la excavación de las tumbas reales de sipán (1987-2000)

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59 habían llenado el espacio originalmente vacío, 1137 pie- zas de cerámica conteniendo indicios de alimentos, 4 co- ronas de cobre, restos de sacrificios de llamas y el esqueleto de un hombre formaban parte de este reposi- torio de ofrendas, dispuesto probablemente para honrar a las divinidades o algún personaje de alto rango, cuya tumba en ese momento sólo presuponíamos. LA TUMBA DEL SEÑOR Limpiando la sección Este de la plataforma, volvió a dibu- jarse en el suelo otro relleno cuadrangular delimitado por adobes cortados que comenzamos a retirar con mucha paciencia y expectativa, hasta toparnos con el esqueleto muy deteriorado de un hombre joven, portando un es- cudo de cobre sobre el antebrazo y restos de un casco me- tálico en el cráneo, la típica y sobria indumentaria de un soldado Moche, cuyos pies amputados simbolizaban la obligación de permanecer para siempre en su puesto de vigía. Este “guardián” de tumba fue el indicio definitivo que nos encontrábamos excavando una cámara intacta. Poco después, los bordes cortados de adobe nos llevaron a definir un recinto cuadrado de 5 metros por lado. Cin- cuenta centímetros más abajo del guerrero aparecieron nuevas señales, 17 maderos paralelos desintegrados por el tiempo, que originalmente integraron el techo de una cá- mara sellada y rellenada progresivamente por los sedi- mentos. Al centro, nuestras brochas y espátulas, expusieron unos sorprendentes haces o cintas de cobre oxidado, formando nudos como si fueran simples atadu- ras de cuero. Sucesivamente desempolvamos 8 de estos ri- betes metálicos que delimitaban un espacio de 2.20 por 1.25 metros. Fue en ese momento cuando comprendi- El Proyecto Arqueológico Sipán fue iniciado en abril del año 1987 como un trabajo de rescate arqueológico frente al inminente saqueo y destrucción de este monu- mento perteneciente a la Cultura Moche o Mochica, un reino que floreció en la Costa Norte del Perú entre los siglos I a VII, más de 10 siglos antes que los conocidos Incas anexaran esta región a su vasto Imperio. La expoliación de los yacimientos arqueológicos es una tragedia que afecta permanentemente la herencia cultu- ral del Perú. Los campesinos pobres son incentivados a profanar las tumbas de sus antepasados para abastecer el mercado de obras de arte creado por los coleccionis- tas de América y Europa. El resultado inmediato de esta intervención fue la recupe- ración de la llamada “Tumba del Señor de Sipán”, el fabu- loso entierro de un Gobernante Mochica estimado hoy como uno de los grandes descubrimientos arqueológicos del siglo XX que hizo conocido en el mundo el nombre de Sipán. Los trabajos iniciales pasaron a convertirse en uno de los proyectos arqueológicos nacionales de mayor con- tinuidad cuyos resultados e impacto han marcado un hito importante en los aspectos académicos, culturales, sociales y turísticos. Entre 1987 y 2000 se investigaron las caracte- rísticas arquitectónicas del Santuario y su proceso cons- tructivo, lográndose recuperar un total de 13 tumbas de diferentes épocas y jerarquías que han brindado un signi- ficativo aporte al conocimiento de la Cultura Mochica, su desarrollo tecnológico, pensamiento religioso, estructura social, técnicas constructivas y sistema de vida. Estos entierros de la nobleza Mochica, estaban dispues- tos en una plataforma funeraria reservada para la élite, ubicada delante de dos colosales estructuras piramida- les truncas que conforman el Santuario de Sipán, sin duda uno de los más importantes centros religiosos y de poder en su tiempo. Por la naturaleza de los descubrimientos y su trascen- dencia, el proyecto asumió también la responsabilidad de la conservación y restauración de los tesoros cultu- rales recuperados, desarrollando simultáneamente una campaña internacional de lucha contra el saqueo y trá- fico de bienes culturales para culminar finalmente en la construcción del actual Museo Tumbas Reales de Sipán, estimado entre los mejores de su género en América. Las excavaciones Después de una dramática intervención inicial para ex- pulsar a los saqueadores, con pocos recursos y mucho entusiasmo, nuestro equipo logró iniciar los trabajos de campo. Después de retirar toneladas de escombros y avanzar lentamente, las excavaciones sistemáticas lo- graron 4 meses más tarde localizar en el centro de la pla- taforma, la cámara funeraria intacta del Señor. Nuestras excavaciones estuvieron circunscritas a la baja plataforma escalonada que se anteponía por el Este a dos grandes construcciones piramidales, de cerca de 30 metros de altura que imponentemente emergen en el mar verde de los campos de caña de azúcar. Esta plataforma fue cons- truída mediante paneles modulares a modo de columnas de adobe apoyadas unas sobre otras desde su base. Después de algunos hallazgos preliminares entre los que puede mencionarse un impresionante cetro de cobre que escapó a la ambición de los profanadores, iniciamos la excavación del nivel central y superior de la plata- forma. Debajo de los escombros y algunas modestas tumbas intrusivas de pueblos posteriores a los Moche, encontramos los bloques arquitectónicos intactos entre ellos se dibujó una pequeña sección llena de tierra con vigas de madera desintegradas por el tiempo. Se trataba de un pequeño cuarto de 1.30 x 2.80 metros, donde los sedimentos de arena y tierra, penetrando por el techo La excavación de las Tumbas Reales de Sipán (1987-2000) Walter Alva 58 Didascalia immagine testo testo testo testo Nella pagina successiva

