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Juscia de Género entre Niñas y Niños Iniciava: Mejorando Nuestras Instuciones Educavas SERIE: MATERIALES PARA LA INNOVACIÓN

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Justicia de Género entre Niñas y Niños

Iniciativa: Mejorando Nuestras Instituciones EducativasSERIE: MATERIALES PARA LA INNOVACIÓN

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1.Una Mirada a la Realidad

Durante los últimos años, la violencia en nuestro país ha ido aumentando de manera alarmante. Sin embargo, una de las cosas más preocupantes es que la mayoría de casos no se trata de asaltos, robos o delincuencia organizada, sino de violencia de género: casos de acoso, violación, feminicidio o intentos de feminicidio.

Estos casos tienen algo en común: se basan en relaciones de poder en las cuales se asume, consciente o inconscientemente, que la mujer, niña o adulta, “pertenece” a una autoridad masculina inmediata, ya sea el padre, el hermano, la pareja, etc. En este contexto, la violencia de género se justifica bajo premisas como “me iba dejar”, “no me obedeció” o “es mía”.

Construyendo Equidad

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Esta problemática no se restringe a nuestro país, ya que es un problema de corte mundial que está siendo debatido y atendido de diversas formas por varias organizaciones internacionales. Sin embargo, nuestro país tiene uno de los índices más altos a nivel internacional. Según un informe de la Organización Mundial de Salud - OMS publicado en el 2016, Perú es el tercer país del mundo con mayor incidencia en delitos de violencia contra la mujer, detrás de Etiopía y Bangladesh.

En el 2017 se registraron 25,068 denuncias de abuso sexual, de los cuales el 76% de las víctimas era menor de edad y el 78% conocía previamente a su agresor, según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público. Y, según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, en el 2016 el número de mujeres asesinadas fue 124, mientras que las tentativas de feminicidio alcanzaron los 258 casos. En el 2017 hubo 121 casos de feminicidio y 247 tentativas. En el 2018,

En el 2017 se registraron 25,068 denuncias de abuso sexual, el 76% eran menores de edad.

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hasta febrero ya fueron contabilizados 13 feminicidios y más de 44 tentativas de ese delito.

Esta realidad ha indignado a diversos sectores de la población haciendo que surjan diversos movimientos sociales y políticos, entre ellos el colectivo Ni Una Menos que ha tenido un papel importante los últimos años en la lucha por la creación de leyes que permitan sancionar efectivamente a los agresores y proteger a las víctimas de los casos de crímenes de género.

Hablamos de un país en el cual se denuncian alrededor de 70 casos de abuso sexual por día, a pesar de que la mayoría de casos no se llegan a denunciar. Hablamos de un país en el cual el estigma de la violación y el abuso es tan fuerte que se prefiere esconder antes de exigir justicia. Donde, con el tiempo, algunos niveles de abuso se han ido normalizando hasta invisibilizarse.

Donde niñas abusadas por sus padres o padrastros son calladas por sus propias madres para no desestabilizar a la familia. Donde las víctimas se sienten culpables porque la sociedad las cuestiona en vez de apoyarlas. Donde las víctimas prefieren no contar lo sucedido porque nadie les va a creer e, incluso, casos en los que la víctima hace la denuncia correspondiente pero no recibe atención y regresa al mismo espacio de agresión, exponiéndose a más violencia.

La violencia contra las mujeres sigue invisibilizándose en nuestro país porque nuestra sociedad cree, equivocadamente, que la violencia de género pertenece al ámbito privado de la familia. Las víctimas

Se cree, equivocadamente,

que la violencia de género

pertenece al ámbito privado

de la familia.

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de la violencia de género muchas veces son acusadas de ser ellas quienes “se lo buscaron” o de ser ellas quienes lo permiten al no dejar a su agresor, cuando éste es su pareja.

En los últimos años ha empezado a darse una ola de denuncias, amparadas por las redes sociales, que han permitido que víctimas de años atrás puedan hacer públicas demandas que ya prescribieron o que nunca llegaron a formalizar por miedo o por vergüenza. Estas denuncias públicas han ido empoderando a cientos de mujeres que, una a una, han ido publicando casos diversos de abuso, desde familiar hasta laboral, y han abierto un debate sobre si deben prescribir o no los delitos de abuso sexual.

