[konrad lorenz] sobre la agresión. el pretendido mal

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El natura lista habla de su especialidad, y Konrad Lorenz habla del Instinto. No de los instintos en general y no solamente de los instintos de los animales, sm o de un instinto que tienen en común los animales y el hombre, de un Instinto que hoy con buen motivo lo mejor dicho con mato¡ Interesa a todos: el instinto de la agresión, ¿Por qué y para qué luchan entre si los animales de la misma especie. y por qué hacen otro tanto los homb res? ¿H ay efectivamente un oscuro impulso de autoaniquilamiento que, como suponía Freud con su doctrina del Instinto de muerte, obra en contra de todos los instintos conservadores de la vida? ¿C uáles son las causas conducentes a la agresión humana que estamos viviendo y que amenaza a la humanidad con la ruin a? ¿P uede el conocimiento de estas causas darnos poder para dirigir su acción ? A estas cuestiones puede la ciencia, que en definitiva no es sino la sana razón humana, darnos respuestas razonables. Pa ra ello nos lleva el Investigador por los mismos caminos que él recorrió, Con una penetración que sólo puede dar la propia observación personal, nos expone los furiosos com bates territoriales de los peces de vivos colores que habitan los arrecifes de coral; la Interesante vida conyugal yS OC ial del nicticórax, que no conoce Individualmente a ninguno de sus congéneres. y aun menos tiene con ellos lazos de amistad personal, el temible "c lan" de las ratas, que para los miembros de su propia familia es de una gran abnegación pero para los de ot ras tribus se convierte en un enemigo sediento de sa ngre; la vida social de los gansos silvestres. que hace muchos años son objeto de su más intensa mvestiqaoión, ilustr a sorprendentes analogías entre animales y personas. A la pregunta de si la naturaleza puede enseñarnos algo al respecto responde con venturoso opt imismo: reconocer humilde y conscientemente que sólo somos una parte de la .' naturaleza y que estamos sometidos a sus eternas leyes. De Konrad Lorenz hemos publicado también " Lucha ritualizada", en Historia natural de la agresión, ivotv c ón y modificación de la condu cta y con Paul Leyhausen Biología del com por tamiento , I SBN 968- 23-15 63- 8 sobre la . , agreslOn: el pretendido mal konrad lorenz

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  • El natura lista habla de su especialidad, y Konrad Lorenzhabla del Inst into . No de los instintos en general y nosolamente de los instintos de los animales, smo de uninstinto que tienen en com n los animales y el hombre, deun Instinto que hoy con buen mot ivo lo mejor dicho conmato Interesa a todos: el instinto de la agresin , Por quy para qu luchan entre si los animales de la misma especie.y por qu hacen ot ro tanto los hombres? H ayefect ivamente un oscuro impulso de autoaniquilamientoque, como supona Freud con su doc trina del Instinto demuerte, obra en contra de todos los instintos conservadoresde la vida? Cules son las causas conducentes a laagresin humana que estamos viviendo y que amenaza a lahumanidad con la ruina? Puede el conocimiento de estascausas darnos poder para dirigir su accin ?A estas cuestiones puede la ciencia, que en def init iva no essino la sana razn humana, darnos respuestas razonables.Pa ra ello nos lleva el Invest igador por los mismos caminosque l recorri , Con una penetracin que slo puede dar lapropia observacin personal, nos expone los furiososcom bates territoriales de los peces de vivos colores quehabitan los arrec ifes de co ral; la Interesante vida conyugaly SOC ial del nict icrax, que no conoce Individualmente aninguno de sus congneres. y aun menos tiene con elloslazos de amistad personal, el temible "c lan" de las ratas,que para los miembros de su propia familia es de una granabnegacin pero para los de ot ras tribus se co nvierte en unenemigo sediento de sa ngre; la vida social de los gansossilvest res. que hace muchos aos son objeto de su msintensa mvestiqaoin, ilustra sorprendentes analogas entreanimales y personas.A la pregunta de si la naturaleza puede ensearnos algo alrespecto responde con venturoso optimismo: reconocerhumilde y conscientemente que slo somos una parte de la

    .' naturaleza y que estamos somet idos a sus eternas leyes.De Konrad Lorenz hemos publicado tambin " Lucharitualizada", en Historia natural de la agresin, ivotvc n ymodificacin de la conducta y con Paul Leyhausen Biologadel comportamiento ,

    ISBN 968- 23-1563- 8

    sobre la. ,

    agreslOn:el pretendidomalkonrad lorenz

  • traduccin deFELIX BLANCO

    revisada porARMANDO SUAREZ

    SOBRE LA AGRESION:EL PRETENDIDO MAL

    por

    KNRAD LORENZ

  • siglo xxi editores, s.a. de c.v.CERRO DEL AGUA 248. DELEGACiN COYOAC>N. 04310, ~I.EXCO. D,F

    siglo xxi editores argentina, s.a.TucuMAN 1621, 7 N, C105OAAG, BUENOS AIRES. p,RGENlINA

    cultura Libreportada de carlos palleiro

    primera edicin en espaol, 1971vigesimosegunda edicin en espaol, 2005 siglo xxi editores, s.a. de c.v.isbn 968-23-1563+8

    primera edicin en alemn, 1963vigesimosegunda edicin en alemn, 1968 1963 by dr. g. borotha-schoeler verlag, vienattulo original: das sogenanntebse

    derechos reservados conforme a la leyimpreso y hecho en mxico/printed and made in mexico

    lNDICE GENERAL

    PREPAClO

    l. PRLOGO EN EL MARU. OONTINUACI6N EN EL LABORATORIO

    m. OONDE LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO

    IV. LA ESPONTANEIDAD DE LA AGRESINV. COSTUMBRE, CEREMONIAL Y MAGIA

    VI. EL GRAN PARLAMENTO DE LOS msTINTOS

    vn, PAUTAS DE OOMPOR'I'AMIENTO ANLoGAS A LAMORAL

    VDI. LA MUL11TUD ANNIMAIX. LA SOCIEDAD SIN AMOR

    x, LAS RATAS

    XI. EL VNCULOXII. PREDICANOO LA HUMILDAD

    XlII. ECCE HOMO

    XIV. CONFESIN DE ESPERANZANDICE DE ANIMALES

    [VlI ]

    39

    1931606898

    124157169177187243260310337

  • A MI MUJER

  • PREFACIO

    Un amigo mio, que haba emprendido la tarea, verdade-ramente propia de un amigo, de leerse todo este manus-crito con intencin crtica, me escribi, cuando llevabaleida ms de la mitad, que "ya iba por el segundo ca-pitulo, que lo estaba leyendo con mucho inters, peroal mismo tiempo con un creciente sentimiento de insegu-ridad, porque no vea exactamente qu relaci6n podatener con el todo". Y pedia que yo le faciltase la tarea.

    Como su critica estaba sin duda plenamente justifi-cada, hago este prefacio can el Im de poner en claropara el lector desde el principio hacia dnde va la obray qu relaci6n tiene cada capitulo con el fin general.

    T rtase en ella de la agresi6n, o sea del instinto quelleva al hombre como al animal a combatir contra losmiembros de su misma especie. Me decidi6 a escribirlala casual combinacin de dos circunstancias. Haba yoido a los Estados Unidos, en primer lugar para dar algu-nas conferencias sobre la teora comparativa del comporta-miento y la fisiologa del comportamiento (etologa) a psi-quiatras, psicoanalistas y psiclogos y en segundo lugarpara comprobar mediante la observacin directa en losbancos de coral de la Florida una hiptesis que se mehaba ocurrido, sobre la base de observaciones en acuario,acerca del comportamiento agresivo o agonstico de cier-tos peces y el papel de su coloraci6n en la conservaci6nde la especie. En las clnicas habl por primera vez conpsicoanalistas para quienes no eran las teoras de Freuddogmas inviolables sino, como es propio de cualquier dis-ciplina cientfica, hiptesis de trabajo. Vistas de este modome resultaban comprensibles muchas cosas que yo antesrechazara por demasado audaces en las teoras freudia-nas. Las discusiones sobre sus teoras de la motivaci6n

    [3]

  • 4funciona un sistema en que cada parte est relacionadacon las dems de modo que ejerce una influencia causalsobre ellas. Aunque slo se trate de explicar el motorde gasolina resulta dificil empezar, porque la personaque recibe la informacin slo puede comprender el papel del cigeal si sabe lo que son bielas, pistones, vlvu-las, levas y dems. Si no se pueden entender los elemen-tos de un sistema en su conjunto, no se puede entenderninguno de ellos. Cuanto ms compleja es la estructurade un sistema, mayor es la dificultad que se halla paraestudiarlo y ensearlo; y desgraciadamente, la estructuraoperante de las pautas de comportamiento, instintivas oadquiridas culturalmente, que componen la vida socialdel hombre parece ser el sistema ms complicado delmundo. Para hacer comprensibles las escasas relacionescausales que creo poder descubrir en este enredo de accio-

    n~s recprocas es necesario, veZis naZis, partir de muyleJos.

    Por fortuna, los hechos observados son todos interesan-tes de por si, Espero que los combates territoriales de lospeces del coral, las pulsiones e inhibiciones cuasi moralesde los animales que viven en sociedad, la vida social yconyugal desprovista de amor del esparavn o garza noc-turna (Nyetieorax nycticorax), las sangrientas batallascampales .lel turn (Rattus norvegicus) y otras muchaspautas de comportamiento de los animales captarn elinters del lector y lo retendrn hasta que llegue aentender las relaciones ms profundas.

    Hasta ah quisiera yo llevarle, dentro de lo posible, si-guiendo los mismos caminos que yo recorr, yeso por ra-zones de principio. Las ciencias naturales inductivas em-piezan siempre observando sin ideas preconcebidas losdistintos casos, para de ah pasar a la abstraccin de la leyque a todos los rige. La mayora de los textos toman elotro camino por mor de la brevedad y de la claridad y ex-ponen lo general" antes de lo particular". Con eso gananitidez la presentacin pero es menos convincente. Re-SU1td demasiado fcil desarrollar primero una teora y

    PREFACIO

    revelaron inesperada concordancia entre los resultados delpsicoanlisis y la fisiologa del comportamiento, cosa tan-to ms importante por la diversidad de enfoque, de m-todos y, sobre todo, de base inductiva.

    Yo esperaba insalvables diferencias de opinin en rela-cin con el concepto de instinto tantico (pulsin demuerte), que segn una teora de Freud consiste en unI:rincipio destructor polarmente opuesto a todos los ns-

    tIn~os de co.nse~acin del indi~iduo. Esta hiptesis, ex-~ana a la biologa, es para el etologo no slo innecesaria,SInO falsa '. La. agresin, cuyos efectos suelen equipararsea los del mstmto de muerte, es un instinto como cual-quier otro y, en. condicione,s naturales igualmente aptopara la conservacin de la vida y la especie. En el hom-bre, que ha m~ificado por s mismo y con demasiadaI?pldez sus propIaS condiciones de vida, el impulso agre-SIVO produce a menudo resultados desastrosos, pero otratant? hacen otros instintos, aunque de forma menos im-presIOnante. Y c~ando.me. puse a defender esta posicinre:pecto ~ la teona del ,I~stmto de muerte con mis amigospsicoanalistas me halle mesperadamente como quien in-tenta forzar una puerta abierta. En muchos pasajes de laobra .freudiana me mostraron cun poca confianza tenal mismo en su hiptesis dualista, que le deba resultar,como a buen monista e investigador cientfico-naturalde pensamiento mecanicista, fundamentalmente extraay repelente.

