la apertura hacia el dios cada vez mayor, escritos de teología, tomo vii - karl rahner

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TAURUS EDICIONES-MADRID TOMO VII ESCRITOS DE TEOLOGIA KARL RAHNER 230 RJ2 9 r: 7 ESCRITOS DE TEOLOG1A. es la versión española publicada bajo la dirección de J e s ú s Aguirre de SCHRIFTEN ZUR THEOLOGIE, según la~. di~'ón~. l e m a n a editada · S · ·por la BENZIGER VE. LA El. IRDELN Ha realizado la versión española JUAN DE CHURRUCA

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San Ignacio de Loyola

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  • TAURUS EDICIONES-MADRID

    TOMO VII

    ESCRITOS DE TEOLOGIA

    KARL RAHNER

    230 RJ2 9 r: 7 ESCRITOS DE TEOLOG1A.

    es la versin espaola publicada bajo la direccin de J e s s Aguirre de SCHRIFTEN ZUR THEOLOGIE, segn la~. di~'n~. l e m a n a editada S por la BENZIGER VE. LA El. IRDELN Ha realizado la versin espaola JUAN DE CHURRUCA

  • 221 226

    Domingo, el da del Seor ... i Eucarista y vida diaria .. . . ..

    EI. SACRAMENTO DEL SEOR

    Navidad, fiesta de la eterna juventud . .. . . . 135 Noche santa .. . . .. .. . . .. . . . . .. . .. ... . . . .. . .. . . .. ... 141 Paz en la tierra ... .. . ... .. . . .. ... . .. ... ... .. . ... 146 Mirad qu hombre . . . . .. .. . . .. . .. . .. .. . . .. . . . . . . . . . 150 El escndalo de la muerte .. . .. . . . . . . . . .. .. . .. . . .. 155 Descendi a los infiernos . .. ... . . . . .. .. . . .. ... ... 160 Victoria oculta . . . . .. . .. .. . ... . . . ... . .. .. . . . . . . . . .. 166 Experiencia pascual . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .. 174 Encuentros con el Resucitado ... 183 Volver ... ... ... ... ... ... ... ... ... 192 La fiesta del porvenir del .mundo . . . .. . .. . . .. .. . 196 La Iglesia como lugar de la venida del Espitu Santo. 202 El Espritu sobre toda vida .. . .. . . . . . . . .. . . . . .. . . .. ... 209

    MISTERIOS DE LA VIDA DE JESS

    Espiritualidad antigua y actual ... ... ... ... 13 La apertura hacia el Dios cada vez mayor 36 Honestidad intelectual y fe cristiana . . . . . . 59 No apaguis al Espritu . . . . .. . .. . . . . .. .. . . .. ... . .. 84 El cristiano en el mundo que le rodea . . . .. . .. . . .. 100 Creo en la Iglesia . . . . . . . .. . . . ... .. . . . . . . . 113

    CUESTIONES FUNDAMENTALES

    9 Prlogo .

    CONTENIDO

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    e 1969, TAURUS EDICIONES, S. A. Plaza del Marqus de Salamanca, 7. MADR.ID-6

    Depsito Legal: M. 21.462 (VII) - 1967 PRINTED IN SPAIN

    ~fadrid, 17 de diciembre de 1968 D. Hermenegildo L. Gonzalo

    IMPR.MASE Madrid, 23 de diciembre de 1%8

    Dr. Ricardo Blanco, Vicario General

    NIHIL OBSTAT

    IMPRIMI POTEST Monachii, die 15 octobris 1966,

    R. Goll, S. J., Vce-Praep. Prov. Germ, Sup. S. J.

    Licencias eclesisticas Mit kirchlicher Druckerlaubnis

    des Bischi:iflichen Ordinariates Chur vom 27. Oktober 1966

  • El porvenir del libro religioso . .. .. . .. . . .. .. . ... . .. .. . 549 Procedencia de los trabajos recogidos en este tomo. 555

    Sentido teolgico de la devocin al Corazn de Jess. 517 Unidad-amor-misterio . .. . .. . .. . .. ... . .. .. . ... .. . ... . . . 528

    PERSPECTIVA

    DEVOCIN AL CORAZN DE JES'S

    Ideas para una teologa de la niez .. . . . . .. . ... . . .. ... 339 Fundamentacin s~cramental del estado laica! en la

    Iglesia .. . ... ... . . . .. . . .. . ... .. . . . . .. . .. . .. . . .. ... 357 J La mujer .en la nueva situacin de la Iglesia . .. 380 Sobre la situacin del intelectual catlico ... .. . .. . 398 La misin del escritor y la existencia cristiana ... 416 Oracin por los que se dedican a una actividad crea-

    dora en el campo del espritu . .. . .. .. . .. . . .. .. . . .. 432 Sobre los consejos evanglicos . . . .. . . .. . . . . .. ... ... ... 435 Teologa de la pobreza '.. 469

    SOBRE LOS ESTADOS Y PROFESIONES EN LA IGLESIA

    CRISTIANISMO EJl!MPLAR

    Por qu y cmo podemos venerar a los santos 307 Todos los Santos .. . ... . .. . .. .. . . .. . . . . .. .. . .. . . .. 329

    Sobre la veracidad .. . . .. . . . ... .. . .. . . .. . . . 245 Parrhesia . . . . .. . .. ... . .. ... . .. . .. .. . . . . .. . . .. . . . 275 Elogio de la misericprdia .. . . .. ... . .. .. . . .. .. . . .. 283

    ~1 Entereza en el tiempo de la enfermedad . .. ... ... 289 Sobre el morir cristiano . .-. ... . .. .. . . .. .. . 297

    VIR1'UDEs CRISTIANAS

  • 37

    . Sobre == concepto: H. REINERS, Grundintention und sitttiches Tum. (Ouaestones disputatae 30) (Freiburg 1966).

    Si consideramos el lema detenidamente, como cristianos, se nos muestra como enteramente inapropiado para expre- sar lo que es caracterstco de una determinada Orden. Es claro, en primer lugar -y todo el mundo lo ha de admitir Y objetar-, q1:1e todo santo y todo cristiano est obligado a. lo . que se. dice en esa mxima. No existe santo que no e1erc:te Y quier~ ejercitar virtudes heroicas. Y en el concepto de virtu~ heroica se incluye evidentemente que el intere- sado quiere hacer lo mejor, lo heroicamente mejor. Con o_tras pal~bras: la decisin de hacerlo todo para mayor glo- na de Dios, parece poder implicar nicamente lo que ha de ser norma de todo aquel que tiende a la santidad. Ms an, todo cristiano est obligado a tender a la santidad -como lo -ha afirmado recientemente y con insistencia el Concilio Vaticano rr (Constitucin sobre la Iglesia, cap. 5). Porque conforme a la doctrina del Evangelio todo hombre ha de amar a Dios con todo su corazn y con todas sus f~erzas. Tal vez no ~o hace todava, tal vez no haya logrado aun concretamente mtegrar todo su ser, todas sus fuerzas toda su vida y todas sus aspiraciones en un amor total a Dios; pero en el fondo estara en grave pecado si hubiese decidido, a ciencia y conciencia y como principio de su vida negar a Dios ese amor mximo. En este o aquel caso aislado podr~ d~jar d~ hacer lo mejor, aunque lo vea y pueda hacer- lo, sin incurrir por ello en pecado al menos en pecado grave- con una simple imperfeccin o un pecado venial. Pero slo ocurrir esto porque esa omisin concreta en ~~1s circunstancias de lugar y . tiempo, no implica una dec- sion absoluta sobre su actitud fundamental 4. Puede hacer

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    gar se aludir a Ja situacin en que, dentro de la historia del pensamiento, se ha de situar este lema. En cuarto lugar se tra~ar de su sentido, y en quinto, de los peligros que se encierran en una actitud como la expresada en este lema.