Este último debate se ha apoyado en diversos estudios psicológicos que plantean que las víctimas de abuso demoran más tiempo en procesar el trauma y por ende en denunciar, y ha sido respaldado por una gran cantidad de víctimas que, después de muchos años de proceso, recién se han animado a denunciar abusos sin que la ley pueda ya juzgar a sus agresores por haber prescrito los delitos.

Las redes sociales, como plataforma, han servido en este caso para visibilizar la problemática y para animar a las víctimas a denunciar formalmente y a no quedarse calladas. Las redes sociales han permitido que se forme una red de soporte, de apoyo y respaldo para las víctimas y sus versiones de los hechos, que tantas veces han sido deslegitimadas y descartadas por las propias autoridades. Cabe resaltar la labor de la Defensoría del Pueblo y de otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que, antes de la masificación

Las redes sociales han permitido que se forme una red de soporte, de apoyo y respaldo para las víctimas.

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de las redes sociales, sirvieron de soporte y brindaron acompañamiento psicológico y legal a las víctimas en distintos lugares del país.

Uno de los casos más recientes y emblemáticos es el de Eyvi Agreda, joven de 22 años a la que le prendieron fuego en un bus de servicio público. Este caso ha conmocionado a la población por la brutalidad y la frialdad con la que se llevó a cabo, en plena vía pública. El agresor era un hombre que la acosaba y que fue rechazado por ella en varias oportunidades. Cuando lo interrogaron, su justificación fue que quería darle un escarmiento por haberlo ilusionado, incluso cuando la víctima lo había rechazado. Es decir, él se sentía con derecho a violentarla porque ella no quiso estar con él.

Estos actos tan brutales no son casos aislados realizados por personas trastornadas, sino que son consecuencia natural de una sociedad que, a través de los medios y la cotidianeidad, normaliza el abuso, las desigualdades de trato y de oportunidades, y que coloca a la mujer como elemento de consumo masculino.

El agresor de Eyvi Agreda justificó su ataque como un escarmiento

por haberlo ilusionado.

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Sin embargo, la violencia no es la única manifestación de desigualdad de género que existe en nuestro medio. Podemos también mencionar, entre otras, las diferencias salariales existentes cuando por el mismo trabajo la mujer recibe menos dinero que el varón. O la aún mínima presencia de mujeres en cargos importantes o de poder, tanto a nivel corporativo como político.

De igual forma podemos mencionar las diferencias existentes en el campo educacional, en donde las estadísticas arrojan resultados dramáticos: El 75% de analfabetismo en el Perú corresponde a mujeres y, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar del INEI – ENDES, 6 de cada 10 niñas peruanas no terminan el colegio, limitando así sus posibilidades de desarrollo intelectual, profesional y laboral, condenándolas, en su mayoría, a una situación de pobreza, en su mayoría ligada a ciclos de violencia, casi irreversible que, avalada por el entorno, dará inicio a un círculo vicioso que se irá repitiendo a lo largo de las generaciones.

El 75% de analfabetismo en el Perú corresponde a mujeres, según el INEI – ENDES.

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Muchas veces, estas niñas son obligadas a quedarse “apoyando” en las labores del hogar o trabajando mientras que se prioriza la educación de sus hermanos varones, a quienes se les envía a la escuela porque se espera que ellos sí sean profesionales. Esto ocurre debido a que la sociedad tiene expectativas diferentes para hombres y mujeres. Mientras que se espera que el varón sea un gran profesional, bien remunerado y posicionado en el mercado laboral, de la mujer se espera que consiga un buen esposo que la mantenga.

Frente a esta compleja y dramática situación, cabe preguntarse qué se hace en las escuelas para afrontar esto. ¿Las instituciones educativas aportan en la construcción de la equidad?

Lamentablemente, en la gran mayoría de instituciones también se manifiesta este problema y no siempre se aborda críticamente. En las escuelas podemos observar diversas situaciones que reafirman estereotipos, como la promoción del liderazgo de los niños y no de las niñas o, hasta en el ámbito deportivo, el que los niños varones sean los deportistas destacados y las niñas estén restringidas a ser sólo porristas.