    Poco despus, estudiando directamente los peces delc~r.al que vive~, en aguas calientes, y en los cuales esvisible la Funcin preservadora de la agresin, me aco-meti el deseo de escribir este libro. Y es que la etologaconoce tanto la historia natural del instinto de agresinque 1:,es posible declar,ar las causas de buena parte desus VICIOS de Funcionamiento en el hombre. Ciertamente,ver las causas de la enfermedad no es descubrir una buenaterapia, perO s una de las condiciones para descubrirla.

    Comp:endo que ~a tarea que he impuesto a mi plumaes excesiva. Es casi Imposible decir con palabras cmo

    PREFACIO 5

  • 6 PREFACIO PREFACIO 7despus sustentarla y reforzarla con ejemplos, ya que lanaturaleza es tan variada que, buscando bien, se puedenhallar ejemplos aparentemente convincentes incluso parahiptesis totalmente abstrusas. Mi obra slo sera verda-deramente convincente, empero, si lograra que el lector,basado solamente en los hechos que yo le expusiera, lle-gara a las mismas conclusiones a que yo he llegado. Mascomo no quiero imponerle un camino tan penoso, prefierodarle aqu un resumen del contenido de los captulospara que le sirva de orientacin.

    En los dos primeros captulos empiezo describiendoobservaciones muy simples de formas tpicas del com-portamiento agresivo; en el tercero paso a tratar de sufuncin conservadora de la especie; y en el cuarto digolo suficiente de la fisiologla de la motivacin instintivaen general y del impulso agresivo en particular como parahacer comprender la espontaneidad de sus violentas eirresistibles manifestaciones, que se repiten con regulari-dad rtmica. En el quinto captulo muestro el proceso dela ritualizaci6n y -hasta donde sea necesario para en-tender despus su accin inhibidora de la agresin- cmose hace autnomo el impulso instintivo por l recincreado. Fin semejante tiene el sexto captulo, que es uncuadro general del funcionamiento de los impulsos ins-tintivos. En el sptimo captulo se dan ejemplos concre-tos de los mecanismos "inventados" por la evolucinpara canalizar la agresin por vas no perjudiciales, delpapel del ritual en este proceso y de la semejanza quehay entre las pautas de comportamiento as formadas ylas que en el hombre se rigen por una moral responsable.En este captulo se sientan las premisas para el entendi-miento del modo de funcionar de cuatro tipos muy dife-rentes de organizacin social. El primero es la multitudannima, libre de toda agresin- pero sin conciencia dela propia personalidad y sin cohesin de los individuosentre ellos. El segundo es la vida familiar y social delesparavn nocturno y de otras aves que anidan en colo-nias y cuya nica base estructural es la defensa del terr-

    torio. El tercero es la notable "familia grande" de lasratas, cuyos miembros DO se reconocen personalmentesino por el olor tribal, que se comportan admirablementeen lo social entre ellos, pero que atacan con tremendoodio partidista a cualquier miembro de la especie quepertenezca a otra tribu. Finalmente, el cuarto tipo deorg:mizacin social es aquel en que el lazo de amor yamistad personal es el que impide que los miembros de lasociedad se peleen y perjudiquen. Esta forma de socie-dad, de configuracin en muchos puntos anloga a la

    ~umana, se ilustra con precisin en el caso del gansosilvestre.

    Despus de lo que queda dicho en estos once cap-tulos, me creo ya en condiciones de explicar las causas demuchas imperfecciones en el funcionamiento de la agre-sin humana. En el captulo doce se da un sermn, "Predi-cando sobre la humildad", que podria servir de base parala eliminacin de ciertos obstculos internos que impidena muchos hombres ver en s mismos una parte del uni-verso y reconocer que su propio comportamiento obedecetambin a las leyes de la naturaleza. Estos obstculos sedeben en primer lugar a que niegan la causalidad, queles parece oponerse al hecho del libre albedro, y, en se-gundo lugar, a la soberbia espiritual del hombre. El capi-tulo trece tiene la misin de exponer de un modo objetivola actual situacin de la humanidad, a la manera comopodria verla un bilogo de Marte, pongamos por caso.Por fin, en el captulo catorce trato de plantear la adop-cin de algunas medidas destinadas a contrarrestar lasperversiones de la funcin agresiva, cuyas causas creohaber descubierto.

  • CAPTULO 1

    PROLOGO EN EL MAR

    Im weiten Meere musst du anbeginnen!Da fangt man erst im kIeinen anund freut sich, Kleinste zu verschlingen;man wachst so nach und nach heranund bildet sich zu hherem Vollbringen."

    GOETHE

    Mi sueo infantil de volar se ha realizado: floto sin pe-santez en el medio invisible y me deslizo sin esfuerzohacia campos iluminados por el sol. Mis movimientos noson los del beocio que se enorgullece de ser hombre ycuya dignidad le obliga a caminar con la panza haciadelante y la cabeza alta; me desplazo a la secular manerade los vertebrados, con la espalda hacia el cielo y la cabezahacia delante. Si quiero mirar de frente, la incomodidaddel cuello me recuerda que en realidad soy morador deotro mundo. Pero raramente quiero hacerlo, y mi vistapor lo general se dirige, como es propio de un investigadorque vive en la tierra, hacia las cosas que tengo debajo.

    "Ms abajo da miedo, y el hombre no debe tentar a losdioses y nunca debe desear mirar lo que piadosos en-vuelven en tinieblas y pavor." Pero cuando no lo hacen,cuando por el contrario permiten a los amigos rayos delsol prestar a animales y plantas los colores de su espec-tro, el hombre ansa -y as se lo aconsejo a todos-avanzar a toda costa, aunque s610 sea una vez en su

    ". Debes empezar por el ancho mar! I All est el origen, enlo pequeo; all tiene uno el gusto de comerse a los ms peque-os, all es donde se va uno haciendo grande I y preparandoa grandes hechos.

    [9]

  • 10 PRLOGO EN EL MAR PRLOGO EN EL MAR 11vida, antes de estar demasiado viejo. Para ello necesitasolamente una mscara de bucear, un tubo snorkel pararespirar en el agua y si acaso, ya en plan grande, unpar de aletas de caucho en los pies... y si no hay un vien-to favorable que sople hacia el sur, un boleto para elMediterrneo o el Adritico.

    Perezosa, seorialmente moviendo las aletas, me des-lizo por parajes encantados. No se trata realmente debancos de coral, con sus montes y valles animados, ruda-mente rajados, sino de uno de los llamados cayos o isletasde greda coralina, como hay tantos a lo largo de la costameridional de la Florida y que son de proporciones msmodestas. Por todas partes, en el fondo compuesto porantiguos desmoronamientos coralinos, se advierten losinteresantes hemisferios del coral meandrina o los msraros corales de cuerno de ciervo (Acropora), tan ramifi-cados, y las ondeantes matas de coral de cuerno o gor-gonias de los ms diversos gneros, y entre todo ello, unavegetaci6n abigarrada de algas pardas, rojas y doradasque no se pueden hallar en los verdaderos bancos decoral, en pleno ocano. A grandes trechos, de anchurahumana y altura de mesitas, casi semejando obra de hom-bres por su forma fea pero regular, se hallan las esponjasloggerhead (Spheciospongia vesparia). En ninguna partese ven superficies calvas de piedra sin vida. Todos losespacios que quedan entre los organismos antes citadosestn ocupados por una vegetacin densa de animlculosmusgosos (briozoos), plipos hibroides y esponjas de es-pecies violentas y anaranjadas, que cubren grandes exten-siones, y entre tantos colores y tuberosidades y el cascajodel fondo, a veces no s distinguir los animales de losvegetales.

    Mi tranquilo avance me va llevando a aguas cada vezms someras, donde los corales disminuyen, pero en cam-bio aumentan las plantas. Enormes selvas de un algamuy graciosa, de formas y proporciones harto parecidasa las acacias quitasol (Penicillium) africanas, se extien-den por debajo de m y me dan la ilusin de que estoy

    no apenas a la altura de un hombre por encima del fondocoralifero del Atlntico sino cien veces ms alto, volandosobre la sabana etipica. Dilatados campos de fucos (Tha-lassia) y otros menores de algas enanas (Zostera) desa-parecen por debajo de m, y ahora que ya s610 tengounos cuantos metros de agua bajo mis pies, una miradaal frente me revela una enorme pared irregular, larga yoscura, que se extiende a derecha e izquierda hastadonde yo alcanzo a ver y llena por completo el espacioentre el claro fondo del mar y la superficie de las aguas.Es la frontera entre mar y tierra, la costa del cayo LignumVitae.

    El nmero de peces aumenta bruscamente. Docenasde ellos me pasan veloces entre los pies, y me recuerdanlas aerofotografas del frica en que los rebaos de ani-males salvajes huyen en todas direcciones ante la som-bra de un aeroplano. En otros puntos, sobre las praderasdensas de fucos, los orbes (Tetraodon), gordos y c6micos,me recuerdan irresistiblemente las perdices que toman elvuelo en un trigal y, tras de un vuelo ms o menos largo,vuelven al ataque. Otros peces, muchos de ellos de in-crebles colores, siempre agradables a pesar de lo abiga-rrado, hacen lo contrario y se hunden en las algas a mipaso. Un grueso puercoespin (Chilomycterus schiipfii)con hermosos cuernecillos de diablo por encima de unosojos de azul ultramar, est tranquilamente echado y mehace una mueca; yo no le he hecho ningn dao todava,pero uno de los suyos s me lo ha hecho a m. Hace unosdas agarr uno de ellos descuidadamente, el americanospiny boxfish, y sin ms ni ms me quit con su pico depapagayo, formado por dos dientes contrapuestos y afila-disimos, una parte no desdeable del ndice diestro. Mezambullo en direccin del ejemplar antes visto utilizandoel procedimiento, ya probado y que ahorra esfuerzo, delpato que bucea en aguas someras, levantado la parteposterior del cuerpo por encima de la superficie, y asme apodero cuidadosamente del interfecto y me lo llevepara arriba. Tras de varios intentos infructuosos de mov

  • 12 PRLOGO EN EL MAR PRLOGO EN EL MAR 13

    derme empieza a tomar en serio la situacin y se infla,siento claramente en la mano con que ]0 tengo asidolos "golpes de mbolo" de la bombita que tiene este pezen la musculatura de la faringe. Cuando su piel ha lle-gado al lmite de elasticidad y es en mi mano una bolaespinosa bien hinchada, lo suelto y me divierto con laprisa que se da para desalojar el agua que se haba metidoen el cuerpo y desaparecer entre las algas.

    Me vuelvo ahora hacia la pared que separa el mar dela tierra. A primera vista podra creerse que es de tobavolcnica, por lo fantsticamente destrizado de su super-ficie y por los muchos agujeros que parecen mirarme comoojos de calavera, sombros y abismales. Y efectivamente,la roca est compuesta de antiguos esqueletos de coral,restos de los bancos coralgenos de la poca preglacial,que se secaron y murieron en la glaciacin del Sangamon.Por todas partes pueden verse en la piedra las estructurasde los mismos corales que en la actualidad viven porall, y entre ellas, las conchas de mariscos y caracolescuyos congneres vivos pueblan todava aquellas aguas.Nos hallarnos aqu sobre dos bancos de coral, viejo eluno y muerto hace miles de aos y vivo el otro sobrelos despojos del primero, porque los corales, como las civi-lizaciones, se desarrollan sobre los esqueletos de los prede-cesores.

    Nado hasta la accidentada "costa" y a lo largo de ellahasta hallar un saliente no muy aristado donde ponerla diestra para anclarme, Divinamente ligero, agradable-mente fresco, pero sin sentir fro, forastero en aquelmundo de maravillas alejado de todas las preocupacionesterrenales, las olas me mecen suavemente; me olvido detodo menos de ver ... soy como un globo cautivo animadoy encantado.

