la gran aventura de la clase de 5 años

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Un cuento para la clase de mi nieta Candela en su graduación del periodo pre-escolar,

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DLa gran aventura de la clase de cinco años

Un cuento de Tíe Saminapara los niños de la clase de cinco añosdel CEIP Purísima Concepciónen El Esparragal – Puerto LumbrerasCurso 2015-2016

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Esto que voy a contar puede que fuera o no fuera, pero si fue ,ocurrió antes de graduarnos; durante la última excursión de nuestra clase a nadie sabía donde.El autocar no tenía puertas y estaba lleno de dibujitos y colorines. Al verlo la seño Carmen dijo:—¡Vaya autocar más hippie!Tras unas burbujitas apareció una puerta por la que subimos y allí estaba el conductor, ¡más raro que el perro verde con lunares rojos que hacía pipí en la rueda!—¡Para, perro gamberro, o te mando al cerro con un cencerro! —le decía el policía.Cuando ya estábamos sentados y con el cinturón puesto, el chófer arrancó el motor, que hizo ¡BROUM, CATAPLUM, BROUM, BROUM!: el autocar empezó a moverse y justo al doblar el picoesquina, o lo que es lo mismo, esta página, dio comienzo nuestra gran aventura.

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DUna voz misteriosa sonó por los altavoces. Primero no entendimos nada pero luego ya sí:«Bienvenue à bord du “Jules Verne”. Attachez votre ceinture de sécurité et garder le dossier du siège droit.

Nous arriverons à Lidenbrock dans quinze minutes. Heureux vol».

«Welcome aboard the "Jules Verne". Fasten your seat belt and keep the seat back upright. Lidenbrock

reach in fifteen minutes. Happy flight».

«Bienvenidos a bordo del “Julio Verne”, abróchense el cinturón de seguridad y mantengan el respaldo del

asiento en posición vertical. Llegaremos a Lidenbrock en quince minutos. Feliz vuelo».Y el autocar salió volando súper-ultra-mega-rápido. Jennifer, Jesús, Juan y Jonathan (¡Qué casualidad!, todos los que empezaban por la letra «J»), decían que íbamos a la velocidad de la luz.—¡Pues requetenó! —dijo el chófer, o el piloto, o lo que fuera— volamos a Mach 5, oseasé: cinco veces por encima de la velocidad del sonido, ¡lo que se llama velocidad hipersónica, vamos!Mientras Adrián decía que «¡Ya lo sabía!» y Rubén que «¡Anda ya!», el autocar se metió en una nube ¡más negra que el moco de un minero! Allí sólo se veían ojos; había por lo menos milymás.

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DSalimos a un desfiladero. Un pajarraco verde perseguía a una nave rarísima y Candela dijo:—¡Anda, un platillo volante!, parece una mandarina con tutú: será una mandarina bailarina.—¡Eh, la mandarina se ha metido en esa cortina de agua! —exclamó Antonio.—¡Hala y el pajarraco también se ha metido en el salto de agua! —dijo Alejandro Martínez.—¿Sabéis más nombres para las cortinas o saltos de agua? —preguntó la seño Carmen.—¡Caratata! —dijo Sergio.—¡Cacada! —precisó Mouna.—¡Un chorro! —gritó Aymán.—¡Ejem!, bueno, muy bien, pero se dice catarata y cascada.El autocar también se metió en la cola de caballo y nos pusimos más nerviosos que Bob Esponja en la bañera del abuelo Pig.6

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D—Agárrense fuerte, tomaremos tierra en diez, nueve, ocho, siete... —anunció el altavoz.—¿Eso que lleva el pajarraco es una antena? —preguntó Elena.—Si, parece la antena de la nave espacial —informó Yassine.—¡Vaya, pobrecita mandarina bailarina! —se lamentó Marta.—¡Mira, mira! ¿Qué son esos bichos azules que corren tanto? —preguntó Adam.—¡Wow!, they are blue velociraptors —puntualizó Oliver.—Si velociraptores azules —tradujo Alejandro Soto—, parece que aquí hay muchos peligros.—A mi no me gustan mucho los peligros, ¡Eh!. —advirtió Daniela.—Ni a mi el brócoli —dijo Fátima.—A mi lo que no me gusta son las berenjenas —refunfuñó Araceli.—Pues a mi el peligro, si no es peligroso, si me gusta —apuntó Nadira.Entonces se escuchó un ¡Flusclaschanglascataflosquis!, o algo así, y ¡zas!, aterrizamos.8

