la fotografía inconclusa editorial (versión 1) el oficio...

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Hay pocos momentos tan deliciosos en el proceso de trabajo de un artista como lo es el arranque de una nueva obra. Durante este período, todas las ideas que pueden llegar a materializar un concepto tienen esa atmósfera brillante que rodea lo nuevo. Puede que sean esas primeras líneas, o palabras, las que contengan la esencia de la obra. En una escena de la película El artista y la modelo (Fernando Trueba, 2012), el per- sonaje del escultor muestra fascinado un boceto de Rembrandt, un instante familiar retratado en cua- tro líneas simples que él define como «el dibujo más be- llo del mundo»: todo lo que en- vuelve a los pri- meros trazos es una herramienta delicada que, o bien puede ayudar a potenciar el mensaje, o bien quedará como un elemento decorativo, donde el significado se pierde en un esteticis- mo vacuo. Pero ¿cuándo acaba el borrador y comienza la obra? Si bien puede ser una frontera más fácil de definir en disciplinas artísticas como la literatura o la pintura, es un concepto mucho más difuso en medios como la fotogra- fía, que genera imágenes de manera tan inmediata que su etapa borrador es algo materialmente inexistente, por- que todo queda reducido al instante del disparo. Ese momento es todo o nada. Si la imagen funciona, el trabajo está hecho; si no, es un descarte que muchas veces no se podrá repetir, por- que las condiciones externas varían de un segundo a otro. Sin embargo, puede que esta última idea comience a estar obsoleta, si se tiene en cuenta la (r)evolución digital del medio: la idea de la cámara como medio para conseguir la imagen ha cambiado. A excepción de los trabajos periodísticos y documentales, donde aún se exige la mínima manipulación visual respecto a la toma original, otras disciplinas fotográficas, como la moda o la publicidad, están perdien- do su valor técnico para convertirse en plantillas que, haciendo una ana- logía, podrían ser las cuatro líneas sobre las que el artista desplegará después todo su imaginario. Todo borrador puede ser en sí una obra de arte, y dicha obra puede conte- ner lo suficiente para generar otras, porque lo esencial no es un boceto ni cuatro frases, ni unas pruebas en Pola- roid. Lo esencial es la idea, es el concep- to que apasiona y evoluciona con uno mismo, como las propias opiniones o la madurez que, si todo va bien, no dejan de evolucionar con el tiempo. Gustave Flaubert se regocijaba por car- ta afirmando a un amigo que ya tenía perfectamente construidos los finales de cada uno de los párrafos de Madame Bovary. En el extremo opuesto, Juan Ra- món Jiménez muere en pleno proceso de reescritura —el enésimo— obsesiva- mente descontento con no haber logra- do «la rosa». ¿Puede llegar a ser una obra de arte un producto acabado? Seguramente tenga que ver con el fin del principio de autoridad pro- clamado tras la muerte de Dios (Nietzsche) y del autor (Barthes), el hecho de que se sucedan los finales abiertos en las novelas o que los pro- pios escritores permitan participar a sus lectores para la resolución de los conflictos narrativos. Desde la crítica literaria, el her- meneuta es consciente de que toda obra es abierta, ya sea por la propia naturaleza del lenguaje, ya sea por la renovación generacional de los receptores en un mundo cambiante. En nuestros días, se debe abogar por la calculada inconclusión: si- mular un texto incompleto, lleno de silencios, con notas a pie de página o fragmentar, a la manera en que aún nos llegan los versos sáficos, constituyen recursos verdadera- mente complejos. Dejar abierto el texto es un arte; supone subrayar la continuidad en- tre mundo y literatura. La poética de la obra abierta implica transpa- rentar las tapas de los libros para que sus palabras actúen con efica- cia más allá de la página y cambien según la presión atmosférica, la in- cidencia de la luz o el estado de nuestra conciencia. La creación puede ser, en sí misma, un oficio. Cuando esto es así, no creamos por accidente —más o menos afortuna- do— sino por dedicación. El propósito de hacer una revista cultural —una más— puede parecer un desacierto. ¿Qué se le puede pedir, hoy en día, en esta sobreabundancia de información, a una publicación como esta? Ni res- puestas, ni afirmaciones. Palabras que nos permitan cuestionar, a nosotros mismos y a los otros.Ver de nuevo, ver mejor. Desde esta perspectiva quiere partir, creyendo que, en la creación, no concluimos; que dejamos abierto el texto al otro, que nos permitimos jugar con la palabra, con la obra, con la vida. Desvanecer sus fronte- ras y sus bordes. No aspiramos más que a borradores. Es pertinente dedicar este primer número a esa búsqueda, a esa ausencia de final, apertura que nos interpela y nos da una multitud —a veces abruma- dora— de posibilidades. Creer que, en alguna parte de estas cinco publicacio- nes, podemos ofre- cer respuestas es ridículo; en cambio, si alguna de todas las palabras y foto- grafías genera pre- guntas, cuestiona lo que damos por seguro, su propósito habrá sido satisfecho. El oficio de crear requiere esfuerzo y sacrificio, mostrar al lector la herida abierta que nos mueve. Permitirle hur- gar en ella y, en este proceso, hurgar en sí mismo. No hay nada definitivo, solo el planteamiento provisional de nues- tras incertidumbres. , cinco debates sobre poesía, narrativa y fotografía precedieron a esta publicación. En ellos planteamos temas con el propó- sito de conversar sobre aspectos relevan- tes en estas áreas. Cinco números de esta publicación serán impresos, en los próxi- mos cinco meses, con la idea de compar- tir cuestiones que muevan a la reflexión. ¿Qué es la cultura? ¿Afirmaciones de una identidad? Quisiera optar por definirla como un conjunto de cono- cimientos que nos permite desarrollar un juicio crítico: opinar. No repetir las palabras que están de moda, ni afir- mar lo que hemos escuchado y no he- mos hecho nuestro. Todo lo contrario. Detenerse ante lo escuchado, interpe- larlo, verlo de nuevo basándonos en lo que conocemos y creemos, com- prender su carácter provisional. Todo es un borrador. Es comprensible, entonces, que cree- mos no solo por vocación sino también por oficio. ¿Concluir? Abrimos brechas, trazos, caminos. Posibilidades. Frente a las respuestas, retomar las preguntas; frente a las certezas, regresar a las dudas; invitar al cuestionamiento, al conocimiento pro- visional, a la obra abierta e inconclusa que es nuestra contemporaneidad. En vez de optar por la grandilo- cuencia de algunas palabras, esta revis- ta quiere decantarse por la sencillez de lo que está siempre en proceso, siem- pre rehaciéndose: Borrador no busca ser una obra cerrada, terminada, definiti- va. Consciente del tiempo en el que se sitúa, quiere ofrecerse como una revis- ta siempre en proceso, siempre en bús- queda de nuevas fronteras. Esta Borrador es parte de algo que co- menzó antes y que continuará después, sin importar la forma. Si hay algo que es impor- tante en ella, ha de ser su propósito, su afán. Todo lo demás es provisional, editorial (versión 1) el oficio de crear editorial (versión 2) sobre los diversos modos de ser inconcluso la fotografía inconclusa Puede que sean esas primeras líneas, o palabras, las que contengan la esencia de la obra ¿Qué se le pue- de pedir, hoy en día, a una publicación como esta? Lucía Bailón Javier Helgueta Manso Luis Javier Pisonero