    En tomo mo, por todas partes, peces ... y en las aguasmenos profundas casi slo pececillos. Se me acercancuriosos desde lejos o desde los escondites donde se habianmetido a mi llegada, huyen de sopetn otra vez, como porejemplo cuando "carraspeo" en el snorkel y hago salir

    el agua que se le haba introducido o se haba formadopor condensacin. Pero en cuanto vuelvo a respirar tran-quilamente, despacito, se me acercan de nuevo, y subeny bajan a una conmigo, con el gentil oleaje. Recuerdola cita clsica: "Volvis ahora, formas oscilantes, que yauna vez mis turbios ojos vieron? Si otra vez intento rete-neros, todava siento mi corazn presa de la antigualocura". Y fue precisamente con los peces como, con lavista empaada, descubr ciertas leyes del comportamien-to animal, y sin darme cuenta lo ms mnimo de ello,mas desde entonces siento en mi corazn la locura dellegar en vida a ese conocimiento. Aprehender la multi-plicidad de las formas es el afn interminable del zo-logo como del artista.

    La multiplicidad de las formas que me rodean -algu-nas tan cercanas que mis ojos de viejo no pueden verlasbien- parece al principio abrumadora. Pero al cabo deun rato, las caras se van haciendo ms familiares y micapacidad de percibir las formas, una de las ms mara-villosas facultades humanas, empieza a discernir en elcmulo de creturas. Y de pronto veo que no son tantasespecies como parecan, aunque sigan siendo bastantes.Inmediatamente se distinguen dos categoras de peces:los que llegan nadando en bancos, sea desde altarnar,sea a lo largo de la pared rocosa y los que, pasado el p-nico que ocasiona mi presencia, vuelven a asomarse cautay lentamente desde un agujero o cualquier otro escon-dite ... y siempre solos. stos ya los conozco y s quedas o semanas ms tarde todava se les podr encontraren la misma morada. Durante mi estancia en Cayo Largovisit regularmente cada dos das a un hermoso Chaeto-don ocellatus que viva bajo un malecn volcado por elhuracn Donna, y siempre lo hall en su casa.

    Entre los bancos de peces que van y vienen se hallana millones los pequeos y plateados Atherinidoe, variascIases de sardinas que viven cerca del litoral y sus terri-bles cazadores los Belonidae, ligeros como flechas; haytambin a miles en torno a los desembarcaderos, muelles

  • 14 PRLOGO EN EL MARY arrecifes bruscos Lutianidae, verdigrises, y entre otrosmuchos los bonitos Haemulon, rayados de azul y ama-rillo y que los norteamericanos llaman grunts porqueemiten una especie de gruido cuando los sacan del agua.Particularmente abundantes y hermosos son de stos losgrunts de rayas azules (Haemulon sciurus), los de rayasblancas (Haemu!on plumieri) y los de rayas amarillas(Haemulon flavolineatus), nombres no muy acertados,ya que los tres tienen azul y amarillo, pero con distintodibujo. Segn mis observaciones, todos tres suelen nadartambin en bancos mixtos. El nombre alemn de estospeces (Purpurmiiuler) se debe a la notable coloracinrojo prpura de su mucosa bucal, oicamente visiblecuando el pez amenaza con la boca bien abierta a uncongnere, que le responde en el mismo tono. Pero nien el mar ni en un acuario he visto jams que estasimponentes amenazas acabaran por un combate en serio.

    Lo mejor de estos y otros vistosos grunts, as como demuchos snappers (Lutianidae) que suelen nadar con elloses la intrpida curiosidad con que acompaan al bucea-dor y su snorkel. Es probable que del mismo modo sigana grandes peces inofensivos, y al legendario manat ovaca marina, hoy por desgracia casi extinguido, con laesperanza de apoderarse de pececillos y otras pequeascreaturas que haya sacado espantadas de sus escondrijosel animal mayor. La primera vez que fui nadando desdemi base, el muelle del motel Key Haven, en Tavernierhacia Cayo Largo, me sorprendi hondamente la enor-me multitud de grunts y snappers que me rodeaba, tanapretadamente que me impedan ver, y que era igual dedensa doquiera que yo nadara. Poco a poco fui compren-diendo que siempre eran los mismos, que me escolta-ban ... y que no dejaban de ser unos millares, segn unclculo conservador. Si nadaba yo paralelamente a lacosta hasta el siguiente muelle, situado a unos 700 me-tros, el tropel me segua la mitad del camino, ms omenos, y sbitamente se volvan y arrancaban para sucasa a la mayor velocidad que les era posible. Cuando los

    PRLOGO EN EL MAR 15peces que moraban bajo el otro desembarcadero observa-ban mi llegada, suceda algo sorprendente: de las tinie-blas que haba bajo la pasarela sala un monstruo devarios metros de ancho y casi otro tanto de alto, as comounas cuantas veces esa cantidad de largo, que proyectabauna negrsima sombra sobre el fondo soleado, y se aba-lanzaba hacia m. Cuando ya lo tena cerca resultser una multitud de amistosas bocas purpreas. La pri-mera vez que me sucedi esto me llev un susto mortal.Posteriormente, los mismos peces han provocado en mun sentimiento opuesto: y es que mientras lo acompaana uno se puede estar bien seguro de que no hay ningunabarracuda grande por las inmediaciones.

    Muy diferentes son los audaces piratuelos Belonidaellamados pez aguja y lucio cornudo, que cazan en pe-queas unidades de cinco o seis inmediatamente debajode la superficie. Flacos como flagelos, apenas son visi-bles desde donde yo estoy, porque sus flancos argnteosreflejan la luz exactamente del mismo modo que la su-perficie inferior del espacio areo, ms familiar a noso-tros los humanos en su otra cara de Jano, es decir, cornosuperficie de las aguas. Pero vistos desde arriba tienen unbrillo verdiazul, precisamente como sta. y casi son, msdifciles de discernir que desde abajo. En formacin deflanco muy abierta recorren las capas superiores de lasaguas y dan caza a los pequeos sil1Jersides (Atherinidae)que pueblan las aguas por millones y millones, tupidoscomo copos de nieve en la cellisca y centelleantes comolama de plata. Estos enanos no me teman a m, porquelos peces tan pequeos no son presa interesante para losde mi tamao. A veces nado por entre ellos y se apartantan poco sus escuadrones que con frecue.ncia contengoel aliento involuntariamente para no aspirarlos por eltubo, como si lo que estoy atravesando fuera una nubede mosquitos. El hecho de estar respirando por el snorkelen otro medio no inhibe lo ms mnimo este reflejo. Perocuando se acerca el menor lucio cornudo, los pececillosde plata desaparecen al punto en todas direcciones, hacia

  • 16 PRLOGO EN EL MAR PRLOGO EN EL MAR 17arriba, hacia abajo y hasta saltan sobre la superficie; encosa de segundos quedan en el agua grandes espacioslibres de lentejuelas, que solamente se van llenandocuando los peces de presa han pasado ya.

    Por muy diferentes que sean con sus adustas cabezotaslos "gruidores" y Lutianidae de los finos y aerodinmi-cos lucios cornudos, en una cosa se parecen, y es en noapartarse mucho de la idea que generalmente evoca lapalabra "pez". Pero entre los caverncolas del lugar noes as: el magnfico pomacanto Angelchtys ciliaris, conlas hermosas bandas amarillas que adornan: su traje dejuventud, todava puede considerarse un "pez normal".Pero aquello que sale de una grieta formada por dosbloques de coral y avanza con vacilantes movimientos detanteo, ora para ac, ora para all, ese disco de terciopelonegro con bandas transversales en semicrculo, de unamarillo vivo, y una luminosa cenefa de azul ultramaren el horde inferior, es realmente un pez? O aquellasdos criaturillas, del tamao y el aspecto de abejorros,que corren como locas con su cuerpo de un anaranjadochilln, en cuya tercera parte, la posterior, ostentan unredondo ojo negro, bien dibujado y notorio, hordeado deazul claro? O aquella joyita que brilla en aquella cavi-dad y tiene el cuerpo dividido por una linea diagonalque va desde debajo de la cabeza hasta encima de lacola, en dos partes, una de un luminoso azul violetay otra de amarillo lim6n? O bien aquel extraordinariotrocito de cielo estrellado, azul oscuro, sembrado de luce-citas de azul claro, que por una inversin paradjica detodas las direcciones del espacio, asoma precisamentedebajo de mi, por detrs de un bloque de coral? Exami-nados de cerca, todos estos seres fantsticos resultan,naturalmente, unos peces como es debido, y en realidadparientes bastante cercanos de mis antiguos amigos y co-lahoradores los ciclidos. El cielito estrellado, o pez joya(jewel fish) y el otro, Beau Gregory, el que tiene azulesla cabeza y el dorso y amarillos el vientre y la cola, sonparientes muy cercanos de ellos. El abejorro anaranjado

    es hijo del que la gente del pas llama con razn rackbeauty, o "belleza de roca", y el disco negro y amarilloes un joven angelote negro. jPero qu colores! jY en quincreble disposicin! Casi podra creerse que el objetoes obtener un efecto a distancia, un fuerte contraste comoel de una bandera o un cartel.

    Por encima de m, un espejo gigantesco y cabrillean-te, por debajo, "cielos estrellados", siquiera minsculos.Floto sin pesantez en un medio transparente, rodeado deangelotes, entregado a la contemplacin, admirando-es-pantado la creacin y su hermosura... Pero gracias alcreador, soy capaz de observar detalles esenciales. Y aho-ra veo que de los peces de coloracin mate o pastel, comalos ((gruones", siempre hay varios o muchos nadandojuntos, a veces incluso en filas apretadas. En cambio, delas especies de colores nunca tuve al alcance de la vistams de un ejemplar, ya fuera un angelote negro o unangelote azul, un Beau Gregory o un "cielito estrellado".y si vi dos pequeas "bellezas de roca", es que la unaiba persiguiendo furiosamente a la otra.

    Sigo observando, aunque la inmovilidad de esta vidade gloho cautivo me hace sentir fro, a pesar de que elagua no lo est. En este mismo momento descubro a 10lejos (cosa de 10 o 12 metros nada ms, por clara queest el agua) otro Beau Gregory, sin duda en busca dealimento, que se acerca gradualmente. El Beau que esta-ba instalado cerca de m tarda en descubrirlo mucho msque yo tard desde m puesto de observacin, y cuandolo ve lo tiene ya a unos 4 metros de l. Entonces se lanzael residente, con furia sin igual, contra el extrao, y aun-que ste es un poco ms grande que su agresor, da me-dia vuelta inmediatamente y huye nadando cuanto pue-de, describiendo un loco zigzag con el fin de evitar losmortferos topes que le tira su perseguidor, y que si lealcanzasen no dejaran de producirle graves heridas. Unode ellos por lo menos le atina, porque veo una escamabajar brillando hacia el fondo cual hoja seca arrastradapor el torbellino. Cuando el intruso se ha esfumado en

  • 18 PRLOGO EN EL MARla lejana verdiazul, el vencedor vuelve en seguida a suagujero. Tranquilamente se desliza por enmedio de unrebao apretado de jvenes "bocas de prpura" que bus-can alimento a la entrada de su cueva, y los evita con lamisma indiferencia que si fueran piedras u otros obstcu-los inanimados sin importancia. Ni siquiera el pequeoangelote azul, que no deja de parecrsele algo en formay color, excita para nada su acometividad.

