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Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Escola de Cultura de Pau Diplomatura de postgrado en Cultura de Paz La Participación de las Víctimas en la Construcción de la Paz y la Gestión de la Crisis Humanitaria en Colombia Gustavo Herrera Fonseca Directora: Dorys Ardila Muñoz Bellaterra, mayo de 2013

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Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Escola de Cultura de Pau

Diplomatura de postgrado en Cultura de Paz

La Participación de las Víctimas en la Construcción de la

Paz y la Gestión de la Crisis Humanitaria en Colombia

Gustavo Herrera Fonseca

Directora: Dorys Ardila Muñoz

Bellaterra, mayo de 2013

2

Tabla de contenido

Introducción ............................................................................................................. 3

1. Antecedentes .................................................................................................... 6

2. Los instrumentos a favor de las víctimas ........................................................ 10

3. La situación de las víctimas en Colombia ....................................................... 12

4. Marco de análisis conceptual .......................................................................... 18

5. La Participación de las Víctimas ..................................................................... 23

5.1. Ley de Justicia y Paz ................................................................................ 23

5.2. Ley de víctimas y negociaciones de paz .................................................. 27

6. La Labor de las víctimas ................................................................................. 33

7. A manera de conclusión ................................................................................. 37

Bibliografía ............................................................................................................ 38

3

Introducción

Este documento desarrolla un análisis de la participación de las víctimas del

conflicto armado colombiano en el proceso de construcción de la paz, resaltando

su particular importancia en la gestión de la crisis humanitaria y en la

reconstrucción y transformación del tejido social con miras a lograr una autentica

reconciliación y una paz duradera y estable.

La premisa fundamental que orienta el análisis, parte de la afirmación según la

cual todo proceso de paz y de transformación del conflicto armado colombiano es

incompleto o si se le puede llamar de una manera más radical, “imperfecto”, si

éste se hace de espaldas a la realidad de las víctimas. Son ellas, las víctimas

atravesadas por la experiencia existencial del sufrimiento y el trauma de la guerra,

quienes completan el círculo, y cierran la espiral de la paz, la justicia y la

reconciliación, en la cual puedan coexistir las diferencias y avanzar en la

construcción de un proyecto común y colectivo de sociedad.

Las víctimas son quienes nos plantean la necesidad de un encuentro y de un

espacio de convergencia entre quienes han ejercido la violencia y quienes la han

padecido de manera injusta e indiscriminada, por tanto todo proceso de paz estará

incompleto, inacabado, imperfecto si no hay un dialogó, una interpelación y una

comunicación profunda que atienda, comprenda y aprenda de sus necesidades,

de sus demandas de justicia, y haga suyo no solo el sufrimiento, sino también su

capacidad de transformación y de resiliencia para la superación de la crisis.

Los hechos recientes en materia de paz, apuntan a considerar que las

negociaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc iniciadas en el

2012, si bien han considerado a las víctimas en su agenda temática, los resultados

están aún por concretarse. El proceso de negociación y los diálogos entre las

partes (gobierno y guerrilla) según lo contemplado en la Resolución No. 339 de

2012 de la Presidencia de la República de Colombia, “Por la cual se autoriza la

instalación y el desarrollo de una mesa de diálogo, se designan delegados del

gobierno nacional y se dictan otras disposiciones”, han establecido dentro del

“Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz

estable y duradera” una agenda de trabajo que incluye en su segundo punto la

participación política y democrática de la ciudadanía en el proceso, y en el quinto

el problema de las víctimas. Por tanto se prevé que al menos en el escenario

político y simbólico de la negociación, los actores armados asuman sus

responsabilidades frente a la crisis humanitaria y den la voz y la participación a las

víctimas en los aspectos relacionados con los derechos humanos y con los

procesos de verdad, justicia y reparación integral. Es importe señalar además que

4

independientemente de la negociación, pero en paralelo a ésta, se hace cada vez

más necesario y urgente, valorar y avanzar en otros frentes alternativos de trabajo

de construcción de paz y transformación del conflicto, en los cuales las voces de

las víctimas vienen cobrando fuerza y ganando importancia en la agenda política y

social colombiana.

Este documento desarrollará un estado del arte del proceso de participación de las

víctimas, revisando los antecedentes más cercanos en la historia política del país,

tales como la experiencia de la Ley de Justicia y Paz, la implementación de la Ley

de Víctimas y Restitución de Tierras y la negociación y avance de los diálogos y

del proceso actual entre el gobierno y la guerrilla de las FARC, dejando abierta la

tarea para reflexionar en la necesidad de explorar y proponer mecanismos y

formas generales de participación, más allá del proceso formal de la “negociación

política” y que comprende los diferentes escenarios y niveles de gestión social,

institucional y local en lo que Lederach ha denominado “una arquitectura de

diseño” para la paz. De esta forma, afirmamos que la participación de las víctimas

es un reto de la construcción colectiva de la paz y de la gestión y la superación de

la grave crisis humanitaria que sigue cobrando el conflicto interno en Colombia.

Las victimas representan uno de los desafíos y de los problemas más complejos y

más importantes a resolver en el difícil rompecabezas de la construcción de la

paz, y una de las tareas más trascendentes no solo pero también y principalmente

para el Estado Colombiano como garante de la búsqueda de la paz y de la

convivencia justa entre todos colombianos. De allí que la participación de las

víctimas sea un tema fundamental de la política pública y de la agenda de la

justicia transicional orientada a la superación definitiva del conflicto armado.

El desarrollo del documento presenta la siguiente estructura. En la primera parte,

se muestran a manera de síntesis los antecedentes generales del conflicto

armado en Colombia, señalando los aspectos más relevantes y la experiencia

anidada en los procesos de negociación con los grupos armados al margen de la

ley, en la segunda se recogen los principales instrumentos internacionales y

locales que amparan y protegen los derechos de las víctimas, en la tercera se

elabora un diagnostico situacional, desagregando los diferentes hechos

victimizantes y contrastando las fuentes de análisis ante la magnitud del problema,

en la cuarta parte proponemos un marco de análisis conceptual retomando las

enseñanzas de J.P. Lederach y de la Escola de Cultura de Pau, junto con los

avances de la reflexión moral en torno al problema de las víctimas y la

contradicción que encierra el ejercicio de la acción política por la vía armada, para

entrar con ello a estudiar en la quinta y sexta parte, los procesos de participación

en el marco de la Ley de Justicia y Paz, la implementación de la Ley de Víctimas y

las actuales negociaciones de la Habana Cuba. Finalmente presentamos algunos

5

ejemplos de la labor de las víctimas en los “escenarios ampliados” de construcción

de la paz, más allá de los estrechos contextos de la institucionalidad y de la

negociación política, para aproximarnos a lanzar algunas conclusiones que den

paso a la tarea de la reflexión crítica y propositiva en torno a este difícil e

inacabado proceso.

6

1. Antecedentes

El conflicto armado en Colombia es un problema de vieja data, como lo describió

Orlando Fals Borda, monseñor German Guzmán y Eduardo Umaña Luna es su

texto que es ya hito del inicio de las ciencias sociales y del análisis del conflicto

armado en nuestro país, y que lleva por título “La violencia en Colombia: estudio

de un proceso social”1, señalando que para entender las causas, las

características y la complejidad de la violencia armada hay que remontarse entre

otras a las condiciones asimétricas, inequitativas y fraccionadas de las relaciones

sociales, al bipartidismo y a la fragmentación política y económica del país.

Fechar el origen del conflicto armado colombiano será siempre impreciso y objeto

de controversia entre los diferentes análisis, pero no por ello menos necesario. No

obstante, es en año de 1.964 donde se sitúa el origen de las guerrillas actuales,

como grupos organizados al margen de la ley con los objetivos claros y concretos

de hacer oposición política y asegurar por la vía armada la toma del poder y la

transformación del sistema económico y social colombiano.

Con el surgimiento de las FARC, posteriormente con del ELN y sucesivamente

con la conformación y/o fragmentación de otras milicias y grupos guerrilleros de

orientación marxista en sus múltiples tendencias (radicales de izquierda,

socialdemócratas, nacionalismos democráticos e incluso indigenistas), y con la

degradación del conflicto producida por la intervención de otros actores de

violencia como el narcotráfico, las autodefensas, el paramilitarismo y la

combinación de todos ellos en a partir de mediados de los años 80, se origina una

nueva escalada de violencia y un conflicto armado no resulto (el único en América

Latina) que según los análisis de Amnistía Internacional habría cobrado para el

año 2008 más de 70.000 muertes civiles, entre 3.000.000 a 4.000.000 millones de

desplazados, 15.000 a 30.000 personas desaparecidas de manera forzada, y algo

cercano a unas 20.000 personas secuestradas.2

En paralelo al desarrollo de ese conflicto el Estado y la sociedad colombiana han

logrado procesos de desmovilización y negociación de la paz con varias de esas

organizaciones guerrilleras y grupos armados al margen de la ley3, los cuales han

1 La violencia en Colombia: estudio de un proceso social. Orlando Fals Borda. Bogotá: Ediciones Tercer

Mundo, 1963. 2 Déjennos en Paz: La población civil víctima del conflicto armado interno en Colombia. Amnistía

Internacional: Madrid: Editorial Amnistía Internacional 2008, página 36. 3“En 1990, y después de una larga negociación, se desmovilizó la tercera guerrilla del país, el M-19, fruto de

la cual se aprobó una nueva constitución en 1991 que consolidaba formalmente el Estado de derecho. En este mismo año se desmovilizaron otros grupos”. Anuario procesos de paz 2012. Vicenç Fisas. Barcelona: Icaria Editorial, 2012, página 72.

