la justicia social en el estado liberal, de bruce ackerman

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Bruce Ackerman La justicia social en el Estado liberal Traducción de Carlos Rosenkrantz* [Colección El Derecho y la Justicia, 1993, 418 págs. L A obra de Ackerman «La Justicia Social en el Estado Liberal» cons- tituye una aportación importante al liberalismo político contemporáneo. En los años 70 la obra de Rawls pro- dujo un espectacular renacimiento del pensamiento filosófico político y marcó el terreno de juego de la dis- cusión de las décadas posteriores. El interés por los problemas sustantivos se recuperó precisamente porque Rawls ofrecía una propuesta teóri- . ca sistemática que permitía justificar soluciones a los principales proble- mas políticos contemporáneos. En los años 80 la obra de Rawls fue objeto del que se ha denominado «desafío comunitarista» merced a la crítica de autores como Sandel, Taylor, Maclntyre o Walzer. Los comunita- ristas rechazan el individualismo kantiano y ponen el acento en la co- munidad y en las concepciones del bien comunitarias. La Justicia Social en el Estado Li- beral se publicó en el año 1980 y cons- tituye una defensa del liberalismo in- dividualista inspirado por Rawls aun- que Ackerman ofrece una teoría origi- nal que difiere en puntos importantes de las teorías contractualistas y utilita- ristas. Asimismo puede observarse que ciertas críticas comunitaristas han sido asumidas por Ackerman y algunos compromisos filosóficos ligados a la historia del liberalismo son rechazados por este autor. La obra que comenta- mos es ya una clásica de la filosofía política contemporánea y ha tenido una profunda influencia. Ackerman, además, es uno de los más importan- tes constitucionalistas americanos y ha ofrecido fundamentaciones filosó- ficas a sus propuestas constituciona- les. Quizá por eso puede ser de espe- cial utilidad la lectura de su obra para los juristas españoles que, en general -y a pesar de que en los últimos tiem- pos se han producido avances signi- ficativos- han mirado con desconfian- za los experimentos de la jurispru- dencia constitucional americana, am- I o •o Debo agradecer a Víctor Farreres, Er- nesto Garzón y Gabriela Alonso sus co- mentarios y críticas. Este trabajo se be- nefició de la ayuda que la CIRIT conce- ^ 1 ™ dio al grupo de Filosofía del Derecho de la UPF.

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Bruce Ackerman

La justicia social en el Estado liberal

Traducción de Carlos Rosenkrantz*

[Colección El Derecho y la Justicia, 1993, 418 págs.

LA obra de Ackerman «La JusticiaSocial en el Estado Liberal» cons-

tituye una aportación importante alliberalismo político contemporáneo.En los años 70 la obra de Rawls pro-dujo un espectacular renacimientodel pensamiento filosófico político ymarcó el terreno de juego de la dis-cusión de las décadas posteriores. Elinterés por los problemas sustantivosse recuperó precisamente porqueRawls ofrecía una propuesta teóri-

. ca sistemática que permitía justificarsoluciones a los principales proble-mas políticos contemporáneos. En losaños 80 la obra de Rawls fue objetodel que se ha denominado «desafíocomunitarista» merced a la crítica deautores como Sandel, Taylor,Maclntyre o Walzer. Los comunita-ristas rechazan el individualismokantiano y ponen el acento en la co-munidad y en las concepciones delbien comunitarias.

La Justicia Social en el Estado Li-beral se publicó en el año 1980 y cons-

tituye una defensa del liberalismo in-dividualista inspirado por Rawls aun-que Ackerman ofrece una teoría origi-nal que difiere en puntos importantesde las teorías contractualistas y utilita-ristas. Asimismo puede observarse queciertas críticas comunitaristas han sidoasumidas por Ackerman y algunoscompromisos filosóficos ligados a lahistoria del liberalismo son rechazadospor este autor. La obra que comenta-mos es ya una clásica de la filosofíapolítica contemporánea y ha tenidouna profunda influencia. Ackerman,además, es uno de los más importan-tes constitucionalistas americanos yha ofrecido fundamentaciones filosó-ficas a sus propuestas constituciona-les. Quizá por eso puede ser de espe-cial utilidad la lectura de su obra paralos juristas españoles que, en general-y a pesar de que en los últimos tiem-pos se han producido avances signi-ficativos- han mirado con desconfian-za los experimentos de la jurispru-dencia constitucional americana, am-

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Debo agradecer a Víctor Farreres, Er-nesto Garzón y Gabriela Alonso sus co-mentarios y críticas. Este trabajo se be-

nefició de la ayuda que la CIRIT conce- ^ 1 ™dio al grupo de Filosofía del Derechode la UPF.