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    1 La expresin aparece en sta o parecida forma 376 veces en las Constituciones de la Compaa de Jess escritas por San Ignacio.

    2 Sobre el sentido de ese ms en los Ejercicios: K. Rahner, Betrachtungen zum Ignatianischen Exerzitienbuch (Mnchen 1965), 27 SS.

    a Tambin el lema de los Benedictinos Ut in omnibus glorificetur Deus (cf. 1 Petr 4, 16) dice objetivamente lo mismo, a no ser que se quiera suponer que no da ningn valor a la maior gloria. El lema de los Clrigos Menores Regulares dice: Ad maiorem Dei Resurgentts gloriam (a mayor gloria de Dios Resucitado= Cristo) en recuerdo del da del nacimiento de esa Orden el primer domingo despus de Pascua "de 1589. Es bien sabido que tambin Calvino, conie.!lli?Qrneo de San Ignacio, estimaba que el honor y la gloria de Dios son el supremo motivo de la accin de Dios y por ello deben tambin serlo de la accin humana del cristiano. Vase Corpus Reformatorum (Braunschweig 1863-1900), XXXVI, 294. Por ello en muchas iglesias reformadas aparece el lema Soli Deo gloria. Vase tambin: A. Favre- Dorsaz, Calvin et Loyola (Pars-Bruselas 1951), 20 ss.

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    Es bien conocido que las palabras Ad maiorem Dei gloriam, A mayor gloria de Dios, constituyen el lema. de San Ignacio, de la Compaa de Jess y de sus Constitucio- nes 1 Tambin es bien conocido que ese lema corresponde aproximadamente a la idea de ms o mayor servicio y alabanza (de Dios o de Cristo, etc.), que aparece en el libro de los Ejercicios y en las Constituciones 2 Se ha considerado siempre a ese lema como la mxima en que se expresa la esencia de los Jesutas, de su Orden y de su espiritualidad 3 En el fondo ese lema es muy oscuro. Por eso resulta muy razonable que reflexionemos sobre l. Esas reflexiones afec- tan adems a una cuestin fundamental del cristianismo en cuanto tal.

    No podemos intentar en este lugar exponer los preceden- tes histricos de nuestra cuestin. Ms bien se ha de tratar en primer lugar, y como punto de partida de nuestras re- flexiones, de la apora de este lema. A continuacin se harn, en segundo lugar, unas advertencias previas. En tercer lu-

    PARA LA INTERPRETACIN DEL LEMA AD MAIOREM DEI GLORIAM

    LA APERTURA HACIA EL DIOS CADA VEZ MAYOR

  • 39

    aceptar la accin de Dios para con nosotros, la accion de su misericordia y de su don. Por consiguiente, si somos los seres que han de recibir en s la accin de Dios, y si Dios es el Ser que crea. lo finito y lo limitado y queda siempre por bajo de sus divinas posibilidades, qu sentido tiene entonces propiamente que debamos hacerlo todo para ma- yor gloria de Dios? Qu sentido tienen esas palabras, si . en el fondo hemos de reconocer siempre que somos pecado- res, es decir, seres que han quedado esencialmente por de- bajo de las posibilidades que nos ha ofrecido Dios para glorificarle? Qu sentido tiene propiamente en ese caso el lema de la mayor gloria de Dios?

    Cabra incluso decir que ese lema es tpico del comien- zo de la Edad Moderna, que est inspirado por el espritu del Renacimiento. Hace la impresin de ser el lema de un hombre que se siente como el perfeccionador del . mundo y con tal conciencia pretende instaurar el Reino de Dios y de esa forma dar gloria a Dios. Tambin se dio en Calvino ese pathos de instaurar el Reino de Dios en la tierra, el pathos de una conquista espiritual del mundo. No hubo en esa poca varios grandes cristianos que se sintieron lla- mados a establecer en el mundo la mayor gloria de Dios, es decir lo que hasta entonces no exista, la superacin, lo audaz, lo que dejase en sombra a todas las posibilidades anteriores? San Ignacio, al aadir que todo lo que hace lo quiere hacer para mayor gloria de Dios, en el fondo en nada hace cambiar esa actitud. No se siente a s mismo como aquel que tiene en su mano realizar por s mismo esa ma- yor gloria de Dios? Si se replica a esto que como cristianos sabemos . muy bien que ese poder realizar la mayor gloria de Dios es a su vez un don de Dios, surge inmediatamente la siguiente pregunta: Si tenemos una conciencia viva -y en cuanto la tenemos- de que es don de Dios fo que poda- mos hacer para gloria de Dios, podemos entonces haoiar con tanta facilidad, con tanto nimo, con tanta conviccin, de nuestras posibilidades de hacer algo para mayor gloria de Dios, o debernos decir ms bien con el Salmista que Dios ha de mirar para que su nombre no sea blasfemado en el mundo al menos por nosotros?

    El pathos de la conviccin de ser al mismo tiempo el 38 '1

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    concretamente en esas circunstancias lo que es menos bue- no, precisamente porque no aparece como absolutamente necesario para la absoluta integracin de toda su vida con todas sus fuerzas en el perfecto amor de Dios, que en ese caso concreto haga lo mejor. Pero pecara gravemente quien adoptara esa actitud, que ha podido tener en un caso con- creto, en una. determinada circunstancia de espacio y tiem- po de su vida, -como actitud bsica vlida para toda su vida. Con otras palabras : en el Evangelio, conforme al es- pritu del Sermn de la Montaa, se obliga a todo cristiano bajo pecado grave a tender a ms, en comparacin con .lo que ya ha alcanzado en su vida concreta. El hombre es el ser que por la naturaleza y la gracia est esencialmente obligado a mantenerse abierto a un porvenir siempre ma- yor. Desde este punto de vista el lema de San Ignacio y de su Orden parece inadecuado para ser lo que pueda ser caracterstico del espritu del mismo Santo y de su fun- dacin.