Dentro de este mismo campo, a nivel de educación superior también se pueden observar desigualdades, propiciadas no por las mismas instituciones sino por los estereotipos que acompañan a la población históricamente. Por ejemplo, la mayoría de mujeres opta por carreras consideradas “femeninas” que son las que menos remuneración tienen en el campo laboral y, de manera inconsciente, se siguen perpetuando los estándares de desigualdad.

Mientras que se espera que el

varón sea un gran profesional, de la

mujer se espera que consiga un

buen esposo que la mantenga.

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Igualmente, y siguiendo con la expectativa social, una gran cantidad de mujeres no sigue estudios superiores bajo la premisa de que se casarán pronto y serán únicamente amas de casa, dejando de lado sus aspiraciones personales y vocación.

Como vemos, la problemática de la desigualdad de género no es un tema aislado. Es un tema transversal que atraviesa todas las esferas de nuestra sociedad y que debe ser tratado con urgencia.

Esta situación no se puede revertir sólo con políticas estructurales sino que tiene que pasar obligatoriamente por un trabajo de concientización y reeducación que permita cambiar, a nivel sociocultural, los paradigmas relacionados a ambos géneros.

La problemática de la desigualdad de género es un tema transversal que atraviesa todas las esferas de nuestra sociedad.

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2.Compartiendo Algunas Reflexiones

La problemática de género es hoy, sin duda, un tema vigente en todos los espacios. Desde las escuelas hasta el Congreso de la República, debaten hoy sobre la importancia de tomar acciones reales que promuevan y fortalezcan la igualdad y justicia de género en todos los ámbitos.

Este protagonismo no ha sido gratuito ya que, a partir del terrible crecimiento del índice de violencia y el debate que hay entre grupos ultra conservadores, distintos sectores han ido levantándose para exigir cambios estructurales que permitan, no sólo proteger a los grupos vulnerables sino también educar y promover, desde la educación, una igualdad de género real, basada en la interacción social justa, equitativa, integradora y respetuosa.

Visto así, desde el sector educativo, el tema de género debe estar en el centro de la reflexión que educadores y directores tenemos que abordar para pensar en mejorar la educación. Pero de qué hablamos cuándo hablamos de género. ¿Estamos hablando de una ideología realmente? Veamos un poco de esta problemática.

Cuando hablamos de “género” hablamos de las diferentes maneras en que las sociedades han construido una imagen sobre qué es ser hombre y qué es ser mujer.

El tema de género debe

estar en el centro de la reflexión

de educadores y directores.

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El género está relacionado a los roles sociales que asumen hombres y mujeres en su entorno, a cómo se perciben a sí mismos dentro de la sociedad y a qué cosas pueden aspirar para su futuro. Sin embargo, cuando hablamos de “desigualdad o injusticia de género” no estamos hablando sólo de preferencias, costumbres, tradiciones, o principios religiosos.

Hablamos de desigualdad o injusticia porque esas maneras que las sociedades han construido han ido, con el tiempo, vulnerando los derechos de las personas. Es decir, las ideas que tenemos, que aprendimos, sobre lo que es ser varón o mujer han ido generando desigualdad. De las diferencias naturales nos hemos desviado hasta llegar a las desigualdades. Desigualdades que vulneran derechos, que privan de derechos a las mujeres.

Por ejemplo, dentro del ámbito hogareño, histórica-mente la mujer ha sido asociada al rol sumiso, pasivo, emotivo. Siempre se le atribuyó el rol de sostener afectivamente la familia y eficientemente la casa. En ese mismo retrato, el hombre estaba relacionado al rol fuerte, protector, proveedor, que transita su vida fuera del hogar, trabajando, para mantener económicamente a la familia. Nada de esto sería malo si estos roles, social e históricamente legitimados, no generaran desigualdad de libertades para varones y mujeres en la cotidianeidad.

Pero ¿qué desigualdades generan? Pues, dentro de este retrato, el varón, por ser el principal o único proveedor de dinero en el hogar, asume que tiene más poder y subordina a su pareja. Aquí ya tenemos un primer caso. El más común de los casos.

Las ideas que aprendimos, sobre lo que es ser varón o mujer han ido generando desigualdad.