7

dado como resultado profundos cambios en la estructura social y política de la

vida nacional, y que se pueden traducir en términos muy generales en el

establecimiento de un estado social de derecho y en la existencia de un sistema

democrático más inclusivo, pluralista y participativo, en especial si le compara con

aquel de los años setenta-ochenta y/o con las viejas dictaduras en la historia

reciente y actual de américa latina. Cambios que se reflejan en lo fundamental en

la reforma constitucional de 1991, en la conformación de nuevos grupos, partidos

y movimientos políticos y en el fortalecimiento de los mecanismos y sistemas de

participación y de control ciudadano y de las diversas organizaciones sociales de

toda índole4.

Los procesos de negociación y transformación de conflictos desarrollados entre el

gobierno y las organizaciones armadas como el M-19, la CRS, el EPL, el PRT,

MIR o el Quintín Lame, y en el pasado reciente con los grupos paramilitares y de

autodefensas AUC, se han caracterizado por lo que Uprimy ha denominado “las

tensiones entre justicia y paz”5, tensiones casi que inherentes a todos los procesos

de negociación con organizaciones armadas y a las diferentes fórmulas

transicionales adoptadas por diversos países(Sudáfrica, Chile, Salvador,

Colombia, etc…). Según Uprimy estos procesos (en especial de DDR) se han

movido entre figuras que van desde los perdones amnésicos hasta transiciones

punitivas. Colombia no ha sido la excepción, la amnistía, el indulto y/o el perdón

como medida jurídica, han jugado un papel importante en estos procesos6,

aunque muy a menudo se haya optado por relegar a un segundo o tercer plano a

las víctimas.

Pocas veces hemos presenciado como quisiéremos, más juicios y sentencias

sobre los directos responsables de las masacres y de toda clase de abusos y

atrocidades cometidas por los diferentes actores de violencia armada en contra de

la población, menos aún sabemos sobre el reconocimiento de los hechos, el

arrepentimiento y la solicitud de perdón de los victimarios a sus víctimas, y que

poco o casi nada conocemos la magnitud del dolor y el sufrimiento real que

invoca y embarga la experiencia y la memoria de quienes han vivido y padecido

directa o indirectamente la barbarie del conflicto armado. Vale la pena anotar que

en ninguno de los anteriores acuerdos y en general de los procesos de paz o en

los intentos de negociación, se llegó siquiera a considerar el problema de las

víctimas como un punto a debatir en la agenda o como una situación crítica y

4 Ver: Reflexiones sobre la Constitución de 1991.Carlos A. Ricchetti (2.012) Bogotá: revista Reflejos de

Colombia y América Latina en. https://www.youtube.com/watch?v=B6FY9fJ43uw 5 ¿Justicia Transicional sin Transición? Verdad, justicia y reparación para Colombia. Rodrigo Uprimy Yepes.

Bogotá: Centro de estudios de Derecho, Justicia y Paz, pagina 20. 6 Ver Ley 35 de 1982 o Ley de Amnistía y decretos reglamentarios y complementarios.

8

necesaria de abordar al ser producida directamente por la propia dinámica del

conflicto interno.

La construcción de la paz y la transformación del conflicto armado en Colombia

no pueden pasar por alto la experiencia y el acumulado histórico delos procesos

de reparación de las víctimas en américa latina (Argentina, Perú son un buen

ejemplo), ni se puede hacer tabula rasa de las experiencias y los intentos fallidos

de negociación desarrollados entre el gobierno y las FARC en la Mesa Nacional

de Diálogo (2001-2002), las congelación del proceso durante la administración

Uribe Velez (2002 2011), las gestiones de los grupos de la sociedad civil para la

liberación de los secuestrados, las operaciones y los golpes militares propinados

por el ejército a los miembros del Secretariado General de las Farc, los atentados

terroristas, la escalada de violencia, y el fortalecimiento de los diferentes actores y

sectores sociales por la paz durante estos últimos años, y expresadas en el

mandato ciudadano por la paz. Otro tanto de experiencia y demás enseñanzas se

pueden derivar de los intentos de negociación adelantados con el ELN

(Tlaxcala1.991 Maguncia1.998) y con otras organizaciones y estructuras armadas

al margen de la ley.7

La experiencia producida por largos años de transitar en el conflicto armado le ha

dado hoy al país la experiencia, los mecanismos y los instrumentos (jurídicos,

institucionales, sociales e internacionales) para desarrollar escenarios y procesos

de construcción de paz y de transformación no violenta del conflicto de cara a la

situación de las víctimas. Mal o bien hoy contamos con medidas de atención y

reparación integral (Ley 1448 de 2.011), o como muy bien se ha denominado por

diferentes analistas: mecanismos o fórmulas transicionales para de alguna manera

tratar de “reparar lo irreparable”8 y hacer frente a una de las crisis humanitarias

más graves de la región. De manera que cualquier fórmula de solución al conflicto

armado debe considerar, dimensionar y abordar esta difícil y real problemática.

El desafío que implica para nuestro país la construcción de la paz tiene que ver

con la justicia y la reparación a las víctimas, y aunque resulte algo paradójico o

incluso contraevidente, las víctimas hoy son más visibles en Colombia y su labor

mucho más dinámica y participativa (al menos teóricamente) en los escenarios de

construcción de la paz de lo que lo fue hace apenas unos tres o cuatro años atrás,

cuando incluso por cierto se llegó a afirmar y a respaldar en Colombia por parte de

7 Para profundizar en este aspecto véase: Anuario procesos de paz 2012. Vicenç Fisas. Barcelona: Escuela de

Cultura de Paz 2012. 8 “Nada puede reemplazar a los familiares muertos o reparar el dolor de las víctimas. En esencia, quienes

trabajamos con sobrevivientes de la violencia política sabemos que nos enfrentamos a un problema intratable”. Violencia, apoyo a las víctimas y reconstrucción social. Carlos Martin Beristain, Darío Páez Rovira. Madrid: Editorial Fundamentos 2000, página 13.

9

muchos sectores la tesis acerca de la inexistencia del conflicto armado

colombiano9.

9“No se puede dar legitimidad a una oposición armada. No se puede reconocer en esa falsa oposición

armada la calidad de combatiente, cuando su financiación principal es la droga y su segunda financiación es la más repugnante conducta contra la libertad humana: el secuestro”. Sofismas del Terrorismo en Colombia. José Obdulio Gaviria. Bogotá: Editorial Planeta 2005, paginas 46-48.

10

2. Los instrumentos a favor de las víctimas

Los avances en la visibilización y en la solución al problema de las víctimas se

pueden resumir y expresar en términos de la normativa jurídica y jurisprudencial

existentes y en los instrumentos de gestión y política desarrollados tanto a nivel

global como en Colombia. En materia internacional basta con mencionar el

Convenio de Ginebra (1.949) y los protocolos suscritos en materia de protección

de las víctimas, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1.966), La

Declaración de los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de

Delitos y Abusos de Poder (ONU 1.985), el establecimiento del Estatuto de Roma

de la Corte Penal Internacional (1.998), los Principios Rectores de los

Desplazamientos Internos (ONU 1.998), el establecimiento del Sistema

Interamericano de Derechos Humanos y sus instancias complementarias: La

Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de

Derechos Humanos (CIDH). Otro aporta importante son los innumerables

documentos, análisis, recomendaciones y resultados producidos por diversos

organismos internaciones (Naciones Unidas), centros de investigación y de

formación de pensamiento, observatorios de política y sociedad, entidades

oficiales y organizaciones no gubernamentales, junto con los diferentes medios de

opinión y periodismo, etc.

En el contexto local habría que hacer referencia obligada en primer término a la

Constitución Política de 1.991 y en especial a los artículos 1, 2, 5, 7 y 11 entre

otros, a la Ley 387 de 1.997 y 1190 de 2.008 sobre desplazamiento forzado,

igualmente a la Ley 418 de 1.997 que por primera vez hace una expresa definición

de las víctimas del conflicto armado colombiano,10 así como las múltiples

sentencias (en especial la sentenciaT-025 de 2.004)11 y los autos de seguimiento

de la Corte Constitucional colombiana12.

Esta etapa “embrionaria”13 del reconocimiento y la visibilización de la problemática

de las víctimas y del establecimiento de normas y políticas para hacerle frente,

incluye la entrada en vigencia de la Ley 589 de 2.000 que modificando el código

penal, tipifico los delitos de desplazamiento forzado, genocidio, desaparición

10

“….se entiende por victima aquellas personas de la población civil que sufren perjuicios en su vida, grave deterioro de su integridad personal y/o bienes por razón de los actos que se susciten en el conflicto armado…” Ley 418 de 1997 artículo 15. 11

Por la cual “se declara la existencia de un estado de cosas inconstitucional en la situación de la población desplazada…” Corte Constitucional Colombiana. Sentencia T- 025 de 2004. 12

Para mayor ilustración véase: Cortes y cambio social. Cómo la Corte Constitucional transformó el desplazamiento forzado en Colombia. Cesar Rodríguez Garavito, Diana Rodríguez Franco. Bogotá: Colección DeJusticia 2010, paginas 89 – 90. 13

Ibíd. , pagina 78.

11

forzada y tortura, junto con la controvertida Ley 975 de 2.005 conocida como la ley

de justicia y paz14 con la cual el gobierno y algunos sectores sociales aseguraron

encontrar un “balance entre los requerimientos de la justicia y las demandas de

paz”, pero que de facto significo a la luz de algunos análisis, la aceptación tácita

de cierta forma de impunidad en contra de los derechos y de la situación de las

víctimas, en especial frente a la confesión de todas las acciones armadas

producidas por el narco paramilitarismo y las Autodefensas Unidas de Colombia

AUC y de tasación de las penas impuestas frente a la comisión de delitos y

crímenes de lesa humanidad.