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Hay pocos momentos tan deliciosos enel proceso de trabajo de un artista comolo es el arranque de una nueva obra.Durante este período, todas las ideasque pueden llegar a materializar unconcepto tienen esa atmósfera brillanteque rodea lo nuevo. Puede que seanesas primeras líneas, o palabras, las quecontengan la esencia de la obra.

En una escena de la película El artista yla modelo (Fernando Trueba, 2012), el per-sonaje del escultor muestra fascinado unboceto de Rembrandt, un instante familiarretratado en cua-tro líneas simplesque él define como«el dibujo más be-llo del mundo»:todo lo que en-vuelve a los pri-meros trazos esuna herramientadelicada que, o bien puede ayudar apotenciar el mensaje, o bien quedarácomo un elemento decorativo, dondeel significado se pierde en un esteticis-mo vacuo.

Pero ¿cuándo acaba el borrador ycomienza la obra? Si bien puede seruna frontera más fácil de definir endisciplinas artísticas como la literaturao la pintura, es un concepto muchomás difuso en medios como la fotogra-fía, que genera imágenes de maneratan inmediata que su etapa borradores algo materialmente inexistente, por-que todo queda reducido al instantedel disparo. Ese momento es todo onada. Si la imagen funciona, el trabajoestá hecho; si no, es un descarte quemuchas veces no se podrá repetir, por-que las condiciones externas varían deun segundo a otro.