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parándose en las diferencias del sis-tema jurídico y una visión de las re-laciones entre derecho y política di-ferentes.1

No es posible en tan poco espacioanalizar el conjunto de problemas quela lectura del libro de Ackerman sugie-re. Simplemente voy a señalar algu-nos aspeaos que me parecen especial-mente relevantes. Empezaré por elplanteamiento de las relaciones entrela política y el derecho.

Política y derecho

En la cultura jurídica europea el pre-dominio de la ciencia jurídica ha exi-gido la aceptación de uno de sus pre-supuestos fundamentales: la separa-ción entre la ciencia y la política. Latarea de descripción y explicación delderecho exigiría neutralidad. Los te-mas de la filosofía política son aje-nos al trabajo del jurista que deberíaaplicar los criterios establecidos porel legislador. No se debe confundirlo que es con lo que debe ser y quienlo haga traiciona uno de los presu-puestos fundamentales de la ciencia:la neutralidad.

El lector de Ackerman se encon-trará que su planteamiento es uno polí-ticamente comprometido. Ackermanconsidera que la función de la filosofíapolítica no es la mera reconstrucciónracional de las prácticas sociales

usuales en las democracias liberalesoccidentales. El liberalismo tiene uncarácter radical y revolucionario, sutarea es la de la crítica de la culturapolítica y la propuesta de cambiosque mejoren la situación de la socie-dad. Este aspecto normativo no es nue-vo pues los grandes autores liberales-como Locke, Mili o Kant- no escribie-ron para reproducir lo que ocurría ensu sociedad sino que escribieron conel objetivo de ofrecer nuevos mode-los de convivencia. Si se acepta estepunto de vista, entonces se puede serconsciente de por qué los constitu-cionalistas americanos tienen una rela-ción muy cercana a la filosofía polí-tica y por qué los grandes libros tie-nen un trasfondo filosófico importan-te. La cultura jurídica americana noha tenido que enfrentarse a una dog-mática jurídica desarrollada y ha sidoconsciente de las necesarias media-ciones que existen entre el derecho yla política.

Sin un modelo filosófico políticocoherente es difícil proponer nuevassoluciones a los problemas jurídicosplanteados por las nuevas necesidadessociales. La sensibilidad filosófica delos juristas americanos no constituyeuna cultura de adorno sino que es unode los instrumentos adecuados paraofrecer soluciones a los casos difícilescon un background justificatorio fuer-te. Es por esta razón que los juristas

2 2 Q 1 Hace algunos años se tradujo la obra deACWRMAN Reconstructtng American Lawbajo el título Del Realismo al Cons-tructivismo, Barcelona, Ariel, 1988, y esto

en prensa su obra El Futuro de la Revolu-ción Liberal que se publicará en Barcelo-na, Ariel 1995, traducida por JorgeMalem.

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pueden encontrar en la filosofía políti-ca ideas que les orienten para resolverproblemas difíciles que se plantean ennuestro contexto cultural.

Según Ackerman es posible conce-bir un mundo que satisfaga «todos losideales liberales donde cada ciudada-no goce de un derecho a la igualdad nodominada... es concebible una estructu-ra de poder ideal... -p. 267- Ackermandefiende la utopía. Aunque sabe que enel mundo real no se puede dar esas con-diciones, sostiene que el carácter radicaldel liberalismo reside precisamente enreclamar la utopía. Para implementarlaen la realidad necesitará una tecnologíade la justicia2, pero sin ideales no sepuede modular la realidad.

La posición de Ackerman es dis-tinta a la dominante en nuestra cultu-ra. Aquí la tarea normativa no es cues-tión de juristas sino de filósofos y lafilosofía del derecho constitudonal jue-ga un papel poco relevante en la acti-vidad jurídica. El libro de Ackermanes un buen ejemplo de una posiciónequilibrada entre el extremo dominan-te en Europa y el decisionismo o laposición de los Critical Legal Studies.

' Los problemas básicos de la conviven-cia son problemas políticos que tienen

una gran trascendencia jurídico-cons-titucional. En La Justicia Social en elEstado Liberal se encontrará desde laconstrucción de un modelo racionaldialógico que es útil para responder ala cuestión de la legitimidad hasta lascuestiones de la ciudadanía, la igual-dad, la educación, la explotación o ladesobediencia civil. Sin una buena teo-ría filosófica justificatoria no es posi-ble ofrecer soluciones originales a losproblemas constitucionales.