    Cabe considerar la apora de ese lema desde otro punto de vista. Si somos sinceros y prescindimos de convenciona- lismos ascticos, si superamos, por ejemplo, el hbito con que en crculos piadosos se habla tan fcilmente de san- tidad, de aspiracin a la perfeccin, de voluntad de hacer lo mejor, en ese caso unas palabras como maior Dei glo- ria nos deben producir propiamente un profundo espanto. No es el hombre una criatura finita y un pecador? Y si es ambas cosas, puede existir para mayor gloria de Dios?

    Hay todava ms: en el tratado teolgico De Deo uno (sobre el Dios uno) se ensea que no se puede decir que Dios haya creado el mejor mundo posible. Por tanto no busca en todo tiempo y en todo lugar su mayor gloria. Dios es -si cabe hablar as- el realista plenamente sobrio, que quiere esto y aquello, y lo ve y lo acepta en cuanto tal en su finitud, en su limitacin, tan finito como es y tan superable como--podra ser.

    Por otra parte, hay que decir que la gloria de Dios que nosotros hemos de realizar, considerada desde el punto de vista bblico consiste en primer trmino en la revelacin a los hombres de la grandeza ( doxa) de Dios. Nosotros, como criaturas, somos esencialmente los seres llamados a

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    mientras que la idea o actitud puede sobrevivir. Esa situa- cin de origen est condicionada histricamente; pero en la Iglesia de Dios, en la autntica vida de la Iglesia de Dios, lo que ha nacido en esa situacin no es algo que haya de" pasar necesariamente con ella. Sera un error no querer ver el condicionamiento temporal de la situacin en que en contr su formulacin precisa la mxima ad maiorem Dei gloriam, como flamante lema del espritu de la Compaa de Jess. Pero de ello no se deduce que ese espritu haya de pasar. El franciscanismo procede de una situacin de la historia del pensamiento, y aun de la historia de la econo- ma, que es la del primer renacer de la civilizacin urbana. El monaquismo procede de una situacin perfectamente de- terminada de la historia del pensamiento y de la economa de Egipto. El Papado, al definir su infalibilidad, entronc en una situacin histrica del pensamiento del siglo XIX. que es la de la afirmacin del pensamiento monrquico fren- te al ideal del liberalismo pseudodemocrtco, que constitua entonces una amenaza devastadora. Sin esa atmsfera, sin ese campo abonado de una determinada situacin, es im- posible que nazca nada, ni siquiera en la Iglesia. El mismo Jess en su mensaje, que procede inmediatamente del cielo, habla en una situacin -y apoyado en una situacin- que ha encontrado previamente. Y esto hasta tal punto, que es preciso prestar gran atencin para poder percibir que ha nacido con ese mensaje algo que en ltimo trmino es radicalmente nuevo. De estas consideraciones podemos sacar la consecuencia de que debemos prestar atencin y valorar sin prejuicios el cuadro histrico de esas situaciones de ori- gen dentro de la vida de la Iglesia; y, sin embargo, pode- mos estar persuadidos de que en ellas ha nacido algo que no est histricamente condicionado en el mismo grado que otras actitudes y modas, que nacen y pasan. Hay muchas cosas en la Iglesia que nacen para quedar; se recogen mu- chas cosas para no volver a ser abandonadas; llegan a su perfeccin explcita muchas cosas 'O. comienzan a obtener su perfeccin explcita en un determinado momento- de forma que ya nunca ms podrn ser olvidadas. Precisamente de esa forma han encontrado su determinado caros, nico en el que podan haber nacido, por ejemplo, una

    Toda actitud, toda idea, toda fisonoma espiritual deter- minada ha nacido en la Iglesia en una determinada situacin histrica condicionada por el tiempo. Esa situacin pasa,

    . 11

    representante de Dios y el guardin, custodio y promotor de la gloria de Dios en el mundo, es realmente hasta cierto punto un producto histrico del comienzo de la Edad Mo- derna, y por tanto est condicionado por su poca. Pero si reflexionamos en lo que se ha dado en llamar el fin de la Edad Moderna, tendremos que decirnos: este mundo, en el que el hombre nuevo penetr como creador y perfec- cionador, ha quedado entre tanto cruelmente profanado. Es un mundo mundanzado, que refleja tal vez al hombre mis- mo, pero no con la misma claridad a Dios y su doxa, un mundo hecho por el hombre para su propia mayor gloria. Todo lo que el hombre puede hacer en el mundo es consi- derado o como profano, o al menos como ambiguo. Ya no se ve con tanta facilidad como lo vea el hombre de los siglos pasados, qu es propiamente lo que ms conduce a la gloria de Dios. Porque ese Dios a quien hemos de glo- rificar en este mundo, es el Incomprensible que est esen- cialmente por encima de todo lo que existe, de todo lo que podemos experimentar y hacer, de forma que todo lo que en el mundo podamos ofrecerle para su gloria externa, nos parece hoy en da tan infinitamente distante de Dios, tan ambiguo, tan incontrolable, que no nos resulta --o no de- bera resultamos- tan fcil decir: lo que ahora voy a hacer, es para mayor gloria de Dios. Ms bien, visto lo que somos, deberamos decir: es de esperar que tenga alguna relacin con Dios.

    En consecuencia, resulta desde distintos puntos de vista que las palabras ad maiorem Dei gloriam no son tan da ras y evidentes como podran parecer a una persona piadosa tal vez porque pertenecen a su vocabulario tradicional.

    Antes de seguir adelante y pasar a la consideracin del sentido de esa mxima, se han de hacer algunas observa- ciones previas.

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  • 43

    Pasemos ahora a la situacin en que dentro de la historia del pensamiento se encontraba San Ignacio, y que posibilit el nacimiento de este lema. Por su tradicin espaola, Igna- ci~~ en muchos aspectos un hombre de la Baja Edad Media, de la devotio moderna, que en el fondopertenece al Otoo de la Edad Media. Pero, sin embargo, es en ltimo trmino un verdadero hombre de Edad Moderna. Al afirmar esto hay que volver a hacer una distincin: hay una Edad Moderna que en la actualidad se aproxima poco

    III

    labras o mximas de San Ignacio: eso jams lo ha odo este o aquel determinado piadoso y ejemplar jesuta, luego esa interpretacin no es exacta. Hay mil cosas en los Ejer- cicios que podran ser objeto de elaboracin teolgica y que realmente responden a las ideas de San Ignacio, sobre las que, sin embargo, no ha reflexionado cada uno de los jesutas, porque no ha cado en ello. Esto no tiene excesiva importancia. El individuo como individuo no tiene por qu realizar en su propia vida, de manera especialmente repre- sentativa, la particularidad radical de su Orden; En este sentido, entre los jesutas hay no slo franciscanos, sino tambin capuchinos, benedictinos y sacerdotes seculares, que, sin embargo, son miembros perfectamente legtimos de la Orden.. de la misma forma que ocurre lo contrario.

