la malinche descifrada a través de la carta 'privada

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1 Universiteit Gent Faculteit Letteren en Wijsbegeerte Taal-en Letterkunde: Iberoromaanse Talen Academiejaar 2012-2013 La Malinche descifrada a través de la carta privadaAnálisis comparativo de las novelas epistolares Amor y Conquista (1999) de Marisol Martín del Campo y La verdadera historia de Malinche (2009) de Fanny del Río Masterscriptie ingediend tot het behalen van Promotor: de graad Master in de Taal-en Letterkunde: Prof. dr. E. Houvenaghel Iberoromaanse Talen door Hélène Maes

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Page 1: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

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Universiteit Gent Faculteit Letteren en Wijsbegeerte

Taal-en Letterkunde: Iberoromaanse Talen Academiejaar 2012-2013

La Malinche descifrada a

través de la carta ‘privada’ Análisis comparativo de las novelas epistolares Amor y Conquista (1999) de

Marisol Martín del Campo y La verdadera historia de Malinche (2009) de

Fanny del Río

Masterscriptie ingediend tot het behalen van Promotor: de graad Master in de Taal-en Letterkunde: Prof. dr. E. Houvenaghel Iberoromaanse Talen door Hélène Maes

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Ya está... Las plumas apuradas, las hojas llenadas. Tras doce meses intensivos de redactar y borrar, de avanzar y

recular, en suma, después de un año a trancas y barrancas, puse, literalmente, un punto final a lo que debe

coronar mi carrera como estudiante de lenguas románicas. Aunque durante este largo proceso de escritura

establecí una especie de relación de amor y odio con mi tesina de maestría, sin embargo me duele algo el

hecho de tener que ‘soltar a mi niño’, un niño que además nunca hubiera podido crecer y llegar a su completo

desarrollo sin la asistencia y el apoyo absoluto de varias personas.

Antes que nada, me gustaría darle las gracias a mi promotora, la Prof. dr. Eugenia Houvenaghel, quien,

por su entusiasmo imperecedero, una y otra vez supo incentivarme a poner lo mejor de mi parte. He apreciado

en sumo grado su asesoramiento pericial, sus juicios certeros y sus retoques meticulosos.

Asimismo, les estoy muy agradecida a mis padres, mi hermana Louise y mi novio Olivier por aguantar

mis caprichos y, a veces, mi humor de perros, y por no dejar de creer en mis capacidades.

En último lugar, deseo agradecer a mis compañeros de estudio, quienes, con sus frecuentes chistes y

bromas, lograron distraerme y me ayudaron a verlo todo de color de rosa.

¡Gracias a todos!

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO

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0. PARTE INTRODUCTORIA ....................................................................................................... 6

0.1 INTRODUCCIÓN ......................................................................................................................... 6

0.2 MARISOL MARTÍN DEL CAMPO Y FANNY DEL RÍO: DOS ENTUSIASTAS LITERARIAS PRECOCES .. 8

0.2.1 Biografía de Marisol Martín del Campo: ‘Una Matilda avant-la-lettre’ ............................. 9

0.2.2 Biografía de Fanny del Río, escritora sin fronteras............................................................ 10

0.2.3 Como hermanas desarraigadas en busca de su matriarca Malinche ................................ 11

1. PARTE CONTEXTUAL: LA VISIÓN HISTÓRICO-LITERARIA DE LA MALINCHE A TRAVÉS DEL TIEMPO.

UNA ANTOLOGÍA. ....................................................................................................................... 13

1.1 MALINALLI TENEPAL: ¿MADRASTRA MENOSPRECIADA O MADRE MAGNIFICADA? ............... 13

1.1.1 Los años 50-60: La Malinche como ‘oveja negra’ de la familia mexicana ......................... 13

1.1.1.1 Octavio Paz y la teoría detractora de la Chingada ...................................................................................... 14 1.1.1.2 Carlos Fuentes: ¿Tras las huellas de su coetáneo Paz? ............................................................................... 15

1.1.2 Los años 70-80: Vuelco positivo en la concepción y representación literaria de Doña

Marina ............................................................................................................................................ 16

1.1.2.1 La obra innovadora de Rosario Castellanos y Sabina Berman ................................................................... 17 1.1.2.2 Exculpación y vindicación en Elena Garro .................................................................................................. 19

1.1.3 Las últimas décadas (1990-2013): El despuntar de una ‘época híbrida’ ........................... 19

1.1.3.1 Malinche en Laura Esquivel: ‘The good, the bad or the in-between?’ ....................................................... 20

2. EL PROCESO COMUNICATIVO DE LA NOVELA EPISTOLAR HOY Y AYER: LA CARTA COMO

VEHÍCULO DE UN PROTAGONISTA TRIDIMENSIONAL CONCRETADO POR EL ‘YO’, EL ‘TÚ’ Y LA

COMUNICACIÓN POSTAL. ........................................................................................................... 21

2.1 MARCO TEÓRICO: PUBLICACIÓN DE LO PRIVADO EN LA CARTA Y LA NOVELA EPISTOLAR ...... 21

2.1.1 La novela epistolar, representante reveladora de la ‘escritura del yo’ ............................. 21

2.1.1.1 Génesis y despliegue evolutivo del género ................................................................................................ 22 2.1.1.2 Sobre géneros limítrofes y zonas fronterizas ............................................................................................. 26

2.1.2 La carta, componente básico de la novela epistolar ......................................................... 27

2.1.2.1 El yo-emisor como pintor de (autor)retratos en prosa .............................................................................. 28 2.1.2.2 El tú-interlocutor: ’Tornavoz’ dinámico vs. ‘sordina’ inerte ....................................................................... 31 2.1.2.3 Las diversas modalidades de la comunicación epistolar: Del ‘one-man show’ al ‘ménage à trois’............ 33

2.2 DESENMASCARAMIENTO Y DESCODIFICACIÓN DE LA MALINCHE EN AMOR Y CONQUISTA Y LA

VERDADERA HISTORIA DE MALINCHE: UNA MIRADA MÁS ALLÁ DE LA SUPERFICIE. ......................... 34

2.2.1 El yo-emisor: Malintzin toma la palabra... ......................................................................... 34

2.2.1.1 Construcción e imagen de la Malinche en Marisol Martín del Campo y Fanny del Río: Entre romanticismo

sensible y racionalismo sensato .................................................................................................................................. 35 2.2.1.2 El propósito perseguido en las cartas privadas: Doña Marina y su ‘open/hidden agenda’ ....................... 39 2.2.1.3 El discurso y las modalidades del discurso de Malinalli: Concreción textual de fragmentación psicológica y

‘unidad mental’ ........................................................................................................................................................... 41

2.2.2 El tú-interlocutor: Observación e interpretación de la ‘segunda dimensión’ ................... 44

2.2.2.1 Imagen y aparición del destinatario en las cartas de Malinche: El confidente y el amante interpelados . 44 2.2.2.2 Respuesta o silencio del receptor: Vocablos en el viento, lágrimas en la lluvia... ...................................... 46

ÍNDICE

Page 4: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

4

2.2.3 La comunicación epistolar entre Malinche y su interlocutor: El principio de acción y

reacción revisado ........................................................................................................................... 47

2.2.3.1 Las secuelas funestas de una correspondencia desahuciada .................................................................... 48

3. CONCLUSIONES .................................................................................................................. 50

4. BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................... 53

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“No hay espejo que mejor refleje

la imagen del hombre que

sus palabras.”

(Juan Luis Vives)

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0. PARTE INTRODUCTORIA

0.1 INTRODUCCIÓN

Escribimos el 15 de abril del año remoto de 1519... En este día aparentemente aleatorio el gran capitán

extremeño Hernán Cortés y sus efectivos en México son obsequiados con un grupo de 20 esclavas aztecas para

cubrir sus necesidades o instintos primarios (Martín del Campo 1999: 441). Entre ellas, la muy continente y

‘verde’ Malinalli Tenepal, doncella todavía inocente que en un santiamén se convirtió en una de las mujeres

más controvertidas en la historia hispanoamericana. “La Chingada en persona” (Paz 1990: 104), “gran

prostituta pagana” (Bartra 1987: 205), sólo son algunos de los apodos insultantes que recibió Malinche a lo

largo de los años por auxiliar a los españoles, oficiando de intérprete trilingüe1. Sin embargo, estos

sobrenombres muchas veces son atribuidos por literatos relativamente recientes2, o sea, parecen concebidos

por hijos de una especie de ‘tradición de adoctrinamiento’, como quien dice, que no han vivido en persona la

conquista de México y acaso nunca hayan tomado en consideración la perspectiva de la propia Malintzin, a lo

mejor porque faltan testimonios personales o documentación apropiada que recoge la voz de la indígena, o

simplemente por desapego. A pesar de ello, en sus obras respectivas Amor y Conquista (1999) y La verdadera

historia de Malinche (2009), las escritoras mexicanas Marisol Martín del Campo y Fanny del Río sí que han

tratado de ‘reanimar’ a la concubina de Cortés, designando protagonista a ella y concediéndole el derecho de

tomar la palabra. Las dos novelas en cuestión presentan, bajo forma de cartas privadas, la percepción de los

acontecimientos por parte de Malintzin y exponen pues todo desde un punto de vista poco o menos común.

Ahora bien, en lo anterior ya aludimos al hecho de que la figura de Malinche constituya ya desde

bastante tiempo atrás la comidilla de muchos críticos históricos y aún hoy en día quedan divididas las opiniones

acerca de su papel en la decadencia del imperio de Moctezuma. En el mundo de la literatura, no obstante, se

nota, a través del siglo XX, -y sin ya entrar en detalles- una evolución general3 en la imagen de Doña Marina que

conduce de las interpretaciones rotundamente vejatorias en los años 50 a las lecturas positivas de los años 70-

80 que se muestran pues favorables a su persona. En las últimas décadas, finalmente, emergen sobre todo

obras híbridas, es decir, textos que relativizan la culpabilidad de Malinalli, sin canonizarla tampoco.

Así las cosas, o sea, teniendo noción de estas tendencias literarias intrigantes, en el presente estudio

nos imponemos la tarea de comparar entre sí, a nivel de la imagen establecida y transmitida de Malinche, las

novelas antedichas de Martín del Campo y del Río, intentando al final enlazarlas con o encasillarlas también en

una de las tres ‘generaciones’. Aún más importante en este análisis y más preponderante que la pregunta de

saber qué perfil esbozan ambas autoras será el cómo de esta ‘creación textual’. Con objeto de proporcionar

una respuesta bien fundada a este asunto, inquiriremos ante todo la función del discurso o de la comunicación

epistolar a la hora de concretar, secundar o incluso modificar la imagen en cuestión. Dicho de otro modo, el

interés de este trabajo reside pues principalmente en el sometimiento a escrutinio del género menos

‘adocenado’ que constituye la novela epistolar y de su manejo por parte de las escritoras cuando se trata de

1 Malinche dominó el náhuatl, el maya y el español.

2 Es decir, de la segunda mitad del siglo XX.

3 Se trata, de verdad, de una evolución global o ‘no exclusiva’, que puede presentar excepciones.

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tipificar a su protagonista. Esperamos lograr –aunque sea de manera modesta- complementar o contribuir, con

nuestra investigación histórico-literaria acerca de Malinche y su correspondencia ficticia por cartas, a los

estudios en la misma área, procurando no sólo comprensiones renovadoras en relación con la madre mestiza

sino destapando también las cualidades ocultas de este género quizás algo decaído hoy en día.

Respecto a nuestros corpus Amor y Conquista y La verdadera historia de Malinche, lo que más llama la

atención es la marcada disparidad entre la protagonista confusa y algo apocada –pero a pesar de eso, como se

revelará, no menos notable- creada por Martín del Campo y la figura tenaz y redicha a quien ‘modeló’ del Río.

Mediante la comunicación epistolar y sus principios correspondientes que puntualizaremos en el cuerpo de

este trabajo, las dos escritoras poquito a poco desvelan, cada una de su propia manera, la identidad de sus

actrices. Por lo demás, aparte de estas imágenes relativamente ‘explícitas’, ambas obras parecen albergar,

hasta difundir, una vez más por medio de una faceta determinada del intercambio por cartas, otra concepción

menos manifiesta pero más negativa de Malintzin que en cierto modo deteriora entonces o atenta contra la

representación original y dejará su impronta en la impresión final. Es esta hipótesis de trabajo según la cual, en

lo referente al retrato de la azteca, existe, por el uso específico de la epístola y la comunicación postal, no sólo

un ‘contraste externo’4, es decir, entre los dos libros, sino también un ‘contraste interno’ o en el seno de las

obras mismas, que será sometida a prueba en el estudio actual.

En lo siguiente, ‘ensamblaremos’ pues la personalidad que tiene Malinche al modo de ver de Martín

del Campo y del Río, descomponiendo su discurso y el sistema de la correspondencia epistolar en sus

fracciones sustanciales e indagando cómo reflejan o afectan estas la imagen de la protagonista. Sin embargo,

para poder dar más relieve y credibilidad a nuestra pesquisa y determinar su posición dentro de la miscelánea

de estudios realizados ya en nuestro terreno, desde luego precisamos, para cada una de las ‘ventanas’ de

nuestra pregunta de investigación, de un marco de referencia. En otras palabras, antes de pasar al estudio

comparativo propiamente dicho, presentaremos entonces un sumario de la crítica o la teoría existente tanto en

lo que concierne a la reputación de Doña Marina como en relación con el género epistolar. Concretamente,

estudiaremos en primer lugar la transformación –y ya lo indicamos- desde los años 50 de una Malinche

‘clavada en la picota’, entre otros por el muy afamado Octavio Paz, hasta una Malintzin casi idolatrada por

Rosario Castellanos en la década de los 70-80 y considerada, el día de hoy, como ‘heterogénea’ en Laura

Esquivel. En la segunda parte, tomamos ya carrera hacia nuestro análisis en sentido propio, calando en hondo,

además de la génesis de la novela epistolar, las propiedades de su componente básico, o sea, los fundamentos

sobre los que se edifica la carta y que se descomponen, aunque parecen indisociables, en el papel del yo-

emisor, del tú-interlocutor y de la comunicación escrita en general. Son los mismos elementos que nos servirán

de punto de partida a la hora de pasar al verdadero trabajo empírico y de descifrar el genio de las Malinches en

nuestros corpus.

¿En qué medida las protagonistas, en el proceso de escritura, desahogan sus sentimientos y

emociones, o sea, qué grado de afectividad muestran sus enunciaciones respectivas? ¿Cómo el ‘salutatio’ o

4 Con ‘contraste externo’, nos referimos a los retratos divergentes, o sea, las diferencias identitarias entre la

Malinche de Marisol Martín del Campo y la de Fanny del Río. El ‘contraste interno’, por su parte, implica la presencia simultánea, en cada uno de nuestros corpus, de una imagen positiva (explícita) y negativa (implícita).

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‘discurso de apertura’ delata ya el carácter de cada remitente y marca el tono para el desarrollo concreto de la

carta? ¿Quién de las dos Malinches cuida más el ‘captatio benevolentiae’, es decir, apela e intenta acogerse

más a la indulgencia de su destinatario? Todo esto constituye ‘alimento’ para el primer subcapítulo respecto de

la construcción, el propósito y el tipo de discurso del yo-emisor. En nuestro segundo subcapítulo dedicado al

tú-interlocutor, nos afanaremos pues para verle el juego a la persona sondeada por Malinalli y averiguar el

efecto de su ‘colaboración leal’ en la fama de la figura central. Por último, juntaremos ya todas las partes

estrechamente ligadas del puzzle enrevesado que forma la comunicación epistolar y revisaremos, a guisa de

conclusión preliminar, la dinámica del intercambio perseguido en las cartas y el significado que se puede

atribuir a este ‘canje íntimo’.

Sentado esto, es el momento propicio para proceder a la acción y sumergirnos en las palabras

expresivas de la tránsfuga mexicana. Sin embargo, antes de abordar la materia respecto a Malinche y sus

misivas, aún hemos de esclarecer las condiciones en que nacieron nuestros corpus, examinando rápidamente

las biografías de Marisol Martín del Campo y Fanny del Río. Emprendamos pues ahora nuestra campaña de

índole histórico-literaria en busca de nuevas intelecciones, empezando por el principio, a saber, con el germen

de Amor y Conquista y La verdadera historia de Malinche. ‘En avant, marche!’

0.2 MARISOL MARTÍN DEL CAMPO Y FANNY DEL RÍO: DOS ENTUSIASTAS

LITERARIAS PRECOCES

Piloto, bailarina, explorador o incluso princesa... Sólo constituyen algunas de las profesiones utópicas que

disfrutan de gran popularidad entre los críos aún ingenuos, pero que apenas logra ejercer un grupo selecto de

personas. Ahora bien, nuestras autoras Marisol Martín del Campo y Fanny del Río pertenecen a estos

ambiciosos que sí vieron realizado su deseo infantil, haciéndose famosa como novelista. So capa de ‘lo que en

el capillo se toma y pega, con la mortaja se deja’, estas mujeres fervientes ya de niña hicieron sus pinitos en el

vasto terreno de la literatura, para después crecer hasta convertirse en escritoras experimentadas y dignas. No

se dedicaron entonces a las llamadas ‘noveluchas almibaradas’ que no pasan de ser del montón, sino que en

sus novelas muchas veces juegan la carta de la historia –reciente5 o no- y abordan temas controversiales y con

profundidad psicológica, como el de la Malinche.

Parece pues, por parte de las dos, una elección bien meditada el hecho de concentrarse en la vertiente

histórica y de conferirles a sus obras un carácter ‘instructivo’, por decirlo así, pero ¿cómo se hizo exactamente

que las autoras fueran tomando interés en su historia nacional -es decir, de México- y que, particularmente,

sucumbieran a los encantos de la discutida Doña Marina? En lo que sigue trataremos de contestar a esta

pregunta esbozando primero una imagen de la trayectoria vital de ambas mexicanas (0.2.1 y 0.2.2) y

deteniéndonos, a continuación, entre otras cosas en las posibles razones por las cuales, en nuestros corpus,

estas escritoras podrían haber optado por darle voz a la Madre, o sea, a la Malinche (0.2.3).

5 La obra Nada, Nadie (1986) pertenece más bien al género testimonial, trayendo a la memoria los terremotos

atroces que arrasaron el país de México en el año 1985.

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0.2.1 Biografía de Marisol Martín del Campo: ‘Una Matilda avant-la-lettre’6

En el panorama de la historia moderna, el año insignificante de 1947 se pierde en la oscuridad, careciendo de

sucesos memorables con repercusión en la vida actual. No obstante, para la comunidad literaria mexicana, este

año marca el nacimiento de una nueva y futura socia, de nombre Marisol Martín del Campo, que más tarde se

arriesgaría a probar varios géneros y trataría de informar y darles a sus lectores materia para reflexionar con

sus obras, sea reales, sea ficticias.

Desde la más tierna edad, esta mexicana avispada sintió gran interés por los cuentos entreverados de

pasión y suspenso y no esquivó las historias trágicas de héroes shakespearianos como Romeo y Julieta (1596)

por ejemplo. Gastó mucho tiempo devorando los relatos más divergentes hasta encerrarse en un mundo de

ensueño en el que podía dar rienda suelta a su propia imaginación, perfilándose así como el ratón de biblioteca

por excelencia o una ‘Matilda avant-la-lettre’. Frívola como era, no desperdició ninguna ocasión para

entretener a sus amigos con narraciones de fabricación propia y, aún de adolescente, se atrevió a coger la

pluma y trasladar al papel algunas de estas invenciones. Se puede citar el cuento amoroso sin título que -

inspirándose en las numerosas historias melodramáticas a las que pasó revista- redactó nuestra autora aún en

ciernes a la sazón y en el que desempeñan el papel principal dos jóvenes perdidos en el mar, los cuales se

hacen tentativas de acercamiento el uno al otro para vencer el miedo mortal y aliviar el dolor inaguantable

(Jacobs 2000)7.

Después de su infancia despreocupada, Martín del Campo decidió abandonar la escritura para iniciar

su carrera de filosofía en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y dedicarse completamente al

estudio de la ética y la lógica. Sin embargo, poco a poco fue tomando conciencia de que esta formación no le

causaba satisfacción y de que tenía que seguir su vocación literaria. Dicho y hecho, cogió el hilo de la escritura,

aunque tardó un buen rato en publicar su primer libro El guiño, la sonrisa y el balcón (1986), una colección de

cuentos que, por lo general, encontró una buena acogida. Sucedieron a esta obra en el mismo año –período en

que además le fue otorgado el Premio Jomar Arte y Literatura- Nada, nadie (1986), fruto de su cooperación con

la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, y Memorias de una mujer sin piano en 1990, acerca de la

vida de Jeanne Rucar, esposa del difunto director de cine Luis Buñuel. Aparentemente, a Martín del Campo le

tenían altamente intrigada las gracias y desgracias de las mujeres detrás de las grandes ‘figuras de culto’, dado

el hecho de que –después de haberse sumergido en las peripecias de Jeanne Rucar- consagrara una obra

entera a los avatares de la vida de Doña Marina o Malinalli, la indígena que condujo a Cortés a la victoria. En

nuestro corpus Amor y Conquista: La novela de Malinalli, mal llamada la Malinche (1999) –como en Memorias

6 Por analogía con la protagonista Matilda Wormwood en la novela homónima Matilda (1988) de Roald Dahl.

Matilda, como Marisol Martín del Campo, de ninguna manera pudo prescindir de sus libros y sacó inspiración y ánimos de estos. Desde luego, esta imagen de la mujer soñadora quien se refugia en lo ilusorio también hace pensar en la muy comentada Emma Bovary, personaje principal de la obra maestra de Gustave Flaubert Madame Bovary (1856). 7 URL:<http://www.jornada.unam.mx/2000/01/30/jacobs.html>.