Liberalismo

Sin lugar a dudas Ackerman es un de-fensor del liberalismo. Ahora bien, escontrovertido establecer cuáles son lascaracterísticas comunes al liberalismo.Ackerman es liberal porque no es un es-céptico1. El liberal cree que es posibleconstruir un conjunto de reglas de juegoque sirvan para gobernar la sociedad.Cree, además, que esas reglas de juegodeben permitir el pluralismo, es decir,deben permitir la coexistencia de diver-sas concepciones del bien. Eso significaque las reglas de juego de la sociedad noson las mejores desde el punto de vistade la concepción del bien, sino que sonaquéllas que permiten realizar diver-

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2 Ackerman denomina en este libro tecno-logía perfecta de la justicia a lo que nor-malmente se denomina sistema jurídicoideal.

3 El término escéptico es ambiguo. Aquí loutilizo en un sentido muy específico. Esescéptico todo aquel que no cree posi-ble el establecimiento de reglas de jue-go comunes que permita un verdaderopluralismo. Ackerman en este sentidono es un escéptico, aunque en otros sen-

tidos de la palabra puede ser conside- jrado un escéptico. En la pág. 408 se dpregunta sobre la posibilidad de cono- _cer el bien y su respuesta es escéptica -odesde el punto de vista epistemológico jjporque «¿no es pretencioso proclamar jfinuestro conocimiento en estas mate-rias?». Argumentos en favor de un es-cepticismo ontológico se pueden encon- • • mtrar en frases como la siguiente» no hayningún sentido moral escondido en elmundo».

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sas concepciones del bien y por tantoson las mejores desde el punto de vistade lo correcto.*

Ackerman es categórico en estepunto cuando afirma que una de lasgrandes propiedades de la doctrina li-beral es que «no puede depender de laverdad de alguna metafísica singular oun sistema epistemológico». Eso quie-re decir que el liberal no es fundamen-talista. Aunque pueda sostener una fi-losofía particular ésta no será la quedeterminará las reglas de juego de lasociedad. El liberal -como individuoprivado- puede tener y tiene su con-cepción filosófica, pero ésta queda se-parada de la concepción pública. El li-beral está dispuesto a renunciar a quesu filosofía particular esté implemen-tada por el derecho porque cree queuna sociedad pluralista es mejor y estádispuesto a negociar esas reglas de jue-go con otros que tienen filosofías dis-tintas. Distingue entre lo bueno -quecorresponde establecer a cada uno con-forme a su filosofía particular- y lo co-rrecto que está constituido por el con-junto de reglas que permiten la convi-vencia entre individuos que tienen dis-tintas concepciones del bien.

El escéptico niega esa posibilidad.El escéptico cree que sólo es posibleconstruir unas reglas de juego comu-nes si todos comparten la misma con-cepción del bien o si una concepcióndel bien domina a todas las demás.

Niega la posibilidad de la construcciónde lo correcto. Ese escepticismo pue-de estar basado en la idea de que no esposible construir una concepción delbien colectivo o bien, que, aunque exis-ta, somos incapaces de conocerlo. H pri-mer caso sería uno de escepticismo onto-lógico y en el segundo epistemológico.

Ahora bien, el liberal no sólo de-fiende esa idea de la posibilidad de unasreglas de juego comunes que permitanel pluralismo, sino que además propo-ne unas reglas específicas que sirvanpara justificarlas. Las propuestas libe-rales son muy dispares en este punto,aunque todas comparten un aire defamilia. Por ejemplo Rawls sugiere laposición originaria y el velo de la ig-norancia para garantizar la neutralidady la imparcialidad.

Ackerman sugerirá un procedi-miento dialógico. Este procedimientosupone que no sólo se puede imponerla voluntad a los otros simplemente através del procedimiento mayoritario.La pregunta por la legitimidad exigela justificación pública. El núcleo de suobra está constituido por la construc-ción de un modelo dialógico que mues-tre cuáles son las restricciones que sedeben establecer para que la preguntaacerca de la legitimidad se pueda for-mular. El experimento utópico trataráde responder a la cuestión de cómohabría sido nuestro mundo si nuncanadie hubiese suprimido las preguntas

4 La distinción entre lo bueno y lo correcto2 2 2 es importante en el liberalismo. Precisa-

mente uno de sus críticos más relevan-tes -Sandel- se pregunta por la clari-dod y la solidez de esta distinción y ar-

gumenta por qué esta distinción no sepuede mantener. Véase su Liberalismand rhe Limits of Justice, London,Cambridge University Press, 1982. Vid.especialmente p. 59 y ss.