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Page 1: La excavación de las Tumbas Reales de Sipán (1987-2000)

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habían llenado el espacio originalmente vacío, 1137 pie-zas de cerámica conteniendo indicios de alimentos, 4 co-ronas de cobre, restos de sacrificios de llamas y elesqueleto de un hombre formaban parte de este reposi-torio de ofrendas, dispuesto probablemente para honrara las divinidades o algún personaje de alto rango, cuyatumba en ese momento sólo presuponíamos.

LA TUMBA DEL SEÑORLimpiando la sección Este de la plataforma, volvió a dibu-jarse en el suelo otro relleno cuadrangular delimitado poradobes cortados que comenzamos a retirar con muchapaciencia y expectativa, hasta toparnos con el esqueletomuy deteriorado de un hombre joven, portando un es-cudo de cobre sobre el antebrazo y restos de un casco me-tálico en el cráneo, la típica y sobria indumentaria de un

soldado Moche, cuyos pies amputados simbolizaban laobligación de permanecer para siempre en su puesto devigía. Este “guardián” de tumba fue el indicio definitivoque nos encontrábamos excavando una cámara intacta.Poco después, los bordes cortados de adobe nos llevarona definir un recinto cuadrado de 5 metros por lado. Cin-cuenta centímetros más abajo del guerrero aparecieronnuevas señales, 17 maderos paralelos desintegrados por eltiempo, que originalmente integraron el techo de una cá-mara sellada y rellenada progresivamente por los sedi-mentos. Al centro, nuestras brochas y espátulas,expusieron unos sorprendentes haces o cintas de cobreoxidado, formando nudos como si fueran simples atadu-ras de cuero. Sucesivamente desempolvamos 8 de estos ri-betes metálicos que delimitaban un espacio de 2.20 por1.25 metros. Fue en ese momento cuando comprendi-

El Proyecto Arqueológico Sipán fue iniciado en abril delaño 1987 como un trabajo de rescate arqueológicofrente al inminente saqueo y destrucción de este monu-mento perteneciente a la Cultura Moche o Mochica, unreino que floreció en la Costa Norte del Perú entre lossiglos I a VII, más de 10 siglos antes que los conocidosIncas anexaran esta región a su vasto Imperio.La expoliación de los yacimientos arqueológicos es unatragedia que afecta permanentemente la herencia cultu-ral del Perú. Los campesinos pobres son incentivados aprofanar las tumbas de sus antepasados para abastecerel mercado de obras de arte creado por los coleccionis-tas de América y Europa.El resultado inmediato de esta intervención fue la recupe-ración de la llamada “Tumba del Señor de Sipán”, el fabu-loso entierro de un Gobernante Mochica estimado hoycomo uno de los grandes descubrimientos arqueológicosdel siglo XX que hizo conocido en el mundo el nombre deSipán. Los trabajos iniciales pasaron a convertirse en unode los proyectos arqueológicos nacionales de mayor con-tinuidad cuyos resultados e impacto han marcado un hitoimportante en los aspectos académicos, culturales, socialesy turísticos. Entre 1987 y 2000 se investigaron las caracte-rísticas arquitectónicas del Santuario y su proceso cons-tructivo, lográndose recuperar un total de 13 tumbas dediferentes épocas y jerarquías que han brindado un signi-ficativo aporte al conocimiento de la Cultura Mochica, sudesarrollo tecnológico, pensamiento religioso, estructurasocial, técnicas constructivas y sistema de vida.Estos entierros de la nobleza Mochica, estaban dispues-tos en una plataforma funeraria reservada para la élite,ubicada delante de dos colosales estructuras piramida-les truncas que conforman el Santuario de Sipán, sinduda uno de los más importantes centros religiosos yde poder en su tiempo.

