos hacia la superación de las divisiones y la edificación de la unidad con la que cada ser humano camina y camina hasta llegar a ser un hombre nuevo en Cristo. Unido a El, actuando como El. Tu Parroquia quiere ser comunidad de comunidades; preocúpate por participar en ella con nuevos pasos en ese caminar hacia el futuro! (IVcp-MM) En los ochenta años de la Diócesis de San Cristóbal, damos razón de nuestra esperanza Al comenzar el 2002 Mons. Mario Moronta invitó al Cardenal Ignacio Velasco para inaugurar el Proyecto "Pastoral diocesano en ocasión de la fiesta de San Sebastián y envió esta carta a su clero. Estaremos celebrando los 80 años de nuestra Diócesis:" Quiero animar a todos a que sigamos asumiendo con entusiasmo la misión evangelizadora recibida de Dios, quien hoy ha revelado en Cristo, para luz de los pueblos el verdadero misterio de nuestra salvación. Durante estos 80 años de camino eclesial, contando con la gracia de Dios, se ha ido anunciando el Evangelio de Jesucristo y construyendo el Reino de Dios. Ello nos hace elevar una especial acción de gracias al Altísimo. Sabedores de la herencia recibida Dios nos pide hoy a la Iglesia de San Cristóbal ser un signo de

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esperanza para el Táchira, Venezuela y el mundo. Los momentos que vivimos lo requieren. Mientras en el mundo y en nuestro país existen conflictos, incomprensiones y situaciones delicadas que hacen tambalear la paz y la armonía, la Iglesia aparece como el faro que hace brillar a todos la luz de Cristo. Hemos de dar razón de nuestra esperanza y contagiarla a la humanidad. La esperanza no es la actitud conformista del que aguarda que le solucionen todos los problemas o que otros realicen las tareas que le son propias. La esperanza se presenta como la fuerza motriz de lo nuevo, como capacidad de soñar el futuro y de dejar huellas duraderas en el tiempo con la novedad de las obras, como capacidad de construir la historia con la fuerza del Evangelio, o por lo menos, de dar sentido a la historia, antes de que sean las fuerzas del mundo las que establezcan el sentido del futuro. (I.L. Sínodo 2001). Demos razón de nuestra esperanza! Amigos y amigas de Semillas de Esperanza, gracias por acoger estos mensajes. Si te están ayudando a acercarte a tu autenticidad, a los otros y a Cristo, ¡Bendito sea Dios! Gracias por tantos testimonios que me impulsan a continuar evangelizando así. ¿Por qué no nos encontramos y profundizamos, los que compartimos estos criterios? Estar sensibilizados no basta. Hagamos convivencias, ayudémonos a asumir este estilo de vida para ser auténticos, mejor familia y sujetos de nuevos modelos de desarrollo, desde el prisma de la espiritualidad cristiana. Teme al Señor y vive con sabiduría ¡No me digas que tú tienes la Biblia sólo para rezar el salmo 91 ! ¿Quieres revisar tus conductas además de acercarte al mensaje de Jesús? Acerquémonos al Eclesiástico o Sirácides. Dos siglos antes de Cristo otro Jesús, hijo de Sirá escribió estas preciosas enseñanzas: «Toda sabiduría viene del Señor y con él permanece para siempre. El temor del Señor es nuestra gloria, regocija al corazón, da buen humor, alegría y larga vida. Todo acabará bien para el que teme al Señor. El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría; puso la sabiduría en el corazón de sus fieles desde antes de su nacimiento. En la plenitud te sacia con sus frutos. El hace que florezca la paz y la buena salud. Es la raíz de la sabiduría; su ramaje se llama larga vida. La violencia injusta no tiene excusa. ¿Deseas la sabiduría? Cumple los mandatos y el Señor te las concederá. La sabiduría de vida no está en la soberbia. Temor al Señor no es el miedo de los paganos a un Dios rencoroso. Temor a Dios es tomar las decisiones ante él que está cerca, y se teme ofenderlo porque conocemos su amor y fidelidad. Temer a Dios es respetarlo y preferirlo al que dirán los demás, al temor a ser burlado o a fracasar. ¿Si pierdo el temor de hijo qué me importan los hermanos? Si no tienes el temor del Señor y vives en la mentira, él revelará tus secretos y te echará por tierra en público. Sé sabio, aprende a vivir, vuelve al temor del Señor. Amor oblativo: Un yo va hacia un tú para ayudarlo a ser el mismo. ¿Amar es un sentimiento o es una decisión? Tres términos determinan el amor: erótico (atracción), ágape (compartir), oblación (darse al otro) Recuerdo del artista Rudy Márquez cómo cantaba la diferencia de "Amar y querer". "El querer pretende olvidar, el amar todo lo da, todo lo da". ¿Amar es un mero sentimiento o es una decisión por el bien? el amor humano como un paso del sentimiento de atracción a la "decisión consciente de la persona de optar con su voluntad libre por un bien. La razón muestra "esto es un bien verdadero" y la voluntad va en su búsqueda. Es una fuerza motorizadora con la que un YO va hacia un TU, para perfeccionarlo, para ayudarlo a que sea él mismo. (Amor Oblativo como el de Cristo). El amor supone "alteridad", supone salir del "yo" con lo que es y lo que tiene para ir al "tú", buscando su bien total, respetando su libertad, su decisión, su individualidad, su originalidad. El amor es un acto voluntario, libre. Nadie está obligado a amar. El amor se gana. y se da, no se puede imponer. La razón del amor

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no es la utilidad y beneficio del que da (egoísmo) sino la oblación de quien da de sí lo mejor por el bien del otro, buscando identificarse con él. La retribución es un Nosotros. Es un paso de atracción a comunión o compartir). El amar con amor oblativo tiene, pues, como finalidad el "buscar el bien del otro". Revisemos en lo que hacemos, buscas el bien del otro o sólo tu propio bien. La educación, obra de amor; goza con el bien del otro Cuantas decepciones nos llevamos cuando confundimos amar con poseer o querer. Cuándo asumimos el amor como una decisión adquiere otro sentido la vida, la dedicación a la familia, la tarea de la educación. La educación, obra de amor da con "Respeto ": Es realización en plenitud, progreso con libertad, crecimiento con autonomía. Y esto conlleva gozo en el bien del otro, sin esperar recompensa. Se busca la unidad en la diversidad, aceptando al otro como es, con virtudes y defectos, con capacidades y limitaciones. Asume también el dolor del otro en identificación, con la visión paulina "hacerse todo a todos para salvarlos a todos". Más aún, estimula la responsabilidad del otro, no anula la decisión del otro. Desde el amor se complementa, se completa, se integra a un amor mayor, sin narcísismos ni manipulaciones. El mejor himno a este amor lo tiene en las cartas paulinas el capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios: I Cor.13: "Aunque hablara todas las lenguas, aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios, si me falta el amor nada soy. El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés. No se alegra con lo injusto, sino que se goza en la verdad". Asumamos el amor como una decisión de hacer el bien al otro, y tendrá sentido educar para la vida. Caramelito "chupao", papelito "botao" La joven mostraba un rostro triste. Desecha por dentro lloraba de rabia. Yo me le entregue a mi novio porque quería asegurarlo y ahora, que estoy embarazada, dice que no es de él ese hijo, y se va. Y tu familia lo sabe? no, pero me notan rara. En el mostrador de las bodegas colocan cercanos a los clientes los frascos con caramelos. Los papeles de colores vivos y brillantes atraen. Muchos no resisten y compran. Luego el caramelo va a la boca y el papel arrugado va al cesto de la basura. Así sucede en muchos noviazgos. Ante la tentación, caramelito chupado y papelito botado. Que hay en el otro o la otra que me interesa tornar para mí y no que hay en mí que quiero compartir con quien amo. Si se ama, se cuida responsablemente el amor. Si no, la pasión es ciega y tras el espejismo y éxtasis de la felicidad de un momento viene la catástrofe afectiva. Aunque el ambiente permisivo de hoy separa relaciones sexuales de amor, y facilita toda una parafernalia de preservativos para satisfacer apetitos, el noviazgo es algo serio. Se pone en juego mucho más que la caricia y la experiencia de un éxtasis, se pasa de un sentimiento egoísta de enamoramiento- a una decisión- responsable de amor. Este pide comunión,, estabilidad y respeto a la vida. Recuerda de no convertirte: De caramelito chupao en papelito botan. Que Dios sea tu guía, confía en El ¿De qué más quejarme?. Oswaldo Rodríguez fue un continuo cliente del Hospital Universitario. A los 10 años por trombofebitis, a los 12 por hemoglobina baja, a los 13 por neuritis y luego descubren un Lupus en la sangre, una infección renal. Más aún, luego de biopsias y exámenes descubren en el corazón una válvula infectada y obstrucción en la aorta. ¡Se sacó la lotería!. El mal humor lo hace rabiar. Antes de operarme - cuenta él - dejan que mamá me vea por última vez. Es una operación muy delicada: ¡Opérelo, doctor! ustedes no van a estar solos. Yo tengo fe de que Dios los va a guiar. El medico le dijo: Doñita, primera madre que encuentro con esa fe. Me recuperé pero seguía amargado. Mamá me pidió le acompañara a una convivencia cristiana. Sí a mamá le agrada esto por qué oponerme? y cosa de Dios: cuando entré estaban hablando de la soledad y la depresión, porque