    Se ha de hacer todava una tercera observacin, que conviene quede bien clara en este contexto: lo ms sublime es siempre al mismo tiempo lo ms peligroso, lo ms sus- ceptible de ser mal interpretado y tambin necesariamente lo que siempre queda entendido slo a medias. El espritu magnnimo, las ideas amplias, la profundidad de un hombre y de una Orden es necesariamente aquello de que menos se habla, pero que ms se vive, lo que queda herido y ame- nazado por el exceso de palabras agudas y piadosas, cosas las dos llenas de peligros. Un lema as puede fcilmente degenerar en dicho que todos repiten y al que todos se re- miten. Con ello pierde su autntico peso, y de ser la cosa ms repetida, pasa a ser la cosa menos comprendida.

    42

    definicin del magisterio infalible por el Papa o por el Con- cilio; una situacin que pasar, mientras que lo nacido en ella permanece en la actualidad viva de la Iglesia. Esto na- 'turalmente no quiere decir que lo que ha nacido en un deter- minado momento de esa forma haya de seguir siendo siem- pre y en todas partes el dernier cri, lo ms actual, lo que normalmente haya de ocupar el primer plano en la concien- cia de la fe y en la vida de la Iglesia. La definicin de la Asuncin tiene muy pocos aos. Naturalmente, es un dogma, lo sigue siendo y seguir siendo enseado como tal; pero aun ahora es algo poco presente, con poca resonancia de actualidad. Eso es algo que ocurre y que ocurrir: cosas que han sido actuales en la Iglesia en un determinado momento pasan a segundo plano.

    A esta primera hay que aadir una segunda observacin, que resulta necesaria si queremos valorar el lema de la mayor gloria de Dios, aunque no sea ms que como divisa de una determinada Orden. Un grupo social slo puede reali- zar de forma muy limitada, en el trmino medio de sus miembros, lo que es caracterstico. De forma muy abstracta y apriorstica cabe decir: no es absolutamente necesario que cada uno de los miembros de una gran comunidad sea siempre representativo del espritu propio de esa comuni- dad. Pretenderlo sera un falso e infantil idealismo, que adems en el fondo sera ridculo. Esto quiere decir que im- pugnar la interpretacin de un lema, que expresa lo que es tpico del espritu de la Compaa de Jess, por medio del siguiente razonamiento : si esa interpretacin fuese exac- ta, entonces el Padre Tal y el Hermano Cual deberan ser completamente distintos de lo que son; y dado que ambos son buenos jesutas, perseveran y actan legtimamente en su Orden, y mueren piadosamente en el Seor, esa inter- pretacin no puede ser exacta. Semejante argumentacin no es correcta, porque no es de ninguna manera necesario que cada uno de los miembros de una Orden religiosa viva de forma particularmente intensiva lo que es tpico de su Or- den. Aunque esto es algo que cae de su peso, hay que in- sistir particularmente en ello por la razn de que, cuando no se ha entendido bien este principio, se podra objetar por ejemplo contra una determinada interpretacin de pa-

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    San Ignacio, con San Francisco de Sales, con toda la Edad Moderna, con la Reforma, el Renacimiento, las nuevas cien- cias naturales, la nueva tcnica, la unidad planetaria del n:undo ~ente a la historia particularista parcelada por re- giones. Sm embargo, se produce esa transicin hacia el su- jeto, hacia el problema subjetivo de la salvacin, hacia la funcin concebida subjetivamente en favor de la Iglesia hacia la reflexin, hacia lo que siempre es nico, hacia una tica existencial, hacia una Opcin en la que el sujeto est e~ alguna manera presente en actitud decisoria, elige, con sidera, reflexiona y no se limita a ser llamado por Dios en un mundo sin reflexin. Es la transicin hacia la responsa- bilidad personal. Y aunque Ignacio vivi en medio de esa inflexin de la historia, fue, sin embargo, al mismo tiempo quien hasta cierto punto salv para la posteridad lo que estaba condicionado a ese mundo moderno. Esto se mani- fiesta, por ejemplo, en el hecho de que a pesar de su pre- ocupacin subjetiva por la salvacin, a pesar de la prepon- derancia que en l tiene la espiritualidad subjetiva sobre la Objetiva, a pesar de que la Orden por l fundada no es ya colectivista en el mismo grado en que lo eran las Orde- nes medievales, a pesar de todo ello, Ignacio es el hombre de la Iglesia, el hombre del sentire cum ecclesiae, Y si lo es, lo es a pesar de todo; porque lo que se le impona originaria e histricamente como algo para l inevitable, no era la Iglesia, sino el sujeto en sentido moderno. Ese sujeto en sentido moderno es en San Ignacio, a pesar de todo, eclesial, no subjetivo a la manera de Calvino o de Lutero; y esto, aunque en su problema religioso subjetivo sobre la salvacin experiment exactamente lo mismo que Lutero, aunque se pregunt de una forma tan radical como l, ente ramente desconocida en los siglos anteriores, si exista o no un Dios propicio. Precisamente por esto, porque Ignacio es un hombre moderno en este sentido en que al mismo tiempo supera lo moderno, deja por una parte a veces la impresin de arcaico, pero es por otra mucho ms que un simple-repre- sentante de una determinada poca. Sin embargo, hemos de evitar hacer de esta verdad algo absoluto, si es que queremos tomar realmente en serio la historicidad de un hombre, de su conocimiento de la verdad y de su actitud espiritual.

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    a poco a su fin -como ha afirmado Guardini-, y otra Edad Moderna que comenz en los tiempos en que viva San Ig- nacio, y que ya no cesar: es la poca de lo racional. de lo planeado, de las ciencias naturales, de la tcnica. En ese momento de transicin aparece Ignacio, precisamente en el momento en que comienza la transicin hacia el sujeto, hacia el problema soteriolgico, subjetivo y vital sobre el Dios propicio precisamente para m, la transicin de lo cosmocntrico hacia lo antropocntrico -como dira J. B. Metz-, la transicin hacia el hombre, que se maneja a s mismo y a su mundo para orientarlos hacia un futuro abier- to por medio de una planificacin racional, la transicin hacia la misin en la Iglesia y para la Iglesia, concebida subjetivamente como cometido y tarea. Naturalmente, en toda poca han existido hombres apostlicos; pero lo espe- cfico de la relacin del apstol con la Iglesia, tal como aparece en San Ignacio, no haba existido en tiempos ante- riores.