Por la naturaleza de los descubrimientos y su trascen-dencia, el proyecto asumió también la responsabilidadde la conservación y restauración de los tesoros cultu-rales recuperados, desarrollando simultáneamente unacampaña internacional de lucha contra el saqueo y trá-fico de bienes culturales para culminar finalmente en laconstrucción del actual Museo Tumbas Reales de Sipán,estimado entre los mejores de su género en América.

Las excavacionesDespués de una dramática intervención inicial para ex-pulsar a los saqueadores, con pocos recursos y muchoentusiasmo, nuestro equipo logró iniciar los trabajosde campo. Después de retirar toneladas de escombros yavanzar lentamente, las excavaciones sistemáticas lo-graron 4 meses más tarde localizar en el centro de la pla-taforma, la cámara funeraria intacta del Señor.Nuestras excavaciones estuvieron circunscritas a la bajaplataforma escalonada que se anteponía por el Este a dosgrandes construcciones piramidales, de cerca de 30 metrosde altura que imponentemente emergen en el mar verde delos campos de caña de azúcar. Esta plataforma fue cons-truída mediante paneles modulares a modo de columnasde adobe apoyadas unas sobre otras desde su base.Después de algunos hallazgos preliminares entre los quepuede mencionarse un impresionante cetro de cobreque escapó a la ambición de los profanadores, iniciamosla excavación del nivel central y superior de la plata-forma. Debajo de los escombros y algunas modestastumbas intrusivas de pueblos posteriores a los Moche,encontramos los bloques arquitectónicos intactos entreellos se dibujó una pequeña sección llena de tierra convigas de madera desintegradas por el tiempo. Se tratabade un pequeño cuarto de 1.30 x 2.80 metros, donde lossedimentos de arena y tierra, penetrando por el techo

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mos que nos encontrábamos frente al primer sarcófagode madera conocido en la arqueología americana. Regis-trar el contenido de este ataúd significó un trabajo un ver-dadero trabajo de cirugía, pues sus componentes seencontraban en capas comprimidas por las masas de se-dimentos y el desplome final de los rellenos que cubrieronla cámara. Bajo la tensa atmósfera que reinaba en el am-biente quedamos todos estupefactos cuando apareció elperfecto y enérgico rostro de un personaje en miniatura,de oro y vestido con una túnica de turquesa, los soplos deaire retiraron el polvo de esta pequeña escultura que re-presentaba a un guerrero Moche con una corona semilu-nar sobre la cabeza y un adorno movible en la nariz.Minúsculas cabezas de búho colgaban del cuello sujetaspor hilos de oro y sonajeros de su cinturón. El derrochede realismo llegaba a mostrar los tensos músculos de laspiernas, el brazo derecho sujetaba una maza de combatey del antebrazo izquierdo habíase apenas desprendido el

diminuto escudo. Esta delicada efigie humana corres-pondía a la parte central de una orejera discoidal borde-ada por pequeñas esferas de oro. A los lados de nuestropersonaje se encontraban dos guerreros de perfil trabaja-dos en milimétricos mosaicos de turquesas y oro. A par-tir de este hallazgo, todos los restos cobraron un ordensorprendente y la pequeña efigie resultó un premonitorioanuncio, pues en las semanas posteriores fuimos consta-tando que realmente parecía representar al mismo perso-naje sepultado en el sarcófago, como parecen probarlo losornamentos, tocados y los esqueletos de 2 guerreros quelo flanqueaban.El arqueólogo Luis Chero, mi asistente inmediato y Su-sana Meneses convenimos en llamar al personaje queestábamos despertando de su largo reposo: “El Señorde Sipán”.Con cada milímetro avanzado exponíamos sorprenden-tes tocados o emblemas reales. La total limpieza de la