    Al poco rato presencio otro pleito semejante en todo alque acabo de describir. Se trata de dos angelotes negros,apenas mayores que un dedo, pero eso no impide que elencuentro sea algo ms dramtico an. El atacante pareceaqu ms rabioso, y el forastero en Iuga ms presa de pni-co, pero tal vez esto se deba tan slo a que mi vista de hu-mano sigue mejor los movimientos de los peces ngel quelos de los Beau Gregories, mucho ms rpidos, que pa-recen moverse como en una pelcula con movimiento ace-Ierado,

    Ahora me doy cuenta de que tengo bastante fro; mien-tras subo la pared de coral en busca del sol de oro y laatmsfera tropical de la Florida, formulo mentalmente enunas cuantas frases breves lo contemplado: Los peces decolores chillones, "de cartel", tienen todos un domiciliofijo. Solamente en ellos he observado la defensa de unterritorio. Su rabiosa agresividad se dirige nicamentecontra sus propios congneres, JI- jams he visto atacarsedos peces de especies diferentes, por muy agresivos quesean.

    ". Traducimos por "congneres", por ser el vocablo ms cas--tizo, lo que estrictamente hablando deberamos traducir por "con-especficos", o sea, los individuos pertenecientes a la misma espe-cie zoolgica. [T.l.

    CAPTULO nCONTINUACIN EN EL LABOMTORIO

    Was ihr nicht fasst, das fehlt euch ganz und gar,was ihr nicht reclmet, glaubt ihr, sei nich wahr,Was ihr nicht wgt, hat ro euch kein Gewicht,was ihr nicht mnzt, das glaubt hr, gelte ncht,"

    GOBTIlE

    En el captulo anterior me permit una licencia potica,porque no dije que en observaciones de acuario ya habavisto cmo los abigarrados peces de coral se hacan entres una guerra despiadada y me haba formado una opi-nin provisional sobre el significado biolgico de esoscombates. Haba ido a la Florida para verificar mis hip-tesis. Naturalmente, estaba decidido a tirarlas todas porla borda si los hechos probaban lo contrario, o tal vezdebera decir a expulsarlas por el tubo del snorkel, por-que no hay manera de echar algo por la borda cuandoest uno bajo el agua. Para el investigador es un buenejercicio matinal deshacerse antes del desayuno de algunahiptesis favorita. As se conserva joven.

    Cuando, hace unos aos, empec a estudiar en acuariolos pececillos de colores de los arrecifes, aparte del placeresttico que procura la gran belleza de estos animales meatraa el olfato que siempre he tenido para los problemasbiolgicos interesantes. Y la primera pregunta que mehice fue: Por qu tendrn estos peces unos colores tanvivos?

    Al plantearse el bilogo un "para qu?" de esta ma-'" Lo que no agarris, se os escapa totalmente, / lo que no con-

    tis, creis que no es cierto. / Lo que no pesis, no tiene pesopara vosotros; / lo que no amonedis, creis que no es dinero.

    [19]

  • nera no trata de ningn modo de sondear e! significadoms profundo del universo en general ni de su problemaen particular. Lo que busca es algo ms modesto y enprincipio accesible. Desde que Charles Darwin nos ense- la evolucin histrica del mundo de los seres vivos yaun algunas de sus causas, la cuestin del "para qu" espara nosotros algo muy concreto. Sabemos, por ejemplo,que es la funcin de! rgano la que modifica su forma.Lo mejor es siempre enemigo de lo bueno. Si una peque-a variacin hereditaria, fortuita en s, hace a un rganoun poco mejor y ms eficaz, el portador de este carcter,y sus descendientes tambin, resulta un competidor conventaja para todos sus dems congneres no igualmentedotados. Y a la corta o a la larga, stos desaparecen de latierra. Tal fenmeno se da por todas partes y se deno-mina seleccin natural. Esta .seleccn es uno de los gran-des artfices de la transformacin de las especies, y el otro,el que le proporciona el material, es la mutacin, cuyanecesariedad postul Darwin con genial presciencia enuna poca en que todava no sealaha nada su existencia.

    Todas las innumerables, complejas y adecuadas estruc-turas de plantas y animales de mil clases deben su exis-tencia a la paciente labor realizada durante millones deaos por la mutacin y la seleccin. De esto estamos mu-cho ms convencidos que el mismo Darwn, y como pron-to veremos, con muchas ms razones. A no pocos puedeparecer decepcionante que la abundancia de formas delos seres vivos, cuyas armoniosas leyes nos imponen respe-to, tanto como su belleza deleita nuestro sentido de loesttico, tenga un origen tan prosaico y, sobre todo, sehaya producido de un modo tan estrictamente casual.Pero para el que estudia la naturaleza en Forma cientficaes una razn de continua admiracin el ver que aqullacrea sus grandes obras sin infringir jams sus propiasleyes.

    Nuestro "para qu" slo puede hallar una respuestalgica si los dos artfices han cooperado de la forma apun-tada. Es como preguntar cul es en el ,:,aso la funcin

    20 CONTINUACIN EN EL LABORATORIO CONTINUACIN EN EL LABORATORIO 21c.onservadora de la especie. Si a la pregunta uPara qullene el gato uas curvas y afiladas?" respondemos que"Para cazar ratones", esto no implica aceptacin de unateleologa metafsica, sino sencillamente declara que "cazarratones" es la funcin especfica cuyo valor para la con-servacin de la especie ha producido por seleccin en losgatos ese tipo de garras. Pero la misma pregunta no tie-ne sentido cuando hay mutacin sin seleccin. Por ejem-plo, cuando en la gallina domstica y otros animales, queel hombre protege y que quedan fuera de la influenciade la seleccin natural, en la coloracin protectora apa-recen los ms variados colores y manchas, y no tiene casopreguntar para qu necesitan esa coloracin tales anima-les. Es como cuando en algn poblado de Europa cen-tral hay perro~ ~~zados, unos con la cola recta y otrosenroscada, es intil preguntarse el motivo de esta varia-cin de forma ... ms o menos fea. Pero cuando tene-mos estructuras complejas y diferenciadas, muy regulares,como en una ala de pjaro o en el mecanismo de unapauta de comportamiento instintivo, podemos dar por se-guro que no han aparecido por casualidad. Es entoncescuando cabe preguntarse qu necesidades de la seleccinnatural dieron lugar a la formacin de esa estructura, osea para qu est ah. Tales preguntas nos las plantea-mos con la Justa esperanza de recibir respuestas ...l~Jas,y nuestra experiencia personal nos ensea que as suelesuceder cuando el investigador persevera lo suficiente. Nodesmienten esto las excepciones en que la ciencia (toda-va) no ha explicado algunas de las ms importantescuestiones de la biologia. Por ejemplo, la de la utilidadde las maravillosas formas y colores de las conchas de losmoluscos, que la defectuosa vista de esos animales no al-canzara a ver aun no estando, como suele suceder, ocul-tos por los pliegues del manto y por la oscuridad de lasprofundidades submarinas.

    Los chillones colores de los peces de coral piden agritos una explicacin. Cul ha podido ser la funcinconservadora de la especie que determin su evolucin?

  • es mayor su prepotencia porque no lo deja desarrollarsebien, y el desenlace es de todos modos fatal.

    ~ara obser;ar .el comportamiento normal de los prope-tanos de terntono unos para con otros es necesario tenerun recipiente suficientemente grande para contener porlo menos dos territorios de capacidad correspondiente alas normas de la especie estudiada. Construimos, pues,.unacuario de dos metros y medio de largo, que contena msde dos toneladas de agua y que tenia suficiente espaciopara albergar a varios peces pequeos, de los que vivencerca del litoral. En las especies de colores vivos, los j-

    ~ene~ los tienen casi siempre ms intensos, y al mismotIempo muestran ms apego a su territorio y reaccionesms fuertes que Ias de los adultos. Por eso es posible es-tudiar con estos pececillos los procesos que nos interesanen un espacio relativamente reducido.

    En dicho acuario pusimos pececillos de 2 a 4 cm delargo de las siguientes especies: 7 especies de mariposarnanna, 2 de angelotes, 8 de "seoritas" (grupo al quepertenecen el "cielo estrellado" y el Beau Gregory [poma-cntridos]), 2 especies de ballesteros o peces gatillo (Ba-listidae), 3 de meros o cfalos (IAbridae y Coridae), 1 depez doctor y otras muchas especies no agresivas ni de co-lores vivos, como el pez cofre (Ostracionidae) , el orbe,etctera. Haba, pues, all unas 25 especies de peces decolores chillones, con un promedio de cuatro individuospor especie (a veces ms, otras uno solo), y en totalpasaban de 100 los individuos. Se conservaron bien, casisin prdidas, se aclimataron, se pusieron fuertes... y em-pezaron a pelearse, como estaba previsto.

    Entonces se present una magnfica ocasin de cuan~tificar algo. Al hombre de ciencias "exactas" le encantacontar y medir, a tal extremo que muchas veces resultaincomprensible para quien desconoce la materia. "Es slogrande la naturaleza porque os proporciona algo que con-tar?", pregunta Schiller a los hombres de ciencia que nose dedican a otra cosa que contar y medir_ Y debo con-fesar al pacta que sin la cuantificacin yo no sabra mu-

    22 CONTINUACIN EN EL LABORATORIOAdquir los peces ms vivamente colorea~os que pude

    hallar, y adems, para fines de comparaCI?, otros decolores menos vivos, incluso algunos de especIes bastantegrisceas. ..'y realic un descubnmlento mesperado: con los pecesde coral de los colores ms vivos, del tipo de "cartel" o"bandera" es cabalmente imposible tener ms de un in-dividuo d~ la misma especie en un acuario pequea. Sipona varios de la misma especie juntos, al cabo depoco tiempo slo quedaba, despus de sangnentas b~tallas, uno: el ms fuerte. Posteriormente, en la Florida,tuve la honda impresin de descubrir e~ alta ';lar elmismo espectculo que tantas veces se habla repetido enmi acuario. Al cabo de luchas tremendas, slo quedabaun ejemplar de cada especie, convi~iendo tran~uilamente con los de otras especies, cada qUIen con su VIVO color,pero todos diferentes. En un pequeo rompeolas queestaba cerca de donde yo moraba vivan as en pacificoentendimiento un Beau Gregory, un pequeo angelotenegro y un ChaetoMn ocellatus. La coexisten~ia pacificade dos individuos pertenecientes a una especIe de colorvivo en acuario como en el mar. slo se halla en lospec:s que viven en estado conyugal permanente, iguala aquel que se d~ en. ,?uchas av~s. Tuve ocasin deobservar tales parejas VIVIendo en hbertad entre los an-gelotes azules y los Beau G~egories y e~ acuario en Chae-todon pardos y blancoama~llos. Los conyuges d~ esas pa-rejas son verdaderamente Inseparables y, cosa Interesan-te, an ms agresivos re~pecto de sus co~gneres que lospeces no unidos conyugaimente. Por que? Ms adelantelo veremos.

    En el mar se cumple sin efusin de sangre el principiode que 'juno no gusta de juntarse con los suyos", porqueel vencido huye del territorio del vencedor y ste no lopersigue. Pero en el acuario, donde na hay salida, lo msfrecuente es que el vencedor acabe con el vencido. O por lomeDOS toma todo el recipiente por su territorio y martirizatanto con ataques continuos al desposeido que cada vez

    CONTINUACIN EN EL LABORATORIO 23

  • 24 CONTINUACIN EN EL LABORATORIO CONTINUACIN EN EL LABORATORIO 25cho menos de la agresividad entre los miembros de lamisma especie, pero m seguridad en el saber sera cier-tamente mucho menor si me conformara con la concisafrase: "Los peces de coral de colores vivos muerden casiexclusivamente a sus congneres". Lo que contamos fueen realidad el nmero de mordiscos, y el resultado delcmputo fue el siguiente: Para cada una de los pececillosque viven en el recipiente con 3 congneres, la probabi-lidad de dar por casualidnd con uno de los 3 hermanoses de 3 contra 96. No obstante, el nmero de mordidasentre congneres, comparado con el nmero de mordi-das entre los miembros de especies distintas est en pro-porcin de 85 a 15. Y esta misma ltima, mnima cifrainduce a error en relacin con la situacin verdadera, yaque los ataques a que se refieren se debieron casi exclu-sivamente a las "seoritas", que estn casi todo el tiempoocultas en su agujero y atacan furiosamente, sin distin-cin de especie, a cualquier pez que se mete en su es-condite. En el mar libre, ellas tampoco hacen caso delos peces de otras especies. Y si se retira este grupo delconjunto investigado, las cifras obtenidas son an msimpresionantes.