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uno se siente mal con uno mismo... en la noche del sábado me sentía diferente, el domingo me levanté sonriente y compartía como nunca con los demás. Quería vivir. Yo testimonie: vine por acompañar a mi madre y el que ahora no quiere irse soy yo. Dentro de mí sentí en ese momento algo que me hacía feliz, estaba aceptando a Dios como guía, había vuelto a confiar en El. Deja que Dios guíe tu camino. La fidelidad se prueba en la tentación Cuesta ser fiel a Dios, a la conciencia, a la otra persona, a la palabra dada, a la misión. Llamamos "ley del embudo" cuando alguien en una responsabilidad toma la parte más amplia, cómoda y plena y al otro le deja la angosta, difícil y reducida. "Amplio es el camino que lleva a la perdición y estrecho el que lleva a la salvación ". Pero miremos que la fidelidad camina entre tentaciones. Jesús iniciaba su vida pública en desierto, oración y ayuno y el demonio le puso las tentaciones de poder, orgullo y publicidad. A los apóstoles, el darla vida por Cristo, les significó rechazar los ídolos. En la vida de esposos caminar en fidelidad a la que amas y se juega la vida por ti - aunque a veces huela a ajo y cebolla -, compromete rechazar a quien te atrae y te halaga, siempre oliendo a perfume, a cambio de que hagas todo por ella. Hasta en el apostolado o en el cumplimiento de los servicios públicos: Hacemos el bien porque el otro nos necesita, y sin ruido, o buscamos el aplauso y el reconocimiento para sentirnos los buenos. Tenemos la tentación de buscar para nosotros la parte más ancha, cómoda y plena del embudo. La fidelidad de Cristo, de los apóstoles, de los esposos o funcionarios sale fortalecida al rechazar la tentación. Con la ayuda de Dios es posible. No es lo mismo vivir en fe que asistir a actos religiosos yo soy muy cristiano: creo en Dios y María Santísima, voy a los entierros de mis amigos, asisto a matrimonios... y... - yo interrumpía quien así hablaba: ¿oras en familia, perdonas, cumples responsablemente tus tareas, ayudas al necesitado? yo puedo ir a entierros y matrimonios y hasta leer la Biblia y sin embargo, no vivir en fe. ¿Por qué? porque la fe junto a la esperanza y la caridad son un don de Dios que me dan la capacidad de aceptarlo y obedecerle. Dios me busca para que lo acate y crea lo que El me revela por su Hijo y por su Iglesia, para que lo obedezca y viva como Hijo. Vivir en fe es estar dispuesto a entregar mi vida a causas de amor y servicio a través de mis deberes humanos, sociales, familiares, religiosos. Como Abraham, padre de la fe, obediente hasta el sacrificio de su Hijo Isaac; como Moisés, liberador sacrificado del pueblo esclavo en Egipto; como la Virgen María, desposada con José, que en la Anunciación somete su voluntad a la de Dios: hágase en mí según tu palabra. Para vivir en fe busca respuestas como Pablo a estas preguntas: ¿quién eres Tu Señor? ¿qué tengo que hacer? obedeciendo al Señor, le doy el mejor culto y gano el sentido de mi vivir y de mi misión en el mundo. ¿Te están haciendo daño tus sentimientos? Reflexiona y decide ¡Pobrecita aquella persona, si pudiera ayudarla!... - Voy a dejar el licor, siento que me hace daño. Hola, desgraciado, no me quite el puesto. -Mis hijos me esperan pero no puedo desprenderme de esta amistad... ... ... ...no bastan sentimientos de compasión, culpa, rechazo, atracción.. Reflexiona y decide lo mejor, lo sano, lo posible, lo prudente. No todos los seres humanos por ser inteligentes y razonar, reflexionamos acerca de nuestras propias ideas y pensamientos que surgen en nuestra mente. Como tampoco consideramos nuestros sentimientos buscando discernir hasta qué punto eso que sentimos internamente está haciéndonos daño. Nos dejamos llevar por pensamientos y sentimientos engañosos, por impulsos de momento, de allí que cometamos muchos errores. Por orgullo no damos el brazo a torcer. Reflexionar es hacer flexiones hacia dentro. Implica dedicar un buen tiempo a considerar nuestras propias ideas. Identificar y analizar nuestras emociones y actitudes ante determinadas situaciones; tenemos necesidad de ordenar los pensamientos, clasificar los sentimientos _v poner en claro cómo proceder en adelante ante cada situación. Reflexionar es un acto libre y voluntario pero pidamos a Dios que la soberbia no nos embote la mente!

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Hay un PHD que no te lo dan en universidad En las universidades te dan licenciaturas, doctorados, PHD técnico. Te imparten objetivos y destrezas en matemática, tecnologías, administración. Para ello hay exámenes y notas. No hay tiempo, no se valoriza o se tiene miedo de enfrentar lo otro: ayudarte a ser PHD. Persona Humana Decente. Los problemas posteriores en la vida no es por el objetivo que no estudiaste, o el uso del equipo x o la máquina tal -eso lo sabes muy bien- sino por tus actitudes de persona, tus comportamientos en el matrimonio, tu capacidad de rechazar la tentación que te quiere comprar, el licor que te atrapa, los amigos que te sonsacan y no sabes qué hacer. Es asunto de valores y los valores no surgen por generación espontánea. Hay que asumirlos conscientemente. Hay que educar en ellos. Para hacer un examen de conciencia sobre tus valores de humanidad curiosea en el Eclesiástico o Sirácides de la Biblia las sentencias de los sabios de Israel. En el Capítulo 30 nos dice, por ejemplo, “El que ama a su hijo no le escatima corrección, más tarde ese hijo será su consuelo. El que educa bien a su hijo tendrá sus satisfacciones... El que mima a su hijo tendrá que curar sus heridas; tendrá que ceder al más leve de sus gritos”. Hubo un hombre que se atrevió a decir: YO SOY LA VIDA. Él sí sabía lo que es ser hombre de verdad. Institutos, no tengan miedo a dar el PHD en humanismo, ética, valores y espiritualidad cristiana; vida en equipo. ¡Ganaremos todos Personas Humanas Decentes! ¿San Cristóbal necesita más ferias, más fiestas, más siembras? Hay preguntas en mí y no sé si hay voluntad de cambio en usted, ciudadano común o negociante de ferias: diciembre y enero en feria, es siembra de identidad, cultura y progreso. No tengo respuestas. Prefiero mirar con el poeta Manuel Felipe Rugeles desde el Páramo del Tamá, centinela de este valle: “En el páramo del Cristo nace el valle del Tamá. Semillas que riega el viento, espigas han de cuajar en el valle de los ríos que es el valle del Tamá. Del páramo a la frontera nueva tierra hay que sembrar. El agua, cristal de nieve, hará más verde el trigal. Cuando vengan las cosechas, éstas no se perderán. Molinos habrá en el valle que a tiempo las molerán. Hasta el valle de los ríos vamos a echarnos a andar. Vamos a pisar el valle que otros ya labrando están. Quiero que toda mi sangre tenga un olor vegetal. Yen el valle a un tiempo quiero tierra y mujer fecundar”. (MFR. Voz del que va a colonizar) — ¡Aquí no hay devoción a San Sebastián sino a las banderillas de san Sebastián! Evaluemos para avanzar, el progreso con cultura, o el retroceso con complicidad y ruido complaciente que nos traen las ferias. Si hay solidaridad de naciones en deporte, arte, industrias o si hay desconexión del deber y del dolor del mundo hasta que nos llegue nuestro dolor. Que los cristianos honremos al santo y que en feria festiva se encuentren labradores, ganaderos e industriales, deportistas y artistas. Que ostenten ¡oque investigan, producen, y exportan; hortaliza o café, ganado, calzado, o chimó, estimulando identidad, estudio, progreso. Del páramo a la frontera nueva tierra hay que sembrar. Si la mano está ocupada con cerveza, - ¿quién entonces, sembrará?. Para vivir con dignidad educa la voluntad Cayó en mis manos esta nota: "Si supieras querer, podrías mucho más; no sabe lo que dice, quien dice no poder. Di quiero de verdad, y prodigios verás: obrarías mejor si supieras querer. -Si supieras amar, !con qué satisfacción aún la carga mayor ansiarías llevar; la voluntad enferma la arrastra el corazón. Tu querrías mejor, si supieras amar. Si supieras sufrir, por cada prueba más, en tu amor nuevo fuego deberías sentir: ardería más puro ese fuego inmortal, amarías mejor, si supieras sufrir. Si supieras rezar, no hallarías dolor que a los pies de tu Cristo no pudieras calmar. La cruz es el estímulo de esperanza, de amor: sufrirías mejor, si supieras rezar". Amigo: Ponemos en práctica nuestra dignidad cuando utilizamos nuestra inteligencia para conocer la verdad, cuando usamos nuestra voluntad para amar el bien, cuando nos esforzamos por desarrollarnos y por progresar en todos los órdenes. Ten en cuenta estas tres cosas: Debemos aspirar eficazmente a conseguir nuestro último fin: Dios. Debemos perfeccionarnos por la práctica del bien. Debemos participar en la marcha del mundo, sintiéndonos responsables del mismo y tratando de mejorarlo cada día. Para saber querer y poder; para saber amar el bien y apartar el corazón de lo que no conviene; para saber sufrir con entereza y saber hincarte y sumar tu cruz a la de Cristo, educa tu voluntad.