En términos del desarrollo institucional y de los instrumentos de política a favor de

las víctimas, al acumulado de experiencias habría que sumar los de la Comisión

de Investigación Judicial de los hechos de Trujillo (1.994)15y el dela Comisión de la

Verdad (2.005) constituida por la Corte Suprema de Justicia para investigar los

hechos relacionados con la Toma del Palacio de Justicia en 1.985 por parte del M-

19 y la retoma de las fuerzas militares, así como los esfuerzos de reconstrucción

de la memoria histórica y de atención y reparación a las víctimas adelantados por

la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación -CNRR creada en el marco

de la ley de Justicia y Paz, y el de la Agencia Presidencial para la Acción Social y

la Cooperación Internacional -Acción Social, responsable de coordinar el sistema

de atención integral a la población desplaza, brindar la entrega de la ayuda

humanitaria y gestionar la reparación administrativa de las víctimas de la violencia.

Estas iniciativas aunque dispersas y limitadas, han contribuido a perfilar y unificar

un sistema de atención y reparación integral a las víctimas, y a la apertura de

espacios transformados de participación y de gestión a favor de los derechos

humanos y la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación integral como

elementos fundamentales en la construcción de la paz. Estas iniciativas tienen su

expresión más reciente en la Ley 1448 de 2.011 (conocida como Ley de Víctimas

y de Restitución de Tierras), en la creación del Centro de Memoria Histórica y de

las Unidades de víctimas y restitución de tierras, y en la inclusión de su

problemática como parte integral de la agenda de negociación y del acuerdo para

poner fin al conflicto armado suscrito entre el Gobierno y las Farc en el año 2.012.

14

Ver igualmente: Ley 1424 de 2010. 15

Decreto 2771 de Diciembre 20 de 1994.

12

3. La situación de las víctimas en Colombia

Según la Ley 1448 de 2.011 se consideran víctimas “…aquellas personas que

individual o colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir del

1º de enero de 1985, como consecuencia de infracciones al Derecho Internacional

Humanitario o de violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de

Derechos Humanos, ocurridas con ocasión del conflicto armado interno.”16 Esta

definición que tiene como punto de partida el reconocimiento de facto a partir del

año 1.985 nos obliga a pensar en las implicaciones futuras para hacer frente a la

crisis humanitaria con ocasión delos orígenes mismos de la violencia socio

política, y para quienes la ley solo contempla medidas de reparación simbólica y

garantías de no repetición17.

El Estado colombiano ha tipificado como hechos victimizantes el homicidio, el

secuestro, la desaparición forzada, la tortura, la violencia sexual, los atentados

graves contra la integridad física y mental, y el desplazamiento forzado, sufridos

en el marco del conflicto armado. En conjunto estos hechos suman un total

aproximado según fuentes oficiales de poco más de 6.063.174 personas

afectadas18. En su gran mayoría según lo señala el informe, estas personas han

sido víctimas del delito de desplazamiento forzado (79%) lo que equivale a cerca

de 4.794.646 personas, mientras el 14% lo han sido de homicidio (856.936

personas asesinadas) y un 7% restante se reparte entre los delitos de secuestro,

desaparición forzada, reclutamiento forzado, tortura y daños graves en la

integridad física y mental. De allí que el desplazamiento forzado sea la primera

causa y el crimen de mayor magnitud e intensidad cometido dentro del conflicto, y

por tanto el factor de desestabilización y de crisis humanitaria más relevante en la

vida nacional.

De otra parte, la crisis humanitaria de la población desplazada afecta de manera

diferencial a las mujeres, a los niños, niñas y adolescentes, a los pueblos

indígenas y afrocolombianos y a las personas en situación de discapacidad,

quienes por su debilidad manifiesta, sus desventajas sociales y situación

asimétrica de indefensión frente a los actores armados, los colocan en una

situación de riesgo y vulnerabilidades diferenciales con relación a otros grupos y

colectivos sociales. Esta afectación diferencial como bien lo ha señalado la Corte

Constitucional colombiana en la Sentencia T-025 de 2.004 y los Autos de

Seguimiento No. 092 de 2.008, y 04, 05 y 06 de 2.009, está gravemente asociada

16

Ley 1448 de 2011 artículo 3º 17

Ibíd., artículo 3º parágrafo 4 18

Informe de gestión. Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas. Bogotá: Diciembre 2012, página

13

a la vulneración de los derechos humanos y a infracciones graves al DIH, y los

exponen entre otros a ser a su vez víctimas de los delitos de violencia sexual,

violencia intrafamiliar y comunitaria, esclavitud y trata de personas, desaparición

forzada, reclutamiento forzado y amenaza de extinción.

La respuesta institucional frente a esta grave situación ha sido insuficiente. Entre

2.000 y 2.001 solo el 61% de la población recibió algún tipo de ayuda del gobierno,

y la coordinación institucional para garantizar la cobertura de los servicios sociales

de salud, educación, vivienda y generación de ingresos no alcanzo niveles

superiores al 20% de la población registrada.19 Si bien el fallo de la Corte en el

2004 produjo un “desbloqueo” en la política pública, que se tradujo en mayores

recursos y en la creación de programas diferenciales y flexibles de atención con

un esquema de coordinación más dinámico,20 los resultados aún hoy no son

enteramente satisfactorios y del todo alentadores. Según el propio gobierno

colombiano esta situación se atribuía a los siguientes factores: “niveles de

cobertura insuficiente, precaria capacidad institucional, intervenciones

desarticuladas, asignación insuficiente de recursos, deficiencias en los sistemas

de prevención, mecanismos inefectivos de participación, multiplicidad de sistemas

de información, difusión de responsabilidades, entre otras”21.

ACNUR ha señalado en su informe a la Corte Constitucional de febrero de 2.012

que “pese a las acciones adelantadas por el Gobierno Nacional, persisten

problemas estructurales identificados en el seguimiento a la superación del Estado

de Cosas Inconstitucional que, incluso, podrían verse incrementados a partir de la

aplicación de la Ley de Víctimas,”22 en especial los relacionados con la valoración

y el registro público de la condición de las víctimas, las acciones de prevención y

protección a la población, y en particular en los grupos de mayor vulnerabilidad

como consecuencia de la proliferación de un mayor número de actores armados

(BACRIM) y de acciones selectivas desarrolladas en contra de los y las líderes y

las organizaciones sociales, los jóvenes, los maestros y los defensores de

derechos humanos. Otros problemas de análisis se refieren a los procesos de

retorno y reubicación, dadas las condiciones de seguridad y en muchas regiones

del incremento de la escalada del conflicto (Cauca, sur de Bolívar, Nariño), así

como las dificultades en la viabilización de una política pública de restitución de

19

Cortes y cambio social. Cómo la Corte Constitucional transformó el desplazamiento forzado en Colombia. Cesar Rodríguez Garavito, Diana Rodríguez Franco. Bogotá: Colección DeJusticia 2010, páginas 42- 43. 20

Ibíd., páginas 139 – 140. 21

Informe de gestión. Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas. Bogotá: Diciembre 2012, página 3. 22

Intervención de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados UNHCR/ACNUR. Bogotá: Febrero 2012, página 2.

14

tierras que “amenaza” el equilibrio económico de algunos sectores y poderosos

grupos de interés.

De otra parte, las exigencias humanitarias y las expresiones aún fragmentarias de

la sociedad civil directamente afectadas por el conflicto armado han impuesto a los

diferentes actores la necesidad de abordar la situación de las víctimas, en especial

frente a las demandas de paz, el cese de los hostigamientos y las acciones

violentas e indiscriminadas, reivindicando su derecho de autodeterminación y

convivencia pacífica. Experiencias como los territorios de diálogo y paz en la

María, Piendamó por parte de los grupos indígenas, sumadas a la organización de

zonas humanitarias en el Atrato por parte de los pueblos afrocolombianos, junto

con las iniciativas de conformar territorios de paz y zonas humanitarias y de

autorregulación por parte de las comunidades en regiones como el oriente de

Antioquia, el sur del Valle, el Magdalena Medio y el sur de Tolima, entre otras, dan

muestras de un posicionamiento gradual de las víctimas en el tema de la

construcción de la paz, y de la situación y del papel protagónico que juegan en la

dinámica de la gestión de crisis humanitaria.

Crisis que según estimaciones del CINEP para finales de 2.011 se traducía en el

incremento del número de infracciones al Derecho Internacional Humanitario

cometidas por parte de los actores del conflicto, y que se extendía a un total de

249 municipios (con 1.389 hechos violatorios) en hechos cada vez más

relacionados y concentrados en la disputa y la dominación del territorio y de la

población.23 Para ese mismo año, según el CINEP el mayor número de

infracciones al DIH en contra de la población civil fue cometido por los grupos

paramilitares, seguidos por las FARC, la fuerza pública y en menor proporción por

el ELN y otras guerrillas. Esta situación se describe en el siguiente grafico tomado

del informe:

23

Informe especial conflicto armado en Colombia 2011. Bogotá: CINEP Programa para la paz, junio de 2012 página 8 - 12.

15

En concordancia con este análisis, la Consultoría para los Derechos Humanos y

el Desplazamiento –CODHES24 ha señalado y alertado al gobierno y a otras

instituciones y actores sociales del incremento en el número de víctimas directas

del conflicto armado si se mira comparativamente los periodos de enero/junio de

2.010 y 2.011. Exceptuando la problemática del desplazamiento forzado, la

variación significativa se observa en el incremento de los delitos de secuestro,

daños y afectación de las personas como consecuencia de la explosión de minas

antipersonales y municiones sin explotar, masacres y homicidios de indígenas, los

cuales según esa fuente de estudios, siguen afectando fundamentalmente a la

población civil.

24

CODHES: Boletín No. 78

16

El balance general observado, es que día tras día se siguen produciendo y

cometiendo más hechos criminales por parte de los diferentes actores del conflicto

armado en contra de la población civil, el número de las victimas aumenta y al

parecer también sus expectativas y necesidades de atención. Mientras la

reparación integral está dada de momento en un conjunto de medidas

administrativas que enfrentan sistemáticamente serios problemas estructurales

para su cabal realización, problemas que no solamente se refieren a la capacidad

del Estado para hacer frente a la crisis, sino a la propia dinámica del conflicto

armado y al costo social de la guerra que impone restricciones en cuanto al campo

de acción y la efectividad de las políticas públicas. Estos factores hacen aún más

complejo el panorama de la paz en Colombia, pero también colocan en primer

plano la necesidad de buscar e implementar escenarios y mecanismos no

violentos para poner fin al conflicto armado, y con ello y por sobre todo a la

producción de más víctimas, dado que ese es el principal factor de

desestabilización y la causa primera de la crisis humanitaria.