    Otra parte de los ataques contra peces de distinta es-pecie debe atribuirse a los escasos individuos que no te-niendo ningn congnere en todo el acuario, no les que~daba ms remedio que descargar su sana clera contraquien fuera. Pero la eleccin del objeto tambin confir-maba en estos casos mi hiptesis, con la misma fuerzaque las cifras. Haba, por ejemplo, un magnfico pez solo,de una especie (desconocida para nosotros) de mariposasmarinas, de forma y diseo tan exactamente situados a'medio camino entre las mariposas blancas y amarillas ylas blancas y negras, que inmediatamente lo bautizamosblancoamarilJonegro. Y pareci damos la razn, porquereparta por igual sus ataques entre los representantes deambas especies. Jams observamos que mordiera a nadiede otra especie. Casi ms interesante era el comporta-miento de nuestro nico ballestero azul, que en latn se

    llama Odonus niger, o sea "pez dentado negro". El zolo-go que le puse ese nombre sin duda no lo ~o sino ca-dver y decolorado por el formol, porque en VIda este pezno es negro, sino de un luminoso azul, con unos toquesde color rosa y violeta tierno, sobre todo en los bordes delas aletas. Cuando fu a comprarlo, a la casa de AndreasWerner, llegaba un cargamento de estos peces, y comolos vi pelearse, comprend claramente que mi enormeacuario no era lo suficientemente grande para contenera dos de tales individuos, que miden apenas 6 cm delargo. Por eso adquir solamente uno. Al principio, semostr bastante pacfico, no tena congneres! Pero losraros mordiscos que tiraba los distribuia, de modo muysignificativo, entre dos especies muy distintas. En primerlugar persigui a los llamados diablos azules (Pomacen-trus coeruleus), parientes cercanos del Beau Gregory, quetenan en comn con ellos el magnfico color azul, ydespus persigui a los dos ejemplares de otra espece deBalistidae, el pez Pieasso (Rhinecanthus aculeatus). Estepez, extraamente diseado y violenta~.ente coloreado,como lo indica el nombre que los aficionados le handado, se le parece bastante en la forma, aunque n~da enel color. A los dos meses, el ms fuerte de los Pcassoshaba enviado al otro al paraso de los peces, que es laformalina, y apareca una violenta rivalidad entre el ma-tador y el ballestero, a la cual contribuy sin duda laagresividad del ltimo. A todo esto, los diablos azuleshaban dejado su traje de juventud por el azul trtola,ms suave, de, los adultos, y as provocaban menos com-bates. Para no hacer el cuento largo. El ballestero acabpor matar al Picasso. Podra citar todava muchos casosen que slo qued un superviviente de los peces de cadaespecie con que experimentamos, y uno de tales casosfue el del Pomacanthus semicirculatus. En los casos enque dos almas de pez se haban unido por el matrimoniopara no formar ms que una, quedaba la pareja, como enel caso de los peces mariposa pardos y los blancoamari-llos. Se conocen tambin muchos otros casos en que los

  • 26 CONTINUACIN EN EL LABORATORIO CONTINUACIN EN EL LABORATORIO 27animales (no solamente peces), por falta de congneres,deben descargar su agresividad en otros objetos, que es-cogen entre sus parientes ms cercanos o en especie decoloracin semejante.

    Estas observaciones de acuario y las conclusiones a quese prestan, as como mis estudios en alta mar, demuestranclaramente que los peces son mucho ms agresivos con-tra sus propios congneres que contra los de las demsespecies.

    Pero, como ya dije en el primer captulo, en mi des-cripcin del comportamiento de los peces en libertad, haymuchas especies que no son tan agresivas como los pecesdel coral que sirvieron para mis experiencias. Si hacemosun examen de los intolerantes y los ms o menos tolerantes,se patentiza al punto la relacin entre -coloracn, agresi-vidad y a~o al territorio. La agresividad extremadadedicada al congnere, acompaada por la sedentariedad,se aprecian casi exclusivamente, en los peces que yoobserv en libertad, entre los que manifiestan ya desdelejos su pertenencia a la especie con colores chillones ex-tendidos por grandes superficies de su cuerpo. En reali-dad era esa extraordinariamente caracterstica coloracinla que despert mi curiosidad y me hizo sospechar la exis-tencia de un problema. Los peces de agua dulce tambinpueden tener hermosos y vivos colores, y muchos de ellosaguantaran la comparacin con los del mar; pero el con-traste no est en la belleza.

    En la mayoria de los peces de colores de agua dulce,la estupenda coloracin es pasajera, yeso es precisamen-te lo que le da su mayor encanto. Los cclidos multico-lores (cuyos cidos colores les valieron en alemn sunombre de Buntbarsch), los peces laberinto, que muchasveces son an de colores ms vivos, el rey de los gas-tersteos, rojo, verde y azul, y la perca arco iris de nues-tras aguas, as como otros muchos habitantes de nuestrosacuarios, solamente se ponen su traje de gala cuando ar-den en amor o en entusiasmo blico. Y en muchos de ellospuede calcularse en ese momento la intensidad de sus

    emociones por la coloracin, que nos dice en qu gradopredominan el instinto de agresin, la excitacin sexualo el impulso de fuga. Con la misma rapidez con quedesaparece el arco iris cuando una nube cubre el sol, seapaga este esplendor cuando pasa la emocin que lo pro-voc; y sobre todo cuando la remplaza una emocincontraria, Como el miedo, que inmediatamente cubre alpez con un camuflaje de colores sucios, nada llamativos.Es decir: los colores son en todos estos peces un mediode expresin, que solamente se emplea cuando es nece-sario. De acuerdo con esto, los jvenes, y con frecuenciatambin las hembras, tienen colores apagados y poco cons-picuos.

    Muy distinto es el caso con los agresivos peces del co-ral. Su soberbio traje es tan constante como si se lo hu-bieran pintado en el cuerpo con colores bien firmes. Yno es que no sean susceptibles de cambiar de tono, yaque antes de entregarse al sueo se ponen un camisnde dormir cuya coloracin contrasta grandemente con ladel da. Pero en estado de vigilia y cuando estn activos,lucen sus agresivos colores a toda costa, ya sea persiguien-do vencedores a toda velocidad a uno de sus congneres,ya sea zigzagueando vencidos en loco afn de huida. Ala manera de un buque de guerra ingls en una novelade Forester, jams arran el pabelln que caracteriza suespecie. Incluso en el recipiente donde los transportan,en que no se sienten muy a gusto, y ni siquiera cuandoestn enfermos y decados abandonan su brillante colora-cin, que dura todava bastante despus de su muerte,hasta desaparecer por completo.

    En los peces de coral tpicos de coloracin viva, decartel, no solamente los machos y las hembras son seme-jantes, sino que tambin los pequeuelos ostentan coloreschillones, a veces muy distintos de los padres, y msfuertes. Es ms: hay especies en que solamente los jve-nes llevan colores abigarrados, como por ejemplo el "cie-lito estrellado", descrito en la p. 16, Y el diablo azulde la p. 25, que al llegar a la madurez se transfor-

  • 28 OONTINUACI6N EN EL LABORATORIOman en peces de un gris tortolilla poco llamativo, conuna aleta caudal de un amarillo plido.

    La distribucin de los colores en superficies relativa-mente grandes y muy contrastadas, que es precisamentelo que recuerda un cartel, no solamente es distinta delesquema de color de la mayora de los peces de agua dul-ce, sino tambin del de casi todos los peces menos agre-sivos y menos apegados a su territorio. Lo que nos encan-ta en stos es la delicadeza del diseo, el gusto de lasentonaciones pastel y la primorosa ejecucin de los de-talles. De lejos, uno de esos "boca de prpura" que meson tan caros parece un pez verdoso 'y plateado, nadaextraordinario. Y cuando lo tiene uno bien cerca, cosaque sucede tambin en pleno mar, debido a la falta detemor de estos curiosos pececillos, uno advierte los jero-glficos de oro y azul celeste que cubren todo el cuerpodel animal con artsticos arabescos y meandros que lohacen parecer de brocado. Sin duda, su dibujo tambinsirve para dar a conocer su especie, pero solamente a loscongneres que naden muy cerca de ellos, porque de mslejos no se distinguen bien. En cambio, los "colores decartel" de los peces de coral, territoriales y agresivos, es-tn destinados a ser vistos y reconocidos de muy lejos.y ya sabemos de sobra que el reconocimiento de su pra-pia especie desencadena en estos animales una rabiosaagresin.

    Son muchos, aun entre quienes por lo dems dan mues-tras de comprender la naturaleza, los que consideran exa-gerada y rara esta mana del bilogo de preguntarse antecada mancha de color de un animal cul es su posiblefuncin para la conservacin de la especie y qu procesode seleccin natural pudo haberla producido. Muchas ve-ces hemos comprobado que algunos nos condenan porello y nos califican de materalistas insensibles a los va-lores. Pero siempre que pueda obtenerse una respuestarazonable hay derecho de hacer la pregunta, y de ningnmodo disminuyen el valor y la belleza de un fenme-no natural por averiguar el porqu est hecho as y no

    CONTINUACIN EN EL LABORATORIO 29de otro modo. Nada puede expresar mejor la actitud delhombre de ciencia que la frmula, tan peculiar, de Wil-liam Beebe: "Vale la pena estudiar el cnw son las co-sas, pero lo que hace la vida digna de vivirse es el por-qu." El arcoris no es menos bello porque hayamosdescubierto las leyes de la refraccin que lo produce. '{an excitar ms nuestra admiracin la belleza y armo-na de diseo de nuestros peces y de sus movimientos elsaber que tales adornos desempean un importante papelen la conservacin de aquellas especies. En cuanto a lossoberbios colores de guerra que son la bandera de lospeces de coral, tenemos la casi total seguridad de sabercul es su funcin principal: desencadenar en sus cong-neres -y solamente en ellos- un furioso empeo en ladefensa del terrtorio, cuando se hallan en ste, y unadecidida voluntad de combatir destinada a infundir pavorcuando invaden otro territorio. Estas dos funciones separecen en todo a otro fenmeno natural Cel canto delos pjaros, la cancin del ruiseor), que, como dice acer-tadamente Ringelnatz, "oblig a los poetas a ponerlo enverso". Del mismo modo que los colores de los peces decoral, la cancin del ruiseor sirve para advertir a suscongneres -y solamente a eIlos- que tal territorio hahallado un dueo definitivo y dispuesto a pelear por l.