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Ser más que tener P.J. De Franceschi, Salesiano Vivimos en un mundo materialista, en el cual lo que vale es el dinero, los negocios, el poder. Vivimos en un mundo en el cual se aprecia lo que se toca, se ve. Vivimos en una sociedad de consumo, es decir en una sociedad que crea siempre nuevos deseos, nuevas necesidades. En una sociedad semejante, lo que importa, lo que vale es tener, tener siempre más para poder gastar, comprar, probar todas las experiencias, tomarse todos los gustos. Por eso el ideal es tener más para poder satisfacer todos los gustos y deseos, ser admirados, ocupar puestos de prestigio, alcanzar gloria y reconocimiento de los hombres. De este modo se pierde de vista la verdadera grandeza del hombre y su felicidad no es poseer, sino "ser", crecer interiormente, madurar espiritualmente. Se pierde de vista que lo que vale son los valores humanos y cristianos, como son la honestidad, la responsabilidad, la fidelidad, la voluntad de servicio, el amor y confianza en Dios, el respeto por el prójimo. Así se explica porque, por ejemplo, encontramos hombres y mujeres que pueden permitirse cualquier lujo, cualquier satisfacción, pero que no saben apreciar y gozar los valores de la cultura, que no sabe disfrutar de la belleza de un paisaje, que no saben ser fieles a una amistad, que no saben apreciar el valor de la rectitud, de la sinceridad, que no tiene ni siquiera la idea de la satisfacción profunda que produce la ciencia, el gozo espiritual que causa la contemplación de una obra de arte, el placer tan hondo de una obra maestra de música, el gozo y la satisfacción que nace de la vivencia de los valores cristianos, como son la oración, la fe, la confianza en Dios y el amor sincero al prójimo. Este mundo tan hermoso y fascinante sólo puede ser apreciado por el hombre que sabe crecer, madurar. Este crecimiento y maduración se puede dar aún en las personas sencillas y humildes, aunque no dispongan de recursos económicos, pero que han sabido cultivar los valores humanos, los valores del espíritu y de la fe. Lo que importa es realizarse en la vida, sentirse útiles para los demás. Y así tenemos hombres y mujeres felices que con su voluntad tesonera, con su inteligencia lúcida saben entregarse al trabajo o al estudio en el cual encuentran su propia realización y satisfacción; hombres y mujeres felices que no se dejan llevar por el oropel del lujo o del placer y que se sienten realizados con su pareja, con su hogar, con su trabajo o profesión. Se trata de persona reconciliadas consigo mismas, con el prójimo y con Dios. Estas son las personas que saborean la belleza de la vida, aún en medio de las dificultades, conflictos, incomprensiones, porque han entendido que lo que importa no es tener (¿Acaso son los ricos las personas más felices?), sino "será". Ser y no aparentar P.J. De Franceschi, Salesiano La gran preocupación de la mayoría de la gente es quedar bien, dar buena impresión, aparentar. Preocupados por lo que piensen y digan los demás de nosotros, nos esforzamos por dejar una buena impresión para que piensen y hablen bien de nosotros.

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¡Qué alegría experimentamos cuando nos alaban! Pero, ¿Serán sinceros? ¿No será, más bien, adulación, interés, burla? Está claro que lo que nos interesa, entonces, no es "ser", sino aparentarlo, no ser honestos ciudadanos, sino aparentarlo, no ser personas honradas, sino aparentarlo. Nos preocupa que al referirse a nosotros, digan que somos caballeros, simpáticos, cultos, comprensivos inteligentes, pero no nos preocupamos de serlo en verdad. No nos preocupa, quiénes somos, sino cómo aparecemos. Engañamos a todos, inclusive a nosotros mismos, puesto que a fuerza de esforzarnos por quedar bien, nos quedamos conformes con eso. Esta es la mentira del hombre moderno. Ha perdido el sentido de la grandeza de "ser " de verdad, delante de Dios y de la propia conciencia (si es que nos queda), para refugiarse en la falsa grandeza de las apariencias. No nos importa ser sepulcros que llevan por dentro podredumbre y gusanos, lo que nos importa es ser sepulcros blanqueados, como dice Jesús en el Evangelio, que todos admiran por su belleza exterior. De este modo el hombre y la mujer han perdido el sentido y el gusto por el verdadero crecimiento de sí mismos, han perdido el aprecio por los auténticos valores humanos como son la sinceridad la autenticidad, la coherencia, la honestidad, la responsabilidad el respeto por sí mismo. Y ¿Qué sucede? Sucede que el hombre a la larga va sintiendo asco de sí mismo. Pero ya no tiene ni fuerza ni voluntad para cambiar de vida. Se le hace demasiado difícil decirse que es un fracasado; un mentiroso. Entonces seguirá engañándose a sí mismo a los demás. Total lo que importa es lo que aparece. De este modo tendrá que renunciar al cumplimiento de precisos deberes ¿Con qué derecho por ejemplo, un padre de familia podrá hablar a sus hijos, si él sabe que en su vida privada no es honrado? O, una persona pública, ¿Con qué derecho podrá hablar de honestidad, justicia, responsabilidad, si él en su vida privada o pública no vive estos valores? Sería toda una comedia, pero con tristes consecuencias para él y para los demás. Estas tristes consecuencias las estamos viendo todos. Vivezas que producen fraudes y engaños egoísmos que llevan a injusticias, incoherencias que causan escándalos, esperanzas defraudadas, promesas incumplidas, traiciones e infidelidades. Por este motivo Jesús nos dice que si queremos entrar en el Reino de los Cielos debemos ser como los niños ya que en ellos todo es transparencia. Sida y vacuna Muchas personas creen, ingenuamente, que a descubrirse la vacuna contra el Sida, inmediatamente se acabará la enfermedad. Piensan que la vacuna sea la varita mágica que vendrá a solucionar el terrible flagelo del Sida. Pero la solución no es tan sencilla para un problema que es bastante complejo. Esta de por medio el hombre y toda una civilización que debe revisar sus valores y los fundamentos de una cultura basada en la exaltación del cuerpo, la promiscuidad y el placer desenfrenado. Hace dos años vino a Caracas Luc Montagnier, descubridor del Sida, para participar en unas jornadas sobre la llamada enfermedad del siglo, organizadas por Provive. En aquella oportunidad este científico de renombre mundial dijo unas palabras que mantienen hoy plena vigencia al afirmar que "la promiscuidad sigue siendo el factor de riesgo más importante para la transmisión del Sida". Quiere decir que si no hay un cambio de comportamiento de nada valdrá que se descubra una vacuna.