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de una mujer sin piano- Martín del Campo coloca pues en primer plano a ‘las figuras del fondo’ y les atribuye

un estatuto equivalente -o incluso más importante- al de su pareja8.

Con todo, aunque el renombre de nuestra autora hasta el momento aún no ha adquirido dimensiones

espectaculares y se desvanece frente al éxito considerable de Laura Esquivel9 por ejemplo, cuando se toma en

consideración el público que supo cautivar con sus obras y el aprecio por parte de más de un crítico literario –

aparte del Premio Jomar Arte y Literatura se le otorgaron a Martín del Campo otros tres galardones10

- se puede

concluir que hizo bien renunciando a la filosofía y volviendo a su ‘hábitat natural’, es decir, el mundo literario,

en el que se sintió como pez en el agua y, con el tiempo, fue desarrollando y puliendo su talento subyacente.

0.2.2 Biografía de Fanny del Río, escritora sin fronteras 11

Parece que la ciudad de México constituye una tierra fértil o un ‘semillero’ de jóvenes inclinados a la literatura,

puesto que no sólo es la cuna de Marisol Martín del Campo, sino que también puede contar a Fanny del Río

entre sus nativos. Tal como Martín del Campo, de niña, esta novelista quedó prendada de todo lo que guarde

relación con las letras. Nada más aprender a leer –a los tres años nota bene- enseguida se lanzó con devoción,

no a los cuentos infantiles, sino a la ‘artillería pesada’ o las obras densas que ya requieren una comprensión

retórica profunda, tales como las de Federico García Lorca. Al poco tiempo, la jovencita lista se realizó que

quizás ella también dispusiera de dotes de poeta y decidió hacer la prueba, redactando su primera copla

basada en sus lecturas anteriores.

Pasada su pubertad, Fanny del Río, como Marisol Martín del Campo, se sintió llamada a comenzar la

Licenciatura de filosofía en la UNAM, que además terminó con brillantez. Fue durante este período que se

enamoró perdidamente de Carlos Vargas Quijano, nieto del fundador de la revista Marcha y de origen

uruguayo. Los tortolitos pasaron unos años maravillosos en México, pero cuando se vio forzado Carlos a

regresar a su país natal, Fanny resolvió seguir a su marido. Se casaron y empezaron una nueva vida en

Montevideo, capital de Uruguay y, aunque no fue el flechazo, del Río pronto abrió el corazón a esta ciudad, en

la que sigue viviendo hasta ahora.

Por lo que se refiere a la vida profesional de del Río, aún le costó algún tiempo darse cuenta de que

realmente había nacido para ocupar un lugar dentro del mundo literario y hacerse valer como escritora. Así

pues, tras haber trabajado como consejera cultural en la Embajada de México, se concentró en el periodismo y

la poesía, aunque tampoco sintió desagrado por la prosa. Se mostró entonces una mujer estuche y todo le iba

8 A fin de redactar este párrafo sobre Marisol Martín del Campo – y por falta de documentación fidedigna-

sobre todo nos hemos basado en la información que se encuentra en la contracubierta de nuestro corpus Amor y Conquista: La novela de Malinalli, mal llamada la Malinche (1999). 9 Véanse el apartado 1.1.3. Laura Esquivel también es una de las autoras mexicanas quien profundizó en las

gracias y desgracias de Malinche. Su novela debut Como agua para chocolate (1989) fue un verdadero best-seller en México y mucho más allá. 10

Fuera de obtener el Premio Jomar Arte y Literatura en 1986, Martín del Campo resultó –en el mismo año- ganadora del Concurso de Cuento del Instituto Nacional de Bellas Artes. Además salió premiada en el concurso ‘Efraín Huerta’ y esto en los años 1983 y 1985 (Ocampo 2000: 111). 11

Nuestra biografía de Fanny del Río se fundamenta en su mayor parte en un artículo de María Eugenia Martínez, sacado del Portal periodístico de noticias y actualidad sobre Uruguay y el Mundo: <http://www.180.com.uy/articulo/La-hiperactiva-amiga-de-Malinche>.

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viento en popa hasta que fue afectada por el destino... En el año 2001, su cónyuge perdió la vida en un

accidente de coche, dejándolos a sus dos hijos al cuidado de su esposa viuda. Este día indicó el inicio de una

etapa negra en la vida de la mexicana.

Resulta obvio que nuestra autora recibió un duro golpe por la muerte de Carlos, pero fue bien

consciente de que no sirvió para nada compadecerse aún más y que había de reanudar su vida. Pasó de la

palabra al hecho y, algunos años después de esta pérdida dolorosa, se publicó su primera novela La verdadera

historia de la Malinche (2009), con la que se clasificó en España para el Premio Planeta12

. Enrollándose en este

libro en las vicisitudes de una de las mujeres más importantes para la historia de México, demostró no haber

olvidado y renegado de su origen, pese a que operó desde un lugar a unos ocho mil kilómetros de su querido

puerto de amarre.

En resumidas cuentas, al redactar en Uruguay su obra profundamente mexicana, del Río probó ser una

escritora ‘sin fronteras’ que no sólo amplió sus horizontes literalmente, sino también en el sentido figurado de

la palabra, dejando el periodismo y las noticias cotidianas para dedicarse al género de la novela y ahondar en el

pasado.

0.2.3 Como hermanas desarraigadas en busca de su matriarca Malinche

‘Great minds think alike’... De las biografías concisas que preceden, se desprende que, desde pequeña, a

nuestras dos autoras no les faltaba labia, o sea, gozaban ambas del don decantado de la palabra, no sólo al

oral, sino también -y particularmente- al escrito, con lo cual en cierto modo se mostraron adelantadas a los de

su edad. Aparte de eso, se ve ratificado nuestro proverbio en el hecho de que, repetidas veces, las dos ‘hachas’

concebieran el mismo plan, es decir, siguieron, sea parcialmente, el mismo rumbo, independientemente la una

de la otra.

En primer lugar cabe señalar la predilección por la filosofía que sintieron ambas escritoras durante sus

años mozos. A pesar de que ni Martín del Campo, ni del Río aprovecharon sus estudios para alcanzar

renombre, indudablemente sacaron inspiración de su aprendizaje a la hora de escribir sus obras y de

trasladarse a la mente o la psicología de su ‘parto del ingenio’. Eso enseguida nos lleva al segundo aspecto que

tienen en común las autoras, a saber, su novela debut.13

Aparentemente, nuestras ‘gemelas traviesas’ no sólo

han efectuado el mismo recorrido durante su juventud, sino que también seguían presentando parecidos

asombrosos después de su época de estudiante, optando cada una por una carrera literaria y tramando

además la misma idea de redactar un relato acerca de la figura histórica de la Malinche.

Pues bien, tomando en consideración la elección de la protagonista en las respectivas novelas, parece

sumamente plausible que a las dos autoras, ambas mexicanas con historial filosófico, las mantuviera

intensamente ocupadas el gran enigma de la identidad de su país y de la raza mestiza. Con vistas a destapar

entonces las raíces del pueblo mexicano, o sea, remontándose separadamente en la historia indígena para ir en

busca de su afamada matriarca Malinche, estas ‘hijas desarraigadas’ deben de haber esperado poder aclarar 12

Fanny del Río ya finalizó su obra Malinche en el año 2002 pero esta última sólo fue editada en 2009 bajo el título de La verdadera historia de Malinche. 13

Claro está que, antes de publicar Amor y Conquista, Marisol Martín del Campo ya tenía en su palmarés algunas obras (cf. 0.2.1), pero ninguna de estas se inscribe en el género novelesco propiamente dicho.

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varios malentendidos y contribuir así –cada una de su propia manera- a la dilucidación de este misterio

cautivador.

Otro motivo que podría haber incitado a las novelistas -y más que nada a Fanny del Río- a escribir su

narración histórica, es la posible identificación personal con la intérprete de Cortés. Del Río, como Malinche, se

casó con un extranjero, hecho que, en general, no fue bien acogido por los mexicanos patrióticos y por lo cual

también le fue pegada en cierto modo la etiqueta de ‘traidora’. Pese a que ambas fueron mujeres de gran

personalidad, Malinche y Fanny del Río vivieron– aunque esta última en menor medida- en la sombra de su

pareja al que además prestaron su apoyo incondicional, y se sacrificaron, por decirlo así, para que su ‘media

naranja’ pudiera perseguir sus sueños y sus objetivos preconcebidos. El asunto está en que las dos no se

apartaron del lado de sus esposos, acompañándoles en los viajes que emprendieron bien por necesidad bien

por capricho. A todos estos puntos de coincidencia se añade aún el problema de la lengua. A nivel de la

comunicación, la intérprete y la escritora, codeándose respectivamente con los españoles y los uruguayos,

inicialmente se consideraron un poco como ‘outsiders’, debido, respecto a la indígena, al ‘no dominio’ de la

lengua española y, en el caso de la mexicana Fanny del Río, al no estar familiarizada con las particularidades del

castellano uruguayo. Afortunadamente -y es de saber común-, Malinche, lingüista nata, pronto le cogió el

tranquillo al español y lo mismo vale para Fanny del Río, para quien el dialecto rioplatense hablado en Uruguay

ahora ya no tiene secretos. Así y todo, a pesar de que ambas fueron hábiles aprendiendo lenguas, conviene

reconocer que, lingüísticamente hablando, la azteca, pasando del náhuatl a un idioma europeo plenamente

distinto, en poco tiempo recorrió pues un camino más largo que Fanny del Río, cuya lengua materna -

prescindiendo de las peculiaridades dialectales del habla uruguayo- ya se asemejó en gran medida a esta

última, siendo igualmente una variante de la misma lengua románica.

En total, comprobamos que del Río podría haber encontrado su igual en la figura mítica de Doña

Marina y que todo esto se prestó quizás a la redacción de La verdadera historia de Malinche. Por lo que se

refiere a Marisol Martín del Campo, resultan menos patentes sus motivos de proceder. Sin embargo, teniendo

en cuenta la simpatía que ya había cogido antes para mujeres inspiradoras como Jeanne Rucar, podemos partir

de la idea de que en su persona se escondió algo de feminista y que, ella también, se sintió próxima a la

Malinche, madre arquetípica de los mexicanos.

Con sus novelas arrebatadoras en las que ponen sobre el tapete la cuestión de la Malinche y de la

identidad mexicana, nuestras escritoras se inscriben pues en una tradición literaria fecunda que puede contar

entre sus ‘pioneros’ varios autores de primera línea, como Octavio Paz y Carlos Fuentes. En lo siguiente,

estudiaremos de cerca algunas de las visiones más conspicuas que circulan acerca de nuestra protagonista

reputada y que, más adelante, podrían servir de punto de referencia a la hora de fijar la posición de Marisol

Martín del Campo y Fanny del Río dentro de esta corriente.

Page 13: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

13

1. PARTE CONTEXTUAL: LA VISIÓN HISTÓRICO-LITERARIA DE LA MALINCHE A

TRAVÉS DEL TIEMPO. UNA ANTOLOGÍA.

1.1 MALINALLI TENEPAL: ¿MADRASTRA MENOSPRECIADA O MADRE

MAGNIFICADA?

Remontándonos en el tiempo, concretamente a los orígenes del cuento de hadas, comprobamos que el motivo

de la madrastra vil desde siempre ha constituido uno de los ‘topoi’ o lugares comunes preferidos de los

escritores del género en cuestión. Blancanieves y la Cenicienta sólo son algunas de estas heroínas infantiles que

estaban agobiadas por la tiranía de su madre sustituta y no deseaban otra cosa más que romper los lazos con

esta víbora. Cuando consideramos ahora el ‘cuento’ de la historia de México y la representación, a lo largo de

los años, de la Malinche en la literatura, llama la atención que muchos autores distinguidos adoptan en cierto

modo este cliché maniqueo, confiriéndole a la azteca el papel negativo de desalmada o madrastra malvada que

desacreditó a sus entenados y manifestando así su disgusto frente a la presunta traidora. Por otra parte,

encontramos el grupo de eruditos mexicanos que de ningún modo buscan tachar de escandalosa a Doña

Marina y expresan, a gran diferencia de los acusadores, su orgullo para con la Madre y magnifican sus dones o

talentos.

En lo que concierne a este capítulo, nos proponemos pues ofrecer una idea más precisa de las

consideraciones en las que se funda la polémica que gira en torno a la indígena. Sin embargo, cabe señalar que

el tamaño de este estudio nos obliga a limitar mucho el número de escritores incluidos, o sea, a ofrecer

únicamente una antología o selección de las múltiples miradas críticas a la figura de Malinche. Los cinco

autores del siglo XX en cuyas opiniones nos detenemos enseguida contribuyeron cada una de su propia manera

a la discusión sobre la culpabilidad de Malinalli y hasta ahora siguen andando en lenguas. Con el fin de trazar la

evolución de la imagen de la joven intérprete a través de los años, profundizaremos, en orden cronológico, en

el juicio de Octavio Paz y Carlos Fuentes (1.1.1) y Rosario Castellanos, Sabina Berman y Elena Garro (1.1.2) y

terminaremos este apartado elucidando una visión más reciente sobre Malinche difundida por Laura Esquivel

en su novela homónima Malinche (2006) (1.1.3).

1.1.1 Los años 50-60: La Malinche como ‘oveja negra’ de la familia mexicana

Doña Marina.... Como mencionado arriba, el día de hoy, para una parte considerable de los historiadores y

peritos en el campo de las crónicas indígenas, este nombre ilustre causa admiración e impone gran respeto,

perteneciendo a la otrora moza cándida que salió de la nada y se encumbró hasta transformarse en uno de los

mascarones de proa de la historia de México. Esta opinión optimista, sin embargo, no siempre ha sido vigente,

es decir, en absoluto cuadra con la visión negativa de los años 50-60, secundada y propagada por ciertos

prohombres de la comunidad letrada mexicana, entre ellos los escritores doctos Octavio Paz y Carlos Fuentes,

aunque este último actúa con más sutileza y resulta ser algo más clemente frente a Malinche.

Page 14: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

14

Las líneas que siguen nos revelarán primero cómo y por qué Paz ‘desterró’ a Doña Marina a las capas

inferiores de la sociedad -o “le monde à part” (Zola 2002: 9) como diría Émile Zola14

- , quitándole su título de

distinción social y degradándola a una mera puta, una fulana ordinaria, una ‘chingada’ (1.1.1.1). En la sección

1.1.1.2 investigaremos, por lo que se refiere a Carlos Fuentes, sus motivos de considerar igualmente a

Malintzin como el réprobo o garbanzo negro entre los mexicanos e intentaremos desvelar en qué aspectos este

autor muestra, sin embargo, ‘una conducta anómala’ en relación con su coetáneo Paz.

1.1.1.1 Octavio Paz y la teoría detractora de la Chingada

“¡Viva México, hijos de la Chingada!” (Paz 1990: 90 ; 1a edición impresa: 1950). En esta frase significativa, el

gran poeta y diplomático mexicano Octavio Paz, galardonado con el Premio Nobel de la Literatura en el año

1990, junta ya casi todas las ideas centrales del ensayo discutido “Hijos de la Malinche”, que forma parte de su

obra maestra El Laberinto de la Soledad (1950) y en el que sin recato da su visión bastante despectiva sobre la

matronaza mítica de los mexicanos. En el ensayo en cuestión, Paz, viendo todo blanco o negro, establece desde

el principio una diferencia llamativa entre los mexicanos bondadosos y los pérfidos, o sea, las ‘cabezas de

chorlito’ que pretenden descender de la – por lo menos a su modo de ver- despreciable Malinche y por tanto

“no se definen sino en cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos” (Paz 1990: 91).

El grito antedicho, dirigido contra estos ‘hijos espurios’, pone de manifiesto la sensación de superioridad por

parte de los supuestos mexicanos ‘puros’ y patrióticos en cuyo bando también parece alinearse nuestro autor :

“Con ese grito […] nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás.

¿Y quiénes son los demás? Los demás son los ‘hijos de la Chingada’: los extranjeros, los malos

mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los ‘otros’. Esto es, todos aquellos que

no son lo que nosotros somos.” (Paz 1990: 90-91)

Resulta pues que, según Paz, el amor al prójimo y la fraternidad aún están muy lejos e incluso va más

allá eliminando la idea bíblica de consanguinidad o de que todos –y los mexicanos en particular- somos hijos de

la misma madre. Dicho de otro modo, excluye la idea de parentesco absoluto, sosteniendo que los malos

mexicanos serían vástagos de la ‘desertora’ Malinche, oponiéndose a los buenos que descenderían de la Madre

Virgen o la Virgen de Guadalupe. Esta última sería pues la bondad personificada, actuando como “el consuelo

de los pobres, el escudo de los débiles y el amparo de los oprimidos” (Paz 1990: 102) y contrastando así con la

madre sustituta mancillada o la madrastra maliciosa Malinche.

Ahora bien, está obvio que, si aún vivieran tanto Malintzin como Octavio Paz, no harían buenas migas

el uno con el otro pero ¿hasta qué punto le guardó rencor a la india nuestro autor y qué le ha incitado a

denominar a ella con la palabra hiriente ‘chingada’? Para Paz, este término mordaz abarca el concepto

abstracto de lo abierto, es decir, consideró a Malinche como “a willing victim of rape” (Ríos Castaño 2005: 53),

14

El escritor naturalista y sociólogo decimonónico Émile Zola distinguió cuatro mundos elementales que abarcan respectivamente: 1) los obreros, militares y campesinos 2) los comerciantes 3) la burguesía y 4) el gran mundo. En el quinto mundo, que denominó pues ‘le monde à part’, Zola incluyó las llamadas clases ‘marginales’, a saber, los asesinos, los artistas y –naturalmente- las putas (Zola 2002: 9).

Page 15: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

15

o sea, una mujer que no ofreció resistencia a la violación; una meretriz traidora la cual se entregó tanto

físicamente como moralmente a los españoles, abriéndoles su corazón, y con ello toda la cultura indiana, antes

tan hermética y protegida (Paz 1990: 104). Habiendo puesto en juego entonces no sólo su propio honor sino el

honor de todos los mexicanos, la indígena, en El Laberinto de la Soledad, en absoluto cuenta con el beneplácito

de nuestro escritor. Por lo demás, esta imagen negativa de la felona quien pone al descubierto los secretos de

la sociedad cerrada a la que pertenece, se halla también en el adjetivo muy de moda ‘malinchista’ con el que se

nombra a una persona excesivamente xenófila que se fusiona con el extranjero hasta adoptar sus costumbres

alienígenas (Paz 1990: 104).

Dicho esto, queda claro que, con “Los hijos de la Malinche”, Paz no pretendió escribir un ensayo que

aboga en favor de la intérprete de Cortés. Aún así, el autor a veces deja traslucir un toque de respeto hacia su

protagonista, es decir, en cierto modo también reconoce la importancia de la Malinche dentro de la historia, y

lo hace admitiendo implícitamente que, en realidad, esta mujer particular contribuyó a poner en el mapa su

amado país natal (lo que según él, sin embargo, no quita para que sea una traidora). Formando pues parte del

‘acervo histórico y cultural’ de México, Malinalli Tenepal sigue perviviendo –sí o no de manera negativa- en la

memoria colectiva.

1.1.1.2 Carlos Fuentes: ¿Tras las huellas de su coetáneo Paz?

Constituyendo la ‘crème de la crème’ de los autores mexicanos coronados de éxito en el siglo XX, Octavio Paz y

Carlos Fuentes aparecen por doquier como un dúo complementario de ingenios literarios. Es de saber común

que estos personajes destacados, a los que se menciona pues muchas veces al mismo tiempo, asiduamente

entraron en discusión –sea de manera erudita y respetuosa- e intercambiaron durante varios años ideas y

opiniones con respecto a asuntos políticos y sociales. Así pues, al igual que Paz y sometido a la influencia de

este maestro, Carlos Fuentes se cebó en la historia socio-cultural de México y reunió sus reflexiones acerca de

la identidad de los mexicanos y su matriarca en numerosos ensayos y novelas, tomando diversas concepciones

de su compadre y –en cierto aspecto- modelo sugerente (González 2012: 15).

El impacto que tuvo el pensamiento ‘paciano’ en la percepción de Fuentes se manifiesta de modo

nítido en el hecho de que este último explote gustosamente el concepto de la chingada, aludiendo a esto entre

otras cosas en su novela La muerte de Artemio Cruz (1962) y su obra de teatro Todos los gatos son pardos

(1970). Tal y como Octavio Paz, Fuentes insiste pues en la idea despreciativa de la delatora violada pero, a

diferencia de su colega, insinúa indultar tácitamente a la condenada. Una y otra vez nuestro autor en sus obras

hace entrar en escena a una Malinche a quien le pesa su pasado reciente y que parece pedir perdón por sus

errores. Poniéndole en boca a la propia Marina las palabras humillantes ‘chingada’ y ‘puta’, Fuentes alimenta la

ilusión de que la indígena sienta desdén y repugnancia de sí misma y se arrepienta de haberse entregado a los

españoles, traicionando así a su pueblo: “Oh, sal ya, hijo mío, sal, sal, sal entre mis piernas... Sal, hijo de la

traición... sal, hijo de puta... sal, hijo de la chingada” (Fuentes 1970: 173). Actuando así, es decir, creando a una

protagonista que exterioriza su menosprecio para con su propia persona- y con esto su remordimiento-,

nuestro escritor, aunque en absoluto desmiente la culpabilidad de Malinche, parece promover una atmósfera

de compasión y perdón más que de condenación.