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DOtra vez aparecieron las burbujitas, el piloto las señaló y dijo de manera muy inquietante:—Ese es el túnel del tiempo. Vuestra misión es cruzar el Punto «X» antes que se ponga el primer sol: si no lo hacéis no podréis subir al autocar.Nos quedamos de pasta boniato y supongo que todos pensamos lo mismo: ¿Qué será el Punto «X» ese?, ¿dónde estará?, ¿cuántos soles hay? Pero: ¡ya nos preocuparíamos más tarde! Ahora tocaba divertirse, así que empezamos a salir y a medida que cruzábamos las burbujitas, nos íbamos transformando. Teníamos unas pintas quepaqué: parecíamos nuestros «tatatatarabuelos».—¡Ja, ja, ja!, que sombrero más chulo llevas Yassine, pareces Tom Sawyer —dijo Alejandro Soto.—A lo mejor es que estamos en un libro de aventuras —respondió Yassine.De repente sonó un «fuisss». El autocar se esfumó y apareció una niña bastante menudita. —¡Eh, mirad!, esa niña ha salido flotando de la mandarina bailarina —dijo Sergio.10

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D—Hola, marcianita ¿Cómo te llamas? —dijo Marta.—Me llamo Corazoncito y no soy una marcianita. ¿Quiénes sois vosotros?—Corazoncito, vaya nombre tan bonito. Encantada, yo me llamo Marta.—Nice to meet you, my name is Oliver and these are my friends, we are in the five years class.—¡Oh!, nice to meet you too. I also am in the five years class —respondió Corazoncito.—Encantado, yo me llamo Antonio. Oye: ¿hablas todos los idiomas?—¡Nooo, que va!, no hablo ninguno, lo que pasa es que los maliit-na-maliit tenemos la facultad de que se nos entiende.—¿Y de qué planeta eres? —preguntó Juan.—Pues de Maliit, por eso soy una maliit-na-maliit.Nos presentamos uno a uno y Corazoncito nos explicó que, en Maliit, son todos azules menos los babban tsuntsu, que son verdes porque sólo comen verduras. Luego se puso triste.

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D— ¿Porqué estás triste, Corazoncito? —preguntó Nadira.—Es que el babban tsuntsu se ha llevado la antena de la nave de mi mamá.—¿Pero tu tienes permiso para conducir naves? —preguntó Rubén.—Si, mi mamá me da permiso, pero no puedo salir del planeta .—Pues como se entere que te has venido a La Tierra te la vas a cargar —advirtió Nadira.—¡Pero si esto es Maliit, sois vosotros los que estáis en mi planeta! —Ja, ja, ja, menuda tontería ¿y porqué llevas esa pecera en la cabeza? —preguntó Daniela.—No es una pecera, es un casco, y es obligatorio para conducir, ¿en vuestro planeta no?—¡Uf, que lío! —dijo Daniela— la pecera es un casco y el pajarraco un babanosequé. —Tengo una idea: entre todos te ayudaremos a recuperar la antena —dijo Rubén.Entonces vimos que un Tiranosaurio azul, con cuernos de cabra, salía de entre los árboles.14

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D—Es una Tiranocabrus Regina, será mejor que os escondáis. Es vegetariana y muy buena, pero también es muy bruta —dijo Corazoncito muy flojito.Y se subió encima de un salto; aunque, como era tan pequeñita, la Tiranocabrus ni se enteró.Mientras, entre todos, trazamos un plan cada uno:—Yo la distraeré que corro mucho, voy para allá —dijo Adam echando a correr.—Pues yo saltaré champiñones para despistarla —anunció Adrián.—Y yo me camuflaré detrás de aquel árbol sin hacer ruido —dijo Jonathan.La verdad es que era un mundo raro, con árboles muy pequeños y champiñones muy grandes.16