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sobre la legitimidad planteadas porotros, donde cada cuesrionador fueserecibido con un intento consciente derespuesta -p. 36- El liberalismo -segúnAckerman- no está asociado con el con-trato social ni con los derechos natu-rales innatos sino que es una forma dehablar, una forma de hacer culturapolítica en la cual las razones sustitu-yen a la fuerza o a la violencia. El prin-cipio de racionalidad y el principio deneutralidad constituyen las restriccio-nes básicas que se deben respetar paraque se pueda justificar el uso de recur-sos o de poder. No existen derechosprevios al derecho a participar en eldiálogo. Todos los demás derechos pro-ceden del derecho primigenio que esel del dialogante. «Los derechos ad-quieren realidad sólo después de quela gente confronta el hecho de la esca-sez y comienza a argumentar acerca desus consecuencias normativas» p. 37.La construcción de la filosofía políticasustantiva legitimada se hace usandolas restricciones que Ackerman propo-ne. Básicamente son dos. La primeraes que se deben dar razones. El princi-pio de racionalidad tiene el siguientecontenido: «siempre que alguien cues-tione la legitimidad del poder de otrapersona, el poseedor de dicho poderdebe responder no suprimiendo alcuestionador, sino ofreciendo una ra-zón que explique por qué tiene unmejor título que quien lo cuestiona» p.36. El segundo principio -que denomi-na de neutralidad- lo formula del si-guiente modo: «Ninguna razón es unabuena razón si requiere que el posee-dor del poder afirme:

a.- que su concepción del bien esmejor que la concepción del bien sos-tenida por cualquiera de sus conciu-dadanos, b.- que, independientementede su concepción del bien, él es intrín-secamente superior a uno o más de susconciudadanos.» p. 43. El éxito del li-bro se debe sin duda a esta original de-fensa del liberalismo que exige un diá-logo restringido para saber qué preten-siones de poder están justificadas. Unavez construido el instrumental explo-ra los principales problemas políticosde nuestro tiempo. Pero su trabajo nosólo es constructivo sino que tiene unaspecto crítico importante de la propiatradición liberal. En los párrafos siguien-tes veremos la crítica de Ackerman alcontractualismo y al utilitarismo.

D contractualismo rawlsiano

A pesar de que existen fuertes influen-cias de Rawls sobre Ackerman convie-ne destacar algunas diferencias impor-tantes. En primer lugar, Rawls preten-de reconstruir las prácticas sociales.Trata de encontrar un esquema de ex-plicación de lo que ocurre en el mun-do liberal. La tarea de la filosofía esaveriguar cuál es la estructura básicade las creencias vigentes en una socie-dad determinada. La intuición y la no-ción de equilibrio reflexivo son las pie-dras de toque de la aceptación o no dela creencia.

Ackerman desconfía del procedi-mieno rawlsiano porque las intuicio-nes reproducen la injusticia social y losprejuicios y en este sentido, descubreun aspecto conservador en la obra de

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Rawls.5 «El liberalismo es radical y nin-gún ejercicio de equilibrio reflexivopuede estar completo hasta que la le-gitimidad de una y todas nuestras in-tuiciones sea reivindicada a través deldiálogo» p. 393.

Rawls utiliza el artificio contrac-tualista -en una versión sofisticada conel constructo de la posición original ytras el velo de la ignorancia- para ga-rantizar la imparcialidad y la raciona-lidad de los acuerdos. Ello le conducea postular a un hombre ideal desen-camado que participa en el diseño dela sociedad justa. Decimos que esdesencarnado porque no sabe cuál serála posición que ocupará en la sociedadaunque sí sabe algunas cosas sobre ella.Una de las críticas más importantes querecibió Rawls proviene de Sandel quiensostiene que el hombre de Rawls es unhomo kantiano que carece de identi-dad y que carece de lazos con la co-munidad. No se sabe cuál es su identi-dad y es difícil que pueda tomar deci-siones racionales tras el velo de la ig-norancia. Tampoco se sabe por quérazón los acuerdos adoptados en unasituación ideal deberían aceptarse ensituaciones reales.

El principal argumento crítico deAckerman es que el artificio con-tractualista y el velo de la ignoranciason innecesarios. «Los partidarios delcontrato llevan su compromiso con elindividualismo hasta límites absurdoscuando imaginan «individuos» relacio-

nándose con otros como si pudieransubsistir como seres independientes enuna situación de elección prepolítica.Esta imagen requiere que ignoremoslos hechos más fundamentales de nues-tra propia individualidad. No puedeocultarse el hecho de que hasta el in-dividualista más obtuso no ha logradoun sentido de individualidad por sí mis-mo. Su sentido de sí mismo como unapersona distinta es inexplicable sin unareferencia a los criterios de la culturaliberal en la cual se le ha socializado.Pero son justamente estos hechos losque la historia del contrato nos pideque ignoremos».