Page 16: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

16

Haciendo ahora el balance de las posiciones que adoptan respectivamente Paz y Fuentes, observamos

que a ambos les sirve más o menos de yunque la intérprete de Cortés, o sea, a la manera de ver de los dos

autores, Malinalli Tenepal encarnará para siempre la chingada que originó ‘la contaminación española’ y la

decadencia de México. No obstante, mientras que Octavio Paz se emparra más bien en su opinión, resulta que

su contemporáneo añade un matiz de misericordia a su relato, todavía sin justificar los actos inmorales de la

azteca. Fuentes se diferencia pues de Paz por desplazar de manera muy sutil el acento de la ‘pasividad’ de

Malinche o el hecho de que esta mujer, considerada como mala hasta los huesos, no se resistiera abiertamente

a su ‘conversión hispánica’, a la compunción de la vendepatrias y su anhelo por rectificar sus fechorías. En

suma, queda claro que Carlos Fuentes, considerando también a Malintzin como ‘la oveja negra’ de la familia

mexicana, siguió hasta cierto punto los pasos de Octavio Paz, pero no se puede negar que se apartó algo del

rumbo de este último, dando muestras- aunque sean mínimas y latentes- de conmiseración frente a esta mujer

y revelándose así como la versión moderada de su compañero15

.

1.1.2 Los años 70-80: Vuelco positivo en la concepción y representación literaria de Doña

Marina

Hace unos cincuenta años, el pastor estadounidense memorable Martin Luther King expuso ante un público

numeroso su famoso discurso “I have a dream” (Martin Luther King 1963) en el que expresó su deseo intenso

de igualdad social y política entre las razas blanca y negra. A pesar de que este mártir y paladín de los derechos

civiles se refirió pues particularmente a la opresión de la población negra en los EEUU, sin duda alguna, aspiró a

arrancarles, con su mensaje pacifista, la venda de los ojos no sólo a los americanos sino al mundo entero y

denunciar la desigualdad en todas sus formas y manifestaciones, es decir, poner fin tanto a la segregación

racial como a la discriminación por orientación sexual o por género.

Desde finales del siglo XIX, esta última ‘variante’, a saber, la discriminación por género que supone la

preeminencia masculina en detrimento de la fémina, incitó a alzar la voz a más de una mujer de armas tomar y,

por consiguiente, dio lugar a la constitución de varios movimientos feministas que, habiendo surgido en

momentos distintos, se agrupan en tres ‘olas’ (Heras Aguilera 2009: 49)16

. El objetivo primordial de estos

grupos de acción revolucionarios consistió pues - y sigue consistiendo- en combatir la injusticia e intentar

nivelar las diferencias de trato entre hombres y mujeres, insistiendo en la imprescindibilidad del sexo femenino

en un mundo tan machista. Las ‘defensoras de la libertad’ en cuestión buscaron ventilar su desagrado a través

de diferentes canales, mostrando sin embargo una marcada predilección por la literatura. Se puede citar el

caso de las autoras feministas quienes, como la excéntrica Simone de Beauvoir en su obra Memorias de una

joven formal (1958), condenaron tajantemente todo prejuicio y acto de opresión mujeril tomando por ejemplo

su propia vida, pero asimismo son numerosas las escritoras que se rebelaron contra la ‘supremacía’ masculina,

no a partir de sus experiencias personales, sino por medio de la revisión y reivindicación de ciertas heroínas

15

Más tarde, durante los años 80-90, una cuestión ideológica sembró cizaña entre los escritores y hizo enfriar la amistad (González 2012: 15). 16

La primera ola feminista se originó a finales del siglo XIX ; la segunda tuvo lugar entre 1960 y 1990, año en el que surgió la tercera ola feminista que se prolonga hasta ahora (Heras Aguilera 2009: 49).

Page 17: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

17

históricas que ya en su época estuvieron expuestas a la dominación varonil e incluso hasta la fecha siguen

constituyendo el centro de las críticas o el blanco de burlas de varios literatos (Tyutina 2008: 1).

Pues bien, es a la luz de la segunda ola feminista, que ya dio comienzo a principios de los años 60, que

se ha de interpretar la evolución interesante de la imagen de Malinche (Tyutina 2008: 2), o sea, su

transformación de una verdadera ‘persona non grata’ en Paz y –aunque menos pronunciada- en Fuentes, en

una ‘primera dama’ que desempeña para otras muchas una especie de función modélica y despierta

admiración, habiéndose mostrado, en aquellos tiempos difíciles, siempre a la altura de las circunstancias, es

decir, habiéndose mantenido de pie en una sociedad controlada por una fuerza esencialmente masculina y

encima extranjera. Esta percepción de la Malinche como una mujer digna de veneración y respeto ha sido

adoptada por ejemplo por las autoras mexicanas muy estimadas Rosario Castellanos y Sabina Berman y

constituye el foco de atención en sus respectivas piezas de teatro El eterno femenino (1975) y Aguila o sol

(1985). Otro nombre que salta a la vista en la categoría ‘valedoras de Doña Marina’ es el de Elena Garro, ex-

mujer de Octavio Paz y, además de su antípoda amorosa17

, el polo opuesto de este último a la hora de juzgar la

trascendencia de la indígena (Navarro 2011: 8).

A continuación indagaremos entonces sobre la manera en que rompieron exactamente tanto Rosario

Castellanos como Sabina Berman con la visión negativa establecida por el canon literario mexicano en los años

50-60 (1.1.2.1) y, después de ello, analizaremos las tentativas de Elena Garro de inmortalizar de modo

deferente el recuerdo de la intérprete de Cortés, yendo, ella también, a contracorriente de la tendencia que

consiste en manchar la reputación de esta mujer singular (1.1.2.2).

1.1.2.1 La obra innovadora de Rosario Castellanos y Sabina Berman

Como da a conocer la profesora americana de literatura hispánica Colleen A. Sweet en su ensayo “Silence

Through Representation: La Malinche as Christian, Mistress and Conquistadora” (2012), Rosario Castellanos y

Sabina Berman fueron algunas de las primeras autoras – hasta las primerísimas según la estadounidense- en

objetar en sus obras de manera notoria las ideas perversas de una Malinche indecente y pasiva, en boga

durante varias épocas, y en mover ficha contra la actitud denigrante que mantuvo el grupo mayoritariamente

masculino de detractores de la mexicana (Sweet 2012: 145). Así y todo, hay que matizar la opinión según la

cual estas escritoras comprometidas realmente constituyeron las ‘iniciadoras’ respecto a la difusión de la

imagen favorable de Malinalli, teniendo en cuenta que, unos 400 años antes, mientras aún vivía la consejera de

Cortés, ya expresó su acatamiento para con ella un protagonista -masculino nota bene- en la conquista de

México, a saber, Bernal Díaz del Castillo (Holmes 2005: 5). En su relato publicado póstumo Historia verdadera

de la Conquista de la Nueva España (1632), el cronista español recalca el origen noble de Malinche y exalta sus

capacidades y talentos, refiriendo “cómo Doña Marina en todas las guerras de Nueva España, Tlascala y México

fue tan excelente mujer y buena lengua” (Díaz del Castillo 1632: 25). Encima, llama la atención el hecho de que

Bernal, como si fuera impuesto por el protocolo ceremonial, siempre mencione a Marina anteponiendo a su

nombre una fórmula de cortesía, lo que evidencia una vez más que el español tenía a la indígena en gran

estima (Holmes 2005: 5).

17

Octavio Paz y Elena Garro se separaron en 1959.

Page 18: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

18

Lo expuesto con anterioridad, y en particular el ejemplo de Bernal Díaz del Castillo, demuestra pues

que sería injusto medir con el mismo rasero o calificar, a priori, de difamador a todo autor masculino que de

una u otra forma alude en su obra a la figura emblemática de la Malinche. Por el otro lado –y quizás resulte

superfluo aún apuntarlo- tampoco se puede universalizar la postura tolerante, incluso defensiva, frente a la

intérprete tal y como la encontramos en la Historia Verdadera18

, ni, por lo que se refiere a las escritoras

mexicanas, partir de la suposición de que proclamaron todas por unanimidad a nuestra protagonista el icono

feminista por excelencia y le prestaron, cada una de ellas, su apoyo incondicional. No obstante, cabe admitir

que, en términos generales, el destino de Malinalli afectó – lo que no es de extrañar- más a las mujeres que a

los hombres y por tanto las estimuló más a defender a capa y espada a su congénere.

Analizando ahora el modo en que Rosario Castellanos y Sabina Berman dan cuerpo a Doña Marina en

sus obras teatrales, queda claro que ellas sí que tienen altamente atravesados a sus antecesores pesimistas y

pretenden distanciarse de ellos, sacando a colación una representación de la mexicana que atenta contra las

concepciones desfavorables, es decir, evocando a una Malinche resuelta que empuña ella misma el timón. En

efecto, la estrategia de ambas autoras a la hora de ‘modelar’ a su protagonista emancipada consiste pues en la

inversión de los papeles tales como descritos en Paz y Fuentes. Tanto Castellanos como Berman liberan a

Malinalli Tenepal de su apodo cargado negativamente de ‘chingada’ o “objeto manipulado por el hombre”

(Cypess en Sweet 2012: 145) –y especialmente por Cortés-, justamente por convertir al propio conquistador en

una persona sumisa e intelectualmente dependiente de su intérprete y consejera (Pérez-Lagunes 2001: 62).

Dicho de otra forma, al igual que Bernal Díaz del Castillo, nuestras escritoras ponen a Malinche en un pedestal

alabando sus facultades diplomáticas- y ante todo lingüísticas-, y Berman aún va más allá ridiculizando a Cortés

y su castellano deformado que ni siquiera logran entender por completo sus efectivos y, por consiguiente, le

hace recurrir a su portavoz un día sí y otro también (Cypess en Pérez-Lagunes 2001: 71)19

.

En El eterno femenino, fuera de revisar y darle la vuelta a la relación de sujeción y dependencia entre

Malinche y Cortés, Rosario Castellanos encima ajusta cuentas con la teoría de Octavio Paz, invirtiendo otra

oposición establecida por el autor de El Laberinto de la Soledad, a saber, la oposición entre Malinche y la Virgen

de Guadalupe. Castellanos en su obra trivializa las virtudes y la importancia que le atribuye Paz a la Virgen y lo

hace entonces mediante la parodia y la ironía (Sweet 2012: 145). Es decir, concibe a su protagonista Lupita,

alusión moderna a la Virgen de Guadalupe, como una ingenua, hasta una mujer cursi y superficial que carece

de inteligencia, haciéndola salir a escena como clienta asidua en un salón de belleza. Procediendo así, nuestra

autora proyecta en la favorita de Paz las características –antes utilizadas por este último para tipificar a

Malinche- de ‘cabeza hueca’ y mujer “indeterminada y vaga” (Paz 1990: 91), o sea, con una personalidad

inestable e indefinida20

. El personaje de Malinche, por su parte, hace su aparición en el sueño de Lupita cuando

esta se adormila bajo el secador de pelo (Pérez-Lagunes 2001: 61-62), y se perfila pues como una mujer

18

Véanse el apartado 1.1.1 en el que hemos discutido la imagen negativa de Malinche en Octavio Paz (1950) y Carlos Fuentes (1977). 19

“CORTÉS: ¿Gato por liebre, sucios negros trajinantes? Mas cus-cus ¿io?: nieve de orozuz. MALINCHE: Dice el Cortés: ¿no es una emboscada?” (Berman 1985: 234) 20

Véanse 1.1.1.1: Octavio Paz y la teoría detractora de la Chingada

Page 19: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

19

influyente, un dechado de intelecto, en suma, un arquetipo feminista que contrasta violentamente con la

protagonista ‘bobalicona’ y poco enérgica que forma Lupita.

1.1.2.2 Exculpación y vindicación en Elena Garro

Mientras que, en cuanto a la reinterpretación reciente de Malinche, Rosario Castellanos y Sabina Berman optan

con resolución por la perspectiva de la superioridad, la palabra clave en el discurso de Elena Garro es la de

‘víctima’ (Tyutina 2008: 3). Si bien parece contradictorio conciliar la imagen de la perjudicada con el vuelco

positivo en la representación literaria de Doña Marina, sin embargo, es preciso considerar el relato de Garro

también como un texto que habla en favor de la indígena. En el cuento La culpa es de los Tlaxcaltecas (1964)21

,

la ex-pareja de Octavio Paz se propone –como ya revela el título- exculparle o absolver a Malinche de sus

presuntos pecados e intenta hacerlo aportando dos argumentos esenciales. En primer lugar, la escritora

lograda vindica a Malinche cargando la responsabilidad del ocaso del imperio azteca no sobre la pobre e

inerme moza que apenas tenía 17 años por aquel entonces, sino sobre el pueblo entero de los Tlaxcaltecas que,

de verdad, constituyeron un factor determinante en la conquista, estableciendo un tratado de paz con los

maleantes españoles (Navarro 2011: 12). El segundo argumento que aduce Garro para rescatar y despojar a

Doña Marina de su reputación de ‘verdugo’ y que además –como mencionado arriba- constituye un leitmotiv

en su relato corto es el hecho de que la azteca hubiera sido “víctima de su propia belleza e inteligencia”

(Tyutina 2008: 5). Es decir, de algún modo Garro declara a Malinche exenta de toda responsabilidad,

aseverando que su belleza e inteligencia, dos cualidades intrínsecas sobre las que no pudo ejercer control,

desde luego atrajeron a los europeos poderosos y casi hicieron ineluctable su colaboración.

Concluyendo, reparamos en que, para rehabilitar a Malinche, Elena Garro cambia de táctica en

comparación con Rosario Castellanos y Sabina Berman, ubicándola no en una posición destacada, sino en la

posición de víctima y tocándoles así más o menos una cuerda sensible a los lectores. No obstante, resulta

manifiesto que las tres están en la misma onda por lo que respecta a su meta final, o sea, persiguen un único

objetivo común, a saber, sustituir el lenguaje lacerante o, como quien dice, la ‘agresión verbal’ que utilizan Paz

y Fuentes por un discurso en defensa de Malinalli y tributar –tan bien como las circunstancias lo permiten-

honores a esta mujer extraordinaria.

1.1.3 Las últimas décadas (1990-2013): El despuntar de una ‘época híbrida’

Después de un período prolongado que se caracteriza por extremos, es decir, por la toma de posturas

totalmente opuestas en el debate movido sobre la personalidad marcada de Malinche, parece que, a partir de

los años 1990, en la literatura se llega a una fase más moderada en la que se tira por el camino del medio y se

intenta reconciliar lo blanco y lo negro. Una de las prosistas quien hizo, alrededor de fin de siglo, furor con su

novela acerca de las fortunas y sobre todo adversidades de la joven azteca es la dotada Laura Esquivel. Este

apartado pone en claro cómo la autora en su obra Malinche (2006) une el parecer negativo con el positivo,

21

El relato corto “La culpa es de los Tlaxcaltecas” fue editado por primera vez en 1964 como parte de la colección La semana de colores (Holmes 2005: 10). Desde los años 70-80 el relato también ha sido vendido como libro suelto y ha cosechado mucho éxito.

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20

alegando circunstancias atenuantes en beneficio de la intérprete, aunque sin exonerarle enteramente de su

responsabilidad (1.1.3.1).

1.1.3.1 Malinche en Laura Esquivel: ‘The good, the bad or the in-between?’

El subtítulo arriba ya sugiere que la mexicana Laura Esquivel obviamente no siguió la ley del mínimo esfuerzo a

la hora de proporcionar su versión de los hechos y diseñar a su Malinche. Incorporando en su novela tanto la

idea de víctima o bienhechora como la de victimaria, la escritora pretende prestar oídos a la gente a favor y en

contra de Doña Marina. A continuación, trataremos de ilustrar sucintamente en qué aspectos coincide la

novela de Esquivel con el discurso de Paz o Fuentes y acabaremos explicando por qué Malinche, sin embargo,

refleja también la visión ‘protectora’ o el modo de pensar feminista.

Ahora bien, el argumento que invoca Esquivel y contribuye a poner por los suelos a la indígena (‘the

bad’) ya suena conocido, siendo el ‘caballo de batalla’ de Octavio Paz en su Laberinto de la soledad. Retratando

a Malinche entre otras cosas como “Una mujer que [...] sintió alivio de recuperar su condición de

sometimiento, pues le resultaba mucho más familiar la sensación de ser un objeto al servicio de los hombres

que ser la creadora de su destino” (Esquivel 2006: 76), nuestra autora aparenta validar la teoría de la pasividad

que destroza la reputación de la protagonista. Lo que resulta aún más asombroso es que este fragmento en

cierto modo insinúe el placer o el alivio que experimenta la azteca al claudicar ante los españoles, hecho que se

opone pues diametralmente a la imagen de una Malinche combativa quien manipula a Cortés mediante su

intelecto (Solís 2009: 5)22

.

A pesar de ello, Laura Esquivel en su novela también intenta –aunque parece contradictorio- velar por

los intereses de Malinalli y ‘reducir la pena’, enfatizando en sus buenas intenciones (‘the good’). Al modo de ver

de la autora mexicana –y de la frecuencia con la que recurre a este argumento se desprende que tiene más

peso para ella-, fueron la aversión innata por el déspota Moctezuma y el anhelo de poner término a los

sacrificios humanos que hicieron a Malinche cifrar sus esperanzas en Cortés y sus soldados (Navarro 2011: 9).

Dicho de otro modo, la moza crédula no tenía otro deseo que ver a su pueblo librado del yugo dictatorial y por

eso se entregó al capitán extremeño a quien inicialmente consideró ‘el Redentor’ pero que acabó por ser un

caudillo tan cruel como el de los aztecas.

A guisa de conclusión, queda claro que la Malinalli a quien dio existencia Laura Esquivel en Malinche se

perfila como un ser complejo o híbrido quien hizo el mal, creyendo hacer el bien (‘the in-between’). En efecto,

nuestra autora sostiene que nunca fue la intención de la indígena excitar el resentimiento, pero sí tenía algo de

culpa confiando ciegamente en los españoles y adoptando así una postura pasiva o ‘abierta’ como la define

Paz. Con todo, hablando en términos relacionados con Elena Garro, en su novela, Esquivel hace surgir a

Malinche como una especie de ‘culpable inocente’ que no resultó “víctima de su propia belleza e inteligencia”

(Tyutina 2008: 5) sino más bien de su propia ingenuidad e inconsciencia, atributos que la empujaron pues en

los brazos del enemigo.

22

Véanse la visión de Rosario Castellanos y Sabina Berman (1.1.2.1) que apunta hacia una Malinche quien, de verdad, quería salvar a su pueblo, tratando de ejercer influencia sobre Cortés.

Page 21: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

21

2. EL PROCESO COMUNICATIVO DE LA NOVELA EPISTOLAR HOY Y AYER: LA

CARTA COMO VEHÍCULO DE UN PROTAGONISTA TRIDIMENSIONAL

CONCRETADO POR EL ‘YO’, EL ‘TÚ’ Y LA COMUNICACIÓN POSTAL.

2.1 MARCO TEÓRICO: PUBLICACIÓN DE LO PRIVADO EN LA CARTA Y LA NOVELA

EPISTOLAR

“I'm gonna write a tear stained letter:

Mark it ‘Personal Private News’.

An' I hope you'll keep it to yourself,

An' don't go 'round cryin' the blues.”

(Johnny Cash – Tear Stained Letter)

La blancura inmaculada, el espacio vacío que suplica ser rellenado... Para mucha gente, el hecho de estar

sentado ante una hoja de papel en blanco infunde miedo, siendo muchas veces asociado con un trabajo

impuesto pendiente y la falta de inspiración. En cambio, en los ojos del escritor de cartas, este sentimiento de

‘deber’ se convierte más bien en una sensación de ‘poder’, es decir, un derecho de poder franquearse sin ser

criticado inmediatamente. Para él, la hoja sin texto ejerce pues una fuerza de atracción y le invita,

aguantándolo todo, a confiarle sus pensamientos e incluso sus secretos más íntimos, hasta transformarse en un

‘boletín’ de noticias privadas o una recopilación de ‘Personal Private News’ como lo describe Johnny Cash.

Por supuesto, un tal relato no merece el título de carta sin implicación de un segundo individuo, a

saber, el destinatario. Por lo general, la meta final del emisor -aunque inicialmente parece proteger sus

intimidades de las reacciones del mundo exterior, utilizando el papel como ‘intermediario’- consistirá en

revelar sus contemplaciones personales a un receptor determinado. Entonces, la escritura de una carta

siempre conlleva, aunque sea en mínima escala, la ‘divulgación’, en el sentido de ‘poner al alcance de una

persona distinta del propio emisor’. En el caso de la novela epistolar, al contrario, el autor pretende

exactamente ganarse un público amplio y variopinto con sus cartas ideadas y, como consecuencia, ‘endereza

sus pasos’ hacia la difusión.

En este capítulo, dejamos pues el estudio diacrónico de la visión histórico-literaria sobre la Malinche

para iniciar una parte más ´técnica’ y hacer hincapié en las singularidades del género de nuestras fuentes

primarias y las estrategias narrativas correspondientes que le permitirán al lector formarse una imagen nítida

de la protagonista. Antes de entrar en el estudio de corpus propiamente dicho, examinaremos desde una

óptica teórica los rasgos específicos de la novela epistolar (2.1.1) y además prestaremos atención a la carta en

cuanto “género primario” (Bajtín 1990: 250), es decir, separadamente del “género complejo” (Bajtín 1990: 250)

que constituye la novela epistolar y de la cual la carta forma el constituyente primordial (2.1.2).

2.1.1 La novela epistolar, representante reveladora de la ‘escritura del yo’

Es bien sabido que la época en la que vivimos, o sea, el siglo XXI, se caracteriza más que nunca por el afán por

parte del hombre de hacerse notar y ponerles a sus semejantes, además de sus gracias y desgracias, al

Page 22: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

22

corriente de sus realizaciones en diversas áreas. De algún modo, esta tendencia a la llamada ‘egolatría’ –y con

ella a la persecución de renombre en general- se refleja hoy en día, en el mundo literario, entre otros en el

avance de los subgéneros de las memorias y la autobiografía (muy de moda entre los deportistas y las estrellas

pop o de cine) en los que el narrador encarna al mismo tiempo el papel de protagonista, y que se pueden

agrupar bajo el denominador común de la ‘escritura del yo’ o la “escritura autobiográfica” (Spang 2000: 642),

como la denomina Kurt Spang en su ensayo “La novela epistolar. Un intento de definición genérica” (2000).