Sin embargo, puede que esta últimaidea comience a estar obsoleta, si setiene en cuenta la (r)evolución digitaldel medio: la idea de la cámara comomedio para conseguir la imagen hacambiado. A excepción de los trabajosperiodísticos y documentales, dondeaún se exige la mínima manipulaciónvisual respecto a la toma original,otras disciplinas fotográficas, como lamoda o la publicidad, están perdien-do su valor técnico para convertirseen plantillas que, haciendo una ana-logía, podrían ser las cuatro líneassobre las que el artista desplegarádespués todo su imaginario.

Todo borrador puede ser en sí unaobra de arte, y dicha obra puede conte-ner lo suficiente para generar otras,porque lo esencial no es un boceto nicuatro frases, ni unas pruebas en Pola-roid. Lo esencial es la idea, es el concep-to que apasiona y evoluciona con unomismo, como las propias opiniones o lamadurez que, si todo va bien, no dejande evolucionar con el tiempo.

Gustave Flaubert se regocijaba por car-ta afirmando a un amigo que ya teníaperfectamente construidos los finalesde cada uno de los párrafos deMadameBovary. En el extremo opuesto, Juan Ra-món Jiménez muere en pleno procesode reescritura—el enésimo—obsesiva-mente descontento con no haber logra-do «la rosa». ¿Puede llegar a ser unaobra de arte un producto acabado?

Seguramente tenga que ver con elfin del principio de autoridad pro-clamado tras la muerte de Dios(Nietzsche) y del autor (Barthes), elhecho de que se sucedan los finalesabiertos en las novelas o que los pro-pios escritores permitan participar asus lectores para la resolución de losconflictos narrativos.

Desde la crítica literaria, el her-meneuta es consciente de que todaobra es abierta, ya sea por la propianaturaleza del lenguaje, ya sea porla renovación generacional de losreceptores en un mundo cambiante.En nuestros días, se debe abogarpor la calculada inconclusión: si-mular un texto incompleto, lleno desilencios, con notas a pie de páginao fragmentar, a la manera en queaún nos llegan los versos sáficos,constituyen recursos verdadera-mente complejos.

Dejar abierto el texto es un arte;supone subrayar la continuidad en-tre mundo y literatura. La poéticade la obra abierta implica transpa-rentar las tapas de los libros paraque sus palabras actúen con efica-cia más allá de la página y cambiensegún la presión atmosférica, la in-cidencia de la luz o el estado denuestra conciencia.

La creación puede ser, en sí misma, unoficio. Cuando esto es así, no creamospor accidente —más o menos afortuna-do— sino por dedicación. El propósitode hacer una revista cultural —unamás— puede parecer un desacierto.¿Qué se le puede pedir, hoy en día, enesta sobreabundancia de información,a una publicación como esta? Ni res-puestas, ni afirmaciones. Palabras quenos permitan cuestionar, a nosotrosmismos y a los otros.Ver de nuevo,ver mejor.

Desde esta perspectiva quierepartir, creyendo que, en la creación,no concluimos; que dejamos abiertoel texto al otro, que nos permitimosjugar con la palabra, con la obra,con la vida. Desvanecer sus fronte-ras y sus bordes. No aspiramos másque a borradores.

Es pertinente dedicar este primernúmero a esa búsqueda, a esa ausenciade final, apertura que nos interpela ynos da una multitud —a veces abruma-dora— de posibilidades. Creer que, enalguna parte de estas cinco publicacio-nes, podemos ofre-cer respuestas esridículo; en cambio,si alguna de todaslas palabras y foto-grafías genera pre-guntas, cuestiona loque damos por seguro, su propósito habrásido satisfecho.

El oficio de crear requiere esfuerzo ysacrificio, mostrar al lector la heridaabierta que nos mueve. Permitirle hur-gar en ella y, en este proceso, hurgar ensí mismo. No hay nada definitivo, soloel planteamiento provisional de nues-tras incertidumbres.

, cinco debates sobre poesía, narrativa yfotografía precedieron a esta publicación.En ellos planteamos temas con el propó-sito de conversar sobre aspectos relevan-tes en estas áreas. Cinco números de estapublicación serán impresos, en los próxi-mos cinco meses, con la idea de compar-tir cuestiones que muevan a la reflexión.

¿Qué es la cultura? ¿Afirmacionesde una identidad? Quisiera optar pordefinirla como un conjunto de cono-cimientos que nos permite desarrollarun juicio crítico: opinar. No repetir laspalabras que están de moda, ni afir-mar lo que hemos escuchado y no he-mos hecho nuestro. Todo lo contrario.Detenerse ante lo escuchado, interpe-larlo, verlo de nuevo basándonos enlo que conocemos y creemos, com-prender su carácter provisional. Todoes un borrador.