    Si comprobamos esta teora comparando el comporta-miento combativo de los peces de colores de cartel y delos peces cuyos colores no son de cartel pertenecientes almismo grupo o gnero y que viven en el mismo medioveremos, por ejemplo, que el pez llamado por los norte-americanos sergeant nu:jor CAbudefduf saxatilis), quepertenece al gnero de los Pomacentridae y tiene unastiras transversales poco llamativas, es un ~z pacfico, delos que nadan en bancos. Su parente el abudefduf CA.oxyodon) de dientes agudos, pez de un hermoso negroaterciopelado con rayas de azul claro en la cabeza y eltrax y una gran faja de amarillo azufre que le atraviesael torso, es en cambio quiz el ms feroz de todos esoshoscos propietarios de territorios que he conocido estu-

  • 30 CONTINUACIN EN EL LABORATORIOdiando los peces de coral. Nuestro gran acuario resultdemasiado pequeo para dos diminutos pececillos jvenesde esta especie, que apenas median 2.5 cm de largo. Eluno seoreaba todo el recipiente y el otro se vio obligadoa vegetar, y por no mucho tiempo, en el rincn quequedaba arriba, a la izquierda, oculto por las burbujasdel generador de aire, que impedan lo viera su esqui-nado hermano. Otro excelente ejemplo nos lo proporcio-DaD las mariposas marinas, cuya nica especie apacibleque conozco es aquella cuyo dibujo caracterstico se di-suelve en multitud de detalles que solamente puedendistinguirse de muy cerca.

    Lo ms notable es el hecho de que se advierte la mis-ma correlacin entre coloracin y agresividad en los pecesde coral, que durante su juventud llevan colores de car-tel, mientras en la madurez tornan una coloracin msmoderada. De jvenes son terribles defensores de su te-rritorio y de grandes harto ms tranquilos. Y muchos deellos dan la impresin de que se quitan la coloracin be-licosa para facilitar el acercamiento sexual. Con toda se-guridad es as con una especie de peces, rayados de blan-ca y negro en brillante contraste, del gnero de losPomacentridae, que muchas veces vi poner huevos enacuario y que con tal fin deponan su contrastada vesti-menta y se revestan de un color gris uniforme y apaga-do, pero inmediatamente despus de realizado el actovolvan a izar la bandera de guerra.

    CAPTULO III

    DONDE LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO

    E.in Teil von jener Kraft,die stets das Base will und stets das Gnte schafft. if

    COETHE

    Por qu luchan los seres vivos unos contra otros? Lalucha es un proceso sempiterno en la naturaleza, y laspautas de comportamiento, as como las armas ofensivasy defensivas que les sirven, estn perfeccionadas y se hanformado tan claramente obligadas por la presin selectivade su funcin conservadora de la especie que sin dudatenemos la obligacin de plantear la cuestin darwiniana.

    El profano se deja impresionar fcilmente por el ciney.la prens~, ambos vidos de sensaciones,] se suele ima-gmar la VIda de las "bestias salvajes" en "inferno ver-de" de la selva, en forma de sangriento combate de todoscontr~ todos. No hace mu~ho pudo verse en la pantalla,por ejemplo, c.mo co,?batia un tigre de Bengala contrauna serpiente pitn, e inmediatamente despus contra uncocodrilo. Yo puedo afirmar con la conciencia tranquilaque en condiciones normales semejante cosa nunca ocu-rre. Qu necesidad tendra uno de esos animales deaniquilar al otro, si ninguno de ellos tiene nada que vercon los intereses vitales de los otros?. Tambin se imaginan los que no conocen estas cues-

    tiones que la expresin darwiniana de "luchapor la vida",eslogan a menudo mal interpretado, se refiere a la luchaentre especies diferentes. Pero en verdad, la lucha a que

    if Parte -d~ aquella fuerza / que quiere siempre el mal y creasiempre el bien,

    [31]

  • 32 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 33Darwin se refera y que hace progresar la evolucin esen primer lugar la competencia entre parientes cercanos.Lo que hace desaparecer una especie en su forma actualo la transforma en otra es la "invencin" ventajosa quefavorece por casualidad a uno o varios individuos en eljuego eterno de las modificaciones hereditarias. Los des-cendientes de esos afortunados aprovechan inmediatamen-te la ventaja para vencer a sus congneres, como ya vi-mos en la pgina 20, hasta que la especie en cuestin secompone solamente de individuos en posesin de la nue-

    H- .; "va mvencion.Cierto es que se producen tambin encuentros belico-

    sos entre especies diferentes. El bho mata y aun devorade noche aves rapaces bien armadas, a pesar de su resis-tencia, seguramente enrgica. Y cuando esas aves encuen-tran de da al gran pjaro nocturno, lo atacan por suparte con gran furia. Casi todo animal capaz de defen-derse, desde el ms pequeo roedor en adelante, luchadesesperadamente cuando no le queda otra salida. Apartede estos tres tipos de luchas interespecficas hay otroscasos menos especficos. Dos aves trogloditas de diferen-tes especies pueden disputarse una cavidad para anidar,dos animales de la misma fuerza pelearse por el alimen-to, etc. De los tres casos arriba citados de combate entreespecies distintas debemos dar alguna aclaracin para se-alar sus particularidades y distinguirlos de la agresindentro de la especie, que es la que nos ocupa propiamen-te en este libro.

    La funcin conservadora de la especie es mucho msevidente en los combates entre especies diferentes queen la agresin intraespecfica, La influencia recproca dela evolucin del depredador y de su presa nos da precisa-mente los mejores ejemplos de adaptacin lograda por lapresin selectiva de determinada funcin. La rapidez delos ungulados, por ejemplo, promueve en los grandes fe-linos que les dan caza una gran fuerza para saltar ypatas armadas de poderosas garras. A Su vez, estas adqui-siciones producen en sus presas mayor agudez de los

    sentidos y mayor agilidad en las patas. Otro ejemplo im-presionante de competencia evolutiva entre armas ofen-sivas y defensivas nos proporciona la paleontologa conla bien documentada diferenciacin entre los dientes delos herbvoros, que cada vez se vuelven ms duros y apro-piados para triturar, y las plantas que les sirven de ali-mento, que evolucionan paralelamente incorporndose sili-catos y tomando otras medidas de posible proteccin, deresistencia a la trituracin. Pero esta suerte de "combate"entre devorador y devorado, entre cazador y cazado, notermina jam.s con la extincin de este ltimo, ya quesiempre se establece una manera de equilibrio soportablepara ambos en tanto que especies. Sin ello, los lti-mos leones hubieran muerto de hambre mucho antes dematar la ltima pareja de antlopes o cebras capaces deprocrear. O para expresarlo en lenguaje comercial de loshumanos, las compaas balleneras hubieran quebradoantes de acabar con la ltima ballena. Lo que amenazadirectamente a la existencia de una especie animal no esel enemigo que con ella se alimenta, sino siempre, comohemos visto, el competidor. En los tiempos prehistricosllev el hombre un perro domstico primitivo, el dingo, aAustralia, donde volvi al estado salvaje, y no aniquilninguna de las especies que cazaba, pero s a los grandesmarsupiales carnvoros y'ue consuman los mismos anima-les que l. Estos marsupiales aborgenes, como el lobomarsupial (ThyIacinus) y el diablo de Tasmania (SaT-cophilus), eran mucho ms fuertes que el dingo en elcombate, pero eran relativamente lentos y torpes y neta-mente inferiores a los mamferos que podemos llamarmodernos en su modo de cazar. El dingo redujo, pues,la poblacin de los marsupiales que constituan su presaa tal punto que los mtodos de esos competidores no eran"redituables'', no servan. Por eso viven hoy solamenteen Tasmania, donde el dingo nunca lleg.

    Hay tambin otro aspecto en que realmente no puedeconsiderarse propiamente combate la contienda entre eldepredador y su vctima. El zarpazo que da el len para

  • 34 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 35asir su presa es comparable en su movimiento al que em-plea para deshacerse de su rival en amores, del mismomodo que es comparable la carabina de caza a la de gue-rra en su funcionamiento. Pero los motivos que determi-nan el comportamiento de un cazador en su interior sonfuudamentalmente diferentes de los del combatiente. Elbfalo que el len derriba no ha hecho nada para provo-car la agresin de ste, como tampoco ha hecho nada paraprovocar la mia la hermosa oca que vi gustoso en ladespensa. En los mismos movimientos de intencin pue~de verse claramente la diferencia de las motivaciones in-ternas. El perro que se echa lleno de pasin cinegticacontra la liebre tieue la misma expresin alegre y atentaque cuando saluda a su amo o espera algo agradable. Eula cara del len puede verse, como lo muestran muchas yexcelentes fotografias, que en el momento del salto uoest enojado. En el acto de cazar solamente gruen oagachan las orejas, o hacen otros movimientos expresivosque se les conocen en el comportamiento agonstico, losanimales carniceros ante una presa que les infunde bas-tante temor por su capacidad de defenderse... y aunentonces se conforman con esbozar esos movimientos.

    Ms parecido a la verdadera agresin es en cambio elproceso opuesto: el de la interesante "contraofensiva"del animal que no quiere dejarse comer. Son sobre todolos animales que viven en sociedad los que doquiera loencuentren atacan al animal de presa que los amenaza.Los ingleses llaman a eso mobbing, que se puede traducirpor hostigamiento o, mejor, acosamiento. As se agrupanlas cornejas y otras aves para acosar al buho, el gato ocualquier otro carnicero nocturno cuando lo ven de da.y aunque a algunos jvenes cazadores les sorprenda po-driamos decir que los rebaos de bovinos tambin seamontonan para "acosar" a un perro pachn, aunque enrealidad se trata de otro proceso, como no tardaremosen ver.

    Es evidente el valor de conservacin de la especie quetiene esta guerra movida al enemigo votaz. Aun cuando

    el agresor sea pequeo e inerme, puede causar muysensibles perjuicios al animal a quien as ataca. Los caza-dores solitarios slo tienen perspectivas de xito si sor-prenden a su vctima. La caza se le estropea al zorroacosado en el bosque por un grajo escandaloso o al halcnseguido por una bandada de aguzanieves (Motacilla alba)que avisan con sus gritos a todo el mundo. Hostigandode da al buho en bandadas, los pjaros intentan clara-mente hacer que a la noche siguiente el depredadornocturno se busque otro terreno de caza. Es especialmenteinteresante la funcin del jcosamtento en muchas avessociales, como las chovas ymucliasespecles de gansos.En las primeras sirve para que los jvenes aprendan aconocer a su enemigo, que su instinto no les da a cono-cer de modo innato. Tal es su principal valor de conser-vacin de la especie. Es ste adems un caso excepcionalentre las aves de conocimiento trasmitido por tradicinde una generacin a otra.

    Los gansos "saben", por el mecanismo innato de desen-cadenamiento, debido a la seleccin, que algo que tienepelos, es de color pardo rojizo, y se arrastra alargado esaltamente peligroso. Pero la guerra de acoso, o mobbing,tan emocionante, en compaa de una enorme conjuncinde gansos venidos de todos los rumbos, es esencialmenteinstructiva para estas aves. La que no lo saba, ahora seentera: Ahi viene el zorro! Solamente habamos rodeadode alambrado una parte de las orllas de nuestro lago.Por all no podan pasar los zorros. En la parte protegida,los gansos se aventuraban sin temor por un bosquecillode pinos, pero en la parte descubierta, no se acercabana menos de 15 m de cualquer cubierto que hubera po-dido albergar un zorro. Aparte de esta accin didctica,el mobbing conserva naturalmente su funcin primitivade hacer la vida imposible a los carniceros entre chovasy gansos. Las chovas los atacan activa y firmemente ylos gansos parecen ntimdarlos con sus gritos, su multi-tud y su Intrpido avance. Las grandes ocas del Canadsiguen al zorro hasta las tierras en falange cerrada y jams

  • vi que tratara de volverse contra ninguno de sus perse-cutores, sino que baja las orejas, les lanza una miradade asco por encima del hombro y se va despacito parasalvar las apariencas.