Desde luego, hay que matizar mucho la idea de la autobiografía y las memorias como producto comercial o

publicitario, reconociendo que el autor muchas veces, en lugar de centrar toda la atención en su propia

persona, utiliza estas formas con el objetivo de interponer una denuncia social y política, y esto en nombre de

toda una comunidad (Beverley 1993: 489), rememorando ciertos sucesos conmovedores y convirtiendo sus

memorias así más bien en un testimonio histórico. Se puede citar el caso de la muy conocida guatemalteca

Rigoberta Menchú quien atrajo en su autobiografía23

-alias testimonio- Me llamo Rigoberta Menchú y así me

nació la conciencia (1983) la atención sobre la guerra civil y el genocidio cometido en su país natal.

Pues bien, otro subgénero que incluye el hispanista alemán Kurt Spang (2000: 641) dentro de la

categoría de la escritura autobiográfica y que constituirá el cimiento de nuestro análisis literario es el de la

novela epistolar. Esta variante, si bien concierne un subgénero claramente ficticio24

y no referencial o auténtico

como los que acabamos de mencionar, se inscribe en la tradición de la ‘escritura del yo’ por ser un relato en

primera persona de índole confidencial o íntima y a la vez reveladora (Spang 2000: 640). No obstante, y lo

averiguaremos más adelante, la novela epistolar presenta, aparte de su carácter irreal, otras diferencias

fundamentales en comparación con los demás tipos. En lo siguiente, haremos ya un primer acercamiento a las

características que le confieren a este subgénero su especificidad25

, cotejándolo exactamente con las clases

limítrofes como las memorias, la autobiografía y el diario (2.1.1.2) pero primero enfocaremos, aunque sea a

vuelo de pájaro, las circunstancias en las que vio la luz la novela epistolar y la suerte que corrió esta variante

(2.1.1.1).

2.1.1.1 Génesis y despliegue evolutivo del género

‘Il n’y a que la vérité qui blesse’... Según reza el famoso refrán francés, sólo la verdad lisa y llana es capaz de

abrirle los ojos a la gente y de apelar a su sensibilidad. Dicho de otra manera, usando todo tipo de eufemismos,

se pierde la inmediatez o derechura de un discurso, y más que nada, la ‘desnudez’ que tanto caracteriza la

verdad, causando así una impresión mucho menos profunda al oyente.

En el mundo literario, desde finales del siglo XVII, también se levantaron voces en contra del

enmascaramiento u ocultación de la verdad escueta. Fue alrededor de este período -en el que se hizo pues de

la reproducción espontánea y verídica, o por lo menos, verosímil, su bandera- que hizo su aparición la novela

23

En el fondo, se puede cuestionar el carácter autobiográfico o inmediato de la obra, puesto que esta se llevó a cabo por mediación de la historiadora y antropóloga venezolana Elizabeth Burgos-Debray, a quien le contó Rigoberta Menchú su historia a través de una entrevista y quien después organizó el libro en cuestión. 24

La novela epistolar constituye un subgénero ficticio que, sin embargo, aspira a transmitir la impresión de veracidad. 25

Abordaremos más a fondo la cuestión de los rasgos específicos en el capítulo dedicado a la carta de por sí (2.1.2).

Page 23: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

23

epistolar. En efecto, según afirma Frédéric Calas en su libro de consulta Le roman épistolaire (1996), el

nacimiento de la novela epistolar fue una respuesta a la crisis que atravesó a la sazón la novela ‘ordinaria’,

como quien dice, y que fue condenada por atentar contra la credibilidad o “manquer de naturel, de vérité et de

morale” (Calas 1996: 8). Un primer rasgo significativo y renovador propio de la novela epistolar es entonces la

verosimilitud o la ilusión de autenticidad e intimidad que se manifiesta a través de varios recursos tanto

formales como relacionados con el contenido (Versini 1979: 51)26

.

Ahora bien, son legión las obras que pertenecen a este género cautivador que rindió a tope en el siglo

XVIII. Les liaisons dangereuses (1782), Die Leiden des jungen Werthers (1774), Julie, ou la nouvelle Héloïse

(1761), Cartas Marruecas (1789)... En cada una de estas obras, el lector ocupa un lugar de preeminencia,

siendo testigo de las emociones y pensamientos íntimos que revela el protagonista a su elegido. Traspasando

los límites de la superficie y dándole al leyente la oportunidad de arrellanarse en la mente del emisor, la novela

epistolar se afana pues por alcanzar el mayor grado de verosimilitud. No obstante, tanto la medida como la

manera en que se manifiesta la veracidad propiamente dicha están íntimamente ligadas con la relación

establecida entre el ‘tú’ y el ‘yo’ intraepistolares y la modalidad de la carta en cuestión. Pasaremos entonces

revista a algunas categorías prototípicas surgidas con el paso de los siglos y sus obras correspondientes,

insistiendo entre otras cosas en el lazo existente entre emisor y receptor y el nivel de autenticidad o veracidad

determinado parcialmente por este vínculo.

Como ya apuntamos, el Siglo de las Luces fue entonces la época en la que estuvo en la cumbre la

novela epistolar, presentándose bajo abundantes formas y en diferentes lenguas. Así las cosas, una de las

categorías que más enganchó por aquel entonces la constituye la carta amorosa. Esta noción de

‘correspondencia de amor’ a menudo evoca escenas con una fuerte carga emocional en las que el emisor, a

impulso de sus pasiones desatadas, exterioriza por medio de cartas su deseo intenso de acariciar a su amante

ausente y, lo que es más, el pesar provocado por la separación y el hecho de no poder volver a verse unidos.

Tal es el caso de éxitos de venta franceses como Les liaisons dangereuses (1782) de Pierre Choderlos de Laclos

y Julie, ou la nouvelle Héloïse (1761) de la mano de Jean-Jacques Rousseau, que se editaron pues en plena

Ilustración. Por lo general, las cartas amorosas dan lugar a un diálogo voluntario, o sea, una interacción

‘desenfrenada’ entre emisor y receptor que, en este caso, tienen afecto entrañable el uno para el otro.

Entonces, la atmósfera que exhala la carta amorosa muchas veces es la de intimidad y confianza, de revelación

y franqueza, en suma, de autenticidad y veracidad, reproduciendo los sentimientos de los actores “au moment

où ceux-ci naissent” (Calas 1996: 22) y dando “un accès direct au discours amoureux saisi dans sa source”

(Calas 1996: 20). Por lo demás, este carácter inmediato, quizá algo impulsivo, es lo que distingue la carta

amorosa por ejemplo del poema de amor, en el que se tiende a disfrazar o aliñar la verdad, trabajando y

pensando mucho más la forma en que se ‘empaquetará’ sus sentimientos y se los comunicará al amante en

cuestión. Se puede citar el caso de las Heroidas (ca. 20 a.C) de Ovidio, colección de cartas de amor, o más bien,

de poemas epistolares ficticios, que, aunque enfoca e incorpora la verdad de otra manera, de hecho -y muchas

veces aún se desconoce- constituye la precursora de la novela epistolar, por lo menos en su forma amorosa

(Calas 1996: 11). En verdad, ya se sembraron pues en la antigüedad clásica los gérmenes de esta variante

26

Véanse 2.1.2.1.

Page 24: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

24

típicamente dieciochesca. Sin embargo, cabe mencionar que las obras de fuste del Siglo de las Luces como Les

liaisons dangereuses iban precedidas por otro volumen de cartas amorosas quizás menos conocido, pero, a

pesar de eso, no de menos trascendencia, a saber, Lettres portugaises (1669), obra atribuida a Gabriel de

Guilleragues y considerada como la primera verdadera novela epistolar (Calas 1996: 11). Estas cartas ponen en

escena la ‘montaña rusa’ emocional que vive una monja portuguesa después de haber sido desamparada por

su gran amor, sentando así ya en el siglo XVII la tendencia al sentimentalismo o al melodrama y constituyendo,

como se desprende de la ‘imitación’ considerable, una fuente de inspiración para numerosos autores.

Como Choderlos de Laclos, Rousseau y otros muchos, el ‘iniciador’ Guilleragues optó pues por

conferirles a sus cartas una dimensión amorosa, pero conviene señalar que no todos los novelistas tuvieron en

perspectiva este fin emotivo, sino que frecuentemente pretendieron instruir -o incluso persuadir- a sus lectores

con sus correspondencias fingidas. Este carácter expositivo vuelve a aparecer entre otras en las Cartas

Marruecas (1789) de José Cadalso y las Lettres persanes (1721) de Montesquieu, obras muy estudiadas aún hoy

en día. En el fondo, estas novelas epistolares no encajan realmente en la categoría de la ‘escritura del yo’ por

desplazar el ‘epicentro’ del trama de las intimidades del ‘yo’ a la revelación de varios aspectos de una sociedad,

emitiendo una crítica socio-política y no haciendo caso, o en menor medida, de las preocupaciones personales.

En el siguiente fragmento sacado de las Lettres persanes de Montesquieu se denuncia la sociedad española,

poniendo reparos a algunos de sus usos:

“Car il faut savoir que, lorsqu’un homme a un certain mérite en Espagne, [...] il ne travaille plus: son

honneur s’intéresse au repos de ses membres. Celui qui reste assis dix heures par jour obtient

précisément la moitié plus de considération qu’un autre qui n’en reste que cinq, parce que c’est sur les

chaises que la noblesse s’acquiert. [...] Ils permettent à leurs femmes de paraître avec le sein

découvert; mais ils ne veulent pas qu’on leur voie le talon, et qu’on les surprenne part le bout des

pieds.” (Montesquieu 1799: 178)27

.

Por lo que se refiere a la veracidad de estas ‘cartas de delación’, conviene señalar que la enunciación de alguna

manera se ve ‘distorsionada’ por la marcada toma de partido del emisor, cuyo objetivo va mucho más allá de

guasearse meramente de la sociedad o el pueblo en cuestión, es decir, además de emitir juicios, busca también

confirmación y apoyo en su destinatario. Para que su discurso sea pues logrado, o sea, para que pueda ganarse

la voluntad de su interlocutor, el remitente muchas veces apela a la ironía y va cargando las tintas, faltando así

algo a la verdad. En el pasaje arriba, esta inclinación hacia la hipérbole sale por ejemplo a la superficie en la

perífrasis que etiqueta a los españoles como gente comodona.

Investigando algo más el polimorfismo del género epistolar, comprobamos que, además de las cartas

amorosas y críticas, existe un tercer tipo que conquistó aún en el siglo XVIII el mundo literario, a saber, la carta

dotada de fuertes aires románticas. El ejemplo por excelencia que refleja el espíritu del romanticismo, o mejor,

27

“Porque es preciso saber que cuando un hombre tiene cierto mérito en España, [...] ya no trabaja más. Su honor toma partido por el descanso de sus miembros. El que gasta diez horas al día sentado en una silla adquiere cabalmente dos veces más consideración que el que no gasta más que cinco, porque la nobleza se adquiere en la silla. [...] Permiten que sus mujeres lleven el pecho descubierto, y ponen todo el cuidado en que no descubran los talones, o las sorprendan por las puntas de los pies.” (Montesquieu 1799: 178)

Page 25: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

25

del prerromanticismo28

se intitula Die Leiden des jungen Werthers (1774) de la mano de Goethe. El hilo

conductor en las cartas que dirige el joven Werther a su amigo Guillermo es su amor por Lotte que queda sin

respuesta, situación que causa en Werther una seria depresión y desembocará en su suicidio trágico (Bodas

Fernández 2008: 93). El elemento que le confiere a esta novela su índole romántica es el hecho de que el

protagonista se centre tanto en su propia persona, es decir, en sus experiencias negativas, hasta enmarañarse

en una red de emociones personales, eliminando casi, aunque sí se dirige a un interlocutor, la posibilidad de

interacción. En otras palabras, parece que en la novela de Goethe, la presencia del destinatario sólo constituye

una formalidad y que el supuesto diálogo se convierte más bien en una meditación acerca del propio ‘yo’.

Vinculando ahora este razonamiento con el grado de autenticidad y veracidad en la carta, resulta obvio que,

por no fijarse en su receptor o en la provocación de un efecto en este último y por confesar aparentemente

todo en primer lugar a sí mismo, el emisor no se siente cohibido y relata su historia desde lo más hondo de su

corazón. Por lo demás, esta ilusión de autenticidad se ve confirmada en el llamado ‘Werther-efecto’ o la ‘fiebre

de Werther’ que suscitó en aquel tiempo la novela en los lectores extraepistolares (Siebers 1993: 15). Con estos

términos, se denomina la ola de suicidios que cometieron varios jóvenes después de la lectura de la obra,

sintiéndose unidos al propio Werther, es decir, identificándose con el protagonista y su vida profundamente

infeliz (Siebers 1993: 15).

Ahora bien, averiguamos que, con el cambio del clima socio-cultural a finales del siglo XVIII, también se

desplazaron los acentos en la literatura. Concretamente, por lo que respecta a la novela epistolar, esto implicó

la evolución de un diálogo dinámico entre dos o más actores activos a una especie de confesión o diario

personal en forma de cartas, en el que quedó excluida la intervención del ‘tú’. Pese a que, alrededor de fin de

siglo, la novela epistolar al estilo de Goethe aún fue recibida con aplausos, paradójicamente, en el

romanticismo propiamente dicho, o sea, en el siglo XIX, decreció a ojos vistas la producción y, por consiguiente,

el éxito de la ‘egodocumentación’ en forma de intercambio epistolar. Siendo la época de la exaltación del ‘yo’ -

y de nadie sino del ‘yo’-, este período generó pues una literatura correspondiente que prefirió eliminar

completamente el factor interactivo o la idea de una segunda persona o interlocutor. En efecto, como sostiene

Frédéric Calas, el declive de la comunicación ficticia por cartas se debe al hecho de que en el siglo XIX

“l’expression d’une sensibilité marquée par le narcissisme cherchera d’autres formes que celles de l’échange”

(Calas 1996: 12).

Hoy por hoy, finalmente, la variante epistolar de la novela tiene que ceder el paso a otras formas y

pertenece a los géneros practicados en menor medida (Castillo 2002)29

, lo que, sin embargo, -y esto lo

demuestran las interpretaciones distintas que le dieron Rousseau y Montesquieu por ejemplo- no quita para

que sea un género con gran potencial, o sea, una variedad que abre muchas perspectivas y se adapta, como

sostiene el catedrático de Historia Moderna Antonio Mestre Sanchís (2000), a todos los gustos, por así decirlo,

porque “sirve para alabar, expresar gratitud, manifestar alegría, formular lamentaciones, consejos,

recomendaciones, para convocar, exhortar, consolar, pedir un favor, exponer un juicio o insinuar un proyecto”

28

Die Leiden des Jungen Werthers (1774) de hecho es fruto del movimiento Sturm und Drang, precursor del romanticismo (Bodas Fernández 2008: 99). 29

En cuanto al artículo de Darcie Doll Castillo (2002) no disponemos de números de página, ya que la versión consultada en línea no los indica.

Page 26: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

26

(Mestre Sanchís 2000: 14). Esta flexibilidad es precisamente la fuerza que ha asegurado la supervivencia de

este género a lo largo de los siglos, si bien estaba ‘a dos pasos de la muerte’ durante la época romántica.

2.1.1.2 Sobre géneros limítrofes y zonas fronterizas

En lo analizado previamente, en particular bajo 2.1.1, ya averiguamos que la literatura profundamente

subjetiva que constituye la ‘escritura del yo’ engloba una vasta gama de subgéneros en los que el lector se deja

llevar por el torrente de ideas de un yo-narrador enigmático, ora auténtico, ora ficticio. Ahora bien, la primera

bipartición elemental de esta categoría primaria se fundamenta pues en la intención del autor y el pacto de

lectura que establece este con su público. En el testimonio como en la autobiografía, las memorias personales

o la epístola propiamente dicha, el escritor material coincide con el protagonista30

y firma con su leyente el

acuerdo tácito de no apelar a elementos de ficción y relatar todo conforme a la verdad pero, por supuesto,

visto desde su propio ángulo (Logie 2003: 167)31

. En las variantes novelescas de la ‘escritura del yo’, en cambio,

- y resulta obvio- lo que predomina es la literariedad y el fingimiento, o sea, se añade a la narración “una

dimensión estética” (Logie 2003: 167). Las novelas tanto epistolares como autobiográficas, testimoniales, etc.

generalmente se singularizan por la no identificación entre autor y yo-narrador, quien es, por lo demás, bien

fruto de la inventiva del primero, bien una persona que existió realmente, tal y como es el caso de Malinche en

nuestros corpus.

Dejemos ahora un poco de lado la oposición realidad-ficción y hagamos hincapié en algunos rasgos

más específicos32

. El epistolario, no sólo auténtico sino también en forma de novela, se destaca en primer lugar

por la implicación de un destinatario determinado (Pulido Tirado 2001: 443), lo que no se da en la

autobiografía, el diario o las memorias. Bueno, huelga decir que toda publicación se dirige a un grupo meta,

pero está ausente el factor de comunicación -sí o no dinámica- que es tan representativo de la novela epistolar

y la carta en general. Dicho de otra manera, el autor de una autobiografía o memoria escribe sin tener en

mente ningún receptor en particular, es decir, poniendo su texto a la disposición de “una clase abierta de

lectores” (Castillo 2002), y no prevé respuesta alguna, mientras que, como también asevera Claudio Guillén, la

redacción de una carta se apoya en “la imaginación del tú por parte del yo que escribe” (Guillén en Pulido

Tirado 2001: 438).

Otro elemento llamativo de la carta en la novela epistolar que también recalca la experta en materia

de literatura comparada Genara Pulido Tirado (2001) es el hecho de que se preste admirablemente a la

exteriorización de sentimientos ocultos, o sea, se caracteriza por el motivo afectivo, móvil que queda relegado

a segundo plano en los géneros más racionalistas como las memorias (Pulido Tirado 2001: 436). En el mismo

ensayo (2001), la profesora española corrobora su aseveración, sacando a relucir una explicación histórica de la

carta como transmisora de confidencias. El asunto está en que, en el siglo XVII, se solía amordazar a las

30

Por lo que respecta a la (auto)biografía y las memorias, hoy en día, sin embargo, está muy de moda invocar a un ghost-writer, hecho que pone en tela de juicio la inmediatez y la integridad de la obra. 31

En su ensayo publicado en 2003 que trata particularmente el tema del testimonialismo, la profesora de literatura hispánica Ilse Logie habla de “una ética/performativa de búsqueda de la verdad de los hechos” (Logie 2003: 167) que caracteriza entre otros este subgénero. 32

Con esto abordamos ya el capítulo sobre la carta en sí (2.1.2).

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27

mujeres, es decir, se les negó el derecho de expresar abiertamente su opinión o reconocer públicamente sus

emociones y sentimientos. En este marco de la ‘privación de voz’, la carta surgió como un alivio para las

parientas condenadas a la mudez, dándoles la ocasión de exponer de manera menos manifiesta o directa

“elementos pertenecientes al ámbito privado” (Pulido Tirado 2001: 436). Cabe concluir pues –y esto también

constituye un rasgo inherente al diario íntimo- que la carta y la novela epistolar focalizan más en el aspecto

interior, incluso recóndito, que las memorias por ejemplo, en las cuales se abre paso a la macrohistoria o el

contexto externo (Morales Ladrón en Pulido Tirado 2001: 438).

Fijándonos algo más en la cuestión de la intimidad, aún reparamos en que, por el hecho de que en la

novela epistolar el emisor muchas veces se revele como un libro abierto, también destaca su vulnerabilidad o

fragilidad. Todo esto ayuda a la humanización del escritor de cartas y le brinda al leyente la ocasión de

identificarse y solidarizarse con este primero, así que se tiende un puente entre transmisor y lector. La

humanización, por su parte, hace pensar en otro género limítrofe de la novela epistolar, a saber la nueva

novela histórica, que, aunque no forma parte de la clase de la ‘egodocumentación’, sí que constituye, al igual

que la novela histórica tradicional, una variante digna de mención, ya que en muchas cartas el pasado colectivo

y los personajes históricos están bastante presentes en el proceso comunicativo. Un ejemplo célebre que

demuestra la simbiosis entre el género epistolar y la novela histórica es The Ides of March (1948) del

dramaturgo y novelista estadounidense Thornton Wilder. Esta obra, según el autor, constituye “a fantasia on

certain events and persons of the last days of the Roman republic” (Wilder)33

y relata pues el asesinato de Julio

César desde el punto de vista del propio emperador y de varios de sus íntimos, tal y como Bruto y su antigua

amante Servilia. Lo que hace el escritor en su novela epistolar –y, por lo demás, es característico de la mayoría

de las novelas epistolares históricas- es entrelazar la historia general, o sea el marco del parricidio de César, con

la historia individual o las impresiones personales de cada uno de sus personajes. Este cruce entre macro y

microhistoria, por así decirlo, o sea, el hecho de mezclar el discurso oficial o de sentido común con el discurso

privado, dejando en cierto modo ‘en pelota’ o ‘desmitificando’ a los grandes héroes del pasado – y en este

sentido esta variante se asemeja más a la nueva novela histórica que a la novela histórica tradicional, la cual

conserva más bien la majestuosidad del pasado-, genera pues, como ya apuntamos, cierta accesibilidad para

con el lector. Dicho de otro modo, insistiendo en las emociones y, por consiguiente, en el lado humano de los

personajes legendarios, la novela epistolar histórica, siguiendo el ejemplo de la nueva novela histórica, les

devuelve su credibilidad, hecho que contribuye también a la ilusión de veracidad.