Parece que Ackerman está cerca dela línea comunitarista de crítica al hom-bre desencarnado. No se sabe muy biencómo el «hombre desencarnado» pue-de elegir ni cuáles son las razones quejustifican que su elección en una situa-ción determinada también valga paraotra con variables sustanciales modifi-cadas. Una analogía con la teoría idealdel mercado podría ser útil. Parece serque en situaciones determinadas demercado ideal y dadas ciertas condi-ciones el autointerés produce lamaximización de la riqueza. Ahorabien, si aceptamos esta idea, no nece-sariamente deberemos aceptar que losmercados reales maximizan la riquezaporque no se cumplen las condicionesdel mercado ideal. Las dudas de Rawlsy sus diversas propuestas de engrosaro disminuir la información del velo de

2 2 4 5 El aspecto conservador viene reforzadoen la obra de RAWLS PoliHcal Liheralism.En esta obra se produce un sustancialacercamiento a las posiciones que

Ackerman mantuvo en Socio/ Justice. Elartículo de ACKERMAN "Political Libe-ralisms" publicado en 1994 explica bienese acercamiento.

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la ignorancia muestran hasta qué pun-to el procedimiento tiene problemas.Pero el núcleo fuerte de la argumenta-ción de Ackerman es mucho más sen-cillo. Sostiene que puede conseguir elmismo objetivo de neutralidad e im-parcialidad acudiendo al hombre decarne y hueso en la comunidad si seacepta los presupuestos y restriccionesbásicos de su teoría diálogo.

Ackerman afirma que «en lugar decomprometer a las partes en un diálo-go en el que ellas participan formulan-do una respuesta a sus propias pregun-tas, la estrategia liberal tradicional hasido apelar al juicio de un tercero hipo-tético, cuya opinión determina la justaresolución de la lucha por el poder decarne y hueso», p. 367. Esta idealizaciónes muy poco liberal y muy autoritariaporque supone que hay una respuestadeterminada que un dios hipotético co-noce- el observador imparcial. Más ade-lante considera que la tradición liberalha sido acrítica al apelar a seres hipoté-ticos superiores que trascienden la situa-ción social. Y eso es un residuo teológi-co. Para resolver el problema la teoríadel diálogo ofrece instrumentos que loshombres en la sociedad pueden utilizarsin hacer más experimentos hipotéticosde los necesarios. La alternativa deAckerman pretende garantizar la neutra-lidad y la imparcialidad sin acudir a unadramatización excesiva de posicionesoriginales o a una especie de ser tras-cendente denominado observador im-parcial. Si Ackerman tiene éxito en ga-rantizar la imparcialidad y la neutrali-dad a través del diálogo entonces supropuesta es mejor que la de Rawls.

Existe otra razón importantepara poner en duda el contractualismo.Todos estamos de acuerdo que la in-formación completa es una condiciónde la decisión racional. ¿Cómo puedecalificarse de racional una decisión queutiliza un procedimiento que excluyenecesariamente información relevantepara esa misma toma de decisión?.

Sin embargo, la construcciónackermaniana no está exenta deidealizaciones. El participante en eldiálogo no está tan desencarnado comoel rawlsiano pero todavía tiene cintu-rones protectores de los malos argu-mentos y una subordinación a la direc-ción de la Comandante. La posición desuperioridad de la Comandante tam-bién es discutible porque ordena laagenda de la discusión y la dirige muyeficazmente hacia unos objetivos deter-minados que concluyen con la situa-ción de encerrona. Esa Comandante¿no está muy cerca del observador im-parcial?

El utilitarismo

El utilitarismo es una doctrina que tie-ne un gran atractivo. Por una parteofrece un método sofisticado que per-mite resolver los problemas sociales.Nos introduce en la disciplina que bus-ca criterios para justificar decisionescon un instrumental analítico podero-so. El utilitarista, además, sostiene queel autointerés debe tener en cuenta losintereses de los otros. Estas son apor-taciones importantes que Ackermanreconoce -por ejemplo en las p. 383 y387. Sin embargo también considera

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que-el utilitarismo es una doctrina cri-ticable porque no se toma los indivi-duos en serio. Dos son los argumentosde crítica.

El primero supone que el individuoes un instrumento para la satisfacción dela idea de felicidad en una comunidaden un momento determinado. Si nos to-mamos el ideal de maximización de lafelicidad en serio cualquier barbaridadse puede perpetrar si aumenta la felici-dad global. Esta posición recomienda latortura si la felicidad de la mayoría au-menta. Ackerman sostiene que «nadie ensu sana mente puede consentir en tal de-gradación» p. 384. Por supuesto que labarbaridad no será juzgada como tal porlos utilitaristas porque considerarán quela «no tortura» -en determinadas condi-ciones- viola el principio de la mayor fe-licidad para el mayor número posible.

El segundo argumento es menospoderoso. El utilitarista «nos invita amirar el mundo social desde la pers-pectiva del observador ideal, borran-do hasta el más mínimo tinte de egoís-mo, motivado sólo por deseos altruistasde hacer de este mundo el más feliz delos mundos posibles.» p. 384 y s.