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En pocas palabras, si no descubre el valor de la fidelidad, el pudor y la relación de pareja estable y permanente, estaremos todavía muy lejos de la verdadera solución al problema del Sida. En su intervención en esas estupendas jornada Montagnier nos habló de los llamados `factores de civilización ". El factor más importante en la propugnación del Sida es un factor de civilización. De esa manera se explica que un virus relativamente poco contagioso, haya encontrado un apropiado ambiente ecológico debido a cambios importantes en nuestra civilización en los últimos treinta años. Esos factores son, entre otros, el aumento de las parejas sexuales, especialmente la incremento de los homosexuales en los Estados Unidos, y la adicción a las drogas. Recientemente, en una entrevista al periódico italiano II Corriere de la Sera, Montagnier decía que aunque se descubra una vacuna contra el Sida, el mal no desaparecerá por encanto, ya que se trata de una enfermedad ligada al comportamiento. "La opinión pública piensa que la vacuna es algo mágico. Ciertamente hay casos de vacunas contar la rabia, la poliomelitis o la viruela, por tanto se piensa que también el Sida desaparecerá con una vacuna. Yo no estoy tan seguro..." En la entrevista con el periódico italiano Montagnier afirma estar seguro que la vacuna llegará "pero será algo complementario. El virus está implicado, pero no en toda la enfermedad". Siendo el Sida una enfermedad ligada al comportamiento, la vacuna no va a acabar con la promiscuidad sexual porque "algunas enfermedades las creamos los hombres. Es nuestra civilización la que las produce", según Montagnier. La solución definitiva tiene que ver con cambios de actitudes y de comportamientos. Mientras exista la promiscuidad sexual, la drogadicción y otros "factores de civilización" el riesgo seguirá. La solución definitiva al problema pasa por el m finar esos factores tan presentes en nuestra civilización occidental y enseñar, desde la más temprana edad, valores como la fidelidad y el amor monogámico, como parte integral de la vida sexual. Lo que significa ser cristiano El nombre de "cristianos" que nos honramos en llevar por una tradición de siglos, merece continuas revisiones para establecer lo que significa para cada uno de nosotros. Nos aproximamos al tema con una reflexión: Lo que no es ser cristiano: + Ser cristiano, desde luego, no es solamente estar registrado en un despacho parroquial. + Ser cristiano no es apenas, guardar una tradición familiar, valiosa por lo, demás. + Ser cristiano no es, sobre todo, ser fiel a prácticas religiosas porque toca hacerlas. + Ser cristiano no es tener devociones, a veces llenas de sentimientos pero vacías de contenido. + Ser cristiano no es llevar al cuello el crucifijo o una medalla de la Virgen, aunque sea conveniente valerse de los signos si ayudan al compromiso personal. + Ser cristiano no es caminar por las ramas de la fe, cómodamente instalado, buscando seguridades y tranquilizantes para la conciencia. Diga que lo anterior tiene sus aspectos positivos. Pero ser cristiano es algo más serio y de mayores alcances. Veamos entonces:

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Lo que es ser cristiano: + Ser cristiano, de entrada, es caminar por el mundo al estilo de Jesús. + Ser cristiano es buscar la coherencia entre lo que se hace y lo que se cree. + Ser cristiano es estar en buen camino aunque sabiendo que es largo y difícil el sendero. + Ser cristiano es ser honesto, responsable, alegre. + Ser cristiano es vivir en esta do de gracia y también de conversión + Ser cristiano es responder a la pregunta de Dios: "¿Dónde está tu hermano?" (Gn 4,6). + Ser cristiano es estar en la tierra, pero con el corazón en las alturas. ¡Qué maravilla es ser cristiano! Sólo por ser hombre Pedro García Misionero Claretiano A cualquiera que lee el Evangelio le llama poderosamente la atención cómo Jesucristo trata a todas las personas por igual: a todas con el mismo amor, con el mismo respeto, sin hacer nunca una distinción odiosa entre ricos y pobres, entre grandes y pequeños. Más todavía, si alguna preferencia tiene es precisamente con los más humildes y los desechados por la sociedad. Incluso, Jesús mismo ha optado por ser pobre, cuando en la providencia de Dios podía haber escogido ser grande y distinguido. Y, si ha sido el más grande entre los hombres, su grandeza no se ha basado en el dinero o en el poder, sino en las cualidades humanas y divinas que le han hecho sobresalir tan por encima de todos los demás. Jesucristo. fue así el gran valorizador del hombre, de la persona humana. Ante sus ojos no había más grandeza que la de ser un hombre y un hijo de Dios. Este ejemplo de Jesucristo y este juicio sobre el hombre serán perennes en la Iglesia y en el mundo. Pero hoy han cobrado una relevancia mucho mayor. Porque están respondiendo a una exigencia de nuestros días, cuando en la mente de todos está muy metida la idea de la fundamental igualdad que existe entre todas las personas. No podemos negar que durante muchos tiempos ha sido la posesión de bienes materiales y o los títulos de dignidades la causa determinante del mayor o menor respeto que se le tenía a una persona. Todos debían inclinarse ante el rico y ante quien ostentaba un cargo de altura. El pobre y el plebeyo quedaban muy relegados en la sociedad. Esto lo expresó con feroz humor aquella coplilla, ya muy vieja, que igual nos hacía reír lo mismo que nos podía enfurecer, y que cantaba así: Cuando tenía dinero me llamaban Don Tomás; ahora que no lo tengo, me llaman Tomás no más. Nos reímos, pero más bien nos deberíamos rebelar. ¿De modo que se me respeta, sólo porque tengo buena reserva en el banco? ¿Se me deja de respetar, sólo porque soy un simple obrero? ¿Vuela mi nombre por las alturas, porque siempre llevo delante un rimbombante Don o un ampuloso Excelentísimo?... ¿Corre mi nombre por el suelo, mi nombre a secas, porque a lo mejor soy un ser defectuoso, sin relieve alguno, y como suele decirse, porque no he tenido suerte en la vida?... Otro versificador popular respondió a esa copla en cuestión con estos otros versos, llenos de digno desprecio:

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Si me llamas Don Tomás sólo por tener dinero, quédate el Don y el dinero y dime a secas Tomás, pues vale mi nombre más que sé tu hablar zalamero. El respeto que se merece una persona tiene fundamentos más sólidos y valederos que el dinero fugaz, el título universitario o el papel en la política. Ciertamente que respetamos la autoridad en los superiores, la virtud en los santos, la ciencia en los sabios, la tenacidad en los hombres de negocio, y el valor de los tipos de carácter. Pero no podemos olvidar que el hombre, todo hombre, cualquier persona, sea quien sea, hasta la de menos suerte en la vida, merece todo nuestro respeto y veneración por el solo hecho de ser una persona, una imagen del Creador, un semejante mío, y un ser con destino eterno en el seno de Dios. No podemos infravalorar un cuadro del Artista más genial. Y el Autor del hombre más humilde y más pobre es Dios. No podemos menospreciar a quien recibió en su frente el beso de Dios. Y Dios le dio su beso al pobrecito que está tumbado en la acera o vive bajo el puente. No podemos echar a la basura una joya que será engastada en la corona de Jesucristo, el Rey inmortal, y todo hombre o mujer que nos rodea es un candidato de la Gloria. Se nos presenta la cuestión de esas personas que se han envilecido a sí mismas lanzándose por derroteros muy torcidos en la vida. ¿Esas personas también merecen nuestra aceptación? Puede costar el aceptarlas, pero se lo merecen igual. Y lo que se merecen ciertamente es el cuidado y la solicitud de todos por ayudarles a salir de su situación tan penosa. Ahí se impone la caridad junto con el mayor respeto. En una reunión de mucho compromiso, y en un país de grandes desigualdades sociales, un orador de renombre acabó aquel día su conferencia con estas palabras que impactaron al auditorio, y que ahora todos hacemos nuestras: - ¡Hombre o mujer, quien quiera que tú seas, cuánto respeto mereces, cuánto respeto te quiero tributar yo! .... El terrible estado del alma tibia San Juan María Vianney Al hablaros hoy mis, queridos hermanos, del terrible estado del alma tibia, mi propósito no es pintaros un terrible y desesperante cuadro del alma que vive en pecado mortal tal sin tener siquiera el deseo de salir de esa condición. Esa pobre desgraciada criatura puede incluso provocar la ira de Dios en la otra vida. Hablo mis queridos hermanos de alma tibia, no quiero hablar tampoco de los que no cumplen su deber Pascual ni su confesión anual. Ellos saben muy bien que a pesar de sus oraciones y de sus buenas obras se perderán. Dejémoslos en sus cegueras si quieren permanecer en ese estado. Tampoco entiendo por alma tibia, la que le gustaría ser mundana sin dejar de ser hija de Dios. Vosotros la veréis apenas hace un momento postrada ante su Dios y su Maestro, y al momento siguiente postrada ante el mundo, su ídolo.