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También ocurre que, la mujer, por ser madre dentro de este ejemplo tradicional, no puede cumplir con sus deseos de ser profesional o, en el caso de los hijos e hijas, que los niños usen su tiempo libre para jugar libremente mientras que las niñas usen su tiempo libre para ayudar en las tareas del hogar. Incluso, en zonas rurales aún podemos encontrar casos de niñas que no van a la escuela porque sus familias consideran que su desarrollo intelectual no es tan importante como el de sus hermanos varones, o porque, por su condición reproductora, tienen más riesgo de fracasar en su formación académica.

Este modelo ha sido cuestionado muchísimo y, si bien, el paradigma ha ido cambiando y replanteándose, aún arrastramos algunos elementos del modelo tradicional.

Un ejemplo muy actual plantea que hoy, en hogares en los que la mujer profesional trabaja jornadas enteras fuera de casa, siguen viéndose desigualdades. Mientras que el varón llega a casa después de un largo

También ocurre que, la mujer,

por ser madre, no puede cumplir con sus deseos de

ser profesional.

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día de trabajo y descansa, usualmente la mujer llega a casa, también después de un largo día de trabajo, y tiene aún que ocuparse de la casa, de la lonchera, de los hijos o hijas, de organizar el hogar, etc. Es decir, llega a seguir trabajando.

A esto se le llama “doble jornada” y es una situación muy común. ¿Por qué ocurre? Pues porque, a pesar de que la mujer ya asume otros roles, el cuidado y mantenimiento de la casa sigue considerándose responsabilidad casi exclusiva de ella.

Estas desigualdades también las podemos observar en otras esferas como la laboral, en donde es común que los puestos de mayor importancia estén ocupados por varones y que aún haya diferencias salariales importantes entre hombres y mujeres. Esto último se ha ido regulando en los últimos años ya que se ha empezado a aplicar medidas contra la discriminación, pero aún es muy común.

Esta generación de desigualdades y vulneración de derechos se sigue reproduciendo constantemente en los espacios más cotidianos, incluso desde el hogar y desde

Las diferencias salariales se han ido regulando ya que se ha empezado a aplicar medidas contra la discriminación.

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la escuela, ya que uno de los principales problemas de esta situación es la normalización de la desigualdad que ha llevado a su invisibilización.

Por ejemplo, en las escuelas, el uniforme escolar típico, falda y pantalón formal, responde a criterios antiquísimos, hasta antipedagógicos si los analizamos hoy en día, pero se ha mantenido por costumbre y tradición, a pesar de que marca una gran diferencia entre niños y niñas a la hora de su desenvolvimiento espontáneo. El niño, en pantalón, llega preparado para la audacia, para ser ágil, para jugar libremente. La niña, en falda corta, está llamada al recato y a la pasividad.

Otro ejemplo muy común se ve en el uso de las canchas o patios, que se usan casi exclusivamente para el desarrollo de deportes donde, con diversos pretextos, las niñas no son bien recibidas.

Estas desigualdades no sólo afectan a nivel estructural sino que también interfieren en el desarrollo socio afectivo de hombres y mujeres, limitando emocionalmente a los varones y sobredimensionando la sensibilidad femenina.

Los niños varones crecen pensando que mostrar su sensibilidad es signo de debilidad y viven reprimiendo emociones, sin aprender a gestionarlas, sin aprender a expresarlas, lo que, a la larga, puede generar muchísimas dificultades en sus relaciones interpersonales, además de tener repercusiones negativas en la construcción de su propia identidad y seguridad. En consecuencia, criamos niños que no deben llorar, ni mostrar tristeza, ternura ni afectos. Quien no encaja en el perfil suele ser marcado como “femenino”, como si fuera un insulto.

Los niños varones crecen pensando

que mostrar su sensibilidad es

signo de debilidad y viven reprimiendo

emociones.

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¿Cuántas veces hemos escuchado bromas y burlas basadas en la femineidad? “Corres como niña”, “No seas nena”, “Mujercita”, son frases que resuenan muchísimo en un patio de recreo en una escuela promedio.