No obstante y pese a la situación anterior, el hecho más significativo de los últimos

años con relación a la grave y compleja situación de las víctimas se puede traducir

en la apuesta social y política por articular y organizar en el marco de un sistema

de justicia transicional,25la necesidad de poner fin a un periodo marcado por las

graves violaciones a los derechos humanos y frenar el sufrimiento y la aparición

25

Ver: Justicia Transicional. Principios Básicos. Dorys Ardila en: http://escolapau.uab.cat/img/programas/derecho/justicia/doc004.pdf

17

de más y más víctimas. Este marco de justicia transicional busca satisfacer de una

parte los derechos irrenunciables de las víctimas, implementar medidas

razonables de no repetición y al mismo tiempo establecer mecanismos para

conocer la verdad y juzgar a los directos responsables de los delitos de lesa

humanidad. Estas demandas no pueden transcurrir de espaldas o ser algo ajeno a

cualquier proceso de paz y deberán ser observadas por los diferentes actores en

el transcurso de la negociación, si es que se alberga el propósito serio y firme de

la búsqueda de la reconstrucción y de la reconciliación nacional.

La situación de las victimas hace aún más complejo y patente el panorama de la

construcción de la paz en Colombia, dado que de una parte están planteados y en

teoría resueltos los mecanismos para garantizar en el marco de una justicia

transicional fórmulas que permitan satisfacer las necesidades de verdad, justicia y

reparación, y por la otra propuestas y esquemas de negociación y de búsqueda de

la paz que logren flexibilizar la justicia y ajustar los instrumentos y los escenarios

de sanción (judicial, política y moral) a los directos responsables. De allí la

necesidad de proponer (como lo plantea Uprimy) un cierto equilibrio entre las

demandas de justicia y las necesidades de paz.

18

4. Marco de análisis conceptual

J. P. Lederach ha señalado que las características esenciales de los conflictos

armados contemporáneos en sociedades profundamente divididas muestran

rasgos o puntos de convergencia que plantean igualmente desafíos comunes en la

agenda de construcción de la paz. Esos rasgos o puntos de convergencia tienen

que ver entre otros con:

a) El “carácter interno e internacionalizado del conflicto.” Interno por cuanto

los grupos en disputa comparten un territorio común y su confrontación

bélica se da en el interior de las fronteras nacionales, e internacionalizado

porque tanto las causas como los efectos de esta confrontación, encuentran

su explicación en fenómenos externos como los intereses económicos

subyacentes en el tráfico y la venta de armamento, el control de territorios,

el comercio de drogas y otros ilícitos, y en la estela de la crisis humanitaria

y el impacto regional del desplazamiento forzado de la población y/o de los

refugiados que traspasan las fronteras nacionales en la búsqueda de algún

dispositivo de protección,

b) Los tipos de justificación de la guerra y la persistencia del conflicto,

basada en posiciones ideológicas, reivindicaciones identitarias o de otro

índole, que refuerzan viejas rencillas, promueven las diferencias locales,

siembran el miedo, la polarización y la desconfianza, y finalmente,

c) El carácter prolongado o de larga duración de los conflictos, los cuales se

extienden por más de una, dos o tres décadas de confrontación armada, lo

cual “…forma parte de la dinámica sociológica de <<causalidad

reciproca>>, donde el mecanismo de respuesta dentro del ciclo de violencia

y contraviolencia se convierte en la causa para perpetuar el conflicto”26.

Estas características compartidas en su mayoría, sino todas por el conflicto

colombiano, demandan estrategias y tácticas innovadoras de intervención y de

construcción de la paz que se arriesguen a ir más allá de un esquema de

participación y de negociación limitado a las estructuras “estables de poder” de los

actores armados. Lederach sostiene que para alcanzar escenarios de

reconciliación es necesaria la construcción de un locus o como espacio de

convergencia y de encuentro de las partes en conflicto, pero a la vez es el de un

focus, como estructura que oriente aspectos relacionales de las partes en disputa,

para “crear la posibilidad y el espacio social donde la verdad y el perdón están

26

Construyendo la Paz. Reconciliación sostenible en sociedades profundamente divididas. John Paul Lederach. Bilbao: Bakeaz Gernika-Gogoratuz 1998, página 39.

19

validados y unidos…..un encuentro donde las personas pueden replantearse sus

relaciones y compartir sus percepciones y experiencias, con el fin de crear nuevas

percepciones y una nueva experiencia compartida.27”

En este sentido, el concepto de reconciliación implica mucho más que la

negociación y/o la firma de un acuerdo o un tratado de paz, en la medida en que

compromete a los actores del conflicto en un proceso de construcción conjunta del

tejido y la estructura social y de las condiciones de justicia que haga frente a las

causas directas, estructurales, y culturales determinantes del conflicto, de allí que

la participación de la población afectada (las víctimas) sea decisiva en los

procesos de construcción de la paz. No obstante, dicha participación debe ser

entendida y asumida desde una nueva óptica, “desde una perspectiva de visión

ampliada” y de largo alcance que considere los diferentes niveles liderazgo, su

capacidad coercitiva y de influencia, de convocar y orientar esfuerzos y

experiencias de diseño de cambio social sobre otros sectores y actores sociales, y

que dé lugar a un cierto tipo de construcción o “arquitectura de diseño” para la paz

estable y duradera.

Esta “arquitectura de diseño” de la construcción de la paz requiere igualmente de

“la creación de puntos de contacto estratégicos en lugar de un control

centralizado” del proceso de negociación, lo cual significa entre otros identificar y

optimizar los recursos locales, crear y/o fortalecer vínculos (culturales, sociales,

etc…), proporcionar formación, establecer redes, y promover y gestionar iniciativas

internas (locales) de paz.28 Sin duda, las víctimas tienen una labor importante y de

primer orden en el diseño de esta arquitectura en aras de garantizar un horizonte

ampliado de construcción de paz.

La transformación del conflicto no es entonces un borrón y cuenta nueva como si

se tratara de un punto cero de arranque en la agenda social, por el contrario, dicha

transformación implica necesariamente trabajar con el pasado, con las secuelas,

con el trauma y con el dolor generado por la guerra hacia un escenario de paz

positiva, basado en acuerdos sociales equilibrados que restablezcan la justicia,

promuevan el desarrollo humano y concilien las necesidades, los intereses y las

distintas posiciones divergentes de los grupos. De allí que la infraestructura para la

paz sea un proceso de construcción permanente a largo plazo que responda a un

conjunto de estrategias integrales e integradas pre y post conflicto, que abarca

diferentes grupos sociales, redes de apoyo y gestión comunitaria e individual, y

que necesariamente implica un proceso de organización social sostenible. En

suma, es una integración de esfuerzos por establecer vínculos concretos entre los

27

Ibíd., 58-59 28

Ibíd., 134

20

diferentes niveles de la sociedad y que requiere de la participación y de la

integración de las capacidades de cada uno en los diferentes niveles de gestión.

Dentro de las “capacidades de gestión” es necesario explorar y potenciar

(empoderar) las de las víctimas a partir de la transformación de la experiencia

directa del sufrimiento en capacidad de resiliencia. Es el sufrimiento lo que

identifica e iguala la situación de las víctimas, ese sufrimiento que es el resultado

directo del daño provocado por la guerra, que es a la vez trauma y que tantas

veces se transforma en relato y en memoria histórica y colectiva, y que se traduce

y a la vez nos increpa en aprendizaje y testimonio de la barbarie (de lo que paso) y

nunca más debe volver a ocurrir. Esa memoria y ese sufrimiento, nos recuerda el

pasado y a la vez nos alienta a la construcción de un nuevo orden social, a la

búsqueda de un nuevo horizonte de esperanza. En palabras de Lederach esa

experiencia es un aporte a la “imaginación moral”, que tiene lugar en “ese

desorden de la innovación” más próxima a los contextos de la creación artística

que a las formulas tecnocráticas, científicas y estáticas de la resolución de

conflictos.

La superación del dolor no es el resultado del olvido y/o del ocultamiento de lo que

ocurre y ha ocurrido en el pasado, por el contrario la superación del trauma y el

cierre del duelo, implican desarrollar capacidades de transformación y de

aprendizaje, avanzar en el reconocimiento del daño, promover acciones de

arrepentimiento y de resarcimiento de los victimarios, y buscar caminos hacia el

perdón por parte de las víctimas. De allí que las implicaciones éticas de la

reconciliación vayan siempre más allá de los escenarios de “negociación política”,

dado que ésta, la reconciliación, tiene su lugar común en el mundo de la vida, en

el drama y en la cotidianidad de los pueblos y de las gentes, en el día a día, en la

reconstrucción de los lazos de confianza, y en donde muy a menudo trascurren y

convergen víctimas y victimarios.

Un horizonte ampliado de la construcción de la paz, es entonces precisamente dar

el lugar adecuado a las víctimas. Posibilitar su escucha y sus propuestas, apoyar

sus proyectos y dar espacio a sus necesidades e intereses de acción. Las víctimas

son parte integral e interdependiente del horizonte ampliado y de los caminos

alternativos que acompañan el diálogo de una paz positiva. Las víctimas hacen

parte de la experiencia compartida de la construcción de la paz, son focus y locus,

dado que habitan en ese espacio de convergencia y hacen parte de esa

estructura que orienta los múltiples aspectos relacionales del conflicto.