Así las cosas, o sea, tras este preámbulo sobre la novela epistolar y su confrontación sumaria con la

novela histórica y los distintos subgéneros que convergen en el ‘crisol’ de la ‘literatura del yo’, ya es hora de

escudriñar más las propiedades de la carta en sí, es decir, independientemente del género sobredicho.

Procedemos entonces a la disección discursiva de la carta privada, deteniéndonos mayormente en los tres

‘contrafuertes’ a los que ya nos referimos brevemente y en los cuales se apoya esta forma, a saber, el

remitente, el destinatario y la comunicación -lograda o fracasada- entre ambos.

2.1.2 La carta, componente básico de la novela epistolar

33

URL: < http://www.twildersociety.org/works/the-ides-of-march>.

Page 28: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

28

Con los progresos notables en el terreno de la comunicación que se dieron a finales del siglo XX, época que

marca la omnipresencia de la informatización y digitalización, la correspondencia por cartas perdió mucha

envergadura y acabó por enterrarse en el olvido, siendo calificada de ‘pasada de moda’o incluso ‘arcaica’.

Encima, en una era en la que todos vivimos según el principio de que ‘time is money’ ¿no sería absurdo preferir

‘la intensidad de trabajo’, por así decirlo, a la hora de escribir una carta, sobre las vías efervescentes y

expeditivas como el correo electrónico y el SMS? Sin embargo, aunque en la vida cotidiana la carta no está a la

altura de los medios progresistas que siguen creciendo como hongos, parece que en la literatura tanto verídica

como ficticia sí reclama su sitio y, como lo demostró el pasado, constituyó para muchos autores la llave que

abrió la puerta al éxito.

En las líneas que siguen trataremos de comprobar qué perspectivas ofrece la carta en sí, o sea, en

cuanto práctica discursiva y, por consiguiente, qué hace atractiva esta forma en los círculos literarios,

descomponiéndola en sus ‘ingredientes’ primordiales tales como indicados arriba, o sea, el yo-emisor (2.1.2.1),

el tú-receptor (2.1.2.2) y la dinámica comunicativa (2.1.2.3).

2.1.2.1 El yo-emisor como pintor de (autor)retratos en prosa

Según el conocido esquema que concibió el formalista ruso y cofundador de la Escuela de Praga Roman

Jakobson (1960) toda comunicación empieza con un emisor o remitente que transmite por cualquier vía un

mensaje codificado a un destinatario determinado (Jakobson 1960: 350-377). En este apartado, nos toca pues a

nosotros investigar entre otros cómo se perfila el emisor modelo que se expresa por vía escrita, es decir, por

medio de la carta y qué aspectos caracterizan su discurso epistolar.

En primer lugar, hay que fijar la atención en el motivo del yo-narrador y el propósito que persigue con

sus misivas, dado que estos factores constituyen muchas veces los ejes de todo, determinando qué lugar

concederá en el relato el emisor a su propia persona, influyendo en la manera del enunciador de representar a

sí mismo e interviniendo en la modalidad de su discurso y el modo de aproximarse o dirigirse al destinatario. En

efecto, en opinión de Darcie Doll Castillo (2002) “el enunciador articula una serie de programas de hacer

(cognitivo, persuasivo, manipulador, etc.) para constituir a nivel semántico y modal al enunciatario y

constituirse también a sí mismo” (Castillo 2002). Resulta obvio que un escritor de cartas que se fija como

objetivo informarle meramente a su destinatario y contribuir a la profundización de los conocimientos de este

último, intenta -mucho más que el emisor de una carta de amor por ejemplo quien deja hablar a su corazón-

reducir al mínimo, o por lo menos, relegar a segundo término la intervención personal, es decir, las alusiones a

sus propios sentimientos y a la postura que adopta para con los hechos acaecidos, y todo esto para alcanzar un

mayor grado de objetividad. Una epístola ilustre que se inscribe dentro de esta tradición de cartas que aspiran

a ser “fuente de conocimiento histórico” (Mestre Sanchís 2000: 13) y procurar un relato histórico escueto, es

decir, conforme a la realidad y sin adornos, es la Carta sobre la erupción del Vesubio (siglo I a.C.) del

historiógrafo Plinio el Joven a su amigo y homólogo Tácito. Este escritor de la antigua Roma, al terminar su

carta, menciona explícitamente que su intención es nada más que la de describir de manera neutra la

catástrofe natural que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano y la muerte de su tío en este cataclismo,

sin perderse demasiado en descripciones autorreferenciales: “Entre tanto en Miseno mi madre y yo ... pero

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29

esto no importa a la historia, ni tú quisiste saber otra cosa que su final. Por tanto termino.” (Plinio Cecilio

Segundo 1962: 181)34

.

No obstante, el ejemplo citado parece constituir un ‘tipo marginado’ respecto a la mayor parte de las

cartas, ya que, rechazando las digresiones sobre el propio autor, en cierto modo contradice el criterio

generalmente aceptado de que el sujeto de una carta privada “presenta una marcada tendencia a la

autorreferencialidad o autoobjetivación” (Castillo 2002). Dicho de otro modo, en las cartas prototípicas se

efectúa una fragmentación o desdoblamiento del yo-emisor en un sujeto y objeto; un espectador y un actor; un

pintor y su modelo que, de hecho, constituye el reflejo o la ‘segunda edición’ del propio artista. La carta se lleva

pues a cabo por la distancia que toma el autor real con el fin de observar a su propia persona y trasladar al

papel este ‘yo’, y reproduce en el fondo, como si fuera un espejo interior, la ‘autoconsideración’ o

introspección del propio remitente (Castillo 2002). Tal es el caso –y lo demuestra el fragmento abajo sacado de

Les liaisons dangereuses (1782)35

- sobre todo de las cartas de amor que exteriorizan sentimientos íntimos y

abundan en expresiones personales y cargadas:

“Cécile, ma chère Cécile, quand viendra le temps de nous revoir? Qui m’apprendra à vivre loin de

vous? Qui m’en donnera la force et le courage? Jamais, non jamais, je ne pourrai supporter cette fatale

absence. [...] Cécile, je suis bien malheureux. Je vous aime plus que jamais, mais cet amour, qui fait le

charme de ma vie, en devient le tourment. [...] N’est-ce donc plus votre bonheur comme le mien? Je

repousse cette idée désespérante, qui mettrait le comble à mes maux. Vous m’aimez, vous m’aimerez

toujours [...]” (Choderlos de Laclos 1782: 161-162)

Sin embargo, aunque el emisor36

en cuestión ‘hace el inventario’ de sus emociones y atrae, en primer lugar, la

atención sobre el ‘yo-objeto’, alias su propia persona, no tiene vuelta de hoja que tiene otro propósito que el

de entregar un autorretrato sin más. Obviamente –y es el elemento crucial de la epístola que, siendo ausente,

la convertiría más bien en un diario o especie de monólogo interior- la carta “manifiesta como factor relevante

el hecho de configurarse como discurso orientado al discurso ajeno o del otro” (Castillo 2002), es decir, el ‘yo’

se dirige a un destinatario a quien, en este caso, quiere hacerle insinuaciones y ponerle al corriente de lo que

siente hasta lo más profundo de su alma. Lo que es más, busca ante todo inspirar lástima y persuadir a su

amada, es decir, pretende propiciar la ‘rendición’ amorosa de esta, apelando a recursos estilísticos como las

preguntas sí o no retóricas y el apóstrofe para establecer ya desde el inicio una relación de confianza. Otra

estrategia que puede contribuir a la potencia persuasiva de la carta es el hecho de que el emisor anticipe las

reacciones del destinatario hasta ‘amalgamar’ estas con su propia perspectiva. Cuando escribe “Vous m’aimez,

vous m’aimerez toujours” (Choderlos de Laclos 1782: 161-162), incluye ya la respuesta de su amada y hace

34

“Interim Miseni ego et mater... Sed nihil ad historiam nec tu aliud quam de exitu eius scire voluisti. Finem ergo faciam.” (Plinio Cecilio Segundo 1962: 181). La traducción de la carta VI, 16 es de José Pardo: URL: <http://www.culturaclasica.com/colaboraciones/vesubio.htm.>. 35

Para el rasgo de la autorreferencialidad y autoobjetivación, sin embargo, recurrimos a un fragmento ficticio sacado de una novela epistolar que nos permite ilustrar claramente cómo se manifiesta la característica en cuestión. 36

Se trata del Chevalier Danceny, personaje inventado por Choderlos de Laclos (1782), quien se dirige a su amada Cécile Volanges.

Page 30: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

30

fusionar su discurso con el discurso ajeno (Castillo 2002). Utilizando una frase declarativa o afirmativa como la

que acabamos de citar y no una pregunta al estilo de ‘M’aimez-vous toujours?’ que deja abiertas todas las

posibilidades, el enunciador le priva entonces en cierto modo al receptor de la oportunidad de llevar la

contraria y le ayuda quizás más a reconocer sus sentimientos. De nuevo, comprobamos pues que el objetivo

perseguido constituye la ‘fuerza motriz’ detrás del proceso de escritura y determina los quehaceres del emisor,

prescribiendo esta vez la modalidad de su discurso.

Ahondando algo más en la cuestión del yo-remitente y el estilo de su (autor)retrato o discurso

epistolar, aún reparamos en que la franqueza y la autenticidad constituyen dos aspectos que –aunque, como

veremos más adelante, no siempre son válidos- honran al autor de la carta, dejando también huellas en el

propio texto. El ejemplo por excelencia que patentiza la sinceridad por parte de la escritora y la legitimidad de

su documento es el diario de renombre mundial de la joven judía Anne Frank publicado por primera vez en

1947. Si bien concierne un diario y no una carta, sin embargo, aporta mucho a nuestro estudio, siendo dirigido

a una amiga imaginaria llamada Kitty, y evidenciando, por tanto, todas las cualidades sustanciales de una carta

prototípica. Formalmente, y como asegura también Laurent Versini (1979), la autenticidad reside entre otras

cosas en los errores que comete el autor en cuestión, la ingenuidad que le acompaña y la estructura oracional a

veces desordenada (Versini 1979: 51). Este descuido en este caso ‘pueril’ se trasluce por ejemplo en el pie de

una foto que adjuntó Anne a su diario/colección de cartas a Kitty y que reza así: “Dit is een foto, zoals ik me zou

wensen, altijd zo te zijn. Dan had ik nog wel een kans om naar Holywood [sic] te komen. Maar tegenwoordig zie

ik er jammer genoeg meestal anders uit.” (Frank 1942)37

. La falta de ortografía38

y la candidez -sí o no fingida-

que llevan implícita estas líneas contribuyen pues a la credibilidad de la carta y la ‘humanización’, por decirlo

así, del autor. Por lo que se refiere a la autenticidad del contenido o de los sucesos reseñados en cualquier

epístola, Versini insiste en el papel decisivo que cumplen los pormenores descriptivos, dando muestras de la

inmediatez con la que confía el escritor sus pensamientos al papel y de su presencia en persona en el ‘teatro de

operaciones’: “Les lettres permettent de communiquer une multitude de petits détails, qui seraient oubliés par

quelqu’un qui n’écrirait pas sur le moment” (Versini 1979: 52). Basta por ejemplo echar una mirada a las

exposiciones extensas sobre la naturaleza mexicana que incorporó Hernán Cortés en sus Cartas de relación

(1866 ; 1ª edición: 1ª mitad del siglo XVI) y que parecen atestiguar su asistencia como ‘testigo ocular’ :

“Por la costa del mar es toda llana, de muchos arenales, que en algunas partes duran dos leguas y más.

La tierra dentro y fuera de los dichos arenales es tierra muy llana y de muy hermosas vegas y riberas;

en ellas las hay tales y tan hermosas que en toda España no pueden ser mejores. […] Hay en esta tierra

todo género de caza y animales y aves [..] ansí como ciervos, corzos, gamos, lobos, zorros, perdices,

37

“Esta es una foto de mí como me gustaría verme todo el tiempo. Así quizás tendría todavía una [sic] chance de ir a Hollywood. Pero me temo que normalmente me veo muy diferente.” (Frank 1942). La traducción de este extracto escrito el 10 de octubre de 1942 proviene del sitio web del Museo estadounidense del Holocausto: URL: <http://www.ushmm.org/wlc/es/article.php?ModuleId=10005849>. En las ediciones más recientes del diario se han suprimido la foto y la anotación correspondiente. 38

También existe la ciudad de Holywood en Irlanda del Norte, pero del contexto y de las traducciones consultadas se desprende que Anne Frank se refirió al distrito estadounidense Hollywood.

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31

palomas, tórtolas de dos o tres maneras, codornices, liebres, conejos [...] y hay además leones y

tigres.” (Cortés 1866: 22).

No obstante, en cuanto a los relatos de Cortés, conviene no tomarse al pie de la letra la idea de una

reproducción verídica, teniendo en cuenta al destinatario de categoría, a saber, el emperador Carlos V. Resulta

sumamente plausible que el yo-narrador, es decir, el colonizador español, se acogió a su imaginación y exageró

algo, en primer lugar, para convencer a su principal de que este hizo bien autorizando la conquista de la tierra

aparentemente maravillosa y ‘rica’ que constituye México y, encima, para alimentar su propia honra y su buen

nombre.

Pues bien, teniendo ahora noción de los motivos de proceder del yo-emisor y la repercusión que

tienen estos en la elaboración de su discurso, pasamos al examen de la segunda persona actuante, a saber, el

tú-interlocutor y escudriñamos en qué consiste su función en la comunicación epistolar.

2.1.2.2 El tú-interlocutor: ’Tornavoz’ dinámico vs. ‘sordina’ inerte

Como ha revelado entonces el capítulo anterior, la meta fijada por el enunciador, ora informativa, ora

persuasiva o manipuladora, es el elemento que afecta en mayor medida el ‘producto manufacturado’ o la

versión final de la carta. A esta categoría de componentes predominantes, se puede añadir el factor del

destinatario o del tú-interlocutor, que, él también, actúa automáticamente sobre el modo en que el emisor

aborda y entrega la misiva. De hecho, como explica Kurt Spang (2000) todo depende “del grado de

familiarización existente entre remitente y destinatario” (Spang 2000: 654), es decir, -y eso va por descontado-

la distancia ‘social’ impone el tono, apuntando, en una carta formal dirigida a una persona desconocida, más

hacia la sensatez o el estilo ‘no nonsense’ y sin florituras y dejando mucho menos espacio a los detalles

subjetivos.

En lo que concierne a la carta informal y supuestamente desenvuelta o espontánea, Frédéric Calas

(1996) hace una distinción entre dos tipos de destinatarios más cercanos al enunciador, a saber, el amante y el

confidente (Calas 1996: 28-29). Conforme a la opinión de este autor, la diferencia principal entre los dos

interlocutores se sitúa a nivel de la dinamicidad y la participación en la conversación escrita que espera de ellos

el remitente. Dicho de otro modo, según Calas, se puede juzgar al confidente el ‘pasivo’, dado que este “est

extérieur à l’histoire et ne sert que d’écoute” (Calas 1996: 29) mientras que el amante es considerado, sobre

todo por parte del emisor, el ‘activo’ dispuesto a establecer una interacción y procurar una respuesta a sus

preguntas. Dicho esto, lo que sí tienen en común ambos receptores, ya que pertenecen a los íntimos y se

integran en el ambiente familiar o la ‘zona de confort’ del emisor, es que –a diferencia del destinatario de una

carta práctica para con quien se adopta una actitud más reservada y a quien se tiene que dirigir con la debida

discreción- le permiten pues al ‘yo’ enseñar la oreja y relatar todo de manera abierta. Aún así, son escasas las

cartas confidenciales en las que el emisor realmente escribe con toda sinceridad y se muestra totalmente como

es, puesto que este -y ya hemos insistido en eso varias veces- casi siempre, incluso con este tipo de epístolas,

pretende causar un efecto en el lector39

o provocar reacciones y adapta por tanto, sea abultando o

39

Véanse 2.1.2.1 para los objetivos de la carta amorosa.

Page 32: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

32

amplificando, sea enmascarando las cosas, su narración en función del objetivo perseguido. Por lo demás, el

paso que abre la carta a las intervenciones razonadas del yo-narrador quien, de vez en cuando, utiliza pues una

mentira piadosa, constituye uno de los ‘triunfos’ por los cuales la epístola se diferencia en cierto modo de la

conversación o el diálogo tradicional. Formando un “sermo absentis ad absentem” (Spang 2000: 643), o sea, un

discurso del ausente (desde la perspectiva del receptor) dirigido al ausente (desde la perspectiva del emisor), y

careciendo entonces de la inmediatez propiamente dicha a la que está expuesta la conversación ‘face to face’,

la carta, por la distancia temporal y espacial, pone al enunciador en condiciones para rumiar y ‘manipular’

mejor a su interlocutor (Castillo 2002).

Escrutando ahora algo más el papel del segundo ‘ausente’ en la cita de Spang, es decir, del

destinatario, no hace falta decir –y ya lo apuntamos- que, si bien se le otorga al tú-receptor alguna que otra vez

la función de lector taciturno40

que sirve únicamente de ‘almohadilla’ y del que no se espera ninguna reacción,

en la mayoría de los casos el destinatario hace las veces de ‘tornavoz’ dinámico, no sólo registrando el

contenido de la carta, sino participando también activamente en el diálogo llevado al papel y aportando las

respuestas necesarias, aunque sea de manera menos inmediata a causa del doble alejamiento para con el yo-

emisor. En la comunicación epistolar ejemplar o ideal, el interlocutor modelo satisface pues los deseos del

enunciador por prestarle oídos y formular sus observaciones en una carta de réplica, manteniendo así viva la

interacción escrita.

Así las cosas, ¿qué efecto se produce ahora cuando la segunda voz41

se calle y la contestación ceda el

sitio al silencio? ¿Cómo se tiene que interpretar el ‘hacer mutis por el foro’ por parte del interlocutor y el

abandonar al emisor a su suerte? En cuanto a este asunto, la doctora chilena Darcie Doll Castillo (2002) cotejó

la conversación oral con la escrita y llegó a la conclusión de que en ambas formas “la falta de respuesta origina

en el primer caso un ‘no quiere contestarme’ o ‘no ha oído’ en el segundo” (Castillo 2002). De hecho, la no

voluntad del destinatario a la hora de responder puede indicar el malestar que experimenta este frente a las

palabras del transmisor. En este caso, el silencio adquiere pues la dimensión o el significado simbólico de una

protesta muda mediante la cual se vuelve la espalda al remitente y se le niega todo apoyo. En lo que concierne

al segundo caso, el ‘no ha oído’ se convierte más bien en un ‘no ha leído’, o mejor, ‘no se percató de lo escrito’

e implica la idea velada de que el discurso epistolar quizá eche en falta claridad, materia significante o poder de

persuasión. En otros términos, esta vez el yo-emisor tampoco consigue respaldo porque su ‘voz’ no tiene

bastante potencia o no sabe fascinar al lector. Resumiendo, y de acuerdo con Marisol Morales Ladrón (1996),

en las dos situaciones la ausencia del interlocutor ocasiona “la deconstrucción del significado del texto”

(Morales Ladrón 1996: 286), es decir, de una manera u otra el silencio actúa como ‘sordina’ que debilita o

disminuye la intensidad del discurso hasta hacer desaparecer las palabras en la nada y colocando entonces al

‘yo’ en la posición desgraciada de ‘persona afónica’, en el sentido figurado de la palabra.

Para sintetizar en pocas líneas, hasta ahora hemos confeccionado, a partir de los enfoques adoptados

por la crítica existente, una lista de los ‘must-knows’ por lo que respecta al yo-emisor, el tú-interlocutor y el

‘modus operandi’ de cada uno. Constatamos entre otros que, por mucho que se esfuerce el emisor para

40

Véanse la distinción que hace Frédéric Calas (1996) entre los dos tipos de destinatarios íntimos. 41

Aquí hacemos abstracción del llamado ‘confidente’ que, según Calas, “ne sert que d’écoute” (Calas 1996: 29).

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33

alcanzar su meta preconcebida, el destino de la carta siempre está en manos del destinatario, es decir, el

receptor tiene poder sobre el remitente, siendo capaz de arrastrar por el suelo su discurso, simplemente por

no contestar. A continuación, desplazamos el acento de los dos polos humanos a la ‘atracción’ sí o no existente

entre ellos y abordaremos aún más a fondo el tema del intercambio o la dinámica comunicativa. Puesto que –

como acabamos de verificar- el destinatario juega un papel clave o incluso decide sobre el fallo o el éxito de la

correspondencia, la parte siguiente presentará algunos puntos de coincidencia con la presente sección.

2.1.2.3 Las diversas modalidades de la comunicación epistolar: Del ‘one-man show’ al ‘ménage à trois’

Abelardo y Eloísa, la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont42

,... Cada una de estas parejas

emblemáticas se hizo famosa a través de sus carteos o correspondencias regulares en las que, de manera

alternante, toman la palabra y escuchan o acceden asiduamente a las súplicas de su interlocutor.

Proporcionando pues una y otra vez una respuesta meticulosa, es decir, estableciendo un coloquio dinámico,

tanto el emisor como el receptor toman cuerpo y, poco a poco, van desvelando su personalidad. En esta

“comunicación polilógica” (Spang 2000: 643) como la califica Kurt Spang, es decir, entre dos o más hablantes,

cuando se convierte en una costumbre y adquiere la forma de una conversación entre iniciados, los

participantes a veces están tan compenetrados de modo que desarrollan un sistema comunicativo menos

explícito y se instala de manera instintiva “un mundo de sobreentendidos” (Castillo 2002). En otras palabras, en

una situación tal y como esta que se apoya en la idea de la experiencia colectiva o compartida, el emisor cuenta

con las competencias del interlocutor como ‘insider’ a la hora de completar los “elipsis, lagunas o silencios”

(Castillo 2002).