Es comprensible, entonces, que cree-mos no solo por vocación sino tambiénpor oficio. ¿Concluir? Abrimos brechas,trazos, caminos. Posibilidades. Frente a lasrespuestas, retomar las preguntas; frentea las certezas, regresar a las dudas; invitaral cuestionamiento, al conocimiento pro-visional, a la obra abierta e inconclusa quees nuestra contemporaneidad.

En vez de optar por la grandilo-cuencia de algunas palabras, esta revis-ta quiere decantarse por la sencillez delo que está siempre en proceso, siem-pre rehaciéndose: Borrador no busca seruna obra cerrada, terminada, definiti-va. Consciente del tiempo en el que sesitúa, quiere ofrecerse como una revis-ta siempre en proceso, siempre en bús-queda de nuevas fronteras.

Esta Borrador es parte de algo que co-menzó antes y que continuará después, sinimportar la forma. Si hay algo que es impor-tante en ella, ha de ser su propósito, su afán.Todo lo demás es provisional,

editorial (versión 1)el oficio de crear

editorial (versión 2)

sobre los diversos modosde ser inconcluso

la fotografía inconclusa

Puede que seanesas primeraslíneas, o palabras, lasque contenganla esencia de laobra

¿Qué se le pue-de pedir, hoyen día, a unapublicacióncomo esta?

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¿Qué contiene la poesía? ¿Qué guardael poema? Allí, entre versos, está laimagen. Espera pacientemente ser re-velada, dicha, sentida. No siempre su-cede: no todas las miradas, no todas laslecturas, están preparadas o dispuestaspara el encuentro. Pero, en el juego dela evocación, la imagen o imágenesdentro del poema no son una verdadúnica y tangible. Por el contrario, tie-nen esa capacidad de jugar con las po-sibilidades interpretativas o, mejordicho, de percepción.

Construir dichas imágenes en elpoema o, como podrían decir algunos,que ellas mismas se presenten, es el mis-terio de la poesía: inspiración o musa,ejercicio o azar; decidir de dónde pro-viene es tan sencillo como inscribirse enalguna propuesta literaria y creer fervien-temente en ella. Depende de qué fun-cione para cada poeta, y esto está bien.Alaceptar y conocer de dónde proviene lainspiración, o la buena excusa para es-cribir, quizás se afirmen en el poeta cier-tos lugares de creatividad. Esos lugaresdonde aguardan: el inicio del poema, laaproximación a la imagen, los maticesde cada borrador.

Encontrarse en la poesía, hallarse a símismo en el proceso de hilar, combinary enlazar palabras, dándoles un ritmo orompiendo con él, puede resultar in-quietante. Cada borrador muestra ladanza entre las imágenes y las palabras,el intento de encontrar nuestra propiaescritura o que ella nos encuentre a no-sotros. En cualquiera de los casos, llegarhasta el encuentro es una revelación. Eldescubrimiento de una verdad que es-taba oculta en el propio poeta.

Lo que es encantador, y realmentelaborioso, en el proceso creativo es laaceptación del borrador. Páginas, pá-ginas y páginas a máquina, a ordena-

dor o a tinta que abrazan un juego mez-quino en el que compiten palabras, sig-nificados y, en el mejor de los casos,imágenes. Aceptar que, probablemente,para llegar al poema y para lograr laimagen, la cantidad de danzas fallidassea incontable, toma su tiempo.

Los encuentros con las formas de laimagen y con la respuesta no dada son in-vitaciones a la paciencia y al ejercicio. Enel borrador,el poema seconvierte enmateria, enun ser conpulso, contiempo de vida determinado. Por unlado está el poema que en tres versionesencuentra su existencia y, por otro, elpoema continuamente inconcluso; esdecir, los poemas tienen maniobras ytiempos diferentes. Mientras tanto cadaborrador, cada tachadura, cada frustra-ción o liberación es consecuencia de esasescaramuzas con la escritura, de esos en-cuentros con «el otro».

Posiblemente exista el poeta, o elcreador, que en la primera escritura en-cuentre el poema: un camino de brevesencuentros. En el caso contrario, elpoeta que se demora, puede recorrer uncamino de abundantes descubrimien-tos. La acumulación de versiones, lacantidad innumerable de páginas a lasque amablemente llamamos borradorespueden ser, quizás, una bitácora del en-cuentro con nuestra propia escritura,del juego que la escritura y las palabrasnos invitan a jugar.