La participación de las víctimas en la construcción de la paz no solo es posible

sino a la vez necesaria, dado que es una exigencia misma del proceso y parte

integral en la transformación del conflicto. Vicenç Fisas ha distinguido muy bien

21

entre proceso y negociación de la paz, señalando en este sentido que “todo

proceso de paz requiere de una gran inversión de tiempo y una muestra de ello es

la gran cantidad de años que normalmente hay que dedicar para que pueda

iniciarse y fructificar,”29 mientras que la negociación es la vía y uno de los

instrumentos para facilitar y lograr un acuerdo entre las partes en conflicto. La

negociación puede poner fin a la violencia directa de las acciones armadas, pero

requiere y demanda para su permanencia la construcción de la paz, ese escenario

ampliado del diálogo desde donde se gestiona y transforma de manera no violenta

el conflicto social.

En este sentido, si bien puede que las víctimas no formen parte directa en los

procesos de negociación, si son un componente esencial en la construcción de la

paz. De manera recíproca, no puede haber una negociación verdadera, autentica

e integral que dé la espalda a la realidad de las víctimas y a su participación en

los distintos escenarios de construcción de la paz. Los negociadores, casi siempre

representantes de las partes en conflicto están en la obligación no solo política o

legal sino también y ante todo moral, de considerar la situación y de escuchar la

voz de las víctimas, de evaluar y valorar la magnitud de los daños perpetrados, de

explorar las posibilidades de resarcirlo y las fórmulas de perdón y reconciliación.

Las víctimas por su parte, como focus y el locus, deben hacer oír su voz, articular

sus propuestas y gestionar sus demandas en las negociaciones y en la

construcción de la paz.

El empoderamiento de las víctimas, su visibilización hacen parte de la solución a

la difícil cuestión. No son el problema ni de la negociación y menos aún de la

construcción de la paz. La voz y la memoria de las víctimas, y la transformación

del sufrimiento en capacidad de resiliencia, aportan “soluciones transformativas”30

al conflicto dirigidas a corregir resultados inequitativos e injustos y a eliminar las

diferentes formas de dominación y opresión que pesan sobre ellas. Estas

soluciones corrigen procesos y no resultados, van de la causa al efecto, y por

tanto, requieren de un mayor esfuerzo y tiempo de implementación; sus resultados

se alcanzan en el mediano y largo plazo a través de cambios en la estructura

simbólica y cultural, en los modos del hacer y del pensar, en las formas de

convivencia y de relacionamiento interpersonal de los sujetos sociales en el

mundo de la vida.

Un cierto tipo de soluciones transformativas cuyo propósito sea la búsqueda del

entendimiento común y la gestión no violenta del conflicto, que persiga “recuperar

a la víctima y al victimario, mediante un proceso que le lleve a liberarse de su 29

Anuario Procesos de Paz 2012. Vicenç Fisas: Barcelona: Icaria Editorial 2012, página 13. 30

Iustitia interrupta: reflexiones críticas desde la posición “postsocialista” Nancy Fraser. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, Universidad de los Andes. Facultad de Derecho 1997, página 38.

22

culpa, y pase de la culpabilidad sin fin al de la responsabilidad comprometida en

una política sin violencia.”31Reyes Mate ha fijado el “cambio epocal en el

significado de las víctimas” señalando la visibilización alcanzada en los procesos

históricos, y la significación moral y política que encierran para la sociedad y para

las reivindicaciones de los actores armados, y ha propuesto la reconciliación como

el resultado al “…final de un largo proceso que exige una revolución cultural, una

revisión de valores muy anclados en la conciencia contemporánea,32” y que ponga

término a los viejos valores de la cultura de la violencia, arraigados durante largos

años en las mentalidades y los imaginarios, en las practicas institucionales y

sociales, y en la forma de gestionar y hacer la política (a cualquier costo) por la vía

armada. Una transformación que de fin a la violencia armada como el principal y

más importante instrumento de la gestión política.

31

Justicia de las víctimas y reconciliación en el País Vasco. Reyes Mate. Fundación Alternativas, documento de trabajo 96/2010 páginas 5-6. 32

Ibíd., páginas 5-6

23

5. La Participación de las Víctimas

Dos problemas fundamentales nos ocupan en esta parte del documento, revisar

las experiencias cercanas de las víctimas en los procesos de negociación y

construcción de la paz, y de la otra destacar su labor como sujetos políticos y de

derechos más allá de las fronteras institucionales y de la negociación entre los

actores hegemónicos. La primera de ellas se hará con la revisión de la experiencia

de Justicia y Paz iniciada en el periodo de Uribe Velez, y con el marco institucional

de la Ley de Víctimas y el Acuerdo General para la Terminación del conflicto

suscrito entre el Gobierno y las Farc. La segunda tiene un carácter más amplio,

exploratorio y por consiguiente indefinido, dado que consistirá en tratar de

recopilar algunas (muy pocas) experiencias significativas de las organizaciones de

víctimas y dejar abierto un horizonte de posibilidades que facilite y promueva la

labor de la imaginación moral de los diferentes actores, como un llamado y una

invitación abierta a promover en conjunto las “soluciones transformativas” e

incluyentes de las víctimas en el complejo escenario de la construcción de la paz.

5.1. Ley de Justicia y Paz

Después de fracasados los acuerdos de negociación con las FARC en la mesa

nacional de dialogo del Cagúan a comienzos de 2002, y del fortalecimiento del

paramilitarismo bajo la figura de las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia

AUC, la administración Uribe Velez (2002-2010) inicio un proceso de sometimiento

a la justicia como “estrategia de paz” mediante la negociación con estos grupos,

proceso que tiene como marco de referencian los acuerdo de Ralito (Córdoba) que

terminaron con la desmovilización, desarme y reintegración de varias de esas

estructuras paramilitares.

Estos acuerdos se dieron bajo el marco general de la Ley de Justicia y Paz o Ley

975 de 2.005, la cual intentaba articular las negociaciones de paz con la aplicación

de los principios de justicia, incluyendo para ello penas mínimas de cinco años en

un modelo de sometimiento a la justicia y alternatividad penal, con la

responsabilidad de reparar a las víctimas, garantizando su acceso a la verdad y a

la justicia, al tiempo que se creaban el Fondo Nacional de Reparación y la

Comisión nacional de Reparación y Reconciliación -CNRR con representación de

las víctimas. Así en teoría los derechos de las víctimas estarían garantizados

mediante un conjunto de medidas de protección, reparación, no repetición y

acceso a la verdad.

24

No obstante, el proceso recibió fuertes cuestionamientos y duras críticas en

aspectos como la impunidad de delitos de lesa humanidad, la reorganización de

varios de esos grupos y su aparato militar bajo el adjetivo de bandas criminales

emergentes (Bacrim) con el recrudecimiento de sus acciones violentas y la

crueldad de sus métodos, otro aspecto en cuestión fue el escaso acceso de las

víctimas a las medidas de protección y reparación, y al conocimiento de la verdad.

El accionar del paramilitarismo desde sus orígenes en la década del 80 y hasta el

presente cobro cientos de miles de víctimas en Colombia, la mayor parte de estos

hechos se relacionaron con homicidios, desapariciones y desplazamientos

forzados, y con el despojo de tierras y territorios, en especial y con mayor

intensidad en los Departamentos de Antioquia, Atlántico, Córdoba y Santander.

Los balances de resultado en siete años de implementación de la Ley de Justicia y

Paz con la cual se pretendía dar fin al problema paramilitar en Colombia, coinciden

en señalar que hubo cerca de 20.000 combatientes desmovilizados (aunque sobre

muchos de ellos se teje la duda de las falsas desmovilizaciones33), de los cuales

2.000 se habían postulado voluntariamente a los beneficios judiciales y se habrían

producido un total de 11 sentencias condenatorias, mientras muchos de los

responsables directos y los altos mando políticos y militares estaban siendo

extraditados a los Estados Unidos.34Los procesos judiciales que contaron con la

participación de las víctimas, comenzaron a develar la magnitud de las atrocidades

cometidas, que en procesos de “versión libre y espontánea” por parte de los

victimarios mostraban aún una verdad fragmentada, aterradora y dilatoria, y muy

pocas respuestas a las demandas de las víctimas: “…confesiones sobre más de

10.000 cadáveres, 3.700 fosas comunes y denuncias por más de 30.000

desapariciones forzosas.35”

El Centro de Memoria Histórica como parte del proceso de reconstrucción de la

verdad más allá de los tribunales de justicia, ha organizado y sistematizado los

resultados de las audiencias judiciales de los principales bloques de la AUC

desmovilizados, contextualizando el relato de los victimarios, caracterizado por un

lenguaje de heroísmo, olvido y enaltecimiento de la cultura de la violencia y de la

guerra con tesis y argumentos como “la refundación de la patria”, y su

confrontación con las preguntas no resultas y el distanciamiento de las víctimas.

Para hacer referencia a un solo ejemplo, mientras que Ramón Isaza, jefe de las

Autodefensas Unidas del Magdalena Medio exaltaba la “función social” de su

33

“El estimado es que hasta el 75% pudo ser falsos desmovilizados” en: Justicia y Paz, los silencios y los olvidos de la verdad. Informe del Centro de Memoria Histórica. Gonzalo Sánchez Gómez. Bogotá: 2012 página 31 34

Justicia y Paz, los silencios y los olvidos de la verdad. Informe del Centro de Memoria Histórica. Gonzalo Sánchez Gómez. Bogotá: 2012, páginas 13 a 38. 35

Ibíd., página 32

25

organización armada en la región, como base de autoridad y justicia social,

señalando que “La gente era amiga de las autodefensas porque sabía que

nosotros estábamos defendiendo sus tierras y sus pertenencias”36 las voces de las

víctimas no dudaban en señalar los lazos políticos de los paramilitares y los

móviles de su accionar en estrecho vínculo con los interés económicos de los

ganaderos de la región a fin de garantizar su expansión territorial.37

La participación de las víctimas en el proceso de justicia y paz permitió de esta

forma aunque de manera fragmentaria, confrontar la verdad y el discurso “heroico

y salvador” de los victimarios, el cual buscaba relativizar los hechos, justificar la

violencia de la guerra y la necesidad de utilizarla como medio eficaz para conjurar

el avance y el sometimiento guerrillero en el país, una visión impregnada de olvido

frente a las masacres cometidas y los estrechos vínculos que sostuvieron con

diferentes sectores de la sociedad, y a la vez marcado de heroísmo y patriotismo

de la lucha paramilitar que hacía de las víctimas, el costo social y político apenas

necesario en su “triunfal e histórica lucha contrarrevolucionaria.”