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Pobre ciega criatura, que da una mano a Dios y la otra al mundo, de modo que puede llamar a ambos su ayuda, y prometer su corazón a cada uno a su turno. Luego, cansada de dar su alianza a ambos, termina por darla sólo al mundo. Es ésta una vida tan extraordinaria y ofrece un espectáculo tan extraño que resulta difícil creer que se trata de la vida de la misma persona. Voy a mostraros esto tan claramente que quizá muchos de vosotros se sentirán heridos por ello. Pero eso me importa poco, porque yo siempre os voy a decir lo que debo deciros y después vosotros haréis lo que queráis... Me gustaría decir, además, mis queridos, que cualquiera que desee agradar a la vez al mundo y a Dios, lleva una de las vidas mas desgraciadas que se puede imaginar. Vosotros lo veréis. He aquí alguien que se entrega a los placeres del mundo o contrae un mal hábito. (Qué grande es su temor cuando viene a cumplir sus deberes religiosos, es decir, cuando dice sus oraciones, cuando va a la Confesión o quiere ir a la Sagrada Comunión! El no quiere ser visto por aquellos con los que ha estado bailando y pasando noches en la sala de fiestas, entregándose a toda clase de libertinajes. ¿Ha venido al teatro cuando va a engañar a su confesor ocultando la peor de sus acciones y así conseguir permiso para ir a la Sagrada Comunión, o mejor dicho, a cometer un sacrilegio? Él preferiría comulgar antes o después de la misa, es decir, cuando no hay nadie presente. Sin embargo es totalmente feliz de ser visto por la buena gente, que no sabe nada de su mala vida, y entre los que le gustaría suscitar una buena opinión sobre él. Ante la gente devota él habla de religión. Ante los que no tienen religión él habla de los placeres del mundo. Se ruborizaría de cumplir sus prácticas religiosas ante sus compañeros, o esos chicos y chicas con los que comparte sus caminos.. Esto es tan cierto que un día me pidió uno que le permitiera comulgar en la sacristía para que nadie lo viera. Pero continuaremos más tarde y veréis los apuros de esa pobre gente que quiere seguir a Dios sin abandonar el mundo. He ahí que se aproxima la Pascua y deben confesarse. No es que ellos quieran confesarse o sientan ninguna urgencia o necesidad de recibir el sacramento de la Penitencia. Ellos sólo estarían contentos si la Pascua se celebrara cada tres años. Pero sus padres conservan todavía la práctica externa de la religión. Ellos serán felices si sus hijos comulgan y procuran urgirles para que se confiesen. En esto, desde luego, cometen un error. Deberían rezar por ellos solamente y no atormentarlos para que cometan un sacrilegio. Por tanto, para librarse de la importunidad de sus padres, para guardar las apariencias, esta gente conseguirá averiguar cual es el mejor confesor para conseguir la absolución por primera o segunda vez. "Mira," dice uno, "mis padres están enfadados conmigo porque no me he confesado. )Dónde iré? No suelo ir a mi Párroco porque es demasiado escrupuloso. No me permitiría hacer mi cumplimiento pascual. Tendremos que intentarlo con fulano, que permite comulgar a otros que son peores que nosotros. Otro dice: A estoy seguro que si no fuera por mis padres, no haría en absoluto el cumplimiento pascual. Nuestro catecismo dice que para hacer una buena confesión tenemos renunciar al pecado y a las ocasiones de pecar y yo no voy a hacer ninguna de las dos cosas. Sinceramente te digo que estoy desconcertado cada vez que llega una Pascua. Yo estaré contento cuando me llegue el tiempo de sentar cabeza y dejar de callejear.Entonces haré una confesión de toda mi vida para poner en orden lo que estoy haciendo ahora.

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Sin eso no podría morir feliz." "Bien" le dirá otro, "Cuando llegue ese tiempo deberías ir al sacerdote que te confiesa ahora. Él será el que te conocerá mejor." "¡Ni hablar! Iré al que no quiso darme la absolución porque no quería verme condenado también" ¿No era bueno mi consejo? Eso no significa nada en absoluto. Todos ellos tienen el mismo poder." "Eso está bien cuando haces lo que debes hacer. Pero cuando estamos en pecado pensamos de otra forma. Un día vino a verme una chica bastante irreflexiva. Me dijo que no iba a volver a confesarse con un sacerdote que era tan tolerante que haciendo como si quisiera salvarte, te empujaba al infierno. Así es como se portan muchos de esos pobres ciegos. "Padre," dirán al sacerdote, "vengo a confesarme con Vd. Porque nuestro Párroco es demasiado exigente. Él quiere hacernos prometer cosas que no podemos soportar. Quisiera que todos fuéramos santos y eso no es posible en este mundo. Quisiera que nunca fuéramos a bailes, ni frecuentáramos cabaret ni diversiones. Si alguien tiene un vicio, no le da la absolución hasta que no lo ha abandonado completamente. Si tuviéramos que hacer todo eso nunca haríamos nuestro cumplimiento pascual. Mis padres, que son muy religiosos, siempre están detrás de mí para que haga mi cumplimiento pascual. Yo haré todo lo que pueda. Pero nadie puede decir que no volverá a esas diversiones, puesto que nunca sabe cuando se las va a encontrar." "¡Ah!" dice el confesor, totalmente engañado por esta sincera y sonora charla, "Pienso que tu párroco es quizá un poco exigente. Haz tu acto de contrición y te daré la absolución. Intenta ser bueno ahora." Es decir: Inclina tu cabeza; vas a pisotear la adorable sangre de Jesucristo; vas a vender a tu Dios como Judas lo vendió a sus verdugos y mañana irás a la Sagrada Comunión, donde procederás a crucificarlo. ¡Qué horror! ¡Qué abominación! ¡Adelante, vil Judas, ve a la santa mesa, ve y da muerte a tu Dios y a tu Salvador! Deja gritar a tu conciencia, intenta solamente sofocar sus remordimientos todo lo que puedas... Pero estoy yendo demasiado lejos, mis hermanos, Dejemos permanecer a esas pobres ciegas criaturas en su ceguera. Pienso, hermanos, que os gustaría saber cuál es el estado del alma tibia. Pues bien, este es. Un alma tibia no está todavía totalmente muerta a los ojos de Dios, porque la fe, la esperanza y la caridad, que son su vida espiritual, no están apagadas del todo. Pero es una fe sin celo, una esperanza sin resolución, una caridad sin fervor... Nada conmueve a esta alma: es verdad que escucha la palabra de Dios, pero a menudo le aburre. Sus poseedores oídos la oyen con dificultad, más o menos por hábito, como alguien que piensa que sabe bastante sobre ella pero no todo lo que debería saber. Cualquier oración un poco larga le repugna. Esta alma está tan llena de lo que acaba de hacer o de lo que va a hacer, su hastío es tan grande, que ésta pobre desgraciada está casi en agonía. Está todavía viva, pero no es capaz de hacer nada para ganar el cielo... Durante los últimos veinte años, esta alma ha estado llena de buenas intenciones sin hacer absolutamente nada para corregir sus defectos. Es como quien envidia al que está en la cima del mundo pero no se digna levantar un pié para llegar allí. No querría sin embargo renunciar a las bendiciones eternas por estas cosas del mundo. Ella no quiere todavía ni abandonar el mundo ni ir al cielo, y si puede arreglárselas para pasar su tiempo sin

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cruces ni dificultades nunca pediría en absoluto abandonar este mundo. Si alguna vez se la oye decir que esta vida es larga y miserable, es sólo cuando algo no va de acuerdo con sus deseos. Si Dios, para forzarla al desapego afectivo de las cosas temporales, le envía alguna cruz o sufrimiento, se irrita, se aflige, se abandona a las quejas y lamentos y a veces casi se desespera. Parece como si no quisiera ver que Dios le manda estas pruebas para su bien, para despegarla de este mundo y volverla hacia Él. ¿Qué ha hecho ella para merecer estas pruebas? En este estado una persona piensa que hay muchos otros peores que ella que no son sometidos a estas pruebas. En los tiempos prósperos el alma tibia no va tan lejos que se olvide de Dios pero tampoco se olvida de sí misma. Sabe muy bien jactarse de todo lo que significa haberse empleado en conseguir su prosperidad. Está totalmente convencida de que otros no habrían conseguido el mismo éxito. Le encanta repetir eso y oírlo repetir y cada vez que lo oye es con renovado placer. Al que tiene un alma tibia le encanta tratar con los que le adulan pero hacia los que no le tratan con el respeto que él cree que se merece, o no le han agradecido sus favores mantiene un aire de fría indiferencia y parece indicarles que son ingratas criaturas indignas del bien que él les ha hecho... Si quisiera representaros con una imagen el estado de un alma tibia os diría que es como una tortuga o un caracol. Se mueve sólo arrastrándose por el suelo y se puede ver que se mueve de un sitio a otro con gran dificultad. El amor de Dios que siente en lo más profundo de sí mismo es como una pequeña chispa de fuego escondida bajo un montón de cenizas El alma tibia llega al punto de ser totalmente indiferente a su propia pérdida. A ella no le ha quedado nada más que un amor sin ternura, sin acción y sin energía, que la sostiene con dificultad en todo lo que es esencial para la salvación. Pero los demás medios de Gracia no los estima nada o casi nada. Qué lástima de esta pobre alma en su tibieza como el que esta adormilado entre dos sueños. Quisiera actuar pero llegará a estar tan debilitado, que le falta la fuerza o el coraje para cumplir sus deseos. Es verdad que un cristiano que vive en la tibieza cumple todavía sus deberes regularmente, al menos en apariencia. Ciertamente doblará sus rodillas cada mañana para hacer sus oraciones. Irá a los sacramentos cada Pascua e incluso varias veces durante el curso de los doce meses. Pero en todo esto tendrá tanta repugnancia, tanta negligencia, e indiferencia, tan poca preparación, tan pequeño cambio en su conducta, que se ve fácilmente que esta cumpliendo sus deberes sólo por costumbre y rutina, porque se trata de una fiesta y tiene el habito de realizar esto en ese tiempo. Sus confesiones y comuniones no son sacrílegas pero no producen fruto y lejos de hacerle más perfecto y más grato a Dios le hacen más indigno. Como sus oraciones que sólo Dios sabe que las hace sin ninguna preparación desde luego, Por la mañana no es Dios quien ocupa sus pensamientos, ni la salvación de su alma; Él está tan atrapado con pensamientos de trabajo. Su mente está tan arrastrada a las cosas de la tierra que el pensamiento de Dios no tiene lugar en él. Él está pensando en lo que va a hacer durante el día, dónde enviará a sus hijos y sus varios empleados, en cómo realizará su trabajo. Él dobla sus rodillas sin duda, pero no sabe qué quiere pedirle a Dios, ni qué necesita, ni ante quién esta de rodillas. Su negligente conducta muestra esto muy claramente. Ciertamente es un pobre hombre, que a pesar de ser miserable, no quiere absolutamente nada y ama su pobreza. Es sin duda un enfermo desesperado que desprecia a los doctores y a los remedios y se aferra a sus enfermedades. Podéis ver que esta alma tibia no tiene dificultad, con el más ligero pretexto, en charlas durante el curso de sus oraciones. Sin ningún motivo las abandonará, al menos parcialmente, pensando que las terminará en otro momento. ¿Quiere ofrecer el día a Dios, pedirle su Gracia? Hace todo eso a