    Por influjo de la Escolstica de nuestro ecleslastlcismo nos inclinamos fcilmente a aceptar la impresin de que propiamente en la Iglesia siempre ha sido todo igual. Pen- samos con frecuencia que siempre se ha sabido lo que se refiere al hombre y a su misin, a su relacin con Dios, con la Iglesia, con los sacramentos, con la palabra de Dios, con los dems hombres, etc. En cierto sentido, esto es cierto y perfectamente legtimo; pero, por otra parte, existe una verdadera historia del pensamiento, de los dogmas, de la espiritualidad; y no es verdad que todo haya permanecido siempre incambiado. Hay casos en que lo antiguo queda renovado de una forma que antes no exista. En ese sentido, Ignacio se encuentra en un momento de decisiva transicin: la transicin que se opera incuestionablemente entre la his- toria de la Iglesia antigua y medieval, por una parte, y la de la Iglesia de la Edad Moderna. Naturalmente, no es l el nico que vive en ese momento; naturalmente, tambin el momento en que se opera esa trascin en algn sentido dura varios siglos. Tal vez nos encontremos hoy en da en algunos aspectos de la Iglesia en las postrimeras de la Iglesia medieval, que . slo ahora comienza a recuperar y comprender gradualmente lo que ya haba comenzado con

  • 47

    principio adecuado de configuracin. En un apriorismo teo- lgico del tipo del que necesariamente se da en el principio omnia ad maiorem Dei gloriam, hemos de ver que ese apriorismo queda siempre y a priori cruzado por un apos- teriorismo existencial. Quien est enfermo, no tiene por qu

    . pensar si una actividad, que presupone la salud, no sera para l de mayor gloria de Dios. Cuando comenzamos a orientar nuestra vida hacia la mayor gloria de Dios, no em- pezamos sencillamente con los mandamientos de Dios. Ya se ha dispuesto de nosotros, y hay muchas cosas que ya no caen en el campo de nuestra eleccin. La libertad de la cria- tura se encuentra siempre ante datos previos. La actuacin histricamente libre del hombre, aun en su vida espiritual, es siempre una sumisin obediente, ms an, un ser adap- tado necesaria e inevitablemente a cosas, en las que nada podemos cambiar. Se da una prevalencia de lo fctico sobre lo puramente posible; y lo concretamente fctico que se da en nosotros, en nuestra vida, nuestra edad, nuestro tempe- ramento, nuestros factores hereditarios, etc., se cruza al mismo tiempo con el principio apriorstico ad maiorem Dei gloriam, Mejor expresado: para entender bien el lema se ha de tener en cuenta desde el primer momento que ese ser ya objeto de disposicin es uno de sus elementos inte- grantes. No somos nosotros quienes sencillamente podernos disponer la mayor gloria de Dios, sino que Dios -tal vez ya previamente- ha dispuesto de nosotros para su menor glo- ria. El intento de salvar el principio diciendo que el some- terse humildemente a esa voluntad de Dios es ya la mayor gloria de Dios, salva el principio desde un punto de vista formal, pero con ello nada cambia desde el punto de vista fctico. El hombre se pregunta por la mayor gloria de Dios como quien dispone, mientras al mismo tiempo es ya ob- jeto de disposicin.

    Un principio que haya de afirmar estas dos cosas, afirma tambin al mismo tiempo que en ese ser objeto de dispo- sicin se da una.dnestabilidad, que la obediencia tiene un- elemento propio que es variable e histrico. Expresado en: otros trminos para sintetizar los tres primeros elementos : en la frase quiero ordenar m vida a la mayor gloria de Dios, el hombre dice tres cosas: Primero: espero un man-

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    Por esta razn se ha de intentar ahora decir algo sobre el sentido del lema, y con ello entramos en el verdadero problema. Se han de analizar en primer lugar los elementos de la actitud que queda expresada en este lema. Daremos as con un elemento determinado que a nuestro parecer es el ms caracterstico de la actitud expresada. Ese elemento caracterstico deber ser considerado con mayor atencin.

    El que dice que quiere vivir, actuar, sufrir, etc., para mayor gloria de Dios, afirma en primer lugar que desea tener y cree tener la absoluta voluntad de entrega a la soberana voluntad de Dios. El primer elemento de seme- jante actitud es, por tanto, la obediencia frente a Dios y la indiferencia necesaria para ello, para usar una formulacin basada en los Ejercicios. El hombre est dispuesto a hacer la voluntad de Dios, y sabe que al hacerlo glorifica a Dios, a sus designios y a su majestad. Pero quien declara que es obediente frente a Dios, que se manifiesta en su doxa y quien, al hablar de la mayor gloria de Dios, estima que naturalmente se dan cosas que han de ser valoradas, selec- cionadas y slo entonces realizadas conforme a ese criterio, y que la mayor gloria de Dios se manifiesta en esa valora- cin, seleccin y realizacin, no puede olvidar que l mismo ha sido ya objeto de una disposicin. Este es el segundo elemento. Cuando se hacen o se dan los ejercicios, cuando se proyectan planes de vida, cuando se examinan objetos de eleccin, cuando se reflexiona sobre lo que se ha de hacer, con demasiada frecuencia se pasa por alto+que ya se ha tomado una disposicin sobre nosotros, que de ninguna ma- nera somos nosotros simplemente los que disponemos. Cuando establecemos una mxima a la que queremos con- formar nuestra vida por esa sola mxima, como si fuese un

    IV

    Ha sido necesario hacer estas reflexiones previas conte- nidas en el tercer punto para poder ver que existe una jus- tificacin para pretender descubrir en San Ignacio, o en su lema de la maior Dei gloria, algo que no ha sido dicho por todos siempre y en todo lugar.

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    humilde de la imprevisible historicidad de esa vida son ele- . mentos esenciales de la vida cristiana.

    Sin embargo, el hombre puede ver de forma impresio- nante, realizar y calcular que ese ser objeto de disposicin y sus cambios se basan en la ms grande y ms amplia posibilidad de disposicin de Dios, y tambin en la del hom- bre. Con ello pasamos al cuarto elemento. El hombre es esencialmente un ser que puede planear y vivir las circuns- tancias que previamente han proyectado su vida anterior y sus hechos, pero que al mismo tiempo ha de aceptar lo que sobrevenga. Si se dijese en consecuencia que planear con- siste precisamente en aceptar lo que Dios enva a uno, se falseara propiamente el concepto de planear; porque res- pecto a lo que Dios nos enva no podemos preguntarnos si es para mayor o menor gloria de Dios : lo nico que hemos de hacer es aceptarlo. Con otras palabras: el concepto de la maior Dei gloria contiene realmente la planificacin ex- presa, refleja y consciente de nuestra vida, aunque el hombre sea y deba ser el ser que debe dejar que dispongan de l, el ser que acepta, y el que en cierto sentido no puede planear. Lo ms caracterstico de este cuarto elemento, implicado en la maior Dei gloria, consiste en esta ms amplia aper- tura de la posibilidad de disposicin por parte de Dios y por parte del hombre, conocida expresamente y firmemente mantenida. Al estudiar el lema hay que pensar que dice ad maiorem Dei gloriam, La maior Dei gloria no es tanto lo que es realizado, cuanto aquello que sirve de recipiente a nuestros hechos, para por ello superarlos inmediatamente.