    Claro est que el mobbing es ms impresionante y efec-tivo cuando se trata de grandes herbvoros bien armados,que cuando son muchos arremeten incluso contra gran-des depredadores. De buena tinta sabemos que las cebrasse atreven incluso con el leopardo cuando lo agarran enuna sabana que no le ofrece mucha proteccin. Y nues-tros bovinos y puercos domsticos llevan tan dentro dela sangre el ataque social contra el lobo que uno puedecorre" grave peligro al pasa~ por un pasti:al P?blado porun gran rebao en compaia de un pernto miedoso queen Iucar de ladrar a los atacantes o correr por su cuentase acobge a las piernas de su amo. Yo mismo tuve una vezque s~ltar al lazo con m perra Stasi y escapar nadandoporque un rebao de terneras se haba formado en semi-crculo en torno a nosotros y avanzaba amenazador. Enla primera guerra mundial, mi hermano pas6 en el surde Hungra una amena tarde encima de un sauce, consu perro de busca escocs en los brazos. Los haban ac~rralado unos puercos que por all viven en estado semr-salvaje, y que cada vez estrechaban ms el c~rco, ense-ando los colmillos de un modo que no dejaba lugara dudas acerca de sus intenciones.

    Mucho podra decirse todava acerca de estos eficacesataques contra el enemigo, real o s~~uesto. Algunas avesy algunos peces tiene~ hoy, al ,;ervlcIO ,d: eS,~e fen6~enoparticular, colores chillones o aposemaUcos que sIn~ende advertencia para que el animal carnicero los vea bieny los pueda asociar con la desagradable experiencia quetensa de la especie en cuestin. Los animales venenosos,

    o d' d" "de mal sabor o protegidos e algun otro mo o escoge~para estas seales combinaciones muy visibles, como rojo,blanco y negro. Y un hecho muy sorprendente es quedos especies que no t~~nen nad~ que ~e: con es~s crea-turas (aparte de su venenosa agreSIVIdad), m entre

    36 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENOLA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 37ellas tampoco, han hecho exactamente lo mismo. Se tratadel pato tadorna y el barbo de Sumatra. Del primero hacemucho tiempo que se sabe cun intensamente persiguelos animales de presa; y nada ms ver su plumaje chillnse siente el zorro tan disgustado que abandona su zorreray deja anidar en ella a su hostigador. En cuanto a losbarbos de Sumatra, una vez me compr unos porqueme interesaba su inequvoco aspecto de venenosos. Notardaron en satisfacer mi curiosidad, porque apenas estu-vieron en comunidad con otros peces en un acuario sepusieron a hostigar tan diligentemente a los grandes c-elidas que hube de proteger a estos gigantes depredadorescontra el mobbing de aquellos aparentemente inofensivosenanos.

    Hay una tercera categora de comportamiento comba-tivo, que denominaremos con H. Hediger reaccin cr-tica, cuyo valor de supervivencia es tan fcil de demos-trar como en el ataque del cazador al cazado o en elmobbing de los cazados al cazador. Es sabido que la ex-presi6n inglesa fighting ike a cometed. rat, equivalenteaproximado de nuestro luchar como un gato panza arriba,se refiere a la pelea desesperada en que el combatienteecha el resto, porque ni tiene escapatoria ni puede espe-rar gracia. Esta Forma de comportamiento combativo, lams violenta de todas, est motivada por el miedo, yaque el deseo natural de huir no puede realizarse corrien-do, porque el adversario est demasiado cerca. Puede de-cirse que el animal no se atreve a volverle la espalda, yentonces pelea, como suele decirse, con el valor que lepresta la desesperacin". As puede suceder con la rataacorralada, que na tiene espacio para huir; o cuando lamueve el afn de defender a su familia o sus pequeue-los. Debe considerarse tambin reaccin crtica el compor-tamiento de la gallina o el nsar, de atacar a todo objetoque se acerque demasiado a sus pol.luelos. Mucho~ s~n losanimales que huyen ante un temible enermgo SI tienentiempo de verlo de lejos, pero lo atacan furiosamentecuando los sorprende a una distancia crtica. Por eso los

  • domadores manejan a sus fieras en determinados lugaresde la pista del circo, en un juego peligroso sobre elumbral que separa la distancia crtica de la distancia defuga; Hediger lo ha descrito con mucho realismo. Enmiles de relatos de caza se lee que donde ms peligrosaes una fiera es en terreno cubierto, porque como la dis-tancia de fuga es ah particularmente reducida, el ani-mal se siente protegido y calcula que con la espesura elhombre no lo ver aunque pase muy cerca. Pero si stesobrepasa la distancia crtica, rpidamente se produceun trgco accidente de caza.

    Los casos especiales de que hablbamos ms arriba,en que combaten entre s animales de distintas especies,tienen en comn el hecho de que cada uno de los con-tendientes lleva la ventaja de su comportamiento, o por]0 menos "debe llevarla", en inters de la conservacinde la especie. Ahora bien, la agresi6n dentro de la es-pecie, que es la agresin propiamente dicha, en sentidoestricto, realiza asimismo una funcin de conservacin dela especie, y en su caso tambin est justificado plan-tearse el "para qu" darwiniano. Muchos de nosotrosno admitirn esto fcilmente, y para quien est acostum-brado al pensamiento psicoanaltico quiz resulte senci-llamente un prfido intento de apologa del principiodestructor, del mal. El hombre normal, civilizado, en ge-neral slo tiene contacto con la agresin cuando dos con-ciudadanos o dos animales domsticos se pelean, y claroest que s610 ve los malos efectos de la agarrada; adasea esto la alarmante progresi6n que va desde dos gallosque disputan en un montn de estircol, pasando pordos perros rivales que se muerden, dos chiquillos que sedan una buena tunda, dos mocetones que se tiran a lacabeza las jarras de cerveza, para llegar a las reyertas yaun poco polticas en un caf o una tarberna, y despusa la guerra y las bombas atmicas. ~

    Tenemos buenas razones de pensar que la agresindentro de la especie, en la situacin cultural, histricay tecnol6gica de la humanidad, es el ms grave de todos

    38 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 39'los peligros. Pero nuestras perspectivas de hacerle frenteno mejoran si la aceptamos como algo metafsico e in-eluctable, y tal vez sera mejor buscar el encadenamientode sus causas naturales. Siempre que el hombre ha con-seguido domar los fen6menos de la naturaleza ha sidogracias al conocimiento de las causas que los determinan.La fisiologa, ciencia de los procesos biol6gicos normalesy del cumplimiento de su misi6n conservadora de la es-pecie, es la base indispensable de la patologa, cienciade sus trastornos. Olvidemos de momento el hecho deque el instinto de agresin, en las condiciones de nues-tra vida civilizada, ha "descarrilado" y dediqumonos aaveriguar sus causas naturales sin ninguna preocupacin.Como buenos darwnstas, y en vista de las positivasrazones ya abundantemente expuestas, empezaremos porpreguntamos c6mo contribuyen a la conservaci6n de laespecie la lucha contra los congneres en las condicionesnaturales o, mejor dicho, preculrurales, y cmo ejerceesa presi6n selectiva a que se debe su evoluci6n en tantascreaturas superiores. Porque no son slo los peces, de nin-gn modo, los que se pelean entre congneres del modoque hemos descrito. La mayora de los vertebrados haceotro tanto.

    Sabido es que Darwn tambin se haba planteado elproblema del valor que tiene para la supervivencia dela especie la agresividad, y haba hallado una respuestasatisfactoria: siempre es ventajoso para el futuro de laespecie que sea el ms fuerte de dos rivales quien sequede con el territorio o la hembra deseadas. Comosuele suceder, esta verdad de ayer no ha dejado de serlohoy. Solamente es un caso especial, y los eclogos demos-traron hace poco otra funci6n an ms esencial que tie-ne la agresi6n en la conservaci6n de la especie. Ecologaviene del griego oikos (la casa), y es la ciencia que tratade las mltiples relaciones reciprocas que hay entre elorganismo y el medio natural C'su casa"), en que tam-bin hay, como es natural, otros animales y plantas ind-genas. Si no hay intereses especiales de una organizaci6n

  • 40 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 41social que exijan una estrecha cohabitacin, es ms favo-rable -por razones fciles de ver- que los individuos deuna especie animal estn repartidos lo ms regularmenteposible en el espacio vital a utilizar. Expresmoslo conuna analoga de la vida profesional humana: si en deter-minada regin de un pas cierto nmero de mdicos, co-merciantes o mecnicos de bicicletas desean ganarse lavida, harn bien en establecerse cada uno lo ms lejosque le sea posible de sus colegas.

    El pelgro de que en una parte del biotopo disponiblese instale una poblaci6n demasiado densa, que agotetodos los recursos alimenticios y padezca hambre mien-tras otra parte queda sin utilizar, se elimina del modoms sencillo si los animales de una misma especie sien-ten aversin unos por otros. sta es la ms importantemisin, dicha sin adornos ni rodeos, que cumple la agre-sin para la conservacin de la especie. Y ahora estamosya en condiciones de ver el porqu de los colores tanexagerados que tienen los peces sedentarios del coral.Pocos biotopos hay en la tierra que ofrezcan tanto y sobretodo tan variado alimento como un banco de coral. Enl, las diferentes especies de peces pueden escoger cadacual "su profesin", hablando el lenguaje de la evolucin.Unos peces podrn ganarse la vida de peones, con lo quems o menos sabe hacer un pez COmn y corriente, osea dar caza a seres ms pequeos, no venenosos ni blin-dados, ni armados de pas, ni capaces de defenderse deotro modo y que llegan en gran nmero del ancho mara los arrecifes, ya sea dejndose llevar pasivamente porel viento y las olas, como el plancton, ya sea nadandoactivamente con la intencin de establecerse tambin enlas rocas, como por ejemplo los millones y millones delarvas autnomas de todos los organismos habitantes delos arrecifes.

    Una especie de peces puede especializarse tambin encomerse los animales que tienen alguna proteccin yviven en la misma roca, haciendo ineficaces de algunamanera sus defensas. Los mismos corales proporcionan

    alimentacin muy variada a toda una serie de especiesde peces. Las mariposas marinas de puntiagudo hocicose alimentan casi exclusivamente, como parsitos, a costadel coral y de otros animales urticantes. Continuamenteestn explorando las ramas de coral en busca de vcti-mas, pequeas presas, en los tentculos venenosos de losp6lipos. En cuanto descubren una producen un remolinoagtando el agua con sus aletas pectorales, dirigido detal modo que se forma una "raya" o separacin entre losplipos, que se aplastan con todos sus tentculos urtican-tes, y as puede el pez coger bonlamen te la presa casisin que le pique la nariz. Siempre le arde un poco, peroentonces "estornuda" y sacude el morro; de todos modos,esto parece gustarle tanto como a nosotros la pimientao el chile. En todo caso, mis bonitas mariposas amarillasy pardas prefieren ir a sacar un trocito de pescado de lostentculos de un animal urticante en lugar de tomar losque pasan nadando libremente. Otras especies afines hanlogrado una inmunidad an mayor contra el veneno urti-cante y devoran, adems de la presa, el p6lipo que latena sujeta. Otras ms ni siquiera se preocupan por lacpsula venenosa de los celentreos y tragan corales, p6-lpos hidrocoraliarios y hasta grandes e irritantes actiniascomo una vaca come yerba. Los peces papagayos (Scari-dae) tienen, adems de esta inmunidad, gracias a la selec-ci6n natural, dentaduras como robustas cizallas que lespermiten comerse incluso el esqueleto calcreo de los p-lipos sin dejar nada. Si uno bucea cerca de un banco deestos magnficos peces cuando estn pastando aS, se oyenruidos como si estuviera funcionando una pequea tri-turadora de grava. Cuando este pez suelta el vientre seve manar como arenilla blanca, y el observador comprendemaravillado que la arenilla de coral, blanca como la nie-ve, que cubre todos los claros del bosque de coral hapasado con toda seguridad por el cuerpo de uno de estospeces.