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menudo pero sin pensar a quién está dirigido. Ni siquiera dejará de trabajar para hacer el ofrecimiento. Si el que tiene un alma tibia es un hombre, le dará vueltas a su gorra o su sombrero en sus manos como si estuviera viendo si es bueno o malo, como si estuviera pensando en venderlo. Si es una mujer, dirá sus oraciones mientras corta el pan en su sopa, o pone leña en el fuego, o llama a sus niños o a la criada. Si queréis, tales distracciones durante la oración no son deliberadas. La gente mas bien no las tendría, pero como es necesaria tanta más molestia y energía para librarse de ellas, las dejan solamente y les permiten venir cuando quieran. El cristiano tibio no trabaja los domingos en las tareas que están prohibidas a cualquiera que tenga el más mínimo sentido religioso, pero coser algo, arreglar algunas cosas en la casa, llevar las ovejas a los campos durante la hora de la Misa, con el pretexto de que no tiene suficiente alimento para ellas –todas estas cosas las hará sin el menor escrúpulo -, y tales personas preferirán que sus almas y las de sus empleados perezcan antes que arriesgar a sus animales. Un hombre está muy ocupado preparando sus herramientas, y sus carros y gradas y todo lo demás para el día siguiente; rellenará un hoyo o cercará una brecha; cortará varios trozos de cuerdas y maromas; sacará las mantequeras y las pondrá en orden. ¿Qué pensáis de todo esto mis queridos hermanos? ¿No es, por desgracia, la simple verdad?... Un alma tibia se confesará regularmente, e incluso con verdadera frecuencia. Pero ¿qué clase de confesiones son? Sin preparación, ni deseo de corregir las faltas, o, al menos, con un deseo tan débil y tan pequeño que la más insignificante dificultad lo detendrá totalmente. Las confesiones de tal persona son meras repeticiones de las anteriores, lo cual sería un feliz estado si no hubiera nada que añadirles. Lleva veinte años acusándose de las mismas cosas que confiesa hoy y si fuera a la confesión veinte años después, diría las mismas cosas. Un alma tibia, si queréis, no comete grandes pecados. Pero alguna difamación o crítica, una mentira, un sentimiento de odio o antipatía, de envidia, un ligero detalle de falacia o doblez –a estas cosas no les da la menor importancia -. Si es una mujer y no le das todo el respeto que ella cree que se le debe, ella lo conseguirá bajo el pretexto de que Dios ha sido ofendido; puede ser que diga toda vía más, desde luego, puesto que ha sido ella misma quien ha sido ofendida. Es verdad que esa mujer no dejará de frecuentar los sacramentos, pero sus disposiciones son dignas de compasión. El día que va a recibir a su Dios, pasa parte de la mañana pensando en asuntos temporales. Si es un hombre estará pensando en sus negocios y ventas. Si es una mujer casada pensará en su familia y sus niños. Si es una chica pensará en sus vestidos. Si es un chico soñará con lo bien que se lo está pasando y así sucesivamente. El alma tibia encierra a Dios en una especie de oscura y fea prisión. Su poseedor no lo crucifica, pero Dios puede encontrar poca alegría o consuelo en su corazón. Todas sus disposiciones proclaman que su alma a duras penas respira. Después de haber recibido la Santa Comunión, esta persona apenas piensa en Dios en todos los días siguientes. Su modo de vida nos dice que no conoció la gran felicidad que debería haber sentido (después de comulgar). Un cristiano tibio piensa muy poco en el estado de su pobre alma y casi nunca permite a su mente pensar en el pasado. Si el pensamiento de hacer algún esfuerzo para ser mejor cruza totalmente por su mente, piensa que una vez confesados sus pecados, debería estar perfectamente feliz y en paz. El asiste a la Santa Misa con mucha frecuencia, pero no piensa seriamente en lo que está haciendo y no tiene inconveniente en charlar sobre toda clase de temas mientras va de camino. Posiblemente no dedica ni un sólo pensamiento al hecho de que está a punto de participar en el don más grande, que la omnipotencia de Dios puede darnos. El dedica algún pensamiento a las necesidades de su propia alma, sí, pero una muy pequeña y débil cantidad de pensamiento desde luego. Frecuentemente estará en la presencia de Dios, sin tener la menor idea de lo que está haciendo o pidiéndole. Tiene pocos escrúpulos en interrumpir, con el más ligero pretexto las oraciones después de la Misa. Durante la Misa no quiere dormirse e incluso tiene miedo de que alguien pudiera verle dormido pero

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no hace ningún esfuerzo para evitarlo. No quiere, desde luego, tener distracciones en la oración o durante la Santa Misa, sin embargo en lugar de luchar contra ellas, las sufre muy pacientemente considerando el hecho de que no le agradan. Los días de ayuno se reducen prácticamente a nada, ya sea por adelantar la hora de la comida principal, o so pretexto de que el cielo no se alcanza con hambre, haciendo la colación tan abundante que equivale a una cena completa. Cuando practica la beneficencia sus intenciones están muy mezcladas – unas veces es para agradar a alguien, otras por compasión y otras por agradar al mundo. Para estas personas todo lo que no sea un pecado mortal es bastante bueno. Les gusta hacer el bien, siendo fieles, pero les gustaría que no les costara nada o, al menos, les costara muy poco. Les gustaría visitar al enfermo, ciertamente, pero sería más conveniente que el enfermo viniera a ellos. Tienen algo para dar en limosnas, saben muy bien que cierta persona necesita ayuda, pero esperan a que venga a pedirles en lugar de anticiparse, que sería mucho más meritorio. Incluso diremos que la persona que lleva una vida tibia no deja de hacer muchas buenas obras, frecuentar los sacramentos, asistir regularmente a a todos los servicios de la iglesia, pero en todo esto se ve solamente una fe débil y lánguida, una esperanza que se derrumba ante la más pequeña prueba, una amor a Dios y al prójimo sin ardor ni gozo. Todo lo que esta persona hace no está enteramente perdido pero le falta poco. Mirad ante Dios, mis queridos hermanos, cuál es vuestra situación. ¿La de los pecadores, que han abandonado todo y se hunden en el pecado sin remordimientos? ¿La de las almas santas que buscan sólo a Dios? O sois del número de almas flojas, tibias, indiferentes como las que acabamos de describiros? ¿Por qué camino vais? ¿Quién puede estar seguro de que no es un gran pecador ni un alma tibia sino uno de los elegidos? ¡Cuántos parecen buenos cristianos a los ojos del mundo, que son tibios a los ojos de Dios, que conoce lo íntimo de nuestros corazones...! Pidamos a Dios de todo corazón, si estamos en ese estado, que nos conceda la gracia de salir de él, de modo que podamos tomar el camino que todos los santos han tomado, llegar a la felicidad que ellos gozan. Eso es lo que deseo para vosotros. “Tus pecados te quedan perdonados” Mc, 2,1-12 Los protagonistas de esta escena evangélica son Jesús, un paralítico, sus amigos y los letrados. Cuatro amigos del paralítico abren un boquete en el techo de la casa, lo descuelgan en su camilla delante de Jesús, el cual, viendo la fe que tiene, dice algo que resulta sorprendente ante un enfermo que viene a buscar la curación del cuerpo: "Hijo, tus pecados te quedan perdonados". Suena como una gran una ligereza hacer tan atrevida afirmación, escandalosa por lo demás para los letrados allí presentes que piensan para sus adentros: ¿Por qué habla éste así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios? Además, ¿cómo se comprueba tal potestad de perdón que se adjudicó Jesús? Precisamente mediante la curación física que es signo de la sanación espiritual. Para los judíos, que no distinguían en el hombre alma y cuerpo como elementos separables, toda enfermedad tenía un carácter moral y era causada por el pecado personal del enfermo o de sus padres. En otra ocasión, ante un ciego de nacimiento los discípulos preguntaron a Jesús: "¿Quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?" (Jn 9,2). Este milagro es signo y revelación de Jesús. De esta forma y mediante el dato visible y comprobable de la sanación, el paralítico se levantó inmediatamente, llevó su camilla y salió a la vista de todos. Los letrados ven deshecha su objeción al hecho invisible del perdón de los pecados. El pueblo sencillo daba gloria a Dios por lo que veía.