    Vamos a considerar con ms atencin este cuarto ele- mento. En primer lugar lo implicado en l no se ha dado siempre y en todo lugar en cada hombre. Con ello volvemos a la problemtica, a la que ya aludamos en las considera- ciones previas. Cabra establecer el siguiente lema: o las palabras maior Dei gloria expresan algo que es esencial- mente cristiano y en tal caso ha debido darse en todo cris- tiano y en toda vida cristiana, o afirman algo que no per- tenece a la existencia cristiana en cuanto tal, y en tal caso es automticamente indiferente: tan indiferente como que San Ignacio usara vestidos de lana o de hilo. Pero esta ar- gumentacin es, como ya se ha visto, falsa. Hay cosas esen-

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    dato de Dios y pregunto abiertamente en qu ha de consis- tir ese mandato. Segundo: en lo esencial ese mandato ya ha sido dado; lo quiera o no, ya se me ha impuesto de forma que yo ya no soy en todas las cosas el llamado y el preguntado; el campo de mi eleccin para mayor gloria de Dios ha quedado ya previamente limitado. Tercero: ese lla- mamiento, como ya realizado por Dios o como todava abier- to, cambia. Hoy estoy sano, maana puedo estar enfermo; hoy puedo hacer esto, maana aqullo. El ser objeto de disposicin por parte de Dios tiene en el hombre una ines- tabilidad. Obediencia no equivale precisamente a trazar un plan grandioso y definitivo de acuerdo con un principio abstracto, sino que esencialmente implica un continuo, siem- pre nuevo, imprevisible, incontrolable deber ser obediente en la historidad de nuestra existencia humana. Ad maiorem Dei gloriam no significa por tanto simplemente -o en todo caso nunca de manera adecuada- que el hombre pueda proyectar de una vez para siempre partiendo del principio apriorstico de la mayor gloria de Dios. Significa que el hombre esencialmente no es tanto el que proyecta como el proyectado, aquel sobre quien Dios ya ha dispuesto y contina siempre disponiendo de nuevo con disposiciones parciales.

    Quien est convencido de que Dios ya ha dispuesto de l y de que ha de acoger y aceptar sobre s obedientemente las posibles nuevas disposiciones de Dios, tal como vengan sobre l en su forma histrica y, por tanto, no previamente proyectable, ese es el que propiamente puede dejar que las cosas vengan sobre l. Ese dejar que vengan sobre l es una actitud esencialmente cristiana. Porque slo es libertad realmente cristiana la libertad que, a pesar de su capacidad de disposicin y, al mismo tiempo, de proyeccin aprors- tica de la vida, se reconoce como libertad de criatura, es decir, como libertad que ya ha sido objeto de disposicin. Y nicamente es vida verdaderamente cristiana la vida que se deja trazar paso a paso de forma imprevisible : esa vida es humildad de criatura, confianza en Dios, profesin de que reconoce a Dios y no a nosotros como a la nica forma adecuada de nuestra vida y de su realidad. Esa aceptacin de la disposicin de nuestra vida por Dios y la aceptacin r ~ :

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    5 Estas afirmaciones especialmente acentuadas pretenden conscien- temente poner de relieve un aspecto de ese .complejo proceso. Sobre el problema mismo y su multiplicidad de aspectos, vase la exposicin del autor. en Handbuc der Pastoraltheologie Il.1/2 (Freiburg 1966), J 178-726; 2, 35-45. En esa misma obra vanse tambin las consideraciones de J. B. Metz, ibid 239-267. Vase tambin K. Rahner, Der Mensch von heute und die Relgion, en Schriften z:ur Theologle VI (Elnsie- deln 1965), 499-544.

    Descartes, Kant, el Idealismo alemn y la Filosofa existen- cial, son en el fondo algo que se ha dado porque se ha dado cristianismo, algo que ha sido producido y fomentado por el cristianismo como posibilidad de una ms refleja y ms reflejamente necesaria realizacin del mismo cristia- nismo. Al decir que -Ia frmula ad maiorem Dei gloriam de San Ignacio slo fue posible en la Edad Moderna, no que- remos decir que desgraciadamente San Ignacio no pudo vivir hasta la Edad Moderna y que entonces fue capaz de hacer o ver algo que no era malo, pero que en el fondo hubiera sido ms o menos superfluo. No, la Edad Moderna es una poca provocada por el cristianismo para poder realizarse a s mismo de forma ms refleja ~.

    Por otro lado, este cuarto elemento tiene una funcin crtica respecto a la facticidad de la decisin. Para verlo ms claro comencemos con un ejemplo: en la vida de San Francisco de Ass cuenta San Buenaventura que San Fran- cisco tuvo el don de lgrimas y que en su meditacin mstica comenzaba inmediatamente a llorar de tal forma, que un mdico hubo de advertirle que si continuaba llorando de esa manera, se quedara ciego. San Francisco de Ass le contest: Qu me importa perder los ojos que me son comunes con los mosquitos? Cuando se advirti a San Ig- nacio de ese mismo peligro, procur poner dique a su co- rriente mstica de lgrimas. Nos es imposible calificar a una u otra actitud de ms cristiana o de ms santa. Tampoco podemos explicar la actitud de San Ignacio por razones que en el fondo, por carecer de toda comprensin para seme- jante don mstico, hacen ms fcil de ver que San. Ignacio contestase as. A quien puede derramar lgrimas en un rapto mstico, Ja respuesta de San Francisco le parece pro- piamente la evidente. Naturalmente, San Francisco, si Dios le hubiera retirado ese don de lgrimas, habra dejado que

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    cialmente cristianas que en un cierto sentido han tenido que darse dondequiera que se haya dado cristianismo, y que, sin embargo, no han tenido por qu existir y ser siempre per- cibidas con la misma concepcin concreta, ni con la misma expresa actualidad. Nuestro cuarto elemento es una de esas realidades.