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DLa Tiranocabrus venía dando bandazos de un lado para otro, así que nos quitamos de enmedio.—Yo me esconderé detrás de esa piedra azul —dijo Alejandro Martínez—No es una piedra Alejandro, parece un Tiranuscabriticus —informó Fátima.—Claro y aquella es su mamá, vamos a llevarlo con ella —propuso él.La Tiranocabrus se puso muy contenta al ver a su hijito; pero le dio una buena reprimenda.—Grrr, grrr y grrr —le iba diciendo camino de casa.Entretanto el babban tsuntsu soltó la antena; se ve que era muy dura y no se la podía comer. —¡Oh, mira, la antena!, ya puedo regresar con mi mamá, gracias a todos —dijo Corazoncito.—Tenemos que encontrar el Punto «X» ¿tu sabes dónde está? —preguntó Aymán.—No, pero le podéis preguntar a Serena, la sirena que vive en la Isla Calavera, en el Mar de

Naranjada: es todo recto, al llegar os montáis en alguna embarcación la corriente ya os llevará.Dicho esto, Corazoncito cogió la antena y las dos desaparecieron por arte de birlibirloque.

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DCon tantas emociones casi nos olvidamos de desayunar, así que la seño Carmen dijo:—Venga, a comer para coger fuerzas, que estamos más perdidos que un pingüino en el desierto y tenemos que darnos prisa porque no sabemos cuanto falta para que se ponga el primer sol.Tras un paseillo llegamos al Mar de Naranjada: estaba buenísimo. En el centro había una isla, estaba claro: era la Isla Calavera; pero allí no había ninguna embarcación.Menos mal que a la seño Carmen, que tenía un máster en manualidades, se le ocurrió que podíamos apañarnos con los champiñones gigantes que había por todos lados. Resultó bastante fácil hacer barquitos con ellos. Y así fue como nos hicimos marineros y en un plis plas teníamos la flota navegando a la deriva. ¡Hasta nos cruzamos con el Nautilus que estaba siendo atacado por el pulpo gigante!

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DNada más desembarcar apareció una sirena muy dicharachera,—Hola, soy Serena ¿quiénes sois vosotros y adónde vais?—Somos la clase de 5 años y vamos al Punto «X», ¿sabes dónde está? —preguntó Candela.—Os lo digo si jugáis un ratito conmigo: ¡A ver quién aguanta más tiempo debajo del agua!—Pero siempre ganarás tú, no ves que eres una sirena. Vamos a jugar a pilla pilla —dijo Araceli.—Yo no puedo, no tengo piernas.—Ya sé, ¿Jugamos a adivinar animales? ¡Muuuuu! ¿Qué animal soy? —sugirió Jesús.Y la isla se lleno de «Muuus, guaus, beees y oinks». Y nos reímos un montón. —Oye Serena: ¿falta mucho para que se ponga el primer sol? —preguntó Candela.—¡Uy, no, que tarde es!, ya viene El Relojero, tenéis que entrar en la boca de la calavera, atravesar el Laberinto Infinito y cruzar el puente colgante hasta llegar la Puerta del Horizonte. Necesitaréis la llave de la botella. ¡Ah, y no os separéis! —dijo, antes de sumergirse.

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DCogimos la llave, subimos por las escaleras y cuando entramos en la boca de la calavera, estuvimos dos ratos buscando el laberinto; por fin, Mouna encontró la entrada:—Mirad, aquí hay unas escaleras por las que podemos bajar —dijo.—Pues vamos todos juntos, ya habéis oído a la sirenita —avisó Jennifer.—¡Qué divertido, un laberinto! Vamos a jugar a perdernos un ratito —propuso Elena.—Pero la sirena Serena ha dicho que El Relojero llegará pronto —alertó Mouna.—¡Uy si, es verdad! ¡Vaya misterio! —exclamó Jennifer.—¿Y cómo será El Relojero, dará miedo o qué? —se preguntó Elena.Antes de entrar en el Laberinto Infinito, la seño Carmen hizo la fila y cogió un montón de piedrecitas con las que iba señalando el camino: —Así, si nos perdemos, sabremos por dónde hemos pasado ya —dijo.