El utilitarismo es una filosofía con-traria a uno de los principios básicosdel liberalismo que es el individualis-mo. El utilitarismo subordina el indi-viduo a las ideas de la comunidad. Losintereses de la comunidad constituyenel criterio básico de juicio y estánconstituidos por la agregación de laspreferencias individuales. Cabe pre-guntarse qué se debe hacer con los in-dividuos que no coinciden con los cri-terios establecidos por la mayoría.

Ackerman señala que según el utilita-rismo todos aquellos con ideas diferen-tes acerca de la felicidad «serían trans-formados en excéntricos, disidentes oenemigos», p 386. El utilitarista con-vierte -por tanto- a los individuos ensantos altruistas y siempre dispuestosa sacrificarse por el bien de la comuni-dad. Y esa idea está lejos del individua-lismo característico del liberalismo.

La superioridad de la propuestaackermaniana del diálogo liberal semanifiesta precisamente en que la pre-gunta por la felicidad no se resuelvecon una fórmula -como la propuestapor el utilitarismo de la mayor felici-dad del mayor número posible- sinoque exige un análisis sustantivo. Quela mayoría haya decidido algo puedeser una condición importante de la le-gitimidad pero en todo caso no es sufi-ciente porque si no pasa el test de laracionalidad y la neutralidad no estarálegitimada. La democracia está subor-dinada al diálogo si quiere ser legiti-mada. Existe una prioridad del diálo-go sobre los principios de la mayoría.

Asimismo, el individuo todavía tie-ne algún papel en la comunidad desdeel punto de vista del diálogo neutral.Ackerman trata de diseñar un proce-dimiento en el cual el individuo nose enfrenta a la comunidad. La sus-tancia de los derechos individualesestá construida a través del diálogosocial, «el triunfo del individualismoes un triunfo social», p. 387. En unestado liberal «todas las formas de de-pendencia social están subordinadasa un proceso dialógico de conversa-ción neutral.» p. 388:

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A pesar de su gran atractivo, el uti-litarismo debe rechazarse porque no escapaz de preservar algunos aspectosque el núcleo del liberalismo debe de-fender. La opción de Ackerman es eldiálogo. La dimensión discursiva de lamoral se presenta como una actividadde presentación de argumentos en fa-vor o en contra de ciertas pretensio-nes. No se trata de reproducir -comosugería Rawls- las creencias básicas dela sociedad, sino de ofrecer argumen-tos en un diálogo restringido por losprincipios establecidos en el modelo.

La promesa ackermaniana es in-teresante pero en realidad sus frutosno son tan sabrosos como parecía alprincipio. El diálogo está restringidoal campo de lo político. Tampoco esmuy convincente que los diálogos noconcluyan con argumentos sustantivossino mostrando qué argumentos con-ducen a la situación de silencio.4 Quiengana el combate dialógico coloca al co-partícipe en una situación incómoda.También es discutible si el utilitarismose supera con una Comandante que

ocupa un papel parecido al del obser-vador imparcial - como me ha sugeri-do acertadamente Gabriela Alonso.

La pregunta por la legitimidad

Ackerman se preocupa por la pregun-ta de la justificación del poder y reco-mienda el procedimiento del diálogoneutral7. Asegura que el verdadero sen-tido del liberalismo -que no es otra cosaque su propuesta- exige una distinciónimportante entre lo bueno y lo correc-to. La pregunta acerca de qué es lobueno no es relevante para el proble-ma de la legitimidad porque precisa-mente lo que pretende el liberal es nocomprometerse con una filosofía sis-temática determinada sino que todaslas filosofías sistemáticas puedan viviren un mundo liberal. Hasta aquí pare-ce que no hay ningún problema. Hayasuntos privados que cada uno resuel-ve conforme su propia concepción fi-losófica y hay asuntos públicos que seresuelven con el procedimiento del diá-logo. Sin embargo no está claro cuáles _ Q

6 La posición de Ackerman es parecida ala de Fbpper en un sentido importante.Popper no llega a descubrir qué teoríasson correctas sino cuáles son los refuta-das. Ackerman es un popperiano en elsentido que muestro cuáles son los argu-mentos que no pasan los tests de la legi-timidad. Las teorías que no han sido re-futadas no son verdaderas mientras quelos argumentos que no han sido reduci-dos al silencio tampoco son ¡ustificatoriossino meramente provisionales y siempresometidos a una posible reducción al si-lencio en el futuro. Popper no puede lle-gar a conocer qué teorías son verdade-ras sino cuáles son las refutadas -lo cualno es poco-. El método de Ackerman le

permite conocer cuáles son los malos ar-gumentos pero ¿qué podemos decir so-bre los argumentos que no han sido re-ducidos al silencio?