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primera capa dejó a la vista dos pares de orejeras de oroy turquesa colocadas a ambos lados del cráneo. Treslanzas agudas y discos de cobre descansaban en la partecentral donde volvió a relucir un lingote de oro sólido.Los pies del Señor se encontraban calzados por sanda-lias de plata. Alrededor del fardo funerario original-mente envuelto en mantos de algodón (recamados definas placas de cobre dorado), se encontraban muchas

conchas de “spondylus” traídas desde el Golfo de Gua-yaquil (más de mil kilómetros al norte de Sipán) y muyapreciadas en los ritos del antiguo Perú. Progresiva-mente se fueron develando otros tocados y vestimentas,como estandartes cuadrados de tela con figuras huma-nas en cobre laminado representando a un personajecon los brazos y puños en alto que volvió a aparecer alcentro de un hermoso relieve dorado sobre una lámina

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cido como soles en miniatura. A la altura de la gargantaencontramos también un collar de 71 esferas de oro endegradé y sobre el pecho un cuchillo de oro a la derechay otro de plata a la izquierda. Representando la dualidady el equilibrio que volvían a estar presentes simbolizandoacaso el naciente y el poniente, el día y la noche, lo puroy lo impuro, la vida y la muerte, el sol y la luna, lo positivoy lo negativo, todo lo que siendo opuesto resulta tambiéncomplementario. Notablemente el Señor yacía tambiénson esta sugerente orientación como si el eje de su cuerpoequilibrara las fuerzas representadas. Los huesos delSeñor se encontraban casi desintegrados y en astillas; fueuna difícil tarea recuperarlos mediante cuidadosas y do-sificadas aplicaciones de resina acrílica que los endure-cieron, permitiendo retirar la osamenta completa comoun fósil petrificado. Las miles de cuentas de los pectora-les se adhirieron también en papetas de algodón con re-sina. Debajo del cuerpo apareció en todo su esplendor lagran diadema semilunar de oro, una hoja de 62 centíme-tros de ancho y 42 de altura que sólo aparecía en la ico-nografía Moche portada por los personajes de la más altainvestidura que acaparan honores y ofrendas. Debajo deun desintegrado camastro de madera fueron depositadas2 sonajeras semicirculares de oro finamente repujadascon la representación de una de las más importantes dei-dades de los Moche: “El Ai-Apaec” o “el decapitador”, unser sobrenatural portando en sus manos un cuchillo yuna cabeza humana.Apenas unos centímetros al Norte estaba otro de losmás deslumbrantes ornamentos metálicos del Señor:Un protector coxal de oro de 45 centímetros de alturay 790 gramos de peso. Este objeto en forma de semilu-nar (una especie de faldellín o taparrabo metálico), re-mataba también en la figura de la misma eimpresionante deidad. Otro protector igual de cobre