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La Iglesia continúa el perdón de Jesús. La Iglesia es signo y sacramento de reconciliación, ya que la facultad de perdonar los pecados que tiene Jesús, se continúa en la Iglesia, a la cual se lo entregó después de su resurrección: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados" (Jn 20,22). Porque "así estaba escrito: El Mesías padecerá, resucitará al tercer día, y en su Nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto" (Lc

24,46). Anunciar el perdón de los pecados en un mundo que ha perdido el sentido de lo sagrado, que parece haber disminuido la conciencia de pecado, es recordar la existencia del mismo, para superarlo y recordar al hombre la gran necesidad que tiene de ser perdonado y salvado, como repetimos continuamente en el Padre Nuestro y en tantos Salmos: "Sáname, Señor, porque he pecado contra ti" o "Señor, ten piedad de nosotros". Renovar el mundo es la finalidad de la venida de Jesús y de su misterio pascual. Igualmente, la Iglesia, en sus ministros, se hace instrumento de reconciliación para conducir hacia una nueva creación a la persona y ayudarle a solucionar sus conflictos espirituales y a veces también sus sufrimientos corporales, causados por el "sentirse mal" con Dios y consigo mismo. En este sacramento no se trata de juzgar a nadie, sino de ayudar a la persona á encontrarse con Dios, con los otros y a si mismo para poder renovarse y sentirse hijo/a amado/a de Dios. Vamos a morir Todos nosotros y cada uno, vamos a morir, y para quien no se lo plantea puede ser más pronto que tarde. No por evidente resulta ocioso el recordarlo; porque a veces pareciera que pensamos que los que se mueren son solamente los otros. "¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen cada día las almas en la eternidad: un día, la hoja caída serás tú" (Beato Josemaría Escrivá. Camino, n. 736). "Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre" (Conc. Vaticano II. Const. Gaudium

et spes, n. 18). "La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida. Este aspecto de la muerte da urgencia a nuestras vidas: el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1007). Tal como advierte el Eclesiastés (12, 1.7): "Acuérdate de tu Creador en tus días mozos (...) mientras no vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio ". Con la muerte el alma se separa del cuerpo, hasta el día en que ocurra la resurrección de los cuerpos; es una partida de este mundo. De por sí la muerte corporal corresponde a la naturaleza humana, por lo que atañe a su componente material, pero la Revelación divina nos enseña que en realidades "salario del pecado" (Romanos 6, 23; cf Génesis 2, 17). Ya que por un privilegio que Dios le había otorgado, el hombre estaba destinado a no morir: no tenía que haber pasado por ese amargo trance. Como consecuencia del pecado original entró en el mundo la muerte, no sólo del alma por el pecado grave, sino también del cuerpo. Pero con la venida de Jesucristo a la tierra, su Encarnación redentora dio sentido a nuestra vida y a nuestra muerte: "para los que mueren en la gracia de Cristo, es una participación en la muerte del Señor para poder participar también en su Resurrección" (Catecismo n

1006). Así la muerte del cristiano no significa para él un término de la vida, sino un cambio que introduce en una vida nueva y superior. "La muerte fue transformada por Cristo. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió

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también la muerte, propia de la condición humana. Pero, a pesar de su angustia frente a ella (cf Marcos

14, 3334; Hebreos 5, 7-8), la asumió en un acto de sometimiento total y libre a la voluntad del Padre. La obediencia de Jesús transformó la maldición de la muerte en bendición" (Catecismo..., n. 1009). Por eso la visión cristiana de la muerte no tiene un sentido trágico, tal como lo expresa la liturgia de la Iglesia en uno de los prefacios de difuntos: "La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo ". La muerte de cada hombre no tiene retroceso, sella toda una etapa, y por cierto sumamente importante. "La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino" (Catecismo..., n. 1013). Con ella termina "el único curso de nuestra vida terrena " (Conc. Vaticano 11. Const. Lumen gentium, n. 48). Tal como expresa la Sagrada Escritura: "Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hebreos 9, 27). Después de la muerte no existe una trasmigración o reencarnación de las almas en otros cuerpos. Es ésta simplemente una hipótesis imaginativa, incompatible con la identidad de la persona y opuesta a la constante enseñanza del Magisterio de la Iglesia. Es una suposición que diluye la responsabilidad moral de la persona, pretendiendo una prórroga de la vida terrena, que de suyo aparece claramente como improrrogable. Ante la muerte, la actitud del cristiano no debe ser triste ni temerosa. "No tengas miedo a la muerte. Acéptala, desde ahora, generosamente..., cuando Dios quiera..., como Dios quiera..., donde Dios quiera. -No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga..., enviada por tu Padre Dios. -¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte! " (Beato Josemaría Escrivá. Camino, n. 739). La Iglesia nos exhorta a prepararnos para una santa muerte, llevando una vida santa. En las Letanías de los santos pedimos: "De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor ". Nuestra muerte puede que sea repentina, pero en ningún caso debiera ser imprevista. Y por su parte la Imitación de Cristo (1, 23, 1) aconseja: "Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana? ". Yen el Avemaría pedimos a la Madre de Dios que interceda por nosotros "ahora y en la hora de nuestra muerte". Visitas a Jesús Jesús está en nuestros Tabernáculos, y a este hecho llamamos "La Presencia Real." El mismo Jesús que fue albergado por María Inmaculada en su cuerpo virginal, se encuentra en la forma pequeñita de la Hostia blanca. El mismo Jesús que fue azotado, coronado de espinas y crucificado como Víctima por los pecados del mundo, permanece en el ciborio, en la Hostia, como Víctima sacrificada por nuestra salvación. El mismo Jesús quien resucitó de entre los muertos y ascendió al Cielo, en donde ahora está Glorioso, reinando a la derecha del Padre, reside en nuestros altares, rodeado de una multitud sin número de Ángeles que le adoran, una visión que la Beata Ángela de Folingno contempló. Así que Jesús esta de verdad con nosotros. "¡Jesús está ahí!" ... El Santo Cura de Ars no podía terminar de repetir estas tres palabras sin derramar lágrimas. Y San Pedro Julián Eymard, exclamaba con fervor gozoso: "¡Ahí esta Jesús! ¡Por consiguiente, todos nosotros debemos ir a visitarlo!" Y cuando Santa Teresa de Jesús oyó que alguien decía: "Si tan sólo yo hubiera vivido en los tiempos de Jesús... Si tan solo hubiera podido hablar con Él... Si tan solo le hubiera podido ver...", ella le respondió con su costumbre exuberante: ¿"Pero, es que no tenemos en la Eucaristía al Jesús viviente, real y verdaderamente presente ante nosotros? ¿Por qué buscar más?"