La comunicación polilógica o a varias voces sale entonces muchas veces garante por un intercambio

enérgico y logrado. Sin embargo, existen múltiples factores, o sea, interferencias que pueden obstruir el

diálogo y dan pie a malentendidos. En el peor de los casos, la segunda persona involucrada en la conversación,

o sea, el destinatario, desaparece totalmente de escena y da lugar a una “comunicación epistolar monológica”

(Spang 2000: 644) o un ‘one-man show’, como quien dice. En lo anterior, ya indicamos las posibles causas

motrices del mutismo absoluto por parte del interlocutor y probamos su efecto nefasto en el discurso del

emisor, a saber, la desvirtuación, hasta aniquilación, de las palabras de este último. Saltando ahora a la novela

epistolar y sus estrategias narrativas, cabe advertir que la comunicación monológica, cuando se trata de

subrayar la soledad del protagonista o la situación penosa en la que se encuentra, constituye la variedad por

excelencia y puede servir de elemento que mueve a compasión. Por otro lado, el hecho de dejar hablar, o

mejor, escribir en vano al presunto emisor, a lo mejor constituye una de las tapaderas empleadas por el

escritor real para ventilar crítica frente a su personaje principal.

Deteniéndonos un instante más en la variante novelística del intercambio epistolar, según Spang

(2000) aún conviene distinguir un último tipo de ‘juego de voces’ que implica a un tercer integrante y se define

como “comunicación epistolar mixta” (Spang 2000: 644). En este caso, se añade a la perspectiva del yo-emisor

y del tú-interlocutor la voz de una entidad extraepistolar que tercia en cualquier momento y aboga en cierto

modo en favor del emisor y de la supuesta autenticidad de sus cartas, alegando entre otras cosas

42

Personajes de Les liaisons dangereuses (1782).

Page 34: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

34

informaciones acerca de los motivos de elaboración y publicación (Spang 2000: 644-645). En comparación con

los demás tipos, este modelo comunicativo de hecho constituye pues ‘una gallina en corral ajeno’,

concerniendo no la interacción entre los dialogantes intraepistolares sino en primer lugar el soliloquio

intercalado de una especie de narrador omnisciente que toma distancia de la correspondencia epistolar y tira

por su lado, presentando un relato aislado o una especie de narración marco.

Puesto en claro todo esto, el ‘bagaje’ teórico recopilado e inventariado en los capítulos anteriores

tendría de capacitarnos ahora para llevar a cabo de manera adecuada y bien razonada el análisis de corpus.

Nuestro objetivo principal radicará en comprobar, adoptando un enfoque contrastivo, cómo pasan adelante en

cada una de las fuentes primarias los aspectos específicos del género epistolar tratados hasta ahora y en qué

medida contribuyen a formar o influyen en la imagen vehiculada por Marisol Martín del Campo y Fanny del Río

de la indígena excepcional que constituye Malinche.

2.2 DESENMASCARAMIENTO Y DESCODIFICACIÓN DE LA MALINCHE EN AMOR Y

CONQUISTA Y LA VERDADERA HISTORIA DE MALINCHE: UNA MIRADA MÁS ALLÁ DE

LA SUPERFICIE.

‘Los ojos son el espejo del alma’, aseveró Leonardo da Vinci en tiempos muy remotos... Efectivamente, a través

de los ojos expresivos o del lenguaje corporal en general casi siempre sale a la superficie el estado de ánimo de

un individuo y se puede trazar en cierto modo una idea de las prosperidades y desgracias que ha vivido la

persona en cuestión. Desafortunadamente, por lo que se refiere a Malinche, nunca se sabrá exactamente lo

que escondieron los ojos de la azteca y se tiene que hacer conjeturas sobre cómo experimentó realmente su

juventud turbulenta y su vida como intérprete y conviviente del gran Hernán Cortés. Sin embargo, existen

fuentes de un valor incalculable como la ya mencionada Historia Verdadera de Bernal Díaz del Castillo que

contienen algunos indicios vehementes sobre Malintzin y orientan ya a los históricos acerca de la identidad de

esta mujer enigmática.

Pues bien, optando por otro medio comunicativo, es decir, bajo pretexto de ‘las cartas son el espejo

del alma’, Marisol Martín del Campo y Fanny del Río han tratado de ‘descifrar’ a Malinche y de penetrar en su

mente, dándole una nueva dimensión, es decir, arrojando nueva luz sobre su personalidad en sus novelas

epistolares respectivas Amor y Conquista: La novela de Mallinalli, mal llamada la Malinche (1999) y La

verdadera historia de Malinche (2009) en las que se le concede la palabra a la propia indígena.

En los capítulos siguientes, compararemos desde varias perspectivas dichas obras, o sea, estudiaremos

de qué manera revisaron las autoras la historia y la imagen de la Malinche y, además, cómo y por qué

manejaron el género de la novela epistolar con miras a este objetivo, partiendo, al igual que en la parte más

técnica, de un análisis del papel tanto del yo-emisor (2.2.1) como del tú-interlocutor (2.2.2) y de la dinámica

comunicativa en la carta (2.2.3) y relacionando todo esto con la materia teórica expuesta bajo 2.1.

2.2.1 El yo-emisor: Malintzin toma la palabra...

“La carta, como el diálogo tiene que concordar con el carácter. [...] Cada uno dibuja en sus cartas una imagen

de su personalidad.” (Guillén 1991: 36). Como asegura el especialista español en Literatura Comparada Claudio

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35

Guillén, a la hora de redactar una carta, el emisor automáticamente deja entrever varios aspectos que revelan

su identidad o traicionan lo que siente en su fuero interno. Bueno, en una carta ficticia, parece que el autor real

establece una relación telepática con su protagonista sea inventado, sea existente, transmitiendo directamente

sus pensamientos y sentimientos y dibujando así la personalidad de este individuo ausente en tiempo y

espacio. No obstante, resulta inevitable que en la carta se deslizan elementos dependientes de la voluntad del

escritor material, es decir, factores que revelan su propio punto de vista y apuntan hacia un objetivo

preconcebido.

En las líneas que siguen, nuestra tarea consistirá en primer lugar en estudiar detenidamente de qué

manera tanto Marisol Martín del Campo como Fanny del Río construyeron textualmente la personalidad de la

Malinche (2.2.1.1). Luego, analizaremos cómo se define el propósito perseguido por la azteca – o, en el fondo,

por las autoras reales- en sus cartas (2.2.1.2) y, por fin, averiguaremos cuáles son los componentes que

caracterizan su discurso epistolar y contribuyen también a la revelación de su identidad (2.2.1.3) .

2.2.1.1 Construcción e imagen de la Malinche en Marisol Martín del Campo y Fanny del Río: Entre

romanticismo sensible y racionalismo sensato

Cuando uno abre la enciclopedia de la historia universal y hojea el capítulo ‘Conquista de México’, el nombre

que seguramente resuena con más fuerza es el del gran colonizador Hernán Cortés. Mientras que a menudo se

le atribuye todo el honor a este capitán aguerrido y casi cada español o mexicano está bien enterado de su

papel capital, la función e identidad de Malinche, su intérprete y en cierto modo brazo derecho, muchas veces

sólo forma parte del conocimiento pasivo de aquellos, o lo que es peor, se desconoce totalmente.

Ahora bien, en nuestros dos corpus Martín del Campo y del Río tratan de despojar a esta mujer

realmente significativa de su ‘carácter lineal’, o sea, se empeñan de desembarazar a Malinche de la imagen

estática o insignificante con la que cuenta mucha gente e intentan crear más profundidad en su persona o darle

más ‘caché’, como quien dice. La novela epistolar, como comprobaremos ahora mismo, es un género literario

que se presta perfectamente a la dinamización de un personaje y permite pues la conversión de un ‘flat

character’ previsible a un ‘round character’ complejo y más rico en contenido.

Un punto fuerte de la novela epistolar que contribuye pues a la ‘animación’ del protagonista es la

perspectiva narrativa. A diferencia de una novela de tesina en la que el autor omnisciente, metafóricamente

hablando, hace las veces de un titiritero que contempla todo desde arriba y lleva las riendas, manejando a sus

diferentes marionetas y desplazando de manera arbitraria el foco, el único ‘peón’ que, en la novela epistolar,

realmente lleva la batuta, o sea, organiza la escena independientemente de un poder superior, es el ‘yo’43

. En

la carta, que sustituye pues el plano picado por el plano corto y dirige la atención hacia una persona en

particular, se delinean de manera más nítida los ‘contornos’, o sea, los pensamientos y sentimientos, del

protagonista de modo que pierda este su carácter ‘vago’ y adquiera más viveza. La obra de Fanny del Río, La

verdadera historia de Malinche, afirma ya desde el principio la fuerte presencia de su figura central, Doña

43

Ya hemos insistido en que el destinatario también tiene un papel imprescindible en la comunicación, pero el ‘yo’ sigue siendo el origen de todo el proceso comunicativo, o sea, él que pone en marcha la correspondencia y constituye pues la fuente de que nace la carta.

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36

Marina, y marca inmediatamente el tono que predominará en la sucesión de cartas dirigidas a su hijo, Martín

Cortés:

“Han transcurrido tantos años desde la última vez que miré tu rostro, tan serio aun cuando eras

pequeño como un colibrí, que tengo miedo de sólo pensar que ya no recuerdes a Malinali. Soy yo, mi

chiquito, la princesa Malintzin, doña Marina; ¿acaso me has olvidado? Perdona, hijo mío, es una

costumbre de las madres comenzar por las reclamaciones, como si no supiéramos que la infancia nos

ronda, cual un animal herido, en el desolado silencio del campo de batalla [...].” (del Río 2009: 15)

En este fragmento, el lector se siente directamente arrastrado por una especie de ‘stream of consciousness’ de

una Malinche dinámica, es decir, con voz propia, que, ante todo, resulta ser madre de carne y hueso. Mediante

el flujo de impresiones que, ya en las primeras líneas de la carta, se le ofrece al lector a través de los ojos de

Malintzin, este primero derechamente entra en contacto con la persona principal a la que acompañará en su

viaje epistolar. Así las cosas, en Amor y Conquista de Marisol Martín del Campo -que, de hecho, constituye una

novela ‘semiepistolar’- se han vuelto las tornas. En esta obra, la perspectiva narrativa se triplica, por así decir,

de modo que el lector se queda con la visión de tres yo-narradores que parecen complementarse. El asunto

está en que las cartas en las que la propia Malinche hace uso de la palabra nos llegan de manera indirecta44

, a

través de la memoria de su sirviente Ozlaxiuchitl quien relata todo a su hija, la cual, por su parte, se impone la

tarea de conservar el testimonio valioso :

“Hace ya más de cincuenta años de la muerte de la señora Malinalli [...], no vi con los ojos de este

cuerpo los hechos que he de narrar, los miré con el corazón a través de las palabras de mi madre

Ozlaxiuchitl, testigo de la grandeza y del desamparo de la india Malinalli, tan semejante, ay, al de la

raza cólhua: ganaron mucho, perdieron todo.” (Martín del Campo 1999: 11)

De hecho, el libro adopta pues la estructura de unos círculos concéntricos de los cuales el del medio constituye

la verdadera trama, o sea, la correspondencia epistolar que sale de la ‘instancia’ Malinche, mientras que los dos

exteriores forman la narración marco o ‘backstory’ que encuadra la novela epistolar estrictamente hablando.

Por lo que se refiere entonces a la repercusión que tiene esta configuración en la construcción y, sobre todo, en

la concreción de la protagonista, cabe anotar que, a diferencia de la novela de Fanny del Río en la que el lector

tiene acceso directo a los secretos epistolares de la fuente primaria que constituye Malinche y recibe todo ‘de

tinta fresca’, las cartas incluidas en la obra de Marisol Martín del Campo parecen haber atravesado un

procedimiento de selección de parte de la sirviente Ozlaxiuchitl. Dicho de otro modo, en su relato ‘de segunda

mano’, la servidora, pese a que juró “hacer que se conozca la verdad de su señora” (Martín del Campo 1999:

14), va llevar a cabo una elección de las cartas según la relevancia para su historia, de manera que se pierde el

carácter supuestamente integral tal y como lo encontramos en Fanny del Río y se modifica en cierto modo –

aunque no intencionalmente- la imagen transmitida de Malintzin, omitiendo y recalcando automáticamente

44

En Amor y Conquista, las cartas de Malinche nos llegan de manera indirecta en el sentido de que pasan por las manos de dos intermediarias, pero, ya que se trata de documentos escritos, sin embargo, disponemos de las palabras ‘auténticas’ de la azteca.

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37

ciertas cartas. En el plano del dinamismo, sin embargo, el hecho de que sí se publican las ‘confesiones’

auténticas de Malinche permite pues al lector explorar las regiones íntimas de la protagonista y formarse una

idea más viva de su identidad.

Pues bien, lo expuesto con anterioridad funciona más bien como anticipo a la cuestión de la imagen

epistolar de Malinche propiamente dicha, remitiendo sobre todo a la construcción ‘secundaria’ del personaje

principal, es decir, procurada por una instancia narrativa extraepistolar como Ozlaxiuchitl y su hija. Esta

construcción ‘circundante’45

–por lo demás, ausente en La verdadera historia de Malinche en la que nos

adentramos inmediatamente en el discurso de la indígena- se añade a , e incluso puede alterar, la construcción

básica o interior, o sea, la imagen que crea la propia Doña Marina de sí misma y que insinúan sus cartas

privadas. En lo que sigue, desplazamos entonces el acento de la ‘periferia’ a la ‘zona central’ para examinar el

retrato intraepistolar de nuestra protagonista intrigante y destacar sus principales rasgos característicos tales

como manifestados en las cartas.

En realidad, las Malinches con las que topamos en nuestros dos corpus se perfilan de manera

totalmente distinta. Comparando el encabezamiento de algunas de las primeras epístolas suyas, se nota ya la

diferencia en la dicción, es decir, en el tono que utilizan ambos personajes en sus cartas, descorriendo así el

velo de su personalidad. El ‘discurso de apertura’ de la Malinche en Fanny del Río –que ya hemos citado arriba

46- da muestras de cierta racionalidad, propia de una madre con experiencia de la vida. Aunque esta Malintzin

en cierto modo también deja espacio a sus sentimientos, veremos que los expresa de forma mucho más

moderada en comparación con la Malinche de Marisol Martín del Campo, cuya carta, dirigida a su primer

amante, exhala una atmósfera profundamente tristona y melancólica :

“Alonso, [...] ¿Me recuerdas aún? ¿A tu ‘india’, como me llamabas con cariño? [...] ¿Me piensas? Debo

creerlo para poder respirar por las mañanas y soportar el peso de las horas. Alonso, ¡si supieras! Desde

que te marchaste soy vergüenza, te llevaste mis ojos y con ellos a mí. [...] Estoy entumecida, se me

olvida vivir, Alonso, aun el mar me desconsuela.” (Martín del Campo 1999: 109)

Comprobamos pues que en los dos fragmentos, que tocan cada uno a la idea de la frontera estrecha entre

memoria y olvido, está bien presente –como conviene a una carta prototípica- el aspecto de la

autorreferencialidad, es decir, ambas autoras de hecho analizan sus propios adentros para después confiar, de

la manera que sea, sus consideraciones al papel. Sin embargo, resulta que la Malinche que concibe

textualmente Marisol Martín del Campo se basa mucho más en la experiencia subjetiva, o sea, exterioriza

notoriamente su afecto, lo que también parece aumentar el grado de autenticidad. Dicho en otros términos, se

centra en la introspección, la intuición y la imaginación y se revuelca, por así decir, en autocompasión,

45

Véanse nuestra teoría sobre la estructura concéntrica en la novela de Marisol Martín del Campo. 46

“Han transcurrido tantos años desde la última vez que miré tu rostro, tan serio aun cuando eras pequeño como un colibrí, que tengo miedo de sólo pensar que ya no recuerdes a Malinali. Soy yo, mi chiquito, la princesa Malintzin, doña Marina; ¿acaso me has olvidado? Perdona, hijo mío, es una costumbre de las madres comenzar por las reclamaciones, como si no supiéramos que la infancia nos ronda, cual un animal herido, en el desolado silencio del campo de batalla [...].” (del Río 2009: 15)

Page 38: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

38

adquiriendo casi las propiedades de un ‘Werther47

femenino’, figura romántica por excelencia. Además, la

índole romántica de esta Malinche se ve consolidada por la importancia que atribuye en sus cartas a la

naturaleza presentada como un entorno tranquilizador que ejerce un efecto ‘cicatrizante’ en la azteca.

Por lo que se refiere a esta ‘cicatriz’, la verdad es que la Malinche -y se revela en ambas novelas- es

marcada de por vida a causa de un trauma infantil, a saber, el secuestro y la muerte de su querido padre y su

orfandad lamentable. Otra vez, a la hora de detallar su juventud –por lo demás, el hecho de que las cartas

ilustren varias etapas de su vida contribuye igualmente a la dinamización de la protagonista48

-, se destaca la

diferencia entre las dos Malinches en cuanto a la manera en que enfocan y tratan sus recuerdos a veces

penosos. En efecto, a diferencia de la protagonista sensiblera en Amor y Conquista, la Malintzin de Fanny del

Río no incurre en un sentimentalismo excesivo sino que demuestra su sensatez o visión racional de las cosas,

interrumpiendo en este caso su discurso algo nostálgico para darle consejos a su hijo y señalarle el interés de

seguir estudiando:

“Si bien yo tenía escasos años para comprender los complicados cálculos en que se funda la

astronomía, en el deseo de encaminarme en el aprendizaje de esa tan docta ciencia mi padre me

enseñó a dominar el arte numérico.[...] Sólo tu padre sabía de esta, por así llamarla, habilidad mía,

porque pronto tuve oportunidad de comprobar que a nadie agrada una mujer que la posea [...]; pero

te aconsejo, Martín, que pongas tú mucho esmero en adquirir este conocimiento, pues no lo hay

mejor ni más útil.” (del Río 2009: 20)

Pasando la vista por las consecuencias que tuvo su mocedad dolorosa en su desarrollo psicológico, la propia

Malinche, o por lo menos la de Fanny del Río, insistiendo en que fue “una hija de nobles que dejó de ser una

niña para siempre a los siete años” (del Río 2009: 32), afirma que esta situación la endureció y originó su

precocidad o la madurez con la que se desenvolvió. Esta imagen de la mujer hecha con una personalidad

definida, consciente de sí misma y, además, de todas las voces que circulan acerca de su persona, vuelve a

aparecer en los pasajes introspectivos de las cartas, que, como constataremos enseguida, difieren en gran

medida de los fragmentos autocontemplativos en Marisol Martín del Campo :

“Voy a contarte todo [...] como lo sufrí yo, Malinali, la heredera traicionada, la esclava india que

aceptó la hostia y, con ella, el nombre de Marina, la que vio llorar a tu padre dos veces [...], la que

sabía náhuatl y maya y aprendió la lengua de Castilla. [...] Ahora dicen que vendí a mi gente a la

esclavitud y a la deshonra, que a nuestros enemigos entregué la dignidad y el alma de mi raza, que soy

responsable de la ruina de los hombres y las mujeres del gran pueblo mexicano. [...] Eso, eso es lo que

se dice de mí. Por eso quiero contarte mi historia.” (del Río 2009: 16-17)

El trozo de texto citado hasta cierto punto traza la evolución de esta Malintzin que, pasando, de niña, de mano

en mano y viéndose una y otra vez forzado a sacrificarse y renegar de su origen, sin embargo, creció hasta

47

Véanse 2.1.1.1 sobre el polimorfismo del género epistolar y la carta romántica como variante atrayente. 48

Como ya hemos dicho, la perspectiva narrativa en la carta es otro factor decisivo en cuanto al dinamismo del protagonista.

Page 39: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

39

convertirse en un individuo firme y significante, con una conciencia, y encima, una identidad bien delimitada.

En el caso de Amor y Conquista, en cambio, el autorretrato epistolar que esboza Malinche apunta hacia la

fragilidad y la confusión. En el fondo, en esta novela, la protagonista parece juzgar su infancia turbulenta el

origen de la crisis de identidad que determina su vida y entorpece a menudo el trato social. Aún así, busca un

agarradero en el destinatario de sus cartas, o sea, alguien capaz de guiarle hasta la salida de su dédalo interno :

“Me di cuenta de que ya no sé que soy [...]: soy Xochiquetzal49

, soy Malinalli, soy Marina y no soy

ninguna de ellas; soy tuya y tú no estás, soy del nacom50

pero no quiero serlo; soy mexica y odio a los

mexicas, no soy maya y me siento maya, no soy española y los ayudo. [...] No tengo techo, ni siquiera

sé qué va a ser de mí. Ven a decírmelo, mi amor.” (Martín del Campo 1999: 119)

Con todo, cuando parangonamos ya las Malinches epistolares con aquellas dibujadas en la crítica

existente, en primer lugar observamos que las dos autoras, ascendiendo a Doña Marina a la figura central de

sus obras y dándole en las cartas una voz propia para desvelar su ‘microhistoria’, le proporcionan un estatuto

perecedero, es decir, concretizan y, ante todo, humanizan51

este personaje, discordando así con Octavio Paz y

su Malinche mítica, la Chingada “indeterminada y vaga” (Paz 1990: 91) que sólo existe en lejanas regiones.