7 La posición dialógica de Ackerman es dis-tinta a la sostenida por autores comoHabermas. La situación de diálogo idealsugerida por Habermas es muy distintaa los diálogos ockermanianos que sonentre hombres de carne y hueso.Habermas no reduce el diálogo al diálo-go político como lo hace Ackerman y lostemas son ¡limitados mientras queAckerman se preocupa por un diálogorestringido a lo político que conduce auna encerrona.

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son los temas, es decir la agenda, quenos indica cuáles son públicos y cuálesson privados.

El caso del aborto es un buen ejem-plo. Los liberales de izquierda sosten-drían que esto es un asunto privado dela mujer y que, por tanto, no deberíaexistir ninguna regulación pública.Cada uno debe hacer lo que él piense.Pero la discusión no es ésta para el otrobando. Ellos consideran que éste es unasunto público porque está en juego lavida humana y no es negociable de lamisma forma que no lo es el asesinato.La propuesta de Dworkin en Life'sDominion* de trasladar este problemaa la primera enmienda de la Constitu-ción Americana y tratarlo como unproblema de libertad de conciencia esprecisamente la propuesta de incluireste problema en la agenda de lo pri-vado. Pero ¿cuál es el criterio que per-mite decidir qué es lo público y qué eslo privado?. ¿Acaso1 no se necesita unaconcepción del bien, o una concepciónfilosófica que permita dilucidar la cues-tión? ¿No estará Ackerman sugirien-do que el statu quo es el punto de par-tida y que la división entre lo públicoy lo privado ya está establecida? Pare-ce que en este caso el propio liberalis-mo sería incapaz de evolucionar y sucarácter radical y revolucionario po-dría quedar matizado.

Otra salida podría ser que todo sepusiera en discusión -lo bueno y lo co-rrecto- Esta solución tampoco es satis-factoria porque sería incompatible conel diálogo restringido a lo político quesugiere Ackerman. El acuerdo o el testde justificación sólo es posible alcan-zarlo en el ámbito de lo político, encambio el acuerdo de las concepcionesde la vida y del bien no se visualiza comoalgo positivo puesto que traicionaría elpluralismo y el ideal liberal de conviven-cia de distintas concepciones del bien.

Otro punto importante a destacares que en las concepciones del bien tam-bién existe una concepción de la vidacolectiva. Las concepciones .del bien noson necesariamente privadas. Uno nopuede ser liberal si no existe una co-munidad liberal y aunque uno luche porun mundo liberal, por una utopía, sólose puede ser liberal si existen unos va-lores comunitarios determinados y ésaes una concepción del bien y debe in-culcarse a la sociedad. En caso contra-rio se autofrustaría el liberalismo comoha puesto de manifiesto Rosenkrantz enla Introducción. Si no es necesaria laeducación liberal será porque la edu-cación liberal es dominante pero ¿quéocurriría en tradiciones no individua-listas y no liberales? Es necesaria unacierta homogeneidad social' para laemergencia del liberalismo.10

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8 New York, Harper & Sons, 1993.

9 La homogeneidad puede ser rfgida o flexi-ble. Los fundamentalistas tienden a consi-derar la homogeneidad de una forma muyrígida mientras que los no fundamen-talistas piensan que es necesaria una ho-mogeneidad mínima que permita la co-

existencia de grupos culturales diversos.

10 Raz en su trabajo sobre el multicultura-lismo sostiene que el dominio de la mo-ralidad es unitario y por eso no es posi-ble separar lo correcto de lo bueno. Eso¿quiere decir que todos deben compartirla moralidad?

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En el mundo real el liberalismo hasurgido en sociedades bastante homo-géneas y muy poderosas e imperialistas.Son sociedades que han dominado ydominan el mundo. No está muy clarocómo el liberalismo puede triunfar ensociedades no homogéneas o en socie-dades multiculturales. La experienciahistórica -si es que sirve para algo-muestra qué el liberalismo ha sido tanrundamentalista como el islamismo. Elliberal ¿negociaría la igualdad de lamujer o la impondría? El reto del libe-ralismo es la construcción de una so-ciedad con grupos con concepcionesdel bien fuertemente diferenciadas ysin embargo con posibilidades de re-glas de convivencia legitimadas.