De la lectura de estos testimonios se puede concluir que para unos y otros,

víctimas y victimarios, lo más crítico de este proceso fue reencontrase y

reconocerse mutuamente, tanto los unos como los otros habían requerido en

algún momento del proceso de asistencia profesional, asesoría y acompañamiento

psicosocial para hacer frente a la realidad testimonial y poder avanzar en la

reintegración social. En este reencuentro la versión de las víctimas más que una

contrastación de los hechos, invoco una conciencia y una exigencia moral de

revisar el pasado y la conducta de los perpetradores que se desprende a partir de

un conjunto de preguntas, muchas de ellas sin respuesta38. “En el caso del Bloque

Norte, por ejemplo, hay defensores de víctimas que han ayudado a articular

grupos de víctimas por territorio, tiempo y postulado (tal es el caso, muy valioso

por lo demás, de Cristina Montalvo, representante de víctimas del Frente William

Rivas, en Ciénaga, Magdalena), no solo con miras al esclarecimiento judicial sino

también, y quizás incluso más importante, a crear espacios comunitarios de

elaboración del duelo.”39 De esta forma la participación de las víctimas comenzó

por hacer parte de un proceso más amplio y que iba más allá de la verdad judicial

a uno de reconciliación y de estructuración de sociedad mediante la

reconfiguración de los vínculos de confianza y solidaridad.

36

Justicia y Paz ¿Verdad judicial o verdad histórica? Gonzalo Sánchez Gómez, Bogotá: Taurus 2012, página 110 37

Ibíd., página 146. 38

Algunas de esas preguntas recogidas en testimonios judiciales son reiterativas: ¿Yo simplemente quiero saber dónde está mi hijo? ¿Por qué me lo mataron? ¿Por qué causaron ustedes tanto sufrimiento? ¿Con qué derecho lo hicieron? etc...... 39

Ibíd., página 285

26

Más allá de versión judicial, pero junto con ella, justicia y paz da inicio a un

proceso de reconstrucción de la verdad histórica que hiciera memoria del pasado y

se propusiera romper con el círculo de la repetición de los ciclos de violencia. Las

víctimas encarnaron la expresión directa del sufrimiento y el leivmotiv por el cual

ningún hecho criminal encuentra justificación política o ideológica, de allí que tanto

en los tribunales de justicia, como en los demás escenarios de justicia y paz, el

relato y las preguntas de las victimas termine por cuestionar y poner en paréntesis

el heroísmo, el patriotismo y el fundamentalismo que reivindicaban y justificaban

para sí los excesos de los actores armados. Justicia y paz puede ser en este

sentido una contribución importante en el ejercicio de la participación de las

víctimas en la reconstrucción de verdad, y una invitación a la autorreflexión y la

autocrítica de los desmovilizados y los actores armados. La participación de las

víctimas significo igualmente un desafío para que las propias organizaciones de

víctimas como MOVICE (Movimiento de victimas del Estado) o las de mujeres

desplazadas por la violencia, para que terminaran por desarrollar una labor mucho

más amplia y compleja de movilización y empoderamiento en el horizonte de la

construcción de la paz.

Si bien el resultado cuantitativo de la participación de las víctimas en el proceso de

justicia y paz, puede parecer insuficiente40, la experiencia cualitativa de conferir un

espacio y un marco legal e institucional de participación en los procesos judiciales

si es de suma importancia, tanto para los procesos de construcción de la verdad

judicial como de verdad histórica y de la búsqueda de garantías de no repetición;

solo basta con corroborar las versiones rendidas por los miembros de las grupos

paramilitares y de autodefensas y a renglón seguido escuchar y contrastar a las

víctimas, y al dolor que invade sus relatos y sus cuestionamientos, para

dimensionar la magnitud que alcanzo el fenómeno paramilitar en Colombia y la

crisis humanitaria que embargó y sigue afectando la vida de miles de ciudadanos

(as) a lo largo del territorio nacional.

Otro aspecto importante de justicia y paz tiene que ver con la participación de las

víctimas en el desarrollo de los componentes de reparación individual y colectiva,

y en los movimientos sociales más amplios por la construcción de la paz. El

movimiento de víctimas de crímenes de estado es un buen ejemplo de ello,

MOVICE, trabajo prácticamente desde el inicio de la ley en articular una propuesta

de trabajo que incluía el desarrollo de una estrategia de búsqueda de los

desaparecidos y de ubicación de las fosas comunes, en la transformación de la

40

Según las estadísticas publicadas en la página web de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, a Diciembre del 2012, de 155.000 víctimas registradas, cerca de 79.688 habían participado en versiones libres, y 28.790 habían realizado preguntas a los postulados en versión libre. Ver http://www.fiscalia.gov.co:8080/justiciapaz/Index.htm

27

política agraria a partir de la elaboración de un nuevo catastro o censo

agropecuario que facilitara información sobre los bienes, tierras y territorios

despojados a las víctimas a efectos de determinar la magnitud del problema, así

como a plantear acciones de castigo moral a los victimarios que a la vez motivaran

la autorreflexión y el arrepentimiento.41

Los procesos de reparación en los casos de las víctimas de los bloques

paramilitares Vencedores de Arauca, Fierro Flórez, y las masacres de Mampuján y

el Higuano, han contado con la participación de las organizaciones de víctimas en

los diferentes escenarios y etapas de diseño, ejecución y evaluación de los planes

colectivos e individuales de reparación, y en el desarrollo de garantías de no

repetición, a partir de la identificación de sus necesidades y de la reconstrucción

de sus propios proyectos de vida. Otras experiencias en desarrollo tienen lugar en

casos emblemáticos para el país como los del Salado, la Universidad de Córdoba,

la Gabarra, el Tigre y los grupos de población afro en Buenaventura.

En síntesis, los aciertos y desaciertos de Justicia y Paz hacen parte ya de la

experiencia anidada de la participación de las víctimas y de su organización y

visibilización como actores sujetos de derechos y de empoderamiento político

social en la construcción de la paz. Justicia y Paz ha sido un escenario complejo y

controvertido de participación de las víctimas del conflicto armado, y en esta

medida, si bien no se ha develado toda la verdad y la trascendencia del

paramilitarismo y su oscura y comprometedora relación con los grupos de poder,

sus mecanismos de financiamiento, los intereses que motivaron las masacres,

etc… este proceso ha contribuido a la re -construcción de verdad en relación con

el accionar y los cientos de crímenes perpetrados por estas bandas armadas,

avanzando en alguna medida, el proceso de restitución de derechos de las

víctimas y en su gradual posicionamiento y empoderamiento político y social en el

escenario de la justicia y la paz en Colombia.

5.2. Ley de víctimas y negociaciones de paz

Con la llegada de Juan Manuel Santos a la Presidencia de la República en 2010,

se inicia una nueva etapa para los procesos de paz y para la política pública de

asistencia, atención, reparación y protección a las víctimas del conflicto armado.

Uno de los primeros resultados es la aprobación de la Ley 1448 de 2.011 o Ley de

Víctimas y de Restitución de Tierras, la cual en un marco de justicia transicional

tiene como objeto “establecer un conjunto de medidas judiciales, administrativas,

41

Ver:www.universitatdelapau.org/.../dorys_ardilaayuda_memoria_hr-_cnr.

28

sociales y económicas individuales y colectivas, en beneficio de las víctimas”42

entre las cuales se considera reorganizar el Sistema Nacional de Atención y

Reparación Integral a las Víctimas –SNARIV asegurando una mayor participación

de las víctimas en los diferentes escenarios y procesos de la política pública.

La participación de las víctimas está contemplada en la ley 1448 como un principio

y a la vez como un derecho, asociado a los escenarios de la política de atención,

asistencia y reparación. La ley busca el fortalecimiento de los mecanismos de

protección por parte de las autoridades a las personas víctimas que en virtud de

su actividad como reclamantes y/o como defensores de derechos, sean sujeto de

o exista una amenaza de riesgo a sus vidas y/o su integridad física y personal.

Este factor de profunda desestabilización y fuente de todo tipo de violación a los

derechos humanos y de infracciones al D.I.H., en especial frente a los reclamantes

de tierras y la población en situación de desplazamiento forzoso, es fundamental

para los objetivos de esta ley y de una perspectiva ampliada de paz y

reconciliación, y por tanto una de las más importantes obligaciones del Estado

para su plena garantía. La protección de las víctimas es así un elemento clave de

esta política y una carta de garantía para su participación en los diversos

escenarios de justicia (la política de protección a las víctimas y sus resultados

serán claves en los procesos de evaluación y ajuste).

En el marco de los procesos judiciales la ley contempla la participación de las

víctimas en las diferentes etapas de actuación, para cual se debe garantizar su

acceso a la información, brindar asesoría y asistencia jurídica, y garantizar la

atención y asistencia psicosocial con un enfoque diferencial. Por último está el

derecho a recibir una reparación con verdad, que sea proporcionalmente justa e

integral43.

Las victimas igualmente tienen participación en el nuevo Sistema Nacional de

Atención y Reparación – SNARIV y por tanto a intervenir de manera activa y

propositiva en las decisiones y el marco de la política territorial y local. Las

víctimas, las organizaciones de víctimas y las organizaciones defensoras de

víctimas participan en los comités territoriales de justicia transicional y en los

distintos subcomités de trabajo que se conformen en los territorios, como en los

diferentes espacios propositivos y de gestión de su problemática y posible

solución.