en forma de “V” a manera de brazos extendidos con laspalmas abiertas. Cubriendo los huesos de la cara esta-ban un par de ojos de oro, una nariz y un protector delmismo metal para el mentón que debió cubrir hasta lasmejillas como una especie de yelmo. Dos livianas nari-gueras de oro se encontraban cerca del rostro y un platoo casquete del mismo metal contenía los fragmentosdel cráneo, un tercer par de orejeras en oro y turquesasrepresentaban a un venado en actitud de correr.Miles de pequeñas cuentas cilíndricas de concha roja,blanca y anaranjada, formaron un total de 10 pectoralesdispuestos sucesivamente sobre el pecho, las piernas odebajo del esqueleto. Varios tocados desintegrados for-maban una especie de abanicos de plumas con mangode cobre y cientos de cuentas de turquesas de apenas 2mm. integraban los elegantes brazaletes del Señor.Luego, sobre el pecho fueron apareciendo 2 filas de 20frutos metálicos de maní. Sorprendentemente los 10del costado derecho eran de oro y la otra mitad de plata.Este primer indicio de una simbólica dualidad o bipar-tición resultó una importante constante entre los obje-tos rituales del entierro, así, un lingote de oro reposabasobre la mano izquierda, la derecha sujetaba también elmás importante símbolo de su poder y jerarquía terrena:una especie de cetro y cuchillo coronado por una vistosacabeza de oro en forma de pirámide invertida con relie-ves, donde un hombre ricamente ataviado tomaba por elcabello a un prisionero y dirigía con la otra mano lapunta de un mazo guerrero hacia el rostro. Esta dramá-tica representación se refiere a la captura, suplicio y sa-crificio de prisioneros por los guerreros Moche. En lamano izquierda había también un cuchillo de plata conla misma representación en escultura miniaturista.Dieciséis discos convexos de oro descansaban directa-mente sobre el pecho donde una vez habían resplande-

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ción, relaciones culturales, creencias religiosas y des-arrollo tecnológico.La tumba de este gran Señor podría conducirnos fiel-mente a su época. Este gobernante estaría a la altura decualquier soberano del viejo mundo, materiales exóti-cos obtenidos por intercambio desde miles de kilóme-tros estaban para honrarlo, como la turquesa traída deArgentina o del Sur del Perú, lapislázuli de Chile, con-chas del Ecuador, oro de la vertiente oriental andina ocinabrio de las altas montañas.Terminado el registro de esta suntuosa tumba no que-daba duda de habernos encontrado por fin con el entie-rro de un gobernante mochica. El arte de esta culturaesencialmente figurativa y religiosa nos ha dejado unbagaje de imágenes, temas o escenas clásicas y recurren-tes donde figuran y actúan hombres o seres sobrenatu-rales. Una de las escenas más completas y representativasmuestra un sacrificio ritual donde un personaje rica-mente ataviado recibe ofrendas, honores y deferenciasa su alta investidura. Antes de descubrir esta tumba losarqueólogos y estudiosos del Arte Mochica, pensába-mos que estas escenas se referían a temas míticos. Exa-minando comparativamente los variados ornamentos

o emblemas de rango y de mando recientemente descu-biertos, constatamos que correspondían exactamente alos representados con el personaje de toda escena im-portante, su existencia real quedaba así comprobada ycon ella se abría una importante clave para ordenar yreconstruir la sociedad mochica.

LA TUMBA DEL SACERDOTEDespués de este espectacular hallazgo nuestro equipocontinuó excavando cuidadosamente la plataforma enbusca de nuevos datos sobre su construcción, uso y sig-nificado. Así, al extremo sureste se localizó otra tumbaintacta de formato semejante donde yacían los restosde un personaje en su ataúd central con 5 acompañan-tes: 2 mujeres, 1 hombre, 1 niño (con un perro) y elguardián de la tumba. El ajuar funerario si bien menosrico y suntuoso, resultó valiosamente informativo parareconocer su rol y funciones en vida. Sus juegos de or-namentos y emblemas permitían identificarlo como unsacerdote que encarnaba en vida al mítico hombre-ave,encargado de los rituales, ocupando el segundo lugaren la jerarquía real del mundo Mochica.