Pero ¿desde cuándo el ser niña, nena o mujercita se volvió algo malo? Desde que se asoció lo femenino a la debilidad. Nadie quiere ser débil. Ni los niños ni las niñas. ¿Cómo le explicamos ahora a una niña que “correr como niña” es bueno después de que lo ha escuchado como burla tantas veces? El lenguaje también cala profundo. Cala porque también discrimina.

Para poder entender mejor esta problemática será necesario tener claras algunas ideas:

Sexo y Género

Cuando hablamos de género no nos referimos a lo mismo que cuando hablamos de sexo, ya que mientras que el sexo se determina biológicamente, con órganos femeninos o masculinos, el género es el conjunto de ideas, creencias y roles sociales que se atribuyen a las personas según su sexo y que predeterminan en gran medida el comportamiento, las actividades y hasta las características psicológicas que deben tener hombres y mujeres.

En este contexto, a lo largo de la historia, el paradigma de ambos géneros ha ido cambiando según las culturas y momentos históricos hasta el día de hoy, pero la manera en la que interactúan los géneros no ha cambiado mucho.

¿Cómo le explicamos a una niña que “correr como niña” es bueno después de que lo ha escuchado como burla tantas veces?

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Las relaciones sociales de género varían según el país, las religiones, las estructuras sociales, etc. Ser hombre o mujer no es, ni significa lo mismo en cualquier lugar del mundo, ni es igual ahora que hace 10 años.

De igual manera, estas interacciones suelen estar atravesadas por relaciones de poder, desde los círculos más íntimos como el de la familia o los amigos, hasta los más públicos como la religión, la escuela o el mercado laboral donde es más común que las decisiones más importantes las tomen varones, aunque esto afecte también a las mujeres.

La Equidad de Género

Cuando hablamos de equidad, lo que buscamos es igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades para varones y mujeres asumiendo

Ser hombre o mujer no es, ni significa lo mismo en cualquier lugar del mundo, ni es igual ahora que

hace 10 años.

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que, para que eso sea posible, el paradigma de ambos géneros debe replantearse desde la niñez.

Durante las últimas décadas las organizaciones internacionales han desplegado esfuerzos concertados con el fin de formular y aplicar políticas capaces de crear un “terreno de juego” más justo y equilibrado para mujeres y hombres en el mundo laboral, político, etc. Sin embargo, esto no es posible si desde los espacios más básicos, como la familia o la escuela, no se generan cambios reales que, efectivamente, permitan romper el círculo de la desigualdad.

Ya hay cambios importantes. El paradigma del rol femenino ha mostrado grandes cambios a lo largo de las últimas décadas, sin embargo, quienes asumen estos nuevos roles, más equitativos, son duramente cuestionadas aún por una sociedad que, como colectivo, se resiste al cambio.

Por ejemplo, ya hay mujeres en carreras profesionales antiguamente atribuidas a varones, sin embargo, difícilmente aumentarán en cantidad y destacarán si las niñas pasan su infancia reafirmando estereotipos impuestos, a veces inconscientemente, por sus familias que sólo les regalan muñecas y cocinitas.

De igual manera, ya hay hombres que son figuras paternas activas en la crianza de sus hijos e hijas, pero esto sólo podrá ir ampliándose si los niños varones aprenden también a cuidar a sus muñecas y muñecos cuando son pequeños.

Estructuralmente también ha habido avances importantes. Las mujeres ya tienen más oportunidades de elegir caminos antes pensados sólo para varones, sin

Ya hay hombres que son figuras paternas activas en la crianza de sus hijos e hijas.

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embargo, a pesar de tener varios caminos nuevos, siguen sin elegirlos porque desde la niñez no se les fomenta como algo atractivo. Escasamente encontramos mujeres científicas, no porque no puedan serlo, sino porque en la niñez, los microscopios y juegos de química se suelen dar más a niños que a niñas. Las niñas no suelen tener la vivencia y al crecer no lo consideran como opción.

No es suficiente pues, que los cambios se den sólo a nivel estructural. Es sumamente necesario cambiar, como sociedad, nuestros paradigmas de género para que nuestras niñas puedan tener opciones y aprovechar sus oportunidades.