42

Ley de Victimas. Título I Disposiciones Generales, Capítulo I artículo 1º. Bogotá: Ministerio de Justicia 2011, página 18. 43

En este proceso juegan un importante papel de acompañamiento la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público y las organizaciones y actores sociales a favor de las víctimas.

29

En el marco de la política nacional, las víctimas, las organizaciones de víctimas y

las defensoras de víctimas participan en el Comité Ejecutivo Nacional del Sistema

presidido por el Presidente de la República, y en los subcomités técnicos de

trabajo con las distintas entidades e instancias y organizaciones que lo integran44.

La Unidad Administrativa Especial de Atención y Reparación a las Víctimas creada

con esta Ley es la entidad responsable de la coordinación del sistema y la primera

garante de la participación de las víctimas en el proceso de desarrollo de esta

política. Actualmente como balance de sus actividades, la Unidad Administrativa

presento un informe anual al Congreso de la República y a la Comisión de

Seguimiento de la Política Pública (año 2012) en el cual destaca el proceso

organizativo existente y entrega el balance social alcanzado. “La creación de

Comités de Justicia Transicional en 1.120 municipios (solo faltan San Jacinto y

Roncesvalles) y en 32 departamentos, así como la inscripción de 3.204

organizaciones de víctimas y defensoras de víctimas en los espacios de

participación municipal, departamental y nacional creados por la Ley.45”

No obstante a los procesos participativos aún les espera un largo recorrido a

través de diversos y complejos escenarios, tanto en la atención y la reparación

integral, como en el de un horizonte más amplio de construcción de paz y

reconciliación. Los esfuerzos instituciones son necesarios pero no suficientes para

las víctimas, el respeto y la valoración adecuada de los procesos organizativos

propios y de la lucha y el trabajo participativo de las comunidades y de los pueblos

por su identidad, reconocimiento y justicia social, no solo debe ser valorado y

tomado en cuenta, sino que es un referente obligado para la orientación de las

acciones humanitarias y de la cooperación al desarrollo entre las organizaciones y

organismos que intervienen de manera no violenta en el escenario del conflicto -

postconflicto. De allí que el entendimiento y la cooperación entre quienes tienen la

responsabilidad del diseño y la implementación de la política con quienes son

sujeto de ésta, sea una de los factores decisivos, determinantes y transformativos

para futuros y cercanos resultados de avance.

De igual manera, con la Ley 1448 de 2011 se les otorgó unas responsabilidades a

los departamentos, distritos y municipios para atender y reparar a las víctimas,

teniendo en cuenta su rol protagónico en la implementación de la ley, ellos deben

estimar esfuerzos y recursos y concurrir con la cooperación y la organización

participativa de las víctimas y sus procesos sociales. En el caso del

desplazamiento forzado la tarea es mucha más compleja y delicada pero a la vez

44

Aspectos reglamentados contenidos en los Decretos Nacionales No. 4800 y 4802 de 2011. 45

Informe de Gestión Anual del Sistema de Atención y Reparación Integral a las Víctimas – SNARIV. Informe Ejecutivo al Congreso de la República 2011 – 2012. Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas. Agosto de 2012, páginas 76 a 79.

30

desafiante, dado que el trabajo entre comunidades, autoridades locales y víctimas

debe beneficiar y favorecer a unos y a otros, y contribuir a los procesos de

reconciliación y convivencia local.

La restitución de tierras, los procesos de retorno y/o de reubicación de la población

desplazada, y en general la reconstrucción de su tejido social debe darse de cara

a sus propias dinámicas, y necesidades y de acuerdo con las particularidades

diferenciales, de género, culturales y sociales que les caracterizan, de manera que

se oriente y acompañe la realización de sus propios proyectos yse armonice al

desarrollo de sus capacidades y potencialidades de vida. Reto particularmente

importante si nos referimos a los procesos de retorno desarrollados con las

comunidades de Mampuján y con los indígenas Embera y otras comunidades ya

casi extintas por los efectos del conflicto armado. Comunidades y pueblos

autóctonos sentenciadas a largos años de éxodo y a vivir en albergues y parques

infrahumanos en los grandes cinturones de miseria y desolación de ciudades

hostiles y ajenas a sus culturas y valores como Bogotá, Calí o Medellín, de allí el

reto y el compromiso que implica que puedan retornar y vivir en paz en sus

territorios ancestrales.

Otros aspectos importantes de la participación están relacionados con los

procesos de reparación individual y colectiva. La reparación administrativa si bien

resulta un tanto insuficiente es a la vez necesaria para casi todas las víctimas del

conflicto, y más allá de este conjunto de medidas, es impensable una reparación

integral y transformadora sin la participación activa de las víctimas en la

reconstrucción de sus proyectos de vida y en construcción de la verdad, en las

garantías de la no repetición y la conservación de la memoria histórica. La Unidad

Administrativa cierra ese primer año de labor con un gran desafío por delante y

con “cuatro planes de reparación colectiva aprobados por los Comités Territoriales

de Justicia Transicional”46 y “cerca de 158 mil víctimas indemnizadas.

Adicionalmente casi 100.000 víctimas cuentan con un plan de reparación

personalizado.”47 De otra parte, para la población desplazada y para las

instituciones responsables, los temas relacionados con la acción y la ayuda

humanitaria y con la cooperación al desarrollo se enmarcan en verdaderos retos

de la política de asistencia y atención, en especial en los procesos de intervención

externa y gestión comunitaria en la perspectiva de la acción sin daño, de la cual en

este texto (por aspectos obvios de su complejidad) no nos ocuparemos.

46

Ibíd., página 57. 47

http://www.unidadvictimas.gov.co/index.php/79-noticias/457-sustentacion-informe-nacional-ii-ciclo-del-examen-periodico-universal

31

Por último esta ahora el proceso de paz y el nuevo escenario de negociación entre

gobierno y guerrilla de las Farc –EP que comienza a tomar forma en la Habana –

Cuba como resultado del desarrollo del “Acuerdo General para la terminación del

conflicto armado y la construcción de una paz duradera y estable” firmado el

pasado 26 de agosto de 2012. De llevarse a cabo con éxito y poner fin al conflicto

entre dos de los grandes actores preponderantes de la violencia armada, el

horizonte para las víctimas en la reparación integral y en la construcción de la paz

será definitivo y contará con un nuevo impulso y un aliento de esperanza, pues

hará camino el decrecimiento de la violencia y se podrá lograr una relativa

tranquilidad en las zonas afectadas por la violencia, creando así las condiciones

de posibilidad para una mayor participación y una labor más activa y dinámica de

las víctimas en los escenarios de la construcción de la paz y la reconciliación

nacional. Pero de no lograrse un acuerdo duradero y fracasar las negociaciones,

el escenario de la participación de las víctimas será aún más estrecho, complejo,

problemático e incierto, y necesariamente transitara por senderos más escabrosos

y oscuros en medio de la escalada de la confrontación armada y de la generación

de más víctimas.

Este acuerdo general reconoce que “la construcción de la paz es asunto de la

sociedad en su conjunto”48 para lo cual definió dentro de la agenda temática de la

mesa de negociación abordar el problema de las víctimas como “centro del

acuerdo” tratando los aspectos relacionados con los derechos humanos y la

verdad.

En esta medida gobierno, guerrilla y sociedad civil vienen creciendo

paulatinamente en la necesidad de comprender e impulsar el diálogo como

mecanismo para poner fin a esta larga cadena de conflicto y pasar página en

nuestra propia historia. Las movilizaciones nacionales de respaldo desarrolladas el

pasado 9 de abril (día nacional de las víctimas) así lo confirmaron. Igualmente

ante la necesidad de blindar el proceso de plena legitimidad y mayores garantías,

diversos sectores y organizaciones sociales, políticas e institucionales (como es el

caso de la Comisión de Paz del Congreso de la República) han impulsado la

realización de espacios de consulta social con participación y orientación

académica y apoyo técnico de organismos internacionales como las Naciones

Unidas, en el cual se discutan precisamente los ejes temático de las víctimas y sus

dos componentes principales (Derechos Humanos y Verdad).

48

Resolución No. 339 de 2012 “Por el cual se autoriza la instalación y desarrollo de una mesa de diálogo, se designan delegados del Gobierno Nacional y se dictan otras disposiciones.” Presidencia de la República de Colombia. Ver: http://wsp.presidencia.gov.co/portal/Paginas/search.aspx

32

La consulta social promovida por la Comisión de Paz del Congreso, desarrollará

próximamente varias mesas de trabajo en ocho regiones del país, atendiendo a

las dinámicas y las condiciones particulares de los departamentos, municipios y

distritos; contará para ello con las participación de las víctimas, las organizaciones

de víctimas y las defensoras de víctimas, y tendrá como objetivo recolectar y

sistematizar las propuestas ciudadanas que contribuyan a la discusión de la mesa

de negociación para el Acuerdo General.

No obstante, extender este análisis hasta los hechos presentes y cuestiones tan

inmediatas y fácticas de la coyuntura actual, dificulta que sea valorado con una

perspectiva mucho más crítica y analítica. Sin la debida distancia temporal

seguramente la lectura de los acontecimientos será siempre más superficial y

emotiva. Solo resta esperar que todas estas acciones lleguen a un feliz término y

se dé por cerrado este largo ciclo de violencia.

33

6. La Labor de las víctimas

En medio del conflicto armado colombiano hay quienes sobresalen por aportar

soluciones de paz, usualmente las personas que han padecido la violencia y que

cuenta una elevada capacidad de resiliencia y de poder interior, desarrollan

proyectos y formas organizativas y de gestión propias para frenar o transformar la

violencia armada en sus territorios. Algunos ejemplos de la imaginación moral, del

arte y el alma (en palabras de Lederach) para la construcción de la paz, se

desarrollan con una labor a veces silenciosa y otras veces silenciada, que hace la

diferencia y nos ayudan a mantener y acrecentar la esperanza de la construcción

de la paz. En diversas y complejas geografías y cada vez más con un creciente

número de actores, la labor de las víctimas cobra visibilidad y gana en experiencia

y posicionamiento social, político y moral frente al resto de la sociedad y frente a

los violentos. Solamente haré referencia a la labor que realizan día tras día

algunos y algunas de ellos y sus distintas organizaciones.