Aparte de eso, las imágenes que nos ofrecen Fanny del Río y Marisol Martín del Campo en alguna medida

guardan relación con respectivamente Rosario Castellanos- o Sabina Berman- y Laura Esquivel. Efectivamente,

como si fuera una réplica de la Malinche de Castellanos, la protagonista de La verdadera historia de Malinche

encarna la mujer resuelta y curtida, mientras que la de Amor y conquista corresponde más bien a la visión de

Laura Esquivel, poseyendo exactamente este carácter híbrido, casi esquizofrénico, y revelándose como moza

endeble y cándida sin agallas.

Bueno, en el apartado 2.2.1.2 seguiremos investigando el perfil del yo-emisor, enfocando esta vez su

propósito u objetivo. Indagaremos pues el efecto que intenta provocar Malintzin en su destinatario y los

recursos que emplea con este fin, conectando siempre con la trascendencia en su autorretrato epistolar.

2.2.1.2. El propósito perseguido en las cartas privadas: Doña Marina y su ‘open/hidden agenda’

Tal y como acabamos de evidenciar, las Malinches revisadas por Marisol Martín del Campo y Fanny del Río,

aunque corrieron la misma suerte desconsoladora, se manifiestan en sus cartas como dos individuos

contrapuestos, diferenciándose entre otras cosas por el grado de estabilidad -o labilidad- emocional que

caracteriza su personalidad. Ahora bien, los capítulos teóricos precedentes ya plantearon que la presencia que

atribuye a sí mismo el yo-emisor en su discurso epistolar y la autoimagen que transmite, en la mayoría de los

casos están íntimamente ligadas con la meta que se propone este, o sea, con la incidencia deseada sobre el

destinatario.

49

Según Marisol Martín del Campo, este fue el nombre de Malinche antes de ser esclavizada. 50

“Capitán de guerra maya elegido con mucha ceremonia para un mandato de tres años. Durante su mandato no podía tocar a su mujer, comer carne o embriagarse.” (Martín del Campo 1999: 435). 51

La humanización es uno de los rasgos distintivos de la nueva novela histórica, género limítrofe de la novela epistolar (véanse 2.1.1.2).

Page 40: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

40

Una primera comparación de las últimas dos enunciaciones citadas arriba ya orientó nuestra lectura,

llevándonos a establecer una dicotomía inicial entre la Malinche sensata y con aplomo a quien resucita Fanny

del Río y la de Marisol Martín del Campo que, viviendo en un perenne estado de empanada mental, se revela

como frágil e inepta. Esta disparidad parece materializarse aún más en el objetivo que pretenden alcanzar las

dos52

. Concretamente, en Fanny del Río, Doña Marina afirma abiertamente querer defender sus propios

intereses e intenta justificar su conducta controvertible, es decir, su colaboración con los españoles, ante todo

para ‘poner a buen recaudo’ su función modélica y no perder prestigio frente a su hijo Martín. A través de un

discurso claro en que demuestra valerse por sí misma y asume la responsabilidad entera, Malinche busca

rehabilitar su reputación, invocando el motivo de la ‘vendetta’:

“Me parecía arriesgado ir a dar a Cuba [...] ; mucho más peligroso era meterse en la boca del perro

mexicano y enfrentar junto a don Fernando a los despiadados hijos de Tezcatlipoca en su propia

ciudad de Tenochtitlan, pero esto, al menos, me daba la oportunidad de vengar la muerte de mi padre

y, con Cristo a la cabeza de esta empresa, acaso podríamos liberar a la Nueva España del régimen

opresivo y cruel de los mexica.“ (del Río 2009: 54)

El hecho de que la protagonista de Fanny del Río ponga pues las cartas boca arriba en cuanto a sus móviles

evidencia una vez más la firme resolución con la que procede esta. Por lo que se refiere a la novela de Marisol

Martín del Campo, en cambio, queda implícita la verdadera meta perseguida por Malinche, o mejor dicho,

aparece como ‘a hidden agenda’, o sea, de manera disfrazada. El asunto está en que la Malintzin en cuestión,

por su discurso triste, incluso elegíaco, en primer lugar trata de conmover a su interlocutor hasta tal punto que

este le coge simpatía a ella y está convencido de que la culpa no es suya, o por lo menos, de que tuvo motivos

fundados para ‘amotinarse’ y abandonar el campo azteca. Son múltiples los argumentos que alega Malinalli, si

bien es cierto que, en comparación con la figura central de Fanny del Río, expone sus motivaciones utilizando

un estilo menos rotundo y apuntando pues primero a inspirar lástima. La razón que pesa más en su

argumentación o autodefensa sobreentendida es el afecto que en aquel tiempo le había cobrado al gran

capitán Cortés. Insinuando que el español le ofreció protección tal y como su difunto padre y en alguna medida

fue capaz de redimirla de su sensación “huérfana y desamparada” (Martín del Campo 1999: 249), reaviva su

trauma infantil, es decir, evoca su orfandad como consecuencia de la injusticia cometida por Moctezuma y su

séquito e intenta enternecer -alias persuadir- al destinatario. Además, sugiere que el conquistador durante este

período asimismo cumplió el papel de una especie de ‘padre sucedáneo’, devolviéndole su identidad que antes

le habían robado los aztecas al matar a su padre biológico y concediéndole incluso un título de nobleza:

“A mí me aprecia, siento su cariño que me protege. A su lado me sé segura, protegida, y me atraen su

poder y su fuerza. Gracias a él soy Malintzin, doña Marina, una persona importante que pesa. Además,

Martincito vino a unirnos aún más. Lo adora, quiso ponerle el nombre de su padre.” (Martín del

Campo 1999: 376)

52

Sin embargo, más adelante comprobaremos que los propósitos perseguidos coinciden; la única diferencia reside en la manera en que son exteriorizados.

Page 41: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

41

Habiendo calado ahora las intenciones -subyacentes o no- de las dos Malinches, y por consiguiente, el

objetivo que aspiran alcanzar sus respectivas ‘creadoras’, constatamos que, por lo general, tanto Martín del

Campo como del Río presentan una exposición de índole contundente53

en favor de la indígena. No obstante, el

discurso epistolar de del Campo parece comprender cierta incongruencia que va en menoscabo del poder

persuasivo. Mientras que en La verdadera historia de Malinche la protagonista se mantiene firme e irradia su

determinación, procurando consolidar su posición ejemplar y ganarse la voluntad de su hijo, la Malintzin en

Amor y Conquista de hecho lleva leña al monte, justificándose ante su primer amante, Alonso Hernández

Puertocarrero54

, español de casta que no necesita ser convencido y considera a Malinche como una adquisición

placentera. En este aspecto, el alegato de esta Malinche puede interpretarse más bien como un monólogo

interior, o sea, un intento forzado de acallar la voz de su propia conciencia o de asegurar a sí misma de que

estaba en su pleno derecho ofreciendo sus ‘servicios’ a los españoles.

En resumidas cuentas, por lo que respecta a la intención preconcebida por las dos Malinches –que, en

realidad, constituyen las portavoces de las percepciones de las autoras materiales- la obra que más logra

convencer tanto al destinatario intraepistolar como al lector extraepistolar es la de Fanny del Río. En efecto, la

capacidad persuasiva de uno ante todo depende de la postura que adopta para con sí mismo, es decir, de la

confianza que deposita en su propia persona y el grado de firmeza que exhibe. Despojando justamente a su

Malintzin de las características en cuestión y haciendo resaltar al contrario su genio vacilante, Marisol Martín

del Campo parece integrar en su discurso una crítica indulgente que pone en tela de juicio la legitimidad del

modo de obrar de la indígena. A pesar de todo esto, en Amor y Conquista, como en La verdadera historia de

Malinche, aún sigue prevaleciendo el tono de la exculpación, o sea, no sólo Fanny del Río sino también Marisol

Martín del Campo en esencia trata de velar por los intereses de Doña Marina y de sofocar las detracciones más

austeras.

2.2.1.3 El discurso y las modalidades del discurso de Malinalli: Concreción textual de fragmentación

psicológica y ‘unidad mental’

En lo precedente55

ya llamamos la atención hacia el hecho de que, en la carta, el objetivo deseado muchas

veces deje marcado el discurso epistolar, fijando o incidiendo tanto en el plano formal como en la selección del

contenido. En este sentido, nuestros dos corpus no constituyen una excepción; teniendo otra finalidad que la

de meramente pormenorizar el clima de la época56

de la conquista, las protagonistas alteran su exposición en

función del propósito -en este caso- persuasivo. Sin embargo, conviene hacer una distinción entre el grado de

‘afectación’ que presentan las cartas en La verdadera historia de Malinche y el rebuscamiento con el que

topamos en Amor y Conquista57

.

53

Es decir, se nota que ambas autoras tienden a cohonestar la culpa de Malinche, sea sin ambages, sea de manera indirecta. 54

Alonso Hernández Puertocarrero fue capitán bajo Cortés durante la conquista de México. 55

Más específico en el apartado 2.1.2.1. 56

En el apartado 2.1.2.1 nos referimos a la Carta sobre la erupción del Vesubio de Plinio el Joven que funciona de “fuente de conocimiento histórico” (Mestre Sanchís 2000: 13). 57

En lo siguiente comprobaremos que, de hecho, no es preciso hablar de una verdadera ‘afectación’ en el caso de La verdadera historia de Malinche.

Page 42: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

42

Como ya sacamos a luz, Fanny del Río hace entrar en escena a una figura central por lo visto en paz

con sí misma y bien consciente de sus actos vengativos. Dicho de otro modo, esta Malinche parece

experimentar una constancia de ánimo o un sentido de armonía o ‘unidad mental’, el cual también rige el

discurso en cuestión. Efectivamente, conforme a su personalidad, -y como advertimos repetidas veces en los

pasajes citados arriba58

- la Malintzin de del Río le facilita al destinatario una disertación unitaria y ‘to the point’,

o sea, sin muchas digresiones y sin mucho atavío, y es precisamente en esta ‘linealidad’ y derechura que reside

la fuerza convincente. Cabe anotar entonces que aquí casi no se apela a técnicas literarias que agilizan el

convencimiento, a excepción del uso ocasional del imperativo, acción que le confiere al texto un leve tono

sentencioso y, a veces, parece privarle, como quien dice, al destinatario de la oportunidad de rebatir los

argumentos o de dar su propio parecer:

“Ahora dime, Martín, ¿quién verdaderamente llevó a cabo la conquista de México?” (del Río 2009: 67)

/“Piensa, hijo, que antes de pertenecerle a tu padre, yo no era nada, ni tenía nada, y mis días

transcurrían sin dirección.” (del Río 2009: 126) / “Recuerda así a tu madre, Martín [...].” (del Río 2009:

171)

Examinando ahora el discurso epistolar en Amor y Conquista, nos percatamos de que, en este caso, la

protagonista sí que se acogió a varios recursos para influir en el receptor59

. Es que, vacando de la

autoafirmación que caracteriza a la Malinche de del Río y ‘llevando a cuestas’ esta fragmentación psicológica –

rasgo que también aflora en el plano formal -, esta Malintzin de por sí no dispone de las mismas capacidades

persuasivas que su homólogo y, por consiguiente, se ve forzada a invocar otros medios. Para ser preciso, en lo

que atañe al aspecto estructural de las cartas60

, salta a la vista que Malinche reiteradamente desplaza el foco

de su propia vida, es decir, de la intimidad o del espacio cerrado a un contexto más amplio, o sea, al entorno

vital de todos los mexicanos y aún va más allá mezclando de vez en cuando su visión con la de sus semejantes.

Esta yuxtaposición, e incluso fusión, de los diferentes planos –individual y colectivo-, aunque en cierto modo

también hace patente la irresolución y fragmentación61

, sin embargo, y como explicaremos adelante, sirve para

fomentar la ‘rendición mental’ del destinatario. El siguiente fragmento, en el que bosqueja Malinche una

imagen no sólo de sus propias impresiones sino también de la sensación común que coincide con la suya62

,

58

“Voy a contarte todo [...] como lo sufrí yo, Malinali [...]. Por eso quiero contarte mi historia.” (del Río 2009: 16-17) / “[...] pero esto, al menos, me daba la oportunidad de vengar la muerte de mi padre [...]” (del Río 2009: 54). 59

En este apartado dejaremos de lado el hecho de que el destinatario de las cartas en Amor y Conquista no necesite ser convencido. 60

Lo que sigue también se relaciona con el contenido. 61

Psicológicamente hablando, Malinche vacila entre la identificación con o la diferenciación de los mexicanos: cf. 2.2.1.1 “soy mexica y odio a los mexicas, no soy maya y me siento maya, [...]” (Martín del Campo 1999: 119). Esta fragmentación repercute también en el plano formal, es decir, se manifiesta en la estructura de las cartas. A veces se yuxtaponen los diferentes planos (= diferenciación entre Malinche y los mexicanos), a veces se fusionan (= identificación de Malinche con los mexicanos). 62

En este fragmento, los determinantes posesivos ‘nuestros/nuestras’ y el pronombre personal ‘nos’ proban la identificación de Malinche con su pueblo.

Page 43: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

43

pone de manifiesto la angustia perpetua por la que están agobiados los aztecas – la propia Doña Marina pues

incluida-, viviendo bajo la tiranía de Moctezuma y sus dioses inclementes :

“A la mañana siguiente el Popocatepetl comenzó a humear, después arrojó centellas desde sus

entrañas. El humo formó una ancha columna acabada en nube gris, tan extendida que amenazaba con

cubrir el cielo de Tlaxcallan. [...] Nuestros señores están disgustados porque ya no les hemos hecho

sacrificios, porque nuestras hijas fueron bautizadas. [...] El miedo siguió creciendo, Alonso. En las calles

la gente se movía silenciosa queriendo confundirse con el suelo [...], ya no se escuchaban risas. La vida

pendía de la nube gris, los tiranos de los dioses nos amenazaban.” (Martín del Campo 1999: 147)

Entonces, el asunto está en que, al demostrar que esta situación afecta al pueblo entero y que este se siente

impotente frente a la voluntad del emperador y de las divinidades, Malinche procura encontrar aceptación

para con el receptor en cuanto a sus actos ‘inmorales’ y trata de justificar su colaboración con los españoles –a

su modo de ver- ‘redentores’, presentándola como un intento de restablecer el bienestar general, es decir, de

salvar a su gente y de liberarla de la ansiedad permanente.

A nivel del estilo, por un lado, el entrar en detalles o el relatar con minuciosidad la dimensión que, en

el fragmento expresado, adopta la amenaza contribuye a la autenticidad del discurso. Por otro lado, también

puede concernir un movimiento táctico por parte del emisor que consiste en subrayar ciertos aspectos para

que el aceptante de la carta quede convencido63

. Otro procedimiento que vuelve a aparecer en cada una de las

epístolas de Martín del Campo y se aplica con el fin de facilitar la persuasión, es la abundancia de los apóstrofes

y las preguntas sí o no retóricas. Tal y como la Malinche de Fanny del Río, que de hecho sustituye las

interrogaciones por imperativos, el destinatario se da directamente por aludido, pero a diferencia del discurso

‘coactivo’ en La verdadera historia de Malinche, las cartas en Amor y Conquista carecen de este carácter

preceptivo y, consecuentemente, surgen como más ‘suaves’:

“Alonso, [...] ¿Me recuerdas aún? ¿A tu ‘india’, como me llamabas con cariño? [...] ¿Me piensas?”

(Martín del Campo 1999: 109) / “¿Por qué, Alonso, por qué no se conforman con vivir y dejar que el

viento sople sobre sus vidas?” (Martín del Campo 1999: 141) / “¿Y yo, Alonso, para qué sirvo?” (Martín

del Campo 1999: 381)

Para ser breve, constatamos entonces que los discursos de las dos Malinches constituyen el reflejo de

sus personalidades divergentes. Las cartas, siendo -estilísticamente hablando- una prueba del carácter racional

y oportuno y la naturaleza endeble o frágil de respectivamente la protagonista de del Río y la de Martín del

Campo, desde luego también se diferencian en el poder de persuasión que poseen intrínsecamente. No

obstante, mediante las intervenciones a las que remitimos arriba, esta última iguala –o intenta igualar- a su

sosia y adquiere, ella también, potencial para ganarse, sea de su propia manera, la voluntad del lector de sus

cartas.

63

Cf. 2.1.2.1. sobre las Cartas de relación de Cortés dirigidas al emperador Carlos V.

Page 44: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

44

2.2.2 El tú-interlocutor: Observación e interpretación de la ‘segunda dimensión’

“Return to sender, address unknown.” (Elvis Presley – Return to sender); así reza la letra de una canción

romántica con la que el cantante de renombre mundial, Elvis Presley, supo robar el corazón de miles de

colegialas. En el fondo, los motivos del destinatario desconocido, y por consiguiente, de la carta no

correspondida, constituyen temas muy en boga no sólo en la palabra cantada sino también en la escrita, o sea,

han sido explotados en el mundo literario por varios autores64

, muchas veces para intensificar el aspecto

melodramático de sus textos líricos y manipular los sentimientos del lector.

Ahora bien, ¿Marisol Martín del Campo y Fanny del Río han seguido una tónica similar, eliminando la

perspectiva del receptor y convirtiendo el diálogo por cartas en una especie de ‘comunicación en sentido

único’? ¿O han tirado por otro camino, atribuyéndole al destinatario una voz propia, es decir, dejando a la

‘segunda dimensión’ injerirse en el acto epistolar65

y estableciendo una correspondencia regular? En este

apartado nos dedicaremos pues a averiguar qué lugar han concedido nuestras dos autoras al destinatario y

cómo influye este último en nuestra percepción de Malinche, investigando primero su imagen y su aparición en

las cartas de la azteca (2.2.2.1) y analizando a continuación su presencia sí o no en la comunicación epistolar en

general, o sea, su respuesta/su silencio y el efecto que ocasiona esta situación en ambas novelas (2.2.2.2).

2.2.2.1 Imagen y aparición del destinatario en las cartas de Malinche: El confidente y el amante

interpelados

Para especificar los dos personajes que –hablando estrictamente- tienen la prerrogativa de ser los primeros66

en contemplar las emociones íntimas de Doña Marina, nos fundamentaremos en lo que sigue en la tipología

binaria de Frédéric Calas (1996) elucidada ya en la sección 2.1.2.2. De acuerdo con el parecer de este autor, por

lo que atañe a la figura del receptor, se puede desglosar la categoría de las cartas privadas en las epístolas

dirigidas al confidente y las que tienen como destinatario al amante (Calas 1996: 28-29). Como evidenciaremos

enseguida, los interlocutores en La verdadera historia de Malinche y Amor y Conquista en gran parte

responden a estos perfiles estereotipados de respectivamente el confidente y el amante, aunque, a la luz del

estudio presente, ciertos criterios fijados por Calas necesitan ser ampliados.

Iniciando pues el escrutinio del destinatario en Fanny del Río, a saber, de Martín Cortés, y sobre todo

de las pistas en el discurso de Malinche que apuntan hacia la personalidad del receptor y su relación con la

remitente, observamos que el interlocutor en cuestión, siendo su único hijo, sin duda pertenece a los íntimos

de la indígena y asciende a su confidente. En la parte teórica bajo 2.1.2.2 ya sacamos en claro que una de las

pautas que determinan al prototipo del confidente –y en este aspecto coincide con el amante- es el hecho de

que incite indirectamente al emisor a sobreponerse a su timidez o pudor eventual y le brinde la ocasión de

relatar todo a bocajarro sin ser agredido ipso facto. El fragmento siguiente, tal y como la mayoría de los citados

en lo anterior, muestra que, efectivamente, Malinche se desempacha y decide manejar un discurso sincero, o

64

Un ejemplo manifiesto que recoge el tema de la carta no correspondida es la novela -y la película del mismo nombre- muy popular entre los jóvenes The Notebook (1996) del autor americano Nicholas Sparks. 65

De hecho, para que realmente se cumpla el acto epistolar, siempre se necesita la respuesta del destinatario. 66

Dado que nuestros dos corpus son novelas, es decir, obras ficticias, nosotros somos los primeros en leer las impresiones y sensaciones personales de Malinche.

Page 45: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

45

sea, un discurso en el que le canta las claras a su interlocutor67

, lo que parece corroborar algo nuestra hipótesis

en cuanto al papel que asume el destinatario en Fanny del Río, a saber, el de ‘persona de confianza’. Encima, la

afinidad existente, es decir, la sensación de parentesco y proximidad –y consecuentemente de confianza- que

experimenta la protagonista para con su lector se manifiesta a través del tuteo :

“Y [...] digo: Que de esa unión naciste tú, Martín, hijo de conquistador y conquistada, lo que debes

guardar con orgullo en tu corazón, pues no fui por las armas ganada, sino por la verdad de las leyes

sacras; por el afán de vencer al imperio mexicano y devolverle a esta tierra la libertad que aquél le

arrebató; por el anhelo de construir un mundo que fuera justo, equitativo y bueno.” (del Río 2009:

174)

A lo largo de la obra, aparte de señalar la función de ‘íntimo’ que desempeña Martín Cortés, la

redacción de Malintzin exhibe otro factor que ayuda a formarse una imagen del hijo mestizo. El estilo

predominantemente pragmático o no nonsense que emplea la india en cierto modo sugiere la madurez mental

y la facultad de entendimiento de las que dispone su niño. En realidad, Cortés júnior en esta novela tiene pues

las capacidades de emitir él mismo un juicio acerca del proceder de su madre y, bien consciente de esto pero

aparentemente fiando en que –incluso dejándole el campo libre a su hijo- este se pondrá de su lado, Malinche

le comunica pues explícitamente: “[...] quiero [...] que seas tú quien me juzgue” (del Río 2009: 17)68

. Aunque

con esta frase otra vez deja entender, por así decir, la confianza que deposita en Martín, la protagonista sin

embargo en algunas ocasiones trata de dirigir la opinión del destinatario, introduciendo esporádicamente

instrucciones bajo forma de imperativos69

y guiando así al lector hacia el consentimiento70

.