El impulsar la igualdad de género en la actualidad empieza por reconocer que varones y mujeres podemos desarrollar las mismas habilidades y realizar las mismas actividades, y en promover que se nos permita hacerlo. En reconocer que varones y mujeres tenemos los mismos derechos y en que se nos permita ejercerlos.

La igualdad de género empieza

por reconocer que varones y mujeres

tenemos los mismos derechos.

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3. Algunas Estrategias que podemos Usar

La desigualdad de género es uno de los mayores problemas que nuestra sociedad debe enfrentar. Para ello es necesario diseñar e implementar políticas públicas que busquen reducir la incidencia de violencia y discriminación de género, sancionando efectivamente a quienes la fomenten, pero es necesario también trabajar directamente con niños, niñas y jóvenes para analizar y entender las razones por las cuales la tasa de violencia y desigualdad es tan alta y la sociedad tan permisiva.

Para esto, planteamos a continuación algunas estrategias interesantes que pueden ayudar a “deconstruir” esos estereotipos que tanto daño han hecho a nuestra sociedad, y a fomentar la equidad de género a través de la vivencia cooperativa.

Responsabilidades Compartidas

El uso del cartel de responsabilidades en el aula, tan común, es de mucha utilidad cuando pretendemos formar a nuestros niños y niñas dentro de la cooperación y la colaboración equitativa.

Al usar esta herramienta debemos pensar en proponer responsabilidades y actividades diversas,

Es necesario diseñar e implementar políticas públicas que busquen reducir la incidencia de violencia y discriminación de género.

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incluso esas que, erróneamente, se consideran muy “femeninas” o muy “masculinas” para que puedan repartirse o rotar equitativamente entre todos. Esto permitirá que niños y niñas aprendan a asumir distintos tipos de tareas y aprendan que todos pueden hacer todo.

El encontrarnos, entonces, con un niño barriendo o encargado de la cocina, y una niña cargando los materiales en un aula, incluso pareciendo algo mínimo, es muy significativo, ya que, tanto la vivencia propia como el reconocimiento del trabajo del otro, forman parte del primer peldaño en la formación del pensamiento equitativo.

Esos niños y niñas crecerán sabiendo que no existen tareas para varones o para mujeres y que, con un poco de esfuerzo, todos podemos ser buenos o buenas en lo que hacemos.

La vivencia propia como el

reconocimiento del trabajo del otro,

forman parte del primer peldaño en la formación

del pensamiento equitativo.

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Generar Espacios de Recreación Equitativos para Niños y Niñas

Los espacios recreativos en la escuela, desde hace muchos años, han marcado grandes diferencias entre varones y mujeres, donde los primeros tienen potestad sobre las canchas, principalmente para jugar fútbol, y las segundas son relegadas a los espacios donde puedan protegerse de los pelotazos. La tiranía de la pelota se impuso hace muchos años, tomando por asalto el espacio más grande de la escuela, cuando los varones empezaron a usarla como emblema deportivo.

Con el tiempo también ha habido mujeres que se han ido sumando a estos espacios deportivos, sin embargo, la gran mayoría, por temor a lastimarse o porque son rechazadas en la cancha, no se acercan siquiera al patio. En vez de esto, las actividades recreativas típicas de las mujeres se han ido reduciendo a actividades de juego pasivo o manualidades.

Las actividades recreativas típicas de las mujeres se han ido reduciendo a actividades de juego pasivo o manualidades.

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El poder compartir equitativamente espacios de recreación es sumamente importante, tanto para el desarrollo psicomotor de los niños y niñas, como para el desarrollo social saludable en estas edades que están justamente aprendiendo a interactuar mutuamente.

Esto implica integrar a las niñas a los espacios deportivos y luchar contra la tiranía del pelotazo, que limita la posibilidad de juegos alternativos. También implica incluir a los niños en los juegos menos bruscos y en las manualidades.

Aquí podemos agregar también que los juguetes deben ser usados bajo una orientación integradora, sin asignarles un género. Dentro de este punto, el fomentar que los niños varones se incorporen al sector hogar y tengan la posibilidad de jugar con muñecas sin ser centro de burla, es uno de los retos más importantes y más significativos.