Estos actores casi siempre más allá de las fronteras institucionales de la

participación (que regula el campo de acción y casi siempre termina por imponer

un discurso e instrumentalizar la participación en la política o simplemente

ajustarla a las necesidades de la agenda pública) y más allá de los escenarios

políticos de las grandes negociaciones, exploran y avanzan en opciones y

proyectos, en iniciativas locales de transformación y de gestión de la crisis

humanitaria. Veamos algunos de ellos:

1) En el magdalena medio las mujeres de la Organización Femenina Popular,

en su gran mayoría víctimas del conflicto armado, llevan 34 años de lucha

buscando el desarrollo en medio del conflicto, su labor ha logrado el

reconocimiento nacional e internacional en el marco de lo que hoy se

denomina el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio

(PDPMM). Su labor articula esfuerzos desde los diferentes sectores y

actores sociales e institucionales para superar las condiciones de violencia

y pobreza en la región. El PDPMM ha contribuido a generar importantes

espacios de convivencia, tolerancia y fortalecimiento del capital social y el

desarrollo humano a partir de los procesos de inclusión y la generación de

un clima de confianza para propiciar el diálogo de las comunidades.49

49

Ver en http://www.jesuitas.org.co/pdpmm

34

2) La Red de Iniciativas por la Paz (Redepaz), el mandato ciudadano por la

paz y la fundación País Libre y Unicef, han venido planteando desde hace

ya algún tiempo la necesidad de que las partes en conflicto suscriban

acuerdos humanitarios para excluir prácticas y métodos crueles de la

guerra en la que están ensañados. Fruto de este mandato han sido las

marchas y multitudinarias movilizaciones en rechazo a los secuestros y

retenciones realizados por los actores armados, y por la búsqueda de la

paz con justicia social. Redepaz, Unicef y País Libre están empeñados, sin

embargo, en hacer acciones más amplias, que vayan más allá del marco

del conflicto armado y logren que los ciudadanos y ciudadanas asuman una

actitud transformativa frente a las distintas formas de violencia estructural,

cultural y directa expresadas en la violencia la familiar, de género, escolar y

laboral, y en la violencia común y callejera asociada a otros factores como

el narcotráfico y la delincuencia común organizada.

3) Tres organizaciones de víctimas (desplazados, secuestrados y heridos por

minas antipersona) en el Banco -Magdalena, conformadas por campesinos

y pescadores, han decido vincularse y asociarse en el 2.013 a un convenio

de cooperación internacional con el Departamento de la Prosperidad Social

-DPS, denominado Nuevos Territorios de Paz. Con el apoyo de la Alcaldía

y la Personería Municipal de El Banco, se estableció que dichas

organizaciones de víctimas con la Corporación Desarrollo y Paz del Bajo

Magdalena como socio estratégico territorial, conformarán una mesa de

trabajo y que las organizaciones se integraran social, cultural y

económicamente, en sus proyectos productivos y de comercialización en la

región, creando así condiciones de paz y redes de cooperación para el

desarrollo y la convivencia.

4) La Corporación Acción Humanitaria por la convivencia y la Paz del Nordeste

Antioqueño (Cahucopana), la Asociación Campesina para el Desarrollo del

Alto Sinú (Asodecas), la Fundación Manduco, entre otras, trabajan desde

hace algún tiempo en denunciar y divulgar la crisis humanitaria que viven

las comunidades de esta zona de Colombia a partir de las frecuentes

violaciones de derechos humanos, expresadas en fumigaciones que

afectan los cultivos de pancoger, la presencia paramilitar y los frecuentes

señalamientos, hostigamientos y detenciones arbitrarias por parte de las

Fuerzas Militares, en particular, la persecución, estigmatización y

criminalización contra las organizaciones campesinas en el departamento

de Córdoba. Estas denuncias les ha costado la estigmatización de sus

actividades y la persecución de sus dirigentes y miembros de organización.

35

5) En Granada, Departamento del Meta la Asociación de Víctimas Asoviday su

directora, decidieron rendir un homenaje a la memoria de los ausentes y

rechazar la violencia, con un museo que recuerda la infamia y el horror

paramilitar de los últimos años, al cual han llamado el Salón del Nunca Más.

En su interior se encuentra un mural con más 360 fotografías de personas

asesinadas o desaparecidas, de las que nunca se tuvo razón. Entre estas

hay varios niños: tres que cayeron tras la explosión de un bulto de naranjas

cargado de explosivos, otro al que le cayó la pared de una casabomba y

dos hermanitas de 12 y 13 años que desaparecieron. Un poco más adentro

se observa un cofre de vidrio relleno de tierra que simula una fosa común y

en el que se refleja, intencionalmente al visitante. Más adelante, se destaca

un escaparate repleto de diarios que tienen como portada el rostro del

difunto o desaparecido. Unos están vacíos y otros, llenos de escritos

realizados por sus dolientes.

En este lugar de la memoria, las victimas pero en general todos y cada uno

de los que le visitan, encuentran un espacio de reflexión y refugio, donde se

puede percibir y experimentar el inmenso dolor que ha dejado el conflicto

armado en Colombia, pero también la necesidad y el compromiso individual

y colectivo de poner fin a esta larga cadena de violencia.

6) Las comunidades y los pueblos indígenas del Cauca, cansados de soportar

las agresiones y los hostigamientos de los actores armados, decidieron

exigir la expulsión de las guerrillas y del ejército de sus territorios

ancestrales, apelando a la ley de la autonomía indígena que los protege

constitucionalmente. Desde julio del año 2012 han venido desarrollando

una serie de acciones y procesos organizativos en sus comunidades y ante

la opinión pública para dar a conocer sus iniciativas y propuestas de

movilización por la paz.

7) Otros actores institucionales regionales, como las alcaldías municipales y

las gobernaciones departamentales (a manera de ejemplo están la

Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Bogotá) se están involucrando en

la movilización por la paz, liderando convocatorias a distintos eventos y

abriendo espacios de diálogo para la paz. Junto con las organizaciones

sociales por la paz, las iglesias y las comunidades, la participación de las

alcaldías y las gobernaciones ha estado vinculada al rechazo de las

situaciones de violencia, como asesinatos, masacres, desapariciones,

secuestros y retenciones, dando cuenta de la propensión de la

institucionalidad pública a incorporar en sus discursos el tema de la paz y la

atención y la reparación a las víctimas.

36

Todos estos ejemplos de participación y de acción humanitaria en la búsqueda de

soluciones al conflicto, y muchos otros más que simplemente escapan por las

limitaciones de análisis a este documento, dan un perfil del talante y de la

magnitud de la labor de las víctimas, y deben situarse en un horizonte de

posibilidad, cuyos lentes (parafraseando a Lederach), apuntan a la construcción

de escenarios ampliados de construcción de la paz.

La labor de las víctimas y de las organizaciones defensoras de víctimas es a la

vez focus y locus, lugar de construcción, de análisis y reflexión, pero también de

aprendizaje, encuentro y transformación. De allí que su tarea sea sin lugar a

dudas, parte de ese complejo proceso de construcción de la paz, entendida

también como la construcción de una sociedad con mayor justicia, con mayor

verdad y más equidad para todos y todas las colombianas.

37

7. A manera de conclusión

Las víctimas son hoy en Colombia un actor de primer orden en el complejo

escenario de la construcción de la paz. Gracias a su labor y a una gran cuota de

sacrificio y dolor (en la cual han confluido procesos organizativos y participativos

de diferente orden), las víctimas han logrado una mayor visibilización, una mayor

participación y un posicionamiento social y político de su difícil problemática (de

sus demandas de verdad, justicia y reparación) en la agenda de la política pública

nacional y en los procesos de negociación con los actores armados del conflicto.

La participación de las víctimas es esencial en la construcción de la paz y en la

gestión de la crisis humanitaria en Colombia, aunque de momento se desarrolle

con una multiplicidad de dificultades y de limitaciones. No obstante, las

experiencias de las organizaciones y de las asociaciones de víctimas, dan cuenta

de su capacidad y del potencial latente en los procesos de transformación del

conflicto, así como en el mejoramiento de sus condiciones y calidad de vida.

Si bien el país y el Estado colombiano cuentan con instrumentos internacionales y

locales que le permiten avanzar en la atención y la reparación integral a las

víctimas, las limitaciones institucionales, los problemas heredados de las prácticas

administrativas y clientelistas, pero en particular la dinámica que impone el propio

conflicto armado y la producción de más víctimas, son las principales amenazas y

mayores dificultades que enfrenta la política de atención y de reparación integral y

uno de los retos de la justicia transicional. Igualmente estos problemas, hacen aún

más complejo el desarrollo de los escenarios ampliados de la participación y la

gestión de las víctimas en la superación de su propia crisis.

Las negociaciones de paz son una condición necesaria más no suficiente para la

construcción de la paz, y una de sus tareas y retos principales consiste en dar el

lugar que le corresponde a las víctimas, en reconocer y parar el daño perpetrado y

en buscar, proponer y trabajar en conjunto, en soluciones transformativas de

reparación integral.

Desde una perspectiva ampliada de construcción de la paz, la participación de las

víctimas, va más allá del cese de la violencia armada o de la firma de los acuerdos

de paz por parte de los actores hegemónicos del conflicto. Su experiencia vital, su

testimonio y su compromiso son un aporte importante y fundamental sin el cual

todo proceso de negociación estará incompleto y la tarea de la construcción de la

paz con justicia, será frágil y perecedera.

38

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