    Otros, los plectognatos, a los que pertenecen el orbe,el cofre y el puerco-espn, tan divertidos, tienen la espe

  • 42 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 43cialidad de COmerse los moluscos, cangrejos y erizos demar, as como los emperadores (Pomacanthus imperator),se especializan en llevarse de sopetn las hermosas coro.nas de plumas que algunas terebelas asoman fuera de sutubo de dura calcrea, coronas que se pueden contraer r-pidamente ante el ataque de depredadores ms lentos.Pero los emperadores tienen un procedimiento que anulala velocidad de reaccin del anlido: se deslizan lateral-mente junto al cuerpo de su vctima y le agarran lacabeza con un brusco movimiento de lado de la boca. E

    ~ncluso cuando en el acuario se hallan con otras presaslncapaces de tan rpida retraccin, los emperadores nosaben agarrarlos sino del modo descrito.

    Los arrecifes ofrecen otras muchas posibilidades "profc-sionales" a los peces especializados. Los hay limpiadores,qu,c se dedican a. quitar los parsitos a otros. Los pecesmas feroces los dejan hacer, aunque penetren en su cavi-dad bucal o branquial para realizar su benfico trabajo.Los hay, caso an ms extrao, que viven como parsitosde los grandes y se alimentan de trocitos de su piel. Yalgunos de ellos -cosa que es ya el colmo- se disfrazande limpiadores y con ese pretexto se acercan hipcrita-mente a sus vctimas, imitando incluso los movimientosdel servidor. Cmo contar tantos pueblos y decir tantosnombres?

    Lo esencial para nuestro estudio es que todas estasoportunidades de ejercicio de una u otra profesin, quese denominan "nichos ecolgicos", se hallan juntas en elmismo metro cbico de agua de mar. A causa de la abun-dancia de alimento que ofrece un banco de coral, cadaindividuo, sea cualquiera su especialidad, slo necesitaunos cuantos metros cuadrados de superficie del fondopara su mantenimiento. Por lo tanto, en ese pequeo trozode territorio pueden, y "quieren", convivir tantos pecescomo nichos ecolgicos hay. Y no faltan de stos ... comole consta a quienquiera contempl alguna vez la maravi-lla del hormiguear de la vida en un arrecife. Pero cadauno de estos peces tiene empeo en que no se establez-

    ca all na2.:~ lilas de su especialidad. Ahora bien, losespecialistas de otras "profesiones" no les perjudican ennada, como en nada perjudican, en el ejemplo que antesdbamos, los negocios del mdico a los del mecnico debicicletas.

    En los biotopos de poblacin menos densa, donde lamisma unidad de espacio solamente ofrece posibilidadde vida a tres o -uatrc especies, un pez o un pjaro se-dentario pueden darse el lujo de tener alejados a seresde otras especies que en realidad no influyen para nadaen su subsistencia. Pero si un pez del coral quisierahacer otro tanto, no tardara en agotarse y de todos modosno podria impedir que el territorio se llenara de profe-sionales no competidores. Es del inters ecolgico de todaslas especies sedentarias que cada una de ellas proceda ala distribucin especial de sus individuos sin tener encuenta para nada las dems especies. Los colores "decartel" de que bablbamos en el primer capitulo y lasreacciones combativas desencadenadas de modo selectivotienen por objeto precisamente hacer que cada quien ten-ga a raya a los competidores de su propia especie, queconsumen el mismo alimento. sta es la sencilla respuestaque podemos dar en la discutida cuestin acerca de lafuncin que tienen los colores en los peces del coral.

    Como ya dijimos, el canto que caracteriza a la especieen el ave canora tiene una funcin de conservacin dela especie anloga a las seales pticas de los peces des-critos. Es seguro que indica a otras aves que todava noposeen territorio que en talo cual lugar hay un machode determinada especie y nombre, que reivindica unapropiedad. Tal vez tenga importancia, aparte de esto, elhecho de que en muchas especies indique tambin elcanto claramente la fuerza y aun la edad del ave que loemite, o sea que precise hasta qu punto debe temerloel intruso que lo oye. Sorprende notablemente en mucbasaves de las que demarcan acsticamente su territorio lagran diversidad de sonidos logrados, que difieren grande-mente de un individuo a otro. Algunos observadores opi-

  • 44 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 45n~~ que en esas especies sirven tambin de tarjetas devisita, que debe tener cierta importancia entre sus miem-bros: segn ~einroth, .~.uando el gallo canta dice: "Aquhay un gallo. Pero Baumer, que es la mayor autoridaden materia de aves de corral, oye un mensaje especial:"Aqu est el gallo Baltasar".

    Entre los ~amferos, que suelen "pensar con la nariz",no ~s mar~vIll.a que ~esempee un gran papel la dernar-caclOn,ternt?nal olfatrva. Se han creado los procedimien-tos mas variados, han aparecido multitud de glndulasque segregan olores especiales, y extraas ceremoniaspara orinar y defecar. Todo el mundo conoce la cos-tumbre q~e tiene el perro d~ levantar la pata. Pero algu-nos ~speclahs~as de los mamferos opinan que esas seales

    olfa.tIv~s no nenen nada que ver con la propiedad de unterntono, ya que se hallan lo mismo en los animales so-ciales, que no tienen ningn territorio particular quedefender, que en los que andan errantes como gitanosde ac para all por vastas extensiones. Tal objecin noes vlida sino parcialmente. En primer lugar, los perros,y seguramente los dems animales que viven en manadaso bandadas, se reconocen individualmente por el olor desus seales, y a los miembros de la manada sin duda lossorprendera inmediatamente la audacia de un miembro

    ~e otra manada que ira a levantar la pata en su territo-rIO ~~ caza. En seg:mdo lugar est la interesantsima pro-babilidad, cuya existencia han demostrado Leyhausen yWolff, de que la reparticin de los individuos de unamisma especie por el biotopo disponible se realice noslo ~nl0 espacial.sino tambin en lo temporal. Los gatos

    d~mes.tIcos que ,,:ven en libertad en el campo podranaSI utilizar un mismo cazadero sin tener jams motivosde pelea, mediante un horario fijo, a la manera de lasa.mas de casa ,de nuestro instituto de Seewiesen que ut-Iizan en comn la lavadora. Una seguridad ms de notener encuentros desagradables la constituyen las sealesolorosas que van dejando a trechos regulares esos anima-les -los gatos, no las amas de casa- por donde pasan o

    se detienen. Estas seales hacen entonces el efecto delas que en los ferrocarriles sirven para impedir, con an-logo objeto, la colisin entre dos trenes. Los gatos quehallan en el sendero de caza la seal de otro, cuya edadpueden calcular muy bien, dudan o cambian de itinerariosi la seal es reciente, pero prosiguen tranquilamente sucamino si ya tiene dos o ms horas.

    Incluso en los animales cuyo territorio no se determinatemporalmente de este modo, y tan s610 espacialmente,no debemos representrnoslo como una propiedad razdelimitada por fronteras geogrficas claramente determi-nadas y como quien dice inscritas en catastro. Lo deter-mina ms bien la circunstancia de que la combatividaddel animal es mxima en el lugar que le es ms familiar,en el centro de sus tierras. O sea que el valor limnal delos estmulos que desencadenan el combate son ms bajosall donde el animal se siente "ms seguro", o sea dondesu agresividad se ve menos contrariada por la tendenciaa la fuga. A mayor alejamiento de este "cuartel general",menor disposicin combativa, y mayor efecto de desco-nocimiento e-inquietud. Por lo tanto, la curva de esa dis-minuci6n no acusa por todas partes la misma pendiente.En los peces, que casi siempre tienen el centro de su te-rritorio en el fondo del mar, la agresividad disminuyecon rapidez mucho mayor en direcci6n vertical, sin dudaporque es de arriba de donde suele venides el peligro.

    El territorio de un animal parece, pues, ser funcinde la mayor o menor combatividad local, y sta dependede diversos factores ligados al lugar, que pueden inhibida.Al acercarse al centro del territorio, la agresividad aumen-ta en progresi6n geomtrica a medida que disminuye ladistancia. El incremento es tal que comp~nsa todas lasdiferencias de fuerza y tamao entre los animales adultosy sexualmente maduros de una especie. Si se conoce, porejemplo, el centro territorial de cada uno de dos animalespropietarios que empiezan a querellarse, como dos gaste-rsteos en acuario o dos colirrojos de frente blanca ennuestro jardn, ser fcil predecir con toda seguridad

  • 46 LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO 47cul de ellos ser el vencedor, ya que coeteris paribus,siempre triunfar el que en ese momento est ms cercade su casa.

    y cuando huya el vencido, la inercia de las reaccionesen ambos contendientes har que se produzca un fen-meno caracterstico de todos los procesos de autorregula-cin de desarrollo retrasado: una oscilacin. Al acercarsea su residencia o cuartel general, al perseguido le vuelveel nimo, mientras el del perseguidor disminuye en lamisma medida, porque se est adentrando en territorioenemigo. Al cabo, el que estaba huyendo se vuelve yataca con tanta rapidez como energa al antes vencedor,y puede predecirse que ahora lo derrotar o expulsar desus tierras. Y todo esto se repite una y otra vez, hastaque el vaivn cesa en un punto preciso donde, estable-cido el equilibrio, se confonnarn uno y otro con ame-nazar sin agredir.

    Ese punto, que es la "frontera" del territorio, no esttrazado en el suelo de ningn modo sino que lo deter-mina, como hemos visto, el equilibrio de las fuerzas ypuede cambiar por poco que se modifique alguna circuns-tancia. Por ejemplo, si uno de los peces ha comido hacepoco hasta hartarse y eso le da "flojera", la frontera sedesplaza hacia un lugar ms cercano al cuartel generaldel pez inhibido. Hay una comunicacin, ya vieja, acer-ca del cielico Cichlasoma nigrofasciatum, que puede servirpara ilustrar esta oscilacin de la frontera entre dos terri-torios. Haba cuatro peces de esta especie en un gran reci-piente; el ms fuerte de ellos, el macho A, ocup inmedia-tamente el rincn inferior de la izquierda, al fondo, y sepuso a dar caza implacablemente a los otros tres por todoel acuario. Es decir, reclamaba todo el territorio comosuyo. Pero al cabo de pocos dias, el macho B se apropiun lugarcito inmediatamente debajo de la superficie, da-gonalmente opuesto al del otro (arriba, a la derecha ydelante) y alli resisti valientemente a los ataques delprimero. Ocupar un lugar cerca de la superficie es encierto modo un acto de desesperacin para un pez, que

    queda as expuesto a graves peligros, pero los acepta contal de protegerse contra su congnere, que por las razo-nes arriba expuestas ataca con menos vigor en ese lugar.El propietario de una zona tan amenazada tiene en sufavor el miedo que la superficie inspira a su mal vecino.En los dias siguientes, el espacio defendido por B aumen-t a ojos vistas y se fue extendiendo hacia abajo cadavez ms, hasta que tuvo su cuartel general abajo, yadelante, en el rincn de la derecha. Era ya un terri-torio que vala la pena, con un cuartel general comparableal del otro en valor posicional. Las fuerzas se habanequilibrado, y pronto qued el acuaro dividido en dosterritorios aproximadamente iguales. Era cosa digna dever: los dos peces patrullando sin cesar a lo largo de lafrontera y amenazndose mutuamente. Y una maanahubo un nuevo enfrentamiento, pero totalmente a la de-recha, otra vez donde B se haba establecdo al principio.Ahora ya no le quedaban a ste ms que unos centme-tros cuadrados de espacio. Pronto comprend lo que habaocurrido. A se habia buscado pareja, y como entre todoslos grandes cclicos, los cnyuges