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se encontraba también cerca. Muchos adornos más encobre, cobre dorado y plumas fueron finalmente retira-dos debajo del esqueleto del Señor quien debió morirentre los 45 y 55 años.Excavando alrededor de los cuatro costados del ataúdvacío, volvía la ordenada disposición simbólica, a la ca-beza y a los pies del sarcófago descubrimos los restosde 2 mujeres jóvenes que aún no habían cumplido los20 años cuando murieron, probablemente fueron lasesposas del Señor: Una de ellas llevaba una corona decobre y apuntaba con su cabeza al Oeste y la otra estabaen posición exactamente opuesta. Cabeza con cabeza aestas mujeres y flanqueando al Señor se encontrabanlos esqueletos de 2 hombres que miraban hacia arriba.Un escudo, tocados de cobre y un mazo de guerra seña-laban a uno de ellos como un guerrero. El otro de la iz-quierda, estaba en posición invertida con un pectoralde conchas, colgajos metálicos y junto a sus piernas elesqueleto de un perro, ¿acaso el valioso sabueso delSeñor en sus cacerías rituales?. Una tercera mujer sub-yacía a la primera de la cabecera y un niño de 10 años seencontró originalmente sentado en la esquina SurOeste. Finalmente 2 llamas fueron los primeros sacri-ficios colocados en el recinto.Por los tres lados se encontraron un total de 5 nichos uhornacinas con 212 vasijas de cerámica y ofrendas decomidas. Mayormente se trata de vasijas escultóricasrepresentando prisioneros o personajes sentados y al-gunos guerreros en una ordenada disposición que su-giere toda una escenografía ritual como simbólicosacompañantes transferidos a la arcilla.Terminado de excavar sistemáticamente este singularhallazgo quedaba claro que en el orden, disposición ycontenido se encontraba inestimable información his-tórica para reconstruir al pueblo Moche, su organiza-

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residuos de ofrendas alimenticias y decoradas con ros-tros de personajes “orantes”, cabezas de perro o búhos,representaciones vinculadas a las creencias y rituales fu-nerarios de la época. Aunque no parece existir un ordenescenográfico, la valoración religiosa resultaría homó-loga a la del primer Señor descubierto, pues prevalecenpersonajes y animales en condición de acompañantessimbólicos.Un conjunto de armas (lanzas, porras y escudos) y emble-mas guerreros metálicos ritualmente doblados y chan-cados, reposaban a los pies como un simbólico tributoque denotaba el rango militar del personaje, corroboradotambién por el manojo de largas lanzas metálicas colo-cado al lado derecho del envoltorio funerario.Un total de 13 capas sucesivas de ornamentos, tocadosy emblemas metálicos, fueron retiradas lenta y progre-sivamente a lo largo de 8 meses. Después de la primeracapa fueron surgiendo adornos de un tocado con bar-biquejo, fragmentos de la efigie de una deidad rodeadade cabezas de serpiente, máscaras de cobre, un propul-sor de dardos y cascabeles esféricos. Poco después apa-recían ante nuestros ojos partes fragmentadas delcráneo y ligeramente más abajo la máscara funeraria decobre dorado de tamaño natural que carecía de una delas pupilas blancas de concha, llevando alrededor delcuello las misteriosas cabezas de búho que acompañana gran parte de las representaciones iconográficas pro-cedentes de este mausoleo, ¿acaso la divinidad de lanoche y de la muerte?. A la altura del tórax se recupe-raron un cetro cuchillo de oro rematado en una cápsulaque representa un fruto y otro de plata con un perso-naje rodeado de serpientes. Sobre el abultado nivel delpecho reposaban tres juegos de piezas de cobre doradoy plata, en pectorales que imitaban recortes de concha,cabezas de serpientes y 8 impresionantes volutas diri-

gidas hacia la derecha e izquierda, representando lostentáculos de un mítico pulpo. Conforme íbamos reti-rando estos adornos metálicos surgían piezas de toca-dos, la efigie de un guerrero, dos pinzas depilatorias deplata y otro propulsor de dardos en madera tallada.Otra compleja y enigmática figura, armada mediantepiezas de cobre dorado, es un hombre con cuerpo decangrejo, la divinidad del mar que aparece en la icono-grafía enfrentándose al dios Ai-Apaec. Una segundamáscara de plata, ligeramente más pequeña, carecíatambién de su ojo izquierdo de turquesa. Al costadodel fardo encontramos una cabeza metálica de zorroque originalmente fue parte de un tocado de combate.En el orden de la excavación, una nueva imagen decobre dorado correspondía a un personaje con los bra-zos levantados y los puños cerrados, enmarcado en uncuadro y semejante a los estandartes del primer señordescubierto. Luego aparecía otra figura similar en unaversión rodeada por un marco circular.Retirando estas piezas, sorpresivamente descubrimosla más espectacular de todas las imágenes: La represen-tación de un impresionante dios, mezcla de felino yhombre, armado con filudas garras en manos y pies; surostro de feroz aspecto se complementaba con dientesfabricados de recortes de concha. Lleva en la frente elrelieve de una serpiente bicéfala con cabezas de pez, otracon cabezas de ave y sobrepuesta a la cabeza una com-pleja diadema figurada como un animal mitológico,mezcla de serpiente erizada y felino de dos cabezas conlas lenguas afuera, que en las ideas religiosas del anti-guo Perú se vincula al arco iris o la gran serpiente celes-tial sobre el firmamento. Después de su restauración,podemos conocer su original e impactante belleza.Estas figuras metálicas desconocidas hasta hoy en elarte Mochica, miden un promedio de 50 a 60 centíme-