    Este hecho se podra formular de la siguiente manera: en nuestro caso la subjetividad del sujeto pasa a ser tema para. el mismo sujeto, y no simple modo de su realizacin fctica. Esto es algo tpico de la Edad Moderna: l cristiano se da cuenta de que lo que hace. de que lo que se le im- pone, queda esencialmente por debajo de sus posibilidades de realizacin de una vida cristiana. Por ello situar su deci- sin concreta en la ilimitada amplitud de otras posibilidades cristianas, y as se reconocer a s mismo como sujeto no slo de lo fctico, sino tambin de lo ulteriormente posible, y tomar posesin de s mismo y para s mismo en cuanto tal sujeto. Y solamente entonces, y precisamente por ello, se preguntar propiamente qu es lo que aqu y ahora es para mayor gloria de Dios. De la misma manera que esa subjet- vidad no aparece con ese mismo sentido y esa misma radi- calidad hasta los tiempos modernos, el lema ad maiorem Dei gloriarn slo se formula en la Edad Moderna con San Ignacio. La subjetividad del sujeto no siempre fue tema para el sujeto cristiano en el sentido que ha tenido en la Edad Moderna. Por ello tampoco fue tema para el sujeto cristiano la mayor amplitud de las posibilidades respecto a lo impuesto y dispuesto por Dios en las circunstancias con- cretas de lugar y tiempo. Para evitar malentendidos hemos de apresurarnos a aadir que esa Edad Moderna no es, como con frecuencia se le ha reprochado, una poca acristiana. El subjetivismo en el fondo no es otra cosa que un pro- ducto del cristianismo. Nos hemos acostumbrado a conside- rar a la Edad Moderna como una poca que se separa ms o menos del cristianismo. Y esto es cierto en el sentido de. que fueron muchos en la Edac1 Moderna los que se separaron del cristianismo, y-fueron tambin muchos los avances Ieg- timamente humanos, y aun legtimamente cristianos, que tu- vieron su origen fuera de la Iglesia. Y, sin embargo, los tiempos modernos, con toda su inclinacin al sujeto, con

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    e Sobre este punto: K. Rahner, Die Ignatianische Logik der existenzellen Erkenntnis. ber einige theologische Probleme in den Wahlregeln der Exerzitien des hl. Ignatus, en; Ignatius van Loyola, Seine geistliche Gestalt und sein Vermiichtniscwrzburg 1956}, 343 ss.; K. Rahner, Das Dvnamische in der Kirche -(-Freiburg, 3 ed., 1965), 74-148.

    7 Sobre este tema vanse los trabajos del autor: ber die Frage einer formalen Existenzialethik, en Schrijten .zur Theologie II (Einsie- deln, 7 ed., 1964), 227-246 (Escritos de Teologa II, Madrid 1961, 225 244); adems los artculos reunidos bajo el ttulo Der Einzelne und die Krche, en: Schriften zur Theologle VI (Einsiedeln 1%5}, 499-544.

    eleccin con todo lo que el libro de los Ejercicios dice sobre las tres clases de hombres (binarios), los tres grados de humildad, etc. Cabra objetar que todo cristiano debera realizar libremente su salvacin y, por consiguiente, elegir. Y si ha elegido debidamente, es seal de que ha aplicado los verdaderos principios de eleccin, que, por lo dems, es claro que debe conocer de alguna manera. Todo esto puede ser verdad. Sin embargo, se da esa extraa actitud de elec- cin, ese retirarse a un punto absoluto para sopesar desde l reflejamente lo que se ha de hacer. Y esa lgica existencial de la eleccin se da en San Ignacio en un grado tal, que hasta ahora no lo han sabido alcanzar los moralistas. Hace la impresin de que siempre se presupone que la tercera forma de eleccin, el examen racional -o que el elemento racional en las otras dos formas de eleccin o momentos de eleccin- es lo decisivo en Jos Ejercicios y en la vida cristiana. Y eso no es verdad. Por el contrario, Ignacio es el primero, y casi hasta ahora el nico, que ha desarrollado en sus Ejercicios una lgica de eleccin, que ciertamente se aplica en la prctica, lo mejor que uno puede, porque hay que aplicarla; pero sin que se haya llegado hasta ahora propiamente a hacer luz sobre sus bases y presupuestos metafsicos y teolgicos 6 Ignacio conoce realmente un cris- tiano que y esto es enormemente peligroso- que consi- dera, examina y elige soberanamente, como un verdadero sujeto de la Edad Moderna, lo que es, y puede ser, para mayor gloria de Dios. Y es esto precisamente lo que est implicado en el lema ad maiorem Dei gloriam,

    Con ello aparece por otro lado la importancia que este lema tiene para una tica existencial propia de nuestro tiempo 7 No es verdad que todo se pueda deducir de ma-

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    se dispusiese de l y habra quedado contento. Pero en el momento en que Dios se le da de esta manera, no mira a derecha ni a izquierda, sino que realiza ese don gratuito de Dios, esa disposicin de Dios, sin la menor reflexin, en cierto sentido cabra decir que ingenuamente. En Igna- cio la cosa es distinta: en l el sujeto ha despertado a s mismo de una manera mucho ms intensa y radical, se ha distanciado de todas las cosas de una manera realmente inaudita, se ha retirado en cierta medida de esa concrecin de la realizacin de su propia existencia, se ha enfrentado consigo mismo y se ha preguntado : es esto realmente lo ms acertado? Es evidente que es bueno, pero es para mayor gloria de Dios? La realizacin concreta de la existencia -aun concebida como querida, tal vez aun como ofrecida, y en todo caso como dispuesta y permitida por Dios- queda contrapuesta expresamente a una norma superior, y con ello, naturalmente, el sujeto se distancia de ella. Esto no lo hace, ni necesita hacerlo, todo el mundo. Esto no lo han hecho en ese mismo sentido todos los santos. Esto ni siquiera pode- mos hacerlo siempre, y no porque, como dir el mismo San Ignacio, hay muchas cosas que son ya de una manera y no pueden ser cambiadas, y, por tanto, no son objeto de nuestra eleccin, sino sencillamente porque una reflexin absoluta, una absoluta soberana subjetiva del sujeto aun respecto a lo que puede ser elegido o cambiado, implicara pretender gozar de una libertad y de una posibilidad de decisin que no tiene la criatura.

    Todo sacerdote experimentar de continuo esto en su vida pastoral. Encontrar de continuo hombres que en su espi- ritualidad acaban neurticos como consecuencia de su su perreflexin, porque todo lo encuadran en el espacio vaco de otras posibilidades ms grandes y cambiantes, y por esa actitud quieren elegirlo todo de nuevo continuamente para mayor gloria de Dios. Esos hombres pierden una cierta despreocupacin respecto a su temperamento y a sus ten- dencias. Pero esto nada qui.ta al hecho de que este cuarto elemento implique una funcin crtica respecto a la fact- cidad de la decisin ya tomada o de la que se presenta como inmediata. En este sentido, en el lema ad maiorem Dei gloriam se encuentra encerrada la tpica actitud de

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    Para terminar hay que decir algo sobre los peligros de. semejante actitud.