Volviendo ahora sobre los criterios de Calas y teniendo en cuenta lo precedente, cabe notificar que el

confidente que encuentra Malinche en su hijo no cuadra del todo con la definición del autor francés cuando

dice que este tipo de receptor “ne sert que d’écoute” (Calas 1996: 29). En La verdadera historia de Malinche, la

indígena, al contrario, escribe sus cartas no con la mera intención de sacarse la espina o defender sus propios

intereses sin más sino para provocar reacciones –sea positivas- y encontrar aceptación71

. Dicho en otros

términos, esta Malinche despoja entonces al destinatario de su papel teóricamente pasivo y proclama

‘tornavoz’ activo a la persona en cuestión.

En lo referente al segundo modelo que propone Calas, a saber, el amante, el destinatario en Martín

del Campo, en cambio, sí que concuerda con cada una de las normas formuladas en Le roman épistolaire

(1996). Como ya se ha indicado, el amante –en este caso Alonso Hernández Puertocarrero, la primera pasión

67

El decir la verdad sin rodeos requiere bastante coraje y sólo es concedido –y ya lo hemos mencionado- a las personalidades firmes como la ‘Malinche madre’ en Fanny del Río. El hecho de que su interlocutor sea un íntimo facilita aún más la confesión sin reservas. 68

Otra vez, se puede interpretar esta frase como una muestra de la identidad sólida de Malinche. Es como si estuviera escrito: ‘Mi trabajo está hecho ; yo estoy convencida de mi razón y he intentado transmitir mis argumentos tan bien como las circunstancias lo permiten. Ahora te toca a ti, mi hijo, juzgarme.’ 69

Las instrucciones o el hecho de leerle la cartilla a su hijo refuerzan la imagen de la ‘Malinche madre’. 70

Cf. 2.2.1.3. 71

Si bien la Malinche de del Río está segura de sí misma, no se da aires y no deja de conceder importancia a la opinión de su hijo.

Page 46: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

46

de la india- muchas veces es considerado el ‘organismo asesor’ por excelencia, o sea, a menudo está encargado

de la tarea latosa que consiste en ‘tragarse’ las jeremiadas de su pareja y ayudar a esta con hechos y palabras72

.

Las interpelaciones recurrentes en las cartas íntimas de Amor y Conquista ilustran la aplicación práctica de la

teoría y refrendan la función de ‘tabla de salvación’ que le atribuye Malinche a su Alonso:

“Alonso mío, tú tan amigo del nacom, que lo conoces a fondo, dime73

que, como yo, lo sabes incapaz

de asesinar a sangre fría, incluso a una mujer como la suya. Es colérico, sí, [...], pero no es un asesino.

[...] Las vidas, ¿qué son?74

” (Martín del Campo 1999: 381)

En total, de lo antedicho se puede colegir que ambas Malinches, aunque la de del Río parece

emanciparse mucho más, tienen apego a su destinatario y apreciarían altamente la retroalimentación de estos

‘asideros’. Pues bien, habiendo estudiado ya los receptores desde el punto de vista de la indígena, es decir,

disponiendo ya de una idea acerca de su estatuto y su presencia virtual en las cartas de Malintzin, ya es hora de

enfrascarnos en el surgimiento real, o sea, la emergencia sí o no de la voz aclaratoria del propio destinatario en

el proceso comunicativo de las novelas epistolares.

2.2.2.2 Respuesta o silencio del receptor: Vocablos en el viento, lágrimas en la lluvia...

Carta enviada, respuesta inmediata, reencuentro alegre y todo el mundo satisfecho... Casi parece el argumento

de una de esas películas ‘feel good’ cuyo desenlace dichoso deja animado al público. Así y todo, este tipo de

guiones que giran alrededor de la correspondencia epistolar y en los que todo marcha como la seda,

constituyen una muy pequeña minoría. El asunto está en que los autores consideran como más desafiante y

encuentran más posibilidades en la redacción de una intriga ‘imperfecta’, o sea, este texto ‘anómalo’ les

capacita a los escritores para pasar un recado implícito o provocar un efecto en el lector.

Sentado esto, notamos que tanto Marisol Martín del Campo como Fanny del Río optaron por una

historia deficiente –es decir, en que falta un eslabón- descartando la intromisión del destinatario y no dejando

ni siquiera espacio a huellas que denuncian su presencia o su réplica. Así, nos vemos confrontados, en cada una

de las novelas, con un encadenamiento ininterrumpido de exposiciones de Malinche que parecen esfumarse en

la nada, careciendo de un eco75

. Concretamente, por lo que se refiere a la imagen de la indígena,

comprobamos que esta situación, sobre todo en Fanny del Río, interrumpe el perfil relativamente positivo que

se estaba construyendo y redunda en perjuicio del poder persuasivo de la que resultó gozar Doña Marina.

Puesto que la protagonista predica pues en el desierto, o sea, como sus palabras no llegan al oído del receptor -

o incluso son desechadas por este último-, el texto va tomando la dimensión de un soliloquio, y lo que es más,

de un ejercicio terapéutico. Dicho de otra manera, en ambos libros, por causa del silencio agobiador, Malinche

72

Cf. 2.2.1.1. “Me di cuenta de que ya no sé que soy [...]: soy Xochiquetzal, soy Malinalli, soy Marina y no soy ninguna de ellas; soy tuya y tú no estás, soy del nacom pero no quiero serlo; soy mexica y odio a los mexicas, no soy maya y me siento maya, no soy española y los ayudo. [...] No tengo techo, ni siquiera sé qué va a ser de mí. Ven a decírmelo, mi amor.” (Martín del Campo 1999: 119). 73

Advertimos que el imperativo utilizado aquí por Malinche es de índole suplicante, más bien que autoritaria. 74

Fragmento a propósito de la muerte sospechosa de Catalina Juárez, la primera esposa de Hernán Cortés. 75

Sin embargo, en lo siguiente, probaremos que las palabras de Malinche no se pierden del todo, adquiriendo otra función que la de persuadir al destinatario.

Page 47: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

47

parece hablar a solas y utilizar sus discursos para remediar su sentimiento de culpa, tranquilizar el gusanillo de

su propia conciencia y alcanzar la ecuanimidad. En La verdadera historia de Malinche, esta suposición acerca de

la desatención en cierto modo se ve confirmada por el hecho de que el receptor, a saber, su hijo Martín Cortés,

en el fondo constituya una parte de la remitente, o sea, tiene el significado simbólico de una ‘segunda’

Malintzin y causa la impresión de que la india está oyendo y haciendo caso a sí misma.

Así las cosas, es decir, sabiendo ya que las dos novelas en realidad apuntan hacia el fracaso del

proyecto defensivo que emprendió Malinche, sin embargo nos damos cuenta de que se diferencian en la

manera de participar este fallo. Mientras que del Río aplica la estrategia de la ‘omisión’76

, o sea, sólo da a

conocer implícitamente -a saber, mediante la incomunicación- la impotencia de su protagonista a la hora de

convencer al receptor, Martín del Campo presenta a una figura central que comprende y admite públicamente

el chasco en cuanto a la persuasión del destinatario y aún va más allá consolidando que sus cartas, de verdad,

únicamente logran inclinar a su propia persona :

“Alonso, Alonso, mi ixyachalmil77

, me parece que sólo exististe en mi imaginación, que fuiste un sueño,

o que tal vez cuando estuvimos juntos caí en algún cielo del que nunca me contaron. Me divierte

hablar contigo como si estuvieses aquí, muy cerca, y te hablo en maya porque en este juego mío de

platicar con tu ausencia tú entiendes distintas lenguas y comprendes mis desatinos. Es un juego

secreto, sabes, tú en mi corazón, en mi pensamiento, en mi cuerpo... ay Alonso, te hablo muda, me

escuchas ausente, después de hablar contigo me siento tranquila, colmada, segura.” (Martín del

Campo 1999: 353)

A guisa de conclusión, resulta inequívoco que, dejando a Malinche hablar al aire -o a sí misma- y creando por

consiguiente, y sobre todo en Amor y Conquista, una especie de atmósfera de ‘delirio’ que cubre a la

protagonista, nuestras autoras añaden un matiz pernicioso a sus obras principalmente ‘defensoras’. En efecto,

la exclusión del interlocutor aquí parece funcionar como arbitrio para dirigir, sea de manera latente, una crítica

a la Madre azteca más bien que para desencadenar un efecto patético e inspirar compasión.

2.2.3 La comunicación epistolar entre Malinche y su interlocutor: El principio de acción y

reacción revisado

Conforme a la tercera ley del gran físico Isaac Newton, las fuerzas de acción y reacción nunca pueden existir la

una sin la otra, o sea, se afectan mutuamente, sacando así adelante un mecanismo constante y dinámico.

Siguiendo con la misma imagen y cotejando este principio con la dinámica establecida en nuestras novelas

epistolares, nos percatamos de que –y ya se vio ratificado en el estudio del destinatario-, en el proceso de

76

Aquí, la palabra ‘omisión’ debe interpretarse como el contrario de ‘revelación’ o en el sentido de ‘acto no explícito’. En otros términos, la protagonista de del Río, a diferencia de la de Martín del Campo, no admite abiertamente su fiasco. No se puede confundir con la omisión de la voz del receptor, técnica que emplean ambas autoras. 77

“Pájaro pequeño de tan suave canto como el ruiseñor.” (Martín del Campo 1999: 435)

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48

pregunta-respuesta que prima en la comunicación epistolar de los corpus, sin embargo falta el componente de

la reacción, de modo que el diálogo78

‘llega a un punto muerto’ y pierde su dinamismo interactivo.

Pese a que los capítulos anteriores ya nos suministraron indicios vehementes acerca del fracaso de la

empresa encometida por Malinche en sus cartas y de la repercusión que tiene esto en su imagen, este

apartado final (2.2.3.1) aún hace un recuento de los meollos referente a la comunicación, enfocando todavía

más la ausencia de reciprocidad en el intercambio y la ‘metamorfosis’ que provoca el intento malogrado en el

perfil del ‘polo de la acción’.

2.2.3.1 Las secuelas funestas de una correspondencia desahuciada

El equilibrio siempre es bueno, no cabe la menor duda. No obstante, este estado de simetría y estabilidad sólo

puede resultar de la tensión existente entre dos impulsos, es decir, siempre se necesita dos participantes

comunicantes para que logre instalarse la armonía perfecta. En términos ‘epistolares’ –y como aseveró el ya

mencionado romanista alemán Kurt Spang- la “comunicación polilógica” (Spang 2000: 643)79

es la que mejor

traduce la ‘consonancia textual’, exigiendo tanto del emisor como del receptor que hagan una contribución

igual.

Ahora bien, en las dos novelas estudiadas detenidamente en el presente trabajo, averiguamos que el

aporte80

del destinatario no guarda ninguna proporción con el del remitente y convierte la correspondencia

referida en una “comunicación epistolar monológica” (Spang 2000: 644). Es que, aunque Malinche intenta

autodefenderse con uñas y dientes81

, su alegato parece quedarse en humo de pajas, o sea, se presenta en

balde, dada la ausencia de ‘contrapeso’. Tal y como mencionamos en la parte teórica, el receptor tiene

entonces en sus manos la suerte del emisor –que, confesándose, adopta una actitud vulnerable- y por

consiguiente, puede hacer añicos la reputación construida esmeradamente por este último. Así sucede pues en

las obras de Fanny del Río y Marisol Martín del Campo pero cabe señalar que el mal aquí no hay que buscarlo

en un ataque verbal sino en el mutismo absoluto en que se encierra el interlocutor.

En cuanto a las consecuencias de esta comunicación ‘averiada’, ya dimos a entender que el silencio

actúa negativamente sobre la representación de Malinche, recalcando básicamente su personalidad poca

influyente o poca acreditada. Pues, es precisamente por los ‘huecos’ en la correspondencia, es decir, por la

ausencia de contestación, que la azteca y su discurso se revelan incompetentes cuando se trata de atraer

adhesión. Además, la no intervención del destinatario les da un efecto prolongado a las palabras de Malinalli,

acrecentando así, ante todo en Martín del Campo, el tono latoso y desprestigiando otra vez a la intérprete.

En fin, podemos dar por supuesto que la conversación en sentido único, a saber, el diálogo nunca

correspondido y entablado por la remitente, sin embargo –y aunque parece contradictorio- resulta controlado

por el destinatario lejano. Dado el carácter suplicante que tiene el discurso de Doña Marina, tanto Martín

78

De hecho, en nuestros corpus, Malinche nunca logra entablar una verdadera conversación con su destinatario, es decir, el diálogo deseado se convierte, ya desde el inicio, en un monólogo. 79

Cf. 2.1.2.3. 80

O mejor, el no aporte. 81

Sin embargo, la Malinche de Fanny del Río parece esforzarse menos y se revela más espontánea que la de Marisol Martín del Campo.

Page 49: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

49

Cortés como Alonso Hernández Puertocarrero dirigen pues el cotarro y deciden, siendo ellos los que dicen la

última palabra, sobre la difamación sí o no de su prójimo.

Page 50: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

50

3. CONCLUSIONES

“No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.” (Juan Luis Vives). En esta cita, con la

que empezamos nuestro trabajo, el sabio español Juan Luis Vives dio en el clavo, resaltando el interés o el

poder del lenguaje utilizado por una persona cualquiera a la hora de poner al descubierto su propia calaña.

Aparentemente, las autoras mexicanas Marisol Martín del Campo y Fanny del Río eran del mismo parecer y, en

un intento de reavivar a la figura pintoresca de Malinalli Tenepal, se metieron en el pellejo de la Madre,

imaginándose lo que le mantuvo ocupada y ‘envasando’ sus pensamientos en una serie de cartas

presuntamente autobiográficas. No obstante, dada la imposibilidad de recuperar las palabras literales, y

consecuentemente, la identidad genuina de la amante alias chaperona de Cortés, nuestras escritoras en parte –

y pues forzosamente- basaron su proyecto en suposiciones y dejaron hablar a su propia voz, o sea, insertaron

sus concepciones subjetivas en la imagen ofrecida de Malinche.

El objetivo principal de nuestro estudio radicó pues en la investigación exhaustiva de los perfiles de la

azteca diseñados por Martín del Campo y del Río y de los aspectos por los cuales se diferencian entre sí estas

caracterizaciones. Sin embargo, en vez de meramente ‘otear el horizonte’, es decir, en lugar de inventariar

únicamente las semejanzas y desemejanzas superficiales, nos propusimos profundizar en la construcción de

estas imágenes, examinando el aporte del género de la novela epistolar en el proceso de creación. Actuando

así, más que nada, queríamos contribuir a dilucidar el misterio acerca de la verdadera82

identidad de la madre

mestiza y demostrar las aptitudes de la carta íntima cuando se trata de dar forma a una figura equívoca como

la de Malinche.

Ahora bien, una lectura preliminar de nuestros corpus sugirió ya algunas disparidades a nivel de la

entereza emocional de las dos protagonistas; disparidades que -como notamos después- se exteriorizaron

entre otras cosas en la manera de dirigirse al receptor. Aparte de estas representaciones relativamente

patentes, sin embargo, cada obra por su parte pareció emitir –a nuestro modo de ver- otra visión tácita que

anuló o ‘dio sombra’ al retrato inicial de Malinche. Así pues, nos lanzamos a nuestra investigación, buscando

corroborar la doble tesis según la cual, por lo que se refiere a este retrato, el uso particular de la carta privada,

además de generar un contraste ‘horizontal’, o sea, que traspasa los límites de las propias obras y las opone

diametralmente83

, ocasiona también una incongruencia ‘vertical’ que se sitúa dentro de las obras mismas.

Tras nuestro trabajo preparatorio que consistió en contextualizar nuestro material de estudio, es

decir, después de la recopilación y revisión de las referencias necesarias tanto en el campo del contenido como

en materia del género, indagamos primero la imagen que hilvana la protagonista84

de sí misma en los dos

libros. Antes que nada, fijamos la atención en el hecho de que la elección de la carta íntima como medio de

comunicación, en realidad, resulte de una voluntad larvada de entreverse y coadyuve entonces a concretar y

animar al emisor en cuestión. En lo que concierne ahora a la tipificación detallada, ya desde el principio, o sea,

82

No obstante, y como ya insinuamos, la lejanía temporal nunca permitirá calar con todo detalle los verdaderos pensamientos de la intérprete de Cortés. 83

Sin embargo, hemos de matizar esto y señalar que las imágenes de las dos Malinches, sin embargo, coinciden en algunos aspectos. 84

La voz de la protagonista, como ya sabemos, recoge las percepciones de la autora auténtica.

Page 51: La Malinche descifrada a través de la carta 'privada

51

a través de los ‘discursos de apertura’ de cada Malinche, se puso en claro la antítesis entre la protagonista

formada de del Río que toma muy en serio su función de madre y la ‘niña problemática’ de Martín del Campo

que no sabe ocultar su turbación psíquica. Careciendo de este tono plañidero que sí marca el inicio de la

elucubración en Amor y Conquista y manifestando, por el contrario, cierta mesura emocional, el ‘salutatio’ en

La verdadera historia de Malinche en nuestro estudio se reveló entonces propio de una Malintzin longánima y

con cordura. Por lo demás, constatamos que estas características respectivas se traslucieron no sólo en la

apertura sino también en el cuerpo de las cartas, afirmando así el fenómeno consabido según el cual la primera

impresión muchas veces revela un rasgo identitario sustancial que siempre vuelve a aparecer. Como

averiguamos, en efecto, las personalidades de las Malinches dejaron pues sus huellas en el resto de la carta, en

particular en la comunicación, por parte de las remitentes, de sus intenciones y, aún más, en los recursos

invocados para conseguir hacerse escuchar. Para ser breve, vimos pues que la cualidad ‘rectilínea’ y casi

imperturbable de la Malinche en del Río se tradujo en el discurso consecuente y escueto de esta, contrastando

violentamente con el carácter oscilante de la Malinalli en Martín del Campo, cuya incerteza se reflejó en su

alegato voluble plagado de súplicas. Así y todo, aunque las novelistas, y ante todo Marisol Martín del Campo,

no siempre consideraron con optimismo a su figura central, sin embargo, -y lo insinuamos en el apartado sobre

el propósito perseguido- en sus relatos de índole persuasiva tomaron las armas y se pusieron, mediante la voz

de la propia azteca, a la defensiva, intentando en alguna manera reivindicar su honor. A primera vista, por darle

a la esclava el derecho de réplica, o sea, la oportunidad de ampararse, parecieron pues expresar en cierto

modo su simpatía para con ella y reconocer su papel eminente. En el fondo, empero, nada más lejos de la

realidad que esto...

Respecto a la función del destinatario, comprobamos que, él también, tuvo mano en el asunto de la

construcción textual de Malinche y, de hecho, constituyó la fuente de desgracia por excelencia. A pesar de que

el receptor normalmente tiene una posición ‘privilegiada’, siendo el elegido del emisor y estando, por

consiguiente, en condiciones de socorrer enteramente o, en cambio, de vapulear verbalmente a este último sin

tener que ‘encajar directamente un contraataque’, notamos que, tanto en Amor y Conquista como en La

verdadera historia de Malinche, la afrenta no residió en la opresión verbal sino en el silencio abrumador en el

que, bajo pretexto irónico de ‘plata es el buen hablar, y oro el buen callar’, insistió contra viento y marea el

interlocutor en cuestión. Resultó claro que esta no intervención del destinatario – que, otra vez, parece una

decisión considerada de las autoras materiales- dañó la credibilidad de Doña Marina, o sea, la degradó de una

dama aún relativamente estimable a una mujer endeble que, dando coces contra el aguijón, vio aniquilada su

reputación.

Dado esto por supuesto, en cuanto al retrato de Malinche, de momento podemos concluir lo

siguiente. Si bien ambas novelas epistolares, por vacar de ‘persona resonante’, trazan una evolución implícita y

en dirección negativa de la imagen textual de Malintzin, sin embargo, la protagonista de del Río parece caer

más bajo que la de Martín del Campo, pasando ‘from hero to zero’, o sea, desde señora aplomada al inicio

hasta persona ‘afónica’ y desollada al final. Dicho de otro modo, en cuanto a la Malinche en Marisol Martín del

Campo, el paso hacia la incredibilidad o la disipación de sus palabras queda menos pronunciado vista la índole

cohibida y titubeante de esta, es decir, dado el hecho de que a veces incluso no asienta a su propio discurso.

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52

Ubicando, finalmente, nuestros corpus en la tradición literaria que debate la reputación del “símbolo

de la entrega” (Paz 1990: 103), comprobamos que ambos, por facilitar una imagen polifacética y heterogénea

de Malinche, se inscriben dentro de la generación más reciente, confirmando así la idea de la ‘época híbrida’

que se abrió en las últimas décadas. El asunto está en que, aproximándose así a su compatriota lograda Laura

Esquivel, Fanny del Río y Marisol Martín del Campo en primera instancia sugieren recoger las visiones

ilusionadas difundidas por Rosario Castellanos y Sabina Berman, complementándolas después con

concepciones pesimistas al estilo de Octavio Paz, aunque menos rigurosas. En otros términos, nuestras

escritoras parecen pues vacilar entre la estima y el desprecio para con la india, sosteniéndola, por un lado, con

sus defensas, pero condenándola, por otro lado, dejando a sus cartas sin respuesta.

En definitiva, conviene acabar apuntando que, ‘desempolvando’ el género de la novela epistolar y

explotando sus diversas posibilidades, Marisol Martín del Campo y Fanny del Río, aunque sus representaciones

de Malinche no siempre resultaron tan reformadoras, de todos modos sí que han soplado aires de cambio en

cuanto a los métodos, es decir, sin disputa han logrado darle un toque diferente no a las imágenes propagadas

sino a la manera de propagar.

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53

4. BIBLIOGRAFÍA

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