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DNos costó un poco encontrar la salida del laberinto y cuando lo hicimos nos llevamos un pedazo de susto: en el horizonte un villano gigante nos miraba y se reía, mientras decía:—Ja, ja, ja, soy El Relojero, es hora de poniente para el Primer Sol, ja, ja, ja.Estaba empujando al sol hacia abajo, para esconderlo tras la línea del horizonte; si no llegábamos al Punto «X» antes de que lo consiguiera, no podríamos subir al autocar y entonces:

¿Cómo regresaríamos al cole? Alcanzamos el puente, pero resulta que, cuando lo fuimos a cruzar, empezó a descuajaringarse.Por suerte, Phileas Fogg y su ayudante Picaporte pasaban por allí y nos llevaron, en su globo aerostático, hasta nuestro destino: la Puerta el Horizonte.El Relojero nos miraba y se reía a carcajadas mientras continuaba empujando, con más y más fuerza, para ocultar al primer sol.

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DAl cruzar la Puerta del Horizonte nos encontramos en el fondo de un pozo donde había un extraño hombrecillo: era el Guardián de los Acertijos. Nos dijo que sólo uno de los cinco agujeros que había en la pared conducía al Punto «X» y que los otros cuatro se adentraban en lugares siniestros y oscuros de los que nadie había regresado jamás. Si queríamos conocer cual de ellos era el bueno, teníamos que resolver un acertijo.—Una pista os daré que no repetiré, pero si la descifráis al Punto «X» llegáis. Prestad mucha atención para encontrar la solución.Y luego dijo:

«En lo alto vive, en lo alto mora, en lo alto teje la tejedora»Después se metió por el agujero de la farola abandonándonos a nuestra suerte. Pero eramos la clase de cinco años y entre todos, pensando en equipo, desciframos el acertijo. 28

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DUtilizamos la escalera de unas ratitas para adentrarnos en el agujero de las telarañas. No era muy largo: como de aquí hasta allí. Al salir, estábamos en un cine, pero sin sillas ni nada; sólo una pantalla grandota. De repente empezó una película en la que se veía una puerta vieja, sobre ella había una X.

¡Por fin! ¿Sería ese el Punto «X»? —¡A lo mejor tenemos que salir por ahí, voy a ver si se puede! —dijo la seño Carmen y se metió en la pantalla.Le costó un poco abrir la puerta, porque al principio empujaba hacia fuera y resulta que abría hacia dentro, pero al final lo consiguió. Nos metimos todos en la pantalla y salimos por la vieja puerta: allí había una carretera, pero ni señal del autocar, ni del chófer, ni nada de nada. Eso quería decir que El Relojero ya había escondido al primer sol y llegábamos tarde.¡A ver si no íbamos a poder regresar a casa!

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DYa volvíamos a tener nuestra ropa y no parecíamos antiguos. Con cuidado cruzamos la carretera y allí estaba Bimba moviendo el rabito. Entonces la seño Carmen se dio cuenta de algo muy importante:—¡Hala! ¿Sabéis que es ese edificio?—¡Noo! — respondimos todos a la vez.—Pues es el antiguo cine de La Estación. El colegio esta aquí al lado. ¡Vamos dando un paseo!¡Qué suerte! —pensamos— y emprendimos el camino al cole sin parar de hablar:

«¡Mira, esa es la Torre del Obispo!»..., «¡Anda que Corazoncito como desapareció eh!»...,«¡Ey, si, también la llaman la Torre Mora!»..., «¡Y qué maja la sirena Serena!»...,«¡Hala, allí ponen el mercadillo los domingos»..., «¡Qué puñetero El Relojero!»...,«¡Y en esa gasolinera pone gasolina mi mamá!»..., «¡Pues anda que el Guardián de los Acertijos!»«¡Eh, mirad allí arriba; es el autocar!»..., «¡Siii y se está metiendo en la nube negra!»Y acabaré este cuento diciendo, que lo que pudo ser o no cierto, ni te lo cuento ni me lo invento.

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