Impulsar Cargos de ResponsabilidadEquitativos entre Niños y Niñas

Todas las escuelas tienen algún tipo de organización estudiantil. Algunas tienen Municipios Escolares y otras Consejos Estudiantiles. En todos los casos, es primordial que se fomente la participación de niñas y adolescentes mujeres en estas organizaciones, y que los cargos importantes también puedan ser ocupados por ellas.

Para garantizar esto debemos promover desde nuestras aulas el protagonismo y liderazgo de niños y niñas por igual, brindando elementos que permitan a las niñas, sobre todo, empoderarse y aspirar a cargos de mayor responsabilidad.

Debemos promover desde

nuestras aulas el protagonismo y

liderazgo de niños y niñas por igual.

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Incorporación de Nuevos Referentes

Es importante también que, dentro de los espacios educativos, escuelas y centros de educación superior, se incorporen nuevos personajes referentes, que se sumen a la lista de las grandes figuras conocidas. La visibilización de los grandes aportes históricos y contemporáneos de figuras femeninas en ramas como la literatura, la política, la ciencia, la filosofía, es sumamente importante ya que, además de empoderar enormemente a las niñas, abre todo un mundo alternativo de información valiosísima muchas veces no considerada.

Esta incorporación de referentes incluso puede aplicarse al cómo enseñamos la Historia. Desde la perspectiva de qué personajes, de qué “héroes”, miramos el pasado y los hitos icónicos de nuestro desarrollo civilizatorio.

No se trata de remplazar personajes, sino de enriquecer la investigación y resaltar, también, a los grandes personajes femeninos que estuvieron allí, porque estuvieron. Juana de Arco, Inés de Suárez, Micaela Bastidas, Juana Azurduy, son claros ejemplos de mujeres que cambiaron la Historia y no suelen ser abordadas con la profundidad que merecen.

Es necesario incorporar referentes femeninos para que niños y niñas sepan de una vez que no sólo los varones revolucionaron al mundo.

Incorporar referentes femeninos contribuye a que niños y niñas sepan que no sólo los varones revolucionaron al mundo.

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Uso del Lenguaje Inclusivo

El lenguaje tiene un alto impacto en el desarrollo socioemocional de cualquier persona, más aún si está en la infancia. Durante las últimas décadas ha habido estudios comparativos en cuanto a las estructuras gramaticales de la lengua española y otros idiomas, demostrando que en nuestro idioma prima lo masculino, cosa que no ocurre en otros idiomas. Esto no sería ningún problema si nuestra lengua no hubiera sido usada durante tanto tiempo para abrir brechas de género.

El lenguaje es poderoso. Basta que algo se nombre para que el significante exista y, culturalmente, eso también funciona a la inversa. Lo que no se nombra no existe. No vale. Desaparece.

En un contexto tan polémico como el que vivimos hoy en día, con tanta desigualdad, con tanta violencia de género, creemos que el lenguaje, con todo el poder que tiene, puede ser una gran herramienta de transformación social.

El lenguaje, con todo el poder que

tiene, puede ser una gran herramienta

de transformación social.

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El usar, entonces, un lenguaje inclusivo, sí, es más cansado, sí, significa escribir más, pero permite fortalecer, de manera visible, la identidad de las niñas, y permite también que los niños reconozcan y valoren el espacio, abstracto y concreto, que les corresponde a sus compañeras.

Análisis Crítico de la Problemática

Una de las cosas más importantes que, sin duda, se tiene que hacer en las escuelas es hablar sobre lo que ocurre. Dejar de normalizar la desigualdad y hacerla visible.

Promover en las aulas espacios de análisis y debate sobre esta problemática y llamarle “problemática”, con todas sus letras, hará que nuestros niños y niñas esclarezcan sus dudas y tomen conciencia sobre las conductas, estereotipos y expectativas que refuerzan las desigualdades.

De igual forma, fomentar estos espacios de análisis permitirá concientizar y sensibilizar directamente a niños y niñas, y hasta a sus familias, para poder deconstruir los estereotipos y paradigmas que impiden, desde hace años, la igualdad.

Se necesita analizar, entender y proponer para poder lograr una transformación social que poco a poco echará raíces y permitirá la construcción de una nueva sociedad, más equitativa, más justa.

Se necesita analizar, entender y proponer para poder lograr una transformación social.

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