    'En primer lugar, esta actitud es extremadamente refleja y subjetiva, no en el sentido de que no hayan de ser obser- vadas las normas de la ley natural y de la ley positiva, sino en el sentido de que el sujeto se sita a una distancia casi radical de toda concrecin del hombre, y slo as mide, juzga, critica, pasa por alto, rechaza, vuelve a elegir, etc., lo concreto, tomando como medida la absoluta posibilidad de la gloria de Dios. Semejante actitud lleva, naturalmente, con- sigo el peligro de ser mortal para la despreocupacin, ori- ginalidad y espontaneidad del hombre, necesarias tanto des- de el punto de vista humano como cristiano. E] h

  • hacia una especie de petulancia y engreimiento, con lo que la religin automticamente se seca en un institucionalismo legalista. Se muestra uno escptico frente a cada individuo, se considera que esto y aquello carece de importancia, se estima que una determinada cosa no es propiamente lo pro po, y lo que realmente ocurre es que lo nico verdadera- mente propio, Dios que dispone de nosotros con su absoluta libertad y gracia, se halla ausente de tal actitud. Por ejem- plo, no se toma demasiado en serio las realizaciones de la liturgia, porque se sabe que con todas estas cosas externas propiamente no se garantiza nada; en teologa se busca la posicin menos cortante y ms equilibrada, que no pueda molestar a nadie. Y por qu? Porque se siente uno escp- tico frente a todo: y, en consecuencia, surge fcilmente la tentacin de mantener lo institucional en un voluntarismo formal y efectivo, y no porque as lo exige una actitud in terna, un espritu interno, sino porque uno al no poseer lo definitivo, teme perder incluso lo provisional si no se lo absolutiza de esta manera incorrecta. Con eso se produce la falta de entusiasmo autntico, espontneo, lleno de amor, que con notable frecuencia sale malparado. Actualmente son muchos los coloquios sobre temas del espritu, muchas las iniciativas llenas de amor, mucho el celo apostlico -fan tico en el mejor y ms santo sentido de la palabra- que no se atreven a levantar la voz ni a expresarse pblcamen- te. Con cunto cuidado se procura que no se trasluzca nada de lo que con amor se lleva dentro del corazn! Esta reali- dad, que podemos experimentar con demasiada frecuencia y que hace de la vida algo tan gris e impersonalmente equi- librado, naturalmente puede ser indicio de una actitud grandiosa: la madurez del santo lleno de miramientos, pero denuncia tambin los peligros a que est expuesto el con tinuo preguntarse por la mayor gloria de Dios.

    El lema de San Ignacio expresa algo muy sencillo y al mismo tiempo nuevo desde el punto de vista de la historia del pensamiento: que el hombre se atreve a volver a medir la proporcin que guarda lo bueno, que est y quiere hacer con su Dios misterioso, inca ~~ li 'lJ vez ms grande; y as no se limita a d ~idarvon m~ destia de criatura sujeta al tiempo; e -tpda cii~1~~"!1

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    lo incontrolado es un ingrediante esencial del hombre; y en ese sentido la actitud aqu descrita constituye un peligro para esa espontaneidad originaria del hombre, para la paz en la que el hombre confa vivir consigo mismo. Hay perso- nas que no logran superar ese peligro y que por ello no se hacen mejores, sino peores. Desde este punto de vista es perfectamente posible un exceso de examen de conciencia, de autocontrol y de autocrtica. Prescindamos de si los hom- bres de hoy corremos en general peligro de incurrir en tales prcticas; pero en principio existe el peligro de una tal ac- titud. Quien se pregunta continuamente: es esto para ma- yor gloria de Dios?, quien no procura al mismo tiempo la espontaneidad de un entusiasmo inmediato y no reflejo en lo que est haciendo precisamente en ese momento, se, cier- tamente, no realiza de esa forma la mayor gloria de Dios.

    Con frecuencia se echa en cara a los jesuitas que son ra- cionalistas. Esto no es necesariamente un reproche. El racio- nalismo es una actitud tan correcta como cualquier otra. Pero lo curioso es que Ignacio, en fuerza de su ltimo im- pulso, en fuerza de su personalidad mstica, ve la absoluta soberana de Dios, que en manera alguna puede identifi- carse adecuadamente con un determinado hecho u omisin del hombre; y partiendo de ah, de esa arrolladora experien- cia de un Dios siempre ms grande, ha de preguntarse sem- pre en todo lo que hace, aunque sea ya bueno, si no podra hacer algo ms grande, menos desproporcionado a Dios. Esa actitud nacida al mismo tiempo de un rraconalsmo ms- tico y de un verdadero existencialismo, si no es originaria y no es llevada a la prctica con espontaneidad, puede dege- nerar en un racionalismo falsamente equilibrado. Sin embar- go, escepticismo propiamente ignaciano frente a lo que se ofrece y se da en una circunstancia de lugar y tiempo, tiene precisamente por funcin dejar a Dios la ltima palabra. Con todo, es utilizado con frecuencia para trastocarlo todo con afn racionalista, para destruir el entusiasmo espont- neo, bello e ingenuo en el mejor y. santo sentido de la palabra.

    Es tal vez todava ms claro un tercer peligro. Consiste en que el escepticismo aristocrtico _:_c;omo se le podra clasificar- en personas de espritu burgus y trivial deriva

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    e Vase: Erich Przywara, Deus semper maior (Comentario a los Ejercicios), tres tomos (Freiburg 1938-1940). Nueva edicin ampliada: Wien-Mnchen 1964 (2 tomos).

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    Dios dispone para l, sino que colabora en esa funcin del Dios cada vez ms grande, naturalmente subordinndo- se a ese Dios y obrando por El y para El. De esa forma el hombre vuelve a medir lo santo que est haciendo, con lo ms santo, que en ltimo trmino es Dios mismo y slo puede ser inmediatamente realizado por Dios, como dice el mismo San Ignacio. Ad maiorem Dei gloriam significa, por tanto, el intento de hacer continuamente crtica de la gloria de Dios, que estamos realizando, con el criterio de la mayor gloria de Dios, que podra ser realizada, para que as este- mos siempre de nuevo abiertos y dispuestos a realizar en forma no previsible -es mejor decirlo ya- otra gloria de Dios que Dios exija de nosotros en otro momento.

    Ad maiorem Dei gloriam descubre al mismo tiempo al sujeto el horizonte ms amplio del Dios, que es siempre y cada vez ms grande, y precisamente en un momento en el que nosotros, por estar realizando la gloria de Dios, podra- mos pensar que, tal como la estamos realizando, la po- dramos identificar con Dios. Y eso precisamente es un error. Si se ha podido calificar la actitud de San Ignacio como un conocimiento del Deus semper maior 8, cabe decir exactamente lo mismo de su lema ad maiorem Dei gloriam. Y lo mismo: si hasta cierto punto siempre se ha sabido que Dios es siempre ms grande de lo que la criatura puede con- cebir, y, sin embargo, esa incomprensible grandeza de Dios, del cada vez ms grande, en cierto sentido es un descubri- miento que pertenece a la Edad Moderna, pero pertenece a ella de tal forma que sigue siendo algo permanente -en ese mismo sentido se ha sabido siempre lo que se afirma en el lema de la maior Dei gloria, aunque ese lema perte- nece a la Edad Moderna, pero pertenece de tal forma que queda como algo permanente.

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