Cabría preguntarse hasta qué pun-to el diálogo puede conducir a una so-lución inferior a los estándares libera-les. La cuestión es la siguiente. Imagi-nemos que los países fundamentalistasadquieren fuerza política y económicahasta el punto que se origina una gue-rra que se prevee larga, sin que se sepaexactamente cuál es la salida del con-flicto. El liberal, ¿podría poner sus con-diciones o debería negociar loinnegociable? ¿A qué estaría dispues-to a renunciar el liberal? ¿Cómo se jue-ga fuera de la comunidad liberal? ¿Ladisposición al diálogo supondría la ne-gación de una filosofía y la imposiciónde la otra? Si el liberal reservara algu-na cosa fuera de la negociación ¿seríauna concepción del bien y se converti-ría quizá en un rundamentalista? El li-beral ¿estaría dispuesto a renunciar alas conquistas liberales» para conseguirel diálogo en paz? Parece que la res-"

puesta del liberal es negativa: lo correc-to es innegociable y todos deben res-petar esas reglas. Sin embargo todavíapodríamos preguntar ¿No estamosfrente a un nuevo fundamentalismo li-beral? El problema es especialmente re-levante hoy en la Europa del Este y enlos países que caminan hacia el libera-lismo y la democracia.

Un cuarto punto de discusión esuna consecuencia de la separación ab-soluta entre lo correcto y lo bueno;¿hasta qué punto es posible discutir deforma interesante lo que es correctosin que surjan en la argumentación con-cepciones de lo bueno? Pensemos enproblemas importantes como la liber-tad de expresión o la igualdad. La ri-queza del liberalismo ¿no reside en laexistencia de diversas concepciones dela igualdad? Los liberales al aislar lapregunta por la legitimidad y al no re-lacionarla con otras preguntas impor-tantes -como los planes de vida, las con-cepciones del bien- pueden llegar afrustar su propia idea de pluralismoporque allí donde el liberalismo triun-fara plenamente sería en aquella socie-dad cuyos individuos sólo discutierande lo correcto y estuvieran de acuerdoen lo correcto. Un liberal consecuenteno se pregunta «otras cosas», pero unasociedad de individuos correctos no se-ria una sociedad atractiva. En la diver-'sidad se encuentra algo sumamentevalioso y la diversidad se manifiestatambién en las controversias acerca delo correcto.

Por último quisiera hacer una re-flexión sobre el problema de la inmi-gración. La posición de Ackerman en

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la teoría ideal es muy radical: «La ciu-dadanía no sólo es una cuestión másque la comunidad política debe resol-ver. Es conceptualmente anterior a to-das las otras luchas de poder, incluidoel derecho a tener nuestros derechosdeterminados por una conversaciónneutral. Determinar este derecho me-diante una conversación política queadmitiese, sin embargo, movimientosdialógicos inadmisibles trivializaría elesfuerzo liberal de una conversaciónrestringida desde el mismo comienzo»p. 127. Eso significa que no se puedeexcluir a nadie -incluidos los inmi-grantes- que esté dispuesto a aceptarlas reglas de juego de la comunidadpolítica liberal.

Pero para nuestra sorpresa la ra-dicalidad ideal se transforma en unalimitación cuando se estudia la inmi-gración en el mundo real. Ackermanjustifica la limitación de la inmigraciónpor el peligro que puede suponer parala comunidad política liberal. ¿Pero quétipo de comunidad liberal sería aqué-lla que negara el derecho al diálogo aextranjeros que quisieran dialogar yparticipar en esa comunidad? Siguien-do la pregunta de la legitimidad debe-ríamos decir que la comunidad tieneun poder no justificado. El argumentode Ackerman sería más comprensiblesi el extranjero pretendiera destruir lacomunidad política liberal pero en nin-gún caso puede servir para limitar laentrada del liberal inmigrante. Su ar-gumento de que el autoritarismo flo-

11 Véase "Political Liberalisms"nal of Philosophy, 1994.

en Jour-

recería se debe probablemente a queesa comunidad liberal no comparte lasideas básicas del liberalismo deAckerman y no está dispuesta a renun-ciar a los privilegios del nacimiento yde la riqueza. ¿No es eso privilegiar elstatu-quo? ¿No es contradictorio conel igualitarismo exigido por el propioAckerman cuando afirma la necesidadde someter a control democrático laestructura básica de la sociedad?". Sino se dieran esos peligros ¿triunfaríael autoritarismo?.

No estoy defendiendo la políticapública de libertad de inmigración ili-mitada en el mundo real sino que es-toy argumentando que el modelo exi-ge esa libertad y las razones de la res-tricción me parece que violan los prin-cipios básicos de neutralidad.

Con independencia del juicio quepueda merecer las diversas propuestasconcretas de Ackerman creo que estelibro ofrece al lector una posición li-beral, radical y atractiva. No es un li-bro que pueda pasar desapercibido yaque tiene una línea argumental críticamuy poderosa y un modelo construc-tivo que sirve para generar opinión -yen su caso disenso- sobre los principa-les problemas que sugiere la legitimi-dad liberal en el mundo contemporá-neo. Las transformaciones que sufre elmundo tras 1989 esperan respuestasimaginativas que disciplinen la anar-quía, una de las grandes amenazas delmundo contemporáneo de la postgue-rra fría.

Albert CALSAMIGLIA