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Ciertamente que los Santos no buscaban más. Ellos sabían en dónde estaba Jesús, y no deseaban más que el privilegio de rendirle compañía inseparable, tanto con sus afectos como con su presencia corpórea. ¿Estar siempre con nuestro Amado- no es acaso una de las cosas primordiales que pide el verdadero amor? Seguramente que si lo es; y por lo tanto, sabemos que las visitas al Sagrado Sacramento y la Bendición Eucarística, eran los amores secretos, y sin embargo evidentes de los Santos. La hora de hacerle una visita a Jesús, es completamente la hora de amor, un amor que volveremos a practicar de nuevo en el Paraíso, puesto que "el Amor nunca se acaba" (1 Cor. 13:8). Santa Catarina de Genoa no cometió error al decir: "El tiempo que me he gastado frente al Tabernáculo, es el tiempo mejor gastado de mi vida". Veamos algunos ejemplos de los Santos. San Maximiliano M. Kolbe, apóstol de la Virgen Inmaculada, acostumbraba hacer un promedio de diez visitas diarias al Santísimo Sacramento, practica que comenzó cuando era un joven estudiante. Durante el año escolar en los intervalos entre clases, se apresuraba a la Capilla, de modo que durante la mañana se las averiguaba para hacer cinco visitas a Jesús. Durante el resto del día, hacía otras cinco visitas. Entre estas, hacía una que él consideraba una parada obligatoria dentro de su paseo diario de la tarde. Esta era en una Iglesia (en Roma) en donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento. Igualmente, San Roberto Bellarmine durante su juventud, al ir y venir de la escuela, acostumbraba a pasar por una Iglesia cuatro veces al día, de modo que cuatro veces al día se detenía a hacer una visita a Jesús. ¿Cuántas veces sucede que nosotros pasamos por una Iglesia? ¿Acaso somos insensitivos y callosos? Los Santos tenían la esperanza de encontrar una Iglesia por el camino que ellos tomaban; mientras que nosotros somos tan indiferentes, aun cuando nos tropezamos con las puertas de una Iglesia. El Venerable J.J. Olier escribió: "Cuando hay dos caminos que me llevan a cierto lugar, escojo el que tiene más Templos, con el fin de estar más cerca al Santísimo Sacramento. Cuando encuentro un lugar en que está Mi Jesús, me pongo tan feliz y digo, 'Aquí estás, Mi Dios y Mi Todo'". San Alfonso Rodríguez era un portero. Sus deberes lo llevaban a menudo por la puerta de la Capilla; y entonces nunca dejaba de cuando menos asomarse, para echarle a Nuestro Señor una mirada de amor. Cuando dejaba la casa, y al regresar, siempre visitaba a Jesús para pedir Su bendición. El joven angélico San Estanislao Kostka, aprovechaba cualquier momento libre para correr a visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Cuando definitivamente no podía hacerlo, invocaba a su Ángel de la Guarda y le decía quietamente: "Querido Ángel de mi Guarda, ve ahí tú, por mí". ¡Y qué encargo tan angélico, de verdad! ¿Por qué no podemos nosotros hacer dichas peticiones? Nuestro Ángel de la Guarda se pondría muy contento de aceptar. De hecho, no podríamos pedirle que nos hiciera un favor más noble y más agradable. San Agustín nos ha dejado una anécdota acerca de su madre, Santa Mónica, que dice cómo todas los días, a demás de asistir a Misa, iba dos veces a visitar a Nuestro Señor, una en la mañana, y otra en la tarde.

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Otra madre santa de siete hijos, acostumbraba a hacer lo mismo, la Beata Anna María Taigi. Y San Wenceslao, Rey de Bohemia, acostumbraba hacer viajes frecuentes, de día y de noche, aún durante el riguroso invierno, para visitar al Santísimo Sacramento en la Iglesia. Aquí tenemos otro ejemplo en una familia real. Cuando Santa Isabel de Hungría era una niñita y jugaba en el palacio con sus compañeras, siempre escogía un lugar cerca de la Capilla a fin de vez en cuando, y sin ser notada, poder detenerse junto a la puerta de la Capilla, besar la cerradura y decir a Jesús: "Jesús Mío, estoy jugando, pero no te olvido. Bendíceme a mí y a mis compañeras. Te veré de nuevo." ¡Que devoción tan sencilla! Francisco, uno de los tres pastorcillos de Fátima, era un pequeño contemplativo, y sentía un fervor ardiente por visitar al Santísimo Sacramento. Él quería ir a menudo y permanecer en la Iglesia tanto tiempo como podía, a fin de estar cerca del Tabernáculo y cerca de "Jesús escondido," según él llamaba a la Eucaristía en su infantil, pero profunda manera de hablar. Cuando la enfermedad lo hizo guardar cama, hizo a su prima Lucía la confidencia de que su dolor más grande era el no poder ir a visitar a "Jesús escondido" para ofrecerle todos sus besos y todo su amor. ¡Aquí tenemos a una criaturita enseñándonos cómo amar! Podemos agregar que San Francisco Borgia acostumbraba hacer por lo menos siete visitas al Santísimo Sacramento a diario. Santa María Magdalena de Pazzi estaba haciendo treinta y tres visitas diarias, durante un período de su vida. Beata María Fortunata Viti, humilde monja Benedictina de nuestros tiempos, acostumbraba a hacer lo mismo. Beata Agueda de la Cruz, terciaria Dominica, consiguió hacer cien visitas diarias, yendo desde su residencia hasta la Iglesia. ¿Finalmente, que podríamos decir de Alejandra de Costa, quien, enferma y en cama por muchos años, continuamente estaba haciendo vuelos en su corazón para visitar todos los Santos Tabernáculos en el mundo? Quizá todos estos ejemplos nos asombren y nos parezcan excepcionales, aún entre los Santos. Pero no es ese el caso. Las visitas al Santísimo Sacramento son actos de Fe y Amor. Quien tiene la Fe y Amor más grandes, sienten más fuertemente la necesidad de estar con Jesús. ¿Y por qué fue que los Santos vivían, sino por Fe y Amor? Un día, un catequista de muchos recursos dijo a sus jóvenes estudiantes: "Si un ángel viniera a ustedes desde el Cielo y les dijera: 'Jesús está en persona en tal o cual casa y los esta esperando, ¿no dejarían inmediatamente todo a fin de poder acudir a Él? Interrumpirían cualquier diversión o cualquier cosa en que estuvieran ocupados; se considerarían ustedes afortunados de poder hacer un pequeño sacrificio con tal de ir y estar con Jesús?. Pues estén seguros, y no lo olviden, que Jesús está en el Tabernáculo, y Él está siempre esperando a que ustedes vayan, porque Él quiere tenerles cerca, y desea enriquecerlos grandemente con Sus Gracias". ¿Cuán grandemente, cuán altamente han valuado los Santos la Presencia Física y Personal de Jesús en el Tabernáculo, y el deseo de Jesús de tenemos cerca a Él? Tan grandemente, tan altamente, que hizo a San Francisco de Sales decir: "Debemos de visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento, cien mil veces al día." Aprendamos de los Santos a amar nuestras visitas a Jesús en la Eucaristía. Hagamos esas visitas. Consumémonos con Él, hablándole afectuosamente acerca de lo que hay en nuestro corazón. Él nos mirará tiernamente y nos atraerá a Su Corazón. "Cuando hablamos a Jesús con simplicidad y con todo nuestro corazón,- dice el Santo Cura de Ars,- Él hace lo que una madre quien toma en sus manos la cabeza de su hijito y la cubre de besos y de caricias".

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Si no sabemos hacer visitas al Tabernáculo que incluyan conversaciones de Corazón a corazón, deberíamos obtener el hermoso, inigualable librito de San Alfonso intitulado "Visitas al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen Maria". Algo inolvidable era la manera como el Padre Pío de Pietrelcina, acostumbraba todas las tardes leer, con voz entrecortada, una de las "Visitas" de San Alfonso, durante la Exposición del Santísimo Sacramento, poco antes de la Bendición Eucarística. Comencemos ahora, y seamos fieles en hacer cuando menos una visita diaria a Nuestro Señor, quién está tiernamente esperándonos. Luego tratemos de aumentar esas visitas de acuerdo a nuestra habilidad, Y si no tenemos tiempo para hacer visitas largas, hagamos 'paradas', es decir, entremos a la Iglesia siempre que podamos, y arrodillémonos por unos momentos ante el Santísimo Sacramento, diciéndole afectuosamente: "Jesús, Tú estas aquí. Te adoro, Te amo; Ven a mi corazón". Esto es algo simple y corto, pero, Oh, ¡qué ventajoso! Recordemos siempre estas consoladoras palabras de San Alfonso: "Pueden estar seguros que, de todos los momentos de su vida, el tiempo que se pasan frente al Sacramento Divino será el que les proporcione mas fortaleza durante la vida y mayor consuelo a la hora de su muerte y durante la eternidad". Todas las criaturas están a los pies de la Virgen P. Henry Bolo María es Señora de este mundo. Ella domina el océano de los seres. Ella comparte la soberanía de su Hijo, habiendo participado del rescate universal por el cual fue adquirido este imperio. Ella está revestida del sol, emblema de la magnificencia del mundo sobrenatural; Ella tiene la luna bajo sus pies, símbolo de esta pálida creación que se disloca en la noche. La Iglesia, intérprete del universo, coloca a los pies de la Virgen a todas las criaturas: para alabarla, los campos no tienen bastantes flores, ni el cielo estrellas, ni las piedras preciosas brillo, ni las voces cánticos, ni poseen las almas suficiente pureza. El triunfo de María es excedido solamente por el de su Divino Hijo. Si no es a Ella que Dios comunica la honra incomunicable y reservada al Verbo Encarnado, de sentarse a su diestra, sin embargo, la Virgen aparece llevando al mismo Dios, como trono vivo de donde mana la realeza, la justicia y la gloria. Por eso Ella se llama María, la Soberana.