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VIEJO SEÑORAl avanzar el registro de la sección Sur de la plataforma,nuestras excavaciones descubrieron agrupaciones su-perficiales de ofrendas y restos de sacrificios: pequeñosconjuntos de vasijas de cerámica, cráneos y huesos dellamas que probablemente debieron colocarse comopostrimeras ofrendas funerarias. Después surgieron en la tierra restos desintegrados demadera que sellaban pequeños recintos de adobedonde descubrimos centenares de vasijas de cerámica,huesos de llamas y pequeñas representaciones de orna-mentos metálicos en cobre, todos ellos cuidadosamentedispuestos en un orden simbólico.Sorprendentemente en las proximidades se encontra-ban también partes de restos humanos probablementeamputados, como brazos y pies, quizás resultantes desacrificios ofrendatorios.Definir y registrar estos restos de ofrendas aprisionadosen una matriz de tierra endurecida por el tiempo, re-quiere de paciencia y cuidado, todo elemento o huelladebe ser meticulosamente dibujado y fotografiado, con-forme se avanza en el retiro de sedimentos y escombros. Continuando nuestra excavación, decidimos bajar enuna sección para explorar la arquitectura. Durante esteproceso, a casi 5 metros de profundidad de la superficieactual, encontramos el piso de la más antigua construc-ción de la plataforma, cuando ésta se elevaba aproxima-damente a sólo 6 metros del terreno natural. Unsospechoso hundimiento en este sello arquitectónicode barro nos indujo a profundizar, encontrándose in-mediatamente algunas vasijas de cerámica que hasta esemomento no parecían ser el preámbulo de un nuevodescubrimiento importante. Sin embargo 80 centíme-tros más abajo, al limpiar los pinceles una capa de tierraligeramente oscura, brilló nuevamente al sol un hierá-

tico rostro humano en oro, que decoraba al vientre deuna araña primorosamente trabajada en ese metal y asu vez formaba parte de un collar de 10 piezas semejan-tes. Al examinar cada una de ellas podíamos maravi-llarnos de su extraordinaria belleza y técnica orfebrelograda mediante el ensamblaje de seís partes diferen-tes, uso de filigrana y hasta cien puntos de soldadura.Detrás de la imagen del hombre-araña se encontrabaun relieve helicoidal formado por tres serpientes eriza-das con cabezas de aves. Una probable simbología delviento y el agua en movimiento. Este impresionante co-llar había sido colocado como componente final sobrela curvada superficie de un fardo funerario formadopor placas de cobre dorado y otros ornamentos que en-volvían los restos óseos de otro jerarca Moche a quienbautizamos con el nombre de “El Viejo Señor de Sipán”en alusión a su mayor antigüedad, que bien podría es-timarse como un antecesor en algunas generaciones delanteriormente descubierto. Los ornamentos, tocados,vestimentas y símbolos de una triple autoridad militar,civil y religiosa descubiertos, demuestran igual jerar-quía en la sociedad de su tiempo.Al limpiarse la fosa funeraria rectangular de aproxima-damente 3 x 2 metros, comprendimos que esta fueabierta cuando la plataforma estaba construida en suprimera versión, igualmente nos dimos cuenta que estatumba si bien no tenía las dimensiones ni la complejadisposición de la anteriormente excavada, sin embargopertenecía también a un personaje del más alto rango.Estas diferencias podrían señalar importantes cambiosen los formalismos funerarios de ambas épocas dentrode la misma cultura. El fardo funerario, originalmenteformado por varias mantas de algodón (ahora desinte-gradas) se encontraba el centro, hacia ambos lados es-taban dispuestas 26 vasijas pintadas de blanco con

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