Es un riesgo el camino largo, el poemapuede quedar inconcluso. Pero el ejerci-cio, el reinventar la propia escritura cons-tantemente, puede dar frutos. Unalectura de borradores puede dar paso aencuentros con imágenes dormidas en elsubconsciente del poeta, pequeñas si-mientes esperando una oportunidad.

Hombres acabados, dice Unamuno,son los que buscan novelas acabadas,y desmerecen considerarse sus lecto-res. «No tengo por qué satisfacer tuafán folletinesco y frívolo», afirma. Aquienes aún así protestan, les invitaa preguntarse si son autores de símismos, personas que piensan; osolo lectores que, (in)satisfecho eseafán, mueren —acaban— al terminarla lectura. «Todo lector que leyendouna novela se preocupa de sabercómo acabarán los personajes de ellasin saber cómo acabará él no mereceque satisfaga su curiosidad».

Las novelas a menudo quedan in-conclusas por voluntad de sus autores.El discurso de Musil y Gada se ensan-cha infinitamente, con la pretensión deabarcar el universo. Concluir resultaimposible, pero se trata de un efectobuscado, de sacrificar el contorno enfavor del detalle. Calvino nos dice: «Laliteratura solo vive si se propone obje-tivos desmesurados».

Él nunca terminó sus Seis propues-tas para el nuevo milenio; la muerte in-tervino. Sí alcanzó a dejarnos la ideade multiplicidad: textos que conden-san universos y relaciones en el es-pacio finito en que se construyen. Ellibro no termina: es posibilidad, in-sinuación, modelo y promesa deotros libros.

Pero incluso en aquellas obras ce-rradas y terminadas, si es que existen,el lector de Unamuno (lector inaca-bado) interpreta, piensa, las perpetúa.Borra el punto final y reescribe.«Cuando lee una novela se hace nove-lista». El lector (re)escribe porquecuestiona la historia, pero sobre todopara pervivir en ella, contándola. DiceUnamuno:«Todas lasobras sonautobiogra-fías que seeternizan yeternizan aquienes las crean». Al ofrecer su pers-pectiva, el lector es también autor quese eterniza.

«Estoy aquí (…) —añade— paraalumbrar y alumbrarme. Con este“me” no quiero referirme, lector mío,a mi yo solamente, sino a tu yo, anuestros yos». El acto creativo dejade ser solitario para convertirse enun compartir que abre las fronterasdel texto.

Aquellos lectores que dan por ter-minado un libro están muertos, aca-bados antes incluso de empezar aleer. El mundo necesita de hombresque, así sea por la vanidad de perpe-tuarse, reescriban.

Cuando era niño no podía evitar sen-tirme fascinado por la luz y la sombra.Las percibía como sustancias etéreas,perpetuamente enfrentadas; opuestas,pero inseparables; siempre juntas, perosin mezclarse. Cuando viajaba con miaita en coche, mi mirada era magnética-mente atraída hacia los juegos de la luztropical que ofrecía la carretera.

Esta permeaba copas frondosas de ár-boles pintando un sinfín de patrones, desombras, en el asfalto, que se fusionabancon las sombras geométricas y abstrac-tas de postes, mobiliario urbano, cableseléctricos, personas, animales y demás,con el movimiento se convertían en unapelícula psicodélica proyectada sobretodo lo que a su paso estuviese. Solíapensar que, al inclinarse el sol, las som-bras se alargaban y se hacían más gran-des para llamar su atención en undesesperado grito para que no desapa-reciera tras el horizonte.

Hoy en día mi fascinación no hamermado. Más bien ha crecido, tal vezpor vivir en un rincón del mundodonde siempre es verano y donde laluz juega un papel protagónico. Nohablo de una luz cualquiera. Es una luzúnica, con una amplia gama de croma-tismos, de tonos dorados, o a veces ro-jizos, que no solo pintan la ciudad y laselva, sino también tu estado de ánimo;una luz poderosa que no da tregua, queaunque tuesta la piel y decolora todo asu paso, no es negada sino celebrada.

Los creadores y constructores de miciudad han sabido apreciar este fenó-meno, agregando a sus edificios muroscalados, tragaluces y claraboyas en unainvitación extendida a la visita de la luzy de la sombra: ese juego interminableque alimenta nuestro imaginario.

poesía a tinta y borrones

lectores acabados,hombres muertos

proyecto fotográfico:la grafía de la luz

El libro no termina: es posibilidad, insinuación, modelo y promesa de otros libros

Laur

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Cada borradormuestra la danzaentre las imágenesy las palabras